Kiss of Death

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 199

Esta es una traducción hecha por fans y para fans.

Nuestro grupo realiza


este trabajo sin ánimo de lucro para dar a conocer estas historias y a sus
autores a los lectores de habla hispana. ESTE DOCUMENTO NO ESTÁ A LA
VENTA. Apoya a la autora adquiriendo su obra si esta se llega a publicar en
nuestro idioma.

Esperamos que disfruten de la lectura


Linsey Hall

Kiss of
DeatH

Secrets & Sin #3


Sinopsis

Bienvenido a la Ciudad de los Secretos y el Pecado.

Cuando me escapé a Nueva Orleans, esperaba dejar atrás mi horrible


pasado.

Me equivoqué.

Mi antiguo captor me ha encontrado y está amenazando al pueblo que


amo si no regreso con él. Quiere que use mi poder para matar por él, y
destruirá Nueva Orleans si me niego.

Talan, el señor de los demonios que es mi compañero, no se detendrá


ante nada para protegerme. Juntos, tenemos una oportunidad, siempre y
cuando abrace la magia que me ha perseguido desde el día en que nací.

Kiss of Death es el último libro de la trilogía Secrets & Sin. Tiene enemigos
a amantes, compañeros predestinados y un héroe torturado que está
absolutamente obsesionado con la heroína, pero en realidad no quiere
estarlo.
Índice

Capítulo 1 Capítulo 10
Capítulo 2 Capítulo 11
Capítulo 3 Capítulo 12
Capítulo 4 Capítulo 13
Capítulo 5 Capítulo 14
Capítulo 6 Capítulo 15
Capítulo 7 Capítulo 16
Capítulo 8 Epílogo
Capítulo 9 Serie Secrets & Sin
Capítulo 1
Cora

A
su alrededor, la calle vibraba de vida. A ambos lados de la calle,
la multitud vitoreaba y gritaba. Las carrozas del desfile desfilaron
por el camino, resplandecientes con coloridos estandartes y
destellos. La gente estaba de pie en las cubiertas de las carrozas, arrojando
cuentas y dulces a la alegre multitud. Nueva Orleans era famosa por sus
desfiles, pero este era el primero al que asistía.

Había planeado quedarme atrás y seguir trabajando en la librería de mi


madre, mi librería, pero Rei, Mia y Fiona me sacaron a rastras de la casa,
insistiendo en que las acompañara. Bastante agresivamente.

Ahora que estaba aquí, rodeada por la energía de la multitud, me alegré


de haber accedido.

—¿No es esto fenomenal? —gritó Fiona por encima del ruido de la gente
que nos rodeaba. Balthazar, nuestro gato sombra, estaba sobre sus
hombros. Su pelaje oscuro echaba humo y sus ojos rojos estaban fijos en las
carrozas del desfile. Una vez que Fiona empezó a salir de casa con
regularidad, Balthazar decidió que quería acompañarla.

—¡Es asombroso! —grité de vuelta.

Y realmente lo era. Había estado tan concentrada en mi trabajo y mi


miedo de que Marek, mi antiguo jefe, me encontrara que no había

6
disfrutado lo mejor que Nueva Orleans tenía para ofrecer. Mi nuevo hogar
era increíble, aunque me resultaba difícil pensar en él realmente como un
hogar. Nunca había pertenecido a ningún lado, y se sentía… raro.

Pasó una carroza de desfile, adornada con destellos azules y suficiente


brillo como para hundir un barco de guerra. Las sirenas saludaban desde la
cubierta, arrojando cuentas a la multitud. Fiona saltó para tomar algunas,
luego me las entregó con una sonrisa.

—¡Ni siquiera tienes que mostrar tus pechos!

—¿Eso es realmente una cosa?

—¿En Bourbon Street a la una de la mañana? Definitivamente.

—Sí, entonces esto es mejor. —Las puse alrededor de mi cuello.

Mi amiga Mia apareció a mi lado y nos entregó a Fiona y a mí un vaso de


plástico lleno de líquido espumoso.

—Uno de mis brebajes más nuevos. Champaña y jugo de maracuyá, con


un poco de magia para un toque extra.

Acepté la bebida de ella con una sonrisa.

—Gracias.

El primer sorbo fue divino, brillando en mi lengua con una dulzura brillante
que me hizo querer desmayarme.

—¡Esto está delicioso! —dijo Fiona.

—Lo secundo. —Tomé otro sorbo, viendo pasar las carrozas del desfile.

Un bufón de la corte vestido con seda púrpura y verde bailaba en la parte


delantera de una carroza mientras arrojaba barras de chocolate a la
multitud. Una voló directamente hacia mí, y me estiré para agarrarla.

Los dulces eran mucho mejores que las cuentas.

Abrí el paquete con los dientes pero vi a Balthazar mirándome interesado.

7
—¿Te gusta el chocolate? —le pregunté.

Maulló, sus ojos rojos interesados en el chocolate. Arranqué el envoltorio


y le tendí la barra para que comiera un poco. En cambio, abrió sus fauces de
par en par, colmillos blancos destellando, y devoró todo de un solo bocado.

Tiré mi mano hacia atrás.

—¡Hey! Casi pierdo un dedo ahí. Y se suponía que íbamos a compartir.

—Él es terrible en eso. —Fiona me sonrió—. Ni siquiera intentes comer


un helado de chocolate cerca de él.

Balthazar se humedeció los labios y yo negué con la cabeza.

—Lo sabré mejor la próxima vez.

Él solo sonrió.

Me volví hacia el desfile y mantuve los ojos bien abiertos en busca de otra
carroza que arrojara chocolate a la multitud. Balthazar miró entre el desfile
y yo, claramente preguntándose si estaría compartiendo más de mi botín.

Ni en sueños. Si tenía que comerlo en secreto, encorvada como una ardilla


con una bellota, eso es lo que haría. Tenía dignidad, por supuesto, pero no
cuando se trataba de chocolate.

Mi mirada fue atraída por las nubes en lo alto. Estaba anocheciendo y la


puesta de sol brillaba dorada en el horizonte, por lo que las nubes deberían
tener una hermosa variedad de colores. En cambio, eran de un gris
metalizado que no reflejaba la bonita luz.

Miré a Rei.

—¿Has oído algo sobre un aviso meteorológico?

Miró hacia arriba, frunciendo el ceño ante las nubes oscuras que se
volvían más y más espesas con cada segundo.

—Eso no parece un clima normal.

8
—Sí, eso es lo que yo pensaba. Las nubes se están formando demasiado
rápido.

—Y son demasiado oscuras.

Un relámpago estalló entre ellas, y me estremecí ante el trueno que los


acompañó.

A mi alrededor, la gente comenzó a murmurar, lanzando miradas ansiosas


por encima de mi cabeza. La inquietud se deslizó por mi piel.

—¿Crees que deberíamos irnos? —preguntó Mia.

No pude responder. Las nubes habían comenzado a brillar con una


espeluznante luz verde y la magia vibraba en el aire. Su olor me recordó a
llantas quemadas mezcladas con desesperación.

Magia negra.

—Sí, creo que es mejor que nos vayamos —dijo Rei, inclinando la cabeza
hacia su casa.

—¡Solo hemos estado aquí un rato! —protestó Fiona. Ella había sido un
fantasma cuando nos conocimos, y solo había regresado a la vida hace unos
días. En consecuencia, no había una fiesta que quisiera perderse o un evento
del que quisiera irse temprano.

El trueno volvió a estallar, tan fuerte que me hizo vibrar los huesos.

—Pensándolo bien, podemos irnos —dijo Fiona.

Arriba, las nubes comenzaron a vibrar. Una magia intensa llenó el aire,
enviando un escalofrío a través de mí.

La multitud también lo sintió. Su ansiedad era palpable. Las carrozas


aceleraron y los ocupantes ya no arrojaban cuentas ni dulces. En cuestión de
momentos, toda la atmósfera del evento había cambiado.

¿Qué demonios estaba pasando?

9
De repente, irse se sintió como algo incorrecto. Dudé. Tal vez debería
quedarme.

Antes de que tuviera tiempo de decidirme, un enorme relámpago me


golpeó desde arriba en un estallido de luz y dolor. El impacto me atravesó
como una bestia sacudiéndome entre sus fauces y hubo oscuridad, nada más
que oscuridad.

Algún tiempo después, no tenía idea de cuánto tiempo, abrí los ojos. Me
dolía cada centímetro y mi visión era borrosa.

¿Cuánto tiempo había estado fuera?

¿Y dónde diablos estaba?

El suelo estaba frío y duro debajo de mí. Mi visión volvió lentamente y


miré hacia el cielo nocturno sobre mí. Altísimos muros de tierra se extendían
erguidos a ambos lados.

Santo destino, estaba en un pozo enorme, más como una grieta, en


realidad, atravesada por un rayo. La gente me miraba desde el borde del
cráter, sus expresiones eran ilegibles desde esta distancia. Debía estar a
cuarenta pies de profundidad.

¿Qué diablos acababa de pasar?

Mis amigas me miraban, solo reconocibles por los ojos rojos de Balthazar
y el familiar brillo azul y rosa del cabello de Rei y Mia iluminado por las farolas
de arriba.

—¿Estás bien? —llamó Fiona.

Antes de que pudiera responder, Talan apareció a mi lado.

—No te muevas, podrías tener algo roto.

—¿De dónde diablos vienes? —Miré su rostro demasiado hermoso,


notando la preocupación en sus ojos oscuros. Hizo que algo cambiara dentro
de mí y quise acercarme más a él.

10
No.

Esa era una idea terrible. Juré evitarlo. No podía permitirme sentir nada
por nadie más. Ya había llegado a mi límite con Fiona, Rei y Mia.

—Allá arriba —dijo, con una sonrisa irónica en su rostro. Señaló hacia una
cuerda que colgaba fláccida contra una de las paredes de tierra. Debió haber
bajado.

Tomé una respiración temblorosa. El dolor se había desvanecido, pero mi


equilibrio tardó en volver. Aunque la explosión inicial había dolido
muchísimo, nada parecía estar dañado.

No había visto a Talan desde que le dije que no podía haber nada entre
nosotros. Sin embargo, su mera presencia fue suficiente para hacer que mi
respiración se acelerara.

¿Cómo se suponía que debía actuar con él ahora? Quería que me


abrazara.

¿Abrazarme? De ninguna manera. Mi orgullo no permitiría eso. Además,


necesitaba arreglar mi actuación por mi cuenta. Apenas podía manejar el
hecho de que estaba empezando a depender de mis amigas.
Definitivamente no podía confiar en él también.

—¿Estás bien? —preguntó, su mano se cernía sobre mi hombro como si


quisiera tocarme pero no estaba seguro de cómo reaccionaría.

Mala idea. Si me rozaba la piel, tenía la sensación de que me arrojaría a


sus brazos, al diablo con el orgullo.

—Estoy bien. —Me puse en pie, más débil de lo que esperaba estar.

—No estoy seguro de que lo estés.

—Solo un poco golpeada. He tenido cosas peores. —¿Por qué diablos me


había alcanzado un rayo? ¿Y por qué estaba bien? Debería estar muerta.

—Estás... brillando —dijo.

11
—¿Brillante?

Miré mi cuerpo y jadeé. Una tenue luz blanca salía de mi piel. El instinto
me hizo retroceder como si pudiera escapar de mí misma. Nunca había
brillado antes.

—Eso es raro. —Levanté las manos para inspeccionarlas. Aparte del brillo
extraño, se veían normales.

Los murmullos de la multitud arriba se convirtieron en gritos, y miré hacia


arriba. La mayoría de las personas que habían estado mirando el agujero
habían desaparecido. La mirada de Fiona se lanzó entre algo que sucedía en
la superficie y yo.

—Tenemos que subir allí. —Me puse en pie tambaleándome, me dolía el


cuerpo. Alcancé la cuerda, temiendo salir del agujero.

Talan se unió a mí y pude sentir su preocupación ardiendo a través de mi


piel.

—¿Estás segura de que puedes hacer esto?

Asentí.

—Tengo que hacerlo.

—No lo haces. Si esperas, encontraré una manera de sacarte de aquí.

—No estoy esperando nada. —Agarré la cuerda con la otra mano y planté
los pies en la pared. Paso a paso, comencé a subir, encontrando puntos de
apoyo entre la tierra compactada y las rocas.

Mientras me acercaba a la parte superior de la grieta, los sonidos de los


gritos resonaron por la ciudad.

Fiona y Balthazar aparecieron en lo alto del abismo. El rostro de Fiona


estaba blanco, sus ojos muy abiertos.

—¡Deprisa!

12
Empujé más allá de mis dolores y trepé más rápido, finalmente saliendo
del agujero. Me tambaleé erguida. Gran parte de la calle había sido
despejada. Las carrozas ya no estaban y la gente se había pegado a los
edificios.

Una bestia gigante tronó hacia nosotros en cuatro patas, su cuerpo hecho
de humo. Los ojos de la cosa ardían con fuego azul y su boca se abrió de par
en par, revelando docenas de colmillos.

Si hubiera estado sola, podría haber huido. Pero éramos tantos que mi
miedo era un ruido sordo en lugar de una tormenta furiosa.

—¿Qué diablos es eso? —preguntó Fiona—. ¿Y deberíamos largarnos de


aquí?

—Creo que estamos fuera de tiempo —dije.

Talan apareció a mi lado. Sacó su espada del éter y se movió para pararse
frente a mí. Sus malditos hombros eran tan anchos que mataba mi vista, así
que me hice a un lado para poder ver a la criatura. ¿Podría matarlo con mi
poder, o incluso estaba vivo? Bestias como esa a menudo se creaban a partir
de magia oscura y técnicamente no eran seres vivos.

El monstruo se detuvo abruptamente y se levantó sobre dos patas. La


magia se arremolinó y la bestia se transformó en un hombre, un ser mucho
más aterrador que cualquier bestia voraz.

El miedo heló la sangre en mis venas mientras miraba a los ojos de mi


antiguo maestro. Mi antiguo jefe, como me gustaba pensar en él. Pero
cuando estuve cara a cara con él, el miedo y la pequeñez que sentí me
obligaron a reconocer lo que realmente había sido: mi maestro. Mi dueño.

El hombre que esperaba no volver a ver nunca más.

El cuerpo delgado de Marek, combinado con su piel y cabello pálidos, lo


hacían parecer casi insustancial. Uno podría confundirlo con débil si eran
estúpidos.

Yo no era estúpida.

13
Lo miré, pero antes de que pudiera hablar, una amplia sonrisa dividió sus
rasgos. La satisfacción parecía emanar de él mientras me miraba de arriba
abajo como si estuviera inspeccionando algo que poseía.

En su mente, lo hacía. Le había pagado al orfanato un buen dinero por mí.

Apreté los puños, queriendo hacer algo más que golpearlo. Le arrancaría
la maldita garganta si se acercaba a mí.

—Funcionó —murmuró, tan bajo que casi no pude escucharlo. Las


palabras parecían casi inconscientes cuando se le escaparon, producto del
asombro en sus ojos.

—¿Qué funcionó? —exigí, esperando que mi bravuconería no traicionara


mi miedo.

—¿Quién eres? —exigió Talan.

El bastardo me dio una sonrisa aterradora llena de conocimiento.

—Pregúntale a Cora por qué estoy aquí. Ella lo sabe.

—Él no es nadie —escupí—. Y si no se larga de aquí, lo voy a matar.

—Eres bastante buena en eso. —Él sonrió, y yo quería atacarlo—. Pero


me temo que vas a tener que venir conmigo de buena gana.

Mis amigas se acercaron a mí. Podía sentirlas a mi espalda, de pie tan


cerca que su calor se filtraba a través de mi camisa.

Me reí en su cara.

—De ninguna maldita manera.

—Tenía miedo de que pudieras decir eso. —Marek se encogió de


hombros—: Traté de recuperarte de la manera normal, enviando a tu colega
detrás de ti, pero has demostrado ser aún más resistente de lo que esperaba.

—Claro que lo soy. —Me había ocupado de cada uno de los


secuestradores que me había enviado, y me ocuparía de cualquier otro. De

14
ninguna manera volvería con él. Mis días de ser forzada a matar por él habían
terminado.

Él sonrió.

—Solo me hace quererte más.

A mi lado, Talan gruñó. Vibró con una rabia apenas contenida, claramente
queriendo atacar.

Le puse una mano en el brazo y se quedó quieto.

—Por favor, no —susurré.

No dijo nada, pero capté el casi imperceptible movimiento de su cabeza.


Sin embargo, no se contendría por mucho tiempo.

—¿Por qué el relámpago y la tormenta? —pregunté—. No sabía que


fueras capaz de ese tipo de cosas. Parece una exageración.

—Solo probando una teoría. —Él sonrió, su mirada moviéndose arriba y


abajo de mi cuerpo una vez más—. Me complace ver que se desarrolló.

Miré hacia abajo. Todavía estaba brillando débilmente. ¿Había esperado


que eso sucediera? ¿Él sabía lo que estaba pasando conmigo?

Quería preguntar pero no me atrevía a hacerlo. No quería que supiera que


tenía todo lo que yo quería, incluso algo tan insustancial como la
información.

—Ven conmigo ahora, Cora. Vuelve a casa conmigo. —La confianza en su


voz hizo vibrar la rabia a través de mí. Sonaba como si esperara que lo
hiciera, que simplemente me alejara de mi nueva vida y volviera a la
servidumbre con él.

Junto a mí, Talan gruñó una vez más. Estaba tomando cada onza de su
control no atacar, y no tenía mucho tiempo antes de que se rompiera.

—De ninguna manera voy a regresar contigo.

Marek se encogió de hombros y luego señaló detrás de mí.

15
—Ven conmigo ahora, o más de esto sucederá. La gente morirá, y será
sobre tus hombros.

Me volví, dándome cuenta con horror que la calle no estaba. Actualmente


desaparecida.

La grieta en la que había estado había sido la calle misma. Me desperté en


un extremo y luego salí sin mirar atrás. Estaba tan distraída por la llegada de
Marek que no tenía idea de lo que había detrás de mí.

Había destruido una de las calles principales de Nueva Orleans. Los


edificios aún estaban en pie, destino, pero el camino en sí era un valle
profundo que se extendía hasta la siguiente intersección. Un paso en falso y
una persona se rompería el cuello.

Me volví hacia él, mi corazón latía con fuerza.

—Hay gente inocente que vive aquí.

Se encogió de hombros.

—¿Y?

—Eres un monstruo.

—Es una de mis mejores cualidades, lo sé. —Su expresión se volvió aún
más fría—. Ven a casa conmigo, Cora, o la gente morirá. Eres mía, y siempre
lo has sido.

Furia caliente y vergüenza me invadieron, una mezcla vil. Sin embargo, no


tuve tiempo de responder.

Talan salió disparado hacia adelante, tan rápido que casi no pude verlo.
Estaba sobre el monstruo en un segundo, cortando con su espada en el aire.
Cuando chocó con Marek, el bastardo desapareció.

Maldita sea.

Talan gruñó mientras se giraba, y vi que su espada estaba roja por la


sangre.

16
El shock me atravesó.

—Lo alcanzaste.

—No lo suficientemente grave. —Talan frunció el ceño—. No fue un golpe


mortal. Pude ver justo antes de que desapareciera que solo golpeé su
abdomen. Si tiene algún tipo de sanador a mano, sobrevivirá.

Maldita sea. Había sido demasiado esperar.

—¿Y ahora qué? —preguntó Fiona.

¿Ahora qué?

Iba a obligarme a ir a él, usando miles de vidas como ventaja. Y no podía


ver ninguna forma de evitarlo.

17
Capítulo 2
Talan

M
iré a Cora, odiando el miedo que vi en sus ojos. Nunca me había
dicho cómo era su antiguo maestro, pero no había duda de que
había sido él.

La gente a nuestro alrededor murmuraba. Había estado tan concentrado


en la llegada de la bestia sombría que no me había dado cuenta de la
multitud que se demoraba en los callejones, viendo el espectáculo. Con el
peligro desvanecido, se habían deslizado hacia la carretera principal. Sus
susurros aumentaron de volumen y capté el sonido distintivo de alguien que
decía:

—Sucedió por su culpa.

La ira me inundó. ¿La multitud culparía a Cora por esto?

No podía hacer eso.

Me volví hacia ellos y levanté las manos.

—Tengan calma. Todo estará bien.

—¿Cómo podemos estar tranquilos? —gritó alguien desde atrás—. ¡Mira


la calle!

No necesité mirar para recordar la intensidad del daño.

18
—Nadie resultó herido, y yo me encargaré de la calle. Esta es mi ciudad y
la cuidaré como siempre lo he hecho.

Hubo algunos murmullos de asentimiento, pero aún hubo miradas


dudosas y susurros. Estas personas confiaban en mí y me respetaban, pero
el miedo era una droga poderosa. El ataque había venido de la nada y había
destrozado toda la calle. Nunca habíamos visto algo así antes.

Mientras la multitud culpara a Cora, ella estaba en riesgo. Caminé hacia


ella, la multitud retumbaba a nuestro alrededor. Necesitaba sacarla de allí,
entonces podría encargarme de ellos sin preocuparme por ella.

Llegué a Cora y agarré su mano.

—¿Qué estás haciendo? —exigió.

No dije nada mientras sacaba un encantamiento de transporte de mi


bolsillo y lo arrojaba al suelo. La arrastré adentro, llevándola de regreso a mi
propiedad. El éter nos escupió en el jardín delantero.

Apartó su mano de la mía y me miró.

—¡No puedes simplemente arrastrarme! ¿Qué pasa con mis amigas?

—Están bien, pero tú no lo habrías estado. Esa multitud estaba a punto


de volverse violenta. Necesitaban una oportunidad para calmarse, y tu
presencia solo estaba incitando su ira.

—No puedes seguir interfiriendo así. No necesito que me protejas.

—Puede que no me necesites para protegerte, pero lo haré. Siempre lo


haré.

—No tienes derecho.

—¿Derecho? —Sentí la ira crecer dentro de mí—. Tengo todo el derecho.


Soy tu compañero. Puedes negarlo, pero yo no. El destino tampoco.

—Uf, maldito destino. Odio la maldita cosa. —Ella se alejó—. No puedo


hablar de esto ahora. Lo que está pasando es demasiado peligroso, y es mi

19
culpa que él haya venido. —Miró hacia la puerta en el borde de mi
propiedad, como si fuera a irse de inmediato—. No sé de qué más es capaz,
pero sé que no tiene conciencia. Mataría a cualquiera para conseguir lo que
quiere. Necesito ir con él.

El miedo en su voz hizo que una rabia protectora se elevara dentro de mí.

—Al infierno que lo harás. Encontraremos otra manera.

Resopló una carcajada, claramente incrédula, luego se miró las manos y


frunció el ceño.

—Todavía estoy brillando.

La luz blanca pálida se había desvanecido un poco, pero tenía razón. Solo
la hacía más hermosa, y quería tomarla entre mis brazos y protegerla del
mundo. Sin embargo, era lo último que toleraría.

Me giré ante un golpe detrás de mí. Rei, Mia y Fiona corrían por el camino
hacia nosotros. Uno de los guardias de la puerta las seguía, con el ceño
fruncido de preocupación. Sin duda, las tres mujeres lo dominaron y pasaron
corriendo, pero les dije a los guardias que no lastimaran a Cora ni a sus
amigas.

Las tres mujeres se detuvieron frente a nosotros, jadeando y con


expresión preocupada.

El guardia se detuvo detrás de ellas y jadeó:

—Traté de detenerlas.

—Lo sé. —Asentí hacia la puerta—. Regresa a tu puesto.

Rei corrió hacia Cora y tomó sus manos.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó allí atrás?

Cora resopló y me miró. Entendí lo que estaba preguntando sin que ella
siquiera tuviera que pronunciar las palabras.

—Vengan —dije—. Encontraré un lugar para que ustedes cuatro hablen.

20
El gato envuelto alrededor del hombro de Fiona siseó, su brillante mirada
roja me perforó.

—Balthazar quiere ser incluido —dijo Fiona, como si fuera la cosa más
natural del mundo.

—Bien, ustedes cinco —corregí, incapaz de creer lo que estaba diciendo.

El gato me dio una mirada de aprobación, pero me giré, ignorándolo. Subí


las escaleras de dos en dos hasta la puerta principal, luego me dirigí por el
pasillo a una de las bibliotecas. La habitación era una de mis favoritas, con
estanterías altas y una chimenea profunda rodeada de sillas grandes y
cómodas.

También era uno de los lugares más privados de la casa, lo que lo hacía
perfecto para que Cora contara algo sobre su pasado. Sabía lo difícil que era
confesar una vida tan terrible, y cualquier pequeña cosa que lo hiciera más
fácil valía la pena.

Las cuatro mujeres me siguieron a la habitación y fueron inmediatamente


al fuego, que yacía frío y muerto.

Fiona señaló la chimenea, con las cejas enarcadas.

—¿Crees que podrías…?

Moví una mano, encendiendo los leños con un rayo de mi magia. El fuego
crepitaba alegremente mientras las mujeres se sentaban en las sillas.

Cora me miró.

—¿Podrías darnos un momento?

Asentí. Ya conocía la historia de Cora, al menos, todo lo que había estado


dispuesta a contarme mientras estábamos atrapados en la prisión fae, y
entendía el deseo de privacidad. Estábamos en terreno inestable, de todos
modos. En esto, podría hacer lo que me pidió.

—Por supuesto. Me encargaré de que el personal les prepare algo de


comida —dije, y luego salí de la habitación.

21
Cora

Vi partir a Talan, extrañamente conmovida por su sensibilidad. Realmente


no lo quería aquí mientras revivía mi horrible pasado, y él ya sabía lo que iba
a decir.

—¿Bien? —preguntó Mia, su tono curioso pero firme—. Vas a tener que
informarnos.

Sin embargo, ¿tenía que hacerlo?

Me preocupaba por ellas. Eran mis amigas, diablos, lo más cercano que
tenía a una familia. Pero mi instinto era mantener la información apretada
contra mi pecho y fingir que todo estaba bien.

Pero no.

De eso no se trataba mi nueva vida. Estaba tratando de construir algo


aquí. Una comunidad. Una casa. No importaba cuán extraño se sintiera ser
vulnerable, confiar en tus amigos era parte de lo que hacía una vida plena.

Respiré con estremecimiento y miré a Balthazar. El gato ya no nos miraba.


Había vuelto su atención hacia las llamas. De alguna manera, su falta de
interés era casi tranquilizadora.

—Entonces, mi tiempo en Nueva York fue bastante malo —dije—. Era


mercenaria. Una asesina, a veces. Pero no por elección.

Mis amigas me miraron fijamente, fascinadas, pero sin una pizca de juicio
en sus rostros. Su neutralidad me convenció de continuar.

—Yo no elegí esa vida. Mi madre me vendió cuando se dio cuenta de cuál
era mi poder.

22
Mi madre me vendió… Solo decir las palabras me dieron ganas de
hundirme en el suelo. Odiaba pensar en eso, a pesar de que lo había
aceptado hace mucho tiempo. Sin embargo, decir las palabras en voz alta se
sentía terrible.

Mia y Rei compartieron una mirada. Obviamente, habían hablado de mi


extraña y desconocida magia. Fiona también, probablemente. Siguió
acariciando a Balthazar, su mirada en la mía. Esperaban pacientemente a
que terminara y me obligué a encontrar el coraje.

—Soy una manslaga, un tipo de sobrenatural que puede matar con un


toque —dije, la culpa inundándome. Odiaba tener que admitir esta horrible
parte de mí.

Rei se rio.

—¿Eso es todo?

Sentí que se me aflojaba la mandíbula.

—Espera, ¿qué quieres decir?

—Bueno, por la forma en que escondías tu poder, asumí que era algo
terrible.

—Eso es terrible.

—No, es simplemente eficiente.

—Pero… —La miré boquiabierta—. Si quisiera matarte, o matar a alguien,


podría acercarme y darte una descarga de mi magia. Bum, muerto.

—Claro, y si quisiera matarte, podría apuñalarte en el corazón cuando


estés de espaldas. Todo el mundo es mortal, Cora. Eres más rápida en eso.

Dejé escapar un suspiro.

Supuse que tenía razón. No era el poder lo que importaba; era la


intención. Un humano maníaco con un arma podría eliminar a docenas de
personas en un minuto.

23
—Así que tu... ¿cómo lo llamaste? —preguntó Mia.

—Me gusta pensar en él como mi antiguo jefe. Maestro era demasiado


desmoralizador. Pero podemos llamarlo simplemente Merak.

Mia asintió.

—Así que Merak te quiere de vuelta. ¿Escapaste o algo?

—Bastante. Ahorré suficiente dinero y lo planeé, luego hice mi


movimiento. Terminé aquí por mi madre.

—Y estamos contentas de que lo hayas hecho. —Fiona me sonrió—.


Ahora solo tenemos que lidiar con ese bastardo.

—Viste lo que hizo —dije—. Tengo que ir con él.

Rei se rio como una loca, luego se dio cuenta de que no estaba
bromeando. Ella se enderezó.

—Espera, ¿hablas en serio?

—Es completamente amoral. Trató de capturarme enviando a sus


matones aquí, pero soy demasiado buena para ellos. Envié a cada uno de
ellos a empacar. Pero ahora que ha decidido tomar como rehén a la ciudad,
puedes contar con él para estar a la altura de sus amenazas. Matará a todos
aquí para obligarme a ir a él.

—Eventualmente, tal vez —dijo Rei—. Pero su primera salva no fue tan
mala. ¿Y si es peor para ti ir a él? Eres esencialmente un arma.

Ella tenía un punto.

Mia me señaló, su dedo moviéndose hacia arriba y hacia abajo.

—Sin mencionar que estás brillando. Está descolorido, pero sigue ahí.
Nunca he visto eso antes. ¿Y tú?

—Um, no. —Odiaba admitirlo, pero no tenía idea de lo que estaba


haciendo mi magia, y esa era la verdad—. No tengo ni idea de lo que me está
pasando.

24
Desde la puerta, Talan habló.

—Por lo que dijo, parecía que tenía algo que ver con eso.

Había aparecido en el momento adecuado, después de que la parte más


difícil había pasado y justo cuando necesitábamos discutir la estrategia.

Aunque tenía razón. Eso era exactamente lo que había sonado. El


bastardo había aparecido en Nueva Orleans para ver si brillaba cuando me
golpeaba un rayo. Como lo había hecho, estaba decidido a recuperarme.

¿Pero por qué? ¿Y qué significaba el resplandor?

—Debe tener un objetivo final —dijo Fiona—. Algo más grande que
simplemente recuperarte y hacerte matar a personas individuales. Esas son
papas pequeñas, especialmente ahora que estás brillando con algún tipo de
magia desconocida.

Ella tenía un punto. Me había obligado a hacer cosas terribles en el


pasado. Sus planes podrían ser aún peores ahora. Lo serían, de hecho. Estaba
segura de ello.

—Sin embargo, ¿qué pasa con la gente de la ciudad? —pregunté—.


Estaban nerviosos. Si no me culpan ahora, eventualmente lo harán.

—Yo me ocuparé de ellos —dijo Talan con voz firme.

Su manera confiada hizo que algo brillara cálido dentro de mí. No se


detendría ante nada para protegerme, podía leerlo en él como un letrero de
neón.

¿Era esto lo que era tener un hogar?

Tenía que serlo.

Todas estas personas, incluso Talan, particularmente Talan, se


preocupaban lo suficiente por mí como para tratar de protegerme.

¿Cómo era esta mi vida?

¿Cómo había cambiado todo en tan poco tiempo?

25
¿Y cómo evitaba perderlo?

Un miembro del personal entró apresuradamente en la casa, pálido y


jadeante.

—Hay gente en las puertas. Muchos de ellos, y están enojados.

Mierda.

¿Enojados por mí?

Tenían que estarlo.

Talan se dirigió a la puerta.

—Yo me encargaré.

Se fue antes de que pudiera decir nada. ¿Y qué diría, de todos modos?

Mis tres amigas se volvieron hacia mí.

—No te preocupes —dijo Fiona—. Él tiene esto. Y mientras él lo maneja,


vamos a hacer un plan.

—¿Qué sabes sobre los de tu clase? —preguntó Mia—. ¿Qué es este


resplandor?

Busqué en mi mente, pero no encontré nada. No debería sorprenderme.


La única vez que conocí a alguien como yo, casi inmediatamente nos
separamos.

—Honestamente, no tengo idea. Tenemos que encontrar a Varen. —En


mi cabeza, todavía lo llamaba el hombre tatuado, pero su verdadero nombre
era Varen. Solo lo aprendí justo antes de que él se fuera de la ciudad hace
semanas—. Él es el hombre que ayudó a Elisa y Loralie después de que
fueran secuestradas.

—¿Son como tú? —preguntó Fiona.

Asentí, segura de que mis amigas guardarían su secreto.

—Tenemos que encontrarlos.

26
—¿Dónde están?

—Lo último que escuché, Turquía.

Los ojos de Fiona se agrandaron.

—¿Como, el país?

—No, el pájaro1. —Le sonreí—. Por supuesto, el país.

Ella resopló impresionada.

—Bueno, yo quiero ir. Me gustaría ir contigo pase lo que pase, pero esto
suena como una excelente oportunidad para viajar.

—¿Cuándo nos vamos? —preguntó Rei.

Miré entre ella y Mia. Ambas estaban inclinadas hacia adelante en sus
asientos, sus intenciones claras.

Ellas venían conmigo.

1
En inglés, Turkey, que se puede traduir como Turquía, o como pavo.

27
Capítulo 3
Cora

-¿I
r a dónde? —preguntó Talan, caminando de regreso a la
habitación. Claramente había oído lo último mientras se
acercaba desde el pasillo.

—¿Está todo bien afuera? —pregunté, la preocupación tirando de mí.

Él asintió secamente, pero había sombras en su mirada.

—Bien. La gente está preocupada por el daño, pero ya le he pedido a Liora


que busque contratar gente para repararlo.

—¿Solo el daño? —pregunté.

Dudó brevemente, y tuve que adivinar que no quería decir que ellos
también estaban preocupados por mí.

—Principalmente el daño. También están preocupados por futuros


ataques, pero nos ocuparemos de eso. Lo que plantea las preguntas:
¿adónde vamos?

—Turquía —dijo Rei.

La miré. Aún no había decidido si quería decírselo o no.

Ella se encogió de hombros.

28
—Esto es importante. Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos
obtener.

Tenía razón, y Talan era ingenioso y poderoso. Podría dejar mis asuntos
personales a un lado para contar con su ayuda.

—Nos vamos a Turquía —dije.

—¿Para encontrar a Varen? —preguntó.

Asentí.

—¿Como lo supiste?

—Le he seguido la pista desde que se fue. —Sus cejas se levantaron, la


comprensión cruzando su rostro—. Él es como tú, ¿no es así?

—Sí, aunque no puedes decírselo a nadie. Y espero que él tenga mis


respuestas.

—Deberíamos irnos de inmediato —dijo.

Miré el reloj sobre la puerta. Era temprano en la tarde, lo que significaba


que sería de noche en Turquía. No es que importara. Necesitábamos
respuestas lo antes posible, tanto si salía el sol como si no.

—¿Alguien tiene un amuleto de transporte? —pregunté.

—Yo sí —dijo Talan—. Déjame conseguirlos. ¿Alguien necesita pasar por


su casa antes de que nos vayamos?

Mis tres amigas negaron con la cabeza y yo miré a Balthazar. Yacía


envuelto alrededor del cuello de Fiona, su mirada roja en mí.

—¿Quieres ir a casa? —pregunté—. No sé qué tipo de tostadoras tienen


en Turquía.

Me miró disgustado, como si dijera, no necesito dormir en una tostadora


en Turquía.

—Entonces, ¿vienes? —pregunté.

29
Me fulminó con la mirada y tomé eso como un sí.

Talan salió de la habitación y me volví hacia mis amigas.

—¿Están seguras de esto?

—Por supuesto que lo estamos —dijo Fiona—. Y me ofende que siquiera


preguntes.

—Lo mismo —dijo Rei.

—Ídem. —Mia, que estaba sentada más cerca de mí, se acercó y tomó mi
mano—. Sé que tuviste un pasado de mierda, pero tendrás que
acostumbrarte a tener amigos.

Hice una mueca.

—¿Soy tan fácil de leer?

—No. Solo te conozco ahora.

El calor surgió a través de mí. ¿Cómo había tenido tanta suerte?

Talan regresó un momento después.

—Tengo tres amuletos. Suficiente para llevarnos de ida y vuelta, más uno
extra para una emergencia.

—Perfecto. —Me levanté y mis amigas se unieron a mí. No podía creer


que fuéramos a Turquía. Me desperté pensando en ir a un desfile y cenar
frente al televisor con Fiona y nuestro gato demonio.

El día había tomado un giro decidido para lo más interesante. Y peligroso.

Nos acercamos a Talan, deteniéndonos a su lado. Me entregó el amuleto.

—¿Sabes cómo llevarnos allí?

—Sí, lo hago. —Varen me había enviado el nombre de un bar y una


persona cuando se mudó a Turquía, y lo busqué en línea. Tenía una idea lo
suficientemente buena de nuestro destino previsto para poder llevarnos allí.

30
—Bien —dijo Talan—. Tendremos que tomarnos de la mano para
terminar en el mismo lugar.

Asentí. Muchos portales iban a lugares específicos o podían ser


controlados por una parte. La mayoría de los amuletos de transporte eran
un poco diferentes: el destino lo controlaba la persona que arrojaba el
amuleto al suelo.

Extendí mi mano izquierda y Fiona la agarró. Talan se quedó a mi otro


lado, claramente con la intención de tomar mi mano derecha cuando
estuviera libre. Rei y Mia unieron sus manos con Fiona, y lancé el
encantamiento de transporte al suelo.

Explotó en una nube de humo plateado y tomé la mano de Talan. Agarró


mi palma, la suya cálida y firme. Un escalofrío recorrió mi brazo, y me tomó
todo mi esfuerzo concentrarme en nuestro destino previsto en lugar de en
él.

Me imaginé la ciudad costera de Kalkan y la calle que había visto en Google


Earth, luego entré en la nube plateada. El éter nos absorbió y nos hizo girar
por el espacio, escupiéndonos en el aire templado de la noche del
Mediterráneo.

El aire olía a sal marina y flores, solté las manos de Fiona y Talan y salí del
rincón oscuro al que habíamos llegado para inspeccionar la hermosa
callecita. Afortunadamente, habíamos llegado a un área donde nadie podía
vernos, porque el pueblo estaba ocupado en gran parte por humanos.

La calle era estrecha, solo para peatones, con restaurantes a ambos lados.
Había pequeñas mesas a ambos lados de la calle, atestadas de velas, copas
de vino y platos de comida de aspecto delicioso.

Arriba, enormes ramas de buganvillas colgaban cargadas de flores


rosadas. Los gatos holgazaneaban por todas partes, luciendo soñolientos y
felices. Algunos perros se sentaban en camas ubicadas en áreas tranquilas
en la calle.

Fiona me miró con las cejas enarcadas.

31
—Los turcos realmente cuidan a sus animales, ¿no es así?

Sonreí, asintiendo.

—Ya me gustan.

—¿Hacia dónde, después? —preguntó Talan.

—Se supone que hay un bar llamado Las Copas de los Árboles donde
puedo encontrar información sobre la casa de Varen —dije—. Hay un tipo
allí llamado Emir.

—Creo que está justo allí. —Mia señaló calle abajo. El pueblo estaba
construido sobre una colina empinada que bajaba al mar, y estábamos al
nivel de las ramas superiores de los árboles—. Hay muchas copas de árboles,
al menos.

Nos dirigimos hacia allí, pasando mesas llenas de gente disfrutando de la


noche. Nadie le dedicó a Balthazar una segunda mirada. Aparentemente, un
gato montado en los hombros de alguien no era inusual aquí. Se las había
arreglado para bajar el tono de sus ojos rojos y su pelaje ahumado, o habría
llamado mucho más la atención.

Vi un letrero que decía LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES colgando de una rama
sobre un tramo de escaleras. Las escaleras conducían a un bar. Habíamos
llegado a nuestro destino.

Descendimos los escalones de madera hacia un país de las maravillas. Las


mesas estaban esparcidas entre los grandes troncos de los árboles y las
ramas se extendían por encima. Linternas de colores colgaban de las ramas,
junto con los ojos turcos de cristal que había visto como joyas y amuletos de
buena suerte. Los discos de vidrio azul con interiores blancos y negros
brillaban bajo la luz de las linternas.

Al otro lado del espacio, vi una barra de madera. Llamé la atención de la


cantinera, una linda mujer de cabello azul y ojos oscuros. Ella nos sonrió
mientras se acercaba.

—¿En qué puedo ayudarte?

32
—Estoy buscando a Emir. ¿Está aquí?

Ella asintió y luego señaló detrás de mí.

—Puedes encontrarlo allí arriba.

Me giré para ver unas escaleras de madera que conducían a las ramas de
los árboles.

—Gracias.

Ella asintió y volvió a su trabajo. Por mucho que me gustara la idea de


tomar un trago y acurrucarme en una de las mesas de aspecto cómodo,
estábamos aquí para asuntos mucho más importantes. Pero tal vez algún día
podría volver.

Mis amigas y yo subimos las escaleras hasta una plataforma que se había
construido entre las ramas. A mitad de camino, el aire pareció congelarse a
mi alrededor, duro como una roca. No podía moverme ni un centímetro.

El pánico heló la sangre en mis venas y traté de ver a mis amigas. Aunque
no podía, estaban paradas detrás de mí, y era imposible siquiera mover la
cabeza.

También habían sido congeladas. De lo contrario, habrían subido las


escaleras para ver por qué había dejado de moverme.

Mierda, mierda, mierda. ¿Qué demonios estaba pasando?

Era imposible respirar, y me estaba mareando, mis pulmones ardían.

Era una especie de prueba, obviamente. Emir estaba destinado a proteger


la ubicación de Varen, y Varen pertenecía a una especie que era cazada, algo
que conocía muy bien. No sería fácil llegar a él o a Emir.

Pero, ¿cómo se suponía que iba a pasar esta prueba?

¿Demostrar que era mágica? No, esta era una ciudad humana, y el dueño
del bar no querría matar a ningún humano descarriado que subiera las
escaleras equivocadas. Probablemente tenía que demostrar que no tenía

33
magia oscura, porque Varen no querría estar cerca de nadie que quisiera
controlarlo.

Como estaba completamente congelada y perdiendo aire por segundos,


solo había una forma de probarme a mí misma. Tenía que revelar mi magia
y esperar que el hechizo que me ataba pudiera sentir la magia buena de la
mala.

Llamé al poder en lo profundo de mi alma, la parte de mí que mantenía


oculta. No quería que la gente sintiera mi firma o supiera lo poderosa que
era.

La magia fluyó y la liberé, llenando el aire a mi alrededor. Si este hechizo


estaba tratando de sentir mi magia, dejaría que se llevara la peor parte.

El pánico hizo que mi corazón se acelerara. Mi visión comenzó a


oscurecerse cuando se me acabó el aire. Cuando el hechizo se rompió por
fin, y finalmente pude moverme, inspiré aire en mis pulmones y me di la
vuelta.

Talan empezaba a moverse, al igual que las demás. Ellas también lo habían
descubierto, gracias al destino.

Fiona sacudió los brazos y jadeó.

—Ugh, eso fue horrible.

—Un hechizo inteligente —dijo Talan.

Rei frunció el ceño.

—Un hechizo espasmódico. Me hubiera gustado una pequeña


advertencia, sinceramente. Por un minuto pensé que no lo lograría.

—Al menos todos lo descubrimos. —Mia miró hacia las escaleras hacia la
plataforma de arriba—. Vamos a ver a este tal Emir. Después de un truco
como ese, apuesto a que es un barril de risas.

Di media vuelta y continué subiendo las escaleras, mi corazón aún


acelerado por la experiencia. En la parte superior, subí a una plataforma de

34
madera rodeada de ramas. Alfombras y cojines coloridos estaban en el suelo,
alrededor de una mesa baja de madera.

Un hombre de cabello oscuro estaba recostado en uno de los cojines, con


un libro sostenido frente a su rostro mientras bebía de un vaso lleno de
líquido transparente. Bajó el libro y nos miró a los cuatro, con las cejas
levantadas.

—¿Y tú quién eres? —preguntó en inglés. Su acento era turco, supuse,


pero era ligero.

—Estoy buscando a Varen.

—Ah. —Sonrió y nos hizo un gesto para que nos acercáramos—. Me dijo
que podría tener visitas. Me alegro de que hayas pasado la prueba para
llegar hasta aquí. Es un inconveniente cuando la gente falla. No me gusta
limpiar los cuerpos.

Hice una mueca. Lo dijo tan casualmente. Cuando nos acercamos al


hombre, percibí el olor de su magia. Higos y miel. Era una firma encantadora,
que indicaba que era fundamentalmente bueno a pesar de su insensible
comentario sobre limpiar cuerpos.

Nos sentamos alrededor de la mesa, encontrando lugares en los cojines


que eran sorprendentemente más cómodos de lo que esperaba. Emir volvió
su atención a Talan, como si estuviera evaluando al único otro hombre en la
habitación. Talan asintió, aparentemente sin preocuparse por la inspección.

Emir se volvió hacia mí.

—¿Por qué lo buscas?

—Ese es mi problema. Me dijo que te encontrara y que me ayudarías a


llegar a su casa.

—De hecho, puedo. —Él sonrió—. Y tienes razón. No es asunto mío por
qué lo buscas. Ya que te has probado a ti misma al tener su nombre y haber
pasado mi prueba, te daré el amuleto que te permitirá acceder a su casa.

35
—¿Necesitamos un amuleto? —preguntó Talan.

Emir asintió.

—Esta es principalmente una aldea humana. La casa de Varen está oculta


para ellos para no despertar sospechas. Pero tengo los amuletos que lo
revelarán, y tengo la tarea de distribuirlos a los visitantes.

Emir era su perro guardián, esencialmente. Necesitaba conseguir uno de


esos.

—Esperen aquí. Iré a buscar el amuleto. El té será entregado. —Se fue,


descendiendo las escaleras con una gracia de otro mundo.

—Bueno, esa parte no fue tan difícil —dijo Mia. Hizo un gesto a su
alrededor—. Muy relajante. Si tan solo no hubiéramos estado a punto de
morir, esto podría ser como unas vacaciones.

Sentí una sonrisa rompiendo mi rostro. No había esperado el hechizo de


protección, pero debería haberlo hecho. Emir se tomaba en serio su deber
de proteger a los de mi especie. Me había dado una forma de encontrarlo,
pero no sería tan fácil como aparecer en su puerta.

La cantinera llegó un momento después, balanceando una bandeja de


pequeños vasos llenos de un líquido de color ámbar oscuro. Lo dejó con
cuidado sobre la mesa y sonrió.

—Té. Una tradición.

—Gracias. —Cogí un vaso y me di cuenta de que tenía el diminuto


emblema del mal de ojo de cristal azul en el lateral.

Se dio cuenta de que lo miraba y dijo:

—Es para atraer la energía negativa que se te envía.

Asentí con la cabeza en agradecimiento. Teniendo en cuenta el interés de


mi antiguo jefe en mí, probablemente debería comprar algunos de estos.

36
Bebimos el té y Emir regresó unos momentos después. Sostenía una
pequeña brújula dorada en sus manos, que me tendió.

—Es un amuleto además de una brújula. —Se sentó en un cojín—. Te


ayudará a encontrar el lugar.

Tomé el encanto.

—Gracias.

—Por supuesto. Dale mis saludos.

—¿No lo ves a menudo?

Sacudió la cabeza.

—Rara vez viene a la ciudad.

—Entonces le daré tus saludos.

—Tendré un conductor esperándote al final de la calle. Les acercará lo


más que pueda y luego usarán la brújula.

Le dimos las gracias de nuevo y partimos, volviendo a la calle principal. No


pasó mucho tiempo para encontrar el taxi morado oscuro que estaba
detenido junto a un enorme arbusto de buganvillas, y mis amigas y yo nos
apretujamos en el asiento trasero, dejando a Talan en el asiento delantero.
Balthazar presionó su rostro contra la ventana, claramente disfrutando de la
aventura.

Fuimos aplastadas como sardinas mientras el automóvil atravesaba la


ciudad, el conductor se movía a través de calles pequeñas y sobre baches a
un ritmo aterrador. Finalmente, llegamos a un área oscura en lo alto de la
ciudad, y el conductor se detuvo.

—Esto es lo más lejos que puedo llegar —dijo.

—Gracias. —Salí del taxi y mis amigas me siguieron.

—Guau. —Fiona silbó ante la vista que se extendía ante nosotros.

37
—Guau es exacto —dije, observando la vista.

Varen vivía en lo alto de una colina con vistas al Mediterráneo. En realidad,


era más una montaña, una pendiente empinada y espectacular hacia el
océano. No había casas alrededor, pero cientos de casas salpicaban la ladera
de abajo, sus luces brillaban como un manto de estrellas. La luz de la luna
brillaba en el mar, y las islas salpicaban el agua, manchas oscuras entre las
olas embravecidas.

Saqué la brújula de mi bolsillo mientras el taxi se alejaba, rodando


montaña abajo. La brújula vibró con magia contra mi palma, y vi girar la
pequeña aguja. Se detuvo, señalando un área detrás de mí.

—Por aquí. —Empecé a subir la colina. El suelo era rocoso y seco, con
arbustos ralos aquí y allá.

Solo habíamos recorrido unos cincuenta metros cuando la magia


chisporroteó contra mi piel. El amuleto ardió con poder, resplandeciendo de
oro brillante cuando una casa comenzó a aparecer frente a nosotros.

Me quedé boquiabierta. La casa era enorme, una enorme estructura


blanca con ventanas a lo largo del frente. Un enorme patio se extendía frente
a la casa, y una piscina infinita caía en la oscuridad, el agua turquesa brillante
iluminada por las luces de la piscina. Las tumbonas estaban dispersas, junto
con una hoguera y un bar.

—Nunca me dijiste que tu amigo estaba cargado —dijo Fiona.

—No me di cuenta.

Muchas de las ventanas estaban oscuras y la casa se sentía silenciosa. Muy


silenciosa. No era tan tarde aquí, y esperaba que algunos de los residentes
estuvieran despiertos.

—Maldita sea —dije—. No creo que estén aquí.

38
Capítulo 4
Cora

O
bservé la casa consternada. Se sentía vacía.

—¿Quiénes son? —exigió una voz femenina desde las sombras


sobre nosotros.

Está bien, no tan vacía. ¿Había estado acechando en la oscuridad?

Una mujer mayor estaba de pie en el balcón de una de las habitaciones


superiores. No había suficiente luz de luna para distinguir los detalles de sus
rasgos, pero tenía la postura ligeramente encorvada de alguien mayor de
edad.

—¿Cómo encontraron este lugar? —La acusación en su tono era clara. Ella
pensó que habíamos lastimado a Emir para obtener el amuleto que nos
había traído hasta aquí.

—Estoy buscando a Varen —llamé—. Me dijo que buscara a Emir en la


ciudad de Kalkan para encontrarlo. El conductor de Emir acaba de dejarnos.

—Humph. —Se dio la vuelta y desapareció dentro de la casa.

Le lancé a mis amigos una mirada de soslayo.

—¿Creen que ella está bajando?

—Probablemente —dijo Mia.

39
Unos momentos después, una de las puertas corredizas de vidrio en el
piso inferior se abrió y la mujer salió. Llevaba un vestido blanco suelto y
collares en capas que le daban un aire bohemio. Sin embargo, no había nada
bohemio en la sospecha de sus ojos.

—¿Por qué buscan a Varen?

—Él es un amigo —dije.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso. —La desconfianza en sus ojos
se profundizó, y lo aprecié. El retraso era molesto y nos retrasaba, pero
Varen estaba escondido y era un excelente perro guardián. Pequeña, pero
eso no significaba que estuviera indefensa. Magia poderosa vibraba a su
alrededor, y no quería ponerme en su lado malo.

—Soy como él —dije—. Y estoy buscando respuestas sobre mí misma.

—Pruébalo.

Sentí mi mandíbula caer ligeramente.

—Sabes lo que puedo hacer, ¿verdad? No voy a matar a uno de mis


amigos para demostrártelo, o hacértelo a ti también.

Ella rio.

—Como si tuvieras la oportunidad.

—Entonces, ¿qué sugieres?

Se acercó a uno de los arbustos de buganvillas que colgaban pesadamente


sobre el patio, las flores eran de un rosa tan oscuro a la luz de la luna que
parecían casi negras. Cortó una rama pequeña y volvió hacia mí, luego me la
tendió.

La tomé, la comprensión amaneciendo.

—Nunca antes había probado mi poder en las plantas.

—Bueno, al menos no eres una psicópata.

40
Solté una pequeña risa ahogada. Sin embargo, tenía razón. No andaba
matando todo lo que estaba a mi alcance, y eso estaba bien.

—¿Tengo que hacerlo? —pregunté, sin gustarme la idea de demostrar mi


poder frente a mis amigos. No usaba mi magia a menos que me obligaran a
hacerlo, pero seguía siendo una de las especies más despreciadas del
mundo. Mis amigos habían sido comprensivos, pero yo era reacia a mostrar
mi poder.

La mujer mayor solo me miró.

—Bien. —Agarré la rama e invoqué mi magia, dejando que se elevara


dentro de mí. El poder pulsó, fluyendo fácilmente a través de las yemas de
mis dedos. La rama se marchitó ante mis ojos y se marchitó hasta convertirse
en poco más que polvo.

—Bueno, eso fue fácil —dije, sin gustarme lo que estaba viendo.

—Al menos has demostrado lo que eres. —Su mirada se suavizó—. Soy
Sabiha. Soy la jardinera aquí, y temo decir que no viste a Varen por solo un
día.

—¿No verlo? —preguntó Talan—. ¿Se ha ido?

Ella asintió.

—Un grupo de personas sospechosas fueron avistadas en la ladera cerca


de aquí, buscando la casa. No podían encontrarlo sin el amuleto, pero
claramente estaban buscando a Varen y a las dos mujeres que está
protegiendo. Decidió que este lugar ya no era seguro por el momento y se
dirigió tierra adentro hacia El Santuario.

—¿Qué es El Santuario? —preguntó Talan.

—Un lugar para gente como ella. —Ella asintió hacia mí—. Pero es remoto
y rara vez se usa. La vida es hermosa allí, pero demasiado tranquila.

—¿Puedes decirnos dónde está? —pregunté, la decepción floreciendo


dentro de mí.

41
—Puedo, pero no pueden ir esta noche. Es muy peligroso.

—Tenemos prisa —dije—. Seguramente, está bien.

—Realmente no lo es. No sobrevivirías al viaje. Necesitarán toda la luz que


puedan obtener para ver venir las amenazas.

A mi lado, Fiona hizo una mueca.

—¿No puedes simplemente decirnos cómo superarlos?

—No, siempre están cambiando. Ese es el punto de El Santuario. Casi


inaccesible, y solo uno como tú puede hacer la caminata. —Ella me dio una
mirada mordaz.

—¿Pueden venir mis amigos? —pregunté.

Ella asintió.

—Contigo como su guía, sí.

El alivio me llenó, y la sensación me hizo sentir vagamente incómoda.


Había pasado gran parte de mi vida sola. Casi toda, de hecho. Había
sobrevivido a innumerables amenazas solo con mi ingenio y habilidad.

Después de menos de un mes en Nueva Orleans con mis nuevos amigos,


no quería ir a ningún lado sin ellos.

Embarazoso.

—Saldremos antes del amanecer, entonces —dijo Talan—. ¿Es ese el


momento más seguro?

—Siempre y cuando entren al cañón al amanecer, sí. —Miró entre


nosotros, frunciendo el ceño—. Mientras tanto, pueden quedarse aquí. Hay
muchos dormitorios vacíos.

Mia silbó bajo, claramente impresionada.

—¿Podemos usar la piscina?

Sabiha se encogió de hombros.

42
—Por supuesto. Y hay vino en el refrigerador, junto con algunos
bocadillos.

—¡Mini vacaciones! —dijo Fiona.

—Shh —dijo Rei—. Estamos en una misión mortal para salvar nuestra
ciudad. No podemos simplemente divertirnos.

Fiona le lanzó una mirada que decía no puedes hablar en serio.

—He estado muerta durante el último año. Definitivamente puedo


realizar múltiples tareas para salvar la ciudad y disfrutar de mis
minivacaciones.

La expresión de Rei se suavizó.

—Me parece bien. De todos modos, supongo que no hay nada que
podamos hacer durante las próximas horas.

—Exactamente.

—Estarán a salvo aquí —dijo Sabiha—. Al menos, por un rato. No he visto


a las personas que estaban husmeando ayer, y si vuelven a aparecer,
deberíamos tener alguna advertencia.

Asentí, esperando que ella tuviera razón. Teníamos demasiados


problemas con los que lidiar, no quería lidiar con este también. Con suerte,
Varen se había quitado de encima a quienquiera que lo estuviera buscando.
Y si no, podría ayudarlo una vez hubiera salvado mi nueva ciudad de mi
antigua vida.

—Síganme. —Sabiha nos condujo a la casa, que era completamente


blanca y muy moderna.

Nos mostró algunas habitaciones vacías en las que podíamos dormir y


luego nos condujo de regreso a la cocina para preparar una comida rápida
de carnes, queso, pan y ensalada. Había al menos cuatro tipos diferentes de
aceitunas, que me gustaron más de lo que esperaba.

43
Cuando terminamos de comer, Fiona miró el reloj y luego al resto de
nosotros.

—Bueno, no sé ustedes, pero yo quiero nadar en esa gloriosa piscina. No


es tarde.

La idea hizo que me sintiera culpable. Nueva Orleans estaba bajo


amenaza... ¿realmente podía nadar en una piscina infinita con vista al
Mediterráneo?

Fiona arqueó una ceja hacia mí.

—Sé lo que estás pensando. Para.

—No, no lo haces. —Le fruncí el ceño.

—Te sientes culpable. Está por toda tu cara.

—Bueno, tengo la culpa de lo que le está pasando a Nueva Orleans. Se


siente un poco mal estar de fiesta.

—No ir de fiesta, nadar —corrigió ella—. Y lo que es más importante, no


tienes la culpa. Eres tan víctima como todos los demás. Más aún, ya que
Marek fue quien hizo de tu vida un infierno y continúa haciéndolo.

Por un lado, no me gustaba que me describieran como víctima. ¿E incluso


merecía su simpatía? Había hecho cosas terribles. Cierto, mi antiguo jefe me
había obligado a hacerlos, pero aun así... los había hecho.

—De todos modos —dijo Fiona, distrayéndome de mis pensamientos—.


No es como si estuviéramos nadando porque no queremos encontrar a
Varen. Estamos llenando el tiempo hasta que podamos salir por la mañana.
¿Recuerdas lo que dijo Sabiha? Es demasiado peligroso ir en la oscuridad.

Ella tenía un punto. Y Fiona había estado atrapada en la casa de mi madre


durante más de un año. Estaba comprensiblemente desesperada por hacer
cosas divertidas. No quería ser yo quien la detuviera.

Y quería nadar. La piscina se veía increíble, y me vendría bien un descanso


de la preocupación.

44
—Está bien. —Sonreí y me puse de pie, tratando de sacudirme los oscuros
recuerdos—. Vamos a entrar.

—¡Hurra! —Fiona se puso de pie de un salto y salió corriendo. Rei y Mia


la siguieron.

Miré los platos en la mesa. Todavía tenían que lavarse. No podía


dejárselos al ama de llaves que estaba siendo tan amable con nosotros.

Talan pareció leer mi mente, porque me miró a los ojos y dijo:

—No soy de los que nadan. Me encargaré de esto.

¿Un señor demonio que lavaba los platos? Eso fue inesperado.

—Vamos. —Su voz era firme, pero amable—. En serio. Tus amigas te
quieren allí.

Como para confirmar sus palabras, la voz de Fiona llegó adentro.

—¡Cora!

—Gracias. —Le di una última mirada, deseando poder dejar que mi


mirada se detuviera en él. Deseando poder quedarme y hablar con él.

No.

Era una mala idea.

Salí corriendo de la casa al patio de la piscina.

El aire de la noche era cálido y respiré hondo mientras me acercaba a mis


amigas. La vista era divina: un resplandeciente estanque turquesa iluminado
desde adentro, contra la extensión negra como boca de lobo de un paisaje
que se extendía por la ladera de la montaña hasta el mar que esperaba.

Mis amigas ya estaban en la piscina, en ropa interior. Parecía tentador.


Quitándome la ropa, me sumergí en el agua fresca y encantadora.

Pasamos una hora nadando y mirando la vista mientras discutíamos los


desafíos que nos esperaban mañana. Hablar de ello podría no prepararnos

45
para lo que estaba por venir, pero me hacía sentir menos culpable de tener
en mente nuestro propósito.

Cuando finalmente llegó el momento de ir a nuestras camas, dejé la


piscina y subí las escaleras. Desafortunadamente, no vi a Talan, pero era lo
mejor.

A pesar de mis mejores esfuerzos, fue imposible conciliar el sueño. La


preocupación me persiguió, masticando mi mente hasta que me levanté y
salí al patio para tomar un poco de aire fresco.

Pero no estaba sola.

Talan estaba de pie junto a la barandilla que dominaba el mar, la luz de la


luna proyectaba sombras sobre su rostro.

—¿Cómo llegaste aquí? —Pensé que el patio era privado. Miré hacia las
puertas de vidrio por las que había venido y me di cuenta de que había otro
juego justo al lado de ellas—. Ah. Tu habitación está junto a la mía.

Él asintió, su mirada recorriendo mi rostro.

Al menos llevaba una camiseta larga que había encontrado en el armario


y no estaba del todo desnuda. Él, sin embargo, estaba sin camisa. La luz de
la luna brillaba sobre su suave piel, resaltando los músculos que lo convertían
en una obra de arte.

—¿No puedes dormir? —preguntó.

Moví mi mirada de su pecho a sus ojos, mis mejillas cada vez más calientes
porque me habían pillado boquiabierta.

—¿No, tú?

Sacudió la cabeza.

—Estás preocupado por tu ciudad.

Él asintió una vez.

—Lo siento. —La culpa me inundó una vez más.

46
—No lo hagas. —Su voz era firme—. Fiona tenía razón. No es tu culpa.

—No me llames víctima también.

—¿Por qué no? No tienes nada de débil. Te han hecho algo terrible y lo
has superado. El título es una marca de un sobreviviente.

—Entonces llámame sobreviviente.

Su mirada se volvió aún más seria y asintió.

—Sobreviviente entonces. Eso es más apropiado, estoy de acuerdo.

—Marek está amenazando a la ciudad por mi culpa.

—Todavía no es tu culpa. —Hizo un gesto hacia la barandilla a su lado,


indicando que había un lugar para mí.

Me uní a él, los latidos de mi corazón se aceleraron mientras me paraba a


su lado. Descansando mis manos en la barandilla, miré hacia la noche.

Hubo un silencio por un breve momento antes de que él dijera:

—Nunca he conocido a nadie como tú, Cora.

—¿Lleno de problemas y dificultades?

—No. —Podía escuchar la sonrisa en su voz—. Fuerte, decidida,


inteligente. Eres una luchadora, en el mejor sentido de la palabra. No dejas
pasar los problemas, sino que los solucionas. ¿La gente que vamos a ver
mañana? Los salvaste con tu ingenio y determinación.

El calor enrojeció mis mejillas. Nunca nadie había dicho cosas tan bonitas
sobre mí antes, ¿y escucharlas de él…?

Era casi más de lo que podía soportar.

—¿Por qué dices cosas como estas? —pregunté, incapaz de evitarlo.

—Porque son ciertas, y me siento obligado.

47
—No eres exactamente de los que se vuelven líricos sobre algo y, sin
embargo, realmente vas a la ciudad con los cumplidos. ¿Es porque soy tu
compañera?

—No. Es porque eres increíble. Quiero ignorarte, continuar con mi vida de


soledad y deber con mi ciudad, es lo que imaginé para mí. El plan de vida
que pensé que iba tan bien. Y sin embargo… —Suspiró, claramente buscando
las palabras correctas—. No puedo.

—¿Por qué no? —pregunté, mi corazón acelerado.

—Porque te quiero. Para siempre. A mi lado, en mi mesa, en mi cama.


Quiero hacerte reina. Si tuviera una corona, sería tuya.

El aire salió corriendo de mí.

Nunca imaginé que alguien me diría esas cosas. Que ellos quisieran
hacerlo.

—Yo… —Era francamente aterrador. Tal vez no debería serlo, pero lo era.
Casi había perdido a Fiona la semana pasada, y el estrés casi me había
matado—. Nunca he sido buena con las emociones. O el cuidado de las
personas.

—No creo eso.

—Bueno deberías. —La ira estalló dentro de mí, pero no sabía a quién
estaba dirigida. ¿A él? ¿Yo misma? ¿Marek?— Nunca he tenido a nadie por
quien preocuparme, o alguien que se preocupe por mí. Apenas sé cómo
hacerlo, y me asusta muchísimo. No sé cómo la gente sobrevive cuando ama
a otras personas. Es como sacar el corazón de tu cuerpo y dejarlo andar sin
ti. Es demasiado.

Se quedó en silencio por un momento, y me di cuenta de lo intenso que


había sido mi pequeño discurso. Pero no pude evitarlo. Me sentía
fuertemente acerca de esto.

—La vida es corta —dijo—. Y me importa…

48
Levanté la mano.

—No. No lo digas.

—Cora, yo...

—No. —Di media vuelta y regresé a la habitación, mi corazón latía tan


fuerte que casi me ensordecía. Las lágrimas picaron en mis ojos cuando cerré
la puerta detrás de mí, y me sentí como una loca alejándome de él.

Me preocupaba por él, no podía evitarlo. Si profundizaba aunque fuera un


poco en mis sentimientos, incluso podría encontrar que lo amaba. En
realidad, no sabía cómo se sentía el amor, pero probablemente era esta
combinación de anhelo insano y terror profundo.

Simplemente no podía soportarlo.

49
Capítulo 5
Talan

M
e desperté después de una noche de sueño inquieto. Después de
que Cora me dejó en el patio la noche anterior, me di cuenta de
que había manejado mal la situación. Sabía que era asustadiza,
pero no me había dado cuenta de cuánto. Su vida pasada había dejado
cicatrices profundas, y me hizo odiar a Marek aún más.

Quería matarlo con mis propias manos y ver cómo la vida se desvanecía
de sus ojos mientras le decía que se estaba muriendo por su culpa.

Sacudí mis pensamientos oscuros. Ya era de mañana y teníamos un viaje


peligroso por delante. Necesitaba concentrarme en eso.

Sabiha había tenido la amabilidad de llevarnos a la entrada del cañón para


cortar parte del viaje, y me senté a su lado en la parte delantera del vehículo
mientras conducía. La atmósfera estaba en silencio mientras navegaba a
través de las montañas. Sabiha había dicho que no podía llevarnos hasta allí,
pero que podía acercarnos. Todavía estaba oscuro afuera, pero deberíamos
llegar poco antes del amanecer.

El vehículo se detuvo a un lado de la carretera.

—Esto es todo —dijo Sabiha—. Seguirán ese camino allí. —Señaló un


camino que atravesaba la montaña a nuestra derecha—. Cuando lleguen al

50
río, tengan cuidado. Se vuelve peligroso allí. Continúen río arriba y atraviesen
el cañón hasta llegar a su destino.

—¿Cómo sabremos que hemos llegado? —preguntó Fiona.

—Oh, lo sabrán —dijo Sabiha—. Y tengan cuidado. Cora puede guiarles


por lo que es, pero seguirá siendo peligroso.

—Gracias. —Salí del auto y los demás se unieron a mí. Balthazar todavía
estaba sobre los hombros de Fiona, y Mia y Rei parecían alertas y listas para
cualquier cosa. No miré a Cora, aunque quería hacerlo. Mejor evitar la
distracción de su belleza y mantener mi mente en la tarea por delante.

Salimos a pie por el camino. El cielo se hizo más brillante a medida que
caminábamos, hasta que hubo suficiente luz para ver bien nuestro entorno.

Habíamos llegado.

Las paredes del cañón eran de un suave color beige pálido que se elevaba
cientos de pies por encima de nosotros. Era estrecho, lo que solo realzaba el
dramatismo de los alrededores, y un río azul lechoso corría por el centro.

Fiona silbó bajo.

—Es hermoso.

—Si no fuera tan mortal, me gustaría viajar en una cámara de aire río
abajo mientras bebo un cóctel de frutas —dijo Mia.

Cora se rio y me encantó el sonido. El humor no era mi don. Me gustaría


ser quien la divirtiera, pero si no pudiera, felizmente me conformaría con
escuchar a alguien más hacerla reír.

—Vamos a tener que caminar por el agua para adentrarnos más en el


cañón —dijo Cora.

Ella tenía razón. El río que serpenteaba a través del cañón lo inundaba
todo. Aunque era imposible ver el fondo del río debido al sedimento blanco
lechoso que flotaba en el agua, aparecían rocas y diminutas islas de arena

51
aquí y allá, lo que dejaba claro que no era demasiado profundo. Dimos un
paso hacia él, y Cora se apresuró a colocarse frente a mí.

—Déjame ir primero —dijo.

—Al infierno que lo haré.

—Soy el guía, ¿recuerdas? Y nada de esa mierda de cavernícola.

¿Mierda de cavernícola?

Supuse que tenía razón. La bestia protectora que despertó dentro de mí


era primaria. Antiguo.

—Bien —dije, odiando ceder—. Sin embargo, me quedaré a tu lado.

Ella asintió y se volvió hacia el río, poniendo su pie en el agua. Un


escalofrío la recorrió.

—Está frío. Será mejor que crucemos rápido.

Ella se metió, el agua subiendo hasta sus rodillas. Me mantuve cerca de


ella, el líquido helado envió un escalofrío por mis venas. Estaba tan frío que
casi quemaba. Las demás nos siguieron y seguimos adelante.

En algunos lugares, la corriente era poderosa, obligándonos a agarrarnos


unos a otros para apoyarnos. Habíamos avanzado unos cien metros cuando
se hizo más difícil mover los pies por el río.

—¿La corriente se está volviendo más fuerte? —Los dientes de Fiona


castañeteaban.

—No, está completamente quieta —dijo Cora.

Mis pies estaban completamente entumecidos, por lo que era difícil sentir
cuál era el problema. Miré hacia abajo. Se habían formado cristales de hielo
en la superficie del agua, y la magia chisporroteó a su alrededor. El maldito
río había sido encantado para congelarse cuando la gente entraba en él.

—El río se está congelando —dije—. Rápidamente.

52
—Mierda. —Cora entrecerró los ojos en la distancia, con el ceño fruncido
en su rostro—. Veo tierra seca por allá. Si podemos llegar tan lejos,
deberíamos estar bien.

—No veo tierra firme —dijo Rei.

—Yo tampoco —agregó Mia.

Tuve que estar de acuerdo con ellas. Todo lo que veía era el lecho de un
río inundado.

—Ella es la guía, ¿recuerdan? —dijo Fiona—. Eso es lo que nos dijo Sabiha.
Tenemos que quedarnos con ella. Ella puede ver el camino más seguro.

Por supuesto.

—Te seguiremos.

Cora arrastró los pies por el agua. El río se estaba convirtiendo en


aguanieve helada. El aguanieve se endureció hasta que no pudimos
movernos en absoluto.

—Talan, estoy atascada.

—Yo también.

—Igual —dijo Fiona, su voz ligeramente temblorosa.

Mierda. Necesitábamos una forma de descongelar el agua.

Presioné las yemas de mis dedos contra la superficie congelada,


alimentando mi fuego demoníaco en el hielo. Esperaba que se derritiera sin
quemarnos. Lentamente, el hielo comenzó a volverse fangoso.

—¡Esta funcionando! —gimió Cora—. ¡Sigue adelante!

Hice lo que me pidió y pronto pudimos movernos. Cargamos a través del


agua, yendo tan rápido como pudimos. El lecho seco del río apareció a la
vista, el barro pálido y los guijarros se revelaron a través del hechizo que los
había ocultado.

53
Gracias al destino, Cora estaba aquí para guiarnos.

Ella señaló hacia adelante.

—Mientras permanezcamos cerca de la pared del cañón, estaremos en


tierra firme. Hay partes que están inundadas, pero espero que no estén
encantadas para congelarse.

Partimos río abajo, siguiendo sus indicaciones. Mis sentidos estaban en


alerta máxima. No podía ver la verdad de este cañón como podía hacerlo
Cora, y saberlo me hizo sentir vulnerable. Poner mi fe y seguridad en manos
de otra persona era extraño para mí y no me gustaba.

Cora

Seguí adelante, manteniéndome cerca de la imponente pared mientras


nos adentrábamos más en el cañón. Mis zapatos estaban ahogados con
agua, pero al menos no tenía congelación.

El sol había subido más alto, brillando intensamente sobre el agua azul
pálido que viajaba perezosamente a través del cañón. Mis amigos se
quedaron pegados detrás de mí y yo miraba hacia atrás cada pocos minutos
para asegurarme de que estaban bien. Había peligro en el aire, como una
nube de mosquitos pinchándome constantemente. El agua helada había sido
inesperada y no quería más sorpresas. Tenía demasiadas vidas en mis
manos.

Estaba acostumbrada a cuidar de mí misma. Ser responsable de otros así


apestaba. Me habría encogido de hombros ante la responsabilidad si hubiera
podido, pero esa no era una opción. Iba a asegurarme de no arruinar esto.

El sonido de roca raspando contra roca me llamó la atención y miré hacia


arriba. Enormes rocas caían por la pared del cañón.

54
—¡Correr! —grité, corriendo adelante.

Atravesamos el cañón con los pies chapoteando en las aguas poco


profundas cerca de las paredes rocosas. Una enorme roca se estrelló contra
el río frente a mí, salpicándome con una ola de agua fría.

Mi corazón saltó a mi garganta.

Las rocas cayeron a nuestro alrededor, docenas de ellas en todas las


formas y tamaños. Un grito detrás de mí envió un escalofrío por mis venas.
Miré hacia atrás para ver a Fiona salir de un estrecho espacio entre una roca
y la pared del cañón.

Santos destinos, eso había estado cerca. Casi había sido aplastada.

—¡Estoy bien! —gritó ella—. ¡Sigue adelante!

—Las rocas no se detienen —dijo Talan, señalando.

Una interminable avalancha de rocas caía sobre nosotros, salpicando


incesantemente en el río.

Tarde o temprano, uno de nosotros sería alcanzado.

Necesitábamos un lugar para escondernos.

Aceleré mi paso, escaneando el cañón en busca de refugio. Vi una cueva


en la pared lateral más adelante e hice una doble toma. En un momento,
hubo una entrada de bienvenida, al siguiente, nada más que roca lisa.

Magia.

Lo sentía ahora, chisporroteando en el aire. La cueva estaba oculta a la


vista.

La señalé.

—¡Allí! Una cueva.

—No la veo —gritó Talan a mi espalda.

—Está ahí, lo prometo. —Corrí hacia ella.

55
Estaba casi allí cuando una enorme fuerza se estrelló contra mí por detrás.
Era cálido y fuerte, y reconfortantemente familiar.

Talan.

Me presionó contra la pared del cañón, una enorme roca se estrelló


contra el lugar exacto al que me dirigía.

Jadeando, lo miré.

—Gracias.

Él asintió, sus ojos brillando, luego dio un paso atrás.

—Dirige el camino.

Me lancé hacia la cueva una vez más, lanzándome dentro. El aire se


espesó, como si me abriera paso a través de gelatina. Seguí adelante,
jadeando cuando salté por el otro lado. Dándome la vuelta, vi a mis amigos
entrar en la cueva detrás de mí.

Fiona se inclinó, apoyando las manos en las rodillas mientras jadeaba para
recuperar el aliento. Balthazar se subió a su espalda y se sentó, su
espeluznante mirada roja pegada al río donde las rocas seguían cayendo,
amontonándose unas sobre otras hasta que nuestra salida quedó
bloqueada.

Estrechos chorros de luz se filtraban a través de los huecos en la roca,


desapareciendo a medida que caían más rocas.

—Gracias al destino que pudiste ver este lugar —dijo Mia, su voz ronca
por el esfuerzo—. Pensé que iba a estrellarme de cara contra una pared de
piedra cuando te seguí hasta aquí.

—No es broma —dijo Fiona—. Balthazar clavó sus garras en mis hombros
con tanta fuerza que estoy bastante segura de que tendré cicatrices.

Un destello de luz azul pálido iluminó el espacio oscuro. Rei sostenía un


orbe brillante que emitía suficiente luz para revelar nuestro entorno.

56
Estábamos parados dentro de un túnel angosto que parecía terminar a unos
seis metros.

—¿Va a alguna parte? —preguntó Talan.

—Seguro, eso espero. —Me dirigí más profundo en la cueva. Podríamos


tratar de abrirnos camino hacia la salida, pero no me gustaban nuestras
probabilidades contra el gran volumen de piedra que nos atrapaba dentro.

La cueva estaba parcialmente sumergida, unas dos pulgadas de agua


salpicaban mis pies mientras investigaba el túnel. Afortunadamente, no
llegaba a un callejón sin salida. En cambio, giraba a la izquierda y se
adentraba más en el cañón.

—Vamos por aquí —dije—. Esperemos que haya otra salida.

—Adelante, jefa —dijo Mia.

El aire se volvió viciado a medida que nos adentrábamos más en la tierra.


Talan se mantuvo cerca a mi lado y pude sentir la intensidad de su atención.
Se movía con una gracia mortal, su mirada explorando el espacio frente a
nosotros.

—Odias esto, ¿no? —pregunté. Tenía que confiar en mí para guiarnos a


salvo a través del cañón, y él no era de los que confiaban en nadie para nada.

—Sí.

Continuamos en silencio, avanzando de dos en dos. El túnel se ramificaba


en un punto y me detuve para considerar nuestras opciones. Algo efímero
tiró de mí hacia la izquierda, así que lo señalé.

—Ese.

Mis amigos me siguieron en silencio y yo nos conduje a través de varias


coyunturas más, eligiendo nuestro camino por instinto.

—¿Cómo estás decidiendo qué camino tomar? —preguntó Mia.

57
—Lo siento, supongo. —La sensación era fuerte y se hacía más fuerte con
cada paso adelante—. Es como si me estuvieran empujando hacia un lugar
al que soy bienvenida.

—Eso es lo suficientemente bueno para mí —dijo Mia.

Su fe en mí hizo que una pequeña sonrisa tirara de mis labios.


Eventualmente, la calidad del aire cambió.

—¿Te huele más fresco? —preguntó Fiona.

—Creo que sí. —Respiré profundamente—. Podríamos estar cerca de una


salida.

Unos cincuenta metros más adelante, una luz pálida llenó el túnel. Pronto,
pude ver la salida brillantemente iluminada, una grieta estrecha que iba a
ser difícil de atravesar.

Rei silbó por lo bajo ante la vista.

—Al menos no está cubierto con miles de libras de roca.

Sin embargo, eso era todo lo que tenía para recomendarlo. Miré a Talan
de arriba abajo, un poco preocupada por sus posibilidades de pasar.

Debió sentir mi mirada sobre él, porque dijo:

—Me las arreglaré.

Asentí y me dirigí hacia la abertura. Talan me agarró del brazo y me


impidió intentar pasar.

—Déjame ir primero.

—Aprecio eso, pero soy la única que podrá ver lo que realmente hay ahí
afuera.

Me frunció el ceño, la indecisión y la determinación de protegerme en


guerra en su rostro.

58
—Eso también me convierte en el jefe de esta operación —dije—. Ahora
da un paso atrás.

Apretó la mandíbula, pero obedeció.

El calor me llenó. Talan era un hombre que no recibía órdenes de nadie y,


sin embargo, respetaba mi autoridad aquí, aunque obviamente era difícil
para él.

—Gracias. —Me volví y atravesé la estrecha salida. Lo hice con un poco de


espacio de sobra, lo que me dio esperanza para Talan.

La luz exterior era casi cegadora, pero mis ojos se adaptaron rápidamente.
El cañón se parecía a la parte en la que habíamos estado antes, pero sin las
rocas.

Talan se coló detrás de mí, maldiciendo por lo bajo. Su camisa estaba


desgarrada, revelando la piel suave y los músculos debajo. Las demás se
unieron a nosotros y nos dirigimos río arriba.

Un montón de rocas formaba una pequeña cascada y trepamos por ella.


El agua fría empapó la mayor parte de mi ropa y me estremecí.

En la parte superior, el río se ensanchaba, inundando todo el cañón.

—Puaj. Más agua.

Avanzamos trabajosamente, sumergidos hasta las rodillas. Por lo menos


no teníamos que nadar. Apenas habíamos avanzado unas pocas docenas de
metros cuando las paredes del cañón comenzaron a brillar.

—¿Ustedes ven eso? —dije—. Las paredes del cañón se ven raras.

—Me parecen normales —dijo Talan, con preocupación en su voz.

El peligro aguijoneaba el aire, una magia que me inquietaba.

—Algo viene. Saquen sus armas.

59
Capítulo 6
Cora

T
alan sacó su espada larga del éter. Llamé a mi karambit,
agarrando la hoja mientras miraba a los demás. Rei agarró una
bolsa de bombas de poción, mientras que Mia sostenía una
espada corta. Sin embargo, fue Fiona quien me tomó por sorpresa. Ella
agarraba un arco en sus manos, un carcaj de flechas en su espalda.

Ella levantó una ceja hacia mí.

—¿Qué? Tuve toda una vida antes de morir. Eso incluía un arco muy dulce
que almacené en el éter.

—Bonito. —Sonreí, mi sonrisa se desvaneció cuando las paredes del


cañón se abultaron y se retorcieron. La magia chisporroteó cuando las
figuras salieron de la piedra. Eran más de una docena de ellos, guerreros que
eran de alguna manera efímeros pero sólidos. Al menos, sus armas parecían
sólidas.

—Veo eso —dijo Talan con gravedad.

Llevaban armaduras de hace mucho tiempo, y sus espadas y lanzas tenían


puntas de oro. Los cascos ocultaban la mayor parte de sus rostros.

60
Me preparé mientras cargaban, moviéndose rápidamente a través del
agua hacia nosotros. Detrás de mí, una flecha voló con precisión mortal,
atravesando el corazón de un guerrero.

Siguió adelante.

—Esto es malo —dijo Mia.

Rei lanzó una poción bomba. Explotó contra el pecho de otro hombre,
salpicándolo con un líquido verde ácido.

Ni siquiera se inmutó.

—Y eso es peor —dijo Fiona.

Mierda, mierda, mierda.

Estaban cerca de nosotros, y hasta ahora, parecían imposibles de matar.


No había forma de que pudiéramos tomar más de una docena de rehenes.
Necesitábamos usar la fuerza bruta para sobrevivir a esto.

¿Cómo diablos les matamos?

Frenética, pasé mi mirada sobre ellos, buscando cualquier cosa que


pudiera ser una pista.

—¿Ves algo que nosotros no? —preguntó Talan, su espada levantada


frente a él.

Estaban a sólo veinte pies de distancia ahora, y podía ver el brillo de sus
ojos. Era un azul pálido y espeluznante que envió un escalofrío por mi
espalda.

Entonces noté sus cuellos. Debajo de sus cascos dorados, había una luz
blanca pálida que brillaba en sus cuellos.

Su fuerza vital.

O al menos, la magia que los animaba. Estaba concentrado en sus cuellos.

—¡Apunten al cuello! —grité.

61
Entonces estaban sobre nosotros, espadas y lanzas levantadas. Talan se
enfrentó al más cercano con un violento corte de su espada que cortó el
cuello del atacante. La figura desapareció en un destello de magia blanca.

Fiona lanzó un grito de alegría y una de sus flechas la siguió. Navegó por
el aire y aterrizó directamente en el cuello de uno de los atacantes. Salió de
la existencia, la luz blanca estalló hacia afuera.

Corrí a través del agua, esquivando la espada cortante de un atacante, y


clavé mi karambit en su garganta. Un pulso de magia me inundó cuando
explotó.

Con el corazón acelerado, me giré para encontrar otro. Debía medir seis
pies y medio, delgado y rápido. La armadura que llevaba estaba decorada
con diseños de volutas que eran antiguos y hermosos. Con un rugido bajo,
me apuñaló con su lanza. Lo esquivé, pero muy lentamente, y me cortó el
costado.

El dolor estalló, y jadeé.

Retiró la lanza hacia atrás, apuntando a otro golpe. Fingí a la izquierda,


luego me moví a la derecha antes de que pudiera lanzar su ataque. Me
abalancé sobre él, alcanzando lo alto para apuñalarlo en el cuello.

Se fue antes de que pudiera retirar la espada.

A mi alrededor, el agua salpicaba mientras mis amigos luchaban contra los


antiguos guerreros. Talan se movía como un dios vengativo, su velocidad y
gracia algo digno de contemplar. Decapitó a dos guerreros en una sola
maniobra de espada giratoria.

Las bombas de poción de Rei encontraron su objetivo en los cuellos de los


guerreros más cercanos a la pared del cañón, y tres de ellos desaparecieron
en segundos.

Maldición, era buena.

Me giré para buscar a otro atacante, y lo encontré casi encima de mí. Me


agaché bajo el golpe de su espada y cargué contra él, tropezando con una

62
roca bajo el agua. El agua fría me rodeó cuando aterricé de cara en el río. El
pánico brilló, y traté de enderezarme.

Pelear en el agua hasta las rodillas era lo peor.

El dolor atravesó mi pierna cuando su hoja hizo contacto, pero también


me dio combustible. El peligro siempre hacía eso.

Encontré mi equilibrio y me levanté, agradecida de encontrarme frente a


él. Sus ojos azul pálido se abrieron con sorpresa. Hundí mi espada en su
garganta y, para mi satisfacción, explotó en un estallido de magia y
desapareció.

Un grito sonó detrás de mí, y me giré para ver a Mia recibir un


desagradable golpe de espada en su brazo. La sangre brotó libremente. Ella
se tambaleó hacia atrás para evitar a su atacante.

Levantó su espada una vez más y avanzó hacia ella. Antes de que pudiera
alcanzarla, una de las flechas de Fiona voló por el aire y se clavó en su cuello.

Se fue.

Fue el último, gracias al destino.

Jadeando, presioné mi mano en el corte de mi costado. Todavía lloraba


sangre, al igual que la herida en mi muslo. Ambos eran cortes feos,
profundos y dolorosos.

Mis amigos no se veían mucho mejor. Mia tenía una herida en el brazo y
Fiona lucía un corte en el pecho que enrojecía toda su camisa.

—Estoy bien —dijo ella—. Solo una herida superficial.

Rei agarraba su hombro, ejerciendo presión sobre lo que probablemente


era una herida punzante de una lanza.

—Cora, ¿estás bien? —preguntó Talan. Me giré para verlo mirándome con
preocupación en sus ojos.

63
—Bien, mientras lleguemos pronto. —Lo miré de arriba abajo y vi una
mancha oscura reveladora en su cadera—. ¿Tú?

Él asintió.

—Lo mismo.

—Tengo algunas pociones curativas —dijo Rei—. No nos arreglarán por


completo, pero deberían encargarse de lo peor del daño para que podamos
seguir adelante.

Me tambaleé hacia ella, aceptando la oferta de ayuda de Talan y


apoyándome en él. Envolvió un brazo fuerte alrededor de mi cintura, y traté
de concentrarme en eso en lugar del dolor que me atravesaba con cada
paso.

—Aquí. —Rei descorchó un vial y me lo entregó.

—¿Hay suficiente para todos? —pregunté, aceptándolo.

Ella asintió, sacó más de su bolso y los pasó.

Bebí el mío, haciendo una mueca por el mal sabor. El dolor en mi costado
y pierna se desvaneció a un latido sordo, y la herida se cerró un poco. No
sanó del todo, pero al menos la sangre dejó de fluir.

—Tendremos que encontrar un verdadero sanador pronto —dijo Rei—.


Pero la poción detiene el sangrado y alivia el dolor.

Era lo suficientemente bueno para mí.

—Gracias.

Una vez que todos tomaron sus pociones, las muecas en sus rostros se
calmaron. Balthazar era el único que no había resultado herido, aunque no
estaba segura de que fuera posible dañar a un gato sombra. Esperaba que
no.

—¿Listos para seguir adelante? —pregunté.

—Sí. —Fiona asintió—. Aunque espero que estemos casi allí.

64
—No es broma —dijo Mia.

Seguimos adelante, y casi de inmediato tuve la sensación de que la


seguridad estaba cerca. Me inundó como una ducha tibia y aceleré el paso.
El agua se hizo menos profunda y finalmente se convirtió en tierra firme. El
río fluía por nuestra izquierda, moviéndose más profundo y más rápido.

—Creo que ya casi llegamos —dije, de repente queriendo correr para


llegar más rápido. Era la sensación más extraña. Sin embargo, me resistí, ya
que nunca era una buena idea acercarse a un lugar fuertemente protegido
a toda velocidad.

Más adelante, el aire brillaba con una luz pálida y opalescente. En lugar de
sentirse repelente, como la mayoría de los amuletos protectores, se sentía
acogedor. Pasé a través de él fácilmente, jadeando ante la vista frente a mí.

Habíamos llegado a una ciudad antigua, una que había sido excavada en
las paredes del cañón que nos rodeaba.

—Guau —respiré. Los edificios estaban apilados unos encima de otros,


casas excavadas en la piedra con fachadas falsas excavadas en la roca. Las
fachadas de los edificios tenían techos puntiagudos decorativos y puertas
abiertas enmarcadas con piedra tallada. Las ventanas sin vidrio
proporcionarían una vista clara del cañón más allá.

Aparecieron figuras en las puertas encima de nosotros, mirándonos con


curiosidad. No sentí que pudieran atacar y levanté la mano para saludar.

Mis amigos hicieron lo mismo, pero nadie respondió.

Cuando mi mirada se posó en los tatuajes familiares de Varen, sonreí.


Estaba de pie en la entrada de uno de los edificios en el tercer nivel, y sus
cejas se levantaron con sorpresa al verme. Me saludó rápidamente con la
mano y luego desapareció.

—¿Crees que va a bajar? —preguntó Fiona.

—Estoy bastante segura de que lo hará.

65
Un momento después, salió por una puerta oculta en la base de la pared
del acantilado. Su paso era fuerte y seguro cuando se acercó a nosotros, pero
la preocupación arrugó su frente.

—Cora —dijo, deteniéndose frente a mí—. Algo debe estar mal si


desafiaste el viaje hasta aquí.

Asentí.

—Muy mal. ¿Podemos hablar?

—Por supuesto. —Su mirada se movió sobre mí y el resto de mi


contingente. Teníamos que ser un espectáculo, empapados y cubiertos de
sangre—. Vamos a limpiarles, luego hablaremos.

—Gracias.

Nos condujo hacia la puerta oculta, que parecía de piedra lisa. Pasó con
facilidad y lo seguimos. Las escaleras del interior habían sido talladas
directamente en la roca, anchas y con un acabado liso. Los candelabros
dorados resplandecientes iluminaban el espacio oscuro, y el aroma fresco de
las flores llenaba el aire. Era completamente inesperado, pero también lo
era el resto de este lugar.

—¿Cuántas personas viven aquí? —pregunté.

—De treinta a sesenta, según el día. —Nos condujo por tres tramos de
escaleras, pasando puertas a la izquierda, luego a una habitación con
paredes de color blanco pálido. En la pared opuesta, una puerta y ventanas
daban al cañón. La vista era increíble.

Balthazar saltó de los hombros de Fiona y se acercó a una ventana,


saltando al alféizar para ver mejor.

—Las escaleras van detrás de las casas —dijo—. Fueron construidos hace
miles de años, junto con todo el resto de esto.

Miles de años.

Santo destino, eso era asombroso.

66
—Esta es la enfermería. —Indicó cuatro camas contra una pared y una
mesa llena de botellas de pociones—. Les dejaré aquí mientras les preparo
la comida. Cuando hayan terminado, el sanador les llevará con nosotros.

—Gracias. —Incliné la cabeza en agradecimiento.

Mis amigos se pararon contra la pared, inspeccionando en silencio


nuestro entorno. Nunca esperé ver un lugar como este, y parecían tan
asombrados como yo.

Varen salió de la habitación y, unos momentos después, entró una mujer


pequeña de cabello oscuro. Un hombre alto la seguía, esbelto y pálido.

Ella nos miró de arriba abajo con un chasquido de su lengua.

—Parece que estaban en una buena pelea.

—Eso es un eufemismo —dijo Fiona—. Las protecciones en este lugar son


impresionantes.

—¿Verdad? —La mujer sonrió—. Soy Calliope. Este es Marit. Somos los
sanadores.

Di un paso atrás y les hice un gesto a mis amigos para que fueran primero.

Rei arqueó una ceja hacia mí.

—Te ves peor por el desgaste. Deberías ir primero.

—Me veo genial —dije—. Y, de todos modos, estoy acostumbrada. Ahora


súbete y arréglate.

Ella puso los ojos en blanco.

—Gracias.

Mia hizo lo mismo, y los dos sanadores comenzaron a atender sus heridas.
No tomó mucho curar la herida punzante en el hombro de Rei, así que Fiona
fue la siguiente. Cuando los tres terminaron, Calliope señaló una de las
puertas.

67
—Vayan por ese camino y encontrarán una muda de ropa.

Rei, Mia y Fiona desaparecieron en la habitación. Balthazar seguía sentado


en una de las ventanas que daban al cañón y Fiona lo dejó solo.

Talan y yo nos acercamos a los curanderos, quienes trabajaron en silencio


y de manera eficiente. Marit terminó primero con Talan, y el demonio se fue
a cambiarse.

—Tú eres la que es como nosotros —dijo Calliope mientras curaba la


herida en mi muslo con la magia que brillaba en su palma.

El dolor se desvanecía con cada segundo, y me relajé.

—Sí.

—Bienvenida a casa —dijo.

—¿Casa? —Fue algo agradable de decir, pero quería que Nueva Orleans
fuera mi hogar, no este lugar.

—Este es un refugio seguro para aquellos como nosotros. Algunos eligen


quedarse para siempre, otros solo por un corto tiempo.

Yo estaría en el último grupo, pero me alegró saber que este lugar existía.

Cuando terminó, dio un paso atrás y se sacudió las manos. El gesto parecía
más ceremonial que otra cosa, ya que ella había usado su magia para
curarme y sus manos estaban limpias.

—Ya puedes cambiarte —dijo.

—Gracias.

—De nada.

La dejé y me dirigí a la gran habitación de al lado. Era un espacio abierto y


aireado con cubículos para la ropa que había sido colgada en percheros.

Talan estaba de pie en el medio, sin camisa.

68
Me detuve en seco, mirando la extensión de su pecho. El aliento se atascó
en mi garganta mientras absorbía la visión. Él era pura perfección.

—Eh, lo siento. —Di un paso atrás, como para irme.

—Está bien. —Una sonrisa tiró de su boca—. Casi termino.

Asentí, incapaz de apartar la mirada de él. ¿Por qué diablos no podía


apartar la mirada?

Se dio cuenta de que estaba mirando como una idiota, y su mirada se


calentó.

—Cora —dijo en voz baja—. Si quieres que no haya nada entre nosotros,
no puedes mirarme así.

—Cierto —gruñí, todavía incapaz de apartar la mirada. Nuestras miradas


se encontraron, y vi el calor en la suya. Encendió un infierno dentro de mí, y
quería arrojar mis brazos alrededor de su cuello y besarlo. Él era el imán más
grande del mundo, y yo era incapaz de resistirme a él, y no solo porque
estaba caliente como el infierno y parecía un dios caído.

Era la conexión entre nosotros. La pura magia de cómo se sentía estar


cerca de él.

¿Cómo diablos se suponía que iba a resistir esta atracción? ¿Era una idiota
por siquiera intentarlo?

—Hey, ¿casi has terminado? —La voz de Fiona rompió el hechizo cuando
volvió a entrar en la habitación. Su mirada se movió entre Talan y yo, sus ojos
se agrandaron—. Eh, les dejo.

Retrocedió, pero su interrupción había roto el hechizo. Me di la vuelta y


seleccioné lo primero que vi del estante. El susurro de Talan poniéndose la
camisa detrás de mí me hizo cerrar los ojos con fuerza.

Tenía que terminar pronto, ¿verdad?

69
Sentí su calor en mi espalda y su aliento cerca de mi oído, y me estremecí.
Estaba parado cerca de mí, tan cerca que si me inclinaba hacia atrás, sentiría
cada centímetro de él.

—No puedes ignorar esto para siempre —murmuró.

El deseo me atravesó, caliente y feroz.

Luego se fue.

Me derrumbé, apoyando mi cabeza contra la pared.

Él tenía razón. No sería capaz de resistir esto para siempre.

70
Capítulo 7
Talan

D
ejé a Cora y fui al pasillo, la sangre bombeando y mi corazón
acelerado. La mirada en sus ojos casi me hizo caer de rodillas.

¿Cómo se suponía que me alejaría de ella cuando me miraba así, con los
ojos calientes y los labios entreabiertos? Era la mujer más hermosa que
jamás había visto, cada aspecto de ella. La deseaba como deseaba mi
próximo aliento, y ella me deseaba de vuelta.

Sin embargo, se resistía. Inútilmente.

—¿Estás, bien? —preguntó Fiona.

Mierda.

Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba en el pasillo. Cora me


estaba haciendo perder la cabeza.

Fiona, Rei y Mia también estaban allí. El gato se había ido, pero estaba
seguro de que volvería. Las criaturas como él hacían lo que querían.

Un momento después, apareció Cora con un sencillo vestido blanco que


flotaba alrededor de sus piernas. Su cabello estaba suelto alrededor de sus
hombros, ondulado ligeramente en la luz dorada. Era tan hermosa que me
dolía mirarla.

71
—Veo que están listos para irse —dijo Varen desde el final del pasillo. Hizo
un gesto hacia nosotros—. Síganme.

Hicimos lo que pidió, subiendo tramos de escaleras que conducían a un


espacio enorme con el techo abierto al cielo. En el interior crecían árboles y
plantas, y en el centro había un estanque azul brillante.

—Estamos en lo profundo de la montaña —dijo Varen.

—Todo este lugar es hermoso. —Había reverencia en la voz de Cora, y era


obvio que le encantaba.

—Creo que sí —dijo Varen—. Solo vengo aquí cuando es demasiado


peligroso estar en cualquier otro lugar, pero me gusta. Demasiado remoto
para vivir para siempre, pero hermoso de todos modos.

Nos condujo a un grupo de bancos alrededor de una pequeña fuente.


Había una mesa cerca, anfitriona de una variedad de comida deliciosa.
Aceitunas, pepinos y tomates en rodajas, queso, hummus, huevos y panes
delicados se dispusieron en un diseño artístico alrededor de pequeñas tazas
de té.

Varen hizo un gesto hacia ella.

—Sírvanse. Desayuno turco.

Llené un plato porque necesitaría el combustible pero mantuve mi


atención en nuestro entorno. Tan hermoso y pacífico como era este lugar,
había aprendido a nunca bajar la guardia.

—¿Por qué es demasiado peligroso estar en cualquier otro lugar? —


preguntó Cora mientras se sentaba en el banco, su plato en la mano.

—La gente está más interesada en los de nuestra especie en estos días.
Había invitados no deseados husmeando en mi casa en Kalkan. Y debes
haber experimentado algo similar si estás aquí.

Cora asintió.

72
—El hombre para el que solía trabajar, para el que me vi obligada a
trabajar, me encontró. Me hizo algo que me hace brillar, y parece que no se
detendrá ante nada para recuperarme. Pero no tengo idea de lo que está
pasando.

Varen asintió, mirando cuidadosamente a Cora de arriba abajo. El brillo


que la había rodeado después del ataque de Marek se había desvanecido a
un nivel casi imperceptible, pero si uno sabía buscarlo, podía verlo.

—Pensé que parecías diferente.

—Entonces, ¿sabes lo que está pasando conmigo? —preguntó ella.

—Tengo algunas teorías, pero adivinar está por encima de mi salario.

—Vamos —dijo Cora, con desesperación en su voz—. Tienes que darme


algo. No tengo adónde ir para obtener información.

—Lo sé, lo sé. —Levantó las manos en un gesto apaciguador—. Y podemos


ayudarte. Simplemente no yo.

—¿Entonces quién?

—Hapheta. Te llevaré con ella.

—¿Ella está aquí? ¿Y quién es?

—La más vieja y sabia en El Santuario. Y no te preocupes, no tienes que ir


a ningún otro lado.

Gracias al destino. Después del viaje que acabábamos de tener, no quería


dar la vuelta y abrirme camino a través de más desafíos.

—Vámonos, entonces. —Cora se volvió hacia nosotros—. ¿Están bien con


eso? Sé que probablemente quieran descansar.

—Vinimos aquí por ti —dijo Rei—. No descansaremos hasta que tengamos


respuestas.

Me gustaban sus amigas y me alegraba de que las tuviera.

73
—Tendrás que ver a Hapheta a solas —dijo Varen—. Tus amigos pueden
esperar aquí.

¿Sola? No quería dejarla sola aquí.

La mirada de Cora se cruzó con la mía, como si supiera lo que estaba


pensando. Ella levantó una ceja y yo asentí.

Esperaría aquí, por mucho que me doliera. Estaba en buenas manos, al


menos.

Cora

Varen y yo dejamos a mis amigas en el patio y él me llevó de vuelta a los


pasillos que conducían a las habitaciones que daban al cañón.

—¿Elisa y Loralie se están adaptando aquí? —pregunté, preguntándome


cómo estarían las mujeres de Nueva Orleans en un lugar tan extraño.

Él asintió.

—Lo hacen. He enviado un mensaje de que pueden visitar a tus amigas


mientras ves a Hapheta.

—¿Qué es Hapheta, exactamente? —pregunté mientras me conducía por


varios tramos de escaleras.

—Ella es un espíritu antiguo que reside en el templo aquí.

—¿Templo de qué?

—Una antigua diosa de la muerte licia llamada Lelwani fue adorada una
vez en esta parte de Turquía. El Santuario fue construido por su pueblo, un
asentamiento donde vivían y la adoraban.

74
—¿Una diosa de la muerte?

Él asintió.

—Tiene sentido, ¿no? Teniendo en cuenta lo que podemos hacer.

Lo hacía. Simplemente nunca había considerado de dónde vendríamos


antes. Había pensado en mi don como una maldición y no había querido
insistir en ello.

—Hemos llegado. —Hizo un gesto hacia una gran entrada bloqueada por
una enorme puerta de madera. Intrincados diseños geométricos habían sido
tallados en la superficie, y me llamaba. El tirón era visceral y profundo.
Incómodo, incluso.

Miré hacia la puerta y de nuevo a Varen.

—Aquí es donde te dejo —dijo—. A partir de aquí, el viaje es tuyo.

Asentí. Tomando una respiración profunda, alcancé la gran manija de


bronce de la puerta. La puerta se abrió fácilmente bajo mi agarre, y entré en
una enorme habitación construida de piedra. Las grandes ventanas a un lado
brindaban una hermosa vista del cañón más allá, pero fue la talla en el suelo
lo que captó y retuvo mi atención.

Una estrella grande e intrincada había sido inscrita en la piedra, cortada


profundamente para que el diseño fuera fácilmente visible. Este era un
templo, pero no de ningún tipo con el que estuviera familiarizada. Había
visto altares antes, pero este era más simple y, de alguna manera, más
poderoso, debido a eso.

Caminé hacia la estrella, tirada por algo que no podía explicar. No había
duda de que estaba destinada a pararme sobre ella, así que lo hice. La magia
vibró a través de mis pies y dentro de mi cuerpo. Un suspiro tembloroso
escapó de mis pulmones.

Una brisa cálida se precipitó a través de las ventanas abiertas y un pálido


resplandor comenzó a brillar desde las líneas de la estrella bajo mis pies.
Pronto, se volvió tan brillante que tuve que cerrar los ojos con fuerza.

75
Cuando los abrí, una mujer estaba de pie frente a mí. Era parcialmente
transparente, como solían ser los espíritus, pero no era de color blanco
pálido o azul como estaba acostumbrada. En cambio, su coloración era
bastante normal. Piel bronceada y cabello oscuro, con un amplio vestido
dorado y brazaletes trepando por sus brazos. Ella era hermosa de una
manera atemporal.

Su poder se abalanzó sobre mí en una ola, casi haciéndome tambalear.


Cuando una pequeña sonrisa arrugó sus labios, no pude evitar sentirme
aliviada. Esta no era una mujer con la que me gustaría pelear.

—Tú debes ser Hapheta —dije.

Su sonrisa se amplió.

—De hecho, lo soy. ¿Y quién eres tú?

—Cora. He venido aquí en busca de ayuda.

—Lo sospechaba. —Caminó a mi alrededor en círculos lentos, mirándome


de arriba abajo. Normalmente, ese tipo de comportamiento sería extraño y
un poco grosero, pero estas eran circunstancias atenuantes—. Hay algo
especial en ti, Cora.

—No estoy segura de eso.

—La modestia no te sienta bien. —Se detuvo frente a mí una vez más—.
También podría verse como ignorancia.

Ella tenía un punto. Podía matar con un toque, y ahora brillaba como una
extraña luz nocturna. Necesitaba reconocerlo y descubrir qué era yo.

—Tienes razón. Soy un manslaga, pero también soy otra cosa, creo. Es por
eso que estoy aquí. Quiero saber por qué soy diferente.

Ella asintió.

—No eres la primera en venir aquí con preguntas, y no serás la última. Sin
embargo, algo te está persiguiendo, ¿no?

76
—¿Cómo puedes saberlo?

—He visto esa mirada en mis propios ojos en el espejo. La conozco bien.

La ira burbujeó dentro de mí. Por alguna razón, era más fácil sentir ira por
ella que por mí. Odiaba que nos persiguieran. La gente tenía que ocuparse
de sus malditos asuntos y dejarnos en paz.

Ella sonrió y se encogió de hombros.

—Sería bueno, pero esa no es la forma de las cosas.

—¿Así que eres como yo? —pregunté.

Ella asintió.

—Aunque morí hace mucho tiempo. Fui uno de los fundadores de este
lugar, junto con la diosa Lelwani.

—¿Así que la conocías?

—Sí. Se ha ido hace mucho tiempo, pero un hechizo mantiene mi espíritu


aquí en caso de que otros necesiten mi ayuda.

—¿Eras una diosa?

Ella rio.

—Difícilmente. Esos son pocos y distantes entre sí. Fui una suma
sacerdotisa aquí durante muchos años.

—¿Puedes ayudarme a descubrir por qué soy diferente?

—Probable. —Levantó una mano y la acercó a mi hombro—. ¿Puedo


tocarte?

Asentí.

Me tocó, el contacto era tan ligero que casi no podía sentirlo. Frunció el
ceño.

—¿Has experimentado un evento traumático recientemente?

77
—¿Mi vida? —Me reí un poco.

—Mas especifico.

—Me cayó un rayo. —Eso había sido bastante traumático.

—Como yo pensaba. Has experimentado un catalizador. Ese relámpago


estaba destinado a desbloquear el poder en lo profundo de ti. Alguien sabe
algo sobre ti que tú no sabes.

—¿Qué es?

—Lo averiguaremos. —Ella me estudió—. ¿Me dejarías unir mi espíritu


con el tuyo? Creo que fuiste alguien en una vida pasada y, con mi ayuda,
puedes verlo.

—¿Estoy reencarnada?

—Creo que sí. ¿Puedo?

—Por supuesto. —No me importaba la idea de unir mi espíritu con el de


ella, pero no tenía opciones.

Se acercó a mí, tan cerca que pude ver los diminutos poros de su piel.
Entonces ella estaba dentro de mí, su espíritu entrando a la deriva en mi
cuerpo como un fantasma tomando posesión. Me recorrió un escalofrío,
luego un calor intenso. Una luz blanca brillante explotó detrás de mis ojos,
cegándome.

Mi visión se aclaró. Todavía estaba en el templo, pero era diferente. Una


mujer estaba sentada en un enorme trono, con las manos apoyadas en dos
calaveras doradas talladas en los brazos de la silla. El respaldo del trono
estaba adornado con follaje y granadas.

Llevaba un sencillo vestido de seda clara. Oro y gemas decoraban sus


brazos y cuello. La oscuridad en sus ojos era tanto aterradora como familiar.

Ella no estaba sola. La gente depositaba tributos a sus pies: comida, joyas
y obras de arte. Iban vestidos con ropa sencilla que parecía algo del pasado
lejano: túnicas, sandalias y cinturones de cuero tosco.

78
La visión se desvaneció tan rápido como había venido, y de repente,
Hapheta estaba de pie frente a mí. Ella me miraba con los ojos muy abiertos,
su mandíbula ligeramente floja.

—Lelwani.

—¿Qué? —pregunté—. ¿La diosa?

Ella asintió.

—Eres Lelwani, reencarnada.

—Eh, de ninguna manera. No soy una diosa.

—Todavía no, pero con el catalizador adecuado, lo serás.

—Pensé que ya había experimentado un catalizador.

—El primero, sí. El trauma del rayo estaba destinado a desbloquear tu


poder, pero aún no lo has abrazado.

—Whoa. Whoa. Desacelera. —Mi cabeza daba vueltas con esta nueva
información. No podría ser una diosa. De ninguna manera. Era una locura.

—No rechaces lo que has visto con tus propios ojos. —Hapheta negó con
la cabeza con asombro—. No puedo creer que seas mi vieja amiga.

—Yo tampoco. No creo que esté exactamente calificada.

—Lo estarás.

—¿Qué necesito hacer? ¿Qué significa esto?

—Lelwani era, es, el santo patrón de nuestra especie. Algunos dicen que
fuimos creados a partir de gotas de su sangre.

Vale, eso era raro.

—Desde su destrucción por otros dioses que estaban celosos de su poder,


se ha reencarnado una y otra vez en el cuerpo de un manslaga. Pero el hecho
de que se haya reencarnado no significa que el manslaga individual supiera

79
que tenía el alma de una diosa. Se requería un catalizador para
desbloquearla.

—Y eso es lo que me hizo Marek.

—¿Es Marek el que encontró el bastón relámpago?

—¿Bastón relámpago?

Ella asintió.

—Un artefacto imbuido con parte de tu poder. Podría usarse para crear el
rayo que golpearía y desbloquearía a Lelwani.

—Sí, él es el tipo. Pero, ¿cómo supo él sobre el bastón si yo no lo sabía?

—Fue creado hace mucho tiempo, pero eso no significa que haya sido
olvidado. Este Marek claramente encontró la información y el bastón en sí
mismo.

—Así que lo usó para desbloquear mi poder de diosa.

—Esencialmente.

—¿Pero por qué? Solía forzarme a ser una asesina para él. ¿Qué podría
permitirme hacer este poder de la diosa que tanto le gusta? ¿Asesinar a más
personas a la vez? Porque si ese es el caso, quiero devolver ese poder.

La comprensión oscureció sus ojos.

—Si quisieras matar a un gran grupo de una vez, estoy segura de que
ahora podrías encontrar una manera. Pero eso no es todo lo que Lelwani era
capaz de hacer. Ella es las dos caras de una moneda: la vida y la muerte. No
solo provocas la muerte, sino que también puedes crear vida. Pero no en el
sentido tradicional.

—¿Como, un poder curativo?

—Sí, si te lo propones. Y puedes dar la inmortalidad, aunque se necesitaría


toda tu fuerza vital para hacerlo.

80
—¿Soy inmortal? —pregunté, un escalofrío me recorrió. Lo último que
quería era ser inmortal y ver morir a todos mis amigos antes que yo.

—Lo eres. A menos que te apuñalen en el corazón con el bastón


relámpago.

Mis piernas se debilitaron.

No.

No podía... Negué con la cabeza. No había manera de que pudiera lidiar


con eso en este momento. Empujé el pensamiento lejos y me concentré en
el problema en cuestión.

—Si puedo otorgar la inmortalidad, entonces eso debe ser lo que Marek
quiere de mí.

—En parte, seguramente —dijo—. Pero cuando obtenga esa


inmortalidad, también obtendrá tus poderes.

—Entonces, ¿estaría muerta y él sería capaz de asesinar a un gran número


de personas a la vez? —Esa era la peor noticia que podía imaginar. Incluso
peor que ser inmortal.

—Sí. Entonces puedes ver por qué es importante que encuentres el


bastón y lo uses para abrazar tus poderes antes de que te mate con él.

Oh, eso sí que era un ritual espeluznante, y no quería acercarme a ello.

—¿Por qué Lelwani quería reencarnarse? Parece que sería más fácil si
hubiera tenido una muerte normal y dejara todo esto en paz. —
Francamente, estaba molesta con ella por eso.

—No fue su elección. Sus discípulos manslaga crearon el bastón y el


hechizo para que no tuvieran que vivir sin su diosa y protectora. Pero no salió
como lo planearon.

—Nunca lo hace, ¿verdad?

81
Capítulo 8
Cora

S
in otra palabra, Hapheta se fue, dejándome de pie en medio de
la estrella brillante. Necesitaba encontrar a mis amigos y
contarles lo que había aprendido, pero ¿cómo le decía a alguien
algo así?

Hola, chicos. ¡Resulta que soy una antigua diosa reencarnada que podría
darle a un psicópata la capacidad ilimitada de asesinar a tantas personas
como quiera! Y soy inmortal, así que moriré sola.

Fabuloso. Y sonaba terrible. Pero no sabía cómo endulzarlo mejor.

Dejé escapar un suspiro y le di al templo una última mirada. Era surrealista


pensar que mi antiguo yo alguna vez había sido adorado aquí. Me estremecí.
Me daba escalofríos, en realidad. Todo lo que quería era una vida agradable,
tranquila y normal dirigiendo la antigua librería de mi madre. En cambio,
tenía esta locura.

También podría apoyarme en ella el tiempo suficiente para resolver mis


problemas, y luego internarme en un manicomio para lidiar con las
consecuencias.

Me di la vuelta y me fui, abriéndome camino a través de los pasillos que


debí haber pisado miles de años antes. Encontré a mis amigos en el mismo
patio al aire libre en el que los había dejado. Se sentaban en los bancos

82
alrededor del estanque, charlando con Elisa y Loralie, las dos manslaga de
Nueva Orleans que Varen había salvado.

Talan me vio primero, y el alivio brilló en su rostro. Caminó hacia mí.

—¿Estás bien?

—Estoy bien. Aprendí algunas cosas.

—¿Como? —preguntó Fiona, acercándose a mí con el ronroneo de


Balthazar una vez más sobre sus hombros. Los demás se habían unido a
nosotros, incluidos Elisa, Loralie y Varen.

—Um, estoy reencarnada, aparentemente. Soy Lelwani, diosa Licia de la


muerte.

Los ojos de Fiona se abrieron de par en par.

—Eso es una mejora.

Se me escapó una risa sorprendida.

—No estoy muy segura. Viene con el poder de asesinar a un montón de


personas a la vez, aunque no tengo idea de cómo, y también de regalar la
inmortalidad. La única pega es que muero cuando lo hago, y esa persona
obtiene mi magia. —No mencioné que de otro modo sería inmortal, lo cual
era un destino terrible cuando todos los que amabas eran mortales. Eso era
algo en lo que ni siquiera quería pensar en este momento.

—Así que eso responde por qué Marek está tan decidido a atraparte —
dijo Talan, con ira en su voz.

—Supongo que sí. Simplemente no entiendo cómo se dio cuenta de todo


esto cuando yo no tenía ni idea.

—Lo averiguaremos —dijo Talan—. Y lo mataremos. —La crueldad en su


voz era extrañamente reconfortante.

Asentí, mi mirada se movió hacia Elisa y Loralie. Ya era hora de que nos
fuéramos, pero quería saber cómo estaban.

83
—¿Están felices aquí?

—Es muy dulce —dijo Elisa—. Se siente más como en casa que en Nueva
Orleans.

Podía entender eso, yo también lo sentía, pero quería que Nueva Orleans
fuera mi hogar. Por mucho que este lugar se sintiera como un cálido abrazo,
estaba destinada a vivir en las calles vibrantes y sensuales de Big Easy.

—Me alegro —dije.

—Deberíamos irnos —dijo Talan.

Él tenía razón. Habíamos conseguido lo que habíamos venido a buscar, y


aún quedaba mucho por hacer.

Miré al hombre tatuado.

—Gracias, Varen.

Él asintió.

—Siempre estaremos aquí si necesitas un puerto seguro.

—Gracias.

Talan sacó un encantamiento de transporte de su bolsillo y nos miró a


cada una de nosotras.

—¿Listas? Nos llevaré de vuelta a mi recinto. Es lo más seguro.

—Lista —dije, y mis amigas se hicieron eco del sentimiento.

Talan arrojó el amuleto al suelo. El humo plateado se elevó hacia arriba y


todos nos tomamos de la mano antes de entrar al portal. El éter nos succionó
y nos hizo girar por el espacio, llevándonos lejos del extraño paraíso de
Turquía.

Cuando nos escupió en Nueva Orleans, lo primero que noté fue el sonido
de bienvenida de las ranas en el jardín de Talan.

Casa.

84
Sentí un sentido de pertenencia, aquí también, incluso más fuerte que en
El Santuario.

El agotamiento tiró de mí, recordándome que habíamos pasado por un


infierno.

—No sé ustedes, pero a mí me vendría bien una siesta —dijo Fiona.


Balthazar parecía haberse quedado dormido alrededor de su cuello.

—Vámonos a casa —dije. Por mucho que quisiera seguir adelante, nunca
dormir, no era realmente una opción si quería ser funcional y seguir con
vida—. Tendremos una siesta de recuperación rápida, luego comenzaremos
a planificar lo que sigue.

—Quédate aquí en mi casa —dijo Talan—. Es más seguro.

Lo miré, el instinto me decía que dijera que no. Cada minuto que estaba
cerca de él me hacía más difícil recordar por qué quería mantenerme
alejada. Pero tenía razón. Su recinto era mucho más seguro que mi propia
casa, y no podía dejar que Marek me atrapara.

—Está bien. —Miré a mis amigas—. Si ustedes también se quedan.

Todas asintieron y Talan nos condujo a través de la puerta principal. Su


ama de llaves nos llevó a las habitaciones de invitados en el mismo pasillo y
nos separamos, desapareciendo en nuestras habitaciones individuales.

Por supuesto que la mía era preciosa. No había nada en esta casa que no
fuera fenomenal. La habitación a la que me llevó el ama de llaves era grande
y estaba decorada en tonos marfil y beige, clásica y reconfortante. Agotada,
me tambaleé hasta el baño privado en la suite, encontrando un glorioso
oasis de mármol color crema y vidrio brillante. Hasta que conocí a Talan,
nunca había estado en lugares tan agradables. Su vida era fabulosa y dejaba
cada vez más claro lo diferentes que éramos.

Realmente no debería acostumbrarme a este tipo de cosas.

Me metí en la ducha y traté de correr a través de ella, decidida a no


disfrutar de la fenomenal presión del agua que golpeaba desde los tres

85
cabezales de la ducha. Por supuesto, no lo logré y me quedé unos minutos
más, disfrutando de los productos de baño que olían como un bosque de
flores.

Mientras me recostaba contra la pared de la ducha y dejaba que el chorro


me golpeara en un reconfortante masaje, mis pensamientos se dirigieron a
Talan. Me estaba afectando, no podía evitarlo.

Sacudí el pensamiento y salí de la ducha, envolviéndome en la bata cálida


y esponjosa que colgaba contra la pared.

En el dormitorio, encontré una bandeja de comida deliciosa en la mesa


cerca de la ventana. Tomé asiento y devoré la pasta y la ensalada,
deleitándome con el queso y el tomate que tenían una calidad de nivel
Michelin. No es que supiera a qué sabía eso, pero tenía que asumir que era
lo mejor del mundo, y eso es lo que sabía.

Para cuando terminé, estaba tan cansada que me tiré a la cama y apenas
logré pasar por debajo de las sábanas. Dormí un sueño profundo y sin
sueños, hasta que no lo hice. La reconfortante negrura del sueño fue
reemplazada por una sensación helada que serpenteaba por mis
extremidades hasta mi corazón.

No estoy sola.

Y esta vez, no era Talan quien me visitaba.

—¿Quién está ahí? —pregunté. El sueño había comenzado a sentirse


demasiado real. Ya no estaba en la lujosa cama donde me había quedado
dormida. En lugar de eso, estaba de pie en un campo vacío, la hierba oscura
se movía con el viento a mis pies. El miedo apretó mi garganta.

—Sabes quién está aquí. —La voz inquietantemente familiar sonó detrás
de mí.

Marek.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

86
De alguna manera, había encontrado una forma de entrar en mis sueños.

Lo enfrenté. Su forma era sombría e imposible de distinguir por completo.


Me acerqué para verlo mejor. ¿Podría matarlo en el mundo de los sueños?
Traté de llamar a mi karambit, agradecida cuando sentí el peso frío y sólido
en mi mano.

Tal vez podría terminar con él ahora si estuviera dispuesto a acercarse lo


suficiente a mí. Normalmente nunca lo hacía, demasiado asustado de mi
poder, pero tal vez podría atraparlo desprevenido.

Cuando di un paso hacia él, el campo en el que me encontraba cambió,


desvaneciéndose para revelar el interior de una casa casi dolorosamente
moderna. Todo era blanco y negro nítidos, ángulos duros y muebles
minimalistas.

Marek estaba parado frente a un enorme banco de ventanas con vista a


un río sombrío. Ya no estaba en Manhattan, o eso supuse.

—Te has mudado —dije. Esto no se parecía en nada al complejo más


tradicional que había tenido cuando yo había estado con él.

Sonrió y señaló a su alrededor.

—Pensé que necesitábamos una actualización. Mejor seguridad aquí.

Era tan frío y duro como él. Miré alrededor de la habitación, buscando el
bastón relámpago. Dudaba que estuviera aquí, pero tal vez tendría suerte.

—Ven a mí, Cora. Esta es tu última advertencia.

Quería escupirle.

—No hay manera en el infierno.

—Entonces prepárate para ver caer tu ciudad.

—No tienes el poder.

87
Su rostro se volvió atronador y levantó una mano. Un rayo cayó del techo,
atravesándome con un dolor casi cegador. Golpeé el suelo con fuerza,
gimiendo, y miré al techo.

Esto no iba bien. ¿Y de dónde diablos había sacado ese poder extra?

Su rostro apareció sobre el mío, su mano se cernía sobre mi mejilla. No


podía hacer contacto, pero juro que podía sentir un picor de algo donde me
tocó, algo que me revolvió el estómago.

—Si pudiera robarte del mundo de los sueños, lo haría —dijo—. Ay, no
podemos hacer contacto. Y siempre estás rodeada de tus amigos.

—Sin mencionar que tienes demasiado miedo de acercarte a mí.

—No soy estúpido. Sé lo que puedes hacer.

—Y quieres ese poder para ti.

—¿La inmortalidad y la capacidad de controlar la muerte? Por supuesto.

—¿Cómo supiste de mí? —exigí.

—Después de que te compré, me di cuenta de lo especial que eres. —


Sonrió, y la vista me enfermó—. Lo investigué y descubrí toda una tradición
sobre manslaga que nunca había conocido. Me hizo desear más.

Entendí el punto. El bastardo estaba hambriento de poder y sin alma, y no


podía soportar ni un minuto más en su presencia. Si mi karambit no podía
perforar su carne en el mundo de los sueños, entonces no tenía ningún
interés en estar aquí.

—Te arrepentirás de esto —dije—. Pero no por mucho. Disfrutaré


matándote.

Se rio, pero yo no me quedé. Necesité todo lo que tenía para salir del
sueño y despertar, pero lo logré. Jadeando, me acosté en la cama y
contemplé la oscuridad. Necesitaba conseguir ese maldito bastón
relámpago antes de que destruyera Nueva Orleans, o me matara con él.

88
Una mirada rápida al reloj mostró que era justo antes del amanecer. Me
levanté de la cama y me vestí. Había llegado aquí con el vestido que había
conseguido en El Santuario, pero Varen se había asegurado de que mi ropa
estuviera recién lavada. Había algunos cortes en la tela de las heridas de mi
espada, pero eso estaba bien. Se sentía bien usar mis propias cosas de
nuevo.

Cuando salí de mi habitación, lo primero que noté fue el olor a tocino. Mi


estómago gruñó y seguí mi olfato hasta una cocina ubicada en un pasillo
adyacente. Mis amigas ya estaban sentadas alrededor de una mesa larga.
Detrás de ellas, una gran cocina bullía con dos cocineros manejando la
estufa.

Fiona levantó la vista de su plato de huevos y beicon.

—Te harán lo que quieras.

—Gracias.

Pasé junto a ella para hablar con los cocineros, pasando mi mano por la
espalda de Balthazar. Se sentó a su lado, trabajando su camino a través de
una tortilla occidental.

En diez minutos, tenía un desayuno digno de una reina: fruta, huevos,


tocino y panqueques. No tenía idea de cuándo volvería a comer y necesitaría
toda la energía que pudiera obtener.

Rei y Mia terminaron sus enormes montones de panqueques al mismo


tiempo y se inclinaron hacia mí.

—¿Cómo has dormido? —preguntó Mia.

—Como la mierda. ¿Tú?

—Lo mismo.

Estaba a punto de contarles sobre la visita de medianoche de Marek a mis


pesadillas cuando entró Talan, recién duchado y afeitado. Estaba vestido con
ropa oscura y resistente, del tipo que usan los agentes de la CIA en la

89
televisión en una misión peligrosa. Claramente estaba preparado para lo que
estaba por venir.

Su mirada se movió inmediatamente a la mía. Intenté apartar la mirada,


pero no pude. Sus ojos me atraparon, y sentí que mi respiración se cortaba.
Antes de que pudiera decir algo, Liora entró corriendo en la habitación. Tenía
la cara roja y jadeaba, sus ojos salvajes.

Se me cayó el estómago.

—Ha habido otro ataque —dijo—. Todavía está sucediendo.

Me puse de pie y mis amigas se unieron a mí.

—¿Qué está pasando? —exigió Talan.

—Más grietas en las calles de la ciudad, pero tengo informes de


monstruos saliendo de ellas.

Mierda.

—Llévanos allí —dijo.

Ella asintió y se volvió. Corrimos por la casa y las calles de la ciudad,


pasando a la gente que corría en dirección opuesta. Había pánico en el aire,
junto con una espesa neblina de miedo. El daño estaba a solo unas cuadras
de distancia.

Me detuve a trompicones, mirando la profunda grieta en medio del


camino. Horrorizada, agarré la mano de Fiona.

—¿Se extiende desde el punto donde comenzó durante el desfile?

Liora asintió.

—Eso es lo que he oído.

Algo sombrío se movió en la grieta y una bestia de cuatro patas salió de


las profundidades. Era un poco más grande que un lobo, con piel escamosa
y colmillos enormes. Los ojos de color amarillo ácido buscaron en la calle,

90
aterrizando en una mujer con una capa rosa que estaba al otro lado de la
grieta de nosotros.

—Esa es Violet —dijo Rei—. Una bruja.

La criatura corrió hacia ella. Violet metió la mano en el bolsillo de su capa


y arrojó una poción bomba a la bestia. La bomba explotó con una salpicadura
de líquido naranja neón. La criatura siseó, cayó de lado y se convirtió en
cenizas.

Habría sido una victoria reconfortante, excepto por el hecho de que


cuatro criaturas más la siguieron. Saliendo del abismo, corrieron hacia Violet.

—¡Respaldo! —gritó ella en un amuleto de comunicaciones en su


muñeca—. ¡Esquina de Ferron y LaVue! —Lanzó más bombas de pociones y
otra bruja apareció a su lado, transportada a través del éter. La recién llegada
vestía un ceñido traje de cuero negro y portaba una espada que ardía con
un brillante fuego anaranjado. Cargó contra los dos monstruos restantes,
atravesándolos con una habilidad letal.

—Tenemos informes de más de esto en toda la ciudad —dijo Liora—.


Nuestros guardias están respondiendo, al igual que las brujas que viven más
cerca de nosotros.

Más adelante en la calle, vi a un grupo de demonios luchando contra seis


de los monstruos.

—¿Qué pasa si una criatura escapa a la parte humana de Nueva Orleans?


—pregunté, el temor desplegándose dentro de mí. Este era el comienzo de
un problema mucho mayor.

—Estamos jodidos. —La voz de una recién llegada sonó detrás de


nosotros. Me giré para ver a Loretta, líder del aquelarre de brujas. Miró a
Talan—. ¿Por qué tu parte de la ciudad se está volviendo loca y causando
serios problemas para el resto de nosotros? Dos de estas criaturas
aparecieron en el barrio de las brujas.

Vendrían más, estaba segura de eso.

91
—Lo tenemos bajo control —dijo Talan.

La incredulidad brilló en su rostro.

—No lo haces.

—Lo haremos. —La voz de Talan era firme—. Tenemos una pista sobre el
responsable, y vamos a detenerlo.

—¿Pero qué es lo que quiere? —dijo Loretta—. ¿Por qué causar todo este
daño?

—Su problema es conmigo —dijo Talan.

Jadeé.

Estaba mintiendo para protegerme. Pero era una mentira que podía
desentrañar tan fácilmente. Una gran multitud en su vecindario había
escuchado la demanda de Marek de que fuera a él. Loretta sabría la verdad
muy pronto, y no podía dejar que él tomara la culpa por mí.

—Está tratando de protegerme. —Di un paso adelante—. Un hombre


llamado Marek está haciendo esto y me quiere.

Ella frunció.

—Bueno, eso es estúpido. Él no puede tenerte.

El shock pasó a través de mí. Esperaba que ella me dijera que fuera con él
y terminara todo esto de la manera más fácil. Ella no sabía las consecuencias
de eso, después de todo.

—Espera —dije, estupefacta—. ¿Por qué?

—Porque eres uno de nosotros, y protegemos a los nuestros. Ciertamente


no los ofrecemos como sacrificios a los matones.

—Pero solo he vivido aquí por un corto tiempo. —No podía envolver mi
cabeza alrededor de eso.

92
—No importa. —Loretta observó cómo más monstruos salían del agujero
en la calle. Los demonios de Talan se habían unido a sus brujas e impedían
que las criaturas llegaran a los edificios del otro lado de la calle—. Eres uno
de nosotros. Los mantendremos a raya, pero tendrás que ser rápido. No sé
cuánto tiempo podamos aguantar.

—Gracias —dijo Talan.

Ella asintió.

—Sé que no siempre estamos de acuerdo, pero esto es obvio.

93
Capítulo 9
Talan

O
diaba irme, especialmente cuando mis demonios estaban siendo
atacados por monstruos de magia oscura, pero no había otra
opción. Necesitábamos llegar a Marek.

—Espero que tengas un plan —le dije a Cora.

—Hay algún tipo de artefacto antiguo que fue el comienzo de todo esto
—dijo—. Hapheta lo llamó Bastón Relámpago, y es lo que Marek usó contra
mí. Despertó mis nuevos poderes y necesito ese bastón si voy a aprender a
usarlos. También necesito conseguirlo para que no pueda matarme con él.

—Y tenemos que matarlo —dije.

Ella asintió.

—Tiene un nuevo compuesto. No sé dónde está, pero creo que puedo


averiguarlo.

—¿Cómo? —pregunté.

—Ophelia, mi contacto en Nueva York. Pero no quiero aparecer en su


puerta, Marek definitivamente la estará observando.

Eso era seguro. La última vez que visitamos a Ophelia, terminamos


peleando por nuestras vidas con los matones de Marek.

94
—¿Puedes llamarla? —preguntó Mia.

—Desearía. Ella no responde.

—Puedes visitarla a través del fuego —dije—. Te ayudaré. Te permitirá


aparecer en su casa y hablar con ella.

Cora resopló una pequeña risa.

—A ella le va a encantar eso.

—Vamos. Necesitamos un hogar.

Rei asintió hacia la grieta.

—Nos quedaremos aquí y ayudaremos a estos muchachos.

Mia y Fiona asintieron con la cabeza y Cora se despidió de ellas con un


abrazo.

Conduje a Cora de regreso a través de la ciudad hasta mi casa,


dirigiéndome directamente a la biblioteca.

La habitación estaba tranquila y fresca cuando entramos. Encendí las luces


y agité una mano hacia el hogar, alimentándolo con un chorro de magia. Un
fuego cobró vida.

—Vamos. —Le tendí la mano a Cora—. Tendrás que ir conmigo para que
esto funcione.

Puso su mano en la mía, y el calor corrió por mi brazo. Tragué saliva.


Caminamos hasta el fuego y nos detuvimos. Extendí mi poder, sintiendo el
calor de las llamas. Podía viajar a través de sueños y llamas, pero este era el
método de viaje más fácil y preferido. La gente realmente odiaba cuando
invadías sus sueños. Odiaban un poco menos cuando aparecías a través de
su chimenea.

—Voy a necesitar que visualices su chimenea y su hogar —dije—. Con


suerte, ella estará allí.

Cora asintió.

95
—Hecho.

Dirigí mi magia hacia Cora, con la esperanza de que pudiera detectar el


lugar que ella imaginaba. Mientras giraba a su alrededor, miré
profundamente las llamas, dejando que mi conciencia se volviera una con
ellas.

Unos momentos después, las llamas desaparecieron, revelando una


acogedora sala de estar con un gran sofá y estanterías en las paredes.
Ophelia se acurrucaba en el sofá con un libro y una copa de vino. Eran solo
las siete de la mañana, pero cada uno a lo suyo.

A mi lado, Cora jadeó.

El sonido alertó a la mujer, y miró hacia arriba.

La irritación brilló en su rostro y frunció el ceño.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—Necesito ayuda —dijo Cora—. Pero no queríamos ir a tu puerta y atraer


la mirada de Marek.

Sus hombros se relajaron.

—Gracias, puedo apreciar eso. ¿Qué ocurre?

—Un montón. Pero, sobre todo, necesito saber dónde está el nuevo lugar
de Marek y cualquier cosa que puedas decirme sobre la seguridad.

Ella hizo una mueca.

—Es una monstruosidad fuera de la ciudad, justo sobre el agua en el valle


del río Hudson. Puedo conseguirte la dirección específica.

Era exactamente lo que temía, pero también lo que esperaba.

—¿Cuántos guardias? —pregunté.

—Al menos dos docenas, junto con hechizos de protección avanzados. —


La preocupación brilló en su rostro—. Algo ha cambiado con él

96
recientemente. Es más poderoso que nunca, y hay rumores de que ha
capturado a más personas.

—¿Para qué? —preguntó Cora.

—Probablemente por la misma razón por la que te atrapó a ti.

Cora frunció el ceño.

—¿Los está sacando de la calle?

—En algunos casos.

—Tenemos que entrar en el complejo y no podemos esperar a que


oscurezca.

—Si quieres sobrevivir al entrar, tendrás que hacerlo.

Cora asintió.

—Iremos tan pronto como caiga el anochecer. ¿Algún consejo?

—Tienes suerte —dijo Ophelia—. He oído hablar de esta casa antes. Es un


poco famosa entre los criminales de Nueva York. Una vez fue propiedad de
un barón ladrón que entraba y salía de contrabando de una habitación
secreta debajo de la casa.

—Por supuesto, Marek elegiría un lugar como ese —dijo Cora.

—Te sugiero que te acerques en barco. La casa está construida sobre un


acantilado y se puede acceder al sótano del edificio desde el agua.

—¿Cómo es eso? —pregunté—. No podía ser de fácil acceso.

—Esa es la parte difícil. Hay un túnel submarino por el que tienes que
nadar. El agua es de poca visibilidad, pero según mis fuentes, hay una cadena
atornillada a la roca que te llevará a través del túnel al sótano.

—¿Se puede hacer esto sin equipo especializado? —preguntó Cora.

—Sí, pero no será fácil —dijo Ophelia—. Creo que el antiguo dueño usó el
túnel para sacar el contrabando de la casa y llevarlo a un bote que esperaba.

97
—Ella arqueó una ceja—. Si hemos terminado aquí, buscaré esa dirección y
te la enviaré.

—De acuerdo —dijo Cora—, y gracias. Verdaderamente.

—Si necesitas algo más, solo házmelo saber.

—Responde a mis llamadas, y tal vez lo haga.

Ophelia hizo una mueca.

—Sabes cómo odio el teléfono.

—La alternativa es hacernos aparecer en tu sala de estar.

—Bien, bien. Contestaré mi teléfono. Sin embargo, ten cuidado. Es más


peligroso que nunca.

Cora

Esperar hasta la noche era una tortura, pero le creí a Ophelia cuando dijo
que era la única manera de entrar. Por mucho que no tuviéramos tiempo de
sobra, tampoco podíamos darnos el lujo de fallar.

Habíamos decidido que un grupo más pequeño tendría más posibilidades


de infiltrarse en el complejo, así que Talan y yo iríamos solos. Ni siquiera
había dudado en decir que sí cuando se ofreció a venir. Su ayuda era
demasiado poderosa para resistirse a tomarla, y él había sido insistente.

Rei y Mia se habían ido a casa a descansar, aunque no les había gustado
la idea de quedarse atrás. Fiona se había quedado en casa de Talan porque
decidimos que era demasiado peligroso para ella estar en mi casa. No quería
que apareciera Marek y la tomara como rehén. Él no sabía que ella era

98
importante para mí, pero como ella vivía en mi casa hasta que recuperara su
vida, podía hacer esa suposición con seguridad.

Cerca del anochecer, esperé en el patio frente a la casa de Talan, dando


vueltas frente a la puerta en mi impaciencia. Estaba ansiosa por irme.

—¿Listo? —pregunté cuándo apareció por fin.

Él asintió y sacó algo de su bolsillo. Era un pequeño amuleto de obsidiana


en una cadena de plata.

Lo miré confundida cuando me lo entregó.

—¿Un collar?

—Un amuleto guardián.

Sentí que el aire salía de mis pulmones y lo empujé hacia él.

—No puedo tomar esto.

No hizo ningún movimiento para tomar el collar.

—Insisto.

Lo miré, incapaz de creer lo que veía. Un amuleto guardián era raro y


costoso. Protegía al receptor, pero a costa del dador. Cada vez que me
golpeara una magia peligrosa, Talan recibiría parte del golpe. No me
mantendría a salvo de todo, pero haría muchísimo.

—En serio, Talan, no puedo con esto. —Intenté ponérselo en la mano,


pero retrocedió.

—Tómalo o te encierro en el sótano y me voy sin ti. —Su voz era tan
implacable que parpadeé. Nunca había escuchado ese tono antes, pero
estaba condenadamente segura de que lo decía en serio.

—Estás loco —dije.

—Me importas.

Miré el amuleto en mi mano.

99
—Puedo verlo.

—¿Quieres quedarte aquí y hablar de esto, o quieres ponerte el collar e


irte?

Él me tenía allí. Francamente, prefería enfrentarme a un T-Rex


hambriento que hablar de mis sentimientos. Lo mismo ocurría con hablar de
cómo se sentía.

—Vamos. —Coloqué el collar sobre mi cabeza y lo metí debajo de mi


camisa. Brillaba cálidamente contra mi piel, zumbando con el don de la
magia de Talan.

—Vamos a transportarnos a un lugar río abajo de la casa de Marek. He


hecho arreglos para que un bote nos lleve el resto del camino. —Talan sacó
un encantamiento de transporte de su bolsillo y extendió su mano. Puse mi
mano en la suya, temblando por el calor de su piel. Arrojó el amuleto al suelo
y una nube plateada estalló hacia arriba. Entramos y no pude evitar los
nervios que me picaban justo debajo de la piel.

El éter nos hizo girar por el espacio, haciendo que mi estómago se


revolviera, luego nos escupió en los bosques tenuemente iluminados del
estado de Nueva York. Solté la mano de Talan. El sol se estaba poniendo, un
resplandor naranja pálido en el horizonte. Los insectos susurraban y
chillaban en los árboles, y me volví para inspeccionar nuestro entorno.
Estábamos parados en un camino trillado a través de un bosque.

—Esto es usado con frecuencia por los excursionistas —dijo Talan—. No


pude encontrar nada más remoto.

—Está bien. ¿Dónde está el barco?

—Por aquí. —Me condujo por el sendero que descendía hacia el agua.

Cerca de un letrero que indicaba cómo atravesar el parque, giramos a la


izquierda y salimos del camino. Navegué sobre raíces y rocas mientras lo
seguía, detectando movimiento a través de los árboles por delante.

Saqué mi daga del éter, cautelosa y alerta.

100
—Está bien —dijo Talan—. Es Talia, la capitana que pilotará el barco.

Salió del bosque, con una gorra calada sobre su cabello dorado. Brillantes
ojos verdes nos evaluaron cuando preguntó:

—¿Están listos?

Talan asintió.

—Dirige el camino.

Dio media vuelta y se dirigió a la orilla. Un bote había quedado varado en


la orilla fangosa, el motor fuera de borda inclinado hacia arriba para que la
hélice no se atascara. El río era ancho y tranquilo, tan oscuro que apenas
podía ver los árboles del otro lado.

Talia se puso un par de botas, una combinación de pantalones de goma y


botas que la hacían parecer lista para ir a pescar con mosca. Ella nos hizo un
gesto para que subiéramos al bote.

—Nos empujaré.

Subimos al pequeño esquife que tenía bancos a ambos lados de la proa.


Talia empujó el bote hacia aguas más profundas, sus botas protegían su ropa
y zapatos. Una vez que estuvimos flotando libremente, se unió a nosotros
en el esquife y corrió hacia el timón. El motor zumbó a la vida, mucho más
silencioso de lo que esperaba.

—Talia ha realizado operaciones encubiertas para mí antes —explicó


Talan—. Está acostumbrada a que el sigilo sea un requisito.

Ya me gustaba. Era eficiente y sensata, su mirada fija en el agua mientras


nos conducía río arriba.

—Talan, abre la casilla a tus pies —dijo Talia—. Encontrarás el aire de


emergencia que solicitaste.

Se inclinó y sacó dos pequeños cilindros de metal. Cada uno era del
tamaño de una pequeña botella de coca cola y tenía una boquilla. Una
pegatina amarilla de precaución estaba pegada al costado de cada uno.

101
—¿Qué son? —pregunté.

Talan me entregó uno, junto con una cosa con tiras que parecía una
pistolera.

—Estamos nadando sin equipo de buceo, pero esto te proporcionará


algunas respiraciones adicionales si las necesitas. Pero tienes que tener
cuidado. Cualquier respiración que tomes, debes liberarla. No contengas la
respiración y asciendas, o el aire se expandirá en tus pulmones y causará la
enfermedad por descompresión.

—¿Enfermedad de descompresión? —pregunté.

—Para resumir, estás muerta —dijo Talia—. Y no es una muerte bonita.

—Está bien, solo usa el aire si lo necesito, y no contengas la respiración


bajo ninguna circunstancia.

—Exactamente —dijo Talan.

Asentí, tomando nota para repasar la ciencia más tarde. Sin embargo,
ahora no era el momento para ese tipo de curiosidad. Necesitaba mantener
mi cabeza en el juego. Talan se ató la pistolera al muslo y luego colocó el
pequeño cilindro en su lugar. Hice lo mismo, asegurándome de que estuviera
lo suficientemente apretado para que no se soltara mientras nadaba.

—¿Has visto la casa antes? —le pregunté a Talía.

—La pasé de camino aquí. Parece ocupada, pero no puedo decir cuántos.

—¿Protecciones? —preguntó Talan.

—Podía sentirlas, sí. Encantos repelentes y similares. Posiblemente


vigilancia.

—Menos mal que esperamos hasta que oscureciera —dije.

—Exactamente. De lo contrario, no tendrían ninguna oportunidad. —Talia


señaló el banco a la izquierda—. La casa está justo ahí arriba. Disminuiré un

102
poco la velocidad, pero no detendré el barco. También tendré que seguir.
Permanecer en el frente solo llamará su atención.

—¿Trajiste más amuletos de transporte para nuestro escape? —le


pregunté a Talan.

Él asintió.

—Casi llegamos —dijo Talia—. Deberían pasar por el lado izquierdo de


babor del bote. Les acercaré lo más que pueda, luego estarán solos.

—Gracias —dijo Talan.

—No me des las gracias, solo sal con vida.

—Haremos lo mejor. —Talan se unió a mí y nos pusimos en posición


mientras el bote disminuía la velocidad.

Inspeccioné la enorme casa en el acantilado. Era una extraña combinación


de lo antiguo y lo nuevo: había partes históricas hechas de madera y
decoradas con molduras ornamentadas, junto con partes más modernas que
se habían agregado, como una enorme torre de hormigón en la parte
trasera. Estaba bastante segura de que el techo grande y plano en la parte
trasera tenía un helicóptero, por el amor del destino.

—Parece un Frankenhouse2 —dije.

Talan resopló con una risa corta y sorprendida, luego señaló hacia una de
las ventanas.

—Ahí está la ventana más grande. El túnel debería estar justo debajo de
allí.

Asentí, mirando el agua debajo. Cuando Ophelia nos envió la dirección


específica, incluyó la información de que se suponía que la entrada del túnel
estaba debajo de la ventana más grande.

2
Casa de Frankenstein.

103
—Es hora de irse —dijo Talia.

Nos deslizamos por la borda, y jadeé por la frialdad del agua. Un escalofrío
me recorrió y traté de no pensar en lo que podría estar acechando en la
oscuridad de abajo.

Talia se alejó y empezamos a nadar. Traté de mantener mis brazadas lo


más silenciosas posible, evitando salpicar demasiado mientras nos
dirigíamos a la ventana más grande de la casa. Afortunadamente, era una
noche sin luna y era poco probable que alguien pudiera vernos en el agua.
El acantilado se elevaba sobre nosotros a medida que nos acercábamos
nadando, y tuve que estirar el cuello para asegurarme de que todavía estaba
alineada con la ventana correcta.

Cuando llegamos a la pared del acantilado, me agarré a una protuberancia


de roca y contuve el aliento. Talan permaneció cerca, flotando en el agua en
silencio.

—¿Lista? —preguntó.

—Como siempre lo estaré.

—Recuerda, si usas el aire, no contengas la respiración.

—Lo sé, lo sé. Confía en mí, Talia realmente me convenció.

A través de la oscuridad, me pareció ver una sonrisa en su rostro.

—Aquí. —Talan me entregó el extremo de la cuerda que habíamos traído.


Le habían pegado un pequeño clip.

Mientras planeábamos la operación, nos dimos cuenta de que no


seríamos capaces de vernos bajo el agua, e ideamos una cuerda de cinco
metros con dos clips para sujetar a las trabillas del cinturón. Si uno de
nosotros encontraba la cadena antes que el otro, tiraríamos de la cuerda. Si
por algún motivo necesitábamos desconectarnos, había un botón en el clip
que se soltaba rápidamente.

104
Sin embargo, no quería pensar en la razón por la que tendríamos que
hacer una desconexión de emergencia. Solo podría ser malo, como un tipo
de monstruo que acechaba en las profundidades.

Como habíamos planeado, abroché la cuerda a mi cinturón y luego asentí


con la cabeza.

—Lista cuando tú lo estés.

—Vamos. —Respiró hondo y yo hice lo mismo.

Juntos, nos sumergimos.

El agua fría y oscura se cerró a mi alrededor. Casi de inmediato, sentí


claustrofobia, la oscuridad sofocante.

Nadé más profundo, manteniendo una mano contra la cara del acantilado
para sentir la cadena. Realmente deseaba que no hubiéramos decidido que
las luces serían demasiado peligrosas y nos delatarían.

Cuanto más profundizábamos, más me quemaban los pulmones.


Teníamos que estar casi a la cadena, ¿no? ¿Qué tan profundo habíamos ido?

Era imposible de decir.

Un destello de luz blanca y fría iluminó la pared del acantilado frente a mí.
A mi izquierda, vi una vieja cadena atornillada a las rocas. Las algas crecían
en ella, ocultando la mayor parte del metal, pero definitivamente tenía
forma de cadena. La luz se fue tan rápido como había llegado, y nadé hacia
la izquierda, alcanzando la cadena.

Cuando las yemas de mis dedos chocaron con el metal viscoso, me invadió
la satisfacción. Tiré de la cuerda para que Talan supiera que la había
encontrado. Unos momentos después, tiró hacia atrás.

Él también la había encontrado. Ahora solo necesitábamos seguirla hasta


el túnel.

Primero, sin embargo, necesitaba aire.

105
Estaba alcanzando la pequeña botella enfundada en mi muslo cuando el
brillante destello de luz regresó. La luz a todo volumen iluminó una anguila
que nadaba hacia mí.

Mierda.

Anguila eléctrica.

¿Se suponía que debían vivir en el río Hudson? De ninguna manera.

Lo que significaba que había sido encantada y puesta aquí para proteger
el túnel.

Mis pulmones ardían mientras vacilaba, sin saber si tomar aire o esperar
a ver si la anguila atacaba. No podía darme el lujo de dejar caer la botella.

Por supuesto que iba a atacar, idiota.

La luz brilló de nuevo, justo antes de que la anguila se enrollara alrededor


de mi brazo. El shock dolió como el infierno, y me tomó todo lo que tenía
para no abrir la boca en un grito. Alcancé a la bestia, agarrándola alrededor
del grueso cuerpo e invocando mi magia de muerte. La criatura se quedó
inerte, desenroscándose de mi brazo.

Lo sacudí para soltarlo, el dolor abrasador, y alcancé la cadena una vez


más. Mis pulmones estaban tan desesperados por aire que sentí que me
mareaba cuando me llamó la inconsciencia. Agarré el pequeño tanque de
aire de la funda y respiré hondo.

El alivio me recorrió y puse el tanque de aire en la funda. Con cuidado,


liberé un lento chorro de burbujas mientras seguía la cadena hacia el túnel,
o al menos, lo que esperaba que fuera el túnel.

¿Estaba bien Talan? No lo había sentido tirar de la cadena, y la anguila que


me había atacado me había dolido como el infierno, pero no tanto como
podría haberlo hecho. Probablemente por el collar protector que Talan me
había dado. Había recibido parte del golpe.

106
La preocupación hervía dentro de mí, pero no podía permitirme dejar que
me distrajera. Demasiado peligroso.

Un leve tirón en la cuerda hizo brillar la esperanza. Talan estaba bien, y


debió haber encontrado la entrada al túnel. Me arrastré lo más rápido que
pude. Cuando la cadena giró bruscamente a la derecha, supe que la había
encontrado.

Aquí vamos.

Nadé dentro del túnel, mi corazón latía como un alboroto de elefantes.


Esta era la cosa más loca que jamás había hecho, tan estúpida que
probablemente merecía el terrible final que podría estar en mi camino.

Por favor, ten razón, Ophelia.

Si alguna parte de nuestra información era incorrecta, podría estar muerta


en cuestión de minutos.

Empujé el miedo lejos y seguí adelante, arrastrándome lo más rápido que


pude. Mis pulmones ardían tan ferozmente que tomé otra bocanada de aire
antes de volver a enfundar el bote. Teníamos que estar cerca, ¿verdad? Se
suponía que era posible nadar esta ruta sin ayuda si sabías a dónde ibas. Pero
tal vez eso solo era posible para un nadador de nivel olímpico.

Frente a mí, el agua se iluminó con una brillante luz blanca.

¡Anguila!

Mierda.

Talan iba delante de mí y vi que la anguila se enroscaba en su pierna antes


de que el agua se oscureciera una vez más. El pánico me atravesó cuando
traté de alcanzarlo. Él había estado a unos buenos dos metros y medio
delante de mí, lo cual era un largo camino bajo el agua.

No importa lo rápido que fui, no lo alcancé. Pero la línea que nos


conectaba tampoco se había aflojado.

107
Finalmente, el túnel terminó. No había nada más que agua sobre mí. Con
los pulmones ardiendo, nadé hacia la superficie, siguiendo el tirón de la
cuerda alrededor de mi cintura.

Cuando salí a la superficie y tomé aire, lo primero que vi fue a Talan. Su


cabello mojado estaba peinado hacia atrás en su cabeza, y se veía bien.

Oh, gracias al destino.

El alivio brilló en su mirada mientras me miraba, pero solo por un


momento. Se giró ante el sonido de las voces, y seguí su mirada. Dos guardias
estaban de espaldas a nosotros. Salimos a la superficie en una caverna
subterránea. El estanque de agua era pequeño, de unos diez pies por diez
pies, y una plataforma de roca lo bordeaba por un lado.

Los dos hombres se sentaban en una mesa discutiendo sobre cartas, una
circunstancia afortunada que probablemente nos había salvado el trasero.
Si no hubieran estado tan ocupados peleando, podrían habernos oído
emerger en la piscina.

En tándem, nadamos en silencio hacia el borde de la plataforma de piedra.


Había unos tres pies de diferencia entre la parte superior del agua y la
plataforma, por lo que quedamos ocultos de los hombres por la cornisa una
vez que llegamos a ella.

A mi lado, una escalera oxidada se extendía hacia la piscina. Solté la cuerda


que me unía a Talan y luego agarré la escalera. Me miró, claramente
queriendo subir primero, pero sonreí y articulé en silencio:

—Son míos.

Rei me había dado una variedad de bombas de poción para ayudar en la


lucha a larga distancia. Subí al borde de la plataforma, con cuidado de
mantenerme bajo y escondida. Aferrándome a la escalera, abrí la cremallera
del bolsillo de mi chaqueta y saqué una de las pequeñas bombas de poción,
un nuevo tipo con el que Rei estaba experimentando, lo suficientemente
pequeño como para ser fácilmente portátil, pero con un peso mágico para
poder lanzarlas más lejos y con más precisión.

108
A través de la luz tenue, pude ver que había elegido uno azul pálido. Era
un aturdidor, no mortal, lo cual era perfecto. No podía garantizar que estos
tipos fueran fundamentalmente malvados, e incluso si lo eran, no quería ser
yo quien los matara. Especialmente si solo eran idiotas que aceptaron un
trabajo para el tipo equivocado.

—¿Escuchas algo? —preguntó una voz áspera desde arriba.

Uh oh, habían dejado de pelear y se habían dado cuenta de que no


estaban solos.

Tiempo de la función.

Me abalancé sobre la plataforma, mi mirada en los guardias. Se giraron en


sus sillas para mirar el agua, sus ojos se agrandaron cuando me vieron.

Demasiado tarde, amigos.

Lancé la bomba de poción, sonriendo cuando estalló en una nube de polvo


azul pálido que los envolvió rápidamente. Tosieron y se desplomaron sobre
la piedra, inconscientes.

Me apresuré, Talan me siguió de cerca. Arrodillados junto a los hombres,


hicimos un trabajo rápido para quitarles las hebillas de los cinturones.
Empujé a mi chico sobre su vientre y le até las manos a la espalda, luego le
até los zapatos con los cordones. Para mi último truco, le quité la radio y las
tarjetas de acceso.

Talan terminó con su guardia al mismo tiempo, y nos pusimos de pie para
inspeccionar nuestro entorno. A unos diez pies de distancia, había una
puerta de metal moderna con un escáner de tarjeta de acceso en el frente.

—Probablemente esté conectado a un sistema de seguridad en la casa —


dijo Talan—. Si usamos las tarjetas para atravesar la puerta, alguien será
alertado de que algo inusual está sucediendo.

—Supongo que no tienen descansos para fumar, ¿verdad? —pregunté.

—Improbable.

109
Se volvió para mirar un viejo ascensor abandonado, un antiguo artilugio
hecho de barras de hierro oxidadas. Era esencialmente una jaula que podía
subir y bajar a través de una manivela colocada en la pared de piedra.

—No puedes hablar en serio —dije, mirando la trampa mortal del pasado.

—Creo que podría ser nuestra única opción.

Solo mi suerte.

110
Capítulo 10
Cora

-U
na reliquia de la primera casa —dije, recordando la loca
mezcolanza de arquitectura que habíamos visto mientras
conducíamos hasta la casa.

Talan se dirigió hacia ella. Lo seguí, temiendo lo que tendríamos que


hacer. La puerta de acordeón de metal había sido arrancada, entró en la
jaula de metal y miró hacia arriba.

—Las barras están oxidadas.

—¿Qué tan oxidado? —Miré dentro del pequeño espacio y me di cuenta


de que tenía razón. Estaban oxidados casi por completo en algunas partes—
. ¿Crees que puedes romperlos?

—Creo que será mejor que lo intente, porque de ninguna manera quiero
intentar ponernos en marcha en esa cosa.

—Sin mencionar que solo uno de nosotros podría ir, si el otro tiene que
quedarse atrás y girar. —No estaba interesada en ir sola o dejar que me
dejara atrás.

—Déjame intentarlo. —Se estiró y agarró dos de las barras en sus grandes
manos. Los músculos de sus hombros y antebrazos se abultaron mientras
separaba lentamente las barras de hierro. Un gruñido bajo se le escapó

111
mientras trabajaba. Finalmente, el espacio era lo suficientemente grande
para que pudiéramos pasar.

—Uf —dije, exhalando con alivio—. Eso fue impresionante.

Bajó las manos, respirando con dificultad.

—Todo en un día de trabajo.

Formó una cuna con sus manos, y me metí en ella con un pie, alcanzando
los barrotes mientras me levantaba. Me retorcí a través, luego me hice a un
lado para que pudiera entrar en la jaula. Su pura fuerza fue suficiente para
dejarme sin aliento.

Me asomé al hueco del ascensor. Estaba oscuro como el infierno, y


rápidamente perdí de vista los cables del elevador que se extendían hacia la
penumbra.

—¿Qué tan profundo crees que estamos? —pregunté.

—¿Cincuenta, sesenta pies tal vez? —dijo él—. Será una larga subida.

Alcancé un cable de metal que colgaba. Estaba lo suficientemente cerca


de la pared del pozo como para que pudiera apoyar los pies contra la piedra.
Gracias al destino por las pequeñas misericordias, porque no había forma de
que pudiera escalar usando solo mis manos.

—¿Lista? —Talan agarró otro cable.

Asentí, plantó los pies en la pared de piedra y comenzó a trepar. Hice lo


mismo de lado, el cable oxidado mordió mis manos mientras ascendía.

Mano sobre mano, paso a paso, me arrastré hacia arriba. Pronto,


habíamos dejado la tenue luz de la cámara de abajo y estábamos
ascendiendo en la oscuridad. Un escalofrío recorrió mi piel.

—Espera, tengo una luz —dijo Talan, en voz baja.

112
Un momento después, un pálido resplandor dorado llenó el hueco del
ascensor. Lo miré. La luz provenía de un brazalete en su muñeca. Una luz
nocturna mágica, útil.

Miré hacia el pozo, buscando una salida. Orando por una salida. Me ardían
las manos y los músculos, y con cada pie que subía, más me dolería si me
caía.

Un ruido deslizándose hizo correr hielo por mis venas.

—¿Escuchas eso?

—Sí. —La voz de Talan era demasiado tranquila, lo que significaba que,
fuera lo que fuera, tenía que ser malo.

—¿Sabes qué es? —pregunté.

—No, pero no creo que nos vaya a gustar.

Entrecerré los ojos en la oscuridad, buscando lo que fuera que había allí
arriba.

—¿Deberíamos subir o bajar?

—Arriba. Podemos manejar lo que venga.

Como para demostrar que estaba equivocada, docenas de grandes


criaturas con forma de araña salieron corriendo de la penumbra y se
dirigieron hacia nosotros.

—¡Mierda! —chillé. Odiaba las arañas.

Sin embargo, estas no eran exactamente arañas. Eran más como


cangrejos. O monstruos de ocho patas del tamaño de perros. Sus pinzas
hacían ruidos de chasquidos agudos, y podía imaginarlas arrastrándose
sobre mí.

—Dime que tienes un plan —dije. Nada en el arsenal de Rei ni en el mío


me había preparado para esta cantidad de pequeños monstruos.

—Lo hago, pero prepárate.

113
Agarré la cuerda con fuerza, plantando mis pies contra la pared del pozo.

La magia de Talan se encendió y un fuego verde floreció sobre nosotros,


corriendo hacia los monstruos. Los envolvió, y los chasquidos y los sonidos
de escarbar cesaron. Cuando la llama se extinguió, las cenizas de los bichos
crujientes llovieron sobre nosotros.

Cerré los ojos con fuerza y giré la cabeza.

Ew.

Las cenizas seguían cayendo, así que respiré superficialmente por la nariz.
Cuando juzgué que lo peor había pasado, finalmente pregunté:

—¿Se han ido?

—Creo que sí.

Abrí mis ojos. No más monstruos, así que continuamos nuestro ascenso.
Solo habíamos avanzado unos tres metros cuando vi movimiento en los
cables del ascensor. Dos de los monstruos con forma de cangrejo se
aferraban a los cables del ascensor a unos diez metros de nosotros, uno en
el cable de Talan y otro en el mío. Golpearon las cadenas con sus garras,
tratando de cortarlas.

Mi corazón saltó a mi garganta.

—Talan.

—Los veo. —La preocupación sonaba en su voz—. Pero mi llama es


demasiado caliente. Si la apunto al cable, podría debilitarse y hacer que se
rompa.

Miré hacia abajo.

Demasiado lejos para sobrevivir a una caída.

Podría intentar arrojar mi cuchillo a uno, pero solo tenía un cuchillo, y


había dos. Una poción bomba tampoco era una opción. Muy violento. Una
explosión podría dañar el cable del elevador tan fácilmente como el

114
monstruo, y no era probable que mi puntería fuera buena, colgando de una
cuerda con un brazo.

—Date prisa —dije. La velocidad era nuestra única opción. Sólo teníamos
que llegar a la primera puerta.

El chasquido de las garras de los monstruos era una horrible banda sonora
de nuestro frenético ascenso. Mano sobre mano subí, los músculos gritando
de fatiga. Pronto, estuve lo suficientemente cerca para ver cómo se rompían
los cables individuales. Los monstruos estaban a más de la mitad de su
trabajo. Pequeños cortes me laceraban las manos mientras subía, pero
ignoré el dolor y seguí adelante.

—Ya casi llegamos —dijo Talan—. Ocho pies más.

Divisé la salida por encima de nosotros, una gran hendidura rectangular


en el muro de piedra enmarcada por soportes de hierro. Dos puertas de
ascensor de metal bloqueaban la salida, pero había alrededor de un pie de
saliente en el que podíamos quedar de pie.

Me empujé el resto del camino, moviéndome a una velocidad que me


sorprendió. Por encima de nosotros, los monstruos casi habían terminado
con su trabajo. El cable por el que trepaba chirrió con el esfuerzo de soportar
mi peso.

—¡Date prisa! —dijo Talan, saltando hacia la cornisa.

Se resbaló, lo agarró con la punta de los dedos y se levantó. Un miedo frío


heló mi espina dorsal mientras lo miraba. No había forma de que fuera capaz
de eso.

—Solo empuja la pared y el cable —dijo Talan—. No pienses, sólo hazlo.


Te atraparé.

Él tenía razón. Si me detuviera a pensar en la imposibilidad de esto por un


segundo, estaría muerta. El monstruo casi había terminado con mi cable y
no había otra salida.

115
Fui a por ello, empujándome lo más fuerte que pude. El mundo cayó
debajo de mí. Agitando los brazos, alcancé la cornisa como lo había hecho
Talan y fallé.

Me agarró por la muñeca cuando caí, su mano apretando alrededor de mí


como un tornillo de banco. Me levantó y me estrellé contra él, abrazándolo
fuerte mientras mi hombro gritaba de dolor. Era tan repugnante que sentí
que se me encogía el estómago.

—Probablemente esté dislocado —dijo en voz baja—. Lo arreglaré, pero


no puedes gritar.

—Cierto. —La palabra era apenas audible.

Sin previo aviso, agarró mi hombro y empujó. Hubo un brevísimo estallido


de dolor, luego lo peor se desvaneció.

Me desplomé contra él, jadeando.

—Eso apesta, pero gracias.

Me sostuvo cerca, su corazón retumbando debajo de mi oído. No podía


creer lo fuerte que sonaba o lo rápido que iba.

—Pensé que casi te había perdido —murmuró.

—Pensé que casi me había perdido también. —Me eché hacia atrás para
mirarlo—. Gracias.

La intensidad de su mirada me desnudó e hizo que mi cerebro se agitara


mientras trataba de averiguar qué decir.

Por supuesto, no había nada que pudiera decir, y ahora no era el


momento para una conversación.

—Hablaremos de esto más tarde —dijo.

—Por supuesto. —No quise decir eso. De ninguna manera iba a hablar de
esto con él, pero no necesitaba saberlo. Aparté la mirada de él y me aparté

116
de sus brazos para inspeccionar la puerta metálica del ascensor que nos
separaba del resto de la casa.

—Lo tengo —dijo.

Me hice a un lado para que pudiera agarrar los bordes de las puertas y
separarlas. Saqué mi karambit del éter, lista para lo que pudiera haber al otro
lado.

Las puertas crujieron al abrirse para revelar una losa de paneles de yeso y
la estructura de la casa.

—¿El bastardo levantó una pared? —Casi me reí. Sólo nuestra maldita
suerte.

—También puedo superar esto —dijo Talan, sacando un gran cuchillo del
éter—. Solo tenemos que esperar que no haya nadie del otro lado.

—Dedos cruzados. —Guardé mi karambit y saqué una bomba aturdidora


de mi bolsillo. Si Talan iba a salir de aquí a puñetazos, tendríamos que lanzar
un arma a través de un agujero en el panel de yeso.

Talan usó el cuchillo para cortar el panel de yeso, creando un agujero lo


suficientemente grande como para que pasaran sus manos. Presionó la cara
contra el agujero y miró hacia afuera.

—Estamos bien por ahora.

Uf.

Talan se echó hacia atrás y agarró el panel de yeso con las dos manos,
arrancando grandes trozos que arrojó por el hueco del ascensor detrás de
él. En menos de un minuto, había creado un espacio entre el marco por el
que podíamos deslizarnos.

Lo seguí a través de la estrecha abertura, las tablas de madera crujían bajo


mis pies. Las paredes estaban revestidas con papel tapiz de seda granate y
una alfombra descolorida recorría el centro del pasillo.

—Debemos estar en la parte antigua de la casa.

117
Lo cual solo tenía sentido, considerando que acabábamos de salir de un
hueco de ascensor que era anterior a la electricidad.

—¿Tienes alguna idea de a dónde ir desde aquí? —preguntó Talan.

—Dame un momento. —Cerré los ojos y respiré hondo, tratando de


calmar mi acelerado corazón. Ahora que estaba aquí y no bajo una amenaza
inmediata de muerte, esperaba poder sentir algo. El Bastón Relámpago era
parte de mí, ¿verdad? Había sido imbuido con mi magia, lo que significaba
que debería ser capaz de sentirlo.

Esperaba.

Tomó todo lo que tenía para disminuir los latidos de mi corazón y llamar
a mi magia. Sentí un leve tirón en mi pecho, como una cuerda arrastrándome
hacia adelante, como si hubiera magia en el mundo que era mía, y
necesitaba recuperarla. Estaba siendo atraída hacia algo que había perdido.

—Por aquí. —Empecé a caminar por el pasillo, la bomba de poción todavía


agarrada en mi mano.

Nos movimos rápidamente de un pasillo a otro, pronto nos perdimos en


el laberinto de la casa. Era más que enorme, una colección de lo antiguo y lo
nuevo que discordaba. La sensación en mi pecho se hizo más fuerte mientras
la seguía, concentrándome en la magia de la muerte que había tratado de
ignorar con tanta fuerza desde que dejé atrás mi antigua vida.

Talan agarró mi brazo, deteniéndome.

—Alguien viene.

Había estado tan obsesionada con mi objetivo que no los había


escuchado. Ahora, podía distinguir el sonido de las voces.

—Por aquí. —Me empujó hacia una puerta parcialmente abierta.

Nos colamos en una habitación a oscuras con una gran mesa y sillas. Me
apreté contra la pared y escuché atentamente, Talan a mi lado.

118
A medida que la gente se acercaba, sus pasos se hicieron más fuertes, al
igual que el sonido de sus voces.

—Marek volverá más tarde esta noche —dijo una voz profunda—. Pero
envió el Bastón Relámpago por delante con un contingente de guardias
armados. Acaba de llegar y lo están llevando a la bóveda.

—Gracias al destino —dijo una segunda voz—. Me alegraré cuando


finalmente esté ahí. Marek se volvería loco si le pasara algo, y nuestras
cabezas estarían en el tajo.

La bóveda.

Si conocía a Marek, sería francamente impenetrable. Pero el bastón aún


no estaba en la bóveda.

Los hombres siguieron hablando mientras pasaban. Una vez que


estuvieron lo suficientemente lejos, me asomé para echarles un vistazo. Dos
guardias, si tuviera que adivinar, grandes y con atuendos oscuros idénticos.
Doblaron una esquina y desaparecieron de la vista.

—Si llevan el Bastón Relámpago, no puedo arriesgarme a usar demasiado


mi fuego demoníaco o podría destruir el bastón —dijo—. Todavía lo
necesitas para abrazar tu magia.

—Buen punto. —No sabía si era de metal o de madera, pero no podíamos


correr el riesgo. El fuego demoníaco era tan intenso que fácilmente podía
derretir oro o plata—. Apégate a usar un poco de tu magia, y asegúrate de
no asustarlos a todos. Necesitan pensar que pueden llevarnos si queremos
acercarnos al personal.

Él asintió.

—Vamos. —Salí corriendo de nuestro escondite y corrí por el pasillo, Talan


a mi lado. Había oído lo mismo que yo y el mensaje era claro: se nos estaba
acabando el tiempo.

La sensación de ser atraída hacia algo familiar aumentó mientras corría,


esquivando por poco a un par de amas de casa que Talan escuchó antes que

119
yo. Una vez más, me arrastró a una habitación para esperarlas. Tuvimos
suerte, y nos pasaron.

—Ya casi llegamos —susurré, apresurándome a salir de la habitación.


Podía sentirlo latiendo en mi pecho, un deseo increíblemente fuerte de
reunirme con el Bastón Relámpago. Ahora que estaba cerca, era todo en lo
que podía pensar.

Tenía que conseguirlo.

Cuando nos acercábamos a otro pasillo, escuché el sonido de pasos


adelante. Talan y yo redujimos la velocidad, apretándonos contra la pared
mientras nos arrastrábamos hacia la intersección. Escuché atentamente,
tratando de averiguar en qué nos estábamos metiendo. Tenía que haber al
menos media docena de personas, si no más. No hablaban mientras
caminaban, pero sus pasos eran claros.

Llegué a la esquina y me detuve. Tan pronto como nos asomáramos,


podríamos ser vistos. Necesitábamos estar preparados para luchar.

Volví a mirar a Talan.

—¿Listo?

Sacó su espada del éter con un movimiento de cabeza. Agarré mi karambit


en una mano y la bomba de poción en la otra. Tan pronto como estuvimos
preparados, me incliné a la vuelta de la esquina. Diez guardias marchaban
hacia nosotros, nueve de ellos rodeaban al tipo en el medio que sostenía el
Bastón Relámpago.

Brillaba con un brillo dorado; poder encarnado.

Tan pronto como lo vi, un deseo ardiente me llenó. Más que deseo, era
necesidad, visceral y profunda, como si parte de mi alma estuviera contenida
en ese bastón, y necesitaba llegar a él. Necesitaba reunirme con la parte de
mí que había sido cortada.

Los guardias me vieron y gritaron. Mi breve momento de obsesión nos


había hecho perder el elemento sorpresa.

120
—¡Vamos! —Me abalancé hacia el pasillo, Talan me siguió.

Los guardias cargaron contra nosotros y les lancé una poción bomba.
Explotó a los pies de los tres guardias en el frente, golpeándolos hacia atrás
con la fuerza de su explosión.

A mi lado, Talan levantó las manos y su magia estalló. Las llamas verdes
estallaron frente al resto de los hombres, obligándolos a retroceder.

Usamos la cubierta para acercarnos. Cuando las llamas se extinguieron,


me abalancé sobre el guardia más cercano y corté con mi karambit. La hoja
se clavó profundamente en su pecho y retrocedió tambaleándose con un
rugido de angustia. Otro guardia se abalanzó sobre mí, con la espada
extendida. Lo esquivé, esquivando por poco un golpe.

Desafortunadamente, me lancé directamente hacia otro atacante.


Empujó su espada hacia adelante. Tiré hacia un lado, pero no antes de que
me hiciera un corte en el brazo izquierdo. Grité, lanzándome lejos.

Al otro lado del pasillo, Talan luchaba contra tres guardias con su espada.
Cuatro más se interponían entre el bastón y yo, y sentí la compulsión más
intensa de lanzarme entre ellos para alcanzarlo, contra viento y marea.

Cargué. Sacando otra poción bomba de mi bolsillo, se la lancé a los


hombres, acabando con dos de ellos en una explosión de humo rojo.
Cayeron como piedras. Corrí alrededor de la nube y ataqué a dos guardias
más.

Me agaché debajo de sus hojas, sintiendo el silbido del aire sobre mi


cabeza cuando una espada cortó lo suficientemente cerca como para cortar
algunos cabellos. Les corté las espinillas con mi karambit. La hoja cortó
profundamente, y gritaron de dolor, cayendo al suelo.

Jadeando, me enderecé, saltando sobre ellos para perseguir al hombre


que corría por el pasillo, con el bastón agarrado en su mano.

—¡Se está escapando! —le grité a Talan—. ¿Puedes detenerlo?

121
Asintió y extendió las manos, formando una barrera de fuego entre el
hombre y su huida. Patinó hasta detenerse, todavía agarrando el bastón con
fuerza. Corrí tras él, los pulmones ardiendo. Estaba casi sobre él cuando me
di cuenta de que había otro pasillo contiguo al nuestro.

Me separó de mi presa y escuché el sonido de fuertes pasos. Más


guardias, y estaban casi sobre nosotros. Al llegar a la intersección de los dos
pasillos, vi que casi una docena de guardias nuevos se acercaban a nosotros.

Mierda.

Podría alcanzar el bastón, pero estarían solo unos segundos detrás de mí.

No importaba.

Tenía que llegar a él.

Algo de otro mundo me empujó hacia adelante, una loca necesidad de


reunirme con la larga pieza de oro que decía mi nombre.

El guardia que sostenía el bastón se giró para mirarme y levantó la mano.


Agarraba una poción bomba en su puño y me la arrojó.

Salí disparada del camino, impulsada por una ráfaga de velocidad que
nunca antes había sentido, como si el bastón me estuviera dando poder.

La bomba explotó detrás de mí. Oí gritar a los guardias, pero no me volví.


Me lancé hacia el hombre con el bastón y lo agarré con fuerza en mi mano
derecha.

La magia surgió a través de mí, tan poderosa que casi me desmayé.


Necesité todo lo que tenía para mantenerme de pie mientras el poder me
iluminaba como un relámpago. La oscuridad y la luz estallaron dentro de mí,
más magia de la que jamás había sentido en mi vida. Tanto, demasiado para
contener. El poder luchó por escapar, y el terror me llenó.

¿Qué pasaría si lo soltaba? Había muerte y vida en la nueva magia que


sentía, pero no podía decir cuál era más fuerte. Traté de controlarlo, de

122
mantenerla embotellado dentro de mí, pero me sentía como una botella de
refresco que había sido sacudida.

La presión finalmente estalló, la magia estalló fuera de mí en un brillante


destello de luz blanca y oscura. La luz oscura no debería ser posible, pero de
alguna manera lo era.

Caí hacia atrás, golpeando el suelo con un ruido sordo que envió un dolor
a través de mi cabeza. En mi mano, sentí la presión reconfortante del bastón.

Jadeando, agarré el bastón y me arrastré en posición vertical. Mi visión se


aclaró, revelando el caos a mi alrededor. Cuerpos esparcidos por todas
partes, inmóviles y tranquilos.

El terror me atravesó, frío y feroz.

—¡Talan! —Giré en círculos, buscándolo.

Lo vi a unos seis metros de distancia. Estaba boca arriba, con los ojos
cerrados y las extremidades abiertas.

No.

El horror entumeció mi alma mientras lo miraba fijamente, mi respiración


se aceleraba. Salí de mi sorpresa y corrí hacia él, cayendo de rodillas a su
lado. Todavía agarraba el bastón, pero lo tiré a un lado y presioné mis manos
contra su pecho, buscando un latido.

—¡Talan! Despierta, por favor, por favor despierta. —Las lágrimas picaron
en mis ojos mientras buscaba en su rostro pálido signos de vida.

¿Le parpadearon los párpados?

¿Sí?

No sabría decirlo. Pero pude sentir el débil latido del corazón. Demasiado
débil.

123
Busqué a tientas en mi bolsillo, buscando una de las pociones curativas
que Rei me había dado. Cuando la encontré, la descorché con manos
temblorosas y la vertí entre sus labios.

No pasó nada.

—¡Trágatelo! —grité, desesperada por que se despertara.

Aun así, no pasó nada. Estaba bastante segura de que se había tragado al
menos un poco, pero tal vez sus heridas eran demasiado graves.

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras presionaba mis manos contra
su pecho. Podía sentir la vida dentro de él, débil y agitada. ¿Era esto lo que
les había hecho a todos ellos, casi los maté con una ráfaga de mi magia?

No podía soportar el pensamiento. ¿Era este mi poder, entonces, esta


horrible habilidad de matar por docenas sin siquiera quererlo?

Lo odiaba. Me hizo odiarme a mí misma.

No podía tolerarlo.

¿No había dicho Hapheta que era dos mitades de una moneda: luz y
oscuridad, vida y muerte? Tenía que usar eso para ayudar a Talan, pero no
tenía idea de cómo.

Pero tampoco tenía idea de cómo usar mi magia de la muerte hasta que
las mujeres del orfanato me obligaron a dominarla. Podría hacer eso de
nuevo.

Tendría que hacerlo, y rápido.

No podía perderlo, aunque sabía que el destino era inevitable. No podía


perderlo ahora.

—Te voy a salvar —dije, tanto para mi propio beneficio como para el de
él. Más para mi propio beneficio. Necesitaba creer que podía hacer esto.

Alcancé la nueva magia que brillaba dentro de mí, buscando la magia de


la vida. Podía sentirla, tan diferente de la magia de la muerte que había

124
tenido durante tanto tiempo. Odiaba ese poder, pero podía estar detrás de
esta nueva magia curativa.

Se elevó dentro de mí, burbujeando hacia la superficie. Alimenté a Talan


con ella, rezando para que lo reviviera. Mientras trabajaba, su color volvió y
sus ojos se abrieron. Se me escapó un suspiro entrecortado, alivio y alegría
a partes iguales.

Un momento después, abrió los ojos y me miró fijamente.

Santos destinos.

Había funcionado.

125
Capítulo 11
Talan

M
iré a Cora, mi mente en blanco por un breve momento. Parecía
una diosa, hermosa y poderosa por encima de mí. Presionó sus
manos contra mi pecho, y la magia que fluyó de sus palmas se
sintió como una bocanada de aire en mis pulmones hambrientos.

—Cora. —Mi voz era ronca y baja—. ¿Qué pasó?

—Te maté. —Las lágrimas resbalaron por sus mejillas—. Casi.

Me senté. Los cuerpos yacían esparcidos a mi alrededor.

—¿Por qué no estoy muerto como el resto?

—Tal vez es nuestra conexión de pareja. —Agarró la piedra alrededor de


su cuello—. O este amuleto de protección que me diste.

—O tal vez es tu magia. —Ella me había salvado, podía sentirlo.

Me levanté. Me dolía el cuerpo, pero al menos podía moverlo. A su lado,


un bastón dorado yacía tirado en el suelo. Tenía cuatro pies de largo, con un
gran ópalo en la parte superior y una punta afilada en la parte inferior.

Verlo hizo que los recuerdos regresaran rápidamente, y recordé por qué
estábamos aquí. Habíamos irrumpido en el complejo de Marek para

126
recuperar el bastón. Lo había alcanzado, agarrándolo con la mano derecha,
y eso fue lo último que recordé.

Pero su magia era diferente. Más poderosa, tanto que hacía difícil respirar
en su presencia. Me acostumbraría, pero el primer ajuste era intenso.

—Te has transformado —dije, asombro en mi voz.

Miró los cuerpos a su alrededor, con consternación en su rostro.

—¿Pero en qué? Esto es horrible.

Seguí su mirada. Francamente, aprecié sus nuevos poderes. Los había


matado a todos, o al menos, los había herido gravemente para que no
pudieran atacarnos. Era una habilidad útil.

Pero ella era mejor persona que yo. Por supuesto, ella no querría este don.

—Aprenderás a controlarlo. —Le ofrecí mi mano—. Pero tenemos que


salir de aquí antes de que envíen refuerzos.

Ella tomó mi mano y se puso de pie, luego se inclinó para recuperar el


bastón. Tan pronto como lo tocó, se puso rígida.

—¿Qué es? —pregunté.

Se levantó, mirando al bastón con los ojos muy abiertos.

—No podemos irnos todavía.

—¿Qué quieres decir? Tenemos que salir de aquí si queremos sobrevivir.

—Hay algo más en este lugar que debemos encontrar.

—¿En serio? —Miré alrededor del salón, esperando a que apareciera otra
tropa de guardias.

Ella asintió, la desesperación en su rostro.

—Vamos. Sígueme.

—¿A dónde vamos?

127
Se dirigió por el pasillo, mirándome.

—Piso de arriba. Hacia qué, no lo sé. Pero tenemos que irnos.

—Está bien. —Su comportamiento era intenso y extraño. Fuera lo que


fuera lo que buscaba, necesitaba encontrarlo. Desesperadamente, y yo la
ayudaría.

Llegamos a una escalera sin toparnos con más guardias, y ella subió
corriendo los escalones. Empujó la puerta del rellano, salió corriendo y la
seguí hasta un pasillo de estilo industrial con suelos de linóleo y gruesas
puertas de acero.

—Celdas —dijo con voz disgustada.

Un guardia parado al final del pasillo nos miró en estado de shock. Se


recuperó rápidamente y tomó una bomba de poción que llevaba en el
cinturón. Lo golpeé con una ráfaga de fuego demoníaco antes de que
pudiera lanzarla. Voló hacia la puerta de la celda detrás de él y se desplomó
en el suelo, inconsciente, con la camisa ardiendo sin llama.

Corrimos hacia él. Lo agarré de los pies y lo arrastré lejos de la puerta


mientras Cora buscaba la llave en su cinturón. Trabajaba con una intensidad
silenciosa que me desconcertó. ¿Qué diablos había detrás de la puerta de
esa celda?

—Lo tengo. —Se puso de pie, metiendo la llave en la cerradura.

Me moví para pararme detrás de ella, listo para enfrentarme a lo que


fuera que había en la celda.

La cerradura hizo clic y ella giró la manija de la puerta, diciendo:

—Estoy aquí para ayudar. Soy como tú.

¿Como tú?

Cuando vi a la mujer dentro de la celda, lo entendí.

Cora había encontrado a otro de su clase.

128
La mujer de cabello oscuro estaba de pie en el otro extremo de la celda,
sus ojos brillaban con cautela. Su ropa estaba sucia y desgarrada, su cabello
un desastre. Viejos moretones florecían en una repugnante variedad de
verde y amarillo en sus pómulos, y había un indicio de animal salvaje en ella.

Cora levantó las manos y entró. Todavía agarraba el bastón, lo que la hacía
parecer más peligrosa. Parecía no estar dispuesta a dejarlo ir ahora que lo
tenía. No dije nada, quedándome fuera de la celda para asegurarme de que
mi presencia no asustara más a la mujer.

—Soy Cora. —Ella metió el bastón detrás de su espalda—. Yo también soy


una manslaga, y voy a sacarte de aquí.

La mujer parpadeó, estudiando a Cora con ojos sospechosos.

—Tú no eres como yo. No exactamente.

—No. —Cora dejó de intentar esconder el bastón. Obviamente era parte


de lo que la hacía diferente, y de todos modos no podía ocultarlo—. Pero esa
es una larga historia, y prometo contártela más tarde. Mientras tanto,
tenemos que salir de aquí. Rápidamente.

—¿Cómo llegaste hasta mí? Hay docenas de guardias.

—Los incapacitamos. —Cora hizo una mueca—. Maté a algunos. ¿Vienes


o no? Porque de ninguna manera dejaré que Marek me atrape aquí. No me
tomará de nuevo.

Ella comenzó a avanzar.

—Voy.

Cora entró en el pasillo y la mujer la siguió, su mirada moviéndose arriba


y abajo de mi cuerpo. Buscando armas, sin duda.

—¿Cómo planeas salir? —preguntó ella.

Metí la mano en mi bolsillo y encontré un agujero en el fondo. La tela


había sido cortada durante la batalla y el contenido se había caído.

129
—Mierda, el encanto del transporte se ha ido.

—Según la inteligencia de Ophelia, hay una entrada de servicio sin


vigilancia en el lado oeste de la casa —dijo Cora—. Esa es nuestra mejor
copia de seguridad para un escape.

La mujer negó con la cabeza.

—Ya no estará desprotegido, no ahora que saben que estás aquí. Y


tendríamos que robar un auto, y eso plantea la cuestión de la puerta. —Nos
hizo un gesto para que la siguiéramos—. Por aquí.

Miré a Cora.

—¿Confías en ella?

—Ella también es nuestra mejor apuesta —dijo encogiéndose de


hombros—. Vamos.

Seguimos a la mujer hasta una puerta al final del pasillo. La abrió de un


empujón y subió corriendo las escaleras, diciendo:

—Nos dirigimos al techo.

En lo alto de las escaleras, un guardia estaba junto a la puerta de metal.


Se quedó boquiabierto cuando vio a la mujer.

—Hola, Tom. —Su voz resonó con una amenaza encantada, y se abalanzó
sobre él. Antes de que él pudiera siquiera estremecerse, ella agarró su
garganta y lo alimentó con una ráfaga de su magia de muerte.

Cayó como una piedra.

Dio un paso atrás y se sacudió las manos.

—El bastardo se lo merecía.

Volvió a mirarnos, su mirada desafiante, como si esperara que la


censuráramos.

La mirada de Cora se dirigió al hombre que estaba a sus pies.

130
—Adiós, muy buenas.

Entonces, Cora también lo conocía. No me gustaba pensar en lo que la


había hecho odiarlo, pero estuve tentado de patear su cadáver.

—Vamos, dense prisa —dijo la mujer—. Estén alerta a los guardias. —


Abrió la puerta y subió al techo oscuro. El viento azotaba su cabello mientras
miraba de un lado a otro, en busca de amenazas—. Está despejado.

Caminó hacia un helicóptero estacionado en el helipuerto. La aeronave


estaba encadenada y atornillada al techo.

Cora y yo nos unimos a ella, estudiando los gruesos cierres.

—Necesitamos una llave para desbloquearlos —dijo Cora.

—Uno de los guardias tiene las llaves. —La frustración hizo eco en la voz
de la mujer, junto con el miedo—. Debería haber pensado en esto.

—Lo tengo. —Agarré la cadena con ambas manos y alimenté el metal con
mi fuego demoníaco. Se ablandó y lo separé como si fuera masilla.

—Whoa —respiró la mujer.

—Date prisa, haz el resto. —Cora se volvió hacia la mujer—. Espero que
sepas cómo volar esta cosa, porque yo no.

—Estás de suerte. —La mujer sonrió y subió a la cabina mientras yo me


abría paso alrededor del helicoptero, rompiendo las cadenas restantes.

El motor se puso en marcha y los rotores comenzaron a girar, cada vez


más rápido hasta que mi cabello azotó violentamente en el vendaval. Estaba
trabajando en la última cadena cuando un grupo de guardias salió del hueco
de la escalera y subió al techo.

—¡Entra! —le grité a Cora—. Vienen guardias.

Sacó una bomba de poción y la arrojó a los guardias, sin esperar a ver si
golpeaba.

—Ese fue el último. ¡Date prisa, Talan!

131
La bomba de poción explotó, haciendo retroceder a los guardias con una
explosión de fuerza percusiva. Dos guardias cayeron, pero los otros cuatro
siguieron llegando.

Tiré de la última cadena y salté al helicóptero.

—¡Espera! —gritó la mujer en los controles.

El helicóptero se elevó desde el helipuerto, el viento azotando a nuestro


alrededor en el rugido del ruido. Me asomé por la puerta del helicóptero y
lancé una ráfaga de fuego a los guardias. La llama verde chocó con ellos,
encendiéndolos como antorchas esmeralda.

Cuando el helicóptero se alejó del edificio, vi a los guardias arder con


sombría satisfacción. Vicioso, tal vez, pero no pude evitarlo. Algunos de esos
bastardos habían sido los captores de Cora, y mataría a todos y cada uno que
pudiera tener en mis manos.

—¿A dónde? —preguntó la mujer.

Necesitábamos un camino de regreso a Nueva Orleans, pero no podíamos


pedirle a Ophelia otro amuleto de transporte. Ya había hecho suficiente por
nosotros y no podíamos pagarle trayendo a Marek a su puerta.

Sin embargo, había otros portales a Nueva Orleans, y uno estaba ubicado
en el lugar perfecto para aterrizar un helicóptero.

—Central Park —grité—. Por el portal en el lado norte.

—Sé dónde está. —La mujer asintió, ajustando sus auriculares mientras
manipulaba los controles.

Me recosté contra el asiento mientras volábamos hacia el sur. Cora se


sentó a mi lado, su cabeza contra el asiento. El miedo por ella apretó una
mano fría alrededor de mi pecho.

Casi había muerto allí atrás. Demonios, casi morí. Sin embargo, mi muerte
fue mucho menos aterradora que la de ella.

Como si pudiera sentir que la miraba, abrió un ojo y me miró.

132
—¿Estás bien?

—Sí. Lo estaré. —Tan pronto como ella estuviera a salvo en mi casa, eso
es.

133
Capítulo 12
Cora

L
a otra manslaga nos llevó a Central Park sin problemas. Cabalgué
con el viento soplando a través de las puertas abiertas, mi mano
apretada alrededor del bastón. Probablemente podríamos haber
cerrado las puertas, pero me gustaba la brisa. Cualquier cosa para
distraerme de lo que acababa de suceder y del nuevo poder que ejercía.

La mujer bajó el helicóptero al suelo. Echándose hacia atrás, gritó:

—Vamos a tener que ser rápidos. Central Park está lleno de humanos, y
su policía no estará contenta con nosotros por estacionar esta cosa aquí.

—Entonces, ¿vendrás con nosotros? —pregunté.

Ella asintió.

—Me liberaste. Quiero saber más sobre ti, y no tengo muchas opciones.
Marek hizo estallar mi vida cuando me capturó.

Odiaba pensar en lo que le había hecho. No cabía duda de que era malo:
era la única forma de operar que conocía Marek.

El helicóptero aterrizó y la mujer lo apagó. Salimos y corrimos por el


parque hasta un grupo de árboles. Los árboles contenían portales a otras
ciudades importantes de los Estados Unidos. Eran monitoreadas por magia,

134
razón por la cual no los usé para escapar de Marek la primera vez. Como él
sabía adónde íbamos de todos modos, no importaba.

A medida que nos acercábamos, Talan tomó mi mano. Agarré la suya,


corriendo hacia el reluciente portal plateado que solo los sobrenaturales
podían ver. Había otros cerca, Los Ángeles, Miami, Dallas, pero el de Nueva
Orleans era nuestro objetivo. Mi nueva amiga se mantuvo cerca de nosotros
y nos arrojamos al portal. El éter nos absorbió y nos hizo girar por el espacio.

Nos escupió en medio de Jackson Square. Tropecé cuando aterricé,


agarrando el bastón de iluminación. Talan se aferró a mi mano, sin soltarme
mientras se llevaba el amuleto de comunicaciones a la boca y pedía un coche
a Liora.

Las farolas de hierro arrojaban un brillo dorado sobre el césped y los


bancos, proyectando sombras desde los árboles. Casi no había nadie en el
parque a esa hora, y los edificios que bordeaban la plaza estaban a oscuras
por la noche.

La mujer que había venido con nosotros giró en círculo para inspeccionar
nuestro entorno.

—Esto sí que está abierto. Espero que tengas un lugar mejor para
esconderte.

—Lo hacemos —dijo Talan—. Nuestro viaje estará aquí en cualquier


momento.

—Genial. —Se apartó el pelo de la cara. El viaje en helicóptero lo había


enredado aún más—. Soy Madeline.

Ya me había presentado cuando entré en su celda, así que dejé que Talan
tomara la iniciativa.

—Talan. —Él asintió hacia ella—. Encantado de conocerte.

Ella miró su mano.

—¿No quieres sacudirla?

135
—Me disculpo. —Extendió la mano.

Ella rio.

—Solo bromeando contigo. No te culpo, considerando lo que puedo hacer


con solo un toque.

Un gran todoterreno se detuvo y Liora se bajó con el alivio claramente


escrito en su rostro.

—Gracias al destino, estás de vuelta. Y de una sola pieza. —Su mirada se


posó en nuestra nueva amiga y el interés iluminó sus ojos—. Hola.

—Hola. —Madeline sonrió con más calidez de la que había visto en ella
antes—. Iré adelante contigo.

Mmm. Había algo de química definitiva allí.

Madeline subió a la parte delantera del auto con Liora, y Talan me miró
con las cejas levantadas.

—¿Confías en ella?

—¿Te preocupa que ataque a Liora? —pregunté—. Porque estoy bastante


segura de que Liora puede manejarlo. Además, creo que a Liora le molestaría
mucho que le quitaras a su nueva amiga. Creo que se gustan.

—Tienes razón. —Miró hacia el SUV donde esperaban las dos mujeres.

—Y confío en ella —dije—. Tal vez no debería, pero lo hago.

—Tendremos nuestras respuestas lo suficientemente pronto.

—Vamos a limpiarla primero. —Sabía lo que era ser uno de los animales
enjaulados de Marek. Había tenido más libertad cuando había estado con él,
pero no siempre había sido así. Tuve que ganármelo. Hasta entonces, había
pasado mucho tiempo como Madeline.

Aparté los horribles recuerdos, agradecida de haber llegado a la casa de


Talan. Necesitaba la distracción.

136
Liora detuvo el auto y todos salimos. Madeline silbó por lo bajo cuando
vio la casa.

—¿Tú vives aquí?

Talan asintió.

Ella arqueó una ceja hacia él.

—¿Estás seguro de que no eres como Marek?

La ofensa brilló en los ojos de Talan, luego se desvaneció. Él simplemente


negó con la cabeza, la más mínima curva en la comisura de su boca.

Madeline se encogió de hombros.

—¿Puedes culparme? En mi experiencia, los hombres ricos apestan.

—Oh, él apesta a veces —dijo Liora—. Pero está mayormente bien.

—Gracias por tolerarme, Liora —dijo—. ¿Puedes mostrarle a Madeline un


dormitorio para que pueda instalarse?

—¿No quieres interrogarme? —preguntó Madeline.

—Eventualmente, nos gustaría hacerte algunas preguntas, pero Cora hizo


un punto válido cuando sugirió que probablemente preferirías una ducha
primero.

Madeline se miró a sí misma y resopló.

—Eso es verdad.

—Vamos —dijo Liora—. Te mostraré una habitación.

—Gracias. —Madeline la siguió escaleras arriba y entró en la casa.

Cuando Talan y yo entramos en el vestíbulo, todo lo que habíamos pasado


me golpeó como una tonelada de ladrillos.

—Casi te mato —dije con un escalofrío.

Se volvió hacia mí, su mirada suave.

137
—Pero no lo hiciste. De hecho, me sanaste.

Asentí, todavía temblorosa por dentro.

Se acercó a mí, tan cerca que su pecho casi rozó el mío. Levantó la mano
para tocar mi mejilla, su mano se detuvo en vacilación.

—Pensé que te había perdido —dije, mirándolo.

—¿Hubiera sido algo malo?

—Oh, sí.

Su mandíbula se tensó.

—Y, sin embargo, ¿sigues negando lo que hay entre nosotros?

—Tengo mis razones. —Como, soy inmortal. Las palabras de Hapheta


volvieron rápidamente a mí. Había tenido miedo de enamorarme de él y
posiblemente perderlo. Ser inmortal hacía que esa fuera una conclusión
inevitable. No había forma de que pudiera lanzarme de cabeza al amor
sabiendo que él moriría siglos antes que yo.

La mera idea me daba ganas de vomitar.

Claramente no le gustó lo que leyó en mi rostro porque sus rasgos se


tensaron. Asintió hacia mis piernas.

—Deberías hacer que te atiendan esa herida. Se ve mal.

La sangre se filtró a través del corte en mis jeans. Él tenía razón. Me había
olvidado de mi herida hasta que él la mencionó. Ahora que estaba a salvo, la
adrenalina se había disipado y podía sentir el dolor.

Maldita sea, eso dolía.

—¿Dónde está el sanador?

—Te llevaré. —Dio media vuelta y se dirigió hacia el pasillo. Lo seguí,


caminando en silencio a su lado. No había nada que decir en este momento.

138
Afortunadamente, la sanadora estaba en la residencia. Catriona, una
mujer con rizos grises salvajes y un vestido largo y suelto de color plata
pálido, sonrió y me dejó entrar al apartamento que tenía en la parte trasera
de la casa. Talan esperó en la puerta.

—Puedes sentarte allí. —Señaló un banco e hice lo que me indicó. Reunió


algunas cosas medicinales. Combinándolos en un mortero, molió los
ingredientes con un mazo, lanzándome una mirada ocasional mientras
trabajaba.

—¿Qué es? —pregunté, todavía agarrando mi bastón con fuerza.


Probablemente estaba mirando el arma extraña, y no tenía idea de cómo
explicarlo. No podía decirle que yo era una diosa reencarnada. No me sentía
como una, y yo misma aún no me había ajustado a la idea. Era la peor noticia
que había recibido en mucho tiempo.

—Nunca lo he visto mirar a nadie de la forma en que te mira a ti —dijo


finalmente—. Y he estado con él desde los fosos de combate.

—¿En serio?

Ella asintió.

—Yo era la sanadora allí, pero era tan prisionera como él. Lo odiaba.
Cuando escapó, me llevó con él. Junto con los otros que no querían estar allí.

Por supuesto que lo hizo. Eso era muy propio de Talan, cuidar de los
demás.

—¿Él me mira diferente? —pregunté, incapaz de detenerme. Lo que había


entre nosotros no podía ir a ninguna parte. Sin embargo, no podía dejar de
preguntar.

Ella asintió, arrodillándose frente a mí para aplicar la pasta en mi herida.


Calmó la quemadura, que mejoró aún más cuando pasó la mano por encima
y alimentó con un poco de su magia la herida.

139
—Siempre se ha mantenido reservado. De hecho, nunca lo he visto con
alguien que le pueda importar. Hasta ti. Y la forma en que te mira… —Ella
suspiró—. Es diferente, eso es todo. A él le importas.

Le creí, pero era una locura pensar que otros podrían notarlo.

—Deberías darle una oportunidad —dijo.

Ja.

—¿Tienes una cura para la inmortalidad?

Su mirada se lanzó hacia la mía, oscura por la desesperación.

—Oh, no. ¿En serio?

Asentí.

—Acabo de recibir la noticia.

Su ceño se arrugó y su mirada se suavizó.

—Lo siento mucho.

Asentí, mi garganta apretándose mientras miraba hacia otro lado. Vivir


para siempre no era un don, era una maldición. Había tan pocos
sobrenaturales inmortales que era inevitable que pasara mi vida sola. No es
que importara que no fuéramos más, lo que importaba era que mis amigas
y Talan tampoco eran inmortales.

—Tal vez deberías tomar lo que puedas —dijo.

—¿Y arriesgarme a sufrir el dolor más tarde? —pregunté.

—La vida es dolor.

—Esa es la verdad. —Recientemente había encontrado una vida que no


era solo dolor, y luego sucedió esto—. ¿Eres una lectora de mentes además
de sanadora?

—No es tan difícil descifrar a personas como tú y Talan. Han tenido vidas
difíciles. Te hace desconfiar. Y tienes la carga añadida de la inmortalidad.

140
Eso era un eufemismo. Siempre podría suicidarme con el Bastón
Relámpago, pero eso era tan oscuro. Esperaba tener una vida normal,
envejecer junto a mis amigas.

—Aun así —dijo ella—. Vale la pena tratar de encontrar algo mejor. Vivir
esta vida sola no tiene sentido. —Se levantó y se sacudió las manos—. Estás
mucho mejor.

—Gracias. —Me puse de pie, feliz de encontrar que el dolor había


desaparecido. Podría tener problemas más grandes en el horizonte, pero
podría concentrarme en las cosas buenas en este momento—. Y gracias por
la terapia gratuita.

—En cualquier momento. —Alcanzó mi mano y la apretó con fuerza—.


Buena suerte.

—Gracias, la voy a necesitar. —Me fui y encontré a Talan esperándome


unos metros más abajo en el pasillo. Liora estaba cerca de él y charlaban en
voz baja. Cuando me acerqué, dejaron de hablar y se volvieron hacia mí.

—Madeline quiere hablar —dijo Liora.

—Genial. —Eso había sucedido más rápido de lo que esperaba.

—Está en su habitación. La verde —agregó Liora—. No parece inclinada a


irse.

—Encontrémonos con ella allí, entonces —dijo Talan—. ¿Alguien le ha


traído comida?

—Me aseguraré de que lo hagan. —Liora se dirigió hacia las cocinas y


Talan abrió el camino hacia la habitación de la mujer.

Llamó suavemente a la puerta y la voz de ella se filtró:

—Adelante.

Lo seguí hasta un bonito dormitorio decorado en diferentes tonos de


verde. La gran cama de madera tenía un dosel en lo alto, y las enormes
ventanas brindaban una hermosa vista del jardín. Se colocaron un sofá y dos

141
sillas para aprovechar la vista, y Madeline se sentaba en una de las sillas,
recién limpia y vestida con lo que sospeché que era parte de la ropa de Liora.

—Tienes un lugar muy agradable —le dijo a Talan—. ¿Todos tus invitados
tienen habitaciones tan bonitas?

—Los que me gustan.

Ella sonrió.

—Como yo, ¿verdad?

—Después de la forma en que nos sacaste de allí, ¿cómo no voy a hacerlo?


—Su voz era relajada y encantadora, como si estuviera tratando de
tranquilizarla. Parecía estar funcionando.

Me senté en el sofá cerca de ella, con el bastón todavía agarrado en mi


mano. Parecía incapaz de soltar la cosa, y Madeline la miró como si fuera
una serpiente.

—Esa es la razón por la que eres diferente a mí, ¿verdad? —preguntó ella.

Asentí.

—Es la razón por la que irrumpí en el lugar de Marek. —Lo sostuve para
que pudiera tocarlo, pero se encogió—. Lo siento, pensé que tal vez querrías
mirar más de cerca.

—Él trató de usarlo en mí —dijo—. No funcionó, pero hizo que me


desinteresara de volver a verlo. Sin embargo, debe haber funcionado
contigo, ¿eh?

Asentí.

—Todo lo que tenía que hacer era tocarlo.

—¿Qué pasó cuando lo hiciste?

—Maté a mucha gente sin querer.

Madeline hizo una mueca.

142
—No te envidio.

Un sentimiento feo brotó dentro de mí: una mezcla de culpa, vergüenza,


autodesprecio e incluso un poco de gratitud por haber podido usar el poder
para salvarnos de los guardias de Marek.

—No tendría este poder si tuviera otra opción —dije.

—Yo tampoco —asintió Madeline—. Pero nadie nos dio una opción,
¿verdad?

Negué con la cabeza, odiando la suerte de los manslaga. De toda la gran


magia que existía, teníamos la capacidad de matar con un toque. Que
miserable.

—También lo probó en otros manslaga —dijo Madeline—. Nunca


funcionó. Supongo que te estaba buscando.

—Entonces, ¿no sabía en quién funcionaría cuando lo obtuvo? —


pregunté.

—Supongo que no. Según Carolina, la chica con la que lo “probó” antes
que yo, había conseguido el bastón justo antes de que me secuestraran. Lo
probó con ella. Cuando eso no funcionó, lo probó conmigo.

—¿Qué pasó?

—Me cayó un rayo. —Ella se estremeció—. Eso apesta. Pero nada de


magia nueva, gracias al destino.

Asentí, entendiendo su deseo de no tener más de este miserable poder.


Ella era un recordatorio de todo lo que había pasado en mi vida y todo lo que
estaba por venir.

No me gustaba.

Talan se sentó en silencio a mi lado. Parecía estar instintivamente


tratando de no asustarla, y lo aprecié.

143
—¿Qué le pasó a Carolina? —pregunté. No había sentido su presencia en
el complejo de Marek, solo en la de Madeline.

—Ella escapó. Intentó llevarme con ella, pero no pudo sacarme de mi


celda. Le dije que se fuera antes de que vinieran, pero ella dijo que volvería
por mí.

—¿Cuándo fue esto?

—Dos días antes de que llegaras.

—Así que todavía había tiempo para que ella regresara.

La ofensa brilló en el rostro de Madeline.

—Por supuesto. Ella no me habría dejado allí. Era mi amiga.

—Puedo ayudarte a encontrarla —dijo Talan—. Tenemos los recursos


para que vuelvas a tu antigua vida o para instalarte en una nueva.

Su oferta me derribó. Lo miré, sorprendida por su sensibilidad y


generosidad. O tal vez no debería haberlo hecho. Estaba tratando de ignorar
lo maravilloso que era, pero no estaba funcionando. Era como si verlo casi
morir hubiera desbloqueado algo dentro de mí que no podía ignorar.

Me daba cuenta de todo lo que hacía. No podía evitarlo.

—¿Qué pasa ahora? —dijo Madeline.

—Estoy bastante segura de que Marek vendrá por mí. —El pensamiento
hizo que el hielo helara mi columna vertebral—. Quiere mi magia y no se
detendrá ante nada para conseguirla.

—¿No puedes esconderte? —preguntó ella.

Negué con la cabeza.

—No quiero.

—Bien. Te ayudaré a detenerlo. —Una sombría determinación brilló en


sus ojos—. Pero primero, me gustaría una siesta.

144
Asentí y me puse de pie. Talan y yo la dejamos, cerrando la puerta en
silencio detrás de nosotros.

—Entonces, Marek no tenía idea de que yo era la que estaba reencarnada


—dije—. Seguía probando el bastón en otros manslaga.

—Lo detendremos. Te lo prometo. —La baja determinación en su voz me


sacudió.

Habíamos estado haciendo nuestro camino a través de la casa hacia sus


aposentos, y habíamos llegado a la puerta.

—¿Cómo eres tan bueno?

—¿Bueno?

—Bueno conmigo, bueno con Madeline —dije—. Pensé que eras


esencialmente un jefe de la mafia demoníaca, pero estaba muy equivocada.

—No te equivocaste. Tengo mucha oscuridad en mí.

—Todos lo hacemos. —Casi había muerto en mi mano. El recuerdo hizo


que mi corazón latiera por dentro.

Casi lo pierdo. Todavía podía sentir el miedo. El horror.

Las palabras de Catriona resonaron en mi mente.

¿Tenía razón? ¿Debía tomar lo que pudiera?

Él estaba aquí ahora. Él se preocupaba por mí. Quería una vida conmigo.

Moriría mucho antes que yo, pero ¿y qué? ¿Significaba eso que no debería
intentar algo mejor? ¿Al menos por un rato?

La mera idea de perderlo hizo que el miedo se apoderara de mí, pero


también me hizo querer agarrarme a lo que pudiera.

—¿Cora? —La voz de Talan retumbó bajo—. ¿Estás bien?

—No. —Mi propia voz salió como un áspero tono—. Pero puedes
arreglarlo. Por ahora.

145
La comprensión brilló en sus ojos, luego el calor, un calor que me hizo
decidir que valía la pena. La vida estaba llena de miseria, lo sabía más que la
mayoría. El dolor siempre llegaba y no podía salvarme de él.

Pero al menos podría tener esta noche.

Me acerqué a él, envolví mis brazos alrededor de su cuello y presioné mi


cuerpo contra el suyo. Agarré el bastón detrás de su espalda, pero ya no
podía pensar en eso, no con él a mi lado. El calor y la dureza de sus músculos
hicieron que un calor líquido subiera dentro de mí, y cerré mi boca a escasos
centímetros de la suya.

La tensión casi me mató, pero quería darle la oportunidad de retroceder.

No lo hizo.

En cambio, se abalanzó para besarme con una pasión que hizo que mi
cabeza diera vueltas. Sus labios eran suaves y cálidos, hábiles cuando
separaron los míos y saquearon como un hombre hambriento.

Sus grandes manos se deslizaron por mi cintura, dejando escalofríos a su


paso cuando agarró mi trasero y me levantó para que pudiera envolver mis
piernas a su alrededor.

Tan pronto como su dureza presionó contra el calor de mi centro, todo mi


cuerpo se derritió. Un infierno se elevó dentro de mí, y lo besé como si mi
vida dependiera de ello. No podía tener suficiente de su sabor picante y
dulce o la habilidad con la que sus labios se movían sobre los míos.

—Llévame a la cama —murmuré, arrastrando mi boca por un lado de su


cuello. Su olor era embriagador, y respiré profundamente.

Un gemido bajo se le escapó cuando se dio la vuelta y entró en su


dormitorio, caminando hacia la cama alta en la esquina. Dejé caer mi bastón
al suelo, finalmente feliz de deshacerme de la cosa. La tela drapeada del
dosel creó un refugio para nosotros cuando me acostó en la cama.

—Esto es todo lo que siempre he querido —dijo—. Tú, para mí.

146
—Puedes tenerme. —Por ahora.

No sabía lo que traería el futuro, o cómo me sentiría mañana. Pero en este


momento, tuve el coraje de enfrentar lo desconocido y tomar lo que tanto
deseaba. Lo que sea que viniera después, me ocuparía de eso.

Tendría que hacerlo.

Su boca expulsó los terribles pensamientos de mi mente mientras


presionaba besos a lo largo de mis labios, mandíbula y cuello. Moviéndose
hacia el sur, empujó mi camisa sobre mi vientre.

Cuando su boca caliente recorrió mi estómago con una línea abrasadora,


arqueé la espalda, queriendo sentir más de él.

—Eres tan malditamente hermosa —murmuró contra mi piel—.


Imposiblemente hermosa.

Quería devolverle el cumplido, pero su boca se cerró sobre mi pezón,


mordiendo suavemente la tela de mi sostén. Un gemido fue todo lo que
pude manejar, y luego mi sostén y mi top fueron quitados, desaparecieron
tan rápido que apenas me di cuenta de cómo sucedió.

El ruido áspero que escapó de su garganta envió una ráfaga de calor


directamente a través de mí. Sus grandes manos ahuecaron mis pechos y me
apreté contra él mientras arrastraba su boca hacia mi estómago una vez
más.

Mientras trabajaba en los botones de mis jeans, sus manos temblaban


levemente. Verlo hizo que mi corazón se hinchara, pero hubo poco tiempo
para la emoción cuando arrastró la tela por mis piernas, llevándose la ropa
interior y los zapatos con ella.

Mientras me miraba, un gemido bajo se le escapó. Movió su cabeza hacia


mi centro, acariciándome con su lengua en un profundo latigazo de calor
que me hizo gritar.

—Ahora, Talan. —No quería esperar. No podía esperar. La necesidad era


un impulso salvaje y palpitante—. Quiero sentirte dentro de mí.

147
Pero todavía estaba vestido, por el bien del destino. Tiré de su camisa,
tirando de ella por encima de su cabeza mientras él rasgaba la bragueta de
sus jeans.

Estaba desnudo en segundos, y me acerqué a él con una desesperación


que me sorprendió. Sentí que moriría si no lo sentía dentro de mí. Ahora.

Se levantó sobre mí como un dios caído, y envolví mis piernas alrededor


de él. Se hundió en mí con el más glorioso calor abrasador.

El placer explotó dentro de mí cuando comenzó a moverse, y no podía


apartar la mirada de él. Sus ojos me quemaron, la expresión en ellos fue
suficiente para derretir mi alma y fusionarla con la suya.

Estar con él así era todo lo que esperaba que fuera, y todo lo que temía.

Lo amaba, y no había vuelta atrás.

Cuando terminó, después de perdernos el uno en el otro, me acosté con


la cabeza en su hombro.

—No quiero hablar sobre el futuro —dije, antes de que pudiera decir algo
por su cuenta.

—Está bien. Pero hablaremos de eso más tarde.

—Por supuesto. —Mentí.

Podría amarlo, pero aún no sabía cómo lidiar con el conocimiento de que
lo sobreviviría por siglos. Tampoco tenía idea de cómo decirle eso. La piedad
en los ojos de Catriona había sido bastante dura de soportar.

No lo quería de él.

—Vamos a pedir comida —dije—. Luego duerme.

148
—Está bien. —Me acercó más a él, abrazándome con fuerza.

Lo dejé, sabiendo que era sólo por ahora.

Después de todo, algo tan bueno no podía durar para siempre.


Especialmente cuando una de las partes era inmortal.

149
Capítulo 13
Cora

E
l eco de un rugido profano me despertó de mi sueño. Me
incorporé y me arrojé fuera de la cama, impulsada por el instinto.

Talan hizo lo mismo, levantándose con una gracia rápida que me


hizo envidiar sus reflejos. Se acercó a la ventana, mirando hacia la oscuridad.

—No está aquí, sea lo que sea.

El rugido volvió a sonar, sacudiendo las ventanas.

—Tiene que ser Marek —dije, poniéndome la ropa lo más rápido que
pude—. O cualquier bestia que haya enviado para atormentarnos.

Talan se vistió con su ropa descartada, sus movimientos eficientes.


Terminé de vestirme y miré el bastón que había dejado junto a la cama. No
había sido capaz de soltarlo antes, pero ¿debería llevarlo conmigo?

Como si pudiera leer mi mente, Talan preguntó:

—¿Te llevas eso?

—No creo que deba hacerlo. Es demasiado valioso, y no es como si


pudiera luchar con él. No fácilmente, al menos.

—Puedo hacer que alguien lo cierre con llave.

150
Sonó un golpe en la puerta y Talan gritó:

—¡Adelante!

Liora apareció, sin aliento y vestida para la batalla con su ropa de combate
oscura habitual.

—Hay un enorme monstruo en el césped. Ya ha destruido parte del ala


este de la casa.

—Mierda. —Talan terminó de atarse las botas y señaló el bastón—. ¿Te


encargarás de que se entregue a la caja fuerte, y luego únete a nosotros?

Ella asintió, caminando hacia el bastón y recogiéndolo.

—Gracias —dije, antes de seguir a Talan fuera de la habitación.

Corrimos por el pasillo hasta el vestíbulo principal, corriendo hacia el


césped a tiempo para ver a una bestia golpear con una enorme pata en el
otro extremo de la casa. Arrancó una ventana, lanzando astillas de madera y
vidrio por los aires. La criatura tenía que tener al menos veinticinco pies de
altura, un cruce entre un caimán y un perro, con piel escamosa y la forma
áspera de un canino.

Sus ojos brillaban con una luz pálida y muerta.

—Está hecho de magia —dije—. No creo que mi poder de muerte


funcione contra él. —Sin mencionar que la cosa era enorme. Nunca había
probado mi don en una criatura tan grande.

—No quiero que te acerques a él de todos modos. —Talan se movió hacia


un contingente de una docena de sus guardias que arrojaron lanzas y
bombas de poción al monstruo.

Las lanzas rebotaron, pero las bombas de poción parecieron frenar a la


bestia. Varios de los guardias lanzaron ráfagas de fuego y explosiones
sónicas, pero no fue suficiente para eliminar a la criatura.

Un hombre estaba repartiendo bolsas de bombas de poción a los


guardias, quienes desechaban sus armas de proyectiles. Corrí hacia él y

151
agarré una para mí, uniéndome a los guardias en su ataque. Lanzamos
nuestras bombas de pociones, manteniendo al monstruo alejado de la casa
lo mejor que pudimos.

Talan lanzó una ráfaga de fuego demoníaco verde a la bestia. La llama


explotó contra la pierna de la criatura. Con un rugido de rabia, la bestia se
alzó sobre sus patas traseras y Talan volvió a atacarlo, esta vez en la parte
inferior del vientre. El impacto hizo retroceder a la criatura, pero el monstruo
plantó sus pies y no se movió.

Talan lanzó gotas cada vez más grandes de llamas verdes, empujando
finalmente al monstruo hacia el río angosto y decorativo que fluía a través
de la propiedad. La extremidad trasera de la bestia chisporroteó cuando
golpeó el agua, y el humo se elevó mientras la criatura bramaba y salía
pesadamente del río.

La comprensión amaneció.

Básicamente era la Bruja Malvada del Oeste.

—¡El agua lo destruirá! —grité. Podríamos llamar a los bomberos, pero


tardarían demasiado en llegar.

—Lo llevaremos al estanque —gritó Talan.

Era la única manera. El estanque era lo suficientemente grande como para


envolver a todo el monstruo y destruirlo; solo teníamos que llevarlo allí.

Los guardias y yo nos unimos a Talan, atacando a la bestia desde un ángulo


diseñado para conducirlo hacia el estanque. Un ataque frontal no era
eficiente dada la fuerza de las patas traseras de la bestia.

La llama verde de Talan iluminó la noche con un resplandor brillante.


Algunos de sus guardias demoníacos tenían un don similar, pero no tan
poderoso como el de Talan.

Sin embargo, necesitábamos todo. La criatura era enormemente


poderosa, lo que dificultaba conducirla hacia el lago. Seguí lanzando bombas
de pociones, pero no fueron de mucha ayuda.

152
Estábamos a mitad de camino cuando Talan dijo:

—Me estoy quedando sin energía.

Mierda.

La magia era finita. Si la usaba todo, necesitaría descansar antes de


recuperarla de nuevo. El monstruo usaría ese tiempo para abrumarnos.

Todavía estábamos a unos cuarenta metros del estanque y Talan y los


guardias se estaban debilitando. Hora de cambiar de táctica. Marek había
enviado al monstruo para capturarme, no para matarme. Necesitaba morir
a manos de Marek si quería robarme el poder.

—Seré el cebo —dije—. Llevaré al monstruo al estanque para que puedas


dar un golpe desde el costado. Eso debería hacer el truco.

—No, es demasiado…

Sabía que iba a decir peligroso, pero no esperé a confirmar mis sospechas.
Corrí hacia la bestia, lanzándome hacia un lado. El monstruo giró y me
persiguió.

Su aliento sulfuroso hizo que mis pulmones ardieran mientras corría.


Podía sentir su calor mientras me perseguía hacia el estanque, y mi corazón
latía con fuerza. Sus enormes pasos golpeaban detrás de mí, avivando el
miedo que me dio velocidad.

Miré por encima del hombro. El monstruo estaba casi sobre mí, sus
enormes garras se clavaban en la tierra mientras cargaba. Un golpe de esas
garras y estaría muerta.

Pero él no me mataría. Marek quería ese honor para él. El monstruo me


atraparía y luego esperaría a que su amo reclamara su premio.

Sin embargo, probablemente dolería.

Puse una última ráfaga de velocidad cuando llegué al lago y giré a la


izquierda, obligándolo a virar detrás de mí. El flanco y el costado izquierdo
de la bestia quedaron expuestos, y Talan arrojó fuego verde al monstruo.

153
La oleada se estrelló contra la criatura, empujándola hacia el estanque. La
bestia se estrelló contra el agua con un enorme chapoteo, el estanque
chisporroteó y humeó.

En cuestión de segundos, la bestia se había ido.

Jadeando, caí de rodillas y traté de recuperar el aliento. Talan corrió hacia


mí, con el rostro pálido y enojado.

—Te dije que no hicieras eso. —Se arrodilló, inclinando mi barbilla para
examinar mi cara roja.

Todavía estaba luchando por recuperar el aliento.

—Menos mal que no te escucho.

Se le escapó una risa baja, corta y sorprendida.

—Algo bueno. Porque eso funcionó.

Asentí.

—Pensé que Marek lo envió a buscarme.

—Debería haber enviado un monstruo más grande.

Miré hacia el estanque, que todavía burbujeaba débilmente.

—Estoy feliz de llamarlo bien con este.

Talan asintió y se enderezó. Yo hice lo mismo, girándome hacia la casa.

Hice una mueca al ver el daño. La criatura había atravesado la pared del
ala este, dejando agujeros abiertos que revelaban los muebles y las
decoraciones del interior.

—Eso tomará algún tiempo para reparar —dije.

—Nos las arreglaremos. —Levantó la barbilla hacia los guardias que


limpiaban los escombros de las bombas de poción y las lanzas descartadas—
. Veamos si alguno de ellos vio algo además de ese monstruo.

154
Asentí.

—Buen plan. No hay forma de que esto termine todavía.

—Eso es lo que me asusta.

Nos acercamos a los guardias. Cuando nos acercamos a ellos, un grupo


salió de la casa.

Por un breve momento, pensé que eran nuestras amigas.

Entonces lo vi: Marek.

Me detuve en seco. Estaba flanqueado por diez guardias, todos demonios


corpulentos con piel gris cenicienta y brillantes ojos blancos.

Pero lo peor fue ver el Bastón Relámpago en la mano de Marek.

Y no había ni rastro de Liora. El miedo me cortó, y recé para que no


estuviera muerta o terriblemente herida.

—Cora, eres mía —gritó Marek, su voz atronando a través de los


jardines—. Se acabó. Ven a mí.

A mi lado, Talan gruñó y luego rugió:

—Al diablo que lo hará.

Levantó las manos, su magia llameando en el aire. Fue tan poderoso que
casi me derribó, y lanzó la mayor ráfaga de fuego verde que jamás había
visto. Golpeó a Marek como un tren de vapor y el hombre desapareció.

—Destinos santos. —Me tambaleé, mirando a Talan.

Parecía pálido, con el rostro formado por líneas sombrías.

—Esa fue la última de mi magia del día.

—¿Está muerto? —Sabía que era demasiado esperar, pero tenía que
preguntar.

—No, pero se ha ido.

155
Los guardias demoníacos de Marek usaron encantamientos de transporte
para escapar lo más rápido que pudieron, dejándonos en silencio.

—Tenemos que ver a Liora —dije. Podría ocuparme de Marek y el bastón


robado más tarde. Por ahora, necesitaba asegurarme de que estaba bien.

Talan y yo nos apresuramos hacia la puerta principal. Todo había


desaparecido, cortesía de la ráfaga de fuego demoníaco de Talan, y el
interior del vestíbulo olía a humo. Sin embargo, nada estaba encendido y el
alivio me invadió cuando Liora entró tambaleándose en el vestíbulo.

Tenía un corte espantoso en el pecho, junto con uno en el hombro


derecho y el muslo izquierdo.

—Me dejaron inconsciente —dijo—. ¿Todavía está aquí?

Talan negó con la cabeza.

—Ve a ver a la sanadora.

—Lo siento —dijo ella—. Fallé.

—Todos lo hicimos. —Señaló con la barbilla en dirección a las habitaciones


de la sanadora—. Ocúpate de esas heridas de inmediato.

Ella asintió, sus ojos oscuros por la decepción.

Conocía el sentimiento. Una vez más habíamos perdido a Marek.

—Volverá —dije—. Tan pronto como se recupere de tu fuego.

Talan asintió.

—Estaremos listos.

¿Lo haríamos?

—Hay una turba enfurecida en tu puerta. —La voz familiar de Calex sonó
detrás de mí, y me di la vuelta para verlo de pie en la puerta.

—Tu sincronización es impecable —dijo Talan—. Aquí, justo después del


peligro.

156
La boca del ejecutor se torció, y era obvio que no estaba ofendido. Talan
y él estaban en buenos términos, pero era extraño ver a Talan bromeando.
Sin embargo, la expresión irónica le sentaba bien.

—¿Una multitud enojada de quién? —pregunté, pero el temor en mi


estómago sugería que ya lo sabía.

—Gente del pueblo —dijo Calex, confirmando mis sospechas.

Debería ir a Marek, era la única manera.

—Ya voy. —Talan me miró—. ¿Por qué no te limpias y te veré pronto?

—De ninguna manera voy a dejar que lo hagas solo.

—Sería mejor si te quedas aquí.

—¿Entonces no pueden exigir que me vaya? —pregunté—. ¿O que vaya


a ver a Marek?

—No lo permitiré.

—No es tu elección. —Pasé junto a él y salí al césped, en dirección al


camino que conducía a la puerta principal.

—¡Guardias! —llamó Talan.

No dijo nada más, pero claramente sabían lo que quería. Me flanquearon


por todos lados, pero los ignoré mientras me dirigía a la puerta.

Realmente no quería enterarme de que los residentes de Nueva Orleans,


mi nuevo hogar, querían darme de comer a Marek para que los dejara en
paz, pero era lo que esperaba.

Llegué a la caseta de vigilancia y vi a seis de los guardias de Talan


bloqueando el camino a su recinto. Al menos ochenta personas se apiñaban
en la puerta, todos gritando y gesticulando.

Mis amigas estaban apretadas entre la multitud, justo al frente. Mia, Rei
y Fiona me vieron casi de inmediato, y la preocupación en sus rostros se
desvaneció.

157
—¡Queremos saber qué está pasando! —gritó una mujer mayor en el
frente. Tenía cabello dorado y rizado y un rostro sabio, junto con una espada
de aspecto malvado. Su postura sugería que sabía cómo usarlo—. ¿Por qué
esa bestia vino aquí?

Volví a mirar a Talan, sabiendo que estaba a punto de hablar.

Pero no había nada que pudiera decir.

Esto era mi culpa.

Levanté las manos para llamar su atención.

—¡Escuchen!

La multitud se quedó en silencio, mirándome. Podía sentir la mirada de


Talan ardiendo en mi espalda mientras enfrentaba al grupo de personas
asustadas y enojadas.

—Todos sabemos que Marek ha venido aquí por mí, así que iré con él —
dije, agradecida de que mi voz fuera firme—. Si hago eso, no molestará más
a la ciudad.

—¡No puedes hacer eso! —gritó Fiona. Desde su posición sobre sus
hombros, Balthazar siseó.

—Sabes que tiene razón —añadió Rei, más suavemente—. Podría hacer
más daño si te atrapara.

—Encontraré una manera de evitar eso —dije. Pero incluso mientras decía
las palabras, sabía que era poco probable. ¿Qué diablos iba a hacer? ¿Luchar
para liberarme?

Como si pudiera.

Pero me quedé sin opciones. No podía ser responsable de la destrucción


de Nueva Orleans, pero si iba a Marek, podría pasar algo peor.

158
Hubo murmullos entre la multitud mientras la gente hablaba entre ellos.
No pude distinguir las palabras, pero el zumbido en el aire hizo que mi
corazón se acelerara.

La mujer con la espada dio un paso adelante.

—No toleraremos eso.

—¿Qué? —pregunté, estupefacta.

—No puedes simplemente entregarte a él. Eres uno de nosotros. No


somos el tipo de ciudad que renuncia a uno de los nuestros.

Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando la miré a ella y luego al resto


de la multitud.

¿Era esto de verdad?

—Solo necesitamos más información del señor de los demonios —dijo—.


Mantenernos informados de los riesgos. Necesitamos trabajar juntos.

Talan se puso a mi lado.

—Puedo hacer eso. Juntos, podemos derrotar al que amenaza a nuestra


ciudad.

Lo miré, mi garganta apretada. ¿Cómo había tenido tanta suerte?

159
Capítulo 14
Talan

L
a gente del pueblo se dispersó, pero no podía apartar la mirada
del rostro de Cora. Ella se quedó mirándolos con una expresión
ilegible. No sabría decir si era confusión o sorpresa, o una mezcla
de ambas. Había casi un poco de dolor allí también.

Sus amigas se acercaron a los guardias, rostros fijos y postura


determinada. Los ojos de Balthazar llamearon rojos. Parecía que las cuatro
se abrirían paso si los guardias no se hacían a un lado.

—Déjenlas entrar —dije.

Los guardias se abrieron para dejar pasar a las mujeres, y Fiona enarcó
una ceja ante uno de ellos al pasar.

—Así es como es, y no lo olvides.

El guardia la miró boquiabierto y una pequeña risa se le escapó a Cora.

Sus amigas se acercaron a ella, la preocupación en sus rostros.

—Hemos decidido que pasaremos la noche aquí —dijo Rei.

Cora frunció el ceño.

—Es muy peligroso.

160
—Psh. —Fiona agitó una mano—. No nos importa. El punto es estar donde
sea que estés.

—No pueden hacer eso. —La voz de Cora estaba tensa por la emoción—.
Es demasiado arriesgado.

—No, somos profesionales —dijo Mia—. Él no tiene ninguna posibilidad


contra nosotros.

—Tu trabajo diario es en una panadería y tu pasatiempo es coleccionar


vestidos fabulosos —dijo Cora.

—Me ofendería si supiera que no estás tratando de alejarme por mi


propia seguridad. —Mia se encogió de hombros—. De todos modos, me has
visto en una pelea. Puedo apañármelas sola.

—Y algo más —dijo Rei.

Mia chocó los hombros con su amiga.

—Gracias compañera.

Fiona me miró.

—Nos mostraremos en nuestras antiguas habitaciones, ¿eh?

Volví a mirar la casa, haciendo una mueca por los daños en el ala este.

—Tal vez nuevos dormitorios. Me temo que sus antiguas habitaciones ya


no están allí.

—Maldita sea, es una pena —dijo Fiona—. Sin embargo, nadie resultó
herido, ¿verdad?

—No permanentemente. No que yo sepa —dije. Sin embargo, tenía la


sensación de que Catriona estaba trabajando horas extras.

—Vamos a descansar un poco —dijo Mia—. Volverá, y tenemos que estar


listos.

161
Ella tenía razón. Había agotado mi magia para ahuyentar a Malek y estaba
exhausto. Probablemente no debería haberlo hecho en absoluto, podríamos
haber intentado eliminarlo. Pero me enojé tanto cuando dijo que Cora era
suya, que reaccioné sin pensar.

Ahora, necesitaría descansar y recuperar mi poder lo más rápido posible.


Lo último que necesitábamos era no estar preparados cuando regresara
Marek. Con un poco de suerte, encontraríamos una manera de tenderle una
emboscada antes de que pudiera regresar.

Independientemente de dónde y cuándo lo conocimos, tomarnos un


tiempo para regenerar nuestros poderes antes de la próxima batalla tenía
sentido.

Cora seguía parada a mi lado, silenciosa e intensa.

—Parece que te ha atropellado un camión —dijo Rei.

—Tengo ganas. —Se le escapó un profundo suspiro y se dio la vuelta—.


Vamos a limpiarnos y descansar. Volverá antes de lo que esperamos, estoy
segura.

Las mujeres rodearon a Cora y la acompañaron de regreso a la casa. Las


seguí, manteniendo la distancia para que pudieran hablar si lo necesitaban.
Por mucho que quisiera escuchar lo que Cora tenía que decir, no quería
interponerme si necesitaba a sus amigas en este momento.

Cuando llegamos a la casa, Fiona silbó por lo bajo cuando vio la puerta
principal destruida.

Liora y Madeline aparecieron en la entrada, ambas limpias después de la


batalla.

Asentí hacia nuestras invitadas.

—Liora, ¿puedes mostrarles algunas habitaciones? Vamos a descansar y


recuperar nuestra magia antes de que regrese Marek.

162
—¿No queremos tenderle una emboscada en su territorio? —preguntó
Liora.

—Idealmente, sí. Pero primero tenemos que recuperarnos. —La mayoría


de mis guardias no estaban a la vista, lo que era más evidencia de que tenía
razón. Necesitábamos ir a la próxima pelea completamente armados con
todo nuestro poder, y eso incluía a mis hombres.

Liora asintió.

—Punto justo. Me vendría bien algo de tiempo de recuperación. —Hizo


un gesto a las mujeres para que la siguieran—. Vamos, les mostraré algunas
habitaciones en la parte intacta de la casa.

Rei, Mia y Fiona siguieron a Liora y Madeline, pero Cora no se movió.

El más leve aleteo de esperanza se expandió en mi pecho.

—Vamos a dormir un poco —dijo, con los ojos ensombrecidos por el


cansancio.

No estaba seguro de que quisiera volver a compartir mi cama, pero


aparentemente, lo hizo. Me alegré, y ciertamente no iba a hacer nada para
asustarla o hacerla cambiar de opinión.

Atravesamos la casa hasta llegar a mis aposentos. Al entrar en la


habitación, Cora se quitó las botas y se quitó los vaqueros y la camiseta. No
se quitó el sostén ni la ropa interior cuando cayó en la cama, y yo seguí su
ejemplo, desnudándome hasta quedarme en calzoncillos tipo bóxer.

Mientras yacía a su lado, ella se acurrucó contra mí, con la cabeza en mi


hombro.

Me invadió la más intensa sensación de calma y comodidad, y la atraje


hacia mí.

—Esto es la perfección —murmuré.

—Eh. Pensé que lo que hicimos antes fue la perfección.

163
—Eso también.

Ella se quedó en silencio por unos momentos. Cuando habló, su voz era
suave.

—No puedo creer que la gente del pueblo no quisiera entregarme a


Marek.

—Deberías creerlo. No es la primera vez que lo escuchas.

—Loretta. —Ella asintió contra mi hombro—. Eso también me sorprendió.

—Eres parte de este pueblo —dije—. Tienes una casa aquí.

Ella suspiró.

—Es todo lo que quería. Antes.

—¿Antes? —La miré, pero ella mantuvo su rostro inclinado hacia abajo
para que no pudiera verlo.

—Soy inmortal, ahora —dijo, su tono era el mismo que si estuviera dando
noticias de cáncer—. Es parte de la reencarnación.

Maldije por lo bajo, bajo y feroz.

La inmortalidad no era el don que algunas personas pensaban que era.


Lejos de ahí. La única forma en que podría considerarse algo bueno era si
toda tu especie fuera inmortal, entonces no tendrías que ver morir a todos
tus seres queridos antes que tú.

No era de extrañar que dudara tanto en buscar algo conmigo.

—¿Cómo se supone que voy a crecer para cuidar a la gente de este pueblo
si sé que voy a tener que verlos morir? —preguntó ella.

—No lo sé. —El dolor por ella apretó algo en mi pecho—. Pero haré todo
lo que esté a mi alcance para encontrar una salida para ti.

Ella rio suavemente, un sonido triste.

164
—Gracias, pero no creo que esto funcione así. Tú, y todos los que amo,
eventualmente morirán e irán al más allá. Y me quedaré aquí en la tierra,
sola. Para siempre.

La apreté más fuerte, deseando poder alejar este dolor por ella. Se
merecía algo mejor que esto.

—Intenta dormir —dije—. Te juro que encontraré la manera. Y las cosas


se verán mejor por la mañana.

Esta vez su risa fue más genuina.

—¿Te refieres a cuando aparezca Marek para matarnos a todos?

—Punto justo. Las cosas probablemente se verán como una mierda por la
mañana, pero al menos estarás bien descansada.

—Buen punto. —Se acurrucó más cerca de mí y el calor floreció dentro de


mí—. También podría disfrutar esto, de todos modos.

—Mis pensamientos exactamente.

Tardé más de lo que esperaba en conciliar el sueño, pero como estaba


apretado contra Cora, disfruté cada minuto.

Cora

Cuando me desperté, todavía estaba acurrucada contra Talan. Había sido


divino dormir a su lado, usando su amplio pecho como almohada.

¿Cómo se suponía que iba a renunciar a esto?

No podía.

165
Incluso si eso significaba verlo morir siglos antes que yo, sabía que no
podía alejarme de él. O de mis amigas o de la gente de Nueva Orleans.

Todavía estaba asustada, aún más ahora que era inmortal, pero algo
también había cambiado en mí. Tal vez fue Talan. Tal vez fue ver la forma en
que todos en la ciudad se unieron para protegerse unos a otros, incluso a mí.

Sería una tontería tirar eso a la basura, sin importar lo asustada que
estuviera. El futuro distante podría ser oscuro y solitario, pero eso no
significaba que el presente tuviera que serlo.

—¿Estás despierta? —murmuró Talan.

—Sí. —Bostecé, mirando hacia la ventana para ver si había luz.

Una extraña neblina gris llenaba el cielo exterior y me levanté para


inspeccionarla. No quería dejar a Talan ni las cálidas sábanas, pero el miedo
me hizo avanzar. Miré por la ventana las nubes oscuras. Eran enormes y
pesadas, siniestras y de otro mundo.

—¿Has visto esto? —pregunté.

Talan se reunió conmigo en la ventana. Extendió la mano para rodearme


con un brazo, pero lo dejó caer en estado de shock cuando vio lo que había
afuera.

—No. Ese no es un clima normal, ni siquiera para un huracán.

—Es Marek. Tiene que ser él. —Un relámpago cayó entre las nubes,
blanco brillante. El trueno retumbó, sacudiendo los cristales de las ventanas.

—Parece que cubre toda la ciudad —dijo Talan.

—Tenemos que vestirnos. —Me di la vuelta y me puse mi ropa desechada.


Estaban sucias, pero no importaba. Estaban a punto de ensuciarse mucho
más.

Talan se vistió rápidamente y salimos corriendo de la habitación, casi


chocando contra Liora cuando levantó una mano para llamar a la puerta.

166
No perdió el tiempo en cortesías.

—Hay informes de demonios Fulgur en las afueras de la ciudad. Cientos


de ellos. Están entrando en la ciudad ahora. Marek está con ellos.

Mierda. Los demonios Fulgur podían lanzar rayos y eran mercenarios a


sueldo. Los demonios que vivían en la parte de la ciudad de Marek eran
personas decentes que intentaban ganarse la vida. Había algunas manzanas
podridas en el racimo, pero no eran como los demonios Fulgur. A los
demonios Fulgur solo les importaba servir a su amo y que les pagaran, y
matarían a cualquiera que se les ordenara.

El trueno retumbó una vez más. Los relámpagos fueron claramente un


tema del ataque de Marek.

—¿Cientos? ¿Estás segura? —preguntó Talan.

Ella asintió, sus ojos llenos de preocupación. Vi a Madeline parada al final


del pasillo, su mirada oscura en la espalda de Liora. Su mandíbula se
apretaba ante la mención del nombre de Marek, y no la culpaba.

—La ciudad tendrá que luchar —dijo Talan.

El pavor me llenó.

—No. —No podía soportar el pensamiento—. Él está aquí por mi culpa.

—Vas a tener que superar eso —dijo Liora—. No te vamos a entregar, y


no vamos a quedarnos fuera de esto.

Mi mente se aceleró. Si realmente hubiera cientos de demonios Fulgur, la


gente moriría. Mucha gente.

Necesitábamos luchadores que no tuvieran esa debilidad.

—Necesito llegar al cementerio —dije.

Talan se giró para mirarme, con las cejas levantadas por la sorpresa.

—¿En serio? ¿Por qué?

167
—Necesitamos refuerzos, y tengo una idea.

Mis amigas entraron a toda velocidad en el pasillo detrás de Madeline, sus


rostros pálidos. Balthazar estaba al lado de Fiona, con la espalda arqueada y
el humo saliendo de él.

—¿Has visto afuera? —preguntó Fiona.

Asentí.

—Nos dirigimos al cementerio ahora.

Sus ojos se abrieron y asintió.

—Buena idea.

—Al menos ella sabe de lo que estás hablando —dijo Liora.

Fiona sabía que podía obligar a los fantasmas. Y aunque no podía


obligarlos a unirse a la lucha contra Marek, al menos podía preguntar.

—Voy a reunir a las tropas a las afueras de la ciudad —dijo Liora—.


Tenemos docenas de guardias. Serán la primera línea de defensa.

El teléfono de Talan vibró en su bolsillo y lo sacó para leer un mensaje.

—Calex está reuniendo a todos los ejecutores. Se unirán a ti.

—Iré con las brujas —dijo Rei—. Probablemente ya saben lo que está
pasando, pero si no, se lo diré.

Mierda, mierda, mierda.

Mucha gente estaría peleando.

—Me voy —dije. Maury el Loco sería mi mejor apuesta. Era uno de los
fantasmas más poderosos de la ciudad, y su mausoleo no estaba lejos de
aquí, en uno de los cementerios más cercanos.

—Iré contigo —dijo Talan.

—Iremos con Liora —dijo Fiona. A su lado, Mia asintió.

168
El hielo enfrió mi columna vertebral. Fiona acababa de volver a la vida y
ahora se dirigía al frente de la batalla. Ella arqueó una ceja, como si me
desafiara a decir algo para detenerla.

Pero solo había una cosa que decir.

—Gracias.

Ella asintió.

—Tú lo harías por mí.

Dejé escapar un suspiro y las vi darse la vuelta para irse. Las seguimos
fuera de la casa y cruzamos los terrenos. Sobre nosotros, las nubes se
agitaban violentamente. Se extendían hasta donde alcanzaba la vista,
flotando sobre la ciudad como un ominoso manto. No llovía, lo que lo hacía
aún más inquietante, pero el olor a ozono y azufre impregnaba el aire.

Los relámpagos seguían cayendo, y el retumbar constante de los truenos


era suficiente para hacer vibrar mis pulmones. Talan y yo llegamos a la parte
principal de la ciudad y nos desviamos del resto del grupo, en dirección al
cementerio de Maury el Loco.

Atravesamos la gran puerta blanca a la entrada del cementerio y bajamos


por una de las largas y estrechas avenidas que separaban los mausoleos de
piedra.

Como antes, hacía más frío en el cementerio. Más oscuro también,


aunque no se notaba tanto con la espesa capa de nubes. Todo el pueblo
estaba más oscuro de lo normal.

A su alrededor, los fantasmas se asomaban desde detrás de los antiguos


mausoleos. No se habían mostrado tan obviamente la última vez que estuve
aquí, pero era imposible no notar que algo andaba mal en Nueva Orleans.
Incluso los fantasmas estaban interesados.

Llegamos al mausoleo de Maury el Loco, que estaba cubierto de espejos.


Cada panel de vidrio se ondulaba y brillaba como el agua, revelando una
visión distorsionada de mí misma mientras me acercaba.

169
Estábamos casi en la puerta cuando Maury el Loco la abrió y salió al
cementerio. Era un anciano marchito que brillaba con una tenue luz blanca.
El poder irradiaba de él, y me alegré de haber elegido venir a él. Era el
adecuado para el trabajo.

—¿Qué está pasando? —demandó, su voz tan malhumorada como uno


esperaría de un fantasma tan viejo—. Todo el pueblo se está volviendo loco.

—Estamos bajo ataque —dije—. Un hombre llamado Marek ha creado


esta tormenta y ha llevado a cientos de demonios Fulgur a las afueras de la
ciudad.

Maury entrecerró los ojos.

—¿Por qué vino aquí?

—Por mí.

El hombre gruñó.

—Sabía que eras un problema en el momento en que te vi.

—Fuiste un problema en tu época, viejo —dijo Talan—. Tus historias son


legendarias.

Maury sonrió.

—Bastante cierto. —Se volvió hacia mí—. Me gustas, niña. También lo


supe la primera vez que te vi.

—¿Nos ayudarías? —pregunté—. La ciudad te necesita.

—La ciudad necesita más que yo.

Asentí.

—Esperaba que convocaras a los otros fantasmas para poder pedirles que
se unan a nosotros también.

Él asintió.

—Los vas a necesitar. Sígueme.

170
Flotó por el camino que se alejaba de su mausoleo e hicimos lo que nos
ordenó. A unos veinte metros, se detuvo frente a un poste alto que había
sido rematado con una campana. Levantó la mano y llamó a la cosa. Sonó
mucho más fuerte de lo que hubiera esperado, y me tapé los oídos con las
manos.

No hizo mucho bien, pero al menos mi cerebro no se sentía como si


estuviera vibrando. Cuando se desvaneció, bajé las manos.

—¿Así es como los llamas?

—¿Qué esperabas que hiciera, aullido? —se burló—. No soy un lobo.

—Me parece bien.

En cuestión de segundos, aparecieron cien fantasmas, si no más. La


anciana de la tienda de comestibles se materializó a mi lado, una nube de
humo de cigarrillo flotando a su alrededor.

—¿Qué problemas estás causando ahora? —me preguntó ella.

—Malos problemas. —Miré a Maury—. ¿Están todos aquí?

—¿No es suficiente? —Me fulminó con la mirada.

—¡No, es perfecto! —Levanté las manos en un gesto apaciguador. Lo


último que necesitaba era ofenderlo.

—Exactamente. —Hizo un gesto hacia un banco cercano—. Ahora


levántate y di tu pieza.

Me subí al banco para dirigirme a la multitud, con el corazón desbocado.


Un centenar de rostros expectantes y fantasmales se volvieron hacia el mío.

Respiré hondo y hablé.

—Un hombre llamado Marek ha traído un ejército de demonios Fulgur a


la ciudad. Como no pueden morir, esperaba que nos ayudaran a
mantenerlos a raya mientras busco a Marek y lo mato. Una vez que esté
muerto, los demonios no tendrán motivos para seguir luchando.

171
Los murmullos viajaron a través de la multitud, y la mujer a mi lado emitió
un sonido encantado.

—Los poseeremos —dijo, sonando como si eso fuera algo que disfrutaría.
Por las miradas en los rostros de los otros fantasmas, ellos también lo
disfrutarían—. Aunque, no todos tenemos el don de la posesión —añadió
ella.

—Está bien —dije—. Necesitaré ayuda para encontrar a Marek. Tal vez
algunos de ustedes puedan actuar como exploradores. Marek será el único
ser humano con un bastón dorado de unos cuatro pies de largo.

Ella asintió.

—Sí, muy bien. —Se metió dos dedos entre los labios y emitió el silbido
más penetrante que jamás había oído—. Aquellos de ustedes que pueden
poseer demonios, háganlo —dijo, una vez que tuvo la atención de todos—.
Hagan que se maten unos a otros y a sí mismos. Aquellos de ustedes sin ese
don, actúen como exploradores y distracciones. Me quedaré al lado de esta.
—Ella levantó un pulgar hacia mí—. Estén atentos al humano bastardo que
está a cargo de este esfuerzo. Nuestra chica dice que llevará un bastón
dorado. Si lo ven, infórmenme a través de la red de susurros y se lo diré.

Fue una tontería, pero me llenó de calidez escucharla llamarme nuestra


chica. Solo tenía que ser digna de ello.

172
Capítulo 15
Cora

M
ientras los fantasmas salían del cementerio, la anciana se volvió
hacia mí. Su nube de cabello transparente, una vez blanco, estaba
peinado tan alto como podía, y las hombreras de su chaqueta
enjoyada eran algo digno de contemplar. Tenía al menos noventa años
cuando murió, y me recordaba a una de las Chicas de Oro.

—Soy Maude. —Tiró el cigarrillo a un lado—. ¿Cómo te llamo?

—Cora.

—¿Y quién es este hombre guapo? —preguntó, asintiendo hacia Talan.

—Talan, a tu servicio —dijo.

Ella sonrió.

—Me gustas. Ahora pongámonos en marcha.

Compartí una breve mirada con él mientras Maude flotaba por el


cementerio. Lo seguimos, y me alegré de tener al fantasma gruñón de mi
lado. Había llamado la atención de los otros fantasmas con eficiencia, y
claramente conocía a todos en la ciudad.

De hecho, había muchos más fantasmas aquí de lo que esperaba, a pesar


de que Mad Maury había asumido que me decepcionarían los números. Por

173
lo que yo sabía, los fantasmas a menudo quedaban atrapados cerca del lugar
de su muerte o entierro. Fiona se había visto obligada a permanecer cerca
de mi casa durante gran parte de su vida fantasma.

Corrí hacia Maude.

—¿Cómo puedes viajar tan lejos de la tienda de comestibles que sueles


frecuentar?

—Edad, cariño. He estado muerta tanto tiempo que me he vuelto más


poderosa. Eso va para el resto de los fantasmas que aparecieron aquí. Hay
más en la ciudad que no pueden abandonar sus lugares de muerte, pero les
informaremos sobre la lucha que se avecina. Ellos harán su parte.

—Gracias.

—No me des las gracias —se quejó ella—. Este pueblo es tan nuestro
como de los vivos. Mas incluso.

—No puedo discutir con eso.

Talan y yo la seguimos hasta la calle. El resto de los fantasmas ya se había


dispersado, dirigiéndose a las afueras de la ciudad donde se habían visto los
demonios.

—Deberíamos ir al centro de la ciudad —dije—. No sabemos qué


dirección elegirá Marek y esa parece ser la mejor ubicación hasta que
sepamos dónde está.

—Yo lideraré. —Maude se movió rápidamente por la ciudad, sin estar


atada a los límites de un cuerpo terrenal.

Corrí para mantener el ritmo, mis sentidos en alerta máxima. Talan se


quedó pegado a mi lado cuando los relámpagos comenzaron a caer sobre
los edificios que nos rodeaban. Hasta ahora, las explosiones se habían
quedado entre las nubes. Marek debía estar cada vez más frustrado.

Recé para que la gente se quedara adentro y dejara la lucha a los


fantasmas y profesionales.

174
Sin embargo, era una oración sin sentido. La noticia del ataque se había
extendido claramente, porque la gente salió en tropel de los apartamentos
y casas, armada con pociones bombas, armas y su magia.

Nueva Orleans se iba a defender: solo tenía que atrapar a Marek lo


suficientemente rápido para asegurarme de que no perdiéramos
demasiadas personas.

Demasiada gente.

La idea de perder a alguien me enfermaba, pero no podía concentrarme


en eso. Necesitaba toda mi atención en la pelea por delante.

Los truenos resonaron a nuestro alrededor a medida que nos


adentrábamos más en la ciudad. Tuvimos problemas en cuestión de
minutos. Un enjambre de demonios cargó calle abajo. Cuatro fantasmas los
interceptaron, desapareciendo dentro de ellos. Los cuerpos de los demonios
brillaron con una tenue luz blanca cuando los fantasmas los obligaron a
volverse contra sus hermanos. Cayó un relámpago cuando los demonios
Fulgur se lanzaron su magia unos a otros, pero todavía había demasiados.

Más de una docena habían evitado el ataque de los fantasmas y se


lanzaron hacia nosotros, varias espadas empuñadas que chisporroteaban
con electricidad. Crear relámpagos requería mucha magia, y asumí que las
cuchillas eran una forma de extender su poder y mantenerlos en la lucha por
más tiempo.

Talan lanzó una ráfaga de fuego demoníaco verde a cuatro de los


enemigos, eliminándolos en una explosión de llamas esmeralda.

—Vuelvo enseguida, cariño. —Maude cargó contra el demonio que iba en


cabeza y su forma fantasmal desapareció dentro de él.

Brillaba con la más tenue luz azul cuando se volvió y golpeó a su


compañero con su espada. Podía escuchar a Maude cacareando dentro del
cuerpo poseído, y la dejé con eso, volviendo mi atención a los demonios que
estaban cerca de mí.

175
Había dos de ellos, y levantaron espadas gemelas que chisporroteaban
con electricidad. Los miré con cautela, no me gustaban mis probabilidades
contra hojas tan largas que posiblemente podrían disparar rayos.

Tenía que probar algo nuevo.

El instinto me llevó a tocar el suelo, e imaginé mi magia de la muerte


atravesando la tierra y golpeándolos donde estaban. El poder fluyó de mí,
agrietando el asfalto mientras se dirigía hacia los demonios que me
atacaban.

Mi magia se disparó dentro de ellos y los demonios cayeron como piedras.

Me puse de pie, estrechando mi mano.

Maude, que había terminado con su demonio, me dirigió una mirada


evaluadora.

—Lo sé —dije—. Un talento útil, pero miserable.

Ella se encogió de hombros.

—Trabajamos con lo que tenemos. Tienes buenas intenciones, y eso es lo


que importa.

Tenía buenas intenciones, pero ¿era suficiente?

Puede que nunca lo supiera.

Delante de nosotros, Talan y los otros fantasmas acabaron con los


demonios con los que habían estado luchando. La calle estaba despejada
delante de nosotros, así que continuamos. Estábamos casi en la sección
transversal cuando comencé a escuchar susurros en el aire. No podía
entender bien lo que decían los susurros, pero Maude parecía estar
escuchando atentamente.

—Tu objetivo está en el lado oeste de la ciudad —dijo un momento


después—. Vamos hacia allí.

176
Giré hacia la calle que nos llevaría allí. Talan se mantuvo cerca a mi lado,
su espada desenvainada y su mano izquierda brillando con magia verde, lista
para ser lanzada.

Cuando un grupo de monstruos gigantes parecidos a caimanes salió a toda


velocidad a la calle frente a nosotros, se me cayó el corazón.

¿Cómo diablos íbamos a pasarlos? Los otros luchadores se habían ido en


una dirección diferente, lo que significaba que solo éramos nosotros tres
contra seis enormes bestias.

—Tengo esto. —Talan señaló una escalera de incendios que conducía al


tejado de un edificio a nuestra izquierda—. Ve alto para poder esquivarlos y
llegar a Marek.

—No puedo dejar que luches contra ellos solo —protesté.

Las criaturas corrieron hacia nosotros, moviéndose rápidamente sobre


piernas robustas. Sus colmillos brillaban con el duro resplandor de los
relámpagos, y su mirada verde ácida era pura maldad.

Un desfile de carrozas llegó a nuestra calle, con una tropa de brujas


cabalgando encima. Rei estaba a la cabeza. Debían haber requisado una
carroza del desfile a principios de esa semana, pero era perfecta. Les daba
un punto de vista más alto y un lugar para que sus combatientes se pararan
mientras conducían por la ciudad.

—¿Ves? No estoy solo. —Talan asintió hacia la carroza—. Ahora ve.

—Está bien —dije, con el pecho apretado ante la idea de dejarlo. Pero
tenía razón: necesitaba ir con Marek si queríamos que esto terminara
pronto. Un enfrentamiento era nuestra única oportunidad, y tenía que
ganar.

La carroza del desfile aceleró a medida que se acercaba, y las brujas


gritaron mientras lanzaban magia a los monstruos que se aproximaban,
explosiones sónicas y lanzas de hielo.

177
Le di a Talan un rápido y fuerte beso, luego me di la vuelta y corrí hacia las
escaleras de incendios.

—Tienes un buen hombre ahí —dijo Maude, corriendo a mi lado.

Estuve a punto de decir que no era mío, pero eso sería una mentira. De
todos modos, necesitaba ahorrarme el aliento para la subida que tenía por
delante. Corrí por los tres tramos de escaleras de metal, salté al techo y corrí
por él. Podía ver la pelea perfectamente desde aquí, viendo a Talan mientras
eliminaba a dos de los monstruos en una enorme explosión verde. Las brujas
estaban justo a su lado, su ataque era igual de cruel.

Más susurros llenaron el aire, los fantasmas se comunicaban a través de


su red. Hizo que la energía burbujeara contra mi piel, casi como si pequeñas
motas de polvo se arremolinaran a mi alrededor.

—Puedes oírlo, ¿no? —preguntó Maude.

—No las palabras, pero sé que te están hablando a ti. ¿Dónde está?

—Cada vez más cerca del centro de la ciudad. Algunos informes dicen que
se dirige a Jackson Square.

—Claro que lo hace. —Salté a un techo un poco más alto y seguí


moviéndome, mis pulmones ardiendo. A Marek le gustaría el escenario
proporcionado por la plaza más famosa de Nueva Orleans—. Apuesto a que
conoces el camino más rápido. Tú lideras.

Maude asintió y se movió más rápido, obligándome a correr aún más


rápido.

Llegamos a una intersección donde una batalla rugía debajo. La gente del
pueblo luchaba contra los demonios, y por mucho que quisiera unirme a
ellos en su lucha, necesitaba eliminar a Marek para que la lucha pudiera
terminar por completo.

Maldije mientras me acercaba al final del techo. No había forma de que


pudiera saltar de este edificio al siguiente, ni había una escalera de incendios
convenientemente ubicada para deslizarme hacia abajo.

178
Estaba jodida.

—¡No disminuyas la velocidad! —gritó Maude.

—¡Estoy casi fuera del techo! —Pero la escuché, sintiendo que estaba
perdiendo la cabeza mientras corría hacia el borde—. ¡Será mejor que
tengas un plan!

—¡Mientras tengas impulso, tengo un plan!

—No me gusta cómo suena eso.

—Solo cierra los ojos, todo estará bien.

De ninguna manera estaba haciendo eso. Me dio una fuerte palmada en


el trasero, y una descarga de magia fantasmal me atravesó, lanzándome por
los aires. Volé, haciendo girar las extremidades, a través de la calle, y aterricé
con estrépito en el otro lado, cayendo de cabeza. El dolor estalló cuando me
puse en pie para ver a Maude sonriéndome.

—¿Era eso completamente necesario? —pregunté, jadeando mientras


aceleraba el paso para seguir adelante.

—Lo hiciste, ¿no?

Ella tenía razón en eso. Lo había logrado, y había otra gran extensión de
edificios por los que podía correr sin que me frenara la lucha en las calles.
Solo esperaba no tener que hacerlo de nuevo.

La lucha se intensificó a medida que nos acercábamos a Jackson Square.


Había más demonios y monstruos, pero igual cantidad de fantasmas y gente
del pueblo para luchar contra ellos. Fue la vista de los cuerpos lo que me dio
la energía extra que necesitaba para seguir corriendo a toda velocidad. No
sabía si había muertes de nuestro lado, pero ciertamente había heridas
graves. Sería demasiado bueno para ser verdad no perder a nadie en una
pelea tan feroz.

Tenía que parar esto.

Más susurros fantasmales llenaron el aire, y dijo Maude:

179
—Llegó a la plaza y se detuvo. Creen que te está esperando.

—¿Qué tan cerca estamos?

—Dos bloques.

Cogí el ritmo, los pulmones y los músculos tensos por el esfuerzo.

Abajo en la calle, vi rostros familiares que luchaban contra una horda de


demonios.

Varen y Elisa, junto con otros manslaga que había visto en El Santuario.

Mi estómago dio un vuelco cuando la esperanza se encendió. ¿Cómo


habían llegado aquí? Alguien debió haberles dicho lo que estaba pasando, y
ellos habían venido a ayudar. Sin duda habían usado encantamientos de
transporte para llegar aquí tan rápido, y estaban atravesando a los demonios
a una velocidad récord.

No podía creer lo que estaba viendo. Tanta gente luchando por nuestra
ciudad porque la amaban y se amaban entre ellos.

Marek y sus demonios no tenían ninguna posibilidad contra nosotros. Solo


tenía que alcanzarlo.

Talan

Me abrí paso hacia Jackson Square, después de haber recibido noticias de


Calex de que había visto a Marek allí. El bastardo estaba rodeado de
demonios y los ejecutores no podían abrirse paso. Sabía que el bastardo
estaba esperando a Cora.

Tenía que estar allí cuando ella llegara.

180
El agotamiento tiró de mí mientras me abría paso a través de la multitud
de demonios en las calles de la ciudad. Me separé de las brujas y su desfile
de carrozas hace varias cuadras, pero me encontré con bandas de fantasmas
errantes y gente del pueblo que estaban decididos a defender su ciudad.

Siempre supe que Nueva Orleans estaba llena de luchadores, pero esto lo
demostraba más allá de mis imaginaciones más salvajes.

Mientras algunas personas luchaban en las calles, otras sacaban a los


heridos de las aceras y los metían en las casas. No tenía idea de cuántos
habíamos perdido, pero iban a ser muchísimos. Los demonios y monstruos
eran demasiado poderosos y demasiado numerosos.

No podía soportar pensar en lo que le haría a Cora saber que la gente


había muerto a manos de Marek. Sin embargo, pensar en ello no ayudaba.

Lo único que podía hacer ahora era pelear.

Llamé a mi fuego demoníaco, sabiendo que me estaba quedando sin


energía una vez más, pero incapaz de pensar en otra forma de atravesar dos
docenas de demonios. Con un rugido, disparé una ráfaga del tamaño de un
camión. Pasó a través de la horda, enviándolos a volar como bolos y
despejando el camino frente a mí.

Corrí el resto del camino a Jackson Square, mi corazón latía con fuerza
mientras buscaba a Cora.

La vi bajando de un edificio en el lado izquierdo de la plaza. El miedo me


atravesó. Había al menos cuarenta demonios entre ella y Marek, que se
encontraba en el centro de la plaza como un maldito rey, con el Bastón
Relámpago a su lado.

Las amigas de Cora aparecieron a su lado, con las armas en alto. Liora y
Madeline estaban con ellas, junto con algunos de los otros manslaga. Le dije
a Varen lo que estaba pasando, sabiendo que querría un pedazo de Marek
si pudiera conseguirlo. Todos los manslaga querían su oportunidad con el
bastardo. Pero había más de ellos de lo que esperaba.

181
Cora y sus amigas chocaron con los demonios, luchando con magia y
espadas mientras los relámpagos caían por todas partes. Se estrellaban
desde el cielo, enviando escombros volando.

Corrí hacia ellas, uniéndome a la lucha con mi espada en lugar de mi fuego


demoníaco. Era un cuerpo a cuerpo, nuestro lado se mezclaba con el de
ellos, y no podía arriesgarme a lastimar a nuestros luchadores.

Cora me vio entre la multitud, pero no hubo tiempo para que nuestras
miradas se entretuvieran. Ella giró con gracia para cortar a un demonio que
se acercaba, su karambit le cortó la yugular mientras él se agitaba hacia
atrás.

—¡Despejen un camino! —El rugido de Marek se prolongó durante la


lucha.

Sus demonios hicieron lo que les ordenó, alejándose para que Cora
pudiera acercarse a Marek.

Era como algo salido de un viejo western, los dos enfrentándose en la


plaza al mediodía.

—Si me quieres, tendrás que venir a buscarme. —La voz de Marek resonó
con regocijo encantado, y levantó el bastón dorado en alto.

Un rayo golpeó el suelo entre él y Cora, rayo tras rayo que creó un campo
minado para que ella lo cruzara. El trueno retumbó, sacudiendo el suelo bajo
nuestros pies mientras el cielo se iluminaba con un relámpago blanco y frío.

Con la mandíbula apretada con determinación, Cora lo atacó.

182
Capítulo 16
Cora

U
n relámpago cayó a mi alrededor mientras corría hacia Marek. El
bastardo usó el Bastón Relámpago para forzar docenas de rayos
desde el cielo. Electricidad pura y blanca se hundió en el suelo
cercano, el trueno retumbó lo suficientemente fuerte como para
ensordecer.

Cuando me golpeó el primer rayo, pensé que estaba muerta. El dolor


quemó cada centímetro de mi cuerpo, pero seguí adelante, de alguna
manera.

¿Era porque ahora era una diosa?

La inmortalidad tenía que ayudar.

Vi a Talan, luchando contra demonios a un lado de la plaza, su espada


girando con una eficiencia aterradora mientras decapitaba a uno tras otro.

Otro rayo cayó sobre mí, un golpe directo que casi me hizo caer de
rodillas. Me obligué a incorporarme y seguí adelante, pero era imposible no
notar la punzada de dolor de Talan cuando el rayo me golpeó.

Está recibiendo parte del golpe.

183
El collar que me había dado le permitía absorber parte del daño y me
ayudó a cruzar el campo minado hacia Marek. Ese monstruo me quería
incapacitada cuando lo alcanzara, pero no iba a tener tanta suerte.

—No tienes ninguna oportunidad —gritó Marek, su voz llena de malévolo


deleite—. Eres mía, Cora. Y tu magia será el arma más poderosa que jamás
empuñaré.

Apreté los dientes, esquivando los rayos lo mejor que pude, pero Marek
era rápido. La sonrisa en su rostro era repugnante cuando usó mi propio
Bastón Relámpago contra mí, enviando rayos de electricidad hacia mí y
Talan.

Estaba a medio camino de Marek cuando vi que Talan se arrodillaba. No


había demonios a su alrededor, era puramente el rayo lo que lo estaba
hiriendo.

Está recibiendo más de la explosión que yo.

O su mortalidad era su debilidad.

—¡Talan! —grité.

Si seguía adelante, podría morir. Ya había demasiados cuerpos esparcidos


por la plaza, demasiadas vidas perdidas. No podía perder a Talan también.

—Sigue adelante. —Su voz era ronca y débil por el dolor, pero podía oírla
desde el otro lado de la plaza—. No te rindas.

Lo dijo en serio. Podía verlo en cada línea de su rostro.

Mi corazón se apretó, la agonía me atravesó mientras cerraba la última


distancia entre Marek y yo. Cayeron más relámpagos, lo suficiente como
para casi cegarme del dolor.

Quería cargar hacia él lo más rápido que pudiera, pero no quería que se
diera cuenta de que era más fuerte de lo que pensaba. El relámpago ya me
habría incapacitado si no estuviera usando el amuleto que Talan me había

184
dado. Necesitaba el elemento sorpresa contra Malek, así que reduje el paso,
zigzagueando irregularmente mientras los relámpagos caían una y otra vez.

La mirada voraz de Marek estaba pegada a mí mientras me tambaleaba


hacia él. Levantó el bastón como si fuera a hundirlo en mi corazón.

No había manera en el infierno de que tuviera la oportunidad.

Invoqué lo último de mi energía, recordando cada vez que había abusado


de mí. No era más que pura maldad, y yo iba a acabar con él. El pensamiento
me dio fuerza, tanta fuerza que me sentí como un rayo.

Puse un estallido de velocidad. El shock brilló en su rostro. Salté hacia él,


golpeando el Bastón Relámpago a un lado mientras lo golpeaba con todo el
peso de mi cuerpo. Caímos al suelo, yo encima de él.

—No volverás a lastimar a nadie —dije, cruel en mi intensidad mientras


envolvía mis manos alrededor de su cuello desnudo y lo alimentaba con mi
magia de muerte.

El shock se convirtió en rabia cuando se dio cuenta de que lo había


engañado. No sabía que Talan me había ayudado a soportar sus ataques.
Nunca podría haber imaginado ayudar a alguien más de esa manera.

Observé cómo la luz se desvanecía de sus ojos, asegurándome de que


estaba completamente muerto antes de agarrar el Bastón Relámpago y
ponerme de pie.

Mi mirada se dirigió inmediatamente a Talan, que todavía estaba de


rodillas.

Vivo, gracias al destino.

Pero eso era más de lo que podía decir de muchos de los otros de nuestro
lado. Cuando los demonios desaparecieron, sintiendo la muerte de su
maestro y sabiendo que no había razón para quedarse, pude ver el alcance
de las bajas.

185
Los cuerpos yacían esparcidos por la plaza, las extremidades extendidas y
torpes.

Las lágrimas llenaron mis ojos, un dolor desgarrador partiendo mi alma en


dos. Cuando vi los rizos familiares esparcidos alrededor de una cara bonita,
se me escapó un grito de agonía.

Fiona.

Ella estaba a seis metros de distancia. Balthazar estaba a su lado, mirando


fijamente su rostro inexpresivo. Corrí hacia ella y caí de rodillas.

—¡Fiona! —La agarré por los hombros y la sacudí, pero no pasó nada.
Yacía inmóvil y floja, con el rostro congelado por la muerte.

No, no, no.

Esto no podía estar pasando.

—Ella se ha ido. —Manos suaves agarraron mis hombros, tratando de


alejarme—. Tenemos que cuidar su cuerpo.

—¡No! —grité la palabra tan fuerte que me zumbaron los oídos—. ¡No!

Quienquiera que hubiera agarrado mis hombros me soltó, y me quedé al


lado de Fiona, con mi mente acelerada.

No podía tolerar esto. No lo haría.

No lo haría.

Las palabras de Hapheta resonaron en mis oídos una vez más. Vida y
muerte, dos caras de una moneda.

Había usado mucho de mi poder de muerte hoy. Era el momento de la


vida.

No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero tenía el Bastón Relámpago


a mi lado. Y era una diosa ahora, por el bien del destino.

No perdería a mi amiga.

186
La determinación me atravesó cuando agarré el bastón relámpago en una
mano y presioné la otra contra su pecho. Lágrimas brotaron de mis ojos
mientras alimentaba mi magia con ella, con cuidado de extraer solo de la
magia de la vida, aunque probablemente no importaba. No era como si
pudiera matarla más.

El poder vibró a mi alrededor, y el Bastón Relámpago brilló con una luz


blanca pálida. Podía sentir la muerte dentro de Fiona, una oscuridad que se
precipitaba sobre ella, e iba a expulsarla con mi luz.

De hecho, podía sentir la muerte a mi alrededor. Docenas de ciudadanos


de Nueva Orleans habían muerto esta noche y todos estaban conectados
entre sí. Al igual que los fantasmas estaban conectados, podía sentir a los
recién fallecidos a través de Fiona. Su pérdida pesaba como una piedra de
un millón de libras y amenazaba con arrastrarme a la tierra.

Y lo dejaría. Eventualmente.

Pero primero, iba a salvar a Fiona.

Iba a salvarlos a todos.

Forcé más de mi magia en ella, ahuyentando la muerte que la cubría.


Apenas podía ver a través de mis lágrimas y todo mi cuerpo se había
entumecido mientras trabajaba.

—Detente, te estás matando. —La voz familiar de Mia sonó a mi lado, su


mano en mi hombro.

La sacudí.

—No voy a parar.

Seguí trabajando, sintiéndome cada vez más débil con cada onza de magia
que vertí en Fiona. Mi nueva magia era salvajemente poderosa, e iba a usar
todo lo que pudiera. El instinto me guio y avivé la conexión entre Fiona y los
otros que habían muerto.

187
La vida que le di a ella fluyó también a los demás, llenando recipientes
recientemente vaciados. No se despertaría hasta que todos lo hicieran, y no
había manera de que me detuviera ahora.

Y, sin embargo, Mia tenía razón. Me estaba quedando sin energía.

Había demasiados.

¿Cómo se suponía que iba a llenar tantos con mi magia finita? Podría ser
una diosa, pero ni siquiera yo tenía un poder infinito.

Se me escapó un sollozo irregular, pero me negué a rendirme. Prefería


morir que renunciar.

Cuando varios pares de manos desconocidas agarraron mis hombros y


brazos, parpadeé para aclarar mi visión, mirando hacia arriba para ver a
Varen y Elisa. Otros manslaga que no reconocí también me tocaban.

Había docenas de ellos, cada una de las personas de El Santuario, además


de Madeline y otras que no reconocí. Formaron una cadena, agarrándome a
mí y entre ellos.

Su magia se precipitó dentro de mí.

Dos caras de una moneda.

Tomé la magia de la muerte de ellos, dejando que me llenara, dejando


que mi poder la convirtiera en vida. Alimenté a Fiona con ella y al resto,
actuando como conducto para la magia que compartían los demás.

No tenía idea de cómo estaba sucediendo, la mecánica estaba más allá de


mí. Pero yo era una diosa, y los manslagas habían sido creados a partir de mi
sangre. Juntos, usamos nuestro poder para revivir a aquellos que habían
muerto esta noche, alimentando de vida sus formas inmóviles.

Dos mitades de una moneda.

Podía sentir lo último del poder filtrándose del otro manslaga, fluyendo a
través de mí hacia Fiona. Pronto, estábamos fuera. No quedaba nada a lo
que recurrir.

188
Jadeando, abrí los ojos, sin darme cuenta de que los cerraría en algún
momento. Estaba desplomada sobre Fiona, tan débil que apenas podía
levantar la cabeza. Me obligué a sentarme, mirando a Fiona mientras la
esperanza y la desesperación luchaban dentro de mí.

Por favor, despierta.

A mi alrededor, los otros manslaga se ponían en pie tambaleándose.

Las pestañas de Fiona revolotearon y parpadeó hacia mí. Su mirada se


aclaró y contuvo el aliento sorprendida. Balthazar saltó sobre su pecho y ella
hundió una mano en su pelaje.

—¿Crees que obtengo un premio por morir dos veces? —preguntó ella.

Una risa sorprendida se me escapó, y me lancé hacia ella, abrazándola.

—No puedo creer que haya funcionado.

—¡Los otros se están despertando! —gritó Elise.

Solté a Fiona y giré la cabeza, buscando frenéticamente a los demás.


Lentamente, la gente se levantó del suelo, abrazando a quienes los
rodeaban. Las heridas se habían cerrado y la vida había vuelto a sus cuerpos.

—Santos destinos —respiré. Ser una diosa tenía sus ventajas después de
todo.

—Lo hiciste. —Fiona sonrió y me abrazó una vez más—. No sé cómo lo


hiciste, ya que estaba muerta en ese momento, pero lo hiciste.

Asentí, la alegría surgiendo a través de mí.

Talan apareció a mi lado, arrodillándose para envolver un brazo alrededor


de mí.

—Llegan informes de toda la ciudad. Los que fueron asesinados han


revivido.

189
Parpadeé para contener las lágrimas, mirando más allá de él a los otros
manslagas. No podría haberlo hecho sin ellos. No podría haber hecho nada
de esto sin ellos.

Varen y Elise se acercaron, junto con Madeline y otra mujer de largo


cabello dorado. Se tiraron al suelo a mi lado, claramente exhaustos.

—Esta es Carolina. —Madeline asintió a su compañera—. La amiga que


iba a volver por mí.

Le sonreí.

—Gracias por venir.

—Podría sentirte —dijo ella—. Todos nosotros pudimos. Sentimos que


aquí nos necesitaban y vinimos.

Parpadeé, mirando a la multitud que me rodeaba. Todos eran como yo.


Tantos manslaga, incluso más de lo que me había dado cuenta.

Me volví hacia Talan, con una pregunta en mis labios.

—Llamé a Varen y le dije lo que estaba pasando —dijo antes de que


pudiera preguntar—. Pero no llamé al resto de estas personas.

—Yo tampoco —dijo Varen—. Traje a todos de El Santuario, pero el resto


debe haber sido como Carolina. Lo sintieron cuando te convertiste en
Lelwani y supieron cuándo necesitabas ayuda.

Santos destinos, era más de lo que jamás había imaginado.

Abrí la boca, pero me tomó algunos intentos hablar. Cuando lo hice, no


fue muy impresionante.

—No sé qué decir…

—En realidad, creo que tenemos algo que decir —dijo Madeline. Extendió
la mano, señalando con un dedo tembloroso una brizna de hierba que
asomaba por una grieta en uno de los adoquines. Cuando lo tocó, la hoja se
marchitó lentamente. Luego movió su mano hacia una pequeña margarita

190
que había atravesado la piedra. Era más grande que la hierba, pero no
mucho. Lo tocó, pero no pasó nada.

Sorprendida, la miré.

—¿Estás tratando de usar tu poder?

—Se ha ido. —Ella sonrió—. Mayoritariamente. Y no en la forma en que


se regenerará con un poco de descanso, ya puedo decirlo. Cuando se lo
dimos a la gente de Nueva Orleans para revivirlos, eso fue todo. Se fue.
Tengo lo suficiente para poder hacer un poco de control de malezas, pero
eso es todo.

Se me escapó una risa encantada y miré a todos los demás. La alegría se


extendió por tantos rostros. Nadie con un corazón decente quería ser
manslaga. Era una maldición más que nada, el peor tipo de magia del mundo.
Uno que significaba que nos persiguieran y nos obligaran a hacer cosas
terribles.

—¿Y te sientes bien? —pregunté, buscando en mi propia alma cualquier


sentimiento de pérdida. No sentí casi nada de la magia de la muerte que
había acechado dentro de mí durante tanto tiempo, pero tampoco sentí el
horrible vacío que se producía cuando un ser sobrenatural perdía todo su
poder—. ¿Tu alma se siente intacta?

—Justo como la lluvia —dijo Madeline.

—Yo también —agregó Elise—. No podría matar una mosca, pero queda
lo suficiente para que me sienta bien. Mi alma está totalmente intacta.

Yo también lo sentía. Más que eso, podía sentir que mi inmortalidad se


había ido. Mientras miraba la felicidad de todos a mi alrededor, Talan me
rodeó la cintura con un brazo.

Ya no estábamos atados por la horrible magia que nos había definido


durante tanto tiempo.

Éramos libres, todos éramos libres.

191
Talan

Miré a Cora, asombrado por lo que había logrado. Debería haber sido
imposible, pero ella había revivido cada alma que habíamos perdido en la
batalla. A nuestro alrededor, la gente se regocijaba y se curaban las heridas
unos a otros.

Por el rabillo del ojo, pude distinguir un grupo de manslaga reunidos


alrededor del cuerpo de Marek. No sabía qué harían con él, pero no me
importaba. Sus fuerzas demoníacas que habían sobrevivido al ataque se
habían ido, gracias al destino, y los cuerpos de los difuntos estaban
desapareciendo de regreso a sus inframundos.

Habíamos perdido demonios de nuestro lado, aunque no sabía cuántos.


Si sus cuerpos ya hubieran desaparecido de regreso a sus mundos
subterráneos antes de que Cora comenzara a revivir a todos, los atraparía y
los traería a casa. Era una de las partes únicas de ser un demonio.
Eventualmente moriríamos de viejos y regresaríamos a nuestros
inframundos, pero hasta entonces, podríamos ir y venir, aunque con un poco
de ayuda mágica. Todo el resto, Cora lo había guardado.

Podía escuchar su nombre susurrado entre la multitud y sentí la atención


de la gente que llegaba a la plaza para ver a la mujer que los había salvado a
todos. No solo los había salvado a ellos, sino que también se había salvado a
sí misma y al resto de los manslaga de la carga de su magia. Podrían tener
una vida normal ahora, sin miedo a ser cazados.

A su alrededor, había caos en la plaza. Pero era un buen caos, uno alegre.
Llorando y riendo y gritando.

Aun así, no podía apartar la mirada de Cora. Fiona y el manslaga habían


seguido adelante, hablando entre ellos y probablemente preparándose para

192
irse. Se sentía como si Cora y yo estuviéramos en una burbuja, solo nosotros
dos, y no podía imaginar dejarla ir nunca.

Se volvió hacia mí, con los ojos muy abiertos y una expresión de asombro.

—Soy mortal. Dar gran parte de mi fuerza vital a la gente de Nueva


Orleans me salvó.

—Cora, eso es asombroso. —La alegría explotó dentro de mí. La atraje


hacia mí y la besé, sintiéndola temblar debajo de mí. Ella me devolvió el beso,
sus brazos envueltos alrededor de mi cuello. Había una desesperación en
ella y una alegría sin límites que me hizo más feliz que nunca en mi vida.

Había algo diferente en ella ahora que era libre. Un aura de paz, o tal vez...
satisfacción que existía junto con la alegría. Podía sentirlo irradiando de ella.

Ella se apartó y me miró, sus ojos brillaban con lágrimas.

—Te amo. Te amo, te amo, te amo.

Las palabras cayeron de sus labios, lo mejor que había escuchado en toda
mi vida.

—Tenía demasiado miedo de admitirlo antes —agregó—. A mí o a ti. Pero


después de todo lo que ha pasado, me doy cuenta de lo tonto que es. La vida
es corta en lugar de interminable, gracias al destino, y quiero pasarla contigo.

Presioné un beso en sus labios, murmurando:

—Yo también te amo, con todo mi corazón y mi alma. Quiero pasar todos
los días de esta vida contigo, y cuando finalmente muramos, quiero pasarlo
contigo en mi más allá.

Ella sonrió y me devolvió el beso.

—Eso suena perfecto.

193
Epílogo
Cora

H
abía pasado un mes desde que expulsamos a Marek y sus
demonios de Nueva Orleans, y cada día había sido mejor que el
anterior. Vivir sin mi horrible magia asesina era más asombroso
de lo que podría haber imaginado.

Sin mencionar que vivir sin la carga de Marek cazándome era fenomenal.
Tuve la oportunidad de hablar con muchos de los otros manslaga, y todos
dijeron lo mismo. Ya no los perseguían ni tenían miedo de que los
descubrieran, y habían comenzado una nueva vida, una vida con la que no
podían haber soñado.

Madeline se había mudado a Nueva Orleans, y era obvio para todos por
qué: Liora.

No se había visto a las dos fuera de la compañía de la otra en todo el mes,


y la incondicional segunda al mando de Talan sonreía de oreja a oreja cada
vez que la veía. La red de chismes había informado sobre avistamientos de
las dos en citas en los restaurantes más lindos de la ciudad, y no podría haber
estado más feliz por ellas.

Tampoco podría haber sido más feliz por mí misma.

La vida con Talan era increíble. Todavía no me había mudado con él, a
pesar de sus frecuentes solicitudes. Estaba encantada de estar en mi

194
pequeño apartamento, viviendo la vida tranquila que siempre había querido.
Talan pasaba todas las noches en mi cama, de todos modos. No había ningún
incentivo para que me mudara a su lugar gigante al otro lado de la ciudad.

Fiona se había mudado, junto con Balthazar. Afortunadamente, solo


habían ido al lado, a un apartamento recientemente desocupado, y los veía
todos los días en la librería que teníamos juntas. La tostadora de Balthazar
permaneció enchufada en el escritorio, y pasaba la mayor parte del día
holgazaneando allí mientras Fiona y yo ayudábamos a los clientes a
encontrar libros y felizmente tomábamos su dinero.

Puede que estuviera enamorada del tipo más rico de la ciudad, pero
quería pagar mi propio camino con el dinero que ganaba. Eventualmente,
podría no preocuparme tanto por eso, pero mi vida anterior todavía estaba
en el borde de mi mente. En ese entonces, ni siquiera tenía dinero, solo el
alojamiento y la comida proporcionados por el hombre que me había
mantenido prisionera.

Pero ahora ese bastardo estaba muerto, y los malos recuerdos estaban
cada día más lejos. Y en un hermoso día como hoy, ¿cómo podría pensar en
ellos?

Fiona y yo acabábamos de cerrar la librería después de un día exitoso, y


ella se había ido a casa a cambiarse para el desfile de esta noche. Balthazar
todavía dormía en la tostadora del escritorio, sus pequeños ronquidos
llenaban el aire mientras yo vagaba por la tienda y cuidaba las plantas.

Podría haber perdido mi magia de muerte, pero me había quedado con


un pequeño regalo de la diosa Lelwani. No me consideraba a mí misma como
ella, ya que no tenía recuerdos ni magia épica y piadosa. Pero tenía la
capacidad de hacer que las plantas prosperaran. A diferencia de los otros
manslaga que habían perdido la mayor parte de su magia, no podía matar
briznas de hierba o flores ni nada. Esa magia se había ido por completo.

En cambio, me había quedado con la otra cara de la moneda: la vida.

195
Cada vez que veía una flor marchita, todo lo que tenía que hacer era
tocarla y enviarle una descarga de mi magia para devolverla a la vida. Mi
magia no era lo suficientemente poderosa como para salvar árboles o
bosques enteros, pero estaba contenta con mi pequeño jardín interior. Me
obsesioné coleccionando plantas de todo el mundo y cultivándolas en
macetas que colgaban en los escaparates.

El resultado fue un paraíso glorioso de libros y vegetación, el lugar más


perfecto que pude imaginar. Y con Balthazar el gato demonio, realmente
teníamos todo para la librería ideal.

Me di la vuelta para inspeccionar la tienda, disfrutando mucho al verla,


pacífica y tranquila mientras el sol se ponía afuera, llenando la habitación
con una luz dorada.

Perfección.

Me volví cuando llamaron a la puerta. A través del cristal, vi a Mia, Fiona


y Rei esperándome.

—¡Balthazar, despierta! —llamé—. Es hora del desfile.

Gruñó y no se movió.

—Como quieras —dije mientras caminaba hacia la puerta—. Pero me


quedo con todo el chocolate del desfile para mí.

La cabeza de Balthazar se levantó y me miró. Si pudiera hablar, estaba


segura de que lo escucharía decir: Bien, ya voy. Pero voy a estar de mal
humor.

Sonreí y lo levanté, colocándolo sobre mis hombros para que pudiera


cubrirse alrededor de mi cuello. Me había llegado a gustar tanto como a
Fiona y ocasionalmente se dignaba a subir sobre mí como el principito que
era.

—Te prometo que compartiré mi chocolate contigo —dije, cediendo.

196
Ronroneó, envolviéndose alrededor de mi cuello mientras abría la puerta
para saludar a mis amigas.

—¿Lista para esto? —Fiona sonrió ampliamente.

—Estoy segura. Solo espero que termine mejor que el último desfile al
que fuimos. —Aunque estaba bromeando, todavía era un recuerdo
aterrador. Pero cuantos más chistes contaba, más le quitaba poder.

—Será genial. El tema es Willy Wonka. —Rei sonrió ampliamente—. A


Balthazar le va a encantar eso.

—Será imparable, con todo ese azúcar —dije.

Fiona se estremeció.

—Pasará la noche en tu casa, entonces. Tiene unas carreras de


medianoche algo feroces si come demasiada azúcar antes de acostarse.

—¿Es tu gato o tu hijo? —preguntó Mia.

—Ambas cosas. —Fiona lo rascó debajo de la barbilla y él ronroneó aún


más fuerte—. Ahora salgamos de aquí. Quiero un buen lugar para este
desfile, y todo el pueblo estará allí. Va a ser competitivo.

—Talan y Calex nos están reservando un lugar cerca de la sede de los


Ejecutores —dije.

—¡Suerte para nosotras! —Rei se giró y comenzó a caminar por la calle.

La seguimos, uniéndonos a la multitud que avanzaba hacia el lugar del


desfile. El aire era cálido y perfumado con las flores que colgaban de los
balcones, y era la noche más perfecta.

En la esquina de Villeneuve y Burgundy, vi a Talan y Calex. Nos habían


guardado un pequeño lugar justo en la parte delantera, pero pude ver a
Maude, el fantasma, echándole el mal de ojo a Talan. Ella no era fan de los
protectores de lugares, estaba segura, pero cuando me vio, sonrió.

197
Crucé la calle, con mis amigas a mi lado, y me uní a Calex y Talan. Me estiré
para envolver mis brazos alrededor del cuello de Talan y presionar un beso
en sus labios.

Balthazar gruñó desde su lugar alrededor de mi cuello, sin disfrutar de la


interrupción de su siesta, y sonreí mientras me apartaba y miraba a Talan.

—Gracias por guardarnos un lugar.

—Grosera —murmuró Maude.

Miré alrededor de Talan para sonreírle al fantasma.

—Ven a apoyarme. Salvaste el día en la Batalla de Nueva Orleans,


ciertamente te mereces un asiento en primera fila.

Ella gruñó su aprobación y se unió a mí. Me volví, permaneciendo dentro


del círculo de los brazos de Talan, y me apoyé contra su pecho para esperar
el espectáculo. Balthazar abandonó su posición sobre mis hombros y se
subió a Talan, sin duda queriendo el punto de vista más alto para atrapar
chocolate.

A mi alrededor, las calles estaban llenas de gente feliz esperando que


comenzara el desfile. Mis amigas charlaban, bebiendo sorbos de vino de la
botella que Mia había traído.

Talan se inclinó para murmurar contra mi oído.

—Una buena vida, ¿no?

—La vida perfecta.

Fin

198
Serie
Secrets & Sin

1. City of Night

2. Well of Souls

3. Kiss of Death

También podría gustarte