Trabajo Plastica
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Trabajo Plastica
Antesala
¿El arte hace humano al hombre? Algo que también se pregunto el
poeta, dramaturgo y filosofo alemán Friedrich Schiller. Para este autor
así parece ser. De hecho Schiller escribió, entre sus tantas obras, una en
especial titulada “Cartas sobre las educación estética del hombre” -con
la cual basamos esta breve investigación- El hombre llega a ser humano,
se convierte en hombre porque el arte lo hace hombre.
Es una de las ideas que se desarrolla en éste texto donde encontramos
que la belleza es el eje, el centro de las páginas. De allí que haya
continuado una penetrante búsqueda del
significado de lo bello, de la libertad, de la creación artística pero esta
vez pensada como el “instinto” del juego.
Siempre se dice que es importante educar la mente, esto obviamente
implica los estudios en cualquier área, lo que genera que la persona
sepa cosas, se cultive para él mismo y la sociedad. Esto como
reconocemos se desarrolla en un estadio por lo general netamente
racional.
Un rasgo que encontramos en las ideas de Schiller es que propone
además de educación mental una que se dirigiera a las emociones, que
las limpiara de tal modo que se volviesen más sensibles. Esto último
porque es una cualidad inherente al ser humano que, al parecer, anda
dormida.
Si esto se logra (educar la emoción) parafraseando al autor resultaría
que “la capacidad del hombre para lo bello aumenta”. Vemos entonces
un punto que forma parte de aquellas diferencias que lo separaba de
otro pensador importante como Immanuel Kant, porque Schiller señala
que la razón no debe hacerse enemiga de la sensibilidad, más bien su
aliada. “El enemigo que no cambia puede aun revelarse: pero el
enemigo que se reconcilia es verdaderamente vencido” (Schiller, 1990,
carta V p. 141)
Esa fragmentación o separación razón-sensibilidad hace que el hombre
camine incompleto. Y es en este punto donde el arte juega el papel
decisivo, pues, es sólo por este medio que el hombre vence esa
desfragmentación, se reúne y funda el verdadero hombre.
Este fenómeno de la llegada del arte a la vida de las personas sucede —
usando la misma imagen del autor- como el niño cuando aún tiene cierta
ingenuidad, pero una tremenda capacidad para el entusiasmo, por la
alegría del descubrimiento, el hombre —de igual forma- reacciona a la
belleza en la naturaleza, y la recrea en el arte. Crea en él, el potencial
de la razón. Como poeta nos dice el valor que le colocaba a la belleza
“Lo que recibimos aquí como belleza/Se nos presentara un día como
verdad” (Schiller, 1994, p.49)
Lo que percibimos es que esta idea surge como una solución al estado
decadente que él percibía. Si nos atrevemos hacer un paralelismo con
nuestros días para dar una imagen clara, sería el observar la
“civilización” caótica donde la violencia así como el egoísmo y la llamada
inconsciencia es el móvil de muchos eventos.
Es decir, falta humanidad, sobra bestialidad. En sus cartas agrego que el
arte debe instruir y transmitir obligación moral. El arte acrecienta todas
las áreas del conocimiento humano, y a su vez, se enriquece mediante
los nuevos descubrimientos en el campo científico.
Schiller
Friedrich Von Schiller (Marbach 10-11-1759 – Weimar 09-05-1805) es
conocido por ser el “poeta de la libertad y de los ideales nobles y
abstractos” una etiqueta que nos presenta a un hombre de altos
principios de humanidad. Durante su infancia recibe una educación de
profunda religiosidad, basada en el pietismo, lo que en principio le
inclina a realizar la carrera eclesiástica.
Más tarde se orienta hacia el Derecho y posteriormente la Medicina, si
bien va realizando sus primeras composiciones literarias. Así, en 1779
publica “Los bandidos”, en el que plasma su espíritu rebelde y
contestatario.
Le siguen “La conjuración de Fiesco” e “Intriga y amor”, de 1784, y
sobre todo, su drama “Don Carlos”, del periodo 1782-87, en el que,
centrado en las relaciones entre el rey español Felipe II y su hijo, analiza
con gran tensión dramática la contraposición entre el idealismo rebelde
juvenil y el peso agobiante de la estructura política y de pensamiento.
Junto a Goethe, se inscribe en el movimiento literario “Sturm und
Drang”, defensor del romanticismo, la Naturaleza y las ideas de libertad
y rebeldía ante lo establecido. En 1799 publica “Wallenstein”, iniciando
una serie de obras en las que adjudica a un personaje histórico virtudes
que Schiller quiere resaltar. Más tarde realiza “María Estuardo”, drama
intenso, a la que siguen “La doncella de Orleáns” y “Guillermo Tell”, de
1803.
La tendencia en este momento es a matizar el apasionamiento inicial y a
realizar composiciones de mayor hondura y matización ideológica, en
especial respecto a otros exponentes del movimiento literario romántico.
Gran poeta, escribe versos dotados a la vez de sencillez estilística y
grandeza lírica como “Los dioses de Gracia” de 1788, “Los artistas” de
1789”, o sus “Odas” de propósito moralizador.
Una de ellas, la “Oda a la alegría”, sirve a Beethoven para componer su
famosa sinfonía. Schiller escribe además ensayos filosóficos,
especialmente referidos al pensamiento de Kant, como “Sobre la gracia
y la dignidad” (1793) y “Cartas sobre la educación estética del hombre”
(1795). Complementa su orientación filosófica con poemas como “El
ideal y la vida” o “Las palabras de la fe”.
El tema que predomina en el trabajo de Schiller es libertad y dignidad
para todos, y la habilidad de su retórica -su vigor y potencia de inspirar
a una audiencia con estos altos ideales, sobrepasado raramente en la
literatura dramática. El Idealismo profundo también se expresa en
mucha de la Poesía que Schiller escribió en este tiempo, notablemente
en La División de la Tierra (1796) y Palabras de Fe, 1798.
Conocedor del pensamiento Kantiano y crítico a su vez, será él quien
descubra que existen ciertas actividades que se pueden considerar
inútiles para la conservación del individuo, como es el caso del juego, en
realidad se podrìa encuentrar con el juego la esencia de la libertad. Es
decir, que apunta a desentrañar que debe hacer el hombre para
realizarse como individuo, como hombre total, unitario y armonioso.
Como todo filosofo quería la instauración de un estado de la razón y,
como muchos otros, deseaba la aparición de una nueva humanidad que
no estuviese dividida. Reacción que brotaba ante el ocaso de una
sociedad y ante las posturas de Kant (pues Schiller consideraba que esas
posturas de la ilustración y las kantianas aún no habían llegado a dar
cumplimiento al ideal de un estado verdaderamente racional).
Si un individuo se encuentra en su totalidad armoniosamente y se une
con otros tantos en la misma condición, la sociedad como productos de
todas estas individualidades, será más equilibrada y sensata.
Era el modelo que servía de norte y encontro que en la Grecia antigua,
como señala Schiller y también algunos del movimiento romántico, el
individuo vivía en total unidad y armonía consigo mismo y con la
naturaleza. “La civilización moderna que sólo había entronado a la razón
había destruido la vieja unidad y armonía” (Rodríguez, 1997, p.28)
Para nuestro autor la esencia de la enfermedad en la sociedad era el
hombre fraccionado. Como ya se menciono antes, crítica a la razón
ilustrada por separar razón-sensibilidad. Si bien parte de los principios
que ésta daba, los rechaza posteriormente en su reflexión al ver que
fracasan en la práctica.
El núcleo del error en el proceso de la Ilustración reside en que lleva a la
enajenación del ser humano respecto de su esencia, esto es, se funda en
el antagonismo kantiano entre individuo y sociedad (o Estado). Por el
contrario, la reflexión de Schiller se rige por “el principio de la doble
naturaleza inseparable sensible-racional, del carácter humano” (Schiller,
1990, Carta LX p. 175); a cada uno de estos elementos básicos le otorga
un “impulso sensible y un impulso formal” respectivamente. (Schiller,
1990, Carta XII p. 207).
Conclusión
La estética de Schiller (aunque hay que considerarse que ésta no
aparece como un riguroso sistema filosófico sino como una serie de
reflexiones que aparecen en cartas y diversos artículos sueltos) tiene
lineamientos para expresarse pedagógicamente.
Lo vimos con las Cartas sobre la educación estética donde se quiere
conferir una utilidad a las obras estéticas. Todo esto se desarrollo en una
sucesión de argumento amparados por el principio criticista (influencia
de Kant) que luego Schiller volvió normativo, ideal, educacional en
explicaciones ingeniosas tales como: el arte como juego.
Ahora bien, lo que nos hace ver el filósofo es que no se trata de hacer
opción entre la razón y la emoción, sino de trabajar por una razón que
abandone la pretensión de ser universal y totalizante, al tiempo de
considerar que la sensibilidad también tiene aspectos racionales y
generadora de conocimiento. Al intervenir desde esta perspectiva, la
educación estética anda lejos de ser dogma, sino de un proceso para
estimular oportunamente las experiencias.
Es pertinente comprender la estética no como una disciplina rigurosa y
férrea, ni como una teoría inútil: ella es una teoría no-normativa que
puede contribuir al esfuerzo de observación y creación. Ella resulta
solamente válida al margen de su realidad y de su existencia concreta
(incluso cuando las obras son abstractas).
Y aún más, ella debe estar siempre abierta para observar y procurar
interpretar lo nuevo. Esto no solamente como exigencia científica, sino
como opción ideológica que permite aceptar lo diferente y la diversidad.
Recordemos además, que no existe un público (en su totalidad)
homogéneo.
De allí que la Estética no puede funcionar como un discurso de pocos
para pocos, ya que ella no puede ser represora, restrictiva ni servir para
separar la cultura de la vida cotidiana. Todo lo contrario: la estética —
como señala Schiller- nos debe unir a la vida y despertar lo humano.
El compromiso de esta educación es con los individuos, en la medida que
dicha educación los haga sensibles -que es una forma de mejora- es
fundamental para el esbozo de una colectividad más justa. El
“compromiso” del arte no es el de determinar la construcción de esas
subjetividades, pero incomodar los patrones establecidos al presentar
nuevas miradas, representaciones y nuevas formas de obtener placer.
Según Schiller, la experiencia estética de la belleza exhuma un instinto
hasta ahora desconocido, no cultivado, que surge de la superación de los
dos instintos iníciales que dividen al hombre. Esto último seria la función
del arte visto como actividad lúdica (análogamente, no como juego por
mera diversión) capaz de unir esos dos estadios.