Feminismos y Derecho de La SCJN

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Feminismos y Derecho de la SCJN

El libro Feminismos y Derecho, es un diálogo interdisciplinario en torno a los debates


contemporáneos, elaborado por las coordinadoras Ana Micaela Alterio y Alejandra
Martínez Verástegui y que en su introducción nos hablan sobre algunas notas
entorno a los debates sobre los feminicidios en América Latina y México.
Se nos da la introducción hablando sobre la intención del artículo, además de la
introducción al libro, dando un pequeño recorrido sobre la historia del movimiento
feminista en América Latina y México, ya que la idea principal del libro, el cual cabe
recalcar que es un producto sobre “Constitución y Feminismos” es que se logre
dialogar sobre temas relevantes para los feminismos, temas que actualmente
suelen aparecer en conversaciones cotidianas, salones de clase, medios de
comunicación, redes sociales, discursos políticos y jurídicos etcétera, pero que por
estar en el marco del "feminismo" aparecen aún inasibles, oscuros, informes y
amenazantes para la gran mayoría de la población.
Como se menciona en el libro y lo podemos ver y a veces hasta vivir en nuestro día
a día los feminismos han sido desde sus comienzos un terreno difícil para cualquiera
que acepte la realidad tal cual se presenta en las culturas mayoritarias ya que los
feminismos se han situado siempre del lado de la crítica a esa realidad, a nuestra
sociedad patriarcal; del lado de la interpelación a sus actores y actoras, a quienes
la perciben como la única posible; han resistido a mantenerla inmodificada o a
concebirla como legítima, se han situado del lado de la lucha contra ella y contra las
consecuencias de subordinación que genera para más de la mitad de quienes la
transitan ya que como todos lo sabemos los feminicidios son el lamentable resultado
de la movilización de personas que combaten la idea según la cual el sexo y el
género son categorías que pueden determinar el lugar que ocupamos en la
sociedad y los feminismos movilizan a las personas que luchan para lograr
sociedades igualitarias, respetuosas de la diversidad, sociedades en donde si eres
mujer, intersexual, gay, lesbiana, bisexual, travesti, transexual, transgénero, queer,
puedas tener las mismas oportunidades de desarrollarte plenamente como las que
tiene un hombre cisgénero. Esta es la base de los feminismos actuales, que se alzan
en "lucha por una transformación social profunda".
Una explicación que me llamo mucho la atención del libro en su introducción es que,
nos referimos a feminismos y no a un feminismo porque la historia del movimiento
y de sus protagonistas, que es de larga data, no es para nada homogénea y es por
ello que en este ensayo introductorio se hace un breve recorrido por esa historia,
que tiene singularidades y es muy compleja, por lo que se realizó en el libro un
mapeo muy abierto, que refleja —parafraseando a Mari Luz Esteban— unos
itinerarios porosos, por momentos contradictorios e inacabados.
En el pequeño repaso se comienza hablando sobre las primeras holas feministas,
que, aunque sea difícil encontrar un "momento fundacional", se puede decir que
junto con la modernidad aparecieron las primeras mujeres que visibilizaron el
"dilema de los regímenes políticos modernos": la premisa de que todos los hombres
nacen libres e iguales, era incompatible con cualquier tipo de privilegio y, sin
embargo, excluía a las mujeres. Así nos suena la pionera Olympe de Gouges y su
"Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana" en la Francia de 1791 y
su muerte en la guillotina dos años después. Un año antes, en 1792 Mary
Wollstonecraft escribía la "Vindicación de los derechos de la mujer" en Inglaterra.
De allí que se diga que el feminismo es un hijo no querido de la ilustración.
En este libro se nos advierte sobre lo complejo (sino imposible) que es intentar una
periodización para los feminismos, pues siempre la elección de un corte implica la
aceptación de un punto de vista, de una historia segmentada y de una geografía
particular y en esta introducción, se optó por utilizar el corte en "olas" del feminismo
(probablemente eurocéntrico) por ser ésta la cronología más extendida (o aceptada)
incluso en nuestro subcontinente. Ahora bien, el uso de las olas no será más que
indicativo, pues lo que nos interesa es ver cómo se tejían los feminismos y sus
luchas en América Latina, particularmente en México.
Lo que se conoce como la primera ola del feminismo se centró mayormente en las
movilizaciones de europeas y norteamericanas, en especial en el movimiento
sufragista de mediados del siglo xix y principios del xx y la lucha por el derecho a la
educación, mientras tanto en Latinoamérica en el marco de un contexto totalmente
diferente, las mujeres se alzaban desde el siglo xviii en sus luchas particulares y
ejemplos de ello son la boliviana Juana Azurduy o la mexicana Leona Vicario,
ambas al frente de las respectivas luchas por la independencia. De esta última,
también periodista, es famosa su respuesta a Lucas Alamán, político y fundador del
Partido Conservador Mexicano, quien en 1831 afirmaba que las mujeres habían
participado en las guerras de independencia solo por amor a sus hombres.
Con ello podemos conocer un poco más de los comienzos del feminismo (global y
local) ya que marcan las diferencias al interior del movimiento, lo que en todo caso
nos sirve para dejar asentada una nota importante: si bien algunos feminismos son
planteamientos que especifican para las mujeres las posturas liberales, socialistas,
radicales, etc., "el Feminismo es una teoría y una práctica autónoma que desarrolla
y critica las ideas que lo preceden como lo hacen todas las teorías, doctrinas o
corrientes del pensamiento" y por ello podemos decir en términos generales,
mientras la primera ola se centró en conseguir la igualdad ante la ley, la segunda
ola del feminismo en cambio, se ocupó de la "liberación de la mujer", de denunciar
las desigualdades de facto que atraviesan toda la estructura social. Así se comenzó
a realizar un cuestionamiento radical de las consecuencias políticas de las
diferencias de los sexos, que fue posible gracias a la aparición de la mujer en el
espacio de la academia y de la ciencia y es así como en este momento se percibe
el interés puesto en el cuerpo y la sexualidad, por eso el reclamo por los derechos
sobre el propio cuerpo.
El cuestionamiento a la línea divisoria entre los ámbitos público y privado, si bien ya
se traslucía desde el inicio del movimiento feminista, en esta etapa tomó fuerza. De
allí que la frase: "Lo personal es político" haya ilustrado esta segunda ola, pues las
jóvenes nacidas después de la Segunda Guerra Mundial ya no se encontraban
cómodas confinadas al ámbito doméstico. El masivo acceso a la educación superior
y, en algunos sectores, al trabajo remunerado, junto a algunas movilizaciones por
la paz, como la estadounidense contra la guerra de Vietnam o las universitarias
francesas y alemanas de 1968, mostraban un cambio de ambiente, de politización
y de utopía, que en México también tuvo su trágica expresión el 2 de octubre.
La segunda ola implicó la construcción de un colectivo (nosotras, las otras, las
mujeres) marcado por la gran idea de que podía existir un mundo mejor, una
sociedad con principios culturales diferentes, que ya no trataba de ampliar las
fronteras del mundo sino de crear otro mundo y por ello los grupos de mujeres
comenzaron a trabajar en la "concienciación" como método propio del feminismo.
De allí que el proyecto feminista consista en gran medida en descubrir y proponer
como válida la experiencia de las mujeres, como ellas la ven y así el feminismo es
así "expresión metodológica de la situación de la mujer, en la cual la lucha por la
conciencia es una lucha por un mundo".
Trayendo como consecuencia en esos momentos de América Latina, la militancia
feminista emergió inmersa en una lucha más amplia contra las dictaduras de la
región y dentro de las distintas reivindicaciones aparecían las mujeres como parte
de la lucha, pero sin identidad definida. Es decir, las mujeres eran parte importante
de los grupos revolucionarios pero sin que el feminismo fuera su bandera, sino
unidas a los/as oprimidos/as por razones económicas, raciales, etcétera y gran parte
de ellas, al estar fuertemente unidas a la izquierda latinoamericana, partían del
discurso marxista en el cual la liberación de la mujer sería consecuencia de la propia
liberación del proletariado, pues se entendía el trabajo doméstico como parte del
trabajo no asalariado que producía plusvalía y reproducía el sistema capitalista a
través de la reproducción del ser humano. La frase "Democracia en el país, en la
casa y en la cama" nos refleja lo anterior expuesto y esta postura "reduccionista",
relegaba el problema de la mujer a una cuestión de clases únicamente.
Más, sin embargo, en cuanto algunas mujeres comenzaron a participar en
encuentros exclusivamente de mujeres y plantearon la opresión con especificidad,
comenzaron a tomar conciencia del lugar de la mujer propiamente dicha dentro del
sistema opresivo y a postular reivindicaciones propias y así, podría decirse que las
mujeres surgen como las Otras de la Historia, su historia es disgregada (como la de
los y las subalternas). Específicamente en Latinoamérica que enfrentan una doble
alteridad: "como mujeres" y como "mujeres latinoamericanas".
Respecto al debate de los encuentros feministas latinoamericanos y del caribe, en
el plano internacional, después de la segunda mitad del siglo xx empezó a haber un
escenario favorable para el movimiento de mujeres y como consecuencia de ello en
Naciones Unidas se declaró la "Década de la Mujer" (entre 1975/1985) con la
conferencia inaugural: "Mujer, paz y desarrollo", que tuvo un impacto significativo.
No es menos significativo el que la sede de la Primera Conferencia Mundial del Año
Internacional de la Mujer (1975) haya sido en México y en este marco, en 1981 se
realizó el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (eflac) en
Bogotá, Colombia, se declaró el 25 de noviembre como Día internacional de lucha
contra la violencia hacia las mujeres, El segundo encuentro en el Perú (1983) tuvo
como discurso inaugural la idea de que la ampliación de la política de las mujeres
es lo que "concierne fundamentalmente a la distribución del poder en la sociedad
patriarcal". El tercer Encuentro en Brasil (1985) marcó la tensión entre "clase" y
"género" y el cuarto encuentro en Taxco, México (1987) tuvo en su centro el
documento "Del amor a la necesidad"
Estos encuentros se realizaron en un contexto signado por la vuelta a las
democracias latinoamericanas, las mujeres que se encontraban organizadas
popularmente y en defensa de los derechos humanos, y un marcado apoyo
financiero a través de organizaciones no gubernamentales a los grupos más
vulnerables, pue el debate de los cinco primeros encuentros de mujeres en nuestra
región fue sobre diferentes concepciones políticas, proyectos políticos y filosóficos,
con una preocupación genuina por si el método era a partir de los grupos de
autoconciencia y desde el yo, o si se trataba de llevarle la conciencia a otras
mujeres, sobre si el cambio se potenciaría buscando alianzas con mujeres de
partidos, sindicatos y organizaciones mixtas en tanto mujeres ya organizadas o si lo
haría desde el acercamiento a las mujeres en tanto singularidades culturalmente
sexuadas, trayendo como consecuencia estos encuentros un significado muy
importante para muchas mujeres y a su vez una primera aproximación al
movimiento reconociéndose como mujeres.
El quinto Encuentro fue en 1990 en Argentina, donde se consagró el 28 de
septiembre como Día de la lucha por el aborto y, en suma, estos primeros
encuentros se caracterizaron por el deseo de hermandad ilusoria que se ocultaba
en una aparente homogeneidad y una identidad basada en la posición de víctimas
del sistema patriarcal
Entre tanto en México, el levantamiento zapatista también marcó al feminismo de la
región desde otro lugar. Pero aquí no nos referimos al famoso levantamiento del 1
de enero de 1994, sino al del 8 de marzo de 1993, cuando las mujeres zapatistas
(que significaban el 30% del movimiento y muchas de sus comandantas y capitanas)
lograron su primera victoria sin bajas: la aprobación por unanimidad de la "Ley
Revolucionaria de las Mujeres del EZLN". Unas leyes que fueron hechas desde las
demandas y por las mujeres de las comunidades indígenas organizadas
colectivamente y traducidas a todas sus lenguas, pero que pretendían llegar más
allá.
El sexto Encuentro Continental Feminista fue en San Salvador, también en 1993 y
aquí se escucharon por vez primera las voces disidentes y se abrió el debate entre
las feministas autónomas (llamadas "históricas" por su trayectoria dentro del
movimiento, o las de lo "utópico") y las llamadas institucionalistas (o las "de lo
posible"). De allí surgió un manifiesto del feminismo autónomo, expresado por "las
Cómplices" que fue la contraposición al documento de la década de los años 90 y
sus secuelas, donde también las autónomas plantearon el rechazo a los
financiamientos y direcciones de la Agencia Interamericana de Desarrollo (aid) y
con ello se rompió un poco con ese mito de que las mujeres por el solo hecho de
serlo pertenecían a un movimiento homogéneo, sino que el movimiento mostró su
heterogeneidad, escindiéndose.
Como consecuencia de todos los encuentros que ha habido y lo anterior
mencionado podemos concluir con una tercera ola feminista signada por la
percepción de los fallos que había cometido la segunda ola y por la conciencia de
que no existe un único modelo de mujer sino múltiples, atravesados por diversas
cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad o religión. En el contexto
estadounidense, las denuncias al movimiento feminista por su carácter "burgués" y
racista ya se habían hecho oír. Varias mujeres del "feminismo negro" (no solo
estadounidense) estaban haciendo estos reclamos a las llamadas feministas
liberales, centradas en las experiencias de las mujeres blancas, heterosexuales y
socioeconómicamente privilegiadas, como si fueran universales. De allí la crítica al
esencialismo de género como la idea según la cual existe una única, "esencial"
experiencia de la mujer, independiente de otras realidades de la experiencia, que
termina configurando lo que llaman el "solipsismo blanco".
Con lo anterior podemos concluir que, todos estos años de lucha y reflexión, tanto
interna como externa al movimiento, han ido convirtiendo las sucesivas olas en una
marea feminista, pues la cantidad de activistas, con sus diferentes identidades,
ideologías y locaciones que se han volcado a las calles a reclamar por sus derechos;
que van desde los derechos a no ser asesinadas, mutiladas y violadas, los derechos
sexuales y reproductivos, hasta los de contar con condiciones seguras y dignas en
los ámbitos laborales, educativos, sociales, etc., es inédita y es inédita no solo por
las multitudes congregadas, sino también por los niveles de violencia machista que
los colectivos feministas están enfrentando ya que el patriarcado es una figura que
siempre ha existido y con mucha fuerza y un sistema basado, entre otras cosas, en
un fuerte aparato cultural-simbólico que asigna a las mujeres un papel de des-poder,
subordinado al de los hombres y por ello la lucha interminable de mujeres unidas,
cansadas de tanta violencia, agresiones y demás, dispuestas a alzar la voz por las
que ya no pueden, con sus diferentes movimientos y marchas bajo la consigna: “Ni
Una Menos y Vivas nos Queremos” pues exigen “una sociedad libre de opresión
sexista, explotación y violencia" y llamaba "a la rebeldía y a la lucha ante la alianza
entre el patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas" que
aunque ha sido y será una lucha difícil, las mujeres están dispuestas a seguir
alzando la voz para exigir sus derechos.
(Alterio & Martínez Verástegui, 20202)

Bibliografía
Alterio, A. M., & Martínez Verástegui, A. (20202). FEMINISMOS Y DERECHO. Ciudad de México:
Suprema Corte de Justicia de la Nación .

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