San Juan de Avila Maestro de Sta Teresa de Jesus
San Juan de Avila Maestro de Sta Teresa de Jesus
San Juan de Avila Maestro de Sta Teresa de Jesus
GALLAGHER
RESUMEN: En este artículo presentamos cómo San Juan de Ávila ha sido el verdadero
maestro para la vida de oración de Santa Teresa de Jesús. Lo ha sido directamente
a través del Audi,filia, que ella muy probablemente ha leído, y también a través
de los libros de fr. Luis de Granada, que contienen la doctrina del Audi,filia y las
enseñanzas de San Juan de Ávila. Fr. Luis ha sido el gran discípulo de San Juan de
Ávila y, a su vez, gran maestro de Santa Teresa. El Maestro Ávila ha sido el que ha
aprobado el camino de oración de Santa Teresa en la carta 158, de 1568, dándole
sabios consejos para el futuro. Presentamos especialmente cómo las personas
decisivas en la nueva vida de oración de Santa Teresa, comenzada en 1554, son
precisamente discípulos y amigos del Santo Maestro Ávila. Así son San Francisco
de Borja, el también jesuita Baltasar Álvarez, fr. Luis de Granada, San Pedro de
Alcántara y muy probablemente la beata María Jesús de Yepes. Se abre así un
nuevo camino de investigación. San Juan de Ávila no es solo la «llave de Oro»
de la Mística española al aprobar el Libro de la Vida de Santa Teresa. Es también
el místico Doctor, Maestro de maestros, también el maestro de Santa Teresa de
Jesús.
PALABRAS CLAVE: maestro, escritos, discípulos.
ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS, vol. 90 (2015), núm. 354, ISSN 0210-1610 pp. 505-540
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1
Así aparece en todas las ocasiones en las que se les relaciona en las biografías
respectivas, diccionarios, etc. Aun cuando casi sea ésta la única referencia a la rela-
ción entre ambos todavía no hay ningún estudio monográfico amplio y riguroso so-
bre el contenido de esta carta 158 de aprobación del Libro de la Vida y su repercusión
en la doctrina y vida de Santa Teresa de Jesús.
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2
Cf. Fr. Redento de la Eucaristía, Presencia del Beato Juan de Ávila y sus discí-
pulos en la reforma teresiana: El Monte Carmelo 69 (1961) 3-45.
3
H. de San José, Espiritualidad avilina y espiritualidad carmelitana: El Monte
Carmelo 72 (1964) 337-363.
4
F. Gallego Lupiañez, Concordancias entre San Juan de Ávila y Santa Teresa de
Jesús: Vida sobrenatural 611 (2000) 337-344.
5
«Así, pues, Juan de Ávila permanece en el campo de la acética» (P. Dinzelba-
cher [ed.], Diccionario de la Mística, s.v. Juan de Ávila, Burgos 2002, 593).
6
Cf., J. Cherprenet, Juan de Ávila, místico: Maestro Ávila 2 (1948) 99-118. Tam-
bién lo considera así Melquíades Andrés, cf. M. Andrés, Los Místicos de la Edad de
Oro en España y América, Antología (BAC maior 51), 81, 142-149. En mi libro queda
demostrado la altura mística de San Juan de Ávila; ver especialmente F. J. Díaz Lori-
te, Experiencia del amor de Dios y plenitud del hombre en San Juan de Ávila, Madrid
2007, 31, nota 17; en ella se expone la amplia bibliografía sobre San Juan de Ávila
como místico.
7
Cf. Positio super canonizatione aequipolenti B. Joannis de Avila (Guerra et Belli),
Romae 1970, 351-377; en adelante Positio.
8
Ib., 376.
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9
M. Menéndez Pelayo, La ciencia española, II, Madrid 1933, 189.
10
M.ª Encarnación González Rodríguez (postuladora), San Juan de Ávila, Doctor
de la Iglesia universal. Súplicas-«Informatio» de la Causa del Doctorado (BAC maior
101), Madrid 2012, 385-502; en adelante «Informatio» Doctorado.
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vida de profunda unión con Dios, es decir, desde 1554 hasta 1562: San
Francisco de Borja, el también jesuita padre Baltasar Álvarez, fr. Luis
de Granada y San Pedro de Alcántara, y recogiendo también la más que
probable influencia a través de la beata carmelita de Granada María
Jesús de Yepes.
1.1. Cartas
Tenemos dos cartas de San Juan de Ávila a Santa Teresa y una tercera
que él le promete escribir pero que o no se escribió, quizás porque ya
estaba demasiado enfermo; y si se escribió no se ha encontrado hasta
ahora. Comienzo por aquí la exposición porque es la relación más evi-
dente que conocemos entre los dos grandes santos, y porque nos aportan
las claves en las que nos abren su alma. San Juan de Ávila nació en 1499
o 1500 y Santa Teresa en 1515. San Juan de Ávila ya estaba en la cárcel
de Sevilla con 31 años cuando Santa Teresa tenía sólo 16 años. Y cuando
ella acaba de convertirse en la cuaresma de 1554, con 39 años, y con 41
años, en 1556, considerada como su segunda conversión, ya estaba San
Juan de Ávila convaleciente en Montilla con 54 o 55 años hasta su muer-
te en 1569, como sabemos. Por la diferencia de edad y por los lugares en
los que se movieron parece que no se llegaron a conocer personalmente.
Es evidente, por tanto, que ninguno de ellos ni los testigos hayan recogi-
do ningún encuentro personal.
Pero aunque no haya habido encuentro personal, y a falta de aden-
trarnos en las influencias de San Juan de Ávila a través de sus discípulos
y amigos, que veremos en el punto siguiente, una cosa es evidente: Santa
Teresa de Jesús tuvo muy en su mente a San Juan de Ávila especialmente
desde que fue aconsejada a escribir la segunda redacción del Libro de la
Vida para que él la leyera y diera su aprobación, y en esto andaba mucho
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11
Santa Teresa de Jesús, Cuentas de Conciencia 53, 7, en Id., Obras completas.
Edición manual (BAC 212) 476. Para las citas de Santa Teresa utilizaremos estas
Obras completas.
12
Id., Introducción al Libro de la Vida, en o.c., 25.
13
Id., Carta 5,4, en o.c., 673.
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14
San Juan de Ávila, Carta 185, lins. 12-15, en Id., Obras completas, nueva edición
crítica, eds. L. Sala Balust-F. Martín Hernández, 4 vols. (BAC maior) Madrid 2000-
2003, t. IV, 627. Para las citas de San Juan de Ávila nos referiremos a estas Obras
completas; el texto entre corchetes es nuestro.
15
Ib., lin. 2, en o.c., t. IV, 627.
16
Santa Teresa de Jesús, Carta 11, en o.c., 679-680. Las gestiones oficiales para
la fundación de Beas de Segura comenzarán más tarde, el 25 de agosto de 1573 y
culminarán con la fundación de febrero de 1575. Recordemos que San Juan de Ávila
murió el 10 de mayo de 1569.
17
San Juan de Ávila, Carta 185, lins. 16-20, en o.c., 627.
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18
«Carleval se fue», dice Sta. Teresa en la carta 8, 7, en o.c., 675.
19
Santa Teresa de Jesús, Carta 7, 5, en o.c., 674.
20
Id., carta 7, 5-7, en o.c., 674-675.
21
Id., Carta, 8, 17, en o.c., 676.
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22
San Juan de Ávila, Carta 158, lins. 16-17, en o.c., t. IV, 543.
23
Ib., lins. 103-106, en o.c., t. IV, 546.
24
«Razón es que diga a vuestra reverencia algunos que debe guardar con ellos
[sus discípulos], los cuales no son sino sacados de la experiencia de yerros que yo he
hecho; querría que bastase haber yo errado para que ninguno errase, y con esto daría
yo por bien empleados mis yerros» (San Juan de Ávila, carta 1, lins.167-171, en o.c.,
t. IV, 9); el texto entre corchetes es nuestro.
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25
Ib., lins. 221-224, en o.c., t. IV, 10; el texto entre corchetes es nuestro.
26
En mi libro sobre San Juan de Ávila, o.c., he analizado profusamente las ora-
ciones de San Juan de Ávila, y especialmente las contenidas en el periodo de la cárcel,
que demuestran la gran altura mística del Santo Maestro; cf. p. 75-113.
27
San Juan de Ávila, Carta 158, lins. 3-6, en o.c., t. IV, 543.
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28
Ib., lins. 14-22, en o.c., t. IV, 543.
29
Es una verdadera lástima que no dispongamos de esta prometida tercera carta
a Santa Teresa, pues sin duda, constituiría de por sí un auténtico resumen de la doc-
trina sobre la oración de San Juan de Ávila –expuesta, por otra parte, en otros lugares
de su obra– y como se anuncia, con aclaraciones explícitas de conceptos de los más
altos niveles de mística, que son en los que se mueve Santa Teresa. Lo novedoso es
que todo este resumen lo tendríamos en la misma carta.
30
Ib., lin. 23, en o.c., t. IV, 543.
31
Ib., lins. 24-25, en o.c., t. IV, 544.
32
Ib., lins. 38-39, en o.c., t. IV, 544.
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33
Cf. Ib., lins. 40-65, en o.c., t. IV, 544-545.
34
Ib., lins. 107-113, en o.c., t. IV, 546; el texto entre corchetes es nuestro.
35
Ib., lins. 114-118, en O.C, t. IV, 546.
36
Sta. Teresa de Jesús, Carta 14, 3-4, en o.c., 682.
37
Id., Cuentas de conciencia 53,8, en o.c., 476.
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38
Positio, 377.
39
Tomás Álvarez, Lecturas teresianas, en Id., Diccionario de Santa Teresa de Jesús,
Burgos 2001, 897.
40
Id., Ávila, San Juan de, en Ib., 152; el texto entre corchetes es nuestro.
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Lo que sí sabemos es que Santa Teresa tenía como uno de sus libros
preferidos la Guía de pecadores de fray Luis de Granada (1504-1588),
que contiene en su segunda parte casi literalmente muchos párrafos del
Audi, filia de San Juan de Ávila. Además, fray Luis de Granada, discípu-
lo de San Juan de Ávila, será uno de los que reconoce Santa Teresa de
Jesús como uno de sus maestros de vida espiritual. Así lo afirman mu-
chos, como Atilano Rico Seco: Fray Luis de Granada, maestro predilecto
de Santa Teresa41. Pues bien, toda la producción literaria de fr. Luis de
Granada, como veremos con más detenimiento en la segunda parte de
este artículo, rezuma por los cuatro constados la doctrina de su maestro,
el Maestro Ávila. También el libro de Fray Luis que lleva por título Libro
de oración y meditación, fue publicado en Salamanca en 1554, y aunque
incluido en el Índice de 1559 pronto fue rehabilitado por Trento y ya en
un año alcanzó 5 ediciones, y once en un quinquenio, por lo que es muy
probable que Santa Teresa lo leyera y le ayudara en esos momentos de
conversión, en que no se sentía comprendida por sus confesores y en los
libros que antes había leído, como es por ejemplo el Tercer Abecedario
de Francisco de Osuna, y sí por lo que fr. Luis afirma en su libro de la
oración. Importante fue para la Santa la lectura de Guía de pecadores,
de 1556. Posteriormente, San Juan de la Cruz tendrá todos los escritos
publicados de San Juan de Ávila. Algunos discípulos directos del Santo
Maestro tienen contactos con Santa Teresa, algunos de los cuales pasan
a ser carmelitas, y divulgarán la reforma carmelitana no solo por Espa-
ña sino por el mundo42.
41
A. Rico Seco, Fray Luis de Granada, maestro predilecto de Santa Teresa: Ciencia
Tomista 63 (1986) 85-107.
42
Cf. H. de San José, Espiritualidad avilina y espiritualidad carmelitana: Monte
Carmelo 72 (1964) 337-364; I. Romero, Los santos, amigos y discípulos del Bto. Maes-
tro Ávila, en Semana Nacional Avilista, Madrid 1952, 107-135; R. de la Eucaristía,
Presencia del beato Juan de Ávila y sus discípulos en la Reforma teresiana: Monte Car-
melo 69 (1961), 3-46.
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43
Santa Teresa de Jesús, carta 366,4.5, en o.c., 1053.
44
Cf. T. Álvarez, Lecturas teresianas, en Id., Diccionario de Santa Teresa de Jesús,
o.c., 899.
45
San Juan de Ávila, Traducción de la «Imitación de Cristo», en o.c., t. II, 877-1001.
46
Cf., ib., 884, nota 27.
47
Santa Teresa de Jesús, Constituciones, 1,13, en o.c., 636.
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1568) y también de los escritos del Santo Maestro como de los sermones
(que le llegan en 1581), del prólogo y traducción del Cotemptus mundi,
y del principal libro del Santo Maestro, el Audi,filia, bien en ediciones
propias de San Juan de Ávila o de lo que de él se contiene en las obras de
fr. Luis de Granada, que es casi todo, y esto muy probablemente desde
1554.
Las conexiones de San Juan de Ávila con Santa Teresa son grandes,
aún antes del año 1568, si bien este es un punto que merece una dedi-
cación más detenida en el futuro. En este apartado no sólo hacemos
mención de los escritos del Santo Maestro directos o través de lo de que
ha incorporado fr. Luis de Granada, al que Santa Teresa va a tener en
gran consideración y como gran maestro. Pero, como sabemos, en Santa
Teresa han influido mucho más que los libros las personas, en especial
confesores y expertos en letras a los que ella consultaba, como ella mis-
ma dice, y que en las partes más decisivas de su vida hemos investigado
que ha estado apoyada y orientada con personas que han sido discípulas
de San Juan de Ávila o que han bebido de sus orientaciones, o han esta-
do en muy estrecho contacto con él. No me voy a detener en todas, pues
sería interminable y todavía está por hacer un estudio pormenorizado,
pero sí expongo las que creo han sido más relevantes en ella, y por las
que a través de las cuales el magisterio de san Juan de Ávila ha llega-
do a Santa Teresa de Jesús. Así presentamos a San Francisco de Borja
s.j., al también jesuita Baltasar Álvarez, al gran dominico fray Luis de
Granada, y al reformador de los franciscanos San Pedro de Alcántara,
principalmente. Mi objetivo es mostrar cómo ya en los primeros mo-
mentos de la conversión y fundamentación de la vida espiritual de Santa
Teresa, especialmente desde 1554 hasta 1568 –fecha de estas cartas de
San Juan de Ávila– han influido de manera notable, y creo que decisiva,
estas personas, siendo éstas a su vez discípulos e íntimos amigos de San
Juan de Ávila, y han bebido de él sobre todo en materia de oración y de
vida espiritual. Por lo que la enseñanza de San Juan de Ávila ha pasado
a través de ellos a Santa Teresa de Jesús, y ya desde los comienzos de su
gran cambio de vida (1554).
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48
L. de Granada, Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener
un predicador del evangelio, por el Padre Fray Luis de Granada, de la Orden de Santo
Domingo, II, 4,6, en Id., Obras completas, ed. A. Huerga, XVI, Madrid 1997, 79.
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49
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 24,4, en o.c., 109; el texto entre cor-
chetes es nuestro.
50
Id.
51
Id.
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52
Cf. Id.
53
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 24,4, en o.c., 109.
54
Cf. J. Esquerda Bifet, Pasión, en Id., Diccionario de San Juan de Ávila, Burgos
1999, 696-700; F. J. Díaz Lorite, o. c., 65-167. Véanse especialmente los capítulos
76-78 de Audi, filia, en San Juan de Ávila, o.c., t. I, 698-707 y su Tratado del amor de
Dios, en o.c., t. I, 951-974.
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la pasión porque éste es el camino seguro que les lleva al encuentro con
el amor de Cristo y a la mortificación por Él y por el prójimo.
Pero hay algo más que, como decíamos, le enseña Francisco de Borja
a Santa Teresa sobre la pasión. Es mirarla de manera no sólo en gene-
ral sino en particular, es decir desde el beneficio que el Señor desde allí
le estaba haciendo a ella, lo que Él pasó por ella. Es entonces como se
manifiesta de manera sorprendente en la cruz el amor de Cristo hacia
ella. Sin duda, era una nueva manera de ver y experimentar al Señor
crucificado para Santa Teresa que aprendió de Borja, y éste a su vez del
Maestro Ávila.
Así lo describe la Santa en Cuentas de conciencia refiriéndose a su
encuentro con Borja en los comienzos de su nueva vida de unión con
Dios de 1554:
«Haviendo un día hablado a una persona que havía dejado mucho
por Dios [S. Francisco de Borja], y acordándome cómo nunca yo dejé,
nada por El ni en cosa le he servido como estoy obligada, y mirando
las muchas mercedes que ha hecho a mi alma, comencéme a fatigar
mucho, y díjome el Señor: «Ya sabes el desposorio que hay entre ti y
Mi, y habiendo esto, lo que Yo tengo es tuyo, y ansí te doy todos los
trabajos y dolores que pasé, y con esto puedes pedir a mi Padre como
cosa propia». Aunque yo he oído decir que somos participantes de
esto, ahora fue tan de otra manera, que pareció había quedado con
gran señorío, porque la amistad con que se me hizo esta merced, no
se puede decir aquí. Parecíome lo admitía el Padre, y desde entonces
miro muy de otra suerte lo que padeció el Señor, como cosa propia, y
dame gran alivio»55.
55
Santa Teresa de Jesús, Cuentas de conciencia, 50, en o.c., 474; el texto entre
corchetes es nuestro.
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56
Cf. F. J. Díaz Lorite, o. c., 451-455.
57
San Juan de Ávila, Tratado del amor de Dios, 7, lins. 241-246, en o.c., t. I, 962;
cf. F. J. Díaz Lorite, o. c. 147-148.
58
San Juan de Ávila, Tratado del amor de Dios, 14, lins. 449-504, en o.c., t. I, 974.
59
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 26,3, en o.c., 117.
60
Ib., 28,14, en o.c., 127.
61
Cf., ib, 28, 14-16, en o.c., 126-127; Fr. L. de San José, Álvarez (Baltasar, s.j.), en
Id. Nuevas concordancias de Santa Teresa de Jesús, 58.
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62
Santa Teresa de Jesús, Relaciones 4, 1.
63
Cf. M. Andrés, Los místicos de la edad de Oro en España y América, o.c., 103-106.
64
Cf. P. Dinzelbacher, Baltasar Álvarez, en Id., Diccionario de la Mística, Burgos
2000, 129.
65
M. Andrés, Los místicos de la Edad de Oro, 103. Lo mismo afirma el Dicciona-
rio de la mística de Monte Carmelo; cf., o. c., 129.
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«Ahora enviaré a Córdoba uno para lector de artes, que se llama el Mtro.
Baltasar Álvarez. Es muy buen hijo y está muy aprovechado»66. Era 1555
cuando le envió a Córdoba, ¿tal vez para que estuviese en las tierras del
Maestro Ávila? Baltasar Álvarez confiesa que sigue en la doctrina de la
oración a lo que le ha enseñado el P. Plaza (1527-1602). Pero es que el
Padre Plaza, primero profesor de casos de conciencia en Córdoba en
1553 y rector de los novicios de la Compañía en Granada (1556-1562)
y primer provincial en Andalucía, tiene mucha familiaridad con San
Juan de Ávila, a quien él reconoce como un verdadero maestro de ora-
ción. Escribe el padre Villoslada sobre Plaza: «Dada la juventud de aquel
Maestro de novicios y Rector, dado su ardiente de afán y perfección, se
comprende que se adhiriese con fervor al Apóstol de Andalucía, desde
el primer momento en que le conoció. «Con el Padre Maestro Juan de
Ávila –escribe el P. Cristobal de Castro– tuvo mucha familiaridad, por-
que fueron muy semejantes sus espíritus; tanto que algunos sermones
o pláticas de importancia que había de hacer el P. Plaza, se las pidió al
P. Maestro Ávila, el cual se las enviaba: y asentábanle tan bien, como el
espíritu del que las hizo y la boca del que las pronunciaba fueran una
misma cosa». El significado y trascendencia del P. Juan de la Plaza en
la historia de la espiritualidad jesuítica no han sido estudiados hasta el
presente. Opinamos que es una figura clave, que puede resolver ciertos
enigmas de acuciante interés»67. No es de extrañar, por tanto, que el
joven padre Baltasar Álvarez siga muy de cerca a San Juan de Ávila en
su vida y oración y tenga en cuenta sus obras: «El P. Baltasar Álvarez
acudía con frecuencia a sus obras», como bien afirma la «Informatio» de
la causa de Doctorado68; y tampoco es de extrañar que a sus discípulos se
les llame, como hemos dicho, «avilistas». Este magisterio de San Juan
de Ávila en el padre Baltasar Álvarez nos vuelve a confirmar la influen-
cia tan importante de las enseñanzas del Santo Maestro Juan de Ávila
en Santa Teresa de Jesús a través de los que han estado más cercanos a
ella ya desde los momentos decisivos de sus inicios en el camino de la
verdadera unión con Dios.
66
M. Ruiz Jurado, Álvarez, Baltasar, en Ch. E. O’Neill, S.J. - J. M.ª. Domínguez,
S.J., (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, Biográfico-temático, 4 vols.,
Madrid 2001, t. I, 92.
67
R. García Villoslada, El P. Juan de la Plaza y el Bto. Juan de Ávila. Los avisos
para la oración: Maestro Ávila 1 (1947) 433-434.
68
«Informatio» Doctorado, 505.
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69
M. Andrés, Místicos de la Edad de Oro, o. c., 133.
70
Santa Teresa de Jesús, carta 80, 1, en o.c., 736.
71
Ib., 80,2, en o.c., 736.
72
Id.
73
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 26, 5, en o.c., 117. Aunque dice que
tuvo un gran consuelo del Señor: «Me dijo el Señor: «No tengas pena, que yo te daré
libro vivo»… Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades»
(Id.)
74
Santa Teresa de Jesús, carta 80, 4, en o.c., 736.
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F. JAVIER DÍAZ, SAN JUAN DE ÁVILA, MAESTRO DE SANTA TERESA 529
Es tanto el aprecio que tiene Santa Teresa por fr. Luis de Granada
y por su doctrina que todos sus libros los recomienda que los tengan
y lean en sus conventos descalzos. Así lo dice en las Constituciones de
1562: «Tenga cuenta la Priora con que haya buenos libros, en especial…
los de Fray Luis de Granada»75. Los libros a los que se refiere son el Libro
de oración y meditación (1554), la Guía de pecadores y de la vida cristiana
(1556) y el Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios (1557),
todos ellos incluidos en el Índice de Valdés de 1559. Posteriormente, fr.
Luis de Granada publicará Memorial de la vida cristiana (1565), Adicio-
nes al Memorial (1577), Introducción al servicio de la fe (1585) y Doctrina
espiritual (1587).
La importancia de fray Luis de Granada en Santa Teresa ha sido es-
pecialmente puesta de relieve por Atilano Rico Seco, quien en 1986 es-
cribió un artículo titulado Fray Luis de Granada, maestro predilecto de
Santa Teresa de Jesús76.
Pero fray Luis de Granada ha sido uno de los principales discípulos
de San Juan de Ávila, junto con Diego Pérez de Valdivia. El discípulo
dominico es el que más ha divulgado su pensamiento, pues es el autor
de espiritualidad que más ediciones ha publicado a través de los siglos.
Desde 1954 hasta 1559, fecha en que se incluyó en el Índice ya iban
veintiséis ediciones de su Libro de oración. Pues bien, en todas sus obras
rezuma por doquier la doctrina de San Juan de Ávila, su gran maestro,
y esto se ve en sus ejemplos, lenguaje, doctrina, etc. No es de extrañar
que escribiese Bruno Jereczek en 1971 un libro con 501 páginas titula-
do: Louis de Grenade disciple de Jean d´Avila77. Y en la «Informatio» de la
Causa del Doctorado se afirme con rotundidad: «Entre sus discípulos es-
critores destaca, sin duda alguna, la figura gigantesca del dominico fray
Luis de Granada, el «escritor del Imperio»78… Tan aventajado discípulo,
75
Santa Teresa de Jesús, Constituciones, 1, 13, en o.c., 636.
76
A. Rico Seco, Fray Luis de Granada, maestro predilecto de Santa Teresa, a.c.,
85-107.
77
B. Jereczek, Louis de Grenade, disciple de Jean d´Avila, Fontanay-le Compte,
editions Lussaud 1971. A. Huerga escribió unas notas sobre este libro, pero sin negar
la mayor, cf. A. Huerga, Notas críticas, San Juan de Ávila y fray Luis de Granada. No-
tas de diálogo con B. Jereczek: Teología Espiritual 47 (1972) 238-269.
78
Cf. L. Araujo, Fray Luis de Granada, figura del Imperio: Revista de Educación
Nacional 36 (1945) 39-50.
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79
«Informatio» Doctorado, 505.
80
Cf. A. Huerga, Fray Luis de Granada en Escalaceli. Nuevos datos para el conoci-
miento histórico y espiritual de su vida: Hispania 34-37 (1949) 434-479.
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81
San Juan de Ávila, carta 1, lins. 298-305, en o.c., t. I, 12.
82
Santa Teresa de Jesús, Constituciones 1, 13, en o.c., 636; el texto entre corche-
tes es nuestro.
83
Fr. Luis de Granada, carta a Sr Ana de la Cruz, condesa de Feria, publicada
por B. Velado Graña; cf. J. Esqueda Bifet, Luis de Granada, en Id., Diccionario de San
Juan de Ávila, o.c., 572.
84
Id.
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Santo Maestro no sólo utilizó los datos que le enviaron los discípulos del
Maestro Ávila sino también su experiencia directa por haber compartido
durante algún tiempo casa y mesa. «Es sabido que fr. Luis se inspira y
sigue la doctrina de San Juan de Ávila»85.
La influencia de fray Luis de Granada en Santa Teresa es evidente.
Todavía habría que estudiarla en profundidad, y por supuesto los influ-
jos de San Juan de Ávila en Santa Teresa a través de fr. Luis de Granada.
Creo que eclipsados por la grandeza de cada uno de los personajes por
sí solos, no se están teniendo en cuenta las conexiones entre ellos con la
debida atención. Pero poco a poco saldrán a la luz. Sólo indicaré ahora
una que creo es importante. En la recomendación de San Juan de Ávila
sobre la oración a fray Luis de Granada, y en otras tantas ocasiones,
hace mención que en la meditación de la vida de Cristo, que él reco-
mienda en especial la pasión, no se vaya con el pensamiento al lugar a
donde se produce la escena, es decir, a Jerusalén, etc., porque esto cansa
el pensamiento en exceso. Por eso recomienda el Maestro Ávila que es
mejor traer al Señor y lo que ocurrió dentro de sí. De esta forma lo ex-
plica: «Toda esta meditación se ha de hacer, no llevando la imaginación
a partes lejos de sí, sino dentro de sí, o a par de sus pies, porque es cosa
más descansada y más provechosa para arraigarse en el corazón»86. Y
esto es, precisamente, lo que le ocurrió a Santa Teresa cuando se le re-
presentó el Cristo en el centro de su alma87, y este camino es el que ella
ha recomienda porque lo ha experimentado, comentando que es el mis-
mo camino que se dice en algunos libros –puede aquí sin citarlo aludir
a San Juan de Ávila o fr. Luis de Granada– y se refiere en especial a San
Agustín, al que por cierto, seguirán en tantas cosas San Juan de Ávila y
Santa Teresa de Jesús. Así aconseja:
«Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento,
para enseñarse a considerar al Señor en lo muy interior de su alma,
que es consideración que más se apega y muy más fructuosa que fuera
de sí –como otras veces he dicho– y en algunos libros de oración está
escrito adónde se ha de buscar a Dios; en especial lo dice el glorioso
85
R. Sanz Valdivieso (ed.), Vida y escritos de San Pedro de Alcántara, en Id., Mís-
ticos franciscanos españoles, t. I, (BAC 570), Madrid 1996, 217.
86
San Juan de Ávila, carta 1, lins. 343-346, en o.c., t. I, 343-346.
87
«Estando una vez en las Horas con todas, de presto se recogió mi alma y… en
el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor como le suelo ver» (Santa
Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 40,5, en o.c., 185).
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88
Ib., 40,6, en o.c., 185.
89
San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 202, Madrid 51994, 53.
90
Santa Teresa de Jesús, Fundaciones, 28, 42, en o.c., 610.
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534 F. JAVIER DÍAZ, SAN JUAN DE ÁVILA, MAESTRO DE SANTA TERESA
91
Cf. Id., Libro de la Vida, 35, en o.c., 157-160.
92
Id., Constituciones 2, 1-3, en o.c., 637.
93
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 35, 1, en o.c., 157.
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94
J. Esquerda Bifet, Alumbrados, en Id., Diccionario de San Juan de Ávila, o.c.,
39-41.
Id., Pobreza, en Id. Diccionario de San Juan de Ávila, o.c. 746-750.
95
Cf. T. Álvarez, Alcántara, san Pedro de, en Id. (dir), Diccionario de Santa Teresa
96
de Jesús, o.c., 49-50; Fr. L. de San José, Alcántara, San Pedro de, en Id., Nuevas Con-
cordancias de Santa Teresa de Jesús, o.c., 41-42.
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Pedro de Alcántara trató mucho, y fue el que mucho puso por ella»97.
Da cuenta de su espíritu a San Pedro de Alcántara y le asegura que eran
de Dios sus visiones y revelaciones98. Y ella lo tiene por un verdadero
santo99. Sin duda, fue un hombre clave para que Santa Teresa avanzase
ya en este camino espiritual y como fundadora. Ella presenció en espí-
ritu su muerte en 1562. Es conocida la alabanza que de su vida y santa
muerte hizo:
«No está ya el mundo para sufrir tanta perfección… Este santo
hombre de este tiempo era: estaba grueso el espíritu como en los
otros tiempos, y así tenía el mundo debajo de sus pies… Con toda
esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era
con preguntarle; en éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo
entendimiento»100.
97
Santa Teresa de Jesús, Cuentas de conciencia, 53, 4, en o.c., 475.
98
Cf. Id., Libro de la Vida, 30, 2-7, en o.c., 131-132.
99
Cf. Id., Moradas, IV, 3,4, en o.c., 388.
100
Cf. Id., Libro de la Vida, 27, 16-18, en o.c., 122.
101
Ib., 30,2, en o.c., 132.
102
Cf. Id., Moradas, IV, 3,4, en o.c., 388.
103
Sobre las diferentes versiones y relación de las ediciones de los libros de Pedro
de Alcántara y Fr. Luis de Granada, especialmente del Libro de oración y meditación,
cf. R. Sanz Valdivieso (ed.), Vida y escritos de San Pedro de Alcántara, en o.c., 201-248.
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104
«Informatio» Doctorado, 513; J. Esquerda Bifet, Pedro de Alcántara, en Id.,
Diccionario de San Juan de Ávila, o.c., 720; el texto entre corchetes es nuestro.
105
«También pudo tener entre sus manos, ya mayor, las obras de… Luis de Gra-
nada, Juan de Ávila, ya manuscritas, ya impresas» (R. Sanz Valdivieso [ed.], o.c., 29).
106
J. Esquerda Bifet, Pedro de Alcántara, en o.c., 720.
107
«Informatio» Doctorado, 113.
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538 F. JAVIER DÍAZ, SAN JUAN DE ÁVILA, MAESTRO DE SANTA TERESA
«Pues como ella vio que faltaba tan grande santo en la tie-
rra, comenzó a llorar con gran sentimiento y fatiga. Causó a
sus acompañantes gran novedad este llanto no acostumbrado
en muerte de nadie, y la que en muerte de su hermano no ha-
bía echado una lágrima, sino que puestas las manos bendecía
al Señor, viéndola ahora con tan nuevo sentimiento, les ponía
grande espanto y admiración; y, habiendo sabido de ella la cau-
sa del llanto, le dijeron que por qué se afligía tanto por un hom-
bre que se iba a gozar de Dios. A ese respondió la Santa: “De
eso estoy yo muy cierta, mas lo que me da pena es que pierde la
Iglesia de Dios una gran columna, y muchas almas un amparo
que tenían en él; que la mía, aún con estar tan lejos, le tenía por
esta causa obligación”»108 .
4. CONCLUSIÓN
108
Fr. D. de Yepes, Vida, virtudes y milagros de la Bienaventurada Virgen Teresa de
Jesús, Zaragoza 1606, lib. III, c. 25; L. Muñoz, Vida y virtudes del venerable varón el P.
Mtro. Juan de Ávila, predicador apostólico; con algunos elogios de las virtudes y vidas
de algunos de sus más principales discípulos (Imp. Real, Madrid 1965), lib. III, c. 24, f.
232r.-v., en L. Sala Balust (ed.), Fr. L. de Granada-L. Muñoz, Vidas del Padre Maestro
Juan de Ávila, Barcelona 1964, 576-577; Positio super canonizatione, 133, nota 189.
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Santa Teresa de Jesús nos ha regalado uno de los más altos calificati-
vos que San Juan de Ávila ha recibido: «Gran columna de la Iglesia». De
esta forma, hemos comprobado que el Santo Doctor del amor de Dios,
San Juan de Ávila, es columna, eje, fundamento y verdadero maestro de
vida y de oración para la Santa Doctora Teresa de Jesús.
109
Junta Episcopal «Pro Doctorado de San Juan de Ávila», Conferencia Epis-
copal Española, El Maestro Ávila, Actas del Congreso Internacional, Madrid, 27-30
noviembre 2000, Madrid 2002, 34. Cf. «Informatio» Doctorado, 155 y 574.
110
Junta Episcopal «Pro Doctorado de San Juan de Ávila», Conferencia Episco-
pal Española, o.c., 970; cf. «Informatio» Doctorado, 161.
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