Eugenia Zicavo (2008) - Aspectos Culturales Del Embarazo y Maternidad Adolescente en Los Sectores Populares Identidades PDF

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IX Congreso Argentino de Antropología Social.

Facultad de Humanidades y Ciencias


Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008.

Aspectos culturales del


embarazo y maternidad
adolescente en los sectores
populares: identidades,
prácticas, representaciones.

Eugenia Zicavo.

Cita: Eugenia Zicavo (2008). Aspectos culturales del embarazo y


maternidad adolescente en los sectores populares: identidades,
prácticas, representaciones. IX Congreso Argentino de Antropología
Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad
Nacional de Misiones, Posadas.

Dirección estable: http://www.aacademica.org/000-080/434

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ASPECTOS CULTURALES DEL EMBARAZO Y MATERNIDAD
ADOLESCENTE EN LOS SECTORES POPULARES: IDENTIDADES,
PRÁCTICAS, REPRESENTACIONES.

Autora: Lic. Eugenia Zicavo


Instituto Gino Germani – UBA
[email protected]

A partir del análisis de entrevistas realizadas a jóvenes madres pertenecientes a


los sectores populares que habitan en villas y barrios populares de la Ciudad de Buenos
Aires nos proponemos identificar el repertorio de significaciones compartidas vinculadas al
embarazo y la maternidad, así como la eficacia simbólica de las narrativas de las que
disponen para dotar de sentido a su nuevo rol materno. Considerando el carácter narrativo
de toda construcción identitaria y partiendo de que las narrativas personales se edifican a
partir de distintos relatos (familiares, sociales, históricos, etc) que ya han sido elaborados y
negociados en los grupos en lo que los sujetos están insertos, la presente ponencia indaga
los aspectos culturales que regulan los distintas formas de significar el embarazo
adolescente, así como los modos en que las jóvenes representan sus experiencias vinculadas
a la maternidad, sus expectativas y recorridos.

La técnica cualitativa de entrevista no dirigida en tanto “relación social a través de


la cual se obtienen enunciados y verbalizaciones que es además una instancia de
observación”1 permitió una aproximación al universo de significaciones de las jóvenes
madres poniendo el acento en los aspectos culturales presentes en el embarazo y la
maternidad, entendiendo por cultura el “conjunto interrelacionado de los códigos de la
significación, históricamente constituidos, compartidos por un grupo social, que hacen
posible la identificación, la comunicación y la interacción”.2

Cabe aclarar que los casos que aquí se exponen no fueron elegidos con la intención
de generalizar su análisis a todos los casos de maternidad adolescente en los sectores
populares ni pretenden agotar las diversas maneras de significar la maternidad en este
sector social; sin embargo muestran una serie de aspectos que posibilitan acercarse al
universo simbólico de las jóvenes en lo referido a la maternidad en este particular entorno
socio-cultural.

1
Gubern, Rosana. 2004. El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo.
Buenos Aires: Paidós. P. 203.
2
Margulis, Mario y otros. 1994. La cultura de la noche. La vida nocturna de los jóvenes de Buenos Aires. Buenos Aires:
Espasa Calpe. P. 13.
Quisiera ser grande

Un aspecto que las jóvenes entrevistadas destacan en sus discursos sobre la


maternidad (ya sea refiriéndose a sus propias madres, amigas, hermanas, conocidas o a sí
mismas) es la edad para llevar a cabo ese proyecto. La maternidad se piensa en el tiempo,
anclada a un momento vital determinado que en general coincide con la juventud. Las más
jóvenes relativizan el hecho de haber sido (o ser aún) madres adolescentes y las que ya no
lo son en general consideran que, para ser madre, “veintipocos son veintimuchos”.

Tras un primer análisis de entrevistas se seleccionaron algunos casos a fin de


indagar este aspecto presente en las narrativas de las jóvenes madres que relataron sus
experiencias referidas a la maternidad:

Ángela tiene 21 años, vive en una villa de la zona sur de la Capital Federal y hace
poco fue madre de su primera hija. Hace dos años y medio que convive con su pareja y el
embarazo fue una decisión planificada y deseada por ambos como proyecto compartido.
Ángela cuenta: “En navidad yo ya le había pedido a Dios de quedar embarazada y quedé.
Cuando supe que estaba embarazada dije, bueno, por fin. Ya soy grande, soy mayor de
edad, mis amigas ya fueron mamás antes, a los 17, 18, yo duré mucho. Además estoy en
pareja”. En su caso, el embarazo era buscado con cierta ansiedad: la confirmación de que
estaba esperando un hijo operó a su vez como constatación de su capacidad para ser madre
(de la que Ángela había ya empezado a dudar) y como instancia tranquilizadora. Ser madre
era un proyecto que, a sus 21 años, no quería seguir postergando y cuya demora vivía como
una frustración ya que, según ella, es una “madre ya grande” en comparación con sus
amigas. A diferencia de lo que sucede en los sectores medios y altos, la maternidad
adolescente en los sectores populares no está cargada de una connotación negativa. En
efecto, quienes fueron madres a los 21 años se perciben a sí mismas como “madres ya
grandes” con lo cual si a los 25 una chica no fue todavía madre, seguramente sus allegados
comenzarán a preocuparse intuyendo “algún problema” vinculado a la infertilidad (Ángela
manifiesta estar preocupada por una prima suya que todavía no tuvo hijos “y ya tiene 26
años”).

Patricia tiene 19 años, vive en un barrio popular de la zona sur de la Capital y fue
madre de su primer hijo a los 18. Está en pareja desde los 17 años, actualmente está
embarazada, y planea casarse a fin de año “para que los chicos tengan una familia como
Dios manda”. Al hablar de distintos casos de madres adolescentes, Patricia no se incluye
dentro de dicho segmento sino que remite a historias de amigas que han sido madres a
edades más tempranas: “Acá en el barrio sí hay muchas chicas que quedan embarazadas a
los 15 o 16 años y a veces es más difícil porque tienen que dejar la escuela y los novios son
chicos y no las bancan. En general la familia te banca pero qué se yo, supongo que como
adolescente es más difícil, no sé”.

Su “desconocimiento” revela algo más. Tal como plantea Gubern, “el informante
introduce al investigador en su universo cultural, le da indicios para descubrir los pasajes
que le permitan comprender su lógica y en esto se incluye un nuevo ritmo de encuentro,
nuevas prioridades temáticas y expresiones categoriales (este planteo es asimilable a la
transición que se opera desde participar en términos del investigador a participar en
términos de los informantes)”3. En este sentido se manifestó un desajuste, ya que la
categoría de “madre adolescente” se inscribía para los propios actores dentro de otros
límites, otras significaciones.

La adolescencia no es un período estrictamente definido. En el caso del idioma


inglés, la distinción numérica ayuda a delimitar ese espacio temporal: se puede hablar de
teenagers desde los trece (thirteen) hasta los diecinueve años (nineteen), justo antes de los
veinte (twenty). También hay otros factores que podrían operar como límite: la mayoría de
edad a los 18 (aunque en Argentina haya que esperar a los 21 para ser considerado mayor
de edad de pleno derecho) o la finalización de los estudios secundarios. La Organización
Mundial de la Salud define a la adolescencia como la etapa que transcurre entre los 10 y los
19 años. Sin embargo dicha denominación no deja de ser arbitraria.

Al hablar de embarazo adolescente los parámetros culturales se modifican de


acuerdo al enclave social en el que se analice el fenómeno. De las entrevistas realizadas
surge que el embarazo en los últimos años del secundario no es visto como “embarazo
adolescente” en el entorno social analizado: las propias jóvenes no se identifican con el
grupo de “madres adolescentes”. Esta idea aparece de manera explícita en el discurso de la
directora de un comedor popular donde se dictan clases de apoyo escolar, se reparten
anticonceptivos de manera gratuita y que actúa como un referente zonal para las jóvenes:
“Para nosotros las chicas de 15 o 16 años que quedan embarazadas no son el gran
problema, sino las de 12. Para la realidad de este barrio, en una chica de 16 ya casi no
sería embarazo adolescente”.

Como en un patio de recreo de un colegio secundario en el que las chicas de tercer


año se refieren a las de quinto como “las grandes”, la percepción de la edad adecuada para
tener hijos parece dirimirse desde parámetros más bien cercanos en el tiempo: una joven de
15 años puede parecer chica para ser madre pero una de 18 ya está, según el mismo
imaginario, suficientemente capacitada.

En su artículo “La construcción social de la condición de juventud”4 Margulis y


Urresti señalan que la categoría de juventud parece aludir exclusivamente a la edad pero
que sin embargo, al indagar en su capacidad clasificatoria y los ámbitos de sentido que
invoca, remite a un terreno mucho más complejo en el que son frecuentes las ambigüedades
y simplificaciones. “(…) los enclasamientos por edad ya no poseen competencia y
atribuciones uniformes y predecibles. Por el contrario, tales enclasamientos tienen
características, comportamientos, horizontes de posibilidad y códigos culturales muy
diferenciados en las sociedades actuales en las que se ha reducido la predictibilidad
respecto de sus lugares sociales y han desaparecido los ritos de pasaje. Hay distintas
maneras de ser joven en el marco de la intensa heterogeneidad que se observa en el plano
económico, social y cultural”.

3
Gubern, Rosana. 2004. El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo.
Buenos Aires: Paidós. P. 212
4
Margulis, Mario y Urresti, Marcelo. 1988. “La construcción social de la condición de juventud” en AAVV, Viviendo a
toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Bogotá: Universidad Central-DIUC, Siglo del Hombre
editores. P.3.
La juventud paradigmática es la que goza de aquello que los autores denominan
“moratoria social”, ese período en el que aún no se asumen responsabilidades económicas y
familiares, responsabilidades a las que sí están comprometidas las jóvenes madres incluso
durante el curso de su adolescencia. No es que por ello pierdan atributos juveniles ni su
plus de tiempo vital en relación a las generaciones que las preceden sino que “este peso de
la maternidad en el género femenino incide, sin duda, en la condición de juventud y matiza
las modalidades, experiencias y deseos en esta etapa de la vida”5. No es que dejen de ser
adolescentes pero en el imaginario compartido ser madres viene primero: son madres, luego
adolescentes. La maternidad parece operar más fuertemente como dadora de identidad. Las
jóvenes se socializan en un ámbito en el que el embarazo adolescente es una circunstancia
habitual y, de hecho, muchas de las entrevistadas son a su vez hijas de mujeres que también
tuvieron su primer hijo durante la adolescencia. Sus prácticas afectivas, el ideal de
maternidad y los modelos de vida asociados al mismo, dan cuenta de maneras individuales
y a la vez compartidas de significar la experiencia, de dotarla de sentido. Ser madres les da
acceso a una batería de herramientas de autorepresentación, un repertorio de relatos
interiorizados, vigentes en su medio, a partir de los cuales dan sentido a su experiencia de
maternidad.

Chiquititas

En los discursos de las entrevistadas se percibe un énfasis en querer diferenciar su


situación de la de otras madres “más jóvenes”, en general para marcar las distancias entre
unas y otras, y entre los posibles modelos maternos a seguir. “Los relatos personales se
gestan a partir de continuaciones, apropiaciones y confrontaciones con otros relatos o
historias propias o ajenas, cómplices o rivales, presentes en los contextos sociales donde
viven las personas y los grupos, entendemos la identidad como algo inseparable de los
procesos de apropiación y diferenciación a través de los cuales se constituye”.6

A modo de ejemplo: Julieta tiene 18 años, vive en una villa de la Capital, está en
pareja hace dos años y hace pocos meses fue madre de su primer hijo mientras su hermana
menor fue madre a los 15 años. Ella cuenta: “Yo tuve amigas que fueron mamás a los 14 o
15 y es otra la situación porque en general la familia se opone y no las ayudan o las
ayudan poco. En mi caso la verdad que tuve suerte, porque mi familia me apoyó y además
está la mamá de mi novio. Yo tengo una hermana que ahora tiene 16 y tuvo a su hijo a los
15, que ya tiene ahora un año. Ella no es que estuviera buscando un hijo, vino porque vino.
Pero ahora le va bien. Lo que nos dimos cuenta con mi mamá es que es chica, se ocupa de
su hija pero de las demás cosas no se puede ocupar. Además dejó el colegio cuando quedó
embarazada. Mi mamá hizo lo imposible para que siguiera estudiando pero no hubo caso.
La verdad que yo como había ya perdido dos años no quise dejar”.

5
Íbid, P. 13
6
Gorlier, Juan Carlos. 2004. Comunidades narrativas. El impacto de la praxis feminista sobre la teoría social. Buenos
Aires: Editorial Al Margen. P. 30.
En su esfuerzo por construir diferencias y jerarquías Julieta se auto-percibe como
una madre más “adulta”, más dedicada a su hijo en comparación a su hermana o a algunas
de sus amigas. Hay una reafirmación de la nueva identidad por vía del discurso de la
responsabilidad, en general vinculada a llevar a término los estudios secundarios a pesar de
los embarazos. Julieta cuenta: “Si hubiera dejado la escuela para ocuparme de mi hijo,
después no habría retomado. A muchas chicas les pasa como a mi hermana, que dejó
porque quedó embarazada y después ya no retomó. Igual a veces me voy preocupada al
colegio, pienso si (el bebé) estará bien, si necesitará algo”.

Terminar la escuela secundaria es un paradigma que la mayoría de las jóvenes


comparte al menos como ideal y la maternidad en la adolescencia se percibe como
potencial factor de interrupción del estudio. Por eso las jóvenes madres que logran conjugar
sus estudios con su nuevo rol materno reciben una importante recompensa simbólica. La
posibilidad de abandonar el colegio en dicho entorno social es tan alta, incluso para las
jóvenes que no han tenido hijos, que recibirse siendo madres tiene algo así como un premio
doble. Por eso las jóvenes que cuentan su experiencia como madres-estudiantes también
remiten al fracaso de quienes, en su misma situación, dejaron de estudiar. El paradigma de
la responsabilidad y la inversión a futuro descansa en la educación, es el mandato de la
escolaridad lo que distingue a éstas jóvenes de las que optan por “la vagancia”; mandato
que se vuelve aún más firme al pensarse como ejemplo para sus hijos.

La apelación a determinadas narrativas comunes, el modo de estructurar los relatos


a partir de ideas rectoras o argumentos similares (como terminar los estudios), muestran
que en sus relatos las jóvenes aparecen frecuentemente identificadas con expectativas y
roles de conducta establecidos, formas repetidas de significar su situación. Asimismo, el
ideal de familia nuclear aparece como dador de sentido. A pesar de que no esperan
seguridades en materia económica ni tampoco un gran afianzamiento de la relación afectiva
de pareja ya que en general sus parejas no son de larga data, la narrativa en la cual se ancla
el proyecto de maternidad/paternidad es la de la familia tradicional con los derechos y
deberes del caso (aunque sin el anclaje del trabajo, que más bien aparece discursivamente
por la negativa, por su falta, por la situación de desempleo crónico). A su vez las jóvenes
construyen y reproducen rápidamente los atributos que, por ser madres, las distinguen
discursivamente del resto de sus pares generacionales: “dejan todo por su hijo”; su nueva
familia pasa a ser “lo más importante”; privilegian el bienestar de sus hijos al suyo propio.
“La maternidad es siempre molesta y arriesgada. Exige una gran generosidad que, sin
embargo, las madres despliegan por su propio deseo de ser felices. La búsqueda de la
propia felicidad conduce a la preocupación por la felicidad ajena, que a veces se transforma
en un estorbo para la propia. Ese es el aspecto de “locura” que tiene siempre el deseo de
tener un hijo”7. “Tener hijos implica sopesar el bienestar de otro, más débil y dependiente,
implica ir en contra de la propia comodidad (…) implica aceptar esa dependencia de
lealtades divididas por un período de tiempo indefinido y comprometerse
irrevocablemente”8.

7
Marina, José Antonio. 2002. El rompecabezas de la sexualidad. Barcelona: Editorial Anagrama. P. 36.
8
Bauman, Zygmunt. 2005. Amor líquido, Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: Editorial Fondo
de Cultura Económica. P. 65.
En los casos antes mencionados, sus parejas varones parecen acompañar este
proyecto adulto asumiendo sus responsabilidades en tanto padres. No sólo la maternidad
sino también la paternidad ocupa un lugar simbólico privilegiado y una pareja que espera
un hijo es portadora de algo estimado y eso, en los sectores populares, no cambia por el
hecho de que sea muy joven. El hábitat también influye en las expectativas, experiencias y
estrategias cotidianas de los jóvenes definiendo ventajas y desventajas estructurales y en las
condiciones de precariedad en las que viven (con alto nivel de desempleo, hacinamiento,
falta de infraestructura) los hijos aparecen como un proyecto concreto que genera
expectativas positivas. A través de la maternidad/paternidad los jóvenes reproducen un
modelo legitimado culturalmente en su medio y ante sus múltiples privaciones, un hijo les
permite llevar adelante un proyecto del cual son protagonistas al tiempo que su condición
de madres/padres les confiere otra jerarquía incluso al interior de sus familias.

Algunas palabras finales

La identidad femenina descansó durante siglos en el mito de la diosa madre, mujer


fértil, tótem sagrado, garantía de fecundidad. Incluso hoy (independientemente de la edad)
la maternidad es el ejercicio femenino por excelencia: la maternidad como destino. La
mayoría de las mujeres no se plantean si van a ser madres porque el interrogante no tiene
asidero; el presupuesto es uno sólo: van a tener hijos. No importa cuándo, ni que nunca
hayan reflexionado al respecto: van a ser madres.9 Aunque en las últimas décadas se han
producido importantes transformaciones en los proyectos posibles para las mujeres, cada
vez menos relacionados con la esfera doméstico-afectiva, los mandatos tradicionales
vinculados a la maternidad siguen operando fuertemente en el imaginario de las jóvenes de
los sectores populares10. Para estas jóvenes la llegada de un hijo significa un quiebre, una
reconfiguración identitaria que se manifiesta no sólo en sus prácticas (vinculadas al cuidado
de sus hijos, a la asunción de nuevos roles al interior de su familia, etc.) sino también en
una nueva construcción discursivo-narrativa respecto a su nueva condición de madres, sus
significaciones e implicancias. “(Existen) infinidad de relatos en los que, una y otra vez, los
sujetos responden a la pregunta “quién eres”, con relatos que a pesar de expresar un
fuerte sentido de la propia individualidad, la organizan a partir de posiciones sociales
adscriptas (“esposas”, “madres”, “obreras”, etc.)”11. Las jóvenes significan su condición
de madres a partir de narrativas que les resultan familiares (en más de una acepción del
término) que les permite rápidamente dotar de un sentido positivo a esta experiencia
inédita. Los códigos culturales asociados a la maternidad regulan para las jóvenes una
nueva forma de ser mujeres: su modo de interactuar, sus posibilidades y aspiraciones
empiezan a transformarse junto con las formas narrativas que dan cuenta de esos cambios.
Ante la falta de perspectivas, la llegada de un hijo es su nueva carta de presentación en un
entorno que no suele brindarles circuitos alternativos de realización personal. Convertirse

9
El feminismo lleva décadas advirtiendo que el rol materno continúa naturalizado en nuestras sociedades en función de la
hegemonía patriarcal, como forma de dominación tanto ideológica como cultural.
10
El mandato de maternidad también opera en las mujeres de otros sectores sociales aunque en general más en puja con
otros proyectos posibles vinculados a la realización profesional.
11
Gorlier, Juan Carlos. 2004. Comunidades narrativas. El impacto de la praxis feminista sobre la teoría social. Buenos
Aires: Editorial Al Margen. P 30
en madres marca un antes y un después: no se trata de una identidad provisoria sino, por el
contrario, genera un lazo de por vida. A contramano de los postulados de Zygmunt Bauman
cuyo diagnóstico de la actual era líquida en la que vivimos “ve opresión en los
compromisos duraderos”, las jóvenes encuentran en este vínculo indisoluble una fuente de
satisfacción que difícilmente obtendrían de otros proyectos a su alcance: su nueva identidad
es el motor para poner en juego diversas actitudes de cuidado y protección de las cuales se
sienten orgullosas. Ser madres -incluso en la adolescencia- no despierta en ellas la sospecha
de una dependencia paralizante. Las jóvenes incorporan y reproducen las significaciones
vinculadas al ideal de maternidad como proyecto socialmente legitimado y al mismo
tiempo posible, viable, dador de identidad.

Bibliografía:

- Bauman, Zygmunt. 2005. Amor líquido, Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos.
Buenos Aires: Editorial Fondo de Cultura Económica.
- Gorlier, Juan Carlos. 2004. Comunidades narrativas. El impacto de la praxis feminista
sobre la teoría social. Buenos Aires: Editorial Al Margen.
- Gubern, Rosana. 2004. El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social
en el trabajo de campo. Buenos Aires: Paidós.
- Margulis, Mario y otros. 2003. Juventud, cultura, sexualidad. Buenos Aires: Editorial
Biblos.
- Margulis, Mario y otros. 2007. Familia, hábitat y sexualidad en Buenos Aires.
Investigaciones desde la dimensión cultural. Buenos Aires: Editorial Biblos.
- Margulis, Mario y otros. 1994. La cultura de la noche. La vida nocturna de los jóvenes de
Buenos Aires, Buenos Aires: Espasa Calpe.
- Margulis, Mario y Urresti, Marcelo. 1988. “La construcción social de la condición de
juventud” en AAVV, Viviendo a toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas
sensibilidades. Bogotá: Universidad Central-DIUC, Siglo del Hombre editores.
- Marina, José Antonio. 2002. El rompecabezas de la sexualidad. Barcelona: Editorial
Anagrama.

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