Maillard Chantal-Benares, en Diarios Indios

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 7

DIARIO DE BENARÉS

EL VIAJE

Delhi

En un principio fue el deseo. Luego la tierra árida, los anchos pá-)


ramos, el desierto infinito que cabe, todo entero, en un corazón hu-]
mano.

=. ¿Cuáles son los límites del deseo? El mundo ha sido generado por
él, la multiplicidad toda entera. La vida es fruto del deseo. Cuando
me miras con deseo me haces el regalo más hermoso. Creas el mundo
a partir de mí. Si niegas tu deseo me dejas sin recursos, si niegas mi
deseo, empobrezco.

* * *

Pero al deseo le añadimos valores. Igual que el dolor, se convierte


entonces en sufrimiento. Añadimos valores a los impulsos, a las sen-

71
saciones, a los movimientos del ánimo y del cuerpo. A eso llama- Gaita (Jaipur)
mos "conciencia moral': Asumimos o rechazamos nuestros movi-
mientos naturales de acuerdo con las normas que dictamos. Ése es el Los templos se destruyen al igual que las casas. Vuelven a cons-
comienzo de la decadencia del deseo. truirse otros, habitados por otros dioses, otras gentes.
Construir es lo que permanece.
* * *
En Galta pervive la epopeya. Los visnuistas cantan día y noche sen-
[antar Mantar (Jaipur) tados entre paredes rojas. Santones con un cazo y una jarra de metal
para el agua, inmóviles en su nicho, un nicho como una aureola de
Dejar que la realidad transcurra ante ti. Aquietarte. Desde la quie- piedra. Son otras tantas figuras añadidas al desfile retratado en las fa-
tud, observar el movimiento. chadas, como si el mito necesitara de ellos para mantenerse vivo, para
Sobre la muralla, los monos grises. Sus largas colas resbalan, pa- construirse en el tiempo y adquirir un futuro.
ralelas a su orina, por la cal amarilla. Cometas como grandes flores
abiertas en el árbol y detrás, las cúpulas grises sobre el azul. Astro- ¿Qué ven, en aquellos frescos, los que acuden a ellos desde nues- \
nomía de arenisca rosa. Jardín de piedras vueltas hacia el cielo para tras lejanías? Aquello en lo que su atención se posa, allí donde des-
medir la noche. punta una pregunta y se ensaya una res~uesta, y ~e~espierta el decir,
el decir algo. Entonces se carga de sentido un dIbUJO,un color, una
Fuera, la parsimonia de los camellos. Su tiempo es la medida exacta relación y un movimiento se traza en la mente de quien imagina. Sin
del día en cada paso. Frente al esfuerzo desafiante de un emperador sentido, ¿qué es lo que se ve?
por medir el trayecto de los astros, la sabia compostura del animal
del desierto, su orgullosa suficiencia, su muda entereza. Quieren co-
nocer las leyes del cielo quienes no se conocen a sí mismos. Como I<lajuraho
si el afán de conocimiento interior se torciera irremediablemente al \
pasar por los ojos, siempre orientados hacia fuera. Convertidos en La meta de un viaje que se inició sin intención de meta puede pre-
curiosidad, el anhelo o la nostalgia de un saber sin medida. sentarse de repente en forma de carretera -camino de tierra a ratos,
\ La mirada se derrama. Como el agua. Y pasa, siempre pasa. Aca- de asfalto otros- que se abre a medida que avanzas en un viejo Am-
rrea materiales, adquiere la tonalidad de los minerales; éstos alteran bassador de alquiler. Los baches y las fogatas caben todos en el cue-
su sabor, pero no su naturaleza. llo inmóvil del conductor, atento dieciocho horas seguidas. Admirable
limpieza de la mente, admirable concentración dirigida al camino.
Atrás, el cansancio, la tos, el dolor en las piernas dobladas, el polvo

72 73
y la noche que penetran, húmedos, por la ventanilla abierta. El can- BENARÉS
- sancio ... la atención. Ese camino que se abre puede ser la meta de

l
un viaje. El cuerpo dolorido desaparece en su postura, yo soy el ca- El vuelco admirable en la tarea. Envidiable vuelco en la acción. He
mino. He llegado hasta aquí para ser ese camino que se abre en la llegado a preguntarme: ¿cómo es posible el gozo, el gusto, la entrega?
noche de ]aipur a Kajuraho. Yo, serpenteando entre las chozas, bor- Pues bien, está aquí, en el vuelco, sin distancia, sin pregunta, en la
deando fogatas y puestos de control, yo puente y cenagal y luego de proyección inmediata. El vuelco está en el gesto del niño al tirar de
nuevo carretera que desemboca en camino, me despliego inmóvil en su cometa, pero también en el de la mujer que compra tela para ador-
el asiento trasero del vehículo mientras en el casete chirriante suena nar su casa, la que elige adornos para su cuerpo o vestidos compli-
la música de la última película india de moda. cados. Esa complicación ocupa un tiempo, hace el tiempo y lo dilata,
complicación que nos multiplica, nos hace más extensos, nos rela-
.. .. .. ciona. El interés por las cosas, en definitiva, es lo que urde la vida de
un pueblo. Los antiguos oficios. Mi vida, en cambio, despojada
Más allá del observador: el camino. El observador no es la otra ori- de ello, cabe, limitada, en mi atención de observador. Observo y me
lla, la otra orilla está más allá del observador y de lo observado. El observo y observándome me encuentro, peligrosamente, al desnudo.
observador no es sino la misma orilla, aunque desdoblada. Con mi ser de observador observado. Luego, miro afuera y sigo ob-
El observador es aquel que me mira siendo, deseando, ocupada en servando.
la tarea de ser. El observador puede sonreír mientras lloro al inten- Sobre la tierra endurecida de la orilla, un asceta toca la flauta, otro
tar vanamente alcanzar lo que quiero y no baja la guardia cuando lo le acompaña con un tambor. Tocan durante horas. La noche reciente
consigo. Me observa en la tristeza y también, a veces, en el gozo. El está empañada con el humo de las boñigas. Cuesta respirar incluso
observador está al otro lado, pero también del lado en el que estoy. protegiéndose la nariz con el chal. En las casas tampoco se está a salvo:
Su distancia pertenece al mundo de las diferencias. Él no juzga, pero su se cuela el humo por todas las rendijas.
observa.r le dis:ingue. o s~ identifica cO,n~os seres o las ~osas que
deseo m con mnguno de mIS estados de animo, pero él es parte del Con frialdad recibo mi propia frialdad. No me creo los senti-
juego de la conciencia. mientos. No me creo mis sentimientos. ¿Cómo creérmelos? Son como

, En el camino toda yo he pasado a ser el observador y éste ha de-


jada de observar. Toda yo est~,aquÍ, en el camino. La atención del ob-
nubes pasajeras. Cambian de lugar al tiempo que yo. Y en el mismo
lugar también difieren de sí mismos. Los veo evolucionar y renun-

l 1 servador se ha vuelto atención pura. No hay yo, no hay objeto de


observación. Lo que hay es camino.
Si me preguntan quién es la que habla diré que la que escribe, ahora,
cio. Renuncio a la plenitud, a la dicha perpetua del sentir, renuncio
al anhelado infinito, aunque presentido a veces, renuncio. Arriba, en
superficie, la evolución de los sentimientos; en el fondo, una tris-
ha salido ya del camino. teza leve, serena, que tal vez algún día se transforme en paz. Nunca

74 75
más el gozo, nunca más esa entrega gozosa al instante que se renueva. Primero se profieren palabras, luego esas palabras se convierten en
Nunca más la alegría de vivir cuando abres los ojos y ves un rayo de cosas, seres que existen y a los que las palabras "dicen". Después se
sol encendiendo los vivos colores del trompo que te espera-para-jugar toma partido por esos seres o por alguno de ellos en particular ~n
en una esquina de tu cuarto. Nunca más la alegría del día nuevo, contra de otros, y el compromiso lleva a la discordia. Es ésta la hIS-
nuevo una vez más, con sus horas por venir, sus horas por llenar. Todo toria de las religiones. Los pueblos se mueven, se levantan, se matan
ello quedó perdido en la infancia a la vez que aquella ingenuidad que por palabras que fueron pronunciadas por alguien alguna vez y que
permite el futuro.
otros repitieron.

l No haY!lituro para el o~servador. El futuro está articulándose ante


sus ojos. El no participa. El observa.
No permanecen los sentimientos. Tampoco permanecen las ideas.
"Lo que dicen" esas palabras es vacío. Nada hay que les corres-
ponda. Ellas se dicen a sí mismas. Ellas son el soporte de la necesidad
de creer, el anclaje de la libertad, la justificación de nuestra depen-
La voluntad de permanencia tan sólo permanece.
dencia.

* * * * * *

Urge, para algunos, solucionar la cuestión religiosa: a qué creen- Hace frío. Llevamos dos días sin luz. Una vela tímida alumbra lo
cia adherirse o qué nombre dad e a una creencia que no es aún sino que escribo. El humo de las boñigas llena el aire y he tenido que re-
puro anhelo de creer. Cuando dicen "creo" dicen "necesito creer", y fugiarme en mi cuarto. La humedad se me pega a la nariz. L~ mila-
entre todos los trajes a la vista escogen el que más les conviene. Tie- groso es que a veces funcione la red eléctrica en esta ciudad.
nen poca fuerza para la orfandad. Cualquiera que contemplase la maraña de cables que surca las ca-
llejuelas anudándose en las esquinas coincidiría en el dictamen: el
* * *
milagro.
r
Esa ingenua tendencia que tenemos a suponer que no estamos solos * * *
en nuestra mente, que los demás piensan al unísono lo que noso-
tros pensamos y están en lo que estamos. Contra esa soledad que lo Ningún sentimiento perdura en mí. Tan sólo la sensación de un
desdice, el antídoto: la creencia común, acatada por un pueblo en- hueco. Una ausencia como agua negra a la que me asomo y en la
tero, o por un grupo, al menos, numeroso. El precio de la libertad que veo reflejado lo que soy: mi propia ausencia, mi vacío.
personal: la soledad del hijo único que queda huérfano. Ésta es la escritura de un muerto lúcido. Un muerto que contem-
pla con cierta nostalgia la vida que le ha abandonado.
* * *

76 77
""" arrancarme de mí pues no me encontrarán. Buscarán y no me ha-
llarán. Me verán y no estaré. No habita nadie en mi cuerpo ahora. La
¿Cuánto de lo que hacemos lo hacemos por hacerla y cuánto para soledad, esa forma de tenerse presente, ha desaparecido. No hay so-
contarlo? ¿Qué de n~e~tra vida e~tá vivido y qué está fotografiado y ledad para quien no se siente distinto de lo que hace, para quien no
( empaquetado para vIVIrlOdespues, cuando pueda ser comunicado? se siente.
¿Cuánto de auténtico viaje hay en nuestra vida y cuánto de turismo? Reflexiono sobre el papel y digo "yo", pero me suena extraña esta
palabra. Hay sueño. Tal vez sea en este momento la mejor manera de
""" decirme.

Sin calendario, la vida es el transcurso de los días y las noches, la


"""
luz que crece y decrece, los ciclos que se repiten. Sin calendario y
sin espejo: la vida de esos seres de la calle que no han urdido su exis- Pasan los días casi sin día, el tiempo casi sin tiempo. Hay niebla
tencia en el doblez del manto. sobre el río. Una vaca negra, juguetona, da una carrera a lo largo de
la orilla. La noche es una vaca negra que nos protege. Dormir al calor
""" del animal. En paz.

Sin deseo. Mirando. Atenta. Los días transcurren sin ser apenas
"""
días. El tiempo apenas tiempo. En paz. Desde la paz todos los de-
seos parecen creados. Creados por el aburrimiento, que es la forma ¿Que qué he venido a hacer aquí? ¡La gran pregunta! Ahora yo pre-
más somnolienta de la insatisfacción. Occidente ha crecido sobre ella; guntaría ¿qué estuve haciendo allá? Un año, dos años de quejido,
su vehículo es la insatisfacción. y pretende alquilar ahora ese vehícu- replegada sobre mí como una puerta mal cerrada, viéndome en mi
lo a Oriente. La India lo paga caro. Su mirada se enturbia. Su mi- propio quicio, encarando mi reflejo sin cesar, sin tregua. Sin tregua If
rada de búfalo a la orilla del Ganges. Conserv~n la paz los más débiles, viéndome frente a mí misma en aquel espacio hueco, aquel espacio
los que no esperan, los que resisten. Los débiles, tan fuertes en su de- del yo que siempre, siempre es una ausencia. El yo es una ausencia.
bilidad.
Cuanto más cerca estamos del yo más se ensancha la ausencia.
Vienen aquí muchos, como vinimos nosotros, cargados con ese yo,
""" con toda su ausencia a cuestas. Se confunden con ella, con la ausen-
cia. Son huecos andantes, huecos hambrientos, y todo lo que engu-
Me pienso más allá de mí, o mejor dicho, no me pienso. Pienso lo llen, lo que se llevan, lo que coleccionan, todo se anonada en el hueco,
que era hace meses, hace días, y no lo reconozco. Nadie puede ahora ensanchándolo.

78
79
" ?"
"¿Qué es lo que encuentras aquí que no encuentras en tu p~IS. '.~e
¿Qué vine a hacer aquí? Vine a no saberme, vine a estar. Hago: preguntaba un americano decepcionado y harto .de su propio VIaJe.
eo, estudio, escribo, miro, estoy. Estoy en lo que hago, soy lo que "Buena pregunta", contesté para mis adentros mientras le daba una
lago. Estoy en lo que miro. Soy lo que miro. No estoy. Dejo de estar de esas respuestas convencionales que permiten despedirse ant~s de
~ ente a mí misma. haber entrado en contacto. Debí haber contestado lo que sentia en
Sólo el recuerdo de la pregunta ¿qué vine a hacer aquí? me des- aquel momento, debí haberle dicho que no encontraba nada, real-
pierta el otro recuerdo: el de quién preguntaba, al inicio del viaje, por mente nada, que este "país de mendigos", como él lo llamaba, me pro-
la razón del mismo. Y el espacio que se ha abierto entre quien pre- ducía en verdad un profundo rechazo.
guntaba y quien ahora escribe es tanto que me cuesta reconocer la Ahora sé que el rechazo era el movimiento de esa ausencia, de aquell
identidad del "mí misma': hueco al que llamamos "yo", pues la ausencia tiende a permanecer Y
Quiero estar aquí. Por eso vine. Simplemente vine para querer estar para ello rechaza todo aquello que pudiera neutralizada, aquello que
donde estoy. Sorprendente respuesta, por inesperada. Lo que pensé la llama y la succiona. Y la India es ante todo una llamada. Sus men-
que sería un adiós definitivo a este lugar resulta ser un encuentro. Un digos, esos que, en términos occidentales, "se conforma~ con su es-
encuentro más allá de lo esperado, más allá de cualquier idea de en- tado" -cosa que difícilmente asumimos porque coritradice nuestr.a
cuentro o desencuentro. moral de agua de rosas y nuestro concepto de justicia-, sus mendi-
Vine sin expectativas. Necesaria eliminación del lenguaje que fuerza gos son su enseñanza o, al menos, parte de ella. .
a las sensaciones. Necesaria limpieza. Necesaria, imprescindible ne- Hoyes el día de Makan Samkranti, una fiesta muy especial para los
- gación. Necesaria, imprescindible des-ilusión. Sólo es posible el en- mendigos. Todos los que tienen algo están obligados a te~erle~ en
L cuentro para quien anda desprovisto de esperanza. cuenta y a repartir entre ellos algún alimento. Forman una hilera ~a-
El "es" está fuera, no dentro. Dentro es falso. Quien mira adentro cabable en el ghat, sentados contra la pared de los antiguos palacios
con el fin de encontrarse hallará el hueco. Engaños de los falsos mís- que miran al Ganges con su recipiente de metal posado en el suelo
ticos, los repetidores de fórmulas. Estamos donde nos proyectamos. frente a ellos, atentos a la muchedumbre que pasa. Han venido de
Fuera. El error fue establecerse dentro, todas partes de la ciudad, han abandonado temprano sus lugares ha-
O tal vez no fuese un error. Vine aquí con mi hueco. Vine montada bituales para coger un sitio favorable, los primeros metros de una es-
en mi ausencia. De repente, el vehículo desapareció. Me encuentro quina, por ejemplo, la desembocadura de un callejón donde los
andando con las patas dMÓs búfalos, con la única pierna del tullido, donantes pasarán con la cesta o la bolsa aún repleta de granos de arroz
con las tres patas del perro y con su sarna y algo realiza por mí las y de monedas. .
funciones del cuerpo, sin mí. No le añaden a su pobreza palabras que consohdan el mal y lo du-
plican. No convierten la pobreza en miseria con las frases ~:l,~e~eo
* * * y la comparación ansiosa. "Estoy mal", "estoy peor que aquel, es 1l1-

81

80
justo, "no me merezco", "quisiera", "quiero", "tengo derecho", "¿por niños a no sentir el frío como aprenden a no sentir las piedras bajo
qué no yo?", etcétera. No viven el estar mal de la misma forma en que sus pies descalzos?
lo vivimos cuando lo envolvemos en la idea de estar mal. El mal real
(el dolor, la pérdida de lo que se quiere) no es el mal pensado. La
.. .. ..
palabra "dolor" incrementa el dolor, la palabra "frío" hace más denso
- el frío. A lo que habría c;leser simple sensación, solemos añadirle el Se han ido los peregrinos. Han cumplido el ritual, una vez más. Se
(/ pathos, el movimientoéenti-ment~,iesto es, ese sentir que la mente han bañado en el Ganges de madrugada y se han vuelto en la nie-
( fabrica con sus juicios. Y de esta forma, más padece aquel que, sin bla, sus cuerpos húmedos bajo la ropa. Los niños de Benarés han vo-
que la carne padezca, enferma de deseos insatisfechos. lado cometas, pequeños cuadros de papel que motearon el cielo. Las
Los deseos: formas que quieren llenar la ausencia, estratagemas, voces, esas voces que no entiendo, ¡qué descanso!, se acallan. Bena-
fallidos intentos del propio reconocimiento. El fallo está en la direc- rés se repliega sobre su gente como un pe~ro sobre?a ceniz.a tibia. Re- \
ción equivocada de la energía: atraemos hacia el hueco (llamamos a cuerdo lo que dijiste: las cometas nos obligan a rmrar al CIelOen una J
esto "poseer") en vez de proyectar. Y llamamos "cosas", "bienes" al ciudad que obliga a mirar siempre donde pisas ... En Benarés se anda
* resultado de este movimiento. Pero ¿qué es lo que se mueve? El mo- con la mirada al suelo para evitar tropezar con cualquier obstáculo.
Dios y el Cielo (Dyaus, en los Vedas), inevitablemente, se identifican:
vimiento mismo. No hay ningún algo que se mueva; hay una au-
sencia tan sólo dirigida. el Uno y la tierra, que siempre multiplica. Uno el Cielo, el germen,
La sonrisa del pobre, del extremadamente pobre me convierte en múltiple lo que germina, la materia-madre. Sí, las cometas apuntan
pobre, me enseña la renuncia. a la unidad, las cometas simplifican, ensanchan la mirada permi-
tiendo el descanso. Para mirar las cometas es preciso detenerse.
•. •. *
•. * •.
y sin embargo, sin embargo ... El miedo al autoengaño surge en
mí de repente S9mo aquellos antiguos diablos que saltaban de su caja La voluntad de permanencia. Intransigencia con lo otro, con el en-
sobre un resorte en espiral. ¿Cuánto habrá de durar la paz? ¿El tiempo torno, con el cerco de la ausencia. Establecerse: hacerse permanente.
que deje de oírse la polilla royendo la madera de mi mesilla de noche? Procuramos condiciones ideales: constantes, repetibles, para preser-
Basta con atisbar el paso de un pensamiento cargado de lluvia, in- var nuestra permanencia. Preservamos condiciones. y es la muerte
terceptarlo, subirse a su lomo, basta viajar con él unos instantes, y en torno al círculo ensanchado de la ausencia. No conservamos la
la actitud se ha perdido, la serenidad, nunca conquistada, se des- vida, entretenemos el deseo de muerte.
hace como un sueño.
La noche es fría, muy fría. ¿Dormirán los que duermen en los ghats?
•. •. *
¿Acumularán sobre el frío el pensamiento del frío? ¿Aprenderán sus
83
82

También podría gustarte