Trabajo Plastica

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 12

Introducción

Schiller se percata que el hombre a pesar de tener uso (y en ocasiones


vanagloriarse) de la razón anda desfragmentado, incompleto y actuando
de una forma que se aleja de lo humano. Es decir, la decadencia de la
sociedad tiene su raíz en esa suma de individuos truncados que, por esta
condición, crea caos y ciertamente un ambiente donde se tolera
reacciones cercanas a lo bestial.
Ahora bien, Friedrich Schiller conocido como poeta y dramaturgo
también es filósofo inclinando, sus reflexiones al mundo de la estética
donde, la obra de arte tiene un valor elevado. Quizá sea por el hecho de
su oficio como creador artístico pero, lo cierto es que sólo por medio del
arte -nos plantea éste autor- que se encontrara la verdadera esencia de
nosotros.
Estas reflexiones se encuentran señaladas en un libro titulado Cartas
sobre la educación estética del hombre. Ya el título nos avisa del
contenido y las observaciones aquí apuntadas nos refiere al proceso de
cómo el sujeto se vuelve receptivo a la obra de arte, sensible a las
emociones estéticas.Todo basado desde el punto de vista del juego.
Nuestro autor nos adentrará al punto en que la sociedad moderna tiende
a considerar al hombre más que bajo su aspecto profesional, y, por
tanto, a limitarlo y hacer de él un ser fragmentario y especializado. Será
necesario, pues, reestablecer la armonía del ser humano global, capaz
de dignidad y libertad. Éste es el papel del arte.
“…tenemos que dejarnos invadir por ese arte que nos une; ya sea a
través de la música, de la plástica, de la literatura, del cine y comenzar a
reconocernos a nosotros mismos en nuestra esencia, en nuestra
identidad, a través del arte que es el único mundo en el que podemos
encontrar la revelación autentica de nuestro ser. El ser autentico lo
revela el arte como portador de la belleza, que es ser, es bien y que es
verdad”
Tocar y luchar, José Antonio Abreu.

Antesala
¿El arte hace humano al hombre? Algo que también se pregunto el
poeta, dramaturgo y filosofo alemán Friedrich Schiller. Para este autor
así parece ser. De hecho Schiller escribió, entre sus tantas obras, una en
especial titulada “Cartas sobre las educación estética del hombre” -con
la cual basamos esta breve investigación- El hombre llega a ser humano,
se convierte en hombre porque el arte lo hace hombre.
Es una de las ideas que se desarrolla en éste texto donde encontramos
que la belleza es el eje, el centro de las páginas. De allí que haya
continuado una penetrante búsqueda del
significado de lo bello, de la libertad, de la creación artística pero esta
vez pensada como el “instinto” del juego.
Siempre se dice que es importante educar la mente, esto obviamente
implica los estudios en cualquier área, lo que genera que la persona
sepa cosas, se cultive para él mismo y la sociedad. Esto como
reconocemos se desarrolla en un estadio por lo general netamente
racional.
Un rasgo que encontramos en las ideas de Schiller es que propone
además de educación mental una que se dirigiera a las emociones, que
las limpiara de tal modo que se volviesen más sensibles. Esto último
porque es una cualidad inherente al ser humano que, al parecer, anda
dormida.
Si esto se logra (educar la emoción) parafraseando al autor resultaría
que “la capacidad del hombre para lo bello aumenta”. Vemos entonces
un punto que forma parte de aquellas diferencias que lo separaba de
otro pensador importante como Immanuel Kant, porque Schiller señala
que la razón no debe hacerse enemiga de la sensibilidad, más bien su
aliada. “El enemigo que no cambia puede aun revelarse: pero el
enemigo que se reconcilia es verdaderamente vencido” (Schiller, 1990,
carta V p. 141)
Esa fragmentación o separación razón-sensibilidad hace que el hombre
camine incompleto. Y es en este punto donde el arte juega el papel
decisivo, pues, es sólo por este medio que el hombre vence esa
desfragmentación, se reúne y funda el verdadero hombre.
Este fenómeno de la llegada del arte a la vida de las personas sucede —
usando la misma imagen del autor- como el niño cuando aún tiene cierta
ingenuidad, pero una tremenda capacidad para el entusiasmo, por la
alegría del descubrimiento, el hombre —de igual forma- reacciona a la
belleza en la naturaleza, y la recrea en el arte. Crea en él, el potencial
de la razón. Como poeta nos dice el valor que le colocaba a la belleza
“Lo que recibimos aquí como belleza/Se nos presentara un día como
verdad” (Schiller, 1994, p.49)
Lo que percibimos es que esta idea surge como una solución al estado
decadente que él percibía. Si nos atrevemos hacer un paralelismo con
nuestros días para dar una imagen clara, sería el observar la
“civilización” caótica donde la violencia así como el egoísmo y la llamada
inconsciencia es el móvil de muchos eventos.
Es decir, falta humanidad, sobra bestialidad. En sus cartas agrego que el
arte debe instruir y transmitir obligación moral. El arte acrecienta todas
las áreas del conocimiento humano, y a su vez, se enriquece mediante
los nuevos descubrimientos en el campo científico.

Schiller
Friedrich Von Schiller (Marbach 10-11-1759 – Weimar 09-05-1805) es
conocido por ser el “poeta de la libertad y de los ideales nobles y
abstractos” una etiqueta que nos presenta a un hombre de altos
principios de humanidad. Durante su infancia recibe una educación de
profunda religiosidad, basada en el pietismo, lo que en principio le
inclina a realizar la carrera eclesiástica.
Más tarde se orienta hacia el Derecho y posteriormente la Medicina, si
bien va realizando sus primeras composiciones literarias. Así, en 1779
publica “Los bandidos”, en el que plasma su espíritu rebelde y
contestatario.
Le siguen “La conjuración de Fiesco” e “Intriga y amor”, de 1784, y
sobre todo, su drama “Don Carlos”, del periodo 1782-87, en el que,
centrado en las relaciones entre el rey español Felipe II y su hijo, analiza
con gran tensión dramática la contraposición entre el idealismo rebelde
juvenil y el peso agobiante de la estructura política y de pensamiento.
Junto a Goethe, se inscribe en el movimiento literario “Sturm und
Drang”, defensor del romanticismo, la Naturaleza y las ideas de libertad
y rebeldía ante lo establecido. En 1799 publica “Wallenstein”, iniciando
una serie de obras en las que adjudica a un personaje histórico virtudes
que Schiller quiere resaltar. Más tarde realiza “María Estuardo”, drama
intenso, a la que siguen “La doncella de Orleáns” y “Guillermo Tell”, de
1803.
La tendencia en este momento es a matizar el apasionamiento inicial y a
realizar composiciones de mayor hondura y matización ideológica, en
especial respecto a otros exponentes del movimiento literario romántico.
Gran poeta, escribe versos dotados a la vez de sencillez estilística y
grandeza lírica como “Los dioses de Gracia” de 1788, “Los artistas” de
1789”, o sus “Odas” de propósito moralizador.
Una de ellas, la “Oda a la alegría”, sirve a Beethoven para componer su
famosa sinfonía. Schiller escribe además ensayos filosóficos,
especialmente referidos al pensamiento de Kant, como “Sobre la gracia
y la dignidad” (1793) y “Cartas sobre la educación estética del hombre”
(1795). Complementa su orientación filosófica con poemas como “El
ideal y la vida” o “Las palabras de la fe”.
El tema que predomina en el trabajo de Schiller es libertad y dignidad
para todos, y la habilidad de su retórica -su vigor y potencia de inspirar
a una audiencia con estos altos ideales, sobrepasado raramente en la
literatura dramática. El Idealismo profundo también se expresa en
mucha de la Poesía que Schiller escribió en este tiempo, notablemente
en La División de la Tierra (1796) y Palabras de Fe, 1798.
Conocedor del pensamiento Kantiano y crítico a su vez, será él quien
descubra que existen ciertas actividades que se pueden considerar
inútiles para la conservación del individuo, como es el caso del juego, en
realidad se podrìa encuentrar con el juego la esencia de la libertad. Es
decir, que apunta a desentrañar que debe hacer el hombre para
realizarse como individuo, como hombre total, unitario y armonioso.
Como todo filosofo quería la instauración de un estado de la razón y,
como muchos otros, deseaba la aparición de una nueva humanidad que
no estuviese dividida. Reacción que brotaba ante el ocaso de una
sociedad y ante las posturas de Kant (pues Schiller consideraba que esas
posturas de la ilustración y las kantianas aún no habían llegado a dar
cumplimiento al ideal de un estado verdaderamente racional).
Si un individuo se encuentra en su totalidad armoniosamente y se une
con otros tantos en la misma condición, la sociedad como productos de
todas estas individualidades, será más equilibrada y sensata.
Era el modelo que servía de norte y encontro que en la Grecia antigua,
como señala Schiller y también algunos del movimiento romántico, el
individuo vivía en total unidad y armonía consigo mismo y con la
naturaleza. “La civilización moderna que sólo había entronado a la razón
había destruido la vieja unidad y armonía” (Rodríguez, 1997, p.28)
Para nuestro autor la esencia de la enfermedad en la sociedad era el
hombre fraccionado. Como ya se menciono antes, crítica a la razón
ilustrada por separar razón-sensibilidad. Si bien parte de los principios
que ésta daba, los rechaza posteriormente en su reflexión al ver que
fracasan en la práctica.
El núcleo del error en el proceso de la Ilustración reside en que lleva a la
enajenación del ser humano respecto de su esencia, esto es, se funda en
el antagonismo kantiano entre individuo y sociedad (o Estado). Por el
contrario, la reflexión de Schiller se rige por “el principio de la doble
naturaleza inseparable sensible-racional, del carácter humano” (Schiller,
1990, Carta LX p. 175); a cada uno de estos elementos básicos le otorga
un “impulso sensible y un impulso formal” respectivamente. (Schiller,
1990, Carta XII p. 207).

¿Cómo volverse humano?


En la obra titulada: Cartas sobre la educación estética del hombre
aparece un reflexión histórico-filosófica sobra la belleza: su génesis, su
función en cuanto al contexto de la cultura y sociedad. Aparece a su vez
con estos estudios el ideal de una libertad superior a la autonomía de la
ley moral.
Todo esto nos lleva a pensar que la idea central de la obra es el
ennoblecimiento del carácter humano, planteado en el seno de una
educación del hombre y de la humanidad, para un Estado o una sociedad
verdaderamente racionales.
En estas cartas Schiller remarca el hecho de que el edificio corrompido
del Estado fundado sobre la fuerza y la opresión, se tambaleaba, pero
aunque el momento histórico fuera favorable para el cambio, el no
encuentra una generación capaz de hacerlo.
Él constata que “los instintos brutales y anárquico” caracterizan “las
clases ignorantes” mientras que “las clases civilizadas” presentan el
aspecto aún más repugnante, de la debilidad, que es lo que más
subleva, causado por la cultura. Se pregunta entonces: ¿De dónde debe
venir este cambio, si el Estado es corrupto y las masas degeneradas? Y
da con esta respuesta tremenda: “Sólo puede venir mediante el gran
arte” (Schiller, 1990, Carta IX, p.169)
De allí que Schiller desarrollara una teoría según la cual la condición
para la madurez moral de la humanidad era su educación estética. Un
tratado ético-estético que salvaguardaban la obligatoriedad de una guía
humanística para la sociedad con un ideal fundado en una orientación
estética impregnada de autocríticas.
Nada puede progresar si no reconoce, si no se responsabilizan los
errores. El ser humano puede gloriarse de lo que quiera, de lo que le dé
la gana; pero eso no sirve sin una responsabilidad.
Los cultos a los principios como la bondad, la justicia y la libertad son
improductivas sin una autocrítica, sin una base real o comprometida.
Schiller elige, para ello, un héroe concebido en la realidad (el arte),
aunque viera indispensable luego una idealización, con ellol espera que
la sociedad le responda, se conmueva. Otro rasgo que nos hace ver el
autor es la de reconocer la injusticia que conlleva los intereses sólo de la
razón. Debido a esas reflexiones Schiller nombra a esa distinción
Kantiana: sensibilidad y entendimiento, que es lo mismo: “impulso
sensual e impulso material” (Rodríguez, 1994, p. 49)
Siendo el sensual el que proviene de la existencia física del hombre
como devenir puramente temporal, mientras que el Formal es el que le
da al hombre su unidad, su ser, su si mismo. Ahora bien, ¿Cómo unir
estos dos estadios? Lo que nos propone el autor es que por el impulso
del juego se empalman ambas partes. Allí está nuestra humanidad y su
versión más elevada o noble es la obra de arte. El impulso del juego
actúa de mediador entre el puro placer sensual y la regla meramente
racional.
“El impulso de juego (…) en la misma medida en que arrebate a las
sensaciones y a las emociones su influencia dinámica, las harà
armonizar con las ideas de la razón, y en la misma medida en que prive
a las leyes de la razón de su coacción moral, las reconciliará con los
intereses de los sentidos.” (Schiller, 1990, Carta XIV p.228)
“La belleza que es cualidad de la obra de arte que deviene como
principio de libertad o autonomía en la apariencia sensible y se relaciona
íntimamente con la “esencia moral del ser humano que es ser para la
libertad” (Schiller, E 990, Carta XI p. l18).
De allí que la educación del hombre con miras a resolver el problema
político de una sociedad racional y libre debe ser estética De aquí que la
cultura pueda considerarse como estética en tanto “fundamenta y
asegura la acción recíproca de los dos impulsos” (Schiller, 1990, Carta
XIII, p. 216).
Este intermediario lúdico nos hace ver que en una obra de arte, ni las
partes como tales ni sólo la forma constituyen el todo y si el impulso del
juego hace su trabajo cabalmente, los detalles individuales desaparecen
en la armonía del todo. Ahora bien, nos encontramos con un punto al
que se le ha otorgado un valor inusitado, el juego. “Todo juego es, antes
que nada, una actividad libre” (Schiller, 1990, Carta XV p. 234)
Esa cualidad de libertad lo hace ver con ventaja. La acción lúdica por sí
misma también forma parte de la naturaleza humana. Sin embargo, el
concepto de juego varía de acuerdo con la especificidad de la actividad,
o del momento en la historia, pero tal es la presencia que el juego tiene
en las actividades creativas, desde las cotidianas a las artísticas, que se
escinden como algo aparte/diferente que se destaca del mundo habitual.
Esta actividad respeta algunas reglas; pero éstas representan una
creación libre. Ellas no están fijadas ni por la necesidad natural ni por la
ley moral.
El juego es la puesta en práctica de la libertad:
“Todo predominio exclusivo de uno de sus dos impulsos fundamentales
es para el hombre un estado de coacción y de violencia; y la libertad se
encuentra únicamente en la acción conjunta de sus dos naturalezas”.
(Schiller, 1990, Carta XVII p. 259)
Con el ánimo de entrar al juego el hombre entra en el mundo de las
ideas, sin abandonar por ello el mundo sensible; en cuanto reconciliación
o armonía de necesidad y libertad, hace posible experimentar la plenitud
sensible del mundo y constituye, a la vez, un triunfo moral sobre el
mundo: “el juego es el símbolo del cumplimiento de la determinación
humana” (Schiller, 1990, Carta XVII p. 260).
Por esto, insiste, sólo la “educación estética” es el medio para llegar al
estado moral último: la libertad que es también, el estado plenamente
humano. “el hombre sólo debe jugar con la belleza, y debe jugar sólo
con la belleza” Lo que nos dice Schiller es que la única actividad que ha
de hacer el hombre con la belleza es el juego para ver cumplida su
humanidad. “El hombre sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido
de la palabra, y sólo es enteramente hombre cuando juega” (Schiller,
1990, Carta XVI, p. 252).
Es un espacio que nos aleja de las metas instintivas. El juego y por
extensión, el mundo de la cultura, sólo es posible cuando el hombre
funciona libremente en un margen de seguridad proporcionado por la
satisfacción de sus necesidades. El hombre es apto para la belleza
porque es apto para el juego y porque este es capaz de satisfacer su
aspiración a la plenitud.
Siendo Schiller un artista, tampoco es extraño que coloque a la obra de
arte en un lugar tan privilegiado y que defienda la base de la misma: el
mundo sensible. Negar la sensibilidad es negar al artista y lo más grave:
el hombre. Recordemos que busca reconciliar lo sensible e inteligible.
Nada se puede sacrificar porque ambos aspectos vienen con el hombre.
Como poeta sabe que puede ordenar las pasiones, las acciones, y los
destinos, de los que en la vida real no siempre puede seguir ni tener una
visión global.
El hombre aprende a través del arte, a proyectar estas relaciones
artísticas a la situación real: su sentido de armonía. De este modo, se
educa con el arte, de tal modo que ya no se contenta con fragmentos
incompletos ni con reacciones meramente animales.
En una de sus cartas le escribe a Kómer (el príncipe de Augustenburg a
las que van dedicadas y dirigidas en su totalidad):
“Toda belleza se resuelve a la larga en la verdad general. Estoy
convencido de que, si no se demanda de una obra de arte más que la
belleza, automáticamente satisface todas las demás exigencias, por su
intercesión” (Schiller, 1990, p.5)
El sentido de la belleza conduce al hombre, por una parte, del mundo de
los sentidos al de las ideas, del material al ideal y por otra, del mundo
ideal al material, de la razón a los sentidos. Es decir, confiere la misma
posibilidad de desarrollo para ambos.

La educación. La música, el maestro Abreu


Este tipo de idea nos muestra que no vale ningún tipo de sacrificio, ni
tampoco señal alguna donde se muestre subestimación ya sea por la
razón o por la sensibilidad y el cambio social autentico arriba por la
educación y sobretodo la educación estética. El cambio social real no
será, pues, producido por el dinamismo de las luchas sociales, pero sí
por una autorreflexión de la humanidad. Schiller afirma: “en una
palabra, no hay otro medio de hacer razonable al hombre sensitivo mas
que hacerle primero estético” (Schiller, 1990, Carta IV, p.129)
La educación estética anticipa al hombre entero, ella no concierne
únicamente el lado racional, comprende los dos, ella reemplaza la
discordia entre la naturaleza, la razón por la armonía. Lo esencial es
encontrar el equilibrio entre sus dos determinaciones fundamentales:
entre sentir y pensar, entre la sensibilidad, la diversidad de la
receptividad y la estabilidad de la forma intelectual.
Ahora bien, la importancia del arte es obvia tanto, que desde las
escuelas se intenta acercarlo las personas, aunque claro, el arte no sólo
debería existir en recintos donde se estudien o realicen (si es que esto
se hace en un instituto). Al contrario, debería primero estar en las
personas como un abecedario aprendido (ya como oficio, ya como
historia, ¡como existente!) y luego en cualquier lugar.
Es una rama que le compete sólo al hombre, ni hoy día donde la
tecnología posee protagonismo puede sustituir (ni podrá) esa labor
artística donde si bien hay razón, también hay sensibilidad y algo más.
De allí que se arrastre al sistema educativo. También cabe señalar que el
arte, en cierto sentido, refleja la particularidad de cada cultura siendo la
esencia de esta el mismo hombre.
De allí que la cultura sea un proceso que nos genere un tipo de
conocimientos capaz de acercarnos. Por eso utiliza vías como contar el
pasado, ver desde lejos para descubrir y así revelar los orígenes
naturales para, una vez vinculado a ellos, proyectar un ideal de civilidad.
Por lo tanto, el humanismo se encuentra más ligado a una
responsabilidad del ser humano con respecto a su pasado, esto es,
obligado a retomar su forma natural y a situarse como un ser consciente
y crítico en lo que ha desarrollado para revelar logros y errores, o por lo
menos sería esa la idea en principio del quehacer cultural y del tipo de
conocimiento que brinda.
Aquí podemos vislumbrar ideas que los románticos sacaron como sello,
es decir la confianza en un ímpetu renovador, la pasión de luchar por
nuevos ideales con una fe para encontrarse, naturalizarse con sus
verdaderos impulsos interiores o vitales. Ahora bien, es el educador o
sería mejor llamarlo facilitador quien debería servir de intermediario.
Un estimulador de nuevas experiencias, que en nuestro caso seria la
estética, alguien que en un proceso de mediación y diálogo pretende
presentar y discutir nuevos lenguajes; un profesional que educa al
informar sobre las posibilidades que aparecen o que se tienen ocultas.
Y esto vale pues creemos que todos en su vida han tenido (aunque sea
una vez) experiencias estéticas, y es que este tipo de vivencia no se
agota y no está solamente ligada a la sensibilidad, al sentimiento y la
emoción, también podemos vincularla al conocimiento, al intelecto, a la
razón.
Una posición de equilibrio es fundamental para pensar el proceso de
educación estética, una idea ya reflexionada por el autor Schiller. La
finalidad entonces sería buscar despertar y ampliar en cada individuo el
descubrimiento subjetivo del placer, en cuanto principio transformador
de la vida.
En Venezuela tenemos un caso que goza de cierta fama y proyección,
estamos hablando del maestro Abreu. Nacido en Valera (Trujillo) hace
sesenta y dos años, José Antonio Abreu comenzó desde muy temprana
edad una carrera musical que lo llevaría a ser director de orquesta y
tener la oportunidad de estar al frente de las más importantes orquestas
del país.
Es fundador y director del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y
Juveniles de Venezuela, una red que ha logrado incorporar a la música a
un gran número de niños y jóvenes de todo el país; además de
proporcionarle a los más pequeños una oportunidad para obtener una
formación integral.
Colocamos este ejemplo pues quizá se acerque a la teoría propuesta por
Friedrich Schiller quien concuerda con Abreu al recalcar “la importancia
de la educación musical al comparar las Orquestas con una comunidad
en la que los chicos aprenden a establecer lazos de solidaridad” (El
Universal, 12-12-2006)
De hecho, su labor humanística lo llevo a recibir el premio (entre otros
tantos) UNICEF de los Niños 2005, por haber dedicado su vida a la tutela
de los niños y haber contribuido a través de la música, a la integración
social y al mejoramiento de la calidad de vida de los jóvenes.
Calidad devenida por una educación brindada por la música. Recordemos
lo que apuntaba Schiller la educación estética prefigura al hombre
entero, ella no concierne únicamente el lado racional, comprende los
dos, ella reemplaza la discordia entre la naturaleza y la razón por la
armonía.
Usamos el ejemplo de la música al parecernos el arte más directo -a
pesar de su abstracción- que conoce el hombre. También reconocemos
como Arte aquello que es capaz de llevarnos a la esencia de las cosas y
esa esencia es eterna y no temporal. De allí que también se utilice como
herramienta de educación moral. Los sistemas religiosos saben de este
poder de transformación que trae la música.
No obstante, este desarrollo o transformación en la personalidad no
puede ser exclusivo de aquellos que cultivan la experiencia estética.
Todos podemos beneficiamos, en no escasa medida, de las posibilidades
que nos ofrece tal experiencia en orden a clarificar por dentro las leyes
de nuestro desarrollo personal. Y conocer estas leyes o constantes es
decisivo para nuestra formación humana.
De allí la necesidad de este tipo de educación para lograr ese desarrollo.
Sólo a través de una visión holística de la vida podemos descubrir el
lugar que ocupa el hombre en la Naturaleza, su destino y su mejor
manera de actuar para hacer surgir lo más elevado que lleva en su
interior.

Conclusión
La estética de Schiller (aunque hay que considerarse que ésta no
aparece como un riguroso sistema filosófico sino como una serie de
reflexiones que aparecen en cartas y diversos artículos sueltos) tiene
lineamientos para expresarse pedagógicamente.
Lo vimos con las Cartas sobre la educación estética donde se quiere
conferir una utilidad a las obras estéticas. Todo esto se desarrollo en una
sucesión de argumento amparados por el principio criticista (influencia
de Kant) que luego Schiller volvió normativo, ideal, educacional en
explicaciones ingeniosas tales como: el arte como juego.
Ahora bien, lo que nos hace ver el filósofo es que no se trata de hacer
opción entre la razón y la emoción, sino de trabajar por una razón que
abandone la pretensión de ser universal y totalizante, al tiempo de
considerar que la sensibilidad también tiene aspectos racionales y
generadora de conocimiento. Al intervenir desde esta perspectiva, la
educación estética anda lejos de ser dogma, sino de un proceso para
estimular oportunamente las experiencias.
Es pertinente comprender la estética no como una disciplina rigurosa y
férrea, ni como una teoría inútil: ella es una teoría no-normativa que
puede contribuir al esfuerzo de observación y creación. Ella resulta
solamente válida al margen de su realidad y de su existencia concreta
(incluso cuando las obras son abstractas).
Y aún más, ella debe estar siempre abierta para observar y procurar
interpretar lo nuevo. Esto no solamente como exigencia científica, sino
como opción ideológica que permite aceptar lo diferente y la diversidad.
Recordemos además, que no existe un público (en su totalidad)
homogéneo.
De allí que la Estética no puede funcionar como un discurso de pocos
para pocos, ya que ella no puede ser represora, restrictiva ni servir para
separar la cultura de la vida cotidiana. Todo lo contrario: la estética —
como señala Schiller- nos debe unir a la vida y despertar lo humano.
El compromiso de esta educación es con los individuos, en la medida que
dicha educación los haga sensibles -que es una forma de mejora- es
fundamental para el esbozo de una colectividad más justa. El
“compromiso” del arte no es el de determinar la construcción de esas
subjetividades, pero incomodar los patrones establecidos al presentar
nuevas miradas, representaciones y nuevas formas de obtener placer.
Según Schiller, la experiencia estética de la belleza exhuma un instinto
hasta ahora desconocido, no cultivado, que surge de la superación de los
dos instintos iníciales que dividen al hombre. Esto último seria la función
del arte visto como actividad lúdica (análogamente, no como juego por
mera diversión) capaz de unir esos dos estadios.

También podría gustarte