RESUMEN
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RESUMEN
Cuatro hechos comunes caracterizan a la crisis económica por la que atraviesan, Casi todos los
países de América Latina: la elevada deuda externa, la crisis fiscal interna, la tasa de inflación
sin precedentes, y el significativo déficit de la balanza de pagos. Hay también una conducta
común adoptada por los correspondientes gobiernos para evitar la interrupción del
financiamiento externo.
La primera significativa intervención del FMI ocurre durante la crisis de balanza de pagos de
1958-1959. Se aplicaron políticas monetarias y fiscales restrictivas; se eliminaron los subsidios
y las regulaciones de precios; y se introdujo un sistema de comercio y tipo de cambio «libres».
Aunque la implementación de este programa de estabilización no estuvo libre de dificultades,
sus efectos no fueron otros que la creación de una recesión económica general y la aceleración
de la inflación.
La segunda importante intervención del Fondo ocurrió al final del primer gobierno de Belaunde,
1967-1968. La crisis emergió como un resultado del efecto «negativo» del creciente gasto
público sobre la balanza de pagos. El financiamiento de este gasto mediante los préstamos
externos incrementó el servicio de la deuda del 6% del total de las exportaciones en 1963 a 13%
en 1968; mientras que el efecto positivo del déficit público sobre el mercado interno fue
debilitado por su impacto «negativo» en la balanza de comercio.
La cuarta restauración del monetarismo anti keynesiano coincide con la crisis actual del sistema
económico capitalista cuya manifestación ocurre a fines de los sesentas y comienzos de los
setentas, cuando el período de tasas de crecimiento de precios, relativamente bajas y constantes,
llega a su fin. En «The role of Monetary Policy», Friedman introdujo las principales ideas de la
llamada expectations-augmented Phillips curve, instrumento que le sirvió para racionalizar el
fenómeno conjunto de estancamiento e inflación y, al mismo tiempo, negar el papel de la
demanda agregada para reducir el desempleo.
Este fue el primer ataque directo al principio keynesiano de la demanda efectiva, aunque todavía
dejó espacio para la intervención del Estado en la economía.
Todo lo desarrollado hasta aquí demuestra que las alteraciones del tipo de cambio, es decir, las
devaluaciones, no pueden ser el instrumento apropiado para construir un sector manufacturero
dinámico, con un importante potencial exportador, y, ciertamente, menos un instrumento
antiinflacionario.
SEGUNDA PARTE
Lo ocurrido en el país en los últimos años muestra que la asignación de recursos ha conducido
al desarrollo de actividades con bajos ritmos de progreso técnico y con economías de escala
prácticamente inexistentes pues ha desmantelado el precario comercio intraindustrial. Ha sido
una asignación reprima rizadora que, como sabemos, no puede ser óptima desde el punto de
vista dinámico porque nos está conduciendo por una senda de lento crecimiento de la
productividad, del empleo y de la competitividad, y con escaso desarrollo tecnológico. Por lo
tanto, como la elección del perfil productivo no puede ser irrelevante, hay que definir la
composición del vector de inversiones en el que se basará la acumulación de capital e identificar
los sectores que deberían impulsarse a mediano plazo. Sabemos que las capacidades técnicas, de
producción y de exportación de las actividades económicas son determinadas por la inversión
pasada en planta y equipo, así como en educación y entrenamiento de la fuerza de trabajo. Este
es el tercer factor a considerar en el diseño de la política industrial. Todo lo anterior significa la
renuncia a políticas de subsidios, de protección y de otros incentivos de uso generalizado.
La economía peruana de ahora es una economía con una industria manufacturera más limitada.
Esta industria se ha hecho más dependiente de las importaciones. El efecto de la apertura sobre
la propensión a importar fue exacerbado por la sobrevaluación del sol. Además, esta
sobrevaluación dificultó la expansión de las exportaciones manufactureras. Ambos, la apertura y
la sobrevaluación, son los dos factores claves de la drástica reducción de la inflación.
TERCERA PARTE
La cuenta corriente de la balanza de pagos actuó como factor limitativo de la expansión del
mercado interno y, en consecuencia, del crecimiento económico, debido al persistente y cada
vez mayor monto de sus déficits. El papel estimulante de la demanda fue restringido durante los
ciclos hasta generar, a largo plazo, una tendencia descendente de la tasa de crecimiento del
producto bruto interno, a partir de los primeros años de la década de los sesenta. Este resultado
y la tendencia opuesta de los montos del déficit de la balanza en cuenta corriente, sitúan el
origen del desequilibrio en el ámbito de los factores estructurales de largo plazo y no
simplemente en el mantenimiento de tasas de crecimiento impulsadas por un “exceso” de
demanda (o de gasto público).
El análisis efectuado aquí muestra que mientras la acumulación privada de capital se mueve
directamente con el ciclo, los estímulos que el Estado le proporciona a los empresarios privados
no incentivan la competencia interna y, por tanto, la innovación. Para cambiar el eje de
acumulación hacia la producción de bienes de consumo masivo, dos políticas son aparentemente
indispensables.
En primer lugar, las ventajas generadas por la protección y el estímulo a la demanda, tienen que
complementarse con una política de acicate drástico a la competencia interna mediante
aumentos sustanciales de los salarios reales mínimos y la utilización de la concertación con los
trabajadores como dos mecanismos privilegiados de transformación del aparato productivo y de
administración y control de la inflación.
En segundo lugar, para iniciar el centramiento de la economía hay que desarrollar un núcleo, o
lo que quiera llamarse, verticalmente integrado y orientado a la producción de bienes de
consumo masivo, mediante el uso de la política fiscal, de crédito, de subsidios y de gastos de
capital por parte del gobierno. Todo esto supone, en oposición a la ortodoxia, la incorporación
directa del Estado en el proceso de centramiento de la economía. Ciertamente, un proceso de
este tipo no tiene por qué ser estatizante.
Las hipótesis analizadas y evaluadas empíricamente muestran una economía cuyo crecimiento
se encuentra limitado no por los ahorros sino por la balanza de pagos. Todo crecimiento por la
vía del aumento del déficit público que sitúe a la tasa de expansión de la demanda interna por
encima de la tasa compatible con el equilibrio de dicha balanza, al ser acompañado por un
aumento simultáneo del déficit en cuenta corriente, genera una situación financiera insostenible.
Tres implicaciones generales de política surgen del análisis efectuado:
En segundo lugar, dicho programa debe tener como eje articulador de los reguladores
económicos de corto plazo, la prohibición de importaciones innecesarias y el control
cuantitativo estricto de importaciones de insumos y bienes de capital. Esta política debe
complementarse con otras para apoyar el ahorro de divisas: aplicación rigurosa de la política de
servicio de la deuda asociada al ingreso por exportaciones o a su tasa de crecimiento; y,
limitación de flujo de servicios financieros y no financieros de la cuenta corriente de la balanza
de pagos.
En tercer lugar, debe modificarse el papel económico del Estado y fortalecerse su capacidad de
manejo autónomo de los instrumentos económicos de corto plazo. La reforma fiscal apoyada en
los impuestos directos y la participación del Estado en tareas de distribución del capital, son las
condiciones para dirigir un nuevo patrón de crecimiento de la producción.
CUARTA PARTE
Pero, recién cuando las rentabilidades de las inversiones en los sectores exportadores comienzan
a reducirse y la economía dependiente de exportaciones hace crisis como consecuencia de la
inestabilidad de precios en los mercados extranjeros (1953-1954, 1957-1958), la élite
gobernante y los grupos de poder incorporan políticas orientadas a promover el desarrollo de la
industria.
El régimen militar del General Velasco (1968-1975), surgido de la primera crisis importante del
modelo sustitutivo, intenta reivindicar el papel desarrollista del estado introduciendo un
conjunto de transformaciones estructurales orientadas a reducir la dependencia, los
desequilibrios sectoriales, las desigualdades de ingresos y a modernizar la infraestructura social,
en especial, la educación. En las postrimerías de este régimen militar, la participación del capital
extranjero se había reducido al 40 por ciento de su nivel previo a las reformas.
Sin embargo, importa destacar que este gobierno, al igual que los anteriores, basó el crecimiento
en las exportaciones, en especial, de productos derivados de la explotación de los recursos
naturales. A pesar de su política industrialista expresada en el alto grado de protección y en una
estrategia de industrialización diferente de la sustitución de importaciones anterior, la inversión
privada local en la manufactura no fue lo suficiente como para reactivar sostenidamente su
crecimiento.
Cuando los economistas del consenso Keynesiano reclamaban la intervención del estado,
estaban convencidos que los capitalistas de sus países generaban sus ganancias con sus
inversiones. Esto no ocurrió en el Perú. Los capitalistas peruanos no ganaban lo que gastaban,
no generaban con sus inversiones sus ganancias, ellos necesitaban la intervención del Estado
tanto para realizar sus ganancias, como para retener sus mercados.
Es decir, los capitalistas peruanos ganaban lo que gastaba el Estado. Obviamente, este tipo de
intervención no podía calificarse de desarrollista. Además, tampoco podía sostenerse por mucho
tiempo. Los desequilibrios macroeconómicos que generaba con la reactivación, tenían que ser
seguida por la ortodoxia de la austeridad y la devaluación.