Historia de Espana - Bloque 10 2020-21 v0.0
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Ante la pérdida de todos sus apoyos Primo de Rivera dimitió en Enero de 1930 y Alfonso
XIII nombró al general Berenguer para que hiciera la transición a la monarquía constitucional; el
cambio fue tan lento que la oposición denominó a esta etapa la "Dictablanda". Ante el
descontento, el General Berenguer dimite y el rey nombra al almirante Aznar, con el compromiso
de convocar elecciones empezando por las municipales. Tras la caída de la dictadura, la pérdida
de apoyos de la monarquía era manifiesta.
Los efectos de la crisis económica mundial de los años treinta, cuya primera manifestación
fue el crack de la Bolsa de Nueva York en 1929, fueron menores en España por su aislamiento
respecto al sistema económico internacional y el carácter cerrado de su economía, ya que estaba
fuertemente protegida del exterior por la política arancelaria, y gran parte de su producción se
destinaba al mercado interior.
De hecho, la depresión tardó más tiempo en afectar a España (1933 fue el año más crítico)
y repercutió menos que en otros países de Europa y América.
Sin embargo, como la economía española en muchos aspectos era dependiente de los
países desarrollados, la crisis internacional tuvo al menos tres consecuencias, que dificultaron aún
más la aplicación de algunos de los más ambiciosos proyectos de reforma:
Fuerzas de apoyo:
Dentro de las izquierdas destacan los partidos y sindicatos obreros (PSOE, PCE y UGT);
destacando el socialismo, ya desde su participación en el Pacto de San Sebastián.
● En el centro se sitúa el Partido Radical de Alejandro Lerroux que había venido perdiendo
claridad ideológica en los últimos decenios, y se había convertido en un partido refugio de ex-
monárquicos descontentos con ideologías de centro-izquierda y republicanos de la derecha.
Fuerzas de oposición:
• Los anarquistas. Tras su inicial apoyo a la República, pronto declararon a esta –como a
cualquier otra forma de Estado– enemiga de la clase obrera, más aún ante lo que consideraban
excesiva lentitud de las reformas prometidas, sobre todo la agraria. La FAI y la CNT impulsaron la
iniciativa obrera y campesina al margen del Estado y se sucedieron las agitaciones anarquistas,
tanto rurales como urbanas, ante las cuales la República respondió en general con dureza
(Sucesos de Casas Viejas).
• Las derechas, que según su actitud frente a la República se pueden clasificar en tres
grandes grupos:
A.- La derecha posibilista, cuya estrategia consistía en conquistar el poder por las
urnas para convertir la República de izquierdas en una República conservadora. El más
importante de estos partidos, la CEDA, de Gil Robles, fundada a finales de 1932, contaba
con el apoyo de la Iglesia y agrupaba a amplios sectores católicos de clases medias, alta
burguesía y terratenientes, así como a pequeños y medianos campesinos.
• Un sector del ejército. En el seno del ejército existía una gran división entre partidarios y
enemigos de la República. Las conspiraciones militares fueron continuas y la República adoptó
una política de sanciones suaves que reflejaba su temor a la fuerza del ejército, con el que en
última instancia trataba de entenderse. De todas ellas, la que llegó más lejos fue la sublevación
del monárquico general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, que se sublevó en Sevilla
en el verano de 1932. Fue un golpe precipitado y con escasa coordinación, por lo que fue
sofocado con facilidad.
El primer bienio se caracterizó por una política general de reformas cuyo propósito era la
modernización y la democratización del país.
Los resultados electorales dieron una clara victoria a los partidos que integraban el gobierno
provisional, en especial a los de izquierdas (el PSOE fue el que obtuvo más votos y 116 escaños,
seguido del Partido Radical de Lerroux, con 90 escaños).
El texto constitucional elaborado por las nuevas Cortes definía a España como «una
república democrática y de trabajadores» y fue aprobado en diciembre de 1931.
La política religiosa
• La extinción, en el plazo de dos años, del presupuesto de clero y culto, que ya no tenía
sentido tras la separación entre Iglesia y Estado.
El objetivo final era acabar con la hegemonía de la Iglesia en la enseñanza y establecer una
educación primaria gratuita, laica y obligatoria. El principal problema era la inexistencia de una
infraestructura suficiente: faltaban casi tantas escuelas como las que había, y lo mismo ocurría
con los maestros, que estaban muy mal pagados. En este sentido las realizaciones quedaron por
debajo de las previsiones, aunque se crearon más de 10.000 escuelas y se incorporó a 7.000
nuevos maestros, a los que además se les aumentó el sueldo.
Por otra parte, en el plano cultural, se crearon las Misiones Pedagógicas, con la finalidad de
llevar la educación y la cultura al mundo rural. Consistían en grupos de artistas, intelectuales,
maestros y estudiantes universitarios, que con carácter voluntario y desinteresado se dirigían a
los pueblos, donde organizaban todo tipo de actividades culturales.
Por último, en 1932 se creó el grupo de teatro universitario La Barraca, dirigido por García
Lorca, que hacía giras por toda España representando obras del teatro clásico español.
Los Jurados Mixtos nacen como organismos de regulación de las relaciones laborales,
integrados por patronos y obreros, y creados por la reforma laboral de Largo Caballero (UGT). Se
basaron en los comités paritarios de la dictadura de Primo de Rivera, en los que también había
intervenido la UGT y generaron un ambiente de rechazo por parte de la CNT.
Durante el régimen republicano no llegó a haber ningún plan eficaz para la lucha contra el
paro; aunque éste se vio en parte aliviado por el comienzo de un ambicioso plan de obras
públicas que incluía la construcción de grandes terminales de ferrocarriles en Madrid y varios
planes de obras hidráulicas.
Reconocidas las autonomías por la Constitución, durante este primer bienio solo se
formalizó el Estatuto de Cataluña.
De acuerdo con el compromiso adquirido por el gobierno provisional con Francesc Macià
para que pusiera fin a la República catalana proclamada el mismo día que la República española,
se encomendó la elaboración del proyecto de Estatuto a los propios catalanes, bajo la iniciativa de
Esquerra Republicana de Cataluña.
En cuanto al País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco y los carlistas elaboraron un proyecto
de estatuto tan tradicionalista y poco democrático que fue abiertamente rechazado por la mayoría
parlamentaria de izquierdas. Diferentes circunstancias impidieron un nuevo proyecto, por lo que
el País Vasco no tuvo Estatuto de autonomía hasta los comienzos de la Guerra Civil.
Los objetivos de Azaña eran dos: ganarse la fidelidad del Ejército para la República y
aumentar su eficacia. Con esa orientación, ya en los primeros días de la República se adoptó una
serie de medidas:
• Se publicó un decreto que permitía a todos los oficiales pasarse de forma voluntaria a la
reserva sin disminución de sueldo, a lo que se acogieron más de 7.000. Con esta medida se
pretendía alejar de las armas a un número importante de militares monárquicos y, al mismo
tiempo, disminuir el excesivo número de oficiales que tenía el ejército español.
A estas medidas iniciales siguieron otras durante el gobierno constitucional, que supusieron
una importante reorganización del ejército y su sometimiento al poder civil.
Por otra parte, se creó la Guardia de Asalto, como cuerpo adepto a la República, para
mantener el orden público, sustituyendo al ejército en esta función.
La reforma agraria
La reforma agraria era sin duda el proyecto económico y social de mayor magnitud que
debía acometer la República y, además, con urgencia. Entretanto, para paliar la situación de los
campesinos, el gobierno provisional adoptó algunas medidas encaminadas a proteger a
arrendatarios y jornaleros.
Una comisión técnica elaboró un primer informe sobre la reforma agraria, que fue
presentado a las Cortes en julio de 1931. Pero, si todos coincidían en la necesidad de acabar con
la gran propiedad latifundista de bajo rendimiento, no ocurría lo mismo con el procedimiento que
debía seguirse para conseguirlo. Y las discusiones parlamentarias se prolongaron durante más de
un año, hasta la aprobación de la definitiva Ley de Reforma Agraria en septiembre de 1932.
Sin embargo, la tan anhelada reforma agraria, al menos durante el primer bienio, fue un
relativo fracaso por varias razones: se tardó demasiado tiempo en aprobar la Ley de Reforma
Agraria, se empezó a aplicar de forma demasiado lenta y burocrática y las expropiaciones
requerían la indemnización previa a los propietarios, por lo que dependían de la limitada
capacidad de pago del Estado.
A finales del mes de junio de 1931 tuvieron lugar elecciones a Cortes Constituyentes, y los
resultados dejaban ver de forma clara el cambio que se había producido en la vida política
española. La izquierda obtiene un gran triunfo, con más de un centenar de escaños socialistas y
una cifra similar entre Acción Republicana, Radicales-Socialistas y Esquerra Republicana de
Cataluña. Los radicales superan los noventa escaños y unos veinte los seguidores de Miguel
Maura y Niceto Alcalá Zamora. El resto de escaños son residuales: uno monárquico (conde de
Romanones) y algunos de tradicionalistas católicos y representantes agrarios.
• Definición a España como «una república democrática y de trabajadores de toda clase que
se organiza en régimen de libertad y justicia».
• La declaración de derechos ciudadanos era muy amplia y superaba con mucho a las
Constituciones más progresistas del siglo xix.
• Las Cortes adquirían un gran poder, tanto legislativo como de control sobre el Gobierno, y
constaban de una sola cámara elegida por sufragio universal; este, por primera vez, incluía
también a las mujeres.
• El Gobierno era responsable ante las Cortes, que podían retirarle su confianza en cualquier
momento.
• En relación con la enseñanza, la cultura aparecía como una función primordial del Estado,
cuya obligación era extenderla a toda la población, sin discriminaciones de tipo económico.
Los asuntos más polémicos fueron los relativos a la Iglesia y a las autonomías, por la
actitud beligerante de la derecha en estas cuestiones.
Causas
Para entender este planteamiento de los socialistas, es necesario considerar también los
acontecimientos que se estaban desencadenando en Europa, en especial la subida al poder de
Hitler en Alemania (enero de 1933) y la prohibición de todos los partidos políticos en Austria por
el régimen totalitario de Dollfuss (febrero de 1934). Estos hechos eran interpretados por amplios
sectores de la izquierda como un adelanto de lo que podría ocurrir en España, dadas las
similitudes de la situación política.
Desarrollo
Los disturbios fracasaron en la mayor parte del país, porque el ejército sofocó con facilidad
los focos huelguistas. Solo adquirieron importancia en Madrid, Vizcaya, Barcelona y Asturias, pero
en las tres primeras tuvieron corta duración.
El único lugar en que triunfó la insurrección fue Asturias, donde se había firmado un pacto
de alianza regional –la Alianza Obrera– entre socialistas, anarquistas y comunistas, con el fin de
«socializar los medios de producción» en un movimiento revolucionario conjunto.
Los obreros consiguieron ocupar por las armas toda Asturias y proclamaron la Revolución
Socialista de los Consejos Obreros. Columnas de mineros armados de dinamita ocuparon los
pueblos de las cuencas y tomaron gran parte de los cuarteles de la Guardia Civil. Asimismo,
sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios, que asumieron el abastecimiento de
alimentos, el funcionamiento de los transportes y el suministro de agua y electricidad.
Terminaron sitiaron Oviedo dispuestos a defender la revolución y se enfrentaron a las fuerzas del
orden.
El gobierno envió desde África a la Legión y los regulares para reprimir el levantamiento.
Estas fuerzas desembarcaron el día 10 en el puerto de Gijón al mando del general Yagüe. A ellas
se sumarían las tropas que entraron desde Galicia comandadas por general López Ochoa, si bien
toda la operación estuvo dirigida desde Madrid por el general Franco. El 18 de octubre la rebelión
había sido completamente sofocada.
Consecuencias
El saldo final de víctimas mortales fue elevado: entre 1.000 y 2.000 insurrectos, según
diferentes historiadores; unos 300 miembros de las fuerzas de seguridad y el ejército; y más de
30 sacerdotes y religiosos.
A partir de ese momento se produjo un giro aún más conservador en la política
gubernamental. La represión posterior se caracterizó no solo por su dureza, sino también por su
arbitrariedad. Se realizaron cerca de 30.000 detenciones y fueron numerosas las condenas a
muerte, pero al final se indultó a los máximos responsables y se ejecutó a dirigentes secundarios.
Oviedo fue la ciudad más castigada durante esta revolución. La Cámara Santa fue volada el
día 11 y dos días después los revolucionarios atacaron y destruyeron otros edificios, como el de la
Universidad, que perdió su valiosa biblioteca. En cambio, fueron las fuerzas gubernamentales
quienes quemaron el Teatro Campoamor.
La izquierda, tras la represión que siguió a la revolución de octubre de 1934, impulsó una
concentración de fuerzas que desembocó en la creación del Frente Popular. También contribuyó a
ello el avance del fascismo en Europa y la recomendación de la Internacional Comunista de
frenarlo mediante la formación de frentes antifascistas integrados por todas las fuerzas de
izquierdas.
En las elecciones de febrero de 1936, tras la experiencia del bienio conservador, la izquierda
vio la necesidad de unirse contra la reacción de derechas y para conseguir una amnistía que
sacara de la cárcel a los dirigentes populares detenidos tras la revolución asturiana. En
consecuencia, se configuró el Frente Popular, que agrupaba a toda la izquierda: desde los
republicanos de Azaña hasta los comunistas, con el apoyo incluso de los anarquistas.
Los partidos de derecha formaron distintas coaliciones, constituidas por la CEDA y por los
monárquicos y tradicionalistas (Bloque Nacional), pero no lograron confeccionar una candidatura
única.
Tras la victoria en las urnas del Frente Popular y tan solo cuatro días después de la
formación del gobierno, se decretó la amnistía para todos los represaliados de la revolución de
1934, aunque las multitudes de las grandes ciudades ya los habían liberado de las cárceles nada
más conocer el triunfo electoral. También se decretó el reingreso a sus puestos de trabajo.
La siguiente medida fue la restauración plena del Estatuto de autonomía para Cataluña,
suspendido tras la revolución de octubre y solo parcialmente restablecido después.
LluisCompanys, tras su liberación, volvió a ocupar la presidencia de la Generalitat.
La nueva situación fue recibida por las derechas con absoluto rechazo. Muchos propietarios
de tierras se opusieron a las medidas del gobierno; algunos empresarios industriales cerraron
fábricas y expatriaron capitales y la Iglesia volvió a lanzar campañas contra la República. Falange
Española asumió un fuerte protagonismo y fomentó un clima de enfrentamiento civil y crispación
política. Grupos de falangistas formaron patrullas armadas que iniciaron acciones violentas contra
los líderes izquierdistas, respondidas del mismo modo por lo militantes más exaltados de la
izquierda. La creación de un clima de violencia era una estrategia que favorecía a los sectores
decididos a organizar un golpe de Estado militar contra la República.
• Reducirla a un conflicto periférico, que podía aislarse para evitar su propagación al resto
de Europa.
Alemania, Italia y Portugal, países que mantenían regímenes fascistas o similares, apoyaron
de forma directa a los militares sublevados:
• La Alemania nazi de Hitler ofreció la ayuda más determinante en el ámbito militar, con la
participación de la Legión Cóndor, un considerable número de pilotos y tropas (especialmente de
artillería) con sus correspondientes equipos bélicos; e incluso ayuda económica directa.
• La Italia fascista de Mussolini proporcionó una ayuda mayor incluso que la de Alemania en
número de hombres (CorpoTruppeVolontarie) y valor económico. Destacó también el papel
desempeñado por su Armada y su Aviación Legionaria.
• El Estado Novo Portugués prestó una ayuda menor en diversas formas (desde la ayuda
diplomática hasta el envío de voluntarios –Viriatos-), pero de especial importancia por su
situación geográfica.
Los únicos países que apoyaron a la República en el terreno militar fueron la Unión Soviética
y México:
• México, presidido por Lázaro Cárdenas, cuya identificación ideológica con el régimen
republicano era notoria, proporcionó también desde el primer momento armas, alimentos y apoyo
diplomático.
Por último, debe destacarse la participación en las filas republicanas de las Brigadas
Internacionales, fruto de un verdadero movimiento de solidaridad antifascista, e integradas por
cerca de 15.000 soldados efectivos que se iban renovando a medida que avanzaba la guerra.
Entre los brigadistas había voluntarios de más de cincuenta países de Europa, América y Asia,
que en su mayoría era de ideología progresista o de izquierdas (demócratas, socialistas,
anarquistas y comunistas). En su articulación resultaron esenciales las organizaciones comunistas
internacionales, como el Komintern. Tuvieron una importante función en la defensa de Madrid y
en los diferentes campos de batalla.
El Comité de No Intervención
Gran Bretaña quería evitar que, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial, un conflicto
local pudiera transformarse en una nueva guerra europea, que no estaba en condiciones de
permitirse.
La República intentó que la Sociedad de Naciones interviniera contra Italia y Alemania por
su participación directa en la contienda española. Pero tuvo que esperar más de un año para que
se aprobase una resolución, que finalmente no fue aplicada.
Para Estados Unidos, la guerra española era una prueba del avance del comunismo, por lo
que su enfoque del conflicto se aproximaba más a los argumentos de los sublevados. Aunque
oficialmente adoptó una política de no intervención y prohibió la venta de armas a España, los
abastecimientos de algunas empresas estadounidenses (Ford, General Motors, TEXACO) fueron
fundamentales para el bando franquista.
Las organizaciones obreras estaban divididas entre los partidarios de hacer la revolución al
mismo tiempo que la guerra (anarquistas y algunos grupos marxistas) y los partidarios de unir
todas las fuerzas para ganar la guerra primero y después hacer la revolución (socialistas y
comunistas).
En mayo de 1937, el nuevo gobierno del también socialista Negrín supuso un giro
considerable en la estrategia política, que consistiría en dar la máxima prioridad a la guerra,
reforzando el control del Estado y garantizando los envíos de armamento soviético.
En 1938, ante el curso que seguía la guerra, Negrín, con el apoyo de los comunistas,
impuso la estrategia de resistir a la espera de que estallara la previsible guerra en Europa, frente
a la opinión de quienes proponían negociar la paz con Franco.
Por último, el coronel Casado –jefe del Ejército del Centro– precipitó el final de la contienda
al sublevarse contra el gobierno en marzo de 1939, con la intención de negociar la paz con
Franco. Pero este solo aceptaba la rendición incondicional y el 28 de marzo entraba con sus
tropas en Madrid.
Las primeras medidas decretadas por la Junta para los territorios ocupados iban dirigidas a
acabar con las huellas de la República y no a levantar un nuevo modelo de Estado: se prohibieron
los sindicatos, se disolvieron los partidos políticos, se estableció una rígida censura de prensa y se
destituyó a todos los cargos públicos republicanos; todo ello acompañado de una brutal represión.
• Por el Decreto de Unificación (abril de 1937) todas las organizaciones políticas adeptas al
levantamiento se fusionaron en una sola, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y
Franco se convirtió en su jefe supremo.
Cuando comenzó la guerra, la República controlaba todas las zonas industriales –Cataluña,
País Vasco y Asturias– y las principales ciudades –Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia–. En
cambio, las zonas agrícolas eran insuficientes para alimentar a su población, que era más de la
mitad.
El desconcierto provocado por la guerra en los primeros meses, que supuso la pérdida del
control político por parte de las instituciones legales de la República en favor de las
organizaciones obreras, tuvo su correspondencia en el terreno económico: la República también
perdió el control sobre la economía, que pasó a depender en gran parte de las organizaciones
obreras, sobre todo en las empresas confiscadas por la huida o el encarcelamiento de sus
patronos.
De todos modos, tanto por los efectos de la guerra misma como por la mala organización de
muchas de las empresas colectivizadas, la industria en la zona republicana presentaba un estado
caótico ya en 1937.
Sin embargo, sus carencias industriales explican el interés mostrado desde el principio de la
guerra por ocupar la franja norte de la Península –Asturias y el País Vasco–, con sus recursos
mineros y siderúrgicos.
Como toda guerra de cierta duración, la española se cobró un alto precio en destrucciones
materiales: carreteras, ferrocarriles, puentes, edificios y todo tipo de bienes se perdieron en
distintas proporciones.
La producción agraria disminuyó en algo más del 20%; y la industrial, en más del 30%. La
renta per cápita cayó también casi en un 30% y hasta 1952 no se recuperó el nivel de antes de la
guerra.
A todo ello habría que añadir el valor económico de la ayuda militar proporcionada por los
países extranjeros a los dos bandos, que de una forma u otra tuvo que pagarse.
Costes humanos
Las cifras estimadas varían ostensiblemente de unos autores a otros. El número total de
víctimas mortales durante la guerra pudo haber superado las 500.000, entre las víctimas de los
frentes y las de la represión en las retaguardias.
• Badajoz, donde los militares sublevados fusilaron a casi 4.000 personas tras la conquista
de la ciudad en agosto de 1936.
• Por el lado republicano, Paracuellos del Jarama, donde fueron ejecutados, en noviembre
de 1936 y en circunstancias poco claras, varios cientos de presos pertenecientes al otro bando,
trasladados de las cárceles de Madrid.
Consecuencias sociales
La dinámica de la guerra provocó excesos y crueldad en ambos bandos. Pero por desgracia
el régimen franquista continuó aplicando la represión una vez acabada la guerra:
Por último, hay que mencionar el exilio: en torno a 500.000 españoles abandonaron el país
para huir de la represión franquista, la mayoría con destino a Francia, México y Argentina;
muchos de ellos para no regresar nunca.
Desde los primeros días de la guerra, civiles de ambos bandos huían del territorio en el que
se encontraban por temor a la persecución que podían sufrir por sus ideas políticas. Con el
avance de las tropas franquistas, los grandes movimientos de refugiados se dieron sobre todo en
la zona republicana. Los refugiados republicanos se concentraron especialmente en la zona de
Levante y en Cataluña. La población de la zona norte, aislada del resto del territorio republicano
solo pudo huir por mar hacia otros países. Ante la imposibilidad de evacuar al conjunto de la
población civil, se optó por dar prioridad a los niños, de tal modo que cerca de 13000 fueron
embarcados con destino a diversos países europeos, americanos y a la Unión Soviética.
Además de los movimientos de población propios del conflicto, el propio estado de guerra
supuso el abandono del país por parte de una muy buena parte de la intelectualidad española,
que en muchos casos no van a regresar hasta bien entrada la década de los sesenta.
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