El Humor Grafico PDF
El Humor Grafico PDF
El Humor Grafico PDF
HUMOR
GRÁFICO
EL HUMOR GRÁFICO
JAUME CAPDEVILA
1
hoffman, werner. Caricature: From Leonardo to Picasso. London: Calder, 1957. p. 10
Hasta poco antes del quattrocento, la mayor parte del arte que se produce en
todo el mundo es principalmente expresivo. Esto es así porque aún pervive
el carácter sagrado de la imagen. Y dado este carácter sagrado de la imagen,
no hay una necesidad imperiosa de perfeccionamiento técnico o artístico de
las artes visuales, pues su fuerza reside en el poder simbólico. Todo el arte
medieval, por ejemplo, cumple aún estos requisitos: los dibujos y esculturas
de retablos, códices, capiteles, pórticos, tapices o cornisas son tremenda-
mente expresivos y para serlo se alejan de la realidad; utilizan toda suerte
de desproporciones para transmitir con naturalidad su mensaje: un Cristo
gigantesco al lado de sus apóstoles diminutos para mostrar visualmente la
grandeza del personaje, por ejemplo, o un Dios con varios pares de ojos
para mostrar su omnipresencia. ¡Algunos de los recursos expresivos del arte
medieval serán recuperados durante el siglo xx por los autores de los cómics
por su eficacia comunicativa! Pero a medida que la historia avanza y el
hombre empieza a situarse en el centro de las miradas de los intelectuales
de la época, desplazando a Dios –lo que culminará en el humanismo–, y el
dibujo deja de ser una herramienta exclusiva para comunicar a los humanos
con lo divino; a la que los ricos mercaderes quieren aparecer retratados
en un rincón de los retablos que patrocinan, y quieren que sus retratos se
parezcan a ellos; a la que los artistas exploran las posibilidades maravillo-
sas de la combinación de luces y sombras, y descubren los truquillos de la
perspectiva, seguramente ayudados por lentes y aparatos ópticos... a la que
todo esto se va cociendo a fuego lento durante algún que otro siglo, la his-
toria de la pintura se convierte en una carrera para ver quien mejor y más
fielmente consigue imitar en dos dimensiones una realidad natural que es
tridimensional.
Puesto que la sátira busca la mayor difusión posible, durante el siglo xix el
dibujo satírico establece un fructífero vínculo con el periodismo más com-
bativo, configurando un nuevo campo de batalla, que es la actualidad social
y política del momento, definiendo un nuevo público mucho más amplio,
estableciendo unos nuevos formatos e incluso marcando una periodicidad
concreta que permitirá a los artistas establecer vínculos más sólidos con su
público. La eclosión definitiva de la imagen satírica, del dibujo expresivo
con finalidades meramente lúdicas, se produjo cuando la caricatura y el pe-
riodismo se asociaron en las primeras revistas satíricas. El éxito de público
que consiguieron aquellas publicaciones que unían la imagen con la sátira
certificó la efectividad de la caricatura como herramienta comunicativa. La
difusión de una idea mediante un lenguaje más asequible a un público con
poca o nula capacidad lectora está en el origen de la historia del concepto
moderno del dibujo periodístico. La inestimable colaboración de la censura
matiza los contenidos políticos y sociales de aquellos dibujos, que se ven
obligados, entonces, a satirizar las costumbres, la familia o las relaciones so-
ciales. Quizás aún no lo saben, pero ya no es caricatura sino humor gráfico
lo que consumen aquellos lectores a mediados del siglo xix que disfrutan
con las páginas de La Caricature (1830) o Le Charivari (1832) en París,
Punch (1841) en Londres, Fliegende Blätter (1845) en Berlín, Il Fischietto
(1848) en Turín, o Vanity Fair (1859) en Nueva York.
A estas alturas del siglo xxi ya contamos con una nutrida bibliografía sobre
el tema. Casi todos los pintamonas que se dedican al chiste, así como sabios,
periodistas y expertos de todo tipo han intentado explicar o definir de qué
va todo esto. Pero los tiempos cambian, las sociedades evolucionan. Lo que
nos cuentan Jacinto Octavio Picón en sus Apuntes para la historia de la ca-
ricatura, en 1877, o José Ferràn en La caricatura artística, de 1917, no tiene
nada que ver con lo que nos plantea José Francés en el volumen La Cari-
catura Española contemporánea, de 1915. Si escuchamos a los propios crea-
dores, Algo acerca de la caricatura (1917), de Castelao, pone el foco en cosas
distintas que La Caricatura y su importancia social (1918), de Exoristo Sal-
merón –Tito–, así como L’Art de la Caricatura (1931), de Feliu Elias –Apa–,
ya es diferente de lo que cuenta Junceda en su Assaig sobre l’humorisme gràfic
(1936). La academia se ha interesado en el género, engrosando la biblio-
grafía con reflexivas y sesudas aportaciones, en tesis doctorales como las de
Segado Boj, Melendez Malavé, Llera Ruiz, o Pinyol Vidal. Ni qué decir
que imprescindibles son obras como Los Humoristas (1975) de Jose Maria