Mi Hijo Me Pega Que Hago

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Mi hijo me pega

¿Qué hago?
Qué hacer cómo familia ante esta situación

VERÓNICA PÉREZ RUANO


Mi hijo me pega
¿Qué hago?
En esta guía nos centraremos en los
siguientes temas, que desarrollamos de
manera más detallada a continuación:

-Introducción

-Lo primero y más importante, el ejemplo.

-Violencia infantil, hasta los 4 años.

-Mi hijo de más de 6 años me pega cuando le


digo que no a algo que quiere.

-Cuando me pega ¿Qué hago?

–¿Y si lo hace para «llamar la atención»?


-Adolescentes agresivos.

-Agresividad entre hermanos.


Introducción
Mi hijo me pega: qué hacer cómo madres y
padres ante esta situación

Cuando hablamos de agresividad infantil lo


primero que tenemos que tener en cuenta es
de qué edad estamos hablando.

No es lo mismo que un niño de 15 meses


golpe a quien quiera quitarle un juguete, a
que un niño de 5 años empuje a su madre
cuando se sienta frustrado, o que uno de 16
años agreda a su hermano cuando discutan.

La violencia no es deseable en ninguna edad,


pero lo que está explicando estas situaciones
es algo distinto en cada caso y nuestra
actuación para controlar y manejar estos
episodios será diferente también.
Por ello es tan importante conocer el
desarrollo infantil y de qué forma influye
en el manejo de la frustración y la
aparición de conductas agresivas, para
que podamos dar la mejor respuesta en
cada caso.

Por ello, vamos a analizar diferentes


cuestiones relativas a la violencia infantil y
cómo abordarlas en cada una de las etapas
evolutivas para ayudar en esos complicados
momentos a dar una mejor respuesta.
Lo primero y más
importante, el
ejemplo
Si tenemos tendencia a perder los papeles
con facilidad, enfadarnos acaloradamente,
gritar o, al menos, elevar el tono de voz,
golpear cosas o, esperemos que no, pegar a
los niños, es más probable que ellos hagan lo
mismo cuando se enfaden.

Al hablar de «pegar a los niños» nadie se da


por aludido, ya que incluso quién ejerce
violencia es capaz de relativizarla para
justificarse con frases como “Es solo un azote,
es solo un toque de atención…”.

Aunque nos cueste, tenemos que reconocer


que pegar a un niño es abuso infantil, es
maltrato, va en contra de los derechos
humanos.
No es justificable.

Si estás ejerciendo violencia hacia tus hijos o


hijas y además no lo nombras como tal, no
solo estás ejerciendo maltrato, sino que estás
invalidando lo que los niños sienten.
Tenemos que ser capaces de nombrar una
situación que está ocurriendo en casa.

Sabemos que la crianza puede ser muy


demandante y agotadora, pero se pueden
aprender herramientas y estrategias para
conocer alternativas sobre cómo actuar
cuando nos ponemos nerviosos.

Si tu hijo tiene conductas agresivas


pregúntate si no hay nada en ti y en tus
posibles conductas agresivas que puedan
estar influyendo en las reacciones violentas
que presentan tus hijos.
Violencia infantil
hasta los 4 años.
Cuando los niños de 2 o 3 años muestran
conductas egoístas, agresivas, incluso
rabietas en las que golpean objetos o dan
patadas a las personas que les cuidan,
pudiendo llegar a golpearse a sí mismos,
están teniendo reacciones normales ante la
frustración.

Al hablar de reacciones normales nos


referimos a reacciones esperables por
su edad y momento evolutivo.

Es habitual que al no conseguir lo que


quieren, los niños de esta edad se enfaden y
ejerzan violencia, sin tener verdadera
intención de dañar, sino como ira explosiva
contra la persona que no les permite
conseguir lo que desean.
En esta edad los niños se encuentran en una
fase puramente egocéntrica, en la que la
gestión emocional está comenzando y en
la que sus estrategias de afrontamiento
emocional son todavía limitadas.

Hay elementos que influyen en esta


agresividad infantil que ya exploramos en un
artículo sobre rabietas y límites, no dudes en
consultarlo si quieres saber más sobre este
tema.

En él analizamos qué son exactamente los


límites y las normas, como introducir los
límites en la rutina diaria, la relación de los
estilos educativos de los padres con las
normas que ponemos en casa, qué son las
rabietas y cómo actuar ante ellas.
Mi hijo de más de 6
años me pega
cuando le digo que
no a algo que quiere
En ocasiones, los niños agreden porque es
una de las maneras más eficaces para
conseguir ser escuchados. Aunque no sea la
más correcta.

Algunas veces, cuando mantienen una


actitud tranquila, expresando sus
necesidades desde la calma, pueden no son
atendidos ni escuchados, porque tenemos un
ratito de tranqulidad.

Pero cuando ocurre una explosión de ira o


agresión puede volver sobre ellos la atención
que no estaban consiguiendo de otra
manera.

Obsérvate e intenta averiguar si hay algo


que tú puedas estar haciendo para
favorecer esta conducta agresiva.

Analiza durante algunos días si cuando tu hijo


o hija está tranquilo y te pide o reclama
atención o ayuda puedes tender a pedirle
que espere, hacer como que no le escuchas,
no atender a sus necesidades porque estás
ocupado en otra cosa o cualquier otra actitud
que no fomente tu disponibilidad.

Es habitual que si los niños quieren algo y no


se sienten escuchados suban el tono de voz o
pasen a pedirlo de otra manera menos
adecuada, como agrediendo.

En este caso, debido a su explosión


emocional les atendemos casi
inmediatamente, aunque sea para regañarles
o censurar su conducta.

Con esto no queremos decir que cada


petición que realicen los niños debe ser
atendida y consentida.

En muchas ocasiones no será posible darles


lo que piden, porque no lo vemos adecuado,
necesario o porque, simplemente, no es
posible.

Explicárselo a los niños es igualmente


importante, aunque se enfaden y tengan
que aprender a manejar su frustración.

Si los niños se acostumbran a que al pedir las


cosas de manera violenta pueden conseguir
lo que desean estaremos reforzando esta
manera de satisfacer sus necesidades.
Ponemos un ejemplo de una de las
situaciones más comunes de enfado por
parte de los niños y habitualmente de más
difícil gestión por parte de la familia:
Si quieren que les compremos caramelos en
el supermercado y nosotros consideramos
que no es necesario o no queremos hacerlo,
es mejor que nos mantengamos firmes en
nuestra decisión.

Cuando vamos a pagar, ellos se pueden


enfadar e incluso golpearnos, en estos
momentos quizá por la vergüenza de que nos
vean otras personas en esta situación,
cederemos a sus presiones y será más
probable que les demos lo que piden.

De esta forma, les estamos indicando que la


violencia es una forma válida con la que
pueden conseguir salirse con la suya incluso
cuando alguien no quiere hacer algo.
Es necesario reflexionar con los niños
sobre las acciones que nos dañan y cómo
conseguir las cosas que quieren desde
otro punto distinto, enseñándoles a negociar,
expresar su punto de vista, tenerles en
cuenta a ellos y a sus opiniones.
Cuando me pega
¿Qué hago?
Imagina que estás en casa con tu hijo y
decidís sentarnos juntos a realizar una
manualidad, en un momento dado algo no
sale como él quiere, se enfada y te golpea.

Es mejor que en ese momento te apartes de


la situación, diciendo algo como:

No me gusta que me peguen, así que me


voy a ir, cuando te calmes puedes venir a
buscarme y seguimos con la manualidad
Es importante que realmente cumplas con
tus palabras y que cuando el niño se calme
estés dispuesto a seguir.

De esta manera estará recibiendo el mensaje


de que nuestras necesidades son
importantes y que si alguien no nos trata bien
también podemos hacer algo para evitarlo.

Cuando se haya calmado es recomendable


que sigamos disponibles para continuar, ya
que le enseñaremos cómo nos gusta que
nos traten y de qué forma es en la que
estamos más cómodos para relacionarnos.
De esta manera le quitamos la
responsabilidad a él, pero el mensaje es claro:

No es que tú no me gustes, pero a mí no


me gusta que me traten así y prefiero
apartarme.
Esto no es una técnica que conlleve
ignorarlos, sino protegernos de una conducta
que no es adecuada ni deseable aunque
lo hagan nuestros hijos y les queramos
mucho, los límites son importantes para
todos.

Este ejemplo le servirá también para saber


cómo actuar si en alguna ocasión le ocurriera
a él algo parecido, por ejemplo, en el colegio
o en el parque.
¿Y si lo hace para
"llamar la
atención"?
Los niños y niñas necesitan atención y
cuando no se la damos tienen mecanismos
para recordarlo.

Esto no significa que lo esté haciendo mal,


sino que puede que nosotros hayamos
podido descuidar un plano importante: La
atención que necesitan (sabemos que en
muchos casos, de manera elevada).

Intenta conseguir dedicarle cada día al


menos una hora de tiempo de calidad
para estar juntos, para darle tu
presencia, escucharle, hacer algo juntos
en donde lo importante no sea el
resultado sino el placer de compartir
tiempo.

Cuando pensamos que pueden estar


agrediendo para atraer nuestra atención,
capta el mensaje y dale atención, pero no
precisamente cuando esté sucediendo eso.

Hay familias que indican que pasan todo el


día con los niños. Y es cierto. Pero "pasar
tiempo" con alguien no es lo mismo que
dedicarle tiempo de calidad.

Podemos pasar todo el día con prisas,


gritando, de camino al colegio, baño, cena, a
dormir y no haber compartido realmente
tiempo.

Hay muchas maneras de conseguir tiempo de


calidad, incluso cuando disponemos de poco
tiempo libre.
Podemos hacer que el niño forme parte de
tareas cotidianas que desarrollamos en casa,
pero cediéndole protagonismo y dándole
nuestra presencia.

Es importante que no convirtamos estas


tareas y momentos de calidad en una
obligación, ya que el objetivo de esto no es
conseguir una mayor colaboración en las
tareas de casa (esto puede ser adecuado y
deseable, pero sería otro tema distinto del
que nos ocupa aquí) si no conseguir tiempo
de calidad con nuestros hijos incluso cuando
disponemos de poco tiempo libre.

Por ejemplo, el momento de hacer la cena


puede ser una ocasión muy buena para
compartir tiempo con los niños, implicándoles
en una actividad adulta, lo que les suele
gustar mucho, y aprovechando para hablar
con él sobre el día, sus preocupaciones,
inquietudes y dándole la presencia que tanto
necesita.
Adolescentes
agresivos.
La adolescencia es un periodo de cambios,
búsqueda de independencia, estrés y en
ocasiones, enfrentamientos familiares.

Es la etapa en la que recogemos los frutos de


lo sembrado en la infancia. Pero también el
momento en el que perdemos influencia
sobre nuestros hijos, lo que provoca que sus
conductas sean controladas por otros
factores.

Si hemos establecido una relación de


confianza con nuestros hijos e hijas, en la que
el respeto y la empatía han sido
fundamentales a la hora de relacionarnos,
es muy difícil que los adolescentes muestren
conductas violentas hacia sus padres.
En cambio, si hemos basado la relación en
métodos muy autoritarios, castigos, poca
paciencia hacia sus acciones propias de
la infancia o, incluso, les hemos agredido en
alguna ocasión (zarandeos, tortazos, azotes,
etcétera) es mucho más probable que los
niños se muestren agresivos con sus
progenitores al llegar la adolescencia.

Les hemos enseñado que la persona que


tenía la fuerza era el que la podía ejercer y así
lo han asumido, ahora son ellos los que
tienen más fuerza.

Esta situación requiere de una vuelta al


origen del problema y restaurar un daño
como familia. Esta es una buena ocasión
para acudir a un psicólogo especialista en
adolescentes que pueda asesorar acerca de
los pasos que es necesario dar para
restablecer la buena comunicación en el
hogar.
Si nunca han existido conductas violentas en
casa cuando tu hijo era pequeño y al llegar a
la adolescencia han aparecido sin previo
aviso, pueden existir condiciones más
profundas que estén causando esta nueva
actitud:

El consumo de alcohol o
cannabinoides.

El consumo de sustancias es una de las


causas principales de las conductas agresivas
en la adolescencia y la edad adulta.

Si tienes dudas sobre si tu hijo está


consumiendo, aborda el tema directamente
con él y plantéale tus sospechas. No de
manera brusca o enfadada, si no prestándole
tu ayuda y mostrándote disponible para
trabajar sobre ello si él así lo desea.
Puede que en un primer momento te lo
niegue, pero si te muestras disponible y
receptivo será más probable que vuelva
sobre ello cuando quiera compartirlo contigo.

Los test y análisis que detectan sustancias


son una buena herramienta para conocer el
tipo de consumo que realiza. Se puede llegar
a acuerdos con nuestros adolescentes para
realizar estos controles. No lo hagas a
escondidas.

Habla con su pediatra o médico y plantéale


tus dudas, ellos podrán asesorarte mejor.

El abuso de juego de apuestas o


videojuegos.

La utilización de videojuegos de contenido


violento no necesariamente conduce a un
aumento de violencia, pero en ocasiones si
las partidas tienen mucha tensión, les ponen
nerviosos y puede que, al terminar de jugar,
esté mas alterado de lo habitual y sea más
probable que ocurran conductas agresivas.

No quiere decir que copie y reproduzca


conductas aprendidas en el juego, aunque
esta posibilidad existe, si no que libera la
tensión acumulada durante el juego.

De igual manera, los juegos de azar, casas de


apuestas y juego por internet llevan asociado
muy habitualmente este tipo de reacciones
agresivas ante las pérdidas.

Es adecuado enseñarle métodos de control


del estrés y aprender a soltar tensión.

Que él o ella sea consciente del estado al que


llega después de jugar a determinados
videojuegos y de cómo regular horarios y
rutinas puede ayudarle a no llegar
a un límite en el que no controle sus
conductas agresivas, ya sea verbal o
físicamente.

Un trastorno de conducta.

En este caso solo un profesional de la


psicología infantil o psiquiatría puede realizar
el diagnóstico. Si tienes dudas, consulta con
un psicólogo y plantéale tus sospechas para
que pueda realizar una exploración más
exhaustiva.

Dificultad para controlar sus


impulsos.

Nuevamente, es un caso algo más complejo


en el que la ayuda profesional se hará
prácticamente indispensable.

Es necesario que aprenda a detectar en qué


momento se produce la pérdida de control y
que pueda manejar estrategias para
controlar su impulso.

Dificultad para controlar la ira.

Al igual que en el caso anterior, será


recomendable contar con la ayuda de un
profesional que analice el problema y pueda
realizar la intervención.

Problemas externos al adolescente.

Si nuestro adolescente tiene que lidiar con


mucho estrés, será más probable que
muestre conductas agresivas en otros
contextos.

Por ello es importante conocer si puede estar


ocurriendo algo que justifique sus reacciones
violentas.

Algunas de las causas más comunes por las


que los adolescentes pueden sentirse
desbordados suelen ser conflictos escolares,
bullying, sobrecarga de tareas y estudios que
exceden de su capacidad de control,
enfermedad propia o de miembros cercanos
de la familia, discusiones con amigos o
profesores, estrés continuado, etc.

En estos casos, será recomendable analizar la


causa principal que está debajo de sus
conductas agresivas para poder solucionar lo
que les está haciendo daño.

Si crees que alguna de estas situaciones


puede estar ocurriendo o sospechas que
existe otra causa que esté debajo de sus
conductas agresivas, pide ayuda a un
profesional para que pueda realizar un
diagnóstico más exhaustivo y lleve a cabo una
intervención individual teniendo en cuenta
vuestro caso concreto.
Agresividad entre
hermanos
Por la importancia de este tema y el elevado
número de consultas que recibimos respecto
al mismo, hemos elaborado una guía
completa y un artículo sobre ello, con pautas
concretas sobre cómo actuar cuando los
hermanos discuten y de qué manera evitar
que esto suceda y mantener un mejor clima
en el hogar.

Si quieres saber más sobre el tema puedes


leerlo aqui:
https://www.raicespsicologia.com/los-
hermanos-discuten-mucho-que-hago

o descargar la guía:
https://www.raicespsicologia.com/e-books-y-
guias
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