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Extracto del libro, de próxima aparición

El presente
como historia
Experiencias de un
historiador colombiano

Álvaro Tirado Mejía

UNIVERSIDAD
NACIONAL
DE COLOMBIA
Rectoría
Bogotá, D. C., abril 2021
Extracto del libro, de próxima aparición

El presente como historia


Experiencias de un historiador colombiano
Álvaro Tirado Mejía

(Acerca de Gerardo Molina)

Otra persona muy allegada a la Fundación Santillana para Iberoamé-


rica era el maestro Gerardo Molina, miembro de la junta directiva y
asiduo asistente a las reuniones que allí se celebraban, en compa-
ñía de su esposa Blanquita, una de las primeras mujeres que asistió
a la universidad en Colombia y una de las primeras graduadas en
Antropología. Gerardo Molina es uno de los personajes más intere-
santes de la política y de la cultura en el siglo XX colombiano. A él
se le conoce por muchas razones: por sus libros, Proceso y destino de
la libertad, Breviario de ideas políticas, Las ideas liberales en Colombia (tres
tomos), Las ideas socialistas en Colombia, y por sus innumerables con-
ferencias y artículos diseminados en revistas políticas y académicas
de Colombia y el continente. Se le conoce también por un aspecto
muy importante de su vida como fue su labor como docente en la
Universidad Nacional de Colombia y, muy especialmente, su recto-
ría en ese centro, entre 1944 y 1948, la cual se convirtió en un hito.
Su gestión fue especialmente brillante por la orientación que le dio
a la Institución, por las nuevas facultades e institutos que se crea-
ron, por ejemplo la Facultad de Arquitectura en Medellín, que inició
labores poco después, y por el establecimiento de nuevas sedes dis-
tintas a la de Bogotá, como fue el caso de las sedes de Manizalez y

Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual
CC BY-NC-SA
2 Álvaro Tirado Mejía

Palmira. Durante su rectoría, por primera vez se nombró un cuerpo


de profesores de tiempo completo, lo que impulsó la investigación
y elevó el nivel de la docencia, y se amplió y enriqueció la planta de
profesores con la incorporación de una serie de calificados investi-
gadores y docentes extranjeros que se instalaron en el país debido
a la persecución política desatada por el nacismo y el fascismo en
sus países —Alemania, Austria, España, Francia y otros— o por la gue-
rra. Así mismo, se recuerdan las dos ocasiones en que fue rector de
la Universidad Libre, en la primera de las cuales tuvo que retirarse,
en 1956, por la presión de la jerarquía eclesiástica, lo que muestra el
inmenso poder que tenía el monopolio de la Iglesia, apoyado por las
autoridades civiles del momento. Esa política confesional se basaba
en las normas de la Constitución de 1886 y en el Concordato del año
siguiente que, entre otras cosas, otorgaba autoridad civil a religiosos
y comunidades extranjeras para administrar y gobernar a poblaciones
indígenas que habitaban los denominados “territorios de salvajes”.
Además, el Concordato asignaba al Arzobispo de Bogotá el derecho de
señalar los libros de texto en las universidades. Pues bien, era tanto
el poder de estos sectores, que el doctor Molina tuvo que retirarse
de la Rectoría, a pesar de que se trataba de una universidad privada,
laica por su constitución, liberal y además de origen ostensiblemente
masónico. Precisamente, ante un hecho tan protuberantemente arbi-
trario y abusivo, dos connotados dirigentes conservadores, Belisario
Betancur y Diego Tovar Concha, protestaron en su revista Prometeo,
y expresaron su solidaridad con el profesor Molina, no obstante las
marcadas diferencias doctrinales que los diferenciaban1.
Por su labor pedagógica, por la claridad de sus ideas y por la forma
clara y brillante como las expresaba y difundía, Gerardo Molina se
convirtió en la bestia negra de las mentes pacatas, y su acción polí-
tica en favor de los sectores trabajadores, de los perseguidos y des-
validos le valió la persecución que lo llevó al exilio y a la prisión
en algunas ocasiones, sin que nunca se le pudiera comprobar más
delito que el de la exposición de sus ideas. Hasta el Vaticano corrió la
leyenda de su peligrosidad, que no tenía nada que ver con la violen-
cia. Esto hasta el punto de que, como lo cuenta Germán Arciniegas en
sus memorias, en una ocasión, y en su calidad de embajador, paseán-

1 Véase: Tirado Mejía, Alvaro. Los años sesenta: una revolución en la cultura. Bogotá: Penguin
Random House, 2015, p. 257.
El presente como historia. Experiencias de un historiador colombiano 3

dose con el Papa Pio XII en los jardines del Vaticano, el Papa, que a
pesar de sus inmensas obligaciones y preocupaciones, tenía al pro-
fesor Molina en la cabeza: “…sin hacer ningún esfuerzo para retener
su nombre, me replicó: ¿Pero no cree usted peligrosa la presencia de
Gerardo Molina en la Rectoría de la Universidad?”2.
Muy joven, a los 24 años, ingresó a la Cámara de Representantes,
y durante su vida participó varias veces en el Congreso como repre-
sentante o senador. Pero lo que lo destaca y le da un perfil propio
no fue su asistencia al Congreso en diferentes oportunidades, sino
el papel protagónico que desempeñó y la impronta ideológica que
marcó. En 1930, se dio uno de los cambios políticos más importantes
que ha vivido el país al inaugurarse la llamada Segunda República
Liberal (1930-1946), tras una hegemonía conservadora de casi medio
siglo que impuso su sello político, cultural y social. El cambio no
consistió en la simple sustitución de unos gobernantes por otros. Por
el contrario, implicó un impulso a la modernización para que Colom-
bia, con retardo, comenzara a adecuarse a las problemáticas del siglo
XX. Fueron cuatro gobernantes los que se sucedieron en la presiden-
cia: Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Eduardo San-
tos y Alberto Lleras Camargo. El motor de los cambios fue el primer
gobierno de López Pumarejo, conocido como la Revolución en Mar-
cha3. Pues bien, al lado de una serie de jóvenes brillantes, progre-
sistas y comprometidos, Gerardo Molina participó con perfil propio.
Su huella está marcada en las normas constitucionales y legales que
consagraron importantes avances en el campo social. Al repasar los
más significativos, uno encuentra su participación doctrinaria en los
debates constitucionales de la Reforma de 19364, con sus interven-
ciones sobre la función social de la propiedad, los deberes sociales
del Estado, las libertades públicas, de opinión, conciencia, expresión,
prensa y otras más sobre el matrimonio civil y el Estado laico. De
la misma manera, el pensamiento progresista quedó plasmado en
sus discursos durante los debates que dieron lugar a la Ley de tie-

2 Cacua Prada, Antonio. German Arciniegas: su vida contada por el mismo. Bogotá: Publicacio-
nes Universidad Central, 1990, p. 380.
3 Véase: Tirado Mejía, Álvaro. La Revolución en Marcha: el primer gobierno de Alfonso López
Pumarejo. 1934-1938. Bogotá: Penguin Random House y Editorial Universidad Nacional de
Colombia, 2019.
4 Véase: Tirado Mejía, Álvaro y Magdala Velásquez. La Reforma Constitucional de 1936.
Bogotá: Editorial Oveja Negra, 1982. Edición ampliada en dos tomos, en la Colección de
Pensadores Políticos Colombianos, Cámara de Representantes. Bogotá, 1985.
4 Álvaro Tirado Mejía

rras (200 de 1936); como también en sus posiciones sobre una nueva
visión de la educación, incluyendo el acceso de la mujer a la uni-
versidad, lo cual era prácticamente vedado. Fueron fundamentales
sus aportes durante la discusión de la Ley que reorganizó y dio lugar
a una universidad nacional pluralista, científica, moderna, destinada
al conjunto de la nación y muy especialmente a la instrucción de los
sectores populares (Ley 68 de 1935).
Al finalizar la Primera Guerra Mundial se inició en Colombia un
proceso de agitación social, producto de los movimientos campesi-
nos, de las reivindicaciones de los artesanos y en especial de las del
proletariado naciente. Este fenómeno, que no era nuevo en Europa o
en países como los Estados Unidos, incidió para que paulatinamente
estos países fueran modificando sus políticas y legislaciones en el
sentido de aceptar y legalizar el sindicalismo, reconocer el derecho
de huelga y las prestaciones sociales a los trabajadores. Esta fue la
actitud que tomó el gobierno de López Pumarejo, en medio de pro-
fundas confrontaciones con los sectores tradicionales agrupados
principalmente en el Partido Conservador, pero también en sectores
liberales y en la Iglesia. En esa confrontación, Gerardo Molina jugó un
papel fundamental y su acción política quedó marcada por su acerca-
miento y apoyo a las organizaciones y reivindicaciones de los obre-
ros y los campesinos. Más adelante, aunque con algunas reservas,
Molina acompañó al movimiento de Gaitán, actuó con perfil propio
en el MRL, y fue miembro importante en movimientos progresistas
como Firmes, al cual representó como Concejal en Bogotá. Gerardo
Molina fue un hombre de izquierda y por su trayectoria puede consi-
derársele el fundador del socialismo democrático en Colombia.

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