Pedagog+¡a y Antropolog+¡a-Nathan Haymes
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PEDAGOGÍA Y ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA DEL ESCLAVO
AFROAMERICANO88
Stephen Nathan Haymes
88 Publicado originalmente en inglés en Not Only the Master’s Tools: African Ame-
rican Studies in Theory and Practice, editado por Lewis R. Gordon y Jane Anna
Gordon, Boulder-London: Paradigm Publishers, 2006. Traducción al español por
Amanda Black.
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vista a este respecto: el hecho de que se le vea como esclavo negro, hace
que no se le vea como un ser humano. (p. 223)
92 Véase Connor (2000: 2, 2000b: 6-7). Gordon señala que la filosofía existencial no
es exclusiva de los europeos. Apunta que: “El corpus textual que constituye el exis-
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93 Desde mediados hasta finales de los años 1930 el Works Project Administration
Federal Writers Project entrevistó a ex-esclavos. Esos testimonios orales los com-
piló y editó Rawick (1972) en cuarenta y un volúmenes.
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210, 212).94 Éste es el caso por el que “en la esclavitud,” comenta Patter-
son, “la riqueza considera al trabajo forzado directo no como capital,
sino más bien como una relación de dominación” (Patterson, 1982: 2).
Patterson sostiene que la esclavitud constituye una forma distinta de
dominación social cuyos rasgos se pueden diferenciar de las relaciones
capitalistas de la explotación económica. En un sistema de esclavitud,
añade, la explotación económica se presupone mediante la creación de
un orden simbólico elaborado que borra mediante “instrumentos sim-
bólicos” el estatus del esclavo como persona, y lo convierte en una “per-
sona muerta socialmente” (1982: 37).
94 Stanley Aronowitz (1994) señala que para Patterson “denominar esclavitud a una
relación de dominación cuestiona una reivindicación importante de los teóricos
más recientes: que el sistema del esclavo se define como un modo de producción
en el que el trabajo constituye la relación social más importante.” Aronowitz con-
cluye afirmando que la atrevida tesis de Patterson –de que la esclavitud es, ante
todo, una dominación social– representa un “paso hacia la redefinición radical de
la esclavitud.” Para un análisis parecido, véase David Brion Davis (1983).
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de los nombres, de la ropa, del corte de pelo, del lenguaje y de las marcas
corporales. Y emplearon, especialmente en los sistemas de esclavos más
avanzados, el sagrado símbolo de la religión” (1982: 37-38).
96 Gordon señala asimismo que “la raza se tiene que entender por medio de la onto-
logía, es decir, de la ontología existencial, y no epistemológica” (1997: 108).
97 Según Hadot: “Las filosofías de vida [...] representan una elección de vida, el deseo
de vivir de un modo u otro, con todas las consecuencias concretas que implica
para la vida cotidiana” (1995: 27).
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98 Husserl argumenta que la filosofía no es una ciencia natural, sino, según sus pala-
bras, “una ciencia humanística, se trata de la ciencia del mundo como un mundo
compuesto por personas, o como el mundo que se les figura, que les resulta válido”
(1999: 318).
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en sí, un cuerpo que se trata de una “cosa”, en este caso se percibe como
completo y realizado, sin posibilidades, porque es incapaz de ejercer la
libertad. En cambio, un cuerpo vivido es un cuerpo para-sí, tiene posi-
bilidades y en consecuencia es un cuerpo con intencionalidad. Es decir,
el cuerpo vivido está ligado al mundo experimentado y va dirigido hacia
él (Leder, 1990: 75).
nos hace replantear todo nuestro ser. Por lo tanto, el dolor, según Drew
Leder, es una “manera de estar-en-el-mundo” (1990: 73). Leder quie-
re decir que el dolor interrumpe la relación del cuerpo con el mundo;
forzosamente, el dolor “reorganiza nuestro espacio y tiempo vividos,
nuestras relaciones con los demás” (1990: 73). En resumen, el dolor in-
terrumpe los procesos de percepción del cuerpo y así el movimiento
intencional del cuerpo hacia un mundo experimentado, porque el dolor
se experimenta dentro de los límites de la carne, y entonces se destaca
por una interioridad que otro no puede compartir. Elaine Scarry escribe
que “cuando se habla del ‘dolor físico de uno’ y sobre ‘el dolor físico de
otra persona’, puede que parezca que se está hablando de dos crono-
logías de acontecimientos totalmente distintas. Porque la persona que
padece el dolor lo entiende sin esforzarse, pero para las personas que
se hallan fuera del cuerpo que sufre, lo que no requiere esfuerzo es no
entenderlo” (1985: 4).
dolor bajo otra luz, sutilmente o de manera explícita” (1991: 2). Así que
la cultura puede ser una fuerza significativa en la mitigación del proble-
ma del sufrimiento humano. La razón de esto es que la cultura puede,
potencialmente, “afirmar la capacidad del ser humano de sobrepasar las
fronteras de nuestro propio cuerpo, hasta el mundo externo, compar-
tible”, dotándole a la persona que sufre de la capacidad de mitigar lo
que Scarry llama “el trabajo de ‘desobjetivización’ del dolor, porque hace
forzosamente que el dolor sea objetivizado” (1985: 5). Sostiene que esto
“ayuda a que el dolor entre a un espacio de discurso compartido que es
más amplio, más social” y que esto es un “preludio necesario del trabajo
colectivo de disminuir el dolor” (p. 9).
Ese objeto supuso una reducción del dolor corporal del esclavo
hasta que fuera puramente físico: al sufrimiento del esclavo se le negó
ser un dolor vivo, y al cuerpo negro se le negó ser un cuerpo vivo. Se
repudió que el cuerpo dolorido del esclavo tuviera conciencia de estar
vivo, y que la existencia plasmada del esclavo negro contuviera un punto
de vista dotado con intención moral.
99 Para una discusión más a fondo sobre los Códigos del Esclavo, véase, por ejemplo,
a Stampp (1956: 192-193); y sobre el cristianismo, Raboteau (1978: 100).
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existencia dolorosa del negro es inteligible sólo en sus ejemplos más es-
pantosos y grotescos, y no en la rutina de vida del día a día. Es el tipo de
atención que reduce al esclavo a una mera existencia física. Entonces, lo
que se oculta es el modo en que las relaciones cotidianas de los esclavos
con otros seres humanos dan por hecho su existencia moral; y por tanto
se dan situaciones en las que el esclavo se enfrenta con las paradojas de
la libertad humana.
rence Thomas, “La crueldad de la esclavitud era mucho más mental que
física. No se descartan, de ninguna manera, los asesinatos, las palizas y
los linchamientos que sufrían los negros [pero] la plena brutalidad de
la Esclavitud Estadounidense no se detalla completamente al considerar
estos daños físicos” (1993: 135).100
100 Hartmann está de acuerdo con este punto cuando declara que, “las formas más
invasivas de la violencia de la esclavitud no yacen en estas manifestaciones extre-
mas del sufrimiento extremo, ni en lo que vemos, sino en lo que no vemos. Las
manifestaciones espeluznantes pueden ocultar con facilidad las formas de terror
más mundanas y socialmente duraderas” (1997: 42).
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se trataba de algo más que el simple deseo de sobrevivir, porque sus seres
expresaban la “sustancia del alma”: la convicción de que “la vida es más
que estar vivo”.