Imperio Aqueménida
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Para todos los imperios conocidos con el nombre de "persa", véase Imperio persa.
Aqueménidas
Hakhāmanishiya
Imperio de la Antigüedad
550 a. C.-330 a. C.
Ciro el Grande
Darío III
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Dinastía XXVI de Egipto ←
→ Reino de Macedonia
Persa antiguo: Xšâyathiya Xšâyathiyânâm
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El Imperio aqueménida (persa: ;شاهنشاهی هخامنشیpersa antiguo: 𐎧𐏁𐏂𐎶 Xšāça, "El
Imperio"23) es el nombre dado al primer y más extenso de los imperios de los
persas,4 el cual se extendió por los territorios de los actuales estados de Irán,
Irak, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, Turquía, Rusia, Chipre, Siria, Líbano,
Israel, Palestina, Grecia y Egipto. El imperio fue fundado por Ciro el Grande tras
independizar Persia y conquistar Media en el año 550 a. C.4 y alcanzó su máximo
apogeo durante el reinado de Darío el Grande (r. 522-486 a. C.), cuando llegó a
abarcar parte de los territorios de Libia, Bulgaria y Pakistán, así como ciertas
áreas del Cáucaso, Sudán y Asia Central. Las grandes conquistas hicieron de Persia
el imperio más grande en extensión hasta entonces,4 lo que la convirtió en quizás
la primera superpotencia del mundo.3 Su existencia terminó en el año 330 a. C.
cuando el último rey aqueménida, Darío III, fue vencido por el conquistador
macedonio Alejandro Magno.4
Índice
1 Fuentes
1.1 Fuentes literarias
1.2 Fuentes epigráficas
1.3 Fuentes arqueológicas
2 Historia
2.1 Antecedentes
2.2 Las grandes conquistas
2.3 Crisis y reestructuración
2.4 Las guerras médicas
2.5 De Jerjes I a Artajerjes II
2.6 Fin del Imperio persa
3 Política y administración
3.1 Organización social
3.2 Dones y honores reales
3.3 Las satrapías
4 Economía
4.1 Moneda
5 Comunicaciones
6 Cultura
6.1 Lenguas
6.2 Costumbres
6.3 Religión
6.4 Arte y arquitectura
7 Reyes y líderes aqueménidas
7.1 No confirmados
7.2 Confirmados
8 Véase también
9 Notas
10 Referencias
11 Bibliografía
11.1 Para saber más
11.1.1 En inglés
11.1.2 En alemán
11.1.3 En español
12 Enlaces externos
Fuentes
Las fuentes para el estudio del Imperio aqueménida son especialmente problemáticas,
no tanto por su escasez como por ser a menudo contradictorias entre sí. Asimismo,
no todas las regiones ni las épocas están documentadas por igual: en el aspecto
cronológico, la mayor parte de la documentación se refiere al siglo V a. C., en
tanto que de la época anterior a la conquista de Alejandro hay mucha menos
información; en el aspecto geográfico, es mucho más abundante la información
referente a las regiones occidentales del Imperio, más cercanas a las ciudades
griegas, que a su parte oriental.5
Fuentes literarias
Antes de que se iniciasen las excavaciones arqueológicas, la historia aqueménida se
conocía únicamente a través de los escritos de autores clásicos (griegos y, en
menor medida, romanos), y de la Biblia. Entre los autores clásicos destaca
particularmente el historiador griego Heródoto, que escribió en el siglo V a. C., y
cuyo propósito principal es exaltar los éxitos de los griegos durante las Guerras
Médicas. Su obra es útil para conocer el primer período de la historia aqueménida,
especialmente en lo que se refiere a su frontera noroccidental. Durante el siglo IV
a. C. aportan también información sobre el Imperio aqueménida las obras de Ctesias
y de Jenofonte. Todos los autores griegos, sin embargo, coinciden en lo esencial de
su visión del Imperio aqueménida: por un lado, admiran su riqueza y su poder, pero
por otro consideran su sistema político corrupto y decadente, y presentan al
monarca como una figura débil, víctima de las maquinaciones de las mujeres y los
eunucos de la corte.5
Fuentes epigráficas
Junto con las inscripciones son también una importante fuente de información los
textos en arameo y en egipcio demótico hallados en Egipto,7 así como un número
importante de documentos en idioma acadio hallados en Babilonia. Entre estos
últimos se destacan numerosos archivos administrativos de los templos y de algunas
familias poderosas como Egibi y Murashu.5 Adicionalmente, los archivos elamitas de
Persépolis (el de la Fortaleza y el del Tesoro) iluminan la "economía real" del
área de las capitales.8
Fuentes arqueológicas
Las excavaciones son todavía muy incompletas. Las principales son los grandes
centros reales, Pasargada, Persépolis y Susa, así como tumbas rupestres como las de
Naqsh-e Rostam. Las excavaciones se han visto dificultadas porque algunos sitios,
como por ejemplo, Arbela y Ecbatana, están actualmente cubiertos por grandes
ciudades modernas (Erbil y Hamadán, respectivamente). Otro factor negativo es el
tradicionalmente escaso interés de los arqueólogos por el período en cuestión, lo
que llevó a que los niveles de ocupación de época aqueménida hayan sido pobremente
documentados.9
Historia
Persia comenzó como un estado tributario del Imperio medo, pero esta terminó
derrocándolo y amplió sus dominios hasta abarcar Egipto y Asia Menor. Con Jerjes I
llegó casi a conquistar la Antigua Grecia, pero fueron eventualmente derrotados por
las fuerzas griegas.
Antecedentes
Los persas pertenecían a los grupos iranios que se habían establecido siglos atrás
en la meseta de Irán, y habitaban la actual provincia de Fars (Irán), una región de
tradicional influencia elamita. Se dedicaban de modo destacado a la cría de ganado,
aunque con el tiempo fueron adoptando la agricultura. La historia de los primeros
reyes persas, quienes habrían vivido durante el siglo VII a. C. y la primera mitad
del siglo VI a. C., es poco conocida. De acuerdo con la genealogía tradicional,
basada en la Inscripción de Behistún de Darío I (ca. 518 a. C.) y en el historiador
griego Heródoto de Halicarnaso, los persas habrían sido gobernados por la dinastía
aqueménida, fundada por su epónimo Aquemenes (en antiguo persa, Haxamaniš, ‘el que
tiene el espíritu de un seguidor’10). Le sucedió su hijo Teispes (Cišpi), de quien
se sabe por inscripciones de sus sucesores que utilizó el título de "rey de
Anshan".11
La dinastía se habría dividido entonces en dos linajes: uno comenzado por Ciro I,
rey de Anshan, y continuado por su hijo Cambises I y su nieto Ciro el Grande, y
otro por Ariaramnes, bisabuelo de Darío I. Ciertas inscripciones se refieren a
Ariaramnes y a su hijo Arsames como reyes de Persia. Esto llevó a que se especulara
sobre una supuesta división del reino de Teispes entre Ciro I y Ariaramnes, quienes
habrían reinado, respectivamente, en Anshan y en Persia. 12
Según Heródoto, los persas de las épocas tempranas eran vasallos de sus poderosos
vecinos, los medos.
Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después "el
Grande", emprendió la conquista de Babilonia (con lo que puso fin al Imperio
neobabilónico), Siria, Judea y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor, cayó
en poder de Ciro hacia el 545 a. C.16 Se cree que la guerra contra el Imperio
neobabilónico, que se encontraba rodeado por los persas en sus fronteras oriental y
septentrional, habría comenzado hacia finales de la década de 540 a. C. En
cualquier caso, en el año 539 Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias,
haciéndose presente Ciro días más tarde. El nuevo gobernante asumió la titulatura
regia babilonia, que incluía los títulos de rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad
y rey de los países. Ciro se presentó a sí mismo como el "salvador" de las naciones
conquistadas. Para reforzar esta imagen y "crear condiciones de cooperación con las
elites locales",17 protegió los cultos (como el de Marduk en Babilonia) y restauró
templos y otras infraestructuras en las ciudades recientemente adquiridas. Con ello
Ciro se ganó el apoyo de buena parte de la casta sacerdotal de Babilonia, la que en
los textos (el Cilindro de Ciro, el Poema sobre Nabonido) por lo general se muestra
favorable hacia él. En el Tanaj, Ciro es bienvenido por el Segundo Isaías, un judío
de Babilonia. Asimismo, de acuerdo a los libros bíblicos de Esdras y Nehemías, Ciro
permitió regresar a Judea y reconstruir el Templo a los judíos cautivos en
Babilonia. A diferencia de los conquistadores asirios y babilonios precedentes,
Ciro trató con benevolencia a los pueblos sometidos y perdonó a los reyes enemigos.
En general, Ciro siguió la estrategia de dejar las estructuras administrativas de
los lugares conquistados, pero sometiéndolos al poder imperial.18
Crisis y reestructuración
La primera fase (490 a. C.) consistió en una invasión por mar de un ejército persa
enviado por Darío I. El ejército persa desembarcó en la Grecia continental, que
protegía a las rebeldes colonias griegas bajo su égida. Milcíades encabezó un
ejército que partió a detener a los persas; los venció sorprendentemente en la
batalla de Maratón del 490 a. C.; debido a esta derrota, el rey persa se vio
obligado a fijar los límites de su imperio de nuevo en Asia Menor.
La segunda fase de las guerras empezó el año 480 a. C., con una nueva invasión
persa. El rey Jerjes I (485-465 a. C., persa antiguo Xšayarša, ‘héroe entre
reyes’), hijo de Darío I, despachó un ejército por tierra a Grecia. Penetró en esta
por el norte, sin encontrar apenas resistencia en Macedonia y Tesalia, pero un
pequeño contingente griego lo detuvo durante tres días en las Termópilas. Se
trataba de un ejército de las múltiples ciudades-Estado griegas de aproximadamente
seis mil guerreros (espartanos, tespios, tebanos...) dirigidos por el rey de
Esparta Leónidas I. Trescientos espartanos, setecientos tespios y cuatrocientos
tebanos acaudillados por Leónidas murieron en la batalla conteniendo a los persas,
mientras el resto del ejército se retiraba hacia Ática, tras ser traicionados por
un griego que enseñó al enemigo un camino que le permitió atacarlos por la espalda.
En la batalla naval simultánea en Artemisio, grandes tormentas destruyeron naves de
los dos bandos. El enfrentamiento concluyó prematuramente cuando los griegos
tuvieron noticia de la derrota en las Termópilas y se retiraron. Fue una victoria
estratégica de los persas que les dio el control de Artemisio y del mar Egeo, que a
partir de entonces dominaron sin oposición.
De Jerjes I a Artajerjes II
Bol de oro aqueménida con imaginería de leones.
Artajerjes I murió fuera de Persis, pero su cuerpo fue llevado allí para ser
enterrado junto a sus antepasados, probablemente en Naqsh-e Rustam. Se produjo una
situación similar a la de la muerte de Jerjes I. Los tres hijos de Artajerjes
disputaron el trono, sucediéndose en el mismo año Jerjes II (su hijo mayor, que le
sucedió y fue asesinado por uno de sus hermanastros unas pocas semanas más tarde),
Sogdiano, y Darío II. Darío II, que estaba en Babilonia cuando murió su hermano
Jerjes, reunió apoyo para sí mismo, marchó hacia el Este y depuso y ejecutó al
asesino y fue coronado en su lugar.
A Darío le sucedió su hijo Artajerjes II, que reinó en el período 404 a. C.-359 a.
C. Plutarco cuenta (probablemente por autoridad de Ctesias) que el desplazado
Tisafernes se acercó al nuevo rey el día de su coronación para advertirle de que su
hermano menor, Ciro el Joven estaba preparándose para asesinarlo durante la
ceremonia. Artajerjes arrestó a Ciro y lo habría ejecutado si no hubiese
intercedido su madre Parisatis. Ciro fue entonces enviado como sátrapa de Lidia,
donde preparó una rebelión armada que estalló en el año 401 a. C. Con mercenarios
griegos, Ciro obtuvo la victoria en la batalla de Cunaxa, pero resultó muerto en la
misma. Así, Artajerjes II conservó el trono, construyó una gran flota, y recuperó
el dominio de Asia Menor y Chipre.
Artajerjes II fue el rey aqueménida que tuvo más largo reinado (45 años). Seis
siglos más tarde, Ardacher I, fundador del segundo Imperio persa, se consideraría a
sí mismo como el sucesor de Artajerjes, un gran testimonio de la importancia de
Artajerjes para la mentalidad persa. Durante su reinado se realizaron actividades
de construcción en Susa y Ecbatana. Aunque no se conocen construcciones suyas en
Persépolis, fue él el primer rey aqueménida en ser enterrado en sus cercanías.21 En
el ámbito religioso, Artajerjes protegió el culto de los dioses iranios Mitra y
Anahita, a los cuales introdujo en sus inscripciones a la par de Ahura Mazda. De
acuerdo a la información proporcionada por Beroso, Artajerjes protegió el culto de
Anahita en numerosas regiones del Imperio, incluyendo áreas occidentales no-
iránicas como Damasco o Sardes.22Igualmente, pueden datarse de este reinado la
extraordinaria innovación de los cultos de santuarios zoroastrianos, y fue
probablemente durante este período que el zoroastrismo se difundió a través de Asia
Menor y el Levante mediterráneo y desde allí a Armenia.[cita requerida] Los
templos, aunque servían a un propósito religioso, no eran sin embargo un acto
puramente desinteresado: también servían como importante fuente de ingresos. De los
reyes babilónicos, los aqueménidas habían tomado el concepto de impuesto del templo
obligatorio, un diezmo que todos los habitantes pagaban al templo más cercano a su
tierra u otra fuente de ingresos (Dandamaev & Lukonin, 1989: 361–362). Una parte de
este ingreso llamado el quppu ša šarri (‘arcón del rey’) ―una ingeniosa institución
originariamente introducida por Nabónido― fue entonces pasada al gobernante.
En dos épocas diferentes, los aqueménidas gobernaron Egipto aunque por dos veces
los egipcios lograron una independencia temporal de Persia. Siguiendo la práctica
de Manetho, los historiadores egipcios se refieren a los períodos en Egipto cuando
la dinastía aqueménida gobernaba como la dinastía XXVII de Egipto, 525–404 a. C.,
hasta la muerte de Darío II, y la dinastía XXXI de Egipto, 343–332 a. C., que
comenzó después de que Nectanebo II fuese derrotado por el rey persa Artajerjes
III. Esta segunda ocupación persa de Egipto acabó en 332 cuando Alejandro Magno
entró en Egipto y fue bienvenido como un liberador en el Egipto ocupado por los
persas.
Después, Alejandro marchó sobre Susa, que del mismo modo capituló y entregó un
vasto tesoro. Alejandro entonces marchó hacia el Este, a Persépolis que se rindió a
principios de 330 a. C. Los soldados macedonios incendiaron la capital. Desde
Persépolis, Alejandro se dirigió al norte a Pasargadas donde trató la tumba de Ciro
II con respeto. Desde allí se dirigió a Ecbatana, donde Darío III se había
refugiado.
El rey persa fue apresado por Besos, su sátrapa bactriano y compatriota. Conforme
se acercaba Alejandro, Besos y sus hombres asesinaron a Darío y luego se declaró a
sí mismo sucesor de Darío, como Artajerjes V, antes de retirarse a Asia Central
para lanzar una campaña de guerrilla contra Alejandro. Abandonaron el cuerpo de
Darío en el camino para retrasar a Alejandro, quien lo llevó a Persépolis para un
entierro honroso.
Política y administración
Entre los logros del reinado de Darío se incluyen una codificación de los datos, un
sistema legal universal sobre el que se basaría gran parte de la ley irania
posterior,[cita requerida] y la construcción de una nueva capital en Persépolis,
donde los Estados vasallos ofrecerían su tributo anual en la fiesta del equinoccio
de primavera.
Organización social
La organización social del imperio es poco conocida.25 La mayoría de los
investigadores opina que persistía la división en tres estratos o castas
característica, según Georges Dumézil, de los pueblos indoiranios e indoeuropeos en
general, que aparece reflejada en el Avesta: guerreros, sacerdotes y campesinos.
Estrechamente imbricada con esta división en tres castas, existía una estructura
tribal basada en la ascendencia patrilineal. Según Heródoto (i, 125), en época de
Ciro el Grande la sociedad persa estaba formada por numerosas tribus, "eran los
arteatas, los persas propiamente dichos, los pasagardas, los merafios y los
maios".26 Cada tribu se dividía a su vez en clanes: los aqueménidas eran, de hecho,
un clan perteneciente a la tribu de los pasagardas.
Las satrapías
Los aqueménidas permitían cierta autonomía regional en la forma del sistema de
satrapías. Una satrapía era una unidad administrativa, usualmente organizada sobre
una base geográfica. El término "satrapía" proviene de las fuentes griegas
("satrapeia"). La voz griega procede del antiguo persa xsaça-pā-van, que designa a
la persona que gobierna este territorio (el sátrapa), y que significa algo así como
"protector del Imperio".30 No hay acuerdo en cuanto a si el término dahyu (plural
dahyāva), que aparece en las inscripciones reales, puede ser interpretado en el
sentido de "satrapía", como sostienen algunos autores,30 o si carece de cualquier
implicación administrativa.31 La organización de las satrapías, cuya extensión era
muy variable, reutilizaba en parte las estructuras previas a la conquista,
permitiendo subsistir hasta cierto punto a las antiguas instituciones de poder
locales.
Los sátrapas eran usualmente elegidos tanto por sus servicios prestados al rey como
por la pertenencia a un linaje aristocrático; de hecho, muchos de ellos formaban
parte de la dinastía real. No eran funcionarios civiles en el sentido moderno, sino
que mantenían relaciones de subordinación personal con el rey. En las capitales
satrapales se formaban pequeñas cortes a semejanza de la imperial, y el sátrapa
vivía usualmente junto a su familia. Existía cierta tendencia a que el mando de la
satrapía pasara de padres a hijos (un caso paradigmático es el de la dinastía
farnácida). No obstante, solo el rey poseía la prerrogativa de nombrar sátrapas, al
menos idealmente. A pesar de la autonomía local relativa que permitía el sistema de
satrapías, inspectores reales, los llamados "ojos y oídos del rey" recorrían el
Imperio e informaban sobre las condiciones locales y controlaban el comportamiento
de los sátrapas. En cuanto a los ejércitos provinciales, no queda claro si sus
comandantes dependían directamente de la autoridad central, o si respondían al
sátrapa local.32
Economía
El Imperio aqueménida recaudaba cuantiosos impuestos, parte de los cuales se
amonedaban en oro y plata acuñándose monedas como el dárico o el siclo. Gran parte
de los ingresos se iban en construcción de obra pública,[cita requerida] como la
red de caminos con los que se pretendía unir las diversas partes del Imperio, el
más famoso de los cuales es el Camino Real de Susa a Sardes. Darío I construyó
palacios y monumentos en las capitales: Susa y Persépolis. El tercer gran gasto del
Imperio lo constituía el enorme ejército.
El comercio era amplio, y bajo los aqueménidas hubo una infraestructura eficiente
que facilitaba el intercambio de artículos desde los más lejanos extremos del
Imperio. Las tarifas sobre el comercio eran una de las principales fuentes de
ingresos del Imperio, junto con la agricultura y los tributos.
Moneda
Darío I fue probablemente el primer monarca aqueménida en acuñar moneda,24 por
entonces una innovación relativamente reciente, ya que Creso, el rey de Lidia
derrotado por Ciro el Grande, había sido el primero en introducir un verdadero
sistema monetario. Darío revolucionó la economía introduciendo un patrón monetario
bimetálico (a semejanza del lidio, según Heródoto, i, 94) en oro y plata. La moneda
de oro era el dárico,33 de unos 8,34 gramos de peso.24 3000 dáricos equivalían a un
talento, la unidad monetaria más elevada. La moneda de plata era el siclo, de
aproximadamente 5,56 g de peso y de gran pureza. 20 siclos de plata equivalían a un
dárico de oro.
Acuñar moneda de oro era una prerrogativa real. Los sátrapas y generales, así como
las ciudades autónomas y príncipes locales, solo podían acuñar monedas de plata y
de cobre.24
Comunicaciones
Para facilitar las comunicaciones en su extenso imperio, Darío ordenó la
construcción de varias carreteras que unían Susa y Babilonia con las capitales más
importantes de las satrapías. Es conocida por la descripción que de ella hace
Heródoto (v, 52-54; viii, 98) la "calzada real", que unía Susa con Sardes,
atravesando Asiria, Armenia, Cilicia, Capadocia y Frigia, con una longitud total de
2600 km (13 500 estadios, o 450 pasarangas), que por regla general se tardaba tres
meses en recorrer.35 A lo largo de la calzada, había postas situadas a una jornada
de distancia las unas de las otras, y los lugares más vulnerables, como los vados
de los ríos o los puertos de montaña, estaban custodiados por soldados.36 Relevos
de correos a caballo podían alcanzar las regiones más remotas en quince días. Sin
duda otras carreteras tuvieron igual o mayor importancia, aunque fueran menos
conocidas por los autores griegos:37 su existencia y eficaz funcionamiento ha sido
constatado por las tablillas de Persépolis. El sistema postal creado por Darío
despertó la admiración de Heródoto por su gran eficacia.
Cultura
Lenguas
En el Imperio se hablaba una amplia variedad de lenguas. Los persas, al menos en la
primera etapa del Imperio, utilizaban el persa antiguo, un dialecto iranio de la
rama suroccidental, emparentado con el medo, perteneciente a la noroccidental. En
un principio, los persas no utilizaban la escritura, y el persa antiguo solo
comenzó a escribirse cuando, por orden de Darío I, se inventó una escritura
cuneiforme ad hoc para la inscripción de Behistún.24Probablemente eran pocos los
que podían leer esta escritura, y tal vez por eso las inscripciones reales eran
generalmente trilingües en persa antiguo, babilonio y elamita (añadiéndose a veces
el egipcio en escritura jeroglífica).24Se han hallado incluso papiros con
traducciones al arameo de algunas inscripciones reales.38
El uso escrito del persa antiguo parece haberse prácticamente restringido a las
inscripciones reales; hasta el momento se ha identificado tan solo un documento
administrativo en este idioma,6 aunque aparece también en algunos sellos y objetos
artísticos. El hecho de que aparezca principalmente en inscripciones aqueménidas
del oeste de Irán sugiere entonces que el persa antiguo era el idioma común de esa
región. Sin embargo, en el reinado de Artajerjes II, la gramática y la ortografía
de las inscripciones estaban tan "lejos de la perfección"39 que se ha sugerido que
los escribas que compusieron aquellos textos ya habían olvidado en gran medida el
idioma, y tenían que basarse en inscripciones más antiguas, que ellos en gran
medida reproducían textualmente.40
Durante los reinados de Ciro y Darío, y mientras la sede del gobierno estuvo
incluso en Susa, en Elam, el idioma de la cancillería aqueménida fue el elamita,
tanto en la región de Fars como, cabe suponer, en Elam; así lo atestiguan los
documentos hallados en Persépolis que revelan detalles del funcionamiento cotidiano
del Imperio.41 En las grandes inscripciones rupestres de los reyes, los textos en
elamita siempre están acompañados de inscripciones en acadio y antiguo persa, y
parece que en estos casos, los textos elamitas son traducciones de los antiguos
persas. Es por lo tanto posible que aunque el elamita se usaba por el gobierno de
la capital en Susa, no era un idioma estandarizado del gobierno por todos los
lugares del Imperio. El uso del elamita no está comprobado después del año 458 a.
C.
Otras lenguas, como el egipcio, el griego, el lidio y el licio, entre otras, eran
de uso estrictamente local.
Costumbres
Heródoto menciona que los persas celebraban grandes fiestas de cumpleaños, "En sus
comidas usan de pocos manjares de sustancia, pero sí de muchos postres, y no muy
buenos. Por eso suelen decir los persas que los griegos se levantan de la mesa con
hambre" (l, 133).26Del mismo modo, observó que los persas bebían vino en gran
cantidad y que "después de bien bebidos, suelen deliberar acerca de los negocios de
mayor importancia. Lo que entonces resuelven, lo propone otra vez el amo de la casa
en que deliberaron, un día después; y si lo acordado les parece bien en ayunas, lo
ponen en ejecución, y si no, lo revocan. También suelen volver a examinar cuando
han bebido bien aquello mismo sobre lo cual han deliberado en estado de
sobriedad".26
De sus métodos de saludo, afirma que los iguales se besaban en los labios, si
alguno de ellos "fuese de condición algo inferior, se besan en la mejilla; pero si
la diferencia de posición resultase excesiva, postrándose, reverencia al otro"
(Libro I, CXXXIV).26Se sabe que los hombres de alto rango practicaban la poligamia,
y se decía que tenían un número de esposas y un número incluso mayor de concubinas.
En cuanto a las relaciones con el mismo sexo, los hombres de alto rango mantenían
favoritos, como Bagoas, que fue uno de los favoritos de Darío III y que más tarde
se convirtió en erómeno de Alejandro. La pederastia persa y sus orígenes se
debatieron incluso en tiempos antiguos, considerando Heródoto que lo habían
aprendido de los griegos;46 sin embargo, Plutarco afirma que los persas usaban a
chicos eunucos con tal fin mucho antes de que existiera contacto entre las
culturas.47
Yo batí y apresé a nueve reyes. Uno se llemaba Gaumata, un mago; él mintió; así
dijo él: Yo soy Esmerdis, el hijo de Ciro... Uno, de nombre Acina, un elamita; él
mintió; así dijo él: Yo soy rey en... Uno, de nombre Nidintu-Bel, un babilonio; él
mintió; así dijo él: Yo soy Nabucodonosor, el hijo de Nabonido. El rey Darío
entonces nos dice, la Mentira los hizo rebeldes, de manera que esta gente engañó al
pueblo.50
Religión
Artículo principal: Religión de la Persia Aqueménida
Heródoto también observa que "ningún rezo ni ofrenda puede hacerse sin que esté un
mago presente" pero esto no debe confundirse con lo que hoy se entiende por mago,
que es un magupat (persa moderno, mobed), un sacerdote zoroastrista. Ni la
descripción del término por Heródoto como una de las tribus o castas de los medos
implica necesariamente que estos magos fueran medos. Ellos simplemente eran un
sacerdocio hereditario que se encontraba por todo Irán oeste y aunque, en origen,
no se asociaban con ninguna religión en particular, tradicionalmente eran
responsables de todos los rituales y servicios religiosos. Aunque la identificación
inequívoca de los magos con el zoroastrismo vino después (época sasánida, siglo
III), es del magus de Heródoto de mediados del siglo V a. C. que el zoroastrismo se
vio sujeto a modificaciones doctrinales que son hoy consideradas como revocaciones
de las enseñanzas originales del profeta. También, muchas de las prácticas rituales
descritas en el Vendidad del Avesta (como la exposición de los muertos) ya se
practicaban por los magos de la época de Heródoto.
Los sacrificios de caballos en honor al rey se realizaban en época aqueménida, al
menos desde el reinado de Cambises I hasta la llegada de Alejandro Magno, estando
prescrito que los caballos para los sacrificios mensuales en la tumba de Ciro I
debían ser blancos, criados en los haras de Media.53 Según Heródoto los caballos
blancos de Ciro I eran sagrados (I:181).54
Arte y arquitectura
Artículo principal: Arte aqueménida
Imagen del Amuleto-pendiente aqueménida con cabeza de leona, finales del siglo VI-
IV a. C., de Susa. Museo del Louvre.
Este estilo artístico aqueménida es particularmente evidente en Persépolis: con su
cuidadosamente proporcionada y bien organizada planta, rica ornamentación
arquitectónica y magníficos relieves decorativos, el palacio es uno de los grandes
legados artísticos del mundo antiguo. En su arte y arquitectura, Persépolis celebra
al rey y el oficio del monarca y refleja la percepción que Darío tenía de sí mismo
como el líder de un conglomerado de pueblos a los que había dado una nueva y única
identidad. Los aqueménidas tomaron las formas artísticas y las tradiciones
religiosas y culturales de muchos de los antiguos pueblos de Oriente Medio y los
combinaron en una forma única.
Al describir la construcción de su palacio en Susa, Darío dice que "Se trajo madera
de cedro de allí (una montaña llamada Líbano), la madera de yaka se trajo de
Gandhara y de Carmania. El oro se trajo de Sardes y de Bactria... la piedra
preciosa lapislázuli y cornelina... se trajo de Sogdiana. La turquesa de Corasmia,
la plata y el marfil de Egipto, la ornamentación de Jonia, el marfil de Etiopía y
de Sind (Pakistán) y de Aracosia. Los canteros que trabajaron la piedra eran de
Jonia y de Sardes. Los orfebres eran medos y egipcios. Los hombres que tallaron la
madera, eran de Sardes y Egipto. Los que trabajaron el ladrillo cocido, esos eran
babilonios. Los hombres que adornaron el muro, esos eran medos y egipcios".
Era un arte imperial a una escala que el mundo no había visto antes. Los materiales
y los artistas eran tomados de todas las tierras gobernadas por los grandes reyes,
y de ese modo gustos, estilos y motivos se mezclaron juntos en un arte ecléctico y
una arquitectura que en sí misma reflejaba el Imperio y el entendimiento aqueménida
de cómo ese imperio debía funcionar.
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