Juan 3 - 36 Creer or No Creer PDF

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CREER O NO CREER, ¡ESA ES LA CUESTIÓN!

En la primera línea de un monólogo durante la primera escena del acto tercero del
drama Hamlet, el poeta William Shakespeare escribió una de las citas más famosas de
toda la literatura universal y sin duda la más conocida: “ser o no ser, esa es la
cuestión.” Se considera que esta expresión resume perfectamente lo que es un dilema.
Pero mil quinientos años antes, el Apóstol Juan nos presentó un dilema mucho más
importante aún. En su Evangelio, capítulo 3, versículo 36, nos presenta la elección que
debemos hacer en relación a Jesucristo:
El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él.
Creer o no creer, ¡esa es la CUESTIÓN! ¿Creeremos en Jesucristo o rehusaremos
creer en él? ¿Le recibiremos como nuestro Salvador o le rechazaremos? Es la pregunta
que determina nuestro destino. Es la cuestión que divide a la humanidad. No hay una
pregunta más importante. No hay una decisión más crucial. Nuestra respuesta alterará
nuestra vida aquí en la Tierra y determinará nuestra existencia después de la muerte.
Juan nos dice que tenemos solamente dos opciones: creer en el Hijo o rechazar al Hijo.
Nos informa de la consecuencia de nuestra elección: la vida eterna o la ira de Dios.
Examinemos con detalle los elementos de esta pregunta clave y también los efectos de
esta decisión tan crítica:
• ¿Qué pasa si elijo creer en Jesucristo y le recibo como mi Salvador?
• ¿Qué pasa si decido no creer en Jesucristo y le rechazo como mi Salvador?

¿QUÉ PASA SI RECIBO A JESUCRISTO?

El que cree en el Hijo tiene vida eterna...


¿Cómo puede ser, que sólo tengamos que hacer algo tan sencillo, para obtener algo
tan valioso? Para estar seguro de que entendemos lo que dice el Espíritu de Dios
mediante el Apóstol Juan, miremos éstas palabras tan sencillas más cuidadosamente.
 La Naturaleza de Creer
"El que cree en el Hijo..." ¿Qué significa creer? La palabra griega para “creer” significa
estar convencido o persuadido. Para creer algo, debemos estar persuadidos de que es
la verdad. Examinamos el asunto y llegamos a estar completamente convencidos y
seguros de que es lo correcto, que es la verdad.
El Señor quiere que utilicemos la mente que nos ha dado, ¡que pensemos! Dios no
espera que creamos ciegamente en Jesucristo sin que primero examinemos las
afirmaciones que hizo y la evidencia que presentó. Nos urge a investigar lo que dice
sobre sí mismo, sobre nosotros mismos, sobre su oferta de perdonar nuestros pecados
y sobre su regalo de vida eterna. Quiere que estemos totalmente persuadidos de que
esta es la verdad, que estemos convencidos de que esto es lo mejor para nosotros.
Juan, en su Evangelio, nos presenta muchísima evidencia de quién es Jesús. Empieza
declarando que el Verbo (Jesucristo) es Dios y creador (1.1-3) y fue encarnado (1.14).
Luego tenemos el testimonio del profeta Juan el Bautista que exclamó: “He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1.29). Asimismo tenemos las
afirmaciones de su deidad del mismo Jesús, tales como en Juan 8.58: “De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, so soy.” Él declaró que era la luz del mundo
(1.4; 9.5), el agua viva que quita la sed” (4.10; 7.37-38), el pan de vida que descendió
del cielo (6.35, 41), la resurrección y la vida (11.25-26) y la verdad (14.6). También
afirmó ser el Mesías (4.25-26), el Hijo de Dios (9.35-36) y ser uno con el Padre (10.30).
El creer, sin embargo, es algo más que sólo una aceptación mental de una verdad. La
creencia verdadera afecta las acciones de una persona. Si de verdad crees que la
policía está desplegada en bloque con sus radares, comprobarás continuamente el
indicador de velocidad. Sin embargo, si piensas que están todos de descanso comiendo
donuts, probablemente lo ignorarás.
Si de verdad creemos en Cristo Jesús, afectará nuestro comportamiento. Pero toma
nota, ¡no tenemos que cambiar para creer! Pero si creemos, cambiaremos. Jesús entra
en nuestra vida y él nos cambia. El drogadicto dejará su hábito. El borracho desechará
la bebida. El perverso abandonará su perversión. El avaro se convertirá en generoso.
Será obvio a nosotros y a todos, que hemos creído en Jesucristo.
La confianza también está estrechamente relacionada a la creencia. Si tenemos
confianza en los diseñadores y constructores de un avión, y asumimos que los de
mantenimiento y los pilotos son fiables, subiremos al avión y nos relajaremos. De lo
contrario, si creemos que cualquiera de los anteriores son ineptos, estaremos muy
nerviosos de abordar aquel avión. Si verdaderamente creemos que Jesús es quien él
dice que es, encontraremos fácil poner nuestra confianza en él.
 El Objeto de Creer
El Apóstol Juan nos instruye que debemos creer "en el Hijo." ¡El Hijo de Dios debe ser
el único objeto de nuestra fe! La fe en sí no puede salvarnos. ¡Podemos ser muy
sinceros en nuestra fe, pero estar sinceramente equivocados! Muchos han creído
sinceramente que estaban haciendo una inversión sabia con su dinero, sólo para
descubrir luego que habían sido engañados por estafadores. Demasiado tarde, en la
agonía de haber perdido todo, se dieron cuenta que habían estado sinceramente
equivocados en su creencia.
Mientras que nuestra fe debe ser sincera, el objeto de nuestra fe debe ser el Hijo de
Dios. Toma nota de las cosas que Juan omite en su declaración. No dijo: "El que cree
en el Hijo y es bautizado tiene vida eterna." Tampoco dijo: "El que cree en el Hijo y
guarda la ley tiene vida eterna." Si añadimos cualquier otra cosa a la fe sencilla en el
Hijo, estamos confiando en aquella en lugar de en el Hijo. Creer en el Hijo es el único
criterio para obtener vida eterna.
A menudo la gente sustituye otras cosas u otras personas en lugar de Cristo Jesús.
Confían en su membresía en una iglesia para asegurarles el cielo. O, confían en que
con su vida buena ganarán puntos con Dios. O, ponen su confianza en algún amuleto,
fetiche, cristal, medallón, o en algún santo o alguna virgen. Según la Palabra de Dios,
debemos poner nuestra fe solamente en el Hijo de Dios, Jesucristo. No debemos poner
nuestra confianza en cualquier otra cosa ni persona. Como dijo Jesús en Juan 14.6: "
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." También en
1ª Timoteo 2.5-6 dice: “5Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre, 6el cual se dio a sí mismo en rescate por todos.” En
Hechos 4.12, el Apóstol Pedro proclamó: “Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Una y
otra vez, este mensaje está proclamado en la Biblia: solamente podemos obtener
salvación y vida eterna por medio de la fe en Cristo Jesús.
¿Por qué debemos sólo creer en el Hijo y en nadie más? ¿Por qué debemos poner
nuestra confianza en Jesucristo para obtener la vida eterna? Debemos confiar en él
porque él es Dios. Es Dios encarnado, esto es, 100% Dios y 100% hombre. Como Dios,
nos puede salvar de nuestro pecado. Como hombre, pudo ser nuestro sustituto en la
cruz para pagar nuestro pecado. Solamente su sangre derramada puede limpiarnos de
nuestros pecados. Jesucristo es el único Salvador y sólo él es capaz de proveernos
vida eterna. 1ª Juan 1.7 nos informa: “Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado.” Y 2ª Corintios 5.21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
 La Consecuencia de Creer
Juan nos dice que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna." ¿Qué es esta vida eterna
que nos promete la Palabra de Dios? Están involucrados dos elementos. Primero, el
Dios eterno vivifica el espíritu del creyente mediante su eterno Espíritu Santo que le es
dado para morar en él. Por tanto, su espíritu vivirá para siempre. Esta promesa nos dio
Jesús en Juan 14.16-17: “16Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que
esté con vosotros para siempre: 17El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede
recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con
vosotros, y estará en vosotros.”
Segundo, Cristo resucitará el cuerpo físico del creyente y su nuevo cuerpo será
inmortal. Como Jesús explicó en Juan 6.40: "Y esta es la voluntad del que me ha
enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero." En Juan 11:25-26 Jesús dijo: “25 Yo soy la resurrección y
la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en
mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Y ¿cuándo recibimos vida eterna? Según nuestro versículo, en el instante en que
creemos en Jesucristo. Sabemos esto porque dice: “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna.” El verbo “tiene” está en tiempo presente, no en futuro ni en subjuntivo. Si
creemos, ya poseemos la vida eterna. Jesús dijo esto muchas veces. En Juan 5.24
exclama: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió,
tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” Y en
Juan 6.47 declara: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.”

El que cree en el Hijo tiene vida eterna...


Estas palabras tan sencillas son muy profundas. Si ponemos toda nuestra fe en
Jesucristo, obtenemos la vida eterna. Nuestra confianza, sin embargo, debe estar en el
Hijo de Dios y no en nadie más ni en nada más. En el momento que creemos en él, nos
da la vida eterna y jamás pereceremos. Porque Juan 3.16 dice: “Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” ¡Qué promesa tan grande! ¡Qué
esperanza tan sublime! Ésta es la esencia del Evangelio, las Buenas Nuevas: podemos
obtener la vida eterna sólo por creer en el Hijo de Dios, Jesucristo. Como Juan luego
exclama en su primera epístola, versículo 2.25: “Y esta es la promesa que él nos hizo,
la vida eterna.”
Pero, solamente hemos considerado la primera parte de este versículo. La última parte
del versículo presenta el caso contrario.

¿QUÉ PASA SI RECHAZO A JESUCRISTO?

... Pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,


sino que la ira de Dios está sobre él.
Toma nota, esto no se refiere a alguien buscando, que intenta llegar a conocer quien es
Jesucristo y lo que ofrece. Se refiere a los que ya han examinado la verdad sobre Cristo
y ya han elegido rechazarle y también lo que ofrece. Entienden exactamente quién es,
lo que ha hecho por ellos, y lo que les ofrece. Pero aún así deciden deliberadamente
rechazar la única persona que es capaz de salvarles.
Para evitar llegar a este punto, se debe entender claramente lo que representa este
rechazo y su resultado. Por lo tanto, examinemos con más detalle lo que el Apóstol
Juan explica aquí.
 La Naturaleza del Rechazo
Juan dice: "el que rehúsa creer en el Hijo..." La palabra griega hace referencia al acto
de rehusar estar convencido o persuadido. Es algo más que sólo incredulidad. Es una
negación deliberada y supresión de la verdad. Es un problema de voluntad, no de
comprensión.
¿Por qué rehusaría alguien creer la verdad que conoce? ¿Por qué se pondría en contra
de Jesucristo el que claramente ha entendido que él es Dios? ¿Por qué rechazaría
cualquier persona la oferta generosa de vida eterna? Juan 3.19-20 nos revela el motivo:
“19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo
malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.”
 El Objeto del Rechazo
Juan proclama, "el que rehúsa creer en el Hijo..." El Hijo de Dios, Jesucristo, es a quien
la gente rechaza. Pueden pensar que están rechazando una religión, o un estilo de
vida, o a un grupo de personas, pero es al Hijo a quien rechazan. Puede que piensen
que solamente están eligiendo otro estilo de vida, pero es a Dios el Hijo a quien
desprecian. En Juan 12.48 Jesús dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras,
tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.”
 La Consecuencia del Rechazo
¿Cuál es el resultado de rechazar a Cristo? Juan nos informa que “el que rehúsa creer
en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
¡No verá la vida! Esto es lo primero que Juan nos cuenta. No verá ni la vida verdadera
ni la vida eterna. Obviamente, si fallamos en hacer lo que Dios exige para obtener la
vida eterna, no la recibiremos. Por favor, toma nota de que esto no es el deseo de Dios.
Juan 3.17 nos revela: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”
Si rechazamos a Cristo, también renunciamos a la vida abundante, una vida con
propósito, dirección, bendición. En Juan 10.10, Jesús dijo: “Yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
Aparte de perder la vida eterna y abundante, Juan también añade: "sino que la ira de
Dios está sobre él." Nota el tiempo presente del verbo: “la ira de Dios está sobre él.”
La ira de Dios ya reposa sobre los que rehúsan creer. Les deja experimentar la
consecuencia completa de su pecado. Tal y como el Apóstol Pablo explica en Romanos
1.18: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de
los hombres que detienen con injusticia la verdad.” Pero si eligen seguir en su pecado y
en su rechazo al Hijo, Dios no tendrá otra opción excepto juzgarles con ira también en el
futuro. Pablo lo explica así en Romanos 2.5: “Por tu dureza y por tu corazón no
arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios.” También hablando de la segunda venida de Jesucristo en 2ª
Tesalonicenses 1.8 escribió: “…para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo.”
¿Por qué está enojado Dios con los que rehúsan creer en su Hijo? Porque rehúsan
recibir su oferta generosa de salvación que su Hijo les ha proporcionado mediante su
muerte en la cruz. Este es el pecado que más enfada a Dios Padre: el rechazo de su
Hijo que envió al mundo. Juan 3.18 declara: “El que en él cree, no es condenado; pero
el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito
Hijo de Dios.” Pablo añade en Romanos 2.4: “¿O menosprecias las riquezas de su
benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento?”

...Pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,


sino que la ira de Dios está sobre él.
Estas son palabras tristes pero verdaderas. Si alguien deliberadamente elige rehusar
creer la verdad sobre Jesucristo que le ha sido presentada y decide rechazarle como su
Salvador, no hay esperanza para él. Dios no tiene otra opción sino dejarle vivir con
todas las consecuencias de su pecado y juzgarle por el pecado de rechazar a su Hijo.
¿Por qué elegir este destino tan horrible cuando no hay necesidad de hacerlo y cuando
hay una alternativa tan fantástica?
Creer o no creer, ¡esa es la CUESTIÓN! ¿Creerás en el Hijo o rehusarás creer en él?
¿Lo rechazarás a él y su oferta de vida eterna? ¿Cuál será tu decisión? Nuestra oración
es que elijas creer en el Hijo y recibas la vida eterna. Él te ama, responde a su amor.
Escucha la voz de Jesucristo que te llama ahora. Responde al mensaje del Espíritu
Santo mediante su siervo Juan:
El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él.

Escrito por Mel Holland, M.Div.

*Todas citas de las Escrituras son de la Biblia Reina-Valera, Revisión de 1960,


Copyright © 1960 por Sociedades Bíblicas Unidas.

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