Prueba Penal
Prueba Penal
Prueba Penal
CURSO 2020-21
TEMA 2
Los diferentes principios que informan el proceso penal, respecto de los que
son propios del proceso civil, tienen clara y trascendental repercusión en el
ámbito probatorio. De ahí lo oportuno de hacer breve referencia a alguno de
los caracteres propios de la prueba, como acto procesal de parte, en el
proceso penal y, en particular, los que atañen a la atribución de la iniciativa
probatoria en este marco, los que resultan de la vigencia del derecho a la
presunción de inocencia, junto a la indicación de las condiciones que ha de
reunir la prueba o pruebas para desvirtuarla, su libre valoración y la imposibilidad
de valoración de la llamada prueba ilícita o prohibida.
1. La iniciativa probatoria
Manifestación de la vigencia en el proceso penal de los principios de aporta-
ción e investigación se advierte en las dos fases en las que fundamentalmente
se estructura. El principio de investigación u oficialidad, rige en la fase de instruc-
ción, mientras el de aportación es rector en la fase de juicio oral.
Los hechos son introducidos en la fase de investigación o instrucción de di-
versas formas. Constan, efectivamente, en los distintos instrumentos de inicio del
proceso —denuncia, querella, y atestado policial— pero, en absoluto queda el
Juez de Instrucción vinculado a los hechos que estos incorporan; el sumario, las
diligencias previas o urgentes que incoa, dan pie a la práctica de actos de
investigación, en buena medida propuestos por las partes, pero que el juez, de
oficio, puede acordar, a los efectos de hacer constar la existencia del delito y
su presunta autoría. En consecuencia, y como resultado de la actividad de
investigación desarrollada, puede introducir nuevos hechos o modificarlos.
En la fase de juicio oral, la vigencia del principio acusatorio y la necesidad de
preservar la imparcialidad judicial, determinan que la aportación de los hechos
al proceso corresponda a las partes a través de la formulación de sus respectivos
escritos de calificación —en el juicio por delitos leves, de forma oral— y estos —
los hechos así introducidos— vinculan al juzgador, que no puede variarlos de
forma sustancial.
De igual modo, son las partes las que, en tales escritos, proponen las pruebas
de las que intenten valerse, para su práctica en el acto del juicio oral, sin
perjuicio de la posibilidad de que el propio juez decida, de oficio, ordenar la
práctica de las que entienda oportunas. En el proceso penal ha de alcanzarse
la verdad material, que no formal —la buscada en el proceso civil— de ahí el
peso de su intervención en el desarrollo de la actividad probatoria tendente a
su consecución, tanto en lo que atañe al acuerdo cuanto a la práctica de los
distintos medios de prueba, en la que participa activamente.
2.2. Admisión
A la vista de los medios de prueba propuestos por las partes, ha de resolver el
juez su admisión, indicando de ese modo los que ha de ser practicados y los que
no, al ser rechazados.
La admisión de la prueba en el proceso penal se sujeta al triple requisito de
pertinencia, utilidad y licitud. Si el Juzgador —a la vista de los escritos de califica-
ción formulados— aprecia la observancia de estos requisitos básicos, junto a los
que, de este orden, se exigen específicamente a cada uno de los medios de
prueba, admitirá los propuestos, determinando así los que han de ser
practicados.
Téngase presente que el Juez o Tribunal admitirá, de entre los legalmente pre-
vistos, aquellos que las partes interesen practicar, siempre que la fuente de
prueba se haya obtenido sin vulnerar derechos fundamentales, toda vez que,
su conculcación genera la que se conoce como “prueba ilícita o prohibida”
que, como se adelantaba, no puede surtir efectos en el proceso ni, en
consecuencia, ha de tener entrada en él y ser valorada, pudiendo además
transmitir su ineficacia a otra u otras que tengan en ella su origen (pruebas, pues,
derivadas de la originariamente ilícita).
La resolución judicial que resuelve la admisión o inadmisión de la prueba
adopta forma de auto. En el marco del proceso sumario u ordinario, frente al
auto que admite la prueba, no cabe recurso, sin embargo, el auto que la
inadmite en el marco del proceso ordinario, puede ser recurrido en casación.
Contra el auto, tanto admisorio, cuanto inadmisorio de la prueba no cabe
interponer recurso, si bien, la parte o partes a las que le fuera denegada pueden
reiterar su petición al inicio de las sesiones del juicio oral. Y también irrecurrible
es el auto que resuelve la admisión probatoria en el procedimiento que se sigue
ante el Tribunal de Jurado, si bien, cabe protesta a efectos de ulterior recurso,
en caso de rechazo de la prueba propuesta.
2.3. Práctica de la prueba
La prueba ha de ser practicada en el acto del juicio, rodeada de los
principios de oralidad, publicidad, inmediación y contradicción, excepción
hecha de los supuestos en los que se preconstituye o ha de ser practicada
anticipadamente, ante el riesgo o efectiva imposibilidad de su práctica en ese
acto.
En principio, pues, lugar de práctica de la prueba es la sede del Juzgado o
Tribunal ante el que se desarrolla el juicio oral, a no ser que, por razones extraor-
dinarias o relacionadas con la propia naturaleza del medio probatorio, haya de
ser practicada en un lugar distinto (sucede así, v.gr., con la “inspección ocular”
por parte del juez, la testifical o la propia declaración del acusado, en el lugar
de comisión del hecho delictivo etc). Como ya se conoce, también la práctica
de las pruebas anticipadas y preconstituidas se lleva a cabo fuera del juicio oral.
En lo que atañe a la forma de práctica de la prueba en el juicio oral, dispone
el art. 744 LECrim que esta tendrá lugar de forma concentrada, en una o el me-
nor número de sesiones consecutivas posible, con el fin de evitar que un amplio
transcurso de tiempo entre el desarrollo de la actividad probatoria y su
valoración dificulte o impida al juzgador retener todos los extremos que, a la
vista de su práctica, deba tener en consideración para resolver acerca de la
existencia del delito y la responsabilidad por su comisión.
En el acto de juicio, los distintos medios de prueba son practicados, en
principio, con arreglo a un orden legalmente establecido —comenzando con
la declaración del acusado, las testificales, las periciales y la documental, en su
caso— y cada uno de estos, en el orden en que son propuestos por las partes
en sus escritos de calificación, a no ser que el juzgador, a instancia de parte o
de oficio, estime la conveniencia de alterarlo para facilitar su práctica y así
“lograr el mejor esclarecimiento de los hechos o el más seguro descubrimiento
de la verdad” (vid. art. 701 LECrim)
Así, en primer término, se ha de practicar la prueba propuesta por la
acusación —la interesada por el acusador público (Ministerio Fiscal) seguida, en
su caso, por la del resto de acusaciones— y, a continuación, la que haya sido
propuesta por la defensa, pudiendo cada una de las partes intervenir en la
práctica de la propuesta por la contraria, a efectos de contradicción, garantía
que exige pleno respeto en el desarrollo del conjunto de la actividad probatoria.
1
Un estudio en profundidad acerca de la prohibida ilícita o prohibida y sus consecuencias o
efectos, desde el plano legal, doctrinal y jurisprudencial, se contiene en el manual (ASENCIO
MELLADO et. alt.), Derecho Procesal Penal, Tirant lo Blanch, 2020.
complejo razonamiento que le lleva a valorar todo lo actuado y, en especial, la
prueba practicada durante el desarrollo del juicio y sus resultados, y “a
interpretar y aplicar normas penales y procesales correspondientes a los hechos
punibles enjuiciables”. Así, el órgano judicial penal lleva a cabo una doble
operación.
Inicialmente realiza lo que puede entenderse como “juicio histórico” dirigido
a resolver si los hechos objeto de acusación existieron o no al margen y con
anterioridad al proceso, a cuyo efecto se sirve de las pruebas practicadas y su
posterior valoración; juicio este que se hace recaer sobre un acontecimiento de
la vida, un hecho natural o histórico, aunque con relevancia jurídica.
A la hora de determinar la existencia del hecho o hechos que son objeto de
acusación, no puede atenderse a un criterio meramente naturalista, limitado a
simples circunstancias temporales o espaciales ante la dificultad de fijar de ese
modo “el trozo de la vida de relevancia para el proceso”, los elementos que
interesan al juicio. Así pues, no puede el órgano judicial realizar el juicio histórico
sin servirse de elementos normativos que implican atender a criterios tales como
actividad, resultado de esa actividad y el bien jurídico lesionado por la misma.
Ahora bien, dado que el juez penal se halla vinculado por el concreto hecho
objeto de acusación, la conclusión que resulta de esta primera operación no
puede ser otra que la afirmación o negación, en términos de relativa certeza y
no mera probabilidad, de que el hecho acusado ha existido, esto es, sucedió
en el pasado.
Solo si el juicio histórico arroja un resultado positivo, por entender el juez que
los hechos existieron o existen, ha de proceder a su valoración, esto es, ha de
realizar —y he aquí la segunda de las operaciones a las que se aludía— un “juicio
jurídico” sobre los mismos. El “juicio de valoración jurídica” no es sino el razo-
namiento tendente a averiguar si el hecho o conjunto de hechos que se
entienden acaecidos han de reputarse o no constitutivos de delito y, en
consecuencia, han de llevar o no aparejada la imposición de una pena o
medida de seguridad concreta, esto es, el órgano judicial ha de determinar si
el mismo tiene o no encaje en tipo penal determinado.
Es más, esta segunda operación no se agota con la mera subsunción del
hecho o hechos en un tipo delictivo concreto, sino que exige, además, apreciar
la posible concurrencia en la persona del inculpado de circunstancias
modificativas de la responsabilidad criminal, no en vano, el juzgador ha de
atender y determinar su grado de participación y el de perfeccionamiento o
ejecución del ilícito para proceder a la individualización de la pena.
Resulta, pues, inexcusable que el juzgador exteriorice ese juicio lógico
realizado sobre el resultado probatorio y su repercusión en el fallo que acabe
dictado. Las sentencias, especialmente las de carácter penal condenatorias,
en las que, viéndose implicado el derecho a la presunción de inocencia y el
derecho a la libertad personal “se hace imprescindible una mínima explicitación
de los fundamentos probatorios del relato fáctico, con base en el cual se
individualiza el caso y se posibilita la aplicación de la norma jurídica”.
La exigencia de motivación de la sentencia, estrechamente vinculada con
la presunción de inocencia, obliga al juzgador a relacionar los distintos medios
de prueba practicados con los hechos considerados probados en la propia
sentencia, de forma que resulte manifiesta y pueda apreciarse la perfecta co-
rrelación y racionalidad de la inferencia. Motivar es tanto como justificar la
decisión adoptada, acompañándola de una argumentación convincente que
permita conocer las operaciones racionales, inevitablemente internas, efectua-
das por el juez.
Sin embargo, según declara la Jurisprudencia, esta exigencia de motivación
de las resoluciones judiciales no supone que aquellas hayan de ofrecer
necesariamente una exhaustiva descripción del proceso intelectual que ha
llevado a decidir en un determinado sentido, ni tampoco requiere un
determinado alcance o intensidad en el razonamiento empleado. Lo esencial
e inexcusable es que dicha motivación ponga de manifiesto que la decisión
judicial adoptada responde a una concreta interpretación y aplicación del
Derecho ajena a toda arbitrariedad y permita la eventual revisión jurisdiccional
mediante los recursos legalmente establecidos.
ESQUEMA
Actos de prueba: actos de parte dirigidos a obtener una determinada resolución del
órgano judicial. Despliegan efectos dentro del proceso si reúnen la doble condición de ser
admisibles y resultar fundados.
Clases de prueba
Directa
Indirecta
Prueba principal
Contraprueba
Prueba de lo contrario
Prueba plena
Prueba semiplena
La práctica de la prueba