4.elredo Opusculos

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¡ SAN ELREDO DE RIEVAL

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tenja Doce aTíos
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Vi Da reclusa.ie
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Sobre el alTna. i
I Oración pastoral.|
PADRES CISTERCIENSES
ELREDO DE RIEVAL
Figura preponderante monacato in
s del XII Elredo es de
los principales autores cistercienses
los genes Nacido en Hexham Esco
cia), en 1110, recibe su primera forma -
ci con los benedictinos de Durham
1124 el rey de Escocia lleva a
a la corte en compañí de sus
hijos y con el cargo
real. todo, ni nobles amistades
ni vida de palacio acallan sus an
sias espirituales.
-
En 1134 se hace monje cisterci nse en
abadí a de Rieval. destacado
por sus cualidades, es enviado en 142
a Roma
greso se
delicada misi n, a
nombra maestro
re
-
-
cios. Designado abad de Revesby per -
manece allí hasta 1147, en que sus her -
manos de Rieval requieren como
abad cargo que desempeñar hasta
muerte el 12 de enero 1167. i
Padre de cientos monjes influyente
ante la corte, autoridad en Iglesia
Inglaterra, maestro y escritor, se
ha llamado el Bernardo inglé s.
OPUSCULOS presenta cuatro obras de
Elredo de caracter í sticas diversas, pero
de una misma excelencia espiritual
Jes s ten a doce ños es una
meditaci n bí blica y espiritual del pa
saje de Lucas. Vida Reclusa es una re
-
gla redactada para una hermana del
-
abad, consagrada en una peculiar for
ma de vida solitaria logo Sobre
-
el presenta la concepci n psicol
gica, moral y metaf í sica que sustenta
antropolog a de Elredo. La Oraci
pastoral cierra el volumen con el in
agotable espí ritu fraterno y paternal del
santo Cada obra cuenta
ducci n y el volumen se enriquece
-
una intro
la presentaci ón a la vida y la obra
de Elredo que Dom Charles Dumont
prepar ó generosamente para nuestra
colecci n
¡ ELREDO

.
.
.
.

Coedici n
Monasterio Ntra de los Ángeles
Editorial Claretiana
Buenos Aires
1980
CONTENIDO

Manuel
obispo de . Y ABREVIATURAS VI
Azul de julio de 1979.
NOTA DEL EDITOR VII
ELREDO RIEVAL. INTRODUCCION A SU VIDA Y SUS
Dibujo de portada Monjas benedictinas de Sta. stica
Charles , . .s o.
Todos derechos reservados. Hecho el dep sito CUANDO JESUS TENIA DOCE A Ñ OS 1
ley Impreso en la Argentina. in Argentina Introducció y de Gowland o.c s.o.
Traducció por monjes de San Isidro
Monasterio Trapense de Nuestra Señ ora de los Angeles 1979 de as ( Espa ñ ) y revisada María Estefanía
Tamburini, .s. b
VIDA
, ó y de
Aranguren o c s.o , y Gutiérrez, .c.s.o.
SOBRE EL ALMA 155
Introducci y notas de Rodr guez, o c s o
Traducció Diez nez, c.s.o
ORACION PASTORAL 277
Introdució y notas de Eduardo Gowland o c.s
Traducció a cargo de a Rosa Su rez, s b
INDICES BIBLICOS
INDICE GENERAL 305

MONASTERIO TRAPENSE DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES


Casilla de Correo N 34 7300 Azul Rep. Argentina
EDITORIAL CLARETIANA
Lima 1360 1138 Buenos Aires Tel 27 9250
>

SIGLAS
NOTA DEL EDITOR
Spec. . . : Espejo de caridad PL 195, 501-620 °
CSpec. . : Compendio de Espejo de caridad PL 195, 621-658 °
GReg . . . : Genealog ía de los reyes de In -
glaterra PL 195, 712-736
Jesu. Cuando Jes ús ten ía doce a ños . . PL 184, 849-870 °
Sin. Vida de san Niniá n Mabillon , ASB, t . I , pág.
204
Stand . Sobre la batalla del Estandarte PL 195, 701 -712
SOncr . . : Sermones De Oneribus PL 195, 361-500
Watt . . . Sobre las monjas de Watton . . . . PL 195, 789
Am. La amistad espiritual PL 195, 609-702 *
Inst . La vida de la reclusa SC 76 *
VEd . Vida de san Eduardo, rey y con -
fesor PL 195, 757-790
MHag . Sobre los milagros de los santos
de la iglesia de Haguisdt . . . . Mabillon , ASB, t. I, pág.
204
Anú na .; Sobre el alma Mediaeval and Renaissance ON el presente volumen damos comienzo a la publicación de las
Studies, Supplemcnt I , obras espirituales del gran abad inglés san Elredo de Rieval Sin -
London 1952 * gular figura de la espiritualidad cisterciense, Elredo de Rieval nos
STemp . 25 sermones del Tiempo y santos PL 195, 210-360
OPast . . Oración Pastoral SC 76 * ha llegado, en el juicio de las generaciones posteriores, como el proto-
SIned . . Sermones in éditos ( Homilías li
t úrgicas )
- tipo de abad para los ingleses. Célebre entre monjes y hombres de espí -
Series Scriptorum S. O.C . , ritu, la Iglesia y el reino de Inglaterra solicitaron su palabra, consejo v
v. I, ed. Talbot. Romae servicio; por la talla de su personalidad se le llam ó el “san Bernardo del
( 1952 )
Norte”, aunque el á mbito de su influencia no llegó a ser tan extenso y
universal como el del abad de Claraval, su maestro en muchos sentidos.
Dotado de una rica y fina personalidad, dedicó lo mejor de sí mismo
ABREVIATU RAS al cuidado y progreso espiritual de las muchas personas que Dios puso
en sus manos; para ellas escribió la porción más extensa y significativa
RB Regla de san Benito . de sus obras, que “ Padres Cistercienses” se propone ofrecer sucesiva -
PL Patrologí a Latina, ed. J. B. Migne, Par í s. mente al lector de habla hispana .
PG
BAO
Patrologí a Griega, ed J. B. Migne, Par í s.
-
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid.
En esta primera entrega, hemos reunido bajo el tí tulo Opúsculos aque -
SC Colección “Sources Chr é tiennes”, ed. du Cerf, Parí s.
llos breves escritos compuestos por el santo en respuesta a demandas de
DS Dictionnaire de spiritualit é, ed. Beauchesne, Par í s. distintas é pocas de su vida. Ninguno de ellos es obra capital en la produc-
PC Serie Padres Cistercienses, Azul, Argentina. ción elrediana, pero el valor intr ínseco de cada uno les confiere peculiar
AAS Acta Apostolicae Sedis, Roma. significación para la vida cristiana y son paso obligado para quienes de-
seen conocer el mensaje y vida de este antiguo, pero muy próximo padre
° Indica las obras publicadas en el Corpus Christianorum, Continuatio espiritual que es Elredo de Rieval.
Mediaecalis , Turnhout, Brepols ( 1971 ) . Cuando Jesús tenía doce años es una tí pica meditación evangélica se -
segú n el triple sentido de la Escritura ; en ella Elredo conf ía a su amigo,
X el monje Juan, el eco de la Palabra en él y le describe, a partir del evan-
I
VIII NOTA DEL EDITOR

gelio, el itinerario de la deificación humana . Vida rcclusa es una carta %


ELREDO DE RIEVAL
en respuesta a un pedido de su hermana, quien llevaba vida erem ítica ; >
en su misiva Elredo elabora una regla de vida, un directorio ascé tico
y veinte meditaciones evangélicas. Sobre el alma es cronológicamente la
Introducción a su vida y a sus escritos
última obra del abad ; en ella Elredo consigna su antropolog ía bajo la
forma de tres diá logos. Oración pastoral , en fin, es un recuerdo íntimo,
de familia ; en ella se refleja el alma de su autor y es un programa para
quienes desempeñan funciones pastorales en la Iglesia . El volumen se
completa con aquello que lo inicia: una valiosa presentació n de san El-
redo por uno de sus mejores conocedores, el P. Charles Dumont, o.c.s.o.,
quien ha tenido la caridad de escribirla para el pú blico de habla hispana.
Las traducciones que ofrecemos son: para Cuando Jesús tenía doce
— —
años, la que publicaron biling üe los Monjes de San Isidro de Dueñ as,
Espa ñ a, seg ú n el texto cr í tico latino presentado por Dom Anselme Ploste ,
o.s. b., en Qttand Jesú s eut Douze Ans, Sources Chré tiennes 60, ed . du
Cerf , Par ís ( 1958 ) , y que para nosotros revisó la Una. Estefan ía Tam -
burini, o.s.b. Para Vida Reclusa es la traducción, notas e introducción
de los PP. Ignacio Aranguren y Daniel Gutiérrez, o.c.s.o., publicadas en I. La escuela de la caridad cisterdense? seg ún san Elredo
la revista Cistercium nos. 133-136, ed . Monte Casino, Zamora ( 1974 ) ; la
obra fue traducida a partir del texto crí tico latino presentado por C. H. L éxito de una forma visible de vida monástica cenobí-
Talbot y reproducido por Charles Dumont en La cié de recluse, Sour -
ces Chré tiennes 76, ed. du Cerf ., París ( 1961 ) , de cuyo misino volumen
E tica requiere una búsqueda conjunta por parte de maes-
tros y discípulos que persiguen un fin preciso con me-
tradujo la Hna. María Rosa Suá rez, o.s.b., la Oración Pastoral. Para dios determinados, libremente escogidos. El fin es la unión
Sobre el alma el P. Germ án Diez Martínez, o.c.s.o., utilizó el texto cr í - divinizante con lo absoluto; el monje creyente sabe que sólo
tico presentado por C. II. Talbot en Aelredi Rievallensis, Opera omnia ; Dios puede concederle la esperanza de ello; el monje cristiano
1: Opera ascé tica ( Corpus Christianorum Continuado Mediaevalis, 1 ) , pone esa esperanza sólo en aquel que salva al hombre por
Tumhout, Brepols ( 1971 ) , obra a la cual nos introduce el P. Francisco entero. En este camino recto trazado por el Evangelio, por
Rodríguez, o.c.s.o., monje de Azul. donde la santidad de la Iglesia lo va guiando, los santos mon-
Nuestra deuda es grande para con todos aquellos que han hecho po- jes son para él puntos de referencia. Ellos recibieron, por gra -
sible la edición de este volumen; que el agradecimiento de los lectores cia y por naturaleza, el don de ayudar a sus hermanos en
y el nuestro llegue a todos ellos; de modo singular a quienes termina- una búsqueda sincera e inteligente; mediante ellos cumple el
mos de nombrar, pues a ellos correspondió lo m ás dif ícil de la tarea, Espíritu Santo su obra de santificación. Enlazar los medios
como así también a los monjes de San Isidro de Dueñas, a la revista Cis - humanos y divinos con el fin último com ú n es la tarea de
tercium y a la Editorial Claretiana, que, con verdadero espíritu eclesial, los que, por tradición continua, se van pasando de mano en
ha deseado colaborar con la serie ampliando el círculo de su difusión. r mano la forma de vida propia del estado monástico. Algunos,
Por la Comunidad de Ntra. Sra. de los Ángeles,
debido a una gracia má s abundante y circunstancias más fa -
EDUARDO GOWLAND, o.c.s .o. vorables, lo logran con mayor claridad y eficacia más duradera.
Monje de Azul
Indudablemente, Citeaux representa una de “esas é pocas
i de vitalidad explosiva ” de las que habla el P. de Lubac, y
XI
INTRODUCCI Ó N INTRODUCCIóN
sigue siendo para los que lo viven diariamente, y para el mo- Por poca atención que se preste a su estudio, Elredo se nos
nacato en general, una de las luces que jalonan la ruta a tra
vés de los tiempos.
- revela como una de las mejores fuentes para el conocimiento
del espí ritu cisterciense y sus manifestaciones, tanto en los
El mejor historiador de los cistercienses, el P. Louis J. Lekai, ejercicios de la vida interior cuanto en las observancias exte-
destaca la personalidad de san Esteban Harding, “el primero riores. Cuando entra en Rieval, la Orden está en plena expan-
en la historia de la Orden que puede ser reconocido, sin riesgo sión y la doctrina espiritual de la escuela de la caridad
•/
ya
de equivocarse, como genio creador”. En 1109 hereda una est á bastante difundida en la filiaci n de
ó Claraval . Pero san
“de las innumerables abad ías que se reforman en dicha épo
ca” \ Faltan aun cuatro a ños para que san Bernardo entre
- Elrcdo, discí pulo inteligente y entusiasta , va a enfatizar los
principios de dicha espiritualidad elaborados en la magistral
en Citeaux, en 1113, y san Esteban reconozca en él “ un genio síntesis de san Bernardo y les dará un atractivo nuevo, me-
enviado por Dios” 2. diante una aplicación pedagógica, sistem á tica, sobre todo en
Veinte a ños más tarde, el fen ómeno se vuelve a dar en lo que se refiere al ejercicio de la meditación del Evangelio.
Inglaterra. Rieval 0; fundada en 1132 por varios monjes de En razón de cierta falta de perspectiva hist órica y de una
— —
Claraval encabezados por un inglés Guillermo, secretario de
san Bernardo , tiene la suerte de ver entrar al noviciado,
dos a ñ os más tarde, en 1134, a una de las personalidades m ás
cá ndida asimilaci ón de la vida monástica a la vida seg ú n el
Evangelio, no sólo la lectura y la meditación del Evangelio re-
sultan “actualizadas” ( sicut praesens ) , sino que la vida en
notorias de su tiempo, san Elrcdo, el cual, abandonando un Rieval resume y lleva a su cumplimiento, seg ú n Elredo, toda
futuro lleno de promesas en la corte de Escocia, se hace la tradición :
cisterciense a los 24 a ñ os. “Para decirlo en pocas palabras, no encuentro nada
Tercera luminaria del monacato cisterciense del siglo XII 3, en los preceptos evangélicos o apostólicos, no hallo nada
si bien Elredo no posee el vigor de pensamiento de san Ber - en los escritos de los Padres, no veo nada en los dichos
nardo ni el dominio teológico de Guillermo de Saint Thierry, - de los antiguos monjes, que no concuerde con esta orden
los iguala no obstante con sus dotes pastorales, en particular y esta profesión.
4

las de educador, de formador monástico. Habiendo recibido Elredo tiene un encanto personal que naturalmente le atrae
su educación de uno de los mejores discípulos del abad de discí pulos y la experiencia de la debilidad humana en una
Claraval, cuenta, frente a Guillermo y a Guerrico, con la ven- vida mundana lo convierte en el ejemplo m ás hermoso de
taja de no haber asistido a las escuelas y de haber sido for - esa humilde compasión cuya doctrina descubría en san Ber-
mado a un tiempo en la vida cristiana y religiosa directa- nardo. Sólo se habla de lo que se sabe, sólo se sabe por
mente en su forma monástica y cisterciense. Es el ú nico de la experiencia, y la experiencia fundamental es la de la liber -
los cuatro primeros grandes abades que ser á maestro de no - tad bloqueada por la esclavitud de las pasiones, la del amor
vicios, no mucho tiempo, apenas unos dos a ñ os, pero lo sufi - desvirtuado por el egoísmo y la envidia.
ciente para seguir sié ndolo un poco a lo largo de toda su Al buscar su realización al margen de Dios por un ciego
vida de abad. deseo, al amarse mal, con amor pervertido, el hombre, per-
diendo a Dios, se perdió a sí mismo. Permanece insatisfecho,
y esta inquietud le manifiesta a un tiempo su capacidad de
1 Lekai, L. The Cistercians, ideáis and reality, ed. Kent University Press, dicha y su impotencia para alcanzarla. Esta experiencia de
U.S. A. ( 1977 ) , pá g. 17. desubicación , en el á mbito de la desemejanza esencial, es el
2 Ibid pá g. 34.
c
.
O bien Rievaulx. ( N del E . )
3 Ibid. pág. 232. 4 Spec. II, 43.
f
1
XII
INTRODUCCIÓ N "
INTRODUCCIÓ N XIII

comienzo mismo de todo itinerario de retorno a Dios. El sentido en dicha configuración moral con Cristo. La ra íz de
hombre que se amaba mal ( perverse: "a pesar del sentido lo que desea el amor en todas sus formas, es lo que otro desea.
com ún” ) se vuelca ( conversión ) hacia el objeto natural y
adecuado del amor salvado. Lo que para san Bernardo es, ^ al
- ° jeifraterna
j
caridad £ ^
*a am*s*ac wmo en la obediencia religiosa, en la
como en el sacrificio, la esencia del amor
en el primer grado de verdad, conocimiento de su radical mi- radica en esa calidad de la voluntad ” que consiente y se une
seria, adquiere para Elredo la forma de una angustiada enfer- con la divina voluntad . Elredo distinguirá rigurosamente
medad de la conciencia. Modernamente, esta experiencia se

dicho o í do voluntarias que es para él la libre entrega de sí
traducir ía con la f órmula de Sartre: “La realidad humana es
doliente, perseguida sin cesar por una totalidad que es, sin
poder serlo. . . Es, por naturaleza, una conciencia desdichada.”
^ —
y . 110 considera caracter ística de la vida religiosa 7 de cual-
quier redundancia accidental de las emociones sensibles. Lo
Pero mientras el ateo considera esta >

——
conciencia “sin posibili -
dad de superación del estado de desdicha” y condenada ^. a un
sufrimiento inútil, Elredo, siguiendo una tradición patrística,
reconoce en esta situación el olvido_ de Dios
que traba la libertad de esta adhesió n del espíritu al Espíritu
divino son las pasiones; Elredo, siguiendo la tradició n monás -
tica , y especialmente a Casiano, a quien cita en forma expresa ,
les préstala particular atenci ó n . Derribar ese obstáculo, re-
8

--
ra y la
ritu - - -
inversi-ói n del amor. La imagen
7~ : — . , el error del espi-
.. WA A V/ A

de Dios en el hombre
ya no “responde” al modelo divino, pero no está
V« Vi chazar lo superfluo que ha hecho pesado al hombre y lo ha
encorvado hacia la tierra , será liberar el dinamismo espon-
taneo del amor y reabrirle el camino de retorno hacia su
blemente destruida. Memoria, inteligencia y deseo pueden-
irremedia
fuente, que es asimismo su plenitud.
volver a hallar su orientación inicial e innata. El del La formación monástica comprende, ordenadamente, la edu-
alma recordará a Dios al leer la Escritura, en la quefondo la inteli- cació n para la re, la reforma moral , la
gencia descubrirá la verdad y el amor su objeto ascesis del cuerpo y
natural, que del espíritu. Importa notar la continuidad de la escuela de
es infinito. El hombre deformado recobra su forma . Aqu í
,

hay la candad. Desde el primer momento, la inclinació n de la


que ubicar la formación monástica. Luego de haber voluntad encauza las otras dos facultades del alma : inteligen-
la situación del hombre y su esperanza, como acabamos de descrito
cia y memoria. Asimismo, esta disposició n
resumirlo, Elredo evoca el crecimiento del alma como el de del corazón laffec -
tus ) sostiene el impulso del alma a lo largo de su itinerario
un pichón al que le crecen alas en el nido de la disciplina de retorno a Dios. La caridad es a un tiempo meta y prin-
Pero la primera lección en d icha escuela de la caridad será.
. cipio; ella ordena e informa las virtudes y triunfa sobre las
Jesús crucificado, lección que durará toda la vida. En tres pasiones. Por ella cobran sentido las observancias impuestas
oportunidades, con ocasió n de una hermosa oración al cru
cifijo, retoma Elredo la palabra inierim: “mientras tanto”, es-
por una disciplina de vida f ísicamente penosa , por la aplica -
ción de pensamientos y afectos a las
decir, durante esta vida. Esta plena restauración en la seme cosas de Dios y por el
janza divina, la aguarda dél Señor
Jesús; su memoria, dice,
- ejercicio de la fraterna caridad comunitaria. A su vez, estas
disposiciones condicionan un estilo de vida donde trabas y
quiere abrazarlo en una meditación que la salvará del obstá culos quedan aparte. Sin amor, dichas observancias pier
olvido;
su inteligencia ya no anhela sino la ciencia de su Señor cru den sentido y por lo tanto, impulso; su peso, as í, llega a ser-
cificado, para no desviarse de una fe sólida, y él pide al ;amor- insoportable; ello sera objeto de la demostració n del Espejo
de Cristo que absorba todos los deseos de su corazón 5.
La caridad entra así en la escuela de Dios contemplado en
.
de candad Dicha continuidad est á determinada por la natu -
raleza misma del punto en que alcanza su perfección. La
su Humanidad. La imitación de Jesucristo cobra su verdadero
6 Spec. II, XVIII, 96.
5 Spec. I, V, 16; cfr . I, VIII, 23. 7 Spec. III, XXXVI, 96.
8 Spec. III, XXXIII, 79.
xv
INTRODUCCIóN
XIV * í
INTRODUCCION

unió n m ística posee un cará cter moral, en el sentido que la


V La tradición mon á stica, en cuanto transmisión, se inscribe
voluntad o el amor dominan la experiencia, ya que la con- ¡i en el misterio de la fe y del amor “ derramado en nuestros
ciencia sólo capta lo que de ello pueda captar . Si el amor corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” . La
20

consiste en querer lo que el amado quiere, la unión con Dios libertad personal y subjetiva no se expresa sino bajo el influjo
se realiza mediante el hecho mismo de esta connaturalidad,
S de ]a gracia que la mantiene en la divina objetividad de la
de esta conformidad de quereres. Ser semejantes es estar uni- fe, de la esperanza y la caridad ; mediante el consentimiento
dos, ontológicamnte, antes a ú n de tener conciencia de ello. de dicha dependencia radical, la libertad se salva de todo
Por eso la amistad humana y el fraterno amor comunitario singularismo intelectual y del voluntarismo.
tendrá n tanta importancia pedagógica para Elredo. La forma - Como toda la enseñanza cristiana medieval, la formació n
ció n consiste en restaurar en su forma original a la criatura moná stica se inspira directamente en la Escritura, interpretada
deformada, en divinizarla conforme a su arquetipo divino; la segú n el método de los cuatro sentidos. Si bien el sentido
forma será Cristo, Sabidur ía de Dios. moral ( tropológlco ) está más desarrollado en san Elredo que
San Elredo expuso esta doctrina al comienzo de su comen - en san Bernardo. Elredo lo injerta siempre, al igual que su
tario sobre Isaías. Ahora hemos de hablar de su concepto de maestro, en el sentido alegórico. De tal suerte, sólo en el mis-
la ense ñanza mon á stica . La encontramos claramente descrita terio de la unión de Cristo y de la santa Iglesia , cuya imagen
en el mismo serm ó n . es la comunidad , se realizará la uni ó n del alma con el Verbo.
“La Sabidur ía, al transferirse en almas santas, hizo de Amor y Sabiduría.
ellas amigos y profetas, por los que nos entregó la Sa - La formación de un monje no es asunto de moldes o de
grada Escritura, fuente de toda formación ( eruditio ) . . . copia servil de un modelo, por más santo que fuera. Las exi-
Diré, pues, acerca de lo escrito por el profeta bajo el gencias de la forma sostienen y gu ían la creación de una obra
dictado del Espíritu, aquello mismo que el Espíritu me maestra ; a su vez. la disciplina regular libera el impulso del
haya sugerido para vuestra formación ( aedificatio ) . En amor espiritual de todo aquello que lo estorba y lo traba .
todo me reconozco deudor de vuestro crecimiento, en Así como los primeros cistercienses rechazaron tierras y rentas
razón ciertamente de mi cargo, pero mas aun en razón superfluas, así también el monje debe desechar los frenos de
del afecto que os tengo. . . Cualquier progreso en la inte- las pasiones y restaurar en él, mediante dichas renuncias, la
ligencia de las Escrituras no me es concedido para mí imagen divina en su simplicidad y belleza originales. Despojo
mismo, no me ilusiono; m á s bien os es transmitido a voluntario que consiste en tomar la cruz de Cristo ( Ordo nos -
través m ío. Por supuesto, no ha de ser atribuido a mis ter crux Christi ) , en cargar su yugo 1en la obediencia. Pero
mé ritos, porque soy pecador; ni a disciplinas escolares, ese yugo une, es un peso que da alas L.
porque, ya lo sabéis, carezco de estudios; ni siquiera _ E1 arte espiritual no se aprende mediante nociones abs -
hay que ver en ello el fruto de mi entrega al estudio, tractas y teóricas; es la praxis bien orientada que conduce a
pues rara vez me encuentro libre ( otium ) y con frecuen- la theoria, y no al revés. Tambié n es la práctica que se van
cia me retienen ocupaciones diversas ( negotium ) . Todo formando los monjes-maestros, comparables entonces a los
viene de Dios, me es confiado y os es transmitido. ( Y maestros de obra, que sólo llegan a serlo tras haber sido
luego implora : ) ‘Tú que has inspirado a Isa ías para escri- aprendices y compa ñeros de edificación. La sobria pureza de
bir, inspírame a mí para que entienda lo escrito: t ú lo líneas que admiramos en las abad ías de Fontenay , de Sénan -
inspiraste para que yo crea , y est á escrito : Si no creemos,
no entenderemos.” 6

1 0 Rom . 5,5.
9 Lam . 3,27; SOner. 195, 363-365. 11 Spec. I, XXVII, 78.
XVI INTRODUCCIÓ N XVII
INTRODUCCIÓ N
que o de Rieval, responde a la sobriedad de vida y a la sen-
II. Vida de Elredo: desde la corte real de Escocia hasta el
cillez adquirida por los monjes que las edificaron 11! . desierto de Rieval
Durante veinticinco años, san Elredo enseñó sin interrup- A pesar de tener una Vida de Elredo. escrita poco después
ción las etapas de la formación de un cisterciense en la escuela
de su muerte por Walter Daniel, monje de Rieval, secretario
de la caridad . Luego de su conversió n a Cristo, el monje y enfermero de su abad , descubrimos mejor su personalidad
permanece escondido en el secreto del rostro de Dios y se en los escritos de Elredo, en especial en el primer libro del
deja reformar seg ú n su Imagen encarnada, mediante los ejer - Espejo de caridad . Allí se confiesa, al modo de san Agust ín,
cicios ascé ticos y espirituales, bajo la dirección de un maestro para manifestar la gracia de Dios en él y asimismo para
en la disciplina regular. Puede entonces llegar a ser maestro, cautivar la atención de sus lectores. Tal vez nos resulte muy
forma gregis, y ejemplo, exemplar , de lo que el Espíritu espera cercano cuando nuestro corazón, con sus conflictos y senti-
del monje. Es así mediador de la vocación monástica. La mientos, se encuentre en el suyo; otras veces lo hallaremos
tradición monástica se presenta entonces como un conjunto lejano cuando se nos escapen tantas cosas del mundo en que
— —
de reflejos de Cristo vices Christi que el Espíritu Santo
despliega ante los ojos del disc í pulo. Elredo subraya esta
vivió hace ochocientos a ños. No existen, decía Elredo, dos
hombres a los que convengan las mismas normas exteriores.
transmisió n del “ testigo en un hermoso texto donde describe, ¿Qué diremos entonces de esa vida interior que es la verdade-
una vez más, los grados de la formación. “Tú, que hasta hoy ra vida del monje? Baste decir que una psicolog ía simplista, o
has oído que se decía : ‘¡Ven!’, dilo ahora a tu vez.” 13 Y añade aun perfeccionada, se detiene en el umbral del drama des-
dos recomendaciones prácticas para el nuevo guía de sus arrollado en una conciencia, con sus negaciones y sus consen-
hermanos. Deberá aconsejarse con toda discreción y pruden- timientos, imprevisibles e indiscernibles, en la acción simul-
cia, porque carece de experiencia , sobre todo en las cosas tá nea de la gracia y la libertad .
exteriores, y, m á s a ú n, deberá recordar siempre el camino
recorrido para llegar a tal cura de almas, a fin de que, luego
de haber combatido sus pasiones, no caiga ahora en la pasión No obstante, cada vida interior, en su misma libertad , está
de dominar ( libido dominandi ) , peste del género humano. ampliamente condicionada por las circunstancias que la acom-
La oración del monje es su medio de expresión más autén pañan desde el nacimiento hasta la muerte.
tico. Quizás por ello sea en la Oración pastoral de san Elredo
- Elredo nació en 1110, en Hexham, en Northumberland
donde encontremos con mayor nitidez su concepción y su ( Inglaterra ) , no lejos de Newcastle, en las proximidades de
experiencia de padre espiritual y formador de monjes. la abad ía de Durham, centro de cultura cristiana , donde apren-
Leer ahora la historia de su vida a la luz de esta enseñanza , dió las primeras letras. Hexham fue un lugar privilegiado de
cuyos rasgos salientes esbozamos, nos permitirá captar mejor vida cristiana y monástica en el siglo VII, Elredo escribirá la
el provecho que supo sacar de su experiencia y ver cómo for- historia de los santos de la iglesia de Hexham.
mó a sus discípulos, entre los que nos contamos gustosamente. Hacia los catorce años, Elredo conoció el privilegio de ser
recibido en la corte del rey de Escocia, David I, Se encontró
allí en compañía de los dos hijos, Sim ón y Waldef , que la
reina Matilde tuvo en primeras nupcias con un sobrino de
Guillermo el Conquistador, y de un tercer hijo, Enrique, habi-
12 Cfr . san Bernardo, SC 23,6 ( Ed . crí tica : t . I , págs . 141 -142; BAC, do de David y muerto precozmente. Antes de ocupar el trono
t. II, págs. 147 -148 ) ; discí pulos, socius , magister . de Escocia, David había vivido hasta 1124 en la corte de
13 SOner . 28, PL 195, 283-284 . Inglaterra, junto a su hermana, la reina Maud, esposa de
XVIII ÓN XIX
Ó

Enrique Beauclerc del Conquistador. Elredo recibe su respuesta


pues una cultura anglo-normanda en la corte se habla tanto gicamente criticado en esto por dos canó
francés inglés y tiene la oportunidad de recibir una es embarazosa pero no niega la relación culpable de Elredo .
En la Vida de san Waldef hijo del rey que ó siendo
educación clásica ya que sabemos que leía asiduamente el
tratado de Ciceró sobre amistad, el Laelius
abad cisterciense en Melrose vida sobre la que volveremos
Hacia los veinte a ños Elredo cumple en la corte la funció , al estudiar el Espejo de caridad , hallamos el relato de los
un tanto desconocida de dispensator , senescal os vividos en la corte real y, en especial el hecho siguiente,
mayordomo no desprovisto de interés por lo que concierne a la experiencia
tiene responsabilidad de la mesa real. En su intercambio
epistolar san Bernardo y Elredo mencionará n este papel de de Elredo En realidad Waldef quien vivió un
dispensador el primero en el mundo y no Elredo como lo había afirmado impruden
ver en ello los albores del papel temente Walter Daniel. l tan distinto de sus compa
de escritor, el segundo para confesar humildemente que antes eros, que éstos, queriendo corromperlo lo pusieron en con
entrar al monasterio no habí conocido sino la vida de las
cocinas tacto “con una noble joven de mirada seductora” Luego de
algunos encuentros, ella le ofreció en señal y prenda de amor,
Elredo alude con frecuencia a su vida licenciosa lo largo un anillo de oro que llevaba engarzada una piedra preciosa
de este período el primer
Waldef puso aquella alhaja en uno de sus dedos. Uno de los
del Espejo de caridad óvenes ó entonces los demá y entre ellos a Elredo,
llegará a decir que, aunque todos envidiaban aparente di-
cha la conciencia lo atormentaba al punto de llevarlo a pensar sin lugar a dudas He aquí que Waldef es de los nues
en el peor remedio que ofrece la desesperanza . Poco antes tros está enamorado.” Al o r esto, Waldef se quitó el anillo y
había afirmado que callaba muchas cosas que habría podido lo arrojó al fuego. El biógrafo admira este heroico desprendi-
oponer contra ese vicio de la carne se trata en este pasaje de miento de las riquezas. Muchos encontramos, dice, que f ácil-
textos escriturísticos porque conoce el pudor de san Bernar- mente el orgullo, la o la lujuria , pero muy po
do al que dedica su obra En la obra cos son los que logran despreciar el Dicha apreciació
dedica a su nos permite medir la distancia existente entre nosotros y aque
na reclusa 10 recordará cu á nto lamentaba sta la liviandad
é , aun en un juicio moral acerca de un incidente que
de su conducta. Sin embargo, a pesar de la amplitud de esta no nos cuesta imaginar.
confesión, para la que Elredo toma en pr stamo los mismos Conocemos pocos detalles de esta vida de Elredo en la corte
términos con que san Agustín habla de una amistad real de Escocia y los que nos llegan por Walter Daniel deben
resulta imposible saber con exactitud de qué se trataba. ser despojados de un montón de flores de retórica Por tempe
Cuando habla del que turba el espíritu en - ramento y por inclinación Elredo se asemejaba más a Waldef
tad carnal, debe referirse a la envidia las sospechas e inquie y a Enrique el del rey, que a los caballeros preocupados
tudes a la muerte que las da por terminadas S. Walter ó de la caza y de la guerra. La conducta de ambos óvenes
Daniel que en su celo hagiográfico pretend ía que Elredo era ejemplar y es en referencia a ellos que deben medirse las
había vivido en la corte de Escocia como un monje fue enér declaraciones de Elredo acerca de sus desvíos Un hecho na-
rrado en la Vita Ailredi ( es la ortograf ía utilizada ) muestra
14 Spec. I, XXVIII a las claras que la situación de Elredo suscitaba la envidia
15 I, XXVI,
16 . XXXII, 155 ss , p gs. 143 ss. 19 Nam quid pretendunt? Idcirco uidelicet quid Ailredus eodem
17 San Agust Confesiones, IV, 7 12 ( t. II pá g. 163 ; . Vida uirginitatem suam aliquociens defloraverit talem hominem
Reclusa, XXXXII 155 162 PC 4 ágs 143 ss. non debuisse monacho comparan Ep ad Mauricium, ág 76,
Spec. , XXV, 71 Walter Daniel responde que él utiliza figura de estilo .
XX INTRODUCCIÓ N INTRODUCCIóN XXI

de los cortesanos, especialmente la de un rudo caballero que Estos contactos previos, estos deseos indudablemente in-
lo acusó ante el rey con palabras tan indecentes que, según formes, nada quitan a la espontaneidad de su decisión de
Daniel, resultan intrascribibles. Evita así que sepamos el hacerse monje en una circunstancia narrada en la Vita; pero
motivo de una acusación cuya naturaleza, sin embargo, se una vez más aquí la verdad histórica debe ser despojada
puede adivinar. Por este relato nos enteramos también de que de un cú mulo de lugares comunes de intención edificante.
Elredo disponía del tesoro real. Como él mismo lo dirá con En 1134, contando Elredo ya veinticuatro años, el rey
tanta sencillez en el relato de su conversión, precisamente David lo manda ante el arzobispo de York, Thurstan. Por
cuando todo el mundo lo creía feliz y envidiaba sus éxitos, medio de un amigo, vecino de aquella ciudad, quizá Waldef ,
más hondamente padecía su desgracia 80. Ante la acusación entonces prior de los canónigos regulares de Kirkham, al norte
de haber faltado en su fidelidad al rey, contesta que, si pecó, de York, Elredo oye hablar de la pequeña comunidad de
fue ante el rey del cielo 21. monjes blancos que acaba de llegar al condado y de esta-
Waldef abandonó la corte para entrar con los canónigos blecerse en Rieval. Luego de haber cumplido su misión en
regulares. Elredo tiene entonces cerca de veinte años. Per- York, Elredo y sus compa ñeros se dirigen al castillo de Walter
manecerá aún cuatro años cerca del rey, pero no es improbable Espec, en Helmsley, junto a Rieval. Normando de origen,
que este acontecimiento haya influido en su vocación. En Espec es uno de los barones del rey Enrique Beauclerc, al
ese tiempo está ya relacionado con el mundo religioso y uno que san Bernardo se había dirigido para la fundación de
de sus antiguos maestros, monje de Durham, Laurence, le Rieval, unos dos años antes, en 1132. Espec dio sus tierras a
dedica una cierta Vida de santa Br í gida redactada sobre la los monjes, lo volvemos a encontrar en la batalla del Estan-
base de un texto en latín bárbaro. Eilaf , padre de Elredo, a darte, al mando de las fuerzas inglesas que chocan contra
quien Laurence llama su amigo, habíale encargado el trabajo. los escoceses ( batalla historiada por Elredo ) , y muere con
El manuscrito está dedicado al “dispensador de la casa reaT, el há bito cisterciense, en Rieval, luego de haber fundado
y en la carta de presentación Laurence alude a la preocupa- numerosos monasterios. Al d ía siguiente, Walter Espec los
ción del ex alumno por la literatura y el estudio . Tales 22
lleva a visitar Rieval; la Vita 2i nos narra detalladamente el
— —
publicaciones de Vidas de santos en buen latín Elredo tam-
bién redactará una, la Vita sancti Niniani atestiguan elo-
cuentemente acerca del Renacimiento del siglo XII.
ritual de la recepción de los huéspedes, así como había des-
crito también el paisaje y la vida de los monjes. ¡El estilo
amanerado del biógrafo contrasta lamentablemente con la
¿Cuándo comenzó a pensar Elredo en la vida religiosa? sencillez y sobriedad que pretende elogiar sinceramente! No
Según Walter Daniel, parece haberse sentido inclinado hacia fue aquel día, sino el siguiente, pasada una segunda velada
ella desde la partida de Waldef , aunque habría disimulado en el castillo, que, volviendo a Escocia a caballo, Elredo re-

——
sus intenciones ante los suyos al punto de caer enfermo tanta corre con sus compa ñeros el camino de cornisa que domina
era la intensidad del deseo que absorbía su corazón . Detalle el valle del Rie. En una encrucijada del camino que baja
interesante, pues Elredo se esforzaba “ por no parecer el hasta el monasterio, Elredo detiene su cabalgadura y pregunta
hombre que ya era o que quería llegar a ser” 23. a un miembro de su séquito si gustaría de regresar junto a
los monjes para conocerlos mejor. Este detalle, que conmueve
20 Spec. I, XXVIII, 79. al biógrafo, no carece de interés, no por las razones que da
21 Daniel W. The Life of Ailred of Rievaulx , ed . Powicke, págs . 5-8. Walter Daniel, sino porque en el relato que escribirá más
22 Hoste, A . “A survey of the unwritten work of Laurence of Durham tarde el mismo Elredo, su decisión dependerá del acuerdo
with an Edition of his letter to Aelred of Rievaulx”, en Sacris Erwini,
XI ( 1966 ) , págs. 249-265.
23 Daniel, op. cit., pág. 16. 24 Ibid., págs. 10-16.
!
XXII INTRODUCCIÓ N INTRODUCCIóN xxni

entre dos voluntades, con el que habrá de definir más tarde tenecen al fin de su vida, pero con ellas Elredo resume en
y siempre la amistad , y la misma caridad. Entonces, luego cierto modo toda la práctica de una pedagogía empleada a lo
de una segunda entrevista con los monjes, Elredo decide sú bi- largo de sus añ os de abad.
tamente no volver a casa del rey y permanecer con los monjes. Como san Bernardo antes que él, Elredo sólo escribirá
Menos persuasivo o menos proselitista que san Bernardo y f después de diez años de experiencia de vida monástica .
algunos otros, no logra retener más que a un miembro de su Walter Daniel subraya algunos aspectos de la vida cister-
séquito, ya que los dem ás se niegan. Después de cuatro d ías ciense, tal como los practicó Elredo antes de iniciar a otros
en la hospedería, es recibido en el noviciado, no sin haber con su enseñanza. La alternancia de ocupaciones, a la que
informado a la comunidad congregada acercá de su decisión atribuye la virtud de pacificar al hombre y equilibrar su vida,
de hacerse monje. lo llevaba a abandonar la oració n, aun la m ás intensa, para
En su a ño de noviciado, Elredo - nos explica su biógrafo
se distingue en las tres cosas que configuran a un monje: la — entregarse a un trabajo manual, por el cual no dudaba en
exponer la delicada piel de sus manos. En cada momento
meditación, una oración pura y una labor útil. De entre un la obediencia le indicaba su deber y nunca hacía ni más ni
f á rrago de consideraciones en las que Daniel nos describe menos de lo ordenado: evitaba así tanto la vanidad como la
sin duda su propia meditació n, subrayando que Elredo jam ás pereza. Daniel destaca tambié n la alternancia de contempla -
se deten ía en tales t e m a s . . r e t e n g a m o s algunás líneas. ció n y compasi ó n; este t érmino describe la vida comunitaria,
“Impulsaba todo el vigor de su pensamiento hacia Dios y su en la que, renunciando a su querer, Elredo se ponía al servi-
Hijo, y lo hacía pasar a través de Cristo crucificado como por cio de sus hermanos, lo cual es un martirio, pero nadie tiene
un hilo largu ísimo, cuyo extremo alcanzaba el trono del Padre. amor más grande que el que da la vida por sus amigos. En
Diría que el hilo era su ,,intención ( intentio ) y la aguja la esto el biógrafo se sabe bien la lección: efectivamente, estas
penetración de su esp íritu ( intellectus ) 25. consideraciones son las que se hallan en la doctrina ascética y
Estamos ante una imagen de la devoción a la humanidad espiritual de su abad.
de Cristo, en especial de Cristo crucificado, tal como san Pero Elredo a ún es un monje joven cuando el Padre Abad
Bernardo la practicó y la enseñó. Pero si bien Bernardo sentó lo incluye en su consejo. Y al poco tiempo se lo manda a
los principios y ejemplos de la meditación del Evangelio con Roma con la misión de exponer ante el papa Inocencio II la
aplicación de los sentidos, sicut praesens, tal como será des- postura de su abad frente a la sucesió n del arzobispo Thurstan,
arrollada más tarde, en particular por san Ignacio de Loyola, que acaba de fallecer, con el há bito de Cluny, en 1140, en
fue no obstante Elredo quien proporcionó los ejemplos más Pontefract. No hemos de entrar en este complicado asunto
elaborados y practicados, en sus dos tratados, Cuando Jesiis de intereses políticos, que durará varios años. Pero el mismo
tení a doce años , y en la triple meditación que configura la tuvo el feliz efecto de hacer pasar a nuestro Elredo por
parte final de la Vida de la Reclusa. En ambas oportunidades Ciar aval, en la primavera de 1142. Allí recogió éste las cartas
se trata de ejercicios prácticos del m é todo monástico de la que san Bernardo hab ía escrito al papa. La carta 347 de san
lectio-oratio-meditatio, que Elredo dedica a su amigo Juan, Bernardo presenta al papa unos viri simplices, entre los que

monje de Wardon su interlocutor en el primer libro de reconocemos a Elredo y a otros monjes delegados por su
La amistad espiritual, muerto antes del segundo diálogo , y
a su hermana reclusa, de acuerdo a los requerimientos for-
— superior. Por cierto, san Bernardo no ha de haber desconocido
la existencia de Elredo; siendo el padre inmediato de Rieval.
mulados por uno y otra. Indudablemente las dos obras per - y por m ás que probablemente nunca haya cruzado el Canal
de la Mancha, el abad de_ Rieval, aquel ex secretario suyo
25 Ibid ., pág . 19 . que escribía bajo la lluvia . . . , no habrá omitido hablarle del
XXIV
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIóN XXV

prometedor monje. San Bernardo vería en Elredo un discípulo,


veinte a ños menor, pero que por su formació n literaria res- dicho lirismo atribuyéndolo a la inexperiencia. Pero en la
pond ía al propio ideal monástico que sustentaba, en especial Vita Ailredi se lee el relato detallado de las dificultades en-
al papel de defensor y de teólogo de la reforma cisterciense frentadas por el santo abade en el caso de un novicio que
que él mismo había asumido con tanto ardor e inteligencia . provenía del clero secular . De inestable natural, el joven
2

Hace cerca ya de veinte a ños que san Bernardo escribió la confiesa muy pronto su deseo de irse y, a pesar de los repro-
Apologí a. La Orden se ha desarrollado según ya sabemos, y ches de Elredo, franquea la puerta de la clausura. Luego de
vagar por los bosques de los alrededores, se encuentra “mila-
he aquí que en Inglaterra ha vuelto a darse el fenómeno de grosamente” ante la misma puerta por la que acaba de salir;
aquella seducción que los monjes blancos ejercen sobre los
dem ás religiosos. No acababan de llegar a Rieval los monjes ello causa honda alegría al maestro de novicios, que nada
de Claraval, que comenzó el movimiento de “conversión” de comentará al abad. M ás adelante se describen las verdaderas
los monjes de Santa María de York ( 1134 ) ; todas las casas causas de esta huida , cuando la misma tentación asedia al
27

de la Orden de Savigny se pasaron a Citeaux en 1147. mismo monje, esta vez en Reversby, donde acompa ña a Elredo
en la fundación de la que éste es abad desde el a ño 1143.
Pero esta conquista o invasió n de monjes negros y canónigos
regulares engendra muy pronto una dificultad que Elredo —
“Mi liviandad — dice el afligido monje no me permite llevar
el yugo de la Orden; aqu í todo se opone a mi naturaleza; me
atestigua y que debió de tener en cuenta. Estos monjes y aplastan las largas vigilias, con frecuencia sucumbo bajo el
canónigos, formados en una disciplina menos rigurosa que la peso del trabajo manual, los alimentos se me pegan al paladar
de Citeaux y “reformados”, bien por cistercienses expresamen
te enviados, bien en la comunidad que los recibió, reprochan-
como hierba amarga, la bastedad del vestido me corta la
piel en carne viva. Desfallezco por los afectos y las alegrías
a la observancia cisterciense su excesiva dureza f ísica. Según del mundo.”
ellos, esta autoridad excesiva sería un obstáculo para el libre
desarrollo de una vida de caridad y contemplación. San Amistosamente, el maestro de novicios le informa que lle-
Bernardo, que no es insensible a esta crítica, alienta a Elredo gará hasta el límite de lo permitido para suavizarle la vida,
para que escriba un tratado que responda a dichas objeciones. pero, ante su negativa, empieza una huelga de hambre. Esta
Así nace el Espejo de caridad . Elredo había redactado ya
— —
vez el monje no logra franquear el umbral de la puerta que,
sin embargo, está abierta , porque una barrera invisible le
algunas notas sobre este tema e incluso una respuesta formal
a las cartas de un monje que consideraba optativas todas las impide pasar. Volvemos a encontrar a este monje una vez
observancias exteriores de la Regla de san Benito. Esta dis- más en la Vita Ailredi . Junto con el padre de Walter Daniel,
28

putatio encontrará su puesto en el tercer libro del Espejo, también monje de Rieval, había sido enviado a la abad ía de
aunque la obra entera se componga de notas reunidas a lo Hoyland; ésta, junto con la congregación de Savigny, se había
largo de diez años. pasado a Citeaux. Este grupito ten ía la misión de iniciar a
los nuevos cistercienses en las observancias regulares. Elredo,
esta vez abad de Rieval, desde el a ño 1147, ve en sue ños el
Volvamos a la Vida de Elredo para encontrar a nuestro retorno de estos “misioneros”; prevenido en el sue ño de la
autor, a su vuelta de Roma, ya maestro de novicios. La única muerte cercana del monje inestable, se le hace saber que
parte del Espejo de caridad que puede fecharse en esta debe hallarse en la puerta para el momento de tal retorno,
época, a la que Walter Daniel atribuye toda la composición, puesto que, en vez de volver, el monje pide hablar con el
es el diálogo con el novicio del libro II. Reportaje promo-
cional, característicamente, lo que entusiasma al novicio son 26 Ibid . , págs . 24-25 .
las austeridades f ísicas; a su vez, el maestro de novicios suaviza 27 Ibid. , págs. 30-32.
28 Ibid. , pá gs. 35-36 .
I
XXVI INTRODUCCIÓ N XXVII
INTRODUCCIÓN
abad y como éste le anuncia que dentro de poco habrá en- ende más id óneas para salvar
trado en la gloria, malinterpretando el sentido de tales pala- menos eran más discretaslay por
enga ñosa objeción que ya había
bras, repone: “¿Para qué regresar a esa muerte interminable almas” Así se presenta
que aguantan los enclaustrados? No, con vuestra venia, pasaré I:
afectado a san Bernardo. ¿Acaso no había reprochado éste su
, al
a ú n un mes con mi familia y mis padres para gozar un tiempo arrogancia a los cistercienses panfletarios de su tiempo
preguntarles qui é n observaba la Regla , si el m á s humilde o
más de los bienes de la vida presente; pronto volveré.” 30

logra disuadirlo y el monje muere en sus brazos, al finElredo el que más se fatiga, el más estricto o el más discreto? El
seis d ías m ás tarde. El lugar preferencial que la historia
salvo, resto de la historia de san Waldef demuestra el mismo com-
de este monje ocupa en la biograf ía de Elredo y su piejo de claustrofobia que el caso anterior. Un día , estando
ción en tres épocas de la vida del abad subrayan a un reapari- solo en el noviciado y sobrepujado por la tentación de mar -
la dureza de la observancia y la compasión de Elredo por tiempo charse, el monje se acuesta en el umbral de la puerta con las
débiles y por todos aquellos que sólo en Rieval encontraban los piernas y la mitad inferior del cuerpo hacia afuera y la
acogida, de los cuales, seg ú n Walter Daniel, no mitad superior hacia adentro. Entre lágrimas, pide una señal
sino uno.
se perdió al Señor para saber si debe seguir siendo monje o volver a
Con mayor precisión a ún, la objeción mencionada
;
.
los can ónigos “ Milagrosamente” se ve entonces transportado
que responde el Espejo de caridad vuelve a aparecer a la
— —
en la
al asiento donde acostumbra realizar la lectio divina, que
constituye, digá moslo, la menos penosa de las observancias
Vida de san Waldef >. Waldef , cuando era prior de

nigos de Kirkham, había ido a Roma, en 1143,


los canó- para quienes proceden como él de los canónigos o de los
monjes negros. A partir de ese momento, lo que en la Orden
el papa, junto con Guillermo, abad de Rievalconvocado
. A su
por
le había parecido penoso e imposible se le vuelve liviano,
vuelta
pidió hacerse cisterciense y entró en Wardon,
casa filial de
Rieval. Pero el conde Sim ón, hermano suyo que dominaba
porque el yugo del Señor “es suave y su carga ligera” Este .
el condado, humillado por la paupérrima condici es uno de los textos fundamentales en que Elredo fundamen-
ón de este
nuevo cisterciense, amenazó cruelmente a la abad ía . As tará su apología de la disciplina cisterciense, para él uno de
los aspectos de la escuela de caridad .
Waldef a Rieval, a pesar de las recriminaciones de los í can pasó
ó-
nigos de Kirkham, que eran ahora vecinos suyos y que
lo obligará n a irse a Melrose, fundación de Rieval en al fin Ubicada en el marco de la expansión experimentada por la
de la que Waldef será abad . Escocia Orden en Inglaterra en aquella época, el Espejo de caridad es
la primera obra literaria de Elredo de Rieval ; la responsabi-
Desde los inicios del noviciado, también Waldef padece lidad que san Bernardo le confiere estimula hondamente a
aspereza de la observancia, cuyo peso se le vuelve la
Otra vez la misma serie de penurias: el alimento yintolerable . aquel que llamará n el Bernardo del Norte. Más allá de los
la bebida límites de la controversia, encontramos en esta obra una
desabridos, la ruda vestimenta, el trabajo sólida teología de la vida cisterciense, bien concebida y há bil-
las vigilias y la salmodia interminables, y el manual agotador,
resto de la disci- mente construida, a pesar del conjunto de notas insertas. El
plina demasiado austera. Totius ordinis tenor nimis
expresión donde subrayamos la palabra tenor que
austerus, fondo de la argumentació n es escriturístico; Elredo establece
,
las primeras líneas del Pequeñ o Exordio. Waldef ( orecuerda el valor de la observancia y de su rigor sobre bases puramente
monio en su lugar ) se pinta entonces la vida del
el de- evangélicas. Aparece así la exigencia í ntegra de la f órmula
can
regular, cuyas instituciones, se dice, “aunque más livianas ónigo de Elredo: nuestra Orden es la cruz de Cristo. Sólo el amor
, al hace llevadero ese yugo y, a su vez, sólo la cruz engendra el
29 En Acta Sanctorum, August, vol. I, col. 259, c. 3, 30 San Bernardo, Apolog í a , nros. 13-14, ( Ed . cr í tica : t . III , pá gs. 93-94:
234. BAO, t . II, págs. 838-839 ) .
xxvm
í . XXIX
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIóN
amor. San Elredo jamás se apartará de esta doctrina funda- El santo abad describió tambi én agudamente la experiencia
mental, ni volverá ya a alcanzar el dominio y el entusiasmo de la pé rdida de Dios, porque , al perder de vista su fin
que demuestra en esta obra inicial. Incluso el tratado de la auténtico, el amor humano no sólo se ha reducido, también
amistad espiritual y el De anima del fin de su vida no será n se ha extraviado , y, al perder la relaci ón con su arquetipo, ha
sino capítulos extensivos de esta síntesis. La justificación cris- perdido asimismo su identidad . Y se sigue perdiendo con la
tiana del monacato no es tarea doctrinalmente descansada y curiositas, esa b úsqueda pervertida , es decir, mal orientada,
nos parece que la argumentación escriturística de Elredo es de la semejanza divina.
tan notable que merece ser considerada ú nica por su alcance A causa de este amor invertido, egoísta, el amor humano
y su precisión . Además, el Espejo es Escritura; Elredo volcó se perdió a sí mismo al perder a Dios y va errando ahora entre
allí toda su experiencia de conversión, su conocimiento de las criaturas en busca de un ser al que pueda querer sin de-
san Agustí n y todo lo aprendido de sus hermanos, discípulos cepción. Así, al no hallar sino iguales o inferiores, el hombre,
directos de san Bernardo. a medida que se va configurando con el mundo, pierde su
Siguiendo a san Bernardo y a los Padres, Elredo convierte semejanza con Dios. Pero la impronta del amor divino per-
la restauración de la imagen de Dios en el hombre en el centro manece en él y la obra de salvación, o sea, de la vida monás-
de su doctrina monástica de la caridad . Pero la naturaleza tica, consistirá en liberar el impulso del alma que tiende hacia
divina es esencialmente amor, como nos lo revela la Escritura; su fin, apartando las pasiones que lo encierran en sí mismo.
por ello, sólo configurándose ( o sea, reformándose primero ) El amor liberado emprende su búsqueda en el á mbito de la
con ese Dios-Amor, puede el hombre hallarse a sí mismo al experiencia : “Sólo se habla de lo que se sabe y sólo se sabe
encontrar a Dios, con quien tiene una afinidad innata, defor- por experiencia.”
Si quisiéramos traducir este lenguaje monástico y cister-
mada por el pecado. Este reordenamiento de nuestro amor nos
acerca a Dios, nos lleva a adherir a Él y así nos configura ciense del siglo XII a un lenguaje contemporá neo, habr ía
segú n la naturaleza divina, nos hace participar de ella, nos
diviniza. que buscar en el lenguaje y el estilo de la fenomenología
existencial para reencontrar el movimiento, el método y los
La antropología cistercíense privilegia el affectus del amor resultados. En su anhelo de comunión, Gabriel Marcel resulta
que, en su dinamismo, arrastra las demás facultades del alma. a menudo asombrosamente cercano a estos autores nuestros.
Esta reorientación se presenta bajo forma de conversión y de ¡i De todos modos, habrá que tener prudencia al leer los
profesión monástica, que es y debe seguir siendo libre, vo- términos filosóficos de Elredo, ya semejantes a los de la
luntaria y gratuita. Este ordo voluntarias caracteriza la vida pre-escolástica ( por ejemplo en el libro III del Speculum ) ,
monástica 31. para no ver en ellos el sentido tomista, sobre todo cuando
Mediante el ejercicio de la caridad en todos sus niveles, se trata de nociones fundamentales como las de la relación
el hombre reencuentra su capacidad primera de amar que la del ser creado con el Creador. Elredo considera a Dios y la
codicia había disminuido, amorem cupiditas coangustat . 32
acción de la gracia más bajo el aspecto de causa formal que
“Existe en m í un lugar capaz de ti, el Infinito, y
es el amor. informa el interior de los seres, que como causa eficiente o
El que te ama te aprehende, y te aprehende en la medida aun ejemplar. Más que la analogía del ser ( limitado-ilimitado ) ,
de su amor, porque t ú eres el amor. Te buscaré, pues, Señor, de orden intelectual, encontramos en nuestros Padres una
amándote.” 33 Para Elredo, “ buscar a Dios” significa “amar”. cierta univocidad en la cual el universo está jerarquizado en
31 Spec. III , XXXVI , 96-97 . grados de ser, aunque todos informados directamente por el
32 Spec. I, 12. absoluto divino, cada cual segú n su capacidad . Tambié n el
33 Spec. I , 2. simbolismo encuentra su lugar en esta metaf ísica. En esta
XXX í
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIóN XXXI

perspectiva de la causa formal se entenderá mejor el proceso


de reforma del hombre a imagen de la Forma, que es Cristo. midad , la configuración con Dios en Cristo, es ciertamente
También hay que tener en cuenta el florecimiento del amor
í
más moral que intelectual, pero, desde los albores mismos de
la conversión, es mística”, en el sentido primitivo de la pala-
cortés en época de Elredo. Este fenómeno fue una modifica .
ció n real del sentir humano que ejerció influencia - bra , tal como la define Dom Anselme Stolz S8

innegable
en el lenguaje, y no sólo en el lenguaje, sino tambi
concepto del amor en el siglo XII. Integra el amor cortés
én en el Más agustiniano que san Bernardo, para Elredo el hombre
cierta “espiritualización " a la que nuestros autores entra poco a poco en la contemplació n divina, que es con-
sabr á n recurrir. “Si es verdad que el hombre seespirituales formidad de voluntades, mediante un crecimiento de la paz,
soberbia del bien supremo y arruinó en él la imagen alejó con descrito en tres sábados. En el primer grado, la conciencia
por un movimiento del corazón y no por el andar de divina, convertida , liberada de la angustia del pecado, se recoge
( colligitur ad se ) , serena y redimida ante sus propios ojos,
ciertamente será mediante otro movimiento del corazsus ó n
pies,
que puede amarse tranquilamente. El monje entra en el segundo
el hombre volverá humildemente al Dios que
encontrará en Él su imagen. ‘Renovaos en vuestro
lo creó y re - sá bado cuando se abre a otro ( extenditur extra se ) y su
revestios del hombre nuevo creado seg ún Dios / ¿Ccoraz ómo34
ón, ¡ capacidad de amar crece al ser ejercitada . El afecto fraterno
89

que madura en las relaciones comunitarias, ensancha y aumen-


realizará esta renovación, sino mediante el mandamiento se
vo de la caridad , como dice el Salvador : ‘Os nue- ta la capacidad de amar. As í, la escuela de la caridad subor-
3n doy
miento nuevo' ? El alma que se haya revestido perfectamente-
un manda dina todos los elementos de la disciplina monástica al ú nico
de la caridad, verá a su vez restaurarse en sí aquellas fin que le es propio: la caridad . En ese itinerario de retorno
dos a Dios, al igual que en san Bernardo, este segundo grado es
facultades que hemos encontrado igualmente corrompidas: la el paso obligado, la prueba decisiva que libera al monje del
memoria y la inteligencia. Nos resulta, pues, saludable hallar principal obst á culo para amar : el ego ísmo o egocentrismo.
condensadas en un sólo precepto la muerte del hombre viejo y Pero este amor altruista, esta paz fraterna, sólo son posibles
la restauración de la divina imagen.” 30 Aquí se atribuye clara - para el que est á en paz consigo mismo. Ambos grados, el amor
mente la restauración de la imagen divina a la caridad fra
terna, y ésta, como Elredo subraya en un serm ó n, pertenece-
de sí y el amor al pró jimo, al actuar conjuntamente represen-
tan la purificació n, una catarsis del corazó n con la que éste
al á mbito de la praxis: “ No olvidemos que, en la formación se libera de las tensiones y divisiones a fin de recobrar su
y la reforma de los seres, la caridad es activa ( in motu ) ; unidad , una paz que es la del Espíritu derramado en nuestros
cuando la criatura alcanza la perfecció n en la contemplación corazones y que devuelve a ese corazón la ilimitada capacidad
o el amor de Dios, se dice que permanece ( stare ) .» 37 En de amar su objeto último y primordial, el mismo Dios, amor
la
tradición monástica, al igual que en la antigüedad patrística , infinito ( rapitur supra se ) 40.
y también en el marxismo ( ! ) , la praxis, la práctica precede La sucesió n de sá bados en tres grados o círculos concén-
a la teoría; es otro modo de enfatizar la importancia tricos no es sino una sistematización pedagógica. El mismo
de la
experiencia. Pero dicha experiencia consiste no sólo en los Elredo aporta dos correcciones que completan su exposició n.
esfuerzos que el alma realiza en su lucha contra las pasiones; En primer lugar, hay interacción entre los tres amores; Elredo
ella es, al mismo tiempo, experiencia de la gracia. La confor es en esto más preciso que san Bernardo. Luego, los tres
-
34 Ef . 4,24.
35 In 13, 34 .
36 Spec. I, 24. 38 Stolz, A. La thé ologie de la mijstique , Chevetogne ( 1947 ) .
37 SIned . I, ( Ed . Talbot : pá g . 35; PC 5 : pá g . 40 ) . 39 Spec. III , 17-19 .
40 Spec. III , 17 .
XXXII INTRODUCCIÓ N XXXHI
INTRODUCCIÓ N
amores se alternan de acuerdo con las disposiciones siempre
variables del corazón y las circunstancias de la vida 41. Jesús profesaba por su discípulo preferido. Para enfrentar
La gran libertad de sentimientos y acciones que revela la las crí ticas que ya se le habían formulado cuando trataba
doctrina elrediana de los tres sábados, manifiesta aquel equi- Ir de la amistad espiritual y monástica en la parte final del
librio de la vida cisterciense que le valió sin duda el suceso Espejo de caridad , 44Elredo afirma que Jesús transformó la
de los primeros tiempos. En un ámbito en el que muchos amistad al asumirla .
autores espirituales antiguos y modernos hablan de tensiones k La amistad monástica es, pues, una forma, la m ás noble
y conflictos, esta seguridad serena y optimista frente a las ( sacratissimum genus ) , de la caridad. Elredo dio de ella una
relaciones de la naturaleza y la gracia, libera al alma de una doctrina coherente y más completa en el tratado de La amistad
problemática paralizante e integra coherentemente los datos espiritual , que no tiene igual en toda la literatura cristiana y
diversos de una existencia mudable y compleja. monástica. Del mismo modo que la relación comunitaria, la
El segundo grado de la caridad, que abarca las relaciones amistad monástica es un camino para la liberación del amor
fraternas y humanas, se relaciona con dos desarrollos doctri divino que reside en nosotros y anhela su término pleno y
nales diversos: el de la configuración con la Humanidad de - definitivo en Dios. En cinco oportunidades afirma Elredo en
Cristo ( mediante la meditación y la acción ) y el de la amistad su tratado que la amistad conduce a Dios y consiste más en
espiritual. Jesús se nos presenta como un hermano, un amigo, ayuda y consuelo mutuos que en sentimientos de afinidad ,
un modelo de caridad fraterna, para ayudarnos a amarnos aunque su aliciente y su fuerza residan en la atracción de los
a individuos. En una amistad honda y verdadera, el hombre
nosotros mismos y a los demás. Con asombrosa sobriedad
Elredo nos dice que es la palabra de san . experimenta una conformidad de sentimientos y quereres que,
hizo carne y habitó entre nosotros”, la que Juan
: “El Verbo se de hecho, nunca alcanza tanta perfección como en este caso
nos brinda la segu
ridad y el medio de alcanzar dicho amor divino, paciente - privilegiado. Esta experiencia es naturalmente esclarecedora
hasta el dolor y la muerte, y abierto a todo ser humano, aun y estimulante, porque no puede sino engendrar el deseo de
que sea nuestro enemigo 48. - una plenitud que sólo se encuentra en el amor infinito, del
La alegoría del arca de Noé, que representa nuestro cora que es reflejo y pregusto. El amor no se divide, está por
zón, expresa a un tiempo ese universalismo de la caridad -
/ entero en cada uno de sus modos, no tiene otro fin que él
el modo humano de practicarla , sin excluir preferencias niy mismo. “Se pasará fácilmente de la amistad humana a la
atractivos .
4S amistad divina, porque ambas tienen una misma naturaleza
y está n próximas la una de la otra; sólo difieren en grado.» 46
La configuración con el corazón de Cristo nos une otoló-
gicamente con Él, pero la imitación interior será más eficaz Pero el movimiento no tiene sentido único; queda así res-
en la medida en que el afecto se detenga en los gestos y pondida la objeción que podría formularse en su contra, es
hechos humanos del Salvador. decir, que pudiera convertírsela en un simple medio para
Se trata aquí de la doctrina “sacramental” de la humanidad .
otro fin y dejar de ser por ello amistad sincera La experiencia
del amor divino perfecciona y sostiene con su gracia el amor
de Cristo; en ella todos los gestos y palabras de Jesús son humano. “Del hechizo del afecto fraterno nos lanzamos hacia
signos que hallará n su eficacia transformadora cuando sean las cumbres del amor divino; y en esta escala de caridad a
meditados e imitados, tanto en el querer como en el obrar. veces se sube, a veces se baja, para descansar al fin en los
La amistad se nos ofrece sacramentalizada en el afecto que .
gozos de la amistad fraterna » 46
41 Spec. III, 3-5. ífSpec.
42 Spec. III, 13. III, 110.
43 Spec. III, 103-106 . 45 Am. III, 87.
46 Am. III, 127.
INTRODUCCIÓ N
XXXIV
INTRODUCCIóN XXXV

El otro amigo fue Gilberto, abad de Hoyland , quien, segú n Como san Bernardo y Gilberto de Hoyland en sus comenta-
una hipótesis reciente, inició su vida monástica en Rieval. ríos: sobre el Cantar, Elredo despliega aquí todo su talento,
No sin originalidad entre los escritores espirituales cister- su labia y su ingenio; a menudo se manifiesta místico en este
ciences, Elredo hará carrera de historiador. Además de las comentario, con sencillez y profundidad.
obras ya mencionadas, redactó una Genealogía de los reyes Sus 50 sermones para el tiempo litú rgico nos resultan quizás
de Inglaterra, primer ejemplo en el siglo XII de un Espejo de más accesibles; reencontramos en ellos toda la doctrina de
reyes. La obra est á destinada fundamentalmente a la edifica- Elredo, ya que nuestros padres poseían una síntesis doctrinal
ción del joven rey Enrique II ( 25 de octubre de 1154 ) y a muy consistente, completa y orgá nicamente unificada, aunque
subrayar el tenue lazo que lo une a la antigua dinastía inglesa. para nada sistemática en sentido escolástico o moderno.
El abad de Westmínster invitó a Elredo a redactar una nueva
vida del rey Eduardo el Confesor, muerto en 1066, el mismo Querríamos que Elredo fuese el autor del himno Dulcí s
año de la invasión normanda. El único detalle original de Jesu Memoria. En un documentado estudio, Dom André
esta Vida es la interpretación que brinda Elredo de un sueñ o Wilmart no ha querido identificar a su autor, pero, segú n é47l,
del rey en su lecho de muerte. Al presentar su obra al rey no hay mejor candidato para tal título que el mismo Elredo .
Enrique II, Elredo le asegura que es de él de quien el Confe- No obstante, nos parece que se puede responder afirmativa-
sor ha profetizado que sería la piedra angular que unirá en su mente a las exigencias planteadas por Dom Wilmart; ped ía
persona las herencias normanda e inglesa. éste que el autor fuese un discípulo de san Bernardo, y ¿quié n
puede merecer este título mejor que Elredo? Es frecuente el
Elredo, al igual que sus contemporá neos, consideró el co - tema de memoña- praesentia en sus escritos, sobre todo cuando
mentario continuo de los capítulos 13 al 16 de Isaías como habla del misterio de la liturgia. En el lamento por la muerte
la obra más importante de toda su trayectoria literaria. Estos de su amigo Simón, Elredo habla conmovido de su Dulcí s
capítulos contienen los oráculos sobre Babilonia y Moab, memoria tui y más adelante exclama : Quaerit affectus dulcem
que, segú n el Padre Condamin, ‘ pueden ser comparados sin eius praesentiam 48. Asimismo querríamos establecer una rela-
mengua con las obras más hermosas de la antigüedad clásica”. ción, que, extra ñamente, ningún historiador ha señalado hasta
El comentario alegórico, moral y espiritual, segú n la teoría ahora. Gracias a Reginaldo de Durham, su amigo, sabemos
de los cuatro sentidos de la Escritura, ocupa 31 sermones. que Elredo componía himnos. En su Libellus de admirandis

Éstos está n dedicados al obispo de Londres otro Gilberto ,
Gilberto Foliot. En un sermón para Adviento, Elredo había — Beati Cuthberti Virtutibus cuenta Reginaldo que, en uno de
sus viajes a Citeaux, Elredo compuso un himno en honor de
interpretado brevemente los once orá culos de Isaías ( cap. 16- san Cutberto, himno que pudo terminar luego del capítulo
19 ) . El sermón complació a los monjes, sobre todo en razón general, durante las dos semanas que los abades ingleses
de sus “moralidades”, y éstos, dice Elredo, le pidieron que debieron esperar para que se compusiese el tiempo y poder
desarrollara el tema en un amplio comentario, en el que cruzar el Canal de la Mancha. Obviamente, en ningú n manus-
hallamos, entre muchas otras cosas, las enseñanzas del Espejo crito hallamos firmado el himno Dulcí s Jesu Memoria; en
de la candad . Los fardos { De oneribus ) de maldiciones lanza- aquellos tiempos, ¡ay!, a ú n no se estilaba. Pero Elredo había
dos contra los babilonios, los filisteos y los moabitas, represen- tenido éxito en varios géneros literarios y bien se merece ser
tan el peso insoportable de las austeridades para el monje considerado autor de la mencionada joya poética .
carente del impulso y la fuerza que la caridad confiere, ya
que ésta se conserva mediante la disciplina que disipa las 47 he “ Jubilus” dit de Saint Bernard , Rome ( 1944 ) .
ilusiones de las emociones afectivas y del orgullo espiritual. 48 Spec. I, XXXIV, 99.
XXXVI INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓ N xxxvn

Para Elredo, la amistad nunca deja de ser la forma ideal III. Ü ltimos años y muerte del abad
de la caridad fraterna, a la que asemeja cualquier relación
comunitaria, menos la que sólo se puede compartir personal
mente en el marco de una intimidad interior de comunión
- f -
En los últimos diez años de su vida, Elredo vivió agobiado
por las enfermedades, sobre todo la artritis, nos dice Walter
natural. La amistad espiritual es tambié n la perfección a la Daniel, quien, como enfermero, mantendrá en adelante una
que tiende la caridad ; ella será, en la bienaventuranza, amistad relaci ón más estrecha con el abad. Dispensado de la asistencia
sin sombra de vicisitudes. Por sobre todo, la belleza de la ima- a los oficios, Elredo no vivió con todo en la enfermería, pues

— —
gen de Dios como en la devoción a la Humanidad de
Cristo reaparece ante nuestra mirada de fe en la amistad
manda levantar una choza donde recibía a diario hasta veinte
o treinta hermanos, con los que conversaba acerca de las Es -
crituras y observancias de la Orden ( de spirituali iocunditate
espiritual, pues sólo podemos elevarnos hacia las cosas espiri - -
scripturarum et ordinis disciplinis ) . Ya sabemos qué estrecha
tuales mediante las cosas sensibles. La amistad de un herma - mente ligados están estos temas; cómo los ejercicios interiores
no, por la f ácil y total conformidad de sentimientos y que
reres que experimentamos, nos deja entrever la adhesión
- y exteriores respond ían al llamado evangélico de la renuncia
y de la unión con Dios. No sin originalidad, el abad prosigue
total, libre y voluntaria a la voluntad divina. así su tarea de doctor.
Si la doctrina monástica de Elredo nos parece cercana a
Forzados a leer entre líneas a este hagiógrafo torpe y locuaz,
la vida, es porque su vida fue la de un monje feliz de serlo en algunas expresiones adivinamos, muy a pesar suyo, en qué
y ansioso por comunicar su experiencia y su entusiasmo. L
consisten las enseñanzas de Elredo que nos transmite. En el
Como san Bernardo, Elredo se embarcó en los asuntos de r: relato de la muerte de san Elredo, que abarca unas diez
la Iglesia y del reino, pero no se dejó atrapar tanto como
páginas ( la sexta parte de la Vita ) , encontramos varias ob
servaciones interesantes. En el momento más patético, cuando
-
aquél. Su naturaleza no se prestaba para ello. El gusto por
la amistad y las relaciones más personales y duraderas lo
un hermano lee la Pasión, a la que Elredo se une con el movi -
miento de los labios y una sonrisa espiritual, los hermanos que
inclinaba hacia el ejercicio de una influencia, más discreta, lo rodeaban rompieron a llorar de tal modo que las lágrimas
en los medios monásticos. La pérdida de su correspondencia
— —
cerca de trescientas cartas es irremediable y nos impide
conocer una irradiación social y política que diversas alusiones
a lo largo de su obra nos permiten adivinar; pero Elredo fue
les impiden verse los unos a los otros; participan así de los
sentimientos de su padre, todos en cada uno y cada cual en*
todos: Eadem in ómnibus et omnia ex singulis. Walter Daniel
repite en esta forma la conocida f órmula con que Elredo des -
ante todo abad y formador espiritual. Siendo abad de Revers
by, en Lincolnshire (1143-1147 ) , nuestro autor cultivó la
- cribía la relación fraterna en el seno de la comunidad, rela -
ción para él eminentemente personal á e.
amistad de dos diferentes Gilbertos, a los que los historiadores
antiguos y modernos suelen confundir; ambos pudieron apre-
En el prefacio, Walter Daniel recordaba su deseo de enal
tecer la santidad “de aquel que lo había engendrado a la vida
-
ciar su celo por la vida monástica. El primero de ellos, Gilber
to de Sempringham, fundó la Orden de las Gilbertinas, que
- de san Benito con el evangelio de Dios”. Con esto repetía, no
sin torpeza, como de costumbre, lo que el mismo Elredo decía
-
había de extenderse rápidamente por todo el condado de
Lincoln. San Elredo fue el consejero de este personaje en la
organización de aquellos monasterios y, admirando su fervor
contemplativo, con mayor razón debía deplorar un escá ndalo
de san Benito, que nos engendra en Cristo Jesús por el Evan

gelio 60. El cenobitismo escribe Dom Adalbert de Vogüé
49 Dumont, Ch., Le personnalisme communautaire d’Aelred de Ríe-

vaulx , en Collectanea Cisterciensia 39 ( 1977 ) , págs. 129-148.

del cual hubo que ocuparse ( De sancti moniali de Watton ) '.

.
50 Serm. V: In natali s Benedicti, PL 195, 259.
XXXIX
xxxvm INTRODUCCIÓN INTRODUCCIóN

se funda en esencia sobre la relación eminentemente espiritual retomaba con igual serenidad el discurso interrumpido.
de cada uno de los miembros con un hombre que representa a Sabía hablar cuando correspondía, y lo mismo sabía
Cristo. De esta relación primigenia surge la que une entre sí a callar . . .
todos los discípulos de un mismo maestro 61. El paternalismo ^Delgado y apergaminado, Elredo era todo labios
y el autoritarismo que hoy tanto se teme aunque no más
— —
que en otros tiempos , deben ser atribuidos al ansia de dominio
en los que tienen autoridad ; esta pasión no está en sí ligada
( totus conversas in labiis ) , la mirada modesta y el porte
tranquilo que revelaban la serenidad de sus sentimien-
tos. Se expresaba con claridad y hablaba sin precipita-
.
a tal o cual forma de gobierno, sino que proviene del corazón.
/
cion . . . Su enseñanza era sencilla, pero animaba el alma
Leamos un pasaje de la Oración pastoral : de quien lo escuchaba. Encaraba temas f áciles, pero sus
“Sabes, dulce Señor, cuá nto los quiero, cómo les he palabras transmitían la fuerza de la gracia. Su inteligen-
entregado mi corazón y que mi ternura les pertenece. cia era versátil, pero no carecía de la vehemencia del
Sabes, Señor mío, que no los dirijo con espíritu de rigor amor. 54
99

o af án de dominio, que deseo serles útil más que domi- Este arte de la palabra y del silencio, que lo indujo a decir
narlos, que la humildad me invita a estarles sumiso y el y escribir lo que fuera de utilidad para los monjes, no es sino
afecto a ser entre ellos como uno más. BS 99
el arte del maestro espiritual. El pasado ya no existe, sólo hay
Más adelante, refirié ndose a la idea de ser centro de la un presente que nos abarca , y la tradición cobra sentido sólo
unión espiritual de las mentes, a ñadirá : si hay monjes para oírla y responderle. San Elredo nos sigue
“Que por obra de tu Espíritu tengan, dulce Señor, paz hablando y podemos leerlo porque supo hablar y escribir.
dentro de sí, entre ellos y conmigo. 5 3 99
De san Elredo podemos decir lo que éste dijo de san Benito
La f órmula nos recuerda la doctrina de los tres sábados. al comenzar su quinto serm ón : que nos place avivar nuestro
ardor espiritual rememorando su vida y su doctrina , porque
Concluyamos esta introducción con un hecho relatado por también por el ministerio de su palabra y de su ejemplo nos
Gilberto de Hoyland y que tiene sabor a recuerdo personal. concede Dios el gozo de ser monjes como él.
En el sermón 41 sobre el Cantar de los Cantares, Gilberto
compone el elogio f únebre de Elredo, de cuya muerte acaba CHARLES DUMONT, o.c.s . o.
Monje de Scourmont
de enterarse. El resto íntegro del sermón, y no sólo las pocas
líneas en que habla del amigo, está dedicado a Elredo, espe-
cialmente el final, en el cual Gilberto se explaya sobre el tema
de la amistad. En aquel pasaje especialmente dedicado, Gil-
berto describe lo que hoy llamaríamos el arte de escuchar:
“Recuerdo que, a menudo, cuando alguien interrum -
pía inoportunamente sus palabras, Elredo dejaba de ha -
blar hasta que el otro quedaba totalmente agotado. Al 54 PL 184, 216-218. Elredo muere el 12 de enero de 1167; la fecha nos
es proporcionada por W . Daniel . Por otra parte Gilberto de Hoyland ,
secarse el torrente impetuoso del deslenguado, Elredo en el sermón precedente , alude a la fiesta de san Lorenzo. La con-
cordancia de fechas es un problema; es imposible que la noticia haya
llegado con semejante retraso a Gilberto, pero la alusión a san Lo-
51 La communaut é et V ábhé dans la Ré gle de Saint Benoit , Desclée de renzo está en el sermón 40, y el sermón 41 no le está ligado, ni aun
Brower ( 1960 ) , pág . 143. con la f órmula hesterna die , que a menudo es convencional . Agre-
52 Cfr. pág . 294. guemos que Gilberto no escribirá más que siete sermones durante
53 Cfr . pág . 295 . los cinco años que le restan de vida .
CRONOLOGIA

1110 : Nacimiento en Hexham, en Northumberland


( Yorkshire ) , Inglaterra. Escuela con los benedicti-
nos de Durham, donde Eilaf , su padre, sacerdote
de Hexham, morirá como oblato.
1124-34: En la corte de David I, rey de Escocia , con Enrique,
hijo de David, que fallece en 1152 y Waldef , hijo
adoptivo de David , que se hace canónigo regular.
EIredo lleva el tí tulo de dapifer regis, “dispensa-
dor”.
1132 : Fundación de Rieval, por Clara val.
1134 : EIredo ingresa en Rieval, al volver de su misión
real cerca del arzobispo de York, Thurstan.
1140 : Muerte de Thurstan. Discordia para la elecció n de
san Guillermo.
1142 : El abad manda a EIredo a Roma para defender
la causa de san Bernardo, que quiere que Enrique
Murdach, abad de Fountains, sea arzobispo.
1142-43: EIredo es maestro de novicios. A pedido de san
Bernardo, escribe El espejo de la caridad.
-
1143 47: EIredo es el primer abad de Reversby.
í
XLIi CRONOLOGÍA

1147 : Elredo es abad de Rieval; Guillermo, secretario


de san Bernardo y precantor de Claraval, fue el
primer abad. Muere en 1145 y Mauricio será su
sucesor por dos a ños.
1152-53: Elredo escribe la Genealogía de los reyes de Ingla-
terra.
í
c. 1155 : Elredo escribe Cuando Jesús tení a doce a ñ os ( pa-
ra Ivo, monje de Wardon ) . Historia de los santos
de Hexham. Vida de san Ninian.
c
Cuando Jesús ten ía
1157

c. 1157
: En los últimos diez a ños de su vida, Elredo está
enfermo.
: Historia de la Batalla del Estandarte ( escoceses
doce a ñ os
contra ingleses ) . Sermones lit úrgicos: 25 en Migne
( PL 195 ) + 26 ( ed . Talbot ) . Introducción y notas de Eduardo Gowland , o.c.s.o. Traducción
realizada por los monjes de San Isidro de Dueñas ( Espa ña ) y
1160 : De la amistad espiritual ( un diálogo y dos colo-
revisada por María Estefan ía Tamburini, o.s.b.
quios ) .
c. 1162 : Vida de la Reclusa. Carta a su hermana ( SC 76 )
1163-64 : Homilías sobre Isaías: De oneribus. Uno para ad -
viento 4- 33 sermones.
1165 : De sancti moniali de Watton ( Gilbertinas ) .
1162-63: Vida de Eduardo el Confesor.
1165-66: De anima.
1167 : El 12 de enero, hacia las 10 y media de la noche,
muere san Elredo.
Walter Daniel, secretario y enfermero de Elredo, escribió su
vida: Vita Ailredi, ed. F.M. Powicke, Nelson, London ( 1950 ) ,
con trad. inglesa. A la Vida se suma la Carta a Mauricio, ca-
n ónigo regular que había puesto en tela de juicio dicha Vida
de Elredo.
Gilberto de Hoyland trae el elogio f únebre de Elredo en
un sermón sobre el Cantar : PL 184, col. 216 218.
f

INTRODUCCION

1. La obra

c O M O todas las obras de san Elredo. Cuando Jes ú s tení a


,

doce añ os tiene su origen en una necesidad concreta,


esta vez el pedido del monje Juan de la abad ía de
Wardon, discípulo y amigo del abad de Rieval. Juan pide a
Elredo que le 1escriba “algunas semillas de piedad, meditación
y santo amor ” sobre el pasaje evangélico en el que se narra
el comportamiento de Jes ús a los doce a ños. Elredo lo com -
place ofreciéndole el fruto de las “cosas gustadas en su cora-
zón” 3.
Se trata de un breve comentario a Lucas 2, 42-52, desde una
perspectiva espiritual que busca el amor, la realidad salvífica
i. del pasaje, seg ú n el clásico procedimiento medieval de leer
la Escritura: el triple sentido literal, alegórico y místico. A la
vez que maestro y amigo, Elredo comunica su experiencia in-
terior expresándose en términos de la “devoción a la Humani -
dad de Cristo” y sistematizando el desarrollo de la vida espi -
ritual a partir de los hechos de la vida de Cristo.
T Pról. 1.
2 Pról 3. Powicke, F. M.: Walter Daniel’s Life of Ailred , Abbot of
.
Rievaulx, London ( 1950 ) , pág. 41; refirié ndose a Cuando Jesús tení a
doce años, el biógrafo y enfermero de Elredo nos dice que éste sacó
esta doctrina de la “ biblioteca de su corazón”, indicando con ello
que no se trata tanto de un tratado cuanto de la experiencia personal
que comunica al amigo.

i!
4 5
CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS INTRODUCCIÓN
Según el testimonio de Walter Daniel. Elredo habría escrito lidad de la que trata sólo es perfectamente comprensible para
el Comentario entre los a ños 1155 y 1157 3. En él encontramos aquellos que , como Elredo , habiendo gustado de las mismas
al Elredo profundamente sensible y amante que, con belleza cosas saben de su inefable realidad. -
y fina penetración de espíritu, instruye y comparte al amigo De todo ello y teniendo en cuenta los propósitos de la pre
el fruto de la Palabra en él. Dentro de la producción literaria edició n, quisié ramos destacar tres aspectos y acaso intro-
del abad, Cuando Jesús tenía doce años se encuentra en medio
sente la
ducir a ellos al lector : el triple sentido en que se interpreta en
de sus dos obras destinadas a tratar sobre el amor: Espejo de ó n a la Humanidad de Cristo, y la obra
la Caridad, dedicada al amor divino, y la Amistad Espiritual, Escritura, la devoci
tanto que tratado espiritual.
que habla sobre el amor al pró jimo. La obra que nos ocupa Estos temas están amplia y frecuentemente presentes en
anticipa la afectividad del segundo escrito, pero, a diferencia los escritos de Elredo; ellos merecerían por sí mismos unódete -
del primero, el tema del amor aparece despojado de todo nido estudio que la brevedad de la presente introducci n no
aparato racional. La frescura y vitalidad evangélica de la obra nos permite. Nos limitaremos a ofrecer una visión sint ética,
la hacen tradicional, aunque distinta de la patrística . Modelo considerándolos en esta sola obra , pero para utilidad de mu-
de inspiración posterior, en ella fluye la sabia de chos de nuestros lectores nos permitiremos un desarrollo má s
los Padres ón
con la fuerza del siglo XII. teórico en el primer caso, a fin de facilitarles la comprensi
Como otras obras del santo, Cuando Jesús tenía doce del procedimiento exeg é tico seguido por el autor . Creemos
-
a ños fue atribuida a san Bernardo; a los méritos propios, se que estos temas no sólo caracterizan fuertemente al Comenta
sumó la magnética influencia del abad de Claraval; por ello rio, sino que le dan nueva vigencia en la problem á tica actual
alcanzó una difusión no despreciable en la espiritualidad cris- de la Iglesia.
tiana. Al jesuíta inglés Richard Gibbons debemos, en el siglo Si bien cada época tiene su modo particular de vivir y captar
XVII, el descubrimiento de su verdadero autor. La devotio el misterio de Cristo, ¿qué tiene para aportarnos Elredo me-
moderna, en su preocupación por los métodos de oración, diante el camino de retorno a Dios que es su devoción a la
recibirá su influencia a través de Ludolfo el Cartujo y el Humanidad de Cristo, en momentos en que redescubrimos la
Pseudo-Buenaventura; el mismo método ignaciano de oraci ó religiosidad popular?; ¿qué puede decir de sí mismo a cristia-
con su aplicación de los sentidos a las escenas del Evangelion, nos y no cristianos el camino de unión con Cristo? Y para los
tal como se revela en los Ejercicios Espirituales de san monjes e interesados en los “métodos” espirituales, ¿cu ál es
de Loyola, encuentra en Elredo su remoto precursor 4.Ignacio el camino y los frutos de este “ejercicio monástico”, la lectio
Fruto del siglo XII, esta obra nos ofrece una belleza senci- divinaB? Las preguntas pueden multiplicarse; que la fuerza
lia y una rica complejidad. Quien la lea por primera vez . Consiste
acaso de un tirón, experimentará el encanto singular de ,suy
espontánea frescura, creerá estar entonces ante algo de f á
lectura y asimilación directa. Quien vuelva una y otra cil — ——
5 La lectio divina es una manera típica de orar los monjes
en una lectura preferentemente de la Escritura que compromete y
abarca a toda la persona en un diálogo salvífico con Dios. Clásica
mente se distinguen en ella cuatro ‘ momentos” lectura, meditaci
-
ón ,
sobre los textos, con la misma sencillez con que se manifiesta
el autor, advertirá poco a poco sus muchas riquezas
vez

oración, contemplació n , los cuales se alternan o suceden seg ún se
desarrolle la “comunión” con Dios. De la abundante y variada litera-
lec-
y la tura sobre el tema, recomendamos dos artículos: Southey, A. La

complejidad de su construcción. La hondura contemplativa de 153 ( 1979 ) , págs. 3-8, para su natura-
tio divina”, en Cistercium
Elredo y el genio propio de su expresión aseguran alimento leza y dificultades contemporá neas de la práctica; y Oliverap, Bgs. .“Lec
429-
-
sólido a lectores de comprensión diversa. En tio divina”, en Cuadernos Monásticos nros. 46-47 ( 1978) , á
verdad, la rea - 437, para una exposición actualizada de su método y una evaluaci ón
.
3 Powicke, op. cit., pág 41.
4 Maréchal, J.: “Aplications des sens”, en DS, t. I, col. de lo mucho bueno
y que sobre el tema se ha escrito en los ú lti -
Galliard, “Composition de lieu”, en DS, t. II, col. 1322823; cfr. Olphe- mos años.
.
!
6 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE AÑOS INTRODUCCIÓN

evangélica de este texto inspire al lector y lo preserve de partito desdoblaba en el sentido “anagógico” los elementos es-
anacronismos. . . catológico de la alegoría y tropología.
No siempre emplearon todos los autores estos esquemas con
igual rigor y secuencia; no obstante, ellos eran el modo habi-
2. La interpretación de la Escritura: los sentidos espirituales tual de abordar la Palabra. Algunos prefirieron el esquema
tripartito por su mayor aptitud para describir la vida del
Hemos dicho que Elredo ordena su Comentario segú n la
forma tradicional de interpretar la Biblia : sentidos literal , ale -
— —
Espí ritu por lo general los contemplativos ; otros, con ma -
yores preocupaciones doctrinales, adoptaron la f órmula cua -
górico y moral Este procedimiento hunde sus raíces en el tripartita por su más adecuada subdivisión lógica, que facili-
judaismo y el helenismo, fue ampliamente desarrollado en taba la enseñanza y la especulación intelectual. Lo cierto es
los primeros siglos cristianos por los Padres de la Iglesia y que este modo de abordar la Escritura daba como resultado
adquirió en el siglo XII caracteres propios 7. Supone una una “exégesis total” que abarcaba y comprend ía en torno a
condición sacramental de la Escritura, en la cual la letra la Biblia todo el discurso cristiano sobre Dios y el hombre,
“encubre”, como el cuerpo de Cristo, el misterio de Dios 8. incluyendo teología y espiritualidad en un perfecto ensamble,
Para el creyente, es Dios, más propiamente Cristo, quien -
fundado en la historia , que es la letra, pero superada y reve
palpita detrá s de cada pá gina santa; ella invita de continuo a lada en su significación por el “sentido espiritual” que la fe
descubrir su misterio pasando de la carne , su letra , al espí ritu, descubría en el misterio de las Escrituras
su sentido salvífico.
Este acceso al misterio de las Escrituras a través de la infi-
nita riqueza significativa de la letra, ha dado origen a múlti- Sentido literal
ples sentidos de interpretación ; todos ellos pueden reducirse
a una simple f órmula interpretativa: letra y espí ritu. Como La letra es el cuerpo de la Escritura, su dimensión sensible,
ha indicado el P. de Lubac \ dos f órmulas o esquemas de el “vestido del Verbo de Dios”, al decir de san Ambrosio .
interpretación han sido usados por los antiguos autores cris- Su comprensión es el primer significado que nos entrega el
tianos, el esquema tripartito, cuyos sentidos eran histórico, texto para que el comentador elabore la primera exposición
moral o tropológlco y mí stico o alegórico, y el esquema cuatri - y el lector obtenga así la primera inteligencia del mismo. •

partito, con sus sentidos literal , alegórico , tropológlco y ana - Supone la historia; de hecho letra e historia se equivalen
gógico. Las diferencias se deben al distinto contenido que ca- y constituyen ambas el sentido literal o histórico. Ella es el
da autor establecía para cada uno de los sentidos. El cuatri- “fundamento” de la letra, porque ésta nos comunica lo que
Dios hizo y sigue haciendo en el acontecer de los hombres.
0 Para esta sección nos hemos servido de los trabajos de: De Lubac, H.
Exégese médiévale, lere. Pars, t. I-II, Aubier, París ( 1959 ) ; Dumon La Historia para el cristiano no es meros hechos; ella es algo
-
tier, P. Saint Bernard et la Bible, Desclée, Paris ( 1953) ; Hallier A . consubstancial a su fe, supone los acontecimientos y una
Un Educateur Monastique: Aélred de Rievaulx, J . Gabalda y Cía., interpretación de los mismos según el misterio de Cristo,
- .
Paris ( 1959 ) , pá gs. 103 116
7 Cfr. De Lubac, op. cit., vol. II, pá gs. 571-580.
que es su clave interpretativa. Para los antiguos cristianos,
toda la Biblia invitaba a “bien vivir”, era la “maestra de la
8 Para un mayor desarrollo del tema, adem á s de la bibliograf ía indi
cada, recomendamos el excelente artículo de De la Torre, J. Ma. “La - vida”, una ciencia moral en la que se aprendía la “ciencia
Sagrada Escritura y el sentido del Misterio”, en Cistercium n "? 120 de la vida”
( 1972 ), págs. 103-127. Pero letra e historia sólo son el “soporte” sensible de Algo
9 Op. cit, t. I, págs. 129-155. intemporal que las sobrepasa; ya en los “hechos” o “pre-
8 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A Ñ OS INTRODUCCIó N
9

ceptos” en los que se fundan irrumpen los magnolia Dei , es la “inteligencia superior del amor”: la Caridad . Junto con
aquellos gestos luminosos de Dios que pedagógicamente nos la alegoría, forma el “sentido espiritual” de la Escritura; am -
proclaman el Misterio . . . Entregada para que el creyente bos son sustancialmente un mismo sentido, pero mientras el
la reciba, comprenda y asimile vitalmente desentra ñando su alegórico busca “ edificar la fe”, el moral procura la “edifica-
contenido profundo, invita a la “inteligencia1 espiritual”, que ción de las costumbres”. En palabras que Elredo toma de los
la fe descubre al pasar de la letra al esp íritu &. Padres, después de las “flores” de la alegoría vienen los
“frutos” de la tropolog ía .
15

Sentido alegórico El sentido m ístico o moral es un momento esencial en la


comprensió n cristiana de la Palabra. Todo lo que ésta dice
Es el primer paso al espí ritu , al misterio, a la “inteligencia acerca del misterio de Cristo y de la Iglesia , y que el sentido
espiritual”. La alegor ía descubre la ley del espí ritu en la ley alegórico explicita y desarrolla en el dogma, el sentido tro-
de la letra X, ella no está en el texto, sino en la realidad pológlco lo profundiza, asimila y actualiza en el alma cris-
1

de la que éste habla, es una profecía inscripta en los hechos tiana ; es la m ística . Como Elredo nos dice en el Comentario
que el sentido aleg órico permite descubrir : Dios la garantiza . a propósito de las edades de Cristo, “ . . . todo lo que se dice
Su objeto es Cristo y la Iglesia ; de allí que sólo la alegor ía de 151 . . . se realiza espiritualmente en nosotros en diversos
,
descubra sus secretos a quienes la contemplen con ojos de grados de perfecci ó n ” 1
; mJ
á s que una simple moral derivada
fe. Su contenido más profundo es el misterio de Cristo y su de la ejemplaridad de la letra, se trata de la vivencia actuali-
Esposa ; a su luz, las alegorías adquieren su última significa - zada del misterio de Cristo en el alma , es la “experiencia
ció n: Cristo. Por esto la alegoría es el sentido cristiano de de Cristo”, la espiritualidad que dimana del dogma , el
17

la Escritura, todo lo que ella descubre pertenece a la instruc- “aquí y ahora” de la historia de salvación para tal o cual
ció n de la fe, es el “sentido doctrinal” por excelencia . Edifica persona , la interiorización del don b í blico en todo lo que
la doctrina , introduce al creyente en la plenitud de Cristo contiene de historia y de misterio : es la Caridad .
12

mediante el lenguaje de las “figuras”, permitiendo que la fe De esta forma la Biblia se vuelve plenamente Palabra de
se afirme, profundice y explicite en su contenido 13. El ver- Dios para cada uno de nosotros : profecía, enseñanza moral a
sículo 11 del capítulo 10 de la primera carta a los corintios partir de su letra, luz en el peregrinaje; nos dice qué debemos
fue un texto particularmente querido por Elredo para buscar creer, amar, esperar. Espejo de nuestra alma, tambié n nos
el mensaje profundo del texto sagrado 14. dice quién es Dios, quién nosotros, cu áles sus caminos de
_
salvación. Es el “libro de la experiencia ”, al decir de san
Sentido moral Bernardo, nos da la experiencia del Verbo y nos permite
medirla , pues la Escritura está antes y después de la expe-
El sentido moral, tropológico o mí stico se refiere al aspecto riencia .18

diná mico del misterio de Cristo vivido por el cristiano. Con- El sentido tropológico fue particularmente desarrollado en
tenido en la Escritura y desentra ñado por el sentido alegórico, el siglo XII, especialmente por los cistercienses. Varios factores
contribuyeron a ello: intereses pastorales nuevos respecto de
10 Cfr. I- II -10; SIned 10, PC 5, pág . 166 . los patrísticos, situación de la cristiandad , preponderancia de
11 SIned . 10, PC 5, pág. 166 .
12 SIned . 11, PC 5, pág. 180. 15 III -I -l .
13 SIned. 11, PC 5, pág. 180; SOner 364 A . 16 II-I- l .
14 STemp . VII , 247 D; XXI, 333 D; SIned. 3, PC 5, pá g . 58 ; SIned . 7, 17 Cfr. De Lubac, op. eit . , pá gs . 555 y ss .
PC 5, pág . 111; SIned . 21, PC 5, pá g. 300 . 18 Spec . II, 17 : 564 C.
10 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS INTRODUCCIÓ N 11

la vida monástica en la Iglesia, el fenó meno cisterciense . 19


características de este escrito. Primeramente hemos de consi-
Basta recorrer un poco la literatura de los primeros hijos de derar que el mismo es fruto de la lectio divina del autor; éste
Cister para advertir la predilección mí stica o tropol óglca que lo ha estructurado seg ú n el cl ásico procedimiento interpreta-
tenían sus autores. Es mucho lo que al respecto habría que tivo de la Escritura del que hemos hablado; no obstante, en
decir; aqu í tan sólo podemos señalar la singular importancia esta exposición Elredo hace lectio, es decir, lee, medita, ora y
que este aspecto tenía para aquellos monjes; ellos instruían contempla. La segunda característica se refiere a la forma
a partir de una “experiencia” de la Palabra, acerca de la en que el autor se expresa; una lectura superficial puede
cual se veían obligados a dar testimonio, y a partir de ella enga ñar al lector hacié ndole pensar que Elredo tan sólo ma-
iniciaban y esclarecían la vivencia del Misterio en sus her - nifiesta “piadosos sentimientos”. Es verdad que Elredo tenía
manos ( III.I.l ) . A modo de ejemplo, compare el lector
>

una riqu ísima afectividad y la manifiesta, pero detrás y más
cómo finaliza Elredo las dos primeras partes del Comentario allá de ella existe una profunda experiencia contemplativa y
y muestra su preferencia por la tercera ( I . II . 10; II . IV . 3; un riguroso orden en las ideas.
.
III . I . ] ) Al analizar el texto, observamos que desde un principio
Elredo plantea una serie de preguntas a partir del pasaje
evangélico en consideración y nos proporciona un primer
3. Devoción a la Humanidad de Cristo rasgo de este camino de retorno a Dios: la viva reconstrucción
mental de la escena evangélica : “¿Dónde estuvo el Niño
En la historia de la espiritualidad se conoce con el nombre Jesús durante los tres d ías en que su madre le buscaba ?;
de “devoción a la Humanidad de Cristo” a aquella larga y ¿d ónde se hosped ó?; ¿ . . . en qué se ocupó?” 21, y respecto a
profunda corriente espiritual que enfatiza el lugar privile- las preocupaciones maternales de María: “¿Tem ías acaso que
giado del cuerpo y los hechos de la vida terrestre de Jes ús fuese atormentado por el hambre o el fr ío?, ¿que fuese mal -
en el retorno del hombre a Dios. Nacida espontá neamente tratado . . . ?” 2 2 “Me figuro, hijo m ío ( Juan ) , la familiaridad,
en los primeros siglos cristianos, alcanza su má ximo floreci- el amor, las lágrimas con que acostumbras a interrogar a
miento en la segunda mitad de la edad media siglos XIV — Jesús en tus santas meditaciones, cuando se presenta ante los

y XV , y se desenvuelve en m últiples manifestaciones en los
siglos posteriores. Expresiones de ella son la devoción a la
ojos de tu corazón la encantadora figura del dulce Niño,
cuando te representas espiritualmente aquel bellísimo ros-
infancia y vida pú blica de Cristo, la devoción a su Pasión, tro. . .” 2 3 Las respuestas enfatizan los detalles vivificando
la devoción al Sagrado Corazón, las “vidas de Cristo”, los im ágenes y sentimientos: “Se sobrecogen los hombres madu-
“métodos de meditación” . . . El arte, la piedad y la liturgia ros, se admiran los jóvenes . . . ; contempla ( al Niño en el
no escaparon a su influencia; no pocas expresiones de nuestra Templo ) , te ruego, cómo se lo disputan, cómo cada cual in-
religiosidad popular la tienen como fuente; pié nsese en los tenta gan árselo; los mayores lo besan, los jóvenes lo abrazan,
Pesebres, Víacrucis, procesiones . . . los ni ñ os lo obsequian.” 24 Obsérvese el realismo de las imá-
Nos interesa ahora la devoción a la Humanidad de Cristo genes y la intensidad de los sentimientos.
en cuanto medio y té rmino de la contemplación cristiana; Activada la imaginaci ón y el afecto, la inteligencia no deja
especialmente como método espiritual empleado por los cis- de tener su parte; Elredo se pregunta qué hizo Jes ús durante
tercienses, y particularmente por Elredo en la obra que nos
ocupa. Al considerar el texto conviene tener en cuenta dos 21 Pról. 2.
22 Pról. 3.
19 Cfr . De Lubac , op. cít . , t. II, págs . 571 y ss . 23 Pról . 2.
20 Para san Elredo en particular, cfr. Hallier, op. cit,, págs. 103-113. 24 II -II-2.
12 TENÍA DOCE A ÑOS INTRODUCCIóN 13
CUANDO JESUS
los tres d ías que estuvo en el Templo y elabora una respuesta tanto tiempo buscado, tantas veces importunado, tan ardien-
basada en una teología histórico-salvífica ( II . II . 5 ) . Así, me- temente deseado, el más bello de los hijos de los hombres .. . ,
diante Cristo en su Humanidad y el empleo de las facultades la invita ( al alma ) a los besos diciendo: ‘Levá ntate, amiga
espirituales del hombre, éste queda orientado a la b úsqueda m ía, date prisa y ven / Entonces, entrando en Jerusalén, pasa
y contemplación unitiva con Dios mediante el Hijo : “Tú, hijo al lugar del taberná culo admirable, hasta la casa de Dios
mío ( Juan ) , no buscas cuestiones, sino devoción; no sutilezas entre voces de jú bilo y alabanza . . ; vienen los abrazos, los
,

en el lenguaje, sino algo que excite el afecto." “Porque el


25
besos . . . ; el alma nada en delicias, goza de todos los bienes
Se ñor Jes ús es tan dulce para los que lo gustan, tan bello y celebra su d ía de fiesta . . . ” 28

para los que lo contemplan , tan suave para los que lo abrazan,
que su ausencia . . . causa el mayor dolor.” Pero esta b ús-
26
— —
Elredo reduce a tres atributos divinos poder, sabiduría y
bondad todo aquello que el alma iluminada puede percibir
queda contemplativa no puede hacerse sino a través de la de Dios ( III . III .1) ; aun en esto, las Escrituras y la Humani-
imitación del mismo Cristo; de aquí la importancia de sus dad de Cristo siguen desempeñando su función; los mismos
misterios como camino de salvación para el hombre. hechos de la vida mortal de Cristo nos descubren y hacen
La razón de esta necesidad de la Humanidad de Cristo experimentar transformativamente su bondad , poder y sabi-
estriba en que el Verbo se hizo carne a fin de redimirnos. dur ía.
Elredo expresa esta idea diciendo que Dios, en Cristo, se De este modo queda descrito el camino más seguro a Dios;
despojó de su inmutabilidad atemporal asumiendo nuestra en el el hombre, por puro amor divino, consigue retirar el
naturaleza para que en Él encontrásemos el camino para subir,
la vida para gozar y la verdad para gustar; así, los misterios
velo que encubre a la divinidad en Cristo en lo que es

posible en esta vida , gracias al amor divino hecho carne

de la vida terrestre de Cristo son para nuestro nacimiento y para el pobre amor carnal del hombre.
desarrollo espiritual ( II .1.1 ) . La relación entre los misterios
de Cristo y la vida del cristiano podrá vérsela mejor al hablar
de la obra como tratado espiritual; baste aqu í como ejemplo 4. Tratado espiritual
indicar el paralelismo que el autor establece entre Jesús a
los doce a ñ os y el alma que llega a la contemplación que Otro rasgo característico del Comentario es exponer el
el duod écimo a ño, es decir, la ley de la contemplación: “Sigue desarrollo de la vida espiritual a partir del texto evangélico.
eleva el alma abrasada hasta la misma Jerusalén celeste, fran- El análisis de la obra revela una perfecta sistematización de
quea el cielo y abre las puertas del para íso, presenta al mismo las etapas de transformación humana en Cristo como así tam-
Esposo . . . para ser contemplado por los ojos del alma bié n el desarrollo de algunos temas particulares de la vida
pura. ..” 27 La imitación reproduce en el hombre los misterios espiritual : tentación ( I . I .3; II . 1.3; III .1.1; III. III . 2 ) , pre-
de Cristo, desarrolla las virtudes y purifica el alma. sencia de Cristo ( I . I . l ; I . II . 2; III . II . 2; III . Ill ) , virtudes
El cristiano ha recorrido el camino de Cristo; comenzó a ( I . I . 3; II . I . l; II .1.4; III .1.1 y 2 ) , dones del Espíritu Santo
buscarlo y conocerlo en sus hechos y palabras; ahora, este ( III .1.2 ) , estados de oración ( III . II . 3) . . .
mismo Cristo hecho hombre y glorificado comienza a ser el Tres son las coordenadas fundamentales que determinan el
té rmino nuevo de su contemplación. Los mismos hechos y desarrollo espiritual: Cristo y los misterios de su infancia, el
palabras adquieren otras dimensiones : “Entonces aquel por hombre en cuanto caído y redimido en progresiva conversión,
y el dinamismo de la gracia que brota de la Encarnación de
25 I-II-10. Cristo. Elredo estructura todo esto en torno a los cuatro luga-
26 I-II-7.
27 III -II - l . 28 III- II - 3.
14 I
CUANDO JESÚS TENÍA DOCE ANOS INTRODUCCIÓ N 15
res en que vivió Jes ús hasta sus doce a ños: Belén, Egipto,
Nazaret y Jerusalén. El progreso interior consistirá en pasar í
Siguiendo la Escritura, Elredo considera a Egipto como el
espiritualmente por estos mismos lugares. A medida que el lugar de “tinieblas” y de “tentación” lo presenta también co-
mo el refugio en donde se esconde Cristo de Herodes ( I . I . l;
Comentario va exponiendo el sentido literal, alegórico y moral, II .I . l ) . Las tinieblas representan las tentaciones del demonio
la sistematización se va completando y profundizando. que padecemos al principio de nuestra conversió n; a su vez
» /

el “ocultamiento” de Cristo en Egipto corresponde a la apa -


Belén rente “ausencia’ que experimenta el alma en estas circuns -
tancias (1.1. 3) .
En torno a Belén se desarrollan los temas propios de la La “turbación ” experimentada es del todo necesaria; ella
conversión, el nuevo nacimiento del cristiano, la infancia es - purifica el corazó n, nos hace recurrir a Cristo y nos indica
piritual, la pobreza , la humildad del seguimiento de Cristo. el cambio de pertenencia que en nosotros ha operado la
Allí nace Jesús, pobre y pequeño ( I . I . l; III .1.1 ) ; así nos conversió n ( II . I . l , 2 y 3; III . III . 2 ) . Esta lucha pone de
cura, gu ía y propone el camino de retorno a Dios Padre. manifiesto la misericordia divina, es ella quien triunfa del
El hombre, siguiendo estas mismas huellas de ús, ha de mal: “Entonces te parece que Cristo te abandona, pero, de-
volver a nacer haciéndose también pobre y pequeñJes o. Su situa - rrotado Herodes no por tus propias fuerzas, sino por la gracia
ción es la del hijo pródigo necesitado de conversión 39: “Así
como el Inmenso se hizo pequeño por la humildad , t ú que
eres rico por la codicia hazte pobre por el desprecio de las

de la divina misericordia , vuelve ( el alma ) con mayor
tranquilidad y espera tu llegada a Nazaret.« El dinamismo
3L

salvífico de la gracia de Cristo supera el mal en medio de


riquezas, para que cuando nazcas espiritualmente no encuen - nuestros esfuerzos y nos abre al gozoso deseo de las virtudes
tres lugar en la posada al no apoyarte ni en tu voluntad, ni f que se dan al subir alegre con el consuelo de Cristo a Nazaret;
en tus sentimientos, ni en tu ciencia, ni en tu actividad, sino la compunción interna habrá roto entonces los nudos de
en el juicio ajeno . . . ; así nacerás en Cristo y Cristo nacerá en nuestra dureza interior ( I . I . 3 ) .
ti.” 30 Así queda indicada la necesidad de un nuevo nacimiento
— —
para el hombre la conversión y el camino, inverso al
suyo, que éste ha de recorrer. El principio teológico a partir
del cual Elredo fundamenta la conversión es la Encarnación
Nazaret
de Cristo; ella posibilita y ejemplifica nuestra salvación. De i Consecuente con el principio de que todo lo expresado
aqu í entonces la importancia de nuestra configuración con el de las diversas edades de Cristo se realiza en diversos grados
Verbo encarnado. de perfección en nosotros ( cfr. II . I . l ) , Elredo equipara la
vida de Jesús en Nazaret al crecimiento y desarrollo de las
virtudes en el alma: al crecimiento f ísico y personal de Jes ú s
Egipto corresponde la maduración progresiva del cristiano.
Egipto simboliza las pruebas y tentaciones que normalmente Nazaret es para Jesús el lugar de su crianza y preparación
en tanto que hombre; su presencia ennoblece a la aldea galilea
sobrevienen a quienes han optado por Cristo, en especial y posibilita la obra que vendr á después ( I . I . l; III .1.1). De
aquellas primeras adversidades que ordinariamente suceden igual modo el alma; aqu í, pasadas las primeras tinieblas, ella
al fervor de la conversión. se enriquece y fortifica con el perfeccionamiento de las vir-
-
29. I-I-2; cfr . II-I 2 y III-I- l . tudes ( III .1.1 ) , prepará ndose para la adultez en que podrá
-
30 II I-2; cfr . M -2 y 3; IM -1 ; III-M .
31 II - I -3.
16 TENÍA DOCE A ÑOS
17
OTANDO JESÚS INTRODUCCIÓ N
lo
“gustar y ver qué bueno es el Señor” cuando suba a Jemsalén: Dios viene y va, tarda y aun parece que desprecia a. quien
“ Es preciso que, despu és de la tentación , subas alegremente busca; son las alternativas del amor ( III . II . 2 y 3 ) Por fin ,
por el deseo de las virtudes y los ejercicios espirituales a purificada, el alma entra en Jerusal é n , en donde le es dado
Nazaret, es decir, a la Flor; pues, así como la flor no es el contemplar a Dios por Cristo. Siguiendo a san Agustí n, Elredo
fruto, del mismo modo estos ejercicios no son precisamente reduce el contenido de la contemplación a tres atributos
virtudes, pero de ellos, por la acción de Dios, nacen las ver - divinos: poder , sabidurí a y bondad . Estos tres atributos se
daderas virtudes. De aqu í hay que subir a Jerusalén, pero de corresponden con los tres d ías que Jesús pasó en el Templo
modo conveniente y en tiempo oportuno.** : ia
y producen consecuencias en el alma : “El primer d ía . . . es la
Este texto es importante porque no sólo indica la sucesión consideración del poder de Dios. El segundo es de la admiración
su bondad
de etapas, sino también porque nos caracteriza y declara la de su sabiduría. El tercero, el gusto anticipado , al
din á mica propia de Nazaret : el deseo de las virtudes y los y dulce suavidad . Al primer d ía pertenece la justicia
, al , la misericordia . La justicia
ejercicios espirituales. En otro pasaje expresa esto mismo des- segundo , la ciencia y tercero
de la perspectiva mon ástica ( I . I.3 ) . No hay lugar a pelagia - amedrenta, la ciencia enseña, la misericordia sostiene. óEn el
nismos; con el concurso humano, la virtud sigue siendo obra
de Dios, y esta el principio activo de deificación humana.
primer d ía, el temor que
— — procede de
la justicia purifica el alma ; ésta , una vez purificada, es
la consideraci n

la bondad
de

iluminada por la sabiduría, y , as í iluminada , por


la recompensa con la infusi ó n de su dulzura .” 34

lerusalé n Esta uni ó n del alma con Dios es obra exclusiva del Esp í ritu ,
puro don del Amor; el hombre sólo puede disponerse a, reci-
A las “flores” de Nazaret suceden los “frutos” de la con- birla. Elredo la describe y nombra de muchas maneras pero del
templación : Jerusalén. En torno a ella desarrolla Elredo la todas ellas aluden a una misma realidad : el encuentro “lugares ”
vida de unión del alma con Dios. Nos encontramos al final hombre y Dios. La creación y la vida de Jes ú s son
del viaje de ascenso iniciado con Cristo en la conversión. particulares de encuentro ( III . III . 2 -5 ) ; no obstante , la gra -
Ahora puede el alma contemplar los misterios celestiales; ha tuidad y exclusividad de Dios en conceder sus dones vuelve
llegado a la madurez de los “doce añ os” ( III . II .1) . temporaria y fugaz la experiencia manifiesta del encuentro
El ascenso y la permanencia de Jesús durante tres d ías en el ( III . III . 2) . “¡Es un momento muy raro y un descanso muy
Templo de Jerusalé n permiten al autor elaborar diferentes corto! ¡Bienaventurado quien pueda entretenerse tres d ías en
comentarios al texto evangélico. El m ás rico y extenso es el estas delicias!
85
Que así le ocurra al lector.
espiritual, que desarrolla al comentar el sentido moral del
pasaje ( cfr. II . II y III, para el sentido objetivo o hist órico ) . EDUARDO GOWLAND, o.c.s.o.
Jesús en el Templo es presentado en la humildad propia de la
Encarnación : “Convertido así en nazareno, entra en el Templo,
no como maestro, sino como discípulo, oyendo y preguntando,
sin burlar la vigilancia de sus padres . . . , tal es la senda que
indica a los extraviados.” 53
Este acceso a Jerusalén no deja de presentar dificultades
para el hombre. Éste busca, desea , lucha e implora a Dios;
32 ÍÍTPL 34 III-III-6.
-
33 I-I l . -
35. III III- l y 2.
Exposición
del Venerable Elredo 9

Abad de Rieval 1

sobre el pasaje del Evangelio:


“Cuando Jesús tenía doce años.’ ’

I
-- _.::=:::::::�--e:-._
----,

/
PROLOGO

E pides, querido Juan\ que recoja del pasaje evan-


gélico en el que se narra el edificante comportamiento
del Niñ o Jes ús a los doce a ñ os, algunas semillas de
piedad , meditación y santo amor, y las conf íe a la letra escrita,
como a preciosa canastilla , para enviá rtelas.
Todav ía sonaba en mis oídos esta voz, cuando pude adver -
tir en lo m ás profundo de mi corazó n la grandeza y la exce-
lencia, la fuerza y la dulzura del amor que te movía a
hacerme esta petición . En este mismo momento vino a mi
mente el recuerdo de lo que fui en otro tiempo, de lo que
entonces sentía, de la impresión que alguna vez me causaron
1 Seg ú n el testimonio de Walter Daniel, el biógrafo de Elredo, se trata
del monje Juan, joven discí pulo y amigo del santo, quien vivía en
la abad ía de Wardon en Bedfordshire, una de las fundaciones de Rie-
val ( cfr. Powicke, op. cit., pág. 41 ) . Interlocutor de Elredo en el pri-
mer diálogo de La amistad espiritual, esta obra nos lo presenta vir -
tuoso y amante del trato í ntimo en la soledad ; un profundo amor de
amistad unió a maestro y discí pulo ( cfr. Elredo, La amistad espiritual ,
Studium , Madrid [1969], nos. 3, 4, 5 y 51; pá gs. 56 y 78 ) . Aunque
muerto a temprana edad , seg ún el autor, habr ía alcanzado considera -
ble madurez espiritual ( cfr. III.I.l ) .
22 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE ANOS PRÓ LOGO 23

estas palabras del Evangelio al oírlas leer o cantar. Miré 3. Pero, ¿ por qu é, dulcísimo Señ or, no te compadeciste de tu
hacia atrás, ¡ pobre de m í!, miré y vi qu é lejos tras de mí dulcísima Madre, que sufriendo y suspirando te buscaba ? En
había dejado aquellas suaves y reconfortantes emociones; qué efecto , ella y tu padre te buscaban con angustia 5
. Y t ú, dul-
lejos de estas delicias me habían llevado los lazos de las císima Señ ora mía , ¿por qué buscabas al Niño cuya divinidad
preocupaciones y solicitudes, tanto que ahora , por desgracia, no ignorabas? ¿Tem ías acaso que fuese atormentado por el
me sirve de alimento aquello mismo que entonces mi espíritu hambre o el fr ío, o tal vez que fuese maltratado por un
no quer ía ni tocar. Al recordar esto, mi alma se deshizo en niño de su edad ? ¿ No es Él quien alimenta y nutre todas las
mi interior \ El Señ or extendi ó su mano y tocó mi corazó n s, cosas; quien reviste de belleza superior a la de Salom ón a
y lo perfum ó con la unci ón de su misericordia . la hierba del campo que hoy existe y ma ñana se arroja al
horno ? Todavía m á s, Se ñora mía -lo digo confiando en ti-:
2. Ya ves: sólo con presentar tu petición , tu afecto ha hecho ¿por qu é perdiste tan f ácilmente a tu dulcísimo Hijo?; ¿por
surgir en m í gran luz y esplendor. Bastó insinuarme tus qué lo guardaste con tan poco cuidado?; ¿ por qué no advertiste
deseos de saber d ónde estuvo el Niño Jes ús durante los tres antes que lo habías perdido?
d ías en que su Madre lo buscaba; d ónde se hosped ó; qué
alimentos tom ó; cu á l fue su agradable compa ñía y en qué
hubo de ocuparse.
Dígnese el mismo Jesús inspirarme lo que en conversa-
ción íntima y espiritual — —
respondió a tus preguntas, a tus
ardientes deseos, a tus arrebatos, para que as í pueda escribirte
Me figuro, hijo m ío, la familiaridad , el amor, las lá grimas cosas conocidas y hacerte part í cipe de las cosas gustadas.
con las que acostumbras a interrogar a Jesú s en tus santas
meditaciones, cuando se presenta ante los ojos de tu corazón
la encantadora figura del dulce Niñ o, cuando te representas
espiritualmente aquel bellísimo rostro, cuando con gozo sien-
tes posados en ti aquellos suav ísimos y dulcísimos ojos. En -
tonces exclamas, sin duda, con í ntimo afecto: ¿d ónde estabas,
dulcísimo Niñ o?; ¿d ó nde te escond ías?; ¿d ónde te hospedabas?;
¿quién te alegraba con su compa ñía?; ¿cuál era tu mora-
y redimiéndolo con su sangre ( SOner. VII, 387 ) . El hombre, por su
da : el cielo, la tierra o alguna casa? Quizás, reunido en alg ú n parte, luego del pecado ha perdido la imagen del Creador; no obs-
lugar secreto con otros niñ os de tu edad , les revelabas los tante, por Cristo, es capaz de reencontrarla. Sus facultades superiores
misterios secretos, segú n lo que dijiste en el Evangelio: “De- colaboran a esto, la memoria posibilita recordar a Dios, la inteligencia
jad que los nifios vengan a m í y no se lo impid áis.” 4 Felices, conocerlo, la voluntad amarlo ( SIned. II, PC 5, pá gs. 48-49 ) . La
si hubo algunos tan dichosos que gozaron familiarmente de memoria ocupa un puesto clave en el sistema ; ella es el órgano de la
tu compañía durante esos d ías.
meditación, permite que el hombre se tenga presente a sí mismo y a
Dios; es la memoria Dei, que en Elredo llega a identificarse con la
2 Sal. 41,5. .
memoria Christi El esfuerzo afectivo y el de la imaginación concurren
3 Job 19,21. para actualizar esta praesentia Christi en la deficiente memoria del
4 Le. 18,16. T í pico ejemplo de meditación elrediana en que el autor hombre que por el pecado tiende al olvido ( Spec. I,IV, 508 ) ; de aquí
pone su imaginación y afectividad al servicio de la meditación y apro- entonces lo decisivo de este esfuerzo afectivo para reestablecer esta
piación del misterio de Cristo. No se trata de sentimentalismo reli-
Presencia en el alma y restaurar la memoria; es el punto de partida
gioso, sino que responde a exigencias propias del hombre y del modo
para la imitación de Cristo, en donde el amor afectivo se vuelve
en que Dios ha querido salvarlo. En efecto, para Elredo la Encama -
efectivo. Cfr. PC 4, pá g. 93, nota 11. Dumont Ch. La méditation ,
ción es una obra de amor; el Hombre-Dios ha querido establecer con
en La vie de Recluse . SC 76; págs. 17 32.-
5 Le. 2,48.
él una relación directa de amor instruyéndolo con los hechos y pala -
bras de su vida terrestre, suscitándole el deseo de imitar sus virtudes -
6 Mt . 6,29 30 .
PRIMERA PARTE
Sentido literal del relato evangélico

I. JESUS EN BELEN Y NAZARET

s I t e parece bien, consideraremos por qué el Señor Jesús


nace en Belén, se oculta en Egipto, se desarrolla en Na-
zaret, y por qué a los doce a ños sube al Templo y a la
capital. No lo hizo solo, sin embargo, sino bajo la vigilancia
de sus padres. ¿Por qué todo esto? Sencillamente porque mi
Señor Jesús es jefe, es médico, es doctor. En su condición de
jefe saltó como gigante en el camino que debía recorrer : 1

desde lo más alto del cielo descendió hasta Belén. Dejando allí
huellas de perfume celeste, hizo de las tinieblas, es decir, de
Egipto, su escondite 2. Por fin, después de haber iluminado con
la luz de la gracia celeste a los que se sentaban en las tinieblas
y en las sombras de la muerte , ennobleció a Nazaret con su
3

santa presencia. Convertido así en Nazareno, entra en el Tem -


plo, no como maestro, sino como discípulo, oyendo y pregun -
tando, sin burlar en ning ún momento la vigilancia de sus
padres. Así, Se ñ or, vas delante de los miserables, así curas a
los enfermos , tal es la senda que indicas a los extraviados, la
1 Sal. 18,6-7.
2 Sal. 17,12; 2 Re. 22,12.
3 Sal. 106,10.
26 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A Ñ OS PRIMERA PARTE 27

escala que propones a los que suben, el camino de retorno en la que abunda el pan y se llama “Casa del Pan”, Belén.
que señalas a los desterrados. Te doy gracias, Señor, por tu misericordia , porque saciaste al
2. ¡Quién me diera, buen Jesú s, seguir constantemente tus famélico y al hambriento lo llenaste de tus bienes 10, con
aquel pan que, bajado del cielo y reclinado en un pesebre, se
pasos y correr en pos de ti, de suerte que alg ú n d ía te alcan
ce! 4 Soy aquel hijo pródigo, yo recibí mis bienes y, no que-
- convirtió en alimento de las bestias de carga racionales.
riendo guardar para ti mis fuerzas, marché a un país lejano, 3. Estos son los comienzos de la conversión, especie de na-
al país de la desemejanza c, compará ndome a las bestias de cimiento espiritual. Para parecemos al Niño, abracemos las
carga y hacié ndome semejante a ellas All í malgasté todos insignias de la humildad y, puestos ante ti, Señ or, como un
mis bienes viviendo lujuriosamente y empecé a sentir necesi - . jumento, gocemos de las delicias de tu presencia. Pero, porque
dad . ¡Miseria absoluta! Me faltó el pan y no me aprovechó el éSET’escrito: “ Hijo, te has alistado en el servicio de Dios; sé
alimento de los cerdos. Siguiendo a los animales m á s inmun
dos, anduve errante por el desierto, sin agua, sin encontrar
- fuerte y prepara tu alma para la tentación” el Señor Jes ús
nos esconde momentáneamente su rostro, no porque nos aban-
.
el camino de la ciudad habitada 7 Muerto de hambre y sed , done, sino para ocultarse. Entonces se apodera de nosotros
mi alma agonizaba en la miseria. Entonces dije: “Cu á ntos jor - Egipto, las tinieblas, la turbaci ón. Sentados en las tinieblas
naleros de mi Padre tienen pan en abundancia , y yo aqu í me y en la sombra de la muerte, dolorosamente privados de los
muero de hambre /’ s goces antes saboreados, prisioneros y cargados de cadenas
El Señor me oyó cuando así lo llamaba y me puso en el
camino recto para que fuese a la ciudad habitada 9; a aquella — —
las de Ja dureza del propio corazón J 2 , es necesario llamar
al Señor en la tribulación y Él nos librará de nuestras an-
4 Cant. 8,2. gustias.
5 “Pa ís de la desemejanza” ( regio dissimilitudinis ) . Expresión frecuente En efecto, la luz de su consuelo disipará las tinieblas de la
en los antiguos autores cristianos que indica el estado del hombre ca í
do y pecador despojado de la “semejanza divina”. La pará bola evan-
- tentación y la gracia de la compunció n interna romperá los
nudos de la dureza interior. Calmada la tempestad nos
gélica del hijo pr ódigo ilustra esta situación . Para Elredo, la “región
de la desemejanza” implica los vicios y miserias del hombre ; la vir -
precederá en Nazaret, para que all í, entre las flores de las
tud le devuelve la capacidad de reintegrarse a la “región de la seme- Escrituras y Jos frutos de las virtudes, podamos crecer bajo
janza”. Esta “ perversión ” radical afecta a la actividad del alma : la la dirección de los ancianos y gozar de las delicias del .duodé-
memoria tiende al olvido, la inteligencia al error, la voluntad ama la cimo .a ño 13. Porque así como Jes ús es concebido y nace en
codicia ( Spec. I,IV : 508 D ) ; la soberbia de Ad á n, al querer aumen - nosotros, tambié n se desarrolla y fortifica en nosotros hasta
tar su semejanza con Dios, hace que el hombre pierda su semejanza que lleguemos todos a la perfección del adulto, en la medida
divina y se asemeje al animal ( ibid. ) ; de aqu í entonces la frecuente
designación del hombre como “bestia ”, “ bestia de carga”, “animal”. . . de la plenitud de la edad de Cristo 14.
Cfr. Hallier, A. Un educateur monastique : Aelred de Rievaulx. Ed .
Gabalda, Par
- -
ís ( 1959 ) , págs. 37 39; Dumeige, G. “Dissemblance”, en
DS, t. III, col. 1330 1346; Gilson, E. La Théologie mystique de S.
ís ( 1934 ) , págs. 47-48; Javelet, R . Image et Ressemblance .
Bernard , Par
Ed. Letouzey y Ané ( 1967 ) , págs. 266-285. En este pasaje el autor
se aplica a sí mismo esta descripción tradicional, indicando su condi- 10 Sal. 106,8-9.
ción de pecador a quien la misericordia ha tocado. .
11 Eclo 2,1.
6 -
Le. 15,13 14. 12 Sal. 106,10.
7
8 Le. 15,17.
-
Sal. 106,4 5. 13 Alusión a la vida monástica en donde la conversión alimentada por
las Escrituras, la prá ctica de las buenas obras y la obediencia a los
9 -
Sal. 106,4 5. hombres alcanzan el fruto de la contemplación.
14 Ef . 4,13.
(

28 CUANDO JESÚS TEN ÍA DOCE A ÑOS PRIMERA PARTE 29

II . JESUS EN JERUSALEN l sentencia: “Ojalá fueses mi hermano, amamantado a los pechos


de mi 17madre, para poderte besar cuando te encontrara en la
1. Cuando Jesús hubo cumplido los doce a ñ os, subieron a calle.”
Jerusalén, segú n tenían por costumbre en aquella fiesta. Cuan- 3. Llenos de este gozo entran todos en la ciudad santa. Con-
do volvieron, una vez que pasaron los d ías de la fiesta, se
qued ó el Niñ o Jes ús en Jerusalén . 15 templa la piadosa y santa disputa; todos pretenden poder
Para que no se nos pase nada de la admirable suavidad de gozar de su mas dulce y agradabil ísima presencia. Feliz el
esta historia, se ha de notar que los jud í os, cuando subían el vencedor . Quizás, por esta razón, terminada la fiesta , “al vol-
d ía de la fiesta , ten ían la costumbre de caminar en grupos, ver qued ó el Niño Jes ús en Jerusal én y sus padres no se
por una parte los hombres y por otra las mujeres, para pre- dieron cuenta”
caver toda contaminación. La ley divina, en efecto, prescribía Como todos lo amaban, todos lo reclamaban; cada uno
que sólo los puros pudiesen asistir a las solemnidades sagradas. pensaba que estaría con el otro, por lo que sus padres no
Por lo tanto nos es lícito pensar que, durante aquel viaje, el advirtieron su ausencia hasta que al final del primer d ía de
Ni ño Jes ús regalaba con la dulzura de su presencia unas veces camino lo buscaron entre las diversas familias que habían
a su padre y los hombres que iban con él. y otras a su Madre subido con ellos, entre los parientes y conocidos.
y las mujeres que la acompa ñ aban. 4. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén, donde, al cabo
2. Imaginé monos, pues, cu ál sería la felicidad de aquellos a de tres d ías, lo hallaron en el Templo .

¿Dónde estuviste,
quienes fue dado contemplar durante tantos d ías su rostro; oí r
buen Jes ús, durante esos tres d ías? ¿Quién te dio de comer y
sus melifluas palabras; observar en el hombre ni ñ o se ñales y
beber? ¿Quié n te ofreció cama? ¿Quién te descalzó? ¿Quién
destellos de una virtud celestial; mezclar en sus conversacio- aseó tu cuerpo infantil con ungüentos y ba ñ os? Sé, por su-
puesto, que, así como voluntariamente te revestiste de nuestra
nes el misterio de la sabiduría salvadora. Se sobrecogen los debilidad , del mismo modo mostrabas tu fortaleza cuando
hombres maduros, se admiran los jóvenes y los niños de su quer ías, por lo que, en esos momentos, no necesitabas de
edad se asombran ante la gravedad de su porte y el aplomo
de sus palabras. estos servicios. ¿ Dónde estabas, pues, Señ or? Algo se puede
Porque creo que su faz serena reflejaría de forma tan arre- suponer, conjeturar, opinar, pero nada podemos afirmar te-
batadora la gracia del cielo que atraer ía todas las miradas, merariamente. ¿Qué diré, Dios m ío? ¡Quizás para confor -
afinaría el oído de todos y excitaría el amor. Contempla, te marte más a nuestra pobreza , para abrazarte con todas las
ruego, cómo se lo disputan, cómo cada cual intenta ganá rselo; calamidades de la miseria humana, ped ías limosna de puerta
los mayores lo besan, los jóvenes lo abrazan , los niños lo en puerta como uno más entre la turba de los pobres! ¡Quién
obsequian . Los niñ os dejan correr sus lágrimas cuando los me diera poder participar de esos bocados: así mendigados,
o al menos poder saciarme con los restos de esa comida
hombres lo retienen . Las santas mujeres se quejan cuando se divina!
entretiene un poco m ás con el padre y sus compa ñeros. Creo
que todos suspiraban desde lo m ás íntimo del corazón: “Bése-
me con el beso de su boca ,” A los niños que ansiaban su
3 (1

presencia , pero no se atrevían a introducirse en los grupos de


los mayores, se les pod ía aplicar f á cilmente aquella otra
17 Cant. 8,1.
15 Le. 2,42-43. 18 Le. 2,43.
16 Cant. 1 , 1. 19 Le. 2,44- 46
30 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A Ñ OS PRIMERA PARTE 31

5. Pero consideremos secretos más profundos 20. Allí, en la para los niños y jóvenes, para que aprendan a callar, oír y
intimidad profunda del Padre, trató de la recepción del preguntar, cuando se encuentran entre los ancianos.
bautismo, de la elección de los discí pulos, de la promulgación
del evangelio, de la realización de los milagros y, en fin, de 7. Dime, dulcísima Señora m ía, Madre de mi Se ñor, ¿cuáles
los tormentos de la pasión y de la gloria de la resurrección. fueron tus sentimientos, tu estupor, tu gozo al encontrar a
Arreglado todo al modo divino, al d ía siguiente concedió tu dulcísimo Hijo, el Ni ñ o Jes ús, no entre los ni ñ os, sino
a los coros de los á ngeles y arcá ngeles gozar de la suavidad entre los doctores, cuando viste todos los ojos clavados en Él,
de su vista y alegró a toda la ciudad de Dios al anunciar los oídos de todos pendientes de Él; cuando oíste hablar a
que la antigua defecció n de los ciudadanos de las alturas sería pequeñ os y grandes, a doctos c ignorantes, de su prudencia
reparada en breve. y de sus respuestas?
“Encontré, dice, al amado de mi alma ; lo agarré fuerte -
Por fin, al tercer d ía, visitando las filas de los patriarcas y
profetas, les confirmó con la manifestación de sí mismo lo mente, ya no lo soltaré /’ Guarda, dulcísima Señora, guarda
25

que ya habían oído de boca del santo anciano Simeón. Cam- al que amas, arró jate a su cuello, abrázalo, bésalo, recompensa
bió en consuelo la impaciencia de la espera con la promesa la ausencia de tres d ías multiplicando las delicias.
“Hijo, ¿ por qu é te portaste así con nosotros? He aqu í que
de la redenci ón inminente y a todos infundi ó nuevos á nimos
y mayor alegrí a. tu padre y yo te venimos buscando con gran dolor.” Una
vez m ás te pregunto, Señ ora m ía : ¿porqu é te aflig ías? Creo
6. Con razón, pues, fue encontrado al tercer d ía en el Templo que no tem ías ni al hambre, ni a la sed , ni a la desnudez
en medio de los doctores y ancianos 3. Después de haber
“ del Niño, pues sabías que era Dios, sino que te afligías
revelado, segú n parece, a los á ngeles y santos, libertados ya por verte privada, aunque por poco tiempo, de las delicias
de la carne, la voluntad de la bondad de su Padre sobre la inefables de su presencia. Porque el Se ñor Jes ú s es tan dulce
restauración de los hombres, comenzaba a revelarla poco a para los que lo gustan, tan bello para los que lo contemplan,
poco en el lugar más santo de todo el mundo, el Templo tan suave para los que lo abrazan , que su ausencia, aunque
de Jerusalén, y en primer lugar a aquellos que conservaban brevísima, causa el dolor más agudo.
en las Sagradas Escrituras el tesoro preciosísimo de esta pro-
mesa; escuchando y preguntando primero, y después siendo 8. “¿Por qué, dice, me buscabais? ¿ No sabíais que debo
interrogado, manifestaba estos misterios sacrat ísimos. ocuparme de las cosas de mi Padre?” Aquí comienza ya a
97

Finalmente se lee: “Todos se admiraban de su prudencia revelar el secreto de los misterios celestes en los que por tres
y de sus respuestas.» 24 Ejemplo de humildad y de respeto d ías estuvo ocupado. Para dar mi ejemplo m ás visible y
excelente de humildad y de obediencia, de renuncia a la
20 A continuación sigue una explicación del quehacer de Jesús durante propia voluntad y de sumisión a los mandatos de los mayores,
los tres días que pasó en el Templo mediante una escenificación aun cuando para ello fuera preciso abandonar una ocupación
histórico salvífica. Obsérvese cómo destaca Elredo los aspectos “ejem-
— —
*

plares” o “pedagógicos” aqu í, humildad y obediencia para el cris- más ú til, deja las cosas tan sublimes, tan ú tiles, tan necesarias
tiano, sobre los aspectos “objetivos” del Misterio de la persona de Cris- en que estaba entretenido, para someterse a la voluntad de
to y la Redención, temas de los que se habla. Esta preferencia por los mayores. Así lo» afirma el Evangelista: “Y bajó con ellos
lo que directamente edifique al cristiano es un rasgo típico de su y les estaba sujeto. 28
enseñanza .
21 Fil. 2,7. 25 Cant. 3,4.
22 Le. 2,47. 26 Le. 2,48.
23 Le. 2,46. 27 Le. 2,49.
24 Le. 2,47. aV 28 Le. 2,51.
32 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS PRIMERA PARTE 33

Pero, ¿qué significan las palabras del Evangelista: “Ellos creación y su asunció n por Dios tuvo una sabiduría igual a
no entendieron lo que les dijo”? 20 A mi parecer, esto no se la sabidur ía de Dios. Otros, teniendo reparos en igualar la
refiere a Mar ía, quien, desde el momento en que el Espíritu criatura al Creador, dijeron que Jes ús había crecido en sebi-
Santo vino sobre ella y la virtud del Altísimo la cubrió con duría como en edad , apoyá ndose en la autoridad del Evangelio
su sombra, no pudo ignorar ninguno de los designios de su que dice: “Más Jes ús crecía en sabiduría, edad y gracia.
Hijo. Así pues, mientras los demás ignoraban lo que había No hay por qué admirarse, a ñaden, si se dice inferior en
dicho, María, sabié ndolo y comprendié ndolo, conservaba to- sabidur ía, porque con toda verdad se afirma que era mortal
das aquellas palabras y las rumiaba en su corazón 30. Las y pasible v, por lo tanto, inferior en bienaventuranza.
conservaba en su memoria y las rumiaba en la meditación. Piense cada uno lo que quiera de estas opiniones. A m í
compará ndolas con lo que había visto y oído de Él. me basta saber y creer que el Señor Jesús, desde el momento
De esta forma, ya entonces la bienaventurada Virgen pro
veía misericordiosamente en favor nuestro, para que no se
- de su uni ón personal con Dios, fue Dios perfecto y, por lo
mismo, fue y es sabiduría perfecta , justicia perfecta, felicidad
perdiesen por cualquier negligencia palabras tan dulces, tan perfecta y además virtud perfecta. No dudo; todo cuanto se
saludables y tan necesarias, y por lo mismo se dejasen de puede decir de Dios por razón de su substancia, se puede
escribir y predicar y así quedaran defraudados los amantes afirmar también de Cristo, ya desde cuando estaba en el seno
de las delicias de este mana espiritual. Luego, la Virgen pru - de su Madre. No negamos por esto su condición de mortal
dent ísima guard ó fielmente todas estas cosas, calló modesta - y pasible antes de la resurrecció n; al contrario, confesamos
mente y las reveló en tiempo oportuno encargando su predi
cación a los santos apóstoles y discí pulos.
- que fue hombre no sólo en apariencia, sino en toda verdad ,
y que tuvo verdadera naturaleza humana , seg ú n la cual pudo
9. De las palabras que siguen , “ Jesús crecía en sabiduría, crecer en edad. En cuanto a la sabiduría , que hablen los que
edad y gracia delante de Dios y de los hombres” , se han 31 saben disputar de estas cosas.
dicho muchas cosas y los pareceres son muy diversos 38. No 10. Pero t ú, hijo m ío, no buscas cuestiones, sino devoció n84;
me pertenece juzgar la opini ón de estos autores. Algunos no sutilezas en el lenguaje, sino algo que te excite el afecto .
pensaron que el alma de Cristo desde el momento de su Por tanto, omitiendo cuanto se refiere a la historia , pasemos
29 Le. 2,50.
a explicar el sentido espiritual en la medida en que aquel de
30 Le. 2, 19.51. quien hablamos se digne inspirarnos.
• - -“
31 Le. 2,52.
32 Se trata de las antiguas controversias sobre la doble naturaleza en la
persona de Cristo. Frente al misterio de lo divino y humano en el
Verbo encarnado, el hombre ha sido y sigue siendo tentado a enfa-
tizar uno u otro aspecto del Salvador rompiendo el sublime equilibrio
de su Misterio. Elredo, en una actitud muy típica, toca el problema,
afirma la fe ortodoxa de la Iglesia, se desinteresa de la disputa en
cuanto tal y desarrolla las consecuencias prácticas que el misterio de
Cristo tiene para el cristiano, cfr. 10. Esta preferencia por la “vida
cristiana ” sobre las “ideas cristianas” no implica un rechazo de la es-
peculación intelectual del Misterio, que por otra parte el autor em -
prende, sino una actitud, compartida por los dem ás cistercienses; éstos,
como monjes, valorizan m ás el conocimiento que da la “experiencia”
de las cosas divinas que aquel otro, fruto de la especulación acerca 33 Le. 2,52.
de ellas. 34 Cfr . nota 32.
35
SEGUNDA PARTE
todo lo que se dice de Él en sus diversas
.
SEGUNDA PARTE greso espiritual, y espiritualmente en nosotros en los diversos
edades se realiza ón, como observan los aventajados en la
Interpretación alegórica grados de la perfecci nacimiento corporal es el modelo de
virtud \ Así pues, su espiritual, es decir , de una santa conver -
nuestro nacimiento n que sufri ó de parte de Herodes es figura
sión; la persecució que padecemos al principio de nuestra
de las tentaciones del demonio; su educación en Nazaret
conversión por parte en la virtud .
representa nuestro progreso
, el hijo pródigo, consumido por el
2. En el primer grado pan
a la Casa del Pan , donde encuentra
*
hambre, es invitado , sino cocido sobre las brasas, para que
no de flor de harina pan y mezcle las lágrimas con ,su bebida
6

coma ceniza con suflor de harina es puro, exquisito sin ceniza


Porque el pan de “En el principio existía el Verbo yy eí
:
sin levadura, sin pajas y el Verbo era Dios.” *
Verbo estaba enpodrDios
DE á gustar este Pan? Es pan de los á ngeles
I . LOS MISTERIOS DE CRISTO, PRINCIPIOS
ESPIRITUAL Pero, ¿qui én
á embotado por el gusto de los agraces
REGENERACION Y CRECIMIENTO cuyo paladar no est y ven plena y perfectamente qué
, y por lo mismo 7gustan hombre pudiese comer
Dios uno. No puede variar dulce es el Señor . Pero
para que el
L Señor nuestro Dios es úun ón de David : "Tú
, éste se hizo hombre tomando las pajas
no puede cambiar, seg n la
afirmaci
ti no pasan los años.
”1 el Pan de los ángeles la ceniza de nuestra mortalidad, la leva-
eres siempre el mismo y por de nuestra pobreza y ; el Inmenso se hizo pequeño - el
atcmporal, inconmutable, se ahizo dura de nuestra debilidad
Este nuestro Dios eterno, y temporal para ofrecer
los que t ú , que eres grande a tus propios ojos
en nuestra naturaleza mutable inmutabilidad que asumió por Rico pobre, para por la humildad; tú, que eres rico por la
seres mutables y temporales la hacia su eternidad y estabi- te hagas pequeño por el desprecio de las riquezas para
nosotros convertido en camino Salvador nuestro encon - codicia, te hagas pobre espiritualmente no encuentres lugar en
lidad; para que en un solo y ,mismo vida para gozar y la verdad
que cuando nazcas ni en tu voluntad, ni en
la posada al no apoyarte, ni en tu actividad, sino en el juicio
tusS
senti-

para gustar, segú3ín Él mismo


la
trásemos el camino para subir dijo: “Yo soy el camino, la ver - mientos, ni en tu ciencia ás ceniza con el pan, cuando el Se
~
dad y la vida.” ajeno. Entonces comer de las lágrimas y te’ conceda lágrimas
, nació niño según te alimente con el pan
El gran Señor, sin dejar su naturaleza
carne fue desarrollándose y
la carne y según esta misma de tiempo determinado, para
creciendo durante un período , mejor aún, que somos
casi
3 Se trata de san Ambrosio
.
ctr. Hoste , A . Quand J é sus eut douze ans ,
AmVirnsio, cfr
m5
que nosotros, que somos niños espiritualmente y fuéramos
pL
^
¡onde el Piador encontrarePBel
SC 60, pag . 27 , Arn ’¿ én, cuyo nombre indica, y lugar en
nada en el espíritu, naciésemos sucesiones de las eda- 4 á a Cristo, verdadero pan.
creciendo y desarrollá ndonos según lascorporal es nuestro pro -
des espirituales. Así, su crecimiento 5 Sal. 101 ,10 .
6 Jn. 1,1 -
1 Sal . 101,28. 7 Sal . 77 ,25 .
2 Jn . 14,6.
36 CUANDO JES ÚS TENÍ A DOCE ANOS SECUNDA PARTE 37
en abundancia como bebida \ As í nacerá s en Cristo y Cristo da 12, pero eficaz, trajo la perfecció n a la tierra y encerró en
nacerá en ti . un doble precepto de caridad la ley y los profetas \
3. Se turba Herodes , es decir, el diablo, porque Cristo inva - 2. Así, pues, se qued ó el Niñ o Jesús en Jerusalé n y sus
dió su imperio. Ve con malos ojos que su domicilio se haya padres no se dieron cuenta 14.
cambiado en morada de Cristo. Blande la espada, tensa el Todavía est á Cristo en la Iglesia y los jud íos, sus padres
arco y allí mismo prepara los instrumentos de muerte para segú n la carne, lo ignoran. Todavía está José en Egipto y
lanzar en la noche sus saetas contra el recto de corazóny . es llamado en lengua egipcia, no judaica , Salvador del mundo,
Enciende la carne con los atractivos naturales; turba la mente y mientras reparte el trigo de su sabidur ía entre los egipcios,
con malos pensamientos y abate con tentaciones multiformes es decir , entre los gentiles, sus hermanos mueren, ham -
los buenos pensamientos todav ía tiernos que se alimentan con brientos de la palabra de Dios, entre los cananeos, entre los
la leche de los primeros fervores. Entonces te parece que Cristo espí ritus inmundos.
——
te abandona , pero, derrotado Herodes no por tus fuerzas,
sino por gracia de la divina misericordia , vuelve con mayor
tranquilidad y espera tu llegada a Nazaret.
“Creían, dice el Evangelio, que estaba en la comitiva.” 11
¿Qué significa esto? Todav ía os imagináis, ¡oh jud íos!, que
Cristo está en vuestra compa ñía, cuando ya vuestro Jerem ías
4. Porque es preciso que, después de la tentación , subas abandonó su casa , dejó su heredad porque su heredad se
alegremente por el deseo de las virtudes y los ejercicios espi- convirtió en guarida de hienas. ¿Bajo qu é figura, bajo qu é
rituales a Nazaret , es decir, a la Flor; pues, así como la flor misterios, bajo qu é sacramentos está en vuestra compa ñía ?
no es el fruto, del mismo modo estos ejercicios no son pre- ¿ Dónde está el Templo, d ó nde el sacrificio continuo, d ónde
cisamente virtudes, pero de ellos, por la acción de Dios, nacen el sacerdocio, d ónde aquel ú nico altar que se os concedió
las verdaderas virtudes. De aquí hay que subir a Jerusalé n, en la sola ciudad de Jerusalén ? ¿Dónde está aquel fuego
pero de modo conveniente y en tiempo oportuno. perpetuo, cuya extinción fue la desaparición de todos los
holocaustos que no pod ían consumirse con ning ún otro fuego?
Una de dos: o no tenéis nada de esto o, si quizá presum ís
tenerlo, no lo poseéis seg ú n los preceptos del Señ or y, por
lo mismo, no tenéis a Cristo. En todo esto tuvisteis en otro
II. SIMBOLISMO DE LA SUBIDA A JERUSALEN. tiempo a Cristo, velado con misterios prof é ticos, pero al
REPUDIO DE ISRAEL Y VOCACION DE LOS GENTILES aparecer Cristo desaparecieron las figuras prof éticas y, por
lo mismo, en vano presum ís poseerlas después de su venida .
1. “Cuando Jes ús cumplió doce a ños subi ó a Jerusalén.» Es
10
¡Qué extra ña perversidad! ¡Qué extra ña ceguera!
claro, segú n las leyes de la alegoría , que Cristo subió de
Nazaret a Jerusalén cuando, abandonando la Sinagoga, mos-
No teniendo en cuenta esto, los jud íos creen que está to
davía en su compa ñía y lo buscan entre parientes y conocidos;
-
tr ó a la Iglesia de los gentiles las riquezas de su bondad. No ¿a quién buscáis, oh jud íos? ¿A qui é n buscáis? Ya la piedra
en vano tenía doce a ñ os, porque Él, que vino no a destruir, cortada del monte sin intervención de manos humanas ha
sino a cumplir la ley ll, a ñadi ó los dos mandamientos de la
perfección evangélica a los diez de aqu élla. Palabra abrevia- 12 “Palabra abreviada” es una expresión frecuente entre los cistercienses
para designar a Jesús Ni ño; cfr. san Bernardo, In vigilia Nativitatis
8 Sal. 79.6. Domini, serm.; Opera : Ed . critica, vol. IV, págs. 197 ss.
9 Sal. 7,13. 13 Rom. 9,28.
10 Le. 2,42. 14 Le. 2,43.
11 Mt . 5,17. 15 Le. 2,44.
38 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE ANOS SEGUNDA PARTE 39

llenado la superficie de la tierra y ¿todavía buscá is? Dis- elegirá n un solo jefe y se desbordarán de la tierra. ¿Cuándo
persos por toda la tierra , en todos los lugares chocáis con se realizará esto, mi buen Jes ús?; ¿cuá ndo posarás los ojos
Cristo y ¿todavía buscáis? En todas partes, entre las naciones, sobre tu carne, sobre los de tu 20casa y tu sangre, puesto que
suena en honor de Cristo vuestro amén; se canta vuestro nadie aborrece su propia carne ?
aleluia, resuena vuestro hosanna y ¿todaví a buscáis? Clavó Parte, Se ñor, tu pan a los hambrientos y abre las puertas
su tienda en el sol y nadie puede sustraerse a su calor y de tu casa a los indigentes y vagabundos . ¿Hasta cuá ndo el
20

¿todavía buscáis? miserable Ca í n ser á vagabundo y prófugo en tu tierra, esta


Lo buscáis entre los parientes y conocidos. Lo buscá is en tierra que abri ó su boca para recibir tu sangre, oh Abel
Isaías, pero, como el mismo profeta dijo, “conoció el buey nuestro, derramada por su mano? ¿No has hecho ya recaer
a su dueñ o y el asno el pesebre de su amo , pero Israel no sobre su seno el séptuplo? En todas partes el primogénito
me conoció, mi pueblo no comprendió,” i e Por esto no lo sirve al menor; en todas partes se deja ver el yugo opresor
encontr á is. Lo buscáis en el santo David , pero, seg ú n su y la espada amedrentadora; no hay quien lo redima ni lo
palabra , “vuestra mesa se convirti ó en lazo para vosotros” salve . Sé, sí, sé que al fin se convertirá n y sentirá n hambre
27

Por esto no lo encontrá is. Vuestros ojos se han oscurecido para camna 28, pero esto será al atardecer. En efecto, al cabo de
no ver y vuestra espalda se ha inclinado 3 . Lo buscáis en
a
tres d ías lo encontraron en el Templo.
Jeremías, pero, segú n su propio ” 10 , “los sacerdotes
testimonio
ignoran la ley, no conocen al vidente . Pero esto no lo en -
contr áis. Lo buscáis en Moisés, pero “hasta hoy siempre que
leéis a Moisés un velo est á puesto sobre vuestro corazón” .
20
III. LAS TRES EDADES DE LA IGLESIA
Por esto no lo encontrá is. SIMBOLIZADAS EN LOS TRES DIAS EN JERUSALEN
3. Así, pues, vuelve, vuelve Sunamita 2 I , vuelve a Jerusalén 1. El primer d ía, aquel en que, habiendo entrado en nuestra
y lo encontrarás. En efecto, se anuncia a Jes ús que su madre
y sus hermanos está n fuera y lo buscan .
22
¿Saldrá? Mejor. Jerusalén, el Señor Jesús se escondió de su madre la Sina-
goga y de sus hermanos los jud íos, fue el de la predicación
Entrad vosotros y lo encontrar é is . Y , volviendo, añ ade el apostólica a los gentiles. Así lo dijo Pablo a los mismos jud íos,
Evangelio, “al cabo de tres d ías lo encontraron en el templo” .
fl8
“porque os juzgá is indignos de la vida eterna, nos volveremos
Aunque el n ú mero de los hijos de Israel fuese como las arenas a los gentiles” S 9. Entonces, en efecto, brilló la luz celeste en
del mar, un resto se convertirá quiero decir, el resto de los entenebrecidos corazones de los gentiles y, disipada la
Jacob se volverá al Dios fuerte . ¿Cu á ndo? Después de tres horrorosa oscuridad de la infidelidad antigua, el esplendor
d ías. ¡Oh momento deseable! Entonces Israel conocerá a su de la fe invadió con los rayos de su claridad las almas de los
Dios y temblará delante de David su Rey. Los dos pueblos perdidos. Mas he aquí que la noche de una cruel persecución
oscurece la encantadora luz de este d ía : los príncipes de este
16 Is. 1,3. mundo se encarnizan contra los cristianos. Cruces, bestias,
17 Sal. 68,23; Rom . 11,9. potros de tortura y ganchos de hierro, parrillas encendidas
18 Sal. 68,24.
19 Jer. 2,8.
20 2 Cor. 3,15. 25 Ef . 5, 29.
21 Cant. 6,12. 26 Is. 58,7.
22 Mt. 12,46. 27 Gn. 4,11-12; Sal. 78,12; Gn . 25,29; Sal.7,3.
23 Le. 2,46. 28 Sal. 58,7.
24 Rom . 9,27. 29 Hech. 13,46.
40 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE AÑOS SEGUNDA PARTE 41
y láminas candentes y otros mil géneros de tormentos se
preparan para su extinción. Aunque la mayor parte de los José, reconocido por sus hermanos, sea proclamado vivo ante
cristianos por la fortaleza de la fe se reía de todos esos el pueblo jud ío como en otro tiempo lo fue el viejo patriarca:
“José, tu hijo, vive y es jefe de toda la tierra de Egipto.«33
tormentos, sin embargo, hubo un buen n ú mero de ellos que “Hijo, le dice, ¿por qué te portaste así con nosotros?; tu
cedió ante los verdugos causando dolor a los santos.
.
padre y yo te hemos buscado con dolor » S I ¿Qué hiciste,
2. A esta noche siguió el d ía radiante de la divina miseri - José? ¿Tu madre muere, tu padre desfallece con un llanto
cordia; los reyes del mundo se convirtieron a Cristo; se des perpetuo, tus hermanos está n en peligro, toda la familia
truyeron los templos de los gentiles, los santuarios de los - languidece y tú, abandonando a los tuyos, te preocupas por
demonios se consagraron al culto de los m á rtires; poco a la salud de los egipcios?
poco penetró en el pecho de los mortales la verdad y se disipó Hijo, ¿por qué te portaste así?; tus hermanos van y vuelven
la opaca noche de la maldad . de Egipto; te ven Señ or de aquella tierra , pero no te recono-
Pero de nuevo la niebla de la herejía veló el esplendor cen; sólo a los de tu casa ocultas el amable rostro que todo
de este d ía hasta que, puesto de manifiesto el error por el Egipto admira .
esfuerzo de los Doctores, aquélla abandonó el corazón de los Hijo, ¿por qué te portaste así?; tratas a los tuyos como a
cristianos, y la fe, probada por mucho tiempo y apoyada en extranjeros, les imputas cr í menes, los amenazas con suplicios;
múltiples argumentos, devolvió al mundo en peligro el Sol los extra ños te encuentran lleno de clemencia y los tuyos lleno
de justicia . de crueldad .
Hijo, ¿por qu é te portaste así con nosotros? Aquel tu
3. Mas he aquí que ahora ya anochece y ha caído el d ía 30. otro hijo, el pródigo, que despilfarró toda su herencia con
¡Tiempos peligrosos, en verdad! La vida desarreglada de los meretrices 36, que adoró a los troncos y a las piedras 36 y
falsos cristianos oculta la luz del tercer día y extiende una trocó el Dios incorruptible por la imagen corruptible del
noche tenebrosa por la sobreabundancia de iniquidad. Des- hombre, de las aves, de los cuadr ú pedos y de los reptiles 87,
borda la maldad y se enfría la caridad. Esperamos el día en
que, por la predicación de Henoc y Elias, la Sinagoga, en-
— —
lo introdujiste en tu casa 88 y desde entonces hace ya muchos
a ñ os se harta con la carne del becerro cebado 8B, se embriaga
trando en el templo, es decir, en la Iglesia, encontrará a con el vino más puro 40 y se recrea con los encantos de la
Jes ús, pues en ella se halla, en medio de los ancianos y doc- m úsica y la danza de nuestro David . Nosotros, por el contrario,
tores, el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre a quienes pertenece la Alianza y la ley y el culto y las pro-
Jesucristo, escuchando con los31 niños, buscando con los jóvenes, mesas y los Padres, tus antepasados segú n la carne, quedamos
enseñando con los ancianos . de pie fuera, como extraños 41.

IV. AL FINAL DE LOS TIEMPOS,


ISRAEL ENCONTRARA A CRISTO EN LA IGLESIA 33 Gn . 45,26 .
34 Le. 2,48.
1. Entonces resonará un grito de alegr ía y jú bilo en las 35 Le. 15,30.
tiendas de Jacob 32, cuando al fin del mundo el verdadero 36 Sab. 14,21.
37 Rom. 1,23.
30 Le . 24,29. 38 Cant . 3,4.
31 1 Tim. 2,5. 39 Le. 15,23.
32 Sal . 117 , 15 . 40 Jer. 46, 21 .
41 Deut . 32,14; Rom . 9,4-5.
42 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS SEGUNDA PARTE 43
Hijo, ¿por qué te portaste así con nosotros? Mira cómo tu penitencia a todas las naciones? ¿De tal modo os pasó in-
47

padre y yo te buscá bamos con dolor . Esperá bamos que un


42
advertida la voz del Padre a su Hijo, puesta en boca de
nuevo milagro restauraría el Templo, restablecería el sacerdo- David : “Pídeme y te daré las naciones en heredad y en
cio, congregaría a los dispersos de Israel en su amada Jerusalén , posesi ó n los confines de la tierra” 48? ¿Cómo es que me bus-
y así encontrar íamos a Cristo dentro de las fronteras de cabais y no me encontrasteis inmediatamente entre los gen-
Judea; por el contrario, ahora lo encontramos en los campos tiles? ¿ No se dijo a Abraham : “En tu descendencia será n
y en los bosques . 4S
benditas todas las tribus de la tierra ” 4 ? “¿ No sabí»ais que es
B

preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre? 50


Oíd al
2. Angustiados, te buscá bamos . Lloramos la abolición de
44
Padre hablá ndome por boca de Isa ías : “Poco significa para
los antiguos prodigios, el silencio de los oráculos prof é ticos, m í que t ú seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob
la ausencia del Jefe salido del suelo de Jacob, la falta de y reconstruir a las salvadas de Israel. Te hice luz de las
consagración de reyes y pontífices; todas estas cosas daban naciones para que seas mi salvación hasta los confines de la
testimonio de tu venida; sin embargo, no creimos que, aban- tierra. 51 ¿ No soy acaso para el patriarca Jacob “esperanza
»
doná ndonos, hubieses buscado alojamiento en pueblo ex- de las naciones” " ; para Malaquías “el deseado” de las mis-
2

traño . Por esto te buscá bamos angustiados.


40
mas ° ? Y, como este mismo a ñade, “desde oriente a occidente
3

No creíamos que el que nos había sido prometido, el que mi nombre es grande entre los pueblos” ° \
se nos había dado, hubiese abandonado a los que hab ía Os inflasteis con mis dones; os supo mal mi misericordia y
engendrado, para salvar a un pueblo rival; que hubiera des- vuestros ojos vieron con pena la salvació n del penitente y, ce-
preciado a los que había rodeado de cuidados, y preferido gados por la envidia, no pudieron reconocer al autor de su
las naciones inmundas e id ólatras al pueblo al que el mar propia salvaci ón. Por esto no perdoné las ramas naturales,
cedió paso, alimentó el cielo, la roca ofreció bebida , en cuyo sino que, cortadas del tronco del olivo natural, injerté ramas
favor las olas formaron un muro y el muro se convirtió en extra ñas. Pero ahora me alzar é y tendré misericordia de Sión,
camino; el pueblo a quien obedeció el sol y por el que la luna porque tiempo es ya de que le sea propicio 5; llegó la hora.
B

interrumpió su curso. Por esto te buscá bamos angustiados. Llamo a los que había rechazado, reúno a los que había
Ciertamente en ocasiones eran muchas las señales que nos dispersado, recibo a los que había repudiado; y estaré con
probaban tu venida, pero la ilusión de los gentiles y nuestro vosotros siempre hasta el fin del mundo 60.
propio repudio nos lanzaban de nuevo en la desesperación. De momento basten estas alegor ías.
Por esto te buscá bamos angustiados.
3. Y Él responde: “¿Por qué me buscabais? ¿ No sabíais que
es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre?” 40 jOh 47 Le. 24,25-26; 24,47.
necios y tardos de corazón para creer lo que vaticinaron los 48 Sal. 2,8.
profetas! ¿ No era preciso que el Mesías padeciese esto y así 49 Gn. 22,18.
50 Le. 2,49.
entrase en su gloria, y que se predicase en su nombre la 51 Is. 49,6.
52 Gn. 49,10.
53 Ag. 2, 8. ( Se trata de un error de Elredo, que cita seguramente sin
42 Le. 2,48. el texto a la vista. Es Ageo quien, de acuerdo a la Vulgata, habla
43 Sal. 131,6. del Desiderátum gentibus. De ahí lo que sigue. [ N . del E.] )
44 Le. 2,48. 54 Mal. 1,11.
45 Gn. 49,10. 55 Sal. 101,14.
46 Le. 2,49. 56 Mt. 28,20.
TERCERA PARTE 45

TERCERA PARTE perfecta del mundo; se hace rica por el perfeccionamiento de


las virtudes; nada en delicias por la dulzura de los consuelos
Interpretación moral espirituales. Es preciso subir de este valle de lágrimas por
la escabrosa senda de la tentación y por el camino de los
ejercicios espirituales a las alturas de la contemplación lu-
minosa.
En Belé n se inaugura la infancia de la nueva vida que,
carente de razón, no ofende ni engaña a nadie, no desea
nada. Sin preocupaciones por el presente ni ansiedades por
el futuro, se apoya completamente en el juicio ajeno 2. Pablo,
el vaso de elección 3, nos recomienda esta infancia : “Si algu-
no, dice, entre vosotros quiere ser sabio, hágase necio para
llegar a ser sabio.” 4 Y el Señ or en el Evangelio: “Si no os
volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino
de los cielos.« 5

2. Si, pasadas las persecuciones de Herodes, un alma iniciada


en esta infancia comienza a producir, igual que un campo
I. DE BELEN A NAZARET: f é rtilísimo, abundantes frutos, se dice con razón, que cum-
CONVERSION Y PROGRESO ESPIRITUAL plidos los siete años, habita en Nazaret, donde espera feliz
su duod écimo año.
A es hora de volver a ti, querido hijo, y de procurar
saciar tus ardientes deseos de conformarte con Cristo y
En efecto, antes que nada es preciso estercolar el campo
de seguir de cerca las pisadas de Jesús. ¿Podré mostrar -
de nuestro corazón con el recuerdo de nuestros pecados y la
te, comentando el texto evangélico, el camino que ha seguido
consideración de nuestra debilidad ; después aquél debe ser
trabajado en todas direcciones por el arado de las tentaciones;
tu progreso espiritual, de forma que, al leer estas páginas, sólo así las semillas de las virtudes producirán flores de
encuentres eso mismo que en lo más íntimo de tu ser expe- ejercicios espirituales.
rimentas dulcemente? Creo, en efecto, que ya has pasado Considera, pues, como niño de un año a aquel en quien
de la pobreza de Belé n a las riquezas de Nazaret y, cumplidos el espíritu de temor ha extirpado los antiguos vicios y los
ya los doce a ñ os, has subido de las flores de Nazaret a los há bitos inveterados. Si después el espíritu de piedad lo hace
frutos de Jerusalé n. Por esto puedes estudiar las cosas místicas manso y obediente, puedes considerarlo espiritualmente como
mejor en tus propias experiencias que en los libros. Pues niño de dos a ñ os. Si el espíritu de ciencia ha infundido en él
así como Belén, donde Cristo nace pequeño y pobre, repre
senta el comienzo de la vida espiritual, y Nazaret, donde se
- el conocimiento de su debilidad y 'el deseo de la ayuda divina,
desarrolla, significa el ejercicio de las virtudes, del mismo
modo Jerusalén, a donde subió a los doce a ños, simboliza .
2 Se trata de la obediencia de quien se inicia en la vida espiritual. Cfr
Guillermo de Saint-Thierry, Carta de Oro, Studium, Madrid ( 1967 ) ,
la contemplación de los misterios celestiales. págs. 55-65; De la naturaleza y dignidad del amor, PC 1, pá g. 96.
En Belén el alma se vuelve pobre, en Nazaret se enriquece 3 Hech. 9,15.
y en Jerusalé n nada en delicias \ Se empobrece por la renuncia 4 1 Cor. 3,18.
5 Mt. 18,3.
46 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS TERCERA, PARTE 47

no dudes que ha alcanzado ya los tres a ñ os. Si el espíritu libre de las redes de los negocios, se olvida de lo pasado,
de fortaleza lo ha hecho inconmovible e impertérrito contra destruye las imágenes de las cosas externas y levanta con
todas las tentaciones y las delectaciones de la carne que mili- avidez el bello rostro de su corazón para contemplar a su
tan contra el alma c, admira en él a un niño de cuatro a ños. amado y, por lo mismo, merece oí r las palabras antes citadas:
Si a esto se a ñade el espí ritu de consejo, lo har é, por la Toda hermosa eres . . . , etcetera.
virtud de la prudencia, un niñ o de cinco a ñ os. Si el esp íritu “Pasó el invierno’ , a ñ ade: pasaron las lluvias. Han brotado
de inteligencia le otorga la gracia de saber meditar la ley las flores . Estas flores perfumadas son las virtudes que
santa, ha llegado felizmente al sexto a ño de edad. El séptimo aunque tiernas todavía, nacen felizmente, pasado el invierno’
a .ñ o lo trae el espíritu de sabiduría que procede de la medita - de las persecuciones y las lluvias de las tentaciones en el
ció n de la ley divina. Este espí ritu infunde en el alma que
/
campo del corazón que progresa. Su belleza y su perfume
progresa las cuatro virtudes como la luz de cuatro a ñ os. deleitan a Cristo, que invita al alma a subir: pasó el invierno
Nada hay en la vida del hombre m ás ú til que estas cuatro cesaron las lluvias, han brotado las flores. Y como los gemidos
virtudes, como está escrito de la misma sabidur ía : “Enseña de la compunción abren el camino de la contemplación , añade
la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las vir- en seguida : El arrullo de la tórtola se deja oír en nuestra
tudes m ás provechosas para los hombres /’ En efecto, éstas
7
tierra.
son las moderadoras de las virtudes precedentes; sin ellas, t
las demás no pueden practicarse como conviene, ni guardarse 2. Recuerda, hijo mío, lo que sueles rumiar en los rincones
por mucho tiempo. cuando, al modo de la tórtola, esa ave castísima, solitaria y
La sobriedad , conocida también con el nombre de tem- gemebunda, buscas los escondites para edificar, a pesar de la
planza, vigila para evitar todo exceso inmoderado en la multitud que te rodea, tu soledad cotidiana. '¡Cómo gimes!
práctica de las virtudes. La prudencia impide la confusión ¡Cómo te abrasas!, ¡cómo buscas al amado de tu alma y
indiscreta de las mismas. La justicia se opone a usarlas des- cómo, consumido por el amor, deseas ver ya a tu amado! Tan
ordenadamente. La virtud llamada fortaleza hace que nos pronto te deshaces en caricias como te indignas dulcemente
aficionemos a ellas con perseverancia. para encender en ti un deseo más vivo. A veces le reprochas
sus tardanzas, otras te crees víctima del desprecio - después te
consideras indigno de su visita y de nuevo vuelves a recrearte
II. SUBIDA A
en su bondad , tantas veces gustada. A veces, no pudiendo
JERUSALEN : ACCESO A LA CONTEMPLACION
soportarlo más, tratas de vencer su tardanza en un combate
en una lucha espiritual. ¡Cuá ntas lá grimas! ¡Cuá ntos gemidos
1. Sigue el a ñ o duod écimo, es decir, la ley de la contem -
plación que eleva el alma abrasada hasta la misma Jerusalén ¡Cuá ntos suspiros! ¡Cu á ntos gritos! Unas veces tus ojos pe- '
sados por el llanto se elevan al cielo entre profundos sollozos -
celeste, franquea el cielo y abre las puertas del para íso, y otras extiendes tus manos y tus brazos o con golpes de pecho
presenta al mismo Esposo, el más bello de los hijos de los revelas la pesadez del alma.
hombres, como mirando por las celosías, para ser contemplado Al mismo tiempo pronuncias palabras sin ton ni son, senten-
por los ojos del alma pura, que merecerá así oír aquella sua-
cias incoherentes, razones contradictorias, no prestas atención
vísima voz : “Eres toda hermosa, amiga m ía, y no hay mancha
al sentido m a la familiaridad del lenguaje y aun a veces la
en ti.” 8 Purificada, en efecto, de las máculas de las pasiones, pa abra corresponde al afecto, y de nuevo el afecto anega la
6 1 Pe. 2,11. palabra. Ciertamente aquel buen Jesús goza al ser vencido en
7 Sab. 8,7.
8 Cant. 2,9; 4,7; Sal. 44,3. i* 9 Cant. 2,11.
48 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE ANOS TERCERA PARTE
49

esta lucha y, complacido por la constancia de esa alma, se eleva al alma contemplativa hasta las mismas puertas de la
enorgullece ante los á ngeles que lo rodean : “El arrullo de la cielo.
tórtola se ha dejado oír en nuestra tierra.” 10 En la tierra de Jerusalén delaquel por tanto tiempo buscado, tantas veces
Entonces
los vivos se oye, en efecto, el grito de un alma ardiente y el importunado, tan ardientemente deseado, el más bello de los
aroma suavísimo de un deseo tan abrasado encanta la ciudad hijos de los hombres , como mirando por las celosías, la
13

de Dios. invita »a los besos diciendo: “Levá ntate, amiga mía, date prisa,
Te sucede en tu escondite lo que le aconteció a Elias en su y ven. * Entonces, entrando en Jerusalén, pasa al lugar del
"i

cueva : en primer lugar “pasó un viento fuerte y poderoso tabernáculo admirable , hasta la casa de Dios entre voces de
que rompía los montes y quebraba las piedras, pero no estaba júbilo y alabanza 16
. Entonces vienen los abrazos, los besos:
el Señ or en el viento. Y vino después del viento un terremoto, “Encontré a mi Amado, lo agarré fuertemente, no lo soltaré.” '
1

pero no estaba el Señor en el terremoto. Y vino tras el terre- Ya en Jerusalé n, el alma nada en delicias, goza de todos los
moto un fuego, pero no estaba el Señor en el fuego. Y tras bienes y celebra su día de fiesta con alborozo y regocijo.
el fuego vino un ligero y tenue susurro.” 11 Aqu í tenemos algu-
nos grados por los que en la oración el alma compungida se
eleva como columna de humo de mirra, incienso y toda clase III. TRES DIAS EN JERUSALEN:
de polvos odoríferos. LA TRIPLE LUZ DE LA CONTEMPLACION
3. Pero te conf ío todo esto no tanto para que lo conviertas 1. Por lo mismo, te ruego, hijo carísimo, que te acuerdes
en objeto de investigación cuanto de experiencia en la ora- de m í cuando te vaya bien . Insinúa a tu amado, a tu Rey,
17

ción. Considera diligentemente con cuánta dificultad en el que habita en el santuario, que me saque de esta cá rcel, de
primer momento entras a veces en la cámara de tu corazón estas tinieblas, de estas cadenas, para que pueda finalmente
para encontrar en él una gruta donde, lejos de todo lo que es respirar la libertad del gozo más puro y experimentar tambié n
mundo, sepultarte en cierto modo y orar en secreto a tu yo qué grande es la dulzura que guarda para los que le
Padre 12. Parece a veces que el corazón se endurece como temen 18. Pero, ¡ay, ay de mí! ¡Es un momento raro y un
una roca. Se diría que un monte se ha interpuesto y oculta
la visibilidad de todo lo que es espiritual hasta que un viento
descanso muy corto! ¡Bienaventurado quien puede entretener -
se tres d ías en estas deliciasl
fuerte y poderoso derribe los montes y quebrante las piedras Por estos tres días entiendo, no sin razón, la triple luz de
ante el Señor. A este viento fuerte sigue una sacudida cuando la contemplación: porque todo lo que un alma iluminada
el alma se deshace en compunción y, ba ñ ada en lágrimas, lava puede percibir de Dios se relaciona, segú n nuestra opinión ,
con la contrición interior todas sus manchas. o con su poder, o con su sabidur ía, o con su bondad.
Nacida de aquí la esperanza, se consume en el fuego de Por esto el Se ñ or Jes ús aparece a veces fuerte y poderoso
un deseo inefable; entabla con Dios una lucha espiritual hasta en la lucha 10, para que sepas que, si lo amas, su mano derecha
que el susurro de una brisa ligera, penetrando en el fondo de te protegerá contra el mundo, contra el demonio, contra todo
su corazón , se apodera con una suave caricia de su afecto e,
imponiendo silencio a todos los movimientos, a todas las pre- 13 Sal. 44,3.
ocupaciones, a todos los discursos, a todos los pensamientos, 14 Cant. 2,9-10.
15 Sal. 41,5.
16 Cant. 3, 4.
10 Cant. 2.12. 17 Gn. 40,14.
11 1 Re. 19,9.11-12. 18 Sal. 30, 20.
12 Mt. 6,6. 19 Sal. 23,8.
51

50 CUANDO JESÚS
,
TEN íA DOCE

resistir su poder ,
;
Añ OS
TERCERA PARTE

SrS;.ydoccSnaym”wMÍ¡»
e
5¿
JJSTf s ^
"d ' su estudio
principado y potestad so. Nadie Pued
ante él se doblegan los pilares del mun
se secar á todo ; si las deja libres, mun

ja

se levanta contra
í
aguas
retiene las
23
tierra
t,
, oraiaTaddade que procede
tu presunción de investigador
cosas
^
y rep
, a pe
^
.
5\a vara de la equidad, la vara d e’ ^ t u curiosidad .
En su
^

un
, su
su grandeza solo
2. Por tanto, si un espíritu poderosoexcitando los aguijones En fin, si todas estas deseas
despertando la tentación de la pereza o mundo contra y esplendor, su sublimidad , tesus Parec , ? os labios; si con voz,
su Rostro
de las demá s pasiones; si enfrenta al , si tiemblas, si temes beso, un solo contacto con buscado tu nn her-


rodea de persecuciones; si tienes miedo
ser vencido en . cada minuto, corre
amas estará contigo como rey poderos
del santo David : Echa mano
“ a
ansioso

la
ísimo
ayuda; el que
ora,
a tu Jesús; ñ tu
exponie los peligros, pide ardientemente su , según la oración
adarga y al escudo Yo
y le oirás: “ No
le temas , porque
, V besar cuando te
d
quejumbrosa gritas con , Un , . “Ojalá fueses

encontrara
de que vendrá a ti agraciado
>
Señor , tu Rostro buscare pechos
mano, amamantado a los
en la

un
con e
bes

de
puedes estar
perfumes y
poderte
adre, para cierto
aromas
ba de llenar
qne arre '

álzate en mi ayuda e imprimir á en tu corazón ble’ de forma la g*a‘


” ,
e
tus entrañas de gozo celestialla derrainado
i
estoy contigo ”
conocimiento de los
24
-
Pero si deseas que se te revele el ; si preocupado te batado exclamarás: “EnLeytusy , considera ydiligente -
misterios o la solución de algún problema
admiras de las causas y razones del desorden de este mundo;
paz de los pecadores ¿
cia." “ Cuando leas la
mente y te darás cuenta de
simbolizadas
'“/“'“'sPpSeiones
qu . veces en figuras
contem
y
si tus pies se tambalean a la vista de la los demas hombres , placiones han sido
libres de los trabajos y penalidades de puedas hablar a solas enigmas. ones y
*

qué hacer sino buscar un rincón donde Tdos se rela-


con Jesús y clamar con Habacue: . ..Eres
lo que te digo. ¿2Por qué es pró
impíos?; etcétera.
55 7
“ muy justo, Señor ,
Sin embargo, es
para que yo pueda discutir contigo spero el camino de los
justo

. Qfiuel Maestro, único


3. Hay, en efecto, muchos S
visiones espirituales, si bien ía y
cionan con el poder, sabidur
se considera a Dios como causa
moda
^^ i
,
creo-
seSa ,„d de Dios. Porque s*
, [
as cosas, dador
haciendoa aotros
bidurja > y <
unos ra--
bue
Buscándolo así , se te har á present^ 91 e\ velo de la existencia bajo distintascapace ndo a su
, <1 dónales, y por lo mismo lo seSu
que enseña la ciencia a los hombres emp jas maravillas a su DOder y
poder porque
sin Él
nuestros ojos para que podamos lacona a re y nadie nos, atribuiremos lo primero ía porque sin
de su Ley 29
, que tiene la llave de ^ sabiduría, lo tercero a su bonda n
algú ,

sabidur Él nm
Ja( j porque sin porque
'

no puede subsistir criatura


5

su
20 1 Cor. 15, 24 Él ninguna doctrina
instruye; a
a est¿ seguro porque
21 Job 9,13. guna cualidad es ú til. Junto todo es cierto
22 Job 12,15. poder.
nada puede perturbar su engana procede todo lo
23 Sal. 34,2. ^
24 Jer. 1,8. su sabiduría no puede
25 Sal. 72,3. 30 Ap. 3,7 .
26 Sal. 72,9.
atribuye
Elredo la
ías, pero pues en el 31 Heb. 1,8.
27 Jer. 12, 1. ( La cita corresponde a Jerem razó n, se halla
32 Sal. 26,8.
a Habacuc, aunque erróneamente, no sin af n en ello al mismo
33 Cant. 8,1.
espíritu con que se abre este profeta menor
, í
[ N M E0 ) 34 Sal. 44,3.
y Sabnista > < • Hab. b 2'4' '
28 SaieI9310 ^ *
29 Sal. 118,18.
52 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A ÑOS TERCERA PARTE 53

bueno, porque ninguna malicia puede pervertir su naturaleza. men con fuerza maravillosa los cuellos de los soberbios y alta -
Por lo mismo, en la creación de ios seres contemplamos su ñeros. Besa, repito, acaricia con fus labios afortunados esos
poder; en la belleza su sabiduría; en el uso su bondad. pies para que después de ti ningú n pecador tenga miedo;
Si prefieres contemplarlo en los pasos de su vida mortal, para que nadie, por muchos que sean sus crímenes, desconf íe;
f ácilmente advertirás la luz radiante de esos tres d ías. Si con para que ningú n indigno tiemble de pavor. Besa, abraza, aprie-
los ojos de tu corazón enamorado lo consideras reclinado en ta esos pies venerables para los á ngeles y los hombres; derra-
el pesebre, llorando en brazos de su Madre, colgado de sus ma sobre ellos el perfume de la penitencia y la confesi ón
pechos o niño en las manos de Simeón, admira la obra de su para que toda la casa se llene del aroma del ungüento .
3T

bondad . Si te agrada considerar sus ojos de fuego, el látigo de ¡Ay de ti, fariseo!, para quien este aroma es aroma de muer-
cuerdas y la voz terrible con los que aterrorizó en el templo te, que da la muerte ; que temes mancharte con los pecados
S3

a los vendedores y compradores, tiró por tierra las mesas de ajenos siendo así que el tumor de tu orgullo te mancha de
los cambistas y con los que arrojó además a los vendedores forma más fea y f étida. Ignoras qué suave es para la miseri-
36

de palomas, asómbrate de la energía de tan gran poder. Si te cordia el olor de la miseria confesada de esta pecadora, qué
resulta más agradable, mira con los ojos del alma las insidias dulce le sabe a la piedad la confesión sincera del pecador ,
de los escribas y fariseos, tantas veces descubiertas; por sus cuá nto le agrada este sacrificio, la contrición de corazón ,
39

astutas objeciones y la prudencia de sus respuestas, conocerás cómo el amor ardiente consume el pecado. »“S4 0í, le son perdo-
perfectamente la suprema claridad de la luz de su sabiduría . nados muchos pecados porque amó mucho.
Del mismo modo por su poder arrojó a los demonios, alimentó
a las turbas, anduvo sobre las aguas, llamó a Lázaro del 5. Gracias, oh bienaventurada pecadora, por haber mostrado
sepulcro; y no fue menor su sabiduría cuando burló al príncipe al mundo un refugio seguro para los pecadores: los pies de

— —
del mundo y se dejó tentar por el diablo cosa que se debe Jesús, que no desprecian a nadie, a ninguno desechan, a nadie
enumerar entre los prodigios divinos ; cuando tuvo hambre rechazan , al contrario, reciben y acogen a todos. Sí, es all í
como un pobre; cuando se durmió en la barca; cuando subió donde la etíope cambia su piel; donde el leopardo depone
a la cruz para morir en ella su pelaje moteado 4 ; sólo el fariseo no desinfla su soberbia.
l

4. Pero como te entretienes con más gusto en la consideración ¿Qué haces, oh alma mía, oh pobre y pecadora alma mía ?
Tienes d ónde verter tus lágrimas, d ónde purificar tus ósculos
de su bondad , entra, por favor, en casa de Simón el Fariseo. obscenos con besos sagrados, d ónde derramar seguramente
Fí jate atentamente en la mirada tan piadosa, tan dulce, tan todo el ungüento de tu afecto sin ninguna conmoción ni ven-
complaciente, tan bondadosa que echa sobre la pecadora pos- cimiento del vicio tentador. ¿Qué esperas? Romped , oh dulces
trada en tierra. ¡Con qué compasión ofrece sus pies santísimos lágrimas, salid , nadie impida vuestro curso. Regad los sacra -
para que sean regados por las lágrimas de la penitente, enju- tísimos pies de mi Salvador, de mi Redentor. No me importa
gados por los cabellos que hasta entonces habían sido motivo que algú n fariseo cuchichee, que crea deber apartarme de sus
de soberbia y lascivia, y besados dulcemente por aquellos la
bios manchados por la inmundicia de tantos crímenes!
- pies, que me juzgue indigno de tocar la orla de su manto.
Que se mofe, que se ría, que se burle, que aparte sus ojos, que
Besa, besa, besa, oh dichosa pecadora, besa esos pies dulcí- se tape las narices; a pesar de ello yo me adheriré a tus pies,
simos, suavísimos, bellísimos, que aplastan la cabeza de la
serpiente a, ponen en fuga al enemigo antiguo, pisotean los
3
37 Jn. 12,3.
vicios, echan por tierra toda la alegría de este mundo y opri- 38 2 Cor. 2,16 .
39 Sal . 50,19.
35 Mt. 21,12. 40 Le. 7,47.
36 Gn . 3,15. 41 Jer . 13,23.
54 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE ANOS TERCERA PARTE Oo

Jesús m ío, los apretaré con mis manos, con mis labios los el abismo de sus juicios , exclama “Oh hombre, ¿quién eres
45

acariciaré, no cesaré de llorar sobre ellos y besarlos hasta que t ú para responder a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero: Por
oiga : “Se le han perdonado muchos pecados, porque ha amado qué me has hecho as í?” 4 fl; y admirando los tesoros de su sabi-
mucho.” duría exclama : “Oh profundidad de la riqueza, de la sabidu-
y de la ciencia de Dios” 4 T, y lo que sigue. El mismo recuerda
6. As í, pues, el primer d ía, en el que el alma sedienta de Dios también las riquezas de su bondad diciendo: “¿Desprecias,
descansa en las delicias de la contemplación como en Jerusa- acaso, las riquezas de la bondad y longanimidad de Dios?” 48

lén, es la consideración del poder de Dios. El segundo d ía es


la admiración de su sabiduría. El tercero es el gusto anticipado 7. Así, pues, al cabo de tres d ías lo encontraron en el Templo.
de su bondad y de su dulce suavidad . Al primer d ía pertenece Sin duda alguna, se refiere a María y José, aqu élla su Madre,
la justicia, al segundo la ciencia, al tercero la misericordia. La éste su padre nutricio. Por tanto, quien contempla en espíritu
justicia amedrenta , la ciencia enseña, la misericordia sostiene. las cosas espirituales, se encuentra no en cualquier lugar de
“ Entraré, dice el Profeta , en las maravillas del Señor, recorda - Jerusalén, sino en el Templo. Jerusalén, en efecto, tiene atrio,
ré ahora sólo tu justicia .” He
4"
ah í la justicia. “Me descubriste puertas y Templo. En el atrio se admite a veces hasta a los
los secretos de tu sabiduría , 4 3 He ahí la sabiduría. “Porque enemigos; las puertas sólo se abren para los amigos; la entrada

tu misericordia es mejor que la vida.


J?
He ah í la misericordia.
44
en el Templo se concede ú nicamente a los perfectos.
En el primer d í a el temor, que procede de la consideració n de Por lo mismo, quien pueda ver lo eterno en lo temporal, lo
la justicia , purifica el alma ; una vez purificada, ella es ilumi- celestial en lo terreno, lo divino en lo humano, es decir, la
nada por la sabiduría y, así iluminada, por la bondad la re- criatura en el Creador, puede también alegrarse por haber
compensa con la infusió n de su dulzura. sido introducido ya en el atrio de Jerusalén. Hasta aqu í, hasta
Si no me equivoco, te das cuenta de qué ú til y necesario es
pasar estos tres d ías en el ejercicio de las buenas obras
— —
el atrio como enemigos , pudieron extender los filósofos las
fuerzas de su inteligencia, según afirma el Apóstol: “Lo cog-
gozando de las delicias de Jerusalén ; en ellas, el temor te noscible de Dios es manifiesto entre ellos, porque lo invisible
ofrece el pan del dolor, la ciencia el vino de la alegría, la de Dios es conocido mediante las criaturas.” 49 Aquel que, en
bondad la leche de la consolación. Sé que no te extrañas de las Sagradas Escrituras, quitado de todo velo, pudiera con -
oí rme llamar delicias a lo que, como acabo de insinuar, no templar a cara descubierta la gloria de Dios 60, gloríese de
carece de dolor, pues has experimentado muchas veces que haber franqueado las puertas de Jerusalén.
el alma compungida antepone este dolor nacido de un temor Mas si la llama del anhelo de Dios ha consumido en el ara
corto a todas las delicias de este mundo. Esto es lo que puedo de tu corazón la grasa de tu amor más íntimo y la enjundia
decir por propia experiencia. de tu afecto; si el humo aromatizado del fuego de la oración
Por lo demás, los hombres de mayor mérito, de inteligencia se ha elevado a lo alto ”, de suerte que el alma haya podido
mejor dotada , de corazón m ás purificado, encuentran en estos penetrar con la mirada radiante los secretos del cielo y sabo -
tres d ías cosas m ás sublimes y profundas: en su poder, los rear con el paladar del corazón la caricia deliciosa de la dul -
inexcrutables juicios; en la sabiduría, sus misteriosos designios;
en la bondad , las obras de su misericordia. Así Pablo, después 45 Sal. 35,7.
46 Rom. 9 0.
de haber contemplado la gloria del Señor, lleno de temor ante ^
47 Rom. 11,33.
48 Rom. 2,4.
42 Sal. 70,16. 49 Rom. 1,19-20.
43 Sal. 50,8. 50 2 Cor. 3,15.18.
44 Sal. 62,4. 51 Ap . 8,4.
56 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE A Ñ OS
1
TERCERA PARTE 57
zura de Dios, te encuentras, portador de un holocausto gratí- inos en alguien que está triste y espera ser consolado por -un
: co-
simo, en el Templo de Jerusalén. razón de padre; o en otro que, en medio de la prueba, aguarda
ansioso que el padre, mostrá ndose en p ú blico, le lleve alg ú n
consuelo con su palabra; o en aquel que, agitado por la ira,
murmura de su padre porque no tiene d ónde arrojar, por una
IV. UNION DE LA ACCION Y LA CONTEMPLACION confesión saludable, el veneno almacenado; o en aquel otro
que, vencido por el espíritu de la aced ía, anda de una parte a
1. Pero mientras el alma santa se recrea en estas delicias, su otra buscando con quien cambiar impresiones.
Madre y su padre nutricio se afligen , se lamentan, lo buscan. Es entonces cuando, espoleados por esta llamada salida del
Al fin lo encuentran y, después de reprocharle dulcemente, corazón de nuestros hermanos, nos parece oír a nuestra madre
lo llevan a Nazaret 52. Esto se aplica especialmente a aquellos la Caridad que nos dice: Hijo, ¿por qué te portaste así con
varones espirituales a quienes se les ha confiado la dispensa- nosotros?; yo y tu padre te buscá bamos con dolor 64.
ción de la palabra de Dios y la dirección de las almas. No faltamos tampoco a la verdad al decir que el Espíritu
Por lo mismo, yo diría que nadie merece mejor el título de Santo y la Caridad, en las almas santas, aunque quizá todavía
Padre nutricio que el Espíritu Santo y nadie mejor el nombre imperfectas, se afligen y quejan, puesto que el mismo Espí ritu
de Madre que la Caridad . Ellos nos apoyan y deleitan, nos intercede por nosotros con gemidos inenarrables y est á acos-
alimentan y nutren , y finalmente nos reconfortan con la leche tumbrado al hablar, entristecerse y realizar otras cosas pareci-
del doble amor de Dios y del pró jimo. Ellos nos mantienen y das en las almas santas 6.
B

sostienen en los ejercicios espirituales, nos consuelan en la


tristeza, nos aconsejan en la duda, nos dan aliento en la fatiga. 2. Si el amor de la quietud murmura contra estas necesidades
Ellos sanan los corazones quebrantados y curan sus llagas B . 3
diciendo : ¿ No debo acaso ocuparme de las cosas de mi
Con su ayuda pasamos de Nazaret a Jerusalé n , del trabajo al Padre ? B ®, es el sentimiento quien habla, pero la razón considera
descanso, del fruto de una buena acción a los secretos de la que Cristo murió para que el que vive no viva para sí. “Y bajó
contemplación. Ellos nos mandan, en nombre de la Ley eterna con ellos y les estaba sujeto.” 67 Quien con tal padre nutricio y
no descuidar completamente la contemplación de Dios para tal madre baja, seguro baja. Felizmente desciende quien, mo-
cuidar del pró jimo e, inversamente, no abandonar la caridad vido por el Espíritu de Dios, condesciende caritativamente
del pró jimo por las dulzuras de la contemplación. Por tanto, con sus inferiores. Con tales guías descendería con gusto aun-
la caridad fraterna se queja con todo derecho cuando concede - que fuese a Egipto, con tal que, si me llevaran, me volviesen
mos al ocio santo más tiempo de lo que conviene y no tiene
por agradable nuestra estancia en Jerusalén si ve que nuestra
a traer; si me obligaran a descender, me hiciesen subir de nue
vo. Gustosamente me sujetaré a tales maestros; con placer in-
-
contemplació n amenaza causar la pérdida de aquellos que ve clinaré mis hombros a la carga que me impongan; con gozo
confiados a nuestro cuidado. recibiré el yugo que pongan sobre mis hombros sabiendo que
En efecto, sucede a veces que nos dedicamos a meditar u su yugo es suave y su carga ligera 58.
orar privadamente y nos detenemos en medio de nuestras deli- Tú, hijo m ío, estás libre de tales cuidados; todavía Cristo
cias más de lo que conviene a los sú bditos. Entonces, por la te cobija bajo sus alas. Sin embargo, te conviene prestar aten-
acción del Espíritu Santo y la inspiración de la caridad , nos k "

54 Le. 2,48.
viene de repente a la mente el recuerdo de los d é biles. Pensa - 55 Rom . 8,26.
52 Le. 2,46; 2,51 .
56 Le. 2,49.
53 Sal . 146 ,3.
57 Le. 2,51 .
a 58 Mt. 11,30 .
58 CUANDO JESÚS TENÍA DOCE AÑOS

cíón a lo que deben hacer los prelados para no poner en peli- V


gro a sus s úbditos, para no escandalizar a tus compañeros.
Ellos, los Superiores, anteponen a veces las necesidades de los
s ú bditos a las dulzuras de la contemplación; t ú no antepongas
nunca éstas a la unidad y paz de la comunidad. Principal-
mente en estos momentos de vicisitudes espirituales, es decir,
cuando bajes a Nazaret o subas a Jerusalén, no lo hagas nunca
solo, es decir, según tu propio parecer, sino sigue siempre el
consejo de los mayores.
3. He aqu í, carísimo, lo que me pediste. Aunque tu deseo,
tu afecto y tus aspiraciones merezcan algo mejor, espero que
lo aceptarás como una prueba de mi buena voluntad y de mi Introducción, traducción y notas de Ignacio Aranguren, o.c.s.o.,
empeño en complacerte. Ten por cierto que no he intentado y Daniel Gutiérrez, o.c.s.o.
tanto hacer una exposición del texto evangélico, cuanto entre-
sacar de él algunos puntos de meditación, como me lo pediste. i

AQUI TERMINA LA EXPOSICION DEL PASAJE “CUANDO JESUS


TENIA DOCE A ÑOS”, QUE HIZO EL SANTO ABAD
ELREDO DE R1EVAL. r

!
V
INTRODUCCION

Paternidad de la obra y sus ediciones

\
E S T A peque ña obra que su autor escribió entre los a ños
1160-1162, segú n la cronología que establece Dom An-
selmo Hoste \ tiene por autor indudable a san Elredo de
Rieval, abad cisterciense de la abad ía inglesa de ese mismo
nombre, a pesar de haber sido interpolada en todo o en parte
entre las obras de san Agustí n o de san Anselmo durante varios
siglos, incluso ya en los catálogos de los siglos XIII y XIV.
Pero el testimonio de su mismo discípulo y biógrafo, Walter
Daniel , el catálogo de la biblioteca de Rieval, de fecha muy
2

poco posterior a la muerte de Elredo 3, y la serie de manuscri-


tos que, sobre todo en Inglaterra, nos ha legado el siglo XIII 4,
1 A. Hoste, Bibliotheca Aelrediana, Instrumenta Patrística II , Steenbrugis
( 1962 ) , pág. 38.
2 F. M. Powicke, The Life of Adred of Rievaulx , ed . lat.-ingl., Londres
( 1950 ) , pág. 41: “Escribió para su hermana reclusa un libro en el
que describe ese género de vida, su inicial fervor y su perfección.”
3 A. Hoste, o. c., pág. 76. En las págs. 149-175 reproduce íntegro di
cho catálogo, donde, en el n9 40 de la pág. 153, leemos: Ailredus de
-
spirituali amicitia et de institutione inclusarum in uno vol( umine ). El
manuscrito se encuentra en el Jesús College de Cambridge.
4 Cf. C. H. Talbot en su introducción al The ‘ De institutis inclusarum*
of Ailred of Rievaulx en Analecta S.O.C., Roma VII (1951 ) , y
A. Hoste, o. c., págs. 75-76.
62 VIDA RECLUSA INTRODUCCIÓ N 63

obligan seriamente a catalogar este tratado entre las obras del i La institución de las reclusas
abad de Rieval, tal como ya el a ñ o 1661 lo hizo Holstenius en
la edición de su Codex Regularum 6. La reclusión es un modo de vida mon ástica . Adopta dos
Por su parte, Dom Andr ó Wilmart, analizando las Medita - formas diversas : la pr áctica de la vida solitaria en un lugar
tiones de san Anselmo, sintetiza muy bien las pruebas crí ticas deshabitado, o bien la vida solitaria garantizada plenamente
por las que dichas Meditationes , desde la XV hasta la XVII, por una estricta clausura perpetua. Fue muy frecuente esta
deben restituirse íntegramente a Elredo como a su verdadero vida hasta la edad media, como expiación de los pecados
autor, de cuyo tratado De insiitutione inclusarum fueron to- o por un ardiente deseo de contemplación, para llegar a
madas estas tres meditaciones, que figuran como anselmianas emitir un voto hasta la muerte, comprometié ndose con él a
en la Patrología Latina de Migne \ morar en una reducida celda o en una casita contigua a una
Manuscrito ampliamente difundido en la edad media, a iglesia .
juzgar por los ejemplares que se han conservado, el op úsculo Este gé nero de vida religiosa, cuyos orígeness se remontan
fue bastante afortunado entre los editores a pesar de sus mo- a los tiempos mismos de la paz constantiniana , conoció tal
destas proporciones. Presentamos la lista de sus ediciones expansión a partir del siglo V que los Concilios se vieron
hasta hoy, limitándonos a las que tenemos entre manos ,
7
obligados a prodigar una legislación al respecto °. Pero se
desde la edición de Par ís en 1555 entre las obras completas conocen pocas Reglas espec10í ficas para este género de vida :
de san Agust í n, a quien le fue adjudicada con el t ítulo la del presbí tero Grimlaico y esta del abad de Rieval.
De vita eremítica ad sororem: Da la impresión de que estamos ante un fen ómeno parti-
cularmente carismá tico quizás y muy poco institucionalizado,
1759 Augustae Vindelicorum ( Graz, 1957 ) , L. Holste- al menos de modo sistemá tico, como lo puede lograr la con-
nius, Codex Regularum , 3^ part., págs. 418-440. creción de una Regla determinante como tal. Contrasta esta
1836 París, S. Augustini opera omnia, ed . altera ( de los sobriedad de la legislación regular con la abundante litera-
Mauristas ) , I, Append ., col. 1380-1412. tura mon ástica sobre el eremitismo, que roza o expresamente
1853 París, Migne, Patrologí a Latina, 158 col. 785 A - trata la vida solitaria englobada bajo los nombres de ermi-
794 D. tañ os, anacoretas o reclusos.
1877 París, Migne, Patrologí a Latina, 32 col. 1451-1474. De los tres términos, este último es el menos frecuente
1951 Roma , C. H. Talbot, en Analecta S . O . C . , VII, en los textos más antiguos, pero se vuelve más familiar en
págs. 167-217. la edad media. Y con Mabillon se puede hablar de un
11

1961 París, Ch. Dumont, Sources Chrétiennes, 76, Textes estado de vida correspondiente específicamente a los que se
monastiques d’Occident, VI, págs. 7-169, ed. latino- recluyen por su propia voluntad. Sin embargo, apenas sabe-
francesa. mos nada sobre la naturaleza jurídica y la organización de
1971 Turnholt, C. H. Talbot, Corpus christianoruni , cont . esta reclusión mon ástica.
med . I, pá gs, 635-682.
8 Cf . H. Leclercq, en Dictionnaire d! Archéologie Chrétienne et de Li -
turgie , art. “Reclus”, t. XIV, col. 2149-2159.
5 L. Holstenius, Codex Regularum, Romae ( 1661 ) , págs. 187-239, sec. 9 H. Leclercq, a. c., col. 2150-2155.
part.; Parisiis ( 1663 ) , págs. 110-140, ter. part. 10 L. Holstenius, Codex Regularum, Grimlaice presbtjteri Regula solita-
6 A. Wilmart, La tradition des prieres de s. Anselme. Tables et notes, riorum, t. I, págs. 292-344, y en Migne, PL 103, col. 345.
en Rev. Bénéd . 36 ( 1924 ) , págs. 60 61.
- 11 En Acta sanct. Ord . S. Bened., Venetiis ( 1733 ) , t. VII, pág. 43, lo
7 La relación completa de todas las ediciones y traducciones del tra - define como una gloriosa realidad oficialmente establecida : Celebre
-
tado puede verse en A. Hoste, o. c., pá gs. 77 79. quondam apud nos fuit reclusorum institutum.
f

VIDA RECLUSA INTRODUCCIÓ N 65


64

Lo cierto es que la Iglesia se ha visto obligada a con- i Tambié n Elredo la considera en varios momentos como
trolar estos movimientos de vida solitaria, porque de hecho un "estado” de vida, como una "institución”, para emplear su
derivaron a veces en ciertas extravagancias y pintorequismos mismo término. Institución que él justifica como un medio
recogidos en abundante anecdotario, en el que con la edifi - para "huir de los peligros de la vida en sociedad. . . y gozar
cación ha proliferado también el escándalo. A este propósito de mayor libertad para poder anhelar a Cristo y desear su
se podría entresacar el amplio testimonio del Concilio VII abrazo”, en un doble planteamiento de "huida del mundo” en
de Toledo ( 648 ) , en el que se recomienda que de alguna deseos de "contemplaci ón ”.
manera dependan los reclusos, o de los obispos, o de los
superiores de los monasterios a los que anteriormente perte-
necieron como monjes o en cuyas cercan ías residen, si nunca Destinatario del tratado
.
lo fueron 12 Muchos cánones conciliares determinan que los
fieles aspirantes a vivir como reclusos se sometan a una No debemos olvidar este sucinto planteamiento de la vida
prueba para comprobar el car ácter sobrenatural de su voca- reclusa, para mejor entrar dentro del contexto de muchas
ci ó n durante uno o varios a ños. consideraciones que a lo largo del tratado formula a su her -
No todos adoptaban el mismo género de vida en una mana y en ella a todas las reclusas para quienes escribe.
situación tan propicia para el excesivo individualismo. Ni t- Porque, siguiendo su costumbre, san Elredo no redacta esta
todos pod ían someterse a una disciplina que exigía a veces obra espont á neamente, sino a instancias de alguien en concre-
fuerzas sobrehumanas. Aun dando margen a la originalidad , to. Esta vez es su propia hermana reclusa; hermana "en la
a la singularidad, y también a un cierto desorden en las carne y en el espíritu”, como la llama en la dedicatoria. Siem-
ideas, se debe reconocer que la mayoría de los reclusos eran i pre tiene así alguien a quien dirigirse directamente. Así había
espí ritus rectos y bien intencionados. sucedido hasta con su Speculum caritatis, que, a pesar de ser
En unos casos la reclusión era perpetua y en otros sola - su tratado más abstracto quizás, de hecho es una recopilación
mente temporal, por ejemplo desde la fiesta de san Martí n de cartas, pequeños artí culos polémicos y notas para los no-
hasta Navidad y durante la Cuaresma 13. Parece que el n ú - vicios. O su op úsculo Cuando Jesús tení a doce años, que en
mero de las reclusas no fue tan elevado como el de los realidad es una carta de dirección a un joven monje. La amis-
hombres. Pero en la edad media, y en tiempos de san Elredo, tad espiritual es asimismo una serie de diálogos que luego le
era relativamente frecuente esta forma de vida monástica dará n base para una forma literaria posterior. Y sus sermones
entre las mujeres, como se desprende de algunas frases del sobre Isaías, titulados De oneribus, fueron expresamente soli-
tratado que presentamos “. Esta es en líneas muy generales citados por sus monjes en adviento.
la situación, cuando el abad de Rieval accede a la petición Esta circunstancia es la explicaci ón de una característica
de su hermana reclusa, escribiendo la "regla ” para orientar que se destaca en las obras de san Elredo : su estilo directo y
su espíritu y regular su plan de vida erem í tica. vivo. Y por eso resultan siempre tan personales. No tendrá
nada de extra ño, pues, que, al dirigirse inmediatamente a su
12 Concilium Toletanum VII, c. V, Mansi, t. VII, col. 954. hermana, se exprese con términos de gran familiaridad propia
13 H. Leclercq, a. c., col. 2157. del género epistolar, m ás que de un tratado como tal. Lo cual
14 Daniel Rops llega a considerar la reclusión monástica como una de las redunda además en una universalidad todavía mayor que tan-
formas curiosas de la piedad, que adquirió un gran desarrollo. Histo - tos escritos impersonales abstra ídos de todo realismo concreto.
ria de la Iglesia de Cristo, t. III, “La Iglesia de los tiempos bárbaros”, Por esta razón, el tratado está impregnado de un delicioso
pág. 385, en nota. Cf . también Jean Leclercq, Espiritualidad occiden
tal , Fuentes, Sígueme, Salamanca ( 1967 ) , págs. 242-243.
- encanto. Y por añadidura, con su espíritu siempre bajo la mira-
it

66 VIDA RECLUSA INTRODUCCIÓN 67

da de Dios, deja destilar la unción de sus más í ntimas viven- Elredo no se considera un innovador, sino un continuador
cias, de su entusiasmo, de su oración en la gratitud o en la I
del primitivo monaquisino, consciente de que su aportación
compunció n para con el Señ or. personal solamente conseguirá su objetivo poniendo al d ía
Como en casi todas sus obras, también en esta se revela antiguas tradiciones. Y, sin romper con el pasado, enriquece
san Elredo como gran psicólogo y hombre experimentado en el patrimonio monástico acumulado por los siglos.
las cosas del espíritu, manejando además con castiza precisión La orientación contemplativa del tratado dejar á incluso caer
los términos latinos más exactos. Es original; pero su naturali- espontá neamente frases “hechas”, arrancadas de los Padres del
dad le permite no ser rebuscado. Sabe ser agudo y mordaz desierto. Por poner sólo un ejemplo, en el cap. I. n. 2 16, in
cuando quiere, especialmente en casi toda la primera parte heremo soli sedebant. Frase ya clásica, inspirada a su vez en
del tratado, y exaltarse sin el empalago de lo ampuloso. Sus la Escritura , cuya reminiscencia se hará muy frecuente sobre
17

descripciones psicológicas de las negatividades de las reclusas todo en los Apotegmas, como un simbolismo que expresa el
de su tiempo, las confidencias de su vida personal, la presen- estado o actitud habitual de la hesychia, o quietud interior,
tación de las escenas evangélicas, son dignas de un poeta o del monaquisino griego, condición a la vez y resultado de la
de un artista. Podr íamos referirnos aqu í a m últiples pasajes unión con Dios 18.
que el lector descubrirá por sí mismo. El ambiente global con el que este tratado quiere envolver
t la vida erem í tica es la espiritualidad del desierto. Así la sinte-
tiza Elredo con la gran f órmula que saltaría en seguida a
Fuentes del tratado Occidente : Sede, tace , quiesce 19.

Los escritores cistercienses del siglo XII, como todos los * Otra línea maestra de la tradición más primitiva con la que
de su siglo, “miraban hacia los montes”, hacia las encumbradas aqu í empalma Elredo es la de la “paz” o reposo interior indis-
auctoritates de la antig üedad y de los Padres. De ahí resulta pensable para toda vida contemplativa. Cuando él insiste,
ineludible el complicado problema de sus fuentes. San Elredo hasta casi parecemos exagerado, en las virtudes ascéticas que
no es una excepció n al respecto en ninguna de sus obras. exige la “guarda de los sentidos”, de hecho está enquistándose
Ya en el mismo párrafo inicial del prólogo-dedicatoria, le en una constante que en Occidente se remonta a Casiano con
manifiesta a su hermana que, para satisfacer su petición de su puntas coráis y en Oriente a Evagrio con su apathia , hasta
una regla precisa, irá recogiendo diversos elementos entresa- llegar a la máxima simplicidad del espíritu ipso nesciente qui
cados de las diversas “ense ñanzas y costumbres” ( institutis )
de los Padres. Con esta f órmula, familiar para los autores mo-
orat ( V, 36 ) , en reminiscencia de san Antonio 80 y de Casia -
násticos, se refiere a los Padres antiguos del desierto, a quie-
nes todos los codificadores monásticos han pretendido remon-
tarse , para estar en línea con la tradición. Las huellas que
1o
16 Hemos dividido el tratado en nuestra presentación con una numera-
este propósito ha dejado en su tratado son manifiestas a veces ción de capí tulos y párrafos más frecuentes que en otras ediciones,
por tener un punto de referencia desde ahora para la citación de los
hasta en las mismas expresiones. pasajes.
17 Sedebit solitarias et tacebis ( Lam . 3, 28 ) .
18 Irénée Hausherr, “L’Hésycliasme”, en Orientalia christiana P., Roma
32 ( 1956 ) , pág. 263.
15 Por ejemplo, Isidoro de Sevilla, Regula monachorum, PL 83, 867-868; 19 Epí stola Pallada ad Lausum , Append . ad Vitas Patrum, PL 74, 260 D.
Codex Regularum, ed. 1759 ( 1957 ) , t. I, pág. 188; y BAC. 321, San- 20 Pero la sentencia que Casiano explícitamente atribuye a san Antonio
tos Padres españoles, II, pág. 90. 3 no se encuentra entre los repertorios de sus Apotegmas .
I
I
68 VIDA RECLUSA
í
1 INTRODUCCIóN 69
3 tintas en las diversas
no 2 \ Es la “oración pura” de san Benito a la que san Elredo 1
necesario quizá rebajar un tanto las
califica de “incorruptible” 32 . descripciones, a veces demasiado enf áticas posiblemente, a
Sin embargo, por ser él un cisterciense convencido del ideal través de las cuales subraya los peligros a los que está expuesta
cenobítico, indirectamente deja traslucir sus prevenciones la soledad de la reclusa. Y también convendrá recordar que el
personales contra el eremitismo o, más bien, contra las diver - abad de Rieval fue un gran estilista de la ironía.
sas negatividades a que está expuesto 2 a. En este contexto será El tema de la “ventana” de la reclusa se convirtió en la
edad media en todo un simbolismo o tópico literario a través
21 Colaciones , IX, 25 : La oración no es perfecta mientras el monje tie
- del cual se condensaba la caridad de la reclusa o sus disipacio -
ne conciencia de sí mismo y se da cuenta de que ora.” Ed Neblí, . nes con el exterior, hasta poder hablar de todo un género
.- literario. Lo cierto es que Elredo se sirve de esta popularidad
19, págs. 451 452.
22 Regla, 20, 8 Pero san Benito recoge la doctrina de Casiano. Cf. Co
laciones, ed. Neblí, 19, pág 412. . - de la ventana de la reclusa para analizar claramente los pro -
23 Esta posición es muy característica también en san Bernardo El abad . blemas que plantea la reclusión en la psicología de las muje -
de Claraval, siempre que roza el tema, se muestra muy reacio al ere - res 2 \ No ignora sus tentaciones y posibles desviaciones. Pero,
mitismo, por concebirlo como una imprudencia monástica Para él, la . con todas sus reservas, se guarda de lanzar el descrédito sobre
debilidad humana necesita apoyarse en la fuerza invencible de la este género de vida que todos estiman. Solamente reconoce
unión . Así se lo manifiesta precisamente a una religiosa que aspiraba
a la vida solitaria. “He llegado a saber que intentas abandonar tu
que, cuanto m á s elevada es una vocación, mayores son los
.
monasterio . . Es posible que lo hagas por amor de Dios . pero yo . . riesgos a que se expone.
no veo la manera de cumplir tu deseo según las normas de la pru - Además, esta posición suya se inserta plenamente en la tra -
dencia. Me dirás que huir de la abundancia, del trato con las gentes y
Ii
dición benedictina. Aunque san Benito 2reconoce la suprema -
la vida regalada es indicio de poseer el sentido de Dios; y que conser - B
cía del eremitismo sobre el cenobitismo , de hecho su espiri -
varás m ás intacto tu pudor en el desierto .. .
llevando una vida soli
taria , totalmente consagrada a complacer al que elegiste. De ning ún
- tualidad y su Regla son cenobíticas. Por eso, Elredo presentará
.
modo Quien desea obrar desordenadamente halla en el desierto mil a su hermana todos los elementos comunes o adaptables a la
ocasiones ...
El mal que nadie ve queda sin reprender; y donde falta vida de las reclusas con la garantía que a él le supone el Pa-
la corrección, el tentador se acerca más seguro, la maldad se eje
. - triarca de Occidente y su experiencia personal de abad cister -
cuta con mayor libertad . . Si eres de las vírgenes fatuas, te es ne
cesario el apoyo de la comunidad, y si perteneces al grupo de las
- ciense. Así se explica que sea san Benito, entre todos los demás
Padres, el que en el tratado sobre la reclusa es citado con
- .
261 B 262 B La misma postura adopta en los Sermones sobre el
.
prudentes, le eres necesaria a la comunidad.” Epist 115, 1 2, PL 18, - más frecuencia, signo evidente de que la Regla benedictina
-
Cantar 64, 4, ed . Roma ( 1958 ) , II, 168, 11 16, en los Grados de la era el motor impulsante de su vida monástica. El tratado
humildad y la soberbia, 49, PL 182, 968, y en el Sermón para la Cir
. - rezuma benedictinismo hasta en los detalles de la alimenta-
cuncisión del Señor, 2, 6; PL 183, 134 C-D No es, pues, extraño que
otros cistercienses, entre ellos san Elredo, adopten parecida posición,
ción, la bebida, el vestido, la distribución del tiempo, la orga -
insistiendo al menos en los riesgos del eremitismo, o que ni siquiera ¡ nización del trabajo y de la vida lit úrgica de la reclusa, su
.
toquen este tema Sin embargo, J. Leclercq advierte que en los pri -- !i:
silencio, sus lecturas, su oración. Todo va brotando de la mis -
meros a ños de Citeaux se buscaba m á s bien un cierto eremitismo co ma Regla en sus citas, literalismos y reminiscencias.
munitario y que exist ían en los ambientes cistercienses monjes que Está también presente en el tratado san Agustín, el autor
deseaban hacerse ermitaños. “Les intentions des fondateurs de l’Ordre predilecto de la época, cuyas obras no faltaron en ninguna
Cistercien”, Collectanea Cisterciensia 30 ( 1968 ) 4, 268, nota 59* Y . í
recuerda que san Bernardo, en parte, desvió a la Orden de las inten -
--
. 24 Esta calidad psicológica de Elredo en este tratado la considera J . Le
ciones de sus fundadores Esta última afirmación la expone el mismo
autor en Veremitismo in Occidente nei secoli XI e XII , Milán ( 1965) , .
clercq en su obra ya citada Espiritualidad Occidental Fuentes. Sí
gueme, Salamanca ( 1967 ) , pág. 243.
. . .
págs 573-576 Cf . E Mikkers, ibid ., V érémitisme et les cisterciens, pá
ginas 577-580.
- 25 Regla, 1, 4.
70 VIDA RECLUSA INTRODUCCIóN 71
i
biblioteca cislerciense del siglo XII y de las cuales en Rieval Por fin, como en todas las obras de Elredo, Bernardo,
.
se llegaron a registrar 44 manuscritos 20 Dos son los rasgos Guillermo de Saint -Thierry o en Hugo de San Víctor, su
típicamente agustinianos de La vida de la reclusa : su cristo- doctrina fluye mansamente, espontánea y natural, de los
centrismo vital ( IV, 19 ) y sus impresionantes efusiones lí ricas, Libros Santos. Es abrumador contar en una obrita tan breve
tan frecuentes en esta obra elrediana de gran intimidad con hasta 182 citaciones expresas o reminiscencias bí blicas. Ya
su hermana; ellas evocan siempre claras influencias del gran sabemos la razón. Ciñéndonos a Elredo, él mismo nos la
converso de Milá n. Cuando, por ejemplo, Elredo recuerda a explica : “La Sagrada Escritura constitu ía mis delicias; com -
su hermana lo que ella significó para su espíritu en los des- parada con ella, me parecía despreciable lo poco de ciencia
varios de la juventud , lo hace con pinceladas autobiográficas que el mundo me había dado. . . Ya entonces nada era capaz
inspiradas en el gé nero literario que san Agustí n consagró en de arrebatar mi afecto si no. . . había sido sazonado con la
sus Confesiones. No en vano fue esta la obra que provocó la sal de las Santas Escrituras.” 20 Por eso no es posible sintonizar
conversión monástica de san Elredo, para no dejarla de sus con la obra escrita de Elredo, si no hemos captado el sentido
manos, al decir de su biógrafo: M á xime confessiones Augustini profundo de esta intimidad con la Palabra del Dios Vivo, su
manibus portabat assidue ú nica “fuente de erudición ” 30.
Era también natural que recurriera varias veces a san
Jerónimo, el gran apóstol de la soledad, al querer dar a su
hermana codificaci ón y doctrina sobre la vida solitaria de la Esquema de la obra
reclusa. En momentos lo cita casi literalmente. San Ambrosio
con su obra sobre la virginidad , san Gregorio con sus homilías Nos lo presenta el mismo autor, como en otras obras suyas.
y san Anselmo en su Proslogium, autores muy leídos por los Elredo no anda perdido en sus exposiciones. No improvisa.
cistercienses, hacen acto de presencia en el tratado sobre la Siempre se traza un plan y lo sigue exactamente, pero sin
reclusa. perder su espontaneidad . Sin embargo, esta vez presenta el
Impregnada su alma de la acció n lit úrgica y de la Escritura plan a su hermana ya al final del tratado ( n. 181 ) , como si
con su eficacia misteriosa, destila el opúsculo constantemente fuera el í ndice. “Ah í tienes lo que me has pedido”:
la fuerza de la palabra de Dios, escuchada en la lectio y
actualizada en la celebración de los misterios santos. La virgi- 1) un reglamento externo : corporales institutiones ;
nidad contemplativa de la reclusa , adquiere todo su relieve 2 ) un directorio ascé tico: purges a vitiis vel virtutibus
penetrante en estas páginas admirables por las perspectivas ornes;
sobrenaturales con que el tema es tratado y enfocado. Elredo 3) una serie de esquemas de oración: in triplici meditatio-
lo expondrá a través de las figuras representativas y simbóli- nes, porque son tres modos de contemplar la obra o
cas de santa Inés, san Juan Evangelista o santa Cecilia

28
econom ía de Dios ( dispensatio ) en lenguaje muy elre-
vividas en la sacralidad lit úrgica del Oficio divino.

diano de san Gregorio Magno:
a ) el pasado con la memoria: los evangelios;
26 Catalogue of Rievaulx, Cambridge, Jesús College, Ms. 33 ( Q. B. 17 ) , b ) el presente con la experientia: las gracias personales;
-
13 th c., f . 1 r - bv. A. Hoste, o. c., pá gs. 149 152. 155. 171.
27 W. Daniel, Vita, Londres ( 1950 ) , pá g. 50, XLII. Y da la razón del
c ) el futuro con la exspectatio : vida escatológica.
hecho el mismo biógrafo: Eo quod tilos libros quasi quasdam intro -
ductiones habebat cum a saeculo converteretur . 29 La amistad espiritual , Pról., Studium, Madrid ( 1969 ) , págs. 54, 4.
28 Tomadas del Breviario Cisterciense , las alusiones de los nros. 66, 67 30 Fons eruditionis. Cf . Am édée Hallier, Un éducateur monastique: AeU
y 131. red de Rievaulx , Gabalda, Par -
ís ( 1957 ) , págs. 104 113.
72 VIDA BECLUSA
1 1
INTRODUCCIÓN 73
Esquema sencillísimo que nos permite dividir el tratado i TERCERA PARTE: “SEMILLAS DE CONTEMPLACION ”
de la siguiente forma : ! Introducción a la triple meditación ( 103 105 )
Dedicatoria (1 ) 5 -
1 ) El pasado: meditación de la figura histórica de Cristo
XVI. La anunciación ( 105-106 )
PRIMERA PARTE : EL REGLAMENTO EXTERNO DE VIDA i XVII. La visitación ( 107-108 )
XVIII. El nacimiento ( 109 )
I. La vida solitaria ( 2-3) XIX. La huida a Egipto ( 110-111 )
II. Las reclusas en los tiempos de Elredo XX. La subida al Templo ( 112 )
Su disipaci ón ( 4-7 ) XXI. El bautismo en el Jord á n ( 113-114 )
Su preocupación por lo material ( 8-9 ) XXII. La mujer ad últera ( 115-116 )
III. El ejercicio de la caridad XXIII. La pecadora en casa de Simón ( 117-118 )
-
El pretexto de la caridad ( 10 15 )
El servicio de la reclusa (16 )
i XXIV. El paralí tico ( 119-121 )
XXV. La unción de Betania ( 122-126 )
El trato con los niños ( 17 ) XXVI. La entrada en Jerusalén ( 127 )
IV. El silencio XXVII. La última cena ( 128-132 )
Su aspecto ascético ( 18-21 ) XXVIII. La pasión ( 133-146 )
-
Con quién y cómo podr á hablar ( 22 28 ) XXIX. La aparición a Magdalena ( 147-150 )
Tiempos de silencio ( 29-32 )
V. Distribución del tiempo
La ociosidad ( 33-34 ) i 2 ) El presente como experiencias personales de la gracia
Tiempos de oración ( 35-37 )
La lectura y el trabajo ( 38-40 ) XXX. La propia familia natural ( 151-152 )
VI. La sagrada cuaresma i XXXI. La educación familiar ( 153-154 )
La tradici ón bí blica ( 41-42 ) XXXII. Confesiones” personales ( 155-162 )
Consideraciones ascéticas sobre el ayuno ( 43-44 ) XXXIII. La vocación a la vida contemplativa ( 163-164 )
Consideraciones teológicas ( 45 )
Prácticas cuaresmales ( 46-48 ) 3 ) El futuro como esperanza escatológica
VII. La alimentaci ón ( 49-52 )
VIII. El vestido ( 53 ) XXXIV. La muerte, frontera entre el presente y el futuro ( 165 177 )
XXXV. El cielo ( 178-182 ) -
Conclusión ( 54 )
Conclusión y síntesis ( 183 )
SEGUNDA PARTE : DIRECTORIO ASCETICO
El ascetismo
IX. Virginidad y castidad ( 55-69 )
X. Confidencias del autor ( 70-72 )
XI. Meditación de la Palabra de Dios ( 73 ) Toda la segunda parte del tratado la consagra Elredo al
XII. La falsa discreción ( 74-79 ) estudio psicol ógico y moral de las virtudes llamadas, más
XIII. La humildad ( 80-84 ) í modernamente, ascéticas. La castidad, con sus duros comba
XIV. El trabajo del lino ( 85-91 )
XV. La caridad ( 92-102 )
tes, ocupa en extensión el lugar principal. Sus amplias des
-
-
cripciones y especialmente los rigores con que plantea la
necesidad de la mortificación deben ser encuadrados con
alguna reserva dentro una mentalidad y situació n histórica dis
-
VIDA RECLUSA INTRODUCCION 75
74
a la vanidad “feme- ón básica del monje tomaron parte activa
de esta concepcicontempor
La humildad, con sus derivaciones delicadeza, tanto en
é
los cistercienses
á neos de Elredo. Entre ellos Go-
nina”, es descrita con detalles de gran mención especial, dofredo de ógrafo de sany Bernardo
Auxerre , monje abad de Claraval y después
lo externo como en lo psicológico. laMerece
artesan ía del lino y el 4 de Cister33, el bi
32
, y m¿s tarde Alain
por curioso, el paralelismo entre misterio lit úrgico.
el de Lille .
proceso de la vida cristiana centrada entejido le permite re- “Todo debe llevarte a la unidad . . . la unidad que se en-
manual para fabricar este
La técnica
econom í a de la salvaci ón en el cuentra en el Ú nico, junto esalrealizable
Ú nico, en el cual no hay
construir a doble columna la sobrenatural de las mutación alguna. ” Este ideal para Elredo porque
plano individual y el proceso ascético y la criatura racional tiene ó nticamente capacidad para ello.
virtudes. discreto y delicado Es el homo capax Dei agustiniano. Por ser imagen viva de
Pero en realidad se trata de un ataque externos de piedad, su Creador es ya sin más apta para adherirse a aquel de
medios
contra la frivolidad en los mismos
del siglo XII quien es imagen , hacié ndose uno con* él intencional y real-
muy: en línea con la sobriedad de los cistercienses mente en el espí ritu, no carnalmente , porque su autor dejó
en todo lo referente al culto divino inserta en su ser la trilogía del esquema antropológico plató-
.
; es un medio
Mas el ascetismo de Elredo tiene un laalma unidad del alma nico-agustiniano: la memoria , el conocimiento y el amor hasta
alentado por un solo objetivo: buscar este planteamiento en llegar a hacerse uno con el Uno y reduciendo así la dispersi F ón
en Dios por la caridad. Es indefectible sin embargo de de su complejidad constitutiva .
todos los maestros cistercienses, acusados Elredo, duro y r ígido De esta manera, la asccsis elrediana pretende llegar a la
puro rigorismo externo. Es curioso que detalles en esta segunda “unidad paradisíaca”, que se restablece primero en el hombre
a veces con su hermana, hasta en los
con este binomio inse- mismo, en su querer radical divinizado, p0r la conquista
parte, termine la misma precisamente
y con los her - progresiva de todo el compuesto humano. Al hundir en la
parable y fundamental: la unidad con Dios
vida de los sentidos el clavo de la continencia ascética crucifi -
manos por el amor . ( XIV, 91 ) , evocada cante, el espiritual triunfa del aguij ón del pecado. Las pa-
Esta nostalgia de Elredo por la unidad la caridad , no es ”
siones comienzan a “espiritualizarse para dar paso al orden,
inmediatamente antes de su epílogo sobre
de la identificaci ó n de su pensamiento con .
fruto espíritu se llama 'único’, es decir, 'monje .” Dial , PL 192 1217 Véase
.
solamente ’
el de san Agustín, quien tanto marc ó sus vivencias y toda su
profunda visión de la en la cita completa el entronque de esta definición con Rom 8 religiosa
obra. Porque se trataría quizá de una teológico, sellada con M. Garrido Bona ño, o.s. b., La vida mon ástica en la contienda religiosa
°
vocación monástica en su trasfondo del siglo X I I , Confer., XI, 39 ( 1972 ) , 298.
través de los Padres 32 Ab hoc uno et ab hac monade monachorum appellatio et professio
la impronta neoplatónica de la unidad aexpresamente en nin- ducit originem , citado por J. Leclercq, “ Le témoignage de Geoffroy
griegos, aunque Elredo no lo enuncie »
en Analecta Monástica, 2» serie Studia Anselmiana, XXXI
gú n lugar. fAuxerre
( 1953 ) , pag. 176, y por M. A. Dimier, Les concepts de moine et
Desde esa perspectiva se definiríllega a el monje como un cris- de vie monastique en Sí udta Monástica , 1-2 ( 1959 ) > pá g. 403
a la perfecta unión 33 Hoc enim nomen monachus . . . monas, id est , unitas: quia sumptum
tiano que realiza la unidad , que
Cristo . Si no con toda la
de vida y de pensamiento conReading , en la recuperació n
31

est a monade , id est , unitate , cuius mater est caritas. Dialogas í nter
cluniacensem et cisterciensem monachum, 2^ parte, n. 1137 en Marte -
fuerza teológica de un Ugo de ne, Thesaurus nov. anecd ., t. V, col. 1616, citado por A. Dimier, a. c.
El autor de esa obra del siglo XII es un anó nimo cisterciense. Y Alain
31 Ugo de Reading da una base teol
ógica sumamente apreciable a la de Lille: Dicitur monachus quasi quidam unitatis cusios Pn kermr» nrl
interpretación de “monje ” como “ uno ” o “unidad”. De aquí surge claustrales , PL 210, 189. Cf . PL 211, 168-171; 2137 897-904
las mismas palabras del au- * Speculum caritatis , I, 3, PL 195, 507 C; CSEL cont. med. I, pág. 14.
una definición que hay que repetirespcon
í . Por razón de la unidad de
ritu
tor: “El que es de Cristo tiene su
76 VIDA RECLUSA INTRODUCCIÓ N 77

a la paz y a la unidad del ser en Dios. Es el reposo sa- universi orbis y saber encauzar los actos individuales, hasta
bá tico 3\ los más íntimos, ad bonum commune. que es el servicio a la
Iglesia universal, ¡qué grandeza y satisfacción confiere a nues-
tra vida individual! Todo esto justifica plenamente la vida
La virtud teologal de la caridad de silencio, de oración y de trabajos insignificantes de estos
monjes que son mejores ut sunt que lanzados a la vida pastoral
Es muy sintomá tico que Elredo cierre la sección ascética intensa del clero secular,» inofensiva para los clé rigos, mas pe-
de su tratado sobre la reclusa con una serie de observaciones ligrosa para los monjes. 36
y exhortaciones sobre lo que constituye el alma evangélica de
toda espiritualidad cristiana y la fibra íntima del movimiento
cisterciense. En definitiva, lo que crea la unidad en el hom- Con toda su teología sobre la caridad , Elredo ha ahondado
bre es la caridad teologal. en el subsuelo más profundo de la vida contemplativa y
Pero Elredo baja hasta el fondo de la cuestión. Aparente en el estrato más profundo de la espiritualidad cristiana: la
antinomia en todos los tiempos, parece que su hermana le unidad de las virtudes al converger con su diversidad en la
plantea la eterna acusación contra la vida monástica , y mu- cumbre paulina de la caridad. Es la libertad carismá tica del
cho más la erem ítica. Acusación tan vieja como aquella de amor. “Ama y haz lo que quieras.”
los sinópticos : “¿Para qué este despilfarro? Se pod ía haber Con una imagen muy femenina, concibe esta virtud unifi-
vendido a buen precio y d á rselo a los pobres,” 35 Da la im- cadora como el galón dorado que remata la tú nica multicolor
presión de que se propone aquietarla con una solución jurídica: de todas las virtudes 37. Y desde el centro mismo del alma
“obispos, sacerdotes y diáconos” ( N9 98 ) son quienes tienen unificada por la caridad , tanto por el amor efectivo ( la vida
“la obligación” de “hacer ” la caridad . La reclusa deberá virtuosa, manifestación y resultado de la ascesis ) como por el
“ vivirla”, pero abriendo grandes perspectivas a su vida aislada amor afectivo, consolida las bases inalterables de toda vida
e “inactiva ”. Una perspectiva evangélica con el relato de monástica : el amor. “Abre a todos el pecho de tu amor.”
Marta y María ( N? 98 ) . Una perspectiva ascética eludiendo Dilartarse universalmente con toda la amplitud del amor cris-
la “murmuración, la envidia y la detracción” ( N? 98 ) propia tiano, sin límites; caer ían como un alud los textos paralelos
de los administradores de la caridad . Y sobre todo la perspec- de san Elredo sobre esta tesis. Quien ame a la Iglesia, no
tiva teológica, por ser su modo de vivir la caridad “más mire tanto a lo que rinde “ productivamente” y de inmediato
agradable a Dios, más aceptable para Cristo” ( N ^lOl ) , y la su amor, cuanto a la verdad absoluta del mismo; esto viene
eclesial, “abrazando a todo el mundo en el único seno del a decirnos en el precioso pá rrafo 100 del tratado.
amor” ( 100 ) . Son otros tantos jalones para una teología del
eremitismo.
Queda muy bien reflejado todo el pensamiento de Elredo
en este momento de su tratado, con una frase que el futuro
Juan XXIII, entonces Nuncio en París, escribió en su diario . -
36 A. G. Roncalli, Souvenirs d' un Nonce Cahiers de France ( 1944 1953 ) ,
íntimo la noche del 3 de agosto de 1948 en la abadía cister- \
Roma ( 1963 ) , págs. 83-84, citado por L. Leloir, o.s.b., “Témoignage
ciense de Hautecombe: “Sentirse llamado a la salvación monastique et présence au monde”, en Nouvelle Revue Théologique
88 ( 1966 ) , pá gs. 677-678.
34 Jean Hild, Domingo y vida pascual, Sígueme, Salamanca ( 1966 ) , pá - 37 Ya Evagrio aporta esta misma concepción de la unidad de todas las
gina 141. virtudes y la pone en labios de un monje solitario junto al lago Mar ía
35 Mt. 26,8. cerca de Alejandría. Traité Pratique, 98, pág. 707 en SC 171.
t

78 VIDA RECLUSA 79
INTRODUCCION
“ Semillas de contemplación ‘ 38 dad. Ella hace realidad inmanente en el hombre la trascen -
5

dencia de Dios, lo “ presencializa” por una “actualización”


Descrito el género de vida de las reclusas, bien asentado misterios divinos.
su ascetismo por el amor efectivo de las virtudes, Elredo personal e íntima de los
Pero en este proceso emerge un elemento muy caracte-
pasa ya a los frutos sazonados de esta tensión combativa : Cristo. Recuerdo de Dios
el amor afectivo, la contemplaci ón. El esquema es limpia -
mente tradicional : ascesis, virtudes, meditación, contempla -
cióñ, vida m ística .
Con un perfecto realismo, conoce muy bien la psicología

r ístico de san Elredo

: la figura de

memoria Dei y recuerdo de Cristo memoria Christi
son equivalentes para él. Porque el contacto vivo y perma -,
nente con la Escritura , especialmente con los Evangelios

de la vida solitaria y sabe que es imprescindible encauzar a hará presente al Cristo histórico en la imaginación, en la
la imaginación incapaz de mantenerse en el vacío a causa de memoria, en el conocimiento y en el amor. Agustinismo puro.
las divagaciones o * pensamientos”. Muchas veces ha descrito Por otra parte, Elredo ha dejado muy claro en su tratado
sobre el alma la interacción del cuerpo y del espí ritu en la
en sus sermones y tratados el proceso imaginativo y sus
derivaciones para el espíritu contemplativo. Lo acabamos de zona donde ambos se encuentran : la imaginación y la emo -
ver cuando insistía en las conversaciones de la reclusa asoma - tividad. Este sano humanismo llevó a los cistercienses y a
da a su ventana. Y lo ha experimentado tambié n en sí todo su siglo XII hacia la devoción tierna y sentimental de
mismo 30. Hay que ocupar la imaginación para ponerla al
la humanidad de Cristo. Porque hay una perfecta correspon -
dencia entre este psicologismo y su cristología sin dualismos
servicio del espí ritu. Esto es lo que se propone para la tercera -
de separación; para ellos Cristo es el Jes ús Hombre Dios, -
parte del tratado. Contra “las semillas de la vanidad ” como

él las llama , arrojar en la imaginación de la reclusa las
semillas de la contemplación, invadiendo así al alma con otras
— igual que el hombre es un solo ser en cuerpo y alma. Estamos
en el perfecto equilibrio de la unidad coincidente de fuerzas.
im á genes que, por la reflexi ó n meditativa , lleguen a la médula
-
Es el misterio del amor de un Dios que con desciende a toda
del espíritu y predispongan al alma para el amor afectivo.
la realidad humana, la cual, a su vez, asciende por la transfor -
mació n contemplativa , a través de la gracia crística , hasta el
Es todo un plan preconcebido: quitar la fuerza a los santuario en que habita el Ser - Dios - Amor.
malos pensamiento, mediante la ocupación 40 de la memoria,
para que el dinamismo de esta potencia creadora en la psi-
cología platónico-agustiniana convierta en presencia viva sus El Cristo vivo
evocaciones del mundo espiritual. Por eso, desde san Agustín
hasta los cistercienses ( Bernardo y especialmente Guillermo
y Elredo ) , la memoria es una pieza clave de la espirituali-
Sin antecedentes en la literatura espiritual anterior o con -
temporá nea, Elredo es totalmente ú nico y original en la pre-
sentació n y en el engarce de sus “meditaciones”. Ni siquiera
38 El epígrafe está tomado literalmente del mismo texto del tratado. entre el resto de sus obras volvemos a encontrar algo seme -
Quaedam meditationum spiritualium semina praeseminare curavi ; jante. Y con estilo preciso, rápido y condensado, sin divaga -
Concl. ( 183 ) . ciones ni ulteriores desarrollos \ mantiene constantemente
4

39 Él mismo confiesa que se vio en la necesidad de escribir ciertas re-

ciones ( Spec. car


í t . II, 24, PL 195, 573 y III, 41, 620 D ) .
40 La memoria es la facultad que facilita la meditación. “Las ciudades
de este mundo son las meditaciones de nuestra memoria, porque todo
-
flexiones para sofocar su exuberante imaginación y frenar sus divaga
— —
41 También san Bernardo como Abelardo a Eloísa introduce en su
Regla para los Templarios una meditación sobre la vida de Cristo,
a modo de Vía Crucis, pero de una manera mucho menos metódica
lo que materialmente se encuentra en el mundo, puede ser aprehen - y con prolijas consideraciones teológicas. De laude novae militiae ,
dido imaginativamente por la memoria /' SOner. XX, PL 195, 440 D. -
PL 182, 921 940.
.
80 VIDA RECLUSA 81
INTRODUCCIÓN
fija la atención al presentar con su ordenación sistemática
un conjunto sobre los misterios de Cristo, primero en su género.
Pero ahora Elredo, en páginas de familiar intimidad con
Aqu í presenta un Cristo objetivo, pero literalmente evangé- su hermana, quiere asociarse con ella para contemplar desde
lico en los detalles, rompiendo todos los moldes de la exégesis la experiencia de Dios recogida por uno y otra, los surcos que
alegórica origenista que él ha seguido, fiel a su época, a veces en sus respectivas vidas han dejado abiertos los designios
hasta exageradamente, para nuestro gusto actual. Y vemos
salvadores del Señor, marcando un fuerte paralelismo de
un Elredo nuevo, o distinto. El Cristo del tratado sobre la vida
contrastes entre él y su hermana.
Este contraste lo traza siguiendo claramente el estilo y has-
de la reclusa es un Cristo inmediato, tangible, para contem- ta el orden de san Agustín, sobre todo en los dos primeros
plarlo simplemente a través de la escena en sí y por sí misma. capítulos del segundo libro de las Confesiones, cuando descri-
Sólo se trata de reproducirla con precisión, como un trozo vivo be su adolescencia. Algo similar, aunque con trazos menos
de Cristo que salta el tiempo, para obtener ahora aquella vigorosos y como de pasada, presenta en La amistad espiritual
misma realidad histórica en una representación viva de un y en la Oración pastoral .
drama que retiene todo el realismo de su fuerza conmovedora, Hay que insistir, sin embargo, en que Elredo no trata de
sin decaer un momento la tensión del diálogo y de la acci.ón. /
reproducir datos autobiográficos, sino de formular una oración
Desde la aparición del á ngel a Mar ía hasta la de Jesús meditativa sobre los mismos y descubrir al mismo tiempo la
resucitado a María Magdalena, se van metiendo la palabra, el presencia operante y amorosa de Dios en los jalones de su
gesto, la actitud , la acción de Cristo en las potencias del propia vida y en la de su hermana desde su generación ( XXX,
alma hasta hacer de él un Alguien inmediato, vivo, real, pre- ?v
151 ) como un ‘llamamiento inicial de la gracia” ( XXXI, 152 ) ,
sente, que invade definitivamente todo el ser. en su educación familiar ( XXXI, 153-154 ) y en el seno
San Elredo, en un alarde de estilos nobles, concisos, fuertes, mismo de sus propios desvíos ( XXXII, 155-162 ) , hasta cul-
líricos y hasta rítmicos por su lenguaje, vuelca en Cristo toda minar en el gran “milagro” de la vocación a la vida monástica
la pasi ón de su amor. Quizás estemos ante sus mejores páginas. ( XXXIII, 163 ) .
Esta visión de la propia existencia desde el amor de Dios,
arranca un cá ntico de alabanza que Elredo toma de la liturgia
Las experiencias personales de salvación de la fiesta de la Trinidad en la antífona de Tercia : Tibi igitur
laus, tibi gloria, tibi gratiarum actio . . . A ti la gloria . .. “ya
En cada momento de la vida del cristiano, la oración puede mí el sonrojo de haber recibido tantos bienes y perpetrado
hacer presente el pasado como una gran experiencia de sal- tantos males” ( XXXII, 160 ) .
vación y de alabanza. . . Debe aprender a encontrar a Dios
en su propia vida, desde su juventud , desde el vientre mater-
no: esos milagros’ cotidianos tienen que volverse signos de - La tensión escatol ó gica
la presencia divina; así aprenderá a alabar a Dios por su
propia vida.” 48 El alma debe mantener siempre presente en la memoria el
La segunda serie de la triple meditación , que él mismo cla- recuerdo del paraíso que perdimos, el del exilio en que nos ha-
sifica como praesentium experientia, encaja de lleno en este llamos y el de la patria que anhelamos Este es un tema muy
planteamiento y teología de la propia vida al condensar el fecundo para san Elredo. Sabe él por otra parte que en la vida
sentido cristiano del salmo 70. monástica la búsqueda de Dios es más radical y por eso orien-
ta el espíritu más violentamente hacia los bienes futuros.
42 L. Alonso Schoekel, Salmos, Cristiandad, Madrid ( 1968a ) , pág. 186. 44 SIned . V, PC 5, pág. 84.
of
82 VIDA RECLUSA l

Adentrarse en la vida solitaria significa desarraigarse de este Comienza el Libro


mundo y adherirse al del m ás allá. O lo que es lo mismo, el del Venerable Elredo, Abad de Rieva!,
solitario considera el universo mismo como un desierto, “desea
sobre la Vida de las Reclusas.
la patria , sólo toma consigo justamente lo que necesita para el
.
viaje y no tiene todo lo que la carne desearía” * 3 Esta marcha
hacia el término de la vida presente es un tema que Elredo
-
i

hace evocar a sus monjes incesantemente bajo multitud de


imágenes y temas bíblicos, especialmente del Éxodo y del
Apocalipsis. La meta escatol ógica del monje debía ser tam-
bién la de la reclusa y el cierre del tratado con el tercer reta -
blo de este tríptico de meditaciones.
La muerte no es una destrucción, sino el fin del destierro.
A pesar de su repugnancia natural 4 a, “si la vida realmente
te pesa, si el mundo te hastía. . . la muerte viene a colmar tus
deseos. Llegar a no temerla por la serenidad de la conciencia,
por la firmeza de la fe, por la certeza de la esperanza dice —

a la reclusa , supera, en mi opinió n , todo gozo , toda gloria y
toda riqueza de este mundo” ( XXXIV, 166 ) .
Siendo la muerte mero paso de una vida a otra, del destierro
a la patria, aconseja a su hermana que contemple con frecuen
cia la gloria del cielo y la dicha que nos espera en el Reino
-
de Dios .
Allí con los á ngeles nos incorporaremos a la “procesión
gloriosa” ( XXXIV, 177 ) , fin del pían de la salvación, restau-
ració n de la humanidad y retorno definitivo al Padre ( ibid . ) .
El alma estará ya en la paz total y verdadera , y en ella encon-
trará su dicha. Dios le dará allí a cada uno “segú n su propia
capacidad ” ( XXXV, 180 ) y la Trinidad será la com ú n bien-
aventuranza. “El Padre ser á contemplado en el Hijo, el Hijo
en el Padre y el Espíritu Santo en ambos” ( XXXV, 180 ) . La
imagen habr á llegado al lugar de su descanso. Y sin embargo, i
el deseo de conocer y amar siempre más a Dios será tan fuerte
que nunca se verá disminuido por su propia saciedad y de tal
índole que no será obstáculo alguno para que su gozo sea ! i
pleno ( XXXV, 181 ) .
IGNACIO ARANGUREN, o.c.s.o.
Monje de Sobrado
45 STemp. V, in fes. sti. Bened ., PL 195, 244 D.
46 SOner XII , PL 195, 823 C.
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i DEDICATORIA
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a
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UERIDA hermana : hace ya varios a ños me vienes pidien-
do alg ú n reglamento con el que puedas orientar tu vida y
i ordenar los ejercicios propios de la religión, de acuerdo
con la vocación que ardientemente has seguido por Cristo. ¡Oja-
lá lo hubieras pedido y lo obtuvieras de alguien más sabio que
yo y capaz de enseñá rtelo m ás por su experiencia que por
la ciencia! Pero soy tu hermano, en la carne y en el espíritu,
i
y no puedo negarte lo que me pides. Por eso procuraré com- 1

ü placerte, entresacando de la doctrina y vidas de los Padres


«

i;:
algo que te resulte provechoso. Intentar é ofrecerte una regla
que te ayude a modelar la conducta exterior, a ñadiendo tam-
i
bién lo que las circunstancias de lugar y tiempo exijan por
ser conveniente, e insertar é ejercicios espirituales entre las
observancias corporales allí donde lo juzgue oportuno *.
1 El reglamento que san Elredo se propone redactar para las reclusas
seguirá siendo fiel a la tradición moná stica, en línea con el criterio
de fidelidad adoptado por san Benito, quien define su Regla como
“una mínima iniciación” al lado de las “doctrinas de los Santos Pa -
dres . .. las pá ginas del Antiguo y del Nuevo Testamento . . . las Co-
laciones de los Padres, sus Instituciones y Vidas”. San Benito, Regla,
73,2-5.
2 Claramente desea no hacer simplemente una mera codificación ex-
!
terna. Como todas las reglas moná sticas, también ésta será un entrete
jido constante de motivaciones interiores y sobrenaturales que sea
-
el alma de todos los detalles legislados, un directorio espiritual. “In -

)
— —
serta dice ejercicios espirituales” a los “corporales”, con una distin -
ción muy elrediana, que se repite en este tratado y en otras obras suyas.
PRIMERA PARTE

El reglamento externo de vida

i;
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4
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J
I . LA VIDA SOLITARIA

2. Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razo-


nes que movieron a nuestros Padres a instituir o poner en
práctica este género de vida. Para algunos, vivir en sociedad
es una fuente de peligros. A otros, aunque no los encuentren,
la vida social les resulta fastidiosa . Otros, finalmente, sin nin-
guna de estas razones, estiman más provechosa para ellos la
vida escondida.
3. Y las razones que a los antiguos impulsaron hacia la vida
solitaria fueron las siguientes: huir de los peligros que consigo
lleva la convivencia, evitar sus graves inconvenientes o poder
anhelar y suspirar con mayor libertad el abrazo de Cristo \
1 Amplexum Chr

í sti. Término clásico de san Bernardo
— amplexum,
complexum para significar la unión mística del alma con el Verbo.
. . Si el alma lo ama perfectamente ( al Verbo ) , despósase con Él.. .
constituye un verdadero contrato de matrimonio espiritual y santo.
Y aun me qued é corto diciendo contrato ; es abrazo ( complexas )
Abrazo ciertamente, cuando un mismo querer hace de dos espíritus
.
uno solo” ( In Cant, serm. 83, 3, BAC 130, págs. 554-555 ) . “Dichosa
aquella a quien se dio sentir abrazo de tanta suavidad que no es otro
sino el amor santo y casto, el amor suave y dulce, amor de tanta
serenidad como sinceridad , amor mutuo, íntimo y fuerte, que junta ,
.
no en una sola carne, sino en su espíritu ( ibid., pág. 557 ) Ya en
estos primeros pá rrafos aparece claro un planteamiento contemplativo,
de gran interioridad y de vuelos místicos incluso. Tal es el ambiente
en el que desea situar a la reclusa desde el principio.
VIDA RECLUSA
88 PRIMERA PARTE 89

Estas razones llevaron a muchos a vivir solitarios en el desier- prorrumpen a cada momento en sonoras risotadas, y así,
to a, sustentá ndose con el trabajo de sus manos. Pero los que absorbido el veneno dulcemente, les invade todas sus entra-
ni siquiera en este género de vida se creían seguros, dada
la ñas. Al final, cuando por necesidad deban retirarse, la reclusa
libertad en que deja la soledad para vagar de un lado para se va saturada de placeres y la mujerzuela, de viandas.
otro, creían que presentaba una mayor garantía encerrarse en 6. De nuevo en su soledad, la reclusa desdichada revuelve
una celda, excluyendo así hasta la posibilidad de salir de ella.. en su corazón las imágenes impresas por el oído, para infla-
Esto fue lo que a ti te movió a abrazar este género de vida 3 marse a ún más con el desfile de sus recuerdos la chispa que
saltó encendida durante la anterior conversación. En la sal-
modia titubea como una ebria, en la lectura ni ve las líneas
y en la oración divaga.
II. LAS RECLUSAS EN TIEMPOS DE ELREDO 7. Al caer ya la tarde, acuden de nuevo otras mujerzuelas
quienes, con otras noticias, no dejan en paz a la reclusa, hasta
Su disipación que, presa de sus pasiones, se queda a merced del demonio.
Porque ya con todo descaro comienzan a ver la manera no
4. Muchos, sin embargo, por ignorar o despreciar esta forma sólo de excitar sino de saciar su voluptuosidad y buscan en
de vida , creen que basta encerrarse entre cuatro paredes y com ú n los medios m ás apropiados en cuanto al tiempo, lugar
dar rienda suelta a su imaginación, para distraerse e incluso y persona para poder satisfacer los deseos que siente. De esta
deleitarse con deseos impúdicos o ilícitos. M ás a ún, son inca- manera, la celda se convierte en prostíbulo. Y ensanchando
paces de poner un freno a su lengua, pasá ndose el día entre como sea el acceso, o bien se escapa la reclusa o entra dentro
comentarios del pueblo o de la ciudad en que viven, de las el adultero. ¡Cuantos hombres y mujeres son víctimas en
plazas y mercados, metiéndose en las costumbres y vidas nuestros d ías de tama ñ a desgracia, como se ha comprobado
ajenas, inquiriendo curiosamente no ya cosas inú tiles, sino frecuentemente!
también menos limpias.
5. Apenas encontrarás entre las reclusas de nuestro país una
sola que permanezca en la soledad. Porque no será difícil Su preocupación por lo material
descubrir junto a su ventana alguna mujerzuela charlatana y
vendedorá de noticias que las entretenga con cuentos, ali- 8. Otras, aunque no se dejan llevar de estas torpezas, son
mente su imaginación con chismes y detracciones, les describa sin embargo muy habladoras y se juntan con personas del
el tipo, el atractivo y el cará cter de tal o cual monje o clérigo, mismo talante para satisfacer su curiosidad hasta llegar a
u otro hombre cualquiera, dejando caer algo picaresco que pasarse el día ociosamente oyendo y contando chismes. Pero
fomente la lascivia de las jóvenes o la libertad de las viudas otras, no tan dadas a este vicio que se infiltra entre casi todas
qua ya creen lícita toda complacencia en sus caprichos: y le las reclusas de nuestros d ías, se abrasan en ansias de aumentar
describirá con vivo colorido las astucias de las casadas para su dinero y multiplicar su ganadería. Es tan grande su solici-
engañar a los hombres y satisfacer así su voluptuosidad. tud, que más bien las creerías administradoras o señoras de
2 La expresión in heremo sol í sedebant , “quedarse sentado en la celda
” .
gran patrimonio y no anacoretas Buscan pastos para sus ga-
nados y contratan pastores que los cuiden; exigen a los en-
o “en el desierto”, es muy tradicional para designar el estado monás-, cargados las cuentas sobre el precio, el peso y la cantidad
tico hasta la alta edad media. Cf. san Bernardo, Vita s . M álachiae II de la cosecha anual. Vienen después las compraventas, para
5, PL 182, 1077 D - 1078 A, y Guido I, Consuetudines, 14, 5 PL 153,
659. acumular más dinero del que ya tienen e inflamar aun más
{.
VIDA RECLUSA n PRIMERA PARTE 91
90
de que todo
su codicia. Las engaña el mal espíritu so pretexto , alimentar dad lo que necesite para cada d ía, sin añadir nada para darlo
a los pobres o huespedes Será mejor que en torno a su celda
esto lo necesitan y les viene bien paia dar limosnas
,a XbreS
tltrr
^
y amigos no se d
a los huérfanos, atender caritativamente a parientes
que se acercan a visitarlas, y poder recibir dignamente a los nos o ü '
11. Pero me dirás, ¿quié n puede impedirlo? Tú persevera
huéspedes y piadosas mujeres que acuden a ellas.
9. Ninguna de estas cosas te corresponde a ti, entre los
porque t ú en la soledad, guarda silencio y sopórtalo con paciencia.
bien recibir lo que necesitas como pobre

rr Cuando caigan en la cuenta de que nada tienes y nada pue-
debes m3 á s
has des- V den recibir, se irá n cansados de importunarte. Esto es inhuma -
pobres , en vez de andar buscando lo ajeno. ¿ No te sí ntoma de no- , me responder ás. Pero en realidad , si tienes algo más que
prendido ya de lo tuyo por amor a Cristo ? Es un
por el d ía el sustento y el vestido necesarios, ya no eres monja c. Y enton-
notable infidelidad que la reelusa ande agobiada buscad ces, ¿qué puedes dar como limosna ?
da mañana . Porque ya ha dicho el Se ñ or: “ Vosotros
’4 12. Para ello se recomienda a la reelusa que cuanto le sobre
su reino y todo se os dará por añadidura / de su diario sustento, conseguido con el trabajo de sus manos,
se lo entregue a una persona de confianza , para que ella se
lo entregue a los pobres.
EJERCICIO DE LA CARIDAD
III . EL 13. No quiero que entre los pobres se acerque hasta ti algu -
na viejecita tentadora de tu virtud , con regalitos de alg ú n
El pretexto de la caridad monje o clérigo; no toleres que te susurre al oído palabras
de la halagadoras, no vaya a suceder que mientras te bese la mano
10. Hay que conseguir, pues, que si espíritu se libere procure por la limosna recibida, te inyecte el veneno.
solicitud afanosa por lo temporal . Para conseguirlo ,
vivir, en cuanto le sea posible, del trabajo de sus 14. Adem ás hay que vigilar mucho para que la reelusa no
la reelusa o corta contraiga cualquier tipo de obligación con respecto a la hos-
manos , porque esto es más perfecto. Si su debilidad
c
encerrarse en pitalidad, so pretexto de recibir a mujeres piadosas. Porque,
edad no le permiten ganarse la vida , antes de
la celda busque algunas personas de las que reciba con humil - entre las buenas, llegan a veces algunas de costumbres nada
recomendables. Se sientan bajo la ventana y, tras brevísimas
( VIII, 52 ) , san Elredo
3 En este lugar y tratando después del vestido en su posición radical
palabras edificantes, declinan a temas mundanos, para termi-
es testigo de la primera tradici ó n cisterciense nar en conversaciones de amorí os que luego apenas dejan
con respecto a la pobreza , aspecto tan caracter ístico en la fundación
. Cf . Exordio parvo , Poblet (1953 ) , dormir a la reelusa en toda la noche. Gu á rdate muy bien de
del nuevo monasterio de Cister tales sujetos y no te verás obligada a escuchar lo que no
4 Le. 12,31.
-
págs. 39 40.
quieres o a ver lo que aborreces. Porque a veces las cosas
5 San Benito, Regla, 48, 8. Sobre el trabajo de las manos, razonaba así que nos repugnan cuando se oyen o se ven, se tornan halaga-
Teodosio, discí pulo de Teodoreto de Ciro : “Ser ía absurdo que m íen
y a sus hijos a
- doras cuando se piensa en ellas 7.
tras los hombres del mundo alimentan a sus mujeres
ñadidura pagan contri
costa de grandes fatigas y penalidades, por a a Dios sus primicias - 6 Monacha non es. San Elredo parece extender el significado de monje
buciones, se ven cargados de impuestos, ofrecen
y alivian, en lo que pueden, la miseria de los
nos procur á semos lo
mendigos; sería absurdo
necesario con nuestro propio
t
( monachus
— solo ) a una ausencia no sólo de personas, sino también
de cosas. Es decir, exige un desprendimiento radical también de las
que nosotros no cosas y objetos innecesarios.
trabajo, sobre todo siendo tan frugal nuestro r é gimen de vida y tan 7 El verbo latino cogitatur que aqu í emplea Elredo empalma con todo
simples nuestros vestidos, y permaneciéramos sentados y cruzados de el contexto de la tradición oriental que los Padres plasmaban con el
religiosa , 10 MG
brazos, aprovechándonos del trabajo ajeno ( Historia

82, 1, 389, citado por García M. Colombás en Historia de
la espiri - sustantivo logismoi , cogitationes o “ pensamientos”. Aparece éste mu-
tualidad , I, Flors, Barcelona [1969 ], pág . 548 ) . chas veces en los diversos Apotegmas y fue sistematizado doctrinal -
92 VEDA RECLUSA PRIMERA PARTE 93
I
15. Y si temes el escándalo porque no socorres a los pobres i. El trato con los niños
ni das acogida a los huéspedes, nadie te acusar á cuando conoz-
ca tu desprendimiento y la santidad de tu vida. 17. A niños y niñas no des entrada alguna. Algunas reclusas
se dedican a la instrucció n de las niñas y convierten la celda
en una escuela. Se sienta ella junto a la ventana y las niñas
El servicio de las reclasas dentro del atrio. Está pendiente de cada una y, según su
comportamiento, se irrita o sonríe, las amenaza o las acaricia,
16. Si no me gusta que tengas dinero ni siquiera para las castiga o las besa. Llama junto a sí a la que llora por el
socorrer a los pobres y huéspedes, mucho menos, por supuesto, castigo, le acaricia su rostro, le estrecha el cuello y entre
con el fin de ampliar el n úmero de personas que 8 esté n abrazos le llama hija mía, querida mía . ¿Dónde queda ya
30

a tu servicio. Por eso, escógete una mujer ya anciana , que el recuerdo de Dios en esta situación? Porque, a pesar de
11

no sea charlatana, amiga de chismes, inestable o sembradora que no sea consumado, se provoca y casi se representa viva-
de rumores, sino de buenas costumbres y de reconocida virtud. I
mente ante los ojos todo lo mundano y carnal.
Cuide ella la puerta de la celda y esté bajo su criterio y control
admitir o rechazar las visitas. Reciba asimismo y guarde ella
todo lo necesario para el sustento y el vestido. Tendrá a su IV. EL SILENCIO
disposición otra muchacha más fuerte que la ayude en las
demás tareas, como traer la leña y el agua, cocinar las habas Su aspecto ascé tico
o legumbres y, en caso de enfermedad , preparar algo más 18. De modo muy especial encarecemos a la reclusa que
nutritivo. Se la someterá a estrecha disciplina , no sea que la guarde el silencio muy seriamente; en esta moderación encon-
lascivia empañe tu santa morada y quede así ofendido el
0 *
trar á gran paz y fruto espiritual, ya que la obra de la justicia
nombre de Dios y tu género de vida. será el silencio 12. Y como dice Jeremías: “Es bueno esperar
mente por Evagrio Póntico, Macario y Casiano. “Fueron los monjes 10 Advertimos en este párrafo, como en varios otros del tratado, las dotes
del desierto quienes nos legaron una técnica completa de los logis - de circunspecto educador y gran psicólogo que poseía san Elredo.
moi , la hueste a la vez doméstica y enemiga contra la que el solita- 11 Memoria Dei , “recuerdo de Dios”. Elredo es tributario de las categorías
rio debía luchar incansablemente de día y de noche” ( B. Colombás, agustinianas y permanece, al mismo tiempo, fiel a la tradición monás
m.b., “El pecado de tristeza”, en Cistercium 130 [1973], pág. 116 ) . tica. “El problema de la oración continua se identifica para los ascetas
-
Esta lucha implica toda una técnica contra los pensamientos, sin la .
con el problema del recuerdo constante de Dios . . Es la atención a
cual no es posible para el monje vivir como solitario y resistir a los la unión habitual con Dios mediante el recuerdo que justifica las leyes
pensamientos. Y lo mismo recoge san Benito en su Regla: el anacoreta más importantes del anacoretismo: soledad , silencio, trabajo manual,
es el que lucha solo contra los vicios de la carne y de los pensamientos horario de oración y salmodia . .. Para ilustrar la doctrina de la mnéme
(1,3-5 ) . Cf . García M. Colombás, Historia de la Espiritualidad, I,
págs. 568-572.
.
théou, es necesario volver a las Vitae Patrum en su conjunto . . Con
viene advertir que el Dios que el monje lleva siempre presente es nues--
8 “ Nuestra plática se dirige a los dos sexos y no sólo al vaso frágil. Si tro Señor Jesucristo” ( J. Lemaitre, art. “Contemplation: Contempla
eres virgen ¿ por qué te gusta la compañía de una mujer? ¿Por qu é tion chez les Orientaux chrétiens”, en DS II, col. 1858-1862 ) .
-
lanzas entre grandes olas una navecilla delicada y quebradiza? . . . 12 Is. 32,17. Nam cultus iustitiae silentium, dice la Vulgata latina Aun
"Pero es que para el servicio es más acomodada una mujer / Pues escoge 4 . -
que las traducciones del texto litúrgico oficial, la Biblia de Jerusalcn,
a una anciana, escoge a una deforme, escoge a una de probada hones- la de N ácar-Colunga y la de la colección “Libros Sagrados” de Cris-
.
tidad ante el Señ or” ( san Jerónimo, Epist 128, 3, BAC 219, pág. 645 ) .
.
9 San Jerónimo, Epist 127, 3. “Pues sabía ( Santa Marcela ) que con
tiandad traducen silentium por “paz”, hemos creído conveniente tra
ducir por “silencio”, por ser más fieles al pensamiento que san Elredo -
frecuencia se juzga del modo de ser de las señoras por la desenvoltura quiere expresar en este lugar.
de sus doncellas” ( BAC 219, pág. 630 ) .
!
94 VIDA RECLUSA
PRIMERA PARTE 95

en el silencio la salvació n del Señor. Y a continuación : en primer lugar, para hablar raras veces. Luego para ver de
13

“Bueno es al hombre soportar el yugo . . . para que se siente qué debe de hablar. Y finalmente para saber cómo lo debe
solitario y silencioso,” Por eso est á escrito: “Guarda silencio decir y con quié nes puede hablar.
14 :

” Cumple, pues, lo que dice el profeta : “Yo 20. Hable raras veces, esto es: en horas bien determinadas
15
y escucha, Israel,
é
dije: vigilar mi proceder para que no se me vaya la lengua ; y establecidas, de las que trataremos después. ¿De qu é debe
pondré una mordaza a mi boca.” Por temor a la lengua, a la
10
hablar? De lo que sea necesario por las exigencias de la vida
que, como dice el Apóstol, ning ún hombre es capaz de do- y para la edificación del espíritu . ¿Con quié nes deberá ha-
mar 17, ponga una mordaza a su boca, permanezca solitaria18
y blar? Con personas determinadas y que le hayan sido desig -
silenciosa con la boca, para hablar con el corazón , y crea nadas. ¿Cómo deberá hablar ? Con humildad y moderación,
que no está sola cuando est á sola Porque entonces estará evitando las palabras altisonantes o violentas, halagadoras o
con Cristo, el que no cqnsiente en estar con ella en medio de que muevan a risa 22. Pues si esta moderación es propia de un
las muchedumbres 20. hombre honrado, mucho más corresponderá a una mujer, más
19. Permanezca, pues, solitaria, silenciosa, escuchando a todavía a una virgen y, ni qué decir tiene, a una reclusa.
Cristo y hablando con Cristo . Ponga una mordaza a su boca, 21. Vive, pues, en la soledad , querida hermana, permanece
21

silenciosa y, si te ves en la necesidad de tener que hablar, sé


13 Lam . 3,26 . parca en las palabras, hablando con humildad y modestia , ya
14 Lam. 3,27.28.
15 Deut. 27,9, según los LXX así citados por san Jerónimo, Epist . 125, se trate de las cosas de la vida presente o de la salvació n del
15, BAC 219, pá g . 613. alma .
16 Sal. 38,2.
17 Sant. 3,8.
18 Sobre este diálogo interior del alma con el Verbo, puede verse san
Bernardo In Cant ., serm . 45,7 : “Siempre que os digan o que leá is Con quiénes \j cómo podrá hablar
que el Verbo, o sea, la Palabra, y el alma hablan juntos y se miran
el mío al otro, no os imaginéis que sean voces corporales las que se 22. Vengamos ahora a designar las personas con las que
intercambian entre sí . . El Verbo es espíritu y el alma lo es tam - puede hablar la reclusa. ¡ Dichosa aquella virgen que no admi -
bién: ambos espíritus tienen su lenguaje propio con que se hablan tió ni al mismo san Martín , por no desear ver ni hablar a
2S
y se hacen conocer que están presentes. “ El encuentro con Dios sólo
— —
llegará dice Pablo VI si se da lugar al acto interior, si nuestra
oración es elaborada con el propio corazón.” Audiencia genera!,
•/
hombre alguno! Pero, ¿cu á ntas reclusas está n dispuestas a
imitarla? No será poco, entre las de nuestros d ías, que con-
22-IV-1970. L’Osservatore Romano, ed. española, 26-IV-1970, pá g.
3, col. 3-4. 22 San Benito, Regla 7, 60.
19 Cf . la expresión atribuida por san Jerónimo a Teofrasto. Adv . lovin . 23 Alude aquí san Elredo a un episodio de la vida de san Martín de
1,47; PL 23, 290 C: Si hominum inopia fuerit , loquitur cum Deo. Tours referido por Sulpicio Severo en sus Diálogos II, 12. “¿Quién
.
Ntmquam minus solus erit quam cum solus erit La misma expresi ón es capaz de encomiar suficientemente a aquella virgen que rechazó
pone Cicerón en boca de Escipión Africano, De officiis, III, 1, citado la vista del mismo san Martín por no romper su contemplación?” Por
. -
por san Ambrosio, De officiis ministr , III, 2; PL 16, 145 C 136 B,
y Epist . 29, 1; ibid., 1153; D. Pascasio Radberto, Expositio in Ps.
esto escribe Jerónimo al monje Océano en la carta 51: “ Leemos en
la vida de Martín el siguiente relato de Sulpicio: yendo de camino
XLIV , PL 120, 995; Guillermo de Saint-Thierry, Carta de oro, pri- san Martí n, quiso saludar a una virgen notable por su castidad y san-
mera parte, I, 16 17, Studium, Madrid ( 1968 ) , pág. 46. Cf . también tídad. Pero ella se negó, despidió al santo y, mirando desde su ven-
SC 76, pá g. 55, nota 7. tana, le dijo estas palabras: ‘Reza, Padre, desde ahí, porque nunca
20 “ Es muy dif ícil ver a Jes ús en el bullicio de las turbas . . . No busques lie recibido visita alguna de ning ú n hombre / Oy éndolo san Martí n ,
a Jesús en medio de la turba : no es uno de tantos, es superior a todo dio gracias a Dios porque conservó en ella hasta ese extremo la fide-
lo que es turba ” ( san Agustín, In Joh., 17, 11, BAC 139, pá g. 460 ) . lidad a su castidad. La bendijo y se marchó exultante de gozo. ”
21 San Agustín, In Joh., XVII, V, 2 ( CCL 36, pá g. 176 ) . Pedro Abelardo, Epist. VIII, PL 178, 264 D - 265 A.
96 VIDA RECLUSA
PRIMERA PARTE 97
!
serven la integridad de su cuerpo; que no deban ser sacadas cuando la reclusa deba hablar con alg ún hombre, lo hará
de su celda con claros síntomas de estar en gestación; o que echado el velo sobre su rostro, evitando así sus miradas y
los llantos de alg ún niñ o no delaten su maternidad \ Pero prest á ndole atención, pero con gran temor.
2

como es imposible imponerles un silencio perpetuo incluso 26. No hables con personas sospechosas o con jóvenes; y
con los hombres, trataremos de exponer con quié nes podr á n nunca se dirijan a ti26, sino en presencia del que para ti hace
conversar honestamente. las veces de padre . Y eso en caso de verdadera necesidad.
23. En cuanto sea posible, haya en el monasterio o iglesia Por tanto, no hablarás con nadie que se acerque a tu celda
más próxima un sacerdote ya mayor, de honestas costumbres
y buena reputaci ón, al que, no con demasiada frecuencia,
puedan dirigirse para recibir el sacramento de la penitencia y
— salvo si es un obispo, abad o prior de gran consideración
sin autorización o mandato del mismo sacerdote. As í, esas
mismas dificultades para poder hablar contigo será n para ti

la dirección espiritual. Él aclarará sus dudas y aliviará sus una fuente de paz.
penas. Pero como el mal que tememos está inoculado en la 27. Nunca intercambies misivas con hombre alguno bajo
carne y puede llegar a despertarse y conmover la edad más pretextos de hacer caridad, mantener el afecto o fomentar la
avanzada, absté ngase de darle su mano y estrechar la de él en- familiaridad o amistad espiritual; reh úsa aceptar sus regalos
tre las suyas. Evite todo comentario sobre la palidez del rostro, o cartas y evita enviarles las tuyas, como muchas lo hacen, y
la finura de los brazos o la aspereza de la piel; no suceda que hasta regalan a monjes y clérigos jóvenes, ceñidores o bolsos
halle el peligro allí donde esperaba encontrar el remedio. confeccionados con variedad de tejidos, o cosas semejantes.
24. Gracias a Dios, querida hermana , no necesitaba decirte Todo esto solamente sirve para fomentar el amor desordenado,
estas cosas a ti. Pero me ha parecido oportuno hacerlo, por- para llegar a ser causa de muchos males. Trabaja en lo que
que cuando me pediste que te escribiera este reglamento de la necesidad exija de tus manos o sea más útil; su importe lo
vida , no lo hacías sólo para ti, sino también para otras jóvenes v invertirás en cubrir tus necesidades. Y si no lo necesitas, entr é-
que, siguiendo tu ejemplo, deseaban ardientemente abrazar galo a la iglesia o a los pobres, como ya te dije.
una vida semejante a la tuya. 28. Sea la honestidad ornato de todos los movimientos y
25. Si algún dignatario o persona de buena reputación, por palabras de la reclusa. Esa honestidad será quien modere la
ejemplo un abad o un prior, deseara hablar con la reclusa, lengua, aquiete la ira , evite los pleitos. Pues ¿cu á nto descaro
há galo en presencia de otra persona . No me gustar ía que no supone que quien deber ía ruborizarse de hablar hasta de
nadie te visitara con demasiada frecuencia, ni que tuvieras inti- cosas honestas, se atreva a proferir palabras inconvenientes,
midades con quien frecuente excesivamente sus visitas. Pues injuriosas o instigadas por la ira ? Por lo mismo, no responda
por el frecuente trato con una persona peligra el buen nombre la reclusa al injurioso, ni insulte al detractor, ni contradiga al
e incluso la virtud de las vírgenes. Ya que cuanto más frecuen - litigioso. Más bien deteste cuanto se critique o murmure en
temente vieras el mismo rostro y oyeses la misma voz, con pú blico o en secreto, desde el alcá zar de su conciencia tran-
mayor viveza se grabará su imagen en tu recuerdo. Por eso, quila, dicié ndose para sí misma lo que escribió el Apóstol:
;! “Para mí lo de menos es ser juzgado por vosotros o por un
24 “Pena me da decir las vírgenes que caen cada día, cuántas pierde de tribunal humano.” 20
su seno la madre Iglesia, sobre qué estrellas pone su silla el soberbio
enemigo, qué de peñas hiende la serpiente para habitar en sus aber
turas. Fá cil es ver a muchas, viudas antes que casadas, que s ólo
-
cubren su desdichada conciencia con há bito fementido y que andan
con cuellos erguidos y pies juguetones hasta que las traiciona la hin
.. -
chazón del vientre y los llantos de los niños . ” ( san Jer ónimo, Epist .
25 Se refiere aquí san Elredo al sacerdote del que ha hablado en el
.
c IV, 23.
22, 13, BAC 219, pá g. 169 ) . 26 1 Cor. 4,3.
!
99
PRIMERA PARTE
9S
VIDA RECLUSA

la seie- T31í la Cuaresma debería guardar la


T) urante
reclusa Perp®
. 3 2 pero como esto parece demasiado duio
_
'

r conservar *

confesar
y su sirvienta, si bien con
Debe esforzarse sobre todo la reclusa P 2T ra
nidad del espíritu y la paz del corazón > aqUel de quien
qUe pueda tuo•.
pOS
‘ií
nenSoSue con »
que en otros tiempos del año, a no. ser
que
poseer como eterno huésped de su coraz „ „g y en 0tro lugar 106110 frecuencia
de mayor consideraci ó n viniera de lejos
se ha dicho: “Su taberná culo est á en la PaZ \ ' mis ojos : en e30 otra ^rsona hasta el tiempo arriba indicado, res-
? PPero
desde Pascua
dice el Señor por el profeta : “En ese P0IV mis palabras,
humilde y el abatido que se estremece a kuscar con tanto _
V

Jo
2 *
sie P , el
petando siempre , silencio
¿
desde Completas hasta la salida,
e prima con las alabanzas divinas
Por donde podr ás advertir que nada de
inter és como el silencio, porque este sacrac
conversa
estado de u
¿ones in útiles,
sino
w
* r'tste
^ í
de Vísperas rate con
e
h |
Siuen
entre Nona y Vísperas Despufs
sus servidoras lo que sea menester
.
hasta
espíritu se pierde no sólo con las
tambié n por la excesiva locuacidad . la colación.

VI. DISTRIBUCION DEL TIEMPO


Tiempos de silencio J
puede
en qu^ se la ociosidad
29. Vamos a distinguir ahora el jenCio.
tiernp
el tiempo que se dedica al
* ,

liablar y el tiempo en que se debe guardai reSina, guardea


A
5 33 Esto dispuesto, asignemosa la oración.
Desde la Exaltación de la Cruz hasta aUrora del dón
í
trabajo manual, a la lectura y
silencio la reclusa desde Completas hasta j na indicaci Como la ociosidad es enemiga
del alma , deberá Ja recm
siguiente. Concluida Prima, si desea acer( jei d ía, hágalo en
^
-
A
3
a su sirvienta respecto a los quehaceres ,
a Tercia *
\
nadie . a los
breves palabras, sin hablar ya con gemente
30. Entre Tercia y Nona, atienda c0 v . y ordene a su
es, alimenta
£ _« . af éalos

servidumbre lo que convenga. Después ^ ^


que acudieren, si es que se les debe admi j0na, terminada
conversac ^
y pasatiempo
pueblo se
,
í tristeza. Siembra . .
ílipí tos suscita los deseos deshonestos
soledad, hace la celda insoportable.
Que nunca , pues, te sor -

^
ya la comida, absté ngase de toda ;
^ “El.,> Ternu-
v a c i o ySmoTeSr
no sea que se le reproche de lo que esta esC ( janzar 31
1
dT
nuestro espíritu está sometido
estable , hemos de evitar la
sentó a comer y beber y después se levanto a qUe sea necesario
37
nunca permanece

-
al
nadas las Vísperas, converse con su criada i Benito plantea al monje
hasta la hora de la colación. al silencio de la reclusa lo que san
rnín-
. , A com 32 Se .
£sta serenidad durante la Cuaresma, Regla 49

.í r^ aaff- I
s ££a ísas3f
istia sst
^
27
ó. .
i’
dición monástica oriental Cf García M . C°l°st ispi tuahd
í ' ’
f
í
^ k

lidad del monacato primitivo”, en Historia


IHsKnHr ái
i
pá gs. 580-582. , .n traduce
28 Sal. 75,3: “En la paz.” El texto oficial liturgicu
“en Jerusa 35 Tüfw &
lén ”. Ahora bien, Jerusalén = mansión de PaZ’ -11, BAC 220, pá gs. 608 609.
.
29 Is 66,2. momentos
sobre losdisUibnc la cria -
^ lotura
mucho en esta mutabilidad de
.
1 14,2. San Elredo insistecual vacio interior y el movi-
1
30 La reglamentación que aquí propone san cerca la 37 arranca su
de hablar y de guardar silencio sigue muy g¡a 42, 1 8 y * , con san Agust í n , de la
del tiempo propuesta por san Benito en su n ®

31 Éx. 32,6.
!
100 VIDA RECLUSA PARTE 101
PRIMERA
de salmos. Üsalos más bien en tanto alimenten tu espíritu .
42
ociosidad mediante una ordenada variedad de ocupaciones 38 y
proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del trabajo. Si comienzan a resultarte pesados, pasa a la lectura; si ésta te
cansa, haz oraci ón. Así, recurriendo al trabajo manual si
i estos ejercicios te hastían, refrescarás el espíritu con una saluda-
La oració n
ble alternancia y arrojarás la aced ía.
.

1
35. Desde el primero de noviembre hasta la Cuaresma, des -
canse, habida cuenta del cómputo del tiempo, hasta un poco
más de la medianoche y, levantándose entonces, rece las Vigi - La lectura y el trabajo
lias con el mayor fervor posible, como lo establece la Regla
de san Benito 3 B. 38. Concluidas las conmemoraciones, cuyo número deber á
36. Después de las Vigilias hará oración, que puede prolon - dictarlo más la devoción que la obligación de cumplir un
garla o abreviarla segú n se lo inspire el Espíritu Santo. Procu- propósito o un voto, dedicarás el tiempo que te quede hasta
re, sin embargo, que no le cause hastío la oración excesivamen- la aurora en alg ún trabajo manual acompa ñado de la recita-
te larga, porque vale m ás una oración breve, pero reiterada ! ción de salmos. Al clarear de la aurora rece los Laudes a ña-
muchas veces, que orar una sola vez prolongá ndose demasiado, diendo los himnos de Prima. Dicha Tercia, dediq úese al tra-
a no ser que la gracia del cielo alargue la oración, casi sin (
bajo manual hasta Nona. Despu és de la comida y la acción
advertirlo el que ora 40. de gracias, repita el prescrito ciclo, intercalando los ejercicios
37. Después de la oración rezar ás el oficio en honor de la espirituales entre el trabajo corporal hasta Vísperas. Tras un
Santísima Virgen 41, al cual a ñadirá s las conmemoraciones de i breve intervalo después de Vísperas, lea alguna cosa de las
los santos. Pero no te impongas una norma sobre el número Vidas de los Padres, de sus Instituciones o milagros con mayor
í recogimiento 43, para que, levantá ndose de la lectura con alguna
'
i compunción , rece las Completas con mayor fervor y se retire
44

a descansar modestamente con el pecho abrasado en el amor.


miento, de retorno a su plenitud en Dios. Cf . v. gr. SOner. 17, PL l k' • i
!

195, 431 B. I mismo no fue definitivamente admitida por el Capítulo general hasta
38 Una preocupación constante de los autores monásticos fue prevenir a el año 1378, y no llegó a ser diaria hasta 1656. Parece ser que la prá c-
los monjes contra los peligros de la pereza, a la que se puede prestar tica primitiva cisterciense consistía en recitar privadamente este oficio
la soledad monástica. Cf . “Los apotegmas antonianos”, 1, Cistercium despu és de la parte correspondiente del oficio canónico. Cf . Conrado
127 ( 1972 ) , pá g. 193; Hildemar, “Expositio Regulae”, en DS II, col. ff
i
d’Eberbach, Exordium magnum Cistercii, I, 27. Esto es lo que aquí
1937. En este mismo tratado previene varias veces san Elredo a la 8 prescribe san Elredo a su hermana.
$
reclusa contra este vicio; V, 33; V, 38. t 42 Hasta la introducción de la devotio moderna, las mejores f órmulas de
39 Regla 8,12. la oración cristiana y también monástica se tomaban de la Biblia,
40 Casiano, Inst. II, 10: “Creen ( los monjes ) que es más ú til hacer especialmente de los salmos. Los consejos que san Elredo da ahora
I
oraciones breves, pero muy frecuentes. Frecuentes, para que, rogando i a su hermana enlazan perfectamente con la mejor tradición cristiana
a Dios reiteradamente, podamos estar siempre unidos a Él; breves y monástica del primitivo Cister, cf . Guillermo de Saint-Thierry, Carta
para evitar con la concisión del pensamiento los dardos que el demo- j de oro, 65, p á g. 83.
nio suele asestar contra nosotros cuando nos hallamos en la oración”; 43 San Benito, Regla 42,5.
ed. Neblí n*? 15, pág. 69. Cf . también san Benito, Regla 20,4. 44 Un efecto muy típico de la lectio divina. Para que sea tal, es impor-
41 El oficio de la Virgen se extendió bastante en el monaquismo occi - tante descubrir sus efectos. No se trata de saciar una curiosidad o
.
dental a partir del siglo X ( cf Dom U. Berliere, Vascese bénédictine .
llenar la mente con el saber del erudito Debe llevar a excitar en el
.
des origines a la fin du XII? s , Maredsous [1927], pág. 49 ) . Sin em
bargo, este oficio, que no figura en la Regla, no lo pusieron en prác
-
-
espíritu una verdadera compunción, bien por el pasado o el presente
( del pecado), bien por el futuro ( del deseo ) . Cf . Jean Leclercq,
tica los cistercienses más que en privado. La recitación coral del Cultura y vida cristiana, Sígueme, Salamanca ( 1965 ) , pág. 43.
102 VIDA RECLUSA PAUTE 103
PRIMERA
39. La reclusa que no sepa leer entré guese con mayor dili- divina, no sólo a algunas personas determinadas oiS a ciertas
gencia al trabajo manual , pero de tal manera que, después
45
I categorías de hombres, sino a todos los cristianos .
los Profetas y el mismo Evangelio atestiguan
,

de trabajar un rato, suspenda el trabajo y, de rodillas, eleve 42. La Ley ,


alguna breve oración al Señor e inmediatamente reanude la su dignidad . En efecto, Moisés, siervo del Señ or, ayunó cua-
tarea. Esto mismo lo hará durante el tiempo consagrado a la renta días y cuarenta noches para hacerse digno de recibir la
Ley del Señ or . Del mismo modo el Profeta Elias, después
40
lectura y al trabajo; repita con frecuencia el Padrenuestro en
medio de sus ocupaciones e intercale algunos salmos que haya 1 de comer la torta cocida al rescoldo y beber el agua que le
aprendido de memoria. i ofrecía el á ngel, ayun ó cuarenta d ías y cuarenta noches, me-
reciendo entonces escuchar la voz del Señor . Nuestro mismo
4 5 50
40. Pero desde Pascua hasta el primero de noviembre ’ ,
levántese la reclusa de su sueñ o de tal manera que, terminados Señor y Salvador venció al tentador después de ayunar cua-
los himnos y oraciones nocturnas, tras un pequeño intervalo, i?
renta d ías y cuarenta noches, para acercarse entonces los á n-
6
comience Laudes, y luego se ocupará en la oración y el rezo deles a servirle \
o
de los salmos, hasta que haya clareado el d ía. Entonces inicie
Prima y la ofrenda de su trabajo cotidiano, hasta la hora de
Tercia. De Tercia a Sexta , lea. Dicha Sexta y tomada la refec- Consideraciones ascéticas sobre el ayuno
ci ó n , descanse en su lecho hasta Nona y a continuación co -
mience el trabajo manual hasta V ísperas. Pero después de 43. Es por tanto el ayuno un escudo impenetrable contra
Vísperas se entregará a la oración y al rezo de los Salmos, todas las tentaciones; un refugio saludable en toda tribulación;
cuidando de ordenar la hora de la colación de tal manera que un apoyo indestructible para nuestra oración. El mismo Cristo
pueda retirarse al descanso antes de la puesta del sol. Debe cui- proclamó su virtualidad cuando, interrogado por los apóstoles
darse siempre que la noche no domine por completo la luz del acerca de por qu é no habían podido arrojar al demonio apo-
d ía antes de retirarse a descansar, pues de lo contrario se derado del luná tico, respondió : “Esta clase de demonios no
debería seguir durmiendo a la hora de estar ya en vela .
47
puede salir más que con oración” 62 y ayuno.
44. Aunque el ayuno, sin el cual la castidad no estará segu-
ra, debe ser el compañero inseparable de la profesión monás-
tica, la observancia cuaresmal encierra además un sacramento.
Efectivamente, nuestra primera mansión fue el paraíso; la se-
VI . LA SAGRADA CUARESMA gunda es este mundo lleno de miserias; la tercera estará entre
La tradición bí blica
.
48 Cf . SIned . V, PC 5, págs. 83-84, san Bernardo, Serm 3 de Cuares -
ma, BAC 110, pá gs. 343-344; Serm. 7 de Cuaresma, 4, ibid ., pá g.
41. Debiendo tratar del tiempo de Cuaresma, me creo, en 367. Las consideraciones que aquí desarrolla san Elredo sobre el
primer lugar , en el deber de ponderar su importancia. Aunque -
simbolismo de la Cuaresma ( cf . SIned. V, PC 5 págs. 85 ss. ) se ins
son muchos los ayunos de los cristianos, el cuaresmal sobrepa- piran en los datos tradicionales; cf . J. Daniélou, “Le symbolisme des
sa a todos los dem á s porque lo promulga la misma autoridad -
quarante jours'\ en La Maison Dieu , n <? 31, pá gs. 19-33. Pablo VI
recoge y amplía estas mismas ideas tradicionales en la Encíclica
¡ 49 Éx. 24,18; 34,28.
-
Poenitemini, A AS. 58 ( 1966 ) , 177 185.
50 1 Re. 19,8.
45 San Benito, Regla 48, 23. 51 Mt. 4, 1-11.
46 Ib. 10,1. 52 Me. 9, 29.
47 Ib. 49,5
VIDA RECLUSA pplMERA PARTE 105
104

los espíritus angélicos en el cielo . Pues bien, estos cuarenta


, .
el aleluia. Y además, al obligarnos con
BS

,
Q
mas nguroso
d ías vienen a significar todo el tiempo que transcurre desde en este tiempo, se nos recuerda oue »n
que Adán fue arrojado del paraíso, hasta aquel d ía postrero
í
?
remos a la saciedad del pan celestial ^^ nUnCa Uega'
en que nos veamos totalmente libres de este destierro.

Consideraciones teol ó gicas k Prácticas cuaresmales

45. En la vida presente estamos sujetos al temor, a los


Se
tra
or
-
,
64 i 46. Por consiguiente, en este santo tiempo todo cristiano
bajos, al sufrimiento , arrojados de la presencia del ñ debe a ñadir algo a sus acostumbrados ejercicios B , y además
9

excluidos de los gozos del paraíso, privados del alimento tratará de vigilar la lengua y el corazón con mayor diligencia
la- i
celestial. Constantemente deberíamos tenerlo presente y con y fervor. Con mucha mayor solicitud deberá hacerlo la reclusa.
mentar este nuestro miserable estado , testimoniando Porque ella comprende tanto mejor la finalidad de este santo
nuestras obras que somos extranjeros y peregrinos en ,
el tiempo, al encontrarla expresada de un modo mucho mas
mundo . Mas por ser muy
6 B
arduo para la fragilidad humana significativo en su mismo estado de vida.
que
eligió el Espíritu Santo un tiempo determinado en el en - V 47. Por eso, anhelando agradar a Cristo de un modo más
pongan
podamos hacerlo y estableció que en la Iglesia
práctica ciertas observancias por las que seamos capaces
se
de
perfecto en estos santos días, renuncie a todo coloquio y con
sidere este tiempo como un día de bodas, para suspirar con
-
reconocer la razón de ser de este santo tiempo . As í , para toda la intensidad de su corazón por el abrazo con Cristo.
recordarnos que hemos sido arrojados del para íso y condena , al im-
- Frecuente la oración más que de costumbre; póstrese a los
dos a la muerte por causa del pecado, se nos repitendirigi
ponernos la ceniza , las mismas palabras que Dios ó a
pies de Cristo con mayor fervor, excite su compunción pro
nunciando el nombre de Jes ús dulcísimo con redoblada fre -
-
“ Eres polvo y al polvo fl 0
cuencia , suscite las lágrimas y guarde su corazón de toda
Adán cuando lo arrojó del paraíso: nos
volverás.” 58 Y para que sepamos que en este destierro se y dispersión.
niega la visi ó n de Dios , se extiende un velo entre nosotros 48. Terminadas las santas vigilias, ocupe en la oración y la
B7
.
el santo de los santos Aun mas, con el fin de recordarnos de
meditación el intervalo que separa la alabanza nocturna de la
la distancia que nos separa de la compañía de aquellos casa ala -
matinal 81, y, dicha Prima después de Laudes, apliq úese a la
quienes est á escrito : “ Dichosos los que viven en tu lectura y a la meditació n hasta Tercia. Una vez concluidas las
de alabanza , esto es , alabanzas de Tercia, entréguese fervientemente la reclusa al
bándote siempre” , omitimos el canto
B8

trabajo manual hasta la hora décima, intercalando de vez en


53 El P. Amadée Hallier ha estudiado detenidamente la importancia que
de san Elredo este triple estado del hombre: cuando breves oraciones. Celebradas las Vísperas, tome la
tiene en la doctrina comida después de las mismas y así espere a la hora de
para íso, destierro y retorno del pa ís de la desemejanza . Un éducateur
monastique: Aelred de Rievaulx, Gabalda, París ( 1950 ). Completas con el rezo de los salmos 68.
54 Sal. 30,23.
55 Heb. 11,13.
56 Gn 3,19 . durante la
59 San Benito, Regla 49,5
60 Esta frecuente invocación del nombre de Jes ús deja en el alma la
57 La costumbre de tender un velo entre el altar y la (nave de
Cuaresma estaba muy extendida en la edad media cf . Durando compunción del corazón y recuerda "‘la oración de
Jesús” tan tradi
cional dentro del monaquisino oriental: “Señor Jesús, ten misericordia-
Mende, Rationale div. o f f . I, III, 34 36 y VI, XXII,de
- 12 ) . Entre los
cistercienses se conservó hasta el año 1958. Cf . Usos < la Orden
de de m í que soy un pecador.”
los Cistercienses de la Estrecha Observancia ( 1928 ) , n ? 234. 61 San Benito, Regla 8,3.
62 Ib. 48, 14; 47, 7-8.
58 Sal. 83,5.
f
VIDA RECLUSA
106 PRIMERA PARTE 107
VII. LA ALIMENTACION VIII. EL VESTIDO
, tratar de
49. Me parece una redundancia, querida hermanade tus ali- 53. Conf órmese la8 reclusa con los vestidos necesarios para
proponerte una norma sobre la cantidad y calidad defenderse del fr ío \ Use pieles y vestidos de la misma cali-
tu anciani-
mentos, cuando ya desde la misma infancia hasta dad en el invierno. Para el verano, por el contrario, tenga una
, has
dad , que ahora debilita ya tus miembros , trataré de esta- t alimentado tu sola tú nica. En ambas estaciones tendrá dos camisas o esta-
cuerpo con extrema frugalidad . No obstante Ja
meñas de tejidos toscos. Que el velo de la cabeza no sea fino
un reglamento sobre este particular , en atenci ón a las P ni elegante, para no dar señales de que le gusta presumir por
blecer .
que en el futuro te parezca que pueda serles ú til la variedad de los colores. Calzado, escarpines y cáligas, tenga
50. San Benito concede al monje una libra de pan y una solamente lo que juzgue necesario. Y, como fiel guardiana de
hemina de vino , y nosotros no se lo negaremos a las reclusas su pobreza, procure tener incluso algo menos de lo que una
0S

más delicadas y de menor resistencia. Sin embargo ón más-


, es suma justa necesidad puede exigir.
mente provechoso, para las m ás jó venes y de constituci
robusta, abstenerse de aquello que pudiera embriagar. Abs-,
téngase la reclusa del pan blanco y de los manjares delicados
como si fueran veneno para su castidad. Alivie la necesidad CONCLUSION
de tal modo que quite el hambre y no sacie el apetito.
Así,
aquellas que puedan aspirar a una m ás perfecta abstinencia , 54. Querida hermana : a instancias tuyas he escrito lo que
una libra de pan y una colmada hemina de antecede sobre la formación del hombre exterior, atendiendo
conf órmense con
bebida, ya sea que hagan una o dos comidas al d ía . menos no tanto al fervor de los antiguos como a la tibieza de nuestros
tiempos, para proponer a las d é biles una forma de
51. Se servirá un plato de verduras o legumbres o al vida
con un poco de aceite , mantequilla o moderada, mientras dejo a las m ás fuertes en libertad para
de pasta de harinas ,
ón, y con aspirar a algo más elevado ° .
leche para suavizar la aspereza de la condimentaci
1 5

ello tendrá suficiente, aunque después vaya asemejante cenar. A la


cena tome un poco de leche , pescado o algo que
tenga más a mano y deberá conformarse con una porció n, a
la que añadirá fruta o ensalada si la tiene . Podr á tomar estos
alimentos aun cuando haga una sola comida al d ía. ,
52. Desde la Exaltación de la santa Cruz hasta Cuaresma
coma una sola vez al d ía a la hora de Nona . Pero en Cuaresma
romperá el ayuno después de terminar las Vísperas. Desde
Pascua hasta Pentecostés, a excepción de los d ías de rogativas
y la vigilia de Pentecostés, tome la comida a la hora de Sexta
y cene al atardecer. Este reglamento lo seguirá tambiény du -
rante todo el verano, excepto los mi é rcoles y los viernes los
días de ayuno. Cuando ayune en verano, en lugar de descanso la siesta
del mediod ía , conceda a su d é bil cuerpo un breve
entre Laudes y Prima. 64 Ib. 55
63 Ib. 39,40. 65 Ib. 73, 7; 64,17.
I PAUTE 109
SEGUNDA
SEGUNDA PARTE ley alguna. No es obligatoria decisivamente. Ni la urge ning ú n
recepto. Por eso dice el 9Señor en el Evangelio: “Quien pueda
Directorio ascético ¡ entender, que entienda.” Y ¿quién será capaz de entenderlo?
i Todo aquel a quien el Señor se lo sugiera y le dé los medios
r
para llevarlo a cabo.
57. Conf ía, pues, t ú que eres virgen, con todo el fervor
4¡í-
de tu coraz ó n este tu firme prop ósito al mismo que te lo ins-
piró. Pídele con oración vehementísima que la gracia te
10
V! ¡
Jv haga f ácil lo que resulta imposible a tu naturaleza.
58. Recuerda siempre qué precioso es el tesoro que llevas
dentro de un cuerpo tan frágil . Piensa en el premio, en la
11

gloria, en la corona que se te reserva si guardas fielmente tu


virginidad. Y, por otra parte, reflexiona sin cesar en el castigo,
en la confusión y en la condenación que te sobrevendrá n si
-fr llegas a perderla.
59. ¿Hay algo m ás hermoso que este tesoro con el que se
IX. VIRGINIDAD Y CASTIDAD compra el cielo, en el que se deleitan los á ngeles y que el mis-
mo Cristo a ñora con avidez hasta dejarse seducir para amarlo
55. Ahora escucha atenta y acoge mis3 palabras quienquie-
1
y premiarlo generosamente? ¿Cuáles son estas generosidades?
ra que seas que, renunciando al mundo , has elegido para ti Me atreveré a decírtelo yo mismo: Él en persona con todo lo
esta vida solitaria con el deseo de esconderte sin ser vista y suyo. De este modo el aroma de tu virginidad penetra hasta
12

quedar muerta al mundo , sepultada con Cristo .


3 4
los cielos; por eso el Rey queda prendado de tu belleza 13, el
56. Ante todo no dejes de considerar las razones por las que Señor tu Dios. Fí jate qué esposo has elegido; qué amigo has
debes preferir la soledad al trato con los hombres . “La vir-
5
aceptado. Es el más bello de los hombres 14, más refulgente que
— —
gen dice el Apóstol se preocupa de las cosas del Señor,
para ser santa en el cuerpo y en el espíritu.”8 Es este un sa-
0
el sol, más brillante que las estrellas. Su espíritu es más dulce
que la miel 15 y su heredad más que el panal que destila. En
crificio voluntario , una oblación espontánea . No la impone
7
la diestra trae largos a ños y en la izquierda honores y riquezas.
.
1 San Benito, Regla, Pról 1. 60. Él te ha elegido ya como esposa, pero sólo te coronar á
2 Ib. después de la prueba 16. Por eso dice la Escritura : “El que no
3 Mortua saeculo. Cfr. Obsemu, Vita Dunstani, 13, ed. Stubs, pág. 83;
san Padre Damián, Vita Romualdi, 64; PL 144, 1002; san Bernardo
Vita Malachiae, II, 14; Pedro el Venerable, Epist. I, 20. En los libros 9 Mt. 19,12.
pontificales, los ritos para “recluir” a una reclusa se toman en el 10 San Benito, Regla, Pról. 4.
siglo XII del oficio> de difuntos. Nota de C. H. Talbot en “The ‘De
11 Hemos traducido fragili vásculo por cuerpo frágil; se alude clara-
institutis inclusarum of Ailred de Rievaulx”, Analecta S .O. Cisterciensis,
VII ( 1951 ) , pág. 188. mente en el texto a 2 Cor. 4,7 y Gn. 2,7. San Agustín, refiriéndose al
4 Rom. 6,4; Col. 2,12. propio cuerpo, habla de lútea vasa portantes. Serm. 69,1
12 Cant. 2,1.
.
5 San Jeró nimo, Epí st. 125, a R ústico. 13 Sal. 44,12.
6 1 Cor. 7,32-34. 14 Sal. 44,3.
7 Am . 4,5. 15 Eclo. 24,27 ( Vulg. ) .
8 Comparación con los sacrificios de la Ley antigua y su trasposición 16 Sant. 1,12.
a la nueva; cfr. Rom . 12,1.
110 VIDA RECLUSA
SEGUNDA PARTE 111

es tentado, no es probado,
»
La virginidad es como el oro;
17
ncese de manchar su cuerpo virginal hasta con el m ás
j üé
la celda ser ía el horno; el fundidor, el diablo; la tentación, el
fuego. El cuerpo de la virgen es el recipiente de barro en el
que se vierte el oro para ser acrisolado. Pero si lo quiebra el
exceso de calor, el oro se derrama y ning ú n alfarero podrá ya
^ ve movimiento. Y agote todas sus energías en custodiar su
virginidad ; de este modo, á vida de la perfección de esta vir-
tud , será feliz en poder pasar hambre para conservarla y la
pobreza será toda su riqueza. Tema menoscabar su castidad
reparar el recipiente. en las comidas, en la bebida, en el sueño, en las conversacio-
61. Si la virgen medita incesantemente en este tesoro valio- , . nes; no sea que, por conceder m ás de lo debido a la carne,

sísimo de la virginidad que posee como un privilegio y que se ponga las armas en manos del enemigo y despierte al enemigo
pierde sin posible recuperación, lo cuidará con la má xima dili- oculto.
gencia, vigilancia y temor. Piense sin desfallecer en el tálamo 63. Al sentarse a la mesa , siga pensando en el encanto de la
para el que se está preparando y en el abrazo para el que se continencia y aspire de tal manera a la perfección que le
dispone. No quite de su memoria al Cordero a quien debe repugne la comida y deteste la bebida. Tome lo que necesite
seguir a dondequiera que vaya 18
. Contemple a la bienaventu- como si fuera un tormento, confundida y disgustada y hasta
rada María, la hermana de Moisés, , que abre el cortejo de
19
con lágrimas alguna vez.
los coros de vírgenes y entona el melodioso cá ntico que sola- ~tr 64. Cuando tenga que hablar con alguien, tema siempre
mente pueden cantar los ví rgenes de ambos sexos , de quienes escuchar algo que perturbe aun levemente la paz de su alma .
está escrito: “Estos son 20los que no se mancharon con mujeres, Y esté siempre segura de que le abandonará la gracia si pro-
porque son vírgenes.” No creas que este texto se refiere fiere una sola palabra menos honesta.
únicamente a la unión del hombre con la mujer o de la mujer 65. Al acostarte, encomienda a Dios tu inocencia. Ármate
con el hombre. ¿Acaso no es considerada como la peor de las con la señal de la cruz y recorre en espíritu toda tu jornada.
infamias el crimen detestable por el que el hombre apetece a ¿ Has herido la mirada de tu Señor de palabra , obra o deseo?
la mujer y ésta al hombre? También sin el contacto carnal ¿Te has dejado llevar de la ligereza, la ociosidad o la negligen-
puede corromperse y violarse la virginidad , cuando la pasión cía en tus deberes? ¿ Has sobrepasado los límites de la necesi-
violenta que abrasa la carne se apodera de la voluntad e infla- dad , abrumando tu cuerpo con excesiva comida o bebida? 23

ma los miembros. Si descubres que te has dejado sorprender por alguna cosa de
62. Debe recordar siempre la virgen que todos sus miembros éstas, laméntalo seriamente y golpea tu pecho, en este último
está n consagrados a Dios
21
, incorporados a Cristo y entregados sacrificio del d ía 28, para conciliar el sueño reconciliada con
al Espíritu Santo. Y debe considerar como algo indigno el tu Esposo.
hecho de vender a Satanás lo que pertenece a Cristo. Aver- 66. Si te despiertas sobresaltada y sientes alguna excitación,
o por la torpeza del sopor, o por la astucia del tentador; si el
sagaz enemigo irrumpe entre sue ños con diversos pensamien-
17 Flp. 3,18. tos contra la serenidad de tu pudor, sugiriéndote supuestos
18 Ap. 14,4.
19 Se trata aquí de la Madre del Señor , de quien era figura Mar ía, la
hermana de Moisés, Éx. 15,20 ( cfr. san Ambrosio, De virginibus II, 22 Expresión tomada de san Agust ín, De natura et gratia 38,45, PL 44,
ii, 17, PL 16, 211 B ) . 269, BAC 50, pá g. 877, donde se enumeran “los pecados de los justos”.
20 Apoc. 14,4. “ Mas como muchas veces el pecado se introduce furtivamente y por
21 Este pá rrafo puede considerarse como el fundamental en estas pro - inadvertencia en cosas muy leves, ni aún los justos estuvieron exentos
lijas consideraciones sobre la castidad . La razón fundante del tesón de él.” En t érminos generales se alude aqu í a los capí tulos 39 y 40
en la guarda de la virginidad es la relación que tiene el cuerpo del de la Regla de san Benito.
bautizado con las tres personas de la Trinidad. 23 Sal. 140,2 .
i

112 VIDA RECLUSA


SEGUNDA PARTE 113

placeres e infundié ndote horror a la dureza de tu género de conseguirlo . Son éstos los que desean ser castos en medio
30

vida, trae a tu recuerdo a tantas vírgenes que en su edad más de los placeres, continentes andando de banquete en banque-
tierna triunfaron tan valerosamente contra el desalmado ene- te, carecer de tentaciones entre las familiaridades con los jóve-
migo. Piensa en santa Inés \ que despreció como si fuera
2
nes, hartarse de excitantes en comilonas y embriagueces , 30

estiércol 25
el oro , la plata , los vestidos más lujosos, las joyas sin encenagarse; retener en su seno ascuas encendidas, y no
más preciosas y todas las vanidades de la gloria mundana. quemarse . ¿ No
31
es muy dif ícil o más bien imposible? Tú
Feliz ella, que convirtió el lupanar en oratorio y mereció que misma lo puedes juzgar .
el á ngel en cuya compa ñía entró en aquel lugar, inundase de
luz las tinieblas para herir de muerte al que atentó contra su
pudor. Por tanto, si t ú también oras y empu ñas las armas de 4
tus lá grimas para resistir al provocador del placer, ciertamente X. CONFIDENCIA DEL AUTOR
acudirá a tu casto lecho el á ngel que se dejó ver en el burdel.
No es extraño que el fuego material fuera incapaz de abrasar
a santa Inés, puesto que en ella se habían extinguido las llamas
70. Sé yo de un monje 32 que al principio de su vida monás
tica hubo de temer seriamente por su castidad debido a los
-
de la carne por el fuego devorador de su amor. incentivos naturales, a la violencia del vicio inveterado y a las
67. Siempre que te resulte más violento el ardor de las T sugestiones del astuto tentador. Entonces se enfrentó seriamen-
pasiones y cuando el espíritu del mal te sugiera algo ilícito, te consigo mismo y, odiando encarnizadamente a su propia
recuerda que está presente dentro de ti el que escudriña los carne, nada le apetecía sino afligir a su cuerpo. Por eso lo
corazones y las entra ñas 26, viendo todo lo que haces y pien- maceraba con ayunos, le negaba hasta lo estrictamente nece-
sas 27. Ten , pues, un santo respeto al á ngel que, como firme- sario y reprim ía de esta manera hasta los más leves movimien-
mente lo crees, te asiste y respóndele al tentador: “Tengo por 4
tos. Pero se debilitó en tal extremo que se vio obligado a ser

amante al á ngel del Señor, que protege mi cuerpo con celo más indulgente consigo mismo. Y de nuevo la carne recuperó
extraordinario.” 28 i
su dominio para perturbar la paz que ya creía definitiva. Se
68. En esas dificultades reforzarás tu empuje batallador con arrojaba al agua helada y, aterido, salmodiaba en ella y oraba
una abstinencia más rígida, porque cuando se aflige mucho a T durante algunos momentos. Otras veces, al sentir el apetito
la carne, no puede subsistir complacencia alguna. de lo ilícito, se restregaba con ortigas; así sofocaba un incendio
69. Que nadie se haga ilusiones, ni se jacte, ni se enga ñe. | metiendo otro en la piel de su cuerpo.
Solamente se puede ser casto por puro don de Dios: nunca 71. Viendo que tampoco esto era suficiente, porque a pesar
puede el hombre atribuirse a sus propios méritos esta gracia, de todo arreciaba vivamente el espíritu de fornicación, recu-
porque es un gesto gratuito de Dios. Sin embargo, Dios juzga rrió a lo único que le quedaba por hacer: postrado a los pies
indignos de este don a los que no hacen ningú n esfuerzo por de Jesús, suplicó, sollozó, suspiró, rogó, y pidió que le quitase
la vida y lo curase. Y sin cesar exclamaba : “ No me iré hasta
que me bendigas.” 33 Experimentó en seguida algún alivio,
24 San Ambrosio, De virginibus I, ii, 5-9, PL 16, 202. La alusión es
directa al Breviario Cistercí ense . Lecciones del II nocturno en la 29 San Jerónimo, Epist . 52, a R ústico; Gregorio Magno, Dialog . III , c.
fiesta de santa Inés. VII; Giracio Cambrense, Gemina eccles. dist. II, c. XV.
25 Flp. 3,8. 30 Rom. 13,13.
26 Apoc. 2,23. 31 Prov. 6,27.
27 Alusión a la Regla de san Benito en el primer grado de humildad, 32 Se trata del mismo san Elredo; cfr. SOner . 23, PL 195, 454 y Spec.
7, 13.14. 1,28, ibid ., 532-533.
28 Breviario Cisterciense, antífona de Prima en la fiesta de santa Cecilia. 33 Gn. 32,26.
VIDA RECLUSA SEGUNDA PARTE
115
114

pero no consiguió la paz. Porque se amortiguaron un poco los simo manantial de la sabiduría. En ellas se delatan los rasgos
incentivos carnales, mas le invadieron los afectos ilícitos. ¡Dios , de las sugestiones diabólicas y despiertan el instinto previsor
m ío, qué cruces y qué tormentos hubo de soportar el infeliz!
í
hasta conseguir desviarlas. Nada es tan eficaz para eliminar
Hasta que por fin se le infundió el don de la castidad para t los pensamientos ociosos y reprimir los obscenos como la me-
ditación de la palabra de Dios . Será algo tan familiar para la
38

superar todas las voluptuosidades que se pueden sentir o ima- -“ r


ginar. Y aun entonces el tentador lo abandonó solamente por virgen que, aun pretendiendo lo contrario, le resulte imposible
cierto tiempo \ Incluso ahora en su vejez, con una continua
3
meditar otra cosa. El sueñ o debe sorprenderla pensando en las
enfermedad que le ha sobrevenido, tampoco se siente muy Escrituras
a
.0
Sean tambi én ellas su primer pensamiento al des-
y en el momento de dormirse fije en su memoria algu-
seguro .35 pertarse
72. Resulta , por otra parte, repugnante la obscenidad de los na sentencia de las mismas para que ocupe sus sueñ os.
que, envejecidos ya en el vicio, ni aú n así consienten en sepa- !
rarse de la compañía de personas sospechosas . Todavía les
se

queda la deshonestidad en la voluntad y ni siquiera con los XII . LA FALSA DISCRECION


años se aquietan sus deseos, a pesar de que la impotencia les
niegue su satisfacción. Deberían analizar su sinceridad, por- - *
74. Pero algunos desisten de estos saludables ejercicios por -
que, dada su malicia, por ocultar un pecado, pueden cometer i
que temen caer enfermos por la excesiva abstinencia o por la
dos. De hecho, las ilusiones nocturnas sorprenden a veces a los prolongación de sus vigilias. Creen que entonces serían una
que está n ya casi decré pitos y con frecuencia este secreto vicio carga para los demás, con el consiguiente sufrimiento inagota -
ataca a la ancianidad ya consumada.
"
r
ble para sí mismos.
38 El término meditatio conserva aqu í el mismo sentido que tuvo en la
antigua tradición monástica : ‘‘Para los antiguos, meditar es leer un
XI. MEDITACION DE LA PALABRA DE DIOS texto y aprendérselo de memoria, en todo el sentido de la palabra ,
es decir, poniendo en ello todo su ser; su cuerpo, pues lo pronuncia*
la boca ; la memoria, que lo fija; la inteligencia , que comprende su
73. Por estas razones, yo quisiera, mi querida hermana, que sentido; la voluntad , que aspira a ponerlo en pr áctica ” ( J . Leclercq,
t ú jamás te creas inmune, sino que temas siempre y desconf íes Cultura y vida cristiana, Sígueme, Salamanca [1965], pág. 29 ) . Cf .
de tu fragilidad. Como tímida paloma, m írate en la tersura de Guillermo de Saint-Thierry, Carta de oro, Studium, Madrid ( 1968 ) ,
las aguas 37 y descubrirás en ellas, como en un espejo, la silueta pá g. 86 : “Por eso en la lectura diaria base de procurar que quede
del ave rapaz. Así estarás siempre sobre aviso. Esas aguas cris- siempre algo en el fondo de la memoria, para que, bien asimilado,
sea, a la mera evocación de su recuerdo, frecuentemente rumiado, un
talinas son las sentencias de la Escritura que brotan del limpí- pasaje . . . mueva el ánimo, para que así no se detenga en vanos
34 Le. 4,13. pensamientos”; pá g. 90: “Cuando vayas a dormir, llévate en la me-
35 San Elredo alude a la enfermedad que según la Vita de Walter Daniel moria o en el pensamiento algo con lo cual duermas plácidamente,
lo aquejó durante los diez últimos a ños de su vida: artética passione, que a ú n a veces favorezca el sueño . . .” La f órmula Honestae vitae
o artritismo, que, a pesar de sus agud ísimos dolores, descritos por el ( anón. ) PL 184, 1170 C: “Que te sorprenda el sueñ o rumiando sal-
monje de Rieval con gran realismo, él menciona discretamente con mos, a fin de que durmiendo sue ñes que recitas salmos.” Este ince-
dos palabras: senectuti morbus, y sin especificarla. Precisamente du- sante “rumiar ” las Escrituras es uno de los aspectos esenciales de la
rante esta postrera fase de su vida, cuando ya se ve impedido para espiritualidad mon ástica, cf . por ej., J . Casiano, Col . I , 17, SC 42,
pá g. 98 ( Pichery ) e Inst . II, 14-15, CSEL, XVII, 29-30 ( Petshenig ) ;
moverse de su celda, redacta, entre otros, el tratado sobre la reclusa. .
san Jerónimo, Epist . 22, 37; Cesáreo de Arles, Stat . inclus 22, etc., etc .
Cf . F. M. Powicke, o.c., pág. 39. 39 San Jer ónimo, Epist ., 22, a Eustoquia, 17; id ., Epist . 125, a R ús-
36 San Jer ónimo, Epist . 12, a Eustoquia , 14. tico, 11.
37 Eclo. 39,17 ( Vulg. ) .
116 VIDA RECLUSA PARTE 117
SEGUNDA
sus pensamientos que parecía exagerado
75. Una bonita excusa que brota de nuestros pecados. Son nuloso para controlar
pocos, poqu ísimos, los que hoy se dejan consumir por un exce - en extremo . De pie, sentado o andando, siempre estaba con la
clavados en el suelo, como si, lleno de
sivo fervor. Todos somos muy discretos, muy previsores y muy cabeza baja y los ,ojos ante el tribunal de Dios \
4

prudentes. Desde lejos olfateamos el combate y antes de espanto y temblor compareciera


sentir sus sí ntomas, ya nos aterra la posible enfermedad. Es
;

Con estas armas triunf ó victorioso sobre el enemigo. Y después


ese terror el que nos impide incluso percatarnos de la debili - . .í-
í
'
de haber soportado una grav ísima enfermedad del estómago,
muerte tras lentísimo agotamiento,
dad que aqueja a nuestra alma. ¡Como si el fuego de la pasión cuando llegó la hora de“ su
no fuera tan insoportable como el dolor de los sentidos! ¡Como exclam ó simplemente : Deja , que ya viene Jes ús.”
si no fuera mucho mejor eludir la incontinencia gracias a la 77. Esto no te lo digo para que prescindas de toda discre-
habitual mortificación de la carne, que convertirnos en escla - i ción , porque ésta es la madre y el apoyo de todas las virtu-
vos del cuerpo para poder conservarlo sano y robusto! ¿Qué k des 44, sino para que sometas a un fuerte control todo lo que
importa todo lo dem ás si con la abstinencia y la debilidad fomenta el vicio: la gula, el sueñ o, la molicie, la familiaridad ,
logramos reprimir la soberbia de la carne y guardar la casti - estrato con mujeres y afeminados. Pues con frecuencia , bajo
— — la falsa razón de la discreción, estamos encubriendo la búsque-
; U

dad? “Pero hemos de temer la debilidad se dirá , no sea


que por el pretexto de nuestra enfermedad acabemos cayendo da del placer.
en los halagos del placer.” ¡Por supuesto! Cuando uno se
4U
78. La verdadera discreció n consiste en anteponer el alma
al cuerpo . Y cuando ambos se encuentran en peligro, pero
45
encuentra d ébil y enfermo, cuando se retuercen las entra ñas
y el estómago se reseca, el m ás exquisito manjar causa m ás no puede conseguirse la salvación del alma sin perjuicio del
bien repugnancia y no proporciona ningú n deleite. cuerpo, despreciarlo a éste por salvar el alma.
76. Conocí a uno que, desde su adolescencia, dominado
41 79. Todo lo que antecede te lo he expuesto para que veas cuál
por la fuerza de los h á bitos contraídos, no pod ía dominarse . T debe ser tu solicitud en conservar la castidad . La cual, a pesar
Volviendo sobre sí mismo, comenzó a sentir verg üenza, el *v

de ser la flor y el aliñ o de todas las virtudes, sin la humildad,
corazón le ard ía por dentro y pensá ndolo se requemaba * 4
. se seca y marchita.
Para su salvación, se rebeló contra sí mismo, arremetió impe
tuosamente contra su propio yo y, declarando la guerra a su
-
cuerpo, le negó incluso hasta lo que juzgaba necesario. Así L
la superficialidad cedió su puesto a la gravedad , la locuacidad XIII. LA HUMILDAD
al silencio. Nadie lo vio ya más bromear o reír; a nadie volvió
a entretener con sus conversaciones ociosas. Tanto aborreció 80. Esta virtud es el fundamento sólido y seguro de todas
y despreció los consuelos mundanos y cuanto juzgaba como las demás. Todo lo que se levante sin la base de la humildad
concesiones a la carne, que nunca se permitió deleite alguno está abocado a la ruina. El origen de todo pecado es la sober-
en la comida o en la bebida. Era adem ás tan solícito y escru - bia 46 que arrojó del cielo al á ngel y del paraíso al hombre.
De este funesto tronco brotan muchas ramas. Pero pueden
40 San Gregorio Magno, Hom . In S . AndrPL 76, 976 .
41 Se trata probablemente del amigo de quien habla en De Amicitia 3 43 San Benito, Regla 7,63-64.
44 Casiano, Col . II, c. IV.
spirituaii. Studium, Madrid ( 1969 ) , III, 145, pág. 123; III, 199,
pág. 147, y a quien se debe identificar con Godofredo de Dinan 45 Podrá parecer extra ñ a esta concepció n de la discreción; para mati-
( cf . F. M. Powicke, en Walter Daniel , The Life of Ailred of Rievaulx , zarla hay que manejar otros textos. Cf . Ch. Dumont, “ L’équilibre
Intr ., pág. LXVII, y J. Dubois en Vamitié spirituelle, intr., pág . humain de la vie cistercienne d’apres le Bx. Aelred de Rievaulx”, en
LXXXVIII . Collectanea OCR XVIII ( 1956 ) , págs. 188-189 y las notas de 33 a 35.
42 Sal. 38,4. 46 Eclo. 10, 15.
118 VIDA RECLUSA PARTE 119
SEGUNDA
reducirse a dos, que son las más importantes: la soberbia car-
nal y la soberbia espiritual. La carnal se enorgullece por lo debe destellar la maravillosa
galas
gama de los colores, prestá ndose
, y así los que de suyo lucen menos,
mutuamente sus
carnal y la espiritual por lo espiritual. A su vez la carnal se con los otros. Nada tan espléndi-
subdivide en otras dos especies: la jactancia y la vanidad . Cae brillan más por su contraste
do como la combinaci ó n de la humildad con la castidad. Nada
en vanidad la sierva de Dios cuando interiormente se gloría f deslumbrante como el conjunto resultante entre la senci -
de su nobleza de nacimiento 4 T, cuando se engríe por haber tan
llez y la prudencia. Nada tan agradable como la alianza de
preferido la pobreza a las riquezas a imitación de Cristo, cuan - int
'

la misericordia con la justicia .


Nada tan útil como la mezcla
do cae en el af á n de adornar el interior de su celda con una de la moderación con la fortaleza. Pon los ojos de tu alma en
elegancia rebuscada , o de cubrir las paredes con cuadros y f
iH! esta bella armon ía y con todo tu empeño transládala también
orfebrerías, o de colocar en el oratorio muchas imágenes y .
a tu alma Si le añades el brocado de oro, tendrás ya tejida
tapices. Todo ello debes evitarlo por ser contrario al espíritu la t ú nica multicolor 53
, para que tu Esposo te contemple con
de tu profesión. toda su complacencia. El borde inferior es el remate del ves-
81. Pues ¿con qu é rostro puedes gloriarte de tus riquezas o tido *\ Y el remate de la ley es la caridad de un56corazón lim-
de tu alcurnia si pretendes ser esposa de quien, siendo rico, pio, de una conciencia recta y de una fe sincera .
se hizo pobre al escoger una madre pobre, una familia pobre, 84. Esta debe ser tu gloria. Esta tu satisfacción: dentro, no
una pobrísima morada y la abyecció n del pesebre? Tampoco fuera; en las verdaderas virtudes, no en las imágenes y lienzos.
debes envanecerte de haber preferido el Hijo de Dios a los
Ai
hijos de los hombres, de haber despreciado esta carne repug- .

nante por el encanto de la virginidad , de haber cambiado XIV. PARALELISMO ENTRE LA VIDA CRISTIANA
lo que terminará en el estiércol por los tesoros y delicias Y EL TRABAJO DEL LINO
eternas del cielo. -r
82. Si te glorías, glor íate en el Señ or , sirvié ndole con te-
48 85. Cubre tu altar con manteles de lino. Su misma blancura
mor 49. No querría que buscaras, por una falsa devoción, esa te recordará la castidad y simbolizará tu sencillez. Ten presen-
gloria de las pinturas e imágenes, de las tapicerías llenas de te el trabajo y el procedimiento a que es sometido el lino para
pá jaros, animales y flores. Todo eso solamente es propio de ral, de los cistercienses. Cf . Spec. II, 24, PL 195, 572 C: ‘‘Por lo
quienes, por no tener nada de qué gloriarse en su interior, tanto, toda belleza excesiva atañe a la curiosidad exterior.” Cf . 1 Cor.
buscan fuera algo en qué complacerse. 1,12. Este texto, relacionado con el Sal. 44,14 ( versión de la Vulg. )
83. Toda la gloria de la hija del rey está dentro de su espí- lo utiliza san Bernardo para ilustrar la misma doctrina, Serm. XXV
in C ántica , 7, BAC, Madrid ( 1955 ) , págs. 167-168: “Con razón, los
ritu, en sus vestidos de perlas y brocados 50. Sí; tú eres ya santos han menospreciado siempre el ornato y cuidado superfluo del
la princesa, pues eres la esposa del Hijo del Rey y has escu- hombre exterior, que es corruptible, poniendo toda su solicitud y
chado la voz del Padre, que te dice: “Escucha, hija, mira: incli- dándose por entero al cultivo y omato del interior, hecho a la imagen
na el oído.” 51 Por eso toda tu gloria debe ser interior. Haz que de Dios y renovado de día en día . . . Por eso toda su hermosura está
consista en el testimonio de tu propia conciencia 6 a. En ella dentro de ellos mismos, sin parecer por fuera. Esto movió a decir al
Apóstol: ‘Toda nuestra gloria está en el testimonio de nuestra con-
47 San Jerónimo, Epist . 22 , a Eustoquia , 27. ciencia . . / Cierto que esta gloria que reside en lo interior no es
48 1 Cor. 1,31. menguada cuando el Señor de la gloria se digna gloriarse de eso
49 Sal. 2,11. seg ún las palabras de David: ‘Toda la gloria de la hija del Rey está
50 Sal. 44,14. dentro / ”
51 Sal. 44,15. 53 Gn. 37,3.
54 San Isidoro de Sevilla, Etymol., 24.20.
52 Este deseo de interioridad que se manifiesta aquí y en el párrafo 55 1 Tim. 1,5.
siguiente, es caracter ístico de la espiritualidad de Elredo y, en gene» 1
'
VIDA RECLUSA
120 SEGUNDA PARTE 121

quitarle el color de la tierra en que creció , hasta darle una


50
sías . Solamente pondrás en tu altar una imagen de tu Salva-
80

blancura digna del altar y del Cuerpo de Cristo. Todos nace- dor colgado de la cruz. Con ella evocarás su Pasión para que
mos con ese color de la tierra , pues en la culpa nací y peca - la imites. Sus brazos abiertos te invitan a estrecharte con Él
dor me concibió mi madre . para deleite de tu alma. Y de su pecho descubierto brota su
67

86. Lo primero que se hace es sumergir el lino en el agua. íntima dulzura para consolarte profundamente.
Tambi é n nosotros fuimos sepultados con Cristo 58
en las aguas 90. Y si lo deseas, puedes colocar al pie de la cruz la ima-
bautismales. Con ellas se lava el pecado , pero no se cura la
algo
gen de la Virgen, Madre del discípulo amado que se mantuvo
enfermedad . Por la remisió n de los pecados blanquea virgen, para que contemples gráficamente la grandeza de la
nuestra alma , pero no se nos quita del todo el color de tierra i- virginidad de ambos sexos, pues la consagró en su Madre y en
a causa de la corrupción natural que a ú n después permanece. 1L el discípulo a quien m á s amó. Pendiente de la cruz, los unió a
Al sacarlo del agua, el lino se queda seco. De la misma manera los dos hasta el extremo de darle a ella como madre a su
es menester que después de las aguas bautismales se quede discípulo y a él como hijo a su Madre 81. ¡Qué afortunado has
libre el cuerpo de los humores ilícitos por medio de la abs- sido, Juan, gracias a este testamento! Pues mediante un docu-
tinencia. mento auténtico se te ha encomendado la mayor gloria del
87. Luego se golpea el lino con mazas. También nuestra género humano, la esperanza del mundo, la joya del cielo, el
carne es atormentada en el batá n de interminables tentacio- refugio de los que viven en la miseria, el solaz de los afligi-
nes. Después se desbasta con punzas de hierro para despojarlo dos, la reconciliación de los desesperados, en fin, la Señora
de toda materia superflua. Así nosotros, pulidos por el rigor del mundo y la Reina de los cielos 8a.
de la Regla, apenas si podemos quedarnos con lo necesario. Se 91. Las imágenes deben ser, por tanto, un estímulo del amor,
le aplican luego unos punzones más delgados que lo dejan más no . una exhibición de la vanidad. Todas las cosas deben llevar-
fino, como nosotros, vencidas ya las más violentas pasiones con nos a la unidad, ya que una sola cosa es necesaria 8S. Esta
un rudo esfuerzo, nos purificamos de los pecados más leves y unidad no se encuentra más que en el Único, junto al Único
cotidianos mediante la confesión sencilla y la satisfacción. y con el Ú nico, en el cual no hay cambio alguno ni sombra
siquiera de mutabilidad e \ Quien se une a Él se hace un mismo
88. Es entonces cuando los hiladores lo estiran en largos
filamentos. También nosotros nos lanzamos tensos hacia ade - espíritu con Él 85, entra en el Único que es siempre idéntico
lante por la incansable firmeza de nuestro ánimo . Y por fin ,
60 Los ataques tan fuertes de Elredo y de todos los cistercienses contra
para darle al lino un acabado perfecto, se lo somete al fuego
y al agua. De la misma manera nosotros habremos de pasar se deben tal vez al sabor hermetista, muy en boga en esta época.
.
las imágenes y la ornamentación en general de la arquitectura, etc ,

por el fuego de la tribulación y el agua de la compunción ,


60
Cf. Fulcanelli, El misterio de las catedrales, Esplugat de Llobregat,
para llegar a la sazón de la castidad. Barcelona ( 1971 ) .
.
61 Jn 19,27.
89. Esto es lo que deben sugerirte los ornamentos de tu 62 Se encuentra un texto de análoga estructura litánica en Serm. VIH
oratorio, en vez de llenar tu imaginación de ridiculas fanta- in Annunt PL 195, 581 C-D.
63 Le. 10,42. La unidad es uno de los temas de nostalgia mística más
-
evocados por Elredo. De origen neo platónico, esta concepción llega
a Elredo a través de san Agustín. También en Isaac de Stella se re
duda, una de las
56 Elredo conocía bien el trabajo del lino; era, sinla materia en Serm . gistra esta misma evocación en muchos momentos de sus -
sermones.
industrias de R íeval. Cf . otro detalle técnico sobre Serm. XII, II para el III Dom. de Epif . en Cistercium XXV ( 1973 ) ,
. .
XXV de B.V M y PL 195, 360. pág. 224; Serm. V.S.C. 130, pág. 156, y Serm. IX, ibid., pág. 212.
57 Sal. 50,7. 64 Sant. 1,17.
58 Rom. 6,3-4. 65 1 Cor. 6,17.
59 Sal. 65,12.
122 VIDA RECLUSA PARTE 123
SEGUNDA
en sí mismo y cuyos años no tienen finofl. Esta adhesión se
realiza por la caridad, franja y reborde del atavío espiritual. decir: ¿de qué manera, sino se me permite poseer lo más
insignificante para distribuirlo a los pobres?
96. Hazte cargo, muy querida, de tu estado de vida. Eran dos
hermanas, Marta y María. Una estaba muy ocupada y la otra
XV. LA CARIDAD totalmente ociosa. Una daba , la otra ped ía. Marta se desha-
71

cía en atenciones y María fomentaba el amor. Y no se agitaba,


92. Porque este vestido de bodas, entretejido por todas las no andaba por todas partes, no se inquietaba por agasajar a
virtudes, debe ir rematado con los galones de oro de la caridad . los comensales, no le preocupaban los quehaceres de la casa,
Efectivamente, la caridad abarca las demás virtudes y las ni escuchaba las llamadas dea los pobres: sentada a los pies de
Jesús, recogía sus palabras .
7
reduce a la unidad ; les comunica su propio fulgor y, unificá n-
dolas entre sí, permite que mediante las otras virtudes podamos 97. Esta es, hermana querida, tu suerte. Muerta al mundo y
adherirnos al Ú nico, de forma que todas juntas constituyan escondida, debes hacerte sorda a sus voces y enmudecer tu
una sola virtud. lengua. No debes derramarte al exterior, sino recogerte. Tú
93. La caridad se desdobla en amor a Dios y en amor al no eres para vaciarte, sino para llenarte. Que Marta cumpla con
pró jimo. Y el amor al pró jimo implica dos cosas: la inculpabi- su misió n; nadie le niega que la suya sea buena, sino que es
lidad ( no hacer da ñ o a nadie ) y el servicio ( hacer bien a
07 encomiada la de María por ser mejor. Porque, ¿quié n es la
todos los que se pueda ) . Porque está escrito: “ No hagas a que protesta? Marta contra María . De la misma forma son los
otro lo que no quieras para ti.” En esto consiste la inculpa-
08 del mundo, quienes, aun pareciendo los más afortunados, envi-
bilidad o inocencia. Pero el Señor a ñade en el Evangelio: diarán tu vida; y no tú la suya.
“Cuanto quisiereis que os hagan los hombres a vosotros, ha- 98. A ellos les corresponde distribuir las limosnas, porque
cé dselo vosotros a ellos.” Este es el espíritu con el que se
60 son ellos los que poseen los bienes de este mundo o tienen la
presta el servicio del bien. misión de administrar los bienes de la Iglesia. Los obispos, los
94. Veamos ahora cómo puedes poner t ú en práctica la cari- sacerdotes y los clé rigos disponen de lo que los fieles entregan
a las iglesias, no para retenerlo ni poseerlo, sino para distri
dad en estos dos aspectos. En primer lugar no debes hacer el
buirlo. Todo lo que reciben es de los pobres, de las viudas, de
-
mal a nadie, ni deseárselo. Lo primero te resulta muy sencillo,
porque es materialmente imposible que perjudiques a ninguno, los huérfanos y de los ministros del altar, para que vivan del
a no ser con tu lengua. Lo segundo tampoco te será muy altar. Pero las donaciones que se hacen a los monasterios
dif ícil, si permaneces fiel a tu profesió n, si amas el desprendi- para usufructo de los siervos de Cristo deben confiarse a la
miento que corresponde a tu estado. Pues a nadie puede que- administración de personas determinadas. De tal manera que,
rer mal una persona que carece de toda ambició n, que no después de atender a las necesidades de los hermanos _ j, no se
tiene apego a nada que pueda ser arrebatado y a la cual
70 acumule lo sobrante en las arcas; al contrario sea distribuido
nada se le puede quitar porque nada lleva en su corazón. entre los huéspedes, los pobres y los peregrinos. Esta es la
95. En consecuenca, debes querer bien a todos y hacerles obligación que compete a los que tienen la misión de Marta;
todo el bien que puedas. Pero con toda la razón me podrás no a los que han sido liberados como María, para entregarse
66 Sal . 10L28.
67 Innocentia ; cf . Spec. III, 5, PL 195, 581 C-D.
68 San Benito, Regla 4,9; 61,14; 70,7; cf . Tob. 4,6; Mt. 7,12; Le. 6.3. 71 San Agustí n, Serm . CIV, PL 38, 616 ( Brev . Cisterc ., In Assumpt.
69 Mt. 7,12. ad . Vig lect. in III Noct. ) .
70 Cf . Spec. I, 31; PL 195, 534 D-535 A. 72 Le . 10, 38-42.
124 VIDA RECLUSA
SEGUNDA PARTE 125
al santo ocio 73 de la contemplación. Por eso los "claustrales» 7 4
no deben dedicarse al servicio de los pobres, ni dar acogida que- te despediste por completo del mundo y por ello ya no te
a los huéspedes, puesto que ellos no deben preocuparse del es lícito, no sólo poseer las cosas del mundo, sino incluso ver y
ma ñana 75 ni encargarse del sustento diario. Ellos son los que escuchar las cosas y vanidades del mismo. Si nadie te entrega
saborean las mieles del espíritu. Y los que son incapaces de nada, ¿de dónde lo vas a sacar para hacer la caridad? No
valorar esta vocación 76, que se revuelquen en el estiércol Por . obstante, si algo tuyo tienes por tu trabajo, entrégalo a los
que son como animales con cuyos excrementos se cubre el- pobres; pero no tú directamente, sino por mediación de otros,
perezoso 77. Cuando ven a otros ocupados en los asuntos mate y si tu sustento te lo procuran otros, ¿qué derecho tienes
riales, los envidian, los critican , murmuran y sienten el agui - para poder distribuir lo ajeno, si es verdad que no estás auto-
jón de los celos y de la amargura por el lodazal en que los- rizada para recibir más de lo que necesitas?
ven anegados. Pero si alguno de ellos llega a ocupar una 100. En estas condiciones, ¿qué utilidad puede reportar tu
ponsabilidad de la administración temporal, podría decirse-
res V vida para el pró jimo? Nada tan valioso como tu buena volun-
muy oportunamente aquella sentencia: "Los que se
criaron
tad, dice un Padre . Dásela. ¿Hay algo tan útil como la ora-
70

vistiendo p úrpura, se abrazan a los estercoleros." 78


99. Y si a los que moran en los monasterios no se les permi r
ción? Concédesela. ¿Y hay algo tan humano como la compa
sión? Entrégasela. Y así abrazas al mundo entero en el regazo
-
te que vivan sobrecargados de ocupaciones, a pesar de que- de tu amorso. Ten presente a todos los hombres que en él
tienen muchas cosas en com ún con Marta, cuánto menos a son buenos, y alégrate. Mira a los malos, y du élete. Recuerda
ti, a los afligidos y oprimidos, y compadécete. Vayan desfilando
73 Otium contemplationis es una expresión ya consagrada en
tiva como estado o institución. Tranquilidad y paz,
el vocabu
lario moná stico de la edad media para referirse a la vida contempla -- por tu espíritu la miseria de los pobres, los sollozos de los
huérfanos, el vacío de las viudas, la tristeza de los atribulados,
ritu, silencio y soledad , vida escondida . Es san Agust n
calma del espí
í entre los la
-- la indigencia de los peregrinos, las ilusiones de las doncellas,
tinos quien le ha dado má s matices e intencionadamente
al término
los peligros de los navegantes, las tentaciones de los monjes,
aplicado expresamente a la contemplación. las preocupaciones de los prelados, los esfuerzos de los que
74 Buscando la unidad de la comunidad monástica , Elredo está n en combate *. A todos debes abrir el corazón de tu amor;
pluralismo de funciones dentro de la misma que plasma encuentra
en su mismo
un
léxico, cuando distingue en el monasterio tres especies de monjes: los
claustrales ( monjes sin ninguna actividad especial o puramente con- 79 San Gregorio, Hom. V in Ev. 3, PL 76, 1094 B.
templativos ) , los oboedientiales ( monjes encargados de alguna obe 80 Aquí Elredo trata de abrir perspectivas eclesiales a la soledad de la
-
diencia o servicio especial ) y los praelati ( los superiores en cualquiera monja reclusa, como siglos antes Columbano en su Regula coenobia
de sus grados ) . En el sermón XV para la fiesta de san Pedro y san lis, VII, Codex Regularum, t. I, Graz ( 1957 ) , pág. 171: “En primer-
Pablo es donde mejor matiza esta clasificación asignando sus respec lugar por nuestros pecados, después por todo el pueblo cristiano, lue
tivas funciones. Cistercium XIX ( 1967 ) , pá g. 132. - go por los sacerdotes y demás grados del pueblo santo consagrados a -
75 Mt. 6,34. Dios, y por fin por todos los que hacen caridad con sus limosnas;
76 1 Cor. 6,4. Se trata de una cita casi directa de la Vulgata , cuya tra finalmente por la paz entre los reyes y por los enemigos, para que
ducción literal carece de sentido en el contexto. Las traduccion mo - Dios no los condene por el pecado de su odio.” Pero Elredo lo hace
demas dan otro giro a la frase escrituraria. Seg ún la Vulgata, es -
si hay describiendo en pinceladas esenciales las características existenciales
algunos aparentemente ineptos en la comunidad , a esos de los diversos miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Cf .
elegir para dirimir las cuestiones. Seg ún la Biblia de habr ía que I. Aranguren, Cistercium XXV ( 1973 ) , pá g. 99.
trata de recriminar a quienes recurren a los jueces paganos Jerusalén, se No los soldados, sino los mismos monjes, que militan al servicio de
Iglesia. Pero el pensamiento irónico de san Elredo queda en la
manifiesto Cristo, verdadero Rey ( Regla, Pról. 3 ) . El tema de la militia Christi
en cualquiera de los casos, respecto de quienes no se resignan es tradicional y est á í ntimamente ligado con el combate espiritual
totalmente consecuentes con su primitiva vocación contemplativaa ser ( pues el hombre lucha contra sí mismo, contra los vicios y
77 Eclo. 22,2. . de su naturaleza , para superarse y perfeccionarse ) y con defectos
temática de la obediencia, pues el cristiano ( y en especial el monjela)
78 Lam. 4,5. toda
126 VIDA RECLUSA

por ellos derramarás tus lágrimas y por ellos elevarás tu TERCERA PARTE
oración.
101. Esta limosna es la más grata a Dios, la más aceptable “Semillas de contemplación”
para Cristo, la más conforme con tu estado de vida y la más
provechosa para sus destinatarios. Los compromisos que en-
traña ésta manara de hacer el bien no perjudican tu vocación,
la estimulan; no minimizan tu amor al pr ó jimo, lo aumentan; t
no alteran la paz de tu alma, la conservan. I
102. ¿Qué más puedo decirte cuando los santos para amar
más perfectamente al pró jimo se esforzaron por no tener ni
desear nada en este mundo, aun excluyendo todo apego desor-
denado? Ya conoces estas palabras, que son de san Gregorio 81.
Mira, sin embargo, cuántos son los que sienten lo contrario.
Pues para poner en práctica la ley de la caridad, se afaná ban
en poseer bienes para repartirlos, siendo así que el bienaven- INTRODUCCION A LA TRIPLE MEDITACION
turado Gregorio adscribe la perfección de la caridad a aque-
llos que se proponen no tener ni desear nada, aunque sea sin 103. A lo dicho sobre el amor al pró jimo, a ñadiré algunas
poner en ello su corazón. cosas sobre el amor de Dios.
Porque si bien ambas hermanas amaban a Dios y al pró jimo,
Marta sin embargo se ocupaba especialmente en el servicio
del pró jimo, mientras María libaba de la fuente del amor divino.
104. El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior
y llevarlo a efecto a través de las obras; esto último consiste
en la práctica de las virtudes y el afecto estriba en la dulzura
del gusto espiritual. La prá ctica de las virtudes implica un
i cierto modo de vivir : ayuno, vigilias, trabajo, lectura, oración,
pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre con la
reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jes ús crezca
en tu afecto, necesitas esta triple meditación, sobre las cosas
pasadas, presentes y futuras. Es decir : el recuerdo de los
hechos pasados, de las cosas presentes y de las futuras.

1. EL PASADO, O MEDITACION DE LA FIGURA HISTORICA DE CRISTO

XVI. LA ANUNCIACION
está inscrito en un Jefe es Cristo ( cfr. García
ejército ( acies ) cuyo 105. Una vez purificada ya tu mente del lastre de los pen -
M. Colombás e Iñaki Aranguren, La Regla de San Benito, BAC 406,
.
Madrid ( 1979 ) , págs. 197-198. ( N del E . ) samientos por la práctica de las virtudes, dirige tu mirada
81 San Gregorio Magno, o.c., id. serena al pasado. Y en primer lugar contempla a María en su
VIDA RECLUSA PARTE 129
128 TERCERA
í quieta ? ¡Corre, vamos,
108. Y tú, virgen, ¿qué haces ahgran
habitación y vuelve a leer aquellos pasajes que profetizan el é dicha! ¡Arró jate a los
parto de la Virgen y la venida de Cristo. Aguarda allí la veni- corre y an égate t ú tambi n en tan
pies de las dos y abraza en
el vientre de María a tu Esposo y
da del ángel, de modo que lo veas entrar, escuches su saludo del Esposo en el seno de Isabel!
al amigo
y así, llena de estupor y admiración, puedas saludar con él venera
a tu dulcísima Señora diciendo: “Dios te salve, llena de 1gracia,
el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres.” Repi-
ir

tiendo frecuentemente estas palabras, contempla cuál es esta XVIII . EL NACIMIENTO


plenitud de gracia de la que todo el mundo participó cuando
el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros, lleno de gra-
cia y de amor , y admira al Señor que 3 llena cielo y tierra
2 109. Desde aquí, acompa ña con toda devoción a la Madre
encerrarse en las entra ñas de una joven a la que el Padre a Belén, y, retirándote con ella donde acampe, asiste y obse-
santificó, el Hijo fecundó y el Espíritu Santo cobijó con su
1
quia a quien da a luz y, una vez colocado el niño en el pese-
sombra 4. bre 7, prorrumpe en gritos8 de júbilo: “¡Un niño nos ha nacido,
106. ¡Oh dulce Se ñora!, qu é embriaguez de dulzura la tuya, un hijo se nos ha dado!” Abraza el dulce pesebre, venciendo
en qué hoguera de amor arder ías, cuando sentiste en el alma
la timidez con el amor ( que el afecto arroje el temor ) , pon
t *- tus labios en los sacratísimos pies y cú brelos de besos. Trans-
y en el seno la presencia de la Majestad, cuando Él asumió
-

ládate luego a las vigilias de los pastores con tu mente y ma-


carne de tu carne y de tus miembros tomó miembros en los5 ravíllate de las legiones de ángeles, introd úcete t ú misma en
que habitara toda la plenitud de la divinidad corporalmente . la sinfonía celestial, cantando con el corazó n y con la boca :
Todo esto por ti, virgen, para que con todo interés medites en “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres
la Virgen a quien te propusiste imitar y en el Hijo virginal que ama el Señor!”
e

con quien te desposaste.

XIX . LA HUIDA A EGIPTO


XVII . LA VISITACION
6 110. No pases por alto en tu meditación los dones de los
107. Sube ahora con la dulcísima Señora a la montaña y magos y no dejes sin compañía al que huye a Egipto.
contempla el tierno abrazo entre la estéril y la virgen, y el 111. Se cuenta como histórico que, raptado ( Jesús ) por
10

saludo mediante el cual aquel que todavía estaba encerrado unos ladrones en el camino, lo salvó la generosidad de un jo-
en las entra ñas de su anciana madre, el siervecillo, reconoce al vencito. Se trataba, segú n dicen, del hijo del jefe de una banda
Señor, el heraldo al juez, la voz a la Palabra, acogiéndolo con que, en el momento de llevar a cabo su captura, cuando vio
gozo indescriptible. Bienaventurados los senos en los que ama- al Niño en el regazo de su Madre, contempló tal esplendor de
nece ya la salvació n del mundo entero y, disipá ndose toda majestad en su bellísimo rostro que, creyéndolo sin duda un
sombra de tristeza, se preanuncia una alegría sempiterna. ser sobrehumano, encendido de amor, lo abrazó diciéndole:
1 Le. 1, 35. “¡Oh, el más dichoso de los niños! Si alg ún d ía tienes ocasión
2 Jn. 1, 14. T Le. 2, 7.
3 Jer. 23, 23-24. 8 Is . 9, 6.
4 Le. 1, 35.
5 Col. 2, 9. 9 Le. 2, 14.
6 Le . 1, 39. 10 Nuevos Testamentos Apócrifos, ed . M . R . James, pá g . 81.
RMR?
ÜS?
130 VIDA BECLXJSA XERCERA PARTE 131
de compadecerte de m í, acuérdate entonces y no te olvides de Jordán la
este d ía!” rio escucharás en el voz del Padre, verás al Hijo
en ’la carne y al Espíritu en la paloma . Allí serás invitada
17

Dicen también que se trataba del ladrón crucificado a la tú a las bodas espirituales para recibir al Esposo que te entre-
derecha de Cristo, el que increpaba al otro que blasfemaba, ga el Padre, el Hijo te purificar á y el Espíritu Santo sellará
diciéndole: “¿ No temes a Dios, t ú que estás en el mismo supli- contigo la prenda del amor.
cio? Y eso que nosotros justamente, pues recibimos lo merecido 114. Luego te brind ó el misterio de la soledad y santificó
por lo que hicimos; pero éste, ¿qué? No ha hecho nada malo.” 11 el ayuno18demostrando cómo se debe luchar contra el astuto
Volviéndose al Señor y contemplando en Él la majestad que enemigo . Medita cómo se han realizado estos hechos por ti
le vio cuando era niño, recordando lo convenido, le dijo: y para ti, e imítalos.
“Acuérdate de m í, cuando llegues a tu reino.” 13 Así, pues,
no me parece inútil citar esta narración como incentivo del
amor, prescindiendo de toda temeridad en darla por verda-
dera 13.
¿ No crees también que afectar á a tu ternura contemplarlo XXII. LA MUJER ADULTERA
niño entre los niñ os de Nazaret, descubrirle obedeciendo a su
madre y dando una mano en el trabajo a su padre nutricio? r:±r:r 115. Evoca ahora con tu memoria a aquella mujer sorpren -
;:~ ~dida en adulterio y recuerda la contestación de Jesús, lo que
XX. LA SUBIDA AL TEMPLO hizo y lo que dijo. Al escribir con su dedo en el suelo, quiere
indicar que aquellos hombres son terrenos y no celestiales:
112. ¿Y si te pones a buscarlo con su Madre durante tres
"“Aquel de vosotros que no tenga pecado, dijo, sea el primero
d ías cuando en compa ñía de sus padres subió a Jerusalén a 1
sus doce a ñ os y se volvían éstos sin caer en cuenta de que se i: ?
'
en tirarle una piedra.” Cuando aterrados todos por estas pala
~ bras, huyeron del templo, imag ínate qué mirada tan piadosa
-
quedaba en la ciudad ? ¡Qué torrente de lá grimas brotará
]4

le dirigiría y con qué voz tan dulce y suave pronunciaría la


de tus ojos al escuchar a la Madre reñir dulcemente a su Hijo sentencia absolutoria. Piensa cómo suspiraría, ^llorando cuando
con estas palabras: “Hijo, ¿ por qué nos has hecho esto? Mira le .decía: “¿ Nadie te ha condenado, mujer? Pues yo tampoco
que tu padre y yo te buscá bamos angustiados.” í e te condeno.” 10
116. Feliz adulterio *, diría, que absuelve del pasado y da
XXL EL BAUTISMO EN EL JORDAN seguridad para el futuro. Oh buen Jes ús, cuando dices: No
113. Y si a ti, virgen, te agrada ir en pos de Él a donde condenaré, ¿quién puede condenar? Si Dios es el que justifica,
quiera que vaya 10 y penetrar en su sublime y profundo miste- ¿quién será el que condene? 20 Pero escuchemos de nuevo su
voz: “Vete y no peques más.” 21
11 Le. 23, 40-41.
12 Le. 23, 42.
13 Alude Elredo a la leyenda de los evangelios apócrifos de la infancia.
Véase por ejemplo: “ Evangelio á rabe de la infancia” en A. de San- 17 Jn. 1, 32.
tos, Los Evangelios Apócrifos, BAC, Madrid ( 1956 ) , XXIII, pá g. 34. 18 Le. 4, 1 ss.
14 Le. 2, 42 ss. Jn. 8, 7. 10-11.
15 Lo. 2, 48. ll Hay aquí un claro eco de la exclamación del Praeconium de la Vigilia
16 Ch. Dumont en su traducción de “Sources chré tiennes”, n <? 76, pá gi-
na 123, da otra interpretación a esta frase : se tratar ía de seguir al on £ascuah F élix culpal ( N . del E . )
£> R m. 8, 33 34.
Virgen ( al Esposo ) . Creemos que por la cita implícita de Apoc. 14,4 21: Jn°/ 8, 11. -
y por el contexto se puede interpretar como lo dejamos traducido.
132 PARTE 133
VIDA RECLUSA TERCERA
XXIII. LA PECADORA EN CASA DE SIMON Pedía la salud del cuerpo, no la del alma; y recibióá en la del
117. Entra en casa del Fariseo y espera a que tu Señor se cuerpo y la del alma. Ciertamente, Señor, la vida est tus
manos .
81
Si decides salvarme, nadie podrá impedirlo. Si deter-
ponga a la mesa, con aquella bienaventurada pecadora acér
cate a sus pies, lá valos con lágrimas, enjúgalos con los cabe-
- minas otra cosa, nadie podrá decirte: ¿por qué obras así?
llos, cú brelos de besos y úngelos con perfumes 2a. ¿ No estás 120. ¿ De qué 32murmuras, Fariseo? ¿Ves acaso con malos
ya perfumada con el aroma de esta esencia sagrada ? ojos su33bondad ? De hecho tiene misericordia con quien Él
118. Si acaso no te permite acercarte a sus pies, insiste, quiere . Lloremos y pidamos que quiera tenerla con nosotros.
ruega y m íralo con tus ojos henchidos de lágrimas y arranca Pero la oración deberá fomentar tambié n las buenas obras,
de Él lo que deseas con profundos suspiros y gemidos indes- aumentar la devoció n y estimular el amor. Eleva unas manos
criptibles. Lucha con Dios como Jacob 23, para darle la satis- puras en la oración, no manchadas con sangre de impureza,
facción de ser vencido. Quizá creas que desvía sus ojos, que ni mandiladas con tactos ilícitos o ennegrecidas por la ava-
ricia. Eleva un corazón sin ira ni querella , apaciguado por
84

cierra el oído, que esconde sus deseados pies. No obstante, tú


insiste a tiempo y a destiempo 2 \ y exclama: “¿Hasta cuándo la serenidad, ordenado por la paz, animado por la pureza de
me esconderás tu rostro? ” 25 ¿Hasta cuándo gritaré sin que
la conciencia.
121. Pero no nos consta que este paralítico pregustara nada
respondas? Oh buen Jes ús, devuélveme la alegría de tu sal-
20

de esto, y sin embargo leemos que mereció el perd ón de sus


vación , porque mi corazó n te dice: “Busqué tu rostro, Señor,

tu rostro buscaré.” S Y de verdad no rehusará sus pies a una


2 pecados. He aquí el poder de su inefable misericordia. No
aceptarlo sería blasfemo y una necedad muy grande atribuír-
virgen si los dejó besar a una pecadora. selo a sí mismo. Él puede decir a quien quiera con toda efica-
cia lo que dijo al paralítico: “Se te perdonan tus pecados.”
XXIV. EL PARALITICO Pero nunca se le perdonará n los pecados al que pretenda que
se le diga lo mismo sin su esfuerzo personal, sin contrición,
119. No pases de largo por aquella casa en la que bajaron confesión u oración 36.
a un paralítico desde la terraza para ponerlo ante sus pies 89,
donde se encontraron la misericordia y la piedad. “Hijo, se te
perdonan los pecados” 30, le dijo. Oh clemencia admirable. Oh
misericordia indescriptible. Sin haberlo pedido, recibió dicho- XXV. LA UNCION DE BETANIA
so el perd ón de sus pecados, sin que precediera la confesión,
sin merecerlo por su satisfacci ó n, sin exigirlo por la contrición °. 122. Ahora debemos salir de aquí y encaminarnos a Beta-
nia, donde los v ínculos sagrados de la amistad son consagrados
22 Le. 7,36 ss. por la autoridad del Señor. Pues “Jesús amaba mucho a Marta,
23 Gn. 32, 24 ss. María y Lázaro” ao. Es evidente que les profesaba un amor
24 2 Tim. 4, 2.
25 Sal. 12, 2.
26 Cfr. Sal. 21, 3. 31 Sal. 29, 6.
27 Cfr. Sal. 50, 14. 32 Mt. 20, 15.
28 Sal. 26, 8. 33 Rom. 9, 18.
29 Cfr. Me. 2, 1 ss. 34 Cfr. 1 Tim. 2, 8.
30 Me. 2, 5. 35 Notemos ya el detalle de los elementos para la penitencia sacramen -
° Resuena aquí otra vez el pregón pascual, que inspira todo el pasaje tal en los tiempos de Eiredo.
con su alabanza admirada de la gratuidad de la salvación. ( N . del E . ) : 36 Jn. 11, 3.
Í
i
134 VIDA RECLUSA
- ^RCERA PARTE
J
135
excepcional y privilegiado al que ellos correspondían con el más XXVI. LA ENTRADA EN JERUSALEN
familiar de los afectos. Así lo testifican aquellas lá grimas ben-
ditas que derram ó, llorando con los que lloraban. Porque todo 127. Pero levantémonos ya, y vámonos de aquí 4\ ¿A d ón -
el pueblo las interpretó como signo de amor cuando dijeron: de?, me dirá s. A que acompañes al Señor de cielo y tierra
“Mirad cómo lo quería.» 37
cabalgando sobre un pollino. Para que, asombr á ndote del que
123. Y allí lo invitaron a comer con ellos. “Marta servía y tanto hizo por ti, te adhieras con tu alabanza a la de los niños
Lázaro era uno de los comensales.” 38 Y María cogió un vaso hebreos que gritan y claman: “Hosanna, Hijo -
de David , ben
» 45
de alabastro con perfume, rompió el frasco y lo derramó sobre dito sea el que viene en nombre del Señor.
la cabeza de Jesús 8*.
124. Alégrate al asistir a este banquete y mira lo que hace
cada uno de los presentes: Marta est á sirviendo, L ázaro se
sienta a la mesa y María unge a Cristo con perfume. Es lo XXVII. LA ULTIMA CENA
que t ú debes hacer : rompe el vaso de alabastro de tu corazón
con todo su contenido; tu devoción, tu amor, tu deseo, tu 128. Ahora sube con Él al cenáculo espacioso y adornado.
afecto. Todo debes derramarlo sobre la cabeza de tu Esposo, Pero gózate porque puedes participar en las alegrías de la
adorando al hombre en Dios y a Dios en el hombre. cena de la salvació n. Que el amor venza tu timidez, el afecto
125. Y no te preocupes si el traidor se indigna , si murmura, excluya el temor para que se te conceda en tu mendicidad
si a la devoción le llama derroche. “¿Para qué este desperdicio? por lo menos unas miguillas de su mesa. O si lo prefieres
Podr ía haberse vendido este perfume a buen precio y d árselo quédate un poco escondida y como una indigente que mira
a los pobres.” El Fariseo murmuró celoso de la penitente;
40
al rico mientras le extiende la mano para recibir algo, ma-
ahora Judas del perfume \ Pero el juez no recogió la acusa-
4
nifiesta tu hambre con las lágrimas.
ción y absolvió a la acusada. “Dejadla; ha hecho una buena 129. Cuando se levante de la mesa, se ciña el lienzo y
obra conmigo.” 42 Que trabaje Marta , que sirva y d é posada al eche agua en la jofaina 46, piensa en la majestad del que lava
peregrino, comida al hambriento, bebida al sediento, vestido y enjuga los pies de los hombres, y la delicadeza de su
al aterido de frío. Pero yo sólo para Mar ía y ella para mí 4 S; bondad con el traidor a quien toca con sus sagradas manos.
para mí todo lo que posee y espere ella de mí todo lo que Míralo todo, espera y t ú, la última, preséntale tambié n tus
desee. pies para que los lave, pues aquel a quien no se los lave,
126. ¿Quien puede tener la osad ía de impedir que María no tendrá parte con él 47.
abrace los pies que tan dulcemente besaba, o que aparte los 130. Pero no tengas prisa para salir. Espera un poco. ¿ No
ojos de ese rostro hermosísimo que contempla, o deje de es- ves? Dime, ¿quién es ese que descansa sobre su pecho y
cuchar las delicadas palabras con que se alimenta ? apoya la cabeza en su costado? ¡Ah, ya lo veo! Juan es
45

su nombre 49. ¡Oh Juan! Cué ntanos cómo es la dulzura , la


37 Cfr. Jn. 11, 36. gracia y la suavidad , la luz y la devoción que sacas de ese
38 Jn. 12, 2.
39 Jn. 12, 3. manantial. Porque ciertamente en Él se encuentran todos los
40 Mt. 26, 29. 44 Cfr. Jn. 14, 31.
-
41 Elredo parece seguir la narració n de san Marcos 14,3 11, identifi-
cando la unción en casa de Simón el leproso, con la de la casa de
45 Mt. 21, 9.
46 Jn. 15, 5.
Lá zaro. 47 Jn. 13, 8.
42. Me. 14, 6. 48 Jn. 13, 25.
43 Cfr. Cant . 2, 16. 49 Le. 1, 63.
136 VIDA RECLUSA TERCERA PARTE 137
B 0
tesoros de la salvación, la sabiduría y el conocimiento : ahí como cuajarones. de sangre que ca ían a tierra 50. ¿Y qué
está la fuente de la misericordia, la mansión de la piedad, *
haces ahí tú plantada? Apresúrate. Lame esas suavísimas •/

el panal del néctar divino. ¿Por qué se te conceden tales gotas y besa el polvo de sus pies. No te duermas como
privilegios a ti, Juan? ¿Es que eres acaso más digno que Pedro, no sea que también a ti te diga : “¿ No has sido capaz
Pedro, más santo que Andrés, más estimado que el resto de ¿e velar -conmigo ni una hora?” 67
los apóstoles? Es una prerrogativa especial de la virginidad , 134. Ya llega el traidor en cabeza de una multitud de
ya que has sido elegido como virgen por el Señor y por lo impíos y, después de darle Judas el beso, echan mano a tu
tanto más amado que los demás . Señor8 . Lo prenden, lo sujetan y atan aquellas dulces ma-
B1

131. Esta es una razón para que t ú, virgen, saltes de gozo, nos B . ¿Quié n podr ía sufrirlo? Sé que la compasión invade tu
te acerques más y reclames tu porción en esta misma dul- corazón y todo tu interior se enardece. Dé jalo, te ruego, que
zura. Si no puedes con lo más sublime, deja a Juan que padezca, ya que por ti padece. ¿Para qué quieres una espada?
embriague su corazón con el vino exultante de la alegría, ¿Por qué te irritas? ¿Por qué te indignas? Si aunque como
el conocimiento de la divinidad. T ú corre al seno de su hu - Pedro cortes una oreja, siegues un brazo o arranques un pie,
manidad y saca de él tu alimento. Él lo sanará todo y aun si matases a alguien, sin duda lo
132. Cuando llegue el momento de la sacratísima oración resucitaría.
en la que encomiende a sus discípulos al Padre, diciendo: 135. Síguelo al atrio del pr íncipe de los sacerdotes y lá vale
“Padre, guá rdalos en tu nombre” ° , inclina la cabeza para con lágrimas el rostro incomparable cuando lo cubren de
2

que puedas también tú escuchar63: “Quiero que también estén salivazos. Contempla con qué ojos de piedad, con qué mise-
ellos conmigo, donde yo estoy.” Qué maravilloso sería que- ricordia y eficacia miró a Pedro después de la triple negación
darse aquí 54, pero debes salir. Él va por delante hacia el y cómo, convertido éste y vuelto en sí, lloró amargamente B 0.
monte de los Olivos. Síguelo. ¡Ojalá, buen Jes ús, se dirija a m í tu dulce mirada, ya que
tantas veces te negué con mis malas obras y afectos, siguiendo
la voz de la criada insolente: la voz de mi carne!
136. Ya de d ía, lo entregan a Pilato 60. Allí lo acusan y se
XXVIII. LA PASION calla, porque “como oveja se lo lleva al matadero y como
cordero ante el esquilador no abrió la boca ai. Mira. Fí jate
jy

133. Aunque con Pedro y los dos hijos de Zebedeo se cómo permanece ante el gobernador: con la cabeza inclinada,
retire a un lugar m á s apartado, conté mplalo de lejos y mira con la vista recogida , con el semblante sereno, parco en
cómo cargó con nuestra indigencia. Contempla cómo Él, el palabras, dispuesto para el oprobio y preparado a los golpes.
dueño de todo, comienza a entristecerse yBB angustiarse dicien- 137. Comprendo que no puedas soportar ya más, que no
do : “Mi alma está triste hasta morir. ¿Por qué, Señor puedas mirar sus espaldas desgarradas por los azotes, ni el
m ío? Hasta tal extremo te compadeces de m í al manifestarte rostro abofeteado, ni la majestuosa cabeza coronada de espi-
como hombre, que hasta pareces ignorar que eres Dios. Pos - nas, ni ridiculizada con la caña su diestra que hizo el cielo
trado sobre tu rostro te pones en oración y tu sudor se hizo y la tierra.
50 Col. 2, 3. 58 Le. 22, 44.
51 Breviario Cisterciense, Resp . VI in Fest . S . Ioann. 57 Mt. 26, 40.
52 Jn. 17, 11. 58 Mt. 26, 47 ss .
53 Jn. 17, 24. 59 Le. 22, 61 -62.
54 Mt. 17, 4. 60 Mt. 27, 1.
55 Mt. 28, 38 . 61 Is. 53, 7 .
138 VIDA RECLUSA
' j'jTRCERA PARTE 139
138. Una vez azotado, coronado de espinas y con el manto une lo ínfimo con lo más alto, las realidades terrenas con las
de púrpura , lo sacan fuera. Dice Pilato: “Mirad al hombre.» ea celestiales. Se pasma el cielo y se admira la tierra.
Cierto que es un hombre. ¿Quién puede dudarlo? Lo prue- 141. Y tú, ¿qué sientes? No es extra ñ o que si el sol se
ban las marcas de los azotes, sus contusiones amoratadas, entristece, te entristezcas t ú; si la tierra tiembla, te conturbes
las manchas de los salivazos. Reconoce, de una vez, Zabulón , 63

tú; si se quiebran las peñas, se quebrante tu corazó n ; si las


que es hombre. Es un auté ntico hombre, dices. Pero ¿por qué mujeres lloran junto a la cruz, llores tú con ellas.
entre tantas injurias no se irrita como hombre, ni como hom- 142. Pero, detrás de todo esto, entra en su delicado corazón.
bre protesta en sus torturas ? Luego es m ás que hombre. ¡Qu é calma supo conservar, qué bondad mostró! No tiene
¿Quié n lo puede conocer ? Se le reconoce como hombre al en cuenta las injurias, no le pesan los dolores, no siente los
sufrir la sentencia de los impíos: pero se le conocerá como ultrajes, sino que se compadece más bien de aquellos por
Dios cuando haga justicia. quienes padece, cura a los que lo hieren, brinda la vida a los
139. Te diste cuenta tarde, Zabulón. ¿Por qué pretendes que lo matan. Con qué dulzura, con qué grandeza de espíritu
intervenir, por medio de una mujer, para que te libren? 04 y plenitud de amor grita : “Padre, perd ónalos.» 70
Tarde hablaste. Pues, sentado ya el juez sobre el tribunal, se ha 143. Yo, Señor, soy un adorador de tu majestad y no un
pronunciado la sentencia y llevando su propia cruz es conduci- asesino de tu cuerpo; venero vuestra muerte y no me burlo
do a la muerte. ¡Qué espect áculo! ¿ No ves? Lleva al hombro de tu pasión; admiro tu misericordia y no desprecio tu debili-
el principado ° . Este es el cetro de rectitud , su cetro realfle.
5
dad . Interceda por mí tu venerable humanidad y tu inefable
140. Le ofrecen vino mezclado con hiel. Lo despojan de piedad me encomiende al Padre. Di, pues, amante Señor:
sus vestidos y se los reparten los soldados 87. No es desgarrada “Padre, perd ó nalo.”
la tú nica, sino que, echada a suertes, le toca a uno 08. Sus 144. Y t ú, virgen, con mayor confianza en el Hijo de la
delicadas manos y pies son horadados por los clavos y exten- Virgen que las mujeres que se quedaron a distancia , acércate
dido en la cruz es izado entre dos ladrones. Suspendido entre a la cruz con la Madre Virgen y el discípulo virgen y con-
el cielo y la tierra es mediador entre Dios y los hombres 0 O, templa de cerca el rostro totalmente lívido. ¿Y verás impa-
sible las lágrimas de tu amad ísima se ñora? ¿Seguirá n secos
tus ojos mientras su alma es atravesada por una dolorosa
62 Jn. 19, 5. espada? 71 ¿Escucharás sin sollozar las palabras que le dice
63 Zabulón , pr í ncipe de los demonios. Quizá por evolución fonética de
Beelzebul. La misma designació n encontramos en el himno cistercien- a la Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo?” ¿Y las que le dice
se de la antigua festividad de la aparición de san Miguel Arcá ngel a Juan: “Ahí tienes a tu Madre” , confiando la Madre al
73

( 8 de mayo ) : discípulo y prometiendo el para íso al ladrón? 73


Collaudamus venerantes 145. Entonces uno de los soldados, con la lanza, le rasgó
omnes coeli milites: el costado, y salió sangre y agua 7 \ Date prisa, come tu miel
sed praecipue primatem
coelestis exercitum y tu panal, bebe tu leche y tu vino 75. La sangre se convierte
Michaelem in virtute en vino para que te embriagues, el agua se cambia en leche
conterentem Zábulum.
64 Alusión a la interpretación de la mujer de Pilato: Mt . 27,19. 70 Le. 23, 34,
65 Is. 9, 5. 71 Cfr. Le. 2, 35.
66 Sal. 44, 7. 72 Jn. 19, 26-27.
67 Mt. 27, 34. 73 Le. 23, 43.
-
68 Jn. 19, 23 24.
69 1 Tim. 2, 5.
74 Jn. 19, 34.
75 Cant. 5, 1.
140 VIDA RECLUSA
TERCERA PARTE 141

para que te alimentes. Han brotado, ciertamente, para palo


ti ríos más dulce y dichoso que esta voz ? ¡María! Al escu-
delicado, nombre
de la roca , se77 ha abierto una
7 G
caverna en la que como - char su , saltan las lágrimas de sus ojos y de su
ma te ocultes en las heridas de sus miembros y en las corazó n. Y, profundament e conmovida, solloza y suspira en
, de de su ser. ¡Qué feliz eres,
grietas de su cuerpo. Besa una por una esas heridas lo más intimo Marí
a! ¿ Cuáles
suerte que tus labios enrojecidos por la sangre sean como fuero tus sentimientos cuando al escuchar su voz ca íste
11
una cinta escarlata y tu hablar melodioso. de rodilla y, devolviéndole el saludo, lo llamaste: RabbP
78

.
146 Espera todavía a que venga ese noble cómo abraza
decurión y : Te pido, por favor, que me digas cuál fue tu afecto tu
libere de sus clavos las manos y los pies . Mira
contra su
deseo, tu ardor interno, cuál fue la devoción de tu corazón
cuando gritaste: íf ahbi . Porque apenas se puede pronunciar
su cuerpo con sus dichosos, brazos y lo estrechavarón: Mi '
palabra cuando corren las lágrimas; se ahoga la voz cuando
*

pecho. Bien pudo decir entonces este sant ísimo


m í una bolsa de mirra , que descansa entre " {a
emoclon del afecto es muy fuerte y el amor apasionado
amado es para
mis pechos.” Tú acompaña al m ás precioso tesoro recoge
70 de cielo hace callar el alma e insensibiliza el cuerpo.
y tierra y lleva sus pies, sostén sus manos y brazos ; 148. Pero, buen Jesús, ¿por qué rehúsas a esta amorosa
gotean mujer que toque tus sacratísimos pies? “ No me toques”, le
delicadamente las gotas de su preciosísima sangre quetambi én dijo 88. Qué frase tan dura e intolerable: No me toques. ¿Por
lentamente y besa el polvo de sus pies . Considera
_ _ qué cuidado y diligencia toca
con con sus manos el privile - qué, Señor, por qué no debo tocarte? ¿Acaso no puedo tocar
giado Nicodemo los sagrados miembros ; los embalsama con y besar esos pies por m í horadados con los clavos y cu-
perfumes y ungüentos y ayudado del venerable Jos.é
80 lo biertos de sangre? ¿Acaso eres m ás severo porque eres más
en el sepulcro glorioso? Pues no te dejaré, no me apartaré de ti, no aho-
envuelven en una sá bana y lo depositan rraré las lágrimas y se romper á mi pecho por los sollozos y
los suspiros, si es que no consigo tocarte.
149. Pero Él le responde: No temas, no es que te lo
XXIX. LA APARICION A MAGDALENA niegue, sino que lo dejamos para despu és. Tú ahora vete y

los
.
anuncia a mis hermanos que he resucitado Corrió veloz por
el deseo de volver en seguida. Y lo hace, pero acompa ñada
147. No dejes sola a Magdalena . Y una vez preparados or 81
. ¡Si de otras mujeres. Jes ús se les adelantó con un cari ñoso
perfumes, vete con ella a visitar el sepulcro del Se ñ
con ella en esp íritu lo saludo, animándolas en su abatimiento y consolá ndolas en
t ú pudieras tener la gracia de ver
que ella vio con sus propios ojos ! Un á ngel sentado sobre la su tristeza. Fí jate; y ahora les concede lo que antes había
piedra ya removida a la entrada del sepulcro . Penetra en el diferido. Porque . se acercaron y besaron sus pies 84.
, anun- 150. Quédate aquí, virgen, todo el tiempo que puedas. No
interior. Un ángel está a la cabeza y otro a los pies mismo
ciando la gloria de la Resurrecci ó n . Y despu é s el interrumpa el sueño esta tu dicha, ni te la turbe ninguna
a la afligida 83y llorosa María, a agitación externa.
Jesús mirando tiernamente algo m ás
quien con delicada voz le dice: “¡María!” ¿Habrá Mas ya que en esta miserable vida nada hay estable o
eterno, ni el hombre permanece nunca en el mismo estado 85,
76 Cfr. Sal. 77, 16. mientras vivamos en este mundo, hemos menester que nues-
77 Cfr. Cant. 2, 4. tra alimentación sea variada . Por eso, del recuerdo de los
78 Cfr. Cant. 4, 3.
79 Cant. 1, 12. 83 Jn. 20, 17.
80 Jn. 19, 39. 84 Mt. 28, 9.
81 Le. 24, 1 ss. 85 Job 14, 2.
82 Jn. 20, 16.
142 VIDA RECLUSA PARTE 143
TERCERA
bienes pasados debemos trasladarnos a la experiencia de de un incendio, no nos hemos ahogado, no hemos
los bienes presentes, para que a través de los mismos llegue- sido poseídos por el demonio, ni nos han hecho da ñ o alguno
mos a convencernos de cuánto hemos de amar a Dios. las bestias y animales, no nos hemos despeñado por ning ú n
precipicio; hemos sido educados en la fe y en el beneplácito
¿G Dios hasta la edad conveniente.
2. EL PRESENTE COMO EXPERIENCIAS PERSONALES DE LA GRACIA 154. Hasta aqu í, hermana mía querida, hemos caminado
juntos y nuestras vidas fueron semejantes. Nos engendraron
XXX. LA PROPIA FAMILIA NATURAL los mismos padres y el mismo seno nos llevó y nos trajo a
este mundo. Pero desde ese momento, mi querida hermana,
151. Creo que es un beneficio y no pequeñ o el que Dios aparece 87en mí como un contraste todo lo que Dios hizo en
se sirviera incluso de la falta de nuestros padres
80
para tu alma . Pues te ha separado de m í, como separ ó la luz de
crearnos de su carne e inspirarnos el aliento de la vida. Pues las tinieblas
8S
; a ti te guard ó para sí y a mí me abandonó
tuvo con nosotros la predilecció n de no haber sido, como a m í mismo .
otros, víctimas de un nacimiento prematuro o haber perecido
dentro del mismo seno materno, como quienes parecen haber
sido concebidos más para la pena eterna que para la vida. XXXII . “CONFESIONES ” PERSONALES *
¿Qué razón lo movi ó para habernos creado con todos los
miembros sanos e íntegros, de modo que no fué ramos una 155. Dios m ío, ¿d ónde me marché, a d ó nde hu í, a d ónde
carga para los nuestros ni una afrenta para los extra ñ os? me escapé? Arrojado de tu rostro como Caí n, habit é en la
152. Gran favor es este, desde luego. Pero, ¿cómo apreciar tierra de Nod, errante y swprófugo, para que cualquiera que
en todo su valor estas otras muestras de su bondad por la me encontrase me matara . ¿Qué es lo que puede hacer la
que nos hizo nacer en circunstancias y rodeados de miserable criatura abandonada por su Creador ? ¿A d ónde
personas que nos llevarían a su fe y a los sacramentos? puede ir, dónde se va a esconder la oveja perdida, abando-
Pensemos en esos millares de hombres a quienes se han •
nada por su pastor? Oh hermana mía, una bestia feroz de-
00

negado las gracias que a nosotros se nos han concedido. En voró a tu hermano . Y considera, por otra parte, la gracia
01

todo éramos semejantes a ellos y de la misma condición especial que a ti te concedi ó al conservarte ilesa de esta
que millares de hombres a quienes se negó la gracia a nos - bestia.
otros concedida. Porque ellos fueron rechazados con toda 156. Tan desgraciado fui yo entonces cuando perdí mi
justicia y nosotros hemos sido llamados solamente por pura castidad como t ú feliz al proteger la divina gracia de tu
gracia. virginidad . Cuantas veces te viste t ú tentada y acosada , otras
87 Sal. 65, 16.
88 Cfr. Gn. 1, 18.
XXXI. LA EDUCACION FAMILIAR * Todo el cap. que sigue está clara y reconociblemente inspirado en

153. Prosigamos examinando las gracias de Dios. Fuimos


— —
pá rrafos de aná logo sentido de las Confesiones de Agust í n . Habr á
que tener en cuenta esta fuente de inspiración para comprender el
educados por nuestros padres, no hemos perecido en las sentido de los pá rrafos de Elredo: cf . san Agustín, o.c., II, 2-3 ( N .
del E . )
86 Alusión a la doctrina agustiniana, seg ú n la cual en el orden actual la 89 Gn. 4, 14.
concupiscencia desordenada está siempre ligada con el acto matri - 90 1 Pe. 2, 25.
91 Gn . 37, 20.
monial.
144 VIDA RECLUSA . J-ERCERA
« PARTE 145
tantas qued ó salvaguardada tu castidad. Mientras tanto, yo me 160. ¡Cómo me inundaba entonces tu gracia! Yo huía, y
deslizaba alocado en mis torpezas, amontonando así la madera t ú me perseguías. Ten ía miedo, y me acariciabas. Estaba casi
para el fuego en el que después sería abrasado y el fango siempre desesperado, y me enviabas rayos de esperanza. A
cuyo hedor me iba a sofocar. Recuerda, si no te repugna, un ingrato lo abrumabas de beneficios. Con el encanto de la
aquellas mis torpezas por las que te angustiabas y me re
prend ías; aunque t ú eres una joven y yo un muchacho; tú
- dulzura interior lo atrajiste, y sedujiste a un hombre familia-
rizado con los placeres inmundos. Rompiste las ataduras de
una mujer y yo un hombre. Pero la Escritura , que no enga ña, los malos há bitos, cuando me era imposible desprenderme
dice: “ Nadie puede corregir a quien Dios lo desprecia .” 03 de su fuerza y arrancá ndome del mundo me acogiste con
Cuá nto debes amarlo t ú por haberte llevado hacia Él mien- toda tu bondad .
tras a m í me rechazó. Éramos los dos de la misma condición, 161. Y paso por alto otras muchas y grandes obras que su
pero a mí me despreció y a ti te amó. misericordia realizó en mí, no sea que termine vertiendo
157. Recuerda, como te dije, mi corrupción. Una espesa sobre mí algo de la gloria que a Él ú nicamente pertenece.
nube de deseos libidinosos subía desde el fondo de mi cena - Pues los hombres suelen opinar que la gracia del donante y
gosa concupiscencia carnal con el ímpetu de mi pubertad. la felicidad del que la recibe se asocian de tal forma que
Y no tenía allí a nadie que me sacara y me salvara \ Porque
9
no sólo alaban a quien ú nicamente lo merece, al donante, sino
las sugestiones de los pecadores vencían cuando en la dulce también al receptor . ¿Y quién posee algo que no lo haya
copa del amor me brindaban el veneno de la lujuria Esta . recibido? Y si gratis lo recibió, ¿ por qué ha de ser ensalzado
mezcolanza de dulzura afectuosa y de deseos impuros me como si lo hubiera merecido? 00
precipitaba , en mi loca juventud , por el precipicio de los 162. Pero si me preguntas : ¿en qué has sido menos favo-
vicios y me sumergía en un abismo de torpezas. Se avalan- recido que yo?, te respondería , hermana mía: ¿no es mucho
zaba sobre m í tu ira , Dios m ío, y tu indignación, y yo lo igno- a mas feliz aquel cuya nave, llena de mercancí as y cargada
raba. Andaba muy lejos de ti y lo permitías. Me disipaba de riquezas, torna sin percance alguno al puerto en alas de
y me perd ía, me ba ñaba en mis inmundicias, y callabas. una suave brisa , que aquel otro cuya embarcación, tras el
158. ¡Ah hermana m ía!, mira atentamente todas estas tor- naufragio que lo ha despojado de todo, a duras penas escapa
pezas y abominaciones en las que me deslizó mi libertad. de la muerte? Pues así, mientras t ú puedes gozar de las ri-
Tú habrías caído seguramente en ellas, si Cristo en su mise- quezas que la divina gracia te ha conservado enteras, yo,
ricordia no te hubiera preservado. para reparar los fragmentos, recuperar lo perdido y remendar
159. Y no te recuerdo todo esto como si no se me hubiera los jirones, he de imponerme un agotador trabajo. Sin em-
concedido bien alguno. Pues sin volver a repetir los que se bargo, no creas que me llevas ventaja por eso. Pues muchas
nos concedieron a ambos, ya recordados antes, su paciencia veces la gloria de la virginidad suele empa ñarse por otros
admirable me aguantó hasta en mis iniquidades. Y gracias a vicios; y al contrario, la conversión de las costumbres de-
ella no me tragó la tierra, ni me fulminó el cielo, ni me pravadas puede borrar todo un pasado culpable, sustituyendo
llevaron las aguas. ¿Cómo, efectivamente, pueden las criatu- los vicios por las virtudes.
ras soportar tanta afrenta contra su mismo Creador, si el que
las creó no contiene su indignación? Porque Dios no quiere
la muerte del pecador, sino que se convierta y viva D \
92 Eclo. 7, 14.
93 Cfr. Sal . 7, 3; 70, 13 . 95 Cfr . Spec. I , 28; PL 195. 531 D .
94 Ez . 33, 11. 96 1 Cor . 4, 7 .
146 VIDA RECLUSA TERCERA PARTE 147

XXXIII. LA VOCACION A LA VIDA CONTEMPLATIVA


cosas t a.
í

163. Quiero que ahora recuerdes vivamente los dones dé la


divina bondad que tú sola personalmente conoces. La faz
radiante con que Cristo salió a tu encuentro cuando renun-
ciaste al inundo. Las delicias con que te sació cuando tenías
hambre. Las riquezas de su misericordia que te reveló. El p,-
amor que te infundi ó. El cáliz de la caridad divina con el que 3. EL FUTURO COMO ESPERANZA ESCATOLOGlCA
te embriagó. Porque si yo, siervo suyo fugitivo y rebelde,
XXXIV. LA MUERTE,
llamado por su sola misericordia, no me he visto privado FRONTERA ENTRE EL PRESENTE Y EL FUTURo
totalmente de sus consolaciones espirituales, ¿qué dulzuras
no le habrá concedido a una virgen? Porque cuando eras 165. El que tanto ha dado a los suyos en esta vida , ¡qué
tentada, Él te sostenía. Si te veías en la prueba, Él te levan- les reservar á para la futura!
taba . Si estabas triste, Él mismo te consolaba. En tus vacila- La muerte es el principio de las realidades futuras y el
ciones, Él te fortalecía. Cuántas veces se te acercaba el
dulce consolador para alejar de ti el temor que te consum ía.
F final de las presentes. ¿Qué ser no se horroriza o qué á nimo
no se espanta ante la muerte? Hasta los animales defienden
Cuá ntas veces ha llegado hasta tus mismas entrañas encen- su vida y huyen de la muerte, ocultá ndose y de mil maneras
dido de amor. Cu á ntas veces en la salmodia o en la lectura según su instinto. Pero escucha ahora lo que te sugiere tu
te ha iluminado con la luz de los sentidos espirituales. Cuá n- conciencia, lo que tu fe te garantiza, lo que tu esperanza
tas veces te ha arrebatado en la oració n con un casi inefable te promete, lo que tu corazón espera.
deseo de poseerlo. Y cuá ntas veces, sustrayendo tu pensa- 166 . Si te cansa la vida, si el mundo te aburre, si el cuerpo
miento de lo terreno, te ha transportado hacia las delicias y te pesa, seguramente ser á la muerte todo tu deseo, ya que con
encantos celestiales. ella te librarás del peso de esta vida, pondrás fin al hastío
164 Recuéntalo todo minuciosamente en tu espíritu, y ex- acabar ás con la tribulació n de la carne. Llegar a no temer la
citado así tu afecto se vuelva entero hacia Dios. Pierda para muerte por la serenidad de la conciencia , por la firmeza
ti el mundo su valor y te resulte mezquino todo amor carnal. de la fe, por la certeza de la esperanza, supera , en mi opinión,
Ignora ya que estás en este mundo, pues tu deseo lo has todo gozo, toda gloria y toda riqueza de este mundo \ Y esto
puesto allí donde viven para Dios los que habitan en los - lo podrá experimentar especialmente el que, después de haber
cielos. Porque donde est á tu tesoro, allí est á tu corazó n . No
07
gemido bajo su tiran ía, haya aspirado por alg ún tiempo la
metas el alma en tu vil faltriquera mezclada con monedas brisa de una conciencia más libre, como primicias de la futura
falsas; porque nunca podría volar al cielo por el peso del bienaventuranza. Así, cuando sobrevenga la muerte, la fe
dinero. Piensa todos los d ías que puedes morir 0 y no te pre- podr á superar el horror instintivo, la esperanza podrá mode-
ocuparás del ma ñana. No podrá aconsejarte la penuria posible rarlo y la conciencia tranquila rechazarlo.
,
del futuro, ni te espantar á el temor al hambre. Pondrás toda 167. Y med ítalo. La muerte es como una frontera: comienzo
tu confianza en aquel que alimenta a las aves del cielo y a o entrada en la felicidad y fin o salida del esfuerzo penoso a
causa de los vicios. Porque así está escrito: “Dichosos los que
98 Mt. 6, 26 ss.
"

97 Mt. 6, 21. 99 Ef . 1, 23; Col. 3, II.


.
* Cf . Regla 4, 47. ( N del E . ) 1 Cfr. Spec. I, 28; PL f 95, 532 C.
149
VIDA RECLUSA
PASTE
148 ese d ía, cuando, des-

"

anwa en el terror de
mueren en el Señor. Desde
descansan de sus fatigas .” 2
Por

ahora, sí dice el Espíritu ,
eso el profeta distingue entre
170. Piensa
otados loselern
las fuerzas
de los
. r ei calor
B
del fuego, Se estremezcan
g ahrir án los infiernos y quedar á n
ocultas Vendrá el juez airado
la muerte de los condenados y la cada muerte de los elegidos.
uno en su morada; manifiestas to
cn
^
gu carro como la tempestad , para
“Todos los reyes yacen con honor sepulcro como raíz desde lo alto , ^ con la desolación del fueg0. Bien-
pero tú has sido arrojado fuera de tu vengarse en ®
^á preparado para salirle al encuentro
la gloria los
in útil, podrida y retorcida.” Sí;
3
descansan en el est ,

una conciencia recta y es aventurado J* s jas almas que ahora se manchan con
que han muerto con la certeza de de sus santos \ Duer - Desgraciadas a la avaricia y se enorguüecen en sus
preciosa a los ojos del Se ñ or la muerte lujurias, se en ° cnidr án los ángeles para separar a malos
aquel a cuya dormición asis-
me indudablemente en la gloria
a su encuentro, le soberbias., Porque éstos a la derecha y a los otros a la
tieron los ángeles. Los santos le salieron . Rechazaron y buenos 11colocan^
prestaron auxilio y confortaron a su conciudadano izquierda .
acusadores . Así acom- estás ante el tribunal de Cristo,
a sus agresores y confundieron
pañaron al alma santa hasta el
a
seno
sus
de Abrah á n en el lugar PiíSe
colocada entre te
ios do
,
uus empos y que aun no te han mandado
^^
}

dos. Dirige tu mirada a é izcmil * u


la
de la paz y del descanso .
no a sí A ellos les a ninguno de los mísera multitud . ¡Qu horro UG' . 1’
168. Pero no así sucede a los impíos, como de un f étido
sacan del cuerpo los espíritus horrendos Enfangados por las
sepulcro y con instrumentos infernales. , los arrojan en las
pasiones y envueltos de concupiscencias
y contempla aquella ! Rechinan sus dientes

— temor
qué1 1dolor, quC éníí rnes desnudas
temblando sus carnesdeaesnuuc
su figura ,
C1 1

abatidos verg
^;, horrible
*
- su- ^^ ^^
asr
aspecto
»
/^Pecto
«
S
,
j
dos,
deforme
üenza , confundidos por su impu
_
llamas devoradoras para asfixiarseregocijo en un eterno hedor. Por la desnudez de su
cuerpo. Quieren ocultarse pero no
es y en cambio la de
eso la esperanza defl los justos
los impíos perecerá . , es imposible
169. Y como no lo sabemos por experiencia , este gozo argüir que el Fio es injusto, por-
<n,s crímenes, no pueden
este descanso , esta paz
describir en qué consiste sus la sentencia, su misma conciencia
prometido a los que lo esperanque en el seno de Abrahán. Espe- que cualquiera que fuera
ran allí los bienaventurados a se complete el nú mero de descubre que es justa. amar al que te ha separado de
sus hermanos, para que en el 7 d ía de la resurrección, vestidos 172. Ya ves cuánto debes
de perpetua felicidad predestin á ndote, al qUe te dis-
de gloria con la doble t única , gocen esa masa de condenadosque te ha purificado justific á ndote .
1 .
8
, al
lo mismo con su cuerpo que con su alma r tinguido llamá ndote
tus ojos hacia la derecha y mixa a aque-
173. Ahora vuelve cuando seas glorificada.
2 Apoc. 14, 13. llos entre quienes has de encontrarte
, que felicidad , qu¿ seguridad!
-
3 Is. 14, 18 19. ¡Qué hermosura, qu é honor
a de jueces , llevan la
Unos son elevados a la , éstos la blanca florotros
4 Sal. 115, 5. categor í

5 Sal. 1, 4. de la virgini-
gloriosa corona del martirio largueza de la
6 Prov. 10, 28. fecunda limosna , otros la
7 Apoc. 6, 11. dad , aquéllos la ía, y a todos los une el mismo
que desde los tiempos apostólicos erudición de su docta sabidur
8 Elredo, conforme al pensamiento, marca fuertemente la tensión esca-
avanzó hasta la alta edad media ía final o Juicio universal, de-
tológica del cristianismo hasta la Parus 9 Cfr. Mt. 13, 25.
jando a las almas separadas en un estado o situación de espera des- 10 1 Cor. 14, 25.
zanj ó Benedicto XII en su 11 Mt. 13, 39; 25,33.
pués de la muerte. Cuesti ó n que luego
Constitución Benedictus Deus, el a ñ o 1336 .
151
RECLUSA BCERA PAUTE
VIDA
^ esté . Por eso, allí no habrá luto, ni
16

150 para no desees que tentaciones, ni cambios o alteraciones at-


. El rostro de Jesús resplandece dulce ; ni
; ni
llanto ni dolor sospechas, ni ambición, ni adulación, ni de-
ridad io amargo
, sino ni
vínculo de la ca , sino ai amable ; no mosféricas; enfermedad, ni vejez, ni muerte, ni tinieblas; ni
ellos, no temible halagüeño. dos te desti- iü fracción ni se beberá, ni se dormirá; no existirá ninguna
amenazantetú, sino sin saber a cuál de los el temor
ni
comerá, ninguna fatiga, ninguna debilidad .
174. Y en medio , espera. Me asalta «presidad , faltar allí? Donde no hay
del juez. Cruel . Si me pones con los pones de la , ¿qué bien puedepuede haber, sino perfecta
nará la sentencia espanto
12
179. Entonces ni dolor , ¿qu é

izquierda , no
cubre el
y el terror, mepodré alegar que eres injusto
, es por tu gracia y no
, Y si me
por mis méritos
. Ya
manos , si, ves
. -
me , ni
luto
alegría?
Hor>fo, m
• llanto

Donde no hay ninguna tentación o tribulación, nin


..
uw r O alteraci
uc tiempo
ón atmosf érica, ni verano
-
con los de la derecha or, la vida tu está en tus en su amor gún cambio ide riguroso , ¿qué puede darse, sino la
, Se ñ coraz ó n , ni invierno
abrasadortemplanza -
175. Realmente debe deleitarse contado entre los de todas las cosas y la perfecta y verda
nto
por tanto cuátoda justicia pod ía haberte entre los jus - perfecta
del alma y del cuerpo? En donde no hay
dera tranquilidad, ¿qué puede existir, sino la suma seguridad?
cuando conrevocado la sentencia para incluirte
impíos, ha , escucha
nada que temerdiscordia, ni envidia, ni sospecha, ni ambición,
. sociedadmi Donde no hay
tos que quiso salvar unida a esta santa Padre, detracción, ¿qué puede existir, sino plenitud
rate ya
176. Considé su sentencia: “Venid, benditosla creación del
de ni adulación, ni ? Donde no hay deformidad alguna, ¿qué
el decreto de que os he prepa rado desde estas de todos los bienes belleza verdadera? Donde no hay tra-
recibid el: reino que tengan que escucharde mí, puede encontrarse, sino , ¿qué habrá, sino descanso perfecto y
los bajo ni debilidades hay nada gravoso ni pesado, ¿qué hay,
mundo.” Desgraciados : “Apartaos
11

llenas de ira y de furor án, dice el Señor, fortaleza? Donde no


otras palabrasfuego eterno.” 1Entonces
14

malditos, aleterno y los justos a la vida eterna


ir 1S
. ¡Cruel sepa- sino perfecta dulzura ? Donde no se espera la vejez, ni se
que puede existir, sino completa salud?
teme la enfermedad , ¿ condición mortal son devorados, ¿qué
al suplicio condición! que no vean la Donde la muerte y toda?
ración, miserable separados los malos, para entre los órdenes habrá , sino vida eterna
177. Una vez, y cada uno de los justos á la imponente s que podamos echar de menos? Abso-
180. ¿ Hay algo másobrepasa
gloria de Dios su grado y mérito, comenzar . Luego todos : la visión, el conocimiento, el
,

lutamente todo nos lo verá en sí^ mismo, se lo verá en todas


angélicos según cabeza
, Cristo, nuestraReino al Dios y Padre amor del Creador. Se a todas con paz, sosteniendo a todas
procesi ón. El primero
se entrega el í recibirán sus criaturas, rigiendo
sus miembros. Entonces y ellos reinen con Él. Asdel mundo. ;in esfuerzo alguno; comunic
ándose y en cierto modo dándose
para que reine con
ellos
desde la creación capacidad , pero sin disminuirse ni divi
a cada uno según su el rostro amable y deseable que los
-
el reino que les está preparado dirse. Contemplaremos
á ngeles desean contemplar
. ¿Y que podemos?
decir de su
, de su suavidad Veremos al Padre
XXXV . EL CIELO belleza, de su esplendor Esp íritu Santo en ambos.
este reino y mu - £
en el Hijo, al Hijo en el Padre y al
en enigma , sino cara a cara 18.
ni imaginarnos qué Ses sabemos que no Y no como en un espejo y
178. No podemoso escribir del mismo. haya
ólo
; ni habrá
nada i
cho menos hablar quieras que celestial se inspira en san An -
de lo que 16 Esta descripción de la bienaventuranza -
faltará allí nada i
selmo, Proslogion, 24-25; PL 158, 239 240.
17 1 Pe. 1, 12.
12 Sal. 54, 634. . 18 1 Cor. 13, 12 .
13 Mt. 25,
14 Mt. 25, 31 .
15 Mt . 25, 46 .
VIDA BECLUSA
152
promesa que dice: CONCLUSION Y SINTESIS
Se lo verá como es , cumpliéndose la
39

“El que me ama, ser á amado de mi Padre, y yo lo amaré


y me manifestaré a él.” De esta visi
20
ón se deriva aquel
l mismo dice : “ Esta es la vida eterna :
conocimiento del cual É
a ti el único Dios verdadero y a tu enviado
,
que te conozcan
Jesucristo.
» 21

181. Todo esto produce tal efecto, un amor tan ardoroso


gozo tan intenso, un
y afable, una caridad tan dulce, un
*'

la saciedad podr á disminuir el


deseo tan vehemente, que ni . ¿Qué es esto?
deseo, ni el deseo se opondrá a la saciedad ído oy ó, ni al conoci-
Ciertamente lo que ni el ojo vio, ni el otiene preparado para
miento del hombre llegó, lo que Dios
2a
los que lo aman . recuerdo de los
182. Ahí tienes, mi querida hermana , un de los presentes,
beneficios pasados de Cristo , la experiencia
de meditación
la espera de los futuros, a modo de semillas á y se 183. Ahora ya tienes lo que me pediste:
espiritual que procurarás sembrar. Con ellas germinar
. As í la me- el reglamento externo con el que la reclusa podrá re-
desarrollará el espléndido fruto del amor divino
engendrar á el deseo gular la conducta del hombre exterior;
ditación despertar á el afecto ; el afecto las normas ascéticas adecuadas para reformar al
las lá grimas sean
interior purificá ndolo de los vicios y adorn á ndolo con hombre
y el deseo arrancará23 las lágrimas, para que
que comparezcas en su presencia , las vir-
tu pan noche y día , hasta aquello que est á tudes;
y seas admitida a su abrazo y puedas decir y yo para él ” 24 . una triple meditación donde hallar ás cómo despertar,
en el Cantar: “Mi amado es para m í
escrito .alimentar e inflamar en ti el amor de Dios.
Si alguien llega a sacar algú n provecho de l
á
esta pequeñ a obra, en pago a mi trabajo y af án,lectura de
mis pecados ante mi Salvador a quien espero y
pida por
a quien temo. ante mi Juez

TERMINA ASI EL LIBRO QUE COMPUSO ELREDO DE RIEVAL


PARA LA EDIFICACION DE LA HERMANA SUYA
RECLUSA.

19 1 Jn. 3, 2.
20 Jn. 14, 21.
21 Jn. 17, 3.
22 1 Cor. 2, 9.
23 Sal. 41, 4.
24 Cant. 2, 16.
;

* n - Sobre el alma
Introducción y notas de Francisco Rodríguez, o.c.s.o. Traduc-
ció n de Germ á n Diez Martínez, o.c.s.o.

ü
INTRODUCCION

i:
.
i

I Importancia del diálogo


E aquí el canto de cisne del abad Elredo de Rieval Fue .
H su última obra \ Hasta el presente, que sepamos, sólo
tenemos esta interesante producció n de los padres cis-
tercienses en latín. Nosotros hemos consultado la publicada
i. por el crítico Charles H. Talbot \
Intentamos, en la presente edició n, presentar, con toda sen-
cillez, la primera traducción del diálogo Sobre el Alma en un
idioma moderno, el castellano. Lo ha hecho posible, con mu-
cho acierto, el P. Germá n Diez Martínez, que lo ha traducido
del latín.
Este diálogo nos ha llegado a través de dos manuscritos:
el Bodleian E . Museo 224 ( 3542 ) v el Durham B. IV. 25, ff.
83-126 \
La fecha de la redacción del libro se cifra entre 1165 y
1166 4
. Confirman este dato dos argumentos:
_

.
‘ rXs

T

1 Walter Daniel, The Life of Ailred of Rievatdx Translated from the


r

Latín with Introduction and Notes by F. M. Powicke, New York, Ox-


ford Press ( 1951 ) , pág. CI.
2 Ailred of Rievaulx, De Anima. Introduction and Publication by doc
tor Charles H. Talbot. Fotocopia de Medieval and Renaissance Stir-
dies, Suplement I. London ( 1952 ) .
3 Powicke, o.c., pág. CI; Talbot, o.c., pá gs. 57-62.
4 Powicke, o.c., pág. XCVII.
158 SOBRE EL ALMA INTRODUCCION 159

1. Al final del Libro I, el autor se refiere a un Concilio con


Por ser la obra que corona los escritos de Elredo, creemos
reunido por el Rey para “estudiar lo que se debía hacersusci que el diálogo Sobre el Alma tiene una importancia especial.
ciertos r ústicos y tejedoras ”, que “se han empe ñ ado en - Pero hay algo más. Según Le Bail, “esta composición debía
tar” el pelagianismo. Se sabe que ese Concilio fue el6 de Oxford
, suministrar la “base psicológica” al Espejo de Caridad, que él
en 1165 y 1166, convocado por el rey Enrique II . mismo llama la obra maestra de la enseñanza espiritual de
2. El otro argumento es el que nos da el propio biógrafo Elredo” 1S. Nosotros añadiríamos que no sólo del tratado de
en
de Elredo. Se trata de Walter Daniel, que vivió 17 a ñ“ os ó la caridad; nuestro diá logo es la base antropológica de toda
su compa ñía °. Dice, refiri é ndose a sus escritos , que acab su obra escrita y oral. Con satisfacción leemos lo mismo en
dos Libros de su obra Sobre el Alma y casi acabó el Tercer el gran conocedor y estudioso de Elredo, C. H. Talbot. “En
Libro. Pero el final de su vida le llegó antes que lo acabara .” 7 su pensamiento, dice, este Tratado, el que estamos presentan-
:i:
Seg ú n esto, el diálogo data del último a ñ o de vida del abad .8
do, constituía un complemento necesario de la síntesis doctri-
de Rieval, que murió a principios de 1167, el 12 de enero nal que había elaborado, practicado y dado a sus discípulos
Como se verá, las últimas palabras del bió grafo de nuestro eh el curso de su vida monástica: una enseñanza basada sobre
autor nos han planteado una cuestió n que debemos dilucidar
. una psicología, pero que conduce al alma hacia las alturas
¿Tenemos delante un escrito inconcluso ? Parece que no . C . de la vida espiritual.» 14
respecto que Sabemos, finalmente, que toda la vida espiritual y toda la
H. Talbot formula algunas observaciones a este
asumimos como nuestras °. Comparando, en efecto, la exten-
teoría sobre la misma se fundamentan en una antropología.
mas Ahí está aquello, para confirmarlo, de que la gracia no des-
sió n de los tres Libros del diálogo, encontramos que es truye la naturaleza, sino que la presupone y la perfecciona.
o menos la misma en todos ellos.
Además, si se lee y estudia un poco la obra , la argumenta - Entonces, nada mejor para comprender el pensamiento sobre
la vida en el Espíritu segú n san Elredo que su antropología .
ción y la disposición de la misma llevan a esperar un final tal
como se lo encuentra en el texto del diálogo que poseemos . Otro dato más para valorar la importancia del diálogo Sobre
de la composici ó n , la el Alma.
Finalmente, analizando el contenido
conclusión que tenemos actualmente es la única posible Aelred y poco
y nada se podría a ñadir. A esta misma conclusi10ón llega . Por qué el t ítulo “ Sobre el Alma ”
Squire, en su estudio sobre nuestro autor . Seg ún esto
ó grafo con sus palabras : “El fin de su
¿qu é quiso decir el bi
Tal vez para nosotros, hombres del siglo XX, no diga mucho
vida le llegó antes que lo acabara”? este título en su dimensión antropol ógica . Nos resultaría más
Parece ser que aquí se está intentando afirmar que Elredo familiar y elocuente si fuera “Sobre el Hombre” . Y esto es
no alcanzó a dar a publicidad el diálogo con sus revisiones
15

lo que quiere significar. Nos debemos ubicar, para entenderlo,


finales En conclusión podemos considerar muy probable ,
que el escrito está substancialmente como él quiso que fuera ia
. en la época en que fue escrito e imaginar para quiénes fue
destinado.
5 Powicke, o .c . , pág. CI; PC 4, pág . 212. En la edad media, la antropología no era concebida como
6 Walter Daniel, o.c. , pá g. 40. ahora. Hoy hablamos de este campo del saber, y lo pensamos
7 Walter Daniel, o . c. pág. 42.
8 Powicke , o .c. , pág . XCIV . 13 A . Le Bail , “ Aelred”, DS , t. I , col . 228 .
9 Talbot , o.c. , pág . 56 . 14 Talbot, o. c. , pág . 27 .
10 Aelred Squire, Aelred of Rievaulx ; A Study . London ( 1969 ) , pág. 130
.
15 Cf . Three Treatises on < Man; A Cistercian Anthropologtj . Edited by
11 Talbot, o.c. , pág . 57. Bernard McGinn. Michigan , Cistercian Publications ( 1977 ) , pág . 1 .
12 Talbot, o .c., pág. 56 .
161
160
SOBRE EL ALMA INTRODUCCION
squeda de las causas
como una ciencia. Para nosotros es una b ú l. Ni siquiera, en ello 21 Se ha dicho de él: “Elredo est á especialmente interesa -
-
próximas del ser humano , como ente raciona \ do en el estudio de los diversos afectos humanos y su psicolo-
muchos de los casos, es ya una filosof ía. Es psicología, con un gía. Este interés denota un don particular de observación y
emp írico. Para Elredo, y en de introspec ción del director de almas que fue el abad de
gran énfasis de lo experimental y
escribían sobre la .” 32
Contaba con medios naturales para llevar a cabo
general para los Padres de su época queban Rieval
expresa , ciertamente, en su vocación por el hombre. Él mismo se expresaba en su bella
vida espiritual, no era así. Ellos se hombre . L. Reypens, en Oración Pastoral : “T ú sabes, Señor, que no es en un espíritu
categorías de “alma , refiri
” é ndose al
, nos recuerda cómo la de severidad y dominación que los quiero mandar, que deseo
su magnífico artículo sobre el alma
entre los escritores espiri- serles ú til en la caridad m ás que dominar sobre ellos, que la
alta edad media está influenciada Agustín sobre el alma y
,
. humildad me lleva a serles sumiso y el afecto a estar en medio
tuales, por la visió n profund1C a de san
de ellos, como uno de tantos.” Su biógrafo dejó escrito: “En
23
era sólo por seguir al
su alcance místico de Dios . Pero no el alma refiriéndose
sobre verdad fue muy deferente e indulgente para la debilidad de
Obispo de Hipona que se hablaba ón completa y total -j cualquiera y jam ás quiso decepcionar al que apelera a él en
al hombre. Era , más bien, cuestión de visi, leemos en uno de caso de caridad /’ 24 Gilberto de Hoyland, al anunciar su muer -
.
del ser humano “Esta ciencia del hombre , no es sólo el te, interrumpiendo sus sermones sobre el Cantar de los Canta -
los mejores comentadores del abad de :Rieval es una antropologí17a res, exclamó: “Su palabra , como la cera, derram ó una ciencia
resultado de los meros datos raciona les
fin del hombre.” de miel. . . Su personalidad se mostró en su conversación , mien-
teocéntrica que ve en Dios el origen y el asegura : “Como tras la calma de su rostro y la actitud de todo su cuerpo tradu -
Y en un estudio sobre san Bernard o se nos
para estos maestro s espiritua les ( los r cían los sentimientos serenos de su alma . . . Pronto a escuchar,
se hace observar, tambi é n
el Alma no es un i tardo en hablar, y no puedo añadir lento a irritarse: ¿cómo
cistercienses de los siglos XII y XIII ) , Sobre purame nte podr ía serlo, él que no se irritó jam ás?” 25 Cuarenta añ os des-
tratado abstracto de psicolog a í , seg ú n el sentido
designa la condici ó n concreta , pues, Jocelín de Furness, en su Vida de san Waldef , hacía un
filosófico de la palabra , sino que
‘noble creatura para retrato de nuestro abad : “. . . Y sobre todas las cualidades, él
histórica, del hombre delante de Dios, complejo humano, tal excedió a todos los prelados compa ñ eros de la Iglesia por su
Dios’ ( Sobre la gracia, c. 3, n. 7 ), todo el paciencia y ternura. Estuvo Heno de simpat ía para las enfer-
como »Dios lo ha hecho y tal como el hombre lo ha defor- medades, tanto f ísicas como morales de los otros,” 27 “Fue un 20

mado. 18

- monje intensamente humano”, sintetiza A. Le Bail .


El diálogo de san Elredo es, entonce s, lo que hoy Uamar ía
ó B
. Es
1
decir , el sentido de la Los resultados son evidentes. Su imponderable obra Sobre
mos una antropología teol gica
ón. O, como dice A20. la Amistad espiritual nos lo está recordando. Amistad con sus
situación humana a la luz de la Revelaci ón espiritual” . monjes, con otros de la Orden Cisterciense y con muchos de
conversi
Maiorino, “el punto de partida de todael abad tenía una voca - su patria, Inglaterra 28. Su apertura al hombre es lo que mejor
Leyendo a Elredo se advierte que
gran capacidad para nos puede explicar el gran incremento que alcanzó Rieval
ción : el hombre. Se le reconoce una
21 Walter Daniel o.c. , págs. 26 y 39; Powicke, o.c. , pág. LXXXV.
16 L. Reypens, “Ame , DS, t. I, col . 441 . e ; Aelred de Rievaulx, Pa -

22 A Le Bail, “Aelred” DS, t. I, col . 233; Walter Daniel , o.c ., pag . 08.
17 Amédée Hallier, Un Educateur Monastiqu 23 Amédée Hallier, o.c. , pág. 84.
rís ( 1959 ) , pá g. 30. 24 Walter Daniel , o .c. , pág. 39.
” I, col . 1472.
18 A . Le Bail, “Bemard ( Saint ) . DS, t. 2D L. Bouyer, La spiritualite de Citeaiix . Parí s ( 1955 ) , pág. 126 .
19 McGinn, o c pá g . 76 . 26 Powicke, o.c. , pág. XXXIII.
se* nella scuola cisterciense , Na-
. . ,
20 A. Maiorino Tuozzi, La fConoscenz diStorici
a 27 A. Le Bail, art . cit. , col. 233; Powicke, o.c., pág. 58 .
per gli Studi ( 1976 ) . En Collectanea 28 Walter Daniel, o.c , págs. 40 y 42; A. Le Bail, art . cit . , col. 226.
poli, Istituto Italiano
Cisterciensia , T. 40-1978-4 , p á g . 346.
4:
SOBRE EL ALMA 1
162 ÓN 163
^TBODUCCI
J

durante su abadiato, llegando a más de seiscientos cincuenta Dios - en el- -' alma se tiene en cuanto es llevada o puede ser
miembros 20. Además de las seis abad ías inglesas, deben con- ^
llevada
i
a
r V
Dios •
.» 34

tarse once monasterios de Escocia y ocho monasterios de Para poder comprender mejor el título de nuestro diálogo,
monjas sólo en Yorkshire, sobre los que debió ejercer influencia. debemos, finalmente, señalar el motivo del mismo y sus desti-
Al describir el diálogo Sobre el Alma, encontramos que a j natarios. Lo decíamos antes. El abad Elredo escribía para sus
Elredo le interesaba el hombre a la luz de Dios , como sujeto
monjes y toda su doctrina es monástica. De ahí su enfoque.
de la gracia, de la vida en el Espí ritu. Para" decirlo en pocas No entraban en su cometido aspectos puramente teóricos. "Los
y con sus propias palabras : el hombre como imagen de Dios”.
ó de la doctrina de Elredo ”U
.
3
El hombre, cistercienses, ha escrito G. Webb en su breve Introducción al
He aquí "el coraz n
r Sobre el Alma cisterciense, fueron especulativos, pero especu -
para nuestro autor, no se agota en las categorías de esta vida. laron sólo en orden a la solución de un problema completa -
Está proyectado hacia Dios. Él mismo predicó a sus monjes mente práctico. A la larga, fueron moralistas, siendo su fin
en cierta ocasión : "El pan de nuestra patria. . . es la faz de principal la realizaci ó n de la unión con Dios por medio de la
Dios ” 31 Porque para Elredo no puede ser completa la visión vida ascética .” 36
y el estudio del hombre, desligá ndolo de Dios. Eso s í, dejé-
moslo bien sentado, la dirección en que se mueve su especua-
lación no es de Dios al hombre, sino del hombre a Dios .
3

En la Escuela Cisterciense
"Encontramos aquí la concepción fundamental de san Agustín,
que está en el doble precepto: Que me conozca, que te conoz- “La publicación en la mitad del siglo XII de varios tratados
ca. Conocimiento del hombre, conocimiento de Dios: uno de sobre la naturaleza del alma, parece, a primera vista, indicar
los puntos sobre los cuales fue predominante la influencia de t una cierta preocupación entre los escritores cistercienses sobre
san Agustín” sobre Elredo, dice Amed ée Hallier, citando a Jean el problema fundamental de la psicología” 36, nos hace observar
Leclercq .3S
t¡ , Talbot. Y A. Le Bail dice m ás expresamente : "Los cister-
Toda la riqueza del alma, es decir, del hombre, en cuanto cienses de los siglos XII y XIII no entend ían la enseñanza
ser racional capaz de conocer y amar a Dios, está en ser "ima- de la espiritualidad sin un tratado Sobre el Alma. Redactado
gen de Dios”. El di álogo que analizamos ha de ser, entonces, expresamente o disperso, según las ocasiones, este tratado era
un desentra ñar esa inmensa riqueza y capacidad del ente ra- la clave de toda su enseñanza sobre la santificación del
cional. Porque no sólo ni principalmente en virtud de la ima- hombre. Así para san Bernardo, para Guillermo de Saint-
gen divina que hay en el hombre, se asemeja éste a Dios. Es Thierry ( De la naturaleza del Alma y del Cuerpo ) , para
más bien en virtud de su condición de ser imagen y en el Elredo de Rieval ( Sobre el Alma ) , para Isaac de la Estrella
esfuerzo por el que el alma, pasando por el camino de s í mis- ( De la naturaleza del Alma y del Cuerpo ) . Seg ú n tales
ma, aprovecha de esa semejanza para llegar a Dios. Santo disposiciones, no se comprenderá su sistema de espirituali-
Tomás lo decía de una manera más sencilla : "La imagen de dad si no se estudia en primer lugar la ciencia del alma.»> 87

29 Ibidem, pág. 38.


30 B. Pedrik, Sancti Ailredi de caritate doctrina; Excerpta, pág. 59. En

Se puede, entonces -diremos con G. Webb , hablar de una

Amédée Hallier, o.c, pág. 30. 34 Santo Tom á s de Aquino, Suma Teol ó gica , l . q . 93 a 8. BAC ( 1959 )
31 STemp. IV: 234 B. t. III ( 2P ) , pá g. 589.
32 Etienne Gilson, The Spirit of Mediaeval Philosoplnj , New York (1940),
pá g. 213. -
05 y Webb, An Introduction to the Cistercian De Anima, London

-
ág 18’
33 Am éd ée Hallier, o.c., pág. 11, Jean Leclercq, Vamour des lettres et 36 Talbot, oP
.c., pá gs. 23 y 24.
le desir de Dieu, Par ís ( 1957 ) , pá g. 211.
^ A. Le Bail, “Bernard ( Saint ) ”, DS, t. I, col. 1461.
§K
164 165
SOBRE EL ALMA I^BOPOCCIóN
antropología . '‘A la luz de este estudio, es evidente
42
Escuela Cisterciense, aunque los autores sean casi todos bas-
tante independientes unos de otros y de variado calibre como y su antropología ha logrado una creciente importancia en
la
ía de Bernardo.” 43 En otras palabras,
pensadores y escritores. Una de las comunes preocupaciones
de la Escuela es un interés por el alma en sí misma, revelado
por un notable n úmero de tratados llamados Sobre el Alma,
o algo similar. Éstos han sido pensados como obras espe- m
^estudio de la teolog
¿e todo lo dicho hasta ahora debemos sostener que san
Bernardo de Claraval no escribió ning ún tratado sobre an-
tropología. Es cierto. Pero también es fuerza concluir que
cialmente cistercienses, que vieron la luz a causa del nuevo la preocupación por la antropología teológica, implicada en
ardor de la Orden y dan mucha importancia a la consigna los tratados cistercienses sobre el alma, es un tema muy
‘Conócete a ti mismo', puesto que el propio conocimiento
es la base de toda virtud , como dice san Benito en el capí-
- importante, e incluso central, en todos sus escritos. Todo
cual nos lleva a la conclusión de B. McGinn: “Bernardo
tulo 7 de la Regla.” ss “Especialmente en el á rea central de fue el responsable de la importancia »concedida a la antro-
pología en el movimiento cisterciense.
44
la antropología teológica, la contribuci ón cisterciense fue °

de real significación” : esta es una de las conclusiones a


39
Hojeando un poco las obras de san Bernardo, se encuentra
las que llega B. McGinn en su serio estudio sobre la antro-
pología cistercience.
Y ¿cuá l fue el rol de san Bernardo en esta Escuela Cis-
terciense y, por tanto, en este énfasis antropológico de la
— repetido el tema del conocimiento de uno mismo, “como la
- rienda, a ñade Maiorino, primordial y elemental del monje” .
Nos es conocida la influencia que ejerció en todos los escri-
tores cistercienses de los siglos XI Í y XIII, y en otros con-
4G

misma? temporáneos. No es de extra ñar que además de los tratados


Es cierto lo que se ha tenido que constatar: “Aunque antropológicos más conocidos y citados, como los de Gui-
Bernardo de Claraval es usualmente presentado como un llermo de Saint-Thierry, Elredo de Rieval, Isaac de la Estrella
magnético líder de la segunda generación del Cistcr, recien-
tes estudios han demostrado que esta imagen está demasiado
— y Alcher de Claraval, se nos den otros títulos de autores
menos conocidos e incluso algunos anónimos . 40

simplificada. ( De tal modo ) , una similar ambig üedad puede A Elredo se lo suele conocer como el Bernardo inglés,
encontrarse en el papel que jugó en colocar la antropología o Mateo de Rieval, en efecto, lo hace “semejante a Bernar -
teológica en el centro del pensamiento cisterciense.” 40 De- do” 47. También Nicolás de Claraval dice: “Semejante a Ber-
bemos tenerlo bien presente antes de seguir adelante. El nardo . . . Casi igual a Bernardo.” 48 Y puesto que el obrar
Diccionario de Espiritualidad, refiriéndose al tratado De la sigue al ser, podemos sostener con toda seguridad que san
gracia y del libre albedrí o,, escribe : “Este título debería ser Bernardo influyó poderosamente en la doctrina de san Elredo.
justamente Sobre el Alma. 41 ¿Qué se nos quiere significar
?
Nada mejor para confirmar lo dicho que la autoridad de
con esto? La más importante contribución, y también de las Gilson. Nos dice : “Elredo, perteneciendo a una generación
más recientes, al estudio de la antropología en el abad de posterior, depende todav ía directamente de san Bernardo.


Claraval nos estamos refiriendo a la obra de W. Hiss
pone un particular acento en el socratismo cristiano, es decir,
el conocerse a uno mismo como punto de partida para la
— Habiendo vivido en el siglo XII, la distancia del tiempo que
42 W. Hiss, Die Anthropologie Bernhards von Clairvaux , Berlín ( 1964 ) ,
págs . 31 -41 .
teoría de san Bernardo y la conexi ón entre su cristología 43 McGinn, o .c . , pág . 78.
44 McGinn, o. c. , pág . 77 .
38 G. Webb, o .c., pág . 4. 45 Maiorino, o.c. , pág . 346 .
39 McGinn, o.c ., pág . 92. 46 McGinn, o.c. , pág. 81 . Notas 316 y 317 .
40 McGinn, o.c., pág. 77 . 47 Powicke o.c. , pág. XXXIV .
41 A . Le Bail, art . cit . , col . 1461.
48 Citado por Migne. PL 195, col . 208 .
166 SOBRE EL ALMA
INTRODUCCIóN 167
lo separa del maestro no es considerable. Por tanto, aun
cuando influencias doctrinales se hayan interpuesto entre él gen de Dios, a saber, en la mente y la razón.” San Agustín,
61

y san Bernardo, queda , aunque se a ñada a ello la fuerza de entonces, es reconocido por su insistencia en la eminente
sus diferencias individuales, un intérprete cualificado del dignidad de la mente, abierta como está a la iluminación de
maestro, del que se siente constantemente la presencia en las divinas ideas. “Y la escuela medieval agustiniana, aclara
sus escritos.” Y un poco más adelante, en el mismo libro,
40 Gilson, unirá preferiblemente la idea de imagen a este in-
destaca la importancia de que D. Witmant haya establecido mediato contacto del alma con Dios.» 62
claramente que fue a instancias de san Bernardo que Elredo Los que ponían la imagen de Dios más bien en la libertad
escribió uno de sus más bellos e importantes libros, Espejo del hombre, aducí^an la autoridad de san Bernardo. El santo
centra la imagen de Dios en el libre albedrío humano. “De
de Caridad . Refiriéndose a la carta que el abad de Claraval
envió al de Rieval con este motivo, concluye así Gilson: “Una
carta capital para establecer la verdadera naturaleza de las

acuerdo con san Agustín son también palabras de Gilson ,
Bernardo sit úa la imagen de Dios en la mente del hombre;

relaciones entre Bernardo y Elredo.” 60
pero mientras Agustín la busca con preferencia en el conoci-
Elredo, entonces, siguiendo las huellas de san Bernardo, miento intelectual, donde la iluminación divina atestigua la
con su diálogo Sobre el Alma , es un exponente elocuente de presencia incésante del Creador a la criatura, Bernardo la
la Escuela Cisterciense del siglo XII. sit úa mas bien en la voluntad , y particularmente en la li-
bertad.” BS

Elredo no era un hombre de controversias de escuela. Vi-


virá tranquilamente fuera de todo eso B . Por lo mismo, trata
4

Las principales fuentes del diálogo de establecer un gran equilibrio en sus opiniones en todo
el diálogo. Este esfuerzo se admira de manera especial al
Elredo, a semejanza de san Bernardo y los otros escritores referirse a las facultades del alma : memoria, razón y voluntad,
cistercienses contemporáneos, parte, pues, para su estudio si bien es clara su opción por la preponderancia del libre
antropológico del hombre, del presupuesto de que el mismo albedrío en relación a la imagen de Dios en el hombre, si-
ha sido creado “a imagen de Dios”. Esto importa grandes guiendo a su padre espiritual, Bernardo.
interrogantes. ¿ Dónde est á esta imagen de Dios en el hom-
bre? ¿Cómo se manifiesta? Las fuentes adonde ir á a inspirarse Elredo en el escrito que
Los autores medievales, como había sucedido con los ante- tratamos de analizar son la Biblia, los Padres Latinos y uno
ripres a la edad media y sucederá hasta nuestros días, se o dos escritores clásicos 65. Entre estas fuentes se destacan tres
dividían en sus opiniones. Cuando no se oponían. El problema nombres: san Agustín, san Bernardo y san Gregorio Magno.
resid ía en que se trataba de situar esa imagen divina en lo Dom Jean Leclerq deja constancia de que “san Agustín
que se creía superior en el ser humano. Y aquí venía la gran gozó de un gran prestigio en el primer Citeaux» 66. Además,
polarización: ¿es en la razón o en la libertad de la voluntad? Elredo de Rieval tenía, personalmente, un conocimiento pro-
Para ubicarla en la mente, como razón, era suficientemente
clara la opinión de san Agustín. En sus escritos, en efecto, 51 San Agustín , Enarraciones sobre los Salmos. BAC, t. XX ( 1965) , 42,
se pueden leer frases tan exactas y decididas como esta: n 6 pág. 35.
<?
,
52 Gilson, The Spirit of Medioeval Philosophy , pag
“Debemos entender que tenemos algo en donde está la ima- . 212.
53 Gilson, La Théologie Mystique de Saint Bernard, pág. 64 .
49 Etienne Gilson, La Théologie Mystique de Saint Bernard . Par
(1969 ), pág. 18.
50 Ibidem, pág. 234.
ís

!
54 Gilson, o.c., pág. 18.
55 Talbot, o.c., pág. 51.
/ me
_
.. . c,gueme_.
56 Jean Leclercq, Cultura y Vida cristiana, Salamanca, Eche Sí
1 - 1 1
"
168 SOBRE EL ALMA
INTRODUCCIÓN 169
fundo de san Agustín . Nuestro diálogo está todo él entre-
67
con los muertos. Refiriéndose a él, dice el abad de Rieval:
tejido de citas, explícitas o implícitas, del Obispo de Hipona. “Oye tambié n al que no deja punto por tocar, es decir, a san
No oculta la admiració n que siente por él y exclama: “Es Agustín, al que elegimos en esto como principal guía.” Estas
inimitable en su sutileza.” Y el mismo motivo, o razón de ser, palabras son suficientemente elocuentes para indicarnos el uso
del diálogo es “cerciorarse de lo que piensa Elredo sobre que hizo de este tratado agustiniano.
algunas cosas que se leen en los libros de san Agustín”. Por Por otra parte, llama la atenció n la manera como es citado
eso en el transcurso de la obra hará constar que emplear á
“las palabras, o el sentido, o unas y otro, de san Agustín”.
san Agustín en Sobre el Alma. En los dos primeros Libros, las
citas están bien tramadas y entrelazadas. Hay una perfecta
Tres son los libros de san Agustí n que encontramos citados asimilación y dominio del pensamiento de Agustín en la pro-
expresamente aquí: las Confesiones, Del G énesis a la letra blemática presentada. En la tercera parte no es así. Las citas
y Del cuidado que se ha de tener con los muertos. Parece que está n integradas, aparentemente, con más dificultad. ¿Que la
estas son las obras de Agustí n que más influyen en nuestro enfermedad y la proximidad de la muerte le impedían re-
diálogo, aunque, como dejamos entender, son varias otras flexionar más detenidamente y hacer, por tanto, también
las obras citadas implícitamente. más suyo el pensamiento del Obispo de Hipona? Talbot se
Hablando de los últimos días de su vida, época en que inclina por este parecer ü . Es probable que tenga razón. Pero
0

escribió nuestro Sobre el Alma, nos comenta el biógrafo de si nos detenemos en el mismo tema del Libro III, tan dife
-
Elredo las lecturas habituales del abad. “En particular es-

cribe solía tener en sus manos las Confesiones de Agustín,
— rente de los dos primeros, se explicará por qué Elredo usa
tal vez con más pesadez, podríamos decir, las citas expresas
que habían sido su gu ía cuando se había convertido del de san Agustín .
mundo.» 68 Encontramos citadas las Confesiones en los tres
Libros del diálogo. En especial las tiene presentes al referirse Anteriormente mencioná bamos que san Bernardo ha dejado
a la memoria y al libre albedrío. Estos temas son clásicos una gran marca sobre nuestro autor. Aqu í los hechos con-
en las Confesiones. cretos nos lo confirman. Después de san Agustín, el autor
Un profundo conocedor de Elredo, refiriéndose a la in- m ás citado en Sobre el Alma es san Bernardo de Claraval.
fluencia del libro Del Génesis a la letra, de san Agustín, .
Ciertamente no de una manera explícita Pero son bien claras
afirma que “desde el principio hasta el fin de su carrera , el las repeticiones de términos y conceptos. La obra más citada
uso de este libro por Elredo se descubre de todo punto im
portante, y hay buena razón para pensar que significa para
- es el tratado De la gracia y del libre albedrío, la que más re-
fleja su mentalidad. También es la que más influye en Elredo
su general formación teológica lo que las Confesiones para al estudiar las facultades del alma, la parte medular del
su vida imaginativa y devocional” 5e. Este mismo tratado del diálogo que presentamos. 01. Este escrito de san Bernardo,
Obispo de Hipona es citado en otras obras de Elredo, en ademas de ser su tratado sobre el alma, contiene como
especial en los primeros capítulos de su fundamental Espejo centro medular la doctrina del hombre creado a imagen y
de Caridad . En nuestro diálogo lo encontramos explícita- semejanza de Dios por el libre albedrío 62; dos puntos de
mente recordado en el Libro I y en parte del Libro II. capital importancia para el diálogo de Elredo.
El tercer escrito de san Agustín citado expresamente por En el Libro III, el último, se nombra con frecuencia a san
Elredo en Sobre el Alma es el Del cuidado que se ha de tener Gregorio Magno. De él dice Jean Leclercq : “Ejerció una m-
57 Talbot, o.c., pág. 53. 60 Talbot, o.c., pág. 53.
58 Walter Daniel, o.c., pág. 50. 61 A. Le Bail, art . cit.; col. 1461-1462 y 1472.
59 Squire, o.c ., pá g. 53. 62 Ibidem .
t•
170 SOBRE EL ALMA INTRODUCCIÓN 171

fluencia decisiva dentro de la cultura monástica, en lo rela- Talbot resume asi el valor positivo de nuestra obra: “Con-
»
tivo a la tendencia escatológica . Y este último Libro del siste solamente en una síntesis de la doctrina agustiniana tal
63

Sobre el Alma de Elredo está en esa dimensión escatológica. como había sido intentada muchas veces en siglos anteriores
La mayoría de las citas, implícitas y explícitas, sobre san con menos éxito y ciertamente con menos encanto. Su indi-
Gregorio está tomada de sus Diálogos. Para discernir la in- vidual proeza está en el genio con que unió, en restringido
fluencia que haya podido tener este autor sobre Elredo, vayan espacio, un cuerpo de ideas esparcidas en los vol úmenes es-
algunas expresiones de este último en su obra : “Estas pala - critos por san Agustín . Proeza que lo colocó a la altura no
— —
bras dice son dif íciles para el entendimiento. . . ; con todo,
se ha de procurar entender la mente de tal varó n; pero, si
de Guillermo de Conches o de Hugo de San Víctor o Pedro
Lombardo, pero sí con otros miembros de la Escuela Cister-
no se puede, siempre se ha de recibir su opinión.” ciense, como Guillermo de Saint-Thierry, Isaac de la Estrella
y Alcher de Claraval.” 60

Ha usado Talbot en las palabras anteriores un adverbio


Aportaciones concretas que nos gustar ía matizar un tanto. Nos referimos al “sola -
Para juzgar la riqueza y el valor de este escrito de san mente del principio de la cita. Desearíamos escribir en su
Elredo, es necesario hacerlo desde el mismo Elredo. Se ha lugar ‘^principalmente”. Estamos convencidos de que hay otros
dicho, con razón, que todas las comparaciones son odiosas. aspectos positivos y ricos en esta obra de Elredo de Rieval.
No hay razón para compararlo con Agust ín de Hipona en el Para los que se asoman al estudio del hombre y se dicen
campo de lo especulativo. Pensamos que si Elredo lo con- cristianos, hay aquí un valioso testimonio. En efecto, para
sulta y cita constantemente, no es porque pretenda compa- Elredo la fe juega un papel decisivo en el concepto que se
rarse con él. En nuestro di álogo admite el autor que Agustín forma del hombre. Este no es un ser racional por estar dotado
“es inimitable en la sutileza”. Elredo, por tanto, es Elredo. de razón y ser superior a los entes materiales, vegetales y
Así como lo había sido para el abad de Claraval y la Es- animales simplemente. Es sobre todo, nos recuerda el escritor
cuela Cisterciense, para el abad de Rieval la antropología del Sobre el Alma, por ser “imagen de Dios” y por su capaci-
en cuanto tal o la lucubració n en sí, para hablar en términos dad de descubrirlo con las facultades de su alma: memoria,
más generales, no ten ían razón de ser. Se ha afirmado de entendimiento y voluntad. Este es el fondo de su diálogo.
los tratados sobre el alma, o semejantes, de la Escuela Cis- Otro aspecto por destacar es que Elredo resalta el valor
terciense de la edad media que “es de dudar que los cister- pedagógico de una antropología teológica para cualquier
cienses estuvieran preocupados con los aspectos puramente
teó ricos de la cuestión, pues la especulación filosófica fue del
— —
espiritualidad. El santo o el espiritual no es un ser des-
humanizado; es el hombre logrado y realizado en la plenitud
de su ser y de sus obras en cuanto tal. Y además, para tener
todo descuidada. Más bien debemos esperar, del conocimiento
de los ideales y aspiraciones que les animó, que estos tra- ideas claras sobre Dios, hay que tenerlas también sobre el
tados se elaboraran para promover un interés puramente hombre.
práctico y espiritual ,04»
De ahí que Elredo no se propusiera Es cierto que tanto esta última como la anterior aportación
penetraciones filosóficas en este diálogo. No es por esas lati- ) no son exclusivas; Elredo las comparte con los otros autores
tudes por donde hay que buscar las aportaciones del Oomismo. cistercienses de la edad media y con otros muchos ante-
“Su enseñanza es perfectamente simple y tradicional.” riores y posteriores a él, no cistercienses. Pero nuestro abad
mglés difiere de ellos en la cualidad de su espíritu, que
63 Jean Leclercq, o.c., pág. 37.
64 Talbot, o.c., pá gs. 23 y 24. 66 Ib., pá g. 47.
65 Ibidem, pá g. 45.
172 SOBRE EL ALMA I INTRODUCCIÓN 173

imprimió tan indeleblemente en todo con lo que entró en Estos datos de espontaneidad , naturalidad y cordialidad
contacto
» 07
son muy ú tiles para adentrarse en el estudio de nuestro
diálogo. No debemos esperar de la obra grandes disquisicio-
nes metaf ísicas, como hemos señalado. Vamos a dar, en
Análisis del diálogo cambio, con la gracia de una charla familiar, sincera y cordial.
Lo señaló Jocelín de Furness en el retrato que traza de El -
I. Forma redo: “Fue un hombre de altísima integridad, de gran sabi
duría práctica , aguda y elocuente, un compañero agradable,
-
Se inicia el diálogo de una manera verdaderamente espon-
generoso y discreto.” 70
Por otra parte, basta leer el Sobre el Alma para admirar
tánea y natural. Tres datos nos lo confirman :
* la llegada inesperada del interlocutor, Juan, para iniciar la una gran capacidad didáctica en él. El P. A. Hallier, a quien
hemos citado varias veces, no duda en titular muy sugesti-
conversación;
* Elredo, que asegura estar presto para atenderlo y res-
vamente Un Educador Monástico su libro sobre nuestro
santo 71. Eso fue sobre todo Elredo. Y así se descubre toda
ponderle; un arte mayéutica en el desarrollo del diálogo. El autor lleva
* finalmente, los que estaban con el abad de Rieval, que
espont á neamente a su interlocutor a encontrar la respuesta
ya terminan y está n a punto de marcharse.

Esta escena es la misma que leemos en su biograf ía se —
repetía constantemente. Elredo está en la enfermería, en efec-
a sus propias preguntas y a dar con nuevos cuestionamientos.
Por lo regular, las intervenciones de Elredo no son dema-
siado largas ni presentan un tinte magistral. Estas caracter ís-
to, donde ha tenido que retirarse los últimos añ os de su vida. ticas brindan gran agilidad al escrito.
“Cada día vienen a su pieza y se sientan allí de veinte a
La división en tres Libros contribuye a una mejor distri-
treinta de sus monjes al mismo tiempo. Hablan juntos de las bució n y clasificación del tema.
delicias espirituales de la Escritura y de la observancia de La misma forma dialogada con que se expresa, el mismo
la Orden. ” 68
Este es el contexto de nuestro diálogo, parte
método que usó para impartir sus ideas a, lo hacen más lleva -
7
de la vida cotidiana del abad. dero; facilita asimismo la lectura y comprensión, la enuncia -
Hay también mucho de cordialidad. Elredo recibe a Juan, ción del tema de cada uno de los Libros al principio de los
que llega, llamándolo “querido”. Durante todo el desarrollo de mismos. Son un gran aporte did áctico los res ú menes que
la conversación, Elredo se manifestar á bondadosamente abier- trata de hacer al final del Libro I y principios del Libro III.
to a las preguntas insistentes de su monje, que lo interroga
ansiosamente. Le repetirá lo dicho, cuando sea necesario. Se
lo resumirá, para que se le grabe mejor. Nunca impondr á su — —
No son cansadoras al contrario, son una buena ayuda
para el lector las frecuentes e insistentes llamadas a re-
parecer porque sí. Así también es el estilo de su vida normal. cordar lo afirmado anteriormente en el curso del diálogo,
“Sus visitantes
— —
nos cuenta el biógrafo , iban y se ponían
alrededor de su cama. Hablaban con él como un niño charla
que se relaciona con la nueva cuestión que se plantea o trata
de estudiar.
Su estilo no es nada rebuscado. Su mismo biógrafo afirma,
con su mamá. No trataba adustamente al que pudiese decir )
algo que no le gustara. Misericordioso como era, nunca ex- refiriéndose a su estilo en general: “Jamás trató de arropar
pulsó un monje del monasterio.”
80 su decir con falsos arreos, que oscurecen más que adornan
70 Powicke, o.c., pág. XXXIII.
67 Ib. , pág . 51. 71 Hallier, o. c.
68 Walter Daniel, o.c . , pág. 40. 72 Talbot, o.c. , pág . 55.
69 Ibidem , pág. 40.
174 SOBRE EL ALMA INTRODUCCIÓN 175

su sentido. 73 Elredo no era un hombre que buscara el buen 1. Método: cómo se lo propone
»

decir sin más 7\ Él era, antes que nada, un educador. Lo que h


intentaba era transmitir vida. Por eso leemos en su ”misma 1. La fe. Como buen seguidor de san Agustín, para Elredo
biograf ía: “Vivió mucho más de lo que él pudo decir.
75
el orden legítimo en nuestro discurrir es : “Primero que creas,
le hace
Al final del Libro I encontramos el augurio que se deseaba y así entiendas.” Es cierto, él está tratando de hacer antropo-
a Elredo educador. Se ve que era lo que el autor logía. Pero una antropología teológica, es decir, cristiana. Por
poseer y lograr. Y lo logró. El augurio fue realidad . Nada eso su punto de partida , al penetrar la esencia del hombre, es
mejor para resumir las cualidades que hemos intentado se- la fe.
ñalar. Leemos, entonces: “ Dios te conceda la perspicacia de No se queda sin embargo, en la fe. De otra manera estaría
entender, la abundancia en el decir y la eficacia para per- haciendo teología. Parte de la fe y sigue por la razó n. Busca,
suadir.” como él mismo lo declara muy bien, “ no lo que se ha de
creer, sino lo que se ha de entender”. Su método es induc-
tivo- deductivo. Así, al hablar de la inmortalidad del alma ,
II. Método, fin y contenido afirma: “Aunque estoy forzado a creer, no quedo satisfecho
si no lo entiendo.” Este método es muy educativo, en plena
Elredo de Rieval, desde el principio mismo del diálogo, y consonancia con su acción de abad y orientador. Recordemos
pareciera que se preocupara de dejar bien definidos
y acla- que este fue, al decir de Hallier, “el atractivo principal y el
rados estos elementos. Es que son fundamentales y decisivos cuidado constante del abad de Rieval: la formación de sus
en toda obra did áctica. Al plantearse có mo puede el alma, a monjes, su ‘educación , en el buen sentido teológico de la
semejanza de Dios , llenar todo el cuerpo, no localmente, palabra, es decir, su elevació n por un retorno a Dios” 76.
dice así: “Adheridos al fundamento de la fe en las cosas que Fiel, entonces, al método de trabajo prefijado, es frecuente
son de Dios, indaguemos del alma , que fue creada a imagen encontrar, a través de todo el diálogo, llamadas al punto
de Dios, cómo se realiza en ella. Quizás, encontrada la ima- de partida. Por ejemplo, al empezar su tarea, escribe: “La
gen, hallarás m ás f á cilmente a aquel del cual es la imagen.” fe cristiana no duda de que el alma ha sido creada a imagen
A nuestro parecer, este pasaje es clave. Nos aclara y con- de Dios.” Esta alusión aparece en pleno desarrollo de su
cretiza: razonamiento sobre el alma.
* Lo que se propone: “Indaguemos del alma, que fue Sólo podrá partir de la fe: “En las cosas que son de Dios.”
creada a imagen de Dios, cómo se realiza en ella.” Por eso, para citar un caso, al hablar de la gracia y su nece-
* Cómo se lo propone: “Adheridos al fundamento de la sidad , podrá rubricar lo dicho: “Así lo aprobó la fe católica
fe en las cosas que son de Dios, indaguemos.” y apost ólica.” Así, al demostrar la inmortalidad del alma,
* Para qué se lo propone: “Quizás, encontrada la imagen, cuando los argumentos “parecen oscuros” y exista la posibili-
hallarás más f ácilmente a aquel del cual es la imagen.” dad de apoyarse en la autoridad de los sabios, sugiere que
Analicemos cada uno de estas dimensiones, en un orden es “sobre todo en la fe cat ólica que se debe buscar ese
más lógico. apoyo”. También la resurrección de los cuerpos le resulta
segura , ya que “la fe católica no duda” en ello.
2. La razón. Estamos de acuerdo en que el inicio de la mar-
cha empieza en la fe. Pero, ¿cómo caminar para llegar a la
73 Walter Daniel, o.c., pág. 26.
.
70 Powicke, o.c., pág. LXXXV; Walter Daniel, o.c., pá gs 26-27. 76 Hallier, o.c., pág. 10.
.
75 Walter Daniel, o.c., pág. 22
176 SOBRE EL ALMA
m$
INTRODUCCION 177
meta? “Indaguemos. . . cómo se realiza”, ha afirmado. Es, por es legítimo, es decir, que Cre s y aS1 entlcndas „
tanto, la razón quien debe llevar la fatiga de la jornada hasta “ Estefe orden
la complementa la razón Y en n . ?
)
encontramos
-:
el fin. Está bien patente la necesidad y utilidad de la razón "Ya no debe parecer difícil entenrWlentUgf que creemos>
ai
desde el mismo momento en que enuncia el motivo del diá- a saber, que Dios es uno y de Él mn( 1 05 S,er Trinidad.”°°
logo: saber “qué opina” del alma. Esto lo dice después de haber explicarte ? 0 aS facultades
Resulta muy interesante constatar cómo Elredo emplea con
una extraordinaria destreza y maestría el mé todo que se ha
fijado. Esto se torna evidente en la forma en que relaciona
la fe y la razó n en todo el desarrollo de su escrito. Veá moslo :
del alma son una substancia y tres f a c l r
Esta subsidiariedad de la fe y la raPifn ^
Aquí, al con-
trario del caso anterior, la razón comn ?menía a ,fe
eS un camPO muy
propicio para que Elredo d é a su r)« § 11113 gran
-
-
° seriedad
* La fe y la raz ón no se oponen. Basten algunos ejemplos. y profundidad .
Hablando de la presencia de Dios en todas partes, Elredo
expresa: “ No me es lícito dudar de Dios que esto sea así,
pero no puedo entender, ni de Dios ni del alma, cómo se 2. Fin u objetivo: para qué se lo Propone
verifica esto.” En otro lugar, al referirse a la inmortalidad
del alma, escribe: “Aunque estoy forzado a creer, no quedo f - Dejamos constancia de sus palabras, evidentes y aclarato-
satisfecho si no entiendo.” Una cosa es no dudar y otra no rias a este íespecto. Quizas, encontrada la imagen, hallarás
entender. Dos actitudes distintas, pero no necesariamente m ás f ácilmente a aquel del cual es la imagen.” En estas ex-
opuestas, sino distintas y complementarias. Y aqu í está la presiones vemos la meta final del diálogo sobre el alma que
gran riqueza y acierto del método seguido por el autor. se propone Elredo: Dios .
* La fe la raz ón se distinguen. La razó n le da a nuestro Hemos observado que su método partía de la fe y segu ía
escritor y maestro una gran variedad y posibilidad de opi - por la razó n, teniendo siempre en cuenta que el alma ha sido
niones frente a la ú nica fe. Un ejemplo lo tenemos al tratar creada a imagen de Dios. El mé todo elegido debe llevarlo
de la transmisión del alma al recién nacido por parte de los necesariamente a Dios, que es el que da consistencia y razón

— —
padres. “Estas cosas se dicen argumenta, no afirmando, sino
buscando u opinando para que quede a tu arbitrio si pre-
de ser al alma, imagen suya. Dejamos comprobado que Elredo
en este escrito hacia antropología teológica : antropología
fieres m ás esta opinió n o, ciertamente, cedas a la de mu- con miras a Dios, con proyecció n a Él. Lector asiduo cono- ;
chos . . . Sea, pues, cualquiera la sentencia que elijas, cuídate cedor profundo, admirador por tanto y sintetizador inigua-
de la blasfemia contra la fe.” En otras palabras; frente a la lable del pensamiento agustiniano, el ideal de Elredo aquí
fe no hay opiniones, sólo asentimiento racional. Ante la ra - es el que fuera del Obispo de Hipona : “Quiero
conocer a
zón, en cambio, caben opiniones. Esta es una variedad Dios y al alma \ o, dicho de otra forma : “ Conózcame a m í,
interesante del m étodo elegido por Elredo. con ózcate a ti.
* La fe y la razón se complementan. Aunque ante la fe no Veamos como las lineas principales de nuestro diálogo aca-
cabe la duda, sí es posible que el asentimiento sea más o ban todas en Dios.
menos “racional”. La razó n puede ayudar al asentimiento Dios es el termino del alma en cuanto a su naturaleza Así,
al definir las propiedades del alma segú n su
.
que presta la fe. Y pese a que la razón por su parte exige ser, Dios es el
el esfuerzo humano de pensar y argüir, la fe le puede facili- termino de comparació n . Elredo emplea estas expresiones:
tar y aligerar el trabajo. Aquí está la posibilidad de comple-
mentariedad entre la fe y la razón, f ácil de descubrir en 77 San Agustín, Soliloquios. BAC ( 1957 ) ,
* h Pág. 507.
nuestro diálogo. Leemos sin más, entre otras, esta afirmació n:

78 Ibidem , pág. 545.
SOBRE EL ALMA
f 179
178 INTRODUCCION
“ No es la naturaleza de Dios”, y : “Se excluye aquella in
. - Creemos que puede ser de gran ayuda presentar un esque -
mortalidad , que, segú n el Apóstol, es sólo de Dios ” nía del contenido. Previamente iremos demostrando con las
Otro tanto sucede al referirse al obrar del alma humana. mismas palabras del autor la génesis de tal esquema.
— —
Dios en su Trinidad Elredo lo repite varias veces explica
y a su vez es explicado por las tres facultades del alma :
. Al comienzo del Libro I y del Libro III, Elredo establece
un doble plano para su estudio del alma humana : uno es el
memoria, razó n y voluntad . Estas son sus palabras: “Las tres, del estado de dicha alma “en la vida presente” y el otro
las facultades, son una única substancia del alma, una vida “su estado después de la muerte” En ambos casos formula
simple, incompuesta, que fue creada a imagen de su Creador, un doble cuestionamiento : en el orden del ser o naturaleza
el cual, siendo Dios y una esencia, es, no obstante, Padre, del alma y en el orden del obrar o poder y fuerza de la
Hijo y Espíritu Santo, que de tal manera son tres, que no misma.
hay allí ninguna mezcla en los tres, ninguna división o sepa - As í, en las primeras pá ginas del diálogo Elredo manifiesta
ración en la unidad.” que habla “con agrado de lo que no es el alma” y “con
Hasta aquí se ha estado refiriendo nuestro autor al alma temor de lo que la misma es\ A continuación encontramos
en su estado presente . Pero, para Elredo, sobre todo en su expresiones como esta : “Si te acuerdas de cuanto dijimos de la
situació n de después de la muerte, como inmortal, Dios es la naturaleza del alma.” Es obvio que aquí se est á refiriendo
razón del alma. “Gozar de la visión de Dios” es lo que explica f al ser del alma humana. Pero otro interrogante distinto es el
que el alma pueda ser “consolada, purgada o atormentada” que se formula, varias veces por cierto, cuando se pregunta
en su nuevo estado. También al reflexionar sobre la fuerza * “qué es lo que obra el alma en la carne, qué en los sentidos,
del alma en este su nuevo estado, sólo esa misma visión de qué por los mismos sentidos, qué sin ayuda de los sentidos”.
Dios es lo que la justifica. Además, después de constatar que la substancia del alma
Si la vida en el Espí ritu sólo puede tener como fin a Dios, [ abarca tres facultades, dedica una de las tres partes del
es natural que la antropología que cimente o trate de reflejar diálogo a responder cu ál sea el poder o la fuerza de la me-
la estructura humana de esa espiritualidad no pueda tener moria , la razó n y la voluntad , no cabiendo duda de que el
.
sino al mismo Dios como objetivo último Aun cuando ya lo i
tópico es aquí el obrar del alma.
hemos sugerido, al final de nuestro trabajo trataremos de : Pero incluso dentro del actuar del alma se le abre a Elredo
demostrar que la obra de Elredo Sobre el Alma no es otra f una doble posibilidad : “Qué puede el alma a través del
cosa que la antropología de su espiritualidad . cuerpo” y “qué sin el apoyo del mismo.” Son sus mismas
palabras: “Se ha de indagar aquello que el alma puede obrar
i por sí misma, sin apoyo del cuerpo, es decir, por la memoria,
la razón y la voluntad .” Antes ha tratado de estudiar práctica-
3. Contenido: lo que se propone mente lo contrario, vale decir, lo que podría ejecutar “con el
concurso del cuerpo”.
Hagamos una aclaración : Elredo es anterior a la Esco- Hasta ahora se ha hablado de la naturaleza y del poder
lástica. Como los otros escritores espirituales de su época, .
del alma “en el estado presente de la vida” Refiriéndose
escribe animado por la experiencia intensa de su vida en el al alma en su “estado después de la muerte”, sus términos
Espíritu. Por esta causa no es f ácil esquematizarlo seg ú n son estos: “Fallando los instrumentos con los que se sostenía
nuestras categorías mentales. ( Querá moslo o no, nuestra ma- en el cuerpo, el alma comienza a no estar en el cuerpo, y
nera de pensar y razonar es en parte hija de la Escolástica. al instante se refleja en la imagen del mismo, en la que
Tenido esto en cuenta , continuemos con nuestro cometido. ) \ pronto es recibida por los espí ritus dispuestos para ello, de
¡
!

180 SOBRE EL ALMA


INT*ODUCCIóN 181

forma que sea consolada, purgada o atormentada ” En este B ) Segú n su actuar, es posible considerarla:
estado del alma, por lo que acabamos de leer, para Elredo 1. “en su fuerza imaginativa ”;
hay tambié n dos órdenes distintos: el de la naturaleza y el
del obrar, como habíamos enunciado anteriormente. Piensa en
2 . “en la fuerza recibida de potestad superior” por
a ) “permiso”,

la naturaleza al hablar de la triple forma posible del alma : b ) “mandato”,
‘‘consolada, purgada o atormentada”. Mientras que al señalar c ) “impulso”
que el alma “se refleja en la imagen del cuerpo” está alu-
Junto a estos temas principales y medulares del Diálogo,
diendo a su nuevo poder que no es otro que la fuerza de la
imaginación. encontramos otros que podríamos llamar adicionales, por no
decir secundarios. Ellos son:
Dicho esto, ensayemos el anunciado esquema :

— — En el Libro I: El origen del alma y de d ónde viene


al cuerpo.
El alma humana
I . En su “estado presente” —
A ) Segú n su naturaleza ( Libro I ) , es:
—— En el Libro II: La gracia y el libre albedrío.
En el Libro III: El culto de los santos, junto con otros
tópicos no tan detenida o insistentemente tratados.
1. “mudable por el tiempo, no por el lugar” y por
esto mismo —
a ) “incorpórea ”, El diálogo “ Sobre el Alma” y la espiritualidad de Elredo
b ) “simple” e “incompuesta ”,
c ) “con tres facultades”; Este escrito del abad de Rieval que comentamos es la base
2 . “inmortal” —
a ) “ bienaventurada ”,
antropológica de toda su obra espiritual, escrita y vivida. Lo
hemos dicho anteriormente. Talbot nos lo aclara al escribir:
b ) “desgraciada”. “En el pensamiento de Elredo, este tratado espiritual consti-
tuía un compendio necesario de la síntesis doctrinal que había
B ) Según su actuar, se puede considerar : elaborado, practicado y dado a sus discípulos en el curso de
1. “a través del cuerpo” ( Libro I )
a ) “en la carne”,
— su vida monástica : una enseñanza basada sobre una psicolo-
gía, pero que conduce al alma hacia las alturas de la vida
b ) “en los sentidos”, espiritual.» 7 8
c ) “por los sentidos”; Es, entonces, un rico material que tenemos entre manos
2 . “sin el apoyo del cuerpo” ( Libro II ) : para hacemos una idea, desde la perspectiva antropológica,
a ) “memoria”, de la espiritualidad de Elredo. Sin esta dimensión no se podría
b ) “razón”, captar el gran valor del diálogo entre los escritos de nuestro
c ) “voluntad ”. autor.
En t érminos generales, el Libro I trata de la naturaleza del
II . En su “estado después de la muerte” ( Libro III )
A ) Seg ú n su naturaleza, podr á ser :
— alma. En el Libro II, el tema es el de las facultades de la
misma, como fuerzas o poderes de actuación. El encuentro
definitivo de los santos con Dios es, finalmente, el argumento
1. “consolada”, del Libro III. Sobre la base de estos temas analicemos, breve-
2 . “purgada”,
3' “atormentada”, 79 Talbot, o.e., pá g. 27. A . Le Bail, “AelrecT, DS, t. I, col. 228.
m
182 SOBRE EL ALívL iNTBODUCCION 183
^
mente, lo que fue la enseñanza espiritual de nuestro gran ¿Le Caridad , “sola la creatura racional es capaz de una tal
maestro san Elredo. beatitud. Formada a la imagen de Dios, su Creador, es capaz
¿e adherirse a aquel del que es imagen, el que es el único
bien de la creatura racional.”
80
1. Naturaleza del alma
2. De la desemejanza o rechazo de Dios, porque “puede
El punto de despegue es la constatación de que el alma ha alejarse”, decía también antes. En el Espejo de Caridad, lo
sido creada “a imagen de Dios”. Con esta noción sabemos que expresa de esta manera: “Separá ndose así del amor de Dios, se
“estamos en el corazón de la doctrina de Elredo” . Es una 80
enfría y se vuelve ella misma al mal.” 87 Es el gran concepto
idea que ha venido fundamentando su espiritualidad a través i de la “desemejanza ”, tan destacado en la espiritualidad de san
de sus escritos desde el Espejo de Caridad . “Sólo la creatura Bernardo “ 8
, y que va a jugar un papel importantísimo en la
racional fue creada a imagen de su Creador” , o, “por ascesis de Elredo. “ Yo he partido a un pa ís lejano, el país de
81

naturaleza, imagen” 82, declara en su primer escrito. Pero vol- o la desemejanza”, exclamar á en Cuando Jesús tenía doce años °.
veremos a encontrar estas afirmaciones en sus escritos poste- “Lugar de miseria, de tinieblas y región de indigencia”, había
riores, por ejemplo en uno de sus Sermones. Comenta: “Así el escrito antes en Espejo de Caridad 89 .
alma racional segú n su naturaleza o esencia, hecha a imagen 3. Del retorno a Dios, que es el aspecto más esencial de la
de Dios.» vida monástica para Elredo °°. Lo encontramos declarado con
88

Y, ¿en qué consiste esta “imagen de Dios”? Para responder precisión, tambié n en Espejo de Caridad : “Es evidente, o yo
está n las cualidades del alma que señala en su diálogo: seme- me enga ño, que de la misma manera que el orgullo humano,
jante a Dios, el alma es “inmudable” en el lugar, pero “muda- no por culpa de los pies, sino por un movimiento del alma ,
ble” en el tiempo. Es “inmortal”, pero “a su modo”, porque no alejándose de Dios y debilitá ndose en sí mismo ha corrompido
lo es con la misma cualidad de Dios. “Simple e incompuesta”, la imagen de Dios, también por un movimiento del alma, la
“con tres facultades”, aunque una sola substancia. Estas cuali- humana humildad, acercá ndose a Dios, renueve en el alma la
dades del alma vamos a encontrarlas como fundamento de su imagen de Dios que la ha creado.» 91
espiritualidad. Si el alma por ser “mudable” puede tener una vida espiritual,
En efecto, por ser el alma mudable, “puede alejarse, ya que en un retorno a Dios, partiendo de la región de la desemejan-
puede ser desemejante, y volver, porque puede ser semejante”, za, en realidad esto sólo es posible porque además el alma es
señala en un Sermón \ Y también en otro Sermón aclara :
8 ‘ inmortal a su modo”. Este es tambié n otro dato antropológico
“Esta es una cualidad, ciertamente. Sin ella, la creatura no que explica la espiritualidad de Elredo. Es así que en Espejo
tendría ya necesidad de Dios y no podría progresar ni retor- de Caridad se pregunta: “La perfecta reforma de la imagen. . . ,
nar.» Por todo esto, la mutabilidad del alma es para Elredo
86 pero ¿d ónde esto? Y, ¿cuá ndo esto?” Y como tiene en cuenta
la razón: que el alma es “inmortal”, es decir, que puede ser bienaventu-
1. De la vida espiritual, pues, gracias a esta mutabilidad, rada o desgraciada, se responde inmediatamente: “Se espera
“tiene necesidad de Dios” y puede “progresar”, como acabamos esta felicidad en la Patria .” 82
de leer hace poco. O como dice en otras palabras, en el Espejo 86 Spec. 1,3:307 D.
87 Spec. 1,4:508 B.
80 .
Hallier, o.c., pág. 30 88 Cfr. Etienne Gilson, La Théologie Mystique de Saint Bernard cap. II.
81 Spec. 1,3:507 D. * PC 4, pág. 26. ( N . del E . )
82 Spec. 1,4:507 A . 89 Spec. 1, 7:512 A.
83 SIned. XV, PC 5, pág. 211. 90 Hallier, o.c., pág. 10.
84 SOner. VII :391 B. 91 Spec. 1, 8:512 B.
85 SOner. XVII: 431 B-C.; Spec. 1,13:517 B-C; 1,8:512 D.
i
184 SOBRE EL ALMA
s
I
INTRODUCCIóN 185
2. Las Facultades del alma
Juntoa las cualidades, propias de la naturaleza del alma
humana, Elredo, en su estudio antropológico, adem ás de la
5
— —
dice también en el Espejo de Caridad en el hombre la ima-
gen de Dios, no abolida completamente.” Lo cual nos deja
08

ver la necesidad de la gracia, pero también el valor e impor-


mutabilidad e inmortalidad, ha reconocido la ‘ simplicidad ” y tancia del libre albedrío, que es voluntad y razón. Aquí está
I la imagen rescatable. La influencia de san Bernardo es fun-
la “no composición”. Éstas permiten que el alma pueda ser
“una substancia con tres facultades”. Y este dato es de capital f
g damental en este aspecto tan definitivo de la mentalidad espi-
importancia en su espiritualidad. Lo encontramos en Espejo ritual de Elredo.
de Caridad y en uno de sus Sermones. “El hombre es imagen
de Dios por su alma, la cual, por su constitución misma, mani-
fiesta la Trinidad; es, en efecto, una trinidad creada, hecha 3. Encuentro definitivo de los santos con Dios
de tres partes en la unidad de una sola substancia: memoria,
entendimiento y voluntad.» 03 \ Estamos en el estado del alma humana “después de la muer-
¿Cuál es la importancia de estas tres facultades, constituti- te”. La cualidad escatológica del alma , la “inmortalidad”, per-
vas de la naturaleza del alma? ¿Qué papel juegan en la vida mite que el deseo y la realidad del “encuentro definitivo con
en el Espíritu ? En su antropología son “fuerzas” o “ poderes”. Dios” coronen la vida espiritual. “ No perdió el alma el apetito
De aquí que sean los medios que posibilitan en la práctica di-
cha espiritualidad. Son las causas de la desemejanza y los ins-
— —
de la beatitud escribe en el Espejo de Caridad y, por tanto,
estando en un circuito desgraciado, nunca descansa ,» 9 0 “Una
trumentos del retomo a Dios. El hombre, ser racional, puede es la ciudad a la que tendemos todos, en la que queremos ser
inscritos”, clama en un Sermón \ “¿Qu é m á s lógico ha excla
usar mal de su razón, como de hecho ocurre, debe reconocer
en Espejo de Caridad 04. También, y por esto mismo, su libre

mado para la criatura racional que la bienaventuranza si es-

albedrío puede llevarle al mal, asegura en uno de sus Ser- justa ? Y ¿qu é le conviene sino la miseria si es perversa?’> 2
mones eB
. La conclusión no puede ser otra que reconocer, en efecto,
que el diálogo Sobre el Alma es la base de la acción educa
Aquí entra de lleno el concepto de “afecto”, que repercute
grandemente en la doctrina espiritual de Elredo, quien lo dora espiritual del abad de Rieval. Pero, sobre todo, esta obra-
define como “cierta inclinación espontánea y agradable del es la clave para apreciar la solidez humana y espiritual del
alma hacia algo” 08. que hoy, con toda la Iglesia, invocamos como san Elredo
.
Frente a este cuadro realista de desemejanza, ¿hay alguna P. FRANCISCO RODRIGUEZ, o.c.s.o.
solución? ¿Es posible una ascesis, una conversió n, un retorno.
— —
“Nadie contesta en Espejo de Caridad sino por la voluntad
puede ser justo. . . “Pero sólo la gracia lleva la voluntad a la
Monje de Azul

justicia” 07, añade inmediatamente. Por estos dos surcos va a i


ser factible la vida espiritual, es decir, el retomo a Dios: las
facultades del alma, además de la gracia. “Está corrompida
92 Spec. 1,5:509 B. SIned. XV, PC 5, págs. 211 ss . i
I

93 Spec . 1,3:507 D. SIned . XV, PC 5, pág . 214 .


94 Spec . 3,8:584 C-D. ! 98 Spec . 1,4:508 D.
95 SOner . XV :424 A . 99 Spec . 1 , 22 : 526 A .
96 Spec . 3,11 : 587 D. 1 STemp . 11 : 220 D .
97 Spec. 1,12: 516 D. 2 Spec. 1.2: 507 A .

I
i

i
Comienza el Diálogo
>
del Bienaventurado Elredo,
Abad de Rieval,
ir sobre el Alma
!
5
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-
t -

¿ ...
i
!
LIBRO PRIMERO

¿
c U A L e s l a causa de tu inesperada venida, mi querido
Juan?

JUAN. He leído algunas cosas en los libros de san
Agustí n que me preocupan en gran manera, por lo que qui-
siera cerciorarme de lo que piensas t ú acerca de cada una
de ellas.
ELREDO. Estoy presto. . . Éstos, terminado ya el asunto por
el cual vinieron, está n a punto de marcharse.
T
y
JUAN. Desearía saber qué opinas del alma. San Agustín no
juzga sobre ella como yo estoy acostumbrado a pensar.
Dice que no se mueve de lugar, ni está contenida ni circuns-
crita a lugares determinados, ya que carece de longitud ,
latitud y altura. i O
1 San Agustín. Del Génesis a la Letra, 1. VIII, c. 22,43 ( BAC, t. XV,
pá g. 997 ) . Ibíd., 1. VII, c. 27 ( BAC, t. XV, pág. 939 ) .
Dadas las caracter ísticas del diálogo, hemos preferido presentar las
citas agrupadas al fin de cada pá rrafo. Téngase en cuenta que Elredo
trama sus per íodos con las citas de Agustín y sus otras fuentes hasta tal
punto, que en algunos párrafos habr ía resultado totalmente imposible
incluir los números volados de las llamadas correspondientes a pie de
-
pá gina sin afear gravemente la disposici ó n grá fica del texto y, conse
cuentemente, sin dificultar de manera notable la lectura, que el estilo
.
elegido por el autor pide f ácil y corrida. ( N . del E )
190 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 191

2. ELREDO.— ¿Y qué; ¿acaso piensas tú otra cosa? propio del que pueda todas las cosas. El alma humana,
JUAN. — Totalmente. ¿O es que no siento yo que mi alma está hecha a imagen de su Creador, en cierto modo obra en su
cuerpo lo que Dios en la totalidad de la criatura, y ella,
contenida en mi cuerpo? Por consiguiente, siendo mi cuerpo
un lugar, no puedo comprender cómo el alma no esté en por tanto, llena todo el cuerpo, pero no localmente. Si
un lugar, ni se mueva localmente con el cuerpo. fuese localmente, se difundiría o extendería, resultando
ELREDO. No faltaron varones doctísimos que opinaron que mayor en el todo que en la parte. Siempre, por consiguien-
el alma de ningún modo estaba contenida en el cuerpo, te, est á en su sumiso cuerpo, si no llenando, sí imitando o
antes bien era ella la que contenía al cuerpo, y, mantenién- representando la semejanza del que est á en todas las cria-
turas.
4
dose en su natural simplicidad , da existencia al cuerpo, sin
ser prisionera de él. Por ventura, al cesar el alma de infor -
mar al cuerpo, ¿acaso no se descomponen todos los miem-
5. JUAN. —No me es lícito dudar de Dios que esto sea así,
pero no puedo entender, ni de Dios ni del alma, cómo se
bros, se pudre la carne, los huesos se secan, y se desmorona verifica.
todo aquel conjunto de partes? ELREDO. En efecto, adheridos al fundamento de la fe en las

JUAN. ¿Quién dudar
mientras vivo? 3
á de que mi alma reside en mi cuerpo
V
cosas que son de Dios, indaguemos del alma, que fue creada
a imagen de Dios, cómo se realiza en ella. Quizás, encon-
3. ELREDO. —Entonces, ¿qué? Aunque razonablemente pueda
decirse que el alma está en el cuerpo, ¿no es por eso nece- h
trada la imagen, hallar ás m ás f ácilmente a aquel del cual
es la misma imagen.
sario que se mueva localmente en el cuerpo o con el cuerpo? —
JUAN. Hagá moslo así.
ELREDO. ¿ Dudas de que el alma está en el cuerpo?
JUAN. Así lo entiendo.
ELREDO. — La fe cristiana no duda de que el alma ha sido
creada a imagen de Dios.
\ —
JUAN. No lo dudo abiertamente, pero no alcanzo a ver cómo
no está localmente.
ELREDO. ¿Toda en todo el cuerpo o en alguna parte de él?
JUAN. Nada hay más cierto.
ELREDO. Su voz es esta: “Yo Heno el cielo y la tierra.” De
ahí que aquel gentil que llamaba Dios a J ú piter, conside-
6. JUAN.
— Ciertamente, en todo el cuerpo y en todas sus
partes, fuera de los cabellos y las uñas, y si hay algunas
otras partes que carecen de sentido, puesto que en éstas no
rando m ás profundamente la naturaleza divina , dijo: “Todas
las cosas está n llenas de Jú piter.” Si, pues, Dios llena todas existe indicio de la presencia del alma .
las cosas, ¿acaso es como el aire al odre o el agua al grifo?

JUAN. De ning ú n modo.
ELREDO. — Te enga ñ as, hermano. En el hombre muerto, ¿no
crecen las u ñas y se producen los cabellos?
ELREDO. ¿Cómo entonces? —
JUAN. Me has convencido plenamente,
JUAN. Cuando de niño disputaba con otros niños, indagando
cómo Dios estaba en todas partes, se nos dio esta respuesta : 7. JUAN. ——
ELREDO. El alma se encuentra hasta en el dedo meñique.
De acuerdo.
6

——
“ No localmente, sino potencialmente.” 3 ELREDO. Pero, ¿toda o alguna parte de ella?
4. ELREDO. —Yo digo: no sólo potencialmente, sino tambié n
esencialmente. No es una cosa su esencia y otra su potencia,
JUAN. No te rías si digo que alguna parte de ella, pues no
acierto a comprender otra cosa.
para que se crea estar esencialmente en todas partes aquel
que de verdad se cree que nunca está localmente. Esto es
r

ELREDO. Lejos de mí el reírme, ya que buscamos no lo que
se ha de creer, sino lo que se ha de entender. Por tanto, si
2 Ibícl., l. VII, c. 3,4 ( BAC, t. XV, pá g. 901 ) . 4 Roberto Pullo, Sentencias, 1.1, c. 9 ( PL 186, 689 ) .
3 Jer. 23,24. Virgilio, Egloga III, 60. San Agustín, Del Génesis a la Le - 5 San Agustín, Del Génesis a la Letra, 1. VII, c. 16,23 ( BAC, t. XV,
tra , l . VIII, c. 21,42 ( BÁC, t. XV, pág. 995 ) . pág. 921 ) .
¡
192 SOBRE EL ALMA 3 LIBRO PRIMERO 193

una parte del alma está en el dedo, si se corta éste, ¿qué i


por el lugar, en su modo inmortal, y que puede ser bien-
será de aquella parte del alma? aventurada o desgraciada. En lo que digo ser vida racional,

JUAN. ¿Por qué no decir del alma lo que del cuerpo, o sea,
que ambos han disminuido?
se excluye en ella la vida por la cual viven los á rboles y los
animales que carecen de razón. Cuando se dice mudable
8. ELREDO. ¿Luego, si se cortan los pies o las manos de cual-
— en el tiempo, se demuestra que no es la naturaleza de Dios,
quiera, si se arrancan los ojos, si se cortan las orejas, cuanto la cual no se muda ni en el lugar ni en el tiempo. Al afirmar
más pequeñ o se haga el cuerpo, tanto el alma será más que es en su modo inmortal, se excluye aquella inmortalidad
peque ña? ¿Tendrá menor el alma el mutilado en sus miem- que, segú n el Apóstol, es sólo de Dios; que, por lo mismo,
bros, que el que tiene el cuerpo í ntegro? se dice que siempre es el mismo y del mismo modo. Lo
JUAN. Esto es un absurdo y no cabe en la mente humana.
— cual, ciertamente, no debe decirse del alma, que se ve
Si alguno es desminuido en sus miembros, siente ciertamente arrastrada por diversos afectos y deseos.
que le faltan muchas cosas a su cuerpo; m ás, con todo eso, JUAN. — Entonces, ¿ puede creerse que los espíritus celestes
la naturaleza del alma no es otra de la que era, no0 es lace- sean movidos por estos afectos, de modo que no sean de
rada, ni dividida, ni se siente disminuida en algo. esta inmortalidad , o ellos mismos son partícipes? 8
9. ELREDO. — Muy bien, muy agudamente. Ves cómo por la
misma razón te convences de que el alma no puede constar
12. ELREDO. Muy bien has dicho: partícipes. Son en efecto,
partícipes de la inmortalidad ; esto es, de la inconmutabili -
de parte alguna , ni ser dividida, ni extenderse localmente, dad. Mas no son la misma inmortalidad o inconmutabilidad .
ni alargarse ni encogerse. Dios es tan inmortal e inconmutable, que es la misma in-

JUAN. Veo que en esto trabaja mucho el entendimiento , mortalidad e inconmutabilidad . Por consiguiente, Él mismo,
porque cuando no sabía lo que ignoraba, ahora sé que existiendo naturalmente; ellos, participando por gracia.
ignoro lo que es el alma. Por lo mismo, en primer lugar es JUAN. Como ya se ha dicho bastante de estas cosas, procede
necesario que me instruyas, para que no parezca que dispu- 1 seguir explanando las que siguen.
to no tanto del alma, cuanto de otra cosa que no sea el alma. ELREDO. Se añade en la misma definición del alma, que
10. ELREDO. — Con agrado te diré lo que no es el alma, aun-
que afirme con temor lo que la misma sea.
puede ser feliz o desgraciada, para que se excluyan los
á ngeles, que no pueden ser desgraciados, y los demonios,

JUAN. Sobre todo ello, si te place, estoy dispuesto a escuchar . 1 que no pueden ser felices.
ELREDO. — El alma no es cuerpo, ni semejanza de cuerpo; no
es tierra, ni aire, ni agua, ni fuego, ni algo compuesto de estos
JUAN. Dices que el alma es vida , pero quisiera pensar sobre
la vida y no puedo.
cuatro, ni de dos ni de tres de ellos. No es especie o forma
corpórea cuya naturaleza podamos ver con los ojos, oír con

13. ELREDO. Conozco la razón de esto. Consideras que nada
puedes pensar sino por las im ágenes de los cuerpos que
los oídos, tocar por medio del tacto, percibir con el olfato percibiste por el sentido o fingiste imaginando. Así como
o discernir por el gusto. ¿Quieres, por tanto, que te insin úe pensando en un hombre que viste te propones su imagen
cierta definició n del alma? impresa en la memoria , así querr ías pensar en la vida por
JUAN. Como quieras; lo acepto como a ti te parezca.
— 7
su imagen, ni crees que haya alguna substancia que no ten-
11. ELREDO. — Me parece que el alma humana, pues no dudo
que sobre ella preguntas, seg ú n el estado de la vida pre- i
ga en la memoria cierta forma . En consecuencia, queriendo
concebir la vida, buscas en tu interior su imagen y, como
sente, es cierta vida racional, mudable por el tiempo, no no la encuentras, te turbas. Sin embargo, piensas muchas
6 Claudio Mamerto, De statu animae, ( PL 53, 719 ) . i
7 San Agustín, De la Cantidad del Alma, c. 1, 2 ( BAC, t. III, pág. 533 ) . 8 Ibíd ., Carta XVIII , 2 ( BAC, t. VIII, pág. 79 ) . 1 Tim. 6, 16.
194 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 195
i
cosas sin ninguna especie ni imagen corporal, y que son
muy superiores a todos los cuerpos. Pensando, por ejemplo,

16. ELREDO. De ningú n modo diría que es espíritu, sino en
sentido apropiado, como el aire, él viento y demás elemen-
en las virtudes, no ves ninguna imagen de ellas. Cuando, tos que también se llaman espíritus. Ahora bien, como to-
por consiguiente, consideras y recapacitas en tu mente, qué dos los cuerpos están formados de los cuatro elementos co-
de luz, qu é de ciencia, qué de consolación, qu é de gracia nocidos, así en la naturaleza del árbol aquellos cuatro está n
produce en nuestras mentes la sabiduría, cómo te abrasas, moderados por la sabiduría del Creador, de forma que, por
cómo deseas gozar de su participación, excitá ndote a esto —
la fuerza del aire y del fuego que son de naturaleza más
mismo la Sagrada Escritura, que dice: “ Anhela la sabiduría
y Dios te la dará.” Mayor y más excelente, por tanto, que
todo cuerpo, es lo que piensas y deseas sin imagen alguna
corporal. 0

sutil que los otros dos y más há biles para hacer como para
padecer , este movimiento interno obra y da vigor en los
cuerpos. No juzgo, por tanto, a esta vida o movimiento del
todo incorpóreos, si bien administran elementos corpóreos,
aunque sutilísimos. Pero así como los mismos elementos por
14. JUAN. — No obstante, juzgo que, tanto la sabiduría como
la justicia , son accidentes, mientras que esta vida de la que cuya virtud gobierna a los demás, son más allegados al es-
hablas, es decir, el alma, afirmas que es substancia. ¿Quién, píritu, así igualmente este movimiento es más sutil que aquel
empero, puede pensar en una substancia sin ninguna forma que lo impulsa extrínsecamente. ¿Te bastan estas cosas?
o especie? JUAN. De momento es suficiente. 13


ELREDO. Ahora, dime, te ruego: ¿cómo piensas en la justicia ?
JUAN. Pienso que la justicia es la virtud por la cual se da a

17. ELREDO. Ahora pensemos en aquella vida que no sólo
engendra este movimiento e incremento del cuerpo, sino
cada uno lo suyo; y, para mí, pienso, aun más, que es justo también cierto movimiento espontá neo que se une al sentido
aquello que debo dar a Dios, al pró jimo y a mí mismo. para el gobierno del cuerpo, como ocurre en todos los ani-
Cuando considero la utilidad y gozo que trae consigo esta males. Esta vida se manifiesta en el tacto, y por él siente
adquisición, se me excita y despierta el deseo de poseerla. i las cosas calientes, frías, duras, blandas, leves, graves, áspe-
ELREDO. — ¿Por qu é no meditas igualmente de la vida?
JUAN. Lo ignoro. 10
ras y suaves. Después siente y percibe innumerables dife-

rencias de colores, formas, olores, sabores y sonidos , —

15. ELREDO. Piensa que la vida es una cosa movible, que
presta incremento, por cierto movimiento, a las cosas insen-
viendo, oliendo, gustando y apeteciendo los convenientes
a su cualidad y rechazando los que le son contrarios. Esta
sibles. Esto ocurre en los á rboles o en las hierbas, en los vida alguna vez se aparta de los sentidos por cierto tiempo
que la savia es introducida en la raíz y después se difunde y sus movimientos los repara como, por ejemplo, con alguna
por todas las partes del á rbol, d á ndole cierta vida de su especie de descansos; las im ágenes de las cosas que atrae
género, para que se fortalezca, crezca, se vista de hojas, se por él, las guarda consigo como en tropel y desparramadas,
adorne de flores, y se fecundice con frutos . i y todo esto es sueño y sueñ os. Se ha comprobado muchas
JUAN. Quisiera saber si esta vida es cuerpo o esp11íritu, o
i veces que esta naturaleza está en el alma de las bestias, por
alguna otra cosa que no sea ni cuerpo ni espíritu. el movimiento y ladrido de los perros que duermen y por
\
el relincho de los caballos. Por el apetito sensitivo es arras-

9 San Agust ín, Del Génesis a la Letra, 1. X, c. 24,40 ( BAC, t. XV, 12 Ibíd., l. VII, c. 21,30 ( BAC, t. XV, pág. 929 ) .
pág. 1103 ) . San Benito, Regla, Prólogo. Ibíd., De la Cantidad del Alma, c. 1,2 ( BAC, t. III, pá g. 533 ) .
10 Cicer ón, De officii, 1. I, c. 6,21. Ibíd. Del Génesis a la Letra, l. VII, c. 19,25 ( BAC, t. XV, pá g. 923 ) .
11 San Agust í n, Del Génesis a la Letra, 1. VII, c. 16,22 ( BAC, t. XV, Ibíd ., c. 25,21 y 26, 22 ( BAC, t. XV, pá gs. 937 y 939 ) .
pág. 921 ) .
196 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 197

trado a muchas cosas, por placer, por necesidad o por donde parten los rayos a los ojos, y de cuyo medio, como
afecto. . . 13
de su centro, no sólo a los ojos, sino también a los demás
18. . . . Por placer, como en la unión carnal; por necesidad , sentidos son llevados por los sutiles canales; a los oídos, a
como en la comida y bebida; por afecto, como en conservar, las narices y al paladar, para oír, para oler y para gustar.
nutrir , acariciar y proteger a la prole, a cuyo efecto b úscan- El mismo sentido del tacto, esparcido por todo el cuerpo,
se los escondrijos necesarios, se construyen nidos, se prepa- dicen que es dirigido por el mismo cerebro mediante la
ran há bilmente los lugares aptos para sus obras. Todas estas médula cervical, insertada en los huesos con los que está
cosas, de tal manera se lo graban e imponen, por cierta cubierta la espina dorsal, para que, de allí, ciertos delgad ísi-
costumbre del sentido y del afecto, que pasan a la memoria mos hilillos que forman el sentido del tacto se difundan por
de tal modo que el pajarillo, entre cien nidos iguales, sin todos los miembros. . . 15

confundirse escoge el suyo; y, entre muchos agujeros, la 20. . . . Examinadas estas cosas diligentemente, f ácil es adver-
abeja encúentra el suyo propio. Ciertamente, a esta vida la tir cómo aquella alma o espíritu, naciendo con el cuerpo y
Sagrada Escritura le llama "espíritu de vida”, que, aunque i*
i muriendo con el cuerpo, empero, en el mismo cuerpo no
carezca de razón, en nada se diferencia de la racional, que excede a la aérea e ígnea cualidad ; en comparación con la
usa y abusa de todas estas cosas no sólo porque puede, sino tierra y el agua , se dice espí ritu "incorpó reo”; pero en com-
tambié n porque quiere. paraci ón con el espí ritu racional e incorpóreo, puede decirse

JUAN. Quisiera saber si a este espí ritu le llamas incorpóreo,
mortal o inmortal. 14
"corpóreo”. He aqu í cu á ntas cosas hemos dicho de aquella
vida que se dice tienen los á rboles, cuántas también de
19. ELREDO. — San Jerónimo dice que el alma animal se pro- aquella por la cual los animales no sólo viven, sino también
paga con el cuerpo y muere con el cuerpo. A su vez, san sienten, y a todo lo que hemos dicho aventaja el conoci-
Gregorio afirma que Dios creó tres espíritus vitales; uno, que miento y cierto raciocinio o discernimiento interior. ¿Quié n
no se cubre con carne, como el de los á ngeles; otro, que se pensó estas cosas en nosotros, las distinguió o, como se dice,
cubre, pero que no muere con la carne, como el de los las ordenó? Es grande, es sublime y mucho más excelente
hombres; y el tercero, que se cubre con la carne y muere de lo que hemos dicho que existe en los animales y en los
con ella, como el de las bestias. Pero san Agust í n, inimitable árboles. Ellos no pueden comprender ni distinguir lo que
en la sutileza, usando razones de orden f ísico, dice que el es mejor o lo que es peor, lo que es ú til o lo que es in ú til. 16
movimiento y sentido que vemos en los animales procede de 21. JUAN. — ¿Acaso los animales y las aves no defienden su

una cualidad aérea o ígnea. Pues afirma , aunque toda —
carne lleva evidentemente solidez terrena, con todo tiene en
vida en cuanto pueden, por la huida, los escondrijos o de
otros modos?; ¿no escapan tal vez de la muerte y procuran
sí algo de aire que es contenido por los pulmones y se difun- su salud con la comida y la bebida? Tanta es en ellos la
de desde el corazón por las arterias; y el fuego no sólo tiene fuerza de la memoria, que parece se asemeja en gran parte
en sí una f érvida cualidad cuya sede radica en el hígado y al conocimiento y a la razón 17
en el cerebro, sino que posee ademá s la claridad que lo
eleva a lo alto del cerebro, como cielo de su cuerpo, de
22. ELREDO. — No distinguen por ninguna razón de conoci-
miento, pues opera en ellos la fuerza de sentir, no la de juz -
13 Ibíd ., De la Cantidad del Alma , c. 33 ( BAC, t. III, págs. 647-657 ) . 15 San Jerónimo, Carta XXXVII, 9 ( PL 30, 265 ) .
Ibí d., Contra carta de los maniqueos , c. 17,2 ( BAC, t. VIII, pág. 73 ) . San Gregorio Magno, Diálogos, 1. IV, c. 3 ( ed. Moricca, pá g. 231 ) .
14 Ibíd., De la Cantidad del Alma , c. 33,71 ( BAC, t . III, pág. 649 ) . 16 San Agustín, Del Génesis a la Letra , l . VII, c. 13,20 ( BAC, t. XV ,
Ibíd., Confesiones, l . X, c. 17,26 ( BAC, t. II, pág. 399 ) . pág. 917 ) .
Gn . 7,15. /
.
17 Ibíd., De la Cantidad del Alma, c. 28,54 ( BAC, t . III, pá g . 625 )
í
198 SOBRE EL ALMA 199
LIBRO PRIMERO
gar. Pues, como asegura san Agustín, en los sentidos notf
superan muchas bestias; ellas entienden más agudamente
en las cosas que usan, bien para el sustento, bien para el
26. JUAN.
ó rganos del —
Siendo los mismos como ciertos instrumentos u
sentido, ¿quién juzgará que deba atribuirse a
f ellos las cosas que no concedería f ácilmente a los mismos
placer; se acostumbran a ella de forma que parecen imitar sentidos?
no poco a la razón.
23. JUAN . —
Veo que toda aquella como imagen de ciencia —
ELREDO. Con todo, para que quede más claro lo que hemos
dicho, inspeccionemos, hasta donde podamos, estos sentidos,
que admiramos en los animales es la fuerza del sentimiento, por ventura, la vista ¿puede sino ver los cuerpos y los colo-
no la perspicacia de discernir. Mas, como en lo que demos- res? El oído ¿ puede oír más allá de lo que suena corporal-
traste del alma de los brutos ya basta por ahora, torna el mente? Para que callemos acerca de los demás, ¿qué te
discurso a indagar la naturaleza por la cual previniste estas parece de éstos?
cosas, es decir, la naturaleza del alma racional, que es pro-
pia del hombre.
18 JUAN. se—Nada más, sino que las imágenes de estas cosas que se
ven o oyen, se representan e imprimen en la memoria. 21
24. ELREDO.

Como te plazca. Si todas las cosas que quedan
dichas las guardas grabadas en la memoria, nos ayudar á n
mucho para que no trabajemos de balde. En primer lugar,
S
27. ELREDO. Según eso, cuando ves algo en lo que quieres
más expresamente pensar, apartada la cosa de los ojos, ¿te
ayudará a pensar en ella el ojo?
como había empezado, pregunto: ¿quién pensó en estas
cosas que hemos dicho? ¿Quié n distinguió así entre la vida
del árbol y la del animal? ¿Quién? Yo, ciertamente. Y ¿quién i

JUAN. Nada, en efecto. Pues juzgamos de la misma segú n la
imagen de la cosa que vemos.
ELREDO. ¿Qué ocurriría si ignorases lo que es la justicia y
soy yo? Un hombre, en verdad. He aquí mi cuerpo, provisto oyeras a alguno disputar sobre ella? Y si conocieras por
de ojos, que lleva consigo la longitud y la altura. Se distin- ciertos argumentos lo que la misma es, ¿no podrías pensar
gue por los miembros y est á hermoseado de partes con- en la justicia ?
gruentemente. ¿Es el mismo cuerpo, o alguna parte del JUAN. Podría, ciertamente.
mismo o miembro, el que pensó y distinguió tales cosas? ELREDO. ¿Acaso el oído te imprimió la imagen de la justicia?
JUAN. Ni el necio lo afirma.
10
28. JUAN. De ningún modo. Pues en esta meditación nada
25. ELREDO.

Advierto que en mi propio cuerpo existe un
movimiento por el cual se verifica todo lo que conduce a
su incremento. ¿Acaso este movimiento me sirve para dis-
me ayuda el oído, al contrario, cuando deseo meditar expre
sa y sutilmente, todos los sentidos corporales me son impe-
-
dimento, de modo que preferiría el silencio de la noche y
cernir tales cosas? ¿O él puede hacer algo en ello? cerraría los ojos para que no pudiera distraerme en otra cosa.
JUAN. Nada de eso. ELREDO. Cuando digo que ni el cuerpo pensó, ni cualquier
ELREDO. —
Siento, además, que bullen en mi cuerpo sentidos
con los cuales se une el movimiento espontá neo para la or-
otro miembro del cuerpo, ni el sentido o algún otro instru-

mento del sentido, yo lo hago hombre compuesto de alma
denación del mismo cuerpo. Veo con los ojos, oigo con los
oídos, huelo con la nariz, saboreo con el gusto, toco con las
¡¡ —
y cuerpo y en su conocimiento no necesito de nada de
ellos; luego, resta que lo verifique mi alma.
manos; pero, dime, ¿cuál de ellos juzgas que puede hacer 1 JUAN. Nada más cierto.
estas cosas? 20
I —
29. ELREDO. Esfuérzate cuanto puedas y, desembarazá ndote
de los sentidos carnales, reflexiona en aquello que piensas,
18 Ibíd. , c. 29,56 ( BAC, t. III, pág. 627 ) . penetra lo m ás profundamente que puedas y mírate a ti
19 Ibíd., Del G é nesis a la Letra, 1 . VII, c. 21,27 ( BAC, t . XV, pág. 927 ) . í
20 Ibíd. , l . VII, c. 21 ,27 ( BAC, t . XV, pág. 927 ) .
Ibíd ., De la Cantidad del Alma , c. 29,57 ( BAC, t . III , pág. 627 ) . 21 Ibíd . , Del G é nesis a la Letra , 1 . VII, c. 20,26 ( BAC, t. XV, pág. 925 ) .
200 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 201
*

mismo pensando. He aqu í que, colocado en las tinieblas,


cerraste los ojos, te tapaste los oídos, nada huele el olfato,
'

í
ELREDO.
——
JUAN. Esto es imposible.
Por consiguiente, estas tres cosas, memoria, enten-
no gusta el paladar, no obra el tacto. Advierte ahora qu é dimiento y voluntad , o son la misma alma, o está n cierta -
sea esto que, dormido todo, piensa, propone y ordena tan- mente en ella.
tas y tantas cosas, trata cuestiones y entre diversas senten-

JUAN. Con gusto dir ía que en el alma.
cias juzga tan atinadamente. Esto es grande y sublime.
Cuando, por tanto, adviertes que tu alma piensa con mucha
fuerza, ¿sientes el lugar en que est á, el peso que tiene?
ELREDO.
——
el sujeto?
Y ¿como partes en el todo o como accidentes en

JUAN. Esto último me agrada m ás.



JUAN. En absoluto. Y casi entiendo que al alma incorpórea ,
aunque esté en el cuerpo, no le puedo dar un lugar cierto
en el mismo. 22
ELREDO. — Si los accidentes del alma son tres, ¿pueden sepa -
rarse, permaneciendo la substancia del alma ?
30. ELREDO. Ves, por consiguiente, qu é simple ha de ser, —
JUAN. No es necesario, pues existen muchos accidentes 23in-
separables y que jamás pueden separarse de su sujeto.
qué incompuesto, aquello que, careciendo de longitud, lati- 33. ELREDO. NO quiero que preguntes a tus ojos, a tus ma -
tud y altura, piensa con precisi ó n tantas cosas y tan subli- P nos, a tus oídos, sino a la misma razó n de la que hablas.
mes, sin instrumento alguno del cuerpo, y juzga entre mu *
¿Hay alg ú n accidente que no pueda separarse de su sujeto,
chas de ellas. si no en acto, al menos por el pensamiento?
——
JUAN. Lo veo y me alegro en gran manera. JUAN. Quizá pueda haber alguno, aunque a mí se me oculta.
ELREDO. Ahora bien. Como el alma existe, vive y piensa,
¿quién dudará que es substancia?
ELREDO.
— Atiende finalmente: ¿acaso son lo mismo el sujeto
y su accidente, o juzgas que hay algo entre ellos?
— —
JUAN. Nadie, en efecto. JUAN. Sí, y mucho.
——
31. ELREDO. Siendo substancia que carece de longitud , an- ELREDO. ¿Puedes separadamente pensar de cada uno?
chura y altura, y si no es posible designar algún lugar cierto JUAN. Nada más f ácil.
donde está, ni puedes experimentar al que piensa, ni al que
subsiste en un lugar de tu cuerpo, ¿negarás que es una
substancia incorpórea?
¡
ELREDO.
— Mira ahora si pensando en el alma puedes del
mismo modo distinguir entre el alma y la razó n.
JUAN. ¿Por qué no podr ía?
——
JUAN. De ninguna manera. 34. ELREDO. — Presta ahora mucha atención : ¿cómo podrás
ELREDO. Aparta ahora todos los fantasmas de la vista de tu
corazón, todas las formas corporales y las imágenes de todas
las cosas corporales, y contempla la naturaleza de la misma
[• —
pensar en el alma del hombre sin razón de ella hablamos ,
si no bien comenzaras a pensar en ella sin razón, en ese
mismo momento dejarías de pensar en el alma del hombre?

substancia incorpórea. En primer lugar querr ía que me res-
pondieras si el alma puede pensar, deliberar, contar, dividir, —
JUAN. Si quiero pensar en algún alma sabia, ¿no podré pen-
sar separadamente de la misma alma y de su sabiduría?
sin memoria.
——
JUAN. En modo alguno.
i
35. ELREDO. — ¿Qué cosa más manifiesta? Pero hay algo m ás
importante. El alma sabia, perdida la sabiduría, puede
ELREDO. Entonces, ¿puede eso sin la razón? volverse necia. Por lo mismo pueden pensarse separadamen-

JUAN. Aquí no hay duda alguna, pues no puede discernir
entre lo justo y lo injusto sin la razó n.
te, porque aunque el alma dejase de ser sabia, no deja de
ser alma. Mas no podrás pensar que el alma es el alma si
32. ELREDO. —
Piensas en tus adentros y, considerá ndolo dili-
gentemente, ¿ podrás acaso sin la voluntad?
no la reconoces como racional. De ningún modo, pues,

22 Ibíd ., Confesiones, l . X, c. 8,14 ( BAC, t . II, pág. 387 ) . 23 Ibíd ., Sobre la Trinidad , 1. V, c. 4,5 ( BAC, t. , pág. 399 )
V .
202 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 203

aquellas tres cosas han de llamarse accidentes del alma, sin criada a imagen de la Trinidad prueba que no había
las cuales no puede existir su substancia. No siendo, por dicho cosas impropias de la Trinidad . A saber, dijo: “Una
tanto, accidentes, resta que sean substancia. i
es el alma y otra la razón. Dos en vocablos, uno en substan-

JUAN. Quisiera saber si aquella que es el alma, u otra. cia. Una cosa significa para mí el vocablo alma, otra el vo-

36. ELREDO. No otra. Sin embargo, pueden separarse mutua-
mente o por el pensamiento. De donde resulta claro que — —
cablo razón. Pues de una y la misma substancia que es el
alma y la razón este vocablo alma’ manifiesta lo que vive,

estas tres memoria, entendimiento y voluntad son de la
misma substancia. Pues, aunque parezca que cada una tiene
— la Tazón’ lo que discierne.” Y esto es lo que dice: “En el
alma está la razón, y una es la razón, pero el alma vive. .
Es decir, en este vocablo que es el alma se manifiesta aque-
su peculiaridad , con todo, nunca pueden obrar separadamen -
te ni mutuamente separarse. Nada hace la memoria sin la llo que vive; la razón saborea , o sea, este vocablo “razón”
razón o sin la voluntad ; nada la razón sin la voluntad y sin manifiesta lo que discierne. Mas cuando se asegura que “el
la memoria; nada la voluntad sin la memoria y sin la razón. alma sola importa la vida y la razón la sabiduría”, se entien-
Así, por consiguiente, aunque la memoria no sea la razón de de modo que especialmente la vida pertenece al vocablo
ni la voluntad , a pesar de todo las tres son una substancia y del alma y al vocablo de la razón atañe la sabiduría, por lo
un alma. mismo que la razón es perceptible de la sabiduría. Y, con

JUAN. Parece que san Agustín opina lo contrario. Dice, en todo, una es la vida de ambas, una es la sabiduría de ambas.
efecto : “ Una cosa es el alma y otra la razó n. No obstante,
en el alma está la razó n y el alma es una sola; pero una

39. JUAN. Todavía bulle en m í lo que te dije acerca de que
el alma y la razón no pueden separarse ni por el pensamien-
i
cosa hace el alma y otra la razón. El alma vive, la razón to, ni reflexionar sobre la una sin la otra. He aquí, sin em-
saborea, y al alma pertenece la vida y a la razón la sabi- i bargo, cu á nto pensamos separadamente de cada una, y
duría. Y, siendo una sola cosa , el alma sola mira a la vida aquello sobre todo que dijo san Agustín: “Una cosa es el
y la sola razón mira a la sabiduría.” 24
alma, otra la razón”, asignando a cada una algo que le es

37. ELREDO. Juzgo que se adhiere más que se opone a nues-
tra opinión y razonamiento esta sentencia del Santo Padre;
propio.
40. ELREDO. De pasada me parece advertiste lo que dijimos :
al decir manifiestamente que el alma y la razón son una una cosa es, por tanto, pensar del alma, y otra pensar en el
misma cosa, quiere decir de hecho que es una la substancia | alma; una cosa pensar de la razón, y otra pensar la razón.
de una y otra. Tampoco juzgo sea contrario al aserto que Porque separadamente podemos pensar de las dos, seg ún
expuse más arriba; esto es, que una cosa es el alma y otra la diversa significación de los vocablos, no según la identi-
la razón. Fácilmente puede probarse por la misma semejan- dad de la substancia. De ningún modo podemos pensar en
za. Atiende, pues, a qué semejanza acude para entender el alma humana sin la razón, esto es, que no tenga razón,
esto de alguna manera. En efecto, ya había anunciado: asi como no puedes pensar en un hombre que no sea
“Uno es Dios Padre, uno Dios Hijo y uno Dios Espíritu racional mortal.
Santo. No tres dioses, sino un solo Dios. Tres en vocablos, JUAN. Dime, te ruego, ¿acaso la razón que está en mí es
uno en la deidad de substancia. . otra que la que está en ti ?; ¿cada hombre tiene su propia
.
38. . . Y para que esto no pareciera absurdo a los herejes, razón? Lo cual me gustaría saber asimismo de la memoria
contra los que disputaba, por aquella criatura que fue y de la voluntad.
24 Ibíd. , l . X, c. 11 ,18 ( BAC, t. V, págs. 649-651 ) .
41. ELREDO. Me admiro que hayas querido indagar estas
Alcuino, De animae ratione, c. 6 ( PL 101, 647 ) . cosas, cuando ves que uno es de agud ísima memoria, otro
San Agustín, Sermón LII, c. 5,15 ( BAC, t . VII, pág . 527 ) . tan olvidadizo, éste de finísimo sentido, aquél tan torpe que
204 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 205
apenas goza de razón; y, aun m ás, tantas y tan contrarias usan bien, otros abusan torpemente, o son casti
voluntades de los hombres.
cual unos -
gados o son remunerados. De cualquier modo que sea esta

JUAN. Aparentas no haber entendido lo que te dije. No juz-
gué indagar del vicio o virtud de la razón y demás cosas,
oscuridad , mantón firmemente lo que se probó más arriba :
que el alma es una cosa simple y no está compuesta de
sino de la naturaleza por la cual el hombre se llama racional. partes, que en su substancia no recibe ni admite el más o
Es decir, si la razón por la cual somos racionales es una para menos, pues no puede ser dividida ni extendida. De donde
todos, o una para cada uno. se deduce que no hay nada en su substancia que no sea
42. ELREDO. — Sabía que querías forzarme, pero no lo hagas,
te lo suplico. El abismo es profundo en demasía , porque
ella misma. Por consiguiente, la razón, la memoria y la vo-
luntad, aunque aparezcan como pluralidad, no son en el
aunque haya quizás alguien que lo desenvuelva, apenas se alma otra cosa que la misma substancia del alma.
encontrar á quien lo entienda. Pues, aunque dijese que una
sola es la razón de todos, estar ías dispuesto para inferir

JUAN. Te ruego que no tardes en disputar más larga
mente de la fuerza y propiedad de estas tres. 20
y cabal-
que una es el alma de todos. Si una para cada uno,
quizá no podré explicar cómo una sea la razón por la cual

44. ELREDO. Pregunto: ¿por qué vamos a cargarnos con una
larga disputa, si se puede exponer brevemente lo que quie-
veo que las cosas verdaderas sean preferidas a las falsas, res? Oye, por tanto, brevemente. Se representa a la memo-
otra por la cual t ú contemplas estas mismas cosas. Aqu í est á ria lo que se ve por los ojos, lo que se oye por los o ídos, lo
por qu é san Agust í n fren ó al joven Adeodato en su b úsque- que se capta por el olfato, lo que se toca con las manos, lo
da de esta cuestión, afirmando con referencia al n úmero de que gusta al paladar. De todas estas cosas juzga la razón,
almas : “ No sé cómo puedo responderte. Si digo que el alma consiente la voluntad. ¿Basta esto?
es una, te turbarías, porque en uno es bienaventurada y en
otro miserable; tampoco puede ser una al mismo tiempo —
JUAN. De ninguna manera. Hay otras muchas cosas que se
encomiendan y se tienen en la memoria, que no le son indu-
bienaventurada y miserable. Si aseguro que es una y muchas cidas por ningún sentido corpóreo, como son las razones de
al mismo tiempo, te reirás, y no encuentro el modo f ácil de los n úmeros, de los pesos, medidas y otras cosas innumera-
reprimir tu risa . Si afirmo que solamente son muchas, me bles. De ah í que desee saber qué obra el alma en la carne,
reiré yo mismo y no me soportaré menos a mí que a ti. Oye, qué en los sentidos, qué por los mismos sentidos, qué en
pues, lo que te garantizo que puedes oír bien de m í. Pero sí misma por los sentidos, qué sin ninguna ayuda de los
aquello que resulte oneroso para los dos o para uno de los sentidos. 27

dos, no lo quieras imponer para que no nos oprima.”


43. JUAN. ¿Qué significa esto? Parece totalmente querer que
25
45. ELREDO. —
Esto es trabajoso en demasía. Con todo, no
faltará mi esfuerzo y ojalá no falte el fruto. Emplearé las
el alma sea una o muchas y una. ¿Quién soporta esto? palabras, o el sentido, o unas y otro, de san Agustín, que
ELREDO. — No te espantes. Ciertamente, en Jerusalé n , cuando
estaba reunida una gran multitud de creyentes, aunque ca-
dice: “El alma, como a cualquiera le es f ácil advertir, vivifi-
ca esta carne terrena y mortal con su presencia, se recon-
centra en un punto y en él permanece, y no deja de dilatarse
da uno de ellos tuviera su alma, se dijo no obstante de la
multitud de creyentes que tenían un solo corazón y una sola o contraerse. Hace la distribució n de los alimentos
unifor-
alma. Así, por consiguiente, si te agrada , salgamos de esta memente por los miembros, conserva la congruencia y el
profundidad y qued émonos con la simplicidad de la senten-
cia; aunque quizá pueda decirse en alg ún modo que el alma 26 Hech. 4,32. San Agustín , Del Espí ritu y la Letra, c. 33,58 ( BAC
t. VI , pág . 791 ) .
es una por la misma fuerza de la naturaleza racional; de la 27 San Agustí n, Confesiones, 1 . V, c. 8,14 ( BAC, t . II, pá g. 387 )
25 Ibíd ., De la Cantidad del Alma , c . 32,69 ( BAC, t . III, pág 647 ) .
, Ibíd . , l . X , c. 12,19 ( BAC , t . II, pág . 392 ) .
9*

206 SOBRE EL ALMA


LIBRO PRIMERO 207
modo del cuerpo, no tanto en la belleza, cuanto en el
y en el producir.” He aquí lo que afirm ó aquel crecer 48. ELREDO. Desde al momento en que el hombre es compa-
sapientísimo: “Que opera el alma en la carne o por el varón rado a los jumentos insipientes y hecho semejante a ellos en
po”, a ñ adiendo que esto es com ún al hombre con los cuer- cuanto al cuerpo en su concepción y crecimiento, casi son
tos, puesto que ellos mismos, como veremos y arbus- iguales las condiciones de uno y de otro.

46. JUAN.
confesa remos
a su manera viven, son guardados, crecen y engendran. 28,
¿De modo que dices que estas cosas se han de
I
ELREDO.
——
JUAN. ¿Dónde está en él el alma racional?
Preguntas como si alguna vez hubiera tenido alma
atribuir al alma racional, siendo así que en ellas el sentido
nada hace, y mucho menos la memoria, la razón y la
tad? ¿ No se han de atribuir más bien al movimiento
cual los árboles crecen y viven? ,
volun -
por el
I
í —
irracional.
JUAN. ¿ No es el cuerpo humano concebido primeramente
y, por un movimiento interior, crece y es formado, reani-
má ndose después de cierto tiempo cuando se dice que em-

ELREDO. ¿Juzgas que hay sentido en alg ú n cuerpo que carez
ca de este movimiento? -
pieza a vivir?
ELREDO. Así, en efecto, convinimos poco antes.
JUAN. No he dicho eso. Pues no puede haber fuerza de
sentir, donde no hay fuerza de subsistir.
— —
JUAN. ¿En d ónde y cu á ndo le es infundida el alma racional?
49. ELREDO. De ningún modo el cuerpo humano puede vivir
47. ELREDO. —Pasemos ya de los inferiores a los superiores. sin alma racional . Por consiguiente, sin ning ú n intervalo de
Se engendra la carne animal en la unión del macho tiempo, desde que el cuerpo empieza a vivir , comienza a
hembra. Cuando se hubiere conseguido la concepciócon n
la
, no
tener alma racional y a ser hombre, es decir, animal racio-
se dice que en el instante el semen viva, pues no puede nal mortal. Ni tuvo primero alma irracional, como sucede
tir nada. Sin embargo, pronto hay en él movimie sen- en los brutos, nacida con el cuerpo y que ha de morir con
nto, por el cuerpo, ni después la racional, de forma que se diga que
medio del cual se forma y crece. Así como el semen
se envía naturalmente al seno de la tierra, por el del árbol
predicho
tiene dos almas. Desde el momento en que empieza a vivir
movimiento, es formado, crece y se difunde por comienza a tener alma racional, no animal, lo cual no tuvie-
así igualmente el semen del animal, infundido enlas ramas, ron en cuenta algunos herejes , cuando decían que nuestro
de la madre, del mismo modo es formado y crece el útero Salvador tom ó la carne sin el alma racional. Ignorantes, no
ta en miembros. Como sea, no decimos que viva y se dila - —
decían otra cosa : que el Verbo de Dios no el hombre, que
afirmamos de los árboles, porque se espera otra vidacomo mejor.
lo

nunca puede existir sin razón tomó el alma irracional.
La cual, al llegar, no decimos que haya dos vidas o almas, JUAN. ¿ Es que el alma racional no puede existir en el cuer-
sino una solamente, consistente en doble po sin estas cosas? 80
les, la una está en el movimiento naturalfuerza : de las cua -
que hace que el
50. ELREDO. De ninguna manera. Como dijimos poco antes,
cuerpo viva y crezca; y la otra en el movimiento ning ún cuerpo puede sensibilizarse sin aquel movimiento
que se aplica a los sentidos y por medio del espontáneo, m ás sutil que el propio cuerpo, que presta a todos el incre-
tambié n viva y sienta. cual hace que mento. Así, en verdad , en ning ú n caso puede unirse a este
JUAN. ¿Por ventura el cuerpo humano es concebido del cuerpo compuesto de grosuras o, por decirlo así, de gruesos
mismo modo? > 2I
elementos, a saber : de tierra y humedad , sino por la virtud
que tiene de sentir por el aire y el fuego, tan sutil y próximo
al espíritu, que casi es espíritu y que muchas veces, por su
28 Ibí d . , Del G é nesis a la Letra , 1 . XII , c . 11 , 24 ( BAC sutilidad , es llamado espíritu o espíritu de vida. Así el Verbo
Ibíd. , De la Cantidad del Alma, c. 33,70 ( BAC, t. , III t . XV, pág . 1205 ) .
29 Sal. 48 ,13-21 . , pág. 647 ) 30 San Agust ín , Sobre el Evangelio de San Juan , Trat . 23,6 ( BAC. *

XIII, pá g . 599 ) .

v-
208 SOBRE EL ALMA
LIBRO PRIMERO 209
de Dios, en cuya comparación, en cierto modo, todas las misión, porque aquella fuerza de sentir, sin la cual el alma
cosas pueden llamarse corpó reas, de ningú n modo podría no puede ser sostenida en el cuerpo, tiene materia del cuer -
adherirse a la carne, para que formara con Él una persona, po, por el fuego y aire que tambié n laten en el mismo
sino mediante aquella naturaleza que es m ás sutil que todas semen”, si la palabra “transmisión” pudiera convenir a esta
las demás y m ás cercana a la divina naturaleza; esto es, al
espíritu racional. De ahí que san Agust ín, hablando al Padre,
sentencia , no es menos absurdo lo que dicen. Pero, si pudie -
ses pensar que, así como el sentido en cierto modo es un
dice que “tanto había conocido que aquella carne no estaba medio entre la carne y el alma, y por la semejanza y natu-
——
unida a tu Verbo, sino con el alma y mente humanas”. Pero —
raleza má s próxima al espí ritu es capaz de alma ; y así
volvamos a nuestro propósito. Aunque el alma racional use
de aquel movimiento natural para el incremento del cuerpo, £ —
como el gluten o pegamento por el cual se mezcla a!
cuerpo el alma y se mantiene en él, de tal manera que la
[
con todo, el alma no es aquel movimiento y, si bien usa la fuerza o materia que despu és se convierte en sentido, estan-
misma fuerza de sentir para muchas cosas que pertenecen a do latente en el semen, es capaz de una virtud superior , la
los distintos sentidos, no es, sin embargo, el alma aquella ,
cual, procediendo del afecto paterno y materno, invisible
fuerza, ni sus órganos, como ya demostramos más atrás. 31 e incorpóreamente, por medio de la misma fuerza se man -
51. JUAN. Dime, te ruego; ¿qué sientes de su origen y de
d ónde viene al cuerpo, aunque ya dijiste bastante?
tiene en el semen y después de cierto tiempo pasa a la natu -
raleza . . . , entonces podr ías pensar que el alma procede por
ELREDO. — No quiero entrar en esta cuestión que san Agust í n “transmisió n”. Porque en el semen hay una fuerza invisible
dejó zanjada, acerca de si las almas vienen por transmisión
o se crean todos los d ías nuevas. Finalmente, proponié ndose
e incorporalmente numerosa, que no se manifiesta suficien -
temente por la vista o el tacto, sino tan sólo por el entendi-
aquel doctor preclarísimo una y otra cuestión, juntando las miento, en virtud de aquella corpulencia del semen que es
razones y testimonios que parecían amontonarse en pro y
en contra, concluye su largu ísima disputa sobre esto con las
sentida por la vista y el tacto y se conoce bastante manifies
tamente. . .
-
siguientes palabras: “Estudiadas estas cosas en el tiempo 53. . . . Por consiguiente, si alguno puede pensar esto del alma,
que hemos podido, diría que son iguales o casi iguales, de es decir, que en esta fuerza tan sutil tenga el alma una fuer -
uno y otro lado, el c ú mulo de razones y testimonios, a no za aun más sutil, que le sea materia o causa para ser creada,
ser la sentencia de aquellos que juzgan que las almas son esto mismo, como dije, afirma que el alma viene por “trans-
creadas por los padres, lo cual goza de mayor preponderan- misió n”.
cia a la vista del bautismo de los niños.” Hasta aqu í las
palabras del santo. . . 33 —
JUAN. Confieso, sinceramente, que me resultan muy oscuras
estas opiniones. No me tomes, por tanto, por molesto, si
52 Quisiera que supieras esto, que los que dicen que el quisiera que me repitieses todo esto con palabras más sen -
alma viene por transmisió n , de forma que se engendra o cillas y claras.
fecunda con el cuerpo y recibe según la sustancia, más o ELREDO. Procuraré cumplir tu deseo. Atiende no sólo a lo
menos, yerran; y de ningú n modo diría yo esto del alma que vamos a decir, sino tambié n y diligentemente a lo que
racional. Mas aquellos que aseguran: “Por esto es por trans- hemos dicho; que esto no se borre de tu memoria. En primer
lugar, querr ía que me dijeses si sientes que vives. :
5!

31 Ibíd ., Del G é nesis a la Letra, 1. VII , c. 16,22 ( BAC, t . XV , pág . 921 )


Ibí d., l . III, c. 4,7 ( BAC, t . XV , pág . 677 ) .
Ibí d . l . VII , c. 15,25 ( BAC, t. XV, pág . 923 ) .
54. JUAN. — Esto ni un acad é mico lo negaría .
ELREDO. Dime si dudas de que sientes.
32 Ibíd . , l . X, c. 23,39 ( BAC, t . XV, pá g. 1101 ) .
Ibíd. , l . X, c. 21,37 ( BAC, t. XV, pág. 1097 ) . 33 Ibíd ., Carta 241 , 2 ( PL 33, 1052 ) .
i
210 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 211
JUAN. De ninguna manera : pues veo con los ojos, oigo con
todo sentido, no puede ser contenida por su sutileza en la
los oídos y gozo de los demás sentidos.
ELREDO. ¿Aquel semen del cuerpo humano, cuando por la
carne, a causa de la pesadez de la tierra y el humor, sino
unió n del varón y la hembra sea concebido, acaso confesarás que ha de encontrarse en cierta naturaleza que le sea af ín
por su sutileza y por su cualidad corporal.
que al instante siente y vive?
JUAN. Creo que no existirá nadie que tal afirme. —
ELREDO. Certísimo. Me alegra mucho que no te apartes de
lo que poco antes se ha probado. Por ahora advierte si —

ELREDO. Entonces, ¿de d ónde le es dado después vivir y sen-
tir? Responde. No habiendo en el semen nada de dureza, —
acaso puedes pensar que así como aquella fuerza que está
¿de d ónde le vienen despu és los dientes y los huesos? ¿Qué oculta en el semen, aunque no sea sentido, con todo, poco
te parece?
después adquiere sentido, mediante el cual el alma racional
está contenida en el cuerpo; así, mediante la fuerza o poten-
JUAN. Confieso que existe en el mismo cuerpo alguna fuerza cia misma, existe en el semen otra fuerza m ás potente y
oculta, por la cual el mismo crece y es formado, se endurece sutil, no de la carne de los que se juntan, sino procediendo
en los huesos, se reblandece en la carne y se licúa en lá
sangre. del afecto invisible e incorporalmente, la cual, aunque no
55. ELREDO. — No habiendo ning ú n sentido en aquel semen, sea alma racional, con todo, para que sea creada, es necesa-
rio que sea causa o materia. Creo que has entendido lo que
¿no entiendes que hay en él una fuerza o potencia por la quise decirte un poco antes, cuando me culpabas de haberte
que a su debido tiempo viva y sienta, vea con los ojos, oiga hablado oscuramente.
con los oídos, huela con el olfato?
——
JUAN. No veo cosa más cierta. —
58. JUAN. No me averg ü enzo de mi importunidad, cuyo fruto
es dulce a mi paladar.
ELREDO.
esto?
JUAN. —
¿ Acaso alguno de los sentidos te ayuda para ver
Ninguno. Sino lo que he escuchado de ti cuando

ELREDO. Por consiguiente, si estas cosas no se pueden pensar
ni decir incongruentemente del alma , no ha de decirse sin
disputábamos. menos absurdo que el alma venga por transmisión. Estas
cosas se dicen, no afirmando, sino buscando u opinando,
ELREDO. —Entonces, ¿qué? Oíste ciertamente al disputante,
pero, por ventura, ¿conociste por el oído al que exponía las para que quede a tu arbitrio si prefieres más esta opinión
o, ciertamente, cedes a la de muchos que inconsideradamente
verdades? i afirman que el alma existe por transmisión. Pues, en cuanto
56. JUAN. Advierto que esto lo he conocido por la fuerza de a la autoridad de las Escrituras, san Agustín, como ya diji-
la razón, no del sentido.
ELREDO.
—Verdaderamente. Ahora, respóndeme si sabes que
tienes alma racional.
mos, se pronuncia por la igualdad de las sentencias de una
y otra parte, a no ser la sentencia de los que dicen que el
alma viene por transmisión preponderada por el bautismo de

JUAN. Lo sé y lo entiendo perfectamente, y para entender
esto no me he servido de ning ú n sentido; por el mero hecho
los niños. Sea pues cualquiera la sentencia que elijas, cuí-
te de la blasfemia de aquellos que, contra la fe católica,
de que pienso, disputo y distingo, no dudo de que tengo dicen que el sacramento de Cristo no es necesario a los
alma racional. niños, cuando manifiestamente asegura el Apóstol: “Por un
57. ELREDO. Muy bien, veo que avanzas mucho. Así, en el hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la
semen del cual hablamos, de ning ú n modo dices que está el
alma racional.
JUAN. De ningú n modo. Habiendo asegurado que aquello
ni vive ni siente, y que el alma racional es m ás sutil que 34 Ibíd., Del Génesis a la Letra , 1. VII, c. 20,26 ( BAC, t . XV, pág. 925 )
212 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 213
muerte. Y así la muerte pasó a todos los hombres, en el nieguen la santificació n de la carne los que niegan su resu -
cual todos pecaron.” 35 rrección? Por lo mismo, como parece, condenan las bodas ,
59. . . . No viniendo el alma por transmisión o herencia , di porque todas sus sectas quieren que las mujeres sean comu-
cen : ¿cómo pecaron en Ad á n *, en donde existieron tan so-
lamente según la carne, que sin alma no puede pecar? Y-
nes, juzgando que no hay ninguna torpeza en lo que se hace
pol- la carne o en la carne, y no lo consideran pecado. Por
si Dios crea todos los d ías nuevas almas, lejos de m í
el lo mismo, no aborrecen esto, y sólo se guardan, como dicen,
creer que las cree pecadoras. Por tanto, ni la carne peca de los pecados del alma .
antes de ser animada , ni el alma antes de ser encarnada ; o
confesar ás que el ni ñ o es inmune de pecado original, o dir ás —
JUAN. Juzgo que es digno de admirar
error, no teman sufrir la muerte. M
que, para defender tal
que Dios es la materia de su condenación. Todos los católi- 61. ELREDO. Como no creen en la resurreción de la carne,
cos que dijeron que el alma no existe por herencia , han quizás el impurísimo demonio los persuade de que el cuerpo
confesado que esta cuestión es insoluble, manteniendo su es para ellos como una cárcel, prometiéndoles inefables
opinión y detestando la blasfemia de los herejes. Esto se ha bienes cuando fueren liberados de tal prisió n. Pues los
de tener en cuenta , por cuanto la impiísima herejía conde
nada y sepultada por los Santos Padres en otro tiempo, cier--
filósofos se promet ían tantos goces despu és de la muerte,
que no sólo despreciaban la muerte, sino que juzgaban digno
tos r ústicos tejedores y tejedoras, mof á ndose, se han empe - para ellos aceptarla . De aqu í que, disputando alguien acer-
ñado en resucitarla; y, por la sola obstinación e irracional ca del bien de la muerte, uno de los oyentes, inflamado por
concepto de la muerte, echaron por tierra los Sacramentos el deseo de experimentarlo, se precipitó de un muro y murió.
de la Iglesia.
60. JUAN. — Oí que muchos de éstos están encarcelados y, —
JUAN. Ojal á te fuera dado conocer toda la secta de ellos,
para que pudieras destruirla con la fuerza de la verdad .
reunido un Concilio por el Rey, se estudi ó por los sabios
qué se debía hacer. Desprecian las bodas, aventan el Sa
cramento del altar, niegan la resurrección de la carne y no
-
ELREDO.
— Ciertamente. Si toda la negrura de la herejía se
descubriese, no haría falta quien disputase, pues ella misma,
por su propio error, atraería a sí los odios de todos; pero,
reconocen la virtud del bautismo. volviendo a nuestro propósito, dime lo que a ún esperas
ELREDO. ¿ No predijo de ellos el Apóstol muchos a ños antes? oí r del alma .
Pero, como por este triple Sacramento, no sólo el alma, sino
también la carne es santificada y ella, por estos misterios, JUAN. — Antes de que pasemos a otra cosa, querría que me
es preparada para la futura gloria , ¿qu é ha de extra ñar que hicieses, en breve relato, un resumen de todo lo dicho. 37

35 Cant. 2,3.
62. ELREDO. — Haré como te place. Dijimos que el alma es
incorpórea, porque no fue creada de materia corpórea ni
San Agustín, Del Génesis a la Letra , 1. X, c. 23,30 ( BAC, t.
X'7 de ninguna mezcla de cuerpos. Por lo tanto, carece de longi-
pág. 1145 ) . tud, latitud y altura. De aquí que dijimos que es una natu -
Rom . 5,12.
* “En el cual ( Adá n ) todos pecaron ” raleza simple e incompuesta , que, aunque está en su cuer -
( Rom . 5,12 ) , es una lectura que po, con todo, nunca está localmente. Por consiguiente, resul-
la Iglesia de occidente mantuvo durante un milenio , de Agustí n en

adelante y condicionó toda la doctrina sobre el pecado
apoyada en la versión de la Vulgata ( m quo omnes peccaverunt -
original
) del
ta que está toda en todo el cuerpo, toda en cada uno de
los sentidos, y, aunque piense lo que piensa, nunca se puede
én hóo pántes hémarton de san Pablo. Desde los tiempos pensar que está en alg ún lugar. Para que se viese más ma-
se ha abierto paso la interpretación del humanista “de quede Erasmo
én hóo tiene el sentido de ‘porque* o ‘en vista de que* ( el griego
Herbert Haag, 36 Concilio de Oxon ( Oxford ) , añ os 1165-1166.
El pecado original en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia Hech. 2,29.
Madrid , pág. 133 ) ; cfr. Denz. 787-791. ( N . del E . ) , Ed. Fax,
37 Cicer ón, Disputationes Tusculanae , 1.1, c. 34,84.
214 SOBRE EL ALMA LIBRO PRIMERO 215

nifiestamente, disputamos entonces con mayor amplitud de


la triple vida y del triple movimiento. Ahora bien, como el

ELREDO. - También yo lo recuerdo. Pero, si te parece, pon-
gamos fin a nuestro diálogo ahora, para que se repare un
alma es de tanta sutileza, dijimos que de ningún modo se poco, con un útil silencio, nuestro esfuerzo discursivo, y
mezcla con la carne ni forma una persona con la carne, sino volvamos mas cómodamente a indagar lo que deseas.
mediante el sentido; el cual, brotando de los elementos de
naturaleza más sutil, es decir, saliendo del aire y del fuego,

JUAN. Como quieras. Tan sólo quería que me respondieses
lo que sigue: siendo así que el sentido subsiste sin razón
como volatilizados y licuados; con todo, aunque no pueda ser en la carne animal y hay una gran diversidad entre el alma
espíritu, mientras existe en el cuerpo es capaz de espíritu, racional y el sentido corporal, ¿podrá separarse el alma, per -
por cuanto por él y en él, como por cierto instrumento, se sistiendo el sentido en el cuerpo humano?
operan muchas cosas del espíritu racional. . .
63. . . . Mas, aunque el alma no sea sentido, ni el sentido alma,

65. ELREDO. No te podré satisfacer en tan corto espacio de
esta cuestión, por cuanto resulta dif ícil indagar cómo el
no obstante, jamás puede estar el sentido en el cuerpo sin £
1.
alma ve muchas cosas por el cuerpo y en el cuerpo; muchas
el alma, ni el alma sin el sentido. Desde el momento que - en el cuerpo, pero no por el cuerpo; muchas también fuera
empieza a vivir, comienza a tener alma y ser animal racio- del cuerpo. De todo esto, si acaso aquel en cuyas manos
nal y mortal. Pero aunque el alma tenga razón, memoria y
voluntad , estas tres no son partes del alma, o accidentes,
— —
estamos nosotros y nuestros discursos se digna revelarlo
a nuestra debilidad , cuando comencemos a tratar de la sali-
sino lo mismo que ella, esto es, la misma substancia. Y si da del alma, lo declararemos más competentemente
buscáramos cuá l sea la operación o naturaleza del alma en JUAN. Dios te conceda la perspicacia de entender, la abun-
la carne, caemos en la cuestión de su origen. Y no afirma- dancia en el decir y la eficacia para persuadir. Así sea. 38

mamos que sea por transmisión o herencia, sino que opina-


mos y tratamos la razón por la cual puede decirse que es
por transmisión. Aunque advertimos que, si no se dice que
por transmisión o herencia , con todo, ninguno asegure que
los niños no necesitan el sacramento del bautismo. En se-
gundo lugar, aquello que, dijiste, había de indagarse, a saber,
qué se opera en los sentidos y por los sentidos, fue aclarado
suficientemente cuando se habló del movimiento espontáneo
que se halla en los animales. En efecto, tenemos la fuerza * Será bueno notar al concluir esta primera parte que la anatom ía y
de sentir como las aves y las bestias. Ped ías, después, que la fisiología manejadas por los cistercienses es la primitiva concepción
te insinuara lo que obra en sí misma por los sentidos. Yo desarrollada por Hipócrates y Galeno, y recogida posteriormente sin
respondo brevemente: nada. espíritu cr í tico por los Padres de la Iglesia. Siendo visiones que hoy


JUAN. Te suplico, entonces, no pudiendo el alma pensar
nada corpóreo, ¿cómo el sentido no llevará la imagen?
64. ELREDO. Pero si el sentido las lleva , ¿por ventura no
llamaríamos falsas, recordemos con todo el marco cultural al que
respond ía su multisecular vigencia y el hecho de que para las inten
ciones “antropológicas” de los Padres su utilidad era suficiente. La
-
antig ü edad y en especial la patr ística conciben al hombre en rela -
juzgarás con los ojos cerrados de ellas? Y así todo lo que ció n a su Creador, a sus deberes religiosos y a su destino eterno
se opera en el alma, sin apoyo alguno de sentido se lleva transmundano. Atiéndase finalmente a la influencia de las concepcio -
a cabo.
nes cosmológicas neoplat ónicas y plotinianas, que, como se ha seña -

JUAN. Entonces, ¿qué es lo que obra? Pues esto
haberlo puesto a tu consideració n últimamente .
recuerdo
lado, acarrean cierta curiosa corporalizació n del
ajena a la mentalidad bí blica, dominada por una
rica de la realidad. ( N . del É . )
38 Oración de Prima .
mundo espiritual,
concepció n misté-
LIBRO SEGUNDO 217

LIBRO SEGUNDO l a l u z y l o s colores y las formas de l s cuerpos, por os


ojos; por el oído, todos los géneros de ° sonidos; los sa ores
por la boca; por la entrada de la nariz todos los o ores, as
cosas duras o muelles, las frías o calientes y lo suave o
áspero por el tacto. Todo esto lo recibe la memoria y ca a
cosa la representa por su imagen al ánimo, que busca a ora
esto, ahora aquello. Y algunas están tan Pun > 51ue a
^
momento aparecen y se ofrecen al que lo piensa; y° a gunas,
mientras se buscan otras, presé ntanse en medio y a pun o
desaparecen. Otras, en cambio, se graban tan pro un á men-
te, que a duras penas, con gran trabajo de la mente, pue en
ser expulsadas de sus antros disimulados. También o as,
como en serie ordenada, aparecen en cuanto son solici a as,
así el cielo, la tierra, el mar y cuantas pueden ser sentí as en
ellos, acuden presto al que reflexiona, fuera de aque as que
A es tiempo de que comencemos a tratar lo que habí amos enterró el olvido.1

dejado ayer.
ELREDO. — Ojalá que pronta como está la voluntad , lo

4. JUAN. Si el alma es incorpórea jcómo puede retener en
sí las imágenes corpóreas?
estén también las demás facultades. Se ha de indagar aque-
llo que el alma puede obrar por s í misma , sin apoyo del

ELREDO. ¿Juzgas acaso que las im ágenes de las cosas corpó
reas son cuerpos?
-
cuerpo; es decir, por la memoria , la razó n y la voluntad .
——
JUAN. Así es.

JUAN. De ning ú n modo. Con todo, me admira que elir
no siendo cuerpo, aparezca con tanta latitud como para
alma ,

ELREDO. Recuerda, en primer lugar, cuanto dijimos: que contener todas estas cosas.
estas tres cosas, memoria, entendimiento y voluntad , son la ELREDO. — A ú n más. Es imposible que ningún cuerpo contenga
substancia de la misma alma y que las obras de las tres en s í tanta cosa. Dime, te ruego, ¿nunca has visto la imagen
son inseparables, aun cuando parezca existir alguna propia de tu rostro en un espejo?
de cada una .
2. JUAN. — De todo me acuerdo perfectamente. Tú, empero,
——
JUAN. Muchísimas veces.
ELREDO. ¿Acaso la grandeza de la imagen excede el modo
, ,

vuelve a cuanto nos propusimos indagar. del espejo?


ELREDO. — En primer lugar, juzgo que debemos hablar sobre
la potencia de la memoria.

JUAN. De ninguna forma, pues de mayor espejo mayor, y
menor de menor. 2

.
— —
JUAN. Me parece bien.
3. ELREDO. Acerca de esta potencia ha hablado mucho san
o. ELREDO.
— Ves, por consiguiente, que ninguna imagen, en
absoluto, puede exceder en medida a aquella cosa que a



Agustí n, y causa admiración contemplar cuando lo expo-
ne cuá nta y qué admirable sea esta fuerza o potencia. La
imprime.

JUAN. Lo veo claro, y nada más cierto.
memoria es como un aula grande, que contiene innumera-
bles tesoros, imágenes de diversas cosas temporales adqui- 1 San Agustín, Confesiones , I. X, c. 8 ( BAC, t. II, pág. 385 ).
ridas por los sentidos. Allí está n como escondidas y distinta- 2 elj De la Cantid( jd del Alma , c. 5,9 ( BAC, t. III, pág. 545) .
mente guardadas, cada una seg ú n se van introduciendo; así, í *7

ibid . pfo. 8.
218 SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 219
ELREDO, —
¿Te acuerdas de Londres, qué grande es, cómo el
río Tá mesis la bordea, cómo su parte occidental se embellece mí el aire, la tierra y el mar, y todas las cosas que en ellos
con el monasterio del bienaventurado Pedro, la oriental está pueden existir, excepto aquellas de las que me he olvidado.
fortificada con una gran torre y la meridional aparece ador- No podría hablar del cielo, del mar, de las estrellas, de los
nada por la iglesia del Doctor de las gentes? montes o de otra cosa cualquiera que vi o creí a los que lo
contaban, si no las percibiera todas eñ la memoria con di-
JUAN. — Todo lo recuerdo y nada se me ha borrado. mensiones y espacios tan inmensos como veo que existen
ELREDO. — Y ¿cómo te acordaste, sino porque en tu memoria
viste las imágenes de todo ello?
fuera. Ya hemos dicho bastante de esta fuerza imaginaria;
pasemos ahora a la fuerza más sublime de ella, que no est á

JUAN. Efectivamente, así es. sólo en las imágenes, sino también en las cosas. 3
6. ELREDO. — Ahora, atiende. ¿Acaso la imagen de Londres
——
aparece m ás pequeñá en tu memoria que aquella que se 9. JUAN. ¿Cómo, te ruego, en las cosas?
presentó a tus ojos con su propia magnitud ? ELREDO. ¿O no te parece gran cosa la ciencia de medir, la
pericia de disputar, la sutileza de calcular? ¿Qué de razones
JUAN. — Ni mayor ni menor . y leyes innumerables, qué de artes tan diversas que perte-
ELREDO. Certísimo. Así te ves obligado a confesar que tu necen bien al uso de esta vida temporal, bien al conocimien-
memoria y, por tanto, tu alma, es mayor que Londres.
to de la verdad ? Todo ello está contenido en la memoria,

JUAN. Verdaderamente, me rindo, pues la imagen de Lon-
dres ha sido impresa en la memoria y ninguna imagen puede
no por alguna imagen, sino las mismas cosas como son. De
esta forma, las mismas virtudes, la prudencia, la templanza,
exceder en magnitud a la cosa que signifique. la fortaleza, la justicia, si estuvieran en el alma, no están
ELREDO. Si, por consiguiente, se puede mirar todo el imaginariamente, sino como son en verdad . 4
mundo y cuanto en él se contiene juntamente, ¿acaso a
quien quiere pensar en él, no está presta al instante su ima -
10. JUAN. —
¿Cómo vienen estas cosas a la mente, si no son
introducidas por imágenes?
gen con id é ntica magnitud ? ELREDO.
7. JUAN. Así es. —
Esto se ve claro por no hablar de las demás :
la ciencia de dividir o de multiplicar no tiene ninguna ima - —

ELREDO. Te ruego: ¿existe acaso algú n cuerpo, o cosa corpó-
rea, en la que sin mengua de su tamaño pueda ser pintada
gen en la mente.
la imagen de todo el mundo? JUAN. ¿Cómo puede mi alma llegar a la ciencia de multipli-
car, si no es por ciertos corp úsculos que toco con las manos,
JUAN. — De ningún modo. distribuyo en partes o, si quisiera hacerlo con la sola razón,

ELREDO. Tu memoria, por tanto, es mayor que el mundo, no
por mole corpórea , sino por espiritual naturaleza.
moviendo y numerando las imá genes de los mismos?
ELREDO. Así es. He aquí que numerando o multiplicando
JUAN. Siendo, pues, el alma de tal grandeza, ¿cómo puede corp úsculos comprendiste las razones de los n ú meros. ¿
estar incluida en tan breve espacio de cuerpo? gas que existe algo entre las mismas razones que aprendist Juz-
8. ELREDO. —
Aun así, se puede probar f ácilmente que no es e
y las palabras, los corp úsculos o las imá genes, por las cuales
coartada por los términos de la parvedad corporal, ni es con- llegaste al conocimiento de las mismas?
tenida por el lugar, aun cuando parezca estar en el cuerpo; JUAN. Mucho, bajo todos los aspectos.
y forma en sí, y en cierto modo pinta, imágenes numerosas
y grandes, y de toda variedad de cuerpos. Pues, si vieras
con tus ojos mil mundos como éste, de todos ellos se impri- 3 Ibíd. , Confesiones, l . X, c . 8, 14 ( BAC, t. II, pág. 387 ) .
mir ían semejanzas en tu alma, sin menoscabo de su grande- 4 Ibí d ., l . X , c. 9, 16 ( BAC, t. II, pág . 389 ) .
za. Allí, por lo tanto, en mi memoria, está n prestos para Ibí d ., c. 12,19 ( BAC, t. II, pág . 392 ) .
Ibíd . , 15,23 ( BAC, t . II , pá g . 395 ) .
220 SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 221

estas razones.

11. ELREDO. Ves, por consiguiente, que no existe imagen de nocer a Dios, en ese mismo instante empieza a habitar en su
memoria y allí lo encuentra cuantas veces se acuerda de Él.

0

JUAN. Lo veo y me alegra sobremanera. Porque esto viene a


argüirme que el alma es incorpórea . De ninguna manera,
13. —
JUAN. Por ventura, ¿no es esto com ú n a buenos y malos?
¿Diré, pues, que Dios habita en los malos, porque ellos
pues, puede una cosa corpórea contener algo incorpóreo, ni ! alguna vez se acuerdan de Dios, como los buenos?
existe cuerpo alguno capaz de sabiduría .
ELREDO. —Has advertido perfectamente; pero el ojo no puede
:

i
ELREDO. — Ya sabes lo que el Apóstol dice de los sabios de
este mundo, es decir, que conocieron a Dios y, con todo,
percibir estas razones, ni el oído oírlas, ni el olfato olerías, no lo glorificaron como a Dios. En efecto, Dios estaba en su
ni son gustadas ni manoseadas. ¿Cómo y por qué entrada se memoria, pero no en el amor. Por eso, no lo glorificaron
han introducido en mi alma, de modo que est á n allí y se como a Dios, y así perecieron. Todo esto que hemos dicho
mantienen, y si quiero las produzco ante la mirada de mi acerca de la memoria basta para que disputemos después
mente y cuando quiero de nuevo las guardo? brevemente sobre la fuerza de la razón.
ELREDO.——
JUAN. No sé qué responder.
Cuando oíste al que enseña que el número seis

JUAN. Continúa hasta que te plazca
para seguir por donde t ú quieras. 7
. Yo estoy preparado
consta de sus propias partes y te dio una clara razón de
ello, ¿acaso lo creiste porque te constaba lo que se te había

14. ELREDO. Ya demostraremos suficientemente que la razón
pertenece a la misma substancia del alma. Es, pues, tanta la


dicho o porque viste la razón en tu á nimo?
JUAN. Sin duda alguna. Enc mi misma alma conocí ser ver-
dadero cuanto había oído.
12. ELREDO. —Quizá , por tanto, y primeramente, la misma
fuerza de la razó n, que por ella nos distinguimos de los de-
más animales y as í los aventajamos a todos. Por ella subsiste
la memoria , de tal manera que, exceptuadas aquellas imá-
genes que el sentido introduce, nada puede tener, discernir
razón estaba all í, pero no lo advertiste. o juzgar. Comprende cu á nta sea la unidad de naturaleza o

JUAN. Así, por consiguiente, tengo por muy verdadero lo
que probaron algunos sabios de este mundo; a saber, que
las ciencias naturales est á n en el alma racional. Mas, como I
substancia, en la diversidad de vocablos. Ciertamente, la
memoria sin la razón no excede a la fuerza del alma irracio-
nal; la razón sin la memoria, no hace nada coherente; y,
el cuerpo que se corrompe agrava al alma, como la debili- í: para decirlo brevemente, la memoria nunca puede juzgar
dad de los instrumentos embota el sentido, y las imágenes sin la razó n o la razón sin la memoria; porque la memoria
de las cosas temporales oscurecen y deprimen el entendi- y la razón son una y simple sustancia.
miento. en cuanto éste es excitado por algo, como saliendo
de las escondidas cavernas de la memoria misma, en la cual

JUAN. De consiguiente, cuanto pertenece a la memoria per-
tenece a la razón. Por lo tanto, la memoria y la razón son una
parecían recluidas, vuelven al entendimiento. De donde, cosa, hasta tal punto que la memoria me parece que es la
advirtiéndolas la mente, np las reconoce como introducidas razón, y la razón la memoria.
de otra parte, sino como depositadas allí.
ELREDO. — San Agustín parece aprobar esta opinión en el
15. ELREDO. —En suma, la razón y la memoria son una cósa
y un alma. Con todo, ni la razó n es la memoria, ni la memo-
libro de las Confesiones. Pero, como es dif ícil dar una razón ria es la razón. Pues la memoria expresa una cosa del alma,
clara de ello, pasemos a otras cosas que se han de decir. / y la razón otra. La memoria, en efecto, expresa aquella po-
Ahora bien, la memoria es capaz de Dios y ello aventaja a to- tencia del alma por la cual se recuerda y conecta las cosas
do esto. Desde el momento en que el hombre comienza a co-
6 Sab. 9,15. San Agust ín , Confesiones, 1. X, c. 10,17 ( BAC, t. II, pá g.
390 ) .
5 Ibíd ., l . X, c. 9,16 ( BAC, t . II, pá g. 389 ) . 7 Rom . 1,21. Mt 8,19.
222 SOBRE EL ALMA
LIBRO SEGUNDO 223

futuras con las pasadas, las siguientes con las precedentes. de la razón, mandadas, guardadas para bien, despreciadas
Por la razón, en cambio, discierne y juzga de todas esas \ o descuidadas para mal. Por cierto, cuanto dijimos está con-
cosas, probando lo recto, lo desviado, lo que es justo y lo tenido en la memoria, esto es, la ciencia de las diversas
que es injusto, lo bueno y lo mísero. ¿Acaso estas cosas no artes que, insertas en la misma alma, antes que nacieran
te son más claras que el sol? estuvieron como adormecidas en un profundo sueño, y,
ELREDO.
——
JUAN. ¿Quien dirá lo contrario?
Bien. Pero, mira si la memoria puede ejercer su
en efecto, al ser discernidas por la razón fueron excitadas
en cierto modo y aparecieron en acto. Sin embargo, si
fuerza sin la razón, o ésta sin la memoria. 8 estuvieron en otro sitio, como en alguna fuente de las mis-
16. JUAN. — Lo veo, y me quedo pasmado, al considerar que
en la criatura está aquello que, en el Creador, m ás se cree . iT
mas, a la cual son conducidos los discípulos por el maestro
para que allí puedan extraer la ciencia de ellas, ni esto
que se entiende: el n úmero sin n úmero, la pluralidad en - u
siquiera podr ían realizar sin la razón.
la singularidad , la propiedad en la unidad. ¿Quién ignora
que lo propio de la memoria es recordar y discernir lo pro-

JUAN. ¿Cuál, te ruego, puede entenderse sea aquella fuente
en la que no dudamos est á n incluidas todas las artes?
10

pio de la razó n? De ning ú n modo pensaré que la memoria


puede existir o pensar algo sin la razó n, ni la razón discer-
18. ELREDO. —
Creo que la suma sabiduría, que es Dios, no
sólo contiene en sí las reglas y razones de las artes, sino
nir sin la memoria. Me resulta bastante claro: la propiedad tambié n de todos los demás movimientos y sucesos. A cuya
en los vocablos, la singularidad en la susceptibilidad , y la fuente, con cuanto m ás pura vista se acerque, con tanta
identidad en la substancia y en la operación. Por consiguien- mayor perspicacia verá lo que en la misma se contiene.
te, son dos y uno; y se manifiesta la pluralidad por ser dos, Ahora bien, para llegar a ella no puede haber ning ú n cami-
y la identidad por uno. no sin la razón. Por ésta distinguimos entre lo verdadero y
ELREDO. Ya no debe parecer dif ícil al entendimiento lo que lo falso, entre lo justo y lo injusto, y siendo la misma capaz
-
V
'

creemos, a saber, que Dios es uno y de Él confesamos ser de sabiduría, por ella se llega al conocimiento de Dios. Así
trinidad , de forma que adoramos la propiedad en las perso- que mira la sabiduría del Creador. De todas las cosas que
nas, la unidad en la esencia y la igualdad en la majestad . nos son comunes con los animales y las aves, a ellos les
JUAN. Para llegar al conocimiento de esta verdad, abre un concedió más, a nosotros menos, para que aprendamos a
camino amplio aquello que hemos probado respecto del
alma . Es justo proseguir sobre la fuerza de la razón que —
superan ante aquellos en que nosotros los superamos

despreciar todos los bienes del cuerpo en los cuales nos
comenzaste a tratar. 8
¿Quién de los hombres puede compararse en la vista a las
17. ELREDO. — Observa diligentemente lo que, en primer
lugar, se hace en aquellas cosas necesarias para esta vida.
águilas; en el olfato a los perros; en el color a los pavos?
¿A quién de los hombres acompa ña tanta fuerza como al
Mira a las obras de los artesanos, al cultivo de los campos, león? ¿A quién no vence en velocidad la cabrita o la mosca
a las construcciones de ciudades, la prodigiosa multitud de en el vuelo? Y para que sepas que nada puede el cuerpo o
los distintos edificios, la variedad de pinturas, esculturas, el sentido, en comparación de la razón , ¿quién de los hom -
escritos, señ ales, inventos, instituciones de leyes, axiomas, bres podría precaverse de las insidias de una mosca, si la
derechos, los diversos juicios en las distintas causas y otras misma gozara de razón como el hombre? . . . 11

mil cosas por el estilo; todas ellas son pensadas por la fuerza
10 San Agustín, De la Cantidad del Alma , c. 33,72 ( BAC, t. III , pá g .
8 San Agustín, Confesiones, 1. X, c. 8,14 ( BAC, t. II, pág. 387 ) . 651 ) .
San Gregorio Magno, Diálogos , IV, 29 ( ed . Moricca, pág. 270 ) . Ibíd., Sobre el libre albedrí o, 1.1, c. 8,18 ( BAC, t. III pá g. 275 ) .
9 Prefacio de Trinidad, Misal Romano . 11 Ibí d ., De la, Ciudad de Dios, 1. VIII , c. 15,1 ( BAC, t . XVI, pá g . 437) .
224
S

19. . . . ¿Quién podría hacerla descansar


°BBE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 225
abrirle los ojos con seguridad ? Un COnt SU
vobintad 0 mente, lo que se hace razonablemente, se hace rectamente;
cuá ntos de los mortales podría
an ‘
inficiona r Venenoso > ¿a lo que rectamente, por supuesto, se hace bien. la
vernas, el tiempo, el lugar, el modo, y , S1 buscara las ca
de la razó n? ¿A cuá ntas ciudades, a £
ZfSe bene cio
- 21. ELREDO. — Ciertamente, yo digo que ning ú n mal puede
ser hecho sin la razó n . Pues nadie que esté falto de razón
cu á
°
no incendiarían los pá jaros y las cornejas Si CarnPamentos ^ puede obrar mal o bien. Al mal lo llamamos pecado. No
razón para obrar en el ‘ qu é, cu á ndo, S
\ , n<a easistiera la peca el león si abalanzá ndose sobre el hombre lo descuarti-
cautela”? ¿Acaso, reunidas en un sitio za, ni la serpiente si mata al hombre con su veneno. Por lo
no podrían borrar todo el género las 16°ms y> las
r . con qué
mismo, sólo el ángel y el hombre, porque fueron creados
humano si fueran iguales aves,
racionales, pudieron pecar.
a los hombres en la razón ? Piensa
en
los sentidos sin la razón; ver ás que le tu cl!erP0> sólo en
cuerpos de los más viles animales. . . aventaJan mucho los

JUAN. No puedo entender cómo pueden pecar con la razón,
cuando todo pecado no por otra cosa es pecado sino porque
es contra la razón.
20. .. . De donde, según me parece, el
más abyecto y miserable de todos loscuer
c
h
buniano es el
22. ELREDO. — Te enga ñas, ignorando que de dos modos se
dice “razón”. Se llama, en efecto, razón seg ú n la naturaleza,
regido por la razón. Considerando esto SÍ no esta por la cual el hombre es racional y puede distinguir el bien
nos, por lo mismo, desprecian el 6
uniente algu - del mal, lo que si no pudiera no sería pecado. Se dice
cuerpo j no
haya de resucitar ; no distinguen entre ¿ creer que razón seg ú n el juicio, por el cual reprueba lo que debe
vicio, entre la dignidad de la creación y naturaleza y el reprobar y aprueba lo que hay que aprobar. Por consiguien-
gresión, entre la felicidad que pierden Ja pGna la ,trans te, de la naturaleza de la razó n es que todo hombre, natu-
y "

que caen. ¿Quién, pues, ignora que * corrupción en ralmente, prefiera la justicia a la injusticia, la castidad a la
son m ás excelentes que los de todos
los Cu rP s liviandad . Persuade siempre seg ú n la elección del juicio,
no se compara a los jumentos insipientes los am? a° s humanos para apetecer las cosas buenas y evitar las malas. Así, pues,
; ’ cuando
jante a ellos? Con todo, en sus
sus calamidades y pena, hasta en la enfermedad
*
^ ^
Cs Y en toc as
seme "
el que peca, peca por la razón de que es racional, pues,
conociendo por la razón lo que es malo y bueno, elige,
misma
hace mal uso de ellas. El santo patriarca
te usó de las enfermedades que sufr ía 0 ’
en
j kmuer ^ *esabiamen
»

carne He abí
^
raz n
°-
contra su juicio, lo que es malo y reprueba lo que es bueno.
ELREDO.

JUAN. No me parecen bastante claras las cosas que dices.
— ¿De d ónde sabes que es malo el adulterio?
el estercolero en que estaba sentado,
hedor que exhalaba, los gusanos de queel U? que
SU
- JUAN. Por la razón de que no quisiera padecer esto.

todo ello ¡qué suave olor esparce al e
embargo, de ellos abusó torpemente el mu A^° er*tero! Sin
podrido entre gusanos expiró. ¿ No imn Pl'

usar ° .eroc es> 9ue
cu ert0»

^
^
el
/
ELREDO.


Es decir, por la razó n.
JUAN. Así es, en efecto.
ELREDO. Si carecieses 'de razón, no sabrías lo que es el adul -
terio, ni que el adulterio fuese malo.
m ártires de la misma muerte, y de aqu 0* sa .arnente los JUAN. Ciertamente.
m á rtires?
JUAN - ¿Cómo puede alguien abusar de
.
í
merecieron el ser 23. ELREDO.
— Por lo tanto, no podrías adulterar. ¿Quién ig
nora que los animales, faltos de razón, no pueden adulterar-
no se puede hacer el mal sino contra la Jaa razón, cuando ni fornicar, y por ello son incapaces de pecar? Nadie, pues,
te, las cosas que se hacen por la razón, ¡ ra*,ón? Por- otra par-
peca sin la razón . Todo el que peca , por obrar contra la
n ( «w

° hechas razonable- 12 Sal. 48,13. Job 2,8. Hech. 12,23. San Agust í n , Del libre albedr í
II, c. 18,50 ( BAC, t. III , pá g. 393 ) .
o, lib.
226 SOBRE EL 227
ALMA LIBRO SEGUNDO
razón peca, pues le arguye y contradice la misma razón.
Así, todo hombre peca contra la razón en cuanto al juicio JUAN . — Desearía me
algunos ejemplos.
demostrases esto m á s claramente con


i •,
de ella; y, sin la razón, cuanto a la naturaleza por la cual ELREDO. ¿ No se te ocurren sobre esto innumerables ejem -
es racional, ningún hombre peca. plos? En verdad, se comprende el bien de la naturaleza, y

JUAN. Me bastan estas cosas para que pasemos adelante y
hablemos de otras.
nunca puede dejar de ser bueno. Pero mirar a una mujer
para desearla es malo, y nunca puede dejar de ser malo.

——
ELREDO. ¿Cu áles son ellas?
JUAN. Acerca de la potencia de voluntad y cómo por ella
opere el alma.

JUAN. Como hemos dicho que la voluntad es buena y mala,
¿no podemos decir que la mirada es buena y mala?

26. ELREDO. Segú n la costumbre de hablar , mirada o visión
14


24. ELREDO. Ciertamente. El orden de nuestra disputa exige
esto. Así como el alma recuerda por la memoria y discierne
se dice de aquel bien por el cual vemos o podemos ver, aun
cuando no veamos. Por ello, del uso de la mirada se dice
por la razón, así consiente por la voluntad. Las cuales, en !
que puede ser bueno o malo. Malo, si es imp ú dico, cruel, lleno
efecto, son tres, por el hecho de que tiene algo propio cada de indignación y amargura, si pretende el oprobio, si mani-
una; más por la identidad de substancia, en verdad son una. fiesta irrisión. Impú dica era la mirada de aquella mujer
Aunque sea propio de la memoria el recordar, de la razón nefanda que puso los ojos en José, solicitando al joven:
discernir y consentir de la voluntad, con todo, de tal mane- I
“Duerme, dijo, conmigo.” Impúdica era la mirada de los
ra las obras de ellas son inseparables, que la memoria no ancianos que, fijándose en la hermosura de la casta Susana,
recuerda nada sin la razón ni da voluntad; la razón no dis- se encendieron en su concupiscencia , los cuales, enfurecidos
cierne nada sin la memoria y la voluntad ; y la voluntad , a por su resistencia, pagaron la pena de aquel mal deseo y
su vez, no consiente sin la razón y sin la memoria. Estas falsedad. ¿Qué a ñadiré de Holofernes, cuyo ojo impú dico
tres son una substancia no compuesta de las tres, sino sim- favoreció a la sabia mujer y expuso su propia cabeza a ser
ple. Y simplemente en estas tres hay una substancia que cortada? Más, ¿quién no llamar á cruel al ojo del impiísimo
discierne por la razón, con la memoria y la voluntad ; re- Acab, que miró lleno de regocijo la sangre del inocente
cuerda por la memoria, con la razón y la voluntad; y con- Nabot? ¿Con cuánta indignación y amargura no miraron
siente por la voluntad , con la memoria y la razón. .. 13 los hermanos al santo José, que venía a su encuentro? Así
25. . . . De dos modos se entiende la voluntad : según la natu- nos lo declaran las palabras de los mismos: “He aquí que
raleza y segú n el afecto. Esto es, seg ú n lo que es y segú n viene el soñador”, dijeron por indignación. “Venid , matémos-
lo que ama. Seg ún esto último es juzgado principalmente el le”, esto por amargura. “Veamos lo que le aprovechan sus
hombre; es decir, si es bueno o malo, justo o injusto, sabio sueños”, esto por irrisión. . . 10
o necio. La voluntad , seg ú n la naturaleza, es un gran bien 27. . . . Todos ellos abusaron, para su mal, del bien de natu-
y nunca puede dejar de ser un bien. Mas su uso, que proce- raleza, siempre bueno en sí. Pero el que mira con piadosos
de del afecto que la mueve, puede ser malo o bueno. La ojos al pobre y necesitado para socorrerlo, o mira a la cruz
voluntad , seg ú n su naturaleza, es simplemente voluntad; su diligentemente para compungirse, o pone su ojo en la página
recto uso es la voluntad buena; su uso perverso, la mala sagrada para edificarse, usando rectamente del bien de
voluntad . Así, por consiguiente, de este bien que es la vo- naturaleza, consigue para sí un buen mérito. Así, la volun-
luntad , usa bien el que quiere el bien ; y , por el contrario, tad es un bien natural que, si el hombre lo aplicara al pe-
usa mal quien quiere mal . cado y comenzase a querer pecar, ese mal uso de la voluntad
13 Ibíd., 1. III, c. 10,29 ( BAC, t. III, pág. 451 ) . 14 Mt. 5,28.
Ibíd ., Sobre la Trinidad, 1 . X , c. 11 ,18 ( BAC, t . V , pág . 605 ) . 15 Gn . 39,7 . Dn. 13,8. Jud . 10,17 . Jud . 13,10. Gn . 37,19. Gn . 37,20 .
228 SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 229

se llama “ mala voluntad ”. En cambio, si la usara para la


justicia y quisiera practicarla, ese buen uso de la voluntad 29.

JUAN. Nada
ELREDO.
má s
Tan
grato querr ía escuchar. 17
libre es la voluntad de la razón, que no
se llamaría nada menos que “ buena voluntad ”. puede ser obligada a algo, ni por el hombre, ni por el de-
JUAN. Esta distinción, hasta ahora desconocida para mí, la monio , ni por el á ngel , ni por ninguna otra criatura; pues
recibo con gusto, y paréceme que es tal la potencia de la a ú n el mismo Dios, desde el momento que la entregó, ni la
voluntad , que de ella depende todo el mérito del hombre, arrebata , ni la aumenta , ni la disminuye. Nunca, por consi-
bueno o malo. guiente, puede ser obligada la voluntad ; nunca puede arran-

ELREDO. Cert ísimo. Pero, si el hombre no supiera discernir
entre una y otra aplicación, ¿cómo podr ía elegir cualquiera
carse algo de ella . De donde, las cosas que son del hombre,
fuera de la sola voluntad , carecen de libertad y por lo mis-
de las dos? mo está n sujetas por necesidad a las pasiones. La vida, el

JUAN. De ningú n modo. sentido, el apetito, el ingenio, la memoria, la razó n , si incu-
ELREDO.
ELREDO.—— ¿ De d ónde, por consiguiente, lo discernirá ?
JUAN. ¿Quién lo ignora ? Es, ciertamente, por la razón.
Ves, por tanto, cómo para que el hombre obre
bien o mal deben concurrir juntamente la razón y la vo- —
rren en algú n vicio, de ninguna manera ha de decirse que
aquel vicio es pecado; mientras no fuere voluntario, pues

para callar de las dem ás , ni la torpeza de ingenio, ni el
olvido de la memoria, ni la ignorancia, inducen la razón al
luntad . pecado .
JUAN. Nada más verdadero.

H

28. ELREDO. Por lo cual, para que una cosa se manifieste en


el hombre y pueda imputársele mal o buen mérito, de estas
la —
JUAN. ¿Cómo es libre la voluntad
iniquidad , de forma
con todo no puedo querer?
que querr ía
, cuando así la esclaviza
querer muchas cosas que

— —
dos cosas voluntad y razón viene a derivarse la expresión
“libre albedr ío”; as í , con un solo
nombre se significan dos
cosas, sin las cuales no puede haber buen mérito ni malo;
30. ELREDO. — Hay aun m ás. Todo lo que quiere, lo quiere
.
de tal forma porque lo puede querer Pero todo lo que no
quiere, cuando no lo quiere, no puede quererlo porque no
es decir, la libertad que tiene el hombre por la voluntad, el quiere. Desde el momento en que quiere algo, en efecto, lo
juicio que igualmente posee por la razón. Porque si carece quiere por la voluntad y, por lo mismo, no puede haber nin-
de una de las dos, no se puede obrar ni bien ni mal. Así guna necesidad. Si quieres ir a la iglesia, esta voluntad no
como la razón y la voluntad son bienes de naturaleza, así, te la puede quitar ninguna necesidad , ni otra cosa cualquie -
igualmente, el libre albedrío, que de ellas procede, es un ra más que la voluntad. Porque si te arrepintieses y ya no
bien de naturaleza; del cual el ángel malo usó mal y se perdió, quisieras ir a la iglesia, por ninguna necesidad querrías no
ir, sino por la libre voluntad. Si te determinaras, ya en bue-
el bueno lo usó bien y se mantuvo; el primer hombre lo usó
pésimamente y muri ó, el segundo, empero, hizo ó ptimo uso na parte, ya en mala, donde quiera que hay voluntad, allí
de él y fue glorificado. est á la libertad.

JUAN. ¿Qué hace, entonces, la gracia ? —
JUAN. Y qué, por tanto: ¿acaso no puede alguno más fuerte
ELREDO.
— .
No te apresures Sin embargo, como ya te es bas-
tante conocido el juicio de la razón, considera ahora la liber-

que yo empujarme
ELREDO.
para que vaya a la iglesia?
Sea así, aunque no veo cómo puede ocurrir esto.
tad de la voluntad y así refunde la propiedad de uno y otro Mas, ¿quién te puede obligar que quieras ir a la iglesia?
en el nombre de “libre albedr ío”. Mira si alguno puede obligarte. Ciertamente puedes ser
arrastrado; pero ¿quién puede obligarte a ir?
16 Sal. 40,2. San Bernardo, Sobre la gracia y el libre albedrí o c. 6,18 .
17 Ibíd., c. 2,4 ( BAC, t. II, pág 935 ) .
( BAC, t. II, pág. 946 ) .
Ibíd ., c. 1,2 ( BAC, t . II, pá g. 933 ) .
230 SOBRE EL ALMA 231
LIBRO SEGUNDO
JUAN. — ¿ No lian sido muchos obligados por los tormentos a
negar a Cristo? JUAN. ¿Puede el hombre usar igualmente del libre albedrío
31. ELREDO. — Te engañas. Pues ninguno no queriendo lo
negó. ¿Quién puede obligar por cualesquiera elementos a
para lo bueno y para lo malo?
ELREDO. — Puede , en efecto; pues sin libre albedr ío no se
negarlo? Preséntate ante tus ojos al duro juez sentado en puede obrar el bien ni el mal. Por lo cual, es propio del libre
el tribunal; llevados dos a su presencia, con rostro feroz, albedrío lo que puede salvarse o condenarse, ya que nada
mirá ndolos a través de sus teribles ojos los amenaza con
la muerte, las cruces, las bestias, el fuego u otros tormentos
si no reniegan. Mas he aquí que uno, acobardado, cede; el
otro se mantiene inm óvil. Éste, por consiguiente, está
JUAN.o, —
carente de libre albedrío puede ser salvado o condenado.
De consiguiente, si usase malamente del libre albe-
drí me bastar ía para la condenación; por el contrario, si
lo hiciese bien, me bastar ía para la salvación.
33. ELREDO. Es verdad . Pero mira si necesitas del auxilio
firme. ¿Quiere o no quiere? de otro para obrar bien o te bastas a ti mismo para ello.
ELREDO.
——
JUAN. ¿Quién dudaría que quiere?
Y el que niega , niega ciertamente queriendo.
ELREDO.

JUAN. ¿Por qué no he de bastarme, teniendo libre albedrío?
Poco antes distinguimos entre la naturaleza del
JUAN. Todavía más. Muchas veces no queriendo, sintiéndolo libre albedr ío y su uso. ¿Quieres oír nuevamente esto
y, tal vez, llorando.
mismo?

ELREDO. Si el otro pudo no negar si hubiera querido, ¿ por
JUAN. NO es necesario.
qué no tambié n éste?
JUAN. Porque el otro pudo sufrir los tormentos y éste no
pudo.
34. ELREDO. —Ya uses bien de él, ya mal, mientras tengas
voluntad y razón no carecerás de libre albedrío. No digo
buena o mala voluntad , sino simplemente voluntad. Es
ELREDO. — Luego, negando quiso huir de los tormentos. ¿ No
le fue dada opeión por el juez, si quería negar a Cristo y decir, la naturaleza, no el uso. De donde resulta que el
ser absuclto, o estar firme en su fe y ser crucificado? ¿ No
libre albedrío, en cuanto a su naturaleza , igual e indiferen-
escogió más bien negar y ser absuelto?
temente conviene a Dios y a toda criatura, tanto mala como
buena; y no se pierde ni aminora por el pecado ni por la
JUAN. Así es, en verdad . 16

miseria, porque ya use de él el justo para el bien o el inicuo


32. ELREDO. — Quiso más esto que aquello. Ves, por consi-
guiente, qué libre es dondequiera la voluntad ; a esta liber-
para el mal, siempre, en uno y otro caso, es uno. Ya sea,
pues, que te bastes para el buen uso del mismo, ya que te
tad de la libertad , jú ntala con el juicio de la razón y de encuentres menos suficiente y otro te preste auxilio, siem-
estos dos deduce la fuerza del alma racional o potencia que pre tienes el libre albedrío, del cual, ya sólo, ya ayudado,
se llama “libre albedr ío”, por el cual se puede discernir puedes usar para el bien. De donde me parece que el peca-
entre el bien y el mal, mediante el juicio de la razón, y elige do no es otra cosa sino el mal uso del libre albedrío, ni otra
entre uno y otro por la libertad de la voluntad. Mira diligen- cosa es la justicia sino su recto uso. Como en el libre albe-
temente y considera que una cosa es el libre albedrío, por drío se juntan dos cosas, la voluntad y la razón, para que
el cual el alma es naturalmente id ónea para discernir el bien quede más claro lo que decimos, hablamos de la voluntad ,
del mal y elegir lo que quisiere de entre estos, y otra cosa de la cual propede el voluntario consentimiento, segú n el
lo que se hace por el mismo; esto es, la elección del bien que es juzgado todo pecado; pero de tal manera que siem-
y del mal. Así, pues, el libre albedrío es un bien de natura- pre entendamos que hay en él razón. . . 19
leza; la elección del bien es su buen uso, la elección del mal
su mal uso.
19 Ibíd ., c. 4,9 ( BAC, t. II, pág. 939 ) .
18 Ibíd ., c. 7 ( BAC, t. II, pá g. 949 ) . Ibíd ., c. 2,3 ( BAC, t. II, pá g. 934 ) .
232 SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 233
35. . . . En el canon de las Sagradas Escrituras, no recuerdo
haber visto en ninguna parte este nombre de libre albedrío;
he visto, en cambio, la voluntad , que siempre tiene por com -
——
JUAN. Te suplico en gran manera que me aclares esto.
ELREDO. Procura que se te graben profundamente en la
memoria aquellas dos cosas que ya han quedado probadas.
pa ñera a la razón. Mas, como existen ciertos animales irra -

JUAN. ¿Cu áles son? 21
cionales que parecen tener voluntad, se ha inventado este
— —
nombre “libre albedrío” , para expresar la voluntad racio-
nal, que, como no está sujeta a la necesidad , ella sola es

37. ELREDO. La distinción entre la naturaleza y el uso, aque-
llo que, ya necesite de ayuda , ya no, con todo, siempre per -
manece í ntegro. Salvadas estas cosas inconcusas, desarrolle-
la causa del pecado. Es, pues, imposible que la voluntad mos ahora aquello que a ú n permanece oscuro.
no se obedezca a sí misma, ya que ninguno puede al mis- JUAN. — Hágase como dices.
mo tiempo no querer lo que quiere o querer lo que no
quiere. Con todo, la voluntad puede ser mudada , pero tan
c
ELREDO. — En primer lugar, oigamos a san Pablo: ‘El querer
está en mí, pero no el realizarlo.” Acuérdate de que toma
sólo en la voluntad , de tal forma que nunca padezca nece- la libertad de tal manera que siempre, como ya dijimos, ten-
sidad. De aquí que todo lo que se verifica contra tu volun- ga por compa ñera la razón. El querer est á en m í. Querer el
tad , como la ilusión nocturna , la conmoción de la carne y bien no está en m í, sino el “querer”. El querer es natural al
otras cosas por el estilo, se atribuye m á s a la pasión que a la hombre por la voluntad ; querer el bien o querer el mal es
acció n. Entonces, y en primer lugar , algo de estas cosas se propio del uso recto o perverso de la misma voluntad. Por
llama pecado cuando se aplica y adhiere a ellas la voluntad, eso, dijo: “El querer está en m í”; esto es, tengo voluntad,
prestando voluntario consentimiento a la sugestió n . De tengo libre albedrío, por el cual me es posible querer el
aqu í, también, que ni el tardo ingenio, ni la frágil memoria , bien, mas hacer el bien no puedo, porque no puedo querer
ni el apetito desordenado, ni el sentido ofuscado, ni la vida el bien sin auxilio. Y bien dijo : “Hacer.” Pues querer perfec-
extenuada constituyen al hombre pecador, así como tampo- tamente el bien es lo mismo que realizarlo. Lo que quieres
co los contrarios constituyen al inocente, por la razó n de que perfectamente, o lo haces, o si no puedes hacerlo lo omites.
todas estas cosas caen bajo la necesidad y son contrar ías a Y todo lo que quieres y no puedes, dice san Agust í n, Dios
la voluntad . lo reputa como hecho. 22

JUAN. Siendo así, ¿por qué no se basta a sí misma para
obrar bien? 20
38. JUAN. ¿ Dónde est á, pues, aquella contradicción en mi
alma, que me parece muchas veces que quiere dos cosas
36. ELREDO . — Aú n queda por indagar esto. Juzgo que est á s
bien persuadido de que aunque ella se baste a sí misma o
contrarias? Y en otras ocasiones me mando a m í mismo que-
rer aquello que m ás apruebo, y la misma voluntad no se
necesite de otro, para su buen uso, seg ú n la naturaleza, siem - obedece.
pre existe el libre albedrío. Pues si pudiera el hombre alguna
vez, o no querer nada, o querer algo sin la voluntad , de
ELREDO. — ¿Y quién manda que quiera la voluntad, sino la
misma voluntad? Porque no mandar ía si no quisiera.
este modo no podría haber libre albedr ío. JUAN. ¿Por qué, pues, no cumple lo que manda? 23

JUAN. Tengo para m í estas cosas como probadas por la
razón.
39. ELREDO. Porque no manda perfectamente, ya que si
fuera perfecta no mandaría, pues ya sería. En parte, cier-
ELREDO. Ahora , por consiguiente, veamos lo que poco antes

_
tamente, quiere, y en parte no; y es la misma debilidad
juzgu é que había de diferir, es decir, si el hombre necesita de la voluntad que, rendida por el peso de la costumbre,
la gracia para obrar el bien o si la voluntad, que tiene tanta
libertad , se basta a sí misma. 21 Ibíd., c. 2,5 ( BAC, t. II, pá g. 936 ) .
22 Rom. 7,18.
20 Ibí d ., c. 2,5 ( BAC, t. II, pág. 936 ) . 23 San Agustín, Confesiones, 1. VIII, c. 9,21 ( BAC, t. II, p , g.
á 320 ) .
234 SOBRE EL
m
ALMA LIBRO SEGUNDO 235
no se levanta toda ayudada por la verdad. El libre
es atraído hacia dos partes contrarias; es decir, la albedrío —
42. JUAN. De ning ú n modo.
voluntad
racional, en tanto se acerca a una, en cuanto se aparta ELREDO. — ¿No perdió aquí nada de su libre albedrío?
la otra, hasta que quiere perfectamente una y así desprecia
plenamente a la otra, que le es contraria. No
de
encuentro
JUAN . ——En absoluto.
ELREDO. Vuelve los ojos a la otra parte. Y si un buen espíri-
modo de realizar el bien; esto es, para querer perfectam ente tu o un hombre bueno atrajera por los medios que pudiese
debería querer fuerte e í ntegramente, no sintiendo la a la voluntad fluctuante para querer deliberadamente lo que
de una parte que se levanta y la otra que cae. La lucha es bueno, ¿perder ía por esto el libre albedrío, si por su insi-
para aclararlo con un ejemplo, contempla de una partevoluntad', nuación prestara voluntario consentimiento?
razón como pedagogo de tu voluntad , aprobando las
justas, modestas y sobrias; por otro lado, al apetito,
a la
cosas
exal-

JUAN. Ninguno de sano juicio lo aprobaría. Sin embargo,
esto es lo que hace dudar : que la voluntad se basta a sí
tando ciertos incentivos del placer con los estímulos de misma para querer plenamente lo que es malo; mas, para
carne. Entre estos dos medios la voluntad empieza a la querer el bien, de tal modo se necesita la gracia que, sin
traída a una y otra parte, cuando le agrada el bien por ser ella, no puede intentar lo más mínimo. 25

razón y le deleita el mal por el apetito. Cuando la 43. ELREDO. — Así lo aprobó la fe católica y apostólica. Peto
quiera
plenamente uno de ellos, entonces la voluntad será íntegra querr ía que me dijeras si el á ngel bueno puede o no puede
, pecar.
ya para el bien, ya para el mal, y en ese momento
imputa en pecado o en justicia.
40. JUAN. — Me agrada en extremo.
24
se le

JUAN. Aquí ningú n cristiano duda.
ELREDO. Si, pues, no puede pecar, persevera estable e inmu-
ELREDO. Escucha diligentemente las dem ás cosas que se han table en el bien.
de decir. Cualquiera de los dos que elija , le prestar á
tario consentimiento.
volun-
ELREDO.
——
JUAN. Es verdad .
¿Por espontá nea voluntad o por alguna necesidad ?
ELREDO. — Por tanto, lo que se hace voluntariamente no se
hace forzado. Y lo que no se hace forzado, se hace sin que

JUAN. ¿Cómo ser ía bueno si no fuera voluntariamente bueno?

44. ELREDO. Ahora, mira. En tanto es libremente bueno en
nadie obligue a ello. A cualquier parte que se incline, como el bien, en cuanto es voluntariamente bueno. Pues si uno,
hemos dicho, siempre permanece íntegro el libre albedrío, forzado, es atraído a algo, aunque parezca bueno lo que
es decir, la voluntad racional. hace, ya no libremente, sino servilmente lo realiza y, por lo
JUAN. Juzgo que no hay aqu í más que indagar. mismo, no obra bien. Por lo cual, si el ángel celeste, que no

41. ELREDO. Oye lo que sigue. Si al hombre de tal manera
afectado, como dijimos, alg ún espíritu malo o un hombre
puede pecar, permanece libremente bueno, por propia vo-
luntad, no por alguna necesidad externa, tanto más feliz-
perverso lo asediara y pudiera atraerle la voluntad con un mente usa del libre albedr ío, cuanto la voluntad no con-
movimiento o sugestión en aquella lucha o aprieto, y lo ha siente apartarse lo m ás mí nimo de la misma bondad , ni es
lagara hasta que diese el consentimiento, comenzando a- obligado, ni puede ser obligado por cualquier otro. Igual-
querer lo que antes quiso en parte, ¿lo querrá ahora menos mente, el diablo propende al mal y persiste por su propio
por su voluntad, por haber sido tentado por la sugestión de impulso, no por impulso ajeno, y por consiguiente no puede
otro para que quisiera ?
> obrar lo bueno, del mismo modo que no puede el á ngel lo
25 San Bernardo, Sobre la gracia y el libre albedr í o , c . 8,24 ( BAC, t. II,
24 Rom. 7,18 Pág. 951 ) .
San Agust ín, Confesiones , 1. VIII, c. 8,19 ( BAC, t. II , pág . 318 ) . San Agustí n , De la corrección y la gracia, c . 11 ,31 ( BAC, t . VI ,
pág. 179 ) .
236 SOBRE EL ALMA I LIBRO SEGUNDO 237
malo. Mas, como voluntariamente es malo, hay en él la desear gozar de alguna criatura contra la forma y modo
libertad de voluntad , donde no falta la esclavitud de la que Dios instituyó. En efecto, el que desea fornicar, ¿qué
mente que, por lo mismo, nunca podrá hacer el bien, ya otra cosa quiere, sino gozar de su cuerpo o del ajeno contra
que jam ás podrá querer el bien, como el buen ángel nunca el designio de Dios? Fácilmente se comprende por la misma
podrá pecar, porque nunca podrá querer el mal. 26 razón, ya del adulterio, ya del hurto, ya en absoluto de toda

45. JUAN. Mucho me inquieta esto, pues, en efecto, no digo
querer, lo cual se verifica siempre del mismo modo, como 1
concupiscencia a la cual consiente la voluntad. Pero hay
algunos que, sin ser vencidos por ning ún deleite, mienten
queda probado, sino que querer lo malo lo puedo por mí gratuitamente, calumnian, murmuran, maldicen, como tam-
mismo, pero no el querer el bien o lo bueno. bién ciertos necios que dicen en su corazón : “ No hay Dios”;
——
ELREDO. Y ¿ por qu é puedes querer el mal? i aunque abusen de estas cosas por medio de la lengua, de
JUAN. Por el libre albedrío. de la mano o de alg ú n otro movimiento de los miembros,
ELREDO. ¿Y es que nunca puedes querer el bien sin el libre de tal manera está n obligados por razón de la cosa por la
albedrío? cual la mentira es preferida a la verdad , lo que equivale
.
JUAN De ninguna manera. a desconocer al Creador o a hacerle injuria. Puede también
ELREDO. —En una y otra parte hay libre albedr ío. decirse “pecado” por otras palabras, es decir, “la espontá nea
JUAN. Es verdad . Mas, para que pueda querer bien, él solo
— inclinación de la voluntad hacia la creatura , en lugar del
no basta, mientras que es suficiente para querer mal. Creador ”. De ah í que toda voluntad pecadora se llame pe-
46. ELREDO. —
¿ De d ónde procede que para querer el mal
se basta la misma voluntad ?

cadora porque, despreciado el Creador que sólo es el

verdadero , consiente disfrutar de algo que no es nada o de
ELREDO. —
JUAN. Por su libertad.
Entonces, ¿la voluntad angélica carece de libertad
aquello que es menos.
— —
JUAN. ¿Cómo dices “de algo que no es nada”? 28

porque no puede pecar ? Y así, ¿trabajamos en vano todo el 48. ELREDO. La mentira no es nada; el ídolo no es nada; la
d ía los que oponemos tantos argumentos a la libertad de herejía no es nada. Los que se jactaban de creer en el Padre
la voluntad, igualmente que en toda criatura racional? ¿De máximo, en el Hijo menor, en el Espíritu Santo m ínimo,
d ónde, pues, tiene la voluntad el poder pecar, cuando hay siendo así que Dios Trinidad no es esto, convert ían la fe o
otra voluntad que no puede pecar ? su afecto a la nada.
JUAN. Me confundo en esta disquisición. JUAN. Qué sea pecado ya queda expresado cuando san
ELREDO. En primer lugar, di qué sea pecar . Agustí n enseña tambié n que todo pecado no es nada. De

JUAN. Querer algo que no se debe querer.
ELREDO. ¿Qué puede querer el hombre que no deba ?
donde se deduce que cada uno, pecando, tiende a la nada .
Aunque, ciertamente, estoy impulsado a creer por tanta au-

JUAN. Por ejemplo : robar, fornicar, adulterar y otras cosas toridad , no llego a convencerme por ninguna razón.
por el estilo. 27
47. ELREDO. —
Mira ya si en todas esas cosas puedes pensar —
ELREDO. Diferentes en esto, si te place, atiende diligente-
mente a qué sea la justa voluntad , ya que lo contrario es
que el pecado sea algo distinto ( despreciado el Creador ) de conocido como pecado.
26 San Bernardo, De la gracia y el libre albedr í o, c. 4,9 ( BAC, t. II, i JUAN. Como gustes. 251

pág. 939 ) .
San Agustín, Confesiones, 1. I, c. 12,19 ( BAC, t. II, pá g. 85 ) . I

49. ELREDO. La justa voluntad es querer gozar del Creador
San Bernardo, Sobre la gracia y el libre albedrío, c. 4 ,9 ( BAC, t. II, 28 Sal. 52,1.
pág. 939 ) . 29 San Agustín, Tratados sobre el evangelio de san Juan, I, 13 ( BAC,
27 Éx. 20,14. t. XIII, pág. 85 ) .
238 SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO 239
por sí mismo, y de la criatura según Él. Esta voluntad , sien
do tan fuerte y firme que no puede ser halagada por nin -- racional se convierte a Él, en cuanto tiende a lo que es
verdadero, porque es inmutable. .. 31

gún deleite, ni engañada ni atraída por falsedad alguna,


queda así libre de toda presión y, entonces, llegar á a glo- 51. . . . Por cierto, en cuanto se aparta de Él, en tanto se
riarse y gozarse en la perfecció n de la justicia. aparta del verdadero ser y tiende a no ser. Mas, para que
tienda al bien inmutable, de que no ha sido hecha y para
JUAN. Me basta tu definición. Pero, ¿hacia dónde van estas el cual se hizo, necesita del auxilio del bien inmutable. Ahora
cosas?
ELREDO. bien, como la mente no puede por su naturaleza, que es
No dudes de que Dios es inmutable. mudable, puede hacerse, en efecto, por gracia del que es

JUAN. Dios me guarde de tanta dememcia que crea y diga
que es mudable.
inmutable por naturaleza . Ni perece la libertad de la volun-
tad , no siendo otra cosa sino la voluntad lo que se sumerge
ELREDO. Bien. Que Dios creó todas las cosas no hay quien en las cosas más bajas y la misma voluntad la que se inclina
lo niegue.

ELREDO.

JUAN. Así es.
¿De la nada o de alguna materia preexistente?
a las mejores; y a la cual siempre se une la libertad con la
razón. Dime si te basta con todo lo dicho sobre esta cuestión.
JUAN. Está escrito que creó todas las cosas de materia in- JUAN. Todavía se me ocurre indagar si el á ngel o el hombre,
forme. 30 antes de que pecasen , pudieron perseverar en aquella per -
tí fección sin el auxilio de lo alto.
50. ELREDO. Ahora bien, la misma materia informe no la
creó otro, sino Él. Si fuese otro, no sería Él mismo el Creador —
52. ELREDO. Sobre esto ya dijimos bastante cuando afirma -
mos que no puede persistirse en el bien inmutablemente, ni
de todas las cosas. Si fue Él mismo, se repite la misma cues- del mal pasar al bien, ni progresar en el bien , tratándose
tión; basta que concluyamos que creó todas las cosas de la de aquellas cosas que naturalmente son mudables, sin una
\
nada. Resta, pues, que busquemos si creó las mudables o participación del bien inmutable.
las inmutables. Que todas las cosas corporales estén sujetas
a la mutabilidad, no hay quien no lo vea. El alma es mu- JUAN. ¿Qué hay de culpa por parte del á ngel o del hombre
que cayeron, si no tuvieron el auxilio con el cual sólo pod ían
dable y todo el mundo lo siente. Finalmente, los ángeles perseverar?
fueron creados mudables; unos, buscando las cosas mejores, ELREDO. Ciertamente, si les faltó el auxilio, uno y otro peca -
otros, corriendo hacia las m ás abyectas, dan testimonio de ron inculpablemente. Atiende ahora por grados: poder pecar
su mutación. De aquí que sólo de Dios se dice ser verdadero,
y poder no pecar; no poder no pecar y no poder pecar.
porque es siempre el mismo. Él ú nicamente tiene la inmor -
talidad, esto es, la inmutabilidad , y habita en una luz inac- Ad án, en el para íso, tuvo el poder pecar por naturaleza .
cesible, como dijo a Moisés: “Yo soy el que soy.” Y: “El Tuvo el poder no pecar, pero por gracia. De ning ú n modo
podría no pecar, sino por la gracia de aquel que por su
que es me ha enviado a vosotros.” Lo cual es, en verdad , naturaleza no pod ía pecar. Tuvo, por lo tanto, estas dos
de tal manera, que es el ser de todas las cosas, como afirma
cosas: poder no pecar y la gracia — por la cual, si quisiera,
Dionisio el Areopagita : “La sobreesencial divinidad es el
ser de todas las cosas existentes.” En tanto la voluntad —
podría perseverar . Ahora bien, después de la caída, se hizo
más dé bil. Ya, ciertamente, puede pecar por naturaleza y
no puede dejar de pecar por la corrupción de la misma na -
30 Ibíd., De la doctrina cristiana , III, c . 10, 16 ( BAC, t. XV pág . 213 ) . turaleza, como justa pena de su transgresión , de la cual
Ibí d ., Sobre el evangelio de san Juan, I , 8 ( BAC, t XIII , pág . 8 1 ) . 31 San Agustín, De la verdadera religión, c . 13,26 ( BAC, t . IV, pág . 99 ) .
Sab 11 ,18. I Tim. 6,16.
San Agustín, Confesiones , 1 . XII, c. 8,8 ( BAC, t. II, pág. 495 ) . f
Éx. 3,14. Dionisio Areopagita, De divinis nominibus ( PG 3, 818 ) .
240 SOBRE EL ALMA
LIBRO SEGUNDO 241
esperamos ser liberados por la gracia de Dios, por nuestro
Señ or Jesucristo; por ella los santos viven sin crimen y los
pecados que no puede evitar la humana fragilidad, los re-

ELREDO. La cosa es de otra manera. Recuerda que en nues-
tra primera discusi ón c dijimos que aquella vida que es
dimen con las buenas obras y oraciones, esperando aquello propia del árbol y del bruto no excede la cualidad corpó-
que ahora sabemos es completo en los á ngeles; es decir, que rea, siendo así que de m ás sutiles elementos ya purificados
y diluidos, sale aquel movimiento por el cual viven y aque-
por gracia de Dios no pueden incurrir o temer el pecado.
lla fuerza por la cual sienten.
É ntre tanto, te bastan estas cosas que se han dicho sobre
la naturaleza del alma , en cuanto a la memoria y a la razón
Si te parece que puede indagarse algo m á s, no lo difieras y ELREDO.
——
JUAN. Todo esto lo tengo presente; pero ¿a qué viene ahora?
Importa mucho bajo todos los aspectos; para que
manifiéstalo. 32 entiendas que la muerte del á rbol o del animal no es otra
53. JUAN. — Quedan muchas por tratar, sobre todo de la in-
mortalidad del alma.
cosa que la disyunci ó n de la vida y del cuerpo que habían
estado juntos. Y la muerte de la vida de uno y otro es la

——
separación de los elementos que, por una adecuada tempe-
ELREDO. ¿Qué dices? ¿ No entiendes que ella sea inmortal? ratura, se habían juntado en el cuerpo para crear o conser-
JUAN . Aunque estoy forzado a creer, no quedo satisfecho
var el movimiento o el sentido. ¿Te parece a ti otra cosa?
si no lo entiendo.

ELREDO. Este orden es legí timo, es decir, primero, que creas; —
JUAN. De ninguna manera .
55. ELREDO. Fí jate ahora , en el hombre que vive, aquel

y así entiendas. Porque ‘'si no creyereis dice el profeta ,
no entenderéis”. Con todo, si trajeras a la memoria cuanto
— movimiento por el cual crece y, en el mismo movimiento,
se ha dicho sobre la naturaleza del alma, f ácilmente la fe aquella fuerza por la cual siente y, en el mismo sentido, el
pasar ía al entendimiento. De aqu í que lo primero que se ha alma racional que discierne y rige el mismo movimiento y
de indagar es qué sea la muerte, para después comprobar si i sentido. Cuando estas cosas son separadas mutuamente,
la muerte puede caber o no en el alma. la tal disgregación o separación de las cosas compactas
produce la muerte del cuerpo. Dejan de estar allí el movi-

JUAN. No dudo de que esto es consecuente. ¿Qué es, pues, la
muerte?
miento y el sentido, y, por lo mismo, el cuerpo empieza a
no ser. Pero el alma racional, en efecto, deja de estar allí;
ELREDO. — El árbol muere, el ganado muere, el hombre mue-
re; mas el á ngel, tanto el bueno como el malo, ya se te ha
con todo, no deja de ser.
demostrado que no puede morir. JUAN. Esto es lo que quería saber: ¿por qué aqu élla no deja
ELREDO.
——
JUAN. ¿Por qué los á ngeles no pueden morir?
O tienen cuerpos inmortales o son espíritus sin
de ser, cuando deja de estar allí, como dijiste del sentido?
ELREDO. Porque, como dijimos, el sentido se forma por dis-
posici ó n y mezcla de sutilísimos elementos; al diluirse mu-
cuerpo. Ahora bien, como sea una vida racional, por esto tuamente, por defecto de los instrumentos, deja de existir
mismo la vida no puede morir, así como la luz no puede el sentido. Mas no así el alma, que, al ser simple y de vida
producir tinieblas, ni el fuego enfriar. 83

54. JUAN. ¿ Acaso no muere la vida del ganado o del árbol?
ELREDO. Las bestias y el á rbol mueren por separación de su
incompuesta , supera a toda sutileza corpórea y no admite,
por tanto, secci ón o división. Pero como la memoria, la ra-
zón y la voluntad son una substancia y un alma, no pueden
vida. Mas la misma vida, en tanto se dice que muere, en separarse, como ya enseñamos bastante anteriormente. Pues
cuanto deja de ser lo que fue; esto es, vida.

JUAN. ¿Por qué no se dice esto mismo del alma ?
32 San Bernardo, Sobre la gracia y el libre albedrí o, c. 7, 21 ( BAC, t . II,
donde no hay conjunci ón no puede haber separación, y don-
de no hay separación no hay muerte.84
pág. 949 ) . -
* Cfr. I, 15 23. ( i\\ del E . )
34 San Agust í n , Sobre la Trinidad , 1. V, c. 4 ,5 ( BAC, t . V, pág. 399 ) .
33 Is. 7,9 ( LXX ) . San Agust ín , Del Génesis a la Letra, L U I , e. 4,6
( BAC, t . XV, pág. 675 ) .
242 SOBRE EL ALMA 243
LIBRO SEGUNDO
56. JUAN. Me parecq que el alma puede perecer o extinguir
se, a semejanza del fuego, el cual vemos que en las lámparas
- de algo en aquellas cosas que no son cuerpo ni forma de
cuerpo?
poco a poco se va extinguiendo, hasta que el fin se acaba.
ELREDO. Aú n te enga ñan tus imaginaciones, pues, pensando ——
JUAN. Lo ignoro.
ELREDO. ¿Se te ha olvidado, entonces, que hemos dicho có-
en el alma, no te despojaste plenamente de las apariencias mo la razón de los n úmeros es tan grande, que a ella de
corpóreas, sino que te dejas llevar de ciertas im ágenes. Por
que este fuego visible, por medio del cual son encendidas - ning ún modo puede aspirar el alma animal ?
——
JUAN. Lo indicaste diligentemente
bien.
algunas materias, es corpóreo, y algunos no quieren que sea ELREDO. Escucha . El alma corpórea y las
elemento, esto es, compuesto de los cuatro elementos, si r corpóreas im ágenes pueden ser divididas en realidad o por
bien el elemento ígneo supera a los otros tres. Y en aquel, el pensamiento; y, por lo mismo, parecen estar sujetas a
por tanto, puede caer la separación , en el que existe la cierta muerte. Por esta razón, el alma animal de ning ú n
unió n; y en aquel puro elemento que se concibe sin mezcla modo puede ser capaz de la inmortalidad , puesto que ella
de otros, como nada se une, así nada se separa. De donde es mortal. En efecto, las razones de todas las artes son
lo que en diversos cuerpos se una con otros, así puede ser inmortales y de ellas el alma es capaz, porque las contiene
separado de otros, bien por obras, bien por pensamiento, naturalmente en sí misma , lo cual no se verificaría si no
bien por unas y otro. Con todo, el alma es de una sutileza fuese ella misma inmortal. De otra manera sería mortal. La
mucho mayor que el mismo fuego invisible, cuya máxima y sabiduría es inmortal; de ella el alma es partícipe, lo que no
sutilísima fuerza está en los sentidos, como dijimos poco sería si fuese mortal. . . 86
antes, distando el sentido mucho de la sutileza del alma Por
lo cual la vida sensual admite la muerte, porque admite en
. 59. . . . Así, pues, por estas razones, entendemos claramente
que el alma es inmortal. Y, si te parecen oscuras, apóyate
sí la sección. Mas la vida racional, que es simple y no es en la autoridad de muchos sabios y, sobre todo, en la fe
otra cosa que la razón , sólo podr ía morir si no pudiera darse la católica, que no sólo las almas, sino también los cuerpos
razón. Pero como esta vida no es creada de ninguna materia, será n inmortales. Todo esto agrad ó a los paganos, al hablar
ni para otra cosa que la vida, ¿cómo podrá ser no vida ? de los á ngeles, pues juzgaban que tenían cuerpos inmorta -
57. JUAN. Objetaría algunas cosas que me perturban, sino les. Uno de ellos, Platón en concreto, presenta a Dios Padre
hubieras probado tan claramente que la razón es substancia. hablando con los dioses que había creado ( y a los cuales
Mas, como la razón no está en la substancia del alma , sino nosotros llamamos á ngeles ) . “Porque habéis nacido -dice-
que ella misma es substancia, seg ú n me siento obligado a no podéis ser inmortales e indisolubles. Sin embargo, no
confesar, no veo cómo la razón no pueda morir. seréis disueltos, ni os harán perecer los vaticinios de la
ELREDO. Toma otro ejemplo por el cual entiendas sin ningu- muerte; ni resultarán más poderosos que mi consejo, porque
na duda que el alma es inmortal. es mayor el vínculo para vuestra perpetuidad, que aquellos
JUAN. Ya no esperaba más. a los cuales estáis ligados.” Mira lo que dijo, qué sintió,
ELREDO. ¿ Hasta d ónde puede estar el alma de los brutos en cuá nto atribuyó a la divina voluntad , cu ánto concedió al
las cosas? consejo del Creador. Por lo mismo que nacieron mortales,
JUAN. Esto queda bastante aclarado por ti. A saber, qué constituidos de dos, advierte que no pueden ser indisolu -
puedan las diferentes partes del sentido corporal, qu é en bles. Con todo, asegura, “no seréis disueltos, ni vaticinio
las imágenes corporales de las cosas inducidas por los sen- alguno de la muerte os podrá afectar”. Fí jate en la sorpren-
tidos.
58. ELREDO. Te acuerdas perfectamente. Por ventura, ¿pue- 35 Ibíd . , De la inmortalidad del alma , c. 4 ( BAC, t. III , pág . 539 ) .
j
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245
SOBRE EL ALMA LIBRO SEGUNDO
244 manera son tres, que no hay allí ninguna
Santo: que de tal o separación en la
dente sutileza del griego. Dijo
que no pueden ser inmorta - mezcla en los tres, ninguna división y voluntad , son tres
les e indisolubles; con todo, afirma que ni han de ser disuel - unidad Así, estas tres, memoria,
una
raz
. En efecto, todas
ó n
estas razones nuestras
tos ni destruidos. . .
sfl

la naturaleza de la criatura
v con todo son
por la autoridad“ evang élica, cuando pro -
60. . . . Distingue, entonces, entre , ya que todas las cosas
són confirmadas el Salvador : No tem áis a los que ma -
y la voluntad y consejo del Creador clama terriblemente matar el alma . No pueden matar
pueden ser disueltas; mas, tan el cuerpo y
no pueden ; los hombres no
que est áinn unidas, naturalmente , muchas tienen el no ser énes? Los perseguidores
por la voluntad y consejo de Dios el alma ,> dice. ¿éQuialma, mucho menos podra matarla alguna
disueltas. Así, por tanto, ,un hombre, una persona, consta nueden matar l naturaleza . ¿Quién, pues Los demonios?
? ¿
de tal manera fueron unidos cosa de inferior, a los que no pueden matar el alma . Mas,
de alma racional y cuerpo que naturalmente tuvieran
en la primera creació n que , aunque
todo, por el beneficio del
el poder de ser disueltos, con no ser disueltos
Creador, tuvieron el poderhablando de L\ . Figurémo-
con Adán y su mujer:

No temáis, dice aquel ( no dijo “a aquellos , smo a aquel’ )

temed dice a matar puede echar al fuego. Si hablara del
aue después de ía: “Después de matai tiene potestad de
alma , no a ñadir habr ía que poder
nos, si te place, a Dios , no podéis ser inmor - , muerta el alma, no
Porque habéis nacido y estáis unidos que echar al fuego.” Puesconsiguiente, la muerte del alma con-
les e indisolubles; si , empero ,
fuereis obedientes , lo echar al fuego. Por arrojada al fuego, cuyo género. . . "
de muerte
, os lo prestarái mi co-
niega la fragilidad de la naturaleza precepto, sin duda nin- siste en que será que puede morir
del no puede padecerlo
aquello Lristo conven-
luntad . Si fueseis transgresores a aquello con lo que
guna seré is disueltos , que no
por consiguiente, morir el hombre
es otra cosa que morir. Puede,
, porque lo que está uni -
mo puede la muerte afectar
62. . .. Atiende finalmente

de Isaac y Dios de Jacob



: Dios — — dijo de Abraham
ció de error a los saduceos. No es Dios de muertos, sino de
, Dios

do puede ser disuelto; mas, ¿có diversas cosas, ni puede según la carne,
padres habían muertoCanaán. Muertos,
al alma , que no está unida por vivos.” Ya aquellos en la tierra de
precedió la unión, ni de otra
existir la separación donde no vida, como la vida del árbol sepultados en doble cueva carne , vivían para su Dios segú n el
ciertamente , seg ún la .
parte recibe algo para que sea vida es simple y creada , de vivos v no de muertos Deseaba
o del animal, sino que su misma l alma, ya que Dios eraestar con Cristo, siendo sola el alma ,
subsistente por sí misma? re únen
Pabló ser desatado yque pod ía estar eos Cristo. Me faltarí a
— muerta la carne, la
!
que en la substancia del alma óse los testimonios que está n consigna -,
JUAN. ¿No ladijiste la voluntad ? ¿C mo , pues, tiempo si juntara todos
y
tres cosas: razón, la memoria , cuando es así que pue- sobre la inmortalidad del alma
no pueden separarse mutuamente dos en las Sagradas Letrassentencia no hay quien dispute,
máxime que contra esta muchos inquirir la razón de este
den juntarse?
37
-
61. ELREDO. —
gunta tuya . Nunca dije que estas
del alma ,
tres cosas
sino
de esta pre
Te confieso que me avergüenzoestuvieran uni -
que las tres son una
aunque es muy grato para conseguirlo. No obstante, si te
asunto y muy satisfactorio
place, reparemos las fuerzas
con el silencio, para que poda -
, indagando sobre el
lugar y tiem-
das en la substancia vida simple, incompuesta, mos disputar, si te parecey su estado después de la muerte. ae
ú nica substancia del alma, una , el cual, siendo un po de la salida del alma
que fue creada a imagen de su Creador , Padre , Hijo y Espíritu
Dios y una esencia, es, no obstante
. 6,11. Le. 20,38. Flp . 1,23. San Gre-
36 Platón, Timeo, 41. , c. 16,1 ( BAC, t . XVII, pág.. 22
). ^-
39 Le 20 37 38 Gn 23,19 -20. Rm . , pá g. 134 ) .
goricf
^ II, c. 38 ed Morieea
San Agustín. Ciudad de Dios , 1.laXIII lagiK), Diálogos , 1.
(
37 San Agustín, Del Génesis
a Letra 1 , . VI, c. 25 ( BAC, t XV ,

pág. 891 ) .
LIBRO TERCERO 247

LIBRO TERCERO n i q u e s e a mayor en el todo que en la parte. Que de tal


manera mueve su cuerpo por los lugares, que ella misma no
se mueve localmente,^ como Agustín declara manifiestamen-
te en el libro Del Génesis a la letra. Porque como el alma
es substancia simple, no recibe el más o el menos; ella es
de tanta sutileza, que excede toda corpórea cualidad , de
forma que pudiéndose mudar, segú n san Agustín, todo cuer-
po en todo cuerpo, nunca se mudará el cuerpo en espíritu
ni el espíritu en cuerpo. Recuerdo haber disputado que de
ningú n modo el alma es contenida en el cuerpo ni puede
mezclarse con la carne, sino mediante alguna cosa más sutil;
ésta, aunque no sea espíritu, sin embargo, por su sutileza, de
tal manera se aproxima al espíritu, que también pueda
ser llamada “espíritu”. La misma es una fuerza sensual que,
E veo ocioso, 3o cual yo mucho deseaba. Por tanto, rom- por elementos más sutiles, es decir, por el fuego y el aire
T piendo el silencio, te ruego que cumplas con lo prome-
tido y digas lo que juzgas de la salida del alma, para
clarificados y despojados de su carnal grosura y corpulen-
cia, basta para prestar vida a los cuerpos; ya clarificada, ya
que después respondas a las cosas que me interesa saber compacta, es capaz de algún modo de alma racional, y a
sobre su estado después de la muerte. ella, por decirlo así, presidiéndola y poseyéndola, la ordena
ELREDO. — En esta cuestión no hemos de esforzarnos mucho,
si te acuerdas de cuanto dijimos de la naturaleza del alma.
y la gobierna, y por ella le está n sometidos el cuerpo y los
miembros. 2
Por lo mismo, antes de que sigamos, di si recuerdas cómo 3. ELREDO. No me pesa el trabajo, cuando en ti se descubre
el alma está contenida en el cuerpo. tanto fruto. Mas dime si alguna vez asististe a algú n mori-
JUAN. Como t ú quieras, de tal manera que donde yerre me bundo.
corrijas y, al vacilar o dudar, corrobores con la autoridad JUAN. Muchas veces.
de tu opinión. 1
2. ELREDO. Haré, en efecto, como deseas, y con gusto. De

ELREDO. ¿Acaso pudiste discernir entre el vivo y el muerto,
de modo que dijeras: “A ún vive”, y poco después : “Ahora
está muerto”?
todas formas, me agrada probar tu afición y diligencia en
las cosas que oyes, y experimentar regocijado la tenacidad JUAN. Yo, ciertamente, no me he preocupado mucho de es-
de tu memoria. Empieza, por consiguiente, de tal manera tas cosas, pero los acompa ñantes del enfermo, recuerdo, han
que, en el mismo modo de comenzar, se interprete la suti- hablado así.
leza de tu sentido. ELREDO. ¿Por qué indicios juzgas que pudieron decir esto?
JUAN . Que el alma es incorpórea e inmortal lo tengo bien
seguro. La cual, si, usando algún gé nero o modo de hablar,

JUAN. Más bien querría oírlo de ti.
4. ELREDO. Lo diré brevemente: por el sentido, por el
movimiento, por el aliento. Estas tres cosas cosas existen en
puede decirse que está en un lugar, con todo, no de tal
manera que se extiende, o se reduce, o está contenida por
alguna dimensión, es decir, por la longitud, latitud o altura, 2 Ibíd ., Del G é nesis a la Letra, 1. VIII, c. 21,42 ( BAC, t. XV, pág . 995 ) .
Ibíd. , c. 19,25 ( BAC, t . XV, pág. 991 ) .
1 San Agustín, De la cantidad del Alma, 1.1, c . 1 ,1 ( BAC, t . III, Ibíd. , 1 . VII , c . 20,26 ( BAC, t . XV, pág . 925 ) .
pág. 533 ) . Ibíd ., c. 3,4 ( BAC, t . XV, pág . 901 ) .
-P
"

248 SOBRE EL ALMA TERCERO 249


LIBRO
el hombre mientras vive. Podrás decir que vive en cuanto aquella fuerza sensual, cuando ha salido del cuerpo, no en-
oye, ve, huele, o adviertes que toca o gusta . En donde hay cuentro reliquias e ignoro totalmente lo que sea de ella.
sentido no puede faltar el movimiento ni la respiración.
Existiendo estas cosas en el cuerpo, ninguno de sano juicio —
7. ELREDO. El cuerpo consta de cuatro elementos : las carnes
humanas pertenecen principalmente a la tierra y a la h ú me-
dudar á de que hay en él alma racional, aunque no pueda ejer- da cualidad ; la fuerza sensual, ciertamente, como dijimos,
cer su fuerza, oprimidos los instrumentos por la enferme- es creada por la virtud ígnea y el movimiento por la del
dad. Perturbados aquéllos, el alma es perturbada. Faltando aire. Así, muerto el cuerpo, lo que creo no dudarás, vuelve
totalmente, al no tener aquello por lo cual es sostenida en a la tierra de la que es tomado, para ser reasumido por el
el cuerpo, comienza a no estar en el mismo. alma en la última resurrección. No se ha de creer que el

JUAN. Esclaréceme lo que aqu í llamas movimiento o hálito. 3
5. ELREDO. Llamo movimiento a lo que, procediendo del
cuerpo ha de resucitar sin sentido o con otro que con el que
ahora vive. El cuerpo humano ha de resucitar con toda la
corazón, se difunde por las venas que denominan arterias plenitud e integridad de su naturaleza consumida por toda
a través del cuerpo, por el tacto de las cuales los médicos corrupción, lo que la fe cat ólica no duda. ¿Por qué no ha
juzgan de la salud o peligro del enfermo. El hálito, empero, de creerse que vuelva la misma fuerza sensual y movible
o respiración, es emitido y recibido por el oficio de los pul - a los mismos elementos de los que fue creada, viniendo a
mones, para alimento de la vida, mediante el aire que los reasumirse por la misma alma con el cuerpo en el d ía del
ba ña y envuelve, sin el cual el hombre no puede vivir, como juicio?
todo el mundo sabe. No decimos que estas tres cosas sean
el alma , toda vez que nos son comunes con las aves y las —
JUAN. ¿Cómo se halla el alma 6 al salir del cuerpo, a d ónde
va, qué forma y figura tiene?
bestias. Pero sin éstas hemos probado que el alma no 8. ELREDO. En primer lugar, consultemos el Evangelio. “Mu -
puede estar en el cuerpo. Ninguno, pues, hay que, faltando
ellas del cuerpo o separadas del mismo, dude de que el
— —
rió dice Lá zaro y fue llevado por los á ngeles al seno de
Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado en el in-
alma se haya retirado del cuerpo; no que el alma vaya o
venga localmente, sino que, retirá ndose aquellos por los
fierno.” ¿Qué quieres más? ¿Qué cosa más evidente? Cierta -
mente, creemos que ni el cuerpo del pobre fue llevado al
cuales está detenida en el cuerpo, se dice que el alma se seno de Abraham, ni el rico fue sepultado en el infierno.
retira, aun cuando cesando los instrumentos de animación y Por consiguiente, el alma , al salir del cuerpo, si es santa, es
régimen del cuerpo pueda decirse por ello que se retira. recibida por los á ngeles, si es perversa, sepultada en el
JUAN. ¿Cuál de estos juzgaré más creí ble: si el sentido de infierno.
tal forma falta , que del todo desaparece, o pasa a otro lugar JUAN. Esto es lo que me preocupa mucho: cómo es recibida
y empieza a estar allí, o es otra cosa ? 4
por los á ngeles, en qué forma y figura , siendo el alma tan
6. ELREDO. Quiero que me respondas lo que sientes del simple, tan sutil, que no está compuesta de ninguna parte y
cuerpo: si, en efecto, desaparece, de forma que no sea. no puede ser tocada ni llevada corporalmente por lugar

JUAN. Esto yo no lo habría dicho, pues, consumidas y podri -
das las carnes, los huesos duran mucho tiempo. Mas de
alguno.

ELREDO. Es necesario un rodeo para que entendamos esto.
Por lo mismo, no te será molesto si en esta ocasión repeti-
3 Ibí d . l . VII, c. 18,24 ( BAC, t. XV, pá g. 923 ) .
mos algunas cosas que ya fueron dichas, sobre todo porque
4 Ibíd ., l . VII, c. 8,20 ( BAC, t. XV, pág. 909 ) . esta disputa será como la exposició n de otras.
Ibíd ., Sobre el libre albedr í o, 1. II, c. 7,19 ( BAC, t . III, pá g. 341 ) .
Ibíd ., Sermón 180 ( BAC, t. VII, pág. 566 ) . 5 Ibíd ., De la Cantidad del Alma, c. 1,2 ( BAC, t . III, pág. 341 ) .
250
rm
m
SOBRE EL
ALMA 0.
LIBRO TERCERO 251
JUAN. No me contristará mucho el largo camino, si conduce
al lugar deseado.8
recogiéndose en sí mismo, apenas en un momento de tiem -
9. ELREDO. — Hemos dicho lo que obra el alma en los senti
dos; qué sin el concurso de los sentidos; qué puede seg - po puede verse libre de las inmundicias de las imá genes
corpóreas y por un instante puede llegar a la pureza inte-
ún
la memoria, qué seg ún la razón, qué según la voluntad. De lectual.
lo cual colegimos que existe en el alma fuerza sensual, fuer
za imaginaria, fuerza racional, fuerza intelectual. Por -

JUAN. Cuando el alma se detiene, naturalmente, en estas for-
mas, durmiendo el cuerpo, ¿qué significan tantas cosas vistas,
fuerza sensual se perciben los colores, los sonidos, los sabola de tal manera que muchas veces los sueños son prof éticos? 7

res, las cosas duras y las suaves; por la fuerza imaginaria o-


T

imaginativa guarda en el corazón las formas de todas esas


11. ELREDO. —
Así como Dios usa de todas estas cosas corpo-
rales por los espíritus sujetos a Él, para venganza de los
cosas y las figuras impresas en la misma alma por los senti malhechores y alabanza de los buenos, así tambié n esta fuer-
dos y, de ellas, forma otras de muchas maneras. También la- za imaginativa es vuelta por Dios en provecho de los suyos
fuerza racional distingue entre las verdaderas y las falsas. y en pena de los ré probos. Muchas veces por ella los buenos
Esta fuerza comprende otras muchas, de las cuales podrás son instruidos y los malos atormentados, cuando a aquéllos
recordar que hemos disputado largamente. Mas la fuerza se les han descubierto los secretos y éstos son aterrorizados
intelectual, excediendo a toda criatura corporal, trascen con visiones horrendas. Al santo José, bajo la especie de las
diendo a toda forma imaginativa y extendiéndose a toda for-- vacas y de las espigas que el rey de Egipto había contem-
ma y figura, hace que radique en ella la mera y pura verdad. plado, se le manifestó el peligro de la futura hambre, a la
De ahí que el Señor diga en el Evangelio: “Cuando venga que había de preceder una gran abundancia, y el modo por
aquel Espíritu de verdad, os infundirá toda la Verdad. . .” el cual el sapientísimo varón mitigaría tanta calamidad.
10. . . . Así, pues, cuando el hombre vive en el cuerpo, es mo- Isaías, el profeta, vio por im á genes corporales al Señor
vido por los sentidos corpóreos y apenas alguna vez sentado sobre un solio excelso y elevado, y le fue revelado
arrebatado de los mismos en vigilia, cuando, por ejemplo, con palabras claras la futura ceguedad de los jud íos. El
es atraí do con exceso o turbado por la enfermedad del sen- i santo Daniel, en las cuatro formas de bestias, conoce el
tido; o bien es llamado a otra cosa por el espíritu de diver- sacramento de los cuatro reinos y a él se le declara el
sa naturaleza, o la mente se repliega en sí misma por estos tiempo de nuestra redención , enseñá ndoselo el á ngel. Por el
sentidos en virtud de un más vehemente pensamiento y, contrario, está escrito en el libro de la Sabiduría acerca de
derramada en muchas cosas, se recoge a una en concreto. los enemigos de los padres del pueblo: “Aquellos que du-
Por tanto, como el alma, principalmente por los sentidos rante aquella noche realmente impotente, salida de los rin-
corpóreos, atiende todo el día a estas cosas corporales, ora cones del abismo mientras dormían el mismo sueño o los
viendo, ora oyendo, o gustando, o tocando u oliendo, así perseguían monstruosos espectros. . .” 8
también las imágenes de estas cosas se imprimen más pro- 12. . . . Y un poco m ás abajo: “Continuamente la vista de los
fundamente en el alma y, por lo mismo, dif ícilmente se bo- malos sueños los atormentó y les sobrevino un sueño repen-
rran. De aquí se deduce que, estando estos sentidos ador- tino e inesperado.” Y después : “ Las visiones turbulentas los
mecidos, toda el alma está con imágenes, las cuales el senti- habían prevenido, para que no perecieran sin conocer el
do imprime al que vela. Ni es de extrañar si, descansa motivo de su desgracia .” Mas el profeta Daniel , proponien
la razón de su oficio, el alma no puede despojarse de ndo do las palabras de Nabucodonosor en su libro: “Yo dijo , -
— —
'
las
formas que le está n impresas, pues, vigilando el ánimo y
7 Jn. 16,13.
6 Le. 16,22. San Agust ín, De cura pro mortuis gerencia ( PL , 600 ) .
8 Gn. 41, 26 27. Is. 6,1, Dn. 7,17. Dn. 9,22. Sab. 40
- 17, 13.
252 SOBRE EL LIBRO TERCERO 253
ALMA
Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, con buena i ñera el santo, le dijo el á ngel: “ No te espantes, pues no sen-
salud , en mi palacio, cuando tuve un sueñ o que me asustó i
tirás el ardor que t ú mismo no encendiste.” Mientras cami-
y las fantasías de mi mente me turbaron.” En estos ejemplos naba ileso por entre los vapores ígneos, he aquí que dos
se manifiesta que la fuerza de la imaginación, en la cual el demonios, tomando uno de entre los muchos que eran ator-
alma se detiene, dormidos los sentidos por las diversas for - mentados por el fuego, lo arrojaron sobre los hombros del
mas de las cosas corporales, a unos consuela y a otros castiga. transeú nte, y al tal luego los á ngeles lo devolvieron al fuego:

JUAN. ¿Y qué hay sobre los muertos, que se aparecen muchas
veces a los vivos y en alguna ocasión corrigen, en otra avisan
predicen las cosas futuras e incluso piden ser auxiliados devo-
— —
“Furseo dicen , lo que encendiste, esto es lo que arde en
ti.” Conoció el var ón de Dios a aquel hombre, y recordaba
haber recibido su manto de los amigos del difunto; ahora,
tamente y aclaran muchas cosas que es largo enumerar? 0 como había muerto en pecado,11 el á ngel afirmaba que no
13. ELREDO. — A estos sueños no se les ha de dar f ácilmente
cr édito. Advierte, en pocas palabras, por qué lo digo: f í jate
debían ser recibidos sus dones.

15. JUAN. Parece admirable que el alma pueda ser atormen-
que hemos dicho que, en las visiones, unos son castigados, tada con pena imaginaria.
otros consolados; a los cuales a ñadimos, por decir algo:
otros instruidos y otros enga ñados, y enga ñados y envueltos .f
ELREDO. — ¿Por qué? ¿Juzgas pena imaginaria la que padece
el hombre que duerme?
——
...... .

en errores; algunos, purificados. Enseñado, en efecto, en JUAN. ¿Y qué otra cosa es?
sueñ os fue el santo Daniel; enseñado el padre nutricio del ELREDO. ¿Es por consiguiente, alguna imagen de dolor ?
Salvador, san José; instruidos los tres caldeos que fueron
los primeros mortales que ofrecieron a Cristo dones, y mu-
chos otros. Mas, como dice la Escritura, a muchos han enga-
ELREDO. —
JUAN. Lo ignoro.

Si e$ta piedra se amarra con correas, se azota con
varas, se rasca con uñas, se recuece con fuego, ¿acaso la
ñado los sueñ os. Por eso, afirma san Agustín en el libro piedra siente algún dolor?
Del cuidado que se ha de tener con los muertos: “Alguna
vez, con falsas visiones, los hombres han ca ído en grandes ELREDO.
——
JUAN. De ning ú n modo.
Ves, pues, por qué ni el fuego quemando, ni el
errores, siendo justo que padezcan tales cosas.” Leemos en agua anegando, ni la u ña cortando son pena, sino dolor que
algunas historias fidedignas que muchos, por visión imági- el alma siente por ellos. Así, pues, los azotes por los cuales
naria, fueron engañados por espíritus inmundos, otros ado- se vio quebrantado san Jer ónimo no fueron pena, sino aquel
raron a los demonios en lugar de a Dios, unos se mancharon suplicio que infundió en el alma la horrorosa visión.
con supersticiones judaicas, otros incurrieron en homicidio
o también en parricidio. . . 10

JUAN. Siendo falsos
bién aquel dolor ? 12
aquellos azotes, ¿cómo no lo será tam-

14. . . . Igualmente sabemos que los buenos fueron purgados o


castigados por visión imaginaria como refiere san Jer ónimo
16. ELREDO. —Ignoro lo que sea falso dolor; porque si es
dolor, es verdadero dolor. Si no es verdadero dolor, no hay
de sí mismo, que fue azotado en sueños, porque prefería la dolor. Pues no juzgo que es falso dolor sino cuando el hom-
elocuencia tuliana a las Letras divinas. El venerable Beda bre finge dolerse a pesar de que no le duele nada , como
cuenta las visiones del beato Furseo que, acompañado de las pla ñideras que son pagadas para llorar al muerto. El
los á ngeles, se acercó al fuego terrible; espantado sobrema - dolor de ellas puede decirse falso, pues, no doliéndose en
nada del muerto, simulan dolerse del mismo. Por tanto, si el
9 Sab. 18,17. Sab. 18,19. Dn. 4,1-2. San Agustín, De cura pro mortuis
gerenda ( PL 40, 604 ) . 11 San Jerónimo, Carta 22,30 ( PL 22, 416 ) .
10 Dan. 7,2. Mt. 1,20-2,13.19 . 22. Mt. 2,12. Eclo. 34,7. San Agust í n, Beda, Historia eclesiástica ( PL 95, 148 ) .
De cura pro mortuis gerenda ( PL 40, 600 ) . 12 San Jerónimo, Carta 22 ( PL 22, 416 ) .
i
254 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 255

alma de Jerónimo se dolió en aquellos azotes, en efecto le


dolió verdaderamente. Pues, para que se pruebe tambié n
los, de la reciente lección que había de darles al d ía siguien
te se levantó ante ellos un lugar oscuro que no compren-
-
el verdadero dolor que en aquel exceso o sueño había sen- dieron y que apenas le permitía dormir nerviosamente. En
tido Furseo, quiso Dios que la quemadura que casi había cuya noche, soñando él sobre lo que no había entendido,
sentido el alma en los hombros apareciera en su cuerpo yo se lo expuse y, lo que es más, no yo, sino mi imagen,
también sobre el hombro mientras viviese. Por consiguiente, ignorá ndolo yo y tan lejano al otro lado del mar, obrando
los que dicen que el hombre dormido no puede sufrir, ha- alguien así algo mientras dorm ía y sin cuidarse en absoluto
blan contra el sentido y experiencia de todos los mortales. . . de sus asuntos. ¿Por qué no creemos del mismo modo que
17. . . . Vistas diligentemente estas cosas que te inquietaban puede ocurrir que en sueñ os alguien vea a un muerto, por
sobre los muertos, veamos cómo se aparecen a los vivos. lo mismo que se ve al vivo, ignorá ndolo los dos, sin cuidarse
Atiende a cuanto siente san Agustín sobre estas cosas : “Cuen- de quién, en d ónde y cuá ndo y de cúyas cosas sueñan im á-
tan, en efecto, que algunos muertos, bien en sue ños, bien genes? . . .”
de otro modo, se han aparecido a los vivos, declarando a
los que no lo saben d ónde est á n inhumados sus cuerpos.
.
19 . . . Hasta aquí san Agust ín. Dime si el alma, desde el mo-
mento en que ha salido, puede saber lo que se hace en el
Pero no por eso se ha de juzgar que los muertos sienten inundo y aparecerse a quienes quisiera y cuando quisiera,
estas cosas que parecen decir o indicar en sueños. Pues los £ ya en sue ño, ya en éxtasis, ya de cualquier otro modo. Pues,
vivos aparecen muchas veces a los vivos que duermen, como refiere el mismo san Agustí n, se exigía a uno cierta
mientras ellos mismos no saben que se aparezcan. Y de vez que abonara una deuda por garantía asegurada de su
aquellos que lo han soñado, oyen haber dicho que vieron difunto padre. Pero esta deuda ya había sido pagada por
en sueños hacer algo o hablarles. Si, pues, alguno puede >!.
el padre, ignorá ndolo el hijo. Entonces el hombre comenzó
verme en sueños, indicá ndole lo que se ha hecho o también a entristecerse gravísimamente y a admirarse de que su
anunciá ndole lo que ha de suceder , cuando yo totalmente padre muerto no le dijera lo que debía cuando hizo la
lo ignoro y no me cuido de ello para nada; no sólo lo que escritura. Y he aqu í que el padre, angustiado en extremo, se le
uno mismo sueña, sino también si, durmiendo yo, él vigila, apareció en sue ños y le indicó en d ónde estaba el resguardo
o, vigilando yo, él duerme; o si al mismo tiempo estamos de aquella deuda ya saldada. Encontrado y mostrado, el
los dos en vela o ambos durmiendo, cuanto él ve en el sueño, joven no sólo comprobó la calumnia de la falsa deuda, sino
en tanto me ve. ¿Qué es de admirar si, ignorá ndolo los que también recibió la escritura paterna.
muertos y no sintiendo estas cosas, con todo son vistos en
sueños por los vivos y dicen algo que, al despertar, conocen
que es verdadero? Yo creería, por tanto, que esto se verifica

JUAN. ¿Cómo no pensar que el alma del padre tuviera cui-
dado de su hijo? Lo cual, ciertamente, no podría si ignora-
ra lo que había de hacer con él. 14
mediante operaciones angélicas, ya sea mandado o permitido
de arriba. ..” 13
20. ELREDO. — Así como aquel retórico de Cartago, por la
imagen de Agust í n, ignorá ndolo el mismo retórico.
18. . . . Y un poco más abajo: “Estando en Milá n el retórico
Eulogio de Cartago, mi discípulo en la misma arte, segú n
él mismo me contó cuando volvimos a Africa, explicando t

JUAN. Segú n eso, ignoran los santos que volaron a Cristo lo
que se hace en el mundo, y será verdad aquella sentencia
por la cual algunos afirman que en vano solicitamos el auxi-
que se hallaba los libros ret óricos de Cicerón a sus discí pu- lio de los santos, pues ellos ni saben que padezcamos, ni oyen
las oraciones y, por lo mismo, no escuchan.
13 San Agust í n, De cura pro mortuia gerenda ( PL 40, 601 ) .
Ibíd ., col. 602. 14 Ibíd., c. 11,13 ( PL 40, 602 ) .
t
256 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 257
21. ELREDO. Ya hemos disputado de la naturaleza y de la sernos de los muertos para nada, no suplicar íamos cierta -
fuerza natural que existe en el alma, qué pueda seg ú n el mente por ellos.”
curso que hemos visto y el orden de ía naturaleza, no lo
que pueda seg ú n la permisión, o bien seg ú n el mandato, o

JUAN. ¿Qué, pues?10¿Abraham ignoraba las cosas que ocu-
rrían en esta vida ?
finalmente el impulso de una superior potestad. Por consi-
guiente, lo que dice san Agustín: “Allí est á el espíritu de
23. ELREDO. — Responde aquí san Agust ín: “Isa ías profeta
dijo: T ú eres nuestro padre , porque Abraham no sabe de
los difuntos, donde no ven las cosas que se hacen o las nosotros e Israel no nos reconoce. Si tantos Patriarcas igno -
que acontecen en esta vida a los hombres”; habló seg ún el raron lo que ocurría al pueblo por ellos procreado y a los
curso y orden de la naturaleza. Porque son diversos los lími- que, creyendo en Dios, fue prometido el mismo pueblo de
tes naturales; unas cosas se hacen naturalmente, otras de su estirpe, ¿cómo los muertos se han de mezclar en las cosas
modo maravilloso. Es bastante conocido hasta dónde puede de los vivos, conociendo y ayudándolos con sus actos, sobre
llegar la naturaleza humana en el elemento líquido y hasta todo cuando como por un gran beneficio se ha concedido a
d ónde en el elemento ígneo. El cuerpo humano no puede algunos santos verse libres de las cosas humanas, para que
soportar su peso natural al ser llevado sobre las aguas. Con no miraran los futuros males de su gente? Estas son las pala -
todo, a la voz del Señor, san Pedro, decidido, comenzó a bras de Dios al piadod ísimo rey Josías: Cuando yo te reúna
andar sobre el agua; lo que la naturaleza no pod ía, fue eje- con tus padres, te enterrarán en paz , sin que llegues a ver
cutado por la divina voluntad. Arrojados los tres jóvenes en con tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar. Por
el horno, cedi ó la naturaleza de su derecho; pues, o endu- cierto, cuando Isa ías había corregido a Ezequías por haber
reció. la carne para que no sintiera el incendio, o hizo que se ense ñado sus tesoros a los de Babilonia , y profetizado mani-
refrigerase el fuego para que no atormentara. El hierro, fiestamente que sus riquezas ser ían transportadas a aquella
arrojado al río, por su peso natural baja hasta el fondo; lo ciudad y que los futuros descendientes del rey ser ían eunu-
cual, ciertamente, por los méritos deí profeta Eliseo, no se cos en el palacio real, como consolándose a sí mismo, el
realizó, sino que fue subido hacia arriba y restituido al rey, pensando que no había de ver estas cosas, repuso:
manubrio del cual había sido desprendido. Siempre, pues, Es favorable la palabra de Dios que has pronunciado, pues
se ha de distinguir entre la fuerza de la naturaleza y las mientras yo viva habrá paz y seguridad . Ni el alma de
operaciones de la divina voluntad. 15 Abraham, en virtud de su propia naturaleza, puede saber lo
22. JUAN. Pero aquel rico que era atormentado en los in - que aquí se hace. Y si él no, ¿qu é otro? Parece ciertamente
fiernos, procurando mirar por sus hermanos, no pudo igno- duro atribuir esto a cualquiera de los santos, no concedié n-
rar los vicios de ellos, por los que temía tantos tormentos. doselo al m ás grande de todos los Patriarcas.”
Esto, de ningú n modo diría que deba apuntarse a la gracia, JUAN. Por consiguiente, cedemos ante los que niegan que
de la cual juzgamos totalmente indigno a aquel hombre los santos han de ser impetrados en nuestras necesidades17,
condenado. siendo así que ciertamente ignoran las que son permitidas.
ELREDO. A esto responde san Agust í n: “Él se cuidaba de 24. ELREDO. No te asustes. Son unos infelices y miserables
los vivos, aunque ignorase totalmente lo que ocurría, como los que tales cosas dicen, ignorando lo que afirman ni de
nosotros nos preocupamos de los muertos, aunque ignoremos f
16 Le. 16,27-28 .
por completo lo que hagan. Puesto que si no nos preocupá- San Agustín, De cura pro mortuis gerencia , c. 14,17 ( PL 40 , 605 ) .
17 Ibíd ., c . 13,16 ( PL 40, 604 ) .
Is. 63,16 .
15 Ibíd . , c. 13,16 ( PL 40, 604 ) . 2 Re . 22,10.
Mt. 14, 29 . Dn. 3, 46-50. 2 Re. 6, 1-7 . 2 Re. 20, 16 ss.
258 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 259

quiénes lo afirman. Pero callemos lo que no pueden saber ham a lo lejos y a L ázaro en su seno; y clamando, dijo:
Jas almas por su natural ausencia, aunque pueden saberlo Padre Abraham, acuérdate de mí y enví a a Lázaro para
de otro modo. ¿Acaso no rogamos por muchos, no sólo que, mojando el extremo de su dedo en agua, refresque mi
muertos, sino también vivos, aunque no sabemos si viven? lengua.” He aquí cómo el alma habla al alma. “Padre
Abraham, dijo, ten compasión de mi.
»
Ciertamente, los santos conocen que el género humano está !

lleno de miserias, de las cuales, así como se compadecen,


suplican también al Señor por ellas devotísimamente. Oye

JUAN. Esto lo admiro en gran manera, que el espíritu pueda
emitir palabras corporales.
también al que no deja punto por tocar, es decir, san Agus- ELREDO. Lees ojos, lees lengua, lees seno y dedo, ¿y te ex-
t ín , al que elegimos en esto como principal gu ía : “Debe tra ñas de la palabra ?
confesarse que los muertos no saben lo que se haga aquí
mientras aqu í se hace. Pero después de muertos contin úan
oyendo a aquellos que ahora se dirigen a ellos; mas no en
26. JUAN.
— ¿De qué modo levantó los ojos, se dolía de la
lengua y pidió una gota en el dedo? Pues uno y otro esta-
ban muertos, Lázaro y el rico, sepultados los cuerpos de
todas las cosas, sino en las que se les indica que son per- ambos; el alma de uno era atormentada en los infiernos, la
mitidas, en aquellas que también ellos recuerdan y en las del otro era consolada en el seno de Abraham. ¿Dónde está,
que, juzgan , conviene oí r de los mismos. Pueden los muertos pues, el dedo de éste o el ojo de aquél? ¿Por ventura, deja-
oí r algo de los ángeles, que est á n prestos para las cosas dos los miembros que usaban cuando estaban en el cuerpo,
que se ejecutan; lo que cada uno de ellos deba oír, lo juzga son creados otros para ellos, de los cuales usan los muertos?
aquel al cual está n sometidas todas las cosas.” No en vano ¿O aquí se dice impropia o translativamente, de forma que
oramos cuando nuestras peticiones, por medio de los ángeles, se quiera significar una fuerza del alma, otra del dedo o
son patentes no sólo ante Dios, sino también ante los santos, de la lengua? Mas las palabras evangélicas no dejan enten-
a los cuales no se les oculta la devoción de los fieles, la ora - der esto, pues dice: “Envía a Lázaro para que, mojando la
ción piadosa, la firme esperanza y el afecto, aunque pueda extremidad de su dedo en agua, refresque mi lengua.”
haber otro modo mucho más sublime por el cual los san- ¿Cuál será, por tanto, la fuerza del alma que puede ser
tos, no por naturaleza, sino por gracia , por encargo de Dios abrasada por las llamas? Todas estas cosas se han dicho
y no por propio poder, pueden conocer las miserias hu- alegóricamente, de modo que ya no sea historia, sino pa-
manas. 18 rá bola.
25. JUAN. Antes de que me desarrolles esto, te ruego que
me digas cómo el alma habla al alma y los recién muertos

27. ELREDO. Aun cuando de estas cosas de significación ale-
górica entendiese el bienaventurado Gregorio que en aquel
refieren a los que les precedieron las cosas que se hacen rico está interpretado el pueblo de los jud íos y en el pobre
en la vida. Lázaro el pueblo de los gentiles, con todo, lejos estamos
ELREDO.
— ¿Acaso no te satisface en este momento el Evan-
gelio, del cual son estas palabras: “Aconteció que murió
Lázaro y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.
de creer que aquel rico no existiera verdaderamente, pues
dice al evangelista: “Dijo Jes ús a sus discípulos”, y no a ña-
dió: “Esta pará bola.” Lo que el Señor dijera, lo añade a
Murió también el neo y fue sepultado en el infierno. Ele- continuación: “Había un hombre r i c o .. y lo que sigue.
vando los ojos cuando estaba en los tormentos, vio a Abra- 1 Asimismo, porque el mismo santo empleando id éntica sig-
nificación dijese que Simón leproso representaba a los ju-
18 1 Tim. 1,17. d íos y la mujer pecadora a los gentiles, sin embargo, ni el
Job 14,1.
Flp. 4,6.
-
San Agustí n , De cura pro mortuis gerencia, c. 15,18 ( PL 40, 605 606 ) . V
19 Le. 16,22 ss.
260 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 261

soberbio Simón dejó de existir verdaderamente, ni a la ben- acerca de la salida del alma, repitiendo algunas cosas de las
dita pecadora dejaron de perdoná rsele sus pecados. Muchas que ya hablamos más arriba.
veces encontramos tambié n en las Escrituras que los espí-
ritus han proferido palabras corporales. Aun más, se lee
que el mismo Dios habló desde el monte al pueblo que lo

JUAN. Cuanto más frecuentemente se oyen , tanto mejor se
entienden y se retienen con más seguridad.
29. ELREDO.í Cuando el alma está en el cuerpo, usa los mismos
'

escuchaba . instrumentos y ó rganos. Usa , en efecto, aquel movimiento


JUAN. Ahora bien , dime por fin cómo el á ngel habló en sue- vital que nos es com ú n con los á rboles para el sostenimiento
ños a José, diciendo: "Levántate y toma al Niño y a su y' crecimiento del cuerpo. Usa del movimiento sensual, para
Madre, y huye a Egipto.” sensibilizar el cuerpo, socorriendo al ojo para que vea, al
ELREDO. Ciertamente, es verdad que el á ngel dijo en sueñ os oído para oír, a la nariz para oler, al paladar para gustar,
lo que el evangelista narra . Y quizás algunos estuvieran a todo el cuerpo para tocar. Usa también los mismos órganos
cerca cuando el á ngel habló en sueñ os estas cosas a José. Sin de los cuales procede el movimiento, el sentido y la memo-
embargo, sólo él, durmiendo, oyó lo que no pudo oí r ningu - ria , no aquella con la cual recordamos discerniendo entre
no de los que estaban despiertos. las cosas pasadas y futuras, sino la que se llama fantasía , que
JUAN. ¿Cómo, pregunto, pudo oír las cosas que debían ser nos es com ún con las bestias, por la cual conocen las cue-
oídas, con el sentido dormido? 20
vas y sus nidos, y hacen otras cosas sorprendentes. Usando
28. ELREDO. Verdaderamente, en aquel rico o en el pobre, de todo esto, recibe en sí las im ágenes de las cosas corpora-
todo el sentido estaba dormido y, sin embargo, Abraham les. Así como en el sueño, dormidos los sentidos, el alma al
oy ó al rico que clamaba y el rico al Patriarca que le res- instante se refleja en las im á genes corporales, en las cuales
pond ía . Cuando sueñas de cualquier hombre, parece que lo a veces se consuela a la vista de cosas alegres, se atormenta
estás viendo. Cuando, ya despierto, vuelves a ti mismo, con las horribles y sufre con la que apenan, de igual mane-
sabes que no has visto al hombre, sino a su imagen. Pero, ra, faltando los instrumentos con los que se sostenía en el
si te dice algunas cosas en sueños, ciertamente te parece oír cuerpo, comienza a no estar en el cuerpo y al instante se
— —
t ú durmiendo , por los sentidos corporales, palabras cor-
porales. Mas, despierto, conoces que por imaginarias voces
refleja en la imagen del mismo; en ésta es pronto recibida
por los ángeles al seno de Abraham . Murió tambié n el rico
consolada, purgada o atormentada; y esto es lo que dice el
has oí do imaginarias palabras. Con todo eso, quizá por
aquellas cosas imaginarias aprendiste otras no imaginarias. evangelista : "Aconteció que murió el pobre y fue llevado
Imaginarias eran, sin duda, aquellas palabras que san José por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico
oyó del ángel, pero que Herodes había de buscar al Niño y fue sepultado en el infierno. . . >y ai

para matarlo era verdadero, no imaginario. Visto todo esto 30. . . . Uno y otro se vieron en las imágenes de los cuerpos,
con diligencia y guard á ndolo en la memoria, volvamos a lo no callando el dedo de Lázaro ni la propia lengua. También
que poco antes juzgaste que había de tratarse, es decir, se comprueban las im ágenes de otras cosas, bien mirando
al refrigerio, bien al tormento, haciendo mención del agua
y de la llama. De ésta se queja por ser atormentado y de
20 San Gregorio Magno, Homilí as sobre el evangelio de San Juan, 40
( PL 76, 1301 ) . aquélla pide ser refrigerado.
Le. 16,1.
San Gregorio Magno, Homilí as sobre el evangelio de San Juan, 33
( PL 77, 1242 ) .
Éx. 19, 20. 21 San Agustí n, De cura pro mortuis gerenda ( PL 40, 600 ) .
Mt . 2,13. Le. 16, 22.
262
SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 263
JUAN. — Me
sorprende que aquella llama digas que era
ginaria, pues se dice que el rico fue sepultado ima - quemado, se quema.” ¿Cómo ve que es quemado? ¿Por qué
nos, y nadie duda de que el fuego del infierno en los infier- visión?
31 ELREDO. Se dice, en efecto, fuego corpó sea corpóreo.
.
el que atormentaba los cuerpos de los condena reo del infierno, —
JUAN. Quizá por aquella por la cual el rico vio a Lázaro.
33. ELREDO. Nosotros hablamos de fuego corpóreo, esto es,
es pequeña la cuestión acerca de si las almas son dos; mas no infernal, en el cual no sólo será n atormentados los cuerpos
tadas por el fuego sin los cuerpos. No obstante, sanatormen- después del juicio, sino también, dice san Gregorio, las almas
no parece afirmar que algunas almas pé Grego- de los réprobos. Pues de aquella en la que estaba sufriendo
simas son atormen- el rico, sabes que dice san Agustín: “¿Cómo en aquel fuego
tadas ahora con aquel fuego. Preguntando
puede ser que el esp íritu sea atormentado Pedro cómo corpóreo habrá pena de los espíritus malignos, sino porque
con pena corpo- hay ciertos cuerpos también para los demonios, como han
ral, responde así: “Decimos que el espíritu
por el fuego, en cuanto en el tormento el es aprisionado visto varones doctos, por el aire grueso y h ú medo, cuyo
ver, no en el sentir . Por el mismo hecho que fuego está en el
ve que se pade-
impulso se siente al soplar el viento? Este elemento, si nada
ce el fuego y contempla ser quemado, se quema de fuego puede soportar, no quemaría el que hierve en los
ocurre que la cosa corpó rea tortura a la incorp. óIgualmente balnearios. Si, pues, alguno asegurara que los demonios no
tras por el dolor visible es provocado el rea, mien- tienen ninguna clase de cuerpo, no habría lugar para tratar
sibles, de forma que por el fuego corpóardor y dolor invi- de este asunto. Mas, ¿ por qu é no diremos también que los
reo
atormentada por la llama incorpórea.” Estaslapalabras mente está espíritus incorpóreos pueden ser afligidos por pena de fuego
santo son dif íciles para el entendim del corp óreo, de maravillosos aunque verdaderos modos, si los
que pueden oponerse muchas por losiento, a las cuales aun- espíritus de los hombres, aun siendo ciertamente los mismos
se ha de procurar entender la mentecontencio
de tal
sos, con todo,
var
incorpóreos, no pudieron incluirse entre los miembros cor-
no se puede, a pesar de que no se ón; pero, si porales?” Poco después dice: “Podía asegurarse que así
de recibir su opinión. Mira ya lo queentiende , siempre se ha habrían de arder, sin cuerpo alguno, como ard ía en el infier -
el espíritu es aprisionado por el fuego,dice
de
: “Afirmamos que no aquel rico cuando decía: Me abraso en esta llama. A
tormento el fuego está en el ver, no epmanera que en el
el sentir.” ¿Qué
menos que juzgara má $ conveniente responder que tal fuese
dice: viendo, no sintiendo? ¿ No es la vista algo aquella llama, cuales los ojos que levantó y con los que vio
¿Cómo, pues, ve y no siente? ¿Cómo ve el fuegodel sentido? a Lázaro, cual la lengua a la que deseaba infundir un peque-
el fuego, cuando la vista corpórea es un sentido y no siente ño refrigerio, cual el dedo de Lá zaro del que le suplicaba
aquel es corpóreo? y el fuego servirse, y en donde, con todo, estaban las almas sin los

JUAN. Abandonado el cuerpo, no hay ningún sentido cor
póreo para el alma. 22 -
cuerpos. Así, pues, incorpórea era aquella llama en la cual
se abrasaba y aquella gota que pedía, cuales son también
32. ELREDO. Por lo mismo, advierte diligente las visiones de los dormidos, ya sea en éxtasis de los que
habló del sentido corpóreo, cuando dijo: “ mente que él ven las cosas corporales, teniendo sin embargo imágenes
Pues el espíritu sin el cuerpo nada siente No sintiendo.” de los cuerpos. Pues el mismo hombre de tal manera se ve
corporalmente;
por lo cual no introduce, ciertamente,
sentido
visión alguna corpórea. De aquí que siga “ corporal ni

semejante a su cuerpo en tales visiones está con el espíritu,

mismo que ve que padece el fuego y contemp


: Pues, por lo —
no con el cuerpo , que no lo puede distinguir.” Así, san
Agustín dice que aquella llama, en la cual se abrasaba el
la que es rico, era incorpórea, semejante a la llama corpórea, en la
22 San Gregorio Magno, Diálogos IV, c. 30 ( ed cual, no el cuerpo, sino el espíritu era atormentado en la
. Moricca, pá g. 272 ) . semejanza del cuerpo. De qué manera el alma del hombre,
SOBRE EL ALMA
264 LIBRO TERCERO
265
sea atormentada por el fuego corporal antes del cuerpo, como atestigua el relato evangélico del rico; otras,
0
.c. ^
, inca, que me acuerde, lo he encontrado en san
purgando con diversas penas y dolores, como sostiene la
juicio,
Agust í^ n - fe cristiana.
64.
JUAN
^atormen
aS C
^
EO.PorDij0 ueS
° tad
j^ as pajaj)ras qUe
ciertamente, que el espí ritu puede ser
j
relataste son de san Agust ín .

JUAN. Deseo saber si aquellas penas purgativas son corpó-
reas o incorpó reas. 24

el moa
° ^ ° corporal del infierno. Dijo
cQXn0 pue je ser esto : “Se adherir á n
(
también
afirma los — — —
36. ELREDO. Creo que incorpóreas, como aquella llama de la
que hablamos. Mas, de la misma llama, algunos han juzga-
jemon{ac0s, aunque incorpóreos ,
atormentados por do que fuese purgadora. Pero, si fue purgadora, o lo fue
espírituS
corpóreo, adhiriéndose de modo maravilloso y to ~ para aquel rico o para otro. Mas que fuera purgadora para
el fuego - del fuego, sin dar
mando PeIia Esta adhesió
— vida al fuego /'
n quizá no es otra cosa que aquella
35. ELREP° Ja cual habla san Gregorio: “En el tormento di
visión do
*

-
está en el ver, no en el sentir.” Esto es, adhi -

aquel que, se dice, fue sepultado en el infierno, ninguna au -
toridad lo afirma. ¿A qué viene, por tanto, aquella llama? O
se purgan en esa llama las almas, o, ciertamente, las almas

jo , el flie®
rié ndose, n
experiment á ndolo corporalmente. As í, pues ,
son atormentadas entretanto hasta el punto en que sean
arrojadas al fuego eterno. Hay otras penas puriíicadoras por
atiende diligentem ente las sentencias de los santos varones , las cuales las almas son purgadas, por el temor, dolor y
de que el bienaventurado Agustí n afirmó que los horror. Mas, así como las almas toleran estas cosas en la
Acuerda
. ^incorpóreos pueden ser atormentados por el fuego
espíritus
/
semejanza de su cuerpo, así, igualmente, por la semejanza de
es corp5reo Recuerda al bienaventurado
del inri ^ eque #

asegura que las almas de los condenados, aun


las cosas corpóreas conciben estas mismas, como dijimos
uiegor ’
^
jUicio, pueden ser atormentadas en el mismo fue-
te escape que también dijo san Agustín que la
m ás arriba de aquel rico. Pues los filósofos dicen que hay
penas purgatorias después de la muerte, según aquello de
se Maró n : “ De aquí que los miembros de los moribundos te-
0'
* ^ Ia ue r*co ~en semeJanza de su cuerpo pade- —
liama, e
R n
c ^
0rp0 ral , como también los ojos que levant ó y la
men, desean, se duelen y gozan.” Tal es la miseria de esta
vida. ¿Qué hay despu és? ¿Son todas las cosas alegres? “De
cía, era ^ cual ped ía que se le infundiera una gota, así como
— —
1
el dedo rPrí ^ L ázaro, por el que suplicaba ser aliviado. Toma ,
ej Evangelio, y contempla con los ojos de la fe
ning ún modo dice , m á s a ún, con la última luz desapare-
ce la vida, pero no deja aquellas perturbaciones.” Sin em-
bargo, no todo es malo para los miserables, ni desaparecen
°
^
S
a YLaza consol á ndose con la imagen de su cuerpo. Si totalmente las manchas corpóreas, esto es, no todas las
estas cosas con atención , resplandecerá para ti manchas que el alma contrajo por el cuerpo se borran en-
advierte
con ja qUe entenderás el estado de las almas teramente. . . 2 6
una gra ja muerj- e Salidas las almas del cuerpo y despo-
37. . . . ¿Qué es, pues? “ Es necesario dijo inculcar profun -
^
.jadas a toda cosa corporal y sensual, permanecen en las
ie ]as cosas corporales , como si las atrajera a sí
— —
damente las muchas manchas contraídas maravillosamen-
imagene
sentido las grabase. En las cuales son recibidas
mientras
unas P ^ de otra naturaleza para ser atormentadas
°£ueg0 del infierno, como agrada a san Gregorio;
24 San Gregorio Magno, Di álogos IV, c. 30 ( ed . Moricca , pá g. 282 )
Ibíd., c. 29 ( ed. Moricca, pág. 270 ). .
^ tras uf 1 11

23 San Agust
pá g. 639 )
^ 0 Por
^^
ín De la Ciudad de Dios, 1. XXI, c.
*
?
^ ^
ama corpórea en a imagen de su
^
10,1 ( BAC, t. XVII,
San Agust í n, De la Ciudad de Dios , 1. XXI , c. 10,2 ( BAC, t. XVII,
pág. 640 ) .
25 Virgilio, Eneida , 6 ,733 ( ed . Ribbeck, pá g. 240 ) .
Ibíd., 6,735.
Ibíd., 6,736.
Ibí d ., 6,737.
266 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 267

te.” Después, a ñade y dice que piensa que las almas han de hacia abajo por los habitantes de un abismo oscurísimo,
ser juzgadas de las penas por la mancha que habían con- quien sin embargo fue atra ído hacia arriba por varones re-
traído del cuerpo. “Se atormentan con las penas y expían fulgentes, que lo asían por los brazos. Pero, el humo que el
mediante los suplicios de ios antiguos males. Algunas se mismo río exhalaba, con su f é tido olor, no permit ía acer-
abren vacías, suspensas en los vientos; a otras, bajo el vasto carse a las viviendas que lo flanqueaban. Pues las penas
abismo, la maldad empapa y abrasa con el fuego.” Estas de esta vida se distribuyen a cada uno seg ú n la divina
penas, si acaso se sienten despu és de la muerte, ninguno providencia, ya para la venganza de los malhechores, ya
las juzga corporales, mas, como se ven en la imagen de su para corrección de los d ébiles, ya para la alabanza y gloria
cuerpo, así son castigadas en la semejanza de las cosas cor- de los perfectos. Para venganza de los malhechores como
porales. Pero oigamos ya lo que siente san Agustín de las el Fara ón, que, sentenciado ya a llamas y fuegos eternos,
penas purgatorias. “Las penas temporales dijo , unos las
— — para que en él manifestara Dios su ira y diera a conocer su
creen para esta vida solamente, otros para después de la poder, fue reservado todavía un poco de tiempo en este
muerte, y algunos para después y también para ahora. Con mundo, y le fue permitido atentar cruelmente contra el
todo, las padecen antes de aquel severísimo y último juicio. pueblo de Dios.
Pero con cuantas penas sean afligidos en esta vida los m íse-
ros mortales, cualquiera lo diría f á cilmente. Ahora bien , son —
JUAN. Algunos arguyen a Dios de crueldad , pues, segú n el
Apóstol, lo provocó en esto mismo, para manifestar en él
purgatorias para aquellos que, aceptá ndolas, son corregidos. .
su ira 27
Sin embargo, los que se hacen más culpables, son iniciados
con estos azotes para las penas perpetuas.”
39. ELREDO. — Ahora atiende diligentemente. Considera que
un rey condenase a uno, que era reo de lesa majestad , a

JUAN. Quisiera saber si aquellas penas, después de la muerte
las reciben otras almas que las que han de ser purgadas. 28
, f las llamas, las cuales piensa t ú que son perpetuas, y ya llegó
el d ía en que se había de iniciar en ellas. Si, pues el rey
38. ELREDO. — — —
Aquí san Agustín: “ No todos dice los que
después de la muerte sufren penas temporales vendrán a
alargara la pena ya preparada para otro tiempo y mientras
tanto lo sometiera a penas más leves, ¿lo juzgarías cruel?
parar a las eternas, que será n futuras después del juicio.
Pues a algunos, lo que no se les perdona en este siglo, se

JUAN. De ninguna manera
ELREDO.
.
Escucha. Ya había llegado el tiempo por el cual el
les perdona en el futuro, esto es, para que no sean castigados Faraón , segú n lo que hab ía merecido, debía ser atormentado
con el suplicio eterno del siglo futuro, como ya dijimos.” en el fuego eterno, preparado para el diablo y sus á ngeles;
Afirmando que “no todos con penas sempiternas los que las pero Dios lo apartó de esta pena, la más grave de todas, para
sufren temporales después de la muerte”, manifiesta que que, por otras m ás leves, que otros pod ían ver, manifestara
algunos habrá n de ser atormentados después de la muerte su ira con él, y la riqueza de su gloria en los vasos de miseri-
con penas temporales, y con eternas despu és del juicio; cordia. De aquí creo que dijo el Apóstol: “¿Y si Dios
otros juzgados con tormentos temporales para ser transía - quisiera mostrar su reprobación y manifestar su poder sopor -
dados a mejor vida. Mas, a todos, segú n cada uno haya tando con mucha paciencia a los que eran objeto de su re-
merecido y el juez de todos lo decretare, será n repartidos probación, ya prontos para destruirlos, y dar a conocer su
los suplicios. San Gregorio, refiriendo la visión de cierto sol-
dado, narr ó haber visto a un individuo amarrado con cade- 27 San Gregorio Magno, Diálogos, VI, 37 ( ed. Moricca, pág. 287 ) .
nas de hierro, caído de un puente y arrastrado de los muslos San Agustín, De la Ciudad de Dios, 1. XXI, c. 13 ( BAC, t. XVII,
pág. 644 ) .
Éx. 9, 16.
26 Ibíd., 6,739. Rm . 9,22.
268 SOBRE EL
ALMA
r
LIBRO TERCERO 269
esplendidez con los que eran objeto de su misericordia , qUe
Él había preparado para su gloria? ’ Oh , Dios m ío, ¿qU
'
Si no perdon ó a las ramas naturales, quizá ni a ti te perdone.”
veo? ¿Qué secreto? ¡Qué horrible para mirarlo, qué terrible£
para pensarlo! Pon aqu í, ante la mirada de tu corazó n , l0
s
f

JUAN. Terrible es este lugar
a cosas más agradables. 20
. Vayámonos de aquí y pasemos
vasos de ira, allí los vasos de misericordia. ¿Qué cosa
feliz para éstos, que más miserable para aquéllos ? ¡Ay
41. ELREDO. — Oye a san Pablo: “El sólido cimiento de Dios
est á firme y lleva esta inscripción : El Señor conoce a los
aquellos a los que todas las cosas se le convierten en mal!. » 2 suyos.” Éstos son vasos de misericordia, que preparó el
40. . . . Felices estos a los que todas las cosas se les convierten Señor para la gloria, eligiéndolos antes de la constituci ó n
^ — —
en bie i. ¿Por qu é dicen creó Dios a los hombres que
sabía que habían de condenarse? A los cuales contestó san
_
del mundo, para que fuesen santos e inmaculados. Qué
miserables aquéllos, qué felices éstos, a los que todas las
Pablo: “¿Qué, si Dios quiere mostrar su reprobación y nia cosas se les convierten en bien. Bienaventurados los que
nifestar su potencia, la ira en los vasos de ira , la potencia está n absueltos de sus culpas, a quienes les han enterrado
en vasos de misericordia, soportando con mucha paciencia su pecado. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apun-
a los que eran objeto de reprobación, ya pronto para des ta el delito. ¿Quiénes m ás felices que aquellos cuyos peca -
truirlos?” Vasos de ira son todos los réprobos. Verdadera- dos les son absueltos y no imputados? Qué bondad tan gran-
mente, vasos de ira , aptos para destruirlos, preparados, - de, Se ñ or, reservas para tus fieles, de los cuales aceptas los
efecto, para la condenació n por la corrupción del pecado
en bienes, disimulas los males y, aun más, los males ceden en
original. Podrían ser condenados justamente en aquel ins su bien. Por esto creo lo que dijo san Juan : “Todo el que
tante. ¿Por qu é, pues, no perecieron entonces? Porque Dios- nace de Dios no peca.” Y poco después: “Y no puede pecar,
los sufre con mucha paciencia. ¿Por qu é utilidad ? para porque está en él la semilla de Dios.” ¿Quién es el hombre
manifestar las riquezas de su gloria en vasos de misericor que puede decir que ha nacido de Dios? Si se trata de la
dia , esto es , en los elegidos. Pie aquí por qué son creados- espiritual regeneració n, por la cual el hombre nace del agua
los r é probos, por qué son tolerados, por qué prosperan, p0r y del Espíritu Santo, responderás que no sólo los elegidos,
qué les permite enriquecerse y vengarse, por qué algunas sino tambié n los réprobos, nacen de Dios del mismo modo.
veces comienzan el bien y no perseveran, por qué está n ¿Por qu é, pues, no pueden pecar? Aquí quizás está latente
mezclados con los buenos y no permanecen con ellos, para la gran bondad que Dios reserva para sus fieles. Hagamos,
manifestar , en efecto, Dios las riquezas de su gloria en vasos por tanto, cuanto podamos para que la perfecta caridad
de misericordia . Infelicísimos los que ni nacen para sí, ni arroje fuera todo temor y entonces, quizá, se nos revelará.
viven para s í, ni son para sí, ni mueren para s í; sino que Pensemos tambié n en la pará bola del trigo y la ciza ña, y a
todo lo que son, lo que hacen , todo lo que de ellos se hace los que el Señor llama hijos del reino y sembrados por Él
todo se les convierte en mal, lo mismo que a otros se les mismo, entiende como nacidos de Él; de los cuales se dice
convierte en bien. que no pueden pecar, porque todo lo que hacen, con la
JUAN. El temor y el temblor cayeron sobre m í, y me cubrie- ayuda de Dios, se les convierte en bien, y no pueden perecer.
ron las tinieblas, ignorando si soy digno de amor o de odio.
ELREDO . — Con razó n tiemblas, pues dice san Pablo: “Castigo

JUAN. Me satisface esto que dices. Mas, como ya hemos
hablado bastante de las penas purgatorias, veamos ahora
mi cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea que, predican - T las diversas consolaciones de que gozará n los santos después
do a los demá s, yo mismo me encuentre réprobo.” Y de de la muerte.
— —
nuevo : “ No quieras dijo saber altamente , sino teme. 29 / Sal. 54,6. Ecl. 9,1. 1 Cor. 9,27. Rm. 11,20-21. Gn. 28,17. . 14,31.
30 2 Tim . 2,19. Ef. 1,4. Sal. 31,1-2. Sal. 30,20. Sab. 11,24. Jn.Jn3,9. Sal .
28 Mt. 25,41. Rm. 9,22-23. Rm . 8, 28.
30,20. 1 Jn. 4,18. Mt. 13,24 ss.
270 SOBRE EL
t 271
ALMA LIBRO TERCERO


42. ELREDO. San Gregorio, al preguntarle Pedro si las almas
de los santos pueden ser recibidas en el cielo antes de la
resurrección de la carne, le respondió así: “Esto no lo pode-
i
JUAN. — Pero san Gregorio dice que las almas de ciertos
justos son recibidas al momento en el cielo, después de la
muerte. s 2
mos afirmar ni negar de todos los justos, pues hay almas de
ciertos santos que permanecen todavía en algunas mansio-
44. ELREDO. —
Es cierto. Mas de los perfectos, como a ú n no
hemos dicho nada, después lo veremos.
nes lejos del reino celeste.” Estas mansiones se describen así
en la predioha visión. “Eran amenos y verdes prados, luga -
res adornados con flores aromá ticas, en los que se veían ~ ~
ELREDO.
——
JUAN. Esto me resulta muy agradable .
Te acordarás de que disputábamos contra los que
sienten malamente y pretenden anular la utilidad de orar
grupos de hombres vestidos de blanco, y exist ía tal olor de y suplicar a los santos, diciendo que los santos que reinan,
suavidad en aquel lugar, que su misma fragancia saciaba como no saben nada, ni se cuidan de nosotros, ni atienden
a los que allí vivían y ambulaban. La mansión de cada uno a nuestras oraciones, ni, por lo tanto, oyen o escuchan. Para

--
se hallaba inundada de luz magna.”
. —
JUAN Aquel ameno lugar o mansiones, aquel olor o flores,
¿cómo eran? Pues de ningú n modo creería que eran corpó-
reos. 31
esto, en efecto, anima en gran manera lo que dice san Agus
tín hablando de la naturaleza humana, “que, libre del cuer
po, ignora las cosas que nos ocurren”. Y esto, ciertamente,
no dudes de que lo dijo según la fuerza que el alma tiene por

43. ELREDO. Ciertamente. Mas el dedo de Lázaro o el seno
de Abraham eran del todo incorpóreos y, con todo, en se-
mejanza corporal.
lrJ
su propia naturaleza , no segú n aquello que puede por gra-
cia. Pues por muchas almas que han venido aqu í y por
los á ngeles que discurren entre ellos y nosotros, pueden

JUAN. ¿Qué piensas? ¿Se dan otros géneros de consolacio-
nes que llevan semejanza corporal?
saber muchas cosas de las que aquí se hacen; con todo, no
otras que las que se les permite conocer por la providencia
ELREDO.

En cuanto yo juzgo, hay muchas. Cuando Cristo
regala consolaciones a los que viven justa y piadosamente,
I
de Dios. No dudes de cuanto decimos de las almas menos
perfectas. 33

aunque no perfectamente vivan, juzgo que a los que están


libres de toda mancha corporal les dará mucho más copio-
45. JUAN. — ¿Qué dices? ¿Qué alma más perfecta que la de
Abraham, que, dice san Agustín refiriéndose a Lázaro, pudo
samente, ya en el gusto espiritual de la dulzura, ya en colo- conocer su pobreza y la abundancia del rico el deseo del
%

quios con los espíritus angélicos, ya en la revelación de justo y su desprecio?


secretos, ya en la infusión de la gracia, ya en otras cosas ELREDO. NO recuerdas que los santos son retenidos en luga-
semejantes; todo lo cual me entenderá mejor el hombre res, a ú n entonces infernales, pero apartados de toda pena y
espiritual. Tal vez aquellos que usan bien y sabiamente de
las cosas corporales sean consolados con imá genes corpóreas,
compa ñía de los malos. Aun les faltó mucho para la perfec
ció n; se les prohibía la entrada en el reino de los cielos y
-
llenas de toda dulzura y suavidad . En verdad , aquellos que se les negaba aquella visión de Dios que constituye la suma
se apartan en cuanto pueden de las corporales, preocupán- bienaventuranza de los santos.
dose de las espirituales y llenando su alma de sentimientos
celestiales, merecen ser consolados más abundantemente con
las espirituales. A cada uno se le da esta gracia segú n la t

JUAN. Es verdad . Mas prosigue en aquellas cosas que
menzaste acerca de la salida de las almas perfectas. 34
co-

medida del don de Cristo. Lo cual diría no afirmando, sino 32 Ibíd .


opinando. 33 San Agustín, De cura pro mortuis gerenda, c. 14,18 ( PL 40, 605 ) .
Ibíd ., c. 16.19 ( PL 40, 606 ) .
34 San Agustín, De la Ciudad de Dios, 1. XX, c. 15 ( BAC, t. XVII,
31 San Gregorio Magno, Diálogos, IV, 26 ( ed . Moricca , pá g. 236 ) . pág. 561 ) .
272 SOBRE EL ALMA
LIBRO TERCERO 273
46. ELREDO.

Dijimos que ciertas almas, luego de salir del
cuerpo, se ven a sí mismas en la imagen de su cuerpo y que,
en lugares imaginarios, son consoladas o castigadas. Pero
to cuando es encontrado preparado del todo para aquella
mansión a la que ha sido predestinado. De aqu í que el Señ or
diga : “Voy a prepararos un lugar”, que no es otra cosa ,
el alma perfecta, a la que no le falta nada para la perfec-
sión, como el alma del m á rtir, dejada la carga del cuerpo y
como dice san Agustín, sino preparar mansiones a los mora -
í uego fuera de todo cuerpo, y tal vez de toda forma y seme
dores. Todos, pues, serán iguales con la misma eternidad ,
janza corpórea, se encuentra en el mismo Creador y no
- desiguales por sus mansiones; mas todos iguales en la felici-
dad , en cuanto existe en ellos una misma caridad operante
necesita el auxilio de criatura alguna para ser transladada y cada uno será de todos y todos será n para cada uno. En -
de occidente a oriente o de la tierra al cielo, pues, donde- tonces existir á esta perfección, cuando lo corruptible se vista
quiera que esté, estará sin duda ninguna en Él, que llena
la tierra y el cielo con su visión luminosa, con su grato de incorrupció n y lo mortal de inmortalidad . . . 36
amor, con su eternidad feliz. 48. . . . Ahora, mientras tanto, o los vivos son probados en
esta vida, o los muertos son purgados de los afectos de los

JUAN. ¿Acaso algunas almas son más perfectas que otras,
o todas serán iguales por una perfecció n? vicios contraídos, o los a ú n menos perfectos son consolados,
esperando la redención de su cuerpo en sus diversas man-

ELREDO. ¿Por qu é juzgaste oportuno preguntar esto, cuando
dice el Señor : “En la casa de mi Padre hay muchas mansio- siones. Éstos necesitan de nuestro auxilio, mientras por el
nes”, distinguiendo entre los mismos perfectos diversidad de
beneficio de las oraciones, por el sacrat ísimo sacrificio del
altar o por la largueza de las limosnas y el canto de los
grados?

JUAN. ¿Cómo puede ser perfecto, cuando consta que hay otro
más perfecto? Por consiguiente, no puede ser perfecto aquel
a quien, se conoce, le falta algo para la perfección. Pues
salmos se aumenta la gloria o se disminuye la pena. Por ello,
los que son perfectos en todo, según el estado de las almas,
después de esta vida no sólo no necesitan de nosotros, sino
m ás bien nos ayudan grandemente.
falta a uno todo lo que el otro tiene más que él. 35

47. ELREDO. Sabes que entre los santos hay distinción de JUAN. A esto se oponen aquellos de los que hemos hablado
poco antes, diciendo : “¿Cómo pueden prestarnos auxilio,
méritos; y así también las hay de premios, seg ú n aquello
que hemos puesto antes: “En la casa de mi Padre hay cuando no pueden ver ni oír y ni siquiera saber lo que se
muchas mansiones.” Es, por tanto, como una mansión la hace con nosotros?» 3:
49. ELREDO. Que se acerquen los hombres de mente corrom-
felicidad de los á ngeles y otra la dignidad arcangélica. Esto pida, reprobados en la fe, ignorantes de las cosas que afir -
se ha de juzgar de los tronos, dominaciones, principados,
potestades, virtudes, querubines y serafines. Estas son aque- man. No negará n que las almas de los santos al instante de
llas mansiones de las cuales cayó aquella miserable multi- la muerte son recibidas en los cielos y gozan de la visión
tud , que no guard ó su principado y, por lo mismo, perdió de Dios. Si lo negasen, que los aplaste aquella piedra arroja-
su domicilio. La divina piedad se propuso instaurar esta da desde el monte sin concurso de manos, cuya voz es:
“Dondequiera que está el cuerpo, allí se reunirá n las águi-
ruina, tanto más maravillosa cuanto m ás poderosa. Qué
cosa más poderosa que introducir la carne allí, donde cayó las.” No negar ás que Pedro está con Cristo, ni juzgar ás que
el espíritu y que, cayendo los á ngeles en los infiernos, los fue negado a Pablo lo que sabemos que tanto anhelaba:
f “Ser disuelto y estar con Cristo.” Nadie vaya a creer que
hombres entraran en el cielo. Pues tiene cada mansi•ón sus/

propias perfecciones. Cada uno, por tanto, se llama perfec-


de tal manera están con Cristo que no gozan de su visión
36 Jud. 1,6. Jn. 14,2. San Agustín, Tratados sobre el evangelio de San
35 Jer . 22,24. Jn. 14, 2. Juan, 68, 1 ( BAC, t . XIV, pá g. 371 ) . 1 Cor . 15,53.
37 Rrn , 8,23.
274 SOBRE EL ALMA LIBRO TERCERO 275

cuando la contemplación de su dulcísimo rostro es la suma luz de los secretos celestiales, de forma que en ella todo el
felicidad de los santos. Y ahora oigamos a san Gregorio, mundo sea visto tan pequeño que pareciera reconcentrado
que, preguntado por Pedro cómo san Benito pudo en un bajo un solo rayo de sol, ¿qué será y qué podrá estar oculto
solo rayo de sol contemplar todo el mundo, respondió: a los santos, que gozan de aquella inmensidad de la divina
“Fí jate bien, Pedro; para el alma que ve al Creador, es pe
queña toda criatura. Puesto que, por min úscula que sea la
- l u z? . . .
51. . . . Por tanto, nos ven en aquello en que vivimos, nos mo-
porción de luz que percibió del Creador, se le vuelve insig- vemos y somos; allí nos oyen, allí atienden a lo que desea-
nificante todo lo creado; ya que por la misma luz de esta mos, allí miran lo que necesitamos, y no faltan tampoco allí
visión interior se ensancha el horizonte del alma y se dilata donde los á ngeles presentan al Señor nuestras preces. Por
de tal manera en Dios, que se hace superior al mundo.” consiguiente, honremos a los santos con la devoción que po-
Y un poco más abajo: “¿Cómo puede causar maravilla que damos, y alabemos, glorifiquemos y contemplemos en lo
viera el mundo recogido ante sí, el que, elevado en la luz posible su felicidad ; imitemos sus costumbres, deseemos su
de la mente, qued ó fuera del mundo?” Y para que no compa ñía , pues a ellos les ha sido dado nuestro cuidado y
piense alguno que no fue el mundo, sino cierta imagen del con tanta devoción oran por nosotros, cuanto saben que no
mundo, como si mirase la rápida pintura de una gran ciu - pueden consumarse sin nosotros. 39
dad , el varón sapient ísimo, excluyendo este error, a ñadió:
“Al decir que el mundo qued ó recogido ante sus ojos, no quie- Pondré fin aqu í a mi obra
re decirse que el cíalo y la tierra se vieran como reducidos, al sentir que se me arrebata la vida;
sino que, dilatado el espíritu del vidente, arrobado en Dios, mi unión dispone la muerte
pudo ver sin dificultad todo lo que estaba por debajo de con la milicia celestial . °
Dios.. ” 38

50. . . . Ves qué magníficamente el varón prudente convenció


de error a aquellos charlatanes que deliran, diciendo que AQUI ACABA EL SANTO DIALOGO QUE EL ABAD ELREDO DE
RIEVAL SOSTUVO CON SU DISCIPULO JUAN .
los santos eme reinan con Cristo no oyen a los que oran ni
nos pueden proporcionar ning ú n alivio. En primer lugar,
Gregorio cuenta que el santo, rodeado de miembros mori-
bundos, había visto en un solo rayo de sol todo el mundo
reunido. Al examinar la razón de esto, afirma que se ha
de ver aquí la fuerza del Creador, por lo mismo que, con-
templando al Creador, la Creación aparece exigua. De esto
mismo, mirándolo más plenamente y probá ndolo con mayor
extensión, dice que se hace m ás reducido todo lo creado
para aquel que ve un poco con la luz de Cristo, lo cual es
39 Hech. 17,28.
verdadero. Por consiguiente, si es posible al hombre, al que San Bernardo, Sermón en la Vigilia de Navidad , s . II, 5 ( BAC, t. I ,
aun grava la enfermedad de la carne, ser invadido con tanta pág. 236 ) .
° Estos versos pertenecen al original latino y anuncian paté ticamente la
38 1 Tim. 1,7. Dn. 2,34. proximidad de la extinci ón de Elredo, que, como sabemos, se cumplió
Le. 17,37. poco despu és de concluida la presente obra . Se duda de la autor ía
Flp. 1, 23. de la breve estrofa, que algunos atribuyen al mismo san Elredo y
San Gregorio Magno, Diálogos, II, 35 ( ed. Moricca, pág. 130 ) . i otros a su amanuense y biógrafo ( y editor primero ) , Walter Daniel .
( N . del £ . ) .
Oración Pastoral
Introducci ó n y ñ olas de Eduardo Ü owland , o.c.s.o. Traducció n
a cargo de Mar ía Rosa Su á rez, o.s. b.
i

¡
INTRODUCCION

ón es diálogo
L Agantes oraci
Cristo. Supone
un el hombre y Dios por
y recíproca
mutua
entre

in
los dialo-
presencia en
. Su contenido adopta éditas formas seg ú la n
infinita actividad del Espíritu y la irrepetible respuesta del
corazón orante. Este amor, hecho tal vez palabra, descubre,
todo entero, el ser del hombre: allí está su grandeza y su mi
seria , sus anhelos y su realidad presente nacida del pasado.
-
Esta realidad es la que nos trae la Oración Pastoral de
Elred o. Ella es el testimonio parcial de aquel diálogo incesan-

te que el Espíritu Santo sustentó en su corazón de monje y


de pastor. Si bien la personalidad de su autor nos ha quedado
bien caracterizada en sus obras y en la biograf ía que sobre su
abad escribió Walter Daniel \ esta bella oración medieval nos
descubre lo que fue el alma del santo, su celo por las almas y
los ideales que lo animaron. Frecuentemente usada por él y
luego propuesta como modelo a otros pastores a, creemos que,
1 Daniel, W. The Life of Ailred of Rievaulx , ed. Powicke, Oxford
University Press ( 1951 ) .
2 Cfr. en el texto las adiciones que bajo su t ítulo a ñadieron los copistas
entre los siglos XIII-XV; ídem , notas 1 y 2 del texto, pá g. 287.
280 ORACIÓ N PASTORAL INTRODUCCIÓN 281

además de ser un "momento” en la vida de Elredo, fue la 3, Las f uentes


expresión de un ideal o programa abacial .
Como es habitual en el santo, tres fuentes provienen del
medio monástico en que vive: la Escritura, la liturgia y la
Regla de san Benito. Pero Elredo es ferviente lector de san
1. La fecha Agustín y buen discípulo de san Bernardo; así las Confesiones
Desconocemos cuá ndo fue compuesta3. Powicke descubre eri —
¿el obispo de Hipona y algunas ideas hasta expresiones
¿el abad de Claraval sirven para expresar su diálogo con Dios,

ella un Elredo “sensible y disciplinado” , lo que hace suponer pom Wilmart ha señalado tambié n la influencia de Juan de
una considerable madurez espiritual
. en. el autor. El texto nos
Eécamp y san Anselmo . Finalmente el mismo Elredo es fuen-
fi

revela también solido experiencia en la dirección espiritual te de la Oraci ón Pastoral; como lo confirma8 textualmente Dom
de sus hermanos y en el desempeño del cargo abacial. Por
Hoste, o.s.b. , y la afirmación de Talbot , la repetición de
7

otra parte, seg ú n costumbre del abad , encontramos repetición


de expresiones de otras obras suyas, como aquellas primeras ideas e incluso de frases es un fenómeno habitual en los es-
palabras del sermón del d ía de Pentecostés en que Elredo, critos de Elredo . Hoste ha señalado que esta obra “sería una
dejando su celda de la enfermería de Rieval, va a predicar suerte de síntesis de la vida espiritual de Elredo, el hilo de
oro que atraviesa su vida entretejida de amor y preocupación
a sus hermanos el serm ó n de la fiesta, y aquellas otras que por sus hermanos” ella sintetiza y comprende el mensaje
encontramos en el n. 7 de la obra que nos ocupa, por las que fue la vida de su autor.
cuales se consagra todo entero al servicio de los hermanos . 4

Estos indicios nos mueven a pensar que habría que fechar la


Oración Pastoral entre los años 1157-1167, período en que el
autor vivió en la enfermería de la abad ía . 4. La forma
Se trata de una oración en la que se nos entrega el diálogo
de uno de los participantes. Hoste la ha incluido junto a una se-
2. El texto rie de oraciones dirigidas a Jes ús en tanto que Buen Pastor, por
ejemplo, la de aba Pacomio, Ambrosio Autperto, san Anselmo ,
Un solo manuscrito nos ha llegado, el Jesús College a Cam- etc., las cuales constituirían un “género literario” abacial .
10

bridge , nQ 34 fo. 97r-97r, proveniente de Rieval y escrito por Sustancialmente es una “oración de petición” que adopta dos
distintas manos en el siglo XIII. Gracias al descubrimiento, formas principales: la “sú plica ” por el orante mismo ( 1-7 ) y
atribución y publicación de Dom André Wilmart, o.c.s.o. en la “intercesión” por sus hermanos ( 8-10 ) . Ambos movimientos
1925 B, la herencia literaria de Elredo se nos ha visto enrique- abren el corazón de Elredo al T ú de Dios. Esta apertura des-
cida modernamente. Esta obra habría quedado como un re- cubre la necesidad del abad ante el poder y voluntad de
cuerdo de familia en Rieval y sus casas hijas.
6 Wilmart, art. cit., pág. 266.
7 Hoste, A., La Priére Pastorale, Introducción, SC 76, pág. 175-178,
donde el lector podrá ampliar la información sobre las fuentes.
8 Talbot, C. H., Sermones inediti B . Aelredi Abbatis Rievallensis,
3 Daniel, W., o. cit., pág. LXVII. Romae ( 1952 ) , pá g. 9.
4 SOner. XVI, PC 5, pág. 223. 9 Hoste, o. cit., pág. 177.
5 Wilmart, A., “1/Oraison Pastorale de l’Abbé Aelred ” en Revue B é - -
10 Hoste, o. cit., pá gs. 178 179.
nédictine, XXXVII ( 1925 ) , pá gs. 263-276.
282 ORACIÓN PASTORAL INTRODUCCIÓN
283
ayuda divina; la sumisión y el reconocimiento de la divinidad ® Oración por si mismo: es el desarrollo
que implican es el mejor homenaje que puede rendir el hijo más extenso y
complejo. Esta compuesto sobre cuatro temas principales que
al Padre. sucesivamente se desarrollan: la indignidad del pastor ( 2 ) la
Si bien la oración se inicia con un clamor de angustia (1) , elección divina de Elredo como abad ( 3 ) , el deber de orar ’
no es este el tono de la misma. A los vivos sentimientos de por los hermanos ( 5 ) y lo que podríamos llamar la oración

indignidad del comienzo ( 2-3) que en parte corresponden por sí mismo propiamente dicha ( 5-7 ) .

a este “género abacial" le sucede y predomina una serena
confianza subyacente en el resto del desarrollo. La acción de
Si bien los tres primeros temas son característicos de estas
oraciones abaciales , la expresión literaria revela los senti-
gracias y la esperanza matizan, aqu í y allá, esta elevació n del mientos, ideas y actitudes del autor, quien emplea estas “for-
alma a Dios; es que su autor “sabe” ( sabiduría ) de la miseri- mas literarias , para revelarnos su oración. En el primer tema,
cordia divina tantas veces experimentada. . . Elredo manifiesta el pesar por sus pecados y falta de contri-
Su estilo es sencillo y posee unción religiosa . Las ideas está n ción ( 2 ) ; en el segundo expone su indignidad personal para

bien trabadas y se suceden lógicamente; por momentos n ú me- ser pastor de este Israel ( Comunidad monástica ) a quien Dios

ros 5 y 7 puede llegar a ser esquem á tico, pero esto ahonda
y especifica el movimiento religioso. A diferencia de otras
amó tanto liberá ndola de Egipto; el misterio de su elección se
resuelve parcialmente sobre la idea paulina seg ú n la cual en
obras de Elredo, ésta goza de una extraordinaria ausencia de la debilidad del hombre brilla el poder de Dios ( 3) ; “donde
im ágenes; no es que no las haya, pero ni son tantas ni pre-
dominan en el escrito; esto le confiere serenidad. En conjunto,
la expresión literaria nos transmite y aproxima la singular
— —
callan los méritos dice Elredo , clama el deber”; por tanto
se deja el misterio de la elecci ón divina y se pasa a orar por
los hermanos, pero, seg ú n Heb. 5, 3, hay que orar antes por
calidez humana y religiosa de su autor; percibimos en acto sí mismo ( 4 ) .
la fuerza del doble mandamiento del amor y esto nos lleva La oració n por s í mismo propiamente dicha comprende:
a rezar. a ) Una sincera presentación de faltas ante Dios para que
-
las perdone y cure ( 5 ) interesante es que esto sea en virtud

5. El desarrollo
del nombre y humanidad de Cristo .

b ) Dos pedidos de la gracia del Espíritu Santo: uno para
aumentar las virtudes teologales y monásticas obsérvese el

Sigue un esquema compuesto por cuatro partes principales,
que enumeramos y puntualizamos brevemente:
y conducir sus trabajos ( 5 ) . —
pedido de la virtud de la “delicadeza” , y otro para animar

c ) Pero, a ejemplo de Salom ón, implora por el don de


la
Introducción: n. 1 Sabiduría para saber gobernar ( = servir ) y no dominar; es
Oració n por sí mismo: nos. 2-7 un bello pasaje que prepara el siguiente clímax de esta ora-
Oración por los hermanos: nos. 8 - 9 ción ( 6 ) .
Conclusión: n . 10 d ) Consagración de todo su ser al servicio de los hermanos,
cumbre del amor fraterno y plena revelación de la personali-
® Introducción: la Oració n se inicia invocando y contra- dad de Elredo ( 7 ) .
poniendo la figura de Jesús Buen Pastor y la de Elredo pastor e ) Pedido de ser instruido por
indigno. La petición por sí mismo y los hermanos a su cargo
Jesús; se lo describe siguien-
do cuatro líneas principales de servicio
nales, servicio de la palabra, edificación por el ejemplo e inter-
: relaciones interperso
son su objeto (1) .
-
284 ORACIÓN PASTORAL

cesió n por la oración; obsé rvese su preocupación por la sin


gularidad personal de cada monje ( 7 ) . - I
Comienza
• Oración por los Hermanos : se articula en torno a cuatro
momentos:
la Oración Pastoral.
a ) Un expresivo pasaje elrediano, paralelo a la consagración
del n. 7 en que el autor dice cómo es él para con los herma-
nos ( 8 ) .
b ) Pedido de protección y asistencia _ del Espíritu, en el
que se describe la acción del Espíritu Santo en la comunidad
y los hermanos ( 8 ) .
c ) Y un último pedido de los bienes materiales y la virtud
de la “discreció n” para hacer uso y gobierno de ellos ( 9 ) .
• Conclusión: la Oración termina con una ofrenda de los
hermanos a Dios para que sean protegidos y no arrebatados
de las manos de su abad , y alcancen vida eterna ( 10 ) .

En suma, un bello ejemplo de la piedad medieval en el que el


amor a Dios y a los hermanos es la esencia de un servicio que
significa presencia entre los hombres de quien dijo de sí :
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” **
EDUARDO GOWLAND, o . c.s.o .

í
r

Sí ORACION DEL VENERABLE ELREDO, ABAD DE


RIEVAL PROPIA DE LOS SUPERIORES Y
ESPECIALMENTE DE LOS ABADES. 1

COMPUESTA Y USADA A MENUDO POR EL .

LLAMADO AL BUEN PASTOR

i Jesús, buen pastor , pastor bueno, pastor clemente,


3

pastor lleno de ternura, / a ti clama un pastor pobre y


miserable, un pastor d é bil, ignorante e in útil, pero, de
todos modos, pastor de tus ovejas \ / A ti, digo, oh buen
pastor, clama este pastor que no es bueno; / a ti clama, an -
gustiado pQr
5
mismo, angustiado por sus ovejas.

ACTO DE CONTRICION
2. Cuando recuerdo en la amargura de mi alma , mis a ñ os
pasados °, / me ]}eno de temor y me estremezco al solo nombre
de pastor : / ciertamente sería una insensatez si no me sintiera
totalmente indigno de él.
1 Adición que data del siglo XIII.
2 Adición posterior ( siglos XIV-XV ) .
3 Cf. Jn. 10,11 14
4 Cf . Jn. 21,17.-
5 Cf . Sal. 101, 1-2
6 Cf . Is. 38,15; Hebr . 10,32.
288 ORACION PASTORAL
'

ORACI Ó N' PASTORAL 289


Pero tu santa misericordia está sobre m í para arrancar mi
alma miserable de las profundidas del abismo , / t ú que tie-
7
1
las ovejas de tu reba ño! 13 / A m í, que tengo tan poco cuidado
nes misericordia del que quieres y la concedes a quien te de m í mismo, me mandas cuidar de ellos; / a m í, que no al-
agrada , / y de tal modo perdonas los pecados que no castigas
8
canzo a orar por mis propios pecados, me mandas orar por
por venganza / ni llenas de confusió n con tus reprensiones, ellos; / a mí, que apenas me he instruido a m í mismo, me
ni amas menos a los que amonestas: / sin embargo permanez
/ mandas que les enseñe a ellos. / Desdichado de mí, ¿qué he
co confundido y conturbado, pues, si bien recuerdo tu bondad ,
- hecho, qu é he emprendido, en qu é he consentido? / Pero
no puedo olvidar mis ingratitudes. / Aqu í est á , aqu í est á en
tu
sobre todo t ú, Señ or, ¿qué has dejado que hagan de este mise
rable? / Pero dime, dulce Se ñ or , ¿no es esta tu familia 13, tu
-
presencia la confesión de mi corazón, / la confesión de mis
innumerables cr í menes, de cuyo dominio tu misericordia quiso pueblo elegido M, / que por segunda vez hiciste salir de Egip-
liberar a mi pobre alma. / Por todo esto, mis entrañas te 9
to lfi, / que creaste y redimiste? / Luego los reuniste de todas
dan gracias y te alaban con todas sus fuerzas . las naciones18 / y los hiciste habitar unidos fraternalmente en
Pero no soy menos deudor tuyo por todos aquellos males esta casa I 7. / ¿Por qué entonces, oh fuente de misericordia,
que no hice, / porque, ciertamente, el mal que no hice no lo siendo lo que son , tan caros para ti, / has querido encomen-
hice porque t ú me conducías, quitándome el poder de reali dármelos a m í, que soy tan despreciable a tus ojos?
zarlo, o rectificando mi voluntad, o d á ndome la fuerza de- ¿Acaso lo hiciste para consentir a mis inclinaciones y entre-
resistir. ;
garme a mis deseos 1 ’ y poder acusarme mejor , condenarme
Mas, ¿qué haré Señor Dios m ío, / por todo aquello con lo más severamente y castigarme no sólo por mis pecados, sino
que por tu justo juicio toleras todavía que tu servidor, el hijo de
tu sierva , sea atormentado y abatido?
10
tambié n por los de los dem ás? 10 / Pero ¿valía la pena oh

piadosísimo que, para tener un motivo m ás evidente para

Innumerables son las razones, Señ or, por las que mi alma castigar con mayor severidad a un pecador, expusieras tantas
pecadora se inquieta ante tu mirada / y, no obstante eso, y tales almas? / En efecto, ¿hay un peligro mayor para los
contrición y mi vigilancia están muy lejos de ser las que ser
í
mi
an
s ú bditos que un superior necio y pecador? ¿O bien y esto
me parece más digno de tu gran bondad y lo experimento

necesarias o las que mi voluntad desear ía .

dulcemente pusiste al frente de tu familia 20 un hombre tal
para que tu misericordia se haga manifiesta y evidente tu sa -
biduría ? 21 / ¿Tuviste a bien gobernar a tu familia por un hom -
EXAMEN SOBRE EL CARGO DE ABAD bre tal, que nada procediera de él, sino de la grandeza de tu
poder , / para que el sabio no se glor íe de su sabiduría ni el
22

3. Te confieso, Jesús m ío, salvador mío, esperanza 12 Cf . Sal. 73,1; 78,13.


mía,
consuelo m ío; / te confieso, Dios m ío, que no estoy tan contri- 13 Cf . Mt. 24,45.
to y lleno de temor como debería por el pasado, 14 Cf . Dt. 7,6, etc.
/ ni me 15 Cf. Sal. 80,11, etc. La entrada a la vida monástica es comparada a
preocupo por el presente como convendría. / ¡Y t ú, dulce
Señor, has establecido a este hombre sobre tu familia ll, sobre un segundo éxodo. Elredo desarrolla este tema en la Homilí a en
la fiesta de san Benito, PC 5, pá gs. 109-128.
7 Cf . Sal. 85,13.
16 Cf . Sal. 106,2 3.
17 Cf .
-
Sal. 67,7 ( Vulgata ) .
8 Cf . £x. 33,19. 18 Cf . Rom. 1,24.
9 Cf. Jer. 31,20, etc . 19 Cf . Sal. 18,14.
10 Cf . Sal. 115,16, etc. 20 Cf . Mt. 24,45.
11 Cf . Mt. 24, 45. 21 Cf . Sal. 105,8.
22 Cf . 2 Cor. 4,7.
/
290
ORACIÓN PASTORAL ORACIóN
PASTORAL
fuerte de su fortaleza , / porque cuando gobiernan
2S
291
tu pueblo, eres t ú, en realidad , el que gobierna bien a t ú que
? / Entonces que yo escrutas rni

°“ «^
,
no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu quiera 7 °razón " no hay nada en mi alma
° °^aun
gloria \
2 nombre da la uQ1 o

^
tus
^ ada."
J S> cuando fuera posible
ti ” IV0 grará n/ * ® aqueIIos

° cft*? ? rSt^
j

castilla H
"
ocnl fiuc desean esconderse de
ro ® P < r
• *
- « Wd 5 .e ser sanados, será n
Piedad, oh 1SenC dulce Señor, mírame. / Yo espe-
INTRODUCCION DE LA ORACION POR SI MISMO
Y POR SUS SUBDITOS
rapr
para correg ° miras
í,. /
0r
J
pam curar, < 1OS ÍSÍni 0 7 P°rque como médico
)

/ como maestro lleno de bondad


4. Cualquiera que haya sido tu intenci
dejar que me pusieran en este cargo a mí, ón al ponerme o
/ indigno y peca-
pnE
cordin
°messeric rdia
°7
.
que te n adr lnrdulgente Para Peonar.
OTnP? \ °’ f 0h fuente de piedad, / confiando
*

feTrtud
^ Tl
que 7 en tu omnipotencia miseri -
de tu sÍ .n Í de tu nombre suavísimo / y por
dor, / mientras toleras que los presida, me mandas d
el misteno
m st
ellos y orar por ellos con dedicación. / Entonces, Señorcuidar de
sanes las enfer T1 3 humanidad , perdones
postro en oración ante tu rostro apoyado , no me
^ * / mis pecados y
en tu gran misericordia 25; / de modo que en mis m é ritos, sino
f la virtud y la t? P alma, acordándote de tu bon-
méritos, clama el deber.
Que tus ojos estén sobre mí y tus oídos
ción 20. / Pero como la ley prescribe que
te es orar primero por sí mismo y luego
donde callan
escuchen mi ora-
el deber del sacerdo-
por el pueblo 27, / yo inmolo a tu majestad ofrecer el sacrificio
los
Lr nnm
P i a Pesuna
.
-
vidad y C0rrCo«
as
aS
^dianr^
Pasionesn
costi
“gratitud
,
. / Y que tu dulce
cesanas Para luchar contragracia
t davia asaltan mi
? alma
los
me dé
vicios
, / ya sea
inveterada, / ya por mis infinitas
73 °r a debilidad de mi naturaleza
/

ficio de oración / en primer lugar por miseste humilde sacri - malignos, / a °


]
• ,
finP¿
nipidaa n Por la tentació
° ? n oculta de los espíritus
propios pecados. erp que no

H 0S ° mortal / 1 CS
. ? n annas
, consienta
í
en ellas, / ni reinen en
eiltregue mis miembros para con-
mente mis dp . .
debilidad d ^", / hasta que cures perfecta-
3

ORACION POR SI MISMO ! BáS °ñd ~ ades ’ C 1CatT Í ces mis


heridas / y corrijas
í
5. Estas son, Señor, las heridas de mi alma. , 7 Y se °razóo tu Espíritu de bondad y de dulzu.-
toda’ mancha preDa 6 alh una morada
/ Tu mirada M
viva y eficaz todo lo ve 29 / y alcanza hasta
2

mío, / ves las huellas de mis pecados


la
alma y del espíritu \. / Tú ves, ciertamente, en mi divisi,ón del
alma Señor
pasados, y los peligros
un aumento
ción, de
de

carne y del espíritu ”, ., / eorific
fIa
piedad v da j esperanza y de caridad , / de compun-
e su bendici
^
ándolo de
infundi éndole
presentes y también las causas y las
Ves todo esto, Señor, y yo deseo queocasiones de los futuros. /
lo veas. / Sabes también, 0s
e cadeza .
^
con styjgder lón el taego de las / Que Él extinga con el rocío
concupiscencias / y destruya
f v1?;. me conceda f vilnieníos impuros y los afectos. carnales. /
23 Cf . Jer 9,22.
24 Cf. Sal. 113 B, 1.
Vigilias, en Jas t
para que te 1 en ias
y discreción en los trabajos
,

enc ías
,

_s
ame / te a a e> ‘// yrevoluntad generosa y^ eficaz
25 Cf . Dan. 9,18.
26 Cf . Sal. 33,16.
27 Cf . Lev. 9,7; Hebr. 5,3.
28 Cf . Eclo. 23,27 ( Vulgata ) .
29 Elredo aplica a la mirada de Dios
30 Cf . iwT OA
31 Cf . is. 29 i 12
32
33
Cf .
Cf .
Rom Í
?
*

Sal . 142 m13



9

^ ^^
’ ° y medite, / obre y piense
lo que Hebr. 4,12 dice de su '
Palabra . 34
35
Cf .
Cf . 2 Cor ’7,

Sal. 32 14 °
; Ec
'
> 24,27 ( Vulgata ) .
1.
292 ORACIÓ N PASTORAL ORACION PASTORAL 293

segú n tu deseo. / Y que persevere en todo esto hasta el fin garlo a su servicio. / Sobre todo, quiero consagrarme yo mis-
de mi vida. mo a ellos de corazó n. / ¡Que así sea, Señor mío, que así sea! /
Mis sentimientos y mis palabras, / mi reposo y mi trabajo, /
mis actos y mis pensamientos, / mis éxitos y mis fracasos, /
PIDE ESPECIALMENTE LA SABIDURIA mi vida y mi muerte, / mi salud y mi enfermedad , / absolu -
6. Todas estas cosas ciertamente me son necesarias a m í tamente todo lo que soy, / lo que vivo, / lo que siento, / lo
mismo, oh esperanza m ía. / Pero hay otras de las que tengo que comprendo, / que todo est é consagrado / y todo se entre-
necesidad no sólo para m í, / sino también para aquellos a gue al servicio de aquellos por quienes t ú mismo no has
quienes me mandas servir m ás bien que dominar so. / Uno de desdeñado entregarte.
los antiguos te pidió cierta vez que le concedieras sabiduría Enséñame, Se ñor, a mí, tu servidor : / enséñame, te ruego,
para saber gobernar a tu pueblo *\ / Era un rey y su pedido por tu Espí ritu Santo, / cómo consagrarme a ellos / y cómo
te agrad ó y escuchaste su voz, / y sin embargo todavía no entregarme a su servicio. / Concédeme, Señ or, por tu gracia
habías muerto en la cruz ni habías mostrado a tu pueblo esa inefable, soportar con paciencia sus debilidades, / compade-
admirable caridad. cerlos con bondad y ayudarlos con discreción. / Que aprenda,
en la escuela de tu Espí ritu, a consolar a los que está n tris-
He aqu í, dulce Señor, he aqu í en tu presencia tu pueblo tes, / a reconfortar a los pusilá nimes, / a levantar a los que
elegido, / que tiene ante sus ojos tu cruz y los signos de tu han ca ído, / a ser d é bil con los d é biles, / a abrasarme con los
pasió n. / Ya este pecador, tu siervo, le has encomendado que
que sufren escá ndalo , / a hacerme todo con todos para ganar
41

lo conduzca. / Dios m ío, t ú conoces mi ignorancia y no te


es desconocida mi debilidad 3\ / Por eso no te pido, dulce a todos . / Pon en mi boca una palabra verdadera, justa y
42

Señor, que me des oro, ni plata, ni piedras preciosas, / sino agradable, / para que sean edificados en la fe, esperanza y
la sabidur ía , para que sepa conducir a tu pueblo. / Envíala, caridad , / en la castidad y la humildad , / en la paciencia y la
obediencia, / en el fervor del espíritu y 43 la devoción del corazón .
oh fuente de sabiduría, desde el trono de tu grandeza, para Y ya que les diste este gu ía ciego , este doctor ignoran-
que esté conmigo, conmigo trabaje, conmigo obre ao; / que ella
hable en m í y disponga mis pensamientos, mis palabras y to-
das mis acciones y proyectos seg ú n tu beneplácito, / para ho- — —
te, este jefe insensato / al menos por ellos, si no lo haces
por m í , / enseña al que has establecido como doctor ,
nor de tu nombre, / para progreso de ellos / y para mi propia gu ía al que mandaste que guiara a otros, / gobierna al que
salvación. estableciste como jefe. / Enséñame, pues, dulce Señor, a co-
rregir a los inquietos, / a consolar a los pusilámines, / a
ayudar a los débiles \ / a cada uno segú n su naturaleza, su
4

PROTESTA DE ABNEGACION : PEDIDO DE ASISTENCIA conducta, sus inclinaciones, su capacidad o su simplicidad ; /


PARA EL BIEN DE TODOS según las circunstancias de lugar y tiempo, ay údame a adap-
tarme a cada uno , seg ú n te parezca conveniente. / Y ya
45

que por mi debilidad f ísica , o por la pusilanimidad de mi


40
7. Tú conoces mi corazón, Señor : todo lo que has dado a
tu servidor / quiero consagrarlo a ellos sin reservas y entre-
40

41 Cf . 2 Cor. 11,29.
36 Cf . Regla de san Benito 64,8. 42 Cf . 1 Cor. 9, 19*22.
37 Cf . 2 Cr ón. 1,10. 43 Cf . Mt. 15,14.
38 Cf . Sal. 68,6. 44 Cf . 1 Tes. 5,14.
39 Cf . Sab. 9,10. 45 Cf . Regla de san Benito 2,23-32.
40 Cf . 2 Cor. 12,15. 46 Cf . Rom. 6,19; G ál. 4,13.
294
ORACIóN
espíritu 17, o por PASTORAL
ORACIÓN
o prácticamente los vicios de mi corazón, los edifico PASTORAL
nada muy
nencia, / te ruego, porcon mi trabajo, mis vigilias o mi poco restaure sus almas por la 295
tu
edificados por mi humildad,abundante misericordia
absti
, que sean - . i
mine su
ricordia. / Que los edifique mi caridad, mi paciencia y los alientcoraz ón con la
luzUdedad
de k compunción /
mi oración los

ORACION POR LOS


mi palabra y mi
ayude siempre.

SUBDITOS. PEDIDO DEL ESPí


doctrina / y que-
mise
inflame.

ditan, a
e, // el

QueUeseVejS
impriman en
p] tpmnr
temor lns

glera

°
de U6
^
las


los hag
íl

0I aci0 r
EspintV esté
'
-.
V, tu gracia; / que la esperanza
humildes, / la caridad los

dumina
. ^
q e t ú deseas escuchar a. /

n eJ interior
? s
3

de ios que me-


RITU SANTO versidades Vf “ cmffmona aqud
a ° I*» Él , / te conozcan e
8. Escúchame
cucha la oraciónentonces tú, misericordioso Dios nuestro,
solador venga en c
y ayude su deKTn °
^ Jas
0n
60
de ¡?
a
dUr]3S q,uien invocan en las ad-
Que este piadoso con-
cargo, / me invitaque hago por ellos; / a / es- j °
vida. / Que ; Jl,dad en las a°
s '

] uchan
en ia tentación /
ella
¿
^?bedefan ,
me obliga gan paz en b la acci n de *
tu benignidad. /
mi corazón les T
el
ú
afecto
sabes ,
/ y me anima la
dulce consideraci
Señor, cuánto los ó n
mi
de s? /°

^/
as y tribulaciones de esta
modestos, benévol ’ entre el] S'Sp/mtu> du ce Señor, / ten-
Tú sabes, Señorpertenece
un espíritu de m ío
dominio
dad antes que dominar
, que
,
y mi afecto se
49
/
no
que
derrama
amo, que
los gobierno con rigor ellos. /
sobre
he elegido servirlos ni con
soporten
gozosos enmutimm » ’ - Q o 0r
a , la
^y el abstinen
-/
nZa ’ 7 ^
silSean de esp
-
que So ? 7 y conmigo, / que sean
>
, ses rva y se
íritu ferviente,
impulsa a someterme sobre ellos e; / que la en can- recogimSo ’ °S traba]°s V hs pac\entes °° en la pobre-
4 '

humildad
como uno de ellos.
Escúchame, pues, escú
a ellos / y al afecto a estar me
entre ellos
Aparta de
gloria. / H „
*
enl c -
Senor > el e~ , .
v ias‘\ en el silencio
^
^ ^¿/ -
chame, de tT te lT jU cIe soberbia y de vana -
ón ^
de desesperaci
tus ojos estén
piadosísimo, tusabiertos sobre ellosSedñíaory, Dios mío 50, / y que reza, / ¿fe > n
'

desconfiar » /
a c e d i a y de blasfemia, /
alas y protégelos; noche \ / Despliega,
B

seJ£fi”
52
santa y bendícelos; / de ellos C1Ó n y de di 7 .de fornicación y de impu-
/ extiende tu diestra
ritu / y que Él
63 derrama en sus corazones qué es lo *** Pr0lnesa 02 q rdla / Permanece en medio
vínculo de la paz 64los conserve en la unidad deltuEsp santo Espí- en eüos lo qUe ^
#

" JalIa
dad del alma. , / en la
castidad í
de la carne y en laritu y el í ’ ° > 7 y ya que sabes
cures lo qUp es d ¿billJ V n 0 fooV te fuego que fortalezcas
Que ese mismo humil- los tibios. / confi enfe : / a
é íchacf Io Que es flaco, / que
ta que tu g„ . mes a fos°inestar ?res as tristezas, reanimes a
mi Esp íritu
entrañas con la enjundia asista a los que
y la manteca deoran / y colme sus ia no le
falta b es: 7 Para que uno sien-
47 Cf . Sal . 54,9
tu amor 66; / que sus necesidades cada y tentaciones.
48 Cf . Ez. 34,4. ( Vulgata ) .
49 Cf . Sal. ,14.
50 Cf . 1 Re32. ,37.
51 Cf. 1 Re. 18
52 Cf . Dt. 32,811,29. 56 Cf. Rom. 8,
26-27.
53 Cf . Misal , etc. 57 Cf. Regla
pí tulo cisterciense, oración “
Infunde ” 58 Cf . Col. 3 de san Benito 35,1.
54 Cf. Ef.General Para la 59 Cf . ,13.
.
celebración del Ca-
4,3.
55 Cf . Sal. 62,6. 60 Cf . 1Rom . 12,11 - 12.
61 Cf. 2 Tes. 5,14.
62 Cf . MtCor . 6,5.
63 Cf . Ez.. 18,20.
34,9.
296 ORACIÓ N PASTORAL

ORACION POR LOS BIENES TEMPORALES INDICES BIBLICOS


9. Finalmente, en cuanto a los bienes temporales con los Cuando Jesú s tení a doce años 72,9 50
cuales se debe sostener la debilidad de nuestro pobre cuerpo 77, 25 35
durante esta vida miserable, / provee de ellos a tus siervos GENESIS
52
78,12 39
en la medida que quieras y te parezca conveniente. / Una
3,15 79,6 36
4 ,11- 12 39 93 , 10 50
sola cosa pido, Señor mío, a tu dulcísima piedad : / que, ya 22, 18 43 101 ,10 35
sean pocos, ya sean muchos, / hagas de mí, tu siervo, un fiel 25, 29 39 101.14 43
49
dispensador que distribuya con discernimiento y administre
64 40,14
45 ,26 41
101 , 28 34
con prudencia todo lo que nos das. 49 , 10 42; 43
106,4-5
106,8-9
26
27
Inspíralos también a ellos, Dios m ío, / para que soporten 106,10 25 ; 27
con paciencia cuando no les has dado / y usen con modera- DEUTERONOMIO
41 117.15 40
32,14
ció n lo que les das; / y que con respecto a m í, / que soy tu 118, 18 50
131 , 6
servidor y también el de ellos por tu causa, / siempre crean 1 REYES
146 ,3
42
56
y sientan lo que sea ú til para ellos; / que me amen y me
0C
19, 11-12 48
19 , 9 48
teman en la medida que t ú juzgues que les conviene. CANTAR
2 REYES 1.1 28
22 ,12 25 2,9 46
2.9- 10 49
JOB 2,11 47
9, 13 50 2,12 48
ULTIMA RECOMENDACION 50 3,4 31; 41; 49
12,15
19, 21 22 4,7 46
10. Yo los entrego a tus santas manos / y los conf ío a tu 0O
6,12 38
piadosa providencia; / que nada los arrebate de tu mano , SALMOS 8, 1 29 ; 51
2, 8 43 8,2 26
ni de la mano de tu servidor a quien los encomendaste, / sino 7 ,3 39 8 ,5 43
que perseveren con éxito en su santo propósito / y perseve- 7 , 13 36
rando en él obtengan la vida eterna, gracias a tu auxilio, dul- 17,12 25 SABIDURIA
8,7
císimo Señor nuestro, / que vives y reinas por los siglos de 18,6-7 25
14 , 21
46
41
23,8 49
los siglos. Am é n. 26,8 51
30, 20 49 ECLESIASTICO
34 ,2 50 2 ,10 27
35,7 55 ISAIAS
41,5 22 ; 49
TERMINA ASI LA ORACION DE DOM ELREDO . DIOS DE 44, 3 46; 49; 51
1,3 38
HUMILDAD A LOS QUE MANDAN Y NO LA NIEGUE A LOS 50,6 54
49,6 43
QUE OBEDECEN , PUES DE ELLA TODOS NECESITAMOS 58 , 7 39
50,19 53
PARA SUBIR AL CIELO . 58,7 39 JEREMIAS
62,4 54 1 ,8 50
68.23 38 2, 8 38
68.24 38 12,1 50
64 Cf . Le. 12,42. 70,16 54
.
65 Cf . Regla de san Benito 72,10 72, 3 50
13,23
46, 21
53
66 Cf . Jn. 10,28. 41
298 ÍNDICES BÍBLICOS ÍNDICES BÍBLICOS
299
HABACUC ROMANOS 37,3 119
1 , 2-4 50 1 ,19-20 55 » 37, 20 143
PROVERBIOS
6, 27 113
1 /23 41 10 , 28
AGEO 2, 4 55 EXODO 148
2,8 43 8, 26 57 24,18 103 CANTAR
MALAQUIAS 9, 4-5 41 32,6 98 1 ,12 140
9, 20 55 34,28 103 2 ,1 109
1 ,11 43 9, 27 38 2, 4 140
MATEO 9, 28 37 DEUTERONOMIO 2,16 134 ; 152
5,17 36 11 ,9 38 27,9 94 4 ,3 140
6,6 48 11 ,33 55 5,1 139
1 REYES
6, 29-30 23 1 CORINTIOS 19,8 103
11 ,30 57 ECLESIASTICO
3,18 45 7,14 144
12, 46 38 15, 24 50 TOBIAS
18,3 45 10,15 117
21.12 52
4 ,6 122 22, 2 124
2 CORINTIOS 24 , 27
28, 20 43 2,16 53 109
JOB 39,17 114
LUCAS 3,15 38 ; 55 14 , 2 99 ; 141
2,19 32 3,18 55 ISAIAS
2, 42 36 SALMOS 9,5 138
2,42-43 28
EFESIOS 1,4 148 9,6 129
4,13 27 2,11 118 14 ,18-19
2, 43 37 5, 29 39 148
2 , 44 37 7,3 144 32,17 93
2 , 44-46 29 FILIPENSES 4 12, 2 132 53,7 137
2,46 30 ; 38 ; 56 2, 7 30 21 ,3 132 66,2 98
2, 47 30 26,8 132
2 , 48 23; 31 ; 41 ; 42; 57 1 TIMOTEO £9,6 133 JEREMIAS
2 , 49 31 ; 42 ; 43; 57 2 ,5 40 30, 23 104 23, 23-24 128
2,50 32 38, 2 94
2,51 31 ; 32 ; 56 ; 57 HEBREOS 38, 4 116 LAMENTACIONES
1 ,8 51 41 ,4 152 3, 26 94
2,52 32; 33 3, 27
7, 47 53 44 ,3 109 94
1 PEDRO 3, 28 94
15,13-14 26 2,11 45
44 , 7 138
4 ,5
15,17 26 44,12 109 124
15,23 41 APOCALIPSIS 44.14 118 EZEQUIEL
15,30 41 3, 7 51 44.15 118
50, 7 120 33,11 144
18 ,16 22 8,4 55
24, 25-26 43 50,14 132 AMOS
24, 29 40 54,6 150 4, 5 108
24, 47 43 65,12 120
JUAN Vida reclusa 65, 16 143 MATEO
70,11 144 4 ,1-11 103
1 ,1 35 GENESIS c 75 ,3 98
12,3 53 6, 21 146
1 ,18 143 77,16 140 6, 26 147
14 ,6 34 3, 19 104 83,5 104 6,34 124
HECHOS 4,14 143 101 , 28 122 7,12 122
9,15 45 32, 24 132 115, 5 148 13,125 149
13, 46 39 32, 26 113 140 , 2 111 13, 39 149
í
ÍNDICES BÍBLICOS . Í NDICES BÍBLICOS 301
300
JUAN EFESIOS 23,19-20 245
17, 4 136 {y 1 , 23 147 28,17 269
109 1 ,14 128
19,12 37.19 227
133 1 ,32 131
20,15 131 F1LIPENSES 37.20 227
25,31 150 8,7
8,10-11 131 3,8 112 39, 7 227
25.33 149 3, 18 110 41.26-27 251
150 8,11 131
25.34 11 , 2 133
25.46 150 COLOSENSES EXODO
134 11 ,36 134 2,3 136
26,29 134 3,14 239
26,40 137 12,3 2,9 128 9,16 267
137 13,8 135 2 ,12 108
26.47 13, 25 135 19, 20 260
27,1 137 3,11 147
136 14 ,21 152 2 REYES
27,19 135
27,34 138 14,31 1 TIMOTEO 6 ,1-6 256
141 17,3 152 1 ,5 119 20,14 236
£8,9 136
28,38 136 17,11 2,5 138 20,16 257
17, 24 136 2, 8 133 22,10 257
MARCOS 19,5 138
2,1 132 19, 26-27 139 2 TIMOTEO JUDIT
2,5 132 19, 27 121 4, 2 132 10,17 227
9, 29 103 19, 23-24 138 13,10 227
19,34 139 HEBREOS
14,6 134 11,13 104
19 , 39 140 JOB
LUCAS 20 ,16 140 2,8 225
141
SANTIAGO 14,1 258
1 ,35 128 20,17 1 ,12 110
1 ,39 128 t 1 ,17 121 SALMOS
1 ,63 135 ROMANOS 3,8 94 30,20 269
2, 7 129 6,3-4 120 31 ,1-2 269
2,14 129 6,4 108 1 PEDRO 40, 2 228
2,35 139 8, 20 99 1 ,12 151 48,13 225
2,42 130 8,33-34 131 2,25 143 48,13-21 206
2,48 130 9,18 133 52,1 237
131 1 JUAN
4,1 12,1 108 3, 2 152 54,6 269
4,13 114 13,13 113
6,3 122 APOCALIPSIS ECLESIASTES
7,36 132 2, 23 112 9,1 269
1 CORINTIOS
10,38 42- 123
121
1 ,31 118 6,11 148
CANTAR
10.42 2,9 152 14, 4 110
12,31 90 97 14,13 148 2,3 212
4,3
22,44 137 4,7 145
22,61-62 137 6,4 124
SABIDURIA
23,34 139 11 ,18 238
6 ,17 121 Sobre el alma
-
23,40-41 130
23,42
23.43
24,1
130
139
140
13,12
14,25
-
7,32 34 108
151
149
GENESIS
7,15 196
11 ,24
17,13
18,17
18,19
269
251
252
252
Q-
302 Í NDICES BÍ BLICOS Í NDICES BÍ BLICOS 303

ECLESIASTICO 12 , 23 225 2 CRONICAS MATEO


34, 7 252 17 , 28 275 & 1.10 292 15,14 293
18 , 20 295
ISAIAS ROMANOS SALMOS 24 , 45 288 ; 289
6 ,1 251 1 , 21 221 18.14 289
7,9 240 5,12 212
, 32.14 291 ; 294 LUCAS
63,16 257 6,11 245 33,16 290 12 , 42 296
7,18 233; 234 54 , 9 294
JEREMIAS 8 , 23 273 62,6 294 JUAN
22.24 272 8, 28 268 67, 7 289 10,11-14 287
23.24 190 9, 22 267 68, 6 292 10 , 28 296
9 , 22-23 268 73, 1 289 21 ,17 287
DANIEL 11 ,20-21 269 78.13 289
2 , 34 274 80.11 289 ROMANOS
3, 46-50
4,1-2
256
252
1 CORINTIOS
9, 27 269
85.13
101 ,1-2
288
287
-
1 , 24
6 ,12-13
289
291
7,2 252 105 , 8 289 6.19 293
7,17 251 EFESIOS 101.1-2 287 8 , 26-27 295
9, 22 251 1.4 269 105,8 289 12 , 11-12 295
13,8 227 106.2-3 289
FILIPENSES 1 CORINTIOS
1 ,23 245; 274 113B,1 290
MATEO 115,16 288 9,19 293
2 ,12
-
1 , 20 2,13 252
252
4,6 258
142,10 291 9, 22 293
2 ,13 260 1 TIMOTEO 2 CORINTIOS
274 PROVERBIOS
5,28 227 1.7 t 24.12 291 4, 7 289
8,19 221 1,17 258 6,5 295
10, 28 245 6,16 193; 239 SABIDURIA 7, 1 291
13, 24 269 2 TIMOTEO 9,10 292 11 , 29 293
14,29 256 2,19 12,15 292
(269 ECLESIASTICO
25,41 268
1 JUAN 23.27 290 GALATAS
LUCAS 4,18 269 24.27 291 4,13 293
12,5 245
ISAIAS
16, 1 260 EFESIOS
16 ¿22 250; 259 ; 261 29.15 291
4 ,3 294
16, 27-28 257
Oración Pastoral 38.15 287

20 ,38
-
20 ,37 38 245
245
EXODO JEREMIAS COLOSENSES
3,13 295
33,19 288 9, 22 290
31, 20 288 1 TESALONICENSES
JUAN LEVITICO
3,9 269 9, 7 290 EZEQUIEL 5,14 293; 295
14, 2 272 DEUTERONOMIO 34 ,4 294
14,31 269 34,9 295 HEBREOS
16,13 251
7,6 289 í 4 ,12 290
32 ,11 294 DANIEL 5,3 290
1 REYES 9,18 290 10 , 32 287
HECHOS
2 , 29 213 8, 29 294
4, 32 205 18 , 37 294
1

{
INDICE GENERAL

CONTENIDO V
SIGLAS Y ABREVIATURAS VI

NOTA DEL EDITOR VII

ELREDO DE RIEVAL. INTRODUCCION A SU VIDA Y SUS


ESCRITOS
I. La escuela de la caridad cisterciense, seg ú n san Elredo . . IX
II . Vida de Elredo: desde la corte real de Escocia hasta el
i
desierto de Rieval XVII
III. Últimos a ñ os y muerte del abad XXXVII
Cronolog í a XLI

CUANDO JESUS TENIA DOCE A Ñ OS


Introducción
1. La obra 3
2. La interpretación de la Escritura :
los sentidos espirituales 6
3. Devoción a la Humanidad de Cristo 10
4. Tratado espiritual 13
Prólogo 21
Primera Parte : Sentido literal del relato evangélico
I. Jesú s en Belén y Nazaret 25
II . jes ú s en Jerusalén 28
Segunda Parte : Interpretació n aleg órica
I . Los Misterios de Cristo, principios de regeneración
y crecimiento espiritual 34
II. Simbolismo de la subida a Jerusalén. Repudio de Israel
y vocaci ón de los Gentiles 36
III. Las tres edades de la Iglesia simbolizadas en los tres
d ías en Jerusalén 39
IV. Al final de los tiempos, Israel encontrará a Cristo en
¡
la Iglesia 40
f
Tercera Parte : Interpretació n moral
I. De Belén a Nazaret : conversión y progreso espiritual 44
II. Subida a Jerusalén : acceso a la contemplación 46
III. Tres d ías en Jerusalén : la triple luz de la contemplación 49
IV. Uni ón de la acción y la contemplación 56
306 Í NDICE GENERAL ÍNDICE GENERAL 307

VIDA RECLUSA XIV. Paralelismo entre la vida cristiana y el trabajo del


Introducción lino ( 85-91 ) 119
XV. La caridad ( 92-102 ) 122
Paternidad de la obra y sus ediciones 61
La institución de las reclusas 63 Tercera Parte : “Semillas de contemplación ”
Destinatario del tratado 65 Introducció n a la triple meditación ( 103-105 ) 127
Fuentes del tratado 66 1 ) El pasado : meditación de Ja figura hist órica de
Esquema de la obra 71 Cristo
El ascetismo 73 XVI. La anunciación ( 105-106 ) 127
La virtud teologal de la caridad 76 XVII . La visitación ( 107-108 ) 128
“Semillas de contemplación ” 78 129
XVIII . El nacimiento ( 109 )
El Cristo vivo 79 XIX. La huida a Egipto ( 110-111 ) 129
Las experiencias personales de salvació n 80 XX. La subida al Templo ( 112 ) 130
La tensión escatológica 81 XXL El bautismo en el Jordá n ( 113-114 ) 130
Dedicatoria ( 1 ) 85 XXII. La mujer ad últera ( 115-116 ) 131
Primera parte : El reglamento externo de vida XXIII . La pecadora en casa de Sim ón ( 117-118 ) 132
XXIV. El paralítico ( 119-121 ) 132
-
I. La vida solitaria ( 2 3 )
II. Las reclusas en tiempos de Elredo
87 XXV. La unción de Betania ( 122-126 ) 133
XXVI . La entrada en jerusal én ( 127 ) 135
Su disipación ( 4-7 ) 88 XXVII . La última Cena ( 128-132 ) 135
Su preocupación por lo material ( 8-9 ) 89 XXVIII. La pasión ( 113-146 ) 136
III. El ejercicio de 3a caridad XXIX. La aparición a Magdalena ( 147-150 ) 140
El pretexto de la caridad ( 10-15 ) 90
El servicio de la reclusa ( 16 ) 92 2 ) El presente como experiencias personales de la
El trato con los niños ( 17 ) gracia
93
IV. El silencio XXX. La propia familia natural ( 151-152 ) 142
Su aspecto ascé tico ( 18-21 ) 93 XXXI . La educación familiar ( 153-154 ) 142
Con quién y cómo podr á hablar ( 22-28 ) 95 XXXII.
XXXIII.
-
“ Confesiones” personales ( 155 162 )
La vocación a la vida contemplativa ( 163-164 ) . . . .
143
146
V. Distribución del tiempo
-
Tiempos de silencio ( 29 32 ) 98
3 ) El futuro como esperanza escatoló gica
-
La ociosidad ( 33 34 )
La oración ( 35-37 )
99
100
XXXIV. La muerte, frontera entre el presente y el futuro ( 165-
177 ) 147
La lectura y el trabajo ( 38-40 ) 101 XXXV. El cielo ( 178-182 ) 150
VI . La sagrada cuaresma Conclusió n y síntesis ( 183 ) 153
La tradición bíblica ( 41-42 ) 102
Consideraciones ascé ticas sobre el ayuno ( 43-44 ) . . 103
Consideraciones teológicas ( 45 ) 104 SOBRE EL ALMA
Prácticas cuaresmales ( 46-48 ) 105 Introducci ón
VIL La alimentación ( 49-52 ) 106 Importancia del diá logo 157
VIII . El vestido ( 53 ) 107 Por qué el tí tulo Sobre el alma 159
En la Escuela Cisterciense 163
Conclusión ( 54 ) 107 Las principales fuentes del diálogo 166
Segunda Parte : Directorio ascé tico Aportaciones concretas 170
172
-
IX. Virginidad y castidad ( 55 69 )
X. Confidencias del autor ( 70-72 )
108
113
Análisis del diálogo
El diá logo Sobre el alma y la espiritualidad de Elredo .. 181
XI. Meditación de la Palabra de Dios ( 73 ) 114 Libro Primero 189
XII . La falsa discreción ( 74-79 ) 115 Libro Segundo 216
XIII. La humildad ( 80-84 ) 117 246
Libro Tercero
308 ÍNDICE GENERAL

ORACION PASTORAL
Introducció n
1. La fecha 280
2. El texto 280
3. Las fuentes 281
4. La forma 281
5. El desarrollo 282
Llamado al Buen Pastor ( 1 ) 287
Acto de contrici ón ( 2 ) 287
Examen sobre el cargo de abad ( 3 ) 288
Introducción de la oració n por sí mismo y por sus s ú bditos ( 4 ) 290
Oración por sí mismo ( 5 ) 290
Pide especialmente la sabidur ía ( 6 ) 292
Protesta de abnegación : pedido de asistencia para el bien
de todos ( 7 ) 292
Oración por los sú bditos. Pedido del Espíritu Santo ( 8 ) 294
Oración por los bienes temporales ( 9 ) 296
Ultima recomendaci ó n ( 10 ) 296

INDICES BIBLICOS
*
Cuando Jesús ten ía doce a ños 297
Vida Reclusa 298
Sobre el alma 301
Oración pastoral 302

INDICE GENERAL 305


Se terminó de imprimir el 29 de abril de 1980;

memoria de Santa Catalina de Siena, Virgen


y Doctora de la Iglesia, en Talleres Gr áficos
Confort! S.A. ( e.f .), San José 1838, Buenos
Aires, Argentina.

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