Rule #4 - You Can't Misinterpret A Mistletoe Kiss - Anne-Marie Meyer

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Contenido
Sinopsis ....................................................... 4
Capítulo 1 ..................................................... 5
Capítulo 2 .................................................... 12
Capítulo 3 .................................................... 20
Capítulo 4 .................................................... 27
Capítulo 5 .................................................... 33
Capítulo 6 .................................................... 39
Capítulo 7 .................................................... 46
Capítulo 8 .................................................... 53
Capítulo 9 .................................................... 58
Capítulo 10 ................................................... 67
Capítulo 11 ................................................... 75
Capítulo 12 ................................................... 84
Capítulo 13 ................................................... 92
Capítulo 14 ................................................... 99
Epílogo ...................................................... 106
Siguiente libro .............................................. 108
Sinopsis
Un beso bajo el muérdago es un simple beso, ¿verdad? Error.

Todo lo que quiero hacer durante estas vacaciones de Navidad es sobrevivir. Una
semana en la cabaña con los amigos / rivales de nuestra familia, los Stephensons,
cada actividad de yuletide1 se convierte en una competencia donde mi familia debe
ganar. Cada. Uno.

Sí. Mucho espíritu navideño por aquí.

Pero, he sobrevivido las últimas vacaciones, no hay razón por la que no pueda
sobrevivir a esta.

Hasta que mamá me informa que Jacob Stephenson, el ex mejor amigo de mi


hermano y el chico malo residente, regresó de casa de sus abuelas después de haber
estado fuera durante el semestre. Supongo que después de descubrir que su hijo robó
una estación de servicio, lo expulsa al estado más al sur.

Ahora mi enamoramiento ridículo está de vuelta con toda su fuerza y estoy


intentando realmente alejarme de él. Mi hermano está frustrado porque Jacob está
en casa y se supone que debo poner a mi familia por encima de los chicos. ¿Verdad?

Tal vez…

Intentaba ser leal hasta que Jacob y yo nos besamos. Claro, fue forzado por la
tradición del muérdago, pero había algo en la forma en que me sostenía y apretaba
los labios contra los míos que me decía que tal vez sintiera algo más.

Pero cuando sigue alejándose y actuando como el chico malo, estoy bastante
segura de que es falso, empiezo a darme cuenta de que hay más en juego aquí que
solo mi corazón. Una verdad que le está carcomiendo. Solo espero poder
desenterrarlo antes de que termine la época navideña y cualquier posibilidad que
tenga de descubrir al verdadero Jacob desaparece.

Rules of Love #4

1
Yuletide: las fiestas de Yule se celebran cada solsticio de invierno. En la actualidad suele
considerarse el período festivo entre la Nochebuena y hasta después del día primero del año. Y cuenta
con varios rituales, como, encender el leño de Yule y hacerlo arder durante 12 horas. Decorar con
muérdagos, mantener vigilia, dejar una vela encendida en la ventana, etc.
Capítulo 1
Estoy parada frente a mi cama, mirando la ropa que había sacado de mi armario.
“Rodolfo, el reno de la nariz roja”, sonaba desde mi teléfono, que había apoyado en
mi tocador. Tarareé con la melodía mientras empezaba a doblar mis blusas.

—Hola, Ava. ¿Cómo va todo por aquí? —Mamá metió su cabeza por mi puerta
abierta.

Me volví y le disparé una sonrisa.

—Genial. Solo empacando.

Mamá miró su reloj y luego me miró.

—Bien. Tenemos que irnos en veinte minutos. Son cuatro horas en auto hasta la
cabaña, y queremos vencer a los Stephenson. —Una expresión de determinación
pasó por encima de la cara de mamá—. Si vamos a ganar esas vacaciones, tenemos
que empezar esta competición con el pie derecho.

Puse los ojos en blanco. La estación de radio local en Little Foot, Colorado, había
decidido organizar un concurso de navidad. Muéstrales tu mejor espíritu navideño y
podrás ganar un viaje a las Bahamas.

Mamá y papá decidieron llevar ese desafío un paso más allá e incluir a los
Stephenson, sus mejores amigos y rivales. Al menos, creo que son los mejores
amigos. En algunos encuentros no lo podría decir. Todo era una competencia cuando
nuestras familias estaban juntas.

¿Fútbol de Acción de Gracias? Teníamos que ganar.

¿La búsqueda anual de huevos de Pascua? Teníamos que encontrar la mayoría


de los huevos.

Era realmente ridículo lo mucho que a mamá y a papá les importaba ganar a la
familia que ellos decían que eran sus amigos íntimos.

Era una de las cosas que más odiaba de ir de vacaciones.

—Bien, mamá —dije, moviendo los brazos en cámara lenta, sabiendo que eso le
provocaría ansiedad.

—Ava —dijo mamá con un tono de advertencia.


Suspiré, notando la mirada que estaba disparando en mi dirección. Sé que es mi
madre y se supone que me quiere, pero puede que yo haya sido la razón por la que
perdieron algunas de sus competiciones. Estaba subida en el tren de “no arruines nada”
ahora mismo. Literalmente estaba preparada para el viaje.

No queriendo ser completamente inútil para mi familia, le di una sonrisa y le


dije:

—No te preocupes, mamá. Yo me encargo de esto. —Aceleré el paso mientras


doblaba y metía mis jeans en la maleta.

Asintió y el sonido de peleas se escuchó en la habitación de mis hermanos


gemelos de diez años. Aunque tratar de controlar a mis hermanos era como tratar de
atrapar el viento en un frasco, creo que mis padres los preferían a mí. Sobresalían en
velocidad y agilidad. Las dos cosas en las que yo apestaba.

La frente de mamá se arrugó y desapareció por un momento —seguido de


algunos gritos— antes de volver a meter la cabeza en mi habitación.

—Oye, olvidé decírtelo, pero Jacob ha vuelto. Estará en la cabaña. —Ella aspiró
su aliento mientras me estudiaba—. Espero que todavía estés bien uniéndote al
equipo de Stephenson. No podemos pedirle a Andrew que vaya.

A pesar de que mis padres me iban a ofrecer al clan Stephenson, porque después
de todo, ofrecer a tu peor jugador era una buena jugada táctica, realmente no me
importaba. No cuando todo mi cuerpo se entumeció de repente. ¿Jacob había vuelto?
¿Cuándo? ¿Andrew lo sabía?

Mi hermano y su ex mejor amigo no habían hablado desde El Incidente. Miré


hacia el pasillo. Hacia la habitación de Andrew. Un torrente de emociones inundó
mi sistema.

Forcé una sonrisa relajada, a pesar de que mi estómago se sentía atado en nudos.

—¿Qué? —pregunté, gimiendo ante el estridente tono de mi voz.

Afortunadamente, mamá estaba demasiado ocupada mirando por el pasillo


mientras el alboroto se hacía más fuerte.

—Solo quería advertirte antes de que llegáramos. —Se inclinó hacia el pasillo—
. Aiden y Alex, ¡basta ya!

—Gracias por la advertencia, mamá.

Mamá me devolvió la mirada.

—Sí. Al menos con la calidad de los chicos de 18 años, tenemos a los Stephenson
derrotados. —Luego dudó, y esperé a que me dijera que eso era un poco mezquino.
En vez de eso, dijo—: Asegúrate de mantener la distancia. Recuerda lo que hizo y
cómo eso podría haber arruinado las oportunidades de Andrew. Los chicos como
Jacob nunca cambian.

La miré fijamente, un poco sorprendida de que hablara así de Jacob. Claro, no


era perfecto. Y robar en una gasolinera definitivamente había sido una decisión
terrible por su parte, pero eso era un poco grosero.

Quería decir algo en defensa de Jacob, pero mamá ya no me escuchaba. Se


escabulló de mi cuarto, y momentos después, la oí gritarle a mis hermanos que
limpiaran su cuarto y dejaran de ponerle canas.

Volví a prestar atención a mi maleta mientras miraba mi ropa. Sus palabras


rodaban en mi mente. Vería a Jacob hoy. De repente, mis sudaderas muy queridas y
gastadas se veían horribles. No había forma de que Jacob pudiera verme con esto.

Cerré los ojos por un momento mientras dejaba que el recuerdo de su rostro
flotara en mi mente. Su pelo oscuro y sus ojos igualmente oscuros me miraban
fijamente. Había sido el chico malo residente de la escuela. Siempre actuando como
si no le importara, pero yo le conocía.

Jacob.

—Oye, ¿te lo dijo mamá? —preguntó mi hermano mayor Andrew. El calor me


ruborizaba las mejillas mientras abría los ojos y lo miraba.

—¿Que Jacob va a venir? —Me encogí de hombros mientras volvía a empacar.


No quería que sospechara ni remotamente que estaba soñando despierta con el amigo
que lo había abandonado.

Andrew asintió mientras se acercaba a mi cama y se tiraba encima. Pude ver la


preocupación flotando en su mirada. Me sentí mal por mi hermano. Después de que
Jacob y sus malos amigos robaran una gasolinera el verano pasado, sus padres lo
hicieron empacar y lo habían enviado a Florida para pasar el primer semestre allí.

Realmente había afectado a Andrew perder a su mejor amigo de esa manera. Y


no le culpaba. Andrew había estado en la escena del crimen. Jacob lo había
arrastrado a la gasolinera a pesar de que sabía lo que sus amigos planeaban hacer.

No creo que Andrew le perdonara nunca. Incluso en la audiencia de Jacob,


Andrew se había quedado callado. Su mirada se mantenía baja, con la preocupación
grabada en su expresión. Nunca había visto a mi hermano tan en conflicto antes.

Le sonreí a Andrew, con la esperanza de levantarle el ánimo.

—Está bien. Además, mamá dijo que habrá muchos juegos para nosotros para
que puedas matar a Jacob en todos ellos.

Andrew me miró, sus ojos azules se habían vuelto pedregosos. Se quitó el pelo
rubio de la cara. Yo era once meses más joven que él, pero parecíamos gemelos.
Dudó, pero luego se rio.

—Sí, tienes razón. —Alargó su mano y lanzó una bola de mis calcetines al aire,
atrapándolos con una mano—. Sabía que siempre podría contar contigo, Ava.

Me encogí de hombros mientras agarraba la bola de calcetín mientras caía al


suelo. Después de meterlo de nuevo en mi maleta, señalé mi puerta con la mano.

—Para eso están las hermanas. Ahora, vete. Empaca. Mamá está a la caza. —Le
miré

Suspiró y se puso de pie, saliendo de mi habitación.

—Cielos, qué negrera —dijo mientras desaparecía por el pasillo.

Dejé escapar el aliento mientras subía la cremallera de mi maleta y la llevaba


hasta la puerta. La frase de Andrew se me vino a la mente.

Sabía que siempre podría contar contigo.

Ugh. La culpa surgió en mi pecho.

Si Andrew supiera que estaba profunda e irreversiblemente enamorada de Jacob,


nunca me lo perdonaría. Lo que empezó como un interés inocente hace dos años se
había convertido ahora en esta odiosa obsesión. Intenté dejar de quererlo después de
todo lo que había pasado el verano pasado. Pero mi corazón no dejaba de lado la
intoxicante media sonrisa y el malentendido comportamiento de Jacob.

Y por la forma en que mi corazón palpitaba y mi estómago se agitaba, nuestro


tiempo separados no había cambiado nada.

Desesperada por una distracción, entré en mi baño y agarré mi maquillaje, mi


secador de pelo y el resto de mis artículos de tocador.

Después de asegurarlos en mi mochila, agarré el asa de mi maleta y me dirigí a


la parte superior de las escaleras.

Aiden salió corriendo de su habitación, gritando mientras levantaba sus manos


para atrapar el balón que venía corriendo desde la misma dirección. Agité la cabeza
mientras me miraba.

—Mamá te va a matar —dije mientras bajaba las escaleras.

Si Aiden me oyó, no lo detuvo. Nunca le importó. En vez de eso, le lanzó la


pelota de vuelta a Alex y desapareció en su habitación.

Una vez que estuve en la cocina, tomé una manzana de la fuente cercana y
resbalé sobre un taburete de la barra. Estaba lista para irme, aunque el resto de mi
familia no lo estuviera. Además, necesitaba un poco de tiempo para descubrir cómo
me iba a deshacer de las mariposas que me estaban bombardeando el estómago.
Iba a ver a Jacob esta noche, y no estaba preparada para eso.

***

—¡Hemos llegado! —gritó Papá con voz cantarina.

Levanté la vista de mi libro para ver que papá se había metido en el camino
cubierto de nieve y había apagado el auto.

—¡Sí! Somos los primeros —dijo mamá, chocando los cinco con papá.

Puse mis ojos en blanco. Eran unos idiotas.

—Tengo que mear —dijo Alex, empujando mi asiento para que me moviera.

Me mordí la lengua cuando selectas palabras pasaron por mi mente.

—Espera —dije mientras me desabrochaba el cinturón de seguridad y abría la


puerta lateral.

En dos segundos, Alex estaba fuera y orinando en la nieve blanca junto al auto.

—¡Alex! Eso es asqueroso. Mamá —dije, volviéndome para mirarla fijamente.

Estaba demasiado preocupada por enviar mensajes de texto a JoAnne, la mamá


de Jacob, para castigar a Alex.

—Está bien, cariño. Además, aún no hemos abierto la puerta de la cabaña. ¿Qué
más va a hacer?

La miré fijamente. Guau. Toda esta competencia entre nosotros y los Stephenson
se estaba volviendo un poco absurda. Mamá estaba ahora pasando por alto delitos
menores con tal de ganar.

—¡Ja! —exclamó ella mientras papá sacaba nuestro equipaje y lo dejaba en el


suelo—. Todavía están a veinte minutos.

Papá se rio de manera triunfal.

—Diles que ganamos y que nos deben pizza como recompensa.

—Oooh, buena idea —dijo mamá mientras empezaba a escribir en su teléfono.

—¿Hablan en serio? —pregunté mientras cogía mi equipaje.

Papá me miró.

—¿Qué?

—Tu hijo está literalmente orinando su nombre en la nieve, y todo lo que te


importa es ganar. —Señalé a Aiden, quien ahora se había unido a Alex al lado del
auto.
Papá miró y se encogió de hombros.

—Tu madre dijo que estaba bien, así que por mí está bien.

Lo miré fijamente mientras cargaba con mi mochila. ¿Qué les estaba pasando a
mis padres? Agité la cabeza.

—Voy a entrar.

Papá me dio las llaves cuando pasé junto a él. Una vez dentro, encendí las luces.

Era una cabaña totalmente amueblada. Mis padres habían pagado el paquete de
lujo, que incluía todos los adornos navideños. Miré el árbol decorado de tres metros
que estaba junto a la chimenea. Los adornos brillaban y el oropel destellaba con el
sol poniente. Había guirnaldas envueltas alrededor de la barandilla que subía hasta
el segundo piso. El muérdago colgaba sobre la abertura de la cocina.

—Guau, esto es increíble —dijo mamá mientras caminaba detrás de mí.

Le eché un vistazo. Dado que papá consiguió el ascenso por encima de Dirk
Stephenson, no han tenido problemas para mostrar dinero. Habían insistido en que
pagarían por la cabaña cuando pidieron a los Stephenson que se unieran a nosotros
este año.

Cuando planearon el viaje por primera vez, pasar las vacaciones de Navidad con
ellos les pareció una buena idea. Quiero decir, los Stephenson eran buenos. Además
de Jacob, tenían una hija, Tracy, que era dos años más joven que yo, y un hijo
adoptivo de siete años, Max. Alex y Aiden amaban a Max, y siempre nos
aterrorizaban a mí y a Tracy. Las cosas eran simples si Jacob no estaba involucrado.
Pero ahora que venía, no estaba segura de que me gustara nada de esto.

—Hiciste un buen trabajo, mamá —dije mientras me dirigía hacia las escaleras—
. Supongo que Tracy y yo compartimos habitación.

Mamá asintió.

—Sí. Debería ser la última puerta al final del pasillo.

Asentí mientras subía las escaleras, mi maleta golpeando en cada escalón.


Encontré la habitación más pequeña y entré. Había una sola litera, que estaba contra
la pared. Agarré mi equipaje y empecé a desempacar mi ropa, deslizándola sobre la
rústica cómoda.

Estaríamos aquí los próximos cinco días, así que era mejor que me pusiera
cómoda. Después de poner mis cosas en la mitad de la cómoda, agarré mi almohada
y sacudí la manta de la parte inferior de la cama. Tracy probablemente apreciaría la
litera de arriba, además, me estaba volviendo un poco mayor para subir y bajar la
escalera y meterme en la cama.
—¡Están aquí! —gritó Mamá, su voz atravesando la puerta abierta del
dormitorio.

Mi corazón se aceleró al acercarme a la ventana y miré hacia abajo. Los


Stephenson salieron de su camioneta y subieron por la entrada. Traté de evitar que
mi mirada cayera sobre Jacob, pero fue como si fuera una paloma mensajera. No
pude evitar mirarle fijamente.

Su cabello era más largo ahora. Se pasó las manos a través de este mientras
escuchaba algo que su madre decía. Asintió, y no pude evitar darme cuenta de lo
bronceado que se había puesto en los seis meses que había estado fuera.

Miró hacia mi ventana, y el calor recorrió mi cuerpo mientras me desplomaba en


el suelo, rezando porque no me hubiera visto.

Respiré profundamente unas cuantas veces, con la esperanza de calmar la


vergüenza que tenía en mi cabeza. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Qué era lo que
me pasaba?

Necesitaba dejar de gustarme Jacob. Además, ¿qué le iba a decir a Andrew? Era
mi hermano y mi mejor amigo. Necesitaba serle leal, sin importar cuánto se me
iluminase el estómago al pensar en volver a ver a Jacob.

—¡Ava! ¡Andrew! Bajen y saluden a los Stephenson. Muy amablemente nos


trajeron la cena —dijo mamá.

Suspiré. Éstas iban a ser unas largas vacaciones. No estaba segura de cuánto
tiempo más podría fingir que me importaba quién ganaba su ridícula competencia de
vacaciones. Y pasar cada minuto de cada día alrededor de Jacob era lo último que
necesitaba para ayudarme a mantener mi determinación de dejar de quererlo.

Qué santa y alegre Navidad para mí.


Capítulo 2
Bajé por las escaleras, tratando de parecer relajada a pesar de que me sentía como
un desastre por dentro. ¿Qué iba a hacer cuando volviera a ver a Jacob? ¿Le daba la
mano? ¿Le daba un abrazo?

Agité la cabeza, forzando esa última opción fuera de mi mente. No necesitaba


poner ideas ridículas en mi cabeza. ¿Qué pasaba si accidentalmente actuaba sobre
ellos? Me encogí de hombros.

Estúpidos. Pensamientos estúpidos.

En cuanto llegué al escalón inferior, respiré hondo. Podía hacer esto. Era la única
que estaba al tanto de mi absurdo enamoramiento. Nadie más lo sabía. Y si era
inteligente, nadie se enteraría.

Sobreviviría a esta escapada navideña y seguiría con mi vida. Solo necesitaba


mantener la cabeza baja y no avergonzarme totalmente.

Ambas familias estaban en la cocina cuando entré. Me metí mi cabello rubio


detrás de las orejas mientras miraba a mí alrededor. Afortunadamente, nadie se dio
cuenta de que estaba allí.

Escaneé la habitación, pero no encontré a Jacob. ¿Adónde se había ido?

Andrew y Tracy se apoyaban en la isla, consumidos por algo en sus teléfonos.


Max, Aiden y Alex estaban sentados en la mesa, comiendo pizza. Y el señor
Stephenson y papá estaban luchando en el mostrador. Miré a mamá, que estaba
animando a papá. Ambos hombres tenían la cara roja y entrecerraban los ojos con
esfuerzo.

Después de recoger un trozo de pizza de queso, me deslicé hasta la esquina detrás


de los armarios. Justo cuando me escondí, oí una risita y una mano apretada contra
la parte baja de mi espalda.

—Guau —dijo Jacob con voz baja y suave.

El calor hizo que mi cuerpo se ruborizara instantáneamente. Así que aquí era
donde Jacob había desaparecido. Lentamente me di la vuelta, tratando de calmar mi
palpitante corazón cuando me encontré con sus ojos marrones oscuros, arrugados
por su media sonrisa.
¿Qué se supone que tenía que decir? Hola, ¿cómo va todo? ¿He estado enamorada
de ti durante tres años? Me pellizqué los labios, negándome a dejar salir ninguna de
esas palabras. ¿Estaba teniendo un aneurisma cerebral? Porque sentía como si nada
en mi cabeza tuviera sentido.

Levantó las cejas mientras me estudiaba.

¡Di algo, idiota!

—Hola —dije sin aliento. Genial. ¿Eso es lo mejor que se me había ocurrido?

La media sonrisa de Jacob había vuelto.

—Me alegro de verte, Ava.

Lo miré fijamente. ¿Lo dijo en serio? Y entonces el sentido común me alcanzó.


Era un saludo totalmente normal, no una declaración de amor.

—Yo también.

Hubo una ovación a la vuelta de la esquina. Eché un vistazo para ver al señor
Stephenson bombear sus puños en el aire, agarrar un pedazo de pizza suprema, y
triunfalmente darle un mordisco.

Miré a Jacob. No parecía muy interesado en lo que estaba pasando. En vez de


eso, tomó unos cuantos pimientos de su rebanada y los apiló en su plato.

—¿De qué iba eso? —pregunté, comiendo un poco de mi pizza.

Jacob levantó la vista y se encogió de hombros.

—Son tontos. Algo sobre querer el último pedazo de pizza suprema.

Resoplé. Sí, eso sonaba bastante habitual.

—Es tan raro, ¿eh? —pregunté, apoyándome en el armario.

Jacob negó.

—Son una vergüenza. —Se metió el último trozo de corteza en la boca y arrugó
su plato de papel. Pasó a mi lado y se dirigió a la basura.

Traté de no mirarle fijamente, de verdad. Pero no podía evitarlo. Claro, se había


metido en problemas, y actuaba como si no le importara nada, pero sabía que todo
era fingido. Le di un mordisco a mi pizza mientras Andrew me miraba, con las cejas
arrugadas.

Sabía que se preguntaba sobre mi conversación con Jacob. Me encogí de


hombros mientras me dirigía hacia la alcoba que se estaba convirtiendo rápidamente
en mi lugar favorito de la casa.

Andrew asintió y se enderezó mientras caminaba hacia mí.


—¿De qué hablaste con Jacob? —preguntó, metiendo su teléfono en su bolsillo y
doblando sus brazos.

—No mucho. Lo molestos que son nuestros padres. —Tomé otro bocado y me
deleité en el recuerdo de hablar con Jacob. ¿Por qué me tenía que gustar tanto?

—¿Eso es todo?

Miré a Andrew.

—Sí. Eso es todo. ¿Por qué? ¿Querías que habláramos de otra cosa?

Los labios de Andrew se fruncieron en una línea estrecha antes de suspirar.

—No. En realidad no.

Miré a mi hermano. ¿Por qué estaba actuando tan extraño? Medía más de metro
ochenta. Era el mariscal del equipo de fútbol con una beca completa para la
Universidad de California. Nada le ponía tan nervioso como esto.

—¿Hay algún tema que quieras que discutamos la próxima vez que hable con él?
—Un escalofrío me atravesó la piel. ¿Iba a haber una próxima vez? Y luego me sentí
estúpida. Por supuesto, la habría. Estábamos en la misma casa. Tenía que haber una
razón para volver a hablar entre nosotros.

Andrew se metió las manos por el pelo mientras negaba.

—Ojalá no hubiera venido —dijo, con voz baja.

Extendí mi mano y le di unas palmaditas en el brazo.

—Lo sé. Pero fueron amigos una vez. Estoy segura de que puedes encontrar en
tu corazón el volver a ser amigos. —Me limpié la boca y arrugué el plato, tristemente
sin la misma delicadeza que Jacob. Le sonreí a Andrew—. Además, es Navidad, la
época más mágica del año.

Se mofó y negó.

—Dudo que eso tenga algún impacto en nuestra amistad.

Me encogí de hombros y comencé a caminar hacia la basura, donde me deshice


de mi plato.

—No lo descartes. —Le guiñé un ojo a mi hermano y salí de la cocina.

Respiré profundamente y lo dejé salir lentamente. Podía hacer esto. Podía


sobrevivir a este viaje.

Cuando entré en la sala de estar, me encontré con una pizarra gigante colocada
contra la pared. Mis padres y los Stephenson estaban ocupados escribiendo y
hablando.
Eché un vistazo a lo que estaban listando.

Decoración del árbol de Navidad.

Decoración de galletas.

Pesca sobre hielo.

Mamá estaba en el proceso de escribir “Envolver regalos” cuando me aclaré la


garganta.

—¿Qué están haciendo? —pregunté.

Mamá me miró.

—Estamos haciendo una lista. Vamos a mostrarle al mundo cuánto espíritu


navideño tenemos.

La miré fijamente.

—No puedes hablar en serio, mamá. ¿Es todo para ganar las vacaciones? ¿No es
hora de dejar ir algunas de estas ridículas cosas de la competencia?

Mamá se rio y se le unió la señora Stephenson un momento después.

—Vamos, Ava. Todo es por diversión —dijo la señora Stephenson. Sus labios
rojos y brillantes me sonrieron—. Además, nos vendrán bien unas vacaciones. —
Parecía que estaba tratando de relajarse, pero podía ver el estrés que se apoderaba de
ella.

No estaba segura de qué hacer con eso, solo las miré a ella y a mi mamá y luego
negué.

—Las dos están locas —dije.

—Lo suficientemente locas como para ganar —dijo mamá mientras se giraba y
terminaba de escribir.

Me senté en el sillón y puse los pies debajo de mí. No había manera de que fuera
a participar en esto, pero tampoco había manera de que me perdiera el espectáculo.

Mis padres eran raros y no podía dejar de mirarlos aunque me quemasen los ojos.
Mientras terminaban de calcular la puntuación de los objetos en el tablero, tomé un
libro cercano y lo hojeé.

Mis oídos se animaron cuando comenzaron a discutir el hecho de que los equipos
eran desiguales. Quería ver cuán rápido mis padres se ofrecían “amablemente” a
entregarme a los Stephenson. Y si era honesta, realmente esperaba que los
Stephenson dijeran que sí.
—Bueno, no estuvieron tan ocupados como nosotros. No deberíamos ser
castigados por eso —dijo papá, abrazando a mamá con su brazo y acariciando su
cuello.

Bleh. No quería oír eso. No había nada peor que oír a tus padres hablar de los
pájaros y las abejas. Cerré los ojos, forzando esa imagen perturbadora lejos, muy
lejos, en las profundidades de mi mente.

—Bueno, no hay nada que podamos hacer al respecto ahora —dijo la señora
Stephenson. Podía oír la amargura en su tono. Había una razón por la que Max era
adoptado, y tenía la sensación de que papá había tocado un nervio con su
comentario.

—Por supuesto —la voz de disculpa de mamá resonó—. Puedes tener a...

Me detuve, conteniendo la respiración.

—Ava.

Me pellizqué los labios mientras miraba fijamente una página del libro que tenía
la imagen de un faro.

—¿Ava? —preguntó la señora Stephenson. Desde el rabillo del ojo, la vi girarse


para estudiarme. Suspiró—. Supongo.

Intenté ignorar el hecho de que sonaba menos que emocionada. Estaba segura
de que quería a Andrew, pero era al menos mejor que mis hermanos menores
hooligan, aunque no tenía habilidades para escribir en casa.

—Perfecto. Está decidido entonces.

Me mordí el labio, tratando de ordenar mis emociones. Iba a pasar todo el tiempo
aquí con Jacob. Aunque me sentía perfecta, estaba preocupada. ¿Cómo iba a
mantener mis sentimientos a raya cuando literalmente necesitaba pasar cada
momento con él?

Diez minutos más tarde, nos llamaron a todos para reunirnos en la sala de estar.

Andrew y Jacob se sentaron en extremos opuestos del sofá. Uno nunca hubiera
imaginado que esos dos habían sido mejores amigos durante la mayor parte de sus
vidas. Tenían los brazos cruzados y miraban a cualquier lugar menos al otro.

Tracy sonrió mientras se sentaba en el sillón a mi lado, con la cámara colgando


del cuello. Se subió las gafas.

—¿De qué se trata esto? —preguntó.

La miré y luego hice un gesto hacia la pizarra.

—Nuestros padres locos. Ni siquiera se toman un descanso para las fiestas.


Se movió para estudiar la pizarra y luego agitó la cabeza.

—Cada año —murmuró en voz baja.

Los tres niños alborotadores comenzaron a luchar en el suelo frente a la


chimenea, acercándose lo suficiente al árbol para casi derribarlo. Mamá y la señora
Stephenson les gritaron que se quedaran sentados.

Después de que todo se calmó, papá aplaudió como si fuera un maestro de


escuela.

—Este año hemos decidido participar en el concurso de Navidad de Little Foot


—dijo, sonriendo de oreja a oreja como si esto fuera la cosa más genial que un padre
hubiera hecho jamás.

—Así que hemos planeado un montón de actividades navideñas. Necesitamos


tomar fotos de los productos terminados así como del proceso. Según ellos, no es
solo el producto final lo que cuenta, sino el viaje que hacemos para llegar a la meta.
—Puso los ojos en blanco.

—Así que, no solo es importante que lo hagamos bien, sino que se aseguren de
parecer felices mientras lo hacen.

Hubo un gemido colectivo.

Papá hizo un gesto con la mano.

—Nada de eso. Si quieren regalos de Navidad, participarán.

Nadie se quejó ante eso.

Papá sonrió. Genial. Mis padres habían recurrido a las amenazas. De repente,
todo esto se sentía menos navideño y más como una película de la mafia.

El señor Stephenson se unió a papá mientras describían las diferentes


competencias. Hicieron a un lado la pregunta de Tracy sobre por qué estábamos
haciendo dos árboles de Navidad más. Todo era parte de su plan maestro para
hacernos entrar en el espíritu, dijeron. Cómo veían a la gente enfrentándose entre sí
para ganar un premio siendo algo que nos metía en el espíritu navideño, estaba más
allá de mi comprensión. Pero no se detenían. Íbamos a hacer esto. Sin importar lo
que pasara.

Después de que las reglas fueran explicadas, y Tracy fuera asignada para tomar
fotos, nos dividimos en nuestros respectivos grupos. Mis piernas se habían dormido,
así que traté de no hacer muecas de dolor mientras cojeaba hacia los Stephenson, que
habían accedido a reunirse en la cocina.

El único lugar abierto en la mesa era justo al lado de Jacob. Permíteme que lo
repita. Justo. Al. Lado. De. Jacob.
Tragué mientras me dirigía hacia allí, esperando no parecer un manojo de
nervios.

Saqué la silla y Jacob me miró. Su sonrisa hizo que me quemaran las mejillas.
Esto no era bueno. Oh, esto no era bueno.

—Me alegra que puedas acompañarnos —dijo la señora Stephenson una vez que
me ubiqué.

—Feliz de estar aquí —dije sonriéndole.

Su expresión se volvió seria mientras se inclinaba hacia mí.

—Quiero que jures, ahora mismo, que no vas a contar nuestros secretos a tu
familia. —Se acercó más—. ¿Lo juras?

—Caray, mamá —dijo Jacob y luego me miró—. No la escuches. No lo dice en


serio.

Asentí con la cabeza y luego miré a la señora Stephenson.

—Lo juro. Ahora son mi equipo. Vamos a vencerles. —Le di mi mejor cara de
juego, y eso pareció apaciguarla.

Se enderezó y asintió.

—Así es. Lo haremos. Ahora, hablemos de la decoración de los árboles. —Se


frotó las sienes—. Tenemos hasta mañana por la mañana para producir nuestro
mejor árbol de Navidad. —Miró al señor Stephenson—. ¿Qué tal si tú, Max, Tracy
y yo vamos a la tienda por decoraciones? ¿Ava y Jacob?

Los dos nos fijamos en ella.

—¿Pueden manejar el árbol? —Se detuvo—. Quiero decir, Ava, tú escoges el


árbol. Jacob, llévalo tú. —Luego se inclinó hacia adelante—. Si nos arruinas esto...
—Dejó que su voz se oyera mientras lo estudiaba.

Jacob se encontró con su mirada con la misma intensidad. Pero luego suspiró y
se sentó en su silla.

—Es solo un árbol tonto. No hay forma de que ni siquiera yo pueda arruinarlo.

Ella le miró durante un momento antes de asentir.

—Genial. —Luego miró al señor Stephenson—. ¿Listo?

El señor Stephenson ordenó a los que iban a la tienda que se pusieran los zapatos
y se reunieran en el auto en diez minutos.
Cuando la cocina se vació de todos, y quedamos Jacob y yo, le eché un vistazo.
Sus brazos estaban cruzados y su mandíbula apretada. No le culpaba. Su madre había
sido innecesariamente dura con él. Yo también me enfadaría.

—¿Estás de acuerdo con esto? —pregunté, señalándome. Entonces me estremecí.


¿Y si decía que no? ¿Cómo me haría sentir eso? Me preparé para su respuesta.

Jacob se mofó y luego metió las manos en los bolsillos delanteros.

—Si te refieres a esta ridícula competencia, entonces no. ¿Si te refieres a que me
dejen contigo? Entonces... tal vez. —Me sonrió mientras se dirigía hacia las
escaleras—. Nos vemos aquí en cinco minutos.

Me quedé mirando su cuerpo retirándose, tratando de diseccionar lo que acababa


de decir. ¿Qué significaba “tal vez”?
Capítulo 3
Traté de olvidar lo que Jacob dijo y cómo lo dijo, mientras me ponía mis
pantalones y botas de nieve. Todavía estaba tratando de olvidar mientras me ponía
el abrigo, los guantes y el gorro.

Para cuando terminé, había pasado más tiempo tratando de olvidar lo que
habíamos hablado que del tiempo que habíamos pasado hablando. Qué comienzo
perfecto para nuestro tiempo juntos.

Mi estómago estaba retorcido, y mis pensamientos estaban tan enredados que me


sentía como si me estuviera ahogando en el océano de mi mente.

Me quedé junto a la puerta trasera, esperando a Jacob. El ruido detrás de mí me


llamó la atención, y levanté una ceja mientras se acercaba.

—¿Eso es lo que llevas puesto? —pregunté, mirando su chaqueta de cuero y sus


botas.

Sin pantalones de nieve. Sin gorro. Sin guantes. Parecía que iba a dar un paseo
en motocicleta en lugar de caminar por la nieve de Colorado en busca de un árbol.

Jacob me miró y sonrió con suficiencia.

—Es mejor que tú. Te pareces al chico de A Christmas Story. Típico de Ava.
Siempre yendo más allá.

Lo miré fijamente y luego bajé la mirada a mi ropa de exterior. ¿Cómo era esto
ir más allá?

—No me veo así —dije.

Mierda. Me ardían las mejillas. ¿Por qué tenía que decir eso? Ahora estaba
totalmente cohibida.

—Y no voy más allá. —Mi voz era alta y chillona.

Jacob se volvió a mirarme fijamente mientras se inclinaba hacia atrás.

—El jurado está dentro, y sí, sí lo estás.

Lo miré con ira.


—Bueno, al menos no me voy a congelar —dije, pasando a su lado y abriendo la
puerta trasera.

Bajé las escaleras y llegué al cobertizo de atrás. La señora Stephenson dijo que
había un hacha guardada allí. Tenía muchas dudas sobre nuestra capacidad de talar
un árbol entero con solo un hacha, pero la señora Stephenson me desestimó sin
preocupaciones con el movimiento de su mano.

El sonido de la nieve crujiente señaló que Jacob me seguía. Mantuve mi mirada


hacia adelante, negándome a dejar que mirara detrás de mí. Estaba un poco molesta
porque me hubiera tomado el pelo de esa manera. Después de todas las veces que lo
había defendido en mi mente cuando mis padres hablaban de lo malo que era, ¿así
era como me trataba?

Por supuesto que nunca dije nada de eso en voz alta, pero aun así.

Abrí la puerta del cobertizo y encontré el hacha. La puse sobre mi hombro como
lo había visto hacer en las películas de antaño que me encantaba ver.

—Guau —dijo Jacob, levantando las manos cuando vio el hacha.

Lo miré con ira.

—Lo tengo —dije.

Las cejas de Jacob subieron mientras me estudiaba.

—¿Estás molesta? —preguntó.

No queriendo admitir que realmente me importaba lo que me había dicho, me


encogí de hombros y empecé a caminar por la nieve. El mejor lugar para el árbol de
Navidad estaba a veinte minutos. El sol ya estaba bajo en el cielo, y no quería
quedarme aquí afuera en el frío helado cuando oscurecía.

—Oye, Ava —dijo Jacob, su voz se hacía más fuerte mientras me alcanzaba.

Dudé, queriendo darme la vuelta, pero luego seguí moviéndome.

—Oye —dijo, agarrándome el codo y deteniéndome.

Mirándole fijamente, tragué. Su normal sonrisa arrogante había desaparecido, y


sus cejas estaban arrugadas. ¿Se sentía mal por lo que había dicho?

—¿Qué? —pregunté. Mi aliento salía en largas bocanadas blancas.

La nariz, las mejillas y las puntas de las orejas de Jacob estaban rojas.

—Siento que te hayas tomado lo que dije como un insulto —dijo mientras bajaba
sus hombros y metía sus manos en sus bolsillos delanteros.

Le estudié. ¿Hablaba en serio? ¿Me culpaba a mí por enfadarme?


—Jacob, ¿qué demonios? ¿Se suponía que eso era una disculpa?

Me estudió como si estuviera sorprendido.

—Lo fue —dijo.

Cerré mis labios y me alejé de él.

—Vamos. Vamos a buscar el árbol, así te enseñaré la forma correcta de


disculparte.

Jacob no tardó mucho en ponerse a mi lado. Caminamos unos minutos en


silencio antes de verle girarse para estudiarme.

—Creo que entiendo lo que hice mal —dijo.

Resoplé mientras miraba hacia el borde del bosque frente a nosotros.

—¿En serio?

Asintió.

—Estás molesta porque dije que parecías un niño pequeño que no puede dejar de
hacer el tonto. Y cuando me disculpé, no admití que estaba equivocado. En vez de
eso, básicamente te dije que era tu culpa por haberte ofendido.

—Ding, ding, ding, ding —exclamé mientras le echaba un vistazo—. ¡Tenemos


un ganador!

Se echó para atrás un poco, pareciendo sorprendido.

Bajé la mirada.

—Lo siento. El sarcasmo es uno de mis muchos defectos, o eso me dice mamá.
—Moví el hacha sobre mi hombro. Estaba empezando a hundirse en mi piel.

—¿Puedo? —preguntó, asintiendo hacia el hacha.

Dudé y luego asentí mientras la bajaba al suelo. En un rápido movimiento, la


levantó y la apoyó sobre su hombro como si no pesase nada. No pude evitar mirar.
¿Cuán fuerte se había vuelto?

—¿Qué? —preguntó.

Mi estómago dio un vuelco mientras me daba la vuelta y me encogía de hombros.

—Nada.

Caminamos un poco más antes de que volviera a hablar.

—No creo que eso fuera nada, Ava. Estabas mirando fijamente. ¿Por qué?

Cuando le eché un vistazo, me guiñó un ojo.


—No era... quiero decir... has... —Con cada intento, sus cejas se elevaban más.
Gruñí mientras me dirigía a través de la nieve—. Eres imposible —dije.

De repente, ya no era el misterioso y sexy ex-mejor amigo de mi hermano.


Ahora, era solo un chico molesto que me tenía desorientada.

—Estás muy nerviosa —dijo mientras me alcanzaba.

—¿Lo estoy? —pregunté, mirándole fijamente—. Bueno, debe ser la falta de


oxígeno. O el hecho de que estoy atascada tropezando en la nieve contigo para
conseguir un árbol para que nuestros padres puedan competir por unas vacaciones.
Todo esto es una locura. —Traté de pensar por qué mis padres siempre estaban
luchando contra los Stephenson, pero no se me ocurrió nada, y eso me frustró aún
más—. ¿Por qué estamos constantemente peleando entre nosotros?

Jacob se me acercó y me dio una palmadita en el hombro. Aunque había capas


de ropa entre su piel y la mía, todo mi cuerpo se estremeció por su tacto.

—Cálmate, Ava. No quise irritarte. —Me dio una pequeña sonrisa. Una que solo
había visto unas pocas veces antes. Era la sonrisa genuina de Jacob. La que le hacía
parecer una buena persona, en vez del delincuente que intentaba convencer a todos
de que era.

Respiré profundamente y lo dejé salir lentamente mientras le estudiaba. Guau.


Yo era un completo caso perdido. Tal vez ésta era la razón por la que nunca antes
había tenido un novio. Necesitaba relajarme.

Cuando estuvo seguro de que yo estaba bien, dejó caer su mano e hizo un gesto
hacia el bosque.

—¿Vamos? —preguntó.

Temerosa de lo que pudiera salir de mi boca, asentí y seguí su paso. Ahora que
ya me había avergonzado lo suficiente, le eché un vistazo.

—Lo siento —susurré.

Se rio. Era una risa baja y melodiosa.

—No tienes que disculparte, Ava. Tienes razón. A veces me burlo cuando me
siento incómodo.

No pude evitar mirarlo fijamente. En realidad sonaba sincero.

—Estás mirando otra vez —dijo, sin mirar hacia arriba para ver mi mirada.

Concentré mi atención en la nieve.

—Lo siento. Supongo que nunca te había oído ser tan honesto antes. —Cerré la
boca mientras mis últimas palabras caían a mí alrededor. Había sido honesto
conmigo, pero yo estaba aquí, insultándole de nuevo.
Cuando se quedó en silencio, le miré.

—Si quieres saber algo, solo tienes que preguntar —dijo mientras nos
acercábamos a la pequeña arboleda de árboles de Navidad que los dueños de la
cabaña habían plantado. Era la misma arboleda de la que había salido nuestro árbol
de Navidad actual.

¿Cuánto quería preguntar? ¿Sería sincero? Mis padres habían sido muy
meticulosos al contarnos sobre su crimen y cómo deberíamos vigilar con quién nos
asociamos. Andrew había estado tan molesto que no dijo ni una palabra en defensa
de su amigo o por frustración. Se quedó callado. Incluso Aiden y Alex habían hecho
preguntas.

—¿Sobre el verano pasado? —pregunté, dejando que la pregunta se me escapara


de los labios antes de pensar en las repercusiones.

Dudó mientras se detenía junto a un árbol corto y regordete. Sus ramas estaban
tan llenas que apenas se podía ver a través del otro lado. Era perfecto.

—Ése —dije, asintiendo hacia él.

Jacob estudió el tronco antes de levantar el hacha y empezar a golpear la corteza.


Hice una mueca de dolor con cada golpe, preguntándome cómo Jacob tenía
suficiente fuerza para darlos.

Se detuvo tras haber talado la cuarta parte del árbol, apoyando el hacha en el
suelo. Me miró a los ojos.

—¿Y? ¿Qué quieres saber?

Le miré.

—Bueno... —¿Por dónde empezaba?

Me miró mientras se quitaba el abrigo y me lo daba. Intenté ignorar lo bien que


rellenaba la camisa azul oscura que llevaba debajo. Sus mejillas estaban rosadas, pero
tenía la sensación de que era más por el esfuerzo que por el frío.

—¿Por qué lo hiciste? —Me pareció un buen lugar para empezar.

Se mordió los labios, y parecía como si estuviera eligiendo sus palabras. Entonces
sus hombros se relajaron al ver mi mirada.

—¿No lo sabes? Es mi naturaleza.

Abrí los labios. ¿Hablaba en serio? No había forma de que eso fuera cierto. Había
algo más aquí, e iba a averiguarlo.

Su frente se arrugó mientras me miraba por última vez, y luego tomó el hacha y
se puso a talar de nuevo el árbol. Todos mis argumentos en contra de su respuesta
me dejaron mientras le observaba. Su brazo se flexionó cuando golpeó el tronco, para
ayudar a controlar el choque que irradiaba por el mango.

Una mirada de determinación pasó por encima de su cara mientras tiraba del
hacha hacia atrás y se concentraba en el lugar donde quería golpear. Solo Jacob podía
hacer que una tarea mundana como ésta se viera increíblemente sexy. No quería
dejar nuestra conversación donde se había detenido, pero tampoco quería que dejara
de cortar el árbol. Estaba tan desgarrada.

Sintiéndome un poco culpable por estar ahí parada, mirando fijamente, bajé la
mirada y me concentré en mis manos enguantadas. Pensaría en mi respuesta para
después de que hubiéramos recogido el árbol.

De repente, dos manos me agarraron y me tiraron a un lado. Tropecé con mis


pies, y el suelo se acercó a mí. Justo antes de desaparecer bajo la nieve en polvo,
Jacob se arrojó debajo de mí.

La nieve se hinchó a nuestro alrededor mientras aterrizaba encima de él. Mis


manos se extendieron sobre su pecho mientras hacía una mueca de dolor por el
impacto. Estaba mortificada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté una vez que encontré mi voz.

Me miró a los ojos. Era muy consciente de la presión de sus manos alrededor de
mis brazos y aún más consciente de su muy tonificado cuerpo debajo de mí.

Estaba encima de Jacob. Traté de no asustarme mientras me movía, tratando de


levantarme. Necesitaba alejarme de él. Tirarme encima de un chico que intentaba
con todas mis fuerzas que no me gustase no me pareció la mejor idea.

Jacob se rio mientras soltaba mis brazos y me ayudaba a levantarme.

—Si no hubieras estado mirando las musarañas, me habrías oído gritar “Árbol
cayendo” —dijo mientras se sentaba, apoyando sus brazos en sus rodillas.

Quería fundirme bajo su mirada juguetona. Parecía muy contento consigo


mismo.

Expulsé la nieve de mis piernas y le eché un vistazo.

—No oí nada —dije.

Se encogió de hombros mientras se ponía de pie. Luego se acercó al árbol que


había aterrizado justo donde yo estaba.

—Prueba, señorita Rogers.

Lo miré y luego bajé al árbol que casi me había aplastado. Suspiré mientras le
disparaba una sonrisa.

—Bueno... ¿por qué lo dejaste caer allí?


Se mofó mientras agarraba el hacha y la colocaba sobre su hombro. Luego se
agachó y agarró una de las ramas inferiores. El árbol dejó un rastro en la nieve cuando
comenzó a arrastrarlo de vuelta a la casa. Justo cuando pasaba junto a mí, hizo una
pausa a unos centímetros de mi cara.

—Eso no fue intencional —dijo. Su voz era baja y significativa. Su mirada se


encontró con la mía, y mi corazón literalmente tartamudeó en mi pecho.

—Yo... um... gracias —finalmente me las arreglé para decir.

Me miró fijamente antes de guiñar el ojo.

—Cualquier cosa por una compañera de equipo —dijo mientras se giraba y


comenzaba a regresar a la casa.

Estaba tan confundida por lo que había pasado. Le seguí, manteniendo la


longitud del árbol entre nosotros. Necesitaba un momento para diseccionar cómo me
sentía sobre todo esto.
Capítulo 4
Todos habían regresado de sus compras para cuando volvimos a la cabaña.
Todos estaban zumbando, hablando y riendo, lo que hacía fácil poner un poco de
espacio entre Jacob y yo.

Necesitaba un momento para averiguar cuál era mi posición con respecto a los
sentimientos que ahora circulaban a través de mí. Me mantuve en el extremo opuesto
de la cocina, viendo a todos los demás llenar los árboles que ahora estaban en la sala
de estar. Tracy se estaba moviendo, haciendo fotos. Se dirigió a la cocina y luego se
detuvo frente a mí y levantó su cámara.

Le di una pequeña sonrisa, y después de que ella tomase la foto, me miró y se


fue.

—Ava, querida, toma las luces de la bolsa de papel y reúnete conmigo en la sala
de estar —dijo la señora Stephenson desde detrás del árbol. Podía ver su pelo rubio
asomándose por encima de las ramas.

Suspiré mientras cruzaba mis brazos y me apoyaba en el mostrador. Mis


pensamientos todavía estaban concentrados en Jacob, y estos pocos minutos de
silencio no habían sido suficientes para curarme de los sentimientos que brotaban en
mi interior.

Pero a la señora Stephenson no parecía importarle. Atravesó la cocina y levantó


sus dedos, señalándome hacia la sala de estar.

Había cinco bolsas de papel alineadas a mi lado. Después de mirarlas todas,


encontré tres cajas de luces brillantes y las saqué. Cuando llegué al árbol, la señora
Stephenson lo rodeaba como un lobo hambriento.

—Éste es realmente un árbol espectacular —dijo mientras me miraba con una


mirada apreciativa.

Me encogí de hombros y señalé a Jacob, que estaba mirando su teléfono apoyado


en la pared más lejana.

—Jacob fue quién lo encontró —dije.

La señora Stephenson miró a Jacob, y me di cuenta de que quería decir algo, pero
se detuvo. En vez de eso, me sonrió y ladeó la cabeza hacia mis padres, que estaban
desenvolviendo el árbol de la red.
—Nuestro árbol recién cortado tiene una cabeza más que el que compraron en la
tienda —dijo.

Papá se dio la vuelta.

—Compramos el nuestro a los Cub Scouts de las afueras de Sid’s Hardware.


Ayudamos a apoyar a una tropa local. Ustedes —Papá nos señaló con el dedo—,
destruyeron la casa de una ardilla.

Puse los ojos en blanco. ¿Qué éramos, los osos Bearstein?

—Está bien, papá.

La señora Stephenson resopló, y cuando las ramas del árbol de mi familia


comenzaron a asentarse, se volvió hacia mí con una gran sonrisa.

—¿Ves los trozos desnudos? —preguntó ella, levantando su mano y señalando


su palma en un triste intento de señalar el hecho de que se estaba burlando del árbol
de mis padres.

Papá no se veía feliz mientras rodeaba el árbol. Algo debía haber salido mal
durante el transporte porque a un lado le faltaba la mitad de las hojas.

El señor y la señora Stephenson chocaron los cinco y luego se movieron para


celebrar con el resto del equipo. Les di el gusto, chocando los cinco con ellos con
moderado entusiasmo. Jacob ni siquiera lo intentó. Dejó a su madre ahí colgada.

La señora Stephenson esperó unos segundos antes de pasar a Max.

Esperé a que todos estuvieran absorbidos en las luces encadenadas antes de ir


donde Jacob. Me apoyé contra la pared, esperando que me reconociera. Cuando no
lo hizo, miré por encima de su hombro para ver que estaba jugando a Candy Crush.

Me reí. No parecía el tipo de persona que disfrutaba con ese juego.

—¿Qué? —preguntó, sin mirar hacia arriba.

Me encogí de hombros.

—Supongo que no te vi como el tipo de persona que juega a Candy Crush —dije
mientras cruzaba mis brazos sobre mi pecho.

El ruido atrajo mi atención a mi familia. Aiden se quejaba con mamá mientras


sostenía a su chico de Lego favorito, y mamá le decía que el Lego no era un adorno
navideño apropiado. Aiden hizo puchero mientras caminaba hacia la silla. Le miré
con simpatía, pero se cubrió la cara con una almohada cercana.

Encontré a Jacob estudiándome cuando me volví para prestarle atención.


Nuestros ojos se encontraron por un breve instante antes de que volviera a prestar
atención a su teléfono.
—¿Qué clase de juegos juega un tipo como yo? —preguntó.

Estaba un poco impresionada por la intensidad de su mirada. ¿En qué estaba


pensando? Me lo tragué mientras me concentraba en su pregunta.

—No lo sé, ¿Grand Theft Auto? —La verdad es que no sabía mucho de
videojuegos.

Se detuvo antes de resoplar.

—Sí. Porque solo un delincuente como yo jugaría a robar cosas. —Presionó el


botón de encendido y la pantalla de su teléfono se oscureció. Me lanzó una mirada,
que no pude interpretar bien, y se alejó de la pared. Justo cuando se alejaba de mí, la
señora Stephenson nos llamó.

—Bien, has terminado con tu teléfono. Quiero que tú y Ava vayan a la cocina,
hagan palomitas de maíz y empiecen a encordar. Vamos con un toque rústico.

La señora Stephenson se volvió hacia las luces y continuó discutiendo con el


señor Stephenson sobre la colocación.

Mis padres estaban absortos con su árbol al otro lado de la habitación, así que
me volví hacia Jacob. Tenía una expresión tensa. Genial. No parecía alguien que
quisiera pasar la noche encadenando palomitas de maíz conmigo.

Me encogí de hombros al pasar junto a él.

—Puedes irte sin más. Soy buena encadenando. Lo tendré listo en un santiamén.
—No miré atrás mientras entraba en la cocina. No quería saber si me había seguido
o no. Vivir en la neblina nebulosa de la negación sonaba bastante bien ahora mismo.

Encontré las palomitas de maíz en una de las bolsas del supermercado y empecé
a sacar el plástico para prepararlas para el microondas. Justo cuando abrí la puerta
para meter una bolsa, vi el reflejo de Jacob en el vidrio.

Me había seguido. Había venido a ayudar. Guau. Cuidado con las mariposas,
estómago.

Traté de no sorprenderme cuando metí la bolsa y puse en marcha el cronómetro.


Lentamente me di la vuelta y puse la mano sobre el mostrador. Nos quedamos en
silencio durante unos momentos. Me preguntaba si empezaría a hablar o si estaba
esperando a que yo dijera algo.

Justo cuando me moví para hablar, entró Andrew.

Una sensación helada llenó instantáneamente el aire. Miré entre Jacob y mi


hermano, preguntándome qué había pasado exactamente. Claro, Jacob había elegido
básicamente una vida de crimen en vez de una amistad con Andrew, pero ¿por qué
se odiaban tanto?
—Perdón por interrumpir —dijo Andrew, moviéndose para pararse a mi lado
como si fuera un escudo humano o algo así.

Me encogí de hombros, dándole una sonrisa alentadora. Cualquier cosa que


hubiera pasado entre ellos dos, podrían superarlo. Estaba bastante segura de que el
perdón era algo que mi hermano podía manejar.

—Está bien. Estamos... —Me callé antes de revelar nuestros secretos de


decoración. Arrugué la nariz—. Espera un minuto, tú eres el enemigo —dije mientras
le daba un codazo a Andrew en las costillas.

Andrew se rio, y por el rabillo del ojo, vi cómo se apretaba la mandíbula de Jacob.
¿Qué le pasaba? Él fue quien lastimó a mi hermano, no al revés.

Decidiendo ignorar la reacción de Jacob, me volví hacia Andrew.

—Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Además de espiarnos?

Andrew pareció relajarse mientras extendía la mano y agarraba un caramelo del


tazón de la encimera. Después de desenvolverlo, se lo metió en la boca y masticó
pensativamente.

—Bueno, soy el mejor para obtener la verdad de la gente —dijo.

Jacob se burló, llamando nuestra atención. Cuando se dio cuenta de que lo


mirábamos fijamente, se encogió de hombros cuando sacó el teléfono y empezó a
jugar con este de nuevo.

Miré a Andrew, cuya cara se había enrojecido. Arrugué la frente. Ésa fue una
reacción extraña. Pero antes de que pudiera preguntar, Andrew miró a mí alrededor
y puso los ojos en blanco.

No estaba segura de lo que estaba pasando entre mi hermano y Jacob, pero estaba
bastante segura de que no lo iba a averiguar aquí en la cocina.

En cuanto sonó el microondas, me volví, agradecida por la distracción. Presioné


el botón de abrir y con cuidado agarré la bolsa.

—En serio, Andrew, tienes que irte. Tú y yo no podemos ser vistos hablando. Es
ridículo, pero la señora Stephenson cree que le robarás sus ideas. —Además, estaba
lista para que Andrew se moviera.

Amaba a mi hermano, pero me estaba bloqueando a Jacob. Y no bromeaba con


la señora Stephenson. Si me veía asociándome con el enemigo... bueno, no estaba
segura de lo que me haría exactamente, pero no sería bonito.

Andrew se encogió de hombros mientras agarraba un puñado de palomitas de


maíz del tazón en el que las estaba vertiendo. Protesté, pero él sonrió y salió de la
cocina.
Una vez que se hubo ido, la habitación pareció relajarse de nuevo. Miré a Jacob,
preguntándome cómo hacer para que me hablara, y luego grité cuando le vi parado
a mi lado con otra bolsa de palomitas de maíz en la mano.

—¿Qué… tú...? —Junté mis labios y me obligué a dejar de hablar.

—Pensé que necesitabas ayuda —dijo, mirándome con una de sus sonrisas de un
millón de vatios en su cara.

Demasiado aturdida como para hablar, asentí.

Hicimos más palomitas de maíz y llenamos el tazón en un silencio


sorprendentemente cómodo. Antes de que me diera cuenta, el tazón de metal estaba
repleto de palomitas de maíz.

—¿Lista para empezar a encordar? —preguntó, agarrando el tazón y asintiendo


hacia la mesa de la cocina.

Encontré las agujas y el hilo y lo seguí. Tomó la silla que estaba metida bajo el
extremo corto de la mesa, y agarré la silla que estaba justo al lado. Estábamos
sentados a centímetros de distancia.

Odiaba cómo mi ritmo cardíaco se aceleraba al estar tan cerca de él. No había
manera de que fuera a sobrevivir a estas vacaciones con la rapidez con la que la
sangre estaba bombeando a través de mi cuerpo. Estaba bastante segura de que mi
corazón se rendiría en algún momento.

Lista para distraerme, decidí romper el silencio.

—¿Qué hay entre tú y mi hermano? —Mantuve mi mirada enfocada en el hilo


que estaba desenrollando del carrete. Sabía que éste era probablemente un tema
irritante para él, pero no podía manejar el sentimiento incómodo entre él y mi
hermano si íbamos a estar atrapados en la misma casa.

Cuando Jacob no contestó, le miré. Su mandíbula estaba apretada y estaba


mirando fijamente la pieza de palomitas de maíz que tenía enfrente.

—Está bien, no tienes que decírmelo —dije.

Jacob me miró y, por primera vez, vi dolor allí. Era tan fuerte que era casi
palpable. Estaba herido.

Pero, tan rápido como llegó esa mirada, desapareció. Se encogió de hombros
recogiendo unas palomitas de maíz y se las metió en la boca.

—Solo nos separamos, supongo —dijo mientras rompía el paquete de agujas y


sacaba una.

Una vez que tuve un pedazo largo de cuerda, le entregué el carrete, y él hizo lo
mismo. Pronto, estábamos enhebrando las palomitas de maíz.
Desesperada por redimirme, cambié de tema.

—¿Cómo te fue en casa de tu abuela?

Los hombros de Jacob se relajaron, y supe que había elegido un buen tema.

Me senté allí, encadenando palomitas de maíz, mientras escuchaba a Jacob.


Habló sobre la escuela a la que fue, sobre sus compañeros de clase y sobre el océano.
Mucho sobre el océano.

Era como si fuera una persona diferente, escucharle hablar así. En toda mi vida,
nunca había conseguido que compartiera tanto. Era algo que realmente le importaba,
o simplemente estaba agradecido de no hablar de Andrew y sus peleas.

De cualquier manera, me encantó. Me encantó el hecho de que se sintiera lo


suficientemente relajado como para hablar conmigo. Al crecer, siempre había sido
Andrew con quien hablaba, no conmigo. Pero ahora, eso era diferente. Parecía ser la
única persona en la casa con la que quería hablar.

Y aunque estaba tratando de no darle demasiada importancia a eso, no pude


evitarlo. No pude evitar pensar que me hablaba porque quería. Que tenía algo
especial que ofrecerle.

Aunque sabía que eso me hacía parecer la mayor idiota del mundo.
Capítulo 5
Cuando terminamos de encordar las palomitas de maíz, la señora Stephenson
entró, declaró que nuestro trabajo era adecuado y nos llevó a la sala de estar para
empezar a decorar el árbol. Me reí cuando Jacob quedó atrapado entre el árbol y el
hilo de las palomitas de maíz.

Hizo una cara que me hizo reír con más fuerza, ante la molestia de la señora
Stephenson.

Cuando finalmente logramos desenredarlo, miré el árbol de mis padres para ver
a Andrew estudiándonos. Tenía las cejas arrugadas y miraba a Jacob con ira.

Mi risa se apagó mientras lo miraba. ¿Qué le pasaba? Por la forma en que mis
padres y los Stephenson se movían por la sala de estar, nadie más parecía notar el
aire pesado que había entre ellos.

Tal vez era solo yo. Tal vez lo estaba convirtiendo en algo más importante de lo
que era.

Después de que las palomitas de maíz fueron envueltas alrededor del árbol,
mamá declaró que era hora de hacer una pausa para la cena.

Todos fuimos a la cocina, donde mamá había estado cocinando un asado en la


olla. Después de que todos se sirvieron, fui y me senté a la mesa. Para mi frustración,
Andrew se me unió, tomando la única silla libre a mi lado.

Miré a Jacob, que se dirigía hacia allí. Pero se detuvo una vez que Andrew se
instaló. En lugar de sentarse en el extremo opuesto de la mesa, tomó un refresco y se
deslizó hacia la sala de estar.

Ahora no solo había perdido la oportunidad de sentarme al lado de Jacob, sino


que él no estaba en ninguna parte para ser visto. Gracias, Andrew.

Tratando de sacar lo mejor de esta situación, miré a mi hermano, que se estaba


metiendo la carne del asado en la boca. Hice una expresión de asco cuando corté mi
papa en pedacitos más pequeños.

Aiden y Alex estaban ocupados lanzándose sus zanahorias el uno al otro, y


mamá los regañaba. Por alguna razón, cuando Jacob no estaba aquí, la magia de
estas vacaciones me fue absorbida. Volví a ser la simple y vieja Ava. Y nunca le
pasaba nada muy especial.
Estudié a mi hermano. Me miró y se encogió de hombros.

—¿Qué? —preguntó con la boca llena de carne.

Agité mi cabeza y volví a prestar atención a mi plato.

—Nada —dije mientras empujaba mi comida. De repente, no tenía mucha


hambre.

Y entonces decidí enfrentarme a la persona que estaba causando esta falta de


apetito. Mi hermano.

Claro, Jacob no quería decirme la verdad, pero Andrew sí. Era mi pariente
consanguíneo. Estaba segura de que había una ley que, como hermanos, debían
contarse la verdad.

—¿Qué hay entre tú y Jacob? —pregunté, dándole un mordisco a mi papa.

Andrew tosió y agarró su vaso de agua. Después de un largo trago, dejó su vaso
y me miró.

—¿Qué dijo Jacob? —preguntó. Había una insinuación acusatoria en su voz.

Lo miré y luego meneé la cabeza.

—Nada. En serio. Está más callado que una almeja sobre ti. —Metí un trozo de
carne en una salsa y me lo metí en la boca. Casi se deshizo cuando me golpeó la
lengua.

Di lo que quieras de mamá, pero sabía cómo hacer un buen asado.

—¿No te ha dicho nada? —preguntó Andrew. Parecía aliviado.

Le estudié.

—No. Nada —dije, extrayendo cada palabra. Así que había algo—. ¿Qué es lo
que no debería estar diciéndome?

Andrew se encogió de hombros mientras se concentraba en sus verduras.


Después de terminarse la mitad, volvió a prestarme atención.

—Jacob cree que las cosas cambiaron esa noche del verano pasado. —Se bebió
el resto del agua—. Me odia por eso.

Me quedé mirando a Andrew.

—¿Te culpa por el hecho de que robó una gasolinera? —Fruncí el ceño. Eso no
tenía sentido. No sabía mucho sobre Jacob, pero sabía que no estaba delirando. ¿Por
qué asumiría que Andrew tuvo algo que ver con esto?

Después de recoger el resto de su comida, Andrew dejó su tenedor en el plato y


se puso de pie.
—No lo sé, Ava. Está loco. No creas nada de lo que te diga de mí.

La frustración se levantó en mi estómago. No me gustaba el hecho de que mi


hermano llamara loco a Jacob. Claro, era misterioso y melancólico de una manera
muy sexy... espera, ¿a dónde quería llegar con esto?

Parpadeé un par de veces, tratando de ordenar mis pensamientos. Pero antes de


que pudiera responder a las acusaciones de Andrew, ya estaba fuera del alcance de
los oídos. Observé cómo tiraba sus platos en el fregadero y salía de la cocina, diciendo
que se dirigía al piso de arriba para hacer algunos de sus deberes.

Mamá empezó a protestar, pero Andrew le recordó que si quería que conservara
su beca, tenía que hacer su trabajo escolar. Eso pareció apaciguar a mamá, y después
de una mirada a los Stephenson, asintió.

Podía ver sus pensamientos escritos en su cara. Quería que Andrew lograra entrar
la universidad y saliera con el mejor trabajo en ese juego al que jugaban con los
Stephenson. Mi estómago se agitó al pensarlo. Esta competencia se estaba saliendo
de control. Ambos grupos de padres estaban siendo terribles modelos.

No queriendo más mi comida, me levanté, agarré mi plato, tiré el resto de la


comida a la basura y lo puse junto al fregadero. Después de secarme las manos, me
fui a la sala de estar.

Mientras me iba, escuché a los padres discutir cómo podría ser una buena idea
dar a los niños algo de tiempo para relajarse. Volverían a empezar la competición
mañana por la mañana.

Intenté mantener la mirada fija en el suelo mientras pasaba junto a Jacob, que
había terminado su comida y estaba de vuelta en su teléfono.

Traté de forzar mis pies hacia las escaleras para poder esconderme en mi
habitación y descubrir cómo me sentía con todo lo que había sucedido hoy, pero no
lo lograron. En vez de eso, me encontré en la estantería, sacando un libro y
sentándome en el sillón frente a Jacob.

Abrí el libro que había elegido, Un Cuento de Navidad, y empecé a leerlo.

Era una tradición que había comenzado hace unos años: leía Un Cuento de
Navidad durante la semana de navidad. Era una estupidez, lo sé, pero ¿qué puedo
decir? Me encantaba la historia.

Una hora después, levanté la vista. La casa se había quedado en silencio. Los tres
niños más pequeños bajaron a ver una película mientras los padres se dirigían a sus
habitaciones para descansar. Mamá me pidió que me asegurara de que los gemelos
no quemaran la casa.
Tracy se deslizó después de tocarme el hombro para decirme que iba a hacer la
tarea. Moví mi mano para demostrar que la había oído, y no levanté la vista de la
página en la que estaba.

Miré a Jacob. Tenía los auriculares puestos y estaba viendo algo en su teléfono.
Se había estirado en el sofá, con la cabeza apoyada en una almohada y los pies en el
otro brazo.

Traté de poner el libro en mis rodillas para que pareciera que estaba leyendo en
lugar de mirarlo fijamente.

Su cabello oscuro caía sobre su frente, y ocasionalmente lo rozaba hacia un lado.


Desde este ángulo, podía ver sus largas y oscuras pestañas.

Mi corazón se aceleró. Me aclaré la garganta suavemente —preocupada porque


me escuchase— y me reajusté. Después de probar algunas posiciones diferentes,
terminé con un dolor en el cuello. Lo froté un par de veces, pero no podía hacer nada
más que meterme en el jacuzzi y remojarme hasta que me quedase seca como una
ciruela pasa.

Cerré mi libro y lo puse sobre la mesa a mi lado mientras me paraba y me dirigía


hacia las escaleras.

—¿Abandonándome, Ava?

La voz burlona de Jacob me hizo saltar. Me di vuelta para ver que había bajado
el teléfono y me estaba estudiando.

—Sí —dije, mi voz ronca. El calor se apoderó de mis mejillas mientras me


regañaba por ser tan transparente—. Me dirijo al jacuzzi —confesé, y luego apreté
mis labios. No había preguntado, así que ¿por qué estaba contándoselo?

Miró a su alrededor.

—¿Hay un jacuzzi aquí?

Me encogí de hombros.

—Eso es lo que dijo mi madre. —Oh Dios, esperaba que mi madre tuviera razón
en eso. ¿Qué tan estúpido me sentiría si viniera aquí en traje de baño y descubriera
que en realidad no había un jacuzzi?

Pero Jacob no preguntó nada más. En vez de eso, levantó el teléfono y dijo:

—Genial.

Al darme cuenta de que nuestra conversación había terminado, asentí y subí las
escaleras.
Pasé por las habitaciones de los padres y pude oír los ronquidos que venían de
adentro. Puse los ojos en blanco, preguntándome si tenían una competencia para ver
quién podía dormir más rápido. O roncar más fuerte.

Cuando llegué a mi cuarto, encontré a Tracy sentada en su cama. Tenía un libro


de texto abierto sobre su regazo. Solo asentí con la cabeza cuando me di cuenta de
que tenía auriculares.

Tomé mi traje de baño negro del vestidor y me dirigí al baño. Después de


cambiarme, me envolví la bata alrededor del cuerpo, agarré una toalla y me dirigí
hacia abajo. Traté de no sentirme decepcionada cuando descubrí que Jacob se había
ido de la sala de estar. Miré a mí alrededor pero no le encontré.

Debía haberse ido a la cama o algo así.

Me abrí camino a través de la cocina hasta la puerta trasera. Tomé mis botas y
salí. La ráfaga de aire frío me golpeó como un mazo. Me estremecí mientras me
abrazaba y corría hacia el porche cubierto.

Después de abrir la cubierta del jacuzzi, presioné para encender la bañera de


hidromasaje y esperé, abrazando mi bata contra mi cuerpo y soplando sobre mis
manos para evitar que se congelaran. Unos momentos más tarde, el agua empezó a
burbujear y el vapor flotaba desde la parte superior del agua.

Metí mis dedos para asegurarme de que estaba lo suficientemente caliente. Luego
me quité la bata y las botas, las puse junto a la toalla en una silla y me subí.

El calor me envolvió mientras me hundía hasta la barbilla. Cerré los ojos


mientras las burbujas me rodeaban y los chorros masajeaban mis músculos doloridos.

Podría quedarme aquí para siempre.

Y con el frío que hacía aquí afuera, realmente quería quedarme en el agua para
siempre. La idea de que el aire helado me mordiera la piel mojada sonaba a tortura.

—¿Hay lugar para uno más? —preguntó la voz baja y burlona de Jacob.

Grité mientras abría los ojos. Jacob estaba allí de pie junto al jacuzzi en su traje
de baño y sus botas. Tenía los puños cerrados a los costados y los hombros
encorvados mientras intentaba aferrarse al calor corporal que le quedaba.

—¿Qué pasa contigo? —pregunté, tratando de ignorar lo bien que se veía su


pecho a la luz de la luna—. Ven aquí —dije, agitando mi mano hacia él.

Me miró aliviado, se quitó las botas y entró.

Una vez que estuvo sentado frente a mí, finalmente me di cuenta de que
estábamos juntos en el jacuzzi. Jacob estaba medio desnudo y sentado en el agua
hirviendo conmigo.
¿Por qué?

Debí haber estado mirándole fijamente demasiado tiempo porque se rio mientras
se hundía hasta que solo su cabeza quedó por encima del agua.

—No leas demasiado en esto —dijo con una sonrisa—. Tuviste una buena idea
al venir aquí, y solo me estoy aprovechando de ello. —Levantó la mano del agua y
se la pasó por el pelo.

Bajé la mirada. Si no podía dejar de mirarlo antes, su cabello semi mojado y su


brillante piel no iban a ayudar.

De repente, sentí su mano en mi brazo. Levanté la vista, sorprendida.

Tenía una mirada preocupada en sus ojos.

—Oye, solo estaba bromeando. —Miró hacia la cocina—. Puedo volver a entrar
si no me quieres aquí.

Negué.

—Es un país libre. Además, hay mucho espacio. —Me encogí de hombros
mientras le disparaba lo que esperaba fuera una sonrisa relajada.

Me estudió y luego se recostó en el costado.

—Es muy amable de tu parte —dijo con acento de vaquero mientras se quitaba
un sombrero de vaquero imaginario.

Me reí mientras me inclinaba hacia atrás y cruzaba mis brazos. ¿Era algo que la
gente hacía cuando estaba relajada? Tal vez. No estaba segura. Pero estaba segura de
que no podía dejar que Jacob supiera el efecto que su presencia tenía en mí.

Si se enteraba de que estaba tan nerviosa con él, nunca me dejaría en paz. O se
distanciaría de mí porque no quería engañarme. De cualquier manera, tenía que
mantener mis sentimientos ocultos.

Podía hacer eso. ¿Verdad?


Capítulo 6
Después de unos minutos de remojo en el jacuzzi, Jacob me prestó atención.
Sonreí y luego me detuve, preocupada por si lo asustaba. Cuando estaba bastante
segura de que iba a morir por el silencio que llenaba el aire, me moví para hablar,
solo para que él se me adelantara.

—¿Cómo estuvo tu semestre sin mí? —preguntó mientras me guiñaba el ojo.

A pesar de que estaba en un agua que solo estaba unos miserables grados por
debajo de la temperatura de ebullición, mis mejillas se calentaron por su pregunta.

—Yo, um… —Me aclaré la garganta—, bien.

Levantó las cejas mientras extendía la mano y apoyaba sus brazos en el borde de
la bañera.

—¿Me estás diciendo que no me extrañaste para nada? ¿Ni siquiera un poquito?

Me burlé mientras bajaba la mirada. Me preocupaba que pudiera darse cuenta de


que estaba mintiendo.

—Honestamente, ni siquiera me di cuenta. Yo estaba como, ¿Jacob? ¿Quién es


Jacob?

Se rio.

—Sí. Estoy seguro de que así era cómo estabas.

Me encogí de hombros mientras movía las manos en el agua. Por alguna razón,
mi nerviosismo se manifestó como inquietud. Esperaba que no pensara que soy tan
idiota como recordaba.

—Entonces, ¿tienes novio?

Su pregunta era tan directa e inesperada que mi mirada se levantó para


encontrarse con la suya. Antes de que se me ocurriera algo genial como “Sí. Tengo
que apartarlos con un palo” dije:

—Sí, claro.

Después de darme cuenta de lo que había dicho, hice una mueca de dolor y apreté
los labios.
Cuando le miré de nuevo, me miraba con intriga.

—¿En serio, Ava? —Se volvió a pasar las manos por el pelo, haciendo que se le
pusiera de punta—. Me cuesta creerlo.

Ahora mi corazón estaba galopando.

—¿Por qué?

Hombre, realmente necesitaba expandir mi vocabulario.

Me miró, y literalmente contuve la respiración. Si no empezaba a hablar pronto,


me iba a desmayar y a ahogarme en este jacuzzi. Concedido, moriría feliz, pero aun
así parecía preferible vivir.

—Vamos, Ava. No eres tan ingenua.

Incliné mi cabeza. ¿Cómo es que no tener novio me hacía ingenua? Sabía que no
era la chica más sexy de la escuela. Ni siquiera estaba en el 50% superior. ¿Quería
que lo admitiera? Estaba bastante segura de que el tipo bueno y el chico malo de
nuestra escuela sabían que era una don nadie.

No era ingenua, era realista. Y me enfadó un poco que pensara que era una joven
que no sabía nada de la vida ni de las relaciones. Claro, nunca me habían besado y
nunca había estado cerca de tener un novio. Pero había visto suficientes relaciones
en la escuela secundaria para saber que no eran exactamente algo que necesitaba en
mi vida.

—No soy ingenua —dije, esperando que mi voz saliera más fuerte de lo que me
sentía. No lo hizo.

Se mofó y negó.

—Tienes razón, probablemente deberías alejarte de los chicos. Es lo mejor.

Ahora realmente no sabía de qué estaba hablando. ¿Cómo es que esta


conversación se estaba estropeando tan rápido? ¿Y por qué me hablaba así? Era tan...
de hermano mayor.

La frustración se apoderó de mi cuerpo cuando me di cuenta de que así era


exactamente como me veía. Solo era la hermana pequeña de su antiguo mejor amigo.
¿Iba a verme alguna vez como algo más? ¿Una novia, quizás?

Ugh. ¿Qué era lo que me pasaba?

Me moví hacia el borde del jacuzzi.

—Me estoy calentando. Creo que esa es mi señal para salir.


Cuando le devolví la mirada, lo vi estudiándome. Pero había algo diferente en su
mirada esta vez. Era como si estuviera tratando de averiguar qué había dicho para
molestarme.

Lo que era totalmente ridículo. Básicamente me dijo que era una niña y que
siempre lo sería.

—¿Dije algo? —preguntó.

Apreté mis labios, preocupada porque se me escapara lo que realmente sentía.

—No. —Me quedé de pie, odiando el hecho de que mi traje de baño se aferrara
a mi cuerpo mientras salía.

No queriendo ver si Jacob me estaba observando, envolví mis brazos alrededor


de mi cuerpo y pisé el suelo helado. Agradecida por mi toalla y bata, puse ambas
junto con mis zapatos.

Saludé a Jacob con la mano para que supiera que aún éramos amigos, ¿lo cual
tal vez lo éramos? O no, no estaba segura. Luego entré en la casa.

La película seguía sonando en el sótano, pero cuando pasé por la puerta abierta,
no escuché las peleas que seguían a mis hermanos por todas partes. Debían haberse
quedado dormidos junto con el resto de la casa. Estaba espeluznantemente tranquilo
mientras caminaba por las habitaciones. La única luz provenía del resplandor de las
luces centelleantes que debían estar encendidas con un temporizador porque se
encendían solas.

Subí y traté de estar lo más callada posible. Tracy estaba dormida con su libro de
texto en el regazo y su teléfono en la mano. Tomé mi pijama y me metí en el baño,
donde me quité el traje de baño mojado y lo colgué en uno de los toalleros.

Después de enjuagarme en la ducha, me sentí caliente y cómoda mientras me


ponía el pijama y ponía mi pelo húmedo en una trenza en la base del cuello.

Justo cuando me moví para meterme en la cama, mi estómago gruñó.

Ugh. Tenía hambre. No había manera de que pudiera dormir hasta que tomase
algo.

Bajé las escaleras de nuevo silenciosamente y entré en la cocina, donde encontré


paquetes de chocolate caliente y las galletas navideñas que esperaba que nadie
estuviera guardando para algo especial.

Justo cuando estaba vertiendo el agua caliente en una taza, la puerta trasera se
abrió y Jacob entró. Por supuesto, no llevaba toalla. En vez de eso, estaba goteando
agua por todas partes mientras se quedaba parado allí como un dios griego, con gotas
de agua brillando de su pecho tonificado.
Un dolor punzante me atravesó la mano, y antes de darme cuenta de lo que
estaba sucediendo, grité y dejé caer la taza. La taza se estremeció contra el mostrador,
el agua hirviendo y caliente derramándose por todas partes.

Agité mi mano en un esfuerzo inútil de aliviar mi dolor mientras corría hacia el


fregadero.

De repente, un cuerpo caliente estaba de pie a mi lado, sosteniendo mi muñeca.


Era… Jacob.

Le miré fijamente mientras él encendía el agua fría y con cuidado metía mi mano
debajo de ella. Hice una mueca de dolor y jadeé. Se volvió hacia mí con una mirada
de disculpa en su cara.

—Lo siento —susurró.

Quiero decir, así de unidos estábamos. Todo lo que tenía que hacer era susurrar,
y podía oírle, incluso sobre el agua. Si se inclinara hacia adelante, no le costaría tanto
esfuerzo besarme. No pude evitar dejar que mi mirada se extendiera hasta sus labios
perfectamente formados.

Sabiendo que quería que respondiera, me encogí de hombros.

—Está bien —dejé salir.

Sacó mi mano del agua y la inspeccionó. La piel era rosada y palpitante, pero
afortunadamente, no había ampollas.

Su mano bajó por mi brazo mientras guiaba mis dedos bajo el agua.

—Creo que sobrevivirás —dijo.

Solo asentí con la cabeza, esperando que no pudiera oír o sentir lo fuerte que latía
mi corazón.

Nos paramos junto al fregadero por unos minutos más antes de que Jacob me
llevara a la estufa y sacara la toalla que colgaba de la barra y la envolviera alrededor
de mi mano.

No pude evitar darme cuenta de lo cuidadoso que era. Las puntas de sus dedos
eran tan suaves que al pasar su mano por mi piel me estremecí. ¿Por qué se sentía tan
bien ser tocada? Debía ser por la quemadura. Mis nervios se estaban volviendo locos.
Con su toque, ya había olvidado todo lo que había pasado antes en el jacuzzi.

Tampoco ayudó que estuviera tan cerca de mí que mi codo le rozaba el pecho.
Hubo un par de veces en que casi me disculpé, pero me detuve. No quería dejar de
tocarlo si no se daba cuenta.

Me hizo un gesto hacia la mesa y, después de sacarme una silla, me senté. Dio
un paso atrás y me estudió.
—¿Qué intentabas hacer? —preguntó.

—Chocolate caliente.

Miró hacia el mostrador y luego asintió.

—Ah. Bueno, voy a subir a vestirme. Espérame hasta que vuelva a bajar. —Dio
unos pasos hacia la sala de estar—. No toques nada hasta que regrese.

Me sentí tan mareada por el hecho de que se estuviera preocupando tanto por mí
que todo lo que podía hacer era asentir. No estaba segura de cuánto tiempo se había
ido, pero cuando apareció en la puerta con una camiseta blanca y pantalones de
franela, mi corazón cantó. Literalmente.

Traté de no mirarle fijamente mientras se movía por la cocina, pero no pude


evitarlo. Era mi caballero de brillante armadura ahora mismo, por muy cursi que
fuera.

Después de que dos tazas fueran llenadas con chocolate y las galletas fueran
abiertas, se sentó a mi lado. Sumergimos las galletas en silencio.

Una vez que estuve bastante segura de que mi estómago reventaría por el
chocolate caliente y las galletas, me incliné hacia atrás y moví la toalla que todavía
estaba envuelta alrededor de mi mano. Mi piel estaba rosada pero me sentía mejor.

Cuando levanté la vista, vi a Jacob mirándome. Le di una pequeña sonrisa, pero


eso no pareció tranquilizarlo. Sus cejas estaban fruncidas.

—¿Estás bien? —preguntó.

Asentí.

—Sobreviviré.

Y entonces una pregunta creció en mi mente. Era personal, y me preocupaba que


si la preguntaba, el comportamiento relajado de Jacob a mí alrededor se endurecería.
Ahora mismo, era la única en la cabaña con la que estaba hablando. Cuando alguien
más entraba en la habitación, se cerraba.

Pero tenía que saberlo. Y las respuestas que me había dado en el pasado no eran
lo suficientemente buenas. Si el Jacob que me mostró esta noche era el Jacob real, no
podía imaginarle robando una gasolinera. Tenía que haber más en esta historia de lo
que él decía.

Así que dejé escapar mi aliento lentamente y abrí mis labios.

—¿Por qué lo hiciste?

Levantó la mirada para mirarme.

—¿Hacer qué?
Arrugué la frente.

—Ya sabes. Robar esa gasolinera.

Se mofó y se echó hacia atrás.

—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? ¿Crees que lo hice?

Lo miré fijamente. ¿Qué significaba eso?

—Sí. ¿No es eso lo que el juez concluyó?

Se quedó callado, y me preocupaba haber dicho algo malo. Quería dar marcha
atrás. Volver a como había sido antes.

Él suspiró.

—Realmente no lo sé. ¿No es eso lo que hacen los tipos como yo?

¿Ésa era su respuesta? ¿No lo sabía? Empujé algunas migas sobre la mesa.

—¿En serio, Jacob? —Estaba frustrada. El calor me picaba en la nuca. ¿Por qué
esa vibración de chico malo que estaba dejando escapar? Cuanto más conocía a
Jacob, más me daba cuenta de que todo lo que hacía era una barrera. Una capa
protectora para evitar que los que le rodeaban le conocieran. ¿Por eso Andrew estaba
tan enojado con él?

¿Qué intentaba probar Jacob? Era ridículo. Solo había estado cerca de él por un
día, y hasta yo podía ver que todo era una actuación.

—¿Por qué actúas como si no te importara nada? Tal vez si lo hicieras, tus padres
te respetarían más. —Me crucé de brazos y lo estudié, preguntándome qué iba a
decir. ¿Había ido demasiado lejos?

Tal vez.

Pero parecía que lo necesitaba. Una persona normal no sale y hace lo que quiere.
Había reglas, y Jacob necesitaba preocuparse por ellas. Al menos, necesitaba que
alguien le dijera que era importante que le importara.

Una sonrisa apareció en sus labios mientras se inclinaba hacia delante y agarraba
otra galleta de la lata. Se la metió en la boca.

—Vaya, Ava. No sabía que te importaba tanto. —Movió una ceja, y pude ver
que mi reacción le divertía.

—¿Es eso algo malo? —Me estremecí. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba
admitiendo que me preocupaba por él? Así no era como se suponía que iba a ser esta
noche.

Empujé mi silla y me levanté. Necesitaba salir de aquí.


Su mano se enrolló alrededor de mi mano no herida, deteniéndome donde
estaba. Me volví para ver a Jacob estudiándome.

—Lo siento si te he molestado, la historia es más que un simple, por eso lo hice
—dijo. Esta vez su voz era baja. No había sonrisas astutas ni bravuconadas. Parecía
preocupado.

—No lo entiendo. ¿Por qué no es tan simple? ¿Qué es lo que no me estás


diciendo? —Esperé un momento, pero cuando no contestó, me encogí de hombros.
De repente me sentía muy estúpida por cómo había ido toda esta conversación.
Quería subir las escaleras, arrastrarme a la cama y dormir con todos estos
sentimientos confusos y conflictivos que se apoderaban de mí.

Necesitaba un poco de espacio de Jacob Stephenson. Quería desesperadamente


que confiara en mí lo suficiente como para decirme la verdad, pero parecía que eso
nunca iba a suceder.

Jacob era intocable sin importar cuánto quisiera alcanzarlo.

—Simplemente lo es —dijo—. Es todo lo que puedo decir. —Su voz había bajado
tanto que era casi imposible oírle—. Lo siento, Ava.

Tragué, empujando todas mis emociones hacia abajo, y dije:

—Sobreviviré. —Le di lo que solo podía adivinar era un pobre intento de sonreír.

Frunció el ceño por un momento antes de soltar mi mano y volver a su chocolate


caliente.

—Buenas noches, Ava. —Su voz me dio escalofríos en la columna vertebral.

—Buenas noches, Jacob —dije mientras me daba la vuelta y salía corriendo de


la habitación.

Una vez que estuve arriba en la seguridad de mi habitación, cerré la puerta


silenciosamente detrás de mí y dejé salir la respiración que había estado aguantando.
De repente, mi cuerpo se sintió como un peso muerto. Si mi meta había sido dejar
de gustarme Jacob, estaba fracasando miserablemente en ello.

Agarré mi muñeca y flexioné la mano que había agarrado hace unos momentos.
Todavía podía sentir sus cálidos dedos alrededor de los míos. La forma cuidadosa en
que me miró mientras me ayudaba con mi quemadura. Una cosa era segura, el Jacob
que yo creía conocer se estaba convirtiendo rápidamente en una persona diferente.

¿Qué iba a hacer?


Capítulo 7
Me desperté con los gritos y el tintineo de los platos. Rodé sobre mi lado para ver
que Tracy no era tan buena compañera de cuarto. En lugar de asegurarse de que la
puerta estaba cerrada, había dejado la luz encendida y la puerta bien abierta.

Sabiendo que no había manera de que pudiera volver a dormir, me quejé en voz
baja cuando me levanté para ir al baño y lavarme los dientes. De vuelta en mi cuarto,
cerré la puerta y me vestí con un par de jeans y un suéter de cuello de tortuga rojo.
Mientras sacaba el pelo de su trenza, pasé mis dedos por las ondas, esperando no
arruinar los rizos, y me dirigí de nuevo al pasillo.

Por supuesto, el cruel sentido del humor del destino pensó que era el momento
perfecto para que Jacob también saliera a la luz. Su pelo estaba húmedo, y se veía
increíble. Estaba cerrando la puerta detrás de él, y pensé en volver corriendo a mi
habitación. Pero cuando su mirada se encontró con la mía, me quedé helada. No
quería que pensara que me había visto afectada por nuestra conversación de anoche,
así que le di una sonrisa.

—Hola —dije.

Me devolvió la sonrisa. Pero pude ver que estaba incómodo.

—¿Has dormido bien? —preguntó.

Asentí.

—Sí.

Se pasó las manos por el cabello y luego hizo un gesto hacia las escaleras.

—¿Desayuno?

—Sí.

Me miró fijamente por un momento y luego empezó a bajar las escaleras.

Una vez que estuvo al final, dejé salir el aliento que había estado aguantando.
Éstas iban a ser unas vacaciones muy incómodas si así es como nos íbamos a
comportar el uno con el otro. Necesitaba controlarme. Superar mis ridículos
sentimientos por Jacob y seguir adelante. Si no lo hacía, no estaba segura de poder
durar todo el día.
Cuando llegué al final de las escaleras, vi gente moviéndose por la cocina. Mamá
y la señora Stephenson estaban haciendo el desayuno. Podía oler los panqueques y
el tocino desde donde estaba parada.

Mi estómago gruñó mientras entraba en la habitación, esquivando a Aiden y a


Max que estaban luchando en la puerta. Jacob estaba parado afuera de la cocina
como si no estuviera seguro a dónde ir. Me detuve a unos centímetros detrás de él,
esperando a que se moviera.

—Oooh, Jacob y Ava están de pie bajo el muérdago —gritó Aiden.

Lo miré fijamente para ver que había dejado de luchar y estaba señalando algo
por encima de mi cabeza.

—¿Qué? —pregunté.

Hizo un gesto hacia el lugar sobre mi cabeza.

—Tú y Jacob están bajo el muérdago. ¿Sabes lo que eso significa? —Envolvió
ambos brazos alrededor de su pecho e hizo una cara de beso.

Me burlé y levanté la vista para ver que... tenía razón. Había un muérdago justo
encima de Jacob y de mí.

Cuando bajé la mirada para ver a Jacob, pude ver que él también estaba
luchando. Sus mejillas estaban sonrojadas y le costaba mucho mirarme.

—Nosotros no... quiero decir, tú no... —tartamudeó.

Antes de que pudiera terminar lo que sea que estuviera luchando por decir, el
señor Stephenson dio un golpecito en la esquina de su periódico sobre el sillón en el
que me había sentado ayer y negó.

—Es una regla de navidad, hijo —dijo.

Le miré fijamente. ¿Hablaba en serio? Iba a hacerme besar a Jacob. ¿Aquí?


¿Ahora?

—Estoy bien —dije, levantando la mano y moviendo la cabeza.

—Ah, vamos. Es solo un beso. —Mamá intervino de repente apareciendo junto


a nosotros.

Genial. Mi primer beso, y toda mi familia estaba aquí para presenciarlo. Bueno,
no solo presenciarlo, sino obligar al tipo a hacerlo. Literalmente podía sentir mi
autoestima hundirse tres metros.

Cuando logré levantar la mirada para ver a Jacob, vi una pizca de desesperación
en sus ojos. Vaya, los clavos del ataúd de mi confianza se estaban clavando cada vez
más profundo.
—Creo que tenemos que hacerlo —dijo, acercándose a mí.

Tener que hacerlo. Palabras que toda chica sueña con escuchar justo antes de besar
a su amor de toda la vida. Pero, sabiendo que no había manera de escapar, me encogí
de hombros, tomando una página de no me importa del libro de Jacob.

—Bien —dije, acercándome a él.

Estuvimos allí por unos segundos, que se sintieron como toda una vida. Se
inclinó hacia mí, y en un movimiento tan rápido que me dejó preguntándome si
realmente había sucedido, apretó sus labios contra los míos y retrocedió.

—¿Feliz? —preguntó.

Lo miré fijamente, preguntándome si realmente me había tocado. Y entonces mi


corazón cayó en picado. Era tan asquerosa que ni siquiera podía besarme. Esto era
horrible.

—Ése fue el beso más ridículo que he visto en mi vida —dijo el señor
Stephenson—. Hazlo de nuevo. Muéstrale cómo besa un Stephenson.

Me volví para mirar al señor Stephenson, pero si se dio cuenta, no le importó.


Solo apretó su mandíbula y miró a Jacob.

—Oh, no. Creo que es al revés, Ava debería mostrarle a Jacob cómo besa un
Rogers. —Mamá se acercó a mí, moviendo sus manos juntas como si estuviera
dirigiendo cómo se debe hacer.

Y entonces me di cuenta de que mi primer beso se había convertido en una


competencia. Stephenson contra Rogers. ¿Quién iba a besar al mejor? Esto era un
poco raro, pero cuando nuestros padres tenían una idea en su cabeza, no la iban a
dejar pasar.

—No estoy seguro de querer que esto sea una competencia —dijo Jacob. Su voz
era tranquila. Parecía tan incómodo como yo.

—Vamos, hijo. Es solo un beso —dijo la señora Stephenson apareciendo junto a


nosotros.

Miré a Jacob, cuyas cejas se fruncieron y su mandíbula se flexionó como si


quisiera decir algo.

—Mamá —dijo en voz baja.

Había tenido suficiente de esta tontería. Estaba cansada de tratar de analizar todo
lo que Jacob estaba haciendo. Me gustaba y le iba a besar, maldita sea. Iba a volarle
los calcetines a la manera de Rogers, sea la que sea.
Levantándome, agarré sus mejillas y bajé sus labios hasta los míos. Un
hormigueo surgió en mi cuerpo y salió por los dedos de mis pies mientras lo sostenía
allí.

Entonces, como si finalmente se hubiera dado cuenta de lo que estaba haciendo,


sus manos se inclinaron hacia mis costados y se deslizaron hacia mi espalda mientras
me acercaba.

Los segundos se convirtieron en horas mientras estábamos allí parados, nuestros


labios apretados. Podía oír los gritos de los testigos, pero no me importaba. Solo
podía pensar en Jacob.

Moví mis manos para pasar mis dedos por su pelo y profundizar el beso. Nuestros
labios se movían contra el otro como si esto fuera tan natural como respirar. En todos
mis sueños besando a Jacob, no se habían acercado a la emocionante sensación que
se apoderó de mí ahora.

Justo cuando estaba segura de que me iba a derretir en un charco, se echó para
atrás.

—Ahí —dijo, empujándome con sus manos.

Me tropecé hacia atrás, mirándole mientras agachaba la cabeza y desaparecía en


la cocina. Presioné la punta de mis dedos contra mis labios mientras veía cómo se
retiraba apresuradamente. Por mucho que odiara admitirlo, mi corazón literalmente
se rompió dentro de mi pecho. Había algo en ese beso. Algo que él también tuvo que
haber sentido. ¿Por qué se alejaba de mí? ¿Por qué seguía actuando como si no le
importara?

Mamá me dio una palmadita en la espalda y me dijo:

—Así es como lo hace un Rogers. —Raro. Me alejé porque no tenía ganas de


celebrar con ella. No había nada alegre en besar a un tipo que te había importado
durante años, solo para que te alejara y se fuera furioso.

¿Había hecho algo malo?

Y luego me sentí estúpida. Por supuesto que había hecho algo malo. ¿No dijo
Jacob que era ingenua? Nunca antes había besado a alguien. Por lo que sabía, le
había mordido o algo así.

La multitud que se había formado a nuestro alrededor para presenciar nuestro


beso se dispersó, y pronto me quedé sola con mis pensamientos. Genial. Justo lo que
necesitaba.

Envolví un brazo alrededor de mi estómago y lentamente me fui a la cocina.


Jacob estaba sentado a la mesa de espaldas a mí. Agradecida por tener un momento
lejos de él para recoger mis pensamientos, me volví hacia mamá, que estaba
sirviéndome un plato de huevos.
Estaba hablando con la señora Stephenson sobre el plan del día.

De repente, la señora Stephenson soltó un gemido.

—¿Quién se comió las galletas que íbamos a mojar en chocolate y usar para
decorar las casas de jengibre? —preguntó, sosteniendo la lata de galletas que Jacob y
yo habíamos consumido la noche anterior.

Me moví para dar un paso adelante y tomar responsabilidad, pero Jacob se me


adelantó. Se dio la vuelta y se señaló a sí mismo.

—Fui yo —dijo.

Me dolió el corazón lo rápido que cambió la expresión de la señora Stephenson.


Pasó de molesta a enfadada. Y por alguna extraña razón, la ira me atravesó. ¿Por
qué era así con Jacob? Tenía que conocer a su propio hijo. Claro, me había rechazado
tras nuestro primer beso, pero eso no le convirtió en un mal tipo.

Y me hizo enojar tanto que su madre no pudiera ver eso.

—¿Por qué harías eso? ¿No aprendiste nada sobre tomar cosas que no son tuyas?
—La señora Stephenson dejó caer la lata sobre el mostrador y se cruzó de brazos.

Jacob se encogió de hombros.

—Lo siento —dijo y volvió a su comida.

Me adelanté. No había forma de que él fuera a cargar con toda la culpa cuando
era mi culpa.

—En realidad, señora Stephenson, fui yo.

La señora Stephenson me miró y observó con simpatía. Había estado tan


enfadada con Jacob, ¿por qué tenía los ojos abiertos y la frente relajada cuando me
miraba? Acababa de admitir que me había comido unas galletas aparentemente
especiales.

—Está bien, cariño. No tienes que cargar con la culpa. —Luego se inclinó hacia
mí—. Entiendo que Jacob puede parecer alguien a quien quieres proteger, pero nunca
aprenderá si no lo hacemos responsable.

Mi boca se abrió. ¿En serio acaba de decir eso? ¿Sobre su propio hijo? Claro, mis
padres no eran perfectos, pero siempre nos daban el beneficio de la duda. Esto, lo
que la señora Stephenson estaba haciendo, era mezquino.

—Bueno, debería estar molesta conmigo porque yo también me las comí —dije,
pero la señora Stephenson parecía como si ya hubiera seguido adelante. Solo me dio
una pequeña sonrisa y se volvió hacia Jacob.

—Volverás a la ciudad a comprar otra lata de galletas —le dijo a la nuca de Jacob.
Sus hombros se tensaron, y luego se relajó mientras agarraba su plato de comida
y se ponía de pie.

—Bien —dijo mientras pasaba junto a ella y dejaba su plato en el fregadero.

Observé, estupefacta cómo pasaba a mi lado. Andrew, que debía haberse


acabado de despertar por la forma en que su cabello rubio estaba de pie en todas las
direcciones, estaba de pie en la entrada mirándonos. Jacob no intentó pasar por
encima de él, sino que golpeó a Andrew en el hombro y luego desapareció hacia
arriba.

Estaba tan enfadada que no había palabras que se me ocurrieran decir. ¿Cómo
podía la propia madre de alguien tratarle de esa manera?

Y aparentemente, era la única a la que le importaba, porque en un abrir y cerrar


de ojos, las conversaciones normales volvieron a la cocina. Todos actuaban como si
nada hubiera pasado.

Cerré mis puños mientras me dirigía hacia la abertura de la cocina donde Andrew
aún estaba de pie, con un aspecto un poco atónito.

Justo cuando pasaba, Andrew me agarró del brazo.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

Le eché un vistazo, molesta porque se interponía en mi camino.

—La señora Stephenson se enfadó con Jacob porque comimos la lata de galletas
que estaban guardando. —Tuve que forzar mi voz a mantener la calma, así de
enfadada estaba.

La mirada de Andrew se fijó en mi cara.

—¿Adónde vas, entonces?

Lo miré fijamente. Tenía que ver cuán injustamente lo trataban los padres de
Jacob.

—Eso no estuvo bien. Voy a asegurarme de que puedo ir con Jacob. —Me incliné
hacia Andrew—. Me comí las galletas, pero a la señora Stephenson no le importó.
Me dijo que dejara de defender a Jacob. Que “nunca aprenderá” o algo así.

La mandíbula de Andrew estaba tan alterada como yo. Bien. Finalmente


entendía por qué estaba enfadada.

Y entonces las palabras que no esperaba oír salieron de su boca.

—Tal vez deberías alejarte de él, Ava. Su madre lo sabe mejor que nadie.

Di un paso atrás, apartando mi brazo de la mano de Andrew.


—¿De qué estás hablando?

Se encogió de hombros mientras se pasaba las manos por el pelo.

—Quizá la señora Stephenson sepa cómo tratar a Jacob. Tal vez tenga razón.

Le miré fijamente.

—La Sra. Stephenson se equivocó al tratar así a Jacob.

Las mejillas de Andrew enrojecieron mientras se aclaraba la garganta.

—Supongo que no quiero que te hagan daño —murmuró.

Negué y pasé a su lado. Estaba cansada de escucharlo. ¿Qué le pasaba a la gente


de esta casa? Era como si estuviera viviendo en la Dimensión Desconocida.

Jacob bajó golpeando las escaleras justo cuando yo pasaba. Me apresuré a


alcanzarle, pero fue demasiado rápido. Abrió y cerró la puerta principal antes de que
pudiera decir nada.

Tomé mis botas y mi abrigo y salí corriendo tras él.

—Jacob —dije. La nieve granulada se filtró en mis calcetines, pero no me


importó.

—Déjalo, Ava —dijo por encima de su hombro. Tenía las llaves fuera y estaba
abriendo la puerta del conductor de la camioneta de sus padres.

No escuchando, corrí hacia la puerta del pasajero y la abrí. Se quejó, pero no me


importó. En vez de eso, me senté en el asiento y cerré la puerta.

La determinación se apoderó de mí mientras lo miraba fijamente. Me miró con


el ceño fruncido, con el dolor escrito en la cara.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

Me ajusté el cinturón de seguridad.

—Voy contigo.

Se detuvo y luego suspiró.

—Bien.
Capítulo 8
El calor brotó de las rejillas de ventilación mientras Jacob conducía por la calle,
en dirección a la carretera que nos llevaría a la tienda de comestibles. Altos árboles
de hoja perenne nos pasaban rápidamente. El sol brillaba sobre sus puntas salpicadas
de nieve. En cualquier otro momento, habría comentado su belleza, pero Jacob no
parecía estar de humor, así que mantuve mis labios cerrados.

En cambio, me centré en quitarme los calcetines empapados. Los hice una bola
y los puse en el suelo a mi lado.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Jacob. Su voz estaba emocionalmente


cargada y me hizo temblar.

Lo miré, y él asintió hacia mis calcetines.

—¿Por qué salí corriendo detrás de ti sin zapatos? —pregunté.

Una sonrisa tiró de sus labios.

—Sí.

Me encogí de hombros.

—No estabas deteniéndote por nadie. ¿Qué se suponía que debía hacer?

Me puse las botas y moví los dedos en el suave forro de sherpa. No era ideal,
pero al menos estaría caliente.

—Podrías intentar no seguirme —susurró.

Un poco sorprendida por su reacción, lo estudié.

—Tu mamá estaba equivocada —le dije. Quería que supiera que a pesar de que
todos los demás en la habitación parecían estar bien con lo sucedido, yo no

Me miró y sostuvo mi mirada. Cada parte de mí hormigueaba por la intensidad


en sus ojos. Luego se encogió de hombros y volvió a la carretera.

—Ahí es donde te equivocas, Ava —dijo, agarrando el volante con tanta fuerza
que sus nudillos se pusieron blancos.

—No me equivoco —dije, y luego, un momento después, susurré—: y no soy


ingenua.
Cuando no respondió, lo miré. Estaba mirando un poco demasiado duro a la
carretera. Como si estuviera peleando una batalla interna. ¿Estaba mal que yo
quisiera que se abriera conmigo? ¿Para finalmente mostrarme el verdadero Jacob?

Estaba cansada de que él no respondiera, así que decidí tomar la conversación


en una dirección diferente.

—¿Por qué dijiste que te comiste las galletas cuando fuimos los dos?

Se encogió de hombros.

—Soy un delincuente. Las personas lo esperan de mí. Estoy acostumbrado a


tomar el contragolpe.

Lo miré fijamente. Esa era una reacción extraña.

—¿De qué otra cosa has tomado el contragolpe?

Se aclaró la garganta y se movió en su asiento.

—No importa. Está en el pasado. —Me miró con una súplica en sus ojos—.
¿Podemos seguir adelante?

Me crucé los brazos. No estaba feliz con esa respuesta, pero la mirada en sus ojos
me dijo que lo dejara pasar, así que suspiré y asentí.

—Por supuesto. Si me prometes que me lo dirás en el futuro.

Una sonrisa se contrajo en sus labios.

—¿Tenemos un futuro?

El calor quemó mis mejillas cuando me di cuenta de lo que se refería. Me aclaré


la garganta y asentí.

—Por supuesto. Sí. Lo que sea.

Jacob envolvió sus dedos alrededor de los míos y apretó.

—Gracias por defenderme, Ava.

Mi cabeza se aligero cuando tragué y lo miré. ¿Sintió el calor que irradiaba entre
los dos? ¿O era solo yo? Oh hombre, cómo oré para que él también lo sintiera.

—Por supuesto. Era lo correcto —dije, odiando que mi voz fuera tan
entrecortada.

Se encogió de hombros mientras retiraba su mano y la devolvía al volante. Mi


mano se sintió fría ante la ausencia de su toque. Metí mis dedos juntos en mi regazo.

—Bueno, ese es un rasgo que no parece afectar a todos —murmuró.


Me volví para estudiarlo. ¿Se refería a alguien específico o en general? Y entonces
me sentí estúpida. Por supuesto, estaba hablando de su madre. Hacer lo correcto
parecía faltarle definitivamente a ella.

—Está bien. Estoy segura de que ella se dará cuenta. —Sonreí. Una madre no
podía odiar a su hijo para siempre. En algún momento, la señora Stephenson se iba
a dar cuenta de que estaba equivocada y arreglaría la relación rota entre ellos.

Nos detuvimos en un semáforo en rojo, y Jacob me miró como si tuviera dos


cabezas.

—‘Ella’ me refiero a tu madre.

El auto detrás de nosotros toco la bocina, y Jacob levantó la mirada hacia el


espejo retrovisor.

—Está en verde —dije, moviendo la mano hacia la luz frente a nosotros.

Apretó el acelerador he hizo un movimiento con la mano al otro conductor.


Después de un minuto, se relajó.

El silencio cayó a nuestro alrededor, y no estaba segura de si debía seguir


hablando o si era su turno de hablar.

Cinco minutos después, nos detuvimos en Food’n Save y Jacob apagó el auto.
Sacó las llaves de la ignición, agarró su billetera y teléfono de la consola central. Se
quedó mirando su pantalla, y después de unos segundos, suspiró.

—Mi mamá quiere que llevemos azúcar glass, colorante para alimentos y
melaza.

Asentí mientras tiraba de la manija de la puerta y salía, memorizando la lista.

—Lo tengo —dije.

Cuando entramos en la tienda de comestibles, agarré un carrito, y Jacob me


siguió mientras las puertas de la entrada se abrían y entramos en la sección de
productos.

Después de unos segundos de deambular, me di cuenta de que Jacob no sabía


dónde encontrar las cosas que necesitábamos. Sonreí mientras asentía hacia él.

—Sígueme —le dije.

Alivio inundó el rostro de Jacob mientras lo guiaba hacia el pasillo para hornear.

—Agarraré las melazas y consigue el azúcar —dije por encima del hombro
mientras hacía rodar el carrito hacia los frascos de vidrio que se alineaban en el
extremo más alejado del pasillo, sin esperar su respuesta. Quiero decir, era azúcar
glass, no ciencia de cohetes.
Una vez que agarré algunos frascos, solo para estar segura, me di la vuelta para
ver a Jacob caminando detrás de mí. Tenía una bolsa de cinco libras de azúcar
granulada en sus manos. Él sonrió cuando lo dejó en el carrito.

Lo miré fijamente.

—Esa es el azúcar equivocada.

Miró hacia abajo.

—Es azúcar.

Me reí.

—Sí, pero está granulada. Lo que buscamos está pulverizada —dije, alargando
cada sílaba.

Él me miró fijamente.

—¿Cuál es la diferencia?

Se arrastró más cerca de mí. Como, a centímetros de mí.

Mis sentidos entraron en hiperimpulsión. ¿Me iba a besar de nuevo? Parecía


extraño, pero si él quería, yo estaba dentro. Además, quería ver cómo sería besarlo
sin la audiencia que teníamos antes.

Extendió su brazo, y no pude evitarlo, me incliné más cerca de él. Quería sentir
sus brazos a mí alrededor otra vez, acercándome a él.

—¿Cómo esta? —preguntó, sacando una bolsa de azúcar glass del estante a mi
lado.

Al instante, me sentí como una idiota. Como si me hubieran golpeado con una
sacudida de alivio, salté lejos de él. Mi corazón latía tan fuerte y me sentía como una
completa idiota.

Por dentro, me estaba alabando por no subir de puntillas y besarlo. Eso habría
sido un error colosal.

Cuando finalmente me tranquilicé, miré a Jacob. Sostenía la bolsa de azúcar en


sus manos como si no supiera qué se supone que debe hacer con eso.

—Sí —susurré y luego se aclaró la garganta—. Quiero decir: sí. Ese es el azúcar
correcto. —Forcé una sonrisa—. Buen trabajo.

Asintió mientras colocaba la bolsa en el carrito. Luego tomó el azúcar granulada


y la devolvió a la estantería. Cuando se volvió, me dio una pequeña sonrisa.

—¿Colorante alimenticio?
Asentí y me moví por el pasillo hacia donde estaba ubicado el glaseado. Después
de tomar una caja, nos dirigimos hacia el pasillo de galletas para obtener un recipiente
para reemplazar los que comimos. Afortunadamente, no hubo más casi besos en el
momento pagar.

Nos quedamos bastante lejos el uno del otro mientras cruzábamos el


estacionamiento y lanzamos las bolsas en el maletero. Una vez que estuvimos dentro
del auto y Jacob arrancó el motor, comencé a relajarme. Esto no fue tan malo. Podría
sobrevivir estando cerca de Jacob por el resto de nuestro tiempo aquí si me
mantuviera a una distancia segura de él.

Lo suficientemente lejos para respirar, pero no tan lejos como para que él pensara
que estaba siendo distante.

Cuando regresamos a la cabaña, todos parecían haber estado trabajando duro.


Los dos árboles de Navidad estaban completamente decorados y filmados, según
mamá. Fuimos prácticamente atacados cuando entramos en la cocina. Al parecer,
necesitaban la melaza para iniciar las casitas de jengibre.

Jacob y yo soltamos de buena gana nuestro control sobre las bolsas y nos
dirigimos a las afueras de la cocina mientras se medía la harina y empezaban a
mezclar los tazones.

Miré a Jacob, quien me estaba estudiando. El calor enrojeció mis mejillas bajo
su mirada, pero de alguna manera reuní la fuerza para sostener su mirada e incluso
enviarle una sonrisa.

Entrecerró los ojos y luego se volvió y se dirigió hacia el sótano, llamando a


cualquiera que escuchara que iba a ver una película de Navidad. A pesar de que
quería unirme a él, me quedé enraizada en mi lugar. Finalmente, la señora
Stephenson se dio cuenta y exigió que ayudara o saliera del camino.

Tomando eso como una señal para agarrar un delantal y adentrarme, me dejé
tragar en la tormenta navideña que se estaba librando a mí alrededor. Al menos, con
algo que hacer, no tendría tiempo para concentrarme en Jacob y en todos los
sentimientos que me invadían cuando pensaba en él.

Con suerte, estaría lejos de él el tiempo suficiente para construir el muro


alrededor de mi corazón que había estado tratando de construir desde que llegamos
aquí. Tal vez una vez que terminara, podría sobrevivir esta temporada de vacaciones.
Capítulo 9
Las piezas de la casa de pan de jengibre estaban fuera del horno y descansaban
en las parrillas de enfriamiento cuando Jacob finalmente volvió a subir. Llevaba a
Max sobre su hombro. Max estaba chillando y moviéndose, afirmando que no era
así como jugabas a policías y ladrones y que iba a reportar a Jacob a las autoridades.

Jacob solo se rio, bajó a su hermano y le revolvió el cabello a Max.

Intenté no mirar mientras me movía incómodamente sobre la silla de la cocina


en la que fui forzada a sentarme. Después de quemar algunos lotes, la señora
Stephenson me impidió tocar la comida y me puso a vigilar galletas. Aparentemente,
si alguien entraba y trataba de robar una pieza de pan de jengibre, tenía que aplastar
su mano.

Max protestó ante la muestra de afecto de Jacob. Se apartó de Jacob y corrió


hacia la puerta del sótano, cerrándola de golpe detrás de él.

Ahora sola, traté de parecer discreta mientras me concentraba en el libro que


tenía delante. No estaba segura de lo que quería que sucediera. ¿Quería que Jacob
me hablara o simplemente me dejara en paz?

La silla a mi lado raspó el piso. Y las mariposas en mi estómago respondieron a


mi pregunta. Jacob iba a pasar el rato conmigo. Me obligué a relajarme.

Cuando vi a Jacob estirarse para agarrar un poco de pan de jengibre, el instinto


golpeó, y levanté la mano y le palmeé la mano. Él se rio mientras la retiraba.

—¿Qué fue eso? —preguntó.

Me encogí de hombros cuando doblé la esquina de la página que estaba leyendo


y me giré para mirarlo.

—Simplemente siguiendo las instrucciones de tu madre.

Cruzó los brazos sobre su pecho y me estudió.

—¿Mi mamá te dijo que lastimes a las personas?


Asentí.

—Algo así.

Negó con la cabeza.

—Eso no parece ser ella —dijo con sarcasmo cubriendo sus palabras.

Jugué con la cubierta del libro. No estaba segura a dónde ir a continuación.


Habíamos pasado mucho tiempo juntos aquí. En estas coquetas conversaciones de
ida y vuelta.

Cada vez que intentaba traer algo más profundo, él me dejaba fuera o cambiaba
de tema.

Antes de que pudiera hablar, Andrew entró. Su mirada se posó en Jacob y en mí,
y vi que su expresión se tensaba. Casi esperaba que se fuera por la forma en que
estaba mirando a Jacob, y casi me caí de la silla cuando se sentó a mi lado.

Le di una sonrisa. Además de nuestra conversación anterior, Andrew y yo


realmente no hablamos en absoluto hoy. A pesar de sus sentimientos sobre Jacob, no
iba a darle la espalda a mi hermano. Él era familia, después de todo.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.

Se encogió de hombros.

—Tratando de encontrar algo que hacer.

Resoplé.

—¿Así que viniste aquí? Todo lo que estoy haciendo es vigilar estas galletas para
que la señora Stephenson no me corte la cabeza si las roban.

—Oh, te refieres a estos... —Comenzó a extender la mano, y con reflejos de gato,


aparté su mano.

Retiró la mano con fingido dolor.

—Caray. Tanto para ser familia.

Me encogí de hombros.

—Valoro mi vida por encima de tu estómago.

Andrew se rio entre dientes, y luego el aire se calló.


—¿Por qué no jugamos un juego de cartas? —le pregunté. Odiaba sentarme aquí
en silencio, sintiendo la tensión que emanaba de ambos. Sería Suiza si tuviera que
serlo. Además, ¿no era hora de que superaran el pasado? Y si ellos no estaban listos,
estoy segura de que yo sí.

—No estoy seguro —dijo Jacob. Podía sentirlo moviéndose incómodamente a


mi lado. Quería estirar y descansar mi mano sobre la suya para que se calmara. Su
agitación me estaba poniendo nerviosa, pero me contuve, convenciéndome de que
tocarlo lo asustaría más que tranquilizarlo.

Lo miré y sonreí.

—Será divertido. Vamos, vamos a ver qué juegos tienen.

Jacob me estudió y luego suspiró.

—Bien. Jugaré.

Aplaudí y saqué mi silla.

—Sí, esto va a ser muy divertido.

Pero antes de que Jacob se moviera, Andrew se puso de pie.

—Te ayudaré. Puedes esperar aquí, Jacob.

Me quedé mirando a mi hermano. Eso parecía un poco grosero. Me moví para


decir algo, pero Jacob se encogió de hombros.

—Mejor para mí —dijo mientras se acomodaba en su silla.

Andrew y yo entramos juntos en la sala de estar. Traté de mantener mi


frustración por lo que dijo empujándolo hacia abajo. ¿Por qué estaba actuando así?
Sabía que Jacob lo lastimó, pero era hora de seguir adelante.

—Eso fue grosero —le dije, echándole un vistazo y dándole mi mirada


característica de “Estoy molesta contigo”.

Andrew se lo quitó mientras abría los gabinetes que corrían a lo largo de la pared
del fondo.

—No estoy seguro de qué estás hablando.

Me burlé.

—¿Seriamente? Estás siendo realmente malo con Jacob.


Andrew dejó de moverse y se volvió para mirarme.

—Espera, ¿lo estás defendiendo? —Entrecerró los ojos—. ¿Por qué? ¿Qué te dijo?
—Negó con la cabeza—. Sabía que solo estaba pasando tiempo contigo para llegar a
mí.

No estaba segura de qué diablos estaba hablando, y la frustración creció dentro


de mí. ¿Era solo un peón para los dos? No había pensado en eso antes. ¿Simplemente
me estaban usando para volver el uno al otro? ¿Es por eso que Jacob había sido tan
amable conmigo?

Bilis se levantó en mi garganta, pero la volví a bajar. Eso era ridículo. Primero,
estaba dando demasiado crédito a los chicos que solían poner pegamento en su
cabello y comían barro mientras crecían. En segundo lugar, no quería pensar que la
única razón por la que Jacob pasaría tiempo conmigo era para llegar a mi hermano.

Pero, cuanto más dejé que ese pensamiento permaneciera en mi mente, más real
se volvió. ¿Podría ser verdad? No. Solo estaba siendo estúpida. ¿No?

Frustrada y enojada, miré a Andrew mientras agarraba Sorry.

—No tengo idea de lo que estás hablando, pero estoy cansada de la forma en que
ustedes dos están actuando. Están actuando como niños, y ya no me estoy metiendo
en el medio. —Abracé el juego contra mi pecho y levanté la barbilla desafiante—.
Ahora, deja a un lado lo que hay entre ustedes y vamos a jugar un juego.

Andrew me observó por un segundo antes de suspirar.

—Bien.

Agradecida de que no iba a discutir conmigo, lo llevé de vuelta a la cocina donde


Jacob todavía estaba sentado en la mesa.

Después de preparar el juego, comenzamos a jugar. Un par de rondas, podía


sentir la tensión poco a poco comenzar a disiparse. Incluso me permití preguntarme
si, tal vez, finalmente habríamos llegado a un punto en el que ya no se odiarían.

Y luego Andrew tiró la pieza de Jacob del tablero. Literalmente. Navegó a través
de la cocina y se dejó caer en el fregadero con un pequeño tink.

Jacob lo fulminó con la mirada. Andrew, por supuesto, tenía una sonrisa
triunfante en su rostro mientras se recostaba en su silla.

La tensión no solo estaba de vuelta, sino que había aumentado un cuatrocientos


por ciento.
—Es solo un juego, Jake —dijo Andrew.

Me estremecí ante su tono burlón. Miré a Andrew, pero él no pareció notarlo.


Estaba demasiado ocupado sonriendo. Me dio muchas ganas de darle un puñetazo.

Jacob se encogió de hombros.

—No te pongas demasiado arrogante. Puede que la última vez caí, pero la
próxima vez, es sobre ti.

Él sostuvo la mirada de Andrew mientras se cruzaba de brazos y se recostaba.

Por el rabillo del ojo, vi que la sonrisa de Andrew se desvanecía. Fruncí el ceño,
de repente tuve la sensación de que estaban hablando de algo muy diferente a este
juego de Sorry.

—No pedí que tu peón estuviera allí —dijo Andrew, su tono cada vez más tenso
por minuto.

Jacob se burló:

—Típico. Es mi culpa por meterme en tu camino. —Jacob se pasó las manos por
el cabello—. Debería haber sabido que ese era el tipo de amigo que resultarías ser.
Agradables colores.

Estaba cansada de esta conversación extraña, así que levanté mi mano,


esperando que eso los silenciara a los dos. No lo hizo.

Andrew se inclinó hacia adelante.

—No eres el santo del que tratas de pintarte. No tenías que tomar la caída.
Podrías haber hablado.

La cara de Andrew estaba roja ahora, contrastando con su cabello rubio.

¿De qué diablos estaba hablando?

—Andrew... —comencé, pero Jacob me interrumpió.

—Nunca dije que era un santo. Solo soy un buen amigo. Lo siento si no sabes
qué es eso. Porque desde que puedo recordar, has sido bastante horrible. —Jacob
empujó su silla hacia atrás, las patas raspando el suelo—. He terminado de jugar —
dijo mientras su dolorida y frustrada mirada se encontró con la mía.
No pude detenerlo. Antes de que abriera mis labios, cruzó la cocina y
desapareció en la sala de estar. Frustrada con la forma en que había pasado toda la
noche, me volví para mirar a Andrew.

Se encogió de hombros.

—¿Qué? —preguntó mientras tiraba algunas piezas del juego de la mesa.


Sonaron cuando aterrizaron en el suelo.

Le di un puñetazo en el brazo, e hizo una mueca pero no se movió.

—¿De qué estás hablando, ‘qué’? ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué tratas así a
Jacob?

Estaba tan frustrada con mi hermano que me estaba ahogando. Quería que se
llevaran bien, no era necesario que lo hicieran. Estaba bastante segura de que tenía
más posibilidades de conseguir que esos dos volvieran a ser amigos que obligarme a
que dejara de gustarme Jacob.

—Ustedes solían ser amigos. Estoy segura de que podrías descubrir cómo hacerlo
de nuevo.

Hombre, incluso yo podía escuchar la desesperación en mi voz.

Andrew sacudió la cabeza mientras se apartaba de la mesa.

—No entiendes, Ava. Nunca lo harás. Deja de tratar de hacer que seamos amigos
otra vez. Se acabó. —Levantó su mano mientras se alejaba de mí—. Déjame en paz.

Vi como mi hermano salió de la habitación y desapareció escaleras abajo. Ahora


sola, me encorvé en mi silla. Las lágrimas pincharon mis ojos. ¿Qué iba a hacer?
Tanto Jacob como Andrew parecían enojados conmigo, y no estaba segura de cómo
arreglar nada de esto. Claro, ambos me dijeron continuamente que no importaba lo
que dijera o hiciera, no podía cambiar las cosas entre ellos. Pero había algo en lo
profundo de mis entrañas que me decía que siguiera intentando.

Ya que Andrew me dijo en mi cara que lo dejara solo, decidí probar mis
habilidades de mediación con Jacob. Después de todo, no quería dejar que esa clase
que tomé el año pasado se desperdiciara.

Así que me puse de pie y me dirigí a la escalera. La tomé de dos en dos, y antes
de que realmente tuviera tiempo para preparar mi primer argumento en mi mente,
estaba de pie frente a la puerta de Jacob con mi mano levantada, lista para llamar.
Pero, por alguna razón, no me atreví a golpear mis nudillos contra la madera.
Mis inseguridades sobre nuestra relación estaban creciendo. ¿Y si lo hubiera
inventado todo? ¿Y si Jacob estaba siendo amable conmigo?

Si corría todas las situaciones en las que nos habían metido en la mente, él o bien
fue forzado por sus padres o a mí me obligaron a hacerlo. Excepto por la bañera de
hidromasaje, él entró voluntariamente allí conmigo. Pero por lo que sabía, solo
estaba realmente adolorido y necesitaba un baño. Solo era la chica rara y nerd que
estaba allí por casualidad.

Justo cuando dejé caer mi mano y me di la vuelta, agradecida de que nadie me


viera allí de pie, la puerta se abrió y la mirada de sorpresa de Jacob se encontró con
la mía.

—¿Q-qué estás haciendo aquí? —preguntó Jacob, dejando la puerta y cruzando


los brazos.

Me encogí de hombros.

—¿Me estoy disculpando?

Me estudió por un momento y luego suspiró.

—¿Te envió Andrew?

Negué con la cabeza.

—No. Quería que supieras que no era mi intención forzarte a hablar con mi
hermano. Sé que ustedes tienen algo en contra del otro que no entiendo, y realmente
no debería haberme tomado la molestia de solucionar sus problemas cuando no
estaban listos. —Mi rostro comenzó a calentarse cuando levanto las cejas y sus labios
se curvaron en una sonrisa.

Cuando finalmente respiré, él se rio entre dientes.

—¿Ya terminaste?

Incliné mi cabeza hacia adelante y asentí, deseando que el piso se abriera y me


tragara por completo.

—Sí —susurré.

Y luego, hizo algo extraño. Agarró mi codo y me llevó a su habitación. Y cerró


la puerta.
Lo miré fijamente. ¿Me traía aquí para que pudiera gritarme en privado? Amplié
mis ojos mientras trataba de no analizar cada uno de sus movimientos. No quería
asustarlo, y tampoco quería leer demasiado sobre lo que estaba haciendo, como en
la tienda de comestibles.

—Caray, Ava, te ves aterrorizada —dijo, presionando mi espalda baja y


señalando hacia la silla del escritorio a unos metros de distancia.

Forcé mi rostro a relajarme y sonreí con fuerza.

—¿Sí?

Se rio entre dientes.

—Sí. Es como si nunca hubieras estado a solas con un chico.

Mi estómago se retorció. Bueno, eso era cierto. No había demasiados tipos,


ninguno de hecho, que se alinearan para sentarse en una habitación a solas con Ava
Rogers. Eso simplemente no era algo que sucedía en mi universo.

Una vez que estuve sentada, lo encontré estudiándome.

—Has estado sola con un chico antes, ¿verdad?

No quería mentir a pesar de que mi cabeza me decía que debía hacerlo. Todavía
quería que hubiera un poco de misterio entre Jacob y yo. Y me preocupaba que si
abría los labios y confirmaba lo que él sospechaba, perderíamos esto, fuera lo que
fuera, lo que estaba sucediendo entre nosotros.

Negué con la cabeza.

Él se burló:

—Me resulta difícil de creer. —Luego se detuvo y me miró fijamente—. ¿Nunca


has besado a un chico? Quiero decir, además de la cosa del muérdago abajo.

Levanté mis rodillas para poder enterrar mi cara en ellas. Estoy segura de que
mis mejillas ya estaban rojas como de remolacha, e incluso si intentara mentir, mi
vergüenza lo haría.

—Guau. Ahora estoy realmente sorprendido. Habría suponido... —Su voz se fue
apagando como si él también estuviera repentinamente muy avergonzado.

Pero su comentario me tenía interesada. Tenía que saber lo que iba a decir. Y no
me iba a ir hasta que lo escupiera.
Capítulo 10
Jacob se rio entre dientes mientras se movía para sentarse en la cama. Apoyó las
manos en las rodillas mientras miraba alrededor de la habitación. Me di cuenta de
que estaba tratando de mirar a cualquier lado excepto a mí, y eso me intrigó. De
repente, no era la única que estaba luchando para averiguar dónde estábamos
parados.

Él estaba nervioso.

Me enderecé, usando mi nuevo descubrimiento para alimentar mi confianza. Si


él estaba nervioso, eso tenía que significar algo. Solo tenía que sacarle ese algo sin
revelar lo que sentía por él. Porque si estaba equivocada, estaba en problemas.

—¿Qué ibas a decir? —pregunté al mismo tiempo que él le preguntó—: ¿Qué


estás haciendo aquí?

Ambos cerramos nuestros labios y nos estudiamos mutuamente.

Finalmente, suspiró y se pasó las manos por el cabello.

—¿Por qué has venido aquí, Ava? Creo que la interacción entre tu hermano y yo
hablaba por sí misma. Nunca volveremos a ser amigos. Se acabó.

Separé mis labios. Quería decir algo. Dale un rayo de esperanza. Era Navidad
después de todo. ¿No era este un tiempo de curación? ¿De magia? Pero entonces, me
di cuenta de que Jacob no quería eso. Estaba sufriendo, y cuanto más le decía que lo
superara, peor se ponía.

Así que me encogí de hombros y cambié lo que iba a decir.

—Lo sé. Andrew está siendo un idiota sobre esto. Él debería ser capaz superar lo
que sucedió. Quiero decir, después de todo, ustedes dos eran mejores amigos.

Me mordí el labio. ¿Qué se supone que debía decir? Si no te llevas bien con mi
hermano, ¿no puede pasar nada entre nosotros?

Sí, no había forma de que eso fuera bien.

Cuando dirigí mi atención a Jacob, frunció el ceño y me miró fijamente. Como


si estuviera tratando de entenderme o algo así.
Envolví mis brazos alrededor de mis rodillas y apoyé mi barbilla sobre ellas.
¿Quería mostrarle cómo me sentía? ¿Quería que él supiera que no podía dejar de
gustarme?

Tal vez.

Suspiró y se movió hasta que estuvo acostado en la cama, apoyado en un codo.

—Realmente quieres que tu hermano y yo volvamos a ser amigos, ¿no?

Me encogí de hombros, agarrando el escritorio a mi lado y girándome.

—¿Qué está mal con eso?

Le eché un vistazo a mientras me giraba. Él me estaba mirando, y esa sonrisa


molesta de él estaba de vuelta. Cuando finalmente me obligué a detenerme porque
me estaba mareando, descubrí que se había movido. En lugar de recostarse en la
cama, había acercado otra silla de escritorio y estaba sentado a mi lado.

Me guiñó un ojo y comenzó a darse vueltas. Me reí.

—Vas a querer vomitar, como estoy a punto de hacerlo —le dije, hinchando mis
mejillas.

Se encogió de hombros.

—Se ve divertido —dijo mientras se giraba cada vez más rápido.

No queriendo ser superada por Jacob, extendí la mano y seguí su ejemplo.


Pronto, estaba girando tan rápido que todo a mí alrededor se había convertido en un
borrón. Justo cuando estaba bastante segura de que mi cerebro no podía manejar la
fuerza centrífuga, detuve la silla y me levanté sobre mis piernas temblorosas.

—¿A dónde vas? —me llamó Jacob.

Negué con la cabeza. Solo necesitaba salir de esa silla.

—Oye, espera, estás súper tambaleante —dijo Jacob, apareciendo a mi lado.

Sentí su mano agarrarme del brazo, pero debió estar tan inestable como yo
porque la habitación giró y ambos caímos de repente al suelo.

—¡Jacob! —chillé cuando aterricé justo sobre él. Escuché el aire salir de sus
pulmones en un gigante whoosh. Cerré los ojos con fuerza, rezando para que el mundo
dejara de dar vueltas.

Después de un buen minuto, sentí como si mi cabeza volviera a estar junta, así
que eché un vistazo. Jacob estaba acostado con la cabeza hacia atrás y los ojos
cerrados. No se veía miserable, como yo sentía. En cambio, parecía... tranquilo.
No fue hasta ahora que me di cuenta de que sus manos estaban envueltas
alrededor de mis brazos. El calor de sus dedos penetró a través de mi suéter.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Sabía que él podía sentirlo. Podía sentirlo
en mis dedos de los pies.

—Jacob —susurré, sin saber qué pensar de nada de esto. ¿Le gustaba esto?
¿Quería que me quedara?

Levantó la cabeza y me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Estás bien? —preguntó. Su voz se había reducido a un estruendo. Intenté no


leer eso mientras asentía.

—Creo que sí.

Sonrió, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Pero no se alejó de mí. Sus
manos aún estaban en mis brazos, y nuestros cuerpos se tocaban, y él parecía
perfectamente bien con eso.

¿Cómo podría no leer en eso? ¿Le gustaba que estuviera cerca?

Realmente debería levantarme.

—Creo que voy a estar bien ahora —le dije. Mi voz era apenas un susurro. Creo
que fue en parte porque no quería que me dejara ir, y en parte porque estaba nerviosa
por dar rienda suelta a mi boca. Había demasiados pensamientos dando vueltas en
mi mente, y tenía que irme antes de pronunciar cualquiera de ellos.

En un rápido movimiento, Jacob me hizo rodar fuera de su pecho y luego se


apoyó junto a mí con su brazo sobre mi estómago. Ahora, estaba emparedado entre
él y el piso.

—Ava —dijo, estirándose y apartando mi cabello de mi rostro.

Mi corazón latía tan fuerte que no podía respirar. O tal vez era porque el peso de
su brazo estaba reduciendo mi capacidad pulmonar a la mitad. No me importaba.
No quería que él fuera a alguna parte.

Me encontré con su mirada y respondí:

—Jacob.

Él sonrió, y pude ver su lado coqueto emerger.

—¿Realmente nunca has besado a alguien antes?

Rompí nuestra mirada para mirar al techo. Forcé una expresión contemplativa,
con la esperanza de que pareciera pensativa, ¿y quizás tomándole el pelo? Si tan solo
fuera así de delicada.
Aspiré la respiración entre los dientes y sacudí la cabeza.

—Creo que nunca dije eso.

Me estudió cuando volví a mirarlo.

—Sí, creo que dijiste que nunca habías estado sola con un chico.

Me reí entre dientes y me encogí de hombros.

—Es porque me gusta besarme con los chicos cuando mis padres están
observándome para darme indicaciones. —Agité mi mano entre su pecho y el mío—
. Caso concreto.

Frunció el ceño, y luego sonrió.

—¿Deberíamos bajar las escaleras, entonces?

Guau. ¿A dónde iba esta conversación?

—¿Por qué? —susurré, mi confianza se estaba desinflando.

—Porque me gustaría besarte de nuevo.

Tragué.

—¿De verdad?

Se inclinó más cerca. Me di cuenta de todos los puntos de contacto entre


nosotros. Su pierna estaba presionada contra la mía. Su brazo estaba tibio contra mi
suéter. Su pecho, su pecho duro y bien definido, estaba presionado contra el mío.

Y luego estaban sus labios. Tenían una forma perfecta y se acercaban mucho a
los míos.

—¿Estás seguro? —pregunté mientras inclinaba mi rostro hacia él.

Él dudó, encontrándose con mi mirada.

—Quiero decir, si decides que no quieres, lo entiendo totalmente. Después de


todo, a veces digo cosas que no quiero decir, y siempre desearía poder devolverlas.

Realmente necesitaba dejar de hablar.

Se echó a reír mientras se inclinaba hacia adelante y rozó sus labios contra los
míos. Fue un movimiento tan suave y gentil, pero todo mi cuerpo respondió. Mi
corazón latía con fuerza y mis labios hormigueaban. Incluso cerré los ojos para poder
memorizar la sensación de sus labios encontrándose con los míos.

—Ava —dijo.

Acerqué mi rostro al suyo pero no abrí los ojos.


—Um hmm —respondí.

—Hablas demasiado.

Justo cuando comencé a protestar, Jacob se inclinó hacia delante y presionó sus
labios contra los míos. Con ese único movimiento, todo lo que podía pensar era en
lo correcto que se sentía todo esto.

Lo bien que se sentía Jacob.

El chico que del que estaba enamorada desde hace mucho tiempo estaba
besándome. ¡A mí! Y no había padres alrededor para presionarlo para que lo hiciera.

La excitación corría por mis venas mientras levantaba mis manos y las pasaba
por su cabello. Él respondió presionando más cerca de mí. Estaba bastante segura de
que estaba aplastando mis pulmones, pero no me importaba. Prefería desmayarme
antes de que dejara de besarme.

Se retiró, y yo traté de no gemir. Lo miré. Mi mirada era confusa y mis labios se


sentían hinchados. ¿Por qué se detuvo? ¿Hice algo mal?

—Ava —dijo.

Lo estudié.

—¿Sí?

—Me gustas.

Mis oídos estaban sonando. Como, estaba bastante segura de que él acababa de
decir que le gustaba, pero no estaba segura. En caso de que lo haya oído mal, le
pregunté:

—¿En serio?

Levantó la mano y jugueteaba con mi cabello.

—Sí. En serio. —Su mirada volvió a la mía—. ¿Tú... cómo te sientes por mí?

Oh. Bien. Se suponía que debía responder. Cerré los ojos con fuerza por un
momento, reuniendo mi coraje.

—¿Prometes no pensar que soy una idiota?

Se rio entre dientes. Me encantó el hecho de poder sentirlo contra mi pecho.

—Por supuesto.

Me negué a abrir los ojos mientras confesaba mi enamoramiento.

—Me has gustado por... mucho tiempo. —Miré por debajo de mis párpados,
esperando poder evaluar su reacción. Parecía divertido.
—Lo sabía.

Abrí mis ojos y empujé su hombro, que apenas lo moví. Se rio y dejó caer su
pecho de nuevo, así que estaba a mi lado otra vez.

—No es verdad —protesté.

Se encogió de hombros.

—Puedo leerte como un libro, Rogers.

Rodé los ojos.

—Sí, bueno...

Guau. ¿Esa fue mi respuesta? Deben ser sus besos. Eran la kryptonita de mi
cerebro.

Se inclinó más cerca y presionó sus labios contra mi frente.

—Me gusta que seas abierta —dijo mientras se retiraba y me estudiaba.

Al encontrar la confianza que no sabía que tenía, estire la mano y lo empujé hacia
abajo, aplastando mis labios contra los suyos.

Esta vez, no lo pensé. Solo sentí. Quería saber todo lo que había que saber sobre
Jacob Stephenson. Él había sido un misterio para mí, y finalmente, se estaba
abriendo.

Jacob profundizó el beso. Todo se sentía perfecto. Todo se sentía bien.

Esa debería haber sido la primera señal para mí de que algo iba a salir mal.

—¿Qué está pasando aquí?

La voz de la señora Stephenson cortó el aire como un cuchillo caliente.

Me quedé helada. Mi cuerpo al instante se entumeció.

—¿Qué le estás haciendo a ella? —preguntó, su voz sonando aguda.

Hice una mueca y salté lejos de Jacob. Mi mirada se dirigió hacia la puerta, donde
vi a mi mamá y a la señora Stephenson allí de pie, boquiabiertas.

—Ava —susurró mamá. Ella tenía su mano presionada contra su pecho mientras
me miraba—. ¿Estás bien?

La señora Stephenson se burló cuando dio unos pasos en la habitación.

—Lo siento mucho. —Le lanzó a mamá una expresión compasiva—. Jacob...
yo... —La señora Stephenson tragó saliva—. Deberíamos haber pensado bien antes
de traerlo aquí. —Levantó las manos—. Yo no...
Me puse de pie.

—No es lo que parece. Estábamos dando vueltas en las sillas y nos caímos.
Entonces nosotros...

¿Cómo se suponía que explicara el hecho de que solo estábamos besándonos?


¿Que los dos acabamos de aterrizar perfectamente en la boca de la otra persona?

La señora Stephenson se me acercó. Ella tenía los brazos extendidos y comenzó


a alejarme de Jacob.

—Ven aquí, cariño. Sabemos que no es tu culpa.

Me empujó hacia mi madre y luego dirigió su atención hacia Jacob.

Jacob se quedó atónito mientras miraba a su madre.

—No estaba... quiero decir, eso no es lo que sucedió.

Él se pasó las manos por el cabello y pude ver el dolor escrito en su rostro. Estaba
sufriendo.

Y yo estaba de pie aquí, sin hacer nada.

—Yo lo besé —dije, dando un paso adelante e ignorando el hecho de que mamá
estaba tratando de alejarme.

Jacob levantó su mano para silenciarme.

—No sirve de nada —dijo en voz baja antes de girarse para enfrentar a la señora
Stephenson—. Tienes razón, mamá. Soy una mala influencia. Nunca deberías
haberme traído aquí. —Dio un paso adelante—. Lo siento, Ava —dijo, inclinando
su rostro hacia mí sin mirarme.

Yo estaba estupefacta. Una cosa era tomar la culpa de comerse unas galletas.
Pero asumir la culpa por nuestro beso era tan... frustrante. Me enojé tanto que todos
los pensamientos racionales salieron de mi mente. Todo lo que podía pensar era en
el hecho de que él estaba negando todo lo que me acababa de decir.

Un chico a quien le gustaba se enfrentaría a sus padres. Él pelearía por mí, por
nosotros. No simplemente se alejaría. No permitiría que su madre dijera cosas sobre
él, sobre nosotros, eso no era verdad. Y si él no iba a hacer ninguna de esas cosas,
entonces yo sí. No era una gallina.

—¡Señora Stephenson! —espeté finalmente. Mientras estaba allí, mi cerebro


literalmente se detuvo.

Todos me estaban mirando, esperando que continuara. Y quería. Oh, como


quería. Pero nada, ningún argumento racional, se formaría en mi cerebro.

La expresión de la señora Stephenson se transformó en una de comprensión.


—Está bien, cariño. Entendemos. Jacob puede ser muy persuasivo.

Eso era cierto, pero ese no era el problema.

—Pero…

Mamá dio un paso adelante y envolvió su brazo alrededor de mis hombros.

—Vamos, Ava. Deja que su mamá se encargue de eso.

Me volví para mirarla. ¿Cómo podría ella limitarse a mirar y dejar que esto
suceda? Era ridículo. Ella tenía que saber eso.

—¿Mamá?

Mamá me dio una mirada severa. Una que dijo: No voy a discutir sobre esto.

Suspiré y me volví hacia la puerta solo para encontrar que Jacob y la señora
Stephenson se habían ido. Cuando miré hacia atrás y vi la mirada compasiva de
mamá, enloquecí.

Mi cuerpo comenzó a temblar. Tal vez fue por mi ira. De repente sentí mucho
frío, y mis rodillas se doblaron debajo de mí. Mamá tuvo que ayudarme a cojear
hacia la cama.

—Ava —dijo mamá, ayudándome a sentarme—. ¿Qué está pasando?

Me hundí en el edredón. Hice una pausa por un momento para reunir fuerzas, y
luego me volví hacia ella.

—¿Qué te pasa? —le pregunté.

Mamá se apartó un poco para estudiarme.

—¿De qué estás hablando?

Me burlé. Ella era tan buena jugando al ingenuo.

—¿Cómo puedes dejar que la señora Stephenson hable de Jacob de esa manera?
—Me incliné hacia ella—. Yo besé a Jacob. Yo. —Empujo mi dedo hacia mi pecho.

Ahí. Me tomo un minuto, pero finalmente encontré mi voz. Si solo Jacob hubiera
estado alrededor para escucharlo.
Capítulo 11
Mamá me estudió por un momento y luego suspiró.

—¿De verdad? —preguntó.

La miré fijamente. ¿Cómo es que todo el mundo estaba tan convencido de que
Jacob era este loco hooligan? ¿Dando vueltas y convirtiendo a todos a su vida de
crimen? ¿Era la única que recordaba todas las cosas buenas que hizo antes de que
todo este asunto de la gasolinera sucediera?

—¡Por supuesto, mamá! ¿Qué piensas? ¿Qué me obligó a besarlo? —suspiré—.


Fuiste tú quien nos animó a besarnos abajo, debajo del muérdago. ¿Pero qué? ¿Ahora
que no hay una competencia ridícula, de repente es algo malo por hacer?

Mamá se quedó en silencio mientras me miraba. Entonces suspiró.

—Tienes que entender lo que está en juego aquí. Andrew casi pierde su beca
porque estaba pasando el rato con Jacob. Ahora, ¿tú? —Agitó su mano hacia mí—.
Podrías perder tu futuro si dejas que los tipos como Jacob se apoderen de tu vida.
Podrías quedar… embarazada. —Su rostro palideció, y luego una mirada severa lo
atravesó—. No se te permite ver a Jacob así de nuevo.

Me recosté contra las almohadas y comencé a quitarme la pelusa de la camiseta.

—Mamá. ¿En serio? No soy estúpida. No me voy a quedar embarazada por besar
a un chico.

Me quejé al pensar en eso. Dudaba que algún tipo quisiera volver a acercarse a
mí.

Y estaba cansada de que mis padres siempre tuvieran que ganar.

—No sé lo que está pasando entre ustedes y los Stephenson, pero he terminado.
Ya no estoy jugando estos juegos ridículos. Han enfrentado a Jacob y Andrew uno
contra el otro, y ahora no son amigos. Y ahora con esto —Balanceé mis piernas sobre
un lado de la cama en un movimiento dramático—, han arruinado la Navidad.

No esperé a que mamá respondiera. Dejé la habitación de Jacob y salí corriendo


por el pasillo. ¿Me estaba alejando de Jacob? ¿Lo decía en serio?

La frustración y la ira me recorrieron. Justo cuando me acercaba a mi habitación,


Andrew apareció desde su puerta chocando contra su pecho.
Me aparté y lo fulminé con la mirada.

—Tú —dije en una voz que rivalizaba con el diablo.

Levantó las cejas.

—¿Qué pasó?

Mantuve mi mirada en su rostro. Que hermano más leal. !Ja! ¿Dónde había
estado él cuando intenté defender a Jacob antes? Oh, eso es correcto, en ninguna
parte.

—Eres ridículo, ¿lo sabías?

Puse mis manos en mis caderas.

Su rostro palideció.

—¿Qué te dijo Jacob?

Lo miré fijamente.

—¿Qué significa eso? ¿Piensas seriamente que Jacob está hablando de ti a tus
espaldas? —Cruce los brazos—. Él no es así. Nunca dijo nada malo de ti. ¿Pero tú?
—Negué con la cabeza mientras caminaba alrededor de mi hermano—. Eres mucho
peor que él.

Abrí la puerta de mi dormitorio y encendí la luz.

—Lo que sea que pasó, debes perdonarlo —le dije mientras cerraba de golpe la
puerta en la cara sorprendida de mi hermano.

Me sentí bien por una fracción de segundo, y luego la realidad cayó a mí


alrededor. Cerrarle las puertas a mi hermano nunca me haría sentir mejor. No
borraba lo que sucedió.

Mi romance de vacaciones navideñas había terminado. Jacob y yo habíamos


terminado.

Cada emoción que había estado tratando de reprimir explotó dentro de mí. Me
arrojé sobre mi cama y hundí la cara en las mantas. Sollozos salieron de mis labios
pero quedaron amortiguadas en los pliegues de la tela.

El primer chico que me besó e incluso remotamente pensó que era atractiva es
alejado tanto por sus padres como por los míos. Debería haber sabido que mi
oportunidad de amar simplemente no funcionaría. Estaba destinada a ser una soltera
el resto de mi vida.

Después de que ya no tenía más lágrimas para llorar, me puse de espaldas y miré
hacia la parte inferior de la cama que tenía encima. A pesar de que me odiaba por
pensar en Jacob, no podía evitarlo. Él había ocupado mis pensamientos durante tanto
tiempo que no estaba segura de saber quién era sin él.

¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba pensando en mí?

Ugh.

Agarré una almohada cercana y me tapé el rostro con ella.

Una cosa era segura, probablemente él no estaba obsesionado con nuestra


situación como yo. Probablemente ya se había olvidado de mí.

Y luego pensé en su mamá. Y sobre mi mamá. Y cuánto odiaba el hecho de que


nuestros padres nos habían arrastrado hasta aquí y nos hubieran obligado a competir.
Esto era ridículo. No deberían tratarnos de esta manera.

Pasé el resto de la noche sola en mi habitación. Podía escuchar los juegos que se
jugaban en la sala de estar, pero no me importaba. Me iba a quedar aquí hasta que
toda la alegría se calmara.

A la mañana siguiente, me desperté tan frustrada como la noche anterior. Nada,


ni siquiera dormir, podría hacerme sentir mejor. Era como si alguien hubiera
alcanzado mi pecho y sacado mi corazón.

Cada parte de mi dolía.

Gemí cuando me giré hacia un lado y abracé mi pecho. La autocompasión hirvió


dentro de mí. Dejé que la ira me alimentara mientras me levantaba y me vestía.
Terminé con esta estúpida competencia, y estaba reclutando a los gemelos y a Max
para mi causa. Mañana era víspera de navidad, y estaba lista para comenzar a
celebrar mi propio camino. Después de tirar mi cabello en una cola de caballo, agarré
la manija de la puerta y la giré, una nueva sensación de propósito invadiéndome.

Estaba harta de no divertirme nunca. De estar siempre de acuerdo con mis padres
porque no quería causar agitación. Bueno, yo quería causar agitación. Iba a
mostrarles cómo competía Ava Rogers.

Me acerqué a la puerta de los gemelos. Estaban, una vez más, luchando dentro
de la habitación. Llamé a la puerta. Después de unos pocos ruidos, escuché a Alex
gritar:

—¿Quién está ahí?

Abrí la puerta para encontrarlos con el rostro enrojecido y sudoroso, pero


tratando de parecer como si no hubieran estado armando jaleo en la casa que mi
madre estaba desesperada por mantener el depósito de limpieza, “por el amor de
Dios”.

—¿Listos para un poco de diversión navideña? —pregunté, cruzando mis brazos


y moviendo las cejas.
Ellos me estudiaron.

—¿Qué estás pensando exactamente? —preguntó Aiden.

Le di una sonrisa astuta y me froté las manos.

—Solo tendrán que venir conmigo para averiguarlo.

***

Le gruñí a Aiden, quien estaba formando una bola de nieve y preparándose para
arrojarla a Max. Por alguna razón, pensé que sería divertido juntarlos con su ropa de
nieve y arrastrarlos al bosque de árboles de navidad para cortar un árbol solo para
decorarlo nosotros.

Ellos, por supuesto, estaban a bordo. La posibilidad de usar una gigantesca hacha
de muerte transformaba a cualquier niño de diez años. Pero ahora que teníamos que
arrastrar el árbol de vuelta a la casa, de repente estaban demasiado cansados.

—¡Aiden! —grité mientras soltaba la bola de nieve, haciéndola pasar silbando a


mi lado.

Echó un vistazo y se encogió de hombros.

—Lo siento. Max estaba justo detrás de ti.

Le lancé una mirada de muerte, pero si lo veía, no le importó. Cayó en picada en


una pila de nieve justo cuando fue bombardeado con bolas de nieve.

De repente, la historia de la gallinita roja pasó por mi mente. Puse los ojos en
blanco y mantuve mi mirada en la casa. Tenía que hacer esto. Tenía que mostrarles
a esos ridículos padres lo que significaba el espíritu navideño.

Y con suerte olvidaré mi corazón roto.

Cuando me acerqué a la ventana de la cocina, cometí el error de mirar hacia


arriba. Jacob estaba de pie justo al otro lado. Me estaba mirando con una expresión
semi divertida en su rostro.

Lo fulminé con la mirada y luego me di la vuelta. ¿Por qué no se veía tan


miserable como yo me sentía? ¿Era a la única a quien le importaba? A pesar de que
él fue primero en decir que le gustaba, sentía que era la única que lo dijo en serio.

—Aiden. Alex —dije mientras me giraba para encontrar a mis hermanos con
nieve cubriendo cada centímetro de sus cuerpos.

—¿Qué? —preguntó Max, viniendo detrás de ellos.

—Ayúdenme.

Pensé que una voz de mando era la única manera de hacer que hicieran algo.
Suspiraron muy fuerte, pero obedecieron.

Después de que casi la mitad de las agujas fueron arrancadas, finalmente


arrastramos el árbol a la casa y lo apoyamos contra la pared. Luego ayudé a sacarlos
de su equipo de nieve.

Hicimos un alboroto tan grande que todos en la casa, incluido Jacob, entraron a
la sala para ver lo que estábamos haciendo.

—¿Qué es eso? —preguntó Andrew mientras se apoyaba contra la pared con una
taza de chocolate caliente en la mano.

Me quité las botas he hice un movimiento con la mano hacia el árbol.

—¿Oh esto? Me alegra que hayas preguntado. Este es nuestro árbol de navidad.
Los chicos y yo estamos boicoteando esta ridícula necesidad de competir. Hemos
decidido hacer nuestra propia Navidad.

Los gemelos y Max gritaron de alegría y se emocionaron mientras yo hacía una


floreciente reverencia.

—¿Qué? —preguntó mamá.

Me volví hacia ella, la ira acumulándose dentro de mí.

—Hemos terminado con su competencia y que digan qué hacer. —Le envié una
mirada en su dirección—. Hemos terminado con asegurarnos de que nuestra familia
gane. Solo queremos divertirnos y no preocuparnos si glaseamos una galleta mal o si
nuestra casita de pan de jengibre se desmorona.

Sin esperar su respuesta, me volví hacia los tres ansiosos muchachos detrás de
mí.

—Vayan a buscar el juguete que quieran. Lo usaremos como adorno navideño.


Encontraré un soporte.

No esperaron a que yo los soltara. Todos salieron disparados en diferentes


direcciones, cada uno gritando sobre qué juguete iban a conseguir.

Tracy estaba tomando fotos cuando pasaban corriendo. Cuando se asomó por
detrás de la cámara, me dio una pequeña sonrisa.

—¿Puedo añadir algo?

Asentí.

—Por supuesto.

Tomó algunas otras fotos y luego desapareció escaleras arriba con un salto en su
paso.
—Entonces, ¿ahora tendremos cuatro árboles de Navidad? —preguntó el señor
Stephenson.

Solo le di una pequeña sonrisa.

—Sí. Y dos navidades diferentes si los adultos no se ponen de acuerdo.

No esperé a que nadie me hiciera más preguntas. Necesitaba encontrar un


soporte para árboles de navidad antes de que los niños regresaran y empezaran a
apilar sus juguetes donde pudieran encontrar un lugar.

Mantuve mi mirada en el suelo mientras caminaba junto a los espectadores,


incluido Jacob, y me dirigí al garaje, con la esperanza de encontrar un soporte
escondido en un estante.

Después de apoyar una escalera precariamente contra los estantes de


almacenamiento a lo largo de la pared del fondo, comencé a desplazarme a través de
las cajas de cartón. Algunos tenían decoraciones de Pascua. Otros estaban llenos de
calabazas y espantapájaros.

—Ah, vamos —dije, refunfuñando en voz baja.

—¿Necesitas una mano?

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando la voz de Jacob rompió el silencio.


Sin querer darme la vuelta y mirar sus ridículamente fascinantes ojos y su
estúpidamente guapo rostro, mantuve mi cabeza enterrada en la caja de Halloween
que estaba balanceando en el borde del estante.

—No —murmuré finalmente. Cerré los ojos por un segundo, rezando para que
se fuera—. Y no creo que se te permita estar aquí. Nos han prohibido vernos.

Hice una pausa, y cuando él no respondió, dejé que mis hombros se relajaran.
Gracias a Dios que se acabó. Me moví ligeramente en la escalera y de repente, me
encontré cayendo.

Luchando por salvarme, traté de liberar mi mano de la caja, pero la telaraña se


me pegó y no pude librarme de ella.

Grité mientras caía hacia atrás. No había nada que pudiera hacer. Iba a morir.

Me preparé para el impacto, pero nunca llegó.

En cambio, dos brazos muy fuertes y muy familiares me envolvieron y


detuvieron mi descenso. Jacob me estaba sosteniendo. Por supuesto lo hizo. Fue solo
mi suerte.

—¿Estás bien? —preguntó Jacob, su desgraciadamente sexi voz enviando ondas


no deseadas de emoción a través de mi cuerpo.

—Sí, um-hum —dije mientras luchaba por levantarme.


Jacob pareció sentir mi prisa por salir de sus brazos y me ayudó el resto del
camino. Una vez que estuve de pie, asentí hacia él.

—Gracias por... eso.

¿Qué se supone que debo decir? Gracias por rescatarme a pesar de que apenas
una hora antes, nuestros padres nos estaban obligando a separarnos y ¿parecías
totalmente de acuerdo con eso?

Él asintió y miró hacia otro lado.

—De nada.

Miré detrás de él.

—¿Dónde está tu mamá? ¿Estás seguro de que puedes ser visto hablando
conmigo? Después de todo, mi madre cree que me quedaré embarazada por besarte.

El calor se apoderó de mis mejillas cuando me di cuenta de lo que acababa de


decir.

Una expresión de dolor apareció en su rostro.

—¿Qué dijo ella?

Rodé los hombros, esperando disminuir la tensión en ellos.

—Aparentemente, mis padres creen que eres una influencia horrible que tomará
mi virtud y me dejará embarazada.

Su frente se frunció.

—¿Lo creen?

Suspiré y sacudí mi mano libre de las telas de araña.

—Sí, pero sé que nada de eso es verdad.

Lo miré, esperando algún indicio de que yo tenía razón.

Pareció aliviado, pero luego su expresión derrotada volvió.

—Tal vez tengan razón.

Estaba tan frustrada, que las palabras ya no se formaban en mi mente. Necesitaba


hablar ahora antes de perder mi valor.

—Jacob, ¿de qué diablos estás hablando? No están bien. No eres un tipo huyendo
y dejando embarazadas a las chicas. Eso es ridículo. Y estoy harta de que dejes que
las personas crean eso sobre ti.

Se pasó las manos por el cabello mientras estudiaba el cemento.


—Crees que me conoces…

Suspiré tan fuerte que dejó de hablar. Me miró mientras se metía las manos en
los bolsillos delanteros.

—No puedo ayudarte, Jacob. Si quieres que las personas crean eso sobre ti,
entonces está bien. Hemos terminado. Nada puede pasar entre nosotros de la forma
en que son las cosas. —Le di una sonrisa cansada—. Y si eso es lo que tú quieres, es
lo que yo quiero.

Además, pelear con él no se sentía muy navideño. Si quisiera recuperar el espíritu


de esta festividad, discutir con él me pondría en la lista de los traviesos.

—Solo tú puedes arreglar esto, Jacob —dije, odiando que sonara como mi mamá.
Me di vuelta y estudié las cajas frente a mí. Había una rezagada al final marcado
Decoraciones Navideñas.

Agarré la escalera y la jalé. Justo cuando comencé a escalar, Jacob extendió su


mano.

—Yo lo haré —dijo.

Sentimientos de dolor, frustración y excitación se apoderaron de mí cuando sentí


las puntas de sus dedos presionadas contra mi brazo. Quería huir de él, sacudirlo y
besarlo, todo al mismo tiempo. Pero, no hice nada de eso. No quería que él supiera
cuánto me estaba afectando esta situación entre nosotros. Además, él todavía estaba
aquí, incluso después de mi perorata. Eso tenía que significar algo.

Así que me encogí de hombros y retrocedí.

—Bien.

Subió la escalera y forcé mi mirada para que permaneciera en el piso de cemento


a mis pies. Odiaba la forma en que sus jeans se aferraban a sus piernas. Simplemente
no era justo.

Después de revolver en la caja durante un minuto o dos, se dio la vuelta y


extendió un soporte para árboles.

—¿Este funciona? —preguntó.

Asentí.

—Ese es perfecto.

Una vez que Jacob estuvo abajo, tomé el soporte y me giré para regresar a la casa.

—Oye, Ava —dijo Jacob. No pude evitarlo; me detuve en seco.

—¿Sí?
Cerré los ojos, rezando y esperando que él dijera algo sobre lo que sucedió en su
habitación ayer.

—Tengo una idea.


Capítulo 12
—¡Me encanta esto! —exclamó Aiden mientras saltaba alrededor de nuestro
árbol, alzando sus puños. Se detuvo para golpear a Alex y Max, que tenían la misma
expresión de alegría en sus caras. Estaban ocupados colgando fantasmas y calabazas
en las ramas del árbol. Las diminutas luces de esqueleto parpadearon a través de las
telas de araña que habían colgado.

Me reí y alargué la mano para acariciarle el cabello.

—Fue una buena idea, ¿eh?

Mi mirada se dirigió hacia Jacob, donde se apoyaba contra la pared del fondo,
justo al lado de la chimenea.

El crepitante fuego iluminaba su rostro, y pude ver la satisfacción allí. Cuando


levantó la vista y me sorprendió mirando, el calor enrojeció mi piel. Y cuando me
guiñó un ojo, quise fundirme en un charco en el suelo.

Y luego, como si se diera cuenta de que solo me había guiñado un ojo, su rostro
se volvió pedregoso y bajó los ojos.

Mi corazón se desplomó. Él realmente sabía cómo reforzar y luego romper a una


chica en cuestión de segundos.

Cuando volví mi atención al árbol, me regañé. No había ninguna razón por la


que una mirada de Jacob me hiciera algo. Nunca íbamos funcionar. Necesitaba
aceptar eso. Si él no iba a pelear por nosotros, yo tampoco.

—Aquí, permíteme —dije, dando un paso adelante y agarrando a la bruja que


Max estaba tratando de arrojar a la cima del árbol.

—Es la estrella —dijo.

Me reí y coloqué a la bruja en un palo de escoba donde normalmente iría la


estrella. Ella no tenía soporte, así que parecía que estaba cayendo en picada en el
árbol.

—¿Qué piensas? —preguntó Max.

Le sonreí.

—Es perfecto.
Tracy se acercó por detrás de Max y tomó una foto. Intenté sonreír a tiempo,
pero creo que fallé. Esperando que ella no me hiciera poner una cara rara, la miré.

—Tracy —dije, realmente deseaba que ella bajara la cámara y se uniera.

Tracy solo miró su cámara y se encogió de hombros.

Mamá y papá entraron, seguidos por los Stephenson. Sus expresiones eran
sombrías, y se veían como si estuvieran listos para una charla.

—Niños, ¿pueden sentarse? —preguntó la señora Stephenson.

La fulminé con la mirada, intenté no hacerlo, pero esa mujer me enfureció


mucho.

A los demás no pareció importarles y al instante se apresuraron a pelear por quién


se sentaba en el sofá. Una vez que estuvieron situados, la señora Stephenson me miró.
Decidí quedarme junto al árbol. No estaba segura de lo que iba a decir o si quería
escucharlo.

Todavía estaba boicoteando su versión de navidad.

Mamá se frotó el hombro mientras nos estudiaba.

—Hablamos y nos dimos cuenta de que quizás habríamos perdido el verdadero


significado de la Navidad en todas nuestras competiciones. Lo que comenzó como
un juego tonto se ha… —Contuvo el aliento entre los dientes— salido de las manos.

Resoplé. Esa es una forma de decirlo. Mamá frunció el ceño, pero no dijo nada más.

—Queremos que se den cuenta de que lo más importante no es ganar, sino el


hecho de que hacemos estas cosas juntos.

Mamá me miró y me dedicó una pequeña sonrisa.

Suspiré y crucé los brazos. Realmente no quería ceder a ellos tan fácilmente.

—Entonces, ¿podemos hacer lo que nosotros queremos?

La señora Stephenson dio un paso adelante y frunció el ceño.

—Dentro de lo razonable.

Su comentario fue tan directo, su mirada clavada en mí, que levanté mis cejas.

¿Estaba ella hablando de Jacob y de mí? ¿Me estaba diciendo que nosotros, como
pareja, todavía estábamos fuera de los límites?

Genial.

Mamá unió y se frotó las manos. Nos dijo que después del almuerzo, íbamos a
decorar las casas de pan de jengibre.
Aiden dijo:

—¿De cualquier manera que queramos?

Una mueca cruzó el rostro de mamá, pero luego asintió.

—Como quieras, amigo.

Me mantuve en la parte trasera de la habitación mientras todos se amontonaban


en la cocina. Podía oír cómo se abría y cerraba el refrigerador y que se colocaban los
platos en el mostrador. Tenía hambre, pero si era honesta conmigo misma, realmente
no quería pasar tiempo con mi familia.

No cuando mi corazón estaba roto por la forma en que actuaban hacia mí y


Jacob. El hecho de que todavía nos vieran como el tipo de pareja equivocado me
hizo enojar. Jacob era un buen chico. ¿Por qué no podían ver eso?

Cuando Andrew no se dirigió a la cocina, me concentré en él. Mantuvo su


mirada fija en su teléfono cuando me paré frente a él, golpeando mi pie.

—¿Qué quieres, Ava?

Puse mis manos en mis caderas y me incliné para que él me mirara.

Suspiró e hizo clic en el botón de encendido de su teléfono y luego se lo guardó


en el bolsillo.

—Tenemos que hablar.

Me di la vuelta, con la esperanza de que me siguiera, y me dirigí a la pequeña


oficina al lado de las escaleras. Una vez que estuvimos dentro, cerré las puertas y me
giré para enfrentarlo.

Parecía incómodo, pero estaba tratando de no hacerlo mientras se inclinaba


torpemente contra el escritorio.

—¿Qué quieres? —preguntó de nuevo. Esta vez sin su confianza normal.

—Escúpelo —le dije.

Su rostro palideció cuando miró hacia las estanterías de un lado de la habitación


y luego miró de reojo hacia la ventana abierta del otro lado.

—No sé de qué estás hablando.

Gemí mientras lo miraba.

—Somos mejores amigos. Nos contamos todo. Hay algo que está sucediendo en
esta casa de la que no estás hablando, y está matando cualquier esperanza que tengo
para estar con Jacob.
Justo cuando las palabras salieron de mis labios, se formaron lágrimas en mis
párpados. Mi corazón estaba sangrando en mi pecho. Era una tonta al pensar que
podía salir ilesa de Jacob.

Y ahora que regresó de la casa de su abuela e iría a la escuela en un par de


semanas, estaba jodida. No había manera de que pudiera ir a la misma escuela que
él. Verlo en los pasillos, probablemente coqueteando con otras chicas, y estar bien.
Y eso era tan egoísta de mi hermano por infligirme en ello.

Él suspiró.

—No lo entiendes. —Hizo una pausa, y pude ver el conflicto interno en sus
ojos—. No hay nada que decir. El verano pasado sucedió de la manera en que el juez
lo dijo. No hay nada que se pueda hacer. —Hizo una mueca cuando se encontró con
mi mirada—. Mereces algo mejor que él, Ava. Sigue adelante. —Miró al suelo—.
¿Por favor?

Lo estudié. Claro, mi hermano estaba tratando de parecer sincero, pero lo


conocía mejor de lo que él creía. Estaba mintiendo. Lo podía ver en su mirada
tortuosa. Y me hizo hervir la sangre. Mi hermano vio mi miseria y, sin embargo,
todavía no estaba siendo honesto conmigo. Él podría solucionar este problema, pero
no lo haría.

Pero no podía obligarlo a decir la verdad, así que suspiré y me desplomé contra
la pared.

—Bien. Haz lo que quieras. —Después de un momento para componerme, lo


miré—. Pero si crees que alguna vez te respaldaré después de esto, piénsalo de nuevo.

Hice una pausa, solo para dejar que eso se hundiera, y luego abrí la puerta de la
oficina y salí.

Ignoré la mirada que Jacob me dirigió cuando pasé junto a él y entré en la cocina,
sentándome junto a Aiden y Alex. Estaba lista para empezar a celebrar la navidad.
Terminé con esos dos chicos ridículos. Podrían guardar sus estúpidos secretos y su
miseria. Estaba lista para seguir adelante.

—Oye, Ava —dijo Aiden sonriéndome, exponiendo el glaseado azul que


acababa de apretar en su boca.

Le lancé una mirada de disgusto, pero luego me eché a reír. Y se sintió bien.
Como, realmente bien. Necesitaba sentirme libre. Después de estar bajo el peso
sofocante de la competencia y la carga de lo que Jacob y Andrew llevaban, estaba
lista para soltarme el pelo y divertirme.

Tracy, Aiden, Alex y Max estaban charlando en la mesa mientras armábamos


las casitas de jengibre. Aiden y Alex querían continuar con el tema de Halloween y
crear zombies y esqueletos con sombreros de Navidad con la masa de pan de jengibre
sobrante. Vi la batalla interna desarrollándose cuando los padres reprimieron sus
protestas y simplemente dejaron que sucediera.

Algunas veces, Tracy se levantó y tomó algunas fotos. Nos reímos. Hablamos.
Escuchamos música navideña. Y por primera vez estas vacaciones, estaba feliz.

Jacob y Andrew no entraron en la habitación, y yo estaba de acuerdo con eso. El


aire se sentía más ligero cuando no estaban alrededor.

Después de que las casas de jengibre estuvieran decoradas y colocadas en el


mostrador para secarse, les sonreí a los chicos y les pregunté si querían tener una
pelea de bolas de nieve. Vitorearon y se apresuraron a ser los primeros en ponerse su
equipo de nieve.

Afortunadamente, mamá y la señora Stephenson parecían estar listas para un


descanso, así que me ayudaron a vestir a los hooligans.

Tracy bajó las escaleras con su ropa de nieve justo cuando me ponía los guantes
en las manos. La miré.

—¿Vienes? —pregunté.

Asintió y luego sacó su teléfono de su bolsillo.

—Tengo que documentar todo, ¿verdad?

Sonreí mientras abría la puerta principal y soltaba a los espásticos chicos.

—Sabes que estás entrando en una zona de guerra. Todo es válido aquí —dije
mientras bajaba los escalones de la entrada.

Ella me siguió.

—Cuento con ello.

***

Treinta minutos más tarde, me estaba escondiendo detrás de un árbol, haciendo


todo lo posible por conseguir una buena reserva de bolas de nieve. Nos habíamos
dividido en grupos. Aiden y yo estábamos contra Alex y Max. Tracy era la damisela
que intentábamos salvar de la bestia del bosque y del equipo contrario.

Era una historia inventada por los chicos. Como no quería volver a entrar, acepté
seguir el juego. Ahora, era por desesperación seguir viva. Una cosa era segura, estos
chicos no jugaban. Hablaban en serio.

Las voces atrajeron mi atención hacia los árboles. Estaban agachados y molestos,
y definitivamente no sonaban como niños de diez años. Hice una pausa, tratando de
atrapar lo que se estaba diciendo.

—Esto tiene que terminar.


Espera. ¿Era ese Jacob?

Ahora estaba intrigada. Dejé la bola de nieve que estaba formando y me dirigí
hacia un árbol cercano, agachándome detrás del tronco. Eché un vistazo alrededor
para encontrar a Jacob de pie en la nieve con solo una chaqueta puesta, por supuesto.
Andrew estaba de pie frente a él con las manos enterradas en el bolsillo delantero de
su sudadera. Su capucha estaba sobre su cabeza, y su mirada hacia la nieve.

—¿Por qué? Se acabó. ¿No pueden ustedes simplemente seguir adelante?

Levantó el rostro hacia el cielo y dejó escapar el aliento lentamente.

—No me importaba antes. Lo que pasó, pasó. Pero ahora, las cosas han
cambiado.

Mi corazón dio un vuelco cuando me moví para poder leer el rostro de Jacob.
Sus ojos se estrecharon, y había una expresión de dolor allí.

—¿Quieres decir, Ava? —se burló Andrew—. Vamos, siempre dijiste que ella era
mi noña hermana menor. Ella es solo una conquista para ti. Alguien que no puedes
tener. —Pude ver crecer la frustración en el rostro de Andrew cuando se encontró
con la mirada de Jacob—. No puedes decirme que esto tiene algo que ver con ella.
Todo lo que querías era que tus padres te enviaran a casa de tu abuela. Ese fue el
trato. —Se quitó el gorro de la sudadera—. ¿Las cosas no funcionan con Michelle?

Mi estómago, que se había aligerado por las palabras de Jacob, de repente sintió
que un peso de plomo cayó dentro de él. ¿Quién era Michelle? ¿Por qué Jacob no
dijo nada sobre ella?

Mis manos temblaron dentro de mis guantes cuando me aferré al tronco del árbol
en busca de apoyo. Me sentí tan enojada y traicionada que apenas podía mantenerme
en pie. Quería enfrentarlos, pero esta era la verdad que escucharía de cualquiera de
ellos, así que esperé.

—Ella se ha ido. Hemos terminado.

Jacob sopló en sus manos y luego se las metió en los bolsillos delanteros.

—¿Y crees que seguir con mi hermana menor es una buena idea? Dios mío,
Jacob. Esa es la idea más estúpida que he escuchado de ti en mucho tiempo.

Genial. Ahora yo era su hermana menor. Una noña. Un cuchillo se sentía como
si estuviera cortando mi estómago ante sus palabras. Claro, Jacob no estaba diciendo
esas cosas, pero tampoco me estaba defendiendo.

Fue realmente revelador pararme en las sombras y escuchar lo que pensaban de


mí. Aquí, me permití creer que Jacob se preocupaba por mí y que mi hermano me
respetaba. Y sin embargo, me equivoqué por completo. Y me dolió. Mucho.
—Suficiente. No necesito su permiso o el permiso de nuestros padres.
Simplemente estoy listo para que se diga la verdad.

Jacob se encontró con la mirada de Andrew, y pude ver la molestia escrita en su


rostro.

Andrew se burló:

—Demasiado tarde. Eso fue parte del trato. Tú asumirías la culpa por mí y te
enviarían a la casa de la abuela. Me libre y mantuve mi beca. Lamento que las cosa
no funcionaron para ti, pero están funcionando para mí.

Me quedé mirando a Andrew. ¿Jacob tomó la culpa por él?

Jacob dejó escapar un gruñido.

—Lo que pediste no fue justo. Tú fuiste quien robó, no yo. Sabías que estaba
enojado con mis padres, y estaba listo para hacer cualquier cosa para liberarme de
ellos. —Jacob flexionó las manos como si intentara recuperar algo de sentimiento—
. Se suponía que eras mi amigo.

Andrew se encogió de hombros.

—Bueno, no puedo reescribir el pasado. —Dejó caer la cabeza y se volvió—. Lo


siento si no funcionó para ti.

Sus botas crujieron en la nieve mientras se dirigía hacia la casa.

No iba a dejarlo escapar tan fácil, lo perseguí.

Cuando alcancé a Andrew, apenas pude contener mis lágrimas.

—¿Así que esa era la verdad? —pregunté.

Mucho estaba sucediendo en un período tan corto de tiempo, y estaba luchando


por mantener mis emociones bajo control.

Andrew se volvió con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? —Miró detrás de mí—. ¿Estabas escuchando a escondidas?

Lo fulminé con la mirada.

—¿Dejaste a Jacob cargar con la culpa de lo que pasó en la gasolinera? ¿Fuiste tú


todo el tiempo?

El rostro de Andrew palideció, y su mirada se volvió desesperada.

—No lo entiendes. —Se frotó el rostro con la mano—. Mamá y papá me


presionaron mucho en mi desempeño. Para ser perfecto en todo. —Se acercó más a
mí—. Lo entiendes. Te hacen lo mismo.
Retrocedí, no queriendo estar tan cerca de él.

—Sí, pero no robo cosas y luego hago que mi mejor amigo tome la culpa por mí.
Y... —A pesar de mi mejor esfuerzo, un sollozo escapó de mis labios. Me compuse
y lo intenté de nuevo—. Y me miraste a los ojos y me dijiste que lo que el juez dijo
era verdad. Sabías que yo estaba sufriendo, y podrías haberlo arreglado, pero no lo
hiciste.

Por primera vez, realmente me sentí traicionada por mi hermano. Se suponía que
él era mi aliado. Mi mejor amigo. Y más allá de eso, él era mi familia. La familia no
se hacía esto el uno al otro.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó. Su voz era baja.

Lo fulminé con la mirada.

—Lo que tú deberías haber hecho hace mucho tiempo. —Caminé junto a él hacia
la casa—. Decir la verdad.
Capítulo 13
Me senté a la mesa, empujando algunas gotas dispersas con mi dedo. Podía
escuchar los murmullos bajos de la sala delantera mientras mis padres, los
Stephenson, Andrew y Jacob hablaban.

Los chicos y Tracy estaban abajo viendo un programa. Les molestó que tuvieran
que entrar antes de terminar su pelea de bolas de nieve, pero cuando les prometieron
dulces y una película, cambiaron de tono.

Estaba tan nerviosa que decidí acampar en la cocina.

Después de hablar con Andrew, corrí a la casa como un tornado del infierno.
Todo se derramó de mí como vómito, dejando a todos los adultos en la habitación
conmocionados.

Después de que terminé, me quedé allí temblando. En parte por el frío, y en parte
por las emociones corriendo a través de mí.

Ahora todos estaban sentados en la sala de estar, y no pude descifrar lo que se


decía. Pero por el tono bajo de sus voces, nadie estaba muy contento.

—Quiero decir, esto es simplemente ridículo —dijo la señora Stephenson cuando


entró en la cocina y abrió la nevera, el señor Stephenson lo siguió de cerca—. Nos
han hecho ver como padres terribles y sin amor, cuando todo el tiempo, es su hijo el
que es el criminal.

Sacó una botella de vino blanco y abrió el corcho.

—Lo sé, JoAnne, yo también estoy decepcionado.

Llenó una copa de vino hasta el borde y le lanzó una mirada al señor Stephenson
cuando bebió la mitad.

—Y él consiguió el ascenso sobre ti. Caminan como si fueran las mejores


personas. —Ella terminó esa copa y se sirvió otra—. Solo estoy... ugh.

Comenzó a beber el vino de nuevo.

Pude ver que el señor Stephenson quería detenerla, pero no sabía cómo.

Finalmente suspiró.

—¿Qué quieres hacer?


Terminó el vino y dejó la copa en el mostrador.

—No puedo quedarme aquí. —Suspiró mientras se frotaba las sienes—. Nos
vamos.

Aparte los labios. Quería protestar. Max y Tracy no merecían que se les acortara
la Navidad. Y la verdad, tampoco ellos.

Claro, ellos basaron su relación con mis padres en la competencia, pero tenían
que ver esto como una victoria. Su hijo fue amable con su amigo de una manera un
tanto incorrecta y extraña. Hundí el recuerdo de Andrew hablando de Michelle. Esto
ya no era sobre mis sentimientos por Jacob. Esto era sobre la curación de nuestras
familias.

Pero los Stephenson dejaron la cocina antes de que pudiera ordenar mis
pensamientos.

Debieron haberle dicho a mis padres que se iban, los rostros de mamá y papá
eran solemnes mientras ellos se movían por la cocina. No estaba segura de lo que
mamá estaba haciendo porque comenzó a sacar comida al azar de la nevera y
cuencos de los armarios.

Justo cuando estaba a punto de verter ensalada en el tazón con salsa de pasta,
papá la detuvo.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, envolviéndola en un abrazo.

Mamá sollozó en su hombro.

—Ellos nos odian. Se acabó —dijo ella.

El arrepentimiento se formó en mis entrañas. Me sentí mal por haber contado la


historia, pero había que contarla.

—Lo siento, mamá —dije mientras me levantaba de la mesa y me dirigía hacia


allí.

Mamá se apartó y negó con la cabeza.

—No. No es tu culpa. Es nuestra. No deberíamos... —Cerró los ojos e hizo una


mueca—. Fuimos malos padres.

Ahora realmente me sentía mal. Me acerqué y la abracé.

—No lo son. No son malos padres. Mírame. Resulte bien.

Mamá se rio y ahuecó mi mejilla con su mano.

—Y aún hay tiempo para los gemelos.

Por más que me molestaron, amaba a mis hermanitos.


Mamá asintió.

—Y Andrew está un poco descarriado en este momento. Él solo está pasando


por algo. Pero no vamos a rendirnos con él.

Mi corazón se hinchó un poco. Aunque estaba herida, aún amaba a mi hermano.

Mamá me dio una pequeña sonrisa mientras se secaba las mejillas.

—Gracias, Ava. Sabes cómo hacerme sentir mejor.

Asentí.

—Y no ha terminado. Después de todo, es Navidad. —Sonreí—.Voy a hablar


con los Stephenson.

Una mirada de preocupación pasó por el rostro de mamá, y solo sacudí la cabeza.
Ella no debería estar preocupada. Solo éramos dos familias rotas tratando de resolver
nuestros errores.

Palmeé la mano de mamá y me giré, dirigiéndome hacia las escaleras. Me dirigí


al segundo piso. Cuando llegué al rellano, podía oír un alboroto que venía de la
habitación de los Stephenson. Los cajones se abrían y cerraban, y la señora
Stephenson repetía:

—No puedo creerlo.

Justo cuando pasé por la habitación de Jacob, una mano se extendió y agarró mi
brazo. Segundos después, me encontré dentro de la habitación de Jacob mientras él
estaba cerrando la puerta.

Las mariposas asaltaron mi estómago cuando el recuerdo de ayer se precipitó


dentro de mí. Las obligué a quedarse quietas, sin éxito, y me volví para mirar a Jacob.

—¿Qué quieres? —pregunté, cruzando mis brazos.

Su expresión era tensa mientras se giraba para mirarme.

—¿Por qué hiciste eso?

La frustración quemó mi piel.

—¿Qué? Dije la verdad. Que es algo en lo que tú y mi hermano parecen fallar.

Jacob se frotó el rostro.

—No podía decirte. Eso arruinaría a Andrew. Él iba a perder su beca. Yo…

Entrecerré los ojos.

—¿Y tú ibas a perder tu tiempo coqueteando con Michelle?

Hizo una mueca cuando dejó caer su mirada al suelo.


—Escuchaste eso, ¿eh?

Suspiré y me dirigí hacia la puerta. No había manera de que quisiera quedarme


aquí por más tiempo. Apenas me aferraba a mi fuerza tal como estaba, no había
manera de que quisiera mencionar a la novia de Jacob, o su amiga de besuqueo, o lo
que sea que Michelle era para él.

—Ya no me importa, Jacob. —Eso era una mentira—. Voy a tratar de arreglar
lo que ustedes dos hicieron antes de que nuestros padres decidieran odiarse para
siempre. —Abrí la puerta y miré hacia atrás—. Y en caso de que no lo hayas notado,
esta noña, hermana pequeña ha terminado.

Salí al pasillo y cerré la puerta detrás de mí. Una vez que estuve sola, cerré los
ojos. Estaba temblando por dentro y por fuera. Mi corazón se estaba rompiendo
dentro de mi pecho, pero ¿qué otra cosa debía hacer? ¿Dejarlo entrar?

A pesar de que mi corazón gritaba sí, decidí escuchar mi cabeza, que decía ¿Eres
una idiota?

Así que enderecé mis hombros y me dirigí a la habitación de los Stephenson.

La señora Stephenson estaba en la cama, secándose los ojos, mientras el señor


Stephenson estaba empacando la maleta a su lado. Sus labios fruncidos en una línea
apretada.

Cuando me vieron, me dieron una pequeña sonrisa.

—Hola, Ava —dijo el señor Stephenson y luego desapareció en el armario.

La señora Stephenson se limpió la nariz y palmeó la cama.

—Ava. —Su voz era ronca y parecía cansada.

Me uní a ella, girándome ligeramente para poder mirarla.

—¿Cómo está? —pregunté. No sé por qué pregunté eso. Sabía exactamente cómo
estaba, lo podía decir por la expresión de su rostro.

Se encogió de hombros, se sonó la nariz y arrugó el pañuelo para enviarlo a la


basura.

—He estado mejor. —Suspiró—. Solo desearía que las cosas hubieran sido
diferentes, ¿sabes?

No estaba segura de qué hacer, extendí la mano y le di una palmadita. Se sentía


raro, así que tiré mi brazo hacia atrás y me acomodé para descansar mis manos en
mi regazo.

—No se tienen que ir —dije.

La señora Stephenson dejó escapar una pequeña risa.


—Oh, cariño, me gustaría que fuera tan simple.

Me rompió un poco el corazón que todos sufrieran tanto por algo que sucedió
hace tantos meses. Claro, fue un gran problema cuando nos separaba a Jacob y a mí,
pero yo era tan ingenua, joder, Jacob tenía razón, no me di cuenta de lo mucho que
esta situación estresó a nuestros padres durante estas vacaciones.

Estoy segura de que era difícil ser el padre del chico delincuente tanto como era
difícil ser el padre de la víctima. Ellos llevaban este peso sobre sus hombros antes de
que la verdad saliera a la luz.

—No fue justo —susurré.

La señora Stephenson sacó otro pañuelo de papel y esnifó mientras se limpiaba


la nariz.

—¿Qué dijiste?

—No fue justo. Nada de eso. —Me encontré con su mirada—. Usted se sintió
culpable de que Jacob fuera quien arrastró a Andrew a hacer algo ilegal. Y asumió
esa culpa cada vez que nosotros nos juntábamos. —Me di cuenta de eso—. Así que
cuando vio que Jacob y yo nos besándonos, sintió como si él también intentara
corromperme.

Una lágrima se deslizó por el rostro de la señora Stephenson. Ella asintió y limpió
la lágrima con la punta de los dedos.

—Nuestra vida cambió cuando acusaron a Jacob. Dirk no consiguió la


promoción. Las personas nos trataban de manera diferente.

Asentí.

—Eso tuvo que ser duro.

Me dio unas palmaditas en las manos.

—Sí. Pero eso no es algo de lo que debas preocuparte.

Negué con la cabeza.

—Pero lo es. Ahora, mis padres están a punto de pasar por lo mismo. Aunque
ustedes ya no tienen la culpa, ¿no puede decirme que quiere que sus mejores amigos
pasen por esto solos?

Guau. Para una chica de diecisiete años, me sorprendí incluso a mí misma.

La señora Stephenson me estaba estudiando y luego resopló.

—¿Cuándo te volviste tan sabia? —preguntó, limpiándose la nariz.

Me encogí de hombros.
—Soy solo esa clase de chica.

Nos quedamos en silencio por un momento antes de mirar hacia ella.

—Por favor quédense. Mis padres los necesitan. Nuestra familia necesita a su
familia. No permitan que una decisión estúpida tomada por chicos estúpidos arruine
la Navidad.

Su expresión se suavizó. Bueno. La estaba agotando.

—Además, Tracy y Max no merecen ser castigados. Se están divirtiendo mucho.

Suspiró y se recostó en las almohadas detrás de ella. Estaba dando vuelta al


pañuelo alrededor de sus manos.

—No lo sé... —susurró.

Me paré.

—Yo sí. Créame. Quedarse es el mejor regalo que pueda darle a mis padres. —
Le di una mirada tímida—. Se podría decir que sería un regalo que nunca podría ser
superado.

Su expresión se iluminó un poco ante esa afirmación. Quería poner los ojos en
blanco. Solo mencionar la competencia y los Stephensons de repente se animaron.
Pero, no iba a decir nada. Si eso es lo que arreglaba su relación con mis padres,
entonces lo dejaría.

Cuando salí de la habitación, la señora Stephenson dijo mi nombre. Me volví


para encontrarla sonriéndome.

—Lo siento por lo que dije sobre ti y Jacob. —Arrugó el pañuelo en su mano otra
vez—. Estaba equivocada al tratarlos a ambos de esa manera. —Suspiró—. Pero
cuanto más te conozco, más me doy cuenta de que realmente eres demasiado buena
para Jacob.

Mi estómago se revolvió ante su confesión. ¿Nos estaba dando su bendición?

Me limité a sonreír cuando salí al pasillo. No importaba. Jacob y yo terminamos.


No importa lo que sucedió entre los Stephenson y los Rogers, Jacob y yo nunca
podríamos ser.

Él me rompió el corazón, y no estaba segura de cómo eso se arreglaría.

Entré en mi dormitorio para encontrar a Tracy sentada en la cama. En todo el


drama, ella debe haber dejado a los chicos en la planta baja. Tenía su cámara en la
mano y estaba mirando la pantalla.

Ella me vio. Había una mirada triste en sus ojos.

Le di una sonrisa alentadora, pero eso no pareció arreglar nada.


—¿Estás bien? —pregunté.

Tracy se encogió de hombros.

—Solo mirando las fotos que tomé.

Me acerqué a sentarme a su lado en la cama.

—¿Oh sí? ¿Puedo ver?

Inclinó la cámara hacia mí y comenzó a pasarlas. Las que fueron tomadas de


nuestros padres y sus árboles se sentían rígidas y tensas. Podía sentir el estrés
impregnado a ellas.

Luego estaban los de Jacob y de mí. Donde estábamos recostados contra la pared
o encorvados en las palomitas de maíz. Parecíamos tan... relajados. Muy cómodos
el uno con el otro. Me dolió el corazón al verlo.

A pesar de que solo le dije hace unos momentos que no quería tener nada que
ver con él, lo extrañaba.

Luego llegó a las fotos de nosotros decorando nuestro árbol de Halloween. Los
gemelos y Max se veían tan felices, saltando alrededor. Sonreí cuando se detuvo en
una donde estaba yo riendo con la boca abierta. Incluso mis padres parecían algo
felices.

—Estas son geniales, Tracy —dije.

Ella se encogió de hombros.

—Bueno. Porque estas son las que acabo de enviar para el programa.

La miré.

—Guau. Agradable. —Envolví mi brazo alrededor de sus hombros, sintiéndome


repentinamente triste por no haber pasado el rato con ella en todo este viaje—. Me
gusta tu estilo.

Se encogió de hombros.

—Me gustó lo que hiciste con los padres. Alguien tenía que iluminar un poco su
ridiculez. —Luego me dio una sonrisa tímida—. Y eres buena para Jacob. Espero
que ustedes dos lo resuelvan.

Mi estómago se retorció ante sus palabras.

—Gracias, Tracy.
Capítulo 14
Mis padres se llenaron de alegría cuando los Stephenson decidieron quedarse
durante las vacaciones. Sonreí mientras se abrazaban y lloraban, bueno, lloraron las
mamás. Dijeron que lo lamentaban todo y que a partir de ese momento iban a ser
mejores amigos.

También miraron a Jacob y Andrew y les dijeron que después de que terminara
la Navidad, iban a arreglar las cosas. Andrew bajó la cabeza y asintió. Jacob hizo lo
mismo.

Pasamos la Nochebuena alternando entre hacer galletas de azúcar y envolver


regalos. Los que estábamos en la cocina ocupamos el tiempo hablando sobre lo que
queríamos que nos trajera Santa.

Fue lindo ver a Alex y Aiden mirarse fijamente mientras intentaban decidir si
Santa era real o no. Asentí y les dije que había visto a Santa antes, lo cual creyeron
completamente. Después de unos minutos, lo declararon real y se apresuraron a
comenzar a hacer sus listas.

Me reí entre dientes cuando Tracy sacó su cámara y comenzó a tomar fotos de
ellos sentados en la mesa. Me encontré con su mirada y sonreí. Todavía no le
habíamos dicho a nadie que ella ya había enviado las fotos. Estaban anunciando el
ganador a las seis, así que estábamos esperando hasta entonces.

Dudaba que nuestros padres realmente se preocuparan más por eso.

Además, me ayudó a intentar ignorar el hecho de que extrañaba a Jacob. Me


gusta. Mucho.

Extrañaba hablar con él. Coquetearle. Simplemente extrañaba todo. Y lo quería


de vuelta. Claro, sabía que debería estar enojada con él, pero no podía evitarlo.
Después de una buena noche de sueño y una ducha caliente, ya lo había perdonado.

Yo no era como mi familia. Perdonaba fácilmente. Y tal vez la suave música


navideña en la casa, mezclada con un montón de chocolate caliente, me hizo una
persona más relajada. Probablemente fue lo que hizo a Papá Noel tan alegre.

La canción navideña sonando en la radio se desvaneció, y el DJ volvió. Dijo algo


sobre el concurso y el número de entradas. Mis orejas se levantaron, y silencié a las
otras personas en la habitación.
La señora Stephenson me miró con una expresión intrigada.

—Chicos, escuchen —dije.

—Después de mucha deliberación, tenemos un ganador —proclamó el DJ.

—Nos perdimos la fecha límite, Ava —dijo mamá.

Solo sacudí mi cabeza y presioné mi dedo en mis labios. Un movimiento que ella
debería reconocer, ya que lo creó.

—Tenemos que decir que obtuvimos muchas fotos de árboles navideños


perfectos e impecables galletas, pero estas las dejaron a todos fuera del agua. Aunque
no usaron decoraciones convencionales, se podría decir que mostraron un verdadero
espíritu navideño.

Hubo un tambor.

—¡El clan Rogers y Stephenson se llevaron el oro! Felicidades a sus familias.


Debo decir que esos tres niños mostraron el mayor espíritu navideño cuando
decoraron ese árbol.

Miré a mí alrededor, sonriendo de oreja a oreja. Mis hermanos y Max estaban


saltando arriba y abajo. Estaba bastante segura que no entendían lo que acaban de
ganar, pero estaban emocionados que a las personas les gustó su árbol.

Mamá me miró fijamente.

—¿Enviaste las fotos?

Negué con la cabeza.

—No. Tracy lo hizo.

Los padres se quedaron en silencio mientras se miraban el uno al otro. De


repente, mi mamá envolvió un brazo alrededor de mis hombros.

—Lo siento por todo, Ava.

Me volví para abrazarla.

—Lo sé, mamá.

Los padres estaban tan humillados que dejaron que los niños comieran la mitad
de las galletas antes de interceptarlos. Luego fueron al sótano para ver una película
navideña y jugar.

Estaba de tan buen humor que acepté ayudar a la señora Stephenson a limpiar
los platos sucios mientras las galletas se enfriaban en el mostrador. Aparentemente,
no importa si hubo una competencia o no, todavía no se me permitió tocar la comida.
En cambio, recibí el servicio de limpieza, con lo que estaba bien. Quería que las
galletas fueran comestibles. Si las horneaba, serían tan duras como ladrillos.

A mitad de los platos, la señora Stephenson recibió una llamada de su madre, así
que le dije que podía terminar. Ahora sola, observé las burbujas que se arremolinaban
mientras pasaba el paño de cocina a través de ellas.

Un cálido brazo rozando el mío me llamó la atención. A pesar del calor del agua,
mis manos repentinamente se enfriaron. Jacob estaba de pie junto a mí con una toalla
en una mano y una expresión avergonzada en su rostro.

—Espero que esto esté bien —dijo, mirando hacia mí.

Me encogí de hombros pero no dije nada. De hecho, no le había hablado a él ni


a Andrew desde que todo esto pasó.

Él suspiró.

—Gracias por hablar con mis padres.

Asentí y comencé a fregar el tazón para mezclar.

Se quedó callado por un minuto. Luego volvió a hablar.

—Fue muy amable de tu parte recoger los pedazos del desastre que Andrew y yo
creamos.

Asentí de nuevo, todavía en silencio.

Extendió la mano y detuvo mi mano.

—¿No estás hablando conmigo ahora?

Apreté mis labios mientras el calor irradiaba por mi brazo. Quería decir que sí.
Quería decirle que odiaba la forma en que me trató. Yo era la víctima inocente aquí.
Fui yo quien tuvo el corazón roto cuando no hice nada malo. Quería decirle que me
dejara sola y que nunca volviera a hablarme.

Pero el dolor en mi pecho se hizo más profundo y más doloroso. Realmente no


quería ninguna de esas cosas.

—Jacob —susurré, desafiando el dolor—. Me lastimaste.

Sus rasgos se aquietaron cuando asintió.

—Lo sé. —Se pasó las manos por el cabello—. Te mereces a alguien mucho
mejor que yo. Si me dices que te deje en paz, lo respetaré. —Dudó, como si esperara
que agitara mi mano y lo expulsara de mi vista.

Lo cual, no voy a mentir, como que quería hacer.

Levantó su mano justo cuando separaba mis labios.


—¿Puedo explicar algo primero?

Lo miré y luego asentí, agitando mi mano jabonosa para decirle que continuara.

—Fui un idiota el verano pasado. Conocí a una chica en casa de mi abuela, y


hubo chispa allí. Mis padres me estaban volviendo loco, y quería alejarme. Cuando
salí con Andrew, y él decidió hacer algo estúpido, hice un juicio rápido. Pensé que
tomaría la culpa, porque las personas pensarían que era mi culpa de todos modos, y
podría pasaría algún tiempo con mi abuela. Andrew podría mantener su beca, y todo
estaría bien.

Cuando se acercó a mí, mi corazón se aceleró. De repente, su mirada se


intensificó.

—No sabía que estarías atrapada en el fuego cruzado. Nunca quise que esto
sucediera como sucedió.

Un escalofrío me recorrió la espalda por la emoción que podía oír en su voz.

—Ava, no eres una ñoña, y no eres estúpida. Eres la persona más dulce, amable
y gentil que he conocido. Me sorprende que incluso me consideres una persona digna
de ti.

Tragué cuando mi mirada se volvió borrosa. ¿Él quería decir eso?

—Jacob... —comencé a susurrar, pero él negó con la cabeza.

—Sé que te he mentido, y no hay razón para que me des una oportunidad. Pero,
solo prométeme que mantendrás la mente abierta. —Extendió la mano y colocó un
mechón de cabello detrás de mi oreja—. No me descartes.

Lo miré fijamente, mi corazón martilleando en mi pecho. Todo lo que pude hacer


fue asentir.

—Está bien.

Me sonrió, y todo mi cuerpo se sonrojó. Después de inclinarse hacia adelante y


besar suavemente mi mejilla, retrocedió y preparó el paño de cocina.

—Ahora, terminemos estos platos.

De alguna manera logré terminar los platos sin caerme en pedazos. Fue difícil,
estar de pie junto a Jacob durante tanto tiempo. Mi mente estaba nadando, y todo
mi cuerpo reaccionaba a su proximidad.

Todo lo que quería hacer era girarme y envolver mis brazos alrededor de él y
besarlo. Llámalo espíritu navideño. Llámalo un milagro de Navidad, pero estaba lista
para perdonarlo.

¿Y Michelle? Bueno, él no estaba en Florida, rogándole que lo perdonara. Estaba


aquí. Conmigo. Pidiéndome mantenerlo en la carrera.
Y claro, quería decirle que él era el único en la carrera, pero me pidió algo de
tiempo para recuperar mi confianza, así que realmente esperaba que él comenzara
sus planes heroicos ahora para que pudiéramos llegar a compensar algo.

Me sonrió mientras asentía hacia la sala de estar.

—Puedo terminar —dijo mientras tomaba el rociador y comenzó a enjuagar el


fregadero.

Di un paso atrás y asentí, tomando el paño de cocina que me entregó.

—Gracias —le dije.

Me guiñó el ojo.

Me paré detrás de él, metódicamente limpiándome las manos con la toalla. Mi


mirada se dirigió a la abertura de la sala de estar. Y luego aterrizó en esa pequeña
bola de hojas verdes.

Muérdago.

Y de repente, no tuve que esperar a que Jacob cumpliera todos sus planes para
mostrarme cuánto lo sentía. Si pudiera llevarlo a la puerta, tendría que besarme. ¿No?

Me acerqué a Jacob y lo miré.

—¿Puedo mostrarte algo?

Me miró mientras cerraba el grifo de agua.

—¿Mostrarme algo? —Miró detrás de mí—. Por supuesto.

Le entregué la toalla y se secó las manos. Después de ponerlo en el mostrador, le


indiqué hacia la sala de estar. Una vez que llegué a la puerta, me detuve.

Jacob se detuvo por un momento y luego se paró justo a mi lado.

—¿Qué querías mostrarme?

Señalé hacia el muérdago y observé cómo Jacob alzaba la mirada.

—Ava —dijo. Mis dedos se estremecieron por la profundidad de su tono.

—Jacob, una cosa que necesitas saber sobre mí. No puedo guardar rencor. Claro,
me lastimaste, pero sé que no fue intencional. —Le di una pequeña sonrisa—.
Además, creo que nuestras familias han tenido suficiente dolor como para que nos
dure un tiempo.

Extendí la mano y envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mí.
Mis labios encontraron los suyos y no me contuve. Fue como si besar a Jacob
arreglara todo lo que se rompió en mí en estas vacaciones navideñas.
Jacob se apartó y me estudió.

—¿Pero, mis planes?

Me encogí de hombros mientras me mordía el labio.

—Todavía puedes hacerlos, pero no estoy esperando. Me gustas. Al igual que yo


a ti.

Sus manos encontraron mi cintura, y me acercó más a él.

—¿Sí? ¿Incluso después de todo eso?

Se inclinó hacia mí y presionó sus labios en mi frente.

Me reí mientras acercaba mis labios a él.

—Me deberás por un tiempo, pero estoy de acuerdo con eso.

—Entonces espero mostrarte cuánto me gustas, como tú.

Nuestros labios se encontraron, y al caer en el ritmo de nuestros besos, no pude


evitar sentirme completa. Esto era lo que quería esta navidad. Familias felices y
juntas. Las verdades finalmente contadas. Y Jacob.

En su mayoría Jacob.

Él se echó hacia atrás y me miró.

—Entonces, ¿qué puedo conseguirte para Navidad?

Le di una mirada contemplativa y luego le sonreí.

—Nada.

Sus cejas se alzaron.

—¿De verdad?

Me acurruqué en su pecho y respiré el olor de su colonia boscosa.

—Sí. Tengo todo lo que quiero.

Sus brazos me envolvieron y me acercaron más. Presionó sus labios en la parte


superior de mi cabeza y susurró:

—Eso me hace feliz.

Los escalofríos recorrieron mi cuerpo mientras suspiraba. Así era exactamente


como quería pasar el resto de mis vacaciones de navidad. Envuelta en los brazos de
Jacob, el olor de las galletas de navidad recién horneadas flotando en el aire, y con
mi familia.

Feliz navidad para mí.


Epílogo
El rugido de un mofle atrajo la atención de todos haciendo su camino hacia la
escuela el día después del descanso por navidad. Mamá y papá eran escépticos, pero
habían permitido que Jacob nos llevara a mí y a Andrew. Andrew había protestado,
pero a mis padres no les importaba. Andrew estaba en arresto domiciliario en lo que
a ellos le concernía. Además, la siguiente semana él se estaba encontrando con el
juez para confesar lo que había sucedido realmente.

Jacob se estacionó y Andrew asintió hacia nosotros y salió.

Yo estaba sentada en el asiento de enfrente con mariposas pululando a través de


mi cuerpo.

Una cálida mano envolvió la mía.

—¿Estás bien? —preguntó Jacob.

Me giré y le di una sonrisa incómoda.

—Eso creo. Solo estoy nerviosa. Hay muchas chicas en la escuela que no van a
estar felices cuando aparezcas conmigo.

Él se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra los míos.

—¿A quién le importa? A mí no. —Él acarició mi cuello con su nariz—. Yo te


tengo, y eso es todo lo que importa.

Tomé una respiración profunda, deseando que sus palabras me confortaran, pero
no lo hicieron. Las chicas eran mezquinas. Y si ellas me vieran moviéndome en su
territorio, yo estaba acabada.

Él tomó mi mochila y abrió su puerta.

—Además, ellos tendrán que enfrentarme si escucho a alguien hablar mal de ti.

Después de rodear el cofre de su coche, él se paró junto a mí. Ambas mochilas


estaban sobre su hombro mientras agarró mi mano y me dirigió hacia las puertas
principales.

Pude sentir las miradas fijas de todos mientras caminamos pasando chicos en el
pasillo. Hubo algunos pocos susurros y algunos pocos estudiantes palmeando a Jacob
en la espalda y dándole la bienvenida.
Cuando llegamos a su casillero, giró la combinación de su candado varias veces
y abrió la puerta. Después de buscar entre sus libros dentro de su mochila, se
enderezó. Cuando él vio mi expresión, sus cejas se fruncieron.

—¿De verdad estás preocupada? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—¿Qué si todo sucedió solamente por la magia de la navidad? ¿Qué si en el


mundo real no te gusto?

Él me estudió y luego se burló. De repente, sus manos estaban alrededor de mi


cintura, y me presionó contra el casillero.

—Ava Rogers, eso no está sucediendo. —Él se inclinó más cerca y rozó sus labios
contra los míos—. Eres lo mejor que me ha pasado, y nunca te dejaré ir. —Él
mantuvo su mirada fija mientras inclinó su frente contra la mía—. Te amo —susurró.

Mis dedos de los pies hormiguearon ante su confesión. Envolví mis brazos
alrededor de su cuello y estrellé mis labios en los suyos. Cuando nos apartamos para
tomar aire, me encontré de nuevo con su mirada.

—Bien. Porque no estoy yendo a ningún lado. También te amo.

Sus brazos se envolvieron alrededor de mí, y me giró. Los estudiantes que


pasaban protestaron, podría casi haber pateado a algunos de ellos, pero no me
importó.

Una vez que él me bajó, él colocó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Mira arriba —dijo él.

Miré hacia arriba, al techo.

—No hay nada ahí —dije.

Él sonrió.

—Exactamente. No se necesitó de un muérdago. —Él presionó sus labios contra


los míos y se inclinó hacia adelante—. La magia de la navidad está en ti y en mí. —
Él retrocedió, envolviendo su mano en la mía, y me guio por el pasillo.

—Ahora, llevémoste a tus clases antes que llegues tarde y comience a escuchar
de nuevo cuán mala influencia soy para ti.

Puse mis ojos en blanco y comencé a caminar con él. Envolví mi mano libre
alrededor de las nuestras entrelazadas y suspiré.

Esto era perfecto.


Siguiente libro
Se suponía que él sería mi escape para el fin de semana.
Se suponía que no debía enamorarme de él.

Mi vida parece estar fuera de control en el momento en


que mamá y papá me informan que el lunes me dirijo a Italia
para "conocer" al hijo de un importante inversor comercial.
Aparentemente, es mi responsabilidad como hija de un
magnate de hotel o algo así.

Quiero ser una buena hija, pero estoy cansada de que me


miren. Estoy cansado de tener mi vida planeada para mí.

Entonces, cuando me encuentro con Jet Miller, el chico


malo con una motocicleta, le pago para que me lleve el fin de
semana. Está convencido de que no encajaré en su vida, pero no me importa.
Necesito este descanso.

Dos días de libertad cambian rápidamente en algo más, y me encuentro


enamorada de Jet.

Solo que él no sabe que una vez que finalice nuestro escape de 48 horas, me iré.

Y no sé cómo decirle.

Algunas reglas están destinadas a romperse.

Rules of Love #5
Staff
Moderadoras
Lvic15 & Mariela

Traductoras
Lili-ana

Lvic15

Mariela

Correctoras
Mariela & Neera

Revisión
Lvic15 & Mariela

Unificación
Mariela

Diseño
Atómic_Mellark
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