Mendes - Fernando - Dos Vicios Uso Marginalismo
Mendes - Fernando - Dos Vicios Uso Marginalismo
Mendes - Fernando - Dos Vicios Uso Marginalismo
Resumen: Tras establecer los fundamentos del enfoque microeconómico que constituyen una forma
concreta de contemplar y estudiar los problemas relacionados con el comportamiento humano, la
toma de decisiones y las actividades corrientes de las personas en cualquier ámbito, el trabajo analiza
dos vicios o anomalías, convertidas en malas praxis, atribuidas o ligadas al modelo neoclásico o
corriente principal de análisis económico, pero que no forman parte de su índole o condición: tales son
la interpretación o reducción utilitarista de dicho enfoque y el uso desmesurado, como fin en sí mismo,
de las matemáticas, con el objetivo de alcanzar una completa axiomatización del modelo en los
aspectos o problemas enfrentados. Ambos excesos o desviaciones han servido para justificar de forma
creciente la intervención del sistema económico, que también ha buscado su aprobación tanto en esas
interpretaciones utilitarias del modelo o enfoque, como en su aparente asepsia matemático-formal.
Pero el desarrollo y evolución del enfoque microeconómico logró la profesionalización de la economía
como materia científica y como práctica profesional o aplicada.
Abstract: After establishing the principles of the microeconomic approach, which constitute a
concrete way to contemplate and study the problems related to human behavior, decision making
and current activities of people –in any field–, the work analyzes two defects or anomalies, converted
into malpractice, both attributed or linked to the neoclassical model or mainstream of economic
analysis, but not part of its nature or condition: the utilitarism interpretation of that approach and
an excessive use, as an end in itself, of mathematics, with the aim of achieving a complete
axiomatization of the model in the aspects or problems faced. Both deviations have served to justify
the increasingly intervention of the economic system, which has also sought approval both in these
utilitarian interpretations of the model or approach, as in its apparent mathematical-formal asepsis.
But the development and evolution of this microeconomic approach achieved the professionalization
of the economy as a scientific subject and as a professional or applied practice.
Recibido: 5/08/2019 – Aprobado: 17/12/2019
I. Introducción
Esto no excluye, sino que entronca con el análisis realizado por los
escolásticos medievales y modernos respecto de las fuentes del valor: escasez
o raritas; utilidad o virtuositas, que consiste en una cualidad objetiva e
inherente del bien para satisfacer necesidades; y deseabilidad o
complacibilitas, que consistiría en el deseo o agrado subjetivo de satisfacer
una necesidad. De hecho, el análisis individual y subjetivo del que parte el
marginalismo retoma y desarrolla esta visión de la formación del valor de “los
economistas” antiguos, medievales y modernos (siglo XVI). El marginalismo
en general, y de forma explícita Carl Menger, incorporan en su análisis, como
parte del concepto de utilidad, las cualidades objetivas o propiedades
inherentes que poseen los bienes y que los hacen útiles.
Para hacer tal cosa, alguien debe establecer algún criterio sobre el
conjunto de preferencias y su orden, sobre los conceptos de felicidad,
bienestar, utilidad, etc., y determinar algún criterio de “mejor” o “mejora” que
abarque al grupo o conjunto (un criterio de ética, que no tiene por qué ser el
criterio teleológico, consecuencialista o utilitarista). Y, el problema es: ¿Quién
establece esto? ¿Quién establece qué es lo que constituye la felicidad o el
bienestar (o su sentimiento), incluso aunque elijamos un concepto de los
diversos que se manejan y encontremos un criterio único para dicho
concepto? Quien lo haga transfiere, refleja, traslada, extiende o contamina
sus propias preferencias al criterio común y su ordenamiento (máxime si las
consideramos medibles o cardinales). La imposición de unas preferencias y
de una estructura de estas, en mayor o menor medida o con ropajes más o
menos de decisión colectiva (democráticos, si se quiere), es tiranía,
despotismo o arbitrariedad.
IV. Conclusiones
Referencias Bibliográficas
1869 y 1877 –según Pigou– habría desarrollado buena parte de sus trabajos sobre “Teoría Pura
de los Valores Domésticos” y “Teoría Pura del Comercio Internacional”, que circularon en 1879
de forma privada y editados por Henry Sidgwick, mismo año en que publicó The Economics of
Industry con Mary Paley Marshall. Véase Méndez Ibisate, 2004: 246 y ss.
4 La coherencia en ordenación y elección significa no tanto que las personas la muestren de forma
disminuciones.
6 Say sostiene una teoría del valor donde la utilidad juega un papel clave y considera que los
valores, es decir, las utilidades (también riqueza), no se producen o generan con, o mediante, la
producción, sino con y en las transacciones. Y, afirma, que el proceso económico consiste no en
la creación o producción de mercancías y servicios sino en la producción o generación de valores;
valores, riqueza, que surgen con los intercambios.
7 Véase Méndez Ibisate, 2004, capítulo 1.
8 No obstante, la economía deberá siempre recordar sus orígenes y afinidades con la justicia; la
ética o la moral; el derecho; la política; la psicología o hasta la física y las matemáticas. Y, como
nos recuerdan Cachanosky y Cachanosky, 2016: 15-17, como ciencia, explicativa de la realidad y
predictiva, aunque sea aproximadamente, la formalización o precisión de sus teoremas, la
demás de forma simultánea e instantánea sin el paso del tiempo real; que ni precios ni cantidades
presentan rigideces jamás; que, dado que la información suele ser simétrica para ambos lados
del mercado, no hay mercados ausentes [desaparecidos]; que la aceptación de precio es tan
universal fuera del equilibrio como en el equilibrio” (Blaug, 2003: 154).
15 La irrupción y desarrollo del marginalismo o modelo neoclásico no se produjo ni como reacción
al marxismo o las ideas socialistas en Europa, ni como un intento común de defensa del
capitalismo. Encontramos actitudes políticas bien diferentes en los economistas marginalistas o
neoclásicos de forma que, en general, cuando autores como Jevons o Walras escribían sobre
cuestiones de política económica, no había una conexión entre su análisis teórico y sus
recomendaciones prácticas. Esto cambia con Marshall. Véase Méndez Ibisate (2018). No
olvidemos que la defensa de ciertos principios o bases del sistema de “libertad natural” –según
lo denominó Adam Smith–, como la propiedad privada, el intercambio libre o la institución del
mercado, son problemas que se estudian y discuten desde Platón y Aristóteles, pasando por los
Padres de la Iglesia, autores escolásticos de diversos siglos (antiguos, medievales y modernos),
pensadores del XVIII, incluida la Escuela Clásica, hasta nuestros días. Por lo que no era preciso
buscar un corpus teórico que racionalizase la defensa del capitalismo y, ni mucho menos, el
marginalismo surge con tal pretensión. Véase Blaug (1972 y 1985), Méndez Ibisate, 2004: 19-23;
y para la escuela clásica de economía, Robbins (1961). Maloney (1990 y 1991) sí defiende que
existe una tendencia procapitalista intrínseca en la ideología marginalista y, sobre todo, en el
modelo neoclásico.
16 “Discutir acerca de si el valor está determinado por la utilidad o por el coste de producción sería
lo mismo que discutir acerca de si es la lámina superior de unas tijeras o la inferior la que corta
un trozo de papel” (Marshall, 1890: 348; 289 en español).
equiparables) para el mayor número de personas implica, de algún modo, que la medición o
índice de utilidad o bienestar es el mismo, o muy similar, entre todas las personas, algo que no
plantea el enfoque microeconómico: la transferencia de unos bienes o utilidades puede suponer
una pérdida superior (o inferior) para quienes se desprenden de ellos que la ganancia que
obtienen quienes los reciben, por lo que unos cuantos pueden experimentar variaciones mayores
de utilidad, satisfacción o bienestar que los de la mayoría. Incluso Bentham tuvo en cuenta tal
hecho, tanto al hacer referencia a la naturaleza humana (“la constitución de la naturaleza humana
es tal que el disfrute resultante de una ganancia nunca es igual al sufrimiento resultante de una
pérdida”) como a una aproximación de una utilidad marginal decreciente del dinero o de la renta.
Véase Trincado Aznar, 2005: 122-126 y nota 16. Véase también Robbins, 1966: 172-173. Pero es
que ni siquiera el conjunto de preferencias, ni su ordenación, son similares o equiparables entre
personas.
22 A muchos puede considerárseles precursores del análisis del bienestar o de la economía de la
felicidad.
23 De hecho, Adam Smith es todo lo opuesto al utilitarismo y critica el utilitarismo de David
Hume, quien consideraba al hombre una marioneta de sus propias pasiones. El utilitarismo de
Hume no es tan radical como el de Bentham. Para todo este asunto véase Trincado Aznar (2003).
Desde luego, tal interés por el bienestar y la felicidad es muy anterior a la discusión sobre el
planteamiento cardinal u ordinal de la utilidad.
24 No le gustaba a Pareto el término “utilidad”, que llegó a sustituir, sin éxito alguno, por el de
“ofelimità” u “ophélimité”, pues afirmaba que expresa una contradicción al denotar como útil o
beneficioso el consumo de cosas dañinas, como el alcohol o el tabaco. Y lo dañino no puede ser
benéfico.
25 Robbins estaría en desacuerdo con tal afirmación, aunque con matices. Véase Robbins, 1966:
170-173 y 53-56. Pero estaría de acuerdo en que el uso o reducción utilitarista del modelo
neoclásico se aleja del utilitarismo clásico: “Se habla mucho en la literatura Benthamista de un
cálculo de felicidad; y el término sugiere, naturalmente, un aparato de medición y cálculo de lo
más prepotente. Pero, en realidad, todo esto es escaparate. La exposición matemática de tal
cálculo, sus ecuaciones de segundas diferenciales y similares, con la implicación de que,
supuestas estadísticas suficientes, existe aquí una guía para los legisladores, es algo que viene
mucho después” (Robbins, 1966: 173).
26 No es posible determinar una ponderación u orden prioritario de todo eso entre individuos, ni
tampoco para el mismo individuo en circunstancias distintas. Ni siquiera “en un momento dado”
pues la simple manifestación de un orden de preferencias de otro u otros individuos puede
ideas en economía, aunque la aparición, entre otros, del álgebra de Boole, en 1854, restó
relevancia a su contribución en este campo. Véase Méndez Ibisate, 2004: 162-164. En 1869,
Jevons diseñó y construyó un aparato mecánico de lógica, basado en el álgebra de Boole, que
presentó ante la Royal Society en 1870 (actualmente exhibido el Museo de Historia de la Ciencia
en Oxford), considerado como predecesor de las primeras computadoras u ordenadores. El
“Piano Lógico” de Jevons, que así se llama, utiliza un alfabeto de cuatro términos para resolver
un problema lógico de cierta complejidad en menor tiempo que el cerebro humano. Consta de
una serie de engranajes y palancas en su interior y utiliza como entrada proposiciones lógicas, en
lugar de números, para realizar silogismos. Dichas palancas se accionan mediante un teclado de
letras y signos, que representan las posibles combinaciones del referido alfabeto (de los cuatro
términos) y sus posibles negaciones. Las salidas o resultados obtenidos pueden leerse en una
serie de indicadores que la máquina posee en su placa frontal.
29 Por supuesto, la matemática ya se aplicaba, mucho tiempo atrás, al ámbito de las finanzas y la
contabilidad.
30 Por ejemplo, en su Teoría del Valor (Libro III, capítulo II) hace referencia expresa a la relación
existente entre precios (valores) de las cosas y sus cantidades demandadas y ofrecidas como la
de una ecuación: “La idea de una relación entre la demanda y la oferta no tiene lugar, y no tiene
nada que ver con el asunto: la analogía matemática apropiada es la de una ecuación.” [L.III, cap.
II, § 4. Cursivas en el original]. Más adelante, en el capítulo XVIII del mismo Libro III, al tratar
los valores internacionales y el intercambio en el comercio exterior, aplica el mismo término de
ecuaciones para denominar a las funciones de demanda recíproca (demanda y oferta) o, como él
la llama, “ecuación de la demanda internacional”.
31 Se ha demostrado ampliamente que aquellos pensadores y corrientes influyeron en el
pensamiento ilustrado, entre ellos a los Filósofos Radicales escoceses. Además de los conocidos
trabajos de Marjorie Grice-Hutchinson, véanse los artículos de Gómez Rivas, L. (2005), “La
Escuela de Salamanca, Hugo Grocio y el liberalismo”, Torre de los Lujanes: Boletín de la Real
Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, 55: 217-228; Gómez Rivas, L. (2009), “La
herencia escolástica en la Ilustración escocesa (Grocio, Pufendorf y la Universidad de Glasgow
en el siglo XVIII)”, Torre de los Lujanes: Boletín de la Real Sociedad Económica Matritense de
Amigos del País, 64: 269-284; Gómez Rivas, L. (2013), “Adam Smith: algunos antecedentes
olvidados”, Procesos de Mercado: Revista europea de economía política, 10, 2: 73-98; Gómez
Rivas, L. (2013), “Influencia de Diego de Covarrubias en la obra de Hugo Grotius (Mare Liberum,
1609)”, Procesos de Mercado: Revista europea de economía política, 10, 2: 321-342; o, más
recientemente, el libro de Fernández Álvarez, A. (2017), La Escuela Española de Economía.
Parte I: Influencia de Juan de Mariana en Inglaterra (John Locke) y los Estados Unidos (John
Adams), Madrid, Unión Editorial.
32 Algo que, por cierto, argumentan hoy en día tanto institucionalistas como austríacos, a pesar
de ser escuelas enfrentadas desde la segunda mitad del XIX, en lo que se conoce como el
methodenstreit.
33 La distinción entre Economía Positiva y Economía Normativa fue introducida por primera vez
en la metodología de nuestra ciencia por John Neville Keynes, padre de John Maynard y
compañero de departamento de Alfred Marshall en la Universidad de Cambridge, en su obra The
Scope and Method of Political Economy (1891).
34 Una interesante discusión sobre el uso y aplicación de las matemáticas al análisis económico
en una economía de mercado, a partir del teorema de Arrow y Debreu, e interpreta dicho teorema
como una distorsión del programa de investigación, lo denomina una revuelta o “motín del
formalismo”, que cambia un problema económico real (“¿es posible el equilibrio simultáneo de
múltiples mercados en una economía real?”) por un problema matemático en una economía
virtual que no se resuelve mediante los estándares de la profesión económica, sino con los de la
profesión matemática. Blaug, 2003: 146-148. “Arrow y Debreu simplemente abandonaron la idea
misma de demostrar un vínculo entre la solución matemática del problema de la existencia [del
equilibrio] y el resultado de las interacciones del mercado” (Blaug, 2003: 151). Es decir, ni
siquiera se plantean cómo se llevan, o pueden llevarse, a cabo realmente los planes de
intercambio comercial basados en precios de equilibrio predeterminados.
38 O, como también lamenta, tras una considerable literatura al respecto, “no solo somos
incapaces de demostrar que los mercados competitivos son invariablemente estables, sino que
hemos obtenido poca percepción sobre qué características hacen a los mercados más o menos
estables” (Blaug, 2003: 151).
39 Ello a pesar de que el criterio de óptimo paretiano no contiene consideraciones éticas o
morales, ni impone un criterio único ni una medición de lo que cada individuo considere
bienestar, utilidad o satisfacción. Simplemente se trata de un criterio –mínimo– que define un
óptimo que se alcanza sin que nadie pierda en términos absolutos, aunque sí pueda hacerlo en
términos relativos: si nadie puede moverse a una posición mejor porque uno sólo empeora según
sus preferencias.
40 Véase Rodríguez Braun, Carlos (2002), “Nuestro lenguaje envenenado: la retórica de la
pueden ser o no racionales al decidir cruzar una calle muy peligrosa para ir a un restaurante. Sin
embargo, podemos estar seguros de que serán menos los que estarán dispuestos a hacerlo si el
peligro aumenta. Y no dudamos que, si surge una alternativa menos peligrosa, como, por
ejemplo, un cruce peatonal, disminuirá el número de los que se arriesguen a atravesarla por otro
sitio, y aumentará la cantidad de los que la crucen, ya que el paso peatonal permite alcanzar un
beneficio mayor. La generalización de este conocimiento constituye la teoría de los precios. No
me parece que requiera el supuesto de que los hombres son seres racionales maximizadores de
la utilidad.” (Coase, 1994: 12).
42 Véase al respecto Hayek (1945).