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5.1 La Guerra de Independencia: antecedentes y causas.

Bandos
en conflicto y fases de la guerra.
El recién ascendido al trono Carlos IV (1788-1808) intentó llevar a cabo en el ámbito nacional
una política reformadora como su padre Carlos III y en el ámbito internacional una reedición
de la neutralidad del reinado de su tío Fernando VI, sin embargo el inicio de la revolución
francesa en 1789 llevó a su ministro Floridablanca a intentar evitar cualquier “contagio”
revolucionario procedente de Francia

La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con
Francia. España se unió a la Primera coalición y participó en la Guerra de los Pirineos (1793-
1795). Pese al buen comienzo, el resultado fue desastroso y España tuvo que firmar la Paz de
Basilea.

En agosto de 1796 se selló el Primer Tratado de San Ildefonso renovándose así la vieja alianza
de los pactos de familia. La guerra contra Inglaterra estalla y España es derrotada (Trafalgar en
octubre de 1805.)

Napoleón estableció el Bloqueo Continental contra Inglaterra que conseguía aislarla del resto
de Europa. Para completarlo, firmará con Godoy el Tratado de Fontainebleau en octubre 1807.
Por este acuerdo se autorizaba la entrada de tropas francesas en España con el propósito de
invadir Portugal. A esas alturas la figura de Godoy era crecientemente criticada en los medios
influyentes del país. La derrota naval de Trafalgar que había desbaratado el poder marítimo
español y la crisis económica reflejada en el enorme déficit del Estado y en la drástica
disminución del comercio con América avivaron la oposición de la nobleza, y del clero,
asustado ante la tímida propuesta de desamortización de bienes eclesiásticos.

Este descontento tuvo como consecuencia la formación de un grupo de oposición en torno al


Príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, que rápidamente se puso a trabajar para acabar
con el gobierno de Godoy y de Carlos IV.

La Guerra de la Independencia. El Emperador tenía una opinión bastante negativa sobre la


familia reinante. Tras el lamentable espectáculo de la conjura del Escorial, donde Fernando VII
y sus consejeros intentan eliminar a Godoy, Napoleón planea el cambio de dinastía.

Entre noviembre de 1807 y febrero de 1808 entraron en España cuatro cuerpos de Ejército. El
20 de febrero se puso al frente de las tropas francesas en España a Murat, cuñado del
Emperador. Godoy intentó convencer al rey para huir a Gibraltar e invertir las alianzas, pero en
la noche del 17 al 18 de marzo estalló un motín popular organizado por la parte de la Corte
partidaria de Fernando VII. El Motín de Aranjuez que precipitó la caída de Godoy e hizo que
Carlos IV abdicara en su hijo, Fernando VII.

Con las tropas francesas del general Murat en Madrid, Napoleón convoca a su presencia a
Carlos VI, Godoy y Fernando VII en Bayona. Allí tendrán lugar unas negociaciones vergonzosas,
donde Napoleón pudo comprobar la mediocridad de sus interlocutores que llegaron a
insultarse entre sí. Ante las presiones del Emperador ambos reyes le entregaron la corona .Tan
sólo se incluían dos condiciones: la unidad de los dominios y conservar la exclusividad de la
religión católica.

A cambio Carlos recibía varios castillos en Francia y una pensión considerable, por su parte
Fernando quedaba como huésped de Tayllerand, ministro de Asuntos Exteriores francés.

El Emperador tras no convencer a su hermano Luis, rey de Holanda otorgaba la Corona


española a José, su hermano mayor y entonces rey de Nápoles.

El levantamiento del 2 de mayo se produce cuando las tropas francesas intentan sacar de
palacio a los últimos Borbones . La sublevación se extendió rápidamente por toda la capital por
parte de vecinos y las clases más populares.

Murat tuvo que recurrir a 30.000 de sus tropas para dominar la situación. Una vez controlada
la villa, las tropas francesas se dedicaron a una feroz represión, los fusilamientos del 3 de mayo
del Cuartel de la Montaña de Príncipe Pío.

A finales del mes de mayo toda España se encuentra en armas ante la invasión francesa. Las
abdicaciones de Bayona y el desprecio ante la figura de José I y su Estatuto de Bayona
significaron una situación de "vacío de poder" que desencadenó la quiebra de la monarquía del
Antiguo Régimen en España. Para hacer frente al invasor, se constituyen Juntas locales y
después provinciales, que asumen la soberanía en nombre del rey ausente y organizan la
guerra. En septiembre 1808, las Juntas Provinciales se coordinaron y se constituyó la Junta
Central Suprema.

El desarrollo militar de la guerra

Al inicio la relación de fuerzas era dramática para los españoles, pero la guerra tuvo unas
características totalmente propias en España. Por un lado el surgimiento de guerrillas, como
las de El Empecinado, el cura Merino o Espoz y Mina. Una guerra alternativa de pequeñas
partidas de hombres que perturbaban las comunicaciones, suministros y refuerzos franceses.
Por otro lado el fenómeno de los asedios, como las ciudades de Zaragoza o Gerona donde las
tropas imperiales malgastaron tiempo, hombres y recursos para el control de las mismas. En
ningún otro lugar de Europa se vieron ciudades rodeadas y dispuestas de defenderse del
invasor hasta sus últimas fuerzas.

Se pueden distinguir tres fases en la guerra:

Primera fase: (Mayo-Noviembre 1808) En la Península hay cuatro cuerpos de ejércitos


franceses, sin embargo las derrotas francesas pronto se empiezan a suceder, como la derrota
en Bailén, donde las tropas españolas del general Castaños consiguieron la rendición de las
francesas. Como consecuencia de estas derrotas, José I tenía que abandonar la capital.

Segunda fase: (noviembre 1808-febrero 1809) Napoleón en persona al frente del Grand
Armee volvía a hacerse con el control de prácticamente la totalidad de la península. Al
formarse una nueva coalición antifrancesa en Europa, el emperador abandona
precipitadamente la Península confiando el fin de las operaciones a su hermano José.
Tercera Fase: A partir de aquí comienza el declive francés. En marzo de 1811 tras ser
derrotados, abandonan Portugal. Además hay que contar con el desgaste sufrido ante la
campaña de 1812 en Rusia, que había abandonado el Bloqueo Continental.

El desastre en Rusia obligó al Emperador a retirar parte de las tropas, dejando un escaso
número de soldados franceses frente a las tropas españolas, británicas y portuguesas. En
noviembre de 1813 se firmaba el Tratado de Valencay, por el que Napoleón devolvía el trono a
Fernando VII.

Consecuencias

El final de la guerra dejó un país arrasado. Se calcula que hubo cerca de medio millón de
muertos sobre una población de poco más de diez millones. Además habría que contabilizar
los muertos por epidemias, enfermedades y la gran hambruna que asoló el país en 1812. A
estos hay que sumar los mutilados y heridos de guerra. Debemos indicar que el exilio de cerca
de 15.000 afrancesados supuso la pérdida de una élite difícilmente sustituible.

Las pérdidas materiales también fueron cuantiosas, tras los asedios numerosas ciudades
estaban completamente arrasadas y se habían destruido importantísimos edificios y
monumentos artísticos, además del expolio de numerosas obras de arte.

Las consecuencias económicas fueron notables. La industrialización de finales de siglo en el


textil catalán se perdió por el robo de maquinaria o destrucción de las fábricas. Las
comunicaciones con el mercado colonial habían desaparecido. Sin embargo, fueron los
campesinos los que soportaron el peso principal de la guerra; los alistamientos masivos, las
requisas de alimentos y animales, la destrucción de las cosechas y el abandono de los campos
dejaron un país agotado.

La guerra además arruinó definitivamente a la Hacienda española, al tener que pagar a dos
administraciones distintas. Mientras los ingresos cayeron en picado los gastos aumentaron a
un ritmo asombroso.
5.2.-Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
El Gobierno de José Bonaparte

Tras las abdicaciones de Bayona, el 7 de mayo de 1808, el emperador ofreció la corona de


España a su hermano Luis, entonces rey de Holanda. Tras la renuncia de este, en el mes de
junio Napoleón convenció a su hermano mayor José, que era el rey de Nápoles. Legalmente el
hermano del emperador se convertía en rey de España con el título de José I.

El control de la administración de la península por parte de los franceses fue esporádico y


cambiante, según las circunstancias de la guerra. Los principales objetivos fueron restablecer la
administración y la situación financiera. Los partidarios de José I fueron mayoritariamente
defensores del Antiguo Régimen y algunos liberales. Con él colaboraron los llamados
afrancesados, españoles que aceptaron las abdicaciones de Bayona y consideraron que el
mejor gobierno para España debería ser uno similar al modelo imperial francés. Pensaban que
José devolvería a España al nivel que le correspondía, además de asegurar la integridad
territorial y conseguir el necesario desarrollo económico.

José I hizo varios intentos de ganarse a los españoles. Se aprobó el Estatuto de Bayona, una
carta otorgada que hacía de constitución pero apenas pudo ponerse en práctica. Se buscaba la
reforma del sistema absolutista.

José adoptó las siguientes medidas: la exclaustración total de los clérigos regulares, la
expropiación de sus bienes y de parte de los Grandes de España, la reorganización de la
administración (sustitución de las secretarías por Ministros) y la venta de las tierras
expropiadas para amortizar la deuda.

Las abdicaciones de Bayona y el no reconocimiento del nuevo rey crearon un vacío de poder.
Aunque las abdicaciones de Bayona fueron jurídicamente irreprochables, los españoles lo
vieron como una imposición, considerando a su soberano preso de los franceses. No fue
posible recurrir a las instituciones del Antiguo Régimen como el Consejo de Castilla o la Junta
de Gobierno, ya que ambos reconocieron a José I como legítimo rey.

Durante el mes de mayo los españoles crearon sus propias instituciones de Gobierno,
asumiendo la soberanía nacional y rompiendo con el entramado administrativo del Antiguo
Régimen.

En algunos casos fueron las propias autoridades locales las que se hicieron con el poder.
Surgieron así por toda España Juntas Locales que en pocas semanas creaban Juntas
Provinciales que decían gobernar en nombre de Fernando VII. La población eligió para
formarlas a personajes de prestigio, en muchos casos de las clases privilegiadas: aristócratas,
clérigos, intendentes, regidores, generales, pero también, y esta era la novedad, a burgueses e
intelectuales. Destacan personajes como Floridablanca o Jovellanos.

Tras la victoria en Bailén y la recuperación de la capital se decidió la creación de una Junta


Suprema Central que organizaba a las Juntas Provinciales. Estaba compuesta por personajes
que representaban todas las tendencias, ilustrados como el conde de Floridablanca que fue
elegido su presidente, moderados como Jovellanos o liberales progresistas como Calvo de
Rozas. Rápidamente tomaron una serie de medidas encaminadas a organizar la resistencia
armada y otras si cabe más importantes dirigidas a derribar el Antiguo Régimen.

Para ello tomaron el acuerdo de convocar Cortes ya que era la única manera de hacer estos
cambios legales. La Junta Suprema Central, aislada en Cádiz, decidió autodisolverse cediendo
el gobierno a un Consejo de Regencia. Los diputados que lograron llegar a Cádiz asistieron a la
solemne apertura de las Cortes el 24 de septiembre de 1810.

Las Cortes de Cádiz

La composición de las Cortes resulta difícil de precisar, ya que no se han conservado listas
precisas de los diputados. En la primera sesión (septiembre de 2010) sólo había 104 personas,
en marzo de 1812 había 184 y en septiembre de 1813 ya había 223. A muchos de ellos se les
hizo imposible poder llegar a Cádiz, y se adoptó la solución de que fueran sustituidos aquellos
que no pudieron atravesar las líneas francesas. En total hubo unos cincuenta suplentes, que
fueron escogidos entre los refugiados de las provincias de los diputados ausentes.

La mayoría de los diputados procedían de las clases medias urbanas: funcionarios, abogados,
comerciantes y profesionales. También un centenar de eclesiásticos y unos cincuenta
miembros de la aristocracia. En general las opiniones liberales eran claramente mayoritarias.
En cada debate, los diputados se alineaban con una u otra postura, en función de sus propios
criterios y sin formar grupos o partidos definidos, pero las tendencias reformistas fueron
siempre mayoritarias. Además casi todos los suplentes eran de tendencia liberal. El ambiente
revolucionario y patriótico de Cádiz, la ciudad más cosmopolita del país y símbolo de la
resistencia, permitió que el ideario liberal pudiera concretarse en la Constitución de 1812. Los
liberales creían en la felicidad, el progreso material y la libertad individual. Defendían la
aspiración a la riqueza y la propiedad privada, individual y libre. Los liberales postulan un
régimen político libre, parlamentario, que se opone al absolutismo monárquico. Los liberales
defendían el derecho de los más ricos a intervenir en la vida política.

La Constitución de 1812

Ya en la sesión inaugural los diputados proclamaron que representaban la soberanía nacional,


afirmaron el carácter constituyente de las Cortes y emprendieron la elaboración de una Carta
Magna (Constitución). Su rasgo más característico es su larga extensión, un texto meticuloso
que constaba de 10 títulos y 384 artículos.

Fue aprobada el 19 de marzo de 1812 y recibió el apelativo de “la Pepa”. Sus principales
aspectos son los siguientes:

1. La afirmación de que la soberanía “reside esencialmente en la Nación”.

2. La división de poderes: se declara el Estado como una “monarquía moderna hereditaria” y


se separan los tres poderes.

- El poder legislativo reside en “las Cortes con el Rey”. El Rey puede promulgar, sancionar y
vetar las leyes, esto último a través del veto suspensivo por dos veces como máximo en un
periodo de tres años.
- El poder ejecutivo reside en el Rey que nombra libremente a sus Secretarios, quienes
responden en teoría ante las Cortes, pero no pueden ser cesados por estas. No hay control
parlamentario del gobierno. Sin embargo, la Constitución incluía un largo artículo, en el que se
recogían hasta doce limitaciones a la autoridad real. Entre ellas, la de no poder suspender o
disolver las Cortes, abdicar o abandonar el país sin permiso de ellas, llevar una política exterior
no supervisada por la Cámara, contraer matrimonio sin su permiso o imponer tributos.

- El poder judicial reside en los tribunales.

Se reconocen el fuero eclesiástico y el militar como jurisdicciones especiales.

3. Con respecto a la religión, se recoge explícitamente la exclusividad de la religión católica:”…


es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana y única verdadera”. Esta aportación
nos deja ver que se buscaba una Constitución renovadora pero manteniendo algunas
costumbres ya que pretendía una estabilidad y para ello debía complacer tanto a los
representantes liberales como a los del Antiguo Régimen.

4. La Constitución establece un Ejército permanente regulado por las Cortes. Junto a él se


establece la Milicia Nacional, organizada en provincias, con un doble objetivo: reforzar al
Ejército en caso de guerra, y servir de cuerpo de defensa del Estado liberal. Depende
directamente del Rey y de las Cortes, no de la cadena de mando militar.

5. La representación nacional reside en las Cortes, que son unicamerales y elegidas por
sufragio censitario de los varones mayores de 25 años. Los diputados deberán ser españoles y
podrán votar quienes tributen a la Hacienda una determinada cantidad (depende de su poder
económico).

6. Los alcaldes serán elegidos por la población.

La Constitución tuvo tres periodos de vigencia: marzo de 1812-marzo 1814, enero 1820-
noviembre 1823 y agosto 1836-junio 1837.

Obra legislativa

Los diputados de Cádiz llevaron adelante una importante legislación ordinaria:

1. La abolición del régimen jurisdiccional (agosto de 1811). Se eliminaron los derechos


jurisdiccionales, supuso la conversión de las tierras en propiedad privada de los señores. Los
señores salieron ganando, pues no hubieran podido demostrar su propiedad de la tierra, y sin
embargo sustituyeron los derechos señoriales por rentas sobre la tierra.

2. La desamortización de bienes de propios y baldíos. Su objetivo era amortizar. No llegó a ser


aplicada.

3. La eliminación del mayorazgo (institución según la cual el hijo mayor heredaba todos los
títulos y propiedades sin poder dividirlos o venderlos), al declararse la propiedad libre y sólo
atribuible a particulares.
4. La supresión de los gremios (asociaciones de trabajadores de un mismo oficio). Se decretó
el derecho a disponer del propio trabajo. Se estableció la libertad de producción, de
contratación y de comercio.

5. La libertad de imprenta. Se entendía como función al servicio de la opinión pública y se


exceptuaban las cuestiones religiosas, que serían supervisadas por Juntas provinciales de
censura.

6. La legislación religiosa fue bastante abundante. Entre las principales medidas adoptadas
destacan: la apropiación de bienes de obras pías y órdenes militares, la supresión de la Santa
Inquisición y la incautación de monasterios.
5.3 El reinado de Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La
emancipación de la América española.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Mediante el tratado de Valençay (diciembre de 1813) Napoleón devolvía la Corona de España


a Fernando VII, el cual regresaba al país en marzo de 1814. Las Cortes habían dictado órdenes
confidenciales de que el rey viajara directo a Madrid y jurara la Constitución, con los indicios
de que pudiera negarse. Pero las órdenes de las Cortes fueron desobedecidas. Recibido con
entusiasmo por donde pasaba, el monarca decidió dirigirse a Valencia, allí recibió el apoyo una
parte del Ejército, además de nobleza, clero y del pueblo llano al grito de “¡Viva el Rey! ¡Muera
la Constitución!”.

El apoyo de la nobleza y el clero absolutista se expresó en el documento del Manifiesto de los


Persas. En él se reclamaba la vuelta al sistema del Antiguo Régimen y a la situación de mayo
1808. Se revindicaba el carácter ilimitado del poder del Rey y su origen divino.

Fernando VII dictó en Valencia un Real Decreto por el que suprimía las Cortes, declaraba nula
toda su actuación y abolía la Constitución y toda la legislación realizada por la Cámara.
Paralelamente se tomó la sede de las Cortes y se procedió a detener a regentes, ministros y
diputados. El 10 de mayo de 1814 entraba el rey en Madrid entre el clamor popular. Se trató
de un auténtico golpe de Estado.

Las primeras medidas del Rey se encaminaron a satisfacer las reclamaciones de quienes
apoyaron el golpe. El decreto eliminó la soberanía nacional. También quedaron derogadas la
Constitución de Cádiz y la legislación ordinaria (medidas desamortizadoras, los inicios de
reforma fiscal o la libertad de imprenta). Se restituyeron los privilegios de la nobleza y de la
Iglesia. Se restablecía el Tribunal de la Santa Inquisición y la Mesta, y se permitía incluso el
retorno de la Compañía de Jesús.

Se procedió a la detención y juicio tanto de los afrancesados como de los liberales, acusados
de traición y conspiración contra el Rey. Como los tribunales no pudieron concretar las
acusaciones, no establecidas como delito en la legislación del Antiguo Régimen, fue el propio
Fernando II el que tuvo que dictar sentencia, normalmente de destierro y confiscación de
propiedades para los que habían colaborado con la administración de José I. Y prisión o
destierro y confiscación de bienes, para 51 diputados, ministros o regentes liberales de los
cerca de 100 que habían sido procesados. Otros muchos habían conseguido huir.

Mientras que en 1818 Fernando VII atenuó las medidas contra los afrancesados y restituyó sus
propiedades a los familiares, la persecución contra los liberales se mantuvo hasta 1820.
Fernando VII gobernó mediante sucesivos ministerios, en permanente inestabilidad política
ante la falta de coherencia de sus acciones y la incapacidad de los consejeros del Rey para
gobernar. El auténtico gobierno en la sombra lo constituía la camarilla, formada por los
hombres de confianza del Rey que se repartían puestos y privilegios.
El resultado fueron seis años caóticos de Gobierno, crisis económica y desastres coloniales.
Una serie de graves problemas que acabaron con el régimen absolutista.

En primer lugar se produjo una caída de los precios gracias a una racha de buenas cosechas. El
país estaba arruinado tras cinco años de guerra, con un mercado nacional que seguía siendo
inexistente y un comercio colapsado por el hundimiento de la producción industrial y la
pérdida del mercado colonial.

Esta situación coincidió con una serie de factores que agravaron la situación en el campo,
como la restitución de los bienes a la nobleza y a la Iglesia o la vuelta de la Mesta, además del
restablecimiento de los derechos jurisdiccionales.

Todo esto explica por qué los campesinos apoyaron el pronunciamiento de 1820. El
descontento no se limitó al campo y se extendió también entre los grupos sociales urbanos a
causa de la represión política, el hundimiento económico, la pérdida del comercio, pero sobre
todo debido al aumento del paro. Pero el principal problema de los débiles Gobiernos
fernandinos fue la quiebra financiera del Estado.

Todos los ministros fracasaron en el intento de recuperar a la Hacienda de la situación


económica. Una institución especialmente sensible fue el Ejército por el retraso en el pago de
las soldadas, las malas condiciones de vida en los cuarteles y sobre todo el envío de tropas a
América. Poco a poco se reorganizó el movimiento clandestino liberal. Se sucedieron
pronunciamientos y conspiraciones y finalmente el pronunciamiento del comandante Riego,
jefe de las tropas que debían ser enviadas a América, tiene éxito y recibe el apoyo popular
necesario para triunfar, restaurándose la Constitución de Cádiz.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El movimiento triunfó gracias al apoyo de otras guarniciones y sobre todo a la irritación


campesina. Finalmente Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de Cádiz

Este periodo se caracterizó por la inestabilidad gubernamental provocada por un lado por la
propia división de los liberales, por un lado los doceañistas, partidarios de un Gobierno fuerte ,
un sistema de doble cámara, una libertad de prensa limitada, sufragio censitario y la defensa
de la propiedad y el orden social. Eran los más moderados y representaban a la burguesía y a
los diputados provenientes del exilio. Por otro lado los exaltados, jóvenes y radicales
partidarios de llevar al límite el desarrollo de la Constitución: cámara única, sufragio universal,
completa libertad de opinión y marcadamente anticlericales. Estos se hicieron con el poder en
1822.

Por otro lado, esta inestabilidad fue causada por la actitud reaccionaria del Rey. Nombrando
ministros absolutistas, haciendo amplio uso del derecho de veto y sobre todo a la traición de
pedir secretamente ayuda a la Santa Alianza.

A esta inestabilidad gubernamental se sumó la presión en la calle con levantamientos, focos


guerrilleros y manifestaciones.
A lo largo de estos tres años las Cortes aprobaron una legislación reformista que tenía la
intención de acabar con el Antiguo Régimen.

En el campo:

 Supresión de la vinculación de la tierra en todas sus formas, mayorazgo, tierras


eclesiásticas y comunales.
 Desamortización de bienes de propios y baldíos, para amortizar deuda y compensar a
los militares retirados. Fue un fracaso, ya que las tierras fueron a parar a manos de
grandes propietarios y se recaudó menos de lo esperado.
 Desamortización eclesiástica, casi no hubo tiempo de llevarla a la práctica.
 Reducción del diezmo a la mitad. Esto supuso el rechazo de la Iglesia y los campesinos.
 Establecimiento de una contribución directa sobre la propiedad que debía aplicarse a
partir de 1822.
 Restablecimiento del decreto de 1813 que declaraba la libertad de contratación,
explotación y comercialización de la producción agraria, que produjo un aumento de
los alquileres.

Las consecuencias de esta política fueron negativas, al no mejorar la situación campesina y


consolidar la gran propiedad, en definitiva se consiguió poner en contra al campesinado.

La política religiosa estuvo marcada por el anticlericalismo. Volvieron a suprimirse el Tribunal


de la Inquisición y la Compañía de Jesús. Pero la medida más importante fue la Ley de
Supresión de Monacales, que disolvía todos los conventos regulares, salvo los ocho de mayor
valor histórico y artístico. Las órdenes pasaban a depender de los obispos, se prohibía aceptar
nuevos novicios y se desamortizaban sus bienes para amortizar la deuda. La consecuencia de
toda esta legislación fue el enfrentamiento con la Iglesia.

Otro aspecto de la legislación reformista fue la reorganización militar y policial. Se estableció


la subordinación del Ejército al poder civil, una mejor instrucción, un sistema de ascensos más
ágil, una mejora en los sueldos y el principio de desobediencia a toda orden que tendiera a
atentar contra el orden constitucional. Se restablecía la Milicia Nacional.

La reforma educativa se abordó a través del Reglamento General de Instrucción Pública, que
establecía la separación de la enseñanza y la religión como principio, la centralización del
sistema educativo, su ordenación en tres niveles (primaria, secundaria y universitaria), y la
regulación de la enseñanza privada. Prohibía los castigos corporales y la educación mixta.

El problema de la Hacienda se afrontó asumiendo la deuda del Gobierno anterior. Se procedió


a una devaluación de la moneda y a un recorte de los gastos y se solicitaron créditos en el
extranjero para invertir en obras públicas. El sistema definitivo que debía entrar en vigor en
1823 se basaba en la Contribución Territorial única y Directa, un impuesto sobre la propiedad
de la tierra, y en los impuestos indirectos.

El fracaso del Trienio se precipitó por la acción del movimiento contrarrevolucionario que
actuó en torno a la figura del Rey. En 1822 se produjo un intento de golpe militar por parte de
la Guardia Real, que fue sofocado por el Ejército y la Milicia Nacional. Fue entonces cuando los
exaltados se hicieron con el Gobierno.
El golpe definitivo se produjo tras el Congreso de Verona de 1822, donde Fernando II pidió
ayuda a las potencias de la Santa Alianza y estas acordaron intervenir en la Península. Un
ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis entraron en España, devolviéndole a Fernando
VII su poder absoluto.

La Década Ominosa (1823-1833)

La llamada por los liberales década ominosa está marcada por el retorno del absolutismo, la
represión y el terror frente a los liberales, la inoperancia económica y las presiones de los
ultrarreaccionarios.

Fernando VII, declaró nula toda la legislación del Trienio, en cuanto a la Inquisición, fue
sustituida por Juntas de Fe, que se encargaron de vigilar todas las publicaciones y opiniones
para evitar cualquier propaganda liberal.

Además se creó el Voluntariado Realista, que integrado por absolutistas sustituyeron a la


Milicia Nacional.

La vuelta al absolutismo no fue, sin embargo, idéntica a la de 1814. Se emprendió una fuerte
restricción de gastos y se introdujo un presupuesto formal. Se mantuvo la abolición de la
Inquisición, y Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales,
contando incluso con algunos ministros como C. Bermúdez o Ballesteros.

La crisis económica continuó agravándose por la caída de los precios, la vuelta de la Mesta, la
presión fiscal y la falta de mercados. Sólo la industria textil catalana tiene un ligero
crecimiento. En cuanto al comercio, el hundimiento del mercado colonial supuso un auténtico
mazazo.

El Gobierno se mostró incapaz de abordar el problema de la Hacienda. La bancarrota era


inevitable. Algunos ministros aconsejan acometer una serie de reformas que generaron la
desconfianza de los realistas (absolutistas radicales) que reivindican el trono para el hermano
del Rey, Carlos. Llegaron incluso a protagonizar una revuelta, la Guerra de los Agraviados. Era
el comienzo del carlismo.

El final del reinado se vio marcado por la cuestión sucesoria. Fernando VII tuvo una hija,
Isabel. En 1830 aprobó la Pragmática Sanción que eliminaba la Ley Sálica, lo que significaba
que las mujeres podrían reinar. Protestada por los carlistas como un atentado contra los
derechos del infante don Carlos, se convirtió en un conflicto de primera magnitud.

Cuando Fernando II estaba a punto de morir, consiguieron que suprimiera la Pragmática


Sanción pero, sorprendentemente el Rey se recupera y vuelve a ponerla en vigor. Carlos
abandona la Corte y se traslada a Portugal.

Finalmente Fernando VII muere en 1833 provocando una Guerra Civil que no terminará hasta
1840.
La emancipación de la América española.

El proceso de independencia de las colonias españolas en América tiene lugar gracias al vacío
de poder producido en 1808, la debilidad económica de España tras la guerra, el precedente
de EEUU, el monopolio comercial y el descontento de los criollos marginados del poder
político.

El proceso emancipador puede dividirse en dos fases:

- Primer periodo (1808-1816) coincide en gran parte con la Guerra de la Independencia en


España. Entre los movimientos independentistas destacan, México con Hidalgo y Morelos, de
fuerte contenido social y el Río de la Plata o Venezuela con Simón Bolívar. La vuelta de
Fernando VII a España, en 1814, logra restablecer la situación.

- Segundo periodo (1820-1824) La monarquía de Fernando VII, no tiene recursos para


aguantar el nuevo rebrote independentista a partir de 1816 y la no aparición de las tropas
dirigidas por el general Riego favorecieron la independencia. Además los independentistas
cuentan con el apoyo del Reino Unido y EEUU interesados en comerciar directamente con las
colonias.

Las campañas de José de San Martín posibilitan la independencia de Argentina y Chile. Las
campañas de Simón Bolívar en el norte permitieron la independencia de Ecuador, Venezuela y
Colombia. La emancipación del virreinato del Perú fue la última en consumarse. Finalmente
Sucre, derrotaba al último ejército español, logrando la independencia de Perú y Bolivia.

La corona española, sólo mantuvo Cuba y Puerto Rico y, en el Pacífico, las Filipinas, las
Marianas y otros archipiélagos.

La independencia de las colonias no solo cerró tres siglos de unión política entre España y
América, sino que originó profundas transformaciones. España se quedó convertida en una
potencia de segundo orden y económicamente destrozada por perder los recursos que venían
de las Indias, así como sus ricos mercados. América se disgregó políticamente dividiéndose en
multitud de países y se debilitó económicamente al no estar respaldada por una gran potencia.
6.1 El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra
carlista. Evolución política, partidos y conflictos. El estatuto real
de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.

I. LA ÉPOCA DE LAS REGENCIAS Y EL PROBLEMA CARLISTA


1. Moderados y progresistas.
Mientras se libra la guerra carlista, se instaura con Isabel II un Estado liberal. Con ello surgen
diferencias dentro del liberalismo:
Los moderados están a favor de una soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Defendían:
unas Cortes bicamerales y una organización administrativa centralizada para toda España: ésta
se debe dividir en provincias y los alcaldes deben ser elegidos por el gobierno mediante un
sufragio censitario. Se apoyan en la nobleza y la burguesía.
Los progresistas defendían una soberanía nacional, limitaciones para el poder de la corona, la
Milicia Nacional, un sufragio más amplio y ayuntamientos electivos. Se apoyaban en las clases
medias, artesanos, parte del ejército y profesionales liberales.

2. La regencia de María Cristina (1833-1840).


a) El problema carlista y la primera guerra (1833-1839).
En 1833 murió Fernando VII. Su hermano, Carlos María Isidro, reclama el trono a través del
Manifiesto de Abrantes. Esto se convierte en una guerra dinástica entre los que quieren el
Antiguo Régimen (carlistas) y los que prefieren Estado liberal (isabelinos):
Los carlistas defendían el absolutismo, la religión y los fueros. Sus partidarios fueron el
ejército, los bajos y medios cargos del clero y parte de la nobleza y campesinado, triunfando en
las zonas rurales.
De los isabelinos son partidarios parte de la nobleza, altas jerarquías de la Iglesia, altos
mandos del ejército, burguesía, profesionales liberales y clases populares urbanas.

Desarrollo bélico:
Primera fase (1833-1835): triunfan los carlistas. Su suerte se acaba cuando muere el coronel
carlista Zumalacárregui.
Segunda fase (1835-1837): ocurren grandes expediciones carlistas y el asentamiento del
carlismo. En 1837 se lleva a cabo una “expedición real”, pero se regresó al sitio de partida
debido a la acción de Espartero (isabelino).
Tercera fase (1837-1839): Los carlistas están agotados y buscan la paz. En 1839 se firma el
convenio de Vergara por el general carlista Maroto con Espartero, poniendo fin a la guerra. Los
carlistas reconocen la derrota, pero conservan sus grados militares en el ejército. A Don Carlos
no le gusta y cruza a Francia.
Consecuencias: se consiguió una monarquía de carácter liberal los militares protagonizan
pronunciamientos y los gastos dan lugar a la desamortización de tierras de la Iglesia.

b) Comienzos moderados de la revolución liberal. El estatuto Real de 1834.


Tras la muerte de Fernando VII, el trono le corresponde a su hija Isabel que tiene 4 años por lo
que su madre, María Cristina es nombrada regente. Al frente del gobierno está Cea Bermúdez,
quien se oponía tanto a progresistas como a moderados; por ello María Cristina decide
sustituirlo en 1834 por Martínez de la Rosa (moderado).
Ese mismo año se aprueba el Estatuto Real (fórmula de equilibrio entre progresistas y
moderados), propuesto por Martínez de la Rosa. Este estatuto era una “carta otorgada” por la
corona donde no se reconocían ni derechos individuales, ni división de poderes, pero sí una
convocatoria a Cortes con dos cámaras: Estamento de Próceres (cámara alta) y Estamento de
Procuradores (cámara baja). Los diputados del Estamento de Procuradores fueron elegidos por
sufragio restringido y proponen profundas reformas. El gobierno se encuentra con la oposición
de los liberales radicales y los carlistas. En 1835, Martínez de la Rosa dimite por falta de apoyo,
y es sustituido por Conde de Toreno (moderado). Su gobierno duró solo cuatro meses, ya que
no supo imponerse contra la guerra carlista ni contra los liberales. Con ello surgen las Juntas
Revolucionarias (progresistas), las cuales Toreno tampoco fue capaz de disolver y, bajo tanta
presión, presenta su dimisión. En 1835 la regente llama a formar gobierno a Mendizábal
(progresista).

c) La fase progresista de la revolución (1835-1837). La Constitución de 1837.


El gobierno de Mendizábal empieza con una Hacienda sin fondos y una necesidad por dar un
giro en la guerra a favor de los isabelinos. Por ello se amplía el alistamiento de hombres para el
ejército y se aprueba la desamortización de bienes eclesiásticos. Mendizábal dimite debido a
sus diferencias con la regente. En 1836, Francisco Javier Istúriz (moderado) forma gobierno,
pero no tiene el apoyo de las Cortes. De nuevo, vuelven los levantamientos progresistas a
favor del restablecimiento de la Constitución de 1812. El 12 de agosto 1836 tiene lugar el
motín de los sargentos de la Granja, que obliga a la regente a restablecer dicha constitución y a
formar nuevo gobierno con José María Calatrava (progresista). Este gobierno implanta un
régimen liberal con una monarquía constitucional. Se convocan elecciones a Cortes, y la nueva
cámara tiene mayoría progresista. Por lo tanto, se crean leyes para la disolución del régimen
señorial y el mayorazgo, supresión los gremios dando libertad de industria y comercio, libertad
de imprenta y reanudación de la desamortización. Se redacta la Constitución de 1837 para
mantener el orden entre las dos ramas liberales. En ella se reconocía la soberanía nacional, los
derechos individuales y establecía Cortes bicamerales (Congreso de los diputados elegido por
sufragio censitario y Senado elegido por el rey). Con esta Constitución se amplía el número de
electores, pero sigue siendo censitario y restringido.

d) La vuelta de gobiernos moderados (1837-1840). La ley de ayuntamientos.


En 1837 hay elecciones donde vencen los moderados. Los gobiernos de esta etapa están
influidos por los militares Espartero (progresista) y Narváez (moderado). Se aprueba la ley de
ayuntamientos, la cual marca diferencias muy fuertes entre los dos grupos liberales: los
progresistas se movilizan en contra de ella. Espartero rechaza la ley y la regente decide
abolirla. Días después se vuelven a formar juntas, y la regente nombra a Espartero jefe de
gobierno, negándose éste, María Cristina renuncia y se va a Francia.

3. La regencia de Espartero (1840-1842).


Espartero es proclamado regente por las Cortes. En 1842 se intenta poner fin a esta regencia
mediante un pronunciamiento realizado por aliados de María Cristina, pero este intento es
fallido. Espartero se apoya en una camarilla de militares y es esto y su forma de gobernar lo
que provocan grandes problemas.
Aparece un proyecto de negociación librecambista con Inglaterra; éste es perjudicial para los
intereses de la industria textil catalana. En Barcelona surge una revuelta, a la cual Espartero
responde con un bombardeo (1842) que causa gran destrucción. Con esto, el regente pierde
seguidores. El partido progresista sigue dividido en camarilla militar (a favor del regente) y el
sector progresista de la Cámara (en su contra). Este último se alía con los liberales para
derrotar a Espartero. El líder militar liberal Narváez se une al pronunciamiento en Valencia y se
enfrenta a las tropas del regente, llevándose con él la victoria en Torrejón de Ardoz (1843).
Espartero, sin apoyo, abandona la regencia y el país. Las Cortes proclaman a Isabel, con 13
años, reina, evitando las disputas por la regencia. González Bravo (moderado) forma gobierno,
pero pronto es sustituido por Narváez, con quien comenzaría la Década Moderada.
II. LA DÉCADA MODERADA (1844-1854)
1. Las reformas moderadas. La Constitución de 1845.

A lo largo de la década encontramos 16 gobiernos y, aunque esto es símbolo de una gran


inestabilidad, Narváez es el liberal moderado que preside durante toda esta época.
El primer gobierno sería el de González Bravo, que puso en vigor la ley de ayuntamientos,
suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil para mantener el orden en el medio rural.
Con Narváez al frente, se celebraron elecciones para formar una Asamblea constitucional
(1844), triunfando los moderados aplastantemente. Narváez redactó la Constitución de 1845,
donde no hubo consenso con los progresistas. Limitaba el poder de las Cortes y se reforzaba el
del rey. La soberanía era compartida entre monarca y Cortes, y éstas eran bicamerales,
contando el Senado con un número ilimitado de senadores elegidos por el rey y el Congreso
con diputados elegidos por sufragio restringido. Se defendió un Estado centralizado y
uniforme. Se hizo una reforma de la Hacienda (1845) introduciéndose “consumos” y se
estableció la ley electoral de 1846, pudiendo votar solo los más ricos.
El gobierno se reconcilió con la Iglesia suspendiéndose la desamortización, por lo que más
tarde, con Murillo al frente se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851) donde el Papa
reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes vendidos. Se reforzaba la
confesionalidad católica y se volvió a unir la religión y la enseñanza. La división interna en el
gobierno de Murillo hizo que le sucediesen dos gobiernos cortos y el de José Sartorius,
caracterizados por la inestabilidad política. Entonces un grupo de militares se pronunció contra
el gobierno, la “Vicalvarada”, para que los progresistas tuvieran oportunidad de gobernar.

Por otro lado, Isabel II, debido a que Francia e Inglaterra limitaron los candidatos al ámbito
familiar a favor de sus intereses, se casó con su primo Francisco de Asís (1846), siendo el otro
candidato rechazado Carlos VI
Como los carlistas confiaban en que se casara con Carlos VI, estalló la segunda guerra carlista
(1846-1849) con centro en Cataluña.

III. EL BIENIO PROGRESISTA Y EL RETORNO AL MODERANTISMO


(1854-1868)
1. El bienio progresista (1854-1856).

a) El pronunciamiento de 1854. Los progresistas en el poder.


En 1854, un grupo militar liderado por los generales O’Donnell y Dulce (progresistas) se
pronunciaron contra el gobierno moderado. Dos días después, se enfrentaron en Vicálvaro (la
“Vicalvarada”) contra las tropas gubernamentales pero se retiraron al no hallar apoyo popular.
El general Serrano (progresista) redactó el “Manifiesto de Manzanares”, una carta progresista,
firmada por O’Donnell, cuya difusión permitió que la revolución fuera apoyada popularmente.
El pueblo se rebelaba contra el gobierno y constituía Juntas revolucionarias. Frente a esto, la
reina decidió formar gobierno con el general Espartero (progresista) y con O’Donnell como
ministro.

b) La Constitución non nata de 1856 y la obra legislativa.


Venciendo la Unión Liberal de O´Donell, se convocaron elecciones a Cortes constitucionales, en
ellas se redactó la Constitución de 1856 (non nata), la cual no fue promulgada, que defendía la
soberanía nacional, la Milicia Nacional, alcaldes elegidos por los vecinos, un Senado elegido
por votantes, libertad de imprenta y religiosa…
La ley de desamortización de Madoz (1855) afectó a los bienes de la Iglesia y los municipales,
beneficiándose principalmente de ello la alta burguesía. La ley General de Ferrocarriles (1855)
facilitó la inversión de capital extranjero y la formación de compañías ferroviarias y la ley de
Bancos de emisión y de Sociedades de crédito (1856) favoreció la movilización de las
financiaciones para construir la red ferroviaria.
En Barcelona, los trabajadores revindicaban mejoras sociales y en Palencia y Valladolid la
carencia del pan provocó motines de subsistencia, cuya represión provocó diferencias dentro
del gobierno de Espartero. Éste y su ministro dimitieron, llamando la reina a O’Donnell para
formar gobierno (1856).

2. La vuelta al moderantismo. La era O’Donnell (1856-1868)

a) La evolución política y el crecimiento económico.

Esta etapa fue de alternancia entre moderados y liberales. O’Donnell, tras suprimir la Milicia
Nacional, disolver las Cortes y restablecer la Constitución de 1845 con un Acta adicional que
añadía más libertades, fue sustituido el moderado Narváez.
En su gobierno se rechazó el Acta adicional y se aprobó la ley de Instrucción Pública (1857),
que regulaba el sistema educativo en tres etapas.
Narváez dimite y, tras dos breves gobiernos, O’Donnell, con la Unión Liberal, forma un largo
gobierno (1858-1863) de crecimiento económico gracias a la red ferroviaria, la mecanización
de la industria textil catalana y el incremento de tierras por la desamortización civil.
En política exterior, se apostó por aventuras militares que dieron prestigio al gobierno. El
ejército español se impuso en varias batallas, como la “guerra de Cochinchina” y “la guerra
contra Marruecos”, bajo la dirección de O’Donnell.

b) La crisis final del reinado (1863-1868).

En la crisis final contribuyó la corona, empeñada en contar con solo gobiernos moderados.
Frente a esto, el gobierno actuaba con dureza ante cualquier acontecimiento que alterara el
curso de la vida política: el catedrático Emilio Castelar, con Narváez presidiendo, fue
expedientado tras criticar a la reina. Esto dio lugar a los sucesos de la “noche de San Daniel”
(1865), donde estudiantes se manifestaron. La fuerte represión por parte de Narváez hizo que
se formará un nuevo gobierno dirigido por O’Donnell.
A los progresistas, solo les quedaba pronunciarse: los sargentos de artillería del cuartel de San
Gil (1866) se amotinaron para controlar dicho cuartel; acabaron enfrentándose a sus oficiales,
generando una cacería. O’Donnell respondió fusilando a los sublevados, por lo que la reina
creó otro gobierno con Narváez.
En el exilio, progresistas y demócratas, uniéndose más tarde los unionistas de Serrano tras
morir O’Donnell, firmaban el pacto de Ostende (1866) para destronar juntos a Isabel II y
convocar Cortes para elegir, mediante sufragio universal, el tipo de gobierno que debía tener
el país. Muere Narváez y le sucede González Bravo. Pero estalla “la Gloriosa”, una sublevación
que acaba con Isabel II, que huye a París, y abre puertas a la democracia.
6.2.- El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamortizaciones
de Mendizábal y Madoz. De la sociedad estamental a la
sociedad de clases.

Durante el siglo XIX se produce la sustitución de la economía feudal y de la sociedad


estamental por un sistema económico capitalista y una sociedad de clases. La nueva sociedad
liberal se definirá por la propiedad.

1.- LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y MADOZ.

1.1.- Los cambios agrarios durante la revolución liberal y la desamortización:


La revolución liberal trajo consigo una serie de cambios que transformaron el campo español.
Entre las más importantes podemos destacar la supresión definitiva de la vinculación de las
tierras, la abolición del régimen jurisdiccional, la libertad de cercamiento de las tierras, de
comercialización de las cosechas y de fijación de precios y la supresión del diezmo, entre otras.
Sin embargo, la más importante de todas ellas fue la desamortización de las tierras de las
Iglesia y de los concejos. Las primeras medidas desamortizadoras las tomó Godoy y estas
fueron continuadas por las Cortes de Cádiz y por el Trienio Liberal.

Las desamortizaciones consistieron en la expropiación, por parte del Estado, de las tierras
eclesiásticas y municipales para su posterior venta a particulares en subasta pública. En
compensación por el patrimonio confiscado a la Iglesia, el Estado se hacía cargo de los gastos
del culto y clero. Aunque se dieron algunos intentos a finales del siglo XVIII, el verdadero
proceso de desamortización se desarrolló a partir de 1837 en dos fases, a cada una de las
cuales se las conoce por el nombre del ministro que la puso en marcha: la desamortización de
Mendizábal y la de Madoz.

1.2.- La desamortización de Mendizábal (1837-1849)


Como medida previa, en 1835 se disolvieron las órdenes religiosas, salvo las dedicadas a la
enseñanza o al cuidado de los enfermos, y sus fincas se declararon bienes nacionales, es decir,
propiedad del Estado.

La desamortización de Mendizábal (ley de 1837) se inició en una etapa de gobierno progresista


y consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que se la
conoce también como “desamortización eclesiástica”. Sus objetivos vienen determinados por
la crítica situación que atravesaba el país (primera guerra carlista y estado ruinoso de la
Hacienda), fueron:

 Sanear la Hacienda, mediante la amortización parcial de la deuda pública.


 Financiar la guerra civil contra los carlistas.
 Hacer que los nuevos propietarios de las tierras apoyaran el liberalismo, que
necesitaba apoyo social frente a la amenaza carlista.
El gran problema de esta desamortización fue que el gobierno admitió para el cobro de esas
tierras no solo dinero en efectivo, sino que también admitió vales de deuda. Esto fue un
problema porque el dinero que se tenía que haber recaudado no llegó directamente sino que
se cobró a plazos, con lo que el Estado no pudo hacer frente a la necesidad de dinero que
tenía.

Algunos historiadores han criticado que primaran los intereses políticos y económicos sobre la
reforma social, y se desaprovechara la oportunidad de repartir las tierras entre los campesinos
que las habían venido trabajando.

1.3.- La desamortización de Espartero (1841)


En 1841 el recién nombrado regente Espartero, impuso la desamortización de bienes del clero
secular. Esta ley durará tres años y al hundirse el partido progresista la ley fue derogada.

En 1845, durante la Década Moderada, el Gobierno intentó restablecer las relaciones con la
Iglesia, lo que lleva a la firma del Concordato de 1851.

1.4.- La desamortización de Madoz (1855-1867)


La desamortización general de Madoz (ley de 1855) se inició durante el bienio progresista por
parte del ministro de Hacienda Madoz. Se ejecutó de forma más controlada que la de
Mendizábal e incluía todo tipo de tierras amortizadas:

 Las de la Iglesia aún no vendidas (obras pías, beneficencia…)


 Las de la propiedad municipal (comunes y de los propios)
 Las de las órdenes militares.

La situación política y económica no era tan grave como en la etapa de la desamortización


anterior, ya que la segunda guerra carlista no supuso tanto gasto como la primera y el régimen
liberal estaba más consolidado.

Por ello, además de reducir la deuda pública, se pretendía destinar parte de los ingresos
obtenidos a financiar la construcción de las infraestructuras necesarias para modernizar la
economía, en especial la red de ferrocarriles.

Fue ésta la desamortización que alcanzó un mayor volumen de ventas y tuvo una importancia
superior a todas las anteriores. El estado ingresó casi el doble de lo obtenido con la
desamortización de Mendizábal. Sin embargo, la de Mendizábal tiene una gran importancia
por su duración, el gran volumen de bienes movilizados y las grandes repercusiones que tuvo
en la sociedad española.

1.5.-Consecuencias socioeconómicas de las desamortizaciones

Las principales consecuencias económicas y sociales de ambas desamortizaciones fueron las


siguientes:
 Se cultivaron grandes extensiones de tierra, hasta entonces poco o nada explotadas
por sus antiguos propietarios.
 Se sacrificaron los intereses de los campesinos, a los que no se les reconocieron sus
derechos sobre las tierras señoriales ni municipales ni se les facilitó el acceso a las
propiedades desamortizadas, y sobre todo del clero, cuyas tierras fueron expropiadas.
El descontento de ambos empujo a muchos de ellos al carlismo.
 Las ventas absorbieron una gran cantidad de capitales privados, ya que se calcula que
el total de las tierras desamortizadas equivalía a la mitad de las tierras cultivables.
 La escasez de capital nacional fue la causa de que la industria española saliera adelante
gracias al capital extranjero (salvo en Cataluña).
 No hubo concentración ni dispersión de tierras, sino tan sólo cambios de propietarios.
 A fines del siglo XIX la base económica del país seguía siendo una agricultura de
escasos rendimientos, que ocupaba a las dos terceras partes de la población activa y
generaba más de la mitad de la renta nacional.

2.- DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES.

La sociedad industrial supuso la aparición de grupos nuevos: empresarios, obreros, etc. Se


caracterizó por la igualdad, al menos en teoría, y por la movilidad. La fortuna decidía el nivel
social del individuo (sociedad de clases) y nobleza y clero perdieron sus privilegios.

La nobleza perdió influencia al no arriesgar sus fortunas en empresas industriales. Sostener su


estilo de vida únicamente con rentas agrarias llevó a algunas casas nobiliarias a la ruina. A
pesar de ello, los nobles consiguieron pasar el siglo relativamente inmunes, gracias a dos
estrategias: el enlace matrimonial con las grandes familias burguesas y la alianza con los
empresarios. En el terreno político los nobles siempre se mantuvieron próximos al rey, tenían
el monopolio de los cargos en el Palacio Real y ocupaban puestos en el Senado. Además la
Corona concedió de forma generosa títulos nobiliarios durante el siglo a hombres de empresa.
En el terreno económico la nobleza entró en los consejos de administración de las empresas
como presidentes o consejeros, más que por la aportación de capital debido a su cercanía con
los grandes empoderados. En el terreno social la nobleza imitó los hábitos aristocráticos, a
diferencia del resto de Europa.

El clero fue el grupo social más perjudicado por el régimen liberal. La eliminación de sus
privilegios, especialmente en el campo económico. Con las desamortizaciones privaron a la
Iglesia de sus propiedades agrarias y la extinción del diezmo cerró otra fuente de financiación.
A partir de 1840 el clero dependía de un presupuesto muchas veces insuficiente lo que hizo
disminuir de forma notable al clero regular, no así tanto al clero secular. El bajo clero defendió
el carlismo, especialmente de 1833 a 1840, y se opuso a cualquier avance hacia la tolerancia
religiosa, a la libertad de cultos y a la separación entre Iglesia y Estado. Aun así, en las
poblaciones pequeñas el clero mantenía un protagonismo del que carecía en las grandes
ciudades.
El término burguesía englobaba desde empresarios a abogados, periodistas, etc. Pero
fundamentalmente hace referencia en este periodo a hombres de negocios. Los burgueses
obtuvieron beneficios diversificando sus actividades, banqueros que prestaban dinero al
Estado o administraban servicios urbanos y suministros al ejército. Banqueros y
administradores tuvieron en Madrid su centro de actividad. En Barcelona y Bilbao, las fortunas
se debieron a las inversiones en actividades industriales y comerciales.

Las clases medias estaban integradas fundamentalmente por una serie de profesionales
liberales como médicos, arquitectos o profesores, sobre todo de universidad. Los funcionarios
eran uno de los grupos más inestables debido al constante cambio de Gobierno.

En una sociedad agraria como la española del siglo XIX, el núcleo más amplio de la población
estaba formado por campesinos. Los jornaleros representaban un amplio colectivo, con tasa
de analfabetismo del 80%. En las áreas urbanas predominaba aun la artesanía por lo que había
un déficit de actividad industrial. Otros grupos de las clases populares eran los criados y
dependientes, ya que las familias de clase alta disponían de un elevado número de servidores
domésticos.
6.3 El Sexenio democrático (1868-1874): Intentos
democratizadores. La revolución, el reinado de Amadeo I y la
Primera República.

1. La Revolución Gloriosa.
Las causas de la revolución de 1868 que puso fin al reinado de Isabel II, se remontan a los cinco
años anteriores y son:

La situación económica se había ido deteriorando a partir de 1864, a la crisis de la industria


textil se unieron la de los ferrocarriles, la quiebra bursátil, la bancarrota de la Hacienda pública
y dos pésimas cosechas en 1866 y 1867. Todo esto tuvo como consecuencia un descontento
generalizado y un aumento del paro.

La situación política también fue deteriorándose. Tras la Noche de San Daniel (1864) y los
sucesos del cuartel de San Gil (1866) se sucedían las muertes de O´Donnell (1867) y Narváez
(1868). Así en 1868 salvo una reducida camarilla nadie apoyaba a la Reina. Los grupos de
oposición firmaban el Pacto de Ostende que tenía como objetivos la abdicación de la reina y la
convocatoria de unas Cortes constituyentes, además de reivindicaciones populares como el
sufragio universal, la supresión de las quintas y la abolición del impuesto de consumos.
Formaron parte de él demócratas, progresistas (Prim) y unionistas (Serrano).

La revolución comenzó en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, cuando el almirante Topete


alienta a la flota al grito de “Viva España con honra”. Se trataba de un pronunciamiento militar
más, del que formaban parte los generales Prim y Serrano. El apoyo popular vino después,
cuando los sublevados armaron a la población creando los Voluntarios de la libertad y
organizaron Juntas revolucionarias. Se fueron uniendo a la sublevación, Málaga, Almería,
Cartagena y Alicante. Finalmente el 28 de septiembre se producía la batalla del puente de
Alcolea, donde las tropas al mando de Serrano derrotaban a las gubernamentales, un día
después la Reina partía al exilio desde San Sebastián.

Las primeras medidas del Gobierno provisional, formado el 8 de octubre por Serrano
(Hacienda), Ruiz-Zorrilla, Sagasta (Gobernación), Prim (Guerra) y Topete (Marina), consistieron
en disolver los Voluntarios y las Juntas, nombrar nuevos ayuntamientos y diputaciones y exigir
a los gobernadores civiles que garantizasen el orden. En enero de 1869 se convocan elecciones
a Cortes constituyentes mediante sufragio universal de los varones mayores de 25 años.

2. La Constitución de 1869
La principal polémica se centró en la forma del Estado. Los firmantes del manifiesto de los
Cimbrios, como Manuel Becerra, abogaban por una monarquía democrática, mientras que
otros se inclinaban por la república. Las elecciones fueron bastante limpias, pero muy
condicionadas por el alto número de analfabetos que permitieron a las autoridades locales
orientar el voto.
En junio de 1869 se aprobaba la nueva constitución con 11 títulos y 112 artículos, era la
primera constitución democrática de España y una de las primeras de Europa. Sus
características principales eran:

 Se proclamaba la Soberanía Nacional y el sufragio universal.


 Se establecía la Monarquía como forma del Estado. El Rey carecía de poderes
legislativos y ejercía el ejecutivo a través de sus ministros, suponía por tanto una
monarquía democrática y parlamentaria.
 La división de poderes. El legislativo lo ejercen las dos Cámaras, el ejecutivo los
ministros, que responden ante las Cortes, y el judicial a un cuerpo de jueces
independientes. Se regula el acceso por oposición a la carrera judicial y se crea un
Consejo de Estado para dirigir la administración de justicia.
 El sufragio universal de los varones mayores de 25 años. El Congreso se elegiría en una
proporción de un diputado por cada 40.000 habitantes, y el Senado de forma indirecta,
se renovaría cada 3 años parcialmente y serían elegibles los mayores contribuyentes y
las altas jerarquías de las instituciones, el Ejército y la Iglesia. Se mantenía así el
modelo conservador del Senado.
 Con respecto a la religión, finalmente se aprobó la libertad de cultos, pero también el
compromiso del Estado de mantener el culto y clero católicos.
 Una exhaustiva declaración de derechos, que las Cortes hicieron muy elaborada para
evitar que hubiera que desarrollarla posteriormente mediante leyes, y que estas
pudieran recortarlos, como había ocurrido bajo los Gobiernos moderados. Se
establecían como derechos imprescindibles, los de libertad, inviolabilidad del
domicilio, derecho al voto, de residencia, libertad de enseñanza, expresión, reunión y
asociación. En general se hacía más hincapié en los derechos individuales que en los
colectivos.
 La regulación de Ayuntamientos y Diputaciones mediante la elección de los concejales
por sufragio y la de alcaldes entre los concejales.
 Por último, se incluía el compromiso de regular la situación de las colonias de ultramar,
que no impidió una sublevación en Cuba.

En conjunto, la Constitución de 1869 establecía un régimen democrático que podía adaptarse


a la mayoría de modelos liberales.

3. Los problemas del régimen y la búsqueda de un rey


Una vez aprobada la constitución, Serrano fue nombrado Regente y Prim pasó a dirigir el
Gobierno. Su objetivo era triple: conseguir unir a los partidos para conseguir una estabilidad,
emprender el desarrollo legislativo y la búsqueda de un candidato al trono.

Pese a los esfuerzos de Prim, la unidad de los partidos fue imposible, los republicanos se
oponían por haber permitido la monarquía y Prim formó un Gobierno de mayoría progresista e
unionista, Topete, y dos demócratas, Rivero y Manuel Becerra. Entre 1869 y 1870 se fueron
publicando una serie de leyes reformadoras, Ley de Orden público, Ley electoral, nuevo Código
penal, Ley Orgánica del poder judicial, Ley de enjuiciamiento criminal, Ley municipal y
provincial y Ley sobre el matrimonio civil.
En el terreno económico el ministro de Hacienda Figuerola aprobó varias medidas muy
importantes. Por un lado la Ley de aranceles, que rebajaría las aduanas hasta un 15% del valor
de 1868, esta medida enfrentó al Gobierno con los industriales. Por otro lado racionalizó el
sistema monetario, otorgaba en exclusiva la función de emitir moneda al Banco de España y
establecía la peseta como nueva unidad monetaria.

La situación social llevó a los levantamientos de campesinos en Andalucía en 1868 y a las


sublevaciones republicanas en 1869 en Valencia, Zaragoza y Andalucía. Aunque fueron
sometidas por el Gobierno, muchas de ellas terminaron organizando partidas guerrilleras.
Además en 1868 estalló una sublevación en Cuba al mando del coronel Céspedes. La excesiva
brutalidad en la represión hizo que la revuelta se extendiese y la llegada del general Dulce no
consiguió sofocarla.

La búsqueda de nuevo rey también resultó complicada. A algunos candidatos, como el duque
de Montpensier, los vetaban casas que declinaban la oferta como las escandinavas o la
Portuguesa. Finalmente y tras provocar una guerra entre Francia y Prusia, el príncipe italiano
Amadeo de Saboya accedió a aceptar la Corona. El 16 de noviembre de 1870 se produjo la
votación con un resultado de 191 a favor y 91 en contra. Amadeo I llegó a Cartagena el 30 de
diciembre y allí mismo recibió la noticia del asesinato de Prim tres días antes.

4. El Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)


El reinado de Amadeo I no empezó bien y fue en su totalidad un fracaso completo, en primer
lugar por el carácter del monarca, tímido y que no hablaba bien castellano y en segundo lugar
por la falta de su principal ministro Prim. Pero la razón fundamental es que nadie creía en
España que la casa de Saboya fuese la solución. Tenía a muchos grupos en contra:

 La aristocracia y los terratenientes, que asociaban su monarquía con la democracia y lo


consideraban un peligro para su posición social. La nobleza madrileña hizo el vacío al
Rey, pensando que sólo los Borbones y la Constitución de 1845 garantizaban una
vuelta a la normalidad.
 Los sectores industriales estaban en contra del liberalismo y pensaban que la vuelta al
proteccionismo vendría con los Borbones.
 La Iglesia estaba enfrentada con la casa de Saboya, sobre todo tras la toma de Roma y
la desaparición de los Estados Pontificios de la mano de Víctor Manuel I, padre del Rey.
 Los carlistas, que además habían vuelto a tomar las armas en defensa de su candidato
Carlos VII.
 Los republicanos, que estaban totalmente en contra de la monarquía ya que no
aseguraba la democracia y lo consideraban una forma de excluirlos del poder.

Durante su reinado se sucedieron seis Gobiernos y tres elecciones generales. Los progresistas
se habían dividido en constitucionales, Sagasta, y radicales, Ruiz-Zorrilla. Además se sucedieron
los escándalos, las mociones de censura y el amaño de las elecciones, sobre todo en 1872. Ese
año la sublevación en Cuba seguía en aumento además de las revoluciones republicanas y
carlistas. Si sumamos el estallido de la comuna en Paris, la presencia de la AIT en España y los
enfrentamientos constantes en las Cortes tenemos una idea del deseo del Rey de abandonar el
trono cuanto antes, por ello el rey presentaba su abdicación el 11 de febrero de 1873. Esa
misma noche se proclamaba la república.

5. La Iª República
La declaración era anti constitucional, pero apenas había otra alternativa. Ningún otro tenía
apoyos suficientes, así que los diputados, en su mayoría radicales, eligieron jefe del poder
Ejecutivo a Figueras, que sería así el primer presidente de la República. Este nombró un
Gobierno de republicanos y radicales, destacando Pi i Margall. El nuevo sistema político llegaba
en un momento caótico por la crisis agraria y la quiebra financiera, además este no era
apoyado socialmente y solo Suiza y EEUU reconocieron al nuevo Gobierno.

Ningún otro grupo político participó en la política y los mismos republicanos se encontraban
divididos en varias tendencias. Se produjeron sublevaciones campesinas en Andalucía,
surgieron los primeros focos federalistas y Juntas revolucionarias, a duras penas disueltas por
Pi i Margall, además el partido radical intentó un golpe de Estado dos veces, especialmente
grave fue el segundo liderado por Topete y Pavía. En las elecciones de mayo se impusieron de
forma aplastante los republicanos. Se proclamaba la República federal y el 9 de junio era
nombrado presidente Pi i Margall.

Se aprobó una nueva constitución en 1873, aunque nunca llegó a entrar en vigor, establecía la
república confederal compuesta de 17 estados y varios territorios de ultramar, los municipios
tendrían su propia constitución local y su división de poderes sería: Alcaldía (Ejecutivo),
Ayuntamiento (Legislativo) y Tribunales locales (Judicial). La misma estructura se repetía en el
Estado, con el legislativo formado por dos cámaras de elección directa y un Senado formado
por cuatro representantes de más de 40 años de cada Estado y un poder judicial presidido por
el Tribunal Supremo formado por tres magistrados por cada Estado. Una amplia declaración de
derechos como en 1869, con especial mención al derecho de asociación, y un Estado laico.

La Constitución no entró en vigor porque estalló antes una revolución, el cantonalismo, que
acabó con la propia República. El 7 de julio se proclamó una huelga general en Alcoy
convocada por la AIT y reprimida por el Ejército. El 12 se sublevaban grupos federales en
Cartagena haciéndose con el control de la flota y el arsenal. La revolución se extendió
creándose Juntas revolucionarias. De forma paralela los carlistas ampliaban los territorios bajo
su dominio. El 18 de julio accedía a la presidencia Nicolás Salmerón.

Este otorgó amplios poderes a los capitanes generales y envió a Pavía a Andalucía y a Martínez
Campos a Levante, además aumentó los efectivos de la Guardia Civil y restableció la pena
capital, pero al tener que firmar las primeras condenas dimitió el 5 de septiembre, el nuevo
presidente era Emilio Castelar, el cuarto en siete meses. Partidario de un Estado fuerte y
centralizado afirmo que “lo que necesitamos es orden, autoridad y gobierno”. Obtuvo poderes
extraordinarios, suspendió las Cortes hasta enero, restableció las quintas y las ordenanzas
militares, suspendió varios derechos constitucionales y obtuvo un crédito del extranjero de
500 millones para acabar con la guerra. A finales de diciembre pudo detener el avance carlista.
En la sesión de Cortes del 2 de enero de 1874 perdió el gobierno por 191 a 100, cuando se
estaba votando un nuevo Gobierno el general Pavía hacía entrar a las tropas en el lugar y
disolvía las Cortes, se nombraba al general Serrano como nuevo jefe de Gobierno. Con esto
comenzaba la república ducal que duraría hasta el 29 de diciembre de ese mismo año cuando
Martínez Campos se pronunciaba a favor de la restauración de los Borbones para gran disgusto
de Cánovas del Castillo, que había planeado una restauración pacífica y legal de la monarquía.

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