Historia Fuentes Cap1
Historia Fuentes Cap1
Historia Fuentes Cap1
INTRODUCCIÓN
FERME BRIAN EDWIN, Introducción a la Historia de las Fuentes del Derecho Canónico, Editorial
de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 2006, 23-43; Idem, «Introduzione allo studio
delle fonti del diritto canonico medioevale», en GIAN LUIGI FALCHI – BRIAN EDWIN FERME
BRIAN EDWIN, Introduzione allo studio delle fonti dell’Utrumque Ius, Lateran University Press,
Cittá del Vaticano 2006, 23-40.
NACCI MATTEO, «L’Evoluzione storica del diritto canonico e delle sue fonti giuridiche», en
M.J. ARROBA CONDE (cur.),Manuale di diritto canonico, Lateran University Press, Città del
Vaticano 2014, 29-42
STICKLER ALPHONSUS M., «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius
canonicum 16 (1976), 15-38.
1.1. Historia fontium: Se ocupa de la evolución de las colecciones de Derecho Canónico, desde
el inicio de la Iglesia hasta el tiempo presente, considerándolas desde el punto de vista tanto
cronológico como de la materia.
1.3. Historia institutorum: Se ocupa del nacimiento, progreso y variaciones de las diferentes
normas según las diversas instituciones eclesiásticas.
La disciplina de la Iglesia siempre fue objeto de reformas y renovación, para responder mejor a
las exigencias de la misión de la Iglesia. El conocimiento y el estudio de este desarrollo forman
parte del estudio del Derecho Canónico. Para comprender bien una ley, que refleja o tutela una
verdad, un valor, o una tradición, así como su desarrollo histórico, es necesario analizar las
colecciones de las fuentes, que recogen el paso de las leyes por la historia de la Iglesia.
1
PÍO XI, Const. ap. Deus scientiarum Dominus, 24 mayo 1931, art. 29 b, en AAS 23 (1931), 253; SACRA
CONGREGATIO DE SEMINARIIS ET STUDIORUM UNIVERSITATIBUS, Ordinationes ad constitutionem apostolicam
«Deus scientiarum Dominus», art. 27, II, Ibidem, 271.
Roque Losada enunmera, ejemplificativamente, cuatro valores que subyacen al estudio de la
Historia del derecho:
Antes de abordar la historia de las fuentes, parece conveniente examinar la categoría de «fuente»
y sus diferentes tipos, de tal modo que, desde el principio, uno pueda distinguir la jerarquía o
categorías de las fuentes. El Decreto de Graciano es un buen instrumento, que nos puede ayudar
a ver, por ejemplo, la diversidad de normas formales que existieron durante el primer milenio.
Al respecto, Stickler escribió: «Tales colecciones constituyen el mejor medio para identifcar la
existencia de la norma, de la variedad de sus autores, especies y formas, así como de su diferente
naturaleza y obligatoriedad y, por tanto, de su valor y de su validez intrínseca y extrínseca
histórica».3
A. Fuentes Genéticas
Se trata de aquellos factores sociales que producen el derecho, las fuentes productoras del
derecho normativo:
B. Fuentes Gnoseológicas. Estas fuentes, también conocidas como fuentes de conocimiento del
derecho canónico o fuentes materiales, abarcan todos los instrumentos de conocimiento del
Derecho Canónico. Se refieren a todos aquellos fenómenos que expresan el contenido del
2
Cf. COSME ROQUE LOSADA, «Las Colecciones canónicas en función de autenticidad, universalidad y
unificación del derecho. Discurso de aperture en la Universidad Pontificia de Salamanca, 1954-1955)», en
Revista española de derecho canónico 10 (1955), 63.
3
A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 16.
2
Derecho vigente en las varias épocas y lugares. Especialmente nos referimos a las colecciones
canónicas, es decir, a las fuentes escritas, que pueden ser:
1).- Fuentes primarias.- Son los documentos que reproducen principal y directamente la
norma misma: leyes, decretos, cánones, constituciones, colecciones, etc.
2).- Fuentes secundarias.- Todos aquellos testimonios que dan noticia de la norma:
testimonios literarios, documentos (como los contratos), actos procesales, etc.
Una vez que hemos considerado la división de las fuentes, según diversos criterios, ahora
enunciamos de modo general y según su importancia las diversas fuentes, principales y
secundarias, que se contienen en las diversas colecciones de derecho canónico.
La importancia de la Sagrada Escritura como fuente del derecho Canónico es señalada por
Graciano tanto cuando se refiere al derecho natural como cuando en su obra cita fragmentos del
Antiguo y Nuevo Testamento. La doctrina y la vida cristiana se inspiran en la Persona y en las
enseñanzas de Cristo y luego en las enseñanzas y disposiciones de los Apóstoles. Muy pronto
se sintió la necesidad de fijar por escrito la doctrina y el mensaje evangélicos en todos sus puntos
fundamentales. Eso dio origen a los escritos del Nuevo Testamento.
No es la Sagrada Escritura un código, sino más bien se refiere a las relaciones de los discípulos
con Dios y a las relaciones mutuas entre ellos. Resulta pues que Jesús mismo dicta ciertas
normas de conducta, basándose en el Antiguo Testamento o bien en disposiciones exigidas para
la vida de la comunidad de sus discípulos. Lo mismo hacen los Apóstoles al dictar normas
concretas a la comunidad.
Existen ejemplos claros de esto como, por ejemplo, las normas concernientes al ministerio
sagrado, el Primado de Pedro, la indisolubilidad del matrimonio, el perdón de los pecados, el
diaconado, el privilegio paulino, las normas del concilio de Jerusalén, etc. «Estas normas, al
mismo tiempo que son una prueba del carácter societario externo, es decir jurídico de la Iglesia,
regulan el comportamiento societario de los cristianos y son, por eso, normas jurídicas».4
Las Sagradas Escrituras no solamente ofrecen verdades para creer, sino también normas para
obrar. No se trata de una compilación de leyes, pero se puede comprender que las reglas que allí
se encuentran pueden considerarse una fuente fundamental para la vida de la Iglesia. Entre las
normas que encontramos en las Sagradas Escrituras, hay que distinguir aquellas dadas por Dios
para todos los hombres, conocidas como de derecho natural; otras dadas específicamente para
el pueblo hebreo, conocido como de derecho divino positivo vetustestamentario y las normas
4
A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 17.
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dadas por jesucristo para su Iglesia; finalmente, existen otras normas que tienen por autores a
los apóstoles, los cuales han recibido su autoridad del mismo Cristo.5
2). La Tradición
La Iglesia primitiva no buscó sino fijar por escrito la tradición oral y su modo de vida
atribuyéndoles origen en los Apóstoles o en sus discípulos. Además de los escritos sagrados,
surgen las colecciones llamadas pseudoapotólicas, atribuidas falsamente a los apóstoles, en las
que se encuentra material muy poco genuino pero que respondió a necesidades concretas de la
época y que refleja la vida de la comunidad eclesial. Todos estos documentos pseudo apostólicos
«contienen normas que cubren la vasta gamma de vida eclesiástica disciplinar y pretenden
conscientemente defender la genuina tradición como norma vinculante».6 Así, en la conciencia
de los cristianos, esta tradición disciplinar tenía un valor indiscutible y era considerada como
norma vinculante para todos. La tradición, como testimonio de la fe y la forma de vida, da origen
a las costumbres, presentes a los largo de la historia, que constituyen una fuetnte normativa en
la Iglesia.
La Iglesia siempre se percibió como comunión y por eso las comunidades no dudaron en
comprometerse con otras comunidades. Esta actividad se expresaba en el dinamismo de los
grados jerárquicos en que existe el deseo y la exigencia de un entendimiento en todos los niveles
de los distintos grupos eclesiales, con el fin de conservar, desarrollar y difundir dentro de una
necesaria uniformidad la fe y el modo de vida que ésta exige. Después de las persecuciones fue
posible entablar encuentros entre los diversos órganos jerárquicos, primero entre las sedes más
próximas y luego en un ámbito mucho más extenso. De este modo se vio la conveniencia y
utilidad de este tipo de reuniones.
Estas asambleas fueron llamadas sínodos o concilios, distinguiéndose según la extensión de los
territorios involucrados, adquiriendo relevancia y autoridad según el ámbito territorial abarcado.
En ellos se discutían problemas, se resolvían y se fijaban pautas en cánones que se transmitían
de manera escrita a las comunidades cristianas con fuerza vinculante; estos cánones se
divulgaban y se conservaban dando origen a las colecciones de cánones conciliares. Las normas
de los concilios ecuménicos obligaban en todas partes, mientras las provenientes de concilios
menores no. Sin embargo hubo muchos casos en que las normas dictadas por concilios
provinciales fueron divulgadas y recibidas en otras regiones, mediante el intercambio, cuando
había una conciencia unitaria de la Iglesia y de la disciplina sustancialmente uniforme en todas
partes, sobre todo hasta fines del s. VI, dando con ello testimonio de la unidad de la fe en la
Iglesia.7
5
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 18.
6
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 20.
7
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 22-
25.
4
acción más intensa del pastor; así, los obispos legislaban para sus diócesis en materias que no
eran de mayor importancia, sobre todo con leyes diocesanas, como eran las llamadas
capitularia. Estas disposiciones dieron origen a las “discordancias” que Graciano incluyó en su
obra.
Las intervenciones del Obispo de Roma en cuanto a una actividad normativa fueron creciendo
a lo largo del primer milenio. Recordamos las Cartas del Papa Clemente a los Corintios; pero
sobre todo las litterae decretales a partir del Papa Dámaso, seguido por Siricio. Estas
disposiciones fueron aglutinadas en colecciones, entre la cuales destacan la Dionysiana y la
Hispana, durante el primer milenio. Desde entonces las decretales no faltan nunca en las
compilaciones occidentales, asumiendo una posición cada vez más central. El desarrollo
normativo del segundo milenio del cristianismo, en lo que se llama el periodo del derecho
clásico de la Iglesia, se identificará precisamente con el derecho de las decretales, pues las
normas pontificias gozan de precedencia, junto a los cánones de los concilios ecuménicos.
Además de las fuentes anteriores, en las colecciones también podemos encontrar otras fuentes
que llamamos secundarias.
Después de los Apóstoles y sus inmediatos sucesores, los Padres de la Iglesia8 junto a otros
doctores9 y escritores eclesiásticos10 fueron los transmisores más conscientes del patrimonio
espiritual y de la tradición. A ellos se asocian los santos, que fueron considerados los más fieles
testigos e intérpretes de la fe y de la disciplina. Sus obras se encuentran entre las fuentes
normativas del derecho hasta el punto de que sus escritos gozaron de autoridad como testigos e
intérpretes de la tradición.11 Incluso en el Decreto de Graciano, los escritos de los Padres siguen
inmediatamente a los cánones conciliares y las decretales de los papas.
Las reglas monásticas constituyen otra fuente de normas canónicas disciplinares, cuya
influencia varía según la intensidad y repercusión que la vida monástica ejerce sobre la vida
8
Los santos padres fueron escritores de la antigüedad cristiana a los que la Iglesia considera testigos calificados
de la fe y reunen en su persona: ortodoxia en la doctrina, santidad en la vida, antigüedad -en Occidente hasta San
Isidoro de Sevilla (+ 636) y en Oriente hasta San Juan Damasceno (+ 749)- y reconocimiento por parte de la
Iglesia.
9
Los doctores de la Iglesia son ciertos escritores eclesiásticos que han recibido este título debido a las grandes
ventajas que la Iglesia universal ha obtenido de su doctrina. Del primer milenio, algunos de ellos son también
santos padres, como san Agustín y san Basilio.
10
Los llamados escritores eclesiásticos son aquellos escritores de la antigüedad a quienes les falta alguna notas
de los santos padres, pues o tuvieron algún error o no están canonizados, como son Orígenes y Tertuliano.
11
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 27-
29.
5
cristiana en los distintos tiempos y lugares.12 Estas reglas tuvieron cierta importancia en oriente,
y en occidente tal importancia se hace sentir especialmente en la gran regla benedictina que
influyó en la disciplina y en las fuentes normativas de la Iglesia. Un caso particular es el de la
iglesia insular que, básicamente, estaba organizada sobre la base monástica. De aquí fueron
importantes los penitenciales.
En las compilaciones se encuentran además textos teológicos tomados de las obras de los
teólogos, especialmente en la primera época de la historia de las fuentes, pero también en el
Decreto de Graciano. Esto no sorprende si se considera la estrecha relación existente entre
teología y derecho. Por esta razón en las colecciones jurídicas encontramos documentos de
naturaleza teológica, particularmente de índole dogmática, moral y litúrgica, que se consideran
de valor normativo. Una importante contribución de la teología al derecho canónico fue su
metodología, sobre todo para confrontar entre sí las diversas normas jurídicas, que muchas veces
eran contradictorias. Entre estos teólogos importantes, anteriores a Graciano mencionamos a
Pedro Abelardo, Bernoldo de Constanza, Algiero de Lieja, Ivo de Chrartres y Pedro Lombardo.
Graciano fue quien sistematizó las normas del primer milenio mediante este un procedimiento
dialéctico.
En primer lugar se puede considerar el propio Derecho Romano ya que bajo su influencia se
formaron muchos institutos canónicos al tiempo que muchas leyes fueron recepcionadas por los
legisladores eclesiásticos, pues a falta de un Derecho Canónico se reconocía y usaba
frecuentemente la norma civil romana. Esta es la razón de porqué numerosas normas de derecho
romano se encuentran en las colecciones de derecho canónico, a lo largo de diversas épocas.
Esta influencia se dio también en regiones donde no regía el derecho romano, como lo fue el
derecho de los pueblos germánicos o la experiencia en la iglesia visigótica. Este fenómeno se
observa especialmente en la Iglesia de los francos, después de la reforma carolingia, en los
“capitularia”, cuando las autoridades civiles legislan en materia eclesiástica. Para la Iglesia
oriental este fenómeno tiene una forma propia de colección que se llama “nomocánones” es
decir, leyes civiles que son cánones al mismo tiempo, es decir, leyes eclesiásticas porque regulan
asuntos internos de la vida de la Iglesia.
12
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 29-
30.
6
9). Hechos Históricos
Algunos hechos históricos, que tienen un papel parecido a los textos teológicos y que ilustran
concretamente la vida cristiana, son insertados en las colecciones de las normas canónicas. No
estamos frente a verdaderos textos jurídicos propiamente dichos, sino a fuentes que procuran
material o que apoyan con el peso de la tradición histórica diversas normas que lo necesitan,
especialmente provenientes de los primeros siglos de la Iglesia. Un ejemplo claro es la Didaché,
que es un testimonio de la manera como la Iglesia vivía y celebraba su fe; también los
historiadores eclesiástciso, como Eusebio y Rufino, que reportan estos estos hechos históricos
que no son verdaderos textos jurídicos, sino «fuentes que proporcionan materialmente aunque
no formalmente o que apoyan con el peso de la tradición las normas dadas, en gran parte, por
quien tenía autoridad para emanarlas con todos los requisitos de validez y obligatoriedad, pero
que deseaba apoyarse en ello en la tradición comprobada por la historia».13
Las colecciones canónicas pueden dividirse de varias formas, según diferentes criterios:
a).- Colecciones de derecho divino.- Son todas las normas de tipo jurídico que se
encuentran en la Sagrada Escritura.
13
Cf. A. M. STICKLER, «La norma canonica nel primo millennio della Chiesa», en Ius canonicum 16 (1973), 32.
7
b).- Colecciones personales: Colecciones de derecho general (para todas las categorías
de fieles) o de tipo especial o propio (que legislan sólo para ciertos fieles, como los religiosos o
clérigos o laicos).
a).- Colecciones auténticas. Son aquellas que realmente provienen de la autoridad legítima a
quien se atribuye.
b).- Colecciones falsas o espurias. Unas son falsas porque contienen normas que no provienen
de legislador alguno o que nunca han tenido vigencia; otras provienen de un autor diverso al
que se les atribuye, y que tuvieron cierta vigencia en un momento determinado.
a).- Colecciones cronológicas.- Son aquellas cuya estructura interna conserva el orden
histórico de las diversas categorías de normas. Este método prevaleció en el primer milenio.
b).- Colecciones sistemáticas.- Son aquellas que ordenan las normas recogidas
atendiendo a la materia. Utilizan las divisiones en títulos y capítulos.
También existen Colecciones que siguen el criterio geográfico, provenientes de África, Italia,
Francia, España, etc., las cuales siguen tanto el sistema cronológico como el sistemático.
a).- Colecciones privadas: Son aquellas que han sido recopiladas por un particular y jamás
aprobadas por autoridad eclesiástica alguna. Tales colecciones pueden contener verdaderas
normas (v.gr. el Decreto de Graciano).
b).- Colecciones auténticas: Son las compiladas o al menos aprobadas por la autoridad
eclesiástica (Papas, concilios, obispos, etc.). Un ejemplo es la colección de las Decretales de
Gregorio IX, que constituye la primera Colección oficial de la Iglesia. De las colecciones
auténticas se pueden hacer las siguientes distinciones:
8
edición romana del Corpus Iuris Canonici; el Papa declara que se trata de la edición que
debe ser utilizada sin extenderse a ulteriores precisiones del texto mismo.
3.6. Según los periodos de la Historia de las Fuentes del Derecho Canónico
I.- Derecho Antiguo: etapa que va desde los orígenes hasta el decreto de Graciano (1140). Se
divide a su vez en dos partes: Época Patrística (s. I hasta la primera mitad del s. VIII) y Época
Carolingia (desde Carlomagno, s. VIII, hasta Graciano, s. XII)
II.- Derecho Nuevo: período que va desde el Decreto de Graciano hasta el Concilio de Trento
(1563). En este tiempo se desarrolla el Corpus Iuris Canonici. Es la época de las decretales, los
Concilios y del desarrollo de la ciencia del Derecho Canónico.
III.- Derecho novísimo: del Concilio de Trento hasta la codificación de 1917. Al concilio de
Trento y la reforma católica como bases del Derecho Canónico se añade el derecho curial de los
Dicasterios Romanos
IV.- La codificación canónica: va desde el CIC 1917 a los Códigos posconciliares (CIC 1983 y
CCEO 1990). La importancia de este periodo radica en la promulgación de los tres códigos. Al
CIC 1917 le sigue el cambio, operado en el derecho, a raíz del Concilio Vaticano II que se refleja
en la promulgación del Código de 1983 y de 1990.
El método histórico propio de la historia, que va unido al método crítico, comprende las
metodologías, técnicas y las directrices mediante las cuales los historiadores usan fuentes
primarias y otras pruebas históricas en su investigación y luego escriben la historia. En otras
palabras, decimos que para comprender un documento (fuente) hay que someterlo a un análisis.
14
Cf. GILBERT J. GARRAGHAN, A Guide to Historical Method, Fordham University Press, New York 1946, 168.
9
En este proceso, el primer paso es la aplicación de la heurística, que consiste en la localización
y recopilación de las fuentes documentales, que son la materia prima del trabajo; en seguida
viene la crítica de esas fuentes, una crítica externa y una crítica interna; en último lugar está la
síntesis historiográfica, producto final de la historiografía.
Para hacer la crítica de las fuentes, tanto externa como interna, se aplican básicamente seis
preguntas:
Las cinco primeras preguntas se refieren a la crítica externa y la última a la crítica interna. La
crítica externa ayuda a evitar el uso de fuentes falsas; mientras que la crítica interna tiene como
finalidad proponer cómo utilizar las fuentes autentificadas.
Además, como nuestra materia es Historia de las fuentes canónicas, entonces nos vamos a
enfocar a las colecciones canónicas. Su composición, descripción, análisis material (autor, lugar,
fecha de composición, sus fuentes formales y materiales, el examen de los textos, el método de
composición así como su valor jurídico y doctrinal, etc.), la historia externa del texto, etc. Para
este fin, es de gran ayuda las ediciones de las colecciones, sobre todo las ediciones críticas,
como la edición crítica del Corpus Iuris Canonici de Friedberg.
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