Nociones Preliminares de Derecho Procesal

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Curso Principios y Reglas del procedimiento civil


Facultad de Derecho, Universidad de Antofagasta
Prof. Sem Sandoval Reyes

(1) Nociones preliminares de Derecho procesal1


Apuntes para clases
Texto confeccionado para su utilización en clases por los alumnos del curso de pregrado
de Principios y Reglas del Derecho procesal, Facultad de Derecho, Universidad de
Antofagasta.

1. Conflictos de relevancia jurídica y formas de solución: Heterocomposición,


autocomposición y autotutela

a) Los conflictos de relevancia jurídica y métodos de solución


En el Derecho los conflictos surgen con motivo de la inobservancia de normas jurídicas y de
la afectación de derechos e intereses legítimos de las personas. La comisión de un hecho
delictivo, el incumplimiento de un contrato, la dictación de un acto administrativo ilegal que
lesiona derechos de particulares, son ejemplos de situaciones que dan lugar a controversias
que necesitan ser resueltas a través de alguno de los métodos regulados por el ordenamiento.
Estos métodos son de tres clases: heterocompositivos, autocompositivos y, excepcionalmente,
de autotutela. El Derecho Procesal se preocupa fundamentalmente de los métodos
heterocompositivos, los cuales, son de dos especies: (i) el proceso jurisdiccional, en el que la
controversia es conocida y resuelta por los tribunales de justicia estatales; (ii) el arbitraje,
donde la controversia es conocida y resuelta por un árbitro, que es un tercero imparcial
nombrado -en principio- por las partes litigantes (la ley chilena también le llama “juez
árbitro” (art. 5 inc. final COT)). El objeto central de regulación del Derecho Procesal es el
proceso jurisdiccional.
Podemos identificar dos grandes categorías de conflictos, cada uno de los cuales queda
sometida a diversas modalidades de solución.
i) Por una parte, encontramos conflictos relativos a normas jurídicas y derechos e
intereses “disponibles”, vale decir, renunciables, los que pueden ser resueltos a través de
formas de autocomposición (por ejemplo, transacción, mediación), y también por medio de

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El manuscrito del presente apunte fue realizado por el Prof. Dr. Claudio Meneses Pacheco, profesor de
Derecho procesal de la Universidad de Valparaíso, Chile. El profesor del curso manifiesta por medio de esta
nota su agradecimiento por habérsele facilitado este material pedagógico de invaluable valor para la enseñanza
del Derecho procesal. El manuscrito se ha respetado casi en su integridad, sin perjuicio de haber sido revisado
y objeto de algunas modificaciones.
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métodos de heterocomposición (proceso jurisdiccional y arbitraje). Es el caso de la mayoría


de los conflictos de Derecho Privado (art. 12 CC: “Podrán renunciarse los derechos
conferidos por las leyes, con tal que sólo miren al interés individual del renunciante, y que
no esté prohibida su renuncia”). Por lo mismo, en estas materias el proceso jurisdiccional es
facultativo.
ii) Por otra parte, hallamos conflictos relativos a normas jurídicas y derechos e intereses
“indisponibles”, vale decir, irrenunciables, por comprometer intereses públicos (Derecho
Penal) y tener carácter de orden público (Derecho de Familia), que, en rigor, sólo pueden ser
resueltos a través del proceso jurisdiccional. Es lo que ocurre con las conductas delictivas,
ya que el Derecho Penal sólo puede ser aplicado por los tribunales a través de un proceso
penal. Para esta clase de conflictos el proceso jurisdiccional tiene el carácter de “necesario”.
Por lo anteriormente expuesto, dependiendo de las características del conflicto, su resolución
puede tener lugar sólo a través de un proceso jurisdiccional, o por medio de un arbitraje, o
mediante un método de autocomposición. Muy excepcionalmente los conflictos pueden
resolverse por la autotutela (resolución impuesta a través de la fuerza). Los métodos
heterocompositivos se caracterizan por la presencia de un tercero (imparcial) que resuelve la
controversia suscitada entre las partes (juez o árbitro). En los métodos autocompositivos la
solución emana de los propios sujetos involucrados en el conflicto, quienes voluntariamente
logran poner término a la disputa. Son métodos autocompositivos de solución de conflictos:
la transacción, el avenimiento, la conciliación y la mediación, entre otros. La autotutela
implica el uso de la fuerza, por eso, en general, se encuentra prohibida por el Derecho.
b) La heterocomposición
i) El proceso jurisdiccional
El método más evolucionado de resolución de conflictos jurídicos y de tutela de derechos e
intereses es el proceso jurisdiccional. Constituye un mecanismo ideado para que los
tribunales, mediante el ejercicio de la potestad jurisdiccional, restablezcan el imperio del
Derecho y brinden tutela a los derechos e intereses legítimos de las personas.
Refiriéndose al proceso civil, GOLDSCHMIDT lo definió como el “método que siguen los
tribunales para definir la existencia del derecho de la persona que demanda, frente al
Estado, a ser tutelada jurídicamente, y para otorgar esta tutela en el caso de que tal derecho
exista”. ROSENBERG señaló que es el mecanismo “jurídicamente regulado para la
protección del ordenamiento jurídico mediante la declaración, realización y aseguramiento
(principalmente) de los derechos y relaciones jurídicas de Derecho Civil”. COUTURE lo
describió como “la secuencia o serie de actos que se desenvuelven progresivamente, con el
objeto de resolver, mediante un juicio de autoridad, el conflicto sometido a su decisión”.
El proceso jurisdiccional se caracteriza por permitir la intervención de las partes litigantes en
condiciones de igualdad (igualdad formal) y por entregar la decisión de la controversia a un
juez (tercero imparcial). Las partes intervienen a través de actos de discusión y de prueba. El
tribunal actúa dirigiendo el debate y decidiendo la controversia a través de un acto jurídico-
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procesal llamado “sentencia” (de acuerdo con el art. 158 inc. 1º CPC: “sentencia definitiva”).
Lo llamamos proceso jurisdiccional para diferenciarlo de otras secuencias de actos que
producen decisiones jurídicas, como el proceso legislativo o el procedimiento administrativo.
En el proceso civil intervienen esencialmente tres sujetos: el demandante, sujeto que ejercita
el derecho de acción y formula una pretensión; el demandado, sujeto respecto de quien se
ejercita el derecho de acción y en contra de quien se formula una pretensión (este sujeto, a su
turno, puede ejercitar el derecho de defensa) y, el tribunal (órgano jurisdiccional, tribunal de
justicia), que corresponde a un órgano imparcial, independiente y competente. De acuerdo
con el art. 29 inc. 1º CPC el aspecto material de este método es la “carpeta electrónica”, que
es el soporte de los actos procesales que componen al proceso civil.
El proceso jurisdiccional también recibe la denominación de “juicio”, noción que se relaciona
más bien con la decisión del tribunal. A veces la ley lo llama “autos” (como ocurre con la
figura denominada “acumulación de autos”), o “causa” (art. 76 inc. 1º CPR). Es importante
tener presente que este método debe someterse a un orden prefijado por la ley que se
denomina “procedimiento”. De modo que los actos que componen el proceso han de seguir
una determinada secuencia que constituye una garantía para los ciudadanos (art. 19 Nº3 inc.
6º CPR). Este orden permite garantizar una “igualdad de armas” entre los litigantes, favorece
el ejercicio de sus derechos y legitima la decisión judicial.
Como se dijo, la solución del asunto disputado se obtiene a través de una sentencia judicial,
que una vez que posee el carácter de firme o ejecutoriada (no susceptible de impugnación)
adquiere una autoridad llamada “cosa juzgada”. Esta autoridad (atributo) impide - por regla
general- que el asunto vuelva a ser discutido (cuando se trata de una cosa juzgada “material”
y no “formal”). La cosa juzgada es el estado jurídico en que queda un conflicto una vez que
ha sido sometido a un proceso jurisdiccional y resuelto por una sentencia definitiva firme,
que prohíbe revisar la decisión (ne bis in idem). La Constitución chilena hace referencia a lo
anterior en el art. 76 inc. 1º CPR, cuando impide “hacer revivir procesos fenecidos”.
Las finalidades del proceso jurisdiccional son fundamentalmente tres y están directamente
asociadas a las finalidades de la potestad jurisdiccional: (i) resolver los conflictos de
relevancia jurídica mediante la aplicación del Derecho objetivo; (ii) brindar debida tutela a
los derechos e intereses legítimos de las personas; (iii) conseguir seguridad jurídica y paz
social. El proceso es instrumental a tales finalidades. No es un fin en sí mismo. Es una figura
jurídica orientada a obtener tales fines, de relevancia política, jurídica y social.
La legitimidad de este método jurídico de solución y tutela de derechos se apoya en algunos
elementos fundamentales, como son, por un lado, la igualdad de las partes en el ejercicio de
sus derechos, lo que implica que el sistema procesal les asegura el derecho a intervenir con
las mismas oportunidades en la presentación de sus alegaciones, pruebas y mecanismos de
impugnación (el proceso es un método de debate), y por otro, la debida motivación de la
sentencia judicial en la que se analicen todos los elementos fácticos y jurídicos de la
contienda sobre la base de los cuales el tribunal adoptará su decisión (el proceso es un método
de adjudicación de soluciones).
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ii) El arbitraje
Existe una figura jurídica análoga al proceso jurisdiccional (proceso jurisdiccional en sentido
estricto) denominada arbitraje, consistente en un mecanismo de resolución de conflictos y
tutela de derechos e intereses a cargo de un tercero (llamado “árbitro”), que -en principio- es
designado por las partes para cumplir con la función de decidir la controversia. Por lo tanto,
es un método de heterocomposición que se caracteriza por el origen privado del árbitro,
situación que lo distingue de los tribunales estatales.
En el Código Orgánico de Tribunales el árbitro es considerado un juez (arts. 5º inc. 5º y 222),
de modo que los asuntos que son resueltos a través de un arbitraje constituyen expresión de
la potestad jurisdiccional. La decisión del árbitro, por tanto, es una sentencia judicial que
produce cosa juzgada (la sentencia recibe el nombre técnico de “laudo arbitral”).
En nuestra legislación existen dos principales regulaciones del arbitraje: arts. 222–243 COT,
que atañe al denominado “arbitraje interno”; y Ley N°19.971 de 2004, que se refiere al
arbitraje comercial internacional. Ya tendremos oportunidad de ahondar sobre la naturaleza
del arbitraje pues en teoría puede ser concebido como un método especial de resolución de
conflictos jurídicos y tutela de derechos e intereses, de carácter alternativo al proceso
jurisdiccional a cargo de tribunales estatales.
c) Autocomposición y autotutela
Existen otras formas de resolución de conflictos jurídicamente relevantes. Suelen
identificarse como “autocomposición” y “autotutela”.
i) Autocomposición: los “mecanismos alternativos de solución de conflictos”
La autocomposición consiste en un método de resolución de conflictos jurídicos y de tutela
de derechos e intereses que reposa en la voluntad de los propios sujetos involucrados en el
conflicto. A diferencia de la autotutela, en este caso ninguna persona impone su voluntad y
decisión a otro. La solución es el resultado de un trabajo colaborativo entre los sujetos en
conflicto. Puede provenir de un acuerdo de voluntades o de una renuncia voluntaria a algún
derecho. En la doctrina contemporánea este método recibe la denominación de “mecanismos
alternativos de solución de conflictos”, caracterizados por la voluntariedad y horizontalidad
del trabajo desarrollado por los sujetos para alcanzar una armónica y satisfactoria tutela de
sus respectivos derechos.
Esta forma de solución opera primordialmente en el ámbito privado a través de figuras como
el contrato de transacción (art. 2446 CC), el avenimiento (art. 434 N°3 CPC), la conciliación
(art. 262 CPC) y el desistimiento de la demanda (art. 148 CPC), entre otras. Algunos autores
también califican a los métodos de autocomposición como “equivalentes jurisdiccionales”,
precisamente por la aptitud que tienen para resolver conflictos jurídicos con efectos similares
a los de una sentencia judicial. Lo recién expuesto explica por qué el proceso jurisdiccional
y el arbitraje pueden ser calificados como un método “heterocompositivo”, ya que la solución
del conflicto es impuesta por un tercero ajeno a las partes involucradas. El tercero es el juez
o árbitro; el acto a través del cual se impone la resolución del conflicto es la sentencia (cuando
emana del juez) o laudo arbitral (cuando emana del árbitro).
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La transacción es un contrato civil (extrajudicial) por el cual las partes que ponen término a
un juicio pendiente o precaven un litigio eventual, haciéndose concesiones recíprocas (art.
2446 CC). El avenimiento es un acuerdo adoptado por las partes dentro de un proceso por
medio del cual le ponen término total o parcialmente (art. 434 Nº3 CPC). La conciliación es
un acuerdo adoptado por las partes dentro de un proceso a partir de bases propuestas por el
juez, por medio del cual le ponen término total o parcialmente (art. 267 CPC; también es
posible encontrar conciliación ante órganos administrativos, como por ejemplo la Dirección
del Trabajo en asuntos laborales). La mediación es un sistema de resolución de conflictos y
tutela de derechos e intereses en el que un tercero imparcial sin poder decisorio (mediador),
ayuda a las partes a buscar por sí mismas una solución del conflicto y sus efectos, mediante
acuerdos (art. 103 Ley de Tribunales de Familia, en adelante, LTF).
Como se aprecia, es posible distinguir métodos de autocomposición en los que intervienen
terceros (conciliación y mediación), pero que, a diferencia del tribunal y del árbitro, carecen
de poder decisorio. El tercero que interviene en la conciliación y en la mediación no tiene
una posición suprapartes, sino interpartes. No es sencillo trazar una diferencia entre estos
dos mecanismos de solución de conflictos, al punto que incluso podría afirmarse que, en
rigor, corresponden a una misma modalidad de autocomposición. Suele decirse que la
principal diferencia dice relación con el papel que corresponde al tercero: en la conciliación
tiene la función de proponer bases de acuerdo, mientras que en la mediación sólo busca
acercar a las partes litigantes. La mediación tiene reconocimiento en la legislación nacional,
en materias como los conflictos familiares (arts. 103-114 Ley N°19.968 de 2004, sobre
Tribunales de Familia), y asuntos sobre negligencia médica (arts. 43-55 Ley N°19.966 de
2004, sobre régimen de garantías en salud).
Otras formas de autocomposición son el desistimiento de la demanda (art, 148 CPC), y el
allanamiento (art. 313 CPC) que serán objeto de estudio tanto en este curso como en otros.
ii) Autotutela o autodefensa
La autotutela o autodefensa consiste en la imposición de la decisión de un sujeto sobre otro.
Es la “justicia por mano propia”. El uso unilateral de fuerza de un sujeto para obtener la
defensa de sus derechos y satisfacción de sus intereses.
Dado que en un Estado de Derecho el uso de la fuerza está reservado sólo para los órganos
públicos (los que, además, sólo pueden actuar dentro del marco de juridicidad), esta
modalidad se encuentra, por lo general, prohibida. El uso de la fuerza es sancionado por el
Derecho. Con todo, excepcionalmente encontramos casos aceptados por la ley, como la
huelga en materia laboral o la legítima defensa en materia penal.
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2. El Derecho procesal
a) Noción, características, clasificación
i) ¿En qué consiste el Derecho procesal?
El Derecho Procesal es una rama del ordenamiento jurídico cuyo objeto central de regulación
es el proceso jurisdiccional (dimensión normativa). También constituye un ámbito del saber
jurídico (dimensión teórica).
En el primer sentido, CORDÓN MORENO lo ha entendido como “la rama del ordenamiento
jurídico que regula globalmente el ejercicio de la función jurisdiccional del Estado”. En el
segundo sentido, COUTURE se refiere al Derecho Procesal Civil como aquella “rama de la
ciencia jurídica que estudia la naturaleza, desenvolvimiento y eficacia del conjunto de
relaciones jurídicas denominado proceso civil”. En la doctrina chilena, PEREIRA
ANABALÓN señala que el Derecho Procesal es “la ciencia jurídica cuyo objeto es el estudio
sistemático de las normas, principios e instituciones que regulan el ejercicio del poder
jurisdiccional del Estado”.
Como se aprecia, el Derecho Procesal se integra por normas que regulan la potestad
jurisdiccional y el proceso jurisdiccional. Se compone, asimismo, de principios e
instituciones relacionadas con tales normas, los cuales dan forma a la regulación de la
potestad jurisdiccional y del proceso jurisdiccional. A la vez, el Derecho Procesal es un área
del conocimiento jurídico; una disciplina del saber jurídico.
Ahora bien, esta rama del ordenamiento y del saber no se identifica exclusivamente con el
ejercicio de la función jurisdiccional dentro del proceso. También comprende los derechos
de las personas para obtener acceso a la justicia e intervenir en pie de igualdad en los
procesos jurisdiccionales. Autores como RAMOS MÉNDEZ en España, DINAMARCO y
MARINONI en Brasil, CAROCCA y BORDALÍ en Chile, han puesto el acento en la
protección de las personas y de los derechos de éstas, sosteniendo que la función central de
la jurisdicción y del proceso no es sólo la resolución de conflictos jurídicos ni la aplicación
del Derecho sustantivo, sino fundamentalmente la protección de las personas y el resguardo
de sus derechos subjetivos.
Con base en lo expuesto, debemos decir que el Derecho Procesal también se preocupa de la
posición de las personas frente a los órganos jurisdiccionales y de la debida tutela de sus
derechos por parte de tales órganos. Esta posición de la persona la podemos resumir en la
idea de las “garantías” de los sujetos que solicitan respuesta jurisdiccional. Así como los
órganos jurisdiccionales detentan una potestad jurisdiccional y cumplen una función pública
(la función jurisdiccional), las personas son titulares de garantías conforme con las cuales
pueden exigir la intervención judicial para obtener el debido y oportuno resguardo de sus
derechos e intereses legítimos.
Por tanto, podemos decir que el Derecho Procesal es una rama del ordenamiento jurídico
compuesta por un conjunto de normas, garantías, principios e instituciones que regulan y
disciplinan la potestad jurisdiccional, el proceso jurisdiccional y el derecho de las personas
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para acceder a la debida tutela judicial. Esta rama jurídica es estudiada, sistematizada y
explicada por la ciencia jurídica procesal.
ii) ¿Unidad o diversidad del Derecho procesal?
La doctrina procesal se encuentra dividida en este punto.
Con buenos argumentos se ha sostenido por algunos que el Derecho Procesal es una sola
rama del ordenamiento y del conocimiento jurídicos, sin perjuicio de las divisiones internas
que deben hacerse con ocasión del Derecho sustantivo al que esta rama resulta instrumental.
La existencia del Derecho Procesal Civil, Penal, Constitucional o contencioso administrativo
no altera la base común, compuesta por un conjunto de principios, garantías e instituciones
propias y exclusivas de esta rama. Es el caso, por ejemplo, de la garantía del debido proceso
legal, de la noción de jurisdicción, del concepto de prueba y de la institución de la cosa
juzgada.
También con buenos argumentos otros han sustentado la tesis contraria, en particular cuando
se trata de distinguir los procesos civiles y los penales. Los principales partidarios de la idea
de dividir y distinguir dos áreas del ordenamiento jurídico son los penalistas, quienes estiman
que por la especial vinculación que existe entre el Derecho Penal sustantivo y el Derecho
Procesal Penal, éste, en rigor, forma un conjunto normativo con aquél. Al, respecto es
importante consignar que en el campo de los delitos y de las penas la unión entre ley
sustantiva y ley procesal es prácticamente indisoluble, ya que en estricto sentido, la
legislación penal solamente puede ser aplicada a través de una sentencia judicial dictada en
el marco de un debido proceso. Ello permitiría sostener que se trata de una unidad normativa
y disciplinar, atendida la estrecha vinculación entre las esferas sustantivas (Derecho Penal) y
jurisdiccional (Derecho Procesal Penal).
Sin entrar en el debate nos limitaremos a observar que en nuestro sistema existe una
disposición constitucional que apunta más bien en el primer sentido, al menos en lo tocante
a la presencia de elementos y garantías comunes entre las distintas áreas procesales. Cuando
el art. 19 Nº3 inc. 6º CPR consagra el debido proceso legal lo hace con un sentido unitario.
Cuando la norma indica que “corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de
un procedimiento y una investigación racionales y justos”, lo hace sin distinguir entre los
órdenes civiles y penales. En similar sentido puede citarse el art. 76 inc. 1º CPR que al
describir la potestad jurisdiccional contempla un sentido unitario o comprensivo de las
distintas esferas de la tutela procesal; la norma se refiere, en general, a “la facultad de conocer
las causas civiles y criminales…”.
La aplicación de la tesis unitaria tiene importancia en materia de interpretación e integración
de la ley procesal, ya que es precisamente esta unidad conceptual la que permite acudir a la
analogía como criterio idóneo para determinar el sentido y alcance de las normas procesales
y para llenar lagunas legales.
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iii) Características del Derecho procesal


Desde la perspectiva normativa el Derecho Procesal puede ser caracterizado como una rama
del Derecho Público, autónoma e instrumental.
- Es una rama del Derecho Público pues regula el ejercicio de una potestad pública (la
potestad jurisdiccional) y el cumplimiento de una función pública (la jurisdiccional).
- Es una rama autónoma dentro del Derecho Público que se distingue de áreas como la
constitucional, la administrativa u otra. Adquieren especial relevancia en este punto las
garantías, principios e instituciones a las que hacíamos mención antes, que distinguen al
Derecho Procesal de los otros ámbitos del ordenamiento jurídico. Garantías como el debido
proceso legal, principios como la inexcusabilidad de los jueces, instituciones como la cosa
juzgada y nociones como la imparcialidad de los jueces e independencia de los tribunales
son propias de esta rama del Derecho.
- Es un Derecho instrumental pues está destinado a permitir la aplicación del Derecho
sustantivo. El Derecho Procesal se preocupa de los métodos de resolución de conflictos y
tutela de derechos e intereses, en particular, del proceso jurisdiccional; pero no determina el
contenido de solución de la controversia. Esta última parte corresponde al Derecho sustantivo
o de fondo. En cualquier caso, es importante subrayar que el carácter instrumental no
minusvalora al Derecho Procesal frente a los ordenamientos sustantivos (Derecho Civil,
Derecho Comercial, Derecho Penal, Derecho Constitucional, Derecho Administrativo, entre
otros), sino que por el contrario, lo hace adquirir un papel fundamental en la tarea de hacer
efectivas las disposiciones que conforman tales ramas y los derechos e intereses reconocidos
por ellas. La eficacia del Derecho sustantivo y de los derechos subjetivos presupone una
correcta configuración del Derecho Procesal.
iv) Clasificación
Es posible hacer dos clasificaciones del Derecho Procesal según el contenido de las normas
procesales y el contenido del Derecho sustantivo.
- Primera clasificación. Según el contenido de las normas procesales: Derecho
Procesal orgánico y Derecho Procesal funcional
Derecho Procesal orgánico es la rama del ordenamiento jurídico compuesta por un conjunto
de normas, garantías, principios e instituciones que regulan y disciplinan el poder
jurisdiccional, lo que comprende fundamentalmente la organización y las atribuciones de
los órganos jurisdiccionales.
El Derecho Procesal funcional es la rama del ordenamiento jurídico compuesta por un
conjunto de normas, garantías, principios e instituciones que regulan y disciplinan el
proceso jurisdiccional, lo que comprende el derecho de las personas para acceder a la
debida tutela jurisdiccional.
De acuerdo con lo dicho hasta ahora puede afirmarse que ambas clases de Derecho Procesal
se encuentran estrechamente vinculadas, pues la potestad jurisdiccional solamente puede ser
ejercida a través del proceso jurisdiccional y éste únicamente cumplirá sus finalidades en la
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medida que la aludida potestad sea ejercida con respeto de las garantías de un debido proceso
legal. La vinculación entre ambas aparece expuesta con bastante nitidez en la primera parte
del art. 19 N°3 inc. 6º CPR: “Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado”.
- Segunda clasificación. Según el contenido de las normas sustantivas: Derecho
Procesal Civil, Derecho Procesal Penal, Derecho Procesal Constitucional y
Derecho Procesal Administrativo (entre otras).
En nuestro país, en especial a partir de lo dispuesto por el art. 76 inc. 1º CPR, suele indicarse
que el Derecho Procesal Civil se preocupa de regular y disciplinar la tutela jurisdiccional en
todas aquellas materias sustantivas que no tengan carácter penal. Comprende, por tanto, áreas
como los procesos civiles, las causas de comercio, los juicios de familia, los procesos
laborales y los procesos contenciosos administrativos. Entre ellos existen diferencias
directamente relacionadas con los asuntos ventilados en cada caso. Pero presentan un
elemento común: los asuntos no dicen relación con la aplicación de sanciones punitivas
(salvo la situación del proceso contencioso administrativo relacionado con sanciones
administrativas).
El Derecho Procesal Penal atañe al ejercicio del poder de punición (ius puniendi) del Estado.
El procedimiento penal y el proceso penal son los instrumentos jurídicos a través de los cuales
el Estado está legitimado para aplicar una sanción penal a una persona. En este mismo
sentido, esta rama procesal constituye una importante garantía de las personas frente a los
excesos o abusos del poder penal estatal. La base político-jurídica que da forma a esta área
procesal se denomina “presunción de inocencia”. Como señalábamos al inicio, en materia
penal el proceso es obligatorio ya que es la única forma de aplicar el Derecho sustantivo a
los casos concretos; la autocomposición sólo cabe excepcionalmente por razones de política
criminal, y siempre requiere de la voluntad del imputado consistente en renunciar al juicio
penal y aceptar la solución alternativa; estos mecanismos reciben la denominación genérica
de “salidas alternativas” y consisten en la suspensión condicional del procedimiento y los
acuerdos reparatorios (arts. 237-246 CPP).
En relación con lo anterior, hay que tener presente que la potestad sancionadora del Estado
presenta otra variante menos intensa que el Derecho Penal pero igualmente gravosa para las
personas. Se trata de las facultades investigadoras y sancionadoras de órganos y funcionarios
administrativos (servicios públicos como el Servicio del Impuestos Internos, el Servicio
Nacional de Aduanas; órganos como las Superintendencias; funcionarios pertenecientes a
estos organismos u otros), que conforman un sistema jurídico denominado genéricamente
“Derecho Administrativo sancionador”. Esta rama también se encuentra sometida a normas
procesales especiales destinadas a regular el ejercicio de tales potestades y la protección de
los derechos del administrado. Esta área puede ser denominada “contencioso administrativo
de represión”, cuyo objeto es revisar judicialmente la legitimidad y procedencia de las
sanciones administrativas.
El Derecho Procesal Constitucional es una rama jurídica cuyo objeto es la jurisdicción
constitucional. Esto incluye órganos públicos, procedimientos jurídicos y garantías de las
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personas destinados a obtener el debido resguardo del orden institucional dentro del Estado
de Derecho y la protección del individuo frente a los órganos públicos. Las materias sobre
las cuales recae la tutela judicial se relacionan básicamente con el control de
constitucionalidad de los actos de los órganos públicos y la tutela de los derechos
fundamentales de las personas frente a los organismos del Estado. Podemos incluir dentro de
esta rama las funciones del Tribunal Constitucional (art. 93 CPR), una de las cuales es el
conocimiento y decisión de la acción de inaplicabilidad por inconstitucionalidad de las leyes
(art. 93 Nº6 CPR). También cabe considerar las acciones de protección (art. 20 CPR) y de
amparo (art. 21 CPR), que son de competencia de las Cortes de Apelaciones en primera
instancia y de la Corte Suprema en segunda instancia.
Según volveremos a señalar, la idea de incluir un acápite especial para la tutela procesal de
asuntos como los indicados precedentemente ha adquirido especial realce en los últimos años
en nuestro país. BORDALÍ, en Chile, al momento de definir al poder jurisdiccional emplea
el concepto de “contra-poder”, para, de este modo, resaltar la importancia que en la tutela
procesal tienen materias como el control de la juridicidad de los actos públicos y el debido
resguardo de los derechos de las personas respecto de los abusos del poder público. Estos
últimos aspectos atañen directamente al Derecho Procesal Constitucional y al Derecho
Procesal Administrativo. A propósito de lo mismo, esta perspectiva más amplia de la potestad
jurisdiccional también cabe relacionarla con el mencionado proceso contencioso
administrativo, compuesto por un conjunto de disposiciones y garantías cuyo objeto es
permitir el control judicial de la juridicidad de la actividad de los órganos que componen la
Administración del Estado; dentro de este ámbito se sitúan los denominados “contenciosos
de nulidad”, que corresponden a procesos mediante los cuales los administrados solicitan la
declaración de anulación de actos administrativos ilegales.
3. Fuentes “directas” e “indirectas” del Derecho procesal
a) ¿En qué consisten?
Con las nociones “fuentes directas” y “fuentes indirectas” del Derecho Procesal se hace
mención a lo que en teoría jurídica se denominan –respectivamente- “fuentes formales del
Derecho” y “fuentes materiales o modeladoras del Derecho”.
¿Cuáles son? Las “fuentes directas” del Derecho Procesal chileno son la Constitución Política
de la República, los tratados internaciones sobre derechos humanos, la ley, y los “autos
acordados”. Las “fuentes indirectas” son la jurisprudencia de los tribunales, la doctrina de
los autores, los usos y las prácticas procesales. Algunos autores también se refieren al
Derecho extranjero, al Derecho histórico y a los “acuerdos o convenciones entre las partes”.
b) Las fuentes “directas”: El principio de legalidad en materia procesal. La ley
como fuente principal del Derecho procesal
La principal fuente del Derecho Procesal es la ley. El principio de legalidad rige tanto en
materia orgánica como en materia funcional.
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En cuanto al aspecto orgánico son pertinentes el art. 19 Nº3 inc. 5º CPR y el art. 76 inc. 1º
CPR, en los que se exige la presencia de una ley para el establecimiento de los tribunales de
justicia. En el art. 19 Nº3 inc. 5º CPR se señala: “…sino por el tribunal que señalare la
ley…”; en el art. 76 inc. 1º CPR: “… pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos
por la ley”. Al respecto, hacemos notar que de acuerdo con el art. 77 inc. 1º CPR “una ley
orgánica constitucional determinará la organización y las atribuciones de los tribunales que
fueren necesarios para la pronta y cumplida administración de justicia”.
En cuanto al aspecto funcional cabe citar el art. 19 Nº3 inc. 6º CPR donde se hace expresa
mención a la ley: “proceso previo legalmente tramitado”; “corresponderá al legislador…”.
i) La Constitución Política de la República y las garantías procesales
La primera fuente es la Constitución Política, que es la norma que determina las bases
institucionales del sistema procesal chileno. De hecho, la vigencia del principio de legalidad
al que aludíamos antes está dispuesto por preceptos constitucionales.
En la Constitución hallamos preceptos fundamentales sobre organización y atribuciones de
los tribunales (Capítulo VI). Encontramos normas sobre jurisdicción constitucional
(Capítulos VIII y IX). Existen, además, garantías de las personas como el derecho de defensa
(art. 19 Nº 3 incs. 2º, 3º y 4º CPR), la garantía del juez natural (art. 19 Nº 3 inc. 5º CPR), el
derecho al debido proceso legal (art. 19 Nº3 inc. 6º CPR), la acción constitucional de
protección (art. 20 CPR) y la acción constitucional de amparo (art. 21 CPR).
ii) Los tratados internacionales sobre Derechos humanos y las garantías procesales
En relación con lo último es necesario destacar los tratados internacionales sobre derechos
humanos como fuentes directas de Derecho Procesal. Son particularmente importantes
preceptos como el art. 8º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de
San José de Costa Rica) y el art. 14 del Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y
Políticos.
Estas disposiciones de origen internacional se encuentran contenidas en tratados ratificados
por Chile y que están vigentes, por lo que forman parte de lo que se ha denominado “bloque
constitucional” de derechos fundamentales, en virtud de lo dispuesto por el art. 5º inc. 2º
CPR. De este modo, las garantías del justiciable no sólo están contempladas en el texto
constitucional, sino también por tratados internacionales como los antes citados que
complementan la normativa de la Carta.
iii) Los “autos acordados”
Otra fuente directa, propia del Derecho Procesal (no existe en las otras ramas del
ordenamiento jurídico nacional), son los “autos acordados”. Consisten en normas jurídicas
dictadas por los tribunales superiores de justicia en uso de las denominadas “potestades
económicas” (art. 3º COT), cuyo objeto es permitir una mejor aplicación de las leyes
procesales y un eficiente ejercicio de la potestad jurisdiccional.
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Esta fuente presenta la naturaleza jurídica propia de un reglamento. No equivale a la ley ni


puede suplir los vacíos legales o regular materia de dominio legal. En este sentido podemos
calificar a los autos acordados como disposiciones reglamentarias cuyas principales
características consisten en que emanan de los tribunales superiores de justicia, son
expresiones de una potestad reglamentaria de los tribunales, que en nuestro país recibe el
nombre de “potestad económica” (art. 3º COT), y solamente pueden propender a lograr una
más adecuada aplicación de la ley procesal (no de una ley sustantiva). Dichas potestades
están orientadas a permitir un más eficiente ejercicio de la potestad jurisdiccional y dan lugar,
en ciertos aspectos, a la adopción de medidas propias de gobierno judicial, en especial en el
plano operativo: funcionamiento de los tribunales, modalidades de atención al público, etc.
Pueden dictar autos acordados la Corte Suprema y las Cortes de Apelaciones (el art. 93 Nº2
CPR también se refiere a los autos acordados dictados por el Tribunal Calificador de
Elecciones; el Tribunal Constitucional también dicta estas normas). La fuente legal de la
llamada potestad económica, de la cual derivan los autos acordados, es el art. 3º COT. Para
la Corte Suprema, además, encontramos un precepto constitucional relacionado con esta
fuente en el art. 82 CPR, donde se reconoce la superintendencia directiva, correccional y
“económica” sobre todos los tribunales de la nación.
Como indicamos, las finalidades de los autos acordados son dos: primero, lograr una mejor
aplicación de la ley procesal y, segundo, obtener un más eficiente ejercicio de la potestad
jurisdiccional. Por lo mismo, un auto acordado no puede contravenir la ley ni tampoco puede
regular una materia que es de competencia del legislador. De ocurrir esto se produce una
cuestión de constitucionalidad por transgresión del principio de legalidad que rige en materia
procesal (arts. 76, 19 N° 3 inc. 4º y 19 Nº 3 inc. 5° de la CPR), cuestión que corresponde
resolver al Tribunal Constitucional (art. 93 Nº2 CPR).
c) Las fuentes “indirectas” del Derecho procesal
i) La jurisprudencia de los Tribunales Superiores de Justicia
En virtud del citado principio de legalidad, la jurisprudencia de los tribunales sólo cumple
funciones de fuente indirecta, esto es, como un elemento modelador del Derecho Procesal,
que sirve para interpretar las normas legales o para impulsar futuros cambios legislativos.
ROMERO se ha referido a algunos temas procesales que han sido desarrollados por la
jurisprudencia, como la delimitación de la “legitimación” para ser parte, la determinación del
sentido y alcance de las llamadas “leyes reguladoras de la prueba” y el reconocimiento del
“litisconsorcio necesario”. Otro caso que puede citarse es el de la llamada “tercería de
posesión” en el juicio ejecutivo, que hasta antes del año 1988 no estaba expresamente
recogida por el Código de Procedimiento Civil, y que, pese a ello, fue aceptada por la
jurisprudencia. El legislador de 1988 (Ley Nº18.705) hizo eco de este criterio jurisprudencial,
y consagró en forma especial la mencionada tercería, según se lee en los arts. 518 Nº2, 521
y 522 CPC.
13

ii) La doctrina de los autores como fuente “indirecta”


La doctrina de los autores permite comprender mejor la legislación procesal, mediante el
análisis, la sistematización y la crítica. En la actualidad tienen especial desarrollo científico
la dogmática procesal alemana, italiana, española, brasileña y argentina, que junto al trabajo
ejecutado en nuestro medio en los últimos veinte años entregan importantes elementos de
análisis para la comprensión del fenómeno procesal.
El trabajo de sistematización, de interpretación y de crítica de las normas procesales resulta
fundamental para el avance de esta rama jurídica, y es por eso que debemos considerar la
doctrina de los autores como una fuente modeladora del sistema procesal. Un interesante
ejemplo de la influencia que tiene la doctrina en las reformas procesales puede encontrarse
en el Código Procesal Penal chileno, en cuyo mensaje se reconocen de manera explícita los
aportes de obras teóricas y autores del área.
iii) Los “usos” y “prácticas” procesales
A raíz del principio de legalidad en materia procesal no opera la costumbre como fuente del
Derecho, a diferencia de lo que ocurre en Derecho Civil y Comercial, donde sí presenta tal
carácter (art. 2º CC; arts. 4º, 5º y 6º C de C). Lo que encontramos son los llamados “usos” y
“prácticas procesales”, que consisten en actuaciones que se van produciendo diariamente en
la tramitación que realizan las partes ante los tribunales de justicia. Ellas generan un modo
de actuación que se reitera en el tiempo, el cual, si bien no es vinculante, se torna muy
frecuente.
Los “usos” suelen ser entendidos como reiteraciones de conductas que se presentan con algún
grado de constancia y uniformidad en la tramitación judicial, pero que carecen de efecto
vinculante. Es lo que ocurre en la forma de redacción de escritos judiciales utilizada
especialmente en los procesos escritos. Así, si en la respectiva presentación se formulan
varias peticiones, el escrito se divide en partes: la primera petición es tratada bajo el nombre
de solicitud “principal”; las otras son tratadas como “otrosíes” (el Diccionario de la Lengua
RAE define la palabra “otrosí” como “además”; “cada una de las peticiones o pretensiones
que se ponen después de la principal”).
Las “prácticas procesales” son entendidas como la particular forma de aplicar o desaplicar
una ley procesal, de un modo más o menos uniforme. Un ejemplo es el otorgamiento de
“traslado” frente a solicitudes que de acuerdo con la ley procesal deben ser resueltas “de
plano”, como ocurre con los incidentes promovidos fuera de la oportunidad prevista por la
ley (art. 85 inc. 2º CPC).
iv) Otras fuentes
PEREIRA ANABALÓN considera como fuentes indirectas al Derecho extranjero y al
Derecho histórico. También se refiere a los “acuerdos o convenciones entre las partes” como
una fuente del Derecho Procesal.
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Derecho extranjero es el Derecho Procesal que rige en otros Estados y que puede influir en
la creación, interpretación o aplicación de las normas procesales vigentes. En este sentido,
hay que considerar que en las reformas procesales ejecutadas en Chile y en las que se
encuentran en proyecto, el Derecho de otros Estados ha tenido influencia en la adopción de
medidas o instauración de figuras procesales. Así puede comprobarse, por ejemplo, leyendo
el mensaje del Código Procesal Penal o el mensaje del Proyecto CPC 2012.
Derecho histórico es el Derecho que carece de vigencia en razón del tiempo, pero que tuvo
aplicación en épocas anteriores y, en cuanto tal, puede servir para interpretar, modificar y/o
aplicar normas jurídico-procesales vigentes. Nuestro Código de Procedimiento Civil tiene
como principales fuentes inspiradoras las Leyes de Enjuiciamiento Civil de España de los
años 1855 y 1881, a las que puede acudirse para interpretar algunos preceptos del
mencionado Código.
Los “acuerdos o convenciones entre las partes” son acuerdos adoptados por las partes que
generan consecuencias procesales. Un ejemplo lo hallamos en materia de arbitraje, donde las
partes pueden celebrar acuerdos tanto para obligarse a someter un asunto a este mecanismo
de resolución de conflictos, como para designar a la persona del árbitro, atribuirle calidades
especiales e incluso regular el procedimiento arbitral.
4. La ley procesal
a) Concepto
La ley procesal es la principal fuente directa (fuente formal) del Derecho Procesal, en sus
aspectos orgánicos y funcionales. PEREIRA ANABALÓN señala que la ley posee naturaleza
procesal cuando regula al órgano jurisdiccional, la función que le es propia y el proceso que
la instrumentaliza. Las leyes procesales pertenecen al sistema de protección jurisdiccional de
los derechos, y en cuanto tales, se refieren a los órganos jurisdiccionales, a los sujetos del
proceso y a los actos, relaciones y situaciones suscitadas dentro de aquél.
b) Características
Las leyes procesales son formales e instrumentales, de contenido y orden público (por regla
general) y se encuentran ordenadas en distintos cuerpos normativos.
i) Son leyes formales o “adjetivas” e instrumentales
Son leyes formales o “adjetivas” en contraposición a las leyes sustantivas. Las leyes
procesales regulan el método (forma) de aplicar la legislación sustantiva a casos concretos,
pero sin determinar los derechos, obligaciones, estados jurídicos, bienes jurídicos, sanciones
y demás aspectos institucionales que forman parte de la vida en sociedad con sujeción al
Derecho. Tales elementos son regulados por leyes sustantivas de Derecho Civil, Comercial,
Laboral o Penal, entre otras. Las leyes procesales se preocupan del método para lograr aplicar
las normas sustantivas y hacer efectivos esos derechos, obligaciones, estados, bienes
jurídicos y sanciones. Por lo mismo hay que entenderlas como leyes instrumentales, en el
sentido expuesto al analizar las notas distintivas del Derecho Procesal.
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En nuestra doctrina y jurisprudencia la señalada distinción ha sido expresada a través de los


términos “leyes ordenatoria litis” para aludir a las normas legales procesales y “leyes
decisoria litis” para referirse a las leyes sustantivas. En el campo procesal civil la referida
distinción tiene importancia para efectos de determinar la procedencia del recurso de
casación en la forma (que está destinado a denunciar infracciones de “leyes ordenatoria
litis”) y del recurso de casación en el fondo (cuyo objeto es denunciar infracciones de “leyes
decisoria litis”).
Sin perjuicio de lo anterior, hay que señalar que esta división exige algunas precisiones en
situaciones concretas en las que una ley procesal puede tener un carácter “decisorio”. Al
respecto, algunos autores distinguen dos tipos de leyes procesales: “materiales” y “formales”;
las primeras sirven para resolver cuestiones procesales que pueden tener incidencia en la
continuación o validez de un proceso (por ejemplo, la competencia absoluta del tribunal, o la
inhabilidad de un juez por implicancia); las segundas se limitan a regular las exigencias
formales de los actos procesales. Sobre la base de estos criterios podría decirse que algunas
leyes procesales “materiales” (en el sentido ya expuesto) podrían tener la condición de leyes
“decisoria litis”.
ii) Son leyes de contenido público y de orden público, por regla general
Son leyes de contenido público ya que regulan el ejercicio de la potestad jurisdiccional,
materia propia de la organización del poder estatal, y como tal, integrante del Derecho
Público. Asimismo, por regla general, tienen el carácter de leyes de orden público y por ende
son irrenunciables, tanto en el ámbito orgánico como funcional.
Pero hay que tener presente que el propio sistema procesal puede admitir que en ocasiones
las partes renuncien a ciertas soluciones legales a fin de permitir un uso más eficiente del
proceso jurisdiccional o de la obtención de una más adecuada manera de ejercer las garantías
judiciales de los litigantes. Manifestaciones de lo anterior las hallamos en figuras como la
prórroga tácita de competencia (art. 181 COT), la reducción del término probatorio ordinario
en el juicio ordinario de mayor cuantía (art. 328 inc. 2º CPC) y el procedimiento abreviado
en materia penal (art. 406 CPP).
iii) Las leyes procesales se encuentran ordenadas en distintos cuerpos normativos
Los principales son el Código de Procedimiento Civil del año 1902, el Código Orgánico de
Tribunales de 1943 y el Código Procesal Penal del año 2000.
c) Clasificación
Aplicando la misma clasificación del Derecho Procesal podemos distinguir leyes procesales
orgánicas, leyes procesales funcionales, leyes procesales civiles, leyes procesales penales y
leyes procesales constitucionales.
El art. 77 inc. 7º CPR se refiere a las leyes procesales orgánicas y a las procesales funcionales
con las siguientes denominaciones: en relación con las primeras: “ley orgánica constitucional
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relativa a la organización y atribuciones de los tribunales”; en relación con las segundas:


“leyes procesales que regulen un sistema de enjuiciamiento”.
d) Eficacia de la ley procesal en el tiempo
El problema de la eficacia temporal de la ley procesal se produce en las situaciones de
procesos jurisdiccionales que son sorprendidos por un cambio legislativo durante su
tramitación. La regla es que las leyes procesales tienen vigencia “in actum” y, por lo mismo,
se aplican de inmediato desde su publicación aun cuando el proceso se haya iniciado bajo la
vigencia de otra ley. La nueva ley prima sobre la ley antigua. Por ejemplo: durante la
tramitación de un proceso civil ante un determinado tribunal se dicta una ley que crea un
nuevo órgano jurisdiccional al que corresponde conocer ese tipo de proceso civil. La regla
sobre vigencia “in actum” indica que el proceso se deberá continuar tramitando ante el nuevo
órgano jurisdiccional; prima la ley nueva sobre la antigua. Otro ejemplo: durante la
tramitación de un proceso civil se dicta una nueva ley que elimina la procedencia de un
recurso que sí resultaba admisible de acuerdo con la legislación vigente al momento de
iniciarse el juicio; como las leyes procesales rigen “in actum” en este caso el recurso regulado
por la ley antigua no podrá hacerse valer.
Ahora bien, hay que tener presente que la solución a este tipo de situaciones puede estar
contenida en las disposiciones transitorias de la nueva ley, que resolverán el tema de acuerdo
con criterios que pueden o no concordar con la regla “in actum”. En caso de no haber
disposiciones transitorias, corresponde aplicar la antedicha regla y, en consecuencia, utilizar
en los procesos en curso las soluciones procesales previstas en la nueva ley.
La vigencia “in actum” de las leyes procesales orgánicas se apoya en el art. 7º CPR, lo que
implica que, en el ejemplo dado antes, hay que concluir que el proceso civil en curso debe
ser sometido al conocimiento del nuevo tribunal. Esta solución, con todo, no resulta aplicable
a las materias penales a la luz de la garantía del juez natural (art. 19 Nº3 inc. 5º CPR). Según
ella, el proceso penal solamente puede ser conocido por el tribunal competente establecido
por la ley “con anterioridad a la perpetración del hecho”.
En el caso de las leyes procesales funcionales la regla “in actum” se encuentra establecida en
los arts. 22 Nº1, 23 y 24 de la Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes del año 1861. La
disposición general está contenida en la primera parte del art. 24: “Las leyes concernientes a
la substanciación y ritualidad de los juicios prevalecerán sobre las anteriores desde el
momento en que deben empezar a regir”. Vale decir, se aplican inmediatamente una vez
publicada en el Diario Oficial. La regla es concordante con el art. 22 Nº1 de la citada Ley
donde se indica que aunque en todo contrato se entienden incorporadas las leyes vigentes al
momento de su celebración, no ocurre lo mismo en el caso de “las leyes concernientes al
modo de reclamar en juicio los derechos que resultaren de ellos”. Esto significa que
tratándose de esta clase de leyes (procesales) debe estarse al momento en que se reclamen
jurisdiccionalmente tales derechos, debiendo en tal situación aplicarse la legislación vigente
en ese momento. También es concordante con el art. 23 del mismo texto legal, que en su
segunda parte indica que “la forma en que debe rendirse la prueba estará subordinada a la
ley vigente al tiempo en que se rindiere”. Como las pruebas se rinden al interior del proceso
17

jurisdiccional lo que encontramos en esta disposición es una reiteración de la regla ya citada,


pues la práctica de los medios probatorios tendrá que ajustarse a la legislación procesal
vigente al momento de producirse la prueba.
La segunda parte del art. 24 de la citada Ley señala excepciones a la regla de la vigencia
inmediata de la legislación procesal. Indica esta norma: “Pero los términos que hubieren
empezado a correr y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren iniciadas se regirán por
la ley vigente al tiempo de su iniciación”. Vale decir, en estos casos rige la ley antigua pues
se trata de situaciones que se encontraban en curso al momento de producirse el cambio
legislativo.
Los “términos” son los plazos que se aplican dentro de los procesos. Las “actuaciones” a las
que se refiere la norma cabe entenderlas como los actos ejecutados en un proceso (actos
procesales), que pueden provenir de las partes o del tribunal o de auxiliares de la
administración de justicia; la demanda, la contestación de la demanda y los recursos
(apelación, por ejemplo) son actos procesales de las partes; la sentencia es un acto procesal
del tribunal; la notificación de una resolución efectuada por el secretario del tribunal o por
un receptor judicial es un acto procesal de un auxiliar de la administración de justicia. Las
“diligencias” pueden ser definidas como actividades procesales en las que intervienen -a la
vez- las partes y el tribunal; también podrían participar, según sea el caso, algunos auxiliares
de la administración de justicia (el secretario del tribunal, por ejemplo), o terceros ajenos al
juicio (un testigo, por ejemplo). La prueba testimonial es un caso de diligencia probatoria
que se ejecuta dentro de un proceso. Pues bien, si tales términos, actuaciones o diligencias se
encontraren pendientes al momento de producirse la reforma legal, lo que procede es atenerse
a la norma legal imperante al momento de darse inicio al cómputo del término, a la ejecución
de la actuación o al desarrollo de la diligencia.
Ahora bien, todos los supuestos explicados con anterioridad atañen a procesos judiciales en
tramitación. Si se trata de actos procesales ya ejecutados o de procesos terminados por
sentencia firme con autoridad de cosa juzgada, el cambio legislativo no afectará las relaciones
y situaciones pretéritas. En cuanto a los actos procesales ya ejecutados debe tenerse presente
la regla de la irretroactividad del art. 9 inc. 1º CC y los efectos que produce la “preclusión”
en las causas judiciales, en cuya virtud la realización o consumación de actos procesales
impide el cambio o la modificación de los mismos con posterioridad, incluso en situaciones
de reforma legal. Lo mismo sucede con los procesos terminados por sentencia firme con
autoridad de cosa juzgada, a los que son aplicables los arts. 9 inc.2º CC y 76 inc. 2º CPR; el
cambio legislativo no los afecta.
En el caso de los procesos aún no iniciados corresponde aplicar la ley procesal vigente al
momento de inicio del juicio, aun cuando el proceso tenga por objeto hechos que ocurrieron
bajo el imperio de otra legislación procesal. Aquí recobra vigor la regla “in actum”.
Por último, cabe añadir que mediante la Ley Nº20.245 del año 2008, se ha agregado en el art.
77 CPR el siguiente inciso final, relacionado con el tema de la vigencia temporal de la ley
procesal: “La ley orgánica constitucional relativa a la organización y atribuciones de los
tribunales, así como las leyes procesales que regulen un sistema de enjuiciamiento, podrán
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fijar fechas diferentes para su entrada en vigencia en las diversas regiones del territorio
nacional. Sin perjuicio de lo anterior, el plazo para la entrada en vigor de dichas leyes en todo
el país no podrá ser superior a cuatro años”. Esta situación se ha dado en las reformas
procesales penal, laboral y tributaria-aduanera.
e) Eficacia temporal de las leyes sobre la prueba
La situación de las leyes sobre prueba exige varias precisiones. El primer problema que se
genera en esta materia es la definición de la naturaleza de la legislación aplicable a las
pruebas, ya que existen opiniones en tres sentidos: unos estiman que tiene naturaleza
sustantiva, otros que tiene carácter procesal y otros que puede tener una u otra condición
según la materia específica regulada. Sobre el particular la doctrina no ha logrado aún
consensuar una opinión predominante por lo que se encuentra expuesta a la divergencia de
criterios, los que tienen incidencia en el punto que estudiamos.
En la doctrina nacional se ha señalado que el art. 23 de la Ley de 1861 considera la última
situación. La norma dispone: “Los actos o contratos válidamente celebrados bajo el imperio
de una ley podrán probarse bajo el imperio de otra, por los medios que aquélla establecía
para su justificación; pero la forma en que debe rendirse la prueba estará subordinada a la
ley vigente al tiempo en que se rindiere”. La ley que determina los medios de prueba sería
sustantiva, mientras que la que señala la forma de rendir la prueba es procesal. En el primer
caso, la parte tiene la posibilidad de optar por la aplicación de la ley antigua o la nueva, y así,
utilizar los medios probatorios contemplados por la ley antigua o los señalados por la ley
nueva. Incluso, autores como PEÑAILILLO estiman que podría ocupar los dos estatutos
legales. Así, si la antigua legislación admitía la prueba testimonial y la nueva no, la parte
puede basarse en la ley anterior y utilizar dicho medio de prueba. Pero, a la vez, si esta misma
nueva ley admite un medio probatorio que la anterior no consideraba (por ejemplo, el
documento electrónico), la parte puede basarse en la nueva ley para hacer uso de esta
evidencia. De modo que el litigante estaría en condiciones de utilizar las dos legislaciones y
probar sus alegaciones tanto con testimonios (ley antigua) como por documentos electrónicos
(ley nueva).
Ahora bien, como la ley que señala la forma de producir la prueba tiene naturaleza procesal,
ella tiene una vigencia “in actum”. Por lo que los medios de prueba que las partes ofrezcan
en el juicio, independiente de la ley que permite su utilización, siempre deben producirse en
el proceso de conformidad con la legislación nueva.
f) Eficacia de la ley procesal en el espacio
La ley procesal se rige por el principio de territorialidad por lo que su vigor se extiende a
todo el territorio de la República. Excepcionalmente: (i) puede abarcar hechos acaecidos
fuera del territorio de la República; (ii) la ley nacional puede autorizar el cumplimiento de
sentencias extranjeras dentro del Estado chileno.
El principio de territorialidad se encuentra establecido en el art. 14 CC. En materia procesal
son pertinentes el art. 76 CPR y el art. 1º COT que establecen que el conocimiento de los
19

asuntos civiles y penales corresponde a los tribunales expresamente establecidos por la ley.
También es atinente el art. 5º COT: “…todos los asuntos que se promuevan dentro del
territorio de la República….”. Estos preceptos los podemos vincular con el art. 1º CPC: “Las
disposiciones de ese Código rigen el procedimiento de las contiendas civiles entre partes y
de los actos de jurisdicción no contenciosa, cuyo conocimiento corresponda a los Tribunales
de Justicia”. En consecuencia, en materia procesal orgánica rige el denominado principio de
la lex fori (ley del foro), conforme con el cual la organización y las atribuciones de los
tribunales se gobiernan por la ley del lugar del tribunal.
En materia procesal funcional se aplica el principio locus regit actum, con arreglo al cual
procede aplicar la ley del lugar donde se celebró el acto. Pero los efectos se someten a la ley
donde el acto produce sus consecuencias jurídicas. La regla locus regit actum aparece
recogida por el art. 17 CC. Esta regla puede ser complementada con el precepto del art. 18
CC, en relación con el cual BELLO realizó el siguiente comentario: “Los requisitos
probatorios son materias de Derecho Público, contra el cual nada valen ni las leyes de un país
extranjero, ni las convenciones privadas”. De manera tal que cabe sostener que según el
criterio del codificador civil todo lo relacionado con la producción y la eficacia de las pruebas
aportadas a un proceso, quedan sometidas a la legislación procesal chilena en la medida que
se trata de causas tramitadas dentro del territorio de la República.
En el art. 6º COT encontramos situaciones de excepción a la territorialidad relativas a delitos
y cuasidelitos penales que ocurrieron fuera del país y que, no obstante, están sometidos a la
jurisdicción de tribunales chilenos. Otro caso de extraterritorialidad dice relación con las
sentencias extranjeras en Chile, pues la legislación nacional autoriza que, bajo ciertos
supuestos, una sentencia pronunciada por el tribunal de otro Estado pueda ejecutarse en
Chile. En materia civil, las principales reglas sobre ejecución de sentencias extranjeras están
contenidas en los arts. 242-252 CPC, donde se regula el proceso de reconocimiento de
sentencia extranjera llamado “exequatur”, cuyo conocimiento corresponde a la Corte
Suprema.
Otro caso que podemos citar es la “extradición”, institución reglamentada en el Código
Procesal Penal. A través de la extradición un determinado Estado solicita a otro la entrega de
una persona a la que se acusa de haber cometido un delito o que ha sido condenada por ello,
con el objeto de que sea sometido a juzgamiento o al cumplimiento de la condena. Puede ser
pasiva o activa. Es pasiva cuando un Estado extranjero pide al Estado chileno la entrega de
una persona que ha sido acusada o condenada en el Estado extranjero. Es activa cuando el
Estado chileno solicita a un Estado extranjero la entrega de una determinada persona a objeto
que pueda ser sometida a enjuiciamiento o al cumplimiento de una condena en nuestro país.
Por último, a propósito de la vigencia espacial de la ley procesal cabe citar nuevamente el
inciso final del art. 77 CPR, donde se autoriza al legislador para disponer la parcelación
territorial, tal como ocurrió con las reformas procesales penal, laboral y tributaria-aduanera.
Esto último implicó que durante un tiempo al interior del territorio de la República rigieron
distintos estatutos procesales, en diversas regiones del país.
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g) La legislación procesal chilena


i) Enunciación
Las principales leyes procesales son, en materia orgánica, el Código Orgánico de Tribunales
del año 1943; en materia procesal civil, el Código de Procedimiento Civil de 1902 y, en
materia procesal penal, el Código Procesal Penal de 2000.
Otras leyes que podríamos citar son la Ley Nº19.968 de 2004 que crea los Tribunales de
Familia (que contiene preceptos orgánicos y funcionales aplicables a los asuntos judiciales
de familia detallados en la misma ley); el Código del Trabajo (que en su Libro V regula a la
judicatura y el proceso laborales); el Código de Justicia Militar; la Ley Nº15.231 sobre
organización y atribuciones de los Juzgados de Policía Local; la Ley Nº18.287 de 1984 que
establece el procedimiento ante los Juzgados de Policía Local; la Ley Nº17.997 orgánica
constitucional del Tribunal Constitucional; la Ley N°20.600/2012 sobre tribunales
ambientales, etc.
ii) Algunos datos históricos
El Código Orgánico de Tribunales del año 1943 es el resultado de la autorización otorgada
por el Presidente de la República en el año 1942 para refundir en un solo texto la Ley sobre
Organización y Atribuciones de los Tribunales del año 1875, con los textos de todas las leyes
que la modificaron y complementaron. Esta tarea fue encomendada a la Universidad de Chile,
por intermedio de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Así se lee en la carta fechada
14 de junio de 1943, suscrita por el entonces Decano de dicha Facultad profesor Arturo
Alessandri Rodríguez, que aparece inserta al inicio del Código publicado por la Editorial
Jurídica de Chile. El Código fue promulgado y publicado el año 1943. Hay que agregar que
de acuerdo con el art. 77 CPR, la ley que regula la organización y las atribuciones de los
tribunales debe tener la calidad de ley orgánica constitucional. Por aplicación de la
disposición transitoria cuarta de la Constitución de 1980 corresponde concluir que el Código
Orgánico de Tribunales (anterior a 1980) cumple con la exigencia impuesta por el art. 77
precitado.
El Código de Procedimiento Civil fue promulgado y publicado el año 1902, y entró en
vigencia el 1º de marzo de 1903. Este cuerpo legal fue el resultado de un extenso trabajo de
preparación, redacción y revisión que duró prácticamente medio siglo. El proceso de
codificación comenzó el año 1861 con la publicación de un texto llamado “Proyecto de
Código de Enjuiciamiento Civil para la República de Chile”, redactado por don Florentino
González. El año 1862 el Gobierno encargó a don Francisco Vargas Fontecilla que informara
sobre el mencionado texto, tarea que sólo pudo cumplir en parte el año 1867 presentando el
Libro I en un documento llamado “Proyecto de Código de Enjuiciamiento Civil”, relativo a
las disposiciones comunes a todos los juicios. El año 1873 el Gobierno nombró una Comisión
informante del “Proyecto” de 1861 (también llamada “Primera Comisión”), que terminó su
labor en 1884 con la publicación de un nuevo texto denominado “Proyecto de Código de
Enjuiciamiento Civil” de 1884. En el año 1888 se designó una nueva Comisión (“Segunda
Comisión”), encargada de revisar el Proyecto de 1884 y de darle forma definitiva a este
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cuerpo legal. Los trabajos de esta Segunda Comisión dieron lugar a un documento llamado
“Proyecto de Código de Enjuiciamiento Civil” del año 1893. El Poder Ejecutivo presentó
este Proyecto al Congreso Nacional, con un mensaje fechado 1º de febrero de 1893. Por
decisión del Congreso, el Proyecto de 1893 fue sometido a una nueva revisión a cargo esta
vez de una Comisión mixta de senadores y diputados (la “Tercera Comisión”), que sesionó
entre el mes de noviembre de 1900 y el mes de enero de 1902. El texto que resultó de tal
revisión fue sometido al análisis del Congreso, donde se decidió aprobar el Proyecto final
con fecha 28 de agosto de 1902. El texto final recibió la denominación “Código de
Procedimiento Civil”, fue aprobado por medio de la Ley Nº1.552 de 28 de agosto de 1902 y
entró en vigor el 1º de marzo de 1903.
Las principales fuentes de inspiración del Código de 1902 fueron las ya mencionadas Leyes
españolas de 1855 y 1881.Tanto estas últimas leyes, como el propio Código de 1902,
pertenecen -en definitiva- a la tradición jurídica de las Siete Partidas del rey Alfonso X El
Sabio, cuerpo legislativo elaborado en el siglo XIII que recoge -por su parte- la doctrina del
Derecho común romano-canónico que se identifica con el concepto de “solemnis ordo
iudiciorum”. Por lo mismo, puede decirse que las raíces del Código son decimonónicas y,
más en el fondo aún, bajo-medievales.
El Código Procesal Penal del año 2000 es el resultado de una profunda e íntegra
transformación del sistema de justicia penal, que comenzó formalmente el año 1997 a través
de la dictación de la Ley Nº19.519 que modificó la Constitución Política e incorporó al texto
fundamental a un organismo llamado “Ministerio Público” (actualmente regulado en el
Capítulo VII, arts. 83-91). El Código instaura un nuevo modelo procesal de tipo acusatorio,
inspirado en la idea fundamental de otorgar debido respeto a los derechos del imputado, con
un régimen de enjuiciamiento basado en la oralidad.
iii) El proyecto de CPC de 2012
El día 12 de marzo de 2012 el Gobierno firmó el mensaje con el cual presentó al Congreso
Nacional un “Proyecto de Código Procesal Civil”, que reemplazó a otro proyecto de ley del
mismo nombre presentado por el Gobierno en el año 2009. Este nuevo Proyecto intenta hacer
realidad una modificación profunda e integral del sistema de enjuiciamiento civil, a fin de
cumplir con las exigencias del debido proceso legal y, así, entregar mecanismos idóneos,
eficaces y eficientes para brindar tutela judicial efectiva a las personas en el campo de
Derecho privado.
El trabajo preparatorio de la reforma a la justicia civil comenzó el año 2004, con la
designación efectuada por el Gobierno y por la Facultad de Derecho de la Universidad de
Chile de una comisión encargada de elaborar las bases para la redacción de un nuevo Código
Procesal Civil para la República de Chile. De ahí en adelante se han sucedido documentos
consistentes en “Bases” para la redacción de un nuevo Código del año 2005; “Anteproyecto
de Código Procesal Civil” de 2006; “Proyecto” de 2009 y, finalmente, Proyecto de 2012 que
aún se encuentra en el Congreso sin nuevas tramitaciones a contar del año 2014.

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