Sebastián Klein (2019) - El Cuerpo en La Actual Sociedad de Consumo La Construcción (Imaginal) de Lo Corporal en La Escuela en Término (... )

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XIII Jornadas de Sociología.

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos


Aires, Buenos Aires, 2019.

El cuerpo en la actual sociedad


de consumo: la construcción
(imaginal) de lo corporal en la
escuela en términos estéticos
y saludables.

Sebastián Klein.

Cita:
Sebastián Klein (2019). El cuerpo en la actual sociedad de consumo: la
construcción (imaginal) de lo corporal en la escuela en términos
estéticos y saludables. XIII Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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Título: “El cuerpo en la actual sociedad de consumo: la construcción (imaginal) de lo corporal en
términos estéticos y saludables. Marco conceptual de una tesis de Maestría en Ciencias Sociales”

Autor: Sebastián Klein

Eje temático: Eje 6 – Cultura, Significación, Comunicación, Identidades.

Nombre de la mesa: Mesa 99 – Producciones imaginales: cruces entre lo social y lo visual en las
subjetividades contemporáneas.

Institución a la que pertenece: UNSAM / FLACSO

E-mail: [email protected]

Resumen: El presente trabajo se enmarca como parte de un proyecto de tesis titulado “El mercado in-
corporado en la escuela: la construcción de los cuerpos estéticos y saludables en las clases de educación
física”. En dicha tesis se plantea, tomando como marco conceptual la teoría social contemporánea que
indaga acerca de la sociedad de consumo, la (re)producción de los ideales estéticos y saludables en la
configuración de los cuerpos en la escuela, más concretamente en las clases de educación física. A
partir de este tema, el presente texto fue elaborado para conformar las indagaciones conceptuales que
estructuran el marco teórico de la tesis. En tal sentido, se inicia conceptualizando “sociedad de
consumo” y los patrones de visualidad que en éste se configuran; en segundo lugar, se toma
posicionamiento epistemológico para abordar la noción de cuerpo y se introduce la categoría de “fit-
body” para vincularlo con las lógicas que rigen actualmente la sociedad de consumo y la producción
imaginal de lo social; finalmente y a modo de cierre, se entrecruza sociedad de consumo con la
configuración de los cuerpos en términos saludables y estéticos y el vínculo entre salud y belleza
atravesado por el mercado.

Palabras clave: Cuerpo. Sociedad de Consumo. Imaginal. Estética. Salud


1. Introducción

El presente trabajo se enmarca como producto de un seminario de doctorado, y al mismo tiempo bajo el
proyecto de tesis titulado “El mercado in-corporado en la escuela: la construcción de los cuerpos
estéticos y saludables en las clases de educación física”, proyecto aprobado para optar como Magíster
en Ciencias Sociales con orientación en Educación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales. En dicha tesis se plantea indagar, a partir de la sociedad de consumo, la actualización de los
ideales estéticos y saludables en la configuración de los cuerpos en la escuela, más concretamente en
las clases de educación física. Es decir, cómo se actualizan los imperativos sociales -no ya anclados en
“la rigidez de una ley social, sino en las propias prácticas sociales”1- en torno a la imagen ideal del
cuerpo en las clases de dicha asignatura escolar, particularmente en el Nivel Medio. A partir de este
tema, el presente texto fue elaborado para conformar las indagaciones conceptuales que estructuran el
marco teórico de la tesis. En tal sentido, se inicia conceptualizando “sociedad de consumo” y los
patrones de visualidad que en éste se configuran; en segundo lugar, se toma posicionamiento
epistemológico para abordar la noción de cuerpo y se introduce la categoría de “fit-body” para
vincularlo con las lógicas que rigen actualmente la sociedad de consumo y la producción imaginal de lo
social; finalmente y a modo de cierre, se entrecruza sociedad de consumo con la configuración de los
cuerpos en términos saludables y estéticos y el vínculo entre salud y belleza atravesado por el mercado.

2. Sociedad de consumo

El término “sociedad de consumo” se ha utilizado a lo largo del siglo XX por diversos autores y
teóricos para describir cómo “la sociedad en que vivimos se tipifica como una particular variante del
capitalismo, caracterizada precisamente por la primacía del consumo” (Sassatelli, 2012: 14). Sin
embargo, todas las sociedades y comunidades, en menor o mayor medida, consumieron objetos, los
cargaron de sentidos y significados, y por ello es que el consumo ocupó en la historia de las sociedades
y de las comunidades un rol importante. Por consiguiente, la expresión “sociedad de consumo” queda
envuelta en cierta vaguedad y ambigüedad, y su conceptualización requiere procesos más complejos de
análisis y consideraciones. Por ello mismo, Sassatelli se pregunta en qué se caracteriza la sociedad
contemporánea en términos de lógicas de consumo y por qué se diferencia de otras épocas históricas.
Para ello, realiza una reconstrucción histórica en torno a cómo se configuraron diferentes sociedades y

1
Véase Dipaola (2011)
comunidades en relación al consumo y qué rol ocupó éste en virtud de la esfera de producción de
aquella sociedad o comunidad.

Sassatelli afirma que una característica que es intrínseca a las sociedades contemporáneas en relación
al consumo es la exacerbación de bienes que son “consumibles”, puestas al mercado, no solamente
bienes sino también extendido a la esfera de los servicios. Así, lo que destaca es el proceso de
mercantilización que se instala en las sociedades actuales “según el cual cada vez más objetos y
servicios son intercambiados en el mercado: por la creciente connotación lúdica y espectacular del
shopping; por la progresiva democratización de los fenómenos de la moda; por la elaboración de
imágenes y discursos promocionales cada vez más sofisticados; por la generalización del crédito al
consumo; por la organización de las asociaciones de defensa al consumidor” (2012: 28).

Al igual que Bauman (2007) y Harvey (2008), Sassatelli encuentra algunos puntos en su investigación
que aportan datos para analizar un cambio en la configuración social que caracterizaría a las sociedades
actuales2. Esto se vincula a la noción de la separación entre la esfera de producción y la esfera de
consumición, y esta última como independiente y consolidada como práctica social. Esta
diferenciación, cabe decir, existió siempre en términos históricos, como bien lo plantea Sassatelli
(2012) en el capítulo 1 de la obra en cuestión. Sin embargo, la noción que maneja la autora tiene que
ver con la dominación y el ejercicio de la hegemonía en sistemas económicos-sociales. Tal como
afirma Dipaola, “el “consumismo” pasó a ser el generador de (…) valor en las sociedades del
capitalismo, mientras que la producción dejó de contar con su incidencia dominante en la formación de
valor” (Dipaola, 2011).

En las sociedades actuales, el consumo se desliga de las necesidades básicas y de la satisfacción. El


consumo de los innumerables bienes y servicios se transforma en una esfera social y cultural aparte,
independiente, con su propia configuración de espacios y tiempos determinados y separada de la esfera
del trabajo. Por ello, el consumo se convierte en una práctica social y cultural atravesada y separada de
otras (Sassatelli, 2012: 15-16). La acción y la práctica social del consumo como esfera que organiza la
vida social se encuentra estimulada por el predominio económico de políticas monetarias, financieras y
virtuales que caracterizan a esta época. Asimismo, un efecto político similar desempeñan las técnicas
de intercambio que -a diferencia de otros contextos sociales- lo facilitan constantemente y, por ende,
también al consumo.

2
En Bauman, la diferenciación entre la sociedad de productores y la sociedad de consumidores; en Harvey, el pasaje de una sociedad de
“acumulación rígida” a una de “acumulación flexible”.
Otra característica de las sociedades actuales que marca una diferencia con contextos previos es el rol
que desempeñan los medios de comunicación y la publicidad en la construcción de imágenes de los
productos que se destinan a ser consumidos3. Los medios y la publicidad acercan al consumidor la idea
de que “todos podemos consumir todo”, no importa qué tan lejano nos encontremos del bien o del
servicio en cuestión. Esto marca un acercamiento a la idea de “pansofismo consumista”. Se exacerban
las imágenes, los bienes materiales y los servicios, se promocionan y se transforman en productos a ser
consumidos: en estas prácticas existe un universo de significados que resultan significativos para el
consumidor. Consumir, para las sociedades actuales, no es sólo consumir el producto, sino más
específicamente consumir su significado.

Cabe destacar que otorgarle al consumo un papel clave en la organización social en tanto práctica
cultural independiente en lo que podemos denominar una sociedad individualizada (Bauman, 2007) no
supone anticipar como Touraine (2006), “el fin de lo social”. Por lo contrario, el lazo social no se ve
destruido, sino meramente modificado a partir de las lógicas de consumo de las sociedades
contemporáneas. En el mismo sentido se expresa Featherstone (2000: 113), como veremos a
continuación.

En efecto, Featherstone analiza los estilos de vida en la actualidad a partir de Jameson, quien afirma
que la sociedad actual de consumo está saturada de imágenes y de signos, y de Baudrillard, quien
teoriza acerca de la “estetización de la vida cotidiana”.

Featherstone rastrea la conceptualización que Jameson realiza acerca del papel de la cultura en el
capitalismo tardío. En línea similar a lo expresado por Sassatelli anteriormente, Jameson sostiene que la
cultura adopta en esta fase del capitalismo la forma de una mercancía y que “la cultura es el elemento
mismo de la propia sociedad de consumo; ninguna sociedad ha estado jamás tan saturada de signos e
imágenes como esta” (2000: 98)4. Esta saturación del mundo frente a las imágenes es compartida
también en la visión de Baudrillard quien sostiene que, de acuerdo a Featherstone, esto produce que la
realidad se transforme en aquellas, produciendo una sociedad del simulacro que borra la distinción
entre lo real y lo imaginario: “una alucinación estetizada y sin profundidad de la realidad” (2000:100-
116). Esto es lo que Baudrillard denomina “estetización de la vida cotidiana”, es decir, “el rápido flujo
de signos e imágenes que satura la trama de la vida diaria en la sociedad contemporánea”, que se ve

3
En este aspecto, la conceptualización de “producción imaginal de lo social”, esto es, cómo se produce lo social entre imágenes que
circulan y se consumen, es más que relevante, como se desarrollará en más adelante.
4 Sobre la dimensión cultural, véase “El giro cultural” en Jameson o “El recurso de la cultura” en Yudice.
estrechamente ligado al valor-signo de la mercancía (2000:120)5. Los deseos se ven alterados y
modificados por la sociedad actual de consumo a partir de la saturación de las imágenes que deriva de
la manipulación comercial, la publicidad y los medios de comunicación.

Featherstone sostiene que los sujetos que conforman la sociedad actual son “libres” para elegir alguna
de las múltiples opciones que tienen para adoptar un estilo de vida, aunque como veremos más adelante
en Bauman, no son libres de no elegir. Efectivamente, los individuos no adoptan “irreflexiblemente un
estilo de vida por tradición o por hábito”, sino que son los productores de sus proyecto de vida a partir
de la adquisición de bienes, ropas, disposiciones acerca del uso del cuerpo, apariencias, inclinaciones
sexuales, etc (2000: 146). La adopción del estilo de vida, como veremos en Bauman, implica que cada
individuo debe elegir cuál adoptará y será responsable de sí mismo acorde a cómo ejerza su libertad.
Asimismo, “la publicidad de la cultura de consumo sugiere que en todos hay lugar para la
autosuperación y autoexpresión” conforme se gobierne y regule a sí mismo6. En la misma línea se
expresa Han (2014) cuando afirma que en las sociedades actuales -que él denomina “sociedad del
rendimiento”- el significante “poder” cumple la función que le correspondía al “deber” en las
sociedades disciplinarias. Así, sostiene que “el sujeto del rendimiento, como empresario de sí mismo,
sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote; pero (…) se
explota a sí mismo” (Han, 2014: 19).

La estetización de la realidad, que Featherstone toma de Baudrillard, ubica en lugar de privilegio al


estilo, que en las sociedades contemporáneas son dinámicas y cambiantes. Por ende, la búsqueda por
aquel es permanente en cuanto a nuevas modas, nuevas sensaciones, nuevas experiencias y, en
definitiva, nuevos estilos. El estilo, en la actual cultura de consumo, “denota individualidad, expresión
personal y autoconciencia estilística” (Featherstone, 2000: 142), pero al mismo tiempo responde a
imperativos sociales y culturales de pertenencia relacionados a la moda (Bauman, 2007: 115). Entre los
indicadores consumistas que determinan la existencia individual y la pertenencia grupal de los sujetos
en las sociedades actuales, podemos mencionar al cuerpo y sus usos como la vestimenta, los deportes,

5 Como se dijo anteriormente, “consumir, para las sociedades actuales, no es sólo consumir el producto, sino más específicamente
consumir su significado”. Featherstone, citando la noción de valor-signo de Baudrillard, sostiene que “el consumo no debe ser entendido,
pues, como consumo de valores de uso, una utilidad material, sino primordialmente como consumo de signos” (2000:145). Baudrillard
refiere a la idea de “valor-signo” para dar cuenta de que los productos y servicios puestos en el mercado, además del valor de cambio que
conllevan, también implican un signo cuya significación está determinado por el lugar que ocupa en un sistema autorreferencial de
significantes. El valor-signo está definido por un doble proceso de fetichización de la mercancía, elaborando una tríada entre el signo, el
consumo, y el vínculo social. Así, la relación social, su estructuración y jerarquización queda definido, en parte, por las relaciones de
consumo que se establecen en lo social.
6
En este sentido, el “gobierno de sí” y el “diseño de sí mismo” serían conceptualizaciones que se deberán profundizar conforme a los
datos que se vayan recolectando a lo largo del trabajo de campo.
los entretenimientos en el tiempo libre, las preferencias alimenticias, automóvil, vacaciones,
cosméticos, la casa, etc. (2000: 142).

Por su parte y en coincidencia con lo planteado por Sassatelli, Bauman (2007) realiza una
diferenciación entre dos modos de organización social entre lo que denomina las sociedades de
productores y las sociedades de consumidores7, la cual impera en la actualidad. Según Bauman, la
consigna central en esta sociedad de consumidores -afirmación para la cual utiliza un ejemplo
publicitario- tiene que ver con “estar a la moda” y, más aún, “mantenerse en el pelotón de la moda”
(Bauman, 2007: 115; comillas mías). En este proceso, los sujetos disputan un lugar de pertenencia,
identificándose con dicho “pelotón”. Asimismo, los individuos que no participen de estas instancias de
competición y esfuerzo individual, corren el riesgo de quedar excluidos simbólicamente de acuerdo a
los mandatos que se requieren socialmente para dicha pertenencia. Por otro lado, demuestra en qué
medida el reconocimiento y la mirada del otro continúan desempeñando un rol clave en las relaciones
sociales actuales. De este modo, afirma Bauman, el vínculo social en las sociedades actuales está
mediado por el mercado de consumo.

Siguiendo a Bauman, esta noción de “estar” y “mantenerse” expone la percepción y la composición del
tiempo en las sociedades de consumo actuales. El estilo de vida que asumen los sujetos enmarcados en
estas sociedades se caracteriza por la negación del pasado e incertidumbre acerca del futuro8. En efecto,
los individuos deben “mantenerse” a la moda porque ésta cambia constantemente, los dinámicos
tiempos actuales extinguen la duración y la perdurabilidad: los tiempos se limitan al aquí y ahora, a lo
efímero y pasajero, al presente perpetuo, al igual que los proyectos, los gustos, las maneras de concebir
y hacer uso del cuerpo, las prácticas corporales, los cuidados, las costumbres saludables, los regímenes
de alimentación y salud, y en definitiva, los estilos de vida.

No sólo el tiempo se configura de modo diferente, sino también las perspectivas colectivas de la vida
social. Efectivamente, los lazos sociales se ven alterados con relación a otros periodos sociales,
económicos, políticos y culturales, y el proceso de individualización de la sociedad se agudiza. La
apertura de “infinitas opciones para alcanzar el éxito” conlleva a la responsabilidad individual del
fracaso. La oposición moderna entre lo permitido y prohibido fue reemplazada por el par posible e
imposible que establece las condiciones normales en que la vida merece ser vivida (Bauman, 2007:

7
Al respecto, también recomendamos el aporte de Richard Sennett en su Corrosión del carácter, con le ejemplificación de las vidas de
Rico y Enrico.
8
En este sentido se expresa también Ulrich Beck cuando define a la actualidad como una sociedad del riesgo (2006).
130)9. Este esfuerzo intenso, esta responsabilidad individual de autosuperación, este “poder poder” que
ya describimos desde Han, se vincula estrechamente con la noción de “diseño de sí”, o mejor dicho,
“gerenciamiento de sí” y del “arte” o la “nueva cultura gerencial” que entra en vigencia en las
sociedades actuales a través de los discursos del managment o de la concepción de “empresarización de
la vida” (Landa, 2011)10.

La “libertad” de elección, de acción, y de opción, la misma característica que responsabiliza a los


individuos del éxito o del fracaso, es la que posibilita desligarse del pasado y del futuro bajo la
consigna de reinventarse y “nacer de nuevo” (Bauman, 2007: 138). En este punto, Bauman cita a modo
de ejemplo la cirugía estética y la posibilidad de modificar las “imperfecciones” que nada tienen de
natural sino que se ajusta a los veloces cambios en los estándares de belleza. En este comprar y
descartar una imagen a través del consumo, ya sea de un bien o servicio puesto en el mercado, es que el
pasado se invalida y los parámetros del futuro no importan. Y es que la vida de consumo, siguiendo a
Bauman, tiene que ver con adquirir, poseer y eliminar tendencias, mercancías, modas, y estilos de vida
-interpretados a partir de bienes y servicios- que simbolicen un constante movimiento, un “estar en
movimiento”, un estado “fit”.

3) Una aproximación al vínculo entre cuerpo y actual sociedad de consumo: la emergencia


del “fit-body”

Plantear orientaciones teóricas en torno al objeto de estudio cuerpo es una actividad tan compleja como
necesaria ya que sobre el mismo se ha reflexionado e investigado consistentemente desde hace ya más
de medio siglo, pero mientras más se lo ha tomado como blanco de estudio, menos son las precisiones
conceptuales que han sido arrojadas. El cuerpo es, efectivamente, un objeto difuso, un lugar utópico.

Para la presente orientación del concepto que se tomará de “cuerpo” en cuanto al marco teórico,
dividiremos el apartado en dos segmentos. En primer lugar, abordaremos el objeto de estudio cuerpo a
partir de dos posicionamientos teóricos distintos pero no excluyentes: la dimensión política del cuerpo
y el cuerpo dentro del orden del discurso. En segundo lugar, introduciremos una noción sobre el cuerpo
clave para el presente trabajo -que como ya se dijo, servirá de insumo para la elaboración de la tesis -
en función de las dinámicas de la sociedad contemporánea de consumo a la que ya se hizo referencia:
fit-body o cuerpo del fitness.

9
Cuyo eslogan más reconocido podemos encontrarlo en la consigna de la marca internacional de Nike: “impossible is nothing”
10
Conceptualizaciones claves que deberemos profundizar conforme avance la investigación y el trabajo de campo.
Múltiples han sido los autores y las investigaciones en torno a historizar la conceptualización del
cuerpo alejándolo de interpretación de índole orgánica, natural, médica, biológica, innata, eterna,
inmutable y filogenético, para vincularlo a consideraciones ligadas en tanto construcciones sociales,
políticas y culturales. En esta línea, Scharagrodsky ubica a Mauss, Simmel, Elias, Mead como primeros
precursores de lo que hoy denominamos autores de la teoría social del cuerpo, entre los que el autor
destaca a Foucault, Bourdieu, Vigarello, Sennett, Featherstone, Le Goff, Le Breton, Butler, entre tantos
otros (Scharagrodsky, 2015: 180). Cada uno de estos autores -cabe destacar, todos ellos occidentales y
casi todos hombres- aportan marcos interpretativos que toman al cuerpo como objeto de estudio a partir
de diferentes ángulos, pero todos coincidentes en que no existe una esencia del cuerpo que el ser
humano investiga y descubre, sino que el cuerpo es, en tanto que una sociedad atribuye sentidos,
significados y signos para concebirlo al mismo tiempo en que hace uso de él. Dentro de estas
perspectivas, como ya se anticipó, para el presente marco se tomarán las interpretaciones ligadas a
Foucault y a Butler.

Adoptar dos perspectivas teóricas en concreto no implica rechazar otras. En este sentido, si bien no se
consideran como primer encuadramiento general en términos teóricos sobre el cuerpo los aportes como
los de Le Breton, Brohm o Bourdieu, éstos no deben ser ignorados en virtud de los datos que vaya
arrojando el trabajo de campo. Efectivamente, cabe destacar que la relación que se establece entre
teoría y práctica para la presente tesis no es de compartimentos estancos ni aislados, sino elementos en
constante interacción que se retroalimentan. Principalmente, los campos de investigación que
componen la sociología del cuerpo de Le Breton (2008) o su interpretación del cuerpo en la sociedad
actual; la noción de habitus en Bourdieu en tanto capital cultural incorporado (2008); las trece tesis
sobre el cuerpo en términos de explotación en Brohm (1993).

Uno de los autores más prestigiosos que introduce explícitamente la dimensión política del cuerpo es
Foucault, principalmente a partir de la célebre obra “Vigilar y castigar” publicada a mediados de la
década del 70 del siglo pasado. El autor sostiene que el cuerpo es y siempre ha sido blanco de
relaciones de poder, separándolo de cuestiones naturales cuando afirma que “(…) lo han considerado
(al cuerpo) como lugar de procesos fisiológicos y metabólicos, como blanco de ataques microbianos o
virales (…). Pero el cuerpo está también inmerso en un campo político. Las relaciones de poder lo
convierten en una presa inmediata; lo marcan, lo cercan, lo doman, lo exigen a trabajos, lo obligan a
ceremonias. El cuerpo está sometido” (Foucault, 2002: 35).
Foucault en dicho libro introduce la noción de “poder disciplinario”, que define como los modos de
control sobre el cuerpo individual dentro de las instituciones de encierro inherentes a la sociedad
moderna tradicional. La finalidad de la disciplina era el control social a partir de la configuración de
cuerpos dóciles, es decir, útiles en términos económicos y obedientes en términos políticos, a fin de
encauzar las conductas individuales hacia patrones que dirijan la norma11. Durante la confección de
dicho libro -cabe destacar que su intencionalidad era describir el nacimiento de la prisión- Foucault
dedicó el curso en el College de France acerca de lo que luego salió como volumen de libro -titulado
“Defender la Sociedad”- en el cual empieza a tematizar la noción de “biopolítica”. La biopolítica
invierte la ecuación de la sociedad tradicional de “dejar vivir y hacer morir” hacia la expresión
moderna “hacer vivir y dejar morir”, en un giro que culmina según Foucault en la “estatización de lo
biológico”. Fenómeno surgido con la consolidación de los estados modernos, la biopolítica no supone
el reemplazo de la disciplina, sino que son dos ejercicios de poder que se superponen e incluso
complementan. Si el poder disciplinario tenía como foco el cuerpo individual, la biopolítica se
focalizará sobre el cuerpo social, es decir, sobre la población. Será un mecanismo de estado: regular los
procesos vitales. En este sentido, la biopolítica comienza a producir procesos de normalización a partir
de estándares ligados a lo biológico, anclado en los cuerpos masivos de la sociedad, en la población en
su conjunto.

En sus últimos cursos brindados, Foucault desarrolla la conceptualización de “gubernamentalidad”,


como modo de superar ciertas limitaciones atribuidas a la “disciplina” y “biopolítica”. Foucault
introduce aquel término para designar las múltiples tecnologías y los procesos complejos que tienden a
controlar y gobernar a las poblaciones en general y a los sujetos en particular, a partir del
entrecruzamiento entre el ejercicio de poder y la construcción de la subjetividad. Este concepto será
clave para la presente tesis, ya que en el marco del ejercicio de poder podemos situar los saberes y
discursos que circulan en la sociedad de consumo, y en el campo de la subjetividad la in-corporación -
es decir, el hacerse lugar en el propio cuerpo- de dichos saberes y discursos en la cotidianeidad de la
vida escolar -más específicamente, en las clases de educación física-12.

11
En rigor, en “Vigilar y Castigar” Foucault habla en modo indistinguible sobre procesos de normalización. Más adelante, en “Seguridad,
Territorio y Población”, marca la diferenciación con el dispositivo biopolítico de seguridad. Efectivamente, para el último Foucault -quien
hace una revisión de sus otras “etapas”- la disciplina se relaciona con la norma y la biopolítica con el proceso de normalización en
términos de configuración de normalidad y anormalidades.
12
Se debe profundizar sobre esta línea a partir de los datos que vaya arrojando el trabajo de campo. En este sentido, la noción de
“tecnologías del yo” en Foucault, que rescata la tesis doctoral de Landa (2011: 32), parecería recobrar especial relieve.
En Cuerpos que importan, Judith Butler retoma las vías de materialización del cuerpo desde la óptica
del “segundo Foucault”, principalmente en la obra a la que ya hicimos referencia Vigilar y Castigar. A
partir de un análisis sobre la materialidad del cuerpo del prisionero y de la cárcel, en tanto vector e
instrumento de poder, Butler afirma que Foucault se focaliza en “la dimensión productiva y formativa
del poder” (2012: 65). Lo que trata Butler, en efecto, es indagar acerca de la materialidad: se focaliza
en aquello que puede ser materializable y en lo que no; en si ésta asume diversas modalidades; y en la
condición de necesaria exclusión para que funcionen las economías de ejercicio de poder como un
sistema autosustentable.

Como ya se dijo, además de la dimensión política del cuerpo, el marco conceptual acerca del cuerpo
para la presente tesis también se apoyará en la materialidad13 y la performatividad del discurso en la
obra de Butler, principalmente para focalizar en el carácter performativo del orden discursivo en tanto
configura los cuerpos (los que importan y los que no importan)14. En efecto, desde un posicionamiento
post-estructuralista, Judith Butler rechaza toda consideración del cuerpo como condición previa al
discurso, esto es, como pre-existente al lenguaje. De acuerdo a la autora, el cuerpo no existe más allá
del orden simbólico15. El cuerpo se materializa como efecto de poder del discurso -disimulado, como
veremos a continuación-.

El discurso, en tanto acto performativo (Butler, 2012), basa su materialidad en la repetición de la norma
a través de la construcción de cadenas de significaciones que nunca suturan, es decir, son siempre
parciales y nunca totales. Es lo mismo que sostienen Laclau y Mouffe en relación a la imposibilidad de
fijar significados últimos en el campo de la discursividad (Laclau y Mouffe, 1987: 129). Un significado
es lo que representa un significante para otro significante enmarcado en la cadena significante
(Eidelsztein, 2012). Esto implica una articulación, que es una “práctica que establece una relación tal
entre elementos, que la identidad de éstos resulta modificada como resultado de esa práctica” (Laclau y
Mouffe, 1987: 119). El efecto de la estructuración totalizadora de esta práctica articulada es, entonces,
el discurso.

Por otro lado, resulta pertinente antes de continuar delimitar la conceptualización que la autora hace
acerca de lo performativo (del género). Para Butler “la performatividad debe entenderse, no como un

13
Como Butler misma asegura, cuerpos que importan (matters) en doble intencionalidad: “materializar” y “significar” (2012: 60).
14
Adelantándonos a las definiciones metodológicas, la recolección de información se llevará a cabo a partir de entrevistas a los docentes
del nivel medio de educación física de las escuelas seleccionadas, con el fin de indagar el objeto de estudio de la presente tesis a partir de
los discursos de los profesores sobre sus propias prácticas.
15
A propósito podemos mencionar, sólo a modo de recordatorio, la célebre frase de Colette Soler: “No se nace con un cuerpo. El cuerpo
es una realidad”
acto singular y deliberado, antes bien, como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el
discurso produce los efectos que nombra” (2012: 18).

Asumimos el posicionamiento butleriano en relación a la materialidad del cuerpo, afirmando que éste
es construido contingentemente mediante la performatividad del discurso, cuyo cierre es siempre
parcial y nunca total16. Es en el mismo sentido que Bernstein (1996) se remite al concepto de “vacío
discursivo potencial”, sosteniendo que en toda construcción de significados, es decir en todo armado de
la realidad, existen infinitas posibilidades de existencia y que, por tanto, el efecto simbólico que inventa
la realidad siempre esconde posibilidad de ser otra cosa. El cuerpo, también. La performatividad del
discurso produce efectos materiales en la configuración de los cuerpos, apelando a la norma, a su ideal
regulatorio y a la exclusión de lo que excede a la norma. La materialidad del cuerpo opera a través de
una matriz que restringe e impone cargas normativas cuyos efectos de poder son disimulados (Galak y
Gambarotta, 2015: 51). En tal sentido se expresa la misma Butler, cuando afirma que “la materialidad
designa cierto efecto de poder o, más exactamente, es el poder de sus efectos formativos o constitutivos
(…) Estas positividades materiales aparecen fuera del discurso y el poder, como sus referentes
indiscutibles, sus significados trascendentales” que “al aceptar este efecto constitutivo como dato
primario, entierra y enmascara las relaciones de poder que lo constituyen” (Butler, 2012: 64).

La reiteración de la norma no tiene carácter performativo sobre la materialidad del cuerpo aisladamente
-ni, como ya se dijo, manifiestamente-. Más allá de la reproducción de la norma, que discursivamente
instaura un carácter del “deber ser”, también implica la expulsión de la otredad en tanto delimitación de
una frontera de saturación, que como ya se dijo nunca es total. Este límite pretende cerrar la
materialidad del cuerpo expulsando cualquier otredad y, así, eliminar la desestabilidad que puede
producir el universo discursivo y simbólico.

Conforme avance el trabajo de campo, se procederá a analizar cierta perspectiva butleriana que retoma
Esteban Dipaola en vínculo con los regímenes de visualidad que influyen en la configuración de los
cuerpos17. Más puntualmente, la relación entre el cuerpo-visto y el cuerpo que se visualiza en la
sociedad contemporánea, como el cuerpo-moda; cuerpo-consumo; cuerpo-ocio; en tanto producción
imaginal sobre el cuerpo (y no sobre otros posibles) en la sociedad de consumo para indagar las
prácticas y saberes que circulan y se fundan en las clases de educación física. Esta producción imaginal

16
Como se profundizará más adelante, la materialidad del cuerpo no es únicamente efecto lingüístico reducido a un conjunto de
significantes: la noción de exterioridad constitutiva y de norma desempeñarán papeles protagónicos.
17
Para analizar al cuerpo en clave de imagen, se recomienda la visión de Hans Belting en su Antropología de la imagen (2007),
principalmente en su interpretación de la obra de Paul Virilio (2007: 116).
debe entenderse como indiscernible entre las imágenes y lo social, en tanto que las imágenes producen
las visualidades de las que formamos parte y produce lo social y sus modos de organización18. En este
proceso, entre imágenes y lo social, el cuerpo –y los modos de relacionarse y vincularse a través, entre
y mediante él- es también una producción entre imágenes que produce lo social.

En segundo lugar, asumiremos conceptualmente como relevante el concepto Fitbody o cuerpo del
fitness esgrimido por Landa en su tesis doctoral. En ésta, afirma que dicha conceptualización encarna
“los atributos de salud, belleza, calidad, eficiencia y rendimiento en el cual confluyen una moral
ascética, los saberes médico-deportivos y los ideales de belleza que emanan en las narrativas
publicitarias” (Landa, 2011: 88). En la confección de este cuerpo, tan actual en las sociedades
contemporáneas, se legitiman los estilos de vidas inherentes al consumo exacerbado que prolifera en
nuestro tiempo. De este modo, la construcción del cuerpo en términos ideales se orienta a partir de una
matriz ética-estética-sanitaria que supone un cuerpo útil y productivo, no ya en términos disciplinares
sino más bien acordes a las sociedades deleuzeanas de control: cuerpos ágiles, flexibles, atentos,
entrenados, preparados, enérgicos, mercantilizados, firmes, activos que rindan y respondan a las
demandas laborales flexibles, precarizadas y dinámicas (Landa, 2011: 90). Cuerpo del fitness que
encarna tres dimensiones que forman parte de la construcción de las subjetividades contemporáneas:
estética, moral y médica-deportivista. Por debajo de ello, la educación de los cuerpos implica la
preparación para la vida en el mercado actual de trabajo conforme la “empresarización de la vida
social” y al “diseño de sí” a la que ya se hizo alusión. Sobre este cuerpo nos referiremos con los aportes
de Paula Sibilia y Flavia Costa a modo de cierre -y de aperturas-.

4) A modo de cierre -y de nuevas aperturas-: el cuerpo en términos saludables y estéticos en la


sociedad de consumo

De acuerdo a lo expresado por Flavia Costa (2017: 116-119), el imperativo de salud que enmarcó el
final del siglo XIX y al menos la mitad del siglo XX fue mutando hacia la dirección de reconstruirse en
un estilo de vida saludable. En este imperativo de vida saludable, en pleno siglo XXI, la figura de
portador asintomático ha cobrado peso y solidez contundente: el imperativo de salud no pasa por evitar
constantemente las enfermedades, sino por la adopción de la salud como de un estilo de vida que
organiza las prácticas sociales de la vida cotidiana. En este sentido, la salud es un fin en sí mismo -no
ya un medio “para”- que se instala en el entramado de lo social más allá de la institución hospital y del

18
Aquí no se entiende “indiscernibilidad” en tanto indistinción, sino en tanto punto “entre medio”, alineado entre las categorías de
intersticio e indeterminación.
discurso médico. El imperativo de salud ya no es algo que es exclusivo del discurso médico, sino que
se encuentra instalado en el discurso social de la cotidianeidad en formato de estilo de vida.

Por estetización de la vida saludable nos referiremos al estrecho nexo que se establece entre salud y
belleza -asociada principalmente a la juventud y bajo peso corporal, como se verá más adelante en
Sibilia- en la sociedad actual de consumo19. Este vínculo fue incluido en la inserción de la medicina y
la salud en la esfera económica porque la estetización de la vida saludable supone la proliferación de
una serie de bienes y servicios de consumo como alimentos, programas de actividad física y cosméticos
con alto valor significante. La participación de los medios masivos de comunicación en la
homologación de que la belleza es salud tiene efectos en la percepción sociocultural acerca de los
productos que el mercado pone en circulación a fin de “embellecer el cuerpo y mejorar la calidad de
vida”, como por ejemplo los cosméticos, que poco y nada tienen que ver con principios médicos pero
que las pautas publicitarias relacionan estrechamente. Para citarla textualmente, en este punto Flavia
Costa afirma que “los productos cosméticos se proponen publicitariamente como regeneradores,
vitalizantes, nutrientes, desintoxicantes, tonificantes, energizantes, restauradores, descongestivos,
hidratantes, oxigerantes (…) se utilizan expresiones referidas al ámbito semántico de la terapéutica, la
salud, la vitalidad y la nutrición en detrimento de las expresiones más tradicionales asociadas a la
cosmética, como el embellecimiento, la corrección, la protección, la higiene y la limpieza” (2017: 122).

En la esfera de la vida cotidiana, los ejercicios físicos también se empapan de discursos


tradicionalmente médicos que la relacionan estrechamente con el imperativo de vida saludable. Bajo la
premisa de que “el sedentarismo mata” -sedentarismo como enfermedad global que portamos en
conjunto como población y que debemos combatir y derrotar, y que, dicho sea de paso, cada individuo
tiene la libertad de elegir qué actividad física realiza, cuándo y cómo, acentuando la responsabilidad
individual a la que ya hicimos referencia- la promoción de la actividad física como vía necesaria de
acceso a una vida saludable alcanza magnitudes sin precedentes y proliferan espacios, modos, métodos,
técnicas, organismos, entidades, empresas y emprendimientos que las promueven para mejorar la
calidad de vida y “prevenir riesgos”, al mismo tiempo que se entrelaza con una serie de ámbitos que la
exceden, como el control de la alimentación, la lucha contra el tabaquismo y el alcoholismo (Costa,
2017: 126).

19
En términos históricos, la gordura “impresiona”, “seduce” y hasta “simboliza salud” en las sociedades medievales, como se verá en el
apartado sobre lo “Estético” (Vigarello, 2011: 17).
El cuerpo es y siempre ha sido objeto de vigilancia y de intervención, pero en la sociedad
contemporánea se encuentra atravesado por el imperativo de vida saludable y el prolífero mercado de
bienes, productos y servicios puestos en circulación. En este aspecto, como rasgo característico, el
vínculo del cuerpo con la sociedad de consumo se articula a partir de tres ejes claramente
diferenciables: mejorar la calidad de salud en tanto estilo de vida previniendo enfermedades potenciales
y el envejecimiento del cuerpo; embellecer y estilizar el cuerpo -ligado a los parámetros vigentes de
belleza-; y finalmente potenciar al cuerpo en términos de capital humano y el valor que asume el
cuerpo en las múltiples ofertas que circulan en el mercado20.

De este modo, la práctica del fitness -como actividad física suprema- en tanto fundamental moldeadora
del cuerpo en la actualidad -fitbody- posibilita adaptar, ajustar y acondicionar los cuerpos inscriptos
en un nuevo régimen de producción-exhibición: para enfrentar los múltiples mercados laborales,
afectivos y sociales, principalmente el trabajo inmaterial; y para insertarlo en los nuevos regímenes de
visualidad y estetización. Así, el cuerpo como blanco de dispositivos de ejercicio de poder se articula
en la sociedad contemporánea con un entrenamiento para el trabajo de nuestros tiempos y con la
modulación para el espectáculo de auto-producción y visibilización. Es en esta combinación entre valor
de uso (trabajo) y valor de exhibición (régimen imaginal de visualidad) que adquiere consistencia la
“buena presencia” que se ancla en una nueva construcción -ideal, deseable y esperable- del cuerpo
(Costa, 2017: 131)21.

En la actualidad, el dispositivo del fitness propone prácticas orientadas a ajustar los cuerpos al régimen
de trabajo y de visibilización-estetización, fomentando la fabricación de esos cuerpos para ponerlos y
mantenerlos en forma a los imperativos de la vida saludable, en base a los tres ejes anteriormente
expuestos: salud, belleza y conveniencia. El fitness, así, articula en la cotidianeidad las prácticas de sí
(en tanto construcción de subjetividad) con las tecnologías de gobierno (en tanto sujeción y gobierno de
las poblaciones) “para moldear, esculpir, mejorar e intensificar las vivencias del cuerpo”, incentivando
espacios de práctica como gimnasios o spas; configuración y divulgación de nuevos saberes;
formación de expertos y especialistas; construcción de tecnologías específicas; y la proliferación de

20
En este punto es importante destacar, una vez más, la figura de “empresario de sí”, en tanto que cada individuo es su propia fuente de
ingreso que conlleva la racionalidad neoliberal, en tanto sujeto “eminentemente gobernable” (Costa, 2017: 129).
21
Esta imagen de “buena presencia” es forjada a partir de dimensiones estéticas, higiénicas e incluso posturales y conductuales regidas
socialmente en un contexto de competencia y riesgo exacerbado. En la sociedad de riesgo constante, la gestión de sí mismo influye sobre
la práctica del fitness y sobre el imperativo de vida saludable en tanto calidad de vida como una “mercancía de calidad” estimulada a
través del mercado traducido en “imágenes de consumo y éxito económico: la calidad de vida es la capacidad de compra para asistir a los
gimnasios, pasar unos días en un spa, realizar tratamientos anti-age, seguir una dieta orgánica, someterse a un refreshing, además de tener
un servicio pre-pago de salud, todo acoplado a la visita regular al médico” (2017: 136).
controles, regulaciones y evaluaciones novedosas (Costa, 2017: 132). Este cuerpo que se ajusta es el
cuerpo imaginal de lo social, la producción social de un cuerpo que se produce entre imágenes y que al
mismo tiempo lo inventa.

En cuanto al vínculo con lo estético, cuando nos referimos a “cuerpo(s) estético(s)” estaremos
indicando aquel régimen de visualidad sobre el cuerpo de sí mismo y del otro, en términos de
apariencia física y en relación con los parámetros sociales sobre el ideal de belleza y lo considerado
bello para un orden de lo social determinado22. Así como la salud, para Flavia Costa, es inalcanzable
porque todo sujeto es catalogado genéticamente como “portador potencial” y las terapias, prevenciones
y controles deben ser constantes y permanentes, en la sociedad actual de consumo la disputa por estar a
la altura de los cánones de la belleza también puede ser comprendidos bajo la carátula de
imposibilidad. En una sociedad en que el presente es perpetuo, aspirar constantemente a ajustarse -“to
fit”- al modelo acerca de lo considerado bello es luchar contra el envejecimiento que avanza cada día.
Así, los sujetos combaten contra el deterioro del metabolismo, el riesgo del sobrepreso y obesidad, las
arrugas o las canas a partir de un innumerable conjunto de prácticas vinculadas al consumo de
alimentos, dietas, cosméticos, programas de ejercicio físico, cirugías, entre otras, para mantenerse con
posibilidades de insertarse en el inalcanzable -e incansable- mundo de la belleza. En la sociedad
contemporánea parece resurgir la idea de “belleza eterna” -reactualizado como eterna juventud, como
veremos en Sibilia- que regulaba el arte griego.

Paula Sibilia será otra autora de referencia, interpretada a partir del capítulo de un libro al que hace
referencia, en torno al estudio de la vejez, al cuerpo bello y la “buena forma”23. Hasta que las
tecnociencias puedan garantizar el viejo anhelo de la “eterna juventud”, devenida en mercancía, las
redes de mercado global han ofrecido y seguirán ofreciendo alternativas de productos, bienes y
servicios con la actual comodidad de abonarlos en diversas modalidades. Este mercado, fructífero sin
dudas, se focaliza sobre los cuerpos en términos de capital (físico, simbólico, social y/o económico) a
partir de doctrinas mercadológicas específicas. Bajo la expresión de que “pocas cosas mejoran con los
años”, se impone la imagen de cuerpo joven, delgado y bello como la dominante (Sibilia, 2017: 70). De
este modo, la imagen de este cuerpo es estimulada por el mercado concerniente a la “revolución de la
antiedad” de nuestros días, desde productos cosméticos anti-age o programas de gimnasia hasta

22
Sin dudas, un recorte por demás reduccionista del término de “estética”, tradicionalmente ligado en el campo de las ciencias sociales -
aunque más particularmente de la filosofía- a la vertiente filosófica de la ética y, por consiguiente, de la política; o a la esfera artística y la
filosofía del arte; o al recientemente prolífero objeto de estudio sobre la estética escolar en las ciencias de la educación; etc.
23
A partir de la obra analizada, se bifurcan dos libros de la autora que cobran relevancia para la presente tesis y que deberán ser
contemplados al momento de interpretar el trabajo de campo: “El hombre post-orgánico” y “La intimidad como espectáculo”.
cirugías estéticas en rangos etarios sin precedentes históricos, abarcando también ventas de vehículos,
consumos de viajes de vacaciones, entre otros prolíferos bienes y servicios (Vigarello, 2009: 235-236).

La “tiranía de la piel lisa” impulsa el moldeamiento corporal en términos estéticos de belleza y salud
con el afán de cuidar la apariencia, incluyendo ambos géneros -en consonancia con lo expuesto en
Vigarello- en alusión a los exigentes parámetros de la “buena forma”: las prácticas de cuidado de sí,
además de tender hacia las técnicas disponibles en el mercado, el rediseño constante de la imagen del
cuerpo es también asumido por los “bisturíes digitales que operan sobre las siluetas transformadas en
píxeles, en una tentativa de devolver cierta decencia a esas líneas y a esos volúmenes visiblemente
obscenos (…) en las omnipresentes pantallas informáticas (…) así cualquiera puede aplicar los
mecanismos alisadores de la piel a sus propias fotografías” (Sibilia; 2017: 76). Así, la cultura de la
visualidad que operan en la producción de los cuerpos en y entre imágenes (Dipaola, 2011; Sibilia,
2017) suponen un nuevo arquetipo de cuerpo despojado de las arrugas, imperfecciones e impurezas de
la “tiranía de piel lisa”, que suponen marcas de debilidad y de derrota del paso del tiempo (2017: 78). Y
es que este culto al cuerpo, esta exacerbvacipon de lo sensible es producto, también a partir de la
irrucpcion de la imagen multiforme (Maffesoli, 2005: 112)

El triunfo de la buena forma del cuerpo en las actuales sociedades de consumo, bajo la imagen de
delgado, joven y feliz, es alimentado por un mercado diverso que incluye a los cuerpos consumidores
de hombres y mujeres; de todos los grupos etarios y étnicos; de los diferentes estratos
socioeconómicos; todos ellos que se esfuerzan por tomar sobre sus hombros la “libertad” de elegir -y
responsabilizarse- cómo quieren consumir y comprar bienes, productos y servicios para acceder a la
imagen corporal correcta, válida y adecuada. En este sentido, de acuerdo a Sibilia, desde las prácticas
más minúsculas y cotidianas hasta el sacrificio de la vida misma es contemplado hacia tal fin: “esto se
constata en las muertes causadas por complicaciones en cirugías plásticas, por ejemplo, o bien debido
al consumo de anabólicos, a los excesos en la práctica de ejercicio físico o en las dietas, y hasta en los
accidentes con maquinas bronceadoras o tinturas para el cabello” (Sibilia, 2017: 87).
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