Tomo 2 Historias de Mi Pueblo

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Historias de mi pueblo y de su gente II

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Concurso:
Historias de mi pueblo
y de su gente II

3
Concurso : historias de mi pueblo y su gente 2 / Virginia Nelly Becerra ... [et
al.].- 1a ed . - San Luis : SLL - San Luis Libro, 2019.
250 p. ; 25 x 18 cm.

ISBN 978-987-8311-00-5

1. Relatos. 2. Cuentos Populares. I. Becerra, Virginia Nelly.


CDD 904

2º Edición
© 2019 San Luis Libro

Diseño y Edición
Área Diseño y Comunicación. Grupo Payné S.A.

Tirada 500 ejemplares


ISBN - 978-987-8311-00-5

Impreso por La Gráfica. Payné S.A.


Av. Lafinur 924 - San Luis

Impreso en la Argentina
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723.
Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopias sin la autorización expresa
del autor.
Concurso:
Historias de mi pueblo
y de su gente II
Autoridades

GOBERNADOR:
Dr. Alberto José Rodríguez Saá

SECRETARIO GENERAL:
Dr. Alberto José Rodríguez Saá (h)

PROGRAMA CULTURA
Dra. María Silvia Rapisarda

SAN LUIS LIBRO


Pedro Bazán
Historias de mi pueblo y de su gente II

ÍNDICE

Prólogo-Leticia del Carmen Maqueda.....................................................11

Anchorena
Malditos 30 años................................................................................183
Chosmes
Historia del paraje Chosmes..............................................................29
Cochequingán
Historias del Cochequingán.............................................................221
Concarán
Un casamiento en el campo................................................................93
A lo del bolichero................................................................................115
Cortaderas
Las manos de don Ernesto..................................................................97
El Volcán
Rescatando recuerdos..........................................................................37
Jarilla
Jarillero...................................................................................................33
Juan W. Gez
Historia del paraje Juan W. Gez.........................................................17
Lavaisse
La tierra de mis abuelos......................................................................125
Doña Feliza la maestra......................................................................137
Carnicería El Arbolito........................................................................149
Liborio Luna
Liborio Luna y su gente.....................................................................119
Luján
Historia del pueblo Luján..................................................................157
Historias de Luján..............................................................................159
Una mala noche..................................................................................163
Nueva Galia
Nueva Galia, su pasado y su gente..................................................187

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Nueva Galia su pasado y su gente


Nueva Galia... la de ayer... la que es rincón de esperanza..............213
Paraje Barrancas Altas, San Martín
Nacer en el campo..............................................................................175
La lucha de mi padre al lado de mi madre.....................................177
Paraje Bella Florida
Festividades de un paraje...................................................................51
Paraje La Bajada, Candelaria
Raíces de identidad con latidos de vida.........................................151
Paraje Las Isletas
Las Isletas............................................................................................129
Paraje Las Lagunas
Un recorrido por la historia y presente de mi pueblo...................179
Paraje Los Poleos
La fiesta de San Roque.......................................................................171
Paraje Naranjo Esquino
Nombre del pueblo y la escuela.........................................................55
Paraje Santa Martina
El paisano..............................................................................................73
Santa Martina, tierra de reliquias......................................................77
Paraje Santa Rosa, Zanjitas
El amor a la rosa en el paraje Santa Rosa...........................................23
Paraje Tala Verde
Historia de la escuela Nº 15..............................................................199
Parajes Los Césares
Nosotros los rioquinteños.................................................................131
Potrero de los Funes
La casona...............................................................................................41
San Francisco del Monte de Oro
4 de Octubre........................................................................................141
El padre Luis Zupancic......................................................................145
San Martín
Santa Bárbara......................................................................................173
Las vidas olvidadas............................................................................191

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Memoria..............................................................................................195
El escudo de mi pueblo......................................................................203
Centinelas del tiempo........................................................................205
Tilisarao
Sueños de acero..................................................................................101
Mis abuelos puntanos........................................................................105
Digan whisky...click...........................................................................107
Hoy se juega........................................................................................111
Villa de la Quebrada
La escuelita de la Villa.........................................................................59
Los secretos escondidos de la Huascara...........................................63
Villa General Roca
Historia de nuestro pueblo Villa General Roca...............................49
Las fiestas populares su historia y su cultura..................................67
Villa General Roca...............................................................................69
Fiesta patronal de la Virgen del Carmen.............................................71
Zanjitas
Mi tesoro invalorable...........................................................................57

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Historias de mi pueblo y de su gente II

PRÓLOGO

A fines del año 2016, y como parte del Proyecto Cultural que en
nuestra Provincia procura el encuentro de todos los sanluiseños con
su identidad primigenia, surgió la iniciativa de la realización de un
concurso que, con el nombre Historias de mi Pueblo y de su Gente,
acercara a los habitantes de la tierra puntana a sus raíces culturales más
profundas.
La propuesta fue recuperar aspectos de la historia y cultura de
los poblados del interior de la Provincia, especialmente de aquellos
que, ya fuera por su densidad de población o por la forma en que cre-
cieron han permanecido en la sombra y el silencio. Pensamos que para
poder llevar adelante esta tarea, era bueno hacerlo escuchando lo que
los mismos habitantes de cada lugar tenían guardado en su memoria,
dando lugar de este modo a que esta emergiera y se hiciera presente
vivo uniendo a todos en una misma identidad.
Muchos de los pequeños parajes y pueblos carecen de documen-
tos escritos en los que puedan apoyarse para dar entidad a su historia.
No obstante ello, existe la posibilidad de reconstruirla desde la pers-
pectiva de la recuperación de la memoria de los que vivieron en otro
tiempo, de los relatos recogidos de la tradición oral y de todo lo que
guarda el entorno de una comunidad. El paisaje adquiere entonces un
sentido distinto, un arado, una casa construida con piedras o adobe,
una pirca, un telar, una manta, los dibujos que alguien grabó en las
piedras, una escoba de pichana, una conana o un mortero abandona-
do, toda huella de vida adquiere un significado y permite entonces la
reconstrucción de la historia del lugar y de su gente.
El hombre es el hacedor de la historia y por consiguiente tiene
derecho a escribirla como un modo de permanecer en el tiempo y de
proyectarse hacia el porvenir con una clara identidad y pertenencia a
una tierra y a una cultura que el mismo ha construido.
Con este propósito, el Concurso dio lugar en todo el territorio
provincial a que los habitantes de los pueblos narraran sus historias
tratando con ellas de reconstruir algunos aspectos del pasado colectivo

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Historias de mi pueblo y de su gente II

de la comunidad. Es así como surgieron una gran cantidad de rela-


tos sencillos, historias cortas, escritas y narradas muchas veces en un
lenguaje tosco, coloquial, simple, expresadas con sus modismos en el
hablar. En cada una de ellas por debajo de la narración pueden des-
cubrirse valores, modos de vida, gustos, tradiciones, el sentido de la
existencia, el amor por el lugar en que nacieron, la identidad con la tie-
rra y el paisaje, la lucha por la sobrevivencia y tanto más que permite
reconstruir la historia, la cultura y el perfil espiritual de la comunidad
en la que nacieron.
Llevar adelante este trabajo ha sido una experiencia maravillo-
sa. Transitar por las rutas provinciales bordeadas de retamas y laureles
en flor y llegar a pequeños poblados en medio de cerros y valles, con
sus arroyos cristalinos y en el aire la fragancia de la menta y el poleo,
fue como iniciar un regreso a los orígenes profundos de la identidad.
Llegábamos y allí nos esperaban, con ese gesto tan de nuestra gente,
amable, hospitalario, cargado de señorío, silencioso al principio, ex-
pectante. Nos sentábamos a conversar con ellos, a contarles cuál era la
propuesta y entonces, tímidamente al principio y luego animadamen-
te, comenzaban a brotar las historias, y era entonces como si una invisi-
ble marea encantada nos envolviera a todos en un mismo sentimiento
de hermandad.
Leer los trabajos que luego se presentaron, fue como si el paisaje
de nuestra tierra se abriera y se convirtiera en vida. Allí aparecen por
debajo de las narraciones cortas, cargadas de afecto por el terruño, los
valores propios del Ser Sanluiseño: la solidaridad, la generosidad, el
espíritu hospitalario, la valentía, la fortaleza para afrontar la adversi-
dad, la mansedumbre, la capacidad de amar y de sentirse hermano en
la comunidad en donde se comparte el pan, el dolor y la alegría.
Al tomar contacto con las historias, he sentido un inmenso agra-
decimiento y respeto por las personas que desde lugares pequeños en
medio de nuestras verdes serranías, han construido en el pasado y sos-
tienen en el hoy silenciosamente nuestra Provincia. Ellos han tejido,
algunos desde centurias, la trama vital de nuestra historia. Sobre sus
valores tendríamos que pararnos para desde esa altura mirar nuestro

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Historias de mi pueblo y de su gente II

porvenir. Con reverencia y humildad sería bueno comprender que no


podemos prescindir de ellos sino que, por el contrario, tendríamos que
intentar subirnos sobre sus hombros para así contemplar en toda su
amplitud el horizonte de esperanza de un crecimiento de nuestro San
Luis, que será grande si se asienta en la raíz de donde brota la savia
que florece.
Estas pequeñas historias, nos develan la rica amalgama que per-
fila a cada comunidad dándole un carácter único en el concierto de
pueblos de la Provincia. Podríamos decir que cada uno de ellos, tiene
un alma propia y un corazón que entona una melodía secreta, entraña-
ble y única que, unida a la de los demás pueblos, configura la maravi-
llosa sinfonía de la Puntanidad.
Las historias de cada pueblo nos permiten descubrir la melodía
propia de cada uno de ellos que brota desde las raíces de la identidad.
De este modo, las generaciones jóvenes aprenderán a cantarla con su
propia voz y podrán sentir que son parte de esta tierra puntana que
habitamos y amamos. Estas narraciones sencillas con sabor a vida, nos
ayudan a recuperar la memoria para saber quiénes somos, de dónde
venimos y comprender cómo somos.
Colmada de vivencias, una historia provincial diferente emerge
a la superficie de la mano del pueblo, para alcanzar la luz del sol y
convertirse en patrimonio cultural recuperado bajo el cielo azul de San
Luis, nuestra Provincia.

Leticia del Carmen Maqueda

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Historias de mi pueblo
y de su gente II
Historias de mi pueblo y de su gente II

Virginia Nelly Becerra


JUAN W. GEZ, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
HISTORIA DEL PARAJE JUAN W. GEZ

Esta recopilación de datos está dedicada a la memoria de mi padre


Jesús Cristóbal Becerra que amó esta tierra, hombre trabajador, hones-
to, generoso y ejemplo de vida.

Paraje Juan W. Gez


En este escrito quedará plasmada la historia de un paraje descono-
cido por la mayoría de los puntanos. El Paraje Juan W. Gez.
Juan Wenceslao Gez.

Biografía:
Juan Wenceslao Gez nació en la ciudad de San Luis, el 28 de sep-
tiembre de 1865.
Sus padres fueron don Juan María Gez, francés y doña Damiana
Pérez y Muñoz.
Gez formó su hogar en San Luis, donde se casó con la señorita
María Dolores Sabarots, norteamericana de origen, tuvo seis hijos: Ma-
ría Estela, Lola Angélica, Juan Alberto, Graciela Guillermina, Enrique
Franklin y Julio Arístides.
Gez era de carácter serio, de costumbres severas, pero de fondo
bondadoso y sentimental, se preocupó especialmente de la educación
de sus hijos, inculcándoles amor al estudio, al trabajo y a la práctica del
bien.

-Cargos que desempeñó en San Luis:


En 1892, defensor General de la Provincia; en 1893 electo goberna-
dor; en 1894 diputado a la Legislatura por el Departamento Belgrano;
en 1905 convencional para la reforma de la Constitución de la Provin-
cia de San Luis.

-Juan W. Gez se destacó en la ciencia:

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Fue un hombre de mentalidad superior. Su producción pedagógi-


ca, científica e histórica fue juzgada por personalidades argentinas de
reconocida competencia y por instituciones extranjeras que lo acredita-
ron con honrosas distinciones. En 1907, su trabajo titulado “La escuela
profesional para la provincia de Buenos Aires”, mereció el premio
Sarmiento, medalla de oro, en el certamen científico literario realizado
en La Plata, en ocasión de celebrarse un nuevo aniversario de su fun-
dación. En 1912, en el conjunto de sus obras sobre educación, obtuvo
Diploma de Honor y Medalla de oro en la Panam Pacific Internacional
Education, Agriculture, Mining. Invitado a enviar un trabajo cientí-
fico al Primer Congreso Nacional de Ciencias Naturales, reunido en
Tucumán en 1916, lo hizo con un estudio sobre el doctor Francisco Ja-
vier Muñiz, primer naturista argentino. Obtuvo un voto de aplausos
del Congreso y las congratulaciones de los sabios Juan B. Ambrosetti,
Angel Gallardo, Martín Doello Jurado y Franco Pastor.
Dos descubrimientos importantes de fósiles en Corrientes, fueron
estudiados y calificados por Gez. El don, en el primero de un masto-
donte, en el Arroyo Pirayul y el segundo, el de dos toxodontes y un
glytodon, en el río Santa Lucía, entre los pasos del Tala y de las Salinas.

-Gez historiador:
No es posible resumir en apretada síntesis el contenido de los tra-
bajos históricos publicados por Gez, numerosos en cantidad y nutridos
en calidad.
La Apoteosis de Pringles, fue impresa en Buenos Aires (1896) en
imprenta Europa M.A. (Moreno y Defensa). Es un estudio exhaustivo
sobre el héroe.
El Dr. Juan Crisóstomo Lafinur. Estudio biográfico y recopila-
ción de sus poesías, fue dado a la publicidad en 1907. Editorial Cabaut
y Cia. Librería del Colegio (Alsina y Piedras) Buenos Aires.
La historia de la provincia de San Luis, fue publicada en 1916.
Talleres Gráficos Weiss y Preusche (Patricios 249) Buenos Aires, en dos
tomos.
La Ley N° 405 del 27 de julio de 1910 de la Legislatura de San Luis,

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Historias de mi pueblo y de su gente II

disponía que el P.E. encargara a una persona de probada preparación


histórica y literaria la realización de la historia de la provincia. En cum-
plimiento de dicha ley, el gobernador Dr. A. Rodríguez Saá, con fecha
7 de diciembre de 1910 nombró a Gez para que lo escribiera. Abarca
desde los orígenes y fundación de la ciudad capital hasta el año 1900.
(Fragmento de Libro de María Estela Gez de Gómez -Año 1965)

Ubicación geográfica del paraje Juan W. Gez


A unos 30 km aproximadamente de la ciudad de San Luis se pue-
de acceder al paraje por Ruta Nº 7 ingresando por el paraje Daniel
Donovan o por la Cumbre.
Camino de tierra y de difícil acceso en época de sequía y lluvias
intensas por el terreno medanoso.
La geografía del lugar es pampa de médanos y flora adaptada al
clima de inviernos crudos con nevadas.
Primaveras coloridas por la verbena del campo roja y violeta, pan-
chitas naranjas y amarillas.

Las familias del paraje Gez


Una familia constituida por el Sr. Jesús Cristóbal Becerra y Nélida
Lucero con sus 4 hijos Claudia, Daniel, Gabriel y Virginia.
Aunque ya todos emigraron a la ciudad y sin presencia del Sr. Je-
sús que ya emprendió su viaje al cielo pero que amó y eligió esta tierra
hasta el último día de su vida.
Hombre trabajador, honesto, solidario, generoso, respetado y que-
rido por el pueblo. Nosotros tenemos el recuerdo de la infancia de los
inviernos crudos y veranos llenos de sol.
De las fiestas de cumpleaños de mi padre que duraban varios días
y la casa se llenaba de familiares, de chicos paseando en caballo, hom-
bres alrededor del fuego, asados el horno y empanadas, pan, juego de
cartas, tabas, bochas y guitarras.
Eran pocas las familias hacia 1980, entre ellas estaban la familia
Salina cerca de la Iglesia, la familia Di Chiacchio el dueño del único al-
macén de ramos generales “Don Nucho”, la familia Quiroga, los Ahu-

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Historias de mi pueblo y de su gente II

mada, los Arce que se encargaban de la Estación de ferrocarril.


Los vecinos de los campos cercanos Lorenzini, Montero, Tarazani,
De la Mota, De Batista, Testa.

La escuela
A principios de 1883, una pequeña escuelita blanca con una tran-
quera y un mástil que todos los días elevaba imponente la enseña pa-
tria.
Una campana que sonaba y marcaba la hora de entrada, en su
puerta los caballos y burros esperaban a sus dueños que venían de las
zonas más lejanas.
La señorita Ana Velázquez, una experta dibujante, nadie dibujaba
como ella, le salían perfectas las manzanas, los patitos y las flores para
aprender a contar.
Ella forraba nuestros cuadernos y hasta nos daba unos lápices de
colores en una pequeña cajita de 6 colores.
Era la maestra del primario en el único salón de la escuela. Se for-
maban filas primero, segundo, tercer grado y las siguientes eran los
grados más grandes.
La directora por aquella época era la Sta. Mirta Godino, muy dis-
tinguida y coqueta, siempre impecable, con su trato amable y cariñoso.
Los desayunos, larga mesa de madera, jarritos de metal y mate
cocido para todos.
Hasta el comienzo de 1990 no había luz eléctrica así que la tarea de
la escuela se hacía antes que la noche llegara sino a la luz de la vela o
de la lámpara a kerosene.

Estación de ferrocarril
A cargo del Sr. Roberto Arce a mediados de 1970, en que el tren
que salía de San Luis paraba en la estación de ferrocarril de Gez y era
un acontecimiento escuchar su paso y su llegada.
Era tradición cruzar los campos para ver pasar el tren y saludar a
nuestros familiares que viajaban a Bs. As. hasta el próximo verano que
volvían a visitarnos.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Las vías siempre ejercían atracción en los días soleados para bus-
car piedras de diferentes colores y formas.

Proclamada Doctora de la Iglesia


Todos los 15 de octubre, día de la festividad de la misma, se realiza
la misa y procesión para pedir la lluvia, culmina con una reunión con
comida típica entre los vecinos.

El almacén de ramos generales “Almacén de Don Nucho”


Se ubicaba sobre la única calle principal de altas paredes y piso de
madera con sótano. Altos mostradores y estanterías llena de cajas de
galletas y todo tipo de mercadería.
Fue lugar de encuentro de los vecinos para tomar un buen vino.
Siempre había caballos atados en la puerta.

Otras festividades
Los 25 de Mayo se organiza Campeonato de fútbol, donde partici-
paban equipos de todas las localidades vecinas como Lobos, Fraga, etc.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Cristina del Valle Sarmiento


PARAJE SANTA ROSA, ZANJITAS, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
EL AMOR A LA ROSA EN EL PARAJE SANTA ROSA

Ubicación del paraje Santa Rosa


El paraje Santa Rosa está ubicado en el Departamento Pueyrredón,
a 50 km de la Ciudad de San Luis, por Ruta Provincial N° 3 sur. Este
paraje es uno de los pertenecientes a Zanjitas cuyo intendente munici-
pal es Ariel Farías.

Origen del nombre


Este paraje tiene como nombre Santa Rosa de Lima. En honor a la
patrona de América, cuya imagen fue donada por la familia Álvarez.
A la cual se le realizó, un altar con piedras pegadas con cemento, en el
cual se encuentra una urna de vidrio con la imagen de Santa Rosa, en
su interior. Este altar está dentro de un predio cercado con tela olímpi-
ca para resguardarlo de algún animal, que pueda romper el altar de la
Virgen. Este altar está entre la escuela y la casa del señor que donó el
terreno, para que se hiciera la escuela.

Cómo se formó este paraje


Este paraje se formó gracias a una posta, que existió por el año
1820, aún no se sabe con exactitud en qué año realmente empezó a
funcionar la posta, ya que esta posta se hizo para hospedaje, comida
y bebida, tanto para los hombres como para sus animales. Los que se
hospedaban, ya sea para beber o para comer o pasar la noche, para
descansar ellos y sus animales, siempre se trataba de arrieros, que lle-
vaban ganado vacuno hacia la ciudad y después carreros que pasaban
por aquí con sus cereales y o granos también. Esta posta pertenecía
también a la familia Álvarez.
Muchos años después, la misma familia Álvarez, donó en el año
1910, más o menos 2 hectáreas, para que se construyera una escuela,
y que asistieran a la misma los niños de los puesteros y estancieros de

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Historias de mi pueblo y de su gente II

los alrededores. Esta escuela primeramente fue construida con techo


de jarilla, paja y barro con paredes de adobe, hasta que años después
se construyó una nueva escuela, con paredes de ladrillos y techo de
chapa, en el mismo lugar.
El día 25 de junio del año 2009, se produjo un incendio, el cual
destruyó gran parte de la escuelita, al poco tiempo fue refaccionada.
Esta escuela es la N° 266 hoy, antes fue Escuela Nacional N° 132, esta
escuela hoy tiene por nombre “1° Teniente Aviador Militar José Facun-
do López”, en honor al aviador militar caído en un accidente aéreo,
que ocurrió en el año 1954, en cercanías de Salinas del Bebedero, la
escuela hoy cuenta con agua de acueducto, no potable, el agua potable
es traída de la ciudad de San Luis por la señora maestra cada día que
dicta clases en la escuela. También cuenta con luz eléctrica y wifi. Esta
escuela cuenta con seis alumnos que gran parte de ellos, son recogidos
a la vera del camino, por la señora maestra, traídos a la escuela y nue-
vamente llevados a sus casas, una vez terminada la jornada escolar.
Dicha escuela es turno mañana y de personal único.

El progreso en Santa Rosa


Por este paraje en el año 1991, se habilitó la Ruta N° 3, ya que antes
la ruta, al ser de tierra y cuando llovía, se hacían lagunas y también se
rompía el camino por el correr del agua. También este paraje cuenta
con el agua del acueducto, para uso agropecuario y de riego, este acue-
ducto comenzó a funcionar en el año 2000, ya que era un gran proble-
ma para la gente que tenía animales, en tiempos de sequía.
Después llegó, en el año 2007 el tendido eléctrico, el cual beneficia
aún más a la gente pobre, que no tenía grupos electrógenos que ge-
neraban electricidad, ya sea para alumbrarse o hacer funcionar algún
electrodoméstico, radio, televisor. La gente aquí tenía que alumbrarse
con mecheros a querosén, velas o faroles a querosén o garrafa. Y los
que tenían heladera para conservar sus alimentos, eran a querosén o
a tubos de gas, y a sus radios las hacían funcionar a pilas, y los que
tenían televisores los hacían funcionar con un acumulador de 12 vol-
tios que se cargaba con un molino Aero cargador, o con pantalla solar,

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Historias de mi pueblo y de su gente II

claro que, aquellas personas que tenían para comprar una pantalla o
un molino aerocargador. Antes de ponerse el tendido eléctrico el Mi-
nisterio del Campo, entregó a los pobladores de este paraje pantallas
solares, esto fue en el año 2012, a las pantallas solares las entregaron
con su respectivo acumulador, que hacía funcionar a 4 o 5 lámparas,
o un televisor o radio. Actualmente con la electricidad, la gente tiene
más vida digna, ya que pueden hacer funcionar sus electrodomésticos.

Tradiciones de Santa Rosa


En este paraje siempre para el día de nuestra Santa Patrona Santa
Rosa de Lima, patrona de América que es el 30 de agosto, se celebra
una misa en el salón de la escuela, el párroco que oficiará la misa con
ayuda de la señora maestra, anotan a los bebés que hay para bautizar o
parejas que quieran casarse este día, o anotar a los familiares muertos,
para que en la misa se rece por sus almas. Después de terminada la
misma, se desarma el atrio, en donde el párroco ofició la misa y se em-
piezan a colocar las mesas, sillas, platos, vasos y cubiertos, se almuerza
lo que la gente vecina del lugar y los padres de los alumnos traen de
sus casas, para compartir y festejar este día, y también acompañan el
almuerzo con música. Luego levantan las mesas, lavan lo que se ensu-
ció, se acomodan las mesas, sillas y se limpia el lugar y cada familia
regresa a sus hogares.
A fin de año en el cierre lectivo la señora maestra hace la misma
fiesta, solo que esta vez es más grande y divertida, porque se hace el
acto de fin de cierre lectivo, en donde bailan y actúan los alumnos de la
escuela, junto con la maestra, y siempre con música.
Luego empiezan los padres de los alumnos y los vecinos del paraje
a colocar las mesas, sillas, platos, vasos y cubiertos y cenan la comida
que cada padre o vecino del lugar, trae para este gran festejo de fin de
cierre lectivo y de fin de año.
Después levantan los platos, los lavan. Luego empieza el baile,
hasta más o menos la medianoche, después guardan todas las mesas, y
sillas y el equipo de música, y se despiden todos hasta el próximo año.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Nuestras comidas típicas


En este paraje se acostumbra a comer comidas típicas, como por
ejemplo empanadas de carne vacuna, asado, carne a la masa, carne con
cuero, humita, locro, lechón al horno, chanfaina, guisos, carbonadas,
estofados y cazuelas de gallina. Entre muchas otras comidas.

Nuestros postres típicos


Son ocho: pastelitos, dulce de leche de vaca, chocolate, pastaflora,
arroz con leche, mazamorra con leche, tortas fritas y bizcochuelos. En-
tre otras exquisiteces más.

La fauna del lugar (mamíferos y reptiles)


Lo que se puede apreciar en este paraje son: conejos, cuises, lie-
bres, maras, gatos del monte o montés, conejos del palo, vizcachas, hu-
rones, zorros, zorrinos, pumas, jabalíes, pecaríes, iguanas y serpientes.
Entre otros animales más.

Aves
En Santa Rosa se pueden apreciar diversas aves como por ejem-
plo: calandrias, tijeretas, benteveos, bolitas de fuego, pájaro de la nieve,
cardenal amarillo, picaflores, picahuesos, lechuzos, teros, taguas, chi-
mangos, caranchos, gavilanes, catas, perdices del pasto, martinetas y
horneros. Entre otras bellas aves.

El diario vivir de la gente de este paraje


La gente de este paraje, se ocupa día a día de la ganadería vacuna,
y de sus rebaños de cabras y ovejas y de los animales de granja, cerdos
y gallinas para la producción de huevos y de sus caballos de carrera,
ya que muchos de los lugareños de este paraje, se ocupan de las carre-
ras cuadreras, ya sea que lleven sus caballos de carrera a correr a otros
pueblos, o parajes o bien los lleven a correr al hipódromo. También en
este paraje, la gente se ocupa mucho de la agricultura, y de la hachada
y venta de leña, ya que muchos viven de este sacrificado trabajo.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Anécdotas de la abuela Isabel


En este paraje vive la abuela Isabel (Chabela) Sarmiento de Ortiz,
ella nació en este paraje un 5 de noviembre de 1920, es la abuela más
longeva de Santa Rosa de Lima. En una de tantas anécdotas, que ella
tiene y la que más recuerda hoy es de cuando iba a la escuela, que era
en el campo de al lado adonde ella vive hoy. Chabela llama a la escue-
lita “la escuela del campo del cercado”, hoy no quedan ni vestigios de
esa escuela. Solo queda el nombre del campo “El Cercado”, en donde
existió la escuelita adonde iba la abuela Isabel, queda a 19 km más o
menos hacia el sur de la actual escuela, que en el año 2010 cumplió 100
años.

Gente inolvidable de Santa Rosa:


Estos son algunos de ellos:
Antonio J. Sarmiento (productor agropecuario) (fallecido)
Alberto Álvarez (productor agropecuario) (fallecido)
Marta Castro de Gil (ex maestra) (fallecida)
Silvia Fernández (actual maestra)
Arminda de Palacio (hiladora y tejedora del paraje)
Agustín Ortiz (granjero)
Isabel Sarmiento de Ortiz ( la actual abuela más longeva del paraje
Santa Rosa de Lima)

Esto va dedicado a los niños, mujeres y hombres


que hoy por hoy, dan vida a este paraje.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Julia Elena Frías


CHOSMES, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
HISTORIA DEL PARAJE DE CHOSMES

El origen del nombre y ubicación


El nombre de este paraje Chosmes proviene de un cacique indio de
la tribu de los Ranqueles, siendo sus primeros habitantes. Este pinto-
resco paraje está ubicado a 40 km de la ciudad de San Luis y pertene-
ce al departamento Juan Martín de Pueyrredón, se encuentra sobre la
Ruta Provincial Nº 7 y las vías del ex ferrocarril, tierra de comunidades
originarias y posta del camino en 1869 donde se encontraba una esta-
ción ferroviaria ubicada en la misma localidad.

Relato de don Alfredo, de 81 años de edad


Un nativo de este paraje don Alfredo Cornejo, de 81 años de edad,
relata que Chosmes encierra una gran riqueza, riqueza de secretos, de
grandes sucesos, familias que estuvieron, que están, y las que vendrán
a Chosmes respiran el pasado de este paraje.
-Tengo 81 años y siempre he vivido en Chosmes, toda mi familia
vivió en Chosmes, mis padres, hermanos, primos.
Alfredo nos cuenta que la población en los años donde el ferroca-
rril estaba activo, vivía de la forestación, la ganadería, la venta de car-
bón, piedra y yeso, Las mismas eran transportadas a otras provincias y
países en carro y tren. Siendo Chosmes, Jarilla y Alto Pencoso, la posta
donde se hacia el cambio de bueyes, el engrase y el control de las carre-
tas que venían de Bs. As. a Mendoza. Esta antigua huella se encuentra
a diez kilómetros de Chosmes, también llamada “aguadas” recibe este
nombre por la razón que contamos anteriormente.
La ex ruta número 7 corre paralela a las vías del tren, que poco a
poco va desapareciendo y es menos frecuentada ya que se transita la
nueva obra autopista que une y facilita muchos destinos. En esta ex
ruta siete paralela a las vías del tren se encuentra un algarrobo que,
según nos cuenta Alfredo, es mayor que el algarrobo abuelo ubicado

29
Historias de mi pueblo y de su gente II

en Merlo (San Luis) muy pocos saben de este porque al cerrarse estos
campos y al no tener los cuidados, no sabe decirnos si ha quedado ras-
tros de este algarrobo, recuerda que tenía una circunferencia de apro-
ximadamente 40 metros, también sobre esta ruta en su momento habi-
tada, nos cuenta Alfredo que se encuentra una humilde capilla llamada
San Antonio y lleva varios años solitaria siempre dispuesta esperando
a sus fieles, esta ruta desemboca en Jarillas otro paraje vecino de esos
lugares.

Cuando este ferrocarril y sus estaciones hechas por ingleses, fue-


ron cerrados en el gobierno de Carlos Saúl Menem, presidente de ese
momento, y del secretario general ferroviario Cipione Yanquetrude,
muchas familias quedaron sin trabajo, fueron indemnizados con la mí-
nima o tenían la opción de irse a Buenos Aires.
Alfredo nos cuenta las diferentes responsabilidades que le llevó
trabajar en el ferrocarril.
- Trabajé en la parte de contaduría, telégrafo, acompañamiento de
vagones, viajamos en los trenes donde conocí lugares, hice amistades,
viví cosas no tan buenas, vi muchos accidentes ferroviarios, el tren que
siempre recordaré -relata muy pensativo el abuelo.
También recordó que vio pasar en el tren a Perón, pero afirma que
nunca bajó en el paraje solo una vista de lejos.
En lo personal Alfredo nos cuenta que toda su vida vivió en Chos-
mes donde pasó los mejores momentos de su vida, recuerda a sus pa-
dres ya fallecidos.
- Mi padre nos crió bien, con mucho amor nos enseñó a trabajar
desde muy chicos inculcándonos buenos ejemplos, consejos. Mi papá
fue juez de Paz, comisario, comerciante, siempre muy trabajador. Mi
madre ama de casa, siempre ayudando a su esposo y nosotros, siete
hermanos, uno de ellos en unos días cumple 91 años, nos cuenta son-
riente Alfredo.
- Fuimos escolarizados en una escuela rural hasta segundo grado,
luego en la escuela Lafinur hasta sexto grado. Después trabajé en San
Luis, luego volví a Chosmes, a rendir para entrar al ferrocarril militar

30
Historias de mi pueblo y de su gente II

General Solé (provincia de Córdoba), relevos cautivos ascendidos, an-


duve por Batavia, Cañada de Véliz, Fraga, Chosmes, Balde, Pencoso y
Jarilla y quedé ascendido en Donovan (pueblo puntano).

Chosmes es un paraje que no tiene municipio y pertenece a Alto


Pencoso, igualmente la policía, el paraje cuenta con una escuela pri-
maria que el terreno fue donado por el dueño de la estancia Guerrero
donde son todos caminos de tierra, estando en la misma estancia anti-
guamente ubicada la escuela. Los Guerrero eran personas muy conoci-
das de este paraje, y aún quedan descendientes de ellos, otro habitante
destacado fue Ricardo Galfa que tenía el primer y único negocio de ra-
mos generales para esta pequeña comunidad donde se distribuía agua
para el ferrocarril y para los animales que se extraía de un pozo, ya que
el agua de ese lugar es muy salitrosa.

Para terminar si nos acercamos al paraje Chosmes llegando a su


entrada nos lleva un camino de tierra de unos 10 km donde podemos
respirar la historia sin conocerla muy bien, donde vemos rieles ya sin
uso y oxidados, pero sabemos que arrastran historia, recuerdos de per-
sonas que vivieron y que viven y que no cambiarían ese lugar por nin-
gún otro, donde mirando a lo lejos sus estaciones parece verse gente
esperando ese tren que pronto llegará, y los fieles testigos, como la
vieja estafeta postal a la que llegaban cartas y encomiendas y quedará
plasmada por siempre su historia.

31
Historias de mi pueblo y de su gente II

Walter Antonio Gómez


JARILLA, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
JARILLERO

Jarilla
Ahí está ella, tan simple y común, pero coqueta, vestida con un
inmenso color amarillo, enamoradiza de las obreras de la miel, tantas
veces vistas ocupando espacios que otros no pueden ocupar o que sim-
plemente desprecian y por supuesto, tienen tareas que cumplir según
la sabiduría popular de los abuelos “jarilleros”.
Aliviar los afectos de la artritis, el reumatismo y artrosis, ayuda
a controlar el mal olor corporal, ayuda a combatir los hongos en los
pies, a eliminar líquidos del cuerpo, acelera la cicatrización de heridas
y unas cuantas propiedades más hasta que lleguen el médico y su au-
xilio. Pero no está sola, la acompañan algunos chañares, breas, pencas,
palo azul, algarrobo negro y otros, con lo necesario para perdurar en el
tiempo y en el espacio, además de pintar el paisaje, y como si eso fuera
poco se da el lujo de nombrar un pueblo paraje: Jarilla.
Este pueblo paraje se encuentra en las coordenadas 33° 24´ 0” S,
67° 2´ 0” O, a 200 m de la Ruta N° 7, a 67 km de la ciudad de San Luis,
10 km de la localidad de Alto Pencoso y a 15 km del límite con la pro-
vincia de Mendoza.

Desde la ruta 7 se distingue altiva y soberbia cual diosa pagana


como dice la canción, no se resigna al olvido, y aunque así fuera, no
podría pasar desapercibida, es que tiene metros y metros de altura la
chimenea de lo que fue, allá lejos en el tiempo, la fábrica de vidrio, sí,
una fábrica de vidrio y del bueno gracias a la arena blanca que abun-
daba y abunda en el lugar.

Para agradecer y celebrar las bondades de la naturaleza que per-


mitía el trabajo en la región aún se recuerdan aquellos tiempos. Las
canteras de yeso se encuentran hacia el NO.

33
Historias de mi pueblo y de su gente II

Jarilleros y pencosinos son casi hermanos, así se sienten, le consta


a este narrador. Durante algunos años se reunían ambas comunidades
educativas con el propósito de bautismos, comuniones y confirmacio-
nes, allí asistía el Obispo del momento, padres, padrinos, vecinos, au-
toridades y además del propósito mencionado, por supuesto para sa-
borear empanadas, asados, y cuántas delicias más, todo preparado con
extrema dedicación, sabores que quedan en la memoria gustativa de
quien escribe que en el afán de colaborar, llevaba una bandeja con em-
panadas hacia las mesas y por hacerse el gracioso dejó escapar bandeja
y empanadas, el recipiente salió con furia de sus manos hacia el suelo,
la bandeja giraba y al mismo tiempo iba desparramando empanadas
por el piso. Cosas que pasaban para las carcajadas de los presentes,
Obispo incluido.

Jarilla tiene más para contar, aunque mucho más atrás en el tiem-
po, cuando se lo conocía como Posta de la Cabra. Eran tiempos de pro-
fundas diferencias, tiempos de unitarios y federales, azules y colora-
dos, tiempos de mucha sangre derramada entre hermanos.
Aldao había vencido a su eterno enemigo Mariano de Acha, una
partida lo lleva detenido, al llegar al paraje Posta de la Cabra, actual
Jarilla, la partida se detiene, bajan del caballo al vencido, los intentos
de ponerlo de rodillas son inútiles, le disparan por la espalda, le cortan
la cabeza y la colocan en una pica al costado del camino para escar-
miento, horas después una vecina encuentra semejante cuadro, cava y
da cristiana sepultura a quien en vida fuera Mariano de Acha, unitario.
Una construcción a pocos metros del pueblo recuerda el acontecimien-
to.

Mario Olguín, don Mario, desde siempre habitante de estos pa-


gos jarilleros que a poco de mostrarse un tanto reacio a hablar va sol-
tando lo que lleva adentro de su pecho, su acervo cultural, nos habla
del algarrobo negro que aún se encuentra uno aquí, otro más allá, del
ferrocarril, uno con agua, otro para transportar el yeso que por ahí se
encontraba. Aquel tren del que apenas quedan restos diseminados por

34
Historias de mi pueblo y de su gente II

todas partes dando testimonio. Aún da servicio pero de otro tipo, de


vivienda para doña Laura.

Un Yanquetruz que vivía como un jarillero y dominaba el fútbol,


el truco y el hacha como el mejor, un día desapareció para nunca más
volver.
La ruta 7 también cuenta cosas de cuando la trasladaron unos me-
tros hacia el sur y fue resultado negativo para Jarilla, ya el tránsito dejó
de ser lo que era, lo lamentaron los jarilleros, el tramo abandonado
muestra aún sus heridas.

Restos, tramos de vías, durmientes, un aljibe, cartelería, restos de


una báscula con el nombre de su origen Birminghan 1908.
Hoy Jarilla ha lavado su rostro, sus calles son anchas, sus institu-
ciones funcionan, Jarilla ha secado sus lágrimas, se ha puesto de pie, ya
no se lamenta y persiste vientos de cambio. Se ilusiona.
Termina mi jornada, me doy vuelta para mirarla una vez más, ahí
está ella, la chimenea, siempre vigilante, fuerte ante el embate, siempre
resistiendo y, como dice Don Hipólito Saá:

¡¡¡INCONMOVIBLE COMO UN ATALAYA!!!

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Silvio Adrián Barroso


EL VOLCÁN, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
RESCATANDO RECUERDOS

Queriendo conocer más sobre el pasado de mi localidad y recupe-


rar las costumbres, tradiciones y formas de vida de antes, don Amadeo
Barroso de 73 años y Blanca Aída Coria de 62 años, residentes en el
Volcán hace 40 años, mis abuelos, me narraron cuál es la leyenda que
conocen sobre el origen de la misma: “Conocemos una sola leyenda
acá...”, cuando no había ciudades, ni multitrochas, ni cables de televi-
sión, ni autos, ni animales, ni gente… había un volcán.
Era luminoso y tenía boca de fuego. También era remalo como to-
dos los volcanes, siempre se enojaba cada vez que explotaba su cosa
caliente (lava) quemaba todo lo que encontraba a su paso, animales,
piedras, yuyos.
Después de tanto tiempo se apagó poco a poco hasta que su vida
caliente terminó y no abrió nunca más su boca de fuego.
Al llegar el hombre no había ninguna evidencia para demostrar
que ahí había un volcán, pero la curiosidad de este tipo, lo hizo buscar
entre las piedras y descubrir lo que había pasado antes. Entonces el
lugar se hizo llamar y se llamará El Volcán.

Haciendo memoria, mi abuelo recuerda una de las leyendas más


conocidas por los pobladores, de la Cuesta del Gato, la del Bairoletto
(hombre que robaba para darles a los pobres).
- Hijo, a la que todos le teníamos miedo de ir, era la Salamanca o
Baile de las Brujas, ahí iban para pedir algún deseo como por ejemplo
ser un buen domador, un buen bailarín, pero para conseguirlo debías
pasar varias pruebas, escupir un crucifijo, caminar entre víboras y en-
cima enfrentarte con el mismo demonio. Él te concedía tu pedido pero
uno a cambio debía entregarle el alma.
También se bailaba y bebía mucho, solía durar varios días, general-
mente se escuchaba la música y los gritos de la gente al anochecer cerca

37
Historias de mi pueblo y de su gente II

de las barrancas del río.

Solían tener algunas supersticiones que los chicos de ahora no las


tienen o no creen en ellas como presentir que alguien de la familia iba a
morir porque los muebles de la casa comenzaban a crujir, golpeaban la
puerta cuando venía viento fuerte y levantaba mucha tierra y cuando
venía crece en el río.

Nosotros ahora para divertirnos vamos al cine, bar o a los boliches


a bailar, en la época de mis abuelos eran muy comunes las fiestas fa-
miliares.
Las reuniones familiares eran “sagradas”, en la cual toda la familia
se juntaba y no había excusas para faltar. Por lo general se juntaban
los domingos o en alguna otra fecha en especial, para compartir un
almuerzo o cena, estas reuniones eran todo un acontecimiento porque
los dueños de casa se preparaban para recibir a los invitados, los de-
más también aportaban con algo para el evento, unas ricas empanadas
caseras cocinadas en horno de barro, un buen vinito patero, el pan ca-
sero y no podían faltar los sabrosos chivitos de la zona o el asado con
cuero.

Los niños no compartían la mesa con los mayores, y debían pedir


permiso para ir a jugar. En muchos casos estaban al cuidado de las
“nanas”, mujeres que los criaban, cuidaban y brindaban su amor. Una
de las características que las hacía especiales eran las canciones que
entonaban para que los niños se durmieran como el arrorró:
Arrorró mi niño,
arrorró mi sol,
duérmete mi niño,
duérmete mi sol,
sino vendrá el cucu
y te comerá.

Además los cuidaban cuando sus padres debían ir al campo a tra-

38
Historias de mi pueblo y de su gente II

bajar, porque la mayor parte de la población vivía del campo, por lo


que tenían que salir a arar, sembrar, cosechar, trillar el maíz, alumbrar
los campos y cuidar los animales.
Una fiesta muy esperada por las niñas de las familias era el cum-
pleaños de 15. Eran reuniones muy sencillas, donde se juntaban fa-
miliares, vecinos y amigos para el acontecimiento, por lo general se
realizaba en la casa de algún familiar, allí se adornaba con flores el
patio de tierra y se colocaba una carpa para protegerlos del rocío o en
caso de lluvia.
No había tanto lujo ni pretensiones por parte de la cumpleañera.
Se preparaba un sabroso asado con cuero, acompañado con un buen
vino. Después de comer se armaba el baile y llegaban los guitarreros
y acordeonistas; tocaban hasta el amanecer gatos, chacareras, cuecas,
tonadas, cogollos, tangos y nuestra danza local “El Pericón”.
Las canciones más escuchadas eran Estrellas brillantes (tonada);
Domingo por la tarde (tango); Caminito del Norte (cueca); El Chulen-
go (gato cuyano); Cochero ‘e plaza (cueca); Calle Angosta (cueca), en-
tre otras.

Entre baile y baile, algunos paisanos solían decir algunas relacio-


nes:
“Crece el cardo en la tapera, la flor morada en la loma ¿en qué rin-
cón de este pago tienes tu nido paloma?”
La gente mayor solía jugar a la taba, el infaltable truco, el sapo, la
polka de la silla, la sortija o las carreras cuadreras.
En cambio los niños se divertían con la payana, la farolera, saltar
la soga, el balero y algunos de los juegos que conocemos actualmente
pero con modificaciones como la escondida, la mancha, el policía y el
ladrón.
La fiesta solía durar entre 2 o 3 días, porque la mayoría de los in-
vitados se quedaba a dormir en la casa familiar, se las conocía como
típicas fiestas criollas.
Otra de las fiestas que la gente esperaba y vivía con mucha alegría
eran los carnavales, se adornaba la calle principal por donde desfila-

39
Historias de mi pueblo y de su gente II

rían los carruajes, se bailaba toda la noche y se elegía el mejor disfraz.


En esos días la gente se divertía tirándose agua perfumada con al-
bahaca y hasta en algunos casos se chayaba con harina, era todo alegría
y diversión.

Una celebración muy importante para toda la gente de El Volcán,


eran las fiestas patronales, estaban muy bien organizadas, primero se
hacía una novena en honor a la virgen protectora de la localidad, lue-
go se celebraba la misa y por las calles se realizaba la procesión con la
imagen de Nuestra Señora de la Guardia. Para esta fecha también se
conmemoraban bautismos, comuniones, confirmaciones y hasta casa-
mientos.
Finalizado el acto religioso, la gente del pueblo y zonas aledañas
aprovechaba para reunirse y mostrar sus mejores vestimentas, la me-
jor montura del caballo, etc. Allí comían empanadas, asado, carne a
la masa, etc., después continuaban divirtiéndose con juegos, bailes y
canciones.

Esto es parte de la historia popular de El Volcán, hoy un importan-


tísimo atractivo turístico provincial, lugar que congrega buenos con-
tingentes de turistas y de vecinos de la capital para vacacionar, descan-
sar y también como lugar de residencia.

Mi nombre es Silvio Barroso, 28 años de edad, residente de El Vol-


cán, estas letras van dedicadas a la memoria de mis abuelos que tanto
amaban a su pueblo.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Sonia Carande y Blanca Nelly Vallejo


POTRERO DE LOS FUNES, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
LA CASONA

Tiene por costumbre caminar por Potrero de los Funes, el clima y


su estado general lo permiten. Al salir de su hogar, sobre la empinada
calle Los Tilos, toma cuesta abajo hasta el río y sentada en uno de los
bancos allí construidos disfruta del sonido cristalino de sus aguas, del
gorjeo de los pájaros y del intenso verde de la vegetación que la rodea:
pimientos, sauces, siempreverdes y perfumadas acacias. Luego bordea
hacia el norte su cauce rumoroso, y se desprende de él con pesar, lomi-
ta arriba, hacia la escuela. Camina despacio y cada casa, cada esquina,
cada árbol, traen a su mente los imborrables recuerdos de toda una
vida transcurrida entre ellos.

Pero permítanme presentarla. Ella es Blanca Nelly Vallejo de Escu-


dero, distinguida por la Municipalidad de Potrero de los Funes como
Ciudadana Ilustre en el año 2014, y a quien afectuosamente se apo-
da “la enfermera del pueblo” por los treinta y tres años que dedicó a
esta noble actividad. Claro está, cuando sus hijos eran aún pequeños
y pudo hacer el Curso para Auxiliar de Enfermeras que se impartía en
el Hospital de San Luis, y posteriormente el curso de Agente Sanitario,
este, su querido pueblo, era mucho más pequeño de lo que es en la
actualidad. La alentó a hacerlo doña Justina Contestín de Tula, y gra-
cias al incondicional apoyo de su esposo, que cuidaba los niños en su
ausencia y la traía de regreso en moto, pudo concretar lo que siempre
fue su vocación. Visitaba a pie o caballo entre los cerros a quienes nece-
sitaban de su ayuda, enseñándoles conceptos básicos de sanidad e hi-
giene, vacunándolos, curándoles e incluso trayendo sus hijos al mundo
cuando las circunstancias así lo exigían. Es ya una persona mayor, con
espíritu e intelecto joven, y lleva sobre sus espaldas muchos años de
trabajo duro, constante, pero vividos con alegría y la satisfacción de
poder servir a los suyos y a los habitantes de este pueblo, al que tanto

41
Historias de mi pueblo y de su gente II

debe y ama.

Llegó aquí de niña, en un carro tirado por mulas. Once años tenía
cuando la familia, plena de sueños y esperanzas, se radicó en el pue-
blito formado en los alrededores del casco de la antigua estancia de
Potrero Grande, una inmensa extensión de terreno que pertenecía a
Don Esteban Funes y a su esposa, Doña Petrona Miranda y que en su
momento abarcaba lo que ahora se conoce como Estancia Grande, Po-
trero y Las Chacras.* Aunque ella había nacido en San Jerónimo, llega-
ban desde el paraje La Estrechura, cercano a la actual Estancia Grande,
donde sus padres estaban viviendo por entonces.

Referencia: * Esta propiedad fue otorgada por merced real por servicios
prestados a la corona española a don Francisco Muñoz y/o don Juan Luis de
Guevara, reconocidos encomenderos. El último de ellos regresó luego a Chile,
según destacara en su momento el profesor Hugo Fourcade quien describe in-
cluso litigios entre familias por dichas tierras. Las mercedes reales eran exten-
sas, dado que ello aseguraba la posibilidad de tener cría de animales y chacras.

Aquí se asentaron en el piedemonte de un cerro cercano a la zona


de boxes del actual circuito automovilístico, cerro al que llaman “La In-
dia Dormida” pues el delineado de su cumbre recuerda el perfil de una
nativa, descansado, y donde dicen los lugareños que se encuentra un
antiguo cementerio indígena. No podría ella desmentirlo ni afirmarlo,
solo recuerda que más allá de la quebrada honda donde anidaban los
cóndores, cercana a su hogar, algunos pobladores, entre ellos la fami-
lia López cuyos descendientes aún viven allí, al cavar y nivelar el patio
posterior de su casa encontraron cuerpos muy antiguos enterrados de
pie, a los que honraban velándolos sobre una chapa con una velita en-
cendida, para luego sepultarlos dignamente.
Todas las sierras de los alrededores del pueblo habían sido lugar
de asentamiento de indios huarpes,** y por eso son numerosos los ves-
tigios que de ellos pueden encontrarse.

42
Historias de mi pueblo y de su gente II

Cuando niña, junto a sus ocho hermanos, disfrutaba buscando


puntas de flecha realizadas en piedra pulida, antiguos morteros ahue-
cados en la dura piedra de las sierras, y ovalados y pulidos machaca-
dores que coleccionaban ávidamente. Según cuentan los historiadores,
los indios se fueron retirando hacia las serranías del noreste de Potrero,
para finalmente emigrar y asentarse en las lagunas de Guanacache.
Huían de los encomenderos que los esclavizaban para llevarlos a las
minas de la Cordillera de los Andes, donde perdían la vida debido a
las crueles condiciones en que eran obligados a desarrollar su trabajo.
Muchos años después los habitantes de la zona se nuclearon por pro-
tección en las cercanías del casco de la estancia,*** y de a poco, el preca-
rio asentamiento poblacional fue creciendo y desarrollando su propio
impulso, su definitiva impronta.

Doña Blanca ama este lugar, sus luces y sus sombras, sus días de
sol y las copiosas lluvias que embravecen el usualmente tranquilo cau-
ce del río. Ama la antigüedad de algunas de las construcciones y tam-
bién aquellas que por su modernidad y envergadura lo han convertido
en un importante centro de turismo, como asimismo en lugar de en-
cuentro para competencias deportivas, conferencias y cursos interna-
cionales. Y a sus años, cargados de haceres y recuerdos, calmarlo es un
placer al que no quiere renunciar. Por eso lo recorre despacito, acom-
pañada de alguno de sus nietos, saboreando cada sombrita fresca, cada
seto perfumado, cada saludo cariñoso.

Referencia: ** A mediados del 1500, habitaban las sierras grupos de caza-


dores-recolectores. Según la licenciada Teresa Michieli “sobre alguno de ellos
se insertaron inmigrantes con agricultura y algo de ganadería de la llama,
llegados probablemente del oeste luego del año 500 d.C., que se instalaron en
las sierras ocupando valles, rodeados de colinas bajas. El cinturón de montes
cerrados que rodeaban los asentamientos serranos permitió un marcado ais-
lamiento que facilitó la conservación de los rasgos culturales durante mucho
tiempo y su separación de los grupos cazadores-reproductores que prospera-

43
Historias de mi pueblo y de su gente II

ban en la llanura” Cazaban guanacos, ñandúes y ciervos y tenían una agri-


cultura rudimentaria en los valles húmedos y fértiles.
*** Según el profesor Hugo Fourcade “las estancias significaron tanto
como la raíz o matriz de los caseríos o vecindarios iniciales, que en verdad
fueron rancheríos o precarias viviendas de pastoreo, labradores o puesteros
serranos”.

Así muchas veces llega a una larga, pesada, blanqueada pared


de adobe que da directamente a la calle principal, cubierta de murales
y grafitis…es La Casona, el casco de la estancia que dio origen a esta
hermosa localidad serrana.
Mira sin ver a través de las clausuradas, deterioradas ventanas que
muestran el espesor de las antiguas paredes. Le parece escuchar el rui-
do de platos y copas, las órdenes impartidas por los patrones de la
estancia a los numerosos sirvientes y criados:
-“Anselmo, ¡traé los animales que carnearemos mañana, para la
fiesta de San Esteban! Esperamos a toda la peonada y sus familias, no
tenemos que quedarnos cortos. Doña Rosa y las mujeres se encargarán
de hacer el pan y las empanadas para el almuerzo y además pasteles
almibarados para el chocolate de la tarde”.
-“¡Sí patrón!”
-“Muévete, niña! hay que terminar de pelar la fruta y dejarla con el
azúcar, para comenzar a cocinar los dulces para la madrugada. ¿Aco-
modaste los frascos de conservas en la despensa? Pronto vendrán los
fríos, deben tener todo terminado para entonces”.
-“¡Istá lista, patroncita! No si priocupe, quedarán di rechupete y el
invierno nos incontrará bien surtidos”.
-“Daniel, hijo, haz reparar el cartel de la campana. Quiero que to-
dos escuchen su tañido llamando a la misa del domingo. Tu nueva
casulla bordada en hilos de oro y plata está terminada, y las mozas se
encargarán de adornar el altar y los bancos para el casorio del hijo del
capataz”.
Es que en el parque de la casona los piadosos patrones de la estan-
cia, uno de cuyos hijos era sacerdote, habían construido un oratorio o

44
Historias de mi pueblo y de su gente II

pequeña capilla bajo la advocación de San Esteban, y allí se oficiaba la


Santa Misa, se realizaban casamientos y bautismos y los vecinos llega-
ban para rezar devotamente el santo rosario. En ese mismo oratorio,
según investigaciones del profesor Hugo Fourcade, descansan bajo el
altar los restos mortales de don Juan Esteban Funes, su esposa Petrona
Miranda y el presbítero Daniel Funes, hijo de ambos.
Sobre ellos se entrelazan campanillas silvestres, y el viento musita
al pasar cánticos religiosos perdidos en el tiempo…Tierra bendecida
por la generosidad de quienes la habitaron y se brindaron a la comu-
nidad, motivo por el cual esta les inmortalizó poniéndole su nombre
al pueblo.
A veces, cuando su alma puntana está especialmente sensible, una
lágrima pugna por asomarse a sus ojos. Y es que su vida está tan ligada
a esta Casona…allí vivió su padrino de casamiento, don Víctor Saá,
nacido allá por julio de 1887, quien también era padrino de confirma-
ción de su esposo, Feldes Abel Escudero, a quien había conocido en
las novenas que allí se realizaban. Tenía ya dos hijos cuando les pi-
dieron que fueran sus caseros, y allí habitaban una pequeña vivienda,
entre espinillos añejos y perfumados jazmines. Qué felices y seguros se
sentían en su compañía amable, instruida. Maestro normal, periodista,
historiador revisionista, escritor, conferencista, fundador y presidente
de la Junta de Historia de San Luis. Polémico, eso sí pero de una desta-
cable honestidad. Docente por vocación, solía corregirles y orientarles
con su voz fuerte, pausada. Con cariño les cuidaron a él y a su madre
a medida que fueron envejeciendo, rodeados por las sierras que tanto
amaban…Si hasta le parece escucharle:
-“Blanquita ven ya con la papilla. Ella te espera, recuerda dársela
despacito, en la boca. Esta tan débil la pobrecita, Dios me la guarde y
ampare…”.
-“Sí, padrino, ya su cena está dispuesta en el comedor y aquí tengo
el puré para su mamá, no se preocupe más, yo me encargo. Nadie to-
cará sus escritos, déjelos como están, en el escritorio.”
-“Hija, hoy por la tarde vendrá mi amigo el profesor Fourcade…
tenemos mucho material para repasar, no dejes que los niños hagan

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Historias de mi pueblo y de su gente II

mucho ruido… y si puedes, prepárale los bollitos de anís que tanto le


gustan”.
Hermosos recuerdos que llegan a su mente al pasar por la Casona,
como si las amables presencias de quienes la habitaron todavía se en-
contraran allí: mateadas y tortas fritas en el parque, bajo las glorietas
cuajadas de fragantes racimos de glicinas, el chocolate y las masitas
compartidas por la gente del pueblo en los días patrios, los niños ju-
gando libremente en el parque, saltando la rumorosa acequia de rie-
go, trepando a los añosos árboles, trenzando coronas con las flexibles
ramas de los sauces, balanceándose en las hamacas que pendían de
horizontales ramas o disfrutando de los pastelitos y bollos amasados
en la mesa de piedra…

Doña Blanca ya ejercía como enfermera, y su esposo trabajaba en


la Dirección de Hidráulica como encargado del riego de Potrero, pero
continuaban viviendo en la Casona, acompañando a su padrino.
Don Víctor Saá el último habitante de la histórica vivienda. Ya
en la ancianidad debió trasladarse a San Luis por su precaria salud, y
cuando Dios le llamó a su lado, en septiembre de 1982, la casona quedo
solitaria, vacía, en desuso. Manos anónimas robaron aberturas y todo
cuanto pudieron desprender y acarrear. La maleza creció, soberana.
Algunos árboles se desmoronaron y de ellos hicieron leña los intrusos.
Mirando su portón de entrada desvencijado, caído, con herrumbre de
años de abandono, ni se anima siquiera a entrar para recorrerla por
temor a lo que pueda encontrar. Ha desaparecido el hermoso parque
que rodeaba las construcciones y donde fueran tan felices: todo es con-
fusión, suciedad, dejadez.

Y entonces su corazón sensible se pregunta, recordando la histó-


rica Finca de los Osorio donde se reclutaban los puntanos para seguir
al general San Martín a su campaña libertadora ¿Acaso no podían los
organismos pertinentes reparar y poner en valor la vieja Casona, que
dio origen a un pueblo próspero y moderno como Potrero de los Fu-
nes, conocido y valorado ya a nivel internacional? Las sólidas paredes,

46
Historias de mi pueblo y de su gente II

restauradas, se prestarían generosas para ser sede excepcional para un


museo, que podría reunir desde piezas indígenas de las etnias que ha-
bitaban la zona antes de la llegada de los conquistadores, hasta enseres,
ropajes, imágenes religiosas, mobiliario y aun medios de transporte de
diferentes épocas, muchos de ellos guardados cuidadosamente (o no),
en las viviendas de los pobladores más antiguos del pueblo…

Entonces se cumpliría uno de sus más caros sueños: preservar pa-


trimonio tan valioso, cumpliendo así en honrar la memoria de quienes
fueron los hacedores de su hermoso pueblo.

47
Historias de mi pueblo y de su gente II

Sasha Leyes
VILLA GENERAL ROCA, DEPARTAMENTO BELGRANO
HISTORIA DE NUESTRO PUEBLO
VILLA GENERAL ROCA

Breve historia de Villa General Roca


Esta localidad está ubicada en el noroeste de la provincia de San
Luis, a 74 kilómetros de la ciudad capital, es la cabecera del departa-
mento Belgrano y se accede a ella por la Ruta Nacional N° 147. Asen-
tada sobre una cuenca cerrada, su territorio esta surcado por cauces
secos que sirven como ejes, gracias a alguna corriente subterránea, a
hileras de puestos y pequeñas chacras, y se cubre el mismo por un
monte degradado por la mano del hombre.

Bajo un clima semidesértico, estas condicionantes limitaron su ex-


pansión económica y física. Sus nueve cuadras originales mantienen
intacto el plano sin mayores modificaciones. La plaza es el centro de
la vida del pueblo y frente a ella se instalan los principales edificios de
Villa General Roca, ellos son:
-La capilla de Nuestra Señora del Carmen
-El Centro Cívico
-La Intendencia
-Centro de Salud
-Escuela Dalmiro Santiago Adaro

El gobernador don Toribio Mendoza, el 9 de noviembre de 1878,


autoriza al Poder Ejecutivo a expropiar nueve cuadras en el paraje lla-
mado Los Manantiales, donde se fundaría el pueblo de Villa General
Roca. Estas tierras pertenecieron al coronel Eufrasio. El templo lo hizo
levantar la Sra. Francisca Sosa de Núñez, en una promesa que hizo a la
Virgen por salvar de un momento difícil a su esposo Cipriano Núñez.
La Santísima Virgen, en su advocación del Carmen (Ntra. Sra. del Car-
melo), cuya fiesta se celebra el 16 de julio, es patrona de esta capilla. En

49
Historias de mi pueblo y de su gente II

1935, monseñor Tibiletti, aprueba la comisión protemplo. Existe, en el


Archivo Diocesano, un inventario de la capilla desde 1940, lo que in-
dica que para ese año ya estaba bendecida e inaugurada. En la Capilla
de Villa General Roca se venera a la Virgen del Carmen. La imagen
perteneció a la Sra. Francisca Sosa de Núñez, esposa de don Cipriano
Núñez, y era objeto del culto familiar (las populares novenas) en la
estancia La Bajada del Carmen de los esposos Núñez. Don Cipriano
fue tomado preso por los colorados, y su esposa le hace la promesa a la
Virgen del Carmen de erigirle un templo si su esposo regresa con vida.
Se cumplió el ruego de doña Francisca.

Paisaje de Villa General Roca: el dique


Se ubica a 70 km al norte de la ciudad capital de San Luis, es uno
de los más pequeños de la provincia y fue construido en el año 1956.
Se accede a él a través de la Ruta Provincial N° 45 y Ruta Nacional N°
146. La presa fue elaborada con material suelto, sobre el cauce del río
Amieva y posee una superficie en su cuenca de 45 km2 y un volumen
de embalse máximo de 1,7 hm3 al vertedero. Las aguas de esta presa,
son destinadas a la regulación de crecidas, uso ganadero y recreati-
vo, consumo humano y turístico, destacándose sobre todo la actividad
pesquera. Posee un atractivo singular enmarcado en un bello paisaje
serrano, matizado por luminarias nocturnas que permiten ver el des-
pliegue de aguas danzantes sobre el espejo natural.

Reconocimiento
Por Decreto N° 7-PEM-2006, se reconoce el Escudo; Simbología a)
La Virgen del Carmen Patrona de la localidad. b) Mástil más alto del
país, Monumento al General Belgrano y a la Bandera, como marco re-
presentativo del Departamento que lleva su nombre. c) El algarrobo,
árbol autóctono de la zona. d) El dique, embalse construido sobre el río
Amieva con la existencia de sus géiseres y pejerreyes.

50
Historias de mi pueblo y de su gente II

Edith Rosa Junqueras


PARAJE BELLA FLORIDA, DEPARTEMENTO BELGRANO
FESTIVIDADES DE UN PARAJE

Esta es una historia de las que muchos de ustedes han sentido ha-
blar, pero yo se los relataré bajo mi propia mirada, recordando datos,
anécdotas, conversaciones de las festividades del Paraje de la Bella Flo-
rida el cual está ubicado a 60 km de la ciudad capital sobre Ruta Pro-
vincial N° 15 para más datos la que va desde San Jerónimo hasta Villa
General Roca-Los Manantiales.

Estas festividades eran múltiples pero todas de tipo gauchesco.


Corría el año 1930 aproximadamente, caminos de tierra, llenos de
guadales que en tiempo de invierno cuando llegaba la época de los
temporales no cruzaba nadie… y en tiempo de verano si era llovedor…
se quedaban empantanados.

Vivían ahí varias familias, las citaré porque por relatos las tengo en
mi memoria: don Jesús García con sus 12 hijos, don Victoriano García,
también con doce hijos, don Corsino Herrera que con su señora doña
Enar García tenían 10 hijos y dos de crianza, don Domingo Lucero con
8 hijos, doña Dolores Vázquez que tenía 8 hijos, pero según ella cuen-
tan que decía solterita y sin apuro… don Hinginio Baigorria con 6 hijos,
don Cristeto Flores con 4 hijos y don Santiago Jofré con 5 hijos.

Todos se dedicaban a la tarea de crianza de vacas y cabras muy


pocas veces solían criar ovejas, también hachaban leña.
Los años avanzaban y sus hijos se criaban a su lado, tomando to-
das sus costumbres y aprendiendo lo que sus padres habían heredado,
como el trabajo del cuero, realizando hermosos y fuertes productos, las
señoras bordaban sus manteles, sus maletas y cual de todas más boni-
ta, coloridas y muy pintorescas.

51
Historias de mi pueblo y de su gente II

Los varones ya mocitos solían acompañar a sus padres, los cuales


iban al boliche de ramos generales, allí llevaban sus cueros, ofertaban
su leña y ya iban aprendiendo lo que era la venta y con ese dinero ya
empezaban a comprar. En otras oportunidades se ponerse de acuerdo
para venir cada uno en su carro al “poblau”, solían decir, para traer la
leña o el carbón que hacían con la leña de esa zona era muy preciado el
carbón de algarrobo, brasa grande colorada y fuerte solían decir.
Con ese dinero compraban azúcar, harina, ropa, telas y las tintas
con las que daban color a sus lanas “traime la colibrí que es la mejor”
gritaban las damas que bordaban, sin olvidarse del vino que era uno
de los primeros artículos que pedían que en ese tiempo venían en da-
majuanas de 10 litros o en cajones de alambre en botellas de un litro.

Don Corsino Herrera era el boliche más grande de la zona, un ra-


mos generales, allí asistían a comprar los cigarros y el vino los due-
ños de campo como también los hacheros y comenzaban pidiendo una
“vueltita” de vino, luego pagaba el otro y así sucesivamente hasta que
ya con unos traguitos se desafiaban a correr carreras con sus caballos.
Así comenzaba una de las actividades gauchescas más queridas
por la zona las Carreras Cuadreras… ¡qué entusiasmo!, generalmente
era un domingo.

Antes de llegar la fecha indicada se formaba entre los vecinos la


comisión que era la encargada de limpiar la cancha, de hacer la cantina
(lugar donde se procedía a la venta en ese día) se hacía un montículo
en el medio, como para que los caballos siguieran su línea y no se pa-
saran a molestar al otro corredor.

Las damas por su parte ya comenzaban también a prepararse para


el gran acontecimiento para empezar con sus artes culinarios.
Ya enterados llegaban los “Pilcheros” en grandes carros o camión
traían todas las novedades, la mejor bombacha, la elegante boina, la faja
realizada con los colores vivos, el pañuelo del cuello, el pasapañuelo.
La camisa bordada, el chaleco con guardas patrias, las botas de cuero o

52
Historias de mi pueblo y de su gente II

las alpargatas “rueda” o “luna” marcas preferidas y muy buenas de la


época. Solían llevar también fardos de pastos y bolsas de avena para la
dieta de su “parejero” para el que corría o para otro caballito que podía
tener una “juntada” como ellos decían.
La comisión de la cancha ya ponía manos a la obra a preparar la
comida: elegían un terreno donde faenar y el día antes comenzaban a
preparar los asados y a moler la carne para hacer las empanadas.
Cuentan que en la zona había una señora muy conocida “Doña To-
masita”: ricas, jugosas, asadas o fritas a su elección, por docena o por
unidad, se ubicaba en un lugar estratégico de la cantina.

Ahí no existía policía, ni seguridad cada uno era su propio custo-


dio.
La comisión nombraba un integrante para cobrar las entradas cuyo
dinero se repartía entre los ganadores.
Llegado el día cada uno tomaba su puesto, el cobrador de entra-
das, los veedores (dos personas que se instalaban a la orilla de la llega-
da para ver bien el ganador.
El juez de cancha tenía o un pañuelo blanco o un trapo que hacía
de bandera.
Todos los vecinos de la zona y de zonas aledañas ya enterados o
invitados asistían mostrando su mejor pingo y su mejor vestimenta a
veces acompañado de su “guaina” señora o novia.
Los que tenían otro caballito o yegua para hacerla correr de junta-
da lo ataban bien escondiditos y lo presentaban justo en el momento
del desafío.

El público ya ansioso se ponía a lo largo de la cancha, cuál de todos


quería estar más cerca para ver. El juez de cancha, autoridad máxima
del festival, pedía los caballos en la cancha y la ansiedad aumentaba.
Los dueños muy orgullosos paseaban sus parejeros y comenzaban
las apuestas después de haber visto los pingos. “Voy al bayo”, “Redo-
blo”, “La doy puesta”, “Por un cuerpo”, “Yo le pongo al tostau”. Acla-
remos que bayo es un color de pelaje marrón claro y tostau un marrón

53
Historias de mi pueblo y de su gente II

más oscuro. Estaban elegantes esos caballos, pues si era yegua hasta
trencitas en sus crines tenía. Se presentaban los jockeys, que eran los
mismos dueños, sus hijos o una persona de mucha confianza a la que
le conocían su destreza para montar.

En una horqueta bien fornida colgaban “la romana” (balanza usa-


da en esa época) para pesar a los jockeys, para igualar los kilos solían
agregarles peleros o piedras en el cinto para que los dos jinetes tuvie-
sen el mismo peso.
El juez de cancha daba la orden de acomodarse para la largada
y... comenzaban los suspiros y a arrimarse cada vez más para ver la
carrera.
Con mano extendida, y muy firme con su pañuelo o bandera, el
juez de cancha esperaba con suma paciencia que se acomodaran los
caballos detrás de la raya … Un silencio total todos mirando fijamente
a qué hora bajaba el trapo el juez ... suspiros… paradas en punta de pie
para ver mejor, todo era expectativa: “Aura”, gritaba.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Marian Paola Pedernera


PARAJE NARANJO ESQUINO, DEPARTAMENTO BELGRANO
NOMBRE DEL PUEBLO Y LA ESCUELA

En su relato Estela Ponce, una vecina nativa de Naranjo Esquino


en el Departamento Belgrano, de casi 80 años de edad, nos comenta a
qué se debe el nombre de su lugar de nacimiento, ella comenta que su
mamá le contó que el nombre se lo dio al paraje debido a que ya que
hace muchos años vivían unos niños que eran payos, colorados, ellos
vivían para la zona de las sierras, es decir al este y estos niños venían
costeando un río que pasa por la zona donde hoy vive doña Estela, a
buscar azúcar y los padres de doña Estela amablemente les prestaban
azúcar, estos niños a medida que hacían su camino iban arrancando de
los árboles, plantas como tala, pejes, y otros árboles más y los llevaban
y los plantaban en la esquina de una represa que supo haber cerca de
la casa de los padres de doña Estela, y a ese proceder de los niños fue
que se lo denominó Naranjo Esquino, tal vez sea por que los niños eran
de tez colorada y les gustaba estar y llevar plantas a una represa que
quedaba cerca de donde hoy se ubica la escuela nueva.
Desde ese acontecimiento que se produzco tal vez alrededor de
1920 se conoce al paraje con ese nombre; “Naranjo Esquino”, nos cuen-
ta doña Estela.

Asimismo doña Estela nos relata que ella fue integrante de la co-
misión cooperadora de la antigua escuela, cuando funcionaba en un
ranchito que lo prestó la tía de doña Estela llamada Raimunda, y que
se hacía necesario juntar recursos para poder acondicionarla, por ello
organizaban bailes con el fin de juntar fondos, donde doña Estela cuen-
ta que con 13 años era ella la maestra de baile de los niños que iban a la
escuela y les enseñaba a bailar para que el día que se hicieran las fiestas
los niños se lucieran bailando. La maestra era la Sra. Nélida Suárez,
de la ciudad de San Luis. Doña Estela nos relata que era muy buena,
tiene lindos recuerdos de ella y luego vino la Srta. Margarita que no

55
Historias de mi pueblo y de su gente II

recuerda su apellido y luego ya con el edificio nuevo estuvo la Srta.


Edith Panelo.
En esa época de la escuela, en el ranchito de la tía Raimunda, supo
vivir un estanciero llamado don Ramón Guerrero, dueño de grandes
hectáreas de campo, cuya estancia se llamaba San Agustín, muy famo-
sa en la zona, conocido por todos los vecinos de Naranjo Esquino, por
ser un hombre muy bueno y generoso, según me relató doña Estela.

A don Ramón siempre se lo invitaba a las fiestas que hacía la coo-


peradora y también bailaba con ellos y un día los integrantes de tal coo-
peradora, de la cual también era integrante doña Estela, le propusieron
ser presidente de la cooperadora, a lo cual don Ramón Guerrero aceptó
muy amablemente y haciendo gala de su generosidad y de hombre de
bien, él donó el terreno donde se encuentra la actual escuela y constru-
yó el nuevo edificio el cual tenía un aula, un dormitorio y cocina. Don
Ramón les dijo a los vecinos que él donaba el terreno y se comprometía
a edificar un nuevo edificio y les manifestó el deseo de que la nueva es-
cuela llevara el nombre de su padre Lorenzo, por eso la nueva escuela
de Naranjo Esquino es la escuela N° 128 llamada Lorenzo Guerrero en
honor al padre de ese hombre estanciero y generoso que donó el te-
rreno y la construcción de la actual escuela de Naranjo Esquino. Doña
Estela cree que esta construcción fue en el año 1976 aproximadamente.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Ivana Lucía Gitto


ZANJITAS, DEPARTAMENTO PUEYRREDÓN
MI TESORO INVALORABLE

Durante años he sido atrapada por la inmensa curiosidad de saber


del antepasado de Zanjitas y de toda la zona de influencia, que com-
prenden grandes estancias y parajes como El Cazador, Charlone, Va-
rela, Santa Rosa, Charco de los Perros, El Alamito, entre otros lugares,
que desde hace 23 años me adoptaron para desarrollar gran parte de
mi vida. Zanjitas envuelve una gran riqueza histórica pero que no ha
sido escrita y lo que se escribió se perdió en el tiempo.
Lo que sabemos de ella es por lo que escuchamos de la tradición
oral de los pobladores más antiguos y que en el transcurso de estos
últimos veinte años, muchos de ellos ya han fallecido. Lo que se escri-
bió se perdió, como el acta fundacional de la escuela o la creación del
pueblo.
En el Archivo Histórico de San Luis se encuentra resguardada
como precioso tesoro, una escritura del año 1873, en donde nos mues-
tra que Zanjitas y toda la zona formaban parte de la estancia Chalanta,
un gran latifundio que llegaba hasta el río Desaguadero y hasta Varela
por el sur.
Los más antiguos, como la Sra. Juana Villegas, que nos deleitó en
su vida con relatos y peripecias que sus padres vivieron con los in-
dios, nos describió además los primeros años de vida del ferrocarril y
el pueblo enclavado hacia la zona este de la actual Zanjitas. Tradición
oral que ha costado mucho recopilar.
Durante una mañana hace ya varios años, recibí en la escuela, la
visita de un caminante del campo y poblador de la zona, quien me
regaló con mucho cariño un libro que había encontrado tirado entre
medio del monte, esta persona consideró que la que debía tenerlo era
yo. Él lo entregó como un obsequio de dudoso valor y yo lo recibí como

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Historias de mi pueblo y de su gente II

una joya invaluable. Cuando lo observo no lo podía creer, un ejemplar


de libro de actas escrito de puño y letra manuscrita de hace más de cien
años, que da fe de lo que suponíamos era en antaño, la constancia de
que la zona, hoy demasiado tranquila, era un lugar de comercializa-
ción y producción de materias primas por excelencia.
Escrito en letra cursiva casi dibujada por los encargados de la co-
misaría de la zona, que aparentemente tuvo algunos cambios de do-
micilio y en donde quedaron grabados los apellidos de las personas
oriundas de esa época, las cantidades de “frutos del país” que esta her-
mosa tierra comercializaba con gran orgullo y que no había constancia
alguna, al menos en lo que a nuestro conocimiento se refiere.
Lo tuve guardado muchos años, hoy lo quiero compartir.

58
Historias de mi pueblo y de su gente II

Fany Lorena Lacerda


VILLA DE LA QUEBRADA, DEPARTAMENTO BELGRANO
LA ESCUELITA DE LA VILLA

Quiero contarles cómo fueron los inicios de la escuela, dónde se


encontró la primera escuela, los traslados, cambio de nombre, hablaré
sobre directoras, maestras que dejaron su huella en ella.
La Escuela N° 36 “Gobernador Zoilo Concha” de la localidad de
Villa la Quebrada, en sus inicios comenzó siendo una pequeña escuela
rural y era atendida por una sola maestra.
La misma, se encuentra en el departamento Belgrano, por aquellos
años llamado partido Romihuasi de la Provincia de San Luis, a 38 km
de la ciudad capital, se puede acceder por la Ruta N° 146 y Autopista
25 de Mayo (ex Ruta 3).
Según el libro histórico de la escuela, que fue realizado por la di-
rectora Ana María Márquez en el año 1967, de quien quiero resaltar la
gran labor que realizó dejando por escrito en el mismo la vida de la
escuela, sus primeros pobladores, fiestas del Cristo de la Quebrada,
Comisión de padres etc., donde comenta que de la Escuela N° 173, así
llamada por aquellos años, no se encontraba el Libro Histórico porque
cuando se cayó el techo de la primera escuela que era de adobe, decidió
realizar uno nuevo, ya que el anterior había desaparecido entre escom-
bros, después de un fuerte huracán que destruyó el techo de la misma.
La Directora Ana María Márquez: decía que era urgente que la es-
cuela tenga este documento, empezó a buscar datos, recurriendo a los
vecinos más antiguos del lugar, fecha aproximada de la creación de la
escuela y primeros maestros para la confección del Libro Histórico.
Doña Pascacia Alcaraz, una vecina de 87 años de edad, le informa
que en el año 1874, Lucía Soler se establece como maestra.
Hipólita Alcaraz Sosa, otra vecina con muchos años de permanen-
cia en la zona le comenta sobre los primeros maestros que se desem-
peñaron antes que la maestra Lucía Soler, nombró a Julián Calderón,
Visitación Lucero, Adalberta Argarañaz.

59
Historias de mi pueblo y de su gente II

Nos comenta con respecto al lugar donde se estableció la escuela


primeramente, todas las versiones coinciden que funcionó frente de
donde hoy está la plaza, hacia el sur y en una esquina. Más tarde se
trasladó a la calle Belgrano a dos cuadras de la plaza hacia el oeste.
En el mismo se destaca la figura de la señorita Lucía Soler, quien
fue una maestra de destacada actuación en la zona, de gran vocación,
consagró su vida a la educación de la niñez, trabajó infatigablemente
en el bien de la escuela donde se desempeñó desde 1913 a 1936, eso
expresaba Márquez en el Libro Histórico, que fue un ejemplo de labo-
riosidad y paciencia. Por su autoridad moral e intelectual supo ganarse
el respeto y cariño de los alumnos, padres y vecinos, los que por varios
años recibieron sus valiosas enseñanzas, logrando consolidar los lazos
entre la escuela y el hogar.
La plaza del pueblo lleva su nombre “Lucía Soler” y hay un monu-
mento en el centro de la misma. La primera cooperadora de la escuela
se llamó Lucía Soler (1967), que cumplía la misión de brindar bienestar
a los alumnos.
La gestión de la directora Ana María Márquez fue desde 1967 a
1976. Creo que su labor fue muy importante porque logró recuperar
la historia de la escuela, a través del diálogo con los pobladores más
antiguos y dejó plasmada esa información en el Libro Histórico de la
escuela.
En el año 1976, Ana María Márquez deja la escuela y queda como
directora la docente Susana Olguín de Palmiotto.
En el año 1978, se inaugura el nuevo local escolar en un terreno
donado por un vecino del lugar. Y constituido por el Grupo de Artille-
ría de Defensa Antiaérea 141 en cumplimiento con los planes de acción
cívica de 1978, se erradican las escuelas ranchos, es en este año que la
escuela pasa a ser Escuela N° 306.
El 9 de diciembre de 1991, en el acto de finalización del ciclo lecti-
vo, por orden de la superioridad, se da la noticia que se le colocara un
nuevo nombre, a partir de la fecha se llamará Escuela N° 36 “Goberna-
dor Zoilo Concha”.
¿Quién fue Don Zoilo Concha? Fue uno de los grandes héroes pun-

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Historias de mi pueblo y de su gente II

tanos que dedicó gran parte de su vida a la grandeza de su provincia la


que gobernó en 1881; entre sus principales obras figuran: la fundación
de la Escuela Normal de Niñas, fundación de la Casa de Gobierno, co-
locación de la piedra fundamental de la Iglesia Catedral.
En el presente acto se encontraban familiares de Zoilo Concha, au-
toridades como la señora Rosa Woronco, intendenta de la localidad,
sacerdote Abel Arisi y vecinos.
Desde sus inicios en 1874 hasta el año 2002 fue una escuela que
contaba con el nivel primario con plurigrado y en el año 1990 se crea el
jardín de infantes, siempre funcionó en el turno mañana estos niveles
de 8 a 12 hs.
En el año 1996-97 aproximadamente se amplía la escuela, creándo-
se 4 aulas, el sum, baños, estos datos los puede sacar preguntando a las
maestras más antiguas, ex alumnos.
En el año 2002 se crea el secundario en el turno tarde, de 13 a 18
hs. Por aquellos años era EGB 3 (7°, 8° y 9°año) era algo nuevo para
aquellos alumnos que finalizaban la EGB y ahora tenían la posibilidad
de quedarse en su pueblo, no trasladarse a la ciudad, otra localidad o
abandonar. En el 2004, se amplía la escuela creándose dos aulas más, se
agregan dos baños más para las mujeres y para los varones.
La matrícula de la escuela fue creciendo con los años, la escuela
fue quedando chica, en el secundario se reciben alumnos de los parajes
cercanos como Suyuque, La Loma, Los Molles, El Milagro y El Chañar.
En el año 2015 llegó la noticia que más anhelábamos, dieron a la
escuela la orientación Bachiller en Turismo, nuestros alumnos podrán
quedarse, terminar el secundario en su pueblo y en su comunidad,
siendo ellos los protagonistas principales y constructores de su propia
historia.
Hoy aquella pequeña escuelita humilde, se fue fortaleciendo y cre-
ciendo con el paso de los años, hoy cuenta con todos los niveles, con
una matrícula de 260 alumnos y recibe alumnos de los parajes cerca-
nos.

61
Historias de mi pueblo y de su gente II

Gladys Isabel Rojos


VILLA DE LA QUEBRADA, DEPARTAMENTO BELGRANO
LOS SECRETOS ESCONDIDOS
DE LA HUASCARA

Quiero compartir una historia, tal vez un milagro que estuvo guar-
dado por muchos años y hace tiempo nos contó mi mamá…
Estaban mi primo Rolando, su señora Lucía y sus hijos Jenni , Ni-
colás, Lucas y mis hijos Nahuel y Joselin reunidos en mi casa. Recién
habíamos llegado del campo Huascara donde nos criamos a unos cin-
co kilómetros desde el pueblo de la Villa de la Quebrada, al pie de las
sierras grandes de San Luis. Cada vez que podemos vamos a ese lugar
porque les mostramos a nuestros hijos la ubicación de la zona don-
de íbamos a la escuela; las piedras donde jugábamos, las lomas que
subíamos para buscar las cabras, fue un día de invierno que fuimos
como siempre lo hacemos, sacamos fotos de las casas, ya caídas, pero
que no dejan de ser importantes para nosotros. Ya habíamos llegado a
mi casa de la villa cuando entra Juana y nos pregunta ¿Cómo les fue
por allá?¿me trajeron yuyos para el mate? Recuerdo que cada vez que
recorríamos la zona traíamos romero de la virgen, yerba del pájaro, pe-
perina y cumplíamos sus deseos de acompañar esos mates con hierbas
serranas y cuando hacíamos las rondas del mate, se sentaba a la mesa,
le mostrábamos la fotos, y entre charla y charla sacábamos el tema de
la Fiesta del Cristo.
Le preguntábamos si iba a alquilar y nos decía que sí y también di-
jimos que tenía que subir un poco el pan porque lo vendía muy barato
ya que había aumentado la leña; ¡Cómo se enojó en aquella ocasión!,
porque nos dijo: “Yo a los peregrinos no les puedo cobrar mucho, en
memoria de mi padre”. Le animamos, por mucho el esfuerzo que ella
sola realizaba. Con un “no” rotundo insistió en su posición siendo ta-
jante al decirnos: “Yo tengo mis razones”.
En esa oportunidad le pregunté ¿Por qué razón? Y nos dijo: Us-
tedes que les gusta sacar fotos, y con tono de pregunta, ¿no vieron el

63
Historias de mi pueblo y de su gente II

peñascón de la esquina de las sierras?


Yo le dije: No, porque está lleno de yuyos.
De inmediato se le llenaron los ojos de lágrimas y nos empezó a
contar lo que había sucedido.
Cuando ella tenía 7 años a la medianoche un día viernes del mes
de octubre había una tormenta con truenos muy fuertes. Su mamá y
sus dos hermanas menores dormían juntas en un catre; su mamá en la
cabecera y las dos más chicas para los pies. De pronto escucharon un
ruido y era el desprendimiento del peñascón. Recordó que fue un rui-
do espantoso y sintieron el impacto del mismo en la esquina de donde
ellas descansaban; la inmensa piedra tiró parte de la pared de adobe
de una de las esquinas de la casa, otra piedra de la pirca que se des-
prendió por el impacto, que pesaba aproximadamente 20 kilos, cayó en
medio de las dos hermanas menores; Juana, muy asustada pensó que
sus hermanas estaban apretadas y se largó a llorar; pero solo les había
raspado sus caras un poco las piedras más chicas del grueso que se
desprendió. Ellas lloraron hasta que llegó su padre que se encontraba
en otro dormitorio, él muy asustado. Cuando vio lo que había sucedi-
do en la oscuridad con la luz de los relámpagos y la linterna en mano
no podía creer de ¿cómo se habían salvado? Es ahí cuando cuenta que
en la cabecera del catre tenían al Cristo de la Quebrada y a San Luis
Rey de Francia, a los cuales su padre tenía la costumbre de todos los
viernes prenderle una vela a los santos porque era muy devoto y para
que lo ayudara con su salud. Desde ese momento mi abuelo Severo
Rojos, hizo una promesa al Cristo de la Quebrada, para agradecerle
por haber salvado a sus hijas.
La promesa fue que de alguna forma ayudaría a los peregrinos.
Diez años después mi abuelo compró por un remate, un terreno
en el pueblo, de a poco y con esfuerzo construyeron su primera casita,
donde empezaron a hacer pan casero para vender a los peregrinos. Fue
la primera panadería que hubo en Villa de la Quebrada y se llama “La
madreselva”. Los peregrinos hacían cola para llevarse su pan…
Se daba la charla, entre la espera de que saliera el pan caliente del
horno y mi abuelo invitaba algunos a que se sentaran a descansar en el

64
Historias de mi pueblo y de su gente II

patio debajo de la morera y el olmo, aprovechando sus sombras para


hacerse el asadito, hasta se armaban unas hermosas guitarreadas. La
mayoría eran de la provincia de Mendoza. Desde ese entonces nunca
se paró de hacer pan casero, hasta el día de hoy, y para la fiesta de
nuestro patrono, viene gente mayor y nos cuenta: “Debajo de esa mo-
rera nos sentábamos a descansar y siempre nos recibían muy bien”.
Pasaron más de 50 años de ese hecho y recién ahora lo conocemos, ya
que nadie sabía lo que había sucedido que sin duda por la forma que
ella nos cuenta es un milagro que se hayan salvado. Hasta el día de hoy
está el peñascón en el lugar, porque fue imposible moverlo. Se pudo
arreglar la casa con ayuda de los vecinos.
Desde que mi madre me contó lo que había sucedido entendí, que
tenemos una fiesta muy linda; que debemos aportar lo mejor que poda-
mos para la comodidad de los peregrinos en forma de agradecimiento
al Cristo. Hoy puedo tener la dicha de escuchar este milagro que sin
duda lo fue, y que la mujer que iba a ser mi madre es la que hoy vive
para contarnos…

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Simón Aarón Miranda


y Cristian Fernando García
VILLA GENERAL ROCA, DEPARTAMENTO BELGRANO
LAS FIESTAS POPULARES,
SU HISTORIA Y SU CULTURA

En el siglo XIX un puñado de criollos sanluiseños habitaban el ale-


jado paraje de Los Molles, en el suroeste puntano. Don Eufrasio Videla
era el dueño en los primeros años del siglo XIX , de las tierras que se
ubican al oeste de las sierras de San Luis, en la zona norte de San Luis.
También en esa zona, allá por 1873 don Víctor Videla había com-
prado 1.384 hectáreas de tierras fiscales y ya en 1874 funcionaba en Los
Manantiales una escuela primaria cuya dirección ejercía doña Tránsito
Blanco.
El gobernador era en ese entonces don Toribio Mendoza quien
tuvo la trascendente iniciativa de remitir a la cámara legislativa un pro-
yecto que propendía la formación de un pueblo.
Este había recibido una nota cursada por numerosos habitantes
de la zona quienes solicitaban la pronta expropiación con fines de fun-
dar en el lugar un centro poblado El día 5 de noviembre de 1878 fue
sancionada la Ley que disponía: “Autorízase al Poder Ejecutivo para
expropiar en el lugar denominado Manantiales, comprensión 8° de-
partamento de la provincia, la cantidad de nueve cuadras cuadradas
de terreno para formar un centro de población” donde hombres y mu-
jeres fueron forjando su porvenir a través de los años y cada uno desde
su lugar de trabajo y responsabilidad.
Tiempo después se modificó el verdadero nombre de nuestra que-
rida Villa y se llama Villa General Roca.
Según datos del historiador puntano Juan W. Gez se decretó la
fundación de la villa el 21 de junio de 1879, y ese mismo día pero en
1979, conmemorando el centenario del pueblo en la plaza de la villa.
La Patrona de nuestro pueblo enmarcada en la fundación de la fe
y el catolicismo que inspiró el pueblo puntano en general y particular-

67
Historias de mi pueblo y de su gente II

mente los habitantes de Los Manantiales profesaban una filial devo-


ción por nuestra Santa Patrona la Santísima Virgen María que bajo la
advocación de Nuestra Señora del Carmen cuenta hasta nuestros días
con la histórica iglesia construida en su honor por doña Francisca Sosa
de Núñez, la imagen de la Virgen es de media talla, hecha para vestir
con rostro y manos talladas y policromadas unidas rígidamente al tor-
so donde parten cuatro tablas que se unen con la base y conformar la
estructura de la imagen.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Ariana Lucila Jasmín Salinas


VILLA GENERAL ROCA, DEPARTAMENTO BELGRANO
VILLA GENERAL ROCA

Villa General Roca es una localidad y municipio cabecera del de-


partamento Belgrano, ubicada en el noroeste de la provincia de San
Luís, Argentina, a 83 km aproximadamente al noroeste de la ciudad
capital de San Luis, accediendo por la RN 146.

Historia
Allá por 1873, don Víctor Videla había comprado 1.384 hectáreas
de tierras fiscales y ya en 1874 funcionaba en Los Manantiales una es-
cuela primaria cuya dirección ejercía doña Tránsito Blanco.
Don Toribio Mendoza quien gobernaba en ese entonces la provin-
cia tuvo la trascendental iniciativa de remitir a la Cámara Legislativa
un proyecto que propendía la formación de un pueblo. El gobernador
había recibido una nota por numerosos habitantes de la zona quienes
solicitaban la pronta expropiación con fines de fundar en el lugar un
centro poblado. El día 6 de noviembre de 1878 fue sancionada la ley y
disponía: “Autorízase al Poder Ejecutivo para expropiar en el lugar de-
nominado Manantiales, comprensión del 8° Departamento de la Pro-
vincia, la cantidad de nueve cuadras cuadradas de terreno para formar
un centro de población”.
Pocos antecedentes (por no decir ninguno) se han logrado encon-
trar con el nombre de Villa General Roca con que se modificó tiempo
después el verdadero nombre de nuestra querida villa. El avasallador
espíritu de los gobiernos porteños pudo atreverse a hacerlo de un plu-
mazo y sin escuchar jamás la opinión de sus verdaderos interesados
que eran, son y serán sus habitantes. En nuestros antepasados aboríge-
nes no fue tristemente célebre el general del ejército Julio A. Roca. Para
que conozcan nuestros paisanos, amigos y lectores, este personaje de
la historia que se nos presentó como el gran héroe de la campaña del
desierto, jamás tuvo nada que ver con nuestra zona del departamento

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Belgrano.
En honor a la verdad que el día 11 de junio de 1979 se dictó un
decreto provincial que disponía la creación de una comisión integrada
por Juan Barbosa, Cipriano Núñez y Timoteo Astudillo, vecinos carac-
terizados de la villa para que procedieran a evaluar la ocupación de los
distintos solares y en mérito a ello los distribuyeron a sus ocupantes
previo cumplimiento de una serie de condiciones.
La existencia del referido instrumento legal ha llevado según nues-
tro modesto entender a un historiador puntano de fuste como conside-
ramos a don Juan W. Gez, al afirmar en su obra “Historia de San Luis”
que en esa fecha “se decretó la fundación de la villa”, circunstancia que
llevó al intendente y al pueblo de Villa General Roca, a colocar una pla-
ca en la plaza del pueblo el día 21 de junio de 1979 conmemorando el
centenario del pueblo. Esta circunstancia de aparecer para el visitante
como una población fundada dos veces.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Demian Heber Calderón Fernández


VILLA GENERAL ROCA, DEPARTAMENTO BELGRANO
FIESTA PATRONAL DE LA
VIRGEN DEL CARMEN

Acá en mi pueblo, tenemos de patrona a la Virgen del Carmen, el


7 de julio de todos los años comienza la novena, cada día de la novena
se reza una intención distinta. Por ejemplo: un día se reza por los en-
fermos otro día por los difuntos, por el pueblo, por el campo, por las
autoridades, por todos los vecinos de Roca y zonas aledañas, por la
familia, por los abuelos, los niños , etc.
El día 15 termina la novena con la tradicional procesión de antor-
chas.
Este año el día 14 de julio tuvimos la presencia de monseñor Pedro
Daniel, al finalizar la novena tuvimos un rico chocolate con muchas
cosas dulces todo donado por la gente del pueblo, también el padre
Buen Día, cantó y los chicos bailaron gato, chacarera y escondido. A
pesar del frío la gente se quedó hasta que el evento terminó y el obispo
se despidió.
El día 15 tuvimos la novena como todos los días y al finalizar la
misma tuvimos la procesión de antorchas alrededor de la plaza princi-
pal, cuando finalizamos pasamos a la quema del diablo (que consiste
en un muñeco de tela y cabeza de vaca) que se había armado al lado
de la iglesia. Ese día para finalizar tuvimos una choripaneada, también
donado por los habitantes de dicha localidad.
El 16, el día de Nuestra Patrona tuvimos la misa a las 15 hs. Con
autoridades presentes, la agrupación gaucha Manuel Belgrano de Toro
Negro, la Bandera Nacional Argentina de la Escuela N° 84 “Dalmiro S.
Adaro” y se encontraban presentes las imágenes de Luján, de la locali-
dad de El Barrial, La Virgen del Trono, de la localidad de Toro Negro,
Santa Lucía y San Isidro, de la localidad de Árbol Solo, la Virgen de
Fátima, de la localidad de Divisadero; al finalizar la misa tuvimos la
procesión donde Nuestra Patrona sale a recorrer las calles del pueblo.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Al llegar nos esperaba la banda de la policía frente a la iglesia y


entonamos las estrofas del Himno Nacional Argentino.
Una vez culminado, pasamos al salón municipal donde el inten-
dente de turno nos brindó un rico chocolate con masas dulces y mien-
tras degustamos el mismo; Pepe Cacace (cantante reconocido) nos de-
leitaba con sus hermosas canciones.
También estuvo el padre Buen Día tocando la guitarra y los chicos
bailaban al son de los trinos.
De esta forma concluye nuestra representativa fiesta patronal de
mi querido terruño.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Verónica Estragó
PARAJE SANTA MARTINA
EL PAISANO

Has de saber que este relato fue contado por don Tonino, nativo
de Santa Martina, un hombre que ha trabajado con mucho esfuerzo y
perseverancia en las actividades primarias de la región.
Don Victoriano Saldaña “Tonino”, contaba con orgullo sobre su
bisabuelo quien fuera uno de los primeros dueños de Santa Martina
por aquel entonces vivía en casa de tierra pisada, los que estaban un
poco mejor posicionados las hacían de adobe. En sus hogares debían
usar mucho la imaginación, para iluminarse usaban faroles y meche-
ros, estos los llegaban a construir con huesos de pollo, tener una lám-
para era un lujo.
Había buenos vecinos, entre ellos estaba su primo don Andrés Za-
bala, un hombre muy popular en la zona y excelente anfitrión, a cual-
quier paisano que pasaba por ahí lo atendía de maravilla, no tenía pro-
blema en prepararles la comida, tomar mate o invitarles unos tragos.
Los viejos tiempos fueron duros, podían tener ropa vieja, pero el
plato siempre estaba lleno, cocinaban en el fogón en un rincón de la
casa los platos típicos del lugar, allí ponían una olla grande de hierro a
hervir y compartían con la numerosa familia era muy común elaborar
maíz tostado, mazamorra, zastac, patay y arrope. Una bonita costum-
bre entre los vecinos era compartir los que le sobraba, si se carneaba
una vaca se prestaban las piezas, en verano solía quedar mucha canti-
dad entonces la secaban. En las épocas de mucho frío se preparaban un
té de chañar, tala y jarilla, con eso curaban toda gripe y resfrío.
Ir a la escuela era todo un desafío, solo asistió 7 meses, se hallaba
en muy mal estado, al poco tiempo se derrumbó el techo quedando los
niños sin sitio donde estudiar. Más tarde se construyó una nueva en un
campo donado por su papá, en aquel entonces también contribuyó con
la tierra donde está el pozo de agua que tanta falta hacía en el pueblo.
Pudo concurrir desde los 10 años hasta terminar la primaria llegaron

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Historias de mi pueblo y de su gente II

a ser 50 alumnos ya que en esos tiempos las familias se componían de


muchos integrantes. Enfrente se encontraba el tradicional almacén de
don Coco que heredó de sus padres, ellos venían de una invernada y
eran personas muy trabajadoras. Al encontrarse con necesidades en el
lugar quisieron colaborar donando una jardinera, la usaban para trans-
porte de lana, cuero, pollos, cerdas, que juntaban entre todos cuando
tenían mucha cantidad salían a vender volviendo llenos de provisio-
nes. Ayudando al paraje concurrían proveedores de Cortaderas y Los
Molles que iban por las viviendas ofreciéndoles su mercadería mien-
tras tomaban unos mates e intercambiaban noticias.
Para vivir vendían todo lo criado y recolectado en el campo a la
estancia La Gramilla, cinco mil metros cuadrados, ubicada al norte de
su casa. Don Guillermo Fenolio era un comprador fuerte en el lugar
adquiría desde leña, abono, madera, entre otras cosas. Era el sitio que
más empleo tenía ya que había un aserradero, además necesitaban
gente para ayudar a cargar los trenes. Aquí mismo se terminó creando
la primera feria de hacienda en la zona.
A los 14 años compró su primera vaca en la feria a nombre de su
padre, los negocios eran apalabrados, se pagaban a 90, 120 días, si en
esos meses había un aumento allí hacían la diferencia era la forma de
negociar que tenían en ese tiempo. A los 15 años trabajaba ya por su
cuenta en las estancias, amansando caballos mientras criaba su propio
ganado y hacía sus propias plantaciones, conjuntamente tenía trabajo
de hachada, pero ahora ya todo eso perdió valor. Era tanto lo que llovía
antes que en un pequeño surco se podía cosechar mucha cantidad de
maizal, zapallares y en septiembre ya se estaba sembrando otra vez.
Más adelante se puso complejo, comenzaron las sequías y se empe-
zó a ir la gente y quedó menos mano de obra. Fue así que en el año
1969 hubo una sequía extrema, donde poco prosperó, Don Tonino tie-
ne presente esa época que llovió escasamente en verano hasta el 15 de
noviembre, recuerda la fecha casi como un milagro, tuvo que ayudar
a un paisano, yendo a Ojo del Río, a salvar a los vacunos. Aunque algo
de agua se encontraba, no se hallaba nada de hierba y era imposible
alimentarlos. Fue en esos tiempos que por falta de ocupación y tanta

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Historias de mi pueblo y de su gente II

pérdida los habitantes se marcharon a vivir a Buenos Aires, en especial


los jóvenes.
Quedaron algunas personas y fueron pocas los que decidieron co-
menzar de nuevo. En 1992, ya solo , sin sus padres, estuvo largo perio-
do sin llover, para preservar a sus animales gastó lo que tenía en maíz
y pasto ya las tenía aseguradas, pero no se percató que estaban llenas
de piojos, en donde se quiso dar cuenta ya habían muerto todas. No se
imaginan lo que él trabajó para sostenerlas, sin embargo, no se fue y
volvió a iniciar una vez más. Es dura la labor del campo es muy lindo
cuando los años vienen bien, pero cuando toca medio complicado hay
que arremangarse y volver a empezar.
Una de sus destrezas es trabajar el cuero, aprendió solo mirando.
De vez que salía prestaba atención, le gustaba mucho, hasta que consi-
guió un libro de Trenza Gaucha y ahí comenzó a practicar. Tanto es lo
que le encantaba que una vez que lo agarraba ya hacía todo con los ojos
cerrados. Sabe hacer infinitas costuras, prepararlo, cinchas, correones,
riendas y bozales. Muchas cosas hace para él, pero sus conocidos siem-
pre le encargan trabajos.
El famoso cantor “El Huarpe”, nacido en Santa Martina, fue un
gran aprendiz de sus primos, uno de ellos, Marco Saldaña era el gui-
tarrero principal, tocaba tan bonito que todos dejaban sus cosas para
escucharlo tocar y Carlos Zabala era su acompañante fiel, este último
le enseñó a Pichón Arias, sus destrezas.
De los eventos más divertidos que trae memoria, están las nove-
nas, nunca se realizaban en la misma casa y se invitaban entre pue-
blos a participar. Las originaban para realizar una petición. Una vez,
recuerda, fue con motivo que lloviera entonces partieron a buscar al
santo San Roque que lo tenía un vecino lejano, formaban una caravana
con sus sulkys y de allá lo traían contentos y festejando. El último día
era el mejor, se juntaban todos y organizaban una fiesta había guita-
rreadas, acordeón y una vitrola…apenas se sentía que le daban cuerda
arrancaba el baile!!

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Historias de mi pueblo y de su gente II

María Dolores Preve


PARAJE SANTA MARTINA
SANTA MARTINA, TIERRA DE RELIQUIAS

En el departamento Chacabuco, provincia de San Luis, en el kiló-


metro 905 hacia el naciente se divisa un camino de tierra que abre la
historia, la vida, la entrega y el presente del paraje Santa Martina, pero
que un día comenzó así…
A mediados del siglo XIX Santa Martina surcaba los albores de
la vecindad. Los zorros, los quirquinchos, los pumas y las vizcachas
reinaban bajo los chañares y los algarrobos. Así eligieron esta tierra
de vestigios y se casaron don Zenón Adaro y su esposa. De esa unión
conyugal nacieron Simón, Modesta, Amada y Natalia.
Un buen día, Víctor Arias de 29 años que tenía 8 hermanos y era
hijo de doña Wenceslada, fue invitado a un asado al paraje. En medio
del almuerzo preguntó si en la zona había alguna cantina y los vecinos
respondieron que no había nada.
Este joven , luchador y progresista, decidió abastecer a los vecinos.
Es así que al día siguiente y con la ayuda de sus amigos construyeron
un rancho en el terreno prestado por la familia Bustos y buscaron pro-
visiones en Concarán. Con esto quedaba inaugurado el primer alma-
cén de la zona (1939).Víctor comenzaba a asentarse en el lugar y con
la idea de adquirir una propiedad hacía trueque de mercadería por te-
rreno. Con el progreso vino el amor y contrajo matrimonio con Natalia
Adaro. Tuvieron a Alba, Estanislao, Reyes Fernando, María Cristina,
Claudia Isabel, Víctor y Ramón (Coco).
Don Víctor para reponer mercadería ataba a la jardinera (especie
de mula con 3 mulas) y compraba lo básico. Sus amigos carreros lleva-
ban leña, carbón y viga de tren del pueblo. Hizo su casa con paredes
de tierra pisada y el techo de jarilla, paja y barro. Los lugareños se
ayudaban para las techadas y se convidaban con una ovejita asada. Se
pintaba la casa con cal apagada. Como vecinos tenían varias familias
Rojo. La mayoría eran numerosas, una de ella tenía 12 hijos.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Coco, el único hijo que sigue la tradición de la pulpería, recuer-


da los inicios de su infancia cuando jugaba al fútbol con una pelota
de trapo. En su memoria guarda el rostro y los mejores recuerdos de
las docentes Amalita Fernández, Blanca Guiñazú, Ana María Pereyra
y Raquel Delfino. Cuando algún alumno se portaba mal iba derechito
a la dirección.
A la salida de la escuela cuidaba las ovejas y por la tardecita “bo-
leaba” las palomas con una especie de boleadoras hechas con alambre
enrollados. En la familia las comían asadas. En julio se faenaba, se ha-
cían jamones y pancetas. Se sembraba zapallo, poroto , maní y frutales.
La siembra de maíz se hacía a tracción de sangre, arado con 4 mulas o
caballos. Para hacer la mazamorra se molía el maíz en un mortero.
De joven iba a los bailes de Juan Dólar, una banda de Tilisarao.
Comenzó a ganar dinero vendiendo rodrigones (palo de algarrobo o
jarilla de unos 2,50 de alto y 25 centímetros de diámetro) que se llevaba
a Mendoza para venderlos en las viñas.
Conoció a su esposa un 20 de setiembre en el baile de las fiestas
patronales y sellaron su alianza de amor en la iglesia de Concarán. Sus
descendientes, Jesús y Martín como la mayoría de los alumnos asistie-
ron a la escuela N° 317 “Eleodoro Francisco Vila”, que en 2011 cumplió
el primer centenario de vida.
Los ritos funerarios que ya no se conservan son los novenarios. El
último del cual recuerda Juanita, esposa de Coco, fue en 1980 cuando
se rezó el novenario por el alma de su tío Julián Mora.
El sol del invierno se esconde cuando el trajinar del día ha sido
fatigoso, una majada de ovejas guiadas por el carnero que lleva el cen-
cerro se amontonan para comer pasto antes de irse al corral y los anfi-
triones me saludan sabiendo que han dejado plasmado la sabiduría de
sus ancestros.
Al día siguiente cuando visité a don Eulogio Andrada un venta-
rrón sacudía la tranquera de la entrada. Con sus 95 años me esperaba
jubiloso para expresar su riqueza interior. Se explayó con una calidez
asombrosa y comenzó a contar que su papá, Julián Andrada y su mamá
Sofía Quiroga lo trajeron al mundo un 11 de marzo de 1923 en su casa

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Historias de mi pueblo y de su gente II

paterna. Llegó a conocer a su abuela Inés Andrada.


El inicio de las clases se concretaba con el sonar de la campana. Si
alguien se portaba mal la directora avisaba a los padres, por medio de
una notita y el alumno quedaba fuera de horario de clase encerrado en
la dirección en compañía de una calavera. El maestro Vila iba en sulky
hasta la escuela rancho. Se escribía con pluma y tinta.
Luego de la escuela, se quedaba en la casa de su abuela solo por
picardía. En el hogar ayudaba a cuidar los chanchos y las ovejas. En
época de la cosecha de uva viajaba a Mendoza Allí los obreros recibían
una ficha cuando completaban el tacho.
En ese tiempo se realizaba el juego de la sortija donde los jinetes
iban a caballo y llevaban una aguja entre las manos. Estos debían en-
hebrarla. Al otro lado esperaban las donosas mujeres y más de uno le
daba un pellizcón a las damas. Recuerda que los Andreotti y los Feno-
glio eran unos “tigres” refiriéndose que eran muy pícaros.
Se escuchaba vals, pasodoble y rancheras como “El mate amargo”,
“Bajo el parral” y la milonga “La Mercedita”. Un vecino, Ciriaco Véliz,
tenía muchas chicas para bailar. Allí se hacían rifas y se armaba el bai-
le. También en la casa de doña Paciana Sosa había buena música. Mu-
chas veces las mujeres sacaban a bailar a los hombres, eso se llamaba
“La Polcadama”. Era costumbre de un “petisón” Ortiz ponerse delante
para que las señoritas bailaran con él, pero otros lo sacaban para atrás
y este quedaba tendido en el suelo.
Para pedir la mano de su novia Felisa a su suegro Ignacio Navarro,
le pidió prestado a su amigo Pedro Rodríguez un caballo lustroso. Se
casó cuando tenía 23 y ella 17 años. Para acompañar a los novios en la
caravana desde Concarán hasta el paraje Santa Martina, los paisanos
a caballo tiraban tiros al aire y gritaban “Vivan los novios”. Tuvieron
8 hijos.
Compraba y vendía vacas y cuando desmontaba el patrón, llevaba
la leña a la estación del tren en Concarán. Juntaba maíz a mano. Una
vez lo embolsó y apiló bolsas en una pieza. De repente escuchó unas
vocecitas y era una de sus hijas que había quedado atrapada.
De poder contemplar esa alegría de don Eulogio, su hija Ana hace

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Historias de mi pueblo y de su gente II

un valioso aporte y comenta que uno de los docentes que tuvo fue
doña Blanca Guiñazú, la señora de Ramosca y Raquel, una docente de
Santa Rosa.
El yerno de don Eulogio, Enrique Alaniz, recuerda que en su in-
fancia le enseñó Marcelino Fernández, el maestro Ponce de Villa Larca
y Toti Domínguez. En esa época la escuela estaba en el campo de la fa-
milia Rojo. Iban a caballo y había alrededor de 60 alumnos. Un puntero
de un metro era utilizado para las penitencias y el alumno cuando no
hacía las tareas debía colocarse arriba de un banco mirando la pared.
En el servicio militar tuvo 8 meses. Salió en la primera baja. Ma-
nifiesta que fue una experiencia enriquecedora para formarse como
hombre.
Después de una charla amena con don Eulogio, Ana y Enrique, ya
casi de nochecita cuando la helada se acentúa di una vuelta por la casa
de Inés Andrada. En su corazón perpetúa la imagen de la abuela Sofía
Quiroga que viajaba muy a menudo a Buenos Aires porque allí tenía
hijos. Inés la esperaba ansiosa ya que siempre traía en su valija punti-
llas y rollos de seda. Con emoción expresa que la cuidó en el último
tiempo de vida, la abuela tenía mal de Alzheimer.
Asistió a la escuela a los 5 años. Se acuerda de Elvira Ceresole y
Margarita Garavaglia como sus docentes y las cocineras, doña Merce-
des y María Arias. Dos maestros revisaban las cabezas, algunos niños
se llutían de piojos. Un día Jorge, Jesús , Juan y Tito se escaparon hacia
la cantina de don Víctor. Cuando los docentes se enteraron se llevaron
un gran reto.
Como es la menor de los hermanos, en los últimos años quedó
sola para ir a la escuela. Entonces espiaba y cuando divisaba que el
sulqui de Jorge, Teresa y Juan Preve asomaba, ella salía disimulando el
encuentro y la subían en la vara de atrás del sulqui. Durante el trayecto
comentaban la novela de Nazareno Cruz y el Lobo que lo escuchaban
en radio todas las noches.
Debía cuidar la majada y barrer el patio con la escoba de jarilla.
En el verano cuando caminaban bajo la resolana por el campo encon-
traban sandías casi a punto así que las comían hasta raspar la cáscara.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Cultivaban zapallo, maíz pisingallo, y maíz blanco (lo aventaban para


que saliera el pellejo y así hacer mazamorra). No faltaban las plantas
de durazno, damasco, pencas, piquillín y algarrobo.
Una nochecita fue en sulqui con sus hermanas Eva y Ana hasta la
cantina de don Víctor. Cuando volvían en la curva cercana a la casa,
en un espinillo, vieron una luz roja que se movía hacia el norte hasta
disiparse.
Trabajó en el establecimiento San Francisco donde cosechaba men-
ta. Además había salvia, lavanda y orégano. Le pagaban por surco. En
su casa desgranaba maíz con sus hermanas y llenaba bolsas y su padre
las vendía en el pueblo como así también la piel del zorro y del gato
montés.
Para las fiestas de navidad y año nuevo se juntaban en un algarro-
bo que estaba a unos metros de la casa. Desde temprano acomodaban
las mesas y las sillas y de a poco llegaban para compartir en familia un
lechón, cordero y otros manjares campestres. Uno de sus hermanos,
Chiche, con un palo bien en alto hacía volar las cañitas.
Iba a los bailes de Chevere y Sebastián con sus vecinas Anahí y
Gladys, las acompañaba su hermano Adolfo. Allí conoció a Alberto
Sánchez. Le pidió a su suegro la mano de Inés. La tradicional fiesta la
hicieron en la casa de su hermana Estela. Tuvieron 4 hijos.
El día siguiente se presentaba reconfortante así que me dispuse a
cruzar el campo travieso y visitar a doña Teresa Segura (viuda), la cual
me contó cómo eligió vivir al lado de Juan Preve, hijo de Delfina Bac-
caria y Esteban Preve.
Me contó que su esposo cursó sus estudios primarios en la escuela
del paraje. Inició el servicio militar en San Luis y en Mendoza ejerció el
cargo de cabo de caballeriza. Permaneció ahí 4 años y renunció, ya que
su verdadera vocación era vivir en el campo.
Juan juntaba en carneadas y asados con los amigos. Uno de ellos
era un italiano llamado Simón Tecco y estaba casado con una chilena.
Este buen hombre hacía changas en Villa Dolores. Simón le comentó a
Juan que en una viña de San Pedro, Córdoba había chicas muy lindas.
Así es que visitó tierras cordobesas y conoció a su futura esposa. Bajo

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Historias de mi pueblo y de su gente II

un parral pidió la mano de Teresa a su suegro, Eduardo Segura, quien


le aseguró que no iba a tener problema con su hija.
Se casaron un 6 de octubre de 1962. La ceremonia religiosa la ce-
lebró el padre Farina en el pueblo natal de la joven. Pasaron la luna de
miel en Córdoba. El 17 de octubre de ese año se instaló en su casa. De
esta unión nacieron Jorge, Juan, Teresa Miguel y Susana.
Cultivaban maíz, centeno, sorgo. La primera chancha que inicia
la descendencia en su casa se la inició doña Joaquina Rodríguez, una
vecina solidaria que ve en esos jóvenes un futuro prometedor. Se orde-
ñaba antes del amanecer entre 13 y 16 vacas y hacían quesos. Cuando
los pequeños se iban a dormir, doña Teresa quedaba cosiendo hasta
altas horas de la noche.
En los bailes que se hacían en la escuela o en las fiestas patronales
de Renca, Balcarce, Cortaderas y Villa Larca, la música que escuchaban
era: ranchera, pasodoble, vals y chamamé. Doña Dina y Franco Gaía de
Concarán dejaban polvareda en la pista.
Saliendo de ahí hacia el este, me encontré con un callejón que me
llevó a Marcos Navarro. En una amena charla narró que sus abuelos
fueron Eusebia Olmedo y Domingo Rojo. Sus padres: Marcos Navarro
y Lucía Rojo. Tuvieron 12 hijos, uno fallecido. Ellos son: Santos, Eva,
Catalina, Antonia, Elena, Ana, Marcos, Alejo, Irene y Alicia.
La comida como el puchero, la carbonada, la mazamorra y el locro
están aún vigentes en el hogar. Se juntaban en el campo para las fiestas
de fin de año y escuchaban folklore por la radio. Aún resuena en sus
oídos cuando jugaba a las bolitas o al fútbol con una pelota de trapo.
De vuelta a la casa, que lo hacía caminando o a caballo, cuidaba los
animales y hachaba leña. No pudo completar la escuela primaria y a
los 13 años quedó huérfano de madre. Cuando atravesaba la juventud
todos los hermanos habían emigrado. Su padre y él vivían de lo que
producía el campo. Cultivaban maíz, zapallo, sandía, melón y frutales.
Cumplió con el servicio militar durante 9 meses y salió en la pri-
mera baja.
Con su esposa Gladys (oriunda de Los Lobos) se conocían desde
chicos porque los consuegros eran amigos: tuvieron 2 hijos: Marcos y

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Carmelo.
Vecinos de Marcos Navarro es la familia Rodríguez. En el siglo pa-
sado del matrimonio de don Liberato Rodríguez y Ermelinda Ortiz na-
cieron 14 hijos. Uno de ellos Pedro Aníbal Rodríguez se casó con doña
Joaquina Ortiz y la descendencia fue de 16 hijos, 4 de ellos fallecidos.
Llenaron de vida el hogar. Alberto, Lucía, Azucena, Luisa, Marta,
Antonio, Carmen, Josefina, Isidro, Juana, Roque y Petrona. También
tuvieron 2 hijos de crianza.
Petrona se pone sonrojada al recordar las picardías de la infancia y
abraza con nostalgia los recuerdos de la vieja escuela donde asistió. La
señora de Guiñazú ha quedado en su memoria. Chicas y chicos juga-
ban al fútbol, al huevo podrido, a la mancha o a la payana. Un puntera-
zo bien dado, mirar a la pared o la abstinencia del mate cocido eran las
penitencias cuando alguien no hacía las tareas o su comportamiento
no era correcto. Un día volvió a su casa a las 17 horas porque se había
perdido la tapita del tintero y hasta que no apareció, ningún alumno
pudo retirarse.
Como buena hija alambraba, sembraba, hachaba leña y ayudaba
por turno a cuidar los animales. Cuando cumplió los 14 años iba con su
mamá a limpiar los surcos de menta en el Establecimiento San Francis-
co. Los dueños fueron Federico Lochel y la familia Urquiza en distintas
épocas. También ayudaba a limpiar ajo en la casa de don Juan Preve.
Como muchas familias de la zona sembraban sandía, zapallo, melón,
maní y maíz.
Su papá vendía postes, cueros y lanas en el pueblo de Concarán,
con las ganancias compraban lo necesario para vivir. La deliciosa leche
espesa que hacía su mamá con harina y azúcar y la mazamorra eran las
comidas que a menudo preparaba en la cocina a leña.
A los 19 años conoció a su cónyugue, Rubén Jorge Tissera, que
trabajaba en La Maldonada amansando caballos chúcaros y ahí sus pa-
dres eran puesteros. Jorge hizo el servicio militar El joven le pidió la
mano de Petrona a su suegro. Un tiempo después se casaron en el cam-
po. Ese día no tuvieron recreo el acordeón y la guitarra y más de una
ranchera o pasodoble eran bailados hasta el día siguiente.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Tuvieron 7 hijos: Romina, Karen, Patricia, Ariel, Walter (fallecido)


y Silvia.
Para las fiestas, que se prolongaban por dos días, se juntaban con
la familia Navarro a comer asado.
Parece escuchar todavía los ruidos cuando reventaban las chánca-
ras de la montonera de cardos que juntaban para San Pedro y San Pa-
blo. Para las fiestas patronales algunos paisanos tiraban tiros y cuando
algún cristiano moría se le hacia el novenario.
Con Petrona me di cuenta que cada persona es una vasija de barro
que se va fundiendo y deja su sello en este paraje Cada uno de los que
viven o han vivido en Santa Martina, son tierra de reliquias.
Casi en la mitad del camino recojo ensueños e historias superado-
ras como las vivencias de doña Berta Saldaña (viuda de Arias).
Narra que sus abuelos paternos fueron Cupertino Saldaña y Mar-
tina Ortiz y los maternos Eustaquia Arias y Francisco Muñoz. Los pa-
dres: Cupertino Saldaña y Mercedes Arias. Tuvieron 8 hijos: Domingo
Nieves, Aurora Alfonsina, María Berta, Cipriano Cupertino, Martina
Gregoria, Elisa Mercedes, Victoriano y Margarita. Ella vivió mucho
tiempo con los abuelos.
Junto a una de sus hermanas ordeñaban las cabras para hacer que-
sos. Además tenían una quinta que abastecía a la familia. Asistió dos
años a la escuela de Santa Martina. Cuando tenía 9 años se fue a Cor-
taderas donde se hospedó y trabajó en la casa de una profesora de
francés cuyos padres tenían frutales y hacían dulces. El esposo, Pedro
Díaz, era el director. Se había cedido la gran casona como institución
educativa. A las 5 de la mañana cebaba mate y luego se iba a la escuela.
Dejaron huella en ella los maestros: Fernández, Clara Suárez y Mag-
dalena Usaguirre. Era la alumna recitadora del grado. Con grandes
latidos de su corazón recitó los siguientes versos:
“Todo está como era antes
La casa, la calle, el río
Los árboles con sus hojas
Las ramas con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Solo el niño ha vuelto hecho hombre,


El hombre triste ha venido.
Permaneció en silencio unos segundos y aunque el tiempo desva-
neció los versos restantes era digno de un merecedor aplauso…
Juagaba con sus compañeros a la ronda y al huevo podrido. Un
maestro se encargaba de la indisciplina cuando algunos alumnos se
portaba mal. Los chicos grandes que iban a la escuela a caballo, a la
salida apuraban a los más chicos amagándoles con pisarles los talones.
Fue a una escuela técnica donde le enseñaron corte y confección.
Comía en la escuela.
Para arar y sembrar se hacía a mano y cuando ocuparon caballos
ella iba delante tirando semillas y a veces recibía un buen reto porque
tiraba semillas para cualquier lado. Juntaba fruta, podaba y regaba. Su
papá cortaba madera y la vendía. Los hermanos más grandes molían el
maíz para hacer mazamorra en el fogón.
Cierto día venía desde Cortaderas a caballo con su hermano, como
tenía miedo de caerse apretaba con las piernas la panza hasta que el
animal comenzó a ballaquear y su hermano la retó. Trabajó de hilera
en Buenos Aires y desde allí le escribía a su mamá.
Se casó con Chacho y sus suegros fueron María Isabel Barroso
“Chalita” y Gregorio Arias. La fiesta del enlace fue en el campo con-
vidando a los invitados con chivo, lechón y chanfaina. Sus hijos: Rolo,
Susana, Eduardo, Aldo, Gustavo e Isabel y uno fallecido.
A las fiestas navideñas las pasaban en el campo de la familia. Se
respetaba mucho las novenas para los santos y difuntos. Las encarga-
das de los novenarios fueron Juana Saldaña y Francisca. Ella el primer
novenario que hizo fue el de don Rodríguez.
Con un abrazo cordial despedí a doña Berta y fui a la casa de uno
de sus hermanos, Victoriano Saldaña, Tonino. El centeno se asomaba
tímidamente por los surcos mientras unos teros alertaban mi presen-
cia. Unos mates acompañaron el relato y el dueño de casa narra que
acudió 7 meses a la escuela vieja y se cerró siendo su primera maestra
Noemí Rachid. A los 10 años retomó en el nuevo edificio a primero in-
ferior. La primera directora fue Margot Lucero. Culminó sus estudios

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Historias de mi pueblo y de su gente II

primarios a los 16 años.


Cuando se carneaba cerdo, se lo charqueaba (se sacaba carne de las
patas y se la ponía a secar con sal gruesa. Entre los vecinos se convida-
ban carne. Se hacía jabón (se compraba en un almacén de Concarán un
polvito especial y se lo mezclaba con grasa caliente, se lo colocaba en
una latita de sardina y se desmoldaba) y velas( se trenzaban hilos y se
colocaba en un tubito en forma de vela junto al hilo).También vendían
las cerdas de los caballos, las lanas y los cueros. Salía por temporada a
las hachadas y desmontes. En el servicio militar tuvo 7 meses. Trabajó
en la mulera, no hacía guardias.
Se le declaró a Marta López en un baile de Renca. La mano se la
pidió a su suegra Aurelia. Hicieron la fiesta en Cortaderas. Tuvieron 5
hijos: Rubén, Laura, Sebastián, Vanesa y Magdalena.
Luego de visitar a la familia Saldaña me dispuse a seguir camino
cuesta abajo hacia la casa de Tilo Navarro. Cuando llegué estaba en
plena tarea, pero dejó la faena, me invitó a pasar y comenzó el reco-
rrido por el túnel del tiempo diciendo que sus abuelos maternos fue-
ron Crecencio Saldaña y Rosa Tula y los paternos, Domingo Navarro
y Venancia Véliz. Sus padres se llamaron Bernardo Navarro y Calixta
Saldaña. Ese matrimonio trajo al mundo a Tito, Raúl, (Nilo), María Án-
gela, Rosa, Eudala, y Juan Bernardo.
La carbonada, el asado, la mazamorra, los salmes y la torta al res-
coldo eran habituales en la mesa. De la escuela recuerda que su maes-
tra fue la señora de Lalo Adre, el señor Fernández y la señorita Lucero.
Cuando alguien se portaba mal los ponían mirando la pared. A los 10
años comenzó a ganar dinero. Trabajó en la construcción en Merlo y
Concarán, viajaba en sulky. El fin de semana se quedaba en el campo
y escuchaba folklore.
Estuvo 9 meses cumpliendo servicio militar en La Calera (Córdo-
ba) en la Batería de Comando y servicios. También hacía guardias.
A su esposa María Zulema Ortiz (fallecida) la conoció en el cam-
po. Tuvieron a Rita. Asistían a las fiestas patronales. Cuando fallecía
alguien se hacía el novenario.
Con un apretón de manos despedí a Tito con la certeza que hace

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Historias de mi pueblo y de su gente II

fructífera la historia presente.


Una entrada corta me guió hasta la casa de Juan Nicolás Arias,
nacido en 1956, hijo de don Patrocinio Arias y María Isolina Arias. Sus
hermanos son: Hilda, Juana, Luisa y Alberto.
La señorita Fany fue su primera maestra y le siguió Blanca de Gui-
ñazú. En el recreo jugaba a la pelota de trapo. Trabajó en forma estable
en el establecimiento San Francisco y a veces por temporadas en ha-
chadas. Los sábados se empilchaba y salía a pispear los bailes a caballo
o en bici. Escuchaba el acordeón. No hizo el servicio militar, se salvó
por el número y la clase. Su familia cultivaba zapallo, sandía, maíz.
Iba a las fiestas patronales a Renca, Concarán y Santa Rosa. Cuando
alguien fallecía participaba en los novenarios.
A unos kilómetros el camino escoltado de algarrobos y molles me
guiaron hasta la casa de María Rosa Navarro, más conocida como Qui-
ca. Comenzó expresando que sus abuelos maternos fueron Ignacio Na-
varro y Telma Rojo y sus abuelos paternos Ana María Villegas y Alejo
Navarro. Sus padres fueron Calixto Navarro y María Silveira Navarro.
Tuvieron 10 hijos: Clementina, Yolanda, José Antonio, María Rosa, Ca-
lixto, Tito René, Telma, Gladys, Juan Carlos y Juan Luis.
Su papá trabajaba en una mina, cosechaba maíz y vendía anima-
les. Su mamá hacia muy buena mazamorra en el fogón construido con
dos horcones de palos y una base de ladrillos afuera de la casa. Escu-
chaban radio y vitrola. Concurrió a la escuela por primera vez a los 9
años e iba en sulqui, caminando o a caballo. De docentes recuerda a
María Guiñazú y a Céliz Albornoz. Sus compañeros jugaban al lobito y
al anillito. La penitencia no faltaba en algún niño travieso, la cual debía
estudiar salteadas las tablas de multiplicar. Tenían un día de labores
donde aprendían a tejer, bordar y a hacer puntillas. La señorita traía
ropa y las chicas remendaban, luego se las daba a los alumnos más
necesitados.
A los 15 dejó la escuela porque debía cuidar a sus hermanos me-
nores. Salía a los bailes del Cuarteto Leo, Carlitos Roldán y las graba-
ciones de las chicas Andrada. A su esposo lo conocía desde chica. Se
casó en Concarán y cenaron en Merlo. Tuvo con Pedro 2 hijos: Mabel y

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Daniel. Y de crianza tuvo a Romina.


Me despedí de María Rosa cuando los pajaritos buscaban refugio
en el chañar y unas gallinas se acurrucaban del frío.
Cuando visité a Mirta Alaniz expresó que sus padres fueron Juan
de la Cruz Alaniz (hijo de Justo Alaniz y Laurinda Vidal) y su mamá
Margarita Lila Casim, hija de Abraham Casim, oriundo de Damasco,
Siria, y Lila de La Fontaina de origen francés.
Junto a sus hermanos caminaban, iban a caballo o en sulki unos
5 kilómetros desde su casa hasta la escuela. La directora Guiñazú les
decía que una calavera los acompañaría en caso de que hicieran bo-
chinche. Todos los chicos llevaban leña para poder calentar las aulas
en invierno.
Renacen en la memoria de Mirta la famosa luz mala que según los
comentarios se veía en campos linderos.
Cuando terminaban la primaria ayudaba en el campo de Juan Pre-
ve y en su época de cosecha de maíz sus hermanos y su papá emigraban
hacia Santa Fe y Córdoba y cuando la uva estaba a punto en Mendoza.
En el boliche de Don Víctor se bailaba de lo mejor. Su mamá tenía
un almacén y con las ventas de los huevos y los quesos caseros que
vendía en Concarán compraba mercadería para vender a los vecinos.
Los fines de semana se jugaban partidos de fútbol, taba, truco, chin-
chón y la lotería. Allí ayudaba a su mamá a despachar jugo y vino
en damajuana. A veces sacaban con sus hermanas algunos caramelos
Holanda o unos sabrosos salamines. Muchas veces tuvo que arar (ara-
do de rejas), prefería hacer eso ante que las tareas domésticas, aunque
cada uno tenía un día asignado para la limpieza de la cocina, también
el patio, dar de comer a los chanchos, juntar verdolaga, cuidar las ove-
jas, sacar agua con el malacate o un caballo.
La música como la ranchera, pasodoble y vals llenaron el alma en
esa época y el puchero, los guisos. Para la fiesta de Pascua era tradición
moral lo siguiente: su mamá los hacía levantar al amanecer y con ra-
mas benditas y con el agua bendecida por Jesús (había pasado por la
casa el viernes santo) se bañaban. Se velaba al Señor y se levantaba a las
4 de la tarde. En cuanto a los novenarios, se guardaba el luto un año y

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Historias de mi pueblo y de su gente II

se rezaba religiosamente por esa alma.


Despedí a Mirta quien tiene un cofre bien guardado de innumera-
bles anécdotas y fui a la casa de María Segura, viuda de Mario Gabriel
Preve. Me relató que su suegro, Esteban Preve, un italiano brioso, se
casó en su país con Delfina Baccaria. Estuvo 5 años en la guerra y luego
emigró a la Argentina. Eligió este paraje para dejar su impronta.
En 1930 don Esteban compró en Santa Rosa un Ford A. El vende-
dor le explicó cómo era el manejo, cuando llegó al campo olvidó como
era para pararlo, así que atinó a frenar el auto chocándolo contra una
planta de chañar.
La primera vecina que tuvieron con su esposo fue Isabel Barroso
de Arias “Chalita” una amorosa mujer donde la riqueza de sus pala-
bras producían paz. Un día Chalita la invitó a tomar mate. Con el pri-
mero que tomó se quemó de tal forma que aparecieron lágrimas en los
ojos y sin decir nada al segundo mate dijo gracias. La anfitriona tenía
un lorito muy mimado cuando hacía torta rescoldo le daba un pedacito
y este aún caliente lo agarraba con las patitas hasta comérselo todo.
Estando embarazada de 8 meses María fue a la casa del suegro a
esquilar una oveja y un carnero para hacer un colchón. Como estaba
oscureciendo Esteban Preve le sugirió que se quedara porque eran 6
kilómetros en sulky, pero ella decidió regresar a la casa. Una vaca que
se refugiaba a la orilla del camino fue embestida, el caballo se asustó y
volteó a María pasando una rueda por su columna. Tuvieron a Delfina,
Cecilia, Gabriela, Dolores y Verónica. Cuando sus hijas tenían fiebre les
hacía té de menta y siendo más grandes les rallaba una cebolla, la deja-
ba macerar con miel y luego se las daba para la tos. Cuando le dolía la
espalda eran muy buenas las ventosas.
Todos los años era costumbre hacer la yerra. Ese día antes que
saliera el sol llegaba don Tissera y don Rojo con sus hijos, este último
tomaba vino con bota, especie de botella hecha de cuero. En el corral
los hombres castraban los terneros, señalaban y marcaban.
Mientras tanto en la cocina, las mujeres hacían las más deliciosas
empanadas y pastelitos. Doña Margarita Garavaglia, una de las direc-
toras que pasaron por la escuela, ayudaba con la comida. Los chicos

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Historias de mi pueblo y de su gente II

jugaban al tejo, la escondida o la pía. Luego del almuerzo se jugaba a


la taba o a las bochas.
Con la mirada fija y casi presente parece sentir el sabor de los que-
sos, la cuajada, los dulces caseros, la salsa de tomate, la harina de alga-
rrobo y el pan casero. Era tarea cotidiana sacar agua a caballo. Como
era un pozo abierto, un día mientras iba y volvía con la mula para sacar
agua sacó un gallo que estaba “boquiando”, enseguida lo mató para
comerlo. Cuando había algún pavo o gallina entecada con moquillo le
atravesaba una pluma a la altura de la nuca y así sanaba.
En ocasión cuando Mario y su hermano Esteban Pilo (casado con
Edith Orozco y tenían 4 hijos: Esteban, Daniel, Lucía y Leticia) arria-
ban las vacas hacia Concarán a la orilla de la ruta pasó un camión de
combustible y rozó a uno de los caballos dejándolo postrado a la vera
del camino, fue un verdadero milagro que Mario saliera ileso de se-
mejante accidente.
Cuando estaban en la cooperadora de la escuela una de las tantas
tradiciones era el palo enjabonado, las jineteadas, los bailes, la sortija,
el embolsado entre otros.
Es loable mencionar a vecinos que fueron testigos del sacrificio y
la prosperidad y formaron parte del paraje. Algunos están presentes,
muchos emigraron, otros se fueron de este mundo con la sapiencia de
las almas como Fortunato Ortiz, que tuvo con su esposa Ramona a
Carlos, Marcos Luis y Lucía. Los siempre presentes: Jacinto Alaniz, Vi-
torina, Enrique y Pepa.
Los que trabajaron firmes como Víctor Barroso e Isabel Arias que
trajeron al mundo a cinco hijos: Cristóbal, Lorenza, Chabela, Tito, Raúl
y Mercedes. Los que surcaron porvenir como Timoteo Pelayes, hijo de
Rufino Pelayes, que se casó con Lucía Ortiz y son sus frutos: Teresita,
Arturo y Daniel.
Los que tejieron una vida de lucha como Nicomedes Arias que
junto a María Quiroga tuvieron a Dora, Mabel, Daniel, César. Los que
progresaron desde sus cimientos como Robustiano Navarro que con
Valentina Véliz dejaron descendencia: Anahí , Nicolás, Carlos, Héctor,
Tito, María Cristina y los que salieron pujantes con el labrado de la

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Historias de mi pueblo y de su gente II

tierra como Asencio Oviedo que se casó con Aurelia Navarro y de esa
unión nacieron: Silvia, Graciela y Marta.
De una u otra manera los que vivieron aquí hicieron patria, lugare-
ños o hijos adoptivos, supieron hacer propias las tradiciones del lugar.
Encarnarlas, amarrarlas y llevarlas muy hondas para sí porque Santa
Martina es… tierra de reliquias.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Osvaldo Ceferino Gómez


CONCARÁN
UN CASAMIENTO EN EL CAMPO

Yo nací en un pueblo llamado Concarán. Teniendo unos 16 años


de edad y estando todavía estudiando en el Colegio Industrial, una
amiga llamada Luisa, que trabajaba en la Biblioteca Rivadavia de mi
pueblo, me hace una invitación.
Con Luisa habíamos comenzado a tratarnos diariamente, ya que
ese lugar fue durante la adolescencia de mis amigos y mía, un punto
de reunión para hablar de escritores y autores, y compartir los distin-
tos puntos de vista sobre lo leído, y muchas veces en esas reuniones
nos aconsejaba, por algún que otro libro, doña Dora de Masramón.
Ella nos sirvió de mucho en el entendimiento en esta tarea tan
hermosa que es entrar en el corazón del escritor, y luego, en el segun-
do paso, releerlo para llegar a un mayor acercamiento de él.
En esa época, año 1952, la mayoría de nosotros nos divertíamos
con estas actividades, jugar al fútbol y leer. Esta vida hice hasta cum-
plir los 18 años, que me fui a esa gran ciudad, Buenos Aires, para em-
pezar a trabajar y hacer mi propia vida.
Retomando el hilo del relato, me dice mi amiga Luisa: el sábado
se casa mi prima y quiero invitarte a la fiesta, espero que puedas llevar
a tu hermanos y amigos.
El lugar donde fue la fiesta era camino a San Martín, en una curva
grande, a unos doscientos metros antes de llegar al puente que cruza
el arroyo Las Cañas, arroyo que circunda por atrás a la mina de los
Cóndores, siempre buscando el norte para unirse después al río Con-
lara.
Y así, sin más ni más, nos preparamos mi hermano, amigos y yo.
No teníamos medio de transporte para ir, por lo tanto decidimos ir
caminando por un sendero en el monte. La caminata fue larga, unos
10 kilómetros.
Llevábamos puesta nuestra ropa de diario, un pantalón y camisas

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Historias de mi pueblo y de su gente II

livianos y alpargatas. La ropa liviana era porque el sol se hacía sentir, y


también llevábamos una campera como prenda de abrigo. Las alparga-
tas eran ideales para caminar en el monte, aunque había que cuidarse
por las espinas que atravesaban el yute de la suela. Muy dolorosas.
Cada uno llevábamos además, la ropa para la fiesta, un buen pan-
talón de vestir y una buena camisa, que cuidábamos mucho ya que
no era tiempo de abundancia en la economía familiar. Recién una vez
llegados al lugar, podríamos cambiarnos y ponernos ropa de fiesta.
La casa era de campo, grande , ubicada a 100 metros de la ruta. El
dueño se llamaba Lorenzo Villegas, eran todos en general, gente cor-
dial y hospitalaria.
Legó la noche, una noche primaveral, hermosa, con un cielo sem-
brado de estrellas.
Durante la fiesta, la comida, de preparación casera estuvo en dis-
tintos momentos. Para la cena, podíamos elegir: pavos, lechones, em-
panadas, y a la madrugada se sirvió chivito al ensartador con chan-
faina, eran una delicia todas estas comidas. La pista de baile era un
gran patio bien regado, un piso firme, excelente espacio para bailar. Se
iluminaba con grandes faroles a querosén, conocidos en aquella época
como Petromak.
La música estaba a cargo de un trío, acordeón a piano y dos guita-
rras, realmente era música para enamorarse; los temas musicales eran
valses, pasodobles, rancheras corridas y, para los mayores, algunos
tangos.
Se hizo en un momento de la noche, el divertido baile de la escoba
que consistía en que mientras uno estaba bailando con la pareja, venía
un tercero con una escoba y se la entregaba al varón, este quedaba bai-
lando solo con la escoba y buscando entregarla a otra pareja.
Esa noche, yo bailé con una chica del pueblo, bailamos bastante y
hubo mucha simpatía entre nosotros. La relación siguió por un tiem-
po, hasta que ella se fue a estudiar a San Luis, y eso prácticamente nos
separó.
Ya casi de madrugada, descansando del baile, una chica nos dijo
a todos en el grupo de ir al puente sobre el arroyo, para ver la noche.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Ni qué decir, allá fuimos, éramos un grupo como de 20, entre chicos y
chicas. El puente estaba a menos de 2 cuadras de distancia de la casa.
El arroyo serpenteaba entre barrancas, con riberas cubiertas por el
monte, a pesar de la noche, era posible ver allá abajo grandes bancos
de arena.
Yo recuerdo ese hecho, poéticamente, así: Era mediados de octu-
bre, la noche era clara, bañada por la luz de la luna. Ya sobre el puente,
tomados de sus barandas, algo mágico sucedió, de repente nos queda-
mos en silencio, como si el paisaje nos hubiera tomado a todos, y las
luciérnagas brillantes nos acompañaban con sus danzas.
Solo se oía a lo lejos, el cantar de los grillos, y el correr del agua
bajo el puente y el monte cercano, una suave brisa nos traía perfumes
de flor salvaje.
Fue un momento maravilloso que nos impactó a todos, por unos
instante sentimos estar transportados a otra dimensión.
En un momento, escuchamos voces, las voces de quienes estaban
en la fiesta llamándonos; tal vez pensando que algo nos había ocurri-
do. Contestamos al llamado y regresamos a la fiesta.
Ya en la fiesta nuevamente, un grupo andaba buscando a los no-
vios que no estaban por ningún lado. Era una costumbre en aquella
época, que en la mitad de la fiesta los novios se fueran a escondidas;
más tarde se supo que el padre de la novia había vendido unas va-
quillonas y les había regalado dinero para un viaje de luna de miel a
Córdoba. Ellos fueron en auto a Villa Dolores y desde allí tomaron un
micro hacia Córdoba.
Faltaba un rato largo para el amanecer, don Lorenzo nos dijo a to-
dos: “Vamos a ver la destreza de los jóvenes, es costumbre en los casa-
mientos, hacer algunos juegos, empezaremos con la doma del potro”.
Don Lorenzo puso la botella de vidrio en el piso, acostada, y el jue-
go consistía en que había que sentarse sobre ella, cruzar un pie sobre el
otro y durar en esa posición unos tres minutos, que se controlaban. No
era tarea fácil, lo que sí era muy gracioso.
Luego vinieron las adivinanzas, y por último, el juego del anillo.
Este juego, el del anillo, consiste en poner las manos juntas como

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Historias de mi pueblo y de su gente II

si fuéramos a rezar, entonces venía una chica que tenía un anillo entre
sus manos en la misma posición sosteniendo el anillo entre las palmas.
Iba pasando sus manos juntas por entre las manos de cada uno de los
chicos. Y eligiendo el muchacho que más le agradaba, le dejaba el ani-
llo entre sus manos.
Luego, venía alguien del grupo y ataba el anillo con un hilo, co-
locaba a la pareja elegida frente a frente, y sostenía el anillo a la altura
de sus labios, tenían que besarse a través del anillo, y cuando lo iban
a hacer, el que sostenía el hilo, levantaba el anillo y la pareja se daba
un beso en los labios. Jarana general y la muchachada animando a los
compañeros que besaran el anillo.
Y esto no finalizaba ahí, acto seguido, a esta pareja había que ca-
sarla. Se elegía uno del grupo que hiciera de sacerdote. Y como yo, de
niño fui monaguillo en la parroquia, sabía algunas oraciones en latín
aprendidas de memoria. Esa noche hice de sacerdote y los casé.
Realmente, estos juegos inocentes fueron un cierre hermoso de esa
fiesta. Por mi parte, le pregunté a don Lorenzo si esto era un inven-
to suyo, y me contó que en el campo, para las fiestas de casamientos,
siempre se realizaban estos juegos porque eso les traía buena suerte a
los novios, a los recién casados.
Nuestro pequeño grupo, ya cansados de todo el día, teníamos que
regresar caminando, pero por suerte, un señor que estaba en la fiesta,
había ido en camión al casamiento. Él nos llevó hasta Concarán de re-
greso, ya era de día.
Este casamiento en el campo, siempre está en mi memoria como
de los momentos más gratos en mi vida.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Luisa Magnolia Jameson


CORTADERAS
LAS MANOS DE DON ERNESTO

Nací en Cortaderas, lo mejor de mi niñez, Cortaderas.


Los recuerdos más nítidos se remontan a mis 6 años, al momento
en que ni bien finalizaban las clases mi padre nos cargaba en la moto a
mi hermano y a mí, nos ataba a su cintura para que si nos dormíamos
en el camino continuáramos circulando seguros. Jamás pegué un ojo,
era tal la emoción que invadía mi pequeño cuerpo que los 190 km que
separan San Luis de Cortaderas los hacía anticipando el “olor a Corta-
deras” e imaginado la silueta de mi abuela Luisa esperándonos en la
puerta de entrada de la enorme casa de la calle San Martín, la casa de
mi abuela era una gran construcción que compartían con mi tío Luis y
su quiosco de revistas.
Mi familia era muy reconocida en el medio, mi abuelo Alejandro
Jameson “el boticario del pueblo” dueño además, del almacén de ra-
mos generales, era muy apreciado por su generosidad, ni hablar de
mi abuela Luisa, los días en su casa eran intensos; ella se levantaba
muy temprano, amasaba y me despertaba el exquisito olor a pan recién
horneado. En las siestas cuando todos dormían, yo me cruzaba y cha-
poteaba en el agua de un canal que aún pasa por ahí. Horas hermosas
pasaba jugando con el agua fresca y transparente, muy fresca porque
venía de Villa Elena.
Luego, de la mano de mi abuela, antes que cayera el sol hacíamos
largas caminatas recorriendo el pueblo. La calle San Martín era la prin-
cipal que llegaba hasta la plaza, ahí se encontraban los negocios de
Bernabé Muñoz, Mercedes Rodríguez y Venancio Quiñónez. Al frente
de la casa de mi abuela estaba la quinta del general Franklin Lucero, se
llamaba Villa San Ramón estaba toda cubierta de pinos y de ahí tam-
bién se desprendía mi querido “olor a Cortaderas”. Todos sabíamos
que era la mano derecha del general Perón y yo especialmente le tenía
mucho respeto.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Siguiendo por la cuadra de mi abuelita estaba la casa de mi padri-


no Víctor Devia. Allí recogíamos limas con un sabor único e irrepetible.
El ritual era repetido día por medio y a mí me fascinaba.
Rápidamente finalizaba el verano y debía regresar a la rutina de
la escuela, que en esa época parecía una eternidad hasta el próximo
verano, soñaba con el momento de regresar a mi Cortaderas natal, mi
ansiedad por llegar a aquel pueblo, donde había nacido, iba en aumen-
to a medida que subían las temperaturas de la primavera y luego de
las fiestas de fin de año… quizás era el reencuentro con mi abuela o
el verde de Cortaderas, bien podría ser el clima, la gente bondadosa,
la tranquilidad… no lo sé, pero volver a ese lugar me reconfortaba in-
mensamente.
Con mis 8 años mi madre me sentaba en el colectivo que se llama-
ba “La Cita” y recorría esa ruta de tierra y hacía distintas paradas en
diferentes pueblos, mi abuela me esperaba en la entrada del pueblo.
Cuando bajaba yo ya sentía “el olor a Cortaderas”, como decía en ese
entonces. Tiempo después descubrí que ese olor era de la resina de los
pinos que a la entrada formaban un bosque.
El año escolar había sido exitoso. Mi madre había usado a Corta-
deras para que mis calificaciones fueran óptimas Decía en tono amena-
zador: “Luisa, no vas a ir a Cortaderas este verano si tus calificaciones
bajan”. Y eso funcionaba a la perfección. Yo necesitaba ir a ese lugar y
encontrarme con mi abuela Luisa. Sí, así se llamaba mi abuela, como
yo.
Era llegar y empezar las mismas aventuras cada año, los baños
en el canal, las siestas junto a mi abuela y a esto se sumaba las cartas
que mandaba a mi madre contando todas mis travesuras. La parte más
intensa era sin dudas ir hasta el correo. Era una gran construcción.
Un hermoso edificio. Su jefe era tan agradable para todos, el señor
D’Andrea, alto, bonachón casado con Mercedes una de las docentes
más prestigiosas del pueblo. Ellos me invitaban a jugar con sus hijas
Marita, Graciela y Elenita. Cuando pasaban días donde no venían a in-
vitarme, escribía una carta de pocas líneas con tal de llevarla al correo
para volver a ser invitada.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Otro de los tantos entretenimientos que me gustaba hacer era ir a


la tienda de ropa y calzado del señor Romualdo Domínguez o jugar
tardes enteras con Dorita la hija de Julio y Fidelfina Oviedo, unos tíos
de parte de mi madre que vivían pegados a la escuela Franklin Lucero
del que él era director y ella docente.
Uno de los momentos que más recuerdo de paz absoluta era cuan-
do íbamos a misa con mi abuela. Me acostumbré con gran admiración a
las procesiones con antorchas para pedir que llueva Mi abuela era muy
devota. Con ella me sumergí en largas e intensas oraciones nocturnas.
Todas las anécdotas que recuerdo con mi abuela son enseñanzas
vivas de generosidad, de respeto por el otro, de bondad. Jamás experi-
menté el miedo o la desazón a su lado, una mañana aún yo no me le-
vantaba cuando sentí un estruendoso golpe en la ventana, inmediata-
mente vi pasar a mi abuela con una bandeja, en ella un tazón de leche y
una porción de pan caliente. Mi curiosidad a pesar del miedo hizo que
dé un salto y me levante de la cama para ir a ver quién estaba del otro
lado de la ventana. Vi un hombre mayor, pelo largo, ropas gastadas y
desaliñado. Un hombre con una mirada triste que al ver a mi abuela se
le iluminó el rostro. Mi abuela advirtió mi temor y me explicó que se
llamaba Cinecio, era el linyera del pueblo, que no debía tenerle miedo,
que todos lo querían y lo ayudaban, ese gesto de mi abuela no solo
hizo que con el tiempo dejara de darme miedo Cinecio, sino que por el
contrario hizo que me enterneciera su presencia.
Cada uno de mis días en Cortaderas están grabados a fuego en mi
alma, todo me generaba inmensa emoción, sin embargo, pasar por la
casona de la pileta producía una revolución completa en mi ser, la pi-
leta era enorme, mientras más la admiraba desde lejos, más adrenalina
sentía, día tras día, tarde tras tarde. Cada vez que pasaba de la mano
de mi abuela por ahí, corría hasta las rejas de la casa y me quedaba
anonadada mirando esa enorme pileta, nunca había visto una así, yo
quería estar ahí dentro, soñaba con nadar ahí.
Mi abuela me tiraba de la mano y yo le suplicaba poder bañarme
ahí. Ella me decía con pena “es que esa pileta no es nuestra Luisita, no
creo que a don Ernesto le agrade tener visitas ahí, él necesita concen-

99
Historias de mi pueblo y de su gente II

trarse para poder escribir”. Con el tiempo entendí que “Ernesto” era el
señor de bigote enorme que se pasaba todo el verano con el entrecejo
fruncido escribiendo a la sombra. Para mí era una especie de guardián
de la pileta, tal vez quien inhibía a mi abuelita de tramitar mi sueño de
nadar en la mágica pileta.
Una siesta de mucho calor, tantas fueron mis súplicas que mi abue-
la Luisa tomó coraje y habló con ese señor serio de bigotes que tanto
escribía y que era el hermano del dueño de la casa para que yo pudie-
se bañarme en la monumental pileta. Finalmente el hombre, no muy
simpático aceptó y yo pude cumplir mi sueño. Pero claro, con apenas
8 años e inexperta absoluta, me encontré abatida por tanta inmensi-
dad que empecé a sentir a los pocos minutos de nadar que mis fuerzas
se debilitaban y la profundidad de la pileta me ganaba y me sumergí
sin poder subir a la superficie, sentía que perdía conocimiento, creí
que moriría ahogada, cuando de repente vi que desde el cielo entraban
unas manos pequeñas pero firmes y me tomaban de los brazos, salván-
dome la vida, eran las manos de don Ernesto, el hombre de bigotes no
dudó un segundo en abandonar sus manuscritos y lanzarse a salvar mi
vida. Muchos años después supe que mi salvador había sido el gran
escritor Ernesto Sábato, que mientras yo insistía en vivir mis travesu-
ras en su pileta él estaba escribiendo libros que recorrerían el mundo.
El tiempo pasó. Mi abuela murió y yo dejé de ir a veranear a Cor-
taderas. Sin embargo cada vez que puedo, vuelvo a mi pago y hago el
recorrido que hacía de pequeña… llenándome de nostalgia. Aún pue-
do sentir el calor de la mano de mi abuela recorriendo las calles de
tierra, la adrenalina cuando pasó lo de don Ernesto, el olor a los pinos,
el bullicio de las procesiones para atraer la lluvia y el ruido del canal.
Sé con certeza que esa parte de San Luis vivirá por siempre en mí. Ese
es mi lugar en el mundo, mi Cortaderas de la infancia… mi Cortaderas
mágico.

100
Historias de mi pueblo y de su gente II

Myriam Beatriz Ferrari


TILISARAO
SUEÑOS DE ACERO

La esperanza de un cambio mejor por construir, la hospitalidad


de un país que recibe extranjeros, atraídos por las promesas de paz,
bienestar, escapando de guerras y persecuciones en busca de nuevos
horizontes.
Un país agroganadero que abastecía con materia prima, productos
agrícolas y animales de cría al viejo continente.
Un país generoso y amante de la familia y la amistad, cultiva la
tradición y la maternidad.
Fueron algunas de las causas por las que Pablo Ferrari, un italiano,
ojos de cielo, cabello color trigo y un rostro colorado como si el sol lo
hubiera castigado por años, aunque no muy agradecido de altura, pero
de presencia preponderante, eligió Argentina como su país para radi-
carse y más precisamente la provincia de San Luis.
Pablo llegó junto a su hermana Paula, desde la provincia de Cu-
neo, Italia, a sus 17 años lleno de incertidumbre pero con entusiasmo
de triunfar en tierras desconocidas.
Se instaló en un principio en la zona de San Martín, solo, ya que a
su hermana le costó arraigarse y regresó a la brevedad a su pago, esto
no fue un obstáculo para desempeñarse como un peón de estancia, lo
cual, debido a su hábito de ahorro logró comprarlo.
En aquellos años prevalecía el valor de la palabra y su extrema
confianza, le permitieron realizar un contrato de compra y venta estre-
chando las manos con un fuerte apretón como sello, en esos fructífe-
ros años, conoce a su amor Dina Escudero, una muchacha de cabello
largo, lacio, bien negro, el que lo doblaba al medio y se lo hacía como
si fueran dos bananas, sujetándolo con una peineta, de baja estatura y
carácter fuerte que se hacía notar, actitud que alcanzó para conquistar
a un hombre como Pablo ya que le llevaba una diferencia de 18 años.
La calma, el amor y la prosperidad venía de acuerdo a lo esperado.

101
Historias de mi pueblo y de su gente II

Pero su extrema confianza a quien vendiera el campo, cuyo nombre era


Isidro y en familia decidimos no usar su apellido, fue quien le reclamó
las tierras y lo echó como un don nadie a vivir a los pagos de Naschel.
La fortaleza de un italiano y sus ganas de progresar acompañado
por la mujer de su vida, su sostén y compañera, lo llevaron a Pablo a
realizar el oficio de su familia, el de herrería.
Nuevas tierras trajeron consigo nuevas oportunidades, desarrolló
frutos y el amor que siempre existió con Dina, dio el paso más im-
portante de su llegada al país, decidieron casarse. En aquellos años el
registro civil solo funcionaba en la vecina localidad de Concarán, tan
importante fue la decisión que caminaron para sellar sus sentimien-
tos, los primeros años en Naschel sirvieron para ganarse la fama de
artesano del hierro y por la gran oferta de trabajo otra vez decidieron
mudarse a otro pueblo, Tilisarao.
Un punto estratégico en el Valle del Conlara, con la llegada del
ferrocarril, el molino harinero de San Pablo, las tierras utilizadas para
ganadería y agricultura, hacían del pueblo un lugar comercial en cre-
cimiento.
Los hijos no tardaron en llegar, tuvieron diez, Juan, Andrés, Gui-
llermo, Alfredo, Rafael, Rosario, Paula, Dina y Gabriel, el cual el sép-
timo hijo varón Rosario, debido a la ley de Padrinazgo N° 208434, que
se promulga en 1974, que garantiza el padrinazgo del presidente de
la Nación en sus funciones, fue ahijado del presidente Jaime Gerardo
Roberto Marcelino Mario Ortiz quien ejerció el ejecutivo entre 1938 y
1940.
Afianzado en el oficio de herrero, su taller quedaba en la calle Tres
Granaderos, en la vereda ya se podía divisar el material que utilizaba o
tenía para reparar llantas de carros, discos o rejas, en el interior se en-
contraba Pablo en un overol de mezclilla, generalmente sucio debido
al oficio y en sus pies calzados con botas tipo marinero, su rostro lleno
de hollín, era el hombre de piel blanca pero parecía de ébano, por el
mismo tizne generado por su trabajo en la forja y la fragua, siempre
acompañado por Dina, y sus exquisitos mates dulces con yuyos de la
huerta como burro o peperina.

102
Historias de mi pueblo y de su gente II

En un banco de madera la bigornia reposaba, esperando el golpe


de los hierros, en un rincón el carbón de piedra sobre una carretilla y
un palo para tirar al fuego, sobre la pared las diferentes pinzas y te-
nazas, muchas tardes preparando herraduras para mulas y caballos,
hacendados lo buscaban para que realizara herraduras para sus tropi-
llas ya sea para percherones que tiraban los carros, o herraduras para
caballos de carrera, que tenían poco peso y eran una obra de arte.
Se destacaba por tener el secreto de la marca del ganado, las hacía
finitas en la parte de abajo y gruesa arriba, tarea que era digna de ver
como artista del hierro, finito para que apenas toque, marque, si era
grueso deja un borrón, y la parte gruesa era para que aguante el calor
si el animal estaba lejos, porque caso contrario puede llegar a enfriarse,
exhibía sus marcas en una madera de nogal que había traído del moli-
no harinero, orgulloso de sus obras las mostraba a sus clientes cuando
llegaban a buscarlo, realizó miles de marcas de ganado.
En el patio acomodado en un costado descansaban sulkys, chatas
y carros, cuidados por una vieja bomba que utilizaba para enfriar los
materiales. El primer sulky de Tilisarao fue realizado en el taller, utili-
zó madera de lapacho del norte para sus rayos y para la cama algarro-
bo de la zona, la rueda estaba recubierta en su parte exterior por una
llanta de hierro, en su centro no tenía rulemanes, sino que simplemen-
te la rueda giraba sobre el eje de hierro sostenida por un perno engrasa
do para evitar mayor fricción.
Enllantar era una tarea donde toda familia participaba, se encen-
día el fuego en la fragua y comenzaba a calentarse el hierro que luego
iba a comenzar a doblar a través de golpes sobre la bigornia, una vez
que llegaba a juntar la punta del hierro utilizaba la soldadura a calda
que consistió en elevar la temperatura de los elementos y presionar con
los golpes del martillo, utilizaba arena de sílice, sal común, fósforo, son
elementos que por sus componentes químicos facilitan la soldadura,
hasta que quedaba un círculo de hierro, luego colocaba sobre unos ta-
cos de madera por su temperatura se encendía una llama que rápida-
mente apagaba el agua y con martillazos acomodaban en su respectivo
lugar, era una tarea de presión.

103
Historias de mi pueblo y de su gente II

Los hombres de campo encontraron respuestas a sus necesidades,


Pablo era el herrero de todos los campos, hacía carros, cuñas, puntas de
arado, afilaba discos. Una vez para mejorar el transporte de ganado al
matadero le realizó rejas a una chata donde era más seguro transpor-
tarlos, realizó rejas en varias casas del pueblo, donde aún hoy pueden
observarse. En su hogar le regaló a Dina una cocina de fundición hecha
por sus manos donde ella lo agasajaba con estofados, polenta, guisos
y dulces.
En sus manos callosas había rastros de quemaduras, muchas veces
en apuro tomaba con las manos el hierro caliente, era como mordedu-
ra, era una quemadura profunda.
Era un herrero muy bondadoso de su trabajo y conocimiento, de
hecho tenía un aprendiz que luego ejerció el oficio. Algunos herreros
cubrían su trabajo si alguien los visitaba, paraban la tarea, supersti-
ciosos decían que el trabajo se podía mostrar solo cuando estaba ter-
minado, caso contrario, la pieza se enojaba y era como ver a alguien
desnudo o mostrando falla.
Como forma de medida utilizaba sus manos, sus brazos, una me-
dida era de la punta del dedo pulgar a la muñeca o desde el pulgar al
índice, o del pulgar a la punta del codo y los espesores de los dedos.
El humo y el canto de las bigornias comenzaban temprano en la
casa de los Ferrari, siempre decía una frase aconsejando a sus hijos: “El
fuego habla, dice te respeto, si me respetas”.
Era un hombre muy competente, un maestro en la herrería, era
inventor, un mil usos, pero más fuerte y firme que el hierro era su fa-
milia, un tesoro divino que lo acompañó a cumplir sus sueños.

104
Historias de mi pueblo y de su gente II

Cristian María André


TILISARAO
MIS ABUELOS PUNTANOS

Tilisarao es un pueblo que se encuentra en el Valle del Conlara en


una geografía que mezcla llanuras pampeanas y sierras bajas.
En su antigüedad la base de la economía era la agricultura y la
ganadería, lo que incrementó el comercio y fue muy importante en las
continuas corrientes de circulación entre Córdoba, Mendoza y Chile.
Con la llegada del ramal ferroviario, llegaron los primeros inmi-
grantes, lo que provocó una gran laboriosidad rural positiva.
Los inmigrantes eligieron este rincón para vivir y trabajar. Trajeron
sus brazos robustos, sus capitales, inteligencia y también su corazón.
Mis abuelos inmigrantes desde Portugal, llegaron el 21 de enero
de 1947, con dos hijos mayores (José y Amadeo) debido a los golpes
de estado que había sufrido su país en el año 1926, antes había huido
a Brasil.
Sus nombres eran Domingo Pires André y Goncalves Corceira Al-
bertina. Eligieron Tilisarao debido a que años antes habían venido pa-
rientes.
Al principio la vida fue dura, vivían en un galpón de Domingo
Sánchez, que era utilizado para guardar cereales y forrajes. Pero con la
convicción de crecer y trabajar duro, lograron juntar dinero para com-
prar tierras, cerca de la localidad de Las Lagunas.
Los años fueron fructíferos para ellos, tanto familiar (ya que nacie-
ron cinco hijos más Julio y Ramón mellizos, Lidia, María y Dominga),
como económico.
Debido a su buen desempeño en la cría de ganado pudo adquirir
una jardinera, un carruaje abierto de cuatro ruedas, tiene capacidad
para dos personas adelante y cuenta con una caja de balaustres y dos
asientos laterales atrás.
En ellos trasladaban huevos y gallinas las cuales facilitaba para
comercializar, casa por casa en Tilisarao, lo que llevó en el año 1960 a

105
Historias de mi pueblo y de su gente II

poder comprar el terreno de Cleofe Domínguez, quien fue la persona


que donó los terrenos para la fundación de Tilisarao.
Allí se mudaron al pueblo con sus hijos y nació el menor, mi padre
Luis, se dedicaron a la panadería, toda la familia elaboraba los pani-
ficados en horno de barro, traían piquillín, chañares para encender el
fuego lo cual le daba el aroma especial al pan, dejando un sello de su
sabor en la elaboración, cada mañana el abuelo Piri, como era conocido
entre amigos y vecinos, se tomaba el yerbeado de costumbre que había
adoptado en Argentina acompañado de panceta y huevo frito, era una
fuente de carbohidratos y proteínas para trabajar en el día.
Albertina era la encargada de cocinar, en una cocina a leña, siem-
pre con ollas de hierro sobre ella u otras que colgaban del techo, co-
cinaba día a día y en cada comida no podía faltar la sopa, a la cual el
abuelo le echaba un vaso de vino y decía ”esto es bueno para el cora-
zón”. Pero su plato por excelencia era el pastel en fuente que lo hacía
con arroz, dulce de membrillo, huevo, clara de huevo con azúcar, ade-
más de tener carne molida y puré de papas.
Los años, aún más fructíferos de la panadería, le facilitaron la com-
pra del campo donde existió el primer molino harinero de la provincia.
El molino harinero fue fundado por el brigadier Pablo Lucero en
el año 1850, fue precursor del crecimiento económico para la zona, una
obra maestra, era movido por fuerza hidráulica, necesita de elementos
compuestos por grandes ruedas impulsadas para mover el mecanismo.
Funcionaba impulsado por una catarata artificial de agua, se utili-
zó por más de 46 años.
En el año que lo adquirió mi abuelo, ya no funcionaba y había sido
demolido por precaución a algún derrumbe. Ya que me he criado ju-
gando a las escondidas en sus instalaciones he escuchado historias del
lugar, me ha entusiasmado la idea de volver a darle visto a ese gigante
que está dormido y guarda voces en sus paredes.
Sin olvidar las raíces, se sintieron parte de estas tierras lo cual le
dio frutos y dejaron una huella que se extendió por todo el valle siendo
su familia.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Luis María André


TILISARAO
DIGAN WHISKY… CLICK

Sentados en el patio de la casa, debajo de la sombra de una parra,


a plena risas y anécdotas con amigos, cuando el sol ya nos avisa que es
hora de sacar el asado, tímidamente irrumpe a la escena el Pelado para
algunos y para otros Hugo Salinas, con su cámara colgando al pecho y
agarrada con las dos manos, como si alguien se la quisiera sacar. Ya sus
80 años, comienzan a notarse por la tranquilidad de sus pasos y mo-
vimientos, diciendo a los comensales como deben ir ubicándose para
tener un retrato de todos.
Vos que sos grandote, bajate un poco que estás tapando, vos pone-
te atrás, gordito al medio porque no vas a salir bien al costado.
Luego de los disparos con su cámara Canon, que el paso del tiem-
po lo ha obligado a actualizarse, nos pide un contacto a cada uno, para
poder vender las fotos y no haber perdido su tiempo, obvio que de
cada una tengo un pequeño cuadro.
Hugo Salinas, nació en Nueva Escocia, un paraje ubicado en el
departamento Belgrano, es hijo de Dominga Perfecta y de Marcos Sa-
linas, ella es de Fraga y a su padre por su labor de ferroviario lo llevó
a trasladarse al pueblo de Tilisarao. En su infancia no le costó hacer de
amigos ya que es una persona de gran corazón.
Debido al trabajo de su padre tuvieron que emigrar a Buenos Ai-
res, donde el sueño de sus padres era tener un hijo ferroviario y una
vez terminado su ciclo escolar lo mandaron a estudiar a Junín un curso
en el ferrocarril San Martín.
Con los años pudo desenvolverse en este rubro, aunque en su in-
terior tenía otras aspiraciones y esto no era lo que le gustaba para el
resto de su vida.
Su vida comenzó a tener cambios bruscos ya sea por causalidades,
deseos o sueños, conoció una mujer en una situación difícil de su vida
ya que su madre había enfermado, manifestándole sus ganas de dejar
de trabajar, ella lo ayudó a tener otro empleo como banquero. Este ru-

107
Historias de mi pueblo y de su gente II

bro le permitió comenzar aquello que tanto anhelaba, estudiar fotogra-


fía en una escuela en Buenos Aires, donde a veces salían a fotografiar
lugares o monumentos para luego analizar errores y aciertos.
La vida venía de color de rosa, pero debido a un accidente labo-
ral que le perjudicó su columna no pudo continuar trabajando en la
institución aunque hubiera querido, pero fue jubilado por invalidez
y ante la desesperación por tener un trabajo, continuó sus estudios de
fotografía.
Hugo se casó con Irma Carmen Mora, no tuvieron hijos, pero fue
una extraordinaria compañera en su vida, siempre juntos, vivieron
épocas regulares y muy buenas, compartieron 51 años hasta que una
maldita enfermedad se la arrebató. Era una persona muy querida en
donde estaba, se pusieron de novios por una tía, Enriqueta Paéz. En
uno de sus viajes de Buenos Aires a Tilisarao, la conoció y luego ella
viajó a Buenos Aires para que Hugo corriera a sus brazos buscándola
para casarse.
En su proyecto de vida siempre estuvo Tilisarao, la vida en el gran
Buenos Aires no les hacía bien, tenían que cambiar de tierras y la posi-
bilidad de lograr su sueño se acercaba. Vendieron las propiedades en
la ciudad y compraron un taxi, un Renault 12.
Ahí comenzó esta grandiosa aventura. Era su lugar soñado, llega-
ron a Tili en 1989 al mes del mismo año ya estaba trabajando en foto-
grafía social, ya sea casamientos, bautismos, cumpleaños. Al ser una
persona de valores muy marcados, el trabajo le fue fácil por la cantidad
de amigos que tenía, ellos le fueron dando trabajo.
Las primeras prácticas como fotógrafo fueron los domingos y fe-
riados, la plaza central, en las tardes domingueras se veían familias ha-
ciendo cola para retratarse, parejas de novios, empleadas domésticas,
todo tipo de personas de diferentes clases sociales. “Sacarse la foto” era
toda una ceremonia.
Hugo caminaba por el verde césped del lugar tratando de persua-
dir a los protagonistas: “Mi tarea era indicar a los clientes las mejores
formas de posar para salir bien en la fotografía”.
Con su oficio, ejercido como un verdadero arte, documentó la evo-

108
Historias de mi pueblo y de su gente II

lución del pueblo, las fiestas, escenas de la vida cotidiana, modas, cos-
tumbres, personajes y llegaron en imágenes valiosos testimonios de la
época.
Contaba con los equipos más potentes de esos años, una Nikon
f4, una cámara réflex de monoobjetivo con enfoque automático y un
flash Metz 402 que era a batería. El proceso de revelado lo hacía por las
noches, al principio en un cajón que había comprado de una cámara
antigua asentado en un trípode que tenía depósitos con revelador y fi-
jador, todo el proceso del revelado lo hacía en 15 o 20 minutos. Y luego
al necesitar algo mejor un primo le prestó una ampliadora y una seca-
dora para fotografías en blanco y negro. Tenía un cuarto de luz tenue
para evitar el velado, y las colgaba sobre un hilo de sisal con pequeños
broches. Era vital no tener mucho tacto con el papel.
A medida que el proceso fue avanzando y con la llegada de la ima-
gen color, los rollos los mandaba a Río IV.
Cuando llegué al pueblo había solo dos fotógrafos, Ricardo Ávila
y el Gordo Sevil, existía una competencia sana por lograr la mejor foto,
pero siempre prevaleció la amistad.
Hoy en día hay varios que realizan esta profesión, oficio u hobby,
pidiéndole consejos que para Hugo ha sido la inspiración.
La pérdida de su esposa fue un golpe duro en su historia de vida,
la recuerda con profundo amor y respeto.
“No pudimos tener hijos, pero fue una extraordinaria compañera
en la vida, siempre juntos, vivimos épocas regulares y muy buenas,
compartimos cincuenta y un años”.
Uno de sus servicios más memorables fue trabajar para la Munici-
palidad, en esos años estaba a cargo de Rolando Ochoa que le realizó
un interrogatorio bastante extenso pero al poco tiempo ya estaba sa-
cando para la municipalidad que hasta el día de hoy lo sigue haciendo,
no solo para su pueblo sino para localidades vecinas como Renca, Nas-
chel, San Pablo, Concarán.
Hoy tiene su estudio fotográfico particular en su domicilio de Mi-
tre al 400, donde pasa largas horas preparando trabajos desde hace
veintiséis años, reconociendo que en cada fotografía ve una historia.

109
Historias de mi pueblo y de su gente II

Inmortalizando al pueblo con sus disparos, oficio que eligió más allá
de los costos de las máquinas y el largo aprendizaje requerido para
ejercerlo, Hugo sigue trabajando.
“Sigo trabajando en fotografía , es mi pasión, mi cable a tierra”.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Claudio Emmanuel Iglesias


TILISARAO
HOY SE JUEGA

Es domingo, hoy se juega… es el clásico, los nervios, la incerti-


dumbre y la ansiedad de toda una semana llega a su fin, la lluvia y el
frío amenazan con ahogar esta fiesta, que comienza una semana antes
en la casa del Mora, con los muchachos entre charlas y durante los días
previos armamos el equipo, imaginamos los goles y lo más importante,
el triunfo. De mano en mano pasa el mate, algunas cervezas o un bal-
de de vino con pryti, (botella de plástico cortada a la mitad), cortando
papelitos de revistas viejas y diarios que nos juntó un tío o la abuela,
además, le sumamos los rollos de papel que el agenciero del pueblo, el
Vino Gonzáles nos regaló.
Los santos trabajan el doble esa semana, ya que no se puede ir a la
cancha sin rezarle y pedir por el triunfo.
La previa del partido es en el mismo lugar, se suman algunos al
patio de tierra, que con anticipación se barre con escoba de jarilla y
pichanilla, y se riega a baldazos de agua sacada de la bomba. Sobre
los árboles que son unos paraísos, se atan las banderas con los colores
que nos identifican, el blanco y el negro; en ella frases célebres, o la
del nombre de nuestro barrio (la Rana), cuyo origen proviene porque
había una laguna en el lugar en las cuales entre totoras y cortaderas
acogía a estos animales.
Nuestro club Sarmiento Juventud Unida fue fundado el 25 de se-
tiembre de 1919, su primer y único objetivo fue la práctica de fútbol,
los colores adoptados fueron a través de un inmigrante italiano, hincha
del Juventus, equipo que militaba en la serie A y utilizaba una remera
de bastones blancos y negros.
Nuestro clásico nació el 30 de agosto de 1930 y fue en la localidad
vecina de Naschel, el club deportivo, utiliza los colores rojo y negro.
La historia cuenta que la máxima goleada fue de ellos y en nuestra
cancha estadio que se ubica en avenida Centenario, con un resultado

111
Historias de mi pueblo y de su gente II

de 0 a 6, se produjo debido a que los jugadores realizaron una huelga,


pero en estadísticas del triunfo, los números favorecen al Juve querido.
Los clubes pertenecen a la liga del Valle de Conlara, creada en
1990, la cual está afiliada a la AFA.
Hoy se juega… es el día en que el equipo necesita el aliento de
todos, de sus lágrimas, de los abrazos ante un gol del Juve, como es
costumbre casi como preparando un uniforme de la escuela o un ma-
meluco de trabajo, la camiseta del club, me espera sobre una silla en el
rincón de la pieza, con la 10 del “satu cuello”,
Algunos se pintan la cara de blanco y negro, afloran las cábalas de
los últimos tiempos, el lugar que ocupamos en la cancha, la comida del
almuerzo.
Hacemos un impase en nuestras casas, nuestros problemas, el tra-
bajo, pero es el día que el Juve nos llena de ilusiones.
Hoy, es domingo, hay que ir a la cancha sí o sí, es el día que es
presente obligatorio y la falta vale doble, aunque esto es fútbol, uno
camina y a medida que se va acercando al estadio, se siente un tam
tam desde el lado de adentro del pecho, hay que irradiar optimismo
futbolero.
El fútbol es un deporte, es un juego que muchas veces se convierte
en religión, todo hincha orgulloso de predicar su evangelio. Podrás
cambiar de novia, de casa, de trabajo, pero de equipo nunca.
Recuerdo 1989 cuando por el fallo de un árbitro todo el folclore y
la fiesta terminó en una batalla campal, corridas y pedradas. Un capí-
tulo triste y un verdadero bochorno para nuestra historia de clásicos.
Hoy es domingo… y muchos hicieron changas en la semana para
juntar algunos pesos y poder pagar la entrada. Otros con menos suer-
te esperan a un costado para que los corazones solidarios hagan una
“vaquita” y les ayuden a pagar, para que todos podamos contar “ese
día estuve allí”.
En el clásico Juventud tiene que inflar su pecho, sacar su orgullo,
su historia y mostrar sus laureles de haber sido campeón en ocasiones
como en 1980, 2010, 2016 y sus participaciones en competencias por
ascender al Torneo Argentino A; sacar adelante sus virtudes, ser finos

112
Historias de mi pueblo y de su gente II

en la definición, y concentrados en la defensa.


Todos vamos a estar pendientes de lo que haga Gonzalo, de las
voladas del loquillo, de la fuerza y calidad del salamín Tello. Es un
partido que juega la gente, la ansiedad, las piernas, son 90 minutos de
juego que seguirán hasta el próximo encuentro.
Aunque el fútbol está ligado directamente a un deporte masculino,
hay mujeres terriblemente fanáticas, a veces en la cancha también exte-
riorizan su furia a través de gritos y palabras que superan a la creativi-
dad que tienen los hombres.
Hoy es domingo… quiero gritar hasta que la voz diga basta, quie-
ro sentir ese viento de nuevas brisas, quiero que la tarde se convierta
en fiesta y se prolongue en una caravana por el pueblo, para los feste-
jos, quiero música, felicidad y alegría que se llama juventud.
Hoy es domingo… En la cancha y respetando las cábalas que here-
dé de mi abuelo, me pongo en el lugar de siempre a la izquierda de la
barra, me agarro al alambrado como si fuera parte de mí y balbuceo la
canción de cancha que nos identifica “Esta tarde cueste lo que cueste,
esta tarde tenemos que ganar”
Los 22 están alineados, la pelota al medio de la cancha, está a pun-
to de rodar y el silbato del juez va a hacer estallar corazones con un
grito de libertad, que en 90 minutos la adrenalina va a estar al máximo.
Prrr...rrr arrancó el clásico, hoy se juega.

113
Historias de mi pueblo y de su gente II

Yuliana Anabela Guiñez


CONCARÁN
A LO DEL BOLICHERO

A lo lejos y a pocos metros de los galpones ferroviarios, se divisa


una antigua construcción, un edificio donde el paso de los años ya ha
percudido las paredes, los ladrillos estaban asentados en barro, una
verdadera obra arquitectónica. Era el boliche o bar, donde los parro-
quianos pasaban sus días, mi padre me ha contado infinidades de
historias, en su interior pisos de madera, amachimbrados de pinotea,
sostenido con tirantes de la misma madera que cruzaban por debajo
de cimiento en cimiento, dejando un espacio hueco, largos mostrado-
res detrás de estos, las estanterías de madera precarias, resaltaban con
botellas de ginebra, vino, aguardiente, caña y vicios (tabacos, cigarros,
papel para armar cigarrillos). El vino, azúcar y yerba en bolsas, luego
se vendía en envases o balanza, según lo requerido por la gente.
Sus ventanas y puertas de dos hojas, angostas, a lo que los rigorea
el clima hicieron ir perdiendo color y consistencia, la estructura del
edificio en su interior, las paredes estaban llenas de cuadros gauches-
cos, publicidades de la época, el cielo raso de madera, o bien el techo
de chapa quedaba a la vista, otra forma podía ser que bajo la chapa,
se colocaban ladrillos, las veredas eran de tierra, árboles añosos que
comúnmente eran paraísos que regalaban su sombra.
El bolichero era un personaje local de relevancia, cumplía diversas
funciones como prestamista, como escribiente en alguna carta de amor
desesperado y como puntero político.
En el libro de los fiados, el pulpero anotaba el nombre o en algunos
casos, por discreción, solo las iniciales de sus parroquianos y a conti-
nuación, iba trazando rayitas de acuerdo a la cantidad de pesos que le
debía el cliente. Al llegar la cuenta a un octavo peso, trazaba una cruz.
Cuando la deuda era incobrable, los parroquianos que incurrían en esa
desfachatez solían decirle bromeando al pulpero “que lo raye con tinta
de agua” (tinta de agua era el contenido de una palangana que había al
costado del mostrador para lavar los vasos).

115
Historias de mi pueblo y de su gente II

Una alegre historia que me contaron fue la del perro del boliche.
En las apacibles tardes de verano, en el boliche del otro lado de la
calle, frente a la estación, los changarines de las bolsas de trigo, avena,
centeno o sorgo, una vez terminada su tarea de estibar altas pilas en los
galpones, cruzaban la calle en busca de sosiego al intenso día, saludan-
do al bolichero y haciendo rechinar los pisos de madera, se sentaban en
una mesa chica cuadrangular ubicada al lado de la ventana enrejada,
pedían vino fresco y allí permitían que pasaran mansamente las horas
del atardecer, donde veían irse el sol por la puerta que daba al poniente
en la ochava de la cuadra. Ritual que se repetía día a día en épocas de
cosecha en la década del 40, los distintos hombres de las bolsas hacían
uso y a veces abuso del crédito semanal que don José le extendía hasta
el día de cobro y que con total amabilidad y bonhomía él mismo servía
el vaso de vino y compartía cada mesa del boliche en charlas y anéc-
dotas del día sin sentido alguno, pasar horas acompañados y relajar el
cuerpo.
Sobre la punta del lado de afuera de la ventana, enchapado en
cinc y justo enfrente de donde estaba el cajón de la plata, en el interior
de ese mostrador, allí apaciblemente y con sus patas extendidas a sus
anchas hacía como que dormía, e ignoraba a los parroquianos; Teo,
un ovejero alemán, que casi se mimetizaba con las tablas del piso y la
postura inerte, durante el coloquio de risas, gritos, alcohol y esputos
arrojados por la ventana.
En cuanto la luz amarillenta del crepúsculo del cielo daba paso e
importancia a la luz amarillenta también de la única bombita eléctrica
que colgaba de un cable desde el techo, gracias a los locos y pioneros
italianos que generaron electricidad en la usina del pueblo. El boliche
prolongaba la tardecita y recibía el fresco de la noche iniciándose así
la partida de uno en uno de los clientes. En este obligado ritual diario,
Teo se incorporaba en el acercamiento en el primero en irse e indefec-
tiblemente debía dirigirse a la punta del mostrador, donde estaba el
cajón o en su defecto el desgastado libro de anotaciones, donde don
José anotaba lo consumido aquel día y a cada uno. En ese sombrío
acto donde la luz, los olores, el cansancio, la ingesta y la sincronizada

116
Historias de mi pueblo y de su gente II

presencia a su lado de Teo el parroquiano recibía la imputación de lo


consumido y gastado, de parte de don José, que parado al otro lado
del mostrador con su metro noventa de altura y su voz clara pero sen-
tenciosa decía “¿Lo pagás o lo anoto?” al instante mismo que desde lo
bajo y al costado del individuo se comenzaba a percibir un leve pero en
constante aumento, gruñido dirigido a la sucia y polvorienta bomba-
cha del changarín, que en una acostumbrada acción rápidamente con-
testaba “Don José anótelo nomás, hasta el sábado” a lo cual don José se
inclinaba sobre el cuaderno y en una complicidad de años le decía por
lo bajo a su perro, algo que en realidad escuchaban todos “Tranquilo
Teo que este ya arregló” a lo cual el perro cambiaba de actitud y daba
un par de revoleos con su cola, en perfecta sincronización en diálogo
con su querido amo, el cual de cara enfrente al de turno le decía “Andá
tranquilo che, hasta el sábado no más”. Este sencillo y repetido acto, ya
en la penumbra de la noche constituía suficiente e inviolable garantía
de crédito del boliche que semana a semana era honrado por el chan-
garín y garantizado día a día por la destreza actoral del gran perro
pastor alemán, Teo, del boliche de don José enfrente de la estación.
Esa es una de las tantas historias que se contaban en las juntadas
familiares, y todos estallábamos en risa, otras un poco se las inventa-
ban, al serio y respetado don José. Como por ejemplo cuando algún
cliente se quedaba en estado de ebriedad sobre la mesa, el bolichero
con su viveza criolla en una taza preparaba huevo y migas de pan. Y
como acercamiento por haberlo hecho quedar hasta altas horas de la
madrugada, le pasaba por su rostro, más precisamente por su boca, el
ungüento , para luego despertarlo y cobrarle un sándwich de milanesa
que había solicitado, ante la negativa del cliente y en un momento de
tirantes, José sacaba un espejo que tenía en el mostrador y le mostraba
los restos de miga que le habían quedado en su cara. Luego de esta
pequeña discusión, el cliente pedía disculpas y abonaba el sándwich
fantasma.
Otro mito que se había inventado alrededor del bolichero, era que
las damajuanas de vino, le daba una medida, aproximadamente un
vaso, para luego rellenarla con agua.

117
Historias de mi pueblo y de su gente II

Mitos y leyendas se creaban alrededor de los boliches, la realidad


es que era un lugar de encuentro, charlas y juegos para los vecinos del
pueblo.

118
Historias de mi pueblo y de su gente II

Gabriela Soledad Barroso


LIBORIO LUNA
LIBORIO LUNA Y SU GENTE

Liborio Luna
Nació el 25 de mayo de 1920 en la provincia de Buenos Aires, po-
líticamente conservador, fue intendente y diputado provincial, tenía
campos en ese lugar dedicados a la ganadería. Fundó en 1883 la So-
ciedad Rural de 25 de Mayo, un verdadero suceso ya que no existía
en el oeste de Buenos Aires debido a que la cantidad de vacunos eran
diezmados por los malones indígenas. Todas las estancias contaban
con sótanos como protección a dichos ataques.
Cultivó la amistad de personas importantes del país como la del
general Bartolomé Mitre.
La llegada del Ferrocarril Andino a Villa Mercedes en 1875 y en
1882 su prolongación a Fraga lleva a Liborio a comprar 17.000 hec-
táreas al oeste de dicha ciudad. Instaló la primera feria ganadera de
Villa Mercedes en sociedad con Miguel B. Pastor (una calle lo recuerda
en Villa Mercedes) en Tres Esquinas, en las afueras de la ciudad, este
señor hijo de Reynaldo Pastor que ocupó altos cargos en el gobierno
nacional.
Liborio donó tierras para el paso del ferrocarril y para la instala-
ción del mismo con un pariente, Severo Luna.
Por esos años un gran incendio de campos iniciado en terrenos de
propiedad del ferrocarril provocó que gran parte de los campos de Li-
borio sufrieran grandes daños por lo que el mismo tuvo la intención de
realizar la denuncia y solicitó a las autoridades ferroviarias que llevara
su nombre y apellido y no llevar a cabo dicha denuncia.
Hacia 1930 fallece Liborio, y su señora se hace cargo de la propie-
dad y nombra como encargado general de la estancia a Esteban Ci-
valero Tomattis, padre de Esteban Ramón Civalero (ex docente de la
escuela de Fraga). Tiempo después la dueña vende la propiedad que es
dividida en tres lotes de menor superficie.

119
Historias de mi pueblo y de su gente II

La Estación
En la sección Villa Mercedes-San Luis del Ferrocarril Argentino se
encuentra la estación Liborio Luna, dicha estación fue inaugurada el 7
de febrero de 1900 y se encuentra ubicada en el Departamento General
Pedernera en la provincia de San Luis, muy cercano a la Ruta Nacional
N° 7 (actualmente Autopista de las Serranías Puntanas), a 20 km de la
ciudad de Villa Mercedes y a 18 km del pueblo de Fraga; y que forma
parte del ramal Junín –Mendoza (línea 1) del ex ferrocarril San Martín.
La llegada del ferrocarril influyó en la construcción de un galpón
de grandes dimensiones donde los agricultores y ganaderos de la zona
depositaban su producción, la cual para su venta era trasladada a Bue-
nos Aires y con los años a Rosario, también la ganadería aprovechó
este medio de transporte hacia la gran ciudad, el tren de pasajeros se
llamaba “El Cuyano” con destino a Buenos Aires. Es destacable el he-
cho que dicho galpón estando vacío era aprovechado por la escuela del
lugar para organizar bailes y obras de teatro con sus alumnos como
actores.
Actualmente, en el lugar se encuentran los elementos del ferroca-
rril están casi intactos, considerando el deterioro natural por el paso
del tiempo.
Siguiendo en sentido ascendente, se encuentra Fraga, única locali-
dad relevante entre Villa Mercedes y San Luis. Su origen fue el Fuerte
Las Piedritas al mando del comandante Fraga que luego moriría en la
Guerra del Paraguay. La fundación oficial del pueblo tiene por fecha el
5 de mayo de 1906. La localidad se ve favorecida por encontrarse casi
en el centro del corredor industrial de Justo Daract-Villa Mercedes.
A fines del siglo pasado, el servicio de pasajeros se suspende. Sus
vías están a cargo de la empresa estatal de “Trenes Argentinos Cargas
y Logística”.

Familias del lugar


Inmigrantes italianos e hijos afincados en cercanía a esta localidad
contribuyeron con su esfuerzo al crecimiento no solo de San Luis sino
del país. Estas familias eran: Castellino, Gabutti, Campana, Olivero,

120
Historias de mi pueblo y de su gente II

Sapino, Grasso, Maranguello, Civalero, son algunas de estas familias,


ejemplos de trabajo y amor a la tierra.

Escuela N° 39 “Fray Joaquín Tula”


Fray Joaquín Tula fue un sacerdote que estuvo a la par de los espa-
ñoles en las invasiones inglesas, y en memoria a este cura se le coloca
su nombre a la Escuela N° 39 del paraje Liborio Luna.
La escuela tuvo sus comienzos en la casa de una vecina del para-
je, la señora Elba de Quiroga. Luego los hermanos Civalero-Tomattis
donaron terrenos donde se construyó el edificio actual y su primer di-
rector fue Robustiano Domínguez Funes en la década de 1920 y con-
currían alrededor de 20 alumnos, hijos e hijas de los colonos del lugar
Contaba con aulas, baños, cocina y dirección. Numerosos docentes pa-
saron por ella abriendo la mente de cantidad de pequeños discípulos.
Pocos años atrás (2008 aproximadamente) la directora Nelly Galetto
cerró el predio escolar con alambre olímpico y consiguió la instalación
de luz eléctrica. Jubilada dicha docente se designa a la señora Fanny
Álvarez quien agregó entretenimientos como una cancha de fútbol 5
con piso sintético y tribuna que también puede ser usada para basquet-
bol, también juegos para los pequeños como toboganes, hamacas, etc.
Los descendientes de los donantes siempre estuvieron atentos a la
marcha de la escuela, incluso cuando un proyecto que surgió de levan-
tar la escuela por haber pocos inscriptos (en escuelas rurales es común
que varíe el número) contó con la desaprobación de los nombrados,
como así también la pretendida instalación en la cercanía de una fábri-
ca de agroquímicos.
Es de recordar que aquí se organiza en un espacio un festival de
doma y parte de la recaudación le corresponde. Hoy alrededor de 20
niños concurren a la misma.

Estafeta Postal
En el tren venía el vagón del correo a cargo del estafetero que car-
gaba y entregaba los sacos de correspondencia que dejaba cada esta-
ción. En 1980 se levantó la Estafeta Postal de Correo y Comunicaciones

121
Historias de mi pueblo y de su gente II

que funcionaba en una dependencia de la casa de Félix y Elba Quiroga


donde los vecinos recibían y enviaban correspondencia.

Capilla María Auxiliadora


La ermita donde está entronizada la imagen de María Auxiliado-
ra fue colocada allí el 1 de octubre de 1953, quedó como testigo de lo
que prometió Tomás Castellino y su esposa Delfina Olivero, ambos de
origen italiano llegaron a Fraga (San Luis). En 1945 pudo adquirir una
fracción de campo al que llamó “La Primavera”, que a los pocos años
se vio afectado por la falta de lluvias, llegando la sequía a tal extremo
que sufrió la muerte de muchos animales y la desesperanza se apoderó
de sus sueños. Es entonces cuando Castellino invoca la protección de
la Virgencita de la Pieve (años más tarde, María Auxiliadora), origina-
ria de su pueblo natal, donde su familia le enseñó a amar, por ello le
promete que levantará en su honor un santuario si los bendice con la
lluvia.
El milagro se produce, la lluvia bendice los campos y entonces él
no demora en cumplir la promesa. Don Tomás Castellino construiría
una capilla hacia nuestra señora. Al santuario lo construyen José Tito
Olivero y los hermanos Marcos y Tomás Castellino, con materiales y
terreno donado por el devoto promesante.
A partir de allí se constituyó en el lugar de oración con mucha
convocatoria para la novena patronal cada 24 de mayo se realiza la
misa y la procesión para honrar a María y la gente de la región se hace
presente para pedir protección; y la de ánimas en noviembre.
Todas estas demostraciones potenciaban los deseos de los pobla-
dores de contar con un lugar más amplio y es así que el 25 de mayo de
1982, en el campo de propiedad del matrimonio Castellino Olivero, se
reúnen para conformar la comisión protemplo, que tendrá como obje-
tivo, previo buscar adhesiones para lograr ingresos económicos que les
permita iniciar la construcción de una capilla. De esa reunión resultó
también la donación de la tierra por parte de la viuda de Castellino y
que posteriormente va a ser cedida al obispado de San Luis.
En 1983 adquieren el tinglado y desde allí no paran las tareas gra-

122
Historias de mi pueblo y de su gente II

cias a las importantes donaciones de animales vacunos que son vendi-


dos en la feria y a la realización de diferentes eventos.
En el año 1994, con la presencia del presbítero episcopal Eduardo
Francisco Miranda, es colocada una nueva imagen en la lograda capi-
lla, restituyéndose la original en la ermita, las celebraciones continúan,
aumentan los devotos y también las colaboraciones que permiten rea-
lizar otras obras, manteniendo las que ya están, sin disminuir la fe.
Cuando se acerca la fiesta de la Patrona del Agro Argentino la co-
misión se preocupa para que un sacerdote concurra a celebrar la misa,
que después sigue con el paseo de la imagen por los caminos del ac-
ceso, para determinar el tradicional chocolate que se brinda a los asis-
tentes en las instalaciones de la escuela, aunque se hace muy difícil ha-
cerlo en la misma fecha porque son coincidentes con los actos mayores
planteados en las ciudades, en la celebración de la fecha patria.
La ubicación sobre la Ruta Nacional N° 7 (actualmente modificada
en recorrido por la construcción de la Autopista Serranías Puntanas)
determinó que fuera motivo para que muchísimos católicos detuvie-
ran su paso a admirarla y orar en ella.
Desde hace bastante tiempo se homenajea en la ciudad de Villa
Mercedes, donde reside la mayoría de los ex pobladores de Liborio
Luna y la vecina localidad de Fraga.

123
Historias de mi pueblo y de su gente II

Sandra Elena Chaín


LAVAISSE
LA TIERRA DE MIS ABUELOS

Mi compromiso asumido en esta narración es acrecentar el conoci-


miento del conjunto social como medio de fortalecer nuestra identidad
regional con el conocimiento integral que hacen a mi condición de la-
vayense al igual que mi familia.
La magnitud de este trabajo realizado, la tarea de rastrear archi-
vos muy escasos, incompletos, desordenados forma parte de la historia
que contiene mi querido pueblo de Lavaisse.
Ayudado por la memoria de las escasas personas mayores que en
la actualidad viven y que con su granito de arena aportado sabiendo
de dónde venimos y quiénes somos encontremos y coincidamos la for-
ma de elección del terruño que nos vio nacer y del camino a seguir.
Los medios y la documentación de la historia de Lavaisse no fue
suficiente ya que la documentación no estaba debidamente organizada
ya que no existía por entonces en nuestros antepasados conservar pa-
peles, pues le bastaba trasmitir a su descendencia la tradición oral de
sus infinitas desventuras y de su gloria pasajera vivida.
Debemos ubicarnos en lo que era la realidad del pueblo a princi-
pios del siglo XX, ya que no contábamos con los medios de comuni-
cación variada, ni mucho menos con las comodidades que nos brinda
hoy el siglo XXI a modo de comparación.
Mi mayor deseo es que la proyección de la historia de mi querido
Lavaisse llegue a aquellas personas que no conozcan la historia de mi
hermosa y bendecida provincia de San Luis. Y principalmente de ese
lugarcito pequeño que me vio nacer y al que amo al sur de la provincia
que se llama Lavaisse.
Fue fundada el 21 de junio de 1907. Es una pequeña localidad del
departamento Pedernera en la provincia de San Luis, Argentina. Está
ubicada al sur de Villa Mercedes y al oeste de Justo Daract, se encuen-
tra sobre las vías del ferrocarril General San Martín y la Ruta Provin-

125
Historias de mi pueblo y de su gente II

cial 11.
Esta localidad lleva el nombre del religioso Benjamín Lavaisse, na-
cido en Santiago del Estero en 1823 quien prestó importantes servicios
en la Asamblea Constituyente que sancionó la Constitución de 1853.
Después de la llegada del ferrocarril, el pueblo dio un nuevo avan-
ce, instalaron una bomba de agua que proveyó de agua a los rurales de
la zona y también abasteció a la localidad de Justo Daract, eso significó
un gran avance.
Recordaba con mucha emoción don Andrés Vlahovic de origen
austriaco, quien fue presidente del Club Social y Deportivo Lavaisse.
Vlahovic tenía un almacén de rubros generales y bar.
Falleció a los 100 años y es recordado como el longevo de Lavaisse.
Hoy en día su almacén sigue en vigencia atendido por sus hijos
Alicia Vlacovic y Pedro Alberto Vlacovic.
Mi papá recuerda a su amigo Andrés al cual apodaron El Pata.
También recuerda la panadería de los Alvarez, la carnicería que
era atendida por Mariano Moreno, la tienda de Salvador Alegre, la es-
tafeta de correo que la atendía Alicia Rainieri, el almacén de doña Rosa
Ortiz, el bar de José Alvarez, el almacén de la familia Rainieri, de rubro
general, carnicería y se destacaban los chacinados.
Pedro Rainieri era el intendente municipal en ese momento.
El comisario del pueblo era Teodoro Villegas. El jefe de ferrocarril,
Juan Manuel Vedún.
Lavaisse de ser un pueblo numeroso, tenía 350 habitantes, en la
actualidad volvió a sus orígenes, a ser un paraje, sin progreso, sin ini-
ciativas de ninguna índole con escasos 68 habitantes.
La estación de ferrocarril fue inaugurada en 1907 por la empresa
ferroviaria Buenos Aires al Pacífico (BAP) en el ramal de Justo Daract
a La Paz (Mendoza).
A principios del siglo XX eso generó trabajo, el pueblo comenzó a
poblarse de a poco.
El tren transportaba pasajeros que venían de Justo Daract a Lavais-
se, y de allí seguían su viaje a Mendoza.
Mi papá Luis nos contó que en una oportunidad venía el tren, lle-

126
Historias de mi pueblo y de su gente II

gando al pueblo, mermaba la marcha y tiraba juguetes desde arriba


el personal del ferrocarril, que los enviaba Juan Domingo Perón, fue
sorpresa y una alegría inmensa que vivieron en aquel momento.
Hoy en día el tren pasa dos veces por día con diferentes cargas, es
un ramal que une Justo Daract con el sur de Mendoza.
Son formaciones que arrastran unos 60 vagones y llevan hasta 2
máquinas.
Mi papá recuerda cuando viajaba en tren era una felicidad enor-
me, era placentero y ahora cuando ve pasar la formación de vagones de
carga le produce mucha nostalgia, tristeza, ver que todo eso terminó.
Con el cierre del ferrocarril Lavaisse fue perdiendo la mayoría de
sus habitantes, quedando el pueblo desolado y la gente tomó distintos
rumbos en busca de trabajo.
Mi pueblo cobijó muchas personas, de las cuales muchas echaron
raíces allí y otros quedaban temporarios por razones de trabajo.
Uno de los principales habitantes de Lavaisse fue mi abuelo Cami-
lo Chaín que emigró de Siria cuando fue la Segunda Guerra Mundial,
viajaron en barco con sus padres y sus 5 hermanos rumbo a la Argen-
tina.
Una vez llegaron a Argentina la familia se dispersó, sus padres y
tres de los cinco hermanos viajaron por distintos lugares de Argentina,
y se asentaron finalmente en Córdoba y Tucumán.
Mi abuelo y el otro hermano Nosfal Chaín llegaron a San Luis y
con el tiempo se radicaron en Lavaisse, ambos muy jóvenes.
En esa época contaban con ahorros y un 23 de diciembre de 1915
don Prudencio Garciarena vende a mi abuelo Camilo Chaín una frac-
ción de tierra donde inmediatamente edifica su morada.
Una vez instalado se dedica al comercio, poniéndose un almacén
de rubros generales.
También dedicó su trabajo y esfuerzo a la ganadería donde se des-
tacaba la crianza de toros para exposición y de caballos árabes, los cua-
les eran muy admirados por su raza.
A los tres años de estar radicado contrae matrimonio con Francisca
Ortiz de cuya unión nacieron ocho hijos, cuatro varones y cuatro muje-

127
Historias de mi pueblo y de su gente II

res. Ellos se llamaron: María Cívica, Abojaldo, Agabí, Nedé, Francisco,


Nofal, Rosa y Luis (mi papá).
Francisca Ortiz, mi abuela, se encargaba de los quehaceres de la
casa, de la crianza de los hijos y de mandarlos a la escuela.
Con el pasar del tiempo mi abuelo para aumentar la economía se
dedicó a vendedor ambulante, visitando todas las estancias y parajes
del suelo puntano en su carreta.
Vendía y compraba mercadería, hasta realizaba trueque, con la
gente, los gauchos, los peones.
Compraba lana ovina, los cueros vacunos hasta a veces los cambia-
ba en forma de pago con tabaco, licor, anís, trigo etc.
Todos los meses lo esperaban, la gente era muy cordial, hasta les
enseñaba a hacer las comidas típicas del país.
Lavaisse en la actualidad cuenta con una municipalidad pequeña,
sala de primeros auxilios, ahora centro de salud N° 91 Lavaisse. Una
capilla que lleva el nombre de San Luis Gonzaga. Una escuela, la N°
324 “Felisa Muñoz de Fourcade”, una plazoleta con juegos infantiles.
Tiene cuatro manzanas de longitud que años atrás prometía con-
vertirse en mucho más que un pueblo.
Lavaisse que en una época fue un pueblo pujante con gente soli-
daria pasó nuevamente a ser paraje. Así está mi querido pueblo en este
presente 2018.

128
Historias de mi pueblo y de su gente II

Pedro Herrera
PARAJE LAS ISLETAS
LAS ISLETAS

Allá por 1950 cuenta don Pedro Herrera que Las Isletas solía ser un
pequeño poblado en el que vivían alrededor de 20 familias más la gen-
te que trabajaba en el ferrocarril. Sus padres y abuelos fueron oriundos
del paraje, él vivía allí con su familia, su padre empleado rural, su ma-
dre ama de casa, y sus hermanos Raúl el mayor, él es el segundo de
los hijos y después vinieron 9 hermanos más, y estuvo allí hasta los 23
años hasta que por razones de trabajo tuvo que partir, se casó a los 28 ,
tuvo 3 hijos y hace unos años volvió a su lugar de crianza.
Nos cuenta además que en Las Isletas, se desarrollaba como acti-
vidad principal la ferroviaria, ya que siempre se encontró una estación
de trenes, los trabajadores de la misma eran quienes se encargaban
del mantenimiento de las vías allí también se encontraba el famoso
campamento que le decían, era el alojamiento de los trabajadores y las
familias de la estación donde había más o menos 6 familias y los traba-
jadores solteros. Otra de las actividades era el trabajo rural, las familias
criaban animales para el consumo y venta y muy pocos se dedicaban
a la siembra, solo los que tenían herramientas para trabajar la tierra. El
paraje contaba con un único almacén de ramos generales del señor Mi-
guel Grosso, una carnicería del señor Rojo y una famosa panadería del
señor Dalof , la que abastecía a las personas del lugar y zonas aledañas
tales como campos cercanos y uno que otro más retirados.
Con sus 7 años Pedro concurrió a la escuelita citada en el paraje
comenzando su primer grado con el maestro Allende y era un total de
15 niños de diferentes edades los que compartían el salón junto a él.
Siempre que había un evento importante este se hacía en la escuela
donde se reunían todos los habitantes, ya sea por acontecimientos es-
colares, bailes a beneficio de la cooperadora, siempre fiestas para pasar
un buen rato en familia en la que participaban todos, niños jugando,
mayores dialogando y unos que otros bailando.

129
Historias de mi pueblo y de su gente II

Allá por el año 60 los fines de semana se organizaban en el cua-


drito del predio de la escuela, partidos de fútbol, carreras cuadreras
y hasta jineteadas donde los muchachos del pueblo iban a demostrar
sus destrezas, aparte de la jineteada no faltaban los juegos de sortija, la
polka de la silla, la taba, el monte, siempre con algún humilde premio
para los participantes. Eran días en los que uno podía pasar un buen
rato con familia y amigos.
Luego por el año 70 la actividad ferroviaria cesó, los niños y las ni-
ñas del pueblo se hicieron mayores y tanto trabajadores del ferrocarril
y habitantes de la comunidad, comenzaron a buscar nuevos rumbos
en busca de un nuevo trabajo, Pedro fue uno de ellos como cuenta. Así
el pueblo empezó a quedar solo, disminuyó la cantidad de habitantes
ya que por fuerza mayor muchas personas tuvieron que abandonar su
lugar de origen.
En estos últimos años se volvió a poblar y de a poco se van suman-
do familias al poblado nuevamente, manteniendo siempre las raíces
del trabajo rural, cría de animales y siembra.
Pedro finaliza diciendo “Lo bueno es que con el pasar de los años
Las Isletas sigue siendo un lugar tranquilo y de buena gente”.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Cristina Evangelista
PARAJE LOS CÉSARES
NOSOTROS LOS RIOQUINTEÑOS

Paraje Los Césares, incluida su estación de tren llamada Río Quin-


to, tiene su génesis a principios del siglo XX, ya que esta última fue
inaugurada el 10 de marzo de 1910, en el ramal Justo Daract-La Paz del
Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico.
Se ubica a 2 kilómetros al sureste de la ciudad de Villa Mercedes, y
a 15 de la ciudad de Justo Daract, sobre la Ruta Provincial N° 11.
He consultado los vecinos para encontrar el origen del nombre del
paraje, siendo disimiles las apreciaciones, ya que la señora Isabel Ba-
rroso, vieja vecina de la zona, mencionó que se debía al apellido de un
trabajador que se habría asentado en la zona, mientras Roberto Ruiz
apreció que debería ser por la cercanía a la Estancia Los Césares, aun-
que el territorio pertenecía originariamente a Estancia El Guanaco.
Zona, la nuestra, de ranqueles, rica historia olvidada de un pueblo
que fuera masacrado en la Conquista del Desierto. Distintos puntos
históricos recorren la presencia del originario dentro de su tierra y la
Cañada del Avestruz es una señal que estos caminos fueron recorridos
por hombres, mujeres, niños ranqueles.
Según comentó Alejandro Fernández, antiguo empleado de ferro-
carril y vecino de la zona, un pariente de él le había contado que en las
cercanías de la estación se había llevado a cabo una matanza de mu-
jeres y niños ranqueles en lo que la historia recuerda como “Traición
Huinca” y que esos cuerpos cayeron varios de ellos degollados, en lo
que hoy se conoce como la quinta de doña Eloísa o de los García.
También el mismo vecino señaló una zona que fuera conocida
como el “Fuerte Ardiles”, pero no pude comprobar la presencia del
mismo, como la existencia de un puesto sobre el Río IV que fuera le-
vantado y llevado a la ciudad de San Luis formando parte de lo que
hoy se conoce como Puente Blanco, aunque en el río se puede observar
unos pilotes donde, supuestamente, estuvo asentado el puente. Esta

131
Historias de mi pueblo y de su gente II

información se habría dado a don Fernández un pariente de su señora


que trabajaba en Obras Sanitarias de la Nación, pero no pude encon-
trar vestigios ni materiales orales de los mismos.
La estación de tren dejó de prestar servicio de pasajeros en la dé-
cada del 70, y mantuvo la operatividad el servicio de carga, aproxi-
madamente hasta el año 1987 ya que no era eficiente en sus costos por
la cercanía a la que se conoce con el nombre de Avanzada, y en el año
1989 fue cerrada y concedida a la familia de Alejandro Antonio Fernán-
dez los encargados de mantenerla tal como era en sus años de gloria.

Nombres de los habitantes


Según los registros encontrados en la Escuela N° 35, algunos veci-
no asentados a partir de 1973 eran:
Vicenta Quiroga, Víctor y Magdalena de Cristofolini, Mirta Mi-
randa, Hilda de Cartasegna, Corina Muñoz, Elena de Vega, Norma H.
Torre, Enrique y Haydee Agüero, Francisco y Dilva de Audito, fami-
lia de Paulino Larralde, familia del señor Posetto, familia de Segundo
Alarcón, familia Lukrasienvicz, familia de Hugo e Isabel Barroso, fa-
milia de Justa Rohner, la familia de Blanca Rosa Arce de Sosa, Petrona
Falcón, familia Fernández.
Gozó de fama nuestro paraje en la década del 70, ya que eran re-
nombrados los bailes que se organizaban en el galpón del ferrocarril,
siendo las orquestas La Dinámica y Los Satélites, esta última de Jus-
to Daract, los más frecuentes. También suma al prestigio las carreras
de caballo y la destreza criolla que organizaba la cooperadora escolar,
alternando la actividad con campeonatos de bochas, truco, chinchón,
este último para las damas.

Escuela N° 35
Don Polo Godoy Rojo hace referencia en su obra “Donde la patria
no alcanza” hay una escuela, representando ese pedazo de patria, de
nación. Y es ahí donde nuestros maestros rurales debemos ser garan-
tes del derecho de la educación, sabiendo que en la escuela se vive la
comunidad.

132
Historias de mi pueblo y de su gente II

Esta escuela fue creada en 1973, siendo sus directivos: la señora


Godoy de Giunta, en 1974 la señora Juana Pringles hasta comienzos de
1977, siendo reemplazada por la señora Herrera hasta 1979 que asume
la señora Ballana hasta el 17 de marzo de 1980 que toma el cargo como
directora titular la señora María Reynoso que se desempeñó hasta el
año 1982. A partir de esa fecha la señorita Norma Estela Castro. Luego
la escuela fue cerrada y nuevamente abierta en la gobernación del Dr.
Adolfo Rodríguez Saá por una gestión llevada a cabo por la señora Isa-
bel Barroso, conocida vecina a quien apodan la Chabela. En esa opor-
tunidad fue nombrada Fanny Myriam Peralta. En el año 1986 asume
como director Juan Pelagio Godoy, quien estuvo a cargo hasta 2005,
fecha en que se le otorgó el beneficio de cambio de función debido a su
estado de salud, y tomé la dirección en su lugar.
Fue en el año 2006 que se concretó la construcción de la escuela, ya
que los años anteriores había funcionado en una casita alquilada a Pau-
lino Larralde, luego de un tornado funcionó en la casa de doña Corina
Muñoz y finalmente una asociación cooperadora a cargo de la señora
Chabela Barroso y Roberto Ruiz comenzaron con la construcción de la
casa del maestro que sirvió como edificio escolar hasta que la Coopera-
tiva “19 de noviembre”, comenzó su construcción.

“El río trae voces, y la bulla memoria hasta mi puerta”


Es imposible pasar por alto, dentro del relato de la historia, la co-
tidiana, la diaria, esas historias que unen en la risa y en el dolor, pero
que cuentan quiénes somos, qué papel cumplimos en la historia colec-
tiva construida por todos nosotros que amamos este paisaje.
En el año 2002 llegué a esta escuela, integrándome inmediatamen-
te a la vida del paraje, gracias a doña Arminda Navarro, Alejandro Fer-
nández, Isabel Barroso y su esposo don Hugo Sosa y Raquel Cruceño
y su familia.
Recordando a Raquel Cruceño, mamá y abuela de alumnos míos.
Los fenómenos atmosféricos desde la antigüedad, fueron tema de
conversación. Y como todo tema que no se maneja, el que explica, in-
venta, o se imagina o comenta desde su visión de vida, generando así

133
Historias de mi pueblo y de su gente II

un sinnúmero de mitos o leyendas. Y cuando estas primeras explica-


ciones empezaron a rodar no las paró nadie. Hasta el día de hoy exis-
ten prácticas que se desprenden de esas tradiciones, y exigen seguir un
ritual que es digno de observar.
Las tormentas eléctricas cuando hay sequía, o la que anuncia gra-
nizo, pueden ocasionar graves daños, la primera originando incendios
y la segunda porque no sabe dejar nada sano. Y tal peligro exige que
el rito para cortar las tormentas a través del puñal con la cruz de sal
sea llevado a cabo por alguien que conozca el secreto de la oración.
Porque no son solo elementos quienes hacen posible que el fenómeno
se disipe, sino la fe en que las palabras murmuradas, desde hace siglos,
llegan a oídos divinos.
Tal es la importancia de la oración que acompaña la cruz de sal que
para que sea efectiva debe ser enseñada en Semana Santa, de lo con-
trario pierde el poder, igual que la del empacho. La cinta por sí sola no
cura, es la oración que, cuando es efectiva, se manifiesta en incontables
bostezos, eructos de quien pronunció en silencio, porque es como que
el hígado del atrancado contagia al curador.
Pero volviendo al clima con sus idas y vueltas, una mañana esta-
ba charlando con Raquel, una señora que era madre y abuela de unos
alumnos, y nos estábamos poniendo de acuerdo para hacer una quin-
ta en la escuela, pero la sequía nos estaba demorando. Parecía que el
tiempo nos tomaba el pelo, porque las tormentitas se formaban pero no
desataban lluvia… prometían lo que por el momento no querían dar.
-Vio Seño? Anoche parecía que se venía nomás y pasó de largo.
- Que bárbaro Raquel, yo pensé que llovía…
-Pero si hasta las patas largas lo anunciaban Seño! Yo las vi en la
pared antes de acostarme.
Porque las arañas son las encargadas de traer el mensaje de lluvia.
Tal misión se les encomienda a las patas largas y flacas y en recompen-
sa, no se las mata.
Y Raquel era una especialista en relatar estas tradiciones.
-Tanta sequía hay Seño, que no encuentro sapo.
-Tenés razón hace mucho que no veo ninguno…

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Historias de mi pueblo y de su gente II

-Porque si veo alguno lo estaqueo panza al sol, Seño, eso no falla


nunca, saca agua seguro…
-¿Dejar morir un sapo panza arriba Raquel?
-Aunque no crea, el animal y la oración Seño…aunque no crea…
Y la pausa en la conversación apuró el mate, hasta que Raquel se
olvidó de mi descreimiento y continuó:
-Y la danza también… El Mingo sabe pegar unos saltos y unos ala-
ridos, que parece loco, a mí eso no me gusta porque asusta a los chicos,
pero sus abuelos eran indios y él dice que se lo enseñaron…y sabe ser
bueno pal agua también.
-Y habrá que pedirle que venga entonces, a falta de sapos…
Y en ese momento se le cambiaron los ojitos porque se acordó de
una picardía
-Sabe que los otros días estaba en pedo el Mingo, ya iba por la
segunda damajuana cuando se le dio por bailar, y pegaba alaridos, y
movía las manos para arriba y para abajo, se tiraba al piso y se volvía
a parar, y le metía un trago, otro trago más… Hasta que la Deolinda
se dio cuenta y ya les advirtió a los chicos: “Sáquenle la jarra al Mingo
que si los indios lo escuchan con el pedo que tiene más que lluvia una
inundación nos van a mandar”…
De esa nos reímos juntas.
De la del sapo solo me confesó:
-Yo no puedo decir la oración a usted porque debe quedar en la
familia si uno puede pasar a otro cristiano… pero ya va a aparecer el
sapo, ya va a ver…
Cuando finamente llovió, sembramos sandías.
Cosechamos tantas que ella me dio la idea de llevarlas a la ciudad
y ofrecerlas a cambio de libros.
Así formamos la biblioteca de la escuela.
El recuerdo nombra a don Hugo Sosa.
-¿Se anima a hacerlo maestra? Fue la pregunta que me hizo antes
de entregarme el puñal. El se había caído del caballo y estaba bastante
golpeado y me había pedido ayuda para carnear unos lechones.
No pude negarme, pero aclaré lo que era por demás visible, no

135
Historias de mi pueblo y de su gente II

tenía la más mínima idea de cómo hacerlo. Y con la pedagogía a flor de


piel don Hugo, en cuestión de segundos me dio las indicaciones. Pero
fue contundente:
-No lo dude maestra, si empieza termine rápido, hay que ser buen
crestiano con los animales hasta para carnearlos.

Don Alejandro Fernández y doña Arminda Navarro


Los sábados suelo ir a la escuela. Por ahí el trajín de la semana
laboral no me da la posibilidad de terminar una tarea específica que
la dejo, casi a propósito, para el sábado. Así más distendida llego al
campo, trabajo, visito vecinos, tomo mate con ellos y ayudo en alguna
cosa si hace falta.
Ese día, estaba en la casa de la familia Fernández, le llevaba a doña
Arminda libros para que eligiera. Ella los leía y luego nos contábamos
los detalles que más nos había gustado. Con apenas su tercer grado
afianzaba su amor a la lectura y quería contagiar a su esposo de lo
mismo.
Y eso era imposible. Porque leer no le gustaba y, escuchar, por ahí
lo aburría y se dormía en medio del relato. Pero ella no dejaba pasar
oportunidad de decirle
-Negro , lee, instruite.
Y don Alejandro ponía la excusa de la vista.

136
Historias de mi pueblo y de su gente II

Estela Nancy Collado


LAVAISSE
DOÑA FELIZA, LA MAESTRA

Después de tantos años en este lugar, uno conoce sus costumbres,


sus historias, sus mañas, uno conoce vida y obra de quienes viven y
vivieron en este lugar. He visto pasar muchas familias por el pueblo,
por la escuela.
Podría escribir de muchos de ellos, pero elijo hablar de doña Feli-
za, muy poco de su vida, pero sí de su legado aquí en Lavaisse.
Ella era una joven madre cuando decidió embarcarse en este desa-
fío que es la educación. Maestra normal, se recibió igual que yo en la
Escuela Normal de Maestras “Paula D. de Bazán”, pero en otro tiempo.
En la época en que casi niñas se enfrentaban a la carrera docente, a la
de madre y esposa.
Cuántos años pasaron de aquel lejano 21 de abril, según cuenta
en algunos de sus papeles encontrados, día en que se reunió con un
pequeño grupo de niños para empezar las primeras letras.
Dicen que viajaba en un pequeño sulky. Sus hijos nos hicieron lle-
gar una foto de uno parecido al que utilizaba. Venía desde el campo,
donde trabajaba su esposo; hoy La Alborada, hasta Lavaisse, por hue-
lla de carro abierto entre medanales. Al principio sola, luego acompa-
ñada por sus niños.
La escuela funcionaba en donde se lo permitía alguna familia por
eso estuvo en distintos lugares dentro del pueblo, porque la escuela no
era una habitación, una casa, la escuela era doña Feliza, donde ella iba,
iban sus niños.
Lavaisse era un pueblo con pocos habitantes, con un almacén de
ramos generales y quintas que pertenecían a las estancias de la zona y
que servían para encerrar la hacienda que se mandaba luego en tren
a Buenos Aires. Porque entonces ya estaba la estación del ferrocarril.
Y la escuela de doña Feliza se fue poblando de niños, de familias,
de amor, de saberes, medio siglo dedicó a la educación de sus alumnos.

137
Historias de mi pueblo y de su gente II

Siendo muy joven todavía enviudó y tuvo que enviar a sus pe-
queños hijos para que los cuidara su madre en la ciudad de San Luis.
Ella, en cambio, siguió año a año en su tarea de docente. Formando
hombres y mujeres de tierra adentro, donde el viento helado, los fríos
inviernos y un sol que quemaba todo, eran los grandes protagonistas.
Esta era una tierra lejana para muchos, llena de estancias con dueños
desconocidos, de Buenos Aires y que no hacía tanto tiempo habían de-
jado de ver al ranquel pasar por sus rastrilladas o sentir de matanzas
en las cercanías.
Decía doña Elia Fourcade, su hija (en una ocasión que visité su
casa), que su mamá trabajaba todo el año y volvía junto a ellos en las
vacaciones, pero su humilde sueldo y su gran trabajo fueron suficien-
tes para que sus hijos se convirtieran en hombres de bien.
La vida le dio la satisfacción de ver a sus hijos convertirse en per-
sonas reconocidas, que siguieron su camino en la docencia pero ade-
más se destacaron en otros ámbitos. El profesor Hugo Fourcade, gran
historiador de nuestro pueblo. Doña Elia, no solo fue una gran docente
sino que dedicó su vida a los demás. El padre Jorge Fourcade que fue
docente y gran sacerdote jesuita.

Y un día después de más de 25 años junto a los niños, volvió a su


origen, a su ciudad natal, a su familia, pero nunca dejó de acompañar
y ayudar a quienes necesitaban. Fue ahí cuando su familia volvió a
disfrutarla, y cuando sus hijos y nietos pudieron devolverle su amor y
demostrarle todo lo aprendido de ella.
Pero los otros, que quedaron en el querido Lavaisse, ellos también
la siguen recordando. Y a ella la siguieron docentes que tomaron su
ejemplo para trabajar con los niños y sus familias.
Con el paso de los años la Escuela Nacional N° 191 consiguió te-
ner un edificio propio, la pequeña localidad de Lavaisse creció junto
al ferrocarril, y llegaron años de gloria donde llegó a tener más de 100
alumnos.
En la década del 70, la nación le transfirió a las provincias las es-
cuelas primarias y ahí la escuelita de Lavaisse pasó a ser N° 324 y en

138
Historias de mi pueblo y de su gente II

homenaje a su fundadora, le dieron su nombre.


El ferrocarril se fue, muchas familias también , pero los que que-
damos hoy, seguimos recordando a doña Feliza, cuando llegamos y la
vemos desde su retrato que nos acompaña en nuestras tareas, o cuando
suena el teléfono y en el apuro por ser el primero en atender, los chicos
corren, atienden, me miran y me dicen, quieren hablar con doña Feliza
señorita.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

José Daniel Contreras


SAN FRANCISCO DEL MONTE DE ORO
4 DE OCTUBRE

Tarde de agosto, mate de por medio con doña Nilda en su humil-


de pero confortable casa de barrio en San Francisco del Monte de Oro,
valle del norte de la provincia de San Luis, cabecera del departamento
Ayacucho.
Ella, a punto de cumplir 70 años de vida, viuda, dos hijas y seis
nietos. Su rostro y sus manos con las huellas de la experiencia me ade-
lantan que no ha sido fácil su camino pero que ha sido y es feliz con lo
vivido.
A pesar de su memoria ha olvidado muchos detalles, su historia de
vida y de este su lugar es brillante, mientras narraba sus ojos brillaban
con la intensidad de a ratos inundados, ella con un movimiento rápido
va secando aquellas lágrimas que caen a pesar de hacer el esfuerzo por
retenerlas, porque la avergüenzan, quizás.
Nilda se casó con Fernando en 1970. Juntos iniciaron una historia
increíble. No tenían casa propia, los recursos eran escasos. Ella viajaba
al paraje rural “Las Tosquitas” distante a 12 kilómetros de San Fran-
cisco, pues trabajaba en la estafeta postal de ese lugar, que fue su lugar
natal. Él trabajaba en un aserradero y ayudaba en un taller mecáni-
co. Dos luchadores de la vida que veían imposible construir su propia
casa.
Vivían en la casa de una pareja amiga, pero era una necesidad,
imperiosa de Nilda, buscar un lugar. Todas las tardes salían a caminar
buscando una casa para ellos dos , a cambio de cuidado, mantenimien-
to y pago de impuestos, porque para alquilar sus ingresos no alcanza-
ban. La angustia por no poder conseguir su lugar sumado a sentirse
mal por incomodar a sus amigos en su cotidianeidad llegó al punto ya
de no salir a buscar, llorar juntos por no poder concretar el sueño de
toda pareja de recién casados.
En la zona norte del pueblo se construía un barrio que ya tenía sus

141
Historias de mi pueblo y de su gente II

dueños esperando, treinta y siete casas serían inauguradas muy pron-


to. Nilda y Fernando seguirían esperando su oportunidad.
El barrio se inauguró el día del Santo Patrono del Pueblo, un 4 de
octubre de 1971. El primer barrio que se inauguraba en San Francisco
y llevaría como nombre “4 de octubre”. Treinta y siete viviendas por
tres calles y una cuarta que es la entrada del pueblo. Nilda y Fernando
no se perdieron la inauguración pero su angustia no les permitió dis-
frutarlo.
En días posteriores llegó la noticia que una casa había quedado sin
dueño, nunca se supo el motivo, y llamaban a inscripción a personas
con sueldo fijo. Nilda reunía los requisitos, se inscribió. Y aunque todo
había sido muy difícil hasta el momento tenía mucha fe en que la lla-
marían.
Pasaron varios días. Y la felicidad por fin volvió a decir presente
en la vida de Nilda, la noticia decía que esa casa era suya, que solo
faltaba su firma. Un abrazo interminable y un beso inundado de lágri-
mas decoraron esa imagen entre Fernando y Nilda. El 4 de Octubre los
esperaba, precisamente la casa 21. Su casa.
En ese momento Nilda detiene su relato, muchas imágenes vuel-
ven a su mente, ese día tan feliz, la ausencia hoy de Fernando y enton-
ces, se quiebra, seca sus lágrimas, toma mi mano y mueve la cabeza
asistiendo. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, de mi
vida con Fernando, me dice. Calla.
El 25 de febrero de 1972 les entregan la casa e inmediatamente se
mudan, comienzan una nueva etapa.
El barrio 4 de Octubre se ubica al noroeste de San Francisco. Por
aquellos años los que llegaban al pueblo de zonas aledañas lo hacían a
caballo o en sulky, eran muy pocos los que tenían automóvil. Entre los
que venían cada día había un señor que Nilda no recordó el nombre y
vendía leche a cada vecino. Con sus gritos y algarabía el barrio y todos
los vecinos salían a recibirlo y conversaban entre todos, hacían bromas.
El barrio completo estaba habitado por gente maravillosa, servi-
cial, humilde. Gente que saludaba las veces que se veían aunque fue-
ran varias veces al día. Se juntaban a tomar mate, a cenar, no las 37

142
Historias de mi pueblo y de su gente II

familias a la vez, pero se daba entre las que sentían afinidad unas con
otras. La vida en el 4 de Octubre era simple, amena.
Otra cosa que caracterizó al barrio fueron las antenas en el techo
para tomar señal de aire del canal 12 de Córdoba, la única por mucho
tiempo hasta que llegó la del canal 13 San Luis con una imagen mucho
mejor. Eran pocos en el barrio que tenían la posibilidad de tener tele-
visor entonces los vecinos se juntaban para compartir algún programa
especial. Los que no tenían tele escuchaban radio, por aquel tiempo,
solo AM, transmitían novelas, no se perdían capítulo y estaban atentos
al horario de comienzo.
Las luces de la calle por aquel entonces se apagaban a la hora vein-
tidós y los menores no tenían permitido andar después de esa hora.
Había mucho control. El barrio quedaba a oscuras y cada uno en su
casa.
El 4 de Octubre era muy importante para Nilda, aquí la vida la ha
visto reír y llorar. Tener y criar sus hijos. Hoy a sus casi 70 disfruta de
sus nietos. Con Fernando construyeron su propio mundo con una fa-
milia que cuidaron como un tesoro. Hicieron muchos amigos, algunos
que ya Dios los llevó a su reino, otros que aún siguen visitándola o se
encuentran en la vereda o en algún comercio y la charla de siempre se
hace presente e interminable.
Sus calles siguen siendo de tierra. Pero el 4 de Octubre ya no está
solo, no lo rodea el monte, no hay barrios a su alrededor. Sus casas han
sido modificadas, mejoradas y le dan una preciosa vista.
Entonces Nilda me mira, toma mi mano y me dice, el barrio es
muy importante para mí, porque me dio todo, hasta este momento con
vos, hijo.
El 4 de Octubre es el primer barrio de San Francisco, y tiene en
cada una de sus casas una historia.
Nilda y Fernando escribieron la suya.

143
Historias de mi pueblo y de su gente II

Mario Zoé Camargo Calderón


SAN FRANCISCO DEL MONTE DE ORO
EL PADRE LUIS ZUPANCIC

Alojzij Zupancic, más conocido como el padre Luis, nació el 4 de


junio de 1912 en el pueblo de Gradisce, en Eslovenia. Sus padres fue-
ron Antonio Zupancic y Francisca Pancar. Completada su educación
primaria y secundaria, cursó sus estudios de filosofía y teología en la
Facultad Teológica de Ljubljana.
Se puede decir que además de estos datos, poco hay documentado
acerca de su vida en su tierra natal. Años más tarde declararía en una
ficha individual que tenía como familiares a la hermana María Fortuna
y al sobrino France Fortuna, ambos de Jelsa, un asentamiento disperso
en las colinas sobre Velika Kostrevnica, en el Municipio de Smartno pri
Litiji, Eslovenia.
Según la placa de bronce que yace en su morada final, en 1938
habría llegado a la República Argentina y en 1944 ingresó al seminario
diocesano de San Luis. Es ordenado sacerdote del clero secular por
Monseñor Emilio Di Pasquo el 19 de marzo de 1951, día de San José.
En dicho año, su primer destino como sacerdote fue la parroquia de
Renca, siendo vicario cooperador.
Un año después en 1952, es designado párroco de San Francisco
del Monte de Oro, localidad cabecera del departamento Ayacucho de
la provincia de San Luis. Allí ejerció su misión pastoral hasta 1992, es
decir cuatro décadas. De 1956 a 1968 fue párroco consultor de la curia,
de 1972 a 1982 dirige el decanato de la zona norte y el 7 de diciembre
de 1979 capellán del SS Juan Pablo II.
La de San Francisco era una sociedad en varios sentidos tradicional
y con una especial impronta dada por su historia ligada a la educación.
Zupancic no tuvo mayor dificultad en adaptarse. Supo conquistar la
admiración y el cariño de este pueblo, por sus virtudes de integridad,
humildad y abnegación. Los que tuvieron la dicha de conocerlo se re-
fieren a su persona esbozando una afectuosa semblanza, donde lo evo-

145
Historias de mi pueblo y de su gente II

can como un bondadoso pastor comprometido con su misión, la que


cumplió con amor, perseverancia y vocación verdadera.
Siendo “el cura del pueblo”, fue durante mucho tiempo una de las
personalidades más prominentes del acontecer diario. Pero inmensa
su labor pastoral no se limitó a su terruño adoptivo, San Francisco del
Monte de Oro, sino que también se extendía a los pueblos y parajes ve-
cinos, como Balde de Puertas, Pozo del Tala, Villa General Roca, Toro
Negro, Nogolí, Estancia Amieva, Siempre Viva y Leandro N. Alem,
entre otros puntos.
Además de su rol de párroco, Zupancic tuvo una larga trayectoria
docente. Fue profesor de filosofía y psicología en la Escuela Superior
Sarmiento, desde 1953 hasta 1997, decenas de generaciones de maes-
tros que se esparcieron a lo largo y a lo ancho del país.
Todo este aporte del Padre Luis a la comunidad sanfrancisqueña
fue retribuido con la amistad y el reconocimiento de sus habitantes, sin
distinción de clases sociales. En 1977 con motivo de haber cumplido
veinticinco años de actuación sacerdotal en la localidad, todos los sec-
tores representativos del vecindario, exteriorizaron manifestaciones de
adhesión por la ejemplar actuación de tan respetado cura.
Por la propaladora local fue puesto al aire un programa prepara-
do en homenaje al padre Zupancic. La Escuela Normal Sarmiento y
la Acción Católica le obsequiaron un alba. El intendente municipal en
nombre de la comuna y del vecindario en general, ofreció un artístico
copón de madera, conteniendo en su interior una llave que simbólica-
mente representa las llaves del pueblo.
En 1982, al cumplirse 30 años de servicio pastoral, se realizó un al-
muerzo en el que se le otorgó una medalla de oro y destacó su figura en
emotivos discursos. Monseñor Zupancic agradeció la colaboración de
la gente e insistió en que “la parroquia debe hacerse en unidad con la
sede parroquial y no cada pueblo vivir aisladamente sin conexión con
su centro”. Al finalizar el almuerzo el obispo Juan R. Laise le agradeció
“por su constancia a toda prueba en este rincón de San Luis”.
Casi una década después, por su avanzada edad, se dispuso el
traslado de Zupancic a Quines, para vivir sus últimos años junto a su

146
Historias de mi pueblo y de su gente II

coterráneo padre Juan Valerio Ogrin. Allí monseñor Zupancic fue con-
fesor de parroquia de 1991 a 1993.Con respecto al origen en común que
tenían estos eclesiásticos, no es dato menor para mediados del siglo XX
un porcentaje no desdeñable del clero de San Luis era esloveno.
Un 7 de febrero de 1993,los sacerdotes Luis Zupancic y Juan Ogrin
regresaban de sus vacaciones en la colonia de eslovenos, en la provin-
cia de Córdoba, cuando sufrieron una colisión con un jeep. Zupancic
sufrió, en un primer momento traumatismo de cráneo y escoriacio-
nes en el rostro al golpear la cabeza contra el parabrisas, mientras que
Ogrin tuvo algunas costillas rotas, golpes en ambas piernas y rostro.
Sobre el accidente El Diario de la República informó que los he-
ridos fueron llevados inmediatamente al Hospital Regional de Villa
Dolores, donde estuvieron en observación hasta el día 8, cuando se les
dio de alta. Ya en Quines, esa noche se acostaron normalmente, pero
al día siguiente, llamó la atención que Zupancic siguiera durmiendo
durante la mañana.
Inmediatamente se llamó al médico, quien lo encontró en coma.
Se le aplicó medicación sin respuesta favorable, hasta que finalmente
el anciano sacerdote falleció a las 11 hs de aquel 9 de febrero de 1993,
tras 8 décadas de existencia. Había sufrido un paro cardiorrespiratorio
debido a un ACV agudo, según consta en su Acta de Defunción.
Sus restos fueron llevados a la localidad de San Francisco del Mon-
te de Oro, donde fue velado el día miércoles 10 en la Iglesia Sagrada
Familia, con la presencia del obispo de San Luis quién presidió el fune-
ral con todo el clero.
En la homilía, Laise destacó su tenaz trabajo como párroco y de
igual manera su tarea como docente en la Escuela Normal, destacando
“su perseverancia, su ejemplo de bondad y de amor a los fieles, hasta
el último momento”. Luego de la Santa Misa, el féretro fue acompaña-
do a pulso hasta el cementerio local, donde las familias del pueblo lo
esperaban.
Tres años después, el 10 de febrero de 1996, sus restos fueron tras-
ladados a la Iglesia Sagrada Familia, donde finalmente descansan. En
el homenaje, su sucesor, el padre Abel Roberto Arisi, pronunció las

147
Historias de mi pueblo y de su gente II

siguientes palabras, conservadas de puño y letra en la sede parroquial:


“Querido hermano en el sacerdocio, Padre Luis. Al guardar tus
restos en este lugar privilegiado de la casa de Dios, te damos un adiós
lleno de esperanza. Queremos encontrarnos contigo en el cielo gozan-
do junto al Padre Celestial. Te agradecemos tu estelar ejemplo, tu de-
dicación al ministerio, tus virtudes humanas, tu vida sacerdotal. He
tenido la gracia por designio de la Providencia ser tu sucesor en la cura
de almas de esta parroquia. Me has dejado una herencia hermosa. Son
multitudes de bautizados que participan del banquete celestial y se
confirman en la fe de Jesucristo y ahora te rodean como hijos cariñosos
y deudores de tus desvelos”.
Actualmente, en memoria de monseñor Zupancic, en San Francis-
co del Monte de Oro, un pasaje y el club de fútbol llevan con orgullo el
nombre de este esloveno que conquistó el Valle de Chutunzo.

148
Historias de mi pueblo y de su gente II

Lucrecia Quevedo
LAVAISSE
CARNICERÍA EL ARBOLITO

Me llamo Marta Elvira Pereyra, nací el 29 de agosto de 1943 en


la estancia llamada “El Mortero”, ubicada aproximadamente a 50 km
hacia el sur de la localidad de Lavaisse, soy única hija, mis padres se
llamaban Genaro Pereyra y mi madre Mercedes Mora. Al año nos mu-
damos a la estancia “La California”, que se encuentra a 4 km al oeste
de Lavaisse. Prácticamente me crié en esa estancia. Iba a caballo y en
sulky a la escuela, que estaba en una casa que actualmente vive la fa-
milia Vlahovic. Hasta que se terminó la Escuela 191, hecha en la presi-
dencia de Perón.
Actualmente la escuela tiene el nombre de Escuela N° 324 “Feliza
Muñoz de Fourcade”.
A los 15 años mi padre se vino al pueblo. Alquilábamos la casa y
puso en marcha una carnicería llamada “El Arbolito”, era la única que
había en el pueblo, al fondo de esa vivienda había un matadero donde
se faenaban los animales que eran traídos/comprados en la feria de
Villa Mercedes.
Los animales eran arriados hasta la localidad, porque en ese en-
tonces no habían medios de movilidad (camiones). El único medio de
movilidad era el ferrocarril, Mi papá abastecía a los parajes de las esta-
ciones Las Isletas, Nueva Escocia, Alto Pelado, y también las estancias
del sur. Yo le ayudaba a mi padre a faenar vacunos y a despostar para
luego empaquetar y esperar el tren para enviar los pedidos. El día lu-
nes por la mañana eran las faenas.
A los años mi padre quedó viudo y cerró la carnicería, se dedicó a
hacer changas en los campos vecinos.
En mi pueblo se realizaban bailes con orquestas de Villa Mercedes,
se realizaban campeonatos de fútbol, carreras cuadreras, juegos de sor-
tijas y campeonatos de bochas.
En la actualidad, lamentablemente, ya no se realizan más esas ac-
tividades.

149
Historias de mi pueblo y de su gente II

Yo me casé y me fui a un campo, a los 20 años regresé a mi pueblo


natal, tengo 74 años, soy ama de casa, viuda, con 2 hijos, 6 nietos y 1
bisnieto.
Mi sueño es que se vuelvan a realizar bailes, campeonatos que
eran muy lindos y juntaban mucha gente.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Alfredo Faustino Montivero


Rita Rosaura Amaya
Diego Ignacio Mac CorMack
PARAJE LA BAJADA, CANDELARIA
RAÍCES DE IDENTIDAD
CON LATIDOS DE VIDA

Este paraje se encuentra ubicado a 20 km de la localidad de Can-


delaria en dirección noroeste con una población aproximada de 30 ha-
bitantes.
Cuentan los antiguos pobladores que su nombre se debe a que
en ese lugar había una vertiente a la que bajaban los animales a beber
agua por lo que comenzaron a llamarlo La Bajada y para nosotros se
convirtió en nuestro lugar de pertenencia.
Queremos participar en este concurso porque crecimos aquí y
nuestras raíces están fortalecidas con las vivencias que nos dan todos
estos años vividos construyendo nuestra propia historia.
Nuestros abuelos y nuestros padres nos legaron el patrimonio de
tierras, costumbres y estilos de vida transmitidos de época en época y
de generación en generación por lo que no puede resultarnos indife-
rente, ni desconocido ya que la esencia histórica que guarda la memo-
ria late en nuestros corazones con imágenes tan nítidas que aun con los
ojos cerrados asoman como pintadas en el paisaje mismo que contuvo
nuestra infancia hasta emocionarnos al evocar la trayectoria de más de
70 años en nuestra casa paterna de La Bajada que es el contexto fami-
liar donde surgen realidades significativas que confluyen en un antes
y un después, lo cual significa que el tiempo pasado es testigo trascen-
dente de los episodios o hechos protagonizados por los lugareños y
que promovieron los cambios sociales con algunos avances introduci-
dos para mejorar las condiciones de vida pero también los hay quienes
mantuvieron vivas las costumbres y tradiciones camperas.
Tomando como marco natural hacemos una breve descripción del
paisaje en que nos ubicamos para recorrer junto a quienes puedan leer

151
Historias de mi pueblo y de su gente II

esta historia que hunde raíces tierra adentro entre el canto de los pá-
jaros mañaneros y nocturnos desde el atardecer, el bullicioso sonido
de la chicharra pegada a la corteza de un árbol buscando refugio para
su ensordecedor chicharrear cantado, que alguna vez comparte con el
croar de las ranas en aquel charco formado después de las esperadas y
bien celebradas lluvias de verano para aplacar la sed del suelo polvo-
riento y agrietado por donde se filtran pequeños surcos que desparra-
man el inconfundible olor de tierra recién mojada que pretende alcan-
zar la frescura silvestre en el bosque natural pasando la superficie de
la represa llena de agua, visitada por una pluralidad de aves, gansos,
pájaros, gorriones y catas alternando con coloridas mariposas.
La vista se extiende entre el monte donde crecen los algarrobos,
chañares, entre otras especies menores como jarilla, atamisque, picha-
nilla, piquillín, pencas, cactus, matorrales que esconden la presencia de
zorros, chuñas, conejos, liebres, ratones, peludos, lagartos, lagartijas e
iguanas de la siesta, toda una combinación de flora y fauna que entran
por las sensaciones con las que cada uno capta la belleza para el disfru-
te del campo donde la naturaleza es rica y sorprendente.
Estamos muy ligados a este aire, a este clima de sol caliente, a estos
vientos que van y vienen soplando en las ventanas de las casas muy
humildes, la mayoría de adobe y techos de paja o jarilla con horcones
que los sostienen.
Sabemos caminar en medio de la oscuridad pero siempre hay que
manejarse con cuidado por las víboras que se esconden debajo de los
troncos, en los huecos de los árboles secos o cruzando la senda que
lleva al corral de cabras o vacas, construidos con cercos de palos apun-
tados con postes.
Por las noches un manto de brillante e incontables estrellas vela el
descanso de la gente madrugadora para empezar las tareas habituales
cuando el lucero se esconde, dando lugar a las primeras luces del día.
Entre el cielo y la tierra los componentes naturales del paisaje es-
timulan los recuerdos que recorren el camino de la memoria por reco-
brar el tiempo pasado con el aporte de algunos vecinos, amigos, cono-
cedores de historias, que nos contaban anécdotas a la orilla del fogón,

152
Historias de mi pueblo y de su gente II

aun para atemorizarnos con la luz que aparecía en tal lugar del camino
y que llamaban “luz mala”, estamos seguros que nadie podía dormir
esa noche sin pensar en la temida “luz mala”.
Así como todas estas conversaciones forman parte de nuestros re-
latos.
Bajo el techo de familias que nos enseñaron a amar este suelo, for-
mamos nuestro hogar con 5 hijos, que ya nos dieron nietos y en medio
de tanta felicidad en setiembre de 2017 Dios nos bendijo permitiéndo-
nos festejar las Bodas de Oro matrimoniales.
Desde nuestra infancia recorrimos caminos de ida y vuelta trazan-
do huellas de pasado y presente con experiencias inolvidables.
La escuela nos esperaba todas las mañanas, entonces funcionaba
en la casa del señor Sixto Vargas.
Una de las primeras directoras fue la señora Lupercina Alaniz.
También fueron maestros el Sr. Vicente Arellano y el Sr. Miguel Ángel
Jofré Papaño, ellos vinieron de San Luis capital y siempre los recorda-
mos con cariño y respeto porque compartieron muchos momentos e
hicieron una linda amistad que perduró a través de los años.
Otra maestra querida fue la Sra. Jorgelina Quevedo (Coca) de San
Francisco. Aquí contrajo matrimonio con un hijo de don Silvio Vargas
(Jerónimo) estuvo viviendo por largo tiempo entre nosotros ejerciendo
la profesión.
También recordamos a los maestros Hugo Glellel y Alba Dolly
Glellel ambos hijos de don Jorge Glellel, un vecino de la Estancia San
Jorge de este paraje. El maestro Kelo Amaya se destacó por su manera
de llegar a la gente con el folclore (cantaba y tocaba la guitarra).
La escuela siempre fue promotora de cambio y progreso y por sus
aulas pasaron buenos maestros que se ganaron el cariño de todos noso-
tros pues nos ayudaron a vivir mejor haciendo prevención y enseñan-
do un adecuado uso de los recursos para su aprovechamiento en bene-
ficio de la salud y la economía de la casa, como así también sirviendo
de nexo para gestionar ante las autoridades las mejoras para satisfacer
las necesidades.
Al hablar de la escuela no podemos dejar de evocar la alegría con

153
Historias de mi pueblo y de su gente II

la que jugábamos en el amplio patio, a la pelota de trapo, rueda de la


batata, pisa pisuela, el anillo, gallito ciego, la farolera, la payana, el tejo.
Los maestros jugaban con nosotros!!
Actualmente la Escuela N° 327 funciona en un edificio propio con
todas las dependencias e instalaciones para el desarrollo de las clases
de acuerdo a las nuevas exigencias y cumple una función social de in-
tegración en la comunidad.
Los años nos cambian y muchas circunstancias de nuestro vivir han
cambiado y hay una mirada retrospectiva cargada de añoranzas que
siempre acompañó la actitud esperanzada de saber que todas nuestras
luchas y nuestras entregas tendrán los frutos compensatorios de una
existencia plena para seguir construyendo futuro y afianzar nuestras
raíces que seguirán nutriendo recuerdos del ayer y del hoy como viejas
fotografías que se renuevan con sentimientos compartidos.
En esta “Bajada” de hoy y de siempre la gente vive y vivió de su
trabajo, esforzado, sacrificado, difícil como es la vida en el campo, con
jornadas de sol a sol y de lunes a lunes, la mayoría todavía cocina a fue-
go de leña, se barría y se barre aún con escoba de jarilla atada a un palo.
La actividad principal es la crianza de animales vacunos, caprinos,
mulares, la explotación forestal y la chacra.
Actualmente se visualiza una transformación dada por hechos im-
portantes que sucedieron. Los sulkys se guardaron con arneses y todo,
camionetas y autos reemplazan las huellas pasadas del antiguo y lento
transporte a trote de caballo. Los chicos no van más a caballo a la es-
cuela, lo hacen en transporte escolar.
Grandes extensiones de hectáreas de campo fueron adquiridas por
empresas que han instalado emprendimientos agrícolaganaderos im-
portantes.
La energía eléctrica rural y la obra pública de agua potable han
contribuido a incorporar el uso de electrodomésticos y mantenerse
vinculados a los medios de comunicación: TV, radio, minicomponen-
tes, celulares, computadoras.
Todavía hay mujeres que ordeñan vacas y cabras a la vieja usanza
y preparan queso criollo. Como todos tienen acceso a la heladera para

154
Historias de mi pueblo y de su gente II

conservar la carne ya no se prepara charqui que se obtenía mediante


el secado de la carne en lonjas finas con sal y se colgaban en una soga
de alambre al sol y luego se la utilizaba para cocinar. Muy típico era el
charquicán.
La fe religiosa siempre estuvo presente en la fiesta de la Virgen de
los Desamparados que comenzaba la novena el 24 de junio y el 2 de
julio había misa.
El 22 de mayo se hacía en “El Tembleque”, un campo vecino la
fiesta patronal de Santa Rita.
Vivir en La Bajada es volver a sentir que la vida es un regalo de
Dios para disfrutarlo con la esencia de lo natural y de pertenencia. He-
mos construido esta historia a partir de nuestra propia identidad.

155
Historias de mi pueblo y de su gente II

Miriam Rosa Romero


LUJÁN
HISTORIA DEL PUEBLO DE LUJÁN

Los vecinos fueron los fundadores, construyendo viviendas en ese


lugar elegido, que llegó a convertirse en una hermosa población con
huertas y potreros cultivados.
En su Historia Eclesiástica de Cuyo, Monseñor Aníbal Verdaguer
trae la noticia que a fines del siglo XVIII existía en el río seco, el nombre
primitivo de Luján, San Luis, una capilla que veneraba a la Virgen de
Luján.
Aquel primer núcleo poblacional estuvo situado un poco al norte
de la villa actual. Siempre sobre la orilla derecha del Río Seco, arroyo
serrano de crecientes muy bravas en el tiempo estival. La población fue
creciendo y en la década del 40 en el siglo XIX, unos de los fundadores
de la Villa de Luján, el coronel Juan Francisco Loyola empezó la cons-
trucción de una iglesia dedicada al culto de Nuestra Señora de Luján
en cumplimiento de una promesa del esforzado militar.
Según cuenta la tradición, la edificación tardó muchos años.
Cuando el primer gobernador constitucional, don Justo Daract
realizó en 1858, su histórica visita al pueblo, se preocupó por las edifi-
caciones, creando una comisión presidida por el coronel Loyola para
continuar con la construcción de la iglesia. En ese momento también
nombró al primer maestro don Eusebio Sánchez.
En 1864 se fundó la primera escuela de niñas en la localidad.
Ya en la década del 80 era una población importante al norte de la
provincia.
Funcionó un gran molino harinero, se intensificó el cultivo de al-
falfares para el engorde del ganado, se hicieron buenas plantaciones de
naranjales y viñedos.
El primer doctor en medicina de Luján fue Aristarco Gatica.
Las familias fundadoras de Luján fueron: Ochoa, Arce, Gatica,
Enriz, Milán, Montiveros, Moyano, Laborda, Olguín, Blanchet, Bus-
tos, Camargo, Lobo, Tello, Durán , Osorio, Dávila, Funes, Menéndez,

157
Historias de mi pueblo y de su gente II

Atencio.
Como medio de transporte se usaba el caballo, los carros tirados
por mulas, en que el viajante tardaba un mes en llegar a Luján. Trasla-
daban de Luján naranjas, quesos, cueros, carne,etc.
Los carros de don Blanchet y otros más vendían la mercadería y
luego compraban harina, azúcar y aceite. Iban a Chile a comprar las
mulas.
Con el tiempo llegó el tren de pasajeros, paraba en los desvíos de
los campos,y también los de carga que transportaban leña, carbón a
otras provincias y por barco a otras naciones.
Las comidas típicas tradicionales fueron: locro, empanadas, tortas
fritas, pastel de carne, chanfaina, pan casero, dulce de leche, arrope de
algarroba, queso de pata, quesillos, mazamorra, mote, humita, arroz
con leche, locro de choclo.
Fabricaban artesanías: herraduras, bozales, lazos, cobijas en telar,
ponchos etc.
¿Cómo eran los velorios? A la persona que moría la ponían sobre
una mesa y la velaban con 4 cañas que le ponían velas. Le rezaban el
rosario, pidiendo por el descanso del alma del difunto.
Luego para darle cristiana sepultura, carneaban un animal y ha-
cían carne con cuero para los concurrentes.
Hacían un pozo cuadrado y le daban sepultura al difunto.
Familia y hogar. Después de los casamientos, el hombre trabajaba
en el campo y su esposa se quedaba en la casa cuidando a sus hijos.
En el pueblo había escuelas, la primera escuela que funcionó en
Luján fue la escuela del Molino, luego la Escuela N° 52, más tarde la
Escuela N° 164 y ahora la Escuela N° 297 “Maestro Celestino Gómez”.
Hubo maestros que vivían en casas de familia porque era imposi-
ble viajar todos los días, viajaban en caballo o en sulky, fue una época
muy sacrificada para el magisterio.
La vivienda donde funcionaba la escuela de campo era un rancho
construido con 4 horcones, paredes de adobe y techo de paja y barro.
Los alumnos comían allí.

158
Historias de mi pueblo y de su gente II

Daniel Gustavo Letzen


LUJÁN
HISTORIAS DE LUJÁN

Los primeros habitantes datan de hace 2.000 años. Los indígenas


eran los huarpes, de contextura lampiña, estatura baja, distintos a los
del centro de San Luis, que eran altos y barbados: los comechingones.
Los huarpes recibieron bien a los españoles, esto se debe a que
estaban acostumbrados a dar tributo a los incas y entonces solo cam-
biaron de dueño.
Posteriormente a la conquista y organización argentina, ya entra-
do el siglo XX, Luján era un pueblo de casas separadas, cada una de las
cuales tenía un terreno donde se cultivaban frutas: higos, membrillos,
duraznos, nueces.
También criaban animales: gallinas, chivos, ovejas.
Los naranjos tuvieron una historia más compleja, fueron planta-
dos y crecieron muy bien, pero posteriormente se infectaron por un
gusano que se desarrolló en tierras alcalinas y los destruyó.
Con respecto a la provisión de agua, previo a la construcción del
dique, había tres pozos de donde se obtenía la misma. El de arriba, que
estaba a la altura de la plaza Mitre, el del medio y el de abajo, en lo que
ahora es la plaza San Martín.
Los habitantes iban con tinajas de barro cocido de hasta 50 litros
y cargaban agua. La carne se compraba en el almacén que tenía vacas
holandesas y también la leche.
En el solar donde actualmente se encuentra el casino estaba el al-
macén de ramos generales, de Elías Curi y en agradecimiento a Argen-
tina lo pintó azul y blanco.
Bajando por la calle Pringles hasta Centenario estaba el negocio de
la familia Manzur.Sobre lo que es hoy Centenario se encontraba una
carnicería que pertenecía a José Juri.
Traían los animales de la sierra, los engordaban y carneaban allí.
Los pobladores la iban a comprar con bolsas de tela o canastas de
mimbre.

159
Historias de mi pueblo y de su gente II

Uno de los cambios característicos en la conformación del pueblo


fue el de la hoy plaza San Martín. En ese lugar había un lago como una
represa. Se rellenó todo y se construyó la actual plaza.

La Policía
No estaba organizada como hoy la conocemos, tenían una sola ha-
bitación como local. A los policías los llamaban milicos porque venían
de ser milicianos.
El jefe era el que tenía más instrucción y estaba sujeto a reglas es-
trictas. Por ejemplo para poder casarse tenía que pedir permiso. Los
agentes tenían costumbres de campo y en una ocasión para encontrar
un ladrón fueron siguiendo las huellas por la tierra.

Los caminos
Eran de tierra, no estaban asfaltados, no habían puentes, y para ir
a San Luis había que cruzar vados. Se iba en carros. La ruta 146 pasaba
por lo que es hoy 25 de Mayo, luego desviaba a la izquierda e iba a
Quines.

El transporte público
Los primeros colectivos eran de la CITA (Compañía Interprovin-
cial de Transporte Automotor).Después vino la TAC (Transporte Auto-
motor Cuyo). Eran colectivos Leyland.

La Municipalidad
Hacia 1966 no era como la conocemos hoy. Estaba dirigida sola-
mente por un comisionado de la Municipalidad: comisionado muni-
cipal.

La salud
En 1942, un villadolorense, Segundo Llanos puso el primer boti-
quín en Luján. Era un idóneo, no un farmacéutico. Los preparados los
hacía él, no había especialistas.
Fue el comienzo de la estructura de salud.

160
Historias de mi pueblo y de su gente II

Siguiendo la calle Susana Ávila, bien lejos, se construyó el primer


hospital. Este se hizo lejos de la población para evitar contagios, en
especial de la lepra.
El primer médico fue el doctor Kempton, era clínico y atendía a
sus pacientes en forma muy personal.
Si era de noche, tomaba su sulky e iba a domicilio. Posteriormente
se construyó el actual hospital , que lleva su nombre en su honor.

La educación
En 1978 se crea una escuela de artesanía. Se dictaban clases de dis-
tintas técnicas: cestería, telar, etc. Posteriormente se traslada adonde se
encuentra hoy la escuela de comercio. Allí se enseñaba, secundario por
la mañana y artesanías por la tarde.
El título que se obtenía tenía valor docente. Había corte y confec-
ción, tejido industrial, alfarería, se hacían tinajas para guardar el agua.
Se hacía con una técnica mezclando arcilla con guano de vaca, esto le
daba porosidad para frenar el agua.

Los servicios
La luz era suministrada por una cooperativa que daba el alumbra-
do público hasta las 24 hs. Y luego cortaba, no así el alumbrado domi-
ciliario que era permanente.
Hubo un teléfono público con una operadora que estaba en lo que
es hoy, la oficina de turismo.
Finalmente lo llevaron frente a la escuela de Los Pejes hasta 1986,
en que se instalaron teléfonos particulares.
El dique fue inaugurado en 1957.

161
Historias de mi pueblo y de su gente II

Roberto Enrique Sabbatini


LUJÁN
UNA MALA NOCHE

Todos los pueblos tienen una historia, que está formada por la
suma de pequeñas historias, casi cotidianas, de la que son protago-
nistas personas comunes, muchas veces anónimas, que en determina-
dos momentos y por obra de las circunstancias se ven involucrados en
acontecimientos ajenos a su voluntad que los obligan a realizar actos
muchas veces heroicos, sobre todo en estos tiempos de cambios sustan-
ciales en el comportamiento de la naturaleza, por obra y gracia del mal
uso de los recursos por parte de la humanidad.
Cuando se habla de historia todos enseguida piensan en aconte-
cimientos remotos en el tiempo, pero hay una historia que transcurre
todos los días. Ayer, ya es historia y alguien debe escribirla para que
no se desdibuje con el paso del tiempo y en un futuro no muy lejano la
escriban de oídas, corregida y aumentada hasta el momento.
Voy a contar una historia que me tocó vivir de cerca, de mi pueblo
de Luján, en el departamento Ayacucho.
La última noche de febrero del año 2015, día sábado, me trasladé
a la cercana localidad de Quines para asistir a la entrega de premios
Carolina Tobar García a la actividad radial del interior de la provincia,
porque había sido nominado en una categoría.
A eso de las 21 hs. tomé mi auto y después de dejarle la cena a mi
padre, de 93 años, partí hacia el lugar del acto. Al salir, estaba comen-
zando a llover suavemente. Lo había estado haciendo durante el día en
forma intermitente, a veces torrencialmente pero nada de importancia,
de modo que no era motivo para faltar a la cita.
Habiendo circulado un par de kilómetros más allá del puente del
río Luján, la lluvia paró y continué viaje hasta Quines., a unos 20 km
donde tampoco llovía.
La reunión estaba en su apogeo alrededor de las 23 hs. cuando
sonó mi teléfono celular y atendí el llamado de un amigo de Luján y no

163
Historias de mi pueblo y de su gente II

pude oír lo que decía por el ruido que había en el salón.


Me levanté entonces de mi lugar y fui a la puerta para poder oír
mejor y la comunicación se cortó.
Preocupado pensé que sería porque algo le pasaría a mi padre,
al que había dejado solo, ya que no pensaba demorar demasiado en
volver a casa.
Después de muchos intentos para poder comunicarme con mi
amigo Dante Ochoa lo conseguí finalmente y no pude creer lo que me
decía muy alterado.
- Roberto, ayudame, el río inundó mi casa y perdí todo -me dijo- y
precipitadamente resumió lo que acontecía.
Le dije que se fuera hasta mi casa, distante de la de él a unas seis
cuadras y me contestó que no iba a poder porque estaba todo inunda-
do, le aseguré que ya volvía para Luján y corté.
En Quines para esa hora ya estaba lloviendo pero no era algo como
para preocuparse y salí de la ruta. Unos tres kilómetros antes del puen-
te del río Luján la lluvia era torrencial y no había nadie circulando. Un
patrullero de la policía que venía en sentido contrario, me detuvo y me
indicó que debía volver, porque el puente no se podía cruzar.
A estas alturas yo, ya estaba desesperado por llegar, hice caso omi-
so y seguí avanzando hacia Luján. Más o menos, un kilómetro más
adelante se veían unas luces y un agente de policía, parado en medio
de la ruta bajo el diluvio, me detuvo. Detrás de él había unos autos cru-
zados sobre la ruta y las luces de otro patrullero, también había gente
que corría de aquí para allá, todo muy confuso. Allí me enteré que es-
taban rescatando a dos mujeres que la correntada las había arrastrado
con su auto, y me pareció ver, con el reflejo de las luces una especie de
montaña oscura moviéndose detrás de la gente y los autos. Se me heló
la sangre, era el río.
La policía me dijo que no se podía pasar y que debía volver rá-
pido a Quines porque el agua venía por el arroyo El Cebollar amena-
zaba cortar la ruta detrás mío. Este agente , el primer héroe anónimo
que veía esa noche, me guió para retomar en la oscuridad y ahí pude
comprobar que el agua corría locamente por los costados del asfalto,

164
Historias de mi pueblo y de su gente II

estaba ya a nivel de este. Traté de volver rápido pero tuve que bajar la
velocidad. El auto perdía adherencia por tanta agua. Regresando volví
a cruzar lo que parecía el límite de la lluvia, ya que pasado ese punto,
era menor y en Quines, no llovía.
Regresé al salón de la entrega de premios y les dije a mis compañe-
ros de la radio, que eran de Merlo, que debían irse porque la situación
estaba complicándose. Ya los organizadores del acto estaban recomen-
dando lo mismo. Alarmados, se fueron y alcanzaron a pasar un rato
antes de que el río de Quines, desbordado, arrancara los puentes.
Yo regresé al cruce de la ruta y no me quedó más remedio que es-
perar en la Estación de Servicio de ese lugar, a que la situación aclarara
un poco.
Ya había podido hablar con mi padre, por teléfono y él ni se había
enterado de lo que pasaba afuera de la casa, así que, más tranquilo,
solo quedaba esperar. Poco a poco la estación se fue llenando de autos
y camiones que circulaban por la ruta y debieron quedarse en el lugar,
bloqueados como yo.
Y pasaron las horas y amaneció y ya llegó el mediodía y recién a
las quince horas la policía habilitó el tránsito. Diez minutos después
llegaba al pueblo en el que encontré un verdadero caos, aunque ya
habían llegado socorros desde San Luis. Por todos lados había camio-
netas de San Luis Solidario (algo así como Defensa Civil) y del ejército
llevando a las familias a la escuela 52, lugar donde alojaron a los eva-
cuados. También repartían agua potable y transportaban toda clase de
pertenencias de los evacuados. Frente a la escuela había un camión con
acoplado descargando colchones, que no sé por dónde habría pasado
porque el puente del río San Francisco no estaba transitable y desde el
norte, con los puentes sobre el río Quines, destruidos, tampoco.
Cuando estuve seguro de que en mi casa no había problemas, fui
a lo de mi amigo Dante, que vive en la calle Ángel Gatica, a unos tres-
cientos metros de la escuela 315, Amieva Paiva, no muy lejos de la pla-
za Mitre. Lo encontré desolado tratando de rescatar sus cosas desde
el barro, en el interior de la casa. Cuando llegué eran alrededor de las
16 hs. y todavía había dentro de la casa unos 5 o 6 cm de agua y limo

165
Historias de mi pueblo y de su gente II

en las habitaciones, que escurría lentamente. En las paredes había una


línea paralela al piso a metro y medio de este, marcando con barro y
resaca el nivel donde había llegado el agua. Todos los muebles habían
flotado y estaban amontonados unos arriba de otros contra la pared
opuesta de las ventanas que daban a la calle, que la fuerza de la riada
habían abierto. El agua entró por ahí pero no salió, porque el aluvión
en su arremetida había cerrado las puertas de las habitaciones impi-
diendo la salida de agua y por supuesto la posterior entrada a ellas
para desagotar las habitaciones. Mucho trabajo llevó poder abrir las
puertas, entrando desde las ventanas del frente, sacando el barro mez-
clado con objetos de toda clase del interior de la casa y cosas que trajo
el aluvión, desde afuera.
Dante Ochoa, me contó los momentos que le tocó vivir, cuando yo
estaba bloqueado en Quines.
Aquella noche, aproximadamente a las 21 hs. y ya terminadas las
labores del día, se puso a mirar televisión, cuando no llovía. Al rato
comenzó la lluvia que era cada vez más fuerte y comenzó a preocu-
parse. Por una de las ventanas del frente vio correr agua por la calle
pero como la casa está más alta, no le dio importancia. Notó allí, que
la gata de la casa pese a la lluvia estaba muy inquieta queriendo salir,
y al abrirle la puerta al animal salió a carrera bajo la lluvia, cosa muy
extraña.
Ya pasadas las diez de la noche, un vecino le golpeó la puerta para
avisarle que el agua se había metido en su casa y la abandonaba. Dante
se dio cuenta que faltaba poco para que entrara a la suya y volvió aden-
tro a desconectar artefactos eléctricos, cerró las puertas y las ventanas
y salió con el vecino, en dirección opuesta al río, alejándose más de él,
cuyo curso normal estaba a unos 300 m de su casa.
Llegaron con el agua a la rodilla, hasta que encontraron a otro ve-
cino, Mario Nievas a unos ciento cincuenta metros de su casa y junto
a la escuela 315. Este vecino había llevado su familia a la casa de un
pariente, más al centro del pueblo, por precaución, aunque no creía
que la crecida llegara a su casa. Esto no había ocurrido nunca, la casa
era nueva y estaba bastante más alta que la calle, en cambio la de Dante

166
Historias de mi pueblo y de su gente II

Ochoa y su vecino, eran casas centenarias y de adobe.


Con el paso de los minutos, el nivel de agua de la calle, que es
transversal a la dirección del río, fue subiendo y en un momento la
correntada que venía del río, se sumó a otra que venía en dirección
contraria y el nivel trepó más. En la casa de Nievas, el agua alcanzó
más de 30 cm dentro del garaje, lo que ya era mucho. Eran pasadas las
23 horas y me llamó por teléfono.
Cuando pasó lo peor, y el nivel del agua comenzó a bajar, ya pa-
sada la medianoche, vieron pasar a Miguel Sarmiento, otro vecino que
vende arena y ripio, con su pala cargadora, en dirección al río, con
el agua hasta los ejes, que se detuvo a unos cien metros de donde se
encontraban, en una casa que normalmente está deshabitada, porque
la dueña vive en Buenos Aires y solo viene cada tanto y justo el día
anterior, había llegado con una amiga. Las dos señoras mayores, Inés
y Nelly, estaban bloqueadas dentro de la casa y habían llamado a Sar-
miento, con el que están relacionadas, pidiendo auxilio. Este hombre
tuvo que romper la puerta para poder sacarlas y las trasladó dentro
del balde de su enorme máquina hasta la casa de un familiar, en sitio
seguro. Un par de días más tarde estas señoras protagonizarían otro
episodio del que también tuvieron que ser socorridas.
Después del pico de la crecida en ese lugar, el agua fue bajando
hasta permitir el paso por las calles pero a eso de las tres de la madru-
gada volvió a subir, casi al mismo nivel que al principio.
Todos estos incidentes pudieron ser vistos por testigos, ya que en
ningún momento, se interrumpió el servicio eléctrico, las luces de las
calles estaban encendidas y aunque parezca una barbaridad, gracias a
ello, los damnificados podían ver donde moverse. Al parecer el encar-
gado de cortarla desobedeció la orden de hacerlo, porque pensó que
era mejor dejarla conectada para facilitar la evacuación y auxilio de las
víctimas y todos coinciden en que a oscuras las cosas hubieran sido
mucho peor y algunos no se habrían salvado.
Después de la segunda oleada el agua fue bajando paulatinamente
y Ochoa y sus vecinos comenzaron a ver pasar a los que vivían más
cerca de la orilla del río, aguas arriba, que abandonaban sus casas, to-

167
Historias de mi pueblo y de su gente II

talmente anegadas y algunas destruidas.


Entre esas personas, pasaron Javier, oficial de la policía que estaba
por el lugar, antes de la crecida y al volver hacia el sitio más seguro, es-
cuchó pedidos de auxilio desde una vivienda y socorrió a doña Alicia
una señora mayor que vivía en esa casa con su hijo Rubén, muchacho
ya grande pero minusválido. Cuando estaba entrando a la casa vino
la oleada mayor, el agua casi llega al pecho, y subió a la señora a sus
espaldas y con una mano sujetaba al muchacho, con la otra se sujetaba
él para no ser arrastrado. Así permaneció casi dos horas, hasta que el
agua bajó y pudieron abandonar el lugar, caminando por la calle inun-
dada entre barro y despojos.
Cuando Ochoa pudo regresar a su casa, ya estaba aclarando y lo
que encontró en ella era francamente desolador. Yo pude llegar, recién
a la tarde y sentí una profunda pena porque si bien la casa estaba en
pie, pese a su antigüedad era un peligro seguir habitándola, todo lo
que había en su interior, prácticamente no servía nada y estaba sepul-
tado bajo el barro.
Al día siguiente comenzaron a llegar los voluntarios, algunos del
mismo pueblo, otros de otras ciudades como Córdoba y Buenos Aires,
de asociaciones privadas como Cáritas y otras, para ayudar con la lim-
pieza y recuperación de lo que se había salvado o repartir alimentos,
agua, elementos de limpieza. Prácticamente los damnificados, en esos
días, fueron abarrotados de víveres y agua potable. Es de destacar la
solidaridad y buena voluntad manifestada por casi toda la población
en la emergencia.
De los vecinos de esa zona del pueblo, Ochoa fue uno de los menos
afectados. Aguas arriba las casas que daban a la calle paralela al río
estaban destrozadas. Las casas no sirvieron más, fueron las de la men-
cionada señora Alicia, rescatada por el policía, la de Eduardo Ruiz y la
casa donde funcionaba la radio FM Urbana, de esta última no quedó
más que la antena de transmisión, todo lo demás se lo llevó la corren-
tada. Eduardo Ortia al abandonar su casa con la moto se encontró con
que la correntada no le permitía avanzar y al fin lo hizo a campo tra-
viesa y entre el monte, soportando el vehículo para no ser arrastrado,

168
Historias de mi pueblo y de su gente II

se fisuró un brazo. Las casas de Julio Godoy y de Marcado sufrieron


también grandes daños y recién las volvieron a ocupar casi un año
después.
Aguas abajo, las cosas fueron mucho peor. Por mi calle, la 25 de
Mayo, la última casa, de Miguel Cabáñez, cerca de la costa del río de-
sapareció completamente. Este hombre abandonó su casa cuando co-
menzó a crecer el río y regresó al día siguiente y contaba en forma gra-
ciosa cómo había buscado su casa y no la encontraba hasta que se dio
cuenta que estaba parado en el piso de la misma. Su viejo auto estaba
enredado en la copa de un enorme árbol, que soportó los embates del
río.
Aguas abajo en el domicilio de la señora Gulino habían ocurrido
grandes destrozos y dos autos se encontraban uno sobre otro, apoya-
dos contra un robusto árbol.
El desborde del río había afectado casi todo el pueblo. La riada
busco nivel por donde pudo y corrió por las calles que bajaban, hacién-
dolo inclusive por la calle Sarmiento a casi mil metros del curso normal
del río, donde la correntada cavó una enorme zanja.
Como contracara de la solidaridad aparecieron como siempre en
estos casos algunos que rapiñaron entre los escombros las pocas cosas
de algún valor que quedaron desparramadas con la crecida.
Un par de días más tarde cuando la situación estaba bajo control,
se produjo una alarma general, seguro fue una broma de mal gusto,
diciendo que se había roto el dique, lo que generó pavor en la comu-
nidad.
Otra situación angustiosa la vivieron los dos únicos internados en
el Hospital de Luján, que estaban allí por razones ajenas a la inunda-
ción. Oscar Ortiz y un hombre del campo, ambos conectados a sue-
ro, que cuando sonó la alarma salieron todos corriendo y se quedaron
solos, arrancándose las agujas del suero, salieron como pudieron del
hospital, hasta que un auto los auxilió.
Aquella inundación alcanzó niveles no conocidos en su magnitud.
No hubo registro de la cantidad de agua caída en la sierra.
Luján no fue la única localidad afectada. Los desbordes, afectaron

169
Historias de mi pueblo y de su gente II

San Francisco del Monte de Oro, dejó aislado a Leandro N. Alem, en


donde una anciana falleció aplastada por su casa, en Quines se cortó
la ruta, llevándose los dos puentes, Lafinur mucho más al norte debió
ser evacuada en su totalidad por el desborde del río Conlara y aguas
arriba por este río, Santa Rosa del Conlara y todos los pueblos que toca
dicho río hasta el dique San Felipe, en donde el agua acumulada pasó
por arriba del murallón, igual que lo ocurrido en el dique Luján.
Sin dudas fue un temporal sin precedentes que pasará a la historia
y cabe preguntarse ¿Cuántas posibilidades hay de que esta situación se
repita en el futuro, con el cambio climático?

170
Historias de mi pueblo y de su gente II

Carla Giselle Rodríguez


PARAJE LOS POLEOS, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
LA FIESTA DE SAN ROQUE

Quiero compartir con ustedes una celebración que data de varios


años en mi familia. Pero primero lo primero. Mi abuelo Carlos Coria,
fue el que siempre me contaba esta historia, por lo que no puedo llevar-
me totalmente el crédito de este relato.
Con mi familia vivimos en la localidad de San Martín, pero todos
los fines de semana y vacaciones lo pasábamos en la casa donde creció
mi mamá, la casa de mi abuelo Carlos, que se encontraba en el paraje
Los Poleos, a unos 8 km de San Martín. Siempre era una fiesta para mis
hermanos y para mí pasar los días en el campo, teníamos miles de luga-
res para recorrer, jugar, correr, pero debo reconocer que lo que más me
gustaba era cuando mi abuelo me contaba sus historias. Una de estas
era la fiesta de San Roque.
Hace varios años atrás mi abuelo estaba esperando una repartición
de tierras, él estaba fascinado con una porción, además de pensar que
en los lotes podría sembrar y cultivar, había algo que le llamaba mucho
más la atención. Una gran piedra con una gruta en la cima, desde el
momento que él reparó en ella tuvo la idea de colocar allí a San Roque.
El era muy devoto de San Roque, patrono de los pobres y enfermos.
Entonces decidió hacerle una promesa a su santo: si él conseguía que-
darse con esa porción de tierra, lo colocaría en esa piedra y festejaría
siempre su día.
Pasaron algunos años y por fin mi abuelo pudo cumplir su prome-
sa. El 16 de agosto de 1861 colocó a San Roque en su gruta, donde se
encuentra hasta el día de hoy.
A partir de ese día todos los 16 de agosto (día de la conmemora-
ción del santo) se realiza en el campo de mi abuelo la celebración de
San Roque. Los primeros años realizaban la novena y el rosario conme-
morativo, no solo mi familia sino también algunos vecinos del lugar.
Al pasar los años la fiesta comenzó a tener cada vez más trascen-
dencia, ya no solo se acercaban los vecinos, sino también personas de

171
Historias de mi pueblo y de su gente II

lugares más alejados. Compartían un asado a la canasta, concurrían


además algunos guitarreros y hasta se armaba el baile, gatos, cuecas,
chacareras, se generaba un ambiente muy especial. Con los años me fui
dando cuenta de que además de la devoción hacia San Roque los unía
la idea de reencontrarse cada año.
Hace algunos años logramos que un cura fuera a dar una misa
para conmemorar al Santo. Tal vez para algunos suene a algo sin sen-
tido, pero para nosotros fue una manera de agasajar y conmemorar a
San Roque.
En el año 2015, debido a las lluvias, el campo de mi abuelo quedó
totalmente inundado. Además de la inundación, cayeron árboles so-
bre el camino, por lo que era prácticamente imposible llegar hasta San
Roque. Algunos devotos que debían cumplir sus promesas intentaban
llegar caminando para poder agradecerle sus favores, pero ya no era lo
mismo ya no se reencontraban familias , ya no era un festejo.
Por suerte este año, 2018, el camino fue preparado y parece que
de a poco la fiesta volverá a ser la de antes. Se celebró la misa al Santo,
se acompañó el asado y se juntaron nuevamente amigos y vecinos del
lugar.
Aparte de pedir por la salud pido a San Roque que sigamos man-
teniendo vivas nuestras costumbres, como esta celebración que lleva
ya tantos años y no nos enseña más que a afianzar nuestros lazos, en
una sociedad tan dividida.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Santiago Antonio Rodríguez


DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
SANTA BÁRBARA

Como nativo de este pueblo, Santiago Antonio Rodríguez, DNI


10.302.976, nacido el 19 de febrero de 1953 en el paraje Agüita de Molle
departamento San Martín, San Luis, y habiendo cursado mis estudios
primarios en la Escuela N° 103 Las Higueritas, hasta tercer grado, fina-
lizando la primaria en la Escuela N° 103 José de San Martín, hoy César
Rosales.
El pueblo en aquel entonces era pequeño, sus calles de tierra.
Recuerdo que las fiestas patronales de Santa Bárbara comenzaban
el 24 de noviembre, al cuatro de diciembre, se realizaban bailes popu-
lares, en los domicilios de Adolfo Sosa sito en calle Belgrano, Faustino
Torres sito en calle Pringles y Tránsito Andino con domicilio en calle
San Martín. Dichos bailes se llevaban a cabo con acordeón y guitarra,
vitrolas o tocadiscos, hasta el día cuatro, hasta después de la procesión
dado que el baile de la noche lo realizaba la comisión de la parroquia,
así todos los años con la orquesta de Juan Dólar. Durante el día ha-
bía mucha concurrencia de gente de distintos lugares y parajes, como
así de pueblos vecinos, quienes lo hacían a caballo, sulky, algunos en
auto dado que en esa época existían muy pocos vehículos. Recuerdo
la anécdota de Tránsito Andino que solía decir a los que no bailaban
“Amigo qué va a hacer ¿va a bailar o lo hago bailar?”.
Durante las fiestas patronales los bares que se mencionan, solían
tener en venta comidas típicas como ser gallinas caseras, chivos y cor-
deros con chanfaina, pavos y era tradicional la sopa de arroz y las em-
panadas.
En la plaza pública al costado de la misma solía haber ruleteros
que le llamábamos en aquel entonces, calesitas y vendedores ambu-
lantes.
Recuerdo también que considero como casa histórica la vivienda
de don Rosario Ortiz, sita en calle San Martín que solía albergar a la
mayoría de la gente del campo que por distintos motivos viajaba a

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Historias de mi pueblo y de su gente II

distintos lugares, como así también en aquellos acontecimientos que se


realizaban más en la parroquia finalizada la misma, como de costum-
bre la gente participaba, se le solía brindar un almuerzo y los dueños
de la vivienda le brindaban el afecto y cariño a los parroquianos. Todo
eso en la actualidad ha quedado en el olvido.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Lidia Alejandra Torres


PARAJE BARRANCAS ALTAS, SAN MARTÍN
NACER EN EL CAMPO

Me llamo Ale, nací en Cañada de Sauco, departamento San Mar-


tín, es el lugar donde vivía mi familia.
En el año 1985 mi papá se fue a trabajar a Buena Esperanza, cuan-
do yo tenía 6 años y dos hermanitos. Mi mamá estaba embarazada, nos
quedamos viviendo con mi tío, mi papá se fue a trabajar de hachero
para darnos de comer y vestirnos.
Con mi mamá íbamos caminando a juntar maíz para comer, reco-
rríamos un kilómetro. Lo echábamos en bolsas, que después cargába-
mos nosotras.
Un día regresábamos con las bolsas, se pusieron a pelear los pe-
rros, les pegábamos con cañas, no los podíamos separar, mi mamá ese
día se asustó mucho por tanto trajín con esos animales.
Llegamos a la casa, mi mamá cansada, le preparé el agua para que
se bañara y le hice la leche a mis hermanos pequeños. Mi mamá tomó
después mate con mi tío, era el mes de marzo. Esa noche se enfermó,
me dijo: “Ale voy a tener el niño”, yo le respondí que íbamos con mi
tío a buscar a doña Rosa. Me pidió que preparara tijeras, hilo, alcohol,
y me pidió que pusiera una colcha en la ventana para que no entre aire
por el bebé.
Doña Rosa llegó a las 4 de la mañana, entroó a la habitación y mi
mamá me dijo: “Ale, váyase a la cocina”.
No podíamos abrir la puerta con mi tío para que no le entre aire al
bebé. Hicimos fuego para preparar la leche para mí y mis hermanos. Le
decía a mi tío que iba a nacer mi hermanito y mi papá ni enterado que
su hijo estaba por venir al mundo.
En eso abre la puerta doña Rosa y lo llama a mi tío para que lo
ayude a pesarlo. Buscó un pilón, lo envolvieron en una pañoleta, le
echaron en un bolso y pesó 4,800 kg. Yo ya podía entrar a verlo, estaba
contenta, le pregunté a mi mamá cómo se iba a llamar y me dijo José
Luis.

175
Historias de mi pueblo y de su gente II

Antes de pesarlo mi tío le dijo a doña Rosa, que podíamos poner el


pilón en la higuera y pesarlo afuera, a lo que la señora respondió: “¡No!
Wubaldo, se le va a abrir la mollerita si le da aire!”.
Le ayudaba a mi mamá a hacer las cosas, a cuidar mis hermanitos,
cuando lloraba el bebé, estaba allí para atenderlo.
Volvió mi papá, lo saludaban, lo felicitaban por el hijito, él no sa-
bía nada, se puso muy contento.
Mi papá le dice a mi mamá que porqué nació antes, ella respondió
que porque se asustó con la pelea de perros y se le adelantó. Le contó
que yo la ayudé todo el tiempo en todo y mi papá me dijo: “¡Gracias
hija! Con solo 6 añitos has ayudado a tu madre”.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Malvina Sofía Díaz


PARAJE BARRANCAS ALTAS, SAN MARTÍN
LA LUCHA DE MI PADRE
AL LADO DE MI MADRE

Mi nombre es Sofi, vivo en las sierras, un lugar que tiene muchas


piedras. Hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano. El pue-
blo más cercano es San Martín. Las plantas que abundan son el al-
garrobo, piquillín, espinillos, talas. Vivo al norte de San Martín, para
llegar hay solo un camino de tierra, cuando llueve no se puede andar,
solo en burro o caballo.
Mi abuela también vivió en este paraje, tenía una casita donde ha-
bía detrás de la casa piedras grandes y rosadas, plantas de mora, y un
arroyo. A los 15 años se juntó con mi abuelo y tuvieron 3 hijos. Ellos
eran muy pobres, mi abuela pedía a los vecinos maíz para tostarlo y
darle con leche a los niños.
Ella estaba embarazada de nuevo de 3 meses y medio y como mi
abuelo se iba a trabajar muy lejos, ella se quedaba sola. Era tiempo de
verano, todo estaba muy verde. Un día tuvo que salir al campo a bus-
car leña y se cayó en una barranca, el golpe fue tan fuerte que empezó
con pérdidas de sangre. Los vecinos hicieron una cama con palos y la
cargaron a peso. La sacaron donde llegaba el camino, no había camino
para coches, solo una huella para ir a caballo. Antes de llegar a San
Martín , ella muere.
Mi abuelo quedó solo con 3 hijos pequeños, el mayor tenía 5 años
y el más pequeño 1 añito (mi papá). Mi abuelo no podía criarlos solo,
entonces decidió darlos a personas que pudieran hacerlo.
Al mayor lo llevaron unas gentes de Mendoza, al del medio una
pareja de San Martín y a mi papá lo adoptó una familia que vivía en un
paraje llamado El Río, acá cerca en la sierra. Le llamaban así porque
hay un río muy grande que cuando crece, da miedo.
Esta familia tenía ya tres hijos grandes.
Así fueron pasando los años y mi papá ya era grande, ayudaba

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Historias de mi pueblo y de su gente II

con los animales, a ordeñar las vacas, cuidar cabras, caballos. Ellos lo
querían como un hijo, aunque era adoptado. Cuando cumplió 24 años
se enamoró de mi mamá.
Ella vivía en un lugar de las sierras también, que le dicen Los Po-
leos porque hay allí muchísimo poleo en el campo. Ellos se casaron y
se vinieron a vivir a El Zanjón, tuvieron 4 hijos, 2 varones y 2 nenas,
una de ellas yo. Mis viejos eran pobres, antes no había sueldos como
ahora. Tenían unas cabritas y unas ovejitas, cuando carneaban una ca-
bra, mi papá le sacaba el cuero, lo sobaba y lo cortaba en varias partes,
lo trenzaba y hacía látigos, bozales, cinchas. Igual con el cuero de las
ovejas, los lavaba, los cortaba y hacía cojenillos y eso vendía para poder
darnos de comer, aunque no alcanzaba.
Un día un amigo de mi papá le cuenta que en las hachadas podía
ganar más dinero. Mi papá se va por mucho tiempo, más de un mes
al sur de Villa Mercedes, mucho tiempo pasábamos sin saber nada. No
había celulares. Mi mamá se quedó sola con nosotros.
Le ayudábamos con los animales, le habían prestado una vaquita
para que la ordeñara y les diera leche.
Cuando mi papá regresa fue tan grande la alegría que sentimos al
verlo llegar ¡venía con un regalito para cada uno! Mi papá nos contaba
en las noches que en las hachadas tenían que dormir en ranchos de
nylon, pasaban mucho frío, lluvias. Pero luchó para podernos criar con
mucho sacrificio hasta que lo logró.
Hoy en día tiene una pensión y mi mamá trabaja en la escuela.
Esta es la vida en el campo, en mis sierras.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

PARAJE LAS LAGUNAS, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN


UN RECORRIDO POR LA HISTORIA
Y PRESENTE DE MI PUEBLO

La localidad de Las Lagunas está ubicada en el departamento San


Martín, al noreste de la provincia de San Luis. Como todo pueblo, tam-
bién atesora sus orígenes, costumbres y acontecimientos relevantes
que marcan su existencia en el tiempo.
No se sabe con exactitud la fecha de fundación, pero se estima que
fue entre el 1800 y 1900.
Su territorio supo estar rodeado de varias lagunas, de ahí el origen
de su nombre.
De acuerdo a los testimonios de antiguos pobladores, se dice que
el primer habitante de esta tierra fue don Luis Fulgencio Ortiz y su fa-
milia , fue quien construyó las primeras casas y cercos de ramas (como
se hacía entonces) además de la capilla donde se rinde culto a la Virgen
del Rosario del Trono, cuya fiesta patronal se realiza el 7 de octubre..
Corría el año 1930 y la localidad estaba habitada por cinco familias
de apellidos Ortiz, Devia, Andrada y Ochoa. Estas tradicionales fami-
lias conjuntamente con el director de la escuela don Atenor Aguilera
integran una comisión con el fin de hacer mejoras en la capilla del pue-
blo, cuyo techo era de paja y barro, que fue reemplazado por techo de
cinc. Lo que sí se conservó fue la estructura de tirantes y pata de gallo
que estaban moldeados, durante su construcción, con hacha. Las pare-
des carecían de revoque y eran de adobe, por lo tanto se utilizaron cin-
celes bien rígidos por la consistencia de este material. Luego se cubrió
la pared con alambre tejido sujeto con clavos para adherir el revoque.
El piso de tierra fue removido y se le colocó piso de ladrillo, ya en los
60 se sustituye por mosaico con la mano de obra de don Vicente Devia.
De dicha construcción se conserva aún en la actualidad la puerta
de acceso a la capilla, labrada en algarrobo rústico con herrajes caseros
que hacen de bisagras.
En el año 1832 esta iglesia albergó al venerado Señor de Renca,
debido a los constantes ataques de los Ranqueles que amenazaban la

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Historias de mi pueblo y de su gente II

región. Por eso desde el pueblo de Renca se lleva al Cristo para ser res-
guardado en la capilla del pueblo hasta que pasara el peligro.
De acuerdo al testimonio de un antiguo poblador como lo fue don
Hugo Ortiz, quien recuerda haber visto la marca de un bolazo de indio
a 20 cm en la parte de arriba de la puerta de entrada a la iglesia, ya que
los malones al enterarse que el Cristo de Renca estaba refugiado allí,
ingresaron al poblado a fuerza de lanza y sangre.
El 6 de junio de 1932 el Gobierno de la Provincia de San Luis in-
serta a la localidad de Las Lagunas dentro del régimen de comisión
municipal. En 1959 comienza la construcción de la sala de primeros
auxilios sobre un terreno donado por Ismael Ochoa y en 1960 se inau-
gura. Tiempo después se hace la refacción de la misma llegando a con-
tar con una sala de internación. Luego en 1973 se inaugura la policía y
el centro cívico con modernas instalaciones.
En los años 60 los misioneros llegan al pueblo, con el objetivo de
preparar a los habitantes para la primera comunión, confirmación,
bautismo y casamiento. Estos acontecimientos dieron lugar a la visita
del obispo Cafferata en el año 1964 quien realizo las respectivas ben-
diciones.
Las principales actividades que se desarrollaban en la localidad
tenían que ver con la minería, ya que la zona geográfica en la que está
inserta Las Lagunas es rocosa y de terreno elevado. De esta actividad
se extraía una mineral llamado berilo el cual era canjeado por alimen-
tos básicos y por ropa.
La crianza de animales para el consumo, como porcinos, vacunos,
aves de corral y caprinos sigue siendo otra de las ocupaciones en el
presente. Otra labor consiste en la siembra y cosecha de maíz en la
zona rural del pueblo.
A partir de 1995 siendo comisionado municipal don Luis Oscar
Palacios, Las Lagunas experimentó el progreso: ordenamiento de la
administración municipal, construcción de la plaza principal, moder-
na red de agua potable, ruta de acceso al pueblo, tendido eléctrico en
zonas aledañas, viviendas para familias de escasos recursos otorgadas
desde el municipio, transporte escolar, salón de usos múltiples, polide-

180
Historias de mi pueblo y de su gente II

portivo, pavimentación de las calles balneario municipal , entre otras


cosas.
La localidad también cuenta con un escudo identificatorio, que
surgió a partir de un concurso con los chicos de la escuela “Andrés
Matilde Garro” en el año 2005, este contiene todos los elementos re-
presentativos del pueblo: la iglesia con la imagen de Nuestra Señora
del Rosario, el sol como una fuente eterna de vida, un cabrito (animal
típico), un antiguo sauce que supo existir en la plaza principal y que
acompañó a varias generaciones, la laguna que tiene que ver con el
origen del nombre y todo el escudo rodeado de laureles simbolizando
la unión de los habitantes.
En el mes de febrero de cada año se desarrolla el festival del pue-
blo, en donde se hacen presentes grupos musicales, ballets, concurre
gente de pueblos vecinos, se degustan comidas típicas y se hace la elec-
ción de la reina finalizando con un baile popular.
Estos relatos son extraídos de la voz de antiguos pobladores como
de don Hugo Ortiz, entre otros habitantes que recuerdan aconteci-
mientos mencionados en el texto, también información recolectada
mediante la observación del terreno y de la propia experiencia al ser
un nativo del pueblo. Hago hincapié que no hay mejor fuente que la de
los propios protagonistas o de historias que han pasado de generación
en generación y aún quedan quienes puedan contarlas. Es maravilloso
poder escucharlas y registrarlas para que perduren en el tiempo, que
cada pueblo o paraje pueda tener su historia: su origen.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Adriana Hedit Annecchini Bausa


ANCHORENA, DEPARTAMENTO DUPUY
MALDITOS AÑOS 30

Movida por los recuerdos que vienen a mi mente, de cuando niña


escuchaba a mi abuela Remedios Bausa, mujer leona, siempre alegre y
positiva, hablar con tanta tristeza de los años 30; comencé a indagar en
la época.
Este trabajo está basado en los recuerdos de los relatos de mi abue-
la, de mi madre, de mis tíos y otros vecinos. Comparándolos, masticán-
dolos y analizándolos, con el devenir de los años entendí el pesar de
mi abuela en sus relatos. Sí, posiblemente aquellos años hayan sido los
más tristes en la historia de Anchorena y de la región.
Una conjunción de factores internos y externos, humanos y natu-
rales fueron la causa que estos se recordaran con tanta tristeza.
Comenzando por el crack de la bolsa financiera de Wall Street en
Estados Unidos, que provocó un impacto mundial, influyendo en la
economía argentina y muy especialmente en esta región basada exclu-
sivamente en una actividad económica agroganadera, la crisis mundial,
impactó fuertemente. Acompañada esta, por sequía, cenizas del volcán
El Descabezado, plaga de langostas, vientos y voladuras de suelos.
Según los relatos de todos los episodios recordados, pareciera que
la que más impactó posiblemente por rara, fue la invasión de cenizas
del volcán.
¿Será que ese domingo 22 de abril de 1932, ocurrió un fenómeno
insólito para el pueblo, del cual no pudieron olvidarse nunca? Cuando
los abuelos se levantaron les llamó la atención que no aclarara más,
ellos no sabían porqué, ocurría que en Chile a la altura de Malargüe,
Mendoza, había erupcionado el volcán El Descabezado, que provocó
una lluvia de cenizas en gran parte del país. Diversos relatos dan cuen-
ta del dramatismo que representó para quienes veían caer constante-
mente ese polvo blanco que los aterraba, porque no sabían que era, ni
de dónde provenía.

183
Historias de mi pueblo y de su gente II

Durante la tarde anterior escucharon un fuerte ruido como de


trueno, luego, en el transcurso de toda la noche comenzó a caer ceniza,
tuvieron que tener los faroles encendidos todo el día, y sacarlas con
palas de los techos, por miedo a que se hundieran, o que si llovía se
convirtiera en una especie de cemento ya que llegó a acumularse hasta
30 cm de espesor de un polvo blanco y fino, como un talco. No se po-
día andar andar a caballo porque volaba cuando pisaban, cuando se
levantaba la ceniza todos tosían, eso duró muchos días, las afecciones
respiratorias fueron frecuentes, así también la irritación en los ojos.
Los autos de la época al no tener filtro fundían los motores. Las
vacas y las ovejas comenzaron a morir, ya sea por la ingesta de cenizas
o porque el pasto había quedado sepultado bajo el polvo, por lo que
debieron venderlas a muy bajo precio, o soltarlas para que fueran a
morir a la calle.
No hace muchos años, la señora Nelly Puegher me contó con lágri-
mas en los ojos, que su padre se vio obligado a soltar 15 vacas lecheras
preñadas, para que murieran en el camino, recordó que el espectáculo
fue desgarrador.
Por mucho tiempo los campos quedaron inhabilitados para la pro-
ducción.
La ceniza, por décadas fue utilizada a manera de limpiavajilla, y
hasta hace poco tiempo era frecuente encontrarla en la tierra en capas
de gran espesor, hasta que poco a poco se fueron mixturando ambas,
pero de vez en cuando aparece un vestigio de ella.
Casi paralelamente a este desastre, en dos oportunidades, pasó
una plaga de langosta que volvió a arrasar con los campos maltrechos.
De este episodio, recuerdo haber escuchado dos anécdotas, una que
cuando se acercaba la plaga, mandaban a los alumnos de la escuela
con tachos para que hicieran ruido para ahuyentarlas, y la otra que
desde Mendoza llegó la propaganda de una máquina para espantar
langostas, varios vecinos la encargaron por correo, se encontraron con
un tarro vacío y una varillita de hierro, cuya función era golpear el ta-
rrito para hacer ruido…
Pero yo personalmente, agregándole lectura a los recuerdos, creo

184
Historias de mi pueblo y de su gente II

que lo peor fue una gran sequía que azotó todo el centro del país, ya
en 1929 las lluvias habían mermado considerablemente y lo siguieron
haciendo hasta 1937. El rigor de la sequía provocó merma del ganado
en la región y los campos fueron castigados con fuertes vientos y calo-
res insoportables. El pasto puna reseco en los años de sequía, junto al
bosque de caldén resinoso fueron favorables para los incendios, que no
solo mataron animales sino que arruinaron casas y alambrados.
Los vientos casi constantes, de intensidad importante, causaron la
voladura de suelos, dando origen a tormentas de tierra que cubrían los
campos, alambrados, caminos y animales, las ovejas que se echaban
no se levantaban más porque las tapaba la tierra. Son dolorosos los
relatos de los vecinos, contando que vivían con bolsas mojadas debajo
de las puertas, y dormían con la cabeza tapada para que el polvo no
los asfixiara, a la mañana salían por la ventana, para con palas sacar la
tierra acumulada en la puerta, contaba en sus memorias don Narciso
Cabada, otro vecino de Anchorena.
La ceniza, la sequía, la profundización de las napas de agua, el
médano avanzaba nuevamente, hicieron perder los campos en su valor
un 50%, vientos y médanos se apoderaron del sur de San Luis por más
de 10 años, provocando despoblamiento.
Como respaldando esas voces ancestrales que repican en mi me-
moria, contándome maravillas de Anchorena, pero se apenaban cuan-
do recordaban, “los malditos años 30”, encuentro por casualidad, o
tal vez como uno de esos tantos mensajes que me envía mi abuela con
frecuencia, una hoja suelta de la Revista San Luis, de junio de 1928,
describiendo a Anchorena en sus años de esplendor, tal cual lo hacía
ella, cuando me contaba de ese pueblo, que solo tenía 20 años funda-
do, en el momento que con su esposo Rafael Bausa se habían instalado
atraído por las mismas virtudes relatadas por el periodista que escribía
en mencionada revista:
“De los pueblos de la zona austral de nuestra provincia, es sin du-
das, Anchorena, uno de los más florecientes”.
Su planta urbana está constituida por más de 150 casas, siendo en
su mayoría de material, existiendo algunas en los alrededores de ado-

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Historias de mi pueblo y de su gente II

be y barro. Frondosas arboledas de álamos, paraísos y acacias embelle-


cen la perspectiva del poblado, dándole un pintoresco aspecto.
Más de treinta casas de comercio desarrollan sus actividades. Po-
see oficinas de correo y telégrafo, Escuela Nacional, Comisaría, Regis-
tro Civil, Juzgado de Paz y Municipalidad.
Pero como lo relaté al principio todo se derrumbó, durante los con
razón, mal afamados años 30. Para muchos pioneros fue el fin de la
ilusión de Anchorena un lugar prometedor, soñaron con otros sueños
en el mismo lugar, y se quedaron, como lo hicieron mis abuelos, a los
que tal vez de tanto soñarlo, la vida se los cumplió.
Otros , la mayoría partieron en busca de nuevas quimeras promi-
sorias en distintos lugares; despoblándose considerablemente, de tal
manera que nunca más volvió a recusar esa cantidad de población y
por ende, perdió instituciones públicas y privadas. Malditos años 30!

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Irma Antonia Ontiveros


NUEVA GALIA, DEPARTAMENTO DUPUY
NUEVA GALIA, SU PASADO Y SU GENTE
HISTORIA DEL CONCHEQUINGÁN
CHOCHEQUINGÁN, DUPUY

Con agrado invito al lector a trasladarse mentalmente a la zona sur


de la provincia de San Luis.
Esta región pertenecía a un extenso departamento Pedernera. En
1948 mediante una línea convencional trazada de este a oeste, se sepa-
ra la parte sur que se denomina desde entonces: departamento Gober-
nador Dupuy.
Mientras los ranqueles, primitivos habitantes, fueron perdiendo
territorios tras enfrentamientos crueles y desiguales en la Conquista
del Desierto, la civilización fue instalándose de a poco, en las tierras
asignadas para ser cultivadas y trabajaron esos varones duramente
para lograr que extensiones áridas, desérticas y desoladas se transfor-
maran en colonias productivas.
Labradores extranjeros en su mayoría, formaron sus familias.
Todos debieron enfrentar múltiples carencias: falta de agua, sue-
los medanosos, vegetación espinosa y el riesgo por el sorpresivo ata-
que ranquelino.
En los albores del siglo XX, dos ilustres europeos, contando con
la aprobación de autoridades provinciales, convocaron a algunos na-
tivos esperanzados y fundaron en 1905, un pueblito al que llamaron:
El Montoso, poco después se lo denominó Linconau. Se trazó el ejido
urbano y otra vez le cambiaron el nombre por el que aún se conserva:
Nueva Galia.
Se designaron autoridades, se instalaron comercios, se constru-
yeron viviendas precarias en su mayoría y se creó la Escuela N° 106
(1910).
La evolución urbana, laboral y demográfica, había comenzado.
Los vecinos redoblaban esfuerzos, pero la pobreza impedía viajar a
aquellos habitantes, que tampoco eran visitados. Por suerte la situa-

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Historias de mi pueblo y de su gente II

ción mejoraba lentamente.


Corría el año 1968. Aquí comienza otra etapa, otra historia, otra
otra historia que viví y me consta, mi historia.
Cuando llegué a este lugar, el 15 de marzo , viajé desde Villa Mer-
cedes en un colectivo El Jocolí, se sacudía tanto por el mal camino y pa-
recía que se desarmaba. Se detuvo en La Portada, a mitad del trayecto
(entonces se estaba construyendo la Ruta N° 148.
Por fin llegué a destino. Almorcé en el comedor de don Justino Alí.
Luego de conseguir información, me dirigí a la escuela. Entonces vi las
calles anchas y algunas cuadras, que a lo largo y por el centro ofrecían
sombra y la frescura de sus álamos alineados.
La directora Srta. Lilia Pujol me recibió muy bien y brindó aloja-
miento en su casa (casa del directivo dentro del predio escolar).
La escuela empezó ese año con doble escolaridad. Por su nueva
modalidad ingresamos varios maestros de grado y algunos especiales.
También personal de cocina y maestranza.
Personalmente estaba contenta con mis compañeros, alumnos y
vecinos muy solidarios y afectuosos. Algunas maestras renunciaron
pronto. Otras no volvieron al año siguiente. Solo yo me quedé y me
jubilé en esa escuela, a la que pertenecí 30 años.
Por aquellos días no había corriente eléctrica permanente. A las 24
hs. se cortaba la luz de la calle y de las casas.
Corría el tren desde Buenos Aires a General Alvear, pasaba por
Nueva Galia.
No había médicos, solo sala de primeros auxilios.
Funcionaba una sucursal del Banco de la Provincia, desde 1958 a
1959.
Volviendo a mis primeros días en Nueva Galia, que contar que
algunas viviendas y negocios como la casa de ramos generales de don
Manuel Cassim Abdala (fundada en 1913) estaban construidas con
chapas de cinc acanaladas y revestidas por dentro con madera.
Después de algunos años el crecimiento aceleró el paso, con mu-
chos cambios favorables. Se fundó la Escuela Técnica “Miguel Nevot”
y construyó su local. También edificios públicos, plazas, calles, pavi-

188
Historias de mi pueblo y de su gente II

mentos, negocios , comedores, hoteles, casino.


El árbol típico de la región cedió su nombre al Festival del Caldén,
que cada año aumenta su éxito, popularidad y concurrencia.
Los años al pasar fueron llevando pioneros que cimentaron el pro-
greso de nuestro querido suelo.
Como trabajé en el lugar con los niños y vecinos , aseguro que para
mí todos fueron y son buena gente, seres excelentes!.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Teresa Aidee Olguín; Ramón Alberto Escudero;


Cristina Elizabeth Tobares; Delia Raquel Ocaña;
Patricia Carina Barzola; María Silvia Godoy
y Mariela Alejandra Farías
SAN MARTÍN, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
LAS VIDAS OLVIDADAS

La historia comienza con las palabras sueños, esperanza y perse-


verancia.
Palabras estas que nos llevarán a un recorrido de muchos años
de lucha, idas y vueltas que llevaron a cabo aquellos visionarios que
desde 1912 hasta 1981 bregaron por la concreción de esos sueños, la
construcción del dique Las Huertitas.
Este sueño involucró ciudadanos de Quines, Candelaria y San
Martín.
En el año 1972 el gobernador de aquel entonces, Juan Gregorio
Vivas, dijo “El sueño más caro de nuestros abuelos, la esperanza más
lejana de los hijos del norte de San Luis, está a punto de cumplirse”.
Pasaron 9 años más y el 31 de junio de 1980 se autorizó la continua-
ción de las obras para concretar esos sueños.
Y es entonces cuando ya la obra estaba lista, esta obra había re-
volucionado el pueblo, sobre todo al de San Martín donde la empresa
Empresit Sideco había intervenido de lleno en la vida de todo el pue-
blo, construyendo viviendas, generando emprendimientos familiares,
asegurando la prestación de servicios públicos, sucedió lo inesperado.
El 12 de febrero de 1981, se rompió el murallón…
“Hacía rato que el sol había borrado los últimos rastros de la no-
che. Amanecía en San Martín un típico día de verano. Todo transcurría
como de costumbre, salvo la inusual calma, para algunos señal de mal
agüero...”
A media mañana un gran estruendo enmudeció a todos…
Una compuerta de 9 toneladas, de 3 x 3 metros se partió arrastran-
do operarios que trabajaban en el lugar.

191
Historias de mi pueblo y de su gente II

Algunos habían alcanzado a escapar, otros 14 debieron ser socorri-


dos con diversas heridas aguas abajo y 4 no aparecían.
Desde localidades vecinas como Quines y La Toma , llegaron am-
bulancias y voluntarios buscaban agua abajo a los desaparecidos.
En el Hospital Santo Tomás , se recibieron los heridos más graves,
que eran 4, luego de recibir curaciones fueron trasladados a San Luis.
A 13 km del muro, al otro día, fue encontrado sin vida, Ignacio
Fernández, a la semana Mercedes Ledesma y Héctor Amaya, oriundos
de San Martín y recién un mes después fue encontrado Simón Barroso,
oriundo de Quines.
Imágenes de dolor y desesperación y de heroísmo se mezclaron en
esos días de búsqueda e incertidumbre.
Más aún cuando la nómina de fallecidos sumó a José Maidana,
uno de los heridos trasladados a San Luis.
Hasta acá nuestra historia se parece a las tantas donde la catástro-
fe irrumpe en la vida de los seres humanos. Son estos momentos que
quedan marcados a fuego en nuestra existencia.
Pero una circunstancia la tornó distinta, anómala, incompleta. Es
que cada vez que una tragedia sucede y luego de un tiempo prudente
de duelo, comienzan las investigaciones para encontrar el porqué de
tanto dolor y también llega el tiempo de homenajes y reconocimientos
a aquellos que participaron como colaboradores.
Pero aquí nada de eso ocurrió.
Cuando aún no se había cumplido un mes del trágico accidente,
el gobierno anunció la inauguración de la obra bajo el título “De aquí
surgirá la vida”.
Durante la ceremonia no se acordaron de la tragedia ni respetaron
el dolor de la familia, tampoco se esclarecieron las causas del accidente.
Las preguntas, dudas, dolor siguen siendo una herida abierta en
el corazón de todos aquellos que aún hoy reclaman justas respuestas y
merecidos reconocimientos.

192
Historias de mi pueblo y de su gente II

Serranías y aromas,
Rumorosos arroyos…
Por estos confines
Que el Señor dotó de dones ignotos,
Donde el ancestral indígena marcara sus pasos,
Y en rocas y cuevas vestigios dejara.

Aquí donde el cóndor


Despliega grandeza,
Y pluma resuella
Su aliento ancestral.

Aquí donde el hombre


Que todo lo puede
Decidió que su sello
Quedará en sus valles

Y a tus mansas aguas encerró


Con ansias de lograr su anhelo.
Y surgió tu dique
Y alzaron vuelo las asustadas aves,
Y aquellos estruendos al puma alejaron,
Y el aire llevaba aromas
Que nunca poblaron tus cielos.

Mientras tanto en el pueblo bullía el progreso


Llegaron obreros, máquinas , camiones
Y poco a poco le ganaron espacio
A tus serranías…
Y alzaron el muro que mantuvo presa
La callada fuerza de la madre tierra.
Y fue una mañana de tórrido verano,
Un día igual que otros días,
De trabajo pleno y de algarabía,

193
Historias de mi pueblo y de su gente II

Que se detuvo el tiempo…

Por una compuerta que se abrió cual boca


Que silenciara aquel alarido,
Fluyeron las aguas sorprendiendo a todos.

No tuvieron tiempo de ensayar adioses,


Sus vidas quedaron, entre piedras,
Y escombros que arrastraba el río…

Y cambió ese día como tantos otros,


La historia de todos… el sueño de muchos.
El progreso entonces devoró sus vidas,
Sus sueños, sus almas, su historia…

Y también quiso olvidar sus nombres,


El dolor, el llanto de cinco familias…

Pero la memoria de todos aquellos


Que un día vivieron aciagos momentos,
No puede borrarse así de un plumazo.

No estará escrita su historia


En los grandes libros
Que la humanidad recuerda
Pero en los corazones quedaron
A fuego sus nombres grabados.

Y tal vez aun buscando respuestas


Antes sus partidas,
Sus almas pasen entre valles y quebradas…
Amigas ahora del indómito puma,
De tu manso río, rumoroso arroyo
Y del puro aroma de tus serranías.

194
Historias de mi pueblo y de su gente II

José Alberto Muñoz


SAN MARTÍN, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
MEMORIA

Nuestra República Argentina tiene una etapa de su historia que


con solo nombrarla, nos trae tristeza, angustia y para algunos sigue
siendo símbolo de preguntas, esa parte de la historia es la de la Dicta-
dura Militar, donde todas las provincias de nuestro país, cada pueblo,
cada paraje, fue testigo de las aberraciones de esa época, todos tienen
algo que contar, y vale la pena ser escuchados, porque son parte im-
portante de nuestra historia, la cual no debemos olvidar porque aún
hoy a pesar de los años se siguen buscando respuestas y se debe tener
memoria para que esos hechos no vuelvan a repetirse nunca más.
En pocas palabras quiero rescatar a la memoria de nuestro pueblo
de San Martín lo sucedido en los años que transcurrió la Dictadura Mi-
litar, donde según cuentan los que vivieron en esa época en el pueblo,
a pesar de ser en aquellos años un lugar de difícil acceso, donde sus
caminos eran de sierra, polvorientos y en época de lluvia no se podía
acceder por la crecida de los ríos, donde las distancias se hacían largas,
por sus caminos agrestes y escarpados, a pesar de todo eso nuestro
pueblo fue escenario de un momento inolvidable para nuestro pobla-
dores. En época de la dictadura, según dicen, un grupo de estudiantes
de la Universidad de La Plata escapando del seguimiento de los mi-
litares, porque pensaban diferente y luchaban alzando sus voces, en
defensa de todas las personas que día a día iban desapareciendo, se re-
fugiaron en un lugar llamado La Cañada (actualmente por lo sucedido
se la llama Cañada del Guerrillero) en el paraje Casa de los Tigres, allí
estuvieron mucho tiempo temiendo ser encontrados y fue así que mu-
chos jóvenes de nuestro pueblo comenzaron a acercarse a ellos, entre
ellos se encontraban Lito Baigorria, Toto Avellaneda, Aníbal Torres y
Jorge Lubino Amodey, jóvenes revolucionarios de esa época, con idea-
les firmes, que defendían sus derechos, quienes encontraron en ese
grupo de la Universidad de La Plata, a otros que pensaban como ellos.
Los jóvenes revolucionarios de la época, estos jóvenes puntanos sabían

195
Historias de mi pueblo y de su gente II

los que tenían que afrontar pero nada los detenía, ni los haría cambiar
de opinión, ni siquiera la propia muerte. Por eso ellos realizaban reu-
niones, expresaban sus ideas, aprendían a manejar armas, ya que era
la única forma de defenderse. Ese grupo de jóvenes se hizo muy sólido
y compartían muchos momentos juntos, hasta que un día un vecino
los denunció, porque decía escuchar disparos en ese lugar donde se
encontraban, y fue así que un 3 de febrero de 1977, un grupo de más
de sesenta militares con armas largas, con muchos vehículos irrumpie-
ron en la paz del paraje buscando “a los guerrilleros”, a ese grupo de
jóvenes, alguien por suerte les advirtió lo que sucedería y alcanzaron a
salir del lugar, se cortaron los caminos, se allanó el campo donde ellos
habían estado, pero además los campos de los vecinos, indagaron con
armas a los lugareños para tener información, pero nadie contestó.
En el campo donde se habían refugiado los jóvenes, los militares
solo encontraron cajones con utensilios y frazadas, no encontraron ar-
mas, ni nada que fuera considerado peligroso o en contra del gobierno
de facto.
Según expresan los habitantes del lugar, que como no se encontró
nada en al campo siguieron buscando los jóvenes en las casas de San
Martín, de los que ellos tenían datos. Todos los hogares fueron allana-
dos, las entradas de acceso a San Martín quedaron cortadas por varias
semanas, nadie entraba ni salía del pueblo. Mientras los militares bus-
caban a los hombres en el pueblo, dicen haber encontrado una bóveda
con armas en el cementerio, donde aún hoy se resguarda el lugar.
De los jóvenes de la Universidad de La Plata, nada se supo, solo
dicen haberse puesto de acuerdo para separarse y buscar nuevos des-
tinos. De nuestros jóvenes, desde el 11 de mayo de 1977, nada más se
supo de ellos, en esa fecha Jorge Lubino Amodey pasó por su casa y se
despidió de sus padres y hermana, pidiéndole a ella especialmente que
cuidara de sus padres. Un beso en la frente fue el último gesto de amor
que su hermana después de tantos años sigue recordando con una lá-
grima. Luego de esto los tres jóvenes del pueblo desaparecieron, y uno
de ellos fue a los centros de concentración, sin juicio previo, lo trasla-
daron durante muchos años de cárcel en cárcel, recibiendo los peores

196
Historias de mi pueblo y de su gente II

castigos y torturas que una persona pudiera recibir. Gracias a Dios, y


con el acompañamiento de su familia que peleaba su liberación, con la
asunción del presidente Alfonsín fue dejado en libertad.
De los otros tres jóvenes Toto Avellaneda (así lo conocían), Aníbal
Torres y Jorge Lubino Amodey, nunca más se supo de ellos, a pesar
que sus familias buscaron mucho tiempo. No tienen la certeza de que
estén con vida, tampoco muertos.
En honor a la memoria de estos jóvenes de nuestro pueblo, que-
remos rendirles homenaje, y que nuestro país sepa que en un rincón
de nuestra Argentina, en el norte puntano, también se luchaba por los
ideales de libertad y paz para todos, sin importar que el costo de ello
fuera su propia vida.

197
Historias de mi pueblo y de su gente II

PARAJE TALA VERDE


HISTORIA DE LA ESCUELA N° 15

Este relato es del señor Plácido Arce “Don Pacho” un lugareño del
paraje Ojo de Agua que nació el 5 de octubre de 1941 en el paraje Agua
Tapada, a unos 5 km de Tala Verde, Departamento San Martín. Tuvo
gran participación en la creación de la Escuela N° 15 “Santa Catalina
de Siena”. Para escuchar este relato lo invitamos a que viniera a com-
partir sus recuerdos con alumnos de la escuela.
Comienza contando que el pedido de creación de la escuela fue
porque había muchas familias en el lugar, las cuales tenían niños en
edad escolar los que iban a una escuela ubicada en el paraje Arroyo
Vílchez, y que quedaba bastante alejado a 5 km. ”Padres y vecinos nos
juntamos en el lugar para hacer una nota de pedido a quien correspon-
diera…”, nos cuenta.
La escuela comienza funcionando en mi casa, el primer día de cla-
ses fue el 4 de agosto de 1975. La primera maestra y directora fue la
señora Rosario del Carmen Ochoa, oriunda de la localidad de Quines.
Las clases se daban en una habitación en la que funcionaba la cocina,
medÍa 5 x 4 m. Y hasta ahora mide lo mismo.
“La cantidad de alumnos no recuerdo, pero creo que eran 14 o 15
niños. Después yo me casé el 6 de abril de 1976, a los pocos meses , creo
que en junio, la escuela se trasladó a la casa de doña Teresa Escudero,
ahí funcionó hasta que se logró hacer una habitación con aportes de
vecinos y material proporcionado por la Dirección de Arquitectura. Se
construyó una habitación de 3 x 6, de adobe asentada en barro, en un
predio que donó don Encarnación Ledesma, quien era hermano del es-
poso de doña Teresa Escudero, el cual se llamaba Mercedes Ledesma”.
“El nombre Tala Verde se lo puso don Encarnación Ledesma cuan-
do donó el terreno, su nombre hace referencia a la característica de la
zona que era de gran abundancia de bosques de talas”.
“Recuerdo cómo trabajábamos los integrantes de la Asociación
Cooperadora y todos los vecinos para hacer el primer local escolar para

199
Historias de mi pueblo y de su gente II

que se trasladara la escuela”, nos dice suspirando e interrumpiendo su


relato con comentarios de la economía del país.
En el año 1978 cuando se traslada la escuela, queda como directora
la señora Rosa Villegas.
Después siguieron haciendo notas, pidiendo al gobierno un edifi-
cio para que funcionara la escuela en mejores condiciones, esto sucedió
entre los años 1978 a 1980. Posteriormente a fines de junio se inaugura
el nuevo local y también se le da la imposición al nombre de la escuela.
“La mayoría de los alumnos aprendieron a bailar folclore conmi-
go, les enseñé a bailar cuecas, chacareras, zambas, el pericón , la jota
cordobesa…” nos cuenta.
También recuerda como por consecuencia de las tormentas de
1990, la escuela se quedó sin luz y acudieron al diputado José Mirábile
que consiguió un nuevo transformador.
También hace referencia a cómo ve al lugar hoy, cada vez con me-
nos pobladores por la falta de trabajo. “Antes la actividad económica
se centraba en la extracción de cuarzo, que en este momento ya no hay.
También se trabajaba en cortar postes de caldén negro para la realiza-
ción de alambrados de campos, y así parecía que había más trabajo”,
nos cuenta.
En la zona ya no hay más algarrobos, solo caldenes.
“Las brasas del caldén blanco no sirven, pero sin embargo el cal-
dén negro es bueno, también queda en la zona chañar y alpataco. Y los
pocos que quedamos acá seguimos trabajando en el ganado vacuno, la
cría de cabras y ovejas…”.
En un momento les dice a los alumnos que cuando él iba a segun-
do grado, el maestro le había dado un verso para el 17 de agosto y que
él jamás se olvidó y se los recitó, se llama “Presente mi General”.
Este es el verso:

Señor yo soy chiquito


Tiembla mi voz infantil
Cuando ante el bronce recuerdo
Tu grandeza San Martín.

200
Historias de mi pueblo y de su gente II

Padre de los argentinos


Padre de la libertad
Si algún día me necesitas
Presente mi General…

201
Historias de mi pueblo y de su gente II

Lilia María Sarmiento


SAN MARTÍN, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
EL ESCUDO DE MI PUEBLO

Hay una callada y apergaminada historia, entre tantas otras rela-


cionadas con mi pueblo, que llegó a mí en una de esas charlas intere-
santes que con grupos de amigos solemos compartir. En esa ocasión,
la historia trata de un símbolo representativo de mi lugar San Martín,
provincia de San Luis, que pese a su relevancia, pasaba desapercibido
entre sus habitantes. Me refiero al Escudo de mi pueblo.
Sabiendo de su existencia, inicié la investigación para averiguar
datos de su origen. Así fue que pude entrevistar a una persona que fue
amiga de quien creó el símbolo mencionado. La información que me
proporcionó es la que a continuación comparto:

La señorita Erminia Ortiz oriunda de San Martín (antiguamente


denominada Santa Bárbara). No obstante pensando en las posibilida-
des de progresar que daban las grandes ciudades en ese entonces de-
cidieron trasladarse a Buenos Aires. A pesar de la distancia, nunca ol-
vidó su pueblo natal ni a sus parientes cercanos el Sr. Jesús Rodríguez
y su esposa Irma Sarmiento. Por eso ella y su familia volvían de tanto
en tanto.
Con el pasar del tiempo, Erminda obtuvo su título de maestra y
siguió visitando a sus parientes y amigos anhelando siempre las calles
de tierra, las veredas sombreadas por tamarindos, la plaza alambrada
rodeada de ligustrinos y otras particularidades de su pueblo natal. En
una de esas visitas tuvo la inquietud de realizar un escudo que le diera
identidad al pueblo. Es así que lo diseñó. Según datos confiables, en
el año 1940 el Escudo fue donado y aceptado por las autoridades de
aquel tiempo. En virtud de esto, un 4 de diciembre del año mencio-
nado, fue oficiada una misa en la que el sacerdote de San Martín lo
bendijo. En esa ocasión se encontraba también el señor obispo, quien
presidió la ceremonia. El oficio se realizó en la iglesia de San Martín,

203
Historias de mi pueblo y de su gente II

construida en el año 1812.


El escudo de mi pueblo fue bendecido por monseñor Tibiletti,
obispo de San Luis y por el padre Castro Lamas en un solemne oficio
religioso.
En este símbolo de la localidad de San Martín puede observarse
los dos ríos que se abrazan al pueblo, río Oeste, que nace al costado
de los Cerrillos, que son dos o tres cerros puntudos que se observan
dentro de la Estancia La Noria y la Ruta N° 2, su curso continúa por
el costado del pueblo (mal llamado por los lugareños Laguna de los
Patos o Salado), sus aguas alimentan el balneario municipal , pasando
para unirse detrás de este con el río La Huerta. Así forman una Y. Ob-
servamos el Cerro Blanco y la Torre de Nuestra Patrona Santa Bárbara,
todos ellos elementos característicos de la localidad.
Con el paso de los años y los cambios que se realizaron dentro de
la iglesia, el escudo pasó a ser guardado junto a otros cuadros dentro
de un depósito de la iglesia. No obstante al saber de su existencia la
señorita Mérida Tobares y el señor Roberto Tosi, directivos del Museo
Artesanal, iniciaron la búsqueda del mismo, así fue que se acercaron
al sacerdote Pedro Lázaro Vega , quien lo recuperó del depósito y lo
entregó para exhibirlo en el museo.
Con el correr del tiempo este escudo dejó de ser una pieza del
museo, y gracias a la inquietud del intendente Enzo Mirábile quien lo
solicitó a las autoridades del museo, para convertirlo en un símbolo
municipal que orgullosamente preside los eventos desarrollados por
la comuna.

204
Historias de mi pueblo y de su gente II

María del Valle Márquez


SAN MARTÍN, DEPARTAMENTO SAN MARTÍN
CENTINELAS DEL TIEMPO

Esta historia tiene sus orígenes hacia los años 1900-1910 aproxima-
damente.
Según datos aportados por la señora Nicolasa Isaguirre, quien vi-
vió en el paraje Ojo de Agua, departamento San Martín, contaba con
noventa y cuatro años de edad. Sus dichos y datos fueron rescatados
por el profesor en Ciencias Sociales, señor Hugo Lossa, residente ac-
tualmente en el departamento San Martín.
Hacia aquella época, algunos pueblerinos, se dedicaban al otrora
oficio de la construcción de murallas de piedra conocidas con el nom-
bre de pircas, vocablo que en quechua significa pared o muro de poca
altura. Dichas piedras eran llevadas al lugar por un sistema de trans-
porte, conocido con el enombre de Angaría, mediante el cual se pro-
cedía a montar cada piedra que una vez asentada quedaba trabada a
las barras, a su vez estas barras eran atadas con soga al cuerpo de un
burro o caballo y arrastradas con lentitud por el antiguo mecanismo de
tracción a sangre.
El sistema de pago podía acordarse de dos maneras: por cien me-
tros de pirca se cobraba una vaca de 100 a 150 kg. Otro tipo de paga
se conocía con el nombre “al tanto”. Otra modalidad era que cada 100
metros o por diez metros de pirca levantada se pagaba una cantidad de
dinero a convenir, en el tiempo que el trabajador utilizara en terminar-
la, colocándose cada piedra en lonjas de cuero, las cuales se obtenían
del lomo de un caballo sacrificado para tal fin. Una vez que eran cur-
tidas previamente, eran pasadas por dos argollas dispuestas a ambos
lados del lomo del caballo y atadas a la cincha, sobre estas lonjas o
correón era montada cada piedra y arrastrada hasta el lugar, donde se
construiría la muralla de piedra o pirca.
A veces se construían dos murallas de pircas paralelas, debido a la
negativa de acordar límites de campos colindantes o linderos, con tan

205
Historias de mi pueblo y de su gente II

solo una muralla de pirca.


Otra finalidad de la construcción de estas estaba orientada al cie-
rre de los corrales, dentro de los cuales se encerraban. Actualmente se
continúa con esta práctica, de arrear los chivos o cabras dentro de ellas
a la caída del sol.
Actualmente se observan corrales como los que construyó Mar-
tín Frías, campo adentro. Estos corrales se van cerrando mediante la
construcción de una pirca circular, sus contornos están desprovistos
de ángulos, con el sentido de que las piedras se traban mejor de esta
forma y ofrece mayor estabilidad sin derrumbarse. Los extremos de
este anillo terminan en un encerramiento llamado cabezales, los cuales
en forma paciente son terminados, seleccionando el tamaño adecuado
de piedras.
Entre cada cabezal se deja una abertura, en la cual se colocan pos-
tes de madera, a los cuales se los afirma acomodando un palo afirman-
te en forma oblicua y a su vez este es reforzado por un palo horizontal
que los soporta. De tal manera que estos tres elementos, el poste, el
palo afirmante y el palo horizontal, van enterrados.
Posteriormente se tiende sobre cada cabezal una red de alambre, la
cual abraza solamente la estructura cabezal, luego se tensa este tejido
de alambre hacia atrás cubriendo ambos postes y cabezales y finalmen-
te es enterrado con pisadas continúas y firmes, después de ser cubierto
con capas de tierra.
En la abertura que se genera entre cabezales, colocan una puerta,
que será realizada con palos, la cual cerrará finalmente el corral.
De tal forma queda conformado este corral que si el animal al en-
trar al mismo, su cuerpo se inclina quedando en contacto con los cabe-
zales , se mantienen firme al impacto.
Estos corrales circulares se pueden observar al norte, siguiendo
el curso del río Las Chacras, y hacia el oeste siguiendo el curso del río
Grande.
Otra utilidad que se da a las pircas del paraje La Totora, en la cons-
trucción de estas murallas, es la pesebrera, de tres metros y medio de
altura.

206
Historias de mi pueblo y de su gente II

Históricamente este oficio se hereda, por transmisión oral y prác-


tica del Antiguo Imperio Inca, hace unos 3.000 años, en las laderas del
cerro Machu Pichu en Perú, sobre el cual construían en pendiente estas
murallas de piedra, conteniendo el terreno en forma escalonada, des-
tinado al cultivo o a la siembra. En San Luis, los pueblos originarios
ranqueles, las construían en sus tierras comunales, asimismo los aborí-
genes de la etnia Quilmes. Construían casas, corrales, murallas.
Según el testimonio del señor Pedro Alejandro Toledo, habitan-
te actual del puesto La Higuerita, departamento San Martín, la cons-
trucción de estas pircas se realizaba a través del asistido esfuerzo de
los hombres, mujeres y niños, los cuales en un trabajo mancomunado,
iban cumpliendo las etapas de esta esmerada tarea, verdadero baluarte
artístico del genio humano.
Las pircas se extienden en forma zigzagueante a lo largo de kiló-
metros en dirección norte-sur, este-oeste, en el prepie de las sierras de
la Provincia de San Luis. Permaneciendo inalterables a la fría herida de
las nieves y vientos, y al trinar de las tortolitas, pechos colorados, chor-
lopes, reinas mora, picahuesos, al punzante trazo de los cardos que se
cruzan en la línea interminable de las pircas.
Cada mañana diviso la escuelita donde trabajo, la N° 283, quien
me recuerda a una niña dormida en el regazo de su madre. En el reco-
rrido al colegio asoma sobre la loma, la capilla blanca del paraje San
Isidro, la cual se eleva como una plegaria rezada en silencio, con su
humilde altar de santos y su banquillo de oratoria, continuando por
este camino que me conduce a la dulzura de los niños escolarizados.
Aprecio de aquel paraje los bosquecillos de acacias, en los que, entre
sus luces y sombras, cuelgan como candelas los nidos de catas acompa-
ñadas de otoño puntano, los amaneceres, de refugios, de la comunidad
hermana de espinillos y sauces. Las pasturas y las vacas descansando
en algún páramo verde y fresco.
En el alma profunda de estas pircas, está grabada toda una histo-
ria, como potros salvajes, como el lamento de la canción de la abuela
india, reclamando la magia de la poderosa hierba medicinal, o en la
furia del puma o esplendor del cóndor, en el ligero y liviano salto de

207
Historias de mi pueblo y de su gente II

la sacha cabra, en las cristalinas aguas del río Luluara y La Carolina,


en el diálogo infantil y solitario del niño del monte, trayendo agua de
algún arroyo cercano en tinajas de barro, o el balar de las cabras en la
ríspida pendiente de las sierras. El flamear del humo de las chimeneas,
en las largas noches de invierno puntano que emerge de aquellas casas
rurales de paredes de piedra y techos de paja brava.
Allí en aquellas lejanías, donde las cigarras sincronizan su canto
como un mantra prolongando la estación veraniega, donde la luna es
la más anciana de la comarca, brillando en el firmamento desde hace
millones de años.
Donde los arroyos van buscando las pendientes para dividirse lue-
go en numerosos y serpenteantes brazos blancos, dando la impresión
de un tejido de hierbas frescas.
Este paraje puntano de La Totora, me inspiró a engendrar sue-
ños bajo la trama oscura e impenetrable de sus noches, el brillo de sus
estrellas. Es un sentimiento que me conmueve, la humilde voz de sus
campesinas y el fulgor de los atardeceres.
Al contemplar a la distancia las onduladas pircas, me pareciera
reconocer la columna vertebral fosilizada de un gigantesco dinosaurio.
Otras veces me recuerdan esclavas solas, inamovibles y solemnes.
Siempre regresando a aquel paraje inspiradas en su belleza y la
singular arquitectura de sus pircas. Allí estarán siempre sus perpetuas
vigilantes, en el rastro del tiempo.
En el latir oculto de su corazón mineral.

208
Historias de mi pueblo y de su gente II

Irma Antonia Ontiveros


NUEVA GALIA, DEPARTAMENTO DUPUY
NUEVA GALIA, SU PASADO Y SU GENTE

La localidad está ubicada a 300 km al sureste de la ciudad cabecera


de la provincia de San Luis y a 630 km de la Capital Federal, a 700 km
al este de la Provincia de Mendoza, sobre el carril oeste ocupa una zona
llana que carece de ríos y arroyos.
Los primeros pobladores fueron una tribu llamada ranquel, la
misma formada de 50 a 100 aborígenes.
La tierra no era valiosa pero sí tenía una serie de riesgos y de peli-
gros vivir aquí en aquellos años sin tener nada de lo que hoy tenemos,
ni siquiera ferrocarril.
La localidad fue poblándose a comienzos de 1894 y1895 los pri-
meros vinieron del norte (Córdoba y San Luis) y después llegaron los
inmigrantes y fueron formando las primeras colonias (italianos y espa-
ñoles).
Se llegaba en carros, las cosas eran primitivas no era una decisión
barata de llegar aquí, se arriesgaban demasiadas cosas, pero había cor-
dialidad o sea todos estaban para todos.
Los que eran patrones vivían en las mismas condiciones de preca-
riedad y riesgos.
En los años de 1900 ya se había comenzado a sembrar maíz y algo
de alfalfa y después aumentó el cultivo, fueron tierra de primerísima
calidad para la producción de esta semilla.
Pero la base era la ganadería y en esta era donde se lucían en reali-
dad las habilidades de la familia criolla. Por más que hubiera algunos
alambrados los campos eran inmensos, desde sus comienzos hasta la
actualidad. La localidad ha tenido como ganancia la ganadería selec-
cionada, Aberdeen Angus, Shorthon, Hereford. Los principales culti-
vos alfalfa, centeno, sorgo, maíz y oleaginosas como el girasol.
Se explota en mayor medida la industria forestal con hornos de
carbón, estufa de hogar, madera para fabricación de muebles. El cal-
dén es el más explotado, el algarrobo y el chañar.

209
Historias de mi pueblo y de su gente II

Del caldén han comido durante generaciones el ganado y los ani-


males de trabajo en las épocas de sequías, además es una planta her-
mosa, una planta útil para los hacheros que llegaban a bajar los gajos
de los caldenes y de los algarrobos manejando el hacha con una sola
mano.
Una de las costumbres que más se destacan entre la gente es jun-
tarse en otras estancias y se realizan las famosas yerras, y llegan todos
los vecinos a demostrar sus habilidades y dar una mano.
La localidad pasó por varios nombres (Linconao, La Montosa, La
Montañosa) entre otros, pero unos estancieros galeses que vivían a 6
km del pueblo impusieron el nombre de Nueva Galia.
Luego de unos años un vecino de la localidad, don José Freixes,
donó una manzana para que se hiciera la escuela albergue, también
otro terreno para que se pudiera construir un edificio de correo.
A partir del año 1980 y 1983 cuando asumió el doctor Adolfo Ro-
dríguez Saá las cosas fueron cambiando, se asfaltaron las calles, llegó
la corriente eléctrica incluso a los campos, el agua y así muchas cosas
más.
En 1987 a través de una comisión vecinal que quería ayudar al cre-
cimiento de Nueva Galia, se logró traer el ferrocarril , que las máquinas
llegaran hasta Nueva Galia fue el objetivo, no se logró que se extendie-
ra a los pueblos vecinos.
También se instaló un casino, y con eso otras fuentes de trabajo.
Se refaccionó la iglesia y se inauguró una nueva capilla.
Los gobernantes siempre han gobernado con el apoyo de la gente,
que fueron soldados del crecimiento del pueblo, fueron apellidos muy
destacados: Garay, Hartfiel, Ochoa, Montiveros.
Entre las actividades están las artesanías, de madera y en diferen-
tes rubros que hacen a la dinámica de la cultura del pueblo.
Nuestra localidad en la actualidad se encuentra en el cruce de dos
importantes rutas, como la Ruta Nacional N° 188 y la Autopista N° 55.
Con 2.500 habitantes más o menos, careciente de bellezas naturales
pero ofrece a su gente una amplia variedad de servicios, colegio prima-
rio y secundario, siendo de jornada completa el primero, de enseñanza

210
Historias de mi pueblo y de su gente II

técnica el segundo, único en la zona por su orientación, los cuales son


un orgullo para nuestra localidad, ya que se han llegado a posicionar
dentro de los 10 mejores a nivel nacional.
Se han incorporado estudios a distancia universitarios.
El incentivo de actividades deportivas es muy importante, fútbol
infantil y femenino, hockey infantil y femenino. El futbol fue el prin-
cipal, se construyó una cancha. Se entró en una liga, la General Roca
(Huinca Renancó) y se ganó el campeonato. Nueva Galia se lo ganó
representando a San Luis en 1992.
Se hizo la plaza del pueblo en la cual se destacó a los pioneros de
Nueva Galia, por eso lleva el nombre de “Los Pioneros”. En la época
de Julio Freixes se inauguró la casa de la cultura y se inauguró la bi-
blioteca.
También la música con representantes solistas, como así también
grupos de rock “Los gatos neuróticos”, el baile folclórico a través de
la academia de danzas La Sanluiseña, danzas árabes y las salidas a los
boliches son los únicos vicios de nuestros jóvenes.
No podemos dejar de nombrar como atractivo cultural lo que a
nivel nacional e internacional se conoce como Fiesta del Caldén de los
Pueblos Puntanos, se realiza en el mes de marzo y dura 3 días. El mejor
nivel en domas y folclore pasando por el escenario Lorenzo Busetti,
celebridades como Los Nocheros, Soledad, El Chaqueño Palavecino,
Luciano Pereyra, Valeria Lynch, Argentino Luna, Los Tequis, Ópera
Pampa, Los Guaraníes, etc.
En la actualidad se encuentra instalada en la localidad una comu-
nidad menonita que está formada por más o menos 80 familias.
Son innumerables los motivos por los que Nueva Galia debería
considerarse el principal pueblo del departamento Dupuy, no solo por
su ubicación geográfica, sino también por la lucha diaria y hermanada
para lograr el bienestar de todos sin perder el amor por nuestra tierra
y los principios para seguir siendo “Un pago tranquilo y de buenos
amigos”, con el que todos soñamos.

211
Historias de mi pueblo y de su gente II

Silvina Ester Vaira


NUEVA GALIA, DEPARTAMENTO DUPUY
NUEVA GALIA…LA DE AYER…
LA QUE ES RINCÓN DE ESPERANZA

Aproximaciones
Como persona agradecida de la vida no es pretencioso escribir a
Nueva Galia, sino que responde lo que se viene al acto mismo de valo-
ración, reconocimiento, observación de tantas cosas que damos por he-
cho, de tanto que miramos y no vemos, de sensaciones que nos hacen
tan bien al alma y que muchas veces no nos detenemos a apreciar, los
momentos sencillos, los olores, los verdes, los abrazos y un sinfín de
aspectos que tanto sanan nuestros días y que por mucho tiempo no nos
damos cuenta que están. Deteniéndose en tantas realidades que uno
tiene la dicha de experimentar la mía, la de nosotros que te vivimos,
pueblo entrañable es dimensionar tu a veces letargo con el verdadero
motivo de existir, con la real consideración de saber qué es realmente
lo importante, quedarnos con una mirada limpia, con una mano que
se aprieta fuerte, con el calor del fuego en cada hogar, con el silbido
distinto de las mañanas frescas y claras, con tu límpido cielo que te
abraza.
Nueva Galia, como madre adoptiva y no por eso no carnal ni san-
guínea, te ofrezco mi eterna gratitud, mi obligación, mi corresponden-
cia, mi devolución a tantos años de paciencia y amor.

Nuestro pueblo
Somos Bruno y Andrés y nuestra abuela Rosita Leguisa nos contó
que en sus comienzos Nueva Galia, era un pueblito muy pequeño, con
poquísimos habitantes y casas dispersas entre sí. La luz eléctrica, que
ahora es tan común para nosotros, no existía en nuestros hogares, solo
había en las calles principales. La gente usaba velas o lámparas a ke-
rosene para iluminarse. Se compraba en una sola carnicería y en un al-
macén de ramos generales porque no había más comercios. En relación
a la salud, no había médicos, solo una enfermera y algunas mujeres

213
Historias de mi pueblo y de su gente II

que oficiaban de parteras en el momento de dar a luz. Para movilizar-


se lo hacía la gente a caballo, en carros o sulkis hasta que llegaron los
primeros autos para los más adinerados: los emblemáticos Ford T y
luego los Ford A. El ferrocarril es lo que sin dudas le dio gran impulso
a nuestra región porque brindó fuentes de trabajo, posibilidades para
viajar a otros lados y además en los trenes de carga se podía trasladar
desde cereales hasta ganado lo que ayudó en el crecimiento económico
de nuestro lugar, quedando aún la antigua estación que se llamaba
Sarmiento. En cuanto a la educación estaba la escuelita primaria que
recibía a los niños locales y de los campos aledaños y recién en la dé-
cada del noventa se fundó la escuela de nivel secundario y así de esta
manera no habría desigualdades entre nuestros niños y adolescentes.
La población fue creciendo también a nivel social y cultural y todos
fuimos aportando para ir evolucionando y no quedarnos en el tiempo.

Recuerdos
Me llamo Micaela y mi papá, Daniel Díaz vino a Nueva Galia allá
por mil novecientos setenta y nueve con su madre y comenzó tercer
grado en la escuela “Bernardino Rivadavia”, en ese entonces la escuela
era también albergue ya que los niños que venían de campos cercanos
se quedaban a dormir. Tuvo una misma maestra por cinco años, la se-
ñora Alicia Arce. Después, fue a la escuela secundaria de la localidad
de Unión en el colectivo “El Verdolaga” todas las mañanas y cuando
regresaba a la tarde, ayudaba a su mamá en la casa. Más tarde, ya ma-
yor trabajó en una empresa que realizó el primer asfalto de hormigón
de las calles. En los tiempos de “antes” las calles locales eran de tierra
y en el medio de ellas había plantas de paraíso, y la autopista hoy cin-
cuenta y cinco, era antes la ciento cuarenta y ocho. La localidad era de
pocas manzanas rodeadas de monte de caldenes y chañares, enfrente
de la iglesia había una gran cancha de fútbol, había una panadería y
algo muy llamativo era que cuando alguien se moría se lo velaba en
la propia casa porque no existía sala velatoria, también tuvimos tres
fábricas una en especial era aserradero y se hacía el parqué, muy co-
diciado, especialmente en Buenos Aires. En aquel tiempo estuvo un

214
Historias de mi pueblo y de su gente II

sacerdote muy querido, el padre Nuncio. Y otra cosa que recuerda es


que la televisión se veía por antenas de metal por aire y salía en blanco
y negro…

Sobre el tren
Hace mucho recuerda mi mamá Gabriela Gaita cuando el tren
recorría mi pueblo. Los pueblos tenían vida porque era un medio de
transporte accesible para que pudiera viajar la familia. Además era
muy divertido, podías comer, dormir, jugar. Cuando era el tiempo del
carnaval, la gente que viajaba en el tren llevaba bombitas con agua y
en cada estación las arrojaban a la gente para celebrar, todos se diver-
tían. El tren también llevaba agua a los pueblos porque en muchos era
escasa. Viajar en tren significaba una experiencia inolvidable…lugares
y gente que iban y venían, amores que se dejaban, trabajos que comen-
zaban, pero al dejar de pasar el tren muchos lugares y estaciones que-
daron casi olvidados. A mí, María José, me gustaría sentir la sensación
de ese viaje en tren, que me lleve adonde la imaginación y la dicha
quieran volar…

Mi lugar
Lo que puedo decir sobre Nueva Galia, el pueblo que me vio cre-
cer es que tiene una rica historia y les brinda especialmente mucha paz
y tranquilidad a sus habitantes. Tiene mi lugar, un árbol muy especial,
el caldén y creo yo que sus raíces nos dan mucha energía y ganas de vi-
vir. De sus viejos habitantes, algunos quedan y otros ya emprendieron
su viaje, dando todo por nuestro pueblo, por lo que hoy somos y te-
nemos. Mi pueblo, alberga a muchas personas de otros lugares ya que
su suelo ofrece madera, cultivos y todo aquel que tiene paciencia, fe y
esperanza consigue muchas cosas aquí. También, a mí lo que me llena
el corazón es la ayuda que brinda su gente porque cuando alguien lo
necesita toda la comunidad lo apoya. En fin, gente gaucha muy buena
con cosas bonitas en el alma que ha realizado grandes sacrificios para
tener y ser lo que somos. Es mi homenaje, homenaje de Valentín.

215
Historias de mi pueblo y de su gente II

Mi mirada
Escribir sobre este lugar, Nueva Galia para mí es un poco difícil ya
que no conozco en profundidad sobre su historia y costumbres aun-
que algunas de las que viví son hermosas. Una de ellas es una fiesta,
la Fiesta Nacional del Caldén, aquí se valora al árbol del lugar y las
tradiciones y está siendo reconocida en muchos lugares del país. Según
lo que me contaron la fiesta comenzó en un galpón que está al ingreso
del pueblo y se hacían muchas actividades llamativas como ferias en
la plaza principal o carrozas representativas de instituciones como las
de las escuelas.
Yo llevo más de un año aquí y para mí el pueblo es uno de los lu-
gares más tranquilos que he vivido, por su paz y la educación de sus
habitantes, podés dejar cosas afuera de tu casa que nadie va a tocar
nada. Un espacio que me encanta es la plaza “Los Pioneros” que
lleva este nombre por los primeros que se animaron a soñar y fundar
la localidad, porque todos la disfrutan y está llena de gente conversan-
do o tomando mate. Hay también gente mayor que vive hace mucho
aquí como un señor muy especial llamado Carlos más conocido como
“Pato” Nievas y que es todo un personaje, que vive actualmente en la
antigua estación del tren, él me contó que trabajó haciendo los cordo-
nes cuneta de todo el pueblo. Pato no se pierde ninguna fiesta ni evento
que se realice en la localidad, es muy alegre, siempre está sonriendo y
visita casi todas las casas de la comunidad. Lo destaco a Pato porque
me da mucha ternura y necesita de nuestra amistad. Es lo que siento.
Paloma.

Nueva Galia, nos recibió


Mis padres, Guadalupe y Carlos Longone, llegaron aquí con mi
hermana y yo, Facundo, pequeños, hace diez años con la ilusión de
establecernos fundando una farmacia. Se llama “El Sol”. Al principio,
como todo, costó adaptarse pero la tranquilidad y la apertura de su
gente hicieron que todo fuera más fácil. La farmacia fue creciendo poco
a poco, cuando abrió sus puertas tenía lo justo y necesario pero las
necesidades de la gente nos llevaron a crecer y cumplir con nuestro

216
Historias de mi pueblo y de su gente II

servicio para el bien de nuestra comunidad. En todos estos años hemos


visto crecer a la localidad junto a nosotros ya que las ganas de todos
están, de prosperar y trascender.

Cosas del Registro Civil


Soy Vanina Blanco, mamá de Martín vine a vivir a Nueva Galia
con mis expectativas muy altas y por suerte me encontré con una co-
munidad muy amable y con gente que me dio una mano. Cuando co-
mencé en mi trabajo en el Registro Civil me gustó mucho hablar con
los habitantes de sus cosas, al realizar documentos de identidad o actas
de matrimonio uno va adentrándose en la vida de las personas, de sus
sentimientos, de sus sueños. Este pueblo me abrió su corazón y puedo
decir que estoy muy bien y mis hijos también, por eso Nueva Galia te
brindo mi reconocimiento todos los días.

Libertad
Hace ya un década que estoy viviendo acá, en Nueva Galia y estoy
segura que puedo dar mi opinión especialmente sobre el cambio que
tuve que sentir.
Hasta mis ocho años de vida viví en Lincoln, provincia de Buenos
Aires, una ciudad hermosa. Luego por razones de trabajo de mi familia
llegamos a este pueblo y lo conocí. Al principio tenía mucha ira conte-
nida cuando mis padres me lo dijeron ya que iba a perder mis amigos
y mis familiares estarían lejos. Cuando llegué a este suelo compartí
con gente humilde y muy generosa y justo ahí caí en la cuenta que el
destino no me hizo perder sino ganar.
Lo más significativo que puedo sentir del tiempo transcurrido
aquí es que aprendí cultura y conocí la verdadera libertad…libertad
de poder ir a la plaza, que es el lugar de encuentro de todos, a tomar
mates de amistad o salir sin temor a la calle en cualquier horario, creo
que eso es felicidad.
Una persona que estuvo en ciudades se cree la ideología que irse
a vivir a los lugares pequeños es irse a la nada misma. Claramente se
equivocan, claramente me equivoqué.

217
Historias de mi pueblo y de su gente II

En esta, mi Nueva Galia, crecí de forma increíble, con hermosos


valores, con mucho amor, porque ella y su gente me recibieron con su
gran corazón.
Este, mi pueblo, es mi familia, es mi lugar en el mundo donde
volver siempre y no lo cambio por otro lugar porque aquí me formé
como persona, como ciudadana orgullosa de conocer su idiosincrasia,
su pasado, su gran historia.
¡Te quiero mi Nueva Galia! Florencia.

Mi tierra, mi lugar elegido


Antes no era de acá, era de allá… hoy te vivo, te respiro, te transi-
to, te transmito, te comparto Nueva Galia…
Antes de conocerte estaba sumergida en la vorágine de la gran
ciudad, hoy esa vorágine se convirtió en una mezcla de muchos senti-
mientos signados por tu paz y tranquilidad.
La Nueva Galia de hace más de una veintena de años, esa primera
que conocí, guardaba en sus callecitas angostas un decantar de pasos
cansinos de todo pequeño lugar, y estaba allí, de pronto, en mi memo-
ria, en un sitio privilegiado de tu calle principal, esa gran y enhiesta
palmera que veníamos a mirar con mis niños de la escuela, porque la
palma crecía y crecía arrobada por la luz diurna y también la artificial
(veníamos a ver lo que puede la intensidad de la luz), luego el gran pri-
vilegio, ese mundo verde en el que estás Nueva Galia, árboles añosos
con el caldén como rey y señor, árboles, por doquier, en todo su alre-
dedor, árboles que te invitan a subir los ojos hasta más allá del cielo,
árboles que desde la entrada de bienvenida te oxigenan, te dan vida,
hacen vibrar tus fibras… esos caminos de paseos bañados por sus som-
bras, por las ricas chauchas, por el tacto de sus ramas que te ofrecen
tirarte allí mismo y cerrar los ojos y respirar profundo rememorando a
todos los que pasaron por ahí, primero esos bravos ranqueles confun-
diéndose con su tierra, de arena, de médano, galopando al viento o al
bravío sol… después el tiempo siguió su ritmo inalterable trayendo en
el tren, ese acorazado que movilizaba felizmente al pueblo haciendo
una esperada fiesta con su llegada, muchas maletas y trastos migrantes

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Historias de mi pueblo y de su gente II

e inmigrantes de rostros cansados por los estragos de la vida buscando


una esperanza… y se va tiñendo tu rostro Nueva Galia de tu color abo-
rigen, color de la raza, mezclado ahora con la sangre nueva que llega
de lejos con ojos transparentes y pelo claro… comenzando el trabajo, el
hacer de las manos, en el labriego con su tierra, en el manejo del gana-
do y con la madera, entraña de tus árboles que ofrece al hachero el fin
de su trabajo olvidado.
Y en ese devenir, gente que llega y se va dejando sus pisadas en tu
suelo movible, maleable a sus herencias, vislumbrándose los primeros
comercios, el largo chorizo hospedaje-bar-pulpería, lugar necesario de
encuentro de viajantes, paisanos y otras yerbas, la salita para aliviar
dolores del cuerpo y también del alma, la cruz que se alza allá llaman-
do a sus fieles a congregarse, a extenderse y la primera escuelita humil-
de pero necesaria imperiosamente que se va llenando de guardapolvos
y cintas blancas dejando un hijo poeta… Martín Grillo con sus poemas
de “Escuela y Patria”.
Recuerdos que proliferan en mi memoria agradecida, muchas ma-
nos y sonrisas que me abrazan, personas que aparecen y se diluyen en
la existencia misma de mi alma como Telmita que pasaba a buscar al-
guna cosita y traía una plantita de por ahí, doña Elsita que con el dulce
saludo de su voz iba con sus nietos hacia la escuela, la señorita Anita
que fue norte para muchos de sus alumnos en el hogar escuela y tantos
rostros que te construyeron Nueva Galia, seguramente muchos que no
conozco, que no recuerdo, que se ofrendaron para que puedas trascen-
der hoy en tus hijos, convertidos en hombres y mujeres de bien que te
representan en las instituciones o en sus familias, en tus proyecciones.
A diferencia de hace una veintena de años aprendí a disfrutarte,
a degustar tu aire limpio en tus amaneceres, a escuchar tu silencio en
el verano, a distinguir tus cantos silbadores y ese allá de donde vine
quedó en el pasado porque Nueva Galia ya no te contrasto y solo pue-
do agradecerte por haber abierto tus brazos, por mi elección de vida
de todos los ocasos, de esos “seños” que salen de labios de hombres y
mujeres que no olvidaré en cien años, de haber criado aquí a mi niño
hombre y que ha dejado sus gajos.

219
Historias de mi pueblo y de su gente II

Nueva Galia, a través de ti pude indagar el significado de ser pun-


tano, tu ofrenda en la lucha por la libertad, tu poesía de tantos lados,
tu música y la magnificencia de tus guitarras y de tantos… así podría
nombrar un sinfín de eslabones presentes y lejanos que hicieron de tu
esencia misma lo que reflejas en tus manos.
Mi imaginación aún sigue sumergida en cuántos momentos an-
helados pero es preciso concluir rescatando en palabras ciertas el sig-
nificado de la vida en la Nueva Galia elegida y algún día, en sueños,
esperada:
“Vivir, amar, y aprender esa es la ciencia
Que el arte enseña de vivir amando
Y expresa el sentir que nos permite
En libertad poder comunicarnos.
Es vivir nuestra vida cada uno
Sin sentirnos por ello distanciados
Es amar a uno mismo y a los otros
Sin que nadie se niegue a proclamarlo.
Es aprender el goce que sentimos
Al poder abrazarnos como hermanos.
Vivir, amar y aprender es el secreto
Para alcanzar los bienes esperados.
Hay que confiar en el futuro unidos
En una ronda de apretadas manos.”
Martín Grillo, Cosechando Sonetos, 1987

Agradecimientos
Valorar y siempre agradecer es la regla principal de consideración
al otro por ello es prioritario decir ¡¡¡Gracias!!! a quienes se me brinda-
ron en sus pensamientos, palabras, sentimientos, emociones, recuer-
dos, testimonios. Para Andrés, Bruno, Rosita, Micaela, Daniel, María
José, Gabriela, Valentín, Facundo, Guadalupe, Carlos, Martín, Vanina,
Paloma, Agostina, Ariel y Florencia.

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Asdrúbal Itamar Collado


COCHEQUINGÁN, DEPARTAMENTO DUPUY
HISTORIAS DEL COCHEQUINGÁN

Prólogo
Cochequingán… Viejo Cochequingán, ese que, al nombrarlo, para
quienes sabemos de tu gloriosa y triste historia, perdida para siempre
en el polvo acumulado del olvido, abre en nuestros abuelos esa herida
cruel, que el relato falaz de los que escribieron la otra historia, jamás
pudo cerrar.
Es un observar en silencio y con respeto, la caída de una lágrima
en aquellos relatores, que no tiene sino respuesta en lo mucho que pu-
dimos escuchar de los pocos que pudieron contarnos.
Porque no se trata de un paraje en sí, no es un lugar, fue un terri-
torio y aunque un punto físico y determinado tomara su nombre y por
tradición lo asumiera para siempre como tal, yace entre los médanos
sublimes del lejano sur puntano un pasado y el retumbar de cien jine-
tes regresando del malón a su oasis escondido que abarcaba en aquel
entonces casi quinientas mil hectáreas de pastizales de estación, man-
chados mágicamente con lagunas, trapales y guaicos, que regando los
entornos con su natural humedad, pintaban sus lomadas circundantes
con cientos de silvestres colores.
“Es Cochi-Quingán…” decían los más viejos, “Coche… está mal
dicho m’hijo, mi finado padre decía cochi, o sea que es dulce… agua
buena” y volvían al silencio, excusándose en un amargo ya lavado y
culpando al mate de demasiado caliente cuando al recordar los ojos
empezaban a nublarse.
Fue el silencio y el aprender a escuchar entonces, mi mayor maes-
tro.
El silencio convocó, molestó, clavó en mí su puñal inquisidor e
inyectó el veneno de la curiosidad más cruda, tenía en mi haber la me-
moria viva de mi bisabuela descendiente de los ranqueles, nacida allá
en el Cochiquingán y grabados en mí sus innumerables relatos narra-

221
Historias de mi pueblo y de su gente II

dos en voz baja y casi con vergüenza y esos mismos que hasta ayer me
resultaron casi ficción, marcaron quizás el comienzo de un necesario
derrotero por un tiempo que fue y será desde su origen, encerrar en el
corazón esos pocos hálitos de vida ahogados en el pasado para sacar-
los del olvido.
Fueron entonces seis años de mi vida en los que más de cien entre-
vistas a ancianos y antiguos pobladores de esas tierras, me convirtie-
ron de a poco en parte de sus fibras, horas y días en que hurgando en
los archivos ávido de corroborar una oralidad que moribunda aún pal-
pitaba, un sinnúmero de correos con diversos profesionales, colabora-
dores, familiares, contactos, bibliotecas de varios países e incalculables
kilómetros y lugares recorridos, me llevaron a buscar en los principios
de los todos, aquellos finales de la nada misma.
Intentando de sacar a la luz, la muda voz de quienes frente a la
oscuridad resguardaron su origen.
Tratando de que el sol que ilumina la memoria de los pasados, aun
con las noches de los tiempos, nunca se apague.

Cochequingán…esa zona
“Quingán mapu”, cuyo topónimo en chedungún (lengua rankül-
che) nombrado en algunos escritos, se traducía en su significación
como “Lugar de embalses naturales”, en consecuencia, si “Cochi” se
traduce como dulce, y “Quingán” es reserva o embalse, su conjunción
traducida es “Reserva de Agua Dulce” o “Embalses Naturales de Agua
Dulce”. Al Gran Cochiquingán (Vuta Cochiquingán – gran zona de
embalses de agua dulce) podemos enmarcarlo en un territorio com-
prendido aproximadamente entre: la altura de la Laguna del Guaico
Santiago por el norte, nombrada en algunos planos como “Guayco del
Padre” o “Guayco de la mula”, al sur a la altura del llamado Bajos del
Ramblón, al oeste las lagunas del actual establecimiento “La Dulce”
(donde hállese un conjunto de variados lagunares de agua dulce) y
al este las antiguas Lagunas del Bagual y Ranquil-có, territorio que el
rankülche conocía bien y que guardaba casi a manera de secreto por la
calidad de sus pasturas, sus aguas y la tranquilidad de extensos, férti-

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Historias de mi pueblo y de su gente II

les y suaves valles para que campearan sus grandes caballadas, en el


medio, más de cincuenta lagunas y diversos trapales mantenían agua
todo el año y aun en épocas de sequía conservaban a escasos metros el
agua necesaria para el sostenimiento de las tribus de la zona, que en el
decir del padre Burela: “Bastaba abrir jagüeles pequeños para que el
agua brotara como gracia de Dios”.
En los principios, los datos históricos nos hablan de “tribus erran-
tes”, puelches y mamüllches rotaban trashumantes y de manera esta-
cional por sus lagunas hasta agotar la caza, las primeras crónicas nos
describen pueblos bélicos defendiendo su territorio, el Inca en sus re-
corridos de reconocimiento chocó con estas tribus primitivas, pincela-
das retratadas en “Crónicas del Ynca Huaycanava” de Diego de Lina-
res, que en sus relatos sobre las peripecias del capitán Inca Mihi, nos
informa que habiendo este y parte de sus huestes cruzado el Diamante
y un río Bermejo (Salado o Chadileuvú) en misión de reconocimiento
al sur de las Sierras Negras (Los Cerrillos - 120 kilómetros del antiguo
Cochiquingán) se topó con “…gente muy alzada armada de arcos y
tiraderas”.
Ya finalizado el siglo XVIII, en las postrimerías de la sangrienta
guerra Pehuenche-Rankulche/Huiliche (1794), ubicamos al cacique
Calfinquir y un subalterno Carrupang o Carrupane, en la zona de
Quinyham, a treinta y restos de leguas de Quenquel… (Quenque L.P.).
Calfinquir o Calfinquirque, cacique sindicado como “Cqe. ranquelche
aliado a los huiliches”, había parlamentado en ese tiempo y por pedido
del Vuta Carripilún junto a otros jefes ranqueles en Salinas Grandes,
en pos de un acuerdo de paz con los pehuenches. La certeza de que la
zona en donde se establecían sus toldos era el llamado Cochiquingán
recae y por el mismo se deduce, en que encontraremos años más tarde
al Caciquillo Carrupane como protagonista de una historia a modo de
leyenda y con amargo final en el mismo corazón de su solar natal.
Podemos imaginar por un momento el paisaje desolado del Cochi-
quingán de esos tiempos, eran épocas convulsionadas en que la nación
rankülche reacomodaba entre idas y vueltas sus centros políticos luego
de la trágica muerte en 1778 del fundador de ese vasto imperio, el Gran

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Historias de mi pueblo y de su gente II

Llanquitur (padre del Toki Yanquetruz “el feroz”), el ganado cimarrón


pastaba por sus llanuras, los “nahueles” (tigres) merodeaban por las
taperas, jinetes partían ante el llamado de sus pares para frenar a lanza
y flecha las “vaquerías” que se producían hacia el oeste y sosegar otras
entradas del blanco a Salinas Grandes para abastecerse de sal, algún
que otro malón mal organizado se hacía sentir en el sur de San Luis y
Córdoba, azuzado por los Caciques Llancamilla o Creyú y varias ga-
leras en descuidos, como tantos “convoyes” de carretas en su viaje de
Mendoza hacia Buenos Aires, sufrían de manera brutal la depredación
bárbara, con la venia astuta del gran Carripilún.
Pero hasta ese entonces, no podemos sino afirmar que la verdade-
ra identidad del Cochiquingán originario como asiento de importancia
tribal, pariría su destino recién en 1796 allá en el lejano sur mendocino,
para criarse entre revoluciones libertarias del otro lado de los Andes.

Fríos recuerdos
Fría mañana en los valles del Colchagua, mientras lava sus trapos,
doña Juana Huequelef disimula sus lágrimas, sabe que no son tiempos
fáciles, teme que la soledad se haga carne en su humilde “ruká” empla-
zada en Pichi-lemu, allí en el gélido sur de Chile, mirando el horizon-
te, el recuerdo triste de esos tiempos de recién llegada a Huitranlebú
con sus dos hijos pequeños adormece con el dolor su pensamiento,
uno era recién nacido y el otro apenas si tenía tres años, pasaron mu-
chos inviernos y sola los crió, siendo casi “pichi mailén” y aunque a
duras penas, pero a conciencia, los preparó para la vida. Cierra sus
ojos húmedos, cansados y los fríos recuerdos de su Malal-hue natal,
allá en los valles del sur mendocino laceran su estómago, allí quedó
Coñuenao su esposo, mirándola fijamente para siempre, apretando su
mano pegadiza con su sangre que le brotaba a borbotones, “maldita
guerra…”-murmuró en silencio- y secó rápido sus ojos con un paño
ante el “…¡ñuke!”, grito dulce y ansioso disparado desde el bajo por
su amado Juan.
Coñuenao, íntimo del cacique Rayguan, había sucumbido en esa
infausta jornada de 1796 con los suyos, incluido su jefe. Apenas si

224
Historias de mi pueblo y de su gente II

pudo, malherido como estaba, escapar hasta sus toldos y despedirse


de su Juana y sus pequeños, a ella de nada le sirvió suplicarle hasta el
llanto a Guayquinao, su tío político, para que la dejase quedar entre
ellos un tiempo y así proteger a sus hijos, la guerra pehuenche tras-
pasaba con su odio las fronteras y esta no sabía de parentescos ni de
amistades, no le quedó más que emigrar con lo puesto a lo de su tía
en Huitranleubú y después a Lanal-hué, y prácticamente en calidad
de cautiverio, fueron días de hambre, sacrificio y padecimientos que
solo ella sabe y esconde, pero al verlo a Juan ya todo un hombrecito de
quince años, al cual considera un hijo especial por el amor que este le
profesa y le demuestra ayudándola desde niño como “kudaüwfe” a
destajo en los campos de los señores Carrera, su orgullo en esa fresca
mañana, le pinta de rojo sus chorreadas mejillas.
Es hora de la despedida, seca sus manos simulando sus nervios y
acaricia con afecto el rostro de su adorado Juan que parte hacia el norte
a trabajar con Simón Bermúdez, un noble paisano que desde siempre
les brindó lo que pudo de corazón, un “padrino que le enseñó al Juan
todo lo que sabe”, eso la tranquiliza, aunque no la reconforte. Juan
Wenchenao recoge sus pocos bártulos, abraza a su madre y en silen-
cio monta a caballo, perdiéndose lentamente y sin saber que será para
siempre, por el serpenteante sendero entre los verdes cerros que ape-
nas el sol tiñe.
Su llegada a la estancia “El Monte” de don Ignacio de la Carrera
es como un sueño, contratado como mozo de caballeriza, pasa sus días
metido en los establos y aprendiendo del mozo viejo, las artimañas de
los animales a la usanza del blanco, son dos años de duro aprendizaje
y de vivencias políticas que ya sea por presencia o por familiaridad con
los dueños de casa de a poco lo arrastran, algo dentro de él le quema y
lo inquieta, los aires chilenos de independencia, las rencillas internas y
las intrigas en todo Chile hacen de “El Monte” un lugar de reuniones
hasta altas horas de la noche, el hijo de su patrón, el generalísimo don
José Miguel Carrera nunca descansa y sus caballos tampoco, por lo
que al frecuentar el mismísimo don José Miguel la caballeriza, entre las
llegadas y las salidas, su admiración por la causa de ese hombre crece

225
Historias de mi pueblo y de su gente II

y cada día lo atrapa más. Desde el día en que es llamado para acom-
pañarlo como ayudante con parte de su gente, se sumirá junto a don
José Miguel en un tortuoso sueño de años de lucha, gloria, pólvora,
sangre y traición. Vorágine sinuosa hasta la triste mañana del desastre
de Rancagua.
Es correr entre el humo ácido, ayes lastimeros, miradas desencaja-
das y rostros sangrientos imposibles de reconocer, es esquivar mulares
despavoridos, pisar sobre cientos de despojos humanos que entremez-
clados con caballos mutilados por esquirlas le revuelven el estómago,
con el brazo desgarrado apenas si puede escapar entre el gentío, ate-
rrorizado y sin soltar sus alforjas llenas de documentos que ha jurado
cuidar con la vida misma, cruzará entonces junto a otros de los suyos
la inmensa cordillera en estado febril, con el brazo hinchado por las
laceraciones recién en territorio mendocino, ya casi agonizante “que-
mará” las heridas más profundas evitando desangrarse y sobrevivi-
rá a la tensa espera de noticias de su patrón, quien junto a Bernardo
O’Higgins y a otros superiores quedó en la retaguardia intentando el
escape de ese famélico y ahora disperso ejército chileno perseguido
por Osorio. En cercanías del Campamento del Ejército de los Andes, al
suroeste del Plumerillo, junto a sus hermanos de sangre que se habían
sumado a las tropas del “Generalísimo Don José Miguel”, arman pre-
carios toldos con lo poco que encontraron en esos salitrosos campos.
Días después llegó Carrera y empeoró la situación en el campamen-
to. Tras continuos desmanes, rencillas, hurtos y pillajes de esa tropa
chilena en el valle mendocino, debieron partir inmediatamente hacia
San Luis unos so pena de cárcel y otros por órdenes impartidas hacia
Buenos Aires, a pocos días de marcha y ante un futuro incierto, en el
desvío de El Lince (en ese entonces una extraña bifurcación de huellas
que llevaban hacia el pequeño poblado de San Luis y otras que con-
ducían a pequeñas quintas diseminadas al sur y al norte, como a una
antigua rastrillada que conducía hacia El Morro) deciden junto a otros
hermanos apartarse de la columna carrerina y bajar en dirección sur,
bordeando el Desaguadero, buscando los pasos más seguros que les
permitieran regresar a Chile.

226
Historias de mi pueblo y de su gente II

En noviembre de 1814, ese pequeño grupo hambriento de cristia-


nos e indios, levanta un provisorio campamento en “Cahuel-hué” (al
noroeste del actual Navia) y al promediar de ese tórrido verano de
1815, la hambruna generalizada y las noticias de la sangrienta vengan-
za desatada entre realistas e independentistas del otro lado de la cordi-
llera, termina con la idea del regreso y los dispersa por la vasta pampa.
El joven Juan Wenchenao con unos pocos lo hace hacia el sureste y allí
entre lagunares y chañares al sur de la actual estancia “La Caldera”
(Propiedad de don Antonio Dassa) y sobre el norte del campo de la
Sucesión de don Abdo Amado, levanta el que será su aduar por largos
años, en pleno corazón de Cochiquingán y a tres leguas de las tolderías
del ranquelche Carrupane.

Génesis
Allí en el “Cochiquingán Viejo”, “Quinyán” o “Quinyhám” trans-
curre su nueva y azarosa vida, sobreviviendo al hambre y a lo inhós-
pito, sosteniéndose junto a los suyos de la caza cimarrona, tratando
de integrarse y de ganarse el respeto de los pares que circundaban su
humilde toldería y uniéndose a los rankülches bajo la protección del
Vuta Carripilún.
La vida de esos años fue envolviendo al lejano Cochiquingán en
las intrigas políticas de aquellos círculos tribales, sirviendo esta zona
de refugio para algunos que comienzan a escapar de la llamada “Gue-
rra a muerte” recientemente desatada en Chile, las facciones araucanas
que apoyaban la independencia y escapaban por los pasos cordillera-
nos al norte de Bio-Bio (Chile), en camino hacia el “Mamüll Mapú”
(“País de los Montes”, entiéndase gran caldenar que abarca el sur de
San Luis y norcentro de La Pampa) lo hacían irremediablemente por la
Gran Travesía o el Cochiquingán, evitando así, de a partes el “Camino
de los Chilenos” (gran rastrillada con tráfico frecuente) por las contin-
gencias que pudieran sucederles, ya sea por la venganza que pudiere
desatarse sobre sus familias del lado chileno, a la chusma de parciali-
dades en desbande hacia las pampas que en su retraso sufrían el flagelo
de los perseguidores o por el peligro de delatores de su misma raza de

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Historias de mi pueblo y de su gente II

este lado de la cordillera que apoyaban bajo presión, la causa realista.


Con la llegada de Yanquetruz al oeste de Leuvucó, que de a poco
pasaba a convertirse en un punto neurálgico y estratégico de los
rankülches (aproximadamente a 160 kilómetros de Cochiquingán) y
ante el llamado de Carripilún a finales de 1819, Juan Wenchenao se ve
obligado a asistir con sus pocas lanzas y junto a la gente de Carrupane
(Carrupang o Carrupangue) a los parlamentos de las Salinas Grandes
(sur de La Pampa) y bajo el pedido del cacique Pablo, junto a otras
parcialidades participan tiempo después en la cruenta batalla de Ce-
peda, a su regreso del norte bonaerense las noticias del fallecimiento
de Carripilún “trae desconcierto a las tolderías por el dudoso destino
de toda la gente sujeta a este”. Elegido Yanquetruz como cacique prin-
cipal y estableciendo este su aduar en las inmediaciones de Limay Ma-
huida, supo aprovechar la amistad y los consejos dispensados por el
cristiano refugiado Lisardo (o Lisandro) y su hijo Vicente “Güiti” Cruz,
con ellos compartirán delicados momentos hasta el fallecimiento de
don Lisardo en el Combate de la Cruz Alta (encuentro suscitado el 16
de junio de 1821), peleando junto a las huestes de Carrera y el general
Francisco Ramírez. En ese entonces, Cruz (p) “le había recomendado
lealtad solo a Yanquetruz, conservar sus toldos en Cochiquingán y no
confiar en los indios chilenos (Voroganos) que entraban a la zona ten-
tando a la gente a la rapiña de pueblos y estancias del norte” (se refiere
a pequeñas poblaciones y primitivas estancias fronterizas de San Luis,
Mendoza y sur de Córdoba –datos aportados por Doña Yolanda Cruz
y Berta Cruz).
A mediados de noviembre de 1820, enterado de que José Miguel
Carrera con vistas a un malón en la pampa bonaerense se reuniría con
la gente de Yanquetruz, marcha a sumarse con los suyos por pedido
del segundo desde el Cochiquingán hacia Treñel, donde sumándose
unos días después a las lanzas de Añepán y del cacique Pablo, partici-
pa en la masacre de Salto. A su regreso junto a “Güiti” Cruz se hace eco
de la confusa muerte de Carrupane “por parte de indios disidentes”,
asesinato que será objeto de un mito que involucra a los hermanos Ca-
rrera y que a modo de rescate (aún en la duda de que se tratare del mis-

228
Historias de mi pueblo y de su gente II

mo) se aporta como enriquecimiento a nuestra historia pasada, de ser


así, solo resta agregar que como un fantasma, el linaje carrerino sigue
cubriendo el pasado del Cochiquingán o “Quinyán” originario y este
relato, certero o no, es motivo de diversas hipótesis de parte de aque-
llos que gustan de las teorías conspirativas (más aún suponiendo que
se encuentra basado en lo que la chusma de ese entonces vio u oyó),
según el autor del libro “Mitos, leyendas e intrigas del general don José
Miguel de la Carrera y Vedugo”, he aquí la leyenda: “…Así, durante
la ausencia de los hombres de lanza, dos parroquianos chilenos, apelli-
dados como Troncozo y Vidal en compañía de otros compatriotas ba-
quianos, viajaban desde el norte de Buenos Aires hacia Chile trayendo
una carga de dinero y otras tantas piezas de plata entradas al país de
contrabando, que fueran recaudadas en Montevideo por doña Javiera
y varios de sus acólitos compatriotas, estos valores estaban destina-
dos a financiar una revolución impulsada por don José Miguel Carrera
una vez llegado al país, como los pasos del sur estaban vigilados por
indiada hostil que apoyaba a la banda realista y por los de Mendoza
resultaba imposible ante la segura requisa, buscaron la manera de aca-
rrearlo e ingresarlo por algún paso intermedio antes que avanzara el
invierno, tomaron entonces rumbo hacia las tolderías de Quinguham,
cuyas tribus eran adictas a Carrera, estas conocían los precarios cami-
nos y podían guiarlos sanos y salvos por los pasos abiertos durante la
invernada, los comisionados a su vez desconocían, de que unos cuatre-
ros en número mayor los seguían desde el comienzo de su itinerario
y a una corta distancia, una vez arribados a las tolderías, los viajeros
dieron cuenta de su crucial misión al jefe de esas gentes llamado Ca-
rriupangue por medio de sus lenguaraces y enterados los viajeros por
bomberos de este, de que presuntamente eran perseguidos por varios
malhechores, sospechando de que sus fines son detenerlos e incautar
el objeto del contrabando, dejan a resguardo del cacique dicha carga e
inmediatamente se dan a la fuga, una vez arribados los perseguidores
a las tolderías, inquirieron con torturas al viejo cacique y a su familia
sin lograr que este delatara el lugar en donde la ocultó, pagando fu-
nestamente Carriupangue y su gente ese secreto con sus vidas…”. Este

229
Historias de mi pueblo y de su gente II

relato (conocido a modo de leyenda en Chile), nos permite sumar una


pincelada más a nuestra historia. (Consideramos que “Quinghuam”
es un sinónimo de Cochiquingán y no el apellido de un cacique como
algunos mencionan o dejan entrever, ya que en varios textos e inclu-
sive en planos antiguos Cochiquingán figura coincidentemente como
“Cochiquinguam”, “Cohiquingham”, “Quingan” o “Quinyán” y que
“Carriupangue” es similar a “Carrané” o “Carrupang”, de ser veraz
ese hecho, debe haberse producido entre junio y agosto de 1821, en que
don José Miguel Carrera buscaba huir a Chile y su hermana se encon-
traba precisamente en Montevideo) y seguirá hasta el fin de los días a
modo de un cuento de aventura, para regocijo de los que aprecian este
tipo de historias o para alimentar las búsquedas románticas de los que
sostienen que se encuentra enterrado en la famosa Isleta de Mendoza
(Loma de grandes chañares, que antiguamente sirviera de cemente-
rio de esas tribus y en las postrimerías de la Conquista del Desierto a
algunos cristianos que estaba ubicada a legua y media al norte del ac-
tual emplazamiento del llamado paraje Cochequingán, prácticamente
frente a la actual estancia “La Amarga”, que coincidentemente y según
el folclore popular de antaño encontramos hasta hoy inclusive expre-
siones populares a manera de tradición oral tales como: “En esa isleta
de Mendoza salen luces malas que asustan, porque contaban antes que
ahí habían cosas de plata enterrada por los indios…”).
Durante la década siguiente, distintas familias ranqueles, despla-
zadas del sur pampeano por fuertes internas tribales (conflictos entre
familias tras la llegada de voroganos y pincheirinos a la zona del Cha-
dileuvú) comienzan a establecerse al sur del aduar de Juan Wenchenao
en lo que llamaremos “Viejo Cochiquingán” (ver plano). Con el tiem-
po, esta gente refugiada lo asume como caciquillo principal y de ahí
en más se lo conocerá como “El Cacique Juan”, quien a comienzos de
1830 se calcula, comandaba ya una fuerza compuesta por 10 lanzas y
un aproximado de 50 de chusma (mujeres, ancianos y niños) y el cual
trasladará años después sus tolderías más al sur del primer aduar (qui-
zás al noroeste del actual establecimiento “La Pampa Linda” o suroeste
de “La Estrella”).

230
Historias de mi pueblo y de su gente II

En esos años tomará como esposa a una cautiva de Mendoza,


Doña Teófila Funes, con la cual tendrá varios hijos (se tiene solo el dato
de seis) y participará junto a los Caciques Pallastrú y Yanquetruz “el
feroz” en “La matanza de la Laguna del Chañar” o “De los Chañares
Amarillos” (Actual laguna de la estancia “El Yatagán” a veinte kilóme-
tros de Buena Esperanza, S.L.) cruel encuentro en donde fueron sor-
prendidos y pasados a degüello casi seiscientos hombres que dormían
plácidamente en su confiado camino a Leuvucó y Poitiahué, siendo
este fatídico ataque planeado en los bajos de “Guayco Menuco”, al
sur del “Mamüll Malal” (corral de árboles) suroeste de la “Laguna del
Guaico” (Curanchajá o curanchallá – perteneciente al establecimiento
homónimo, a una legua de la actual localidad de Unión y a cuatro le-
guas de Cochiquingán, acontecimiento relatado de manera pormenori-
zada y exquisita por el historiador Nicolás Navarro en su obra literaria
“La triste noche argentina”) y al decir de la historia que llega a nues-
tros días, esta masacre marcará su vida de tal manera, que se negará en
lo sucesivo a mezclarse de manera directa en aquellos malones que im-
plicaran matanzas de esta naturaleza, actitud que seguramente depuso
ante la crueldad de la Campaña del Desierto de Rosas que sabemos
costó casi la desaparición del pueblo rankülche.
Vendrían tiempos duros para las parcialidades de Wenchenao,
Cruz y las familias del Cochiquingán, las rencillas de las montoneras,
el odio a muerte entre unitarios y federales, la entrada a la zona de ban-
doleros Pincheirinos y el constante contrabando de ganado maloquea-
do por Baigorria junto a comisionistas chilenos y otros bandidos por
las nuevas rastrilladas abiertas que pasaban a escasas leguas del “Co-
chiquingán Chico” (en sentido hacia el Chadileuvú), desencadenarían
un constante ir y venir de robos, muertes y desórdenes que tuvieron
un punto final con la campaña de Rosas al escapar mucha gente hacia
el sur, hacia los montes y quedar diezmadas y abandonadas las prin-
cipales tolderías. Solo algunos voroganos ligados al cacique Cañiuquir
fueron “defendidos” por los locales. Hubo posiblemente un brote de
viruela que causó mucha mortandad, falleciendo (se calcula por esos
años) doña Teófila, la esposa del cacique Juan. Hasta la derrota en Las

231
Historias de mi pueblo y de su gente II

Acollaradas, la gente de esta zona, tuvo una directa participación en


la defensa de sus hermanos de Leuvucó, Vuta-ló y Mahuida, pero al
quedar sin caballada, las pocas lanzas no pudieron hacer nada más.
A la muerte de Yanquetruz, la indiada del Cochiquingán tuvo al-
gunas discrepancias con el Cacique Painé, porque algunos integrantes
de estas tribus estaban emparentados con las de Yanquelén (que supo
tener sus toldos en las inmediaciones de la Laguna del Cuero, apro-
ximadamente a seis leguas y media de Nueva Galia), Yanquelén, ya
sabemos, era considerado “un máximo traidor” por el cacique gene-
ral, también años más tarde, don Ignacio Coliqueo y Pincen “El Viejo”
(padre del cacique Catrinao Pincén “El bravo”) luego de la masacre de
Masallé (1834), se trasladan prácticamente a la misma zona que ocu-
paba anteriormente Yanguelén, manteniéndose una relación de gran
amistad y comercio con esas tolderías, siempre “mal vista” por las
parcialidades de Leuvucó, ante las tropelías de Baigorria con las com-
plicidades de Coliqueo y el incumplimiento de entregas de raciones
pactadas por parte del Gobierno. Tiempo después y para evitar males
mayores con el reciente nombrado cacique Panguitruz Gnerr (Don Ma-
riano Rosas) que azuzaba a toda su gente a maloquear a la indiada del
Cuero y tras ciertas diferencias con Andrés Raninqueo (un vorogano
llegado años antes que se suma a esos toldos), las relaciones de “co-
mercio y amabilidad” con esas tribus se rompen. Sin embargo de esta
relación con la tribu de los Coliqueo, el cacique Juan tomaría de una
de sus familias a una china de nombre Felisa como esposa, con la cual
tendrá dos hijos que estarán a cargo de parientes “…al fallecer Felisa
muy joven en Jagüeles, cerca de Leuvucó, probablemente de viruela”.

Páramo y calma
“Dicen que fue una época brava, todos los animales se le murie-
ron a mis abuelos, no tenían que comer y encima…pobres, contaba mi
abuela que ella era chica y que encima se prendieron fuego todos los
campos…debe haber sido muy triste”, se calcula que entre 1857 y 1860,
fueron los peores años de sequía que la Argentina recuerde, algunas
familias (de cristianos e indios) empezaron a emigrar hacia San Luis o

232
Historias de mi pueblo y de su gente II

Mendoza, cerca de los fortines por comida, vagaron famélicos por los
campos y muchos sucumbieron ante tal adversidad de secarse las lagu-
nas como nunca antes, el cacique Juan dispuso llevar sus pocos anima-
les hacia los fríos valles del sur mendocino, parte entonces con algu-
nas familias, entre ellos con su hermana “Marimillán” o “Mariquillán”
(viuda de joven, hija de un cristiano chileno, venida al Cochiquingán
luego de la muerte de su madre Juana y según los datos aportados por
el profesor Jaime Chávez Purrán: “Una mujer que dicen, de muy bellas
facciones y además que sabía leer y escribir”) y que permaneciendo
un tiempo para hacer negocios en lo del cacique don Feliciano Purrán,
“éste quedó muy prendado de Marimillán y la tomó como mujer”.
Aquí comienza entonces un período de gran crecimiento econó-
mico para el cacique Juan, como parte del arreglo cuentan que Purrán
le entregó mucho ganado que envió más tarde con un íntimo suyo lla-
mado Guayquiyán (¿Huayquillán?) y que de a poco “empezó a dedi-
carse al comercio de ganado con Zúñiga, Pincén, Gatica y otros cuatre-
ros”, comerciaba en Chile, en Mendoza y con proveedores de San Luis,
amén de disponer ante cualquier contingencia “mil lanzas para lo que
necesite”, tales eran las ventajas del parentesco con don Feliciano, que
ya en esa época era un poderoso estanciero con muchos contactos en
Mendoza y también con el gobierno de Chile.
Por ese tiempo en la zona de Cochiquingán había nacido “Yanca-
mil”, quien sería uno de los caciques más rebeldes de la corte ranque-
lina y posteriormente el coronel Baigorria, con la venia de Mariano
Rosas, tratando de evitar problemas con su gente (algunos cristianos
alzados que se dedicaban al pillaje de ganado), se vendría con ellos a
las tierras vacías que estaban al noroeste de Leuvucó, en donde monta-
rá el llamado “Campamento” (ver plano) a tan solo seis leguas y media
del “Cochiquingán Chico”, consiguiendo abrir nuevos jagüeles (ver
plano “jagüeles”) y teniendo un acceso más directo hacia Mendoza por
el Paso del José y el Paso de los Gauchos que le permitirá traficar con el
ganado. (El Campamento se encontraba sobre el actual establecimiento
homónimo – Nota del autor - Ver plano).
En un viaje a Telén para truequear ganado, el cacique Catrinao

233
Historias de mi pueblo y de su gente II

Pincén que asistía a esa, le ofrece una joven cautiva que había sido
arrebatada de pequeña de Bahía Blanca llamada Rosario Camargo, el
cacique Juan hace pareja con ella y de esa relación tendrá seis hijos
más. Uno de los hijos mayores, llamado “Renü” Wenchenao (Nicanor,
Nicasio o Nicandro), se asimilará en esos años con unos cristianos al
norte de los médanos de La Verde y será quien protagonizará tiempo
más tarde el conocido hurto al Cabo Mendoza retratado en el libro
“Una excursión a los indios ranqueles” del coronel Lucio V. Mansilla.
Para 1875, el Cochiquingán será un “conglomerado de ranchitol-
dos” esparcidos en un amplio valle, extendiéndose ese rancherío dos
leguas hacia el noreste, alrededor de una vieja laguna (actualmente
dentro del establecimiento del señor Ariel Álvarez) tomando el nom-
bre de “Cochiquingán Chico”, ubicado casi frente a los “Médanos del
corralito de los chilenos” o “Loma del Corralito” o “Corralito” lugar
usado por los primeros voroganos refugiados (nombre que le imponen
los cristianos de Baigorria a una lomada continua que corre en sentido
norte – sur, que encerrando un vasto valle, permitía mantener la caba-
llada pastando de manera tranquila sin que se disperse, actualmente es
parte sur del cuadro El Corralito de la estancia “La Estrella” propiedad
de Schultze Hnos. ubicado a unos kilómetros de la entrada al paraje
Cochiquingán”). A modo documental y como nota que nos lleva a la
época, se transcriben partes de una declaración de Ercilio Albornoz en
1874, detenido en San Juan bajo los cargos de ejercer el cuatrerismo
en Mendoza y San Luis, que nos describe el Cochiquingán de antaño:
“… Y según declara don Ercilio Albornoz que ha estado comerciando
mucho tiempo antes yeguas y hacienda para Gatica y que lo hacía por
la Cochiquinga y el paso del José, que para llegar a ese lugar hay que
hacer cinco jornadas de cincuenta y tantas leguas desde el Chacalito ro-
deando el cerro de Varela camino de Chischaqui y siguiendo la trave-
sía al sud, por los rastros de los trapales, a guayco de la mula y jagüeles
de Quiroga, se llega al gran paraje oculto de la indiada, que mucho
tiempo sirvió de refugio a los bárbaros Pincheira, que es de muy difícil
acceso debido a que está dentro de grandes montes”… “se hallan co-
rrales por doquier y antiguas taperas rodeando una laguna principal

234
Historias de mi pueblo y de su gente II

que parece haber servido antaño de gran aguada y aún se usa para el
ganado de paso hacia el poniente”… “que más al norte, este y oeste de
esos potrero se extienden varios conjuntos de rancheríos atiborrados
de indios ranqueles y pampas, conviviendo”… “con pares chilenos,
familias pobres, exiliados ronceros y forajidos con cuentas pendientes
con la ley, que entiende en esos parajes invernan haciendas de malón y
mucha caballada que indios de Pinzén llevan y traen a Chapicó y que
conoce ese lugar que ha visitado varias veces con la tropa, por ser Ga-
tica compadre de don Rufino Sombra”… “y hacer unos arreglos con el
cacique Juan, el chileno Gavino Acosta y un hermano de este”… “que
en otra oportunidad permaneció un tiempo en esos lugares mandado
por el mismo Gatica a tropear ganado con gente de allí y el jefe Undal-
mán hasta los potreros de Zúñiga y desde ahí a Chile, que recuerda ha-
ber llevado también de esos lados varias haciendas marcadas a Varela
por Chischaqui para Ceberio Lucero y un tal Andrada que decían”…
“de unos proveedores del gobierno y otras más cuando venía de re-
greso de algunos encargues que le han comisionado a Chillán, según a
su decir, gente importante de San Luis algunas veces”… “que Liborio
Garro... en varias oportunidades le sirvió de intérprete y baquiano por
ser desde siempre de esa población y estar casado con una china del
lugar…”. El cacique Juan se hizo con el tiempo un fuerte hacendado,
en 1875 y luego del “malón grande”, Pincén lleva a Cochiquingán mu-
cha caballada por las pasturas y como precaución ante las entradas
del “huinka” y los arrebatos de Calfulcurá, como encargado de la mis-
ma envía al indio “Cachilo” Beltrán, (“…un pariente muy pendencie-
ro”) quien más tarde con su dudosa muerte por ahorcamiento, dará
un nombre secundario al paraje de Cochequingán como “el Cachilo
ahorcao”, (algunos sostienen que “se debió a un ajuste de cuentas por
una carrera de caballos”). En “Tricagüé” (Tricá-hué = lugar donde hay
loros, a dos leguas al norte de la Laguna de Cochequingán, donde se
calcula, estuvo asentado Carrupane – “Jagüeles Viejos”- Ver plano), se
asienta Guaiquegür (hijo de Epudeo (o “Epusdeo” – M. Hux.) y de una
cautiva de Villa Nueva, doña Tiburcia Sosa, este era sobrino directo del
cacique Guaqueguir (Guaquignerr) y del cacique Painé, quien más tar-

235
Historias de mi pueblo y de su gente II

de tomará el nombre de Eleuterio Sosa, con gran familia descendiente


de sus varios hijos residiendo actualmente en Unión (S.L.), Maisonnave
(L.P.), Villa Mercedes (S.L.) y Quetrequén (L.P.) - ver “Genealogía de
los Gnerr”), llegan también por ese entonces a esta zona, unas familias
que Mariano Rosas mantuvo retenidas y que fueron raptadas por Epu-
mer años atrás durante el escape de Coliqueo y Baigorria hacia Junín
(emparentadas con los Tripailao de la antigua tribu de Coliqueo), tam-
bién se asimilan unas pocas pertenecientes a la tribu del hijo de Cachul,
que siendo prisioneras de Calfulcurá, escaparon luego de su muerte y
lograron sobrevivir como vagabundos en los campos de “Pampilla del
infierno”(sur de La Varita), fue un tiempo de paz, pero como todo, la
paz tiene un final y muchas veces, un final puede ser para siempre.

Presagio
La economía de Cochiquingán no dependía directamente del co-
mercio de Villa Mercedes o el de Río Cuarto (como en el caso de Leu-
vucó), independientemente de que algunos participaran de las racio-
nes mezclados entre los cristianos del Campamento (en las entregas de
raciones entre los años 1860 a 1870 se encuentra “Indio Juan” o “Gente
de Juan”) o vendieran algunos productos en la Villa, se sabe que la
compra y venta de ganado (por cierto de dudoso proceder) era la prin-
cipal actividad y que se desarrollaba con Chile, Mendoza y San Luis
capital. Relataba un miembro de la familia Quiroga de Bagual (S.L.),
que su bisabuelo “tropeaba muchas vacas desde Cochequingán, para
el cerro Varela que vendía don Juan (el cacique) a unos proveedores del
ejército que eran de San Luis, que el gobierno lo compraba y lo entrega-
ba después como ración a los indios en la parada de Cochinelo (paraje
al norte de Buena Esperanza, que resultaba ser un puesto de frontera
militar de pases y entrega de raciones a comitivas y fletes de indios) y
que se reía porque muchas veces reconocía que eran los mismos ani-
males que habían vendido en Varela meses atrás”. Por ese tiempo don
Vicente Cruz (“el Güiti”), sufre un grave accidente “saliendo a boliar”
y siendo muy afectado en su salud, se retira a vivir junto a unos parien-
tes a las inmediaciones del actual Luan Toro.

236
Historias de mi pueblo y de su gente II

Tenía Cochiquingán (Cochiquingán Chico) ya para 1878, dos pre-


carias pulperías, algunos ranchos de barro y varios jagüeles con exce-
lente agua que servían de abrevadero, las familias fueron mezclándo-
se entre sí constituyéndose prácticamente un pequeño poblado rural
“con indios mansos de costumbres tan cristianas que parecían nuestros
criollos actuales” (Carlos Villegas “Ese Sur” – 1994), también aunque
atrasados, llegaban algunos diarios desde Mendoza, en donde se co-
mentaba acerca de la inminente invasión de las tropas del gobierno
a las tierras de la pampa “y ya figuraba como pequeño poblado en
algunos planos”. (Martin de Moussy – 1865 / F. Latzina – 1888). Los
más relacionados (emparentados con algunos de los que conformaban
el “Escuadrón de indios amigos”, con asiento en Sarmiento) recibieron
de manera temprana el aviso de la salida del coronel Rudecindo Roca
a principios de noviembre de 1878, también gracias a contactos de Vi-
lla Mercedes que informaban a Bagual y al Cuero o al comentario de
muchos cristianos fascinerosos “que entraban y salían por el camino de
Cheschaque” traían noticias desde San Luis sobre los ingentes prepa-
rativos del Ejército. Solo algunos indios temerosos de su suerte y cris-
tianos buscados por desertores u otras causas, escaparon hacia el sur
previendo lo que se venía, sin embargo, el viejo cacique Juan consideró
que nada había que temer allí en Cochiquingán “porque eran gente
trabajadora y no andaban en líos con el gobierno ni con ningún otro”,
grande sería su sorpresa la madrugada en que las mismísimas tropas
cruzaron la rastrillada mayor de norte a sur y frente a sus narices, en
medio de la polvareda, el “toreo” de perros asustados, furiosos reben-
cazos y la mirada gacha de Cayupán que al frente de los baquianos e
indios amigos, peinaban la zona y los montes para capturar a Lucho y
a Melideo. Cuando la milicada se retiró, se llamó urgente a parlamen-
to, circulaba la información de que iban a apresar a todos y a confiscar
el ganado. Juan Wenchenao llamó entonces a unas familias de indios
chilenos de apellido Calfuán que Purrán, del cual eran parientes, había
enviado meses atrás a trabajar con las ovejas y alfalfas, por lo que por
seguridad sugirió e invitó a partir hacia las tierras de su cuñado (Pu-
rrán) con parte de sus animales, tras varias jornadas de arreo y de se-

237
Historias de mi pueblo y de su gente II

parar el ganado de unos y otros, partieron por la rastrillada más difícil


pero más segura que unía como una red el “Guaico”, “los trapales”, la
“Travesía de la Salina”, “Paso de la vuelta del Chadileuvú”, “Laguna
de la Mora”, “Los Cenegales”, sur del Nevado y de ahí las otras rastri-
lladas lo llevaban directo hacia los valles del norte del Neuquino.
La gente que quedó y “parte de los cristianos del antiguo campa-
mento de Cochiquingham, sufrieron el ataque despiadado de una co-
lumna del ejército, que al regresar de Pudum, Monte Colorado y Ran-
qüileo, quemó casi todos los ranchos y se llevó importante caballada
y demás animales de su propiedad…” (Relatado en “Huellas Duras”
de Fausto Alverio - 1953 - Ediciones del tiempo). Las familias, chusma
y niños, se escondieron en los cercanos montes de Tricagué y el resto
huyó con lo puesto hacia el Chadileuvú (montes del río Salado), a so-
brevivir comiendo cuero hervido con la posibilidad de servir recípro-
camente de almuerzo de los nahueles. “Renü” Wenchenao (que había
huido a tiempo escondiéndose al noreste del Bagual junto al caciquillo
Ñauñau cuando las tropas entraron por el camino de Médano Colora-
do), enterado de lo ocurrido en Cochiquingán, escapa de La Verde y
se traslada con sus íntimos a sostener a sus parientes que quedaron en
las taperas. Se entera meses después de la muerte de su padre, el caci-
que Juan, acaecida durante una emboscada de la columna comandada
por el teniente Rufino Ortega a comienzos de enero de 1979, tomando
cuenta de la prisión y suerte de sus acompañantes (parte de su familia)
y de la confiscación de todos los animales, el resultado de tales fatali-
dades: “…Dos de sus hermanos logran escapar a Chile junto a Deme-
trio Calfuán y a Cristo Varas (o Baras), quienes regresaron antes de mil
novecientos desde la zona de Temuco (Chile) a Pichi Huinca”. “Doña
Rosario Camargo, estuvo confinada, trabajando en Rodeo del Medio
en la estancia de don Rufino Ortega hasta 1886/88, ella después de salir
de ahí se juntó con Tadeo Quiles, vivieron en El Sauce y se trasladaron
a San Juan, donde (presuntamente) fallece en ocasión del fatídico terre-
moto…”(16 de enero de 1944).

Réquiem

238
Historias de mi pueblo y de su gente II

El trágico fallecimiento del viejo cacique Juan Wenchenao, mar-


có un antes y un después en ese territorio, meses después a raíz de
las constantes incursiones del Ejército, los incendios y el robo de los
animales, en ese paraje solo quedaron algunos ancianos y otras tan-
tas familias esparcidas por las inmediaciones del Cochiquingán es-
condiéndose por los montes. Su hijo “Renü” Wenchenao y unos pocos
familiares escaparon hacia el Chadileuvú (río Salado, a cinco leguas
aproximadamente, sur de Bajada Nueva) con lo poco que les quedaba
de vacunos y ovinos, evitando a la soldadesca que hacía de policía y
que fueran contratados por algunos apoderados y/o propietarios de las
tierras para “apresar rezagados, limpiando completamente la región
de indios” (y de ser posible matándolos mejor) “más tarde algunos
familiares se vuelven a Faja Negra y Fortín Resina…”, luego de algu-
nas escaramuzas con la policía ferroviaria, los últimos Wenchenao que
permanecían al norte del “Paso de los gauchos” se trasladan hacia la
zona de Carro Quemado y Rucanelo y “…a otros parientes que estaban
en General Acha los mandan para Colonia Mitre”. Existen relatos de
que muchos abuelos de Cochiquingán fueron trasladados en carro ha-
cia Villa Mercedes para “censarlos” o “anotarlos”, que no regresaron
jamás y que los pocos que volvieron murieron al poco tiempo, pudien-
do testimoniar que “no les daban de comer” y que para beber “…nos
daban solo agua amarga” (agua salada), causándoles continua diarrea
e infección intestinal. En 1884, ya con los límites fijados, el gobernador
de la provincia de San Luis, don Zoilo Concha Villegas, firmó el decreto
mediante el cual se ponían en venta “Lotes de seis leguas cuadradas”
en el lejano sur puntano, a partir de ese momento, bajo recomendación
del presidente Roca y con el financiamiento de Tornquist y la recien-
te Banca Belga (entre otros), varios de los terratenientes más grandes
de Argentina, adquirieron miles de hectáreas a precios absolutamente
irrisorios, de esa manera, mientras los Alvear, los Anchorena, los Gue-
rrero, los Álzaga, los Camuyrano, los Polledo, los Rodríguez Ayerza,
los Villafañe y un sinnúmero de apellidos de prosapia tomaban el té
en el paquete Jockey Club o practicaban esgrima en el Círculo Naval,
sus representantes y letrados participaban (en su nombre y represen-

239
Historias de mi pueblo y de su gente II

tación) en el doloso festín de tierras del sur sanluiseño, un truculento


banquete de fértiles hectáreas en su haber obtenidas a precio vil, re-
gadas con la sangre inocente de nuestros paisanos y aderezado con el
comprobado sufrimiento genocida de la raza ranquelina.
Los Villafañe adquirieron parte del Cochiquingán originario, junto
con los hermanos Wüst (joyeros preferidos del general Roca) y los her-
manos Antonio y Heriberto Schultze, que en 1897 fundaron la estancia
“La Estrella”, establecimiento que aun en la actualidad, mantiene la
misma actividad y el nombre original. En los comienzos de esa estan-
cia, los hermanos Schultze “…contrataron solo a gente de la zona, to-
dos los peones eran de Cochiquingán”, muchos habían regresado años
después temerosos a su terruño desde el lejano Tucumán, Río Negro,
Martín García y la mayor parte desde Villa Mercedes, descubriendo
con desolación que “su terruño” ya tenía nuevos dueños con “título y
concuerda”. Para comienzos del invierno de 1896, fue homologada por
el gobernador don Lindor Quiroga la Ley con fecha siete de julio que
establecería “la formación de un nuevo departamento político en el sur
de la Provincia”, cuyo nombre sería Cochequingán, tomando el nom-
bre (con deformismo) de este vasto territorio, con fecha veintiséis de
agosto del mismo año, el gobernador designa una comisión “integrada
por don Paz Gatica, don Marcos Domínguez y don Rufino Barreiro,
encargada de estudiar el sitio más conveniente para la ubicación del
proyectado pueblo” (refiriéndose a establecer una cabecera que resul-
tó ser luego Justo Daract), a esta comisión “…se incorporó también el
agrimensor don Jorge Shortrede”. A principios del siglo XX, Coche-
quingán (ya con alteración en su nombre), aunque de manera irregular
se transformó en la primera población del sur puntano, contaba ya con
un destacamento policial, oficina de Registro Civil y una escuela (que
con el correr de los años pasaría a ser escuela albergue), un pequeño
almacén de ramos generales y dos “boliches” (bar rural, al estilo de las
antiguas pulperías, en donde además de expendio de bebidas alcohó-
licas se vendían o truequeaban productos de campo y artículos de di-
ferente naturaleza tales como carne, yerba, azúcar, tabaco etc.) por ese
entonces el más conocido era “…el boliche del Turco Nazer”. Conservó

240
Historias de mi pueblo y de su gente II

a la antigua usanza ranchos (de chorizo de paja o “quincha”), corrales a


pique y ramadas como cobertizo, alejados a cientos de metros unos de
otros y unidos tan solo por pesadas y desinformes huellas de sulkys y
caballares, recibió luego algunos colonos, pioneros e inmigrantes, que
bajaban desde el norte a estas comarcas con sueño de progreso y bo-
nanza económica (muchos de estos se afincaron hacia el noroeste con-
formando luego “el caserío del paraje Las Maravillas”, donde también
antiguamente se encontraban tolderías). No se sabe qué fue de “Renü”
Wenchenao, algunos aseguran que de viejo “regresó a Cochequingán...
allí falleció y está enterrado en el cementerio del campo La Reserva,
más o menos a media legua de donde estaba el poblado viejo”, otros
como en el caso de doña Dora Mendicoa de Medero, sostenía que “…
según el hijo finado de Liborio Garro, trabajó en La Media Luna y mu-
rió ahí de viejo en el puesto de don Lito Ancatrú (¿Ancatrúz?) que era
un peón de ese campo medio pariente…”. Existe el caso de un hijo de
“Renü”, con apellido inscripto como “Guinchinau”(Remigio), nacido
cerca de faja negra “…y venido para Cochiquingán de muy chico con
un hermano, a cargo de unos tíos que volvieron de Chile y que antes
vivían ahí en sus campos cerca de Cochiquingán, allí se quedaron, el
otro hermano dicen, que se fue a vivir a Bowen (Mendoza) y está ente-
rrado en el cementerio de allá”. Remigio (apodado “wenche”) quedó
viviendo cerca del casco de la estancia “Las Gaviotas”, conocido como
“…aquel que nunca quiso ni aceptó retirarse del lugar, durmió al lado
del galpón siempre en una ramada a modo de ranchito y a la intempe-
rie” y según Luna, amigo del referido, conservando y practicando de
manera secreta sus sagradas rogativas en el monte hasta que falleció,
en el año 1959 en su Cochiquingán natal, enterrado en el cementerio de
la localidad de Unión, se lo considera uno de los últimos descendientes
del cacique Juan en esta zona, los demás descendientes directos (gene-
raciones actuales) viven en Arizona (San Luis), Vicente López (Bs.As.),
Mercedes (Bs.As.), Realicó (La Pampa), General Pico (La Pampa), Santa
Rosa (La Pampa), Santa Isabel (La Pampa), Villa Huidobro (Córdoba),
El Nihuil (Mendoza) y General Alvear (Mendoza).

241
Historias de mi pueblo y de su gente II

Finales de un principio
La llegada del ferrocarril a Bagual en 1904, marcó el final de la
pulseada entre los Wüst (que residían en la estancia “La Unión” y los
Schultze (radicados en la estan-
cia “La Estrella”, Cochequingán),
ambos bregaban para que el tren
pase cerca de sus tierras, pero la
íntima amistad de los hermanos
Wüst con Julio Argentino Roca
(frecuentes encuentros de bran-
dys y de íntimas charlas de caba-
lleros en su paqueta joyería ubica-
da en la avenida Florida número
530 de Buenos Aires, como tam-
bién la “estricta y caballeresca re-
serva” con “el amigo Presidente”
cuando este adquiría en esta casa, carísimas joyas para sus amantes de
turno), rindió al final sus frutos, en un trámite expreso del expediente,
la empresa “trazó la línea” por sobre las tierras de los Wüst. Este trans-
porte, a partir de la puesta en funciones de su línea entre Buenos Aires y
Colonia Alvear Oeste (sur mendocino), permitió que la cercana locali-
dad de Unión (a una distancia de tres leguas del mencionado paraje) se
desarrollara a pasos agigantados. La erupción del volcán Descabezado
Grande registrada el 2 de junio de 1932 al afectar de manera inmediata
las pasturas naturales y los sembrados, diezmó de ovejas y de vacunos
el Cochiquingán, causando un éxodo preocupante de la gente que allí
vivía y que en el abandono desesperado de todos sus bienes, malven-
dieron lo poco que pudieron salvar y desarmaron las pocas y precarias
construcciones de chapas del poblado para trasladarse a otras tierras,
siendo los tiros de gracia para aquellos que se quedaron en la miseria:
los años comprendidos entre 1960 y 1980, (ya que con la llegada de la
energía eléctrica, el hospital, la instalación de una sucursal del Banco
de San Luis, la nueva Ruta Nacional 188, el colegio Secundario, las
instituciones deportivas, la aparición de la comunicación telefónica, el

242
Historias de mi pueblo y de su gente II

arribo de la televisión, el tráfico de ómnibus y servicios esenciales a la


cercana localidad de Unión, la comodidad de lo moderno pudo más
que la historia). Tras el bienestar de la vida actual que ofrecía Unión, la
gente de Cochequingán se trasladó definitivamente, quedando solo la
escuelita rural y algunos viejos ranchos que, una vez cerrada la institu-
ción educativa por falta de matrícula, se transformaron en pocos años
en solitarios y mudos testigos del pasado, ruinas que hoy permanecen
bajo el polvo cansino, respirando silencio y masticando olvido.
Hoy leemos en rostros actuales los orígenes y un pasado, un prin-
cipio y un final de la historia viva que se refleja en los apellidos Díaz,
Peralta, Moyano, Olguín, Muñoz, Guiñazú, Toranzo, Videla, Gómez,
Quiroga, Espinoza, Caniupán, Lira, Jofré, Medero, Bazán, Fernández,
Rojo, Correa, Ramos, Rodríguez, Mansilla, Castro, Montiel, Madaria-
ga, Cabral, Álvarez, Romero, Aguilera, Mendoza, Riveros, Cevallos,
Robles, Pedernera, Leiva, Covián, Sánchez, Barros, López, Salina, Tron-
coso, Cabrera, Valdez, Camargo, Pereyra, Tello, Coria, Sosa, Machuca,
Bustos, Arrieta, Rosales, Morales, Moreno, Rozas, Sombra, Gaitán, Cis-
neros, Lozano, Ulloa, Villegas, Calderón, Pérez, Beltrán, Anaya, Luján,
Freites, Becerra, Cuello, Moreyra, Ochoa, Arrieta, Gonzales, Orozco,
Ortiz, Escudero, Godoy, Ferreira, Medina, Galván, Palleros, Bengoa,
Vallejo, Lucero, Ávila, Blanco, Contreras, Cerezo, Islas, Argüello, Imi-
llán, Urquiza, Gatica, Morán, Funes, Vilches, Suárez, Domínguez, Mi-
randa, Pérez, Bazán, Gauna, Carballo, Mendicoa, Bengolea, Mariuán,

243
Historias de mi pueblo y de su gente II

Agüero, Garro, Vega, Molina,


Maitén, Lima, Luna, Cruz y tan-
tos otros, aquellos que estuvieron
desde siempre, aquellos que llega-
ron después y aquellos que se fue-
ron con el tiempo son y serán en la
posteridad, las piezas claves para
entender ese grandioso y mágico
territorio de antaño que hoy des-
cansa para siempre en el atardecer
de sus lagunas.

Epílogo
Cuánta historia derramada sobre la bella tierra sanluiseña!
Desde los principios de los tiempos, aquellos en los que San Luis
nació, miles de hombres y mujeres de todas las culturas, hicieron en el
pasado con su amor y sacrificio, aun sin saberlo, este presente del cual
hoy disfrutamos y el futuro que seguramente disfrutarán nuestros hi-
jos y las generaciones que seguirán más allá de nuestros pasos.
Los parajes como las grandes ciudades, tienen un principio, una
historia, una vida que transcurrió y que de una u otra forma está co-
nectada con nuestra realidad actual, aun a miles y miles de kilómetros
de distancia, aun con las diferencias temporales y culturales.
“Un pueblo que olvida su pasado jamás podrá caminar hacia el fu-
turo, porque lo identitario es el motor y la brújula que guían su camino
y cimentan su crecimiento”.
Caminar por el pasado de cualquier rincón puntano es amar San
Luis.
Caminando en silencio por el pasado de esta bendita tierra de
Cochiquingán en un amanecer cualquiera y con los ojos cerrados es
posible sentir desde la profundidad de los montes el retumbar de kul-
trunes, el estruendoso vibrar de las trompas en son de guerra, el grito

244
Historias de mi pueblo y de su gente II

estremecedor de la ida al malón, el temblor en la tierra de cientos de ci-


marrones, el llanto de un niño sobre la falda de su ñuke, el canto lejano
de una abuela a sus nietos, los azahares del té pampa entre las brasas,
el brillante campanear de las yeguas madrinas, el chinchinear metálico
de las espuelas militares, el aliento asustado de niños escondidos, el
silbido de una locomotora a
la distancia, el agudo quejido
del eje de algún carro rumbo a
los pisaderos, es percibir el
crepitar del fue- go temprano
en la cocina de doña Cresencia
Vega, devolver el saludo a los
lejos de don Ni- comedes Sosa,
es dejar que nos atrape el suave
aroma del pan casero de doña
Rosario Vega, es disfrutar
el poncho que dibujan en el
telar las cálidas manos de doña
Gumersinda Ochoa, es cru-
zarse en un abrazo con don Monitor, es admirar a don Pascasio Guiña-
zú en su hermoso gateado cruzando el horizonte o simplemente que
un día de lluvia al despuntar la tarde, un mate dulce de doña Andrea
Ochoa nos acaricie el alma.

Fuentes y archivos consultados


Testimonios orales y otros escritos

Bibliografía consultada:
“Vivir en la frontera” – Carlos A. Mayo. Biblos; “Colección de
obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las
provincias del Río de la Plata” - Pedro de Ángelis - Imprenta del esta-
do; “Yancamil, el último grito ranquelino” – Hugo Ferrari - Fundación
Yancamil; “La Conquista del Desierto”- Carlos Walther; “Caciques
Pampas y Ranqueles”- M. Hux; “Bosquejo de una etnología de la pro-

245
Historias de mi pueblo y de su gente II

vincia de Neuquén” Buenos Ai-


res: Gobernación de la Provincia
de Neuquén, Secretaría de Estado
de Acciones Sociales y Comunita-
rias, Subsecretaría de Cultura, Ca-
samiquela, Rodolfo Ediciones La
Guillotina; “Historia de los indios
ranqueles. Orígenes, elevación y
caída del cacicazgo ranquelino
en la Pampa central” - Fernán-
dez Chitti - Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento La-
tinoamericano; “El linaje de los
Yanquetruz” – Rodolfo Casamis-
quela; “Breve Historia de Unión” – Guido Dassa; “Memorias del Co-
ronel Baigorria”- M. Hux: “Coliqueo, el indio amigo de Los Toldos”
– M. Hux; “La teoría de los juegos – Drama en la etnohistoria”- Martha
Bechis; “Malones y comercio del ganado con Chile” – Jorge Luis Ro-
jas Lagarde; “La Conquista del Desierto” – Coronel Eduardo Racedo;
“Los orígenes de la Argentina: historias del Reino del Río de la Plata”
- Ricardo Lesser - Editorial Biblos; Revista “Ese Sur” – Carlos Ville-
gas; “La guerra con el indio en la jurisdicción de San Luis” – Reynaldo
Pastor; “La conquista de quince mil leguas: Estudio sobre la traslación
de la frontera sud de la República al Río Negro” - Estanislao Zeballos;
“Regreso a Cochequingán” – Ángel Daniel Gatica; “Historia de Maria-
no Rosas.” - Patricia Nora Gómez;
“Yo quiero la paz, Mariano Rosas
y los tratados de paz del Pueblo
Rankel entre 1858 y 1880” - Án-
gel Daniel Gatica; “Conflicto Ran-
quelche, Huiliche, Pehuenche, los
insalvables conflictos tribales por
el espacio territorial” – Nuria G.
Nazar; “Historia de Villa Merce-

246
Historias de mi pueblo y de su gente II

des” – Prof. Edmundo Tello Cornejo; “Historia de San Luis” - Urbano


Núñez; “La Historiografía Sanluiseña en la época de Rosas” – Revista
“Nuestra Historia” N° 23 – Hugo A. Fourcade; “Síntesis de las Jorna-
das Ranquelinas” – UNLP; “La frontera en el río Quinto y las tolderias
Ranqueles” – Marcela Tamagnini; “Los Ranqueles y los racionamien-
tos en los tratados de paz” – Marcela Tamagnini; “Invasiones Ranque-
les y Montoneras Provinciales, la frontera de Río Cuarto hacia 1863”
– Marcela Tamagnini; “La lucha
con el indio en la frontera del sur
mendocino” – Mario Corvo; “Tra-
tados de paz en las pampas: Los
Ranqueles y su devenir político
1850/1880 – Graciana Pérez Zaba-
la; “Pactos de la frontera con el in-
dio durante el Virreynato del Río
de La Plata” – Emilio Barrios; “El
largo conflicto de Barbaco” – Julio
Paz; “La política interétnica de los
ranqueles durante la segunda mi-
tad del Siglo XIX” – Graciana Pé-
rez Zabala.

Archivos consultados
Archivo General de la Nación,
Archivo de la Universidad Nacio-
nal de Chile, Archivo Histórico de
Ferrocarriles Argentinos, Archivo
Geográfico Militar, Archivo Gene-
ral del Ejército, Archivo Geográfi-
co Nacional, Biblioteca Nacional,
Biblioteca del Congreso, Bibliote-
ca del Círculo Militar, Junta de In-
vestigación Histórica J. M Carrera,
Archivo Histórico de San Luis, Ar-

247
Historias de mi pueblo y de su gente II

chivo Histórico de la Provincia de Mendoza, Museo De Ángelis (Cons.


Digital), Archivo de la Provincia de Córdoba.

Relatos orales
Landaburu Ricardo; Cruz, Yolanda; Velázquez, Elena; Barrera,
Alfredo; Sánchez, Yolanda; Lonko Soria, Mercedes; Lonko María Inés
Canué; Lonko Fermín Acuña; Luis Yancamil Dentone; Sosa, Cornelia;
Fernández, Edith; Gil Fernández, Luisa; Ruiz, Ricardo; Victoriano,
Rubén; Lucioni, Obdilia; Ayala, María; Suárez, Leónides; Plano, Os-
valdo; Morán, Edelmira; Villegas, Geroma; Sánchez, Mercedes; Ale,
Andrés; Muñoz, Ricardo Martín; Giménez, Juan Carlos; Pardo, Jesús;
Benítez, Noemí; Medero, Rodolfo; Cruz, Berta; Mendicoa, Sara; Bení-
tez, Julián; Gómez, Liborio; Sosa, Jorge; Trapailaf, Francisco; Molina,
Rogelio; Cisneros Maitén, Ignacio; López, Ana María; Amaya, Dionisia
Orozco; Amaya, Santos; Gallardo, Anacleto; Mora, Beatriz; Díaz, An-
drés; Lozano, Marta Aurora, Guinchinau, Agustín, Pérez, María Asun-
ción, Huenchenao, Hipólita; Huinchinau Guito; Carrera Cecilia; Fami-
lia Wenchenao de General Pico (La Pampa) y Familia Huenchenao de
Mercedes (Bs. As.) y Santa Rosa (L.P.)

Agradecimientos
Al arqueólogo Guillermo Heider, por ser desde la desinteresada
amistad, una luz en el desentrañar de la historia de los nuestros, a Mar-
celo Pauluzzi, puntapié inicial y compañero inigualable de años de re-
corrido y de recopilación histórica, al arqueólogo Rafael Curtoni, por
su amistad y profesional consideración, a la Arq. Celina Vacca, por la
sincera amistad y su criterio en el trabajo que lleva a cabo en nuestro
sur puntano en la prosecución de estudiar nuestro pasado identitario y
al Consejo de Lonkos de La Pampa y sus componentes, en quienes me
he apoyado a la hora de obtener sabiduría y el consejo de verdaderos
hermanos.

248
Este libro terminó de imprimir en el
mes de abril de 2019
en los Talleres Gráficos de Payné S.A.
Av. Lafinur 924, D5700MFO San Luis.
Tel. 0266 442-2037 y líneas rotativas

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