Zeke's Rule - San Crescent & Jenika Snow

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Serie Soldados de la Ira 5 1


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Sam Crescent
Jenika Snow

Las reglas de
Zeke

Serie Soldados de la Ira MC 5


Serie Precioso Tormento 1

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

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que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Sinopsis
Zeke no es un héroe, nunca se ha visto a sí mismo teniendo un
felices para siempre. Lo han llamado muchas cosas: malvado, retorcido,
sádico y peligroso. Él es todas esas cosas y más. Se deleita en ello, las
abraza y las usa para hacerse más poderoso. Es un mal hombre en todos
los sentidos.

Luego está Alessandria: una mujer encadenada, llorando,


asustada, que anhela el dolor con su placer. La parte sádica de él la
quiere toda para sí mismo. Le mostrará que el tipo de dolor que él quiere
darle finalmente la dará el placer que ella anhela.

¿Podrá Alessandria manejar al monstruo dentro de Zeke, o como


tantas otras, podría huir?

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Capítulo Uno
Zeke: diez años de edad
—Eres un pedazo de mierda sin valor.

Zeke estaba sentado en el deshilachado sofá, manchado y con olor


a podrido, mirando a su padre ebrio que iba y venía delante de él, drogado
y borracho; esperó a que llegaran los golpes. Su madre estaba sentada
en la silla frente a él, con un torniquete en el brazo y la sangre goteando
por el pliegue de su codo por la aguja que acababa de usar para
inyectarse. Ella miró a Zeke con esa expresión vidriosa, fuera de su
mente, y supo que cuando su padre comenzaba a pegarle, ella no haría
nada. Esta era su vida, lo había sido todo el tiempo desde que podía
recordar. Puede que sólo tuviera diez años, pero se sentía mucho mayor,
tenía que ser fuerte e inteligente para seguir vivo cuando las cosas se
ponían feas.

—Pequeño pedazo de mierda sin valor. —Su padre se detuvo y lo


miró. Apretó las manos a los costados, la ira se estrelló contra Zeke con
la fuerza suficiente que si no hubiera estado acostumbrado a esto, habría
sentido verdadero miedo—. Entraste a mi habitación y te metiste en mi
dinero, ¿no? —Aunque sonaba como una pregunta, Zeke sabía que no
era realmente una. Su padre sabía lo que había hecho, y sería castigado
severamente por ello.

—Necesitaba dinero para comprar comida. —Zeke no se molestó en


mentir.

—Qué pequeña mierda tan desagradecida —dijo su madre ahora.

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Zeke miró a su madre, la vio tratando de sentarse, pero se


desplomó hacia atrás, demasiado drogada para moverse más de un
centímetro.

—No había comida, y yo tenía hambre. —Volvió a mirar a su padre,


el odioso y malvado hombre. Pero Zeke no podía negar que lo que le había
pasado le había hecho más fuerte; tenía que serlo para resistir todo esto.

—Nunca le robes a los tuyos.

Tú no eres de los míos.

—No había comida en casa y tenía hambre —dijo Zeke


nuevamente—. Solo fueron cinco dólares. —Era el único dinero que había
podido encontrar en la casa, pero había sido parte del fondo de drogas y
alcohol de sus padres. Sabía que tomar el dinero significaría que
conseguiría esto, pero no le importó. No le importaba nada más que
sobrevivir, crecer, alejarse de ellos y ser quien diera los golpes en lugar
de recibirlos.

—Si yo hubiera podido pagar un aborto, tu culo no estaría aquí


ahora mismo —dijo su madre, arrastrando las palabras.

Y antes de que Zeke pudiera prepararse, ese primer golpe vino


desde la izquierda, y sintió que la oscuridad se precipitaba hacia
adelante.

Zeke: dieciocho años de edad


Estaba borracho y sorprendido de que se le pusiera la polla dura,
pero no iba a parar, no iba a rechazar ese pedazo de culo. Necesitaba algo

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más que el alcohol para olvidarse de su maldita vida, de cómo estaba a


punto de perder su jodida cabeza.

Zeke miró fijamente el culo que en ese momento rebotaba sobre su


polla hacia arriba y hacia abajo, levantó la mirada por la ancha cintura y
la espalda esbelta, y agarró las caderas de ella, golpeándola con más
fuerza contra él. Ni siquiera sabía el nombre de esta zorra, y asumió que
ella tampoco sabía el suyo. Estaban en la parte de atrás de la camioneta
de un pobre imbécil en una fiesta organizada por un chico con el que
había ido a la escuela secundaria. Zeke se había graduado por los pelos,
y la única razón por la que había seguido yendo a la escuela era porque
quería ser mejor que su viejo, estar por encima de él. Un día, le patearía
el trasero, lo enterraría y nunca miraría hacia atrás.

Era una puta. La había visto follando con muchos otros tipos por
la ciudad. Eso es lo que él quería: una puta, una que sólo quisiera una
polla y nada más.

—Dios, realmente me estás estirando con esa gran polla tuya.

Zeke no respondió, no porque no tuviera nada que decir, sino


porque le importaba una mierda lo que esta hembra hablara. Él sólo miró
hacia abajo donde su coño chupaba su polla, donde el condón estaba
cubierto con el jugo de su coño.

Tenía grandes planes para su vida, unos que lo pondrían por


encima de todos los demás, donde no tenía que responder ante nadie. La
camioneta era muy incómoda, pero no le importaba. Sólo estaba tratando
de desfogarse, y eso era más fácil decirlo que hacerlo, ya que ella estaba
suelta como la mierda y a él le estaba haciendo efecto el whisky.

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Zeke la volteó para que estuviera sobre su vientre, con los brazos y
rodillas chocando contra el metal de la caja de la camioneta. Se agarró la
raíz de su polla, sostuvo el condón demasiado pequeño y se dijo a sí
mismo que traería los Magnum la próxima vez. Alineó la cabeza de su
pene en la abertura de su descuidado coño otra vez y empujó dentro,
centrado en correrse.

Se sumergió dentro de ella, una y otra vez, hasta que sus pelotas
subieron y finalmente sintió que su orgasmo se precipitaba hacia
adelante. Llegó duro, sin importarle si ella se corría, porque ahora mismo
sólo se preocupaba por sí mismo.

Sí, sabía que era un bastardo, pero no le importó; aceptó el título.


Ser como era, fuerte, feroz, sin importarle una mierda golpear a alguien,
le dio la reputación, incluso a los dieciocho años, de tener bolas de acero.
Pero él no hizo lo que hizo sólo por una reputación. Hizo lo que hizo
porque se había dicho a sí mismo hace mucho tiempo que sería más
fuerte que todos los demás. Era la única forma de sobrevivir.

Cuando terminó, se salió de ella, se subió los vaqueros, se metió la


polla en los pantalones y se sentó en el borde de la camioneta. La fiesta
era en la casa justo al lado de ellos, el camión en el que estaban tumbados
estaba estacionado en el callejón al lado. Zeke agarró un porro del
bolsillo, prendió el extremo con el encendedor que había encontrado
antes, y fumó.

La chica que acababa de follar se bajó por el borde de la camioneta,


ajustándose la falda mientras tropezaba hacia la fiesta. Zeke estaba harto
de esta ciudad de mierda, harto de tener que trabajar para un imbécil, y
sabía que le llegaría su hora. Sólo tenía que ser paciente, tenía que
concentrarse en sus objetivos y, al final, sería él quién impondría la ley.

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Zeke: veinte años de edad


—Hazlo. Hazlo ya, maldito imbécil inútil —dijo Zeke sonriendo,
saboreando el sabor metálico de la sangre en su boca. Volteó la cabeza y
la escupió por toda la alfombra manchada. Se volvió a mirar al inútil de
su padre, el hombre que le había convertido en el monstruo que era hoy.
Zeke odiaba al cabrón, odiaba todo lo que representaba. Su madre había
muerto de una sobredosis justo un año antes, y contra todo pronóstico,
este pedazo de mierda que se llamaba a sí mismo padre todavía estaba
vivo.

—Debería haber terminado con tu vida cuando ni siquiera podías


defenderte.

—Deberías haberlo hecho, porque he vuelto para asegurarme de


que esta mierda termine ahora mismo y de que entiendas lo que significa
recibir lo que te mereces. —Zeke no había estado viviendo en la misma
casa con su padre desde que tenía dieciocho años. Había trabajado duro
en un trabajo de mierda, pagando sus cuentas, y follando zorras al azar.
Al final del día, él se acostaba en la cama e imaginaba al hombre justo
delante de él, al que quería matar. Durante años, no había pensado en
nada más que en matar a su padre, el hombre que le había dado la vida.
El mismo hombre que lo había golpeado a diario, abusando de él
emocional y verbalmente, e hizo de él el desalmado bastardo y sin corazón
que era hoy.

No podía tener ningún tipo de relación con una mujer, sin que
involucrara a su pene en sus cuerpos, y nada de hablar después. Se había
convertido en una persona que se deleitaba con el odio y mantenía sus
emociones profundamente enterradas. Sabía que un día explotarían y
que cualquiera que estuviera en su mira sería destruido.

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Así que, volvió a la casa de su padre, la casita de mierda de una


planta, para terminarlo. Había esperado lo suficiente, pensando en lo que
quería hacer y en cómo lo haría, y finalmente ahorró el dinero suficiente
para salir corriendo de aquí y nunca mirar hacia atrás. Incluso si lo
relacionaban con él, Zeke ya se habría ido hace mucho tiempo.

Miró fijamente el interior de la casa en la que había llorado cuando


era más joven, había rezado a quienquiera que lo escuchara para que le
ayudara a escapar, y donde se había dado cuenta de que nada cambiaría.
Nadie vino por él, y nadie le ayudó; así que decidió que tendría que
depender de sí mismo si quería sobrevivir.

Había entrado en este basurero cinco minutos antes, había visto a


su padre en el sofá con una puta dándole una mamada, y los recuerdos
de todas esas cosas que había presenciado a una edad temprana le
habían vuelto a caer encima. La puta se fue entonces, su padre golpeó a
Zeke por puro principio, y en ese momento, estaba en el proceso de
inyectarse su cena. Ahora era el momento de terminar con esto. Tenía
que terminar con esto, porque si no lo hacía, estaría viviendo con esta
destrucción dentro de él para siempre.

Su viejo estaba lento, drogado y cada segundo que pasaba más


distante. Sus movimientos eran descuidados, perezosos, y Zeke pudo
anticipar lo que se avecinaba. Le había dejado dar su primer puñetazo,
deleitándose con el dolor que le causó. Miró al hombre que lo había
atormentado cuando era un niño, y creado al monstruo que era hoy, era
como mirarse en un espejo. Era su padre, en todos los sentidos de la
palabra, depravado y malvado.

Sin embargo, Zeke no iba hacer sufrir a este hombre, no iba a


atormentarlo como le había hecho a él durante tantos años. No, iba a
hacer de esta la primera muerte de muchas en su vida, la primera

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ejecución de cualquiera que tratara de derribarlo, que tratara de hacerlo


sentirse inferior. Él ya no sería la víctima.

Metió la mano en su bolsillo, agarró la jeringuilla llena de una dosis


letal de heroína, y cuando su padre se adelantó, listo para golpearlo de
nuevo, Zeke lo empujó hacia atrás lo suficientemente fuerte como para
que cayera al suelo. Estaba demasiado drogado para saber lo que estaba
sucediendo ahora mismo, pero pronto, no tendría que preocuparse por
ser el pedazo de mierda humana que siempre había sido.

Zeke se inclinó, le empujó la cabeza hacia un lado y vio la yugular


ligeramente protuberante. Inyectó la aguja directamente en la vena,
presionó el eje y la sacó una vez que estuvo vacía. Podría haberlo
dominado fácilmente ahora. Ya no era un niño escuálido, había luchado
para llegar al lugar donde estaba ahora, pero no era así como quería que
esto sucediera. No necesitaba los detalles de su pasado vinculados al
imperio que gobernaría.

Retrocedió un paso mientras veía el efecto de las drogas, vio a su


padre caer al suelo y supo que tenía una sobredosis. Ese había sido el
plan, y todo había pasado rápidamente. Bueno, así es como debería haber
terminado su pasado.

Ahora estaba cuidando de sí mismo, de su futuro, y cualquiera que


se cruzara en su camino encontraría un destino mucho peor y menos
humano que este.

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Capítulo Dos
Zeke: veinticinco años de edad
—Estás a cargo de tu propio destino. O vives la vida con miedo, o
eres a quien otros temen.

Zeke recordó haber escuchado las palabras en prisión. Cumplió


una pequeña condena por posesión de drogas. Alguna acusación falsa
aterrizó sobre su cabeza no mucho después de haber matado a su padre,
pero aún así lo enojó. Zeke había aprendido de sus errores, escuchaba a
los duros que estaban en prisión, que era la razón por la que ahora estaba
de pie en el almacén abandonado en las afueras de la ciudad, mirando al
ser de poca monta que pensaba que podía robar.

Había salido de la cárcel y había pasado los últimos años


volviéndose imparable. Zeke hizo aliados en hombres que estuvieran a su
espalda, pero también se aseguraba de que fueran recompensados por
esa lealtad. Los hombres que eran sus enemigos, se ocupó de ellos con
rapidez, sin miedo y sin pensarlo.

—¿Crees que puedes robarme, pedazo de mierda? —preguntó,


tomando un cuchillo de la mesa de herramientas, y clavando la hoja en
el muslo del bastardo.

El hijo de puta gritó, rogando que el dolor se detuviera. Sacando el


cuchillo, se lo volvió a clavar, saboreando no solo la sensación de poder
que tenía, sino también el dolor.

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Girando el cuchillo a la izquierda y derecha, Zeke sonrió y lo sacó.


Mirando la hoja, sonrió a la sangre que goteaba de la punta.

—Lo siento. Lo siento mucho.

La oscuridad dentro de él no desaparecería. Había comenzado


cuando era un niño, después de la primera docena de palizas de su padre.
Había comenzado a notar las pequeñas cosas. Como que cuando había
alguien herido en el patio de la escuela, él no sentía nada. No le importaba
si otro sentía dolor. Estaba más interesado en ver qué tipo de dolor podía
infligir él a los matones en la escuela.

Zeke despreciaba a los bravucones más que a cualquier otra cosa.


Lo que él hacía no era intimidación; era un negocio. Él tomaba su negocio
en serio. Si dejaba a un cabrón robar, la gente empezaría a pensar que
se había vuelto blando. Ahora, estaba construyendo su reputación; era
responsable de la mitad de la coca, las armas y las mujeres de la ciudad.
Sus competidores no tenían ni puta idea de que tenía la intención de
quedarse con todo.

A medida que crecía, la oscuridad en su interior se manifestó.


Incluso ahora, sus hombres lo observaban, y él vio que algunos de ellos
eran demasiado aprensivos, pero no le importó. Le encantaba lo que
estaba a punto de hacer. Si era honesto consigo mismo, castigar a la
escoria, como al tipo de la silla, era un placer en sí mismo. Llegaría un
momento en que nadie se atrevería a amenazarlo. Tenía un plan, un plan
para controlar toda la ciudad y aún más. No habría parte del mundo que
no pensara en su nombre sin temblar de miedo.

Limpiando la sangre en el pecho del bastardo, escuchó a alguien


teniendo náuseas. Mirando hacia atrás, vio a uno de los tipos a los que
pagó mucho dinero tapándose la boca.

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—¿Tienes algún problema? —preguntó Zeke.

El tipo dejó caer su mano, y por su vida, Zeke no podía recordar el


nombre del cabrón. Eso no era un buen presagio para el tipo. Si no
recordaba su nombre, significaba que el cabrón no había causado
impresión.

—Robó una gran cantidad de cocaína.

Zeke le prestó toda su atención.

—¿De verdad?

—Puedes permitirte el lujo de perder uno de los grandes1.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Zeke.

—Sean.

—Sean. —Mirando a sus hombres, los vio a todos tensarse—.


¿Alguien más está de acuerdo con lo que dice Sean? ¿Creéis que debería
ser más tolerante con este cabrón? Es sólo uno de los grandes, ¿verdad?

Nadie se movió. El único sonido que resonaba en la habitación era


el del ladrón en la silla.

Asintiendo, vio como los tres hombres más cercanos a Sean lo


agarraban y empezaban a sujetarlo.

—¿Qué coño?

—Ahora, es el momento de enviar un mensaje más grande. Verás,


Sean, ser un bastardo desleal comienza con robar uno de los grandes de

1
Mil dólares.

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coca. Luego se lleva un par de chicas, seguido por que las chicas se ven
forzadas a engancharse, y son golpeadas para follar a un bastardo
enfermo cuando intentan ser independientes. Todo se suma. En poco
tiempo, son pendejos como tú robándome todo. Y luego me borran de la
calle porque me veo como un marica que no puede manejar a los
cabrones que me roban. —Volteando el cuchillo, pasó la punta empapada
de sangre por la cara de Sean, untando la sangre en sus labios—. ¿Ese
dinero que yo pierda saldrá de tu bolsillo? ¿Estarías dispuesto a sentarte
en el lugar de él?

—En la calle se dice que eres un monstruo, un monstruo de alma


negra que escapó del infierno.

Zeke se rió de lo que dijo Sean.

—No creo en los cuentos de hadas. Veamos si creerán en los


rumores cuando vean lo que te he hecho.

Con tres hombres sujetando a Sean, le arrancó el ojo izquierdo; los


gritos de dolor llenaron su cabeza. Cuando tuvo el ojo en la mano, se lo
metió en la boca del hombre. En ese momento, Sean ya se había
desmayado por el dolor.

Los rumores eran ciertos. No sintió nada, ni siquiera enfado


cuando se volvió hacia el ladrón. Es lo que hacía que otros le temieran
tanto. Zeke podía cortar a una persona en pedacitos mientras la
mantenía viva, escuchando sus gritos pidiendo piedad y no sentir nada.

No había dolor; no había culpa. Sólo ese agujero negro vacío que se
había creado cuando era un niño. Cuando los golpes habían comenzado,
se había topado con la parte negra de su mente, para olvidarlo todo, para

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no sentir nada. Ahora, simplemente no era más que un destructivo vacío


negro.

La terapeuta que proporcionó la prisión durante su


encarcelamiento había dicho que sería un enemigo mortal. Ella no se
había equivocado. Durante su estancia en prisión, ideó un plan para
consolidarse como el cabrón más mortal para controlar la clandestinidad.
Hasta el momento, iba según lo previsto. Para finales de año, habría
eliminado a su competencia, y sería el que se enfrentaría al resto del
mundo. El plan era sólido, y cuando salió del almacén, sonrió. Nada iba
a cambiarlo, ni a detenerlo.

Esta ciudad iba a pertenecerle.

Zeke: el nacimiento de Daniella


Mirando su reloj, Zeke lanzó un suspiro. Esto estaba tomando
demasiado tiempo, y tenía lugares en los que estar que eran mucho
mejores que el hospital. La única razón por la que estaba aquí era porque
la perra había afirmado que estaba embarazada de su hijo. Todo lo que
estaba esperando era que el bebé naciera para que se pudiera hacer una
prueba de paternidad.

—Seguramente no toma tanto tiempo para que un niño nazca —


dijo, tomando asiento.

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—Puede llevar algo de tiempo. Mi mujer estuvo de parto durante


varias horas. —Billy, su mano derecha habló—. Estas cosas llevan
tiempo.

Zeke no tenía tiempo para que una mujer diera a luz. Si la perra
había mentido, iba a asegurarse de que pagara por ello. Sabía que debería
haber estado más seguro cuando la folló.

Golpeando con los dedos en el muslo, tuvo que esperar otra hora
antes de que una enfermera finalmente saliera a verlo. Sin esperar, la
apartó fuera de su camino y entró en la habitación de la puta.

—Tenemos una niña.

Caminando hacia la cuna de plástico transparente en la que estaba


el bebé, miró fijamente a la niñita.

—¿Está sana?

—Sí.

Recogiendo al bebé, Zeke se dio la vuelta.

—Me voy a hacer una prueba para asegurarme de que es mía.


Esperaré a los resultados.

—¿Y si es tuya?

—Me aseguraré de que se ocupen de ella.

Zeke miró al bebé por otro momento, puso su pequeño cuerpo en


la cuna y salió del hospital. Se subió a la parte de atrás de su coche y
sacó su móvil. Tenía asuntos de los que ocuparse.

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—Harán la prueba de inmediato.

—Bien. Necesito pruebas de que me pertenece. Si lo hace, la


reclamaré, si no, puede volver con la madre, y ambas pueden pudrirse en
lo que a mí respecta.

No le importaba lo que la gente pensara de él. Esto era lo que hacía.

De cualquier manera que él lo mirara, el bebé era un inconveniente.

Pasaron varios días y el bebé y la zorra de su madre estaban de


vuelta en su casa, que estaba cerca de uno de sus hogares temporales.
La quería cerca cuando obtuviera los resultados. Estaba en el ordenador
de su oficina cuando el correo electrónico llegó con una notificación.
Presionando aceptar, leyó los datos que explicaban, sin duda, que él era
el padre del bebé. Levantándose de su silla, encontró a Billy y le dijo que
trajera a la madre del bebé a su oficina.

Media hora más tarde, escuchó a Billy y a la madre del bebé hablar
mientras pasaban por su oficina. Les dio un momento para que se
instalaran, y luego subió a la habitación que había preparado para ellas.
Entró en la habitación y encontró a la madre de su hija alimentando a su
pequeña.

—¿Qué hago? —preguntó, avanzando.

—Es su hora de comer. Toma el bote entero. Es tan hermosa y


fuerte. —Levantó su dedo, mostrándole que su hijita sostenía los dedos
con una fuerte presión.

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—Ella es mía —dijo Zeke con determinación.

—Ella es especial.

—Muéstrame qué hacer —dijo. Ella le quitó el biberón de la boca


de su hija y la puso hacia arriba. En el momento en que su comida
desapareció, su hija empezó a gritar por más.

—Está bien, pequeña. Te van a dar de comer en un segundo.

Sentado, y con el bebé gritando, Zeke se tensó cuando la niña fue


puesta en sus manos. Le dieron el biberón, y en el momento en que se lo
puso en la boca, dejó de llorar.

Mirándola a los ojos, Zeke de repente se vio atrapado en su


inocencia. Él no había sido inocente en mucho tiempo, si es que alguna
vez lo fue, y sin embargo, su hijita era inocente.

—Te daré unos momentos —dijo Billy y sacó a la mujer de la


habitación.

La puerta estaba cerrada.

—¿Qué coño he hecho? Nunca iba a tener hijos… sin embargo, aquí
estás. Hubiera sido más fácil si fueras un niño. Podría manejar a un niño.
Este mundo no es lo suficientemente bueno para una princesa como tú.
Este mundo destruirá lo que veo en tus ojos.

Ella fue el primer rayo de sol en su alma oscura. En el momento en


que la miró, simplemente sosteniéndola en sus brazos, aligeró la
profunda oscuridad de su alma. Él era un monstruo, pero con ella en sus
brazos, no se sentía así.

Zeke quería proteger a su pequeña.

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—Daniella, así es como te voy a llamar, cariño. Voy a protegerte, a


amarte y a asegurarme de que tengas todo lo que siempre desees —
prometió Zeke.

Cuando terminó de comer, una enfermera que había contratado


por si la prueba decía que el bebé era suyo entró en la habitación.

—Tiene que hacerla eructar ahora. —Claramente, Billy le había


dicho lo que estaba haciendo aquí, porque le instruyó sobre qué hacer de
inmediato.

Durante los siguientes veinte minutos, le enseñaron cómo manejar


a su pequeña. Vomitó leche en su traje de mil dólares, pero a él no le
importó. Daniella era su vida, la única persona por la que moriría.
Cuando ella terminó, él se limpió el desastre de su pierna y se sentó en
la silla.

Daniella se acurrucó en su pecho. Su cabeza se inclinó un poco


hacia un lado. No lloró mientras lo miraba. Él no podía apartar la vista.

—Me vas a causar problemas, ¿verdad?

Su mundo cuidadosamente ordenado necesitaba ser cambiado. No


importaba lo que sucediera, necesitaba mantener a Daniella a salvo.
Nunca había habido una persona que le importara. Daniella era de su
propia sangre, y él la protegería.

Poniendo sus manos sobre la cabeza de ella, acarició su fino pelo.


Los minutos pasaron, y Zeke de repente olió algo podrido.

—Algo está mal en ella.

En el momento justo, la enfermera volvió a la habitación.

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—Algo está mal en ella —dijo Zeke otra vez, poniéndose de pie, y
sosteniéndola hacia la enfermera.

La enfermera se rió.

—Solo necesita que le cambien el pañal.

Estaba en un infierno de viaje con Daniella.

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Capítulo Tres
El surgimiento de un imperio
Esto era todo suyo. Zeke había trabajado para todo en su vida...
había sangrado por ello, sudado por ello. Huesos y cuerpos rotos cubrían
el camino mientras se dirigía a la cima. Si todo se derrumbara a su
alrededor, él todavía seguiría dominando a todo el mundo, seguiría
teniendo el poder que había creado. El mundo seguiría siendo suyo.

—Están llegando, jefe.

Zeke asintió, se alejó de la ventana que mostraba el club de abajo…


su club Dominion. Este fue su primer ascenso a la cima, el primer negocio
que había controlado. Ahora él era el dueño de todo este pueblo, de todo
el jodido estado.

Salió de su oficina y bajó por las escaleras traseras, para esperar a


que llegara la camioneta con el nuevo cargamento. Agarró un cigarrillo,
se lo puso entre los labios y encendió el extremo.

Las luces de las farolas proporcionaban un brillo de color sucio y


apagado que lavaba el callejón. La furgoneta oscura que venía hacia ellos
contenía las compras más recientes de Zeke, su mercancía más nueva.

En la furgoneta había un grupo de guapas putillas a las que les


gustaba una polla y que deseaban ganarse la vida chupando y follando.
No era un trabajo fácil para ellas, no cuando tenían que aprender a estar
seguras y saber cómo tomar órdenes y mandatos como buenas putillas.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Deberían ser inteligentes y saber cuándo llevarlo al siguiente nivel y


cuándo detenerse haciéndoselo saber.

Inhaló de nuevo de su cigarrillo, se quitó la colilla de la boca y la


tiró a un lado.

La furgoneta se detuvo a unos metros de donde él y algunos de sus


hombres estaban parados. Una vez que se apagaron los faros y se detuvo
el motor, un tipo jodidamente mugriento se levantó del asiento delantero.
Otro tipo, igual de grasiento, salió del asiento del pasajero, y los dos, con
su pelo peinado hacia atrás y bigotes finos como lápices se acercaron a
Zeke. Apestaban a porro y sudor, y al ver sus camisetas manchadas y
llenas de agujeros, era evidente que no se habían detenido en su viaje
para verlo.

A Zeke no le importaba cómo eran, siempre y cuando la mercancía


que había comprado estuviera en perfectas condiciones. Si las mujeres
querían protección para lo que habían elegido hacer con su vida, Zeke
podría proporcionarla. Por lo tanto, las había comprado a sus proxenetas
de mala muerte, las haría parte de su club y les daría una vida mejor de
la que habían tenido.

—¿Tienes el dinero? —preguntó uno de los tipos sórdidos.

Zeke no le respondió de inmediato, solo los miró a los dos. Estos


cabrones eran nuevos, al parecer, o eran los hijos de puta más tontos que
jamás había visto. Nadie le hablaba así, y nadie lo cuestionaba sobre el
dinero. Él podría ser un sucio y oscuro hijo de puta, pero se aseguraba
de ocuparse de los negocios profesionalmente.

—Déjame ver mi mercancía. —Zeke los miró más fijamente; les dejó
ver que no se le podía joder con esa única mirada. Los chicos se miraron

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el uno al otro, comenzaron a moverse sobre los pies, y estaba claro que
finalmente se dieron cuenta de quién estaba al cargo.

Uno de ellos caminó hacia la parte trasera de la furgoneta. El


vehículo estaba estacionado en ángulo, para que Zeke pudiera ver
claramente el lateral de la camioneta. Abrió las puertas dobles, empezó a
decir algo en voz baja a las mujeres que estaban en la parte trasera del
vehículo, y luego, una a una fueron saliendo.

—Alinearos aquí —dijo uno de los hombres de Zeke, y se movió a


un lado, señalando el lugar donde él quería a las chicas. La luz sobre su
cabeza le permitía ver perfectamente a cada una de ellas y asegurarse de
que no habían sido golpeadas. Las mujeres podrían estar dispuestas,
podrían gustarles una polla en todas sus formas, pero eso no significaba
que un cliente no hubiera follado con ellas estando demasiado drogado o
demasiado borracho sin saber que tú no ponías la mano encima a una
mujer inocente o reacia.

Zeke miró a cada mujer, empezando desde la izquierda y siguiendo


adelante. Había doce en total, todas vestidas escasamente, todas
mirándolo con sus labios fruncidos, las tetas hacia fuera, y sus sonrisas
abiertas. Sí, eran profesionales, chicas trabajadoras que probablemente
tenían vidas de las que huían, vidas que probablemente querían olvidar.
¿Era más honorable ser un proxeneta a gran escala? Joder, no, pero le
hizo ganar una tonelada de dinero, y por eso, seguía haciendo el trabajo
sucio desde abajo.

Las chicas variaban en peso, altura y origen étnico. Tenían tetas


grandes y pequeñas, exuberantes curvas, y apenas algunas. Pero a los
hombres les gustaban las mujeres de todas las formas y tamaños, de
todos los colores de piel. No les importaba un carajo mientras su coño
pudiera arrancarles la polla, y ellas supieran lo que estaban haciendo.

Serie Soldados de la Ira 5 24


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Se veían bien, limpias, pero él hacía que su médico de la calle las


revisara muy bien, se aseguraba de que no llevaban nada que pudieran
pasarle a su clientela, y le diera una mala reputación. Él era conocido por
tener a las chicas más limpias de alrededor.

Se detuvo ante la última chica de la fila. Tenía la cabeza gacha, las


manos detrás de la espalda, y se dio cuenta de que algo andaba mal. No
sólo tembló un poco, sino que cuando él le tendió la mano con un dedo
debajo de la barbilla para levantarle la cabeza, ella se estremeció. Él le
levantó la cabeza de todos modos, vio que sus ojos se abrían, las lágrimas
corriendo por su cara, y vio todo rojo cuando se dio cuenta de la forma
en que su labio estaba totalmente partido. Tenía moratones en toda la
mejilla; su boca reventada e hinchada, con sangre seca salpicada en sus
labios y mentón.

Él le giró la cabeza hacia la izquierda y luego hacia la derecha,


observando los moratones en el otro lado de su rostro también. Ella gimió
cuando él tocó suavemente su mejilla. Tenía los ojos más azules que
había visto en su vida, y en ese momento lo miraban con lágrimas en
ellos. Giró su cuerpo, y vio que ella tenía las manos atadas, y todo en él
se tensó. Podía ver las marcas rojas y en carne viva donde la cuerda se
clavaba en su piel. Claramente, ella había luchado para librarse.

Mirándola a la cara otra vez, él no hizo nada más que mirarla


durante varios segundos.

—¿Cuál es tu nombre?

Ella miró a su alrededor, sólo sus ojos se movieron. No respondió


de inmediato, pero cuando vio que su garganta funcionaba mientras
tragaba, y la vio lamerse los labios, supo que ella respondería.

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—Alessandria —dijo en un susurro e hizo una mueca mientras


hablaba. Sabía que eso tenía que ser doloroso para ella.

—¿Te lastimaron? —preguntó en voz baja, por lo que sólo ella lo


oyó. Ella miró por encima de su hombro a los hombres, luego hacia atrás
a Zeke, y finalmente negó con la cabeza.

—Ellos no. Otros lo hicieron.

Él asintió una vez, soltó su barbilla, y se volvió para mirar a los dos
hijos de puta.

—¿Por qué está golpeada? —preguntó Zeke, manteniendo su voz


neutral.

Los chicos se miraron el uno al otro, y finalmente el que había


estado conduciendo contestó.

—La recogimos con las otras chicas. Ella ya estaba golpeada


cuando la conseguimos, pero comenzó a luchar.

—¿Y no pensaste que asegurarte de que estuviera bien para viajar


era una prioridad? —preguntó Zeke, todavía manteniendo la calma
mientras daba un paso hacia ellos—. ¿Tomasteis a una mujer reacia que
ya estaba herida y le hicisteis más daño? —Zeke estaba controlado, pero
furioso.

—Teníamos que completar el trabajo. Ella estaba haciendo una


escena.

Zeke metió la mano en la chaqueta de su traje, agarró su Glock, y


sin siquiera parpadear, puso una bala en cada uno de esos cráneos, justo
entre sus ojos. La sangre salpicó el cemento, y él miró sus cuerpos sin

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vida en el sucio suelo. Tomando una respiración profunda, guardó el


arma en su traje, se volvió a mirar a las mujeres, y vio que todas tenían
los ojos muy abiertos, pero por lo demás no se movieron. No estaban
gritando, no parecían como si tuvieran miedo de que él fuera a
dispararles a ellas a continuación.

Se acercó a ellas otra vez.

—Nadie pondrá sus manos sobre ninguna de vosotras. Cuando


decís que no, significa no, y si un hijo de puta piensa en quitaros lo que
no estáis dispuestas a dar, debéis saber que trabajar para mí significa
que estaréis protegidas. —Las chicas se relajaron visiblemente—. Y sólo
quiero a mujeres que estén aquí porque quieren estarlo. No me dedico al
tráfico sexual, ni dejo que violen a mis chicas, y estoy seguro de que no
dejo que las golpeen.

Las chicas miraron a Alessandria, pero él ya la estaba mirando.

—Haré que mi doctor os revise a todas. Después de eso, podéis


asearos, tomar algo de comer y descansar el resto de la noche. Entonces
haré que os expliquen las cosas. Yo trabajo a mi manera, y quiero que se
haga de cierta forma. —Zeke hizo un gesto a uno de los muchachos para
que les mostrara el interior. Los otros dos tipos empezaron a cargar los
cadáveres en la parte trasera de la furgoneta, y pronto la estaban alejando
de Dominion.

Cuando Alessandria comenzó a caminar hacia el club, él la detuvo


con una mano sobre su hombro. Ella estaba tensa, con la cabeza baja
todavía.

—Mírame —dijo, su voz profunda. Había algo en ella, algo que tenía
su cuerpo enroscado. No era porque hubiera sido herida, pero había algo

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cuando la miró, que tiraba de su lado protector. Quería matar a


cualquiera que la hubiera tocado, que puso miedo en sus ojos.

—¿Quién te tocó? Dime sus nombres.

Ella no respondió de inmediato, pero vio cómo funcionaba su


garganta mientras tragaba, prácticamente podía oler su miedo, escuchar
su corazón latiendo con fuerza.

—Ahora estás a salvo. —La alcanzó, desató sus manos, y sin


pensarlo, tomó sus muñecas en las manos, frotándole la piel. Ella hizo
una mueca de dolor, y él suavizó su toque.

Pero cuanto más la miraba, más sentía ese instinto protector de


asegurarse de que ella no volviera a sufrir nunca más. También se dio
cuenta de que ella no le diría nada. Pero Zeke se lo sacaría. Descubriría
quién la hirió, quién la hizo sentir así.

—Que te revisen y aséate, Alessandria. Y no te preocupes,


averiguaré quién coño te hizo esto.

Uno de sus hombres volvió a salir y la ayudó a entrar, pero antes


que ella desapareciera en el Dominion, lo miró por encima del hombro.
Su pecho se apretó ante la mirada de vulnerabilidad en sus ojos.

Tomó su móvil, le dio la espalda a la puerta ya cerrada, y llamó a


la gente que sabía que averiguarían lo que él quería. Podría tener
hombres bajo su pulgar que morirían por hacerle el trabajo, pero la
verdad es que confiaba en los Soldados.

—Zeke —dijo Demon con voz suave.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Necesito que los Soldados encuentren algo de información para


mí, y necesito que sea una prioridad.

Zeke iba a asegurarse de averiguar cómo Alessandria había


acabado en su establecimiento, porque quienquiera que le hiciera eso
pagaría con su vida. Había algo vulnerable, inocente en ella. Algo que le
recordó la dulzura que vio cuando miró a Daniella a la cara. Él podría ser
un asesino sin corazón, un bastardo, pero eso no significaba que dejaría
que alguien golpeara a una mujer y le hiciera sentir miedo.

No, Zeke los cazaría y los destrozaría.

A Alessandria le habían dado privacidad para darse una ducha, un


conjunto de ropa limpia y modesta, y ahora estaba entrando en la
habitación que compartiría con el resto de las chicas. Vio que ellas
estaban vestidas con poca ropa, limpias, pero aún así reveladoras,
mientras que a ella le habían dado el único traje que no mostraba sus
tetas y trasero.

La habitación en la que estaba Alessandria era la más bonita en la


que había estado durante más tiempo del que podía recordar. Se paró en
el centro de la habitación, miró las camas alineadas contra dos de las
paredes, observando las flores que estaban colocadas en la mesa de café
entre dos sofás de felpa mirando a un lado, y tragó saliva cuando vio el
armario que era tan grande y ancho como la misma habitación. Se dirigió
hacia allí, vio ropas coloridas y caras, y supo que quienquiera que fuera
ese hombre, el que había matado a los hombres que la habían tomado y
herido, no les daría estas cosas gratuitamente.

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Podría haber matado a los que la trajeron aquí cuando vio sus
heridas y hematomas, pero ella lo había mirado a los ojos y había visto
al mismísimo diablo mirándola. Él era frío, calculador, inteligente y
poderoso. Si podía matar a la gente con tan poca emoción, con tan poco
pensamiento, ¿qué le haría a ella, qué le obligaría a hacer? Sabía que
nada venía sin un precio.

Dios, ella lo sabía mejor que la mayoría.

Toda su vida no había sido más que un infierno, y todo comenzó


con un hombre, un hombre al que pensó que amaba, por el que habría
dado la vuelta al mundo y con el que había visto su futuro. Pero el
demonio tiene muchas formas, puede ser encantador, inteligente,
carismático, y, al final, no es más que un sociópata.

Se movió hacia una de las camas y se sentó, mirando a las mujeres


que la rodeaban. Estas mujeres eran profesionales, sabían lo que estaban
haciendo aquí, por qué estaban aquí, e incluso querían hacer esto para
ganarse la vida. Alessandria había sido forzada a este estilo de vida,
engañada para que pensara que entregarse a los hombres con los que
Gerald la quería era lo correcto. Dios, había sido una tonta, una tonta
estúpida, y se merecía lo que le pasó.

Sin familia y sin nada a su nombre, el hombre al que creía que


había amado, que creía que la amaba, la había prostituido. Ella había
estado equivocada, y después de haber sido forzada a tener relaciones
sexuales con tres hombres extraños, obligándola a grabarlo y golpeándola
cuando intentaba huir, sintió que su esperanza se evaporaba.

Tal vez si ella no le hubiera contado su secreto, si no le hubiera


dicho que le gustaba un poco de dolor con su placer, que había imaginado

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todas esas cosas que una vez pensó que eran malas y sucias, Gerald no
habría pensado que era una pervertida y le habría hecho eso.

No importa, porque aquí es donde estás ahora.

Intentó escapar una vez, y eso terminó con unas cuantas costillas
rotas, un cuerpo magullado e hinchado, y la esperanza de que pudiera
irse desvaneciéndose. Gerald se había asegurado de aislarla, de
distanciarla del par de amigos que tenía antes de que él llegara. Ahora
era una marioneta, una marioneta a la que le gustaba el dolor en sus
relaciones sexuales, y revelárselo a la única persona que creía que amaba
la había puesto en esta situación.

Incluso si ella se fuera, Gerald sabía su nombre, tenía los medios


para encontrarla; ese miedo la había mantenido a raya, porque no quería
morir, aunque sabía que la muerte sería un resultado mucho mejor de lo
que tenía ahora mismo.

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Capítulo Cuatro
Zeke miró fijamente las pantallas de las cámaras de vigilancia, las
que mostraban a las nuevas mujeres que habían sido traídas. Golpeó su
teléfono contra su labio esperando que llegara la información de los
Soldados. Cada vez que recibía un nuevo envío de mujeres, las colocaba
en esta habitación. Por alguna extraña razón, las hembras se relajaban
y tendían a revelar los secretos que escondían. No le gustaba manejar a
mujeres que eran adictas, afectadas de enfermedades o que causaban
peleas.

Había habido demasiados incidentes en el pasado que provocaron


que las mujeres resultaran heridas. Él trataba desde mujeres dulces a
las más perras. El problema era que las perras tendían a gobernar sobre
las dulces, pero Zeke las mantenía a raya. Nada de violencia entre ellas.
Había más que suficientes pollas para que todas se sirvieran. A algunos
hombres les gustaban las mujeres dulces, otros querían domar a la perra,
y Zeke ganaba dinero con todo eso.

—¿Cuál es el problema, jefe? —preguntó Randy.

Randy era un buen hombre y había estado con él desde el principio.


Se ocupaba de la seguridad del club, montó todas las cámaras y atrapó
una buena cantidad de ladrones y alborotadores.

—No me gusta cuando una mujer está magullada, rota y con dolor.
Esta mujer de aquí —señaló la pantalla— no es como todas las demás.

Randy se acercó y silbó.

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—Detrás de todos esos moratones, es una belleza. ¿Crees que ha


sido persuadida para tratar de acercarse a ti?

—No. Intentaría llamar mi atención siendo una buena chica. Esta


mujer no está haciendo eso. Está aceptando su destino, y no me gusta.
—Tomando asiento, miró la pantalla. No podía apartar la mirada aunque
quisiera.

Hasta el momento, ninguna de las mujeres mostraba signos de ser


problemáticas, pero aún no había terminado con ellas. El médico de la
calle había llegado, y su asistente estaba llevando a las mujeres de la
habitación principal, a la habitación que Zeke tenía preparada para el
médico. Su negocio sucedía teniendo cámaras en cada habitación. No le
importaba una mierda si estaba infringiendo alguna ley. Randy era un
genio para hacer que las pantallas cambiaran, así que todo se centraba
en el club, y no en lo que pasaba en las salas traseras.

—El buen doctor se está preparando —dijo Randy.

—Cuando te diga que lo hagas, quiero que pongas el sonido en la


habitación —dijo Zeke.

—Lo tienes.

Golpeando con los dedos en el escritorio, miró fijamente a


Alessandria. Tenía la cabeza gacha, y se estaba frotando las manos.
Cuando se dio cuenta que otra mujer se acercaba a ella, todos sus
instintos resonaron a la vida.

—Sonido encendido.

Randy escribió en el ordenador y el sonido de dentro de la


habitación apareció.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Hola —dijo la pelirroja.

Alessandria levantó la vista. Las lágrimas habían llenado sus ojos,


y se lamió los labios.

—Hola. —Su garganta sonaba áspera como si hubiera sido


estrangulada antes que ella entrara en posesión de él. Los moratones
alrededor de su cuello eran prueba de su suposición, y eso sólo sirvió
para cabrearlo. Nadie ponía las manos sobre sus mujeres.

Pero no se trataba sólo de eso. Zeke no podía superar los


sentimientos de propiedad cuando se trataba de Alessandria. Quería
protegerla, reclamarla y gobernarla. No le pasaría nada si fuera suya.

—Escuché que Zeke hace esto por todas sus chicas —dijo la mujer,
tomando asiento. Tenía que entrar en la categoría de las dulces.

—¿Zeke?

—El tipo que te estaba hablando fuera. Ya sabes, el que disparó a


esos hombres, él es el jefe. Este es su club, y nosotras le pertenecemos.

—Oh.

—Soy Rachel. No hay necesidad de saber los apellidos.

—Alessandria.

Se dieron la mano.

—¿Disfrutas prostituyéndote? —preguntó Rachel.

—No tengo elección porque estoy aquí.

Rachel agitó la cabeza.

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—No, puedo decir que no te gusta este estilo de vida. —La simpatía
se movió por su cara.

—¿Tú estás aquí porque quieres? —dijo Alessandria.

Rachel asintió.

—Lo estoy. Adoro el sexo. Me encanta tener ese control al


entregarte a un hombre. Este es el único negocio en el que seré buena.
Dejé la escuela, escapé de casa cuando tenía dieciséis años, y he estado
trabajando en las calles por un tiempo. —Rachel contó su historia, y Zeke
vio el horror en los ojos de Alessandria—. Ves, por eso sé que no eres
parte de este mundo. —Rachel señaló el horror que cubría el cuerpo de
Alessandria.

—No sé de qué estás hablando.

—Mira a tu alrededor, Alessandria, todas estamos aquí, y tenemos


nuestra propia historia que contar. Las calles son un maldito lugar
horrible. Si un chulo te atrapa, estás en problemas. No puedes trabajar
para ti misma ya que a algunos clientes les gusta ser duros. En el
momento que supe de Zeke y de la atención que presta a sus mujeres,
supe que tenía que llegar aquí. Este es el comienzo de una vida
completamente nueva. Aquí no nos tratan como escoria. Nos respeta
porque le hacemos ganar dinero. Esta, lo creas o no, es una vida mejor.
—Rachel se rió—. He oído que también tenemos vacaciones en Navidad.
Me encanta la Navidad.

Zeke no pudo evitar reírse.

—Te está haciendo sonar como un maldito santo —dijo Randy.

Serie Soldados de la Ira 5 35


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—Comparado con la vida que han vivido en las calles, soy un santo.
—Les daba vacaciones. Los clientes ricos siempre estaban en casa con
sus familias, por lo que Zeke se aseguró de que sus chicas fueran
atendidas. Tenía un bloque de apartamentos cerca del club para que
pudieran tener su propia vida fuera de las horas de trabajo.

Lo que mucha gente no sabía era que las mujeres que encontraron
amor, una familia y una vida, siguieron adelante. Zeke no las obligó a
permanecer en el estilo de vida para siempre. Las mujeres que se
volvieron codiciosas, trataron de robarle, hacer daño a sus clientes, o
darle mala reputación, no vivieron para ver otra Navidad. Por un lado,
era un hombre justo; por el otro, un hijo de puta malvado.

—No tienes que contármela —dijo Rachel—. Tienes tu propia


historia que contar, pero no es como la nuestra.

Alessandria se humedeció los labios y miró su regazo.

—Yo, eh, me enamoré del hombre equivocado. Confié en él, y le


conté cosas. —Las lágrimas que habían llenado sus ojos se deslizaron por
sus mejillas—. Lo siento, no puedo.

—Algún día necesitarás contar tu historia, pero no tienes que


contármela a mí. No estoy aquí para causar problemas.

El ayudante del doctor volvió a pasar, y Rachel se fue con él,


saludando a Alessandria con la mano.

—¿Cuál crees que es su historia?

—Creo que un proxeneta la atrajo y luego la prostituyó. Sucede


muchas veces, dando falsas esperanzas y sueños. Probablemente le dijo
que la amaba, que se preocupaba por ella, pero que ella tenía que hacer

Serie Soldados de la Ira 5 36


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

algo por él. Al poco tiempo, él la pasaba de un lado al otro, rompiéndola.


—Zeke había oído hablar de ello muchas veces. Mientras crecía, lo había
visto suceder, especialmente con las chicas de la escuela. Las chicas
jóvenes eran las más vulnerables ya que eran tan condenadamente
ingenuas.

—Maldita sea. Odio a los putos proxenetas.

Zeke lo miró.

—A ti no. Tú no cuentas, y por lo que acabas de decirme, eres un


jodido santo.

—No lo soy. Mataré a cualquiera de esas chicas si intentan joderme


o jugármela. —Zeke señaló la pantalla de nuevo.

Randy suspiró.

—Me estoy haciendo viejo.

No podía discutir con él. No iba a pasar mucho tiempo hasta que
él mismo fuera abuelo.

La idea de que Daniella estuviera embarazada lo llenaba de mucha


tristeza. No estaba acostumbrado a tener a su hija tan emocionalmente
lejos de él, y con un puto Soldado. Apartando los pensamientos de su
hija, miró la pantalla. Ninguna de las mujeres había tratado de
inyectarse, o mostraba signos de consumo de drogas, lo cual era bueno.
Él no tendría que preocuparse de sacarlas de esa mierda dura primero.

Sus chicas no consumían. Él no trataba con yonquis.

Cuando el asistente del doctor se llevó a Alessandria, le hizo un


gesto a Randy para que volviera a activar el sonido de la habitación.

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Alessandria no habló mientras se sentaba en una silla. El médico


le tomó la presión arterial, le midió el pulso e incluso la pesó. Cuando
llegó el momento de subir a la camilla, Alessandria tenía lágrimas
cayendo por sus mejillas. Verlo le retorció las entrañas. Quería entrar
corriendo en la habitación, tomarla en brazos y llevársela.

Sus pies se metieron en los estribos, y el ayudante le secó las


lágrimas.

—Todo saldrá bien. No es sórdido, y es como ir al consultorio


médico. —Alessandria asintió, pero eso no detuvo las lágrimas.

El médico se alejó de entre los muslos de Alessandria y abandonó


la habitación. Al segundo siguiente, el teléfono de Zeke sonó.

—Zeke —dijo, respondiendo.

—Tengo un problema.

—¿Qué pasa?

—Tengo a una de tus clientas sobre la mesa, y ella muestra


evidencias de haber sido violada, Zeke. ¿Qué quieres que haga?

Agarrando su teléfono con fuerza, Zeke quiso matar al hombre que


le había hecho eso.

—Termina el examen, haz las pruebas de ETS necesarias y envíame


los resultados.

Ninguna de las mujeres estaría trabajando hasta que los resultados


de las pruebas llegaran. Hasta entonces, estarían limpiando el club y
otras cosas que no las acercaban a un cliente.

Serie Soldados de la Ira 5 38


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Después del examen, Alessandria no fue enviada a la habitación


con las otras mujeres; la llevaron a una oficina, una oficina bastante
aterradora que daba a todo el club. Se sentó mirando la gente en la pista
de baile divirtiéndose. No sólo se estaban divirtiendo, sino que lo estaban
pasando muy bien. Vio a las mujeres escasamente vestidas coqueteando
con los hombres. Los hombres se estaban divirtiendo mucho, mirando a
las mujeres. Ella los miró a todos tocándose, acariciando sus cuerpos.
Nunca había sido así con Gerald.

Él le quitó la virginidad y le dio todo el placer que pudo. No había


habido contacto, ni amor, y solo ahora se estaba dando cuenta del poco
afecto que le habían dado. La habían usado y dejado a un lado.

Alessandria pensó en lo que Rachel había dicho. Zeke era un


hombre justo. Si querían establecerse, él las dejaba. No habría manera
de que ella se estableciera. Gerald la encontraría, la tomaría y la pondría
a trabajar. Le había dicho en detalle todo lo que le haría. Ella era una
zorra, y las zorras sólo eran buenas para el servicio de una polla.

Su secreto era por lo que estaba allí, por lo que tenía que guardar
silencio, hacer lo que decían y pensar en una forma de escapar. Podía
seguirle el juego, fingir que era una buena putita, pero mientras tanto,
estaría pensando en cómo irse.

Se secó la lágrima que caía por su mejilla. Era una lágrima


desperdiciada, una emoción desperdiciada, y respiró hondo para
forzarlas a bajar. Su vida se había ido hace mucho tiempo. La poca
libertad que tenía se había ido.

Serie Soldados de la Ira 5 39


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—No soy nada. —Hablar a sí misma tampoco ayudaría.

Mirando sus muñecas, vio las marcas de los moratones en los


puños. Intentó escapar y decirles que la dejaran ir. Alessandria no había
sido escuchada. Su voz ya no importaba.

¿Qué pasaría si ella tuviera una enfermedad o una infección?


Rachel le había dicho que el médico había revisado su salud, y que había
pruebas para verificar si había estado con hombres sin condón.

Gerald nunca había hecho que los hombres usaran condón. A pelo
es como la habían tomado, compartido y golpeado.

Mordiéndose el labio, hizo retroceder los recuerdos. Era otro


tiempo, otro lugar, y ella tenía que concentrarse en el aquí y el ahora.

La puerta se abrió, y se volvió hacia el hombre que había matado


justo delante de sus ojos, Zeke. Él cerró la puerta y se dirigió
directamente a su escritorio frente a ella.

—No tienes ni puta idea de quién soy —dijo sin preguntar.

—Lo hago. Eres Zeke.

Él se rió.

—Las mujeres con las que acabas de hablar me conocían. Todas


ellas saben de mí. Mi reputación me precede.

—Bien por ti.

—No me conoces, no eres como esas mujeres.

Serie Soldados de la Ira 5 40


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Alessandria negó con la cabeza, levantando una pared, fingiendo


ser valiente. Ella tenía que tratar de ser así para sobrevivir.

—Eso no lo sabes.

Zeke inclinó la cabeza hacia un lado y la miró. Fue como si viera


más allá de las mentiras y viera todo el dolor que ella estaba sufriendo.
Vio algo que ella pensó que se había ido hace mucho tiempo.

—Fuiste violada, no una, sino varias veces, creo.

La vergüenza llenó a Alessandria y ella se miró las manos.

—¿Y qué? Soy una puta, ¿verdad? Me lo merezco.

Zeke se levantó de su silla, rodeó el escritorio y se arrodilló ante


ella. Él le agarró la barbilla, y se sorprendió de que su toque fuera
increíblemente gentil. Había una promesa subyacente de que su toque
podría convertirse fácilmente en dolor. Se preguntó por un momento
cuántas mujeres habían sido engañadas por la dulzura de su toque.

—Nadie merece ser violado.

Ella permaneció en silencio.

—Déjame ver si lo entiendo, eras joven cuando lo conociste,


¿verdad? Te sorprendió con un coche y un estilo de vida que te
impresionó. Nunca antes habías visto a un hombre con su confianza, y
él simplemente destruyó tu pequeño mundo. Fue paciente, cariñoso, y
dulce, hasta que tomó tu cereza. Yo diría que en seis meses a un año,
empezó a cambiar, a pedirte favores. Al poco tiempo, te pasaba de un lado
a otro y sacó el dinero de tu trasero. Al principio lo hiciste porque lo

Serie Soldados de la Ira 5 41


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

amabas, y luego, cuando te diste cuenta de lo que estaba pasando,


empezaste a pelear.

—¿Cómo lo supiste?

—Es un chulo de tres al cuarto. Así es como funcionan, y he visto


a muchas mujeres con la misma historia.

—Tú también eres un chulo.

—Sí, pero no atraigo a mujeres jóvenes, niñas en realidad,


manipulándolas. Las mujeres son las que vienen a mí, y yo las protejo.

—¿No las golpeas?

—No si son leales a mí y aceptan mis reglas.

—¿Y si no lo hacen?

—Son castigadas.

Alessandria miró hacia la pista de baile.

—Tienes una vida muy ocupada.

—Sí, la tengo.

—¿Qué vas a hacer conmigo?

—Quiero que respondas a mis preguntas honestamente.

—Lo intentaré.

—¿Quieres este estilo de vida, estar con muchos hombres, atender


sus necesidades y que te paguen por ello?

Serie Soldados de la Ira 5 42


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Alessandria negó con la cabeza, cerrando los ojos. Gerald le había


dicho que fuera buena y ganara dinero. No se le permitía gastar nada del
dinero que ganaba; él quería todo lo que ella hacía.

—No estás aquí por tu propia voluntad. ¿Quién te envió?

—No puedo decírtelo, él me matará.

—Cariño, a quien sea que estés protegiendo es un maldito cobarde.


Un hombre de verdad se pone en pie. No envía a una mujer a hacer el
trabajo de un hombre.

Su teléfono móvil sonó, y Alessandria se puso tensa. Con Gerald,


cuando su teléfono sonaba, ella tenía que trabajar. Odiaba los teléfonos.

—Eso fue rápido. Sí. De acuerdo. Dónde. De acuerdo. Bien. El pago


está en camino. —Zeke cerró su teléfono, y se volvió hacia ella—. Sé lo
suficiente.

Los ojos de ella se abrieron de par en par.

—Te sacaron del pequeño chulo Gerald Book. Es conocido por


tomar a chicas menores de edad y ponerlas a trabajar.

—¿Cómo?

—Tengo muchos contactos. Sé que esperaba que trabajaras aquí


para él, que le enviaras dinero, y cuando terminaras, volverías con él.

Alessandria asintió. Dios, esa era la verdad; su mundo, su vida.

—No puedo irme. Me hará daño.

Serie Soldados de la Ira 5 43


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—Soy más grande de lo que él nunca será. Lo estoy persiguiendo


mientras hablamos. Yo me encargaré de él. Hasta entonces, vendrás a mi
casa.

—¿Qué? Gerald tiene muchos amigos. Me va a matar. Por favor,


ponme a trabajar.

—No. —Él le soltó la barbilla y se sentó detrás de su escritorio—.


Mi palabra es definitiva; y no importa cuántos amigos tenga Gerald, yo
tengo muchos más.

Ella observó mientras él escribía algo en el ordenador, y la


impresora en el extremo derecho derramó un trozo de papel. Zeke tomó
el papel, lo leyó y lo dobló antes de deslizarlo dentro de su chaqueta.

—Vamos, es hora de que nos vayamos.

—Por favor —dijo, intentando por última vez hacer que él la


escuchara. Nunca había oído hablar de Zeke, pero había sentido la ira de
Gerald. Era un bastardo malvado si no lo obedecían. Ella había visto lo
que le hizo a otra mujer que trató de escapar. Alessandria se había visto
obligada a observar cómo hacía que todos sus hombres la usaran. La
mujer había sido sujetada mientras cada hombre se turnaba con ella. No
importó que gritara pidiendo ayuda. La mujer no había durado toda la
noche, después de que el último hombre tomara su placer por tercera
vez, Gerald se había acercado y le había cortado la garganta.

—Desobedéceme y me aseguraré de que tu muerte sea cien veces


peor.

Zeke la tomó del brazo y la sacó del club. Alessandria permaneció


en silencio mientras los hombres pasaban a su lado. El respeto que cada

Serie Soldados de la Ira 5 44


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

hombre tenía por él la sorprendió. Gerald no obtenía respeto, sino miedo.


Él era conocido por ser inestable.

Pero a pesar de saber eso, temiendo eso, ella iba a encontrar una
salida, una forma de escapar.

El hombre que la sostenía obtenía tanto respeto como miedo, y se


notaba. Él era poderoso. No quería esperar que él la salvara, que su
futuro se salvara gracias a él. Alessandria había esperado y rezado antes,
fue en vano.

La condujo fuera por la parte trasera del club y la colocó en la parte


posterior de un automóvil.

—¿No vas a cubrirme la cara? —preguntó cuando el coche comenzó


a moverse.

—No, no necesito esconderte. No vas a huir de mi porque, en el


fondo, sabes que te protegeré. —Zeke se sentó mirándola fijamente.
Alessandria no pudo evitar moverse nerviosamente. Ella no estaba
acostumbrada a estar bajo tal escrutinio antes.

Mordiéndose el labio, miró por la ventanilla y no puedo evitar la


soledad que llenó su corazón. Estaba muy lejos de casa, y dudaba que
pudiera volver allí. Parte de ella no quería hacerlo. Sólo tenía malos
recuerdos. Pero se iría, escaparía y encontraría su propio camino, su
propia vida.

Serie Soldados de la Ira 5 45


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Cinco
Sinceramente, Zeke no sabía qué coño estaba haciendo, o por qué
lo estaba haciendo. Recordaba haber visto a Alessandria en la mesa de
examen, con las lágrimas en sus mejillas y la necesidad de protegerla a
toda costa guerreó dentro de él.

Así que aquí estaba él, llevándola a su casa, sabiendo que ella
estaría más segura allí que en cualquier otro lugar, pero sin saber qué
era lo que tenía esta mujer que le hacía necesitarla así. Nunca se había
sentido protector con una mujer, excepto con Daniella. Pero Dani era su
hija, su vida, y esta mujer triste y rota no era nada para él.

Pero una parte de ti la quiere, la quiere para ti, para que puedas
reclamarla, protegerla y joder a cualquiera y a todos los que la lastimen.

Sí, todo eso era cierto, y lo confundía muchísimo.

Estaban cerca de su casa, y la miró, sin saber si le gustaba tener a


esa mujer desconocida en su mente, consumiéndolo, haciéndole sentir
como si estuviera desequilibrado.

Estaba sentada con las manos en el regazo, tan cerca de la puerta


trasera como podía, y miraba por la ventanilla. En el cristal, él vio su
reflejo, pudo ver que ella tenía una mirada solitaria en su rostro, y una
parte de él, una parte que ni siquiera sabía que existía… sólo quería
ponerla en su regazo y abrazarla. Quería protegerla de esa mierda que el
mundo le había lanzado, quería ayudarla a entender que la vida no tenía
que derribar a una persona hasta que pensara que nunca volvería a
levantarse.

Serie Soldados de la Ira 5 46


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Ella había sido enviada para reunir información sobre él, enviada
por un chulo de poca monta para infiltrarse en el funcionamiento de sus
negocios, y si él no hubiera sentido esa intensidad por ella, esa necesidad
de protegerla, la habría matado sólo por ello. Él había sido capaz de
mirarla a los ojos y ver que lo que ella quería no era la mano que le habían
repartido. Y es por eso por lo que la había sacado del club y la estaba
llevando a su casa.

Cuando llegaron a las puertas que bloqueaban la entrada al


interior y el conductor marcó el código, se abrieron las puertas de hierro
forjado y ascendieron la larga y estrecha franja de carretera. Continuó
mirándola, vio a través del reflejo que sus ojos se abrieron de par en par
y su boca también se abrió un poco. Sí, su casa era algo de lo que él
estaba muy orgulloso, algo por lo que había trabajado, por lo que había
matado, y se había asegurado que fuera como una fortaleza. Se sentía
seguro con ella aquí, encerrada detrás de las puertas, con las cámaras
asegurándose de que nadie entrara y tratara de hacerle daño.

Sabía que Gerald descubriría que su plan para obtener información


había fracasado, y cuando lo hiciera, Zeke no tenía ilusiones de que el
hijo de puta no fuera tras ella. Gerald haría pagar a Alessandria, porque
él querría usar su fracaso percibido para dar un ejemplo a las otras
chicas a las que chuleaba.

Zeke había conocido a hombres como Gerald toda su vida.


Demonios, antes de que llegara donde estaba ahora, él fue un chulo sucio
y corrupto, un criminal de poca monta. Conocía los trucos, sabía que un
hombre como Gerald haría cualquier cosa para llegar a la cima. Quedaba
por verse si estaba solo tratando de derribarlo. Pero descubriría toda la
información que necesitaba más temprano que tarde. De hecho, tenía a
sus hombres trabajando en eso ahora mismo.

Serie Soldados de la Ira 5 47


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Podría haber enviado a alguien a matar a Gerald, poner una bala


justo entre sus ojos, pero la parte enferma y retorcida de Zeke quería
matar él mismo al cabrón, quería acecharlo, hacerle saber lo que le venía,
y tenerlo asustado hasta el final. Y cuando llegara el final, porque sería
un hecho, haría que la muerte de Gerald fuera lenta y dolorosa. Se
excitaba con el hecho de que estuviera poniendo fin a la vida de Gerald,
haciéndole ver al hombre que cuando le hizo daño a Alessandria, firmó
su propia sentencia de muerte.

El solo hecho de pensar en derribar al hombre que hirió a


Alessandria envió esta ola de placer a través de Zeke. Lo que fuera que lo
tenía cautivado por esta mujer, lo volvía aún más peligroso que alguna
vez antes. No podía dejarla ir. Tenía que averiguar por qué la quería así,
y por eso averiguaría todo lo que había sobre Alessandria, y le
demostraría que a pesar del diablo que llevaba dentro, no la lastimaría.

Alessandria sabía que debería haber estado más asustada de lo que


estaba. No había duda de que tenía miedo en su interior, creciendo, pero
luego retrocediendo, una y otra vez. Pero lo que también sentía era ese
calor, una sensación de calor que no había sentido desde hace mucho
tiempo, y no sabía si le gustaba.

Zeke sabía lo que Gerald había planeado y por qué la había


enviado, aunque todo lo que había sucedido hasta ese momento había
sido un infierno. Había sido golpeada, tocada con fuerza por aquellos
hombres que la habían llevado a Zeke, y había sido amenazada
innumerables veces.

Serie Soldados de la Ira 5 48


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Pero pensó que sería peor venir a casa de Zeke, cuando supo que
escapar no sucedería. Siempre había mantenido sus esperanzas, se
aseguraba que aunque su cuerpo estuviera roto, su espíritu siguiera
intacto.

Tal vez algunos dirían que era débil, ya quebrada en cuerpo y alma.
Sin embargo, a pesar de su miedo a la muerte, no había intentado irse
de nuevo, porque tenía que ser inteligente. No podía ser tonta, no quería
ser golpeada de nuevo, así que había tenido que sobrevivir y quedarse.
Por más estúpida que fuera, Alessandria se había quedado porque irse
cuando no era el momento adecuado solo terminaría con su muerte
prematura.

Pero, ¿valen la pena las palizas y violaciones? ¿No sería la muerte


una bendición? Esa vocecita en su cabeza dijo otra vez. Era un
recordatorio constante de que tal vez la muerte sería mejor. Ella
ciertamente no tendría que lidiar con el miedo a ser golpeada o violada.
No importaba lo fuerte que pensara que era, la verdad es que no era tan
fuerte como los hombres que la dominaban.

Entraron en la casa que Zeke había dicho que era suya. Los
jardines alrededor de la casa habían sido prístinos, como algo que vería
en una película. No tenía idea de por qué estaba allí realmente, porque
aunque Zeke dijera que estaría a salvo allí, tenía que preguntarse qué
tendría que darle ella por esa seguridad.

Entraron en el vestíbulo y ella miró fijamente la decoración


moderna, pero muy cara. Las escaleras estaban enfrente de ella, unas
que incluso tenían una alfombra roja oscura cubriendo la madera. Esta
casa la hacía sentir incómoda. Hacía frío, como si nadie viviera aquí y
fuera sólo para mostrarla.

Serie Soldados de la Ira 5 49


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke se giró y la miró de frente, y ella contuvo la respiración


mientras lo miraba fijamente. Era mucho más grande, más alto y más
musculoso que los hombres con los que había estado. Su tamaño no era
lo que más la asustaba, sino el aura que lo rodeaba, el hecho de que él
era frío, y ella sabía que no perdonaba.

—Bienvenida a tu nuevo hogar.

La forma en que dijo eso era definitiva, y ella supo que, aunque esto
podría ser una bendición disfrazada, también podría ser una nueva forma
de infierno.

Serie Soldados de la Ira 5 50


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Seis
—Ninguno de mis hombres te tocará y si no intentas irte, estarás a
salvo —dijo Zeke, caminando hacia su oficina. Ella lo siguió, y él no dudó
ni por un segundo de que la había sorprendido. Esto era lo que lo
convirtió en el mejor hombre en su mundo. No era predecible. Zeke
estaría riendo y bromeando, y en el siguiente segundo, estaría
apuñalando a un hombre hasta matarlo. Es quien era y por qué nadie
intentaba joderlo… no si eran inteligentes.

Pensó en su vida por un momento, porque no podía mantener esa


mierda abajo, se imaginó a Dani y la vida que tenía ahora. El ex miembro
de los Soldados de la Ira MC, ahora su esposo, vivía por Dani y por su
amor por él. Si a su hija no le hubiera importado el hombre, Shakes
estaría muerto, y su hija estaría viviendo con Zeke para que garantizara
su seguridad.

Cerró los ojos por un segundo, no iba a pensar en la mierda que


estaba pasando con su hija. Estaba contenta con Shakes, la trataba bien,
y eso era lo que importaba. También le había prometido a Dani que
trataría de ver a Shakes bajo una luz diferente. Era difícil dado el pasado
que tenían y cómo Shakes esencialmente había secuestrado a Dani, pero
lo estaba intentando. Zeke no era un hombre que se olvidara de la mierda,
y guardaba rencor, pero ahora Shakes era de la familia, y estaba viendo
al otro hombre bajo una nueva luz, una luz en la que no se trataba de
querer matarlo.

—¿Por qué simplemente no me matas? —preguntó Alessandria.

Serie Soldados de la Ira 5 51


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Se giró para mirarla, esperando ver a una mujer llorando y


gimiendo. Lo que vio fue a una mujer que había aceptado su destino.
Estaba lista para morir.

—No voy a matarte.

—¿Por qué?

—No viniste a mí voluntariamente. Eres una víctima, y no vas a


darle a Gerald ninguna información sobre mi club, o mis negocios. Ni
siquiera porque él te amenazó y tu vida está en juego.

Su labio temblaba. Fue la única señal de que sus palabras la


afectaron.

Zeke se acercó, y la vio tensarse. Todo lo que hizo fue ponerle un


poco de su pelo detrás de la oreja. Se lo había hecho muchas veces a
Dani, pero los sentimientos que se despertaban en él no eran los de un
padre. Deseaba a Alessandria. Era una belleza, sin duda.

—No quiero ser herida.

—Has estado sufriendo mucho tiempo —dijo Zeke en un tono duro.

—He tenido sexo con hombres que encuentro repugnantes. —Hizo


una pausa, y su mirada aterrizó en sus pies—. Ya no soy una mujer. No
soy la mujer que siempre quise ser. Soy una puta, una sucia y asquerosa
puta.

La empujó contra la pared cerca de su oficina, tratando de ser


amable, y colocó la palma de su mano sobre su boca, silenciándola. Sus
ojos se agrandaron, pero ella no luchó contra él. Había fuego en esta

Serie Soldados de la Ira 5 52


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

mujer y estaba quebrada. La combinación se contradecía entre sí, y sin


embargo tenía perfecto sentido para él de una forma extraña.

—No te llames así. —Soltó su boca, y ella comenzó a hablar, pero


él la detuvo hablando sobre ella—. Te estoy dando la oportunidad de ser
la mujer que siempre quisiste ser. ¿Quién solías ser?

—No lo sé.

El silencio pasó entre ellos. Largo, tenso, pero real.

—Vayamos a mi oficina, tomemos asiento y hablemos. Una vez que


hayamos hablado, iremos a la cocina a comer.

—¿Por qué estás siendo amable conmigo?

Él inclinó la cabeza hacia un lado y la miró fijamente durante un


largo segundo, pensando en su pregunta.

—No lo sé —contestó honestamente—. Eres una mujer hermosa,


Alessandria.

—No, no lo soy.

—Lo eres, pero no es por eso por lo que te traje aquí.

—Entonces, ¿por qué? —Su voz tembló más fuerte.

—¿Por qué tienes miedo de mí? ¿He hecho algo para hacerte sentir
así?

Ella agitó la cabeza.

—Eres aterrador, y eres poderoso. —Pasó un momento antes de


que ella volviera a hablar—. ¿Por qué querrías tener algo que ver

Serie Soldados de la Ira 5 53


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

conmigo? Las mujeres hermosas gravitarán hacia ti por lo que les


ofrezcas.

—No sé si debería sentirme insultado o no.

—No te estoy insultando, sólo estoy diciendo la verdad. —Ella se


encogió de hombros, y a él no le gustó.

—Puedes decir la verdad aquí conmigo. Pero no hables


honestamente delante de mis hombres.

—¿Por qué?

—No me gusta que me interroguen. Si mis hombres creen que hay


un lugar para las negociaciones, se aprovecharán. No voy a darles la
oportunidad de tomar ventaja. Saben cuál es su lugar conmigo.

Ella asintió.

Entró en su oficina y le indicó a Alessandria que tomara asiento


mientras se dirigía hacia su escritorio. Sacando el teléfono móvil de su
bolsillo, vio que había un mensaje de Dani.

¿Vendrás a cenar mañana?

Sonriendo, tipeó una respuesta rápida. Levantó la mirada hacia


Alessandria, la vio mirándolo estoicamente. Él colocó su móvil en el
bolsillo interior de su chaqueta.

Sacando la pistola metida en la cintura en la parte baja de su


espalda, la dejó sobre el escritorio. Alessandria se puso tensa.

—Tendremos los resultados de tus pruebas en un par de días —le


dijo.

Serie Soldados de la Ira 5 54


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—De acuerdo.

—¿Sabes si estás limpia o no?

Ella sacudió la cabeza.

—Los condones no eran exactamente su preocupación. Asegurarse


que los hombres se corrieran lo era… —Ella se encogió de hombros.

Zeke se puso de pie y caminó hacia ella, sentándose enfrente. Ella


se secó una lágrima, y él extendió la mano e inclinó su cabeza hacia atrás
con un dedo bajo su barbilla. Cada vez que la tocaba, ella se tensaba.

—No voy a hacerte daño.

—Estoy segura de que tienes un historial de herir y matar gente.

—Ni siquiera sabías quién era yo. Gerald no te dio exactamente un


portafolios con todas mis fechorías.

—¿Fechorías? Eres uno de los hombres más mortales; todos te


temen. Escuché lo suficiente mientras estaba con tus mujeres en el club
y de… él.

—Es pura palabrería.

—¿Me estás diciendo que no has matado a nadie más que a los dos
que he visto?

A él le gustaba que ella pareciera más tranquila ahora mismo, que


estuviera dispuesta a hacerle preguntas. Cualquier otra persona sabía
que no debía abrir la boca, pero ella lo divertía con esto.

—He matado a mucha gente.

Serie Soldados de la Ira 5 55


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—¿Lo disfrutaste? —preguntó en voz baja.

Zeke la miró fijamente, y se preguntó por qué estaba empujando la


pregunta.

—¿Quieres que te mate?

Alessandria nunca se había considerado suicida antes, pero


mirando el arma que estaba en su escritorio, se preguntó qué tan fácil
sería. Odiaba su vida y ni siquiera esperaba al mañana. Y estaba
haciendo preguntas a este hombre que probablemente llevaría a otras
personas bajo tierra. Pero con todo lo aterrador que era, realmente creía
que no la lastimaría, incluso si la asustara. ¿Cuánto tiempo había pasado
desde la última vez que esperó despertarse una mañana? No podía
recordarlo, había pasado tanto tiempo.

Se lamió los labios secos y luego miró a Zeke.

—¿Te gusta? —preguntó de nuevo.

Él se recostó en su silla, mirándola fijamente. Zeke pareció


divertido con su pregunta mientras Alessandria solo tenía curiosidad.

—Es necesario para llegar a la cima.

—¿Lo disfrutas?

—Sí y no.

—¿Por qué?

Serie Soldados de la Ira 5 56


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Él suspiró, pero le contestó.

—Sí, porque hace que el trabajo sea hecho, y no estoy de humor


para tratar con imbéciles traidores. A los hombres y mujeres que joden
conmigo se les da una opción. Pueden ser leales a mí, y obtener todos los
beneficios de esa lealtad, o pueden traicionarme y sufrir.

—Entonces, ¿por qué no te gusta? —le preguntó.

—Escuchar a una mujer mendigando por su vida no es


exactamente agradable.

—¿Matas mujeres?

—No tengo elección. Si dejase ir a las mujeres porque se las


considera más débiles, mis enemigos creerían que me he ablandado. No
hay lugar para la suavidad en este mundo.

Ella lo entendió.

—Gerald quería que encontrara una debilidad en ti, pero por qué
pensó que yo podía hacer cualquier cosa que no fuera tumbarme sobre
mi espalda es un misterio para mí.

—Ya no hablarás más de ti misma de esa manera, ¿entiendes?

Ella tragó y le miró fijamente, pero asintió.

—De acuerdo. —Durante tanto tiempo, se sintió como si no fuera


nada, sólo un pedazo de carne. Gerald la hizo sentir así—. Quiere algo
que pueda explotar y usar para derribarte.

—¿Estás eligiendo bando?

Serie Soldados de la Ira 5 57


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Gerald tomó lo que quería, me usó, y ahora me está usando como


su topo. —Ella sonrió a pesar de que no llegó a sus ojos, y no era genuino.
Ni siquiera sintió la sonrisa—. Me estaba usando y enviándome al
matadero. Sabía que me matarían si me atrapaban, pero estoy aquí de
todos modos. ¿Cuál es el punto? Estoy jodida de todas formas.

Había terminado de pelear.

¿Cuál era el punto? El hombre que ella creía que amaba la había
usado y abusado de ella. Se había convertido en otra estadística en este
mundo donde se había convertido en esclava de un proxeneta, cediendo
el control. Hubo un momento, donde empezó a creer que podría salir de
allí. Esa era la mentira, la fantasía. No había salida para mujeres como
ella.

Su vida había ido de mal en peor en cuestión de semanas y meses.

—¿Quieres morir?

—No quiero vivir más esta vida —susurró, pero sabía que él la
escucharía.

—¿Te has rendido?

—Estoy cansada de estar temerosa y asustada. —Se mordió el labio


y miró su regazo. Se había mordido las uñas hasta el fondo. Respirando
hondo, se envolvió los brazos alrededor de su cintura y luchó contra las
lágrimas que amenazaban con caer—. Estoy cansada.

Zeke se puso de pie.

—Ven conmigo.

Serie Soldados de la Ira 5 58


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Ella colocó su mano dentro de la suya y se sorprendió cuando, en


el siguiente segundo, la condujo a una cocina grande y hermosa.

—Siéntate.

Alessandria hizo lo que le pidió y tomó asiento. Vio como él tomaba


varias cosas de la nevera y las colocaba en el mostrador. Él no habló, y
ella miró mientras él seguía trabajando. Se le hizo agua la boca, y para
su vergüenza, su estómago retumbó. Él dejó el mostrador y agarró algo,
lanzándolo hacia ella. Al atraparlo, vio que le había arrojado una
manzana.

—Empieza a comer.

Era fácil obedecerle, y al hacerlo, encontró que esta calidez la


llenaba. Era extraño, incluso fuera de lugar, pero aun así se sentía bien
tener órdenes que no fueran feas. Tomando un bocado, disfrutó el sabor
agridulce que explotó en su lengua.

—Gerald nunca llegará a ti. Júrame lealtad y me aseguraré de que


el pequeño bastardo se pudra en el infierno. Date un par de meses; si
quieres morir, yo mismo te meteré una bala en el cráneo y acabaré con
tu vida.

Hablando de un hombre encantador.

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Capítulo Siete
Durante los últimos meses, Striker se encontró viniendo al club
Dominion de Zeke todas las semanas. Era la única forma de encontrar la
liberación que necesitaba. Trató de mantenerse alejado de sus deseos
más oscuros, trató de acostarse con los culos dulces2 del complejo de los
Soldados, pero ni siquiera la acción D/s que obtuvo de ello pudo darle la
libertad y liberación que encontró mientras estaba en el Dominion.

Se quedó sentado en la cabina de su SUV, miró hacia la casa del


club de los Soldados y pudo escuchar la música que venía de dentro. La
fiesta se desarrollaba fuerte, el alcohol corría libremente, y los Miembros3
estaban follando con las putas del club. Pero incluso si el club era su
hogar, y sabía que no tenía que ocultar quien era realmente a sus
compañeros, Striker nunca había sentido que esos culos dulces pudieran
manejar el tipo de sexo que realmente quería, el dolor que quería darles.

Podrían decir que le darían lo que quisiera, que serían las zorras
que los Miembros necesitaban en el dormitorio, e incluso una dijo que
sería su puta del dolor, pero el hecho era que realmente no sabían cómo
manejar ese tipo de sexo, el tipo de experiencias que él quería tener con
una mujer. Puede que nunca lo entendieran a menos que realmente ellas
lo quisieran también.

Sabía que Steel había necesitado una verdadera sumisa en su


cama, y el hombre lo había encontrado en su vieja dama. Pero lo que
Striker quería era dominación total, sumisión total de la mujer. Quería

2
Mujeres que van al club, no siendo compañeras de ningún miembro para tener sexo,
también podían ser llamadas: Conejitas.
3
En inglés Patches, en referencia al parche que usan como miembros del club.

Serie Soldados de la Ira 5 60


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

controlar a su sub, dominarla, y darle el dolor que llevaría a ambos a


placeres mayores.

Y con toda honestidad, no sabía si encontraría a esa sub perfecta,


esa mujer que sería capaz de entregarle todos los aspectos de sí misma,
pero mientras tanto, ir a Dominion al menos le daba el control que
necesitaba sobre las mujeres que entendían cómo dejar que él lo tomara.

Una parte de él se había contenido mucho con las putas del club.
No quería asustarlas ni lastimarlas, porque no entenderían realmente lo
que quería tener con ellas, aunque sólo fuera por esa única noche.

Cuando salió de la propiedad del club y se dirigió a la de Zeke,


sintió que la adrenalina se movía a través de él, sintió la necesidad
apoderarse de él. Era como una droga, una intoxicación, y era adicto. El
club y Zeke podrían no estar de acuerdo, y quizás a Striker no le gustara
Zeke porque era un bastardo, pero el hecho es que Zeke no intentó
controlar lo que hacía en el club. Striker iba allí, encontraba una sub
dispuesta que sabía cómo manejar el dolor que él quería administrar.
Pero a pesar de encontrar mujeres que les encantaba la sumisión tanto
como él amaba la dominación, sentía que le faltaba algo. Tal vez siempre
se sentiría así.

Striker sabía una cosa. De ninguna manera en el infierno iba a ser


capaz de encontrar una mujer, una vieja dama con la que él pudiera
hacer esto. No sólo siempre sería consciente de que podría lastimarla, y
por lo tanto nunca podría meterse completamente en la escena, sino que,
¿qué mujer quería atarse a un hombre como él? ¿Qué mujer querría tener
a un hombre que quisiera azotarla, cortarla, hacerla sangrar justo
cuando se corría? Diablos, aunque no tuviera esas cosas en su contra,
Striker no era un buen hombre. Había hecho cosas malas, cosas violentas
y había quitado vidas. Se había deleitado en matar, porque al final, había

Serie Soldados de la Ira 5 61


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

sido lo que mantenía a salvo a su club, y a los Miembros de él. Pero a


menos que una mujer pudiera manejar todos esos obstáculos, Striker
sabía que probablemente nunca tendría una relación significativa.

¿Quieres una relación jodidamente significativa?

Maldita sea, ya no sabía lo que quería, pero sí sabía que no quería


estar solo el resto de su miserable vida.

Después de que ella hubo comido, Zeke la había llevado a su


habitación. Todavía estaba asombrada por el hecho de que quien había
matado a dos hombres justo en frente de ella, la quisiera en su enorme y
cara casa. Zeke podría haberle dicho que la quería aquí para mantenerla
a salvo, pero estaría mintiendo si no admitiera que estar en su casa,
atrapada en la elegancia, seguridad y pura dominación que la rodeaba,
también la asustaba. También era aterrador dado el hecho de que Zeke
sabía sus verdaderas intenciones detrás de por qué ella había sido traída
a él para empezar.

Ella nunca había planeado llegar tan lejos como para descubrir
algo sobre él y transmitirlo a ese bastardo de Gerald, porque en lo que se
había concentrado era en escapar y ser libre finalmente, aunque sólo
fuera por un corto tiempo. Pero sus planes se habían descarrilado.

Alessandria no tenía la ilusión de ser otra cosa que una prisionera


en la casa de Zeke. Estaría mintiendo si no admitiera que aunque él la
asustó, también se sentía segura con él, mucho más segura de lo que

Serie Soldados de la Ira 5 62


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

nunca había estado en su vida. Era una extraña combinación: miedo y


seguridad, comodidad y ansiedad.

Todavía no sabía lo que realmente quería Zeke de ella, y por qué


estaba haciendo esto, pero se había dado cuenta de que estaba mejor con
él que con Gerald, y honestamente, que incluso sola.

Mirando alrededor de la habitación en la que la había colocado, era


elegante, pero desnuda en el departamento de decoración. Alessandria se
acercó a la ventana y apartó las cortinas. La vista era de la parte trasera
de la propiedad, y todo lo que podía ver era el espeso bosque. Había
comido lo que Zeke había preparado, el silencio ensordecedor entre ellos.
Y luego la llevó a la habitación, le dijo que se diera un largo baño, y ella
lo hizo.

Pensó en Zeke, en el poder que venía de él, en el hecho de que era


tan alto, tan musculoso. Podría aplastar fácilmente a alguien con sus
propias manos, o al menos esa era la percepción que tenía de él. Y el pelo
y los ojos oscuros le hacían parecer como si fuera el mismo diablo,
esperando para llevarla al infierno y gobernarla.

¿Sería tan malo si te tratara como lo está haciendo ahora?

Mató por ella, la alimentó, la vistió, y la mantuvo a salvo en su


casa. Era extraño y surrealista, pero no quería huir, no quería escapar,
al menos no ahora mismo. Ahora mismo, aquí mismo, ella sentía que las
cosas podrían ir bien… como si fueran a ir bien.

Así que aquí estaba, vestida con la gruesa y lujosa bata que había
estado colgada en la parte posterior de la puerta del cuarto de baño.
Mirando por la ventana y pensando en lo que planeaba hacer. Podría
tratar de descubrir cómo escapar, o darse cuenta de que esto no era tan

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malo. Por supuesto, ella no sabía lo malo que podía llegar a ser, pero
ahora mismo, Zeke no había sido nada más que amable con ella, y Dios,
había pasado tanto tiempo desde que alguien había sido amable con ella.

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Capítulo Ocho
Zeke yacía en su cama y miraba hacia el techo. Pensó en
Alessandria, y luego en todas las mujeres que había usado a lo largo de
los años. No había habido ni una sola mujer en su vida a la que él pudiera
decir honestamente que amaba, aparte de su hija y su futuro nieto.

La madre de Daniella había sido una puta y una zorra hasta la


médula, y él había cometido el error de no cubrir su mierda cuando la
había follado, pero no se arrepintió, no cuando Dani le fue dada.

La madre de Daniella se había follado cualquier cosa por un precio,


y solo con la amenaza de muerte violenta mantuvo las piernas cerradas
mientras estaba embarazada de su hija. Zeke no la había tocado después
del momento en que Daniella estuvo fuera de su cuerpo. Él la había
aguantado porque sentía que los niños necesitaban a sus padres, incluso
si uno de ellos era una prostituta. Su vida había sido un asco cuando era
más joven, pero había visto algo bueno en la gente, no todo bueno, pero
algo.

Sentado en la cama suspiró. Se estaba volviendo demasiado viejo


para algunas de las tonterías de su vida. Al principio de sus cuarenta ya
había hecho mucha mierda para llegar tan lejos, para tener su imperio.
Se estaba volviendo blando; tenía que serlo por lo que estaba haciendo
con Alessandria. Saliendo de la cama, se dirigió hacia la ventana que
daba al jardín. Pagaba a tres hombres para que continuaran con el
mantenimiento del jardín. Zeke había matado a hombres en esta casa,
hombres que habían trabajado para él y lo habían traicionado, y esa fue
una de las razones por las que había envidado a Daniella a la universidad.
La habían protegido varios guardaespaldas que él había contratado,

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guardaespaldas que todavía estaban cerca de ella a pesar de que estaba


con Shakes.

Sus hombres custodiaban los terrenos, y sabían que si lo jodían o


si intentaban matarlo, tenía muchas maneras de lidiar con esa mierda.

No podía dormir, así que salió de su habitación, y se dirigió a la


cocina principal. Encendiendo la luz, abrió la nevera e incluso de
espaldas a la puerta, la sintió entrar en la habitación.

—¿No puedes dormir?

—¿Cómo supiste que era yo?

—Intuición. —Zeke se dio la vuelta para ver a Alessandria de pie en


la puerta. Llevaba uno de los camisones que él había almacenado en su
habitación, y la prenda larga fluía por todo su cuerpo. No podía creer lo
hermosa que se veía, incluso con esos moratones en la cara, Zeke vio más
allá de las marcas descoloridas. Alessandria estaba aquí por culpa de un
matón que se escondía detrás de mujeres.

—Es un poco estúpido confiar sólo en los sentidos.

—Me han llevado a donde estoy hoy. ¿Nunca te dijeron tus sentidos
que Gerald era un mal tipo? —Le señaló una silla para que ella se sentara.

—Al principio no, pero supongo que al final, sí. Supongo que mis
sentidos no son tan buenos.

—¿Qué te están diciendo de mí?

—Que te tema, pero también estoy… insensible. —Ella sonrió y


miró sus manos—. Supongo que perdí el interés por muchas cosas.

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Zeke iba a encontrar a Gerald, y lo iba a destrozar, pedazo a pedazo.

—¿Podrías haber intentado huir?

Alessandria se rió sin humor.

—Lo hice, y me dejó negra, azul y ensangrentada en el suelo.


Después de eso, supe que me mataría si me iba. Pero, ¿a dónde huiría si
tratara de dejarle? Te vi matar a dos hombres que no conocías sin
dudarlo. Estoy segura de que matar a una puta no va a requerir mucho
esfuerzo. No tengo dinero, ni tengo ni idea de dónde estoy, huir no me
ayudará.

Inclinando su cabeza hacia un lado, Zeke bajó la mirada a sus


labios rellenos. Se verían tan malditamente bien envueltos alrededor de
su polla, y el hecho de que incluso estuviera pensando en esta mierda
ahora mismo lo hacía sentir como un imbécil. Pero incluso si sabía que
no debía pensar en estas cosas, era un bastardo y no podía evitarlo.

Sabía que ella lo tomaría hasta el fondo de su garganta. El forzaría


la punta un poco más hacia abajo para que ella casi se ahogara, y le
sujetaría el pelo para mostrarle quién era el jefe, y luego la sacaría.

Cuando tenía sexo, Zeke era el que estaba a cargo, nadie más.
Cuanto más miraba fijamente la boca de Alessandria, más se hipnotizaba
con esos labios rellenos. Pero se retiró de sus fantasías eróticas. Zeke
tenía muchas faltas en su vida, pero violar mujeres no deseosas y
golpeadas no era una de ellas.

Agarró un cazo de debajo del mostrador, tomó una botella de leche


y echó un poco.

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—Tienes razón, no tendría ningún problema en hacerte sufrir. He


hecho cosas peores por mucho menos. —La miró—. Pero honestamente
puedo decir que eres diferente, y realmente no sé por qué me siento de
esa manera.

—¿Dijiste que estoy a salvo contigo?

—Lo estás.

—Si salgo sola a esas calles, es solo cuestión de tiempo antes de


que Gerald me encuentre. Tiene una forma para cazar a la gente y hacerle
pagar. —Señaló su rostro—. Esto es menor comparado con la mierda por
la que me ha hecho pasar.

—Dime lo que te ha hecho. —Zeke no tendría problemas para


encontrar a Gerald; ya había hecho tanteos para el cabrón.
Aparentemente, el pequeño gilipollas se había escondido. No sería difícil
encontrarlo, con un poco de tiempo. Hombres como Gerald tenían la
costumbre de hacer lo mismo una y otra vez, cometiendo los mismos
errores. Zeke había sido testigo de ello muchas veces con otros hombres
y había sacado a la competencia para dar a conocer su punto de vista.
Las mujeres, incluso las putas que vendían su cuerpo, querían y
necesitaban protección. Él proveyó eso, y a cambio, ellas se ganaban
malditamente bien la vida y estaban a salvo.

—Le gusta usar sus puños mayormente, pero golpea el cuerpo con
nudillos de bronce, creo que se llaman así. Me rompió algunas costillas
usándolos. —Ella se rodeó la muñeca, y él supo lo que vendría después—
. Le gusta romper huesos por el puro placer de oírlos quebrarse.

Zeke puso la olla en la cocina, pero no encendió el quemador.


Rodeando el mostrador, la vio tensarse. Tenía una sensación de

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seguridad sobre ella, lo miraba y reaccionaba, pensando que algo venía


hacia ella. Acercándose más, le agarró la barbilla e inclinó su cabeza
hacia atrás.

—¿Fuiste a algún hospital después de cualquiera de sus palizas?

—Sí, una vez. La primera vez. Si encuentras muchas mujeres en el


área con huesos rotos, maltratadas, y la excusa es que se cayó por las
escaleras, lo más probable es que sea Gerald. A él, eh, también le gusta
asegurarse de que conozcamos nuestro lugar, y pone a sus hombres
sobre nosotras. Se turnan para lastimar y violar a sus chicas.

Zeke iba a poner a sus hombres sobre Gerald, y asegurarse de que


este bastardo pudiera tomar lo que repartió. Gerald era un maricón, y se
aseguraría de que su miserable vida tuviera un final muy largo, y muy
doloroso.

Trazó sus dedos por encima de los moratones y el corte en el labio


de ella.

—¿No estás llorando por lo que te pasó?

—Estoy entumecida.

—Pero todavía sigues luchando.

Las lágrimas llenaron sus ojos, y él vio como ella las parpadeaba.
Alessandria se había entumecido para luchar contra lo que le estaba
pasando. Lo vio y lo respetó. Mientras crecía, también se había
adormecido por el dolor. Así es como podía aplastar su puño contra una
pared, y no sentirlo realmente, no preocuparse por el dolor.

—Dejé de preocuparme por lo que pasó hace mucho tiempo.

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Él creía eso. Pasando su pulgar sobre el labio de ella, fue consciente


de su herida. Gentilmente tiró de él hacia abajo, y cuando lo soltó
suavemente, lo vio rebotar en su lugar. Su polla se crispó, y no pudo
evitarlo, no importaba cuán enfermo fuera en este momento. Acariciando
con su dedo por el cuello de ella, lo dejó descansar en el pulso. Su corazón
latía rápido, y cuando la miró a los ojos, vio que estaban dilatados. Había
algo diferente sobre esta mujer. Ella lo atraía, y aun así no podía entender
por qué.

—Quiero saborear un poco.

Ella no se apartó mientras él bajaba la cabeza. Dejando caer sus


labios sobre los de ella, los acarició, y ella gimió. Sus manos se movieron
hacia arriba y se agarraron a sus hombros. Zeke esperó a que ella lo
alejara, pero no lo hizo. Mirándola a los ojos, vio que estaba
conmocionada, y profundizó el beso un poco. Quería estrellar sus labios
contra los de ella, y violar su boca hasta que ella gimiera de placer. Pero
se contuvo por el labio cortado.

—¿Quieres un chocolate caliente? —preguntó alejándose.

Por una fracción de segundo, estuvo seguro de ver desilusión en


sus ojos, pero no podía estar seguro. Necesitaba averiguar qué hacía
funcionar a Alessandria antes de que ella lo volviera loco.

Su polla estaba gruesa, dura y rogando estar dentro de ella.

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Capítulo Nueve
Alessandria no sabía lo que había pasado. Bueno, lo sabía, y
aunque le había gustado la boca de Zeke en la suya, había suspirado
aliviada de que él no la hubiera empujado nada. La verdad era que veía
al sádico en Zeke, sabía que era el tipo de hombre que le gustaba el placer
con un mordisco de dolor. Estaba claro en la forma en que la miraba, en
la forma en que la abrazaba.

O tal vez estaba tan desesperada por encontrar la felicidad en su


vida, por encontrar a alguien que le diera lo que quería, pero que no la
lastimara ni explotara.

Toda su vida, había luchado contra el deseo que había dentro de


ella, los oscuros y retorcidos sentimientos de querer dolor. Al principio,
no había sabido lo que significaba, por qué se había sentido así.
Alessandria había escondido esos oscuros deseos, y la única persona a
la que los había admitido, el único hombre en el que creía que podía
confiar, le había cambiado su vida y la empujó a un infierno.

Aunque ni siquiera había estado con Zeke un día completo, bajo su


cuidado, ya sentía que estaba viviendo otra vida. Ella podía mirarlo.
Sentir su deseo por ella, verlo en su rostro aterradoramente apuesto, y
sabía que él podría ser el hombre que podría cambiarlo todo.

Él sería el hombre que lo cambiara todo. Él ya lo había hecho de


muchas maneras.

Aquí estaba ella, en su mansión, acostada en la cama, en la


habitación que él le había dado porque quería protegerla, mantenerla

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cerca… ¿estar con ella? ¿Entendía ella lo que estaba pasando? No, y no
sabía si alguna vez lo haría.

Zeke le dijo que quería protegerla, que acabaría con Gerald porque
era un delincuente. Zeke estaba en el mismo negocio degradante y vil,
pero no era como Gerald ni ninguno de los otros hombres con los que se
había encontrado durante sus viajes a través del infierno.

Alessandria le había dicho que estaba insensible, y lo estaba, pero


también estaba rota y no estaba segura de si alguna vez podría ser
reparada. Pero cuando Zeke la besó, hubo un momento de comprensión,
de conmoción, por haberlo disfrutado, por querer más. Pero entonces su
miedo al pasado se había elevado, y ella había estado agradecida de que
él se hubiera detenido y no hubiera presionado más. ¿Pensaba que Zeke
querría algo con ella a cambio de la seguridad que él le estaba
proporcionando?

Sí.

Él no había forzado nada y, sinceramente, ella se había sentido


bien con él, demasiado bien. Podría dominarla, violarla, porque tenía ese
poder, esa fuerza. No había hecho nada más que besarla, y a Alessandria
le había gustado… quería más.

Pero eso fue hace unas horas, y ahora estaba en la cama pensando
en lo que iba a hacer y en cómo se iba a desarrollar su vida realmente.
Cuando ella y Zeke estuvieran juntos sexualmente, lo cual sabía que era
inevitable no porque pensara que él la violaría, sino porque ella realmente
sentía esa calidez al estar con él, se preguntó si él acabaría con ella. ¿Era
esto algo que él hacía… acoger a las mujeres que fueron heridas, curarlas
y follarlas como una especie de juego de poder?

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Incluso después de pensar eso, supo que no era el caso. Él no


golpeaba a las mujeres que trabajaban para él, y no las violaba, al menos
es lo que había escuchado de ellas y de él. Había sido bueno con ellas,
les pagaba bien, las protegía, y todas estaban allí voluntariamente.

Girando de lado y mirando por la ventana, trazó mentalmente el


patrón de las cortinas que se podían divisar a través de la brizna de luz
de luna que entraba por la ventana. Esto era surrealista, y sabía que no
había manera de anticipar lo que pasaría; debería simplemente seguir la
situación y esperar lo mejor. Ahora mismo, no tenía necesidad de
escapar, especialmente con Gerald todavía ahí fuera. Zeke lo mataría, si
no fuera por ella, por el hecho de que era una amenaza y quería llegar a
él. Se alegró de que Zeke se hubiera enterado aunque su propia vida
estuviera en juego.

Pero, ¿qué haría Zeke, y cómo reaccionaría, cuando saliera a la luz


que a ella le gustaba el dolor con su placer? Incluso después de las
violaciones y palizas, todavía sentía ese oscuro deseo dentro de sí misma.
Sabía que no era malo; no la convertía en una puta… no como Gerald
decía que era.

Cerrando los ojos, quiso dormir para terminar con todo. Estaba
cansada, muy cansada, y su cuerpo todavía le dolía. ¿Quizás mañana se
vería mejor? Alessandria no tuvo más remedio que ser optimista en este
momento.

Zeke no podía dormir, no después de ese pequeño y prácticamente


inocente beso que había compartido con Alessandria. Estaba actuando

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tan fuera de lugar. Sentado en una silla frente a las puertas dobles que
conducían al balcón, se llevó la botella de whisky a la boca y tomó un
largo trago de ella. Ya estaba sintiendo los efectos del alcohol, y su
excitación por Alessandria no se había atenuado en lo más mínimo. De
hecho, sintió que crecía dentro de él como una bestia furiosa. La deseaba,
más de lo que probablemente debería, y más de lo que nunca había
querido a una mujer. Pero ella estaba golpeada, tenía el alma rota y
destrozada por el abuso que sufrió, y él sabía que tenía que andar con
cuidado.

¿Sería capaz de alejarse cuando todo se hubiera dicho y hecho?


¿Cuando él hubiera matado a Gerald, y ella estuviera a salvo para irse?
La dejaría marchar, darle la libertad que ella quería, que merecía por
tanto tiempo, pero honestamente no sabía si podía ignorar lo que sentía
por ella.

Lo que sí sabía era que iba a encontrar a Gerald, despellejar en vivo


a ese hijo de puta, arrancarle los ojos, y hacerle sufrir diez veces más que
el daño que él le había infligido a Alessandria. Iba a dejar que el imbécil
sintiera lo que era ser golpeado y violado; tenía muchos hombres
pervertidos y jodidos trabajando para él que no tendrían ningún
problema en hacer de un hombre como Gerald su zorra.

Una semana después


—Profundiza más, envía más hombres. Quiero que encuentres a
ese hijo de puta y que lo hagas lo antes posible. —Zeke apretó los dientes.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Estamos cavando, señor. Lo encontraremos —dijo Boscoe, uno


de sus hombres.

—Más te vale, porque ya ha pasado una semana. Quiero que lo


encontréis, y en cuanto tengas a ese cabrón, llámame.

—Sí, señor.

Zeke tenía recursos a su disposición, pero se corrió la voz de que el


plan de Gerald había fallado. Con toda honestidad, había sido un plan de
mierda. Gerald era el hijo de puta más tonto de todos, o creía que Zeke
lo era. Enviar a Alessandria para intentar obtener información de su
negocio había sido un movimiento descuidado, y le había costado al
gilipollas. Le costaría la vida.

Pero el simple hecho de enfrentarse a Zeke no era lo que iba a hacer


que lo mataran; no, eso sería porque había herido a Alessandria.

Caminó hacia la ventana, apartó la cortina y contempló el patio de


piedra. Alessandria estaba sentada en una de las sillas, con las piernas
apoyadas en el pecho, y el pelo largo y oscuro moviéndose ligeramente
por el viento. Se llevó su taza de café a la boca, tomó un largo sorbo y se
concentró en ella.

Sus pruebas habían llegado, y estaba limpia. Sin enfermedades, y


aparte de algunos desgarros internos y moratones, se curaría en la
próxima semana más o menos. Mentalmente, necesitaría más tiempo,
pero en esta última semana, él había visto una mejoría en ella. Parecía
más feliz, y eso era un milagro después de todo lo que había pasado.

Ella tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la silla. Parecía…


tranquila, y él estaba contento. Podría ser un hijo de puta, un bastardo

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asesino, pero no quería lastimar a una mujer. Si ella era inocente, no


debía ser tocada.

Zeke no era un santo y había matado a hombres y mujeres que se


habían enfrentado a él, pero sólo lastimó a aquellos que querían hacerle
daño a él o a su familia. Jodían con él, hombre o mujer, y ellos estaban
jodidos.

Alessandria había estado con él una semana entera. La quería,


maldita sea, la deseaba, pero también quería asegurarse de que ella
estuviera lista. Él la tendría al final, lo sabía, podía ver que ella también
lo deseaba, pero se estaba curando, tratando de entender todo. También
sintió algo dentro de ella, podía ver esa chispa de vida cuando se trataba
del tipo de placer que le gustaba. Había estado por aquí el tiempo
suficiente para ver a una mujer que disfrutaba del dolor mutuamente
consentido. Lo que Gerald le había dado no había sido consentido; no
había sido nada más que abuso. Lo que él quería darle, lo que le daría
con el tiempo, era algo que la haría jadear, abrazarse contra él, y correrse
más fuerte de lo que ella lo había hecho antes.

Tal vez él era un bastardo enfermo por pensar en estas cosas


después de la mierda por la que ella había pasado, pero ella se estaba
entusiasmando con él, y cuando lo miró, cuando él la tocó, no mostró
miedo.

Le mostraría que solo porque era malo, eso no significaba que no


pudiera ser bueno con ella.

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Capítulo Diez
Dos semanas después
Su aliento la dejó, su corazón se aceleró, y sus palmas sudaban. No
podía apartar los ojos de Zeke. Él la contrarió, la asustó, pero ni siquiera
todo eso podía detener a la parte enferma y demente de ella que
encontraba excitante el poder que él emitía. Ella miró hacia otro lado,
incapaz de ver lo que le estaba haciendo a la mujer.

—Joder, vas a mirarme, Alessandria —dijo en voz baja, sonando sin


aliento.

Alessandria tembló. Las cadenas que estaban cerradas alrededor


de sus muñecas temblaron, y todo su cuerpo se sentía como si tuviera una
mente propia. Ella levantó la cabeza, miró a Zeke y vio el brillo sádico en
sus ojos; el dolor y el placer que provenía de él la golpeó.

Zeke se volvió para mirar a la mujer que estaba azotando. Estaba


encadenada, con los brazos encima de la cabeza y el cuerpo desnudo,
excepto por el pequeño par de bragas que llevaba. Sus muslos y espalda
tenían marcas de latigazos, barras rojas, verdugones elevados por su
cinturón.

—Ya ves lo mucho que le gusta —dijo Zeke. Dejó caer el cinturón
sobre la espalda de la mujer encadenada, y ella se arqueó, gimió y apretó
los muslos, como si tratara de contener su excitación. Zeke se volvió y se
enfrentó a Alessandria otra vez, y su aliento se atascó, su coño se volvió
más húmedo, más sensible. Él la miró por un segundo, una sonrisa sádica
de placer en su cara.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke miró a Bella de nuevo, bajó el cinturón en la espalda de la mujer


una y otra vez, muchas veces; Bella se inclinó más, como si buscara un
indulto, pero gimiendo por más. Las ataduras en sus brazos impidieron
que Alessandria se moviera más de un par de centímetros, pero por alguna
razón, esa sensación de contención, el saber que este hombre, este
monstruo, la quería de la misma manera, que quería sus marcas en ella,
excitó a Alessandria.

—Pronto estarás encadenada aquí, Alessandria. Estarás cubierta


por mis marcas, entonces estarás llena de mi semen mientras te follo, te
hago mía. —Zeke ahora respiraba con dificultad, concentrándose en ella
mientras golpeaba a la otra mujer. Ella bajó la mirada a su entrepierna y
vio que estaba muy duro. Ella habría pensado que golpear a la mujer lo
estaba excitando. Aunque sabía que él era un sádico, que le gustaba
administrar dolor porque le daba placer, sabía que ahora mismo él se
estaba excitando porque ella lo estaba mirando.

Lamiéndose los labios, ella jadeó mientras Zeke levantaba su


cinturón en el aire y luego lo dejaba caer sobre la espalda de Bella de
nuevo. Alessandria cruzó las piernas mientras miraba, deseando un
respiro. El hombre que estaba ante ella era un monstruo hasta la médula.
Él había comprado tantas mujeres y ella ni siquiera podía contar el número
de depravaciones que había cometido.

Zeke era un mal hombre, pero no le había permitido atender a los


clientes. La había llevado de vuelta a su casa, y había estado esperando
que él se abalanzara sobre ella.

Él dejó caer el cinturón al suelo, pero sabía que no había terminado


con Bella. La mujer adoraba el dolor, y ese amor se veía claramente con
una sola mirada. Le envolvió el pelo alrededor de su puño, tirando de su
cabello hacia atrás. Alessandria no podía dejar de mirar; estaba cautivada

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

por su toque duro y brutal. ¿Cómo sería tener su mano en el pelo de ella,
tirando de la longitud? Era tan grande que no había forma de que pudiera
causar nada más que dolor.

Tú lo quieres.

Quieres su toque en tu cuerpo.

Estaba mal. Era su secuestrador, el hombre que la había tomado


contra su voluntad, pero ella ni siquiera había intentado huir.

—Veamos cuánto disfruta ella de lo que le hice, Alessandria —dijo


Zeke.

Ella miró su mano, hipnotizada, mientras la deslizaba por el cuerpo


de Bella. El estómago de la mujer se apretó, pero no estaba tratando de
alejarse del toque de Zeke; ella lo quería, lo quería a él.

Su mano se sumergió entre los muslos de Bella, y Alessandria oyó


el sonido húmedo mientras él tocaba su coño.

—Ah, agradable y mojado, justo como me gusta. —Sacó sus dedos


de la vagina de Bella e hizo que los lamiera.

Alessandria jadeó. Nunca había visto algo tan erótico en su vida.

De repente, él giró a la mujer, y ella vio bien la espalda de la otra.


Hizo un gesto de dolor al verlo; la espalda de la mujer estaba cubierta de
ronchas rojas.

—Bonito, ¿verdad? —preguntó Zeke.

Ella no dijo ni una palabra.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Aún no he terminado. Bella es una de mis favoritas. Ella puede


soportar el dolor que me gusta dar, porque le encanta, lo anhela. ¿Tú
puedes manejarlo, Alessandria? ¿Anhelarás pronto mi cinturón?

Alessandria despertó de golpe, su corazón latiendo a mil por hora,


su cuerpo sonrojado, sudoroso. Apretó la mano en su pecho, miró al
techo y trató de recuperar el aliento. El sueño que había tenido con Zeke
había sido tan real, tan vívido, e incluso había inventado cosas. Zeke no
había sido su secuestrador. Había sido el hombre que la había salvado.
Había sido tan aterrador como excitante, y eso la asustó, la hizo querer
cosas, desear actividades que podrían ponerla de nuevo en la misma
situación en la que había estado con Gerald.

Sentada, envolvió la sábana alrededor de su cuerpo, pensó en el


sueño, en cómo se sentía, cómo quería el dolor que Zeke podía darle. ¿Le
pasaba algo malo? ¿Su mente era defectuosa por codiciar una relación
sádica, en la que ella encontraría el placer? No había obtenido ningún
placer con Gerald, o de las cosas que él le había hecho a ella, y aunque
Zeke podía ser cruel si así lo deseaba, ella tenía esa sensación, esa
conciencia, de que estar con él sería lo más real que jamás hubiera
experimentado.

La única pregunta era, ¿confiaría en sí misma, confiaría en Zeke


completamente, para dejarse llevar?

Al día siguiente

Serie Soldados de la Ira 5 80


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Alessandria se cepilló el pelo y no podía creer que sus moratones


se estuvieran curando. Todavía estaba dolorida en muchos lugares, pero
su rostro estaba completamente libre de los abusos que había sufrido.
Levantándose del tocador, se quitó la bata y se miró fijamente el cuerpo,
que aún no se había recuperado completamente de las palizas que había
sufrido; estaba llegando a eso y el dolor visible que una vez había
marcado su cuerpo se estaba desvaneciendo.

Habían pasado tres semanas completas desde que se había


convertido en la compañera de Zeke. Ella prefería considerarse su
compañera más que cualquier otra cosa. No la trataba como una
prisionera. Siempre había guardias alrededor, pero por lo que sabía sobre
Zeke, él no los necesitaba.

Algunos de los hombres eran ex militares, y volver a un trabajo


normal de nueve a cinco no les servía. Otros estaban simplemente locos,
pero eran leales a Zeke. Él respetaba la lealtad por encima de todo lo
demás, y por eso, ella lo respetaba a él. Siempre que mantuviera su trato
con él y no lo traicionara, estaría protegida.

Por un lado, Zeke era un hombre mortal con el que nadie debería
meterse. Por otro lado, parecía mantener oculta una parte de él. También
podría ser amable con ella, bueno, gentil de una manera que solo Zeke
podía ser. Amaba a su hija, Daniella, y estaba aprendiendo a adaptarse
para convertirse en abuelo. Alessandria sonrió al pensar en las veces que
había pasado por su oficina, viéndolo mirar su reflejo y llamarse a sí
mismo por muchos nombres: abuelo, abuelito, g-man, como si se los
estuviera probando.

Le pareció entrañable ver otro lado de él, uno que no tenía a


hombres rogando por sus vidas. Por supuesto, ella sabía todo sobre el
lado más oscuro de su personalidad. Zeke era mortal, pero tenía este lado

Serie Soldados de la Ira 5 81


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más suave, uno que se había dado cuenta de que solo le mostraba a ella,
uno que estaba escondido debajo del sádico que era.

Ella miró su cuerpo otra vez. Tenía moratones en las costillas, pero
ya no le causaban dolor. Se giró y miró por encima de su espalda para
ver las cicatrices. Gerald había afilado una de las hebillas de su cinturón,
y cada vez que la azotaba con ella, la cortaba tanto que sangraba. Casi la
mata dos veces y ella llevaba las cicatrices como testigo.

—No debería haberte puesto las manos encima —dijo Zeke,


haciendo que ella se cerrara la bata y se girara.

—No te oí llamar.

—No llamé a la puerta. No pensé que necesitara hacerlo. —Se apoyó


en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. Zeke
parecía tranquilo, contenido. Él ya no la asustaba, y ella no sabía si esa
era la parte aterradora.

—Quería ver que tan malos eran los moratones.

—Los que tenías en la cara han desaparecido. Tu labio se ha


curado.

Ella se mojó los labios y sonrió. Sería bueno no sentir dolor cuando
tratara de comer algo. Le encantaba comer, y viviendo con Zeke,
finalmente se alimentaba regularmente. A Gerald le gustaba matarla de
hambre, reírse, burlarse de ella, hacerla esperar hasta el punto del
desmayo, incapaz de ponerse en pie, antes de dejarla tener algo.

¡Tú hiciste eso!

Le diste a Gerald el poder.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Podrías haber intentado marcharte otra vez, sin importarte si eso


significaba la muerte.

Debería haber huido de nuevo, intentarlo, incluso si sabía que


significaría la muerte.

Pero se había quedado, aterrorizada por lo que le haría si intentaba


marcharse de nuevo.

¿Hubiera sido realmente peor que quedarse a ver qué hacía él?

No sabía la respuesta a eso. Gerald había convertido su vida en un


infierno, y finalmente, lejos de él, pudo verlo más claramente que nunca.

—Es bueno ver por fin cómo me veo sin todos esos moratones y
cortes cubriéndome. —Se colocó el pelo detrás de la oreja—. Siempre he
tenido marcas.

Ella vio que una de sus manos se apretaba en un puño; claramente


le resultaba difícil mantener la compostura.

—Cuando lo encuentre, le haré pagar por todo lo que te ha hecho.


—Le gustaba la forma en que se veían sus ojos cuando hablaba de
venganza. Alessandria pensó en Gerald, y pensó en todo lo que había
presenciado, en lo que había hecho. Merecía una muerte lenta, dolorosa
y horrible.

—¿Puedo estar allí? —preguntó, sintiéndose sádica por querer ver


su muerte.

—No voy a dejar que muera rápidamente.

—Lo sé, me alegro. No merece una muerte rápida, sino algo más
lento, doloroso y horrible.

Serie Soldados de la Ira 5 83


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Puedo prometerte eso.

—¿Todavía no lo has encontrado?

Zeke no contestó de inmediato.

—Estoy trabajando en ello. Ha pasado a la clandestinidad, y


aunque tengo un largo alcance, en esto está siendo inteligente.

—He visto lo que ha hecho a chicas que son adolescentes huyendo


de casa. Si quieres encontrar a Gerald, sigue a las chicas que trabajan
en las esquinas. Le gusta recolectar lo que le pertenece. —Aunque sabía
que Zeke sabría cómo encontrar a Gerald porque tenía más conocimiento
de estas cosas que ella, había sido muy personal con Gerald. Ella había
oído cosas sobre él, visto cosas. Lo conocía más de lo que quería admitir.

—¿Les da algo del dinero que gana a las chicas?

Alessandria resopló.

—No. Era su dinero. Pagaba por las habitaciones y nos daba


apenas suficiente comida para que pudiéramos seguir adelante. Si
necesitábamos algo más, teníamos que encontrar otra forma de
conseguirlo.

Dándole la espalda, se agarró al borde del tocador.

—¿Estás bien?

—No, es difícil. Se supone que esto no debió suceder. Se suponía


que no tenía que tratar con hombres como Gerald. Iba a ir a la
universidad, estudiar, convertirme en algo, y luego me enamoré de su
mierda. Estoy avergonzada, estoy abochornada. Podría haber ayudado a
esas chicas, pero no hice nada. Estaba tan asustada todo el tiempo.

Serie Soldados de la Ira 5 84


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Cerrando los ojos, jadeó cuando Zeke agarró sus hombros y la puso
contra él.

—No es culpa tuya. No eres responsable de todo lo que les pasó a


esas chicas. Eras igual que ellas.

Ella se volvió hacia su cuerpo, agarró la solapa de la chaqueta de


su traje, enterrando su cabeza contra su pecho. Se sintió tan bien
abrazarlo, y su aroma masculino la tranquilizó en formas en las que no
quería pensar. Uno de sus brazos la sujetaba por detrás, y el otro le
acariciaba el pelo.

Alessandria dio paso a sus lágrimas. Empaparon su camisa en


cuestión de segundos, y ella siguió llorando. Sollozaba por la chica que
una vez fue, y por la mujer que debería haber sido. Si no se hubiera
enamorado de Gerald, no estaría en esta posición ahora, con miedo a
dejar la casa de Zeke.

Muchas veces, se había encontrado a sí misma mirando la puerta


y preguntándose cómo sería caminar por la calle como una mujer libre.
No quería huir de Zeke, pero sí quería ser libre.

—Lo que pasó no fue culpa tuya; yo voy a protegerte. —Zeke les
diría a sus hombres dónde buscar. Gerald era más cobarde de lo que él
creía. Era viernes, y sería una noche muy atareada. Iba a hacer que
Shakes cuidara de Alessandria mientras cazaba a ese bastardo.

—Gracias. —Él acarició su pelo, amando la sensación sedosa de


las hebras mientras se deslizaban entre sus dedos. Las últimas tres
semanas habían sido buenas para ella. Los moratones habían
desaparecido de su rostro, y los de su cuerpo se estaban desvaneciendo.

Serie Soldados de la Ira 5 85


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Había vislumbrado sus tetas antes de permitir que ella supiera de su


presencia, y por primera vez en su vida, se sintió como un bastardo
enfermo mirándola cuando ella no se había dado cuenta de que él estaba
allí.

Su cuerpo lo estaba volviendo loco, y la mayor parte del tiempo,


todo lo que quería hacer era tomarla, follarla y quedarse con ella. Era una
mujer agradable, y después de todo lo que le había pasado, le pareció la
cosa más impactante de todo.

Alessandria no era una perra. Era una buena mujer, una mujer a
la que le habían repartido una mano de cartas jodida. La madre de
Daniella había sido una perra, y no había experimentado la mitad de la
maldad que había soportado Alessandria.

Las lágrimas tardaron un tiempo para calmarse, y Zeke la sostuvo


a través de ello. Su tiempo con Gerald la había afectado profundamente.
Había estado hablando por teléfono en su oficina cuando la vio de pie,
mirando la puerta. El tiempo había pasado, ella había dado un paso hacia
ella, y luego varios pasos hacia atrás. Tenía miedo de salir, y no hacía
falta ser un genio para darse cuenta de por qué. Gerald había
aterrorizado a Alessandria para vivir su vida y simplemente caminar por
la calle.

Un día, él iba a dar un largo paseo con ella.

Sí, tenía muchos enemigos, y sería peligroso, pero había vivido en


peligro toda su vida. Daniella todavía estaba viva y embarazada de su
primer hijo. No estaba haciendo mal las cosas manteniendo a salvo a las
mujeres que le importaban.

Serie Soldados de la Ira 5 86


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke se preocupaba por Alessandria probablemente más de lo que


debería.

—Gracias —dijo de nuevo, alejándose de él y separándolo de sus


pensamientos.

Él la soltó y no pudo evitar ahuecarle la mejilla. Era una mujer


hermosa, y lo cautivaba en el momento en que entraba en una
habitación. No podía apartar la mirada de ella. Deslizando su pulgar por
el labio inferior, la oyó suspirar.

—Ya no está partido.

—No, no está partido.

Zeke cerró el pequeño hueco entre ellos, hundiendo los dedos en el


pelo de ella. No la follaría, ella todavía estaba magullada, aunque se
estaban desvaneciendo, pero necesitaba besarla. Golpeando sus labios
contra los de ella, envolvió su largo cabello alrededor de su puño con
tanta fuerza que ella no tuvo otra opción que ponerse de puntillas. Él tiró
de la longitud, y ella gimió por el leve dolor.

Sus labios se abrieron, y hundió su lengua en su boca,


saboreándola. Ella era exquisita, y él era adicto. Desde que conoció a
Alessandria, no había tenido a ninguna otra mujer para satisfacer su
deseo. Ella estaba consumiendo su vida, apoderándose de su alma y no
sabía qué hacer al respecto.

El sonido de su teléfono móvil lo hizo alejarse.

—Siento si te he hecho daño —dijo, abriendo los ojos y mirando las


pupilas dilatadas de ella.

Serie Soldados de la Ira 5 87


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—No me hiciste daño, me encantó cada segundo. —Otra vez, ella


se mojó los labios, y todo lo que él vio fue su lengua lamiéndole la polla.
Todo pensamiento racional huyó de su mente.

Serie Soldados de la Ira 5 88


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Once
—Lo hemos encontrado, jefe.

Zeke apretó el móvil contra su oreja, y miró fijamente a Alessandria.


Sintió que la rabia lo llenaba porque habían encontrado al hijo de puta,
y aunque quería estar con ella en todos los sentidos, primero planeaba
ser honesto sobre todo. Estas últimas semanas le habían abierto los ojos,
le habían demostrado que podía amar a una mujer. Diablos, amaba a
Daniella, pero esa era su hija. La forma en que se sentía por Alessandria
iba en contra de todo lo que él era, iba en contra de todo lo que había
sentido alguna vez. Se preocupaba por ella, la quería a salvo, y se
aseguraría de que eso sucediera.

Demonios, había estado cerca de tenerla, de tomarla, momentos


antes. Ahora, después de esta llamada, con el hecho de que Gerald había
sido encontrado, Zeke sabía que había que ocuparse de esa mierda.

—Prepara las cosas. Esta noche estaré en la oficina. —Desconectó


la llamada, y por un segundo, todo lo que hizo fue mirar a Alessandria.
O bien ella había oído la conversación, o podía darse cuenta de lo que
habían estado hablando por el obvio aspecto de asesinato en su cara.

Mientras seguía mirándola, Zeke metió el móvil en el bolsillo


interior de la chaqueta de su traje, a punto de decirle que volvería, que
tenía asuntos que manejar, pero ella abrió sus exuberantes y rojos labios
y empezó a hablar en su lugar.

—Lo encontraste, ¿verdad?

Serie Soldados de la Ira 5 89


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Él asintió. No iba a mentirle, tampoco iba a endulzar nada. Ella


sabía quién era, qué hacía para ganarse la vida, y que no era un buen
hombre. No, Zeke estaba lejos de ser bueno.

—Estaré yendo tras él esta noche, terminando esto por ti, porque
sé que has estado preocupada por él, aunque te dije que no lo hicieras.

Ella bajó la mirada a sus pies, y él le levantó la cabeza con su dedo


debajo de su barbilla. Ella lo miró con sus grandes ojos azules, los cuales
hicieron algo para que su frío y muerto corazón latiera un poco más
fuerte, un poco más rápido.

Dio un paso más cerca de ella, asegurándose de que sus pechos se


rozaran entre sí. Quería tanto tomarla justo en ese momento, sellar su
destino para que ella fuera siempre suya. Zeke no quería dejarla ir, no
podía.

Había algo especial acerca de ella; algo que le hacía querer ser un
mejor hombre para ella. A pesar de que sabía que eso nunca sucedería.
Él nunca sería ese caballero de brillante armadura blanca para ella, no
en el sentido tradicional. Él siempre la protegería, siempre estaría ahí
para ella, incluso si ella no entendía completamente todo lo que eso
significaba, pero nunca sería el tipo bueno. Y sabía que ella necesitaba
eso en su vida. Sabía que ella necesitaba una vida que no estuviera llena
de violencia y el peligro que lo rodeaba.

Sabiendo todo eso, dándose cuenta de que debería darle la


oportunidad de alejarse de esta mierda, de alejarse de él, Zeke todavía no
podía irse. No podía dejarla ir.

Trazó su dedo a lo lago de la mandíbula de ella, y ahuecó su mejilla.


Su piel estaba suave, curada, y no pudo evitar inclinarse hacia abajo y

Serie Soldados de la Ira 5 90


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

besarla de nuevo. Era dulce, limpia y fresca, y podía perderse en ella.


Estar con Alessandria hacía que sintiera que podía perderse en el mundo,
en su vida. Sabía que había algo increíble en ella, algo especial que hacía
que todas las demás mujeres de su pasado palidecieran en comparación.

Él se apartó, soltó su rostro y dio un paso atrás.

—Voy a terminar esto por ti, asegurarme de que nunca tengas que
temerle, ni a él ni a ninguna de las cosas feas que trajo con él. —Observó
como ella tragaba, la línea de su garganta trabajando por ese hecho—.
Voy a tener a Shakes, mi yerno, protegiéndote mientras yo no estoy. Le
confío la vida de mi hija y de mi nieto no nacido; él es el único al que le
confiaría a ti.

Los ojos de ella se ensancharon una fracción.

Él dio un paso delante de nuevo, bajó la cabeza un centímetro, y


dijo:

—Y cuando regrese, cuando todo esté dicho y hecho, voy a follarte,


Alessandria. —Ella jadeó suavemente—. Voy a follarte y dejarte saber que
eres mía, que eres la que quiero. —Después de enderezarse y mirarla
fijamente un segundo más, memorizando cada línea y ángulo de su cara,
se giró y se fue. Cerró la puerta tras él, volvió a tomar su móvil y marcó
el número de Shakes—. Te necesito en mi casa ahora. Tengo algo que
necesito que vigiles y protejas tan bien como lo haces con mi hija.

Shakes dio un gruñido de respuesta.

Zeke desconectó la llamada, siguió moviéndose por el pasillo, bajó


las escaleras y salió de la casa. Iba a ensuciarse las manos esta noche,
ensangrentadas de verdad. Iba a hacer que Gerald deseara no haber

Serie Soldados de la Ira 5 91


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

jodido a Alessandria, ni a él. Para cuando terminara, Gerald estaría


rogando por la muerte.

Alessandria había estado mirando por la ventana de su dormitorio


mucho después de que Zeke se hubiera ido. Había visto su coche correr
por el camino de entrada, sabía que iba a matar a Gerald, y una parte de
ella sintió placer en eso. También había un poco de auto-odio. Odiaba no
haber sido lo suficientemente fuerte como para cuidar de sí misma y de
sus problemas, odiaba haberse involucrado, dejarse involucrar, en toda
esta fealdad para empezar.

Un SUV oscuro que se acercaba se detuvo en la entrada y estacionó


justo al lado de la puerta principal. El hombre que salió del lado del
conductor era grande, tatuado y musculoso. Parecía peligroso, parecía
que podía matar a un hombre con sus propias manos.

Shakes.

Tocando sus labios, sintió el hormigueo por el beso que le había


dado Zeke justo antes de que se fuera. Había sido suave, casi dulce. Sin
lengua, sin presión. Zeke le había dado ese beso como si estuviera
sellando algo.

Él lo estaba. Estaba sellando el hecho de que tú eres suya.

Saber eso, saber que la quería, que quería follarla, debería haber
hecho que Alessandria quisiera irse, querer escapar y no quedar atrapada
en esta red de deseo y seguridad. Pero el razonamiento y el deseo eran
emociones muy poderosas, y ella quería a Zeke.

Serie Soldados de la Ira 5 92


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

¿Cómo manejaría él su honestidad, cuando ella admitiera lo que


quería, cuando le contara cómo le gustaba el dolor con su placer, cómo
había sido su secreto más oscuro durante toda su vida? ¿Sería como
Gerald y pensaría que se merecía lo que recibió, que las palizas estaban
justificadas porque le gustaba el dolor?

Quería a Zeke más de lo que nunca había deseado a nadie. Su


necesidad de él rivalizaba con su necesidad de libertad. Unas pocas
semanas en su casa no le permitieron saber quién era él realmente, al
menos no totalmente.

Alessandria pensó en lo que Zeke le haría a Gerald, y nada más


que placer y una sensación de finalidad la llenaron. No tendría que
preocuparse, no tendría que mirar detrás de su espalda buscándolo,
cuando deambulara más allá de las puertas de acero de Zeke.

Zeke había sido honesto con ella, dándole espacio y tiempo para
curarse. Él le dio la sensación de calma que necesitaba
desesperadamente. Ella sería honesta con él, y le diría exactamente lo
que quería: a él y su libertad.

Serie Soldados de la Ira 5 93


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Doce
—Está allí, jefe —dijo Boscoe desde el asiento delantero del auto.
Zeke no tenía muchos hombres con él, pero no los necesitaba para lo que
había planeado. El club de striptease donde se encontraban estaba
destartalado, sórdido, y solo mirándolo le dijo que este era el sitio perfecto
para que esto sucediera. De pie fuera, a la vuelta de la esquina, había
una chica que no podía tener más de dieciséis años, y le estaba haciendo
una mamada a un hombre lo suficientemente mayor como para ser su
padre. Esta no era la forma de hacer negocios, ningún negocio, pero
tampoco era su problema porque ella no era una de sus chicas.

No era lo peor que veía. No, había otro par de chicas que casi no
llevaban nada, claramente drogadas por la forma en la que actuaban, y
que esperaban algo de acción. Las mujeres también estaban muy
magulladas, y alrededor de sus cuellos había un letrero que decía “follada
gratis”. Obviamente no les importaba una mierda, probablemente les
pagaran con drogas, y los clientes pagarían a los proxenetas con dinero
en efectivo.

Las mujeres se veían miserables. Esto era lo que odiaba sobre los
proxenetas de la calle. No respetaban a las mujeres que trabajaban para
ellos. A menudo, abusaban de las niñas, haciéndolas adictas a las
drogas, y luego haciéndolas trabajar para conseguirlas. No tenían vida, y
era una de las razones por las que Zeke se aseguraba que sus mujeres
recibieran el mejor tratamiento y atención.

Todas sus chicas tenían la mejor atención que el dinero podía


comprar. Eran leales a él, y la lealtad significaba mucho.

Serie Soldados de la Ira 5 94


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Esto es jodidamente asqueroso.

Zeke vio como el hombre agarraba con fuerza la parte posterior de


la cabeza de la niña y golpeaba profundamente dentro de su boca,
obligándola a tomarlo todo. A Zeke también le gustaba ser rudo,
obviamente, pero se aseguraba de que a las mujeres con las que estaba
les gustaba lo que él les estaba dando.

—Dime que puedo matar a esos bastardos —dijo Boscoe.

—Déjame a ese cabrón —dijo Zeke sin emoción. Saliendo del coche,
se acercó a la escena. La jovencita comenzó a tener náuseas, luchando
contra el hombre que ahora se estaba riendo mientras ella luchaba por
respirar. Agarrando su arma de la parte de atrás de sus pantalones, retiró
el seguro, apuntó y disparó sin pensar. El hombre se sacudió fuera de la
boca de la chica y cayó contra la pared de ladrillo antes de deslizarse al
suelo. La chica jadeó en el suelo, lo miró y, al cabo de un segundo, se
alejó a toda velocidad.

Dejó el desastre para que Boscoe lidiara con él, y Zeke entró en el
club. Había muchos tipos viendo a las chicas desnudarse. Podía ver que
algunos lo reconocieron mientras caminaba en el club de mierda, y
escuchó susurrar su nombre con miedo.

Cuando dio una vuelta alrededor de la barra y no vio a Gerald,


agarró al camarero y comenzó a hacer preguntas. Zeke sabía cómo era
Gerald, incluso había visto algunas fotos.

—Nunca he oído hablar de él —dijo el barman.

Zeke realmente no estaba de humor para que le mintieran, y estaba


claro que el imbécil no sabía con quién estaba hablando. Apuntando con
su arma a la polla del bastardo, dijo:

Serie Soldados de la Ira 5 95


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—No estoy de jodido humor. ¿Dónde está Gerald?

—Arriba. —Zeke le metió una bala en el pene por mentirle. El tipo


gimió y jadeó para respirar. Las mujeres desnudas frente a él se
apartaron rápidamente de su camino. No le llevó mucho tiempo encontrar
al hombre que estaba buscando. Los gritos femeninos eran fáciles de
seguir, y Zeke sabía que Gerald era el que hacía chillar a esas chicas.
Giró la esquina, caminó por el pasillo y luego se detuvo en la puerta
cerrada de dónde venían los sonidos. Abrió la puerta de golpe, vio como
Gerald follaba a una chica por el culo, haciéndole daño todo el tiempo.

—Qué coño, hombre, vete. —Gerald ni siquiera se dio la vuelta.

Él hirió a Alessandria.

Eso era todo en lo que podía pensar.

Sin darle un pensamiento, sólo recordando la cara magullada y


maltratada de Alessandria, Zeke apuntó con el arma a Gerald. Disparó
una bala en su pie y sintió una enorme oleada de satisfacción cuando
Gerald se alejó de la chica y comenzó a gritar de dolor.

—¿Cuántos años tienes? —le preguntó a la chica.

—Diecinueve —titubeó y luego tartamudeó.

Le lanzó una mirada penetrante.

—No me mientas, maldita sea.

—Dieciséis —dijo de inmediato. Tomando una tarjeta comercial de


un oficial que estaba en la nómina de Zeke, se la entregó—. Llama a este
hombre, él te ayudará.

Serie Soldados de la Ira 5 96


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

La chica estaba temblando, pero la tomó. Su destino ya no estaba


en sus manos. Una vez que ella salió de la habitación, y sólo quedaron
ellos dos, giró la cabeza y escupió. Este cabrón le daba asco.

Se acercó al gilipollas. Lo agarró por el pelo y lo levantó del suelo.


Lo sacó de la habitación, atravesó el club de striptease y se dirigió hacia
su coche que estaba fuera.

—¿Todo bien? —preguntó Zeke.

—De primera, jefe —dijo Boscoe.

Zeke arrojó a Gerald a la parte trasera del coche. Subiendo a su


lado, le apuntó con su arma a la cabeza.

—Me disparaste, tío —dijo Gerald, jadeando.

—Voy a hacerte algo mucho peor en un par de horas. —Volviéndose


al asiento delantero, asintió a Boscoe—. Ya sabes dónde llevarnos; tengo
a algunos chicos que también quieren divertirse un poco.

—Hecho, jefe.

Hirió a Alessandria.

Una y otra vez en su mente, vio los moratones de Alessandria, y


eso hizo que quisiera lastimar aún más a este hijo de puta. Para el
momento en que hubiera terminado con este gilipollas, iba a desear la
muerte.

—No sé quién eres —dijo Gerald.

—Sabes quién soy, así que corta el rollo. Tú y yo sabemos lo que


planeaste, para qué usaste a Alessandria.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Gerald gimió.

—Alessandria está mintiendo. Lo único bueno para lo que sirve esa


perra es para una polla y para recibir una paliza.

Golpear a Gerald en el lado de la cabeza con la culata de su arma


le dio a Zeke todavía más placer.

—Querías quitarme de en medio, derribar mi negocio, mi imperio.


Bueno, sabihondo, termina conmigo. —Gerald fue a moverse, pero Zeke
empujó el arma contra la polla del bastardo—. Tu camarero, si sobrevive
a la noche, pasará la vida sabiendo lo que es no tener pito. Yo estaría feliz
en darte el mismo destino. De hecho, estaría más que feliz.

—Mierda, hombre, haré un trato. Lo que quieras, pero deja mi


mierda en paz.

—¿Dejaste a Alessandria en paz cuando te lo suplicó? No, no lo


hiciste. La golpeaste y la violaste hasta que se rompió.

—Joder, a ella le gusta así, vale. A Alessandria le gusta el dolor. Le


estaba dando lo que ella quería y ahora está quejándose y gimiendo.

Golpeó la culata del arma contra el pene del hombre esta vez. A
diferencia de otros, Zeke no tenía problemas en pegarle un tiro al pene
de un hombre, no si eso significaba que conseguiría lo que quería al final.
Gerald era un hombre repulsivo y merecía todo eso y más.

—Aquí estamos, jefe, y están esperando tu señal.

—Excelente. Sigamos adelante y comencemos. —Salió del coche,


manteniendo a Gerald firmemente sujeto y se dirigió hacia la entrada del
almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Le gustaba tener

Serie Soldados de la Ira 5 98


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

edificios abandonados, ya que eran un gran lugar para hacer negocios, y


los policías generalmente miraban hacia otro lado… por un precio.

Una vez dentro del edificio, Zeke lanzó a Gerald al centro de la


habitación. Patearlo en el suelo fue una pequeña bonificación.

—Dame la cuerda —le dijo a uno de los hombres que estaban a sus
órdenes. Una vez que la tuvo, comenzó a atarla alrededor de las muñecas
de Gerald, y luego colgó la cuerda de un gancho de carnicero que colgaba
en las vigas. Después, desvistió a Gerald, hasta que estuvo
completamente desnudo. Rodeado de hombres en los que confiaba su
vida, Zeke hizo que todos miraran a la mierda enfermiza que tenían
delante.

—¿Qué pensáis, caballeros? Creo que sería una buena muñeca,


¿no creéis? Una muñeca para follar y usar para lo que sea que cualquiera
quiera.

Los ojos de Gerald se abrieron de par en par.

—¿Qué coño, tío? No he hecho nada. Te daré lo que quieras.

Zeke golpeó a Gerald, rompiéndole la nariz.

—Estás sangrando en mi suelo, y lastimaste a Alessandria. Acabo


de ver tu pequeño montaje, y tengo que decir que estoy muy decepcionado
por lo que estás tratando de ofrecerme. Es jodidamente asqueroso. Tomas
a las colegialas y las usas. —Zeke negó con la cabeza—. Soy un monstruo,
pero hasta yo tengo estándares.

—Muy cierto —dijo Boscoe.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

A sus hombres no les gustaba cuando las niñas eran puestas a


trabajar y eran violadas. A él no le gustaba.

Golpeando su puño en el estómago del hombre, Zeke se puso a


trabajar con Gerald mientras pensaba en los moratones de Alessandria.
A lo largo de la paliza, Gerald gritó, rogó y suplicó ser soltado, ser
liberado. Le ofreció a Zeke todo: drogas, sexo, dinero, incluso a
Alessandria.

—No es tuya para que la intercambies, maldito imbécil. —Se puso


unos nudillos de bronce y volvió a trabajar. Después de largos minutos,
se separó del lío. Acababa de empezar con Gerald, y el cabrón se había
desmayado.

Zeke agarró uno de los cubos que habían sido traídos para la
ocasión. Le tiró un cubo de agua helada sobre Gerald y esperó a que
despertara.

—Caballeros, quiero escuchar gritos —dijo un paso atrás,


deseando haber dejado que Alessandria presenciara esto. Pero Zeke no
quería que ella viera este lado de él. No quería que viera lo jodido que
estaba realmente. Zeke sabía que no era lo suficientemente bueno para
ella, no de verdad. Ella se merecía todo el sueño, con vallas blancas. En
vez de eso, lo había conseguido a él, y Zeke iba a asegurarse de que fuera
apreciada y amada de todas las maneras posibles.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Trece
Alessandria no había podido dormir. Era muy tarde; casi era hora
de la salida del sol y Zeke todavía no había regresado. El hombre llamado
Shakes no le había dicho más que unas pocas palabras. Ahora mismo,
ambos estaban en una de las habitaciones de la planta baja; la televisión
de gran pantalla frente a ellos reproducía una película con mucha
violencia y el volumen estaba bajo. A pesar de que Shakes escogió la
película, ella pudo ver que no la estaba viendo. Su enfoque estaba en todo
menos en la televisión.

El sonido de un crujido en la grava se escuchó y su corazón


comenzó a latir más rápido. Shakes se levantó y se movió hacia la ventana
al instante.

—Zeke ha vuelto.

Ella exhaló, sin darse cuenta del alivio que supuso escuchar eso.
Pero tras eso estaba el hecho de que sabía lo que él había estado
haciendo.

Él mató a Gerald.

—Quédate aquí —dijo Shakes y luego se fue de la habitación.


Segundos después, oyó la voz profunda de Zeke, lo escuchó a él y a
Shakes murmurándose el uno al otro, y luego el sonido de la puerta
cerrándose llenó su cabeza. Se levantó, dirigiéndose a la puerta y vio a
Zeke. Estaba de pie en el vestíbulo, de espaldas a ella, con el traje que
parecía desaliñado y arrugado. Se estaba pasando las manos por el
cabello, y ella sintió que el aire tenso la sofocaba.

Serie Soldados de la Ira 5 101


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Deberías estar durmiendo —dijo Zeke.

No le sorprendió que la sintiera.

Cuando él se dio la vuelta, ella apenas pudo contener un jadeo. Su


camisa blanca estaba cubierta de sangre, desabotonada, y su abdomen
duro y cincelado mostraba la horrible evidencia de lo que había hecho
esta noche.

—Deberías estar durmiendo —dijo de nuevo, y lo único que ella


pudo hacer fue quedarse allí de pie y mirar mientras él subía las
escaleras, dejándola allí, tratando de comprender qué diablos acababa de
suceder.

Zeke tuvo que forzarse a dejar a Alessandria allí de pie. Sabía que
se veía aterrador con la sangre de Gerald cubriéndolo, pero tan pronto
como el hijo de puta había aspirado su último aliento, el alivio había
llenado a Zeke.

Había pensado en Alessandria todo el tiempo, vengándola,


asegurándose de que nunca más tuviera que preocuparse de mirar por
encima de su hombro para buscarlo. En el camino de regreso a casa, todo
en lo que había pensado era en estar con ella, susurrándole que estaba
segura. Él no quería azotarla para causarle dolor. Sólo quería darle
placer.

Fue al baño y abrió el agua, más fría que caliente. Necesitaba


refrescarse, lavar la sangre de su cuerpo, la noche de su alma. Pero
cuanto más tiempo pensaba en Alessandria, más duro se le ponía el pene.

Serie Soldados de la Ira 5 102


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Era un bastardo enfermo, pero sabiendo que estaba a salvo con su


verdugo muerto, sólo podía pensar en estar con ella.

Esas semanas habían pasado con él sintiendo la necesidad de


tomarla, reclamarla, hacerla suya. Ya no tenía que concentrarse en
buscar a Gerald. En este momento, iba a limpiarse y aliviarse. Su
erección lo había estado acosando desde el momento en que la vio
después de regresar a casa, después de matar al bastardo de Gerald.

Mirando su reflejo, vio la sangre salpicada en su cara, su pelo


oscuro lacio, y sus ojos compartiendo nada más que interminables
tinieblas, Zeke sabía que era un hombre que nunca podría darle a una
mujer un felices para siempre. No era un hombre que pudiera ser dulce
y amable, o hacer sus sueños realidad. Pero quería intentarlo con
Alessandria. Quería hacerla sonreír, que ella lo mirara porque sabía que
él siempre estaría allí para ella, sin importar lo que pasara.

Suspiró, se pasó una mano por el pelo, y se apartó del espejo. Se


quitó la ropa, se metió en la ducha y casi gimió por lo bien que se sentía
el agua helada.

Se lavó el cuerpo y el cabello rápidamente, quitando la suciedad, la


mugre, la sangre y la violencia. Movió su mano hacia abajo, hacia su
tensa erección, agarró la polla y contuvo su gemido. No debería hacer
esto con ella abajo, confundida y asustada, pero mentiría si no admitiera
que su miedo a lo que él podía hacer, su aprensión por él, lo excitaba
hasta cierto punto.

Su excitación por ella era insoportable, y si no se ocupaba de su


erección, no sería capaz de mantener su cabeza en el juego, lo que
significaba asegurarse de que ella estuviera completamente curada, y
entendiera plenamente lo que él quería de ella.

Serie Soldados de la Ira 5 103


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Agarró con más fuerza su polla, apretando más firmemente su


mano alrededor de la gruesa circunferencia hasta que apretó su
mandíbula mientras el dolor y el placer corrían a través de él. Comenzó
con golpes lentos, arriba y abajo, de la raíz a la punta, pasando la palma
de su mano sobre la cabeza hinchada, y sintiendo que su propio pre-
semen le facilitaba deslizarse hacia arriba. Respiraba con dificultad, su
brazo trabajando más rápido, su mano bombeando más fuerte sobre su
polla a medida que se acercaba el clímax.

La única persona que alimentó su deseo estaba abajo, su cuerpo


era la cosa más gloriosa que había visto en su vida. Ella podría haber
vivido una vida dura, pero era pura. Ella lo enloquecía, lo endurecía, y lo
volvía loco. Era todo lo que él quería en una mujer, todo lo que necesitaba
en su vida, y ahora que Gerald había desaparecido, Zeke tenía la
intención de hacerla suya en todos los sentidos.

Debería haberse marchado, haberse ido a su habitación,


encerrarse, y dejarle tener el tiempo suficiente para recuperarse.
Demonios, ella también necesitaba recomponerse. Estas últimas
semanas habían sido confusas, en cierto modo. No sólo encontró paz y
consuelo en un hombre malvado, sino que se preocupó por él. Había
eliminado a Gerald por la amenaza que significaba, por el hecho de que
hubiera tratado de derribarlo. Pero ella sabía, sin duda, que Zeke también
había matado a Gerald por ella. Él lo había dicho, y sabía que aunque
era oscuro y malvado, también era bueno.

Exhalando bruscamente, se movió por el pasillo, entró en la


habitación de él y oyó la ducha encendida. Estaba casi curada, y aparte

Serie Soldados de la Ira 5 104


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

de unos pocos moratones descoloridos y casi invisibles en su cuerpo, no


podía recordar la última vez que se había sentido tan saludable.

Cuanto más se acercaba a la puerta del cuarto de baño, más rápido


sentía que su pulso se aceleraba. Alessandria sabía que si alguna vez iba
a encontrar un hombre que la amara, un hombre que le diera lo que ella
quería, lo que necesitaba, sin explotarla a ella ni a sus deseos, tendría
que confiar plenamente en él. Quería eso de Zeke, y a menos que
estuviera leyendo mal toda la situación, leyéndolo mal a él, ella vio ese
mismo deseo en su cara. No se trataba de sexo, no se trataba de que él
la controlara, aunque estaba segura de que también era eso. La había
besado, la había tocado, pero cuando la miró, había más en sus ojos.

Ella sería sincera con él, le contaría cómo se sentía, lo que quería
de él. También le diría que disfrutaba cosas, ciertos placeres. Alessandria
no le tenía miedo y, de hecho, nunca se había sentido tan segura como
lo había hecho con Zeke.

Mientras permanecía allí, escuchando el sonido del agua que caía


con fuerza, oyendo el sonido distintivo de la respiración dura y rápida de
Zeke, algo en ella cambió. Alessandria sintió que sus ojos se abrían y, a
pesar de toda la situación, su preocupación durante la noche, el hecho
de que Zeke hubiera matado a Gerald supuestamente solo apenas hace
unas horas, una nueva corriente de humedad se deslizó de su coño.

Oh, Dios, estoy enferma.

Pero incluso pensar eso no detuvo su deseo por este hombre.

Otro gemido bajo vino del otro lado de la puerta y la adrenalina


bombeó más fuerte por sus venas. ¿Zeke estaba haciendo lo que ella
pensaba que estaba haciendo?

Serie Soldados de la Ira 5 105


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Sintiendo otra oleada de estímulos, adrenalina e incluso excitación


a través de ella, empujó la puerta lo suficiente como para poder ver el
interior. El vapor saturaba la pequeña habitación, sofocándola
ligeramente.

Alessandria se deslizó dentro, nunca tan atrevida como ahora, y


especialmente no con un hombre como Zeke. Pero la verdad era que su
cuerpo estaba actuando por sí solo, moviéndose hacia adelante, más
cerca del hombre del que se había enamorado debido al cuidado que él le
había dado en su momento más oscuro.

Se quedó cerca de la puerta, viendo el duro y enorme cuerpo de


Zeke al otro lado de la puerta de cristal esmerilado. Podía ver el contorno
de su musculosa forma, incluso podía ver su mano bombeando arriba y
abajo en su ingle. Su garganta se tensó, se secó, y se pasó la lengua por
los labios. Apretó los dedos, sus manos ahora cerradas en puños en sus
costados. Alessandria era incapaz de contenerse cuando se trataba de él.

Cuanto más tiempo permanecía allí de pie mirando cómo su brazo


se movía arriba y abajo de una manera obscenamente erótica que
mostraba claramente que se estaba masturbando, sentía que su propia
excitación aumentaba aún más. Lo oyó chupar una bocanada de aire, lo
vio golpear la palma contra la pared frente a él. Él gimió, su brazo todavía
moviéndose hacia arriba y hacia abajo, pero justo cuando pensó que
había encontrado su liberación, mientras ella podría haber estado viendo
esto, él se detuvo.

Por un momento, no sonó como si él respirara, no parecía que se


moviera. Ella estaba hiperventilando, haciendo todo lo posible para no
tocarse a sí misma mientras la imagen se reproducía en su cabeza como
un carrete continuo.

Serie Soldados de la Ira 5 106


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Y luego él estaba respirando con dificultad otra vez. No podía


moverse, ni siquiera podía respirar mientras lo veía cerrar el agua. Tal
vez debería haber sido más inteligente y haberse ido antes de que él la
viera, pero estaba congelada en su lugar. Enraizada en el lugar, se sintió
más excitada cuando él abrió las puertas de la ducha, lo vio alcanzar una
toalla, y luego salió, secándose. De espaldas a ella, ella observó las
cicatrices que lo acribillaban.

Dios, ¿quién le haría algo así? Probablemente la misma persona o


personas a las que les gustaba lastimarte a ti.

Tenía tatuajes, diseños aterradores que mostraban que este


hombre tenía mucha oscuridad en él, pero ella ya lo sabía.

Zeke se giró, la miró de frente y a los ojos; no vio ninguna expresión


de sorpresa. Lentamente se envolvió la toalla alrededor de la cintura y su
mirada nunca se apartó de la de ella. Debería haber dicho algo, cualquier
cosa, pero su boca estaba increíblemente seca, y su garganta parecía que
se estaba cerrando.

—Lo siento. —Alessandria no sabía por qué se estaba disculpando


si por estar en el baño, o mirándolo, o por algo completamente diferente.
Se sintió como una idiota tan pronto como las palabras salieron de sus
labios, pero no sabía qué más decir. Acababa de ser atrapada
observándolo, y en vez de vergüenza, sintió un fuego ardiente y feroz
dentro de ella, reclamando cada centímetro.

Él no dijo nada, tampoco desvió la atención de ella. Agarró otra


toalla, comenzó a secarse la parte superior de su cuerpo y pelo, y cuanto
más pasaban los segundos, más se sentía como si ella fuera la única que
se exhibía.

Serie Soldados de la Ira 5 107


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—No debería estar aquí —dijo ella.

—Creo que deberías estar donde te sientas cómoda, donde quieras


ir. —Se acercó un paso más a ella—. Eres una mujer libre, Alessandria.
Gerald está muerto, estás a salvo, y nadie te hará daño.

¿Tú lo harías? Quiero que me hagas daño de la manera que me hace


sentir bien.

—Debería irme. —Aunque debería estar de rodillas agradeciéndole


por haberle salvado la vida, por no ser un pedazo de mierda como Gerald,
se encontró, en cambio, girándose lista para irse.

—Detente, Alessandria.

Hizo lo que le ordenó, ahora con los ojos cerrados, mientras


intentaba recuperar el aliento. Darse la vuelta y enfrentarse a él fue más
difícil de lo que ella pensaba. Con los ojos abiertos de nuevo, su enfoque
en él, todo lo que podía hacer era absorber la intensidad de su cuerpo,
de su tamaño. Se apretó contra la puerta con la suficiente fuerza como
para que se cerrara de golpe, y puso sus manos planas por detrás de ella.
La madera estaba lisa, fría.

Por un segundo, todo lo que Zeke hizo fue mirarla, y entonces él


estuvo avanzando hacia ella. Cuando estaba sólo a treinta centímetros
de distancia, su cabello revuelto y húmedo, gotas de agua cayendo por
su piel dorada, con cicatrices y tatuada, ella no pudo evitar bajar la
mirada. No pudo evitar notar que él era enorme, su polla presionando
contra la toalla, haciendo que la carpa en la tela fuera casi obscena.

—Debería dejarte ir, pero me encuentro fascinado contigo,


deseándote a mi lado. —Su lengua se hinchó, sin que ninguna palabra

Serie Soldados de la Ira 5 108


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saliera de ella en una respuesta—. ¿Cuánto tiempo estuviste ahí parada,


mirándome?

Sabía que tenía los ojos muy abiertos, pero no tenía miedo. Sólo
existía esa loca excitación intensa. ¿Debería mentir? No, lo sabrá, y tú
quieres ser sincera con él.

—No mucho. —Ella negó con la cabeza. No era una mentira, no


realmente. Inhaló, oliendo el jabón y el champú que él había usado. Él
puso las manos sobre la puerta, una a cada lado de su cabeza y se inclinó
hacia adelante. Ella le miró a los ojos oscuros, y aunque debería haber
visto al mismísimo diablo, todo lo que vio fue a su salvador.

Dejó que su mirada recorriera su grueso cuello, su pecho ondulado


y sin vello, a lo largo de los tatuajes, y se detuvo en un abdomen que
tenía colinas onduladas de músculos. Un rastro de vello negro
comenzaba debajo de su ombligo, bajando y desapareciendo debajo de su
toalla. Su erección continuó tensándose contra la tela, provocando que
un nuevo chorro de humedad saliera de ella.

—Estás curada —comentó, no era una pregunta, como si estuviera


contento, como si fuera inmensamente feliz. Ella podía oír eso en su voz.

—Sí, ya sabes que sí —dijo en voz baja, recordando el beso que le


había dado antes de que se fuera, el hecho de que había visto su cuerpo
y los moratones apenas visibles en su torso.

—Hmm. —Él bajó la mirada a su boca—. ¿Te gustó lo que viste?


¿Te gustó mirarme?

Su voz era profunda y grave, tan sexualmente entrelazada, que todo


su cuerpo se calentó con la conciencia. Contra su mejor juicio, asintió,

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lamiendo sus labios de nuevo y notando como la mirada de él permanecía


fija en su boca.

—Hay tantas cosas que quiero hacerte, tantas cosas que quiero de
ti. —Su voz era un sedoso y oscuro susurro de promesas—. Pero
seguramente te asustaría, Alessandria.

Ella no podía recuperar el aliento.

—Creo que hay cosas que tampoco sabes de mí.

Él sonrió, pero no fue divertido.

—Dime tus secretos, Alessandria. Dime lo que temes decir porque


alguien traicionó tu confianza. —Él pasó una mano por el borde de su
mejilla—. Puedes confiar en mí.

Ella sabía que podía.

Tomando una respiración profunda, ella lo miró a los ojos.

—Me gusta el placer con dolor. —Aunque sabía que él sabía esto,
que había escuchado cosas sobre ella de Gerald antes de matarlo, que
probablemente había mostrado signos cuando él la tocó, diciéndolo,
admitiéndolo, asustándola—. Pero ya lo sabías —susurró ella.

Él se inclinó un centímetro.

—Lo hice, nena. ¿Y sabes cuál es mi secreto? —Ella sabía que lo


que fuera que estaba a punto de decir no era un secreto—. Quiero darte
ese dolor que deseas, porque darte dolor me da placer.

Ella no podía respirar. Dios, no podía respirar.

Serie Soldados de la Ira 5 110


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Al instante siguiente, él aplastó sus labios contra los de ella,


clavando la mano en su pelo y empujándola hacia sí hasta que sus
cuerpos se juntaron. Su cuerpo se moldeó al suyo, y ella era muy
consciente de lo suave que era comparado con la dureza de él. Ella inclinó
la cabeza y abrió la boca, gimiendo cuando la lengua de él se deslizó
dentro y se enredó con la de ella. Quería someterse, quería darle todo.
Esto no se trataba de pagarle por salvarla, por ser amable con ella. Esto
se debía a que Alessandria quería a Zeke más de lo ella había querido
algo en su vida

El baño estaba húmedo, la humedad del aire hacía que perlas de


sudor le salpicaran el cuerpo a medida que su excitación aumentaba.

—Entrégate a mí, y te juro por todo, Alessandria, te juro que te


trataré como te mereces —bajó la voz—. Te trataré como mi reina.

Él le clavó su erección, su polla como acero, monstruosa y lista


para tomarla. Ella abrió más las piernas; Zeke aprovechó la oportunidad
para acercarse y presionar su erección contra su montículo. Él separó su
boca, respirando pesadamente mientras besaba un rastro por su
garganta.

—Di que serás mía, Alessandria.

Ni siquiera necesitaba pensarlo.

—Quiero ser tuya. Quiero ser sólo tuya.

—Oh. Alessandria, lo que me haces.

Ella dejó caer su cabeza contra la puerta y cerró los ojos, adorando
la sensación de su lengua bailando a lo largo de su piel, reclamándola,
dominándola. Su otra mano agarró su cintura, apretándola y soltándola

Serie Soldados de la Ira 5 111


Serie Precioso tormento 1
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mientras la subía lentamente por su cuerpo. Ella empujó sus pechos


hacia afuera, necesitando que él la tocara, deseando que él acariciara sus
palpitantes pezones. Hacia tanto tiempo que no sentía esta clase de
excitación, esta clase de necesidad.

Él ahuecó el pesado montículo y pasó el pulgar sobre la punta


hinchada. Debería haber estado avergonzada de cómo sus brotes
apuñalaban el material de su camisa, debería haber estado humillada
por haber sido tan descarada; deseando esto tanto como deseaba su
libertad.

Pero, ¿realmente querías tu libertad? Esto es lo que has querido…


ser tocada y amada, y ser tratada con el respeto que mereces.

Él tomó su otra mano y la rodeó, ahuecándole el culo y


levantándola ligeramente. Ella se balanceó sobre los dedos de los pies,
jadeando mientras su polla empujaba contra su clítoris. La camiseta y
los finos pantalones de algodón que llevaba no eran una barrera para su
ataque erótico. Él deslizó su mano sobre los globos de su trasero,
deslizándola entre sus mejillas, y deslizando sus dedos hacia arriba y
hacia abajo por el centro de su cuerpo, justo a través de sus bragas y
pantalones.

—Puedo sentir lo húmeda y caliente que estás por mí, nena. —Pasó
su lengua a lo largo de la concha de su oreja, sobre su mejilla, y la besó.

Durante largos segundos, eso fue todo lo que hicieron. Y luego le


mordió el labio inferior. Una ráfaga de dolor la dejó, pero después de eso,
el placer la consumió. Alessandria gimió, incapaz de contenerse.

—Eso es, Alessandria, deja que ese dolor te haga sentir bien. —Ella
se estremeció—. Dime que quieres que pare. Dímelo ahora mismo, y esto

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terminará, Alessandria. Soy un bastardo, pero por ti, haría cualquier


cosa, sería un hombre mejor o lo intentaría, nena.

Por un segundo, ella lo miró a los ojos, pensando en él, en lo que


ella quería. Este hombre le había salvado la vida. Podría haber sido como
Gerald, o mucho peor. Pero Zeke la había llevado a su casa, se aseguró
de que se curara y de que se sintiera segura. Ella se preocupaba por él,
lo deseaba, y eso era tan extraño dado todo por lo que había pasado. No
debería poder confiar más, pero con Zeke sabía, sin dudas, que él la
protegería con su vida. Respiró hondo, agitó la cabeza y dijo:

—No te detengas, Zeke. Quiero esto.

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Capítulo Catorce
Una semana después
Zeke se había detenido.

No volvió a tocarla durante la semana siguiente. Cuando había ido


a acabar con Gerald, había estado convencido de que regresaría y follaría
a Alessandria hasta que ninguno de los dos pudiera pensar. En cambio,
la culpa lo había inundado. Las mujeres con las que se había acostado
en el pasado, las había tomado y follado tan duramente que no habían
podido caminar durante una semana después. La idea de tomar a
Alessandria cuando ella no podía manejarlo, lo enfermó. No iba a hacer
algo que le recordara a Gerald.

Solo de pensar en ese bastardo le hacía enfadar mucho. Había


pasado una semana desde que lo mató, una semana desde que
Alessandria fue casi suya. Sentado en su oficina, miró su teléfono móvil
mientras pensaba qué hacer a continuación. Oyó crujir la puerta de su
oficina y supo que era Alessandria antes de verla. Podía sentirla y notar
su presencia. Ella no había salido de su casa durante más de un mes, y
todavía la sorprendía en ocasiones mirando a la puerta de la entrada. Su
deseo de libertad era evidente.

—Gerald se ha ido. Nadie puede hacerte daño.

—Él no es el único que trata con mujeres.

—Mis hombres te mantendrán a salvo.

—Sólo confío en ti.

Serie Soldados de la Ira 5 114


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Él había quedado encantado y entristecido con su confesión. Zeke


siempre estaba tan ocupado que todavía no había tenido tiempo de salir
con ella. Sin embargo, Daniella acababa de llamarlo y lo había invitado a
cenar. Le había preguntado si había suficiente comida para que llevara a
una invitada, y ella le dijo que sí sin dudarlo. No había duda en su mente
de que Shakes le había contado todo lo que estaba sucediendo en su vida.

—¿Estás bien? —preguntó Alessandria.

Cerrando los ojos, deseó que su polla se calmara. No había forma


de que una mujer tuviera este tipo de control sobre él. Sin embargo,
Alessandria lo tenía. Siempre que estaba cerca, se ponía duro, e incluso
cuando no estaba cerca de ella, se ponía duro. Lo estaba volviendo loco.
Sin embargo, no quería tocarla hasta que supiera sin duda alguna que
ella estaba bien de nuevo.

—Estoy bien, nena. ¿Todo está bien? —La vio de pie junto a la
puerta con una larga chaqueta de punto, con los brazos alrededor de la
cintura. La tela moldeada a su cuerpo.

—¿Me estás evitando?

—No.

—No se siente así.

—¿Cómo se siente entonces? —le preguntó.

—Me entregué a ti, Zeke, o lo intenté. Quiero lo que tú quieres.

Ella rodeó el escritorio y se paró frente a él. Zeke la miró fijamente


a los ojos, su mundo cayendo sobre su eje mientras él sentía emoción por

Serie Soldados de la Ira 5 115


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la sublevación de ella. Bien o mal, no sabía qué hacer con sus propios
sentimientos cuando se trataba de esta mujer, ni qué hacer al respecto.

—Te quiero, y quiero que tú también me desees.

Él tragó.

—Sí, pero no estás lista, no estás bien curada.

Ella tragó.

—Estoy curada, Zeke, y te deseo tanto. ¿Necesitas que te suplique?

—No. —Tomó la palma de la mano de ella, pasando sus dedos por


el dorso de su mano, antes de darle la vuelta y tocar el interior de su
muñeca. Después de un segundo, le soltó la mano, y lentamente le
levantó la camisa—. Estabas cubierta de moratones, Alessandria. Te
estabas recuperando de una paliza que no te merecías, ni pediste.

—No te confundiré a ti y a Gerald.

—Sé que no lo harás, cariño. No es por eso por lo que me contuve.


Quiero que estés en tu mejor momento de salud. Me gusta todo más
oscuro, más duro, y no estoy dispuesto a arriesgar nada por un polvo
rápido contigo. Voy a explorar cada centímetro de ti, a poner a prueba
tus límites y conocerlos.

—Me gusta el dolor, sé lo que quiero.

—Hay tanto dolor que explorar para los dos. Voy a darte tanto
placer que va a borrar cada recuerdo de lo que Gerald te hizo.

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Él se puso de pie y secó las lágrimas que se habían derramado por


las mejillas de ella. Era tan hermosa; Zeke no podía creer que un hombre
pudiera hacerle daño.

—Deja de llorar, nena.

—Me siento segura contigo, feliz.

—Quiero que hagas algo por mí esta noche —dijo él.

—Cualquier cosa. —Ella le susurró las palabras, y él vio que la


tenía enredada dentro de su red. Pero lo que sentía por ella era real,
cierto.

—Quiero que vengas conmigo esta noche.

—¿Dónde?

—Donde mi hija. Quiero que vengas a cenar con Dani, Shakes y


conmigo.

Ella se lamió los labios y se apartó de él, el hechizo se rompió.

—No creo que pueda hacer eso.

—Tienes que aprender a salir de casa, Alessandria.

—Salgo de casa todos los días.

—No sales de las puertas. Quiero que salgas de esas puertas


conmigo esta noche. —Vio sus manos cerrarse en puños a sus costados.
Parecía petrificada—. Él no va a volver.

—Lo sé —dijo en un susurro, y su corazón se rompió un poco ante


el miedo de ella.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—No dejaría que nada te pasara.

—Lo sé, Zeke.

Él se rió entre dientes.

—¿Hay algo que no sepas?

Ella sonrió suavemente.

—No creo que deba ir contigo a la casa de tu hija. ¿Y si me estoy


pasando de la raya, cruzando una línea? Ella es tu hija, y yo no soy parte
de tu familia.

—No. Dani dará la bienvenida a un alma dulce como tú. Es más


joven y tan amable como tú. Amo a mi hija, y tú eres mi mujer ahora,
Alessandria. No voy a esconderte como un sucio secreto. Eres mía. —Ella
se lamió los labios otra vez, y sus nervios eran fáciles de ver—. Vendrás
conmigo. Ya hice los arreglos con Dani. Está embarazada, y si no
aparezco con mi acompañante, podría explotar en lágrimas.

—No es posible explotar en lágrimas.

Él se rió entre dientes.

—¿Tienes alguna idea de lo que es tener a una mujer emocional


cerca?

—¿Tú sí?

—Touché. —Él le sonrió—. Tú vienes de cualquier manera. Tienes


diez minutos hasta que nos vayamos.

Sus ojos se agrandaron, pero ella sonrió suavemente.

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

No sabía si iba a protestar, pero la silenció con un beso.

—Diez minutos.

—Eres un mandón.

—¿No lo sabías? Es seguir las reglas de Zeke o no seguir ninguna


regla en absoluto.

Ella fue a prepararse.

—Desde que está contigo, ha salido de su caparazón —dijo Boscoe,


entrando en la habitación segundos después.

—Me gusta pensar que lo ha hecho.

Boscoe asintió.

—¿Quieres que te ayude esta noche?

—¿Los dos hombres que contraté todavía están en casa de Dani?

Su hija no iba a ninguna parte sin dos guardias en su culo. Era la


única persona a la que amaba más allá de toda duda.

Era un maldito imbécil, y estaba contento de que las cosas


hubieran salido como lo habían hecho. Ella era un dolor en el culo, pero
él la amaba más que a nada.

—Sí. Han estado vigilando todo el día. Shakes la protege, e incluso


les ha enviado café a tus chicos.

Zeke sonrió. Hubo un tiempo en el que quería matar a Shakes, pero


a medida que pasaba el tiempo, cuando vio la forma en la que el ex motero
de los Soldados de la Ira cuidaba de su hija, Zeke se dio cuenta de que

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

era un buen hombre. Shakes cuidaba de su chica, y eso era todo lo que
importaba.

—Yo nos llevaré a los dos a casa de Dani, con Colin siguiéndonos
de cerca.

—Se lo haré saber. ¿Crees que está lista para irse?

—Si dejo que le tenga miedo al mundo exterior, nunca conseguirá


la libertad que puedo ver que quiere. No quiero que se sienta atrapada;
tiene derecho a vivir su vida sin miedo.

—Eres un buen hombre, Zeke.

Él agitó la cabeza.

—No soy un buen hombre. No he sido un buen hombre en mucho


tiempo. —Cualquier oportunidad que hubiera tenido de ser un buen
hombre había desaparecido hace mucho tiempo, incluso antes de tener
la oportunidad de vivir. Sus padres habían creado el monstruo dentro de
él, y no había forma de escapar de eso.

—Eres demasiado duro contigo mismo —dijo Boscoe.

—Te veré mañana. Me voy a tomar el resto de la noche libre. Ve al


club, busca una perra y úsala hasta que no pueda caminar.

Zeke se rió y vio cómo Boscoe salía de la habitación. Era un hombre


leal, a quien le confiaba su vida.

Zeke se dirigió hacia el pasillo que llevaba a la puerta principal al


mismo tiempo que Alessandria bajaba las escaleras. Se había dejado el
pelo suelto y no se había cambiado de ropa. Lo único que había hecho

Serie Soldados de la Ira 5 120


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

era ponerse un par de zapatillas deportivas, y se veía linda, con los pies
en la tierra. Ella se veía real.

—Estoy lista.

—Dani te va a adorar.

—Lo dudo.

Tomando su mano, se dirigió hacia el coche. Se aseguró de cerrar


la cerradura de la puerta lateral para que no tuviera la oportunidad de
escapar. No estaba dispuesto a arriesgarse cuando se trataba de su
seguridad. Se subió al asiento del conductor y giró el coche.

Alessandria todavía no había entrado en pánico, así que invirtiendo


la dirección del coche, lo giró para mirar hacia la puerta. Conduciendo
lentamente, vio que Colin ya estaba esperando justo fuera de la puerta.

—¡Espera! —Alessandria levantó la mano mientras miraba a la


puerta.

—Todo estará bien.

Ella asintió.

—Por favor, sólo ve despacio.

Él salió del camino, y cada vez que ella levantaba la mano, él se


detenía. Tomando su tiempo, salieron por la puerta y condujeron hacia
la casa de Dani. El primer obstáculo ya había pasado. Ahora, sólo
necesitaba ver lo que su hija pensaba de la mujer de la que se había
enamorado.

Serie Soldados de la Ira 5 121


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Alessandria no tenía ni idea de qué esperar de la hija de Zeke, pero


Daniella era, bueno, no era nada de lo que se había imaginado. No había
visto a Daniella porque no había ido a visitar a Zeke. En cambio, Zeke
había ido a verla. Era una mujer agradable, un poco tímida y reservada,
pero por la mirada en la cara de Shakes, la encontró adorable.

—¿Quién eres tú? —preguntó Dani, antes de que Zeke tuviera la


oportunidad de decir algo.

—Alessandria. —Sus mejillas se calentaron, y miró de Zeke a


Daniella, y de vuelta atrás.

—¿Cómo conociste a mi padre?

Alessandria se sintió en el acto avergonzada, sonrojada.

—No sé qué decir. —No sabía cómo explicar cómo había entrado en
la vida de Zeke.

Daniella se volvió hacia Zeke.

—¿Puedes explicarlo tú?

Zeke exhaló.

—Ella estaba con un cargamento de mujeres y no quería estar allí.

—Él le salvó la vida —dijo Shakes, moviéndose detrás de Daniella—


. Ayudó a protegerla de alguien muy malo, alguien que quería lastimarla.

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—Él es mi amigo —dijo Alessandria, de pie junto a Zeke, con las


manos delante de ella y los dedos entrelazados por los nervios.

Daniella no habló por un momento, ni siquiera se movió. Pero luego


sonrió.

—Me alegro de que estés a salvo y que mi padre pudiera ayudarte.


—Alessandria vio que sus ojos se humedecían y Daniella se acercó para
rodear con los brazos el cuello de su padre—. Estoy tan contenta de que
la hayas ayudado. Eres un buen hombre.

Apartándose del camino, vio como Zeke fruncía el ceño mientras


abrazaba a su hija.

Se puso el pelo detrás de la oreja, esperando mientras la familia


tenía un momento especial.

—Lo siento mucho. —Daniella sorbió por la nariz y se secó las


lágrimas—. Bienvenida a mi casa. —Daniella tiró de ella para un abrazo,
y Alessandria aceptó la calidez que le ofrecía. Había pasado demasiado
tiempo desde que le habían dado cualquier tipo de afecto, bueno, no
hasta que Zeke la hubiera acogido. Abrazada a Daniella, esperaba que
con el tiempo pudieran ser amigas.

—Gracias.

Daniella los sacó del pasillo, y no pasó mucho tiempo antes de que
Shakes y Zeke estuvieran hablando en otra habitación, y ella estuviera
sola con Daniella.

—Siento mucho todo esto. Estoy embarazada y mis hormonas


están por todas partes. No puedo controlarlo.

Serie Soldados de la Ira 5 123


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—No te preocupes por eso. Eres la primera mujer embarazada con


la que he estado. —Alessandria se sentó ante el mostrador de la cocina y
observó como Daniella se movía del mostrador a la nevera y viceversa.

—¿No has visto a mujeres embarazadas antes?

—Las he visto, por supuesto. No he pasado tiempo con una mujer


embarazada, no sustancialmente, quiero decir. Donde yo estaba, a las
mujeres no se les permitía tener hijos. Estar embarazada era un
obstáculo del que se ocupaban de inmediato.

Daniella la miró con preocupación en la cara.

—¿Puedo preguntarte a qué te refieres con eso? Me parece como si


estuviste en una cárcel.

Alessandria respiró hondo.

—Gerald, el chulo al que pertenecía, se aseguró de que ninguna de


nosotras tuviera hijos.

—Vale, guau, emm, guau. Lo siento mucho.

—Quiero pensar en eso como mi pasado. Tu padre me salvó la vida.


Digo eso con todo lo que tengo dentro de mí. —Se miró las manos y se
preguntó si se había abierto demasiado—. Pero yo nunca me quedé
embarazada. —Se encogió de hombros. Una vez que empezó a hablar, no
podía parar—. Supongo que fue lo mejor.

Daniella puso su mano sobre la de Alessandria.

—Lo siento mucho. No quise traer malos recuerdos.

Serie Soldados de la Ira 5 124


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Todo está en el pasado. No hay nada que pueda hacer para


cambiar eso.

—De nuevo, lo siento. No soy muy buena con la gente,


especialmente en situaciones como esta. Tener un padre como Zeke, y
una madre como la mía, no me facilitó tener amigos, o saber exactamente
qué decir en situaciones como esta. Estoy acostumbrada a estar en mi
propia compañía. Es culpa mía, de verdad.

A Alessandria le gustaba ella.

—Tengo que decir que estoy muy conmocionada.

—¿Sobre qué? —preguntó Alessandria.

—Mi padre está contigo.

—¿Debido a que Zeke se ha alejado de tu madre? —Alessandria no


había preguntado mucho sobre la madre de Daniella, pero ahora se
sentía estúpida por no saberlo.

—No. Papá la odiaba. Yo la odiaba. No era una mujer agradable, y


me usó para tener una vida mejor para sí misma. Mi madre era horrible.
No te pareces en nada a ella. No, lo que quise decir es que papá nunca
tiene a una mujer con él. Siempre está solo.

Ese mismo pensamiento hizo que Alessandria se sintiera


increíblemente triste.

—No sé lo que está pasando entre tu padre y yo.

—¿Te gusta él?

Serie Soldados de la Ira 5 125


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Sí, me gusta. —Ella lo amaba. Incluso desde el momento en que


había disparado a aquellos hombres que la habían maltratado, él había
estado abriéndose paso en su corazón, y ahora no podía imaginar su vida
sin él. Alessandria no sabía qué iba a hacer cuando Zeke se aburriera de
ella. Realmente esperaba que nunca lo hiciera, pero los hombres se
aburrían, buscaban algo mejor. Dejando a un lado esas dudas, se centró
en la bella mujer que tenía delante.

—Eso es bueno. Sé que papá no es para todos, pero quiero que sea
feliz. De verdad quiero que sea feliz y que encuentre el tipo de felicidad
que he encontrado yo con Shakes.

—¿Fue difícil estar con Zeke?

Daniella dejó de masticar el trozo de ensalada que estaba


preparando en un bol y sonrió.

—Fue difícil. Papá tiene dos personalidades. Está el hombre en que


se ha convertido para el mundo exterior, y luego está el buen hombre. Es
un buen padre, un gran trabajador, y tuvo una vida de mierda cuando
era más joven. La mayoría de las veces, los dos hombres se mezclan, y
obtuve más de Zeke que de papá. Fue difícil. No hice amigos, y él siempre
estaba ausente; eso fue duro. Entonces, un día, descubrí quién era en
realidad, y me alejé. Cambié, y fue diferente.

—Lo siento.

—Yo lo siento más. He pasado tanto tiempo viéndolo como Zeke,


que olvidé lo que era ver a papá. Él es, em, él es muy protector. A veces,
es demasiado protector.

—Así es como se supone que sean los padres.

Serie Soldados de la Ira 5 126


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Supongo. Shakes está deseando convertirse en padre. Va a ser


uno de los grandes. —Alessandria vio el amor en los ojos de Daniella, y
anheló algo así—. Mi padre se preocupa por ti, puedo verlo.

Ella realmente esperaba que lo hiciera. Alessandria sabía que


estaba enamorada de Zeke y que haría todo lo que estuviera en su poder
para que él se enamorara de ella. No se trataba de estar desesperada. Lo
amaba y no quería perderlo.

La cena transcurrió sin ningún problema, y Zeke estaba


malditamente feliz. Alessandria y Daniella eran sus dos mujeres
favoritas, y Shakes no estaba tan mal cuando se trataba de compañía.

—Esto fue maravilloso, gracias —dijo Zeke.

—Traeré el postre. —Daniella agarró un par de platos, y Zeke


recogió el resto, siguiéndola a la cocina.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por ser amable con Alessandria.

Daniella sonrió.

—Ella me gusta. Es una buena mujer. Vas a cuidar de ella,


¿verdad?

—Sí. Es mi mujer para proteger.

Serie Soldados de la Ira 5 127


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Me alegro. Realmente me gusta.

—¿Crees que puede ser tu nueva madrastra?

Daniella arrugó la nariz.

—No lo creo. Es estrictamente material de amiga, nada más. No me


importa que te cases con ella, es sólo que no quiero pensar en ella como
una madrastra.

—La amo, Dani.

—Entonces trátala con amor y cuidado. Sé amable con ella, y no te


pongas como Zeke con ella.

—Eso es todo lo que sé.

—No puedes ser todo lo que sabes.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó.

—Si Zeke es todo lo que eres, Alessandria habría dejado tu club. Y


a ti no te habría importado. Eres un mal hombre, papá, un hombre
realmente malo, pero no eres un monstruo. No sabía eso antes. Ahora sí.
Hay una diferencia entre ser malo y ser un monstruo.

—Algunos dirían que son lo mismo.

Daniella suspiró, sacando un pastel de mantequilla de cacahuete


de la nevera.

—No es lo mismo.

—Crees que soy lo suficientemente bueno para ella.

Serie Soldados de la Ira 5 128


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Eres más que lo suficientemente bueno para ella. Eres incluso lo


suficientemente bueno para tu nieto. —Daniella tomó su mano y la puso
sobre su estómago—. Sé que es muy difícil para ti lidiar con esto, y lo
entiendo. Vas a ser un abuelo increíble.

Su estómago estaba ligeramente redondeado, pero la sensación


protectora que lo invadió lo llevó a abrazar a Daniella.

—No importa la hora, ni el día, me llamarás, ¿verdad?

—¿Cuándo dé a luz?

—Para cualquier cosa. Si necesitas algo y no puedes encontrar a


Shakes, llámame. No quiero que me dejen fuera de nuestra familia.

—No te dejaré fuera, papá. Estoy decidida ahora más que nunca a
hacer que esto funcione. Esta es nuestra familia, y yo te amo.

Besó la cabeza de Daniella, y juntos entraron en la sala de estar.


Alessandria parecía feliz de verlo, y Shakes se volvió hacia Daniella.
Sentado junto a su mujer, observó cómo Shakes abrazaba a Daniella. El
amor entre la pareja era tan claro para que cualquiera pudiera verlo.

Zeke quería eso, y sabía que había una posibilidad de que lo tuviera
con Alessandria.

—¿Qué te pareció? —preguntó Shakes.

—Estaba tan feliz. Él la ama, y ella lo ama a él. —Daniella sonrió,


apoyándose en su marido mientras se sentaban en la enorme bañera, y

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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

él lavaba el cuerpo desnudo de ella. Vivía para esos momentos íntimos


en los que estaban juntos, solos.

—Da un poco de miedo.

—¿Qué?

—Ver a tu padre feliz y jugar al hombre de familia.

—Ya no somos parte de su mundo. Estaba pensando en ello, y debe


sentirse solo a veces —suspiró Daniella.

—Primero, sabes que tienes al menos dos guardias en tu casa todo


el tiempo, ¿verdad?

—Sí. Lo sé. ¿Qué es lo segundo?

—Segundo, él está rodeado de gente; no hay forma de que se sienta


solo.

—Está rodeado de hombres y mujeres que trabajan para él.


Alessandria no es una mujer a la que le pagan para estar cerca de él.
Está ahí porque quiere estarlo, y me gusta. Ella sería muy buena para él.
—Daniella sonrió a su marido—. Van a tener una boda, puedo sentirlo.

—¿Qué se siente tener una madrastra cercana a tu edad?

Ella le dio una palmada en el brazo.

—Para. Alessandria será una gran amiga.

—Si ella es amiga tuya, entonces sé que va a ser una mujer


afortunada.

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Shakes detuvo todo lo que ella iba a decir al tomar sus labios en
un beso abrasador.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Quince
Alessandria estaba de pie junto a la ventana de su habitación, con
una bata de seda que Zeke le había regalado cuando llegó aquí por
primera vez, bien envuelta alrededor de su cuerpo desnudo. La luna
estaba llena, el cielo despejado. La iluminación alrededor de los jardines
daba pequeños destellos de las flores que se abrían durante la noche,
colocadas esporádicamente alrededor de los jardines. Era una propiedad
hermosa, pero no era de ella, no era su vida. Zeke se preocupaba por ella,
lo sabía, pero, ¿continuaría deseándola una vez que la tuviera?

Y él me tendrá porque no puedo pensar en nada más, porque lo


quiero como quiero respirar.

No sabía cuánto tiempo estuvo allí, pero cuando se volvió, se


sorprendió al ver a Zeke de pie en la puerta. No llevaba más que un par
de pantalones, con el botón de arriba desabrochado, y sus músculos en
exhibición. Ese vello oscuro que comenzaba debajo de su ombligo y
desaparecía debajo de sus pantalones instantáneamente hacía que su
presión arterial subiera.

—¿En qué estás pensando? —preguntó con esa voz profunda,


sensual y dominante.

Alessandria se lamió los labios, no iba a mentir.

—Tú. Estaba pensando en ti, y en lo mucho que te deseo. —Se


sentía intrépida, con la sensación de que las cosas habían ido
lentamente, que él la dejaría curarse, y de que ella quería estar con él en

Serie Soldados de la Ira 5 132


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

todos los sentidos. No podía pensar en otra cosa ahora. Incluso su


libertad quedó relegada a un segundo plano ante su excitación.

Aunque estaba nerviosa, se movió hacia el centro de la habitación


antes de detenerse. Manteniéndose centrada en Zeke, esperó por un
momento a ver si él respondía o se movía.

—Parece que pienso en ti constantemente. —Él se apartó del marco


de la puerta, sus manos en los bolsillos de sus pantalones, su gran
cuerpo moviéndose hacia ella como si fuera un depredador—. Me
encuentro a mí mismo obsesionado contigo, Alessandria. —Estaba a
treinta centímetros de ella ahora, su mirada buscando en su cara—. Me
encuentro a mí mismo enamorado de ti.

Su respiración se paró, su corazón se detuvo, y ella supo que no


dejaría que nada, especialmente Zeke, detuviera esto.

—Yo también me encuentro a mí misma amándote.

Él hizo un sonido bajo en su garganta, pero no avanzó sobre ella,


no la tocó.

Por un segundo, no hicieron nada más que mirarse fijamente, y


luego, necesitando el deseo dentro de ella que la consumiera, necesitando
que Zeke la controlara, se quitó la bata de los hombros y la sintió caer a
sus pies. El aire heló su carne, pero su excitación hacía que su piel se
arrugara formando piel de gallina.

—Estoy curada, Zeke. Me diste espacio, me diste tiempo. Te quiero


a ti, mi cuerpo está listo, mi mente está lista, y no quiero que detengas
esto. —Sabía que su voz era suave, pero Zeke la escuchó, y pudo ver que
sus palabras, así como su cuerpo exhibido, lo habían excitado. Su polla
estaba dura, apretando contra sus pantalones.

Serie Soldados de la Ira 5 133


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—¿Quieres esto, Alessandria? —Ella asintió—. ¿Quieres que te


tome, te toque, haga que te corras?

Se mojó los labios y volvió a asentir.

—¿Entiendes realmente lo que eso significa?

—Sé lo que significa, Zeke. —Se estaba acercando, borrando la


distancia entre ellos—. Quiero que me controles, que me domines. Confío
en que no me lastimarías.

Zeke le tocó la mejilla, ahuecó un lado de su cara, y respiró


lentamente.

—Nunca te lastimaría. Mataría a cualquiera que pensara en


hacerte daño, Alessandria.

—Sé que lo harías. Lo has hecho.

Él asintió brevemente con la cabeza.

—Nada, ni nadie te hará daño, ni pensará en hacerte sentir miedo.

Ella apretó su cuerpo contra el de él, adoraba que su dureza se


moldeara a su suavidad. Estaba mojada, con los pezones duros.

—Quédate conmigo, Zeke. Dame el dolor que puede hacerme sentir


tan bien.

Alessandria jadeó mientras él colocaba sus dedos sobre su


montículo, tocándola suavemente con calor.

Serie Soldados de la Ira 5 134


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Sé que quieres tu libertad, que quieres irte y tener una vida fuera
de estos muros. Quiero darte todo lo que deseas. —Se inclinó hacia abajo
y la besó—. Pero no sé si puedo alejarme de ti.

—Concentrémonos en el aquí y el ahora, Zeke —susurró. Sus


mejillas se calentaron, mientras él movía sus dedos a través de los
pliegues empapados de su coño.

—Esto es mío. —Ella asintió y cerró los ojos—. No quiero convertirte


en mi propiedad, Alessandria… Sólo quiero que me ames.

—Te amo. —Ella abrió los ojos, se alzó y lo besó. Metiendo sus
manos en su pelo corto, ella tiró de las hebras, abrió la boca, inclinó la
cabeza, y adoró que él profundizara el beso.

—Abre los muslos. —Ella hizo lo que él le dijo sin discutir,


excitándose mientras él jugueteaba con su coño. Dios, nunca había
sentido este tipo de placer, este tipo de lujuria—. No quiero ir demasiado
lejos, presionarte demasiado.

—No lo harás —se quejó—. Sólo hazme sentir bien, haz que me
olvide de toda la fealdad del mundo.

—Estás muy mojada para mí, Alessandria.

Alessandria no respondió. Volvió a cerrar los ojos, disfrutando del


placer que la recorría.

Él le pellizcó el clítoris y la devolvió a su mundo.

—¿Quieres que cada parte de mí te toque?

—Sí.

Serie Soldados de la Ira 5 135


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke alivió la presión sobre su clítoris, acariciando hacia su


entrada y rodeándola antes de volver a su clítoris.

—Quiero ser gentil contigo, hacerte el amor.

Ella abrió los ojos, un poco aturdida.

—Solo te quiero a ti, Zeke. —Mirándole a los ojos, no podía apartar


la mirada.

—Me tienes, Alessandria.

Sus palabras la hicieron jadear. Mordiéndose el labio, intentó


aferrar su gemido, pero fue inútil. Nunca se encontraría con alguien como
Zeke.

Había algo profundamente erótico en estar desnuda frente a Zeke,


mientras él todavía tenía puestos los pantalones.

Él retiró su mano de entre sus muslos y sostuvo los dedos que


habían estado jugando en su coño sobre sus labios.

—Límpialos, Alessandria. Pruébate a ti misma. Prueba tu


excitación por mí.

Sintió que su corazón latía salvajemente. La hizo sentir viva, como


si no pudiera respirar a menos que tuviera sus manos sobre ella, y eso
decía tanto dada la vida que había llevado. Con una mano temblorosa,
agarró la muñeca de él y llevó sus dedos a su boca, manteniendo su
mirada en la de él. Lamió sus dedos, y la crema que los cubría.

—¿Sabes bien?

—Dulce, pero almizclado.

Serie Soldados de la Ira 5 136


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Él inclinó su cabeza hacia adelante, su boca a un centímetro de la


de ella.

—Lo voy a saborear todo, veré por mí mismo lo bien que sabes. —
Le tomó la barbilla en un suave agarre—. Acuéstate en la cama para mí,
nena. Abre las piernas y separa los labios de tu vagina para mí. Quiero
ver ese delicioso coño brillando.

Caminando hacia la cama, se arrastró sobre el colchón, y luego se


recostó boca arriba, abriendo bien sus muslos. Sus manos temblaban
mientras lo miraba y las movía por su cuerpo. Alcanzando entre sus
muslos, mantuvo los labios de su coño abiertos.

No podía apartar la mirada mientras él se acercó y se arrodilló en


el suelo, entre sus muslos abiertos. Con su mirada fija en la de ella, la
agarró por la cintura y la deslizó hacia abajo por la cama, para que su
culo quedara colgando del borde.

—Este coño me pertenece. Pero quieres dármelo, ¿no? Quieres que


lo posea, que me lo folle, que te haga correrte.

—Sí. Dios, sí.

Él apretó la carne de sus muslos, el pequeño mordisco de dolor


haciéndola llorar.

Esto era consensuado, entre dos adultos que querían lo mismo.

—Eres mía, ahora; te tengo tanto como tú me tienes a mí, nena.

Ella no quería luchar con esto, no quería ignorar esta química entre
ellos. Toda su vida había estado luchando contra estos deseos,
avergonzada de lo que realmente quería. Luego, después de admitirlo

Serie Soldados de la Ira 5 137


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

ante alguien, fue usado en su contra de manera atroz. Finalmente, quería


ser libre.

Él se inclinó bajando, la lamió desde el agujero de su vagina hasta


su clítoris y luego volvió a descender, y ella gritó. Succionó su clítoris en
su boca, chupando con sus labios alrededor del nudo, haciéndola gritar.

Zeke se burló de ella, mostrándole sin piedad el placer que un


hombre que la respetaba y la atesoraba podía darle.

Ella estuvo justo en el pico del orgasmo, su boca chupando su


clítoris, antes de bajar a su coño, su lengua entrando y saliendo, Zeke se
detuvo al instante.

—Sabes tan jodidamente bien —gimió contra su carne. La giró


sobre su vientre antes de que ella pudiera entender lo que estaba
sucediendo. Cuando dejó caer la palma de su mano sobre una de las
mejillas de su trasero, la picadura del dolor hizo que una oleada de
éxtasis viajara a través de ella, y no se contuvo en gemir lo
suficientemente fuerte como para que cualquier persona cercana pudiera
escuchar su encuentro erótico.

Él empezó a azotar sus nalgas, y luego ahuecó su coño, la palma


de su mano caliente, y ardiendo. Solo la mantuvo allí por un segundo
antes de deslizar un grueso dedo en su vagina, haciendo que los dedos
de sus pies se enroscaran, con su espalda arqueada, y su boca abierta.

—Esto sólo se tratará de ti y de mí, nena. —Le besó la parte baja


de su espalda—. Somos tú y yo de ahora en adelante.

Serie Soldados de la Ira 5 138


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke estaba más duro de lo que nunca había estado en su vida.


Esta mujer lo encendió, lo excitó y le hizo desear mucho más de lo que
jamás había pensado. La ayudó a ponerse de rodillas, y cuando ella lo
miró por encima del hombro, no pudo detener el gemido que provino de
él. Parecía tan sumisa, tan dispuesta, tan lista para él.

—Nunca te haría daño, nunca te lastimaré.

Ella se mojó los labios, sus ojos llenos de honestidad.

—Lo sé.

—El dolor que necesitas y quieres es lo que yo necesito darte, sólo


te dará placer. —Su respiración se aceleró en breves ráfagas, y su cuerpo
se sonrojó, un enrojecimiento que la cubría. Olió el deseo de ella, su
necesidad de él, como si fuera un perfume que saturara el aire—.
Cualquier cosa que te haga te traerá el mismo placer que me trae a mí.
No soy como esos hombres que te lastimaron… no contigo.

—¿Por qué yo? —susurró.

Él guardó silencio por un momento, concentrado en ella.

—Hay algo sobre ti, algo que no puedo ignorar. No puedo alejarme.
Traté de luchar y he terminado con eso. Solo necesito tenerte como mía.
—Extendió la mano y sostuvo su mejilla. Era tan pequeña en
comparación con él, tan gentil y vulnerable—. No se trata sólo de sexo,
nena. Puedo ver, en el fondo, que quieres ser controlada tanto como yo
quiero controlarte. Pero tu pasado hirió una parte de ti, te hizo pensar
menos de ti misma. Te ofrezco todo lo que tu corazón desee, siempre y
cuando seas mía para que lo aprecie. —Acarició su mano sobre la mejilla
de ella otra vez—. Sólo quiero que estés dispuesta.

Serie Soldados de la Ira 5 139


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Sólo te quiero a ti, Zeke, y estoy dispuesta.

—No quiero una mujer que se doblegue a mi voluntad porque


piense que es lo que yo quiero o porque me tema. He tenido eso muchas
veces en mi vida. —Vio que el arco de la garganta de ella funcionaba
mientras tragaba—. Necesito una mujer, tú, que desee agradarme,
complacerme, porque le dará placer a ella. Es una relación frágil, basada
en la confianza y sin tener nunca miedo.

—Nunca he conocido una relación como esa.

Su frío y muerto corazón se rompió por esta mujer.

—Nena, sé que serás la perfecta sumisa para mí. Y yo seré el mejor


dominante que pueda ser para ti. —Se inclinó hacia delante, besándola
en la boca—. Quiero darte lo que deseas, quiero ser el hombre que
anhelas. Si me dejas entrar y me das el último regalo de tu confianza.

—Ya te dejé entrar, Zeke.

—Oh, dulce Alessandria. Entregarte a mí significa que eres mía, en


todos los sentidos. —Sabía que exigía cosas, pero también le daba una
opción—. Dime que quieres todo eso, nena.

Un momento de silencio pasó entre ello.

—Tienes mi confianza. Tienes mi amor. Quiero eso y a ti, Zeke.

Serie Soldados de la Ira 5 140


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Dieciséis
—Acuéstate boca abajo —dijo Zeke, alejándose de Alessandria. Iba
a tomar su palabra sobre lo que ella quería y explorar sus niveles de
dolor. El sabor de su coño todavía estaba fresco en sus labios, y
felizmente se pasaría todo el día lamiendo y chupándola. Él podría
mostrarle lo jodidamente bueno que sería entre ellos. Zeke ya era adicto
a ella.

Alessandria se movió sobre su estómago. No mostraba ninguna


señal de los azotes que le había dado un momento antes. En verdad, él
realmente no le hizo daño, y eso se veía en el hecho de que su culo todavía
era de un hermoso color pálido.

Quería marcarle el culo, ver la huella de su mano. Nadie tocaría


nunca lo que le pertenecía, y esperaba marcarla de todas las formas
posibles, para que no hubiera duda alguna.

Zeke dejó la cama y se quitó la ropa. Todo el tiempo mirando


fijamente la hermosa vista que hacía Alessandria en la cama. Su pelo caía
en cascada por su espalda, y no podía esperar a agarrar su cabello
mientras la follaba duro y profundo.

Una vez estuvo desnudo, ignoró la gruesa longitud de su polla,


centrándose sólo en la mujer que tenía delante.

—Vuelve a ponerte de rodillas.

Ella se arrodilló sin discutir.

Serie Soldados de la Ira 5 141


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Extiende las manos hacia atrás, y abre las mejillas de tu trasero.


Quiero ver tu culo y tu coño. —Él se cruzó de brazos y la observó hacer
exactamente lo que le ordenó.

Ella extendió sus nalgas, y él vio su coño abierto. Todos los


exámenes médicos habían dado negativos hace semanas, y Alessandria
había llorado en sus brazos agradecida. Ella estaba limpia, y él también.
No podía esperar a entrar en ella, para empujar cada centímetro de su
pene en su vagina empapada, y ella estaba mojada. Su coño lleno de
crema.

—Suelta el culo y date la vuelta.

Alessandria lo miró mientras se daba la vuelta. Sus ojos estaban


dilatados y sus pezones duros como una roca. Estaba excitada, y su
pecho subía y bajaba con cada inhalación.

—¿En qué estás pensando? —preguntó él.

—¿Cuándo vas a tocarme? ¿Cuándo vas hacer que me duela?

—Estoy haciendo que te duela ahora. Estás esperando que tome lo


que me pertenece, y lo haré, todo a su debido tiempo. —Se subió a la
cama y le abrió los muslos. Mirando su coño, él pasó las puntas de sus
dedos arriba y abajo por sus muslos. Ella era tan jodidamente hermosa,
y él era un hombre afortunado por tenerla en su vida. Estaba agradecido
de haberla salvado ese día y haberse ocupado de Gerald.

Si ella salía de su vida, sabía que él habría sido parte de hacerle su


vida especial.

—Hay diferentes tipos de dolor. Ahí está el dolor de mi mano sobre


tu cuerpo. —Le dio una suave palmada en el muslo, repitiendo la acción

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en el otro muslo. Ella lanzó un gemido—. Existe el dolor que puede venir
de un cinturón, de juguetes especiales, de estar atada. O puedo hacerte
esperar un orgasmo, que te da un tipo diferente de dolor. Tienes que
esperar hasta que yo esté listo para dejarte correrte. No tienes elección
en lo que pasa con tu cuerpo. Yo controlo lo bien que te sientes y con qué
frecuencia. —Empezó a dibujar círculos en el parte interior de sus
muslos.

—Quiero cualquier dolor que quieras darme.

—Me gusta tu respuesta. —Alargó la mano y abrió los labios de su


sexo. Tirando ligeramente del fino vello, rápidamente los soltó y deslizó
dos dedos dentro de su coño, pellizcando su clítoris con los dedos de su
otra mano. Ella jadeó, arqueándose contra él. Dejó de tocarla y le dio una
bofetada en el montículo, haciéndola gritar—. Me perteneces,
Alessandria. Eso significa que hagas lo que yo diga, cuando lo diga. Tu
confianza, fe y lealtad me pertenecen, y no permitiré que me rechaces.
Cuando necesites dolor, y ansíes afecto, vendrás a mí.

—Sí, Zeke.

—Hablarás con tu propia mente. Quiero oír tus pensamientos, y no


quiero que te los guardes para ti misma.

—Sí.

Inclinándose sobre ella, agarró su eje, y presionó la punta en la


entrada de su coño. En un suave y duro empujón, golpeó cada centímetro
de su polla dentro de su apretada vagina. Ella gritó y chilló su nombre.

—No soy un hombre pequeño, y vas a sentir cada centímetro de mí.

Alessandria se agarró de sus brazos y se mordió el labio.

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—Nunca he tenido un hombre tan grande.

Él sonrió. Saliendo de su coño, volvió a entrar de golpe. Ella hizo


un gesto de dolor y gimió al mismo tiempo. Él le dio dolor y placer
combinados, cuidando de ella también. Era extraño, incluso para Zeke.
No la lastimaría, y sin embargo, él disfrutaba dándole dolor.

Causar daño era algo diferente en lo que a él respecta que dar dolor.
Con dolor, controlaba cuánto le daba, y ella lo tomaba voluntariamente.
Hacerle daño era cruzar una línea que ella no quería. Zeke la escuchaba,
y se aseguraba de que el placer que le daba era sólo del tipo que ella
quería y que disfrutaba.

—Esta noche, vamos a follar y explorarnos, aprender lo que nos da


placer, y luego alcanzaremos nuestros niveles de dolor. —Las uñas de
ella se hundieron en sus brazos, y él gimió—. Buena chica, pero dos
personas pueden jugar en este juego.

Zeke salió de su vagina, la volteó para que estuviera de rodillas. Le


dio una bofetada juguetona en el culo antes de volver a meterle la polla
dentro. Los gritos de Alessandria eran embriagadores, y le encantaba ser
él su causa.

Él agarró la larga longitud de su cabello en su puño y lo envolvió


alrededor de su muñeca. Tirando hacia atrás, tiró de Alessandria contra
él.

—Siento la forma en que tu coño me agarra. Estás empapada. No


estoy usando condón, pero sé que mi amigo el médico te puso la inyección
anticonceptiva. Me vas a dar este coño cuando yo quiera, ¿verdad?

—Sí. Por favor, Zeke, fóllame bien.

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Él tiró de su pelo y se estrelló contra ella, yendo tan profundo como


pudo, justo hasta la empuñadura. Zeke no se detuvo, y mantuvo su
cabello mientras la follaba.

Alessandria le suplicó y rogó que la dejara correrse. Ella no iba a


obtener ningún tipo de liberación hasta que estuviera malditamente bien
y listo. Golpeando su coño, gimió mientras su agarre apretaba su pene
como un jodido torno de banco. No quería dejarla.

Zeke había estado en este mundo durante mucho tiempo, y en


todos esos años, nunca había conectado con nadie. Él había amado a su
hija, pero no había habido una mujer que lo igualara. Alessandria era esa
mujer, y quería experimentar todos los sentimientos que había que tener:
amor, lujuria, deseo, rabia, codicia, todo eso. Ella había tropezado con su
mundo, rota y frágil, y había destrozado completamente su alma. En este
momento, sintió que no era nadie a menos que la tuviera en su vida.

—Eres mía. —Le sostuvo el pelo con una mano, y con la otra, le
rodeó el cuello con los dedos. Zeke no apretó, sostuvo la punta de sus
dedos sobre su pulso—. Toda mía.

—Sí —susurró la palabra, pero fue suficiente para él.

Arrancándose de su coño, Zeke la volteó, abrió sus piernas, y


procedió a abrirse paso en su interior. Él cantó su nombre una y otra vez.

Estaban destinados a estar juntos, y todas las noches tomaría a


Alessandria para que supiera que no había nadie más que pudiera darle
este tipo de liberación. Sólo él podía darle lo que necesitaba.

—Sí, Zeke, por favor, necesito correrme.

Serie Soldados de la Ira 5 145


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Moviendo sus dedos sobre el clítoris de ella, vio cómo se astillaba


en sus brazos.

Alessandria nunca en su vida había experimentado un orgasmo


como ese, y sabía que estaría dispuesta a ser la esclava de Zeke por el
resto de su vida. Colapsando en la cama, lo vio besar su cuerpo. Cuando
él llegó a su coño, le abrió los labios de su sexo y movió la lengua sobre
su clítoris.

Ella se levantó bruscamente y puso la mano sobre la de él.

—¿Sensible?

—Sí, yo, eh, nunca he experimentado algo así.

Zeke sonrió, dándole un beso en el muslo antes de salir de la cama.


Ella lo observó, un poco confundida, mientras él se sentaba en una silla
en la esquina de la habitación. Era una silla sin brazos, y dio un golpecito
en su regazo.

—Ven aquí.

Saltando de la cama, fue con él. Lamiéndose los labios, se quedó


frente a él y apretó sus manos en los costados, en un intento de no cubrir
su cuerpo. Fue difícil. No estaba acostumbrada a este tipo de tratamiento.
Alessandria sólo conocía el abuso, pero forzó a un lado esos sentimientos.
Zeke no estaba abusando de ella. Ella lo deseaba y él la deseaba. Eso no
iba a cambiar, al menos no iba a cambiar para ella.

Serie Soldados de la Ira 5 146


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Él se agarró la polla.

—Desliza ese lindo coño sobre mi polla.

A horcajadas sobre su cintura, ella se metió el pelo detrás de la


oreja, y lentamente se acomodó sobre su pene duro como una roca. Él ya
estaba untado con su crema, y mientras se deslizaba por él, la llenó
fácilmente.

Ella cayó de golpe, moliendo su pelvis contra la de él, gimiendo


mientras la llenaba por completo. Con ella encima, tenía el control de
cuánto entraba, y adoró cada centímetro de él. Alessandria se agarró a
sus hombros, y sin esperar permiso, comenzó a rebotar en su polla,
rodando sus caderas, y gimiendo ante el increíble placer que corría a
través de su cuerpo. No se parecía a nada de lo que había sentido antes.
Él era perfecto, y esto era perfecto.

Zeke sostuvo su trasero, y apretó sus nalgas, ayudando a aumentar


el ritmo, y levantándola un poco más alto.

—Míranos, Alessandria. Mira cómo me toma tu precioso coño. Te


ves tan bien, nena. Eso es, monta mi polla. Muéstrame cuánto me deseas.

—Te deseo, Zeke. No me dejes ir. Por favor, no me dejes ir. Te quiero
a ti. Siempre te querré.

Follaron duro, y Zeke no se rindió. Ella quería acabar, pero él no


se lo permitió. Tomó el control incluso mientras ella lo montaba. No había
duda de quién era el jefe. Zeke era mucho más fuerte. Ella no tenía miedo.
A Alessandria le encantaba lo fuerte y lo peligroso que él era.

Ella miró fijamente a los ojos, sin querer perderse ni un segundo


mientras él se entregaba a ella.

Serie Soldados de la Ira 5 147


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—Joder, nena. Me deshaces.

—Córrete para mí, Zeke. Dame tu placer. —Ella presionó sus labios
a los de él, sintiéndose fuera de lugar. No había habido mucho tiempo en
su vida para besarse.

Zeke gimió, moviendo su mano desde el culo de ella para hundirla


en su pelo. Él ahuecó la parte de atrás de su cabeza y la empujó hacia
arriba. Su gruñido, y su polla latiendo, le hicieron saber que él había
encontrado su placer.

Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello un poco más


apretados.

Él rompió el beso primero. No sabía cuánto tiempo había pasado,


podrían haber sido minutos, pero probablemente eran más bien
segundos.

—¿Has besado a muchos hombres?

Sacudiendo la cabeza, ella se mordió el labio.

—¿Son malos mis besos?

—Les falta experiencia. Está bien, tengo mucho tiempo para


enseñarte.

—¿De verdad?

—Sí, nena. —Puso un beso en sus labios—. Ábrelos sólo un poco.

Ella los abrió, y él sonrió.

Serie Soldados de la Ira 5 148


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Tienes que aprender a explorar los labios. —Su lengua se burló


de la de ella, y ella gimió al menor toque. Zeke estaba despertando partes
de su cuerpo que creía que habían muerto desde hace mucho tiempo—.
Tómate tu tiempo. Un buen beso no necesita apresurarse. Se trata de
explorarnos el uno al otro tanto como cualquier otra cosa. Inténtalo.

Ella ahuecó su mejilla, se inclinó más cerca y exploró sus labios


ligeramente separados. Siguiendo sus instrucciones, ella se tomó su
tiempo, amando los pequeños golpes que él daba, jugando con su cuerpo.

Zeke se alejó.

—Entonces entras en mi boca.

Él comenzó demostrándole, deslizando su lengua dentro de la boca


de ella, y ella respondió, dándole la suya, y gimiendo mientras él
jugueteaba con la suya.

Una vez más, él separó sus labios, y ella gimió, extrañando su


toque.

—Tu turno.

Ella repitió el beso, volviéndose a enamorar de él con cada segundo


que pasaba.

Pasaron los minutos, y estaba más que feliz besándolo. Chilló


cuando él la levantó y la llevó a la cama.

—Eres una buena estudiante, nena. No puedo esperar a enseñarte


todo lo que te has perdido.

La dejó caer en la cama, y ella sintió que su semilla se escapaba de


su vagina. Ella fue a cerrar sus piernas, pero él no la dejó. Zeke colocó

Serie Soldados de la Ira 5 149


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

su mano entre sus muslos y presionó un dedo profundamente dentro de


ella.

—Voy a llenarte con mi semen, nena. No vas a poder caminar sin


sentirme.

—No puedo esperar.

Abriendo sus brazos y sus muslos, ella le dio la bienvenida.

Zeke se movió entre sus muslos, y ella lloriqueó mientras él


deslizaba su endurecido pene dentro de ella.

—Me quedaré aquí hasta que esté duro como una roca, y luego te
follaré de nuevo.

—No me estoy quejando. —Ella colocó su mano sobre su corazón—


. Haré cualquier cosa por ti.

Zeke tocó su mejilla, y ella estaba segura de que detectó una pizca
de tristeza, pero no sabía por qué, y estaba demasiado asustada para
preguntar. ¿Qué haría ella si él la enviara lejos? Ella lo amaba. Era el
primer hombre que amaba con un amor verdadero, con Gerald había sido
un enamoramiento estúpido e ingenuo, y ella no quería dejar a Zeke,
mientras que había querido dejar a Gerald.

Sólo tendría que hacer que a él le resultara imposible dejarla ir


siendo todo lo que él necesitaba.

Serie Soldados de la Ira 5 150


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Capítulo Diecisiete
—¿Alguien tiene algo más que decir?

Striker miró a Demon, el presidente de Los Soldados de la Ira MC.


Acababan de hablar de los negocios en la Iglesia, y aunque su club, y
todo lo que sea que se dijera al respecto era su vida, Striker tenía mono
por un pedazo de trasero en Dominion. ¿Quizás tenía un problema? No
podía dejar de pensar en administrar el dolor y recibir placer de ello. Su
mente estaba envuelta en ver a esas mujeres sumisas arrodilladas, su
necesidad visibles en sus rostros. ¿O tal vez ninguna de esas mujeres le
dio lo que necesitaba, y por eso sentía ese vacío, y ninguna cantidad de
azotes, dominación, o ir a Dominion se haría cargo de esos antojos?

—¿Striker?

Al oír su nombre, dejó de pensar. Se volvió y se quedó frente a


Demon, el presidente estaba mirándolo con curiosidad.

—¿Estás con nosotros, muchacho?

Striker asintió.

—Siempre, prez.

—Bien, porque te pregunté si ibas con Steel, Nerd, y algunos de los


otros Miembros y novatos, en una carrera para recoger armas para los
Red Bloods, y todo lo que obtuve fue aire muerto de ti.

—Lo siento. Supongo que mi mente no estaba en el juego. —Dios,


necesitaba ordenar su mierda. No podía poner en peligro al club, no con

Serie Soldados de la Ira 5 151


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

sus necesidades sexuales. Ir en una incursión por armas al territorio de


los Red Bloods, un MC con los que los Soldados habían hecho alianzas
recientemente, era un gran negocio. También significaba que estarían
atravesando territorio de pandillas hostiles, así que estar totalmente
dentro, asegurándose de no estar pensando en nada más que en esto, era
en lo que tenía que concentrarse.

Necesitaba alejar los pensamientos de sus propios deseos,


concentrarse en la mierda que tenía entre manos, y solo cuando no
tuviera cosas más urgentes de las que ocuparse, podría preocuparse de
sí mismo.

Demon asintió una vez.

—Asegúrate de estar aquí, hombre.

Striker sabía que estaba hablando de que su mente no estuviera


ocupada, lo que así era. Si no estuviera pensando en mantener a este
club a salvo, la gente podría resultar herida, y sería culpa suya.

—Estoy dentro, totalmente dentro, prez.

Demon gruñó en aprobación.

—Striker, Nerd, Steel y algunos otros saldrán mañana por la tarde


para recoger las armas. Tened cuidado, porque he oído de Los Red Bloods
que las cosas se han vuelto cada vez más volátiles con la hostilidad de
las pandillas hacia los demás allí. Eso significa estar alerta, estar
preparados, y mantener vuestras narices en nuestro negocio.

La reunión terminó y los chicos salieron de la sala de reuniones.


Los culos dulces estaban limpiando el área del bar. Esta noche habría
una fiesta, algo para tener a los chicos relajados ya que irían a correr.

Serie Soldados de la Ira 5 152


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Era lo que siempre hacían, lo que les ayudaba a relajarse, a despejar la


cabeza, a mojar sus penes y fortalecerse como club.

Se dirigió hacia la parte trasera del club, donde tenía una


habitación, pero la sensación de alguien detrás de él lo hizo detenerse y
girar. Nerd se paró a unos metros de distancia, una cerveza en la mano,
su enfoque en Striker.

—¿Qué pasa? —Striker sintió como el aire se espesaba mientras


Nerd lo miraba fijamente. Los tatuajes en el cuello de Nerd se podían ver
saliendo de su pecho y por debajo del cuello de su camisa y el chaleco.
Nerd, a pesar de su nombre, era uno de los hijos de puta más duros que
Striker había conocido. Se había ganado el apodo de Nerd porque
también era un bastardo inteligente, que se ocupaba de todo lo
relacionado con ordenadores o hackers. Si el club necesitaba alguna
mierda en Internet, Nerd era el indicado.

Nerd no dijo nada por un momento, sólo se quedó allí parado


mirándolo y bebiendo su cerveza.

—¿Qué coño, Nerd? Si tienes algo que decir, dilo.

Nerd terminó su cerveza, y sin mirar al culo dulce que caminaba


entre ellos, levantó su brazo, y empujó su botella vacía hacia ella. Ella la
agarró, ralentizando su paso, una sonrisa sensual en la cara de ella
mientras miraba a Nerd.

—Muévete —le dijo Nerd, y le dio una palmada en el culo, todavía


mirando a Striker—. Te vi en Dominion la otra noche.

—Sí —dijo Striker y mantuvo su expresión distante. No era un


secreto que le gustaba el sexo sucio, duro y dominante. No quería que el
club supiera cuántas veces había estado en el lugar de trabajo de Zeke.

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El club tenía una relación con el hombre, pero eso no significaba que les
gustara.

—De hecho, sé que has estado yendo mucho allí, Striker.

—¿Cuál es tu punto, Nerd? Me gusta follar subs. Nada más.

Nerd no respondió.

—¿Seguro que no estás haciendo negocios a espaldas del club en


casa de Zeke?

La ira se apoderó de Striker.

—¿A dónde coño quieres llegar? —Dio un paso hacia Nerd.

Nerd levantó las manos.

—Escucha, eres un hermano, y no estoy insinuando nada. Estoy


diciendo lo que otros dirían si supieran que vas allí casi todas las noches.

—Me gusta follar. Nada más —dijo Striker entre dientes.

—Lo sé, y no hay nada de malo en eso. Solo digo que te cuides,
porque un novato o un gilipollas que cuelgue con el club y quiera llevarse
bien con Demon o con cualquiera de los Miembros no lo pensarán dos
veces antes de difundir esa mierda. —La cara de Nerd era una dura
máscara—. Eres un hermano, simple y llanamente, y no quiero que
ningún imbécil diga que estás haciendo tratos en callejones con Zeke.
Conoces la relación de él y el club, cómo trabajamos con él, pero también
desconfiamos de él.

—Sí —dijo Striker entre dientes. Podía verlo, intuía que Nerd solo
lo estaba cuidando, y no le gustaba la idea de que algún bastardo

Serie Soldados de la Ira 5 154


Serie Precioso tormento 1
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intentara dar a entender que estaban sucediendo otras cosas cuando no


lo estaban haciendo.

Nerd le dio una palmada en el hombro.

—Si quieres un pequeño culo sumiso, más poder para ti, Striker,
pero le haría saber a Demon que quieres colgar por allí regularmente.
Solo para que él sepa lo que pasa.

Striker tenía la mandíbula apretada con tanta fuerza que pensó


que se le romperían los dientes.

—Sí.

Nerd asintió, se giró y regresó al bar donde lo vio tomar otra


cerveza. Sabía que al verlo yendo a Dominion de esa manera se podían
hacer suposiciones, especialmente porque no le había dicho nada a
nadie. No estaba rompiendo ninguna regla, no iba contra el club, pero no
quería que la mierda comenzara porque alguien quería ser un imbécil y
decir que él estaba haciendo negocios con Zeke por detrás de las espaldas
del club.

Sí, le diría a Demon lo que pasaba, le diría por qué iba allí. No
quería ocultarle eso a su club, su familia, pero tampoco le gustaba que
sus asuntos se ventilaran como la maldita ropa sucia.

Si alguien quisiera estar bien con los Soldados, no lo pensaría dos


veces antes de propagar alguna mierda desagradable por ahí, mierda que
no necesitaba ser dicha por nadie más que por la fuente.

Striker terminaría los asuntos del club, y luego se preocuparía de


mencionar este tema para que lo supieran.

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Serie Precioso tormento 1
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Maldijo y se dirigió a su habitación. Ahora estaba de mal humor, y


no tenía una mujer dispuesta a ayudar a aliviar la energía que tenía
dentro.

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Capítulo Dieciocho
Dos semanas después
Alessandria no podía sentarse, su trasero y la parte posterior de
sus piernas ardían ferozmente. Las últimas dos semanas habían sido las
mejores de su vida. Zeke la había tomado en sus manos, y juntos habían
explorado sus umbrales de dolor el uno con el otro. Bajándose sobre la
silla de cocina, trató de no quejarse. El dolor era increíble, y la hizo sentir
tan viva, y hasta cierto punto, amada.

Miró el vendaje en su mano. El otro día había sido demasiado


descuidada al lavar los platos y se había cortado cuando uno cayó y el
fragmento le cortó la palma de la mano. A Zeke no le gustaba cuando ella
se lastimaba. Había estado muy enojado de que saliera lastimada, y eso
selló su realidad. Este hombre se preocupaba por ella, había hecho todo
lo posible para asegurarse de que estuviera feliz y segura, y ella lo amaba
aún más por ello. Él le dio libertad; de que ella lo explorara a él y al
mundo, si así lo deseaba.

Sonrió al pensar en la noche en que se había lastimado. Él no la


folló esa noche, sino que la abrazó en su lugar, le acarició la cabeza y la
espalda hasta que se quedó dormida, y la hizo sentir tan amada que
podría haber llorado.

—Buenos días —dijo Boscoe, entrando en la cocina. Colocó su


walkie-talkie en el mostrador—. Todos están en sus posiciones.

—¿Sabes dónde está Zeke?

Serie Soldados de la Ira 5 157


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Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Está en Dominion lidiando con algunas disputas entre las chicas.


Me dijo que te dijera, ya que no quería despertarte tan temprano, que te
llamará si se demora.

—¿Qué clase de disputa? —preguntó, curiosa por la vida de Zeke


fuera de la casa. Desde la noche que fue a visitar a Daniella, ella había
estado saliendo de la casa regularmente. Por supuesto, Zeke estaba con
ella, y ella amaba esa sensación. Lo necesitaba. En su mayoría, sólo
habían disfrutado de largas caminatas, disfrutando de la libertad de estar
bien, libre. Gerald nunca llegaría a lastimarla de nuevo. Estaba
aprendiendo a no tener miedo nunca más y eso marcó toda la diferencia
en el mundo.

—Parece que las chicas estaban peleándose por un cliente. Da


buenas propinas, y no les gusta compartirlo.

Alessandria arrugó la nariz.

—Suena sucio.

—Lo es. Hubo tirones de pelo, uñas arañando, todo. No es bonito.


—Boscoe se estremeció—. De todos modos, te haré compañía hasta que
Zeke regrese. —Siempre que salía de casa, Zeke se aseguraba de tener a
alguien con ella.

Ella se movió en su silla y cerró los ojos mientras el dolor zumbaba


a través de su cuerpo. Zeke la había sujetado firmemente a la cama, le
había dado nalgadas en el culo y en la parte trasera de sus muslos con
su cinturón hasta que ella se corrió por él. Empezó lentamente,
acumulándose hasta que el dolor aumentó, y ella le había estado rogando
para que la follara.

—La compañía será genial.

Serie Soldados de la Ira 5 158


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Boscoe asintió, pero su expresión era tensa.

—¿Todo está bien?

Ella asintió.

—¿Zeke ha dicho algo? —preguntó ella, sintiendo que algo no


estaba bien.

—No, quiere que tengas un buen día. No dijo nada más.

Mordiéndose el labio, no supo qué pensar de eso. Sabía que Zeke


la amaba, pero tenía inseguridades, unas que Gerald había inculcado en
ella. Quizás, con suerte, con el tiempo aprendería a vivir sin ellas. Zeke
ciertamente la estaba ayudando en esa dirección.

Alessandria lo amaba con todo su corazón. Él era la otra mitad de


ella.

—¿Qué pasa?

—Nada. Está bien. —Ella le sonrió y tomó su café, bebiendo sorbos


mientras Boscoe hacía algo con su teléfono móvil. A Alessandria le
gustaba Boscoe. De todos los guardias que vigilaban de vez en cuando,
este era el único que no tenía miedo de hablar con ella y llegar a
conocerla. Era como si realmente la hubiera visto a ella.

—Solo tengo que contestar esta llamada —dijo Boscoe, frunciendo


el ceño a su móvil.

—Voy a llamar a Zeke. —Ella le sonrió y entró en la oficina de Zeke.


Alessandria no tocó ninguna de sus cosas de negocios. El siempre
mantenía su escritorio limpio y ordenado. Sentándose en su silla, se

Serie Soldados de la Ira 5 159


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

mordió el labio y miró el teléfono en su escritorio. Su instinto se retorcía,


diciéndole que algo andaba mal.

¿Por qué siento que las cosas no van bien?

Ella buscó la dominación de Zeke para conseguir el dolor que


anhelaba. Después de que él castigara su cuerpo, y la llevara al borde de
saber si ella sería capaz de hacer frente a lo que le estaba haciendo a su
cuerpo, él la abrazaría. El tipo de dolor de Zeke no siempre era la picadura
de la palma de su mano, o el golpe de su cinturón. Él contenía el orgasmo
de ella hasta el punto de que ella lo follaría en público si él se lo pidiera.
Zeke sabía cómo empujarla para obtener lo que necesitaba.

Levantando el auricular, marcó el número de teléfono de Zeke, y


esperó.

—Hola —dijo Zeke.

—Hola, soy yo. —Se sintió increíblemente estúpida por hablar en


ese momento.

—Lo sé, nena. Boscoe te trata bien.

—¿Qué pasa, Zeke?

—¿Qué quieres decir?

Se lamió los labios y respiró hondo.

—No lo sé. Algo no se siente bien, y necesitaba hablar contigo sobre


eso.

—¿Cómo está tu culo hoy?

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Está bien.

Anoche, le había sacado sangre. La primera vez que lo hizo, y


detuvo todo, la limpió y la abrazó durante toda la noche. Alessandria solo
sabía que la estaba alejando.

—Dejé un poco más de antiséptico, y llevé algunos analgésicos.


Quiero asegurarme de que nada se infecte, y no creo que lo que le apliqué
a los verdugones anoche fuera suficiente.

—Zeke, está bien. Yo estoy bien. Fue sólo un pequeño corte.

—Fui demasiado duro.

—Una puta del dolor, ¿recuerdas? —Trató de convertirlo en una


broma, pero él no estaba consiguiendo nada de eso. Él estaba hablando
en serio.

—¡No hables así!

—Es solo una broma, Zeke.

—Mira, tenemos que hablar. Estoy ocupado en este momento.


Hablaremos más tarde esta noche. De acuerdo.

—¿Qué está pasando? —No podía dejarlo ir. Sus peores temores se
estaban manifestando, y ella lo odiaba.

—Nada, tengo trabajo que hacer. Que tengas un buen día con
Boscoe.

—Te amo.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke ya había colgado. Las lágrimas que habían llenado sus ojos
durante la llamada finalmente cayeron por sus mejillas. Estaba
destrozada, odiándose por ser tan débil. Finalmente, su vida se estaba
uniendo, y debido a un estúpido corte, él iba a alejarla.

—¿Quieres ver una película, tal vez, matar algo de tiempo? —


preguntó Boscoe.

Colocando el teléfono de nuevo en su soporte, ella se limpió las


lágrimas antes de ponerse frente a él.

—Me encantaría salir a caminar, si te parece bien. —Necesitaba


aclarar su mente para estar lista para la conversación con Zeke.

Zeke tenía que dejarla ir. Anoche fue una llamada de atención. No
podía dejarse llevar con Alessandria. Ella significaba mucho para él, y
sería muy fácil empujarla hasta el punto de romperla. Él no iba a hacer
eso.

Golpeando su teléfono móvil contra su labio, observó a las dos


mujeres que no significaban nada para él discutir sobre el derecho de
conservar la polla de un cliente. Había una mujer esperándolo en casa, y
él estaba allí, lidiando con un montón de mierda.

Tomando asiento, se frotó las sienes y se preguntó qué demonios


iba a hacer. No era un buen tipo. Toda su vida había sido de violencia,
dolor, tristeza. Sólo había unos pocos destellos de placer que se pudieran
ver. Daniella y Alessandria.

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Serie Precioso tormento 1
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Su móvil sonó de nuevo, y vio que era Boscoe.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

—Está en el parque y está llorando a mares, jefe.

—¿Pensé que estaba en mi casa? —preguntó Zeke.

—Fue entonces cuando dio un paseo por el parque, y la rompiste,


jefe.

Maldiciendo, Zeke, hizo un movimiento y las dos mujeres salieron


de su oficina.

—Estaré allí tan pronto como pueda.

—No sé qué le pasa, pero está muy alterada por algo.

Zeke maldijo internamente.

—Tengo que dejarla ir.

Hubo un momento de silencio.

—No cuestiono tus decisiones, porque sabes lo que haces, pero,


jefe, creo que estás cometiendo un error.

Zeke cerró los ojos y los frotó.

—Déjala que camine, y vuelva a casa. Estaré ahí pronto.

—De acuerdo.

—Y asegúrate de que el coche esté listo. Esta noche, ella va a salir


sola, consiguiendo la libertad que se merece.

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Colgó el teléfono, odiando lo que había hecho.

Zeke amaba a Alessandria, pero por mucho que tratara de resolver


sus problemas personales, no podía encontrar la manera de estar con
ella sin romperla. Era sencillo, tenía que renunciar a ella.

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Capítulo Diecinueve
Su corazón tronó en su pecho, sus palmas sudaban, y todo lo que
podía hacer era pensar en que Zeke se deshacía de ella. ¿Había sido una
tonta de nuevo, pensando que un hombre la amaba cuando en realidad
no lo hacía, cuando había terminado con ella porque le había dado un
pedazo de su culo?

No pienses así. Zeke es diferente. Tú lo sabes, puedes sentirlo.

Cerró los ojos, y se secó las lágrimas. Se había puesto en ridículo


llorando delante de Boscoe. Aunque no tenía idea de qué demonios estaba
pasando con Zeke, solo pensaba que él quería deshacerse de ella, no
había sido capaz de detener el flujo de lágrimas.

Pero sabía que Zeke se preocupaba por ella, lo había visto en sus
toques, sus besos, las palabras posesivas que decía. Había matado a
Gerald, por el amor de Dios, y lo había hecho para ayudarla a sentirse
segura.

Limpiándose las manos en sus vaqueros, trató de calmarse. No


quería ser un desastre cuando él regresara. Quería ser fuerte, enfrentarse
a esto, fuera lo que fuera, de frente.

Y entonces ella vio el brillo de su Mercedes negro subiendo por el


camino, el sol brillando sobre su pulido exterior. Su corazón empezó a
latir aún más fuerte, incluso más rápido. Se quedó parada en su
habitación, mirando por la ventana, y observó como el coche se detenía.
Boscoe ya se estaba moviendo hacia él, y cuando Zeke bajó del asiento

Serie Soldados de la Ira 5 165


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

del conductor, con su traje de tres piezas que lo hacía parecer poderoso
y peligroso, sintió que su amor por él crecía.

Él y Boscoe se quedaron junto al coche durante un momento y


hablaron, y luego Zeke levantó la cabeza y la miró directamente. Se
miraron el uno al otro antes de que él caminara hacia la casa y
desapareciera dentro. Ella se giró, miró hacia la puerta, sólo pasaron
unos segundos antes de que oyera el golpeteo de sus pies subiendo por
las escaleras, caminando por el pasillo, y hacia ella. Se puso nerviosa,
tan nerviosa como cuando llegó por primera vez a su casa.

Y cuando él entró por la puerta, se detuvo, y sus miradas se


cruzaron, ella supo por su expresión que algo andaba mal.

—¿Zeke? —dijo su nombre más suave de lo que había pensado.

Él suspiró, pero se dirigió hacia ella, e hizo un gesto para que se


sentara en el pequeño sofá frente a la cama. Alessandria se dirigió hacia
el sofá, se sentó y lo miró. Estaba esperando que la bola cayera, que el
otro zapato cayera. Estaba esperando el final de todo esto.

—¿Por qué estabas llorando con Boscoe? —Se acercó a ella y se


sentó a su lado.

Ella no respondió de inmediato, pero luego respiró hondo y lo miró


a los ojos.

—Porque tengo la sensación de que algo malo está sucediendo…


con nosotros.

Él tomó su mano en la suya, le dio un apretón, y ella sabía que lo


que estaba a punto de decir no iba a ser algo que quisiera escuchar.

Serie Soldados de la Ira 5 166


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Te amo, Alessandria. —Ella exhaló, sintiendo ese calor placentero


llenándola—. Mataría diez veces para asegurarme de que estás a salvo,
aniquilaría a cualquiera o a cualquier cosa que pensara hacerte daño o
hacerte infeliz. —Ella iba a llorar—. Moriría por ti, Alessandria.

Su voz se había vuelto más grave, la emoción clara, pero la dureza


también estaba presente.

»Pero no puedo evitar sentir que te estoy reteniendo, que no te estoy


dando la libertad que mereces, que buscas. Quiero que tengas esa
libertad, que tengas esa sensación de ti misma. Te lo mereces por encima
de todo, y mantenerte aquí, estar conmigo cuando entraste en mi vida
sin quererlo, no es algo con lo que pueda vivir.

Ella estaba llorando ahora, incapaz de contenerse. Amaba a este


hombre. Él le había dado la paz que nunca pensó que tendría, tenía la
sensación de no ser un felpudo, como si pudiera tomar sus propias
decisiones en la vida. Él era más fuerte, la había ayudado a encontrar el
valor cuando se dio cuenta de que no tenía que ser una víctima.

Se limpió las lágrimas con la mano libre, sabía que quería decirle
que esto no era lo que ella quería; quería explicarle cómo se sentía ahora.

—Durante toda mi vida pensé que sabía lo que quería. Mi infancia


fue buena, mi familia me apoyó. Y me enamoré, o creí que lo hice, cuando
conocí a Gerald. Parecía que iba hacia donde tenía que ir. —Pensó en el
pasado, en lo lejos que había llegado—. Cuando Gerald cambió, cuando
resultó ser el hombre del que no me enamoré, supe que mi vida no sería
la misma. Tenía que aceptar eso o mantener mi coraje y saber que si
quería que las cosas cambiaran, tenía que mantener ese camino claro en
mi cabeza.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

—Alessandria…

—No, por favor, déjame sacar esto, Zeke.

Él asintió y le sostuvo la mano con más fuerza.

—Estaba destrozada por fuera, arruinada por Gerald, y no pensé


que las cosas serían como siempre las había deseado. Pensé que mi alma
se partiría en dos, que la vil fealdad del mundo y lo que yo había permitido
que me pasara me haría cambiar para siempre. Y lo hizo, hasta cierto
punto. —Respiró hondo, intentando estabilizarse—. Pero entonces
encontré mi vida en el mismo camino que la tuya, y aunque estaba
asustada, ya rota, todavía tenía esa luz dentro de mí que me decía que
quería sobrevivir, que quería ser libre.

—Nena —dijo esa palabra en un susurro áspero.

—Nunca he sentido la libertad que siento ahora hasta que estuve


contigo. Me has abierto los ojos no sólo a los deseos dentro de mí, los que
creía que eran equivocados y oscuros, sino también al hecho de que no
tengo que tener miedo o avergonzarme. —Sonrió—. Eres el hombre que
quiero, y esta es la vida que quiero. Sé que me dejarás ir. Sé que me
dejarás experimentar el mundo tal como lo veo, porque me estás dando
eso dejándome ser la persona que realmente soy, la mujer que quiero ser.
—Ella lo miró fijamente a los ojos—. Eres el hombre que quiero en mi
vida, a mi lado. Te elijo a ti, a esta vida.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ¿Qué yo soy quien


quieres? —Zeke era un hombre poderoso, podría tener lo que quisiera.
Podría ser un monstruo para la mayoría, gobernar su imperio con mano
de hierro, pero la verdad es que él no era un demonio. Él le había dado

Serie Soldados de la Ira 5 168


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la opción de irse; ella necesitaba que él le diera la libertad de quedarse.


Él le daría eso al darle la opción, y eso es todo lo que ella siempre quiso.

—Sé que te quiero en mi vida. Sé que eres el único hombre que me


ha hecho sentir así. —Ella se acercó y envolvió sus brazos alrededor de
su cuello, adorando que él la abrazara al instante—. Me diste la opción
de irme, de tener mi propia vida, de vivirla como yo quisiera, y te elijo a
ti, nos elijo a nosotros. —Ella sintió su gran cuerpo tenso, lo escuchó
exhalar y supo que era feliz. Sintió eso de él tan claramente como si
fueran sus propias emociones.

—Sólo somos tú y yo, Alessandria. Sólo seremos nosotros. Tú eres


todo para mí. Espero que estés lista para eso.

Ella cerró los ojos y sonrió.

—He estado lista para eso toda mi vida.

Serie Soldados de la Ira 5 169


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Epílogo
Seis meses después
Zeke observó mientras Alessandria hojeaba los archivos y anuncios
de las últimas cinco chicas que él había sacado de las calles. Se las había
quitado a sus chulos de mierda, y aunque le hubiera encantado matar a
los hijos de puta, no podía andar matando a todos los chulos que le
hacían enojar, aunque le encantaría intentarlo. Las chicas abrazaron a
su mujer, y él sabía sin lugar a dudas que le estaban dando las gracias.

A Alessandria le encantaba ayudar a estas mujeres, y a él le


encantaba ayudarla a ella. Su misión había sido hacer que su vida fuera
perfecta, y ella se había propuesto darle todo lo que él siempre quiso.

Se detuvo junto a su bar, tomando un sorbo de agua, observando


mientras ella se dirigía hacia él. El sensual balanceo de sus caderas lo
atrajo, y su polla se engrosó. Antes de irse de Dominion, él la estaría
inclinando sobre su escritorio, y follando ese culo delicioso. En los
últimos seis meses, no había nada que no hubieran intentado. Se habían
puesto a prueba los límites del otro, y él sabía exactamente lo duro que
podía golpear su cinturón o tensar la cuerda alrededor de su cuerpo. Ella
era su puta del dolor, y él su Amo. A ningún otro hombre se le permitió
tocarla.

—Hola, cariño —dijo ella, abrazando su cintura, y apoyando su


cabeza en su pecho.

Ella también había hecho más fácil su relación con Daniella. Se


había sorprendido cuando llegó a casa y se encontró a las dos mujeres

Serie Soldados de la Ira 5 170


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cocinando en su cocina. Daniella había dado a luz a un niño y, con ayuda


de Alessandria, había adoptado el papel de abuelo cariñoso.

—Dani y Shakes vendrán esta noche con Bruce.

Realmente odiaba el nombre de Bruce, pero no era su hijo.

—Entonces supongo que es buena idea que tenga la intención de


follarte duro en mi oficina. —Cogiéndola de la mano, se dirigió hacia las
escaleras traseras.

La mano de ella se apretó en la suya, y él no la dejó ir, ofreciéndole


consuelo sólo con su toque.

Una vez que estuvieron dentro de su oficina, accionó la cerradura


de la puerta.

—Las mujeres eligen entrevistas de trabajo y, ¿adónde quieren ir?


—preguntó interesándose. Alessandria adoraba ayudar a esas mujeres y,
a su vez, a él le encantada ayudarlas. Aliviaron cualquier dolor que
llenara el alma de ella, y para ayudar con eso, él luchaba contra cualquier
demonio que ella necesitara. Al principio, había dejado un rastro de
cadáveres mientras pasaba sosteniendo a una llorosa Alessandria
mientras ella intentaba reconciliarse con algunas de sus historias.

Boscoe le hizo parar y sólo castigar a los bastardos. No podía


ayudar a Alessandria si estuviera en prisión, que era donde iría si
continuaba así.

—¿Me amas? —le preguntó.

—Más que nada, Zeke. Nunca supe lo que era el amor hasta que te
conocí.

Serie Soldados de la Ira 5 171


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Golpeando sus labios contra los de ella, la movió hacia su


escritorio. Subiéndola en él, abrió sus muslos y ahuecó su coño desnudo.
Le encantaba que ella siempre estuviera abierta a él. Su coño resbaladizo
con crema, deslizó dos dedos dentro de su apretada vagina, gimiendo
cuando ella lo agarró perfectamente.

—Te necesito, Zeke.

—Te lo voy a dar.

Desabrochándose los pantalones, se sacó la polla y lentamente la


trabajó hasta el final. Volviéndola a poner en el escritorio, colocó su pene
en su entrada, y de un suave empujón, se deslizó profundamente dentro
de ella.

No necesitaban dolor todo el tiempo. Zeke disfrutaba haciéndole el


amor. Hubo momentos en su vida en los que no quería castigar su trasero
o darle dolor que él sabía que ella anhelaba.

Ambos estaban cambiando, pero él se encargaría de eso en el


futuro. Por ahora, iba a hacer el amor con su mujer, con su esposa. Se
habían casado en una sencilla ceremonia con los Soldados, su hija y su
familia, y algunos de sus hombres presentes. También había hecho que
sus hombres hicieran un juramento de que sin importar lo que pudiera
pasar, ellos debían hacer todo lo posible para proteger a su mujer. Debían
salvar a Alessandria antes de salvarlo a él si alguna vez había una
amenaza. Zeke también se había asegurado que su vida estuviera llena
de paz cuando él se hubiera ido. Boscoe le había ofrecido que si Zeke no
estuviera presente, él se convertiría en su protector.

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Zeke se había despertado de una pesadilla muchos meses atrás en


la que había tenido a una Alessandria moribunda. Había prometido
asegurarse de que ese sueño nunca se hiciera realidad.

—Te amo, Alessandria —dijo, follando muy dentro de ella, y


sintiendo su coño apretarse a su alrededor.

—Eres mi dueño, Zeke, cada parte de mí. Te quiero malditamente


tanto.

Sujetándola firmemente contra él, Zeke la miró fijamente a los ojos,


y prometió una vez más completarla, librarla de la oscuridad de sus ojos,
y siempre combinar su placer y dolor.

Esta era su mujer, su alma gemela, la otra mitad de él, e iba a hacer
todo lo que estuviera en su poder para mantenerla, incluso romper sus
propias reglas.

Fin

Serie Soldados de la Ira 5 173


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Serie Soldados de la Ira


01 – Propiedad del bastardo
Demon, Presidente de Los Soldados de la Ira MC, es un
miserable bastardo, un asesino despiadado, y no lamenta
ninguna de las cosas violentas que hizo en vida. Así es como
sobrevive, así es la forma en que mantiene a su club y sus
hombres seguros.
Deanna Monte a quedado al cuidado de su padre adicto a las
drogas, un padre débil y de quien ahora es responsable desde
su madre murió. Ella puede odiar a su padre, pero después de
la última petición de su madre no puede renunciar a él.
Cuando Deanna es entregada a Demon como pago por la
deuda su padre, ella lucha de todas las formas posible y se
niega a someterse. Pero nunca ha conocido a un hombre como
Demon, un hombre cruel que es enorme, poderoso y que puede
tomar su vida tan fácilmente como respira. Ella no debería
desearlo como lo hace, no después de que la aleja de su vida, negándose a
dejarla ir, y diciéndole que es suya ahora.
Pero ella lo desea, y eso es lo que la asusta más que nada.
Advertencia: Este título contiene sexo explícito, lenguaje vulgar y temas que
pueden afectar su sensibilidad.

02 – Doblegada, no vencida
El dolor es una sensación, una emoción duradera que
puede consumir a cualquier tipo de persona sin
discriminación. Amy Holland sabe muy bien lo que le hace
el dolor a alguien. Ha estado viviendo con él durante mucho
tiempo y todo a causa de su padre.
Reese “Joker” Whitman dejó su antigua vida atrás. Ahora
sólo es Joker, un miembro de los Soldados de la Ira, un
club MC que está fuera de la ley que rige en la ciudad. A
pesar del borde duro que carga, la violencia y la destrucción
son sus conocidos.
Joker quiere a Amy, la hija de la mujer que se casó con su
padre. Amy podría ser considerada de la familia, pero no es
de su sangre y él la desea más que cualquier cosa que haya
querido en la vida. Sin embargo, tiene que ir con cuidado,
porque ella está herida y nunca será capaz de entregarse
por completo a él.
Cuando Amy finalmente ve cómo es Joker, no es miedo o
dolor lo que la consume; sino esperanza y deseo. ¿Pero podrá entregarse al
motero cuando se siente demasiado quebrada para ser amada?

Serie Soldados de la Ira 5 174


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

03 – Duro como el acero


Eloise ha mantenido sus deseos en la oscuridad toda su
vida. No segura de si debería sentirse avergonzada por su
necesidad de tener una relación sexual que consiste en
dolor, se centra en mantenerse a sí misma, sabiendo que
nunca podrá tener lo que realmente quiere.
Steel es miembro de Soldados de la Ira MC. Es un hombre
que toma lo que quiere cuando quiere, nunca se niega
nada. Pero desea a Eloise, y su negativa a entregarse a él
hace que el deseo de Steel por ella aumente más. Está
decidido a irrumpir en su casa y llevársela.
Cuando Hanson, el jefe de Eloise, la ataca, es Steel el que
viene y la rescata. Steel siente algo por la mujer que
parece poner todo su mundo patas arriba en tan poco
tiempo.
Pero Hanson no se conforma con ser puesto en su lugar,
o quedarse tumbado sin luchar. Le mostrará a Eloise y a Steel que va a tener lo
que quiere, independientemente de cualquier amenaza.
¿Puede Eloise entregarse totalmente a Steel, o su
temor a lo que realmente quiere la detendrá? ¿Puede
Steel finalmente permitirse comprometerse con una
mujer y mostrarle que lo que ella quiere es
exactamente lo que él quiere darle?

04 – Bastardo muerto
Shakes sabía que no podía tener a Daniella, pero eso
no impidió que la tomara. Marcharse significó
traicionar a su club e ir en contra de su padre, Zeke.
A pesar de que están siendo cazados, él no la dejará ir,
no puede.
Pero, ¿qué pasa cuando los encuentran? ¿Puede
Shakes devolver a Daniella a
su padre? ¿Puede hacer las
paces con el MC? Con su parche y vida en juego y la
posibilidad de perder a Daniella para siempre, Shakes
debe decidir qué camino tomará.

4,5 – Ruina y resurgimiento


A veces caer en la ruina no significa que no puedas
resurgir de las cenizas.
Shakes y Daniella pasaron por el infierno para encontrar
su felicidad, pero no vino sin un precio. Para mantener
a Daniella, Shakes tuvo que perder una parte de sí
mismo.

Serie Soldados de la Ira 5 175


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

¿Pueden realmente resurgir de sus cenizas y no quemarse?


Pero entonces, la vida de Daniella y Shakes vuelve a ponerse patas arriba
cuando un embarazo inesperado pone a prueba la ya volátil relación que Shakes
tiene con el padre de Daniella, Zeke.
¿Y dónde está el destino de Shakes con la única familia que alguna vez tuvo…
los Soldados de la Ira?

05 – Las reglas de Zeke


(Serie Precioso tormento 01)
Zeke no es un héroe, nunca se ha visto a sí mismo
teniendo un felices para siempre. Lo han llamado
muchas cosas: malvado, retorcido, sádico y
peligroso. Él es todas esas cosas y más. Se deleita en
ello, las abraza y las usa para hacerse más poderoso.
Es un mal ho mbre en todos los sentidos.
Luego está Alessandria: una mujer encadenada,
llorando, asustada, que anhela el dolor con su placer.
La parte sádica de él la quiere toda para sí mismo. Le
mostrará que el tipo de dolor que él quiere darle
finalmente la dará el placer que ella anhela.
¿Podrá Alessandria manejar al monstruo dentro de
Zeke, o como tantas otras, podría huir?

Serie Soldados de la Ira 5 176


Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

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La manera en que me gusta

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Staff
Traductora: Mdf30y
Correctora: Lelu
Diseño: Lelu
Lectura Final: Laavic

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Serie Precioso tormento 1
Sam Crescent y Jenika Snow Las reglas de Zeke

Sobre las Autoras


Jenika Snow es una autora reconocida en EE.UU. Hoy en día vive
en el noroeste con su marido y sus dos hijas.

Jenika comenzó a escribir a una edad muy temprana. Su primera


historia consistía en una joven que viajó a una isla exótica y encontró
una muñeca mágica. Esa historia ha desaparecido hace mucho tiempo,
pero otras han tomado su lugar.

A ella le encanta tener noticias de los lectores, y les anima a


ponerse en contacto con ella y dar su opinión.

Sam Crescent es una apasionada de la ficción. Le encanta un buen


romance erótico y porque sólo tenía sentido para ella extendió sus alas y
empezar a escribir. Comenzó en el 2009 y finalmente consiguió la primera
aceptación en 2011.

Ella ama crear nuevos personajes y ahondar en los mundos que


crea. Cuando no entra en pánico por una historia o discute con un
personaje, se la puede encontrar en su cocina creando todo tipo de caos.
Al igual que sus historias las creaciones en su cocina pueden ser algo
dudosas, pero a veces las cosas salen bien.

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Serie Precioso tormento 1

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