Zeke's Rule - San Crescent & Jenika Snow
Zeke's Rule - San Crescent & Jenika Snow
Zeke's Rule - San Crescent & Jenika Snow
Sam Crescent
Jenika Snow
Las reglas de
Zeke
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Sinopsis
Zeke no es un héroe, nunca se ha visto a sí mismo teniendo un
felices para siempre. Lo han llamado muchas cosas: malvado, retorcido,
sádico y peligroso. Él es todas esas cosas y más. Se deleita en ello, las
abraza y las usa para hacerse más poderoso. Es un mal hombre en todos
los sentidos.
Capítulo Uno
Zeke: diez años de edad
—Eres un pedazo de mierda sin valor.
Era una puta. La había visto follando con muchos otros tipos por
la ciudad. Eso es lo que él quería: una puta, una que sólo quisiera una
polla y nada más.
Zeke la volteó para que estuviera sobre su vientre, con los brazos y
rodillas chocando contra el metal de la caja de la camioneta. Se agarró la
raíz de su polla, sostuvo el condón demasiado pequeño y se dijo a sí
mismo que traería los Magnum la próxima vez. Alineó la cabeza de su
pene en la abertura de su descuidado coño otra vez y empujó dentro,
centrado en correrse.
Se sumergió dentro de ella, una y otra vez, hasta que sus pelotas
subieron y finalmente sintió que su orgasmo se precipitaba hacia
adelante. Llegó duro, sin importarle si ella se corría, porque ahora mismo
sólo se preocupaba por sí mismo.
No podía tener ningún tipo de relación con una mujer, sin que
involucrara a su pene en sus cuerpos, y nada de hablar después. Se había
convertido en una persona que se deleitaba con el odio y mantenía sus
emociones profundamente enterradas. Sabía que un día explotarían y
que cualquiera que estuviera en su mira sería destruido.
Capítulo Dos
Zeke: veinticinco años de edad
—Estás a cargo de tu propio destino. O vives la vida con miedo, o
eres a quien otros temen.
—¿De verdad?
—Sean.
—¿Qué coño?
1
Mil dólares.
coca. Luego se lleva un par de chicas, seguido por que las chicas se ven
forzadas a engancharse, y son golpeadas para follar a un bastardo
enfermo cuando intentan ser independientes. Todo se suma. En poco
tiempo, son pendejos como tú robándome todo. Y luego me borran de la
calle porque me veo como un marica que no puede manejar a los
cabrones que me roban. —Volteando el cuchillo, pasó la punta empapada
de sangre por la cara de Sean, untando la sangre en sus labios—. ¿Ese
dinero que yo pierda saldrá de tu bolsillo? ¿Estarías dispuesto a sentarte
en el lugar de él?
No había dolor; no había culpa. Sólo ese agujero negro vacío que se
había creado cuando era un niño. Cuando los golpes habían comenzado,
se había topado con la parte negra de su mente, para olvidarlo todo, para
Zeke no tenía tiempo para que una mujer diera a luz. Si la perra
había mentido, iba a asegurarse de que pagara por ello. Sabía que debería
haber estado más seguro cuando la folló.
Golpeando con los dedos en el muslo, tuvo que esperar otra hora
antes de que una enfermera finalmente saliera a verlo. Sin esperar, la
apartó fuera de su camino y entró en la habitación de la puta.
—¿Está sana?
—Sí.
—¿Y si es tuya?
Media hora más tarde, escuchó a Billy y a la madre del bebé hablar
mientras pasaban por su oficina. Les dio un momento para que se
instalaran, y luego subió a la habitación que había preparado para ellas.
Entró en la habitación y encontró a la madre de su hija alimentando a su
pequeña.
—Ella es especial.
—¿Qué coño he hecho? Nunca iba a tener hijos… sin embargo, aquí
estás. Hubiera sido más fácil si fueras un niño. Podría manejar a un niño.
Este mundo no es lo suficientemente bueno para una princesa como tú.
Este mundo destruirá lo que veo en tus ojos.
—Algo está mal en ella —dijo Zeke otra vez, poniéndose de pie, y
sosteniéndola hacia la enfermera.
La enfermera se rió.
Capítulo Tres
El surgimiento de un imperio
Esto era todo suyo. Zeke había trabajado para todo en su vida...
había sangrado por ello, sudado por ello. Huesos y cuerpos rotos cubrían
el camino mientras se dirigía a la cima. Si todo se derrumbara a su
alrededor, él todavía seguiría dominando a todo el mundo, seguiría
teniendo el poder que había creado. El mundo seguiría siendo suyo.
—Déjame ver mi mercancía. —Zeke los miró más fijamente; les dejó
ver que no se le podía joder con esa única mirada. Los chicos se miraron
el uno al otro, comenzaron a moverse sobre los pies, y estaba claro que
finalmente se dieron cuenta de quién estaba al cargo.
—¿Cuál es tu nombre?
Él asintió una vez, soltó su barbilla, y se volvió para mirar a los dos
hijos de puta.
—Mírame —dijo, su voz profunda. Había algo en ella, algo que tenía
su cuerpo enroscado. No era porque hubiera sido herida, pero había algo
Podría haber matado a los que la trajeron aquí cuando vio sus
heridas y hematomas, pero ella lo había mirado a los ojos y había visto
al mismísimo diablo mirándola. Él era frío, calculador, inteligente y
poderoso. Si podía matar a la gente con tan poca emoción, con tan poco
pensamiento, ¿qué le haría a ella, qué le obligaría a hacer? Sabía que
nada venía sin un precio.
todas esas cosas que una vez pensó que eran malas y sucias, Gerald no
habría pensado que era una pervertida y le habría hecho eso.
Intentó escapar una vez, y eso terminó con unas cuantas costillas
rotas, un cuerpo magullado e hinchado, y la esperanza de que pudiera
irse desvaneciéndose. Gerald se había asegurado de aislarla, de
distanciarla del par de amigos que tenía antes de que él llegara. Ahora
era una marioneta, una marioneta a la que le gustaba el dolor en sus
relaciones sexuales, y revelárselo a la única persona que creía que amaba
la había puesto en esta situación.
Capítulo Cuatro
Zeke miró fijamente las pantallas de las cámaras de vigilancia, las
que mostraban a las nuevas mujeres que habían sido traídas. Golpeó su
teléfono contra su labio esperando que llegara la información de los
Soldados. Cada vez que recibía un nuevo envío de mujeres, las colocaba
en esta habitación. Por alguna extraña razón, las hembras se relajaban
y tendían a revelar los secretos que escondían. No le gustaba manejar a
mujeres que eran adictas, afectadas de enfermedades o que causaban
peleas.
—No me gusta cuando una mujer está magullada, rota y con dolor.
Esta mujer de aquí —señaló la pantalla— no es como todas las demás.
—Lo tienes.
—Sonido encendido.
—Escuché que Zeke hace esto por todas sus chicas —dijo la mujer,
tomando asiento. Tenía que entrar en la categoría de las dulces.
—¿Zeke?
—Oh.
—Alessandria.
Se dieron la mano.
—No, puedo decir que no te gusta este estilo de vida. —La simpatía
se movió por su cara.
Rachel asintió.
—Comparado con la vida que han vivido en las calles, soy un santo.
—Les daba vacaciones. Los clientes ricos siempre estaban en casa con
sus familias, por lo que Zeke se aseguró de que sus chicas fueran
atendidas. Tenía un bloque de apartamentos cerca del club para que
pudieran tener su propia vida fuera de las horas de trabajo.
Lo que mucha gente no sabía era que las mujeres que encontraron
amor, una familia y una vida, siguieron adelante. Zeke no las obligó a
permanecer en el estilo de vida para siempre. Las mujeres que se
volvieron codiciosas, trataron de robarle, hacer daño a sus clientes, o
darle mala reputación, no vivieron para ver otra Navidad. Por un lado,
era un hombre justo; por el otro, un hijo de puta malvado.
Zeke lo miró.
Randy suspiró.
No podía discutir con él. No iba a pasar mucho tiempo hasta que
él mismo fuera abuelo.
—Tengo un problema.
—¿Qué pasa?
Su secreto era por lo que estaba allí, por lo que tenía que guardar
silencio, hacer lo que decían y pensar en una forma de escapar. Podía
seguirle el juego, fingir que era una buena putita, pero mientras tanto,
estaría pensando en cómo irse.
Gerald nunca había hecho que los hombres usaran condón. A pelo
es como la habían tomado, compartido y golpeado.
Él se rió.
—Eso no lo sabes.
—¿Cómo lo supiste?
—¿Y si no lo hacen?
—Son castigadas.
—Sí, la tengo.
—Lo intentaré.
—¿Cómo?
Pero a pesar de saber eso, temiendo eso, ella iba a encontrar una
salida, una forma de escapar.
Capítulo Cinco
Sinceramente, Zeke no sabía qué coño estaba haciendo, o por qué
lo estaba haciendo. Recordaba haber visto a Alessandria en la mesa de
examen, con las lágrimas en sus mejillas y la necesidad de protegerla a
toda costa guerreó dentro de él.
Así que aquí estaba él, llevándola a su casa, sabiendo que ella
estaría más segura allí que en cualquier otro lugar, pero sin saber qué
era lo que tenía esta mujer que le hacía necesitarla así. Nunca se había
sentido protector con una mujer, excepto con Daniella. Pero Dani era su
hija, su vida, y esta mujer triste y rota no era nada para él.
Pero una parte de ti la quiere, la quiere para ti, para que puedas
reclamarla, protegerla y joder a cualquiera y a todos los que la lastimen.
Ella había sido enviada para reunir información sobre él, enviada
por un chulo de poca monta para infiltrarse en el funcionamiento de sus
negocios, y si él no hubiera sentido esa intensidad por ella, esa necesidad
de protegerla, la habría matado sólo por ello. Él había sido capaz de
mirarla a los ojos y ver que lo que ella quería no era la mano que le habían
repartido. Y es por eso por lo que la había sacado del club y la estaba
llevando a su casa.
Pero pensó que sería peor venir a casa de Zeke, cuando supo que
escapar no sucedería. Siempre había mantenido sus esperanzas, se
aseguraba que aunque su cuerpo estuviera roto, su espíritu siguiera
intacto.
Tal vez algunos dirían que era débil, ya quebrada en cuerpo y alma.
Sin embargo, a pesar de su miedo a la muerte, no había intentado irse
de nuevo, porque tenía que ser inteligente. No podía ser tonta, no quería
ser golpeada de nuevo, así que había tenido que sobrevivir y quedarse.
Por más estúpida que fuera, Alessandria se había quedado porque irse
cuando no era el momento adecuado solo terminaría con su muerte
prematura.
Entraron en la casa que Zeke había dicho que era suya. Los
jardines alrededor de la casa habían sido prístinos, como algo que vería
en una película. No tenía idea de por qué estaba allí realmente, porque
aunque Zeke dijera que estaría a salvo allí, tenía que preguntarse qué
tendría que darle ella por esa seguridad.
La forma en que dijo eso era definitiva, y ella supo que, aunque esto
podría ser una bendición disfrazada, también podría ser una nueva forma
de infierno.
Capítulo Seis
—Ninguno de mis hombres te tocará y si no intentas irte, estarás a
salvo —dijo Zeke, caminando hacia su oficina. Ella lo siguió, y él no dudó
ni por un segundo de que la había sorprendido. Esto era lo que lo
convirtió en el mejor hombre en su mundo. No era predecible. Zeke
estaría riendo y bromeando, y en el siguiente segundo, estaría
apuñalando a un hombre hasta matarlo. Es quien era y por qué nadie
intentaba joderlo… no si eran inteligentes.
—¿Por qué?
—No lo sé.
—No, no lo soy.
—¿Por qué tienes miedo de mí? ¿He hecho algo para hacerte sentir
así?
—¿Por qué?
Ella asintió.
—De acuerdo.
—¿Me estás diciendo que no has matado a nadie más que a los dos
que he visto?
—¿Lo disfrutas?
—Sí y no.
—¿Por qué?
—¿Matas mujeres?
Ella lo entendió.
—Gerald quería que encontrara una debilidad en ti, pero por qué
pensó que yo podía hacer cualquier cosa que no fuera tumbarme sobre
mi espalda es un misterio para mí.
¿Cuál era el punto? El hombre que ella creía que amaba la había
usado y abusado de ella. Se había convertido en otra estadística en este
mundo donde se había convertido en esclava de un proxeneta, cediendo
el control. Hubo un momento, donde empezó a creer que podría salir de
allí. Esa era la mentira, la fantasía. No había salida para mujeres como
ella.
—¿Quieres morir?
—No quiero vivir más esta vida —susurró, pero sabía que él la
escucharía.
—Ven conmigo.
—Siéntate.
—Empieza a comer.
Capítulo Siete
Durante los últimos meses, Striker se encontró viniendo al club
Dominion de Zeke todas las semanas. Era la única forma de encontrar la
liberación que necesitaba. Trató de mantenerse alejado de sus deseos
más oscuros, trató de acostarse con los culos dulces2 del complejo de los
Soldados, pero ni siquiera la acción D/s que obtuvo de ello pudo darle la
libertad y liberación que encontró mientras estaba en el Dominion.
Podrían decir que le darían lo que quisiera, que serían las zorras
que los Miembros necesitaban en el dormitorio, e incluso una dijo que
sería su puta del dolor, pero el hecho era que realmente no sabían cómo
manejar ese tipo de sexo, el tipo de experiencias que él quería tener con
una mujer. Puede que nunca lo entendieran a menos que realmente ellas
lo quisieran también.
2
Mujeres que van al club, no siendo compañeras de ningún miembro para tener sexo,
también podían ser llamadas: Conejitas.
3
En inglés Patches, en referencia al parche que usan como miembros del club.
Una parte de él se había contenido mucho con las putas del club.
No quería asustarlas ni lastimarlas, porque no entenderían realmente lo
que quería tener con ellas, aunque sólo fuera por esa única noche.
Ella nunca había planeado llegar tan lejos como para descubrir
algo sobre él y transmitirlo a ese bastardo de Gerald, porque en lo que se
había concentrado era en escapar y ser libre finalmente, aunque sólo
fuera por un corto tiempo. Pero sus planes se habían descarrilado.
Así que aquí estaba, vestida con la gruesa y lujosa bata que había
estado colgada en la parte posterior de la puerta del cuarto de baño.
Mirando por la ventana y pensando en lo que planeaba hacer. Podría
tratar de descubrir cómo escapar, o darse cuenta de que esto no era tan
malo. Por supuesto, ella no sabía lo malo que podía llegar a ser, pero
ahora mismo, Zeke no había sido nada más que amable con ella, y Dios,
había pasado tanto tiempo desde que alguien había sido amable con ella.
Capítulo Ocho
Zeke yacía en su cama y miraba hacia el techo. Pensó en
Alessandria, y luego en todas las mujeres que había usado a lo largo de
los años. No había habido ni una sola mujer en su vida a la que él pudiera
decir honestamente que amaba, aparte de su hija y su futuro nieto.
—Me han llevado a donde estoy hoy. ¿Nunca te dijeron tus sentidos
que Gerald era un mal tipo? —Le señaló una silla para que ella se sentara.
—Al principio no, pero supongo que al final, sí. Supongo que mis
sentidos no son tan buenos.
Cuando tenía sexo, Zeke era el que estaba a cargo, nadie más.
Cuanto más miraba fijamente la boca de Alessandria, más se hipnotizaba
con esos labios rellenos. Pero se retiró de sus fantasías eróticas. Zeke
tenía muchas faltas en su vida, pero violar mujeres no deseosas y
golpeadas no era una de ellas.
—Lo estás.
—Le gusta usar sus puños mayormente, pero golpea el cuerpo con
nudillos de bronce, creo que se llaman así. Me rompió algunas costillas
usándolos. —Ella se rodeó la muñeca, y él supo lo que vendría después—
. Le gusta romper huesos por el puro placer de oírlos quebrarse.
—Estoy entumecida.
Las lágrimas llenaron sus ojos, y él vio como ella las parpadeaba.
Alessandria se había entumecido para luchar contra lo que le estaba
pasando. Lo vio y lo respetó. Mientras crecía, también se había
adormecido por el dolor. Así es como podía aplastar su puño contra una
pared, y no sentirlo realmente, no preocuparse por el dolor.
Capítulo Nueve
Alessandria no sabía lo que había pasado. Bueno, lo sabía, y
aunque le había gustado la boca de Zeke en la suya, había suspirado
aliviada de que él no la hubiera empujado nada. La verdad era que veía
al sádico en Zeke, sabía que era el tipo de hombre que le gustaba el placer
con un mordisco de dolor. Estaba claro en la forma en que la miraba, en
la forma en que la abrazaba.
cerca… ¿estar con ella? ¿Entendía ella lo que estaba pasando? No, y no
sabía si alguna vez lo haría.
Zeke le dijo que quería protegerla, que acabaría con Gerald porque
era un delincuente. Zeke estaba en el mismo negocio degradante y vil,
pero no era como Gerald ni ninguno de los otros hombres con los que se
había encontrado durante sus viajes a través del infierno.
Sí.
Pero eso fue hace unas horas, y ahora estaba en la cama pensando
en lo que iba a hacer y en cómo se iba a desarrollar su vida realmente.
Cuando ella y Zeke estuvieran juntos sexualmente, lo cual sabía que era
inevitable no porque pensara que él la violaría, sino porque ella realmente
sentía esa calidez al estar con él, se preguntó si él acabaría con ella. ¿Era
esto algo que él hacía… acoger a las mujeres que fueron heridas, curarlas
y follarlas como una especie de juego de poder?
Cerrando los ojos, quiso dormir para terminar con todo. Estaba
cansada, muy cansada, y su cuerpo todavía le dolía. ¿Quizás mañana se
vería mejor? Alessandria no tuvo más remedio que ser optimista en este
momento.
tan fuera de lugar. Sentado en una silla frente a las puertas dobles que
conducían al balcón, se llevó la botella de whisky a la boca y tomó un
largo trago de ella. Ya estaba sintiendo los efectos del alcohol, y su
excitación por Alessandria no se había atenuado en lo más mínimo. De
hecho, sintió que crecía dentro de él como una bestia furiosa. La deseaba,
más de lo que probablemente debería, y más de lo que nunca había
querido a una mujer. Pero ella estaba golpeada, tenía el alma rota y
destrozada por el abuso que sufrió, y él sabía que tenía que andar con
cuidado.
—Sí, señor.
Capítulo Diez
Dos semanas después
Su aliento la dejó, su corazón se aceleró, y sus palmas sudaban. No
podía apartar los ojos de Zeke. Él la contrarió, la asustó, pero ni siquiera
todo eso podía detener a la parte enferma y demente de ella que
encontraba excitante el poder que él emitía. Ella miró hacia otro lado,
incapaz de ver lo que le estaba haciendo a la mujer.
—Ya ves lo mucho que le gusta —dijo Zeke. Dejó caer el cinturón
sobre la espalda de la mujer encadenada, y ella se arqueó, gimió y apretó
los muslos, como si tratara de contener su excitación. Zeke se volvió y se
enfrentó a Alessandria otra vez, y su aliento se atascó, su coño se volvió
más húmedo, más sensible. Él la miró por un segundo, una sonrisa sádica
de placer en su cara.
por su toque duro y brutal. ¿Cómo sería tener su mano en el pelo de ella,
tirando de la longitud? Era tan grande que no había forma de que pudiera
causar nada más que dolor.
Tú lo quieres.
Al día siguiente
Por un lado, Zeke era un hombre mortal con el que nadie debería
meterse. Por otro lado, parecía mantener oculta una parte de él. También
podría ser amable con ella, bueno, gentil de una manera que solo Zeke
podía ser. Amaba a su hija, Daniella, y estaba aprendiendo a adaptarse
para convertirse en abuelo. Alessandria sonrió al pensar en las veces que
había pasado por su oficina, viéndolo mirar su reflejo y llamarse a sí
mismo por muchos nombres: abuelo, abuelito, g-man, como si se los
estuviera probando.
más suave, uno que se había dado cuenta de que solo le mostraba a ella,
uno que estaba escondido debajo del sádico que era.
Ella miró su cuerpo otra vez. Tenía moratones en las costillas, pero
ya no le causaban dolor. Se giró y miró por encima de su espalda para
ver las cicatrices. Gerald había afilado una de las hebillas de su cinturón,
y cada vez que la azotaba con ella, la cortaba tanto que sangraba. Casi la
mata dos veces y ella llevaba las cicatrices como testigo.
—No te oí llamar.
Ella se mojó los labios y sonrió. Sería bueno no sentir dolor cuando
tratara de comer algo. Le encantaba comer, y viviendo con Zeke,
finalmente se alimentaba regularmente. A Gerald le gustaba matarla de
hambre, reírse, burlarse de ella, hacerla esperar hasta el punto del
desmayo, incapaz de ponerse en pie, antes de dejarla tener algo.
¿Hubiera sido realmente peor que quedarse a ver qué hacía él?
—Es bueno ver por fin cómo me veo sin todos esos moratones y
cortes cubriéndome. —Se colocó el pelo detrás de la oreja—. Siempre he
tenido marcas.
—Lo sé, me alegro. No merece una muerte rápida, sino algo más
lento, doloroso y horrible.
Alessandria resopló.
—¿Estás bien?
Cerrando los ojos, jadeó cuando Zeke agarró sus hombros y la puso
contra él.
—Lo que pasó no fue culpa tuya; yo voy a protegerte. —Zeke les
diría a sus hombres dónde buscar. Gerald era más cobarde de lo que él
creía. Era viernes, y sería una noche muy atareada. Iba a hacer que
Shakes cuidara de Alessandria mientras cazaba a ese bastardo.
Alessandria no era una perra. Era una buena mujer, una mujer a
la que le habían repartido una mano de cartas jodida. La madre de
Daniella había sido una perra, y no había experimentado la mitad de la
maldad que había soportado Alessandria.
Capítulo Once
—Lo hemos encontrado, jefe.
—Estaré yendo tras él esta noche, terminando esto por ti, porque
sé que has estado preocupada por él, aunque te dije que no lo hicieras.
Había algo especial acerca de ella; algo que le hacía querer ser un
mejor hombre para ella. A pesar de que sabía que eso nunca sucedería.
Él nunca sería ese caballero de brillante armadura blanca para ella, no
en el sentido tradicional. Él siempre la protegería, siempre estaría ahí
para ella, incluso si ella no entendía completamente todo lo que eso
significaba, pero nunca sería el tipo bueno. Y sabía que ella necesitaba
eso en su vida. Sabía que ella necesitaba una vida que no estuviera llena
de violencia y el peligro que lo rodeaba.
—Voy a terminar esto por ti, asegurarme de que nunca tengas que
temerle, ni a él ni a ninguna de las cosas feas que trajo con él. —Observó
como ella tragaba, la línea de su garganta trabajando por ese hecho—.
Voy a tener a Shakes, mi yerno, protegiéndote mientras yo no estoy. Le
confío la vida de mi hija y de mi nieto no nacido; él es el único al que le
confiaría a ti.
Shakes.
Saber eso, saber que la quería, que quería follarla, debería haber
hecho que Alessandria quisiera irse, querer escapar y no quedar atrapada
en esta red de deseo y seguridad. Pero el razonamiento y el deseo eran
emociones muy poderosas, y ella quería a Zeke.
Zeke había sido honesto con ella, dándole espacio y tiempo para
curarse. Él le dio la sensación de calma que necesitaba
desesperadamente. Ella sería honesta con él, y le diría exactamente lo
que quería: a él y su libertad.
Capítulo Doce
—Está allí, jefe —dijo Boscoe desde el asiento delantero del auto.
Zeke no tenía muchos hombres con él, pero no los necesitaba para lo que
había planeado. El club de striptease donde se encontraban estaba
destartalado, sórdido, y solo mirándolo le dijo que este era el sitio perfecto
para que esto sucediera. De pie fuera, a la vuelta de la esquina, había
una chica que no podía tener más de dieciséis años, y le estaba haciendo
una mamada a un hombre lo suficientemente mayor como para ser su
padre. Esta no era la forma de hacer negocios, ningún negocio, pero
tampoco era su problema porque ella no era una de sus chicas.
No era lo peor que veía. No, había otro par de chicas que casi no
llevaban nada, claramente drogadas por la forma en la que actuaban, y
que esperaban algo de acción. Las mujeres también estaban muy
magulladas, y alrededor de sus cuellos había un letrero que decía “follada
gratis”. Obviamente no les importaba una mierda, probablemente les
pagaran con drogas, y los clientes pagarían a los proxenetas con dinero
en efectivo.
Las mujeres se veían miserables. Esto era lo que odiaba sobre los
proxenetas de la calle. No respetaban a las mujeres que trabajaban para
ellos. A menudo, abusaban de las niñas, haciéndolas adictas a las
drogas, y luego haciéndolas trabajar para conseguirlas. No tenían vida, y
era una de las razones por las que Zeke se aseguraba que sus mujeres
recibieran el mejor tratamiento y atención.
—Déjame a ese cabrón —dijo Zeke sin emoción. Saliendo del coche,
se acercó a la escena. La jovencita comenzó a tener náuseas, luchando
contra el hombre que ahora se estaba riendo mientras ella luchaba por
respirar. Agarrando su arma de la parte de atrás de sus pantalones, retiró
el seguro, apuntó y disparó sin pensar. El hombre se sacudió fuera de la
boca de la chica y cayó contra la pared de ladrillo antes de deslizarse al
suelo. La chica jadeó en el suelo, lo miró y, al cabo de un segundo, se
alejó a toda velocidad.
Dejó el desastre para que Boscoe lidiara con él, y Zeke entró en el
club. Había muchos tipos viendo a las chicas desnudarse. Podía ver que
algunos lo reconocieron mientras caminaba en el club de mierda, y
escuchó susurrar su nombre con miedo.
Él hirió a Alessandria.
—Hecho, jefe.
Hirió a Alessandria.
Gerald gimió.
Golpeó la culata del arma contra el pene del hombre esta vez. A
diferencia de otros, Zeke no tenía problemas en pegarle un tiro al pene
de un hombre, no si eso significaba que conseguiría lo que quería al final.
Gerald era un hombre repulsivo y merecía todo eso y más.
—Dame la cuerda —le dijo a uno de los hombres que estaban a sus
órdenes. Una vez que la tuvo, comenzó a atarla alrededor de las muñecas
de Gerald, y luego colgó la cuerda de un gancho de carnicero que colgaba
en las vigas. Después, desvistió a Gerald, hasta que estuvo
completamente desnudo. Rodeado de hombres en los que confiaba su
vida, Zeke hizo que todos miraran a la mierda enfermiza que tenían
delante.
Zeke agarró uno de los cubos que habían sido traídos para la
ocasión. Le tiró un cubo de agua helada sobre Gerald y esperó a que
despertara.
Capítulo Trece
Alessandria no había podido dormir. Era muy tarde; casi era hora
de la salida del sol y Zeke todavía no había regresado. El hombre llamado
Shakes no le había dicho más que unas pocas palabras. Ahora mismo,
ambos estaban en una de las habitaciones de la planta baja; la televisión
de gran pantalla frente a ellos reproducía una película con mucha
violencia y el volumen estaba bajo. A pesar de que Shakes escogió la
película, ella pudo ver que no la estaba viendo. Su enfoque estaba en todo
menos en la televisión.
—Zeke ha vuelto.
Ella exhaló, sin darse cuenta del alivio que supuso escuchar eso.
Pero tras eso estaba el hecho de que sabía lo que él había estado
haciendo.
Él mató a Gerald.
Zeke tuvo que forzarse a dejar a Alessandria allí de pie. Sabía que
se veía aterrador con la sangre de Gerald cubriéndolo, pero tan pronto
como el hijo de puta había aspirado su último aliento, el alivio había
llenado a Zeke.
Ella sería sincera con él, le contaría cómo se sentía, lo que quería
de él. También le diría que disfrutaba cosas, ciertos placeres. Alessandria
no le tenía miedo y, de hecho, nunca se había sentido tan segura como
lo había hecho con Zeke.
—Detente, Alessandria.
Sabía que tenía los ojos muy abiertos, pero no tenía miedo. Sólo
existía esa loca excitación intensa. ¿Debería mentir? No, lo sabrá, y tú
quieres ser sincera con él.
—Hay tantas cosas que quiero hacerte, tantas cosas que quiero de
ti. —Su voz era un sedoso y oscuro susurro de promesas—. Pero
seguramente te asustaría, Alessandria.
—Me gusta el placer con dolor. —Aunque sabía que él sabía esto,
que había escuchado cosas sobre ella de Gerald antes de matarlo, que
probablemente había mostrado signos cuando él la tocó, diciéndolo,
admitiéndolo, asustándola—. Pero ya lo sabías —susurró ella.
Él se inclinó un centímetro.
Ella dejó caer su cabeza contra la puerta y cerró los ojos, adorando
la sensación de su lengua bailando a lo largo de su piel, reclamándola,
dominándola. Su otra mano agarró su cintura, apretándola y soltándola
—Puedo sentir lo húmeda y caliente que estás por mí, nena. —Pasó
su lengua a lo largo de la concha de su oreja, sobre su mejilla, y la besó.
—Eso es, Alessandria, deja que ese dolor te haga sentir bien. —Ella
se estremeció—. Dime que quieres que pare. Dímelo ahora mismo, y esto
Capítulo Catorce
Una semana después
Zeke se había detenido.
—Estoy bien, nena. ¿Todo está bien? —La vio de pie junto a la
puerta con una larga chaqueta de punto, con los brazos alrededor de la
cintura. La tela moldeada a su cuerpo.
—No.
la sublevación de ella. Bien o mal, no sabía qué hacer con sus propios
sentimientos cuando se trataba de esta mujer, ni qué hacer al respecto.
Él tragó.
Ella tragó.
—Hay tanto dolor que explorar para los dos. Voy a darte tanto
placer que va a borrar cada recuerdo de lo que Gerald te hizo.
—¿Dónde?
—¿Tú sí?
—Diez minutos.
—Eres un mandón.
Boscoe asintió.
era un buen hombre. Shakes cuidaba de su chica, y eso era todo lo que
importaba.
—Yo nos llevaré a los dos a casa de Dani, con Colin siguiéndonos
de cerca.
Él agitó la cabeza.
era ponerse un par de zapatillas deportivas, y se veía linda, con los pies
en la tierra. Ella se veía real.
—Estoy lista.
—Dani te va a adorar.
—Lo dudo.
Ella asintió.
—No sé qué decir. —No sabía cómo explicar cómo había entrado en
la vida de Zeke.
Zeke exhaló.
—Gracias.
Daniella los sacó del pasillo, y no pasó mucho tiempo antes de que
Shakes y Zeke estuvieran hablando en otra habitación, y ella estuviera
sola con Daniella.
—Eso es bueno. Sé que papá no es para todos, pero quiero que sea
feliz. De verdad quiero que sea feliz y que encuentre el tipo de felicidad
que he encontrado yo con Shakes.
—Lo siento.
—Gracias.
—¿Por qué?
Daniella sonrió.
—No es lo mismo.
—¿Cuándo dé a luz?
—No te dejaré fuera, papá. Estoy decidida ahora más que nunca a
hacer que esto funcione. Esta es nuestra familia, y yo te amo.
Zeke quería eso, y sabía que había una posibilidad de que lo tuviera
con Alessandria.
—¿Qué?
Shakes detuvo todo lo que ella iba a decir al tomar sus labios en
un beso abrasador.
Capítulo Quince
Alessandria estaba de pie junto a la ventana de su habitación, con
una bata de seda que Zeke le había regalado cuando llegó aquí por
primera vez, bien envuelta alrededor de su cuerpo desnudo. La luna
estaba llena, el cielo despejado. La iluminación alrededor de los jardines
daba pequeños destellos de las flores que se abrían durante la noche,
colocadas esporádicamente alrededor de los jardines. Era una propiedad
hermosa, pero no era de ella, no era su vida. Zeke se preocupaba por ella,
lo sabía, pero, ¿continuaría deseándola una vez que la tuviera?
—Sé que quieres tu libertad, que quieres irte y tener una vida fuera
de estos muros. Quiero darte todo lo que deseas. —Se inclinó hacia abajo
y la besó—. Pero no sé si puedo alejarme de ti.
—Te amo. —Ella abrió los ojos, se alzó y lo besó. Metiendo sus
manos en su pelo corto, ella tiró de las hebras, abrió la boca, inclinó la
cabeza, y adoró que él profundizara el beso.
—No lo harás —se quejó—. Sólo hazme sentir bien, haz que me
olvide de toda la fealdad del mundo.
—Sí.
—¿Sabes bien?
—Lo voy a saborear todo, veré por mí mismo lo bien que sabes. —
Le tomó la barbilla en un suave agarre—. Acuéstate en la cama para mí,
nena. Abre las piernas y separa los labios de tu vagina para mí. Quiero
ver ese delicioso coño brillando.
Ella no quería luchar con esto, no quería ignorar esta química entre
ellos. Toda su vida había estado luchando contra estos deseos,
avergonzada de lo que realmente quería. Luego, después de admitirlo
—Lo sé.
—Hay algo sobre ti, algo que no puedo ignorar. No puedo alejarme.
Traté de luchar y he terminado con eso. Solo necesito tenerte como mía.
—Extendió la mano y sostuvo su mejilla. Era tan pequeña en
comparación con él, tan gentil y vulnerable—. No se trata sólo de sexo,
nena. Puedo ver, en el fondo, que quieres ser controlada tanto como yo
quiero controlarte. Pero tu pasado hirió una parte de ti, te hizo pensar
menos de ti misma. Te ofrezco todo lo que tu corazón desee, siempre y
cuando seas mía para que lo aprecie. —Acarició su mano sobre la mejilla
de ella otra vez—. Sólo quiero que estés dispuesta.
Capítulo Dieciséis
—Acuéstate boca abajo —dijo Zeke, alejándose de Alessandria. Iba
a tomar su palabra sobre lo que ella quería y explorar sus niveles de
dolor. El sabor de su coño todavía estaba fresco en sus labios, y
felizmente se pasaría todo el día lamiendo y chupándola. Él podría
mostrarle lo jodidamente bueno que sería entre ellos. Zeke ya era adicto
a ella.
en el otro muslo. Ella lanzó un gemido—. Existe el dolor que puede venir
de un cinturón, de juguetes especiales, de estar atada. O puedo hacerte
esperar un orgasmo, que te da un tipo diferente de dolor. Tienes que
esperar hasta que yo esté listo para dejarte correrte. No tienes elección
en lo que pasa con tu cuerpo. Yo controlo lo bien que te sientes y con qué
frecuencia. —Empezó a dibujar círculos en el parte interior de sus
muslos.
—Sí, Zeke.
—Sí.
Causar daño era algo diferente en lo que a él respecta que dar dolor.
Con dolor, controlaba cuánto le daba, y ella lo tomaba voluntariamente.
Hacerle daño era cruzar una línea que ella no quería. Zeke la escuchaba,
y se aseguraba de que el placer que le daba era sólo del tipo que ella
quería y que disfrutaba.
—Eres mía. —Le sostuvo el pelo con una mano, y con la otra, le
rodeó el cuello con los dedos. Zeke no apretó, sostuvo la punta de sus
dedos sobre su pulso—. Toda mía.
—¿Sensible?
—Ven aquí.
Él se agarró la polla.
—Te deseo, Zeke. No me dejes ir. Por favor, no me dejes ir. Te quiero
a ti. Siempre te querré.
—Córrete para mí, Zeke. Dame tu placer. —Ella presionó sus labios
a los de él, sintiéndose fuera de lugar. No había habido mucho tiempo en
su vida para besarse.
—¿De verdad?
Zeke se alejó.
—Tu turno.
—Me quedaré aquí hasta que esté duro como una roca, y luego te
follaré de nuevo.
Zeke tocó su mejilla, y ella estaba segura de que detectó una pizca
de tristeza, pero no sabía por qué, y estaba demasiado asustada para
preguntar. ¿Qué haría ella si él la enviara lejos? Ella lo amaba. Era el
primer hombre que amaba con un amor verdadero, con Gerald había sido
un enamoramiento estúpido e ingenuo, y ella no quería dejar a Zeke,
mientras que había querido dejar a Gerald.
Capítulo Diecisiete
—¿Alguien tiene algo más que decir?
—¿Striker?
Striker asintió.
—Siempre, prez.
El club tenía una relación con el hombre, pero eso no significaba que les
gustara.
Nerd no respondió.
—Lo sé, y no hay nada de malo en eso. Solo digo que te cuides,
porque un novato o un gilipollas que cuelgue con el club y quiera llevarse
bien con Demon o con cualquiera de los Miembros no lo pensarán dos
veces antes de difundir esa mierda. —La cara de Nerd era una dura
máscara—. Eres un hermano, simple y llanamente, y no quiero que
ningún imbécil diga que estás haciendo tratos en callejones con Zeke.
Conoces la relación de él y el club, cómo trabajamos con él, pero también
desconfiamos de él.
—Sí —dijo Striker entre dientes. Podía verlo, intuía que Nerd solo
lo estaba cuidando, y no le gustaba la idea de que algún bastardo
—Si quieres un pequeño culo sumiso, más poder para ti, Striker,
pero le haría saber a Demon que quieres colgar por allí regularmente.
Solo para que él sepa lo que pasa.
—Sí.
Sí, le diría a Demon lo que pasaba, le diría por qué iba allí. No
quería ocultarle eso a su club, su familia, pero tampoco le gustaba que
sus asuntos se ventilaran como la maldita ropa sucia.
Capítulo Dieciocho
Dos semanas después
Alessandria no podía sentarse, su trasero y la parte posterior de
sus piernas ardían ferozmente. Las últimas dos semanas habían sido las
mejores de su vida. Zeke la había tomado en sus manos, y juntos habían
explorado sus umbrales de dolor el uno con el otro. Bajándose sobre la
silla de cocina, trató de no quejarse. El dolor era increíble, y la hizo sentir
tan viva, y hasta cierto punto, amada.
—Suena sucio.
Ella asintió.
—¿Qué pasa?
—Está bien.
—¿Qué está pasando? —No podía dejarlo ir. Sus peores temores se
estaban manifestando, y ella lo odiaba.
—Nada, tengo trabajo que hacer. Que tengas un buen día con
Boscoe.
—Te amo.
Zeke ya había colgado. Las lágrimas que habían llenado sus ojos
durante la llamada finalmente cayeron por sus mejillas. Estaba
destrozada, odiándose por ser tan débil. Finalmente, su vida se estaba
uniendo, y debido a un estúpido corte, él iba a alejarla.
Zeke tenía que dejarla ir. Anoche fue una llamada de atención. No
podía dejarse llevar con Alessandria. Ella significaba mucho para él, y
sería muy fácil empujarla hasta el punto de romperla. Él no iba a hacer
eso.
—De acuerdo.
Capítulo Diecinueve
Su corazón tronó en su pecho, sus palmas sudaban, y todo lo que
podía hacer era pensar en que Zeke se deshacía de ella. ¿Había sido una
tonta de nuevo, pensando que un hombre la amaba cuando en realidad
no lo hacía, cuando había terminado con ella porque le había dado un
pedazo de su culo?
Pero sabía que Zeke se preocupaba por ella, lo había visto en sus
toques, sus besos, las palabras posesivas que decía. Había matado a
Gerald, por el amor de Dios, y lo había hecho para ayudarla a sentirse
segura.
del conductor, con su traje de tres piezas que lo hacía parecer poderoso
y peligroso, sintió que su amor por él crecía.
Se limpió las lágrimas con la mano libre, sabía que quería decirle
que esto no era lo que ella quería; quería explicarle cómo se sentía ahora.
—Alessandria…
Epílogo
Seis meses después
Zeke observó mientras Alessandria hojeaba los archivos y anuncios
de las últimas cinco chicas que él había sacado de las calles. Se las había
quitado a sus chulos de mierda, y aunque le hubiera encantado matar a
los hijos de puta, no podía andar matando a todos los chulos que le
hacían enojar, aunque le encantaría intentarlo. Las chicas abrazaron a
su mujer, y él sabía sin lugar a dudas que le estaban dando las gracias.
—Más que nada, Zeke. Nunca supe lo que era el amor hasta que te
conocí.
Esta era su mujer, su alma gemela, la otra mitad de él, e iba a hacer
todo lo que estuviera en su poder para mantenerla, incluso romper sus
propias reglas.
Fin
02 – Doblegada, no vencida
El dolor es una sensación, una emoción duradera que
puede consumir a cualquier tipo de persona sin
discriminación. Amy Holland sabe muy bien lo que le hace
el dolor a alguien. Ha estado viviendo con él durante mucho
tiempo y todo a causa de su padre.
Reese “Joker” Whitman dejó su antigua vida atrás. Ahora
sólo es Joker, un miembro de los Soldados de la Ira, un
club MC que está fuera de la ley que rige en la ciudad. A
pesar del borde duro que carga, la violencia y la destrucción
son sus conocidos.
Joker quiere a Amy, la hija de la mujer que se casó con su
padre. Amy podría ser considerada de la familia, pero no es
de su sangre y él la desea más que cualquier cosa que haya
querido en la vida. Sin embargo, tiene que ir con cuidado,
porque ella está herida y nunca será capaz de entregarse
por completo a él.
Cuando Amy finalmente ve cómo es Joker, no es miedo o
dolor lo que la consume; sino esperanza y deseo. ¿Pero podrá entregarse al
motero cuando se siente demasiado quebrada para ser amada?
04 – Bastardo muerto
Shakes sabía que no podía tener a Daniella, pero eso
no impidió que la tomara. Marcharse significó
traicionar a su club e ir en contra de su padre, Zeke.
A pesar de que están siendo cazados, él no la dejará ir,
no puede.
Pero, ¿qué pasa cuando los encuentran? ¿Puede
Shakes devolver a Daniella a
su padre? ¿Puede hacer las
paces con el MC? Con su parche y vida en juego y la
posibilidad de perder a Daniella para siempre, Shakes
debe decidir qué camino tomará.
Próximamente
Staff
Traductora: Mdf30y
Correctora: Lelu
Diseño: Lelu
Lectura Final: Laavic