AYACUCHO Ver Español - Web
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Editorial
Hormiguero
UNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Editorial Hormiguero
Un sueño, una estrategia, un libro
AUTORIDADES DE LA UMBV
GB. Dilio Guillermo Rodríguez Díaz
Rector
GB. Carlos José Lara Ramos
Vicerrector Académico
GB. Omar Enrique Pérez La Rosa
Secretario General
EDITORIAL HORMIGUERO
Cnel. Sara Otero Santiso
Coordinadora General de la Editorial Hormiguero
Imagen de portada:
Batalla de Ayacucho (1890)
Antonio Herrera Toro (1857-1914), según boceto de Martín Tovar y Tovar (1906);
óleo sobre tela de 528 x 778 cm. Palacio Federal Legislativo, Caracas.
Cortesía del Centro Nacional de Estudios Históricos-
Centro de Estudios Simón Bolívar, República Bolivariana de Venezuela
/
Escudo de la República de Bolívar, según decreto del 17 de agosto de 1825,
Asamblea General de la República de Bolívar
Dedicatoria 10
Agradecimientos 11
Presentación 13
Prólogo a la primera y segunda ediciones 17
Introducción 27
Capítulo I
Lima 1823: El oscuro laberinto de la anarquía 37
Lima 1823: El oscuro laberinto de la anarquía 39
Las gestiones iniciales para traer a Bolívar 51
El primer rayo de esperanza: Sucre arriba a Lima 58
Nueva campaña a Puertos Intermedios y la ocupación de Lima 67
Capítulo II
El Libertador en Lima: El retorno de la esperanza perdida 87
El Libertador en Lima: El retorno de la esperanza perdida 89
Rebelión del Callao y sedición de Torre Tagle 112
Los realistas en Lima: Bolívar y el difícil ejercicio de la dictadura 125
Capítulo III
Camino a Junín 135
Camino a Junín 137
La rebelión de Pedro Antonio Olañeta 148
Junín: Antesala de la gloria americana 162
Capítulo IV
Ayacucho: La redención de los Hijos del Sol 193
Ayacucho: La redención de los Hijos del Sol 195
Nuevos obstáculos: la perfidia de Santander 204
Sucre y La Serna: el juego de las estrategias 219
El desastre de Corpahuayco 232
El fin de la tiranía, a paso de vencedores 237
La feliz reacción de Bolívar 268
Capítulo V
La Capitulación de Ayacucho 279
La Capitulación de Ayacucho 281
Consecuencias de la Capitulación de Ayacucho 294
Capítulo VI
De Cusco al Alto Perú: Sucre y la creación de Bolivia 297
De Cusco al Alto Perú: Sucre y la creación de Bolivia 299
Las intrigas de los Olañeta 302
Sucre en Cusco: las primeras insinuaciones a favor
de la independencia del Alto Perú 306
Sucre y el decreto de convocatoria a la Asamblea Deliberante 321
Bolívar renuncia a la dictadura. Objeciones y aprobación
del decreto del 9 de febrero 332
Instalación de la Asamblea Deliberante. El nacimiento de Bolivia 344
Capítulo VII
Ayacucho, “Cuna de la Libertad Suramericana” 351
Ayacucho, “Cuna de la Libertad Suramericana” 354
9 de diciembre: Ayacucho se viste de gala 359
Quinua 362
Wari y Pikimachay 369
Vilcashuamán 370
U
n largo y espinoso recorrido tuvieron nuestros pueblos para
alcanzar la independencia, que no cristalizó con la libertad
anhelada. Después de realizada la hazaña de expulsar para
siempre el imperialismo español, las circunstancias que han acaecido en
cada espacio geográfico continental en el transcurso de dos siglos, desde
el río Grande hasta la Patagonia, nos han demostrado hasta la saciedad
el rigor lapidario de las palabras de Bolívar al hablar de una sociedad
heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve
con la más ligera alteración. De tal manera que es evidente percibir dos
grandes sacrificadas en este camino largo: no solo la necesaria unidad de
las naciones por la que se luchó –que ha estado quebrada por voluntad
de quienes asumieron la conducción de nuestros destinos, siempre bajo
el influjo e inercia de la marcha imperialista–, sino también el proceso
magno de transformación democrática que exigía el continente como
expresión de auténtica libertad.
El arrojo por alcanzar la independencia de todo un continente venía
nutrido por la presencia de los intereses individuales mantuanos. Para
esa casta, una cosa era la necesidad de aprovechar el impulso que estaba
dado desde el corazón patriota de los grandes sacrificados en la lucha,
muchos de ellos sin alcanzar a disfrutar el júbilo de su heroísmo; y otra
cosa era tener en sus manos el poder alcanzado para agitar su objetivo
primario de hacer trizas el sueño bolivariano. La interdependencia y la
correlación actual de los sucesos en el interior de cada uno de nuestros
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Estados y su incidencia geopolítica en la región también son prueba
fehaciente del manejo injerencista imperial que se perpetuó, vulnerando
la estabilidad general, propagando el subdesarrollo y el atraso, y
cohibiendo la libre autodeterminación de nuestros destinos a partir de
la traición santanderista como eje del nuevo poder.
Nada es ahora más evidente a nivel político, económico y sociocultural
en nuestra América Latinocaribeña que esa la huella que nos recuerda,
por un lado, el doloroso y prolongado martirio que significaron la
invasión, la conquista y la colonia a que fueron sometidos nuestros
pueblos originarios y verdaderos dueños de estas tierras; y por otro,
la amenaza sostenida que se ha perpetuado sobre nuestras patrias por
habernos atrevido a buscar una vida distinta a la esclavitud y el oprobio.
Conocer la descripción pormenorizada de lo que fueron los últimos
años de la presencia imperial española en nuestras tierras ha sido posible
a través de distintas fuentes, pero es bien distinto tenerla desde la visión
sesgada del eurocentrismo y la parcialización de la realidad histórica,
que poder conocerla al penetrar en una investigación profunda y
responsable, con la cual tener elementos de juicio para el análisis con
base en la documentación que aporta el contenido de esta obra; sobre
todo, cuando se trata de procurar más el acercamiento a la comprensión
de esos acontecimientos finales a partir del compromiso y la mirada
de uno de los descendientes de aquellas culturas vencidas –como suelen
llamar algunos historiadores a la consumada extinción física de todo
lo que constituía esta Abya Yala–, con el fin de esclarecer el origen del
poder constituido en cada una de las patrias resultantes de la dolorosa
negación del sueño de Bolívar.
Si bien en cada una de ellas, año tras año, se evoca y se busca la
honra de aquel sueño, “¿Quién no querría ver la mirada de Bolívar y
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repartírsela en este momento? Las mujeres desearíamos que nos diera
la que daba a Teresa del Toro; los muchachos le pedirían la que lamió
la urna en que iba el corazón de Girardot; los generales, la que tenía en
lo apretado de la batalla, cuando la derrota posible endurecía los ojos o
se los enloquecía de dignidad; los viejos buscarían la de la meditación
de Jamaica, aplacada y melancólica. Todos querríamos mirarle, pero
habría que saber a quién él querría mirar”, nos repasa aquella poética
sentencia de la primera nobel continental en nuestra tierra suramericana,
la Gabriela Mistral bolivariana que hace nueve décadas lacerara con ese
dardo la falacia del poder constituido.
En medio de la celebración continental del bicentenario de Boyacá,
de Carabobo y ahora ad portas de la conmemoración de los augustos
actos de Pichincha, Junín y Ayacucho, la República Bolivariana de
Venezuela a través de su Ministerio del Poder Popular para la Defensa,
de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela y de su Editorial
Hormiguero, en medio del combate antiimperialista que libran nuestros
pueblos latinocaribeños por asegurar su independencia definitiva, pone
al alcance todos y todas esta nueva edición de Ayacucho y la Independencia
del Alto Perú, a sabiendas de que constituye una herramienta fundamental
en esta gesta bolivariana, sucrense y de todas y todos los que han
sembrado y abonaron con su sangre la eterna esperanza de alcanzar
nuestra comprensión y el acercamiento anfictiónico duradero.
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Prólogo a la primera
y segunda ediciones
A
yacucho y la Independencia del Alto Perú, el libro que usted
hoy tiene entre sus manos, es el producto de una “pasión
desenfrenada”, como diría nuestro inolvidable líder
latinoamericano Hugo Chávez de su amor a la patria, pero en este
caso se trata de la pasión por la historia nuestramericana que impregna
profundamente la vida y el pensamiento de su autor, Orlando Rincones,
de quien propiamente podemos decir, para retratarlo, que no escribe la
historia sino que la vive densamente, como un continuum de sí mismo y
del colectivo social.
De allí su compromiso de apropiársela y divulgarla, basado en la
recopilación y verificación de las fuentes más rigurosas para facilitarles
la tarea a los lectores posibles de su trabajo que quieran constatar sus
argumentaciones. Este compromiso nace desde la humildad de quien
se dedica a la defensa de la historia latinoamericana, desde la ética del
investigador que quiere contribuir al desbrozamiento de las malezas
que inevitablemente crecen en los intersticios descuidados o que han
sido sembradas interesadamente a lo largo del tiempo. Y esta es una
de las tareas misionales de todo historiador: combatir las versiones e
interpretaciones ideologizadas que se presentan como historia, para
desvirtuar las posibles torceduras y mitologizaciones que obstaculizan
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la certera comprensión del desarrollo histórico; tal como lo expresara
Eric Hobsbawm: “Una de las tareas de las que deben ocuparse los
historiadores profesionales es precisamente la de desmantelar dichas
mitologías, a menos que se contenten (…) con ser esclavos de los
ideólogos”.1
Volver sobre los pasos de Ayacucho y los sucesos del Alto Perú en aquel
difícil pero venturoso año de 1825 implica un desandar la historia, para
propiciar el encuentro de nuevas luces2 que alumbren el conocimiento
del presente, deslastrado de aquellos mitos o ilusas interpretaciones
que pudieran haber provocado torceduras e incomprensiones de esos
sucesos tan importantes, como fueron la completa liberación de la
América Meridional y el nacimiento de un nuevo país: Bolivia, en el
seno de la región suramericana.
La insistencia en este punto obedece a la convicción de que buena
parte de la historia de nuestra región, con las honrosas salvedades de la
que ha sido escrita por serios autores, está aún plagada de esos elementos
perturbadores originados fundamentalmente en las interpretaciones
que hicieron los plumíferos de las oligarquías nacionales, interesadas
estas en apuntalar sus hegemonías, como efectivamente ocurrió luego
de finalizadas las luchas independentistas en el siglo XIX. La historia de
Venezuela no escapa, obviamente, a este rasgo, por lo que Fermín Toro
Jiménez nos advierte que…
Recuperar el eje histórico, hasta ahora torcido, consistiría en indagar sobre las
verdades permanentes de nuestra existencia histórica, ocultas en la espesura
de los engaños para abrir los ojos de los venezolanos extraviados y sin pistas
1 E. Hobsbawm. Sobre la historia, Edit. Crítica, Biblioteca de Bolsillo, Barcelona (España): 2004, p. 40.
2 Tal como el mismo Simón Bolívar lo clamara: “Moral y luces son nuestras primeras
necesidades”.
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claras sobre nuestros orígenes, manipulados una y otra vez en los momentos
cruciales de nuestro acontecer, hasta situarlos en el vértice del reencuentro de
sí mismos.3
3 F. Toro Jiménez. Los mitos políticos de la oligarquía venezolana, Gráficas Franco, srl, Caracas: 2003, p. 18.
4 M. Halbwachs. (1935). Les cadres sociaux de la mémoire, París, Alcan, citado en: Venezuela
insurgente, Linárez, Pedro Pablo (2011), Ediciones del Ministerio del Poder Popular para la
Cultura, Caracas: p. 18.
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El libro del compatriota Orlando Rincones tiene otra bondad: es
un emocionado relato que no se desboca en apelar al sentimiento del
lector, sino que se esfuerza en una delicada contención en su escritura
para orientar la recepción racional y el disfrute estético de su lectura.
Orlando Rincones nos trae Ayacucho una vez más a nuestras
memorias para actualizarnos la película, como se dice en coloquial
lenguaje cinematográfico, y aún más: la dinámica de su narración semeja
el lenguaje del llamado séptimo arte, por lo que su lectura es atractiva,
logrando celajes de suspenso en una historia tan conocida.
Pero más allá, el autor busca remover las conciencias y hacernos
patente lo que debemos a esos hombres y mujeres que, en esa larga e
incruenta lucha por la independencia en el siglo XIX, dieron sus vidas
íntegramente para cambiar la realidad de sus días y construir países que
muchos, obviamente, no llegaron tan siquiera a disfrutar un día. Porque
recuérdese con Simón Rodríguez que:
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… si se analiza la evolución histórica de la humanidad no es para predecir
el futuro, aunque el conocimiento y la comprensión histórica le resulten
esenciales a cualquiera que desee basar sus acciones y planes en algo mejor que
la clarividencia, la astrología o el simple voluntarismo7
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“América para los americanos”; pero no para todos los americanos, solo
para los americanos confederados como Estados Unidos, con lo cual
las palabras de Bolívar en carta a Patrick Campbell el 5 de agosto de
1829,“Los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia
para plagar a la América de miserias a nombre de la Libertad…”9 no
contenían figuraciones suyas, sino que constituían la síntesis de la
experiencia vivida en largos años en que el comportamiento sinuoso y
esquivo de los gobiernos de ese país ante las guerras independentistas
de la América Meridional no mostraron nunca un apoyo sustantivo;
todo fueron evasivas. Tan es así que en la profética Carta de Jamaica
del 6 de septiembre de 1815, el Libertador crítica por primera vez la
“neutralidad” de los Estados Unidos:
9 Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. “Yo moriré como nací: desnudo”, en: Pensamientos de
Simón Bolívar. Edición preparada por la Comisión Presidencial de Alfabetización para ser destinada a
los patriotas alfabetizados en el Plan Misión Robinson, Yo Sí Puedo, Caracas, 2003, p. 88.
10 F. Pividal. Bolívar. Pensamiento precursor del antiimperialismo, Ediciones de la Presidencia de La
República/Fondo Editorial Ipasme, Caracas: 2006, p. 9. Esta cita fue tomada de Bolívar. Precursor
del antiimperialismo, Ediciones Casa de las Américas, Cuba: 1977.
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Morning Chronicle de Londres (15 de septiembre de 1810). En este da a
conocer a la opinión inglesa su propio criterio:
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación
del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y su gloria
(…) Seguramente la unión es lo que nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración (…) mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por
efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos.12
!Qué bello sería que el Itsmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de
Corinto para los griegos¡ Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar
- 24 -
allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e
imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con
las naciones de las otras tres partes del mundo.13
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Introducción
C
orría el segundo semestre del 2009 cuando escuché, por primera
vez, la tesis que reivindicaba a Casimiro Olañeta como el
“auténtico” padre de la República de Bolivia; no solo por haber
sido –supuestamente– un entusiasta impulsor de la idea, sino también
por ser el supuesto “creador” del decreto de convocatoria a la Asamblea
Deliberante, promulgado por el Mariscal Sucre el 9 de febrero de 1825
en La Paz. Con el pasar del tiempo me di cuenta de que esta no era la
idea aislada de algún trasnochado antibolivariano, no; pude determinar
claramente que era una corriente de pensamiento con muchos adeptos,
irónicamente en el país que honra con su nombre la memoria del Genio
de América: Simón Bolívar.
Pero esto no era todo. Los antibolivarianos tenían otro referente: el
coronel realista Carlos Medinaceli, uno de los tantos criollos que estando
por años al servicio de las huestes realistas en el Alto Perú, se volcaron
intempestivamente al bando republicano una vez decidido el destino
de América en la Batalla de Ayacucho. Medinaceli tiene un crédito
muy particular, según algunos historiadores; él y sus tropas “acabaron”
con el último reducto realista de Charcas en la Batalla de la Tumusla,
así como también con la vida del caudillo Pedro Antonio Olañeta. La
forma como murió Olañeta es todo un misterio, tanto como la batalla
misma; algunas investigaciones refieren que no existió tal batalla y que la
muerte del tío de Casimiro Olañeta fue producto de un ajuste de cuentas
por un problema de “faldas”. Otras versiones más serias refieren que el
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
de los dos libertadores queda de manifiesto en estas páginas, que tan solo
recogen una parte de sus múltiples esfuerzos para organizar un ejército
libertador que tuviera la capacidad de atravesar la abrupta geografía y
oponerse, en su terreno, al león español, invicto durante 14 años en el
Perú. El primer choque de esta contienda en la pampa de Junín es el
tema principal de este capítulo, que aborda, además, un hecho singular
que favoreció a la causa patriota: la rebelión de Pedro Antonio Olañeta.
“Ayacucho: La redención de los Hijos del Sol” es el tema del cuarto
capítulo. Como si no fuera poca adversidad la traición de Santander
a Bolívar separándolo del mando del Ejército (vía Congreso) después
de Junín, el Ejército Real se recupera de su reciente derrota habiendo
logrado reunir todas sus fuerzas (Ejército de Norte y Ejército del Sur),
bajo el comando del propio virrey La Serna, para oponerse a Sucre y a su
Ejército Unido Libertador. Luego de una tormentosa campaña de cinco
meses a través de los Andes peruanos, Sucre debió contramarchar en
medio de un juego de estrategias, desde las riberas del Apurímac hasta
la pampa de Ayacucho donde, finalmente, el 9 de diciembre de 1824 los
realistas presentaron batalla. Pese a tener una desventaja numérica de 2
a 1, los patriotas cambiaron el curso de la historia en una de las jornadas
bélicas más importantes y decisivas en la historia de la humanidad.
En el quinto capítulo, “La Capitulación de Ayacucho”, conoceremos
los detalles y pormenores de la honrosa Capitulación concedida por Sucre
a los realistas derrotados en Ayacucho. Sus términos son tan benévolos
y condescendientes que lejos de humillar o castigar a los vencidos les
ofrecía la oportunidad de unirse a las banderas de la república y a su
glorioso ejército, sentando así las bases para la reunificación de un
país dividido por la guerra. Este documento, precursor del Derecho
Internacional Humanitario, abrió las puertas del Alto Perú al Ejército
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Orlando Rincones
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Capítulo I
Lima 1823:
El oscuro laberinto de la anarquía
Plaza Mayor de Lima (La Ciudad de los Reyes). Guamán Poma de Ayala, principios del siglo XVII. Archivo:Lima
POMA1039v.jpg
Lima 1823:
El oscuro laberinto de la anarquía
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Ayacucho
19 Hijo de un coronel español, nace en el seno de una familia humilde de la pampa argentina,
específicamente en Yapeyú, capital de la provincia Misiones, el 25 de febrero de 1778. Sus
años infantiles transcurrieron con muchas limitaciones; no obstante, entre los siete y los ocho
años de edad se traslada con toda su familia a España en donde estudiará y abrazará la carrera
militar en los ejércitos del rey, defendiendo esta causa en África y España, especialmente en
la guerra de independencia española (1808-1813) contra la invasión napoleónica. (Gutiérrez,
1950; Ludwig, 1952).
20 “El general Canterac es natural de Burdeos (Francia) y sus padres emigraron con él a España
en 1792. Principió su carrera en la artillería española, y de ese cuerpo pasó a la caballería (...)
Canterac sirvió en el Estado Mayor de O’Donnel (guerra hispano-francesa), luego conde de
Abisbal, y es positivo que no le habría elegido este valiente general para servir a su lado, si no
hubiese tenido valor e inteligencia. Canterac es organizador, un excelente táctico, y tiene muy
buenas maneras”. (Miller, 2009: 309).
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y la Independencia del Alto Perú
este despacho, ya las armas libertadoras del Sur de América no han terminado
gloriosamente la campaña que iba a abrirse en la presente estación.
Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V.E. que la guerra de Colombia
está terminada, y que su ejército está pronto a marchar donde quiera que sus
hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del
Sur. (Bolívar a San Martín. Quito, 17-VI-1822. O’Leary, 1883 XIX: 307).21
21 Para esta y todas las demás cartas y documentos insertados en la presente obra se respetará,
íntegramente, la redacción (ortografía y tipografía) original de los mismos. (Nota del autor).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
El gobierno de la República de Colombia por una parte, y por otra el del Estado
del Perú, animados de los más sinceros deseos de terminar las calamidades de
la presente guerra á que se han visto provocados por el Gobierno de S.M.C. el
Rey de España, decididos á emplear todos sus recursos y fuerzas marítimas y
terrestres para sostener eficazmente su libertad é independencia; y deseosos de
que esta liga sea general entre todos los Estados de la América antes española,
para que unidos fuertes y poderosos sostengan en común la causa de su
independencia, que es el objeto primario de la actual contienda. (O’Leary, 1883
XIX: 327).
3°. Luego que se haya conseguido este grande é importante objeto (el de hacer
gestiones con otros estados americanos para que entren a formar parte del
tratado de ULCP)22, se reunirá una Asamblea General de los Estados americanos
compuesta de sus Plenipotenciarios, con el encargo de cimentar de un modo
el más sólido y establecer las relaciones íntimas que deben existir entre todos y
cada uno de ellos, y que les sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto
de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de sus tratados públicos
cuando ocurran dificultades, y de juez árbitro y conciliador en sus disputas y
diferencias. (O’Leary, 1883 XIX: 328).
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Ayacucho
23 Debido a la turbulencia política que generó la sedición de Riva-Agüero, el Congreso del Perú
ratificó el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua en el mes de octubre de 1823,
mientras que el de Colombia ya lo había hecho el 12 de julio de ese mismo año.
24 Este insigne y poco nombrado prócer venezolano libró sus primeras batallas por la causa
de la libertad al lado de Miranda en 1811 y 1812. Capturado por los españoles, fue remitido a
la península ibérica de donde escapó para recalar en Chile y combatir en Maipú, enrolándose
luego en la expedición libertadora del Perú organizada por San Martín en 1820. Proclamada la
independencia del Perú se unió a Sucre en Ecuador para participar también en la Campaña de
Pichincha.
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Esta anarquía, que facilitó la salida de San Martín, se agravó con su intervención.
Aquí, como en todas partes, se desconfiaba del extranjero, aunque trajese
la libertad. También aquí los criollos eran casi los únicos representantes de
la revolución; pero, divididos por las intrigas, no estaban en capacidad de
oponer unidad interior al gobierno español (…) La opinión de los indios
y de los mestizos era favorable al Virrey, pues si aborrecían a los españoles
temían también la república y San Martín había alentado sus inclinaciones
monárquicas. (Ludwig, 1952: 204).
Así las cosas, pese a que el pueblo, los partidos y muchas instituciones
peruanas pedían a gritos el concurso de Bolívar como único medio para
poner fin a la crisis, la Junta Gubernativa28, nacida del seno del propio
Congreso Constituyente en septiembre del año 1822, quiso acabar
prontamente con la amenaza de La Serna sin el concurso del caraqueño
y sus tropas veteranas, los resultados fueron desastrosos.
La definitiva anexión de Guayaquil a Colombia sembró un
gran resentimiento en algunos comerciantes y políticos peruanos
(especialmente en José de La Mar, cuencano de nacimiento), lo que
aunado al terrible precedente de ayuda “foránea” de San Martín
y Monteagudo –en menos de un año el Ejército Unido pasó de ser
aclamado como Ejército Libertador a ser temido como ejército de
ocupación– apuró a los miembros de la Junta a organizar una expedición
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Ayacucho
29 Algunos historiadores la consideran como “la segunda”, ya que confieren el crédito de “la
primera” a la incursión de Miller sobre Pisco y Arica entre marzo y julio de 1821.
30 Solo se utilizaron los 4.000 fusiles enviados por el Libertador.
31 En consecuencia, la División Auxiliar Colombiana regresó a Guayaquil en diciembre de 1822.
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y la Independencia del Alto Perú
32 Este insigne prócer de la independencia americana combatió junto con Belgrano, Rondeau,
San Martín y O’Higgins en un sin fin de batallas, tales como Las Piedras, Tucumán, Vilcapugio,
Ayohuma (Argentina), Chacabuco, Concepción, Cancha Rayada, Maipú, Biobío (Chile), y en el
Alto y el Bajo Perú; sin embargo, durante la Campaña de Puertos Intermedios sus decisiones no
fueron las más acertadas ni las más oportunas, hecho que supieron aprovechar los realistas a su
favor. Posterior a la campaña fue destinado a la Plaza del Callao. Culminó su carrera política en
Argentina como gobernador de las Provincias de Mendoza (1829) y Salta (1831 y 1856).
33 Electo por el departamento de Puno, este diputado era médico de profesión (fundador de
la Escuela de Medicina de la Universidad de San Marcos) y como tal prestó sus servicios al
Libertador Bolívar en Pativilca. Luego se destacó como ministro de Bolívar y retirado este del
país llegó a ejercer la Presidencia del Consejo de Gobierno (1825-1826), un cargo equivalente al
de presidente de la República.
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
y señor de la sierra y del sur del país de los incas. En ese contexto no
se podía concebir la posibilidad de perder Lima, la salida al Pacífico a
través del Callao abriría la posibilidad de una contraofensiva española,
poniendo los estratégicos puertos de Guayaquil, Buenaventura, Arica y
Valparaíso, a tiro de cañón de los realistas.
En Lima también eran conscientes de esta realidad. El pueblo, los
políticos, los comerciantes, y muy especialmente los altos mandos
militares, ubicaban en la figura de Bolívar la salvación del Perú. Andrés
de Santa Cruz, Mariano Necochea, el propio Monteagudo, Sánchez
Carrión, Portocarrero, Riva-Agüero: todos eran conscientes de que solo
el héroe caraqueño, con los lauros de Carabobo, Boyacá y Pichincha
sobre sus hombros, era el único hombre que gozaba del prestigio militar
necesario para unir voluntades y ponerse al frente, con verdaderas
posibilidades de éxito, de la última y más importante campaña militar
de la emancipación suramericana. Existían algunos recelos, es cierto;
no pocos temían que una vez desplazados los godos del Perú este
inmenso territorio fuera anexionado a Colombia, como ocurrió con
Guayaquil35. Adicionalmente, la disputa (reclamo) por Maynas y Jaén de
Bracamoros36 generaba igualmente ciertas incomodidades en algunos
sectores y algunos personajes, como en La Mar, por ejemplo. Con el
Congreso como escenario de estas profundas cavilaciones, los partidos,
más apegados a sus intereses que a la auténtica voluntad popular,
35 Guayaquil y Quito formaban parte del virreinato de la Nueva Granada para el momento de
los pronunciamientos libertarios de 1810, por tanto, según el principio de Uti possidetis iuris (como
poseías poseerás) debían formar parte de la Nueva República nacida bajo esa demarcación
política territorial, en este caso Colombia.
36 Esta disputa quedó pendiente hasta 1828 cuando la ocupación de estos territorios por La
Mar sirve de detonante para la guerra colombo-peruana, que finalizaría con la Batalla de Tarqui
(27-02-1829) y los tratados de Girón. En la actualidad ambos territorios pertenecen al Perú
como parte de los departamentos de Loreto y Cajamarca.
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y la Independencia del Alto Perú
Señor General: Responda V. S. al Gobierno del Perú, que los soldados de Colombia
ya están volando en los bajeles de la República para ir a disipar las nubes que turban
el sol del Perú. (Gaceta de Colombia n.° LXXXII, 11 de mayo de 1823).38
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Ayacucho
A pesar del deseo de Bolívar de “volar” a Lima junto con sus tropas,
y en unión de peruanos, argentinos y chilenos conformar un ejército
multinacional que borrase de la faz del continente el último vestigio de la
oprobiosa dominación colonial española, estaba imposibilitado de hacerlo
hasta no contar con la aprobación del Congreso de Colombia. Santander39,
quien no era precisamente el más entusiasta impulsor de la participación
colombiana en conflictos “foráneos”, invirtió un tiempo precioso en
levantar información sobre la situación del Perú, al punto de generar la
más profunda desesperación en el Libertador estacionado en Guayaquil.
“Esté Ud. Cierto que si no vamos ahora al Perú, perdemos todo lo que hay allí sin
remedio (...) Participe Ud. al Congreso mi resolución de ir a Lima, para que diga su
determinación en este negocio” (citado por Espinoza, 2006: 27), llegó a advertir
dramáticamente Bolívar a su vicepresidente el 12 marzo de 1823.
Pese a que con marcado optimismo el Libertador había asumido ya
la empresa de culminar la independencia peruana, sus temores sobre la
respuesta del Congreso de Colombia siguen presentes a finales del mes
de marzo del año 23. El día 18 de marzo, en su respuesta a la solicitud
formal que por escrito le hiciera llegar el plenipotenciario peruano,
general Portocarrero, el Libertador manifiesta:
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y la Independencia del Alto Perú
hombres que Colombia ofrece a sus hermanos del Sur, para que tengan la
gloria nuestros valientes de haber sido los primeros que empuñaron las armas
libertadoras y sean los últimos en deponerlas en el templo de la libertad del
Nuevo Mundo.
En cuanto a mí, estoy pronto a marchar con mis queridos compañeros de
armas a los confines de la tierra que sea oprimida por tiranos, y el Perú será el
primero, cuando necesite mis servicios.
Si el congreso general de Colombia no se opone a mi ausencia, yo tendré la
honra de ser soldado del grande ejército americano reunido en el suelo de los
incas, y enviado allí por toda la América meridional. (Bolívar, 1978 II: 136).
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41 Luis Horacio López Domínguez. Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: tratados
y convenios 1811-1856. Tomado de la edición de la Fundación para la Conmemoración del
Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula
Santander, Biblioteca de la Presidencia de la República. Administración César Gaviria Trujillo.
Santa Fe de Bogotá D. C., 1993. (Nota de la edición). Disponible en: http://www.bdigital.unal.
edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html#9c
42 Antiguo Batallón Numancia pasado al bando patriota en diciembre de 1820.
43 Batallón que nace el 9 de julio de 1822 de la fusión de los batallones Paya y Alto Magdalena,
de destacada participación en la Batalla de Pichincha.
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Aseguro a Vd. Que este general servirá infinito al Perú, si Vd. Quiere tener la
bondad de emplear sus luces, su actividad, su celo y aun su valor. Confieso
44 Dos años atrás, en mayo de 1821, había llegado a Guayaquil con la misión de lograr que esa
provincia independiente aceptara la protección de Colombia y su incorporación a ella, no sin antes
trazar el plan de operaciones militares para abatir de forma definitiva a los realistas de Quito.
45 Desastrosa derrota sufrida por las fuerzas lideradas por Sucre el 12 de septiembre de 1821
a manos del jefe realista Melchor Aymerich en su camino a Quito. Sin embargo, dos meses
después, Sucre logra un armisticio con los españoles que le permite reorganizar sus fuerzas e
hilvanar una exitosa campaña que culminará con el apoteósico triunfo en Pichincha (24-05-1822).
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Gloria eterna al inmortal Bolívar que con la celeridad del rayo ha hecho volar
en nuestro socorro las aguerridas huestes de Colombia y que para asegurarnos
de sus sentimientos generosos nos envía de Plenipotenciario al compañero
de sus gloriosas acciones, el General Antonio José de Sucre. (Citado por
Castellanos, 1998: 152).
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de organizar esta nueva expedición militar para acabar con los españoles
sin el concurso del Libertador, logro que seguramente habría frustrado
el arribo del ilustre venezolano al Perú. En primera instancia, Sucre vio
con buenos ojos la campaña, al parecer todo estaba bien calculado y se
contaba con un buen contingente militar (5.000 hombres); pese a ello y
desoyendo los pedidos del Ejército peruano, no quiso involucrarse en
ella ya que consideraba que era una iniciativa del Perú y de sus mandos
militares, en la cual, tal como estaba concebida, tenía poco que opinar
o aportar –¡mucho menos dirigir!–, especialmente en medio de un
panorama militar dominado por la contradicción de intereses. En su opinión,
ni él ni el general Manuel Valdés47 (comandante de la División Auxiliar
Colombiana) tenían una base de autoridad suficiente, ni la reputación que se exige
para sofocar este choque de partidos. (Sucre a Bolívar. Lima, 7-V-1823. Sucre,
1981: 101).
Durante sus primeros días en Lima, Sucre se reunió también con el
presidente Riva-Agüero, le quiso expresar el porqué de su no participación
en la expedición a Intermedios ni en la junta militar convocada para tal
fin. Ni corto ni perezoso, el presidente peruano ofreció al joven general
venezolano el mando del ejército, a lo cual este replicó que los auxiliares
de Colombia venían a obedecer y nunca a mandar (Sucre, 1981). Solo un jefe
como Bolívar tenía las luces necesarias para conducir a buen término
una campaña tan ambiciosa como la que ofrecía el Perú; eso se lo hizo
saber también a Santa Cruz, quien igualmente le buscó para ofrecerle el
mando del ejército. Aquí la única salida era Bolívar, solo él garantizaría
47 Este prócer venezolano acompañó la causa de la emancipación desde los días de la
revolución de abril de 1810. Su principal teatro de operaciones en Venezuela fue el oriente del
país, donde libró decenas de combates junto con Mariño, Bermúdez y Zaraza, llegando incluso
a ser comandante de la prestigiosa Legión Británica (1819). Destacado luego al sur de Colombia
(Pasto), triunfó en Pitayó y acompañó a Bolívar en Bomboná (1822) antes de recibir la comisión
de viajar al Perú al frente de las fuerzas auxiliares colombianas.
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El Ejército no tiene jefes, el país está tan dividido en partidos, como están las
tropas de los diferentes Estados que las forman: el Congreso y el Ejecutivo
están discordes y esto no puede traer buenos resultados: no hay subsistencia
para las tropas y las pocas que se adquieren se mal invierten: los materiales
para mover al Ejército se hacen (si se hacen) muy tardíamente; los medios de
moverlo se preparan aún con más lentitud, y a todo una parte de la división
Santa Cruz salió ya y la otra sale hoy o mañana y si no le secundamos su
operación es perdida esa expedición: en fin mil males asoman para presagiar
que todo esto se desbarata y en su desmoronamiento la división de Colombia
será parte de las ruinas. Si Vd. Viene, es preciso que se resigne a entrar en una
nueva empresa para la cual, como le he dicho antes, hay 12.000 hombres de
que Vd. puede formar un buen Ejército; pero tiene que entrar en conciliar
partidos y en remediar otros tantos o más entuertos que en Colombia durante
la revolución. (Sucre a Bolívar. Lima, 15-V- 1823. Sucre, 1981: 111).
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50 Prestó sus servicios a la causa realista desde el grado de alférez hasta el de teniente coronel.
Combatió contra los republicanos principalmente en el teatro de operaciones del Alto Perú
(Bolivia). Fue hecho prisionero tras la Batalla de la Tablada (Tarija, 15-4-17), misma que hiciera
célebre a Eustaquio Moto Méndez y sus montoneros. Logró escapar de su cautiverio y dirigirse
al Brasil, incorporándose nuevamente al Ejército Real en el Perú. Bajo la dirección de O’Reilly
enfrentó a Álvarez de Arenales en cerro de Pasco (6-12-1820) y nuevamente cayó prisionero de
los patriotas. Trasladado al campamento de San Martín abrazó la causa republicana en enero
1821.
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Efectivos
Unidad Jefe
(oficiales y tropa)
Infantería
Primer Batallón
Tte. Cnel. Cerdeña 536
de la Legión
Batallón de Cazadores Tte. Cnel. Alegre 843
N.° 1 Cnel. Eléspuru 816
N.° 2 Tte. Cnel. Garzón 642
N.° 3 (?) 507
N.° 4 Cnel. Pardo Zela 508
N.° 6 Cnel. San Miguel 654
Ocho piezas de campaña Tte. Cnel. Morla 142
Subtotal 4.648
Caballería
Regimiento de Húsares de
Cnel. Brandsen 423
la Legión
Dos escuadrones
Cnel. Placencia 298
de Lanceros
Subtotal 721
Total general 5369
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51 Contemplaba como tareas inmediatas la ocupación de Arequipa y Puno para atraer a los
realistas hacia esa posición.
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Había prevenido (el virrey) a las guarniciones del alto Perú que se uniesen a
la división del brigadier Olañeta y que este se acercase al desaguadero para
hacer frente a Santa Cruz: que el brigadier Carratala cubriese en cuanto le fuera
posible la ciudad de Arequipa; y que el general Canterac abandonase el bloqueo
del Callao, reforzase el valle de Jauja, y con el resto de sus tropas disponibles
pasara a situarse en Parinacochas para observar los movimientos de Sucre y
servir al propio tiempo de reserva del Norte y del Sur, mientras el mismo virey
con un batallón, un escuadrón y cuatro piezas de campaña se trasladaba a las
fronteras de la provincia de Puno. (García Camba, 1846 II: 64).
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quizás solo fue un amago para que la infantería ganara un precioso trecho
de ventaja en su retirada. A partir de allí la marcha fue un verdadero
calvario, relata García Camba: “… el ejército independiente se entregó a
la más desastrosa huida hacia el Desaguadero con abandono de cuanto
podía embarazarle” (García Camba, 1846). En ese ínterin las fuerzas
del virrey se habían remozado con la incorporación de Olañeta y sus
2.500 hombres, mientras que en el bando republicano los efectivos
mermaban vertiginosamente por el rigor de las marchas y contramarchas
para eludir al enemigo. Del formidable ejército que Santa Cruz trajo
consigo al sur, solo 800 hombres y 300 jinetes llegaron al puerto de
Ilo. Bien es cierto que muchos otros quedaron dispersos a lo largo del
camino y la mayoría fueron capturados por el enemigo, otros lograron
reagruparse alcanzando las costas por sus propios medios, los menos se
incorporaron a las partidas guerrilleras de Lanza56, y algunos, por qué
no reconocerlo, en tan dramáticas circunstancias se pasaron al bando
enemigo. El balance: fracaso total, 5.369 hombres desperdiciados en
cuatro meses de extenuante campaña, sin lograr mayor éxito que el
indeciso lance de Zepita.
A la par de estos desafortunados acontecimientos en el sur del país, en
Lima la situación no era más halagadora para la causa republicana. Ante
la certeza de que Canterac atacaría la ciudad con fuerzas superiores en
número y bien disciplinadas, una Junta de Guerra convocada por Riva-
Agüero decide la evacuación de la ciudad, respalda el auxilio a Santa Cruz
y designa a Sucre general en jefe del Ejército Unido. El joven general
venezolano, en un arrebato de humildad y disciplina, intenta rechazar la
56 Hicieron frente, sin éxito, a las huestes de Olañeta que ocuparon La Paz el 24 de septiembre,
en lo que significó la confrontación final de esta campaña, sarcásticamente bautizada por los
españoles como “Campaña del Talón” por haber estado todo el tiempo “pisando” los talones
de Santa Cruz.
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59 En consecuencia, quedaron también libres de los juicios de residencia que se les mandó a
instruir. (Paz Soldán, 1870).
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60 Pese a las deferencias iniciales de este hacia él, confiriéndole el grado de gran mariscal y
otorgándole la medalla al civismo instaurada por San Martín.
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61 Apelativo con el que se ha distinguido en Perú a la ciudad de Trujillo por su clima benigno
y agradable.
62 Por largo tiempo el general Sucre estuvo esperando los auxilios de Riva-Agüero y que este
operara sobre Jauja, según lo previsto en el acuerdo firmado; hasta último momento tuvo fe en
el patriotismo del jefe peruano.
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63 Durante la administración colonial fue alcalde de Lima (1811-1812), diputado a las Cortes
de Cádiz (1813-1817) e intendente de Trujillo, ciudad que se insubordinó en favor de la causa
patriota en 1820.
64 Con precisas y muy detalladas instrucciones del general Sucre.
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65 Entendiendo que la suerte de Chile dependía de la del Perú, este auxilio forma parte del
contingente de 2.500 hombres comprometido por la nación austral, el 26 de abril de 1823, para
una nueva campaña sobre el Perú, siempre que el Libertador Bolívar se encargase de la dirección de la
guerra (O’Leary, 1919). El acuerdo incluía también el apoyo con recursos económicos, tomados
estos del empréstito levantado por Chile en Londres. (Paz Soldán, 1870).
66 Recordemos que el virrey La Serna le solicitó a Canterac que le enviara a Valdés para hacerle
frente a Santa Cruz en el Alto Perú, y le pidió a él que abandonara el sitio del Callao y se
replegara al valle de Jauja y de allí a Parinacochas (Villanueva, 1995).
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Sin que se disparara un tiro, en vigencia de pánico total los peruanos dejaron
cuatro mil prisioneros y más de cinco mil fusiles en poder de los españoles.
67 Aquí conoció Sucre al joven Rey de Castro, quien después de la Batalla de Ayacucho se
convertiría en su secretario, legando a la posteridad documentos y testimonios de excepción
recogidos en su obra Memoria de un tiempo heroico.
68 Dos días antes el general Miller había entrado a la ciudad para cerciorarse del curso que
habían tomado las fuerzas españolas que defendían aquella plaza.
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72 Nos referimos al insigne general Guillermo Miller, valeroso oficial inglés que habiendo
participado exitosamente en las guerras anglo-francesa y anglo-estadounidense de comienzos
del siglo XIX, siguió con atención el desarrollo de la lucha entre la América española y la
metrópoli, incorporándose a la causa libertaria suramericana en Buenos Aires (1817), con el
grado de capitán, a la corta edad de 22 años. Incorporado por su expresa solicitud al Ejército
Libertador de San Martín que se encontraba acantonado en Chile, el intrépido Miller cumple una
destacada actuación en Cancha Rayada y Maipú, así como en las primeras campañas de la novel
Armada chilena contra su par española en aguas del Pacífico, destacándose particularmente en
Talcahuano, Pisco y Chiloé. En la campaña libertadora del Perú brilló con luz propia en los
campos de Junín y Ayacucho, en este último y decisivo lance fue el jefe de la caballería patriota.
Más de 20 veces herido en combate, su bizarría sin par pero a la vez sus nobles maneras, le
permitieron granjearse el respeto y la admiración de patriotas y realistas por igual. Hoy día sus
restos reposan en el Panteón de los Próceres del Perú.
73 Pedro Benigno Raulet fue un valeroso oficial francés que sirvió dignamente en las campañas
de la independencia del Perú (1820-1823), sin embargo, su identificación con la causa del
disidente presidente Riva-Agüero le costó su separación del ejército. Reincorporado al servicio
activo durante el gobierno de La Mar, defendió la causa peruana en la guerra con Colombia
(1828-1829), pereciendo en la batalla decisiva de esa fratricida confrontación: Portete de Tarqui.
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Mis temores respecto a la campaña del Sur se han verificado. El ejército del
Perú no existe, y 5.000 hombres perfectamente situados, con bastante moral,
en un país patriota, y en la oportunidad de haber liberado al Perú no tiene ya
sino los recuerdos de sus faltas para contemplar su disolución, sin una sola
batalla. (Sucre a Bolívar. Quilca, 11-X-1823. Sucre, 1974 III: 497).
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Fortaleza Real Felipe en la actualidad. Vista de la entrada principal (izq.) desde el “Torreón del Rey”, el
Callao, Perú. Foto: Orlando Rincones, 2012
Capítulo II
El Libertador en Lima:
El retorno de la esperanza perdida
Simón Bolívar en el Perú. Museo de Sitio, Dtto. de Quinua, Ayacucho, Perú. Foto: Orlando Rincones, 2011
El Libertador en Lima:
El retorno de la esperanza perdida
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unir a todos los sectores del país y lidiar con las dificultades que imponía
la campaña del Perú. Su ínclita figura, ajena a los partidos y sin nada
que tributarles, actuaría firme y decididamente en contra del opresor
español hasta su definitiva aniquilación, tal como lo había hecho ya
en Venezuela, Colombia y Ecuador. Solo restaba saber cuánto tiempo
tardarían en caer las máscaras y las falsas sonrisas; la traición estaba a
la orden del día, agazapada por ahora, pero alistando su próximo y más
vil zarpazo.
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81 Nombre con el cual fue bautizada la actual ciudad de Lima el 18 de enero de 1535.
82 A los efectos, habían arribado a Buenos Aires los comisionados españoles Antonio
Pereyra y Luis La Robla.
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Art. 3º. Las relaciones de comercio, con la excepción única de los artículos de
contrabando de guerra, serán plenamente restablecidos por el tiempo de dicha
suspensión85 entre las provincias de la monarquía española, las que ocupan en
el Perú las armas de su S.M.C y los estados que ratifiquen esta convención.
Art. 5º. Las relaciones de comercio marítimo con la nación española y los
estados que ratifiquen esta convención, serán reglados por convención especial,
en cuyo ajuste se entrará enseguida de la presente.
Art. 9º. En el caso de renovarse las hostilidades, éstas no tendrán lugar ni
cesarán las relaciones de comercio sino cuatro meses después de la intimación.
(Roca, 2007: 101-102).
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86 A través de dos comisionados: el coronel Luis Urdaneta y don José María Galdiano.
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90 Enfermedad mortal que afectaba a los extranjeros que tomaban agua de manantiales,
arroyos o ríos en su paso por la cordillera; de este y otros males enfermaron 300
colombianos (Espinoza, 2006: 49).
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los anteriores, instrucciones suficientes para trabajar sobre suficientes bases, aunque
éstos ofrecían verbalmente acceder a algunos puntos” (Paz Soldán, 1870: 190);
este impasse se resolvería con la designación de una pequeña comisión
de dos individuos, uno por cada bando, la cual se trasladaría a Lima
para solicitar una “ampliación” de los poderes. Para esta comisión Riva-
Agüero seleccionaría nuevamente a Gutiérrez de la Fuente, sin saber
que con esta decisión hipotecaría su futuro político.
Sin lugar a dudas, Bolívar era un hombre fascinante, dotado de
una personalidad única e irresistible; tenía el don de cautivar a todos,
una especie de magnetismo único que atraía y cautivaba hasta al más
acérrimo de sus enemigos; su crédito y su gloria todo lo conquistaba y
el noble corazón del joven coronel peruano no fue la excepción. Una
vez reunidos los delegados con el Libertador, Gutiérrez de la Fuente
escuchó con atención la exposición del héroe venezolano en torno a la
inconveniencia de la guerra civil y la perentoria necesidad de encaminar,
de una buena vez y por todas, la guerra contra el auténtico enemigo
del Perú: los españoles. Bolívar no se guardó nada, puso al descubierto
las intrigas de Riva-Agüero, mostró al coronel cartas que demostraban
contundentemente que el otrora presidente estaba en tratativas con
los realistas; el coronel no lo podía creer, se sintió decepcionado y
traicionado y, como queriendo enmendar por sí mismo todo aquel
entuerto, se extralimitó en sus funciones y propuso a Bolívar un nuevo
acuerdo en donde reconocía la autoridad de Torre Tagle, quedando
restringida la autoridad de Riva-Agüero al mando del ejército o a
una misión diplomática en caso de no aceptar. Bolívar hizo algunos
ajustes al acuerdo, especialmente en lo concerniente al reconocimiento
del Congreso, pero en la esencia del mismo había consenso ya que
ponía fin a la amenaza de guerra civil. Con el compromiso de celebrar
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En prueba del caso que hago del efecto V.S.H. para el señor Riva-Agüero y
sus socios, ofrezco a V.S.H. generosamente, mandar a Guayaquil órdenes para
que se pongan en libertad aquellos individuos, y haré otro tanto con los que
tenemos presos por la misma causa, y han sido tomados en el Marañón, en
fuga para el Brasil. Si esta satisfacción no es suficiente, no sé que pueda ser
otra más lisonjera, ya que redunda en beneficio de la humanidad afligida y de
amigos perseguidos por una discordia que, aunque injusta, bien merece un
olvido de parte de vencedores. (Bolívar a Guise. Trujillo, 28-XII- 1823. Bolívar,
1978 II: 261-262).
Por otra parte, los ánimos con el Ejército del Norte fueron
conciliados con un digno tratado que mandaba al olvido todas las
tensiones precedentes y garantizaba el mando de este cuerpo en manos
peruanas94. (Paz Soldán, 1870; Espinoza, 2007).
Bolívar no podía estar más satisfecho con el desenlace de esta
campaña, sin combatir, sin derramar la sangre de hermanos; solo con su
prestigio y su ascendente natural sobre las almas nobles salía airoso de
esta primera tormenta política y militar en el Perú. La actitud patriótica
del coronel Gutiérrez de la Fuente fue su gran aliada, tanto como la
tozudez y el despropósito de su adversario. Adicionalmente, las fuerzas
que mandaba el general Sucre95 se unieron a las de Bolívar en Huaraz, el
94 Los únicos que mantuvieron una posición de intransigencia fueron los jefes rivagüeristas
Silva, Novoa (exministro de Guerra) y Mancebo, aunque finalmente claudicarían en diciembre,
siendo expulsado el primero a Panamá y los otros dos, apresados por tropas colombianas,
fueron remitidos a Trujillo el 21 de diciembre.
95 El 20 de noviembre Sucre “ruega encarecida y ardientemente” a Bolívar no dirigir el Ejército
Unido contra Riva-Agüero; por una parte, no desea inmiscuir a las tropas auxiliares colombianas
en un conflicto doméstico del Perú y, por otra, sabe –y es público– que el expresidente le
adversa abiertamente por considerarlo aliado del Congreso, motivo por el cual podría asumirse
su jefatura como una retaliación personal contra el político rebelde que tanto lo había
calumniado en el pasado reciente. Su negativa fue firme y no le dejó otra alternativa a Bolívar
que comprender sus bien fundamentadas razones. (Dietrich, 1995; Hoover, 1995).
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96 Este prócer venezolano nacido en Guacara, estado Carabobo, acumula una extraordinaria
hoja de servicios a favor de la causa republicana desde 1813. Fuera del teatro de operaciones
de Venezuela estuvo en la defensa de Cartagena (1815), en la Expedición de los Cayos (Haití,
1816), combatió en Pantano de Vargas, Boyacá, Riobamba, Pichincha y Pasto. Fue edecán del
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Si Uds. ahora no hacen milagros para que vengan las tropas que pido, se
lleva el diablo todo, y aún haciendo todo lo que digo también creo que, al
fin y postre, todo se pierde (…) Sea Ud. inoportuno, ruegue, pida, suplique
al Vicepresidente y a cuantos tengan influencia en la marcha de las tropas
para que las manden pronto, pronto, pronto; que no duerman, que no coman,
que no descansen, hasta verlas salir. De otro modo: ¡adiós Colombia¡ ¡adiós
Libertador y gran compañero de Sucre en las campañas del sur. Lamentablemente, un accidente
sufrido en Venezuela cuando preparaba una división de 4.000 hombres lo privó de estar presente
en las épicas jornadas de Junín y Ayacucho.
97 General venezolano (Barinas), que además de su desempeño como militar en la Guerra de
Independencia sirvió a la patria y al proyecto bolivariano como político, escritor y diplomático,
siendo delegado en esta última ocupación como representante de Colombia (La Grande) ante el
Congreso Anfictiónico de Panamá (1826).
98 Nombre con el que se conoce la épica campaña militar que llevó a Bolívar, al frente de un
puñado de 600 hombres (en su mayoría neogranadinos), desde la fronteriza ciudad de Cúcuta
(Nueva Granada, hoy Colombia) hasta Caracas (Venezuela), de febrero a agosto de 1813.
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Libertad¡ ¿tan preciosas amigas, cómo debemos perderlas sin llorar lágrimas
de sangre??? (Bolívar a Briceño. Trujillo, 21-XII-1823. Bolívar, 1978 II: 264).
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101 Solo por lo correspondiente a los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1823 se
les adeudaban 76.552 pesos, faltaría en el cómputo lo correspondiente a enero de 1824 (Paz,
Soldán, 1870).
102 O’Leary coincide con el historiador y exgeneral realista Andrés García Camba en cuanto a
la fecha del motín, 4 de febrero, pero con una mayor precisión en cuanto a la hora: la una de la
madrugada. Otras fuentes consultadas difieren en cuanto a la fecha del alzamiento, por ejemplo,
Paz Soldán señala que el movimiento se verificó el día 5 a las diez de la mañana, mientras que
el general Miller señala como fecha del levantamiento el día 7 del mismo mes. La polémica
aumenta con Jhon Hoover, quien situá el día 10 de febrero como el del estallido de la revuelta.
(O’Leary, 1919; García, 1846; Paz Soldán, 1870; Miller, 2009; Hoover, 1995).
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103 Nos referimos al n.° 11 de la división de los Andes, a las tropas de Buenos Aires y a la
artillería peruana.
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104 En paralelo con la retirada de Lima, Sucre ordena al almirante Guise que destruya todos los
buques que no pudiera sacar del puerto del Callao.
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sentido que se asumía en la antigua Roma cuando “El Senado daba el título
de Dictador a un general con el fin de que salvara la república en un momento de
emergencia. El Senado cedía su poder y se retiraba de la arena política” (citado por
Paucar, 2012: 7). En tan calamitosas circunstancias, su entrañable amigo
Joaquín Mosquera105 le visita en Pativilca y lo consigue, aunque fuera de
peligro, abatido por la enfermedad del tabardillo, una situación realmente
penosa para el Libertador:
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¡Viva la patria! lanzados por estos dos nobles oficiales, justo antes de
morir, le hicieron ver a Monet y a sus hombres que la reserva moral en el
bando patriota era aún muy grande. Entretanto, el vicealmirante Guise,
siguiendo las instrucciones del Libertador, hostigaba valientemente
los buques fondeados en el puerto del Callao. La guerra no estaba aún
ganada para los partidarios de España; Monet, veterano oficial de las
guerras europeas, lo sabía, por eso volaba a Jauja a tomar aprestos ante
una segura contraofensiva de Bolívar.
La actualidad del Perú no podía ser más favorable para los realistas:
dominaban prácticamente todo el país, solo les era esquivo parte de
Huánuco y el rico departamento de Trujillo, lugar escogido por el
Libertador para establecer su cuartel general. En lo que respecta a
efectivos militares, los ibéricos también contaban con amplia ventaja:
18.000 hombres, bien equipados y disciplinados, sobre 7.000 efectivos
del Ejército Unido, deficientemente provistos de elementos de guerra
y con la moral muy golpeada por los recientes sucesos. En medio de
un panorama tan adverso, el Libertador no tenía más alternativa que la
de usar el poder que le había otorgado la representación popular para
sacar adelante la campaña final contra los españoles; de afuera sabía ya
que poco podía esperar, de los 14.000 hombres que solicitó a Colombia
el vicepresidente Santander terminaría enviando menos de la tercera
parte, al tiempo que otras gestiones iniciadas en Centroamérica, Chile
y Buenos Aires tampoco darían frutos, en lo que a auxilios militares y
económicos se refiere109. (Rumazo,1973).
109 Pese a no conseguir los auxilios bélicos y materiales que demandaba el Libertador, los
representantes colombianos (Mosquera y Santa María) lograron la firma de Tratados de Unión,
Liga y Confederación Perpetua con Chile (1822), México (1823) y Centroamérica (1826), y
de Amistad y Alianza con Buenos Aires (1823), así como avances sustanciales en la cuestión
limítrofe.
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110 Oprobioso sistema de trabajo forzado mediante el cual la administración colonial disponía
de los indígenas para trabajar en el comercio, agricultura y, muy especialmente, en la minería.
111 Pese a su apoyo inicial a los realistas, enfrentando la rebelión de Tupac Amarú de finales del
siglo XVIII, lideró junto con los hermanos Angulo la Rebelión de Cusco (1814) contra el poder
colonial español.
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Ayacucho
Todos los esclavos que quieran cambiar de señor, tengan o no tengan razón,
y aún cuando sea por capricho, deben ser protegidos y debe obligarse a los
amos a que les permitan cambiar de señor, concediéndoles el tiempo necesario
para que lo soliciten. S.E. previene a V.S. dispense a los pobres esclavos toda
la protección imaginable del Gobierno, pues es el colmo de la tiranía privar a
estos miserables del triste consuelo de cambiar de dominador. Por esta orden
S.E. suspende todas las leyes que los perjudiquen sobre la libertad de escoger
amo a su arbitrio y por solo su voluntad. (Citado por Acosta Saignes, 2009: 311).
112 A las tropas se les debía un año de paga y adolecían de víveres y municiones. (O’Leary,
1919).
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y la Independencia del Alto Perú
113 José Luis Salcedo Bastardo (1988). “Sucre”, en: Diccionario de Historia de Venezuela.
Fundación Polar, Vol. 3, P-Z, pp. 646.
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Ayacucho
Simón Bolívar
Trujillo, Marzo 1824114
114 O’Leary, 1919: 109.
- 132 -
José Mariano de la Riva-Agüero y Sánchez Boquet . Autor anónimo, 1823. Wikimedia.org., Instituto Riva-Agüero
- PUCP
José Bernardo de Tagle y Portocarrero, marqués de Torre Tagle. José Gil de Castro, 1823. Museo Nacional de
Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Wikimedia.org
Capítulo III
Camino a Junín
Batalla de Junín. Martín Tovar y Tovar (1895), Galería de Arte Nacional, Caracas, República Bolivariana de
Venezuela. Wikimedia.org, archivo: Batalla de Junín.jpg
Camino a Junín
Para las herraduras españolas debe tener el clavo fuera de la cabeza, dos
pulgadas por lo menos; esta debe ser muy fuerte para que sufra en lugar de la
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Ayacucho
herradura todo el uso exterior, pues estando más elevado debe chocar más con
las piedras y el terreno. Para las herraduras inglesas, debe ser el clavo de dos
pulgadas, pero más fino en todo, porque queda embutida la mayor parte de la
cabeza dentro de la herradura en una pequeña canal que tiene ésta. Debe ser
de hierro dulce de Vizcaya, y para experimentarlo, deben torcerlo y doblarlo, y
si se rompe no vale nada. (Citado por O’Leary, 1919: 113).
Sucre, quien desde el mes de diciembre del año 1823 había partido
a la sierra para evitar el paso expedito del enemigo al valle de Jauja,
rivalizaba en actividad con el Libertador. Se estableció primeramente en
Yungay y de allí fue distribuyendo las beneméritas tropas colombianas
conforme iban llegando: el Batallón Pichincha en Carnas, el Bogotá en
la provincia de Huamalíes, el Rifles115 en Caraz, el Vencedor en Huaylas,
y el Voltígeros con él en Yungay (Villanueva, 1995: 290). Para el mes de
enero estableció su cuartel general en Huánuco, no sin antes proveerse
suficientemente de granos, ganado y leña; recursos que distribuyó
estratégicamente a lo largo del camino que debían recorrer las tropas.
115 Esta benemérita unidad tuvo su origen en Venezuela (1818-1819) en las misiones del Caroní
al oriente del país. Constituido por “legionarios” extranjeros, principalmente británicos e
irlandeses, y criollos de diferente origen étnico y social, el Batallón Rifles se cubrió de gloria en
las acciones de Pantano de Vargas, Boyacá, Carabobo, Bomboná, Taindalá y Yacuanquer antes
de su inmolación en Corpahuayco (3-12-1824). Por su arrojo y valor toda la unidad recibió
la “Orden de los Libertadores” (Bomboná) y entre sus jefes destacaron particularmente los
nombres de Sandes, Ferguson, Rook y Duchbury, el primero triunfador junto con Sucre en
Tarqui (1829) y los tres últimos muertos en acción.
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y la Independencia del Alto Perú
Cajatambo he mandado que se hagan los acopios en los lugares más cómodos,
porque creo que vendrá a consumirlos Vargas (el batallón) y cualquier otro
pequeño cuerpo que se sitúe en Oyón. Si esos ganados y recursos de Cajatambo
se han de retirar, es menester que con tiempo se manden órdenes directas de
Lima, y aún comisionados expresos que lo hagan, porque es el punto más
próximo a un ataque, y donde deben acopiarse muchos ganados con los
del Cerro, y más granos. Las órdenes que vayan directamente allí, porque se
demorarían si me buscasen, no teniendo yo residencia fija. (Sucre al secretario
general de S.E. el Libertador. Huánuco, V-I-1824. Sucre, 1976 IV: 49-50).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
ganado caballar y mular; asegura, dentro del radio de vigilancia de los cuerpos,
los ganados propios y aún los de particulares, de que pudiera disponer el
enemigo; estudia detenidamente el terreno bajo el punto de vista militar, ya
para la defensa y el ataque, ya para los recursos que posea; establece un eficaz
servicio de exploración lejana y de espionaje para conocer los movimientos e
intenciones del enemigo; y realiza una intensa propaganda por la prensa, que
atrae a esas regiones a la causa, disminuyendo su fanático entusiasmo por los
realistas. (Citado por Dietrich, 1995: 109).
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Ayacucho
En el caso que los enemigos combatan con nosotros tenemos una gran
probabilidad del suceso porque hay mucho espíritu en nuestro ejército y el
material y personal es excelente Así, haremos siempre mucho, si vamos a
convidarlos a un combate, por la proximidad.
Pero, para llenar tan grande objeto todo esfuerzo será vano: toda diligencia
pequeña: todo empeño infructuoso. Preciso es, mi amigo, que todos nos
matemos en procurar el buen éxito de esta expedición: las dificultades son
enormes y así Vd por su parte y yo por la mía, no debemos descansar ni de día
ni de noche. Necesitamos, pues:
1.- Infinitas herraduras con sus buenos clavos.
2.- Mulas y caballos.
3.- Las Municiones y armas de todas especies, menos cañones.
4.- El equipo.
5.- Las maestranzas, y
6.- El dinero y botiquines.
Cada uno de estos artículos es más o menos importante, según el orden de su
filiación: el grado de la importancia está en el 1º, 2º,3º,4º,5º y 6º. Creo que está
dicho claramente. Desvélese Vd por los clavos y las herraduras y después por
lo demás. (Bolívar a Heres. Otuzco, 15-VI-1824. Bolívar, 1978 II: 356).
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Ayacucho
117 Doc. 1: carta 744. Bolívar 1978, II: 310-311; Doc. 2: carta 754. Bolívar 1978, II: 330-331;
Doc. 3: carta 761. Bolívar 1978, II: 343. Doc. 4: carta 768. Bolívar 1978, II:354.
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118 “Yo soy el hombre de las dificultades; Vd. el hombre de las leyes y Sucre el hombre de la guerra” (Bolívar
a Santander. Lima, IX-II-1825. Bolívar II, 1978: 450).
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Este año veríamos el desenlace de Europa, el cual va más que nada a decidir
el de la América. Todo colombiano debe poner un ojo en el Perú y otro en la
119 Nos referimos al contingente de 95.000 franceses que bajo la dirección del duque de
Angulema invadiera España en abril de 1823, para reponer en el trono a Fernando VII, no sin
antes encontrar una tenaz y feroz resistencia, especialmente en Cádiz.
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y la Independencia del Alto Perú
Santa Alianza. Esta maldita coalición de los reyes de Europa me hace temer
mucho de la existencia de nuestras instituciones; no puedo negar a Vd. que
más cuidado me da de ellos que de los godos del Perú porque éstos a lo más
nos tomarían a Quito, pero aquellos nos pueden destruirlo todo (…) Ya
se dice de una división de la América a favor de los soberanos de la Santa
Alianza, dejando Méjico para la España (…) Se dice que la Francia quiere
apropiarse a Colombia en esta división de la América, y vale más la muerte que
ser ni colonos franceses, ni ser gobernados por los Borbones. (Sucre a Bolívar.
Yungay, 25-II-1824. Sucre, 1976 IV: 143-144).
Así las cosas, el futuro del Ejército Unido en el Perú era para nada
halagador, el destino parecía ensañado con los independentistas; muy
pocas habían sido las satisfacciones cosechadas en ese tiempo y, para
colmo de males, los refuerzos solicitados a las naciones libres del
Nuevo Mundo no terminaban de llegar, al menos no en la cuantía
solicitada para equilibrar fuerzas con el poderoso Ejército Realista.
Definitivamente eran horas bajas para Bolívar y para los hombres que
obstinadamente luchaban por la redención del Perú, se encontraban en
una peligrosa encrucijada de la cual no parecía haber retorno. ¿Será la
tierra de los Hijos del Sol la tumba del ilustre hijo de Caracas y del sueño
libertario americano? “Vencer y dejar libre al Perú ¡o todos morir!”,
había prometido Bolívar al Congreso; este último y fatal designio
parecía ser su irremediable destino. Sin embargo, el oscuro panorama de
los independentistas cambiaría repentinamente, la monolítica estructura
del Ejército Realista se resquebrajaría en profundidad con el grito de
disidencia del ahora mariscal Pedro Antonio Olañeta desde el Alto Perú,
un acontecimiento tan inesperado como favorable para la causa patriota.
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Deseo saber cuales son las ideas de V.S., pues no puedo imaginar sea la que
vulgarmente se dice y denota el comportamiento de V.S. de haber hecho salir de
esa villa al general La Hera, nombrado por mi jefe político, con otros incidentes
que hacen inferir que V.S. no obedece mis órdenes. Así, se hace preciso me diga
V.S. si reconoce o no en mí la legítima autoridad superior de estos países (…)
La ocurrencia habida en Potosí, que V.S. debió evitar y dar parte, exige cierta
explicación de parte de V.S. para que este gobierno superior haga notoria al
Perú y a todo el universo la fidelidad de V.S. al rey y a la nación, o su traición
(…) Por el conductor de éste espero V.S. me conteste sencilla y claramente,
pues de cuantos perjuicios y males puedan resultar, por no proceder V.S. como
las leyes de la razón y la tranquilidad pública exigen, será responsable a Dios,
a la nación y al rey. (La Serna a Olañeta. Cuzco, 10-II-1824. Citado por García
Camba, 1846: 135-136).
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Ayacucho
capitán general de las Provincias del Río de la Plata se dio a la tarea de designar a
familiares y adeptos en cargos públicos y promociones militares, el caso
más elocuente fue la designación de su cuñado, el coronel Guillermo
Marquiegui, como gobernador y presidente de la Real Audiencia de
Charcas. (García Camba, 1846).
Ahora bien, detengámonos un momento a analizar: ¿Cuáles razones
de fondo podían existir para la sublevación de Olañeta? ¿Por qué un
cambio de conducta tan súbito en un oficial que hasta hace unos meses
había servido leal y eficientemente al virrey, al punto de merecer su
ascenso a mariscal de campo? El origen de toda la controversia se
encuentra, básicamente, en la desmedida ambición de poder de Olañeta
y en los acontecimientos acaecidos en la convulsionada España.
En 1820, a raíz de la revolución liberal iniciada con la rebelión
de Rafael del Riego121, el régimen absolutista había sido depuesto en
España, viéndose obligado el rey Fernando VII a jurar la Constitución
de 1812. Igual situación se verificó para las autoridades monárquicas
de ultramar, es decir, debieron jurar la Constitución y someterse al
posteriormente denominado Trienio liberal. La Serna y sus prestigiosos
comandantes no fueron la excepción; de hecho, había en muchos de
ellos un marcado espíritu liberal conjugado con un ferviente amor a
la nación española. Olañeta, pese a su indiscutible identificación con
la monarquía, aceptó también el régimen constitucional122; incluso en
121 Tal como ocurrió en 1815 con la expedición del “Pacificador” Pablo Morillo, desde 1819
se alistaba en Andalucía una fuerte expedición (20.000 hombres) para poner fin a la rebelión
de las colonias españolas en América. La concentración de tropas fue aprovechada por un
grupo de oficiales con pensamiento liberal, entre los que se encontraba Riego, para proclamar la
Constitución de 1812. El 1.º de enero de 1820 Riego lanza una célebre proclama en Las Cabezas
de San Juan (Sevilla), con lo que dio inicio a la revolución que depuso al rey.
122 Olañeta juró la Constitución con toda su división el 14 de diciembre de 1820, en obediencia
al real orden del 15 de abril de ese año.
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y la Independencia del Alto Perú
medio de este régimen luchó bajo las órdenes de La Serna, sin mayores
problemas, poniendo a disposición de la causa realista la considerable
fortuna que había labrado, fruto de sus actividades comerciales y el
contrabando. Pero cuando en un hombre la ambición no tiene límites,
sus ojos ven como insignificante cualquier retribución que no sea
proporcional a sus desmesurados intereses.
Luego del feliz suceso que significó para las armas españolas el
fracaso patriota en la última campaña de Intermedios, comenzaron
a manifestarse abiertamente los problemas y las insatisfacciones de
Olañeta. Pese a ser ascendido a mariscal de campo junto con Valdés
y otros oficiales en octubre de 1823, por su antigüedad consideraba
Olañeta que en él debería recaer la comandancia en jefe del recién creado
Ejército del Sur; el virrey pensó de manera diferente y la designación
fue para Valdés. A partir de este momento un profundo resentimiento
se albergó en el espíritu de Olañeta. Amigo del poder, de la autoridad
y de las influencias (Roca, 2007), aspiraba este alto oficial al mando
supremo –político y militar– del Alto Perú y de las provincias del Río
de la Plata, territorios en donde de hecho ya detentaba una poderosa
influencia merced a sus actividades comerciales. En lo estrictamente
militar le avalaban los catorce años de servicio incondicional al pabellón
español (comenzó como guerrillero y oficial de milicias) y en lo político
el apoyo que en su momento brindó para el ascenso a virrey de La
Serna. No obstante estos méritos, su adscripción al absolutismo parecía
ser su mayor lastre de cara al ejercicio de un cargo político o militar
de relevancia; otros oficiales, simpatizantes del liberalismo, ascendían
igual o por encima de él, sin importar la antigüedad, tal fue el caso
precisamente de sus primeros adversarios españoles La Hera y Maroto,
y del ahora general en jefe Valdés.
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este último tiempo. (Valdés a Olañeta. Viacha123, 22-II-1824. Citado por García
Camba, 1846: 147).
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de febrero el general en jefe del Ejército Realista del Sur decretó por
bando la abolición del régimen constitucional en las provincias a él
subordinadas, medida que fue avalada por La Serna el 11 de marzo,
haciéndola extensiva a todo el territorio del virreinato peruano. Así las
cosas, consideró prudente Valdés proponer a Olañeta un encuentro; es
así como se gestó el acuerdo, o convenio, de Tarapaya. (García Camba,
1846; Paz Soldán, 1870; Arnade, 1982).
Abolido el régimen constitucional por Valdés y La Serna parecía que
Olañeta y su rebelión quedaban sin argumentos existenciales, pero la
inobediencia del mariscal atendía a razones más profundas; no bastaba
la extinción del constitucionalismo, Olañeta aspiraba al virreinato del
Río de la Plata. Después de sortear diversos contratiempos, la reunión
de Tarapaya se verifica finalmente el 9 de marzo (García Camba, 1846;
Paz Soldán, 1870); en ella, Olañeta expuso sus razones a Valdés: el jefe
rebelde se rehusaba a reconocer la autoridad del virrey, esgrimiendo
como argumento principal el hecho cierto de que el decreto real del 1.º
de octubre de 1823 abolía todo lo normado, decretado o instituido por
los liberales, y esto incluía los cargos que en ese momento detentaban
La Serna, Canterac y el propio Valdés.
En tales circunstancias, Olañeta se autoproclamaba como el máximo
representante de la Corona española en las provincias del sur del
Desaguadero, dejando abierta la posibilidad de reconocer la autoridad
del virrey solo en el bajo Perú, a cambio de que este reconociera la
suya en los territorios ya señalados. Por el bien de las armas en el Perú,
Valdés convino en refrendar un acuerdo en el cual Olañeta reconocía la
autoridad política y militar del virrey y de Valdés, a cambio del mando
militar de todo el Alto Perú, territorio en el cual él operaría con total
libertad y autonomía en contra del enemigo. El compromiso incluía
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126 Proviene de la conjunción de las voces quechuas “moro”: múltiples colores y “chuco”:
gorro, en alusión a los coloridos gorros que trajeron los primeros españoles que incursionaron
sobre estas tierras en tiempos del conquistador Almagro (1542). Muchos de estos europeos se
quedaron en estos territorios conjugándose con los originales en un mestizaje muy particular.
En la actualidad los morochucos aún conservan el porte alto, los ojos claros y el cabello rubio
que heredaron de la fusión con la raza española, enfundados como siempre en sus vistosos
ponchos multicolores. Así los conocimos en diciembre de 2012 cuando visitamos el distrito Los
Morochucos de la provincia Cangallo, a media hora de la ciudad de Ayacucho. (Nota del autor).
127 Testimonio aportado por el señor Félix Gamboa al autor de esta obra en Incarajai (8-12-
2012), lugar donde se escenificó la Batalla de Seqccha Pampa.
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131 Los batallones Vargas y Vencedor, cuyos nombres completos eran Vencedores en Pantano
de Vargas y Vencedor en Boyacá, respectivamente, son, junto con el Batallón Rifles y elementos
del Batallón Pichincha (fusión de los batallones Paya y Magdalena), parte de las unidades y
cuerpos veteranos de aquella célebre jornada que selló la independencia definitiva de la Nueva
Granada, hoy Colombia.
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132 Nos referimos al bizarro general José María Córdova, natural de Concepción, Antioquia
(Colombia), uno de los más jóvenes y valerosos oficiales del Ejército Unido Libertador. Héroe
en Pichincha y en Pasto, el destino le deparaba la máxima gloria a la que un soldado patriota
pudiera aspirar: sellar con su arrojo y con su valor la independencia de América en la Batalla
de Ayacucho.
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El Perú estuvo en febrero, marzo y abril, como un hombre con una enfermedad
peligrosa de muerte. Los jefes mismos de esta república, es decir, su gobierno,
por la traición más infame, la han puesto casi en poder del enemigo. (Sucre,
1976 IV: 331).
Haber superado esta terrible coyuntura y estar hoy prestos para batir
al enemigo era, meses atrás, sencillamente inimaginable. Son los días
finales del mes de junio y hay un desbordante optimismo en el jefe
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133 Bolívar exoneró a los mineros, vía decreto, de la prestación del servicio militar. (O’Leary;
1919:123).
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134 Adscrito a la causa de la independencia desde 1810, este insigne militar venezolano
combatió al lado del Generalísimo Francisco de Miranda en tiempos de la Primera República
venezolana (1810-1812) y junto con Bolívar en la célebre Campaña Admirable, donde destaca en
las batallas de Niquitao, los Horcones y Taguanes. Luego actúa en Bárbula, Vigirima, Trincheras
y en la primera Batalla de Carabobo. Después de realizar con Bolívar la campaña de Santa
Fe de Bogotá (1814) se une a Páez en los llanos de Venezuela y junto con él combate hasta
1817. Hace la campaña de Guayana (1817) donde es ascendido a coronel. Forma parte de la
Campaña Libertadora de la Nueva Granada, que concluye en Boyacá (1819). Ya general, se
integra a la división colombiana que bajo el mando de Valdés parte a auxiliar al Perú en 1822.
Su participación en Junín y Ayacucho fue admirable. Siempre fiel a Bolívar y a su causa, ejerció
también importantes cargos civiles en Perú y Venezuela. Sus restos reposan en el Panteón
Nacional de Caracas.
135 Villanueva (1995: 306) lo denomina los llanos de Sacra Familia y Diezmo.
136 Nos referimos a los 1.500 guerrilleros y montoneros referenciados por Rufino Blanco
Fombona en O’Leary (1919: 125) y por Miller (2009: 269) en sus Memorias.
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¡Soldados¡
Vais a completar la obra más grande que el Cielo ha podido encargar a los
hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.
¡Soldados ¡
Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos,
pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras,
que han brillado en mil combates.
¡Soldados¡
El Perú y la América toda aguardan de vosotros la Paz, hija de la Victoria; y aún la
Europa liberal os contempla con encanto, porque la libertad del Nuevo Mundo es
la Esperanza del Universo. ¿La burlaréis? ¡No¡ ¡No¡ Vosotros sois invencibles137.
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139 Luego de haber sido herido mortalmente en el combate de Pantano de Vargas (1819), el
coronel irlandés James Rook, comandante de la Legión Británica, solicita que sus restos sean
enterrados en su patria. En ese momento el médico que lo asiste le pregunta: “¿En Irlanda?” A
lo que responde el moribundo oficial: “No, en esta, por la que he de morir”.
140 En la caballería peruana formaban filas valerosos jinetes de Chile y Buenos Aires.
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bajo las órdenes del brigadier Bedoya, y nueve piezas de artillería, para
un total de 8.300 hombres, constituyen el grueso del Ejército Real del
Norte con el cual pretende Canterac mantener la hegemonía de España
en estos territorios. (García Camba, 1846: 190; Villanueva, 1995: 306).
Desde Tarma, sin tiempo que perder, los realistas emprenden
camino a Pasco. En su movimiento Canterac baja un poco hacia
el sur buscando la falda oriental de la cordillera de los Andes, para
luego ascender hacia Carhuamayo; en la medida que avanza va
quedando sobre su flanco izquierdo la laguna de Lauricocha, hoy lago
Junín141 (García Camba, 1876: 189). El general Miller, quien desde
Pasco se había adelantado con sus partidas de montoneros, avistó el
movimiento de Canterac; en consecuencia, aconseja a Bolívar avanzar
hacia Jauja por el lado opuesto a la ruta seguida por los hispanos, es
decir –en sentido norte sur142–, por el margen derecho del lago Junín
(Thorndike, 1999: 147). Canterac arriba a Carhuamayo el día 5; en
ese lugar deja toda su infantería y artillería y aligera el paso con su
caballería sobre cerro de Pasco. Al llegar allí, ese mismo día recibe
la noticia de que el día 3 Bolívar y sus fuerzas habían salido por el
camino de Rancas hacia Jauja, por la orilla occidental del lago; en otras
palabras, por el extremo opuesto –y en sentido contrario– a la ruta
que él había seguido (O’Leary, 1919: 127; Villanueva, 1995: 306). De
Rancas Bolívar siguió a Cochamarca y luego pasó a Conocancha, para
de allí comenzar su descenso buscando la pampa de Junín. Apenas
recibió la noticia del movimiento de su astuto adversario, Canterac
retrocedió vertiginosamente sobre sus pasos; no podía permitir que
los independentistas lo aislaran cortándole la salida hacia su principal
141 También conocido en ese tiempo como el Gran Lago de los Reyes.
142 Nota del autor.
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golpearon primero. Como buen estratega que era, Canterac actuó con
celeridad y decisión en el campo de batalla, desplegó en primera línea
de combate a cuatro escuadrones del Regimiento Húsares de Fernando
VII y colocó, en un segundo agrupamiento de fuerzas, al Regimiento
Dragones de la Unión en dos columnas, para atacar los flancos patriotas
y servir también de retaguardia (Villanueva, 1995; Thorndike, 1999).
Puesto al frente de su caballería, el propio Canterac embistió con
furiosidad a los patriotas; a partir de allí el choque del acero contra el
acero coparía el campo de batalla, no se disparó un solo tiro en aquella
memorable jornada: la Batalla de Junín había comenzado.
Los primeros veinte minutos fueron favorables a la causa realista, los
jinetes patriotas (colombianos, peruanos y algunos elementos chilenos
y argentinos) se multiplicaban en valor y heroísmo para contener la
avalancha realista; como no podía ser de otra manera, su bizarrísimo
jefe, Mariano Necochea143, daba inigualables ejemplos de valor a sus
subordinados repeliendo la avalancha española como un auténtico león,
en medio de aquella intransitable trampa de lodo. Herido una y otra
vez, el heroico jefe gaucho resiste incólume, pero finalmente la séptima
lanza que atraviesa su cuerpo termina por derribarlo. Sumergido en el
lodo, Necocha realiza un postrero y vano esfuerzo por hallar su sable y
morir luchando; los españoles le capturan, su destino es incierto, pero
143 Nacido de padres españoles en la ciudad de Buenos Aires (7 de septiembre de 1792) Mariano
Necochea se incorpora, con el grado de alférez, al Regimiento Granaderos a Caballo en
1812, precisamente el mismo año de su fundación por parte de San Martín. Combatió en San
Lorenzo, hizo la campaña del Alto Perú con Rondeau (Ejército Auxiliar Argentino); allí actuó
en El Tejar, Venta y Media y Sipe Sipe, donde fue herido de gravedad. Participó en la campaña
de Chile con San Martín, brillando con luz propia en los combates de Las Coimas, Chacabuco,
Gavilán, Talcahuano y Cancha Rayada. Ya en el Perú, combate en Nazca, cerro de Pasco y en el
sitio del Callao. En todos los combates derrocha un valor y una intrepidez extraordinaria. Las
graves heridas recibidas en Junín le privan de toda posibilidad de actuar en la decisiva Batalla
de Ayacucho.
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144 Extraordinario centauro venezolano, cuyo valor e intrepidez inigualable confería un halo
fantástico a su accionar bélico. Durante el sitio del Callao retó a duelo al brujo Atanasio,
temible e invencible mulato al servicio de los realistas y le derrotó; lleno de admiración, Bolívar
lo asciende a capitán en las puertas de la Fortaleza Real Felipe. En la Batalla de Tarqui (1829) no
corrió con igual suerte: retó a duelo al mejor lancero de los húsares de Junín, el teniente coronel
peruano Domingo Nieto, y pereció en el lance ante la mirada atónita e incrédula de su división.
Su pérdida para Colombia es solo comparable con la de Aquiles para los troyanos.
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145 Ante el decidido avance de sus hombres, el coronel español exclamó en esa batalla: ¡Viva
el Rey..Viva España, ni Dios me quita esta victoria¡. Luego el intrépido coronel venezolano de
la caballería patriota, Juan José Rondón, junto con catorce lanceros, al grito de “los que sean
valientes síganme” le arrebatarían el manjar de la boca.
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vergonzosa, dando al enemigo una victoria que era nuestra y que decidía en
nuestro favor la campaña. (Canterac a Rodil, citado por O’Leary: 1919: 135).
Durante la batalla que semejaba a los combates de los caballeros de los antiguos
tiempos, y que sólo puede concebirse recordando los siglos heroicos, no hubo
un solo disparo: el terrible silencio no fue interrumpido sino por la estridente
voz de los clarines, el choque de las espadas y de las lanzas, el galopar y piafar
de los caballos, las maldiciones de los vencidos y los lamentos de los heridos.
La pérdida de los españoles fue de 240 muertos y otros tanto heridos; la de los
146 Natural de Buenos Aires, con apenas 15 años se incorpora en 1814 al Regimiento
Granaderos a Caballo, de San Martín. Incorporado al Ejército de los Andes tuvo un desempeño
heroico en Cancha Rayada, protegiendo a sus compañeros y evitando una carnicería por parte
de los españoles. Estuvo también en Chacabuco y Maipú y, ya en el Perú, con la expedición
libertadora (1820) luchó en Nazca, cerro de Pasco y en el sitio del Callao, antes de participar en
Junín y Ayacucho.
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
A Dios glorificador149
Aquí
Yacen las cenizas
de
Don Carlos Sowersby
Teniente Coronel del ejército del Perú,
y comandante
del segundo escuadrón del regimiento
de húsares de Junín;
a cuya cabeza
recibió dos mortales heridas,
animando a sus camaradas
el 6 de Agosto,
contra una fuerza cuádrupla,
en los llanos de Junín,
de la caballería española
donde
la victoria
coronó los esfuerzos de los soldados
de la patria
después de una sangrienta y reñida acción.
149 Epitafio colocado por el general Miller en la tumba de Carlos Sowersby (Miller, 2009: 286).
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Ayacucho
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General Guillermo Miller en las campañas de Chile y Perú. C. Turner, revistamarina.cl
Capítulo IV
Ayacucho: La redención de los Hijos
del Sol
Mural Batalla de Ayacucho. Municipalidad Dtto. de Quinua, Ayacucho-Perú. Foto: Orlando Rincones, 2011
Ayacucho: La redención
de los Hijos del Sol
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Ayacucho
lo que pudiera ser de utilidad para los patriotas. Otro elemento que
impedía un avance más expedito del ejército eran los hospitales y los
heridos, así como también las no poco frecuentes deserciones y bajas
a consecuencia de la dura travesía. El ejército, aunque con la moral
alta, se encontraba considerablemente mermado. Para reparar estas
dificultades, el Libertador –siempre estratega– adoptaría oportunas y
firmes medidas antes de llegar a la capital del actual departamento de
Ayacucho, una de ellas causaría un cataclismo en la moral militar de su
principal lugarteniente.
Al arribar a Huancayo, localidad ubicada entre Jauja y Pampas, el
Libertador está decidido a revitalizar a su ejército, sabe que más pronto
que tarde Canterac se reunirá con el virrey y en ese instante recibirá el
socorro de las poderosas divisiones del Ejército Real del Sur, una bien
engranada maquinaria militar, superior en número y en dirección a la
acabada de derrotar en Junín. En tal sentido, comisiona a Sucre para ir a la
retaguardia, hasta cerro de Pasco, a reunir a los dispersos y convalecientes
para asegurar su incorporación al grueso del ejército, debiendo, además,
asegurar la marcha de los hospitales y la recuperación de los muchos
elementos de guerra que habían quedado atrás, al tiempo que La Mar
quedaba con el mando en jefe del ejército. Sucre, como siempre, cumplió
su comisión con la actividad y celo que le caracterizaban; sin embargo,
considerando que este tipo de responsabilidades eran más propias para
un oficial subalterno que para el general en jefe del Ejército Unido,
sintiose degradado y ofendido al extremo de querer renunciar al mando
del ejército, una vez llenada satisfactoriamente su comisión. Desde Jauja,
el 28 de agosto escribe al Libertador en los siguientes términos:
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y la Independencia del Alto Perú
Mi General
He despachado todo lo que había atrás del Ejército hasta el cerro, y más allá
han marchado oficiales que harán andar cuanto queda. Han ido para el Cuartel
Libertador las fuerzas y los artilleros militares de que he dado cuenta por
medio de la Secretaría General. Después que he llenado tal comisión, y que
he cumplido con usted, querrá usted permitir que piense un momento en mí.
Convendrá usted, mi General, en que un hombre que carezca de la delicadeza
necesaria para servir su destino no debe obtenerlo, y menos vivir en la sociedad
que guían el honor y la gloria. Yo he sido separado de la cabeza del Ejército,
para ejecutar una comisión que en cualquier parte se confía cuando más a
un Ayudante General, y enviado a retaguardia al tiempo en que se marchaba
sobre el enemigo; por consiguiente se me ha dado públicamente el testimonio
de un concepto incapaz en las operaciones activas, y se ha autorizado a mis
compañeros para reputarme como un imbécil o un inútil.
Pienso, señor, que al usar este lenguaje no se me acusará de orgulloso ni de
aspirador. Habiendo rehusado de todo mi corazón el primer rango del Perú
que obtuve una vez por la Representación Nacional, parece que poseo un
derecho a exigir de mis compatriotas que me crean con sólo el deseo de un
poco de estimación pública; pero este desprendimiento de los destinos, ni me
aleja de los miramientos que debo a mi actual empleo, ni me autoriza para
prostituirle su decoro.
Es cierto que he consentido en la aceptación del nombre de General en Jefe del
Ejército Unido con un ejercicio vago e informal; pero ni he dejado de conocerlo,
ni de saber la crítica de los jefes a mi insulza representación: la continué sin
embargo por complacer a usted, y por servir al Ejército y al Perú, sin llevarme
nunca de la presunción de mi título; pero sucede de algunas distracciones, que
de un mal se va a otro, y yo he visto con dolor que sufriendo pequeños golpes
(y tal vez varios no pequeños), se me ha dado el más fuerte que jamás preví, de
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
Durante varios días llevó consigo Sucre esa pena, ese sufrimiento;
sin embargo, su prudencia y el enorme respeto que sentía por Bolívar
le hicieron guardar el más absoluto y doloroso silencio. Solo el vicario
general del Ejército Libertador, don Pedro Antonio Torres, fue
confidente de su tragedia (Rey de Castro, 1883: 42-43; Sherwell, 1995:
87). El año anterior (1823) debió soportar con estoicismo algunos
señalamientos que se hicieron desde Colombia a su desempeño en
Intermedios, también pensó en renunciar en aquel momento, pero su
compromiso con Bolívar y con la causa emancipadora le hizo declinar
prontamente tan temeraria determinación. Los enemigos de Colombia
–que no eran pocos en el ejército– y los que ambicionaban el glorioso
puesto que el destino tenía reservado para el hijo de Cumaná –que
eran muchos más– hicieron de esta disposición, normal en cualquier
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y la Independencia del Alto Perú
Mí querido General:
Contesto la carta que ha traído Escalona, con una expresión de Rousseau
cuando el amante de Julia se quejaba de ultrajes que le hacía por el dinero que
ésta le mandaba: “esta es la sola cosa que usted ha hecho en su vida sin talento”150. Creo
que a usted le ha faltado completamente el juicio, cuando ha pensado que yo
he podido ofenderle. Estoy lleno de dolor por el dolor de usted, pero no tengo
el menor sentimiento por haberle ofendido.
La comisión que he dado a usted la querría yo llenar; y pensando que usted
lo haría mejor que yo por su inmensa actividad; se la conferí a usted más bien
como una prueba de deferencia que de humillación. Usted sabe que yo no
sé mentir, y también sabe que la elevación de mi alma no se degrada jamás al
fingimiento. Así, debe usted creerme.
Antes de ayer (sin saber nada, nada de tal sufrimiento), dije al General Santa
Cruz que nos quedaríamos aquí para dirigir esa misma retaguardia, cuya
conducción deshonra a usted, y que usted iría adelante con el Ejército hasta las
inmediaciones del Cuzco o de Arequipa, según la dirección de los enemigos; y
en todo esto, yo no veía ni veo más que el servicio, porque la gloria, el honor, el
talento, la delicadeza, todo se reúne en un solo punto del triunfo de Colombia,
de su Ejército y la libertad de América.
Yo no tenía tan mala opinión de usted que pudiese persuadirme de que se
ofendiese de recorrer la jurisdicción del Ejército, y de hacer lo que era útil.
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Ayacucho
Si usted quiere saber si la presencia de usted por retaguardia era útil, eche
usted la vista sobre nuestro tesoro, sobre nuestro parque, nuestras provisiones,
nuestros hospitales y la columna del Zulia: todo desbaratado y perdido en un
país enemigo, en incapacidad de existir y de moverse. Y ¿Cuál es la vanguardia
que yo he traído?
El Coronel Carreño la ha conducido. –El General Santa Cruz me ha precedido
de seis días.- Los enemigos no nos podían esperar, ni nos esperaran en un mes.
El Ejército necesitaba y necesita de todo lo que usted ha ido a buscar y de
mucho más. Si salvar el Ejército de Colombia es deshonroso, no entiendo yo
ni las palabras ni las ideas.
Concluyo, mi querido General, por decir a usted que el dolor de usted debe
convertirse en arrepentimiento por el mal que usted mismo se ha hecho en
haberse dado por ofendido de mí, con sus sentimientos.
Esas delicadezas, esas hablillas de las gentes comunes, son indignas de usted: la
gloria está en ser grande y en ser útil151. Yo jamás he reparado en miserias,
y he creído siempre que lo que no es indigno de mí, tampoco lo era de usted.
Diré a usted, por último, que estoy tan cierto de la elección que usted mismo
hará entre venirse a su destino o irse a Colombia, que no vacilo en dejar a usted
la libertad de elegir. Si usted se va, no corresponde usted a la idea que yo tengo
formada de su corazón.
Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del Ejército, yo me iré atrás, y
usted marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he
dado a usted no lo desprecio para mí. Esta es mi respuesta. Soy de corazón.
–BOLÍVAR. (Bolívar a Sucre. Huamanga, IV- IX-1824. En: Rey de Castro,
1883: 41-42; Vicuña Mackenna, 1995: 16-17; Sherwell, 1995: 85-86).
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y la Independencia del Alto Perú
Deja claro Bolívar que en ese momento lo que estaba en juego era
la maltrecha salud del Ejército Libertador. El cruce de los Andes y la
memorable victoria de Junín habían cobrado una elevada factura en el
bando independentista, reparar esta situación solo podía ser obra de un
hombre con la comprobada capacidad de Sucre. Era tan imprescindible
esta labor que pensó el Libertador realizarla él mismo, pero prefirió
confiar tamaña responsabilidad en el más capaz de sus oficiales, Sucre;
los resultados no pudieron ser mejores, apartando, obviamente, la
injustificada molestia del joven e impetuoso general.
Bolívar, pasado un tiempo, en el Resumen sucinto de la vida del Mariscal
Sucre, escrito por él mismo desde Lima en el año 1825, no escatimaría
elogios para reconocer el desempeño del futuro héroe de Ayacucho en
el cumplimiento de la tarea que tanta suspicacia y comentarios levantó
en su momento:
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Ayacucho
153 Importante río de la cordillera peruana –850 km de ext.– que al unirse con el Urubamba
forman el Ucayalí (Apu-Paru) de cuya fusión con el Marañón nace el río Amazonas.
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155 El Dr. Galindo en su obra Las batallas decisivas de la libertad, citada por Villanueva, hace
mención de que en esta reunión estuvo presente también el benemérito general chileno
Bernardo O’Higgins, quien fue “expresamente llamado desde la costa” para tratar este asunto.
Sin embargo, debemos mencionar que otros insignes autores –Paz Soldán entre ellos– refieren
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y la Independencia del Alto Perú
tratar tan delicado asunto (Aníbal Galindo, citado por Villanueva, 1995:
331). Este argumento y la inminencia de la llegada de las lluvias, con la
consecuente inactividad que ello podía provocar, llevó al Libertador a
tomar la decisión de marchar inmediatamente para Lima.
Como era de esperarse, Bolívar deja a Sucre al frente del Ejército
Unido Libertador, con una amplitud de facultades que venían a ratificar
la fe ciega que tenía en el hombre llamado por la Providencia a rivalizarlo
en glorias. O’Leary, (1919: 157) refiere al respecto:
Los poderes que le dio eran tan amplios como lo exigían las circunstancias,
pues le autorizaban a tomar la ofensiva o a permanecer a la defensiva según
el aspecto de las cosas y los movimientos del enemigo, ora continuando
operaciones activas, ora acantonando el ejército: en este caso recomendaba las
provincias de Andahuailas y Abancay para cuarteles de invierno.
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
DECRETO de 28 de Julio
Sobre facultades extraordinarias al poder Ejecutivo
El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en Congreso
Teniendo en consideración:
Decreta:
Art. 1º. El Poder Ejecutivo podrá declarar provincias de asamblea: 1º. La
provincia ó provincias en las cuales se haya verificado una invasión exterior
y repentina, ó una insurrección interior a mano armada.-2º. La provincia o
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Ayacucho
provincias, respecto de las cuales tenga datos fundados de que están próximas
a verificarse, una invasión exterior y repentina, ó una insurrección interior a
mano armada.-3º. La Provincia ó provincias, en que por su contigüidad con
las expresadas en el parágrafo 1º de este artículo, y por la necesidad que haya
de procurar prontos recursos para la defensa del país invadido, ó insurrecto,
sea preciso usar en ellas de las facultades extraordinarias que aquí se expresan.
Art. 2º. Podrá exigir contribuciones en la provincia ó provincias, que haya
declarado provincias de asamblea.
Art. 3º. Podrá en dichas provincias hacer el alistamiento de tropas que
considere necesario.
Art. 4º. En la provincia o provincias invadidas, ó insurrectas conforme se vayan
liberando, podrá hacer el Poder Ejecutivo los arreglos que sean convenientes
en todos los ramos de la administración pública, hasta que conseguida su
seguridad puedan tener lugar las leyes constitucionales de la República.
Art. 5º. Podrá conceder en dichas provincias, y en nombre de Colombia,
premios y recompensas á los pueblos e individuos que se distingan auxiliando
y concurriendo de alguna manera al éxito de la campaña.
Art. 6º. Podrá expulsar de dichas provincias a los desafectos al sistema de
la libertad e independencia, sin las formalidades de las leyes, procediendo
gubernativamente: y conceder indultos generales ó especiales en los casos que
lo estime prudente y útil para seguridad de la República.
Art. 7º. Podrá en dichas provincias admitir al servicio de la República, oficiales
de cualquiera graduación, y cuerpos enteros del enemigo, perteneciente á los
ejércitos que obran inmediatamente contra Colombia ó sus aliados, poniendo
á los oficiales militares desde coronel inclusive arriba, desde luego en posesión
de los grados con, los cuales hayan sido admitidos.
Art. 8º. Podrá conceder á los oficiales superiores de la República que hacen la
guerra fuera de su territorio los ascensos á que se hagan acreedores por sus
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y la Independencia del Alto Perú
156 Tomado de la obra Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las
leyes, decretos y resoluciones dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el último de 1827.
Reimpreso del original en Caracas-Venezuela, en la imprenta de Valentín Espinal.
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Ayacucho
157 Se dice que a su regreso a España el jefe realista Pablo Morillo, “El pacificador”, fue
confrontado por el rey quien le reclamo por las causas de su fracaso en Venezuela y Nueva
Granada, Morillo le respondió: “Su majestad deme usted 1.000 llaneros y un Paéz y pongo a
Europa a sus pies”.
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
del expresado ejército” (Heres a Sucre. Huancayo, XXIV- X-1824; Sucre IV,
1976: 458). En el siguiente despacho trata el Libertador de transmitir
tranquilidad, minimizando el impacto de la medida e incluso excusando
al Gobierno y al Congreso de Colombia; sin embargo, deja escapar un
elemento emotivo que hace mella en los duros corazones de los más de
6.000 “bravos” que le han seguido hasta el corazón de los Andes:
S.E. el Libertador me manda a decir a V.S. que la nueva orden del Congreso que
con esta fecha se incluye, sobre la revocación de las facultades extraordinarias
con que antes estaba autorizado, le obligan a dejar el mando inmediato del
ejército de Colombia, no porque esta sea la orden expresa del Gobierno y la
mente del Congreso, sino porque S.E. cree que el ejército de Colombia a las
órdenes de V.S. no sufrirá ni el más leve daño o perjuicio por esta medida, y
porque S.E. desea además manifestar al mundo que su más grande anhelo es
desprenderse de todo poder público, y aún de aquel mismo que, por decirlo
así, compone la parte más tierna de su corazón: el ejército de Colombia.
Al desprenderse S.E. el Libertador de este idolatrado ejército, su alma se le
despedaza con el más extraordinario dolor. Porque ese ejército es el alma del
Libertador. Así desea S.E. que lo haga V.S. entender a los principales jefes
del ejército de Colombia; pero con una extraordinaria delicadeza, para que
no produzca un efecto que sea sensible a nuestras tropas. (Heres a Sucre.
Huancayo, XXIV- X-.1824. Sucre IV, 1976: 457).
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y la Independencia del Alto Perú
indignado, dirige una carta a Bolívar, firmada esta por todos los jefes del
ejército auxiliar colombiano; en ella expresan su sorpresa por la noticia
y su pesar por la resolución del Libertador:
Los votos del Ejército Unido Libertador eran por el inmediato retorno
de Bolívar a sus filas, le ruegan revocar su decisión del 24 de octubre y le
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Ayacucho
piden que sea él quien conduzca a feliz término la heroica empresa que
está ya en su momento culminante. Sin embargo, nada hizo cambiar de
parecer al héroe nacido en la capital de Venezuela, su determinación era
tan firme como su dolor; la fe incondicional en Sucre y los negocios que
le esperaban en Lima le animaban a continuar con seguridad y firmeza el
rumbo que ya había tomado. Aplacó a sus oficiales con sabios consejos y
por el bien de ellos no consintió que se enviara ningún tipo de petición o
pronunciamiento al Congreso de Colombia sobre este particular. Al final,
la que se tomó fue la mejor decisión; la ley del 28 de julio influyó poco –o
nada– en el desarrollo final de la guerra, etapa esta tan maravillosamente
conducida por Sucre que los reconocimientos a sus méritos, y al de
sus hombres, llovieron por doquier. Lo que sí dejó al descubierto este
triste episodio fue la ambición y la perfidia de Santander; Bolívar, por lo
pronto, suspendió su correspondencia con él, mientras Sucre, su amigo
declarado, admitía con pesar una mayor culpabilidad en el vicepresidente
que en el Congreso en toda esta trama. Pese a sus excusas y justificaciones,
Santander y su espíritu antibolivariano quedaron en evidencia y solo
mediarían tres años para que este sentimiento de aversión mostrara su
peor cara; por lo pronto, el Libertador tenía un mundo de cosas que
atender en Lima, mientras Sucre, en el sur del imperio de los incas, debía
culminar la titánica tarea que Bolívar comenzó. El Perú y la América toda
así lo demandaban.
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y la Independencia del Alto Perú
Lo que S.E dijo a US. en la carta particular, que US. cita en su oficio del 24,
sobre las operaciones de la campaña, debió considerarlo US. como opiniones
particulares de S.E. que hasta ahora ni ha variado, ni ha restringido, ni ha
modificado siquiera las amplias autorizaciones que concedió oficialmente a
US. en Sañayca. Por el contrario, confía cada día más y más en el tino, en la
prudencia y en la actividad, en los conocimientos y en las demás cualidades
que tanto distinguen à US. Lo que única y exclusivamente desea S.E. es la
destrucción del enemigo con la menor perdida nuestra; y a esta operación debe
US. contraer todas las de la campaña. Enterado US. de esto puede acantonar
al ejército, puede US. continuar las operaciones activas; en fin puede US. obrar
como lo juzgue más útil al servicio público. (Heres a Sucre. Chancay, IX-
XI-1824. Citado por Paz Soldán, 1870: 271).
Lima, la Ciudad de los Reyes, en los meses postreros del año 1824 se
encontraba presa del caos, sumida en la más grande confusión producto,
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
158 La tarea de sitiar y rendir la fortaleza fue encomendada por Bolívar al general Salom; valiose
para ello de buena parte de los 3.000 hombres que arribaron desde Colombia los primeros días
de diciembre. (O’Leary, 1919; Villanueva, 1995).
159 La conformaban el navío de línea Asia; los bergantines Aquiles, Moyano y Pezuela; la corbeta
Ica; los corsarios Quintanilla y General Valdéz; y varias cañoneras. (Villanueva, 1995: 334).
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Oficial/jefe Cargo
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Cuerpo Jefe
Artillería (14 piezas) Brigadier Fernando Cacho
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160 Con esta maniobra el virrey buscaba evadir el tránsito por los territorios que ya consideraba
en poder de los patriotas y, por consiguiente, adversos a su causa.
161 La infantería colombiana la ubicó entre estas dos poblaciones y la caballería detrás de
Sirca para aprovechar las ventajosas condiciones que le deparaban las haciendas del sector.
(Villanueva, 1995: 339).
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163 En una ocasión Sucre desapareció súbitamente, había salido de reconocimiento con un
pequeño piquete de hombres. Transcurridos varios días, dándolo ya por perdido o en manos del
enemigo, el Estado Mayor delibera y está a punto de nombrar otro jefe, cuando aparece Sucre al
cabo de seis días, agotado a más no poder, pero con valiosa información del enemigo. (Oropesa,
1988; Villanueva, 1995; Hoover, 1995).
164 El día 19, partidas patriotas habían establecido ya contacto con el enemigo, batiéndose
reciamente con un cuerpo de este en el puente de Pampas.
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Ayacucho
Sabiéndose que los enemigos venían por la noche a la derecha del Pampas por
Huchubambas a flanquear nuestras posiciones, me trasladé a la izquierda del
río para descubrir nuestra retaguardia.
Los españoles al sentir este movimiento repasaron rápidamente a la izquierda
del Pampas; nuestros cuerpos acaban de llegar a Matará en la mañana del 2,
cuando el ejército español se avistó sobre las alturas de Pomacahuanca: aunque
nuestra posición era mala presentamos la batalla, pero fue excusada por el
enemigo situándose en unas breñas no sólo inatacables sino inaccesibles.
(Sucre al ministro de Guerra. Ayacucho, XI-XII-1824. Sucre IV, 1976: 493).
El desastre de Corpahuayco
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Ayacucho
“Rifles” ¡
Nadie más afortunado que vosotros ¡Donde vosotros estáis, ya está presente
la victoria Acudistéis a Boyacá, y quedó libre la Nueva Granada; concurristéis
a Carabobo y Venezuela quedó libre también; firmes en Corpahuayco, fuisteis
vosotros solos el escudo de diamantes de todo el ejército libertador. (Sucre IV,
1976: 477).
167 Referido por Moisés Enrique Rodríguez en su artículo “Arthur Sandes (1793-1832),
commander of the Rifles Battalion in the South American wars of Independence”.
Publicado por la Society for Irish Latin American Studies. (Maison Rouge, 1268, Burtigny-
Switzerland).
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La pequeña llanura que desde el pie del elevado Condorcanqui se extiende hacia
el pueblo de Quinoa tendrá de ancho sobre cuatrocientas toesas168, y algo más
de seiscientas de largo de sur a norte. Este campo, a que los indígenas llaman
Ayacucho se eleva en suave pendiente por su extremo occidental, forma una
loma de fácil acceso por toda su longitud, que desciende en mayor inclinación
por el lado de Quinoa, está cortado por los flancos por escabrosísimas
168 Antigua medición francesa de longitud, que equivalía a 1.949 metros. (Diccionario
Enciclopédico Larousse, 2010: 984).
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169 El general español García Camba refiere en sus memorias que fueron 4 las piezas colocadas
en este flanco y 7 en el opuesto.
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Oficial/jefe Cargo
General Antonio José de Sucre General en jefe del Ejército
Coronel Francisco Burdett O’Connor Segundo jefe del Estado Mayor General
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Rifles de
Cnel. Arthur Sandes
Bomboná
(irlandés)
2.ª División de
Colombia
General
Vencedor en
Jacinto Lara Cnel. Ignacio Luque
(1.600 hombres) Boyacá
Vencedores
Tte. Cnel. José Trinidad
en Pantano de
Morán
Vargas
Comandante
Artillería
Manuel La
Fuente
(1 pieza)
(chileno)
Fuente: Thorndike (1999: 160), Villanueva (1995: 371-372), Sucre (1976: 494) y Miller (2009:302)
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Componente Jefe
Comando General General Guillermo Miller
Húsares de Colombia
Cnel. José Laurencio Silva
Granaderos de
Cnel. Lucas Carvajal
Colombia
Húsares de Junín Tte. Cnel. Isidoro Suárez (argentino)
Granaderos a caballo
Comandante Bogado
de los Andes
Fuente: Thorndike (1999: 160), Villanueva (1995: 371-372), Sucre (1976: 497) y Miller (2009:302)
Componente Jefe
Montoneros a caballo Cnel. Marcelino Carreño
Guerrilleros
Nacionalidad Combatientes
Colombianos 4.500
Argentinos 80
Total 5.780
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170 La otra pieza que traían los patriotas cayó en poder de los realistas en Corpahuayco.
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171 El general Miller refiere que el encuentro entre hermanos y amigos se verificó en la tarde
del día 8, mientras que el historiador Villanueva señala que bien pudo ser el 8 o el 9 a primera
hora de la mañana, opinión que coincide con el testimonio de otro de los protagonistas de la
jornada: el militar colombiano Manuel Antonio López, citado por el historiador peruano Juan
Perlacios Campo.
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¡Batallón Nro. 2 !
Me acompañásteis en Quito; vencistéis en Pichincha, y distéis libertad a
Colombia: hoy me acompañáis en Ayacucho; también venceréis y daréis
libertad al Perú asegurando para siempre la independencia de América¡
¡Legión Peruana !
Si fuísteis desgraciada en Torata y Moquegua, salísteis con gloria y probasteis
al enemigo vuestro valor y disciplina; hoy triunfaréis y habréis dado libertad a
vuestra patria y a la América ¡
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¡Compatriotas Llaneros !
Estoy viendo las lanzas del Diamante de Apure, las de Mucuritas, Queseras
del Medio y Calabozo, las del Pantano de Vargas y Boyacá, las de Carabobo,
las de Ibarra y Junín ¿Qué podré temer? ¿Quién supo nunca resistirles? Desde
Junín ya sabeís que allí (señala el cerro del frente donde están los españoles)
no hay jinetes, que allí no hay hombres para vosotros, sino unos mil o dos mil
soberbios caballos con que pronto remudareís los vuestros. Sonó la hora de ir a
tomarlos. Obedientes a vuestros jefes caed sobre esas columnas y deshacedlas
como centellas del cielo. Lanza al que ose afrentaros ¡Corazón de amigos y
hermanos para los rendidos ! ¡Viva el llanero invencible ! ¡Viva la libertad !
Heroico “Bogotá”
Vuestro nombre tiene que llevaros siempre a la cabeza de la redentora
Colombia; el Perú no ignora que Nariño y Ricaurte son soldados vuestros; y
hoy no sólo el Perú, sino toda la América os contempla y espera milagros de
vosotros. Esas son las bayonetas de los irresistibles Cazadores de Vanguardia de
la epopeya clásica de Boyacá. Esa es la bandera de Bomboná, la que el español
recogió de entre centenares de cadáveres para devolvérosla asombrado de
vuestro heroísmo. La tiranía (señalando el campo español) no tiene derecho a
estar más alta que vosotros. Pronto ocuparéis su puesto al grito de Viva Bogotá
¡Viva la América redimida !
¡“Caracas”!
Guirnalda de reliquias beneméritas (de otros cuerpos que forman ese) que
recordáis tantas victorias cuantas cicatrices adornan el pecho de vuestros
veteranos ¡Ayer asombrasteis al remoto Atlántico en Maracaibo y Coro; hoy
los Andes del Perú se humillarán a vuestra intrepidez. Vuestro nombre os
manda a todos ser héroes. Es el de la Patria del Libertador, el de la ciudad
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Ayacucho
¡“Rifles”!
Nadie más afortunados que vosotros ¡Donde vosotros estáis, ya está presente
la victoria. Acudísteis a Boyacá, y quedó libre la Nueva Granada; concurristeis
a Carabobo y Venezuela quedó libre también; firmes en Corpahuayco, fuisteis
vosotros solos el escudo de diamantes de todo el ejército libertador; y todavía
no satisfecha vuestra ambición de gloria, estáis en Ayacucho, y pronto me
ayudaréis a gritar: Viva el Perú libre ¡Viva la América independiente ¡
Al Voltígeros
Voltígeros…Harto sabe el Perú que nadie aborrece tanto como vosotros el
despotismo, y que nadie tiene tanto que cobrarle. No contento con hacernos
esclavos a todos, quiso hacer de vosotros nuestros verdugos, los verdugos de
la patria y de la libertad. Pero él mismo honró vuestro valor con el nombre de
Numancia, el más heroico que España ha conocido, porque quizás no encontró
peninsulares que pudieran honrarlo más que vosotros. He aquí el día de vuestra
noble venganza...Cinco años de sonrojo, cinco años de ira, estallarán hoy contra
ellos en vuestros corazones y en vuestros fusiles. Sucumba el despotismo. Viva
la libertad ¡
Al Pichincha
Ilustre Pichincha…Esta tarde podréis llamaros Ayacucho…Quito os debe
su libertad y vuestro general su gloria. Los tiranos del Perú no creen nada
de cuanto hicimos, y están riéndose de nosotros. Pronto los haremos creer,
echándoles encima el peso del Pichincha, del Chimborazo y del Cotopaxi, de
toda esa cordillera, testigo de vuestro valor y ardiente enemigo de la tiranía, que
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y la Independencia del Alto Perú
hoy por última vez (señalando al campo español) osa profanar con sus plantas.
Viva la América libre ¡
Al Vargas
Bravos del Vargas. Vuestro nombre significa disciplina y heroísmo y del Cauca
a Corpahuayco harto habéis comprobado que lo merecéis. No tuve la dicha de
admiraros en Bomboná pero, aquí está el Perú y la América entera a aplaudiros
en el mayor de los triunfos. Acordáos de Colombia …del Libertador…Dadme
una nueva palma que ofrecerle a ambos en la punta de vuestras bayonetas. Viva
Colombia ¡Viva el Libertador !
Al Vencedores
Desde las orillas de Apure hasta las del Apurímac habéis marchado siempre en
triunfo. El brillo de vuestras bayonetas ha conducido la libertad a todas partes
y el ángel de la victoria está tejiendo en este instante las coronas de laurel con
que serán ceñidas vuestras sienes en este instante de gloria para la Patria. ..¡Viva
la libertad !…
A los cuerpos peruanos se dirigió enalteciendo las prendas de sus comandantes:
el Mariscal La Mar, el intrépido Miller, el comandante Suárez, haciéndoles
presente que el 24 de mayo de 1822, algunos soldados peruanos habían
compartido con los soldados de la Gran Colombia en la jornada de Pichincha.
Y luego les dijo:
El gran Simón Bolívar me ha prestado hoy su rayo invencible, y la santa libertad
me asegura desde el cielo que los hemos destrozado solos al común enemigo,
acompañados de vosotros es imposible que nos dejemos arrancar un laurel,
el número de sus hombres nada importa; somos infinitamente más que ellos
porque cada uno de vosotros representa aquí a Dios Omnipresente con su
justicia y a la América entera con la fuerza de su derecho y de su indignación.
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Ayacucho
¡Soldados !
De los esfuerzos de hoy, pende la suerte de la América del Sur…Otro día de gloria va a
coronar vuestra admirable constancia ¡
Fuente: Sucre, 1976: 476-479; Sherwell, 1995: 97-99; Villanueva, 1995: 376-378.
Es la División peruana la que a esa parte se dirige; voy a vérmelas con La Mar;
me situaré al otro lado de la barranca, la artillería se colocará en aquel punto
(señalándolo); poco más allá la infantería, y a sus flancos la caballería; de esa
manera podremos, sin gran dificultad, posesionarnos de aquella importantísima
posición, que ofrece la eminencia que allí se ve. Conseguido eso, dentro de
dos horas quedará todo concluido; pues tomaremos al enemigo a dos fuegos.
Monet lo atacará por el centro, y Villalobos por la izquierda. (Rey de Castro,
1883: 45).
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
174 Rey de Castro señala que la orden emitida fue: “¡Armas a discreción, paso al vencedor!”.
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y la Independencia del Alto Perú
175 Antes de probar el amargo sabor de la derrota en Maipú y Carabobo, el Burgos presumía de
no haber conocido la derrota en 18 batallas consecutivas. (Dietrich, 1995: 162-163).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
que sostener sus lanzas enristradas a pie firme y ver como los jinetes
españoles se ensartaban en ellas. El brigadier Camba fue derribado
con su caballo cuando dirigía la carga de su escuadrón y, quedando
debajo del cuerpo inerte del animal, fue milagrosamente salvado por el
coronel Antonio García, segundo ayudante del Estado Mayor realista.
Sucre ordenó el relevó de la división Córdova al tiempo que este jefe
coronaba ya las alturas del Condorcunca (Thorndike, 1999; Villanueva,
1995). El mermado Batallón Rifles, del coronel Sandes, no participa de
lleno en la batalla pero cuida el parque, vigila a los prisioneros y asiste
a las unidades patriotas en todas partes; algunos de sus oficiales y jefes,
aptos para pelear, refuerzan no pocos batallones.
Sucre, general en jefe del Ejército Unido Libertador, a nombre
del Libertador Bolívar y de la República de Colombia, asciende a los
generales de brigada Córdova y Lara al grado de generales de división,
en pleno campo de batalla, por sus extraordinarios servicios a lo largo de
la campaña. Silva, Carvajal y Sandes serán objeto de recomendaciones
especiales para obtener el grado de generales de brigada.
Entre tanto el mariscal Villalobos, quien antes de empezar la batalla
presumía de tener las mejores unidades españolas en su división, se ha
quedado sin nada; sus batallones yacen destrozados sobre un costado
del campo y los pocos regimientos que siguen en pie están confundidos
en la masa del centro, que inútilmente se opone a la división Córdova.
El objetivo de emplazar la artillería en aquel lado del terreno (el flanco
derecho de los patriotas) tampoco se cumplió, deparando este solo
hecho terribles consecuencias para el éxito de la estrategia realista.
Comprendiendo lo irreversible de la situación, Villalobos intenta buscar
abrigo en la cumbre de la montaña junto con Carratalá y otros oficiales
superiores. Ese mismo destino había sido asumido ya –desde hacía
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
178 Según Vásquez, a la postre el desempeño de este sargento no fue del todo bien
recompensado; solo el general Sucre, estando ya en Bolivia, le concedió una compensación de
1.500 pesos por su impecable comportamiento. El sargento Barahona murió en el hospital San
Andrés, de Lima, en medio de la miseria y el olvido oficial de los gobiernos posindependencia.
(Vásquez, 2011: 230).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Cuadro n.° 12. Estado de muertos y heridos del Ejército Unido Libertador
Muertos Heridos
Divisiones Cuerpos
Oficiales Tropas Oficiales Tropas Total
Estado
- - 4 -
Mayor
2.ª de 3 51 1 39
Rifles
Colombia 1 28 4 114
Vencedor
Gral. Lara - 20 1 31 334
Vargas
1 13 3 20
Húsares
Artillería
- - 1 1
Legión
- 3 1 10
N.o 1
Div. - 6 3 25
N.o 2
peruana - 48 2 21
N.o 3 184
- 20 - 21
Húsares
- 8 2 12
de Junín
Bogotá 1 24 4 61
1.° de
Voltígeros - 19 7 60
Colombia
Pichincha 2 20 6 55
Gral.
Caracas - 30 9 128 461
Córdova
Granaderos 1 10 3 21
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Ayacucho
¡Soldados ¡
Sobre el campo de Ayacucho habeís completado la empresa más digna de
vosotros. 6.000 bravos del ejército libertador han sellado con su constancia
y con su sangre la independencia del Perú y la paz de América. Los 10.000
soldados españoles que vencieron catorce años en esta República, están ya
humillados a vuestros pies.
¡Peruanos ¡
Sois los escogidos de vuestra patria. Vuestros hijos, las más remotas
generaciones del Perú, recordarán vuestros nombres con gratitud y orgullo.
¡Colombianos ¡
Del Orinoco al Desaguadero habeís marchado en triunfo; dos naciones os
deben su existencia; vuestras armas las ha destinado la victoria para garantir la
libertad del Nuevo Mundo (Sucre IV, 1976: 481).
El campo de batalla ha decidido por fin que el Perú corresponde a los hijos
de la gloria. Seis mil bravos del ejército libertador han destruido en Ayacucho
los nueve mil soldados realistas que oprimían esta república: los últimos restos
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y la Independencia del Alto Perú
¡Soldados !
Habeìs dado la libertad a la América Meridional, y una cuarta parte del mundo
es el monumento de vuestra gloria, ¿dónde no habeis vencido?
La América del Sur está con los trofeos de vuestro valor; pero Ayacucho
semejante al Chimborazo, levanta su cabeza erguida sobre todos.
¡Soldados !
Colombia os debe la gloria que nuevamente le daís: el Perú, vida, libertad y
paz. La Plata y Chile también os son deudores de inmensas ventajas. La buena
causa, la causa de los derechos del hombre, ha ganado con vuestras armas su
terrible contienda contra los opresores. Contemplad, pues, el bien que habeis
hecho a la humanidad con vuestros heroícos sacrificios.
¡Soldados !
Recibid la ilimitada gratitud que os tributo a nombre del Perú. Yo os ofrezco
igualmente que sereís recompensados como mereceís, antes de volver a vuestra
hermosa patria. Más no, jamás sereís recompensados dignamente: vuestros
servicios no tienen precio.
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Ayacucho
¡Soldados peruanos !
Vuestra patria os contará siempre entre los primeros salvadores del Perú.
¡Soldados colombianos !
Centenares de victorias alargan vuestra vida hasta el término del mundo.
(Salamé, 2009: 182; Sherwell, 1995: 103; Hoover, 1995: 241; O’Leary, 1919: 212).
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y la Independencia del Alto Perú
Simón Bolívar
Libertador y Presidente de la República de Colombia
y encargado del Poder Dictatorial del Perú, &.&.&.179
Considerando:
179 Colección de leyes, decretos y órdenes publicadas en el Perú desde su independencia en el año de
1821, hasta el 31 de diciembre de 1830 (1832: 47).
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Ayacucho
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Señor Ministro:
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Ayacucho
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Ayacucho
Simón Bolívar
182 Colectivo de autores (2008: 15). Antonio José de Sucre para lectores de 9 a 90 años. Fundación
Banco Central de Bolivia.
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Batalla de Ayacucho. Colección Libros Raros de la Biblioteca Nacional, Caracas. Cortesía del Centro Nacional
de Estudios Históricos-Centro de Estudios Simón Bolívar, República Bolivariana de Venezuela
Capítulo V
La Capitulación de Ayacucho
Capitulación de Ayacucho. Daniel Hernández (1924), Museo del Banco Central de Reserva (Perú)
La Capitulación de Ayacucho
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Ayacucho
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Ayacucho
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Ayacucho
Capitulación de Ayacucho185
Ejército Libertador – Cuartel General de Ayacucho
10 de diciembre de 1824
2º Concedido; pero el Gobierno del Perú sólo abonará las medias pagas mientras
proporcione transportes. Los que marcharen a España no podrán tomar las armas contra la
América mientras dure la guerra de la independencia, y ningún individuo podrá ir a punto
alguno de la América que esté ocupado por las armas españolas.
3° Cualquier individuo de los que componen el ejército español, será admitido
en el del Perú, en su propio empleo, si lo quisiere.
3º Concedido.
4° Ninguna persona será incomodada por sus opiniones anteriores, aun cuando
haya hecho servicios señalados a favor de la causa del Rey, ni los conocidos
por pasados; en este concepto, tendrán derecho a todos los artículos de este
tratado.
4º Concedido; si su conducta no turbare el orden público, y fuere conforme a las
leyes.
5° Cualquiera habitante del Perú, bien sea europeo o americano, eclesiástico o
comerciante, propietario o empleado, que le acomode trasladarse a otro país,
podrá verificarlo en virtud de este convenio, llevando consigo su familia y
propiedades, prestándole el Estado proporción hasta su salida; si eligiere vivir
en el país, será considerado como los peruanos.
5º Concedido; respecto a los habitantes en el país que se entrega y bajo las condiciones
del artículo anterior.
6° El Estado del Perú respetará igualmente las propiedades de los individuos
españoles que se hallaren fuera del territorio, de las cuales serán libres de
disponer en el término de tres años, debiendo considerarse en igual caso las de
los americanos que no quieran trasladarse a la Península, y tengan allí intereses
de su pertenencia.
6º Concedido como el artículo anterior, si la conducta de estos individuos no fuese
de ningún modo hostil a la causa de la libertad y de la independencia de América, pues en
caso contrario, el Gobierno del Perú obrará libre y discrecionalmente.
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Ayacucho
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Ayacucho
José Canterac
Antonio José de Sucre
José Canterac
Antonio José de Sucre
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y la Independencia del Alto Perú
Excelentísimo Señor
El tratado que tengo la honra de elevar a manos de V .E. firmado sobre el campo
de batalla en que la sangre del Ejército Libertador aseguró la independencia del
Perú, es la garantía de la paz de esta República y el más brillante resultado de
la victoria de Ayacucho.
188 En el caso de Valdés, este le pidió a Sucre que le condujera con Miller; al verlo, sin mediar
palabra le abrazó efusivamente recordando luego, junto al general en jefe, los muchos aprietos a
los cuales Miller los sometió a lo largo de la campaña. (Miller, 2009: 308).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
José Manuel
de los Ríos “Merced a la diplomacia y a la magnanimidad de Sucre la guerra de la
independencia quedó ceñida a las prácticas de la civilización, el reinado
2 (Venezuela, de la caridad reemplazó al imperio de las furias y América entró en la vida
1895) internacional independiente, culta y soberana”.
“Al lado del guerrero que conmovió la tierra con sus hechos, que levantó
Canónigo su nombre a la altura de los grandes capitanes del orbe, brilla el hombre
Luis R. de corazón magnánimo, que suaviza con el perdón la suerte del vencido y
que convierte sus triunfos en motivos de aplauso para sus enemigos y de
3 Escalante inefables satisfacciones para él. No comprendía la victoria sin la clemencia,
(Ecuador, ni experimentaba las dulces fruiciones del vencedor con la humillación y
1930) abatimiento de sus contrarios. Tales fueron los sentimientos a que obedeció
en su larga carrera pública”.
“En Sucre, como en San Martín y Bolívar, los rasgos fundamentales del
Manuel soldado del siglo XIX aparecen con toda nitidez. La generosidad con el
vencido, el respeto al honor de los oficiales derrotados y un auténtico civismo
5 Burga expresado en el respeto a las instituciones políticas y la opinión pública son
(Perú, 1996) los rasgos principales de los grandes jefes militares de la independencia en
el Perú”.
Fuentes: n.° 1: Paz Soldán (1870: 283); n.os 2-4: Castellanos (1998:194-195); n.° 5: Burga Manuel en Mora
(2009: 119)
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Ayacucho
189 Solo resistían Rodil en el Callao y Quintanilla en el archipiélago Chiloé (Chile); ambos
depusieron las armas en 1826.
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y la Independencia del Alto Perú
camino para integrar a todos los militares peruanos bajo una misma
bandera y en un mismo ejército: el del Perú.
Pese al intento del presidente realista de Cusco, mariscal Antonio
Álvarez190, de designar y establecer un nuevo virrey (Pío Tristán) en
Arequipa, el mandato español en el Perú había expirado ya. El propio
Tristán, sin oponer resistencia, se rindió en Arequipa al coronel
Francisco de Paula Otero cuando este le hizo conocer los términos de
la Capitulación. En total cuatro importantes guarniciones depusieron
las armas: Arequipa (700 hombres), Quilca (600), Puno191 (480), Cusco
(1.700), además de la columna de Miranda desde Chincheros con 1.000
efectivos. La Armada española también depuso las armas sin mayor
novedad. Con la única mancha del Callao, la tierra de los incas quedaba
libre de realistas hasta los límites del Desaguadero. (Sherwell, 1995: 102;
Paz Soldán, 1870: 284-286).
En Ayacucho quedó enterrado el oprobioso régimen colonial. La
América –antes española– inscribiría su nombre, de una vez por todas,
en el concierto de naciones libres del universo; sin embargo, la gesta
de Ayacucho aún tenía frutos que brindar a la humanidad. El 9 de
diciembre, al igual que marcaba el fin de un ciclo, determinaba el inicio
de otro; uno cuya máxima y más sublime expresión sería el nacimiento
de una nueva nación: Bolivia.
190 Presidente accidental ante la huida del titular Sanjuanena. (Rey de Castro, 1883: 55).
191 El general Rudecindo Alvarado, el mismo que comandó la primera expedición a Puertos
Intermedios en los primeros días de la república, estaba prisionero en Puno junto con otros
patriotas, pero al tener conocimiento de la victoria de Ayacucho se rebelaron contra sus captores,
quienes al mando del general Echeverría entregaron la plaza sin mayores consecuencias.
Alvarado quedó como nuevo comandante de la Plaza.
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Piedra de Huari sobre la cual se firmó el Parte de la Batalla de Ayacucho, Casa de Capitulación, Quinua-
Ayacucho. Foto: Orlando Rincones, 2011
Capítulo VI
De Cusco al Alto Perú:
Sucre y la creación de Bolivia
De Cusco al Alto Perú:
Sucre y la creación de Bolivia
192 Valdés se mantendría muy activo en España, en el Ejército Real participó en la Campaña
de Cataluña contra los carlistas; desempeñó las gobernaciones de Cartagena y Valencia; fue
capitán general de Cuba y posteriormente senador hasta 1847; muere en Oviedo en el año de
1855. Canterac llegó a ser capitán general de Madrid y, como tal, rindió la vida combatiendo la
revolución de 1835. La Serna, menos activo, murió en Cádiz en 1832. (Villanueva, 1995: 393).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Mi querido general, llene Vd. su destino, ceda Vd. la fortuna que lo persigue,
no se parezca Vd. a San Martín y a Iturbide que han desechado la gloria que los
buscaba. Vd. es capaz de todo y debe vacilar un momento en dejarse arrastrar
por la fortuna que lo llama, Vd. es joven, activo, valiente, capaz de todo ¿Qué
más quiere Vd.? una vida pasiva e inactiva es la imagen de la muerte, es el
abandono de la vida; es anticipar la nada antes que llegue. Yo no soy ambicioso
pero veo que Vd. debe serlo un poco más para alcanzarme o superarme.
Acuérdese Vd. que tiene un padre vivo que se alegrará siempre de la gloria de
su hijo. (Bolívar a Sucre. Lima, XX-I-1825. Bolívar II, 1978: 444).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
No tengo inconveniente alguno en confesar a la faz del mundo que V.S. es uno
de los más grandes bienhechores de la América y que ninguna recompensa
pagaría jamás los servicios que V.S. le ha hecho en estas circunstancias. (Bolívar
a Olañeta. Lima, XV-XII-1824. Bolívar II, 1978: 424-426).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Tan luego como el general Olañeta hizo una señal a los pueblos para sustraerse
de la dominación del injusto poder aristócrata de La Serna, fui el primero en
seguir la causa del rey absoluto: era necesario que el germen de la discordia se
hiciese reproductivo. (García Camba, 1846: 353-354).
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Ayacucho
¡Cuzqueños !
Al pisar vuestra patria he tenido las emociones más sensibles: he visto
cumplidos vuestros deseos y satisfechos los votos del Ejército Unido. En los
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y la Independencia del Alto Perú
campos sagrados de Junín y Ayacucho quedaron rotas para siempre las cadenas
que os ataban a un poder extraño: dejasteis eternamente de ser españoles, sois
ya peruanos, sois libres. En adelante los destinos de la República dependerán
de vuestras virtudes y patriotismo.
¡Cuzqueños !
El Ejército Libertador, que desde tierras lejanas viene combatiendo por traeros
la libertad, os pide en recompensa vuestra amistad y unión. La dicha del Perú
son los bienes que anhela; y volver a su país llevando por trofeos, dulces
recuerdos y las bendiciones de los remotos descendientes del Sol. (Sucre IV,
1976: 574-575).
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Ayacucho
193 Enterado Sucre de que Arenales avanzaba desde el Sur (Tupiza) sobre el Alto Perú,
consideró prudente dejar en el Cusco a Gamarra con los batallones peruanos, por algunos
efectivos naturales de estas tierras y por estar comandadas estas unidades, casi en su totalidad,
por oficiales y jefes del Río de la Plata.
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
S.E el Libertador no dudando del objeto que se proponía el ejército del señor
Olañeta desde el mes de febrero pasado, ha declarado a sus valientes tropas
como parte del ejército unido y como libertadores del Perú, y persuadido S.E
el Libertador del acendrado patriotismo de esos pueblos y su amor ardiente
por la causa de la independencia, me ha hecho por ellas las más encarecidas
recomendaciones. Así es que, aunque yo pienso que ya ellas estén ya
pronunciadas por la causa de la América, he resuelto marchar con el ejército
libertador para La Paz y Oruro, tanto por ponerlas al abrigo de sugestiones
enemigas, cuanto por acercarme a los señores generales Olañeta y Aguilera y
arreglar de un modo definitivo y cierto los términos en que ellas queden.
Me es agradable declarar a V.S.M.I y a todos los pueblos que el ejército no lleva
a esos países la menor aspiración: sus armas no se ocuparán sino de garantir
su libertad; les dejaremos su más amplio y absoluto albedrío para que
resuelvan sobre si lo que gusten194, para que se organicen del modo que más
proporcione su felicidad; y en fin, protesto que el ejército no intervendrá sino
en mantener el orden y evitar los males de los partidos. Bajo estos principios
es que el ejército libertador marcha al otro lado del Desaguadero para felicitar
a sus hermanos, para incorporarlos a la familia americana y para estrechar los
lazos que unan nuestros intereses.
Sírvase V.S.M.I aceptar los sentimientos de respeto y la muy distinguida
consideración con que soy de V.S.M.I.
A. J. de Sucre
(Sucre V, 1978: 9; Rey de Castro, 1883: 62-63).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Perú ni parece que quiere ser sino de sí mismo195” (Sucre a Bolívar. Cusco,
VIII-I-1825. Sucre, 1978: 27; Beltrán, 1960: 16; Vásquez, 2012: 56;
Sherwell, 1995: 110); el héroe de Pichincha y Ayacucho estaba ganado
con la idea de la independencia altoperuana.
Mientras Sucre iba dando forma a la materialización del sentimiento
libertario altoperuano, seguramente incubado en él desde los tiempos de
la campaña de Pichincha a partir de sus primeros contactos con tropas
altoperuanas196, el general Olañeta continuaba con sus tácticas dilatorias
en procura de ganar tiempo ante un eventual auxilio proveniente de
España. El 4 de enero el general absolutista lanza una proclama a los
pueblos del Alto y Bajo Perú, también a los oficiales y jefes de su ejército,
en donde acusa al ejército de La Serna de traición e incapacidad por su
derrota en Ayacucho; hecho que, por demás, no minaba su entusiasmo
y determinación, manifestando su absoluta convicción de no rendirse
jamás. Sin saber que Pío Tristán ya había aceptado los términos de
la Capitulación de Ayacucho, entabló correspondencia con él para
coordinar esfuerzo, exponiéndole sus planes dilatorios para con los
patriotas (Arnade, 1982: 175). Era tal su descaro, pero tal su convicción
en la victoria, que el 13 de enero firma una tregua de cuatro meses con
el teniente coronel Elizalde; la misma establecía que el Ejército Patriota
quedaría al norte del Desaguadero, mientras el de Olañeta lo hacía al
sur, conservando, además, la región de Tarapacá con una salida expedita
al Pacífico por Iquique. En función del tratado, el general patriota
José Miguel Lanza debía acantonarse en Ayopaya. Al mismo tiempo
195 Negritas del autor.
196 Entre estos habría que destacar al general Andrés de Santa Cruz, a quien siempre se le
identificó como proclive a la emancipación de Charcas, tanto que por este particular motivo
Riva-Agüero, pese a contar con su incondicional fidelidad, veía con reservas su traslado a
Puertos Intermedios (1823) por temor a que este jefe buscara solo proclamar la independencia
del territorio que lo vio nacer.
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
198 Sucre movilizó de inmediato a la Legión Peruana y al Batallón n.° 2 del Perú con 1.000
hombres, más 550 Húsares de Junín. Próximamente marcharían Córdova con 3.500 y Lara
finalmente con 3.000. Todo este contingente se reuniría entre Sicuani y Lampa. (Sucre a Bolívar.
Cusco, XV-I-1825. Sucre V, 1978: 49).
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Ayacucho
Señor general:
Al salir de Cusco me llegó la nota de V.S. del 13 del corriente, contestación a la
mía del 1º, y el armisticio que incluye. Antes había recibido sus comunicaciones
del 22 de diciembre desde Cochabamba, y seguidamente han venido a mis
manos los oficios originales que V.S. ha dirigido al comandante del navío Asia,
al señor general Tristán y a otras autoridades que eran antes españolas. A la
confusión de ideas que envuelven estos documentos debiera contestar a V.S.
que el ejército libertador jamás sufrió un insulto sin castigarlo, y que él marcha
a justificar a V.S. esta verdad.
Sin embargo, después de los servicios que han hecho las tropas
de V.S. a la república en nuestra última campaña, después que las
hemos declarado como parte del ejército libertador, después que nos
disponíamos a darles cuantas recompensas quisieran, después que
hemos proclamado a V.S. mismo como libertador del Perú, no es mi
ánimo abusar de nuestras ventajas, ni usar de la fuerza, sin servirnos
primero de la Razón; por eso me detendré en explicaciones. (Sucre a
Olañeta. Santa Rosa, XXIV-I-1825. Sucre, 1978: 99-100).
Seguidamente expone el Gran Mariscal de Ayacucho los motivos
de su enojo, le hace referencia a las proclamas dictadas en Oruro en
fecha 4 de enero, así como las intimaciones a los embarcados en el
Asia a faltar a los acuerdos de la Capitulación de Ayacucho. Pero lo
que más ha ofuscado al jefe patriota es la afrenta de haber hollado
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y la Independencia del Alto Perú
Yo voy a estar pues en el caso de organizar aquel país como libertado por
los independientes, y dejar a los pueblos su soberanía para constituirse,
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Ayacucho
mientras haya un arreglo definitivo entre los congresos del Perú y del antiguo
Virreinato de Buenos Aires, ambos uniformes, legal y libremente conocidos
y reunidos. Parece que esta es la mente de S.E. el Libertador presidente de
Colombia.
Como por consecuencia, ni a mí, ni al ejército nos honra quedar con el
gobierno de estas provincias, he pensado al llegar a La Paz dar un decreto
convocando una asamblea de diputados de las provincias, del modo
más breve y legal, y que reunidas en Oruro u otro punto del centro,
delibere libremente sobre su suerte199, sin que el ejército unido, y mucho
menos el ejército de Colombia se mezcle nada más, nada más que en mantener
el orden; pues nuestras armas ni pueden intervenir en los negocios de aquellos
pueblos, ni ser garantes de otra cosa, que de libertarlos de los españoles. (Sucre
a al ministro de Guerra. Puno, I-II-1825. Sucre V, 1978: 141; Beltrán, 1960: 17).
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y la Independencia del Alto Perú
Yo estoy, mientras reciba órdenes de Vd. por la tal asamblea que resuelva lo que
guste de esos pueblos; los pretendientes a las provincias que hagan diligencias
por ganar las votaciones. Esta es en cuanto a mí y al ejército colombiano la
conducta más derecha que encuentro. (Citado por Vásquez, 2012: 60; Sucre a
Bolívar. Puno, I-II-1825. Sucre V, 1978: 127).
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Ayacucho
201 Se refería a los planes para adquirir fusiles vía Iquiquey a la estrategia dilatoria para ganar
tiempo ante un posible auxilio desde España.
202 Su arribo a Puno debe haberse verificado en horas de la tarde, pues en la mañana se
encontró con el general Alvarado –a 10 millas de la ciudad–, quien había salido esa mañana de
Puno rumbo al sur, tal como lo cuenta Sucre a Bolívar en su carta del día 3. La impresión que
recibió Alvarado al encontrarse con el desertor y su compañero de viaje, Mariano Calvimontes,
fue de repulsa por conocer la filiación realista de este oscuro personaje; así lo recogió en sus
memorias y también alcanzó a advertir a Sucre en su oportunidad. (Arnade, 1982: 191).
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y la Independencia del Alto Perú
La Villa de Acora, a orillas del lago Titicaca, fue el lugar donde Sucre
y Casimiro discutieron largamente sobre el problema del Alto Perú. El
sobrino del general rebelde manifestó a Sucre que el pueblo de Charcas
odiaba a las Provincias Unidas (Arnade, 1982: 191), seguramente a raíz
de los estragos realizados por las tropas de estas en el marco de las
expediciones auxiliares argentinas (1810-1817)203. Casimiro era de la
idea de que la elección estaría entre el Bajo Perú o la independencia.
Bajo un fuerte aguacero el ejército siguió su camino, pasó por Ilave
y en este, como en todos los pueblos, fue recibido con múltiples
demostraciones de júbilo en medio de arcos triunfales y danzas típicas,
“era una marcha más bien triunfal que bélica” (Dietrich, 1995: 189). En
Zepita se rememoró la batalla allí acaecida el 15 de septiembre de 1823,
en la Campaña de Puertos Intermedios, para arribar luego a la población
de Desaguadero. El paso del caudaloso río por el flotante puente de
balsas se verificó en medio de la mayor emoción y algarabía imaginable.
203 Al estallar la revolución del 25 de mayo de 1810, la Primera Junta del coronel Saavedra
consideró la situación de las provincias lejanas y decide enviar un ejército expedicionario al Alto
Perú: la primera expedición a cargo del general Antonio González Balcarce y el Dr. Juan José
Castelli (1810), derrotada por Goyeneche; la segunda, dirigida por el general Manuel Belgrano
(1813), derrotada por Pezuela; la tercera, a las órdenes del general José Rondeau (1815), derrotada
por Pezuela nuevamente; y una última bajo el mando del teniente coronel Gregorio Araoz de la
Madrid (1817), derrotada finalmente en la Batalla de Sopachuy. (Valencia, 1984: 544).
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Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
Considerando:
1°.- Que al pasar el Desaguadero el ejército libertador ha tenido el sólo objeto
de redimir las provincias del Alto Perú de la opresión española, dejándolas en
la posesión de sus derechos.
2°.- Que no correspondiendo al ejército intervenir en los negocios domésticos
de estos pueblos, es necesario que las provincias organicen un gobierno que
provea a su conservación, puesto que el ejército ni quiere ni debe regirlas por
sus leyes militares, ni tampoco puede abandonarlas a la anarquía y al desorden.
3°.- Que el antiguo Virreinato de Buenos Aires a quien ellas pertenecían a
tiempo de la revolución de América, carece de un gobierno general que
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Ayacucho
1°.- Las provincias que se han conocido con el nombre del Alto Perú, quedarán
dependientes de la primera autoridad del ejército libertador, mientras una
asamblea de diputados de ellas mismas delibere de su suerte.
2°.- Esta asamblea se compondrá de los diputados que se eligieren en juntas de
parroquia y de provincia.
3°.- El doce de marzo próximo se reunirán indispensablemente los ciudadanos
de cada parroquia en el lugar más público, y presididos del alcalde del pueblo
y cura párroco, elegirán nominalmente cuatro electores, antecediendo a esta
diligencia el nombramiento de dos escrutadores y un secretario.
4°.- Los votos se escribirán en un libro por el secretario públicamente y serán
firmados por el votante; concluido el acto serán firmadas las relaciones por el
presidente, el secretario y los escrutadores.
5°.- Para ser elector se requiere ser ciudadano en ejercicio, natural o vecino
del partido, con un año de residencia y con reputación de honradez y buena
conducta.
6°.- Concluidas las votaciones que serán en un solo día, se remitirán las listas
de cada parroquia a la cabecera del partido, dirigidas, cerradas y selladas a la
municipalidad, o al juez civil.
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y la Independencia del Alto Perú
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Ayacucho
Hoy es el día del Perú, porque hoy no tiene un dictador. El Congreso salvó
la patria cuando transmitió al Ejército Libertador la sublime autoridad que le
había confiado el pueblo, para que lo sacase del caos y la tiranía. El Congreso
llenó altamente su deber dando leyes sabias en la Constitución republicana, que
mandó cumplir. El Congreso, dimitiéndose de esa autoridad inenajenable que
el pueblo mismo apenas podía prestar, ha dado el ejemplo más extraordinario
de desprendimiento y de patriotismo. Consagrándose a la salud de la patria,
y destruyéndose a sí mismo, el Congreso constituyó al Ejército en el augusto
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210 Nos referimos al presidente Vicente Nieto y al gobernador Francisco de Paula Sanz (Roca, 2007).
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y la Independencia del Alto Perú
Mí querido General:
He recibido la carta de Vd de Puno del 1° de febrero con mucho gusto, porque
se de Vd y del estado de las cosas.
Me parece que el negocio del Alto Perú no tiene inconveniente alguno militar,
y en cuanto a lo político, para Vd. es muy sencillo: Vd. está a mis órdenes con
el ejército que manda y no tiene que hacer sino lo que le mando. El Ejército
de Colombia ha venido aquí a mis órdenes, para que, como jefe del Perú, le
de dirección y haga con él la guerra a los españoles. Vd. manda el Ejército
como general de Colombia, pero no como jefe de la nación, y yo sin mandar el
ejército como general, lo mando como auxiliar de la nación que presido. Esto
lo digo en respuesta a los compromisos de que Vd. habla. Yo no le doy órdenes
como jefe de Colombia, porque no lo soy, pero si como jefe del territorio que
está en guerra con el Alto Perú, no habiendo límites entre enemigos.
Ni Vd., ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper
y violar las bases del derecho público que tenemos reconocido en América.
Esta base es que los gobiernos republicanos se funden entre los límites de los
antiguos virreinatos, capitanías generales, o presidencias como la de Chile. El
Alto Perú es una dependencia del virreinato de Buenos Aires: dependencia
inmediata como la de Quito de Santa Fe. Chile, aunque era dependencia del
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Ayacucho
Perú, ya estaba separado del Perú algunos años antes de la revolución, como
Guatemala de Nueva España. Así es que ambas a dos de estas presidencias han
podido ser independientes de sus antiguos virreinatos; pero Quito ni Charcas
pueden serlo en justicia, a menos que, por un convenio entre partes, por resultado
de una guerra o de un Congreso, se logre entablar y concluir un tratado. Según
dice, Vd. piensa convocar una asamblea de duchas provincias. Desde luego,
la convocación misma es un acto de soberanía. Además llamando Vd. estas
provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho de las demás provincias
del Río de la Plata. Desde luego, Vd. logrará con dicha medida la desaprobación
del Río de la Plata, del Perú y de Colombia misma, que no puede ver con
indiferencia siquiera que Vd rompa los derechos que tenemos a la presidencia
de Quito por los antiguos límites del antiguo virreinato. Por supuesto, Buenos
Aires tendrá mucha justicia, y al Perú no le puede ser agradable que con sus
tropas se haga una operación política sin consultarlo siquiera.
Vd. tiene una moderación muy rara: no quiere ejercer la autoridad de general
cual le corresponde, ejerciendo de hecho el mando del país que sus tropas
ocupan, y quiere, sin embargo, decidir una operación que es legislativa. Yo
sentiría mucho que la comparación fuese odiosa, pero se parece a lo de San
Martín en el Perú: le parecía muy fuerte la autoridad de general Libertador
y, por lo mismo se metió a dar un estatuto provisorio, para lo cual no tenía
autoridad. Le diré a Vd. con la franqueza que Vd. debe perdonarme, que Vd.
tiene la manía de la delicadeza, y que esta manía le ha de perjudicar a Vd. como
en el Callao. Entonces quedaron todos disgustados con Vd. por delicado, y
ahora va a suceder lo mismo.
Vd. créame General, nadie ama la gloria de Vd. tanto como yo. Jamás un jefe
ha tributado más gloria a un subalterno. Ahora mismo se está imprimiendo una
relación de la vida de Vd. hecha por mí, en que, cumpliendo con mi conciencia, le
doy a Vd. cuanto merece. Esto lo digo para que Vd. vea que soy justo, desapruebo
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y la Independencia del Alto Perú
¿Por qué pues una provincia con 50.000 almas ha de ser allí gobernada
independiente y federada, y cinco departamentos con más de un millón no
han de congregarse para proveer a su conservación y a tener un gobierno
provisorio mientras ven si se concreta el gobierno general?
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Ayacucho
como esta; su reunión sería a principios del próximo año y podía dar
por hecho su pláceme para avalar cualquier decisión que emanara de la
Asamblea Deliberante. Por otra parte, el Gobierno de Buenos Aires,
mediante decreto del 8 de febrero de 1825, autorizaba al general Álvarez
de Arenales211 “para que pactase cualquier arreglo con los jefes del Alto Perú
cuya provincias quedaban en la más completa libertad para que acordasen lo que
más conviniera a sus intereses y gobierno” (citado por Castellanos, 1998: 223;
Roca, 2007: 669). La principal preocupación de Bolívar se despejaba
con esta posición y con el seguro respaldo de los tribunos en Lima. Una
vez más, el Libertador respaldaría las lúcidas y acertadas iniciativas de
su discípulo, ahora no en el campo militar sino en el terreno político;
ese que tanto parecía incomodar al héroe de Pichincha y Ayacucho.
Desde Arequipa, el Libertador emite el presente decreto que ratifica lo
dispuesto por Sucre previamente, quedando saldado de esta manera el
breve impasse surgido entre los dos héroes.
Simón Bolívar
Libertador Presidente de la República de Colombia,
Libertador de la del Perú y Encargado del supremo mando de ella, etc.
Considerando:
211 El 24 de marzo, desde Salta lanza una proclama en este sentido, indicando que “había
llegado el caso de que por medio de sus representantes (las provincias del Alto Perú) dispusiesen
libremente de su destino. (Rey de Castro, 1883: 94).
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Decreto:
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Ayacucho
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212 Nos referimos a los guerrilleros que sostuvieron durante 15 años las famosas “republiquetas”,
es el caso de los esposos Padilla, de Cáceres, Chinchilla, Warnes, Arce, Eustaquio Méndez y
muchos otros, algunos ya fallecidos en la lucha para esa gloriosa fecha.
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Ayacucho
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Al pasar el desaguadero encontré una porción de hombres dividido entre asesinos
y víctimas; entre esclavos y tiranos: devorados por los enconos y sedientos de venganza.
Concilié los ánimos, he formado un pueblo que tiene leyes propias, que va cambiando
su educación y sus hábitos coloniales, que está reconocido de sus vecinos, que está exento
de deudas exteriores, que sólo tiene una interior pequeña, y en su propio provecho, y que
dirigido por un Gobierno prudente será feliz.
Desde mi patria, desde el seno de mi familia, mis votos constantes serán por la
prosperidad de Bolivia.
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Capítulo VII
Ayacucho, “Cuna de la Libertad
Suramericana”
Monumento a la victoria de Ayacucho. Pampa de Ayacucho, Dtto. Quinua, Ayacucho-Perú. Foto: Orlando
Rincones, 2011
Nueve de diciembre de 1824:
213 Inscripción en la lápida derecha del primer monumento a los vencedores de Ayacucho (1897)
mandado a construir por el prefecto de Ayacucho, coronel Pedro Portillo. El monumento fue
inaugurado el 28 de julio de 1897 durante la presidencia del Excmo. Señor Nicolás de Piérola.
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Ayacucho, “Cuna de la Libertad
Suramericana”
B ajo un fuerte e intenso sol, un día cualquiera del año 2011 una
muchedumbre de jóvenes estudiantes atraviesa ante mis ojos la
Plaza Mayor de Ayacucho –también llamada Plaza de Armas–. Forzados
por los apremios del tiempo, algunos corren, otros más desentendidos
y relajados solo caminan mientras conversan o disfrutan algún helado.
Todos pasan, con la mayor indiferencia y naturalidad, por el frente y
por los costados de la estatua del Gran Mariscal de Ayacucho –Antonio
José de Sucre–, el héroe que 187 años atrás les legara la libertad e
independencia que hoy disfrutan.
Ubicada al sur de la Sierra Central del Perú (2.761 m s. n. m.), la ciudad
de Ayacucho, capital de la provincia Huamanga y del departamento de
Ayacucho, es una ciudad rebosante de juventud, bien por la bulliciosa
presencia en sus estrechas calles coloniales de miles de escolares, o por la de
los no menos alegres y entusiastas estudiantes de la Universidad San Cristóbal
de Huamanga (fundada en 1680), venidos estos de todos los confines del
país. Esta entusiasta juventud es la misma que decidió el destino de América
aquel memorable 9 de diciembre de 1824 en la pampa de Ayacucho (o
pampa de Quinua como también suelen llamarla los lugareños), a escasos 33
km de esta hermosa y pintoresca ciudad (Iperú, 2009).
El 25 de abril de 1540, previo establecimiento durante 14 meses
en Quinuacocha de Huamanguilla, el teniente gobernador Vasco de
Guevara, por mandato del conquistador español Francisco Pizarro,
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Plaza Mayor de Ayacucho o Plaza de Armas, frente a la catedral. Foto: Orlando Rincones, 2011
Catedral de Ayacucho, en la Plaza de Armas, construida entre 1632 y 1672. Foto: Orlando Rincones, 2011
Ayacucho
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y la Independencia del Alto Perú
De más está decir que la más grande festividad que tiene lugar en la
ciudad y en todo el departamento, junto con el carnaval, es la celebración
que rinde homenaje a la victoria obtenida por Sucre y su Ejército Unido
Libertador el 9 de diciembre de 1824 en la pampa de Ayacucho. Una
semana entera de coloridas actividades se desarrollan para recordar la
más gloriosa batalla librada en suelo americano, así como también el día
del Ejército peruano.
Si bien una disposición del expresidente Fernando Belaúnde Terry,
la Ley n.° 14733 del 23 de noviembre de 1963, declaró el 9 de diciembre
Fiesta Nacional y Día de la Libertad y Confraternidad Americana, una
resolución posterior del expresidente Alan García, la Ley n.° 24682
del 3 de junio de 1987, redujo inexplicablemente la festividad a “Día
cívico laboral a nivel nacional” y “no laborable” en el Departamento
de Ayacucho. Este mismo decreto, en su artículo primero, proclama
a Ayacucho como “Capital de la Emancipación Hispanoamericana”
(Vásquez, 2011: 241-242). Sin embargo, esto no ha hecho mella ni
ha restado colorido a la gran celebración que año a año envuelve a
Ayacucho por el 9 de diciembre.
A pesar de que en 2011 no se realizó escenificación alguna de la
batalla, como sí la hubo en años anteriores, las actividades fueron muy
variadas y comenzaron temprano. Retretas de bandas institucionales,
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Ayacucho
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Conmemoración y fiesta tradicional en el Obelisco, en la pampa de Ayacucho. Foto: Orlando Rincones,
9-12-2011
Ayacucho
Quinua
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Detalle del Obelisco de Ayacucho. Foto: Orlando Rincones, 2011
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Ayacucho
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Capitulación de Ayacucho en alto relieve, patio del Museo de Sitio, Quinua, Perú. Foto: Orlando Rincones,
2011
Casa de Capitulación de Ayacucho, Quinua, Perú. Foto: Orlando Rincones, 2011
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Wari y Pikimachay
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Ayacucho
Hoy día, sobre las ruinas de Wari Willka, uno de los centros urbanos más
importantes del antiguo Perú, se levanta un complejo arqueológico de 2.000
hectáreas de extensión; en él se han encontrado (y se siguen encontrando)
una gran cantidad de piezas de cerámica, principalmente de uso ceremonial,
entre las que podemos destacar las enormes vasijas cónicas (hasta un metro de
altura) usadas como urnas.
Muy cerca de Wari, a la altura del kilómetro 23 de la carretera
Ayacucho-Huanta, se encuentran los que seguramente son los restos
arqueológicos más antiguos de América del Sur: la Cueva de Pikimachay
(cueva de pulgas), 23.000-13.000 a. C. Según el historiador José María
Vásquez González –catedrático de la Universidad Nacional San
Cristóbal de Huamanga–, Pikimachay es “el complejo cultural de mayor
antigüedad, estos hombres debieron corresponder a la primera oleada migratoria de
población americana”. (Vásquez, 2011: 49).
Vilcashuamán
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y la Independencia del Alto Perú
215 La diosa Luna era “una divinidad que habitaba el Qanan Pacha o mundo de arriba”.
(Vásquez, 2011: 91).
216 Tavera, Lizardo (s/f). Vilcashuamán. Disponible en www.arquelogiadelperu.com,ar/vilcas.htm
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Dimensión panorámica de la pampa de Ayacucho, tomada por Orlando Rincones
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Gamboa, Félix. (2012). Conversación en Sacchapampa-Cangallo, Ayacucho, Perú.
Perlacios, Juan. (2012). Foro “La Batalla de Ayacucho y su trascendencia en
las historias del Perú y América Latina”. Universidad San Cristóbal de Huamanga,
Ayacucho, Perú.
Vásquez G., José María. (2011 / 2012). Conversación en la Universidad San
Cristóbal de Huamanga, Ayacucho, Perú.
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Salón Independencia de la Casa de la Libertad, en Sucre, Chuquisaca (Bolivia)
Legisladores, felices vosotros que presidís los destinos de una república
que ha nacido coronada con los laureles de Ayacucho, y que debe perpetuar
su existencia dichosa bajo las leyes que dicte vuestra sabiduría, en la calma
que ha dejado la tempestad de la guerra.
Simón Bolívar, 25 de mayo de 1826
Comentarios a la obra
Ayacucho siempre fue, es y será uno de los más altos valores históricos para Bolivia:
destruyó las cadenas de la opresión colonial,
intentó reivindicar a los dueños originarios de nuestro continente
y abrió las puertas de la autonomía política de Bolivia;
pero muy poco se ha escrito en general sobre estas facetas.
Orlando Rincones, cual Cicerone moderno, nos conduce
al redescubrimiento de esta faceta algo olvidada de nuestra historia.
Dr. José Roberto Arze (Bolivia)
Historiador y escritor
Miembro de las Academias Bolivianas de la Lengua y de la Historia
Ayacucho y la Independencia del Alto Perú
se terminó de editar en Caracas,
República Bolivariana de Venezuela,
en enero de 2022
Editorial
Hormiguero