El Rol de Las Mujeres en La Historia Nacional
El Rol de Las Mujeres en La Historia Nacional
El Rol de Las Mujeres en La Historia Nacional
Tras la crisis social, política e institucional que sacudió argentina en 2001 asistimos un
renovado interés social por la historia la cual era vista como fuente explicativa del presente
Es en este contexto, los festejos por el bicentenario de la independencia argentina, se
presentaron como una oportunidad para generar un debate público y amplio sobre los sentidos
de la independencia y sus actorxs. Este articulo indaga específicamente ¿Cómo se disputa la
construcción de relatos históricos hegemónicos en pos de re-posicionar a las mujeres como
sujetas de la historia desde la producción académica? En el marco de los debates,
publicaciones e investigaciones realizadas principalmente por mujeres en torno al
bicentenario de la independencia.
Palabras claves:
Bicentenario, Historia nacional argentina, Mujeres
Abstrac:
After the social, political and institutional crisis that shook Argentina in 2001, we
witnessed a renewed social interest in history, which was seen as an explanatory source of the
present. It is in this context that the celebrations for the bicentennial of Argentina's
independence were presented as an opportunity to generate a broad public debate on the
meaning of independence and its actors. This article specifically investigates how the
construction of hegemonic historical narratives is disputed in order to reposition women as
subjects of history from the academic production? In the context of the debates, publications
and research carried out mainly by women around the bicentennial of independence.
Key words:
Women, bicentennial, Argentine national history.
Introducción:
1
El avance del feminismo ha puesto en evidencia sobradamente las distintas dimensiones de la
dominación patriarcal y los relatos sobre los cuales se asienta. La historia nacional de nuestros
diversos países no es la excepción y ha sido construida como todas, a partir de relatos donde
priman las visiones impuestas por los grupos dominantes. Sin embargo toda narrativa por más
hegemónica que se presente tiene grietas y contrarelatos. El presente trabajo aborda el
accionar llevado adelante principalmente por investigadoras mujeres para cuestionar el relato
dominante sobre la construcción de la nación argentina centrada en la figura de los “padres de
la patria”, como hombres blancos e ilustrados.
En este sentido, el presente artículo se estructura a partir de dos hipótesis centrales, la
primera es que las "representaciones hegemónicas de nación que producen realidades"
(Segato, 2007:29) y por lo tanto en las polémicas sobre el pasado se dirimen sentidos y
conflictos político-culturales contemporáneos (Cattaruzza, 2007: 32) ; y la segunda, es que a
partir del 2001 en argentina se vive un renovado interés por la historia que hicieron de los
festejos por el bicentenario de la independencia una oportunidad para indagar en los sentidos
actuales de la independencia y sus actorxs. Como señala Barrancos, el bicentenario no solo
promueve una discusión sobre el pasado, sino que retoma, desde una nueva óptica el debate
entre pueblo y oligarquía e “incita a reflexionar sobre el estado de los derechos y
especialmente a revisar la desigualdad de ciudadanía” (2011: 23).
Los preparativos para los festejos por el bicentenario de la independencia llegaron en un
momento en el cual, como se mencionó anteriormente, asistíamos a un renovado interés
social por la historia, la cual era vista como fuente explicativa del presente. Varias
investigaciones (Cattaruza 2007; Adamovsky 2011 y 2012; Tobeña 2013) ubican la profunda
crisis económica, política, social e institucional1 vivida en argentina a fines de 2001 como un
detonante que llevó a gran parte de la sociedad a volver la mirada hacia la historia buscando
claves para explicar aquello que estaba ocurriendo (Cattaruza, 2007:33).
Este renovado interés contrasta con el lugar que la historia ocupo durante la década de los
años ’90, caracterizada a nivel mundial por los efectos de la caída del muro de Berlín, el
desarme del bloque soviético y la publicación de Francis Fukuyama en 1992 que anunciaba el
fin de la historia2.
1
Lo que termina de hacer estallar la crisis en diciembre de 2001 es justamente la declaración de Estado de
Sitio y la evocación que la misma generó en la población en relación al golpe de Estado de 1976.
2
Esta tendencia se ve reflejada en la investigación realizada por Roy Hora y Javier Trímboli (1994) quienes
al analizar el estado del campo historiográfico, encuentran un debilitamiento de los debates en torno al
2
En Argentina el siglo XXI inicia con una gran movilización que terminó de evidenciar la
profunda crisis económica, política, social e institucional existente3. Las salidas de esta crisis
implicaron un cambio de ciclo político signado por el retorno de lo político (Mouffe, 1999) y
la centralidad del espacio público como arena de discusión (Habermas, 1999). En este marco
se reactivó el interés masivo por la historia como una fuente explicativa de los procesos de
mediano y largo plazo que desembocan en el presente.
A partir del 2001, el interés por la historia trasciende los ámbitos académicos y se
amplifica gracias a su desembarco en los medios masivos de comunicación y las industrias
culturales. (poner ejemplo o cifras)
Así, el carácter masivo que adquieren los debates históricos amplifica su importancia en la
disputa por la construcción de sentidos políticos y culturales hegemónicos.
Si bien este no es el primer periodo en el cual los debates históricos cobran fuerza dentro
de los argumentos de la política, lo novedoso del momento reside en el grado de expansión
de las industrias culturales que extienden el alcance de los debates históricos. De este modo
las apelaciones históricas cobran una dimensión masiva y crucial para las disputas por la
construcción de la hegemonía cultural y política.
Es en este contexto en el cual los festejos por el bicentenario de la independencia (2010-
1016) se presentan como una oportunidad para generar un debate público y amplio sobre los
sentidos de la independencia y sus actorxs.
Varias investigadoras y académicas coinciden en señalar este momento como una ocasión
clave para poner en el centro de los debates el papel de las mujeres en las luchas
revolucionarias que darán inicio procesos de construcción de la nación (Aguirrezabala, 2018;
Wexler: 2007; Lozano G. y Margall G. 2018; Barrancos 2004 , 2002; 2007, 2011 y 2016;
Gálvez, 2012).
En este escenario, la presente investigación se pregunta ¿Cómo se disputa la construcción
de relatos históricos hegemónicos en pos de re-posicionar a las mujeres como sujetas de la
historia desde la producción académica?.
pasado. Los autores señalan que, la mayoría de los historiadores entrevistados en su investigación afirman que
los conflictos por panteones históricos y las discordias ideológicas alrededor del pasado solo despiertan
indiferencia en la población. La investigación de Hora y Trímboli, muestra un desinterés social respecto a la
historia, sin embargo al interior de la academia la situación es relativamente diferente.
3
Lo que termina de hacer estallar la crisis en diciembre de 2001 es justamente la declaración de Estado de
Sitio y la evocación que la misma generó en la población en relación al golpe de Estado de 1976.
3
Para llevar a cabo este análisis, apelar a la noción de hegemonía desarrollada por Antonio
Gramsci (1975) será central para mirar cómo se produce la dominación de un grupo sobre la
sociedad más allá de la mera coerción.
En este trabajo, nos interesa mirar cómo las investigadoras, al posicionar el rol de las
mujeres como sujetas históricamente políticas, constituyen una alternativa cultural y política
en las relaciones de fuerzas que disputan hegemonía (Gramsci, 1975) atendiendo
especialmente la dimensión cultural de la hegemonía a partir de entender la cultura como un
"proceso social total” en donde se ponen en juego distribuciones específicas del poder
(Williams, 1977).
Dentro de la historia tradicional patriarcal centrada en “los grandes hombres”, las mujeres
ocupan un lugar subordinado que las relega -junto a las clases populares, indígenas, esclavos,
etc.- a un lugar marginal en los relatos históricos.
La propuesta desarrollada por los historiadores marxistas como E. P. Thompson y Eric
Hobsbawm tuvo gran acogida en Argentina y permitió iniciar un camino para destacar la
agencia de los actores subalternos en los procesos históricos y reflexionar en torno a la
función social de la historia. Sin embargo ninguno incorporo una perspectiva de género ni un
estudio sobre el rol especifico de la mujeres en la historia sino que serán investigadoras
mujeres como Jane Scott, entre otras, quien se aboquen a dicha empresa.
Para entender la historia argentina dominante, con la cual discuten las historiadoras
mujeres que aquí se abordan, es preciso enmarcar el contexto de producción de esos relatos y
entender el campo historiográfico en el que opera esta pugna de sentidos. Scott (2008) nos
insta a mirar cómo la historia no es únicamente el registro de cambios en la organización
social de los sexos, sino que mediante la historia se producen sentidos sobre la diferencia
sexual. Sus aportes nos invitan a abordar el rol de las historiadoras dentro de la producción
histórica e interpretar los hechos, discursos o silencios producidos dentro de la historiografía
argentina.
Esta propuesta abre un camino para el estudio del accionar histórico de las mujeres como
parte de las actoras tradicionalmente subordinadas. Para ello, se parte de una lógica diferente
a la instaurada por la historia tradicional patriarcal que, ante la presión de los feminismos han
incorporado paulatinamente a algunas mujeres en su registro previa operación de
4
masculinización y excepcionalidad. Es decir, una incorporación selectiva que permita
mantener el patrón masculinizado de la actoría histórico-política.
Por último, para rastrear cómo las producciones académicas intervienen en la disputa
pública por los sentidos hegemónicos, se toma el trabajo de Nancy Fraser (1997) y su
discusión sobre el concepto de esfera pública de Jürgen Habermas.
En términos metodológicos, se revisaron doce trabajos de investigación y ocho
testimonios de investigadoras e intelectuales feministas. Para acceder a la información se
realizó un relevamiento de veintiséis notas de prensa, entrevistas y conferencias divulgadas
mediante las redes sociales disponibles en YouTube.
Inicialmente, se planificó realizar un relevamiento de las investigaciones publicadas hasta
el año 2016, fecha en la que se cierran los festejos oficiales por el bicentenario sin embargo,
el levantamiento de información puso en evidencia que los abordajes respecto al rol de las
mujeres en el proceso de independencia, lejos de perder interés tras el fin de los festejos
oficiales, mantenían una importante presencia tanto en la esfera pública, debates, notas de
prensa, etc. como en las investigaciones académicas y el gran número publicaciones hasta el
presente. Finalmente al no ser una reflexión centrada en los festejos oficiales, sino en el
bicentenario como incentivo para las reflexiones sobre el rol de la mujeres en la historia, el
corte temporal elegido comienza en lo que podríamos llamar, el periodo de influencia de los
debates sobre el bicentenario, que tiene lugar conjuntamente con el despertar general por la
historia tras el levantamiento popular de 2001, hasta la actualidad.
El trabajo está organizado en cuatro apartados: se inicia con un breve repaso del
surgimiento y consolidación de una corriente histórica sobre las mujeres en Argentina, la cual
precede al contexto del bicentenario. En el segundo apartado, se analiza el efecto del
bicentenario como amplificador de un debate que hasta ese momento estaba restringido al
ámbito académico y posicionarlo en la esfera pública. El tercer apartado se centra en algunos
de los principales cuestionamientos planteados por la historiografía de mujeres respecto al
carácter extraordinario de la participación política de las mujeres versus a cuestionar las
lógicas masculinizadas desde las cuales se entiende la acción política. Por último, el cuarto
apartado, se centra en el foco del planteamiento al abordar la disputa por la construcción de
sentidos político-culturales hegemónicos desde el posicionamiento de las mujeres como
sujetas históricamente políticas.
5
I- Mujeres que hacen historia. Las historiadoras y las transformaciones dentro
de la disciplina histórica.
6
formación de la clase obrera inglesa Thompson (1963) estudia la configuración específica e
histórica de la “clase obrera”, como sujeto central de las revoluciones y cambios social, pero
pone el centro de su análisis en la experiencia de los sujetos (historia, cultura, memoria,
comprensión del mundo, relatos, religión, etc.). Las reflexiones de Thompson (1995) en torno
a la experiencia y su desarrollo del concepto de Economía Moral, le permite explicar las
relaciones entre los condicionamientos económico-sociales, y las dimensiones de la
conciencia, las normas, las formas culturales y las acciones de lucha entre las clases.
Scott, retoma de manera critica la noción de Experiencia de Thompson y señala que el
autor en su afán por liberar el concepto de clase de las osificadas categorías del
estructuralismo marxista terina otorgando a la categoría de experiencia un rol mediador entre
la estructura social y la conciencia social, siendo el punto culmine la disposición a actuar
como clase. De este modo la identidad de clase termina adquiriendo una función integradora,
uniendo lo individual y lo estructural y reuniendo diversas personas en ese todo coherente
totalizante. La clase, por tanto se convierte en la identidad bajo la cual quedan incluidas
/subsumidas otras posiciones del sujeto como, por ejemplo, las de género o raza. Pero además
este uso de experiencia si bien permite mostrar una vivencia de la dominación/ subordinación
no permite mostrar cómo se constituye esta relación (Scott, 2001).
Este abordaje político-cultural de las relaciones sociales abre un camino a las historiadoras de
mujeres para abordar la acción y discursos históricos de las mujeres, en pos de mostrar, tanto
los mecanismos de su opresión, como dar cuenta de sus estrategias de lucha y resistencia.
La democracia facilitó el retorno paulatino de las intelectuales exiliadas, muchas de las
cuales, según Barrancos “…decidida o más discretamente, se encolumnaron en el feminismo”
(2004: 43). Para los años ‘90, el feminismo ingresa al ámbito académico y se comienza a
trabajar en una serie de producciones historiográficas sobre las mujeres retomando la
invitación de la historiadora Estadounidense Joan Kelly Gadol (1992) quien insistía en que
hacer historia para las mujeres era un acto político que ponía a las historiadoras en un desafío
activista, ya que se trataba de hacer historia como feministas. En este sentido vemos que
durante este periodo, la mayoría de las historiadoras tenían un doble perfil, académicas y
activistas.
Adriana Valobra (2005) y Valeria Pita (2020) dan cuenta de que a pesar de seguir siendo
una perspectiva periférica en los años ’90 la historia de las mujeres había logrado acceder a
7
algunos espacios institucionalizados como cátedras, jornadas, centros de investigación y
maestrías en diferentes universidades. Sin embargo, y a pesar de su producción cada vez
mayor que se evidencia por ejemplo en el crecimiento de las Jornadas de Historia de las
Mujeres, continuaba siendo tratada como un gueto exclusivamente femenino dentro del
ámbito académico (Valobra, 2005).
Con este breve recorrido, se intenta dar cuenta de la producción de una historiografía
sobre las mujeres, y algunos debates que preceden al periodo estudiado. En el siguiente
apartado veremos cuáles son los cambios que se producen en el contexto de los festejos por el
bicentenario y porqué se considera que esa coyuntura abre la posibilidad de que la renovada
historiografía sobre las mujeres que ya se estaba produciendo se integre a las reflexiones
sobre la historia de la nación abierta por el contexto y adquiera mayor relevancia en la disputa
por la hegemonía cultural y política en la Argentina contemporánea.
El 2001 fue un catalizador de una magnitud impresionante. Porque esa crisis tan profunda
generó en una gran masa de la población la necesidad de entender cómo fue que llegamos a
semejante situación, y por lo tanto el interés por la historia argentina cobró un peso que yo
que nací en el 77 no había conocido antes. Tan es así que de repente Pigna se convirtió en
bestseller, Lanata sacó su libro de historia, la carrera de historia estalló de inscriptos,
aparecieron programas de historia que la gente consumía en canales abiertos -como “Algo
habrán Hecho” de Pigna y Pergolini-. (2018)
La apelación a diversas narrativas sobre la historia nacional, en las cuales se establece una
relación entre historia y política despiertan un fuerte interés del público5 que es aprovechado
por las industrias culturales. Varios libros de historia escritos de manera no académica se
vuelven best sellers, se producen programas de televisión con temáticas históricas, así como
5
Ver: San Martín, Raquel, “La historia vive un tiempo de auge”, en La Nación, 18/01/2004; Friera, Silvina,
“El pasado se volvió atractivo para los lectores”, en Página/12, 4/07/2004; Gorodischer, Julián, “Cuando la
historia se vuelve un espectáculo”, en Página/12, 29/05/2005
8
varios largometrajes, programas de radio, entre otras producciones de las industrias culturales.
Antes de seguir adelante vale decir que el periodo de influencia de los festejos por el
bicentenario abarca cinco gobiernos, con cuatro presidentes/a y dos tendencias ideológicas.
Si bien la primera fecha que da inicio a los festejos oficiales tiene lugar el 25 de mayo de
2010, ya en 2005 se crea la comisión ad-hoc para organizar los festejos de la independencia y
el presidente Néstor Kirchner, mediante un decreto, conformó el Comité Permanente del
Bicentenario. Como vemos, la reflexión sobre el bicentenario comienzan bajo la presidencia
de Néstor Kirchner con un fuerte incentivo estatal, que será incrementado en los dos periodos
de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en los cuales inician los festejos oficiales
haciendo de éste un acontecimiento central en la vida política nacional.
En 2015 se da una renovación presidencial y Mauricio Macri asume el gobierno con un
discurso ideológico diferente al de sus predecesores, que incluye una interpretación distinta
respecto a los sentidos de la historia6. Entre kirchnerismo y el macrismo vemos un giro,
tanto interpretativo, como un cambio de valoración de la importancia que la historia tiene
en la construcción política de futuro. Mientras durante los gobiernos Kirchneristas la
historia es construida como una fuente de legitimidad en base a presentarla como disputa
dicotómica entre elites y clases populares; con la llegada de Macri, la historia es despojada
del conflicto y es entendida como una sucesión de hechos cuyo valor está solo en el pasado
y prima la idea de mirar al futuro.
En 2019, el peronismo vuelve a ganar la presidencia de la mano de Alberto Fernández y
Cristina Fernández como vicepresidenta. El nuevo gobierno asume en diciembre de 2019
con lo cual aún muy reciente para analizar su posición respecto a las narrativas históricas,
por el momento lo que sí es posible señalar es su respaldo a ciertos debates promovidos
desde el movimiento de mujeres como sus pronunciamientos públicos a favor de las
diversidades sexuales y la ley de aborto, así como la creación del El Ministerio de las
Mujeres, Géneros y Diversidad, en el que participan varias feministas incluidas en el
presente trabajo7.
El Estado y los gobiernos de turno plantean una coyuntura específica, sin embargo, vale
aclarar que son solo un actor más en un debate que lo desborda ampliamente.
6
El gobierno de Mauricio Macri es el encargado de cerrar los festejos oficiales por el bicentenario en julio de
2016.
7
Forman parte de este nuevo Ministerio Dora Barrancos y Cecilia Merchán entre otras, ambas son parte de
las autoras e intelectuales referidas en la presente investigación.
9
Como dijimos, la historia de la mujeres no comienza a escribirse en el contexto del
bicentenario, pero la llegada de los festejos patrios son visualizados por las historiadoras
feministas como “una oportunidad para hacer un balance desapegado de cualquier gesto
autocomplaciente, un momento de sincera reflexión sobre lo que ha acontecido en nuestras
sociedades, sobre todo en el último siglo” (Barrancos, 2011: 23). Lo interesante del
bicentenario es la posibilidad de que las producciones históricas sobre el rol de las mujeres,
que hasta el momento ocupaban un lugar relativamente marginal y circunscripto a la
academia, fueran incluidos en la esfera pública.
Para este trabajo nos basaremos en la noción de esfera pública desarrollada por Nancy
Fraser (1999) a partir de una crítica a la noción esfera pública de Habermas, pues su
idealización de la esfera pública burguesa, como el espacio donde se pueden poner en
paréntesis las diferencias para deliberar “como si” fuéramos iguales, no es posible. Para
Fraser esto invisibiliza las exclusiones machistas, racistas, heterosexistas y clasistas
constitutivas de la esfera pública, “los grupos sociales subordinados, normalmente carecen de
un acceso igual a los medios materiales con una participación igual. De esta manera, la
economía política refuerza estructuralmente lo que la cultura logra informalmente” (Fraser
1997: 113). La autora nos invita a retomar el concepto de esfera pública de Habermas, desde
una teoría crítica que señale los límites de la democracia existente para analizar cómo las
demandas de reconocimiento sobre el rol de las mujeres en la historia se insertan también
dentro de demandas por la ampliación del espacio público y la democracia.
(…) una concepción adecuada del ámbito público no sólo requiere poner entre paréntesis
la desigualdad social, sino eliminarla. En segundo lugar, es preferible que exista una
multiplicidad de públicos a que haya un ámbito público único tanto en las sociedades
estratificadas como en las igualitarias. En tercer lugar, he mostrado que una concepción
sostenible del ámbito público tendría que favorecer no la exclusión, sino la inclusión de
intereses y temas que la ideología masculinista burguesa ha etiquetado como "privados" y
que ha manejado como inadmisibles. (Fraser, 1999: 169)
Al sacar, del ámbito académico, las discusiones sobre el rol de la mujer como sujetas
políticas de la historia, para insertarlas en la esfera pública, las investigadoras e
intelectuales feministas se consolidan como contra-públicos en términos de Fraser (1999).
10
Es decir, entran en la disputa de sentidos a través de la producción y circulación de contra-
discursos e interpretaciones alternativas sobre temas de su interés.
En el marco del bicentenario encontramos una buena parte de los productos históricos de
divulgación y alcance masivo que se centra en la renovación o permanencia del panteón de
héroes patrios. Este ejercicio fue bastante criticado desde algunas posiciones académicas8 por
realizar una reducción dicotómica de la historia para hacerla coincidir con las lecturas
propuestas desde los gobiernos kirchneristas que impulsaron una renovación del panteón de
héroes en el cual fueron incluidas algunas mujeres.
Resulta emblemática, por ejemplo, la recuperación de la figura de Juana Azurduy cuya
estatua pasó a ocupar un lugar privilegiado frente a la Casa Rosada reemplazando la estatua
de Cristóbal Colón. Durante el gobierno de Cristina Fernández su figura, como la de Eva
Perón, fue recurrentemente evocada. En 2007 vía ley el 12 de julio, fecha de su nacimiento,
se declara el "Día de las Heroínas y Mártires de la Independencia de América". En 2009 la
presidenta Cristina Fernández ascendió post mortem a Juana Azurduy, del grado de teniente
coronel a generala del Ejército Argentino; y en 2010 entregó personalmente el sable y las
insignias de generala ante sus restos; y junto al presidente boliviano Evo Morales firmaron un
tratado que instituyó el día del nacimiento de Juana Azurduy, como el “Día de la
Confraternidad Argentina-Boliviana”. De alguna manera, estas evocaciones trazaban, para la
militancia kirchnerista, una línea de continuidad entre estas mujeres luchadoras y la figura de
la presidenta, quien toma la posta de Juana y Eva.
Vale señalar que la estatua de Juana ubicada frente a la Casa Rosada, fue trasladada a la
Plaza del Correo, frente al Centro Cultural Kirchner, durante el gobierno de Mauricio Macri.
A la figura de Juana hay que sumar un puñado de mujeres que aparecen de manera más o
menos recurrente en un “boom biográfico” con efemérides publicadas en revistas y
8
Sobre este aspecto revisar el trabajo de Verónica Tobeña (2013) quien analiza el debate entre divulgadores e
historiadores profesionales o más bien, el debate que estos últimos entablaron con el éxito alcanzado por los
primeros y la rigurosidad o falta de la misma en sus construcciones históricas. La autora afirma que el debate
da cuenta de la existencia de dos modelos historiográficos en controversia, la de masas y la académica.
11
periódicos, novelas históricas y obras de investigación/divulgación como: “Julieta Lanteri, la
pasión de una mujer” (2001) de Araceli Bellota; la investigación “Juana Azurduy y las
mujeres en la revolución Altoperuana”, de Berta Wexler (2002); “Las mujeres y la patria” de
Lucía Gálvez (2012), quien en una obra anterior se había enfocados en las historias de amor
de los héroes patrios, en esta obra se centra en aspectos de las biografías de mujeres
renombradas de la historia argentina. En otra línea, con formatos más accesibles,
encontramos: “La patria también es mujer” (2010) donde se presentan biografías de mujeres
que hicieron historia desde la independencia hasta la actualidad, publicado por Las Juanas
editoras9; y, el libro infantil “Mujeres de la Independencia” (2020) de la editorial Chirimbote.
Por último, quisiera mencionar dos publicaciones que, a diferencia de las anteriores, no
fueron escritas por mujeres: “Mujeres tenían que ser” (2012) y “Mujeres insolentes de la
historia” (2018) de Felipe Pigna quien podría considerarse el historiador más mediático;
conductor de programas de televisión y radio con alta audiencia, y autor de libros que se
transformaron en best sellers de ventas.
Pero lo que me interesa resaltar de la inclusión de las mujeres a través de las biografías, es
el debate que se abre sobre los términos bajo los cuales las mujeres son incorporadas a la
historia. Por ejemplo, en la recuperación de la figura de Juana Azurduy, muchas biografías la
presentan como una mujer extraordinaria–, esta noción apuntala la idea de excepcionalidad.
Así, este puñado de “grandes mujeres” serían la excepción que confirma la regla de que “las
mujeres en general no constituyen sujetas políticas e históricas". Para Graciela Tejero Coni,
del Museo de la Mujer de Argentina,
la historia oficial registra sólo a mujeres excepcionales y con esta actitud encubren, por
un lado el papel subordinado y de discriminación del conjunto de las mujeres en la
sociedad, y por otro que en los momentos clave no fueron una ni dos mujeres sino un
colectivo de ellas las que participaron e hicieron posible los históricos cambios sociales.
(Entrevista en PAC 09/07/2020)
9
Esta editorial forma parte del colectivo feminista “Las Juanas” cuyo origen estuvo ligado a programas del
gobierno de Néstor y Cristina Kirchner y a la diputada Cecilia Merchán. Este colectivo tiene 2 acciones
emblemáticas una es el desarrollo de la cátedra itinerante Juana Azurduy organizada por el Consejo Nacional
de Coordinación de Políticas Sociales y la universidad popular de las Madres de Plaza de Mayo. La cátedra se
desarrolló desde 2006 hasta 2013 en 15 provincias del país mediante acuerdos con las universidades locales.
La otra actividad emblemática de esta colectiva estuvo muy ligada a la figura de Cecilia Merchán y la
promulgación de las leyes contra la trata y el matrimonio igualitario.
12
Además, como señala la historiadora Berta Wexler (2007), a las mujeres que figuran en los
relatos históricos se les otorgaba un carácter extraordinario basado en dos operaciones,
En las luchas por la independencia la participación de las mujeres se rompió con los cánones
de la organización social de género de la época, pero a la hora de repensar por ejemplo el
accionar de estas mujeres bolivianas la construcción del relato histórico las vuelve a colocar
en los lugares establecidos para las mujeres y hace de esta fecha el día de las madres.
Otro ejemplo de estos lugares que la historia patriarcal reserva para las mujeres puede
verse en una nota que conmemora el día de la mujer en el diario tradicional de las elites La
Nación, publicada en 1999. El periódico reseñaba el libro "Historias de amor en la historia
argentina" de la escritora Lucía Gálvez, y titulaba la nota de la siguiente manera: “La mujer
en la historia argentina. Orígenes: nuestros próceres vivieron grandes amores, cuya
contracara fueron las guerras que se libraron para crear el país. Epígrafe: En la historia
argentina, el amor entre los héroes que forjaron la patria y las mujeres que, a su sombra,
contribuyeron a edificar sus cimientos tuvo como contracara una trama donde se mezclaron
el poder, la guerra, la política y la violencia” (Diario La Nación 8/03/1999). En el título de la
nota, no solo, las mujeres no figuran, sino que en el epígrafe aparecen a la sombra de los
héroes de la patria. Ya en el interior de la nota puede observarse que la posición de la autora
del libro difiere bastante de la lectura realizada por la redacción del periódico. En definitiva,
para la historiografía tradicional patriarcal hay mujeres extraordinarias porque parecen
hombres, madres abnegadas o esposas a la sombra. En este sentido, Martha Noya Laguna,
directora del Centro Juana Azurduy señala,
13
La historiografía, como muchas disciplinas, ha estado construida bajo categorías
analíticas androcéntricas. (…) Los historiadores han logrado que el imaginario social
asocie los hechos históricos importantes con el ‘hombre’, no sólo en un sentido biológico,
sino enmarcado dentro de un concepto cultural y de género (Página 12, 25/05/2007).
Esto no significa que todas las investigaciones biografías hayan sido realizadas desde esta
perspectiva, pero lo que interesa mostrar es la discusión que se abre respecto a las formas de
incorporación de las mujeres y las diferencias entre una línea centrada en las biografías con
las investigaciones que recuperan la tradición de la historia social u historia desde abajo
preocupada por evitar construir una historia de grandes mujeres que corra en paralelo a la
historia de los grandes hombres.
En este punto quisiera retomar algunas reflexiones de Joan Scott (2008) respecto las
posibilidades de construir una historia que contemple a las mujeres no desde una lógica
sumatoria a la historia tradicional. La autora plantea asumir la categoría de género como una
forma de problematización de la historia, entender el género, como: "..un elemento
constitutivo de relaciones sociales fundadas sobre las diferencias percibidas entre los sexos,
y género es una primera forma de dar significado a las relaciones de poder" (1988: 42).
Scott nos alerta que la tarea de realizar una historia sobre las mujeres no puede quedarse en
una reconstrucción ingenua de las precursoras heroicas del movimiento de mujeres, sino que
debe proponer nuevas formas de significación histórica; “El efecto acumulativo de estas
estrategia ha sido la creación de un nuevo campo de conocimiento, marcado no solo por
tensiones y contradicciones sino también por una compleja y creciente comprensión de lo que
conlleva el hecho de reescribir la historia” (2008: 36). En esta misma línea, Gisela Bock
(1991) apunta justamente a revisar cómo se determina aquello qué es relevante para la historia
y qué experiencias y aspectos de la vida social que normalmente no eran tenidos en cuenta
podían ayudarnos a formular otras narrativas del pasado que incorporen la dimensión de
género.
Para el caso argentino, varias investigadoras han emprendido la tarea de complejizar la
construcción de las narrativas históricas y cuestionar la idea de supuesta excepcionalidad. La
historiadora Gil Lozano (2007) remarca la importancia de revisar el lugar marginal al que
fueron confinadas las mujeres en los relatos tradicionales y colocarlas en el centro de la
14
escena, no solo por un tema de visibilidad, sino, principalmente para devolverles la categoría
de sujetos dignos de la Historia,
…entendida como un relato global que, aunque heterogéneo y complejo, pueda dar
cuenta de los diferentes sectores que formaron en el pasado a la sociedad argentina, sin
connotaciones androcéntricas ni prejuicios sexistas” (…) Esto requiere ampliar las formas
de entender el accionar político, centrado en las formas masculinas para mirar el accionar
de las mujeres cuya participación en situaciones de guerra o enfrentamientos bélicos en
muchos casos estuvo vinculada con el apoyo a familiares, garantizando la logística militar
y haciendo conexiones como emisarias o espías. Estas modalidades, determinantes en un
momento dado, no sólo no fueron valoradas, sino que no fueron recogidas, analizadas e
incorporadas a la historia. (Página 12, 25/05/2007)
En esta misma dirección, Cecilia Merchán, encargada de coordinar la cátedra libre Juana
Azurduy, destaca:
La colaboración de mujeres campesinas e indígenas con los guerreros patriotas,
proporcionando albergue e información sobre los movimientos de las tropas realistas y
trabajo para mantener las cosechas durante la guerra constituyeron elementos sustanciales
en favor de la causa de la independencia, muchas veces olvidados por la historiografía
oficial (…) creemos que sacar del anonimato a las mujeres que marcaron nuestra historia
es fundamental para poder avanzar en el reconocimiento actual de la participación de las
mujeres en la vida social y política argentina. (Página 12, 25/05/2007)
Este enfoque permite “atender la agencia social de las mujeres, su papel activo en su historia,
y aquellos aspectos de su experiencia como mujeres, que son nítidamente distintas de la
experiencia de los hombres” (Scott, 2008: 39).
Este enfoque, si bien es sumamente interesante en tanto cuestiona que las formas
masculinas como las únicas posibles de actoría histórico-política, como señala Scott, presenta
dos peligros: 1) confundir la valoración analítica de las experiencias de las mujeres con una
valoración positiva de lo que algunas mujeres hicieron o dijeron y 2) que el mostrar la
fragmentación de la historia y su complejidad termine siendo un ejercicio de aislamiento del
tema de las mujeres de la construcción general de la historia (Scott, 2008: 40). Trabajar
seriamente sobre este segundo punto resulta fundamental para abordar el tema de las mujeres
en la historia –al igual que la historia social con clases subalternas, obreros, etc.– no solo se
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está comprendiendo el rol de las mujeres, sino que se complejizan los sentidos de la historia
en general.
Hemos llegado al nudo de este trabajo. A continuación analizaremos cómo la disputa por el
rol histórico de las mujeres forma parte de una disputa por la construcción de sentidos
políticos y culturales hegemónicos. Ya vimos dos elementos del contexto: el creciente interés
por la historia como fuente explicativa del presente y las reflexiones abiertas en el marco del
bicentenario de la independencia como una oportunidad para revisar las formas de
construcción de la Nación en todas sus dimensiones. Nos falta agregar un tercer elemento, la
influencia de la llamada cuarta ola del feminismo que emerge con fuerza a partir del año 2015
y da un nuevo impulso a los debates sobre la actoría política de las mujeres en todos los
ámbitos.
La irrupción en la esfera pública de los debates sobre las mujeres como sujetas políticas de
la historia logran que, paulatinamente, este se vuelva un tema de interés común y desde allí
disputar la construcción de sentidos políticos y culturales hegemónicos. Mediante sus
investigaciones y publicaciones sobre el rol histórico de las mujeres, las investigadoras, no
solo están disputando el reconocimiento de su accionar en términos históricos, sino también
en términos presentes, retomando el postulado feminista “lo personal es político” y
politizando históricamente las tareas de cuidado. Así, las investigadoras construyen contra-
discursos desde los cuales mantienen una relación contestataria con los discursos y públicos
dominantes (Fraser, 1999). Es en esta permanente interacción que reside la posibilidad de
disputar y ensanchar el sentido de la democracia10 y las concepciones hegemónicas sobre
cultura y la política.
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Por ejemplo, señala Fraser hasta hace poco las feministas estaban dentro de la minoría que pensaba que la
violencia doméstica contra la mujer era un asunto de interés común y un legítimo tema de discurso público.
La gran mayoría de las personas consideraba que esta cuestión era un asunto privado (…)Entonces las
feministas formamos un contra-público subalterno desde el que diseminamos una opinión sobre la violencia
doméstica. Este problema aparecía como una característica sistémica extendida en las sociedades dominadas
por hombres. Poco a poco, después de una sostenida controversia discursiva logramos que esto se volviera de
interés común (1999:163).
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Para analizar cómo se da esta disputa partiremos de la noción de hegemonía de Antonio
Gramsci (1984). La hegemonía en términos gramscianos evidencia una dominación que se
basa en la combinación entre fuerza y consenso. A diferencia del marxismo dogmático que
colocan la estructura como fuente de toda la realidad social existente, los trabajos de Gramsci
(1984) revisan las relaciones de dominación a partir de la interacción entre los aspectos
económicos, la lucha política y la cultura, en la complejidad de los actores explica las
relaciones de fuerzas y, sobre todo, busca la forma de superar las relaciones de dominación.
La hegemonía no es dominante de manera absoluta y permanente, sino que su dominio es
permanentemente cuestionado por formas contra-hegemónicas de la cultura y la política
(Gramsci, 1975).
La noción de hegemonía permite abordar la subordinación de las mujeres más allá de una
perspectiva meramente coercitiva, y explorar los aspectos subjetivos y la construcción
sociopolítica de los mecanismos de dominación. Siguiendo a Williams que explora justamente
estos aspectos subjetivos a partir de la noción de hegemonía cultural, vemos que no se trata de
un bloque ideológico impuesto sobre la conciencia de la “clase subordinadas”, por parte de “la
clase dominante” (Williams, 1997). La hegemonía cultural más bien hace referencia a las
presiones y límites de una forma de dominación dada, que es internalizada en la práctica
cotidiana y es en esas misma prácticas cotidianas donde es posible abrir un terreno de disputa.
La noción de hegemonía cultural, nos permitirá analizar cómo el proceso de
reinterpretación de la historia realizado por las investigadoras pone en cuestionamiento los
valores y creencias sobre los cuales se asienta la exclusión de las mujeres como sujetas
históricamente políticas.
Diremos que el desafío de realizar una crítica feminista de la historia tradicional patriarcal,
no consiste en llenar vacíos, sino en analizar y cuestionar los sentidos existentes detrás de
esos vacíos. En esta línea, el trabajo de Florencia Elgorreaga (2019), “Hijas de la patria.
Mujeres, ideología y política en la literatura argentina (1810/1860)”, revisa el papel
asignado a las mujeres en obras emblemáticas de la literatura como Facundo, Amalia o El
Matadero, y en espacios de la prensa del siglo XIX como La Gazeta. En su análisis
Elgorreaga encuentra una recurrente subordinación de las mujeres, sin embargo, esta no
siempre está fundamentada en los mismos argumentos. Son justamente estas diferencias las
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que otorgan pistas para analizar el impacto de las luchas de las mujeres en los discursos y los
mecanismos desplegados para el mantenimiento de la hegemonía patriarcal.
El análisis sobre los discursos, creencias, significados presentes en estos materiales permite
analizar “las formaciones culturales y sociales que modelan, organizan y generan
determinadas ‘estructuras de sentimiento’ (Williams, 1997, p.25) que conforman la
hegemonía cultural en disputa.
Entre los principales roles asignados a las mujeres, Elgorreaga destaca una visión
“maternalista”, centrada en el papel de “guía moral rectora del hombre, al que se lo presenta
como fuerte pero un tanto tarambana y dispuesto a todo para conquistar sus encantos”.
Enfoques como este, nos permiten rastrear las formas en las que históricamente se constituye
el discurso hegemónico sobre el rol de las mujeres, evidenciar las operaciones historiográficas
detrás de las ausencias e interpelar al cuadro completo de la historia.
En este sentido, al historizar la hegemonía masculina/subordinación femenina, Dora
Barrancos (2002) utiliza la metáfora de un juego pendular de exclusión/inclusión que coloca a
las mujeres en los márgenes y las empuja a las luchas por la inclusión. En este trabajo
Barrancos analiza tanto la lucha de las mujeres por la disputa de las mujeres por la
ampliación de sus derechos y los logros en términos de instancias de reconocimiento, en un
juego de reacomodación en el cual se mantiene la hegemonía patriarcal. Para Barrancos
(2004) el contexto del bicentenario pone el foco en el histórico déficit de ciudadanía, tanto en
términos materiales, como de reconocimiento. Ambos aspectos, aunque muchas veces
relacionados, responden a su propia lógica en términos de ciudadanía efectiva y ampliación de
la democracia (Fraser, 2015).
Lo expuesto a lo largo de este trabajo muestra que el proyecto historiográfico de las
investigadoras feministas es también un proyecto político. Las investigadoras asumen su
hacer profesional como un espacio de activismo desde el cual brindar herramientas para
analizar las causas históricas de subordinación de las mujeres y proponen formas de
emancipación en tiempos y espacios concretos. Como ya se mencionó, al conformarse como
contra-públicos y llevar al centro de la escena el accionar de las mujeres deliberadamente
suprimido, abren un camino a la teorización sobre sus prácticas y sus procesos subjetivos.
Conclusiones:
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Al volver la mirada sobre la presencia de las mujeres en el relato histórico como sujetas
políticas durante los últimos veinte años nos encontramos con un panorama esperanzador. Las
historiadoras e intelectuales feministas que desde los años ’90 vienen produciendo de manera
continua y creciente una historia de las mujeres supieron ver en el contexto de los festejos por
el bicentenario una oportunidad para llevar esas discusiones que hasta el momento se
concentraban en los ámbitos académicos a la esfera pública. Sin duda la centralidad que los
gobiernos kirchneristas dieron a la apelación histórica y al bicentenario como hito fue
fundamental para hacer de esta coyuntura un ámbito de discusión de gran relevancia social.
Es preciso señalar que la incorporación de las mujeres en el relato oficial gubernamental y
en la historia hegemónica patriarcal se realizó desde una lógica instrumental en el primer
caso, donde la historia fue planteada desde un discurso dicotómico entre el panteón de
héroes/heroínas populares vs el panteón de las elites.
En el caso de la historia hegemónica patriarcal sobre la independencia, la importancia del
movimiento de mujeres junto con la presencia creciente de mujeres en los relatos
gubernamentales llevaron a que algunas mujeres fueran incluidas en sus narrativas. Sin
embargo, estas inclusiones se realizaron manteniendo los roles de género dominantes, es
decir, los nombres de mujeres aparecieron en calidad de madres, esposas, cuidadoras, etc. En
el caso de figuras que no podían ser encasilladas dentro de esos roles, ni ignoradas por la
importancia pública que habían adquirido, como el caso de Juana Azurduy, fueron
masculinizadas y envueltas en un halo de excepcionalidad.
En este sentido, el trabajo de las historiadoras e intelectuales feministas no solo fue crucial
para posicionar el tema en la esfera pública, sino que permitió poner en cuestión estas lecturas
y disputar los sentidos hegemónicos sobre el rol de la mujer en la historia y sobre la misma
concepción patriarcal de la historia. De este modo, las investigaciones comienzan a cuestionar
los déficits de ciudadanía bajo los cuales se construye la nación, evidenciando la importancia
de las tareas de cuidado y las distintas formas específicas del accionar de las mujeres que
fueron imprescindibles para el proceso de independencia.
En este camino, el trabajo de las investigadoras es político ya que cuestiona los criterios
fundantes del sentido común patriarcal, y establece puentes con los debates del presente del
movimiento de mujeres. Es así, que cuando en 2015, se produce un cambio de gobierno y el
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bicentenario dejo de ser un hito de la política estatal, las investigaciones y presencia pública
del tema no solo no disminuyo sino que continuo en ascenso gracias al empuje de la llamada
cuarta ola feminista que sacudió el país. Una cuarta ola que avanza con la fuerza de las nuevas
generaciones que se articulan con las feministas de larga data y donde las investigaciones
históricas son referidas para dar profundidad histórica a sus reclamos y para evidenciar la
conformación de los procesos de dominación.
Sin duda la hegemonía cultural patriarcal sigue vigente y moldea las prácticas cotidianas
de la mayoría de la población, la academia y los espacios de poder, pero el análisis aquí
presentado me permite afirmar que el trabajo de re-posicionar a las mujeres como sujetas de la
historia, emprendido por las investigadoras e intelectuales feministas forma parte de las
disputas por la hegemonía político cultural y que, con avances y retrocesos, esta disputa va
consiguiendo ensanchar las concepciones de ciudadanía y democracia.
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