El Edicto de Milán Clase de Historia
El Edicto de Milán Clase de Historia
El Edicto de Milán Clase de Historia
0m El Edicto de Milán (en latín: Edictum Mediolanense), conocido también como La tolerancia del
cristianismo, fue promulgado en Milán en el año 313 y en él se establecía la libertad de religión en
el Imperio romano, dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos
grupos religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado por Constantino I el Grande
y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente, respectivamente.
La investigadora italiana Edvige Abete indica en un su escrito "Costantino e l’editto 'che non c’è'"
("Costantino y el edicto 'que no existe'"), que dicho edicto probablemente no fue promulgado.[1]
Historia
DESAROLLO
En un intento por reintegrar el Imperio romano bajo una sola autoridad, Licinio se armó en
contra de Constantino. Como parte de su esfuerzo para ganarse la lealtad del ejército, Licinio
eximió al ejército y los funcionarios públicos de la práctica de la política de tolerancia que
imponía el edicto, permitiéndoles continuar la persecución de cristianos. Como consecuencia
de esta orden, algunos cristianos perdieron sus propiedades y hasta la vida. De entonces
sobrevive una leyenda, que cuenta de 40 cristianos en Sevaste, que al negarse a ofrendar
vino a los dioses romanos, fueron torturados y encarcelados. Al rehusar aún participar en el
rito, fueron obligados a mantenerse de pie desnudos sobre el hielo del invierno hasta la
congelación. Unos cuantos cedieron y aceptaron renunciar al cristianismo con tal de
acompañar a los soldados en las fogatas, al mismo tiempo que un número igual de soldados
decidieron confesar su hasta entonces secreta devoción al cristianismo y se unieron a
aquellos en el hielo. Cuenta la tradición que descendieron del cielo ángeles, quienes
colocaron coronas en las cabezas de los mártires.
FIN
Edicto de tesalonica
Edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano (II) y Teodosio Augusto, al pueblo de la ciudad
de Constantinopla.
«Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia
profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado
como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de
Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la
doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el
concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de
cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y
locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre
de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra
propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.»
Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano
Augusto y primero de Teodosio Augusto.
Con este edicto, el cristianismo niceno pasaba a convertirse en la única religión oficial del
Imperio romano en su totalidad. El Panteón Romano se había complementado a lo largo de
muchos siglos con los dioses, deidades y lares domésticos, con el culto a los propios
antepasados e incluso con divinidades prerromanas que habían sido asimiladas tras el
proceso de romanización en muchos lugares del Imperio, siguió practicándose sin ninguna
traba salvo por la prohibición de hacer sacrificios y porque ya no recibía financiación por parte
del Estado, a partir de ese momento cada culto era sufragado por sus creyentes.
Popular y erróneamente este Edicto se ha asociado con la prohibición de las religiones no
cristianas, pero como se puede observar la prohibición no iba dirigida a ellas, que se pudieron
seguir practicando pero con las limitaciones antes mencionadas, lo que se prohibió fueron las
innumerables versiones del cristianismo que fueron consideradas herejías a partir del Concilio
de Nicea, como el arrianismo.