Pegan A Un Niño - Aportación Al Conocimiento de La Génesis de Las Perversiones Sexuales (1919)
Pegan A Un Niño - Aportación Al Conocimiento de La Génesis de Las Perversiones Sexuales (1919)
Pegan A Un Niño - Aportación Al Conocimiento de La Génesis de Las Perversiones Sexuales (1919)
PEGAN A UN NIÑO
APORTACIÓN AL CONOCIMIENTO DE LA GÉNESIS
DE LAS PERVERSIONES SEXUALES (*)
1919
Sigmund Freud
(Obras completas)
I La fantasía de presenciar cómo «pegan a un niño» es confesada con sorprendente
frecuencia por personas que han acudido a someterse al tratamiento psicoanalítico en
busca de la curación de una histeria o una neurosis obsesiva, y surge probablemente aún
con mayor frecuencia en otras que no se han visto impulsadas a tal decisión por una
enfermedad manifiesta. A esta fantasía se enlazan sensaciones placientes, y a causa de
las cuales ha sido reproducida infinitas veces o continúa siéndolo. Al culminar la
situación imaginada se impone al sujeto regularmente una satisfacción sexual de carácter
onanista, voluntaria al principio, pero que puede tomar más tarde un carácter obsesivo.
Conseguimos fijar, por fin, que las primeras fantasías de este género surgieron en
época muy temprana; desde luego, antes del período escolar, hacia los cinco o los seis
años. Cuando el niño veía pegar a otros en la escuela, este suceso despertaba de nuevo la
fantasía en aquellos casos en los que ya había sido abandonada, o la intensificaba
cuando aún no existía, modificando su contenido de un modo singular. A partir de aquí
«pegaban a muchos niños». La influencia de la escuela era tan clara, que los pacientes se
inclinaban a un principio de referir exclusivamente sus fantasías de flagelación a esta
impresión de la época escolar posterior a sus seis años. Pero esta hipótesis no pudo
mantenerse nunca, pues siempre se demostraba que tales fantasías habían existido ya
con anterioridad.
Las averiguaciones con respecto al sexo del niño maltratado tuvieron más éxito,
aunque tampoco nos aproximaron más a la comprensión. La respuesta era algunas veces:
«Siempre niños», o «Siempre niñas», y con mayor frecuencia «No lo sé», o «Es igual».
Lo que interesaba al investigador, o sea, el descubrimiento de una relación constante
entre el sexo del sujeto de la fantasía y el del niño maltratado, no surgía jamás. Algunas
veces se agregaba al contenido de la fantasía algún detalle característico, tal como el de
que el niño era golpeado sobre el trasero desnudo.
Entre los seis casos en cuyo minucioso estudio basamos el presente trabajo (cuatro
mujeres y dos hombres) los había, en efecto, de neurosis obsesiva, gravísimo uno de
ellos, otro menos grave, accesible al influjo analítico, y por último, un tercero, que, por
lo menos, mostraba algunos precisos rasgos de tal neurosis. Un cuarto caso era una
franca histeria, con síntomas dolorosos e inhibiciones, y el quinto lo constituía un
individuo que acudía al análisis a causa únicamente de cierta indecisión ante la vida y
que no hubiera sido clasificado por el diagnóstico clínico general o simplemente
incluido, entre los psicasténicos. No debemos considerar que esta estadística defrauda
nuestras esperanzas, pues, en primer lugar, sabemos que no toda disposición ha de
continuar desarrollándose hasta la enfermedad, y en segundo, habrá de bastarnos con
explicar lo que ante nosotros hallamos, sin entrar para nada en explicar también por qué
no se ha producido.
Hasta este punto, y sólo hasta él, nos permiten penetrar en la comprensión de las
fantasías de flagelación nuestros conocimientos actuales. Pero el médico analista ha de
sospechar que el problema no queda resuelto al reconocer que tales fantasías
permanecen, por lo general, ajenas al contenido restante de la neurosis y no encuentran
lugar apropiado para insertarse en él.
Por tanto, esta primera fase de la fantasía de flagelación puede quedar descrita
diciendo que el padre pega al niño.
Esta segunda fase es la más importante de todas. Pero en cierto sentido podemos
decir que no ha tenido nunca existencia real. No es jamás recordada ni ha tenido nunca
acceso a la consciencia. Es una construcción del análisis, pero no por ello deja de
constituir una necesidad.
No nos ocultamos que tanto la relación y la sucesión de las tres fases de esta
fantasía como todas sus demás peculiaridades continúan siéndonos incomprensibles.
IV Si conducimos en análisis a través de aquellas épocas tempranas en las cuales está
situada la fantasía de flagelación al ser recordada por las pacientes, comprobamos que la
niña se hallaba en dicha época bajo el influjo de los estímulos emanados de su complejo
parental.
Pero no tarda en llegar la época en que estos tempranos brotes sexuales quedan
agostados. Ninguno de estos enamoramientos incestuosos escapa a la fatalidad de la
represión. Sucumben a ella, bien en ocasiones exteriores fácilmente comprobables, que
provocan una decepción -ofensas inesperadas, el nacimiento de un hermanito,
considerado como una infidelidad, etc-, bien por motivos internos o simplemente por
hacerse esperar demasiado el cumplimiento del deseo. Pero, desde luego, la causa
eficiente no ha de buscarse en nada de esto, siendo de suponer que tales relaciones
amorosas se hallan destinadas a sucumbir alguna vez, sin que podamos decir a qué. Lo
más verosímil es que mueran sencillamente porque ha pasado su tiempo y porque los
niños entran en una nueva fase de la evolución, en la cual se ven forzados a repetir la
represión de la elección de objeto incestuosa de la historia de la Humanidad, como antes
se vieron impulsados a realizar tal elección de objeto (recuérdese el Destino en el mito
de Edipo). Aquello que persiste en lo inconsciente como resultado psíquico de los
impulsos eróticos incestuosos no es cogido por la consciencia de la nueva fase, y lo que
ya se había hecho consciente es expulsado nuevamente de la consciencia.
Se muestra aquí también por vez primera algo como una constancia del sexo de
los personajes de la fantasía. Los niños golpeados son casi siempre de sexo masculino,
tanto en las fantasías de los niños como en las de las niñas. Esta particularidad no se
explica, desde luego, por una competencia eventual de los sexos, pues entonces en las
fantasías de los niños serían niñas las maltratadas, ni tiene tampoco nada que ver con el
sexo del niño odiado en la primera fase, sino que indica el desarrollo de un complicado
proceso de las niñas. Cuando éstas se apartan del amor incestuoso de sentido genital al
padre, rompen, en general, fácilmente con su femineidad, reaniman su «complejo de
masculinidad» (van Ophuijsen) y abrigan, a partir de este punto, el deseo de ser un
chico. De aquí que sean también niños los representantes de su propia persona en las
fantasías. En los dos casos de sueños diurnos antes citados los protagonistas eran
siempre hombres jóvenes, no apareciendo al principio en tales creaciones mujer alguna y
sí sólo al cabo de muchos años y como personajes secundarios.
V Espero haber expuesto mis resultados analíticos con detalle suficiente. Sólo habré
de añadir que los seis casos mencionados no constituyen todo mi material, pues
dispongo, como también otros analistas, de un número mucho mayor de casos, menos
detenidamente investigados. Estas observaciones pueden ser utilizadas en distintos
sectores, y sobre todo para las investigaciones de la génesis de las previsiones,
especialmente del masoquismo y para el estudio de la intervención de la diferencia
sexual en la dinámica de la neurosis.