Cuentos de Matematicas 5°

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Cierto día en la selva apareció una báscula, de esas que se utilizan para medir el

peso. Los animales jugaron con ella durante algún tiempo, hasta que un
papagayo que había escapado de un zoológico les explicó cómo funcionaba,
y todos por turno fueron pesándose. Al principio todo era un juego, cada animal
veía cuánto engordaba o adelgazaba cada día,
De pronto una elefanta que era la mas popular en la selva, se había enterado de la
bascula, y decidio acudir a pesarse, mientras avanzaba sus enormes patas y su
cuerpo regordete hacia temblar no solo los arboles, sino tambien a la tierra misma.
Todos miraban con gran curiosidad cuanto pesaria la elefanta. La elevanta puso
primero un pie y luego el otro hasta que finalmente se logro acomodar su cuerpo.
Todos miraron con gran asombro el peso de la elefanta, la bascula solo había
marcado el numero 9. Las leonas y las gorillas no podían creerlo, como era
posible que esa enorme elefanta pesara menos que ellas, desde entonces los
animales carnívoros se volvieron vegetarianos. Algunos de ellos le pedían
consejos de alimentación a la elefanta.
Pronto muchos comenzaron a obsesionarse con su peso, y cada mañana lo
primero que hacían era correr a la báscula, pesarse, y poner muy mala cara el
resto del día, porque marcara lo que marcara la balanza, siempre pesaban lo
mismo: "más de lo que querían".
Según pasaron los meses la báscula comenzó a sufrir las iras de los animales,
que le regalaban pataditas y malas miradas cada día, hasta que un día decidió
que a la mañana siguiente las cosas cambiarían.
Aquella mañana la primera en correr a pesarse fue la cebra. Pero en cuanto se
subió a la báscula, ésta comenzó a hacerle cosquillas en sus pezuñas descalzas.
Pronto encontró el punto justo, y la cebra no dejó de reir a carcajadas. Aquello
le pareció tan divertido, que ese día ni se preoucupó de su peso, y se marchó
alegremente a tomar su desayuno por primera vez en mucho tiempo. Lo mismo
ocurrió con cuantos fueron a pesarse ese día, y el siguiente, y el siguiente... de
forma que en poco tiempo nadie estaba ya preocupado por su peso, sino por
comentar lo divertidas y simpáticas que eran aquella balanza y sus cosquillas.
Con los meses y los años, la báscula dejó de marcar el peso para marcar el
buen humor y el optimismo, y todos descubrieron con alegría que esa era
una forma mucho mejor de medir la belleza y el valor de las personas, de
modo que en aquella selva nunca más hubo nadie preocupado por aquella
medida anticuada y pasada de moda que llamaban kilo.

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