El Arte Del Pensamiento Creativo

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Título original: The Art of Creative Thinking, publicado en 2015 por Sceptre,
un sello de Hodder & Stoughton, una empresa de Hachette UK.

Diseño y maquetación: Setanta


Revisión de estilo: Sílvia Senz
Edición a cargo de María Serrano

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación


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La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la
información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de
responsabilidad en caso de error u omisión.

© del texto: Rod Judkins, 2016


© de la edición castellana:
Editorial GG, SL, Barcelona, 2021
© de la traducción: Darío Giménez, 2020

Printed in Portugal
ISBN: 978-84-252-3318-0
Depósito legal: B. 12046-2021

Este libro se ha impreso sobre papel fabricado a partir de madera procedente de bosques y
plantaciones gestionadas con altos estándares ambientales, garantizando una explotación de los
recursos sostenible y beneficiosa para las personas. También para generar un menor impacto,
hemos dejado de retractilar nuestros libros. Con estas medidas, queremos contribuir al fomento
de una forma de vida sostenible y respetuosa con el medio ambiente.

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio


de Cultura y Deporte.

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Para Zelda, Scarlet y Louis

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Introducción

La primera vez que pisé una escuela de arte como alumno me sentí al
instante como en casa... por primera vez en mi vida.
En el colegio se reprimía y se apisonaba la creatividad. Era una

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cosa que los profesores y la autoridad decididamente temían. La con-
sideraban peligrosa, algo que no podían controlar. Apartaban a los
alumnos de ella del mismo modo que los apartaban de las drogas,
los atracos o los juegos de azar.
En la escuela de arte me encontré justo con lo opuesto. En aquel
ambiente, los errores eran algo bueno. Allí podías probar y fracasar.
No se ponía el acento en “hacerlo bien”. A mi alrededor, la gente ex-
perimentaba porque le daba la real gana y ya está, y hacían cosas que
carecían de sentido..., o, mejor dicho, hacían cosas porque carecían de
sentido. Se respiraba un aire de libertad y liberación, mientras que
en todo el resto del mundo la gente se dedicaba a ser irreflexivamen-
te razonable y hacía las cosas porque eran las que hacían todos los
demás. Paradójicamente, el pensamiento creativo en la escuela de
arte dio pie a logros más valiosos y útiles que los del enfoque lógico y
sensato. Muchos años después, cuando volví a la educación artística
como profesor universitario, constaté que el ambiente seguía siendo
el mismo.
Desde que salí de la escuela de arte, hace tantos años ya, he ido
compaginando roles diversos —de formador, artista, escritor, asesor
y conferenciante— y me he convertido también en cazador-recolector
de técnicas creativas. Tras acabar mis estudios en el Royal College of
Art he exhibido mis pinturas en solitario en numerosas ocasiones.
He expuesto en muchos países, así como en la Tate Britain, la Royal

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Academy y la National Portrait Gallery. Llevo dando clase en el Cen-
tral Saint Martins College of Art desde 1999 y, además, trabajo de
consultor creativo con empresas y negocios de todo el mundo, para
los que imparto talleres con los que resolver problemas profesionales
mediante la creatividad. En esos talleres salen a la luz técnicas útiles
para acceder a ideas originales y para ayudar a la gente y a las em-
presas a entablar una relación más directa con su propia creatividad.
Yo me esfuerzo con toda mi pasión en trasladar al mundo en ge-
neral el espíritu de creatividad existente en el mundo del arte. No he
escrito El arte del pensamiento creativo solo porque me apeteciera: lo
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he escrito porque era necesario. En los muchos años que llevo ayu-
dando a mis alumnos, a empresas y negocios de sectores diversos y
a personas de todas las esferas, desde científicos hasta oficinistas, he
sido testigo de que pensar de manera creativa puede transformar la
vida cotidiana. He demostrado que los principios de la improvisa-
ción del jazz pueden hacer que una oficina administrativa funcione
con fluidez y sin contratiempos; he ayudado a un emprendedor cuya
empresa de buceo se enfrentaba a la quiebra porque la zona se había
infestado de tiburones (para resumirlo: convertimos aquello en su pe-
culiar gancho comercial) y a una empresa a vender sus muebles de
diseño promocionándolos como incómodos.
Este libro pretende dar un repaso a muchas técnicas útiles de
pensamiento creativo, además de examinar los procesos mentales y
los métodos de los que se sirve la gente creativa y que pueden usar-
se para ayudar a cualquiera. Pero también quiero compartir las his-
torias de algunos de los obstáculos inevitables con los que se topan
quienes aspiran a pensar de manera creativa y los métodos que em-
plean para sortearlos. Se trata de desafíos que tenemos que afrontar
todos a diario en nuestra vida, sea cual sea nuestra carrera o especia-
lización: la angustia de pensar que carecemos de talento especial; la
falta de una pasión ardiente y resuelta; el afán de tener éxito en un
campo que en realidad no se nos da bien; el ser incapaces de ganarnos
la vida con lo que de verdad nos apasiona; cargarnos de un exceso de

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responsabilidades y compromisos, o sentirnos demasiado jóvenes o
demasiado viejos, demasiado ingenuos o demasiado hastiados.
Este libro no está pensado para leerlo de forma lineal. Cuando
notes que tienes la creatividad baja o que necesitas inspiración, ábre-
lo por cualquier página al azar.
El arte del pensamiento creativo nació como tributo a aquello que
todos podemos aprender en una escuela de arte, pero lo que confío
poder enseñar es, ante todo, que pensar de manera creativa no es una
actividad profesional, sino un método vivencial. La creatividad no tie-
ne que ver con pintar un cuadro, escribir una novela o diseñar una

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casa, sino con crearse a uno mismo, con crear un futuro mejor y apro-
vechar las oportunidades que ahora mismo se nos escapan.

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a ver qué pasa cuando
haces que pase algo

El artista surrealista Salvador Dalí apareció en un concurso televisi-


vo estadounidense titulado What’s My Line?, en el que unos famosos
con los ojos vendados interrogaban a un “invitado misterioso” para

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adivinar quién era, preguntándole por su ocupación. El panel de fa-
mosos fue planteando sus preguntas, pero la confusión se apoderó de
ellos casi al instante, porque Dalí no dejaba de responder: “Sí” a casi
todas sus preguntas. Le preguntaron si era escritor y respondió que
sí. Era cierto: además de tres obras de no ficción, Dalí había escrito
una novela, Rostros ocultos. Le preguntaron si era intérprete y dijo que
sí: había actuado en varias ocasiones. Llegados a cierto punto, una de
las componentes del panel, exasperada ya, exclamó: “¿¡Pero es que no
hay nada que no haga este hombre!?”.
Toda mente creativa anhela dar forma al mundo que la rodea.
En What’s My Line?, Dalí podría haber dicho que era diseñador de
mobiliario: creó muchas sillas, y su sofá Mae West con forma de la-
bios se ha convertido en todo un clásico del diseño. Como cineasta
fue partícipe de las rompedoras películas Un perro andaluz y La edad
de oro. También fue la mente pensante de la etérea secuencia onírica
de la película Recuerda, de Hitchcock, y del original corto de anima-
ción Destino, creado en colaboración con Walt Disney. Como diseña-
dor de joyas, creó intrincados diseños de orfebrería que a menudo
integraban partes móviles, como el Corazón real, hecho en oro con
rubíes y diamantes incrustados y cuyo centro late como un corazón
de verdad. Como arquitecto, proyectó edificios, de los que destacan
su casa en Port Lligat y su extraordinario Teatro Museo de Figue-
res. Quería una casa, así que se hizo una. ¿Por qué encargarle a otro

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que la hiciese? También diseñó escenografía teatral, ropa, tejidos y
frascos de perfume. El fabricante de caramelos Chupa Chups (que
se siguen vendiendo hoy) le pidió a Dalí que le diseñase un nuevo
logotipo. Él creó su emblema de la margarita y la rotulación que se
siguen usando en la actualidad. Incluso sugirió que el logo quedase
en la parte superior del envoltorio para que siempre estuviese com-
pletamente expuesto a la vista, un consejo que el fabricante siguió.
Dalí podría haber pensado: “Soy un artista surrealista famoso y rico
y me he ganado un lugar en la historia del arte”, pero no lo hizo,
se lanzó a probar todo aquello que le parecía curioso o divertido.
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Carecía en su mente de reglas sobre lo que era importante o irrele-


vante. Dalí llegó incluso a crear una persona —a la que se suele lla-
mar la Frankenstein de Dalí—, Amanda Lear. La conoció en un local
nocturno en 1965, cuando ella se hacía llamar Peki d’Oslo. Dalí la
rebautizó, la rehizo y difundió historias misteriosas acerca de ella,
con lo que consiguió lanzarla al mercado musical y artístico, donde
luego ella arrasó.
La escuela y la sociedad hacen que creamos que tenemos limi-
tadas las capacidades y nos despojan de nuestra confianza creativa.
Aunque nacemos dotados de una imaginación, intuición e inteli-
gencia increíbles, a mucha gente se la adiestra para que no use esos
poderes y, a resultas de ello, se van marchitando. Nuestros colegios,
familiares y amigos proyectan sobre nosotros una visión limitada de
nuestras capacidades. Cuando la persona creativa quiere algo, se lan-
za a probarlo. No todos los diseños, las películas y los experimentos
en diversos medios que hizo Dalí le salieron bien, pero suficientes de
ellos le funcionaron, y eso le granjeó cierto respeto.
Puedes aplicar un talante creativo a todo aquello que haces y
enriquecer así todos los aspectos de tu vida. La creatividad no es un
interruptor que se pueda apagar y encender; es una manera de ver
el mundo que te rodea, de involucrarte en él y de reaccionar ante él.
Los creativos son creativos cuando archivan documentos, cuando co-
cinan, cuando planifican horarios o cuando hacen las tareas de casa.

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Intenta desarrollar una manera de pensar alternativa que pueda apli-
carse a cualquier proyecto o reto que te propongas, por muy alejado
que esté de tu zona de confort.

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Creo que a cualquier actor que se
precie le interesa demostrar toda la
versatilidad de la que es capaz.
Daniel Radcliffe

¿Estás de acuerdo? Aventúrate a salir de tu zona


de confort en el siguiente capítulo.

¿No estás de acuerdo? Descubre por qué la


creatividad y la pulcritud no se llevan bien
en la pág. 157.

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sé siempre el eterno
principiante

Tuve que crear una nueva serie de televisión. Nunca había hecho
nada parecido. Yo era artista, pintor, y ahí me tenía que ver, delante
de treinta profesionales de la tele que me miraban con impaciencia y
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expectación.
No tenía ni idea de en qué me estaba metiendo cuando acepté el
trabajo. La cadena Dubai TV me había pedido que impartiese unos
talleres creativos que había concebido para mis alumnos del Central
Saint Martins. El CSM los había puesto a disposición del público ge-
neral. La cadena de televisión me pagó el vuelo a Dubái y me cubrió
de lujos: una habitación en el Dubai Hilton, una limusina con conduc-
tor, los gastos, el trabajo. Me sentí comprometido con ellos y me había
preparado con esmero. No quería llegar hasta allí y descubrir que me
había dejado alguna cosa importante.
Habían alquilado una sala de conferencias en un hotel de cin-
co estrellas para que impartiese mi taller. Cuando me hicieron entrar
allí para conocer al equipo de producción, el gerente se volvió hacia
mí y me dijo: “Ah, por cierto, en lugar de los talleres, nos gustaría que
nos ayudases a crear una teleserie ambientada en Dubái”. Aquello
me cayó encima como un jarro de agua fría. Toda mi preparación se
fue al garete.
Así que me quedé allí plantado ante el impaciente equipo de
producción. La sala rebosaba esplendor y opulencia: mantelería bor-
dada, sillas ornamentadas y pantallas de alta tecnología por doquier.
Yo no podía estar más cohibido. Estaba acostumbrado a los estudios
de artista, con manchurrones de pintura por las paredes y suelos des-
nudos, a lugares donde uno podía equivocarse con total libertad. Les

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solté una breve charla sobre mí; en realidad estaba ganando tiempo,
tratando de dilucidar qué hacer. Sabía que no iba a poder producir
nada creativo en aquella sala, por mucho que hubiesen invertido
una fortuna en alquilarla. Iba a tener que alterarla. Para desazón del
personal del hotel, les hice quitar de allí todas las mesas y sillas. No
quería que la gente se sentase y se relajase. Una vez que estuvo la ha-
bitación vacía me encontré más a gusto. Ahora era como un lienzo
en blanco para un pintor o un folio en blanco para un escritor. No
obstante, eso molestó claramente a toda aquella gente.
A la cadena le costaba concebir una nueva teleserie porque sus

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ideas eran predecibles y sosas. Y querían que yo las revitalizase. Les
dije que iba a ser más fácil descartar sus ideas y empezar de cero. Me-
jor pensar en ideas nuevas que perder el tiempo intentando rescatar
ideas viejas. Eso también les molestó.
El equipo de guionistas, cámaras, personal de producción,
técnicos de sonido, escenógrafos, diseñadores de vestuario y demás
mantenía unas actitudes que no hacían sino asfixiar el pensamiento
creativo: “Llevo años haciendo esto. Soy un experto. Me he formado
para hacer esto como debe ser y sé exactamente lo que estoy hacien-
do”. Querían hacer las cosas del modo en que siempre las habían he-
cho. Me quedó claro que no iba a poder trabajar con ellos hasta que
abriesen su mente a nuevos métodos.
Les cambié los papeles. Les pedí a los cámaras que escribiesen
ideas de guion, a los de vestuario que escribiesen personajes, a los de
sonido que pensasen en localizaciones, y así. Se pusieron furiosos.
Tuve que convencerlos de que hicieran la prueba. Al final, se
abrieron un poco y accedieron a probar. El miedo al fracaso se desva-
neció al librarse del peso de las expectativas. Ya no tenían que prote-
ger su reputación, porque no estaban haciendo aquello para lo que se
habían formado. Se pusieron a improvisar. A jugar. Fueron surgien-
do ideas nuevas y originales. Se lo pasaron bien. Se liberaron. Escri-
bimos unos cuantos guiones con personajes emocionantes, localiza-
ciones insólitas y tramas argumentales innovadoras. Querían que los

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actores se pusieran a ensayar sus papeles y empezar a rodar “como es
debido”. Yo les señalé que eso era lo que solían hacer. En lugar de eso,
rodamos un episodio rudimentario en el que ellos mismos interpre-
taron a los personajes. Fueron improvisando otras ideas insólitas e
interesantes a medida que rodábamos.
Más adelante, cuando yo ya estaba de regreso en Inglaterra, aca-
baron de desarrollar aquellas ideas iniciales. La serie se emitió. Para
Dubái, aquella fue una serie original y distinta. El proceso había de-
terminado el resultado final.
Hay que sacarle todo el partido a la inexperiencia. El principian-
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te aporta una perspectiva fresca. Los amateurs y los no profesionales


están abiertos a ideas nuevas y dispuestos a probarlo todo. No saben
cómo “se tienen que” hacer las cosas y todavía no se han atrincherado
en ningún método determinado. Para ellos nada está “mal”, porque
no saben qué es lo que está “bien”.
Es importante evitar convertirse en un experto, un especialista
o una autoridad. Los expertos no hacen más que remitirse a su expe-
riencia pasada. Lo que les haya funcionado en el pasado, eso es lo que
repetirán. Transforman el conocimiento en un ritual repetitivo. Su
experiencia se convierte en una camisa de fuerza. Además, los exper-
tos aducen tener muchos años de experiencia, pero lo que tienen en
realidad es un solo año de experiencia repetido muchas veces. Con-
sideran los nuevos métodos una amenaza para su experiencia y se
esmeran por erradicarlos.
Para aportarte aire fresco o aportárselo a tu empresa, dedica un
día a trabajar en algo que te parezca valioso pero que no sea lo que
“deberías” estar haciendo. Cambiar de tareas genera un ambiente
que alienta la innovación. No dejes de buscar nuevos modos de hacer
las mismas cosas y no repitas aquello que ya sabes. No hagas las co-
sas de la manera habitual, hazlas de manera inusual.

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Lo que sé hacer es seguro que ya lo
he hecho, de ahí que tengo que hacer
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siempre lo que no sé hacer.
Eduardo Chillida

¿Te inspira? Descubre al arquitecto autodidacta


de la pág. 76.

¿No te inspira? Imita a tus ídolos en la pág. 175.

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échale la culpa
a Miguel Ángel

El culto al genio creativo surgió con la primera superestrella de las


artes, Miguel Ángel. En 1550, el que fue su biógrafo y gurú de relacio-
nes públicas, Vasari, promocionó el concepto de “Miguel Ángel el Di-
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vino”. Su talento era un don de Dios, según Vasari, que afirmaba que
Dios solo otorgaba semejante destreza a unos pocos privilegiados, los
elegidos. Aquel concepto propició una actitud elitista y desmotivado-
ra hacia la creatividad.
Lo que Vasari olvidó mencionar fue que Miguel Ángel se sus-
tentaba en una legión de ayudantes. En los archivos constan cente-
nares de facturas de sus muy cualificados ayudantes; una docena
de ellos estuvieron trabajando de continuo en el techo de la Capilla
Sixtina, por ejemplo, lo que explica la magnitud en escala de seme-
jante hazaña y el hecho de que esa tarea pudiera parecer físicamente
imposible. Para mí, eso no le resta importancia a ese logro. Su papel
era parecido al de un director de cine, como un Francis Ford Coppo-
la en el mundo actual, alguien que lleva a cabo un proyecto ingente
dirigiendo a un equipo técnico para cumplir su visión. Un logro in-
creíble, pero no sobrehumano. Si bien la trilogía de El padrino fue la
visión de Coppola y este consiguió unas interpretaciones increíbles
de Marlon Brando y del resto del reparto, no sería justo atribuirle al
director cosas como el diseño de vestuario, la escritura del guion, la
iluminación, la edición y las demás tareas relacionadas con la crea-
ción de una película.
Miguel Ángel, que sin duda alguna es uno de los grandes genios
que ha dado el mundo, más que un don divino lo que tenía era un
talento que alimentaba con intensidad. Criado entre trabajadores de

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cantera, a los seis años ya era capaz de cincelar y cortar bloques de
piedra. A los doce llevaba ya a sus espaldas miles de horas de tallado
de la piedra. A los catorce entró de aprendiz en el estudio de un artis-
ta. Ese grado de formación especializada resulta hoy imposible. De
hecho, es hasta ilegal.
Los maestros de antaño son una gran fuente de inspiración,
pero no podemos intentar siempre imitar su grado de habilidad.
Debemos descubrir nuestros propios puntos fuertes. Cuando im-
parto talleres sobre creatividad para empresas, trato de que todo
el mundo participe: los contables, los administrativos, los técnicos,

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todos los que estén por allí, no solo los “creativos”. Al final de las se-
siones, los “no creativos” se sorprenden de lo creativos que son. Les
han hecho creer que carecen de esa capacidad y, por consiguiente,
les falta confianza. El pensamiento creativo es como un músculo
que hay que fortalecer mediante el ejercicio. Muchas veces propon-
go ejercicios que duran cinco o diez minutos, algo así como las se-
ries de ejercicios breves que hacen los deportistas para ponerse en
forma.
¿Cuántas veces habrás oído eso de “no soy capaz de dibujar ni
aunque me maten” o lo de “tengo un oído fatal”? El concepto de talen-
to innato merma la confianza. Mucha gente no llega a desarrollar su
talento porque se les ha hecho creer que no han nacido con la dosis
necesaria para ser profesionales.
Muchas veces se confunde el “talento” con la “habilidad innata”,
pero también hay mucha gente que confunde sencillamente “talento”
con “habilidad”. En la actualidad, una mente creativa no busca de-
mostrar pericia técnica o maestría, sino que se centra más en comuni-
car ideas y conceptos por cualquier medio que se le antoje adecuado.
Aporta más interés que un ingeniero construya un cohete a base de
piedras, que un artista pinte con sangre o que un arpista toque músi-
ca con cuerdas de tender la ropa. Nuestra tarea es desarrollar nuestro
potencial creativo, adopte la forma que adopte y pensemos o no que
hemos nacido con él.

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No todo el mundo tiene la misma


clase de talento, así que uno descubre
cuál es el suyo y trabaja con él.
Frank Gehry

¿Te convence? Descubre lo que tienen que decir los


Beatles sobre talento y esfuerzo en la pág. 30.

¿No te convence? Veamos si Picasso es capaz


de convencerte en la pág. 177.

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sé el medio de tu medio

¿Se desintegró el transbordador espacial Columbia al reintegrarse a


la atmósfera terrestre y mató al instante a sus siete tripulantes por
culpa de una diapositiva de PowerPoint mal diseñada? Durante el

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lanzamiento, unos días antes, una pieza de la espuma aislante había
colisionado con el ala del transbordador. Mientras el Columbia se-
guía orbitando la Tierra, los ingenieros de la NASA les presentaron a
sus superiores los resultados de la investigación. La pieza de espuma
era miles de veces mayor que cualquier otra cosa que hubiesen usado
en sus pruebas y tal vez hubiese causado una rotura seria. Por des-
gracia, aquella advertencia la presentaron en PowerPoint. Sus supe-
riores salieron de la reunión convencidos de que todo iba bien.
Una presentación que impresione visualmente cuenta una his-
toria, atrapa al público y dota de significado a la información, ade-
más de hacerla amena y embellecerla. La magnitud del problema al
que se enfrentaba la NASA pasó inadvertida. Quedó enterrada en
una diapositiva abarrotada de listas con topos. Edward Tufte, pro-
fesor de la Universidad de Yale que investiga sobre la presentación
de información visual, profundizó en el incidente y demostró que el
PowerPoint, por su propio diseño, no contribuía al buen raciocinio.
Criticó el formato: unas ideas complejas apretujadas en forma de lis-
tas con topos distorsionan la información. Si se hubiera presentado
en otro medio, casi con toda probabilidad podría haberse evitado el
desastre. Un consejo independiente llegó a la misma conclusión tras
leer el análisis de Tufte y afirmó que “no cuesta entender que un alto
directivo pudiera leer esa diapositiva de PowerPoint y pasar por
alto que se refería a una situación que ponía vidas en peligro”.

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Tu entorno de trabajo, ya se trate de un supermercado, una ofi-
cina, un estudio o una obra de construcción, te persuade para que
trabajes y pienses de determinada manera. Cuanto más consciente
seas de ello y cuanto más comprendas tu medio, más partido podrás
sacarle. Una reunión sobre finanzas no tiene que ver con las finanzas,
sino con las reuniones: su formato, sus políticas internas, sus jerar-
quías y la manera con la que se gestionan y dirigen las cosas. La de-
cisión más habitual que se toma en una reunión es la de celebrar otra
reunión. Y esa no es en realidad una decisión.
Los artistas fueron los primeros en indagar en esta idea, en
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concreto los surrealistas. Las pinturas de René Magritte eran cua-


dros que iban sobre cuadros. Sus ideas surrealistas han ejercido una
profunda influencia en nuestra manera de entender de qué manera
el medio transforma el mensaje. En lugar de crear una obra artística
sobre algo que había observado, su trabajo reflexionaba sobre qué era
un cuadro y cuál era el verdadero efecto que causaba en el espectador.
Le pedía a su público que cuestionase la ilusión que se le presentaba.
En la pintura de Magritte La traición de las imágenes aparece una
pipa bajo la cual una inscripción reza “Esto no es una pipa”. A prime-
ra vista esto nos parece una contradicción, pero en realidad es cierto:
eso no es una pipa, sino la imagen de una pipa. Magritte señalaba así
que un cuadro es una ilusión. Intentaba entender el lenguaje de la
pintura, cómo funcionaba y cómo transmitía ideas, así como cuestio-
nar las percepciones precondicionadas que del arte tiene el especta-
dor. Un cuadro de flores no va sobre flores, va sobre el medio pictóri-
co: las tradiciones, la historia, el marco, la galería y las expectativas
que tiene quien lo contempla.
Los artistas como Magritte comprendían su medio y transmitían
una información que era poesía visual. Eso la hacía más memorable y
fácil de entender, a diferencia de la información de los carteles, la tele-
visión, los periódicos e internet con la que se nos bombardea hoy. Nos
ahogamos en ella. Nos aturden con presentaciones en PowerPoint pla-
gadas de listados con topos que nos atosigan. Esas listas son asesinas.

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La mayoría de la gente la componen consumidores pasivos que
nunca analizan su medio ni su entorno. En el cine, el público se deja
llevar por la ilusión y disfruta del espectáculo. Para quien piensa de
forma creativa, el entretenimiento radica en deconstruir ese espec­
táculo y analizar cómo podría haberse estructurado la película de un
modo distinto. ¿Y si se intercambiasen la última escena y la primera?
¿Y si se intercambiasen los papeles el personaje protagonista y el se-
cundario? ¿Y si se convirtiese en una película muda? Imaginar cómo
podrían alterarse los elementos agudiza el pensamiento creativo.
Para prosperar en cualquier esfera de actividad necesitas adquirir

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una comprensión profunda de esa esfera.

Los nuevos medios no son puentes


entre el hombre y la naturaleza:
son la naturaleza.
Marshall McLuhan

¿No te va ser el medio de tu medio? Pues sé tu


objeto de estudio, de dentro afuera, en la pág. 59.

23
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