Tema 9 Apuntes
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Durante los primeros años de vigencia de la Constitución este carácter fue puesto en
duda. Existía cierta tendencia en la jurisdicción ordinaria a considerar que la Constitución
de 1978 era, como todos los textos anteriores, una norma meramente programática.
Esta orientación inspiró las primeras decisiones del Tribunal Supremo. Merece la
pena destacar, por ejemplo, el Auto de 2 de mayo de 1980, que considera que el art. 117.5
CE es:
"mandato para que, en el futuro, se dicte una ley que regule esta materia
conforme a las directrices emanadas de la Constitución, acentuándose así, y puesto
que ella misma lo previene, el carácter meramente programático o declaración de
principios que suelen tener los textos constitucionales, y que precisa, para su
aplicación y efectividad, del adecuado desarrollo legislativo
1 Nieto, A. "Peculiaridades jurídicas de la norma constitucional", RAP, 100.102, (1983), págs. 371-
415.
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Prieto Sanchís, "Dos años de jurisprudencia del Tribunal Supremo en cuestiones constitucionales", en
R.E.D.C, nº1, 1981, pag. 207 y ss.
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Aparece reflejada, en primer lugar, en el art. 9.1 CE, que afirma que "los ciudadanos y
los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico."
Este precepto deja claro el carácter normativo de la Constitución., porque solo las normas
jurídicas tienen capacidad de vincular a todos los ciudadanos y a todos los poderes públicos.
La misma intención inspira, en segundo lugar, el art. 53.1 CE, precepto que proclama
que los derechos y libertades vinculan a todos los poderes públicos. Por último, la
naturaleza jurídica de nuestra Constitución se pone de manifiesto en la disposición
derogatoria y en la disposición final. Solo las normas pueden derogar otras normas
anteriores y solo las normas entran en vigor.
Como sucede con toda Constitución que responda al concepto racional normativo,
nuestra norma fundamental está dotada de la máxima fuerza, activa y pasiva.
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Según I. de Otto , esta afirmación conlleva distintas consecuencias:
Los datos que confirman la fuerza pasiva de la Constitución son los siguientes:
a) La rigidez de que está dotada nuestra Constitución, cuya reforma exige seguir los
procedimientos previstos en los arts. 167 y 168 CE.
Tribunal Constitucional puede expulsar las normas con fuerza de ley del ordenamiento
jurídico. Ahora bien, esto no significa que los jueces y tribunales sean totalmente ajenos al
control porque, como señalan T.R. Fernández Rodríguez y E. García de Enterría, este
protagonismo del Tribunal Constitucional no es monopolio. La Constitución vincula
también a los Jueces y Tribunales ordinarios y les impone su fuerza obligándoles a
conductas determinadas.
Así, en caso de caso de posible conflicto entre ley y Constitución, antes de aplicar la
ley los Jueces y Tribunales deben concluir un juicio de constitucionalidad positiva de la
propia ley, esto es, han de examinar si es o no conforme a la Constitución. Si de su examen
resulta que no es conforme, pueden producirse dos situaciones. Si la ley es anterior a la
Constitución, deberán entenderla derogada y, como se ha señalado antes, aplicarse
directamente la Constitución. En caso de la ley sea posterior, los Jueces y Tribunales
ordinarios deberá elevar la cuestión de inconstitucionalidad mediante el procedimiento
previsto en el art. 163 CE.
Aunque toda la Constitución es norma jurídica, no todos los preceptos están dotados
del mismo tipo de eficacia. Resaltar la naturaleza normativa de la Constitución no resuelve,
pues, todos los problemas. En realidad, esta aseveración constituye solamente un punto de
partida, que deja abiertos numerosos interrogantes.
4 Prólogo al libro de Alonso García, E. La interpretación de la Constitución, Madrid, 1984, pag. XIX,
nota 4). Coincide con esta afirmación, Aragón Reyes, M. "La interpretación..." cit, pag. 104.
que pueden ser invocadas directamente ante los Tribunales, mientras que, en otros, estamos
ante declaraciones cuyo tono programático parece poner en duda su carácter jurídico.
Para intentar comprender este asunto, es preciso tener presente que las normas
presentan dos facetas que, aunque generalmente aparecen entrelazadas, pueden distinguirse,
al menos a efectos de análisis. La primera de ellas es la eficacia. La segunda es la
aplicabilidad, que es manifestación de la eficacia, pero que no siempre se identifica con la
misma. Mientras que la eficacia es la capacidad que tiene una norma de producir efectos
jurídicos, la aplicabilidad consiste en la posibilidad de que los operadores jurídicos refieran
los supuestos de hecho reales y concretos a los que aparecen recogidos abstractamente en la
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norma, para atribuirles las debidas consecuencias jurídicas .
Están dotadas de esta máxima aplicabilidad todas las normas sobre las cuales se
produjo el máximo grado de consenso entre las fuerzas políticas que elaboraron la
Constitución, porque constituyen los pilares básicos del sistema establecido en la norma
suprema. Entre ellas, destacan los derechos y libertades reconocidos en el capítulo II del
título I. Estos preceptos vinculan a todos los poderes públicos, incluidos los Jueces y
Tribunales, por lo que los ciudadanos podrán invocarlas directamente ante ellos, aunque no
existan leyes en desarrollo. Un buen ejemplo es el art. 17.2 CE, en el que se establece que la
duración máxima de la detención preventiva es de 72 horas.
5 Acerca de la distinción entre eficacia y aplicabilidad, Tarchi, R. Le leggi di sanatoria nella teoria del
diritto intertemporale, Milano, 1990, pags 95 y ss.
6 Este carácter se denomina, por algunos autores, eficacia directa. (Por ejemplo, Zagrebelsky, G.
Manuale di Diritto Costituzionale, Vol. I, Il sistema delle fonti del Dirito, UTET, Turín, 1987, pág. 104 y sigs.
e I. De Otto, Sistema de fuentes, Barcelona, 1987, pág. 81). Para otros, caracteriza a normas completas o self-
executing. Por ejemplo, Santamaría Pastor, J. A., Fundamentos de Derecho Administrativo, Madrid, pág. 452.
García de Enterría, E., y Fernández Rodríguez, T.R., en su Curso de Derecho Administrativo (Madrid, 1991,
pág. 127), utilizan el término aplicación directa.
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7 Así ocurre, por ejemplo, con algunos de los preceptos incluidos en el Título V de la Constitución,
muchos de los cuales (como, por ejemplo, los que regulan la moción de censura, o la cuestión de confianza),
aparecen dotados de inmediata aplicabilidad. Sobre la aplicabilidad directa de las normas organizativas y
habilitantes, García de Enterría, ob. cit., pag. 133.
8 En sentido contrario, Dicey, A. V. Introduction to the study of the law of the constitution,
Introducción de E.C.S Wade, décima edición, Londres, 1987, pág. 24. El autor reduce el Derecho
Constitucional a las normas (escritas o no escritas) que son aplicadas por las Cortes de justicia (pág. 24 y ss.).
Junto a ellas, existe lo que el autor denomina moral constitucional, cuya violación no puede ser analizada por
los jueces y cuyo estudio, por lo tanto, no interesa al jurista (pág. 31).
9 Sobre el tema, por ejemplo, Alexy, R. "Grundrechte als subjektive rechte und als objeltive normen"
Staat, nº1, 1990, págs. 51-52.
10 La primera de las denominaciones es la que utiliza J.A. Santamaría (ob. cit., pág. 450). La segunda,
es la que usa G. Zagrebelsky (ob. cit, pag. 109). Ambos autores entienden por tales aquellas normas en la que
se ordena a los poderes públicos perseguir determinados objetivos, fundamentalmente de carácter ético-social.
En cuanto normas jurídicas, establecen vínculos jurídicos sobre los poderes públicos
que se pueden clasificar en dos tipos.
Esto no supone que la función de los poderes públicos quede reducida al desarrollo
de dichos principios. A la hora de actuar, las fuerzas políticas presentes en las instituciones
podrán establecer, conforme a sus propios programas, el sentido, alcance y momento que
consideran adecuados para cumplir los deberes que los principios rectores imponen. Por
este motivo, difícilmente el Tribunal Constitucional podrá considerar inconstitucional, por
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omisión, que el legislador retrase el cumplimiento de dichas metas .