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EDMUNDO RIBADENEIRA M.
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito
LA PRIMERA NOVELA
POSTAL COSTENA
del pais, la hosquedad que caracteriza la lucha diaria por la vida, los re-
zagos coloniales, la dureza de la politica dominante. Como quiera que sea,
la verdad es que, en contraste con la naturaleza propia y hasta tipica del
pueblo ecuatoriano, tan dado a las bromas, a la ironia lacerante, a la sa-
tira social y a la caricatura politica, la literatura no ha podido o querido
reflejar aquella naturaleza, relegando a los personajes sabrosos y aut6nti-
cos al piano de la an6cdota.
S6lo una novela ha pretendido salvarse del rigor dramdtico y la serie-
dad que envuelve a todas, como un aire comin irreversible, aunque, dicha
sea la verdad, no obtuvo el dxito que su autor esperaba. Me refiero a Don
Baldn de Baba, de Alfredo Pareja, que pareciera evocar la humana ridicu-
lez del Quijote, o tal vez de ese Tartarin de Tarasc6n frances, ambas evo-
caciones, en todo caso, inmersas en una concepci6n atrabiliaria del hom-
bre y la humnanidad. Pero si Alfredo Pareja apenas logra sacarnos muy
fugaces sonrisas mediante las aventuras de Don Bal6n, nacido en Baba,
provincia de Los Rios del Ecuador, en cambio nos llena de admiraci6n
por la belleza de la palabra, que maneja con una maestria indudable,
digna, ahora si, de la pluma de Cervantes.
La necesidad de incorporar a la novela ecuatoriana la carcajada como
elemento de ruptura y oposici6n a lo serio y penoso se mantiene en ter-
minos generales, bien es cierto que el joven escritor Ivan Egiiez ha logra-
do amenizar la narrativa nacional con novelas tan 6giles como sabrosas.
LA MADUREZ PLENA
Ana Luisa, la otra rata, es apacible y tierna, sin duda la mejor como
referencia y encarnaci6n de una humanidad que ella comprende y asimila
a trav6s de los libros que lee y del amor que siente por su hombre.
Tres personalidades, pues, que postulan actitudes diversas frente al
mundo y la vida, pero que se complementan de todos modos como expre-
siones que, procedentes de un tronco familiar comin, se integran dentro
del cuadro cotidiano de la vida que comparten a pesar de las desavenen-
cias. Acierto dial6ctico, si cabe, de Alfredo Pareja. Desde luego, la vida
de las tres ratas incluye un obvio componente masculino, la piedra de
toque, en muchos casos, de las reacciones intimas y conceptuales de las
mujeres. Se trata de hombres asimismo distintos, cada uno de los cuales
ve la vida a su manera. Su influencia en los sentimientos de las hermanas
enriquece su relaci6n fraterna y social, en medida igual a los conflictos
que genera, a las dudas, temores, etc.
creador, por el reto moderno, longevo joven, repito, publica dos novelas
en las que aparecen conceptos y t6cnicas desconocidos antes en la novela
ecuatoriana. Me refiero a Las pequeflas estaturas y La Manticora, novelas
que demuestran hasta que punto su autor ha sido capaz de actualizarse,
de proponer renovaciones formales que enriquezcan la narrativa nacional
o, cuando menos, de entrar en el campo del laboratorio literario con cali-
dad y valentia.
Curiosamente, han sido dos escritores de los afios treinta quienes han
arremetido contra su propio estilo, si cabe decirlo asi: Demetrio Aguilera
Malta, en cuya obra es posible rastrear evidencias inobjetables de realismo
magico, afios antes de que esta tendencia alcance pleno auge, y Alfredo
Pareja Diezcanseco con las dos novelas mencionadas.
Terminar6 este estudio, tan breve como panoramico, acerca de la obra
de Alfredo Pareja transcribiendo de mi libro Universidad, Arte y Sociedad
las siguientes palabras:
Porque en Alfredo Pareja hay algo mas que inclusive deberia to-
marse como un elemento sustancial de la categoria estetica: la senci-
llez humana, sintoma inequivoco de la mas genuina grandeza creadora.
Cuando, en esta virtud, nos consta que se antepone la imagen cordial
a la del escritor con derecho a sentirse envanecido o distante, no se
puede menos que recordar aquello que se dijera del agua: menos sa-
bor tiene mientras mis pura es.