Monición Ciclo B
Monición Ciclo B
Monición Ciclo B
MONICIÓN DE ENTRADA
"No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy", reza un viejo
proverbio. Desgraciadamente, hacemos lo opuesto, diciendo que
mañana tendremos tiempo suficiente. Sin embargo, la palabra de
Dios sigue urgiéndonos. Ahora es el tiempo propio para hacer las
cosas de Dios. Nos urge el tiempo para cambiar. Arrepiéntanse
ahora, conviértanse ahora, Dios y su reino están ya aquí y ahora
con ustedes. – Con el Señor en medio de nosotros le pedimos la
gracia de escuchar ahora su Buena Noticia de salvación y que se
haga ahora realidad entre nosotros.
MONICIÓN DE ENTRADA
Los enfermos sienten muy profundamente cómo la enfermedad los
incapacita. Hay cosas que quieren hacer, pero no pueden; es como
si no fueran cabalmente humanos. Percibimos esto con mayor
fuerza en las personas mentalmente discapacitadas. --- Hoy vemos
a Jesús obrando con su poder de curación. No es que cure a todos
los enfermos, pero muestra que Dios quiere que las personas sean
íntegras y sanas -eso es lo que significa "curar"-. Jesús quiere que
lleguemos a ser como él, es decir, personas plenamente humanas,
buenas e íntegras, no sólo físicamente, sino en todos los sentidos,
porque es entonces cuando honramos plenamente a Dios, hechos
a su imagen y semejanza. Pidamos a Jesús en esta eucaristía que
nos haga íntegros y sanos.
MONICIÓN DE ENTRADA
Hoy se nos recuerda una vez más que hace mucho tiempo el
mismísimo Hijo de Dios gritó su ansiedad y su dolor: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Sabemos que el Señor
nos ha hecho para ser felices, y, sin embargo, nosotros también
tenemos cruces que llevar. No siempre vemos la razón de nuestra
miseria y nuestro sufrimiento. --- Vemos también cómo Jesús
curaba a algunos enfermos, pero ¿qué eran éstos en medio de
tantos otros no curados? Recordamos que la cruz llevó a Jesús a
la vida y a la resurrección. Nosotros expresamos hoy nuestra
confianza y esperanza en un Salvador que sufrió con nosotros y
por nosotros.
MONICIÓN DE ENTRADA
Cuando nos reunimos para la eucaristía, lo hacemos porque somos
comunidad. ¿Hasta qué punto somos comunidad, aun estando
aquí juntos en torno a Cristo? Quizás falten aquí hermanos, porque
no se sienten aceptados. Quizás son demasiado pobres para lucir
bonita indumentaria, o temen que los menospreciemos por su
incapacidad o deficiencia social o mental, o incluso física. ¿Por qué
nuestra comunidad no se abre suficientemente para integrarlos y
para liberarlos de sus temores y soledad? ¿Estamos dispuestos a
reintegrarlos a la comunidad, como hoy nos enseña Jesús con su
palabra y con su ejemplo?
MONICIÓN DE ENTRADA
Hoy comenzamos nuestros cuarenta días de Cuaresma, cuarenta
días de preparación para Pascua. ¿Para qué estos cuarenta días
de penitencia y conversión? Para volver a nuestras raíces -a Dios,
a lo mejor de nosotros mismos- y, en consecuencia, también a
nuestro prójimo. De muchas maneras hemos intentado ser
nuestros propios dioses, decidir por nosotros mismos lo bueno y lo
malo, pero hemos acabado haciendo de nosotros mismos el centro
del mundo, a expensas de nosotros mismos, de Dios y de nuestro
prójimo. Ahora es el tiempo propicio para volver a Dios y volvernos
hacia los hermanos que nos rodean. Hoy expresaremos nuestro
destrozo interior y nuestro deseo sincero de cambiar, cuando,
después del Evangelio, recibamos la ceniza.
MONICIÓN DE ENTRADA
¿Nos sorprende acaso el que a veces seamos tentados a hacer el
mal que no queremos hacer, o a descuidar o abandonar el bien que
deberíamos hacer? Estamos en buena compañía; nada menos que
con Pablo y con Jesús. San Pablo se queja de sus dificultades en
resistir a la atracción del mal. Y nada menos que Jesús fue tentado.
De su ejemplo y de su gracia podemos sacar la fuerza para vencer
cualquier tentación que se nos cruce en el camino, ya que él las ha
vencido ya por nosotros.
MONICIÓN DE ENTRADA
Cuando estamos sufriendo, nos produce felicidad oír una palabra
de preocupación y de ánimo. Es una experiencia feliz cuando, en
medio de nuestras cuestiones y problemas, nos llega un rayo de
luz que levanta nuestro ánimo y nos asegura que Jesús viene con
nosotros en nuestro fatigoso caminar. Nos resulta reconfortante,
durante el tiempo de Cuaresma, el hecho de que Jesús mismo, en
el misterio de la Transfiguración, nos dé una visión fugaz anticipada
de su victoria en Pascua. Todo eso es maravilloso y queremos que
dure, pero como Pedro y con Jesús tenemos que volver a las
realidades de la vida. Pero Jesús está todavía, siempre, con
nosotros, aun cuando no estemos conscientes de ello.
MONICIÓN DE ENTRADA
Todos sabemos que Cuaresma es un tiempo de conversión. Hay mucho
mal en el mundo. Y tenemos conciencia de que también hay mucha
maldad en nosotros mismos. Éstas son ciertamente razones para un
cambio. Pero la razón más profunda para la conversión no es el mal que
percibimos en nosotros mismos y a nuestro alrededor en el mundo, ni
los castigos que podamos recibir para pagar por nuestros pecados. El
último y más profundo porqué para la conversión es Dios mismo:
Encontrar personalmente a Dios y su amor. Nuestra fe en Dios y en su
fidelidad hacia nosotros, y la bondad que nos mostró en Cristo son los
motivos más profundos para arrepentirnos y para responder a su
santidad.
MONICIÓN DE ENTRADA
Si fuéramos realmente conscientes de cuánto nos ama Dios ¿cómo
podríamos permanecer indiferentes o rehusar nada a Dios? Si
creemos firmemente que él nos encuentra dignos de amor, ¿cómo
pudiéramos no poner nuestra confianza en él? Él no nos fuerza:
simplemente nos invita: "Éste es mi amor hacia ti; ¿te gustaría
aceptarme a mí y mi amor? ¿Te gustaría compartir mi amor con
otros amándoles a ellos también?" ¿Qué respuesta le damos a
Dios, por medio de Jesucristo?
MONICIÓN DE ENTRADA
Todos los que cultivan plantas, incluso gente de la ciudad que
aman las flores, saben que las semillas tienen que morir en la tierra
para que los retoños puedan brotar de ellas y darnos flores llenas
de color, La semilla tiene que morir para dar vida. – De la misma
manera, Jesús murió para darnos vida. Y nosotros, sus discípulos
hoy, tenemos que seguir sus huellas. Tenemos que entregarnos a
nosotros mismos para que los otros sean felices y vivan. San Pablo
dice con Jesús: "Nadie vive para sí mismo". ¿Podemos decir eso
de nosotros mismos?