The Way I Like It - Sam Crescent & Jenika Snow

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Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

Serie Soldados de la Ira 6 1


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

Sam Crescent
Jenika Snow

La manera en
que me gusta

Serie Soldados de la Ira MC 6

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que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
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Sinopsis
Huyendo de su antigua vida, la inocente Elena se encuentra

inmersa en el mundo de moteros alfas, dominación y libertad. Controlada

toda su vida, salta de cabeza a la seguridad que le ofrece Striker, y no


mira hacia atrás. Cuando Striker se da cuenta de que ella huye de una
familia retorcida y un matrimonio arreglado, se ofrece a ayudarla. No se
trata de que sea noble; es egoísta y ve la sumisión natural en ella.

El Dom en él la quiere en su cama, quiere controlarla en todos los


sentidos. Cuando Elena se da cuenta de que el tipo de relación que
Striker quiere concuerda con los deseos oscuros que ella tiene en su
interior, sabe que quiere explorar todo lo que él tiene para ofrecer. Sus
sentimientos hacia él se vuelven más profundos, más intensos, y no
quiere nada más que aceptar esta nueva vida con Striker, incluso si es
totalmente extraña y la asusta.

Cuando descubren que su familia todavía la persigue, Striker y los


Soldados de la Ira MC, un grupo de moteros violentos y peligrosos, saben
que deben protegerla a toda costa. Elena decide poner su vida en sus
manos. Al final, ¿Striker querrá algo más que solo una sumisa dispuesta
a calentar su cama y saciar su apetito?

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Capítulo Uno
Striker miró alrededor de Dominion, y por primera vez desde que
había venido al club, estaba aburrido. Miró a través del club y nada le
inspiró. Zeke no estaba en ninguna parte a la vista, y se imaginaba que
estaría con Alessandria. Desde que ese hijo de puta había ido y se había
enamorado, rara vez se le veía en el club.

—¿Puedo ayudarte, cielo?

Se giró para ver a una de las camareras de pie junto a su mesa.

—No, nena. Estoy bien.

¿Por qué había venido a aquí? No podría encontrar ningún tipo de


liberación, ni aliviar la oscuridad dentro de su alma.

Tomando un sorbo de su fuerte whisky, se levantó y se dirigió hacia


los cuartos privados traseros donde se mostraba la acción real. Sostuvo
su bebida fuertemente contra él, y entró en una de las habitaciones que
tenía un espejo similar a las salas de interrogatorios donde se podía
observar, pero aquellos que estaban siendo observados no sabían que él
estaba allí.

Dos hombres estaban a ambos lados de una mujer, uno follándola


en el culo, y el otro su boca. Por lo que vio de su cuerpo, estaba cubierta
de ronchas rojas.

La saliva goteaba por su barbilla, y el tipo que estaba tomando su


culo estaba resbaladizo por la crema de ella. La vista era sucia, cruda y
maldita jodidamente sexy. Su polla se mantuvo flácida. Le encantaba
cuando una mujer aceptaba una buena follada y disfrutaba de la

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sensación de la polla de un hombre dentro de su cuerpo, sin importar el


agujero que se usara.

Había pasado mucho tiempo desde que había follado a una mujer
que quisiera tomarlo sin cobrar primero. No era idiota, y sabía que las
mujeres del club de Zeke no estaban allí porque lo desearan; les pagaban
por estar allí. Cuando se acercaban a él, y aceptaban su polla, era un día
de pago para ellas.

¿Qué demonios le estaba pasando? Se estaba convirtiendo en una


especie de coño, y eso lo molestaba. Cada vez más y más hombres de los
Soldados de la Ira estaban encontrando sus almas gemelas, y no estaba
hablando de corazones y flores; ellos realmente lo tenían. Demon tenía a
Deanna, Joker reclamó a Amy e incluso ese hijo de puta de Steel tenía
una mujer, Eloise. Shakes y Daniella estaban juntos, contra todo
pronóstico. Zeke había estado determinado a matar a Shakes por llevarse
a su única hija.

Todos alrededor de él estaban demostrando que la felicidad podía


ser encontrada, pero sabía que no había felicidad para un enfermo y
sádico cabrón como él.

Bebiendo lo último de su whisky, de repente perdió su apetito por


echar un polvo y por estar en Dominion. Saliendo de la habitación
privada, colocó el vaso sobre una bandeja del servicio de camareras, e
hizo su camino fuera de la parte posterior del club. Ya no estaba de
humor.

Mientras salía del club, Zeke y Alessandria estaban llegando.


Striker no estaba sorprendido mientras miraba a Zeke, abrir la puerta y
ayudar a Alessandria a salir del coche. Zeke no se detuvo allí, puso su
mano en la cadera de ella, sosteniéndola mientras se movían hacia la
entrada por la que también estaba saliendo Striker.

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—¿Te vas? —preguntó Zeke, dirigiéndose hacia él.

—No es mi escena en este momento. —Metió las manos en sus


bolsillos, y miró a los dos.

—¿No es tu escena?

—Tengo que irme. —Asintiendo a Zeke y Alessandria, se dirigió a


su moto que había estacionado en un callejón. Subiéndose, arrancó el
motor y se puso en marcha hacia la casa club de los Soldados de la Ira.
Incluso montar en su moto no liberó cualquier tensión que se estaba
formando dentro de él. Estaba jodidamente aburrido con todo.

La vida era solo una línea recta, no había felicidad o amor, y


sencillamente solo la vieja mierda día tras día.

El viaje había terminado incluso antes de que comenzara, y


estacionó su moto junto con las del resto de sus hermanos. Bajándose,
se pasó los dedos a través del cabello, y simplemente miró alrededor en
el único lugar al que pertenecía.

Joder, ¿qué le estaba sucediendo?

Se estaba convirtiendo en una especie de coño, pensando en donde


pertenecía.

—¿Qué te trae de vuelta al club tan temprano? —preguntó Weasel.


El hermano estaba fumando un porro y consiguiendo una mamada en su
polla por una ramera del club.

—No tengo otro lugar adonde ir.

Weasel bajó la vista hacia la cabeza con el cabello rubio teñido.

—¿Puedes ir después de mí, si quieres? La estamos llenando de


semen y haciéndole todo tipo de cosas desagradables.

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—Es difícil llenarle el depósito de semen cuando tienes siempre


cubierto tu pene.

Weasel colocó la verga entre sus labios y con su cabello envuelto


alrededor de su puño. Tiró de su cabeza y golpeó dentro de su boca.

—No estoy ahora mismo enfundado, y ella va a tragarse cada gota.


Ya les ha hecho una mamada a cuatro de los hermanos. Me pregunto
cuánto tiempo pasará hasta que esté llena de nuestro esperma. Me
pregunto si le engordará o le agregará calorías.

—Eres jodidamente sucio.

—Sucio para una sucia perra cachonda que adora una polla.

Striker no se quedó. No estaba interesado en la puta del club que


estaba a los pies de Weasel. Entrando en la casa del club vio a varios
chicos follando, bebiendo o jugando a las cartas. En general, la noche era
tranquila, y no estaba sucediendo mucho, nada salvaje de todas formas.

Tomando asiento en el bar, vio que Nerd estaba trabajando en su


pequeño libro de pasatiempos. El tipo estaba obsesionado con sus
rompecabezas y siempre tratando de hacer algo de mierda. Era un
completo nerd, y Striker se lo imaginó siendo la pequeña mascota del
maestro de la escuela secundaria, siempre con su mano alzada.

Nerd podría estar metido en rompecabezas y libros, pero era un


malvado cabrón que era tan cruel como ellos. Los libros que había leído
a lo largo de los años le habían dado un duro estómago.

—Estás en casa temprano —dijo Nerd, sin levantar la vista de sus


pasatiempos.

—¿Te estás convirtiendo en una maldita mujer?

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—¿Una mujer? —Se rió—. Pensé que estarías en Dominion. Tienes


tus necesidades.

—Tengo un problema con eso.

—Caray, hombre, lo que sea. —Nerd levantó sus manos en alto, y


Striker negó con la cabeza.

—Lo siento, no estoy en un buen momento ahora.

—Todos sabemos lo que se siente. La mierda ha venido avanzando


lentamente alrededor de este lugar. Casi echo de menos que me disparen
en el culo. Y tengo un bonito culo.

—Que te jodan, Nerd.

—Vamos, sé que quieres tomar un buen bocado de mi culo.

Poniendo los ojos en blanco, Striker tomó la cerveza que una de las
putas del club le ofreció. No podía recordar su nombre. Todas parecían
mezclarse.

Elena miró su reflejo en el espejo. Estaba sola en el baño que el


personal tenía autorizado usar. El restaurante estaba ocupado, pero su
turno no empezaba hasta dentro de otros diez minutos. Había venido a
trabajar treinta minutos más temprano, así de aburrida era su vida
ahora. Todo lo que quería hacer era trabajar, dormir, y tal vez estudiar.
Tomaba clases nocturnas ya que su familia no pagaría el dinero para que
pudiera ir a la universidad.

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Ya no vivía con sus padres; querían que fuera una buena esposa y
que se casara con un hombre de la elección de ellos. Sus sueños no
parecían ser importantes para ellos. No importaba lo duro que lo
intentara, no podía forzarse a enamorarse de un hombre que no conocía,
no le gustaba, y que tenía veinte años más que ella.

Su madre y su padre realmente creían que sería adecuado para ella


tener un hombre que pudiera domar sus salvajes costumbres.

Se colocó el cabello detrás de la oreja y se apartó del espejo.

Ninguna de sus respuestas vendría jamás de mirarse fijamente en


un espejo. Entrando en el comedor principal, agarró su libreta y comenzó
a tomar pedidos. Tenía dos turnos hoy, la mañana que terminaba a las
doce, y luego volvía a las seis, para quedarse hasta las dos de la mañana.

Annie y Sasha le dieron una sonrisa. Eran las otras dos camareras
que le habían enseñado cómo ocuparse de las mesas y tratar con clientes
difíciles. En cierto modo, esas dos mujeres eran sus amigas.

Era lamentable, tenía diecinueve años, y tenía dos amigas, pero


después de todo su vida no había sido propicia para entablar relaciones.
Sus padres la educaron en su casa la mayor parte de su vida, y nunca
había sido buena haciendo amigos con gente nueva.

Un día, iba a dejar todo eso atrás y vivir su vida al máximo. Hasta
que lo hiciera, tenía que pagar facturas mientras trataba de abrirse
camino sin sus padres. Podría hacerlo; estaba decidida a tener éxito.

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Capítulo Dos
Striker golpeó su polla en la puta del club y azotó su culo
repetidamente. Ella gritó por debajo de él, pero él no lo estaba sintiendo.
Diablos, ni siquiera podía mantener su pene duro. Había logrado
mantenerse alejado de Dominion, y estaba perdiendo su jodida mente.
No podía soportar el no ir y entregar el dolor que le daba a las mujeres
sumisas, pero no quería que el club supiera dónde iba para conseguir
esa liberación, sin importar lo que Nerd había dicho sobre que estaban
de acuerdo con eso.

Joder, todo estaba jodido.

Necesitaba dar dolor, y necesitaba una mujer que deseara ese dolor
y disfrutara de ello porque le diera placer hacerle feliz.

Saliendo de la puta sin rostro, se quitó el condón y le dijo que se


fuera de la habitación.

—¿Qué hice mal?

Se pasó una mano por la cara.

—Solo lárgate como la mierda.

—Vamos, Striker. Quiero tu polla.

Estaba molesto consigo mismo, con su vida, sus deseos, y


especialmente con ella por presionarlo ahora mismo.

—Tu coño es jodidamente demasiado grande. Aléjate de los


hermanos, y aprieta tu cuerpo. —La escuchó jadear y no le importó.
Recogiendo sus vaqueros, tiró de una camisa, y salió de su habitación y

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del club. Ignoró las llamadas de los hermanos y siguió caminando hacia
su moto.

Aire fresco y un paseo aclararían su mente; tal vez lo ayudaría a


lidiar con cualquier mierda que estuviera pasando por su cabeza.

Cabalgó por la ciudad durante una hora, y todo el tiempo, siguió


volviendo a los mismos viejos problemas. Striker debería decirle a Demon
más sobre sus necesidades, sus deseos, y que, si no volvía pronto, iba a
volverse loco. ¿Quizás al prez ni siquiera le importaría una mierda? Le
gustaría soltar su mierda, por estar demasiado excitable, y eso no era
seguro para él o para el club.

Cuando el hambre finalmente lo atrapó, se detuvo en el


estacionamiento de un pequeño restaurante. Desmontando de su Harley,
se dirigió al establecimiento. Había solo un par de personas comiendo, y
se sentó en la parte de atrás.

Ocupándose de sus propios asuntos, recogió el menú y lo examinó.

—Hola, ¿hay algo que pueda traerle de beber para empezar? —dijo
una dulce voz, invadiendo su soledad y su frustración.

Levantando la vista, vio los ojos verdes más hermosos que jamás
había visto. Su cabello negro caía en cascada alrededor de sus hombros,
y no supo qué decir.

Por un momento, no pudo hablar; no sabía qué era lo que


provocaba esta opresión en su cuerpo y lo hizo ponerse firme en atención.
Había un aire de vulnerabilidad, una inocencia y una actitud tímida.
Atrayendo al Dom en él, el hombre que quería protegerla. El sentimiento
de hacer eso fue tan repentino, tan poderoso, que sintió que su corazón
se aceleraba, sintió sus palmas empezando a sudar, y se enojó aún más
consigo mismo.

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¿Estaba tan duro por un poco de acción D/s, por una escena que
lo ayudara a relajarse y liberar el vapor dentro de él que estaba
recurriendo a desear a mujeres al azar, incluida la camarera?

Contrólate.

—¿Señor?

Sabía que estaba siendo educada al usar ese término, pero maldito
infierno, oírla decirlo, sabiendo que era uno de los títulos que usaba un
Dom, hizo que se empalmara instantáneamente. Se movió en el asiento,
trató de actuar como si no estuviera afectado, pero joder, no había vuelto
a sentir este tipo de excitación, ni siquiera en Dominion. Estaba fuera de
lugar con toda seguridad, pero era innegable.

—Um. —Parecía un poco nerviosa y comenzó a morderse el labio.


Striker no pudo evitar mirar esa acción. Y cuando ella miró por encima
de su hombro, su camisa se ajustó alrededor de su pecho, su sujetador
blanco visible a través de su camiseta igualmente blanca, su polla golpeó
avanzando adelante aún más. La hija de puta se frotó a lo largo de su
cremallera, queriendo salir.

—Yo… —Aclaró su garganta, su voz ronca.

—¿Puedo traerle algo para beber? —Estaba mordiéndose el labio


otra vez, y no se perdió cómo miraba su chaleco. ¿Sabía lo que significaba
su chaleco de motorista? ¿Sabía lo que significaba ser un Parche? Tal vez
lo hizo porque parecía nerviosa como el infierno.

—Café. Solo un café ahora.

Asintió una vez, parada por un segundo, solo mirándolo fijamente,


y a continuación se giró y lo dejó solo en su mesa, mirando su culo y
queriendo doblarla sobre el mostrador del almuerzo. Miró su culo, esos
grandes, suculentos y jugosos globos que se movían bajo la tela de su

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apretado pantalón negro. Tenía un cuerpo de mujer, denso y exuberante,


y capaz de tomar un azote de un hombre como él.

Metió una mano debajo de la mesa y se ajustó su polla, la jodida


tan condenadamente dura que casi gimió con solo un leve toque. Y como
algún obsesionado y enfermo pendejo, no podía dejar de mirarla
fijamente. Ella lo miró, la larga y oscura caída de su pelo no era capaz de
ocultar el hecho de que podría estar incómoda por su atención. Si tenía
miedo, tenía todo el derecho a estarlo. Lo que quería hacerle a una mujer
de un aspecto inocente como ella estaba tan mal, porque parecía
demasiado inocente para sus deseos y necesidades.

Bueno, maldita sea, era un bastardo enfermo, duro por una buena
sesión de jodienda, o algo sobre esta mujer llamaba a su lado dominante
como ninguna otra mujer había conseguido hacer. De cualquier manera,
no sabía si podría ignorarlo, pero seguro que lo intentaría. Esa mujer,
tímida e inocente en apariencia, estaría asustada si supiera el tipo de
cosas que le gustaría hacer en el dormitorio.

Elena se ajustó el abrigo con más fuera alrededor de su cuerpo, el


frío intenso en el aire. Odiaba caminar a casa, odiaba la noche. Pero sin
dinero extra para un coche, y apenas logrando llegar a fin de mes tal y
como estaba, se vio obligada a caminar a casa cada noche. Y para
rematar, vivía en una parte de mierda de la ciudad, una donde los
traficantes y las putas eran algo habitual.

Girando a la izquierda en la calle, deslizó su mano en su bolsillo,


manteniendo su spray de pimienta firmemente en su agarre, su dedo
sobre el aplicador, y los ojos abiertos. Odiaba esto, odiaba tener que tener
miedo todo el tiempo. El sonido de la gente riendo y maldiciendo, incluso

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los gemidos que se podían escuchar, y miró hacia un lado y vio el letrero
de neón de Dominion. No sabía mucho sobre el club, pero sí sabía que
era un lugar popular, si no exclusivo de BDSM. Había visto a hombres y
mujeres entrando y saliendo cada vez que pasaba por allí, y el gorila de
la puerta parecía un bárbaro, siempre mirándola fijamente.

Girando la cabeza y centrándose en el suelo, siguió caminando, sus


pensamientos claros, alertas a su alrededor.

Pensó en el motorista, el motero de aspecto aterrador que había


entrado en el restaurante. Después de un intercambio casi incómodo,
siguió mirándola, casi como si la estuviera evaluando; no había vuelto a
hablar con ella. Era grande, alto, y musculoso; parecía que podía matar
a cualquiera con sus manos desnudas. Tal vez lo había hecho, lo que no
sorprendería a Elena. Había percibido su mirada en ella todo el tiempo,
sintió la sensación de él observándola, tomando cada uno de los
movimientos que hizo. Los escalofríos sacudieron su cuerpo cuando
pensó en eso, mientras imaginó lo que se sentiría entregándose a un
hombre que tenía peligro en todo a su alrededor. Y había reconocido el
peligro y una buena dosis de violencia. Era una estúpida por desear a un
hombre así, incluso pensar en él. Todo lo que debería pensar era en
mantenerse alejada de él.

Y cuando él se había quedado en el restaurante hasta justo antes


de que se cerrara, pensó que seguramente habría problemas, que
empezaría alguna mierda con ella, asustándola, metiéndose con ella. Pero
se había levantado, había salido fuera hacia una enorme motocicleta, y
se había ido. Había soltado un suspiro de alivio, sin darse cuenta de lo
tensa que había estado, de lo nerviosa que la había hecho sentirse.

Caminó más rápido, solo quería llegar a su casa, incluso si su


edificio de apartamentos no era el más seguro o el más limpio.

—Oye, chica linda.

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Elena se tensó, manteniendo su agarre en la lata de aerosol de


pimienta e ignoró al hombre.

—¿Estás trabajando en las calles esta noche? —preguntó con


diversión en su voz.

—Nah, hombre, mira su ropa. Se ve como una mierda,


probablemente mantiene un candado alrededor de sus piernas.

Hubo una ronda de risas por parte de los dos hombres, pero Elena
todavía mantuvo su cabeza baja, enfocada en sus pies, y rezando por que
las cosas no escalaran a más.

—Oye, te conozco —dijo uno de los tipos, y entonces ella levantó la


cabeza. Dos hombres jóvenes se recostaban contra la pared de ladrillos
de un edificio comercial arruinado. Llevaban gorras de béisbol y parecían
un poco demasiado limpios para esta parte de la ciudad.

Había aprendido hace mucho tiempo a no decir nada cuando


alguien de esta parte de la ciudad se metía con ella. Era más seguro, más
inteligente. La mayoría del tiempo simplemente era hostigada, pero una
vez uno de los tipos había intentado tocarla. Había rociado al culo con el
spray, y arrastrado el de ella a la cafetería más cercana que abría las
veinticuatro horas. Se había quedado allí hasta que el sol subió, hasta
que se sintió segura.

—Sí, eres la perra que no habla mucho.

No los reconoció, pero nuevamente, trabajaba en un restaurante;


no iba a socializar y asumía que era de eso de lo que estaban hablando.
Ese gran culo, ese motero terrorífico fue el primer hombre del que
realmente se había dado cuenta, que realmente le interesó y eso no era
una buena cosa, no una cosa inteligente en la que mantener su cabeza.

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Bajando la cabeza y caminando más rápido, sintió como si su corazón


fuera a explotar a través de su pecho.

—Oye, eres un pequeño coño presumido, ¿no? —Cuando estaba a


punto de cruzar la calle, y poner un poco de distancia entre ella y ellos,
uno de los hombres agarró su brazo y tiró de ella hacia ellos. Se estrelló
contra su cuerpo, perdiendo el agarre en su spray de pimienta.

—Vamos, se nuestra amiga, chica linda —dijo el chico contra el que


no estaba presionada en este momento, su cálido aliento junto a su oreja
derecha.

—Alejaros de mí, o gritaré. —Por supuesto, era una amenaza vacía.


Si estaban en esta parte de la ciudad, sabían que gritar no haría nada
para ayudarla. Aquí, nadie ayudaba a nadie.

Ambos comenzaron a reírse y tiraron de ella hacia el callejón más


cercano. El bolso cayó de su mano, pero había logrado agarrar su spray
de pimienta. Manteniéndolo cerca de su muslo, fuera de la vista, luchó
para conseguir liberarse, para llegar a una mejor posición para usar el
spray, o un rodillazo en sus bolas.

—Seguro que eres bonita, limpia, no usada —dijo el que la


agarraba, y comenzó a lamer su garganta. Ella sostuvo su reflejo de
nauseas, retorciéndose ligeramente, lo que solo lo hizo gemir. Pero él
aflojó su agarre cuando se quedó callada, pensando que había dejado de
luchar contra él.

—Esa es mi chica.

El otro tipo se echó a reír, y con la tenue luz de la farola que estaba
sobre él, pudo ver que se estaba tocando a sí mismo a través de los
pantalones. Cerró los ojos, apretándolos hasta que le dolió, y rezó para

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poder salir de esto. Pero incluso pulverizándolos con el spray podría no


ser suficiente.

El sonido de una cremallera bajando hizo que sus ojos se abrieran


y su miedo aumentara.

—No puedo decir que voy a hacer que esto sea bueno para ti, pero
definitivamente lo estarás sintiendo después.

La bilis subió a su garganta, y cuando el que la sostenía contra la


pared retrocedió ligeramente, alcanzando la cremallera de su pantalón,
alzó su mano y apuntó el spray justo a sus ojos. Apretando el aplicador,
roció la mierda en sus ojos, sintiendo una pequeña punzada de orgullo
cuando él aulló por el dolor.

Su amigo maldijo y se acercó. Trató de esquivarlo, pero el envolvió


su mano alrededor de su cabello, tirando de ella hacia atrás. Fue
golpeada contra la pared, y antes de que pudiera hacer nada, él apuntó
su puño a su cara y golpeó contra su sien y ojo. Luego la golpeó en el
estómago hasta que se dobló, jadeando en busca de aire. Sintió la sangre
derramándose.

El mareo la asaltó, giró la cabeza y vomitó, incapaz de evitarlo


mientras el mareo la consumía. Sintió que la sangre corría por su sien y
ojo, sabía que él había partido su piel, y sintió náuseas llenándola de
nuevo.

—Estúpida puta perra. Voy a follarte tan duro que sangrarás.

Ni siquiera podía levantarse, ni siquiera podía pelear por lo enferma


que se sentía, por lo mucho que le dolía. Pero no podía simplemente
quedarse allí y tomarlo.

Se arrastró hacia arriba, y con todas las fuerzas que le quedaban,


levantó su rodilla y la conectó a las bolas de él.

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Él gruñó, maldijo y fue golpeada en la cara otra vez, tan duro que
esta vez su cabeza se incrustó contra la pared de ladrillo. La oscuridad
amenazó con tomarla, el sonido de una moto se acercó, el profundo
estruendo llenando su cabeza. Las luces llenaron el callejón, y parpadeó
para evitar su visión borrosa, tratando de concentrarse. Pero ya no podía
oír muy bien, no podía ver nada más que una figura grande e imponente
caminar hacia ellos, con una voz amortiguada, ininteligible, y sonando
como el mismísimo diablo.

¿Él era su salvador, o este era su fin?

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Capítulo Tres
Striker había visto a la joven dejar el restaurante, estacionado en
un callejón al otro lado de la calle, sabiendo que debería sentirse mal,
sentirse como un imbécil por hacerlo, pero sin importarle y sin detenerlo.
Después de que había desaparecido por la calle, se quedó sentado,
debatiendo sobre ir tras ella o simplemente ignorar esta intensa y
repentina reacción por la mujer, y debido a eso, la había seguido,
quedándose lo suficientemente lejos como para que no pudiera oír su
Harley, pero siguiéndola de todos modos.

Solo mirándola, había visto que era malditamente demasiado


dulce; este mundo podía tragarla entera y escupirla de regreso de nuevo.

Joder.

Estaba sola, y aunque no la conocía, tenía la sensación de que no


era el tipo de persona capaz de cuidar realmente de sí misma. Y con eso
se refería a cualquier extremo.

Joder.

Lo repitió una y otra vez.

Joder.

Joder.

Y luego la había visto pasar junto a Dominion. Había estado tan


concentrado en el club, su salida desde hace un tiempo, que la perdió de
vista por un momento, su sorpresa ante el hecho de que se detuviera a
mirar fijamente a Dominion sorprendiéndolo. Y luego la había
encontrado, la vio atrapada en un callejón y la ira lo inundó. Dos hombres

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rodeaban a la mujer y estaban asustándola, haciéndole daño. Se detuvo


en el callejón, desmontando rápidamente de su moto y corrió hacia ella
cuando uno de ellos golpeó su puño en el estómago de ella, y el otro le
pegó en la cara.

Striker cargó, sin pensar, solo viendo a estos hombres muertos.


Agarró el brazo de uno, ahuecó su cabeza y la chocó contra la pared de
ladrillo. El rostro del otro tipo estaba rojo, y el olor a sustancias químicas
llenó su cabeza. Bien, ella había golpeado al gilipollas con spray de
pimienta. El cabrón la soltó instantáneamente, y ella cayó al suelo en el
acto, cubriéndose la cara y llorando.

—¿Qué coño quieres? —preguntó el hombre que estaba todavía de


pie.

—La tocaste, la lastimaste —dijo Striker, esperando que ese hijo de


puta fuera un buen luchador, porque quería que esto durara. Quería la
sangre de este hombre en sus manos; quería oír el crujido de sus huesos
rompiéndose contra sus nudillos.

—Sí, vamos a conseguir un sabor de su coño. Si quieres un trozo,


vas a tener que ponerte a la cola.

Este hijo de puta estaba muerto.

—No vas a tocar a la chica —dijo, preparándose para atacar.

—Jódete, ella es nuestra. —El hombre del suelo se levantó. Parecía


un poco aturdido, pero incluso él no estaba listo para alejarse. Eran unos
gilipollas.

Él hizo crujir sus nudillos.

—No vais a toca a la chica.

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—Eres uno y nosotros dos.

Atacaron entonces. Striker tomó al primer hombre, golpeando su


rodilla en la polla del tipo, antes de darle la vuelta, y empujarlo contra la
pared de nuevo. El sonido de carne golpeando contra el ladrillo y de
huesos crujiendo lo rodeó. Se movió hacia el otro hombre alejándolo de
la mujer encogida y continuó su ataque. El que acababa de golpearse
contra la pared estaba fuera, pero su amigo gruñó y lo atacó. Striker le
dio un puñetazo en el estómago antes de llevar la palma de su mano y
golpearla sobre su nariz. El sonido de huesos aplastados una dulce
música para sus oídos. También apreció los sonidos de gritos mientras
continuó con el asalto.

El hombre que había pensado que estaba desmayado apareció


detrás de él, y usando todo su peso, los empujó a ambos contra la pared,
golpeando sus cabezas juntas. No se detuvo allí, aterrizando puñetazo
tras puñetazo en cada una de sus caras.

Solo cuando estuvo seguro de que no iban a levantarse del suelo,


se volvió y miró a la mujer de nuevo. La encontró encogida en el suelo.
Era una mujer fantástica, pero comparada con esos hijos de puta, era
pequeña.

La sangre cubría sus manos, y limpió los restos en su camiseta.

Su corazón estaba golpeando, y también estaba temblando por la


adrenalina. Su bestia interior se había quedado tranquila. Podía ver
claramente el montón de hombres delante de él, y no parecía que fueran
a levantarse en cualquier momento pronto.

Avanzando hacia la mujer, vio que ahora estaba inconsciente, y


soltó un suspiro. No iba a dejarla allí, y no estaba interesado en mirar a
través de su bolso para ver quién era y dónde vivía. Inclinándose hacia

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abajo, la tomó en brazos fácilmente, y la sacó del callejón. Estaba con ella
en sus brazos, deteniendo a un taxi.

Un tipo se paró, realmente parecía inseguro.

—Le pagaré doscientos dólares por no hacer preguntas y llevarme


a casa.

El hombre miró a la mujer.

—Los ojos en mí hijo de puta, ¿o quieres conseguir meterte con los


Soldados de la Ira? —le preguntó.

El hombre miró a su chaleco, y el temor y el conocimiento de quién


se asociaba con Striker quedó claro. Alejó la vista al momento, rompiendo
el contacto visual. Montando en la parte de atrás, mantuvo a la mujer en
sus brazos, y le dio al conductor la dirección. Agarrando su móvil, llamó
a uno de los candidatos y le dijo dónde conseguir su moto, su mente solo
pensando sobre la mujer en sus brazos. El candidato no hizo preguntas.
No iba a llevar a esta mujer a la casa del club, sin importar cualquier
cosa.

Con un brazo en torno a la misteriosa mujer, alcanzó su chaqueta,


y sacó varios billetes para pagar al taxi. El viaje duró veinte minutos y el
conductor bajó del coche para abrir la puerta. Striker no dijo nada
mientras arrojaba el dinero al hombre. Su apartamento estaba en el piso
de arriba, e hizo su camino hacia el ascensor con ella todavía en sus
brazos.

—Debería haberme ido jodidamente. —Miró a la mujer en sus


brazos. Había sangre saliendo del corte de su frente, y parecía tan
malditamente indefensa, magullada y maltrecha. Un moratón ya estaba
formándose a través de un lado de su cara y su ojo se estaba hinchando.
Tomó una respiración profunda y contó hasta diez en su cabeza, tratando

Serie Soldados de la Ira 6 23


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de mantener la calma. La última cosa que necesitaba era enfadarse una


vez más. Ella no necesitaba su ira, y no solucionaría todos los problemas,
ni en lo más mínimo.

El ascensor sonó al abrirse, salió y caminó hacia su puerta. Con


algo de fuerza y apalancando, entró en su apartamento. Justo cuando
estaba a punto de cerrar la puerta, la mujer en sus brazos comenzó a
despertarse: jadeando y gimiendo.

Comenzó a moverse, y él rápidamente caminó hacia el sofá y la


colocó allí. Ella se giró sobre los cojines, con los ojos cerrados y la boca
entreabierta. Comenzó a llorar, finalmente abrió sus ojos, mirando a su
alrededor mientras entraba en pánico, y se cubría la cara con las manos
para intentar esconderse. Maldiciendo, fue a tratar de agarrarla, y solo
hizo que llorara más. Empezó a empujarlo para apartarlo, y Striker vio el
terror en su rostro. Sus entrañas se retorcieron.

Inmóvil, levantó sus manos en señal de rendición, para mostrarle


que no era ninguna amenaza para ella.

—Tómalo con calma. No voy a hacerte daño. Estás a salvo.

Siguió hablándole hasta que vio que las palabras llegaban a ella.
Todavía estaba sollozando, pero las lágrimas se habían detenido. El
silencio flotaba en el aire.

—¿Dónde estoy?

—Te traje a mi apartamento. ¿Te acuerdas de lo que pasó?

—Recuerdo que te serví en el restaurante, que volví caminando a


casa, y luego fui atacada. ¿Qué pasó después de eso?

—Detuve a esos hombres de hacerte daño, pero no pude llegar a


tiempo. —Ella puso su mano sobre su rostro y gimió.

Serie Soldados de la Ira 6 24


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—¿Me salvaste?

—Esos hombres no te harán daño otra vez. —Si descubría que uno
de esos bastardos había sobrevivido, los iba a encontrar y matarlos.

Ella tomó varias respiraciones profundas y dejó de tratar de


esconderse de él.

—¿Puedo ayudarte a levantarte y llevarte al baño? —le preguntó,


quedándose donde estaba, y mostrándole que no iba a lastimarla.

—¿Qué?

—No quiero que te hagas daño o te asustes si me acerco. —Esperó


a que respondiera, y ella asintió con la cabeza, ofreciéndole su mano.

Striker dio un paso hacia ella y sostuvo su mano. Esperó a que ella
deslizara su mano en la de él. Una vez que tuvo un buen agarre sobre su
mano, la alzó para ponerla sobre sus pies.

—El nombre es Striker.

—¿Qué?

—Ese es mi nombre. Striker. —Le tocó la frente, ella hizo una


mueca y él se alejó—. Estás magullada e hinchada, e incluso podrías
tener una conmoción cerebral.

—Mi cabeza está palpitando fuerte.

—Apuesto.

Ella tomó una respiración profunda.

—¿Vas a decirme tu nombre? —le preguntó.

—¿Mi nombre?

Serie Soldados de la Ira 6 25


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—¿Te acuerdas? —Estaba preocupado ahora. ¿Debía llevar a la


chica al hospital? Joder, ni siquiera había pensado en eso antes. Podría
haber perdido la memoria, tener una conmoción cerebral peor y todo ese
tipo de mierda.

—Sí, lo siento, mi nombre es Elena. Recuerdo quién soy y qué


sucedió. —Sonrió y gimió—. Lo recuerdo todo ahora. —Empezó a
balancearse sobre sus pies, y la ayudó a regresar al sofá.

—No creo que debas ponerte de pie. —Se alejó de ella, dándole
espacio.

—Estoy bien, creo. Mi cabeza, duele. ¿Estamos en tu apartamento?

—Sí. Estás a salvo aquí, te lo prometo.

Miró a su alrededor, y sus manos descansaron en su regazo.

—Tienes un buen sitio.

Él podría haberse reído de su educada declaración.

—Gracias. —No le gustaba el desorden, y su apartamento lo


reflejaba. Los Parches se reirían a carcajadas si lo vieran con un plumero,
pero simplemente no podía soportarlo—. No soy muy bueno con el
desorden. —Era ridículo. Se dio cuenta, también, de que sus manos
estaban cubiertas de sangre.

—Esto es muy extraño, un hombre que no le gusta el desorden.

—¿Quieres un trago?

Ella sacudió la cabeza.

—Pensándolo mejor, sí, por favor.

Serie Soldados de la Ira 6 26


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Se alejó de ella y se dirigió a la cocina. Girando el grifo, cubrió sus


manos con jabón y comenzó a lavar la sangre y los restos de piel que lo
cubrían. El prístino fregadero blanco pronto estuvo cubierto de rojo.

Una vez que sus manos estuvieron limpias, limpió el fregadero, y


agarró un par de refrescos de la nevera. Cuando caminó de vuelta a la
habitación, vio que ella estaba quitándose su chaqueta y
estremeciéndose.

Dejando las bebidas en la mesa de café, se movió para ayudarla.

—Gracias.

—¿Dónde te duele?

—En todas partes. Fueron bastante rudos conmigo.

—No deberías caminar por las putas calles por la noche. Es un


lugar peligroso.

—¿Por qué me seguiste? —le preguntó, atrapándolo desprevenido.

—¿Qué? —Parecían estar diciendo eso un montón uno alrededor


del otro.

—No tenías que seguirme, pero lo hiciste.

—No sé por qué, solo tenía que asegurarme de que llegabas a casa
de forma segura.

—Estoy muy contenta de que me siguieras. No quiero pensar en lo


que habría ocurrido si no lo hubieras hecho.

Serie Soldados de la Ira 6 27


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Elena estaba tan malditamente agradecida de que Striker se


hubiera decidido a seguirla y salvarla. No estaría aquí ahora mismo si no
fuera por él. Esos hombres la habrían dejado por muerta, y no habría
querido vivir después de lo que planeaban hacerle.

Sus manos temblaban un poco cuando él le dio el refresco.

—Muchas gracias.

—Deja de darme las gracias. Te ayudé cuando lo necesitabas.

Ella asintió, y, aun así, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No habría muchas personas que me habrían ayudado, pero lo


hiciste.

Él asintió.

—El mundo es un jodido lugar de mierda; no es tan bueno sin


importar la forma en la que pienses al respecto. No deberías tener que
preocuparte por caminar por las calles sola.

Elena vio cómo se quitó su chaleco de cuero, y no pudo evitar


admirar el grosor de sus brazos y la definición de sus músculos. Era un
hombre apuesto en ese estilo áspero, de no aceptar ninguna mierda en
su camino.

—No hay nada que podamos hacer para cambiar lo que pasó —dijo
suavemente—. No llores. No te va a pasar nada.

Ella asintió y bajó la vista a su refresco. Solo entonces su estómago


decidió comenzar a gruñir, dejándola saber que no había comido nada
desde el desayuno.

—¿Tienes hambre?

Serie Soldados de la Ira 6 28


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—Olvídalo. Temo que si como algo, no se quedará abajo. Todavía


me siento con nauseas. —Cerró los ojos y respiró—. Sería mejor que me
vaya y te permita volver a tu vida. —Comenzó a colocar su refresco en la
mesa de nuevo, pero él la detuvo.

—No irás a tu casa esta noche, no en el estado en que te


encuentras. —Pasó un momento de silencio—. ¿Hay alguien al que
quieras que llame: un esposo o novio?

—No.

—¿Alguien que pueda echarte un ojo?

—No.

—Recibiste un fuerte golpe en la cabeza, y quiero asegurarme de


que permaneces consciente durante el próximo par de horas. Te vas a
quedar aquí, así que parece que tengo que lidiar con la comida, porque
deberías tratar de comer algo ligero.

—¿Estás seguro?

Ahuecó la mejilla de ella, acariciando las puntas de sus dedos sobre


su hematoma.

—No soy el mejor cocinero, así que debería preguntarte eso. —La
miró a los ojos—. Necesitamos un poco de hielo en esa hinchazón, sin
embargo, y luego trabajaremos en limpiarte.

Elena lo vio ponerse en pie y alejarse. Incapaz de quedarse sentada


simplemente sobre su culo, se puso de pie, asegurándose de que estaba
estable sobre sus pies, y le siguió hasta una cocina bastante elegante con
un par de artilugios de gama alta, dentro.

Serie Soldados de la Ira 6 29


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—Guau. —Los chismes eran de la clase que querría para su propia


cocina—. Tu casa es realmente algo.

Solo sirvió para recordarle cuan horrible era verdaderamente su


apartamento. Era un lugar terrible que consumía la mayor parte de su
sueldo en el alquiler.

Striker se rió entre dientes.

—Así que estoy pensando en sándwiches. Son bastante fáciles de


hacer y ligeros para tu estómago.

—Si no te gusta cocinar mucho, ¿por qué tienes todas estas cosas?
—Se tapó la boca con su mano—. Lo siento mucho. No debería preguntar
eso.

Él se rió de nuevo.

—Está bien. Puede que no sea capaz de cocinar bien, pero


realmente disfruto haciéndolo. Cocinar me relaja. Entonces, ¿te parecen
bien los sándwiches?

—Sí, los sándwiches están bien.

—Siéntate, y te daré algo de hielo.

Elena se sentó, vio como abría su nevera y comenzaba a tomar


ingrediente tras ingrediente: queso, embutidos, encurtidos, todo.
Entonces tomó un poco de hielo envolviéndolo en una toalla, y se lo
entregó. Ella se lo colocó en la cara, la frialdad se sintió calmante.

A medida que continuó mirándolo hacer los sándwiches, su boca


se hizo agua y su estómago siguió gruñendo.

—Estás hambrienta, ¿verdad?

Serie Soldados de la Ira 6 30


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Elena se tocó las mejillas, estremeciéndose cuando el dolor en un


lado de su cara se hizo más fuerte.

—Eso va a doler como una perra. Vas a tener que tomarte las cosas
con calma durante un par de días. La contusión desaparecerá, y estarás
bien.

—¿Quién sabía que encontrarte con una pared de ladrillo podía


causar tanto dolor? —Intentó una broma, pero fracasó.

—Los tipos están pensando lo mismo.

Elena había visto la sangre en sus manos cuando la ayudó a


sentarse en el sofá.

—¿Qué les sucedió a los hombres?

Tenía miedo de la respuesta. Si decía que estaban vivos, tendría


miedo. Si decía que estaban muertos, estaría feliz. Habían intentado
tomar de ella lo que no estaba dispuesta a dar.

¿Qué quería decir eso de ella como persona si estaba feliz de que la
gente muriera?

Serie Soldados de la Ira 6 31


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Capítulo Cuatro
Striker no había respondido sobre los hombres y lo que les había
hecho. En su lugar, la había dejado comer, y luego la llevó a su cuarto de
baño. Ahora estaba sentada en el borde de la bañera, y él estaba de
rodillas frente a ella con un botiquín de primeros auxilios abierto.
Comenzó a limpiarle la sangre de su rostro. Se concentró en el trabajo,
no en el hecho de que pareciera que todo su cuerpo se sintiera apretado.
No sabía qué era esta mujer, pero le hizo sentir diferente de una buena
forma. Ni siquiera debería estar pensando en estas cosas ya que casi
acababa de ser violada y casi asesinada. Era vulnerable; probablemente
estaba atravesando un shock ahora mismo, y todo en lo que él podía
pensar era en cuanto la deseaba.

Era un bastardo enfermo.

—Lo siento, pero esto va a doler —continuó rozando el antiséptico


a través de lo peor de sus heridas faciales, y ella jadeó y se estremeció—
. Lo siento —dijo de nuevo. Estaba un poco jodido de que esta mujercita
pudiera hacer que se disculpara. Demonios, no podía recordar la última
vez que le había pedido perdón a alguien.

El hecho era que tan pronto como la vio, sabía que la quería, sabía
que tenía que tenerla. Era esa inocencia, esa sumisión natural que
apelaba al jodido hombre que era, al que le gustaba el control y la
dominación, que quería tener a otra persona con el único propósito de
conseguir una liberación con ello. Por supuesto, las mujeres con las que
estaba siempre estaban dispuestas, siempre querían lo que él tenía para
dar. Elena parecía que iba a correr si le sugiriera la mierda que le
gustaba, las cosas que quería hacerle.

Serie Soldados de la Ira 6 32


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Joder, necesitaba poner la cabeza en la línea correcta, porque


ahora mismo, sentía que no era él mismo.

Durante los siguientes minutos, permanecieron en silencio. Elena


miró a la cara de Striker. Era un hombre guapo, pero en el sentido
clásico. Era brutal y crudo, con cabello oscuro y ojos que parecían poder
tragar las almas con tan solo una mirada. Tenía un rastrojo sobre las
mejillas y su mandíbula cuadrada, y su cuerpo era tan grande, se sentía
pequeña frente a él, nunca se había sentido pequeña, no con sus gruesos
muslos, grandes nalgas y vientre redondeado. Había sido burlada por su
peso, pero el hecho de tener a un hombre como Striker a su alrededor la
hacía sentirse pequeña.

Trató de permanecer quieta mientras él trabajaba en ella, con su


enfoque en su cara, pero no haciendo contacto con los ojos. ¿Estaba
sintiendo esta electricidad y conexión como ella? Estaba tan
malditamente loca por su noche y por lo que había pasado. Pero la verdad
era que había notado la química cuando lo miró en el restaurante, sintió
la mirada en ella. La asustaba, por supuesto, pero también se sentía algo
así como… viva.

¿Tal vez estaba en un estado de shock y por eso se sentía así? La


había salvado, ¿tal vez esto era algún tipo de emoción residual por su
salvador?

Pero la electricidad que sentía era intensa, tal vez no lógica después
de lo que le sucedió, o tal vez, solo tal vez, era la cosa más racional que
alguna vez había sentido por cualquiera.

Serie Soldados de la Ira 6 33


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—¿En qué estás pensando? —preguntó él con una voz profunda,


suave. Levantó la cabeza y la miró directamente a los ojos, sosteniendo
su mirada por un momento. Pero cuando lo miró a los ojos, sintió que su
corazón empezó a latir más rápido, él rompió el contacto y se giró para
tomar algo más de ungüento y gasas.

Alzó la gasa hacia los cortes de su cara y siguió el movimiento de


la tira de tela hacia los pequeños cortes que había conseguido de la pared
de ladrillos. Eran pequeños, apenas perceptibles dadas las otras heridas,
pero mientras frotaba la pomada sobre su cuello y la parte superior de
su pecho, todo se congeló en ella.

Podía ver la forma en que su respiración cambió, la forma en que


tragó, y se preguntó lo que él estaba pensando.

—No estoy pensando en nada —dijo en una voz suave que sonó
apretada, tensa. Y no lo estaba, en realidad, no, al menos no con cosas
que quisiera compartir con él por temor a que haría las cosas todavía más
raras de lo que ya estaban. Elena no estaba a punto de hacer el ridículo,
y ahora, necesitaba centrarse en recuperarse, y pensar en qué infiernos
iba a hacer a continuación.

—No te creo, pero me parece bien que no quieras contármelo. Todos


necesitamos mantenernos cerrados a veces. —Su voz era profunda y
ligeramente cortante.

—¿Qué estás pensando tú? —le dijo, esta vez, sin estar segura de
si realmente quería saberlo, pero queriendo cambiar el tema de forma en
que las cosas apuntaban hacia ella ahora.

Striker no respondió de inmediato, acabó de terminar la limpieza y


vendar sus heridas, antes de que finalmente se reclinara hacia atrás. Su
toque había sido suave y gentil, totalmente lo contrario de lo que él
parecía y de cómo actuaba.

Serie Soldados de la Ira 6 34


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—¿Qué le hiciste a esos hombres, y por qué dices que ya no me


molestarán más? —No se perdió en cómo no había respondido a su
pregunta anterior, o como había ignorado esto hasta ahora. Sin embargo,
quería, no, necesitaba saber,

—¿De verdad quieres saber los jodidos detalles?

Dios, era tan duro, tan crudo y áspero. Sentía su calor corporal.
Debía sentirse asustada porque era peligroso, pero lo que se sentía era
segura con él.

—Sí, quiero saber.

—No quieres saberlo, Elena, porque si te digo lo que hice, tendrías


miedo de mí, y no quiero malditamente eso.

Sonaba sincero, y podía ver en su duro rostro, en la forma en que


la miraba con esta aura de protección alrededor de él, que era diferente
a cualquier hombre que hubiera conocido.

—Quiero saberlo, Striker, porque no saber es casi peor que saber


lo que hiciste. —Y tenía la sensación de que ya sabía lo que les había
hecho a esos cabrones, tenía la sensación de que había acabado con ellos
con sus manos desnudas.

Serie Soldados de la Ira 6 35


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Capítulo Cinco
La mayoría de las mujeres lo escuchaba cuando les decía que no
les gustaría saber lo que había hecho. Elena no estaba entendiendo la
indirecta, y Striker se sentó sobre sus talones, mirándola. Era una mujer
hermosa, poco convencional con sus grandes caderas y enormes tetas.
Su pene se endureció cuando imaginó su cuerpo desnudo, tomando su
polla en cualquier agujero que deseara.

Empujando ese deseo a un lado, se puso de pie.

—Striker, por favor —dijo.

Apretando los dientes, se apoyó sobre el lavabo, mirando su reflejo.

—Formo parte de los Soldados de la Ira.

—¿Así qué?

—Así que, no dejamos a un hombre vivo, y no dejamos que quien


nos jode viva para contarlo.

—¿Estás diciendo…?

No le dio la oportunidad de terminar.

—Están muertos, y si no lo están, lo estarán.

Ella tomó una respiración profunda y se levantó. Una de sus manos


se dirigió a su cuello, y respiró profundamente varias veces. Él vio sus
tetas subir y bajar.

—Eso es lo que querías oír, ¿verdad?

Serie Soldados de la Ira 6 36


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—¿Los mataste?

—Con mis propias manos. No fue exactamente duro. Para empezar,


eran cabrones débiles. Si crees que te habrían ahorrado un momento de
dolor, te equivocas. Iban a violarte, Elena. Se turnarían para usar tu
cuerpo y te dejarían por muerta. Eran escoria. —Ella alzó su mano, y él
la agarró por la muñeca. No sería silenciado—. No, hiciste la pregunta, y
la estoy respondiendo. Soy un monstruo tan grande como ellos. Si quieres
denunciarme a la policía, te sugiero que lo hagas, pero si alguno de mis
hermanos del MC descubre lo que hiciste, no puedo protegerte. Nadie
habla contra el MC.

—No voy a denunciarte. —Las lágrimas corrían por sus mejillas—.


Iba a darte las gracias.

—¿Qué?

—Eran monstruos, y probablemente me haga una persona


horrible, pero saber que están fuera de las calles me hace sentir mucho
mejor. ¿Cómo crees que me hace sentir eso? Prefiero que estén muertos
que el riesgo de que se salgan con la suya en lo que habrían hecho y de
que lo hagan de nuevo.

Se sintió como una mierda absoluta por haberla regañado.


Soltando su mano, se alejó, pasándose los dedos por el pelo.

—No voy a contarle a nadie lo que pasó. Tu secreto está a salvo


conmigo.

—Te llevaré a casa por la mañana. No hables a nadie sobre lo que


sucedió aquí. —Salió del baño, necesitando un trago. No sabía qué le
pasaba.

Al entrar en la cocina, agarró una cerveza fría y le quitó la tapa


antes de tomar un largo trago. Ninguna mujer se había conseguido meter

Serie Soldados de la Ira 6 37


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bajo su piel. Joder, había conocido a Elena hace unas horas, y ya había
matado por ella. ¿Qué diablos significaba?

Eso no significa nada.

Ella se aclaró la garganta, y él levantó la vista para encontrarla en


la cocina. La lujuria se apresuró al instante a través de su cuerpo.

—Quería pedir disculpas por lo que hice y dije. Lo siento.

—¿Por qué lo sientes exactamente? —preguntó.

—Por arruinar tu noche, haciéndote matar a esos hombres. —Ella


se encogió de hombros, y notó que estaba inquieta en sus dedos y manos.
No quería que tuviera miedo de él.

—No arruinaste mi noche. ¿Crees que eres la primera mujer en ser


atacada? —Sacudió la cabeza—. Que me jodan, me gustaría que fuera
verdad, nena. Esta no es la peor mierda que he visto en mi vida. Piensa
en ese jodido desastre. —Era un monstruo, y si la mujer ante él supiera
que le gustaba el dolor, cortar, sangrar, podría huir de él. Había veces
que sabía que era un monstruo tan grande como los hombres que
acababa de matar recientemente.

—Lo siento.

—Joder, deja de decir que lo sientes. No necesitas disculparte. No


eres el problema. Yo simplemente lo dije. —Se detuvo, alejándose de ella,
y tomando respiraciones profundas—. Siento gritarte, por asustarte.

—Has matado por mí culpa.

—No son los primeros hombres a los que he matado. —Y no eres la


primera mujer a la que he advertido para que se callara porque el club le
haría callar.

Serie Soldados de la Ira 6 38


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Iba a necesitar hablar con Demon, pero en este momento, no quería


la molestia de tener que admitir que lo había jodido. Había dejado
cuerpos en la calle, y el MC no hacía eso. A Demon no le gustaba cuando
tenía que lidiar con la ley.

—Joder, tengo que limpiar el lío que dejé —dijo.

—¿Qué?

—Los hombres, van a ser encontrados, y he perdido ya el tiempo


suficiente ahora. Voy a ir allí; cerraré la puerta detrás de mí. No contestes
a nadie. Quédate tranquila. —Terminando la cerveza, agarró su chaqueta
y se giró, asegurándose que cerraba la puerta de su apartamento. Una
vez fuera, llamó a algunos de sus hermanos, pidiéndoles que se reunieran
con él para un equipo de limpieza. Varios de los candidatos se pondrían
a trabajar para ayudar a limpiar el lio que había hecho. Iba a ser una
larga noche de mierda.

¿Qué había ocurrido? Elena miró hacia la puerta cerrada, la


confusión llenándola. En un momento, había estado hablando con
Striker en el baño, y en el siguiente, se había ido. Iba a sufrir un latigazo
cervical con este hombre. Era un buen hombre, aunque mostraba signos
de ser un monstruo más aterrador que cualquier cosa que hubiera visto
en su vida. Si no fuera bueno, ¿por qué se detuvo para ayudarla? Un
verdadero monstruo se habría ido, o se habría unido a ellos. Él no hizo
ninguna de esas cosas.

Lamiéndose los labios secos, tomó asiento en el sofá de él y se


preguntó qué demonios estaba pasando.

Serie Soldados de la Ira 6 39


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Él te salvó.

Elena no estaba acostumbrada a ser salvada. Estaba


acostumbrada a salvarse a sí misma e intentar sobrevivir. Empujando los
pensamientos de sus luchas a parte, se centró en lo que estaba justo en
frente de ella. Estaba en el apartamento del motero, sola y esperando a
que él llegara a casa.

Un motero la había salvado, y todo en lo que estaba pensando


ahora era en cuán mala era su vida y cómo sus padres la habían obligado
a huir. Se suponía que los hombres como Striker debían evitarse, como
el diablo, al menos eso es lo que sus padres intentaron inculcar en ella.
Sin embargo, incluso con Striker gritando, ella no había tenido miedo de
él. Para su vergüenza, la había excitado.

¿Cómo podría sentir excitación después de lo que sucedió? ¿Cómo


podía sentirse excitada por un hombre que no conocía? Un hombre que
probablemente había matado a dos personas, y si no estaban muertos,
iba a acabar con ellos. Incluso mientras lo pensaba, no podía conseguir
que no le importara por ellos. Esos hombres habían planeado hacer cosas
execrables. ¿Por qué debería sentir remordimientos por sus muertes?

Serie Soldados de la Ira 6 40


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Capítulo Seis
Sabía que estaba durmiendo, porque había tenido el mismo sueño
durante el año anterior, tenía la misma pesadilla desde que había dejado
todo atrás.

Elena no podía llorar, no podía dejar que nadie, y menos sus padres,
supieran el dolor que realmente sentía. Había sido criada para saber su
papel en su familia, lo había sabido por sus padres, su comunidad, no
había sido nada más que un peón para ayudar a unir a las familias.

No era más que una pieza de propiedad que se casaría con su


repugnante tío con la esperanza de que con ello elevaría a su padre y
madre dentro de la iglesia. No la amaban, no les importaba que anhelara
su libertad, que anhelara tener su vida propia, y no estar confinada en
áreas específicas dentro de su hogar. Tenía deseos, unos que nunca había
compartido con nadie, porque hacerlo significaría que estaba admitiendo
sus pecados, admitiendo que no era mejor que el mundo exterior.

—El matrimonio con tu tío subirá a nuestra familia en la comunidad


—decía su padre en su áspera voz, sin amor.

Elena se retorció las manos, siempre sintiéndose tan pequeña


cuando estaba delante de él. Él la miró con desinterés. Bueno, eso no era
cierto. La miró como si no fuera nada para él, excepto una forma de mejorar
su vida.

—Entiendes que cuando estés casada, obedecerás a Francis en


todas las cosas. Serás su esposa y harás lo que él diga cuando lo diga.

Tragó saliva, pero asintió, no iba a expresar su opinión. La verdad


era que no tenía intención de casarse con nadie, y menos aún con su

Serie Soldados de la Ira 6 41


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repugnante tío. No sabía cómo llamar a su comunidad, pero suponía que


una secta era una palabra bastante precisa. Esa era probablemente la
descripción más cercana que se le ocurrió. Las mujeres no eran más que
siervas. Estaban allí exclusivamente para los hombres. Cocinaban,
limpiaban, tenían niños y eran sexualmente obedientes en todos los
sentidos. Y tanto como Elena odiaba la idea de esa vida, la idea de
doblegar su voluntad voluntariamente a un hombre no era detestable para
ella.

Tenía deseos, necesidades oscuras que nunca había pronunciado a


un alma viviente. Eran considerados pecados, un mal dentro de ella.
Aunque se esperaba que fuera sexualmente obediente en todo el sentido
de la palabra, no estaba destinada a disfrutar de ello. Disfrutarlo, sacar
placer de ello, significaba que era defectuosa.

No tenía sentido, pero era lo que era su vida.

Admitir que había fantaseado con un hombre que la controlaba en


un sentido sexual, dándole el tipo de placer que quería, que él creía que
necesitaba, era un secreto que conservaba profundamente. Pero mientras
miraba fijamente a su padre, sabía que no podía seguir adelante con eso.
Nunca se lo diría, pero encontraría una forma de escapar, encontraría una
manera de huir. No podría vivir una vida como esa nunca más.

—Ahora, ve con tu madre. Te explicará todas las tareas que deberás


realizar cuando estés casada.

Striker limpió un poco de la sangre de sus manos en el trapo que


sostenía y vio como un par de candidatos se llevaban el cuerpo del hijo

Serie Soldados de la Ira 6 42


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de puta a la parte trasera de la furgoneta. Hubo un ruido fuerte cuando


tiraron el cadáver en la parte de atrás.

—Conseguid el cloro —dijo Nerd.

Los candidatos derramaron las dos jarras de cloro, y aunque existía


la probabilidad de que alguien volviera aquí, viera las manchas de la
carnicería y llamara a la policía, no querían correr ningún riesgo. El cloro
no podría eliminar la evidencia de lo que había hecho, pero lo
enmascararía lo suficiente como para que el club y Sriker, no fueran
percibidos como el centro de atención.

—¿A dónde nos llevamos los cuerpos? —Ash era un candidato que
se acercaba a su año y probablemente recibiría su parche. La sangre
recubría sus manos y camisa, pero el gran hijo de puta no parecía
espantado.

—Toma la ruta 56 unos ocho kilómetros. El camino de tierra que


conduce a través del bosque te llevará lo suficientemente lejos de la
ciudad y de cualquier persona suficientemente estúpida como para
husmear. Puedes enterrarlos allí sin ser notado.

Ash asintió y agarró el trapo que Striker le tendió. Ahora que todo
fue limpiado, todo en lo que Striker podía pensar, lo único que consumía
su mente y nublaba sus pensamientos, eran imágenes de Elena. Todavía
la olía sobre él, una dulce fragancia que no era artificial.

Algo dentro de él la deseaba, la había deseado desde el momento


en que la vio. Y luego había hablado con ella, la tenía en su casa, y algo
cambió en él. No podía describirlo, ni siquiera podía darle sentido.
Infiernos, no quería hacerlo.

—Tengo que irme. ¿Tenéis esto bajo control? —le preguntó a Ash,
y luego miró a Nerd y a los otros dos candidatos.

Serie Soldados de la Ira 6 43


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—Estamos bien.

Striker asintió y se dirigió a su SUV. Su moto ya había sido


recogida, pero de todos modos no quería estar con esa bestia ahora.
Volvió a su lugar, sus pensamientos se centraron en una mujer.

Cuando finalmente aparcó en su casa y detuvo el motor, sabía que


necesitaría averiguar qué carajo estaba pasando. No necesitaba una vieja
dama, no quería una mujer en su vida. Era un sádico, un Dom y el tipo
de relación que quería era una en la que una mujer se sometiera a él.
Quería que estuviera dispuesta, suplicando por el dolor que podía darle,
ya que conduciría al placer de ella. Elena no parecía el tipo de mujer que
a él le gustaba, y nunca obligaría a una mujer a nada. Pero no podía
mentir y decir que pensar en ella, diablos, solo pensar en ella, le hizo
sentir cosas que nunca creyó posible.

La verdad es que nunca pensó que sería capaz de tener algo más
que las relaciones sexuales que tenía con sus sumisas. Esas eran por
unas pocas horas, porque cualquier cosa más y él se alejaba. Pero había
algo especial sobre Elena, algo oscuro dentro de ella que había notado
enseguida.

Salió de la camioneta y se dirigió al interior. Una vez que la puerta


se cerró detrás de él, oyó sus sollozos enseguida. Las luces estaban
apagadas, y la vio en el sofá, retorcida sobre los cojines y llorando.
Girando el interruptor de la luz, caminó hacia ella rápidamente y se
agachó a su lado.

—¿Elena? —dijo su nombre suavemente, pero cuando gimió, él


tomó su hombro y la sacudió ligeramente—. Despierta —dijo más fuerte.

Ella abrió los ojos, jadeando, y se incorporó. Su cabello era un


salvaje desorden en su cabeza, y sus ojos estaban muy abiertos, llenos
de miedo.

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—¿Qué diablos? —Dios, estaba preocupado por ella, y él no se


preocupaba por nadie, y menos por una mujer—. ¿Estás bien?

Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza.

—Estaba teniendo una pesadilla. —Abrió los ojos—. Estaba


teniendo una pesadilla sobre la vida de la que me escapé.

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Capítulo Siete
Arrodillándose junto al sofá, Striker frunció el ceño.

—¿Qué te hizo huir?

—Mi familia, todo. No quería hacer algo que mis padres exigieron,
y huí. He estado corriendo desde entonces.

Ella se había sentado, pero él se quedó en el suelo mirándola.


Mierda, ¿qué se suponía que debía hacer? Su corazón estaba acelerado.
La sola idea de ella angustiada lo había afectado profundamente.
Pasando los dedos por su pelo, la miró.

—Todos tenemos un pasado, cariño. No dejes que defina quién


eres.

—¿No vas a preguntarme al respecto?

—¿Por qué tendría que hacerlo? —preguntó—. Es tu historia para


contarla, no la mía.

Elena se mordió el labio, y no pudo resistir la tentación de alcanzar


hacia ella y detenerla.

—No te muerdas el labio. —No había querido sonar tan exigente,


pero era un hombre muy dominante.

—Mi familia es religiosa —dijo ella.

Él hizo una mueca.

—La religión y yo no nos mezclamos.

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Ella rió suavemente.

—Querían que me casara con mi tío, el jefe de nuestra iglesia. Mi


madre me estaba entrenando para ser una buena esposa, una mujer
perfecta para él. —Se encogió. Striker se puso de pie y se movió hacia
ella. Tomó asiento a su lado.

—¿Tu tío de verdad?

—Sí. Es mucho mayor que yo por mucho, obviamente, y me dijeron


que sería bueno para mí tener un marido mayor que supiera cómo
controlarme.

Su ira se disparó una vez más. No había nada que odiara más que
a una familia que se había sobrepasado, vendiendo a sus hijas al mejor
postor. Los matrimonios arreglados ya no eran una práctica común, e
incluso podrían ser ilegales en algunas partes, pero eso no impedía que
las familias lo hicieran realmente. La acarició, tratando de ofrecerle
consuelo.

—¿Es por eso por lo que estás trabajando en un restaurante?

—Sí. Tenía que alejarme. No tengo nada. Simplemente estoy


tratando de salir adelante con lo poco que tengo y gano. —Sorbió y él
cerró sus ojos, odiando que ella hubiera tenido que pasar por esto. Las
mujeres no eran su área de especialización. El dolor, el sexo, el club, y
los asesinatos eran su vida.

—Todos tenemos un pasado, y todos tenemos nuestras cruces para


soportar. Algunos de nosotros lo tenemos peor que otros. —Inclinó su
cabeza hacia atrás para que pudiera mirarlo—. Puedes quedarte aquí —
le dijo.

—Tengo mi propio lugar.

Serie Soldados de la Ira 6 47


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—Estás sola en una ciudad que está jodidamente podrida, nena.


Tienes más posibilidades de sobrevivir en la puta vida salvaje que aquí.
Tienes mucha suerte de haber llegado tan lejos. Tu familia es religiosa,
de modo que has estado protegida de un montón de mierda. Acepta mi
ayuda.

Ni siquiera sabía por qué estaba ayudándola. La última cosa que


necesitaba en su vida era una mujer huyendo de su pasado. Ella gritaba
problemas, sin embargo, pero él no podía hacerlo. No podía alejarse y
dejarla ir.

—No tengo nada que dar…

—No te estoy pidiendo nada. Tengo una habitación disponible.


Mantenla limpia, permanece callada, y tú y yo no tendremos problemas.
Soy bueno para vivir conmigo, porque realmente no estoy mucho por
aquí. Tengo mi propia vida, un club en el que estoy la mayor parte del
tiempo. —Se levantó, necesitando crear cierta distancia entre ellos—. Te
mostraré tu habitación.

Caminando por delante, abrió la puerta de la habitación de


invitados y encendió la luz.

—No es mucho. Mañana, voy a ir a recoger tu mierda. Todavía


puedes trabajar, ahorrar, y hablaremos sobre qué hacer después. ¿Tienes
planes?

—No. Mi único plan era ocultarme.

—Entonces puedo ayudarte a mantenerte oculta. —Frotándose la


parte de atrás de su cabeza, dejó escapar un suspiro—. Voy a tomar una
ducha y a dormir un poco. ¿Cuándo vuelves a trabajar?

—Mañana por la noche.

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—Dile que te caíste o alguna mierda parecida. No digas nada sobre


ser atacada. —Asintió hacia su rostro.

Aléjate de ella.

Eres un monstruo.

Ella es una inocente.

—Si necesitas algo, házmelo saber.

La dejó sola e hizo su camino hacia su propia habitación. Tomó


una ducha rápida en el baño y se metió en la cama. Había sido una
maldita noche larga, joder y era demasiado temprano para levantarse. Su
teléfono móvil zumbaba con un mensaje de Nerd. Los cuerpos fueron
enterrados, y no había rastro de ninguna reacción. Tomó respiraciones
profundas, simplemente estando acostado allí por un momento, incapaz
de dormirse enseguida porque seguía pensando en Elena.

Fue un mal movimiento el que había hecho con ella, pero fue uno
que no podía cambiar.

Joder.

Mierda, no había nada que pudiera hacer, nada.

Dejarla sola en el mundo era como arrojar a un gatito a los lobos.


Nunca haría algo así, incluso si fuera uno de esos jodidos lobos.

Ocúpate de eso mañana. Todo estará bien para entonces.

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Elena se despertó con el sol brillando a través de la cortina. La


habitación libre era lo suficientemente grande para una cama, un
pequeño aparador frente a la cama, y nada más. Era muy agradable, y lo
que amaba de la pequeña habitación, en comparación con su
apartamento, era que se sentía segura.

No se había sentido segura en mucho tiempo. Incluso en la casa de


sus padres, que habían permitido que su tío la visitara. No sucedió nada.
Solía verla dormir y quizás tocar su mano. Sin embargo, Elena había
notado un cambio en él. Comenzó a mirarla de maneras que no tenían
nada que ver con mirar por un ser querido. Había querido hacer más y
estaba esperando el momento adecuado para hacerlo.

Se le había estado acabando el tiempo, y cuando finalmente tuvo


la oportunidad, corrió y no miró hacia atrás.

Bajándose de la cama, se movió hacia la cocina. La puerta de


Striker todavía estaba cerrada. ¿Qué debía hacer? Despertarlo parecía
bastante grosero, especialmente porque no había sido más que amable
con ella. Yendo al baño, usó el inodoro y luego se lavó las manos antes
de cepillarse los dientes con el cepillo de repuesto que Striker había
dejado para que usara.

Una vez hecho eso, regresó a la cocina, recordando lo limpio y


ordenado que él era realmente.

Puedo hacerle el desayuno. Será una pequeña muestra de gratitud.

Abrió la nevera y sacó unos huevos, mantequilla, y justo en la parte


de atrás había un poco de queso.

Comprobando cada armario, encontró algunas rosquillas que


podían utilizarse, junto con un par de ingredientes que servirían como
desayuno.

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Estaba dando los últimos toques a los huevos cuando él salió,


vestido con un par de pantalones sueltos. No llevaba camisa, y se le hizo
la boca agua. Estaba cubierto de tatuajes, no del tipo amable tampoco.
Diferentes diseños cubrían su cuerpo, y sus mejillas se calentaron por
mirarlo fijamente.

—¿Te gusta lo que ves?

—Lo siento mucho. —Dejó caer la bandeja vacía al suelo, y


rápidamente se inclinó a recogerla—. Te preparé el desayuno.

—No necesitas avergonzarte. Apuesto a que no has visto a muchos


hombres desnudos, ¿verdad?

—No.

Él se encogió de hombros.

—No tengo ningún problema con que mires. —Agarró un tenedor y


tomó algo de los huevos revueltos con queso del plato que había puesto
en la mesa.

Mordiéndose el labio, ella se retorció las manos, esperando lo que


realmente pensaba de la comida que le había hecho. Su padre siempre la
calificaba sobre la calidad de su comida. Ningún hombre querría a una
mujer si ella tenía menos de un notable.

Estaba empezando a sonar como una lunática en su cabeza.

—¿Por qué estás nerviosa? —le preguntó—. ¿Envenenaste la


comida?

—No. Espero que te guste.

—Es comida, y está cubierta de queso; me va a gustar.

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Tragándose los nervios, se sentó frente a él y, en contra de toda su


formación, tomó un bocado. Striker la observó atentamente durante
varios segundos.

—Supongo que tus padres no te permiten hacer una mierda como


esta, ¿comer con hombres? —le preguntó.

—Mi padre prefería calificar la comida que he cocinado antes de


que se me permitiera sentarme con él. Si mi comida era horrible, no se
me permitía sentarme a la misma mesa de él. —Sí, su vida en casa había
sido bastante malditamente retorcida.

—Tu padre es un gilipollas. No pienses en él. Esto está


malditamente sabroso.

Exhalando un suspiro de alivio, sonrió.

—Gracias.

—No lo menciones. Cocinas así todo el tiempo, y no voy a


deshacerme de ti.

No quería que él lo hiciera. A Elena le gustaba realmente Striker,


incluso si era un extraño.

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Capítulo Ocho
—¿Cómo se supone que va a funcionar esta mierda? —preguntó
Striker, sentado alrededor de la mesa de reunión. Después de haber
dormido unas pocas horas, había dejado a Elena en su casa. Había
estado contenta leyendo uno de los pocos libros que él tenía, y para ser
honesto, ni siquiera sabía qué coño había encontrado. Era un hombre
solitario, nunca necesitaba nada aparte de su club y su sexo duro, pero
tener a Elena cerca era… agradable. El olor de ella llenó el apartamento,
lo hizo sentir esa clase de posesividad a la que no estaba acostumbrado.

La imaginó sentada en su sofá, la camiseta y pantalones de chándal


que le había dado eran suyos, y eso significaba que eran demasiado
grandes. Su curvilíneo cuerpo nadaba en la tela, pero joder eso lo
excitaba. Su cabello había estado en uno de esos moños despeinados, y
en lo único que podía pensar era en soltar los rizos, arrancarle la ropa y
darse un banquete con su cuerpo. Pero lo que él quería hacer era jodido,
especialmente teniendo en cuenta su pasado y el ataque.

Ella correría gritando si le contaba las cosas sádicas que quería


hacer con ella, las cosas depravadas que quería entregar a su cuerpo.
Quería sus marcas en ella, quería que sus manos marcaran su carne, y
quería que el dolor que le daría la hiciera correrse.

Se enderezó en su silla, sus pensamientos dirigiéndose hacia cosas


más oscuras. Apartó los pensamientos de Elena de su cabeza. Necesitaba
ir a Dominion, porque de ninguna manera podía romperla así. Ella tenía
miedo, y no podía hacerla sentir más incómoda, especialmente por sus
necesidades sexuales.

—¿Estás con nosotros, hombre? —preguntó Demon.

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Striker aclaró su garganta, dándose cuenta de que habían estado


hablando de la carrera por armas que se suponía que debían hacer esta
semana.

—Sí, lo siento —dijo y se pasó la mano por la cara.

—Estuviste fuera ahí durante un minuto —dijo Vengeance.

—Estoy bien. —La habitación se quedó en silencio por un


momento.

—Estamos hablando de la carrera por las armas que necesita


hacerse. Iba a ir con Joker y Steel, llevando un par de candidatos con
ellos, pero también pensé que tener a solo dos Parches podría ser un poco
ajustado. ¿Quieres ir con Tryk y Weasel también, así como ser músculo
si la mierda cae? —preguntó Demon, el presidente de los Soldados
reclinándose en su silla, el cuero crujiendo bajo su peso.

—Estoy para lo que sea.

Pero primero necesito llegar a Dominion y sacar esta tensión de mí.


No puedo volver a casa con Elena cuando estoy demasiado excitado.

Para ser honesto, incluso pensar en ir a Dominion, aunque sonaba


bien en el sentido de que podría joder su agresión y las necesidades
ocultas que tenía, hizo sentir a Striker un poco enfermo. No sabía qué
era Elena, pero el día que la conoció, mató a esos hijos de puta que la
habían atacado y la llevó de vuelta a su casa, la sola idea de meter la
polla en otra mujer parecía desagradable como la mierda. Pero sabía que
nunca podría estar con ella de esa manera; nunca podría mostrarle lo
que a él le gustaba. Por un lado, no se conocían entre sí, no realmente.
Por otro lado, era demasiado malditamente inocente, y tenía la sensación,
no lo sabía, de que era una jodida virgen.

Joder.

Serie Soldados de la Ira 6 54


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—Entonces, ¿ahora estamos hablando de pago en forma de armas?


—preguntó Tryk, sonando un poco molesto.

Estaban aceptado este cargamento de armas porque era una deuda


contraída por una cuadrilla más pequeña en el norte que no había sido
saldada. Los Soldados se habían asegurado que los Acid Boys, un grupo
de punks, en todo el sentido de la palabra, no tuvieran problemas para
asegurar su territorio en una pequeña ciudad a una hora de distancia de
ellos. Los Soldados habían hecho saber que ayudarían a los Acid Boys,
pero no sería gratis. Y la única maldita razón por la que habían ayudado
a un puñado de hijos de puta era porque otro Parche de un MC con el
que los Soldados tenían una alianza había llegado a ellos.
Aparentemente, el Parche tenía un sobrino en la banda punk.

Por qué diablos no consiguió que su club le ayudara no era el


problema. El problema ahora era que esos pequeños imbéciles querían
pagar con el cargamento de armas que estaba entrando. Los Soldados
preferían el dinero, porque al menos podía limpiarse. Con las armas,
tendrían que revenderlas, y eso se estaba convirtiendo en una mierda
difícil, especialmente para asegurarse que la policía no se enterara.

—A mí tampoco me gusta, pero las armas son de primera línea y


serán lo suficientemente fáciles de mover. La única razón por la que
hacemos esto es porque podemos duplicar el dinero y lo que nos deben.

—Deberíamos haber disparado contra ellos en sus rótulas para que


supieran que cuando decimos que nos paguen, lo decimos en serio, joder.
—Vengeance fue el que habló, el hombre gruñó las palabras.

—Si esto no funciona, todavía podemos hacer eso, creedme. Voy a


ser el primero en disparar a los pequeños cabrones.

Hubo un murmullo de acuerdo.

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—Voy a averiguar los detalles más adelante esta semana, pero estar
preparados para salir cuando diga —dijo Demon y todos estuvieron de
acuerdo.

Elena había estado leyendo la misma página durante los últimos


veinte minutos. Los libros que había encontrado no eran exactamente los
que solía leer, porque eran libros sobre la mecánica de las Harley, y ese
tipo de cosas. Pero necesitaba algo para ocupar su tiempo y mente.

Se levantó y se dirigió a la caja de libros que había encontrado en


el armario del pasillo. Abriendo el armario, se puso de cuclillas y agarró
la caja. Simplemente iba a poner dentro el libro de nuevo, pero una foto
en la parte inferior de la caja atrajo su mirada. Tomándola, sintió que sus
ojos se abrían ante lo que tenía delante.

Una mujer desnuda estaba mirando a Elena, con los brazos atados
sobre ella, su cuerpo presionado contra una especie de X grande de
madera. La mujer tenía marcas rojas cubriéndole la piel, y con sus
piernas separadas y atadas a la parte inferior del dispositivo estaba
excitada, a pesar de que era una foto, podía ver el brillo que le cubría la
parte interna de los muslos.

¿Qué demonios era esto? ¿Por qué lo tenía Striker?

Sintió esos familiares y oscuros zarcillos de deseo moverse a través


de ella. Esto no era algo que debería considerar: los pensamientos,
sentimientos, incluso mirando esta foto.

Eran estos sentimientos, estos deseos los que había mantenido


cerca, mantenido en secreto. Si alguien supiera que quería ser

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controlada, dominada en el dormitorio, le habrían dicho que era


defectuosa, que estaba dañada. Pero la verdad era que mirar esta imagen,
imaginar que era la única que estaba restringida, atada, tenía a Elena
sintiendo un calor que nunca antes había experimentado. El espacio
entre sus piernas se contrajo, se humedeció mientras imaginaba a Striker
conteniéndola, poniendo esas marcas sobre su cuerpo.

Dios, estaba enferma, era verdaderamente depravada, pero parecía


que Striker también tenía algunos esqueletos en su armario. Quizás no
eran tan diferentes. ¿Quizás si admitiera lo que le gustaba, lo que quería,
él podría ser el que finalmente le diera lo que había anhelado? O quizás
debería dejarlo, mantener sus oscuros secretos ocultos, y saber que era
solo una persona repugnante con deseos perversos.

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Capítulo Nueve
Sentado en el bar del club, Striker bajó la vista a su bebida. Era
justo después del almuerzo, pero necesitaba aclarar su cabeza. Elena
estaba en casa, y la vida en el club estaba más que bien, pero algo lo
estaba molestando, y no sabía qué era.

Dominion.

—Los cuerpos dejaron de existir —dijo Nerd, dejándose caer en un


asiento junto a él.

—Ya me dijiste eso.

—Pensé que deberías saberlo cara a cara. Entonces, ¿dónde está


ese coño especial que te hizo irte mentalmente?

Tomando una respiración profunda, Striker se giró hacia Nerd.

—Estoy aquí para tomar un trago, no para hablar contigo sobre


mis sentimientos.

—Oh, estás enamorado.

—Jódete, Nerd.

—¿De qué estáis hablando vosotros dos coños? —preguntó Joker,


viniendo detrás de ellos.

—Nada de tu puto negocio —dijo Striker.

—Striker está enamorado.

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Fulminó con la mirada a Nerd. ¿Qué diablos les estaba pasando,


hablando sobre sus jodidos sentimientos?

—No, no lo estoy.

—Oh, una mujer. ¿Esto es algo de Dominion, o de alguien más? —


dijo Joker, dándole una palmada en la espalda.

—No es nadie.

—Tiene que ser alguien. Mataste a dos hombres anoche, y tuvimos


que limpiarlo todo —siguió hablando Nerd.

—Asesinar por una mujer, tiene que significar algo.

—No la conozco, de acuerdo. Trabaja en un restaurante donde me


detuve para tomar un café. La seguí…

—Alerta de acosador —dijo Steel, viniendo a unirse a la


conversación.

—Joder, no estaba acechando. —Lo estabas, realmente lo estabas.

No estaba acechando. Estaba protegiéndola.

—Has seguido a una mujer; que no sabías quién era, sin embargo,
¿todavía la seguías? —preguntó Joker.

—¿Cuál es el gran jodido problema?

—¡Está enamorado! —dijo Nerd riendo.

Es por eso que nunca podría dejar el club. No era porque sus
hermanos estuvieran siendo unos cabrones totales; era porque estaban
allí para él. No importa cual fuera el problema, siempre que se
mantuviera leal al club, nadie podría tocarlo. Anoche, no tuvo ni una sola

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preocupación sobre la eliminación de los cuerpos cuando sus hermanos


habían estado allí. Probablemente debería sentirse culpable por matar a
dos hombres, pero con lo que vio que le habían hecho a Elena, no le
importó. No había culpa, y la única razón por la que estaba pensando era
por Elena.

—Sois unos gilipollas.

—¿Cuándo vamos a conocerla? —preguntó Demon.

—¿Le gustan las extrañas nalgadas? —preguntó Steel, imitando los


castigos golpeando el culo de Joker.

Poniendo sus ojos en blanco, tomó su bebida, acabándola.

—Todos sois unos jodidos gilipollas, y no, no vais a conocerla.


Tengo que mantenerla protegida de todos vosotros.

—¿Te preocupa la competencia? —preguntó Nerd.

—Nah, tú no podrías manejar a mi chica.

Salió de la casa del club, tambaleándose por lo que había acabado


de decir. ¿Mi chica? Elena no era su chica. Era simplemente una chica a
la que había ayudado en una mala situación.

Es malditamente sexy.

No podía negar una atracción, pero solo porque había una no


significaba que realmente quisiera tener algo más que hacer con ella.

¡Joder! Necesitaba reunir su mierda. Sentándose a horcajadas


sobre su moto, se alejó de la casa club de los Soldados y se dirigió hacia
Dominion. Solo había un lugar donde podría soltar el vapor, y había un
montón que soltar.

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En el viaje hasta allí, todo en lo que pensó fue en una mujer


tumbada sobre una Cama de Nalgadas, conseguir su culo completamente
desnudo y expuesto, azotando los perfectos globos hasta que fueran de
color rojo, cubiertos de ronchas, y ella estuviera pidiendo más. Su polla
se endureció con el pensamiento. Aparcando su moto cuando llegó al club
de BDSM, estaba decidido a satisfacer su apetito con algo de sexo
agresivo. Sin embargo, cuando se encontró en la entrada del club, se
congeló. Zeke se aseguraba de que su club estuviera disponible a todas
las horas del día para determinados clientes. Para el público principal, el
club estaba cerrado.

¿Qué carajo está mal conmigo?

Nada lo detuvo de ir tras lo que quería. Si quería un coño, salía y


lo conseguía, sin preguntas. No le importaba si jodía a una mujer
diferente cada día, nunca se comprometió con nada.

Elena no era nada para él… no significaba nada. Ni siquiera la


conocía.

¿Por qué se encuentra en tu apartamento? ¿Por qué estás pensando


en ella tanto?

Apretando los dientes, volvió a subir en su moto. Tenía cosas


mucho mejores que hacer que ir a follar un coño al azar que
probablemente le pagaban para quejarse con la sensación de un látigo.
Una vez que regresó a su apartamento, abrió la puerta y encontró a Elena
acurrucada en el sofá, todavía leyendo un libro. Sus mejillas se
sonrojaron cuando lo miró y se puso de pie, dejando el libro.

—¿Qué pasa? —le preguntó a ella.

—Nada. ¿Está todo bien?

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—Todo está bien. Venga, tenemos que ir y tomar tu mierda. —No


la miró, agarrando sus llaves en su lugar. Striker no sabía cuántas cosas
de ella tendría que mover, y no tomaría ninguna maldita porquería. Tenía
el dinero para comprar cosas nuevas, y no iba a tener cosas que no le
gustaran ocupando la habitación.

Ella corrió a su habitación y regresó unos segundos después. Su


pelo estaba peinado hacia atrás, y las ropas que vestía todavía eran
malditamente grandes. Sería bueno ver sus curvas expuestas. Saliendo
de su apartamento, tomó su mano y la ayudó a subir en el lado del
pasajero de su SUV. Él no habló ni una palabra, ni siquiera después de
haber arrancado su coche, o incluso mientras estaba en la carretera.

Las manos de Elena descansaban en su regazo, y miraba por la


ventanilla. Agarrando aún más fuerte el volante, trató de controlarse. Su
polla estaba increíblemente dura, y en los pequeños confines del coche,
su aroma lo distraía.

—Entonces, ¿tuviste una buena mañana?

—Buena.

—¿Qué hiciste? —preguntó ella.

—¿Qué te tiene tan alegre?

—Estás en un estado de humor raro, y es algo que me pone


nerviosa. Imagino que debo romper el hielo y hablar sobre algo.

—Estaba tratando de lidiar con mierda del club, y no, no puedes


saberlo. Nadie llega a saber sobre eso.

Ella se quedó en silencio durante un segundo, y él la miró, y vio


que asentía.

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—Entonces, no hables del club. Entendido. —Se frotó los muslos y


respiró hondo—. Gracias.

—¿Por qué me estás dando las gracias? —preguntó.

—Por ser amable conmigo, y por hacer esto. No sabes lo que


significa para mí.

—¿Has tenido algún contacto con tu familia?

—Ninguno.

Pensar en su familia lo enojó aún más. Sabía mejor que nadie que
había muchas cosas jodidas en el mundo.

—¿Cuáles son las posibilidades de que vengan detrás de ti?

—No lo sé. Espero que no lo hagan.

Frotándose la sien mientras conducía con una mano, tomó sus


instrucciones mientras ella comenzaba a señalar a izquierda y derecha.
Esta mujer no tenía idea sobre su propia seguridad. No había forma de
que pudiera dejarla estar por sí misma en el mundo.

—Es el bloque de apartamentos en el extremo derecho.

Aparcando frente a la lastimosa excusa de apartamento, soltó un


suspiro. Si alguien quería ir y tomarla, podrían hacerlo sin ningún
problema. Estaba más expuesta que una jodida estrella porno.

Todo el edificio de apartamentos gritaba presa fácil.

—Aquí es —dijo, desabrochándose el cinturón de seguridad.

Por un segundo, la observó mientras bajaba del coche. Ni una vez


se dio cuenta de su entorno. Elena no tenía ninguna sensación de peligro,

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y debería, dada la situación con su familia y lo que le había pasado. Lo


enojó. No había forma de que la dejara ir, ni ahora, ni nunca.

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Capítulo Diez
Elena miró detrás de ella mientras subían las desgastadas
escaleras del edificio de apartamentos. Striker tenía ese aspecto feroz en
el rostro. Estaba un poco avergonzada de que viniera a su casa, porque
su apartamento era mucho más agradable y espacioso; el suyo
francamente era un cobertizo.

Las escaleras tenían suciedad y basura esparcidas a su alrededor,


y el olor a orina vieja llenó su nariz. Este era un edificio de apartamentos
que estaba en sus últimos momentos, pero por el precio, y la ocultación,
lo había tomado. Quedaba por ver si su familia vendría por ella o no.
Podrían haber pasado un par de meses desde que había huido, y hasta
ahora, lo había hecho lo suficientemente bien como para mantenerse
oculta; no sabía hasta qué punto su padre y tío irían a buscarla,
especialmente ya que había sido entregada a su repugnante tío como su
novia.

—No me gustas en este jodido lugar —dijo Striker en un gruñido


bajo.

El sonido de un bebé llorando se desvaneció en la distancia a


medida que subían, y una pareja gritándose el uno al otro entró a través
de la puerta cerrada del apartamento por el que pasaban.

—Es todo lo que podía pagar, y pensé que mi familia, si vinieran


detrás de mí, no pensarían en buscarme aquí. —Había huido, se había
llevado el poco dinero que tenía ahorrado, incluso robado lo que pudo de
su familia, y nuca miró atrás. A varios estados de distancia, rezó por no
haber dejado ni un rastro. Pero su tío había sido tan posesivo con ella
desde el comienzo, mirándola siempre, manteniendo un seguimiento de

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ella. Había tomado la primera oportunidad que había conseguido para


escapar.

—¿Tienes un contrato de alquiler con este lugar? —le preguntó.

Ella negó y subió el último tramo de escaleras.

—No. Este es un lugar de pago mensual.

Él gruñó con disgusto.

—No volverás aquí. Encontraremos algo más seguro para ti, incluso
si dejas mi apartamento.

¿Si dejo su apartamento?

Eso casi sonó como si no quisiera dejar que ella se fuera, pero eso
no tenía sentido. Había entrado en su vida en términos muy duros, y no
parecía el tipo de hombre que realmente estuviera bien con un
compañero de habitación. Pero Elena no podía mentirse y decir que no
se sentía segura con Striker; sentía que estando con él haría que todo
estuviera bien. Le había salvado la vida, había matado por ella incluso, y
sabiendo que su pasado era una mierda, todavía la mantenía cerca.

Tal vez no sentía nada por ella, sino una especie de extraña
obligación, porque la había salvado, y se sentía mal por ella, pero ahora,
se aferró a eso. Nunca consideró ese tipo de emoción, nunca hubo nadie
que se preocupara por su bienestar. Incluso si su familia había actuado
como si se preocupara por ella, lo que realmente no había hecho, era una
simple mercancía. Lo que importaba era asegurarse que permanecía pura
y saludable, porque su grupo y el tío de Elena era lo realmente
importante. Había sido su peón.

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Cuando llegó a su puerta, agarró la llave y la desbloqueó.


Abriéndola, el olor a rancio y a viejo llenó su cabeza. No importaba lo que
usara para enmascarar el olor, el edificio era viejo y decadente.

Al entrar, se dio cuenta de la falta de decoración, muebles, y


cualquier cosa que fuera remotamente hogareño. Su apartamento no
tenía nada aparte de un sofá destartalado que había encontrado a un
lado de la carretera, del que alguien se había deshecho. Era un poco
desagradable pensar sobre eso, pero había echado por encima una
manta, y era algo que servía como zona de estar y de dormir. Simplemente
no tenía dinero para comprar nada, y esa no era su principal
preocupación de todos modos.

Striker la siguió dentro y cerró la puerta.

—¿Esta es tu casa, Elena? —Su profunda voz era dura, casi


enojada.

—Sí —dijo en voz baja y se dirigió a la habitación de atrás para


tomar su bolso y las pocas prendas que tenía. Gastaba su dinero en
comida, pagar sus facturas y, ocasionalmente, se había dejado caer por
la tienda de segunda mano para poder ponerse algo. No tenía teléfono
móvil, no tenía ningún tipo de artículo de lujo, pero estaba bien, porque
tenía su libertad. Eso es todo lo que había querido siempre.

—Sé que no es mucho —dijo desde su habitación, elevando su voz


para que Striker pudiera oír—. Pero no tengo reglas, no tengo que actuar
de determinada manera. —Empujó su ropa en la bolsa, dejando la sala,
y entró en el cuarto de baño. Tomó los pocos artículos de tocador que
poseía y los metió en la bolsa—. Solo quería mi libertad, y aunque este
sitio es horrible, tengo eso —dijo más suavemente esta vez.

Se dio la vuelta para salir del baño, pero se quedó sin aliento
cuando chocó con el pecho de Striker. La agarró de la parte superior de

Serie Soldados de la Ira 6 67


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los brazos para estabilizarla y bajó la vista hacia ella. Por un momento
no hablaron, solo se miraron fijamente a los ojos del otro. La intensidad
que sintió era tan tangible, que inundó todo su cuerpo. La foto que había
encontrado en su casa, la de la mujer atada con marcas en todo su
cuerpo, la había excitado instantáneamente. Quería eso, quería sentir
eso, experimentar eso. ¿Era Striker el hombre que le había hecho esas
marcas, que la había atado? ¿Era el tipo de hombre que le gustaba el
control? Ciertamente, parecía que lo era, y ella quería experimentar eso.

Pero, por supuesto, pensar en eso era ridículo, apenas lo conocía,


y se dio cuenta de que no podía estar con este hombre en modo alguno.
No podía permanecer en un lugar durante mucho tiempo, a menos que
quisiera ser encontrada. Pero, ¿y si su familia no fue detrás de ella? ¿Qué
si realmente ella no les importaba? Era casi una idea fantástica, porque
ya habían pasado un par de meses. Pero no podía bajar su guardia, no
podía dejar de estar en alerta.

—Venga. Te quiero fuera de este jodido lugar. —Deslizó su mano


por su brazo y tomó la mano que sostenía su bolso—. Te mantendré cerca
y segura.

Y así, estaba poniendo su fe, su seguridad, en un asesino, en un


motero que estaba empezando a darse cuenta que le hacía sentir cosas
que ella nunca había creído posibles.

Serie Soldados de la Ira 6 68


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Capítulo Once
Striker había visto a Demon, Joker, Steel y Shakes enamorarse de
sus mujeres. Había visto como cada uno de ellos se convertía en un coño
azotado. Shakes se había arriesgado a morir por el amor de su mujer.
Zeke, el padre de Daniella y suegro de Shakes, había perseguido a
Shakes, preparado para matarlo. Si no fuera por Daniella, todos habrían
muerto. Los Soldados de la Ira MC eran un grupo mortal, pero sabían
que no eran rivales para Zeke. Ese bastardo tenía demasiada influencia.

Mirando a Elena, vio que estaba mirando fijamente sus manos


unidas. Se dirigió al vehículo y se preguntó si esto era lo que sus
hermanos habían sentido con sus mujeres. La necesidad de proteger a
Elena era tan fuerte que lo sacudió hasta la médula. Quería protegerla y
follarla al mismo tiempo, poseerla para que ningún otro hombre pudiera.

Sacudiendo la cabeza en un intento de aclarar sus pensamientos,


abrió el maletero del SUV, lanzando el bolso en la parte de atrás. Elena
no tenía muchas posesiones a su nombre, y tenía la intención de cambiar
eso. Merecía cosas hermosas y una vida que realmente disfrutara. Parte
de él esperaba que su familia tratara de encontrarla. Le encantaría que
vinieran a buscarla y estaría listo para joderlos.

No había forma de que alguien la tocara. Tomaría a sus hermanos


con Parche y jodería a los que tuvieran la intención de hacerle daño a
ella. Una vez que Elena estuvo en el coche, llamó rápidamente a Nerd,
pidiéndole que consiguiera todos los detalles de la vida de Elena. Nerd
empezó a hacer ruidos de besos por teléfono, y Striker colgó.

No estaba de humor para que sus hermanos se burlaran de él.

—¿Está todo bien? —preguntó Elena.

Serie Soldados de la Ira 6 69


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—Todo está bien. —Arrancó el motor—. ¿Trabajas esta noche?

—Sí. ¿Te importaría llevarme? —preguntó, mordiéndose el labio—.


No quiero volver a pasar por ese callejón otra vez.

—No volverás a ir sola a ninguna parte. Te llevaré y te recogeré del


trabajo de aquí en adelante. Y si no puedo hacerlo, lo hará uno de mis
hermanos del club. —Tenía la intención de ir a Dominion esta noche
pasara lo que pasara. Striker estaba decidido a superar esta mierda que
le estaba pasando. Elena no le pertenecía. Era simplemente una mujer a
la que estaba ayudando a pasar a través de una mala situación.

Siempre y cuando se concentrara en todo lo que importaba,


mantendría el control de todo. El único caos en su vida era provisto por
el club. Tenía que mantener todo lo demás en orden.

Más tarde esa noche


—Gracias por el viaje —dijo Elena.

—Voy a entrar a tomar un café.

—No tienes que hacer eso. —Había sido un día surrealista.


Después de que Striker la llevara a recoger sus cosas en su antigua
apartamento, llegaron a casa y él había llevado su bolso a la habitación.
Lo que la sorprendió fue el hecho de que cuando entró en la habitación,
estaba recién pintada. ¿Cómo había logrado él esto tan pronto? Las
paredes eran de color rosado, lo cual no le importaba; le gustaba porque
era suave, incluso femenino.

Serie Soldados de la Ira 6 70


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Estar cerca de él era increíblemente duro. La explícita imagen que


había descubierto en su caja no había permanecido oculta por mucho
tiempo. La había sacado y ahora la tenía debajo de la almohada. Se sintió
como un gusano por guardarla, pero no pudo evitarlo; eso hizo que
surgieran sus deseos más oscuros. No podía evitar imaginarse a sí misma
como la perfecta sumisa, entrenada para tratar con su Señor. ¿Era
Striker un Dom? ¿Un Señor? ¿Un sádico? No podía evitar esperar que lo
fuera, y luego lo dejaría de pensar. Lo poco que sabía, que había
averiguado en la biblioteca durante una de las pocas veces que se le había
permitido estar sola, la había hecho un poco conocedora de los términos.

¿Qué sentido tenía esperar algo que nunca tendría la oportunidad


de experimentar?

Striker no estaría interesado en ella. La estaba ayudando porque


sentía lástima, y eso era todo. Mientras lo pensaba, el dolor la golpeó
profundamente. Por una vez, le encantaría conocer a un hombre que la
tomara sin importar las consecuencias. Soñaba con un hombre
hundiendo sus dedos en su cabello, tirando de las hebras hasta que
doliera, y besándola apasionadamente. No solo la besaba, sino que
arrancaba la ropa de su cuerpo, dispuesto a tenerla, tomando lo que
quisiera sin cuidado.

¿Qué le pasaba?

—Voy a entrar. Te lo he dicho, Elena, estoy cuidando de ti. —Apagó


el motor y se bajó.

Poniéndose su bolso sobre el hombro, se metió el pelo detrás de la


oreja y lo siguió.

—Toma, ponte esto en el pelo —dijo, sosteniendo una banda hacia


ella.

Serie Soldados de la Ira 6 71


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Frunciendo el ceño, agitó la cabeza.

—No quiero llevar mi pelo recogido.

—Póntelo por mí. No quiero que nadie más vea tu pelo suelto. —
Elena se preguntó a qué se refería y miró fijamente la banda que
sostenía—. A mí me complacería que te recogieras el pelo en alto.

Esas cuatro palabras, a mí me complacería, era todo lo que


necesitaba. Agarró la banda, peinando su pelo en una cola de caballo.

—Gracias.

Él la estaba ayudando. Lo menos que podía hacer era recogerse el


pelo. Siguiéndolo hasta el restaurante, vio que Annie y Sasha ya estaban
allí. Estaban observando a Striker con interés, pero en el momento en
que la vieron, vio su preocupación. Sin querer hacer una escena, estaba
a punto de entrar en la trastienda. Striker la detuvo y la puso contra él.

—No les digas nada.

—¿Qué?

—Preguntarán por qué tienes moratones. No les hables del ataque,


porque podrían ponerse agresivas y tratar de sonsacar más.

—Se preguntarán quién eres.

—Diles que soy tu novio si hace que se callen más rápido.

—No tengo novio.

—Ahora lo haces. —Puso un beso en sus labios—. No tardes


mucho.

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Se quedó aturdida por un segundo, pero luego corrió hacia la


trastienda donde estaba el casillero.

—¿Qué demonios ha pasado? —preguntó Annie, corriendo hacia


ella.

Elena suspiró.

—No es nada. Un tipo en mi complejo de apartamentos estaba


drogado o algo así. Tropezó, me golpeó y me caí. Si no fuera por Striker,
no estaría hablando con vosotras ahora mismo.

—¿Striker?

Ella se tragó los nervios.

—Mi novio, el chico con el que entré. —Decir las palaras le pareció
correcto, y no pudo evitar sonreír. Tal vez existía la posibilidad de hacerlo
suyo. Cuanto más lo pensaba, más calor sentía a través de ella. Le
gustaba Striker; se sentía atraída por él, y lo deseaba.

Muéstrale que no hay otra mujer por ahí como tú. No le des ninguna
razón para no quererte.

—¿Es tuyo? —preguntó Sasha.

—Sí, lo es. —Puede que no fuera la verdad, pero se sentía muy bien
decirlo. No había ninguna posibilidad de que quisiera perder al único
hombre que la hacía sentir viva.

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Capítulo Doce
Después de aproximadamente una hora, Striker se fue y salió a su
SUV. Tan pronto como la puerta se cerró, su móvil sonó. Manteniendo su
atención en el restaurante, respondió.

—¿Sí? —dijo en tono cortante.

—Conseguí la información que buscabas.

—Bien. Estaré en el club, pero necesito que envíes un candidato.


—Le dio a Nerd la dirección del restaurante y colgó. Necesitaba saber todo
lo que pudiera sobre la familia de Elena, y necesitaba saberlo todo lo
antes posible. Pero no la dejaría sola, así que hasta que apareciera el
novato, la vigilaría como si su vida dependiera de ello.

Y realmente se sentía jodidamente así.

Veinte minutos más tarde, y Punk, uno de los novatos que todavía
le quedaba un buen pedazo de tiempo con el club antes de ser
considerado un Parche, se detuvo en su pick-up. Apagó el motor, se bajó
y caminó hacia la ventanilla del conductor del SUV de Striker.

—¿Quieres que vigile a una mujer? —preguntó Punk.

Striker se volvió a mirar al restaurante, vio a Elena ayudando a un


cliente y asintió.

—¿Ves la joven de pelo oscuro?

—¿La de las jodidas curvas dulces?

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Striker movió la cabeza hacia Punk y gruñó, sin poder evitar el


sentimiento posesivo y propietario que se alzó en él como una bestia
violenta.

—Cuida tu puta boca. —Punk levantó las manos en señal de


rendición—. Muestra un maldito respeto. Es mía, y si vuelves a decir algo
irrespetuoso de ella, te arrancaré la puta lengua. ¿Me oyes?

—Fuerte y claro, Striker.

Striker miró a Punk un poco más y luego exhaló.

—Mírala como un maldito halcón. No la pierdas de vista.

—Lo tengo. ¿Quieres que me quede atrás o que entre?

—Ve dentro. Preferiría que estuvieras allí, pero espera hasta que yo
vuelva a salir. Quiero hacerle saber lo que está pasando para que no se
asuste.

Punk asistió y Striker salió de la camioneta. Volvió al restaurante,


buscó a Elena y, cuando la encontró, la acorraló.

—¿Qué pasa? —preguntó, con un paño en la mano y los ojos


ligeramente abiertos.

—Nada. —Miró los brillantes ojos de ella, sintiendo algo que


empujaba profundamente dentro de él, y supo que no podía alejarse
simplemente. No sabía qué era lo que tenía, por qué atraía al lado
posesivo de él, pero sabía que tenía que tenerla. No quería apresurarla,
ni asustarla con sus necesidades, pero tampoco podía ocultar cómo se
sentía… independientemente de cuáles fueran esas emociones.

Nunca había sentido nada remotamente afectuoso hacia una


mujer, nunca había querido protegerlas, mantenerlas cerca. En solo dos

Serie Soldados de la Ira 6 75


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días, Elena lo había retorcido por dentro, y sabía que, con el tiempo, todo
se volvería más intenso. Sintió eso en lo más profundo de su ser.

—Hice que algunos hermanos de mi club buscaran cualquier cosa


y todo lo que pudieran encontrar sobre tu familia. Me han dicho que
tienen la información, así que voy a volver al club para verlo todo. —Le
ahuecó la mejilla, amando la suavidad de la misma. Creía que nunca le
había importado nadie, a menos que fueran sus hermanos del club, pero
al mirar a Elena, sintió que algo le oprimía el pecho. Puede que no la
conociera, pero tenerla cerca, saber que podía protegerla, le hizo sentir
que podía ser un buen hombre, aunque estuviera lejos de eso—. Uno de
los candidatos del club se quedará dentro contigo. Le he dicho que te
vigile como si su vida dependiera de ello, así que no te preocupes por él
ni por nada más. Está aquí para mantenerte a salvo.

Ella asintió.

—De acuerdo —susurró—. ¿Qué vas a hacer con la información


que tienes sobre mi familia?

Él se quedó en silencio por un segundo.

—Lo que sea que tenga que hacer para asegurarme de que estés a
salvo. —No dijo nada más durante un largo momento, y luego se inclinó
y la besó delante de todos. No estaba haciendo esto porque le hubiera
dicho que les dijera a sus compañeras de trabajo que estaban juntos. La
besaba porque no podía evitarlo, porque no podía quitarle las manos de
encima. Con cada momento que pasaba, se le hacía más difícil mantener
a raya sus necesidades más oscuras.

No podía contenerse en el mejor de los días, y ahora mismo, estaba


necesitando demasiadas fuerzas para no amarrarla, para no ponerle el
cinturón a su culo grande y delicioso, viendo las líneas rojas de sus
acciones eróticas que se elevaban sobre su carne.

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Se echó hacia atrás, miró a sus ojos todavía más abiertos, y le


encantó el hecho de que jadeaba; sus labios estaban separados, rojos, y
ligeramente brillantes por el beso de él.

—¿Por qué fue eso? —susurró de nuevo.

—Porque lo quería, Elena. —Y luego se giró y la dejó en el


restaurante. Inclinó su barbilla hacia Punk, haciéndole saber que él tenía
que ir al restaurante.

Una vez que Punk estuvo dentro, arrancó su coche y se dirigió de


nuevo al club.

Striker tenía un montón de mierda con la que lidiar personalmente,


deseos que lo hacían sentir como un loco y la necesidad de dominar.
Puede que quisiera a Elena, y esa necesidad crecía a cada minuto, pero
tampoco sabía qué o cómo se sentiría y reaccionaría ante esa admisión.
Parecía tan inocente, había vivido una vida protegida, siendo abusada
emocionalmente. Pero sabía que tendría que admitir quién era realmente
y lo que realmente quería lo antes posible. Si la quisiera en su vida,
tendría que contarle todo.

Apartó esos pensamientos a un lado, no necesitando concentrarse


en eso ahora mismo. Lo había dicho en serio cuando dijo que haría lo que
fuera necesario para mantenerla a salvo, aunque eso significara eliminar
a la jodida loca familia de Elena.

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Capítulo Trece
Striker condujo hasta la casa del club para recoger los detalles de
la investigación de los antecedentes de Elena. Dejar a uno de los
hermanos del club con Elena le hizo sentir como si estuviera protegida y
que sus nervios no fueran a atravesar su piel. No sabía a qué se estaba
enfrentando, cómo eran sus padres. Antes de que se arriesgara,
necesitaba una idea de a quién se iba a enfrentar. Después de dejar su
camioneta en casa y agarrar su moto, aparcó cerca de la casa del club y
entró.

Nerd estaba recibiendo un baile erótico de una de las perras.

Chasqueando sus dedos, ganó la atención de Nerd.

—Negocios, ahora.

—Recuerdo un tiempo en el que eras divertido. ¿Qué pasó con eso?


—preguntó Nerd.

—Tengo trabajo que hacer. No tengo tiempo que perder. —Volvió a


chasquear los dedos y Nerd le gruñó.

—No todos nosotros tenemos que preocuparnos por algún tipo de


coño.

—Oficina, ahora —dijo, moviéndose hacia la oficina, la cual


también servía como iglesia. Entró y no se sorprendió al ver a Demon en
el escritorio, revisando algunos papeles.

—Aquí está tu expediente —dijo Demon, señalando un archivo en


el escritorio frente a él.

Serie Soldados de la Ira 6 78


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—¿Tuviste la oportunidad de echarle un vistazo?

—Sí, y son alguna gente jodida. Creen que las mujeres están en
casa, y los tipos fuera de ella, haciendo lo que sea que quieran hacer. Las
hembras son servidoras, pero eso no es todo. Son jodidamente bastante
retorcidos. Están enfermos y jodidos. —Demon negó en desacuerdo—. He
visto algo de mierda en mis días, pero esta gente incluso me sorprendió.

—No lo sé. Zeke dejando a vivir a Shakes fue la jodida sorpresa más
grande que he tenido.

Nerd entró en la oficina, y llevaba una dura erección.

—Vamos a seguir adelante para que pueda irme a mojar la polla.

—Calma hacia abajo esa mierda. Nadie quiere ver eso. Las perras
del club pueden ser cosas sucias. Demonios, se acuestan con cualquiera
que tenga un chaleco.

—¿Y Deanna te deja quedarte en el club? —preguntó Nerd,


desafiante.

—Mi vieja dama embarazada confía en mí. Cuando encuentres a


una mujer a la que llamar tuya, sabrás lo que es no tener que preocuparte
de que piense que la estás jodiendo.

Striker pensó en Elena. Se había metido bajo su piel rápidamente.

—El mismo agujero todas las noches, no lo creo. Voy a tener una
mujer diferente cuando me plazca, joderla hasta que grite y ruegue por
más. —Nerd se encogió de hombros—. Ahora, estos cabrones están
enfermos. Solo leer ese archivo me cabreó mucho.

Abrió el archivo y empezó a leerlo.

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—¿Querían que se casara con su tío? —Elena se lo había dicho,


pero pensó que la había oído mal.

—Medio tío, pero todavía está relacionado por la sangre, y eso es


simplemente enfermizo. Por lo que averigüé, Elena fue educada en casa
ya que sus padres creían que la escuela pública era mala. Tienen algún
tipo de secta con sus propias reglas. Pensé que ese tipo de cosas existían
solo en las películas, no en el mundo real. Esto es real, y está retorcido
como la mierda.

—¿Qué más sabes de ellos? —preguntó Striker.

—Sé que la están buscando. Se han publicado algunos carteles


sobre cómo llamar a un número si la encuentras. Por lo que he visto,
también hay una recompensa por su regreso a salvo. —S encogió de
hombros—. Hasta ahora, nadie sabe dónde está.

—¿Es tu vieja dama? —preguntó Demon.

—¿Eh?

—Si la declaras como tu vieja dama, queda bajo la protección del


club. Si no lo haces, los Parches tienen derecho a hacer cualquier mierda
que quieran. Es la forma en la que funciona el club, lo sabes.

Se pasó los dedos por el pelo, a Striker no le gustaba la idea de que


lo pusieran en esta posición.

Es tu vieja dama, aunque no la conozcas desde hace tanto tiempo.

—Sí, es mía. La estoy reclamando como mía. —En el momento en


que pronunció las palabras en voz alta, se sintió más tranquilo, más feliz.

—En la iglesia mañana por la noche, lo anunciaremos para que


todo el club lo sepa.

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—Jodido infierno, otro hermano ha caído, no quedan muchos más


—dijo Nerd.

—Vete a la mierda. —Iba a tener que encontrar la manera de decirle


a Elena lo que significaba ser una vieja dama.

Elena estaba nerviosa por lo que Striker iba a averiguar. ¿Y si


decidía deshacerse de ella y echarla de su casa? No se conocían desde
hacía mucho tiempo, pero la hacía sentirse protegida.

—¿Estás segura de que estás a salvo? ¿Él te protegerá? —preguntó


Annie.

Estaban en el bar, sirviendo sal y azúcar en los recipientes


apropiados.

—Striker es un gran hombre —dijo como si tratara de hacer ver a


Annie que no era realmente el asesino al que se parecía.

—Tu cara…

—Él no lo hizo. Créeme, huiría si alguien me hiciera esto, y no


tendría ningún problema en llamar a la policía. —Había huido de una
familia que lo mantenía todo en secreto. No había forma de que dejara
que alguien la lastimara. Estaba decidida a vivir su vida al máximo.

—Entonces, en ese caso, es totalmente sexy.

—Así que, siempre y cuando no me esté pegando, ¿está bien para


nosotras que esté enamorada de él?

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—¿Qué es lo que no te gusta? Es algo caliente —silbó Annie—. Yo


no tendría problemas con él usándome en cualquier momento.

—Ignórala, está siendo una puta —dijo Sasha.

—Vamos tienes que admitir que se ve como el tipo de hombre que


sabe lo que hace con su polla.

Las mejillas de Elena se calentaron mientras pensaba en la foto


que había sacado de la caja. No solo lo quería, sino que quería que Striker
la pusiera sobre sus rodillas y le azotara el culo. Su coño se volvió
resbaladizo solo de pensarlo. La instantánea inyección de dolor, seguida
de una intensa necesidad sería increíble, y lo quería. Podría ser virgen
sin experiencia sexual, pero sabía lo que quería, y parecía que su cuerpo
también lo sabía.

—Ese rubor nos está contando toda una historia, nena —dijo
Annie—. Si un chico te hace sonrojar, quédate con él.

Annie se alejó para colocar los recipientes de azúcar y sal en las


mesas.

—No sé cómo —dijo Elena, susurrándole a Sasha.

—¿No sabes qué?

—No sé cómo mantenerlo, ya sabes, satisfecho. —Mordiéndose el


labio, se sintió estúpida por no saberlo.

—¿Eres virgen?

—Sí.

—Mierda, bueno, mi consejo sería que le digas a tu hombre que no


has estado con un hombre. Él sabrá cómo manejar esto y cuidarte. —
Sasha le tocó el hombro.

Serie Soldados de la Ira 6 82


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—¿De verdad?

—Te va a doler la primera vez.

A ella no le importaba el dolor y, de hecho, esperaba el buen tipo,


pero no estaba dispuesta a decirle eso.

—Crees que simplemente debería decírselo.

—Lo hago. Nunca sabes realmente qué hacer en la cama, y tu


chico, parece el tipo de persona que sabe lo que está haciendo. Ese es el
mejor tipo que puedes tener para tu primera vez.

Respirando profundamente, tomó sus contenedores y se dio la


vuelta, solo para chocar con un cuerpo duro. Alzando la vista, vio a
Striker mirándola.

El calor en sus ojos era difícil de ignorar.

Haría con gusto lo que él quisiera, siempre y cuando no dejara de


mirarla de esa manera.

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Capítulo Catorce
—¿Tu turno casi ha terminado? —preguntó Striker.

Todavía estaba congelada en su lugar, mirándolo, sabiendo que


quería ser honesta con él. En el par de días desde que la había ayudado
en ese callejón, había sentido esa conexión con él, esta electricidad que
nunca antes había sentido. Eso fue incluso antes de que encontrara la
foto de la mujer atada. Después de haberla encontrado, era en todo en lo
que había podido penar. Pensó en ser sincera con él, sobre cómo se sentía
realmente con respecto a toda la fantasía del dolor y el placer, sobre cómo
era virgen y como se había mantenido callada con respecto a lo que quería
cuando tuviera relaciones sexuales porque tenía miedo de lo que su
familia le haría.

—En media hora —Se las arregló para decir.

Él asintió una vez e hizo un bajo sonido de aprobación.

—¿Has averiguado algo sobre mi familia? —No sabía cuánto podría


encontrar en realidad, ya que su familia y el círculo en el que se movían
estaban muy unidos. Pero a juzgar por la dureza de su cara después de
que hiciera la pregunta, pensó que ya había descubierto lo suficiente.

—Sí, y quiero hablar contigo sobre todo esto, para asegurarme de


que sé todo lo que no pudimos averiguar.

Ella asintió.

—Necesito saber cada pequeño detalle, si queremos asegurarnos


de que estés a salvo.

Serie Soldados de la Ira 6 84


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—Está bien —susurró, su cuerpo calentándose ante la proximidad


del cuerpo de él, ante su olor invadiendo sus pulmones.

—Esperaré en la mesa hasta que salgas del trabajo.

Ella asintió, se lamió los labios y se quedó allí de pie, observando


cómo se acercaba al hombre que había dejado para vigilarla. No le había
dicho ni una palabra al hombre que llevaba un chaleco de motero que
decía que era un Candidato, pero había sentido su mirada en ella todo el
tiempo. Striker y el candidato hablaron por unos minutos, y luego el
candidato asintió y se fue del restaurante. Striker se sentó en la cabina,
su mirada en ella al instante.

¿Qué había descubierto sobre su familia? Le había dicho solo la


superficie de todo. No había dicho nada sobre el ambiente de secta, y tal
vez lo había descubierto.

Era difícil estar sola, y el miedo a toda esta novedad, a todos los
extraños acontecimientos del mundo, le decía lo protegida que había
estado. En el par de meses que había estado lejos de su familia, se dio
cuenta de que habían estado tan cerrados al mundo que su vida no había
sido otra cosa que seguir el horario que su familia estableció, siendo
educada para ser la perfecta esposa, servil y débil hembra que su esposo
pudiera controlar.

Durante la siguiente media hora, trató de concentrarse en sus


tareas para el cierre, pero tampoco pudo evitar sentir la mirada de
Striker. Después de que terminó su turno, lo encontró en la parte
delantera del restaurante. El restaurante estaba abierto las veinticuatro
horas, y cuanto más tarde se hacía, más borrachos, prostitutas y
traficantes de drogas comenzaban a entrar. Se negaba a trabajar a esas
horas, pero la realidad era que no podía ser quisquillosa, no cuando no
tenía nada. Si quería sobrevivir, tenía que hacer sacrificios.

Serie Soldados de la Ira 6 85


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—¿Lista? —preguntó Striker con esa voz profunda que hacía


estremecerse todo su cuerpo.

Asintiendo, se ajustó su chaqueta y lo siguió a su SUV que los


esperaba. Una vez dentro, lo miró, vio como sus antebrazos y bíceps se
flexionaban con un ligero movimiento, y sintió el calor de su cuerpo.
Puede que fuera virgen, pero no estaba muerta ni ciega. Striker
presionaba todos los botones correctos en ella, y sabiendo, o al menos
esperando, que era un hombre más dominante, tenía imágenes de lo que
podía hacer con ella llenando su mente.

—Tengo algunas cosas de las que quiero hablarte, Elena.

Ella tragó, sin saber si su tono críptico debía preocuparla.

—Yo también necesito hablar contigo.

La miró; sabía que necesitaba contarle sobre su virginidad, sobre


sus oscuros deseos, y preguntarle sobre la foto que había encontrado.
Necesitaba saber si a él le gustaban las mismas cosas con las que ella
había fantaseado. Elena solo esperaba no hacer el ridículo.

Striker observó a Elena entrar en su casa y luego cerró la puerta.


Necesitaba hablar con ella sobre su familia, ver si había algún otro detalle
que pudiera darle, pero también necesitaba hablar con ella sobre la
mierda personal. Necesitaba decirle que la quería y que la reclamaba
como su vieja dama, sobre los deseos que tenía, sobre cómo corrían por
el lado más oscuro. Necesitaba decirle un montón de mierda que
probablemente la asustaría y la haría correr en dirección contraria.

Serie Soldados de la Ira 6 86


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A pesar de que no sabía si era virgen, tenía una muy buena


suposición de que lo era. Y por eso, sabía que probablemente no sabía
nada acerca del BDSM, sobre someterse a un hombre dominante como
él.

Entró en la sala de estar, pero se quedó ahí parado, obviamente


nervioso. Ella se retorcía las manos juntas, y él sabía que cuanto antes
acabara con esto, mejor. Después de decirle lo que tenía que decir, se
encargaría de todo a partir de ahí, basándose en la respuesta de ella.

—Siéntate, Elena, y no te preocupes tanto.

No hasta que oigas lo que tengo que decirte.

Una vez que estuvo sentada, él fue a la cocina, tomó dos vasos y
una botella de whisky. Se dirigió hacia ella, plantó el culo en la mesa de
café frente a ella y les sirvió a ambos dos dedos de alcohol.

—Nunca he tomado alcohol antes —dijo ella, aceptando el vaso.

—Podrías necesitarlo para lo que te voy a decir.

Ella se mojó los labios y asintió. No pudo evitar sonreír mientras


ella tomaba un sorbo de whisky, su cara se ponía roja, y su voz sonaba
ronca mientras jadeaba.

Pero Striker apartó su diversión, porque cuanto antes supiera esto,


más tiempo tendría para procesarlo.

—Te quiero como mi vieja dama, Elena.

Sus ojos se abrieron un poco.

—¿Tu vieja dama?

Él asintió.

Serie Soldados de la Ira 6 87


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—¿Sabes lo que significa?

Ella miró sus manos.

—No realmente, pero —Levantó la cabeza y lo miró de nuevo—,


puedo suponerlo.

—Significa que te quiero como mía, solo mía. Nadie más te tocará.
Ya tienes mi protección, pero también tendrás la de mi club. —Dejó su
vaso en el suelo después de terminar el whisky—. Significa que te
pertenezco, Elena, igual que tú me perteneces a mí.

Se quedó callada por un momento, pero él quería terminar con esta


mierda.

—Pero también necesito decirte quién y que soy antes de que


decidas si esa es la vida que quieres.

—Apenas nos conocemos.

Él asintió.

—Sí, pero dime que esto no se siente jodidamente bien.

No respondió por un segundo, pero luego se lamió los labios y


asintió.

—Lo hace —susurró.

Él tomó su mano en la suya.

—Quiero que sepas que soy un hombre dominante; también soy un


hombre al que le gusta infligir dolor durante las relaciones sexuales
porque eso me da a mí, y también a mi sumisa, placer. —Se dio cuenta
en la forma en que saltó el pulso en la base de su garganta—. Ese es el

Serie Soldados de la Ira 6 88


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tipo de deseos oscuros que tengo, y te quiero como mía, en todas las
formas. Si estás conmigo, estás en esto todo el camino.

Serie Soldados de la Ira 6 89


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

Capítulo Quince
Vieja dama.

Protección.

Todo el camino.

Las palabras resonaron en su mente mientras miraba a Striker. El


coño de Elena se volvió resbaladizo mientras miraba a los ojos de Striker.
El calor, la promesa de dolor la excitó, y su cuerpo estaba en llamas por
más.

—¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

—Te pertenecería a ti; ¿tendría tu protección y la del club?

—Nena, me gusta el dolor. —Colocó su mano sobre su rodilla—.


Necesito que entiendas en que te estás metiendo.

—Si no quiero dolor o sexo contigo, ¿me arrojarías a la calle? —le


preguntó.

—No, por supuesto que no. No soy un maldito bastardo con las
mujeres.

—Estoy un poco confundida.

—No voy a presionarte para que hagas nada.

—Vi una de tus fotos —susurró—. Donde la mujer estaba atada y


tenía marcas —dijo aún más suave—. Nunca he sido normal, Striker. No
estoy diciendo que seré capaz de soportar un dolor extremo, o que incluso

Serie Soldados de la Ira 6 90


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

seré buena en ello. Verás, nunca he tenido sexo antes, y no sé qué me


gustará.

Él levantó la mano y Elena se detuvo, agradecida de que le


estuviera dando la oportunidad de calmarse. Mordiéndose el labio,
esperaba que no viera su nerviosismo. Quería lo que él le estaba
ofreciendo, y lo quería realmente mucho.

—¿Eres virgen?

—Procedo de una familia religiosa. No nos permiten, eh, estar a


solas con los hombres, o cualquiera que pueda influenciarnos. Estoy
intacta.

—¿Incluso después de estar alejada de tu familia?

—Ganarse la vida y mantenerse a salvo parecían ser las únicas


cosas importantes. No quería tener relaciones sexuales con cualquiera.
Eso significa algo para mí.

—Ser mi vieja dama sería como un matrimonio entre nosotros. No


para los ojos de la iglesia, pero para el club, es importante.

Todo lo que decía le daba más razones para desearlo.

—Quiero eso. Te quiero a ti y ser tu vieja dama.

—Cálmate, nena. Esto no es algo que en lo que se va a realizar una


prueba, y no habrá presión.

Ella sonrió.

—Sé lo que quiero.

—Una vez que te conviertas en mía, no hay vuelta atrás. Esta no


es una decisión para tomar a la ligera.

Serie Soldados de la Ira 6 91


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—Quiero hacerlo.

—Te estás apresurando en esto.

—No lo estoy.

—Bien, ¿qué tal si experimentamos? —preguntó.

—¿Por qué me das la oportunidad de echarme atrás?

—Porque eres virgen, has pasado un trauma y no tienes idea de en


lo que te estás metiendo.

—Entonces muéstrame. —Bajó la vista a sus manos y luego lo


volvió a mirar a él.

—¿Qué?

—Muéstrame lo que quieres hacerme. Si quieres que tenga una


idea de lo que quieres hacerme, hazlo. —Respiró hondo, y la excitación
la golpeó con fuerza al pensar en sus manos sobre ella. La foto que había
visto mostraba a una mujer sometiéndose a un hombre. Quería
someterse a Striker.

Quería saber lo que era tener su mano, o su cinturón, en el culo.


Aceptaría con gusto cualquier castigo que él quisiera darle, si eso le
agradaba.

—¿Quieres que te lo enseñe?

—Sí. No me rechaces, por favor.

Él se pasó una mano por la cara, claramente pareciendo un poco


fuera de sí. Nunca se había abierto a nadie, sin embargo, pero se estaba
desnudando a sí misma de más maneras de lo que jamás había creído
posibles.

Serie Soldados de la Ira 6 92


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

—¿Quieres que te lo enseñe?

—Sí.

Él gimió suavemente.

—No seré duro contigo.

—De acuerdo. —La emoción llenó cada parte de ella, y realmente


lo deseaba tanto.

—Levántate. No te quiero con nada de ropa. —Se recostó, apoyando


la cabeza en su mano, observándola.

—¿Ahora? ¿Desnudarse aquí?

—Sí.

Ella se levantó y se quitó la chaqueta. Sus manos temblaban un


poco al empezar a quitarse cada prenda de ropa. El vestido que usaba
como uniforme cayó al suelo a sus pies; se quitó los zapatos y luego se
quitó la ropa interior. En cuestión de segundos, se quedó delante de él
completamente desnuda, y respiró hondo.

Mierda.

Estoy desnuda.

Ahora, estoy maldiciendo.

—Mírame, nena —dijo, Striker.

Lo miró a los ojos, sin darse cuenta de que había mirado


inmediatamente al suelo.

—Sabía que eras una sumisa natural, pero no sabía qué tan
malditamente. Te viene de forma natural, ¿verdad?

Serie Soldados de la Ira 6 93


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No sabía cómo responderle, por lo que permaneció callada.

—Quédate ahí —dijo él.

Se quedó perfectamente quieta mientras él se apartó de su vista.


El deseo de mirar detrás de ella era fuerte, pero se abstuvo de romper sus
reglas. ¿Le gustó lo que vio? Dejó las manos a sus costados y contó en su
cabeza. Cuando llegó a diez, lo hizo de nuevo, escuchando el ruido de
fondo mientras él movía cosas. ¿Qué estaba haciendo?

El pene de Striker amenazaba con salir de sus vaqueros. Maldito


infierno. Sabía que sería guapa, pero no estaba preparado para lo
jodidamente caliente y perfecta que era. Su polla estaba rogando por
entrar en su dulce coño. No, no en su dulce coño. Ella tenía un dulce
coño virgen.

Ninguna otra polla había estado dentro de ella antes.

Y seré el único que obtenga ese privilegio.

De pie detrás de ella, no pudo evitar admirar su culo redondeado.


Agarrando la mesa de café, la empujó hacia la pared del fondo, fuera de
su camino. Comenzó a mover otros artículos fuera del camino para tener
el suficiente espacio. Caminando detrás de ella, la tomó del brazo y la
ayudó a moverse hacia el centro de la habitación. Oyó su pequeño jadeo
cuando la tocó.

Simplemente tocándola y oyendo ese pequeño ruido que venía de


ella lo excitó. Striker contó dentro de su cabeza para mantenerse
equilibrado. Si no se controlaba ahora, iba a perderse y arruinaría

Serie Soldados de la Ira 6 94


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cualquier oportunidad de mantener a Elena para siempre. La


aterrorizaría, y huiría de él más rápido que cualquier otra cosa.

—¿Qué estás sintiendo? —preguntó.

—Todo.

Pasando sus manos por su cuerpo, acarició su trasero,


deslizándose hacia su espalda, y luego por sus brazos. Su piel era tan
suave.

Intacta.

No debería estar feliz por ese pequeño hecho, pero lo estaba.


Jodidamente le encantaba que fuera a pertenecerle.

Envolvió sus brazos alrededor de ella, sus dedos entrelazados,


abrazándola. Su polla presionó contra su culo, y él besó sus labios.

—¿Cómo te sientes ahora? —murmuró contra su boca.

—Me encanta cuando me tocas, Striker. No has hecho nada para


asustarme.

—No has sido una chica traviesa. No necesito castigarte. Voy a


quitarme la ropa. Quiero que te quedes exactamente donde estás. —La
soltó, alejándose y dándole algo de espacio. Quitándose el corte1 de cuero,
lo colocó sobre el sofá. Sin dejar de mirarla a los ojos, lentamente
comenzó a desnudarse.

La tensión en el aire subió.

1
Corte o chaleco, en referencia a un chaleco hecho de una cazadora a la que habrían
cortado las mangas. Algo propio del club.

Serie Soldados de la Ira 6 95


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

Una vez que estuvo desnudo, se paró frente a ella. Su polla estaba
dura como una roca, y envolvió sus dedos alrededor de su eje.

—Mira lo que me haces —le dijo.

Sus ojos se movieron por su cuerpo, y a él le encantó. Esto es lo


que faltaba en su vida. Las folladas vacías y la cantidad de mujeres que
había dominado no lo habían dejado sentir así.

Elena le hizo anhelar algo más.

Quería dominarla, follarla y hacerla suya. Haría lo que fuera


necesario para reclamarla como suya y nunca miraría atrás. Había visto
a sus hermanos enamorarse de sus mujeres, y cada vez, quiso encontrar
una mujer para sí mismo.

Elena era esa mujer.

Iba a hacerla su vieja dama y su sumisa, y nunca iba a dejarla ir.

Serie Soldados de la Ira 6 96


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Capítulo Dieciséis
—Quiero que seas tú mismo, que me muestres lo que es estar con
un hombre que me controle, que me dé el placer que siempre he pensado
que estaba mal.

La observó tragar, sus palabras haciendo que su pene se volviera


tan duro, haciendo que el Dom en él se levantara como una bestia
violenta. Sabía que no tenía idea de lo que sus palabras le hacían, como
afectaban a cada parte de su cuerpo y alma. Escucharla someterse
voluntariamente a él, verla parada ante él, esperando y lista para lo que
le daría, fue lo que más le gustó. También era un regalo, y uno que no
quería estropear.

Ella había estado en un evento traumático hace poco tiempo, y por


mucho que quisiera darle el tiempo que podía necesitar, estaba claro que
se estaba abriendo a él. Estaba claro que estaba lista para hacer esto.
Podría ser en sus términos, pero ella también tenía el poder y el control.

—Para esto con una sola palabra.

Ella asintió.

—¿Cuál será tu palabra segura, nena?

Le tomó un segundo, pero luego dijo:

—Libertad.

Maldición, ¿no encajaba eso en más de un sentido?

Serie Soldados de la Ira 6 97


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—Si las cosas comienzan a ponerse intensas, si no te sientes


cómoda, o cualquier cosa duele de una manera que no te da placer, usas
tu palabra de seguridad de inmediato, ¿entiendes, nena?

Asintió de nuevo.

—Intentaré ir despacio, te lo facilitaré, pero cuando estoy en una


escena, a veces es difícil separarme. Estoy en modo Dom, pero tu
seguridad, tu comodidad, y tu placer son mis prioridades.

—¿Una escena?

Sonaba tan nerviosa, y él odiaba y amaba jodidamente eso. Lo


odiaba porque no quería que se preocupara de que fuera demasiado lejos
con ella. Pero, por otro lado, estaba emocionado porque ella era
exactamente lo que él estaba buscando en una pareja sumisa. Era suya,
solo suya. Su coño virgen solo conocería su polla, sus dedos… su boca.

Su polla se sacudió y se agachó y se palmoteó, amando que sus


ojos se abrieran de par en par mientras lo miraba ser lascivo. Se dio
cuenta de que ella miraba su pene, le miraba con unos ojos grandes
mientras se masturbaba. Su cuerpo era una jodida obra de arte.

Ella tenía las caderas anchas, hechas para que las sostuviera
mientras la follaba, la reclamaba. Sus muslos eran bonitos y gruesos, y
se sentirían realmente bien envueltos alrededor de su cintura mientras
se clavaba dentro y fuera de ella. Y su coño, maldición, su coño estaba
cubierto por una mata de vello oscuro, pero aun así podía ver su
hendidura, incluso podía ver el ligero brillo entre sus muslos mientras se
movía sobre sus pies.

Alzando la mirada hacia su barriga redondeada y sus pechos, su


polla se sacudió de nuevo. Sus tetas eran grandes y redondas, las areolas
en un tono más oscuro de rosa, sus pezones duros por su obvia

Serie Soldados de la Ira 6 98


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excitación. Estaba respirando con dificultad, sus emociones claras para


que él las viera.

—Ponte de rodillas —dijo con voz grave y autoritaria. No sabía si


esto los conduciría a follar, pero seguro que le mostraría el tipo de dolor
que él entregaba, el tipo de dolor que allanaba el camino al placer.

Elena se puso de rodillas frente a Striker. Su corazón latía con


fuerza, sus nervios estaban destrozados, pero estaba empapada entre sus
muslos, tan excitada que no sabía si el calor alguna vez se iría.

Mirando su polla, tragó ante el tamaño de él. Sus muslos internos


se apretaron. Era enorme, grueso y largo, la cabeza bulbosa y salpicada
de semen.

—¿Te gusta mirarme la polla? —dijo con voz recortada.

Todo lo que pudo hacer fue asentir con la cabeza.

—Deja de mirarla y chúpala. Ponla entre esos bonitos labios tuyos.


—Su orden era dura, inflexible, y ella sabía que nunca tendría suficiente.
Esto es lo que quería, con lo que fantaseaba—. Quieres el dolor para
alcanzar tu placer, y yo necesito darte ese dolor para alcanzar el mío.

Ella miraba con asombro mientras él se acariciaba continuamente,


como si esperara a que le obedeciera.

—Vamos, Elena, pon mi polla en tu boca.

Inclinándose hacia adelante, sintió que su garganta se estrechaba


y se le hacía agua la boca. Sí, lo deseaba de todas las maneras

Serie Soldados de la Ira 6 99


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

imaginables. Agarró un mechón de su pelo, pero todavía así era suave.


Sabía que él estaba tratando de darle el tiempo para aceptar esto. Pero
ya estaba preparada. Elena sintió que había estado esperando esto toda
su vida.

No pudo contener su gemido.

—Eso es, Elena, gime por mí, hazme saber que te gusta, que
quieres más. —Se movió un centímetro hacia adelante, su mano en el
pelo de ella, y su otra mano todavía alrededor de su pene. Empezó a frotar
la punta en sus labios, y ella gimió de nuevo—. Apuesto a que tu coño
virgen está todo agradable y jugoso ahora mismo.

Un chorro de humedad la dejó ante sus palabras, y apretó sus


muslos para intentar detener el placer.

—Ahora, abre bien la boca, nena. —Movió la punta resbaladiza de


su eje a lo largo de sus labios una y otra vez hasta que obedeció.

Separó los labios, levantó los ojos para mirar su cara, y lo chupó
en su boca.

—Eso es —gruñó—. Desliza tu lengua alrededor de mi polla, lame


todo el pre-semen de la punta.

Hizo lo que le dijo, el sabor salado de su semilla cubriendo su


lengua. Aplanando la lengua tomó más de él en su boca, lo chupó, no
porque supiera lo que estaba haciendo, sino usando los gemidos de
placer que él hacía. Nunca había hecho nada sexual antes, y aunque
sentía que había sido arrojada en lo más profundo, le encantaba cada
segundo de esto.

Él comenzó a empujarse dentro y fuera de su boca. Su semen


explotó en su lengua, cubriendo todo el interior de su boca, y ella quería
más, lo necesitaba. Elena no sabía lo que le había pasado, pero quería

Serie Soldados de la Ira 6 100


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que todo su semen llenara su boca, corriendo por su garganta. Dios,


sentía que estaba perdiendo el control con Striker, como si no pudiera
obtener lo suficiente.

Puso las manos sobre sus musculosos y gruesos muslos, y empezó


a mover la cabeza. Sus uñas se clavaban en su piel, y él siseaba como si
le doliera, pero empezó a follarle con más fuerza la boca. Y entonces
agarró sus manos en una de las suyas, sus dedos enrollados alrededor
de sus muñecas, sosteniéndola inmóvil.

—No dejes de chuparme la polla, Elena —dijo.

Lo miró fijamente todavía, su pene en su boca, sus mejillas


ahuecadas. Él apretó su mano contra las muñecas de ella. Había dolor,
y fue inmediato, intenso, pero el placer que le siguió hizo que sus ojos se
ensancharan y su corazón latiera más rápido.

La volvió a empujar hacia delante otra vez, manteniendo sus


muñecas bloqueadas en su agarre, y apoyándolas sobre su pecho.

—Chúpame hasta que me corra.

Su lenguaje duro le hizo algo sucio, la hizo sentir como si fuera


libre. Gimió ante el sabor salado de él en su boca, recubriendo su lengua.
De rodillas, con sus muslos ligeramente abiertos, no tenía fricción sobre
su palpitante clítoris, y Dios necesitaba algo de fricción, al menos un
pequeño movimiento de roce. Dejando que su boca hiciera el trabajo,
comenzó a succionar con fervor.

—Sí, joder, sí.

Pudo ver que la atención de él estaba en su boca.

Serie Soldados de la Ira 6 101


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

—Me encanta que tus labios se estiren alrededor de mi polla. —


Ahora la miró a los ojos—. Estás hambrienta por mi polla, de mi esperma,
¿verdad?

Ella asintió y gimió.

—Sí, lo estás —susurró, como para sí mismo. Comenzó a levantar


sus caderas, empujando su pene más profundamente en su boca, y
provocando que ella se atragantara.

Respiró por la nariz, aflojó la garganta y dejó que él tomara el


control. Lo necesitaba. Necesitaba que lo hiciera.

—¿Estás bien, nena?

Asintió. Si, estaba más que bien.

—Voy a hacerte tragar mi esperma, hasta que haya tanto que no


puedas mantenerlo todo en tu boca.

Ella no podía respirar, no podía hacer nada más que permitirle que
la usara de la manera que ambos necesitaban. Striker comenzó a respirar
con más fuerza, apretó sus muñecas y maldijo.

—Eso es, nena. —Un profundo gemido lo dejó, y volvió a empujar


en ella una vez más antes de detenerse. Sintió los fuertes chorros de su
semen llenar su boca antes de deslizarse por la parte posterior de su
garganta. Cuando una gota de su semilla salió de su boca ella se
atragantó por la intensidad del acto, él la apartó de su polla. Sintió que
la gota de semen estaba en su labio inferior, pero no se movió para
lamerla, especialmente porque él estaba mirando fijamente su boca,
traspasado por la vista.

—Deberías verte ahora mismo —murmuró. Alargó la mano y pasó


su pulgar por encima del labio inferior de ella, recogiendo esa gota. No

Serie Soldados de la Ira 6 102


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dijo nada cuando le metió el pulgar en la boca, haciéndole chupar el


dedo—. Dime lo bueno que sabe.

Ella abrió la boca y aspiró una bocanada de aire.

—Es tan bueno.

Él no dijo nada por un segundo, y luego sonrió con una malvada


sonrisita en sus labios.

—Todavía no he terminado contigo.

Serie Soldados de la Ira 6 103


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Capítulo Diecisiete
¿Dónde diablos había estado esta mujer toda su vida? Acarició su
mejilla y le pasó la punta de su dedo por la garganta hasta que le tomó
el cuello con la palma de su mano. Elena se había tragado su semen como
una jodida profesional. Había estado con tantas putas que hacían todos
los ruidos falsos y fingían que se excitaban con lo que les estaba
haciendo, pero Elena quería estar allí, y amaba que ella estuviera allí.

—¿Te gustó chuparme la polla? —le preguntó.

—Sí.

—Nunca te han lamido el coño antes, ¿verdad? Eres virgen hasta


la médula. —Joder, eso lo encendió. Una mujer intacta nunca antes lo
había afectado, pero ahora mismo, Elena lo estaba excitando. Era pura,
intacta y a su merced. Joder quería follarla realmente tanto y hacerla
gritar. Antes de meterle la polla dentro, iba a probarla y descubrir lo dulce
que era.

—Ningún hombre me ha tocado. No estaba permitido.

—Ahora me perteneces, Elena. Después de esta noche, te dejaré


tomar una decisión, y una vez tomada esa decisión, no podrás echarte
atrás.

—No voy a echarme atrás.

Golpeó sus labios contra los de ella, mientras le daba una


oportunidad más para alejarse de él, solo una, luego le pertenecería, y no
tenía intención de dejarla ir.

Lamiendo su labio inferior, se apartó y sonrió.

Serie Soldados de la Ira 6 104


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—Siéntate en el sofá y abre bien las piernas.

No lo cuestionó e hizo exactamente lo que le pidió. Su sumisión


instantánea solo lo encendió aún más. Por lo general, tenía que entrenar
a las mujeres para obedecer sus órdenes. Se sentó en el sofá y extendió
sus piernas exactamente como él le había pedido.

—Coloca tu trasero en el borde, y quiero que tus piernas se abran


lo más que puedas.

Elena siguió sus instrucciones.

Él se hundió de rodillas, dirigiéndose hacia ella. Cuando se acercó,


mantuvo su mirada en la de ella.

—¿Quieres correr? —preguntó.

—No, no quiero.

—Estás siendo muy valiente.

—Me haces sentir segura. No tengo nada que temer cuando estoy
contigo. Cuidarás de mí.

Él puso su mano en sus rodillas y las empujó un poco más,


haciendo que ella se arquera.

—Muéstrame tus tetas. Las quiero presionadas para poder verlas.


Son una cosa hermosa, y no algo que se te permita ocultar. —Empujando
su cuerpo entre los muslos de ella, le metió las manos por las rodillas,
hasta el estómago, para ahuecar sus tetas. Eran grandes, y su polla no
podría no querer follarlas, o correrse alrededor de ellas. Se vería tan sexy
con su esperma cubriendo cada centímetro de su piel. Pellizcó los brotes
y gimió mientras lo hacía.

Ella jadeó, presionando su pecho contra sus manos.

Serie Soldados de la Ira 6 105


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

—Eres muy receptiva, nena. ¿Te gusta lo que estoy haciendo? —


preguntó.

—Sí, por favor, no pares. No quiero que te detengas.

No quería parar, ni ahora, ni nunca. Inclinándose sobre ella, tomó


uno de sus grandes pezones entre sus labios y chupó la punta con fuerza.
Giró su lengua alrededor de la punta y luego le mordió el pezón un poco
antes de calmarlo. Deslizando la lengua sobre su pecho, rodeó el otro
pezón de ella, dándole el mismo tipo de atención.

Striker era adicto a sus pezones. Presionando sus tetas juntas, no


pudo evitar jugar con su cuerpo.

—Algún día me las voy a follar, nena, y me voy a correr en ellas por
todas partes.

La escuchó jadear, y cuando la miró a los ojos, vio que estaba


excitada por lo que acababa de decir.

—Tienes un lado sucio oculto, ¿verdad, nena?

—No lo sé.

—Lo exploraremos juntos. —Besando su cuerpo, movió sus manos


entre los muslos de ella, y abrió los labios de su coño. Su clítoris estaba
hinchado, y todo su coño jugoso—. Quiero un poco de ti. Elena, no quiero
que hagas ruido. Si haces ruido, te pondré sobre mis rodillas y te daré
unos azotes sobre ese hermoso trasero.

—No haré ningún ruido.

—En el momento en que ponga mi boca en tu coño, tu tiempo


comenzará. Si haces ruido, tendrás problemas.

Serie Soldados de la Ira 6 106


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

—No habrá sonido, lo tengo, señor. —Le dio una sonrisa, y eso casi
lo destruyó.

No había forma de que ella supiera lo que le estaba haciendo. Su


inocencia era tan fácil de ver. Presionando un beso a su estómago, se
movió hacia abajo en su cuerpo, y puso su boca a pocos centímetros de
su coño. La escuchó dar un grito ahogado y empezar a retorcerse un poco.

—Recuerda, en el momento en que mis labios toquen este coño, no


habrá sonido.

—Sí, señor.

Deslizando su lengua contra su clítoris, la movió de un lado a otro.


Mirando hacia arriba, vio que sus ojos estaban cerrados, y fruncía el
ceño. Su cuerpo tembló mientras él jugaba con su coño. Era virgen hasta
la médula, y no había manera de que pudiera permanecer en silencio por
mucho tiempo. Tendría la oportunidad de marcar su cuerpo, y no podía
esperar para mostrarle lo bueno que podía ser entre ellos.

Striker le estaba haciendo difícil permanecer en silencio. Elena


mantuvo los ojos cerrados en un intento de luchar contra el abrumador
placer que le estaba dando. Su lengua tenía que venir directamente del
infierno, y la estaba atormentando. Era demasiado difícil manejar el
placer.

Abriendo sus ojos, miró hacia abajo y vio su lengua contra su coño;
estaba tratando tan duro de no hacer un sonido.

Mordiéndose el labio aún más fuerte, contuvo tantos sonidos como


era posible, pero era demasiado.

Serie Soldados de la Ira 6 107


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Él usó sus dientes y alivió el dolor con su lengua, y ella explotó,


gritando su nombre y rogando por más. El juego no se había jugado
limpiamente. Él era, con mucho, el más experimentado de los dos, y ella
nunca había tenido la oportunidad de ganar.

Mirando a los ojos de Striker, lo vio sentarse con una sonrisa en la


cara.

—Hiciste ruido.

No estaba asustada, ni nerviosa; estaba excitada. Elena quería su


marca de propiedad sobre su cuerpo. Quería pertenecer a él, y eso
significaba algo más que solo un hombre al mando. Sus padres querían
que fuera propiedad de un hombre que no la amaba, que no se
preocupaba por ella y que solo la usaría para su propio placer. Striker,
no se parecía en nada a su tío. Él era alguien que se preocupaba y quería
que ella disfrutara de su vida con él. No necesitaba decir nada; sus
acciones hablaban más fuerte que las palabras.

Ella se lamió los labios, y esperó a que le diera instrucciones.

Guardando silencio, lo observó mientras él miraba alrededor de la


habitación.

—Deslízate del sofá.

Ella se deslizó hacia abajo.

—Te quiero de rodillas, con los brazos apoyados en el sofá.

Elena se recostó en el sofá, presionando sus manos sobre los


suaves cojines. Cerró los ojos y respiró hondo.

—Me gusta el orden en mi vida, Elena. No soy un buen hombre. He


matado gente, y haré todo lo que el club me diga que haga.

Serie Soldados de la Ira 6 108


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Puso sus manos en sus caderas, y ella se sobresaltó un poco. No


pudo evitarlo.

—Puedes decirme que me detenga en cualquier momento, y me


detendré.

—No quiero que te detengas. Desobedecí, y ahora tienes que


castigarme —¿Por qué estaba tan emocionada por eso? Ansiaba la marca
de Striker a pesar de que no lo conocía tanto.

Se había llamado a sí mismo asesino, y sabía que él era parte de


un MC, un MC que mataba a personas. Era un hombre malo, pero la
hacía sentir tan viva, y eso tenía que contar para algo. Lo quería a él, y
quería que esto sucediera más que nada.

Su coño estaba empapado, y tomó cada onza de su fuerza de


voluntad para no rogarle que la azotara, aunque era todo lo que quería.

Striker le acarició el culo, y ella se tensó.

—Te has tensado, pero veo cuán malditamente mojada estás.


Quieres esto, ¿no?

—Sí. —No quería negarlo.

Elena quería que él viniera a ella por todo, que nunca volviera a
mirar a otra mujer.

—No sabes cuánto tiempo te he esperado, Elena. —Le tomó el culo


con ambas manos y abrió las mejillas. Su rostro se calentó,
preguntándose qué estaría pensando cuando la miró. Era pura hasta la
médula. Elena se había tocado a sí misma, pero nunca se había acercado
a un niño o a un hombre. Striker fue el único hombre que la vio desnuda
y la tocó así. Nunca le había hecho una mamada a otro hombre, y nunca
había querido pertenecer a alguien como lo hizo con él.

Serie Soldados de la Ira 6 109


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Los sentimientos que evocaba la sobresaltaron, y la asustaron un


poco. Sus padres no tenían este tipo de relación, ni se relacionaban como
ella y Striker.

—Has sido una chica mala, Elena. Te dije que no hicieras ruido, y
ahora, debo castigarte.

—Sí, señor.

—¿Aceptas tu castigo?

—Sí.

Él acarició su cuerpo y volvió a tocarla. Striker se apretó entre sus


muslos, y gimió.

—Tan húmeda por mí y tan lista. Me haces sufrir por estar dentro
de ti. Tu castigo va a llegar ahora.

Elena exhaló un suspiro.

Puedo hacer esto.

Quiero hacer esto.

Hazme tu mujer, Striker.

Hazme tu vieja dama.

Estaba dispuesta a pertenecerle en todos los sentidos que


importaban.

Serie Soldados de la Ira 6 110


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Capítulo Dieciocho
La forma en que exigía su obediencia la excitaba aún más.
Obedeció de inmediato, no porque tuviera miedo, sino porque anticipó
todo esto. Totalmente desnuda, sin nada oculto para Striker, Elena dejó
que la situación la llevara, que el placer y el dolor que le había dado hasta
ahora la consumieran. Por primera vez en su vida, no estaba preocupada
por su vida, o lo que podría pasar o no. Solo estaba pensando en el aquí
y el ahora.

—Ve a la pared. Pon una mano sobre ella y pon ese culo hacia
atrás.

Elena respiraba con dificultad, pero hizo lo que le dijo. Una vez en
posición, no se atrevió a mirar por encima de su hombro para ver lo que
él estaba haciendo, aunque quería hacerlo. Apoyando su cabeza en la fría
pared, cerró los ojos y esperó más. La pared bajo sus palmas sudorosas
era suave y fría, y curvó sus uñas más profundamente en ella. A pesar
de la forma en que su cuerpo se sonrojó, y el calor subía a la superficie
de su piel, se sintió helada, su piel picaba. Y entonces sintió que Striker
se movía detrás de ella, podía sentir su calor corporal, y todo en ella se
volvió aún más húmedo, más listo para esto, para él.

Él pasó su dedo por la parte posterior de su muslo, y ella cerró los


ojos, saboreando la sensación, dejando que su dominio en ese simple
toque la reclamara. Pero en cuanto sintió la boca de él en la parte baja
de su columna vertebral, su lengua moviéndose de un lado a otro, abrió
los ojos. Striker comenzó a arrastrar sus dientes a lo largo de las partes
sensibles de ella, sobre sus nalgas, agregando esa sensibilidad, esa
excitación. Un grito ahogado la dejó mientras él alisaba su lengua sobre
la picadura que le causaban sus dientes. La sensación de sus manos

Serie Soldados de la Ira 6 111


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subiendo por la parte interna de sus piernas, cada vez más cerca del
punto de su cuerpo que dolía por su tacto, que estaba empapado, hacía
que todo a su alrededor se volviera confuso.

Podía sentir su aliento cálido y húmedo en su piel, en las partes


más íntimas de ella. La punzada afilada de la palma de su mano sobre
su trasero desnudo la hizo jadear y morderse el labio, deseando más,
necesitándolo. El lugar donde había golpeado estuvo cálido cuando la
sangre se precipitó a la superficie. La adrenalina y las endorfinas se
movieron a través de su torrente sanguíneo, dejándola emocionada por
más, lista para llevar esto hasta el final.

La azotó de nuevo, y otra ola de endorfinas la llenó.

—Oh. —La única palabra salió en un suspiro. Sus uñas rasparon


contra la pared, y el latido de su corazón latía en sus oídos. Y luego la
boca caliente y húmeda de Striker se fijó en su coño. Él separó los
cachetes de sus nalgas, la devoró sobre su vértice, y sabía que se correría
solo con esto.

Su lengua, ligeramente áspera, la atormentaba en grandes olas,


moviéndose hacia arriba y hacia abajo como si estuviera lamiendo una
piruleta. Y sus manos, Dios, sus manos eran suaves, pero exigentes
mientras agarraba las mejillas de su trasero.

Enroscando sus dedos alrededor de sus caderas, la empujó hacia


atrás, forzándola más firmemente sobre su boca al asalto, y la folló de
una manera que ella deseaba que él estuviera haciendo con su polla.

—Tan dulce, Elena —gimió contra su carne—. Eres mía. Mía. —El
gruñido áspero de sus palabras envió una lanza de placer directamente
a su clítoris y tuvo el pequeño brote hinchándose todavía más.

Serie Soldados de la Ira 6 112


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Se apartó y pasó su dedo por sus resbaladizos pliegues, metiendo


uno de sus largos y gruesos dedos en su vagina, lento, pero
poderosamente. Su coño lo apretaba, los músculos lo atraían, lo
chupaban como si le dijera sin palabras que quería su polla.

Follando su coño con empujes lentos y constantes con su dedo, usó


su otra mano para suavizar el montículo de su culo y darle a una mejilla
un apretón. Era doloroso, pero entonces suavizaba el dolor y hacía que
el placer se elevara en ella de nuevo.

¡Plas!

Dio el golpe al mismo tiempo que metía el dedo profundamente


dentro de ella.

¡Plas!

Otra nalgada más y estaba a punto de correrse.

—Todo mío, Elena. Este coño, tus tetas, joder, todo sobre ti es mío.
Nadie más te tendrá.

Gimió su aprobación ante las palabras de él.

Volvió a golpearla en el culo al mismo tiempo que le sacaba el dedo


y le colocaba la boca encima de la abertura. Tomó una mano y la movió
delante de ella, colocándola justo sobre su abdomen. La mantuvo en su
lugar mientras la lamía y chupaba. Puso su otra mano en la parte inferior
de su espalda y usó el movimiento para empujarla hacia adelante para
que su culo estuviera más sobresaliendo, su coño empujado más
profundamente en su boca a la espera.

Y luego, con un largo barrido de su lengua en la hendidura de ella,


se elevó por detrás. Su pecho cubrió su espalda, y ella sintió su piel
desnuda en la suya, resbaladiza por el sudor. Los dos estaban desnudos,

Serie Soldados de la Ira 6 113


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y ella no podía pensar, no podía formar las palabras, aunque quisiera.


Cerró los ojos y exhaló al sentirlo. La pesada longitud de su dura polla se
deslizó contra su resbaladiza hendidura, sus labios vaginales
enmarcando la masiva longitud. La empujó contra ella, y la punta de su
polla frotó su clítoris.

Su áspera respiración tenía a los zarcillos de su pelo haciéndole


cosquillas en la cara.

—Podría devorarte y todavía así no sería suficiente, Elena. —Sus


palabras, susurradas en voz baja y ronca, se deslizaron por el costado de
su cara, encendiéndola—. Dime que quieres eso, que quieres que reclame
cada parte de ti.

—Quiero eso —dijo sin dudarlo.

La mano que atravesaba su vientre se deslizó por su caja torácica


y cubrió un pecho. Su dedo índice y pulgar encontraron su sensible pezón
y comenzaron a retorcerlo. Tirando del tejido de su cuerpo al mismo
momento que lo hacía rodar entre sus dedos, Elena se encontró
mordiéndose el labio para sostener su gemido. El sabor de la sangre
golpeó su lengua, y fue entonces cuando se dio cuenta que se había
mordido el labio inferior, que había roto la piel porque su cuerpo estaba
tan lleno de deseo que no podía ni siquiera ayudarse a sí misma. Era
placer mezclado con dolor.

—Este coño es mío —dijo con dureza y abofeteó su coño con la


palma de su mano.

—Ah… —gritó ella.

—Este coño es todo mío. —Abofeteó su coño tres veces más,


causando que la sangre se precipitara a la superficie, haciéndola

Serie Soldados de la Ira 6 114


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necesitada por más, pero deseando rogarle que se detuviera, todo al


mismo tiempo.

Aplicó más presión a su dolorido pezón y luego curvó sus caderas


hacia adelante, golpeando su clítoris otra vez más con la raíz de su
erección. Todo su cuerpo comenzó a temblar.

¡Plas!

Volvió a abofetear su coño hasta que un pequeño temblor de clímax


declaró que aumentaría. Pero antes de que pudiera atravesarla, de
repente él se alejó y se sintió desolada, helada y muy decepcionada.
Apoyando su cabeza en la pared frente a ella, no tuvo tiempo de preguntar
por qué se había detenido porque su mano estaba de vuelta en su trasero,
alisando el globo.

—No te corras, nena. Te corres cuando te dé permiso.

Ella se lamió los labios.

—Dime que lo entiendes.

Respiró y asintió.

—Lo entiendo, señor. —Y entonces la estaba girando y levantándola


en sus brazos.

—No voy a follarte contra la pared. Para esta primera vez, por tu
primera vez, estarás en mi cama.

Cuando lo miró a los ojos, la intensidad, la determinación de


tenerla, hizo que todo lo demás desapareciera.

—Voy a tener cada parte de ti diez veces más, nena, y nunca será
suficiente —gruñó las palabras—. Cuando termine contigo, sabrás a
quién perteneces realmente.

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Capítulo Diecinueve
Elena sabía tan dulce, y el hecho de ser virgen significaba que
Striker la deseara mucho más. Nadie más podía darle lo que ella quería,
solo él podía. Al final de la noche, estaba decidido a hacerla tan adicta a
su toque como él al de ella. Al final de la noche, iba a hacer imposible que
lo dejara.

Sabía que estaba siendo un maldito malvado, pero no le importaba.


Toda su vida había estado buscando a una mujer como Elena, y ahora
que la había encontrado, no iba a dejarla ir. Su sumisión lo atrajo,
haciéndolo querer no solo cuidarla, sino también darle las reglas y los
límites que ella necesitaba para prosperar. Prosperaría bajo su cuidado y
amor.

—Si en algún momento quieres que me detenga, dilo y me detendré.

—No voy a pedirte que pares, Striker. Esto es lo que quiero. Quiero
pertenecerte.

—Tienes que tomar una decisión esta noche.

—Lo haré.

Vio en sus ojos que ya había tomado su decisión. Striker iba a


asegurarse de que no se arrepintiera. Pateando para abrir la puerta, la
llevó a la cama y la acostó en el centro.

—Te voy a atar a la cama. Dame tu mano.

No dudó en darle la mano y él envolvió la seda alrededor de la


muñeca. Se aseguró de que, aunque no le quedara muy apretada, no
pudiera liberarse y se trasladó al otro lado de la cama.

Serie Soldados de la Ira 6 116


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—¿Atas a todas tus mujeres aquí? —le preguntó.

—No traigo a mujeres aquí, nena. —Ató su otra muñeca a la cama


y se subió a ella. Abrió sus muslos y se instaló entre ellos. Su vagina
estaba bien abierta y lista para ser tomada a pesar de que no miró—.
Eres la única que he tenido en esta cama.

Movió sus manos desde la cintura de ella hasta sus tetas,


ahuecándolas en sus manos. Presionando sus pulgares contra sus
pezones, movió sus pulgares de un lado a otro, observando cómo sus
brotes se endurecían bajo su tacto. Era tan receptiva, y lo encendió solo
por las reacciones de su cuerpo.

—Eres tan jodidamente caliente —dijo.

Al pellizcarle los pezones, le encantaba la forma en que ella gritaba.


Trató de cerrar las piernas, pero él la mantuvo abierta, esperando que la
tocara. Quería que gritara su nombre y le rogara que la follara para que
cuando le metiera la polla dentro de ese coño apretado, no sintiera
ningún dolor.

Soltando sus pechos, se movió hacia abajo, y finalmente se


permitió a sí mismo mirar su precioso coño. Abriendo sus labios, miró su
hinchado clítoris. Su coño estaba rojo por sus bofetadas, y ella estaba
empapada de crema.

Nunca había visto a una mujer tan excitada por que le dieran una
bofetada en el coño. A las mujeres en el club de Zeke se les pagaba para
que lo tomaran, pero eso no significaba que realmente lo disfrutaran.

A Elena le encantaba. A su cuerpo le encantaba sentir dolor y


placer combinados.

Deslizando sus dedos a través de su crema, se acercó a su coño


virgen. Iba a disfrutar tomando esa cereza, y lo iba a hacer con su polla.

Serie Soldados de la Ira 6 117


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Subiendo su dedo hacia arriba, rodeó su clítoris y observó su reacción.


Ella amaba cada toque que él le daba.

Tiraba de las ataduras que la mantenían en su lugar, pero no le


rogó que se detuviera. Siguió arqueándose hacia él, intentando que la
tocara aún más.

Retirando sus manos, se chupó el dedo en la boca, probando su


crema.

—Yo soy el que está al mando, nena. Haz lo que te digo.

—Sí, señor.

—Quédate quieta. Quiero lamerte el coño, y te vas a quedar quieta


mientras juego contigo.

La vio respirar hondo y asintió.

Capturando sus caderas, la levantó, y siguió mirándola fijamente a


los ojos mientras deslizaba su lengua por su clítoris. No se le permitía
correrse; él le había negado ese derecho hasta que estuviera listo.

Con la lengua en su coño, no pudo resistirse a ver la pelea en sus


ojos mientras se quedaba quieta. Tan perfecta, tan sumisa y no se movió.
Le permitió jugar, lamer su clítoris y chupar su coño.

Era la mujer que había estado esperando para compartir su vida.


La única mujer destinada a ser suya, y no iba a dejarla ir.

Durante más de treinta minutos, lamió, chupó y jugó con su coño;


a lo largo de todo esto, Elena no se movió. Le abrió su cuerpo y dejó que
él se saliera con la suya. Por fin tenía su propio juguetito con el que jugar
exactamente como quería.

Serie Soldados de la Ira 6 118


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Soltando su coño, presionó sus dedos contra su clítoris, y se inclinó


sobre ella.

—Prueba tu coño en mi boca, nena —le dijo.

Ella se inclinó y tomó posesión de sus labios. Le lamió los labios


antes de deslizarse hacia adentro y besarlo profundamente.

—Tienes un sabor increíble.

—¿Striker?

—Quiero que te corras para mí ahora, Elena. Córrete sobre mis


dedos para que pueda desliar mi verga dentro de ti y darte lo que
necesitas.

Como la buena sumisa que era, se corrió cuando él le tocó el coño.


Tomó posesión de su boca para un beso final. Al retroceder, mantuvo sus
dedos en su coño y agarró su polla. Estaba listo para follarla. Alineando
la punta a la entrada de ella, presionó la cabeza hacia adentro, quitó sus
dedos del clítoris de ella, y golpeó todo el camino hacia adentro.

Sintió el desgarro de su himen al tomarla como suya, reclamando


no solo su virginidad, sino también a la mujer. Elena le pertenecía ahora
en más de un sentido. Era su mujer.

Ella gritó su nombre, resistiéndose a él.

Las ataduras la mantuvieron en su lugar. Alcanzándola, le soltó las


manos y la abrazó. Ella le agarró los hombros; esperaba que lo empujara
lejos, pero no lo hizo.

—Duele.

Serie Soldados de la Ira 6 119


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—Lo sé, nena. —No era pequeño, y había tratado de prepararla


para que no fuera tan doloroso. Lo último que quería hacer era herirla.
Nunca quiso hacerle daño, no de esta manera.

El dolor que le causó fue del tipo que ella necesitaba. Esto no era
lo que él quería.

Reclamando sus labios, la envolvió con sus brazos, intentando con


todas sus fuerzas protegerla, y mostrarle el tipo de amor que se merecía.

—Te protegeré con mi vida, Elena. Nadie te hará daño nunca. —


Ahuecando su mejilla, la obligó a mirarlo mientras hablaba.

—Te creo.

Tomando posesión de sus labios, apretó sus brazos alrededor de su


cuerpo y los giró sobre la cama para que ella estuviera sobre él.

—Striker, ¿qué estás haciendo?

—Esta es tu primera vez. Sabes lo que quieres y cuánto puedes


tomar. Móntame, nena.

Las manos de ella descansaban sobre su estómago, y Striker no


pudo evitar admirar sus gruesas curvas. Su pequeña inocente estaba
fuera de su zona de confort.

—No sé qué hacer.

—Primero, espera hasta que estés lista para montar mi polla.

—¿Eh?

—¿Te duele? —Acarició su clítoris y gimió cuando su vagina apretó


su polla aún más fuerte. Estaba apretada como la mierda, y era como si
su pene estuviera en un torno.

Serie Soldados de la Ira 6 120


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Ella se movió un poco y agitó la cabeza.

—No duele, para nada.

Tomando sus caderas, hizo que ella empezara a montar su polla,


la levantó, casi sacándola de su polla, luego se detuvo y tiró de ella hacia
abajo.

—¿Eso duele? —preguntó.

—No, se siente tan bien.

Sus pezones estaban duros como una roca, presionando hacia


adelante.

—Averigua lo que te gusta.

—Pensé que te gustaba ser el que mandaba.

—Sí, pero no soy un total imbécil. Esta es tu primera vez.


Considéralo un regalo que te estoy dando, dejándote montar mi polla,
nena. No te daré estos regalos a menudo.

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Capítulo Veinte
Todo esto era tan nuevo para Elena, pero se sentía tan bien, tan
bien. Striker estaba ahora sobre su espalda, y ella se elevaba por encima
de él, con sus piernas a ambos lados de su gran cuerpo, su enorme polla
apoyada contra su entrada. Su vagina estaba dolorida, pero fue esa
deliciosa quemadura y estiramiento lo que le dijo que esto era de lo que
se trataba la vida, esto era de lo que estaba hecha la experiencia.

—Vamos, nena, pon mi pene dentro de ti, y muévete arriba y hacia


abajo. Encuentra tu placer, también.

Ella alcanzó entre ellos, agarró su monstruosa verga, y la mantuvo


en la posición que quería. Tenerlo dentro de ella era incómodo, no solo
porque era su primera vez, sino en general por su tamaño. La había
estirado, la había llenado hasta el punto en que se sentía repleta. Pero
no quería que esto terminara.

Bajándose sobre él, sintió que la ancha cabeza de su erección


empujaba en su cuerpo. Un jadeo de placer e incomodidad la abandonó,
pero no quería que se detuviera, no quería que nada de esto terminara.
Esta era la primera vez en su vida que sintió algo remotamente real.

Esta era la primera vez que se sintió viva, como si no estuviera


viviendo una mentira.

Él gruñó.

—Tu coño está tan jodidamente apretado, tan mojado y caliente.

Ella empujó todo el camino hacia abajo hasta que gimió ante la
exquisita sensación de él completamente dentro de ella.

Serie Soldados de la Ira 6 122


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—Móntame, nena.

Hizo lo que él le dijo, levantándose y empujando hacia abajo, una


y otra vez, hasta que estuvo perdiendo la cabeza con las sensaciones que
la bombardeaban. Pero cuando sintió que sus pechos se balanceaban con
su movimiento, sintió que el calor se apoderaba de ella. Striker la volvió
a tener sobre su espalda, sus muslos se separaron y su gran cuerpo
encajó entre ellos. Todavía estaba en lo profundo de su cuerpo, tenía sus
manos sobre su cabeza, y sostenía sus muñecas con una de sus manos.

—Este es todo el control que puedo darte, nena.

A ella no le importaba, porque le gustaba que él fuera el dominante,


le encantaba que le diera todo.

Él comenzó a retirarse y empujar en ella de nuevo, sin darle tiempo


para adaptarse a su enorme tamaño.

La mano que no sostenía sus muñecas estaba al lado de su cabeza


y podía ver la forma en que su bíceps se flexionaba por la fuerza que le
tomaba sostenerse sobre ella. Estaba empujando superficialmente hacia
ella, y mirándola directamente a los ojos.

—Pon esos preciosos muslos a mi alrededor, déjame profundizar,


follarte, Elena.

Elena, envolvió sus piernas alrededor de su cintura, sus talones,


en la parte baja de su espalda.

Él volvió a gemir y renovó sus esfuerzos de bombeo.

Striker era como un hombre salvaje, empujando, bombeando,


llevándola tan cerca del borde y luego parando justo antes de que se
acercara. Su agarre en sus muñecas era tan dolorosamente apretado, sus

Serie Soldados de la Ira 6 123


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dedos hormigueaban, comenzando a adormecerse, pero Dios, a ella le


encantaba.

Su coño estaba tan mojado para él, y el sonido de su piel golpeando


la de ella resonaba en la habitación.

—Tan mojada y apretada —gruñó contra su cuello y cogió


velocidad. Comenzó a pasar sus dientes a lo largo del cuello de ella,
enviando un doloroso placer por todo su cuerpo.

—Córrete para mí, nena, aprieta esa vagina en mi polla, ordeña mi


leche.

Su boca se abrió en un grito silencioso, y estaba cayendo por el


borde hacia un final sin sentido, feliz. Lloriqueó mientras el orgasmo
causaba estragos en su cuerpo y mente. Justo cuando el subidón
comenzó a disminuir lentamente, se encontró a sí misma girada sobre su
vientre. Era una locura querer más, necesitar más, pero lo hizo.

Con las palmas de sus manos planas sobre el colchón y las piernas
abiertas de par en par, esperó a que él hiciera su siguiente movimiento.

—Saca ese culo y déjame ver el coño que me pertenece —gruñó.

Hizo lo que él le ordenó, sintiendo como el aire frío se movía sobre


su trasero y entre sus muslos. Su vagina seguía convulsionando después
de los temblores de su orgasmo. Con el pecho plano sobre el colchón y el
trasero en alto, quería que la tomara por detrás, para controlarla también
de esta manera.

Elena cerró los ojos cuando sintió que sus dedos resbalaban sobre
su hendidura y recogía su crema justo antes de introducirla
profundamente en su cuerpo. No había tensión, no había preocupaciones
sobre lo que pasaría después, mientras él la folló con los dedos por solo

Serie Soldados de la Ira 6 124


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un segundo. Finalmente, arrancó los dedos, le dio una fuerte bofetada en


el culo, y volvió a sentir la punta de su polla en su entrada.

Empujó en un movimiento fluido, y ella se mordió el labio y cerró


los ojos ante la sensación. Las sábanas estaban muy apretadas entre sus
dedos, y él empezó a empujar dentro y fuera de ella lo suficientemente
fuerte como para que empezara a deslizarse sobre la cama. Y entonces le
cubrió la espalda con su pecho poniendo una mano en su hombro para
mantenerla quieta, y comenzó a chuparle un lado de su garganta. Ya
había asegurado su placer antes que el de él, llevándola al clímax en
numerosas ocasiones, pero todavía así, no había encontrado su propia
liberación.

—Eres mía, Elena. Nadie te tendrá nunca, nunca pensarán en


tenerte. —La golpeó con suficiente fuerza y ella gritó, y se le formaron
lágrimas en el rabillo de los ojos—. Cazaré a los que te lastimaron y los
haré pagar. —Empujó una y otra vez—. Les haré desear que nunca te
hubieran hecho daño.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. No respondió, no pudo. Él se echó


hacia atrás, y el escozor de su mano al entrar en contacto con su culo la
hizo jadear, pero luego alisó la palma sobre el dolor, haciendo que el
placer aumentara. Él continuó empujándose y retirándose de ella.

Una y otra vez, bombeó su polla en su coño.

—Ruégame mi semen. —Su voz era espesa como la miel, pero no


dulce. Era fuerte, duro, oscuro y masculino.

Se sintió ruborizarse, no porque estuviera siendo grosero, sino


porque quería que se corriera y decirlo en voz alta la haría sentir como si
esto fuera aún más real.

—Quiero tu semen, Striker.

Serie Soldados de la Ira 6 125


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Él gimió de placer.

—¿Sientes lo duro que estoy por ti? —La sacó para que así solo la
punta estuviera alojada en su vagina. La empujó hacia atrás con la
suficiente fuerza como para dejarle un hueco.

—Sí —gimió. Quería decirle que lo hiciera, rogarle que pusiera fin
a su miseria. Las lágrimas picaban en sus ojos, pero eran del tipo bueno.
Esto era como nada que hubiera sentido antes.

Apretó su coño alrededor de él.

—Joder, Elena. Estás tentando a una bestia.

Tal vez lo estaba, pero en este momento ni siquiera le importaba.

La quemadura del dolor y el estiramiento pronto desaparecieron y


algo mucho más agradable y electrizante ocupó su lugar. Cada vez que
empujaba en ella, el deseo aumentaba. Sus gemidos fueron suficientes
para tenerla acercándose a otro orgasmo, pero fue su dedo frotando su
clítoris lo que la hizo gritar. Volvió la cabeza y cerró los ojos, dejando que
oleada tras oleada de placer la consumieran.

Un empuje, dos empujes, y en el tercero, se enterró profundamente


hasta las bolas y maldijo en voz alta. Su lenguaje era burdo y vil, pero
reflejaba las fuertes emociones que estaba segura que él sentía. Pareció
que pasó mucho tiempo antes de que finalmente se desplomara sobre
ella, su gran cuerpo la calentaba, sofocándola hasta que ella estaba
jadeando para respirar.

Cuando salió de ella y rodó sobre su costado, la sorprendió como


el infierno colocando una mano entre sus muslos, frotando el agujero de
su coño y empujando su semen que había comenzado a filtrarse fuera de
la parte posterior de su cuerpo. Frotó la leche resbaladiza por todo su
coño, como si la estuviera marcando. Finalmente, envolvió su cuerpo

Serie Soldados de la Ira 6 126


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alrededor del de ella, abrazándola con fuerza. Ella no cuestionó su


intimidad. No, solo cerró los ojos y dejó que la neblina post eufórica la
consumiera. Podría preocuparse por lo que esto significaba y lo que
realmente sucedería al final de todo esto, más adelante. En este
momento, solo quería disfrutar de los efectos secundarios de lo que
Striker acababa de darle, de hacer para ella.

Serie Soldados de la Ira 6 127


Sam Crescent & Jenika Snow La manera en que me gusta

Capítulo Veintiuno
Elena tenía que tomar una decisión, y Striker la apretó un poco
más fuerte. Había tomado su virginidad, y en lo que a él se refería, ella le
pertenecía. Nadie iba a llevársela, pero le había hecho una promesa, y
tenía la intención de cumplirla incluso si eso lo mataba.

—Eso fue increíble —dijo ella.

—Puede ser así todas las noches.

—Eso es lo que quiero. —Lanzó un suspiro—. ¿Siempre es así?

—Depende del hombre con el que estés. No puedo garantizar que


todos los hombres sean buenos en la cama.

Ella soltó una risita y se dio la vuelta, apoyando su mano en su


pecho, y levantándose.

—No otros hombres, tonto. Tú, yo, nosotros, ¿siempre será así?

—Sí, nena. —Ella sonrió—. ¿No estás pensando en huir?

—No, no lo estoy.

Striker alargó la mano, acariciando su mejilla.

—¿Significa esto que no vas a echarte atrás?

—Voy a ser tu chica, Striker. Tu vieja dama y cualquier otra cosa


que quieras que sea.

Ahuecando su mejilla, le acarició los labios con el pulgar.

—No te arrepentirás.

Serie Soldados de la Ira 6 128


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Nerd estaba revisando el archivo que había obtenido de los padres


de Elena cuando sonó su teléfono móvil. Sin mirar la pantalla, contestó.

—Nerd, tengo que pedir un favor —dijo Striker al otro extremo.

—Tú y tus malditos favores. ¿Qué quieres ahora? —preguntó. No


le importaba trabajar para sus hermanos. Vivía para el club y ayudaba a
todos los hermanos, incluso a Shakes. Teniendo en cuenta que Shakes
ya no formaba parte del grupo, y casi había conseguido que todos
murieran, seguía dispuesto a ayudar al hombre. Los Soldados de la Ira
eran su familia, su sangre, y les serviría hasta su último aliento, aunque
técnicamente Shakes ya no fuera un Parche.

—Me amas, hijo de puta —bromeó Striker—. Los padres de Elena,


¿sabes dónde están? —preguntó.

—¿Quieres que compruebe y vea si se han puesto en contacto con


algunos lugares, buscando a Elena? —Nerd había hecho su investigación,
y sabía que sus padres se habían detenido en un restaurante cerca de
donde Elena solía vivir, preguntando por ella. Habían publicado algunas
fotos.

A Nerd no le gustó. No le gustaba la idea de que alguien persiguiera


a la mujer de Striker, diablos, a las mujeres en general. Striker la había
reclamado, y ahora, para los ojos del club, tenía que ser protegida a toda
costa.

—Necesito saber más sobre ellos. Tienes las cosas fundamentales,


quiero saberlo todo. ¿Puedes encontrar tanta información como puedas?
—preguntó Striker.

Serie Soldados de la Ira 6 129


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—Voy a salir ahora. Me llevaré a Joker conmigo. Él siempre es


bueno para obtener información de la gente. —Joker también era el
vicepresidente, así que, si decidía encargarse de los padres de Elena,
Demon no discutiría.

—Gracias hermano.

—Feliz jodienda —dijo Nerd sonriendo, colgando mientras Striker


empezaba a maldecir su nombre.

—¿Dónde voy? —preguntó Joker, que venía a sentarse en el bar.

—¿Quieres ir a atrapar a la gente decidida a casar a Elena con su


tío? —preguntó pasándole el archivo a Joker.

Joker maldijo.

—¿Striker finalmente la ha declarado como suya?

—Sí. Nuestro club se está convirtiendo en un grupo de calzonazos.


Nuestros enemigos no van a pensar que somos una gran amenaza a este
ritmo.

Joker se echó a reír.

—Suenas un poco celoso.

—¿Celoso? Jódete. Tienes un coño que satisfacer cuando yo puedo


tener una variedad. —Se giró en su silla de modo que estuviera mirando
la habitación—. Mira lo que tengo. Tengo una pelirroja, una rubia falsa,
morena, hasta hay una perra de pelo púrpura por ahí. Cada una con un
gran y único regalo.

—Y cada una de esas putas se moverá a otro hermano y se olvidará


de ti. Seguirán adelante, y serás recordado como una follada, nada más.

Serie Soldados de la Ira 6 130


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—Una gran follada —dijo Nerd.

Joker agitó la cabeza.

—Sabes, hubo un tiempo en que te hubiera creído. Pensé que follar


con cualquier número de coños me haría sentir mejor. No lo hace. Hay
más en la vida que un polvo al azar.

—¿Qué hay de Amy? No ha sido exactamente fácil trabajar con ella.


—Sabía que había mucha historia entre Joker y Amy, hasta el punto de
que habían sido hermanastros. Su propio padre había abusado
sexualmente de Amy, y si no hubiera sido por Joker acabando con el
hombre en un brutal asesinato, el bastardo seguiría andando por ahí.

Joker sonrió, y en ese momento, Nerd sintió que realmente se


estaba perdiendo algo. Cuando todos los hermanos se reunían para una
barbacoa o una fiesta familiar, se sentaba y observaba a los hombres con
sus mujeres. Incluso había visto a Shakes con Daniella; eso estaba todo
jodido. Nerd nunca pensó que un hombre se arriesgaría a morir por estar
con una mujer, que lo dejaría todo por un pedazo de culo. Durante los
últimos diez años, había sido una follada de mujeres al azar, sin
importarle una mierda si ellas acababan, y simplemente disfrutando de
la sensación de hundir su polla dentro de un dulce y apretado coño.

Demon. Joker, Steel, Shakes, e incluso Zeke, que realmente no


tenía mucho que ver con el club, habían encontrado el amor. Esa palabra
había sido muy fea para él durante tanto tiempo, pero ¿cómo podía serlo
cuando había presenciado el amor entre sus hermanos y sus viejas
damas?

—Amy no es una mujer fácil de enamorar, pero no cambiaría quién


es ella. Sí, me gustaría que no hubiera pasado por el infierno por el que
ha pasado. Sus pesadillas siempre me atormentarán. No puedo soportar
la idea de cualquier daño que pueda llegar a ella. La amo con todo mi

Serie Soldados de la Ira 6 131


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corazón. Tú miras a esas mujeres y ves un rollo fácil, yo no veo nada. Son
un agujero caliente que te mantendrá caliente durante diez minutos
antes de que salte a la cama de otro hombre. Amy, me mantendrá caliente
toda la vida. Sus sueños finalmente están en paz, y pronto vamos a tener
un bebé.

—¿Está embarazada?

—Estamos embarazados, y voy a ser padre. Entiendo que no


quieres las molestias de una mujer, pero hay algo que decir sobre
entrelazar tu vida con la de otra persona. —Le dio una palmada en la
espalda—. Saldremos esta noche. Solo informaré a Demon sobre lo que
estamos haciendo.

Bajando de su taburete, salió y se dirigió hacia su moto. Las


palabras de Joker consumieron sus pensamientos. ¿Cómo sería si tuviera
alguien con quien volver a casa? Sus hermanos que habían encontrado
viejas damas no pasaban mucho tiempo en las fiestas del club. Si estaban
en el club, sus viejas damas estaban a su lado.

Joker salió del club y, después de que ambos se hubieran sentado


a horcajadas en sus motos, salieron del estacionamiento. No sabía a qué
se dirigían y eso siempre lo ponía nervioso.

Había memorizado el lugar donde vivía Elena, y tuvo que decir que
la chica no había corrido tan lejos de casa como ella pensaba. Después
de dos horas montando sin chocar con el tráfico, entraron en el
restaurante local cerca de los padres de Elena. Ya eran más de las diez
de la noche, y había varias parejas en el restaurante abierto veinticuatro
horas.

—Mira eso —dijo Joker, señalando hacia la puerta.

Había una foto de Elena con la palabra desaparecida encima.

Serie Soldados de la Ira 6 132


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—Supongo que pensaron que no lo lograría —dijo Joker.

Entraron en el restaurante y se sentaron en la parte de atrás.

—Striker me dijo que encontró a Elena trabajando en un


restaurante. ¿Crees que ella trabajó aquí?

—Por el archivo que tienes, no. Sus padres le enseñaron en casa;


tenían miedo de la maldad exterior. No la dejaron trabajar. —Sonrió a la
camarera que se acercó.

Estaba muy embarazada, y parecía que había visto días mejores.


Había manchas de grasa por todo su uniforme, junto con kétchup, y su
pelo estaba resbaladizo por el sudor.

—¿Qué puedo ofreceros, chicos?

—Café para mí —dijo Nerd.

—Igual que para mí. Me preguntaba por la chica de la puerta —dijo


Joker, señalando con la cabeza hacia la puerta.

—¿Qué quieres decir? —preguntó la camarera. Su uniforme no


tenía una etiqueta con su nombre.

—La foto de la chica desaparecida en tu escaparate, me lo


preguntaba. Me resulta familiar —dijo Joker, claramente pescando—.
¿No la reconoces? —Joker lo miró directamente.

—Sí, yo también me lo estaba preguntando. Pero no me pareció tan


extraña.

La camarera bajó su libreta y miró alrededor del restaurante detrás


de ella.

Serie Soldados de la Ira 6 133


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—Elena se ha ido hace un par de meses. Su padre y su supuesto


prometido vinieron, pero no al mismo tiempo. Escuché al padre hablando
por teléfono, diciendo mierda sobre Elena. Es enfermizo. Iban a casar a
la pobre chica con un hombre de la misma edad que su padre. Incluso
he oído decir que se ocupan de los castigos corporales. He visto a su
madre en el banco, repartiendo panfletos, y sus moratones no se podían
esconder con maquillaje.

A Striker no le iba a gustar eso. Iban a tener que ocuparse de la


familia de Elena antes de que llevaran a la policía a la casa del club de
los Soldados.

Joker chasqueó la lengua.

—Horrible. No podría ser la misma chica.

—Espero que nadie la encuentre. Lo último que necesita Elena es


que la obliguen a regresar aquí. —La camarera los dejó solos—. Decir que
me sorprendió la mierda que les oí decir es quedarse corto.

—Suena jodido para mí.

—No voy a discutir contigo, hermano.

El club iba a tener que ocuparse de este problema.

Serie Soldados de la Ira 6 134


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Capítulo Veintidós
Striker metió su Harley en el estacionamiento de la casa del club,
apagó el motor y miró a Elena por detrás de él. Llevaba un casco, con los
ojos muy abiertos y la boca cerrada. No pudo evitar sonreír a pesar de la
mierda con la que tendría que lidiar lo suficientemente pronto.

Su mujer parecía cagada de miedo.

La ayudó a bajar de la moto, le quitó el casco, y porque no podía


controlarse, se inclinó y la besó. Ella hizo un sonido suave contra sus
labios, y su pene se endureció al instante. Cuando se retiró, podía ver
que estaba más relajada, y le encantó que solo con un jodido beso de su
parte pudiera causar eso dentro de ella.

—¿Estás seguro de que está bien estar aquí? —preguntó ella, ahora
mirando por encima de su hombro al club.

—Eres mi vieja dama. Mía, Elena. Necesitas protección, y no voy a


dejarte sola en el apartamento, no cuando la mierda se va a poner muy
fea antes de que esto acabe. —Vio la forma en que su garganta se movía
cuando tragó, y supo que lo que decía la asustaba, pero necesitaba saber
la verdad. Aún no le había dicho que iba a ir detrás de su familia, que de
hecho había estado buscando cerca de donde había escapado.
Necesitaría saber esa mierda tarde o temprano, pero ahora mismo solo la
quería en el club y a salvo.

Ahuecó su mejilla.

—Estás en esto ahora, eres parte de mi vida. Eso significa que yo,
al igual que mi club, te protegeremos a toda costa.

Ella asintió y volvió a mirar al club de nuevo.

Serie Soldados de la Ira 6 135


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—Todo esto es tan rápido…

—Tal vez, pero es lo correcto.

Asintió, sonriendo suavemente.

—Además, hay otras viejas damas dentro desde que las trajimos a
todas aquí por protección hasta que la mierda se arregle.

—¿Están aquí también por protección?

La besó una vez más antes de responder.

—Cuando la mierda cae, o sabemos que vamos a tener que actuar


en algo peligroso, nos encerramos. Traemos a toda la familia dentro de la
protección del club y nos aseguramos de que estén en un solo lugar por
seguridad.

Ella asintió.

—Tiene sentido. —Seguía mirando la casa del club, y podía ver que
seguía nerviosa.

—Oye, nena. —Esperó hasta que lo miró—. Todo estará bien, ¿de
acuerdo? Me aseguraré de eso.

Ella asintió de nuevo.

—Creo y confío en ti, pero por lo que les escuché hablar en


ocasiones, mi familia está loca. Las cosas que hacen están mal, pero
sienten que es su derecho, y que lo que hacen es por el bien de todos,
incluso si eso significa matar o torturar.

Él sonrió, sabiendo que probablemente parecía aterrador como el


infierno, pero quería que supiera exactamente quién y qué era, el tipo de
persona que formaba parte de los Soldados de la Ira.

Serie Soldados de la Ira 6 136


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—Nena, entonces habrán encontrado su pareja. No bromeamos,


especialmente cuando uno de los nuestros está amenazado. —Le ahuecó
la mejilla—. Y eres uno de nosotros. Eres mía, Elena, y haré lo que sea
para asegurarme de que estás a salvo, aunque eso signifique matar y
torturar. Ya lo sabes.

Elena siguió a Striker a la enorme sede del club. Le preocupaba lo


que pudieran decir sobre el hecho de que apenas conocía a Striker, pero
aquí estaba, su vieja dama, haciendo que la protegieran. Pero la verdad
es que esto se sentía bien. Estar con Striker se sintió bien en todos los
sentidos. No debería importarle lo que pensaran los demás, pero lo hacía,
y dudaba que eso fuera a cambiar.

Su vida antes de escapar había sido protegida, y a pesar de los


oscuros deseos que había tenido mientras yacía en la cama por la noche,
deseando que las cosas fueran diferentes, que no tuviera que vivir esa
vida, siempre había habido esa pizca de esperanza de que encontraría
una salida. Tampoco se había dejado llevar por la mentalidad del tipo
lemming2 que había rodeado a su familia y a su culto. Y así es
exactamente como había sido vivir detrás de esas paredes, con esa gente.

Striker abrió la puerta, pero entró primero, y sabía que era porque
era sobreprotector con ella, incluso en su propio club. Ya lo había dicho
antes. Elena no podía evitar sentir ese calor que la llenaba.

Inmediatamente, lo primero que notó fue que todas las mujeres se


congregaban en un lado. Una de las mujeres estaba visiblemente

2
Lemming: Persona que, sin pensarlo, se une a un movimiento de masas, especialmente
a una precipitada carrera hacia la destrucción.

Serie Soldados de la Ira 6 137


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embarazada, y algunas de las otras estaban sonriendo y tocándole el


vientre. Un segundo después, un hombre masivamente grande salió de
una habitación en la esquina, se dirigió directamente a las mujeres y tiró
a la embarazada hacia un abrazo. Las mujeres se alejaron, algunas de
ellas hacia otros moteros. Pudo ver instantáneamente el amor y la
protección en sus rostros mientras abrazaban a las mujeres.

—Ese es el prez, Demon, y su vieja dama Deanna —dijo Striker y


señaló hacia el hombre tipo Hulk y la mujer embarazada—. Dará a luz en
unos meses.

Ella asintió, y se secó las palmas de las manos ahora sudadas en


los muslos. Estaba tan nerviosa.

—Allí está Joker y su vieja dama, Amy. Hace poco se enteraron de


que está embarazada. Y ahí está Steel y su mujer, Eloise.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y una bestia tatuada


entró con una mujer de cabello oscuro y gafas que lo seguía. También
estaba visiblemente embarazada, y las mujeres del club se acercaron
inmediatamente a ella.

—Esos son Shakes y Daniella. Como se puede ver, hay muchos


bebés que estarán naciendo por aquí —dijo con su voz profunda.

—¿También es miembro del club? —Cuando no contestó, ella miró


a Striker. Tenía la mandíbula tensa y agitaba la cabeza.

—No, ya no es un Parche. Pero es una historia para otro día. Ahora


mismo, tenemos que preocuparnos por cuidar de esos cabrones que
vienen por ti.

—Hola —dijo una suave voz femenina detrás de Elena.

Serie Soldados de la Ira 6 138


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Se dio la vuelta y vio a Deanna de pie, con una sonrisa en la cara


y el pelo pelirrojo en un moño desordenado. Llevaba un top ajustado, las
manos sobre su vientre redondeado.

—Hola. —Se las arregló para decir Elena, no estaba acostumbrada


a tanta amabilidad. Nunca había tenido amigos del lugar donde venía, y
aunque hablaba con las chicas en el restaurante donde trabajaba, al
principio no habían sido tan amigables.

—Soy Deanna —dijo la mujer y extendió su mano.

Elena la tomó, su mirada en el vientre embarazado entre ellas.

—Oh —dijo Deanna y retiró su mano, colocándola sobre su vientre


de nuevo.

—¿Estás bien?

Deanna sonrió.

—Estoy bien. Está pateando como un loco hoy.

Elena no sabía qué decir. Había sido testigo de muchos


nacimientos mientras estaba con sus padres. No creían en ir al hospital,
así que todos los niños habían nacido allí mismo, en la casa principal.
Pero, aunque había visto y ayudado a que nacieran los bebés, estaba
nerviosa con Deanna por alguna razón. Odiaba sentirse así.

—Oye, ¿estás bien?

Levantó la vista, sin darse cuenta de que había estado mirando el


vientre de Deanna como a un bicho raro.

—Estoy bien.

Serie Soldados de la Ira 6 139


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—¿Estás segura? —La preocupación estaba en la cara de Deanna—


. Te pusiste pálida de repente.

Elena tragó de nuevo, sintiendo el sudor frío sobre su frente. Pensó


en su familia buscándola, en la amenaza de que descubrieran dónde
estaba. No podía evitar pensar en que la llevaran de vuelta, en que le
harían daño por irse.

Y Dios, no puedo dejar de pensar en ellos viniendo detrás y


lastimando a toda esta gente.

Miró a su alrededor a las caras, a las mujeres y sus hombres. Estas


personas estaban aquí para ayudarla, estaban aquí porque su loca
familia venía tras ella.

Si les hacen daño, o Dios no lo quiera, mueren, todo será culpa mía.

Su sangre se precipitó a sus oídos, la habitación entró y salió del


foco, y supo que se iba a desmayar. Abrió la boca, sintiéndose mareada,
mirando a Deanna. Había aún más preocupación en el rostro de la mujer
ahora.

—Striker, se va a caer —dijo Deanna, pero las palabras parecían


distantes. La mujer la agarró, pero fue como si Elena estuviera siendo
alejada. Era raro saber que se iba a desmayar y no poder detenerlo.

—Nena. —El sonido de la voz de Striker llenó su cabeza, pero no


pudo darse la vuelta para mirarlo.

Y entonces la oscuridad acunó a Elena, llevándosela.

Serie Soldados de la Ira 6 140


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Capítulo Veintitrés
—Me siento tan estúpida —dijo Elena, sentada. Striker no quería
que se moviera, pero ahora sus mejillas estaban sonrojadas, y parecía
avergonzada más que nada.

—¿Seguro que estás bien?

—No estoy acostumbrada a estar cerca de gente, y todos me


miraban, y estaba pensando en todo lo que está pasando. Supongo que
entré en pánico. En realidad, bastante tonto.

Striker sonrió.

—En realidad no, nena. El MC no es exactamente conocido por sus


corazones y flores. La forma en que te sientes, tiene sentido totalmente.

—No sé si debería sentirme aliviada o no.

—Le diste a Deanna un pequeño susto.

Ella sostuvo su cabeza.

—¿Por qué me duele la cabeza?

—Me temo que ninguno de nosotros te atrapó a tiempo, y Deanna


no pudo retenerte. Yo no estaba lo suficientemente cerca cuando te
caíste.

—Me caí al suelo.

—No demasiado duro. —Extendió la mano y le frotó la cabeza—.


Estás bien.

Serie Soldados de la Ira 6 141


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—¿Puedo ver a Deanna? —preguntó Elena.

—Puede que esté tumbada ahora mismo, pero podemos ir a


comprobarlo.

Ella se mordió el labio.

—Realmente quiero disculparme. No era como quería que fuera la


primera reunión. Tienes que creerme.

—Sí, lo hago.

—Bien.

—Vamos entonces, nena, vamos a buscar a la pareja feliz. —Le


cogió las manos y la ayudó a levantarse. Ella tiró de sus brazos mientras
se detenía.

—¿Dónde estamos?

—Esta es mi habitación en la casa del club. Nadie tiene permitido


estar aquí, excepto yo.

—Está ordenada.

Él se rió.

—Parece ser un problema mío. Necesito que las cosas estén limpias
y en orden. —Se encogió de hombros. Su necesidad de limpieza era una
de sus manías—. Vamos. —Al salir de su habitación, se dirigió hacia la
sala principal del club y vio a Deanna y a Demon sentados juntos.
Deanna estaba acurrucada contra Demon frotándose el estómago. El
destello de dolor que cruzaba su rostro no era difícil de pasar por alto.
Demon tampoco parecía muy contento.

Serie Soldados de la Ira 6 142


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Varias parejas estaban en la sala, abrazándose, charlando y


poniéndose al día. Shakes todavía estaba allí, sosteniendo a Daniella
cerca de él, y los dos parecían perdidos el uno en el otro.

Striker y Elena no se detuvieron hasta que se pararon frente a


Deanna y Demon.

—¿Estás bien? —preguntó Demon, mirando a Elena.

—Quería disculparme. No estoy acostumbrada a estar cerca de


grandes multitudes, y con todo el mundo alrededor, y con todo lo que
está pasando, me sentí tan abrumada…

—Lo entiendo —dijo Deanna, forzando una sonrisa—. El club es un


público difícil, y todos son dominantes y autoritarios. Es un mundo duro
para una vieja dama, pero alguien tiene que hacerlo, y lo haremos
nosotras. —La mujer de Demon les sonrió y luego jadeó—. Creo que
necesito un poco de agua. —Se alejó de los brazos de Demon, y ahí fue
cuando Striker vio la sangre.

—¡Deanna! —Gritó su nombre mientras ella se levantaba. Deanna


gritó, jadeando y agarrándose el estómago. De repente cayendo de
rodillas.

Había mucha sangre. Recubría los muslos de Deanna e incluso


marcaba el asiento donde había estado acurrucada contra su hombre.
Demon no permitió que cayera al suelo. La sostuvo en sus brazos, y ella
estaba inconsciente.

Gritos, chillidos y órdenes fueron lanzados cuando Demon recogió


a Deanna. Salió de la casa club y Joker lo siguió.

—¿Qué está pasando? —preguntó Elena.

Serie Soldados de la Ira 6 143


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—Tienes que quedarte aquí, de acuerdo. Tengo que irme con


Demon. Va a necesitar a sus hermanos ahora más que nunca.

—Es malo, ¿verdad? La sangre. Tanta sangre.

Ahuecando su cara, obligó a Elena a mirarlo fijamente.

—Necesito que te concentres por mí ahora mismo. Eres mi vieja


dama, y necesito que estés a salvo. No puedo estar pensando en ti y
preocuparme por mi Prez. Me entiendes.

—Te entiendo.

—Quédate aquí. Ve a mi habitación. Hay televisión, películas y


libros. También hay un teléfono móvil de tarjeta prepago en la mesita de
noche. Por favor, no te vayas, te llamaré al móvil y te informaré de todo
pronto.

—Te quiero —dijo ella.

Se detuvo y la miró fijamente.

—También te amo, nena. —Golpeando sus labios contra los de ella,


reclamó un beso—. Te quiero muchísimo, maldita sea.

Apartándose, le dio un apretón en la mano y se dirigió hacia su


moto. Varios miembros del club ya habían subido a sus motos y se
habían ido. Striker no necesitaba instrucciones para saber dónde iba
Demon.

Montó duro, sin importarle la velocidad mientras seguía a sus


hermanos. Cuando llegó al hospital, varios hermanos estaban reteniendo
a Demon. Su Prez parecía casi irreconocible por su dolor y miedo.

Joker y Steel lo detenían.

Serie Soldados de la Ira 6 144


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—Está en las mejores manos ahora mismo —dijo Joker.

—Deanna me necesita. Me necesita, joder. Tengo que estar ahí para


ella.

—Demon, puedes torturar y matar gente como un jodido


profesional. No eres médico, y si estar siendo un estorbo hace que ella
muera, nunca te lo perdonarás, y lo sabes. —Ante la mención de Deanna
muriéndose, se volvió loco. Puso sus dedos alrededor de la garganta de
Joker y lo golpeó contra la pared.

En una pelea entre Demon y Joker, todavía era una pregunta difícil
saber quién ganaría, y Striker no quería ser parte de nada de eso. Demon
y Joker habían sido amigos antes del club; esto terminaría mal.

—No puede morir. ¿Me entiendes?

—Lo sé, Demon. —Joker agarró la muñeca de Demon,


presionándola—. No hagas esto. No estás actuando como tú mismo.

Demon jadeó, e incluso mientras parecía dispuesto a asesinar a


todo el club, las lágrimas se filtraron de sus ojos. Su pena tan fuerte y
consumidora, aterrorizó a Striker. Esto es lo que significa amar, estar tan
tomado por otra persona que la idea de que algo le suceda te rompe. Esto
es lo que sentía por Elena. No era solo una atracción que se desvanecería
con el tiempo. Sus sentimientos por Elena eran de los que la gente
escribía historias.

—Piensa en los negocios del club, Demon. Tenemos un nuevo


problema. La vieja dama de Striker tiene una familia buscándola.
¿Recuerdas que te dije que teníamos que encargarnos de eso? Es un
problema del club.

Joker siguió hablando y, a través de la neblina, su Prez comenzó a


brillar. La cordura comenzó a prevalecer.

Serie Soldados de la Ira 6 145


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Lentamente, Demon soltó su mano de la garganta de Joker, y se


volvió hacia Striker.

—Es tu vieja dama, ¿y acepta ser de tu propiedad?

—Sí. Elena me pertenece.

—¿Sabes que su familia y el tío la están buscando?

—Sí.

—Una vez que sepa que Deanna está bien, iremos y tratamos con
ellos para asegurarnos de que no son una amenaza para nosotros.

Elena estaba hambrienta, e incluso mientras veía la comedia


romántica, no podía evitar la necesidad de comer. Striker llevaba fuera
más de una hora y empezaba a preocuparse. Deteniendo la película, salió
de la habitación de Striker y se dirigió a la cocina principal.

El club era un lugar interesante. Oscuro, pero lleno de amor.

Al entrar en la cocina, se detuvo al ver a Shakes abrazando a


Daniella mientras Amy se derrumbaba en un montón en el suelo. Eloise
cubrió su boca y las lágrimas salían de sus ojos. Elena miró a cada
hermano, que había inclinado la cabeza.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Qué está pasando?

Todos se volvieron hacia ella, y contuvo la respiración,


preguntándose qué demonios podría haber pasado.

Serie Soldados de la Ira 6 146


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—Deanna ha dado a luz. El bebé es prematuro y no saben si


sobrevivirá. Joker acaba de llamar. Demon se ha vuelto un poco loco, y
bueno, joder, mierda, no lo sé —dijo Shakes.

—Ellos quieren ese bebé. Estaban muy entusiasmados con ello —


dijo Eloise, la vieja dama de Steel.

—Striker está al teléfono —dijo Shakes—. Quiere hablar contigo.

Todo el cuerpo de Elena estaba entumecido. Acababa de conocer a


Deanna, pero en el breve encuentro que tuvieron, le gustó y vio lo felices
que eran ella y Demon. No tenía idea de lo que iba a pasar ahora. Nunca
había conocido a nadie que pasara por tanto dolor y pérdida.

Tomó el teléfono.

—Hola —dijo, hablando por el teléfono.

—Nena. —Striker sonaba crudo.

—¿Ella está bien? —Elena se sentó en la silla más cercana.

—Tuvieron que sedarla para ayudarla a descansar. La mierda es


fea aquí, y Demon está a punto de destruirlo todo a su paso. No voy a
volver esta noche. Tengo algunas cosas que hacer.

—¿Striker?

—Hay algo que tenemos que hacer como club. Tienes que confiar
en mí.

—Confío en ti. —Agarró el teléfono con fuerza, teniendo la


sensación de que esto tenía que ver con su familia.

—Te quiero, nena. No dejes el club, y estaré contigo pronto.

Serie Soldados de la Ira 6 147


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Él colgó, y ella colocó el teléfono sobre la mesa, sin saber qué


demonios hacer. No sabía qué esperar o cómo reaccionar. ¿Quién lo hacía
en esta situación?

Serie Soldados de la Ira 6 148


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Capítulo Veinticuatro
—Demon, Prez, no tienes que hacer esto ahora mismo —dijo
Striker, sentado en el asiento del conductor de la camioneta, y mirando
a Demon. Estaban a kilómetro y medio del recinto donde estaba la familia
de Elena. La familia era más bien una secta, con locas creencias y
castigando a cualquiera que no las siguiera.

Demon no miró a Striker, solo miró hacia adelante, hacia la


oscuridad, su mandíbula apretada, su cuerpo tenso.

Habían pasado solo unas pocas horas desde que nació el bebé, y
aunque Striker nunca había lidiado con ese dolor, sentía empatía por el
hombre que veía como a un hermano.

—Si quieres estar con Deanna… —dijo Nerd, pero Demon,


sentándose más derecho, cortó al otro hombre.

—Deanna está inconsciente. Necesita descansar, no solo su


cuerpo, sino también su mente. Estaba destrozada antes de que la
sedaran —dijo, sin mostrar emoción. Su voz era baja, profunda—. Estar
en una jodida habitación de hospital me iba a hacer romper mierda, y no
tengo ganas de ir a la cárcel esta noche. —Entonces miró a Striker—.
Creo que joder a algunos gilipollas me ayudará.

Striker no respondió, solo asintió. Agarró su móvil y llamó a los


Soldados que estaban en el otro SUV estacionado por detrás de ellos.

—¿Estáis listos para rodar? —Estaba hablando con todos los


hombres del vehículo: Steel, Joker, Weasel, y Tryck. En su SUV, Striker
conducía a Demon, Nerd, Vengeance y un par de candidatos, Brash y
Lucky, que estaban en el asiento trasero.

Serie Soldados de la Ira 6 149


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Striker puso en marcha el motor y condujo hacia el recinto. Cuando


estuvo lo suficientemente cerca pudo ver el gran muro de piedra que
rodeaba todo el lugar, se detuvo, apagó el motor y las luces. La camioneta
detrás de él hizo lo mismo. No había guardias fuera de las puertas, pero
había las suficientes luces de seguridad encendidas y cámaras colocadas
encima de los muros de piedra, Striker no tenía ninguna duda de que
serían vistos tan pronto como se acercaran.

—De nuevo, ¿cómo vamos a hacer esto? —preguntó Nerd.

Habían hablado del plan ayer, pero luego la mierda había caído con
Deanna, y venir aquí ahora, después de que tuviera el bebé, había sido
una decisión rápida por parte de Demon. Striker sabía que necesitaba
deshacerse de su ira, y sería en la forma de joder a la gente y matar a
cualquiera que intentara detenerlo. Demonios, Striker también quería un
pedazo de esta jodida secta, pero le preocupaba que la rabia de Demon,
y el dolor que estaba soportando, hicieran del otro hombre una maldita
amenaza.

—Demon y yo iremos por el frente y tendremos su atención. Tú y


el resto de los Parches iréis por los lados y revisaréis las entradas
traseras. —Striker se giró y miró hacia el asiento trasero—. Si alguien
intenta impedir que entréis, los jodéis.

Todo lo que Striker sabía era que la mierda estaba a punto de


volverse real, y probablemente habría cuerpos a sus pies cuando todo
estuviera dicho y hecho.

—Vamos a empezar esta jodida fiesta —dijo Demon, y luego salió


de la camioneta y caminó hacia las puertas delanteras, como si esto fuera
algo que hacían todos los días.

—Vamos, muchachos —dijo Striker.

Serie Soldados de la Ira 6 150


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—Striker tomará mis pelotas si sabe que te saqué del club —dijo
Skull, uno de los candidatos; el gran hombre parecía nervioso.

—No te preocupes, puedo guardar un secreto si tú puedes —dijo


Elena.

Skull gruño y se apoyó contra la pared junto a la puerta donde


Elena estaba a punto de entrar. Ella tragó, sintiendo que su corazón latía
rápido. Le había costado mucho conseguir que Skull la sacara del club y
la llevara al hospital para ver a Deanna. Tal vez fue por el hecho de que
había estado llorando, por su tristeza por lo que le había pasado a la
mujer que hizo que el gran y aterrador motero sintiera algo de empatía.
De cualquier manera, él estuvo de acuerdo, y aquí estaba ella ahora,
mirando la puerta cerrada de la habitación del hospital y sin saber lo que
diría una vez que viera a la otra mujer.

—Que sea rápido, porque si Striker lo descubre, pondrá mis pelotas


alrededor de mi cuello, y si Demon lo descubre, me cortará la garganta.

Elena asintió, y abrió la puerta de la habitación. Las persianas


estaban cerradas, pero era tarde fuera. La pequeña luz sobre la cama
estaba encendida y, al entrar, vio a Deanna tendida allí, con los ojos
cerrados, con el cuerpo tan pequeño y acurrucado bajo las mantas. Pensó
en irse ya que parecía dormida, pero Deanna abrió los ojos y miró
directamente a Elena.

—Siento mucho si te desperté —dijo Elena en voz baja, con las


manos delante de ella.

Serie Soldados de la Ira 6 151


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—No lo hiciste. —Se irguió en la cama e hizo un gesto para que


Elena se acercara—. Las drogas desaparecieron, y me negué a más.

Elena se acercó y se sentó frente a la cama de Deanna.

¿Cómo te sientes?

¿Te encuentras bien?

¿Hay algo que pueda hacer por ti, aunque no me conozcas?

Esas preguntas jugaban a través de su cabeza, pero no se atrevía


a hacerlas porque parecían casi insensibles.

—No sé qué decir —dijo en su lugar, siendo honesta.

Deanna sonrió, pero dijo:

—Sí, yo tampoco. —Miró a la pared frente a ella.

—Lo siento, pero ni siquiera eso parece suficiente para decir.

Deanna la miró entonces.

—Gracias por decirlo, y gracias por venir a visitarme. —El silencio


se extendió entre ellas.

—No quise molestarte. Solo quería asegurarme de que estabas


bien, bueno, tan bien como puedas estar.

Deanna asintió, pero no dijo nada.

—Está bien, te dejaré descansar. —Elena se puso de pie, pero


Deanna, moviéndose en la cama, la detuvo.

Serie Soldados de la Ira 6 152


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—¿Puedes sentarte aquí conmigo un rato? —preguntó, mirando a


Elena—. No tenemos que hablar, pero tener a alguien más en la
habitación es agradable.

—Por supuesto —dijo Elena y se sentó de nuevo.

—Demon está tomando esto peor que yo —dijo Deanna, secándose


una lágrima que le caía por la mejilla—. Es duro para mí también, pero
nunca he visto esa mirada en sus ojos cuando se enteró de que, aunque
el bebé está vivo, no saben si será lo suficientemente fuerte como para
lograrlo.

—Oye, está bien; no tenemos que hablar de eso —dijo Elena,


poniendo su mano sobre la de Deanna—. Ni siquiera puedo empezar a
saber por lo que estás pasando, y aunque no nos conocemos en absoluto,
quiero que sepas cuánto lo siento. —Se limpió una de sus propias
lágrimas.

—Tengo miedo por lo que él hará, cómo reaccionará a esto. —Miró


a Elena—. Los hombres como Demon, como Striker y todos los hermanos,
no manejan cosas que sacuden su mundo. Les cuesta mostrar sus
emociones si no es en forma de dominación y violencia.

Sí, Elena lo sabía muy bien, ahora.

—¿Tal vez necesita sacar esas emociones de la única manera que


puede?

Deanna sonrió tristemente.

—Tal vez. —Volvió a mirar a la pared.

Se quedaron sentadas allí en silencio, pero era del tipo cómodo, del
tipo que no necesita palabras para expresar cómo se sentían. Elena tomó
la mano de Deanna, sabiendo que no le importaba si Striker o Demon se

Serie Soldados de la Ira 6 153


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cabreaban con ella por estar fuera del club; no iba a dejar a Deanna ahora
mismo.

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Capítulo Veinticinco
Striker miró fijamente al recinto donde se alojaban el padre y la
familia de Elena. Algo no le parecía bien. El solo hecho de mirar las
puertas de metal que cerraban la mansión lejos del mundo lo hacían
sentir mal. Aquí es donde querían que Elena volviera a vivir.

—Te pone enfermo, ¿no? —preguntó Nerd, hablando en voz alta.

—Elena no va a volver aquí. Nadie va a volver aquí.

—Según mis informaciones, solo se permiten hombres aquí


durante el fin de semana. Las mujeres tienen que quedarse en casa,
cuidar a los niños y cumplir con su deber para la secta. —Nerd negó con
la cabeza.

—¿Y creen que nosotros somos un problema? —Demon escupió al


suelo, mirando las puertas de metal—. ¿Puedes entrar?

Todos habían dejado la camioneta, y ahora estaban mirando hacia


la puerta, con las sombras cubriéndolos. Todos tenían sus armas listas,
y Striker tenía tres más en su cuerpo. Nunca iba a ninguna parte sin su
arma.

Steel, Joker, Weasel, Tryck, Demon, Nerd, Vengeance, Brash y


Lucky estaban parados al otro lado juntos. Estos eran solo algunos de
los miembros del club, pero estaban unidos en lo que necesitaban hacer.

—Chupado. —Nerd caminó hacia el ordenador que estaba al


costado del edificio. Sacó su navaja, lo abrió y empezó a hacer algunas
cosas raras con él.

—Sabes que tu hijo va a vivir —dijo Striker.

Serie Soldados de la Ira 6 155


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—No estoy aquí para hablar de eso, Striker. Estamos aquí para
resolver tus problemas con tu vieja dama y su jodida familia. No quiero
pensar en nada más. —Demon estaba observando a Nerd mientras
trabajaba.

—Demon, vas a tener que enfrentarlo —dijo Joker.

—¿Crees que no lo afronto? —Demon salió disparado y fulminó a


su vicepresidente. El monstruo de Demon luchaba para salir. Striker no
quería estar en su camino cuando explotara. Deanna y Demon había
estado esperando a este bebé, y podrían perderlo. Las enfermeras de la
UCIN se encargarían de él. Striker no tenía ninguna duda al respecto—.
¿Crees que no estoy sufriendo jodidamente ahora mismo? Mi mujer está
en el hospital y me necesita. Tengo que manejar esto; simplemente no
puedo estar allí porque no puedo decirle que todo va a estar bien. Deanna
me necesita, y necesita tener fe en mí.

Demon se detuvo, y Striker vio que estaba luchando con todo.

¿Cómo sería él si fuera Elena? ¿Sería fuerte? Mierda,


probablemente se derrumbaría y sollozaría junto a ella.

Odiaba el hecho de que no pudiera hacer nada al respecto. No


había manera de que él ayudara a su Prez, y no había forma de que él
ayudara a Deanna.

—Señoras, estamos dentro —dijo Nerd, girándose y riendo entre


dientes—. Soy una mierda caliente.

—Sí, y hueles a eso —dijo Joker.

Todos dieron un paso adelante y se abrieron paso hasta la base


principal.

Serie Soldados de la Ira 6 156


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—Entonces, ¿nos apresuramos o nos quedamos atrás? —preguntó


Steel.

—¿Alguien más se está volviendo loco ahora mismo? —preguntó


Vengeance.

—¿Qué quieres decir? —dijo Lucky.

—No lo sé. Una mansión, una secta, jóvenes ofrecidas para casarse,
esto es una mierda de una película de terror. Tengo un poco de miedo de
lo que vamos a encontrar cuando entremos ahí.

—No te preocupes, cariño, yo cuidaré de ti —dijo Brash.

—¡Jódete!

—Basta —gritó Demon, y todos dejaron de hablar—. No tengo


tiempo para bromas o cagadas. Terminemos con esto ahora. —Sacó su
arma y se dirigió a la puerta principal.

—Vale, esto no es bueno —dijo Joker, siguiéndolo de cerca.

Demon no llamó a la puerta; no se tomó su tiempo. Simplemente


derribó la puerta de una patada y entró a la fuerza.

Striker no iba a dejar que alguien hiciera el trabajo por él.


Corriendo hacia adelante, se dio cuenta primero de lo grandiosa que era
la casa, seguido por el sonido de llanto. No había tiempo para detener lo
que estaba sucediendo mientras Demon cargaba hacia adelante y
empezaba a gritar.

Al entrar corriendo en la primera habitación, Striker sintió que se


le revolvía el estómago. Una mujer estaba encadenada en una mesa
cubierta de blanco, y estaba luchando. Un hombre estaba a su lado.
Levantando el arma, Striker apuntó, listo para matar.

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—¿Quién eres tú? —preguntó Striker.

La mujer en la mesa jadeó, mirándolo.

—Ayúdame, por favor.

Volvió a mirar al hombre que parecía tener más de treinta y tantos


años.

—Cierra la boca, puta. Estás contaminando nuestra casa.

Striker había oído suficiente. Apuntando con su arma, disparó a la


pierna del hombre. Se acercó a la mesa y rompió el candado que tenía a
la mujer cautiva.

—¿Quién eres?

—Mindy Dolman —gritó—. Iba caminando a casa desde el trabajo.


Él me secuestró. No quiero estar aquí y no quiero que me violen.

Striker la desató, ella se cubrió la cara y empezó a sollozar.

—Hay un SUV fuera. Mi club está ahí, y ellos te cuidarán.

La vio marcharse y luego siguió a sus hermanos que avanzaban


hacia la parte de atrás de la casa. ¿En qué estaba metido el padre de
Elena?

Nerd se dirigió al sótano. Striker y Demon tenían al padre de Elena


y les dijo que el tío estaba aquí. Brash y Lucky estaban detrás de él
mientras bajaban.

Serie Soldados de la Ira 6 158


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Los sonidos de gritos femeninos llenaban cada uno de sus sentidos,


poniéndolo nervioso. No esperaba encontrar algo así. Estaban
secuestrando mujeres. Ahora, tenía sentido por qué no querían a las
mujeres de su secta aquí. No le gustó, y estos hombres lo enfermaron.

—Maldita sucia puta. Me tientas.

Reconoció el sonido de un látigo golpeando carne, seguido por


aullidos de dolor.

Rodeando las escaleras, vio a una rubia desnuda atada a una cruz
de San Andrés. Su espalda estaba destrozada, y el hombre continuaba
marcándola. La mujer estaba rogando que la soltara y la dejara ir.

El hombre estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que


ni siquiera los había visto entrar. Nerd se sentía enfermo y disgustado
por lo que estaba viendo. Formaba parte de un MC, y había visto mucha
muerte, incluso había hecho algunas de las acciones el mismo. Pero
nunca nada como lo que tenía enfrente.

Levantando su arma, disparó un solo tiro, acertando al brazo del


hombre. Él tenía su atención.

—Sácalo de aquí —dijo Nerd.

Brash y Lucky avanzaron y agarraron al tío. Striker podría lidiar


con él.

—Ayúdame, por favor, ayúdame —dijo la mujer. Nerd se acercó a


ella. Estaba tensa mientras él se acercaba.

—No voy a hacerte daño, nena. Soy uno de los buenos. —Sonrió
incluso mientras lo decía.

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—Él me secuestró, y he estado encerrada por tanto tiempo. Estoy


tan asustada.

—¿Puedes estar de pie? —Ella asintió—. No quiero tocar tu espalda,


y lidiaremos con eso cuando te saquemos de aquí.

Nerd liberó a la mujer que había sido atada a la cruz, y mientras lo


hacía, esperaba joder con Striker, haciendo que el tío gritara. Una vez
que la soltó, la agarró de la cadera para ayudarla a levantarse.

—Estoy desnuda —dijo, sonando avergonzada.

—No estoy mirando, nena. —Todo lo que quería hacer era ayudarla.
No había nada sexual aquí ahora mismo. Solo quería protegerla.

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Capítulo Veintiséis
Elena se levantó lentamente de su asiento, ya que Deanna se había
quedado dormida. No quería despertarla, no después de todo lo que había
pasado. Mirando el reloj de la pared, se dio cuenta de que había estado
aquí durante varias horas. El motero que la trajo había asomado la
cabeza, parecía nervioso, pero no sabía si eso era porque habían dejado
el club, o por la situación de Deanna. De cualquier manera, no la había
apresurado. Pero no habría importado de todos modos, porque no habría
dejado a Deanna, no cuando estaba claro que a la otra mujer le había
gustado su compañía.

Cierto, se habían mantenido en silencio la mayor parte del tiempo,


pero había sido del buen tipo de silencio, del cómodo.

Salió de la habitación y cerró la puerta silenciosamente por detrás


de ella. Skull estaba de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados.
Concentrado en ella.

—Ya podemos irnos. Está durmiendo.

Skull se apartó de la pared, refunfuñando porque le patearían el


trasero por esto, y ella no pudo evitar sonreír. El hecho de que Deanna
estuviera sufriendo, la vida de su bebé estaba en juego, junto con el club
yendo a una excursión secreta, aunque sabía de qué se trataba, tenía al
miedo llenándola. Su estómago estaba revuelto, le dolía el corazón y su
preocupación estaba por las nubes.

—Todo saldrá bien —dijo Skull, y ella se detuvo, sorprendida por


las palabras del motero.

—¿Cómo puedes estar seguro?

Serie Soldados de la Ira 6 161


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Se volvió y la miró.

—Porque el club se ocupa de lo que es suyo, y Demon y Deanna


son fuertes. Ese pequeño bebé suyo tiene esa cualidad, y sé que se
recuperará.

No pudo evitar sonreír ante la última parte, pero seguía


preocupada. No quería que nadie saliera herido por su culpa, y sabía que
el club estaba cazando a su padre y a su tío, sabía que les harían daño
por lo que había pasado. Aunque estaba contenta de que los dos hombres
que habían puesto más miedo y tristeza en ella finalmente recibieran lo
que se les venía encima, no pudo evitar sentir esta sensación de tristeza.
Sí, los odiaba, había huido de ellos, pero eran todo lo que había conocido,
todo aquello por lo que su mundo había girado.

—Todo saldrá bien —dijo Skull de nuevo.

Sintió que la esperanza la llenaba con las palabras de Skull,


aunque era extraño sentir algo así con tolo lo que sucedía.

—Espero que tengas razón.

Striker miró por el espejo retrovisor y vio a los dos hombres atados
y amordazados en la parte trasera de la camioneta; habían sido
eliminados, habían sido noqueados y golpeados en el costado de la
cabeza. Habría preferido matar al padre y tío de Elena en ese momento,
pero tenían planes para estas mierdas, y sería una dulce venganza
cuando finalmente mataran a estos hijos de puta.

Striker apretó el volante con las manos y volvió a concentrarse en


la carretera.

Serie Soldados de la Ira 6 162


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—Cuánto vamos a tardar —dijo Demon a su lado, claramente


perdido en sus pensamientos sobre Deanna y el bebé.

—Otros veinte minutos y llegaremos al almacén. —Striker fue el


que respondió, y no podía ser lo suficientemente pronto.

Veinte minutos más tarde, se detuvieron frente al almacén del club.


Habían comprado la propiedad con el edificio debido a la tierra y tenían
planes para el futuro para hacer otra casa club como base adicional. Pero
la construcción estaba en suspenso por el momento, y él estaba contento
por eso. Este lugar estaba desierto; así era exactamente como les gustaba
y lo que necesitaban para hacer esta mierda.

Todos salieron de la camioneta, Nerd y Brash agarrando a los dos


cabrones que aún estaban inconscientes. Joker y Steel también habían
llegado, y Striker sabía que también querían un pedazo de estos
cabrones.

—¿Shakes y Vengeance cuidan a los otros jodidos enfermos? —


preguntó Joker.

—Sí. —Fue todo lo que dijo Striker.

No iban a dejar vivir a ninguno de estos retorcidos hijos de puta.


No, eliminarían a cada uno de ellos y ni siquiera lo pensarían dos veces.

Los otros Parches y Lucky se habían llevado a las dos chicas que
habían encontrado y se dirigían de vuelta al club. Necesitaban arreglar
las cosas, y quería asegurarse de que Elena estaba bien. Dejaron a Skull
en el club, pero se preocupaba por Elena, y, por supuesto, por lo que le
estaba pasando a Deanna. Tenía que creer que las cosas saldrían bien,
porque imaginar cualquier otra cosa no era algo que quisiera contemplar.

Llevaron a los imbéciles a la casa del club, el aire estaba viciado,


las vigas parecían ceder en cualquier momento.

Serie Soldados de la Ira 6 163


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—¿Dónde coño están las linternas? —preguntó Demon. Vinieron


aquí varias veces desde que compraron la propiedad, y aunque el lugar
era una mierda tal y como estaba, tenían algunas cosas esenciales para
el caso de que algún hermano necesitara quedarse aquí.

Aquí se guardaban linternas y pilas, herramientas de trabajo e


incluso armas. Aunque las últimas estaban en una caja de metal
enterradas detrás del edificio, iban a ser muy útiles esta noche.

—Colgad a los cabrones —dijo Striker sin emoción y se acercó a la


caja de herramientas, empujándola desde un lado de la habitación. Se
agachó, agarró un martillo, un par de alicates y una sierra oxidada de la
caja de metal. Cuando se puso de pie y se dio la vuelta, vio que Nerd y
Brash ya los habían colgado como pedazos de carne en un congelador.

—¿Quién está listo para trabajar con un par de hijos de puta


maltratadores y enfermos? —preguntó Striker. Todos los Parches se
adelantaron, su enfoque en los gilipollas.

—Nada de debilidad, muchachos. Estos imbéciles merecen todo lo


que reciban esta noche —dijo Demon, rodando su cabeza alrededor de su
cuello y sonriendo.

El presidente de su club se veía salvaje en este momento, y Striker


sabía que lo que estaba pasando a su bebé y a Deanna lo estaba volviendo
aún más peligroso. Pero eso estaba bien, porque el padre y el tío de Elena
no merecían ninguna simpatía.

Sí, la mierda se iba a poner sangrienta, pero Striker estaba


deseando hacerlo.

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Capítulo Veintisiete
Gritos masculinos llenaron el almacén. Striker estaba cubierto de
sangre, y todavía tenían que matar a los dos hombres. El padre y el tío
de Elena colgaban de los ganchos que habían colocado en la parte
principal del almacén. Solo había visto a Joker en acción un par de veces,
pero nada podría haberlo preparado para la violencia que el otro hombre
mostraba. No había piedad, y Striker no podía creer que fuera el mismo
hombre que se había casado con Amy. Los dos no le parecían el mismo
hombre.

—¿Cómo quieres manejar esto? —preguntó Demon.

Nadie podía oírlos gritar. El tío ya estaba cortado y sangrando. El


padre se veía tan enojado, como si no pudiera creer que alguien lo tuviera
encadenado.

—¿Esto es por dinero? —preguntó el padre de Elena.

Striker se echó a reír al igual que el resto de sus hermanos.

—¿Chicas? ¿Quieres mujeres?

—No, no se trata de dinero o de mujeres. Tenemos un montón de


ambos y no tenemos que golpearlas para mantenerlas a raya. —Striker
se acercó, agarrando un cuchillo de la mesa. Colocó el borde plano de la
punta debajo de la cabeza del padre y le levantó la cara—. ¿Recuerdas a
tu hija, Elena? —le preguntó.

—No sé dónde está. La perra estúpida decidió huir. Es por eso por
lo que las mujeres necesitan ser controladas.

Serie Soldados de la Ira 6 165


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El deseo de deslizar simplemente el cuchillo a través de la garganta


del bastardo era fuerte. En vez de eso, se contuvo y apretó los dientes.
En su cabeza, contó hasta diez y finalmente se calmó.

—¡Elena me pertenece! —Striker subió y bajó el cuchillo por la


garganta del hombre—. Creí que solo eras un loco, pero en realidad eres
un maldito enfermo que se aprovecha de los débiles, ¿no? Odio a los
cabrones como tú.

—Haremos lo que sea —dijo el tío—. Puedes tener a Elena. No la


queremos.

—¿De verdad crees que te vamos a dejar ir para que empieces a


lastimar a otras mujeres? Estás jodidamente loco —dijo Demon—. Somos
los Soldados de la Ira; no nos gusta lo que hacéis, lo que representáis.

La rabia vibraba dentro de Striker. Los hombres frente a él habían


lastimado a mujeres y se aprovecharon a propósito de otros que eran más
débiles de lo que ellos eran. Nunca estuvo de acuerdo con eso. Había
ayudado a Elena cuando unos hombres trataron de hacerle daño. ¿Qué
les pasaba a los hombres que pensaban que podían salirse con la suya
con esa mierda?

En su mente, veía a Elena como una niña, luchando por ser ella
misma. Estos cabrones habían intentado romper su espíritu y eso no le
sentó bien. Amaba el fuego de Elena y su sumisión. Ella lo atraía,
sacando a relucir su lado posesivo. No solo quería poseerla, sino que
quería protegerla. El mundo podría irse y follarse a sí mismo en lo que a
él se refería. La amaba, y estos bastardos nunca iban a tocarla ni a
hacerle daño nunca más.

—Golpeas y follas a chicas menores de edad, manteniéndolas como


esclavas para tu placer. Estoy a punto de hacer de tu vida una puta
miseria.

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—Ve por la polla —dijo Joker—. Dolerá, pero seguirán vivos para
que les hagas daño.

Agarrando la polla del hombre, Striker la cortó con la hoja. No


quería saber cómo sabía Joker lo de la polla. La noche no había hecho
más que empezar. Cuando terminara con estos dos hombres, nadie iba a
reconocerlos.

Elena se despertó mientras la cama se hundía. Miró detrás de ella


para encontrar a Striker entrando. Mirando hacia el reloj de la mesilla de
noche, vio que eran poco más de las siete de la mañana.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó.

Él le ahuecó la mejilla y le acarició el pulgar en los labios.

—Nada, nena. Skull me dijo lo que hiciste.

Ella volvió su mirada hacia él.

—Tenía que ir a verla.

—Lo sé, nena. ¿Cómo estaba?

—Deanna se las arregla. Su bebé está en el mundo, y da miedo


porque no sabe si estará bien. —Agitó la cabeza—. ¿Dónde estabas?

—Tenía mierda que hacer.

Ella agarró su mano, y por la luz entrando en la habitación, jadeó.

Serie Soldados de la Ira 6 167


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—¿Tu mano? ¿Qué ha pasado? —Su corazón comenzó a latir con


fuerza, y cuando lo miró a los ojos, simplemente lo supo—. ¿Viste a mi
padre y a mi tío?

—Nena, su mierda era jodidamente mala, la peor.

Tragando más allá del nudo en su garganta, ella miró fijamente los
cortes. Toda su vida, su padre y su tío la habían aterrorizado. Siempre
tenían el control de todo, y lo odiaba. A su madre no se le había permitido
salir y tuvo que lidiar con su control. Las mujeres fueron obligadas a
quedarse en casa, incluidas las hijas.

—No quiero saber de qué estás hablando. ¿Se han ido?

—Se han ido, y no van a volver.

—¿Y la policía? —preguntó. Elena no quería perder a su hombre


por lo que le habían hecho a su padre y a su tío.

Striker se encogió de hombros.

—No tienes que preocuparte por ellos, nena. No tuviste nada que
ver con eso, y huiste hace unos meses. No has oído de ellos, ni los has
visto desde entonces. Si preguntan por mí, di que no sabes nada. Estuve
en el club contigo todo el tiempo.

—¿Mentir?

—¿Puedes hacer eso?

—Por ti, puedo hacer cualquier cosa. —Ahuecó su mejilla,


acariciando el nacimiento de su barba—. Te extrañé. —Sentía que debería
importarle que su madre todavía estuviera allí, pero la mujer había sido
tan mala como su padre con el abuso mental y emocional. No solo huyó

Serie Soldados de la Ira 6 168


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de su padre y su tío, sino también de todo el círculo. No quería tener nada


que ver con ellos.

—Te amo, nena. —Colocó su mano en su cintura, y ella miró hacia


abajo, amando la sensación de sus manos en su cuerpo.

Sintió el calor, la realidad de escucharlo diciendo esas palabras.


Nunca había sentido palabras más verdaderas.

—También te amo. —Y ella quería decirlo con todo su corazón.

—Demon va a estar en el hospital hasta que Deanna sea dada de


alta. Podría estar tomando un tiempo libre para quedarse con ella en su
casa. Necesito dormir un poco, pero cuando me levante, iré al hospital a
verlos, a darles mi apoyo.

Necesitaban estar juntos y superar esto como pareja. Se acercó y


le besó los labios.

—Iré contigo. Me gusta Deanna, y no quiero que se sienta sola.

—Las mujeres se mantienen unidas, ¿verdad?

—Sí, las mujeres se mantienen unidas y los hombres solo tienen


que lidiar con ello. —Frotó la nariz contra la de él. Era tan extraño
sentirse tan cerca, tan conectada con él cuando habían estado juntos por
tan poco tiempo. Pero Striker había hecho mucho por ella, y él y el club
se habían asegurado de que estuviera protegida—. Que vinieras a ese
restaurante fue el mejor momento de mi vida.

Él se rió.

—Sabes que me peleé conmigo mismo. No quería seguirte, pero no


pude resistirme.

—Eres mi protector.

Serie Soldados de la Ira 6 169


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—Nena, no soy un buen hombre.

—Lo sé, pero eres mí hombre, y eso es todo lo que importa.

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Capítulo Veintiocho
—Va a ser un largo camino, pero ahora mismo está peleando,
aguantando.

Demon miró al médico, sintió como se le apretaba la garganta, y


sintió que cada parte de él se rompía. No quería que su hijo muriera, no
quería que Deanna tuviera que pasar por eso. Solo quería que todo
estuviera bien con el mundo.

—Es fuerte —dijo Deanna entre lágrimas. Ella tenía su mano


cubriendo la de su hijo. Ty estaba en una caja de plástico, con tubos
conectados a él, su pequeño cuerpo tan diminuto.

Maldición, todo en él le dolía, y su enojo no disminuía, ni siquiera


después de haber trabajado en esos dos imbéciles.

—Todo saldrá bien, nena —le dijo y le puso la mano alrededor del
hombro. Ella asintió con la cabeza, pero no habló.

—Os dejaré solos y os daré privacidad —dijo el doctor.

Y luego estuvieron solo ellos tres, y todo lo que Demon quería hacer
era salir y herir a alguien por lo que él y su mujer estaban sufriendo.

—Estará bien. Él va a salir adelante.

Miró a Deanna, con un nudo en la garganta.

—Sí, lo hará, nena. Ty estará bien, y luego nos iremos a casa como
una familia.

Serie Soldados de la Ira 6 171


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Nerd se quedó mirando a Hannah, la chica a la que había ayudado


a salir de esa maldita secta. Actualmente estaba acurrucada en una bola
en el sofá del club, una manta gruesa envuelta alrededor de ella, y su
respiración era tranquila. No sabía que pasaba con ella, pero se sentía
traspasado. Había algo dentro de él que se sentía primitivo sobre la forma
en la que había sido tratada. No era solo porque la mujer había sufrido
abusos. Se sentía más como si tuviera un sentimiento posesivo, de
propiedad exclusiva hacia ella.

Demonios, ni siquiera quería que dejara el club. La quería a su lado


para poder vigilarla y asegurarse de que estuviera bien.

—Tío, me estás asustando.

Se giró y miró a Skull, el hermano en el bar tomando chupitos.

—Vete a la mierda.

Skull levantó su vaso de chupito justo antes de que se lo tragara.

—Sigues mirándola y la gente comenzará a hablar.

—Sí, ¿sobre qué? —Nerd se apartó de Hannah y caminó hacia el


bar.

—No lo sé —dijo Skull, y miró a Nerd—. Tal vez que la quieres como
a una vieja dama, o tal vez que eres un jodido tío repugnante.

Nerd le levantó el dedo medio.

—Solo lo estoy diciendo.

Serie Soldados de la Ira 6 172


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—Bueno, deja de decirlo, hombre —dijo Nerd y agarró la botella de


whisky—. Has estado bebiendo toda la noche.

—Sí, bueno, han pasado muchas cosas las últimas semanas. —


Nerd gruñó de acuerdo. No podía discutir eso—. Solo tenemos que vivir
nuestras vidas como si fuera nuestro último día en la Tierra. —Skull se
levantó y tropezó por el pasillo.

Nerd se sentó allí pensando en lo que Skull había dicho antes de


girarse y mirar a Hannah. El club vivió sus vidas imprudentemente, y en
el lado salvaje, pero tenía la sensación de que Skull había querido decir
algo más profundo. ¿Quería ver dónde iban sus sentimientos por
Hannah, cómo de lejos estaban incrustados en él? ¿O solo quería decir
“a la mierda” y no permitirse quedar atrapado en un pedazo de culo?

Se frotó una mano sobre la cabeza y exhaló. De cualquier manera,


estaba jodido.

Elena exhaló bruscamente y apretó sus manos contra sus bíceps,


clavándole las uñas.

Striker besó y lamió su cuello, chupó en el punto del pulso. La


sensación de ella encima de él, el calor de su coño casi quemando
directamente a través de sus vaqueros y directamente en su polla, lo tenía
controlando su deseo por los pelos. Estar con Elena, y pasar por toda
esta mierda, le había enseñado que cada minuto de su vida era precioso,
y mucho más ahora que la tenía.

Estaban en su casa, con la tensión sexual en el aire. Joder, la


quería como un demonio. Agarrando sus caderas más apretadas, forzó

Serie Soldados de la Ira 6 173


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su coño hacia abajo sobre él al mismo tiempo que levantaba sus caderas
ligeramente.

Tirando de ella encima de él, arrastró su boca hasta el cuello de


ella y la enganchó de nuevo en su boca. Profundizó el beso hasta que folló
la boca de ella, metiendo la lengua dentro y fuera de ella, como quería
hacer con su polla en su coño.

Bajando la mano, agarró el culo de ella, curvó sus dedos alrededor


de los carnosos montículos, y gimió. Volvió a apretar la carne,
acercándola lo más posible a su cuerpo. Un gruñido de aprobación lo dejó
cuando ella se frotó contra él, moviendo sus caderas hacia delante y hacia
atrás. Maldita sea, quería agarrar su polla, apartarle las bragas, y mover
su erección a lo largo de su hendidura. Sacó la lengua y jugueteó con el
labio inferior de ella, y un pequeño lloriqueo la dejó. Rápidamente trabajó
para desnudarlos.

—Te amo —respiró contra él, su voz un suave susurro.

—Y yo te quiero, nena —dijo en cuanto terminó de hablar. Levantó


las caderas de nuevo, frotándose contra su coño. Ella movió sus manos
a la parte de atrás de su cabeza para agarrar su pelo, tirando de las
hebras.

Y entonces comenzó a moverse contra él, de un lado a otro,


meciéndose en su regazo, en su polla, y causando un tortuoso placer para
llenarlo. Usó su agarre para ayudarla a moverse, empujándola hacia
atrás y luego trayéndola hacia adelante, una y otra vez. Escuchó el
cambio de su respiración, y supo que ella sola podría terminar esto. Dios,
eso lo puso tan jodidamente duro, más duro de lo que estaba al principio,
y eso ya era decir algo.

Serie Soldados de la Ira 6 174


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Sus movimientos se ralentizaron y quiso gruñir en desaprobación.


Quería que ella se corriera sobre él, solo con esta acción. Deslizó una de
sus manos por la nuca de ella.

—Mírame, nena. —Suavizó su voz, pero se aseguró que mantuviera


un tono de mando. Quería que no dudara de lo que él quería, y eso era
ella en todos los sentidos—. Quiero que te sueltes, que te corras, nena.
Déjame hacerte sentir bien.

La sensación de sus pechos presionados contra su pecho era una


tentación. Ahuecó uno de ellos.

Su carne era cálida y suave, y casi se deshace allí mismo, sin estar
dentro de ella todavía. Tomando el pesado montículo, barrió su pulgar
sobre su fruncido pezón, adorando que ella jadease de placer. Las puntas
estaban duras, y gimió de placer al sentirlas. Ella comenzó a mecerse
contra él una vez más, un poco más rápido esta vez, un poco más fuerte.
Y así, explotó sobre él. Un grito de placer la dejó, y él tragó el sonido
mientras se besaban.

Después de varios segundos, y cuando estuvo seguro de que había


terminado completamente, se separó de su boca. Él movió una mano de
nuevo en su culo, curvó sus dedos en la carne, tan listos para esto, el
uno para el otro.

Ella era todo para él y eso nunca cambiaría. Ahora, era el momento
de hacerla sentir realmente bien.

Serie Soldados de la Ira 6 175


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Capítulo Veintinueve
Elena estaba tan excitada, y quería tanto a Striker. No quería que
él se retuviera.

—Quiero que me folles, Striker —le dijo.

—Eso es exactamente lo que voy a hacer. —Frotó su polla contra el


clítoris de ella, y ella jadeó, gimiendo ante el instantáneo disparo de
lujuria de su toque. Estaba sensible por el orgasmo anterior, y cualquier
leve caricia en su clítoris la hacía volver al punto máximo. Su coño estaba
ardiendo, empapado, y quería su polla golpeando tan profundo dentro de
ella.

Cualquier amenaza que alguna vez hubiera sido parte de su vida


había desaparecido. Cuando caminaba por la calle, no había miedo de
que alguien viniera a buscarla. Era libre. Sí, estaba el peligro que ahora
venía con el club, pero también le daba protección. Striker siempre se
aseguraba de que hubiera un candidato o un hermano cuidando de ella.
Se estaba volviendo muy aficionada a Skull. Le gustaba tenerlo cerca.

Lamiendo sus labios, le ahuecó la cara y lo miró fijamente a los


ojos.

—Quiero que me uses, Striker. Quiero que tomes tu placer, y que


me folles como realmente quieres. No te contengas, toma lo que quieras.

El destello de la lujuria era claro para verlo en sus ojos. Quería eso
tanto como ella; sólo que tenía miedo de ceder. Elena quería que se diera
cuenta de que no había necesidad de contenerse. Iban a tener esto juntos.

—Fóllame, Striker. Donde tú quieras.

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Elena chilló cuando la giró para que quedara recostada sobre su


espalda, y él estuviera sobre ella. Separó sus muslos, abriéndolos de par
en par.

—Estás tratando de hacerme follar tu culo.

—Estoy tratando de hacer que veas que no importa lo que quieras.


Te amaré. Sólo te quiero a ti, Striker. Después de todo, necesito que veas
eso. —No iba a alejarlo. Estaban unidos por algo más que sexo. Striker
era su alma gemela y lo amaba con todo su corazón.

Striker alcanzó entre ellos, agarró su pene, presionando la punta


contra su centro.

—¿Quieres mi polla en este codicioso coño?

—Sí. Te quiero. —Terminó de responder con un grito cuando él


golpeó cada centímetro de su polla dentro de ella.

—¿Esto es lo que quieres, nena?

—Sí.

Volvió a gemir cuando salió de ella sólo para volver a entrar. Él no


paró, golpeando dentro y fuera de su vagina, y no tuvo más remedio que
permanecer abierta para su posesión. Striker era el amo de su cuerpo, y
ella era su esclava. Se inclinó, le lamió el pezón y se lo metió en la boca,
mordiéndolo. El estallido de dolor mezclado con el placer fue demasiado,
y su excitación comenzó a aumentar. Era todo demasiado y, sin embargo,
no era suficiente.

Levantándose sobre sus codos, ella le mordió el hombro, gritando


mientras él la tomaba más fuerte.

Serie Soldados de la Ira 6 177


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—Eres una pequeña descarada, ¿verdad? —Ahuecó su mano


alrededor de su cuello, presionándola a la cama. Striker no le cortaba el
aire, y le encantaba la forma posesiva en la que se aferraba a ella para
que no tuviera a dónde ir.

De repente, él cambió, saliendo de su coño y dándole la vuelta para


que su culo estuviera en el aire. Striker era un hombre fuerte, y ella ni
siquiera intentó luchar contra su dominio. Él sabía lo que estaba
haciendo, y ella estaba allí para su placer. A Elena le encantaba. Esa
libertad le permitía hacer lo que a él le gustaba, y ella sabía que le
encantaría. Striker era un hombre duro, un hombre dominante, pero
siempre se aseguraba de que ella tuviera tanto placer como él.

Tiró de sus caderas hacia atrás y le acarició el coño.

—Estás empapada. Te encanta cuando tengo el control, ¿verdad?

—Sí.

Striker llevó su dedo a la entrada trasera y comenzó a tocarla,


volviéndola loca.

—Joder, nena, te encanta.

Golpeó su polla profundamente dentro de su coño dos veces más


antes de tirar todo el camino fuera. Recogiendo la crema con sus dedos,
le cubrió el ano. Su polla ya estaba mojada por la vagina de ella. Elena
esperó con aliento contenido mientras la gran punta se apretaba
repentinamente contra su entrada trasera. Sí, finalmente, iba a tomarla.

Striker empujó más allá de sus tensos músculos, y ella jadeó ante
la repentina sacudida de dolor. No se había anticipado al dolor, pero valió
la pena.

—Relájate, nena. Déjame entrar.

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Respirando hondo, se echó hacia atrás, y eso le dio suficiente


tiempo para seguir adelante. El dolor y el placer combinados no se
parecían a nada de lo que ella había sentido nunca.

—Joder, Elena, eres tan apretada y caliente. Tienes un culito


caliente, igual que tu coño. —Movió sus manos hacia arriba y hacia abajo
por la espalda de ella, extendiendo la mano para agarrar sus pechos—.
No tienes idea de cuánto te quiero. Estás en mi corazón, Elena. Mi
corazón, mi cabeza y mi alma. No hay otra mujer para mí. Moriría por ti,
mataría por ti.

—Te amo, Striker. Te pertenezco. —Le pertenecía en todas las


formas que importaban.

Salió de su culo y comenzó a mecerse hacia atrás y hacia adelante


haciendo que ella lo llevara un poco más profundo. Era demasiado, pero
no era suficiente. Quería que la follara, que la golpeara dentro de ella, y
que le diera placer.

—¡Fóllame! —gritó la palabra, y Striker agarró sus caderas y golpeó


dentro de su culo.

Estaría increíblemente dolorida mañana, pero valdría la pena.


Cada paso que diera le recordaría a Striker y su posesión.

—Tan jodidamente hermosa —dijo Striker—. Y toda mía. Ningún


hombre va a poner nunca sus manos sobre ti, nena.

—Sí.

—Voy a casarme contigo. Voy a poner mi hijo dentro de ti, y voy a


amarte por el resto de mi vida.

Ella ya lo amaba. Deslizó sus dedos entre los muslos de ella, y


empezó a juguetear con su clítoris. Mordiéndose el labio, ella se empujó

Serie Soldados de la Ira 6 179


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contra él, intentando con todas sus fuerzas retener su orgasmo. La estaba
volviendo loca, empujándola al borde del placer una vez más.

—Joder, no voy a durar.

Striker golpeó dentro de ella, y jadeó cuando su orgasmo se


precipitó a través de ella, haciéndola gritar. Continuó trabajando duro
con ella hasta que finalmente se puso tenso, y eyaculó en su interior.

Los movió para que estuvieran acostados en la cama, envueltos


uno alrededor del otro. Su polla todavía estaba dentro de su trasero, y
ella no estaba lista para retirarse.

—Eso fue increíble —dijo ella.

—No, tú eres increíble. —Besó su cuello, le pasó la lengua por


encima de su pulso, volviéndola loca. Su culo se apretó, y estaba lista
para hacerlo de nuevo—. Eres insaciable, exactamente como me gusta.

Era una locura pensar que esta era su vida ahora, pero no la
cambiaría por nada en el mundo. Ser la vieja dama de Striker era
exactamente quién y lo que estaba destinada a ser, y llegaría tan alto por
él hasta que tomara su último aliento.

Fin

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Moteros,
bebés y cuero

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Las pequeñas cosas de la vida

Él era tan pequeño, como una muñequita en sus brazos.


Lentamente se meció de un lado a otro, sintiendo ese calor, ese afecto
inmediato, esa conexión instantánea con otra alma, que la llenaba tanto
que ni siquiera podía respirar.

Esto era lo que significaba ser una madre. Amar tanto a alguien,
desde ese primer vistazo en que todo lo demás se atenuó en comparación.

Deanna miró a su hijo, al cabello oscuro que cubría su cabecita y


la forma en que sus pequeños dedos se envolvían alrededor de su pulgar.
Era tan pequeño y había luchado tan fuerte por su vida. Había pasado
un mes y medio desde que entró prematuramente en trabajo de parto. El
final había parecido tan sombrío, su preocupación y miedo, su
devastación, de que perdería a esta personita perfecta antes de que
llegara a conocerlo, había pesado tanto en ella.

Pero su hombrecito se había recuperado.

Ty Braxton, su pequeño superviviente, tenía tanta fuerza como


todos los Parches del MC juntos.

—Tú eres mi hombrecito, ¿verdad? Eres tan fuerte, desafiando


todas las probabilidades —susurró. Frotando su mano sobre su cabeza,
lo acarició suavemente, amando que él hiciera un pequeño ruidito de
satisfacción.

Hoy, sacarían el tubo de alimentación y trataría de amamantarlo.


Bombear y alimentarlo con un biberón había creado un vínculo, pero
quería poder sostenerlo piel con piel y hacerlo fuerte y saludable.

El profundo, pero bajo estruendo de una voz al final del pasillo la


hizo levantar la cabeza y mirar al escritorio de la recepcionista. Una
sonrisa cubrió su rostro involuntariamente al ver al hombre que amaba,

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el motero que había estado aquí con ella a través de todo, tomó su placa
de identificación y su tarjeta de acceso, y se dirigió hacia la puerta. La
puerta que los separaba se abrió después de pasar la tarjeta, y luego se
dirigió hacia ella, su gran cuerpo vestido de cuero y tela vaquera, su corte
demostrando que era el Presidente de los Soldados de la Ira.

Dios, amaba tanto a este hombre que le dolía.

Era tan grande y musculoso, haciendo que todo y todos


palidecieran en comparación. Con sus tatuajes en sus brazos y cuello, y
sus gafas de sol asomándose por el bolsillo delantero de su corte, parecía
un matón listo para patear el trasero. Pero aquí, con el silencio a su
alrededor, en la paz y la serenidad de la UCIN, Demon era alguien
diferente. Era amable y dulce, cariñoso y considerado. Ahora sabía lo que
se sentía al tener algo casi siendo quitado, algo tan pequeño, pero que
amaba tanto, que se lo arrancó de los brazos sin poder hacer nada para
detenerlo.

Se sentó a su lado en la mecedora, su atención ahora mismo en Ty.

—¿Cómo te va hoy, bebé? —dijo Demon en voz baja y extendió la


mano para tocar a Ty. Pero justo antes de hacer contacto, curvó los dedos
en la palma de la mano y maldijo suavemente—. Tengo que lavarme las
manos.

Ella no pudo evitar sonreír. Viéndolo levantarse y caminar hacia el


lavabo, Demon se lavó las manos tres veces antes de secárselas y agarró
una de las batas amarillas que estaban colocadas en el mostrador. Se
puso la bata de papel, cubriendo su cuero y sus vaqueros, y caminó hacia
ella. Después de volver a estar en la silla, levantó los brazos. Deanna le
entregó a Ty a su padre.

El amor y el orgullo que vio en su rostro le robaron el aliento.

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—Hola, hombrecito —susurró Demon, y se inclinó para besar a su


hijo en la frente. Ver a un motero tan grande y fuerte siendo tan amable
con su hijo llenaba a Deanna de tanto amor.

—Abrió los ojos un poco justo cuando llegué.

La sonrisa de Demon le había hecho que le doliera el pecho, pero


en el buen sentido.

—¿Le sonríes a mamá, hombrecito? —Volvió a besar la cabeza de


Ty y la miró—. Ven aquí, nena. Dame un beso.

Se inclinó hacia adelante y besó al hombre que amaba.

—Hoy le van a quitar la sonda de alimentación, ¿verdad?

Ella sonrió y asintió, bajando la vista a Ty.

—Sí, el doctor dijo que lo está haciendo mejor de lo que podría


haber esperado.

—Bueno, es nuestro hijo, nena.

Asintió, sin poder discutir con él, porque tenía razón. Era su hijo,
y una vez que saliera del hospital, estaría rodeado de una familia que lo
amaba.

Un mes después
Demon no sabía si creía en los milagros de Navidad, pero diablos,
estaba empezando a sentir esa sensación cálida y confusa en su interior

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mientras veía salir a su vieja dama del SUV, con una gran sonrisa en su
cara mientras miraba a Ty.

Por fin habían podido traerlo a casa, y decir que era un papá
orgulloso era un jodido eufemismo.

Vio cómo Deanna lo sacaba del asiento del coche de la parte


trasera, le dijo algo a Ty en voz baja y se volvió para mirarlo. Su hijo
estaba despierto, con los ojos bien abiertos, mirando el mundo. Se
dirigían a la casa del club donde todos pasarían la temporada de fiestas
juntos. Una gran cena, familia, amigos, y tener a su hijo sano y en casa
hizo esto aún más increíble.

Miró a Ty; la pequeña boca de su hijo haciendo una “O” hizo que
Demon se riera.

—¿Estás listo para conocer al resto de la familia, hombrecito? —


Pasó la punta de su dedo sobre el puente de la nariz de Ty, acercó a su
mujer, y juntos, los tres, entraron al club para estar con su familia.

En el momento en que entraron en la casa del club, el ala a su


alrededor estalló en aplausos. Ty se acurrucó cerca de su pecho, y Demon
se paró detrás de ella. Su hijo finalmente estaba en casa, y estaba sano;
ese era el punto principal. Ella y Demon tuvieron un bebé sano, y lo
amaba con todo su corazón. Junto con su padre, eran todo su mundo.

Demon silbó, y el silencio cayó sobre la habitación.

—A todos, me gustaría presentaros a Ty, mi hijo. —Ella tomó al


bebé que se retorcía, que hacía ruidos de bebé, y lo puso en los brazos de
Demon. Demon se movió por la habitación, mostrando a su hijo.

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Ella sonrió, mirando a su esposo e hijo juntos. Hubo algunos


momentos en el último mes cuando pensó que no iba a tener esta
oportunidad.

—Finalmente está en casa —dijo Amy.

—Él está en casa.

—Felicidades —dijo Zeke, sorprendiéndola mientras la abrazaba.


Su hija, Daniella, y Shakes también estaban en el club.

Todos en el club que amaba estaban allí para ver a su hijo volver a
casa.

—Gracias, Zeke.

Daniella fue la siguiente, abrazándola.

—Por fin está en casa.

—Sí.

Durante la siguiente hora, se movió por la habitación, recibiendo


abrazos y amor de toda la casa del club. Siguió a Demon por la
habitación, enamorándose un poco más de él mientras sostenía a su hijo
protectoramente en sus brazos.

Este era su hogar, esto era amor, y ella no lo cambiaría por nada
del mundo. El árbol de Navidad había sido instalado en la esquina, y las
decoraciones cubrían todas las superficies; oropel y luces centelleantes
estaban por todas partes.

Demon envolvió su brazo alrededor de su cintura, tirando de ella


contra él.

—Te amo, Deanna.

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—También te amo, Demon. —Apoyó la cabeza contra su pecho.

Él habló con los hombres, y ella solo cerró los ojos, disfrutando de
la alegría de finalmente estar en casa con su hijo, su familia y rodeada
de amor.

Más tarde esa noche, dejó a Demon para reunirse y divertirse


mientras llevaba a Ty a su habitación privada. Sus pechos estaban
cargados de leche y, como él era prematuro, quería darle todas las
ventajas que pudiera. También disfrutó del tiempo que pasó con él
amamantándolo en su pecho.

Habría caminado sobre cristales si realmente hubiera creído que


eso habría ayudado a su hijo a llegar a casa sano y salvo.

Después de cambiar su pañal y ropa, se acomodó en la cama,


juntando las almohadas detrás de ella y debajo de su brazo. Estaba
berreando cuando se aflojó la camisa y comenzó a alimentarlo.

—Me has dado un susto de muerte, pequeñín. Querías venir


temprano al mundo, y no estábamos listos para ti. —Le acarició un dedo
en la nariz, amándolo ya tanto—. Contigo dándome ese susto, no se te va
a permitir andar en moto, salir a jugar o tener una novia.

—Nena, él va a querer salir algún día —dijo Demon, cerrando la


puerta.

Sonrió a su marido.

—Cuando tenga treinta años. Podemos quedárnoslo hasta


entonces.

Demon se quitó los zapatos y la cazadora, y luego se sentó en la


cama junto a ella.

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—Es hermoso.

—Lo es.

—Va a ser el único tipo que vea tus tetas.

Poniendo los ojos en blanco, le dio una palmada en el hombro.

—Suficiente. Sabes que es bueno para él.

Demon se acercó, acariciando la mejilla de su hijo.

—Va a ser el chico más mimado del club.

—No puedo creer que todos estuvieran aquí, incluido Zeke.

—A ese bastardo le gusta mantenernos alerta.

Ella agitó la cabeza.

—Alessandria lo está domesticando.

—Nadie doma a un monstruo.

—Yo te domé.

—Cierto. Me domaste lo suficiente para ti y para nuestros hijos.


Para todos los demás, sigo siendo un monstruo, y mataría sin pensarlo
dos veces.

—Es bueno saber que te lo pensarías dos veces antes de matarme.

—Nunca te haría daño, nena.

Miró fijamente a los ojos de Demon para ver que estaban llenos de
lágrimas.

—¿Qué pasa, cariño?

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—Pensé que te había perdido a ti y a él. Eres mi familia, Deanna.


Mi razón de vivir; me mantienes cuerdo. Sin ninguno de vosotros, sería
el monstruo que el mundo cree que soy. —Tomó su mano, su pulgar
moviéndose sobre su anillo de bodas—. Eres lo mejor que me ha pasado
en la vida.

—Sabes que no hay otro lugar donde preferiría estar. Esta es mi


casa, y te quiero. Eres el amor de mi vida, y quiero más hijos, Demon.

—¡No! —negó en desacuerdo—. No vamos a tener más hijos. No


puedo pasar por eso otra vez.

—Difícil. Voy a hacer que lo repitas de nuevo. Ty va a necesitar un


hermano o una hermana, o ambos. Queremos una gran familia. Quiero
una gran familia. Y ambos sabemos que te encanta el sexo. —Tomando
sus labios, agarró su polla ya erguida—. Me quieres, cariño.

—Siempre te querré.

Al alejarse, vio cómo su hijo terminaba de alimentarse. Ty iba a


llegar a ser un hombre fuerte, igual que su padre.

Con él en casa en sus brazos, ella era más feliz, y podía respirar
mejor, sabiendo que estaba rodeada de una familia que lo amaba.

Fin

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Staff
Traductora : Mdf30y

Correctora : Lelu

Diseño : Lelu

Lectura Final: Laavic

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Serie Soldados de la Ira


01 – Propiedad del bastardo
Demon, Presidente de Los Soldados de la Ira MC, es un
miserable bastardo, un asesino despiadado, y no lamenta
ninguna de las cosas violentas que hizo en vida. Así es como
sobrevive, así es la forma en que mantiene a su club y sus
hombres seguros.
Deanna Monte a quedado al cuidado de su padre adicto a las
drogas, un padre débil y de quien ahora es responsable desde
su madre murió. Ella puede odiar a su padre, pero después de
la última petición de su madre no puede renunciar a él.
Cuando Deanna es entregada a Demon como pago por la
deuda su padre, ella lucha de todas las formas posible y se
niega a someterse. Pero nunca ha conocido a un hombre como
Demon, un hombre cruel que es enorme, poderoso y que puede
tomar su vida tan fácilmente como respira. Ella no debería
desearlo como lo hace, no después de que la aleja de su vida, negándose a
dejarla ir, y diciéndole que es suya ahora.
Pero ella lo desea, y eso es lo que la asusta más que nada.
Advertencia: Este título contiene sexo explícito, lenguaje vulgar y temas que
pueden afectar su sensibilidad.

02 – Doblegada, no vencida
El dolor es una sensación, una emoción duradera que
puede consumir a cualquier tipo de persona sin
discriminación. Amy Holland sabe muy bien lo que le hace
el dolor a alguien. Ha estado viviendo con él durante mucho
tiempo y todo a causa de su padre.
Reese “Joker” Whitman dejó su antigua vida atrás. Ahora
sólo es Joker, un miembro de los Soldados de la Ira, un
club MC que está fuera de la ley que rige en la ciudad. A
pesar del borde duro que carga, la violencia y la destrucción
son sus conocidos.
Joker quiere a Amy, la hija de la mujer que se casó con su
padre. Amy podría ser considerada de la familia, pero no es
de su sangre y él la desea más que cualquier cosa que haya
querido en la vida. Sin embargo, tiene que ir con cuidado,
porque ella está herida y nunca será capaz de entregarse
por completo a él.
Cuando Amy finalmente ve cómo es Joker, no es miedo o
dolor lo que la consume; sino esperanza y deseo. ¿Pero podrá entregarse al
motero cuando se siente demasiado quebrada para ser amada?

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03 – Duro como el acero


Eloise ha mantenido sus deseos en la oscuridad toda su
vida. No segura de si debería sentirse avergonzada por su
necesidad de tener una relación sexual que consiste en
dolor, se centra en mantenerse a sí misma, sabiendo que
nunca podrá tener lo que realmente quiere.
Steel es miembro de Soldados de la Ira MC. Es un hombre
que toma lo que quiere cuando quiere, nunca se niega
nada. Pero desea a Eloise, y su negativa a entregarse a él
hace que el deseo de Steel por ella aumente más. Está
decidido a irrumpir en su casa y llevársela.
Cuando Hanson, el jefe de Eloise, la ataca, es Steel el que
viene y la rescata. Steel siente algo por la mujer que
parece poner todo su mundo patas arriba en tan poco
tiempo.
Pero Hanson no se conforma con ser puesto en su lugar,
o quedarse tumbado sin luchar. Le mostrará a Eloise y a Steel que va a tener lo
que quiere, independientemente de cualquier amenaza.
¿Puede Eloise entregarse totalmente a Steel, o su temor a lo que realmente
quiere la detendrá? ¿Puede Steel finalmente permitirse comprometerse con una
mujer y mostrarle que lo que ella quiere es
exactamente lo que él quiere darle?

04 – Bastardo muerto
Shakes sabía que no podía tener a Daniella, pero eso
no impidió que la tomara. Marcharse significó
traicionar a su club e ir en contra de su padre, Zeke.
A pesar de que están siendo cazados, él no la dejará ir,
no puede.
Pero, ¿qué pasa cuando los encuentran? ¿Puede
Shakes devolver a Daniella a su padre? ¿Puede hacer
las paces con el MC? Con su parche y vida en juego y
la posibilidad de perder a Daniella para siempre,
Shakes debe decidir qué camino tomará.

4,5 – Ruina y resurgimiento


A veces caer en la ruina no significa que no puedas
resurgir de las cenizas.
Shakes y Daniella pasaron por el infierno para encontrar
su felicidad, pero no vino sin un precio. Para mantener
a Daniella, Shakes tuvo que perder una parte de sí
mismo.
¿Pueden realmente resurgir de sus cenizas y no
quemarse?
Pero entonces, la vida de Daniella y Shakes vuelve a
ponerse patas arriba cuando un embarazo inesperado

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pone a prueba la ya volátil relación que Shakes tiene con el padre de Daniella,
Zeke.
¿Y dónde está el destino de Shakes con la única familia que alguna vez tuvo…
los Soldados de la Ira?

05 – Las reglas de Zeke


(Serie Precioso tormento 01)
Zeke no es un héroe, nunca se ha visto a sí mismo
teniendo un felices para siempre. Lo han llamado
muchas cosas: malvado, retorcido, sádico y
peligroso. Él es todas esas cosas y más. Se deleita en
ello, las abraza y las usa para hacerse más poderoso.
Es un mal ho mbre en todos los sentidos.
Luego está Alessandria: una mujer encadenada,
llorando, asustada, que anhela el dolor con su placer.
La parte sádica de él la quiere toda para sí mismo. Le
mostrará que el tipo de dolor que él quiere darle
finalmente la dará el placer que ella anhela.
¿Podrá Alessandria manejar al monstruo dentro de
Zeke, o como tantas otras, podría huir?

06 – La manera en que me gusta


+ 6.5 Moteros, pañales y bebés
Huyendo de su antigua vida, la inocente Elena se
encuentra inmersa en el mundo de moteros alfas,
dominación y libertad. Controlada toda su vida, salta
de cabeza a la seguridad que le ofrece Striker, y no
mira hacia atrás. Cuando Striker se da cuenta de que
ella huye de una familia retorcida y un matrimonio
arreglado, se ofrece a ayudarla. No se trata de que sea
noble; es egoísta y ve la sumisión natural en ella.
El Dom en él la quiere en su cama, quiere controlarla
en todos los sentidos. Cuando Elena se da cuenta de
que el tipo de relación que Striker quiere concuerda
con los deseos oscuros que ella tiene en su interior,
sabe que quiere explorar todo lo que él tiene para
ofrecer. Sus sentimientos hacia él se vuelven más profundos, más intensos, y
no quiere nada más que aceptar esta nueva vida con Striker, incluso si es
totalmente extraña y la asusta.
Cuando descubren que su familia todavía la persigue, Striker y los Soldados de
la Ira MC, un grupo de moteros violentos y peligrosos, saben que deben
protegerla a toda costa. Elena decide poner su vida en sus manos. Al final,
¿Striker querrá algo más que solo una sumisa dispuesta a calentar su cama y
saciar su apetito?

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Próximamente

Perdido en ti

Serie Soldados de la Ira 6 195


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Sobre las Autoras


Jenika Snow es una autora reconocida en EE.UU. Hoy en día vive
en el noroeste con su marido y sus dos hijas.

Jenika comenzó a escribir a una edad muy temprana. Su primera


historia consistía en una joven que viajó a una isla exótica y encontró
una muñeca mágica. Esa historia ha desaparecido hace mucho tiempo,
pero otras han tomado su lugar.

A ella le encanta tener noticias de los lectores, y les anima a


ponerse en contacto con ella y dar su opinión.

Sam Crescent es una apasionada de la ficción. Le encanta un buen


romance erótico y porque sólo tenía sentido para ella extendió sus alas y
empezar a escribir. Comenzó en el 2009 y finalmente consiguió la primera
aceptación en 2011.

Ella ama crear nuevos personajes y ahondar en los mundos que


crea. Cuando no entra en pánico por una historia o discute con un
personaje, se la puede encontrar en su cocina creando todo tipo de caos.
Al igual que sus historias las creaciones en su cocina pueden ser algo
dudosas, pero a veces las cosas salen bien.

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