Zalaquett. 2011. La Frentista "Fabiola" - Un Relato "En Reversa" Del Atentado A Pinochet
Zalaquett. 2011. La Frentista "Fabiola" - Un Relato "En Reversa" Del Atentado A Pinochet
Zalaquett. 2011. La Frentista "Fabiola" - Un Relato "En Reversa" Del Atentado A Pinochet
E-ISSN: 0718-5049
[email protected]
Universidad de Santiago de Chile
Chile
Zalaquett, Cherie
La frentista “Fabiola”: un relato en reversa del atentado a Pinochet
Revista Izquierdas, núm. 9, abril, 2011, pp. 1-30
Universidad de Santiago de Chile
Santiago, Chile
Cherie Zalaquett**
Resumen
El objetivo del presente trabajo es desplegar, desde una perspectiva de
género en cruce con memoria y análisis discursivo, las complejas aristas
que se imbrican en las prácticas de militancia femenina en grupos
armados subversivos. La hipótesis que pretendo aportar es que “Fabiola”
emerge como un sujeto femenino subalterno, cuya militancia en una
organización armada irregular, impugna la integridad del proyecto
Estado-Nación de Chile. La confesión pública de su participación “como
la única mujer fusilera” en el atentado a Pinochet, nos plantea el
problema de la constitución discursiva de la identidad y nos invita a “leer
en reversa” la construcción de Estado y la historia del atentado.
Palabras clave: Género, memoria, identidad, militancia armada,
lectura en reversa, atentado, Pinochet.
Abstract
This paper aims to deploy, from a gender perspective in junction
with memory and discursive analysis, the complex edges that are
interwoven in the practices of women's activism in the subversive
armed groups. The hypothesis that is intended to make is that
“Fabiola" emerges as a junior female subject, whose militancy in
an irregular armed organization, questioned the integrity of the
nation-State of Chile proposed. Her public confession "as the only
gunwoman" in the Pinochet attack, raises the problem of the
discursive formation of identity and invites us to "read in reverse"
building State and the history of the attack.
Keywords: Gender, memory, identity, armed militant, reverse
reading, Pinochet attack.
*
Comunicación presentada en el II Congreso Internacional Ciencias, Tecnologías y Culturas.
Diálogo entre las disciplinas del Conocimiento. Hacia el futuro de América Latina y el
Caribe, Simposio 20, Santiago, noviembre 2010. Ponencia hace parte del proyecto de
investigación doctoral de la autora con respaldo de Conicyt.
**
Chilena, periodista, doctoranda Instituto Estudios Avanzados, IDEA, USACH,
[email protected]
1
Cherie Zalaquett, La frentista “Fabiola”: Un relato “en reversa” del atentado a Pinochet, Revista
www.izquierdas.cl, 9, abril 2011, pp. 1-30
1.-Introducción
1
Esta simultaneidad está dada por la dictación de un decreto del régimen militar de 1974 que
autoriza el reclutamiento femenino en la Escuela de Servicios Auxiliares del Ejército (ESAFE). Y
que se produce casi al mismo tiempo que la reorganización del partido político militar MIR como
una fuerza de combate y de resistencia a la dictadura. Véase Zalaquett, Cherie, Chilenas en Armas,
Santiago de Chile, Catalonia, 2009.
2
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Ese nexo, tal vez, obliterado por la asociación casi universal de la mujer
con la vida, con el vientre procreador desde donde la existencia brota y se
despliega en tanto especie, no ha sido objeto de discusión social y
política…no ha sido tematizado teóricamente desde las distintas aristas
que se imbrican en las relaciones sociales de género. Como han sido
hombres quienes, a lo largo de la historia y en las distintas sociedades
humanas, han tenido en sus manos la guerra y el ejercicio de la violencia,
un velo de silencio epistemológico ha rondado la práctica femenina de
esas acciones (Zalaquett, 2009: 11).
2
Cecilia Magni falleció asesinada, víctima de torturas, en 1988, su cuerpo apareció flotando en el
río Tinguiririca, junto al alto comandante del FPMR, Raúl Pellegrin. El homicidio de ambos
frentistas se produjo durante el asalto al poblado de Los Queñes.
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excluye estas narrativas, sus voces han terminado encauzándose en el género testimonial,
vehículo que ha primado, al menos en Latinoamérica, un territorio marcado por las huellas
recientes de dictaduras militares, donde la resistencia fue omitida y silenciada por la
memoria histórica.
La historia oral, como método de reconstrucción del pasado, representa una opción
de alto contenido democrático, puesto que permite incorporar como testigos a sujetos cuyo
accionar ha sido desvalorizado. Además, constituye un umbral de posibilidades para
rescatar “otras” memorias, obliteradas por las versiones oficiales hegemónicas, de
participantes anónimos de construcción de la realidad social.
Entre esos protagonistas anónimos se encuentran las mujeres latinoamericanas que
se comprometieron en la lucha armada contra los regímenes militares de facto. Por su
condición femenina, ellas enfrentan una triple situación de marginalidad. Por un lado,
afrontan la subordinación a la estructura jerárquica de relaciones de género, que es común a
todas las sociedades latinoamericanas, por lo que sus contribuciones resultan ignoradas e
invisibilizadas en distintos contextos culturales. Por otro lado, la estructura jerárquica de la
vida social se reproduce, con el mismo esquema de relaciones asimétricas de poder, al
interior de los movimientos armados en los cuales ellas militan; y además, otra vía, aún más
profunda de marginación, surge desde la posición ideológica y política que ellas
sustentaron, que fue estigmatizada por el avance sin contención del modelo capitalista
neoliberal hegemónico a nivel global. Con su accionar, ellas se opusieron no sólo a la
ideología económica y política dominante, sino que por una vocación extrema de
consecuencia ética y política, desafiaron la institucionalidad legal que consagra esta
ideología, lo que las situó abiertamente en un terreno delictual.
Esta última situación nos conduce a una tercera arista del problema como es la
subalternización de los sujetos populares, por parte de las elites hegemónicas
latinoamericanas, que se arrogaron el derecho exclusivo de construir el Estado-Nación y la
historia legítima y oficial; y estigmatizan y criminalizan las rebeliones populares contra
determinadas ideologías, como actos meramente delictivos despojados de la demanda de
reformas políticas y sociales.
El objetivo del presente trabajo es desplegar, desde una perspectiva de género en
cruce con memoria y análisis discursivo, las complejas aristas que se imbrican en las
prácticas de militancia femenina en grupos armados subversivos. La hipótesis que pretendo
aportar es que “Fabiola” emerge como un sujeto femenino subalterno, cuya militancia en
una organización armada irregular, impugna la integridad del proyecto Estado-Nación de
Chile. La confesión pública de su participación, como “la única mujer” fusilera” en el
atentado a Pinochet, nos plantea el problema de la constitución discursiva de la identidad y
nos invita a “leer en reversa” y a escuchar su voz relatando el episodio.
En la primera parte, desarrollo un soporte teórico que nos aproxima a la
comprensión del problema de la construcción discursiva de la identidad social en cruce con
categorías de género, memoria e historia oral, teoría poscolonial y estudios subalternos. En
la segunda parte, relato una breve historia de “Fabiola” y reproduzco el testimonio de su
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¿Por qué una mujer “desobedece el mandato oscuro que le ordena que no
puede derramar la sangre, sólo aceptar que se le derrame”?3
¿Por qué?: “Lo que es valorizado en el hombre es que puede hacer correr
su sangre, arriesgar su vida, tomar la de otros, por decisión de su libre
arbitrio; la mujer ve correr su sangre y da la vida (y a veces muere al
darla) sin necesariamente quererlo ni poder impedirlo4
3
Marta Vasallo, ponencia Militancia y Transgresión presentada en el Coloquio sobre historia,
género y política en los ’70 como La doble transgresión de la militante. Instituto Interdisciplinario
de Estudios de Género, Universidad de Buenos Aires. Agosto 2006.
4
Heritière,F.Masculin/Feminin, Odile Jacobs, Paris, 1996. Citado en nota 7 de Marta Vasallo
5
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5
(Butler, Cuerpos que importan, 2005: 184-185)
6
Butler…Op.cit. P.326
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7
(Femenías, 2003: 57)
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pertenencia cultural sin cambios. Según Hall, el yo es una ficción identitaria generada
históricamente.
Subraya Hall, que esta conceptualización de las identidades genera una serie de
preguntas: cómo se constituye el otro racializado en el campo psíquico, cómo analizar la
subjetividad racializada y de género, cómo se articula el orden simbólico y el social en la
formación del sujeto.
Por otra parte, los pensadores Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987) entienden el
concepto de discurso más allá del lenguaje oral y escrito. No se trata sólo de un conjunto de
actos lingüísticos, sino también de prácticas, instituciones y rituales que se constituyen a
partir de la interpretación de la realidad empírica. Es decir “discurso es toda acción
portadora de sentido” y la realidad social es siempre discursiva.
Laclau y Mouffe también plantean una relectura de la noción gramsciana de
hegemonía. “Para tener hegemonía necesitamos que los objetivos sectoriales de un grupo
actúen como el nombre de una universalidad que los trascienda; ésta es la sinécdoque
constitutiva del vínculo hegemónico”.
Estos autores definen la universalidad como un “significante vacío”. Hay diferentes
facciones que pugnan por ocupar este lugar vacío y presentar sus particulares objetivos,
intereses y visiones del mundo, como aquellos que representan los objetivos universales de
toda una comunidad.
El territorio en disputa es el “campo general de la discursividad”, donde se produce
una batalla, un enfrentamiento, entre fuerzas antagónicas separadas por fronteras inestables.
Es en esta lucha, donde el discurso hegemónico se devela como verdad única, como entidad
metonímica, en tanto que pretende imponer un modo de percibir la realidad y representar
todas las infinidades de discursos del orden social. Cada expansión de esa dominación es
una “victoria hegemónica”.
Previamente a estos autores, están las aportaciones del filósofo Michel Foucault
(1970,1992, 2002), que constituyen una poderosa herramienta de análisis ideológico y
político del discurso. Según el filósofo francés, la producción del discurso está controlada,
seleccionada y distribuida por ciertos procedimientos, ya que el poder previene el peligro
8
(Hall, 2003: 16 y 17)
8
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de la aparición aleatoria de otras prácticas discursivas. Los controles sobre el discurso son
instrumentos de perpetuación de la hegemonía.
Desde el punto de vista foucaultiano, hay mecanismos principales mediante los
cuales se lleva a cabo este severo control del discurso. Por un lado, están los sistemas de
exclusión ejercidos desde el exterior del discurso. Para Foucault, el discurso manifiesto no
es “más que la presencia represiva” de aquello que se ha excluido. Distingue tres modos de
exclusión: La palabra prohibida: tabúes, rituales, no se tiene derecho a decirlo todo y
algunos tienen privilegios para decir o hacer; la separación y rechazo: un ejemplo es la
oposición clásica entre la locura y la razón, el discurso del loco es segregado y rechazado;
la oposición entre verdadero y falso: disociación históricamente constituida que implica que
en cada época existe una verdad y cada nuevo discurso debe encuadrarse dentro del
horizonte de esta verdad para ser considerado verdadero.
Por otro lado, Foucault plantea que también hay procedimientos internos de las
prácticas discursivas que se encuentran socialmente institucionalizados: como el
“comentario”, que rige la producción discursiva y debe seguir lo dicho por el discurso
fundante; el “principio de autor”, que confiere más valor a algo si es citado de alguna
autoridad importante; y “la organización de las disciplinas”, que regulan lo que puede (o
no) ser dicho acerca de algo.
Foucault identifica procedimientos que determinan las condiciones de uso del
discurso, según los cuales se prohíbe la palabra a los sujetos no calificados y se establecen
comportamientos adecuados para quien habla y quienes escuchan. De este modo, el
discurso va demarcando silenciosamente los límites de aquello sobre lo decible y lo no
decible. No sólo el qué y el cómo es determinado por los controles, sino también el quién.
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Por tanto, como señala Gilda Waldman (2006), la irrupción de memorias diversas y,
hasta cierto momento, marginadas del ámbito público demuestran que no hay una memoria
colectiva monolítica que aglutine los recuerdos de toda la sociedad, más bien coexisten
memorias parciales, interpretaciones plurales, simultáneas, antagónicas y hasta
contradictorias. Lo anterior se traduce en “batallas por la memoria”, en las que se enfrentan
múltiples actores sociales y políticos que van estructurando relatos del pasado y, en el
proceso de hacerlo, expresan también sus proyectos y expectativas políticas hacia el futuro.
Es decir, existe un dispositivo de “memorias en conflicto” que se contraponen en el
espacio público y disputan por procesar y reinterpretar el pasado, en este caso, referido a
situaciones de violencia política, violencia represiva y traumas sociales.
Por su parte, Steve J. Stern (2000) nos aporta la distinción entre “memoria suelta” y
memoria “emblemática”. Denomina memoria suelta a una multitud de experiencias de las
que conservamos memorias y que son sueltas, desde una perspectiva social. Se trata de
recuerdos personalmente significativos, y hasta fundamentales para definir la identidad.
Pero no tienen mayor sentido fuera de un ámbito muy personal. Si estas memorias sueltas
se vinculan a una mitología colectiva importante, adquieren un sentido y una connotación
social que las vuelven emblemáticas como recuerdo.
El historiador Stern destaca la relación dinámica que se da (y no se da) entre la
memoria suelta y la memoria emblemática, lo que va definiendo una "memoria colectiva"
que tiene sentido. Precisa que se construyen puentes interactivos entre las memorias sueltas
y las emblemáticas a partir de coyunturas o hechos históricos especiales, los casos en que
una o dos generaciones de personas sienten que han vivido (ellos o sus familias) una
experiencia personal ligada a grandes procesos o hechos históricos, de virajes o rupturas
tremendas, que cambian el destino.
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(Guha , 1996: 1-12, citado en Rodríguez, 1998)
11
(Chatterjee, P, conferencia dictada en 2006 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de
Lima, citado por la tesis de Rosales, Raúl, 2008)
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12
(Guha…Op.cit)
13
(Rodríguez, 1998)
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Una nueva versión del atentado se conoció cuando, sorpresivamente, tras dos
décadas de silencio, “Fabiola”, relató en primera persona su testimonio de lo ocurrido a la
revista Punto Final:
De sus orígenes, ella cuenta que no proviene de una familia de izquierda ni sufrió la
violencia política de la dictadura: sus padres de extracción proletaria, le inculcaron valores
de responsabilidad, solidaridad y rechazo a la injusticia. Mientras estudiaba en la
universidad, ingresó a las Juventudes Comunistas donde hizo inicialmente trabajo de
14
López Candia fue contratado por el Consejo de Seguridad Pública, conocido como “La Oficina”,
en el marco de un reclutamiento que hizo el gobierno de Chile de ex militantes de movimientos
políticos militares para delatar a sus compañeros que permanecían activos. Aunque López Candia,
era un ex mirista, su misión fue infiltrar al FPMR (Zalaquett, 2009: 238-239).
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masas, de ahí pasó al Frente Cero y finalmente fue invitada por un amigo a participar en
una estructura militar superior: “Me junté con mi amigo en un restaurante. Lo acompañaba
Ignacio Valenzuela, destacado jefe operativo del Frente, asesinado en 1987 en la
Operación Albania. Ambos me invitaron oficialmente a integrar el FPMR” 15.
Recuerda que cuando se lo plantearon “sentí un retorcijón en el estómago y tuve que
ir al baño, donde estuve un buen rato tratando de tranquilizarme. Sabía que en ese momento
tomaría una decisión que cambiaría mi vida para siempre. Cuando logré salir del baño,
acepté la invitación”.
Asegura que su primera operación fue la toma de la Radio Minería para transmitir
una proclama contra la dictadura: “Participé en la acción con Fernando Larenas, uno de los
primeros jefes operativos de la organización, quien posteriormente fue herido en la cabeza
en un enfrentamiento. Producto del fragor del combate, comencé a tener compañeros
heridos, detenidos y asesinados. Ése cúmulo de experiencias y emociones límites
profundizaron mi compromiso y responsabilidades en el Frente”.
Respecto de su misión en el ataque a la caravana, señala que ella tenía 27 años en
mayo del ‘86 cuando Cecilia Magni la citó a un 'punto' en un café. Le pidió que entregara
todas las estructuras a su cargo, porque tendría que cumplir una misión fuera de Santiago y
que los detalles se los informaría otro compañero al que vería esa misma noche en un
restaurante: “Lleva un bolso con ropa. Recuerda que estarás fuera un tiempo, me señaló
[Cecilia] con su sonrisa cálida de siempre”16 A las seis de la tarde, llegó a la cita:
Asegura que tuvo que desprenderse de sus afectos privados y del imperativo de
conservación de su propia vida para llevar a cabo su decisión:
Pocos minutos antes del ajusticiamiento, el libro Operación siglo XX, relata una
escena protagonizada por “Fabiola” y el militante Héctor Maturana, un joven, de 17 años,
quien actuó disfrazado de mujer, en el grupo de contención que operó a bordo de la casa
rodante destinada a bloquear el paso de la comitiva. “Fabiola” ayudó a Cecilia Magni, la
comandante “Tamara”, a maquillar y peinar a Maturana, de nombre político “Javier”,
quien poco a poco fue convirtiéndose en “Javiera”. “Fabiola”, también modificó su
apariencia, simulando ser un muchacho. Recogió su pelo bajo una boina azul, lo que
sumado a su amplio buzo deportivo la mimetizaron con un aspecto varonil (Zalaquett,
2009: 240).
Según la confesión pública de “Fabiola”, ese domingo 7 de septiembre de 1986 en
la casa de La Obra, 19el teléfono sonó un cuarto para las seis de la tarde y un silencio que
pareció interminable inundó la casa.
El corazón comenzó a bombear más fuerte. La sangre iba y venía como un río
torrentoso.
18
Ibidem.
19
El FPMR arrendó una casa en el sector La Obra del Cajón del Maipo, situada en el camino que
solía transitar la caravana presidencial, y muy cercana al lugar donde se realizó la emboscada.
20
Ibidem.
21
Ibid.
16
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Los combatientes se alinearon en formación militar ante sus jefes, se escuchó una
música y emergió la voz de Salvador Allende: "…Superarán otros hombres este momento
gris y amargo donde la traición pretende imponerse” (…) “Nosotros somos esos otros
hombres a los que se refería el Presidente Allende", plantea con solemnidad “Ernesto”
(…) antes de dar la orden de salida hacia el lugar de la emboscada”22. “Fabiola” estaba
inundada de emoción y de sentimientos contradictorios:
Cuando uno espera algo que desea mucho, pero que de alguna manera no
quiere que ocurra, porque sabe que en ello se le va la vida, se produce una
contradicción compleja. Sólo el compromiso político-ideológico y la
confianza en nosotros mismos, nos permitió superar esa contradicción23.
22
Ibid.
23
Ibid.
24
(historiafpmr.blogspot.com, 2007)
25
Ibid.
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26
Ibid.
27
Maturana, 2006.Op.cit. Maturana usó también el nombre político de “Patricio”.
28
Ibidem.
29
(Holzapfel, 2006).
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Veinte años después su balance del atentado es que fue crucial en el contexto de la
lucha con la dictadura para generar un cambio en la situación política del país:
30
Holzapfel. Op.cit.
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operan en su máxima fuerza represiva. Este extraño paréntesis realizado por el FPMR
sugiere que aún allí es posible que se produzca alguna ruptura que exceda las normas y las
reformule lo que finalmente revela la inestabilidad del sistema sexo-género y la movilidad
de sus fronteras. Al mismo tiempo, ese ritual nos hace pensar que incluso aquellos
individuos que afirman férreamente la identidad designada por su marca sexual son también
actores de este espectáculo de género, o intérpretes de esos ideales de género que, según
Butler, no poseen ningún vínculo necesario con el cuerpo biológico.
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Como propone Partha Chatterjee, la lectura en reversa permite comprobar que los
grupos subalternos pueden actuar políticamente, pero sólo adquieren capacidad de “agencia
política” en revueltas y rebeliones, donde muestran su personalidad autónoma. Pero en
periodos de normalidad, los subalternos no actúan políticamente, y es entonces cuando
sobresale el liderazgo de las elites nacionalistas que elaboran la historia, representándose
como los únicos protagonistas del Estado-Nación.
Como ocurrió en la mayoría de los países latinoamericanos, el Estado-Nación que
surgió en Chile después de la independencia de España, fue construido y gobernado por la
elite criolla blanca, que estableció un régimen colonial interno respecto de los indios,
esclavos descendientes de africanos, el campesinado mestizo y mulato, o los nacientes
proletariados (Subalternos, 1998).
El historiador Gabriel Salazar (2005, 2009) ha puesto en evidencia que las
Constituciones Políticas que Chile ha tenido desde 1833 hasta la fecha, han sido redactadas
por la oligarquía, a espaldas de la soberanía popular. La república “portaliana” se construyó
mediante la violencia y la imposición autoritaria del modelo de Estado que cobró forma con
la Constitución de 1833 y que permitió a la oligarquía, residente en Santiago, tomar el
control del país. En palabras de Salazar, el poder central arrasó con los poderes locales.
Intendentes, gobernadores, alcaldes pasaron a depender del Presidente de la República, en
una cadena de mando que anuló toda la soberanía comunal. Al Poder Ejecutivo, el
Presidente agregó el poder total de la administración interior, el poder electoral y
legislativo. Al mismo tiempo, excluyó a los grupos opositores (pipiolos) mientras el voto
censitario negaba la condición ciudadana formal a la masa popular (Salazar & Pinto, 2005).
Esta re-colonización y subalternización de los sujetos populares, consumada por la
oligarquía criolla no ocurrió solamente con un sesgo de clase social entre individuos de una
misma nación. También se observa una re-colonización trasnacional, representada por una
suerte de pacto entre la oligarquía criolla y potencias extranjeras, como el Imperio
Británico y el Imperio Norteamericano, quienes se aseguraron en la naciente república,
supuestamente descolonizada, del control de las materias primas: salitre y cobre,
respectivamente (Ortiz Letelier, 2005).
Moldeado por la herencia colonial, el país reprodujo relaciones de poder
asimétricas, en términos de centro/periferia, tanto hacia el exterior (porque Chile es un país
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4.- Conclusiones
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neoliberal. Este episodio puede ser leído como una “revuelta”, como una presión histórica
ejercida desde el lugar de los sujetos subalternos para desencadenar una mutación en la
construcción estatal expresa en la Constitución de 1980.
No obstante, el episodio del atentado representa, al mismo tiempo, el límite, la
negación y el enigma de la epistemología rodriguista que fracasa en su proyecto de
constituirse en vanguardia conductora de un proceso radical de (des)subalternización de la
ciudadanía popular chilena. Un proyecto que aborta, porque no se produce la conexión
esperada entre el movimiento social popular y el discurso político emancipador rodriguista,
en el marco de la utopía revolucionaria propuesta por el Frente al estilo de sus referentes
latinoamericanos que son la revolución cubana y nicaragüense. Así, la posición rodriguista,
termina siendo interpretada por los sujetos populares subalternos como otro discurso más
proveniente de una elite ilustrada, en este caso, por la teoría marxista-leninista de conquista
del poder.
Pero a la luz de la metodología de “escuchar la pequeña voz”, es posible pensar que
la solitaria voz de “Fabiola”, desbarata el silencio epistemológico que cautelaba la
memoria del atentado. Ella logra ser escuchada para enredar el argumento de la narrativa
oficial y pone a circular otra versión del atentado, revindicando de este modo su derecho a
historizar esta experiencia fuera de los límites impuestos por el discurso jurídico que lo
caratuló como simple delito, despojado de demandas de reformas políticas y sociales.
Bibliografía
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