Biografia de Esteban

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BIOGRAFIA DE ESTEBAN

(gr. «stephanos» = «corona»).

La primera mención de este protomártir de la fe cristiana se halla encabezando


la lista de los siete que los cristianos de Jerusalén eligieron bajo sugerencia de
los apóstoles, para presidir la distribución de las limosnas en la iglesia (Hch.
6:5).

Los helenistas (judíos de la diáspora, de habla griega) se quejaron de


injusticias que se cometían con respecto a sus viudas. La elección de Esteban,
que tenía un nombre griego, hace suponer que él mismo era helenista,
probablemente procedente de fuera de Palestina. Fue de este mismo medio
helenista que se suscitó la persecución (Hch. 6:9).

Esteban era un hombre destacado, lleno de fe y del Espíritu Santo (Hch. 6:5);
predicaba el camino, y llevaba a cabo grandes milagros (Hch. 6:8). En vista de
su actividad, los judíos de la dispersión, que tenían sinagogas en Jerusalén,
empezaron a oponerse a la iglesia. Los primeros perseguidores fueron los de la
sinagoga de los Libertos y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia, y de Asia
Menor (Hch. 6:9). Acusaron a Esteban de haber blasfemado contra Moisés y
contra Dios, afirmando que Jesús destruiría el Templo y que cambiaría las
costumbres que venían de Moisés (Hch. 6:11-14). Lucas declara que se
presentaron falsos testimonios contra Esteban, como había sucedido con
Cristo. Esteban, presentado ante el sanedrín, pronunció el discurso recogido en
Hch. 7:2-53. Para mostrarles con claridad que Dios había dirigido a Israel hacia
una meta precisa, Esteban les recordó que Dios había elegido a los patriarcas
(Hch. 7:2-22). Después les expuso cómo en la época de Moisés, y
posteriormente, los israelitas se opusieron sin cesar a los designios de Dios
(Hch. 7:23-43), y cómo no supieron discernir el carácter temporal y simbólico
del Tabernáculo ni del Templo (Hch. 7:44-50). Al llegar a este punto del
discurso, censuró a sus oyentes, acusándolos de resistir al Espíritu Santo como
lo habían hecho sus padres, y de no haber observado la Ley (Hch. 7:51-53). En
este momento, los judíos, rechinando los dientes, estaban dispuestos a
lanzarse contra él; Esteban vio a Jesús de pie a la diestra de Dios, como listo
para recibir a su testigo. Ante esta revelación de Esteban, los judíos se
apoderaron de él, lo sacaron a las afueras de la ciudad, y lo apedrearon. La ley
romana prohibía la ejecución de quien fuera sin antes haber visto la causa la
autoridad romana. La muerte de Esteban fue un linchamiento debido al
fanatismo de sus adversarios.

Pedro demuestra que el cristianismo es el cumplimiento de las profecías.


Esteban expone que la historia de Israel desembocaba en el nuevo pacto. En
su declaración de que el judaísmo no puede limitar al cristianismo, Esteban no
revela el aspecto universal del Evangelio. Tampoco da ninguna indicación
acerca de la doctrina de la Iglesia. Estas cuestiones serían reveladas por medio
de Pablo. La persecución que siguió al martirio de Esteban dispersó a los
cristianos.
Como consecuencia, se evangelizó a los samaritanos y, posteriormente, a los
gentiles.
Las últimas palabras del diácono, cuyo rostro se parecía al de un ángel (Hch.
6:15), fueron una oración en favor de sus perseguidores: «Señor, no les tomes
en cuenta este pecado» (Hch. 7:60).
Saulo de Tarso había dado su aprobación a la muerte de Esteban, y guardó las
ropas de sus verdugos (Hch. 7:58; 8:1).
En vista de una muerte tan triunfal, se suscita la reflexión de si uno de los
«aguijones» que Jesús mencionó a Saulo en el camino de Damasco no había
sido este mismo hecho (Hch. 9:5). La muerte de Esteban fue un aparente
fracaso. Pero, si su muerte había sido un medio para empezar a tocar la
conciencia de Saulo, ¿no fue en realidad una gran victoria?

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