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UNIDAD DIDÁCTICA 3 CUESTIONES Y POLÉMICAS ACTUALES EN
FILOSOFIA DEL DERECHO Y FILOSOFIA POLÍTICA
Para muchos teóricos, la clave que permite comprender esta relación entre la evidente
mundialización económica y la imposible mundialización de los derechos está en un prejuicio que
no vemos, porque se ha integrado en el panorama hasta hacerse imperceptible: el mito del
crecimiento ilimitado.
Tanto liberales como socialdemócratas se pliegan a él, e incluso los estados comunistas lo
reconocieron como un ideal desde sus economías planificadas. Desde este punto de vista, sólo un
crecimiento continuo del Producto Interior Bruto permite asegurar la estabilidad de un sistema
económico y la felicidad de una población.
El problema es que un crecimiento ilimitado lleva a consecuencias tan peligrosas como el consumo
puramente suntuario, el aumento de la especulación y de la contaminación; un país que crezca
continuamente al 3% anual duplicará su PIB en un tercio de siglo.
Como resultado del modelo productivista, la huella ecológica de las sociedades «desarrolladas» y,
sobre todo, de los países emergentes (China en especial) ha aumentado de tal modo, que pronto
será insostenible.
Por eso, durante los últimos años ha ganado fuerza la llamada economía del decrecimiento. Sus
partidarios sostienen que el triunfo mundial del capitalismo tiende a eliminar las formas sociales y
políticas anteriores, imponiendo para todas las sociedades del mundo los mismos patrones
productivistas; esto supone reducir toda concepción del bienestar humano (por ejemplo, la
economía de subsistencia de las sociedades tradicionales) a la necesidad de producir en cantidad
creciente bienes y servicios.
Esa operación abstracta, esa reducción a un modelo productivista que ha empobrecido el medio
rural y agrario expulsando de él a millones de personas para hacinarlos en la periferia de las
grandes urbes, es el producto, nos dice Serge Latouche, de una sociedad que propende a la
exclusión, «…porque reposa sobre unos valores que se pretenden universales. Es inconcebible
vivir fuera de ella desde el momento en que existe (…) Toda forma de sociabilidad debe
desaparecer, por tanto, frente a ella. Las otras sociedades no son más que formas anteriores a la
modernidad (…) No pueden sino fundirse dentro de la gran sociedad modernizándose, o
desaparecer si son demasiado arcaicas para reconocer en ella su necesario porvenir».
Se trata de una perspectiva de tipo económico, pero que pretende evitar el reduccionismo
economicista; por ello ha influido enormemente en la interpretación de los derechos. Latouche
pone de relieve la importancia que ha tenido en el triunfo del modelo productivista la imagen de
igualdad abstracta de todos los seres humanos que se consagra en la Declaración de 1948: «Este
universalismo abstracto implica la búsqueda de la igualdad de esos signos de felicidad teórica que
son las rentas per cápita». O, en pocas palabras, traducir los derechos a términos puramente
económicos. Al hacerlo, se desconoce la evidencia de que el bienestar no se mide igual en unas
culturas que en otras. En efecto, tras el auge económico de los sesenta y la eliminación de la
pobreza severa en las sociedades occidentales, el mito del desarrollo se expandió y niveló a todos
los países del mundo con el único criterio del PIB y la renta per cápita; pese a correcciones
posteriores, como el célebre índice de desarrollo humano, esa reducción cuantitativista, que mide
el bienestar de los seres humanos en términos de derechos abstractos con contenido básicamente
económico, de nivel de vida, persiste aún, condenando a todos los países del globo a esquilmar sus
recursos naturales, a incrementar su actividad económica y su renta per cápita, casi siempre sin
apenas redistribución.
Tal abstracción del mundo, de clara raíz liberal, contabiliza, como afirma Carlos Taibo, como
crecimiento y bienestar toda producción, aunque genere agresiones ambientales, accidentes de
tráfico, drogas o armas, a la vez que ignora casi completamente el trabajo doméstico, factor
objetivo de bienestar; desde esta visión de lo social, un bosque reducido a papel se traduce en
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aumento del PIB y la renta per cápita mientras que un bosque intacto, pese a su efecto beneficioso
sobre el medio, no se computa como tal.
Los partidarios del llamado decrecimiento sostienen que sólo podrá revertirse esta situación
mediante una reducción drástica tanto de los sistemas productivos: Carlos Taibo se refiere, en
particular, a la industria militar, la automovilística, la aviación y la mayoría de la construcción)
como de los hábitos de consumo. De acuerdo con esta postura, la mayoría de los empleos perdidos
deberían recuperarse a través de actividades vinculadas a las actividades medioambientales y a los
sectores económicos tradicionales, los más vinculados a la subsistencia; justamente aquellos que la
visión neoliberal del mundo ha despreciado y arrumbado. Frente a quienes sostienen que ello
supone un empobrecimiento, Taibo afirma que es un error concebir la disminución de la capacidad
adquisitiva como una pérdida cualitativa de bienestar, cuando sólo supone deshabituarse a la
pulsión de trabajar cada vez más para adquirir y renovar continuamente bienes superfluos.
Se trata, podemos añadir, de un retorno a las cosas, desterrada esa visión abstracta y reductora que
las convierte en meros objetos.
Ello supone importantes ganancias: principalmente, de tiempo libre y servicios sociales, así como un
entorno más limpio. Se trata, como es obvio, de una nueva economía, pero también de una nueva
política y, más que ninguna otra cosa, de una nueva ética, frente a la reducción neoliberal del
mundo que tendía a separar los tres ámbitos con predominio absoluto del económico.
En el destierro de la visión individualista-economicista de los derechos estaría, pues, la clave:
olvidar, en palabras de Taibo, «…esa letanía que afirma que llevar a sus últimas cotas los intereses
individuales es multiplicar las ventajas para todos, en franco olvido de que los hechos demuestran
fehacientemente (…) lo contrario». Si el diagnóstico de los partidarios del decrecimiento es
correcto, la mundialización, cuyos males hemos visto en este tema, podría comenzar a ser un
fenómeno de cooperación mundial en vez de un mecanismo de generación continua de explotación
y desigualdad.
El modelo liberal moderado Defiende una visión más participativa de la sociedad. La diferencia
fundamental con respecto al modelo liberal radical es que en el liberal moderado existe un
auténtico espacio de lo público, que suele articularse en torno a un diálogo concebido de modo
procedimental. Al proponer un tipo de ciudadano políticamente activo, el liberalismo moderado se
separa del liberalismo radical, pues entiende que el modelo de la confluencia de ideas en el debate
público no debe ser el mercado, en el cual prima el egoísmo sobre la cooperación. Los autores más
relevantes son J. Rawls y Dworkin
El modelo comunitarista No rechaza, como los liberalismos, el ideal de vida buena al hablar de la
comunidad. El comunitarismo pretende incluso construir todo el espacio público sobre el
reconocimiento de la diferencia, entendiendo que ésta es constitutiva, esto es, que la identidad
humana no es algo dado con anterioridad al diálogo, sino algo que se constituye dialógicamente.
Todos somos socializados en una cultura concreta, que nos enseña a ver el mundo a través de sus
ideas y prejuicios. Además, hay un gran escepticismo sobre la posibilidad de establecer juicios
sobre cualesquiera culturas, pues es imposible situarse en una posición de las supere a todas. Los
autores más significativos son Taylor, Walzer, Sandel y MacIntyre.
Uno de sus defensores, WALZER, crítica la tendencia del liberalismo clásico a sepultar las
tradiciones y las comunidades en nombre del universalismo abstracto de los derechos. Por eso
considera que para evitar los aspectos negativos de la disolución de las identidades en el marco de
los derechos abstractos y del mercado, el liberalismo requiere de correcciones comunitaristas.
WALZER considera que tanto el liberalismo como el comunitarismo pueden adoptar formas
igualitarias y no igualitarias, por lo que la corrección comunitarista del liberalismo puede
fortalecer las viejas desigualdades de los modos de vida tradicionales, o contrarrestar las nuevas
desigualdades del mercado libre y el Estado democrático.
Multiculturalismo Hace referencia a una sociedad donde una cultura es predominante por mayoría. Por
ejemplo: españoles e inmigrantes -> situación de hecho.
Multiculturalismo es el reconocimiento de que en un mismo territorio existen diferentes
culturas.
Pluriculturalismo Por vía de Derecho, se intenta que las diferentes culturas integrantes de una sociedad sean
partícipes en la toma de decisiones de una sociedad concreta, por el solo hecho de las
diferencias culturales.
Pluriculturalismo es otra forma de intervención que tiende a poner énfasis en el
mantenimiento de la identidad de cada cultura. La enseñanza de las familias desde la
diversidad debería adoptar un enfoque pluricultural con una finalidad intercultural, es
decir, proponernos abordar la enseñanza poniendo el énfasis en las especificidades
culturales y en el derecho a que sean respetadas en todos los contextos, para posibilidad
una relación tolerante y solidaria entre los diferentes grupos culturales.
El pluriculturalismo e ntraña el afinamiento de los instrumentos de comunicación con el
su sustitución por el
otro y permite, a la larga, la innecesaridad de la tolerancia y
pluralismo. Esa praxis permite una fusión cultural, que no niegue el espacio común derechos
y libertades que defiende como esencial el liberalismo ni menoscabe el reconocimiento de la
diferencia q ue hace suyo el comunitarismo.
Interculturalismo Es una forma de intervención que tiende a poner el énfasis en el mantenimiento de la
identidad de cada cultura.
Vistos los problemas que se plantean en la tensión entre identidad y diferencia, corresponde decir
que es necesario un cierto equilibrio entre ellas, pues, paradójicamente, los modelos que exasperan
uno de los dos elementos suelen producir un refuerzo en el contrario.
Habermas El propio Habermas, firme “La integración ética d e grupos y subculturas con sus
partidario de la concepción propias identidades colectivas debe encontrarse, pues,
dialógica de la sociedad civil, desvinculada del nivel de la integración política, de carácter
se refiere también a este abstracto, que abarca a todos los ciudadanos en igual
“horizonte interpretativo medida”. Esta integración de los derechos abstractos con la
común” , sosteniendo que cultura particular se produce, según Habermas, a través de
hace posible el lo que podemos denominar “patriotismo constitucional” ,
reconocimiento recíproco de pues es la Constitución la que, a través de derechos y
las pertenencias culturales principios, establece el marco valorativo, el contenido ético
únicamente a partir de la común q ue se perdió con la crisis del sentido religioso.
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coexistencia de las formas de
vida en igualdad de derechos.
Ese punto de equilibrio es definida por algunos autores como un modelo superador del
multiculturalismo: el pluriculturalismo.
Este modelo supone la innecesariedad de la tolerancia y su sustitución por el pluralismo, de manera
que se permita una fusión cultural que no niegue el espacio común de derechos y libertades que
defiende el liberalismo ni menoscabe el reconocimiento de la diferencia que hace suyo el
comunitarismo.
Habermas propone una desactivación de los aspectos más problemáticos de la idea de vida buena,
en un intento de hacerla no susceptible de apropiación por grupo alguno, pues que debe
entenderse no sólo desde el interior de una comunidad, sino desde el marco que permite la
convivencia entre comunidades.
Los derechos humanos de tercera generación son condición inexcusable para la comprensión y
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realización práctica de los de primera y segunda generación.
Este derecho implica a su vez tres ámbitos:
El derecho a la Derecho a mantener o a cambiar libremente su forma de organización política
autodeterminació sin ninguna interferencia ajena, y a elegir a sus gobernantes y a establecer las
n condiciones y el procedimiento para ello.
política
El derecho a la Derecho a mantener o cambiar su forma de organización económica, a
autodeterminació establecer las relaciones de este tipo que libremente decida, a disponer de sus
n económica recursos propios, etc.
El derecho a la Derecho a conservar y desarrollar su identidad cultural en todas sus
autodeterminació dimensiones (lengua, religión, costumbres…), a la cooperación cultural con
n otros pueblos, etc.
social y cultural
Finalmente, hay que constatar la escasez de garantías institucionales con las que cuenta.
2º. El derecho al desarrollo: está ligado al anterior, entendiéndose como el derecho de los
pueblos y sus miembros a participar en el proceso de desarrollo y conseguir una parte justa de
los beneficios derivados de éste.
ay que entenderlo en un sentido amplio, es decir, desglosado en los siguientes
Este desarrollo h
conceptos:
Las anteriores circunstancias han planteado la necesidad de tomar medidas para paliar esta
situación, entre ellas el reconocimiento del derecho al medio ambiente saludable como
instrumento de protección. Existe normativa al respecto.
4º. El derecho a la paz: puede definirse como el derecho que persigue la concreción de los valores
de la paz y solidaridad en las relaciones humanas, mediante la articulación de un sistema social
que garantice la resolución de los conflictos a través de formas de acción social no violentas.
Impone la eliminación de todo conflicto bélico y el fomento del desarrollo, la igualdad y la
solidaridad en todas las dimensiones de la vida (individual, colectiva, nacional, internacional…)
Se trata, como en el caso del derecho al medio ambiente saludable, de una exigencia que se
impone a todos los hombres y sujetos colectivos, privados y públicos. En este sentido, además
de las garantías reseñadas, cuenta con diversas garantías institucionales en todos los niveles:
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NIVEL NIVEL NIVEL
JURÍDICO-NORMATIVO ECONÓMICO CULTURAL
— Art. 2.4º de la Carta de Naciones Unidas Eliminación del Promoción de la educación para la paz y la
- > Prohibición del derecho a la guerra colonialismo y la no-violencia, fomento de los ideales de paz,
injusticia respeto mutuo y comprensión entre las
— Preámbulo de la Convención Europea de socioeconómica…). personas y los pueblos…).
Derechos Humanos.
Ética Cuando hablamos de la ética (tan anclada en formas concretas de vida, tan vinculada al
sujeto que elige las concreciones de lo bueno), lo que sirve de medida es esto La cosa a
hacer, lo real o bien particular.
Moral Cuando nos referimos a la moral, lo que sirve de medida de la cosa es, por el contrario,
es esto La idea (a priori) del deber.
2ª. En Rawls, por el contario, existe una primacía del derecho sobre la moral, pues aunque
el derecho asume las condiciones de lo moral, se desarrolla en un ámbito estrictamente
público con independencia de aquél.
3ª. En Habermas s e evita la separación de derecho y moral. Este autor se refiere
expresamente a la “complementación” entre moral autónoma y derecho positivo.