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Claudio, El Dios, y Su Esposa Mesalina: Robert Graves

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Robert Graves

Claudio, el dios, y
su esposa Mesalina

El turbulento reinado de Tiberio


Claudio
César emperador de los romanos
(nacido en el año 10 a. de C., muerto
en el año 54), descrito por él mismo.
También su
asesinato por la famosa Agripina
(madre del
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

emperador Nerón) y su posterior


deificación,
descrita por otros.

Título original: Claudius the God and


his Wífe Messalina
Traductor: Floreal Mazía (con
autorización de Ediciones Siglo XX, de
Buenos Aires)
ISBN: 84-206-1692-3
Digitalizado por Anelfer
2
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Diciembre 2002

ÍNDICE

NOTA DEL AUTOR....................4


CAPÍTULO 1...............................6
CAPÍTULO 2.............................15
CAPÍTULO 3.............................23
CAPÍTULO 4.............................32
CAPÍTULO 5.............................45
CAPÍTULO 6.............................59
CAPÍTULO 7.............................68
CAPÍTULO 8.............................77
CAPÍTULO 9.............................89
CAPÍTULO 10...........................97
CAPÍTULO 11.........................106
CAPÍTULO 12.........................114
CAPÍTULO 13.........................123
CAPÍTULO 14.........................135
CAPÍTULO 15.........................149
CAPÍTULO 16.........................158
CAPÍTULO 17.........................168
3
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

CAPÍTULO 18.........................177
CAPÍTULO 19.........................185
CAPÍTULO 20.........................192
CAPÍTULO 21.........................199
CAPÍTULO 22.........................208
CAPÍTULO 23.........................218
CAPÍTULO 24.........................229
CAPÍTULO 26.........................249
CAPÍTULO 27.........................257
CAPÍTULO 28.........................271
CAPÍTULO 29.........................279
CAPÍTULO 30.........................288
CAPÍTULO 31.........................298
CAPÍTULO 32.........................308
TRES RELATOS DE LA MUERTE
DE CLAUDIO..........................312
LA CALABACIFICACIÓN DE
CLAUDIO................................316
LA FAMILIA REAL DE LOS
HERODES..............................327

4
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

5
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Nota del autor

La «pieza de oro» utilizada aquí


como unidad monetaria normal es el
aureus latino, moneda de 100 sestertii
de valor, o sea 25 denarii de plata
(«piezas de plata»). Puede
considerársela como equivalente a una
libra esterlina o cinco dólares
norteamericanos (de preguerra). La
«milla» es la milla romana, unos treinta
pasos más cortas que la inglesa. Las
fechas marginales han sido dadas, por
conveniencia, de acuerdo con los
cómputos cristianos; el cómputo griego
utilizado por Claudio contaba los años a
partir de la primera Olimpiada, que se
llevó a cabo en el año 776 a. de C.
También por conveniencia se han
utilizado los nombres geográficos más
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

familiares. De tal modo, «Francia», y no


«Galia trasalpina», porque Francia
abarca aproximadamente la misma zona
territorial, y porque sería incoherente
dar a ciudades como Nimes y Boulogne
y Lyon sus nombres modernos —los
clásicos no serían reconocidos en
términos populares—, ubicándolos a la
vez en Gallia Transalpina o, como la
denominaban los griegos, Galatia. (Los
términos geográficos griegos se prestan
a confusión: Germania era denominada
«el país de los celtas».) En forma
similar, se han utilizado los modos más
familiares de los nombres propios:
«Livio», en lugar de Titus Livius,
«Cimbelino» en lugar de Cunobelinus,
«Marco Antonio» en lugar de Marcus
Antonius. Claudio escribe en griego, el
idioma erudito de su época, cosa que
permite entender su cuidadosa
explicación de los chistes latinos y su
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

traducción de un pasaje de Ennio citado


por él en el original.
Algunos críticos de Yo, Claudio, el
volumen introductorio de Claudio, el
Dios, sugirieron que al escribirlo no
había hecho más que consultar Los
anales de Tácito y los Doce Césares de
Suetonio, uniéndolos luego y ampliando
el resultado con mi propia «imaginación
vigorosa». Esto no fue así, y tampoco lo
es en este volumen. Entre los escritores
clásicos en los cuales me he basado para
la composición de Claudio, el Dios se
encuentran Tácito, Dion Casio,
Suetonio, Plinio, Varrón, Valerio
Máximo, Orosio, Frontino, Estrabón,
César, Columela, Plutarco, Josefo,
Diodoro Sículo, Focio, Jifilino,
Zonaras, Séneca, Petronio, Juvenal,
Filón, Celso, los autores de Los hechos
de los apóstoles y de los evangelios
apócrifos de Nicodemo y Santiago, y el
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propio Claudio, en sus cartas y


discursos que han llegado hasta nuestro
días. Muy pocos incidentes se dan aquí
que no tengan un respaldo total de algún
tipo de autoridad histórica, y espero que
ninguno de ellos sea históricamente
increíble. No se ha inventado personaje
alguno. La parte más difícil de redactar,
debido a la escasez de referencias
contemporáneas, ha sido la derrota de
Caractato por Claudio. Además, para
una visión plausible del druidismo
británico, he tenido que complementar
las pocas noticias clásicas que existen al
respecto con datos tomados de obras
arqueológicas, de la antigua literatura
celta y de relatos de la moderna cultura
megalítica de las Nuevas Hébridas,
donde los dólmenes y los menhires
todavía se utilizan para las ceremonias.
He tenido particular cuidado, en mi
narración respecto del cristianismo
9
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

primitivo, de no inventar nuevos


libelos; sin embargo, se citan algunos
antiguos, porque el propio Claudio no
tenía muy buena disposición para con la
iglesia y extraía la mayor parte de su
información, en materia de la religión
del Cercano Oriente, de su antiguo
condiscípulo Herodes Agripa, el rey
judío que ejecutó a Santiago y encarceló
a San Pedro.
Vuelvo a agradecer a Miss Laura
Riding por su cuidadosa lectura del
manuscrito y sus muchas sugestiones
acerca de ciertos aspectos de
congruencias literarias; y al aviador T.
E. Shaw por la lectura de las pruebas.
Miss Jocelin Toynbee, catedrática de
historia clásica en el colegio Newnham,
de Cambridge, me ha proporcionado
ayuda por la cual le quedo sumamente
agradecido. Y debo reconocer también
mi deuda para con la monografía del
10
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

señor Arnaldo Momigliano acerca de


Claudio, recientemente publicada en
traducción por la Oxford University
Press.

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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 1

Año 41

Han transcurrido dos años desde que


terminé de escribir la larga historia de
cómo Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón
Germánico, el tullido, el tartamudo, el
tonto de la familia, a quien ninguno de
sus ambiciosos y sanguinarios parientes
consideraban digno de la molestia de
ejecutar, envenenar, obligar a
suicidarse, desterrar a una isla desierta o
matar de hambre —que fueron las
maneras en que se eliminaron los unos a
los otros—, los sobreviví a todos,
incluso a mi insano sobrino Cayo
Calígula, y de cómo un día fui
aclamado inesperadamente emperador
por los cabos y sargentos de la guardia
de palacio. Terminé el relato en ese
12
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

punto dramático, cosa que fue la menos


juiciosa que un historiador profesional
como yo podía hacer. Un historiador no
debe interrumpir su narración en un
momento de suspense. Habría debido
llevar el relato por lo menos una etapa
mas adelante. Habría debido contar qué
pensaba el resto del ejército en cuanto al
acto inconstitucional de la guardia de
palacio, y qué opinaba el Senado, y qué
sentía en cuanto a aceptar un soberano
tan poco promisorio como yo, y si hubo
después derramamiento de sangre, y
cuál fue el destino que corrieron Casio
Querea, Aquila, El Tigre —oficiales
todos de la guardia— y Vinicio, que era
el esposo de mi sobrina, y los otros
asesinos de Caligula. La última cosa
sobre la que escribí se refirió a los
pensamientos poco pertinentes que me
pasaron por la mente mientras me
vitoreaban y me llevaban en torno al
13
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

palacio, sentado incómodamente sobre


los hombros de dos cabos de la guardia,
con la corona de hojas de roble doradas
de Caligula ladeada sobre la cabeza.
El motivo de que no llevase mi
relato más allá fue que lo escribí menos
como una historia común que como una
justificación especial, como un pedido
de disculpa por haber permitido que se
me convirtiese en monarca del mundo
romano. Se recordará, si se ha leído la
historia, que tanto mi abuelo como mi
padre eran republicanos convencidos, y
que yo los seguía en ese sentido. Los
reinados de mi tío Tiberio y de mi
sobrino Caligula no hicieron más que
confirmar mis prejuicios
antimonárquicos. Tenía cincuenta años
de edad cuando fui aclamado
emperador, y a esa edad no se cambia
con ligereza de color político personal.
De modo que escribí, en rigor, para
14
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

demostrar cuan inocente era de deseo


alguno de reinar y cuan enérgica era la
necesidad inmediata de ceder al
capricho de los soldados. Negarme a
ello habría significado no sólo mi
muerte, sino la de mi esposa Mesalina,
de quien estaba profundamente
enamorado, y de nuestro hijo aún no
nacido. (Me pregunto por qué tendrá
uno sentimientos tan profundos en
cuanto a un hijo no nacido.) En
especial, no quería ser tachado por la
posteridad como un oportunista
inteligente que fingía ser un tonto, que
aguardaba y esperaba el momento de
enterarse de alguna intriga de palacio
contra su emperador, y luego se
adelantaba audazmente como candidato
a la sucesión. Esta continuación de mi
relato debería servir como disculpa del
curso tortuoso que he seguido en mis
trece años de imperio. Es decir, abrigo
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la esperanza de justificar los actos


aparentemente incoherentes de distintas
etapas de mi reinado, demostrando su
relación con los principios profesados,
de los cuales, lo juro, jamás -me he
apartado intencionalmente. Si no puedo
justificarlos, entonces por lo menos
espero demostrar la posición dificultosa
en que me vi, y dejar que mis lectores
decidan qué otra actitud o actitudes
habría podido tomar.
De modo que para retomar el hilo
del relato donde lo dejé, permítaseme
decir que las cosas hubieran podido
resultar mucho peores para Roma si
Herodes Agripa, el rey judío, no
hubiese estado aquí por casualidad de
visita. Fue el único hombre que se
mantuvo sereno en la crisis del
asesinato de Caligula, y que salvó a
todo el público del teatro del monte
Palatino de ser diezmado por el batallón
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

germano. Es extraño, pero casi hasta la


última página de mi relato, mis lectores
no habrán encontrado una sola
referencia directa a la sorprendente
historia de Herodes Agripa, si bien ella
se entrelazaba estrechamente con la mía
en varios puntos. El hecho de hacer
justicia a sus aventuras, como dignas de
ser leídas por su propia cuenta, habría
significado convertirlo en una figura
demasiado importante de la historia que
tenía que contar: el principal centro de
énfasis de la misma residía en otra
parte.
Aun así, mi historia corría el
constante peligro de sobrecargarse de
asuntos de dudosa importancia. Estuvo
bien que tomase esa decisión porque él
es figura trascendente en lo que sigue, y
ahora puedo, sin temor de una digresión
impertinente, narrar la historia de su
vida hasta el momento del asesinato de
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Caligula, y luego continuarla


conjuntamente con la mía hasta llegar a
la muerte de él. De este modo no habrá
debilitamiento alguno de la unidad
dramática, como habría sucedido si
hubiera extendido la historia en dos
libros. No quiero decir que yo sea un
historiador dramático; como se habrá
visto, tengo cierta desconfianza respecto
del formalismo literario. Pero en rigor
de verdad, no se podría escribir acerca
de Herodes sin presentar la historia en
un estilo un tanto teatral. Porque así
vivió Herodes —como el principal actor
de un drama— y así representaron los
demás actores hasta el final. El suyo no
fue un drama de acuerdo con la más
pura tradición clásica, si bien su vida
fue interrumpida al cabo, en el estilo
trágico clásico, por la convencional
venganza divina contra el convencional
pecado griego de arrogancia. No, hubo
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

demasiados elementos antigriegos en


ella. Por ejemplo, el dios que le infligió
la venganza no fue uno de los dioses de
la urbana comunidad Olímpica. Fue
quizá la más extraña deidad que se
pueda encontrar en parte alguna de mis
extensos dominios, o fuera de ellos, si
vamos al caso; un dios del cual no
existe imagen alguna, cuyo nombre sus
devotos adoradores tienen prohibido
pronunciar (si bien se cortan el prepucio
en su honor y practican muchos otros
ritos curiosos y bárbaros) y de quien se
dice que vive solo en Jerusalén, en un
antiguo armario de cedro forrado de
pieles de tejón teñidas de azul, y que se
niega a tener nada que ver con otras
deidades del mundo, o incluso a
reconocer la existencia de las mismas.
Y además había tanta farsa mezclada
con la tragedia, que se convertía en un
tema inadecuado para cualquier
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dramaturgo griego de la Edad de Oro.


¡Imagínense al impecable Sófocles
frente al problema de encarar en seria
vena poética las deudas de Herodes!
Pero como decía, ahora debo relatar, en
forma más o menos prolongada, lo que
no les dije antes, y lo mejor será
terminar aquí la historia antigua, antes
de empezar con la nueva.
De modo que aquí finalmente
comienza:

LA HISTORIA DE HERODES
AGRIPA

Entiéndase que Herodes Agripa no


tiene relación de parentesco ni
vinculación por matrimonio con el
Marco Vipsanio Agripa, el general de
Augusto, que se casó con su única hija
Julia y se convirtió gracias a ella en el
20
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

abuelo de mi sobrino Cayo Calígula y


de mi sobrina Agripinila. Tampoco era
un liberto de Agripa, aunque también se
habría podido suponer esto, porque en
Roma es costumbre que los esclavos
liberados adopten el apellido de sus ex
amos a modo de cumplido. No, no fue
así. Recibió su nombre de su abuelo
Herodes el Grande, rey de los judíos, en
memoria del mismo Agripa,
recientemente muerto. Porque este
notable y terrible anciano debió su trono
tanto a su interés por Agripa como al
respaldo que le ofreció Augusto como
útil aliado en el Cercano Oriente.
La familia de Herodes provenía
originariamente de Edom, la región
montañosa que se encuentra entre
Arabia y Judea del sur. No era una
familia judía. Herodes el Grande, cuya
madre era una árabe, recibió la
gobernación de Galilea de manos de
21
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Julio César al mismo tiempo que a su


padre se le entregaba la de Judea.
Entonces tenía sólo quince años de
edad. Casi en el acto se vio envuelto en
problemas por mandar ejecutar
ciudadanos judíos sin hacerles juicio,
mientras reprimía el bandidaje en su
distrito, y fue llevado ante el Sanhedrín,
la Suprema Corte judía. En esa ocasión
mostró gran arrogancia, apareció ante
los jueces con una túnica púrpura,
rodeado de soldados armados, pero
eludió el veredicto huyendo
secretamente de Jerusalén. El
gobernador romano de Siria ante el cual
se presentó a pedirle protección le
entregó un nuevo nombramiento en esa
provincia, la gobernación de un distrito
cercano al Líbano. Para abreviar, este
Herodes el Grande, cuyo padre
entretanto había muerto envenenado,
fue nombrado rey de los judíos por
22
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

orden conjunta de mi abuelo Antonio y


de mi tío abuelo Augusto (u Octaviano,
como se lo llamaba entonces), y
gobernó durante treinta años, con
severidad y gloria, sobre dominios
constantemente ampliados con los
botines de Augusto. Se casó con no
menos de diez esposas en sucesión,
entre ellas dos de sus propias sobrinas,
y finalmente murió, después de varios
intentos frustrados de suicidio, de la
enfermedad quizá más dolorosa y
desagradable conocida por la ciencia
moderna. Jamás la he oído llamar con
otro nombre que mal de Herodes, ni sé
que nadie hubiese sufrido antes de ella,
pero los síntomas eran un hambre
devoradora seguida de vómitos, un
estómago en putrefacción, un aliento
cadavérico, gusanos bullendo en el
miembro viril y un constante flujo
acuoso en los intestinos. La enfermedad
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

le provocó una angustia intolerable y


llevó a la locura una naturaleza ya de
por sí salvaje. Los judíos dijeron que
era el castigo de su dios por los dos
matrimonios incestuosos de Herodes.
Su primera esposa había sido
Mariamna, de la famosa familia
macabea de judíos, y Herodes estuvo
apasionadamente enamorado de ella.
Pero una vez, cuando salió de Jerusalén
para encontrarse con mi abuelo Antonio
en Laodicea (Siria), dio a su chambelán
órdenes secretas de que si alguna vez
caía víctima de las intrigas de sus
enemigos, Mariamna debía ser
ejecutada, para impedir que cayese en
manos de Antonio. Y en ocasión
posterior hizo lo mismo cuando fue a
encontrarse con Augusto en Rodas.
(Tanto Antonio como Augusto tenían
una mala reputación de sensualistas.)
Cuando Mariamna se enteró de estas
24
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

órdenes secretas, se enfureció, como es


natural, y dijo, en presencia de la madre
y la hermana de Herodes, cosas que
habría sido más prudente no decir,
porque éstas tenían celos del poder de
Mariamna sobre Herodes y repitieron
ante éste, en cuanto regresó, las
palabras de ella, a la vez que la
acusaron de haber acometido adulterio
en su ausencia, como acto de
resentimiento y desafío. Y nombraron al
chambelán como su amante. Herodes
los hizo ejecutar a ambos. Pero más
tarde fue presa de tan extrema congoja y
remordimiento, que cayó en una fiebre
que casi lo llevó a la 'tumba. Y cuando
se recuperó, su talante estaba tan
lúgubre y feroz, que la menor sospecha
lo llevaba a ejecutar incluso a sus
mejores amigos y parientes más
cercanos. El hijo mayor de Mariamna
fue una de las muchas víctimas de la
25
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cólera de Herodes; él y su hermano


fueron asesinados por una acusación
instigada por un hermanastro, a quien
Herodes más tarde hizo matar, de
conspiración contra la vida de su padre.
Augusto comentó ingeniosamente estas
ejecuciones: —Prefiero ser el cerdo de
Herodes antes que el hijo de Herodes.
Porque Herodes, judío de religión,
no podía comer cerdo, y sus lechones
por lo tanto vivían hasta alcanzar una
cómoda vejez. Ese desdichado príncipe,
el hijo mayor de Mariamna, era el padre
de mi amigo Herodes Agripa, a quien
Herodes el Grande envió a Roma en
cuanto lo dejó huérfano a la edad de
cuatro años, para ser educado en la
corte de Augusto.
Herodes Agripa y yo fuimos
contemporáneos y tuvimos mucho trato
por intermedio de mi querido amigo
Postumo, el hijo de Agripa, a quien
26
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes Agripa se unió con toda


naturalidad. Herodes era un chico muy
bien parecido, y era uno de los favoritos
de Augusto, cuando éste llegaba a los
claustros del Colegio de Niños para
jugar al tejo y al salto y a arrojar
piedras. ¡Pero qué granuja era Augusto!
Tenía un perro favorito, uno de los
enormes perros guardianes del templo,
de cola hirsuta, procedente de Ádranos,
cerca del Etna, que no obedecía a nadie
en el mundo, aparte de Augusto, a
menos de que Augusto le dijese con
decisión: «Obedece a tal o cual hasta
que te vuelva a llamar». El animal hacía
entonces lo que se le decía, con
desdichadas miradas de ansiedad hacia
Augusto. Y quién sabe cómo, el
pequeño Herodes logró hacer que este
perro, cuando estaba sediento, bebiese
un cuenco de vino muy fuerte, que lo
embriagó tanto como a un viejo soldado
27
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en el día de su retiro. Luego le colgó del


cuello un cencerro de cabra, le pintó la
cola de amarillo azafrán y las patas y el
hocico de rojo púrpura, le ató a las patas
vejigas de cerdo y las alas de un pato a
los hombros, y lo soltó en el patio del
palacio. Cuando Augusto no encontró a
su favorito y llamó «Tifón, Tifón,
¿dónde estás?», y este animal de
extraordinario aspecto pasó a través de
los portones en su dirección, fue uno de
los momentos más ridículos de la
denominada Edad de Oro de la historia
romana. Pero ello sucedió en el festival
de Inocentes, en honor del dios Saturno,
de modo que Augusto tuvo que tomarlo
en buena parte. Después Herodes tenía
una serpiente domesticada a la que
enseñaba a atrapar ratones que solía
guardar bajo su túnica durante las horas
de estudio, para divertir a sus amigos
cuando el preceptor volvía la espalda.
28
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Resultaba una influencia tan


inquietante, que a la postre fue enviado
a estudiar conmigo a las órdenes de
Atenodoro, mi anciano preceptor de
Tarso, de blanca barba. También intentó
sus tretas de escolar con Atenodoro, por
supuesto, pero éste las tomó con tan
buen talante, y yo simpaticé tan poco
con ellas, porque adoraba a Atenodoro,
que pronto dejó de ponerlas en práctica.
Herodes era un chico brillante, de
maravillosa memoria y un peculiar
talento para los idiomas. En una ocasión
Atenodoro le dijo:
—Herodes, preveo que algún día
serás llamado a ocupar una posición de
la máxima dignidad en tu país natal.
Debes vivir cada hora de tu juventud en
preparación de ese momento. Con tu
talento, puedes llegar a ser un
gobernante tan poderoso como tu
abuelo Herodes.
29
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Eso está muy bien —replicó


Heredes—, pero tengo una familia muy
grande y muy mala. Es imposible que
sepas qué pandilla de criminales son,
porque son los más grandes pillastres
que puedas encontrar en un año de
viaje. No han mejorado en nada desde
que mi abuelo murió hace ocho años.
Por lo menos, según me dicen. No tengo
la esperanza de vivir siquiera seis meses
si me obligan a volver a mi país. (Esto
es lo que dijo mi pobre padre cuando se
educaba aquí, en Roma, en la casa de
Asinio Polio. Y mi tío Alejandro, que
estaba con él, dijo lo mismo. Y tenían
razón. Mi tío, el rey de Judea, es el
viejo Herodes renacido, pero mezquino
en lugar de magnífico. Y mis tíos Filipo
y Antipas son unos verdaderos lobos.
—La virtud singular puede resistir
contra todos los vicios, mi princesito —
dijo Atenodoro—. Recuerda que la
30
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nación judía es más fanáticamente


partidaria de la virtud que ninguna otra
nación del mundo. Si te muestras
virtuoso te seguirán como un solo
hombre.
—La virtud judía —respondió
Herodes— no se adapta muy bien a la
virtud greco-romana tal como tú,
Atenodoro, la enseñas. Pero muchas
gracias por tus palabras proféticas.
Puedes contar conmigo, si alguna vez
soy rey, para que sea un rey
verdaderamente bueno. Pero hasta que
esté en el trono no puedo permitirme ser
más virtuoso que los demás integrantes
de mi familia.
En cuanto al carácter de Herodes,
¿qué puedo decir? La mayoría de los
hombres —tal es mi experiencia— no
son ni virtuosos ni pillastres, ni buenos
ni malos. Son un poco de una cosa y un
poco de otra, y, durante mucho tiempo,
31
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nada: innobles mediocridades. Pero


unos pocos hombres permanecen
siempre fíeles a un solo carácter
extremo. Estos son los hombres que
dejan la señal más enérgica sobre la
historia, y los dividiré en cuatro clases.
Primero hay algunos granujas de
corazón de piedra, de los cuales Macro,
el comandante de la guardia bajo
Tiberio y Calígula, fue un ejemplo
notable. Luego vienen los hombres
virtuosos de corazón igualmente pétreo,
de los cuales Catón el Censor, mi
espantajo, es un ejemplo destacado. La
tercera clase es la de los hombres
virtuosos de corazón de oro, como el
viejo Atenodoro y mi pobre hermano
asesinado, Germánico. Y finalmente —
los más raros— están los pillastres de
corazón de oro, y de entre éstos
Herodes Agripa era el ejemplo más
perfecto que imaginarse pudiera. Los
32
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pillastres de corazón de oro, estos anti-


catones, son los amigos más valiosos en
momentos de necesidad. No se espera
nada de ellos. Carecen por completo de
principios, como ellos mismos lo
reconocen, y sólo consideran sus
propias ventajas. Pero acúdase a ellos
en un momento de necesidad y
dígaseles: «Por amor de Dios, haz tal o
cual cosa por mí», y es indudable que lo
harán... no como un favor de amigos,
sino, dirán ellos, porque concuerda con
sus propios planes torcidos. Y a uno le
estará prohibido agradecerles. Estos
anti-catones son jugadores y manirrotos.
Pero esto es por lo menos mejor que ser
tacaño. También se vinculan
constantemente con borrachos, asesinos,
hombres de negocios turbios y
alcahuetes. Sin embargo, muy pocas
veces se ve que la bebida les haga algún
daño, y si disponen un asesinato puede
33
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tenerse la seguridad de que la víctima


no será muy llorada. Y defraudan a los
ricos estafadores y no a los inocentes
necesitados, y no se relacionan con
mujer alguna contra la voluntad de ésta.
El propio Herodes insistió siempre en
que era congénitamente un granuja, a lo
cual yo le contestaba:
—En lo fundamental eres un hombre
virtuoso que lleva puesta la máscara de
la granujería.
Esto lo encolerizaba. Uno o dos
meses antes de la muerte de Calígula,
tuvimos una conversación de ese tipo.
Al final de la misma dijo:
—¿Quieres que te hable sobre ti
mismo?
—No hace falta —contesté—. Soy el
Tonto Oficial de palacio.
—Bien —dijo—. Hay tontos que
fingen ser sabios y sabios que fingen ser
tontos, pero tú eres el primer caso que
34
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

he conocido de un tonto que finge ser


un tonto. Y algún día verás, amigo mío,
con qué tipo de judío virtuoso estás
tratando.
Cuando Postumo fue desterrado,
Herodes se unió a Castor, hijo de mi tío
Tiberio, y se los conoció a los dos como
los jóvenes más alborotadores de la
ciudad. Se la pasaban continuamente
bebiendo y, si lo que se contaba acerca
de ellos era cierto, empleaban la mayor
parte de sus noches metiéndose por las
ventanas, saliendo de ellas, riñendo con
guardianes nocturnos y esposos celosos
y encolerizados padres de casas
respetables. Herodes había heredado
una buena cantidad de dinero de su
abuelo, que murió cuando él tenía sólo
seis años, pero lo gastó rápidamente en
cuanto pudo utilizarlo. Muy pronto se
vio obligado a pedir prestado. Primero
pidió a sus amigos nobles, a mí entre
35
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ellos, en una forma negligente que nos


hacía difícil instarlo a que nos pagase la
deuda. Cuando agotó su crédito de este
modo, pidió prestado a ricos caballeros,
que se sentían halagados de satisfacer
sus necesidades debido a su intimidad
con el hijo único del emperador. Y
cuando se mostraron ansiosos en cuanto
al pago de los préstamos, abordó a los
libertos de Tiberio, que manejaban las
cuentas imperiales, y los sobornó para
que le hiciesen préstamos con dinero
del Tesoro. Siempre tenía una historia
preparada en cuanto a sus doradas
perspectivas: se le había prometido tal o
cual reino oriental, o estaba a punto de
heredar tantos cientos de miles de
piezas de oro de un viejo senador que se
encontraba al borde de la muerte. Pero
finalmente, a la edad de treinta y tres
años, comenzó a acercarse al fin de sus
recursos de inventiva y entonces Castor
36
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

murió (envenenado por su esposa, mi


hermana Livila, como nos enteramos
varios años más tarde), y él se vio
obligado a poner tierra de por medio
entre sus acreedores y su propia
persona. Habría recurrido
personalmente a Tiberio en busca de
ayuda, pero Tiberio había hecho una
declaración pública en el sentido de que
no quería volver a ver jamás a ninguno
de los amigos de su hijo muerto, «por
temor a revivir su pena». Por supuesto
que esto sólo quería significar que
sospechaba de que habían participado
en la conspiración contra su vida que
Seyano, su principal ministro, lo había
convencido de que Castor estaba
tramando. Herodes huyó a Edom, hogar
de sus antepasados, y se refugió allí, en
una ruinosa fortaleza del desierto. Creo
que fue su primera visita al Cercano
Oriente desde su infancia. En esa época
37
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su tío Antipas era gobernador (o


Tetrarca, como era el título) de Galilea.
Porque los dominios de Herodes el
Grande habían sido divididos entre sus
tres hijos sobrevivientes: a saber, ese
Antipas, su hermano Arquelao, que se
convirtió en rey de Judea y Samaría, y
su hermano menor Filipo, que se
convirtió en Tetrarca de Bashán, el país
situado al este de Galilea, al otro lado
del Jordán. Herodes instó entonces a su
abnegada esposa Cypros, que se había
unido a él en el desierto, a que hablase a
Antipas en su favor. Antipas no era sólo
el tío de Herodes, sino también su
cuñado, ya que se había casado con su
hermosa hermana Herodías, la esposa
divorciada de otro de sus tíos. Al
principio Cypros no aceptó, porque la
carta tendría que ser dirigida a
Herodías, que dominaba a Antipas por
completo, y en fecha reciente había
38
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reñido con Herodías durante la visita de


ésta a Roma, y jurado que jamás
volvería a hablarle. Cypros protestó que
prefería quedarse en el desierto, entre
toda su gente bárbara pero hospitalaria,
antes que humillarse frente a Herodías.
Herodes amenazó con suicidarse
saltando de las almenas de la fortaleza,
y en rigor consiguió convencer a
Cypros de que era sincero, si bien estoy
seguro que jamás ha vivido hombre
alguno que tuviese menos tendencias
suicidas que Herodes. De modo que, en
fin de cuentas, ella escribió la carta a
Herodías.
Esta se sintió muy halagada por el
reconocimiento de Cypros de que había
estado equivocada durante la pendencia,
y convenció a Antipas de que invitase a
Herodes y su esposa a Galilea. Herodes
fue nombrado magistrado local (con una
pequeña pensión anual) en Tiberíades,
39
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la ciudad capital que Antipas había


construido en honor del emperador.
Pero pronto riñó con Antipas, un
individuo insolente y avaro, que le hacía
sentir demasiado agudamente las
obligaciones bajo las cuales se hallaba.
—Pero sobrino, me debes tus
alimentos diarios —le dijo un día
Antipas, en un banquete al que había
invitado a Herodes y Cypros, en Tiro,
donde habían ido a pasar juntos las
vacaciones—, y me extraña que tengas
la osadía de discutir conmigo.
Herodes había estado
contradiciéndolo acerca de cierto
aspecto de la legislación romana.
—Tío Antipas —replicó Herodes—,
esa es precisamente la observación que
podía esperarse de ti.
—¿Qué quieres decir, jovencito? —
preguntó Antipas, furioso.

40
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Quiero decir que no eres otra cosa


que un patán de provincia —contestó
Heredes—, tan carente de modales
como ignorante de los principios de la
ley que gobierna al imperio, y tan
ignorante de estos principios de la ley
como tacaño en tu dinero.
—Debes de estar borracho, Agripa,
para hablarme de esta manera —
balbuceó Antipas, con el rostro
colorado.
—No con el tipo de vino que tú
sirves, tío Antipas. Le tengo demasiado
aprecio a mis riñones como para
beberlo. ¿Dónde demonios obtienes un
brebaje tan asqueroso como éste? Hace
falta mucho ingenio para encontrarlo.
Quizá lo rescataste de ese barco
hundido desde hace tanto tiempo, que
ayer estaban sacando a la superficie del
puerto. ¿O hierves las heces de los
jarros de vino vacíos, junto con orines
41
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de camello, y luego introduces la


mezcla en esa hermosa jarra dorada?
Después de eso, por supuesto, él y
Cypros y los niños tuvieron que correr a
los muelles y saltar a bordo del primer
barco que zarpaba. Este barco los llevó
al norte, a Antioquía, la ciudad capital
de Siria, y allí Heredes se presentó ante
el gobernador de la provincia, de
nombre Placeo, que los trató
bondadosamente por respeto a mi madre
Antonia, porque les sorprenderá saber
que mi madre, esa virtuosa mujer que se
oponía con decisión a la extravagancia
y el desorden de su propia casa, había
cobrado una gran simpatía hacia ese
individuo incorregible. Sentía una
perversa admiración por sus modales
impetuosos, y él la visitaba a menudo
para seguir su consejo, y con un aire de
sincero arrepentimiento le hacía el
relató de todas sus locuras. Ella siempre
42
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se manifestaba escandalizada por sus


revelaciones, pero es indudable que
extraía una gran proporción de placer de
ellas, y se sentía muy halagada por la
atención que Heredes le demostraba.
Este jamás le pidió préstamo alguno de
dinero, por lo menos con otras tantas
palabras, pero ella solía prestarle
voluntariamente grandes sumas, de vez
en cuando, bajo la promesa de buena
conducta. Parte de esa suma fue
devuelta por él. En realidad era dinero
mío, y Herodes lo sabía, y
posteriormente me lo agradecía como si
yo fuese el verdadero donante. En una
ocasión le sugerí a mi madre que quizá
se mostraba demasiado liberal para con
Herodes, pero ella se encolerizó y dijo
que si mi dinero debía ser derrochado,
prefería verlo derrochado en forma
decente por Herodes, en lugar de que yo
me lo jugase a los dados en míseras
43
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tabernas, con mis amigo tes. (Había


tenido que ocultar el envío de una gran
suma de dinero para ayudar a mi
hermano 'Germánico a pacificar a los
amotinados del Rhin, de modo que fingí
que lo perdí jugando a los dados.)
Recuerdo que en una ocasión le
pregunté a Herodes si no se
impacientaba a veces con los
prolongados discursos de mi madre
acerca de la virtud romana. Y me
contestó:
—Admiro grandemente a tu madre,
Claudio, y tienes que recordar que en el
fondo soy todavía un edomita
incivilizado, y que por lo tanto es para
mí un gran privilegio recibir sermones
de una matrona romana de la más noble
sangre y de carácter tan puro. Además,
habla el latín más perfecto de toda
Roma. Aprendo más de tu madre, en
una sola de sus disertaciones, en cuanto
44
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

a la adecuada ubicación de frases


subordinadas y a la elección exacta de
adjetivos, de lo que aprendería
asistiendo a todo un curso de lecciones
de un gramático profesional.
Ese gobernador de Siria, Placeo,
había servido a las órdenes de mi padre,
y por lo tanto sentía gran admiración
por mi madre, que siempre acompañaba
a aquél en sus campañas. Después de la
muerte de mi padre hizo a mi madre una
oferta de matrimonio, pero ella lo
rechazó, diciendo que, si bien lo amaba
como a un queridísimo amigo y
continuaría haciéndolo, el glorioso
recuerdo de su esposo le impedía volver
a casarse. Además, Placeo era mucho
más joven que ella y si se casaban
habría murmuraciones muy
desagradables. Los dos continuaron una
cálida correspondencia durante muchos
años, hasta que Placeo murió, cuatro
45
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

años antes que mi madre. Herodes


estaba enterado de esta correspondencia
y conquistó la buena voluntad de Placeo
con frecuentes referencias a la bondad
de espíritu de mi madre, y a su belleza y
bondad. Placeo no era un dechado de
moral; en Roma era famoso como el
hombre que en una ocasión, desafiado
por Tiberio en un banquete, bebió con
él copa tras copa, durante un día y dos
noches ininterrumpidos. Como cortesía
a su emperador, permitió que Tiberio
vaciase la última copa al alba del
segundo día y resultara victorioso. Pero
era evidente que Tiberio estaba agotado
y Placeo, de acuerdo con los testigos,
habría podido continuar bebiendo por lo
menos una o dos horas más. De modo
que Placeo y Herodes se entendían a la
perfección. Por desgracia el hermano
menor de Herodes, Aristóbulo, se
encontraba también en Siria y los dos
46
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no eran amigos. En una oportunidad


Herodes obtuvo algún dinero de él,
prometiendo invertirlo en una empresa
comercial en la India, y después le dijo
que los barcos habían naufragado. Pero
resultó que los barcos no sólo no habían
naufragado sino que jamás salieron del
puerto. Aristóbulo se quejó a Placeo de
esta estafa, pero éste le dijo que tenía la
seguridad de que estaba en un error en
cuanto a la deshonestidad de su
hermano, y que no quería tomar parte
en el asunto, ni siquiera para actuar
como adjudicador. Pero Aristóbulo
vigiló de cerca a Herodes, consciente de
que éste necesitaba dinero y
sospechando de que lo conseguiría por
algún juego de prestidigitación.
Entonces lo extorsionaría para que le
pagase la antigua deuda.
Uno o dos años más después hubo
una disputa de límites entre Sidón y
47
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Damasco, y los hombres de Damasco,


que sabían hasta qué punto dependía
Placeo de Herodes para su
asesoramiento en el arbitraje de este
tipo de problemas —debido al notable
dominio que Herodes tenía de los
idiomas y a su capacidad, sin duda
heredada de su abuelo Herodes, para
seleccionar las pruebas contradictorias
ofrecidas por los orientales—, enviaron
a Herodes una delegación secreta que le
ofreció una gran suma de dinero, ya no
me acuerdo cuánto, si convencía a
placeo de que dictase un veredicto en su
favor. Aristóbulo se enteró de esto, y
cuando el caso quedó concluido y
solucionado en favor de Damasco por la
persuasiva argumentación de Herodes,
fue a ver a éste y le dijo lo que sabía,
agregando que ahora esperaba el pago
de la deuda anterior. Herodes se enojó
de tal modo, que Aristóbulo tuvo suerte
48
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de escapar con vida. Resultaba evidente


que no se lo podía atemorizar para que
pagase un solo centavo, de modo que
Aristóbulo fue a ver a Placeo y le habló
sobre los sacos de oro que pronto
llegarían para Herodes desde Damasco.
Placeo los interceptó en las puertas de la
ciudad y mandó llamar a Herodes,
quien, dadas las circunstancias, no
podía negar que habían sido enviados
en pago de servicios prestados en el
asunto de la disputa de límites. Pero
encaró las cosas con audacia y le rogó a
Placeo que no considerase el dinero
como un soborno, porque, cuando
presentó sus evidencias en favor del
caso se atuvo estrictamente a la verdad:
Damasco tenía la justicia de su parte.
Además le dijo a Placeo que los de
Sidón también le habían enviado una
delegación, a la que hizo despedir,
diciéndoles que no podía hacer nada
49
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para ayudarlos porque no les asistía


derecho alguno.
—Supongo que Sidón no te ofreció
tanto dinero como Damasco —se burló
Placeo.
—No me insultes —replicó
virtuosamente Herodes.
—Me niego a que la justicia de un
tribunal romano sea comprada y
vendida como una mercancía. —Placeo
se sentía intensamente irritado.
—Tú mismo juzgaste el caso, mi
señor Placeo —dijo Herodes.
—Y tú me convertiste en un tonto en
mi propio tribunal —rugió Placeo—.
He terminado contigo, puedes irte al
infierno, por lo que a mí respecta, y por
el camino más breve.
—Me temo que tendrá que ser por el
camino de Tenaro —dijo Herodes—,
porque si muero ahora no tendré un
centavo en la bolsa para pagarle al
50
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

botero. (Tenaro es el promontorio


situado más al sur del Peloponeso,
desde el cual hay un atajo hasta el
infierno que alude la Estigia. Por ese
camino arrastró Hércules al Can
Cerbero hasta el Mundo de Arriba. Los
ahorrativos nativos de Tenaro entierran
a sus muertos sin la acostumbrada
moneda en la boca, sabiendo que no la
necesitarán para pagar a Caronte su
transporte.) Luego Herodes dijo:
—No debes perder los estribos
conmigo, Placeo. Ya sabes cómo son
las cosas. No creía que estuviese
haciendo mal. A un oriental como yo,
incluso con casi treinta años de
educación en la ciudad, le resulta difícil
entender los escrúpulos de los nobles
romanos en un caso de este tipo. Yo veo
las cosas de esta manera: los de
Damasco me emplearon como un tipo
de abogado en su defensa, y en Roma a
51
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los abogados se les paga enormes


honorarios, y jamás se atienen tanto a la
verdad, cuando presentan sus
argumentaciones, como lo hice yo. Y
por cierto que les presté un buen
servicio a los de Damasco, al presentar
su caso tan lúcidamente ante ti.
Entonces, ¿qué daño pude haber hecho
cuando acepté el dinero que me
enviaron voluntariamente? No es como
si hubiese anunciado en público que
tenía influencia sobre ti. Me halagaron y
me sorprendieron al sugerir que pudiera
ser así. Además, como la señora
Antonia, esa mujer extraordinariamente
sabia y hermosa, me ha señalado con
frecuencia...
Pero era inútil apelar siquiera el
cariño de Placeo por mi madre. Le dio a
Heredes veinticuatro horas de plazo, y
dijo que si para entonces no estaba ya
en camino fuera de Siria, se encontraría
52
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ante el tribunal, con una acusación


criminal.

53
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 2

54
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Y adonde podemos ir ahora? —


preguntó Herodes a Cypros.
—Mientras no me pidas que vuelva
a humillarme escribiendo cartas de
súplica que antes que escribir preferiría
la muerte —respondió Cypros con tono
de desdicha—, no me importa adonde
vayamos. ¿Está la India lo bastante lejos
de nuestros acreedores?
—Cypros, reina mía —dijo Herodes
—, sobreviviremos a esta aventura
como hemos sobrevivido a tantas otras,
y viviremos juntos hasta alcanzar una
vejez próspera y feliz. Y te hago mi
solemne juramento de que todavía
llegarás a reírte de mi hermana
Herodías, antes de que haya terminado
con ella y su esposo.
—¡Esa horrible prostituta! —
exclamó Cypros con verdadera
indignación judía.

55
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Porque, como he dicho, Herodías no


sólo había cometido incesto al casarse
con su tío, sino que se había divorciado
de él a fin de casarse con su otro tío
Antipas, más rico y más poderoso. Los
judíos podían perdonar a veces el
incesto, porque el matrimonio entre tío
y sobrina era práctica común entre las
familias reales de Oriente, en especial
entre las familias de Armenia y Partía, y
la familia de Herodes no era de origen
judío. Pero el divorcio era considerado
con la máxima repugnancia por cada
judío honrado (como antes por cada
romano honrado), como vergonzoso
para el marido y para la esposa. Y nadie
que se hubiese visto en la desagradable
necesidad de divorciarse consideraría el
divorcio como el camino hacia un
nuevo matrimonio. Pero Herodías había
vivido lo bastante en Roma como para
reírse de estos escrúpulos. En Roma
56
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todos los que tienen alguna importancia


se divorcian más tarde o más temprano.
(Nadie, por ejemplo, me llamaría a mí
un libertino, y sin embargo me he
divorciado ya de tres esposas y podría
llegar a divorciarme de la cuarta.) De
modo que Herodías era sumamente
impopular en Galilea. Aristóbulo fue a
ver a Placeo y le dijo:
—En reconocimiento de mis
servicios, Placeo, ¿no querrías tener la
generosidad de entregarme el dinero
confiscado a Damasco? Cubriría casi la
deuda que tiene Herodes conmigo... la
estafa de que te hablé hace unos meses.
—Aristóbulo —dijo Placeo—, no
me has hecho ningún servicio. Has sido
el motivo de una ruptura entre mi
consejero más capaz y yo, y lo echo de
menos más de lo que podría decirte. Por
motivos de disciplina gubernamental he
tenido que expulsarlo, y por cuestiones
57
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de honor no puedo volver a llamarlo.


Pero si no hubieras sacado a la luz ese
soborno, nadie se hubiera enterado y yo
todavía contaría con Herodes para
consultarlo en materia de complicados
problemas locales que desconciertan en
absoluto a un sencillo occidental como
yo. Lo lleva en la sangre, ¿entiendes?
En rigor yo he vivido en el Oriente
mucho más tiempo que él, pero él
instintivamente sabe qué hacer en casos
en que yo sólo puedo adivinar con
torpeza.
—¿Y qué te parezco yo? —preguntó
Aristóbulo—. Quizá pueda yo ocupar el
puesto de Herodes.
—¿Tú, hombrecito? —exclamó
Placeo con desprecio—. Careces del
toque de Herodes. Y lo que es más,
jamás lo adquirirás. Lo sabes tan bien
como yo.

58
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Pero y el dinero? —preguntó


Aristóbulo.
—Si no es para Herodes, menos será
para ti. Pero para evitar toda mala
voluntad entre nosotros, pienso enviarlo
de vuelta a Damasco. —Y lo hizo. Los
de Damasco deben de haber pensado
que estaba loco.
Al cabo de un mes, Aristóbulo, que
había dejado de ser visto con simpatía
en Antioquía, decidió establecerse en
Galilea, donde tenía una finca. Había
sólo dos días de viaje de allí a Jerusalén,
ciudad que le agradaba visitar en todos
los importantes festivales judíos, ya que
tenía más inclinaciones religiosas que el
resto de su familia. Pero no deseaba
llevar todo su dinero consigo a Galilea,
porque si llegaba a reñir con su tío
Antipas podía verse obligado a salir de
prisa, y Antipas quedaría más rico
gracias a ello. Por lo tanto decidió
59
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

trasladar la mayor parte de su crédito de


una firma bancaria de Antioquía a otra
de Roma, y me escribió, como a un
amigo de la familia digno de confianza,
otorgándome la autoridad para
invertirlo en propiedades territoriales a
su nombre, según se presentase la
oportunidad.
Herodes no pudo regresar a Galilea.
Y también había reñido con su tío
Filipo, el tetrarca de Bashán, por
cuestión de algunas propiedades de su
padre que Pilipo había malversado, y el
gobernador de Judea y Samaría —
porque el tío mayor de Herodes, el rey,
había sido expulsado por desgobierno
unos años antes y su reino proclamado
provincia romana— era Poncio Pilatos,
uno de sus acreedores. Herodes no
deseaba retirarse permanentemente a
Edom —no era amante de los desiertos
—, y su posibilidad de que en Egipto lo
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

recibiera bien la gran colonia judía de


Alejandría era muy poco considerable.
Los judíos alejandrinos son
absolutamente estrictos en sus
observancias religiosas, casi más
estrictos que sus compatriotas de
Jerusalén, si eso es posible, y Herodes,
de tanto vivir en Roma, había caído en
costumbres relajadas, especialmente en
materia de alimentación. A los judíos
les está prohibido, por su antiguo
estadista Moisés, y según entiendo por
motivos higiénicos, comer una variedad
de carnes comunes. No se trata
solamente de la carne de cerdo —se
podrían presentar varios argumentos
contra el cerdo, quizás—, sino también
de la de liebre y conejo, y de otras
carnes perfectamente saludables. Y lo
que comen debe ser muerto de cierto
modo. Les están prohibidos los patos
salvajes que han sido derribados por
61
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una pedrada de honda, o un ave a la que


se le ha retorcido el cuello, o el venado
cobrado con arco y flecha. A todos los
animales que comen tienen que
cortarles la garganta y dejarlos que se
desangren. Además, tienen que hacer de
cada séptimo día una jornada de
descanso absoluto. Sus criados no
pueden trabajar, ni siquiera cocinar o
encender la hornalla. Y tienen días de
duelo nacional en conmemoración de
antiguas desgracias, que a menudo
chocan con las festividades romanas.
Mientras vivía en Roma, a Herodes le
había sido imposible ser al mismo
tiempo un estricto judío y un popular
miembro de la alta sociedad, y por lo
tanto prefirió el desprecio de los judíos
al de los romanos. Decidió no probar
suerte en Alejandría ni perder más
tiempo en el Cercano Oriente, donde
todas las puertas parecían cerradas para
62
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

él. Se refugiaría en Partía, donde el rey


lo recibiría como a un útil agente en sus
designios contra la provincia romana de
Siria, o bien regresaría a Roma y se
pondría bajo la protección de mi madre.
Quizá le fuese posible explicar el
malentendido con Placeo. Rechazó la
idea de Partía, porque ir allí significaría
una completa ruptura con su antigua
vida, y tenía mayor confianza en el
poder de Roma que en el de Parda, y
además sería una tontería tratar de
cruzar el Eufrates, entre Siria y Partía,
sin el dinero necesario para sobornar a
los guardias de frontera, que tenían
orden de no permitir la entrada de
ningún refugiado político, de modo que
finalmente eligió a Roma.
¿Y llegó allí a salvo? Ya se verá. No
tenía siquiera dinero suficiente para
pagar su pasaje marítimo: había estado
viviendo a crédito en Antioquía, y en
63
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gran estilo. Y si bien Aristóbulo se


ofreció a prestarle lo suficiente como
para llegar hasta Rodas, se negó a
humillarse aceptando el dinero.
Además, no podía arriesgarse a comprar
pasaje en un barco que bajase por el
Orontes, por miedo a ser arrestado en el
muelle por sus acreedores. De pronto
pensó en alguien de quien quizá pudiese
obtener algún dinero, un esclavo de su
madre que ésta había legado en el
testamento a mi madre Antonia y a
quien mi madre liberó y estableció
como vendedor de trigo en Acre, ciudad
costera situada un poco más al sur de
Tiro. El esclavo le pagaba un porcentaje
de sus ganancias, y le iba bastante bien.
Pero el territorio de Sidón se interponía
entre el hombre y Herodes, y éste, en
rigor, había aceptado también un regalo
de los de Sidón, además del de los de
Damasco. De modo que no podía
64
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permitirse el lujo de caer en sus manos.


Envió a un liberto digno de confianza a
que pidiese prestado a ese hombre de
Acre y escapó de Antioquía, disfrazado,
viajando hacia el este, que era la única
dirección que nadie esperaba que
tomase, con lo cual eludió las
persecuciones. Una vez en el desierto
sirio, describió un amplio círculo hacia
el sur, en un camello robado, eludió a
Bashán, la tetrarquía de su tío Filipo, y
Pétrea (o, como algunos la llaman,
Gilead, el fértil territorio trasjordanio
sobre el cual gobernaba su tío Antipas,
lo mismo que sobre Galilea), y
contorneó el extremo más lejano del
mar Muerto. Llegó a salvo a Edom,
donde fue recibido calurosamente por
sus salvajes parientes, y esperó, en la
misma fortaleza del desierto en que
había esperado antes, a que llegase su
liberto con el dinero. El liberto
65
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consiguió el dinero, 20.000 dracmas de


Ática. Como el dracma del Ática vale
algo más que la pieza romana de plata,
la suma equivalía a más de 900 piezas
de oro. Por lo menos, había entregado el
pagaré de Herodes por esa suma, y
habría llegado con los 20.000 dracmas
completos si el vendedor de trigo de
Acre no hubiese deducido 2.500, de los
cuales acusaba a Herodes de haberlo
defraudado unos años antes. El honesto
liberto temía que su amo se
encolerizaría con él por no haberle
llevado todo el dinero, pero Herodes rió
y dijo:
—Contaba con que esos 2.500 me
asegurarían el resto de los 20.000. Si
ese avaro no hubiese creído que se
burlaba de mí al hacer que el pagaré
cubriese la antigua deuda, jamás
hubiera soñado con prestarme dinero

66
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alguno. Porque debe de saber en qué


aprietos me encuentro.
De modo que Herodes ofreció una
gran fiesta a los hombres de la tribu y
luego se dirigió cautelosamente al
puerto de Antedón, cerca de la ciudad
filistea de Gaza, donde la costa
comienza a curvarse hacia el oeste, en
dirección a Egipto. Allí Cypros y sus
hijos lo esperaban, disfrazados, a bordo
del pequeño carguero en el cual habían
zarpado desde Antioquía, y que había
sido fletado para llevarlos a Italia por
vía Egipto y Sicilia. Precisamente en el
momento en que se cambiaban
afectuosos saludos entre todos los
miembros de la familia tan
dichosamente reunida, un sargento y
tres soldados romanos aparecieron al
costado del barco, en un bote a remo,
con una orden para el arresto de
Herodes. El gobernador militar local
67
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había firmado el mandamiento, cuyo


motivo era la falta de pago el tesoro
público de una deuda de 12.000, piezas
de oro. Herodes leyó el documento y
dijo a Cypros:
—Considero esto como un signo
auspicioso. El tesorero ha reducido mis
deudas de 40.000 a unas pocas 12.000.
Tenemos que ofrecerle un banquete
realmente espléndido cuando
regresemos a Roma. Es claro, le he
hecho muchos favores cuando estuve en
Oriente, pero 28.000 piezas de oro es
una compensación generosa.
—Perdóname, príncipe —intervino
el sargento—, pero en realidad no
puedes pensar en banquetes en Roma
hasta que hayas visto al gobernador por
esta deuda. Tiene órdenes de no dejarte
zarpar hasta que la hayas pagado.
—Por supuesto, la pagaré —replicó
Herodes—. Se me había escapado de la
68
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

memoria. Una cosa de nada. Vete ahora


en el bote y dile a su excelencia el
gobernador que estoy completamente a
su servicio, pero que su bondadoso
recordatorio de mi deuda al Tesoro ha
llegado en un momento inconveniente.
Acabo de reunirme con mi abnegada
esposa, la princesa Cypros, de la cual
estuve separado durante seis semanas.
¿Eres hombre de familia, sargento?
Entonces entenderás cuan ansiosamente
deseamos estar juntos y a solas. Puedes
dejar a tus dos soldados a bordo, como
guardia, si no nos tienes confianza.
Vuelve en el bote dentro de tres o
cuatro horas y estaremos dispuestos a
desembarcar. Y he aquí una prueba de
mi gratitud. —Entregó al sargento 100
dracmas, ante lo cual el sargento,
dejando a los guardias a bordo, remó
hacia la costa sin más demora. Una hora
o dos más tarde había anochecido y
69
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes cortó las amarras del navío y


puso rumbo hacia alta mar. Fingió que
se dirigía hacia el norte, hacia el Asia
Menor, pero pronto cambió de rumbo y
viró hacia el suroeste: se dirigía a
Alejandría, donde creía que podía
probar suerte con los judíos.
Los dos soldados fueron
repentinamente capturados, amarrados y
amordazados por la tribulación, que los
hizo intervenir en un juego de dados.
Pero Herodes los puso en libertad tan
pronto como estuvo seguro de que no
era perseguido y les dijo que los
depositaría a salvo en Alejandría, si se
comportaban con sensatez. Sólo
estipuló que a su llegada allí fingiesen
ser su guardia militar durante uno o dos
días, y les prometió, en compensación,
pagarles el pasaje de regreso a Antedón.
Los nombres aceptaron
apresuradamente, temiendo ser
70
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

arrojados por la borda si no lo


complacían. Habría debido mencionar
que Cypros y los niños fueron ayudados
en Antioquía por un samaritano de
mediana edad llamado Silas, el amigo
más fiel de Herodes. Era un individuo
de aspecto lúgubre, de sólida
contextura, enorme barba cuadrada y
negra, y en una ocasión sirvió en la
caballería nativa como comandante de
tropas. Recibió dos condecoraciones
militares por sus servicios contra los
partos, y en varias oportunidades
Herodes le ofreció hacerlo ciudadano
romano, pero Silas rechazó siempre el
honor con el pretexto de que si se
convertía en romano se vería obligado a
afeitarse la barba, al estilo romano, y
que jamás consentiría en hacer eso.
Silas ofrecía constantemente a Herodes
buenos consejos que éste nunca
aceptaba, y cada vez que Herodes se
71
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

veía en dificultades, su amigo solía


decir: «¿Qué te había dicho? No
escuchas lo que te digo». Se
enorgullecía de su brusquedad de
lenguaje, y carecía lamentablemente de
todo sentido del tacto. Pero Herodes lo
soportaba porque podía tenerle
confianza en la buena y en la mala.
Silas había sido su único compañero
durante la primera huida a Edom, y
después, a no ser por él, la familia no
habría podido escapar de Tiro el día que
Herodes insultó a Antipas. Y en
Antioquía fue Silas quien proporcionó a
Herodes su disfraz para escapar de sus
acreedores, además de proteger a
Cypros y los niños, y de encontrar el
barco para ellos. Cuando las cosas iban
realmente mal, Silas se mostraba del
mejor y más alegre humor, porque
entonces sabía que Herodes necesitaría
sus servicios y le daría una oportunidad
72
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para decir: «Estoy enteramente a cu


disposición, Heredes Agripa, mi
querido amigo, si puedo llamarte así.
Pero si hubieses aceptado mis consejos
esto no habría ocurrido jamás». En
épocas de prosperidad se volvía cada
vez más lúgubre, y parecía recordar con
pena los malos tiempos antiguos de
pobreza y desgracia, e incluso los
estimulaba a volver con sus
advertencias a Herodes de que si
continuaba en su actual actitud (fuese
cual fuere), terminaría arruinado. Pero
las cosas estaban ahora lo bastante mal
como para hacer de Silas el más alegre
de los compañeros. Intercambiaba
bromas con la tripulación y contaba a
los niños largas historias complicadas
acerca de sus aventuras militares.
Cypros, que por lo general se sentía
irritada con el carácter aburrido de
Silas, se sintió ahora avergonzada de su
73
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tosquedad para con este amigo de


corazón de oro.
—Fui educada en el prejuicio judío
contra los samaritanos —dijo a Silas—,
y tienes que perdonarme si he
necesitado todos estos años para
superarlo.
—Yo también debo pedirte perdón,
princesa —replicó Silas—; perdón,
quiero decir, por mi rudeza de lenguaje.
Pero tal es mi naturaleza. Y debo
tomarme la libertad de decir que si tus
amigos y parientes judíos fuesen en
general un poco menos rectos y un poco
más caritativos, me gustarían más. Un
primo mío viajaba una vez, por motivos
de negocios, de Jerusalén a Jericó. Se
encontró con un pobre judío que yacía,
herido y desnudo, al costado del
camino. Había sido atacado por
bandidos; mi primo le limpió las heridas
y las vendó lo mejor que pudo, y luego
74
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lo llevó, en su caballo, a la posada más


cercana, donde pagó por anticipado su
cuarto y su alimentación para unos
cuantos días —el posadero insistió en el
pago por anticipado—, y luego lo visitó
a su regreso de Jericó y lo ayudó a
volver a su casa. Bueno, eso no fue
nada, los samaritanos estamos hechos
así, para mi primo fue una cosa de todos
los días, pero lo gracioso del caso fue
que había tres o cuatro judíos
adinerados —un sacerdote entre ellos
—, a quienes mi primo había
encontrado cabalgando en dirección
contraria a él, un poco antes de
encontrar al herido, y que sin duda
debían haberlo visto echado sobre el
camino, pero como no era pariente de
ellos lo dejaron allí para que se muriese,
y siguieron cabalgando, aunque el
hombre gemía y pedía ayuda en los
tonos más lamentables. El posadero
75
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

también era judío. Le dijo a mi primo


que entendía perfectamente la hostilidad
de los viajeros a ocuparse del herido; si
hubiese muerto en sus manos, habrían
quedado ritualmente impuros por tocar
un cadáver, cosa que hubiera resultado
un gran inconveniente para ellos
mismos y su familia. El sacerdote,
explicó el posadero, se encontraba
probablemente en camino a Jerusalén, a
rendir culto en el templo. Y él menos
que nadie podía arriesgarse a tocar un
cadáver. Bueno, gracias a Dios soy
samaritano y hombre de lengua pronta.
Digo lo que pienso. Yo...
—Mi querida Cypros, ¿no es éste un
relato sumamente instructivo ? —
interrumpió Herodes—. Y si el pobre
hombre hubiese sido un samaritano, no
habría tenido suficiente dinero como
para que los bandidos considerasen
provechoso robarle.
76
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En Alejandría, Herodes,
acompañado de Cypros, los niños y los
dos soldados, fue a ver al magistrado
principal de la colonia judía de allí, o
alabarca, como se lo llamaba. El
alabarca era responsable ante el
gobernador de Egipto por la buena
conducta de sus correligionarios. Tenía
que ocuparse de que pagasen sus
impuestos con regularidad, y de que se
abstuviesen de motines callejeros con
los griegos y otras violaciones del
orden. Herodes saludó al alabarca con
dulzura y muy pronto le pidió un
préstamo de 8.000 piezas de oro,
ofreciéndose en cambio a utilizar su
influencia ante la corte imperial, en
beneficio de los judíos alejandrinos.
Dijo que el emperador Tiberio le había
escrito pidiéndole que fuese a Roma de
inmediato para aconsejarlo respecto de
algunos asuntos orientales, y que en
77
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consecuencia había partido de Edom,


donde visitaba a sus primos, con gran
prisa y poco dinero en su bolso para
gastos de viaje. Los guardias romanos le
parecieron al alabarca una prueba
impresionante de la veracidad de la
historia de Herodes, y consideró que en
verdad le resultaría muy útil tener un
amigo influyente en Roma.
Últimamente había habido motines en
los cuales los judíos fueron los
agresores y causaron grandes daños a
propiedades griegas. Tiberio podía
sentir la inclinación a reducir sus
privilegios, que eran considerables.
Alejandro, el alabarca, era un antiguo
amigo de mi familia. Había actuado
como administrador de una gran
propiedad de Alejandría que fue dejada
a mi madre en el testamento de mi
abuelo Marco Antonio, y que Augusto,
para complacer a mi abuela Octavia, le
78
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permitió heredar, si bien canceló la


mayor parte de los demás legados. Mi
madre entregó esta propiedad como
dote a mi padre, cuando se casó con él,
y luego pasó a manos de mi hermana
Livila, quien la entregó como dote a
Castor, hijo de Tiberio, cuando se casó
con él. Pero Livila la vendió muy
pronto, porque hacía una vida
extravagante y necesitaba el dinero, y el
alabarca perdió la administración de la
finca. Después de ello, la
correspondencia entre él y mi familia
cesó en forma gradual, y aunque mi
madre utilizó su interés con Tiberio
para elevarlo a su actual dignidad, y si
bien podía suponerse que todavía
guardaba buena disposición hacia él, el
alabarca no estaba seguro de la medida
en que podía contar con su apoyo, si se
veía complicado en alguna perturbación
política. Y bien, sabía que Herodes
79
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había sido en una ocasión un amigo


íntimo de la familia, y por lo tanto le
habría prestado dinero sin vacilaciones
si hubiese estado seguro de que Herodes
seguía en buenos términos con nosotros.
Pero no podía tener esa seguridad.
Interrogó a Herodes sobre mi madre, y
aquél, como había previsto con claridad
la situación y tuvo la bastante astucia
como para no ser el primero en
mencionar el nombre de ella, respondió
que gozaba de la mejor salud y el mejor
estado de ánimo, la última vez que le
escribió. Llevaba consigo, como por
accidente, una cordial carta de mi
madre, que le había escrito antes de
partir él de Antioquía, y en la cual le
incluía una lista detallada de las noticias
de la familia. Se la entregó al alabarca
para que la leyera, y éste se sintió más
impresionado aún por la carta que por
los guardias. Pero la carta terminaba
80
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con la esperanza de que Herodes


estuviera finalmente establecido en una
útil vida política, en el personal de su
estimado amigo Placeo, y el alabarca
acababa de enterarse, por amigos de
Antioquía, que Placeo y Herodes habían
reñido, y además no podía estar seguro
de que Tiberio hubiese realmente
escrito la carta de invitación... que
Herodes no se ofreció a mostrarle. No
lograba decidirse en cuanto a si debía
prestar el dinero o no. Pero acababa de
resolver que lo prestaría, cuando uno de
los soldados secuestrados, que entendía
un poco de hebreo, dijo:
—Dame sólo ocho piezas de oro,
alabarca, y te ahorraré 8.000.
—¿Qué quieres decir, soldado? —
preguntó el alabarca.
—Este hombre es un estafador y un
fugitivo de la justicia. No somos sus
guardias, sino dos hombres a quienes ha
81
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

secuestrado. Hay un mandamiento


imperial para su arresto a causa de una
gran deuda que tiene contraída en
Roma.
Cypros salvó la situación cayendo a
los pies del alabarca y sollozando:
—Por tu antigua amistad con mi
padre Fasael, ten piedad de mí y de mis
pobres hijos. No nos condenes a la
mendicidad y a la destrucción total. Mi
querido esposo no ha cometido estafa
alguna. La esencia de lo que te ha dicho
es perfectamente cierta, si bien ha
teñido un tanto los detalles. Estamos en
verdad en viaje a Roma, y debido a los
recientes cambios políticos abrigamos
las más doradas esperanza para cuando
lleguemos allí. Y si nos prestas dinero
suficiente para salir de nuestras actuales
dificultades, el Dios de nuestros padres
te recompensará mil veces. La deuda
por culpa de la cual mi querido Herodes
82
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estuvo a punto de ser arrestado es un


legado de su irreflexiva juventud. Una
vez que lleguemos a Roma, encontrará
muy pronto medios honrados de
saldarla. Pero caer en manos de sus
enemigos del gobierno sirio sería su
ruina, la de mis hijos y la mía.
El alabarca se volvió hacia Cypros,
cuya fidelidad a Herodes en sus
desgracias le arrancó casi lágrimas de
los ojos, y le preguntó, bondadosamente
pero con cautela.
—¿Observa tu esposo la ley?
Herodes la vio vacilar un poco y
habló por sí mismo.
—Tienes que recordar, señor, que
soy un edomita de sangre. No puedes
esperar tanto de un edomita como de un
judío. Edom y los judíos son hermanos
de sangre a través de nuestro
antepasado común el patriarca Isaac.
Pero antes de que judío alguno se
83
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

felicite por los favores especiales de


Dios hacia su nación, que reduerde
cómo Esaú, el antepasado de Edom, fue
despojado de su derecho de
primogenitura y de la bendición de su
padre por Jacob, el antepasado de los
judíos. No me impongas transacciones
difíciles, alabarca; muestra a un edomita
acongojado e impróvido más compasión
de la que tuvo el viejo Jacob, o, por la
vida de mi señor Dios, la próxima
cucharada de potaje de lentejas rojas
que te lleves a la boca te ahogará sin
duda. Hemos perdido nuestro derecho
de primogenitura a manos de ustedes, y
con él el favor de Dios, y en
compensación sólo les pedimos la
generosidad de corazón que nosotros
jamás hemos dejado de mostrar.
Recuerda la magnanimidad de Esaú
cuando, al encontrarse con Jacob por
casualidad en Peniel, no lo mató.
84
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Pero observas la ley? —preguntó


el alabarca, impresionado por la
vehemencia de Herodes e incapaz de
contradecir sus referencias históricas.
—Estoy circuncidado, lo mismo que
mis hijos, y yo y toda mi casa hemos
guardado siempre la ley revelada a
nuestro antepasado Moisés, -tan
estrictamente como nos lo permitía
nuestra difícil situación de ciudadanos
romanos y nuestra imperfecta
conciencia de edomitas.
—No hay dos caminos hacia la
rectitud —dijo el alabarca con rigidez
—. O bien se observa la ley, o se la
viola.
—Y sin embargo he leído que el
Señor en una ocasión permitió que
Naamán, el prosélito sirio, adorase en el
templo de Rimmón, al lado del rey, su
amo —dijo Herodes—. Y Naamán

85
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

resultó ser un muy buen amigo de los


judíos, ¿no es cierto?
Al cabo el alabarca dijo a Herodes:
—Si te presto este dinero, ¿me
jurarás en nombre del Señor —Gloria
Imperecedera para él— respetar Su Ley
en la medida en que de ti dependa, y
adorar a Su Pueblo y jamás, por pecado
de comisión u omisión, ofender a Su
Majestad?
—Juro por su Santísimo Nombre —
dijo Herodes—, y que mi esposa Cypros
y mis hijos sean mis testigos, que en
adelante lo honraré con toda mi alma y
con todas mis fuerzas, y que amaré y
protegeré constantemente a Su Pueblo.
Si alguna vez blasfemo
voluntariamente, por dureza de corazón,
que los gusanos que se alimentaron de
la carne viva de mi abuelo Herodes se
alimenten también de la mía y me
consuman totalmente.
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De modo que consiguió el préstamo.


Como me dijo más tarde: —Habría
jurado cualquier cosa en el mundo con
tal de poner mi mano sobre el dinero.
Estaba en un serio aprieto.
Pero el alabarca impuso otra dos
condiciones. La primera era la de que
Herodes sólo recibiría ahora el
equivalente, en plata, de 4.000 piezas de
oro, y el resto del dinero se lo entregaría
a su llegada a Italia. Porque todavía no
tenía una confianza total en Herodes.
Podía ocurrírsele huir a Marruecos o
Arabia con el dinero. La segunda
condición era la de que Cypros llevase a
los niños a Jerusalén, para ser educados
allí como buenos judíos, bajo la
vigilancia del cuñado del alabarca, el
Sumo Sacerdote. Herodes y Cypros
aceptaron, tanto más alegremente
cuanto que sabían que ningún niño o
niña bien parecido de la alta sociedad
87
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

romana estaba a salvo de los


antinaturales apetitos de Tiberio.-(Mi
amigo Vitelio había sido despojado de
uno de sus hijos; en Capri, bajo el
pretexto de que se le ofrecería allí una
educación liberal, y se colocó al niño
entre los sucios espintriai nos, de modo
que la personalidad del chico quedó
deforma-, da. El nombre de
«espintriano» le quedó para toda la
vida, y no conozco» un hombre peor
que él.) Bien, decidieron que Cypros
volvería a unirse a él en Roma, en
cuanto hubiese establecido a los niños
en Jerusalén.
Lo que hizo que Herodes fuese a
Alejandría a pedir dinero prestado al
alabarca fue el rumor que su liberto le
había traído de Acre, en cuanto a la
caída de Seyano.. En Alejandría fue
plenamente confirmado. Seyano era el
ministro más fiel de mi tío Tiberio, pero
88
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había conspirado con mi hermana Livila


para matarlo y usurpar la monarquía. Mi
madre descubrió la conjura y advirtió a
Tiberio; y éste, con la ayuda de mi
sobrino Calígula y del villano Macro, de
corazón de piedra, logró muy pronto
aplastar a Seyano. Luego se descubrió
que Livila había envenenado a su
esposo Castor siete años antes, y que
Castor, en fin de cuentas, no fue nunca
el traidor a su padre que Seyano afirmó
que era. De modo que, naturalmente, la
estricta regla de Tiberio contra la
reaparición en su presencia de ninguno
de los antiguos amigos de Castor debía
se ser ahora considerada como anulada.
Y el patrocinio de mi madre resultaba
ahora más valioso que nunca. Si no
hubiera sido por esta noticia, Heredes
no hubiese perdido jamás su tiempo y
su dignidad tratando de pedir dinero
prestado al alabarca. Los judíos son
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

generosos pero cuidadosos. Prestan a


sus compatriotas judíos necesitados, si
han caído en desgracia sin culpa ni
pecado propio, y les prestan sin
cargarles interés alguno, porque está
prohibido en su ley. Su única
recompensa es el sentimiento de virtud.
Pero no prestan nada a ninguno que no
sea judío, aunque esté muriendo de
hambre, y menos a un judío que se ha
«colocado fuera de la congregación»,
como lo llaman, por seguir costumbres
antijudías en tierras extranjeras, a
menos de que estén seguros de que
recibirán alguna recompensa sustancial
por su generosidad.

90
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

91
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 3

Mi madre y yo no supimos del


regreso de Herodes a Italia hasta que un
día nos llegó una apresurada nota de él,
en la que decía que venía a visitarnos, y
agregaba misteriosamente que contaba

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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con nuestra ayuda para superar una gran


crisis.
—Si lo que necesita es dinero —dije
a mi madre—, la respuesta es que no
tenemos ninguno.
Y en verdad no teníamos ya dinero
para malgastar en esa ocasión, como he
explicado en mi libro anterior. Pero mi
madre dijo:
—Es mezquino hablar de ese modo,
Claudio. Siempre has sido un patán. Si
Herodes necesita dinero porque se
encuentra en dificultades tenemos que
encontrarlo de una u otra manera. Se lo
debo a la memoria de su madre muerta,
Berenice. A despecho de sus extrañas
costumbres religiosas, Berenice fue una
de mis mejores amigas. ¡Y tan
espléndida administradora de la casa!
Hacía unos siete años que mi madre
no veía a Herodes, y lo echaba mucho
de menos. Pero él había sido un
93
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

corresponsal asiduo, le escribía acerca


de cada uno de su problemas, y en
forma tan divertida, que parecían las
aventuras más deliciosas que pudiese
encontrarse en cualquier libro de
historias griegas, en lugar de verdaderos
problemas. Quizá la carta más alegre de
todas fue la que escribió desde Edom,
poco después de partir de Roma, en la
que nos contaba cómo su dulce, querida
y tonta esposa Cypros lo había
disuadido de su salto desde las almenas
de la fortaleza. «Y tuvo mucha razón —
terminaba—. Era una torre altísima.»
Una carta reciente, también escrita
desde Edom, era del mismo tenor. La
había escrito mientras esperaba el
dinero de Acre. Habló de su vergüenza
de haber caído moral-mente tan bajo
como para robar el camello de un
mercader persa. Pero, sin embargo, la
vergüenza se había convertido muy
94
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pronto en un sentimiento de virtud por


haber hecho al dueño un servicio tan
importante, ya que el animal era en
apariencia la sede permanente de siete
espíritus malignos, cada uno peor que el
otro. El mercader debía de haberse
sentido incomparablemente aliviado al
despertar una mañana y encontrar que
su precioso tesoro había desaparecido,
montura, bridas y todo. Fue el viaje más
aterrador a través del desierto sirio, ya
que el camello hizo lo posible para
matarlo en cada lecho seco de un arroyo
o en cada paso estrecho al que llegaban,
e incluso se acercaba sigilosamente a él
por la noche para pisotear su cuerpo
dormido. Volvió a escribirnos desde
Alejandría para decirnos que había
dejado en libertad al animal en Edom,
pero que éste lo persiguió, con una
maligna expresión en los ojos, hasta la
costa. «Te juro, nobilísima y sapiente
95
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Antonia, mi primer amiga y mi más


generosa benefactora, que el terror de
ese espantoso camello, antes que el
miedo a mis acreedores, fue lo que me
sostuvo ante el gobernador en Antedón.
Estoy seguro de que habría insistido en
compartir mi celda de prisión, si me
hubiese dejado arrestar». Había una
posdata: «Mis primos de Edom se
mostraron extraordinariamente
hospitalarios, pero no debo permitirte
que te quedes con la impresión de que
fueron extravagantes. Llevan la
economía hasta el punto de que sólo se
ponen ropa limpia en tres ocasiones:
cuando se casan, cuando mueren y
cuando asaltan a una caravana que les
proporciona ropa limpia libre de cargo.
En todo Edom no existe un solo
batanero.» Como es natural, Herodes
arrojaba la luz más favorable posible
sobre su pendencia o malentendido,
96
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como la llamaba, con Placeo. Se


culpaba por su irreflexividad, y alababa
a Placeo como hombre dueño de un
sentido del honor demasiado elevado, si
ello era posible; por cierto demasiado
elevado para el pueblo al que
gobernaba: éste lo consideraba como un
excéntrico.
Herodes nos contó luego las partes
de sus relatos que había omitido en sus
cartas, sin ocultar nada, o prácticamente
nada, porque sabía que esa era la mejor
forma de comportarse con mi madre. Y
la encantó especialmente —si bien, por
supuesto, ella fingió sentirse
escandalizada—, con la historia de su
secuestro de los soldados y de sus
tentativas de impresionar al alabarca.
También describió su viaje desde
Alejandría en una peligrosa tormenta,
cuando todos, salvo él mismo y el
capitán, según dijo, estuvieron
97
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

postrados por el mareo, cinco días y sus


respectivas noches. El capitán se pasó
todo el tiempo llorando y rezando, y
dejó que Herodes gobernase el navio
por sí solo. Luego continuó el relato:
—Al cabo, cuando, de pie en el
castillo de proa de nuestro valiente
barco, que ahora había dejado de
cabecear y rolar, y ajeno a las alabanzas
y agradecimientos de la ahora
convaleciente tripulación, vi la bahía de
Nápoles, resplandeciente ante mí, con
sus costas repletas de hermosos templos
y casas, y con el poderoso Vesubio
irguiéndose encima, lanzando nubes de
humo como un fogón doméstico,
confieso que lloré. Hice de cuenta que
llegaba al hogar, a mi primera y más
querida patria. Pensé en todos mis
amados amigos romanos, de quienes me
había separado tanto tiempo antes, y en
especial en ti, sapientísima y hermosa y
98
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

noble Antonia, y en ti también, Claudio,


por supuesto, y en lo felices que nos
sentiríamos de volver a saludarnos. Pero
primero, eso era claro, tenía que
establecerme decentemente. Habría sido
inadecuado que me presentase a tu
puerta como un mendigo o un cliente
pobre, para pedir ayuda. En cuanto
desembarcamos e hice efectiva la letra
del alabarca, que era sobre un banco de
Nápoles, escribí en el acto al
emperador, a Capri, pidiéndole que me
concediese el privilegio de una
audiencia. La concedió graciosamente,
diciendo que se sentía encantado de
saber de mi regreso a salvo, y al día
siguiente tuvimos la conversación más
estimulante. Lamento tener que decir
que me sentí obligado —porque al
principio se mostró de un humor más
bien lúgubre— a divertirlo con algunas
historias asiáticas, y por cierto no heriré
99
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la modestia de ustedes repitiéndolas


aquí. Pero ya saben lo que sucede con el
emperador: es una mentalidad ingeniosa
y muy católica en sus gustos. Bien,
cuando le narré un relato
particularmente característico, en ese
estilo, me dijo: «Herodes, eres un
hombre de carácter igual que el mío.
Quiero que aceptes un nombramiento de
gran responsabilidad: que seas el
preceptor de mi único nieto, Tiberio
Gemelo, a quien tengo aquí conmigo.
Como amigo íntimo de su padre
fallecido, estoy seguro de que no te
negarás, y confío en que el chico hará
buenas migas contigo. Siento tener que
decir que es un jovencito melancólico y
hosco, que necesita un compañero de
más edad, vivaz y de corazón abierto, a
quien poder tomar como modelo.»
Esa noche me quedé en Capri y a la
mañana siguiente el emperador y yo
100
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

éramos los mejores amigos; había hecho


caso omiso del consejo de sus médicos,
y bebido conmigo toda la noche. Pensé
que mi buena suerte estaba restablecida
por fin, cuando de pronto se cortó sin
más ni más el pelo de cabello del cual
pendía desde hacía tanto tiempo la
espada de Damocles sobre mi
desdichada cabeza. Llegó una carta para
el emperador, del idiota del gobernador
de Antedón, informando que me había
entregado una orden de arresto por falta
de pago de 12.000 piezas de oro, deuda
contraída por mí con el Tesoro, y que
yo «había eludido el arresto por medio
de una estratagema, y escapado,
secuestrando a dos hombres de su
guarnición, que no habían regresado
aún y que probablemente fueron
asesinados». Aseguré al emperador que
los soldados estaban con vida, que se
habían introducido en mi barco sin mi
101
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conocimiento, y que, además, no se me


entregó ningún mandamiento de arresto.
Quizá los mandaron a entregármelo,
dije, pero decidieran pasar sus
vacaciones en Egipto. Sea como fuere
los encontré ocultos en la bodega,
cuando estábamos a mitad de camino a
Alejandría. Le aseguré al emperador
que en Alejandría los había devuelto en
el acto a Edom, para que fuesen
castigados.
—Herodes Agripa —dijo mi madre
con severidad—, esa fue una mentira
deliberada, y me siento muy
avergonzada de ti.
—No tan avergonzado como yo me
he sentido desde entonces, querida
Antonia —dijo Herodes—. ¿Cuántas
veces me has dicho que la honestidad es
la mejor política? Pero en el Oriente
todos mienten y, por supuesto, uno
descuenta las nueve décimas partes de
102
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lo que oye, y espera que sus


interlocutores hagan lo mismo. En ese
momento me había olvidado que me
encontraba de vuelta en un país en que
se considera deshonroso desviarse de la
verdad estricta, aunque sólo sea en el
canto de una uña.
—¿Te creyó el emperador? —
pregunté.
—Así lo espero, con todo mi
corazón —respondió Herodes—. Me
preguntó: «¿Pero y qué hay de la
deuda?» Le dije que era un préstamo
que se me había concedido en la forma
adecuada, y con buena garantía, en
dinero de la lista civil, y que si se había
librado un mandamiento para mi
arresto, debía de ser por intervención de
ese traidor de Seyano. Hablaría con el
tesorero en el acto y arreglaría el asunto
con él. Pero el emperador dijo:
«Herodes, a menos de que esa deuda
103
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sea pagada dentro de una semana, no


serás el preceptor de mi nieto.» Ya
saben cuan estricto es él en cuanto a las
deudas con la lista civil. Y yo dije, en
tono tan negligente como pude, que
estaba seguro de pagarla en el término
de tres días. Pero mi corazón era como
un trozo de plomo. De modo que
inmediatamente te escribí, mi querida
benefactora, pensando que quizá...
Mi madre volvió a decir:
—Estuvo muy, pero muy mal de tu
parte, Herodes, decirle al emperador
semejantes mentiras.
—Lo sé, lo sé —dijo Herodes,
fingiendo un profundo arrepentimiento
—. Si tú hubieses estado en mi lugar,
sin duda habrías dicho la verdad. Pero a
mí me faltó valor. Y, como digo, estos
siete años en el Oriente, lejos de ti, han
embotado grandemente mi sensibilidad
y moral.
104
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Claudio —dijo mi madre con


repentina decisión—, ¿cómo podemos
conseguir 12.000 piezas de oro lo antes
posible? ¿Qué hay de esa carta que
recibiste de Aristóbulo esta mañana?
Esa mañana, por coincidencia, había
recibido una carta de Aristóbulo en
donde me pedía que invirtiese algún
dinero en su nombre, en propiedades
territoriales, que en ese momento
estaban baratas, debido a la escasez de
moneda. Me adjuntaba una letra
bancaria por 10.000. Mi madre le habló
a Herodes al respecto.
—¡Aristóbulo! —exclamó Herodes
—. ¿Cómo consiguió él reunir 10.000?
Ese individuo carente de principios
debe de haber utilizado su influencia
con Placeo para aceptar sobornos de los
nativos.
—En ese caso, considero —dijo mi
madre— que se comportó vilmente
105
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

contigo al delatarte a mi viejo amigo


Placeo al decirle que los hombres de
Damasco te enviaban un regalo por
haber defendido tan bien su causa.
Tenía mejor opinión de Aristóbulo. Y
ahora será justo que esas 10.000 piezas
de oro sean utilizadas como un
préstamo temporario —temporario,
fíjate bien, Herodes— para ayudarte a
salir del paso. No habrá dificultad
alguna en cuanto a los 2.000 restantes,
¿no es cierto, Claudio?
—Olvidas que Herodes tiene todavía
8.000 del alabarca, madre. A menos de
que ya los haya gastado. Si le
entregamos el dinero de Aristóbulo,
será más rico que nosotros.
Herodes recibió la advertencia de
que debía saldar la deuda en el plazo de
tres meses, sin tardanza, porque de lo
contrario yo sería culpable de violación
de un depósito fiduciario. El asunto no
106
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me agradaba en lo más mínimo, pero lo


prefería a hipotecar nuestra casa en el
Monte Palatino para conseguir el
dinero, cosa que habría sido la única
alternativa posible. Sin embargo, todo
resultó inesperadamente bien. No sólo
se confirmó el nombramiento de
Herodes como preceptor de Gemelo, en
cuanto hubo pagado los 12.000 a la lista
civil, sino que también me devolvió
todo el monto del préstamo de
Aristóbulo, dos días antes de que
venciese el plazo, y, además de eso, una
antigua deuda de 5.000 que jamás
habíamos esperado volver a ver. Porque
Herodes, como preceptor de Gemelo,
comenzó a frecuentar la compañía de
Calígula, a quien Tiberio, que ahora
tenía 75 años de edad, había aceptado
como hijo y que era su presunto
heredero. Tiberio mantenía a Calígula
muy corto de dinero, y Herodes,
107
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

después de conquistar la confianza de


Calígula por medio de algunos
magníficos banquetes, hermosos regalos
y cosas por el estilo, se convirtió en su
agente para la consecución de grandes
sumas en préstamos, en el mayor
secreto, de hombres adinerados que
querían granjearse el favor del nuevo
emperador. Porque no se esperaba que
Tiberio viviese mucho tiempo más.
Cuando la confianza de Calígula en
Herodes quedó de tal modo demostrada
y se convirtió en conocimiento corriente
en los círculos financieros, le resultó
fácil pedir dinero prestado en su propio
nombre, así como en el de Calígula. Sus
deudas impagadas de siete años antes
habían quedado saldadas en su mayor
parte por muerte de sus acreedores,
porque las filas de los hombres de
dinero habían quedado muy raleadas
debido a los juicios por traición
108
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

emprendidos por Tiberio bajo Seyano, y


bajo Macro, su sucesor, continuaba el
mismo proceso destructor. En cuanto al
resto de sus deudas, Herodes estaba
tranquilo: nadie se atrevería a enjuiciar
a un hombre tan altamente ubicado en el
favor de la corte. Me devolvió parte con
un préstamo de 40.000 piezas de oro
que había negociado con un liberto de
Tiberio, un individuo que, cuando
esclavo, fue uno de los guardianes de
Druso, el hermano mayor de Calígula,
cuando se lo hizo morir de hambre en
las mazmorras del palacio. Desde su
liberación se había enriquecido
inmensamente gracias al tráfico de
esclavos de primera clase —compraba
esclavos enfermos, baratos, y les
devolvía la salud en un hospital que él
mismo regentaba—, y temía que cuando
Calígula llegase a ser emperador se
vengara de él por los malos tratos a que
109
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había sometido a Druso. Pero Herodes


se comprometió a ablandar a Calígula
en su favor.
De modo que la estrella de Herodes
se tornaba cada vez más fulgente, y
solucionó varios asuntos en Oriente a su
entera satisfacción. Por ejemplo,
escribió a algunos amigos de Edom y
Judea —y todos aquellos a quienes
ahora escribía en tono amistoso se
sentían grandemente halagados— y les
preguntó si podían proporcionarle
alguna evidencia detallada de mala
administración contra el gobernador que
trató de arrestarlo en Antedón. Reunió
una cantidad bastante imponente de
pruebas en ese sentido, y las resumió en
una carta presuntamente enviada por los
principales ciudadanos de Antedón, que
luego envió a Capri. El gobernador
perdió su puesto. Herodes pagó su
deuda de dracmas áticas al vendedor de
110
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

trigo de Acre, menos el doble de la


cantidad que le dedujo
injustificadamente del dinero que le
envió a Edom, y explicó que esas 5.000
dracmas que retenía en su poder
representaban una suma que el
vendedor de trigo había tomado en
préstamo a la princesa Cypros, unos
años antes, sin devolverla jamás. En
cuanto a Placeo, Herodes no hizo
tentativa alguna de vengarse de él, por
no enemistarse con mi madre, y Placeo
murió pocos años después. A
Aristóbulo había decidido perdonarlo
magnánimamente, sabiendo que debía
de sentirse, no sólo avergonzado de sí
mismo, sino molesto por su falta de
previsión, demostrada al hostilizar a un
hermano que ahora era tan poderoso.
Aristóbulo podía prestar gran utilidad
una vez que fuera adecuadamente
purificado en espíritu. Herodes también
111
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se vengó de Poncio Pilatos, de quien


había emanado la orden de su arresto en
Antedón, y para ello estimuló a algunos
amigos de Samaría a que protestasen
ante el nuevo gobernador de Siria, mi
amigo Vitelio, en cuanto a la forma
brutal en que Pilatos manejaba las
perturbaciones civiles de allí y para que
lo acusasen de haber aceptado soborno.
Se ordenó a Pilatos que viajase a Roma
para responder de tales acusaciones ante
Tiberio.
Un hermoso día de primavera,
cuando Calígula y Herodes viajaban
juntos en una carroza abierta, por la
campiña cercana a Roma, Herodes dijo
alegremente:
—Creo que ya es hora de que el
antiguo guerrero reciba su espada de
madera. —Se refería a Tiberio, y la
antigua espada de madera era el
símbolo honorable de licenciamiento
112
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que los espadachines agotados reciben


en la liza. Y agregó: — Y si quieres
perdonarme lo que parecería
sospechosamente una adulación, mi
querido amigo, mi opinión honrada es
que tú podrías hacer un mejor papel en
el juego de los juegos del que él hizo
jamás.
Calígula se sintió encantado, pero
por desgracia el cochero de Herodes
escuchó la observación, la entendió y la
guardó en la memoria. El conocimiento
de que tenía poderes para arruinar a su
amo estimuló a este individuo de cabeza
de chorlito a intentar una cantidad de
impertinencias hacia él, que, durante un
tiempo y por casualidad, pasaron
inadvertidas. Pero finalmente se le
metió en la cabeza la idea de robar
algunas bellísimas mantas bordadas del
carruaje y venderlas a otro cochero
cuyo amo vivía a cierta distancia de
113
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Roma. Informó que se habían arruinado


por accidente, por las filtraciones de una
barrica de alquitrán a través de los
tablones del altillo de la caballeriza, y
Herodes se conformó con creerlo. Pero
un día en que por casualidad hacía un
paseo con el caballero a cuyo cochero
habían sido vendidas, las descubrió
envolviéndole las rodillas. De ese modo
salió a la luz el robo. El cochero del
caballero advirtió al ladrón y éste huyó
en el acto, para eludir el castigo. Su
intención primitiva había sido la de
hacer frente a Herodes, si lo descubrían,
con la amenaza de revelar al emperador
lo que había escuchado. Pero perdió el
valor cuando llegó el momento
oportuno, ya que se dio cuenta muy
pronto de que Herodes era muy capaz
de matarlo si trataba de extorsionarlo, y
de presentar testigos en el sentido de
que el golpe había sido dado en defensa
114
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propia. El cochero era una de esas


personas cuyos pensamientos
embrollados envuelven a todos en
dificultades, y a ellas mismas antes que
a nadie.
Herodes conocía los probables
refugios del individuo en Roma y, sin
darse cuenta qué era lo que había en
juego, pidió a los funcionarios de la
ciudad que lo arrestasen. Lo
encontraron y lo llevaron ante el
tribunal, acusado de robo, pero el
nombre reclamó su privilegio de liberto
de apelar ante el emperador, en lugar de
ser sentenciado sumariamente. Y
agregó:
—Tengo que decirle algo al
emperador, que se refiere a su seguridad
personal. Es lo que escuché en una
ocasión en que guiaba una carroza por
el camino de Capua.

115
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El magistrado no tuvo otra


alternativa que enviarlo, bajo escolta
armada, a Capri.
Por lo que ya he dicho en cuanto al
carácter de mi tío Tiberio, se podrá
adivinar qué actitud mostró cuando leyó
el informe del magistrado. Si bien
advirtió que el cochero debía haber
escuchado alguna conversación pérfida
de Heredes, no quería todavía saber con
precisión de qué se trataba. Era evidente
que Heredes no pertenecía al tipo de
hombres que hacen afirmaciones
peligrosas al alcance del oído de un
cochero. De modo que mantuvo a éste
en la cárcel, sin interrogarlo, y dio
órdenes al joven Gemelo, ahora de diez
años de edad, de vigilar atentamente a
su preceptor, y de informarle acerca de
toda palabra o acción de éste que
pareciera tener algún significado
traicionero. Entre tanto Herodes se
116
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mostró ansioso ante la demora de


Tiberio en interrogar al cochero, y
conservó respecto del asunto con
Calígula. Decidieron que nada había
sido dicho por Herodes, en la ocasión a
que el cochero en apariencia se refería,
que no pudiera ser explicado. Si el
propio Herodes insistía en una
investigación, Tiberio se mostraría más
inclinado a aceptar literalmente lo de la
«espada de madera». Porque Herodes
diría que habían estado hablando de
Patas Amarillas, un famoso espadachín
que se había retirado desde entonces, y
que no hacía más que felicitar a
Calígula por sus habilidades de
esgrimista.
Herodes advirtió entonces que
Gemelo se comportaba en forma muy
sospechosa, que fisgoneaba y aparecía
en sus habitaciones en los momentos
más extraños. Le resultó claro que
117
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tiberio lo había puesto a vigilarlo. De


modo que se presentó una vez más ante
mi madre y le explicó todo el caso,
rogándole que insistiese en el juicio del
cochero en su favor. La excusa era de
que quería ver al hombre castigado por
su robo y por su ingratitud, ya que
Herodes le había concedido
voluntariamente su libertad el año
anterior. No había que decir nada en
cuanto a las revelaciones que el hombre
intentaba hacer. Mi madre hizo lo que
Herodes quería, escribió a Tiberio, y,
luego de la habitual demora prolongada,
recibió una carta. Se encuentra ahora en
mi poder, de modo que puedo citar las
palabras exactas. Por primera vez
Tiberio iba directamente al grano.
«Si este cochero quiere acusar a
Herodes Agripa falsamente de alguna
afirmación pérfida, a fin de encubrir sus
propias fechorías, ya ha sufrido lo
118
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

suficiente por su locura, con su largo


encierro en mis celdas no muy
hospitalarias de Miseno. Pensaba
soltarlo después de advertirle contra
toda tentativa de apelar a mí en el
futuro, cuando fuese sentenciado en
algún tribunal inferior por algún delito
trivial, como una ratería, por ejemplo.
Soy demasiado viejo y estoy demasiado
atareado como para molestarme con
apelaciones tan frívolas. Pero si me
obligas a investigar el caso, y resulta
que en realidad se hizo una afirmación
traicionera, Herodes lamentará haber
provocado el asunto, porque su deseo de
ver castigado a su cochero con
severidad habrá atraído sobre él mismo
un castigo severo.»
Esta carta hizo que Herodes se
sintiera tanto más ansioso de hacer
juzgar al hombre, y en su propia
presencia. Silas, que había llegado a
119
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Roma, quiso disuadirle de ello,


aplicando el proverbio: «No te
entrometas con Camarina». (Cerca de
Camarina, en Sicilia, había unos
pantanos pestilentes, que los habitantes
drenaban por motivos higiénicos. Esto
expuso a la ciudad al ataque; fue
capturada y destruida.) Pero Herodes no
quiso escuchar a Silas; el anciano se
había vuelto muy aburrido después de
cinco años de prosperidad
ininterrumpida. Muy pronto se enteró
de que Tiberio, que se encontraba en
Capri, había dado órdenes de que la
enorme casa de campo de Miseno,
aquella en la cual murió más tarde,
fuese preparada para recibirlo. De
inmediato dispuso ir hacia allá él
mismo, con Gemelo, como invitado de
Calígula, que tenía una casa de campo
cercana, en Bauli; y en compañía de mi
madre, quien como se recordará era
120
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

abuela de Calígula y Gemelo. Bauli está


muy cerca de Miseno, en la costa norte
de la bahía de Nápoles, de modo que
nada era más natural que el hecho de
que todo el grupo fuese a presentar sus
respetos en el momento de la llegada.
Tiberio los invitó a todos a cenar al día
siguiente. La prisión en que el cochero
languidecía estaba muy cerca, de modo
que Herodes convenció a mi madre de
que pidiese a Tiberio, en presencia de
todos, que solucionara el caso esa
misma tarde. Yo también había sido
invitado a Bauli, pero decliné la
invitación porque ni mi tío ni mi madre
mostraban mucha paciencia en mi
compañía. Pero me enteré de todo el
asunto por varias personas que
estuvieron presentes. Fue una magnífica
cena, sólo arruinada por la gran escasez
de vino. Tiberio seguía ahora el consejo
de sus médicos y se abstenía por
121
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

completo de la bebida, de modo que,


por cautela, nadie pidió que su copa
fuese vuelta a llenar después de
vaciarla. Y los camareros tampoco se
ofrecieron a hacerlo. La falta de vino
siempre ponía a Tiberio de mal humor,
pero, ello no obstante, mi madre
presentó audazmente el tema del
cochero. Tiberio la interrumpió, como
por casualidad, iniciando un nuevo tema
de conversación, y ella no volvió a
hacer otra tentativa hasta después de la
cena, cuando todo el grupo salió a
pasear bajo los árboles que rodeaban la
pista de carreras local. Tiberio no
caminaba; era trasportado en una litera,
y mi madre, que se había vuelto muy
vivaz en su vejez, caminaba a su lado.
—Tiberio —dijo—, ¿puedo hablarte
acerca de ese cochero? Creo que ya es
hora de que este caso se solucione, y
todos nos sentiremos más tranquilos,
122
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

creo, si tuvieses la bondad de


solucionarlo hoy, de una vez por todas.
La prisión está ahí cerca, y podemos
terminar con eso en pocos minutos.
—Antonia —respondió Tiberio—,
acuérdate de que he hecho una
insinuación de que se dejasen las cosas
como están, pero si insistes haré lo que
me pides. —Luego llamó a Herodes,
que caminaba detrás, con Calígula y
Gemelo y dijo: — Ahora voy a
interrogar a tu cochero, Herodes Agripa,
por insistencia de mi cuñada, la señora
Antonia, pero pongo a los dioses por
testigo de que lo que hago no lo hago
por mi propia inclinación, sino porque
se me obliga a ello.
Herodes le agradeció profundamente
por su condescendencia. Luego Tiberio
llamó a Macro, quien también se
encontraba presente, y le ordenó que le

123
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llevase ante él, de inmediato, al cochero


para enjuiciarlo.
Parece que Tiberio había
intercambiado unas palabras en privado
con Gemelo, la noche anterior.
(Calígula, uno o dos años después,
obligó a Gemelo a hacerle un relato de
esa entrevista.) Tiberio le preguntó a
Gemelo si tenía algo de que informarle
contra su preceptor, y Gemelo le
respondió que no había escuchado
ninguna palabra desleal ni presenciado
acción desleal alguna. Pero que en esos
días veía muy poco a Herodes, porque
éste estaba siempre con Calígula, y
dejaba a Gemelo que estudiara por su
cuenta, en lugar de instruirlo
personalmente. Luego Tiberio interrogó
al joven en cuanto a préstamos, acerca
de si Herodes y Calígula habían
discutido alguna vez sobre un préstamo,
en su presencia. Gemelo pensó un rato y
124
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

luego respondió que en una ocasión


Calígula le preguntó a Herodes algo
acerca de un préstamo P. O. T., y
Herodes le respondió: «Te lo diré
después, porque las paredes tienen
oídos.» Tiberio adivinó inmediatamente
qué quería decir P. O. T. Sin duda se
refería a un préstamo negociado por
Herodes, en nombre de Calígula, que
sería pagadero post obitum Tiberii, es
decir, después de la muerte de Tiberio.
De modo que Tiberio despidió a
Gemelo y le dijo que un préstamo P. O.
T. no era asunto de importancia, y que
ahora tenía la máxima confianza en
Herodes. Pero en seguida envió a un
liberto confidencial a la cárcel, quien
ordenó al cochero, en nombre del
emperador, que revelase cuál era la
afirmación de Herodes que había
escuchado. El cochero repitió las
palabras exactas de Herodes y el liberto
125
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las trasmitió a Tiberio. Este pensó


durante un rato y luego envió al liberto
de vuelta a la cárcel, con órdenes en
cuanto a lo que el cochero debía decir
cuando se lo llevase a juicio. El liberto
le hizo aprender de memoria las
palabras exactas y repetirlas, y luego le
dio a entender que si las decía
correctamente sería puesto en libertad y
recibiría una recompensa en dinero.
De modo que el juicio se llevó a
cabo en la pista de carreras. El cochero
fue interrogado por Tiberio, acerca de si
se declaraba culpable de haber robado
las mantas del carruaje. Respondió que
no era culpable, ya que Herodes se las
había regalado, pero que luego se
arrepintió de su generosidad. En este
momento Herodes trató de interrumpir
el interrogatorio con exclamaciones de
disgusto ante la ingratitud y mendacidad

126
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del hombre, pero Tiberio le rogó que


guardase silencio y preguntó al cochero:
—¿Qué otra cosa tienes que decir en
tu defensa?
—Y aunque hubiese robado esas
mantas —replicó el cochero—, cosa
que no hice, habría sido un acto
excusable, porque mi amo es un traidor.
Una tarde, poco antes de mi arresto,
conducía la carroza en dirección a
Capua, con tu nieto, el príncipe, y mi
amo Herodes Agripa, sentados detrás de
mí. Mi amo dijo: «¡Si llegara el día en
que ese viejo guerrero muera finalmente
y tú fueras nombrado su sucesor en la
monarquía! Porque entonces el joven
Gemelo no será obstáculo para ti.
Resultará muy fácil librarse de él y
pronto todos serán felices, y yo más que
nadie». Herodes se sintió tan
desconcertado por esta declaración, que
por el momento no se le ocurrió nada
127
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que decir, salvo que era absolutamente


falso. Tiberio interrogó a Calí-gula y
éste, que era un gran cobarde, miró con
ansiedad a Herodes para recibir alguna
orientación de él, pero no obtuvo
ninguna, de modo que dijo con
precipitación que si Herodes había
pronunciado semejante frase, él no la
escuchó. Recordaba el paseo en la
carroza, y que había sido un día muy
ventoso. Si hubiese escuchado palabras
tan pérfidas, por supuesto que no las
habría pasado por alto, sino que las
hubiera trasmitido de inmediato a su
emperador. Calígula era muy desleal
para con sus amigos, cuando su propia
vida estaba en peligro, y siempre se
aferraba a la menor palabra de Tiberio,
tanto, que se decía de él que nunca hubo
mejor esclavo para peor amo. Pero
Herodes habló con audacia:

128
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Si tu hijo, que estaba sentado a mi


lado, no oyó las traiciones de que se me
acusa, —y nadie tiene oídos más agudos
que él para escuchar traiciones contra ti
—, entonces es indudable que el
cochero no puede haberlas escuchado,
sentado como estaba de espaldas a mí.
Pero Tiberio ya había tomado su
decisión. Dijo brevemente a Macro:
—Pon los grilletes a ese hombre —y
luego a los portadores de su litera:—
Sigamos.
Se alejaron, dejando a Herodes,
Antonia, Macro, Calígula, Gemelo y los
demás, mirándose unos a otros, con
duda y asombro. Macro no entendió a
quién debía esposar, de modo que
cuando Tiberio, después de haber sido
llevado a todo lo largo de la pista de
carreras, regresó a la escena del juicio,
donde todo el grupo se encontraba aún

129
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como los había dejado, Macro le


preguntó:
—Perdóname, César, ¿pero a cuál de
estos hombres debo arrestar?
Tiberio señaló a Herodes y dijo:
—Me refiero a este hombre.
Pero Macro, que tenía gran respeto
por Herodes y que abrigaba la
esperanza de quebrar quizá la
resolución de Tiberio fingiendo haber
entendido mal, preguntó una vez mas:
—Sin duda no te refieres a Herodes
Agripa, César.
—No me refiero a ningún otro —
gruñó Tiberio. Herodes se precipitó
hacia adelante y casi cayó de hinojos
ante Tiberio. No se atrevió a hacerlo del
todo porque conocía el desagrado de
Tiberio cuando se lo trataba como a un
monarca oriental. Pero tendió los brazos
en forma suplicante y protestó que era
el más leal sirviente de Tiberio,
130
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

absolutamente incapaz de admitir


siquiera el menor pensamiento
traicionero, y menos aun de
pronunciarlo. Comenzó a hablar con
elocuencia de su amistad para con el
hijo muerto de Tiberio (víctima como él
mismo de infundadas acusaciones de
traición), cuya irreparable muerte jamás
había cesado de llorar, y del
extraordinario honor que Tiberio le
había hecho al designarlo preceptor de
su nieto. Pero Tiberio lo contempló con
esa mirada fría y torcida que tenía, y
bufó:
—Puedes hacer ese discurso en tu
defensa, mi noble Sócrates, cuando fije
la fecha de tu juicio. Y luego le dije a
Macro:
— Llévatelo a la cárcel. Puede usar
las cadenas que ha dejado mi honesto
cochero.

131
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes no volvió a pronunciar otra


palabra, salvo para agradecer a mi
madre por sus esfuerzos generosos pero
inútiles en su favor. Fue llevado a la
cárcel con las muñecas esposadas a la
espalda. Se trataba de un lugar donde
eran encerrados los ilusos ciudadanos
romanos que apelaban a Tiberio por
sentencias de tribunales inferiores. Las
celdas eran pequeñas e insalubres, se les
daba pésimos alimentos y nada de ropa
de cama, y debían esperar hasta que
Tiberio encontrase tiempo para juzgar
sus casos. Algunos de ellos habían
pasado allí muchos años.

132
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

133
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

134
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 4

Cuando Heredes era conducido hacia


las puertas de la prisión vio a un esclavo
griego de Calígula esperando allí. El
esclavo parecía sin aliento, como si
hubiese llegado corriendo, y llevaba un
cántaro de agua en la mano. Herodes
supuso que Calígula lo había mandado
allí como señal de que todavía seguía
siendo su amigo, pero que no podía
declarar abiertamente su amistad por
temor a ofender a Tiberio.
—Taumasto —llamó—, por amor de
Dios, dame un trago de agua.
Hacía mucho calor para septiembre
y, como ya he dicho, en la cena se había
135
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

bebido muy poco vino. El joven se


adelantó prestamente, como si hubiese
sido encargado de ese servicio;
Herodes, grandemente tranquilizado, se
llevó el cántaro a los labios y bebió casi
todo el contenido. Porque contenía vino,
no agua. Dijo al esclavo:
—Te has ganado la gratitud de un
prisionero por esta bebida, y te prometo
que cuando esté otra vez en libertad te
pagaré bien por ello. Veré a tu amo, que
por cierto no es un hombre que
abandone a sus amigos, y le haré que te
conceda la libertad en cuanto haya
conseguido la mía, y luego te emplearé
en un puesto de confianza, en mi casa.
Herodes pudo cumplir su promesa y
Taumasto eventualmente se convirtió en
su principal administrador. Todavía
vive, en la época en que escribo esto, al
servicio del hijo de Herodes, aunque el
propio Herodes ya ha muerto.
136
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Cuando conducían a Herodes al


cuerpo de la prisión era la hora de los
ejercicios, pero había una regla estricta
en el sentido de que los prisioneros no
debían conversar entre sí sin permiso
previo de los guardianes. Cada grupo de
cinco prisioneros tenía un guardián que
vigilaba hasta el menor movimiento que
hacían. La llegada de Herodes provocó
una gran conmoción entre estos
hombres aburridos e indiferentes,
porque la visión de un príncipe oriental
ataviado con una túnica de verdadera
púrpura de Tiro era algo que no se había
presenciado allí hasta entonces. Sin
embargo él no los saludó, sino que se
quedó contemplando los distantes
techos de la casa de campo de Tiberio,
como si pudiese leer en ellos algún
mensaje acerca de cuál sería su suerte.
Entre los prisioneros había un
anciano caudillo germano, cuya
137
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

historia, según parece, era la que sigue.


Había sido oficial de auxiliares
germanos a las órdenes de Varo, cuando
Roma todavía retenía la provincia del
otro lado del Rhin, y recibió la
ciudadanía romana en reconocimiento
de sus servicios en el combate. Cuando
Varo fue traicioneramente atacado en
una emboscada y su ejército diezmado
por el famoso Hermann, este jefe, si
bien no había servido en el ejército de
Hermann (o por lo menos así lo
afirmaba) ni le había prestado ayuda
alguna en sus planes, no tomó medida
alguna para demostrar su continuada
lealtad a Roma, sino que se convirtió en
el jefe de su aldea ancestral. Durante las
guerras libradas por mi hermano
Germánico, abandonó la aldea con su
familia y se retiró tierra adentro, y sólo
regresó cuando Germánico fue llamado
a Roma y el peligro parecía haber
138
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pasado. Entonces tuvo la mala suerte de


ser capturado por los romanos en una de
las incursiones en que éstos cruzaban el
río, de vez en cuando, para mantener a
sus hombres en buen estado
combatiente y para recordar a los
germanos que algún día la provincia
volvería a ser nuestra. El general
romano lo habría matado a azotes por
desertor, pero el hombre protestó que
jamás había mostrado deslealtad alguna
a Roma, y ejerció su derecho de
ciudadano romano de apelar al
emperador. (Pero en el intervalo había
olvidado todo su latín de campaña.)
Este hombre pidió a su guardián, que
entendía un poco de germano, que le
dijese quién era ese joven melancólico y
hermoso que se encontraba de pie bajo
un árbol. El guardián contestó que era
un judío, un hombre de gran
importancia en su país. El germano
139
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pidió permiso para hablar a Heredes,


diciendo que nunca había conocido en
su vida a un hombre de la raza judía,
pero que entendía que los judíos no eran
en modo alguno inferiores en
inteligencia o valentía a los germanos;
se podían aprender muchas cosas de un
judío. Agregó que también él era un
hombre de gran importancia en su
propio país.
—Este lugar está convirtiéndose en
una universidad —dijo el guardián,
sonriendo—; si los dos caballeros
extranjeros tienen interés en hablar de
filosofía, haré lo mejor que pueda para
actuar como intérprete. Pero no esperes
mucho de mi germano.
Ahora bien, mientras Herodes se
encontraba de pie bajo el árbol, con la
cabeza cubierta con su manto, para que
los curiosos prisioneros y guardianes no
vieran sus lágrimas, sucedió una cosa
140
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

extraña. Un buho encaramado en las


ramas, sobre su cabeza, había dejado
caer un poco de excremento sobre él. Es
muy raro que un buho aparezca a la luz
del día, pero sólo el germano advirtió la
acción del ave, porque todos los demás
estaban atareados contemplando al
propio Herodes.
El germano, hablando por
intermedio del guardián, saludó a
Herodes cortésmente y comenzó
declarando que tenía algo importante
que decir. Herodes se descubrió el
rostro cuando el guardián comenzó a
hablar, y replicó con interés que era
todo atención. Por el momento esperaba
un mensaje de Calígula, y no advirtió
que el guardián no era más que el
intérprete de uno de los prisioneros. El
guardián dijo:
—Perdóname, señor, pero este
caballero germano quiere saber si te has
141
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dado cuenta de que un búho acaba de


dejar caer excrementos sobre tu manto.
Yo actúo como intérprete de este
caballero germano. Es un ciudadano
romano, pero su latín se ha enmohecido
un poco en este clima húmedo que
tenemos.
Esto hizo que Herodes sonriese a
pesar de su aflicción. Sabía que como
los prisioneros no tienen nada que
hacer, se pasan gran parte del tiempo
haciéndose bromas pesadas los unos a
los otros, y que a veces los guardianes,
igualmente aburridos con sus
obligaciones, los ayudan. De modo que
no levantó la vista hacia el árbol ni
examinó su manto para ver si el hombre
se burlaba de él. Replicó con tono de
broma:
—Cosas más extrañas que esas me
han sucedido, amigo. Hace poco un
flamenco entró volando por la ventana
142
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de mi habitación, puso un huevo en uno


de mis zapatos y volvió a salir volando.
Mi esposa se sintió muy intranquila. Si
hubiese sido un gorrión, o un tordo, o
incluso una lechuza, no habría vuelto a
pensar en el incidente. Pero un
flamenco...
El germano no sabía qué era un
flamenco, de modo que hizo caso omiso
de la respuesta y continuó:
—¿Sabes qué significa cuando un
ave deja caer sus excrementos sobre tu
cabeza u hombro? En mi país siempre
se toma como un signo de muy buena
suerte. Y que un pájaro tan sagrado
como el búho haya hecho esto, y se
haya abstenido de lanzar ningún grito
de mal augurio, debería ser para ti un
signo de la mayor alegría y esperanza.
Los hombres de Chaucia sabemos todo
lo que se puede saber acerca de los
búhos. El búho es nuestro tótem y da su
143
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nombre a nuestra nación. Si tú fueses de


Chaucia, te diría que el Dios Mannus ha
enviado este pájaro como una señal de
que, de resultas de tu encarcelamiento,
que será muy breve, serás elevado a un
puesto de la más alta dignidad en tu
propio país. Pero me dicen que eres
judío. ¿Puedo preguntar, señor, el
nombre del dios de tu país?
Herodes, que todavía no estaba
seguro de si la sinceridad del germano
era verdadera o fingida, respondió,
verazmente:
—El nombre de nuestro dios es
demasiado sagrado para ser
pronunciado. Los judíos estamos
obligados a referirnos a él por medio de
perífrasis, e incluso por perífrasis de
perífrasis.
El germano decidió que Herodes
estaba burlándose de él, y dijo:

144
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Por favor, no pienses que digo


esto en la esperanza de obtener alguna
recompensa de tu parte. Pero al ver que
el ave hacía lo que hizo me sentí
impulsado a felicitarte por el augurio. Y
ahora tengo otra cosa más que decirte,
porque soy un augur bien conocido en
mi país. La próxima vez que veas a esta
ave, aunque sea en el momento de tu
más alta prosperidad, y cuando la veas
posarse cerca de ti y comenzar a lanzar
gritos, entonces sabrás que tus días de
dicha han terminado, y que los que te
queden por vivir no serán mayores que
la cantidad de gritos que lance el búho.
¡Pero ojalá que ese día tarde en llegar!
Herodes había recobrado su ánimo
para entonces y respondió al germano:
—Creo, anciano, que dices las tonterías
más encantadoras que haya escuchado
desde mi regreso a Italia. Tienes mi más
sincero agradecimiento por tratar de
145
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alegrarme, y si alguna vez salgo libre de


este lugar, veré qué puedo hacer para
liberarte a ti también. Si eres tan buena
compañía sin cadenas como
encadenado, pasaremos algunas noches
agradables juntos, bebiendo y contando
cuentos graciosos.
El germano se fue indignado.
Entre tanto Tiberio había dado
repentina orden a sus criados de reunir
sus cosas, y volvió a Capri esa misma
tarde. Supongo que tenía miedo de que
mi madre tratase de convencerlo de que
pusiera en libertad a Herodes y de que
le fuese difícil rehusarse, ya que estaba
tan en deuda con ella por el asunto de
Seyano y Livila. Como mi madre se dio
cuenta de que no podía hacer nada por
Herodes ahora, aparte quizá de procurar
que la vida de la cárcel le resultase tan
leve como fuera posible, le pidió a
Macro que la ayudase lo más que
146
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pudiera en eso. Macro contestó que si


conseguía para Herodes un tratamiento
más considerado que el de los otros
prisioneros, se vería sin duda en
dificultades con Tiberio. Mi madre
contestó:
—Excepción hecha de
proporcionarle ayuda para huir,
haz todo lo que puedas por él, te lo
ruego, y si Tiberio llega a enterarse de
ello y se enoja, te prometo soportar todo
el peso de su desagrado.
Le disgustaba encontrarse en
situación de tener que pedirle favores a
Macro, cuyo padre había sido uno de
los esclavos de nuestra familia. Pero
sentía gran preocupación personal por
Herodes y habría hecho cualquier cosa
por él en ese momento. Macro se sintió
halagado con sus súplicas y prometió
elegir para Herodes un guardián que le
mostrase todas las consideraciones del
147
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

caso, y también designar como


gobernador de la prisión a un capitán a
quien ella conocía personalmente. Más
que eso, dispuso que Herodes comiese
con el gobernador, y que se le
permitiera visitar diariamente los baños
locales, bajo escolta. Dijo que si los
libertos de Herodes querían llevarle
alimentos y ropa de cama abrigada —
porque ya se acercaba el invierno—,
cuidaría de que no surgiese dificultad
alguna en ese sentido, pero que los
libertos deberían decirle al portero que
esos artículos eran para uso del
gobernador. De modo que la
experiencia de Herodes en la cárcel no
fue demasiado penosa, si bien estaba
encadenado a la pared con una pesada
cadena de hierro, cada vez que su
guardián no se encontraba a su lado.
Pero se preocupó mucho en cuanto a lo
que pudiera sucederle a Cypros y a sus
148
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hijos, porque no se le permitía tener


noticias del mundo exterior. Si bien no
tuvo la satisfacción de decirle a Herodes
que habría debido hacer caso de su
consejo (acerca de no meterse con el
pantano de Camarina), Silas cuidó de
que los libertos llevasen al prisionero
sus alimentos y otras necesidades en
forma puntual y discreta. E hizo por él
todo lo que le fue posible. A la postre él
mismo fue arrestado por tratar de
introducir clandestinamente una carta
en la cárcel, pero fue liberado después
de recibir una seria advertencia.
A principios del año siguiente,
Tiberio decidió abandonar Capri para ir
a Roma, y dijo a Macro que enviase a
todos los prisioneros allí, porque tenía
la intención de solucionar sus casos una
vez que hubiera llegado. Herodes y
todos los demás fueron sacados, por lo
tanto, de Miseno, y debieron marchar,
149
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por etapas, a los cuarteles de detención


del campamento de guardias, situado en
las afueras de la ciudad.
Se recordará que Tiberio regresó
cuando se encontraba a la vista de las
murallas de la ciudad, debido a un
augurio infortunado, la muerte de su
dragón favorito sin alas. Volvió deprisa
a Capri, pero pescó un resfriado y no
llegó más allá de Miseno. También se
recordará que cuando se creía que
estaba muerto y Calígula ya se
pavoneaba por el salón de la casa de
campo, mostrando su anillo de sello en
medio de una multitud de cortesanos
admiradores, el anciano salió de su
coma y pidió comida a gritos. Pero la
noticia de su muerte y de la sucesión de
Calígula habían llegado ya a Roma por
correo. El liberto de Herodes, el que le
había llevado el dinero de Acre,
encontró por casualidad al correo en las
150
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

afueras de la ciudad, y el hombre le


gritó la noticia mientras continuaba
galopando. El liberto corrió al
campamento, entró en los cuarteles de
detención y, corriendo excitado hacia
Herodes, gritó en hebreo:
—El León ha muerto.
Herodes lo interrogó en el mismo
idioma, y pareció tan
extraordinariamente encantado, que el
gobernador se acercó y exigió que se le
dijese qué noticia había traído el liberto.
Eso era una violación de las reglas de la
cárcel, dijo, y no debía volver a ocurrir.
Herodes explicó que no era nada, sólo
el nacimiento de un heredero de uno de
sus parientes de Edom. Pero el
gobernador dejó claramente establecido
que insistía en conocer la verdad, de
modo que Herodes le dijo al cabo:
—El emperador ha muerto.

151
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El gobernador, que para ese entonces


estaba en buenos términos con Herodes,
preguntó al liberto si estaba seguro de
que la noticia era cierta. El liberto
contestó que la había escuchado
directamente de labios de un correo
imperial. El gobernador quitó las
cadenas de Herodes con sus propias
manos, y dijo:
—Debemos celebrar esto, Herodes
Agripa, amigo mío, con el mejor vino
que haya en el campamento.
Se encontraban comiendo juntos,
alegres, y Herodes, del mejor talante, le
decía al gobernador qué buen sujeto lo
consideraba, y cuan amablemente se
había portado con él, y cuan dichosos
serían todos ahora que Calígula era
emperador, cuando llegó la noticia de
que Tiberio, en fin
de cuentas, no había muerto. Esto
alarmó mucho al gobernador. Decidió
152
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que Herodes había dispuesto que le


trajeran ese falso mensaje nada más que
para verlo en dificultades.
—De vuelta a tus cadenas ahora mismo
—gritó, colérico—. Y no esperes que
jamás vuelva a creerte nada.
De modo que Herodes tuvo que
levantarse de la mesa y volver, lúgubre,
a su celda. Pero como se recordará,
Macro no permitió que Tiberio gozase
de ese nuevo lapso de vida, sino que
entró en la alcoba imperial y lo ahogó
con una almohada. Otra vez llegaron las
noticias de que Tiberio había muerto,
pero en esta ocasión eran ciertas. Sin
embargo, el gobernador mantuvo a
Herodes encadenado toda la noche. No
quería correr riesgo alguno.
Calígula quiso poner en libertad a
Herodes en el acto, pero, cosa curiosa,
fue mi madre quien le impidió hacerlo.
Se encontraba en Baias, cerca de
153
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Miseno. Le dijo que hasta que hubiese


terminado el funeral de Tiberio sería
indecente liberar a nadie que hubiese
sido encarcelado por él bajo la
acusación de traición. Sería mucho
mejor si Herodes,-aunque se le
permitiera regresar a su casa de Roma,
se quedaba durante un tiempo bajo
arresto. Así se hizo. Herodes volvió a su
casa, pero todavía tenía a su guardián
consigo, y debía usar la ropa carcelaria.
Cuando terminó el luto oficial por
Tiberio, Calígula envió a Herodes un
mensaje diciéndole que se afeitase y
pusiese ropa limpia, y que fuera a cenar
con él al día siguiente al palacio. Los
problemas de Herodes parecían haber
terminado por fin.
Creo que no he mencionado la
muerte, tres años antes de esto, de
Filipo, el tío de Herodes. Dejó una
viuda, Salomé, la hija de Herodías,
154
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

considerada la mujer más hermosa del


Cercano Oriente. Cuando la noticia de
la muerte de Filipo llegó a Roma,
Herodes habló de inmediato con el
liberto que gozaba de la máxima
confianza de Tiberio en lo referente a
cuestiones orientales, y lo convenció de
que hiciese algo en su favor. El liberto
debía recordar a Tiberio que Filipo no
había dejado hijos, y tenía que sugerirle
que su tetrarquía de Bashán no debía ser
entregada a ningún otro miembro de la
familia de Herodes, sino anexada, con
fines administrativos, a la provincia de
Siria.
El liberto no debía recordar en modo
alguno a Tiberio el monto de las rentas
reales de la tetrarquía, que sumaba unas
160.000 piezas de oro anuales. Si
Tiberio seguía su consejo y le ordenaba
que escribiese una carta informando al
gobernador de Siria de que la tetrarquía
155
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quedaría ahora bajo su jurisdicción, él


debía agregar subrepticiamente una
posdata en el sentido de que las rentas
reales tenían que acumularse hasta que
se designara sucesor de Filipo. Heredes
reservaba a Bashán y sus rentas para su
propio uso. De modo que sucedió que
cuando, en la cena a que había invitado
a Heredes, Calígula lo recompensó
agradecidamente por sus sufrimientos
concediéndole la tetrarquía, completa,
con rentas y todo, con el título de rey
por añadidura. Herodes se encontró en
bonísima posición. Calígula pidió
también la cadena que Herodes había
usado en la prisión, y le dio una réplica
exacta de la misma, eslabón por
eslabón, del más puro oro. Unos días
después, Herodes, que no se había
olvidado de obtener la libertad del viejo
germano y de hacer que el cochero
fuese condenado por perjurio,
156
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

despojado de su libertad y azotado casi


hasta morir, partió gozosamente hacia
Oriente, para hacerse cargo de su nuevo
reino.
Cypros lo acompañó, más gozosa
aún que él. Durante el encarcelamiento
de Herodes tenía un aspecto enfermizo
y desdichado, porque era la esposa más
leal del mundo y se negó incluso a
comer algo mejor que las raciones
carcelarias que recibía su esposo.
Permaneció en la casa del hermano
menor de Herodes, Herodes Polio.
La feliz pareja, pues, Herodes y
Cypros, reunida una vez más, y
acompañada como de costumbre por
Silas, partió a Egipto, camino de
Bashán. Desembarcaron en Alejandría,
para presentar sus respetos al alabarca.
Herodes tenía la intención de entrar en
la ciudad con la menor ostentación
posible, ya que no deseaba ser motivo
157
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de disturbios entre los griegos y los


judíos. Pero estos últimos se
alborozaron ante la visita de un rey
judío, y de uno tan altamente situado en
el favor del emperador. Salieron a
recibirlo en el muelle, muchos millares
de ellos, con vestimenta de fiesta,
exclamando: «¡Hosanna, hosanna!» y
entonando canciones de alborozo, y de
tal manera lo escoltaron hasta su barrio
de la ciudad, que se denomina el Delta.
Herodes hizo lo posible para calmar el
entusiasmo popular, pero Cypros
encontró tan delicioso el contraste entre
esta llegada a Alejandría y la anterior,
que, para no desairarla, Herodes pasó
por alto muchas extravagancias. Los
griegos de Alejandría se mostraron
coléricos y furiosos. Ataviaron con
vestiduras fingidamente reales a un
conocido idiota de la ciudad, o más bien
a un fingido idiota de nombre Baba, que
158
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

solía mendigar en las plazas principales


y provocaba risas y obtenía monedas de
cobre con sus payasadas.
Proporcionaron a este Baba una
grotesca guardia de soldados armados
con espadas de salchichas, escudos de
piel de cerdo y cascos de cabeza de
cerdo, y lo hicieron desfilar a través de
«el Delta». La multitud gritaba ¡Marín,
Marín!, que significa «¡rey, rey!».
Hicieron una demostración a las puertas
de la casa del alabarca, y otra frente a la
casa de su hermano Filón. Herodes
visitó a dos de los principales griegos y
les presentó una protesta. Sólo dijo:
—No olvidaré el espectáculo de este
día, y creo que alguna vez tendrán que
lamentarlo.
De Alejandría, Herodes y Cypros
continuaron su viaje hacia el puerto de
Jaffa. De Jaffa fueron a Jerusalén, a
visitar a sus hijos y a permanecer dentro
159
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de los límites del templo como


invitados del Sumo Sacerdote, con
quien era conveniente para Herodes
llegar a un acuerdo. Creó una excelente
impresión dedicando su cadena de
hierro al dios judío, colgándola de la
pared del Templo del Tesoro. Luego
pasaron a través de Samaría y las
fronteras de •"Galilea, pero sin enviar
ningún mensaje de cumplido a Antipas
y Herodías, y así llegaron a su nuevo
hogar de Cesárea Filipos, la
encantadora ciudad construida por
Filipo, como capital, en la ladera
meridional del monte Hermón. Allí
recogieron las rentas acumuladas desde
la muerte de Filipo. Salomé, la viuda de
Filipo, trató de conquistar a Herodes e
intentó con él sus artes más
cautivadoras, pero todo fue inútil.
Herodes le dijo:

160
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Por cierto que eres muy bien


parecida y muy graciosa, pero tienes
que recordar el proverbio: «Múdate a la
nueva casa, pero llévate contigo el viejo
hogar.» La única reina posible de
Bashán es mi querida Cypros.
Podrá imaginarse que cuando
Herodías se enteró de la buena suerte de
Heredes enloqueció de celos. Cypros
era ahora reina, en tanto que ella no era
más que la esposa de un simple tetrarca.
Trató de hacer que Antipas sintiese lo
mismo que ella, pero Antipas, un
anciano indolente, se sentía
perfectamente satisfecho con su puesto;
si bien no era más que un tetrarca, era
un tetrarca muy rico y le importaba muy
poco qué título o títulos tuviese.
Herodías lo llamó sujeto lamentable.
¿Cómo podía esperar que siguiese
respetándolo?

161
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Pensar —dijo— que mi hermano


Herodes Agripa, que llegó aquí no hace
mucho como refugiado carente de
dinero, que dependía de tu caridad y
que luego te insultó groseramente y
huyó a Siria, y que fue expulsado de
Siria por corrupción y casi arrestado en
Antedón por deudas, y que luego fue a
Roma, donde se lo encarceló por
traición al emperador... pensar que un
hombre con semejantes antecedentes,
un manirroto que ha dejado una huella
de deudas impagadas dondequiera ha
ido, es ahora el rey y está en situación
de insultarnos. Es insoportable. Insisto
en que vayas a Roma en el acto y
obligues al nuevo emperador a
concederte por lo menos honores
iguales a los de Herodes.
—Mi querida Herodías —respondió
Antipas—, no hablas con sensatez, acá
estamos muy bien, ¿sabes ?, y si
162
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tratásemos de mejorar nuestra posición


podría traernos mala suerte. Roma no ha
sido nunca un lugar seguro para visitar
desde que murió Augusto.
—No volveré a hablarte ni a
acostarme contigo —dijo Herodías—, a
menos de que me des tu palabra de que
irás.
Herodes se enteró de esta escena por
uno de sus agentes en la corte de
Antipas. Y cuando poco después éste
partió hacia Roma, envió a Calígula una
carta, por navio veloz, ofreciendo al
capitán una gran recompensa si llegaba
a Roma antes que Antipas. El capitán
cargó todas las velas que pudo, y
consiguió ganar el dinero. Cuando
Antipas se presentó ante Calígula, éste
tenía ya la carta de Herodes en la mano.
La carta le decía que mientras estuvo en
Jerusa-lén, Herodes se había enterado
de graves acusaciones contra su tío
163
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes Antipas, a las que al principio


no dio crédito pero que después una
investigación confirmó. No sólo su tío
se había dedicado a una pérfida
correspondencia con Seyano en la época
en que éste y Livila conspiraban para
usurpar la monarquía —eso era cosa
antigua—, sino que últimamente había
intercambiado correspondencia con el
rey de Parda, planeando organizar con
su ayuda una amplia rebelión contra
Roma en el Cercano Oriente. El rey de
Parda se había comprometido a
entregarle Samaría, Judea y el propio
reino de Herodes, Bashán, como
recompensa por su deslealtad. Como
prueba de su acusación Herodes
mencionaba que Antipas tenía 70.000
armaduras completas en la armería de
su palacio. ¿Cuál podía ser el
significado de estos preparativos
secretos para la guerra? El ejército
164
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permanente de su tío contaba con sólo


unos pocos cientos de hombres, una
simple guardia de honor. Resultaba
indudable que las armaduras no eran
para armar a tropas romanas.
Herodes era astuto, sabía
perfectamente bien que Antipas no tenía
intención bélica alguna, y que sólo su
afición a las exhibiciones lo había
llevado a llenar su armería de esa
manera. Las rentas de Galilea y Gilead
eran ricas, y si bien Antipas era tacaño
en su hospitalidad, gustaba de gastar
dinero en objetos costosos.
Coleccionaban estatuas, cuadros y
muebles taraceados. Pero Herodes sabía
que esta explicación no se le ocurriría a
Calígula, a quien a menudo había
hablado de la avaricia de Antipas. De
modo que cuando éste llegó a palacio y
saludó a Calígula, felicitándolo por su
acceso al trono, Calígula le devolvió el
165
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

saludo con frialdad y le preguntó en el


acto:
—¿Es cierto, tetrarca, que tienes
70.000 armaduras en la armería de tu
palacio?
Antipas se sobresaltó y no pudo
negarlo, porque Herodes había tenido
buen cuidado de no exagerar. Masculló
algo acerca de que las armaduras
estaban destinadas a su propio placer
personal.
—Esta audiencia ha terminado —
dijo Calígula—. No digas excusas
tontas. Mañana pensaré qué debo hacer
contigo- Antipas tuvo que retirarse,
avergonzado y ansioso.
Esa noche, durante la cena, Calígula
me preguntó:
—¿Dónde naciste tú, tío Claudio?
—En Lyon —respondí.

166
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Un lugar insalubre, ¿no es cierto ?


—preguntó Calígula, haciendo girar una
copa de vino, dorada, entre los dedos.
—Sí —contesté—. Tiene la
reputación de ser uno de los lugares más
insalubres de tus dominios. Considero
que el clima de Lyon es el culpable de
haberme condenado, cuando todavía era
niño, a mi actual vida inútil e inactiva.
—Sí, creo que en una ocasión te oí
decirlo —dijo Calígula—. Enviaremos a
Antipas allí. El cambio de clima podrá
hacerle bien. En Galilea hay demasiado
sol para un hombre de su carácter.
Al día siguiente Calígula le dijo a
Antipas que debía considerarse
degradado de su rango de tetrarca, y que
en Ostia había un barco esperándolo
para llevarlo al exilio, a Lyon. Antipas
tomó la cosa con filosofía —el exilio
era mejor que la muerte—, y diré en su
favor que, hasta donde yo sé, jamás
167
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dirigió a Herodías, quien lo acompañó


desde Galilea, una palabra de reproche.
Calígula le escribió a Herodes
agradeciéndole su oportuna advertencia,
y concediéndole la tetrarquía y las
rentas de Antipas, era reconocimiento
de su lealtad. Pero sabiendo que
Herodías era la hermana de Herodes, le
dijo que, por aprecio a su hermana, le
permitiría quedarse con toda propiedad
que le perteneciera, y volver a Galilea,
si lo deseaba, para vivir bajo su
protección. Herodías era demasiado
orgullosa para aceptar esto, y le
respondió a Calígula que Antipas
siempre le había tratado muy bien, y
que no lo abandonaría en la hora de su
necesidad. Comenzó un largo discurso
destinado a ablandar el corazón de
Calígula, pero éste la interrumpió.
Herodías y Antipas zarparon juntos para

168
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Lyon a la mañana siguiente. Jamás


volvieron a Palestina.
Herodes replicó en términos del más
ilimitado agradecimiento por el regalo
de Calígula. Calígula me mostró la
carta. «¡Pero qué hombre —escribía
Herodes— 70.000 armaduras y todas
para su placer personal! ¡Dos por día,
durante casi cien años! Pero parece una
lástima condenar a un hombre así a que
se pudra en Lyon. Tendrían que
enviarlo a invadir Germania por sí sólo.
Mi padre siempre decía que la única
manera de hacer frente a los germanos
era la de exterminarlos, y aquí tienes a
tu servicio al perfecto exterminador: tan
ávido de combatir, que acumula 70.000
armaduras, todas hechas a la medida.»
Nos reímos mucho con la carta.
Herodes terminaba diciendo que
volvería en el acto a Roma para
agradecer a Calígula verbalmente. La
169
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pluma y el papel no eran suficientes


para expresar lo que sentía. Haría de su
hermano Aristóbulo el regente
temporario de Galilea y Gilead, con
Silas para vigilarlo con atención, y a su
hermano menor, Herodes Polio, regente
temporario de Bashán.
Volvió a Roma con Cypros, y pagó a
sus acreedores hasta el último centavo
de sus deudas, y a todas partes donde
iba decía que no pensaba volver a pedir
prestado. Durante el primer año del
reinado de Calígula no tuvo dificultad
digna de mención. Incluso cuando
Calígula riñó con mi madre por el
asesinato de Gemelo —asesinato del
cual puede tenerse la seguridad de que
Herodes no lo había disuadido
activamente—, de modo que como he
descripto en mi historia anterior ella se
vio obligada a suicidarse, Herodes
estuvo tan seguro de la confianza de
170
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula en su lealtad, que casi fue el


único de los amigos de ella que se puso
luto y concurrió a su funeral. Sintió
muy agudamente la muerte de mi
madre, según creo, pero la forma en que
se lo dijo a Calígula fue:
—Sería un desdichado
desagradecido si no dejase de presentar
mis respetos al espíritu de mi
benefactora. El hecho de que tú le
mostrases tu desagrado ante su
entrometimiento en un asunto que no le
concernía debe de haber afectado a la
señora Antonia con la pena y la
vergüenza más profundas. Si yo sintiese
que había ganado tu desagrado por
alguna conducta similar —pero por
supuesto que la comparación es absurda
—, haría sin duda lo que ha hecho ella.
Mi luto es un tributo a su valentía por el
hecho de haber abandonado un mundo

171
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

moderno, que ha convertido a gente


como ella en gente antigua.
Calígula aceptó esto y dijo:
—No, Herodes, has hecho bien. El
daño me lo causó ella a mí, no a ti.
Pero cuando perdió por completo el
juicio, de resultas de su enfermedad, y
declaró su divinidad y comenzó a cortar
las cabezas de las estatuas de los dioses
y a sustituirlas por la propia, Heredes se
mostró ansioso. Como gobernador de
muchos millares de judíos, preveía
problemas. Los primeros signos reales
de estos problemas llegaron de
Alejandría, donde sus enemigos, los
griegos, instaron al gobernador de
Egipto a que insistiese en la erección de
las estatuas del emperador en las
sinagogas judías, lo mismo que en los
templos griegos, y a la utilización por
los judíos, lo mismo que por los
griegos, del divino nombre de Calígula
172
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en los juramentos. El gobernador de


Egipto había sido enemigo de Agripina
y también partidario de Tiberio Gemelo,
y decidió que la mejor forma de
demostrar su lealtad a Calígula consistía
en poner en vigor el edicto imperial,
que, en rigor de verdad, sólo estaba
destinado a los griegos de la ciudad.
Cuando los judíos se negaron a jurar por
el nombre de Calígula o a admitir sus
estatuas dentro de las sinagogas, el
gobernador publicó un decreto
declarando que todos los judíos de la
ciudad eran extranjeros e intrusos. Los
alejandrinos se sintieron jubilosos e
iniciaron un pogrom contra los judíos,
expulsando a los ricos de otras partes de
la ciudad, donde vivían lujosamente, al
lado de griegos y romanos, y
llevándolos hasta las atestadas y
estrechas callejuelas de «el Delta». Más
de cuatrocientas casas de mercaderes
173
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fueron saqueadas, y sus dueños


asesinados o mutilados. Los
sobrevivientes recibieron incontables
insultos. Las pérdidas en vidas y los
daños a las propiedades fueron tan
cuantiosos, que los griegos quisieron
justificar su acción enviando una
embajada a Calígula, en Roma,
explicando que la negativa de los judíos
a adorar a su majestad había irritado de
tal modo a los ciudadanos griegos más
jóvenes y menos disciplinados, que
éstos tomaron la justicia por sus propias
manos. Los judíos enviaron una
contraembajada, dirigida por el
hermano del alabarca, cierto Filón,
distinguido judío que gozaba de la
reputación de ser el mejor filósofo de
Egipto. Cuando Filón liego a Roma,
como es natural, visitó a Heredes, con
quien estaba emparentado por
matrimonio. Porque Herodes, después
174
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de pagar al alabarca las 8.000 piezas de


oro, junto con un interés del diez por
ciento sobre dos años —para gran
turbación del alabarca, porque como
judío no podía aceptar legalmente
intereses sobre un préstamo a otro judío
—, mostró además su gratitud casando a
Berenice, su hija mayor sobreviviente,
con el hijo mayor del alabarca. Filón
pidió a Herodes que interviniese en su
favor ante Calígula, pero Herodes dijo
que prefería no tener nada que ver con
la embajada. Si los acontecimientos
tomaban un sesgo grave, haría lo
posible para mitigar la cólera del
emperador, que sin duda sería severa...
Y eso era todo lo que podía decir por el
momento.
Calígula escuchó afablemente a la
embajada griega, pero despidió a los
judíos con airadas amenazas, como
Herodes había previsto, y les dijo que
175
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no quería volver a oír en el futuro nada


referente a las promesas que Augusto
les había hecho en materia de tolerancia
religiosa. Augusto, gritó, estaba muerto
desde hacía tiempo, y sus edictos
estaban fuera de moda y eran absurdos.
—Yo soy vuestro dios, y no tendréis
más dioses que yo.
Filón se volvió hacia los otros
embajadores y les dijo en arameo:
—Me alegro de que hayamos
venido, porque estas palabras son un
desafío deliberado al Dios viviente, y
ahora podemos estar seguros de que
este tonto perecerá miserablemente.
Por suerte ninguno de los cortesanos
entendía el arameo.
Calígula envió una carta al
gobernador de Egipto informándole que
los griegos habían cumplido con su
deber al protestar enérgicamente contra
la deslealtad de los judíos, y que si éstos
176
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

insistían en su actual desobediencia, iría


él mismo con un ejército y los
exterminaría.
Entre tanto, ordenó que el alabarca y
todos los otros funcionarios de la
colonia judía fuesen encarcelados.
Explicó que a no ser por el parentesco
del alabarca con su amigo Herodes
Agripa, los habría hecho matar, a él y a
su hermano Filón. La única satisfacción
que Herodes pudo dar a los judíos de
Alejandría fue la de que reemplazase al
gobernador de Egipto. Convenció a
Calígula de que lo arrestara con motivo
de su anterior enemistad hacia Agripina
—que era, por supuesto, la madre de
Calígula— y de que lo desterrase a una
de las más pequeñas islas griegas.
Luego Herodes le dijo a Calígula,
quien ahora se encontraba corto de
fondos:

177
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Veré qué puedo hacer en Palestina


para conseguir algún dinero para tu
erario. Mi hermano Aristóbulo me
informa de que el tragafuego de mi tío
Antipas era aún más rico de lo que
suponíamos. Ahora que has iniciado tus
conquistas británica y germana —de
paso, y si alguna vez te encuentras en
Lyon, por favor, dales mis saludos a
Antipas y Herodías—, Roma nos
parecerá muy lúgubre a los que nos
quedamos aquí. Sería una buena
oportunidad para que yo me ausentase y
volviera a visitar mi reino. Pero en
cuanto me entere que estás de vuelta,
volveré, también de prisa, y espero que
te sientas satisfecho con mis esfuerzos
en tu favor.
El hecho era que desde Palestina le
habían llegado a Herodes noticias
sumamente inquietantes. Partió hacia el
este un día después del fijado por
178
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula para su absurda expedición


militar, aunque en verdad pasó casi un
año antes de que Calígula partiese.
Este había dado orden de que su
estatua fuese colocada en el santuario
del templo de Jerusalén, una cámara
secreta interior donde se supone que el
dios de los judíos mora en su arcón de
cedro, y que sólo es visitada una vez al
año por el Sumo Sacerdote. También
dio orden posterior de que la estatua
fuese sacada del santuario en los días de
festival público y adorada en el patio
exterior, por la congregación reunida,
judíos y no judíos. O bien no conocía, o
bien no le importaba el intenso respeto
religioso que los judíos tienen hacia su
dios. Cuando se leyó la proclama en
Jerusalén, por el nuevo gobernador de
Judea enviado para reemplazar a Poncio
Pilatos (quien, de paso, se había
suicidado al llegar a Roma), hubo
179
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escenas de tan extraordinarios motines,


que el gobernador se vio obligado a
refugiarse en su campamento, fuera de
la ciudad, donde soportó algo muy
similar a un asedio. Las noticias le
llegaron a Calígula en Lyon. Se
enfureció y envió una carta al nuevo
gobernador de Siria, que había
reemplazado a mi amigo Vitelio,
ordenándole reunir una fuerza de
auxiliares sirios, y con éstos y los dos
regimientos romanos a sus órdenes,
marchar a Judea y poner en vigor el
edicto, a punta de espada. El nombre de
este gobernador era Publio Petronio, un
soldado romano de la antigua escuela.
No perdió tiempo alguno en obedecer
las órdenes de Calígula, por lo menos
en lo referente a sus preparativos para la
expedición, y marchó hacia Acre. Allí
escribió una carta al Sumo Sacerdote y
a los principales notables judíos,
180
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

informándoles de sus instrucciones y de


su disposición a ponerlas en práctica.
Entre tanto Herodes había tomado parte
en el juego, si bien se mantenía lo más
posible en segundo plano. Aconsejó
secretamente al Sumo Sacerdote en
cuanto a la mejor medida a tomar. Por
sugestión suya, el gobernador de Judea
y su guarnición fueron enviados bajo
salvoconducto a Petronio, en Acre. Los
siguió una delegación de unos 10.000
judíos principales, que llegaron con una
súplica contra la violación que se
intentaba hacer del templo. No llegaban
con intenciones bélicas, declararon,
pero ello no obstante preferían morir
antes que permitir esta terrible injuria a
su tierra ancestral, que inmediatamente
sería destruida por una maldición y no
se recuperaría jamás. Dijeron que
debían su fidelidad política a Roma y
que no habría quejas contra ellos por
181
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

deslealtad o por no pagar sus impuestos,


pero que su principal lealtad era para
con el Dios de sus Padres, que siempre
los había protegido en el pasado
(mientras obedecieron sus leyes) y que
les había prohibido estrictamente la
adoración de cualquier otro dios en su
dominio.
—No estoy capacitado para hablar
en materia de religión
—respondió Petronio—. Podrá ser
como decís, o podrá no ser así. Mi
propia fidelidad al emperador no está
dividida en mitades políticas o
religiosas. Es una lealtad
incuestionable. Soy su servidor y
obedeceré sus órdenes, suceda lo que
sucediere.
—Nosotros somos los fieles
servidores de nuestro Señor Dios,, y
obedeceremos sus órdenes suceda lo
que sucediere —contestaron ellos.
182
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De modo que se produjo un


estancamiento en la situación. Petronio
avanzó entonces hacia Galilea. Por
consejo de HerodeSj no se cometió acto
hostil alguno contra él, pero, si bien era
tiempo de la cosecha de otoño, los
campos se dejaron sin arar, y todos iban
de luto, con la cabeza cubierta de
cenizas. El comercio y la industria se
detuvieron. Una nueva delegación salió
al paso de Petronio en Cesárea (la
Cesárea de Samaría), encabezada por
Aristóbulo, el hermano de Herodes, y
una vez más se le dijo que los judíos no
tenían intenciones bélicas, pero que si
insistía en llevar a la práctica el edicto
imperial ningún judío temeroso de dios
tendría ya más interés en la vida, y la
tierra quedaría arruinada. Esto puso a
Petronio en un aprieto. Quiso pedir a
Herodes consejo o ayuda, pero éste,
advirtiendo la inseguridad de su propia
183
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

posición, había partido ya hacia Roma.


Qué podía hacer un soldado como
Petronio, un hombre que siempre se
había mostrado pronto a enfrentar al
más feroz enemigo alineado en
formación de batalla o atacándolo desde
una emboscada, con. alaridos, cuando
estos venerables ancianos se
presentaban y le tendían el cuello
diciéndole: «No ofrecemos resistencia,
somos leales tributarios de Roma, pero
nuestro deber religioso es para con el
Dios de nuestros Padres, por cuyas
leyes hemos vivido desde nuestro
nacimiento. Mátanos, si te place, porque
no podemos permitir que nuestro Dios
sea blasfemado y seguir viviendo».
Les hizo un discurso sincero, les dijo
que su deber de romano era cumplir con
el juramento de fidelidad que había
hecho al emperador, y obedecerlo en
todo sentido. Y ellos ya podían ver que
184
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con las fuerzas armadas a su disposición


estaba en perfectas condiciones de
cumplir las órdenes que había recibido.
Ello no obstante, los elogió por su
firmeza y por su abstención de acto
alguno de violencia. Confesó que en su
condición oficial de gobernador de Siria
sabía en qué consistía su deber, y sin
embargo, como hombre humano y
razonable, le resultaba casi-imposible
hacer lo que se le había encomendado.
No sería un acto romano matar a
ancianos inermes sólo porque insistían
en adorar a su dios ancestral. Dijo que
volvería a escribir a Calígula y
presentaría el caso de ellos en la forma
más favorable posible.. Era más que
probable que Calígula lo recompensase
con la muerte, pero si, por medio del
sacrificio de su propia vida, podía salvar
las vidas de tantos millares de
provincianos industriosos e inofensivos,
185
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estaba dispuesto a hacerlo. Los instó a


reanimarse y a esperar lo mejor.
Lo primero que había que hacer una
vez escrita la carta, cosa que haría esa
misma mañana, era que ellos
continuasen cultivando su tierra. Si
dejaban de hacerlo, sobrevendría el
hambre, y luego el bandidaje y la peste,
y las cosas empeorarían mucho más de
lo que estaban ahora. Sucedió que en el
momento en que hablaba aparecieron de
pronto por el oeste, nubes de tormenta,
y cayó un fuerte aguacero. Las lluvias
comunes de otoño no habían caído ese
año, y ya había pasado la estación de las
mismas. De modo que eso fue
considerado como un augurio de
extraordinaria buena suerte, y las
multitudes de judíos quejumbrosos se
dispersaron, entonando canciones de
alabanza y alegría. La lluvia continuó

186
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cayendo, y muy pronto toda la tierra


revivió.
Petronio mantuvo su palabra.
Escribió a Calígula informándole acerca
de la obstinación de los judíos,
rogándole que reconsiderase su
decisión. Dijo que los judíos se habían
mostrado perfectamente respetuosos
hacia su emperador, pero que insistían
en que caería una terrible maldición
sobre su tierra si se erguía una estatua
cualesquiera en el templo, incluso la de
su glorioso emperador. Se refería
prolongadamente a su negativa a
cultivar la tierra, y sugería que ahora se
presentaban sólo dos alternativas: la
primera, erigir la estatua y sentenciar el
país a la ruina, cosa que significaría una
inmediata pérdida de rentas. La
segunda, volver atrás en la decisión
imperial y conquistar la imperecedera
gratitud de un noble pueblo. Rogaba al
187
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

emperador que, por lo menos,


postergara la instalación de la estatua
hasta después de la cosecha.
Pero antes de que esta carta llegase a
Roma, Herodes Agripa ya se había
puesto a trabajar en favor del dios judío.
Calígula y él se saludaron con gran
afecto, después de su larga separación,
y Herodes llevaba consigo grandes
arcones de oro y joyas y otros objetos
preciosos. Algunos provenían de su
propio tesoro, otros del de Antipas, y el
resto, según creo, formaba parte de una
ofrenda hecha a él por los judíos de
Alejandría. Herodes invitó a Calígula al
más lujoso banquete que jamás se
hubiese ofrecido en la ciudad: sirvieron
increíbles manjares, incluso cinco
grandes pasteles completamente llenos
de lenguas de alondras, pescados
maravillosamente delicados traídos en
tanques desde la India, y, como asado,
188
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un animal parecido a un elefante joven,


pero velludo y no perteneciente a
ninguna especie conocida: se lo había
encontrado incrustado en el hielo de
algún lago helado del Cáucaso, y se lo
había llevado allí, envuelto en nieve, vía
Armenia, Antioquía y Rodas. Calígula
se asombró ante la magnificencia de la
mesa y admitió que jamás habría tenido
ingenio suficiente para proporcionar
semejante espectáculo, incluso aunque
hubiera podido permitírselo. La bebida
fue tan notable como la comida, y
Calígula se mostró tan animado a
medida que transcurría la cena, y
despreció de tal modo su propia
generosidad hacia Herodes en el
pasado, como algo apenas digno de
mención, que prometió concederle todo
lo que estuviese en sus manos otorgar.
—Pídeme cualquier cosa, mi
queridísimo Herodes —dijo—, y será
189
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tuyo. —Repitió:— Absolutamente todo.


Juro por mi propia divinidad que te lo
concederé.
Herodes protestó que no había
ofrecido ese banquete en la esperanza
de conquistar favor alguno de Calígula.
Dijo que éste había hecho ya tanto por
él, como príncipe cualesquiera del
mundo habría podido hacer por
cualquier sujeto o aliado suyo en todo el
panorama de la historia o la tradición.
Dijo que estaba mucho más que
contento; no quería absolutamente nada,
aparte de que se le permitiese mostrar
su gratitud de alguna manera. Pero
Calígula, mientras se servía vino de una
jarra de cristal, continuaba insistiendo:
¿No quería algo especial, cualquier
cosa? ¿Algún nuevo reino en Oriente?
¿Caléis, quizás, o Iturea? Pues lo
tendría con sólo pedirlo.

190
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Graciosísimo y magnánimo y
divino César —dijo Herodes—, repito
que no quiero nada para mí. Lo único
que puedo ansiar es el privilegio de
servirte. Pero ya me has adivinado los
pensamientos. Nada escapa a tus
miradas sorprendentemente rápidas y
penetrantes. En verdad existe algo que
quiero pedirte, pero como presente que
sólo servirá para beneficiarte
directamente a ti. Mi compensación será
indirecta: la gloria de haber sido tu
consejero.
La curiosidad de Calígula fue
excitada.
—No temas hablar, querido Herodes
—dijo—. ¿Acaso
no he jurado que te lo concederé, y
no soy un dios de mi palabra?
—En ese caso, mi único deseo —
dijo Herodes— es que no pienses ya en

191
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

instalar tu estatua en el templo de


Jerusalén.
Siguió un prolongado silencio. Yo
estuve presente en ese histórico
banquete y no recuerdo haberme sentido
jamás tan incómodo o excitado en mi
vida, como cuando esperaba el
resultado de la audacia de Herodes.
¿Qué haría Calígula? Había jurado por
su propia dignidad conceder el pedido,
en presencia de muchos testigos. Y sin
embargo, ¿cómo podía volver sobre su
resolución de humillar a ese dios de los
judíos, el único de los dioses del mundo
que continuaba oponiéndosele?
Al cabo Calígula habló. Dijo con voz
suave, casi suplicante, como si contase
con Herodes para ayudarlo a salir de ese
dilema:
—No entiendo, mi queridísimo
Herodes. ¿En qué forma supones que la

192
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concesión de este pedido me


beneficiará?
Herodes había estudiado todo el
asunto en detalle antes de sentarse a la
mesa. Replicó, con aparente sinceridad:
—Porque, César, colocar tu sagrada
estatua en el templo de Jerusalén no
redundará en tu propia gloria. ¡Oh, muy
por el contrario! ¿Tienes conciencia de
la naturaleza de la estatua que ahora se
guarda en él santuario más íntimo del
templo, y de los ritos que se realizan en
él en los días santos? ¿No? Entonces
escucha y entenderás en el acto que lo
que consideras como una perversa
obstinación de mis correligionarios no
es más que un leal deseo de no injuriar a
tu Majestad. El dios de los judíos,
César, era un individuo extraordinario.
Ha sido descrito como un antidiós.
Tiene una aversión arraigada a las
estatuas, en especial a las de porte
193
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

majestuoso y digna artesanía como las


de los dioses griegos. A fin de
simbolizar su odio hacia otras
divinidades, ha ordenado la erección, en
ese santuario íntimo, de la estatua de un
enorme, tosco y ridículo Asno. Tiene
largas orejas, enormes dientes,
gigantescos genitales, y todos los días
santos los sacerdotes insultan a esta
estatua con los más viles cánticos y la
salpican de los más repugnantes
excrementos y desperdicios, y luego la
pasean en un carruaje por todo el patio
interior, para que la congregación toda
la insulte de manera similar. De modo
que todo el templo apesta como las
Grandes Cloacas. Es una ceremonia
secreta. No se admite a ella ninguna
persona que no sea judía, y a los propios
judíos no se les permite hablar de ella,
so pena de una maldición. Además, se
avergüenzan de ella. Ahora lo entiendes
194
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todo, ¿no es cierto? Los principales


judíos temen que si tu estatua fuese
erigida en el templo, ello provocaría los
más profundos malentendidos; que, en
su ridículo fanatismo religioso, la gente
del pueblo la sometería a las más graves
indignidades pensando a la vez honrarte
con su celo; pero, como digo, la
delicadeza natural y el sagrado silencio
que deben guardar les ha impedido
explicar a tu amigo Petronio por qué
prefirieron morir antes que permitirle
que ponga en práctica tus órdenes. Es
una suerte que yo esté aquí para decirte
lo que ellos no pueden. Yo soy sólo
judío por parte de madre, de modo que
quizá eso me libre de la maldición. De
cualquier manera, estoy dispuesto a
correr el riesgo por ti.
Calígula se tragó todo esto con
perfecta credulidad, e incluso quedó

195
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

convencido a medias por la gravedad de


Heredes. Lo único que dijo fue:
—Si los tontos hubiesen sido tan
francos conmigo como tú, mi
queridísimo Herodes, nos habríamos
ahorrado todos estos problemas. ¿Te
parece que Petronio habrá ejecutado mis
órdenes?
—Por tu bien, espero que no lo haya
hecho —explicó Herodes.
De modo que Calígula escribió a
Petronio una breve carta:
«Si ya has puesto mi estatua en el
templo, como lo ordené, déjala, pero
cuida de que los ritos sean atentamente
supervisados por soldados romanos. De
lo contrario, desbanda tu ejército y
olvídate del asunto. Por consejo del rey
Herodes Agripa, he llegado a la
conclusión de que el templo en cuestión
es un lugar muy inadecuado para la
instalación de mi sagrada estatua.»
196
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Esta carta se cruzó con la que había


escrito Petronio. Calígula se enfureció
de que Petronio se atreviese a escribir
como lo hacía, intentando hacerlo
cambiar de opinión por puro sentido de
humanidad. Contestó: «Ya que pareces
valorar los sobornos de los judíos más
altamente que mi voluntad Imperial, te
aconsejo que te mates en seguida y en
forma indolora, antes de que haga
contigo un ejemplo tal, que horrorice a
todas las épocas futuras.»
Pero sucedió que la segunda carta de
Calígula llegó tarde: el barco perdió su
palo mayor entre Rodas y Chipre, y
quedó incapacitado para navegar
durante varios días, de modo que la
noticia de la muerte de Calígula llegó
primero a Cesárea. Petronio casi abrazó
el judaismo, tan aliviado se sintió.
Esto termina con la primera parte de
la historia de Herodes Agripa, pero se
197
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conocerá el resto de la misma a medida


que continúe narrando la mía propia.

Capítulo 5

198
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De modo que nos encontramos de


vuelta en el punto en que era paseado en
torno al gran patio del palacio, sobre los
hombros de dos cabos de la guardia,
con el batallón de germanos apiñándose
en mi derredor y dedicando sus
azagayas a mi servicio. Eventualmente
conseguí que los cabos me depositasen
en el suelo y que cuatro germanos
fuesen a buscar mi litera. La trajeron y
subí a ella. Me dijeron que habían
decidido llevarme al campamento de la
guardia, situado al otro lado de la
ciudad, donde estaría protegido de
posibles tentativas de asesinato. Yo
comenzaba a protestar otra vez, cuando
vi un resplandor de color en la parte
posterior de la muchedumbre. Un brazo
revestido de tela color púrpura se
agitaba en un singular movimiento

199
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

circular, que me trajo recuerdos de mi


época de estudiante. Dije a los soldados:
—Creo ver al rey Herodes Agripa. Si
quiere hablar conmigo, déjenlo pasar en
el acto.
Cuando Calígula fue asesinado,
Herodes no estaba muy lejos. Nos
siguió fuera del teatro, pero fue llevado
aparte por uno de los conspiradores,
quien fingió que quería que hablase con
Calígula acerca de cierto favor. De
modo que Herodes no presenció el
asesinato. Si lo conozco tan bien como
creo, estoy seguro de que le habría
salvado la vida a Calígula por medio de
una u otra treta, y luego, cuando se
encontró con el cadáver, demostró su
gratitud por los favores pasados, en
términos nada inciertos. Lo abrazó,
ensangrentado como estaba, y lo llevó
tiernamente en sus propios brazos al
palacio, donde lo depositó en la cama
200
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

imperial. Incluso mandó a buscar


cirujanos, como si Calígula no estuviese
de veras muerto, y tuviera alguna
posibilidad de recuperarse. Luego
abandonó el palacio por otra puerta y
llegó corriendo al teatro, donde instó a
Mnester, el actor, a pronunciar su
famoso discurso, aquél con que
tranquilizó a los excitados germanos y
les impidió diezmar al público en
venganza por la muerte de su amo.
Luego volvió a precipitarse hacia el
palacio. Cuando se enteró allí de lo que
me había ocurrido, salió audazmente al
patio, para ver si podía serme de alguna
utilidad. Debo admitir que la visión de
la sonrisa de Herodes —una comisura
de los labios hacia arriba, la otra hacia
abajo—, me estimuló
considerablemente. Sus primeras
palabras fueron:

201
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Felicitaciones, César, por tu


elección. Que goces durante mucho
tiempo de los grandes honores que estos
valientes soldados te han concedido, ¡y
ojalá tenga yo la gloria de ser tu primer
aliado!
Los soldados lanzaron ruidosos
vítores. Luego, acercándose más a mí y
apretándome con fuerza la mano,
comenzó a hablar en fenicio, idioma
con el cual sabía que yo estaba
familiarizado debido a mis
investigaciones de la historia de
Cartago, pero que ninguno de los
soldados entendería. No me dio
oportunidad alguna de interrumpirlo.
—Escúchame, Claudio. Sé lo que
sientes. Sé que no quieres en realidad
ser emperador, pero por todos nosotros,
lo mismo que por ti, no seas tonto. No
permitas que se te escape lo que los
dioses te han dado por su propia
202
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

voluntad. Adivino lo que piensas.


Tienes alguna tonta idea de entregar tu
poder al Senado en cuanto los soldados
te suelten. Eso sería una locura; sería la
señal para la guerra civil. Los senadores
son un hato de ovejas, pero hay entre
ellos tres o cuatro lobos que están
dispuestos, en cuanto renuncies a tu
poder, a luchar por él entre sí. Para
empezar, ahí está Asiático, por no
mencionar a Vinicio. Los dos están en
la conspiración, de modo que es
probable que hagan algo desesperado
por temor a ser ejecutados. Vinicio ya
se considera un César debido a su
matrimonio con tu sobrina Lesbia. El la
hará volver de su destierro, y entre
ambos formarán una combinación muy
fuerte. Si no es Asiático o Vinicio, será
algún otro, probablemente Viniciano.
Eres el único emperador evidente para
Roma, y tendrás a los ejércitos tras de
203
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ti. Si no aceptas la responsabilidad por


culpa de algún absurdo prejuicio, eso
significará la ruina de todos. Es lo único
que tengo que decirte. ¡Piénsalo, y
mantén el espíritu en alto! —Luego se
volvió y gritó a los soldados:—
Romanos, también os felicito a
vosotros. No habríais podido hacer una
elección más sabia. Vuestro nuevo
emperador es valiente, generoso, culto y
justo. Podéis confiar en él tan
completamente como confiasteis en su
glorioso hermano Germánico. No os
dejéis engañar por el Senado o por
ninguno de vuestros coroneles.
Defended al emperador Claudio y él os
defenderá a vosotros. El lugar más
seguro para él está en vuestro
campamento. Acabo de aconsejarle que
os pague bien por vuestra lealtad.
Con estas palabras, desapareció.

204
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Me llevaron en mi litera hacia un


campamento, al trote. En cuanto uno de
los portadores daba señales de flaquear,
su lugar era ocupado por otro. Los
germanos corrían delante, gritando. Yo
estaba como atontado, sereno, pero
jamás me sentí tan terriblemente
desdichado en toda mi vida. Ahora que
Herodes había desaparecido, las
perspectivas volvían a parecer
desesperanzadas. Acabábamos de llegar
a la Vía Sacra, al pie del Palatino,
cuando varios mensajeros llegaron
corriendo por ella para interceptarnos, y
protestaron contra mi usurpación de la
monarquía. Los mensajeros eran dos
«Protectores del Pueblo». (Este puesto
era una supervivencia de mediados de la
república, cuando los Protectores
defendían los derechos del pueblo
contra las usurpaciones tiránicas de la
nobleza. Sus personas eran inviolables
205
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y, si bien no pretendían tener poder


legislativo alguno, habían arrancado a
los nobles el derecho a vetar cualesquier
acto del Senado que no les agradase.
Pero Augusto y sus dos sucesores
imperiales también adoptaron el título
de «Protectores del Pueblo», con sus
prerrogativas, de modo que, los
verdaderos, si bien se los siguió
eligiendo y cumplieron ciertas
funciones bajo las órdenes imperiales,
habían perdido su importancia
primitiva.) Parecía claro que el Senado
había elegido a estos mensajeros, no
sólo como señal de que toda Roma
estaba detrás de ellos en su protesta,
sino también por su inviolabilidad
personal, que los protegería de
cualquier hostilidad por parte de mis
hombres. Estos protectores, a quien yo
personalmente no conocía, no se
comportaron con una valentía notable
206
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando nos detuvimos a parlamentar


con ellos, y tampoco se atrevieron a
pronunciar el severo mensaje que
después me enteré que se les había
confiado. Me llamaron «César», título
al cual entonces no tenía derecho, ya
que no era miembro de la casa Julia. Y
dijeron con suma humildad:
—Nos perdonarás, César, pero el
Senado agradecería muchísimo que
concurrieses de inmediato. Estamos
ansiosos por conocer tus intenciones.
Yo estaba dispuesto a ir, pero los
guardias no lo permitieron. Sólo sentían
desprecio por el Senado, y ahora que
habían elegido por sí mismos un
emperador, no estaban dispuestos a
perderlo de vista, y sí a resistir toda
tentativa por parte del Senado, ya fuese
de restablecer la república o de designar
a un emperador rival. Surgieron
coléricos gritos de «Idos, ¿oís?».
207
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

«Decidle al Senado que se meta en sus


asuntos y nosotros nos ocuparemos de
los nuestros.» «No permitiremos que
nuestro emperador también sea
asesinado.» Yo me asomé por la
ventanilla de mi litera, y dije:
—Por favor, ofreced mis respetos
más cumplidos al Senado e informadle
que por el momento no estoy en
condiciones de cumplir su graciosa
invitación. Tengo otra anterior. Los
sargentos, cabos y soldados de la
guardia de palacio me llevan a gozar de
su hospitalidad en el campamento de la
guardia. Mi vida no valdrá nada si
insulto a estos abnegados soldados.
Por lo tanto volvimos a partir. «¡Qué
lengua tiene nuestro emperador!»,
rugieron. Cuando llegamos al
campamento fui saludado con mayor
entusiasmo que nunca. La división de la
guardia estaba compuesta por unos doce
208
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mil hombres de infantería, aparte de la


caballería anexa. No sólo eran los cabos
y los sargentos quienes aclamaban
ahora al emperador, sino también los
capitanes y los coroneles. Hice lo
posible para que cesaran en sus
aclamaciones, a la vez que les agradecía
su buena voluntad. Les dije que no
podía consentir en ser su nuevo
emperador hasta que hubiese sido
designado como tal por el Senado, en
cuyas manos descansaba la elección.
Fui llevado al cuartel general, donde se
me trató con una deferencia a la que no
estaba acostumbrado, pero era
virtualmente un prisionero.
En cuanto a los asesinos, cuando
estuvieron seguros de que Calígula
estaba muerto, y escaparon de los
germanos perseguidores, y de los
servidores y custodios personales de
Calígula, que llegaron gritando con
209
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

clamores de venganza, corrieron a la


casa de Vinicio, que no estaba lejos de
la plaza del mercado. Allí aguardaban
los coroneles de los tres batallones de la
ciudad, que eran las únicas tropas
regulares acantonadas en Roma, aparte
de los custodios y de la Guardia
Imperial. Estos coroneles no habían
tomado parte activa en la conspiración,
pero prometieron poner sus fuerzas a
disposición del Senado en cuanto
Calígula estuviese muerto y la república
restaurada. Casio insistió entonces en
que alguien debía ir en el acto a matar a
Cesonia y a mí. Estábamos demasiado
estrechamente vinculados con Calígula
para permitirnos sobrevivirlo. Un
coronel llamado Lupo se ofreció
voluntariamente para la tarea. Era
cuñado del comandante de la guardia.
Llegó a palacio, y atravesando, espada
en mano, muchas habitaciones
210
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desiertas, llegó por fin al dormitorio


imperial, donde se encontraba el
cadáver de Calígula, ensangrentado y
espantoso, tal como Herodes lo había
dejado. Pero Cesonia se hallaba ahora
sentada en la cama, con la cabeza sobre
su regazo, y la pequeña Drusila, hija
única de Calígula, de rodillas a su lado.
Cuando entró Lupo, Cesonia gemía:
—Esposo, esposo, habrías debido
escuchar mi consejo.
Cuando vio la espada de Lupo, lo
miró ansiosamente a la cara, y supo que
estaba condenada. Le tendió el cuello.
—Un golpe limpio —dijo—. No
hagas un trabajo chapucero como
hicieron los otros asesinos. Cesonia no
era una cobarde. El hombre lanzó el
golpe y la cabeza cayó. Luego tomó a la
chiquilla que se precipitó hacia él,
mordiéndolo y arañándolo. La sostuvo
de los pies y le golpeó la cabeza contra
211
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una columna de mármol,


reventándosela. Siempre resulta
desagradable enterarse de la muerte de
un niño, pero el lector debe aceptar mi
palabra de que si él hubiese conocido a
la pequeña Drusila, la favorita de su
padre, habría ansiado también hacer lo
que hizo Lupo.
Desde entonces hubo muchas
discusiones en cuanto al significado de
las palabras de Cesonia al cadáver, que
por cierto fueron ambiguas. Algunos
dicen que Calígula habría debido
escuchar ciertos consejos que le dio en
cuanto a la necesidad de matar a Casio,
de cuyas intenciones ella sospechaba,
antes de que él tuviese tiempo de
ponerlas en práctica. Los que lo
explican de este modo son los que
culpan a Cesonia por la locura de
Calígula, diciendo que fue la primera
que le quitó el juicio al darle a beber el
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

filtro que la unió a ella de modo tan


absoluto. Otros sostienen, y debo decir
que estoy de acuerdo con ellos, que
quiso decir que había aconsejado a
Calígula que mitigase lo que a él le
agradaba denominar su «inconmovible
rigor» y se comportase más como un
mortal humano y sensato.
Lupo partió luego en mi búsqueda,
para completar su tarea. Pero para ese
entonces acababan de escucharse los
gritos de «Viva el emperador Claudio».
Se quedó en la puerta del salón donde
se realizaba la reunión, pero cuando vio
cuan popular me había vuelto, perdió el
valor y se alejó sigilosamente.
En la plaza del Mercado, la
muchedumbre excitada no podía decidir
si debía aclamar a los asesinos hasta
enronquecer, o aullar hasta enronquecer
en demanda de su sangre. Circulaba el
rumor de que Calígula no había sido
213
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

asesinado, y que todo el asunto era un


fraude, impuesto por él mismo. Y que
sólo esperaba que expresasen alegría
ante su muerte, antes de comenzar una
matanza general. Eso era lo que había
querido decir, se afirmaba, con su
promesa de presentar esa noche un
nuevo espectáculo intitulado Muerte,
destrucción j los misterios del infierno.
Predominó la cautela, y ya habían
comenzado a gritar lealmente: «¡Buscad
a los asesinos! ¡Vengad la muerte de
nuestro glorioso César!», cuando
Asiático, un ex cónsul de figura
imponente, que había gozado de la
mayor confianza de Calígula, ascendió
a la Plataforma de las Oraciones y
exclamó:
—¿Buscáis a los asesinos? También
yo. Quiero felicitarlos. Lo único que
lamento es no haber podido asestarle yo
también un golpe. Calígula era una vil
214
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

criatura, y ellos actuaron noblemente al


asesinarlo. ¡No seáis idiotas, hombres
de Roma! ¡Todos vosotros odiasteis a
Calígula, y ahora que está muerto
respirad otra vez con libertad! ¡Volved
otra vez a vuestros hogares y celebrad
su muerte con vino y canciones!
Tres o cuatro compañías de tropas de
la ciudad estaban cerca, y Asiático les
dijo:
—Contamos con vosotros, soldados,
para mantener el orden. El Senado es
supremo una vez más. Otra vez somos
república. Obedeced sus órdenes y os
doy mi palabra de que cada uno de
vosotros será considerablemente más
rico para cuando las cosas se hayan
normalizado. No debe haber saqueos ni
motines. Todo delito contra vidas o
propiedades será castigado con la
muerte.

215
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De modo que el pueblo cambió de


música en el acto, y comenzó a dar
vivas a los asesinos, el Senado y al
propio Asiático.
De la casa de Vinicio, aquellos
conspiradores que eran senadores se
dirigían al Senado, donde los cónsules
habían convocado rápidamente una
reunión, cuando Lupo llegó corriendo
del Palatino, con la noticia de que los
guardias me habían aclamado
emperador y me llevaban a su
campamento. Entonces me enviaron un
mensaje amenazador, por los dos
Protectores del Pueblo, a quienes
montaron en caballos del cuerpo de
caballería, con la orden de que me
alcanzaran. Debían entregar el mensaje
como si proviniese del Senado en
sesión. Ya he relatado cómo, cuando
llegó el momento, la amenaza perdió
gran parte de su fuerza. Los otros
216
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conspiradores, los oficiales de la


guardia, encabezados por Casio, se
apoderaron entonces de la ciudadela del
monte Capitolino, y dejaron en ella a
uno de los batallones de la ciudad.
Me habría gustado ser testigo ocular
de la histórica reunión del Senado, a la
que acudieron no sólo todos los
senadores, sino también una gran
cantidad de caballeros y otros que no
tenían nada que hacer allí. En cuanto se
conoció la noticia de la captura de la
ciudadela, todos abandonaron el Senado
y se dirigieron al templo de Júpiter,
cercano, considerándolo un lugar más
seguro. Pero la excusa que dieron fue la
de que la designación oficial del Senado
era «el edificio Juliano», y de que los
hombres libres no debían reunirse en un
lugar dedicado a la dinastía de cuya
tiranía acababan de escapar tan
dichosamente. Cuando estuvieron
217
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cómodamente ubicados allí, todos


comenzaron a hablar a la vez. Algunos
senadores dijeron que la memoria de los
Césares debía ser eliminada por
completo, sus estatuas rotas y sus
templos destruidos. Pero los cónsules se
pusieron de pie y rogaron que se
estableciera un poco de orden.
—Una cosa por vez, señores —
dijeron—. Una cosa por vez.
Llamaron a un senador llamado
Sencio y le pidieron que hiciese un
discurso, porque era un hombre que
siempre tenía uno en la punta de la
lengua, un orador enérgico y
persuasivo. Tenían la esperanza de que
en cuanto alguien comenzase a hablar
en forma adecuada, en lugar de
intercambiar gritos y discusiones y
felicitaciones con los vecinos, el Senado
volvería a dedicarse a sus asuntos.
Sencio habló.
218
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Señores —dijo—. ¡Esto es casi


increíble! ¡Os dais cuenta de que somos
finalmente libres, que ya no somos
esclavos sometidos a la locura de un
tirano! Oh, confío en que vuestros
corazones palpiten tan enérgica y
orgullosamente como el mío, aunque
nadie podría atreverse a profetizar
cuánto tiempo durará esta bendita
situación. Por lo menos, gocémosla
mientras podamos, y seamos dichosos.
Han pasado ya casi diez años desde que
fue posible anunciar, en esta misma y
gloriosa ciudad, «somos libres». De
modo que, por supuesto, ni vosotros ni
yo podemos recordar qué se sintió, en
aquellos tiempos, al pronunciar tan
espléndidas palabras, pero por cierto
que en este momento mi alma está tan
alborozada, que me resulta imposible
describirlo. ¡Cuan felices los ancianos
decrépitos que al final de una larga vida
219
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de esclavitud pueden exhalar su último


aliento, hoy, con esa dulce frase en los
labios: «¡Somos libres!» ¡Cuan
instructivo además, para los jóvenes,
para quienes la libertad no es más que
un nombre, saber qué significa ese
nombre cuando escuchan el alegre grito
universal: «somos libres»! Pero, señores
y caballeros, debo recordar que sólo la
virtud puede conservar la libertad. La
maldad de la tiranía consiste en que
desalienta a la virtud. La tiranía enseña
la adulación y los bajos temores. Bajo
una tiranía somos pajas en el viento del
capricho. El primero de nuestros tiranos
fue Julio César. Desde su reinado no ha
habido desdicha alguna que no hayamos
experimentado. Porque se produjo una
continua declinación, desde Julio, en la
calidad de los emperadores que fueron
elegidos para gobernarnos. Cada uno
nombró como sucesor a un hombre un
220
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

poco peor que él. Estos emperadores


odiaron la virtud con odio maligno. ¡El
peor de ellos fue este Cayo Calígula! —
ojalá su espíritu sufra tormentos—, el
enemigo de los hombres y los dioses.
En cuanto un tirano perjudica a un
hombre, se sospecha que este hombre
alberga resentimientos contra él, aunque
no dé señales de ello. Se fabrica una
acusación criminal contra él, y se le
condena sin esperanzas de absolución.
Eso le sucedió a mi propio cuñado, un
caballero dignísimo y honorable. Pero
ahora, repito, somos libres. Ahora
somos responsables los unos ante los
otros. Una vez más es éste un Senado de
palabra franca y de discusión franca.
Confesémoslo: hemos sido cobardes,
hemos vivido como esclavos, nos
hemos enterado de intolerables
calamidades que asolaron a nuestros
vecinos, pero en la medida que ellas no
221
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

golpearon sobre nosotros mantuvimos


nuestro silencio. Señores, decretemos
los máximos honores que esté en
nuestro poder conceder a los tiranicidas;
en especial a Casio Que-rea, quien ha
sido el principal motor de todo este
estallido heroico. Su nombre debe ser
más glorioso aún que el de Bruto, quien
asesinó a Julio César, o el de su tocayo
Casio, quien estuvo al lado de ese Bruto
y también asestó un golpe. Porque
Bruto y Casio iniciaron con su acción
una guerra civil que hundió al país en la
más profunda degradación y desdicha.
En tanto que la acción de Casio Querea
no puede conducir a esa calamidad.
Como un verdadero romano él se ha
puesto a disposición del Senado y nos
ha hecho el presente de esa preciosa
libertad que durante tanto, ah, tanto
tiempo, nos fue negada.

222
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Este pueril discurso fue aplaudido


estruendosamente. Quién sabe por qué,
nadie consideró que Sencio había sido
uno de los más notables aduladores de
Calígula, y que se había ganado el
sobrenombre de «El faldero». Pero el
senador sentado junto a él advirtió de
pronto que llevaba en el dedo un anillo
de oro, con una enorme cabeza de
Calígula montada sobre un camafeo,
hecho con vidrios de colores. Este
senador era otro ex faldero de Calígula,
pero ansioso de superarlo en virtud
republicana, arrebató el anillo del dedo
de Sencio y lo arrojó al suelo. Todos se
unieron a él para pisotearlo y hacerlo
trizas. Esta enérgica escena fue
interrumpida por la llegada de Casio
Querea. Iba acompañado por Aquila,
«El Tigre», otros dos oficiales de la
guardia que se habían contado entre los
asesinos y Lupo. Al entrar al Senado,
223
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Casio no dirigió una sola palabra a los


atestados bancos de vociferantes
senadores y caballeros, sino que se
acercó a los dos cónsules y los saludó:
—¿Cuál es la contraseña de hoy? —
preguntó. El jubiloso Senado sintió que
ése era el momento culminante de su
vida. Bajo la república, los cónsules
eran comandantes en jefe conjuntos de
las fuerzas, a menos de que fuesen
designados por un dictador que tuviese
precedencia sobre ellos. Pero hacía
ahora más de ochenta años que no
daban el santo y seña del día. El cónsul
de mayor edad, otro de los de la raza de
falderos, se infló y contestó:
—El santo y seña, coronel, es
libertad.
Pasaron diez minutos antes de que
los vítores hubiesen disminuido lo
bastante como para que se pudiera
escuchar la voz del cónsul. Este se puso
224
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de pie, con cierta agitación, para


anunciar que habían vuelto los
mensajeros que me enviaron en nombre
del Senado: los mensajeros informaron
que me resultaba imposible obedecer a
la citación, y que expliqué que los
guardias me llevaban por la fuerza a su
campamento. Esta noticia causó
consternación y confusión entre las filas
de escaños, y a continuación se produjo
un enconado debate, cuya conclusión
fue la de que mi amigo Vitelio sugirió
que se enviase a buscar al rey Herodes
Agripa. Como Herodes era ajeno a todo
eso, pero estaba en estrecho contacto
con las corrientes políticas de Roma, y
como era un hombre de gran reputación,
tanto en Occidente como en Oriente,
quizá pudiese darles algún consejo
adecuado. Alguien apoyó a Vitelio y
señaló que se sabía que Herodes tenía
una fuerte influencia sobre mí, que era
225
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

respetado por los guardias imperiales, y


que al mismo tiempo siempre había
mostrado buena disposición hacia el
Senado, en el cual tenía numerosos
amigos personales. De modo que se
envió un mensajero a rogar a Herodes
que concurriese lo antes posible. Creo
que Herodes había arreglado las cosas
de modo que se le invitase, pero no
puedo estar seguro. Por lo menos no se
mostró demasiado dispuesto a ir, ni
demasiado remiso a cumplir con la
invitación. Envió a un criado al piso
bajo, desde el dormitorio en que se
encontraba, para decirle al mensajero
que estaría listo en pocos minutos, pero
que en ese momento debía perdonársele
porque no estaba vestido. Pronto bajó
oliendo muy fuertemente a un peculiar
perfume oriental llamado pachulí, que
era motivo de bromas permanentes en
palacio. Se suponía que causaba un
226
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

efecto irresistible sobre Cypros. Cada


vez que Calígula lo olía en Herodes,
solía husmear ruidosamente y decir:
«¡Herodes, viejo coqueto! ¡Qué bien
anuncias tus secretos maritales!»
Entiéndase que Herodes no quería que
se supiera que había pasado tanto
tiempo en el monte Palatino, porque de
lo contrario se sospecharía que había
tomado partido. En rigor, abandonó el
palacio disfrazado de sirviente,
mezclado a la muchedumbre de la plaza
del Mercado, y acababa de llegar a la
casa cuando recibió el mensaje. Usó el
perfume como coartada, y parece que se
la aceptó. Cuando llegó al templo, los
cónsules le explicaron la situación y él
fingió mostrarse sorprendido al
enterarse de que yo había sido aclamado
emperador, a la vez que hacía una
prolongada protesta en cuanto a su
absoluta neutralidad en materia de
227
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

política de la ciudad. No era más que un


rey aliado, y el amigo de confianza de
Roma, y tal seguiría siendo, con
permiso del Senado, cualesquiera fuese
el gobierno.
—Ello no obstante —dijo—, como
parecéis tener necesidad de mi consejo,
estoy dispuesto a hablar con franqueza.
La forma republicana de gobierno, me
parece, es en ciertas circunstancias una
cosa estimable. Lo mismo diría de una
monarquía benigna. En mi opinión,
nadie puede hacer un pronunciamiento
rígido en el. sentido de que una forma
de gobierno es esencialmente mejor que
otra. Lo adecuado de cada forma
depende del temperamento de pueblo,
de la capacidad del gobernante o
gobernantes, de la extensión geográfica
del Estado, etc. Sólo puede establecerse
una regla general, y es la siguiente:
ningún hombre sensato daría esto (y
228
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aquí hizo chasquear despectivamente


los dedos) por gobierno alguno, ya sea
democrático, plutocrático, aristocrático
o autocrático, que no cuente con el leal
respaldo de las fuerzas armadas del
Estado en que pretende gobernar. Y por
lo tanto, señores, antes de que empiece
a ofrecer algún consejo práctico, debo
formularles una pregunta. Mi pregunta
es: ¿ Tienen ustedes el apoyo del
ejército ? Vinicio se puso de pie de un
salto para contestarle.
—Rey Herodes —gritó—, los
batallones de la ciudad son leales hasta
el último hombre. Ya ves a los tres
coroneles aquí, entre nosotros, esta
noche. Tenemos además gran acopio de
armas y vastas cantidades de dinero con
el cual pagar a toda otra fuerza que
necesitemos reunir. Hay muchos de
nosotros, aquí presentes, que podrían
formar una doble compañía de tropas
229
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con sus propios esclavos, y que les


entregarían gustosamente la libertad si
se comprometiesen a luchar por la
república.
Herodes se cubrió ostentosamente la
boca para que viesen que trataba de no
reír.
—Mi querido señor Vinicio —dijo
—, mi consejo es: ¡No lo intenten!
¿Qué clase de lucha creen ustedes que
los porteros y panaderos y servidores de
casas de baño podrían presentar contra
los guardias, las mejores tropas del
imperio ? Menciono a los guardias,
porque si ellos hubiesen estado de parte
de ustedes, sin duda me lo habrían
dicho. Si les parece que pueden
convertir a un esclavo en un soldado por
el solo hecho de. atarle un peto al
cuerpo, ponerle una lanza en la mano,
colgarle una espada de la cintura y
decirle: «Vamos, ve a luchar, hijo mío»,
230
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

bien, lo repito, ¡no lo intenten! —Y


luego volvió a dirigirse al Senado en su
conjunto:— Señores —dijo—, me dicen
que los guardias han aclamado como
emperador a mi amigo
Tiberio Claudio Druso Nerón
Germánico, el ex cónsul, pero sin
solicitar primero el consentimiento de
ustedes. Y yo entiendo que los guardias
han mostrado alguna vacilación en
permitirle obedecer la citación de este
Senado. Pero también entiendo que el
mensaje que se le envió no emanaba de
ustedes como cuerpo, sino de un grupo
extraoficial de dos o tres senadores; y
que sólo un pequeño grupo de soldados
excitados —sin oficiales entre ellos—
acompañaba a Tiberio Claudio cuando
se le entregó dicho mensaje. Quizá si se
le enviase ahora otra delegación, con
adecuada autoridad, los oficiales del
campamento de guardias le aconsejarían
231
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tratarla con el respeto que se merecen y


frenarían el espíritu festivo de los
hombres que se encuentran a sus
órdenes. Sugiero que se vuelva a enviar
a los mismos dos Protectores del
Pueblo, y estoy dispuesto, si lo desean,
a acompañarles y agregar mi voz a la de
ellos, en forma completamente
desinteresada, por supuesto. Creo que
tengo suficiente influencia sobre mi
amigo Tiberio Claudio, a quien conozco
desde la infancia —estudiamos con el
mismo venerable preceptor—, y
suficiente amistad con los oficiales del
campamento —soy un frecuente
invitado a la mesa de su comedor—, y
por cierto que, permítanme que les
asegure, señores, que tengo la bastante
ansiedad por gozar de la buena opinión
de ustedes como para estar en
condiciones de solucionar el asunto a

232
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

satisfacción de todas las partes


concernientes.
De modo que a eso de las cuatro de
la tarde, mientras comía mi demorado
almuerzo en el comedor de los
coroneles del campamento de guardias,
vigilado silenciosa, atenta pero
respetuosamente, por mis compañeros,
en cada uno de los movimientos que
hacía, llegó un capitán con la noticia de
que acababa de aparecer una delegación
del Senado, y que el rey Heredes
Agripa, que también estaba con ella,
deseaba hablarme en privado
previamente.
—Traigan al rey Heredes aquí —dijo
el coronel—. Es nuestro amigo.
Muy pronto entró Herodes. Saludó a
cada uno de los coroneles por su
nombre, palmeó a uno o dos de ellos, y
luego se acercó y me hizo la reverencia
más formal.
233
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Puedo hablarte en privado,


César? —preguntó, sonriendo.
Me desconcerté al oírme llamar
César y le pedí que me llamase por mi
nombre.
—Bien, si tú no eres César, entonces
no sé quién lo es —contestó Herodes, y
todos los presentes rieron con él. Se
volvió—. Mis valientes amigos —dijo
—, les felicito, pero si hubieran estado
presentes en la reunión del Senado, esta
tarde, realmente habrían escuchado algo
digno de risa. Nunca en mi vida he visto
semejante muchedumbre de entusiastas
infatuados. ¿Saben qué creen? Creen
que van a iniciar una guerra civil, y los
desafían a un combate frontal, sin nadie
que los ayude, aparte de los batallones
de la ciudad, y quizás uno o dos
custodios, y sus propios esclavos,
disfrazados de soldados, a las órdenes
de esgrimistas del anfiteatro. Bonito,
234
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿eh? En rigor de verdad, lo que he


venido a decirle al emperador puedo
decirlo delante de todos ustedes. Le
envían ahora una delegación de
Protectores del Pueblo, porque, ¿saben?,
no hay uno solo de ellos que se atreva a
venir personalmente. Se pedirá al
emperador que se someta a la autoridad
del Senado, y si no lo hace, pues
entonces le obligarán. ¿Qué les parece
eso? He venido con ellos después de
prometer al Senado que ofrecería al
emperador unas pocas palabras de
consejo desinteresado. Pienso cumplir
con mi promesa. —Se volvió otra vez
bruscamente y me habló a mí:— César,
mi consejo es que seas enérgico con
ellos. Pisotea a los gusanos y mira cómo
se retuercen.
—Amigo mío, rey Herodes —
contesté con rigidez—, pareces olvidar
que soy un romano, y que incluso los
235
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

poderes de un emperador dependen


constitucionalmente de la voluntad del
Senado. Si el Senado me envía un
mensaje que pueda contestar con
cortesía y sumisión, no dejaré de
hacerlo.
—Como quieras —contestó Herodes
con un encogimiento de hombros—,
pero no te tratarán mejor por eso.
Constitucionalmente, ¿eh? Por
supuesto, debo inclinarme ante tu
superior autoridad de anticuario, ¿pero
acaso la palabra «constitución» tiene
algún sentido práctico en la actualidad ?
Luego se dejó entrar a los dos
protectores. Repitieron lo que el Senado
les había ordenado que dijesen, en dúo
mecánico y poco persuasivo. Se
deseaba que yo no hiciese nada por la
violencia, sino que me sometiera sin
mayores vacilaciones al poder del
Senado. Se me recordaban los peligros
236
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que ellos y yo habíamos eludido bajo el


último emperador, y se me rogaba que
no cometiese acto alguno que pudiera
ser causa de nuevos desastres públicos.
La frase en cuanto a los peligros que
ellos y yo habíamos eludido bajo
Calígula fue repetida tres veces en total,
porque primero uno de ellos cometió un
error, y el otro acudió en su ayuda, y
luego el primero volvió a decirla.
Repliqué, un tanto malhumorado:
—Sí, ese verso es conocido, según
creo —y cité los versos homéricos que
aparecen con tanta frecuencia en la
Odisea: Alegres del peligro de la muerte
haber escapado, casi por nada, más
afortunados que nuestros camaradas.
Herodes se mostró encantado. Recitó
cómicamente:
—Más afortunados que nuestros
camaradas. —Y luego susurró a los
coroneles:— De eso se trata. Lo único
237
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que en verdad les importa es su sucio


pellejo.
Los Protectores del Pueblo se
confundieron y continuaron
parloteando, repitiendo su mensaje
como un par de gansos. Si yo
abandonaba el poder supremo que se
me había concedido en forma
inconstitucional, dijeron, el Senado
prometía votarme los más grandes
honores que un pueblo libre pudiese
otorgar. Pero debía colocarme siempre
sin reservas en manos del Senado. Por
el contrario, si actuaba de manera
irreflexiva e insistía en mi negativa de
concurrir al Senado, las Fuerzas
Armadas de la ciudad serían enviadas
contra mí, y una vez capturado, no
debía esperar piedad alguna.
Los coroneles se apiñaron en torno a
los dos protectores, con miradas y
murmullos tan amenazadores, que éstos
238
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

explicaron de prisa que no hacían otra


cosa que repetir lo que el Senado les
había ordenado que dijesen, y que
personalmente deseaban asegurarme
que era la única persona adecuada, en
su opinión, para gobernar el imperio.
Nos rogaron que recordásemos que en
su condición de embajadores del
Senado y de Protectores del Pueblo sus
personas eran inviolables y que no
debíamos someterlos a indignidades.
Luego agregaron:
—Y los cónsules, en privado, nos
dieron un segundo mensaje, que
debíamos entregarte en caso dé que el
primero no te agradara.
Me pregunté cuál sería ese segundo
mensaje.
—César —contestaron—, se nos
ordenó que te dijésemos que si quieres
la monarquía, debes aceptarla como

239
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

otorgada por el Senado, y no como un


don de los guardias.
Eso me arrancó una carcajada; era la
primera vez que sonreía siquiera, desde
el asesinato de Calígula. Pregunté:
—¿Es eso todo? ¿O hay un tercer
mensaje para el caso de que no me
agrade el segundo?
—No, no queda nada más, César —
respondieron con humildad.
—Bien —dije, todavía muy
divertido—, díganle al Senado -que no
lo culpo por no querer otro emperador.
El último carecía del don de granjearse
la simpatía de su pueblo. Pero por otra
parte, los guardias imperiales insisten
en nombrarme su emperador, y los
oficiales ya me han jurado lealtad y me
han obligado a aceptar, y entonces, ¿qué
puedo hacer? Pueden transmitir al
Senado mis respetuosos cumplidos y
decirle que no haré nada
240
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

inconstitucional —aquí miré a Herodes


con desafío—, y que puede confiar que
no lo engañaré. Reconozco su
autoridad, pero al mismo tiempo debo
recordarle que no estoy en condiciones
de oponerme a los deseos de mis
asesores militares.
De modo que los protectores fueron
despedidos y se alejaron muy contentos
por quedar con vida. Herodes dijo:
—Eso estuvo muy bien, pero habrías
hecho mejor si hubieses hablado con
firmeza, como te sugerí. No haces más
que demorar las cosas.
Cuando se fue Herodes, los
coroneles me dijeron que esperaban que
pagase a cada hombre de la guardia 150
piezas de oro como dádiva por mi
accesión al trono, y 500 piezas de oro a
cada uno de los capitanes. En cuanto a
lo que debía pagar a los coroneles,
podía fijar yo mismo la suma.
241
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Estaría bien 10.000 piezas para


cada uno? —bromeé. Convinimos en
2.000, y luego me pidieron que
nombrase a uno de ellos en lugar del
comandante de Calígula, que había
participado en la conspiración, y que
ahora, en apariencia, asistía a la reunión
del Senado.
—Pueden elegir el que les parezca
—dije, indiferente.
Entonces eligieron al coronel de más
edad, que se llamaba Rufrio Polio.
Luego tuve que salir y hacer el anuncio
de las dádivas en piezas de oro, desde la
plataforma del tribunal, y recibir los
juramentos de fidelidad de cada
compañía de soldados por turno.
También se me pidió que anunciase que
los mismo regalos serían pagados a los
regimientos acantonados en el Rhin, en
los Balcanes, en Siria, en África y en
todas las demás partes del imperio. Yo
242
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me sentía tanto más dispuesto a hacerlo,


porque sabía que la paga estaba atrasada
en todas partes, salvo entre las tropas
del Rhin, a las que Calígula había
pagado con el dinero robado a los
franceses. El juramento de fidelidad
llevó horas enteras, porque cada hombre
tenía que repetirlo, y había 12.000, y
luego llegaron los custodios de la
ciudad al campamento e insistieron en
hacer lo propio, y después los marineros
de la Armada Imperial, que vinieron
desde Ostia. El asunto parecía
interminable.
Cuando el Senado recibió mi
mensaje, suspendió las sesiones hasta la
medianoche. La moción de descanso
fue hecha por Sencio y apoyada por el
senador que le había sacado el anillo del
dedo. En cuanto se votó, volvieron
precipitadamente a sus casas, donde
reunieron unas pocas pertenencias y
243
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

salieron de la ciudad, rumbo a sus


fincas de campo. Se daban cuenta de lo
inseguro de su situación. Llegó la noche
y el Senado se reunió. ¡Con qué magra
asistencia! Apenas cien miembros
estaban presentes, e incluso éstos se
mostraban presa de pánico. Estaban
presentes los oficiales de los batallones
de la ciudad, y en cuanto se inició la
sesión pidieron al Senado, a bocajarro,
que les diese un emperador. Era la única
esperanza para la ciudad.
Herodes tenía mucha razón; el
hombre que primero se ofreció como
emperador fue Vinicio. Parecía tener
algunos partidarios, incluso su ratonil
primo Viniciano, pero no muchos, y fue
desairado por los cónsules. Estos ni
siquiera presentaron la moción de que
se le ofreciera la monarquía.
Como también había previsto
Herodes, Asiático se ofreció entonces
244
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como candidato, pero Vinicio se puso


de pie y preguntó si alguno de los
presentes tomaba en serio la sugestión.
Luego estalló una disputa y se
intercambiaron algunos golpes. Vinicio
salió con la nariz ensangrentada y tuvo
que acostarse hasta que cesó la
hemorragia. Los cónsules tuvieron
dificultades para restablecer el orden.
Luego llegó la noticia de que los
custodios y los marineros se habían
unido a los guardias del campamento, y
también los esgrimistas (hace un rato
me olvidé de mencionar a los
esgrimistas). De modo que Vinicio y
Asiático retiraron sus candidaturas.
Nadie más se presentó. La reunión
terminó con pequeños grupos hablando
ansiosamente, en cuchicheos. Al alba
entraron Casio Querea, Aquila, Lupo y
«El Tigre». Casio trató de hablar.
Comenzó refiriéndose a la espléndida
245
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

restauración de la república. Al
escuchar esto hubo coléricos gritos de
los oficiales de los batallones de la
ciudad.
—Olvídate de la república, Casio.
Acabamos de decidir tener un
emperador, y si los cónsules no nos dan
uno en seguida, y uno que sea bueno, no
nos volverán a ver. Nos iremos al
campamento y nos uniremos a Claudio.
Uno de los cónsules dijo con
nerviosismo, mirando a Casio en busca
de apoyo:
—No, no estamos de acuerdo
todavía en cuanto a la designación de un
emperador. Nuestra última resolución
—aceptada por unanimidad— fue la de
que la república estaba restaurada.
Casio no mató a Calígula nada más que
para cambiar de emperador, ¿no es
cierto, Casio?, sino porque quería

246
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

devolvernos nuestras antiguas


libertades.
Casio se puso de pie de un salto,
pálido de pasión, y exclamó:
—Romanos, yo me niego a tolerar
otro emperador. Si se designara otro
emperador, no vacilaría en hacer con él
lo que hice con Cayo Calígula.
—No digas tonterías —le dijeron los
oficiales de la ciudad—. Un emperador
no tiene nada de malo, si es un buen
emperador. Todos estuvimos bien con
Augusto.
—Yo les daré un buen emperador —
dijo Casio—, pues, si me prometen traer
el santo y seña de él. Les daré a
Eutiquio. —Se recordará que Eutiquio
era uno de los «Exploradores» de
Caligula. Era el mejor conductor de
cuadrigas de Roma, y en el circo
conducía para el grupo Verde Puerro.
Casio les recordaba con eso las faenas
247
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que Caligula había obligado a las tropas


de la ciudad a hacer para él, tales como
construir edificios para sus caballos de
carreras y limpiarlos cuando se los
utilizaba, bajo la arrogante y atareada
supervisión de Eutiquio.— Supongo
que gozarán arrodillándose ante él y
limpiando la mugre del piso de la
caballeriza, a la orden del conductor de
cuadrigas favorito de un emperador.
Uno de los coroneles se burló:
—Hablas mucho, Casio, pero de
cualquier manera tienes miedo a
Claudio. Admítelo.
—¿Yo tengo miedo a Claudio? —
gritó Casio—. Si el Senado me ordenase
que fuera al campamento y trajera su
cabeza de vuelta, lo haría en seguida.
No puedo entenderlo. Me sorprende que
después de haber sido gobernados
durante cuatro años por un loco, estén

248
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dispuestos a entregar el gobierno a un


idiota.
Pero Casio no pudo convencer a los
oficiales. Abandonaron el Senado sin
decir otra palabra, reunieron a sus
hombres en la Plaza del Mercado, bajo
los estandartes de las compañías, y se
dirigieron al campamento para rendirme
homenaje. El Senado, o lo que quedaba
de él, estaba ahora solo y sin protección.
Se me dijo que todos comenzaron a
reprochar al vecino, y desapareció toda
ficción de devoción a la tambaleante
causa republicana. Si uno solo de ellos
se hubiera mostrado valiente habría sido
distinto; me hubiera sentido menos
avergonzado de mi país. Hacía tiempo
que sospechaba de la veracidad de
algunas de las heroicas leyendas de la
antigua Roma que relataba el
historiador Livio. Y al enterarme de esta
escena del Senado comencé incluso a
249
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tener dudas en cuanto a mi pasaje


favorito, el que describe la fortaleza de
espíritu de los senadores antiguos,
después del desastre del río Alia,
cuando los celtas avanzaban sobre la
ciudad y había desaparecido toda
esperanza de defender las murallas.
Livio narra que los jóvenes de edad
militar, con sus esposas e hijos, se
retiraron a la ciudadela, después de
acumular armas y provisiones, y
resolvieron defenderse allí hasta el
último momento, pero los ancianos, que
sólo podían ser un estorbo para los
asediados, se quedaron a esperar la
muerte, ataviados con sus túnicas
senatoriales y sentados en sus sillones,
en los pórticos de sus casas, con las
varas de marfil, símbolos de su
condición, firmemente aferradas.
Cuando yo era un niño, el anciano
Atenodoro me hizo memorizar todo
250
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esto, y jamás lo he olvidado: Los


salones de los patricios permanecían
abiertos de par en par, y los invasores
contemplaron con sentimientos de
verdadero respeto a las figuras sentadas
en los pórticos, impresionados no sólo
por la sobrehumana magnificencia de su
atavío y adornos, sino también por su
majestuoso porte y la serena expresión
de sus facciones: parecían dioses. De
modo que se quedaron paralizados, ante
tantas estatuas divinas, hasta que, según
dice la leyenda, uno de ellos comenzó a
acariciar suavemente la barba de un
patricio, de nombre Marco Papirio —en
aquella época las barbas se llevaban
universalmente largas—, quien se puso
de pie y lo golpeó en la cabeza con su
vara de marfil. La admiración dejó paso
a la pasión, y Marco Papirio fue el
primer patricio en encontrar la muerte.

251
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Los demás fueron diezmados mientras


continuaban sentados en sus sillas.
Por cierto que Livio era un
magnífico escritor. Escribía para
convencer a los hombres de la
importancia de la virtud, y utilizaba
para ello sus inspiradores aunque poco
históricos relatos de la grandeza de
Roma en épocas pasadas. Pero no, no
había tenido gran éxito en sus
persuasiones, reflexioné.
Ahora reñían también Casio, Lupo y
el Tigre. Este último juraba que prefería
suicidarse antes que consentir en
saludarme como emperador y ver el
retorno de la esclavitud.
—No lo dices en serio —dijo Casio
—. Y todavía no es tiempo de hablar de
esa manera.
—¿Tú también, Casio Querea? —
replicó El Tigre, colérico—. ¿Piensas
abandonarnos ahora? Amas tu vida,
252
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

según creo. Afirmas que planeaste todo


el asesinato, ¿pero quién asestó el
primer golpe, tú o yo?
—Yo —replicó Casio en el acto—.
Y se lo asesté de frente, no por atrás. En
cuanto a amar mi vida, ¿quién sino un
tonto dejaría de amarla? Por cierto que
no pienso entregarla innecesariamente.
Si hubiese seguido el ejemplo de Varo,
aquel día del bosque de Teutoburgo,
hace más de treinta años... si me
hubiese matado porque toda esperanza
parecía desaparecida, ¿quién habría
traído de vuelta a los ochenta
sobrevivientes y mantenido a los
germanos a raya hasta que llegó Tiberio
con su ejército de refresco? No, ese día
amé la vida. Y ahora es muy posible
que Claudio decida, a fin de cuentas,
entregar la monarquía. Su respuesta fue
muy coherente con semejante decisión.
Es lo bastante idiota como para
253
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cualquier cosa, y tan nervioso como un


gato. Hasta que no sepa decididamente
que no piensa hacerlo, continuaré
viviendo.
Para ese entonces, el Senado se
había disuelto y Casio, El Tigre y Lupo
se quedaron discutiendo en el vestíbulo
desierto. Cuando Casio miró en torno y
vio que se encontraban solos, estalló en
una carcajada:
—Es absurdo que nosotros, nada
menos, riñamos —dijo—. Tigre, vamos
a desayunar. ¡Tú también, Lupo!
¡Vamos, Lupo!
Yo también estaba desayunando,
después de apenas una hora más o
menos de sueño ininterrumpido, cuando
me informaron que los cónsules y los
fanáticos senadores republicanos que
habían concurrido a la reunión de
medianoche se encontraban ahora en el
campamento para presentarme sus
254
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

respetos y ofrecerme sus felicitaciones.


Los coroneles mostraron su satisfacción
con un irónico «Han venido demasiado
temprano; que esperen». La falta de
sueño me había vuelto irritable. Dije
que, por mi parte, no estaba de humor
para recibirlos; me gustaban los
hombres que se aferraban valientemente
a sus opiniones. Traté de apartar a los
senadores de mis pensamientos, y
continué con mi desayuno. Pero
Herodes, que parecía estar en todas
partes al mismo tiempo, en esos dos
días fatídicos, les salvó la vida. Los
germanos, que estaban ebrios y
pendencieros, habían tomado sus
azagayas y estaban a punto de matarlos,
y los senadores cayeron de rodillas,
clamando piedad. Los guardias no
hicieron tentativa alguna de
entrometerse. Herodes tuvo que utilizar
mi nombre para hacer que los germanos
255
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

volviesen a sus cabales. Llegó al cuarto


del desayuno en cuanto puso a salvo a
los senadores, y dijo con voz burlona:
—Perdóname, César, pero no
esperaba que tomases tan en serio mi
consejo de aplastar al Senado. Debes
tratar a estos pobres individuos con un
poco más de bondad. Si les sucede algo
malo, ¿dónde piensas sacar un grupo tan
maravillosamente sumiso?
Cada vez se me hacía más difícil
sostener mis convicciones republicanas.
¡Qué situación de farsa: yo, el único
verdadero antimonárquico, obligado a
actuar como monarca! Por consejo de
Herodes, convoqué al Senado para que
se presentase en palacio. Los oficiales
no pusieron dificultad alguna en cuanto
a permitirme salir del campamento.
Toda la división de la guardia me
acompañó como escolta, nueve
batallones delante y tres a la
256
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

retaguardia, seguidos por el resto de mis


tropas, con la guardia de palacio a la
vanguardia. Luego sucedió un incidente
molesto. Casio y El Tigre, después de
desayunar, se incorporaron al desfile y
se pusieron a la cabeza de la guardia de
palacio, con Lupo entre ellos. Yo no
sabía nada de esto, porque la vanguardia
estaba muy lejos de mi litera. La
guardia de palacio, acostumbrada a
obedecer a Casio y El Tigre, llegó a la
conclusión de que éstos actuaban a las
órdenes de Rufrio, el nuevo comandante
de la guardia, aunque en rigor de verdad
Rufrio había enviado a los dos un
mensaje informándoles de que estaban
despojados de su comando. Los
espectadores se sintieron
desconcertados, y cuando entendieron
que los dos hombres actuaban en
deliberada desobediencia de las
órdenes, convirtieron el asunto en un
257
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escándalo. Uno de los Protectores del


Pueblo llegó corriendo al costado de la
columna para informarme de lo que
sucedía. Yo no supe qué hacer ni decir.
Pero no podía permitir que esta
bravuconada pasase desapercibida:
desafiaban la orden de Rufrio y también
mi autoridad.
Cuando llegamos a palacio pedí a
Herodes, Vitelio, Rufrio y Mesalina
(que me saludaron con el mayor placer)
que se reuniesen conmigo en el acto, a
fin de discutir qué medida debía tomar.
Las tropas estaban formadas fuera del
palacio, con Casio, Lupo y El Tigre
todavía con ellos, hablando entre sí en
tono elevado y confiado, pero
esquivados por todos los otros oficiales.
Inicié la consulta haciendo notar que si
bien Calígula había sido mi sobrino, y
aunque había prometido a su padre, mi
querido hermano Germánico, cuidarlo y
258
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

protegerlo, no tenía deseos de censurar


a Casio por el asesinato. Calígula había
provocado su asesinato de mil maneras.
También dije que Casio tenía
antecedentes militares sin parangón con
ningún otro oficial del ejército, y que si
llegaba a enterarme de que había
asestado el golpe por motivos tan
elevados como, por ejemplo, los que
animaron al segundo Bruto, estaba
dispuesto a perdonarle. ¿Pero cuáles
habían sido en verdad sus motivos?
Rufrio fue el primero en hablar.
—Casio dice que asestó el golpe en
nombre de la libertad, pero el hecho es
que lo que le estimuló a hacerlo fue un
agravio a su propia dignidad: la
constante burla a que le sometía
Calígula al entregarle contraseñas
cómicas e indecentes.
—Si se hubiese visto abrumado por
un repentino y enérgico resentimiento
259
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—dijo Vitelio—, se habría podido


encontrar alguna excusa para él, pero la
conspiración fue planeada durante
meses. El asesinato fue a sangre fría.
—¿Y acaso olvidas que no fue un
asesinato común —dijo Mesalina—,
sino la violación de su más solemne
juramento de lealtad incuestionada a su
emperador? Por eso no tiene derecho
alguno a que se le permita seguir
viviendo. Si fuese un hombre honrado,
ya se habría precipitado sobre su propia
espada.
—Y olvidas que Casio envió a Lupo
a asesinarte a ti, y también a Mesalina
—dijo Heredes—. Si lo dejas en
libertad, la ciudad llegará a la
conclusión de que le tienes
miedo.
Mandé buscar a Casio y le dije:
—Casio Querea, eres un .hombre
acostumbrado a obedecer órdenes.
260
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ahora soy tu comandante en jefe, te


guste o no. Y debes obedecer mis
órdenes, te gusten o no. Mi decisión es
la siguiente: si hubieras hecho lo que
hizo Bruto, si hubieses matado a un
tirano por el bien común, aunque lo
amaras personalmente, te habría
aplaudido, si bien hubiera esperado que
murieses por tu propia mano, va que
con ese acto habrías violado tu solemne
juramento de fidelidad. Pero planeaste
el asesinato (y lo pusiste en práctica con
audacia, cuando otros no quisieron
hacerlo) debido a un resentimiento
personal. Y esos motivos no pueden
merecer mi elogio. Más aún, entiendo
que con ninguna otra autoridad sino la
tuya enviaste a Lupo a asesinar a la
señora Cesonia y a mi esposa Mesalina,
y también a mí, si podía encontrarme. Y
por ese motivo no te concederé el
privilegio del suicidio. Te haré ejecutar
261
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como a un criminal común. Me apena


tener que hacerlo, créeme. Me has
llamado idiota ante el Senado y has
dicho a tus amigos que no merezco
piedad alguna de sus espadas. Puede
que tengas razón. Pero tonto o no,
quiero rendir tributo ahora a tus grandes
servicios a Roma. Fuiste tú quien salvó
los puentes del Rhin después de la
derrota de Varo, y en una ocasión mi
querido hermano te recomendó a mí en
una carta, en la que te describía como el
mejor soldado que jamás sirvió a sus
órdenes. Sólo desearía que esta historia
pudiera tener un final más feliz. No
tengo nada más que decir. Adiós.
Casio saludó sin una palabra y
marchó hacia la muerte. También di
orden de que se ejecutara a Lupo. Era
un día muy frío, y Lupo, que se había
quitado la capa militar para que no se
manchase de sangre, comenzó a
262
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estremecerse y a quejarse del frío. Casio


se avergonzó de Lupo, y le dijo, en tono
de reproche:
—Un lobo no debe quejarse nunca
del frío. —Lupo es el equivalente latino
de lobo. Pero Lupo sollozaba y pareció
no escucharlo. Casio le preguntó al
soldado que debía actuar de verdugo si
había tenido alguna práctica anterior en
ese oficio.
—No —contestó el soldado—. Pero
en la vida civil fui carnicero.
Casio rió y dijo:
—Eso está bien. Y ahora, ¿quieres
hacer el favor de usar mi propia espada?
Es aquella con la cual maté a Calígula.
Fue despachado de un solo golpe.
Lupo no tuvo tanta suerte; cuando se le
ordenó que ofreciese el cuello, lo hizo
con timidez y luego respingó ante el
golpe, que le dio en la frente. El
verdugo tuvo que golpear varias veces
263
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

antes de poder terminar con él. En


cuanto al El Tigre, Aquila, Vinicio y los
demás asesinos, no me vengué de ellos.
Se beneficiaron con la amnistía que, a la
llegada del Senado a palacio, proclamé
de inmediato para todas las palabras
pronunciadas y los hechos llevados a
cabo ese día y el anterior. Me
comprometí a devolver a Aquila y El
Tigre sus puestos de mando, siempre
que prestasen el juramento de lealtad.
Pero al ex comandante de la guardia le
asigné otro puesto, porque Rufrio era un
hombre demasiado bueno en ese
sentido. Aquí debo rendir tributo a El
Tigre, como hombre de palabra. Juró a
Casio y Lupo que prefería morir antes
de saludarme como emperador, y ahora
que ellos habían sido ejecutados sentía
una deuda de honor para con sus
espíritus. Se mató valientemente antes
de que se encendiera la pira funeraria de
264
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sus amigos, y su cadáver fue quemado


con el de ellos.

265
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 6

Había tantas cosas que hacer para


limpiar el embrollo dejado por Calígula
—casi cuatro años de desgobierno—,
266
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que todavía ahora me da vueltas la


cabeza de sólo pensar en ello. En
verdad, el principal argumento con que
me justifiqué por no haber hecho lo que
quería, a saber, entregar la monarquía
en cuanto hubiese terminado la
excitación despertada por el asesinato
de Calígula, era el hecho de que el
embrollo fuese tan completo: no
conocía a nadie en Roma, aparte de mí
mismo, que pudiera tener la paciencia,
aunque contase con la autoridad, para
emprender la dura e ingrata tarea que
exigía el proceso de limpieza. No podía,
con la conciencia tranquila, entregar la
responsabilidad a los cónsules. Estos,
incluso los mejores, son incapaces de
planificar un programa de
reconstrucción gradual, para ser
realizado en cinco o diez años. No
pueden pensar más allá de sus doce
meses de funciones. O bien tratan de
267
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conseguir resultados espléndidos e


inmediatos, imponiendo las cosas con
demasiada rapidez, o bien no hacen
absolutamente nada. Era tarea para un
dictador designado para un par de años.
Incluso si se pudiese encontrar un
dictador con las cualidades apropiadas,
¿se podía confiar en que no consolidase
su posición adoptando el nombre de
César y convirtiéndose en un déspota?
Recordé con resentimiento el comienzo
maravillosamente limpio que había
tenido Calígula: un tesoro privado y un
erario público repletos, consejeros
capaces y dignos de confianza, la buena
voluntad de toda la nación, y ahora la
mejor elección entre muchos males era
la de permanecer yo mismo en el poder,
por lo menos por un tiempo, en la
esperanza de ser reemplazado lo antes
posible. Me tenía más confianza a mí de
la que podía tener a otro. Me
268
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consideraba capaz de concentrarme en


la labor que me esperaba, e impondría
algún orden en las cosas antes de
demostrar que mis principios
republicanos eran verdaderos
principios, y no simples palabras, como
en el caso de Sencio y otros hombres de
su tipo. Entretanto, seguiría siendo tan
poco emperador como fuera posible.
Pero en el acto surgió el problema de
los títulos que permitiría que se me
votasen temporariamente. Sin títulos
que implicasen la necesaria autoridad
para actuar, nadie puede ir muy lejos.
Aceptaría lo que fuese necesario y
encontraría ayudantes en alguna parte,
mejor entre los escribientes griegos y
entre los emprendedores hombres de
negocios de la ciudad, que entre los
miembros del Senado. Hay un buen
proverbio latino. «Ollera olla legitt, que

269
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

significa «el caldero encuentra sus


propias hierbas». Ya me las arreglaría.
El Senado quiso votarme todos los
títulos honoríficos que alguna vez
tuvieron mis predecesores, nada más
que para demostrarme cuan a fondo
lamentaba su fervor republicano. Yo
rechacé todos los que pude. Acepté el
nombre de César, al cual, de paso, tenía
derecho porque tenía la sangre de los
Césares, a través de mi abuela Octavia,
la hermana de Augusto, y porque no
quedaba ningún verdadero César. Lo
acepté a causa del prestigio de que
gozaba el nombre entre pueblos
extranjeros como los armenios, los
partos, los germanos y los marroquíes.
Si ellos hubiesen creído que era un
usurpador que fundaba una nueva
dinastía, se habrían visto estimulados a
provocar disturbios en la frontera.
También acepté el título de Protector
270
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del Pueblo. Hacía inviolable mi persona


y me daba derecho a vetar los decretos
del Senado. Esta inviolabilidad de mi
persona me era importante porque me
permitía anular todas las leyes y edictos
que impusieran penalidades por traición
contra el emperador, y sin él no habría
estado razonablemente a salvo de un
asesinato. Pero rechacé el título de
Padre de la Patria, rechacé el título de
Augusto, ridiculicé la tentativa de
votarme honores divinos, e incluso le
dije al Senado que no quería que se me
denominase «emperador». Este, señalé,
era, desde tiempos antiguos, un título de
distinción conquistado por servicios
exitosos en el campo de batalla; no
significaba simplemente el comando
supremo de los ejércitos. Augusto había
sido aclamado emperador debido a sus
victorias en Accio y en otras partes. Mi
tío Tiberio había sido uno de los
271
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

generales romanos más exitosos de toda


nuestra historia. A mi predecesor
Calígula se le permitió llamarse
emperador por ambición juvenil, pero
incluso él sintió que le correspondía
conquistar el título en el campo de
batalla. De ahí su expedición a través
del Rhin y su ataque contra las aguas
del canal británico. Sus expediciones
militares, a pesar de que fueron
incruentas, eran simbólicas de su
comprensión de la responsabilidad que
el título de emperador llevaba consigo.
«Un día, señores —les escribí—, podría
parecerme necesario salir al campo de
batalla a la cabeza de mis ejércitos, y si
los dioses me acompañan, conquistaré
el título, que me enorgulleceré de llevar,
pero hasta entonces debo pedirles que
no me llamen con él, por respeto a los
capaces generales del pasado que se lo
ganaron en realidad.»
272
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Se sintieron tan encantados con esta


carta mía, que me votaron una estatua
de oro —no, fueron tres estatuas de oro
—, pero yo veté la moción por dos
motivos. Uno, que no había hecho nada
para conquistar ese honor. El otro, que
se trataba de una extravagancia. Sin
embargo les permití votarme tres
estatuas que debían ser colocadas en
lugares destacados de la ciudad, pero la
más costosa debía ser de plata, y no de
plata sólida, sino una estatua hueca,
llena de yeso. Las otras dos serían de
bronce y mármol respectivamente.
Acepté estas tres estatuas porque Roma
estaba tan llena de ellas, que dos o tres
más no importaban, y además me
interesaba posar para mi escultura, ante
un escultor realmente bueno, ahora que
los mejores escultores del mundo se
encontraban a mi servicio.

273
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El Senado también decidió


deshonrar a Calígula por todos los
medios a su alcance. Votó que el día de
su asesinato fuese convertido en festival
de acción nacional de gracias. Una vez
más interpuse mi veto y, aparte de
anular los edictos de Calígula en cuanto
al culto religioso que debía hacerse ante
él y la diosa Pantea, que era el nombre
que dio a mi pobre sobrina Drusila a
quien asesinó, no adopté otra acción
contra su memoria. El silencio en su
rededor era la mejor política. Herodes
me recordó que Calígula no había
inferido deshonor alguno a la memoria
de Tiberio, si bien tenía buenos motivos
para odiarlo. Simplemente, se abstuvo
de deificarlo, y dejó inconcluso el arco
de honor que se le había votado.
—¿Pero qué haré con todas las
estatuas de Calígula? —pregunté.

274
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Muy sencillo —respondió—. Haz


que los guardianes de la ciudad las
reúnan todas a las dos de mañana,
cuando todos están dormidos, y las
traigan aquí, a palacio. Cuando Roma
despierte, encontrará los nichos y
pedestales desocupados, o quizá llenos
otra vez con las estatuas que
originariamente se quitaron para poner
las otras.
Seguí el consejo de Herodes. Las
estatuas eran de dos tipos: las de dioses
extranjeros cuyas cabezas él había
eliminado y reemplazado con la propia;
y las que había hecho de sí mismo,
todas en metales preciosos. A las
primeras les devolví lo mejor posible su
condición original; las otras las destrocé
y fundí, y con los metales acuñé nuevas
monedas. La gran estatua de oro que
había colocado en su templo
proporcionó, una vez fundida, casi un
275
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

millón de piezas de oro. Creo que no he


hablado de esta estatua, a la que todos
los días sus sacerdotes —uno de los
cuales, para mi vergüenza, había sido
yo también— revestían con un atavío
similar al que llevaba él. No sólo
teníamos que cubrirla con el traje
militar o civil común, con sus insignias
especiales de rango imperial, sino que
en los días en que se creía Venus o
Minerva o Júpiter, o la Buena Diosa,
teníamos que ataviarla, adecuadamente,
con las distintas insignias divinas.
Complacía a mi vanidad que mi
cabeza apareciese en las monedas, pero
era un placer que muchos ciudadanos
prominentes habían gozado bajo la
república, de modo que no es posible
censurarme por eso. Los retratos sobre
las monedas resultan siempre
desalentadores, porque son ejecutados
de perfil. Nadie está familiarizado con
276
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su propio perfil, y resulta un choque,


cuando lino lo ve en un retrato,
descubrir que en realidad tiene mucho
parecido con la gente que se encuentra
al lado. Por la cara de frente, debido a la
familiaridad que hay con ella gracias a
los espejos, se siente cierta tolerancia,
incluso afecto. Pero debo decir que
cuando vi por primera vez el modelo de
la pieza de oro que los acuñadores
hacían de mi cabeza, me encolericé y
pregunté si se trataba de una caricatura.
Mi cabeza pequeña, con su cara
preocupada, encaramada sobre un largo
cuello, y la nuez sobresaliendo casi
como una segunda barbilla, me
escandalizaron. Pero Mesalina dijo:
—No, querido mío, ese es
verdaderamente tu aspecto. En rigor,
apareces más hermoso de lo que eres.
—¿Puedes amar de veras a un
hombre así? —pregunté.
277
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ella juró que no había otra cara más


amada en el mundo. Entonces traté de
acostumbrarme a la moneda.
Además de las estatuas de Calígula,
buena parte de sus enormes derroches
estaba representada por objetos de oro y
plata del palacio, y de otras partes, que
también podían ser convertidos en
dinero. Por ejemplo, picaportes y
marcos de ventanas de oro, y los
muebles de plata y oro de su templo.
Me apoderé de todo ello. Limpié el
palacio de arriba abajo. En la alcoba de
Calígula encontré el arcón de venenos
que había pertenecido a Livia, y que
Calígula utilizó con asiduidad, enviando
regalos de dulces envenenados a los
hombres que habían testado en su favor,
y virtiendo a veces veneno en los platos
de los invitados a las cenas, después de
distraer su atención por medio de
diversiones preparadas de antemano.
278
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

(Confesó que experimentaba el máximo


placer cuando los veía morir por
envenenamiento de arsénico.) Me llevé
todo el arcón a Ostia, el primer día
tranquilo de primavera y, luego de
remar estuario adentro en una de las
barcazas de placer de Calígula, lo arrojé
por la borda, a dos kilómetros de la
costa. Uno o dos minutos después,
millares de peces muertos subieron
flotando a la superficie. Yo no había
dicho a los marineros qué contenía el
arcón, y algunos de ellos se apoderaron
de los peces que flotaban cerca, con la
intención de llevárselos a casa para
comérselos, pero lo impedí,
prohibiéndoles que lo hicieran, so pena
de muerte.
Bajo la almohada de Calígula
encontré dos famosos libros, en uno de
los cuales había pintada una espada
ensangrentada y en el otro una daga
279
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ensangrentada. Calígula era seguido


siempre por un liberto que portaba estos
dos libros, y si oía decir algo acerca de
alguien que por casualidad le
desagradaba, solía decirle al liberto:
«Protógenes, escribe el nombre de ese
individuo bajo la daga», o «Escribe su
nombre bajo la espada». La espada era
para los destinados a la ejecución, la
daga para aquellos a quienes se invitaba
a suicidarse. Los últimos nombres del
libro de la daga eran los de Vinicio,
Asiático, Casio Querea y Tiberio
Claudio... yo. Quemé los libros en un
brasero, con mis propias manos. Y a
Protógenes lo hice ajusticiar. No sólo
porque odiaba el aspecto de ese
individuo de rostro torvo y mentalidad
sanguinaria, que siempre me había
tratado con insufrible insolencia, sino
porque ahora tenía pruebas de que había
amenazado a senadores y caballeros con
280
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escribir sus nombres en el libro, a


menos de que se le pagasen grandes
sumas de dinero. La memoria de
Calígula era tan mala para esa época,
que Protógenes habría podido muy bien
convencerlo de que las inscripciones
eran de él.
Cuando enjuicié a Protógenes
insistió en que jamás había pronunciado
semejantes amenazas, y que nunca puso
mi nombre en el libro, a no ser por
orden de Calígula. Esto planteó el
problema de la autoridad suficiente para
la ejecución de un hombre. Habría sido
muy fácil que uno de mis coroneles me
informase falsamente una mañana:
—Fulano de tal fue ejecutado al
alba, de acuerdo con tus órdenes de
ayer.
Si yo no sabía nada del asunto, sería
sólo su palabra contra la mía, en el
sentido de que yo había emitido esas
281
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

órdenes. Y como siempre estoy


dispuesto a admitirlo, mi memoria no es
de las mejores. De modo que introduje
la práctica, iniciada por Augusto y
Livia, de confiar de inmediato todas las
decisiones y órdenes al papel. A menos
que uno de mis subordinados pudiese
presentar una orden, firmada por mí,
para alguna enérgica acción
disciplinaria que se hubiese llevado a
cabo, o para algún importante
compromiso financiero o innovación de
procedimientos que hubiese puesto en
práctica, semejante acción no debía ser
considerada como autorizada por mí, y
si yo la desaprobaba, ellos debían cargar
con la culpa. A la postre, esta práctica,
que también fue adoptada por mis
principales ministros en el trato con sus
subordinados, se convirtió en algo tan
normal, que apenas se escuchaba una
palabra en las oficinas de gobierno
282
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

durante las horas de trabajo, a no ser en


las consultas entre los jefes de
departamento o en las visitas de
funcionarios de la ciudad. Todos los
servidores de palacio llevaban consigo
una tablilla de cera, por si era necesaria
para escribir en ella alguna orden
especial. Se advirtió a todos los
postulantes a puestos, concesiones,
favores, indulgencias o qué sé yo, que
presentasen un documento antes de
entrar a palacio, en el que debía constar
exactamente qué querían y por qué. Y
en muy raras ocasiones se les permitía
argumentar su caso por medio de
súplicas o discusiones verbales. Esto
ahorraba tiempo, pero conquistó a mis
ministros una inmerecida reputación de
arrogancia. Ahora hablaré de mis
ministros. Durante los reinados de
Tiberio y Calígula, la verdadera
dirección de los asuntos había caído
283
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cada vez más en manos de libertos


imperiales, originariamente adiestrados
en el trabajo de secretariado por mi
abuela Livia. Los cónsules y
magistrados de la ciudad, si bien eran
autoridades independientes que sólo
respondían ante el Senado por el
cumplimiento correcto de sus deberes,
habían llegado a depender de los
consejos que estos secretarios les daban
en nombre del emperador, en especial
cuando se trataba de complicados
documentos vinculados con asuntos
legales y financieros. Se les mostraba
dónde debían poner sus sellos o firmar
sus nombres; los documentos siempre
eran preparados para ellos, y pocas
veces se molestaban en enterarse del
contenido de los mismos. En la mayoría
de los casos, sus firmas eran una simple
formalidad, y no conocían
absolutamente nada acerca de los
284
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

detalles administrativos, en
comparación con lo que sabían los
secretarios. Además, éstos habían
desarrollado un nuevo tipo de escritura,
lleno de abreviaturas y jeroglíficos y
letras rápidamente dibujadas, que nadie
sino ellos podía leer. Sabía que era
imposible esperar un cambio repentino
en esta relación entre el secretariado y
el resto del mundo, de modo que por el
momento fortalecí los poderes del
secretariado, en lugar de debilitarlos,
confirmando las designaciones de los
libertos de Calígula que demostraban
alguna capacidad. Por ejemplo, retuve a
Calisto, que había sido secretario del
tesoro privado y del erario público, que
Calígula trataba como una especie de
tesoro privado. Estaba enterado de la
conspiración contra Calígula, pero no
había tomado parte activa en ella. Me
contó una larga historia acerca de que
285
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en fecha reciente Calígula le había dado


órdenes de envenenar mi comida, pero
que se había negado noblemente a
hacerlo. Yo no la creí. En primer lugar,
Calígula jamás le habría dado tal orden,
sino que hubiera administrado el veneno
con sus propias manos, como de
costumbre. Y en segundo lugar, si lo
hubiese hecho, Calisto jamás se habría
atrevido a desobedecer. Pero lo dejé
pasar porque él parecía querer continuar
con sus deberes en el Tesoro, y porque
era el único hombre que en verdad
entendía todos los detalles de la actual
situación financiera. Lo estimulé
diciéndole que creía que había trabajado
notablemente bien al mantener a
Calígula provisto de dinero durante
tanto tiempo, y que contaba con él para
que en adelante utilizara sus áureos
poderes adivinatorios para la salvación
de Roma, y no para su destrucción. Sus
286
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

responsabilidades también se extendían


en la dirección de la encuesta judicial
acerca de todos los problemas
financieros públicos. Retuve a Mirón
como secretario legal y a Pósides como
mi tesorero militar, y puse a
Harpócrates a cargo de todos los
asuntos relacionados con los Juegos y
Entretenimientos. Y Anfeo llevaba la
Lista de Ciudadanos. Mirón tenía
también la tarea de acompañarme cada
vez que salía en público, de examinar
los mensajes y peticiones que se me
entregaban, elegir los importantes e
inmediatos, separándolos de la
acostumbrada lluvia de impertinencias e
importunidades. Mis otros principales
ministros eran Palas, a quien puse al
frente de mi tesoro privado; su hermano
Félix, a quien nombré mi secretario de
Asuntos Exteriores; Calón, al que
nombré Superintendente de Depósitos,
287
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y su hijo Narciso, a quien designé


secretario en jefe para los Asuntos
Internos y la correspondencia privada.
Polibio era mi secretario religioso —
porque yo era el Sumo Pontífice— y
también me ayudaba en mi tarea
histórica, si alguna vez conseguía
tiempo para ella. Los últimos cinco eran
mis propios libertos. Durante mi época
de bancarrota me había visto obligado a
despedirlos de mis servicios, y
encontraron muy rápidamente trabajos
de escribientes en palacio. De modo que
estaban iniciados en los Misterios del
Secretariado e incluso habían aprendido
a escribir en forma ilegible. Les di a
todos habitaciones en el palacio nuevo,
expulsando de él a la caterva de
esgrimistas, conductores de cuadrigas,
lacayos, actores, prestigi-tadores y otros
que Calígula había instalado allí. Por
sobre todas las cosas, hice del palacio
288
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un lugar para el trabajo gubernamental.


Yo vivía en el palacio viejo, y en estilo
muy modesto, siguiendo el ejemplo de
Augusto. Para los banquetes
importantes y las visitas de los príncipes
extranjeros, usaba las habitaciones de
Calígula en el palacio nuevo, donde
también Mesalina tenía un ala para su
propio uso.
Cuando entregué sus nombramientos a
mis ministros, les expliqué que quería
que actuasen tanto como les fuera
posible por iniciativa propia; no se
podía esperar de mí que los dirigiese en
todo, incluso aunque hubiese tenido
más experiencia de la poseída. No me
encontraba en la posición de Augusto,
que, cuando asumió el dominio de los
asuntos públicos, no sólo era joven y
activo, sino que además tenía a sus
órdenes un cuerpo de asesores capaces,
hombres de distinción pública:
289
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mecenas, Agripa, Polio, para nombrar


sólo a tres. Les dije que debían nacerlo
lo mejor que pudiesen, y que cada vez
que se vieran frente a una dificultad
debían consultar Las transacciones
romanas del dios Augusto, la gran obra
memorial publicada por Livia durante el
reinado de Tiberio, y atenerse
estrechamente a las formas y
precedentes que encontrasen en ella. Si
ocurrían casos en que no se pudiese
encontrar precedente alguno en esa obra
invalorable, debían, por supuesto, con-
soltarme. Pero confiaba en que me
ahorrarían todo el trabajo innecesario.
—Sean audaces —dije—, pero no
demasiado.
Le confesé a Mesalina, que me había
ayudado en esas designaciones
imperiales, que el filo de mi fervor
republicano comenzaba a embotarse.
Todos los días sentía cada vez más
290
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

simpatía y respeto por Augusto. Y


respeto por mi abuela Livia, también, a
pesar de mi antipatía personal hacia
ella. Por cierto que tenía una mente
maravillosamente metódica y si, antes
de restablecer la república, podía yo
hacer que el sistema gubernamental
funcionase apenas la mitad de bien de lo
que había funcionado con ella y
Augusto, me sentiría sumamente
satisfecho. Mesalina, sonriente, se
ofreció a desempeñar el papel de Livia
para la ocasión, si yo empeñaba el de
Augusto. «Absit ornen», exclamé,
escupiéndome el pecho para propiciar a
la buena suerte. Ella respondió que,
bromas aparte, tenía algo del talento de
Livia para reconocer el carácter de la
gente y decidir que nombramientos
podían serles adecuados. Si quería
concederle mano libre, actuaría en mi
nombre, en todas las cuestiones
291
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sociales, aliviándome de todos los


problemas relacionados con mi puesto
de director de Moral Pública. Yo estaba
profundamente enamorado de Mesalina,
como se sabe, y en materia de elegir mis
ministros había descubierto que su
juicio era certero, pero vacilaba en
permitirle enfrentar una responsabilidad
tan grande como esa. Me rogó que le
permitiese darme una muestra más
grande su capacidad. Sugirió que
podíamos revisar juntos las lista
nominal de la orden senatorial. Me diría
cuáles eran los nombres que, en su
opinión, debían continuar en dicha lista.
Pedí la lista y comenzamos a estudiarla.
Debo confesar que me sentí asombrado
ante su detallado conocimiento del
talento, el carácter, la historia privada y
pública de los primeros veinte
senadores que aparecían en ella. Cada
vez que me encontré en condiciones de
292
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

confirmar sus afirmaciones, descubrí


que el conocimiento de ella era tan
exacto, que tuve que conceder lo que
me pedía. Sólo consulté mis propias
inclinaciones en unos pocos casos
dudosos, donde a ella no le importaba
mucho si el nombre se mantenía en la
lista o se lo eliminaba. Después de
hacer investigaciones por intermedio de
Calisto, en cuanto a la capacidad
financiera de ciertos miembros, y de
decidir en cuanto a sus calificaciones
mentales y morales, eliminamos un
tercio de los nombres y llenamos las
vacantes con los mejores caballeros
disponibles y con ex senadores
eliminados de la lista por Calígula, por
motivos frívolos. Una de mis propias
selecciones para la eliminación fue la de
Sencio. Sentía la necesidad de librarme
de él, no sólo por su tonto discurso en el
Senado, y por su cobardía posterior,
293
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sino porque era uno de los dos


senadores que me habían acompañado a
palacio en el momento del asesinato de
Calígula, para abandonarme luego. El
otro, de paso, era Vitelio, pero me
aseguró que había salido corriendo nada
más que para buscar a Mesalina y
ponerla a salvo, en la esperanza de que
Sencio se quedase a cuidarme. De modo
que lo perdoné. Hice de Vitelio mi
reemplazante para el caso de alguna
enfermedad, o por si me sucedía algo
peor. Sea como fuere, me libré de
Sencio. El motivo que di para su
degradación fue el de que no había
aparecido en la reunión del Senado que
yo convoqué en palacio, el haber huido
de Roma a su finca de campo, sin
informar a los cónsules de que se
ausentaría. No volvió durante varios
días, y de ese modo no pudo
beneficiarse con la amnistía. Otro
294
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

senador importante que degradé fue el


caballo Incitato, de Calígula, que tres
años más tarde debía convertirse en
cónsul. Escribí al Senado que no tenía
queja alguna contra la moral privada de
ese senador, ni contra su capacidad para
las tareas que hasta entonces se le
habían asignado, pero que no poseía ya
las necesarias calificaciones financieras.
Porque había reducido la pensión que le
fue concedida por Calígula a las
raciones diarias de un caballo del
cuerpo de caballería; luego despedí a
sus criados y lo ubiqué en una
caballeriza común, donde el pesebre era
de madera, no de marfil, y las paredes
estaban encaladas, no cubiertas de
frescos. Pero no lo separé de su esposa,
la yegua Penélope. Eso habría sido
injusto.
Herodes me ponía constantemente en
guardia contra algún asesinato,
295
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

diciéndome que nuestras revisiones de


las Listas de Senadores y las posteriores
revisiones que habíamos hecho en la
Lista de Caballeros, me habían
granjeado muchos enemigos. Una
amnistía estaba muy bien, dijo, pero la
generosidad no debía ser demasiado
unilateral. Vinicio y Asiático, según él,
ya decían cínicamente que las nuevas
escobas barren bien, que Tiberio y
Calígula también habían iniciado sus
reinados con una ficción de
benevolencia y rectitud, y que yo
probablemente terminaría
convirtiéndome en un déspota tan
furioso como cualquiera de ellos.
Heredes me aconsejó que no entrase en
el Senado durante algún tiempo y que
después tomara todas las medidas
posibles contra un asesinato. Esto me
alarmó. Era difícil decidir qué medidas
resultarían suficientes, de modo que no
296
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entré en el Senado durante todo un mes.


Para entonces se me había ocurrido ya
la medida apropiada. Pedí y se me
concedió el permiso de penetrar en el
Senado con una escolta armada
consistente en cuatro coroneles de la
guardia, y Rufrio, el comandante de los
guardias. Incluso incorporé a Rufrio en
la Lista de Senadores, si bien no tenía
las adecuadas calificaciones financieras,
y el Senado, por petición mía, le dio
permiso para hablar y votar cada vez
que entrase en mi compañía. Por
consejo de Mesalina, además, todos los
que llegaban a mi presencia, en palacio
o en otra parte, eran primero registrados
para ver si llevaban armas ocultas;
incluso las mujeres y los niños. No me
agradaba la idea de que se registrase a
las mujeres, pero Mesalina insistió, y yo
consentí, a condición de que el registro
fuese hecho por sus libertas y no por
297
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mis soldados. Mesalina también insistió


en que durante los banquetes hubiese
soldados armados a mi lado. En la
época de Augusto esto había sido
considerado una práctica despótica, y
yo me avergonzaba de verlos alineados
contra las paredes, pero no podía correr
riesgo alguno. Trabajé intensamente
para restablecer el respeto del Senado
por sí mismo. Para la elección de
nuevos miembros, Mesalina y yo
poníamos tanto cuidado en nuestras
investigaciones en cuanto a su historia
familiar como en cuanto a su capacidad
personal. Por petición de los miembros
más antiguos de la orden senatorial, si
bien por propia idea, prometí no elegir a
nadie que no pudiese contar con cuatro
descendientes, por la vía masculina, de
un ciudadano romano. Mantuve esta
promesa. La única excepción aparente
que hice fue en el caso de Félix, mi
298
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

secretario de Relaciones Exteriores, a


quien años después tuve ocasión de
investir de la dignidad senatorial. Era un
hermano menor de mi liberto Palas, y
había nacido después de que su padre
obtuvo la libertad. De modo que jamás
fue esclavo, como lo había sido Palas.
Pero ni siquiera en ese caso quebré mi
promesa al Senado: pedí a un miembro
de la casa Claudia —no a un verdadero
Claudio, sino a un miembro de una
familia de adherentes de la Claudia
(originariamente inmigrantes a la
ciudad desde Campania), que habían
recibido la ciudadanía, y a quienes se
permitió adoptar el nombre de Claudio
—, que adoptase a Félix como hijo. De
modo que ahora Félix, por lo menos en
teoría, tenía las cuatro líneas de
ascendencia necesaria. Pero hubo
celosos murmullos de los miembros del

299
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Senado cuando lo presenté. Alguien


dijo:
—César, estas cosas no se hacían en
época de nuestros antepasados.
—No creo, señor —repliqué, colérico
—, que tengas derecho a hablar de esta
manera. Tu propia familia no es tan
noble, que digamos. Me he enterado de
que vendían leña en la calle, en la época
de mi tatarabuelo, y sé, además, que
daban de menos en el peso.
—Es mentira —gritó el senador—.
Todos ellos fueron honestos taberneros.
El Senado rió hasta que el hombre se
vio obligado a sentarse. Pero yo me
sentí impulsado a decir algo más.
—Cuando fue nombrado censor, hace
más de trescientos años, mi antepasado
Claudio el Ciego, vencedor de los
etruscos y samnitas, y el primer autor
romano de alguna distinción, admitió a
los hijos de libertos en el Senado, como
300
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

acabo de hacer yo. Numerosos


miembros de esta casa deben su
presencia aquí, hoy, a esta innovación
de mi antepasado. ¿Querrían ellos
renunciar?
El Senado recibió entonces a Félix
calurosamente.
Entre los caballeros había muchos ricos
ociosos, como los hubo, por supuesto,
en época de Augusto. Pero yo no seguí
el ejemplo de éste de permitirles que
continuasen ociosos. Hice saber que
todo hombre que eludiese las
obligaciones públicas, cuando se le
pidiera que las aceptara, sería expulsado
de la orden. En tres o cuatro casos
cumplí mi palabra.
Entre los papeles que encontré en
palacio, en el arca privada de Calígula,
estaban los que se referían a los juicios
y muertes, bajo Tiberio, de mi sobrino
Druso y Nerón, y de su madre Agripina.
301
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula había fingido quemarlo todo al


comienzo de su reinado, como un gesto
magnánimo, pero en realidad no lo hizo,
y los testigos contra mis sobrinos y
cuñada, y los senadores que habían
votado por la muerte de ellos, vivieron
en constante terror por su venganza. Yo
revisé con cuidado los papeles y llamé
ante mí a todos los que habían
sobrevivido, de entre los hombres
mencionados como complicados en
esos asesinatos judiciales. El documento
que se relacionaba con cada uno de los
hombres le era leído en mi presencia, y
luego se le entregaba en sus propias
manos, para que lo quemase en un
fuego que había ante él. Puedo
mencionar aquí los expedientes cifrados
acerca de las vidas privadas de
prominentes ciudadanos, que Tiberio
había tomado de manos de Livia,
después de la muerte de Augusto, pero
302
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que no pudo leer. Más tarde yo


conseguí descifrarlos, pero se referían a
acontecimientos que para entonces
estaban tan fuera de época que mi
interés en leerlos era más histórico que
político.
Las dos tareas más importantes que se
presentaron entonces fueron la gradual
reorganización de las finanzas del
Estado y la abolición de los más
ofensivos decretos de Calígula. Pero
ninguna de las dos podía ser
emprendida de prisa. Mantuve una larga
conferencia con Caliste y Palas, acerca
de las finanzas, inmediatamente después
de ser designado. Heredes también se
encontraba presente, porque quizás él
sabía más que ningún otro hombre
viviente en cuanto a conseguir
préstamos y saldar deudas. El primer
problema que se presentó fue el de
cómo conseguir dinero para los gastos
303
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

inmediatos. Convinimos en solucionar


eso, como ya he explicado, fundiendo
las estatuas, las placas y adornos de oro
de palacio, y los muebles de oro del
templo de Calígula. Herodes sugirió que
debía incrementarse la cantidad así
realizada, pidiendo prestado, en nombre
de Júpiter Capitolino, a otros dioses
cuyos ; tesoros habían aumentado en el
curso de los últimos cien años, más o
menos, con inútiles y espectaculares
ofrendas votivas en metales preciosos.
Todas esas eran, en su mayor parte,
donaciones de las personas que querían
llamar la atención hacia sí mismas,
como exitosos hombres públicos, y no
se hacían por un verdadero espíritu de
piedad. Por ejemplo, un mercader,
después de un exitoso viaje comercial a
Oriente, regalaba al dios Mercurio un
cuerno de la abundancia, dorado, o un
soldado triunfante regalaba a Marte un
304
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escudo de oro, o un abogado de éxito


regalaba a Apolo un trípode dorado. Es
claro que Apolo no podía utilizar
doscientos o trescientos trípodes de oro
y de plata. Si su padre Júpiter estaba en
aprietos, sin duda se sentiría encantado
de prestarle unos pocos. De modo que
fundí y acuñé todas las ofrendas votivas
de que pude apoderarme sin ofender a
las familias de los donantes ni destruir
obras de valor histórico artístico.
Porque un préstamo a Júpiter era lo
mismo que un préstamo al Tesoro.
Convinimos en esa conferencia que
también debían obtenerse préstamos de
los banqueros. Les prometeríamos un
interés atrayente. Pero Herodes dijo que
lo más importante era restablecer la
confianza pública y de ese modo volver
a poner en circulación el dinero que
había sido atesorado por hombres de
negocios nerviosos. Declaró que si bien
305
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

era necesaria una política de grandes


economías, no había que llevarla muy
lejos. Podía ser interpretada como
mezquindad.
—Cada vez que me quedaba corto de
dinero —dijo—, en mis épocas de
necesidad, me dedicaba a gastar todo el
dinero que tenía, invirtiéndolo en
adornos personales: anillos, capas y
hermosos zapatos nuevos. Esto hacía
subir mi crédito y me permitía volver a
pedir prestado. Te aconsejo que hagas
lo mismo. Un poco de pan de oro, por
ejemplo, sirve para mucho.
Supongamos que enviases un par de
joyeros a dorar las metas del Circo; esto
haría que todo el mundo se sintiese muy
próspero y no te costaría más de
cincuenta o cien piezas de oro. Esta
mañana se me ocurrió otra idea,
mientras contemplaba las grandes
planchas de mármol de Sicilia que son
306
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llevadas colina arriba para recubrir el


interior del templo de Calígula.
Supongo que no pensarás seguir
trabajando en ese templo, ¿no es cierto?
Y bien, ¿por qué no usarlas para cubrir
la barrera de piedra arenisca del Circo?
Es un hermoso mármol, y sin duda
causará una tremenda sensación.
Herodes era siempre un hombre de
ideas. Yo deseaba mantenerlo siempre a
mi lado, pero me dijo que no podía
quedarse. Tenía un reino que gobernar.
Le dije que si se quedaba en Roma sólo
unos meses más, yo haría su reino tan
grande como había sido el de su abuelo
Herodes.
Convinimos en pedir esos préstamos
para el Tesoro, y convinimos en abolir,
al principio, sólo los impuestos más
extraordinarios creados por Calígula,
como por ejemplo, los impuestos sobre
los ingresos de los burdeles, sobre las
307
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ventas de los buhoneros y sobre el


contenido de los urinarios públicos, los
grandes recipientes colocados en las
esquinas de las calles, que los bataneros
solían llevarse cuando el líquido llegaba
a cierto nivel, para utilizar el contenido
en la limpieza de ropa. En mi decreto
que abolía estos impuestos prometía que
en cuanto ingresase suficiente dinero,
aboliría también otros.

308
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

309
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 7

Pronto descubrí que era muy popular.


Entre los edictos de Calígula que anulé
se encontraban los relativos a su propio
culto religioso y a sus edictos de
traición, y los que eliminaban ciertos
privilegios del Senado y el Pueblo.
Decreté que la palabra «traición»
carecería de significado. No sólo la
traición escrita no sería considerada
como un delito criminal, sino que
tampoco lo serían los actos abiertos. En
este sentido fui mucho más liberal que
Augusto. Mi decreto abrió las puertas
de las cárceles a cientos de ciudadanos
de todos los grados. Pero por consejo de
Mesalina, mantuve a todos bajo arresto
310
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en suspenso hasta que quedé


convencido de que la acusación de
traición no incluía otros crímenes de
naturaleza grave. Porque la acusación
de traición era con frecuencia no más
que una formalidad para el arresto: el
delito podía ser asesinato, falsificación,
o cualquier otro. Estos casos no eran
tales que pudiese dejarlos en mano de
magistrados comunes. Me sentía
obligado a investigarlos yo mismo. Iba
todos los días a la Plaza del Mercado, y
allí, frente al templo de Hércules,
juzgaba los casos durante toda la
mañana, junto con un grupo de colegas
senadores. Ningún emperador había
admitido a colegas en su tribunal,
durante una cantidad de años, desde que
Tiberio fue a Capri. También hacía
visitas por sorpresa a otros tribunales, y
siempre ocupaba mi lugar allí, en el
estrado de asesores del juez presidente.
311
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mi conocimiento de los precedentes


legales era muy defectuoso. Jamás
había seguido el curso ordinario de
honores que todos los nobles romanos
siguen, elevándose gradualmente de
rango en rango, desde el de magistrado
de tercer clase hasta el de cónsul, con
intervalos de servicio militar en el
exterior. Y salvo los últimos tres años,
había vivido fuera de Roma durante
mucho tiempo, y pocas veces visitaba
los tribunales. De modo que tenía que
basarme en mi ingenio innato, y no en
los precedentes legales, y luchar durante
todo el tiempo contra las tretas de los
abogados que, basándose en mi
ignorancia, trataban de enmarañarme en
sus redes legales. Todos los días,
cuando llegaba a la plaza del Mercado
desde el palacio, pasaba ante un edificio
estucado, en el frente del cual se leía, en
enormes letras:
312
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Fundada y Dirigida por el más Sabio y


Elocuente Orador y Jurista, Telegonio
Macario, de esta Ciudad y de la Ciudad
de Atenas.
Debajo, en una enorme tableta
cuadrada, aparecía el siguiente anuncio:
Telegonio ayuda y aconseja a todos los
que se han visto envueltos en
dificultades financieras o personales
que exigen su comparecencia a los
tribunales civiles o criminales. Y tiene
un conocimiento positivamente
enciclopédico de todos los edictos,
estatutos, decretos, proclamas,
decisiones judiciales, etc., romanos,
pasados y presentes, vigentes, en
potencia o caducos. Con media hora de
plazo, el sapientísimo y elocuente
Telegonio puede proporcionar
opiniones exactas y legalmente
incontrovertibles respecto de cualquier
asunto judicial existente que quieran
313
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presentarle a él y a su personal de
escribientes altamente adiestrados. No
sólo la ley romana, sino la ley griega,
la egipcia, la judía, la armenia, la
marroquí, la parta... Todo esto
Telegonio lo domina de cabo a rabo; el
incomparable Telegonio, no conforme
con entregar la materia prima de la ley,
entrega también el producto elaborado,
a saber, presentaciones forenses
hermosamente redactadas de la misma,
completas con tonos y gestos
apropiados. Las presentaciones
personales ante el jurado son su
especialidad. Manual de brillantes
figuras y tropos retóricos, adecuados
para cualquier caso, a pedido. No se
conoce cliente alguno de Telegonio que
haya sufrido jamás un veredicto
adverso en ningún tribunal... a menos
de que su rival haya bebido por
casualidad en la misma fuente de
314
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sabiduría y elocuencia oratoria.


Honorarios razonables y atención
cortés. Hay algunas vacantes para
alumnos.
«La lengua es más poderosa que la
espada»:
EURÍPIDES
Gradualmente llegué a memorizar esta
tableta, de verla con tanta frecuencia, y
ahora, cuando el asesor de la defensa o
el fiscal apelaban a mí con expresiones
como: «Sin duda, César, conocerás la
decimoquinta subsección del cuarto
artículo de la ley suntuaria de Marco
Poncio Catón, publicada en el año en
que Fulano y Zutano fueron cónsules»,
o «Convendrás conmigo, César, en que
en la isla de Andros, en la cual mi
cliente ha nacido, se muestra gran
tolerancia para con los falsificadores, si
puede demostrarse que fueron influidos
por las necesidades de sus ancianos
315
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

padres, antes que por las esperanzas de


un beneficio personal», o alguna
tontería similar, yo sonreía y
contestaba:
—Estás equivocado, no los conozco
para nada, no soy el sapientísimo y
elocuente Telegonio, que puede
proporcionar opiniones exactas y
legalmente incontrovertibles sobre
cualquier asunto judicial que exista. No
soy más que el juez de este tribunal.
Continúa, y no me hagas perder el
tiempo.
Si trataban de acosarme más, les
replicaba:
—Es inútil. En primer lugar, si no
quiero contestar, no contestaré. No
puedes obligarme. Soy un hombre libre,
¿no es cierto? En rigor, el más libre de
Roma. En segundo lugar, si contesto
ahora será peor para ti.

316
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De paso, el negocio de Telegonio


parecía floreciente, y sus actividades
llegaron a molestarme en gran manera.
Detesto la oratoria forense. Si un
hombre no puede presentar su caso en
forma breve y lúcida, trayendo los
testigos necesarios y absteniéndose de
parloteos impertinentes en cuanto a la
nobleza de sus antepasados, la cantidad
de parientes empobrecidos que
dependen de él, la clemencia y la
sabiduría del juez, las duras tretas que el
destino le ha jugado, la mutabilidad de
la fortuna humana y toda esa rancia y
tonta. acumulación de triquiñuelas,
merece el máximo castigo de la ley por
su deshonestidad, su simulación y su
derroche del tiempo público. Envié a
Polibio a comprar el manual de
Telegonio y lo estudié. Unos días
después, visitaba yo un tribunal inferior,
cuando un acusado se lanzó en una de
317
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las brillantes figuras retóricas


recomendadas por Telegonio. Pedí al
juez que me permitiese intervenir. Me
lo permitió, y le dije al orador:
—Detente, esto no sirve, has cometido
un error en tu lección. La figura era
como sigue... «Cuando se me acusa de
robo»... Sí, es esta —mostré el manual:
Al enterarme de la pérdida de mi
vecino, y lleno de piedad por él, ¿por
qué bosques y valles, por qué ventosas
e inhospitalarias montañas, en qué
húmedas y oscuras cavernas no busqué
esa oveja perdida (o vaca perdida, o
caballo perdido, o muía perdida)?,
hasta que al fin, cosa extraordinaria, al
volver a casa, fatigado, con los pies
doloridos y desalentado la encontré
aquí (llevarse la mano a los ojos y
mostrarse asombrado). ¿Y dónde, sino
en mi propio corral (o establo, o
granero, o caballeriza), en el que se
318
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había introducido perversamente


durante mi ausencia?
—Tú pones bosquecillos donde
deberías haber hablado del valle, y
omites el «con los pies doloridos» y el
importante adverbio «perversamente».
Además no te muestras asombrado ante
la palabra «encontrado», sino solamente
estúpido. El juicio te es contrario.
Cúlpate a ti mismo, no a Telegonio.
Como me dedicaba a mis deberes
judiciales durante tantas horas diarias,
sin hacer excepción de las fiestas
religiosas, y como incluso uní los
períodos de verano y primavera, de
modo que el funcionamiento de la
justicia fuese continuo y ninguna
persona acusada se viese obligada a
pasar más que unos pocos días en la
cárcel; debido a todo esto, esperaba un
tratamiento más considerado de los
abogados, de los funcionarios de los
319
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tribunales y de los testigos. Dejé


claramente establecido que la no
comparecencia o la presentación tardía
en el tribunal de una de las partes
principales en cualquier litigio me
prevendría en favor de su oponente.
Traté de solucionar los casos con tanta
rapidez como fuera posible y conquisté
(muy injustamente) la reputación de
sentenciar a los prisioneros sin darles
una adecuada oportunidad para su
defensa. Si un hombre era acusado de
un delito y yo le preguntaba
directamente: «Esta acusación, ¿es
cierta en sustancia?», y él removía los
pies y contestaba: «Déjame que te
explique, César. No soy exactamente
culpable, sino que...», yo lo interrumpía.
Pronunciaba el veredicto: «Multado con
mil piezas de oro», o «desterrado a la
isla de Cerdeña», o simplemente «pena
de muerte», y me volvía al ujier: «El
320
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

caso siguiente, por favor». Como es


natural, el hombre y su abogado se
mostraban irritados por no haber podido
convencerme con sus argumentos de
circunstancias atenuantes. Hubo un caso
en que el acusado pretendió ser
ciudadano romano, y por lo tanto
apareció ataviado con una túnica. Pero
el abogado del demandante se opuso y
dijo que en realidad era un extranjero, y
que debía usar capa. En ese caso no
tenía mayor importancia si era o no
ciudadano romano, de modo que hice
callar a los abogados ordenándole al
hombre que usase una capa durante
todos los discursos del fiscal y una
túnica durante los discursos de la
defensa. Los abogados no me cobraron
precisamente simpatía por eso y se
dijeron que estaba ridiculizando a la
justicia. Quizá fuese así. En general, me
trataban muy mal. Algunas mañanas, si
321
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no me había sido posible solucionar


tantos casos como queríamos, y
habíamos pasado la hora del almuerzo,
armaban toda una alharaca cuando yo
postergaba los procedimientos hasta el
día siguiente. Me llamaban con
grosería, exigiéndome que volviera y
que no mantuviese a los ciudadanos
honrados esperando que se hiciese
justicia, e incluso me tomaban de la
túnica o del pie, como para impedirme,
por la fuerza, que abandonara el
tribunal.
Yo no rechazaba las familiaridades,
siempre que no fuesen ofensivas, y
había descubierto que un ambiente llano
en el tribunal estimulaba a los testigos a
hacer declaraciones veraces. Si alguien
me replicaba, con animación, cuando yo
había expresado una opinión poco
certera, jamás lo tomaba a mal. En
cierta ocasión el abogado de la defensa
322
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

explicó que su cliente, un hombre de


sesenta y cinco años, se había casado en
fecha reciente. Su esposa era testigo en
el caso, y era una mujer muy joven.
Observé que el matrimonio era ilegal.
De acuerdo con la ley Popea-Papia (con
la cual estaba familiarizado), a un
hombre de más de sesenta años le
estaba prohibido casarse con una mujer
de menos de cincuenta. La suposición
legal era la de que un hombre de más de
sesenta años no está en condiciones de
ser padre. Cité el epigrama griego:
Cuando el anciano se casa, desoye las
reglas de la naturaleza.
O bien le ponen los cuernos, o es
padre de un hijo enclenque.
El abogado pensó unos instantes y
luego improvisó:
y ese anciano, tú mismo, es un tonto
de remate,

323
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

si endilga a natura esa regla


artificial.
Un viejo robusto engendra hijos
sanos:
un joven débil los engendrará
enclenques.
Eso venía tan al caso, y había sido
dicho tan correctamente, que perdoné al
poeta-abogado por llamarme tonto de
remate, y en la reunión siguiente del
Senado enmendé la ley Popea-Papia. La
cólera más terrible a que recuerdo haber
cedido en el tribunal fue provocada por
un funcionario cuyo deber consistía en
citar a los testigos y cuidar de que
llegasen con puntualidad. Había tenido
una audiencia por un caso de fraude,
pero me vi obligado a postergarlo, por
falta de pruebas, ya que el principal
testigo había huido al África para evitar
ser acusado de complicidad en el
mismo. Cuando el caso volvió a ser
324
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presentado, llamé a ese testigo pero no


estaba en el tribunal. Pregunté al
funcionario si el hombre había sido
debidamente citado para que
concurriese.
—Oh, sí, por cierto, César.
—¿Y entonces por qué no está aquí?
—Desdichadamente no puede
concurrir.
—No existe excusa alguna para la no
concurrencia, salvo una enfermedad tan
grave que no pueda ser traído al tribunal
sin peligro para su vida.
—Estoy muy de acuerdo, César. No, el
testigo no está enfermo ahora. Ha
estado muy enfermo, según tengo
entendido, pero eso ya terminó.
—¿Y entonces qué le pasa?
—Fue mordido por un león, según se
me informa, y después se le gangrenó la
herida.

325
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Es extraño que se haya recuperado


—dije.
—No se recuperó —sonrió el individuo
—. Está muerto. Creo que la muerte
puede ser una excusa para la no
comparecencia. —Todos rieron.
Me enfurecí de tal manera, que le
arrojé mi tablilla de escribir, le quité la
ciudadanía y lo desterré al África.
—Ve a cazar leones —le grité—, y
espero que te mutilen como se debe, y
ojalá que se te gangrenen todas las
heridas. —Pero seis meses después lo
perdoné y le volví a dar su puesto. No
volvió a hacer bromas a mi costa.
En este momento es justo mencionar la
cólera más terrible de que jamás haya
sido objeto en el tribunal. Un joven
noble fue acusado de actos antinaturales
contra mujeres. Las verdaderas
acusadoras eran las integrantes del
Gremio de Prostitutas, una organización
326
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

extraoficial, pero bien dirigida, que


protegía a sus integrantes, con bastante
eficacia, del abuso de traficantes y
rufianes. Las prostitutas no podían
presentar una acusación por sí mismas
contra un noble, de modo que fueron a
ver a un hombre a quien también aquél
le había hecho una mala jugada en una
ocasión, y que quería vengarse de él —
las prostitutas lo saben todo—; le
ofrecieron proporcionarle pruebas sí
presentaba la acusación: en los
tribunales una prostituta era testigo
hábil. Antes de que el caso se
presentara, envié un mensaje a mi
amiga Calpurnia, la hermosa prostituta
joven que había vivido conmigo antes
de que me casase con Mesalina, y que
me había sido tan fiel y tan tierna en mi
desgracia. Le pedí que entrevistara a las
mujeres que iban a declarar y que
descubriese si el noble había abusado
327
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

realmente de ellas en la forma en que se


pretendía, o si ellas habían sido
sobornadas por la persona que
presentaba la acusación. Calpurnia me
hizo saber, uno o dos días después, que
el noble se había comportado en
realidad en forma brutal y desagradable,
y que las mujeres que se habían quejado
al gremio eran muchachas decentes, una
de las cuales era su amiga personal.
Yo abrí el caso, recibí declaraciones
juradas (rechazando la objeción del
abogado de la defensa, en el sentido de
que los juramentos de las prostitutas
eran proverbial y realmente sin valor) e
hice que esto fuese registrado por
escrito por el escribiente del tribunal.
Cuando una de las muchachas repitió
una frase grosera y vulgar que el
acusado le había dirigido el escribiente
preguntó:

328
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Anoto esto también, César? Y yo


respondí:
—¿Por qué no?
El joven noble se mostró tan furioso,
que hizo precisamente lo que yo había
hecho con el funcionario de tribunal que
se burló de mí: me arrojó la tablilla de
escribir a la cabeza, pero en tanto que
yo no acerté, la puntería de él fue
buena. El borde filoso de la tablilla me
hirió la mejilla y me hizo sangrar. Pero
lo único que dije fue:
—Me alegro de ver, señor, que todavía
te queda alguna vergüenza.
Lo declaré culpable y anoté su delito al
lado de su nombre, en la Lista, cosa que
lo descalificaba para cualesquiera
candidatura a un puesto público. Pero
era pariente por matrimonio de
Asiático, quien algunos meses después
me pidió que borrase la anotación,

329
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

porque su joven pariente se había


reformado últimamente.
—La borraré, para complacerte —
respondí—, pero seguirá visible.
Asiático repitió más tarde esta frase
mía, ante sus amigos, como prueba de
mi estupidez. No podía entender,
supongo, que una reputación, como
solía decir mi madre, es como un plato
de loza. «El plato de loza está
resquebrajado; la reputación es dañada
por una sentencia criminal. El plato es
remendado luego y se torna 'un plato
casi nuevo'. La reputación es reparada
por un perdón oficial. Un plato
remendado o una reputación enmendada
son mejores que un plato resquebrajado
o una reputación dañada. Pero un plato
que jamás se ha quebrado y una
reputación que nunca ha sido dañada,
son mejores aún.»

330
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Un maestro siempre parece un


individuo rarísimo para sus alumnos.
Tiene ciertas frases habituales que ellos
llegan a advertir y que les provocan risa
cada vez que las usa. Todos tienen
frases habituales o giros del lenguaje,
pero si no ocupan un puesto de
autoridad —como un maestro, un
capitán del ejército o un juez—, nadie
las advierte mucho. Nadie las advertía
en mi caso hasta que me convertí en
emperador, pero luego, por supuesto, se
hicieron enormemente famosas. Yo sólo
tenía que decir en el tribunal: «Ni
malicia ni favor alguno (volviéndome
hacia mi secretario legal, después de
resumir un caso)». «Está bien dicho,
¿no es cierto?», o «Una vez que he
tomado una decisión, el asunto queda
como asegurado con un clavo», o citar
el antiguo dístico:
Lo que hizo el muy tuno,
331
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

eso se le hará. Y es justo.


O pronunciar el juramento familiar:
«¡Diez mil furias y serpientes!», y una
gran risotada surgía a mi alrededor,
como si hubiese pronunciado el más
absurdo solecismo imaginable, o el
epigrama más exquisitamente
ingenioso.
En el transcurso de mi primer año en
los tribunales debo de haber cometido
cientos de ridículos errores, pero
solucioné los casos y en ocasiones me
sorprendí a mí mismo con mi propio
brillo. Recuerdo que una vez hubo un
caso en que uno de los testigos de la
defensa, una mujer, negó tener relación
alguna con el acusado, de quien la parte
acusadora afirmaba que era realmente el
hijo de ella. Cuando le dije que le
aceptaba la palabra, y que en mi calidad
de Sumo Pontífice los uniría de
inmediato en matrimonio, ella se asustó
332
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de tal modo ante la perspectiva de que


la obligasen a cometer un incesto, que
se confesó culpable de perjurio. Dijo
que había ocultado su relación a fin de
parecer una testigo imparcial. Eso me
granjeó una gran reputación, que perdí
casi en el acto, en un caso en que la
acusación de traición encubría una de
falsificación. El prisionero era un
liberto de uno de los libertos de
Calígula, y no había circunstancias
atenuantes para su delito. Había
falsificado el testamento de su amo,
antes de la muerte de éste —no se pudo
demostrar si era culpable o no de su
muerte—, y dejado a su amante y sus
hijos en el abandono más absoluto. Me
encolericé muchísimo con este hombre,
cuando escuché su historia, y decidí
infligirle la pena máxi-
ma. La defensa fue muy débil; no negó
la acusación, no hizo más que presentar
333
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una cantidad de desatinos al estilo de


Telegonio. La hora de mi almuerzo
había quedado ya muy atrás y hacía ya
seis horas seguidas que me encontraba
en el tribunal. Un delicioso aroma de
comida llegó flotando hasta mi nariz,
desde el comedor de los Sacerdotes de
Marte, situado muy cerca. Ellos comen
mejor que ninguna otra fraternidad
sacerdotal. Marte jamás carece de
víctimas para el sacrificio. Me sentí
débil de hambre. Le dije al principal
magistrado que estaba sentado a mi
lado:
—Por favor, ocúpate de este caso e
impón el máximo castigo, a menos de
que la defensa tenga mejores pruebas
que ofrecer que las que ha ofrecido
hasta ahora.
—¿Quieres decir de veras el máximo
castigo? —preguntó.

334
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Sí, en verdad, sea cual fuere. El


hombre no merece piedad alguna.
—Tus órdenes serán obedecidas, César
—contestó.
Me trajeron la litera y me uní a los
sacerdotes en su almuerzo. Esa tarde,
cuando regresé, descubrí que al acusado
le habían cortado las manos,
colgándoselas al cuello. Ese era el
castigo prescrito por Calígula para las
falsificaciones, y hasta entonces no
había sido eliminado del código penal.
Todos pensaron que yo había actuado
con suma crueldad, porque el juez dijo
al tribunal que la sentencia era mía, no
de él. Sin embargo, la culpa no era mía.
Hice regresar a todos los exiliados que
habían sido desterrados por acusación
de traición, pero sólo después de pedir
el permiso del Senado. Entre ellos se
encontraban mis sobrinas Agripinila y
Lesbia, que habían sido enviadas a una
335
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

isla situada frente a la costa de África.


Por mi parte, si bien no habría
permitido que se quedaran allí, tampoco
las habría invitado a volver a Roma.
Ambas se habían portado con suma
insolencia hacia mí, no sé si adrede o
no, y sus otros adulterios habían sido
motivo de escándalo público. Fue
Mesalina quien intercedió por ellas ante
mí. Advierto ahora que esto le
proporcionaba una deliciosa sensación
de poder. Agripinila y Lesbia siempre la
habían tratado con gran altanería, y
cuando se les dijo que se las llamaba a
Roma como resultado de la generosidad
de ella, se verían obligadas a humillarse
ante Mesalina. Pero en esa época sólo
creí que lo hacía por bondad de
corazón. De modo que mis sobrinas
volvieron y descubrí que el exilio no les
había quebrado en modo alguno el
espíritu, si bien su delicada piel había
336
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quedado lamentablemente tostada por el


sol de África. Por orden de Calígula,
tuvieron que ganarse la vida en la isla,
zambulléndose en el mar para pescar
esponjas. Pero el único comentario que
Agripinila hizo respecto de sus
experiencias fue el de que no había
derrochado su tiempo.
—Me he convertido en una nadadora
de primera. Si alguien quiere matarme
alguna vez, será mejor que no intente
hacerlo ahogándome.
Decidieron sacar el mejor partido del
color asombrosamente semejante al de
las muchachas esclavas que ostentaban
en el rostro, cuello y brazos, e indujeron
a algunas de sus nobles amigas a
adoptar el atezado como moda. El jugo
de nogal se convirtió en una loción
favorita. Pero las íntimas de Mesalina
mantuvieron su natural tez rosada y
blanca, y se referían despectivamente al
337
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

grupo de atezados, llamándolos los


«pescadores de esponjas». El
agradecimiento de Lesbia a Mesalina
fue muy superficial, y a mí casi ni me
agradeció. Se mostró positivamente
desagradable:
—Nos hiciste esperar diez días más de
lo necesario —dijo—, y el barco que
nos enviaste a buscarnos estaba lleno de
ratas.
Agripinila fue más prudente; nos hizo a
los dos muy graciosos discursos de
gratitud.
Confirmé la monarquía de Herodes
sobre Bashán, Galilea y Gilead, y le
agregué la de Judea, Samaría y Edom,
de modo que su dominio era ahora tan
grande como el de su abuelo. Redondeé
la región del norte agregándole Abilene,
que había formado parte de Siria. El y
yo nos unimos en liga solemne,
confirmada por juramentos en el
338
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mercado, en presencia de una enorme


multitud, y por el sacrificio ritual de un
cerdo, antigua ceremonia revivida para
la ocasión. También le conferí la
dignidad honoraria de cónsul romano,
que jamás se había otorgado a un
hombre de su raza. Era el signo de que
en la reciente crisis el Senado le había
pedido consejo, ya que no encontró a un
romano activo capaz de pensamiento
claro e imparcial. Por pedido de
Herodes, también entregué el pequeño
reino de Caléis a su hermano menor,
Herodes Polio. Caléis estaba al este del
Orontes, cerca de Antioquía. No pidió
nada para Aristóbulo, de modo que éste
no recibió nada. También puse
gustosamente en libertad a Alejandro el
alabarca y a su hermano Filón, que
todavía se encontraban encarcelados en
Alejandría. Ya que estoy en el tema,
podría mencionar que cuando murió el
339
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hijo del alabarca, con quien Herodes


había casado a su hija Berenice, ésta se
casó luego con su tío Herodes Polio.
Confirmé a Petronio en su gobernación
de Siria y le envié una carta personal de
felicitación por su sensata conducta en
el asunto de la estatua.
Seguí el consejo de Herodes en cuanto
a las losas de mármol que estaban
destinadas a revestir el interior del
templo de Calígula. Ofrecieron muy
buen aspecto en el circo. Luego tuve
que decidir qué debía hacer con el
edificio mismo, que era bastante bonito
incluso cuando se lo despojó de los
adornos preciosos. Se me ocurrió que
sería justo para con los dioses gemelos,
Castor y Pólux —una disculpa decente
por el insulto que Calígula les había
hecho al convertir su templo en un
simple pórtico del propio—, ofrecerlo
como un anexo del de ellos. Calígula
340
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había abierto una brecha en la pared,


detrás de las dos estatuas, para
constituir la entrada principal de su
templo, de modo que, por así decirlo,
ellos se habían convertido en sus
porteros. No había más remedio que
volver a consagrar el edificio. Fijé un
día propicio para la ceremonia y
conquisté la aprobación de los dioses
por medio del augurio, porque
establecemos esta distinción entre el
augurio y la consagración: la
consagración se efectúa por la voluntad
del hombre, pero primero el augurio
debe denotar el consentimiento
voluntario de la deidad en cuestión.
Elegí el día 15 de julio, día en que los
caballeros romanos salen, coronados de
guirnaldas de oliva, para honrar a los
Gemelos en magnífica procesión
ecuestre. Desde el templo de Marte,
cabalgan a través de las principales
341
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

calles de la ciudad, vulven al templo de


los Gemelos,, y allí ofrecen sacrificios.
La ceremonia es una conmemoración de
la batalla del lago Regilo, que se libró
ese mismo día, hace 300 años. Castor y
Pólux llegaron en persona, a caballo, en
ayuda de un ejército romano que se
defendía desesperadamente en la costa
del lago, contra una fuerza superior de
latinos. Y desde entonces han sido
adoptados como los patronos especiales
de los Caballeros.
Realicé los servicios en el pequeño
tabernáculo dedicado a ese propósito,
en la cima del monte Capitolino.
Invoqué a los dioses, y, después de
hacer cálculos, señalé el sector
adecuado de los cielos en el cual debía
hacer mis observaciones, es decir, la
parte en que se encontraba entonces la
constelación de los Gemelos. Apenas lo
había hecho cuando escuché un leve
342
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

crujido en el cielo y apareció el signo


esperado. Era un par de cisnes volando
desde la dirección que yo había
establecido, y el ruido de sus alas se
hacía cada vez más fuerte, a medida que
se acercaban. Sabía que debían ser
Castor y Pólux en persona, disfrazados,
porque, como se sabrá, ellos y su
hermana Helena fueron empollados del
mismo huevo de yema triple que puso
Leda después de haber sido cortejada
por Júpiter en forma de cisne. Las aves
pasaron sobre su templo y se perdieron
muy pronto a lo lejos.
Me adelantaré un poco al orden de los
acontecimientos y describiré el festival.
Comenzó con una ceremonia lustral.
Los sacerdotes y nuestros ayudantes
realizamos una solemne procesión en
torno al edificio, llevando ramas de
laurel que mojábamos en recipientes de
agua consagrada y agitábamos,
343
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

salpicando gotas al marchar. Yo me


había preocupado de enviar a buscar
agua del lago Regilo, donde Castor y
Pólux, de paso, tenían otro templo. En
la invocación mencioné la procedencia
del agua. También quemamos azufre y
aguas aromáticas para ahuyentar a los
malos espíritus, y se tocó música de
flauta para ahogar el sonido de
cualquier palabra de mal augurio que
pudiese pronunciarse. Esta ceremonia
lustral tornaba sagrado todo lo que
existiese dentro de los límites en que
hubiéramos caminado, en los cuales se
encontraba el nuevo templo. Tapiamos
la brecha; yo coloqué la primera piedra.
Luego realicé el sacrificio. Había
elegido la combinación de víctimas que
sabía agradaría más a los dioses: para
cada uno de ellos un buey, un cordero y
un cerdo, todos puros y todos gemelos.
Castor y Pólux no son deidades
344
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

importantes; son semidioses que, debido


a su ascendencia mixta, pasan días
alternados en el cielo y en el Mundo
Inferior. Al realizar el sacrificio a los
espíritus de los héroes, se tiende la
cabeza de la víctima hacia abajo, pero
en el sacrificio a los dioses hay que
tenderla hacia arriba, de modo que al
efectuar el sacrificio a los Gemelos
seguí una antigua práctica que había
caído en desuso durante muchos años,
de estirar alternativamente una cabeza
hacia arriba y otra hacia abajo. Pocas
veces he visto entrañas más propicias.
El Senado me había votado la
vestimenta triunfal para la ocasión; la
excusa era una pequeña campaña que
había concluido recientemente en
Marruecos, donde se produjeron
disturbios después del asesinato del rey,
mi primo Tolomeo, por Calígula. Yo no
tenía responsabilidad alguna por la
345
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

expedición de Marruecos, y si bien


ahora era costumbre que al comandante
en jefe se le votase el derecho de
utilizar atavíos triunfales al final de
cada campaña, aunque jamás hubiese
salido de la ciudad, yo no habría
aceptado jamás los honores a no ser por
una consideración. Decidí que resultaría
extraño que un comandante en jefe
dedicase un templo a los únicos dos
semidioses griegos que habían luchado
jamás por Roma, con una vestimenta
que era una confesión de que jamás
había dirigido un verdadero ejército.
Pero sólo utilicé mi capa y corona
triunfal durante la ceremonia misma. En
los otros cinco días del festival me puse
mi túnica común, de senador, con el
borde púrpura.
Los primeros tres días fueron
dedicados a representaciones teatrales
en el teatro de Pompeyo, que volví a
346
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dedicar para la ocasión. El escenario y


parte de la sala se habían incendiado
durante el reinado de Tiberio, pero
fueron reconstruidos por él y vueltos a
dedicar a Pompeyo. Sin embargo, a
Calígula no le gustaba ver el título de
Pompeyo, «El Grande», en la
inscripción, y se dedicó el teatro a sí
mismo. Yo se lo devolví a Pompeyo, si
bien puse una inscripción en el
escenario, concediéndole a Tiberio el
mérito de su restauración después del
incendio y a mí el de esta rededicación
a Pompeyo. Es el único edificio público
en que he dejado que aparezca mi
nombre.
Jamás me agradó la práctica,
totalmente antiromana, que surgió a
finales del reinado de Augusto, de que
los hombres y mujeres de rango
apareciesen en el escenario para exhibir
sus talentos histriónicos y coribánticos.
347
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

No sé por qué Augusto no lo impidió


con más severidad de lo que lo hizo.
Supongo que fue porque no existía ley
alguna contra la práctica, y porque
Augusto era tolerante con las
innovaciones griegas. A su sucesor
Tiberio le desagradaba el teatro, fuesen
cuales fueren los actores, y lo
consideraba una gran pérdida de
tiempo, y un estímulo para el vicio y la
locura. Pero Calígula no sólo volvió a
llamar a los actores profesionales a
quienes Tiberio había desterrado de la
ciudad, sino que estimuló fuertemente a
los aficionados nobles a trabajar como
actores, y a menudo se presentaba él
mismo en el escenario. La principal
indecencia de la innovación residía para
mí en la total incapacidad de los
aficionados nobles. Los romanos no son
actores natos. En Grecia los hombres y
las mujeres de rango participan en los
348
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

espectáculos teatrales con toda


naturalidad, y jamás dejan de hacer un
papel honorable. Pero jamás he visto a
un aficionado romano que sirviese para
nada. Roma sólo ha producido un gran
actor, Roscio, pero éste conquistó su
extraordinaria perfección en el arte por
los extraordinarios trabajos que se tomó
para lograrlo. Nunca hizo en el
escenario un solo gesto o movimiento
que no hubiese ensayado con cuidado
de antemano una y otra vez, hasta que
pareciera una acción natural. Ningún
otro romano ha tenido jamás la
paciencia para convertirse en un griego.
De modo que en esta ocasión envié un
mensaje especial a todos los nobles que
habían aparecido en escena durante el
reinado de Calígula, ordenándoles, so
pena de incurrir en mi desagrado, que
pusiesen en escena dos obras y un
interludio que había elegido para ellos.
349
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

No los ayudaría ningún actor


profesional, dije. Al mismo tiempo
llamé a Harpócrates, mi secretario de
Juegos, y le dije que deseaba que
reuniera el mejor reparto de actores
profesionales que pudiese encontrar en
Roma, a fin de que, en el segundo día
del festival, demostrasen cómo debía
ser en realidad un actor. Presentarían el
mismo programa, pero esto lo mantuve
en secreto. Mi pequeña lección resultó
maravillosamente bien. Las
representaciones del primer día fueron
lamentables. Unos gestos tan duros y
entradas y salidas tan torpes, unos
papeles tan mascullados y torturados,
una falta tal de gravedad en la tragedia
y de humorismo en la comedia, que el
público muy pronto se impacientó y
comenzó a torcer y remover los pies, y a
conversar. Pero al día siguiente la
compañía profesional actuó en forma
350
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tan brillante, que desde entonces ningún


hombre o mujer de rango se ha atrevido
a aparecer en el escenario público.
Al tercer día el espectáculo principal
fue la danza pírrica de las espadas, la
danza nativa de las ciudades griegas del
Asia Menor. Fue ejecutada por los hijos
de los notables de esas ciudades, a
quienes Calígula había mandado buscar
so pretexto de que bailaran para él. En
realidad quería tenerlos como rehenes
de la buena conducta de sus padres,
mientras él visitaba el Asia Menor y
reunía dinero por medio de sus
habituales métodos extorsivos. Al
enterarse de su llegada a palacio,
Calígula fue a inspeccionarlos, y estaba
a punto de hacerlos ensayar una canción
que habían aprendido en su honor,
cuando Casio Querea se acercó a pedir
el santo y seña. Y esa fue la señal de su,
asesinato. De modo que ahora los
351
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

jóvenes bailaron con mayor alegría y


habilidad, al enterarse del destino a que
habían escapado, y me dedicaron una
canción de agradecimiento cuando
terminaron. Yo los recompensé a todos
con la ciudadanía romana y los hice
volver a sus hogares unos días después,
cargados de regalos.
Los espectáculos del cuarto y quinto
día se desarrollaron en el Circo, que
estaba hermosísimo, con sus metas
doradas y sus barreras de mármol, y en
los anfiteatros. Presentamos doce
carreras de cuadrigas y una de camellos,
que era una novedad divertida. También
matamos 300 osos y 300 leones en los
anfiteatros, y exhibimos una gran lucha
a espada. Los osos y los leones habían
sido traídos por Calígula desde el
África, antes de su muerte, y acababan
de llegar. Yo le dije a la gente con
franqueza:
352
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Este es el último gran espectáculo de


animales que se presenciará durante un
tiempo. Esperaré a que los precios
desciendan, antes de comprar otros. Los
comerciantes africanos los han llevado a
un tope absurdo. Si no pueden volver a
bajarlos, tendrán que llevar su
mercancía a otro mercado... pero creo
que les resultará difícil.
Esto despertó el sentido comercial de la
gente, que me vitoreó, agradecida. Ese
fue, entonces, el fin del festival, aparte
de un enorme banquete que ofrecí luego
en palacio, a la nobleza y sus esposas, y
también a ciertos representantes del
pueblo. Se sirvió a más de 2.000
personas, no hubo manjares
extraordinarios, pero fue una comida
bien planeada, con buen vino y
excelentes asados, y no escuché quejas
en cuanto a la ausencia de pasteles de

353
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lengua de alondra o de antílopes en


aspic o tortillas de huevos de avestruz.

Capítulo 8

Pronto llegué a una conclusión en


cuanto a los combates a espada y las
cacerías de fieras salvajes. Primero, en
cuanto a estas últimas, me había
enterado de un deporte que se
practicaba en Tesalia, que poseía la
doble ventaja de ser excitante como
espectáculo y además barato. De modo
que lo presenté en Roma como
alternativa de las habituales cacerías de
leopardos y leones. Se llevaba a cabo
354
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con toros salvajes de mediana edad. Los


hombres de Tesalia solían excitar al
toro clavándole pequeños dardos en la
piel, cuando salía del corral en que
estaba prisionero... no lo bastante como
para herirlo, sino sólo para irritarlo. El
animal se precipitaba para atacarlos y
entonces ellos saltaban ágilmente fuera
de su alcance. Estaban desarmados. A
veces solían engañarlo sosteniendo telas
de colores delante de su cuerpo. El toro
embestía las telas y ellos las retiraban
en el último momento, sin apartarse del
lugar. El toro siempre se precipitaba
sobre la tela en movimiento. O en el
momento de la embestida saltaban hacia
adelante y caían al otro lado, o bien se
paraban sobre sus ancas un momento,
antes de volver a pisar el suelo. El toro
comenzaba a cansarse gradualmente, y
ellos realizaban hazañas cada vez más
audaces. Había un hombre que podía
355
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quedarse de espaldas al toro,


agachándose, con la cabeza entre las
piernas, y luego, cuando el animal
atacaba, realizar un salto mortal en el
aire y aterrizar sobre el lomo del
animal. Era un espectáculo común ver a
un hombre cabalgar alrededor de la liza
haciendo equilibrio sobre el lomo del
animal. Si éste no se cansaba
rápidamente, lo hacían galopar en torno
al redondel sentándose sobre él como si
fuese un caballo, sosteniendo un cuerno
con la mano izquierda y retorciéndole la
cola con la derecha. Cuando estaba lo
bastante fatigado, el ejecutante luchaba
con él, tomándolo de ambos cuernos y
haciéndolo caer lentamente al suelo. A
veces aferraba la oreja del toro entre los
dientes para ayudarse en la tarea. Era un
deporte muy interesante, y con
frecuencia el toro atrapaba y mataba al
hombre que se tomaba libertades
356
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

demasiado grandes con él. La baratura


del deporte consistía en los precios
razonables exigidos por los hombres de
Tesalia, que eran simples campesinos, y
en la supervivencia del toro para otro
espectáculo. Los toros inteligentes, que
aprendían a eludir las trampas que se les
tendían y no se dejaban dominar se
convirtieron muy pronto en grandes
favoritos populares. Había uno llamado
Rojizo, que a su manera era tan famoso
como el caballo Incitato. Mató a diez de
sus torturadores en otros tantos
festivales. La muchedumbre llegó a
preferir estas corridas de toros a todos
los otros espectáculos, salvo la lucha a
espada.
Y en cuanto a los esgrimistas, decidí
reclutarlos principalmente entre los
esclavos que durante el reinado de
Calígula y Tiberio habían declarado
contra sus amos en juicios por traición,
357
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

provocando de tal modo la muerte de


éstos. Los dos crímenes que más
abomino son el parricidio y la traición.
Para el parricidio, en verdad, he vuelto a
introducir el antiguo castigo: el criminal
es azotado hasta que sangra, y luego se
lo mete en un saco junto con un gallo,
un perro y una víbora, que representan
la codicia, la desvergüenza y la
ingratitud, y por último se lo arroja al
mar. Considero que la traición de los
esclavos hacia sus amos es también una
especie de parricidio, de modo que
siempre los he hecho luchar hasta que
uno de los combatientes queda muerto o
herido de gravedad. Y nunca les
concedo perdón, sino que los vuelvo a
hacer luchar en los Juegos siguientes, y
así de seguido, hasta que mueren o
quedan completamente incapacitados.
En una o dos ocasiones sucedió que uno
de ellos fingió estar mortalmente
358
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

herido, cuando sólo había recibido una


herida leve, y se retorció en la arena
como si no pudiese continuar. Si yo
descubría que fingía, siempre daba
orden de que se la cortase la garganta.
Creo que el populacho gozaba aún más
con las diversiones que yo ofrecía que
con las de Calígula, porque las
presenciaba con mucha menos
frecuencia. Calígula tenía tal pasión por
las carreras de cuadrigas y las cacerías
de animales feroces, que casi todos los
días encontraba una excusa para una
fiesta. Esto era un gran derroche del
tiempo público, y el espectador se
cansaba muy pronto, antes que él.
Eliminé del calendario 150 fiestas
introducidas por Calígula. Otra decisión
que tomé fue la de establecer una
reglamentación en cuanto a las
repeticiones. Existía la costumbre de
que si se había cometido un error en las
359
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ceremonias de un festival, aunque sólo


se tratase de uno muy pequeño, en el
último día, todo el asunto tenía que
volver a empezar. En el reinado de
Calígula las repeticiones se habían
convertido en una verdadera farsa. Los
nobles a quienes obligaba a celebrar
juegos en su honor, a su propia costa,
sabían que jamás podrían librarse con
una sola ejecución. Siempre se las
arreglaba para encontrar algún defecto
en la ceremonia, cuando todo había
terminado, y los obligaba a repetirla,
dos, tres, cuatro, cinco y hasta diez
veces, de modo que aprendieron a
apaciguarlo normalmente cometiendo
un error intencional de toda evidencia,
el último día, con lo que conquistaban
el favor de repetir el espectáculo una
sola vez. Mi edicto declaraba que si
algún festival tenía que ser repetido, la
repetición no ocuparía más de un solo
360
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

día, y si se cometía luego otro error, allí


terminaba todo. De resultas de ello no
se cometió ningún otro error. Se veía
que yo no los estimulaba. También
ordené que no se realizasen
celebraciones públicas en mi
cumpleaños, ni se ofrecieran
espectáculos de combate a espada en mi
honor. Era erróneo, dije, que se
sacrificase la vida de hombres, aunque
fuesen espadachines, en un intento de
comprar el favor de los dioses
Infernales hacia un hombre viviente.
Sin embargo, para que no se me
acusara de regatear los placeres de la
ciudad, a veces solía proclamar de
pronto, una mañana, que por la tarde se
realizarían juegos en el cercado del
Campo de Marte. Explicaba que no
había motivos particulares para los
juegos, salvo que era un buen día para
llevarlos a cabo, y que, como no se
361
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

habían hecho preparativos especiales,


saldría lo que saliese. Los denominaba
Sportula, o Juegos a lo que Salgan.
Duraban una sola tarde.
Acabo de mencionar mi odio hacia los
esclavos que traicionaban a sus amos,
pero me di cuenta de que si los amos no
exhibían una actitud adecuadamente
paternal hacia los esclavos, no podía
esperarse que éstos tuviesen un sentido
del deber filial para con sus amos. Los
esclavos, en fin de cuentas, son seres
humanos. Los protegí por medio de
leyes acerca de las cuales ofreceré un
ejemplo. El liberto adinerado a quien
Herodes había pedido dinero en una
ocasión para pagar a mi madre y a mí
mismo, había ampliado grandemente su
hospital para esclavos enfermos, que
ahora se encontraba situado en la isla de
Esculapio, en el Tíber. Anunció que
estaba dispuesto a comprar esclavos en
362
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cualquier estado, a fin de curarlos, pero


prometía la primera opción para la
compra a los ex dueños, a un precio no
superior al triple del original. Sus
métodos de curación eran muy
rigurosos, para no decir inhumanos.
Trataba a los esclavos enfermos como a
otras tantas reses de ganado. Pero su
negocio era amplio y provechoso,
porque la mayoría de los amos no se
molestaban en cuidar a sus esclavos
enfermos, por no distraer a los esclavos
comunes de sus obligaciones, y porque
si los primeros sufrían dolores, habrían
mantenido despiertos a todos, de noche,
con sus gemidos. Preferían venderlos en
cuanto resultaba claro que la
enfermedad resultaría larga y tediosa.
En esto, por supuesto, seguían los
mezquinos preceptos económicos de
Catón el Censor. Pero yo puse fin a la
práctica. Emití un edicto en el sentido
363
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de que todo esclavo enfermo que


hubiese sido vendido al dueño de un
hospital recibiría, al curarse, su libertad,
y no volvería al servicio de su amo, en
tanto que éste tendría que devolver el
dinero de la compra al dueño del
hospital. Por lo tanto, si un esclavo caía
enfermo, el amo se veía obligado a
curarlo en su casa o a pagarle su
curación. En este último caso, quedaba
libre al curarse, como los esclavos ya
vendidos al dueño del hospital, y como
éstos, se esperaba que pagase una
ofrenda de agradecimiento al hospital,
en proporción de la mitad del dinero
ganado durante los tres años siguientes.
Si a algún amo se le ocurría matar al
esclavo en lugar de curarlo en su casa o
enviarlo al hospital, era culpable de
asesinato. Luego inspeccioné en
persona el hospital de la isla y di
órdenes al administrador en cuanto a las
364
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

evidentes mejoras que debía introducir


en materia de comodidades, dieta e
higiene. Si bien, como digo, eliminé
150 de los festivales de Calígula del
calendario, admito que creé tres nuevos
festivales, cada uno con una duración de
tres días. Dos eran en honor de mis
padres. Hice que éstos cayesen en sus
cumpleaños, postergando para fechas
vacantes dos festivales menores que
coincidían con ellos. Ordené que se
cantasen endechas en memoria de mis
padres, y ofrecí banquetes funerarios de
mi propio peculio. Las victorias de mi
padre en Germania ya habían sido
honradas con un arco en la Vía Apia, y
con el título hereditario de Germánico,
que era el sobrenombre del cual yo más
me enorgullecía. Pero me pareció que
su memoria debía ser recordada también
de esa manera. A mi madre se le' habían
concedido importantes honores por
365
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula, incluso el título de «Augusta»,


pero cuando riñó con ella y la obligó a
suicidarse, se los quitó vilmente.
Escribió cartas al Senado acusándola de
traición hacia él, de impiedad hacia
otros dioses, de una vida de malicia y
avaricia, y del agasajo en su casa de
adivinas y astrólogos, en desafiante
desobediencia a las leyes. Antes de
poder devolverle decentemente a mi
madre el título de «Augusta», tenía que
volver a afirmar ante el Senado que
había sido completamente inocente de
las acusaciones; que, si bien era de
temperamento empecinado, era también
muy piadosa, y, aunque ahorrativa, muy
generosa, y que jamás tuvo malicia
hacia nadie y jamás consultó a un
adivino o astrólogo en toda su vida.
Presenté a los testigos necesarios. Entre
ellos se encontraba Briséis, la encargada
del guardarropas de mi madre, que
366
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había sido esclava mía hasta que le


ofrecí su libertad en la vejez. En
cumplimiento de una promesa hecha
uno o dos años antes a Briséis, la
presenté al Senado de la siguiente
manera:
—Señores, esta anciana fue otrora una
fiel esclava roía, y por su vida de
trabajo al servicio de la familia Claudia
—primero como doncella para todo de
mi abuela Livia, y luego de mi madre
Antonia, cuyo cabello solía peinar—, la
recompensé recientemente con su
libertad. Algunas personas, incluso
miembros de mi propia casa, han
sugerido que en realidad fue la esclava
de mi madre. Aprovecho esta
oportunidad para tachar de mentira
maliciosa cualquier sugestión por el
estilo. Nació como esclava de mi padre,
cuando éste era un niño. A la muerte de
él la heredó mi hermano; y luego la
367
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

heredé yo. No ha tenido otros amos o


amas. Pueden depositar la máxima
confianza en su testimonio.
Los senadores se asombraron ante lo
caluroso de mis palabras, pero las
aplaudieron en la esperanza de
complacerme, y en verdad me sentí
complacido porque para la anciana
Briséis este fue el momento más
glorioso de su vida, y el aplauso parecía
destinado tanto a ella como a mí.
Rompió a llorar, y sus incoherentes
tributos al carácter de mi madre fueron
apenas audibles. Murió unos días
después, en una espléndida habitación
de palacio, y le ofrecí un lujosísimo
funeral.
Los títulos robados a mi madre le
fueron devueltos, y en los grandes
Juegos circenses su carroza fue incluida
en la procesión sagrada, lo mismo que
la de mi pobre cuñada Agripina. El
368
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tercer festival que creé fue en honor de


mi abuelo Marco Antonio. Había sido
uno de los más brillantes generales
romanos, y conquistó muchas victorias
notables en Oriente. Su único error
consistió en reñir con Augusto después
de una larga amistad con él, y en perder
la batalla de Accio. No entendía por qué
la victoria de mi tío abuelo Augusto
debía continuarse celebrando a
expensas de mi abuelo. No llegué hasta
el punto de deificar a este último, ya
que sus muchos defectos lo habían
descalificado para el ingreso al Olimpo,
pero el festival era un tributo a sus
cualidades de soldado y satisfacía a los
descendientes de aquellos soldados
romanos que habían tenido la mala
suerte de elegir el bando perdedor en
Accio.
Tampoco olvidé a mi hermano
Germánico. No instituí festival alguno
369
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en su honor, porque en cierto modo


sentía que su espíritu no lo aprobaría.
Era el hombre más modesto y abnegado
de su rango y capacidad que jamás haya
conocido. Pero hice algo con que tenía
la seguridad de complacerlo. En
Nápoles se realizaba un festival (ésta
era una colonia griega), y en las
competencias efectuadas allí cada cinco
años, para la elección de la mejor
comedia griega, presenté una que había
escrito Germánico y que encontré entre
sus papeles, después de su muerte. Se
denominaba Los embajadores, y estaba
escrita con considerable gracia e
ingenio al estilo de Aristófanes. El
argumento relataba que dos hermanos
griegos, uno de los cuales era
comandante de las fuerzas de su ciudad
en la guerra contra Persia, y el otro un
mercenario al servicio de los persas,
llegaron por casualidad al mismo
370
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tiempo, como embajadores, a la corte de


un reino neutral, en el que cada uno de
ellos pidió al rey su colaboración
militar. Reconocí reminiscencias
cómicas de las recriminaciones que en
una ocasión se habían intercambiado los
dos caudillos queruscos, Flavio y
Hermann, hermanos que combatían en
bandos contrarios de la guerra germana
se siguió a la muerte de Augusto. El
final cómico de la obra consistía en el
hecho de que el tonto rey, convencido
por los dos hermanos, enviaba su
infantería para ayudar a los persas y su
caballería para ayudar a los griegos.
Esta comedia conquistó el premio, por
el voto unánime de los jueces. Podrá
sugerirse que aquí se mostró cierto
favoritismo, no sólo por la
extraordinaria popularidad de
Germánico durante su vida, entre todos
los que entraron en contacto con él, sino
371
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

porque sabían que era yo, el emperador,


quien presentaba la obra. Pero no cabe
duda de que fue, con mucho, la mejor
obra que se presentó a disputar el
premio, y que fue muy aplaudida
durante su ejecución. Recordando que
en su visita a Atenas, Alejandría y otras
famosas ciudades griegas, Germánico
había usado una vestimenta griega, yo
hice lo mismo en el festival de Nápoles.
Me puse una capa y botas altas, para
asistir a los espectáculos musicales y
dramáticos, y un manto púrpura y una
corona de oro en las pruebas
gimnásticas. El premio de Germánico
era un trípode de bronce. El juez quiso
votarle un trípode de oro, como honor
especial, pero yo me negué y lo rechacé,
considerando que era una
extravagancia. El bronce era el metal
acostumbrado para el trípode de premio.

372
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Lo dediqué en su honor en el templo


local de Apolo.
Sólo me quedaba ahora cumplir con la
promesa que le había hecho a mi abuela
Livia. Le había dado mi palabra de
honor de utilizar toda la influencia de
que dispusiera a fin de obtener el
consentimiento del Senado para su
deificación. No había cambiado de
opinión en cuanto a lo implacable e
inescrupuloso de los métodos que
utilizó para lograr el dominio del
imperio y mantenerlo en sus manos
durante unos 65 años. Pero, como he
hecho observar hace un momento, mi
admiración por sus capacidades
organizativas aumentaba día tras día.
No hubo oposición alguna en el Senado,
salvo la de Viniciano, el primo de
Vinicio, quien desempeñaba el mismo
papel que había representado Galo
veintisiete años antes, cuando Tiberio
373
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propuso la deificación de Augusto.


Viniciano se puso de pie para preguntar
cuáles eran los argumentos en que me
basaba para hacer este pedido sin
precedentes, y qué señal me había
concedido el cielo para indicar que
Livia Augusta debía ser recibida por los
Inmortales como su asociada
permanente. Mi respuesta estaba pronta.
Le dije que no mucho antes de su
muerte, mi abuela, impulsada sin duda
por una inspiración divina, había
llamado por separado primero a mi
sobrino Calígula y luego a mí mismo,
para informarnos en secreto, a cada uno
por vez, que algún día llegaríamos a ser
emperadores. En compensación por esta
seguridad, nos hizo jurar que haríamos
todo lo posible para deificarla cuando
llegase nuestra monarquía, señalando
que había representado un papel tan
importante como Augusto en la gran
374
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tarea de reforma que ambos


emprendieron juntos después de las
guerras civiles, y que era muy injusto
que Augusto gozara de la
bienaventuranza eterna en las
mansiones celestiales, en tanto que ella
descendía a las tétricas moradas del
infierno, para ser juzgada por Eaco, y
perderse luego, para siempre, entre las
incontables huestes de insignificantes y
silenciosas sombras. Calígula, les dije,
era sólo un jovencito en la época en que
hizo esa promesa, y tenía dos hermanos
mayores vivos, de modo que resultaba
notable que Livia supiese que el
emperador sería él y no ellos, porque no
exigió la misma promesa a los
hermanos mayores. De cualquier
manera, Calígula había hecho esa
promesa, pero la violó cuando llegó a
emperador, y si Viniciano necesitaba
una señal segura de los sentimientos de
375
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los dioses en este asunto, estaba en


libertad de encontrarla en las
sangrientas circunstancias de la muerte
de Calígula.
Luego me volví para dirigirme al
Senado en su conjunto.
—Señores —dije—, no soy yo quien
debe decidir si mi abuela Livia Augusta
es digna de deificación nacional por los
votos de ustedes, o si no lo es. Sólo
puedo repetir que le juré, por mi propia
cabeza, que si alguna vez llegaba a ser
emperador —acontecimiento que
parecía improbable y absurdo, aunque
ella estaba segura de que se realizaría
—, haría lo posible para convencerlos
de que era preciso elevarla al cielo,
donde se encontraría una vez más al
lado de su fiel esposo, que ahora,
después de Júpiter Capitolino, es la más
venerada de todas nuestras deidades. Si
me niegan el pedido hoy, lo repetiré
376
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todos los años por esta misma época,


hasta que me lo concedan. Mientras
viva, y mientras tenga privilegios para
hablarles desde este banco.
Llegué al final del discursito que había
preparado, pero me sentí impulsado a
continuar hablando en forma
improvisada.
—Y realmente pienso, señores, que
deberían considerar los sentimientos de
Augusto en este sentido. Durante más
de cincuenta años él y Livia trabajaron
juntos, todos y cada uno de los días de
sus vidas. Hubo muy pocas cosas que él
hiciera sin el consentimiento y el
consejo de ella, y si alguna vez actuó
por su propia iniciativa, no puede
decirse que siempre actuara con
prudencia o que obtuviera un gran éxito
en tales empresas. Sí, cada vez que se
vio frente a un problema que ponía a
prueba su capacidad de juicio, solicitó
377
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

siempre la ayuda de Livia. No llegaré a


decir que mi abuela carecía de los
defectos que siempre acompañan a las
extraordinarias cualidades de que estaba
dotada. Quizá yo los conozca más que
ningún otro de los presentes. Para
empezar, era completamente cruel. La
crueldad es un grave defecto humano,
imperdonable cuando se combina con el
libertinaje, la codicia, la pereza y el
desorden. Pero cuando se combina con
una ilimitada energía y un rígido
sentido del orden y de la decencia
pública, la crueldad adquiere un
carácter en todo sentido distinto. Se
convierte en un atributo divino. No hay
muchos dioses, en verdad, que la
posean en tan gran medida como la
poseyó mi abuela. Además, tenía una
voluntad realmente olímpica en su
inflexibilidad, y si bien jamás perdonó a
miembro alguno de su propia casa que
378
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dejase de demostrar la devoción a sus


obligaciones que ella esperaba de él, o
que crease un escándalo público por su
forma disipada de vida, tampoco, es
precioso recordarlo, escatimó sus
propias energías. ¡Cómo trabajó!
Trajinando día y noche, amplió esos
sesenta y cinco años de gobierno, hasta
convertirlos en ciento treinta. Pronto
llegó a identificar su propia voluntad
con la de Roma, y todos los que se le
opusieran eran traidores para ella,
incluso el propio Augusto. Y Augusto,
con ocasionales desviaciones, entendió
la justicia de esa identificación, y si
bien, hablando en términos oficiales,
ella no era más que su consejera
extraoficial, en las cartas privadas que
le dirigió reconoció una y mil veces que
dependía por completo de su divina
sabiduría. Sí, usó la palabra «divina»,
Viniciano. Y esto yo lo considero una
379
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

prueba concluyente. Y tienes la edad


suficiente para recordar que cada vez
que se separaba temporalmente de ella,
Augusto no era en modo alguno el
hombre que era en su compañía. Y
podrá argumentarse que su actual tarea
en el cielo, de vigilar el destino del
pueblo romano, se ha tornado muy
dificultosa por la ausencia de su anterior
ayudante. Por cierto que Roma no ha
florecido desde su muerte, ni siquiera en
forma aproximadamente tan próspera
como durante su vida con la excepción
de los años en que mi abuela Livia
gobernó a través de su hijo, el
emperador Tiberio. ¿Y se les ha
ocurrido, señores, que Augusto es casi
la única deidad masculina del cielo que
carece de consorte? Cuando Hércules
ascendió al cielo, recibió en el acto una
esposa, la diosa Hebe. —¿Y qué me

380
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dices de Apolo ? —interrumpió


Viniciano—.
Jamás oí decir que Apolo estuviese
casado. Ese me parece un argumento
muy cojo.
El cónsul llamó a Viniciano al orden.
Era evidente que la palabra «cojo» tenía
una intención ofensiva. Pero yo estaba
acostumbrado a los insultos y respondí
con serenidad: —Siempre he entendido
que el dios Apolo permanece soltero, o
bien porque es incapaz de elegir entre
las nueve Musas, o bien porque no
puede permitirse ofender a ocho de ellas
eligiendo a la novena como esposa. Y
es inmortal-mente joven, lo mismo que
ellas, y puede darse el lujo de posponer
su elección por tiempo indefinido,
porque todas están enamoradas de él,
como dice el poeta Cómo se Llame.
Pero quizás Augusto lo convenza
eventualmente de que cumpla su deber
381
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con el Olimpo, aceptando a una de las


nueve en honorable matrimonio, y
creando una gran familia... «con tanta
rapidez corno tarda un espárrago en
hervir».
Viniciano se vio obligado a guardar
silencio, en medio del estallido de risas
que siguió, porque «con tanta rapidez
como tarda un espárrago en hervir» era
una de las expresiones favoritas de
Augusto. Tenía varias otras: «Con tanta
facilidad como se acuclilla un perro»,
«Hay más de una forma de matar a un
gato», y «Ocúpate de tus asuntos, que
yo me ocuparé de los míos», y «Me
ocuparé de que esto se haga para las
calendas griegas» (cosa que, por
supuesto, significa nunca), y «La rodilla
está más cerca que el tobillo» (lo que
significa que el primer deber de uno se
relaciona con los asuntos que le afectan
personalmente). Y si alguno trataba de
382
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

contradecirlo con algún problema de


erudición literaria, solía decir: «Puede
que rábano no sepa griego, pero yo sí lo
sé». Cada vez que instaba a alguien a
soportar con paciencia una situación
desagradable, solía decir:
«Conformémonos con este Catón». Por
lo que he hablado de Catón, ese hombre
virtuoso, se entenderá con facilidad qué
es lo que quería decir con esa frase.
Ahora me sorprendía yo utilizando a
menudo esas frases de Augusto;
supongo que era porque había aceptado
adoptar su nombre y posición. La más
útil era la que usaba cuando
pronunciaba un discurso y se perdía en
una frase, cosa que a mí me sucede
constantemente, porque tengo
inclinación, cada vez que hago un
discurso improvisado, y también en los
escritos históricos, cuando no me vigilo
con atención, a complicarme en largas
383
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

frases ambiciosas y ahora lo vuelvo a


hacer, como se verá. Sin embargo, el
caso es que Augusto, cada vez que se
veía en un embrollo, solía cortar el nudo
gordiano, como Alejandro, diciendo:
«Me faltan las palabras, señores. Nada
que pudiese decir igualaría en
profundidad mis sentimientos acerca de
este asunto». Y yo me aprendí la frase
de memoria, y a cada rato la convertía
en mi tabla de salvación. Solía levantar
las manos, cerrar los ojos y declamar:
«Me faltan las palabras, señores. Nada
que pudiese decir igualaría en
profundidad mis sentimientos acerca del
asunto». Luego hacía una pausa de unos
segundos y reanudaba el hilo de mi
argumentación.
Deificamos a Livia sin más demoras y
le dedicamos una estatua que debía ser
colocada al lado de la de Augusto, en su
templo. En la ceremonia de deificación,
384
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los hijos menores de las familias nobles


ofrecieron un espectáculo de la fingida
lucha entre jinetes que llamábamos el
Juego de Troya. También le votamos
una carroza que debía ser tirada por
elefantes en la procesión, durante los
juegos circenses, honor que sólo
compartía con Augusto. Las vírgenes
vestales recibieron órdenes de ofrecerle
sacrificios en sus templos, y así como al
prestar juramento legal todos los
romanos utilizaban el nombre de
Augusto, así, en adelante, todas las
mujeres romanas deberían usar el
nombre de mi abuela. Bien, había
cumplido mi promesa.
Ahora todo estaba bastante tranquilo en
Roma. El dinero entraba en abundancia
y pude abolir más impuestos. Mis
secretarios dirigían sus departamentos a
mi satisfacción; Mesalina estaba
ocupada revisando la lista de
385
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ciudadanos romanos. Descubrió que


gran cantidad de libertos se describían a
sí mismos como ciudadanos romanos y
exigían privilegios a los cuales no
tenían derecho. Decidimos castigarlos a
todos con el máximo rigor, confiscarles
las propiedades y volverlos a convertir
en esclavos, para que trabajasen como
basureros o picapedreros de la ciudad.
Confiaba tan completamente en
Mesalina, que le permití usar un sello
duplicado para todas las cartas y todas
las decisiones que tomase, en mi
nombre, en estas cuestiones. Para
tranquilizar aún más a Roma, disolví los
clubs. Los custodios no habían podido
hacer frente a las numerosas bandas de
jóvenes alborotadores que
recientemente se habían formado según
el modelo de los «exploradores» de
Calfgula, y que solían mantener
despiertos de noche a los honrados
386
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ciudadanos con sus escandalosas


actividades. En rigor, habían existido
tales clubs en Roma durante los últimos
cien años o más, y eran una institución
introducida desde Grecia. En Atenas,
Corinto y otras ciudades griegas los
miembros de clubs eran todos jóvenes
de buena familia; lo mismo sucedió en
Roma hasta el reinado de Calígula, que
estableció la moda de admitir a actores,
esgrimistas profesionales, conductores
de cuadrigas, músicos y otros
individuos por el estilo. El resultado fue
el aumento de los escándalos y las
desvergüenzas, grandes daños a la
propiedad —estos individuos a veces
pegaban fuego a las casas— y muchos
perjuicios a personas inofensivas que
por casualidad andaban de noche, tarde,
por la calle, quizás en busca de un
médico o una partera, o en alguna otra
diligencia urgente por el estilo.
387
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Publiqué una orden disolviendo los


clubs, pero como sabía que esto en sí
mismo no sería suficiente para terminar
con el engorro, tomé la única medida
efectiva que en ese momento era
posible: prohibí el uso de edificio
alguno como club, so pena de una multa
ruinosa, y convertí en ilegal la venta de
carne cocida y otros alimentos
preparados para el consumo en el lugar
en que se la cocinaba. Amplié esta
orden de modo que incluyese la venta
de bebidas. Después de la caída del sol
no se podía consumir bebida alguna en
bares o tabernas. Porque principalmente
el hecho de reunirse en el salón de un
club a beber y comer es lo que
estimulaba a los jóvenes, cuando
empezaban a sentirse alegres, a salir al
aire fresco de la noche y entonar
canciones obscenas, molestar a los
transeúntes y desafiar a los custodios a
388
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

riñas y carreras. Si se los obligaba a


cenar en sus casas, era difícil que esas
cosas se produjeran. Mi previsión
resultó eficaz y agradó a la gran masa
de la gente. Ahora, cada vez que salía
era saludado con entusiasmo. Los
ciudadanos jamás habían saludado a
Tiberio con tanta cordialidad, ni a
Calígula, salvo en los primeros meses
de su reinado, cuando era todo
generosidad y afabilidad. Pero no me di
cuenta de cuánto se me quería y cuan
aparentemente importante para Roma
era la conservación de mi vida hasta que
un día corrió por la ciudad un rumor
que afirmaba que había caído en una
emboscada, camino de Ostia, tendida
por un grupo de senadores y sus
esclavos, quienes habrían terminado
asesinándome. Toda la ciudad comenzó
a lamentarse en la forma más lúgubre, a
retorcerse las manos y a enjugarse los
389
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ojos; todo el mundo se sentaba en los


umbrales a gemir. Pero aquellos cuya
indignación era superior a su pena,
corrieron a la plaza del Mercado,
gritaron que los guardias eran traidores
y el Senado un hato de parricidas. Hubo
vigorosas amenazas de venganza y
hasta conversaciones sobre quemar el
Senado. El rumor no tenía el menor
fundamento, aparte de que yo en verdad
había ido a los muelles de Ostia, esa
tarde, a inspeccionar las instalaciones
para la descarga de trigo (me habían
informado que por mal tiempo se perdía
una buena cantidad de trigo entre el
barco y la costa, y quería ver cómo
podía evitarse tal cosa. Pocas ciudades
grandes tenían sobre sí la maldición de
un puerto tan poco útil como el de
Ostia. Cuando soplaba el viento con
fuerza, desde el oeste, y grandes olas
barrían el estuario, los barcos cargueros
390
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tenían que permanecer anclados durante


semanas enteras, sin poder descargar su
cargamento.) Supongo que el rumor fue
difundido por los banqueros, aunque no
pude tener prueba de ello. Era una treta
para crear una repentina demanda de
dinero. Era de conocimiento de todos
que si yo moría se producirían de
inmediato conmociones civiles, con
sanguinarios combates en las calles
entre los partidarios de candidatos
rivales a la monarquía. Los banqueros,
conscientes de este nerviosismo,
previeron que los dueños de
propiedades que no quisiesen verse
envueltos en tales desórdenes saldrían
precipitadamente de Roma en cuanto se
anunciase mi muerte. Y habría una
carrera a los bancos para ofrecer tierras
y casas a cambio de cualquier cantidad
de oro disponible, a un precio muy
inferior al valor verdadero de las
391
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propiedades. Esto fue lo que sucedió en


realidad, pero una vez más, Herodes
salvó la situación. Fue a ver a Mesalina
e insistió en que publicase una orden
inmediata, en mi nombre, para el cierre
de los bancos hasta nuevo aviso. Así se
hizo, pero el pánico no cesó hasta que
recibí en Ostia la noticia de lo que
sucedía en la ciudad y envié a cuatro o
cinco miembros de mi personal —
hombres honrados, cuya palabra podía
ser aceptada por los ciudadanos—, a
toda velocidad, al Mercado, para que
apareciesen en la Plataforma de las
Oraciones, como testigos de que todo el
asunto era un invento, hecho por algún
enemigo del Estado para satisfacer sus
propios fines tortuosos.
Las instalaciones para la descarga de
trigo en Ostia eran inadecuadas. En
verdad, todo el problema del
abastecimiento de trigo era dificilísimo.
392
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula había dejado los graneros


públicos tan vacíos como el Tesoro
Público. Sólo convenciendo a los
vendedores de trigo de que pusiesen en
peligro los barcos de su propiedad,
trayendo cargamentos incluso con mal
tiempo, conseguí solucionar el
problema esa temporada. Es claro que
tuve que compensarlos cuantiosamente
por sus pérdidas en barcos,
tripulaciones y cereales. Decidí
solucionar el asunto de una vez por
todas, convirtiendo a Ostia en un puerto
seguro, incluso con los peores
temporales, y mandé llamar ingenieros
para que examinasen el lugar y trazasen
un esbozo.
Mi primer problema verdadero surgió
en Egipto. Calígula había dado a los
griegos de Alejandría el permiso tácito
de castigar a los judíos de Alejandría,
como les pareciese conveniente, por su
393
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

negativa a adorar su Digna Persona. A


los griegos no se les permitía portar
armas por las calles —esa era una
prerrogativa romana—, pero llevaban a
cabo incontables actos de violencia
física. Los judíos, muchos de los cuales
eran arrendadores de granjas y por lo
tanto muy poco populares para los
ciudadanos griegos más pobres y menos
ahorrativos, se veían expuestos todos
los días a humillaciones y peligros.
Como eran menos numerosos que los
griegos, no podían ofrecer una
resistencia adecuada, y sus dirigentes se
encontraban en la cárcel. Se lo hicieron
saber a sus compatriotas de Palestina,
Siria e incluso Partía, haciéndoles
conocer la penosa situación en que se
encontraban y pidiéndoles que enviasen
ayuda secreta en forma de hombres,
dinero y municiones de guerra. Un
levantamiento armado era su única
394
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esperanza. La ayuda llegó en


abundancia, y la rebelión judía estaba
planeada para el día de la llegada de
Calígula a Egipto, cuando la población
griega se apiñaría, con vestimenta
festiva, para saludarlo en el muelle, y
toda la guarnición romana se
encontraría allí como guardia de honor,
dejando la ciudad indefensa. La noticia
de la muerte de Calígula hizo estallar la
rebelión antes de su momento prefijado,
en forma ineficaz y tibia. Pero el
gobernador de Egipto se alarmó y me
envió un inmediato pedido de refuerzos.
En la propia Alejandría había muy
pocas tropas. Pero al día siguiente
recibió una carta que yo le había escrito
una quincena antes, en la que le
anunciaba mi elevación a la monarquía
y ordenaba la libertad del alabarca, con
los otros ancianos judíos, y también la
supresión de los decretos religiosos de
395
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula, y de su orden que castigaba a


los judíos, hasta el momento en que
pudiese informar al gobernador de la
derogación completa de los mismos.
Los judíos se mostraron jubilosos, e
incluso los que hasta entonces no
habían participado en el alzamiento,
sintieron que gozaban de mi favor
imperial y que podían vengarse de los
griegos con impunidad. Mataron una
buena cantidad de los más persistentes
antijudíos. Entretanto, yo contesté al
gobernador de Egipto, ordenándole que
pusiese fin a los disturbios, si era
necesario por medio de la fuerza
armada, a la vez que le decía que, en
vista de la carta que para entonces debía
de haber recibido de mí, y de los efectos
sedantes que la misma había sin duda
producido, no consideraba necesario
enviar refuerzos. Le dije que era posible
que los judíos hubiesen actuado así
396
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

debido a una intensa provocación y que


esperaba que, como eran hombres
sensatos, no continuarían las
hostilidades, hora que sabían que sus
agravios estaban a punto de ser
corregidos.
Esto tuvo el efecto de terminar con los
disturbios, y unos días después, luego
de consultar con el Senado, cancelé
definitivamente los decretos de Calígula
y devolví a los judíos todos los
privilegios de que habían gozado bajo
Augusto. Pero muchos de los judíos
jóvenes ardían aún con la sensación de
las injusticias pasadas y marchaban por
las calles de Alejandría llevando
carteles que decían: «Ahora nuestros
perseguidores deben perder sus
derechos cívicos», cosa que era absurda,
e «iguales derechos para todos los
judíos en todos los rincones del
imperio», cosa que no era tan absurda.
397
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Publiqué un edicto que decía lo


siguiente:
Tiberio Claudio César Augusto
Germánico, Sumo Pontífice, Protector
del Pueblo, Cónsul electo por segunda
vez, emite el siguiente decreto:
Por la presente cumplo gustosamente
con las peticiones del rey Agripa y de
su hermano el rey Heredes, a quienes
tengo en la más alta estima, en el
sentido de conceder a los judíos, en
todo el imperio romano, los mismos
derechos que he concedido, o más bien
restablecido, para los judíos de
Alejandría. Hago a estos otros judíos tal
favor, no sólo en cumplimiento de los
regios pedidos antes mencionados, sino
porque los considero dignos de tales
derechos y privilegios. Siempre se han
mostrado fieles amigos del pueblo
romano. Pero no considero justo que
cualesquiera ciudad griega (como se ha
398
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sugerido) sea privada de todos los


derechos y privilegios que le fueron
concedidos por el emperador Augusto
(ahora el dios Augusto), lo mismo que
no me parece justo que la colonia judía
de Alejandría haya sido privada de sus
derechos y privilegios por mi
predecesor. Lo que es justicia para los
judíos es justicia para los griegos, y a la
inversa. Por lo tanto he decidido
permitir que todos los judíos del
imperio mantengan sus antiguas
costumbres, en la medida en que ellas
no entren en conflicto con la
conducción de los asuntos imperiales —
sin obstáculos por parte de nadie. Al
mismo tiempo les hago saber que no
deben considerar que el favor que de tal
modo les concedo es un pretexto para
demostrar desprecio hacia las creencias
o prácticas religiosas de otras razas.
Que se conformen con cumplir sus
399
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propias leyes. Deseo que esta decisión


mía sea grabada en adelante en tabletas
de piedra, por orden de todos los
gobernadores de los reinos, ciudades,
colonias, y municipios, tanto en Italia
como en el exterior, ya sean ellos
funcionarios romanos o potentados
aliados, y que dichas tabletas se pongan
a disposición del público, para ser leídas
durante un mes, en algún lugar público
destacado, y a una altura desde la cual
las palabras puedan ser fácilmente
leídas desde el suelo.
Una noche, hablando en privado con
Herodes le dije:
—El hecho es que la mentalidad griega
y la mentalidad judía funcionan de
forma muy distinta, y es inevitable que
entren en conflicto. Los judíos son
demasiado serios y orgullosos, los
griegos demasiado vanos y amantes de
la risa. Los judíos se aferran con
400
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

demasiada energía a lo antiguo, los


griegos son demasiado inquietos y
buscan siempre algo nuevo. Los judíos
son demasiado autosuficientes, los
griegos demasiado acomodaticios. Pero
si bien podría afirmar que los romanos
entendemos a los griegos —conocemos
sus limitaciones y sus cualidades
potenciales, y podemos convertirlos en
sirvientes muy útiles—, jamás afirmaré
que entendemos a los judíos. Los hemos
conquistado por nuestro poderío militar
superior, pero jamás nos hemos sentido
sus amos. Reconocemos que conservan
las antiguas virtudes de su raza, que se
remonta mucho más atrás en la historia
que la nuestra, y que hemos perdido
nuestras propias virtudes antiguas. Y el
resultado de todo ello es que hoy nos
sentimos más bien avergonzados ante
ellos.

401
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Conoces la versión judía del diluvio


de Deucalión? —preguntó Herodes—.
El Decaulión judío se llamaba Noé, y
tenía tres hijos casados que repoblaron
la tierra cuando acabó el diluvio. El
mayor de ellos se llamaba Sem, el
mediano Cam y el más joven Jafet. Cam
fue castigado por reírse de su padre
cuando éste se emborrachó
accidentalmente y se quitó todas las
ropas, y se lo castigó obligándole a
servir a los otros dos, que se
comportaron con mayor decencia. Cam
es el antepasado de todos los pueblos
africanos, Jafet es el antecesor de los
griegos e italianos, y Sem el antepasado
de los judíos, los fenicios, los árabes,
los edomitas, los caldeos, los asidos y
demás. Hay un antiguo proverbio
profetice que dice que si Sem y Jafet
vivieran alguna vez bajo el mismo
techo, las pendencias serían
402
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

interminables. Eso siempre ha resultado


cierto. Alejandría es un ejemplo claro
de ello. Y si toda Palestina quedase
libre de griegos, que no tienen nada que
hacer allí, sería mucho más fácil de
gobernar. Lo mismo digo con respecto a
Siria.
—No para un gobernador romano —
sonreí—. Los romanos no pertenecen a
la familia de Sem, y cuentan con el
apoyo de los griegos. Tendrías que
librarte también de los romanos. Pero
convengo contigo en cuanto a desear
que Roma no hubiese conquistado
jamás el Oriente. Habría sido mucho
más prudente si se hubiese limitado a
gobernar una federación de los
descendientes de Jafet. Alejandro y
Pompeyo tienen muchas deudas que
saldar. Ambos obtuvieron el título de
«El Grande» por sus conquistas en
Oriente, pero no veo que ninguno de
403
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ellos haya hecho un verdadero beneficio


a su país.
—Todo se arreglará algún día, César
—dijo Heredes, pensativo—, si tenemos
paciencia.
Luego comencé a contarle que estaba a
punto de casar a mi hija Antonia, que
ahora tenía casi la edad suficiente para
hacerlo, con el joven Pompeyo, un
descendiente de Pompeyo el Grande.
Calígula le había arrebatado al joven
Pompeyo su título, diciendo que era
demasiado magnífico para que lo
llevase un joven de su edad, y que de
cualquier manera sólo había ahora un
«Grande» en el mundo. Yo acababa de
devolver el título, y todos los demás que
Calígula quitó a las nobles casas
romanas, junto con insignias
conmemorativas, tales como el Collar
de Torcuato y la llave de Cincinato.
Herodes no me ofreció ninguna otra de
404
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sus opiniones al respecto. Yo no advertí


que las futuras relaciones políticas de
Sem y Jafet eran el problema que en
fecha reciente venía ocupando sus
pensamientos, con exclusión de todo lo
demás.

405
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

406
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 9

Cuando Herodes me estableció en la


monarquía y me trazó un rumbo
adecuado para seguir —así, estoy
seguro, se habrá descrito a sí mismo la
situación—, y, en compensación,
recibió de mí una buena cantidad de
favores, dijo que debía despedirse, a
menos de que hubiese alguna tarea de
verdadera importancia que quisiese
encomendarle, una tarea que sólo él
pudiera realizar. No se me ocurrió
ninguna excusa para retenerlo, y me
habría sentido obligado a pagarle con
más territorios por cada mes que se
quedara conmigo, de modo que después
407
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de un banquete de despedida
adecuadamente magnífico, lo dejé
partir. Esa noche estábamos ambos
bastante ebrios, debo confesarlo, y
derramé lágrimas ante el pensamiento
de su partida. Recordamos nuestros días
de colegiales, y cuando nadie parecía
escuchar me incliné hacia él y lo llamé
por su antiguo apodo.
—Bandido —le dije en voz baja—,
siempre supuse que llegarías a ser rey,
pero si alguien hubiese dicho que yo
sería tu emperador, lo habría
considerado demente.
—Tití —contestó, en el mismo tono
bajo—, eres un tonto, como siempre te
lo he dicho. Pero tienes la suerte de los
tontos. Y la suerte de los tontos dura
mucho tiempo. Serás un dios del
Olimpo cuando yo no sea más que un
héroe muerto. Sí, no te ruborices,
porque así será, aunque no puede
408
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

discutirse cuál de nosotros dos es el


mejor.
Me hizo mucho bien escuchar a
Heredes hablar otra vez en su antiguo
estilo. Durante los últimos tres meses
me había hablado de la manera más
formal y distante, sin dejar nunca de
llamarme César Augusto y de expresar
únicamente la más profunda admiración
por mis opiniones, incluso aunque, por
desgracia, se viese obligado a disentir
de ellas. «Pequeño Tití» (Cercopiteco)
era el juguetón apodo que me había
dado Atenodoro. Le rogué entonces que
cuando me escribiera de Palestina
incluyese siempre, junto con su carta
oficial, firmada con todos sus nuevos
títulos, una carta extraoficial firmada el
«Bandido», en la que me diese sus
noticias personales. Aceptó hacerlo con
la condición de que yo le contestase en
la misma vena, y firmase
409
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

«Cercopiteco». Cuando nos


estrechamos las manos para demostrar
nuestra aceptación del convenio, me
miró fijamente a los ojos y me dijo:
—Tití, ¿quieres otro de mis excelentes
consejos bribonescos? Esta vez te lo
daré absolutamente gratuito.
—Por favor, querido Bandido, dime.
—Mi consejo —dijo—, amigo, es el
siguiente: ¡No confíes jamás en nadie!
No confíes nunca ni en tu liberto más
agradecido, en tu amigo más íntimo, en
tu hijo más querido, en la esposa de tu
alma o en el aliado unido a ti por el
juramento más sagrado. Confía
solamente en ti; por lo menos confía en
tu suerte de tonto, si no puedes
honradamente confiar en ti mismo.
La sinceridad de su tono atravesó los
alegres vapores del vino que nublaban
mi cerebro y despertó mi atención.

410
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Por qué dices eso, Heredes? —


pregunté con sequedad—. ¿No confías
en tu esposa Cypros? ¿No confías en tu
amigo Silas? ¿No confías en tu joven
hijo, Agripa? ¿No confías en Taumasto
y en tu liberto Marsias, que te consiguió
el dinero en Acre y te llevó alimentos a
la cárcel? ¿No confías en mí, tu aliado?
¿Por qué dijiste eso? ¿Por qué me pones
en guardia?
Herodes lanzó una carcajada estúpida.
—No me prestes atención, Tití. Estoy
borracho, ebrio, completamente ebrio.
Cuando estoy bebido digo las cosas más
extraordinarias. El hombre que inventó
el proverbio «Hay verdad en el vino»
debe de haber estado bastante achispado
cuando lo dijo. ¿Sabes ?, el otro día, en
un banquete, le dije a mi administrador:
«Mira, Taumasto, no quiero que jamás
se vuelva a servir en mi mesa lechón
asado, relleno de trufas y castañas. ¿Me
411
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

oyes?» «Muy bien majestad», contestó.


Y sin embargo, si hay algún plato en el
mundo que de veras prefiera más que
todos los otros, es el lechón asado
relleno de trufas y castañas. ¿Qué te dije
hace un rato? ¿Que no confíes nunca en
tus aliados? Gracioso. ¿Eh ? Por un
momento olvidé que tú y yo éramos
aliados.
Por consiguiente pasé por alto la
observación, pero al día siguiente la
recordé, mientras me encontraba en la
ventana, viendo cómo el coche de
Herodes se alejaba en dirección de
Bríndisi. Me pregunté qué había
querido decir, y me sentí incómodo.
Herodes no fue el único rey presente en
el banquete de despedida. Su hermano
Herodes Polio, de Calcis, estaba allí. Y
Antíoco, a quien le había devuelto el
reino de Comageno, en la frontera
noreste de Siria, que Calígula le
412
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

arrebató, y Mitrídates, a quien acababa


de convertir en rey de Crimea. Y,
además de ellos, el rey de la Armenia
Menor y el rey de Osroene, que habían
estado rondando por la corte de
Calígula, considerando que era más
seguro estar en Roma que en sus
propios reinos, porque Calígula podía
sospechar que tramaban algo contra él.
Los hice regresar a todos juntos.
Y ahora sería bueno seguir un poco
más adelante la historia de Herodes y
llevar el relato de lo que sucedió en
Alejandría a un punto más concluyente,
antes de volver a narrar los
acontecimientos de Roma y
proporcionar un indicio de lo que
sucedía en el Rhin, en Marruecos y en
otras fronteras. Herodes volvió a
Palestina, con más pompa y gloria aún
que en la última ocasión. Al llegar a
Jerusalén, sacó del Tesoro del templo la
413
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cadena de hierro que había colgado allí


como ofrenda de agradecimiento, y
colocó en su lugar la de oro que le había
dado Calígula.
Ahora que éste estaba muerto, podía
hacerlo sin ofensa. El Sumo Pontífice lo
recibió respetuosamente, pero después
de los cumplidos habituales se dedicó a
reprochar a Heredes por haber
entregado su hija mayor en matrimonio
a su hermano. Nada bueno podía salir
de ello, dijo. Heredes no era hombre
que permitiese que eclesiástico alguno
le dictase su conducta, por importante o
sagrado que fuera. Le preguntó al Sumo
Pontífice, que se llamaba Jonatán, si
consideraba o no que él, el rey Agripa,
había prestado buenos servicios al dios
de los judíos al disuadir a Calígula de su
profanación del templo y al persuadirme
de que confirmara los privilegios
religiosos de los judíos de Alejandría y
414
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concediese privilegios similares a los


judíos de todo el mundo. Jonatán
replicó que todo eso había estado bien
hecho. Entonces Heredes le contó una
pequeña parábola. Un hombre
adinerado vio un día, a un costado del
camino, a un mendigo que le pidió una
limosna y pretendió ser su primo. El
hombre de dinero dijo: «Lo lamento por
ti, mendigo, y haré todo lo que pueda,
ya que eres mi primo. Si mañana vas a
mi banco encontrarás diez sacos de oro
esperándote allí, cada uno con 2.000
piezas de oro en dinero del reino.» «Si
dices la verdad —respondió el mendigo
—, ¡que Dios te recompense!» El
mendigo fue al banco y, en efecto, le
entregaron las bolsas de oro. ¡Cuan
contento se sintió, y cuan agradecido!
Pero uno de los hermanos del mendigo,
un sacerdote, que no había hecho nada
por él cuando se encontraba en
415
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dificultades, fue a visitar al hombre rico


al día siguiente. «¿Piensas que esto es
una broma?, preguntó, indignado.
Juraste dar a mi primo pobre 20.000
piezas de oro en dinero del reino, y lo
engañaste, haciéndole creer que en
realidad lo habías hecho. Bien, yo fui a
ayudarlo a contarlas, y en el primer saco
encontré una pieza de oro de los partos,
como si fuese verdadera. ¿Pretendes
creer que el dinero parto puede circular
aquí ¿Es eso una treta honrada para
jugársela a un mendigo?»
Jonatán no se avergonzó con la
parábola. Le dijo a Herodes que el
hombre adinerado había sido un tonto al
arruinar su regalo con la inclusión de la
moneda parta, si en verdad lo había
hecho en forma deliberada. Y dijo,
además, que Herodes no debía olvidar
que los más grandes reyes eran sólo
instrumentos en manos de Dios, y que
416
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

eran recompensados por El en


proporción a su devoción en Su
servicio.
—¿Y sus Sumos Sacerdotes? —
preguntó Herodes.
—Sus Sumos Pontífices tienen
suficiente recompensa a su fidelidad,
dentro de la cual está incluido el deber
de censurar a todos los judíos que no
cumplen con sus deberes religiosos, y la
recompensa es la de poder vestirse con
los atavíos sagrados y entrar una vez
por año en el recinto maravillosamente
sagrado donde El mora, en inmenso
Poder y Gloria.
—Muy bien —dijo Herodes—. Si yo
soy un instrumento en Sus manos, como
dices, en este momento quedas
depuesto. Algún otro se pondrá las
sagradas vestiduras en el festival de
Pascuas de este año. Será algún otro que

417
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conozca los verdaderos momentos para


pronunciar reproches.
De modo que Jonatán fue depuesto, y
Herodes nombró a un sucesor, que
también, al cabo de un tiempo, lo
ofendió protestando que no era correcto
que el Caballerizo Real fuese un
samaritano. Un rey judío sólo debía
tener funcionarios judíos en su personal.
Los samaritanos no pertenecían a la
simiente del padre Abraham, sino que
eran intrusos. Ese Caballerizo Real no
era otro que Silas; por amistad a éste,
Herodes depuso al Sumo Sacerdote y
ofreció el puesto otra vez a Jonatán.
Jonatán lo rechazó, si bien con aparente
gratitud, diciendo que se conformaba
con haberse puesto una vez las sagradas
vestiduras, y que una segunda
consagración en el puesto de Sumo
Sacerdote no podía ser una ceremonia
tan sacra como la primera. Si Dios
418
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había dado a Herodes poderes para


deponerlo, debía de haber sido como
castigo a su orgullo. Y si Dios ahora
estaba de humor como para perdonarlo,
él se regocijaba, pero no quería
arriesgar una segunda ofensa. ¿Podía
entonces sugerir que el puesto de Sumo
Sacerdote le fuese concedido a su
hermano Matías, un hombre tan santo y
temeroso de Dios como no podía
encontrarse otro en toda Jerusalén?
Herodes aceptó.
Instaló su residencia en Jerusalén, en la
parte llamada Bezetha, o Ciudad Nueva,
cosa que me sorprendió mucho, porque
ahora tenía varias hermosas ciudades
lujosamente construidas al estilo greco-
romano, cualquiera de las cuales habría
podido ser su capital. Visitaba todas
esas ciudades de tiempo en tiempo, en
estilo ceremonial, y trataba a los
habitantes con cortesía, pero Jerusalén,
419
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dijo, era la única ciudad en que un rey


judío podía vivir y reinar. Se hizo
altamente popular entre los habitantes
de Jerusalén, no sólo por sus donaciones
al templo y su embellecimiento de la
ciudad, sino por la abolición del
impuesto a las casas, que disminuyó sus
ingresos en 100.000 piezas de oro
anuales. Pero sus rentas anuales totales,
aun sin ello, llegaban a sumar unas
500.000 piezas de oro. Lo que más me
sorprendió fue que ahora rendía
diariamente culto en el Templo y
cumplía la ley muy estrictamente.
Porque recordaba el desprecio con que a
menudo lo había oído expresarse acerca
de ese «cantor de salmos sagrados», su
devoto hermano Aristóbulo, y en las
cartas privadas que acompañaban
siempre ahora a sus despachos oficiales
no había señal alguna de un cambio
moral de opinión.
420
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Una de las cartas que me envió versaba


casi enteramente acerca de Silas. Decía
lo siguiente:
Tití, mi viejo amigo, tengo la
historia más triste y cómica que
contarte. Se refiere a Silas, el fiel
Acates de tu bandidesco amigo
Herodes Agripa. Cultísimo Tití, de
tu rico acopio de erudición histórica
poco común, ¿puedes informarme si
tu antepasado, el piadoso Eneas, se
sintió alguna vez tan aburrido con el
fiel Acates como yo me siento
últimamente con Silas? ¿Los
comentaristas de Virgilio tienen
algo que decirnos en ese sentido? El
hecho es que cometí la tontería de
designar a Silas mi Caballerizo
Real, como creo que te escribí en el
momento. El Sumo Sacerdote no
aprobó el nombramiento porque
Silas es samaritano; los samaritanos
421
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vejaron en una ocasión a los judíos


de Jerusalén, a los que habían
vuelto allí después de su cautiverio
en Babilonia, derribando todas las
noches las paredes que ellos
construían de día. Y los judíos jamás
les han perdonado. De modo que me
tomé el trabajo de deponer al Sumo
Sacerdote, para nombrar a Silas.
Este ya había comenzado a sentirse
muy importante, y todos los días
proporcionaba nuevas pruebas de
su famosa franqueza y brusquedad
de lenguaje. Mi eliminación del
Sumo Sacerdote lo estimuló a darse
aún mayores aires que nunca.
Palabra de honor, algunas veces los
visitantes de la corte no podían
entender quién de nosotros dos era
el rey y quién era el Caballerizo
Real. Si yo le insinuaba a Silas que
estaba explotando mi amistad, se
422
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enfurruñaba y la querida Cypros me


reprochaba por mi falta de bondad
para con él, y me recordaba todo lo
que había hecho por nosotros. Tenía
que volver a mostrarme
complaciente con él, y hasta
disculparme por mi ingratitud.
Su peor costumbre era la de
machacar constantemente sobre mis
anteriores dificultades —y aun en
presencia de otras personas— y
proporcionar los detalles más
embarazosos acerca de cómo me
había salvado de tal o cual peligro,
y de cuan fiel se había mostrado y
de cuan excelentes eran sus consejos
y del poco caso que yo le había
hecho, y de cómo jamás esperaba
recompensa alguna, aparte de la de
mi amistad, con buen o mal tiempo...
porque tal es el carácter de los
samaritanos. Bien, abrió la boca por
423
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enésima vez y fue la última. Yo me


encontraba en Tiberíades, en el lado
de Galilea, donde una vez fui
magistrado a las órdenes de
Antipas, y los principales hombres
de Sidón me ofrecían allí un
banquete. Recordarás la diferencia
de opiniones que tuve una vez con
los hombres de Sidón, cuando era
consejero de Placeo en Antioquía.
Te aseguro que Silas exhibió su peor
conducta en el banquete, y en un
banquete de tan extraordinaria
importancia política. Casi lo
primero que dijo a Asdrúbal, jefe de
puertos de Sidón, hombre de la
máxima influencia en Fenicia fue:
«Te conozco, ¿no es cierto? ¿No te
llamas Asdrúbal? Es claro, sí, fuiste
uno de los miembros de la
delegación que se presentó ante el
rey Herodes Agripa, hace unos
424
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nueve años, para pedirle que


utilizara su influencia con Placeo en
favor de Sidón, en aquella disputa
de límites con Damasco. Recuerdo
muy bien que le aconsejé a Herodes
que rechazase tus regalos,
señalándole que era peligroso
aceptar sobornos de ambas partes
en una disputa. Era indudable que
se habría visto en un aprieto, pero
no hizo más que reírse de mi, así es
él.»
Asdrúbal era un hombre delicado, y
dijo que no recordaba el incidente.
Estaba seguro de que Silas se
equivocaba. Pero es imposible hacer
callar a Silas. «¿Tan mala memoria
tienes? —insistió—. Pero si por
culpa de ese caso Herodes tuvo que
partir de Antioquía disfrazado de
camellero —yo le proporcioné el
disfraz—, dejando a su esposa e
425
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hijos —yo tuve que llevarlos a bordo


de un barco para ayudarlos a huir—
y haciendo un largo rodeo por vía
del desierto sirio, para llegar a
Edom.
Huyó en un camello robado. No, si
me preguntas por el camello, no fui
yo quien lo robó, sino el propio rey
Herodes Agripa.» Esto me
avergonzó bastante, y era inútil
negar los hechos principales del
relato. Pero hice lo posible para
paliar el asunto con una novela
airosa, según la cual un día mi
sangre del desierto se agitó en mí y
me sentí cansado de la vida romana
de Antioquía y experimenté un
abrumador impulso de hundirme en
los vastos espacios desérticos, para
visitar a mis compatriotas de Edom.
Pero sabiendo que Placeo me
detendría —dependía de mí para sus
426
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consejos políticos—, me vi obligado


a partir en secreto, y así convine
con Silas en que mi familia debía
encontrarse conmigo en el puerto de
Antedón al terminar mi aventura.
Por cierto que resultaron ser unas
vacaciones sumamente placenteras.
En Antedón, dije, me recibió un
cortejo imperial que no había
podido encontrarme en Antioquía,
con una carta del emperador
Tiberio, por la que me invitaba a ir
a Roma para actuar como su asesor,
porque mi inteligencia estaba
derrochándose en las provincias.
Asdrúbal me escuchó con cortés
interés, admirando mis mentiras,
porque conocía la historia casi tan
bien como Silas. Preguntó: «¿Puedo
preguntar a tu majestad si fue esa tu
primera visita a Edom? Entiendo
que los edomitas son una raza
427
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nobilísima, hospitalaria y valiente, y


que desprecian el lujo y la frivolidad
con una primitiva severidad que en
mi caso me resulta más fácil de
admirar que de imitar.»
Y aquí el tonto de Silas se sintió
obligado a meter otra vez la pata.
«Oh, no, Asdrúbal, esa no fue su
primera visita a Edom. Yo fui su
único compañero —salvo la señora
Cypros, tal como era entonces, y los
dos hijos mayores— en la primera
visita. Fue en el año en que el hijo
de Tiberio cayó asesinado. El rey
Herodes se había visto obligado,
debido a ello, a huir de sus
acreedores de Roma, y Edom era el
único lugar seguro de refugio.
Había contraído las más enormes
deudas a pesar de mis repetidas
advertencias de que algún día
llegaría el momento de saldarlas.
428
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Odiaba a Edom, para decir la


verdad, y estaba a punto de
suicidarse, pero Cypros lo salvó
tragándose su orgullo y escribiendo
una humildísima carta a su cuñada
Herodías, con la cual había reñido.
El rey Herodes fue invitado a venir
aquí, a Galilea, y el rey Antipas lo
convirtió en jifez de los tribunales
inferiores de esta ciudad. Sus
ingresos anuales era de sólo 700
piezas de oro.»
Asdrúbal abría la boca para
expresar sorpresa e incredulidad,
cuando Cypros se lanzó de pronto
en mi ayuda. No le había molestado
que Silas hablase de mí, pero
cuando trajo a colación el antiguo
recuerdo de la carta a Herodías, fue
una cosa muy distinta. «Silas —dijo
—, hablas demasiado, y gran parte
de lo que dices es inexacto e
429
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

insensato. Me harás el favor de


frenar la lengua.»
Silas enrojeció y se dirigió una vez
más a Asdrúbal: «Mi naturaleza
samaritana me obliga a decirte la
verdad con franqueza, por
desagradable que sea. Sí, el rey
Herodes pasó a través de muchas
vicisitudes, antes de conquistar su
actual reino. No parece
avergonzarse de algunas de ellas.
Por ejemplo, llegó a colgar en el
Tesoro del Templo de Jerusalén la
cadena de hierro con la cual una vez
fue encadenado por orden del
emperador Tiberio. Fue
encarcelado por traición, ¿sabes?
Yo le previne repetidas veces que no
sostuviese conversaciones privadas
con Cayo Calígula, al alcance del
oído de su cochero, pero, como de
costumbre, no me hizo caso.
430
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Después Cayo Calígula le dio una


cadena de oro, réplica de 1a de
hierro, y el otro día el rey Herodes
colgó esta cadena de oro en el
tesoro, y sacó la de hierro, que no
brillaba lo suficiente, supongo.»
Cypros y yo cambiamos una mirada
de comprensión. De modo que le
dije a Taumasto que fuese a mi
dormitorio, donde la cadena estaba
colgada sobre la pared frente a mi
cama, y la trajese. Así lo hizo, y la
hice circular en torno a la mesa
como una curiosidad; los hombres
de Sidón la examinaron con mal
disimulada turbación. Luego llamé a
Silas: «Silas —dije—, estoy a punto
de hacerte un significativo honor.
En recompensa de todos tus
servicios para conmigo y los míos, y
de la magnífica franqueza que jamás
has dejado de mostrarme, incluso en
431
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presencia de huéspedes
distinguidos, te condecoro con la
Orden de la Cadena de Hierro, y
ojalá que vivas mucho tiempo para
usarla. Tú y yo somos los únicos
miembros de esta selectísima orden,
y con gusto te entrego la insignia.
Taumasto, encadena a este hombre
y llévatelo a la cárcel.»
Silas se sintió demasiado
asombrado para decir una palabra,
y fue llevado como un cordero al
matadero. La broma es que si no se
hubiese mostrado tan obstinado en
Roma, en cuanto a rechazar la
ciudadanía que me había ofrecido a
conseguirle, jamás habría podido
hacerle esa jugarreta. Habría
apelado a ti, y tú sin duda lo
hubieses perdonado, individuo de
corazón blando. Tal como
sucedieron las cosas, los invitados
432
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se sintieron impresionados y el resto


del banquete resultó ser un gran
éxito. Eso sucedió hace algunos
meses, y yo lo tuve en la cárcel —sin
que Cypros me suplicase su libertad
— para que aprendiera la lección,
pero con la intención de ponerlo en
libertad a tiempo para concurrir a
la fiesta de mi cumpleaños, que se
llevó a cabo ayer. Envié a Taumasto
a Tiberíades, para libertar a Silas.
Tenía que decirle: «En una ocasión
fui mensajero de esperanza y de
consuelo para tu amo y señor el rey
Herodes Agripa, cuando entraba
por las puertas de la cárcel de
Miseno. Ahora estoy aquí, Silas,
como mensajero de esperanza y
consuelo para ti. Esta jarra de vino
es el símbolo. Nuestro gracioso
soberano te invita al banquete de
Jerusalén, dentro de tres días, y te
433
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permitirá presentarte, si lo
prefieres, sin la insignia de la orden
que te ha conferido. Ten, toma esto y
bébelo. Y mi consejo para ti, mi
amigo Silas, es que jamás recuerdes
a la gente los servicios que le has
hecho en el pasado. Si son hombres
agradecidos y honorables, no
necesitarán recordatorio alguno, y
si son desagradecidos y
deshonestos, el recordatorio será
inútil.»
Durante todos esos meses Silas
había tenido tiempo para meditar, y
estallaba en ansias de hablar a
alguien sobre las injusticias que se
le inferían, a alguien que, por
supuesto, no fuese su carcelero. Y le
dijo a Taumasto: «¿De modo que
éste es el mensaje del rey Heredes?
¿Y se supone que yo debo
agradecérselo? ¿Qué nueva orden
434
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tiene la intención de conferirme?


¿La Orden del Látigo, quizá?
¿Cuándo un hombre honesto fue
tratado tan mal por un amigo, como
yo lo he sido por el rey Herodes?
¿Espera acaso que los espantosos
tormentos que he sufrido aquí, en
encierro solitario, me hayan
enseñado a cerrar la boca cuando
me siento impulsado a decir la
verdad y a avergonzar a sus
embusteros consejeros y aduladores
cortesanos ? Dile al rey que no ha
quebrado mi espíritu, y que si me
pone en libertad celebraré la
ocasión por medio de recuerdos más
francos y duros. Le diré a toda la
nación cuántos peligros y desdichas
él y yo pasarnos juntos, y cómo
salvé yo siempre la situación a la
postre; que él estuvo a punto de
arruinarnos, siempre, con su
435
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

negativa a escuchar a tiempo mis


advertencias, y cuan generosamente
me recompensó por todo ello, con
una pesada cadena y una oscura
mazmorra. No, jamás olvidaré este
tratamiento. Cuando muera, mi
alma lo recordará, y recordará
también las gloriosas hazañas que
realicé por su bien.» «Bebe», dijo
Taumasto, pero Silas no quiso
beber. Taumasto trató de razonar
con el loco, pero éste insistió en
enviar el mensaje y en rechazar el
vino, de modo que Silas sigue en la
cárcel y me es imposible ponerlo en
libertad, como lo admite Cypros.
Me divirtió el incidente de Doris.
Recordarás lo que te dije en el
banquete de despedida, cuando
ambos estábamos tan borrachos y
tan samaritanamente francos. Tú
serás un Dios, mi Tití, a despecho de
436
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todo lo que hagas para impedirlo.


No puedes impedir una cosa así. Y
en cuanto a lo que dije acerca de los
[echones rellenos de trufas y
castañas, creo que ¿é lo que quise
decir. Ahora soy tan buen judío, que
nunca, en ninguna ocasión, permito
que un trozo de alimento impuro
pase por mis labios. O por lo menos,
si lo hago, nadie apañe de yo mismo
y mi cocinero árabe y la vigilante
Luna se enteran de ello. Me
abstengo incluso cuando visito a mis
vecinos fenicios o ceno con mis
súbditos griegos. Cuando me
escribas, dame noticias del astuto
viejo Vitelio y de los granujas y
conspiradores Asiático, Vinicio y
Viniciano. He enviado mis elevados
cumplidos a tu encantadora
Mesalina en mi carta oficial. De
modo que, por el momento, hasta
437
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pronto y continúa pensando bien


(mejor de lo que se merece) de tu
granujesco y antiguo compañero de
juegos.

El Bandido

Explicaré «el asunto de Doris». A pesar


de mi edicto, unos jóvenes griegos de
un lugar de Siria llamado Doris se
habían apoderado de una estatua mía y
entrado vio lentamente en una sinagoga
judía, donde la instalaron en el extremo
sur, como para que se la adorase. Los
judíos de Doris recurrieron en el acto a
Herodes, su protector natural, y éste se
dirigió en persona a ver a Petronio, en
Antioquía, a presentarle una protesta.
Petronio dirigió a los magistrados de
Doris una carta severísima,
ordenándoles que arrestasen a los
438
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

culpables y los enviaran para castigarlos


sin demora. Escribí a Petronio que el
delito era doble, no sólo contra los
judíos, cuya sinagoga violada no podía
ya ser utilizada para el culto, sino contra
mí mismo, porque mi edicto
relacionado con la tolerancia religiosa
había sido desvergonzadamente
pisoteado. En la carta había una curiosa
observación: que el lugar adecuado para
mi estatua no era una sinagoga judía,
sino uno de mis propios templos.
Supongo que pensaba que para estos
momentos yo habría cedido sin duda a
los ruegos del Senado, y que por lo
tanto sería político anticiparse a mi
deificación. Pero yo continuaba firme
en cuanto a mi negativa a convertirme
en un dios. Podrá imaginarse que los
griegos de Alejandría hicieron entonces
todo lo posible para conquistar mi
favor. Enviaron una delegación para
439
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que me felicitase por mi acceso, y para


ofrecerse a construir y dedicarme un
espléndido templo, a costa de la ciudad.
O, si yo rechazaba el ofrecimiento, por
lo menos querían construir y equipar
una biblioteca de estudios italianos y
dedicármela por considerarme el más
distinguido historiador viviente.
También solicitaban permiso para
ofrecer lecturas públicas especiales de
mi Historia de Cartago y mi Historia de
Etruria, todos los años, el día de mi
cumpleaños. Cada una de las obras sería
leída de cabo a rabo por tandas de
maestros de locución altamente
adiestrados, la primera en la antigua
biblioteca, la segunda en la nueva.
Sabían que esto no podía dejar de
agradarme. Al aceptar el honor, me
sentí como deben sentirse los padres de
los mellizos muertos cuando, algún
tiempo después del parto, los pequeños
440
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cadáveres que esperan su funeral en una


cesta ubicada en algún rincón,
comienzan a resplandecer de pronto con
inesperado calor y lanzan un estornudo
y un grito al unísono. En fin de cuentas,
había dedicado más de veinte de los
mejores años de mi vida a esos libros y
tomado infinitas precauciones para
aprender los distintos idiomas
necesarios para reunir y verificar mis
hechos. Y ni una sola persona, hasta
entonces, que yo supiera, se había
tomado el trabajo de leerlos. Cuando
digo «ni una sola persona» tengo que
hacer dos excepciones: Herodes había
leído la Historia de Cartago —no le
interesaba el tema de Etruria— y dijo
que aprendió mucho en ella en cuanto al
carácter de los fenicios, pero que no
creía que mucha gente tuviese el mismo
interés que él.

441
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Este salchichón tiene demasiado


carne —dijo—, y no bastantes especias
y ajo.
Quería decir que contenía demasiada
información y no la suficiente elegancia
de redacción. Esto me lo dijo cuando
todavía yo era un ciudadano privado, de
modo que no había adulación alguna.
Otra persona, aparte de mis secretarios
y ayudantes de investigación, que había
leído los libros, era Calpurnia. Prefería
un buen libro a una mala obra de teatro,
y mis historias a muchas obras de teatro
que había presenciado, y el libro etrusco
al cartaginés, porque se refería a lo que
ella conocía. Cuando llegué a ser
emperador, tengo que decirlo, compré a
Calpurnia una encantadora casa de
campo cerca de Ostia y le aseguré una
cómoda renta anual y un equipo de
esclavos bien adiestrados. Pero jamás
fue a visitarme a palacio, y yo nunca la
442
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

visité, por temor a dar celos a Mesalina.


Vivía con una amiga íntima, Cleopatra,
una alejandrina que también había sido
prostituta, pero ahora que Calpurnia
tenía dinero de sobra, ninguna de ellas
continuaba en la profesión. Eran
muchachas tranquilas.
Pero como decía, me sentí realmente
orgulloso del ofrecimiento alejandrino,
porque en fin de cuentas Alejandría es
la capital cultural del mundo, ¿y acaso
sus principales ciudadanos no me
habían dado el título del más
distinguido historiador viviente?
Lamenté no poder disponer de tiempo
para una visita a Alejandría, a fin de
estar presente en una de las lecturas. El
día que llegó la embajada envié a buscar
a un lector profesional y le pedí que me
leyese en privado unos pasajes de
ambas historias. Lo hizo con tanta
expresión y con tan hermosa
443
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pronunciación, que, olvidando por el


momento que yo era el autor, estallé en
estruendosos aplausos.

444
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 10

Mi preocupación inmediata en el
exterior era la frontera del Rhin. A
finales del reinado de Tiberio, los
germanos del norte habían sido
alentados, por informes de la
inactividad de éste en general, a hacer
incursiones a través del río, a lo que
llamamos la Provincia Inferior.
Pequeños grupos cruzaban a nado, en
los lugares no vigilados, de noche, para
atacar casas o villorrios aislados,
asesinar a los ocupantes y saquear el oro
445
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y las joyas que pudiesen encontrar.


Luego regresaban nadando, al alba.
Habría sido difícil impedirles que lo
hicieran, incluso aunque nuestros
hombres hubiesen estado
constantemente alertas—y en el norte,
por lo menos lo estaban— porque el
Rhin es un río inmensamente largo y
difícil de patrullar. La única medida
eficaz contra las incursiones habría sido
la represalia, pero Tiberio negó el
permiso para ninguna expedición
punitiva a gran escala. Escribía: «Si las
avispas lo molestan a uno, hay que
quemar el avispero. Pero si solo se trata
de mosquitos, no hay que prestarles
atención». En cuanto a la Provincia
Superior, se recordará que durante su
expedición a Francia, Calígula mandó
llamar a Gaetúlico, el comandante de
los cuatro regimientos del Rhin
superior, y lo ejecutó por una acusación
446
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

infundada de conspiración; que cruzó el


río con un enorme ejército y avanzó
unos pocos kilómetros, sin que los
germanos ofreciesen resistencia; que de
pronto se sintió alarmado y volvió sobre
sus pasos. El hombre a quien designó
como sucesor de Gaetúlico era el
comandante de las fuerzas auxiliares
francesas de Lyon. Se llamaba Galba, y
era uno de los hombres de Livia. Esta lo
había destacado en sus preferencias
cuando todavía era un joven, y él
justificó ampliamente la confianza que
le brindó. Era un soldado valiente y un
magistrado lleno de discernimiento,
trabajaba con intensidad y tenía un
carácter privado ejemplar. Había
llegado a ser cónsul seis años antes.
Cuando Livia murió, le dejó un legado
especial de 500.000 piezas de oro. Pero
Tiberio, como ejecutor de Livia,

Después emperador (año 69).—R. G.

447
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dictaminó que debía de tratarse de un


error. La suma había sido escrita en
números, no en letras, y decidió que la
testadora había querido decir 50.000.
Corno no pagó uno solo de los legados
de Livia, esto no tenía mayor
importancia en esos momentos. Pero
cuando Calígula llegó a ser emperador y
pagó los legados de Livia, Galba tuvo la
mala suerte de que Calígula no se diese
cuenta del fraude de Tiberio. No insistió
para que le pagasen los 500.000, y quizá
fue mejor para él que no lo hiciera,
porque de lo contrario Calígula habría
recordado el incidente, cuando se
encontró sin fondos, y en lugar de
concederle ese importante comando en
el Rhin, probablemente lo habría
acusado de formar parte en la
conspiración de Gaetúlico. La elección
de Galba por Calígula es parte de una
curiosa historia. Un día había ordenado
448
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un gran desfile en Lyon, y cuando


terminó convocó ante sí a todos los
oficiales que habían participado en él y
les ofreció una disertación en cuanto a
la necesidad de mantenerse en buen
estado físico.
—Un soldado romano —dijo— debe
ser resistente como el cuero y duro
como el hierro. Y todos los oficiales
tienen que dar un magnífico ejemplo a
sus soldados en ese sentido. Me interesa
ver cuántos de ustedes sobrevivirán a
una sencilla prueba que les impondré
ahora. Vamos, amigos, hagamos una
pequeña carrera en dirección de Autun.
Estaba sentado en su carroza, con un
par de magníficos capones franceses en
las varas. Su cochero hizo restallar la
fusta y partieron. Los oficiales, que ya
estaban sudorosos, se precipitaron tras
él, con sus pesadas armas y corazas. El
se mantuvo a la suficiente distancia de
449
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ellos como para no perderlos de vista,


pero no dejaba que sus caballos
anduviesen al paso, por temor a que los
oficiales siguieran el ejemplo. Continuó
avanzando durante mucho tiempo. La
línea se fue alargando Muchos de los
corredores se desmayaron y uno cayó
muerto. A los 32 kilómetros se detuvo
finalmente. Sólo uno de los hombres
había sobrevivido a la prueba: Galba.
Calígula dijo:
—¿Prefieres volver corriendo, general,
o quieres sentarte a mi lado?
A Galba le quedaba suficiente aliento
para contestar que como soldado no
tenía preferencias; estaba acostumbrado
a obedecer las órdenes. De modo que
Calígula le permitió volver caminando
pero al día siguiente le dio su
nombramiento. Agripinila se sintió
grandemente interesada en Galba
cuando lo conoció en Lyon; quiso
450
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

casarse con él, aunque él ya estaba


casado con una mujer de la casa de
Lépido. Galba estaba muy a gusto con
su esposa y se comportó tan fríamente
con Agripinila como se lo permitía su
lealtad hacia Calígula. Agripinila
insistió en sus atenciones, y un día hubo
un gran escándalo, en una recepción
ofrecida por la suegra de Galba, a la que
Agripinila concurrió sin haber sido
invitada. La suegra de Galba la encaró
en frente de todos los nobles allí
reunidos, la insultó profusamente,
llamándola mozuela desvergonzada y
lasciva, y llegó a propinarle algunos
puñetazos en la cara. Galba lo habría
pasado mal si Calígula no hubiese
decidido al día siguiente que Agripinila
estaba complicada en la conspiración
contra su vida y si no la hubiera
desterrado como ya he descrito. Cuando
Calígula huyó de vuelta a Roma,
451
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aterrorizado por una presunta incursión


germana a través del Rhin (mentira
humorísticamente difundida por sus
soldados), sus fuerzas se encontraban
todas concentradas en un punto.
Grandes extensiones del río quedaron
sin vigilancia. Los germanos se
enteraron de eso en el acto, y también
de la cobardía de Calígula.
Aprovecharon la oportunidad para
cruzar el Rhin con todas sus fuerzas y
establecerse en nuestro territorio, donde
provocaron grandes daños. Los que
cruzaron eran hombres de las tribus
Chatia, que significa gatos montañeses.
El Gato era su insignia de tribu. Tenían
fortalezas en el país montañoso ubicado
entre el Rhin y el Weser superior. Mi
hermano Germánico siempre los había
considerado los mejores combatientes
de Germania. Mantenían su formación
en el combate, obedecían a sus jefes
452
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

casi como romanos y de noche solían


cavar trincheras y colocar pozos
avanzados, precaución que muy pocas
veces tomaba ninguna otra tribu
germánica. Galba necesitó varios meses
y considerables pérdidas en hombres
para desalojarlos y expulsarlos otra vez
al otro lado del Rhin.
Galba era un estricto disciplinario.
Gaetúlico había sido un soldado capaz,
pero demasiado tolerante. El día que
Galba llegó a Maguncia para hacerse
cargo de su comando, los soldados
presenciaban unos juegos que se
celebraban en honor de Calígula. Un
cazador había mostrado gran habilidad
en su lucha contra un leopardo, y los
hombres rompieron a aplaudir. Las
primeras palabras que pronunció Galba
al entrar en el palco del general fueron:

453
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¡Mantengan las manos bajo las


capas, soldados! Ahora soy yo el
comandante, y no permito negligencias.
Continuó hablándoles en el mismo
estilo, y se hizo muy popular, a pesar de
ser un comandante tan severo. Sus
enemigos lo consideraban mezquino,
pero eso es injusto. Era simplemente
abstemio, rechazaba la extravagancia en
su estado mayor y exigía una estricta
cuenta de gastos a sus subordinados.
Cuando llegaron noticias del asesinato
de Calígula, sus amigos lo instaron a
marchar sobre Roma, a la cabeza de su
cuerpo, diciendo que era ahora la única
persona adecuada para regir el imperio.
Y Galba replicó:
—¿Marchar sobre Roma y dejar el
Rhin desguarnecido? ¿Qué tipo de
romano creen que soy? —Y continuó
—: Además, por lo que se sabe, este
Claudio es un hombre trabajador y
454
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

modesto, y aunque algunos de ustedes


parecen considerarlo un tonto, yo
vacilaría en tener por tonto a miembro
alguno de la familia imperial que haya
sobrevivido con éxito los reinados de
Augusto, Tiberio y Calígula. Creo que
en las circunstancias la elección es
buena, y me agradaría ofrecer el
juramento de fidelidad a Claudio. Me
dicen ustedes que no es un soldado.
Tanto mejor, la experiencia de la
campañas no es a veces una cosa
imprescindible para un comandante en
jefe. El dios Augusto —hablo con todo
el respeto— se sintió inclinado, de
viejo, a poner obstáculos ante sus
generales, al darles consejos y órdenes
excesivamente detalladas. La última
campaña de los Balcanes no se habría
prolongado tanto como se prolongó, si
él no se hubiese mostrado tan ansioso
por volver a librar, desde la retaguardia,
455
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las batallas que había librado a la


cabeza de sus tropas unos cuarenta años
antes. Creo que Claudio no saldrá al
campo de batalla a su edad, ni se sentirá
tentado a anular las decisiones de sus
generales en asuntos de los cuales es
ignorante. Pero al mismo tiempo es un
historiador erudito y, según se me dice,
conoce los principios estratégicos
generales, hasta tal punto, que muchos
comandantes en jefe con experiencia en
el combate podrían envidiarle.
Esas observaciones de Galba me fueron
posteriormente trasmitidas por uno de
los hombres de mi personal, y le envié
una carta de agradecimiento por su
buena opinión. Le dije que podía contar
conmigo, que pensaba dejar las manos
libres a mis generales en las campañas
que ordenase o autorizase. Pensaba
decidir simplemente si la expedición
debía ser de conquista o si tendría un
456
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

carácter simplemente punitivo. En el


primer caso, el rigor sería dulcificado
por el humanitarismo. Se inferirían los
menores daños posibles a las aldeas y
ciudades capturadas, y a las cosechas;
los dioses locales no tendrían que ser
humillados, no se permitiría carnicería
alguna una vez que las líneas enemigas
hubiesen sido quebradas en el combate.
Pero en el caso de una expedición
punitiva no se mostraría piedad alguna.
Se inferirían todos los daños posibles a
las cosechas, aldeas, ciudades y
templos, y los habitantes que no fuesen
dignos de ser capturados como esclavos
tendrían que ser diezmados. También
indicaría la cantidad máxima de
reservas que podían convocarse y la
cantidad máxima de bajas Romanas que
se permitirían. Decidiría, de antemano,
en consulta con el propio general, los
objetivos exactos del ataque y le pediría
457
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que informase cuántos días o meses


necesitaría para tomarlos. Dejaría todas
las disposiciones estratégicas y tácticas
a su cargo, y sólo ejercería mi derecho
de tomar el comando personal de la
campaña, si los objetivos no hubiesen
sido alcanzados dentro del plazo fijado,
o si las bajas romanas subiesen más allá
de la cifra estipulada. Porque tenía
pensado enviar a Galba en una campaña
contra los chatias. Tenía que ser una
expedición punitiva. No pensaba
ampliar el imperio más allá de la
frontera natural y evidente del Rhin,
pero cuando los hombres de las tribus
de Chatia y del norte, los istevonios, no
respetaban esas fronteras, era preciso
afirmar con vigor la dignidad romana.
Mi hermano Germánico solía decir
siempre que la única forma de
conquistar el respeto de los germánicos
era la de tratarlos con brutalidad, y que
458
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

era la única nación en el mundo acerca


de la cual podía decir eso. Los
españoles, por ejemplo, se mostraban
impresionados por la cortesía de un
conquistador, los francos por su riqueza,
los griegos por su respeto a las artes, los
judíos por su integridad moral, los
africanos por su porte sereno y
autoritario. Pero el germano, que no se
impresiona por ninguna de estas cosas,
debe ser siempre derribado y vuelto a
derribar cuando se levanta, y golpeado
cuando yace gimiendo. «Mientras le
duelan las heridas, respetará la mano
que las ha inferido.» Al mismo tiempo
que Galba avanzaba, había que llevar a
cabo otra expedición punitiva contra los
incursores istevonios, mandada por
Gabinio, el general que comandaba los
cuatro regimientos del Rhin inferior. La
expedición de Gabinio me interesaba
mucho más que la de Galba, porque su
459
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

objetivo no era simplemente punitivo.


Antes de ordenarla sacrifiqué en el
templo de Augusto e informé en
privado al dios que estaba decidido a
completar una tarea que mi hermano
Germánico no había podido terminar, y
que era, lo sabía, una tarea en la que el
mismo estaba interesado. Se trataba del
rescate de la tercera y última de las
águilas perdidas de Varo, que todavía se
encontraba en manos germanas después
de treinta años. Le recordé que mi
hermano Germánico había recapturado
un águila al año siguiente a Su
Deificación, y otra en la campaña
posterior. Pero Tiberio lo llamó a Roma
antes de que pudiese vengar a Varo, en
la última batalla aplastante, y
reconquistar el Águila que todavía
faltaba. Por lo tanto rogaba al dios que
favoreciese mis armas y restableciese el
honor de Roma. Cuando se elevó el
460
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

humo del sacrificio, pareció que las


manos de la estatua de Augusto se
movían en una bendición y su cabeza
asentía. Puede que sólo haya sido un
efecto del humo, pero yo lo consideré
un augurio favorable.
El hecho es que ahora me sentía seguro
de conocer con exactitud en qué punto
de Germania se encontraba oculta el
Águila, y orgulloso por la forma en que
había descubierto este secreto.
Mis predecesores habrían podido hacer
lo que yo hice, si se les hubiese
ocurrido; pero jamás se les ocurrió.
Siempre resultaba placentero
demostrarme que no era en modo
alguno el tonto que todos me
consideraban, y que en verdad podía
hacer algunas cosas mejor que ellos. Se
me ocurrió que en mi batallón privado,
compuesto de tribeños capturados de
casi todos los distritos de Germania,
461
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tenía que haber por lo menos media


docena de hombres que supiesen dónde
estaba oculta el Águila. Y sin embargo,
una ve2 que Calígula les formuló la
pregunta, con un ofrecimiento de
libertad y una gran suma de dinero en
compensación por la información dada,
todos los rostros se tornaron
inmediatamente inexpresivos. Parecía
que nadie sabía nada. Yo intenté un
método completamente distinto de
persuasión. Un día les ordené que.
salieran todos a formar, y les hablé con
acento bondadoso. Les dije que como
recompensa de sus fieles servicios le
haría un favor sin precedentes: enviaría
de vuelta a Alemania —a la querida
patria acerca de la cual todas las noches
cantaban melancólicas y desafinadas
canciones— a todos los miembros del
batallón que hubiesen completado
veinticinco años de servicios en él. Dije
462
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que me habría gustado enviarlos con


regalos de oro, armas, caballos y demás,
pero por desgracia no podía hacerlo, ni
siquiera permitirles que llevasen
consigo posesión alguna que hubiesen
adquirido durante su cautiverio. El
obstáculo seguía siendo el Águila que
todavía faltaba. Hasta que tuviésemos
de vuelta el sagrado emblema, el honor
de Roma seguiría maculado, y crearía
una mala impresión en la ciudad si yo
recompensaba con algo que no fuese la
simple libertad a los hombres que en su
juventud habían participado en la
matanza del ejército de Varo. Pero para
los verdaderos patriotas la libertad era
mejor que el oro, y estaba seguro de que
ellos aceptarían el presente en el
espíritu en que se hacía. No les pedía,
dije, que me revelasen el paradero del
Águila, porque sin duda se trataba de un
secreto que habían jurado a sus dioses
463
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no revelar, y no pediría que ningún


hombre se convirtiese en perjuro nada
más que por un regalo, como había
hecho mi predecesor. Prometí que en el
plazo de dos días los veteranos con
veinticinco años de servicios volverían
al otro lado del Rhin, con
salvoconducto.
Luego les ordené romper filas. La
secuela fue la que había previsto. Los
veteranos estaban aún menos ansiosos
por volver a Alemania de lo que los
romanos capturados por los partos en
Carras lo estaban por volver a Roma
cuando, treinta años después, Marco
Vipsanio Agripa convino con el rey el
intercambio de esos prisioneros. Los
romanos de Partia se habían
establecido, casado, formado familia,
enriquecido y olvidado por completo su
pasado. Y estos germanos de Roma, si
bien técnicamente seguían siendo
464
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esclavos, hacían una vida fácil y


placentera, y su pena por el hogar no era
una emoción sincera, sino apenas una
excusa para derramar lágrimas cuando
estaban completamente borrachos. Se
presentaron todos juntos ante mí y me
solicitaron permiso para continuar a mi
servicio. Muchos de ellos eran padres, y
aun abuelos, casados con esclavas
vinculadas al palacio, y todos tenían un
cómodo pasar. Calígula les había hecho
de vez en cuando magníficos regalos.
Fingí encolerizarme, los llamé ingratos
y ruines por rechazar un don tan
inapreciable como la libertad, y dije que
no quería tenerlos más a mi servicio.
Me preguntaron por último si les
concedía el perdón y, por lo menos, el
derecho a llevarse consigo sus familias.
Rechacé el ruego y volví a mencionar el
Águila. Uno de ellos, un hombre de
Querusco, exclamó:
465
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—La culpa de que tengamos que irnos


de esta manera la tienen esos malditos
de Chaucia Como ellos juraron
mantener el secreto, nosotros, los
germanos inocentes, tenemos que sufrir.
Eso era lo que quería. Hice salir a todos
menos a los representantes de las tribus
de Chaucia Mayor y Menor. (Los
hombres de Chaucia vivían en la costa
germana del norte, entre los lagos
holandeses y el Elba. Habían sido
confederados de Hermann.) A éstos les
dije:
—No tengo intención de preguntarles
dónde está el Águila, pero si alguno de
ustedes no ha jurado no revelarlo, que
me lo diga en el acto.
Los de Chaucia Mayor, la mitad
occidental de la nación, declararon
todos que no habían hecho juramento
alguno. Les creí, porque la segunda
Águila que mi hermano Germánico
466
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conquistó había sido encontrada en un


templo de ellos. Era improbable que
esta tribu hubiese sido recompensada
con dos Águilas en la distribución del
botín que siguió a la victoria de
Hermann.
Luego me dirigí al jefe de los hombres
de Chaucia Menor:
—No te pido que me digas dónde está
el Águila, o a qué dios hiciste tu
juramento. Pero quizá quieras decirme
en qué ciudad o aldea hiciste el
juramento. Si me lo dices, suspenderé
mi orden para tu repatriación.
—Incluso decir eso sería una violación
de mi juramento, César.
Pero entonces utilicé con él una treta
acerca de la cual había leído en mis
estudios históricos. En una ocasión,
cuando cierto juez fenicio visitaba una
aldea de su jurisdicción, quiso saber
dónde había escondido un hombre una
467
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

copa de oro que robara hacía poco, y le


dijo al hombre que no lo creía capaz de
robo y que lo absolvería.
—Ven, demos un paseo amistoso, y
quizá me muestres tu interesante aldea.
El hombre lo guió por todas las calles
menos una. Luego, por interrogatorios,
el juez descubrió que una de las casas
de esa calle estaba ocupaba por la novia
del hombre. Y la copa fue descubierta,
oculta entre las pajas del techo.
Entonces, de la misma manera, yo dije:
—Muy bien, no insistiré. —Luego me
volví hacia otro hombre de la tribu que
también parecía, por su aspecto hosco e
incómodo, estar en el secreto, y le
pregunté, con negligencia:— Díme en
qué ciudad o aldea de tu territorio se
erigen templos al Hércules germano.
Era probable que las águilas hubiesen
sido dedicadas a ese dios. Me dio una
lista de siete nombres que yo anoté.
468
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Eso es todo? —pregunté.


—No recuerdo ningún otro. Recurrí a
los de Chaucia Mayor.
—Sin duda tiene que haber más de
siete templos en un territorio tan
importante como Chaucia Menor...
entre los grandes ríos Weser y Elba.
—Oh, sí, César —contestaron—. No ha
mencionado el famoso templo de
Bremen, en la orilla oriental del Weser.
De tal modo que pude escribir a
Gabinio: «Creo que encontrarás el
Águila oculta en algún lugar del templo
del Hércules germano, en Bremen, en la
orilla oriental del Weser. Al principio
no pierdas mucho tiempo en castigar a
los istevonios. Atraviesa en formación
cerrada su territorio y el de los
ansibarios, rescata el Águila, y a tu
regreso puedes quemar, matar y
saquear.»

469
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Antes de que me olvide, hay otra


historia que quiero contarles acerca de
un tazón de oro robado, y tanto da que
la cuente ahora como en cualquier otro
momento. En una ocasión invité a cenar
a una cantidad de caballeros
provincianos, y créanme, uno de los
pillastres, un hombre de Marsella, se
fue con la copa de vino, de oro, que le
había puesto delante. No le dije una
palabra, sino que lo invité a cenar al día
siguiente, y esa vez sólo le di una copa
de piedra. En apariencia esto lo asustó,
porque al día siguiente la copa de oro
fue devuelta con una repugnante nota de
disculpa, en la que explicaba que se
había tomado la libertad de llevarse
prestada la copa por dos días a fin de
hacer que el cincelado de la misma, que
tanto admiraba, fuese copiado por un
joyero. Deseaba perpetuar el recuerdo
del enorme honor que le había hecho,
470
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

bebiendo todos los días, durante el resto


de sus días, de una taza de oro
similarmente repujada. En respuesta le
envié la copa de piedra, pidiéndole, a
cambio de ella, la reproducción de la de
oro como un recuerdo del encantador
incidente.
Fijé una fecha de mayo para la partida
de las expediciones de Galba y Gabinio,
aumenté las fuerzas de ambos con levas
en Francia e Italia, hasta llegar a seis
regimientos para cada uno —dejando
dos regimientos para retener el Rhin
superior y dos para el inferior—, les
concedí a cada uno un máximo de 2.000
bajas y les di como plazo hasta el
primero de julio para terminar sus
operaciones y regresar. El objetivo de
Galba era una línea de tres ciudades de
Chatia, originariamente construida
cuando el país se encontraba bajo
dominio romano —Nuaesio,
471
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Gravionario y Melo-cavo— paralelas al


Rhin, a unos 160 kilómetros tierra
adentro, a contar desde Maguncia.
Me conformaré con decir que ambas
campañas fueron un éxito completo.
Galba incendió unas 150 aldeas,
destruyó miles de hectáreas de cosecha,
mató a gran cantidad de germanos
armados e inermes y ai mediados de
junio saqueó las tres ciudades indicadas.
Tomó unos 2.000 prisioneros de ambos
sexos, incluso hombres y mujeres de
rango, para retenerlos como rehenes del
buen comportamiento de los chatias.
Perdió 1.200 hombres, muertos o
incapacitados, de los cuales 400 eran
romanos. Gabinio tenía la tarea más
difícil y la cumplió con la pérdida de
sólo 800 hombres. Aceptóen el último
momento una sugestión mía, que
consistía en no dirigirse directamente
hacia Bremen, sino invadir el territorio
472
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de los angrivarios, que viven al sur de


los de Chaucia Menor, y de ahí enviar
una columna volante de caballería
contra Bremen, en la esperanza de
capturar la ciudad antes que a los de
Chaucia les pareciese oportuno llevarse
el Águila a algún escondrijo más
seguro. Todo salió exactamente de
acuerdo con el plan; la caballería de
Gabinio, que mandaba él en persona,
encontró el Águila donde yo suponía, y
se sintió tan satisfecho consigo que
llamó al resto de sus fuerzas y atravesó
Chaucia Menor de extremo a extremo,
quemando los altares de madera del
Hércules germano, uno detrás de otro,
hasta que no quedó uno en pie. Su
destrucción de cosechas y aldeas no fue
tan metódica como la de Galba, pero en
el viaje de regreso, dio a los istevonios
muchos motivos para recordarlo. Se
llevó 2.000 prisioneros.
473
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La noticia del rescate del Águila llegó a


Roma simultáneamente con la del
exitoso saqueo de Galba en las ciudades
de Chaucia, y el Senado me votó de
inmediato el título de emperador, que
esta vez no rechacé. Consideré que me
lo había ganado por mi ubicación del
Águila y por sugerir la incursión de
caballería de larga distancia, y por el
cuidado que había tomado en hacer de
ambas campañas una sorpresa. Nadie
supo nada acerca de ellas hasta que
firmé la orden ordenando que las levas
francesas e italianas estuviesen bajo las
armas y en marcha hacia el Rhin en el
término de tres días.
Galba y Gabinio recibieron ornamentos
triunfales. Habría debido concederles
triunfos si las campañas hubiesen sido
algo más que simples expediciones
punitivas. Pero convencí al Senado de
que honrase a Gabinio con el apodo
474
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hereditario de «Chaucia», en
conmemoración de su hazaña. El Águila
fue llevada en solemne procesión al
templo de Augusto, donde yo ofrecí un
sacrificio y le agradecí su divina ayuda.
Y le dediqué las puertas de madera del
templo donde se había encontrado el
Águila. (Gabinio me las envió como un
regalo.) No pude dedicarle a Augusto el
Águila misma, porque en el templo de
Marte Vengador había un soporte
preparado desde hacía mucho tiempo
para su recepción, junto con las otras
dos Águilas rescatadas. Más tarde la
llevé allí y la dediqué, con el corazón
lleno de orgullo.
Los soldados compusieron baladas
acerca del rescate del Águila. Pero esta
vez, en lugar de agregarlas a la balada
original de «Las tres penas del señor
Augusto», las convirtieron en una
balada nueva intitulada «Claudio y el
475
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Águila». No era en modo alguno


elogiosa para mí, pero me gustaron
algunos de los versos. El tema afirmaba
que yo era un tonto absoluto en algunos
sentidos, y que hacía las cosas más
ridículas: removía el potaje con el pie,
me afeitaba con un peine, y cuando iba
a los baños bebía el aceite que me
entregaban para frotarme y me frotaba
con el vino que me daban para beber.
Sin embargo tenía una erudición
sorprendente. Conocía los nombres de
cada una de las estrellas del cielo y
podía recitar todos los poemas que
jamás se habían escrito, y había leído
todos los libros de todas las bibliotecas
del mundo. Y el fruto de esa sabiduría
era que fui el único que pudo decir a los
romanos dónde estaba el Águila perdida
desde hacía tantos años, y que resistió a
todos los esfuerzos para encontrarla.

476
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La primera parte de la balada contenía


un relato dramático de mi aclamación
como emperador por la guardia del
palacio, y citaré tres estrofas para
demostrar que tipo de balada era:
Claudio se escondió detrás de una
cortina,
Grato la apartó.
«Sé nuestro jefe —dijo el audaz
Grato—,
y todas tus órdenes obedeceremos.»

«¡Sé nuestro jefe —dijo el audaz


Grato—,
Sabio Claudio, ten valor!
Hay un Águila que rescatar,
en bien del dios Agusto.»
El sabio Claudio sintió sed
y bebió un frasco de tinta.
«¿Búho, dijiste, o águila?
Creo que puedo rescatar ambas
cosas.»
477
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

A principios de agosto, veinte días


después de que se me votara el título de
emperador, Mesalina me dio un hijo.
Era un niño, y por primera vez
experimenté todo el orgullo de la
paternidad. Por mi hijo Drusilo, a quien
perdí unos veinte años antes, a la edad
de once, no había experimentado
sentimiento paternal alguno, y muy
pocos por mi hija Antonia, si bien era
una niña de buen corazón. Esto se debía
a que mis casamientos con Urgulanila,
la madre de Drusilo, y con Elia, la
madre de Antonia (de quienes me
divorcié en cuanto la situación política
me permitió hacerlo), me habían sido
impuestos. No tenía amor para ninguna
de las dos mujeres, en tanto que estaba
apasionadamente enamorado de
Mesalina y pocas veces, supongo,
nuestra diosa romana Lucina, que
478
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

preside los partos, fue tan


persistentemente cortejada con
oraciones y sacrificios, como lo fue por
mí en los últimos dos meses del
embarazo de Mesalina. Era un
magnífico niño rebosante de salud, y
como era mi hijo único recibió todos
mis nombres, según lo imponía la
costumbre. Pero hice saber que se lo
conocería con el nombre de Druso
Germánico. Sabía que esto tendría muy
buen efecto sobre los germanos. El
primer Druso Germánico en hacer que
ese nombre fuese terrible al otro lado
del Rhin —más de cincuenta años antes
— había sido mi padre. Y el siguiente
mi hermano, veinticinco años después.
Y yo también era un Druso Germánico,
¿y acaso no acababa de reconquistar la
última de las águilas capturadas? Dentro
de otro cuarto de siglo, mi pequeño
Druso Germánico repetiría la historia, y
479
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mataría a unas veintenas de miles más


de ellos. Los germanos son como las
zarzas al costado del camino. Crecen
con rapidez y tienen que ser
constantemente contenidos con el acero
y el fuego, para impedirles que invadan
el campo. En cuanto mi hijo tuvo unos
meses de edad y pude levantarlo sin
temor de lastimarlo, solía llevarlo
conmigo, en brazos, por los terrenos del
palacio, para mostrarlo a los soldados.
Todos lo querían casi tanto como yo.
Les recordé que era el primero de los
Césares, desde el Gran Julio, que había
nacido César, y no simplemente
adoptado por la familia, como lo fueron
Augusto, Marcelo, Cayo, Postumo,
Tiberio, Castor, Nerón, Druso, Calígula,
cada uno por turno. Pero aquí, en rigor,
mi orgullo me llevó a una inexactitud.
Calígula, a diferencia de sus hermanos
Nerón y Druso, había nacido dos o tres
480
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

años después de que su padre, mi


hermano Germánico, fue adoptado por
Augusto (un César en virtud de su
adopción por Julio) como hijo suyo. O
sea que en realidad había nacido César.
Lo que me engañó fue el hecho de que
Calígula no había sido adoptado por
Tiberio (César en virtud de su adopción
por Agusto) como su hijo, hasta que
tuvo 23 años de edad.
Mesalina no alimentó a nuestro
pequeño Germánico de su propio pecho,
como yo quería que lo hiciera, sino que
le buscó una nodriza. Estaba demasiado
atareada para criar a un niño, dijo. Pero
alimentar a un niño es un seguro casi
indudable contra la preñez renovada, y
el embarazo obstaculiza la salud y la
libertad de acción de una mujer mucho
más de lo que la obstaculiza la crianza.
De modo que Mesalina tuvo la mala
suerte de volver a quedar embarazada,
481
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tan poco después, que sólo once meses


habían transcurrido entre el nacimiento
de Germánico y el de nuestra hija
Octavia.
Ese verano hubo una mala cosecha, y
una provisión tan escasa de cereales en
los graneros públicos, que me alarmé y
reduje la ración gratuita de trigo, que
los ciudadanos pobres habían llegado a
considerar como su derecho, y aun la
mantuve en esa proporción tan
mezquina sólo gracias a la medida de
confiscar o comprar trigo en todas las
fuentes posibles. El pueblo tiene el
corazón en el estómago. A mediados del
invierno, antes de que comenzaran a
llegar los cargamentos de Egipto y
África (donde por suerte la nueva
cosecha fue particularmente buena),
hubo frecuentes disturbios en los barrios
más pobres de la ciudad, y muchas
conversaciones revolucionarias.
482
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

483
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

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Capítulo 11

485
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Para entonces mis ingenieros habían


terminado el informe que les ordené que
redactaran en cuanto a la posibilidad de
convertir a Ostia en un puerto seguro
para el invierno. El informe era a
primera vista desalentador. En
apariencia hacían falta diez años y diez
millones de piezas de oro. Pero recordé
que el trabajo realizado una vez duraría
para siempre, y que el peligro de una
escasez de trigo no volvería a
presentarse nunca, o por lo menos
mientras tuviésemos en nuestras manos
a Egipto y el África. Me parecía una
empresa digna de la estatura de Roma.
En primer lugar, habría que excavar una
considerable extensión de terreno, y
construir fuertes paredes de contención,
de hormigón, a ambos lados de la
excavación, antes de que se pudiese
hacer entrar el mar a fin de formar el
puerto interior. Este puerto, a su vez,
486
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

debía ser protegido por dos enormes


malecones asentados en las aguas más
profundas, a ambos lados de la entrada
del puerto, con una isla entre sus
extremidades, de modo que actuasen
como rompeolas cuando el viento
soplara desde el oeste y grandes olas
llegaran precipitándose sobre la boca
del Tíber. En esa isla se proponían
construir un faro semejante al famoso
de Alejandría, para orientar a los barcos
hacia la entrada, por oscura y
tormentosa que fuese la noche. La isla y
los malecones formarían el puerto
exterior.
Cuando los ingenieros me trajeron sus
planos dijeron:
—Hemos hecho lo que nos dijiste,
César, pero, es claro, el costo será
prohibitivo.
—Les pedí un plan y un cálculo —
respondí, con cierta sequedad—, y
487
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ustedes han tenido la bondad de


proporcionarme ambas cosas, por lo
cual les quedo agradecido. Pero no los
he empleado como consejeros
financieros, y les agradeceré que no se
tomen esa obligación.
—Pero Calisto, tu tesorero público... —
comenzó a decir uno de ellos.
—Sí, por supuesto —le interrumpí—,
Calisto les ha estado hablando. Es muy
cuidadoso con los dineros públicos, y es
justo que lo sea. Pero las economías
pueden ser llevadas demasiado lejos.
Esta es una cosa de la máxima
importancia. Además, no me
sorprendería enterarme de que los
vendedores de trigo son los que los han
convencido a ustedes para que envíen
este informe desalentador. Cuanto más
escaso sea el trigo, más ricos se vuelven
ellos. Rezan para que el tiempo

488
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

empeore cada vez más, y medran con la


miseria de los pobres.
—Oh, César —exclamaron
virtuosamente a coro—, ¿acaso crees
que podríamos aceptar sobornos de los
vendedores de trigo?
Pero yo me di cuenta de que mi disparo
había dado en el blanco.
—La palabra fue persuadido, no
sobornados. No se acusen
innecesariamente. Y ahora escúchenme.
Estoy decidido a llevar a cabo este plan,
sea cual fuere su costo. Métanselo en la
cabeza. Y les diré otra cosa: no llevará
tanto tiempo ni costará tanto dinero
como ustedes parecen pensar. Dentro de
tres días ustedes y yo analizaremos el
problema más a fondo.
Por una insinuación que me hizo mi
secretario Polibio, consulté los archivos
de palacio y allí, por supuesto, encontré
un plan detallado preparado por los
489
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ingenieros de Julio César, unos noventa


años antes, para las mismas obras.
El plan era casi idéntico al que acababa
de hacerse, pero el tiempo y el costo
calculados, para mi alegría, eran de sólo
cuatro años y cuatro millones de piezas
de oro. Teniendo en cuenta el leve
aumento en el costo de los materiales y
del trabajo, era posible realizar la tarea
con sólo la mitad de lo que mis propios
ingenieros habían calculado, y en cuatro
años en lugar de diez. En cierto sentido,
el antiguo plan (¡abandonado por
demasiado costoso!) era mejor que el
nuevo, si bien omitía la isla. Estudié
ambos planes con atención, comparando
sus puntos de diferencia. Y luego visité
Ostia en persona, en compañía de
Vitelio, que sabe mucho de ingeniería,
para asegurarme de que no se habían
producido importantes cambios físicos,
desde la época de Julio, en el lugar en
490
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que se pensaba instalar el puerto.


Cuando se reunió la conferencia, tenía
tantas informaciones a mi disposición,
que a los ingenieros les resultó
imposible engañarme; por ejemplo,
subestimando la cantidad de tierra que
cien hombres podían desplazar desde
este punto a aquel otro en un solo día, o
sugiriendo que las excavaciones
implicarían el corte de tantos miles de
metros cuadrados en la roca viva. Ahora
sabía sobre el asunto casi tanto como
ellos. No les dije cómo llegué a saberlo;
permití que supusieran que había
aprendido ingeniería en el curso de mis
estudios históricos, y que un par de
visitas a Ostia me habían bastado para
dominar todo el problema y extraer mis
propias conclusiones. Aproveché la
gran impresión que de tal modo les
causé, diciéndoles que si se producía
alguna tentativa de hacer más lento el
491
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

trabajo, una vez que se hubiese iniciado,


o si surgía alguna falta de entusiasmo,
los enviaría a todos al mundo infernal a
fin de que le construyesen a Caronte un
nuevo rompeolas en la laguna Estigia.
Tendrían todos los obreros que
necesitaban, hasta 30.000, y mil
capataces militares, con los materiales,
herramientas y trasportes necesarios.
Pero debían empezar las obras.
Luego llamé a Calisto y le dije lo que
había decidido. Cuando levantó las
manos y volvió los ojos, hacia arriba, en
un gesto de desesperación, le exigí que
dejase de hacer dramas.
—Pero César, ¿de dónde saldrá el
dinero? —baló como una oveja.
—De los vendedores de trigo, tonto —
le respondí—. Dame los nombres de los
principales miembros de la Asociación
de Vendedores de Trigo, y yo me

492
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ocuparé de que consigamos todo lo que


nos hace falta.
En el término de una hora tenía ante mí
a seis de los más ricos vendedores de
trigo de la ciudad. Los asusté.
—Mis ingenieros me informan que
ustedes, caballeros, estuvieron
sobornándolos para que enviasen un
informe desfavorable acerca d«l plan de
Ostia* Considero que «s« asunto es de
la máxima gravedad. Es una
conspiración contra la vida de nuestros
conciudadanos. Merecen ser arrojados a
los animales feroces.
Negaron la acusación con lágrimas y
juramentos, y me rogaron que les
hiciese saber en qué forma podían
demostrarme su lealtad.
Eso era muy sencillo: quería un
préstamo inmediato de un millón de
piezas de oro para los trabajos de Ostia,

493
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que devolvería en cuanto la situación


financiera lo justificase.
Dijeron que todas sus fortunas juntas no
sumaban esa cifra. Yo sabía que no era
así. Les di un mes de plazo para reunir
el dinero, y les previne que si para
entonces no lo conseguían, serían todos
desterrados al mar Negro, o más lejos
aun.
—Y recuerden —dije— que cuando
este puerto sea construido será mi
puerto. Si quieren usarlo tendrán que
solicitar mi permiso. Les aconsejo que
se pongan de mi parte.
El dinero fue pagado en el término de
cinco días, y las obras de Ostia
comenzaron en el acto con la
construcción de refugios para los
obreros y la distribución de tareas. En
ocasiones de esta naturaleza, debo
admitir que resultaba muy agradable ser
un monarca; poder realizar cosas
494
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

importantes aplastando las estúpidas


oposiciones con una sola palabra
autoritaria. Pero tenía que recordarme a
cada rato el peligro de ejercer mis
prerrogativas imperiales de tal modo
que retardara el eventual
restablecimiento de una república. Hice
lo posible para estimular la libertad de
palabra y el espíritu cívico, y para evitar
trasformar mis caprichos personales en
leyes que toda Roma debía obedecer.
Lo gracioso era que la libertad de
palabra, el espíritu cívico y el idealismo
republicano parecían formar parte de
mis caprichos personales. Y si bien al
principio me obligué a permanecer
accesible a todo el mundo, a fin de
eludir la apariencia de una altanería
monárquica, y de hablar en forma
amistosa y familiar con todos mis
conciudadanos, pronto tuve que
comportarme de forma más distante. No
495
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tanto porque no tuviese tiempo que


dedicar para continuas charlas
amistosas con todos los que me
visitaban en palacio; al contrario» era
que mis conciudadanos, con muy pocas
excepciones, abusaban
desvergonzadamente de mis buenos
sentimientos hacia ellos. Respondían a
mi familiaridad con una altanera
cortesía irónica, como si dijesen: «No
puedes engañarnos para que te seamos
leales», o con una risueña insolencia,
como si dijesen: «¿Por qué no te
comportas como un verdadero
emperador?», o con una buena
camaradería absolutamente falsa, como
si dijesen: «Si a Su Majestad le agrada
condescender, y espera que nosotros
condescendamos de acuerdo con su
humor, vea cuan graciosamente lo
hacemos. Pero si se le ocurre fruncir el
ceño, volveremos a caer de rodillas».
496
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Hablando del puerto, Vitelio me dijo:


—Un republicano jamás puede tener la
esperanza de realizar obras públicas en
tan gran escala como un monarca. Las
más grandes construcciones del mundo
son obras de reyes o reinos. Las
murallas y los jardines colgantes de
Babilonia. El Mausoleo de Halicarnaso.
Las Pirámides. Nunca has estado en
Egipto, ¿no es cierto ? Yo estuve
acantonado allí, de joven, cuando era
soldado, y ¡dioses, esas pirámides ! Es
imposible expresar con palabras la
aplastante sensación de terror con que
abruman a todos los que las
contemplan. Primero se oye hablar de
ellas en el hogar, de niño, y uno
pregunta: «¿Qué son las pirámides?», y
la respuesta es: «Enormes tumbas de
piedra de Egipto, de forma triangulas,
sin adorno alguno, cubiertas nada más
que de estuco blanco». Eso no parece
497
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

muy interesante o impresionante.


Solamente hace que «gigantesco» no
sea más que un edificio grande con el
cual uno está familiarizado: digamos el
templo de Augusto, o la basílica
Juliana. Y luego, al visitar Egipto, una
las ve desde lejos, a través del desierto,
pequeñas marcas blancas como tiendas,
y se dice: «¡Vaya, por supuesto que eso
no es digno de hacer tanta alharaca».
¡Pero por el cielo, estar de pie junto a
ellas una hora más tarde y
contemplarlas! Te digo, César, que son
increíbles e imposiblemente
gigantescas. Le hace sentirse a uno
físicamente enfermo, el sólo pensar que
han sido construidas por manos
humanas. La primera visión de los
Alpes no es nada en comparación. Tan
blancas, lisas, inflexiblemente
inmortales. Un tan terrible monumento
de la inspiración humana...
498
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Y de la estupidez y la tiranía y la
crueldad —interrumpí—. El rey
Queops, que construyó la gran
pirámide, arruinó su rico país, lo
desangró y lo dejó jadeando. Y todo
para complacer su absurda vanidad y
quizá para impresionar a los dioses con
su poderío sobrehumano. ¿Y qué
utilidad práctica tiene esta pirámide?
¿Acaso la de ser una tumba para
albergar el cadáver de Queops para toda
la eternidad? Y sin embargo he leído
que este sepulcro absurdamente
impresionante está vacío desde hace
tiempo. Los reyes Pastores invasores
descubrieron la entrada secreta,
saquearon la cámara interior e hicieron
una fogata con la orgullosa momia de
Queops.
Vitelio sonrió.
—No has visto la Gran Pirámide, o no
hablarías de esa manera. Su vacío la
499
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

torna tanto más majestuosa. Y en cuanto


a su utilidad, pues la tiene, y muy
importante. Su pináculo sirve como
señal de orientación para los
campesinos egipcios, cuando desciende
la creciente anual del Nilo y deben
marcar sus campos en el mar de fango
fértil.
—Una columna alta habría tenido la
misma utilidad —dije—, y dos
columnas altas, una en cada orilla del
Nilo, habrían sido mejores aún. Y el
costo hubiese sido mucho más pequeño.
Queops estaba loco, como Calígula.
Aunque en apariencia tenía una locura
más. asentada que Calígula, que
siempre hacía las cosas a empujones. La
gran ciudad que Calígula planeó, para
dominar el gran paso del San Bernardo,
en los Alpes, jamás habría llegado a
concretarse, aunque hubiese vivido
hasta los cien años.
500
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Vitelio estuvo de acuerdo.


—Era un grajo. Cuando más próximo
estuvo de construir una pirámide fue
cuando construyó ese descomunal barco
y robó el gran obelisco rojo de
Alejandría. Un grajo y un mono.
—Sin embargo recuerdo que en una
ocasión adoraste a ese grajo y mono
como si fuese un dios.
—Y recuerdo con agradecimiento que
el consejo y el ejemplo provinieron de
ti.
—Que el cielo nos perdone a ambos —
dije. Nos encontrábamos fuera del
templo del Júpiter Capitolino, que
habíamos estado purificando
ritualmente, debido a la reciente
aparición, en el techo, de un ave de mal
agüero. ¡Era un buho del tipo de los que
denominamos «incendiarios», porque
predicen la destrucción por el fuego de
cualesquiera edificio en el cual se
501
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

posan! Señalé hacia el otro lado del


valle con el dedo.
—¿Ves eso? Eso es parte del máximo
monumento que jamás se ha construido,
y aunque monarcas como Augusto y
Tiberio lo han acrecentado y mantenido
en buen estado, lo construyó un pueblo
libre. Y no me cabe duda de que durará
tanto tiempo como las pirámides,
además de haber resultado infinitamente
más útil para la humanidad.
—No entiendo qué quieres decir.
Parece que estuvieras señalando el
palacio.
—Te estoy señalando la Vía Apia —
contesté con solemnidad—. Se la
comenzó a construir durante la censoría
de mi gran antecesor Appio Claudio el
Ciego. El Camino Romano es el más
grande monumento que jamás se haya
levantado a la libertad humana por un
pueblo noble y generoso. Atraviesa
502
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

montañas, ciénagas y ríos. Es ancho,


recto y firme. Une ciudad con ciudad y
nación con nación. Tiene decenas de
miles de kilómetros de largo, y siempre
está atestado de agradecidos viajeros.
En tanto que la Gran Pirámide, de unas
cuanta decenas de metros de ancho y de
alto, atemoriza a los espectadores y los
obliga a guardar silencio, si bien que no
es más que la tumba saqueada de un
cadáver innoble y un monumento a la
opresión y a la desgracia, de modo que
sin duda, al contemplarla todavía puede
escucharse el restallar del látigo del
capataz y los chillidos y gemidos de los
pobres trabajadores afanándose por
colocar un enorme bloque de piedra en
posición... —pero en este
impremeditado acceso de elocuencia
había olvidado el comienzo de la frase.
Me interrumpí, sintiéndome tonto, y
Vitelio tuvo que acudir en mi rescate.
503
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Levantó las manos, cerró los ojos y


declamó:
—Me faltan las palabras, señores. Nada
que pudiese decir sería igual a la
profundidad de mis sentimientos en este
asunto.
Ambos reímos a carcajadas. Vitelio era
uno de los pocos amigos que me trataba
con el tipo adecuado de familiaridad.
Jamás supe si era auténtica o artificial,
pero si era artificial, resultaba una
imitación tan buena, que yo la aceptaba
por lo que parecía valer. Quizá nunca la
habría puesto en duda, si su antigua
adoración por Calígula no hubiese sido
en apariencia tan buena como la que me
manifestaba, y si no hubiera sido por el
asunto de la sandalia de Mesalina. En
seguida hablaré de esto.
Vitelio subía una escalera de palacio,
un día de verano, en compañía de

504
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mesalina, acompañado por mí, cuando


Mesalina dijo:
—Un minuto, por favor, he perdido la
sandalia.
Vitelio se volvió rápidamente y la
recogió, entregándosela con una
profunda reverencia. Mesalina se sintió
encantada. Dijo, sonriendo:
—Claudio, ¿no te sentirás celoso si
confiero la orden de la Sandalia
Enjoyada a este bravo soldado, nuestro
querido amigo Vitelio? Es realmente
galante y cortés.
—¿Pero no necesitas la sandalia,
querida?
—No, es más fresco ir descalza en un
día como este. Y además tengo
veintenas de pares.
De modo que Vitelio tomó la sandalia,
la besó y se la guardó en el bolsillo de
la túnica, donde la tenía continuamente.
La sacaba para besarla una vez más
505
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando, en sentimentales
conversaciones privadas conmigo, se
refería a la belleza, la inteligencia, la
riqueza de Mesalina, y a mi
extraordinaria buena suerte por ser su
esposo. Escuchar alabanzas de Mesalina
me llenaba de una sensación cálida y a
veces me arrancaba lágrimas a los ojos.
Me sorprendía constantemente ver que
tuviera tanto aprecio por un individuo
cojo, pedante y tartamudo como yo, y
sin embargo, me decía, nadie podía
pretender que se hubiese casado
conmigo por motivos mercenarios. En
esa época me encontraba en bancarrota,
y en cuanto a la posibilidad de que
alguna vez llegase a ser emperador, es
indudable que jamás se le ocurrió.
El puerto de Ostia no fue en modo
alguno mi única gran obra pública. El
verso que la Sibila de Cuma recitó
cuando la visité en una ocasión,
506
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

disfrazado, diez años antes de llegar a


ser emperador, profetizaba que yo daría
a Roma «agua y pan de invierno». El
pan de invierno era una referencia a
Ostia, pero el agua se refería a los dos
grandes acueductos que construí. Las
profecías son algo curioso. Se hace
quizá una profecía cuando uno es un
chico, y uno le presta gran atención
continuamente, pero luego cae una
bruma y uno se olvida de ella, hasta que
de pronto la bruma se aclara y la
profecía se cumple. Sólo cuando mis
acueductos quedaron terminados y
consagrados, y cuando quedó terminado
también el puerto, recordé el verso de la
Sibila. Sin embargo supongo que estuvo
continuamente en mis pensamientos,
como si fuese el susurro de Dios que me
ordenaba emprender esos grandes
proyectos.

507
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mis acueductos eran absolutamente


necesarios; la provisión de agua
existente no era en modo alguno
suficiente para las necesidades de la
ciudad, aunque era mayor que la de
cualesquiera ciudad del mundo. A los
romanos nos encanta el agua fresca.
Roma es una ciudad de baños y
estanques y fuentes. El hecho es que, si
bien Roma estaba servida por no menos
de siete acueductos, los hombres de
dinero habían logrado llevarse la mayor
parte del agua pública para su propio
uso, obteniendo permiso para conectar
los depósitos privados con las tuberías
principales —sus piscinas de natación
necesitaban agua fresca todos los días, y
sus grandes jardines tenían que ser
regados—, de modo que gran parte de
los ciudadanos más pobres se veían
reducidos en el verano a beber y cocinar
con el agua del Tíber, que era
508
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sumamente insalubre. Coccio Nerva, el


virtuoso anciano a quien mi tío
mantenía junto a sí como su genio
bueno, y que eventualmente llegó a
suicidarse... 'este Nerva, pues, a quien
Tiberio había nombrado inspector de
acueductos, le aconsejó que mostrara su
magnanimidad entregando a la ciudad
una provisión de agua digna de su
grandeza. Y le recordó que su
predecesor Appio Claudio el Ciego
había conquistado fama eterna llevando
el Agua Appia a Roma, desde doce
kilómetros de distancia, por el primer
acueducto de la ciudad. Tiberio decidió
hacer lo que Nerva le aconsejó, pero
postergó el proyecto, y volvió a
postergarlo una y otra vez, como era su
costumbre, hasta la muerte de Nerva.
Entonces sintió remordimientos y envió
a sus ingenieros a descubrir fuentes
adecuadas, de acuerdo con las reglas
509
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

establecidas por el famoso Vitruvio.


Tales fuentes deben manar
enérgicamente todo el año, y dar agua
clara y limpia, y no deben incrustar las
tuberías, y tienen que tener una
elevación tal, que permita la caída
necesaria para dar al canal del
acueducto su inclinación adecuada, y el
agua debe entrar en el depósito final a
una altura suficiente para permitir su
distribución, por medio de tuberías, a
las casas más altas de Roma. Los
ingenieros tuvieron que buscar mucho
antes de descubrir un agua que
respondiese a todas esas exigencias.
Finalmente la encontraron en las colinas
del sureste de la ciudad. Dos copiosas y
excelentes fuentes, llamadas la fuente
Azul y la fuente Curcia, cerca de la
piedra que señalaba los sesenta
kilómetros de la carretera Sublacencia.
Se las podía considerar como una sola.
510
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Después estaba la corriente del Nuevo


Anio, que podía hacerse brotar en el
kilómetro sesenta y siete del mismo
camino, pero al otro lado. Tendría que
ser trasportada por un segundo
acueducto, y recogería otra corriente, la
Herculina, frente a la fuente Azul.
Informaron que el agua de esta fuente
llenaba todas las condiciones
necesarias, y que no había otra fuente
más cercana que así lo hiciera. Tiberio
hizo que se trazaran planos para los dos
acueductos, y pidió cálculos. Pero
decidió en el acto que no podía
emprender la obra, y poco después
murió.
Inmediatamente después de su acceso
al trono, Calígula, para demostrar que
era de naturaleza más generosa y de
más espíritu público que Tiberio,
comenzó a trabajar en los planos de
éste, que eran detallados y buenos.
511
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tuvo un buen comienzo, pero cuando


su Tesoro quedó vacío no continuó, y,
sacando a sus obreros de las partes más
difíciles (los grandes puentes
abovedados, arco tras arco en hilera,
que llevaban el agua a través de valles y
de terrenos bajos), los puso a trabajar en
los niveles más bajos, donde el canal
corría en torno a las laderas de las
colinas o directamente a través de las
llanuras. Todavía podía jactarse de
rápidos avances en términos de
kilómetros, y los gastos eran
insignificantes. Algunos de los arcos
que dejó de construir habrían debido ser
de más de treinta metros de altura. El
primer acueducto, llamado después el
Agua Claudia, tendría más de setenta y
cuatro kilómetros de largo, de los cuales
quince corrían sobre arcos. El segundo,
llamado el Nuevo Anio, tendría casi 95
kilómetros de largo, y unos 25
512
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

kilómetros corrían sobre arcos. Cuando


Calígula riñó con el pueblo de Roma, en
la ocasión en que la gente provocó
disturbios en el anfiteatro y lo hizo huir,
aterrorizado, fuera de la ciudad,
convirtió su pendencia en una excusa
para abandonar todo el trabajo de los
acueductos. Sacó a los obreros y los
dedicó a otras tareas, tales como la de
construir su templo y limpiar el terreno
en Ancio (su lugar natal) para la
construcción de una nueva capital.
De modo que la tarea cayó sobre mí, y
me pareció de primera importancia;
debía reanudarla allí donde Calígula la
había abandonado, si bien ello
significaría tener que concentrarme en
los tramos más difíciles. Si uno se
pregunta por qué el Nuevo Anio, si bien
recoge las aguas de la corriente
Herculina, cerca del comienzo de las
Aguas Claudias, tenía que describir un
513
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gran circuito en lugar de correr a lo


largo de los mismos arcos, la respuesta
es que el Nuevo Anio empezaba a un
nivel mucho más elevado y habría
tenido una corriente demasiado veloz si
se lo hubiese hecho descender de
inmediato hacia las Aguas Claudias.
Vitruvio recomienda una inclinación de
15 centímetros sobre cien metros, y la
altura del Nuevo Anio no permitía que
se lo uniese a las Aguas Claudias, ni
siquiera en una hilera más elevada de
arcos, hasta llegar muy cerca de la
ciudad, después de haber recorrido
veinte kilómetros más. A fin de
mantener limpia el agua, había una
superficie cubierta en el canal, con
agujeros de ventilación a intervalos,
para impedir los estallidos. También
había, con alguna frecuencia, depósitos
grandes, a través de los cuales pasaba el
agua dejando sus sedimentos atrás.
514
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Estos depósitos eran también útiles para


fines de irrigación, y se justificaban
suficientemente por sí mismos al
permitir a los terratenientes vecinos
cultivar tierras que de otro modo
habrían sido eriales.
Las obras llevaron nueve años hasta su
terminación, pero no hubo tropiezos. Y
cuando quedaron terminadas fueron una
de las principales maravillas de Roma.
Las dos aguas entraban a la ciudad por
la Puerta Prenestina, la Nuevo Anio
arriba, la Claudia abajo, donde »e había
construido un enorme arco doble que
cruzaba dos carreteras principales. La
parte terminal era una gran torre desde
la cual se distribuía el agua a 92 torres
menores. Había ya 160 de esas
pequeñas torres de agua en Roma, pero
mis dos acueductos duplicaron la
provisión real de aguas. Mi inspector de
acueductos calculaba ahora que el aflujo
515
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de agua a Roma era igual a un torrente


de nueve metros de ancho por uno
ochenta de profundidad, que fluyese a la
velocidad de treinta kilómetros por
hora. Los expertos y la gente común
convinieron que la mía era el agua de
mejor calidad, salvo la que traía el Agua
Marciana, el más importante de los
acueductos existentes, que servía a
cuatro quintas partes de las torres y
existía desde hacía 170 años.
Yo me mostré muy estricto en cuanto
al robo de agua por personas
irresponsables. Los principales robos en
los antiguos días, antes de que Agripa
emprendiese la tarea de reparar todos
los sistemas de acueductos —construyó
otros dos nuevos, uno principalmente,
bajo tierra, en la orilla izquierda del
Tíber—, se realizaba perforando en
forma deliberada la tubería principal, o
sobornando a las personas encargadas
516
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del cuidado del acueducto para que así


lo hicieran, y haciendo que el daño
pareciese accidental. Había una ley que
daba a la gente el derecho a utilizar el
agua que saliese de las filtraciones. Esta
práctica había vuelto a reiniciarse
últimamente. Reorganicé el cuerpo de
los trabajadores de los acueductos y di
órdenes de que todas las filtraciones
debían ser reparadas de inmediato. Pero
también había otro tipo de robos.
Existían tuberías que iban desde la
principal hasta las torres de agua
privadas construidas por suscripción
común de familias o clanes adinerados.
Estas tuberías eran de plomo, de tamaño
reglamentario, de modo que no
pudiesen trasportar de la tubería
principal más agua de la que podía
correr por el tubo en su posición
horizontal normal. Pero si se ampliaba
el tubo haciendo pasar a través de él una
517
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estaca —el plomo es un metal muy


dúctil—, y si se lo inclinaba un poco
más de la horizontal, se obtenía un flujo
de agua mucho mayor. A veces las
familias más desvergonzadas o
poderosas instalaban sus propias
tuberías. Yo decidí terminar con eso.
Hice que las tuberías fuesen hechas de
bronce y llevasen un sello oficial,
dispuse la tubería principal de modo
que no pudiese ser inclinada sin
quebrarla, y ordené que mis inspectores
visitasen regularmente las torres de
agua para ver que no se tocase nada en
ellas.
Podría mencionar aquí la última de mis
tres grandes empresas de ingeniería, el
drenado del lago Fucino. Este lago, que
está a unos 97 kilómetros al este de
Roma, bajo los montes Albanos,
rodeado de pantanos, tiene unos 32
kilómetros de largo y 15 de ancho,
518
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aunque no muy grande profundidad. El


proyecto de drenarlo se había discutido
durante mucho tiempo. Los habitantes
de esa parte del país, a quienes
denominamos marsianos, peticionaron
en una ocasión a Augusto en ese
sentido, pero después de pensarlo
mucho, él rechazó el pedido, basándose
en el argumento de que la tarea era
demasiado complicada y que los
resultados posibles no la justificaban.
Ahora se volvió a plantear el problema
y un grupo de ricos terratenientes se
presentó ante mí y se ofreció a pagar las
dos terceras partes de los gastos del
drenaje, y yo me comprometí a
realizarlo. Pidieron en compensación
concesiones de las tierras que ganaría a
los pantanos y al lago mismo, cuando
éste fuese drenado. Rechacé este
ofrecimiento, porque se me ocurrió que
si estaban dispuestos a pagar tanto por
519
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las tierras reclamadas, era quizá porque


valían mucho más. El problema parecía
muy sencillo. Sólo había que trazar un
canal de cinco kilómetros de largo a
través de una colina, en la extremidad
suroeste del lago, permitiendo de tal
modo que el agua escapase hacia el río
Liris, que corría en el lado opuesto del
monte. Decidí iniciar los trabajos en el
acto.
La labor comenzó en el primer año de
mi monarquía, pero pronto fue evidente
que Augusto había tenido razón al no
iniciarla. El trabajo y los gastos de
atravesar el monte eran infinitamente
mayores de lo que mis ingenieros
habían calculado. Tropezaron con
enormes masas de roca viva, que
tuvieron que ser horadadas trozo a
trozo, y los escombros llevados a lo
largo del canal. Y hubo problemas con
fuentes de la colina que estallaban de
520
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

continuo y obstaculizaban los trabajos.


A fin de terminarlo tuve que poner muy
pronto a 30.000 hombres a trabajar
constantemente. Pero me negué a
considerarme derrotado; no me gustaba
abandonar una tarea. El canal fue
completado hace pocos días, después de
tres años de trabajo. Pronto daré la señal
para la apertura de las esclusas, a fin de
que salga el agua del lago.

521
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

522
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 12

Un día, antes de que Herodes partiese


de Roma, sugirió que debía ver a un
médico griego verdaderamente bueno
para que me revisara; señaló cuan
importante era para Roma que yo
gozara de buena salud. Últimamente
había mostrado signos de gran fatiga,
dijo, por los extraordinarios horarios de
trabajo. Si no abreviaba esos horarios o
me ponía en situación que me
permitiese soportar mejor la tensión, no
523
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

podía abrigar esperanzas de vivir mucho


tiempo más. Me irrité y le dije que
ningún médico griego había podido
curarme de joven, si bien consulté a
muchos. Y le aseguré que no sólo era
demasiado tarde para hacer nada en
cuanto a mis enfermedades, sino que me
había acostumbrado a ellas y las
consideraba una parte integral de mí
mismo. Y de que de cualquier manera
los médicos griegos no me gustaban.
Herodes sonrió.
—Esta es la primera vez en mi vida que
oigo que estás de acuerdo con el viejo
Catón. Recuerdo ese Comentario sobre
medicina que escribió para su hijo,
prohibiéndole consultar jamás a un
médico griego. Recomendaba las
oraciones, el buen sentido y las hojas de
col. Todo eso era bastante bueno para
cualquier enfermedad física común,
decía. Y bien, en la actualidad se rezan
524
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

muchas oraciones en Roma por tu salud,


tantas como para convertirte en un
verdadero atleta, si las oraciones fuesen
suficientes. Y el buen sentido es la
marca de nacimiento de todos los
romanos. ¿Es posible, César, que hayas
olvidado las hojas de col? Yo me agité,
irritado, en mi diván.
—Y bien, ¿a qué médico me
recomiendas? Veré a uno solo, para
complacerte, pero no más. ¿Qué me
dices de Largo? Es ahora el médico de
palacio. Mesalina dice que es muy listo.
—Si Largo hubiese conocido una cura
para tus dolencias, te la habría ofrecido
voluntariamente hace tiempo. Es inútil
consultarlo. Si consientes en consultar a
uno solo, tendrás que hacerlo con
Jenofonte de Cos.
—¿Qué, el viejo cirujano de campaña
de mi padre?

525
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—No, su hijo. Estuvo con tu hermano


Germánico en su última campaña, como
recordarás. Luego fue a practicar a
Antioquía. Allí tuvo un éxito enorme y
hace poco llegó a Roma. Usa el lema
del gran Asclépiades: cura rápidamente,
con seguridad, y en forma agradable.
Nada de violentas purgas ni eméticos. A
mí me curó una violenta fiebre con un
destilado de hojas de un arbusto de
flores purpúreas llamado acónito y
luego me restableció en general con
consejos sobre la alimentación, y
demás. Me dijo que no bebiera tanto, y
qué especias debía evitar. Utiliza
solamente la dieta, el ejercicio, el
masaje, y unos sencillos remedios
botánicos. Y además, es un maravilloso
cirujano cuando hace falta. Sabe
exactamente dónde se encuentra cada
nervio, hueso, músculo y tendón. Me

526
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dijo que aprendió anatomía de tu


hermano.
—Germánico no era un anatomista.
—No, pero era un matador de
germanos. Jenofonte aprendió sus
conocimientos en el campo de batalla;
Germánico le proporcionaba los sujetos.
Ningún cirujano puede aprender
anatomía en Italia o Grecia. O bien
tienen que ir a Alejandría, en donde no
les molesta mutilar los cadáveres, o
seguir las huellas de un ejército
conquistador.
—¿Y te parece que vendrá si lo llamo?
—¿Qué médico no vendría? ¿Olvidas
acaso quién eres?
Pero por supuesto, si te curas tendrás
que pagarle bien. Le gusta el dinero. ¿A
qué griego no le agrada?
—Si me cura.
Mandé llamar a Jenofonte. Me gustó en
seguida, porque su interés profesional
527
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en mí como caso le hizo olvidar que yo


era emperador y que tenía poder de vida
y muerte sobre él. Era un hombre de
unos cincuenta años de edad. Después
de sus reverencias y cumplidos
formales, habló seca y lacónicamente, y
se atuvo estrictamente a la cuestión.
—Tu pulso; gracias. Tu lengua;
gracias. Perdóname —me volvió los
párpados hacia arriba—. Los ojos, un
tanto inflamados, pero eso se puede
curar. Te daré una loción para lavarlos.
Leve retracción de los párpados. Ponte
de pie, por favor. Sí, parálisis infantil.
Eso no se puede curar, por supuesto, es
demasiado tarde. Se habría podido
hacer antes de que dejaras de crecer.
—En esa época tú mismo eras un niño,
Jenofonte —sonreí. Pareció no
escucharme.
—Naciste prematuramente? ¿Sí? Lo
sospechaba. ¿Malaria también ?
528
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Malaria, sarampión, colitis,


escrófula, erisipela. Todo el batallón
contesta «presente», Jenofonte, salvo la
epilepsia, las enfermedades venéreas y
la megalomanía.
Consintió en sonreír brevemente.
—¡Desnúdate! —ordenó. Me desnudé
—. Comes demasiado y bebes
demasiado. Debes terminar con eso.
Debes hacerte el propósito de no
levantarte jamás de la mesa sin un deseo
insatisfecho de un poco más de comida.
Sí, la pierna izquierda muy debilitada.
Es inútil prescribir ejercicios.
Tendremos que arreglárnoslas con el
masaje. Puedes volver a vestirte.
Me formuló unas pocas preguntas más
íntimas, y siempre en forma que
demostraba que conocía la respuesta y
que no hacía más que confirmarla por
mi boca, por rutina.

529
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Por supuesto, de noche babeas sobre


la almohada. —Convine, con
vergüenza, en que así era—: ¿Accesos
de cólera repentina? ¿Contracciones
involuntarias de los músculos faciales?
¿Balbuceas cuando te sientes turbado?
¿Debilidad ocasional de la vejiga?
¿Accesos de afasia? ¿Rigidez de los
músculos, de modo que a menudo te
despiertas con el cuerpo frío y
envarado, incluso en noches tibias? —
Hasta me habló de las cosas con las
cuales soñaba. Pregunté, asombrado:
—¿Puedes también interpretarlas,
Jonofonte? Eso debería ser fácil.
—Sí —respondió en forma negligente
—, pero hay una ley contra eso. Y bien,
César; te quedan todavía muchos años
por vivir, si quieres vivirlos. Trabajas
demasiado, pero supongo que no podré
impedírtelo. Te recomiendo que leas lo
menos posible. La fatiga de que te
530
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quejas se debe en gran medida a un


trabajo excesivo de la vista. Haz que tus
secretarios te lean todo lo que sea
posible. Escribe tan poco como puedas.
Descansa una hora después de tu
comida principal; no te precipites a los
tribunales en cuanto hayas devorado tu
postre. Debes encontrar veinte minutos
para un masaje dos veces por día.
Buscarás un masajista experto. Los
únicos masajistas expertos de Roma son
esclavos míos. El mejor es Carmes; le
daré instrucciones especiales para tu
caso. Si violas mis reglas no debes
esperar una cura completa, si bien la
medicina que te recetaré te hará mucho
bien. Por ejemplo, las violentas
contracciones del estómago, de que te
quejas, la pasión cardiaca, como la
llamamos: si olvidas tus masajes y
comes una comida pesada deprisa,
cuando te encuentras en un estado de
531
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

excitación nerviosa por cualquier cosa,


las contracciones reaparecerán, con toda
seguridad, a pesar de mi medicina. Pero
sigue mis instrucciones y serás un
hombre sano.
—¿Qué es ese remedio? ¿Es difícil
conseguirlo? ¿Tendré que mandar a
buscarlo a Egipto o a la India?
Jenofonte se permitió una risita
cascada.
—No, ni siquiera más lejos que al erial
más cercano. Pertenezco a la escuela de
medicina de Cos; en rigor son nativo de
Cos, descendiente del propio Esculapio.
En Cos clasificamos las enfermedades
por sus remedios, que son en su mayor
parte las hierbas que, si se las come en
grandes cantidades, producen
precisamente los síntomas que curan
cuando se las ingiere en cantidades
moderadas. De tal manera, si un chico
humedece su cama después de la edad
532
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de tres o cuatro años, y si muestra


ciertos síntomas de cretinismo
vinculados con el humedecimiento de la
cama, decimos: «ese chico tiene la
enfermedad del amargón». El amargón,
comido en grandes cantidades, produce
esos síntomas, y una decocción de
amargón los cura. Cuando entré en esta
habitación y advertí los movimientos
convulsivos de tu cabeza y el temblor
de tu mano, y el leve tartamudeo de tu
saludo, juntamente con el tono más bien
áspero de tu voz, entendí tu caso en el
acto. «Un típico caso de brionia —me
dije—. Brionia, masaje, dieta.»
—¿Qué, la brionia común ?
—La misma. Te escribiré una receta
para su preparación.
—¿Y las oraciones?
—¿Qué oraciones?
—¿No prescribes oraciones especiales
para utilizar cuando se toma la medicina
533
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

? Todos los otros médicos que trataron


de curarme me dieron siempre
oraciones especiales para repetir
mientras mezclaba y tomaba la
medicina.
Respondió con tono un tanto rígido:
—Sugiero, César, que como Sumo
Pontífice y autor de una historia de los
orígenes religiosos de Roma, estás
mejor equipado que yo mismo para
entender el aspecto teúrgico de la
curación.
Pude ver que era un ateo, como tantos
griegos, de modo que no insistí en el
asunto, y con eso terminó la entrevista.
Me pidió que lo perdonase porque tenía
pacientes esperándolo en su sala de
consultas.
Y bien, la brionia me curó. Por primera
vez en mi vida supe qué era sentirse
verdaderamente bien. Seguí el consejo
de Jenofonte al pie de la letra, y desde
534
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entonces apenas he tenido un día de


enfermedad. Por supuesto, sigo siendo
cojo y de vez en cuando tartamudeo y
muevo la cabeza por costumbre, por
vieja costumbre, cuando me excito.
Pero mi afasia ha desaparecido, apenas
me tiembla la mano, y todavía, a la edad
de 64 años, puedo trabajar 14 horas
diarias, si es necesario, sin sentirme
completamente agotado al final. La
pasión cardíaca ha vuelto de vez en
cuando, pero sólo en las circunstancias
contra las cuales Jenofonte me advirtió.
Puede tenerse la seguridad de que le
pagué bien por mi brionia. Lo convencí
de que viniese a vivir en palacio, como
colega de Largo. Este era un buen
médico, a su manera, y había escrito
varios libros sobre temas médicos. Al
principio Jenofonte no quiso venir.
Había conseguido una buena cantidad
de clientes durante los pocos meses de
535
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su estancia en Roma; valoraba a su


clientela ahora en 3.000 piezas de oro
anuales. Le ofrecí 6.000 —el salario de
Largo era de sólo 3.000—, y cuando
vaciló le dije:
—Jenofonte, tienes que venir. Insisto, y
cuando me hayas mantenido vivo y en
buena salud durante 15 años, el
gobernador de Cos recibirá una carta
oficial informándole de que la isla en
que aprendiste medicina quedará
excusada en adelante de enviar su
contingente militar y de pagar tributo al
gobierno imperial.
De modo que aceptó. Si se quiere saber
a quién dirigía mi liberto sus oraciones
cuando mezclaba mis medicinas, y a
quién dirigía yo las mías cuando las
bebía, pues a la diosa Carna, una
antigua diosa sabina a quien los
Claudios hemos cultivado desde la
época de Appio Claudio, de Regi-lo. La
536
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

medicina bebida y mezclada sin


oraciones me habría parecido tan
infortunada e inútil como una boda
celebrada sin invitados, sacrificio o
música. Antes de que se me olvide,
debo registrar dos valiosos consejos
respecto de la salud, que aprendí de
Jenofonte. Solía decir:
—Es un tonto el nombre que antepone
los buenos modales a la salud. Si te
molestan los gases, no los retengas. El
estómago sufre mucho con ellos. En una
ocasión conocí a un hombre que casi
llegó a matarse por retener los gases. Y
si por uno u otro motivo no puedes
abandonar la habitación —digamos que
estás sacrificando o hablando ante el
Senado—, no temas eructar o expeler
los gases donte te encuentres. Es mejor
que los que se encuentran a tu lado
sufran un pequeño inconveniente, y no
que tú te perjudiques en forma
537
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permanente. Y además, cuando estés


resfriado no te suenes a cada rato la
nariz. Eso no hace más que aumentar el
flujo y el derrame mucoso, e inflama las
delicadas membranas de la nariz. Déjalo
que fluya, no te suenes.
Siempre he seguido los consejos de
Jenofonte, por lo menos en cuanto a
sonarme la nariz. Mis resfriados no
duran tanto como antes. Es claro que
pronto se burlaron de mí los
caricaturistas y los satíricos, por tener
siempre colgando de la nariz hilos de
moco, ¿pero qué me importaba eso?
Mesalina me dijo que le parecía muy
sensato que me cuidase. Si yo muriera
de pronto o cayese seriamente enfermo,
¿qué sería de la ciudad, y del imperio,
para no hablar de ella misma y de
nuestro hijito? Un día me dijo:
—Comienzo a arrepentirme de mi buen
corazón.
538
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Quieres decir que en fin de cuentas


tendríamos que haber dejado a mi
sobrina Lesbia en el exilio? Asintió.
—¿Cómo adivinaste que me refería a
eso ? Y ahora dime, querido, ¿a qué va
Lesbia tan a menudo a tus habitaciones
de palacio, cuando yo no estoy cerca?
¿De qué habla? ¿Y por qué no me
informas cuando viene? Ya ves que es
inútil tratar de tener secretos conmigo.
Sonreí tranquilizadoramente, pero me
sentí un tanto embarazado.
—No hay nada secreto en ese sentido,
absolutamente nada. Recordarás que
hace un mes más o menos le devolví el
resto de la finca que Calígula le había
arrebatado. La de Calabria, que tú y yo
decidimos no devolverle hasta que
viésemos cúmo se comportaban ella y
Vinicio. Bien, como te dije, cuando se
la devolví estalló en lágrimas y me dijo
cuan ingrata había sido y que ahora
539
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pensaba cambiar su modo de vivir, y


que dominaría su estúpido orgullo.
—Muy emocionante, te lo juro, pero
ésta es la primera vez que me entero de
una escena tan dramática.
—Sin embargo recuerdo haberte
contado todo, una mañana, durante el
desayuno.
—Debes de haberlo soñado. Y bien,
(cómofue? Es mejor tarde que nunca.
Cuando le devolviste las fincas pensé
que era extraño que la recompensaras
por su insolencia hacia mí. Pero no dije
nada. Era cosa tuya, no mía.
—Esto no puedo entenderlo. Habría
jurado que te lo dije. Mi memoria tiene
a veces las lagunas más extraordinarias.
Lo siento muchísimo, queridísima,
queridísima. Bien, le devolví la finca
nada más que porque dijo que había ido
a verte y te había ofrecido la disculpa
más sincera, y que tú dijiste : «Te
540
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

perdono, Lesbia, vé y dile a Claudio que


te perdono».
—¡Oh. qué mentira descarada! Jamás
vino a verme. ¿Estás seguro -.e que dijo
eso? ¿O la memoria te traiciona otra
vez?
—No, estoy seguro. De lo contrario no
le habría devuelto las fincas.
—¿Conoces la fórmula legal en cuanto
a las declaraciones ? «Falso en una
cosa, falso en todo». Eso le viene bien a
Lesbia, pero todavía no me has dicho
por qué te visita. ¿Qué es lo que trata de
sacarte?
—Nada, por lo que yo sé. Viene de vez
en cuando, para una visita amistosa,
para repetirme cuan agradecida se siente
y para preguntarme si puede serme de
alguna utilidad. Nunca se queda lo
suficiente como para estorbarme, y
siempre me pregunta por ti. Cuando le
digo que estás trabajando, dice que no
541
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se le ocurriría molestarte, y que se


disculpa por molestarme a mí. Ayer me
dijo que creía que todavía abrigabas
cierta suspicacia hacia ella. Le dije que
no me parecía así. Parlotea un poco
acerca de diversas cosas, durante unos
minutos, me besa como una buena
sobrina y se va. Sus visitas me gustan
mucho, pero estaba convencido de que
te las» había mencionado.
—Nunca. Esa mujer es una serpiente.
Creo que conozco su plan. Se insinuará
en tu confianza —como una buena
sobrina, por supuesto—, y luego
comenzará a calumniarme. Al principio
en una forma indirecta, con
insinuaciones, y luego en forma más
directa a medida que se sienta más
audaz. Probablemente inventara una
maravillosa historia en cuanto a la doble
vida que hago. Dirá que a espaldas
tuyas hago una vida de libertinaje, con
542
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esgrimistas, actores, jóvenes cortejantes


y demás. Tú la creerás, por supuesto,
como un buen tío. ¡Oh Dios, qué
perversas son las mujeres! Creo que ya
ha empezado. ¿No es así?
—Por supuesto que no. No se lo
permitiría, no creería a nadie que me
dijese que me eres infiel en los hechos o
de palabra. No lo creería, incluso
aunque me lo dijeses tú misma con tus
propios labios. Ahí tienes, ¿estás
satisfecha?
—Perdóname, querido, por ser tan
celosa. Es mi naturaleza. Me molesta
que tengas amistades con otras mujeres
a mis espaldas, aunque sean parientas.
No confío en ninguna
mujer que se quede a solas contigo.
Eres tan ingenuo... Me ocuparé de
averiguar qué treta ponzoñosa tiene
planeada Lesbia. Pero no quiero que
sepa que sospecho de ella. Prométeme
543
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que no le dejarás saber que la hemos


sorprendido en una mentira, hasta que
tenga una acusación más grave contra
ella.
Se lo prometí. Le dije a Mesalina que
no creía ahora en el cambio de carácter
de Lesbia y que le informaría de todas
las observaciones que me hiciese
durante nuestras conversaciones. Esto la
satisfizo, y dijo que ahora podría
continuar su trabajo con la mente más
tranquila. Repetí fielmente a Mesalina
todas las observaciones de Lesbia; me
parecían de poca importancia, pero
Mesalina encontraba algún significado
en algunas de ellas. Percibió en especial
un sentido en una frase que —para mí—
era perfectamente inofensiva, y en la
que Lesbia se refería a un senador
llamado Séneca. Séneca era un
magistrado de segundo orden, y en una
ocasión había incurrido en el desagrado
544
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

celoso de Calígula por la elocuencia con


que dirigió un caso en el Senado. Es
indudable que entonces habría perdido
la cabeza, a no ser por mí. Le hice el
servicio de despreciar sus habilidades
oratorias diciéndole a Calígula:
—¿Elocuente? Séneca no es elocuente.
Es nada más que un hombre bien
educado, y tiene una memoria
prodigiosa. Su padre compiló esas
Controversias y Persuasivas, ejercicios
escolares de oratoria sobre casos
imaginarios. Cosas de niño. Escribió
mucho más, pero no se ha publicado.
Séneca parece haber aprendido todo eso
de memoria. Ahora posee una llave
retórica que encaja en cualquier
cerradura. No se trata de elocuencia. No
hay nada detrás de eso. Ni siquiera un
enérgico carácter personal. Te diré lo
que es: es como arena sin cal. No

545
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

puedes construir con eso una verdadera


elocuencia.
Calígula repitió mis propias palabras
como su juicio respecto de Séneca.
—Ejercicios escolares, declamaciones
pueriles, tomadas de los trabajos
inéditos de su padre. Arena sin cal.
Por lo tanto, se le permitió a Séneca
seguir viviendo. Ahora Mesalina me
preguntó:
—¿Estás seguro de que ella se esforzó
en elogiar a Séneca
como hombre honesto y carente de
ambiciones? ¿No mencionaste tú
primero su nombre?
—No.
—Entonces puedes estar seguro de que
Séneca es su amante. Sabía desde hacía
mucho tiempo que tenía un amante
secreto, pero oculta tan bien sus huellas,
que no pude saber si se trataba de
Séneca o de Viniciano, el primo de su
546
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esposo, o de ese otro individuo Asinio


Galo, el nieto de Polio. Todos viven en
la misma calle.
Diez días después me dijo que ahora
tenía pruebas concretas del adulterio
existente entre Lesbia y Séneca, durante
la reciente ausencia de Roma de
Vinicio, el esposo de Lesbia. Trajo
testigos que juraban haber visto a
Séneca salir de la casa a horas
avanzadas de la noche, disfrazado; que
lo siguieron a la casa de Lesbia, en la
que entró por una puerta lateral. Que
vieron encenderse una luz, de pronto, en
la ventana de la habitación de Lesbia,
para apagarse en seguida; y que tres o
cuatro horas después vieron a Séneca
salir, y volver a su casa, todavía
disfrazado.
Era claro que no se podía permitir que
Lesbia continuase en Roma. Era mi
sobrina, y por lo tanto una importante
547
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

figura pública. Ya había sido desterrada


en una ocasión, acusada de adulterio, y
yo la llamé a Roma con la seguridad
que en el futuro se comportaría de
forma más discreta. Esperaba que todos
los miembros de mi familia dieran a la
ciudad el ejemplo de altas normas
morales. Séneca también tendría que ser
desterrado. Era un hombre casado, y un
senador, y aunque Lesbia era una mujer
hermosa sospeché que para un hombre
del carácter de Séneca, la ambición era
un motivo más enérgico para el
adulterio que la pasión sexual. Ella era
una descendiente directa de Augusto, de
Livia y de Marco Antonio, una hija de
Germánico, una hermana de un extinto
emperador, una sobrina del actual. En
tanto que él no era más que el hijo de un
adinerado gramático provinciano y
había nacido en España. Quién sabe por
qué, no quise entrevistar yo mismo a
548
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Lesbia, de modo que le pedí a Mesalina


que lo hiciese. Estaba seguro de que ella
tenía más motivos de resentimiento que
yo, y que quería volver a demostrarle su
agradecimiento y cuánto lamentaba
haberle dado motivo para un leve
acceso de celos. Aceptó gustosa la tarea
de sermonear a Lesbia por su ingratitud
y de hacerle conocer su sentencia, que
consistía en el destierro a Reggio, en el
sur de Italia, la ciudad en que su abuela
Julia había muerto, también exiliada por
el mismo delito. Más tarde Mesalina me
informó que Lesbia le había hablado en
forma muy insolente, pero que al cabo
admitió el adulterio con Séneca,
diciendo que su cuerpo le pertenecía y
que podía hacer lo que quisiese. Al
informársele que sería desterrada,
estalló en apasionadas amenazas. Dijo:
—Una mañana los servidores de
palacio entrarán en la alcoba imperial y
549
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los encontrarán a ambos con la garganta


cortada. ¿Cómo les parece que mi
esposo y su familia tomarán este
insulto?
—No son más que palabras, querida —
le dije—. No la tomes en serio, aunque
quizá será mejor que vigilemos con
cuidado a Vinicio y a su partido.
La noche en que Lesbia partió rumbo a
Reggio, hacia el alba, Mesalina y yo
fuimos despertados por un repentino
grito y forcejeos en el corredor, frente a
nuestra puerta, unos violentos
estornudos y gritos de «¡Atrápenlo!
¡Asesino! ¡Asesino! ¡Atrápenlo!» Salté
fuera de la cama, con el corazón
palpitante por la emoción, y tomé un
taburete como arma de defensa,
gritándole a Mesalina que se pusiese
detrás de mí. Pero mi valentía no fue
puesta a prueba. Se trataba de un solo
hombre, y ya había sido desarmado.
550
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ordené a los guardias que estuviesen


alertas durante el resto de la noche y
volví a acostarme, aunque me llevó
algún tiempo dormirme de nuevo.
Mesalina tuvo que ser consolada
durante mucho tiempo. Parecía
ofuscada, casi al borde de la demencia,
reía y lloraba alternativamente.
—Esto es cosa de Lesbia —sollozó—.
Estoy segura.
Cuando llegó la mañana dije que me
trajesen al presunto asesino. Confesó
ser un liberto de Lesbia. Pero había
llegado disfrazado con la librea de
palacio. Era un griego de Siria y su
historia era grotesca. Dijo que no había
tenido la intención de asesinarme. Todo
era culpa de él, por haber repetido las
palabras erróneas al terminar el
Misterio.
—¿Qué misterio? —pregunté.

551
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—No puedo decírtelo, César. Sólo


revelaré lo que me atrevo a decirte. Se
trata del más sagrado de todos los
Misterios sagrados. Fui iniciado en él la
noche pasada. Sucedió bajo tierra.
Cierta ave fue sacrificada y yo bebí su
sangre. Aparecieron dos espíritus de
elevada estatura, de rostro
resplandeciente, y me dieron una daga y
un pimentero, explicándome qué
significaban esos instrumentos. Me
vendaron los ojos, me ataviaron con una
nueva vestimenta y me dijeron que
mantuviese un silencio absoluto.
Repitieron palabras mágicas y me
dijeron que los siguiese al Infierno. Me
condujeron de un lado a otro, me
hicieron subir y bajar escaleras, me
llevaron por calles y calles y a través de
jardines, describiendo muchas extrañas
visiones a medida que avanzábamos.
Entramos en un bote y pagamos al
552
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

botero. Era el propio Caronte. Luego


desembarcamos en el Infierno. Me lo
mostraron todo. Los espíritus de mis
antepasados me hablaron. Oí ladrar a
Cerbero. Al cabo me quitaron las
vendas de los ojos y me susurraron:
«Ahora estás en los Salones del Dios de
la Muerte. Oculta esta daga en tu túnica.
Sigue este corredor hacia la derecha,
sube las escaleras del final y luego
dobla a la izquierda por un segundo
corredor. Si algún centinela te detiene
dale el santo y seña. El santo y seña es
'Destino'. El Dios de la Muerte y su
Diosa están dormidos en la habitación
del extremo. A su puerta hay otros dos
centinelas vigilando. No son como los
demás. No conocemos su santo y seña.
Acércate a ellos, entre las sombras, y
arrójales de pronto el contenido de este
pimentero sagrado a los ojos. Luego
abre con audacia la puerta y mata al
553
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Dios y a la Diosa. Si tienes éxito en esta


empresa, vivirás para siempre en
regiones de perpetua bienaventuranza y
serás considerado más grande que
Hércules, más grande que Prometeo,
más grande que el propio Júpiter. La
Muerte ya no existirá. Pero mientras
avanzas debes repetirte una y otra vez
las palabras del mismo encantamiento
que hemos usado para traerte hasta
ahora a salvo. Si no lo haces, toda
nuestra guía habrá sido en vano. El
encantamiento se quebrará y te
encontrarás en un lugar completamente
distinto.» Yo me sentí asustado.
Supongo que debo de haber cometido
un error en las palabras del hechizo,
porque cuando eché la mano hacia atrás
para arrojar el pimentero me encontré
de pronto aquí, en Roma, en tu palacio
imperial, luchando con los guardias,
ante la puerta de tu dormitorio. Había
554
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fracasado. La Muerte sigue reinando.


Algún día un alma más audaz, más
serena, deberá asestar ese golpe.
—Los cómplices de Lesbia son astutos
—susurró Mesalina—. ¡Qué plan
perfecto!
—¿Quién te inició? —pregunté al
hombre.
No quiso contestarme, ni siquiera bajo
tortura, y no pude obtener mucha
información de los guardias de la puerta
principal, que eran hombres
recientemente incorporados. Dijeron
que lo habían dejado pasar porque
llevaba puesta la librea de palacio y
conocía la contraseña correcta. No pude
censurarlos. Había llegado a la puerta
en compañía de otros dos hombres,
también con librea de palacio, quienes
le desearon buenas noches y se alejaron.
Me sentí inclinado a creer en el relato
del hombre, pero éste insistió en su
555
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

negativa a decir quiénes habían


patrocinado su iniciación en estos
presuntos misterios. Cuando le aseguré,
con tono de simpatía, que no podían
haber sido verdaderos misterios, sino
una complicada broma, y que por lo
tanto su juramento no lo comprometía a
nada, se encolerizó y me habló con
suma grosería. Entonces tuvo que ser
ejecutado. Y después de un prolongado
debate conmigo mismo convine con
Mesalina que en bien de la seguridad
pública también había que ejecutar a
Lesbia. La hice ir a buscar por un
destacamento de caballería de la
guardia, y al día siguiente me trajeron
su cabeza, en prueba de que estaba
muerta. Me resultó muy doloroso tener
que ejecutar a una hija de mi querido
hermano Germánico, después de haber
jurado, ante su lecho de muerte, amar y
proteger a todos sus hijos como si
556
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fueran propios. Pero me consolé con el


pensamiento de que él habría actuado
igual que yo, si se hubiese encontrado
en mi lugar. Siempre anteponía la
obligación pública a los sentimientos
personales.
En cuanto a Séneca, le dije al Senado
que a menos que conociese un buen
motivo para lo contrario, deseaba que
votase su destierro a Córcega. Por lo
tanto lo desterraron, concediéndole
treinta horas para abandonar Roma y
treinta días para salir de Italia. Séneca
no era popular entre los senadores.
Mientras vivió en Córcega tuvo
abundantes oportunidades de practicar
la filosofía de los estoicos, a la cual se
había convertido por una palabra casual
mía, pronunciada una vez en elogio de
ellos. Las adulaciones de que era capaz
el individuo resultaban realmente
repugnantes. Uno o dos años más tarde,
557
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando mi secretario Polibio perdió un


hermano a quien quería mucho, Séneca,
que sólo conocía a Polibio
superficialmente y a su hermano en
modo alguno, le envió, desde Córcega,
una larga carta, redactada con cuidado,
que al mismo tiempo hizo publicar en la
ciudad bajo el título de Consuelo para
Polibio. El consuelo adoptó la forma de
reprochar con delicadeza a Polibio por
ceder a su pena personal ante la muerte
de su hermano, mientras yo, César,
vivía y gozaba de buena salud y
continuaba mostrándole mis favores
principescos.

Mientras César necesite a Polibio —


escribía Séneca—, Polibio tiene tanto
derecho a derrumbarse como el que
tendría el gigante Atlas, de quien se
dice que lleva el mundo sobre sus

558
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hombros, en obediencia a la voluntad


de los dioses.
Al propio César, a quien todo le está
permitido, machas cosas le son
negadas por ese mismo motivo. Su
vigilancia defiende todos los hogares;
sus trajines establecen el ocio general;
su indus-triosidad procura la industria
cívica; su trabajo nos da el bienestar
público. Desde el momento mismo en
que César se dedicó a la humanidad, se
despojó a sí de sí mismo, y, como las
estrellas que perpetuamente recorren
su incansable trayectoria, jamás se ha
permitido desde entonces descansar o
dedicarse a ninguna ocupación propia.
Y en cierta forma, Polibio, tu destino
está vinculado a su augusto destino, y
tampoco tú puedes dedicarte ahora a
tus intereses personales, seguir con tus
propios estudios. Mientras César sea
dueño del mundo, no puedes dedicarte
559
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

honorablemente al placer, a la pena o a


cualquier otra emoción humana.
Perteneces por completo a César. ¿No
está siempre en tus labios la afirmación
de que César te es más caro que tu
propia vida? ¿Cómo, pues, tendrías
derecho a quejarte de este golpe de la
suerte, mientras César sigue viviendo y
prosperando?

Había muchas más referencias a mi


maravillosa bondad y piedad, y un
pasaje que ponía en mi boca los más
extravagantes sentimientos en cuanto a
la forma más noble de soportar la
pérdida de un hermano. Supuestamente
yo citaba la pena de mi abuelo Marco
Antonio por la muerte de su hermano
Cayo, la de mi tío Tiberio por mi padre,
la de Cayo César por el joven Lucio, mi
propia pena por mi hermano
Germánico, y luego relataba con cuánta
560
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

valentía habíamos soportado cada uno,


por turno, estas calamidades. El único
efecto que este fango y miel ejercieron
sobre mi fue el de convencerme de que
no había perjudicado a nadie con su
destierro... salvo quizás a la isla de
Córcega.

561
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

562
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

563
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 13

Los griegos de Alejandría mandaron


instrucciones a sus enviados, que
todavía se encontraban en Roma, de que
me felicitaran por mis victorias en
Alemania, se quejaran por la conducta
de los judíos para con ellos (había
habido un recrudecimiento de las
perturbaciones en la ciudad), me
pidieran permiso para el
restablecimiento del Senado de
Alejandría y me ofrecieran una vez más
los templos dotados y equipados de
sacerdotes. Tenían pensados varios
otros honores menores para mí, aparte
de ese honor supremo, entre ellos dos
estatuas de oro, una que representaba la
«Paz de Claudio Augusto» y la otra a
«Germánico el Vencedor». Acepté esta
última estatua principalmente porque
564
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

era un honor para mi padre y mi


hermano, cuyas victorias habían sido
mucho más importantes que las mías, y
conquistadas en persona, y porque las
facciones de la estatua eran las de ellos,
no las mías. (Mi hermano había sido la
imagen viviente de mi padre, todos
convenían en ello.) Como de costumbre,
los judíos enviaron una contraembajada,
para felicitarme por mis victorias,
agradecerme mi generosidad hacia ellos
en la circular que escribí acerca de la
tolerancia religiosa para todos los
judíos, y para acusar a los alejandrinos
de haber provocado nuevos disturbios al
interrumpir el culto religioso con danzas
y canciones obscenas celebradas frente
a las sinagogas, en días sacros. A
continuación doy mi respuesta exacta a
los alejandrinos, para demostrar cómo
manejaba ahora los problemas de este
tipo:
565
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tiberio Claudio César Augusto


Germánico, Emperador, Sumo
Pontífice, Protector del Pueblo, Cónsul
Electo, a la Ciudad de Alejandría,
salud.
Tiberio Claudio Barbilo, Apolonio hijo
de Artemidoro, Queremón hijo de
Leónidas, Marcos Julio Asclépiades,
Gayo Julio Dionisios, Tiberio Claudio
Fanias, Pasión hijo de Potamón,
Dionisio hijo de Sabbion, Tiberio
Claudio Apolonio hijo de Aristón, Cayo
Julio Apolonio, Hermaisco hijo de
Apolonio, vuestros enviados, me han
entregado vuestro decreto y hablado
largamente sobre la ciudad de
Alejandría, recordando la buena
voluntad que durante muchos años,
como sabéis, he sentido siempre hacia
vosotros, porque sois por naturaleza
leales a la casa de Augusto, como
566
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

muchas cosas lo demuestran. En


especial ha habido intercambios de
pruebas de amistad entre vuestra
ciudad y mis familiares inmediatos;
sólo necesito mencionar en este sentido
a mi hermano Germánico César, cuya
buena voluntad hacia vosotros quedó
demostrada mejor que por ninguno de
nosotros. Fue a Alejandría y os habló
con sus propios labios. Por ese motivo
acepté gustoso los honores que me
ofrecisteis, en fecha reciente, si bien
por lo general no soy partidario de
estos.
En primer lugar os permito que
celebréis mi cumpleaños como un «Día
de Augusto», en la forma mencionada
en vuestra proclama. Luego, acepto que
erijáis, en los lugares mencionados, las
estatuas dedicadas a mí y a otros
miembros de mi familia, porque veo
que queréis restablecer recordatorios
567
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de vuestra lealtad hacia mi casa, en


todas partes. De las dos estatuas de
oro, he rechazado la que representa la
Paz de Claudio Augusto, hecha por
sugestión y a ruego de mi amigo
Barbilo, ya que me parece un tanto
ofensiva para mis conciudadanos, y
ahora tendrá que ser dedicada a la
diosa Roma. La otra deberá ser llevada
en las procesiones, en la forma que os
parezca conveniente, en los cumpleaños
adecuados, y podréis proporcionarle
también un trono, convenientemente
adornado. También sería tonto si, a la
vez que acepto estos grandes honores
de vuestras manos, me negase a
introducir una tribu Claudia y
sancionar recintos sagrados para cada
distrito egipcio. De modo que os
permito hacer ambas cosas, y, si lo
deseáis, instalar también la estatua
ecuestre de mi gobernador Vitrasio
568
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Polio. También doy mi consentimiento


para la erección de las cuadrigas que
queréis establecer en mi honor en las
fronteras: una en Taposiris, en Libia;
una en Faros, en Alejandría; la tercera
en Pelusio, en el Egipto Inferior. Pero
debo pediros que no nombréis un Sumo
Sacerdote para mi culto, ni construyáis
templos en mi honor, porque no quiero
ser ofensivo para mis conciudadanos, y
me resulta evidente que los templos y
los altares han sido construidos a lo
largo de toda la historia en honor de
los dioses, como cosa debida a ellos.
En cuanto a los pedidos que os
mostráis tan ansiosos de que os
conceda, las que siguen son mis
decisiones: todos los alejandrinos que
hayan alcanzado oficialmente su
mayoría de edad antes de que yo
llegara a la monarquía, quedan
confirmados en su ciudadanía, con
569
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todos los privilegios y derechos que


ello implica. Las únicas excepciones
son los falsarios, nacidos de madres
esclavas, que pueden haberse
introducido entre los nacidos libres. Y
también me place que todos los favores
que os fueron concedidos por mis
predecesores queden confirmados, así
como los favores que os concedieron
vuestros antiguos reyes y prefectos de
las ciudades, y que el Dios Augusto
confirmó. Me place que los ministros
del templo del Dios Augusto de
Alejandría sean elegidos por suerte,
como los ministros del templo de
Canopus. Alabo vuestro plan de hacer
que las magistraturas municipales sean
trienales, porque me parece una cosa
sensata. Los magistrados se
comportarán con mayor prudencia
durante la duración de sus funciones, si
saben que cuando éstas terminen
570
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

deberán rendir cuentas de todo acto de


desgobierno de que puedan haber sido
culpables. En cuanto al problema de
restablecer el Senado, no puedo decir
ahora cuál era vuestra costumbre bajo
los Tolomeo, pero sabéis tan bien como
yo que no tuvisteis un Senado bajo
ninguno de mis predecesores de la
Casa de Augusto. Como esta es una
proposición absolutamente nueva y no
estoy seguro de si resultará para
beneficio vuestro o mío adoptarla, he
escrito al prefecto de vuestra ciudad,
Emilio Recto, para que realice una
investigación y me informe de si es
preciso organizar una orden senatorial,
y en ese caso, en qué forma hay que
organizaría.
En cuanto al problema de quién debe
cargar con la responsabilidad de los
recientes motines y de los choques o —
para hablar con franqueza— de la
571
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guerra que se ha librado entre vosotros


y los judíos, no he querido
comprometerme a una decisión en este
asunto, si bien vuestros enviados, en
especial Dionisio, hijo de Teón,
defendieron vuestra causa con gran
espíritu, en presencia de sus oponentes
judíos. Pero me reservo una severa
indignación contra cualquiera de las
partes que haya iniciado esta nueva
perturbación, y quiero que entendáis
que si ambos bandos no desisten de
esta hostilidad destructiva y obstinada,
me veré obligado a demostraros qué
puede hacer un gobernante benévolo
cuando es provocado a una cólera
justiciera. Por lo tanto os ruego una
vez más, alejandrinos, que mostréis una
amistosa tolerancia hacia los judíos
que han sido vuestros vecinos en
Alejandría durante tantos años, y que
no ultrajéis sus sentimientos mientras
572
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

están dedicados al culto de su dios de


acuerdo con sus ritos ancestrales.
Permitidles practicar todas sus
costumbres nacionales como en la
época del Dios Augusto, porque los he
confirmado en sus derechos a hacerlo
después de una audiencia imparcial de
ambas partes en disputa. Por otra
parte, deseo que los judíos no traten de
obtener nuevos privilegios, aparte de
los que ya tienen, y que jamás vuelvan
a enviarme una embajada distinta,
como si vosotros y ellos vivieseis en
ciudades distintas —¡procedimiento
inaudito!—, ni inscriban competidores
para pruebas atléticas u otras en los
Juegos Públicos. Deben conformarse
con lo que ya tienen, gozar de la
abundancia proporcionada por una
gran ciudad, de la cual no son los
habitantes primitivos; y no deben
introducir más judíos de Siria o de
573
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

otras partes de Egipto en la ciudad, o


caerán más profundamente bajo mi
sospecha que habita este momento. Si
no tienen en cuenta esta advertencia,
me vengaré de ellos por fomentar de
modo deliberado una plaga mundial.
Por lo tanto, mientras ambas partes se
abstengan de este antagonismo y vivan
en mutua tolerancia y buena voluntad,
me comprometo a mostrar la misma
solicitud amistosa por los intereses de
Alejandría que mostró mi familia en el
pasado.
Debo atestiguar aquí el constante celo
que en defensa de vuestros intereses ha
mostrado una vez más mi amigo
Barbilo en sus esfuerzos a vuestro
favor. Y también un celo similar por
parte de mi amigo Tiberio Claudio
Arquibo.
SALUD.

574
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Este Barbilo era un astrólogo de peso,


en cuyos poderes Mesalina tenía una fe
absoluta, y debo admitir que era un
individuo sumamente listo, que sólo iba
a la zaga del gran Trasilo en la exactitud
de sus pronósticos. Había estudiado en
la India y entre los caldeos. Su fervor
por Alejandría se debía a la hospitalidad
que los principales hombres de la
ciudad le mostraron cuando se vio
obligado, muchos años antes, a partir de
Roma, porque Tiberio había desterrado
de Italia a todos los astrólogos y
adivinos, con la excepción de su
favorito Trasilo.
Uno o dos meses después recibí una
carta de Herodes, en la que me
felicitaba formalmente por mis
victorias, por el nacimiento de mi hijo y
por haber conquistado el título de
emperador por mis victorias en

575
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Alemania. Incluía su habitual carta


personal:

¡Qué gran guerrero eres, Tití, por


cierto! No tienes más que aplicar la
pluma al papel y ordenar una campaña,
¡y en el acto ondulan las banderas, las
espadas salen de sus vainas, las
cabezas ruedan por el pasto, las
ciudades y los templos quedan
envueltos en llamas! ¡Qué terrible
destrucción causarías si algún día
montases sobre un elefante y salieses
en persona al campo de batalla!
Recuerdo que tu querida madre habló
una vez de ti, con no muchas
esperanzas, como del futuro
conquistador de la isla de Bretaña.
¿Por qué no? Por mi parte, no deseo
triunfos militares. La paz y la seguridad
son lo único que pido. Estoy ocupado
poniendo a mi dominio en situación de
576
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

defenderse de una posible invasión de


los partos. Cypros y yo estamos muy
dichosos y bien, lo mismo que los niños.
Están aprendiendo a ser buenos judíos.
Lo hacen mucho mejor que yo, porque
son más jóvenes. De paso, no me gusta
Vibio Marso, tu nuevo gobernador de
Siria. Temo que él y yo reñiremos un
día de estos, muy pronto, si no se mete
en sus propias cosas. Lamenté mucho
que el período de Petronio hubiese
terminado. Era un buen sujeto EÍ pobre
Silas sigue encarcelado. Sin embargo le
he dado la celda más agradable
posible, y le concedí materiales para
escribir, como vía de escape para sus
sentimientos contra mi ingratitud. Nada
de pergamino o de papel, por supuesto,
sino sólo una tablilla de cera, de modo
que cuando llega al final de una queja,
tiene que borrarla antes de empezar
con la siguiente.
577
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Eres muy popular aquí, entre los


judíos, y las severas frases de tu carta a
los alejandrinos no fueron echadas en
saco roto. Los judíos son rápidos para
leer entre líneas. Por mi antiguo amigo
Alejandro el alabárca he sabido que
circularon varias copias en los distintos
barrios de Alejandría, para ser
exhibidas, con el siguiente endoso del
prefecto de la ciudad:
Proclama de Lucio Emilio Recto.
Como el pueblo, debido a su gran
número, no puso asistir a la lectura de
la sacratísima y graciosa carta a la
ciudad, me ha parecido necesario
exhibirla públicamente, de modo que
los lectores puedan admirar la
Majestad de nuestro dios César
Augusto, y demostrar su gratitud por la
buena voluntad de El hacia la ciudad.
Decimocuarto día de Augusto, en el
segundo año del reinado de Tiberio
578
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Claudio César Augusto Germánico,


emperador.
Te convertirán en Dios a pesar de ti
mismo, pero conserva tu salud y tu
ánimo, come bien, duerme bien, y no
confíes en nadie.
EL BANDIDO

La burla escolar de Herodes en cuanto


a la facilidad con que yo había
conquistado mi título de emperador me
hería en un lugar sensible. Su recuerdo
de la frase de mi madre influía también
sobre mí: me hería en un lugar
supersticioso. En una ocasión —muchos
años antes— ella había declarado, en un
rapto de disgusto, cuando le hablaba
acerca de mi proposición para el
agregado de tres nuevas letras al
alfabeto latino: Hay tres cosas
claramente imposibles en este mundo:
la primera, que las tiendas lleguen de un
579
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lado a otro de la bahía de Nápoles; la


segunda, que conquistes la isla de
Bretaña; la tercera, que una sola de tus
ridículas letras nuevas sea puesta alguna
vez en circulación». Y sin embargo la
primera cosa imposible ya había
sucedido... el día que Calígula
construyó su famoso puente de Bauli a
Puteoli y lo flanqueó de tiendas. La
tercera cosa imposible podría ser puesta
en práctica cualquier día que se me
ocurriese, nada más que con pedir el
permiso del Senado... ¿Y por qué no la
segunda?
Varios días después llegó una carta de
Marso con la indicación de «Urgente y
confidencial». Marso era un gobernador
capaz, y un hombre recto, si bien un
compañero muy poco agradable:
reservado, frío en sus modales,
perpetuamente sarcástico y sin locuras
ni vicios. Yo le había ofrecido su
580
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nombramiento en gratitud por el papel


destacado que desempeñó más de veinte
años antes, mientras mandaba un
regimiento en Oriente, en lo referente a
llevar a Piso ante el tribunal por el
asesinato de mi hermano Germánico.
Me escribía:

...Mi vecino, tu amigo el rey


Heredes Agripa, está fortificando a
Jerusalén, según se me informa.
Quizá tengas conocimiento de ello,
pero te escribo para dejar
claramente establecido que para
cuando las fortificaciones queden
terminadas la ciudad será
inexpugnable. No quiero hacer
acusaciones de deslealtad contra tu
amigo el rey Herodes, pero como
gobernador de Siria veo el asunto
con alarma. Jerusalén domina el
camino a Egipto, y si cayese en
581
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

manos irresponsables Roma se


encontraría en grave peligro. Se
dice que Herodes teme una invasión
de los partos. Sin embargo, ya se ha
protegido ampliamente contra esta
improbable eventualidad, por medio
de una secreta alianza con sus
reales amigos de la frontera de
Partía. Sin duda tú apruebas sus
amistosas relaciones con los
fenicios: ha hecho enormes regalos
a la ciudad de Beirut y está
construyendo allí un anfiteatro y
también pórticos y baños públicos.
Me resulta difícil comprender los
motivos que tiene para festejar a los
fenicios. Pero por el momento los
principales hombres de Tiro y Sidón
parecen tener poca confianza en él.
Quizá tengan buenos motivos para
ello; no soy yo el que debe decirlo;
a riesgo de incurrir en tu desagrado,
582
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

continuaré informando acerca de


los acontecimientos políticos que se
desarrollan al sur y al este de mi
comando, a medida que me entere
de ellos.

La lectura de esto resultaba muy


incómodo, y mi primer sentimiento fue
de cólera contra Marso por perturbar mi
confianza en Herodes. Pero cuando
pensé un poco las cosas, el sentimiento
se convirtió en gratitud. No sabía qué
pensar acerca de Herodes. Por una
parte, estaba seguro de que cumpliría
con el juramento de amistad, hecho
públicamente en la plaza del Mercado.
Por otra parte, resultaba evidente que
estaba dedicado a algún plan privado,
que en el caso de cualquier otro hombre
yo hubiese considerado indudablemente
pérfido. Me alegré de que Marso
mantuviese los ojos abiertos. No dije
583
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nada del asunto a nadie, ni siquiera a


Mesalina, y escribí a Marso: «He
recibido tu carta. Sé discreto.
Infórmame de nuevos
acontecimientos». A Herodes le escribí
una astuta carta:

Probablemente seguiré tu
bondadoso aviso en cuanto a
Bretaña, mi querido Bandido, y si
invado la infortunada isla lo haré
por cierto montado en un enorme
elefante. Será el primer elefante que
vean en Bretaña, y sin duda
provocará una gran admiración.
Me alegro de enterarme de las
buenas noticias referentes a tu
familia. No te preocupes por ellos en
relación con la invasión de los
panos. Si tengo noticias de alguna
dificultad en ese sentido, haré que
alguien vaya a Lyon y le pida a tu
584
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tío Antipas que salga y aplaste la


invasión, ataviado con su armadura
número 70.001. De modo que
Cypros puede dormir tranquila por
la noche, y tú puedes dejar de
trabajar en tus fortificaciones de
Jerusalén. No queremos que
Jerusalén sea demasiado fuerte, ¿no
es cierto? Supongamos que tus
bandidescos primos de Edom
hiciesen una repentina Incursión y
lograsen introducirse en Jerusalén,
antes de que tú hubieses terminado
el bastión final... pues nunca
podríamos volver a sacarlos, ni
siquiera con máquinas de sitio,
tortugas y arietes... Y además, ¿qué
me dices de la ruta comercial a
Egipto? Lamento que no te guste
Vibio Marso. ¿Qué tal va tu
anfiteatro en Beirut? Aceptaré tu
consejo en cuanto a no confiar
585
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

absolutamente en nadie, con las


posibles excepciones de la querida
Mesalina, de Vitelio, de Rufrio y de
mi antiguo compañero de estudios,
El Bandido, en cuyas
autoacusaciones de granujería
nunca he creído ni creeré, y de
quien siempre seré el afectuoso.
TITÍ

Herodes contestó con su habitual estilo


burlón, como si las fortificaciones no le
interesasen en un sentido u otro. Pero
debe de haber sabido que mi juguetona
carta no era tan juguetona como
pretendía ser, y debe de haber sabido
también que Marso me escribía acerca
de él. Marso contestó brevemente a mi
lacónica nota, informándome que los
trabajos en las fortificaciones habían
quedado interrumpidos.

586
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En marzo, cuando se inicia el Año


Nuevo, ocupé mi segundo consulado,
pero renuncié al puesto dos meses más
tarde, en favor del senador siguiente.
Estaba demasiado atareado para
dedicarme a los trabajos de rutina que el
puesto implicaba. Fue el año en que
nació mi hija Octavia, el año del
levantamiento de Viniciano-
Excriboniano, y el año en que agregué
Marruecos al imperio como Año 42
provincia. Primero hablaré brevemente
sobre lo que ocurrió en Marruecos. Los
moros se habían levantado a las órdenes
de un general capaz llamado Salabo,
quien los dirigió en la campaña anterior.
Paulino, que comandaba las fuerzas
romanas, asoló el país hasta los montes
Atlas, pero no pudo encontrarse con el
propio Salabo y sufrió fuertes pérdidas
por emboscadas y ataques nocturnos.
Pronto terminó su plazo de comando y
587
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tuvo que volver a Roma. Fue


reemplazado por cierto Hosidio Geta, a
quien ordené, antes de que partiese, que
no permitiese que Salabo se convirtiese
en otro Tacfarinas. (Tacfarinas era el
númida que, bajo el reinado de Tiberio,
había hecho que tres generales romanos
conquistasen la corona de laureles, al
permitirles vencerlo en encuentros
aparentemente decisivos, pero que
siempre aparecía con su ejército
reconstruido en cuanto se retiraban las
fuerzas romanas. Pero un cuarto general
terminó el asunto, atrapando y matando
al propio Tacfarinas.) Le dije a Geta:
—No te conformes con éxitos
parciales. Busca la fuerza principal de
Salabo, aplástala, y mata o captura a
Salabo. Persíguelo por todo el África si
es necesario. Si se introduce en el
corazón del país, donde dicen que las
cabezas de los hombres les nacen de las
588
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

axilas, pues síguelo hasta allí. Lo


reconocerás fácilmente porque tendrá la
cabeza en un lugar distinto. —También
le dije a Geta—: No trataré de dirigir tu
campaña, pero una palabra de consejo:
no te ates a reglas rígidas de campañas,
como Elio Galo, el general de Augusto,
que marchó a la conquista de Arabia
como si Arabia fuese una segunda Italia
o Germania. Cargó a sus hombres con
las habituales herramientas para cavar
trincheras, y pesadas corazas, en lugar
de odres de agua y raciones extra de
cereales, e incluso llevó consigo un tren
de máquinas de sitio. Cuando el cólico
atacó a los hombres y éstos comenzaron
a hervir el agua que encontraban en los
pozos para poder bebería con más
tranquilidad, Elio se precipitó sobre
ellos y les gritó: «¡Qué, hirviendo el
agua! ¡Ningún disciplinado soldado
romano hierve su agua! ¿Y usando
589
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

boñiga seca como combustible?


¡Inaudito! ¡Los soldados romanos
juntan leña o se la pasan sin fuego!»
Perdió la mayor parte de sus fuerzas. El
interior de Marruecos es también un
lugar peligroso. Adapta tus tácticas y tu
equipo al país.
Geta siguió mi consejo en la forma más
literal. Persiguió a Salabo de extremo a
extremo de Marruecos, derrotándolo
dos veces, y en la segunda ocasión
estuvo muy cerca de capturarlo. Salabo
luego huyó a los montes Atlas y los
cruzó hacia el desierto inexplorado del
otro lado, ordenando a sus hombres que
defendiesen el paso mientras él reunía
refuerzos entre sus aliados, los nómadas
del desierto. Geta dejó un destacamento
cerca del paso, y con los más audaces
de sus hombres atravesó otro más
difícil, situado a unos pocos kilómetros
más allá, en leal búsqueda de Salabo.
590
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Había llevado consigo tanta agua como


sus hombres y sus muías podían
acarrear, y redujo su equipo al mínimo
posible. Calculaba que podía encontrar
agua en alguna parte. Pero siguió las
zigzagueantes huellas de Salabo por las
arenas del desierto durante más de 300
kilómetros, antes de llegar a ver siquiera
una mata de espinos. El agua comenzó a
acabarse y los hombres a debilitarse.
Geta ocultó su ansiedad, pero se dio
cuenta de que incluso aunque
retrocediera en ese mismo momento, y
abandonase toda esperanza de capturar
a Salabo, no le quedaba agua suficiente
para volver. El Atlas estaba a 150
kilómetros de distancia, y sólo un
milagro divino podría salvarlos.
Ahora bien, en Roma, cuando hay una
sequía, sabemos cómo hay que
convencer a los dioses para que envían
la lluvia. Existe una piedra negra
591
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llamada la Piedra que Gotea, capturada


primitivamente a los etruscos, y
guardada en un templo de Marte, fuera
de la ciudad. Vamos en solemne
procesión, la sacamos del templo y la
llevamos a la ciudad, donde le echamos
agua encima, entonando encantamientos
y realizando sacrificios. En seguida cae
siempre una lluvia... a menos que se
haya cometido el más leve error en el
ritual, como con frecuencia sucede.
Pero Geta no tenía consigo una Piedra
que Gotea, de modo que estaba
irremediablemente perdido. Los
nómadas acostumbraban a pasarse sin
agua durante varios días, y además
conocen el país a la perfección.
Empezaron a acercarse a las fuerzas
romanas; tajearon, mataron, desnudaron
y mutilaron a unos pocos rezagados, a
quienes el calor había vuelto locos. Geta
tenía consigo un ordenanza negro que
592
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había nacido en ese mismo desierto, que


fue vendido como esclavo a los moros.
No podía recordar dónde estaba el pozo
más cercano, porque fue vendido
cuando era un niño. Pero le dijo a Geta:
—General, ¿por qué no le rezas al
Padre Gwa-Gwa?
Geta le preguntó quién era esa persona.
El hombre le contestó que era el Dios
de los Desiertos, que hacía llover en
tiempos de sequía. Geta dijo:
—El emperador me dijo que adecuase
mis técnicas al país. Dime cómo debo
invocar al Padre Gwa-Gwa y lo haré en
el acto.
El ordenanza le dijo que tomase una
ollita, la enterrase hasta el cuello en la
arena y la llenase de cerveza, diciendo,
mientras los hacía: «Padre Gwa-Gwa, te
ofrecemos cerveza». Luego los hombres
debían llenar sus recipientes con toda el
agua que llevasen en los odres,
593
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reservando sólo lo bastante para mojar


los dedos y salpicar el suelo. Después
todos debían beber y bailar y adorar al
Padre Gwa-Gwa, salpicando el agua
hasta la última gota que quedara en los
odres. El propio Geta debía cantar:
«¡Así como salpicamos este agua, así
caiga la lluvia! Hemos bebido hasta la
última gota, padre. No queda nada.
¿Qué quieres que hagamos? ¡Bebe
cerveza, Padre Gwa-Gwa, y haz aguas
para nosotros, tus hijos, o morimos!»
Porque la cerveza es un poderoso
diurético y esos nómadas tenían las
mismas nociones teológicas que los
primeros griegos, quienes consideraban
que Júpiter hacía aguas cuando llovía.
De modo que la misma palabra (con una
simple diferencia de género) se utilizaba
en griego para referirse al Cielo y al
orinal. Los nómadas consideraban que
el dios podía ser estimulado a hacer
594
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aguas en forma de lluvia, si se le ofrecía


un trago de cerveza. Las salpicaduras de
agua, como nuestras propias
fustraciones, eran para demostrarle
cómo caía la lluvia, por si lo había
olvidado.
Desesperado, Geta reunió a sus
maltrechas fuerzas y preguntó si alguien
tenía un poco de cerveza consigo. Y
por. suerte un grupo de auxiliares
germanos tenía un par de litros
atesorados en un odre. Los habían
llevado consigo porque la preferían al
agua. Geta hizo que se la entregaran.
Luego distribuyó equitativamente toda
el agua que quedaba, pero reservó la
cerveza para el Padre Gwa-Gwa. Las
tropas bailaron y bebieron el agua y
salpicaron las necesarias gotas en la
arena, mientras Geta formulaba la
fórmula de invocación. El Padre Gwa-
Gwa (su nombre en apariencia significa
595
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

«agua») se sintió tan encantado e


impresionado por el honor que le hacía
esa imponente fuerza de desconocidos,
que el cielo se oscureció de inmediato
con nubes de lluvia y cayó un aguacero
que duró tres días y convirtió todos los
hoyos de la arena en rebosantes tanques
de agua. El ejército se salvó. Los
nómadas, tomando las abundantes
lluvias como una innegable señal del
favor del Padre Gwa-Gwa hacia los
romanos, se acercaron humildemente
con ofrecimientos de alianza. Geta los
rechazó a menos que le entregasen
primero a Salabo. Este le fue llevado
muy pronto al campamento, amarrado.
Se intercambiaron numerosos regalos
entre Geta y los nómadas, y se firmó un
tratado. Luego Geta marchó sin más
pérdida de tiempo a las montañas,
donde sorprendió a los hombres de
Salabo, quienes defendían todavía el
596
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

paso, por la retaguardia, matando o


capturando a todo el destacamento. Las
otras fuerzas moriscas, al ver que su
dirigente era llevado a Tánger como
prisionero, se entregaron sin seguir
luchando. De modo que uno o dos litros
de cerveza habían salvado la vida de
más de 2.000 romanos y conquistado
una provincia nueva para Roma. Ordené
que se dedicase un altar al Padre Gwa-
Gwa en el desierto de más allá de las
montañas, donde él gobernaba. Y
Marruecos, que dividí en dos provincias
—Marruecos occidental, con capital en
Tánger, y Marruecos oriental con
capital en Cesárea—, tuvo que
proporcionarle un tributo anual de cien
odres de la mejor cerveza. Conseguí a
Geta ornamentos triunfales, y habría
pedido al Senado que le confiriese el
título hereditario de Mauro («de
Marruecos»), si no se hubiese
597
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

extralimitado en sus poderes al ejecutar


a Salabo en Tánger sin consultar
primero conmigo. No había necesidad
alguna para ese acto; sólo lo hizo por
vanagloria.
Acabo de mencionar el nacimiento de
mi hija Octavia. Mesalina había llegado
a ser muy cortejada por el Senado y el
Pueblo, porque se sabía muy bien que
yo delegaba en ella la mayor parte de
los deberes que me incumbían en mi
capacidad de Director de Moral Pública.
En teoría actuaba sólo como mi
consejera, pero, como ya he explicado,
poseía un duplicado del sello para
ratiñcar los documentos. Y dentro de
ciertos límites yo le permitía decidir qué
caballeros o senadores podía degradar
por delitos sociales y a quiénes debía
designar para las vacantes que
quedaban. Ahora también había
emprendido la laboriosa tarea de decidir
598
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

respecto de la capacidad de todos los


candidatos a la ciudadanía romana. El
Senado quiso votarle el título de
Augusta, y convirtió el nacimiento de
Octavia en el pretexto. A pesar de que
yo quería mucho a Mesalina, no me
parecía que se hubiese ganado todavía
ese honor. Era algo que debía esperar
cuando llegase a su mediana edad. Por
el momento sólo tenía 17 años, en tanto
que mi abuela Livia sólo había
conquistado el título después de su
muerte, y mi madre en su vejez. De
modo que se lo negué. Pero los
alejandrinos, sin pedirme permiso —y
una vez que el asunto estaba hecho no
podía deshacerlo—, acuñaron una
moneda con mi cara en el anverso, y en
el reverso un retrato de cuerpo entero de
Mesalina, ataviada como la diosa
Démeter, sosteniendo en la palma de la
mano dos estatuillas que representaban
599
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

a su hijo y su hija, y en la otra una


espiga de trigo que representaba a la
fertilidad. Este era un adulador juego de
palabras con el nombre Mesalina: la
palabra latina messis significa cosecha
de trigo. Ella se sintió encantada.
Una tarde vino tímidamente a verme,
me miró a la cara sin decir nada y al
cabo preguntó, claramente turbada y
después de una o dos tentativas:
—¿Me quieres, mi queridísimo esposo?
Le aseguré que la quería más que a
ninguna otra persona en el mundo.
—¿Y cuáles me dijiste el otro día que
eran los Tres Pilares principales del
Templo del Amor?
—Te dije que el Templo del Verdadero
Amor estaba basado en tres pilares: la
bondad, la franqueza y la comprensión.
O más bien cité al filósofo Mnasalco,
que fue quien lo dijo.

600
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Entonces tendrás que mostrarme la


mayor bondad y comprensión que tu
amor es capaz de demostrar. Mi amor
tendrá que proporcionar solamente la
franqueza. Iré directamente al grano. Si
no te es demasiado difícil, ¿querrías...
podrías... permitirme dormir en un
dormitorio aparte del tuyo, durante un
tiempo? No es que no te quiera tanto
como tú a mí, sino que ahora que hemos
tenido dos hijos en menos de dos años
de matrimonio, ¿no te parece que
deberíamos esperar un poco antes de
correr el riesgo de tener un tercero?
Estar embarazada es una cosa muy
desagradable. Por la mañana siento
mareos y acidez, se me arruina la
digestión, y creo que no puedo volver a
pasar otra vez por eso. Y, para serte
franca, aparte de este temor, en cierto
sentido me siento menos apasionada
hacia ti que antes. Juro que te amo tanto
601
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como siempre, pero ahora más bien


como a mi querido amigo y padre de
mis hijos que como a mi amante. El
tener hijos agota mucho las emociones
de una mujer, supongo. No te oculto
nada. Me crees, ¿no es cierto?
—Te creo y te amo.
Me acarició la cara.
—No soy una mujer común, ¿no es
cierto?, cuya ocupación no es otra que
la de tener hijos y más hijos hasta
quedar agotada. Soy tu esposa, la
esposa del emperador, y te ayudo en tu
tarea imperial, y eso debe tener
precedencia sobre todo lo demás, ¿no es
verdad? El embarazo impide
espantosamente el trabajo.
Yo le respondí, con cierta tristeza:
—Por supuesto, queridísima, si de
veras sientes eso, no pertenezco al tipo
de esposo que puede insistir en
obligarte a hacer algo. ¿Pero es
602
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

realmente necesario que durmamos


separados? ¿No podríamos por lo
menos ocupar la misma cama y
hacernos compañía?
—Oh Claudio —exclamó ella casi
llorando—, me ha resultado bastante
difícil decidirme a pedirte esto, porque
te quiero tanto y no deseo herirte en lo
más mínimo. No me lo hagas más
difícil. Y ahora que te he dicho con
franqueza cómo me siento, ¿no te
resultaría terriblemente espantoso si
tuvieses una necesidad violentamente
apasionada de mí mientras durmiéramos
juntos, y yo no pudiese responderte con
honradez? Si te rechazara, eso sería tan
destructivo para nuestro amor como si
volviese a ceder contra mi voluntad. Y
estoy segura de que tú sentirías muchos
remordimientos después, si sucediese
algo que destruyera mi amor por ti. No,
¿no entiendes cuánto mejor será que
603
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

durmamos aparte hasta que sienta por ti


lo que solía sentir? Supongamos que,
nada más que para distanciarme de la
tentación, me mudase a mis
habitaciones del Palacio Nuevo. Es más
conveniente para mi trabajo que esté
allí. Puedo levantarme por las mañanas
e ir directamente a mis papeles. Estoy
muy atrasada con mi Lista de
Ciudadanos.
—¿Cuánto tiempo crees que estarás
alejada de mí? —la interrogué.
—Ya veremos cómo resulta esto —
respondió, besándome la nuca con
ternura—. Oh, cuánto me alivia que no
te enojes, ¿Cuánto tiempo? Oh, no sé.
¿Tiene tanta importancia? En fin de
cuentas el sexo no es esencial para el
amor, si existe otro fuerte vínculo entre
los amantes, como por ejemplo, la
búsqueda idealista de la Belleza o la
Perfección. Estoy de acuerdo con Platón
604
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en ese sentido; él creía que el sexo era


un obstáculo para el amor.
—Se refería al amor homosexual —le
repliqué, tratando de no parecer
deprimido.
—Bien, querido mío —dijo con
ligereza—, yo hago el trabajo de un
hombre, lo mismo que tú, y por lo tanto
viene a ser algo parecido, ¿no es cierto?
Y en cuanto al idealismo común, es
preciso ser en verdad muy idealistas
para pasar por todo este trajín en
nombre de una presunta perfección
política, ¿no es verdad? Bien, ¿estamos
de acuerdo? ¿Serás realmente bueno, mi
querido Claudio, y no insistirás en que
comparta tu cama... quiero decir, en un
sentido literal? Pero en todo otro
sentido sigo siendo tu cariñosa y
pequeña Mesalina, y recuerda que
pedírtelo ha sido muy, pero muy
doloroso.
605
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Le dije que la respetaba y amaba


mucho más por su franqueza, y que, por
supuesto, hiciera lo que le pareciese.
Pero que, naturalmente, esperaría con
impaciencia el momento en que
volviese a sentir por mí lo que había
sentido otrora.
_Oh, por favor, no seas impaciente —
exclamó ella—. Esto lo hace mucho
más difícil para mí. Si te muestras
impaciente sentiré que soy perversa
contigo y quizá fingiré sentimientos que
no tengo. Puede que sea una excepción,
pero en cierta manera el sexo no
significa mucho para mí. Sospecho, sin
embargo, que muchas mujeres se
aburren con eso... sin dejar de amar a
sus esposos o de querer que ellos las
amen. Pero siempre continuaré
sospechando de otras mujeres. Si tú
tuvieses relaciones con otras mujeres,
creo que enloquecería de celos. No es
606
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que me moleste el pensamiento de que


te acuestes con otra. Es el temor de que
puedas llegar a amarla más que a mí, y
no sólo a considerarla como un
agradable desahogo sexual, y que
después quieras divorciarte de mí.
Quiero decir: si te acostaras de vez en
cuando con una hermosa criada, o con
una mujer bonita y limpia, de rango lo
bastante inferior como para que yo no
tenga celos de ella, me alegraría, me
alegraría de veras, pensar que te
divertirás con ella. Y si tú y yo nos
volvemos a acostar alguna otra vez, no
consideraría que algo se hubiese
interpuesto entre nosotros; pensaría
simplemente que se trataba de una
medida que habías tomado en bien de tu
salud, como una purga o un emético. No
espero ni siquiera que me digas el
nombre de la mujer; en rigor prefiero
que no lo hagas, siempre que primero
607
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me prometas no tener nada que ver con


ninguna acerca de la cual tenga derecho
a sentirme celosa. ¿No fue así como
dijo Livia que sentía con respecto de
Augusto?
—Sí, en cierto modo. Pero ella nunca
lo amó de veras. Así me lo dijo. Por eso
le resultó más fácil mostrarle ciertas
atenciones. Solía elegir jóvenes del
mercado de esclavas, y se las llevaba en
secreto a su habitación, por la noche. Y
en su mayoría eran sirias, según creo.
—Bien, tú no me pides que haga eso,
¿no es cierto? En fin de cuentas soy un
ser humano.
Así fue como jugó Mesalina, con suma
inteligencia y crueldad, con mi ciego
amor hacia ella. Se mudó al Palacio
Nuevo esa misma noche. Y durante
mucho tiempo no volví a decir nada, en
la esperanza de que regresara alguna
vez a mí. Pero ella tampoco dijo nada, y
608
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

solo indicaba con su tierna conducta


que existía entre nosotros una delicada
comprensión. Como una gran
concesión, a veces, consentía en
acostarse conmigo. Pasaron siete años
antes de que me enterase siquiera de
una palabra de lo que sucedía en sus
habitaciones del Palacio Nuevo, cuando
el viejo cornudo de su esposo trabajaba
o roncaba en su cama del Palacio Viejo.
Y esto me trae a la historia del destino
de Appio Silano, un ex cónsul que había
sido gobernador de España durante el
reinado de Calígula. Se recordará que el
casamiento con este Silano fue
organizado por Livia como un soborno
para que Emilia traicionara a Postumo.
Emilia era la biznieta de Augusto, y de
joven estuve casi a punto de casarme
con ella. Por intermedio de Emilia,
Silano llegó a ser padre de tres niños y
dos niñas, ahora todos crecidos. Salvo
609
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Agripinila y su hijito, eran los únicos


descendientes vivos de Augusto.
Tiberio había considerado a Silano
como un peligro debido a sus ilustres
vinculaciones, y consiguió hacer que lo
acusaran de traición, en compañía de
varios otros senadores, incluso
Viniciano. Pero las pruebas contra ellos
se derrumbaron y se libraron sin otra
cosa que un buen susto. A la edad de 16
años Silano era el joven más hermoso
de Roma; a los 56, seguía siendo
notablemente bien parecido, con un
cabello apenas entrecano, mirada
brillante y porte como los de un hombre
en la flor de. la edad. Era ahora un
viudo, ya que Emilia había muerto eje
cáncer. Una de sus hijas, Calvina, se
había casado con un hijo de Vitelio.
Un día, poco antes del nacimiento de la
pequeña Octavia, Mesalina me dijo:

610
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—El hombre a quien realmente


necesitamos en Roma es Appio Silano.
Quiero que lo llames y lo tengas
permanentemente en palacio como
consejero. Es notablemente inteligente,
y derrocha su talento en España.
—Sí, no es un mal plan —respondí—.
Admiro a Silano, y es un hombre de
gran influencia en el Senado. ¿Pero
cómo podemos convencerlo de que
venga a vivir con nosotros? No
podemos introducirlo en el palacio
como un nuevo secretario o contador.
Es preciso encontrar alguna especie de
pretexto honorable para su presencia.
—He pensado en eso, y tengo una idea
brillante. ¿Por qué no vincularlo a la
familia, casándolo con mi madre? A ella
le gustaría casarse con él; solo tiene 33
años, y es tu suegra, de modo que será
un gran honor para Silano. Dime qué te
parece esta buena idea.
611
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Si a tu madre le parece...


—Ya se lo he preguntado y dice que se
sentirá encantada.
Por lo tanto Silano vino a Roma y lo
hice casarse con Domicia Lépida, la
madre de Mesalina, y les destiné
habitaciones en el palacio nuevo, al lado
de las de Mesalina. Pronto advertí que
Silano se sentía muy incómodo
conmigo. Hacía rápidamente todo lo
que le pedía,, como por ejemplo
efectuar visitas por sorpresa a los
tribunales inferiores, en mi nombre,
para cuidar 'de que la justicia se
administrase con corrección, o
inspeccionar e informar en cuanto a las
condiciones de vivienda en los barrios
más pobres de la ciudad, o asistir a la
subasta pública de las propiedades
confiscadas por el Estado, a fin de que
los subastadores no recurriesen a treta
alguna. Pero parece que no podía
612
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mirarme a la cara, y siempre eludía toda


intimidad conmigo. Me sentí mas bien
ofendido. Pero en fin de cuentas no
podía esperarse de mí que adivinara la
verdad, que era la de que Mesalina solo
me había pedido que llamase a Silano
de España porque había estado
enamorada de él de niña, y que lo casó
con su madre nada más que para poder
estar con él sin necesidad de pretextos,
y que desde su llegada le había insistido
en que se acostara con ella.
¡Imagínense! ¡Su propio padrastro, un
hombre cinco años mayor que yo, con
una nieta no mucho más joven que la
propia Mesalina! Naturalmente, sus
modales para conmigo eran extraños, ya
que Mesalina le había dicho que se
mudó al palacio Nuevo por orden mía, y
que yo le había sugerido que debía
convertirse en amante de él. Le explicó
que yo quería tenerla divertida mientras
613
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me complacía en unos tontos amoríos


con esa Julia, antes esposa de mi
sobrino Nerón, a quien solíamos llamar
Helena para distinguirla de las otras
Julias, pero que ahora llamábamos
Heluo porque era una glotona. En
apariencia Silano creyó en la historia,
pero se negó firmemente a acostarse
con su nuera, a pesar de su belleza, ni
siquiera por orden del emperador. Dijo
que tenía una naturaleza amorosa, pero
no impía.
—Te doy diez días para que te decidas
—le amenazó Mesalina—. Si te niegas,
al final del plazo se lo diré a Claudio.
Ya sabes cuan vano se ha vuelto desde
que lo hicieron emperador. No le
gustará saber que desairaste a su esposa.
Estoy seguro de que te matará, ¿no es
cierto, madre?
Domicia Lépida se encontraba
absolutamente dominada por Mesalina,
614
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y la respaldó. Silano les creyó. Sus


experiencias bajo los reinados de
Tiberio y Calígula lo habían convertido
en un antimonárquico secreto, si bien no
se mezclaba mucho en política. Creía
firmemente que nadie podía encontrarse
ahora a la cabeza del Estado sin ceder
muy pronto a la tiranía, a la crueldad y
la codicia. Al noveno día no había
cedido aún ante Mesalina, pero cayó en
tal estado de desesperación nerviosa,
que, según parece, había decidido
matarla. Esa tarde mi secretario Narciso
fue testigo del estado frenético de
Silano. Lo encontró en el corredor de
palacio y lo oyó mascullar
ininteligiblemente, para sí: «Casio
Querea... Viejo Casio. Hazlo, pero no
solo». Narciso estaba atareado en ese
momento, haciendo mentalmente no sé
qué cálculos, y escuchó las palabras
pero no les prestó atención. Se le
615
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quedaron en la mente, y, como sucede a


menudo en casos de esa naturaleza, esa
noche, cuando se acostó sin haber
vuelto a pensar en ellas, se le
aparecieron en sueños y se convirtieron
en una imagen aterradora de Casio
Querea entregando a Silano su espada
ensangrentada y gritando «¡Hazlo!
¡Golpea! ¡Mata! ¡El viejo Casio está
contigo! ¡Muerte al tirano!». Entonces
Silano se precipitaba sobre mí y me
hacía pedazos. El sueño fue tan vivido y
violento, que Narciso saltó de la cama y
llegó corriendo hasta mi habitación para
contármelo.
El choque que significó el hecho de
que me despertasen de pronto antes del
alba, y me contaran con voz
aterrorizada la pesadilla —yo dormía a
solas, y no muy bien—, me cubrió de
un frío sudor de espanto. Pedí que
encendieran luces —cientos de luces—,
616
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y en el acto mandé llamar a Mesalina.


Ella también se sintió aterrada ante esa
repentina llamada, temerosa de que la
hubiese descubierto, supongo. Debe de
haber sentido un gran alivio cuando lo
único que le conté fue el sueño de
Narciso. Se estremeció.
—¡No! ¿De veras soñó eso? ¡Oh
cielos! ¡Es la misma terrible pesadilla
que he estado tratando de recordar todas
las mañanas desde los últimos siete
días! Siempre me despierto gritando,
pero no puedo recordar por qué grito.
Debe de ser cierto. Por supuesto. Es una
advertencia divina. Manda a buscar a
Silano de inmediato y oblígalo a
confesar. Salió corriendo de la
habitación para darle el mensaje a uno
de sus libertos. Ahora sé que le ordenó
que dijese:
—Los diez días han terminado, el
emperador te ordena que te presentes
617
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

inmediatamente ante él y te pide una


explicación.
El liberto no entendió a qué diez días se
refería, pero entregó el mensaje
despertando a Silano. Este exclamó:
—¿Que vaya? ¡Por supuesto que iré!
Se vistió de prisa, metiéndose algo
entre los pliegues de la túnica, y corrió,
tropezando, con la mirada de un loco,
delante del mensajero, hacia mis
habitaciones. El liberto estaba alerta.
Detuvo a un esclavo.
—Corre como un rayo a la cámara del
Concejo y diles a los guardias que
registren a Appio Silano cuando llegue.
Los guardias encontraron la daga
oculta y lo arrestaron. Yo lo juzgué allí
mismo. Por supuesto, era imposible que
explicase el asunto de la daga, pero le
pregunté si tenía algo que decir en su
defensa. Su única defensa consistió en
gritar y farfullar frases inarticuladas,
618
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

maldiciéndome, llamándome monstruo,


y a Mesalina loba. Cuando le pregunté
por qué había deseado matarme, solo
pudo responder:
—Devuélveme mi daga, tirano.
¡Déjame usarla en mi propio pecho!
Lo sentencié a ser ejecutado. Murió,
pobre individuo, porque no tuvo la
sensatez de hablar.

619
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

620
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 14

La ejecución de Silano fue lo que instó


a Viniciano a preparar su insurrección.
Ese mismo día, cuando informé en el
Senado que Silano había tratado de
matarme pero que mis guardias
frustraron sus designios y que ya lo
había hecho ejecutar, se elevó un
gemido de asombro, seguido por un
susurro de congoja, instantáneamente
ahogado. Esa era la primera ejecución
de un senador, desde que yo asumí la
monarquía, y nadie creyó que Silano
fuese capaz de tratar de asesinarme. Se
sintió que por fin mostraba mi
verdadero carácter, y que estaba a punto
621
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de iniciarse un nuevo reinado del terror.


Yo había llamado a Silano de España
con el pretexto de hacerle un gran
honor, pero en realidad lo único que
quería .era asesinarlo. ¡Igual que
Calígula! Por supuesto, yo no tenía
conciencia de estos sentimientos e
incluso aventuré un chiste, diciendo
cuan agradecido le estaba a Narciso por
ser tan vigilante de mi seguridad,
incluso en sus sueños.
—A no ser por ese sueño, no habría
mandado llamar a Silano, y por
consiguiente éste no se habría asustado
ni habría llegado a entregarse. Hubiese
hecho su tentativa de asesinarme en
forma más meditada. Tenía muchas
oportunidades para hacerlo, ya que
últimamente gozaba profundamente de
mi confianza, que le ahorraba la
indignidad de que se le revisase para ver
si llevaba armas. El aplauso fue hueco.
622
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Viniciano dijo luego a sus amigos: —


De modo que el noble Appio Silano es
ejecutado nada más que porque el
liberto griego del emperador tiene una
pesadilla. ¿Podemos permitir que una
criatura tan mentalmente débil como
este Clau-Clau-Claudio, cabeza de
calabaza, nos gobierne ? ¿Qué dicen
ustedes ?
Convinieron en que hacía falta un
emperador fuerte y experimentado, y no
un emperador provisional como yo, que
no sabía nada, que no aprendía nada y
que actuaba casi todo el tiempo como
un idiota. Comenzaron a recordarse el
uno al otro mis errores o
excentricidades más notables. Aparte de
los que ya he mencionado, recordaron,
por ejemplo, una decisión que había
tomado unos días antes, cuando
revisaba las listas de los jurados. Es
preciso explicar aquí que existían unos
623
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

4.000 jurados calificados en Roma, y


que estaban obligados a concurrir a los
juicios cuando se les llamaba, so pena
de una fuerte multa. El servicio en los
jurados era muy fatigoso y altamente
impopular. Las listas de los jurados eran
preparadas al principio por un
magistrado de primera nía, y ese año
más de la mitad de los hombres
incluidos en ellas se presentaron como
de costumbre para excusarse por uno u
otro motivo, pero en 19 casos de cada
20 sus excusas fueron rechazadas. El
magistrado me entregó las listas finales
para mi aprobación, con una marca al
lado de los nombres cuya petición de
excepción había sido rechazada. Yo
descubrí, por casualidad, que entre los
hombres que se había presentado
voluntariamente para el servicio en el
jurado figuraba uno de quien sabía que
era el padre de siete hijos. Según una
624
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ley de Augusto, estaba exceptuado por


el resto de su vida. Sin embargo no
había solicitado una excepción ni
mencionado las proporciones de su
familia. Le dije al magistrado:
—Borra el nombre de este hombre, es
padre de siete hijos.
—Pero César —protestó—, no ha
tratado de excusarse.
—Exactamente —dije—, quiere ser
jurado. Bórralo.
Quería decir, por supuesto, que el
individuo ocultaba su posibilidad de
exceptuarse de lo que todo hombre
honrado consideraba un deber
desagradable y fatigoso, y que por lo
tanto era seguro que tenía intenciones
torcidas. Los jurados deshonestos
podían conseguir, una gran cantidad de
dinero por soborno, porque se sabía que
un jurado interesado podría volcar las
opiniones de todo un grupo de colegas
625
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desinteresados. Y el veredicto de la
mayoría decidía un caso. Pero el
magistrado era un tonto, y simplemente
repitió mis palabras a todo el que quiso
escucharlo: «Quiere ser jurado,
bórralo», como ejemplo característico
de mi fatuidad.
Viniciano y los otros descontentos
hablaron también de mi extraordinaria
decisión cuando insistí en que todos los
hombres que se presentasen ante mí en
tribunales debían hacer el habitual
relato preliminar de sus vinculaciones
familiares, casamiento, carrera,
situación financiera, ocupación
presente... por sus propios labios, lo
mejor que pudiesen, en lugar de pedir
que algún patrocinante o abogado lo
hiciese en su nombre. Mis motivos para
esta decisión habrían debido resultar
obvios. Se llega a conocer mejor a un
hombre con diez palabras que pronuncie
626
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por su propia cuenta que por un elogio


de diez horas pronunciado por un
amigo. No importa tanto lo que diga en
esas diez palabras; lo que en verdad
cuenta es la forma en que las dice. Yo
había descubierto que tener cierto
conocimiento antes de que comenzara el
caso, en cuanto a si el hombre es lento
de entendederas o voluble, jactancioso o
modesto, sereno o tímido, capaz o
embrollado en sus pensamientos,
resultaba de gran ayuda para mi
comprensión de lo que sigue. Pero a
Viniciano y sus amigos les pareció que
hacía una gran injusticia al despojarlo
del patrocinio o la elocuencia con que
contaba.
Cosa extraña, lo que más les
escandalizó de entre mis fechorías
imperiales fue mi acción en el caso de
la carroza de plata. El asunto es como
sigue. Un día que pasaba por casualidad
627
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por la calle de los Joyeros vi a unos 500


ciudadanos reunidos en torno a una
tienda. Me pregunté cuál podría ser el
motivo de la atracción, y les dije a mis
guardias que hiciesen circular a la
multitud, porque obstaculizaban el
tránsito. Así lo hicieron, y descubrí que
la tienda exhibía una carroza
enteramente recubierta de plata, salvo el
borde del cuerpo, que era de oro. El eje
también estaba plateado y terminaba en
cabezas de perros, doradas, con ojos de
amatista; los rayos de las ruedas eran de
ébano, tallados en forma de negros con
cinturones de plata, y hasta los estribos
eran de oro. Los costados plateados del
cuerpo de la carroza estaban adornados
con escenas ilustrativas de una carrera
de cuadrigas en el circo, y los cubos de
las ruedas, con una taracea de oro en
forma de hojas de vid. Los extremos del
yugo y la pértiga —también plateados
628
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

— eran cabezas de Cupidos, doradas,


con ojos de turquesa. Este maravilloso
vehículo se vendía en 100.000 piezas de
oro. Alguien me susurró que había sido
encargado por un rico senador y que ya
estaba pagado, pero que pedía a los
joyeros que lo pusiesen en venta
durante algunos días (a un precio
mucho más alto del que en realidad
había pagado él) porque quería anunciar
públicamente su costo antes de tomar
posesión de él. Esto parecía muy
probable. Los joyeros mismos no
habrían construido una cosa tan costosa
basándose en la simple posibilidad de
encontrar un comprador millonario. En
mi condición de director de Moral
Pública tenía perfecto derecho de hacer
lo que hice. Obligué a los joyeros, en mi
presencia, a quitar el oro y la plata con
un martillo y cincel, y a venderlo por su
precio a un funcionario competente del
629
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tesoro, a quien mandé a buscar, para


fundirlo y acuñar monedas. Hubo
fuertes gritos de protesta, pero yo los
silencié diciendo:
—Un carro de este peso perjudicará el
pavimento público; debemos aligerarlo
un poco.
Tenía una idea bastante clara de quién
era su dueño. Se trataba de Asiático,
quien ahora creía posible no hacer un
secreto de sus inmensas riquezas,
aunque las había ocultado con éxito de
los ávidos ojos de Calígula,
dividiéndolas en cientos de pequeños
depósitos que dejó a veintenas de
cajeros, a nombre de sus libertos o
amigos. Su actual ostentación era una
incitación directa al desorden popular.
¡Los extraordinarios agregados que
había hecho a los jardines de Lúculo,
que acababa de comprar! Hasta
entonces sólo se los consideraba
630
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

segundos en belleza, después de los


jardines de Salustio. Pero Asiático se
había jactado:
—Cuando haya terminado con los
jardines de Lúculo, los de Salustio
parecerán, en comparación, poco menos
que unas cuantas hectáreas de eriales.
Importó frutas, flores, fuentes y
estanques de peces, como Roma no
había visto jamás. Se me ocurrió que en
momentos en que los alimentos
escaseaban en la ciudad, a nadie le
agradaría ver a un alegre senador, de
rotundo vientre, paseándose en un
carruaje de plata, con ejes y estribos
dorados. Un hombre no sería un ser
humano si por lo menos no sintiera
deseos de romper el eje. Sigo creyendo
que hice bien en ese caso. Pero la
destrucción de una obra de arte —el
joyero era un famoso artesano, el
mismo a quien Calígula encomendó que
631
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

modelase y fundiese su estatua de oro—


fue considerada como un acto de
barbarie injustificada, y causó más
resentimiento entre estos amigos de
Viniciano que si yo hubiese tomado a
docenas de ciudadanos comunes, de
entre la multitud, y los hubiese hecho
pedazos con un martillo y un cincel para
venderlos como carne a los carniceros.
El propio Asiático no expresó irritación
alguna, y en verdad tuvo cuidado de no
mencionar que era el dueño de la
carroza, pero Viniciano aprovechó mi
delito al máximo. Dijo:
—Antes de que nos demos cuenta de
nada nos arrancará la túnica de la
espalda, y ovillará la lana para volver a
venderla a los tejedores. Ese hombre
está loco, tenemos que vengarnos de él.
Vinicio no formaba parte de los
descontentos. Supuso que se encontraba
bajo mis sospechas por haberse
632
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propuesto como emperador, en


oposición a mí, y ahora tenía sumo
cuidado en ofenderme en lo más
mínimo. Además, debe de haber sabido
que era inútil tratar de librarse de mí por
el momento. Yo era muy popular entre
los guardias, y tomaba tantas
precauciones contra el asesinato —una
constante escolta de soldados,
cuidadosas búsquedas de armas, un
hombre para probar mis comidas—, y la
gente de mi casa era tan fiel y alerta,
además, que uno debía tener mucha
suerte e ingenio para matarme y escapar
con vida. En fecha reciente se habían
producido dos intentos infructíferos,
ambos hechos por caballeros a quienes
amenacé con degradar de la orden por
delitos sexuales. Uno esperó en la
puerta del teatro de Pompeyo, para
asesinarme cuando salía. No era mala
idea, pero uno de mis soldados le vio
633
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sacar la parte superior, hueca, de un


bastón que llevaba, dejando ver que en
realidad se trataba de una jabalina corta.
Se precipitó sobre él y le golpeó en la
cabeza en el mismo momento en que
estaba a punto de lanzármela. La otra
tentativa se hizo en el templo de Marte,
mientras yo realizaba un sacrificio. En
esta ocasión el arma fue un cuchillo de
caza, pero el hombre fue desarmado de
inmediato por los espectadores.
En rigor la única forma de librarse de
mí consistía en usar armas, ¿y dónde
podrían encontrarse tropas que se me
opusieran? Viniciano creyó que conocía
la respuesta a esta pregunta. Consiguió
la ayuda de Escriboniano. Este
Escriboniano era un primo carnal de la
pequeña Camila, a quien mi abuela
Livia había envenenado mucho tiempo
antes, el día en que ella y yo debíamos
comprometernos. Cuando me
634
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

encontraba en Cartago, el año anterior a


aquel en que murió mi hermano,
Escriboniano se mostró muy insultante
conmigo porque acababa de distinguirse
en una batalla con el tal Tacfarinas, en
la cual yo no pude tomar parte. Y su
padre, Fuño Camilo, que era gobernador
de la provincia de África, le obligó a
pedirme perdón en público. Tuvo que
obedecer, porque en Roma la palabra de
un padre es la ley, pero jamás me
perdonó, y en dos o tres ocasiones,
desde entonces, se portó muy
groseramente conmigo. Bajo el reinado
de Calígula fue el principal de mis
torturadores de palacio. Casi todas las
trampas para lobos y bromas pesadas
similares con que se me torturó, fueron
ideadas por él. De modo que podrán
imaginarse que cuando Escriboniano, a
quien Calígula había enviado en fecha
reciente a dirigir las fuerzas romanas en
635
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Dalmacia, se enteró de mi elección


como emperador, no solo se mostró
celoso y disgustado, sino también
alarmado por su propia seguridad.
Comenzó a preguntarse si, cuando
regresara a Roma, terminado su plazo
de comando, yo pertenecería al tipo de
hombres que perdonan los insultos, y en
ese caso, si mi perdón no sería menos
fácil de soportar que mi cólera. Decidió
presentarme los habituales respetos
debidos a un comandante en jefe, pero
hacer al mismo tiempo todo lo posible
para conquistar la lealtad personal de
las fuerzas a sus órdenes. Cuando
llegase el momento de llamarlo, me
escribiría lo que Gaetúlico había. escrito
una vez al emperador Tiberio desde el
Rhin: «Puedes contar con mi lealtad
mientras yo conserve mi mando».
Viniciano era amigo personal de
Escriboniano y lo mantuvo informado,
636
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por carta, de lo que sucedía en Roma.


Cuando Silano fue ejecutado, Viniciano
le escribió:

Tengo malas noticias para ti, mi


querido Escriboniano. Después de
deshonrar la dignidad de Roma con
su estupidez, su ignorancia y sus
payasadas, y con su completa
dependencia de los consejos de un
hato de libertos griegos, un bribón
judío manirroto, Vitelio, su
compañero de borracheras, y
Mesalina, su lasciva y ambiciosa
esposa, Claudio ha cometido el
primer asesinato de importancia. El
pobre Appio Silano, fue llamado de
su comando en España, se lo tuvo
rondando en palacio, en suspenso,
durante uno o dos meses, y luego, de
pronto, lo sacaron de la cama, una
mañana temprano, y lo ejecutaron
637
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sumariamente. Claudio vino ayer al


Senado y tuvo la desfachatez de
bromear al respecto. Todos los
hombres de mentalidad recta de la
ciudad convienen en que Silano
debe ser vengado, y consideran que
si apareciese un dirigente
conveniente, toda la nación lo
recibiría con los brazos abiertos.
Claudio ha vuelto las cosas patas
arriba por completo, y casi
deseamos que Calígula pudiera
estar de vuelta. Por desgracia, en
estos momentos puede basarse en
los guardias, y sin tropas no
podemos hacer nada. Se ha
intentado sin éxito el asesinato; es
tan cobarde, que no se puede entrar
en palacio con un alfiler sin que los
hombres que lo registran a uno en el
vestíbulo se lo saquen. Esperamos
que vengas en nuestro rescate. Si
638
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

marchases sobre Roma con los


regimientos Séptimo y Undécimo, y
con las fuerzas locales que puedas
reunir, todos nuestros problemas
habrían terminado. Promételes a los
guardias un botín tan grande como
el que Claudio les entregó, y se
pasarán a tu bando de inmediato. Lo
desprecian, lo consideran un civil
entrometido, y no les ha dado más
que una sola pieza de oro por
hombre, para beber a su salud en el
día de su cumpleaños, desde su
primer acto de generosidad
obligada. En cuanto desembarques
en Italia, creo que la dificultad del
trasporte puede solucionarse con
facilidad. Nos uniremos a ti en una
fuerza voluntaria y te
proporcionaremos todo el dinero
que puedas necesitar. No vaciles.
Ahora es el momento, antes de que
639
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las cosas empeoren. Puedes llegar a


Roma antes de que Claudio consiga
refuerzos en el Rhin. Y de todos
modos no creo que obtenga
ninguno, si los mandase a pedir. Se
dice que los germanos están
planeando su venganza, y Galba no
es hombre que abandone su puesto
en el Rhin cuando las Chatias están
a punto de avanzar. Y Gabinio no
vendrá, si Galba se queda; siempre
trabajan juntos. De modo que la
revolución promete ser incruenta.
No quiero apelar a ti por medio de
advertencias en cuanto a tu
seguridad personal, porque sé que
pones el honor de Roma antes que
tus intereses privados. Pero será
mejor que sepas que Claudio le dijo
hace unas noches a mi primo
Vinicio: «Yo no olvido las antiguas
deudas. Cuando cierto gobernador
640
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

regrese a Roma de su comando en


los Balcanes, recuerda, tendrá que
pagar con su sangre por las bromas
que en una ocasión me hizo». Una
cosa más. No tengas escrúpulos
alguno en cuanto a dejar la
provincia indefensa. Los
regimientos no tienen por qué estar
ausentes mucho tiempo, ¿y por qué
no habrías de llevarte contigo una
gran cantidad de rehenes, para
disuadir a los provincianos de
levantarse en tu ausencia? Además,
Dalmacia no es una provincia de
frontera. Hazme saber en seguida si
estás con nosotros, y si te sientes
dispuesto a conquistar un nombre
tan glorioso como tu gran antecesor
Camilo, convirtiéndote en el
segundo salvador de Roma.

641
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Escriboniano decidió correr el riesgo.


Escribió a Viniciano diciéndole que
necesitaría 150 trasportes de Italia,
además de los barcos que pudiese
expropiar en puertos de Dalmacia.
También necesitaría un millón de piezas
de oro en dinero efectivo, para
convencer a los dos regimientos
regulares, cada uno de 5.000 hombres, y
a los 20.000 reclutas dálmatas a quienes
convocaría bajo bandera, para quebrar
su juramente de fidelidad hacia mí. De
modo que Viniciano y sus colegas en la
conspiración —seis senadores y siete
caballeros, y diez caballeros y seis
senadores a quienes yo había degradado
de sus órdenes— salieron de Roma
discretamente, so pretexto de visitar sus
propiedades de campo. La primera
noticia que tuve de la rebelión fue una
carta que me llegó de Escriboniano,
redactada en los términos más
642
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

insolentes; me llamaba impostor e


imbécil, y me ordenaba que abandonase
todos mis puestos de inmediato y me
retirase a la vida civil. Me dijo que
había demostrado mi lamentable
incapacidad para la tarea que me confió
el Senado, en un momento de confusión
y aberración, y que él, Escriboniano,
repudiaba ahora su juramento de
fidelidad y estaba a punto de partir a
Italia con una fuerza de 30.000
hombres, para restablecer el orden y el
gobierno decente en Roma y en el resto
del mundo. Si renunciaba a mi
monarquía al recibir esa advertencia,
me perdonaría la vida y me concedería,
a mí y a los míos, la misma amnistía
que se me había convencido sabiamente
que concediese a mis opositores
políticos, al subir al trono.
Lo primero que hice al leer esta carta
fue estallar en carcajadas. Cielos, qué
643
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

deliciosa experiencia sería esa de


retirarme otra vez a la vida privada, y
vivir tranquilamente y fácilmente, bajo
un gobierno ordenado, con Mesalina y
mis libros y mis hijos. Por cierto, sin
duda alguna renunciaría si el propio
Escriboniano se consideraba más capaz
de gobernar que yo. Y poder
repantigarme de nuevo en mi silla, por
así decirlo, y ver cómo otro luchaba con
la imposible tarea que jamás había
querido aceptar yo y que resultaba más
fatigosa, obsesionante y desagradecida
de lo que se hubiese podido explicar
con palabras. Era como si el rey
Agamenón hubiese saltado hacia
adelante cuando Laoconte y sus dos
hijos luchaban con las dos grandes
serpientes enviadas por un colérico Dios
para destruirlos, y hubiera gritado: «Ea,
deja que yo me encare con esas dos
espléndidas criaturas. Tú no eres digno
644
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de luchar con ellas. Déjalas, te digo, o


será peor para ti». ¿Pero podía confiar
en que Escriboniano cumpliría con su
palabra en cuanto a la amnistía y me
perdonaría mi vida y la de mi familia?
¿Y sería su gobierno tan ordenado y
decente como él esperaba que lo fuese?
¿Y qué dirían los guardias al respecto?
¿Y era Escriboniano tan popular en
Roma como parecía creerlo? ¿Y las
serpientes consentirían en dejar a
Laoconte y sus hijos y enroscarse, en
cambio, alrededor del cuerpo de ese
Agamenón?
Convoqué apresuradamente al Senado
y le hablé en los siguientes términos:
—Señores, antes de leerles esta carta
debo decirles que estoy dispuesto a
aceptar las demandas que ella contiene,
y que aceptaría de buen grado el
descanso y la seguridad que con cierta
severidad me promete. En verdad, el
645
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

único motivo que podría inducirme a


declinar las proposiciones hechas por
este Furio Camilo Escriboniano sería un
fuerte sentimiento de parte de ustedes
en el sentido de que el país estaría en
peor situación si yo lo hiciera. Admito
que hasta el año pasado desconocía
vergonzosamente las artes del gobierno
y del procedimiento legal y militar. Y si
bien aprendo todos los días, mi
educación está atrasada. No existen
hombres de mi edad y rango que no
puedan enseñarme suficientes lugares
comunes técnicos que desconozco en
absoluto. Pero de eso tiene la culpa mi
mala salud primitiva y la pobre opinión
que mi brillante familia —ahora en
parte deificada— tenía en cuanto a mi
ingenio, cuando yo era un niño. No se
ha debido a ninguna intención de eludir
mis deberes para con nuestra patria. E
incluso cuando no esperaba ser elevado
646
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

jamás a un puesto responsable, mejoré


mi personalidad por medio de estudios
privados que, creo que convendréis
conmigo, emprendí con elogiable
aplicación. Me tomo la libertad de
sugerir que mi familia se equivocó, que
nunca fui un imbécil. Conquisté un
testimonio verbal en ese sentido, de
labios del dios Augusto, poco después
de su visita a Postumo Agripa en su isla,
y del noble Asinio Polio en la biblioteca
de Apolo, tres días antes de su muerte,
aunque me aconsejó, sin embargo, que
adoptase una máscara de estupidez,
como el primer Bruto, como protección
contra ciertas personas que habrían
querido eliminarme si mostraba una
inteligencia demasiado grande.
También mi esposa Urgulanila, de
quien me divorcié por su temperamento
hosco, su infidelidad y su brutalidad
general, se tomó la molestia de registrar
647
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en su testamento —puedo mostrarlo, si


así lo quieren— su convicción de que
yo no era un tonto. Las últimas palabras
de la diosa Livia Augusta, en su lecho
de muerte, o quizá debería decir «poco
después de su Apoteosis», fueron:
«Pensar que alguna vez te he
considerado un tonto». Admito que mi
hermana Livila, mi madre Antonia
Augusta, mi sobrino el extinto
emperador Cayo y mi tío Tiberio, su
predecesor, jamás revisaron la mala
opinión que tenían de mí... Y que los
dos últimos registraron dicha opinión en
cartas oficiales a este Senado. Mi tío
Tiberio me negó un puesto entre
ustedes, basándose en la afirmación de
que ningún discurso que yo pudiese
pronunciar sería otra cosa que una
prueba para la paciencia de ustedes y un
derroche de tiempo. Mi sobrino Cayo
Calígula me concedió un escaño porque
648
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

yo era su tío y quería parecer


magnánimo. Pero dictaminó que debía
hablar el último de todos en cualquier
debate, y dijo en un discurso, que si no
lo recuerdan lo encontrarán registrado
en los archivos, que si algún miembro
deseaba efectuar sus necesidades
durante una sesión, tuviese en el futuro
la buena educación de contenerse y no
distraer la atención saliendo en mitad de
un importante discurso —el de él, por
ejemplo—, sino que esperase hasta que
la señal para un abandono general de la
atención fuera dada por la llamada del
cónsul a Tiberio Claudio Druso Nerón
Germánico (como entonces se me
conocía) para que diese su opinión
acerca del asunto del debate. Bien,
ustedes siguieron el consejo, según lo
recuerdo, sin suponer que yo tuviese
sentimiento alguno que pudiera ser
herido, y sin pensar que se me había
649
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ofendido tan a menudo antes de eso,


que para entonces ya debía estar tan
acorazado como el dragón sin alas de
Tiberio. O quizá convinieron con mi
sobrino en que yo era en verdad un
imbécil. Sin embargo, las meditadas
opiniones de los dos dioses Augusto y
Livia —opiniones sobre las cuales, sin
embargo, tienen que aceptar mi palabra,
porque no están registradas en parte
alguna en escrito—, superan sin duda la
de cualesquiera mortal común. Me
siento dispuesto a considerar blasfemo a
cualquiera que los contradiga. No
porque la blasfemia sea hoy un delito
criminal -—hemos modificado esa
definición—, pero por lo menos es de
mala educación, y quizá peligrosa si los
dioses llegan a escucharla. Además, mi
sobrino y mi tío tuvieron ambos una
muerte violenta y no fueron lamentados,
y sus discursos y cartas no se citan ya
650
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con el respeto con que se citan los


discursos y cartas del dios Augusto, y
gran parte de la legislación promulgada
por ellos ha caído en desuso. Fueron los
leones de su época, señores, pero ahora
están muertos y, en las palabras del
proverbio judío que el dios Augusto se
complacía en citar —lo tomó en
préstamo el rey Heredes el Grande de
Judea, por cuyo ingenio tenía tanto
respeto como el que yo tengo por el rey
Herodes Agripa, su nieto—, 17» perro
vivo vale más que un león muerto. Yo
no soy un león, eso lo saben. Pero
considero que no he sido tan mal perro
guardián. Y afirmar que he dirigido mal
los asuntos nacionales y que soy un
imbécil es, según creo, un insulto hacia
ustedes más que hacia mí, porque
ustedes me endosaron la monarquía, y
en muchas ocasiones, desde entonces,
me han congratulado por mis éxitos y
651
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

recompensado con muchos grandes


honores, incluso el de Padre de la
Patria. Si el Padre es un imbécil, es
indudable que sus hijos habrán
heredado el defecto.
Luego leí la carta de Escriboniano y
miré en mi derredor, con expresión
interrogante. Todos se habían mostrado
muy incómodos durante mi discurso, si
bien nadie se atrevió a hacer otra cosa
que aplaudir, protestar o demostrar
sorpresa en los puntos en que tales
sentimientos parecían ser esperados.
Ustedes, mis lectores, pensarán sin duda
lo que todos ellos pensaban: «¡Qué
curioso discurso para pronunciar en
vísperas de una rebelión! ¿Por qué
habrá insistido Claudio en recordar un
asunto que supuestamente nosotros
hemos olvidado: su aparente
imbecilidad? ¿Por qué creyó necesario
recordarnos que su familia en una
652
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ocasión lo consideró mentalmente


incapaz, y leer los pasajes de la carta de
Escriboniano referentes a ello, y por qué
se rebajó a discutirlo?» Sí, parecía
sospechoso, como si en realidad yo
supiese que era un imbécil y tratara de
convencerme de que no lo era. Pero
sabía lo que hacía. En rigor me estaba
mostrando muy astuto. En primer lugar
había hablado con extrema franqueza, y
una franqueza inesperada acerca de uno
mismo jamás resulta inaceptable. Le
recordaba al Senado qué clase de
hombre era —honrado y abnegado; no
inteligente, pero tampoco interesado—,
qué clase de hombres eran ellos:
inteligentes pero interesados, y ni
honestos ni abnegados; ni siquiera
valientes. Casio Querea les había
advertido que no le entregasen la
monarquía a un idiota, y ellos hicieron
caso omiso de su consejo por temor a
653
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los guardias... y sin embargo las cosas


habían salido bien, hasta ese momento.
La prosperidad volvía a Roma, la
justicia se dispensaba con equidad, el
pueblo estaba satisfecho, nuestros
ejércitos triunfaban en el exterior, y yo
no hacía el tirano en ninguna forma
extravagante, y, como dije en la
discusión que siguió, quizás había
llegado más lejos, arrastrándome con mi
pierna coja, de lo que habrían llegado la
mayoría de los hombres con un par de
piernas sanas. Porque, demasiado
consciente de mi capacidad, no me
permitía pausa ni disminución alguna
del ritmo. Por otra parte, quería
demostrarles con mi discurso que
estaban en entera libertad de
expulsarme si así lo querían; y mi digna
franqueza en cuanto a mis defectos
debía estimularlos a no ser severos ni

654
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vengativos cuando volviese a ser un


ciudadano común.
Se pronunciaron varios discursos
leales, todos en términos más bien
discretos, por temor a la venganza de
Escriboniano, si éste me obligaba a
renunciar. Sólo Vinicio habló con
energía:
—Señores, creo que muchos de
nosotros debemos estar sintiendo muy a
fondo el reproche que el Padre de la
Patria nos ha acumulado encima, por
bondadosamente que lo hiciera.
Confieso que estoy cordialmente
avergonzado de haberlo juzgado mal
antes de su acceso, y que lo creía
incapaz de los puestos que desde
entonces ha ocupado tan noblemente.
Me resulta increíble que sus poderes
mentales fuesen alguna vez
menospreciados por algunos de
nosotros, y la única explicación que
655
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

puedo ofrecer es que nos engañó,


primero con su gran modestia, y luego
con la forma deliberada en que se rebajó
a sí mismo durante el reinado del
extinto emperador. Ya conocen el
proverbio «Ningún hombre grita 'este
pez apesta'». Este proverbio quedó
desacreditado bajo Calígula, cuando
ningún hombre prudente que llevase
pescado en su cesta se atrevía a gritar
otra cosa que «pescado apestoso», por
temor de que Calígula sintiese codicia o
celos. Valerio Asiático ocultó su
riqueza, Tiberio Claudio ocultó su
ingenio. Yo no tenía otra cosa que
ocultar, salvo mi disgusto por la tiranía,
pero lo oculté hasta que llegó el
momento de la acción. Sí, todos
gritamos «pescado apestoso». Calígula
está muerto ahora, y bajo el reinado de
Claudio la franqueza ha vuelto a
campear por sus derechos. Seré franco:
656
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mi primo Viniciano habló con violencia


contra Claudio, últimamente, en mi
presencia, y sugirió que era preciso
deponerlo. Yo se lo reproché, airado,
pero no informé del asunto al Senado,
porque ahora no existe ni hay en
vigencia ninguna ley por traición, y
porque, a fin de cuentas, es mi primo.
Es preciso permitir la libertad de
palabra, en especial en el caso de los
parientes. Viniciano no está hoy aquí.
Ha abandonado la ciudad. Temo que ha
ido a unirse a Escriboniano. Seis de sus
amigos íntimos también están ausentes,
según veo. Deben de haber ido con él.
Y sin embargo, ¿qué son siete hombres
disconformes... siete contra quinientos?
Una minoría insignificante. Y el de
ellos, ¿es un descontento auténtico, o es
una ambición personal? Condeno la
acción de mi primo por tres motivos: el
primero, porque es un desagradecido; el
657
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

segundo, porque es desleal; el tercero,


porque es un tonto. Su ingratitud: el
Padre de la Patria le perdonó por
apoyarme como candidato a la
monarquía, y ha mostrado gran
tolerancia, desde entonces, hacía sus
discursos impertinentes y obstructivos
en este Senado. Su deslealtad: se
comprometió bajo juramento a obedecer
a Tiberio Claudio César como jefe del
Estado. Una violación de este juramento
solo podía ser excusada en el
improbable caso de que César violase
de manera flagrante su juramento de
gobernar con justicia, con respeto al
bienestar común. César no ha violado su
juramento. La deslealtad hacia César es
por lo tanto una impiedad hacia los
dioses ante los cuales juró Viniciano, y
una enemistad hacia el Estado, que está
más contento que nunca de ser
gobernado por César. Su locura: si bien
658
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

es posible que Escriboniano pueda


convencer a unos cuantos miles de
soldados de sus tropas, por medio de
mentiras y sobornos, de que invadan
Italia, y aunque incluso es posible que
conquiste algunos éxitos militares, ¿cree
de veras, algún miembro de este
honorable Senado que está destinado a
ser nuestro emperador? ¿Cree alguien
que los guardias, nuestro principal
baluarte, se pasarán a su bando? Los
guardias no son tontos; saben cuándo
están en buena situación. El Senado y el
Pueblo tampoco son tontos. Saben que
bajo Claudio gozan de una libertad y
una prosperidad que coherentemente les
fue negada por su inmediato predecesor.
Escriboniano no puede imponerse a la
ciudad, como no sea prometiendo
corregir los errores existentes, y le será
muy difícil encontrar errores que
corregir. Tal como yo veo el caso,
659
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

señores, esta revuelta es motivada por


celos y ambiciones personales. Ahora se
nos pide, no solo que cambiemos un
emperador que en todo sentido ha
demostrado ser digno de nuestra
admiración y obediencia, por uno
acerca de cuya capacidad conocemos
muy poco y de cuyas intenciones
sospechamos, sino que además
corramos el riesgo de una sangrienta
guerra civil. Porque supongamos que
César fuese convencido de que es
necesario que renuncie: ¿reconocerían
los ejércitos necesariamente a
Escriboniano como su comandante?
Existen varios hombres de rango mucho
más capaces de hacerse cargo de la
monarquía que Escriboniano. ¿Qué
podrá impedir que algún otro
comandante de cuerpo, con cuatro
regimientos regulares a sus espaldas, en
lugar de los dos de Escriboniano, se
660
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

establezca como emperador rival y


marche sobre Roma? Y aunque el
intento de Escriboniano tuviese éxito,
cosa que considero muy improbable,
¿qué pasa con Viniciano? ¿Se
conformará con hincar la rodilla ante el
altanero Escriboniano? ¿Acaso no ha
ofrecido su apoyo en el entendimiento
de que el imperio será compartido por
ambos? Y en ese caso, ¿no debemos
esperar otro duelo a muerte, como el
que se libró en una ocasión entre
Pompeyo y el dios Julio César, y luego
entre Marco Antonio y el dios Augusto?
No, señores. Este es un caso en que
nuestra lealtad, nuestra gratitud y
nuestros intereses van de la mano.
Debemos respaldar con lealtad a Tiberio
Claudio César, si queremos conquistar
el agradecimiento del país, la
aprobación de los dioses y nuestras
propias felicitaciones más tarde, cuando
661
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Viniciano y Escriboniano hayan tenido


la suerte de traidores que tanto se
merecen.
Luego habló Rufrio.
—Considero infortunado que la
deslealtad de los guardias haya sido
siquiera mencionada en este Senado.
Como su comandante, repudio la idea
de que incluso un solo hombre llegue a
olvidar su deber para con el emperador.
Recordarán ustedes, señores, que fueron
los guardias quienes primero llamaron a
Tiberio Claudio César, ahora el Padre
de la Patria, a hacerse cargo del
comando supremo del ejército, y que
este Senado se mostró durante un
tiempo hostil a confirmar su elección.
Por lo tanto no es prudente que un
senador sugiera que los guardias sean
desleales. No, ya que ellos fueron los
primeros en aclamar emperador a
Tiberio Claudio César, así serán los
662
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

últimos en abandonar su causa. Y si al


campamento llega alguna noticia de que
el Senado ha decidido ofrecer el
comando a alguna otra persona... en ese
caso, señores, les aconsejo que
inmediatamente después de tomar la
decisión se fortifiquen en este edificio
lo mejor que puedan, con barricadas de
bancos y pilas de piedras, o que
levanten las sesiones sine die y se
dispersen en todas direcciones.
Por lo tanto se me concedió un
unánime voto de confianza y el Senado
me autorizó a escribir a Escriboniano
informándole que quedaba suspendido
en su puesto y que debía regresar en el
acto a Roma para explicarse. Pero
Escriboniano jamás recibió mi carta; ya
había muerto.
Ahora relataré lo que sucedió. Después
de haber logrado, como pensaba,
hacerse muy popular entre sus tropas,
663
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gracias al relajamiento de la disciplina,


a una abundancia de entretenimientos
gratuitos y a una ración de vino
aumentada a su propia costa, hizo
formar a los regimientos Séptimo y
Undécimo, juntos, en el anfiteatro local,
y les dijo que su vida estaba en peligro.
Les leyó la carta de Viniciano, o gran
parte de ella, y les preguntó si lo
respaldarían en su tentativa de librar a
Roma de una tiranía que parecía tan
violenta, caprichosa y cruel como la de
Calígula.
—La república debe ser restablecida —
gritó—; sólo bajo la república se ha
gozado de una verdadera libertad. —
Sembró al voleo, como se dice, y gran
parte de la simiente pareció brotar en
seguida. Los soldados comunes olieron
dinero a montones; les gustaba el
dinero, y les parecía injusto que un
comandante tan generoso pudiese ser
664
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sacrificado a mi cólera o mi ira. Lo


vitorearon estruendosamente, y también
vitorearon a Viniciano, que en una
ocasión había mandado el Undécimo
regimiento, y juraron seguir a ambos, si
era necesario hasta los confines de la
tierra. Escriboniano les prometió diez
piezas de oro a cada uno en el acto;
otras cuarenta al llegar a Italia y cien
más por cada día que adelantasen el
avance victorioso hacia Roma. Les pagó
las diez piezas de oro y los envió de
vuelta al campamento, ordenándoles
que se mantuviesen preparados para la
inminente campaña. El llamamiento se
haría en cuanto llegaran de Italia los
trasportes y las levas nativas estuviesen
bajo las armas. Pero Escriboniano había
cometido un gran error al menospreciar
la lealtad e inteligencia de sus hombres.
Es cierto que se los podía llevar con
facilidad a un estado de indignación
665
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

temporaria, que no eran ajenos a aceptar


dádivas de dinero, cuando estaban de
ese humor. Pero una abierta violación
del juramento de los soldados era una
cosa muy distinta. Eso no se compraba
con tanta facilidad. Lo seguirían hasta
los confines de la tierra, pero no hasta
Roma, el centro de la misma. Harían
falta más de diez piezas de oro por
hombre para convencerlos de que se
embarcaran rumbo a Italia, con la
promesa de cuarenta más al
desembarcar. Abandonar su provincia e
invadir Italia era rebelarse, y el castigo
de una rebelión infructuosa era la
muerte —la muerte en el combate, o la
muerte bajo la espada del verdugo—,
quizá la muerte por azotes, o la
crucifixión, si al emperador le daba la
gana de hacer un ejemplo con ellos. Se
convocó a una reunión de oficiales para
decidir si se seguiría o no a
666
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Escriboniano. Se expresaron algunas


simpatías hacia él, pero ningún gran
deseo de recurrir a la rebelión. Sea
como fuere, nadie quería que la
república se restaurase. Escriboniano les
había dicho que contaba con su apoyo, e
insinuó que los entregaría a la justa
furia de los soldados comunes si se
negaban a unirse a él en una causa tan
gloriosa como el restablecimiento de las
antiguas libertades romanas. Decidieron
ganar tiempo. Le enviaron una
delegación informándole que todavía no
habían llegado a una decisión, pero que
le harían conocer lo que resolviesen —
si los perdonaba por sus concienzudas
vacilaciones— el día en que zarpara la
expedición. Escriboniano les dijo que
hicieran como les pareciese —tenía
abundancia de hombres capaces para
poner en sus puestos—, pero les previno
que si declinaban unirse a él debían
667
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estar dispuestos a morir por su


obstinación. Más importante que esta
reunión de oficiales, también se realizó
una reunión secreta de portaestandartes,
sargentos y cabos, todos hombres con
más de doce años de servicios y la
mayoría de ellos casados con mujeres
dálmatas, porque todos sus servicios los
habían prestados allí: una legión romana
jamás era desplazada de una provincia a
otra. En rigor, el Séptimo y el
Undécimo consideraban Dalmacia
como su hogar permanente, y no tenían
intereses o idea alguna aparte de pasarlo
lo más cómodamente que fuese posible
allí, y defender sus posesiones.
El abanderado del Séptimo se dirigió
de la siguiente manera a la reunión:
—Muchachos, ¿tienen la intención de
seguir de veras al general a Italia? A mí
me parece una aventura bastante tonta,
muy aparte de la cuestión del honor del
668
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

regimiento. Hemos jurado fidelidad a


Tiberio Claudio César, ¿no es así? El ha
demostrado ser un hombre honrado, ¿es
verdad? Puede que le haya jugado una
mala pasada al viejo Escriboniano,
¿pero quién sabe de qué lado está la
justicia? El viejo Escriboniano ha
jugado sus malas pasadas, todos lo
sabemos. ¿Por qué no dejar que los dos
arreglen sus propias cuentas ? Estoy
dispuesto a luchar contra los germanos,
los moros, los partos, los judíos, los
bretones, los árabes, los chinos; que me
envíen adonde quieran, ese es mi
trabajo como soldado enganchado. Pero
no pienso luchar en Italia contra la
división de la guardia. El emperador es
muy popular en ella, según se me dice,
y además es ridículo pensar, en mi
opinión, que los guardias y nosotros
podamos combatir. El general jamás
habría debido pedírnoslo.
669
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Personalmente, no he gastado ese


dinero que nos regaló y no pienso
hacerlo. Abandonemos el asunto.
Todo el mundo estuvo de acuerdo, pero
los soldados jóvenes y los casos más
difíciles —soldados viejos, de mal
carácter— se habían puesto tan
excitados para entonces, con la
esperanza de dinero fácil y abundancia
de botín, que el problema que debió
encarar la reunión fue la forma de
terminar con la rebelión sin colocarse
en una falsa posición. A alguien se le
ocurrió una idea sensata. Un motín
estallado en esos mismos regimientos,
treinta años antes, había sido aplastado
de pronto por un signo ominoso del
cielo: un eclipse, seguido de una lluvia
torrencial. ¿Por qué no proporcionar
ahora otro signo ominoso para
desalentar la rebelión? En el acto
decidieron uno adecuado. Cinco días
670
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

después llegó la orden de Escriboniano


de que los regimientos marchasen al
puerto, completamente armados, con
sus raciones y sus equipos, dispuestos a
embarcarse en seguida para Italia. Los
abanderados del Séptimo y el Undécimo
informaron simultáneamente a sus
comandantes que no habían podido
adornar esa mañana las Águilas en la
forma acostumbrada, con coronas de
laurel. Las guirnaldas se habían caído
en cuanto las sacaron, y quedaron
marchitas de inmediato. Luego también
llegaron corriendo los abanderados, con
fingida consternación, para informar de
otro milagro: los estandartes se habían
negado a salir de la tierra en la cual
estaban clavados. Los oficiales se
sintieron encantados de escuchar esos
espantosos augurios, e informaron de
ellos a Escriboniano. Este se encolerizó

671
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y llegó corriendo al campamento del


Undécimo.
—¿Dicen que los estandartes se niegan
a moverse, embusteros? Es porque son
un hatajo de cobardes y no tienen ni
siquiera el valor de los perros. ¡Miren!
¿Quién dice que este estandarte no
puede ser movido?—. Se acercó al
estandarte más cercano y tiró de él. Tiró
y forcejeó hasta que las venas se le
hincharon en la frente como cuerdas;
pero no pudo ni siquiera mover el asta.
En rigor, lo habían incrustado
secretamente en hormigón, la noche de
la reunión, lo mismo que a todos los
demás estandartes, con tierra apilada
encima. El hormigón había fraguado y
estaba duro como una roca.
Escriboniano vio que todo estaba
perdido y, corriendo hacia el puerto,
saltó a bordo de su yate privado y le
dijo a la tripulación que zarpase y se
672
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hiciera a la mar de inmediato. Puso


rumbo a Italia, con la intención,
supongo, de prevenir a Viniciano de su
fracaso. Pero en lugar de eso la
tripulación lo desembarcó en la isla de
Lissa, cerca de Corfú, sospechando que
sus planes habían fracasado y no
queriendo tener más relaciones con él.
Sólo uno de los libertos permaneció con
él y estuvo presente cuando se suicidó.
Viniciano también se suicidó cuando le
llegaron las noticias, uno o dos días
después; lo mismo hicieron la mayoría
de los otros rebeldes. La rebelión había
terminado.
No fingiré que no pasé diez días
ansiosos antes de dirigirme al Senado y
conocer las dichosas nuevas del fracaso
de Escriboniano. Me volví muy
excitable y si no hubiese sido por los
esfuerzos de Jenofonte, quizás habría
tenido una grave recaída en mi antigua
673
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enfermedad nerviosa. Pero me dio


varias dosis de esto y de aquello, y me
masajeó y estimuló, con su sequedad
habitual, diciéndome que no tuviese
miedo del futuro. Y de tal modo me
sacó adelante sin ningún daño serio para
mi salud. Un verso de Homero se me
había metido en la cabeza, y se lo
repetía a todos aquellos con quienes me
encontraba:
Resiste y resiste con todas tus
fuerzas al hombre
que, no provocado, te provoca a
combatir.

Incluso se la di un día a Rufrio, como


santo y seña. Mesalina se burló de mí,
pero yo ya tenía una respuesta lista:
—También se le metió en la cabeza a
Homero. Usó esos versos una y otra
vez, en una ocasión en La Ilíada, y dos
o tres veces en La Odisea.
674
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La devoción de Mesalina fue un gran


consuelo, lo mismo que los leales gritos
de los ciudadanos y los soldados, cada
vez que aparecía en público, y la
confianza que el Senado parecía sentir
por mí.
Recompensé al Séptimo y al Undécimo
pidiéndole al Senado que volviese a
rebautizarlos con el nombre de «Los
leales regimientos de Claudio», y por
insistencia de Mesalina (Vitelio convino
con ella en que no era ocasión para una
amnistía) condené a muerte a los
principales rebeldes que habían
sobrevivido. Pero no los ejecuté
sumariamente como había ejecutado a
Silano, sino que les concedí a cada uno
por turno un juicio normal. El
procedimiento que adopté consistió en
leer la acusación sentado en una silla
oficial con los cónsules de pie a uno y
otro lado. Luego me retiré a mi escaño y
675
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los cónsules pidieron sus propias sillas


oficiales y condujeron el juicio como
jueces. En aquellos días sufría de un
grave resfriado, que redujo mi voz,
nunca muy fuerte, a un susurro. Pero
tenía a Narciso, Polibio y los coroneles
de la guardia a mi lado, y si quería
interrogar a un prisionero o un testigo le
entregaba una lista de preguntas para
que se las hicieran en mi nombre, o se
las trasmitía en un susurro. Narciso era
el mejor portavoz, de modo que lo
empleaba con más frecuencia que a los
demás. Esto provocó un equivoco. Más
tarde mis enemigos afirmaron que había
dirigido la acusación por su propia
iniciativa... ¡Un simple liberto acusando
a nobles romanos, qué escándalo! En
efecto, Narciso tenía modales seguros e
independientes, y debo admitir que me
incorporé a las carcajadas generales
contra él, cuando el fiel liberto de
676
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Escriboniano, a quien interrogaba,


resultó ser superior a él en las réplicas.
NARCISO: ¿Fuiste liberto de Furio
Camilo Escriboniano? ¿Estuviste
presente en el momento de su muerte?
LIBERTO: Sí.
NARCISO : ¿Te hizo confidencias en
cuanto a esa presunta rebelión? ¿Sabías
quiénes eran sus cómplices?
LIBERTO: ¿Quieres sugerir que he
sido indigno de su confianza? ¿Qué si
tuvo cómplices, como tú los llamas, en
esta supuesta rebelión, debo
traicionarlos?
NARCISO: No sugiero nada, te estoy
haciendo una pregunta sencilla.
LIBERTO: Entonces te doy una
respuesta sencilla. No lo recuerdo.
NARCISO: ¿No lo recuerdas?
LIBERTO: Sus últimas palabras a mí
fueron: «Olvídate de todo lo que haya

677
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dicho en este asunto. Deja que mis


secretos mueran conmigo».
NARCISO: Ah, entonces puedo
suponer que gozaste de su confianza.
LIBERTO: Supón lo que quieras. No
me interesa. Las órdenes de mi amo, al
morir, fueron que olvidase. Lo he
obedecido implícitamente.
NARCISO: (Violentamente,
adelantándose hacia el centro de la sala,
furioso, de modo que no me deja ver al
testigo): Un honestísimo liberto, por
Hércules. Y dime, amigo, ¿qué habrías
hecho si Escriboniano hubiera llegado a
ser emperador?
LIBERTO: (Con repentino
acaloramiento): Me habría quedado
detrás de él, amigo, y habría mantenido
la boca cerrada.
Quince nobles o ex nobles rebeldes
fueron ejecutados, pero solo uno de
ellos era senador, cierto Junco,
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

magistrado de primer rango, y lo


obligué a renunciar a su puesto antes de
ejecutarlo. Los otros senadores se
habían suicidado antes de ser
arrestados. Contrariamente a la
costumbre habitual, no confisqué las
propiedades de los rebeldes ejecutados,
sino que dejé que sus herederos las
recibiesen como si se hubiesen
suicidado decentemente. En tres o
cuatro casos, en verdad, cuando las
propiedades estaban muy cargadas de
deudas —cosa que probablemente era la
razón de su participación en la rebelión
—, llegué a hacer a los herederos
regalos de dinero. Se ha dicho que
Narciso aceptó sobornos para ocultar
pruebas de culpabilidad contra ciertos
rebeldes. Por cierto que esta es una
invención. Yo mismo dirigí las
investigaciones preliminares, con ayuda
de Polibio, y tomé declaraciones.
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Narciso no tuvo oportunidad alguna de


ocultar pruebas. Pero Mesalina tuvo
acceso a los papeles y puede haber
destruido alguno de ellos. No puedo
decir si lo hizo o no. Pero ni Narciso ni
Polibio los manejaron, como no fuese
en mi presencia. También se ha dicho
que libertos y ciudadanos fueron
torturados en un intento de arrancarles
pruebas. Esto también es falso. Algunos
esclavos fueron puestos sobre el potro,
pero no para obligarlos a dar pruebas
contra sus amos, sino solo para hacer
que declarasen contra ciertos libertos a
quienes se sospechaba de perjurio. El
origen del informe de que torturé a
libertos y ciudadanos debe encontrarse
quizás en el caso de algunos de los
esclavos de Viniciano, a quien éste
concedió la libertad cuando vio que la
rebelión había fracasado, para
impedirles que declarasen contra él bajo
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

torturas. Predató su libertad, en el acta


de manumisión, en doce meses. Este era
un procedimiento ilegal, o por lo menos
los hombres estaban todavía en
condiciones de ser examinados bajo
tortura, según una ley promulgada bajo
el reinado de Tiberio, para impedir este
tipo de evasión. Uno de los ciudadanos
fue presuntamente torturado cuando se
descubrió que no tenía derecho alguno a
ser considerado como tal. Junco
protestó en su juicio de que se le había
maltratado groseramente en la cárcel.
Apareció envuelto en vendajes, con
grandes heridas en la cara, pero Rufrio
declaró que era una mentira lisa y llana:
las heridas se debían a que se había
resistido durante el arresto: saltó por la
ventana de su dormitorio en Bríndisi, y
trató de pasar a través de un seto de
espinos. Dos capitanes de la guardia

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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

confirmaron eso. Pero Junco se vengó


de Rufrio.
—Si debo morir, Rufrio —dijo—,
entonces te llevaré conmigo. —Luego
se volvió hacia mí:—. Tu digno
comandante de la guardia te odia y te
desprecia tanto como yo. Peto y yo lo
entrevistamos, en nombre de Viniciano,
para preguntarle si a la llegada de las
fuerzas de Dalmacia pondría a los
guardias de nuestra parte. Se
comprometió a hacerlo, pero solo con la
condición de que él, Escriboniano y
Viniciano se repartiesen el imperio.
Niégalo, Rufrio, si te atreves.
Arresté a Rufrio en el acto. Al principio
trató de reírse de la acusación, pero
Peto, uno de los caballeros rebeldes que
aguardaban su juicio, respaldó la
declaración de Junco, y al cabo aquél se
derrumbó y pidió piedad. Le concedí la
merced de ser su propio verdugo.
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

También unas cuantas mujeres fueron


ejecutadas. No entendía por qué el sexo
de una mujer debería protegerla de su
castigo, si había sido culpable de
fomentar una rebelión, y en especial una
mujer que no se había casado con un
hombre según las formalidades estrictas
del matrimonio, sino que había
mantenido su independencia y sus
propiedades, y por lo tanto no podía
alegar que se la había obligado. Se las
llevó al patíbulo encadenadas, lo mismo
que a sus esposos, y en conjunto
mostraron mucha más valentía frente a
la muerte. Una mujer, Arria, esposa de
Peto pero amiga íntima de Mesalina,
casada según las formalidades estrictas,
habría podido conquistar sin duda mi
perdón si se hubiese atrevido a pedirlo.
Pero no, prefirió morir con Peto. Este,
como recompensa por sus declaraciones
en el caso de Rufrio, recibió permiso
683
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para suicidarse antes de recibir una


acusación formal. Era un cobarde y no
logró reunir fuerzas suficientes para
precipitarse sobre su espada. Arria se la
arrebató y se la clavó entre sus propias
costillas.
—Mira, Peto —dijo antes de morir—,
no duele.
La persona más distinguida que murió
por complicidad con esta rebelión fue
mi sobrina Julia (Helena la Glotona).
Me alegré de tener una buena excusa
para librarme de ella. Fue ella quien
traicionó a su esposo, mi pobre sobrino
Nerón, ante Seyano, y quien lo hizo
desterrar a la isla en que murió.
Después Tiberio le demostró su
desprecio entregándola en matrimonio a
Blando, un vulgar caballero sin familia.
Helena estaba celosa de la belleza de
Mesalina, lo mismo que de su poder.
Había perdido gran parte de su propia
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

belleza debido a su pasión por la


comida y a su indolencia, y se había
puesto excesivamente robusta. Pero
Viniciano era uno de esos sencillos
hombres ratoniles que tienen el mismo
amor por las mujeres de encantos
abundantes que los ratones tienen por
los zapatos grandes. Y si hubiese
llegado a ser emperador, como era su
intención, sabiendo que era superior a
Rufrio y Escriboniano juntos, Helena la
Glotona se habría convertido en su
emperatriz. Viniciano la traicionó ante
Mesalina como prueba de su lealtad
hacia nosotros.

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Capítulo 15

AÑO 43

De modo que continuaba siendo


emperador, y mis esperanzas de un
rápido y seguro retorno a la vida
privada habían quedado pulverizadas.
Empecé a decirme que Augusto había
sido sincero en los discursos que hacía
de vez en cuando, acerca de que pronto
restablecería la república, y que incluso
mi tío Tiberio no fue tan falso como
sospechaba cuando hablaba de su
renuncia. Sí, a un ciudadano común le
era bastante fácil ser un firme
republicano y gruñir: «¿Qué podría ser
más sencillo que elegir un momento de
tranquilidad general, renunciar y
entregar el poder al Senado?» La
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dificultad sólo podría ser entendida si


ese ciudadano común se convirtiese en
emperador. Residía en la frase
«momento de tranquilidad». No había
tales momentos de tranquilidad.
Existían siempre factores perturbadores
en la situación. Uno se decía, con
bastante sinceridad: «Quizá dentro de
seis meses, quizá dentro de un año».
Pero pasaban los seis meses y pasaba el
año. Y aun cuando algunos de los
factores perturbadores de la situación
eran eliminados con éxito, surgían otros
nuevos que ocupaban sus lugares. Yo
estaba decidido a entregar el gobierno
en cuanto se hubiese aclarado la
confusión dejada por Tiberio y
Calígula, e insté al Senado a recobrar su
autorrespeto —no se puede tener
libertad sin autorrespeto—, tratándolo
como a un cuerpo legislativo
responsable. Y sin embargo no podía
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mostrarme más respetuoso para con la


orden senatorial de lo que ésta se
merecía. Puse a los mejores hombres de
que disponía en ella, pero la tradición
de sometimiento a los placeres
imperiales resultó difícil de quebrar.
Sospechaban de mis bondades y
cuchicheaban entre sí, tapándose la
boca con la mano, cuando me
comportaba con natural afabilidad hacia
ellos. Y de pronto, si perdía los estribos,
como a veces sucedía, guardaban un
repentino silencio y se estremecían
como un grupo de escolares traviesos
que hubiesen abusado de la tolerancia
de un maestro bonachón. No, todavía no
podía abandonar. En teoría me sentía
profundamente avergonzado de mí
mismo, ya que me veía obligado a
ejecutar a los dirigentes de una abortada
rebelión antimonárquica. ¿Pero qué otra
cosa habría podido hacer en la práctica?
690
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Cavilé en torno al problema. ¿No era


Platón quien había escrito que la única
excusa sólida que cualquiera puede
ofrecer para gobernar es la de que al así
hacerlo se evita ser gobernado por gente
inferior en talento a él? Algo de cierto
hay en eso. Pero yo temía, por el
contrario, que, si renunciaba, mi lugar
fuese ocupado por alguien superior en
talento (si bien no en industriosidad, era
mi jactancia), por ejemplo, Galba o
Gabinio del Rhin, de modo que la
monarquía resultaría más fuerte que
nunca y la república no podría ser
restaurada. De cualquier manera, el
momento de tranquilidad no había
llegado. Debía volver a poner manos a
la obra. La rebelión y sus consecuencias
interrumpieron los asuntos públicos y
me atrasaron un par de meses en mi
programa de trabajo. Para ganar tiempo
abolí varias fiestas públicas
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Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

innecesarias. Cuando llegó el Año


Nuevo, inicié mi tercer consulado, con
Vitelio, pero renuncié al cabo de dos
meses en favor de Asiático. Ese fue uno
de los años más importantes de mi
vida : el año de mi expedición a
Bretaña. Pero antes de llegar a eso debo
escribir acerca de algunos asuntos
domésticos. Era hora ya de que mi hija
Antonia se casara con el joven
Pompeyo, un hombre capaz y
aparentemente bien dispuesto hacia mí.
Pero no permití que la ceremonia fuese
convertida en pretexto de grandes
regocijos públicos; la celebré
tranquilamente en casa. No quería que
se considerase que tenía a mi yerno por
miembro de la familia imperial. En
primer lugar, no me gustaba que se
pensara en mi familia como en la casa
imperial: no éramos una dinastía
oriental; pertenecíamos a la familia de
692
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Julio-Claudia y no éramos ni mejores ni


peores que los Cornelio, los Camilos,
los Servio, los Junio u otras familias
principales. Tampoco quería que mi
hijito fuese honrado por encima de
todos los otros niños de noble
nacimiento. El Senado solicitó permiso
para celebrar su cumpleaños con
Juegos, con dinero del tesoro público,
pero yo me negué. Sin embargo, los
magistrados de primer rango, por su
propia iniciativa, observaron el primer
cumpleaños de él con un magnífico
espectáculo y banquete por el cual
pagaron ellos mismos. Y esta práctica
fue seguida por sus sucesores. Habría
sido descortés no agradecerles su buena
voluntad hacia mí, y los Juegos
agradaron grandemente a Mesalina. Lo
único que hice por el joven Pompeyo
fue permitirle presentarse a su primera
magistratura cinco años antes del
693
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

momento habitual, y nombrarlo


Guardián de la Ciudad durante las
festividades latinas. Pompeyo descendía
de Pompeyo el Grande a través de su
abuela materna, la heredera Pompeya.
Gracias a ella heredó las máscaras y
estatuas de la familia, y pudo adoptar el
nombre. Yo me enorgullecí de poder
unir el nombre de César con el de
Pompeyo, después de tantas
generaciones. Mi abuela Octavia había
sido ofrecida en matrimonio, por Julio
César, a Pompeyo el Grande, casi cien
años antes, pero Pompeyo la rechazó y
riñó con Julio. Más tarde se casó con
Marco Antonio y se convirtió en la
abuela de mi hija Antonia, a quien
ahora casaba yo con el biznieto de
Pompeyo.
Las finanzas del Estado se encontraban
en una situación más bien difícil, a
pesar de las economías. Las cosechas
694
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mundiales continuaban siendo pobres, y


tuve que dedicar una buena cantidad de
dinero a comprar cereales a altos
precios en mercados distantes. Entre
otras economías, solicité la devolución
de las rentas públicas que habían sido
concedidas por Calígula a algunos de
sus favoritos —conductores de
cuadrigas, actores, etc.— como
pensiones permanentes. Sabía que
todavía se las continuaba pagando,
porque Calisto jamás me las había
mencionado. Probablemente fue
sobornado por alguno de los
pensionistas para que guardase silencio
al respecto.
Tomé una decisión de importancia.
Desde la época de Augusto, los puestos
de tesoreros públicos habían sido
arrebatados a los funcionarios
habituales del Tesoro, que constituían el
grupo inferior de magistrados, y
695
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entregado a magistrados de primera fila.


Pero en la práctica estos magistrados de
primera fila, si bien actuaban como
pagadores y receptores de rentas, no
hacían otra cosa que recibir o pagar las
sumas que el emperador les ordenaba, y
los libertos del emperador llevaban
todas las cuentas del Tesoro. Decidí
devolver el puesto en el Tesoro a los
primitivos funcionarios, que ahora eran
empleados en otras funciones —el
gobierno de Lombardía, el cobro de los
impuestos portuarios en Ostia, etc.—, y
darles la posibilidad de entender a
fondo las finanzas del Estado. De modo
que cuando se produjese el cambio del
gobierno monárquico al republicano, no
hubiese confusiones. Por el momento
las cuentas del Tesoro, que jamás eran
revisadas salvo por mí mismo, eran
dirigidas totalmente por Calisto y sus
empleados. Pero yo no quería que
696
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ninguno de estos funcionarios se


aprovechara de su situación para
despojar al Tesoro... Por desgracia era
más fácil confiar en los libertos que en
los hombres de rango, de manera que
decidí que sólo podrían ser elegibles
para el puesto los hombres que se
comprometieran a presentar Juegos
públicos, a su propia costa, durante sus
funciones. Hombres de dinero,
argumenté, que tendrían menos
tentaciones de robar al Estado que los
pobres. Los jóvenes que elegí estaban
obligados durante todo un año, antes de
su nombramiento, a concurrir todos los
días al Palacio Nuevo y estudiar la
rutina del Tesoro, junto con el
nombramiento se le entregaba a cada
uno un departamento del Tesoro
dirigido por mí mismo —representado
todavía, por supuesto, por Calisto— con
un liberto, el jefe de ese departamento,
697
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como su consejero y secretario. El plan


funcionó bien. Los libertos y
funcionarios se vigilaban mutuamente.
Di órdenes a Caliste de que las
comunicaciones cifradas entre los
departamentos debían cesar, y ser
reemplazadas por latín o griego
correcto. Los nuevos funcionarios
debían comprender lo que sucedía.
En el mismo espíritu, hice lo posible
para inculcar un elevado sentido del
deber en todos los magistrados y
gobernadores. Por ejemplo, insistí en
que los senadores que habían sido
elegidos por suertes, en Año Nuevo,
para administrar las provincias (las
provincias nacionales, quiero decir, en
oposición a las provincias de la frontera,
cuyos gobiernos eran elegidos por mí
mismo en mi condición de comandante
en jefe), no rondasen por Roma como lo
hacían habitual-mente, hasta junio o
698
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

julio, cuando el tiempo hacía posible la


partida por barco, sino que debían partir
a mediados de abril.
Mesalina y yo realizamos una
minuciosa revisión de la Lista de
Ciudadanos, en la cual se habían
insertado una gran cantidad de personas
completamente indignas. Dejé la mayor
parte de esta ocupación en manos de
ella, y millares de nombres fueron
eliminados y se agregaron decenas de
millares de otros. No hice objeción
alguna a la ampliación de la Lista. La
ciudadanía romana concedía al que la
poseía una inmensa ventaja sobre los
libertos, los provincianos y los
extranjeros, y mientras no se la
convirtiera en una cofradía demasiado
cerrada o demasiado abierta, y se la
mantuviese en la exacta relación de
proporciones con la gran masa de la
población del dominio romano —
699
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

digamos, un ciudadano por cada seis o


siete de los otros—, era un gran factor
de estabilización en la política mundial.
Sólo insistí en que los nuevos
ciudadanos debían ser hombres de
medios, dé familia honrada y buena
reputación; tenían que saber hablar en
latín, era preciso que tuviesen una
educación adecuada en materia de
legislación romana, religión y ética, y
vestirse y comportarse en forma digna
del honor. Todo postulante con las
calificaciones necesarias, que fuese
patrocinado por un senador de buena
reputación, era incluido en la Lista. Sin
embargo, se esperaba de él que hiciese
un regalo proporcionado a sus medios
para el Tesoro Público, del cual se
beneficiaría luego en distintas formas.
Las personas que no podían encontrar
un patrocinante se dirigían a mí en
forma indirecta, por intermedio de mi
700
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

secretario, y Mesalina investigaba luego


sus antecedentes.
Aquellos que eran recomendados por
ella quedaban incluidos en la Lista sin
más trámites. No me di cuenta entonces
de que cobraba a los postulantes un
grueso honorario por comprometerse a
interesarme, y que los libertos, en
espacial Anfeo y Polibio, a quienes
había trasladado temporalmente a esta
labor, también redondeaban enormes
sumas de dinero. Muchos senadores que
patrocinaban a candidatos a la
ciudadanía se enteraron de ello y
comenzaron a recibir dinero por debajo
de la mesa (así se dice), y algunos
anunciaron, en forma cautelosa y por
intermedio de sus agentes, que cobraban
más razonablemente por sus patrocinios
que ningún otro senador dedicado a
ello. Yo, sin embargo, no sabía nada de
eso en esa fecha. Supongo que todos
701
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

creían que también yo obtenía dinero


con el asunto, utilizando a Mesalina
como mi agente, y que por lo tanto haría
la vista gorda en relación con las
prácticas de ella. Admito que sabía que
muchos de mis secretarios recibían
regalos en dinero de los postulantes.
Una vez discutí este punto con uno de
ellos:
—Te admito aceptar regalos, pero te
prohíbo que los solicites. No ofenderé a
ninguno de ustedes sugiriendo que
puede ser sobornado para que cometa
alguna falsificación u otra irregularidad,
y no veo por qué no habrían de ser
recompensados por efectuar favores a la
gente que les ocupa el tiempo y la
energía, y, ceteris paribus, por dar
prioridad a sus asuntos. Si se envían
cien solicitudes para el mismo favor,
simultáneamente, y no hay más remedio
que elegir entre los candidatos, en tanto
702
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que sólo se puede conceder solicitud a


diez de ellos, pues bien, me parecería
tonto que ustedes no eligieran a los diez
que son capaces de mostrar el máximo
de gratitud. Mi leal amigo y aliado, el
rey Herodes Agripa, suele citar un
proverbio judío —más bien una ley
judía— que ha conquistado una fuerza
proverbial—: «No pondrás bozal al
buey que pisa el trigo». Esto es correcto
y justo. Pero no quiero ningún indecente
tráfico o subasta de favores y
prioridades. Y si descubro que algunos
de mis bueyes dedica más su atención a
comer el trigo que a pisotearlo, lo
llevaré directamente desde la era al
matadero.
Mi nuevo comandante de la guardia se
llamaba Justo. Yo había convocado a
los demás coroneles de la guardia para
que sugiriesen uno de entre ellos para el
nombramiento, y si bien habría
703
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

preferido algún otro que Justo, acepté la


elección. Justo mostró un interés
demasiado excesivo en política, para ser
un simple soldado. Por ejemplo, un día
vino a verme y me informó de que
algunos de los nuevos ciudadanos que
yo acababa de crear no adoptaban mi
nombre, como hubiesen debido hacer
por lealtad, ni alteraban sus testamentos
en mi favor, como habrían debido hacer
por gratitud. Ya tenía una lista
preparada de estos ingratos y desleales
hombres, y me preguntó si deseaba
acusarlos. Lo hice callar preguntándole
si sus reclutas tenían la práctica de
adoptar su nombre y alterar sus
testamentos en su favor. Justo se tomó
el trabajo de decírmelo, pero ni él ni
ningún otro me hizo saber que no sólo
Mesalina vendía ciudadanías y
estimulaba a otros a venderlas, sino que,
cosa aún más vergonzosa, recibía
704
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

grandes sumas de dinero en recompensa


por su influencia sobre mí en la elección
de magistrados, gobernadores y
comandantes militares. En algunos
casos no sólo exigía el dinero, sino que
—es preferible que lo diga de una vez—
insistía en que el hombre se acostara
con ella para cerrar el trato. Lo más
vergonzoso de todo es que me introdujo
en ello sin mi conocimiento. Les dijo
que yo la había rechazado por desprecio
a su belleza, pero le permitía elegir los
compañeros de cama que se le
ocurriera, a condición de que los
convenciese de que pagaran un buen
precio por ios nombramientos que yo le
entregaba para vender en mi nombre.
Pero yo no sabía nada de eso en esa
época, y me enorgullecía de actuar en
forma correcta, que debía merecer el
afecto y gratitud de toda la nación. En
mi confiada ignorancia hice una cosa
705
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

especialmente estúpida. Escuché el


consejo de Mesalina respecto de los
monopolios. Se recordará cuan astuta
era y cuan lento soy yo, y cuánto
confiaba en ella. Podía convencerme de
que hiciese casi cualquier cosa. Un día
me dijo:
—Claudio, he estado pensando algo; a
saber, que la nación sería mucho más
próspera si la competencia entre
mercaderes rivales fuese suprimida por
ley.
—¿Qué quieres decir, querida?
—Permíteme que te lo explique por
analogía. Supongamos que en nuestro
sistema gubernamental no hubiese
departamentos. Supongamos que cada
secretario estuviese en libertad de
desplazarse de tarea en tarea, como lo
considerase conveniente. Supongamos
que Caliste entrase corriendo un día a tu
estudio y te dijera: «Yo llegué aquí
706
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

primero y quiero hacer esta mañana el


trabajo de secretariado de Narciso», y
luego Narciso llegara un momento más
tarde y encontrará su taburete ocupado
por Calisto, y entonces corriese a la
habitación de Félix, a tiempo para llegar
antes que éste, y comenzara a trabajar
en algún documento de asuntos
exteriores que Félix no había terminado
de redactar la noche anterior. Eso sería
ridículo, ¿no es verdad?
—Muy ridículo, pero no entiendo qué
tiene que ver con los mercaderes.
—Te lo demostraré. Lo malo de los
mercaderes es que no se atienen a una
sola de sus tareas ni dejan que sus
rivales se atengan a una sola. A ninguno
de ellos les interesa servir a la
comunidad, sino sólo encontrar la forma
más fácil de reunir dinero. El mercader
comienza por un negocio heredado de
importador de vino, lo dirige más o
707
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

menos bien durante un tiempo, y luego,


de pronto, se mete en el negocio del
aceite y vende más barato que alguna
firma antiguamente establecida de su
vecindario. Consigue quizá que esta
firma quiebre, o la compra, y luego se
dedica al comercio de higos o esclavos,
y o bien aplasta a los competidores o es
aplastado por ellos. El comercio es una
lucha constante, y la masa de la
población sufre debido a ello, lo mismo
que los no combatientes en una guerra.
—¿De veras lo crees así? Con
frecuencia el pueblo obtiene las cosas
sorprendentemente baratas cuando un
mercader las vende por debajo de su
precio, para aplastar a otro mercader, o
cuando cae en bancarrota.
—Lo mismo podrías decir que a veces
los no combatientes obtienen un buen
botín del campo de batalla: metales
arruinados, los cueros y las herraduras
708
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de los caballos muertos, piezas de


carrozas rotas, para construirse una
nueva. Pero estas brevas no se pueden
comparar con sus granjas quemadas y
sus cosechas pisoteadas.
—¿Así de malos son los mercaderes?
Nunca pensé que fuesen otra cosa que
útiles servidores del Estado.
—Podrían y deberían ser útiles. Pero
hacen grandes daños por su falta de
consideración y sus demenciales
competencias. Por ejemplo, circula el
rumor de que habrá una gran demanda
de mármoles de colores de Frigia, o de
seda de Siria, o de marfiles de África o
de pimienta de la India. Y por miedo a
perderse una oportunidad se precipitan
sobre el mercado como perros rabiosos.
En lugar de insistir en sus negocios
habituales, corren con sus barcos al
nuevo centro de excitación, ordenan a
sus capitanes que traigan tantos
709
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mármoles, pimienta, seda o marfil como


sea posible, a cualquier costo, y luego,
por supuesto, los extranjeros elevan los
precios. Llegan al país doscientos
cargamentos de pimientas o sedas y
llegan, con grandes gastos, cuando en
realidad sólo hay demanda para veinte,
y los otros 180 barcos habrían podido
ser mejor empleados en otras cosas, por
las cuales habría habido demanda y por
las que se hubiese podido conseguir un
precio justo. Es evidente que el
comercio debe ser controlado
centralmente, del mismo modo que los
ejércitos, los tribunales, la religión y
todo lo demás.
Le pregunté cómo fiscalizaría el
comercio si se le diese la oportunidad.
—Pues muy sencillo —contestó—.
Concedería monopolios.

710
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Calígula concedió monopolios —


dije—, y elevó los precios
espantosamente.
—Vendió monopolios al mejor postor,
y por supuesto los precios subieron. Yo
no haría tal cosa. Y mis monopolios no
serían tan enormes como los de
Calígula. El vendió a un solo hombre
los derechos para comerciar con higos
en todo el mundo. Yo simplemente
calcularía la demanda normal de un año
para cualquier mercancía, y luego
distribuiría libremente el comercio de la
misma, para los dos años siguientes,
entre una o más firmas de comerciantes.
Por ejemplo, concedería los derechos
exclusivos para importar y vender vinos
de Chipre a una determinada firma.
Y los derechos exclusivos para
importar vidrios egipcios a otra firma, y
el ámbar del Báltico y la púrpura de
Tiro y el esmalte británico serían
711
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concedidos a otras firmas. Si fiscalizas


el comercio de ese modo, ya no hay
competencia, de modo que el fabricante
o comerciante extranjero en materias
primas no puede elevar el precio.
«Tómalo o déjalo», dice el vendedor
cuando él mismo fija el precio. Los
comerciantes que no tengan suficiente
crédito como para que se les conceda el
monopolio, deben aceptar las
condiciones de los monopolistas, si a
éstos se les ocurre que tienen más
mercancías de las que puedan distribuir,
o bien tienen que descubrir nuevas
industrias o comercios. Si yo pudiese
hacer lo que quiero, todo estaría
perfectamente ordenado y quedaríamos
correctamente abastecidos, y el Estado
recibiría derechos de puerto más
grandes que nunca.
Convine en que me parecía un plan
sensato, y uno de sus buenos efectos
712
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consistiría en liberar a una gran


cantidad de barcos y mercantes para el
comercio de granos. De inmediato le
concedí poderes para otorgar una gran
cantidad de monopolios, sin sospechar
que la inteligente mujer me había
convencido de que aceptase su plan
nada más que con vistas a los enormes
sobornos que recibiría de los
mercaderes. Seis meses después la
eliminación de la competencia en el
comercio monopolista, que incluía
artículos necesarios lo mismo que
objetos suntuarios, había elevado los
precios a un tope ridículo —los
mercaderes cobraban a los
consumidores lo que habían pagado en
sobornos a Mesalina—, y la ciudad se
mostró más inquieta que en ningún otro
momento, desde el hambre del invierno
anterior. La multitud me gritaba
continuamente en la calle, y no tuve
713
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

más remedio que instalar una enorme


plataforma en el campo de Marte, desde
la cual, con la ayuda de un estentóreo
capitán de la guardia, fijaba los precios,
para los doce meses siguientes, de las
mercancías en cuestión. Basaba los
precios en los de los doce meses
anteriores, en la medida en que podía
conseguir cifras exactas. Y por
supuesto, después de ello todos los
monopolistas corrían a palacio para
solicitarme que modificase mi decisión
en sus casos particulares, porque eran
hombres pobres y sus familias estaban
al borde del hambre, y tonterías por el
estilo. Les dije que si no podían hacer
que sus monopolios rindieran a los
precios ahora fijados, debían retirarse
en favor de otros comerciantes con
mejores métodos comerciales, y luego
les advertí que se fueran en el acto,
antes de que los acusara de «librar la
714
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guerra contra el Estado» y los arrojara


de la cima del monte Capitolino. No
volvieron a molestar, pero trataron de
derrotarme retirando sus mercancías del
mercado. Pero cuando me llegaba
alguna queja de que cierta clase de
mercancías —digamos pescado
encurtido de Macedonia, o drogas
medicinales de Creta— no llegaban a la
ciudad en cantidad suficiente, agregaba
otra firma a las que ya compartían el
monopolio.
Siempre mostré suma atención en lo
referente al abastecimiento de alimentos
de la ciudad. Ordené al administrador
de mis fincas italianas que dedicase la
mayor cantidad de tierra posible, en las
vecindades de la ciudad, a la plantación
de hortalizas para el mercado de la
ciudad, en especial coles, lechugas,
escarola, puerro, chiribía y otros
vegetales de invierno. El médico
715
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Jenofonte me dijo que los frecuentes


estallidos de enfermedades en los
barrios pobres de Roma, en los meses
de invierno, se debían en gran medida a
la escasez de hortalizas verdes. Yo
quería una abundante provisión de las
mismas, que entrase antes del alba,
todos los días, y que fuese vendida a los
precios más bajos posibles. También
estimulé la crianza de cerdos, aves y
ganado. Y uno o dos años más tarde
conquisté privilegios especiales del
Senado para los carniceros y
vendedores de vino. En el Senado hubo
cierta oposición a estas concesiones.
Los senadores eran abastecidos por sus
propias fincas de campo, y no se
interesaban en la alimentación de la
ciudad. Asiático dijo:
—Agua fría, pan, potaje de lentejas y
col son suficientes para los trabajadores;
¿por qué arruinarlos con vino y carne?
716
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Protesté contra la inhumanidad de


Asiático y le pregunté si prefería el agua
fresca al vino de Quíos, o la col al asado
de venado. Me contestó que había sido
criado con una dieta abundante, que le
resultaría imposible cambiar por otra
más sencilla. Pero que sin duda sería un
hombre más robusto si pudiera hacerlo,
y que me equivocaba al estimular a los
pobres para que aceptasen una dieta
superior a su situación económica.
—Apelo a vosotros —protesté,
temblando de cólera—; ¿qué hombre es
capaz de vivir una vida decente sin un
poco de carne? —El Senado pareció
pensar que esto era gracioso. Yo no
pensé lo mismo. Lo mismo ocurrió
hacia el final del mismo debate, cuando
hablaba acerca de los vendedores de
vino.
—Necesitan un acicate —dije—. Ha
habido una gran disminución en la
717
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cantidad de vinerías, incluso en los


últimos cinco años. Me refiero a
vinerías honradas, y no a esos lugares
sucios que he tenido que cerrar, en los
que vendían carne asada aparte del vino,
¡y qué vino! Un brebaje espantoso, en
su mayor parte con agregados de sales
de plomo... y un burdel adjunto, lleno
de mujeres enfermas, con grabados
pornográficos borroneados en las
paredes. ¡Pero si hace cinco años, en un
radio de 500 metros desde mi casa del
Palatino, había por lo menos 15...! No,
¿qué digo?, por lo menos 25 casas de
venta de vino, y ahora no quedan más
que tres o cuatro. Estaba «El Jarro» y
«El Baco» y «El veterano» y «Los dos
hermanos» y «La gloria de Agripa» y
«El Cisne» («El Cisne» todavía
funciona, pero los otros han
desaparecido. El mejor vino provenía de
«Los dos hermanos») y el «Baucis y
718
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Filemón»... éste también ha


desaparecido, y era un lugar agradable.
Y lo mismo sucedió con «El Tejo»... El
viejo «Tejo» me resultaba muy
simpático...
¡Cómo se rieron de mí! Eran todos
hombres que poseían sus propias
bodegas y probablemente no habían ido
nunca a una vinería a comprar su vino.
Los hice callar con una mirada furiosa.
—Recordarán que hace cinco años —
dije—, debido a los caprichos de mi
sobrino, el extinto emperador, caí en
bancarrota y me vi obligado a vivir de
la caridad de mis amigos —de paso,
ninguno de ustedes figuraba entre ellos
—, verdaderos amigos, tales como unos
pocos libertos agradecidos, una
prostituta y uno o dos esclavos viejos.
Yo visitaba esas tabernas para comprar
vino, porque mi bodega estaba a punto
de ser subastada junto con mi casa, de la
719
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cual sólo podía ocupar unas pocas


habitaciones. De modo que sé lo que
digo. Y espero que si alguno de ustedes
resulta víctima de los caprichos de un
emperador y se encuentra en la pobreza,
recuerde este debate y lamente no haber
votado por el mantenimiento de una
adecuada provisión de carne y por la
conservación de tan honradas tabernas
como el viejo «Cisne», «La Corona» y
«El perro negro», que todavía siguen
funcionando, pero que no sobrevivirán
mucho tiempo si no hacen algo por
ellas. ¡Al demonio con el agua fresca y
el potaje de lentejas! Y si veo una sola
sonrisa cruzarles por la cara, señores,
antes de haber terminado este discurso
—o después—, la tomaré como una
afrenta personal.
Estaba realmente furioso, tembloroso
de ira, y vi que el miedo a la muerte se
insinuaba gradualmente en ellos.
720
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Aprobaron mi moción sin un solo voto


en contra.
Mi éxito me proporcionó un placer
momentáneo, pero después me sentí
muy avergonzado y empeoré las cosas
disculpándome por mi mal humor.
Creyeron que al hacerlo estaba
mostrando debilidad y timidez. Ahora
bien, quiero dejar aclarado que no había
utilizado mi poder imperial
contrariamente a mis más caros
principios de igualdad y justicia y
autorrespeto humano para amedrentar y
atemorizar al Senado. Simplemente me
sentía ofendido por Asiático y por los
demás hombres ricos y despiadados que
trataban a sus conciudadanos como si
fuesen basura. No amenazaba;
reconvenía. Pero mis palabras fueron
utilizadas luego contra mí por mis
enemigos, a pesar de las disculpas que
les había ofrecido y a pesar de la
721
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

siguiente carta que redacté e hice


circular por la ciudad:

Tiberio Claudio Augusto


Germánico, emperador, Sumo
Pontífice, Protector del pueblo,
cónsul por tercera vez, al Senado y
al Pueblo de Roma, salud.
Tengo conciencia de cierto defecto
mío, que me acongoja quizá más que
a ustedes, porque uno se duele más
por los problemas que se crea a sí
mismo que por los provenientes de
otras fuentes, en especial de alguna
fuente poderosa sobre la cual tiene
poco o ningún dominio, como por
ejemplo el rayo, la enfermedad, el
granizo o la severidad de un juez.
Me refiero a los súbitos estallidos de
cólera a que me he visto cada vez
más sometido desde que asumí la
carga del gobierno que, contra mis
722
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

inclinaciones, depositaron ustedes


sobre mí. Por ejemplo, el otro día
hice saber a los ciudadanos de Ostia
que iría a conocer los avances
realizados en las excavaciones para
el nuevo puerto. Navegaría por el
Tíber. Debían esperarme a eso del
mediodía, y si tenían alguna queja
que presentarme en cuanto a la
conducta de mi ejército de
trabajadores, o alguna petición que
ofrecerme, me sentiría encantado de
escucharlos. Pero cuando llegué a
Ostia no salió barco alguno a
recibirme ni grupo alguno de
funcionarios esperaba en el muelle.
Me irrité y mandé a buscar a los
principales hombres de la ciudad,
incluso el magistrado principal y el
jefe del puerto, y les hablé en los
términos más violentos,
preguntándoles por qué me había
723
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vuelto tan despreciable e


insignificante a sus ojos, que no
había siquiera un marinero para
amarrar mi yate al muelle cuando
desembarcara, y sin duda me
cobrarían por entrar en el puerto,
¿y qué clase de ingratos eran los
hombres de Ostia que ladraban y
mordían la mano que los
alimentaba, o, en el mejor de los
casos, se apartaban de ella con
indiferencia? Pero me ofrecieron
una explicación muy sencilla: no
habían recibido mi mensaje. Se
disculparon, yo me disculpé y
volvimos a ser los mejores amigos,
sin resentimiento por parte de
ninguno de nosotros. Pero sufrí por
mi cólera mucho más de lo que
sufrieron ellos, porque no tenían
conciencia de ninguna mala acción
cuando les grité, en tanto que yo me
724
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sentí después muy avergonzado por


haberlos insultado.
Permítanme, entonces, confesar que
soy víctima de esos accesos de ira,
pero les ruego que me los toleren.
Nunca duran mucho, y son
inofensivos. Mi médico Jenofonte me
dice que se deben al exceso de
trabajo, lo mismo que mi insomnio.
Recientemente me ha sido imposible
dormir de noche; el distante
retumbar de los carros que llegan a
la ciudad con productos de
provincias para el mercado me
mantiene despierto hasta el alba, en
que a veces tengo la buena suerte de
dormir un par de horas. Por eso
estoy adormilado con tanta
frecuencia en los tribunales, después
del almuerzo.
Otro defecto que debo confesar es
mi tendencia a guardar rencor. No
725
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

puedo culpar de esto al exceso de


trabajo o a la mala salud, pero
puedo decir, y digo, que toda
malicia a que me abandone de tanto
en tanto no está nunca totalmente
injustificada ni se debe a un odio
irracional hacia las facciones de
una persona o a celos hacia sus
propiedades o prendas personales.
Se basa siempre en alguna injuria
personal, no provocada, que se me
hizo alguna vez y por la cual jamás
se ofrecieron disculpas u otra
satisfacción. Por ejemplo, en mi
primera visita a los tribunales —
poco después de mi acceso al trono
—, para solucionar los casos de
hombres acusados de traición, vi al
mismo audaz funcionario de
tribunal que otrora había hecho lo
posible para granjearse el favor de
mi sobrino, el extinto emperador, a
726
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mis expensas, en la ocasión en que


fui injustamente acusado de
falsificación. En aquella
oportunidad exclamó, señalándome:
«Tiene la culpabilidad escrita en la
cara. ¿Para qué prolongar los
procedimientos? Condénalo en
seguida, César». ¿No era natural
que yo me acordara de eso? Le grité
al individuo, cuando me adulaba al
entrar yo: «Puedo leer la
culpabilidad en tu cara. ¡Vete de
aquí y no vuelvas a aparecer nunca
en ningún tribunal de Roma!»
Todos conocen el antiguo dicho
patricio: Aquila non captat muscas.
El águila es un alma noble y no se
dedica a cazar moscas, lo que
significa que no se ocupa de
menesteres bajos, ni se esfuerza por
vengarse de hombrecitos mezquinos
que hayan podido provocarlo. Pero
727
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permítanme que les cite una


ampliación de ese dicho que hace
muchos años compuso mi noble
hermano, Germánico César:
Captat non muscas aquila; at
quaeque advolat ultro
Faucibus augustis, musca proterva
perit.
Tengan todo esto en cuenta y no
habrá malentendidos entre nosotros,
sino que permaneceremos unidos en
el mutuo afecto de que tantas
protestas nos hemos hecho. Que
sigan bien.

(El dístico, traducido, significa: «El


águila no persigue moscas, pero si
alguna mosca insolente llega zumbando,
por su propia voluntad, y se introduce
en su augusta garganta, ese es el fin de
la criatura.»)

728
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mi ejecución de Appio Silano había


sido el pretexto para la revuelta. Por lo
tanto, para demostrar que no sentía
enemistad alguna contra su familia,
dispuse que su hijo mayor, Marcos
Silano, tataranieto de Augusto y nacido
en el año en que éste murió, fuese
cónsul dentro de cuatro años. Y también
prometí al hijo menor de Appio, Lucio
Silano, que había vuelto con su padre de
España para vivir con nosotros en
palacio, que lo prometería a mi hija
Octavia en cuanto ésta pudiese entender
la ceremonia de los esponsales.

729
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

730
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 16

Bretaña está situada al norte, pero su


clima, aunque muy húmedo, no es tan
frío como sería de esperar.
Adecuadamente drenado, el país sería
muy fructífero. Los habitantes
aborígenes, un pueblo pequeño, de
cabello negro, fueron desposeídos por la
época de la fundación de Roma, por una
invasión de los celtas del sureste.
Algunos todavía se conservan
independientes en pequeños caseríos de
montañas o ciénagas inaccesibles. Los
demás se convirtieron en siervos y
mezclaron su sangre a la de los
conquistadores. Uso la palabra «celtas»
en el sentido más general, para denotar
731
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

a las muchas naciones que aparecieron


en Europa en el trascurso de los últimos
siglos, en avance hacia el oeste desde
alguna remota región ubicada al norte
de las montañas de la India. Algunas
autoridades sostienen que salieron de
esa región, no por amor al vagabundeo
o por presión de tribus más fuertes
sobre sus fronteras, sino por una lenta
catástrofe natural a gran escala, por la
desecación gradual de inmensas
extensiones de tierras fértiles que hasta
entonces los mantuvieron. Entre esos
celtas, si se quiere que la palabra tenga
alguna significación verdadera, debo
incluir no sólo a la mayoría de los
habitantes de Francia —pero los
aquitanios son aborígenes ibéricos— y a
las muchas naciones de Germania y los
Balcanes, sino también a los griegos
aqueos, que se establecieron durante un
tiempo en el valle del Danubio superior
732
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

antes de dirigirse rumbo al sur, hacia


Grecia. Sí, los griegos son relativamente
recién llegados a Grecia. Desplazaron a
los pelasgos nativos, que derivaron su
cultura de Creta, y trajeron nuevos
dioses consigo, siendo Apolo el
principal de ellos. Esto sucedió no
mucho antes de la guerra de Troya. Los
griegos dorios llegaron más tarde aún:
ochenta años después de la guerra de
Troya. Otros celtas de la misma raza
invadieron Francia e Italia más o menos
por la misma época, y el idioma latino
deriva de su habla. También entonces se
produjo la primera invasión céltica de
Bretaña. Estos celtas, cuyo lenguaje es
afín al latín primitivo, eran llamados
goidels; eran una raza de elevada
estatura, cabellos claros, miembros
largos, jactanciosos, excitable pero
noble, dotada en todas las artes, incluso
en el trabajo del metal, los tejidos, la
733
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

música y la poesía. Todavía sobreviven,


en Bretaña del norte, en el mismo
estado de civilización que los versos de
Homero inmortalizaron para los
griegos, ahora tan cambiados.
Cuatrocientos o quinientos años
después apareció otra nación céltica en
Europa septentrional: las tribus que
llamamos gálatas. Invadieron
Macedonia después de la muerte de
Alejandro, y cruzaron hacia el Asia
Menor, ocupando la región que ahora se
llama Galacia. También entraron en la
Italia del norte, donde quebraron el
poder de los etruscos, y llegaron hasta
Roma, donde nos derrotaron en Alia e
incendiaron nuestra ciudad. Esta misma
nación ocupó la mayor parte de Francia,
si bien sus predecesores se mantuvieron
en el centro, el noroeste y el sureste.
Estos gálatas eran también un pueblo
dotado. Si bien inferiores en artes a los
734
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

celtas primitivos, están más unidos en


espíritu y son mejores combatientes.
Son de mediana estatura, cabellos
castaños o negros, barbilla redondeada
y nariz recta. Por la época del desastre
de Alia algunas tribus de esta nación
invadieron Bretaña por la vía de Kcnt,
el distrito sureste de la isla, y obligaron
a los goidels a abrirse en abanico ante
ellos, de modo que ahora sólo se los
encuentra —a no ser como siervos— en
el norte de Bretaña y en la isla vecina de
Irlanda. Los gálatas que invadieron
Bretaña fueron conocidos con el
nombre de britanos, u hombres
pintados, porque usaban marcas de
casta, de tinte azul, en su cara y cuerpo,
y han dado su nombre a toda la isla.
Pero 200 años más tarde llegó una
tercera raza de celtas que avanzaron por
el Rhin, desde la Europa central. Eran el
pueblo al que llamamos belgas, los
735
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mismos que ahora están establecidos a


lo largo de la costa del Canal y a los que
se conoce como los mejores
combatientes de Francia. Son una raza
mixta, afín a los gálatas, pero con
sangre germana en sus venas. Tienen
cabellos claros, barbilla grande y nariz
aguileña. Invadieron Bretaña por Kent y
se establecieron en toda la parte sur de
la isla, con la excepción del extremo
suroeste, que todavía estaba ocupado
por los britones y sus siervos goidels.
Los belgas se mantuvieron en estrecho
contacto con sus compatriotas del otro
lado del Canal (uno de sus reyes
gobernó los territorios situados a ambos
lados de las aguas), comerciaron con
ellos constantemente e incluso les
enviaron ayuda armada en sus guerras
contra Julio César, lo mismo que en el
suroeste los britones comerciaban con

736
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sus compatriotas, los gálatas del Loira,


y les enviaban ayuda.
Esto en cuanto a las razas de Bretaña.
Y ahora hablemos de la historia de su
contacto con el poder de Roma. La
primera invasión de Bretaña fue llevada
a cabo por Julio César hace 108 años.
Había encontrado a numerosos britones
combatiendo en las filas de sus
enemigos, los belgas y los gálatas del
Loira, y se le ocurrió que ahora había
que enseñarle a la isla a respetar el
poder de Roma. No podía abrigar la
esperanza de mantener pacificada a
Francia mientras Bretaña siguiese
siendo un refugio seguro para sus
enemigos más empecinados y un punto
de partida para las tentativas de
recuperar la independencia de su país.
Además, por motivos políticos, quería
lograr una notable victoria militar para
contrarrestar las victorias de su colega
737
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pompeyo. Sus victorias en España y


Francia habían sido una respuesta a las
de Pompeyo en Siria y Palestina, y una
campaña en la distante Bretaña podía
superar las hazañas de Pompeyo entre
las remotas naciones del Cáucaso. En
último término, necesitaba dinero. Los
comerciantes del Loira y los del Canal
parecían prosperar en sus relaciones con
Bretaña, y Julio quería el mercado para
sí, luego de cobrar un fuerte tributo a
los isleños. Sabía que en Bretaña había
oro, porque las piezas de oro de allí
circulaban libremente en Francia. (De
paso, era una moneda interesante. El
modelo original era la moneda primitiva
de Filipo de Macedonia, que había
llegado a Bretaña por el Danubio y el
Rhin, pero el diseño se había borrado de
tal manera con el trascurso del tiempo,
que de los dos caballos de la carroza
sólo quedaba uno, en tanto que el
738
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conductor y la carroza misma se habían


convertido en un simple perfil. De la
cabeza de Apolo, coronada de laurel,
sólo quedaba el laurel.) En rigor,
Bretaña no es particularmente rica en
oro, y si bien las minas de estaño del
suroeste fueron otrora de importancia
—los cartagineses comerciaron con
ellas— y todavía funcionan, la principal
provisión de estaño de Roma proviene
ahora de las islas estañíferas frente a la
costa de Galicia. En Bretaña hay plata,
y cobre y plomo, y existen importantes
explotaciones de hierro en la costa
sureste, y perlas de agua dulce, de
buena calidad, aunque pequeñas y sin
comparación con la variedad oriental.
No hay ámbar, aparte del lanzado a la
playa por las mareas —viene del
Báltico—, pero sí un muy buen
azabache, y otras valiosas mercancías
de exportación, entre ellas esclavos,
739
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pieles, lana, lino, animales domésticos,


bronces esmaltados, tinte azul, cestos de
mimbre y cereales. Lo que más le
interesaba a Julio era el oro y los
esclavos, aunque sabía que los esclavos
que conseguiría en la isla no eran de
una calidad muy especialmente elevada,
porque las mujeres no son en modo
alguno seductoras y tienen un
temperamento feroz, en tanto que los
hombres, que son excelentes cocheros,
sólo están adaptados para los más rudos
trabajos de campo. No podía esperar
encontrar entre ellos cocineros, joyeros,
músicos, barberos, secretarios o
cortesanos consumados. El precio
promedio que obtendría por ellos en
Roma no sería superior a cuarenta
piezas de oro.
Invadió dos veces Bretaña por el
sudeste, lo mismo que habían hecho a
su vez los goidels, britanos y belgas.
740
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En la primera ocasión los britones le


disputaron calurosamente el
desembargo y combatieron con brío, de
manera que, aparte de algunos rehenes
que tomó a los hombres de Kent, logró
muy poca cosa, salvo un avance de unos
quince kilómetros tierra adentro. Pero
en la segunda ocasión, aprovechando
sus experiencias, desembarcó con un
gran ejército de 20.000 hombres,
cuando en la primera invasión sólo
había llevado 10.000. Marchó desde
Sandwich, una punta cercana a la costa
francesa, a lo largo de la orilla
meridional del estuario del Támesis,
forzando primero el paso del río Stour y
luego el del Támesis, cerca de Londres.
Se dirigía al territorio de los
catuvelaunios, una tribu belga cuyo rey
se había convertido en el jefe de varios
reyezuelos del sur y el este de la isla; su
ciudad capital era Wheathampstead, a
741
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

unos cuarenta kilómetros al nordeste de


Londres. Cuando digo «ciudad» no me
refiero, por supuesto, a una ciudad en el
sentido greco-romano, sino a un gran
caserío de chozas de barro y paja, y
unas pocas chozas de piedra sin
desbastar. Este rey Casivelauno fue el
que organizó la resistencia contra Julio,
pero descubrió que si bien su caballería
y sus carros de guerra eran superiores a
la caballería francesa que Julio había
llevado consigo, su infantería no podía
competir contra la infantería romana.
Decidió que su mejor táctica consistía
en prescindir por completo de la
infantería, y con la caballería y los
carros de guerra impedir que el ejército
romano se desplegara. Julio descubrió
que no podía enviar grupos
forrajeadores, salvo en unidades
compactas y con apoyo de la caballería.
Los carros británicos habían
742
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

perfeccionado la técnica de sorprender y


aislar a los rezagados y grupos
pequeños. Mientras el ejército romano
permaneciera formado en columnas de
marcha, el daño que pudiera infligir
incendiando trigales y villorios no era
de mayor importancia, y los britones
tenían tiempo de sobra para llevar sus
mujeres, niños y ganado a un lugar
seguro. Pero una vez que se encontró al
otro lado del Támesis, Julio tuvo el
apoyo de algunos tribeños que
recientemente habían sido derrotados
por sus enemigos, los catuvelaunios.
Eran los trinovantes, que vivían al
noroeste de Londres, con Colchester
como su capital. Un príncipe exilado de
los trinovantes, cuyo padre había sido
muerto por Casivelauno, había pedido
protección a Julio en Francia, antes de
que comenzara la expedición, y se había
comprometido, si Julio invadía el
743
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

territorio de los catuvelaunios, a


levantar toda la costa este en su apoyo.
Cumplió con su compromiso, y Julio
contó entonces con una base segura en
territorio trinovante. Después de
reavituallarse allí, reanudó su marcha
sobre Wheathampstead.
Casivelauno sabía que ahora tenía
pocas esperanzas de victoria, a menos
de que, por medio de alguna diversión,
pudiera obligar a Julio a volver sobre
sus pasos. Envió un urgente mensaje a
sus subditos aliados, los hombres de
Kent, pidiéndoles que se levantasen en
masa y atacasen el campamento de base
de Julio. Este ya había sido detenido,
poco después de desembarcar, por la
noticia de que una tormenta había hecho
naufragar algunos de sus trasportes, que
olvidó de encallar en la bahía y dejó
anclados. Se vio obligado a volver
desde el Stour y necesitó diez días para
744
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reparar los daños, cosa que proporcionó


a los britones la oportunidad de
reocupar y fortificar las posiciones que
aquél había capturado con alguna
dificultad. Si los hombres de Kent
consentían en atacar el campamento de
base, que estaba defendido sólo por
2.000 hombres y 300 de caballería, y si
lograban capturarlo y apoderarse de la
flota, entonces Julio quedaría atrapado y
la isla toda se levantaría contra los
romanos... Los propios trinovantes
abandonarían a sus nuevos aliados. Los
hombres de Kent atacaron en masa el
campamento de base, pero fueron
rechazados con fuertes pérdidas. Al
enterarse de la noticia de esta derrota,
los aliados de Casivelauno que no lo
habían hecho aún enviaron embajadas
de paz a Julio. Pero éste marchaba
ahora sobre Wheathampstead, ciudad a
la que tomó por medio de un ataque
745
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

simultáneo sobre dos de sus frentes.


Esta fortaleza era un gran anillo de
obras de tierra, protegido por bosques y
grandes zanjones y empalizadas, y era
considerada inexpugnable. Servía como
lugar de refugio para todos los
miembros de la tribu que eran
demasiado viejos o demasiado jóvenes
para combatir. Se capturaron en ella
inmensas cantidades de ganado y
cientos de prisioneros. Si bien su
ejército no había sido derrotado aún,
Casivelauno se vio obligado a pedir la
paz. Julio le concedió condiciones
sencillas, porque ya no quedaba mucho
del verano y porque estaba ansioso por
volver a Francia, donde amenazaba con
estallar una rebelión. A los
catuvelaunios se les pidió que
entregasen a ciertos hombres y mujeres
principales como rehenes, que pagasen
un tributo anual en oro al pueblo
746
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

romano y que prometiesen no molestar


a los trinovantes. Por lo tanto
Casivelauno pagó a Julio una cuota del
tributo y le entregó los rehenes, lo
mismo que hicieron los reyes de las
demás tribus, salvo los trinovantes y sus
aliados de la costa este, que habían
ofrecido ayuda voluntariamente a Julio.
Este regresó a Francia con sus
prisioneros y con todo el ganado que no
pudo vender barato a los trinovantes
para ahorrarse el trabajo de ponerlo a
salvo al otro lado del canal.
La rebelión estalló en Francia dos años
después, y Julio estuvo tan ocupado
aplastándola, que no pudo disponer de
hombres para una tercera expedición a
Bretaña, aunque Casivelauno había
dejado de pagar el tributo en cuanto le
llegaron noticias de la rebelión, y
aunque envió ayuda a los insurgentes de
Francia. Poco después de esto estalló la
747
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guerra civil, y si bien cuando terminó


ésta se planteó de vez en cuando el
problema de la invasión a Bretaña,
siempre hubo buenos motivos para
posponerla, por lo general
perturbaciones en la frontera del Rhin.
Nunca se pudo contar con fuerzas
suficientes. Eventualmente Augusto
decidió no ampliar los límites del
imperio más allá del canal. Se dedicó,
por el contrario, a civilizar a Francia, las
provincias del Rhin y las partes de
Germania capturadas por mi padre al
otro lado del Rhin. Cuando perdió a
Germania, después de la rebelión del
Rhin, estuvo aún menos dispuesto a
agregar Bretaña a sus preocupaciones.
En una carta a mi abuela Livia, fechada
en el año de mi nacimiento, opinaba que
hasta que los franceses estuviesen
preparados para la ciudadanía romana y
hasta que se pudiese confiar en que no
748
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se rebelarían en ausencia de una parte


del ejército romano de defensa, no
estaría políticamente justificada una
invasión de Bretaña:

Pero también opino, mi queridísima


Livia, que Bretaña tiene que ser
eventualmente convertida en una
provincia de frontera.
Es poco seguro permitir que una
isla tan cercana a Francia y
habitada por una población tan
feroz y numerosa, se mantenga
independiente. Mirando hacia el
futuro, puedo ver a Bretaña
convertida en una nación tan
civilizada como lo es hoy Francia
del sur. Y pienso que los isleños, que
son racialmente afines a nosotros,
llegarán a ser mucho mejores
romanos de lo que jamás hemos
conseguido hacer de los germanos,
749
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que a pesar de su aparente


docilidad y disposición a aprender
nuestras artes, me parecen de
mentalidad más ajena a la nuestra
que los moros o los judíos. No
puedo explicar mis sentimientos,
como no sea diciendo que han sido
demasiado rápidos para aprender; y
ya conoces el proverbio: «Quien
aprende pronto olvida pronto».
Podrás pensar que es una tontería
que escriba sobre los británicos
como si ya fuesen romanos, pero
resulta interesante especular acerca
del futuro. No hablo de lo que
suceda dentro de veinte años, o aun
dentro de cincuenta años, pero
concediendo a los franceses
cincuenta años para estar listos
para la ciudadanía y veinte años,
más o menos, para la total
subyugación de Bretaña, quizá
750
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dentro de cien años Italia esté


estrechamente unida al archipiélago
británico y (no sonrías) nobles
británicos ocupen escaños en el
Senado romano. Entretanto
debemos continuar con nuestra
política de penetración comercial.
Ese rey Cimbelino, que ahora se ha
convertido en el jefe de la mayor
parte de la isla, concede una
generosa bienvenida a los
comerciantes romano-franceses, e
incluso a los médicos griegos, en
especial oculistas, porque los
británicos parecen sufrir mucho de
oftalmía, debido a los pantanos del
país. Y sus monederos romanos le
acuñan hermosas monedas de plata
—la moneda de oro sigue siendo
bárbara—, y está en contacto
amistoso con nuestros gobernadores
de Francia. El comercio británico
751
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ha aumentado grandemente en los


últimos años. Se me dice que en la
corte de Cimbelino en Colchester se
habla tanto latín como británico.

En este contexto puedo citar al


historiador Estrabón, que hacía notar, a
principios del reinado de Tiberio:

En nuestros días algunos príncipes


de Bretaña han logrado la amistad
de César Augusto por medio de sus
embajadas y atentas cortesías.
Incluso enviaron ofrendas votivas al
templo de Júpiter Capitolino y
convertido casi toda la isla, por así
decirlo, en suelo natal para los
romanos. Pagan tasas aduaneras
muy moderadas por sus
exportaciones a Francia y por sus
importaciones, estando compuestas
estas últimas, en su mayor parte,
752
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por brazaletes, collares, ámbar,


artículos de vidrio y cosas por el
estilo.

Estrabón incluye luego en las


exportaciones el oro, plata, hierro,
pieles, esclavos, perros de caza, cereales
y ganado. Sus conclusiones —
inspiradas, creo, por la propia Livia—
son las siguientes:

Por consiguiente los romanos no


necesitan una guarnición en la isla.
Se necesitaría por lo menos un
regimiento de infantería, apoyado
por caballería, para obligarlos a
pagar tributos. Pero el costo del
mantenimiento de la guarnición allí
sería tanto como el tributo recibido,
y la imposición del tributo exigiría
la rebaja de las tasas aduaneras, y
además de ello habría considerables
753
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

riesgos militares concomitantes con


la política de sometimiento por la
fuerza.

Ese cálculo de «por lo menos un


regimiento de infantería» era demasiado
modesto. «Por lo menos cuatro
regimientos» habría estado más cerca de
la realidad. Augusto nunca formuló el
problema del pago interrumpido del
tributo como un abuso de confianza de
los catuvelaunios, ni protestó contra la
subyugación de los innovantes por
Cimbelino. Este Cimbelino era un nieto
de Casivelauno, y reinó durante
cuarenta años. Los últimos años de su
reinado estuvieron turbados, como
parece ser el destino de los gobernantes
ancianos, por problemas de familia. Su
hijo mayor trató de apoderarse del
trono, pero huyó a Francia, donde se
puso bajo la protección de Calígula. Le
754
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pidió su ayuda para una invasión de


Bretaña, comprometiéndose a reconocer
la soberanía de Roma si llegaba al trono
de su padre. Calígula envió en el acto
despachos al Senado, informándole de
la rendición de la isla, y luego marchó a
Boulogne, al frente de un enorme
ejército, como para comenzar la
invasión sin un momento de demora.
Pero era un hombre nervioso y temía
ahogarse en el canal, donde las mareas
eran muy altas, o ser muerto en un
combate o capturado y quemado en una
imagen votiva de mimbre. Por lo tanto
anunció que como Bretaña se había
sometido en la persona de su príncipe,
la expedición era superflua. En lugar de
ello lanzó su ataque contra Neptuno;
ordenó a sus tropas que arrojaran
flechas y jabalinas y piedras al agua, tal
como he descrito, y que recogiesen
conchas marinas como botín. Llevó al
755
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

príncipe a Roma, encadenado, y luego


de celebrar su triple triunfo sobre
Germania, Bretaña y Neptuno, lo hizo
ejecutar como castigo por el tributo
impagado por su padre, por el cobarde
ataque de su padre contra los innovantes
y por la ayuda enviada por ciertas tribus
británicas a los rebeldes de Autun, en el
octavo año del reinado de Tiberio.
La muerte de Cimbelino se produjo en
el mismo mes que la de Calígula y rué
seguida por la guerra civil. El príncipe
de más edad, de nombre Berico, fue
proclamado rey, pero era un hombre por
quien ni los hombres de su tribu ni sus
subditos aliados mostraban respeto. Sus
dos hermanos menores, Caractato y
Togodumno, se rebelaron contra él un
año más tarde y le obligaron a huir al
otro lado del canal. Vino a verme a
Roma y me pidió ayuda del mismo
modo que su hermano la había pedido a
756
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calígula. No le hice promesas, pero le


permití vivir en Roma, con su familia y
unos pocos nobles que lo habían
acompañado.
Togodumno, que ahora reinaba
conjuntamente con Caractato, había
sido informado por mercaderes que yo
no era un soldado, sino un viejo tonto y
cobarde que escribía libros. Me envió
una carta insolente exigiendo la
inmediata devolución de Berico y los
otros exiliados, junto con las insignias
sagradas —trece objetos mágicos, una
corona, una copa, una espada, etc.—,
que Berico había llevado a Roma
consigo. Si Togodumno hubiese escrito
en tono cortés, yo le habría contestado
de la misma manera y devuelto por lo
menos las insignias, que en apariencia
eran necesarias para la adecuada
coronación de un rey catuvelaunio.
Dadas las circunstancias, repliqué con
757
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

laconismo que no estaba acostumbrado


a que se me tratara con tanta
irrespetuosidad y que, por consiguiente,
no me sentía obligado a hacerle favor
alguno. Me contestó, con más
insolencia aún, que no decía la verdad,
porque hasta hacía muy poco tiempo
todos, incluso los miembros de mi
propia familia, me trataban con
irrespetuosidad; y que como me negaba
a obedecerle, había detenido todos los
barcos mercantes de propiedad romana
en sus puertos y los retendría como
rehenes hasta que le diese lo que exigía.
No me quedaba más remedio que
declarar la guerra. Los franceses me
habrían perdido todo el respeto, si
hubiese vacilado. Tomé mi decisión con
toda independencia de Herodes aunque
su burlona carta parecía coincidir con
ella.

758
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tenía además otras razones para hacer


la guerra. Una era la de que había
llegado el momento previsto por
Augusto: me encontraba a punto de
conceder la ciudadanía romana a
grandes cantidades de nuestros aliados
franceses más civilizados, pero el único
elemento de Francia septentrional que
obstaculizaba el avance ordenado de la
civilización era el culto druídico, una
religión mágica que todavía se mantenía
viva, a pesar de todo lo que pudiésemos
hacer para desalentarla o reprimirla,
gracias a colegios de adiestramiento
druídico de Bretaña, de donde había
sido originariamente importada. Los
jóvenes franceses iban a Bretaña para su
educación mágica, con tanta naturalidad
como los jóvenes españoles van a Roma
a estudiar leyes o los jóvenes romanos a
Atenas a estudiar filosofía o los jóvenes
griegos a Alejandría a estudiar cirugía.
759
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El druidismo no podía ser reconciliado


con facilidad con el culto religioso
griego o romano, ya que implicaba
sacrificios humanos y nigromancia, y en
consecuencia los druidas, aunque no
eran guerreros sino sólo sacerdotes,
fomentaban continuamente la rebelión
contra nosotros. Otro motivo para la
guerra era el de que el reinado dorado
de Cimbelino había terminado. Me
enteré de que Togodumno y Caractato
estaban a punto de enzarzarse en lucha
contra sus vecinos del nordeste, los
icenios, y con dos tribus sometidas de la
costa sur, de manera que el comercio
regular con Bretaña quedaría
interrumpido durante un tiempo si no
intervenía. Ahora podía contar con la
ayuda de los icenios y de las otras
tribus, para no hablar de los mercaderes
que cruzaban el canal, de modo que la

760
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

oportunidad parecía demasiado buena


para pasarla por alto.
Es conveniente ofrecer aquí una breve
exposición de las principales
características del druidismo, religión
que parece ser una fusión de creencias
célticas y aborígenes. No garantizo que
los detalles sean ciertos, porque los
informes son contradictorios. No se
permite que ninguna tradición druídica
sea consignada por escrito, y se
amenaza con terribles castigos a los que
revelen aun los misterios de menor
importancia. Mi relato se basa en las
declaraciones de destacados apóstatas
de la religión, pero entre ellos no hay
ningún sacerdote druida. Jamás se ha
conseguido convencer a un druida
consagrado de que revelase los
misterios íntimos, ni siquiera bajo
tortura. La palabra «druida» significa
«hombre del roble», porque ése es su
761
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

árbol sagrado. Su año sacro comienza


con los renuevos del roble y termina
con la caída de sus hojas. Hay un dios
llamado Tanaro, cuyo símbolo es el
roble. El es quien por medio de un rayo
engendra el muérdago en la rama del
roble, que es el remedio soberano contra
la brujería y todas las enfermedades.
También hay un dios del sol llamado
Mabon, cuyo símbolo es un toro blanco.
Y luego está Lug, dios de la medicina,
la poesía y las artes, cuyo símbolo es la
serpiente. Pero todos ellos son la misma
persona, un dios de la Vida en la
Muerte, adorado bajo distintos aspectos,
lo mismo que Osiris en Egipto. Así
como Osiris es ahogado todos los años
por un dios de las aguas, así esta triple
deidad es matada todos los años por el
dios de la Oscuridad y el Agua, su tio
Nodons, y devuelto a la vida por el
poder de su hermana Sulis, la diosa de
762
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la Curación, que corresponde a Isis.


Nodons se manifiesta por una
monstruosa ola de agua, de tres metros
y medio de alto, que a intervalos
regulares llega a la boca del Severn, el
principal de los ríos del oeste, causando
grandes destrucciones en las cosechas y
las chozas hasta cincuenta kilómetros
tierra adentro. La religión druídica no es
practicada por las tribus como tales,
porque son unidades combatientes
mandadas por reyes y nobles, sino por
trece sociedades secretas que llevan el
nombre de varios animales sagrados y
los miembros de cada una de las cuales
pertenecen a distintas tribus, porque el
mes en que uno nace —tienen un año de
trece meses— es el que decide a qué
sociedad pertenecerá. Están los Castores
y los Ratones, y los Lobos, y los
Conejos, y los Gatos Monteses, y los
Buhos, y demás, y cada sociedad tiene
763
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tradiciones propias y es presidida por un


druida. El archidruida gobierna todo el
culto. Los druidas no participan en los
combates, y los miembros de la misma
sociedad que se encuentran en las
batallas entre tribus deben acudir los
unos en auxilio de los otros.
Los misterios de la religión druídica
están relacionados con una creencia en
la inmortalidad del alma humana, en
respaldo de la cual se ofrecen muchas
analogías naturales. Una de ellas es la
muerte diaria y el diario renacimiento
del sol; otra es la muerte anual y el
renacimiento anual de las hojas del
roble; otra más es la siega anual del
trigo y la brotación anual de la simiente.
Dicen que cuando muere el hombre se
va hacia el oeste, como el sol poniente,
para vivir en ciertas islas sagradas del
Atlántico, hasta que le llegue el
momento de volver a nacer. En toda la
764
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

isla hay altares sagrados conocidos con


el nombre de «dólmenes», una piedra
chata colocada sobre dos o más
verticales. Se los usa en las ceremonias
de iniciación de las sociedades. El
candidato se recuesta en la piedra
vertical y se efectúa un fingido
sacrificio. Por algún artificio mágico, el
druida que lo lleva a cabo parece cortar
la cabeza del hombre, que es exhibida,
sangrante, a los presentes. La cabeza es
luego vuelta a unir al tronco, y el
supuesto cadáver colocado debajo del
dolmen, como en una tumba, con
muérdago entre los labios. Después de
muchas oraciones y encantamientos
surge el nuevo hombre, como un niño
que saliera del útero, y recibe de sus
padrinos instrucciones respecto de su
nueva vida. Aparte de estos dólmenes
hay altares verticales, de piedra,
dedicados a ritos fálicos, porque el
765
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Osiris celta también se parece al egipcio


en eso.
El rango en las sociedades es decidido
por la cantidad de sacrificios que el
hombre hace al dios, de pie sobre la
piedra horizontal de su dolmen
ancestral, por la cantidad de enemigos
que mata en el combate y por los
honores que conquista en los juegos
religiosos anuales como conductor de
carros de guerra, juglar, luchador, poeta
o arpista. El rango se expresa por las
máscaras y los tocados que se llevan
durante las ceremonias, y por los
diseños azules ejecutados con zumo de
glasto (una planta de pantano) con que
se pintan todo el cuerpo. Los sacerdotes
druidas son reclutados entre los jóvenes
que han alcanzado un alto rango en sus
sociedades secretas y a los que se han
concedido ciertas señales de favores
divinos. Pero primero hay que pasar por
766
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

veinte años de duros estudios en un


colegio druídico, y no todos los
candidatos logran ser aprobados en los
treinta y dos grados necesarios. Los
primeros doce años se dedican a la
iniciación en todas las demás
sociedades secretas, en aprender de
memoria enormes sagas de poesía
mitológica y en él estudio de las leyes,
la música y la astronomía. Los tres años
siguientes se consagran al estudio de la
medicina. Después vienen tres años de
estudios de augurios y de prácticas
mágicas. Las pruebas impuestas a los
candidatos al sacerdocio son
inmensamente severas. Por ejemplo,
hay una prueba de composición poética.
Los candidatos deben permanecer
desnudos toda la noche, acostados en un
cajón similar a un ataúd, con la nariz
solamente asomando fuera del agua de
que dicho cajón está lleno, y con
767
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enormes piedras colocadas sobre el


pecho. En esa posición tiene que
componer un poema de considerable
longitud en los más difíciles de los
muchos difíciles metros bárdicos, sobre
un tema que se le indica cuando se le
coloca en el cajón. Al salir, a la mañana
siguiente, debe estar en condiciones de
cantar el poema con una melodía que
habrá compuesto simultáneamente,
acompañándose con el arpa. Otra
prueba consiste en permanecer ante toda
la congregación de druidas, quienes le
hacen preguntas en verso, en forma de
enigmas, que debe contestar
proponiendo otros enigmas, también en
verso. Estos enigmas se refieren todos a
oscuros incidentes de los poemas
sagrados, con los cuales se supone que
el candidato está familiarizado. Además
de todo esto tiene que saber crear
brumas y vientos mágicos y ejecutar
768
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todo tipo de tretas de nigromancia. Aquí


hablaré de mi única experiencia en
materia de magia druídica. En una
ocasión pedí a un druida que me
mostrase sus habilidades. Pidió tres
guisantes secos y los puso en fila, en la
palma de mi mano extendida.
—Sin mover el brazo —dijo—,
¿puedes soplar el guisante del medio sin
mover los de los costados?
Lo intenté, pero por supuesto, no pude
hacerlo porque al soplar movía los tres
guisantes. El druida los tomó y los
colocó sobre su propia palma. Luego
sostuvo los de los costados con el índice
y el meñique de la misma mano y sopló
el del centro con facilidad. Me enojé
cuando me di cuenta de que me había
engañado.
—Cualquiera puede hacer eso —dije
—. Eso no es magia.
Me volvió a entregar los guisantes.
769
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Prueba —ordenó.
Comencé a hacer lo que había hecho él,
pero para mi fastidio descubrí que no
sólo no podía reunir el aliento suficiente
para soplar el guisante del medio —mis
pulmones parecieron ponerse
repentinamente rígidos—, sino que
cuando quise enderezar los dedos no
pude hacerlo. Estaban apretados con
fuerza contra la palma, y las uñas se
iban clavando en forma gradual en la
carne, de forma que sólo con dificultad
me contuve de gritar. El sudor me corría
por la cara.
—¿Es tan fácil hacerlo? —me
preguntó.
—No cuando hay un druida presente —
contesté con amargura. Me tocó la
muñeca y mis dedos dejaron de sentirse
acalambrados.
La penúltima prueba del candidato
consiste en pasar la noche más larga del
770
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

año sentado en una piedra movediza


llamada «El asiento peligroso», que se
mantiene en equilibrio sobre un
profundo abismo, en una montaña del
oeste de la isla. Los espíritus malignos
le hablan toda la noche y tratan de
hacerle perder el equilibrio. No debe
responder una sola palabra, sino que
tiene que dirigir oraciones e himnos de
alabanza a los dioses. Si pasa esta
prueba se le permite llevar a cabo la
última, que consiste en beber una copa
de veneno y caer en un síncope de
muerte durante el cual visita la Isla de
los Muertos y trae de allí pruebas de su
visita que convenzan a los druidas
examinadores de que ha sido aceptado
por el dios de la Vida en la Muerte
como su sacerdote.
Hay tres rangos de sacerdotes druidas.
Están los que han pasado por todas las
pruebas, los verdaderos druidas. Luego
771
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vienen los bardos, que han aprobado las


pruebas poéticas pero que aún no han
satisfecho a los examinadores en
materia de adivinación, medicina y
magia. Y por fin están los que han
satisfecho a los examinadores en estas
últimas pruebas, pero que aún no han
aprobado su graduación poética; se los
conoce con el nombre de ovates o
escuchadores. Hace falta un corazón
audaz para inscribirse en las pruebas
finales, que provocan la muerte de tres
candidatos de cada cinco, según se me
informa, de modo que la mayoría de los
hombres se conforma con el grado de
poeta u ovate.
Los druidas, entonces, son los
legisladores, los jueces y los
fiscalizadores de la religión pública y
privada, y el mayor castigo que pueden
infligir consiste en prohibir a los
hombres que participen en los ritos
772
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sagrados. Como esta excomunión


equivale a sentenciar a los hombres a
una perpetua extinción —porque sólo
participando en aquellos ritos pueden
abrigar la esperanza de renacer cuando
mueran—, los druidas son
omnipotentes, y sólo un tonto se
atrevería a oponerse a ellos. Cada cinco
años hay una gran purificación nacional
—como en nuestro censo quinquenal—,
y en expiación de los pecados
nacionales se queman vivas víctimas
humanas en grandes jaulas de mimbre
construidas de modo que parezcan
hombres. Las víctimas son bandidos,
criminales, hombres que han revelado
secretos religiosos o que se han hecho
culpables de algún delito similar, y
hombres a quienes los druidas acusan
de haberse dedicado a prácticas ilegales
de magia para satisfacer sus propios
fines y de haber agostado una cosecha o
773
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

provocado una peste con ello. En


aquella época los druidas proscribían a
cualquier hombre que abrazara la
religión romana o se vinculara por
matrimonio con una familia que lo
hubiese hecho así. Supongo que tenían
derecho a hacerlo. Pero cuando se
dedicaban a quemar vivas a esas
personas, había llegado el momento de
enseñarles una lección.
Tienen dos lugares particularmente
santos. El primero es la isla de
Anglesey, en la costa oeste, donde se
encuentran sus cuarteles de invierno,
entre grandes bosques de robles
sagrados, y donde se mantiene
encendido el fuego sacro de troncos de
roble. Este fuego, primitivamente
encendido por un rayo, es distribuido
para la cremación de cadáveres, para
asegurar la reencarnación de los
mismos. El otro lugar sacro es un gran
774
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

templo de piedra ubicado en el centro


de Bretaña, consistente en anillos
concéntricos de enormes altares
trilíticos y monolíticos. Está dedicado al
dios de la Vida en la Muerte, y desde el
Año Nuevo, que calculan según el
equinoccio de primavera, hasta el
solsticio de verano, celebran allí sus
Juegos religiosos anuales. Se elige a un
joven pelirrojo para representar al dios,
y se le viste con maravillosos ropajes.
Mientras duran los Juegos está en
libertad de hacer lo que le plazca. Todo
está a su disposición, y si le gusta una
joya o un arma, el dueño se considera
honrado y se la entrega gustoso. Las
más hermosas jóvenes son sus
compañeras de juegos, y los atletas y
músicos que participan en las
competiciones hacen todo lo posible
para conquistar su favor. Pero poco
antes del solsticio de verano va con el
775
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

archidruida, que es el representante del


dios de la Muerte, hacia un roble en el
que crece el muérdago. El archidruida
trepa al árbol y corta el muérdago con
una hoz de oro, cuidando de que no
caiga al suelo. Ese muérdago es el alma
del roble, que luego se marchita
misteriosamente. Se sacrifica un toro
blanco. El joven es envuelto en ramas
de roble cubiertas de hojas y llevado al
templo, que está orientado de tal modo,
que al alba del día del solsticio el sol
cae sobre una avenida de piedras e
ilumina el altar principal donde está
tendido el joven, amarrado, y donde el
archidruida lo sacrifica con la punta
aguzada de una rama de muérdago. No
sé qué sucede luego con el cadáver, que
por el momento permanece en la piedra
de los sacrificios, sin mostrar señales de
putrefacción. Pero la sacerdotisa de
Sulis, de un pueblo del oeste llamado
776
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

«Aguas de sulis», donde existen fuentes


medicinales, viene a llevárselo en el
festival de otoño de despedida, y
entonces se supone que la diosa le
devuelve la vida. Se dice que el dios
viaja en bote hacia la isla occidental
donde habita Nodons, y allí lo vence
luego de una lucha feroz. Las tormentas
invernales son el ruido de ese combate.
Reaparece al año siguiente en la
persona de la nueva víctima. El roble
marchito proporciona nuevos troncos
para el fuego sagrado. En el festival
otoñal de despedida cada sociedad
sacrifica su animal tribal, quemando
una jaula de mimbre llena de ellos, y
también se queman todas las máscaras y
los tocados rituales. En ese templo de
piedra se lleva a cabo la complicada
ceremonia de iniciación de los nuevos
druidas. Se dice que implica el
sacrificio de niños recién nacidos. El
777
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

templo se encuentra en el centro de una


gran necrópolis, porque todos los
druidas y hombres de elevado rango
religioso son enterrados allí con
ceremonias que aseguran la
reencarnación.
También hay dioses y diosas británicas
de la batalla, pero tienen muy pocas
relaciones con la religión druida y se
parecen lo bastante a nuestros Marte y
Belona como para que haya necesidad
de describirlos.
En Francia el centro del druidismo se
encontraba en Dreux, ciudad ubicada al
oeste de París, a unos ciento treinta
kilómetros de la costa del canal. Allí se
continuaban practicando los sacrificios
humanos como si la civilización romana
no existiera. ¡Los druidas solían abrir
los cuerpos de las víctimas que habían
sacrificado al dios Tanaro y examinaban
sus entrañas en procura de augurios, con
778
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tan pocos escrúpulos como los que


sentiríamos usted o yo con un carnero o
una gallina sagrada! Augusto no trató
de terminar con el druidismo.
Simplemente prohibió a los ciudadanos
romanos que pertenecieran a sociedades
secretas o concurriesen a sacrificios
druídicos. Tiberio se arriesgó a publicar
un edicto que disolvía la orden druídica
en Francia, pero este edicto no estaba
destinado a ser obedecido en forma
literal, sino sólo a no conceder la
sanción oficial a las decisiones tomadas
o a las penalidades impuestas por un
concilio druídico.
Los druidas continuaron dándonos
dolores de cabeza en Francia, aunque
muchas tribus habían abandonado ya el
culto y adoptado nuestra religión
romana. Yo estaba decidido a hacer un
trato con el archidruida, en cuanto
conquistase a Bretaña. En
779
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

compensación por el permiso de


celebrar su culto en Bretaña, en la
forma acostumbrada (aunque
absteniéndose de hacer prédicas hostiles
contra Roma), debía negarse a admitir a
candidatos franceses a la iniciación en
la orden druídica, y no debía permitir
que druidas británicos cruzasen el canal.
Sin sacerdotes, la religión moriría muy
pronto en Francia, donde yo haría ilegal
cualquier ceremonia o festival druídico
que involucrase sacrificios humanos, y
donde acusaría de asesinato a todos los
que hubiesen participado en ellos. Es
claro que eventualmente el druidismo
también tendría que ser eliminado en
Bretaña, pero por el momento no había
necesidad de pensar en eso.

780
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 17

Mi estudio de los comentarios de Julio


César sobre sus dos campañas británicas
me aclaró que si las condiciones no
habían cambiado considerablemente
desde sus tiempos, era posible derrotar a
los britanos en cualquier encuentro con
sólo una leve modificación en nuestras
tácticas de lucha. Pero habría que
emplear fuerzas considerables. Es un
gran error empezar una campaña con
sólo un par de regimientos, permitir que
los vapuleen en una tentativa de
hacerlos cumplir el trabajo de cuatro, y
luego mandar a pedir refuerzos,
781
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concediendo de tal modo al enemigo un


momento de respiro. Es mejor
comenzar con una fuerza tan imponente
como se pueda reunir, y golpear tan
duramente como sea posible.
Los infantes británicos están armados
de espadones y pequeños escudos de
cuero. Hombre por hombre, son iguales
e incluso superiores a los romanos, pero
su valor combativo disminuye con su
número, en tanto que el nuestro
aumenta. En el choque de un combate
una compañía de guerreros británicos
no tiene posibilidad alguna contra una
fuerza igual de romanos disciplinados.
La jabalina romana, la espada corta y el
largo escudo, con sus aletas para
entrelazarlo a los escudos vecinos,
constituyen un equipo ideal para la
lucha cuerpo a cuerpo. Si el
apiñamiento del combate es tal que no
permite blandir el espadón libremente, y
782
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

si el entrelazamiento de los escudos


enemigos impide asestar golpes
laterales con el montante, entonces éste
resulta muy poco útil, y el pequeño
escudo es una protección insuficiente
contra las jabalinas.
Los nobles británicos luchan desde
carros de guerra, como los héroes
griegos de Troya y como los primitivos
jefes latinos. Es claro que ahora el carro
ha desaparecido de la guerra civilizada
y sólo se mantiene como un emblema
de alto rango militar o de victoria. Esto
es así porque la caballería lo ha
reemplazado, ya que la raza de los
caballos ha mejorado
considerablemente. En Bretaña hay muy
pocos caballos adecuados para la
caballería montada. Los carros
británicos son tirados por pequeños
ponies fuertes, altamente adiestrados.
Pueden ser detenidos en seco incluso
783
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando corren colina abajo, a gran


velocidad, y pueden dar una media
vuelta en un santiamén. Cada carro es
una unidad combatiente en sí misma. El
conductor y comandante es el noble,
que lleva a dos soldados consigo en el
carro, y dos o más corredores, armados
de cuchillos, que corren al lado de los
ponies. Los combatientes corren a
menudo a lo largo de la vara o se
mantienen de pie en la crucera. Los
corredores tratan de desjarretar a los
caballos de los carros enemigos. Una
columna de carros que avance a toda
velocidad quiebra por lo general una
línea de infantería por el sencillo
expediente de precipitarse directamente
sobre ella. Pero si la línea parece
dispuesta a mantenerse firme, la
columna de carros gira y pasa ante ella,
y los combatientes arrojan sus lanzas al
pasar, y luego se vuelven por el otro
784
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lado y descargan otra lluvia de lanzas


por la retaguardia. Cuando esta
maniobra ha sido repetida varias veces,
los conductores de los carros se retiran a
un lugar seguro y los combatientes,
desmontando y ayudados por los
refuerzos de infantería, conducen a
éstos a un ataque final. Si este ataque
fracasa, los carros entran de nuevo en
funciones y libran una acción de
retaguardia. El carro británico combina
en verdad, como lo hizo notar Julio, la
celeridad de la caballería con la
estabilidad de la infantería. Como es
natural, los escuadrones de carros son
partidarios de las tácticas envolventes.
Como es también natural, los británicos
sufren del defecto común de los
combatientes indisciplinados : se lanzan
al saqueo antes de haber destruido el
cuerpo principal del enemigo. Yo tenía
que idear un nuevo plan táctico para
785
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hacer frente a los carros británicos. La


caballería francesa de Julio no había
sabido contenerlos; quizás habría
debido imitar al enemigo y usarla en
conjunción con la infantería ligera. Pero
yo estaba seguro de ganar todos los
encuentros de infantería.
Decidí que la fuerza más grande de que
podía disponer el imperio para la
expedición serían cuatro regimientos
regulares de infantería y cuatro
regimientos de auxiliares, junto con
1.000 hombres de caballería. Después
de consultar con mis comandantes de
ejército, retiré tres regimientos del Rhin
—el Segundo, el Vigésimo y el
Decimocuarto— y uno del Danubio, el
Noveno. Confié el mando de la
expedición a Galba, con Geta como
Caballerizo Mayor, y la planeé para
mediados de abril. Pero hubo
considerables demoras en la
786
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

construcción de los barcos, y cuando


éstos estuvieron listos Galba cayó
enfermo y decidí esperar a que se
recuperase. Para mediados de julio
Galba seguía muy débil y, aunque lo
lamenté, decidí que no podía seguir
esperando. Entregué el mando a un
veterano que tenía la reputación de ser
el táctico más inteligente y uno de los
hombres más valientes del ejército,
Aulo Plaucio, un pariente lejano de mi
primera esposa, Urgulanila. Era un
hombre de cincuenta y tantos años de
edad y había sido cónsul durante
catorce. Los soldados de edad lo
recordaban como a un comandante
popular del Decimocuarto, cuando
estuvo a las órdenes de mi hermano.
Fue a Maguncia, a tomar el mando de
los regimientos destinados a la
expedición. La demora causada por la
enfermedad de Galba resultó tanto peor
787
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuanto que la noticia de la inminente


invasión, que había sido mantenida en
secreto hasta abril, cruzó el canal, y
ahora Caractato y Togodumno estaban
atareados, preparando posiciones
defensivas. El Noveno regimiento había
llegado a Lyon desde el Danubio, un
tiempo antes, y dos regimientos de
auxiliares franceses y uno de suizos se
encontraban también allí, desde hacía
tiempo, bajo las armas. Envié a Aulo la
orden de llevar los regimientos del Rhin
a Boulogne, recoger de paso un
regimiento de auxiliares de Batavia —
los bátavos son una tribu germana que
vive en una isla, en la boca del Rhin—
y cruzar el canal en los trasportes que
encontraría esperándolo allí. Las fuerzas
de Lyon llegarían simultáneamente a
Boulogne. Pero surgió una dificultad
inesperada. No se pudo convencer a los
regimientos del Rhin de que se pusieran
788
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en marcha. Dijeron abiertamente que


estaban muy bien allí, y que
consideraban la expedición a Bretaña
como una empresa peligrosa e inútil.
Afirmaron que las defensas del Rhin
quedarían seriamente debilitadas con su
ausencia —aunque yo había aumentado
la guarnición reforzando las grandes
fuerzas de auxiliares franceses con los
regimientos restantes y formando un
regimiento nuevo, el Vigesimosegundo
— y que la invasión de Bretaña era
contraria a los deseos del dios Augusto,
que había fijado para siempre los
límites del imperio en el Rhin y el
canal.
Yo me encontraba en Lyon para
entonces —mediados de julio— y
habría ido al Rhin en persona para
convencer a los hombres de que
cumplieran con su deber, pero también
aparecían signos de inquietud en el
789
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Noveno regimiento y entre los


franceses, de forma que envié a
Narciso, que se hallaba conmigo, como
mi representante. En realidad fue una
tontería, pero mi suerte de tonto
proporcionó un final feliz. No me había
dado cuenta de lo impopular que era
Narciso. Por lo general se creía que yo
seguía sus consejos en todos los asuntos
y que me llevaba de la nariz. Al llegar
al campamento de Maguncia Narciso
saludó a Aulo con cierta negligencia y
le pidió que hiciese formar a los
hombres ante la plataforma del tribunal.
Cuando esto se hizo, trepó a la
plataforma, hinchó el pecho y comenzó
el siguiente discurso:
—En el nombre de nuestro emperador.
Tiberio Claudio César Augusto
Germánico. Soldados, se les ha
ordenado que marcharan a Boulogne,
para embarcarse allí rumbo a Bretaña.
790
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Se han quejado y han opuesto


dificultades. Esto está mal. Es una
violación del juramento al emperador.
Si el emperador ordena una expedición,
se espera de ustedes que obedezcan y no
protesten. He venido aquí para hacerles
recobrar la sensatez...
Narciso no hablaba como un
mensajero, sino como si fuese el propio
emperador. Como es natural, esto tuvo
un efecto irritante sobre los soldados.
Hubo gritos de «¡Bájate de ese tribunal,
lacayo griego!» y «No queremos oír lo
que tú tengas que decirnos».
Pero Narciso tenía muy buena opinión
de sí y se lanzó en torrentes de oratoria
henchida de reproches.
—Sí —dijo—, no soy más que un
griego, y apenas un liberto, pero parece
que conozco mis deberes mejor que
ustedes, los ciudadanos romanos.

791
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

De pronto alguien gritó lo Saturnalia, y


toda la irritación desapareció en una
gran risotada. lo Saturnalia es el grito
que estalla en el Festival de los
Inocentes, que se celebra todos los años
en honor del dios Saturno. Durante el
festival todo está patas para arriba.
Todos tienen licencia para decir y hacer
lo que les plazca. Los esclavos se ponen
las ropas de sus amos y les dan órdenes
como si los esclavos fuesen éstos. El
noble es rebajado y el esclavo
ennoblecido. Todos repitieron entonces
el grito «Io Saturnalia, Io Saturnalia, el
liberto es hoy emperador». Los hombres
rompieron filas y comenzó un absurdo
motín de chistes y bromas pesadas al
cual se incorporaron primero los
capitanes, luego uno o dos oficiales
superiores y finalmente el propio Aulo
Plaucio, por motivos estratégicos. Aulio
se vistió como una mujer de
792
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

campamento y corrió de un lado a otro


con una cuchilla de cocina. Cuatro o
cinco sargentos treparon al tribunal y
fingieron ser rivales por el amor de
Narciso. Este se desconcertó y rompió a
llorar.
—¡Canallas! —gritó Aulo con voz de
falsete, acudiendo en su salvación
cuchilla en ristre—. ¡Dejen a mi pobre
esposo en paz! ¡Es un hombre digno,
respetable! —Los expulsó de la
plataforma y abrazó a Narciso,
susurrándole mientras tanto al oído:—
Deja esto en mis manos, Narciso. Son
como chicos. ¡Sigúeles la corriente y
después podrás hacer lo que quieras con
ellos! —Tomó a Narciso de la mano y
lo arrastró hacia adelante, diciendo:—
Mi pobre esposo no se siente bien,
¿saben? No está acostumbrado al vino
del campamento y a sus rudos modales.

793
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero se sentirá bien después de una


noche en cama conmigo, ¿no es cierto,
muñeco ? —Tomó a Narciso de la oreja
—. ¡Escúchame, esposo! Esta Maguncia
es un lugar tosco. Aquí los ratones roen
hierro y los gallos tocan la diana con
pequeñas trompetas de plata y las
avispas llevan jabalinas en la cintura.
Narciso fingió estar asustado... y lo
estaba. Pero pronto se olvidaron de él.
Había otros juegos más interesantes.
Cuando la diversión comenzaba a
disminuir, Aulo volvió a ponerse su
capa de general, llamó a un trompa y le
dijo que tocara atención. Uno o dos
minutos después se había restablecido el
orden, y Aulo levantó la mano para
exigir silencio y pronunció un discurso:
—Hombres, hemos tenido nuestra
diversión del día de Inocentes, y nos
gustó, y ahora la trompeta la ha
terminado. Volvamos entonces al
794
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

trabajo y la disciplina. Mañana


interrogaré los auspicios, y si son
favorables tienen que estar preparados
para levantar campamento. Tenemos
que ir a Boulogne, nos guste o no. Es
nuestro deber. Y de Boulogne tenemos
que ir a Bretaña, nos guste o no. Es
nuestro deber. Y cuando lleguemos allí,
libraremos un gran combate, nos guste o
no. Es nuestro deber. Y lo británicos
recibirán la peor tunda de su vida, les
guste o no. Es la mala suerte de ellos.
¡Viva el emperador! —Este discurso
salvó la situación, y no hubo ya más
problemas. Narciso pudo abandonar el
campamento sin nuevas heridas a su
dignidad.
Diez días después, el primero de
agosto, mi cumpleaños, zarpó la fuerza
expedicionaria. Aulo había convenido
conmigo en que sería mejor enviar las
tropas en tres divisiones, con intervalos
795
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de dos o tres horas, porque el


desembarco de una división
concentraría a todas las fuerzas
británicas en ese punto, y las otras
podían recorrer la costa hasta algún
punto indefenso y desembarcar sin
oposición. Pero resultó que ni siquiera
la primera división encontró resistencia
alguna al desembarcar, porque había
llegado a Bretaña la noticia de que las
tropas del Rhin se habían negado a
marchar, y porque además se creía que
la estación estaba demasiado avanzada
para que intentáramos nada ese año. El
único suceso digno de mención en el
cruce fue el repentino viento que se
levantó e hizo retroceder a la primera
división contra la segunda. Pero
entonces se produjo un presagio
afortunado, un relámpago de luz que
cruzó del este al oeste, que era la
dirección en que viajaban, de modo que
796
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todos los que no estaban incapacitados


por el mareo se reanimaron y el
desembarco fue hecho con humor de
victoria. La tarea de Aulo consistía en
ocupar toda la parte sur del territorio,
trazando su frontera estratégica entre el
río Severn, al oeste de la gran bahía, y
el Wash, al este, con lo que abarcaba el
conjunto de los dominios anteriores de
Cimbelino, constituyéndolos en una
nueva provincia romana. Pero debía
conceder los habituales privilegios de
súbditos aliados a todas las tribus que
ofrecieran voluntariamente su
sometimiento a Roma. Como era una
guerra de conquista, y no una simple
expedición punitiva, era preciso mostrar
la mayor magnanimidad a los
conquistados... siempre que no la
confundieran con debilidad. Las
propiedades no debían ser destruidas
inútilmente, ni las mujeres violadas, ni
797
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los niños y los ancianos asesinados.


Tenía que decir a sus hombres: «El
emperador quiere prisioneros, no
cadáveres. Y como ustedes quedarán
permanentemente acantonados en el
país, su consejo es que provoquen tan
pocos daños como les sea posible. Los
pájaros prudentes no ensucian sus
propios nidos, ni siquiera los nidos
capturados a otros pájaros».
Su principal objetivo era Colchester, la
ciudad capital de los catuvelaunios.
Cuando fuese capturada, era indudable
que los ¡ceñios de la costa este irían a
ofrecerle su alianza, y entonces podría
sentar una base más sólida para la
conquista del centro y el suroeste de la
isla. Le dije que si sus bajas llegaban a
ser más de un par de miles de muertos o
incapacitados antes del aplastamiento
de la resistencia principal del enemigo,
o si parecía haber alguna duda en
798
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuanto al resultado de la campaña antes


de que llegara el invierno, debía
enviarme un mensaje de inmediato y yo
acudiría en su ayuda con mis reservas.
El mensaje sería retransmitido a través
de Francia e Italia por medio de señales
con hogueras, y si los hombres
encargados de ello mantenían los ojos
abiertos, yo recibiría sin duda las
noticias, en Roma, pocas horas después
de que el mensaje partiese de Boulogne.
Las reservas que llevaría incluirían ocho
batallones de la guardia, toda la
caballería de la guardia, cuatro
compañías de lanceros númidas y tres
compañías de honderos baleares.
Estarían acampados en Lyon, listos para
partir.
Yo pensaba permanecer en Lyons con
esas reservas, pero me vi obligado a
regresar a Roma. Vitelio, que actuaba
como mi reemplazante, me escribió que
799
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el trabajo le resultaba increíblemente


difícil, que ya estaba atrasado en dos
meses con sus tareas judiciales y que
tenía motivos para sospechar que mi
secretario legal, Myron, no era tan
honrado como ambos suponíamos. Al
mismo tiempo me llegó una carta muy
desagradable de Marso, que me hizo
sentir que no debía estar ausente de
Roma un día más de lo que pudiese
evitar. La carta de Marso decía:

El gobernador de Siria, Vibio


Marso, tiene el honor de saludar al
emperador en ocasión de su
próximo cumpleaños e informar que
la provincia prospera, está
satisfecha y tranquila, y permanece
leal. Al mismo tiempo se confiesa un
tanto inquieto por un incidente
reciente ocurrido en la ciudad de
Tiberíades, sobre el lago de Galilea,
800
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y ruega al emperador que apruebe


las medidas que ha tomado para
hacerle frente.
A Antioquia llegó un informe
extraoficial en el sentido de que el
rey Herodes Agripa había invitado a
una reunión secreta a los siguientes
potentados vecinos: Antíoco, rey de
Comageno; Sampsigeramo, rey de
Osroene; Cotis, rey de Armenia
Menor; Polemo, rey de Ponto y
Cilicia; Sohemo, rey de Iturea;
Herodes Polio, rey de Calcis. Si se
filtrara la noticia de esta reunión,
había que dar la explicación de que
se trataba de la conmemoración del
casamiento del rey Herodes Agripa
con su reina Cypros hace
exactamente veinte años. No se me
envió invitación alguna a ese
banquete como representante tuyo,
aunque el protocolo lo exigía.
801
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Permíteme repetir que la única


información que me llegó acerca de
esta extraordinaria reunión de
potentados provino de fuentes
extraoficiales, por no decir
clandestinas. Sohemo de Iturea
estaba enfermo, pero envió a su
chambelán para representarlo. Los
otros reyes obedecieron todos la
citación del rey Herodes. Aquellos a
quienes su trayecto los hubiese
llevado por vía Antioquía (es decir,
todos los antes mencionados, menos
el rey Herodes Polio y el rey
Sohemo) y que, en una visita a
Galilea, habrían tenido que
detenerse a presentarme sus
cumplidos como representante tuyo,
prefirieron seguir una ruta
indirecta, viajar de incógnito y en
general de noche. Sólo gracias a la
vigilancia de algunos de mis agentes
802
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en el desierto sirio al este de Calcis


pude enterarme de que ya estaban
en camino.
De inmediato me dirigí yo mismo a
Tiberíades, a toda velocidad,
acompañado por mis dos hijas y mis
principales jefes de estado mayor,
en la esperanza de aparecer en la
reunión por sorpresa. Pero el rey
Herodes Agripa debe de haber sido
informado de mi proximidad. Salió
de Tiberiades, en un carruaje real,
para recibirme. Nos encontramos en
un punto situado a siete estadios de
la ciudad. No había llegado solo,
sino que estaba escoltado por sus
cinco visitantes reales, el último de
los cuales, el rey de Ponto, acababa
de llegar en ese momento. El rey
Herodes no se mostró en modo
alguno desconcertado, sino que
descendió de su carruaje y corrió a
803
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

saludarme con sus más cálidos


modales. Afirmó que estaba
encantado de que hubiese podido ir,
después de no contestar sus dos
cartas de invitación, y dijo que ese
era un acontecimiento
extraordinario: siete gobernantes de
Oriente reuniéndose en la marca de
séptimo estadio. Haría que la piedra
fuese reemplazada por una columna
de mármol, en conmemoración, con
nuestros nombres y títulos grabados
en letras de oro. Yo me vi obligado a
responderle con cortesía y a aceptar
la historia de que me había enviado
dos invitaciones, y jurar incluso que
en cuanto encontrase al enemigo
que las había interceptado —puesto
que no las recibí— lo castigaría con
el máximo rigor de la ley. Los otros
reyes habían desmontado también, y
comenzó un intercambio de
804
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cortesías entre nosotros. El rey de


Comageno, a quien conocí en Roma,
sugirió que quizá la invitación del
rey Herodes fue retenida, un tanto
oficiosamente, por alguno de mis
sirvientes en consideración a mis
sentimientos. Le pregunté qué
quería decir con eso, y me contestó
que quizá la reciente muerte de mi
esposa estuviese demasiado fresca
en mi memoria como para que una
invitación al aniversario del
casamiento de otra persona
resultase agradable. Le contesté que
mi esposa había muerto hacía
cuatro años, y replicó, suspirando:
—¿Tanto tiempo? Me parecía como
si ayer la hubiese visto por última
vez. Una mujer encantadora.
Luego le pregunté al rey de Ponto,
a quemarropa, por qué no había
pasado por Antioquia para
805
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

saludarme. Me contestó, sin


ruborizarse, que había contado con
verme en el banquete, y que había
seguido el camino del este por
consejo de un adivino.
Resultaba imposible conmover la
serenidad de cualquiera de los seis,
de manera que viajamos juntos a
Tiberíades como un alegre grupo. El
banquete de conmemoración, el más
espléndido a que nunca haya
concurrido, fue servido unas horas
después. Entretanto envié a uno de
mis oficiales de estado mayor a
decir a cada uno de los reyes, en
privado, que si deseaba conservar la
amistad de Roma, se le aconsejaba
que regresara a su país no bien la
cortesía a nuestro anfitrión lo
permitiera, y que entretanto no
participara en ninguna conferencia
secreta con sus reales vecinos. En
806
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una palabra, el banquete terminó a


hora tardía, y los invitados
presentaron sus excusas y partieron
al día siguiente. No se celebró
conferencia alguna. Yo fui el último
en irme, y el rey y yo nos separamos
con los habituales cumplidos. Pero
a mi regreso a Antioquia encontré
esperándome una carta sin firma,
que decía: «Has insultado a mis
invitados y debes aceptar las
consecuencias. Ahora soy tu
enemigo». Supongo que debe ser un
mensaje del rey Herodes Agripa.
Mis cumplidos a la virtuosísima y
encantadora Valeria Mesalina, tu
esposa.

Cuanto más estudiaba el informe,


menos me gustaba. Parecía que
Herodes, aprovechando mis
preocupaciones con Bretaña y la
807
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presencia allí de un ejército tan grande


—era muy fácil que todavía hubiese que
reforzarlo—, planeara un levantamiento
general en el este, para el cual su
fortificación de Jerusalén había sido el
preludio. Me sentí sumamente ansioso,
pero no podía hacer otra cosa que rezar
por una rápida victoria en Bretaña y
hacerle saber a Herodes que Marso me
mantenía al tanto de los sucesos del
Cercano Oriente. Le escribí de
inmediato, dándole noticias
exageradamente jubilosas de la
expedición británica —porque en el
momento en que le escribí Aulo no
había podido aún ponerse en contacto
con ninguna fuerza enemiga de
consideración; el enemigo empleaba las
mismas tácticas que habían utilizado sus
antepasados contra Julio en la marcha
de éste a través de Kent— y diciéndole,
muy poco verazmente, que como la
808
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

expedición sólo tenía carácter punitivo,


esperaba que los regimientos cruzaran
el canal, de vuelta, en el término de un
par de meses.
Esa era la primera mentira que le decía
a Herodes, y como no hice más que
confiarla al papel, sin la turbación de
tener que decirla verbalmente, conseguí
que la creyera. Le escribí:

¿...Y puedes decirme algo


definitivo, Bandido, en cuanto a ese
Gobernador Oriental que aparece
en las profecías y que después de su
muerte debe convertirse en el dios
más grande que jamás haya
aparecido sobre la tierra?
Continuamente me encuentro con
referencias a él. En el tribunal, el
otro día, surgió una. Un judío había
sido acusado de crear
perturbaciones en la ciudad. Se
809
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

decía que había blandido el puño


ante un sacerdote de Marte para
exclamar luego:
—Cuando el Gobernante se
manifieste, ese será el fin de
hombres como tú. Sus templos serán
arrasados, ¡y tú quedarás enterrado
bajo las ruinas, perro! Y el momento
no está muy lejos.
Cuando se le interrogó negó haber
dicho nada de eso, y como las
pruebas eran contradictorias no
hice más que desterrarlo... si se
puede llamar destierro el enviar a
un judío a Judea. Bien, Calígula
creía ser ese gobernante
profetizado, y en ciertos sentidos la
profecía, según se me dijo, parecía
en efecto señalarlo. Mi abuela Livia
también creyó —por algo que dijo el
astrólogo Trasilo en cuanto a que el
año de su muerte correspondía al de
810
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esa persona profetizada— que ella


era la designada. No se dio cuenta
de que las profecías hablaban de un
dios y no de una diosa, y de que la
primera manifestación suya sería en
Jerusalén —Calígula estuvo allí de
niño—, aunque más tarde reinaría
en Roma. ¿Las escrituras judías
sagradas dicen algo acerca de él? Y
en ese caso, ¿precisamente qué?
Entiendo que tu erudito pariente
Filón es un experto en tales asuntos.
El otro día hablaba con Mesalina
acerca de eso, y me preguntó si
alguien había heredado esa
obsesión especial de mi abuela Livia
Augusta, ahora deificada, y de mi
loco sobrino Calígula. Le respondí:
—Yo no, te lo juro, a pesar de la
divinidad con que Herodes Agripa
siempre trata de maldecirme.

811
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿Pero y qué me dices de tí mismo,


mi viejo Bandido? ¿Quizá eres tú la
persona a quien menciona la
profecía? No, pensándolo mejor no
lo eres, a pesar de tus vinculaciones
con Jerusalén. El Gobernante
profetizado es un hombre específico,
de gran santidad. Trasilo es
categórico en cuanto al año de su
muerte, el año decimoquinto del
reinado de Tiberio, que fue el año
en que debía morir Livia... y en el
que realmente murió. Que yo sepa,
Trasilo nunca cometió un error en
materia de fechas. De modo que has
perdido la oportunidad. Pero por
otra parte, si Trasilo tuvo razón,
¿por qué no hemos oído hablar
todavía de ese rey muerto? Calígula
conocía una parte de la profecía,
que decía que ese rey moriría
abandonado por sus amigos, y que
812
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

después éstos beberían su sangre.


Cosa curiosa, en su caso se
cumplió: recordarás que Bubo, uno
de los asesinos, había jurado
matarrlo y beber su sangre en
venganza, y que humedeció los
dedos en la herida que le había
hecho y se los lamió, el loco. Pero
Calígula murió nueve años
demasiado tarde como para
coincidir con la profecía. Te
agradecería mucho que me dijeras
todo lo que sepas al respecto. Quizá
haya dos o tres predecías que se han
mezclado. O quizá Calígula estaba
mal informado en cuanto a los
detalles. La profecía se la dijo la
envenenadora Martina, la que
estuvo vinculada con el asesinato de
mi pobre hermano Germánico en
Antioquia. Pero entiendo que hace
tiempo circula por Egipto, como
813
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pronunciamiento del oráculo de


Júpiter Ammon.

Escribí de esa manera porque ahora


sabía que Herodes se consideraba en
realidad ese Gobernante profetizado.
Todo eso me lo habían dicho Herodías y
Antipas, cuando los visité en su lugar de
destierro, durante mi estadía en Francia.
No podía permitirles que volvieran a
Judea, aunque ahora sabía que no
habían sido culpables de conspirar
contra Calígula, pero les permití salir de
Lyon y les di una finca bastante grande
en Cádiz, España, donde el clima se
parecía más a aquél al cual estaban
acostumbrados. Me mostraron una
indiscreta carta de Salomé, la hija de
Herodías, ahora casada con su primo, el
hijo de Herodes Polio.

814
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes Agripa se vuelve más


religioso cada día que pasa. Les
dice a sus viejos amigos que sólo
juega a ser judío estricto por
motivos políticos, y que en secreto
continúa adorando a los dioses
romanos. Pero yo sé que eso no es
cierto. Es extraordinariamente
concienzudo en sus observancias. El
hijo del alabarca, Tiberio
Alejandro, que ha abandonado la fe
judía, para vergüenza y pena de su
familia, me dice que el otro día,
mientras se encontraba en
Jerusalén, llevó a Herodes a un lado
y le susuró:
—Entiendo que tienes un cocinero
árabe que es realmente una
maravilla para rellenar y asar un
lechen. ¿Tendrás la bondad de
invitarme a cenar una noche?

815
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes se puso escarlata y


masculló que su cocinero estaba
enfermo. La verdad es que lo
despidió hace tiempo. Tiberio
Alejandro tiene otra historia rara en
relación con Herodes. Habrás oído
hablar de aquella ocasión cómica en
que visitó Alejandría con una
guardia de corps de dos soldados a
quienes había secuestrado para
impedirles que le entregaran una
orden de arresto, y en que pidió
dinero prestado al alabarca. Parece
que después el alabarca fue a ver a
Filón, ese erudito hermano suyo que
trata de conciliar la filosofía griega
con las escrituras judías, y le dijo:
—Probablemente he sido un tonto,
hermano Filón, pero acabo de
prestarle a Herodes Agripa una
gran suma de dinero, con garantías
más bien dudosas. En compensación
816
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me prometió proteger nuestros


intereses en Roma, y juró ante dios
Todopoderoso amar y proteger a Su
pueblo, en cuanto esté dentro de sus
posibilidades, y obedecer Sus leyes.
—¿De dónde salió de pronto este
Herodes Agripa? —preguntó Filón
—. Creía que estaba en Antioquía.
—De Edom —respondió el
alabarca—, ataviado con una capa
de púrpura —púrpura de Bozrah— y
caminando con el porte de un rey.
No puedo dejar de creer que a
despecho de sus anteriores locuras y
vicisitudes está destinado a
representar un gran papel en
nuestra historia nacional. Es un
hombre de notable talento. Y ahora
que se ha comprometido
decididamente...
Filón se puso de pronto muy serio y
comenzó a citar al gran profeta
817
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Isaías: «¿Quién es el que viene de


Edom, con vestiduras teñidas en
Bozrah? ¿Quién es ese de glorioso
aspecto, que viaja en el esplendor de
sus fuerzas?... He estado solo en el
lagar, y no había nadie del pueblo
conmigo. Pero el día de la venganza
está en mi corazón, y el año de mi
Redimido ha llegado». Filón está
convencido desde hace tiempo de
que el Mesías está próximo. Ha
escrito varios volúmenes al
respecto. Basa sus argumentos en el
texto de Números relativo a la
estrella de Jacob, y lo concilia con
muchos otros textos de los Profetas.
Está loco, pobre hombre. Y ahora
que Herodes se ha vuelto tan
poderoso y que ha mantenido su
promesa en cuanto, a la observancia
de la Ley con tanta fidelidad, y que
ha prestado tantos servicios a los
818
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

judíos de Alejandría, Filón está


convencido de que Herodes es el
Mesías. Lo que finalmente lo decidió
fue el descubrimiento de que la
familia de Herodes, aunque
edomita, desciende de un hizo de
Zedekías, el último rey de Judea
antes del Cautiverio. (Este Zedekías
consiguió sacar de la ciudad a su
hijo recién nacido y llevarlo a salvo
a casa de unos amigos de Edom,
antes de que Nabucodonosor
capturase la ciudad.) Herodes
parece haber sido convencido por
Filón de que en realidad es el
Mesías y de que está destinado, no a
redimir a los judíos del yugo del
extranjero, sino a unir a todos los
Hijos de Sem en un gran imperio
espiritual, bajo el gobierno del
Señor de las Huestes. Esta es la
única explicación posible para sus
819
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

recientes actividades políticas, que,


debo confesarlo, me hacen sentirme
muy nerviosa en cuanto al futuro.
En verdad parece haber demasiada
religión en el aire. Es una mala
señal.
Me recuerda de lo que dijiste
cuando hicimos decapitar a ese
idiota de Juan el Bautista: «El
fanatismo religioso es la peor forma
de insania».
Creo que he dicho demasiado pero
puedo confiar, querida madre, que
no permitirás que la historia se
difunda. Quema esto cuando lo
hayas leído.

No hubo más noticias de Marso y no


recibí una respuesta de Herodes antes
de zarpar hacia Bretaña... Porque, un
par de semanas después del
desembarco, Aulo se vio obligado a
820
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mandarme llamar. Pero calculé que


Herodes leería entre las líneas de mi
carta que sospechaba de él, aunque tuve
sumo cuidado d? no mencionar a Marso
en la carta, ni las celebraciones del
aniversario de bodas en Tiberíades. Y
que tendría mucho cuidado con el
próximo paso que diese. También
fortalecí la guarnición de Alejandría y
le dijo a Marso que llamase todas las
levas griegas en Siria y les impusiese un
adiestramiento intensivo, haciendo
circular el rumor de que se esperaba una
invasión de los partos. Debía hacerlo
como por iniciativa propia, y no decirle
a nadie que las órdenes venían de mí.

821
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

822
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 18

Aulo, como ya he relatado, desembarcó


en Bretaña sin encontrar oposición
alguna. Construyó un fuerte
campamento de base en Richborough,
que guarneció con veteranos de cada
uno de los regimientos; encalló sus
transportes en la costa, fuera del alcance
de las tormentas, y comenzó un
823
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cauteloso avance a través de Kent,


tomando la ruta seguida por Julio en su
segunda expedición, la ruta que, en
verdad, han seguido todos los invasores
de la isla. Al principio encontró menos
resistencia que Julio, porque no tuvo
que forzar el paso del Stour. El rey de
Kent del este, un vasallo de Caractato y
Togodumno, decidió no defender las
posiciones preparadas allí. Sus aliados
habían retirado su principal ejército de
Colchester cuando se enteraron de que
nuestra invasión no podría realizarse ese
año, y sus propias fuerzas eran
insuficientes para defender el río con
éxito. Fue al encuentro de Aulo con
ofrendas de paz, y luego de un
intercambio de presentes juró alianza y
amistad a Roma. El rey de Sussex del
este, que se encuentra al oeste de Kent,
llegó unos días después al campamento
con los mismos propósitos. Entre el
824
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Stour y el Medway, la siguiente barrera


natural, Aulo encontró muy poca
resistencia verdadera. Pero pequeños
grupos de combatientes con carros le
disputaron las frecuentes barreras de
árboles derribados y de arbustos
espinosos que habían sido arrojados en
la senda. El comandante de la avanzada
de Aulo recibió entonces la orden de no
forzar esas barreras, sino que, en cuanto
las divisara, debía rodearlas con
destacamentos de caballería y capturar a
los defensores. Esto aminoró la
velocidad de la marcha, pero no se
perdieron vidas. Pero comenzaron a
aparecer fuerzas cada vez más grandes
de carros en los flancos de la columna
que avanzaba; atacaban a los grupos de
forrajeadores y los obligaban a
replegarse sobre el cuerpo principal.
Aulo tenía conciencia de que el humor
con que los hombres de Kent saldrían
825
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

finalmente del bosque —para ofrecerle


su sumisión con docilidad o para
cortarle valientemente la retirada—
dependía de su éxito contra los
catuvelaunios. Pero su campamento de
base estaba bien defendido.
Cuando llegó al límite de las mareas
del Medway, que Julio, en su segunda
campaña había vadeado sin pérdidas,
encontró al enemigo reunido en masa
ante posiciones preparadas varios meses
de antemano. Caractato y Togodumno
se encontraban presentes con todos sus
príncipes tributarios y un ejército de
unos 60.000 hombres. Aulo no tenía
más de 35.000 efectivos consigo. El
estrecho vado a través del río resultaba
casi impracticable por la gran sucesión
de profundos y anchos canales que lo
cortaban, paralelos a las orillas. Los
britanos vivaqueaban con negligencia al
otro lado. El vado más próximo, río
826
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

arriba, estaba a un día de marcha y


según los prisioneros se encontraba
igualmente fortificado. Río abajo no
había vado alguno. El río, después de
desembocar en el estuario del Támesis
no muy lejos de ese lugar, se extendía a
través de impenetrables fangales. Aulo
puso a sus hombres a trabajar para hacer
practicable el vado, rellenando los
canales con cestos de piedras. Pero
resultaba evidente que a ese ritmo
pasarían dos o tres días antes de que
pudiera intentar el cruce. La orilla
enemiga estaba defendida por dos
fuertes empalizadas, y los britanos, que
comenzaron a hostigar a los
trabajadores con flechas e insultos,
construían una tercera más atrás. Dos
veces por día una enorme marejada
llenaba la boca del río —cosa común en
esa parte del mundo, aunque nunca se la
había visto en el Mediterráneo, salvo
827
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

durante las tormentas— y obstaculizaba


en gran medida los trabajos
emprendidos por Aulo. Pero éste
contaba con la marea como su aliada.
Todos los germanos nadaban bien, y los
bátavos mejor que ninguno. Cruzaron
nadando, en número de 3.000, con las
armas atadas a la espalda, y tomaron a
los britanos por sorpresa. Pero en lugar
de atacar a los asombrados hombres que
se encontraban en torno a las hogueras
del campamento, corrieron hacia donde
se encontraban los caballos y
desjarretaron a los ponies de los carros,
inutilizando a dos o tres mil de ellos
antes de que los dueños se diesen cuenta
de lo que había sucedido. Luego se
establecieron en el extremo enemigo del
vado, detrás de la barricada del medio,
que estaba diseñada de modo que
mirase hacia el otro lado, y la retuvieron
contra los fuertes ataques británicos,
828
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mientras dos batallones del Noveno


regimiento cruzaban el río en su ayuda
sobre odres de vino inflados y almadías
improvisadas y en barquillas británicas,
de cuero, capturadas antes. La lucha fue
feroz, y los destacamentos británicos
apostados río arriba, para impedir que
nuestros hombres cruzaran allí en
cualquier punto, se precipitaron a tomar
parte en la lucha. Aulio vio la que
ocurría y envió el Segundo, a las
órdenes de cierto Vespasiano*, para que
fuese río arriba, a cubierto de cierto
bosque, y cruzara en algún recodo ahora
no vigilado. Vespasiano encontró el
lugar adecuado a ocho o nueve
kilómetros, en un lugar donde el río se
estrechaba un tanto, e hizo que un
hombre cruzara nadando con una
cuerda. La cuerda sirvió para hacer
pasar al otro lado una más gruesa, que
se aseguró a un árbol y luego se puso en
**
Después emperador (69-79).-R.G
829
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tensión. El Segundo estaba adiestrado


en esta maniobra, y en un par de horas
estuvieron todos al otro lado. Hubo que
usar numerosas cuerdas, porque la
distancia era demasiado grande para
mantener una de ellas lo bastante tensa
de modo que sostuviese el peso de más
de veinte o treinta hombres fuertemente
armados sin que la cuerda se cortara.
Una vez al otro lado, corrieron río
abajo, sin encontrar a ningún hombre
del enemigo, y una hora después
aparecieron de pronto en el flanco
derecho desguarnecido de éste.
Entrelazaron sus escudos, gritaron e
irrumpieron en la empalizada, matando
a cientos de tribeños británicos en una
sola carga. Los bátavos y los hombres
del Noveno unieron sus fuerzas al
Segundo, y aunque superadas
grandemente en número, las fuerzas
conjuntas empujaron al enemigo,
830
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

confundido y desordenado, pero aún


valiente, hacia atrás, hasta quebrarlo en
una innegable desbandada. La orilla del
río quedó limpia de británicos, y Aulo
se pasó el resto del día construyendo
apresuradamente una estrecha calzada
de troncos a través del vado. Con la
marea baja los troncos quedaron
firmemente incrustados, y se llenaron
los canales. Pero la noche estaba muy
avanzada cuando terminó el trabajo, y el
ejército no pudo cruzar —la marea alta
interrumpió el cruce— hasta la mañana
siguiente.
Los britanos se habían reunido en los
terrenos altos de más allá, y por la tarde
se llevó a cabo una batalla encarnizada.
La infantería francesa, que no había
participado en los combates del día
anterior, encabezó el ataque. Pero la
defensa era empecinada y una gran
columna de carros se lanzó de pronto
831
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hacia el centro, desde el flanco


izquierdo, surgiendo detrás del primer
regimiento francés, que avanzaba en
línea, provocándole fuertes bajas con
una lluvia de lanzas. Cuando esta
columna, que era dirigida por el propio
Caractato, llegó al flanco derecho, giró
audazmente y se colocó detrás del
segundo regimiento francés, que
avanzaba en apoyo del primero, y puso
en práctica el mismo juego, alejándose
luego sin bajas. Los franceses no
pudieron tomar la elevación, y Aulo,
viendo que la caballería y los carros
británicos estaban concentrados en su
flanco derecho, a punto de lanzar un
fuerte ataque contra los ahora
desordenados franceses, galopó con un
tercio de su caballería hacia las
posiciones amenazadas, con órdenes de
mantenerlas a toda costa. La caballería
partió, y Aulo lanzó tras ella toda su
832
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

infantería regular, con excepción del


Segundo regimiento. Dejando al
Segundo en apoyo de los franceses, por
si los británicos efectuaban un
contrataque, y haciendo avanzar a Geta
con alguna infantería bátava y el resto
de la caballería hacia el flanco
izquierdo, Aulo lanzó el ataque sobre la
derecha. Los carros británicos no
pudieron contener su avance, si bien
nuestra caballería sufrió fuertes
pérdidas antes de que el regimiento de
vanguardia, el Dedimocuarto, acudiera
en su ayuda. Caractato hizo girar
entonces su columna detrás de la
elevación, para un ataque contra nuestro
flanco izquierdo.
Geta fue el héroe de la batalla. El y sus
700 hombres de caballería contuvieron
una desesperada carga de casi 2.000
carros. 500 de los mismos bátavos que
habían inutilizado los ponies durante la
833
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

incursión de la madrugada se mezclaron


a la caballería y volvieron a usar sus
cuchillos con el mismo fin y con buenos
resultados. A no ser por ellos, Geta
habría sido arrollado. El propio Geta fue
derribado de su caballo y casi
capturado, pero Caractato finalmente se
retiró, dejando cien carros inutilizados.
Para entonces los británicos
comenzaban a sentir la presión de la
infantería regular. También los
franceses hacían algo más que mantener
el terreno, y de pronto surgió un clamor
en el sentido de que Togodumno había
sido sacado del campo, mortal-mente
herido. Los británicos se
descorazonaron. Sus líneas vacilaron y
se quebraron, lanzándose contra nuestro
flanco izquierdo, donde tropezaron
inesperadamente con los hombres de
Geta, que avanzaban a través de un
bosquecillo. Geta atacó, y cuando
834
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

terminó el combate se encontraron mil


quinientos cadáveres de británicos sólo
en esa parte del campo. El total de las
bajas británicas, en muertos solamente,
llegó a 4.000. Las nuestras sólo fueron
900, de los cuales 700 eran franceses, y
la misma cantidad más o menos, de
heridos graves. Entre los que murieron
de resultas de sus heridas se encontraba
Berico, el causante de la guerra, que
había luchado al lado de Geta y que le
salvó la vida cuando lo desmontaron.
El siguiente obstáculo importante de
Aulo era el Támesis, que Caractato
defendía ahora del mismo modo que
había defendido el Medway. Los
derrotados británicos se retiraron detrás
de él tomando por un sendero secreto a
través de los fangales. Nuestra
vanguardia trató de seguirlos, pero se
empantanó y tuvo que retroceder. La
batalla siguiente fue casi una repetición
835
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de la anterior, ya que las condiciones


eran muy similares. Esta vez fue Craso
Frugi, el padre del joven Pompeyo, mi
yerno, quien efectuó el cruce río arriba.
Se abrió paso a través del puente, en
Londres, que estaba defendido por una
compañía de jóvenes nobles británicos
juramentados para luchar hasta el
último hombre. Los batavos volvieron a
cruzar el río a nado, durante la marea
baja. En esta ocasión la defensa
británica era más débil y sus pérdidas
volvieron a ser enormes. Las nuestras
fueron insignificantes —300—, y se
tomaron dos mil prisioneros. Se capturó
Londres con un rico botín. Pero la
victoria quedó arruinada por la pérdida
de casi mil franceses y batavos que
persiguieron imprudentemente al
enemigo derrotado, siguiéndole hacia
terrenos cenagosos, en los que fueron
tragados por un pantano.
836
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Aulo estaba ahora al otro lado del


Támesis, pero la resistencia enemiga se
hizo de pronto más enérgica gracias a la
llegada de refuerzos del sur, el oeste y
el' centro de la isla. La muerte de
Togodumno resultó una verdadera
ventaja para los britanos: el comando
supremo del ejército de los
catuvelaunios ya no estaba dividido, y
Caractato, que era un jefe audaz, y que
gozaba de gran favor entre los druidas,
pudo hacer un apasionado ruego a sus
aliados y vasallos, en el sentido de que
vengaran la muerte de su noble
hermano. Como las pérdidas romanas
habían superado el máximo estipulado,
y como no se podía afirmar que la
resistencia enemiga hubiese sido rota,
Aulo me envió prudentemente el
mensaje que habíamos convenido.
Llegó a Boulogne con uno de los barcos
que, como se había dispuesto, acababa
837
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de llegar a Londres desde Richborough


con un cargamento de vino, mantas y
provisiones militares. En Boulogne se
encendió el primer faro y en muy poco
tiempo el mensaje había cruzado los
Alpes y corría hacia Roma.
Fue el día en que encontré por fin
pruebas convincentes del fraude y las
falsificaciones de Myron. Acababa de
hacerlo azotar en presencia de todos mis
otros secretarios principales, y luego lo
hice ejecutar. Me sentía fatigado,
después de un día difícil y desagradable,
y estaba a punto de dedicarme, antes de
la cena, a una amistosa partida de dados
con Vitelio, cuando el eunuco Pósides,
mi secretario militar, llegó corriendo
con la noticia:
—¡César, el faro! Se te necesita en
Bretaña.
—¿Bretaña? —exclamé. Tenía el
cubilete de los dados en la mano, y
838
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mecánicamente volvía a agitarlo y


arrojé los dados antes de correr a la
ventana que daba hacia el norte—.
¡Muéstrame! —dije. Era una noche
clara y en la dirección en que me
señalaba Pósides puede distinguir,
incluso con mi débil vista, el puntito de
luz roja en la cima del monte Soractes, a
cincuenta kilómetros de distancia. Volví
a la mesa, donde encontré a Vitelo
contemplándome con expresión
resplandeciente.
—¿Qué te parece esto corno augurio?
—preguntó—. Durante la última media
hora has estado sacando los puntos más
bajos posible, y ahora, de pronto, gritas
«Bretaña» y sacas Venus.
¡En efecto, los tres dados yacían
formando un perfecto triángulo
equilátero, y cada uno de ellos mostraba
un seis! Las posibilidades de sacar
Venus eran de 216 a 1, de modo que se
839
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

me perdonará si experimenté un gran


júbilo en ese momento. No hay nada
como un augurio realmente bueno para
iniciar una campaña, y hay que entender
que Venus no sólo era la patrona del
cubilete, sino también la madre de
Eneas, y por lo tanto mi propia
antepasada a través de mi abuela
Octavia, la hermana de Augusto, y
guardiana de la fortuna de la casa Julia,
de la cual yo era ahora el jefe
reconocido. También vi algún
significado en el triángulo, porque esa
es la forma de Bretaña en los mapas.
Ahora que lo pienso, me pregunto si
habrá sido Vitelio, y no la diosa, quien
cuando le volví la espalda arregló los
dados tan bonitamente. Soy una de las
personas a quien resulta más fácil
engañar, o por lo menos tal es el
veredicto popular sobre mí. Si lo hizo,
hizo bien, porque Venus me envió a la
840
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conquista de un humor exaltado. Esa


noche le ofrecí oraciones (y también a
Augusto y Marte), y le prometí que si
me ayudaba a conquistar la victoria
haría lo que me pidiese.
—Una mano lava a la otra —le recordé
—, y en verdad espero que hagas todo
lo que puedas.
Los Claudio tenemos la costumbre de
dirigirnos a Venus con bromista
familiaridad. Se supone que a ella le
gusta, lo mismo que las bisabuelas, en
especial las que gozan de la reputación
de haber sido muy alegres en su
juventud, estimular a veces a sus
biznietos favoritos a que les hablen con
tan poca cortesía como si pertenecieran
a la misma generación.
Al día siguiente zarpé de Ostia rumbo a
Marsella, con mi estado mayor y 500
voluntarios para la guerra. El viento
soplaba agradablemente desde el sur, y
841
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

yo prefería el viaje por mar al traqueteo


de un carruaje. Toda la ciudad acudió al
puerto para despedirnos, y todos
trataron de superar a los demás en sus
expresiones de lealtad y en el calor de
sus buenos deseos. Mesalina me echó
los brazos al cuello y lloró. El pequeño
Germánico también quiso ir. Vitelio
prometió al dios Augusto recubrir de
oro las puertas de su templo, si yo
regresaba victorioso.
Teníamos una flota de cinco barcos de
guerra veloces, de dos palos y velas
cuadradas, cada uno con tres filas de
remeros, y con los cascos bien
envueltos con gruesas cuerdas para el
caso de un tiempo tormentoso. No había
tiempo que perder, de modo que le dije
al capitán que cargase todas las velas
posibles, cosa que hizo, ambas velas en
cada mástil, y como el mar estaba en
calma muy pronto nos encontramos
842
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

navegando a unos buenos diez nudos.


Ya avanzada la tarde avistamos la isla
de Planasia, cerca de Elba, donde había
sido exilado mi pobre amigo Postumo, y
pude distinguir los edificios ahora
desiertos donde se habían alojado sus
guardias. Habíamos hecho ciento veinte
millas, o sea la tercera parte del
trayecto. La brisa persistía. Mi
estómago no fue afectado por los
movimientos del barco, y me retiré a mi
cabina para acostarme. Esa noche dimos
la vuelta a Córcega, pero la brisa cesó a
medianoche, y tuvimos que basarnos
por entero en los remos. Yo dormí bien.
Para abreviar el relato, al día siguiente
tuvimos mal tiempo y avanzamos muy
poco, ya que el viento giró
gradualmente hacia el oeste-noroeste.
Avistamos la costa francesa sólo al alba
del tercer día. El mar estaba ahora
extraordinariamente embravecido, y los
843
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

remos quedaban a menudo hundidos en


el agua hasta los toletes o se agitaban en
el aire. Sólo dos de los otros cuatro
barcos estaban a la vista. Nos dirigimos
hacia la protección de la costa y la
recorrimos con suma lentitud.
Estábamos ahora a cincuenta millas al
oeste de Fréjus, un ancladero de la flota,
y pasábamos por entre las islas Hyéres.
Para el mediodía habríamos llegado a
Marsella. Cuando pasamos frente a
Porquerolles, la más grande y
occidental de las islas, separada en un
punto por una sola milla marítima de la
península de Giens, que sobresale para
salirle al encuentro, el viento cayó sobre
nosotros con fuerza espantosa, y aunque
la tripulación remó como enloquecida,
no logramos avanzar nada y nos vimos
empujados lentamente hacia los
arrecifes. Nos encontrábamos a cien
metros de la destrucción cuando el
844
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ventarrón menguó un tanto y


conseguimos zafarnos. Pero unos
minutos después estábamos otra vez en
aprietos, y en esa ocasión el peligro era
mayor aún. El último promontorio en
torno al cual tuvimos que pasar
penosamente terminaba en una gran
roca negra, que la acción del viento y
del agua habían tallado dándole la
forma de una cabeza de sátiro. Las
aguas le hervían y siseaban en la
barbilla, formándole como una barba
blanca. El viento que soplaba
directamente de través, nos echaría muy
pronto contra las fauces del monstruo.
—Si nos atrapa, nos destrozará los
huesos y nos triturará la carne —me
aseguró el capitán con acento torvo—.
Muchos barcos han naufragado en ese
peñasco negro.
Ofrecí oraciones a todos los dioses del
panteón. Después se me dijo que los
845
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

marineros que me habían escuchado


juraron que era el más hermoso rezo
que habían oído en su vida, y que les
infundió nuevas esperanzas. Le recé en
especial a Venus y le rogué que
convenciera a su tío Neptuno de que se
comportara con más consideración, ya
que la suerte de Roma dependía en gran
medida de la supervivencia de ese
barco. Tenía que recordarle a Neptuno
que yo no había tenido nada que ver con
la impía pendencia de mi antecesor con
él, y que, por el contrario, siempre había
tenido el más profundo respeto por el
dios. Los agotados remeros se
esforzaban y gemían, y el capataz
recorría las plataformas con una cuerda
en la mano, maldiciéndolos y
azotándolos para infundirles nuevo
vigor. Quién sabe cómo, logramos
pasar... Y cuando se escuchó una
exclamación de alegría, que indicaba
846
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que nos encontrábamos fuera de


peligro, prometí a los remeros veinte
piezas de oro en cuanto
desembarcáramos.
Me alegré de haber mantenido la
calma. Era la primera vez que
experimentaba una tormenta en el mar,
y había oído decir que algunos de los
hombres más valientes del mundo se
derrumbaban cuando se veían frente a la
perspectiva de morir ahogados. Incluso
se ha susurrado que el dios Augusto era
un espantoso cobarde durante las
tormentas, y que sólo su sentido de la
dignidad de su puesto le impedía aullar
y mesarse los cabellos. Por cierto que
solía repetir a menudo los versos
aquellos sobre que «Impío fue el
hombre que primero se hizo a la vela y
enfrentó los peligros del frenético
abismo». Era muy infortunado en el
mar, salvo en sus combates navales, y
847
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—hablando de impiedad— en una


ocasión mostró su profundo
resentimiento por la pérdida de una
flota en una repentina tormenta
prohibiendo que la estatua de Neptuno
fuese llevada como de costumbre en
procesión sagrada alrededor del circo.
Después de eso muy pocas veces se
hizo a la mar sin provocar una
tempestad, y en tres o cuatro ocasiones
estuvo a punto de naufragar.
Nuestro barco fue el primero en llegar
a Marsella, y por suerte no se perdió ni
uno solo de los cinco, aunque dos se
vieron obligados a volver y refugiarse
en Fréjus. En Marsella la tierra estaba
espléndidamente firme bajo mis pies.
Decidí no volver a viajar por mar
cuando pudiese hacerlo por tierra, y
desde entonces no me he apartado de
esa decisión.

848
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En cuanto me enteré de que se había


hecho un desembarco exitoso en
Bretaña, hice llevar mis reservas a
Boulogne y ordené a Pósides que
reuniese y preparase trasportes allí,
junto con todos los abastecimientos
militares que pudieran parecer
necesarios para la campaña. En
Marsella me esperaban veinte calesas
ligeras —las había reunido Pósides—
para llevarnos, a mí y a mi estado
mayor, con constantes relevos de
caballos, por el valle del Ródano, de
Avignon a Lyon, donde pasamos la
segunda noche, y de allí hacia el norte,
a lo largo del Saona, a razón de cien a
ciento veinte kilómetros por día, que era
lo más que podía aguantar debido al
continuo traqueteo, que me destrozaba
los nervios, me trastornaba la digestión
y me daba constantes dolores de cabeza.
La tercera noche, en Chálons, mi
849
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

médico Jenofonte insistió en que


descansara todo el día siguiente; le dije
que no podía permitirme el lujo de
derrochar todo un día y me replicó que
si no descansaba no sería de ninguna
utilidad para el ejército en Bretaña,
cuando llegase. Le grité y traté de
anular su opinión, pero Jenofonte
insistió en considerar esta conducta
como una nueva señal de agotamiento
nervioso, y me dijo que o el médico era
él o que lo era yo. En este último caso
renunciaría y reanudaría la práctica que
había interrumpido en Roma. Pero si el
médico era él debía pedirme que hiciera
lo que me aconsejaba: descansar y
someterme a un masaje completo. Por
lo tanto me disculpé y le dije que
detenerme de pronto en el viaje me
provocaría tal ansiedad nerviosa, que mi
estado físico no mejoraría con ningún
masaje compensatorio, y que decirme
850
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

«descansar» era, dadas las


circunstancias, un consejo tan poco
práctico como decirle a un hombre
cuyas ropas se han incendiado que tiene
que mantenerse sereno. A la postre
llegamos a una transacción: yo no
continuaría mi viaje en una calesa, pero
tampoco me quedaría en Chálons. Sería
transportado en una litera liviana, a
hombros de seis portadores bien
adiestrados, y de tal modo haría por lo
menos cincuenta kilómetros de los
ochocientos que aún tenía ante mí. Me
sometería a los masajes que él quisiera,
antes de partir y después de que
terminase la jornada.
De Lyon necesité ocho días para llegar
a Boulogne por vía de Troyes, Reims,
Soissons y Amiens, porque en la etapa
de Reims a Soissons Jenofonte me
obligó a usar la litera nuevamente.
Durante todo este tiempo no estuve
851
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

exactamente ocioso. Repasé con la


memoria mis recuerdos de las grandes
batallas del pasado —las de Julio, las de
Aníbal, las de Alejandro, y en especial
las de mi padre y mi hermano en
Germania—, y me pregunté si, cuando
llegara el momento, yo podría aplicar
con sentido práctico todo ese detallado
y amplio conocimiento. Me felicité de
que, cada vez que había sido posible
trazar el plan de una batalla según los
relatos proporcionados por testigos
oculares, siempre lo hice; y había
dominado a fondo los principios
tácticos generales involucrados en el
empleo de una pequeña fuerza de
combatientes disciplinados frente a un
gran ejército de tribeños
semicivilizados, y también los
principios estratégicos relativos a la
ocupación exitosa del país, cuando la
batalla había sido ganada.
852
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En Amiens, insomne en la madrugada,


comencé a imaginarme el campo de
batalla. Probablemente la infantería
británica ocuparía una elevación
boscosa, con la caballería y los carros
de guerra maniobrando en los terrenos
bajos del frente. Yo dispondría mi
infantería regular en formación común
de combate, con un frente de dos
regimientos, los auxiliares en los
flancos y los guardias en la reserva. Los
elefantes, serían una absoluta novedad
para los britanos, ya que en la isla jamás
se había visto un animal así... Pero en
eso se me ocurrió un pensamiento
inquietante.
—Pósides —llamé con voz ansiosa.
—Sí, César —respondió Pósides
saltando de su jergón, todavía medio
dormido.
—Los elefantes están en Boulogne,
¿verdad?
853
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Sí, César.
—¿Cuánto hace que te di la orden de
llevarlos allá desde Lyon?
—En cuanto nos enteramos del
desembarco, César, el siete de agosto.
—¿Y cómo haremos para cruzar los
elefantes al otro lado? Habríamos tenido
que hacer construir transportes
especiales.
—El barco que llevó el obelisco de
Alejandría está en Boulogne.
—¡Pero yo creía que se encontraba en
Ostia!
—No, César, en Boulogne.
—Pero si lo enviaste allí el siete no
puede haber llegado aún. No puede
estar más allá del golfo de Vizcaya.
Recordarás que necesitó tres semanas
para llegar a Roma desde Egipto, y eso
con buen tiempo para la navegación.
Pero Pósides era un ministro realmente
eficaz. Parece que en cuanto decidí
854
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

poner a los elefantes entre mis refuerzos


y enviarlos a Lyon —creo que fue en
mayo—, consideró el problema del
transporte a través del canal y, sin
decirme una palabra, fletó el barco-
obelisco como transporte para los
elefantes —era el único barco lo
bastante fuerte y grande para eso— y lo
envió a Boulogne, adonde llegó seis
semanas después. Si hubiese esperado
mis órdenes, habríamos tenido que dejar
los elefantes. El barco-obelisco merece
algo más que una mención superficial.
Era el mayor navio jamás botado. Tenía
no menos de sesenta metros de largo y
un ancho proporcionado, y sus maderos
principales eran de cedro. Calígula lo
hizo construir en los primeros meses de
su monarquía para traer de Egipto un
obelisco de granito rojo, de veinticinco
metros de alto, junto con cuatro
enormes piedras que formaban su
855
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

basamento. El obelisco era originario de


Heliópolis, pero unos años antes había
sido instalado en el templo de Augusto
en Alejandría. Calígula quiso colocarlo
en su propio honor en el circo que iba a
construir en el monte Vaticano. Para
entender qué barco tan monstruoso era
hay que decir que su palo mayor de
veinte metros de alto era un abeto de
dos metros y medio de diámetro en la
base, y que en el lastre utilizado para
mantenerlo equilibrado cuando el
obelisco y el pedimento fueron
instalados en el puente figuraban 1.200
toneladas de lentejas egipcias: un regalo
para el pueblo de Roma. Cuando llegué
a Boulogne me satisfizo encontrar a las
tropas de buen humor, los trasportes
listos y el mar en calma. Nos
embarcamos sin más demora, y nuestro
paso a través del canal fue tan
placentero y carente de incidentes, que
856
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

al desembarcar en Richborough hice un


sacrificio a Venus y Neptuno,
agradeciendo a este último su
inesperado favor y a la primera su
bondadosa intercesión. Los elefantes no
causaron problemas. Eran elefantes de
la India, no africanos. Los elefantes de
la India son tres veces más grandes que
los africanos, y éstos eran
especialmente buenos, y Calígula los
había comprado para utilizarlos en las
ceremonias de su propia religión.
Después se los había empleado en los
muelles de Ostia, para mover maderas y
piedras bajo la dirección de sus
conductores indios. Para mi sorpresa
descubrí que a los elefantes se habían
agregado doce camellos. Esa era una
idea de Pósides.

857
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

858
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 19

859
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En Richborough nos sentimos ansiosos


por conocer las últimas noticias de
Aulo, y descubrí que acababa de llegar
un despacho de él. Informaba que los
britanos habían efectuado dos ataques,
uno de día y el otro de noche, contra el
campamento que él había fortificado al
norte de Londres, pero que los rechazó
con algunas pérdidas. Pero todos los
días parecían llegar nuevos refuerzos
enemigos, incluso desde Gales del sur.
Y los hombres de Kent que se retiraron
a la zona boscosa habían enviado a
Caractato un mensaje en el que le
decían que en cuanto Aulo se viese
obligado a retirarse abandonarían los
bosques y lo separarían de su base.
Hablé con unos hombres gravemente
heridos a quienes Aulo había evacuado
a la base, y todos convinieron en que la
infantería británica no era de temer,
860
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pero que sus carros parecían estar en


todas partes al mismo tiempo, y que
eran tan numerosos, que impedían que
cualquier fuerza menor de doscientos o
trescientos infantes se separase del
grueso del ejército.
Mi columna se preparaba ahora para su
avance. Los elefantes acarreaban
grandes bultos de jabalinas de repuesto
y de otras municiones de guerra. Pero
ciertas curiosas máquinas colocadas
sobre el lomo de los camellos me
intrigaron.
—Una invención de tu predecesor
imperial, César —me explicó Pósides
—. Me tomé la libertad de hacer que
construyeran seis en Lyon, cuando
estuvimos allí en julio, y las hice enviar
a Boulogne. Son una especie de
máquinas de sitio para usar contra tribus
incivilizadas.

861
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—No sabía que el extinto emperador


fuese responsable de ninguna invención
militar.
—Creo, César , que encontrarás que
este tipo de máquina es sumamente
eficaz, en especial junto con una cuerda
liviana. Me he tomado la libertad de
traer varios cientos de metros de cuerda
liviana en rollos.
Pósides sonreía ampliamente y pude
ver que tenía algún plan astuto que me
mantenía en secreto. Entonces le dije:
—Jerjes el Grande tenía un ministro de
guerra llamado Hermotimo, un eunuco
como tú, y cada vez que se le permitía a
Hermotimo solucionar por su cuenta un
problema táctico, como por ejemplo la
reducción de una ciudad inexpugnable o
el cruce de un río invadeable, sin botes,
el problema quedaba siempre
solucionado. Pero si Jerjes o algún otro
trataba de entrometerse con consejos o
862
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sugestiones, Hermotimo solía decir que


el problema se había vuelto demasiado
complicado para él y pedía que lo
excusaran. Tú eres un segundo
Hermotimo, y para congraciarme con la
suerte te dejaré con tus propias
artimañas. Tu previsión en el caso del
barco-obelisco te ha ganado mi
confianza. Entiende que espero grandes
cosas de tus camellos y sus cargas. Si
mi desilusionas me desagradará mucho,
y probablemente te arrojaré a las
panteras del anfiteatro, cuando
volvamos.
—¿Y si te ayudo a conquistar la
victoria? —respondió, siempre
sonriendo.
—Entonces te condecoraré con los más
altos honores que esté en mi poder
concederte y que no sean inadecuados
para tu condición. Te daré la medalla de
la Lanza sin Punta. ¿Has ocultado
863
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alguna otra novedad en el equipaje?


Esos camellos y elefantes y lanceros
negros del África sugieren un
espectáculo en el Campo de Marte antes
que una expedición seria.
—No, César, no mucho más. Pero creo
que los britanos presenciarán un buen
espectáculo antes de que hayamos
terminado, y podremos cobrar el dinero
de las entradas cuando ese espectáculo
haya acabado.
Marchamos desde Richborough y no
encontramos oposición. El cruce de los
ríos estaba vigilado por destacamentos
del Decimocuarto enviados por Aulo
para ese fin. Cuando pasábamos se
unían a nosotros. No vi a un solo
britano enemigo entre Richborough y
Londres, donde Aulo y yo unimos
nuestras fuerzas el cinco de septiembre.
Creo que se sintió tan encantado de
verme como yo a él. Lo primero que le
864
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pregunté fue si la tropa estaba de buen


ánimo. Me respondió que sí, y que sólo
les había prometido la mitad de las
fuerzas que yo llevaba conmigo, y que
no había mencionado los elefantes, de
modo que nuestras verdaderas fuerzas
constituirían una sorpresa para ellos. Le
pregunté dónde se esperaba que el
enemigo ofreciese combate, y me
mostró un mapa en relieve que había
hecho, con arcilla, de la región situada
entre Londres y Colchester. Señaló un
lugar situado a unos treinta kilómetros
de la carretera Londres-Colchester —no
una carretera en el sentido romano, por
supuesto—, que Caractato había estado
atareado fortificando y que casi sin
duda sería el lugar de la próxima
batalla. Se trataba de una elevación
boscosa llamada Brentwood Hill, que
curvaba la carretera en una gran
herradura, en cada extremo de la cual
865
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había un gran fuerte con empalizadas, y


otros más en el centro. El camino corría
hacia el nordeste. El flanco izquierdo
del enemigo, más allá de la elevación,
estaba protegido por tierras pantanosas,
y un profundo arroyo, llamado Weald
Brook, formaba una barrera defendible
al frente. En el flanco izquierdo la
elevación giraba hacia el norte y
continuaba a lo largo de cinco o seis
kilómetros, pero los árboles y los
espinos y las zarzas crecían tan densos,
que Aulo pensaba que sería inútil tratar
de tomar ese flanco enviando una fuerza
de soldados que se abrieran paso por
entre la vegetación. Como el único
acceso factible a Colchester era por esa
carretera, y como yo quería enfrentar a
las principales fuerzas enemigas lo
antes posible, estudié con sumo cuidado
el problema táctico involucrado.
Prisioneros y desertores proporcionaron
866
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

informaciones exactas en cuanto a las


defensas del bosque, que parecían muy
bien planeadas. No me parecía buena la
idea de un ataque frontal. Si
marchábamos contra el fuerte central
sin reducir primero los otros dos, nos
veríamos expuestos a intensos ataques
desde ambos flancos. Pero atacar
primero a los otros dos tampoco parecía
ser muy útil. Porque si lográbamos
tomarlos, con gran costo para nosotros,
ello significaría que tendríamos que
abrirnos paso combatiendo a través de
otras empalizadas, dentro del bosque,
cada una de las cuales tendría que ser
tomada en una operación separada.
En un consejo de guerra que Aulo y yo
convocamos con todos los generales de
estado mayor y todos los comandantes
de regimiento, todos convinieron en que
era inevitable un ataque frontal contra el
fuerte central, y que debíamos estar
867
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

preparados a sufrir fuertes pérdidas. Era


una desgracia que las laderas delanteras
de la elevación, entre el bosque y el
arroyo, fuesen admirablemente
adecuadas para las maniobras con los
carros. Aulo recomendó un ataque en
masa con una formación en diamante.
La cabeza del diamante estaría
compuesta de un solo regimiento que
avanzaría en dos oleadas, cada oleada
con soldados de a ocho en fondo. Luego
seguirían dos regimientos marchando a
la par, en la misma formación que el
precedente; después tres regimientos
marchando a la par. Esta sería la parte
más ancha de la formación, y en ella
irían los elefantes, como protección
para cada flanco. Luego dos
regimientos más y finalmente uno. La
caballería y el resto de la infantería
serían mantenidos en reserva. Aulo
explicó que este diamante
868
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

proporcionaba protección contra los


ataques desde el flanco: no se podía
lanzar ningún ataque contra el ataque
del primer regimiento sin atraer las
jabalinas de la segunda línea, ni sobre
esta segunda sin atraer las de la tercera,
porque todas las líneas se superponían
las unas a las otras. La tercera línea
estaba protegida por los elefantes. Si se
hacía un fuerte ataque con carros desde
un flanco de retaguardia, se podía hacer
girar los regimientos que estuviesen allí,
para que se ofrecieran la misma
protección mutua.
Mis comentarios respecto de este
diamante fueron: que se trataba de una
hermosa formación y que se la había
utilizado con éxito en tales y cuales
batallas —las mencioné— de la época
republicana, pero que los britanos eran
tan superiores a nosotros en número,
que una vez que hubiésemos avanzado
869
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hacia el centro de la herradura podrían


atacarnos desde otros lados al mismo
tiempo, con fuerzas que no podríamos
rechazar sin desorganizarnos. Era
indudable que el frente del diamante
quedaría separado de la retaguardia.
También dije, con suma energía, que no
estaba dispuesto a sufrir ni la décima
parte de las bajas que se había calculado
que nos costaría el ataque frontal.
Vespasiano intervino con el antiguo
proverbio de que no se podía hacer una
tortilla sin romper los huevos, y
preguntó con alguna impaciencia si me
proponía reducir mis pérdidas y regresar
a Francia, y en ese caso, durante cuánto
tiempo esperaba conservar el respeto de
los ejércitos.
—Hay muchas maneras de matar a un
gato —repliqué—, aparte de la de
golpearlo con una cuchara de cuerno,

870
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

porque eso puede terminar con la rotura


de la cuchara.
Discutieron conmigo, con el tono
superior de los veteranos, tratante de
impresionarme con términos técnicos
militares, como si yo fuese un
ignorante.
—Caballeros —estallé, furioso—,
como solía decir el dios Augusto: «Es
posible que un rábano no sepa griego,
pero yo sí». Hace cuarenta años que
vengo estudiando problemas de táctica,
y en ese sentido ustedes no pueden
enseñarme nada. Conozco todos los
movimientos y aperturas
convencionales y no convencionales del
juego del ajedrez humano. Pero
entiendan que no estoy en libertad de
jugar el juego como quieren ustedes.
Como Padre de la Patria estoy ahora en
deuda con mis hijos: me niego a
derrochar tres mil o cuatro mil vidas
871
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

suyas en un ataque de ese tipo. Ni mi


padre Druso ni mi hermano Germánico
habrían soñado siquiera en hacer un
ataque frontal contra una posición tan
fuerte como ésta.
—¿Y qué habrían hecho tus nobles
parientes, César —preguntó Geta, quizá
con cierta ironía—, en un caso de este
tipo?
—Habrían buscado un rodeo.
—Pero aquí no hay rodeos, César. Eso
ya se ha establecido.
—Digo que lo habrían buscado.
—El flanco izquierdo del enemigo —
dijo Craso Frugi— está custodiado por
el rey Garza, y el derecho por la reina
Espino. Se jactan de eso, según los
prisioneros.
—¿Quién es ese rey Garza? —
pregunté.
—El Señor de los Pantanos. Es un
primo, en su mitología, de la Diosa de
872
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la Batalla. Esta se aparece con el disfraz


de un cuervo y se posa en las puntas de
las lanzas. Luego empuja a los vencidos
hacia los pantanos y su primo el rey
Garza los devora. La reina Espino es
una virgen que se viste de blanco en
primavera y ayuda a los soldados en el
combate defendiendo sus empalizadas
con sus púas. Derriban árboles
espinosos, ¿sabes?, y los apilan con las
espinas hacia afuera, uniendo los
troncos entre sí. Eso constituye un
temible obstáculo. Pero la reina Espino
defiende el flanco derecho sin el
derribamiento artificial de árboles.
Nuestros exploradores están seguros de
que todo el bosque es una maraña tan
espantosa, que resulta imposible
atravesarlo en ningún punto.
—Sí, César —dijo Aulo—, me temo
que debemos decidir ese ataque frontal.

873
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Pósides —dije de pronto—, ¿alguna


vez fuiste soldado?
—Nunca, César.
—Entonces somos dos, por suerte.
Supongamos ahora que quiero hacer lo
imposible y llevar a nuestra caballería a
través del flanco derecho del enemigo, a
través de esa impenetrable maraña de
espinos, ¿podrías tú comprometerte a
llevar a los guardias por la izquierda, a
través de ese pantano impracticable?
—Me has dado el flanco más fácil,
César —respondió Pósides—. Ocurre
que hay una senda a través de la
ciénaga. Habrá que atravesarla en fila
de a uno, pero la senda existe. Ayer me
encontré en Londres con un hombre, un
oculista español viajero, que viaja por el
país curando a la gente de oftalmía de
pantano. Ahora está en el campamento,
y dice que conoce muy bien las
ciénagas y la senda, que usa para evitar
874
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la puerta de portazgo de la colina.


Desde la muerte de Cimbelino han
cobrado un portazgo fijo, pero un
viajero tiene que pagar de acuerdo con
la cantidad de dinero que lleve en el
morral, y este oculista se cansó de que
lo despellejaran. Por la mañana
temprano siempre hay una bruma sobre
el fangal, y él toma por la senda y logra
deslizarse sin que lo vean. Dice que una
vez que se la encuentra es fácil seguirla.
Sale a unos ochocientos metros más allá
de la elevación, en el comienzo de un
bosque de pinos. Es probable que los
britanos tengan una guardia apostada
allá —Caractato es un general
cuidadoso—, pero creo que ahora puedo
comprometerme a desalojarlos y a
llevar al otro lado del pantano a tantos
hombres como quieran seguirme
Explicó su estratagema, que yo aprobé,
aunque muchos de los generales
875
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enarcaron las cejas. Y luego expliqué


mi plan para forzar el otro flanco, que
en realidad era muy sencillo. En la
concentración general sobre la
formación en diamante se había pasado
por alto un hecho importante: que los
elefantes indios son capaces de pasar a
través de la más densa espesura
imaginable, y que no son detenidos por
los espinos ni las zarzas. Pero a fin de
no contar dos veces la mismas cosas, no
hablaré más sobre el consejo de guerra
y lo que se decidió en él. Me dedicaré a
la narración de la batalla, que se llevó a
cabo en Brentwood el siete de
septiembre, fecha que ha sido
memorable para mí desde hace tiempo
como el día en que mi hermano
Germánico derrotó a Hermann en el
Weser. Si hubiese vivido ahora tendría
sólo cincuenta y ocho años de edad, o
sea que no sería mayor que Aulo.
876
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Salimos de Londres por el camino de


Colchester. Las guerrillas británicas
mantuvieron ocupada a nuestra
vanguardia, pero no hubo una seria
resistencia hasta que llegamos a
Romford, una aldea situada a once
kilómetros de Brentwood, donde
encontramos que el vado del río Rom
estaba fuertemente defendido. El
enemigo nos retuvo allí toda una
mañana, a un costo, para él, de
doscientos muertos y cien prisioneros.
Nosotros sólo perdimos cincuenta, pero
dos de ellos eran capitanes y uno
comandante de batallón, de modo que
en cierto sentido los britanos salieron
ganando con el cambio. Esa tarde vimos
la sierra de Brentwood y acampamos
para pasar la noche a este lado del
arroyo, que utilizamos como barrera de
defensa.

877
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Consulté los auspicios. Siempre se los


consulta antes de la batalla, y para ello
se da a las gallinas sagradas trozos de
torta de legumbres y se observa cómo
los comen. El mejor augurio posible es
cuando las gallinas —en cuanto el
sacerdote abre la puerta de la jaula— se
precipitan sin un cacareo y sin batir las
alas, y comen tan vorazmente que del
pico les caen grandes trozos. Si se
puede escuchar el sonido de éstos al
caer al suelo, ello profetiza la derrota
total del enemigo. Y en efecto, se nos
concedió este augurio, el mejor de
todos. El sacerdote no se mostró a las
aves sino que, oculto conmigo detrás de
jaula, abrió de pronto la puerta en el
momento mismo en que yo les arrojaba
la torta. Salieron precipitadamente, sin
un solo cacareo, y casi despedazaron la
torta, dispersando los trozos en una
forma que nos encantó.
878
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Yo había preparado lo que me pareció


un discurso adecuado. Era un tanto
reminiscente del estilo de Livio, pero
me pareció que la importancia histórica
de la ocasión lo justificaba. Decía:

Romanos, que lengua alguna entre


vosotros se agite ni voz ninguna ruja
en vano, en alabanza de los días
pasados como días de oro puro, y en
menosprecio de la era actual —de
cuyas glorias deberíamos ser
denodados campeones— como la
época sin gracia del yeso dorado.
Los héroes griegos, ante Troya —el
augusto Homero los cantó—,
llevaban perpetuamente en los
labios, si debemos creer en las
afirmaciones del poeta, estos versos:

Nos jactamos de ser mejores


hombres, con mucho,
879
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que todos nuestros antepasados


que marcharon a la guerra.

No seáis excesivamente modestos,


romanos. Llevad la cabeza en alto.
Hinchad el pecho. Ante vosotros hay
hoy, en formación de combate,
hombres que se parecen tanto a
vuestros antepasados como el águila
al águila o el lobo al lobo; una raza
feroz, orgullosa, nerviosa, no
refinada, blandiendo armas que
hace siglos han pasado de moda,
conduciendo ponies de antigua raza,
empleando lamentables tácticas de
combate, sólo dignas de las páginas
de los poetas épicos, no organizados
en regimientos, sino agrupados en
clanes y casas, tan seguros de la
derrota en vuestras manos
disciplinadas como el jabalí salvaje
que inclina la cabeza y ataca al
880
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

diestro cazador armado de lanza y


red. Mañana, cuando se cuenten los
muertos y las largas nías de hoscos
prisioneros marchen bajo el yugo,
será cosa de risa para nosotros si
perdisteis la fe en el presente
aunque sólo fuera por un momento,
si vuestro espíritu fue enceguecido
por las históricas glorias de un
pasado remoto. No, camaradas, los
cuerpos de esos héroes primitivos
serán derribados por vuestras
espadas, en el campo de batalla, tan
ruda e indiscriminadamente como,
hace un instante, cuando yo, vuestro
general, consulté los auspicios, las
gallinas sagradas lanzaron al suelo,
desde sus ávidos picos, los
fragmentos de la torta santificada.
He oído que algunos de ustedes, sin
duda más perezosos que temerosos u
hostiles al cumplimiento del deber,
881
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vacilaron cuando se los llamó a que


participasen en esta expedición,
alegando como excusa que el rey
Augusto había fijado los límites del
imperio romano, para siempre, en
las aguas del Rhin y del Canal. Si
esto fuese cierto, y me comprometo
a demostraros que no lo es, entonces
el dios Augusto sería indigno de
nuestra adoración. La misión de
Roma consiste en civilizar al mundo,
¿y dónde encontraréis una raza más
digna de los beneficios de la
civilización que la raza británica?
Nos corresponde la extraña y
piadosa tarea de convertir a estos
feroces contemporáneos de nuestros
antepasados en fíeles hijos de Roma,
nuestra ilustre Ciudad y Madre.
¿Cuáles fueron las palabras que el
dios Augusto escribió a mi abuela,
la diosa Augusta?: «Mirando hacia
882
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el futuro puedo ver a Bretaña tan


civilizada como lo es ahora Francia
del sur. Y creo que los isleños, que
son racialmente afines a nosotros,
llegarán •a ser mejores romanos de
lo que jamás conseguimos hacer de
los germanos... Y un día (no sonrías)
es muy posible que nobles británicos
ocupen sus bancas en el Senado
romano».
Ya os habéis comportado con
valentía en esta guerra. En dos
ocasiones infligisteis resonantes
derrotas al enemigo. Habéis matado
al rey Togodumno, mi enemigo, y
vengado sus insultos. Esta tercera
vez no podéis fracasar. Vuestras
fuerzas son más poderosas que
nunca, vuestro valor más alto,
vuestros filas más unidas. Vosotros,
no menos que el enemigo, defendéis
vuestros hogares y los sagrados
883
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

templos de vuestros dioses. El


soldado romano, sea su campo de
batalla las heladas rocas del
Cáucaso, las quemantes arenas del
desierto, más allá del Atlas, los
húmedos bosques de Germania o los
herbosos campos de Bretaña, jamás
olvida la hermosa ciudad que le da
su nombre, su valor y su sentido del
deber.

Había compuesto varios parágrafos


más en esta misma vena elevada, pero,
—cosa extraña, no pronuncié una sola
palabra del discurso. Cuando subí a la
plataforma del tribunal y los capitanes
gritaron al unísono: «¡Salud, César
Augusto, Padre de nuestra Patria,
nuestro emperador!», y los soldados
repitieron el grito con atronador
aplauso, casi me derrumbé. El bonito
discurso se me fue de la cabeza y sólo
884
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pude extender la mano hacia ellos y,


con los ojos arrasados de lágrimas,
barbotar:
—Está bien, muchachos. Las gallinas
dicen que todo irá bien, y les hemos
preparado una gran sorpresa y les
daremos tal paliza que no la olvidarán
mientras vivan... No me refiero a las
gallinas, sino a los británicos. —
Tremendas carcajadas, a las que me
pareció mejor incorporarme, como si el
chiste hubiese sido intencional—. Dejen
de reírse de mí, muchachos —exclamé
—. ¿No se acuerdan de lo que le
sucedió al chiquillo negro del cuento
egipcio, que se rió de su padre cuanto
éste dijo la oración de la tarde
confundiéndola con la de la mañana? Se
lo comió el cocodrilo; de manera que
tengan cuidado. Bien, ya estoy
convirtiéndome en un viejo, pero este
en el momento más orgulloso de mi
885
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vida, y ojalá mi pobre hermano


Germánico estuviese aquí para
compartirlo conmigo. ¿Alguno de
ustedes se acuerda de mi gran hermano?
No muchos, quizá, porque murió hace
veinticuatro años. Pero todos habrán
oído hablar de él como del más grande
general que tuvo Roma. Mañana es el
aniversario de la magnética derrota que
infligió a Hermann, el caudillo
germano, y quiero que lo celebren
dignamente. El santo y seña de esta
noche es ¡Germánico!, y el grito de
guerra mañana será ¡Germánico!, y creo
que si gritan el nombre con bastante
fuerza, lo escuchará en el Mundo
Inferior y sabrá que lo recuerdan los
regimientos que amó y dirigió tan bien.
Le hará olvidar el desdichado destino
que tuvo... Murió envenenado, en la
cama, como sabrán. El Vigésimo
regimiento tendrá el honor de encabezar
886
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el ataque; Germánico siempre dijo que


si bien en el cuartel el Vigésimo era el
regimiento más insubordinado, más
borracho y más pendenciero de todo el
ejército regular, en el campo de batalla
eran leones. Hombres del Segundo y el
Decimocuarto: Germánico los llamó la
Columna Vertebral del Ejército. El
deber de ustedes mañana será el de
sostener a los aliados franceses, que
actuarán como las costillas del ejército.
El noveno vendrá el último, porque
Germánico solía decir que el Noveno
era el regimiento más lento del ejército,
pero también el más seguro. A los
guardias se les asigna una tarea
especial. Cuando no están de servicio lo
pasan mejor que nadie y tienen la mejor
paga, de forma que es justo que las
demás tropas les den la tarea más
peligrosa y desagradable. Esto es todo
lo que tengo que decir por ahora. ¡Sean
887
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

buenos muchachos, duerman bien y


conquisten mañana la gratitud de su
padre!
Me ovacionaron hasta enronquecer, y
entonces supe que Polio tenía razón y
que Livio se había equivocado. Un buen
general no puede pronunciar un
discurso estudiado en vísperas de un
combate, aunque ya lo tenga preparado,
porque sus labios dirán inevitablemente
lo que el corazón le dicte. Un efecto de
este discurso —que según se convendrá
parece pobrísimo en comparación con el
otro— fue el de que, desde que lo
pronuncié, el Noveno ha sido conocido
familiarmente, no como el «Noveno
Español» (su título completo), sino
como el «Noveno Caracol». También el
Vigésimo, cuyo título completo es «El
Conquistador Vigésimo de Valeriano»,
es conocido por los otros regimientos
con el mote de «Leones Borrachos», y
888
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando un hombre del Decimocuarto


saluda a uno del Segundo se espera que
lo hagan llamándose «Camarada
Columna Vertebral». A los auxiliares
franceses se los denomina ahora «Las
Costillas».
Una leve bruna cayó sobre el
campamento, pero poco después de
medianoche salió la luna, cosa que
resultaba muy útil. Si el tiempo hubiese
estado nublado, no habríamos podido
atravesar los pantanos. Dormí hasta
medianoche y luego Pósides me
despertó y me entregó una vela y una
llameante rama de pino de la hoguera
del campamento. Encendí la vela con la
rama y recé a la ninfa Egeria. Es una
diosa de la Profecía, y en los tiempos
antiguos el buen rey Numa solía
consultarla en todas las ocasiones. Era
la primera vez que llevaba a cabo esa
ceremonia de familia, pero mi hermano
889
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Germánico y mi tío Tiberio y mi padre


y mi abuelo y mi bisabuelo y todos los
antepasados suyos la habían efectuado
un día antes de un combate. Y si
estaban predestinados a lograr la
victoria, la ninfa les daba
invariablemente la misma señal
favorable. Aunque fuese la noche más
tranquila que se pudiera imaginar, en
cuanto se habían pronunciado las
últimas palabras de la oración, la luz se
apagaba de pronto, como si la vela
hubiese sido despabilada por dos dedos.
Nunca estuve seguro de si debía creer
en ese misterio o no. Me parecía que
quizá se debiera a causas naturales: un
golpe de viento, un defecto en el pábilo
o incluso un suspiro involuntario por
parte del oficiante. No se podía esperar
que la ninfa Egeria abandonara su
bosque natal junto al lago Nemi y
volara en cualquier momento a
890
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Germania o a España del Norte o al


Tirol —los países en los que, según se
dice, ha tenido la bondad de ofrecer el
signo acostumbrado—, obedeciendo el
rezo de un Claudio. Por lo tanto coloqué
la vela encendida en el extremo más
lejano de mi tienda, protegida de
cualquier ráfaga de viento que pudiera
entrar por la abertura, y luego,
alejándome diez pasos, le hablé a Egeria
con tono solemne. Fue una oración
breve, en dialecto sabino. El texto había
sido groseramente mutilado por la
tradición oral, porque el sabino, que
había sido el idioma patricio primitivo,
había caído en desuso, en Roma, desde
hacía tiempo. Pero yo lo estudié en el
curso de mis estudios históricos y pude
recitar la oración en algo parecido a su
forma primitiva. Y en efecto, apenas
había pronunciado la última palabra
cuando la vela se apagó de pronto,
891
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mientras la miraba. De inmediato volví


a encenderla, para ver si se trataba de un
defecto del pábilo, o si Pósides había
manipulado la cera. Pero no, volvió a
arder vivamente y continuó ardiendo
hasta que el pábilo cayó en un charquito
de cera no mayor que una moneda
pequeña. Esta es una de las poquísimas
experiencias místicas auténticas que me
han sucedido en una larga vida. No
poseo grandes dones para eso. Por otra
parte, mi hermano Germánico era
constantemente obsesionado por
visiones y apariciones. En una u otra
ocasión se había encontrado con la
mayoría de los semidioses, ninfas y
monstruos celebrados por los profetas, y
en su visita a Troya, cuando era
gobernador de Asia, se le concedió una
espléndida visión de la diosa Cibeles,
que adoraban nuestros antepasados
troyanos.
892
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 20

Aulo entró corriendo, ansioso.


—Nuestros puestos avanzados
informan que el enemigo se retira del
893
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Weald Brook, César. ¿Qué hacemos?


Sugiero enviar un regimiento en el acto.
No sé cuáles serán los planes del
enemigo, pero de cualquier manera
mañana tenemos que cruzar el arroyo, y
si han preferido abandonarlo sin lucha,
eso nos ahorrará tiempo y hombres.
—Envía el Novelo, Aulo. Dale los
materiales para construir puentes.
Mañana no tendrán que combatir tanto
como los demás, de modo que no
necesitan dormir tanto. Espléndida
noticia. Hay que mandar exploradores
más adelante, para que se pongan en
contacto con el enemigo e informen en
cuanto éste se haya acantonado.
El Noveno fue despertado deprisa y
enviado al otro lado del Weald Brook.
Luego mandaron un mensaje diciendo
que el enemigo se había retirado hacia
la mitad del puente, que habían
colocado veinte puentes de tablones
894
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sobre el arroyo y que esperaban nuevas


órdenes.
—Es hora de que los guardias se
pongan en marcha —dijo Pósides.
—¿Te parece que el oculista es digno
de confianza? —le pregunté.
—Yo iré con él, César —respondió
Pósides—. Es mi plan y, con tu
permiso, si fracasa no tengo la intención
de sobrevivir.
—Muy bien. Dales la orden de partir
dentro de cinco minutos.
Me besó la mano, le di una palmadita
en la espalda y salió. Unos minutos
después vi cómo la primera compañía
de guardias salía silenciosamente por la
puerta oriental del campamento. Se les
ordenó que no marcaran el paso, de
manera que las medidas pisadas no
fuesen escuchadas por los puestos
avanzados enemigos, y sus armas
fueron envueltas en trapos, para que no
895
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tintinearan. Cada hombre tenía el


escudo echado a la espalda y un gran
círculo de tiza dibujado en él. Esto era
para que pudieran mantenerse en
contacto entre sí, en la oscuridad, sin
necesidad de llamarse a gritos. Los
círculos blancos se veían bien; Aulo
había observado que los ciervos se
siguen en los bosques, a oscuras,
guiándose por el brillo de las manchas
blancas que tienen en la grupa. El
oculista los condujo a lo largo de cinco
o seis kilómetros de tosco terreno
cenagoso, hasta llegar al pantano
propiamente dicho. Hedía, y los fuegos
fatuos lo cruzaban de un lado a otro, y
para llegar al comienzo de la senda
secreta los guardias tuvieron que vadear
detrás del guía, hundidos hasta los
muslos en un viscoso estanque lleno de
sanguijuelas. Pero el oculista no

896
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cometió ningún error. Encontró la senda


y se mantuvo en ella.
Un puesto avanzado británico había
sido ubicado en un bosquecillo de
pinos, en el extremo más alejado, y
cuando salió la luna los centinelas
vieron un espectáculo y escucharon un
sonido que les llenó el corazón de la
más absoluta congoja. Un enorme
pájaro, de gran pico resplandeciente,
enorme cuerpo gris y patas de cinco
metros de alto se elevó de pronto a
través de la bruma, a tiro de jabalina, y
se acercó a ellos, deteniéndose de vez
en cuando para lanzar un ronco
graznido, aletear, acicalarse las plumas
con su espantoso pico y volver a
graznar. ¡El rey Garza! Se acurrucaron
en sus vivaques, en la esperanza de que
la aparición desapareciera, pero el
pájaro se fue acercando con lentitud. Al
cabo pareció advertir la fogata del
897
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

campamento. Movió la cabeza,


iracundo, y corrió hacia ellos, con las
alas extendidas, graznando cada vez con
más fuerza. Los hombres se pusieron de
pie de un salto y corrieron para salvar
sus vidas. El rey Garza los persiguió a
través del bosquecillo, con aterradoras
carcajadas, y luego se volvió y paseó
con lentitud a lo largo del pantano,
graznando sordamente a intervalos. Por
si se imaginan que en verdad era el rey
Garza quien había llegado a asustarlos
—puesto que si Egeria podía aparecerse
tan extrañamente, ¿por qué no el rey
Garza?—, tengo que explicar la
estratagema. El rey Garza era un
soldado francés de los grandes pantanos
que se encuentran al este de Marsella,
donde los campesinos están
acostumbrados a andar con grandes
zancos, como una forma de flanquear
las partes cenagosas demasiado
898
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

extensas para trasponerlas de un salto.


Pósides había colocado a ese hombre
dentro de una cesta de mimbre
construida en forma del cuerpo de un
pájaro, que luego cubrió con tela de
mantas. Le unió a los brazos alas de
mimbre cubiertas con la misma tela. La
cabeza y el pico fueron improvisados
con listones recubiertos y adheridos a la
cabeza; podía moverlos moviendo el
cuello. El pico fue pintado con fósforo.
El graznido se improvisó con un
ingenioso tubo de agua que llevaba en
la boca. El soldado conocía las
costumbres de las garzas e imitó su
marcha por medio de los zancos,
firmemente atados a los pies. El oculista
los condujo, a él y a Pósides, por el
sendero, hasta que se pudo distinguir el
oscuro contorno del bosquecillo. Los
guardias los seguían 200 metros más
atrás, y Pósides les envió un mensaje
899
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para que se detuvieran. Esperó hasta


que vio al pájaro paseándose otra vez
delante del bosquecillo, y entonces supo
que la artimaña había tenido éxito.
Corrió hacia atrás y dijo a los guardias
que el enemigo se había retirado; se
lanzaron hacia adelante y ocuparon el
bosquecillo. Ocho mil hombres, en fila
de a uno, necesitaban mucho tiempo
para pasar por un lugar determinado, y
ellos tardaran cinco horas en el cruce, y
para entonces ya había nacido el alba,
pero la bruma no se había levantado, de
modo que no se los vio desde la colina.
Una hora antes del alba hice un
sacrificio a Marte y luego desayuné con
mi estado mayor, y tomamos algunas
otras disposiciones en punto a lo que
debíamos hacer si no todas las cosas
salían de acuerdo con el plan. Pero
ahora ya sabíamos que la mayoría de los
guardias debían de encontrarse en la
900
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

posición fijada —porque era indudable


que no había habido interrupción alguna
de su avance a través del pantano—, y
nos sentimos confiados en la victoria.
Geta estaba ausente; se había llevado un
batallón del Octavo regimiento (olvidé
mencionar este batallón como parte de
nuestros refuerzos) con la caballería, los
bátavos y los elefantes, a una posición
ubicada a cuatro kilómetros, sobre
nuestro flanco izquierdo. Mi yerno, el
joven Pompeyo, también se encontraba
ausente. Le había confiado el mando de
los nubios y de los honderos baleares, a
quienes se llevó al otro lado del Weald
Brook. Los baleares llevaban rollos de
cuerdas, estacas de tiendas y mazos de
campamento. Los nubios, tambores
nativos y sus largas lanzas blancas.
Fue un magnífico desayuno, y todos
bebimos la cantidad adecuada de vino
—lo suficiente como para sentirnos
901
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

satisfechos pero no lo bastante como


para que nos infundiera osadía—, y en
los intervalos de la discusión nos
intercambiamos muchas bromas. En su
mayor parte se trataba de
ingeniosidades referentes a los
camellos, que en esos momentos,
ocupaban gran parte de nuestros
pensamientos. Mi contribución fue una
cita de una carta de Herodes Agripa a
mi madre: «El camello es una de las
siete maravillas de la naturaleza;
comparte este honor con el Eco, el
Cuclillo, el Negro, el Volcán y el
Siroco. Pero es la primera y la más
grande de las siete».
Di la orden de que el ejército avanzara
a sus posiciones más allá del Weald
Brook. Las trompas, en masa, tocaron
una llamada que podía oírse a varios
kilómetros de distancia. Fue contestada
con un gran estrépito de cuernos de
902
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guerra y gritos en la colina. Eso me


proporcionó una repentina sacudida.
Aunque, por supuesto, sabía que las
batallas no pueden librarse sin un
enemigo, me había pasado toda la noche
pensando en esa batalla como en un
diagrama sobre un mapa, un silencioso
asunto de cuadrados y rectángulos que
se empujaban suavemente de un lado a
otro, los rectángulos y cuadrados
romanos dibujados en negro, los
británicos en blanco. Cuando tocaron
las trompetas y los cuernos, tuve que
traducir el diagrama en términos de
hombres, caballos, carros y elefantes.
No había dormido desde la medianoche,
y supongo que mi rostro y mis gestos
traicionaban la tensión bajo la que me
encontraba, porque Jenofonte llegó a
sugerir que descansara unos minutos,
después del desayuno, y sólo saliera
cuando todos los regimientos se
903
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

encontrasen en posición. Aunque no era


esencial que yo esperase junto al arroyo,
¡me puse mi armadura imperial y mi
capa de púrpura para saludar a cada
regimiento a medida que llegaba y ver
cómo cruzaba! Si Jenofonte hubiese
susurrado siquiera la palabra «masaje»,
creo que lo habría matado.
Cabalgué hasta el arroyo en una segura
yegua vieja, nada menos que Penélope,
la viuda del ex ciudadano y posible
cónsul Incitato, que recientemente se
había quebrado una pata en la pista de
carreras y tuvo que ser sacrificado. La
bruma era allí bastante espesa. ¡Apenas
se veía a quince pasos, y qué espantoso
hedor de camellos! Quizás, en una u
otra ocasión, usted ha pasado por un
campo en el que había suelto un viejo
macho cabrío. En momentos comunes
el viento y el sol se llevan la mayor
parte del olor, pero la bruma parece
904
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

absorberlo y retenerlo, de modo que se


habría sentido asombrado por la fetidez
del aire. Eran camellos machos que
había importado para los espectáculos
del circo —los camellos hembra son
demasiado costosos—, y apestaban
intensamente. Si hay algo que los
caballos odian, es el olor del camello,
pero como nuestra caballería estaba
muy lejos, en el flanco, eso no nos
afectaba, y Penélope estaba habituada al
olor del circo. No hubo confusión
alguna en el cruce del arroyo, y a pesar
de la bruma los regimientos formaron al
otro lado en perfecto orden. Un
regimiento disciplinado puede ejecutar
complicadísimos movimientos en la
oscuridad más absoluta; los guardias
practican a menudo de noche en el
Campo de Marte.
Y ahora quiero que vean la batalla
como la vieron los britanos, porque de
905
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ese modo podrán apreciar mejor mi plan


de ataque. La mejor infantería británica
defiende los tres fuertes, cada uno de
los cuales tiene una puerta para las
salidas y una avenida que se interna
hacia atrás, a través del bosque, en los
terrenos abiertos. Los fuertes están
unidos entre sí por una sólida
empalizada que recubre todo el
semicírculo del bosque, y éste está tan
lleno de britanos, que no es posible
lograr ventaja alguna atacando la
empalizada en un punto situado entre
dos fuertes. Antes del alba la puerta de
salida se abre y aparece una división de
carros de guerra. Está mandada por
Catigerno, el cuñado de Caractato, rey
de los innovantes. Otra división sale del
fuerte del flanco derecho británico. Está
dirigida por el propio Caractado. Las
dos divisiones forman a ambos lados
del fuerte central. Caractato está furioso
906
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y reprocha a Catigerno porque se le


acaba de informar que la infantería
trinovante apostada en el Weald Brook
se ha retirado durante la noche.
Catigerno se enfurece porque se le
habla de ese modo delante de toda su
tribu. Le pregunta a Caractato, con
altanería, si acusa a los trinovantes de
cobardía. Caractato quiere saber qué
excusa tienen para abandonar sus
puestos. Catigerno explica que se han
retirado por motivos religiosos. Su
comandante tosía violentamente debido
a la neblina, y de pronto comenzó a
toser con sangre. Los soldados los
consideraron un signo infortunado, y el
respeto hacia la ninfa del arroyo no les
permitió quedarse. Por tanto ofrecieron
un sacrificio propiciatorio —los dos
ponies del jefe— y se retiraron.
Caractato tiene que aceptar esta
explicación, pero no oculta su
907
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desagrado. Todavía no está enterado de


la retirada del otro puesto avanzado, el
del bosquecillo de al lado del pantano,
pero ha oído alarmantes rumores de la
aparición del rey Garza en ese sector. El
rey Garza no había sido visto desde
tiempos legendarios. Entonces se
escuchan nuestras trompetas y los
británicos replican con cuernos y gritos.
Los exploradores británicos llegan
corriendo para informar que el enemigo
cruza el arroyo con todas sus fuerzas.
Ha llegado el alba, y todo el
semicírculo del bosque se destaca con
claridad, con el terreno abierto
escalonándose hacia el arroyo, pero más
allá de los trescientos o cuatrocientos
metros el campo de visión está
oscurecido por la bruma. Caractato no
puede decir todavía en qué dirección se
desarrollará el ataque romano. Envía
más exploradores para que le informen.
908
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Estos vuelven corriendo al cabo de


veinte minutos, con la información de
que el enemigo avanza finalmente.
Llegan por la carretera del centro, en
formación masiva. Caractato lleva su
división de carros hacia el flanco
derecho y espera ansiosamente que
aparezcan entre la bruma las primeras
compañías romanas. Se acerca un
britano con un informe de que antes de
que los carros salieran del bosque se
oyó entre la neblina un sonido apagado
de martilleo, como si lo soldados
romanos clavaran estacas de tiendas, y
que un pelotón que fue a investigar el
ruido no había regresado. Caractato
responde:
—Las estacas de tiendas no pueden
hacernos daño.
Al cabo se pueden escuchar las pisadas
y el estrépito de nuestros regimientos
que se acercan, y los gritos de los
909
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

oficiales. La primera compañía del


Vigésimo, que va a la cabeza, aparece
vagamente entre la bruma. Los britanos
aúllan en desafío. Catigerno hace girar
su división hacia la izquierda. Los
romanos se detienen de pronto. Se
presencia un curioso espectáculo. Una
compañía de animales inmensamente
altos, de largo cuello, con jorobas en el
lomo, trota de un lado a otro, entra y
sale de la bruma, en el flanco que se le
ha ordenado a Catigerno que ataque.
Los britanos se alarman ante la visión y
mascullan encantamientos contra la
magia. Catigerno debería estar
atacando, pero no está seguro de si el
avance de los romanos no es más que
una finta, porque todavía se ven sólo
quinientos hombres. Es indudable que
el ataque principal se realiza en otra
parte. Espera. Caractato envía un
mensajero montado, ordenándole que
910
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ataque sin demora. Catigerno da la señal


de avanzar. Y entonces sucede algo
extraño. En cuanto la columna de carros
de guerra penetra en la bruma donde
han sido vistos los animales, los ponies
enloquecen. Relinchan, corcovean,
bufan, retroceden, y resulta imposible
obligarlos a avanzar un paso más. Es
indudablemente una bruma mágica.
Tiene un olor peculiar y aterrador.
Mientras la división de Catigerno está
sumida en la confusión, los ponies
haciendo cabriolas y lanzando coces, y
los conductores de los carros gritando,
maldiciendo y tratando de dominarlos,
suenan las trompetas y dos batallones
del Vigésimo, seguidos por dos
batallones del Segundo, salen de pronto
de la neblina y se lanzan contra ellos.
«¡Germánico! ¡Germánico!», gritan.
Lluvia tras lluvia de jabalinas vuelan de
sus manos. Caractato desata entonces su
911
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propio ataque. Su división no es


afectada por el hechizo y, con tres mil
hombres, cae sobre el flancó de la masa
romana, que parece no contar con una
protección de flanco. Pero este flanco
está protegido por un hechizo mucho
más potente que una bruma pestilente.
La columna avanza a toda velocidad y
está ya a tiro de jabalina, cuando de
pronto estallan seis terribles truenos y
seis relámpagos simultáneos. Bolas de
pez ardiente surcan el aire. La
aterrorizada columna gira hacia la
derecha, mientras una lluvia de
proyectiles de plomo los persigue,
lanzada por los honderos baleares
apostados detrás de los truenos y los
rayos. Los conductores de los carros
caen a derecha e izquierda; como tienen
las riendas fuertemente atadas a la
cintura, esto provoca el destrozo de gran
cantidad de carros. La columna está casi
912
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fuera de control, pero Caractato logra


volver a dominarla. Quiere atacar la
retaguardia romana, que ahora se
distingue con claridad porque una leve
brisa empuja la bruma hacia el otro
lado. Pero se produce una catástrofe. En
el momento en que la columna, que ha
perdido su formación y se precipita
hacia adelante como una masa
desordenada, llega cerca de las tropas
romanas, carro tras carro comienzan a
derrumbarse como detenidos por un
poder invisible. Los carros de atrás
están tan apiñados, y el ímpetu de la
carrera colina abajo es tan grande, que
nadie puede tirar de las riendas o girar
sin chocar con el vecino. La masa carga
ciegamente y el destrozo de adelante se
hace cada vez mayor. Sobre el
estruendo de los carros astillados, los
gritos y los gemidos, se eleva un
espantoso ruido de tambores y aparece
913
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una horda de altos hombres negros,


desnudos, blandiendo lanzas blancas. Se
precipitan sobre los restos de la
catástrofe, y sus largas lanzas se hunden
aquí y allá, entre los hombres caídos.
Ríen y cantan y gritan, y ningún britano
se atreve a defenderse de ellos, porque
los confunde con espíritus malignos.
Caractato escapa de la matanza. Su
carro fue de los primeros en volcar,
pero al caer fue despedido de él. Corre
hacia la derecha, tropezando con la
tensa cuerda de tiendas, estaqueada a la
altura de la rodilla entre los altos pastos.
La última sección de la columna, belgas
del país del oeste, ha advertido a tiempo
lo que sucede adelante. Quinientos de
sus carros consiguen eludir el desastre
girando hacia la derecha. Luego
Caractato los llama y es salvado. El
resto de la división está perdido, porque
el Decimocuarto ha llevado dos
914
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

batallones por la retaguardia y dos


batallones del Noveno corren
oblicuamente hacia adelante para
ayudar a los nubios.
Caractato conduce los carros de vuelta
colina arriba y ordena al comandante
belga que vaya en ayuda de Catigerno,
en el otro flanco. El mismo se dirige
hacia el fuerte central, porque advierte
que la puerta de salida está abierta, y
quiere saber por qué. Entra y encuentra
que la guarnición ha desaparecido.
Entretanto Catigerno combate
valientemente a la cabeza de una fuerza
de conductores de carros desmontados,
apoyados por hombres de infantería que
han llegado del bosque en su ayuda.
Está herido. Sus carros han
desaparecido. Su hermano ha
encabezado la huida al fuerte central, a
través de la avenida y del bosque. La
guarnición del fuerte lo ha seguido. El
915
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Vigésimo y el Segundo nuestros


empujan gradualmente a los hombres de
Catigemo, manteniendo su formación
mientras avanzan. Caractato, volviendo
de la puerta de salida, oye el ruido de
los carros que corren hacia él; es la
sección belga, que ahora también huye.
Trata de detenerlos, pero se niegan a
escucharlo; y viendo que la batalla está
perdida, hace girar su carro y lanza dos
largos toques en su cuerno de marfil,
como señal para una retirada general.
Espera alcanzar a los fugitivos y
reunirlos unos kilómetros más adelante,
en el camino de Colchester. Oye el
sonido de las trompetas romanas y
cuando su carro sale del bosque, al otro
lado, ve ocho batallones de regulares
romanos avanzando hacia él desde la
derecha. Y a la izquierda ve elefantes y
caballería romana saliendo del bosque y
cargando hacia él. Le grita a su
916
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conductor que fustigue a los caballos.


Logra escapar.
Ido Caractato, la batalla ha terminado.
Los guardias cortan la retirada británica
del bosque y la infantería que
permanece en él presenta muy poca
lucha. Se envía a la caballería por la
avenida para capturar el fuerte de la
derecha británica, pero a mitad de
camino se encuentra con una partida de
lanceros británicos. Estos tuvieron la
presencia de ánimo de cortar las
cuerdas, soltando una especie de
rastrillo que cayó sobre la avenida,
impidiendo el avance. Las tres avenidas
tenían una serie de esos rastrillos, cada
uno conectado con empalizadas a cada
lado, pero ese era el único que se había
usado. Para cuando la caballería
demolió ese obstáculo, el grupo
británico en retirada había soltado otro
rastrillo y corrido a prevenir a la
917
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guarnición del fuerte que todo estaba


perdido. La guarnición huyó hacia el
oeste y se puso a salvo. El otro fuerte se
rindió una hora más tarde; para
entonces Catigerno había sido
gravemente herido y quebrada la
resistencia de sus hombres.
Tomamos 8.000 prisioneros y
contamos 4.700 cadáveres en el campo
de batalla. Nuestras propias pérdidas
fueron in significantes: 380 muertos,
600 heridos, de los cuales sólo 150
quedaron incapacitados para seguir
luchando. Nuestra caballería y elefantes
fueron enviados en dirección a
Colchester, para impedir que los
fugitivos se reagruparan en la carretera.
Alcanzaron a Caractato en Chelmsford,
donde trataba de organizar la defensa
del río Chelmer. La visión de los
elefantes fue suficiente para hacer que
los británicos se dispersaran en todas
918
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

direcciones. Caractato volvió a escapar.


Esta vez abandonó toda esperanza de
salvar a Colchester. Con una fuerza de
200 carros de su propia tribu se dirigió
hacia el oeste y desapareció de la
escena. Iba a pedir protección a sus
aliados, los hombres de Gales del sur.
Apilamos una montaña de trofeos en el
campo de batalla, de carros rotos y
armas, y la quemamos como una
ofrenda de agradecimiento a Marte. Esa
noche acampamos en el extremo más
lejano del bosque. Los hombres habían
estado vagando de un lado a otro, en
busca de botín. Encontraron en
abundancia cadenas de oro y pectorales
esmaltados. Yo había dictado estrictas
órdenes prohibiendo la violación de las
mujeres capturadas —porque cientos de
mujeres habían combatido en los
bosques, al lado de sus esposos— y tres
hombres del Decimocuarto fueron
919
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ejecutados esa noche por


desobedecerme. Cuando cayó la noche
sentí la reacción posterior a la victoria,
y durante la cena con mi estado mayor
fui presa, de repente, del más doloroso
ataque de calambre estomacal, «la
pasión cardiaca», como la llaman. Fue
como si me clavaran cien espadas juntas
en las entrañas, y lancé un espantoso
gemido que hizo que todos los presentes
pensaran que había sido envenenado.
Jenofonte corrió en mi ayuda y cortó de
prisa las correas de mi coselete, con un
cuchillo de trinchar. Se arrodilló ante mí
y comenzó a masajearme el estómago
con ambas manos, mientras yo
continuaba gimiendo y bramando,
incapaz de contenerme. Al cabo dominó
el calambre, y me hizo envolver en
mantas calientes y llevar a la cama,
donde pasé la noche más miserable de
mi vida. Pero lo mas extraordinario de
920
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mi victoria fue en verdad la medicina


que me curó. Para cuando llegamos a
Colchester, tres días más tarde, estaba
otra vez bien. Viajé a lomo de elefante,
como un príncipe indio.
Cerca de Colchester nos salió al
encuentro la avanzada de un ejército
amigo. Eras los icenios, que se habían
levantado en nuestro apoyo el día en
que se enteraron de mi llegada a
Londres. Juntos atacamos la ciudad, que
fue valientemente defendida por unos
cuantos ancianos y mujeres. Allí juré
honorable alianza con el rey de los
icenios, el rey de Kent del este y el de
Sussex del este, en reconocimiento a su
ayuda en la campaña. Al resto del
imperio de Caractato lo declaré
formalmente provincia romana, bajo la
gobernación de Aulo, y pronto recibí el
homenaje de todos sus reyezuelos y
jefes, incluso los jefes de Kent que se
921
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

habían ocultado en el Weald. Después


de eso decidí que había hecho todo lo
que fui a hacer en Bretaña. Me despedí
de Aulo y su ejército, y volví a
Richborough con los guardias, los
elefantes y los quinientos voluntarios
que habían zarpado de Ostia pero
llegado demasiado tarde para la batalla.
Embarcamos en nuestros transportes y
cruzamos a Francia sin incidentes.
Había estado en Bretaña nada más que
dieciséis días.
Mi única pena era quizás una pena
desagradecida. Durante todo el combate
estuve con el Noveno, y, sintiéndome
muy valiente en el momento en que sus
dos batallones se adelantaron para
ayudar a los nubios, galopé excitado, a
la cabeza de ellos, para incorporarme a
la lucha. Pero cambié de idea; no quería
mezclarme a los nubios, que a veces, en
mitad del combate, confundían a
922
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

amigos con enemigos. Hice girar a


Penélope detrás de ellos, y me detuve
en el flanco. Allí vi al jefe británico
retroceder entre mi caballo y la maraña
de carros rotos y caballos que coceaban.
Desenvainé mi espada y espolee mi
caballo para perseguirlo. Estaba casi
sobre él cuando apareció un gran cuerpo
de carros y tuve que volverme al
galope. Ahora sé que ese jefe era
Caractato. ¡Pensar que por pocos
segundos no pude librar un combate
contra él! Como yo tenía un caballo y
una espada, y él ninguna de las dos
cosas, me habría sido muy fácil poder
matarlo. Y si lo hubiese hecho, ¡qué
gloria inmortal habría conquistado!
Sólo dos generales romanos mataron
alguna vez, en la historia, a un
comandante enemigo, despojándolo
luego de sus armas.

923
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

924
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925
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 21

A fin de que se le conceda un triunfo


total como recompensa por la victoria
contra los enemigos de su país, un
general romano tiene que cumplir con
ciertas condiciones exigidas por
antiguas costumbres. En primer lugar,
tiene que haber llegado al rango de
cónsul o de magistrado de primera
clase, y ser el comandante en jefe
oficial de las fuerzas victoriosas, y no
un comandante o teniente cualquiera. Y
como comandante en jefe debe haber
consultado personalmente los auspicios
antes de la batalla. Luego tiene que
haberse enfrentado con un enemigo
926
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

extranjero, y no con ciudadanos


rebeldes; y la guerra tiene que haberse
librado, no para la recuperación de
territorios otrora pertenecientes a Roma,
sino para la ampliación de la soberanía
romana sobre nuevos territorios.
Además tiene que haber infligido al
enemigo una derrota decisiva en una
batalla que haya terminado con la
campaña, haber matado por lo menos a
5.000 enemigos y las pérdidas romanas
haber sido relativamente pequeñas. Por
último la victoria debe ser tan completa,
que pueda retirar sus tropas sin
perjuicio para la conquista, y llevarlas
de vuelta a Roma para que participen en
el triunfo.

El permiso para celebrar un triunfo es


concedido por el Senado, pero siempre
después de apasionadas y prolongadas
deliberaciones. Por lo general los
927
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

senadores se reúnen en el templo de


Belona, en las afueras de la ciudad, para
examinar el despacho adornado de
laureles que envía el general, y si tienen
motivos para suponer que sus
pretensiones son infundadas o
exageradas, lo mandan a buscar para
que las confirme. Pero si deciden que en
verdad ha conquistado una notable
victoria, proclaman un día de acción de
gracias público y piden al pueblo de
Roma permiso formal para que el
ejército victorioso entre en la ciudad el
día del triunfo. El Senado cuenta con
poderes discrecionales para pasar por
alto algunas de las condiciones
necesarias para el triunfo, si la victoria
le parece tener suficientes méritos
generales. Eso es justo, pero lamento
tener que opinar que por lo menos
sesenta o setenta triunfos de los 315 que
se celebraron desde la época de Rómulo
928
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no merecieron ser celebrados, en tanto


que, por otra parte, a muchos buenos
generales se los despojó de triunfos
merecidos debido a la rencorosa
influencia de sus rivales en el Senado.
Pero si sus enemigos o un simple
tecnicismo han escamoteado ese honor
a un general, habitualmente celebra el
triunfo, en forma extraoficial, en el
monte Albano, fuera de la ciudad, y
toda la ciudad concurre a él, de modo
que casi es un verdadero triunfo. Sólo
que no puede ser registrado como tal en
los anales de la ciudad, ni después de su
muerte se puede usar su máscara
funeraria junto con la vestimenta
triunfal. Los dos triunfos más
deshonrosos que jamás hayan sido
presenciados en Roma fueron quizá los
de Julio César sobre los hijos de
Pompeyo el Grande, su pariente, y el
celebrado por un antepasado mío, cierto
929
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Appio Claudio, a pesar de la negativa


del Senado y del Pueblo a concederle el
honor. Indujo a su hermana, una virgen
vestal, a sentarse en su carro triunfal, de
modo que los funcionarios de la ciudad
no se atrevieron a sacarlo de él, por
temor a ofender la santidad de ella.
Cuando envié mi despacho y solicité un
triunfo, se sabía que me lo concederían,
porque nadie se atrevería a oponerse a
mis afirmaciones, incluso aunque
hubiesen sido en todo sentido
infundadas... Tan infundadas como las
de Calígula cuando celebró su triple
triunfo sobre Germania, Bretaña y
Neptuno. Marchó unos kilómetros hacia
el interior de Germania, no encontró
resistencia alguna, fue presa de terrores
creados por su imaginación y huyó;
jamás cruzó el canal para internarse en
Bretaña ni envió allí sus tropas; y en
cuanto a Neptuno, lo más bondadoso
930
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que se puede decir al respecto es que no


se pueden conceder triunfos por
victorias, reales o supuestas, sobre los
dioses nacionales. Pero yo estaba
ansioso por observar las normas, y por
lo tanto declaré en mi despacho que la
cantidad de britanos muertos durante mi
conducción personal de la campaña
había sido de 300 menos que los 5.000
exigidos, pero que los prisioneros eran
quizá lo bastante numerosos para
constituir una compensación, y que la
agradable brevedad de nuestra lista de
bajas podría quizá pesar también en la
decisión del Senado, si se avenía a
hacer caso omiso, por una vez, de esa
condición. Si se me concedía el triunfo
me comprometía a hacer que 600
prisioneros entablasen un combate a
muerte en el circo, para elevar de este
modo los enemigos muertos a la cifra de
5.000. Escribí que no podía volver a
931
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Roma antes de marzo, porque Aulo


necesitaría ese invierno a toda la fuerza
expedicionaria para acostumbrar a los
británicos a nuestra presencia
permanente en la isla. Y que aun
entonces no podía dejar la isla
indefensa, porque las tribus hasta
entonces no dominadas de la frontera la
invadirían. Pero podía llevar las tropas
que habían participado en forma activa
en la batalla final, a saber: el Vigésimo
regimiento, cuatro batallones del
Decimocuarto, dos del Noveno, dos del
Segundo, uno del Octavo y algunas
tropas aliadas... si eso bastaba para
satisfacerles. Entretanto, de acuerdo con
la antigua costumbre, no volvería a la
ciudad (que Vitelio continuaría
gobernando, con su colaboración, como
mi representante). Me quedaría en
Francia, con cuartel general en Lyon,
atendiendo casos de apelación,
932
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

solucionando disputas entre tribus o


ciudades, revistando a las tropas,
inspeccionando defensas, revisando las
cuentas de los distintos departamentos y
cuidando de que mi edicto de supresión
total de la orden druídica fuese
estrictamente obedecido.
El despacho fue bien recibido y el
Senado pasó bondadosamente por alto
la causa de los 5.000 muertos; pidió al
Pueblo permiso para que yo entrase con
mi ejército en la ciudad, y el Pueblo lo
concedió gustoso. El Senado me votó
500.000 piezas de oro del dinero
público para las celebraciones de mi
triunfo, y se fijó la fecha para el día de
Año Nuevo, el primero de marzo.
Mi gira por Francia no fue señalada por
ningún acontecimiento de interés, si
bien tomé ciertas importantes
decisiones en cuanto a la ampliación de
la ciudadanía romana. No perderé
933
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tiempo en registrar mis impresiones


acerca del país. A intervalos regulares
llegaban despachos de Aulo,
informando sobre la ocupación de
varios baluartes catuvelaunios,
detallando la distribución de sus tropas
y enviando, para mi aprobación, un plan
de la campaña de la primavera
siguiente, después del regreso de las
tropas del triunfo. Recibí muchas cartas
de felicitación de los gobernadores de
provincias, reyes y ciudades aliados y
amigos personales. Marso me escribió
desde Antioquia diciéndome que mi
victoria había sido muy oportuna. Había
provocado gran impresión en Oriente,
donde enemigos ocultos hacían circular
rumores respecto de la decadencia de
Roma y del inminente derrumbe de su
imperio, produciendo un inquietante
efecto sobre los sirios. Pero no era en
modo alguno todo lo que Marso tenía
934
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que decirme. Me informaba de la


reciente muerte del anciano rey de
Partía —aquel a quien Vitelio había
sorprendido durante el reinado de
Calígula, cuando estaba a punto de
invadir Siria, y obligado a entregar
importantes rehenes como garantía de
su buena conducta futura— y del acceso
al trono de su hijo Gotarzes, un príncipe
indolente y libertino, con muchos
enemigos entre los nobles. Me escribía:

Pero este Gotarzes tiene un


hermano, Bardanes, un príncipe
sumamente dotado y ambicioso. Se
me informó que Bardanes se dirige
ahora a Partía para disputar el
trono a su hermano. Últimamente
estuvo de visita en Alejandría, con el
pretexto de Consultar a un famoso
físico de quien se afirma que puede
curar la sordera (Bardanes es un
935
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

poco sordo de un oído). Pero su


viaje lo llevó a través de Jerusalén,
y mis agentes me aseguran que salió
de los dominios del rey Heredes más
rico de lo que había entrado. Con la
ayuda de ese oro judío supongo que
expulsará a Gotarzes: los nobles
partos siempre pueden ser
sobornados. También puede contar
con la ayuda gratuita del rey de
Adiabene —el reino asirio que, no
necesito recordártelo, se encuentra
al otro lado del Tigris, al sur de
Nínive— y del rey de Osroene, en
Mesopotamia occidental.
Recordarás que el rey de Adiabene
restableció recientemente al extinto
rey de Partia en el trono, después de
que fue expulsado por una
conspiración de los nobles, y que fue
recompensado por este servicio con
la Cama de Oro y la Tierra Vertical.
936
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero probablemente no sepas que


este importante personaje es un
converso secreto al judaismo, y que
su madre, que fue la primera de su
casa en cambiar de religión, reside
ahora en Jerusalén. Ha llevado
consigo a sus cinco jóvenes
príncipes de Adiabene, sus nietos,
para que fuesen educados en el
idioma, la literatura y la religión
judíos. Todos ellos han sido
circuncidados.
Por lo tanto el rey Herodes tiene
ahora estrechos contactos con los
siguientes reyes:
El rey de Calcis,
El rey de Iturea,
El rey de Adiabene,
El rey de Osroene,
El rey de Armenia Menor,
El rey de Ponto y Cilicia,
El rey de Comageno y
937
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El posible rey de Partia.

Por supuesto, la corona de Partia


domina una alianza de muchos otros
reyes del Medio Oriente —hasta
Bactriana y la frontera de la India.
El rey Herodes también cuenta con
el apoyo de los judíos de todo el
mundo, sin olvidar a los judíos de
Alejandría, ni a los edomitas y
nabateos, y ahora busca el apoyo
del rey de Arabia. También los
fenicios están siendo lentamente
conquistados por sus halagos. Sólo
Tiro y Sidón continúan frías. Ha
roto sus relaciones diplomáticas con
esas ciudades y prohibido a sus
subditos que comercien con ellas, so
pena de muerte. Tiro y Sidón se
verán obligadas a pactar. Su
prosperidad económica depende del
comercio con el interior, y aparte de
938
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los cereales que importan de Egipto,


y del pescado, que a menudo
escasea con el mal tiempo, el rey
Herodes domina todo el
abastecimiento de alimentos de esas
ciudades.
Sería difícil exagerar los peligros
de la situación, y todos podemos
estar agradecidos de que tu victoria
británica haya sido tan completa,
aunque yo habría podido desear que
los regimientos ahora
acantonados en Bretaña pudieran
ser rápidamente trasladados a
Oriente, donde estoy seguro de que
se les necesitará antes de que pase
mucho tiempo.
Si estás dispuesto a tenerlo en
cuenta, con tu habitual gracia y
perspicacia, el consejo que te
ofrezco en estas difíciles
circunstancias es el siguiente:
939
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sugiero que pongas de inmediato en


su trono a Mitrídates, el ex rey de
Armenia que ahora vive en Roma. Si
puedo decirlo sin ofender, fue un
lamentable error por parte de tu tío,
el emperador Tiberio César,
permitir que el ex rey de Partia
uniera la corona de Armenia con la
propia y no vengar de inmediato,
con la fuerza de las armas, la
insultante carta que le escribió el
rey. Por lo tanto, si me envías en
seguida a Mitríades a Antioquía, me
comprometo a ponerlo de vuelta en
el trono de Armenia mientras
Gotarzes y Bardanes disputan por el
trono de Partia. Se puede sobornar
al actual gobernador de Armenia
para que no se nos oponga con
demasiada energía, y Mitrídates no
es en modo alguno un príncipe
incapaz y sí, en cambio, un gran
940
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

admirador de las instituciones


romanas. También su hermano es
rey de Georgia y tiene un ejército
bastante grande de montañeses del
Cáucaso. Puedo ponerme en
contacto con él y convenir una
invasión de Armenia por el norte
mientras nosotros marchamos desde
el suroeste. Si conseguimos
restablecer a Mitrídates en el trono,
no tendremos nada que temer de los
reyes de Ponto y de Armenia Menor,
cuyos reinos quedarán separados de
Partia por Armenia; ni del rey de
Comageno (cuyo hijo ha sido
desposado ahora con Drusila, la
hija del rey Herodes), porque su
reino está directamente entre
Armenia y la región bajo mi mando.
En rigor, dominaremos el norte, y
cuando Bardanes haya librado su
guerra civil y expulsado al rey
941
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Gotarzes (como creo que hará), su


expedición siguiente tendrá que ser
contra Mitrídates, en Armenia. La
recuperación de Armenia no será
cosa fácil, si proporcionamos a
Mitrídates un apoyo adecuado, y los
aliados del sur y el este de Bardanes
no estarán en condiciones de
respaldar ninguno de los planes
imperialistas que estoy seguro de
que el rey Herodes Agripa tiene
trazados. Esta es la primera
acusación definida que he hecho
contra la lealtad de tu supuesto
amigo y aliado, y sé el gran peligro
que corro de incurrir en tu
desagrado al hacerlo. Pero
antepongo la seguridad de Roma a
mi propia seguridad, y me
consideraría un traidor si omitiera
las informaciones políticas que
llegan a mi poder, nada más que
942
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

porque la lectura del despacho


oficial que contiene la acusación
resulta incómoda. Una vez dicho
esto, me atreveré a sugerir que el
hijo del rey Herodes, Herodes
Agripa el Joven, sea invitado a
Roma, a concurrir a tu triunfo.
Entonces, si es necesario, puede ser
retenido indefinidamente, con algún
pretexto, y podría resultar un rehén
de utilidad para garantizar la buena
conducta de su padre.

Tenía ante mí dos caminos. El primero


consistía en llamar a Heredes a Lyon en
el acto, para que respondiera a las
acusaciones de Marso, en las cuales, a
pesar de mis inclinaciones en favor de
Heredes, no podía dejar de creer. Si era
culpable, se negaría a ir, y ello
significaría una guerra inmediata, para
la cual yo no estaba preparado. El
943
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

segundo camino consistía en tratar de


ganar tiempo y en no dar indicios de
desconfianza, pero existía el peligro de
que Herodes pudiera beneficiarse con la
demora más que yo. Si decidía tomar
este último camino, seguiría, por
supuesto, el consejo de Marso acerca de
Armenia. ¿Pero tenía razón éste cuando
contaba con una Armenia amiga como
suficiente protección contra la
confederación oriental enormemente
poderosa que Herodes parecía haber
formado?
Me llegaron cartas de Herodes. En la
primera respondía a mis preguntas sobre
el rey profetizado. En la segunda me
felicitaba calurosamente por mis
victorias y, cosa curiosa, me pedía
permiso para enviar su hijo a Roma,
para que pudiera presenciar mi triunfo.
Abrigaba la esperanza de que a mí no
me molestara que el joven gozase de un
944
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

par de meses de vacaciones en Roma,


antes de volver a Palestina en el verano,
para ayudarlo en la gran fiesta en honor
de mi cumpleaños, que esperaba
celebrar en Cesárea. La carta referente
al rey profetizado decía lo que sigue:

Sí, mi querido Tití; de niño escuché


muchas conversaciones místicas
sobre ese Ungido, o Mesías, como lo
llaman en nuestro idioma, y todavía
se habla de eso en los círculos
teológicos de Jerusalén. Pero nunca
le presté mayor atención hasta
ahora, en que tu petición de
informes acerca de la profecía me
condujo a investigar el asunto en
serio. Por sugestión tuya, consulté a
nuestro digno amigo Filón, que se
encontraba en Jerusalén para
cumplir con no sé qué voto que
había hecho a nuestro dios; siempre
945
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

está haciendo votos o


cumpliéndolos. Ya sabes que Filón
ha hecho una audaz y —debería
decir— absurda identificación de la
deidad idealmente concebida por
Platón y su grupo filosófico —
Perfección Intelectual Inmutable e
Imperturbable y Eterna y Pura—
con nuestro apasionado dios tribal
de Jerusalén. Supongo que
descubrió que la deidad platónica le
resultaba demasiado fría y abstracta
y quiso infundirle alguna vida,
glorificando al mismo tiempo a su
propio dios por la ampliación de su
gobierno sobre todo el universo. Sea
como fuere, le pregunté a Filón qué
decían las Escrituras sobre esa
enigmática Persona. Filón se puso
muy serio y me aseguró que toda la
esperanza de nuestra raza se centra

946
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en torno a la llegada del Mesías. Me


proporcionó los siguientes detalles:
Este Mesías es un rey que vendrá a
redimir a Israel de sus pecados,
como representante humano de
nuestro dios judío. No es
necesariamente un gran
conquistador, aunque tiene que
liberar a los judíos de todo yugo
extranjero que impida su libertad o
su culto. Esta profecía, según Filón,
fue hecha primero poco después de
que los judíos fueran sacados de
Egipto por su estadista Moisés, en la
época de Ramsés II. En un libro que
llamamos el Libro de los Números,
adjudicado a Moisés, se lo llama
«Estrella y Cetro de Jacob». En
escrituras sagradas posteriores, que
datan de la época en que se fundó
Roma, se lo considera un hombre
que reunirá a las ovejas dispersas
947
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de Israel, trayéndolas de todas


partes, y las devolverá a su redil
nativo de Palestina... porque para
entonces los judíos estaban
dispersos en colonias del Cercano y
Medio Oriente. Algunos habían
abandonado voluntariamente
Palestina como comerciantes y
colonos, otros fueron llevados como
cautivos. Filón dice que los teólogos
judíos nunca han podido decidir si
ese Mesías era una figura real o
simbólica. En la época de los
heroicos macabeos (los antecesores
sacerdotales de mi madre) sólo se le
consideraba como un símbolo. En
otros tiempos no sólo se le vio como
a una persona real, sino que incluso
fue popularmente identificado con
libertadores no judíos de la raza,
como Ciro el persa, y aún Pompeyo,
que puso fin a la opresión de los
948
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hasmoneos. Filón declara que


ambos puntos de vista son erróneos.
El Mesías todavía está por venir, y
será un judío, descendiente directo
de nuestro rey David, cuyo hijo
Salomón construyó el templo de
Jerusalén, y que debe nacer en una
aldea llamada Belén y unificar a
Israel y purificarla de sus pecados
por medio de un profundo ritual de
confesión, arrepentimiento y
aplacamiento de la deidad ofendida.
Jerusalén será santificada hasta «en
los cacharros de cocina y las
campanillas del cuello de los
caballos». Filón conoce incluso la
fecha del nacimiento del Mesías, a
saber: 5.500 años a partir del
primer antepasado de la raza judía;
pero las opiniones difieren en
cuanto a la fecha en que vivió éste,

949
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de modo que eso no resulta de


mucha ayuda.
Las escrituras no son del todo
coherentes en sus distintas
predicciones de este Mesías. A veces
se le representa como a un colérico
y poderoso guerrero, ataviado de
púrpuras reales y bañado en la
sangre de los enemigos de su
nación, y otras como un proscrito
dócil y doliente, una especie de
profeta pobre que predica el
arrepentimiento y el amor fraternal.
Pero Filón dice que la afirmación
más clara y digna de confianza en
relación con él aparece en un libro
llamado El salterio de Salomón.
Tiene la forma de una oración:
«Mira, oh Señor, y levanta a su rey,
el Hijo de David, en el momento que
señalaste, para que reine sobre
Israel Tu sierva. Y dale fuerza para
950
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aplastar a los gobernantes injustos,


para limpiar a Jerusalén de los
paganos que la pisan, para expulsar
a los pecadores de Tu herencia;
para humillar el orgullo de los
pecadores y toda su fuerza como a
cacharros de alfarero con una vara
de hierro; para destruir las naciones
impías con las palabras de su boca;
para reunir una nación sagrada y
conducirla a la rectitud. Las
naciones paganas servirán bajo su
yugo; glorificará al señor ante toda
la tierra y purificará a Jerusalén en
la santidad, como al comienzo. De
los confines de la tierra todas las
naciones llegarán a presenciar su
gloria y traerán como presentes a
los fatigados hijos de Sión; para ver
la gloria del Señor con que Dios lo
coronó, porque es sobre ellos un
dios justiciero enseñado por Dios.
951
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En sus días no habrá impiedad entre


ellos, porque son todos santos y su
rey el Ungido del Señor».
Esta leyenda del Mesías se ha
difundido por Oriente, como es
natural, en distintas formas
fantásticas, perdiendo sus
características judías. La versión
que citas sobre la dolorosa muerte
del rey, abandonado por sus amigos,
que luego beben su sangre, no es
judía, sino, según creo, siria. Y en la
versión judía no es más que un rey
de los judíos y el jefe de una gran
confederación religiosa concentrada
en Jerusalén, y no el propio dios. No
podría usurpar la divinidad, porque
los judíos son los más obstinados
monoteístas del mundo.
Me preguntas si alguien se
identifica ahora con el Mesías.
Últimamente no me encontré con
952
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nadie que lo hiciera. El último que


recuerdo fue un hombre llamado
Josué ben José, un nativo de
Galilea. Cuando yo era magistrado
de Tiberíades (con mi tío Antipas),
tenia una considerable cantidad de
seguidores entre los hombres más
incultos, y solía predicar ante
grandes multitudes, en la orilla del
lago. Era un hombre de aspecto
notable, y aunque su padre no era
más que un artesano pretendía
descender de David. He oído que
hubo un gran escándalo en relación
con su nacimiento. Cierto Panthera,
un soldado griego de la guardia de
mi padre, había seducido a su
madre, que hacía tapices para el
templo. Este Josué fue un niño
prodigio (fenómeno común entre los
judíos) y conocía las escrituras
mejor que muchos doctores de la
953
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

religión. Solía cavilar acerca de la


religión y quizás haya algún
fundamento en la historia de su
paternidad griega, porque el
judaismo le resultó un credo molesto
(cosa que no sucede con ningún
judío verdadero), y comenzó a
criticarlo como inadecuado para las
necesidades humanas corrientes. En
forma ingenua trató de hacer lo que
desde entonces Filón ha hecho
complicadamente: conciliar la
literatura judaica de las
revelaciones con la filosofía griega.
Me recuerda a lo que escribió
Horacio en su Arte poética, acerca
de un pintor que hacía que una
hermosa mujer terminara en una
grotesca cola de pez:
¿No reiríais, amigos, de ver ese
esperpento?

954
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Si hay algo que odio más que a un


griego o romano orientalizado, es
un oriental grecorromanizado o
cualquier intento de fusión de
culturas. Esto lo escribo en contra
de mí mismo, pero lo digo en serio.
Tu madre nunca consiguió hacer de
mí un buen romano, sólo arruinó a
un buen oriental.
Bien, Josué ben José (o ben
Panthera) gustaba de la filosofía
griega. Pero sufría de una traba
debido a que no era un erudito
griego. Y tuvo que trabajar mucho
en su oficio —era ebanista— para
ganarse la vida. Pero conoció a un
hombre llamado Santiago, un
pescador de gustos literarios que
concurría a las conferencias de la
universidad epicúrea de Gadara,
que está al otro lado del lago,
enfrente de Tiberíades. Gadara era
955
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entonces una ciudad pobre, aunque


en sus tiempos había producido
cuatro grandes hombres: el poeta
Meleagro, el filósofo Mnasalco, el
retórico Teodoro, con quien estudió
tu tío Tiberio, y el matemático Filón,
que descubrió la proporción de la
circunferencia de un círculo con su
diámetro, incluso hasta el
diezmilésimo lugar decimal. Sea
como fuere, Josué usó los elementos
filosóficos que Santiago había
recogido en Gadara, y sus propios
conocimientos de las escrituras
judías, para componer una religión
sintética. Pero una religión sin
autoridad no es nada, de manera
que secretamente al comienzo, y
luego en forma pública, se identificó
con el Mesías y habló (como en una
ocasión había hablado Moisés)
como por boca de Dios. Tenía una
956
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mentalidad sumamente ingeniosa y


solía pronunciar sus mensajes en
forma de sencillas fábulas con
moraleja. También afirmaba que
podía efectuar curaciones y
milagros sobrenaturales. Se volvió
una carga para las autoridades
religiosas judías, a quienes acusó de
combinar una estricta observancia
de la ley con la rapacidad y la
indolencia hacia los pobres. Se
cuentan muchas cosas interesantes
de él. Uno de sus oponentes
políticos trató de tenderle una
trampa y le preguntó si era correcto
que un judío concienzudo pagara los
impuestos imperiales romanos. Si
hubiese contestado que sí, habría
perdido el apoyo de los
nacionalistas. Si hubiera contestado
que no, habría podido ser arrestado
por las autoridades civiles. De modo
957
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que fingió no saber nada del asunto


y pidió que se le mostrara el dinero
que se adeudaba, antes de contestar.
Le mostraron una pieza de plata y le
dijeron:
—Mira, todos los dueños de casas
tienen que pagar esto. —Y él
preguntó:
—¿De quién es esta cabeza que hay
en la moneda? No sé leer en latín.
—Es la cabeza de Tiberio César,
por supuesto —le contestaron.
—Bueno, pues si es del César hay
que dársela al César. Pero no dejéis
de entregar a Dios lo que pertenece
a Dios.
También trataron de pescarlo en
algunos puntos de la ley judía, pero
siempre tenía al alcance de la mano
alguna respuesta para justificar sus
doctrinas. Pero eventualmente se
comprometió como herético
958
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

religioso, y el asunto terminó


cuando nuestro viejo amigo Poncio
Pilatos, entonces gobernador de
Judea y Samaría, lo arrestó por
provocar desórdenes populares y lo
entregó, para que lo juzgaran, al
tribunal religioso supremo de
Jerusalén, donde se lo condenó a
muerte por blasfemia. Ahora que
pienso en ello, murió el mismo año
que la diosa Livia, y sus seguidores
lo abandonaron, de modo que gran
parte de la profecía que citas se
cumplió en él. Y ahora hay personas
que dicen que fue el Dios, y que
vieron cómo su alma ascendía al
cielo después de su muerte —tal
como la de Augusto y Drusila—, y
afirman que nació en Belén, y que
también cumplió con todas las
demás profecías mesiánicas, de una
manera o de otra. Pero yo me
959
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

propongo terminar con estas


tonterías de una vez por todas. Hace
tres días hice arrestar y ejecutar a
Santiago, quien parece ser la
principal cabeza del movimiento.
Tengo la esperanza de recapturar y
ejecutar a otro importante fanático
llamado Simón, arrestado al mismo
tiempo pero que logró escapar de la
cárcel. Lo malo es que aunque haya
hombres sensatos que reirán «de ver
ese esperpento», la mujer con cola
de pez, la plebe es capaz de
quedarse boquiabierta ante ella,
concebirla como una diosa del mar
y adorarla.

Esta carta en apariencia ingeniosa


contenía un detalle que me convenció
de que Herodes en realidad se creía el
Mesías, o por lo menos pensaba utilizar
el tremendo poder de ese nombre para
960
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llevar adelante sus propias ambiciones.


Una vez que se revelara, los judíos
serían suyos hasta el último hombre;
volverían a Palestina, desde todos los
rincones del mundo, a su llamada, y yo
preveía que su prestigio sería muy
pronto tan grande, que el conjunto de la
raza semítica abrazaría la nueva fe y se
uniría a él para eliminar a «los extraños
e infieles de su seno». La conversión
del rey de Adiabene y de toda su casa
indicaba de qué lado soplaba el viento,
y no era poca cosa, porque el rey era
conocido con la denominación de
«Hacedor de reyes» y era inmensamente
respetado en Parda. En su carta
siguiente Marso me informó acerca de
la conversión rumoreada del rey de
Comageno al judaismo; el rey había
sido un favorito de Calígula. (En
ocasiones se le atribuía haber sido el
primero en convencer a Calígula de que
961
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gobernara con absolutismo oriental.


Calígula siempre le pedía su aprobación
después de haber perpetrado un crimen
especialmente sanguinario y
caprichoso.)
El detalle que me convenció de que
Herodes intentaba proclamarse el
Mesías fue el hecho de que al
mencionar Belén no mencionó que era
el lugar en que había nacido él mismo y
no, como en general se suponía,
Jerusalén. Su madre Berenice le contó
en una ocasión a mi madre la historia
con multitud de detalles gráficos. Venía
ella de las propiedades de su esposo, en
Hebrón, e iba a Jerusalén para pasar el
parto, cuando de pronto le asaltaron los
dolores y tuvo una experiencia
inolvidable en una aldea del camino,
con un posadero codicioso y una
comadrona inexperta. Pasaron algunas
horas antes de que naciera Herodes, y
962
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sólo entonces se le ocurrió a Berenice


preguntar el nombre de la aldea, que era
un lugar sucio y pobre, y la partera le
respondió:
—Belén, que es el lugar de nacimiento
del patriarca Benjamín, y del rey David,
y el lugar del cual habló el profeta:
«Pero tú, Belén Efrata, aunque eres
pequeña entre los millones de Judá, de
ti saldrá hacia Mí aquel que debe ser el
Gobernante de Israel». Berenice,
enfurecida por el tratamiento que había
recibido, exclamó con tono irónico:
—¡Qué Dios Todopoderoso bendiga
eternamente a Belén!
A lo cual la comadrona contestó con
aprobación:
—¡Eso es lo que siempre dicen los
visitantes!
Esta historia interesó mucho a mi
madre, y durante algunos años, cada vez
que deseaba expresar su desprecio por
963
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

algún lugar demasiado elogiado, solía


exclamar, imitando la voz de Berenice:
—¡Que Dios Todopoderoso bendiga
eternamente a Belén!
Así fue cómo yo recordé el nombre.
En cuanto a ese Josué, o Jesús, como lo
llaman sus seguidores griegos, también
de él se afirma que nació en Belén —no
sé con qué fundamentos, porque Belén
no se encuentra en Galilea—, y desde
entonces su culto se ha difundido a
Roma y parece florecer aquí muy
enérgicamente, en forma subterránea.
Las ceremonias incluyen un ágape al
que hombres y mujeres concurren a fin
de comer, simbólicamente, la carne del
Ungido y beber su sangre. Se me dice
que esta ceremonia es con frecuencia
ocasión de escenas desordenadas e
histéricas, como es de esperar cuando la
mayoría de sus iniciados son esclavos y
hombres y mujeres de la clase más baja.
964
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Antes de que se les permita sentarse


deben confesar sus pecados con
repugnantes detalles, ante todos los
presentes. Esto proporciona mucha
diversión, una especie de competición
para el autoenvilecimiento. El principal
sacerdote del culto (si puedo
dignificarlo con ese nombre) es un
pescador galileo, ese Simón del cual
escribió Herodes, cuya principal
pretensión al título parece reposar en el
hecho de que abandonó a ese Josué, o
Jesús, el día de su arresto, y repudió sus
creencias, aunque desde entonces se ha
arrepentido sinceramente. ¡Porque de
acuerdo con la ética de esta lamentable
secta, cuanto mayor el delito, más
grande el perdón!
Como no es una religión reconocida (lo
mejores judíos la repudian con energía),
el culto cae bajo las reglamentaciones
dictadas contra los círculos de
965
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

bebedores y las fraternidades, y


pertenece al tipo peligroso que se
fortalece con las prohibiciones. El
artículo principal de fe es la absoluta
igualdad de los hombres entre sí para el
dios judío —con el cual ese Josué es
ahora prácticamente identificado— y el
hecho de que ese dios concede la eterna
bienaventuranza a los pecadores, a
condición de que se arrepientan y
reconozcan su supremacía sobre todos
los demás dioses. Todos pueden
ingresar en el culto, sea cual fuere su
clase, raza o posición, por lo cual se
unen a él personas que no pueden
abrigar la esperanza de ser admitidas en
los auténticos misterios de Isis, Cibeles,
Apolo y los demás, ya sea porque nunca
han tenido la necesaria posición social,
o porque la han perdido por alguna
desgracia o delito. Al principio los
iniciados tenían que someterse a la
966
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

circuncisión, pero ahora se ha dejado de


lado incluso ese preliminar ritual,
porque la secta se ha apartado dé tal
modo del judaismo ortodoxo, que una
simple aspersión de agua y el nombre
del Mesías es la única ceremonia
iniciatoria. De vez en cuando el culto ha
ejercido una perversa fascinación sobre
personas bien educadas. Entre los
conversos se encuentra un ex
gobernador de Chipre, cierto Sergio
Paulo, cuyo placer es la compañía de
barrenderos, esclavos y viejos
vendedores de ropa, lo que muestra el
efecto degradante que produce el culto
sobre los modales civilizados. Me
escribió renunciando a su gobernación
porque ya no podía, en conciencia, jurar
por el dios Augusto, porque su fidelidad
hacia el nuevo dios se lo prohibía. Lo
dejé renunciar, pero lo eliminé de la
lista. Más tarde, cuando le interrogué
967
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

acerca de esa nueva fe, me aseguró que


era absolutamente apolítica, que Jesús
había sido un hombre de una profunda
sabiduría, del carácter más ejemplar, y
fiel al régimen de Roma. Negó que las
enseñanzas de Jesús fuesen un confuso
revoltillo de lugares comunes de las
religiones griegas y judía. Dijo que
derivaba de un disciplinado cuerpo de
opiniones judías moderadas
denominadas rabínicas, y que las
trascendía. Estas opiniones rabínicas
contrastaban enérgicamente con el
supersticioso formalismo del partido de
los escribas (en cuyo apoyo se basaba
Herodes), y ponía más énfasis en el
amor fraterno, en el nombre de Dios,
que en la venganza divina que esperaba
a los que desobedecieran la Ley; en el
espíritu más bien que en la letra de la
Ley.

968
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Hice mi voto a Venus en cuanto


regresé a Italia. En respuesta a un sueño
en el que se me aparecía y me decía,
sonriente: «Claudio, mi techo tiene
goteras; repáralo, por favor», reconstruí,
y en gran escala, su famoso templo del
monte Eryx, en Sicilia, que estaba muy
abandonado. Envié a él sacerdotes de
antiguas familias sicilianas y lo doté de
una gran renta anual del Tesoro.
También construí un hermoso altar para
la ninfa Egeria, en su bosque de Arica,
y dediqué en él una ofrenda votiva de
oro: una hermosa mano femenina
apagando una vela, con la siguiente
frase inscrita en el pábilo de la vela, en
dialecto sabino:

Al veloz heraldo de la victoria,


Egeria, del tullido Claudio, en
gratitud. Que esta vela pueda arder
hasta el final, dando una clara luz, y
969
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que la llama de las velas de sus


enemigos se apague de pronto.

Capítulo 22

AÑO 44

Celebré mi triunfo en Año Nuevo. El


Senado tuvo la bondad de votarme otros
cinco honores. Primero me votó una
Corona Cívica. Era una coronita de hoja
de roble de oro, que primitivamente
sólo se concedía a un soldado que, en el
970
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

combate, acudía en ayuda de un


camarada que había sido desarmado y
que se encontraba a merced de un
oponente; y que entonces mataba a éste
y defendía el terreno. Este honor era
ahora conquistado más raramente de lo
que creería, porque un testigo necesario
era el hombre que había sido salvado y
que tenía el deber de entregar la corona
a su salvador. Era muy difícil hacer
confesar a un soldado romano que había
estado a merced de un campeón
enemigo y que sólo debía su vida a la
fuerza y la valentía superiores de un
camarada. Lo más probable era que se
quejara de haber resbalado y que estaba
a punto de volver a ponerse de pie para
terminar con su rival cuando el otro
ambicioso individuo se interpuso
oficiosamente y le arrebató la victoria.
Más tarde el honor también se concedió
a los comandantes de regimiento o de
971
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ejército que con su heroísmo o


capacidad de mando salvaban las vidas
de las tropas a sus órdenes. A mí se me
dio la corona por eso, y creo que la
merecí por no haber escuchado los
consejos de mi estado mayor. Llevaba
la inscripción Por salvar las vidas de
conciudadanos. Se recordará que
cuando fui proclamado emperador la
guardia de palacio me obligó a usar una
coronita similar, aquella con la cual
Calígula se había honrado a sí mismo
por sus victorias germanas. Entonces yo
no tenía derecho a ella, y me avergoncé
mucho de usarla (aunque en verdad
Calígula tampoco tenía derecho a ella),
de modo que me resultó un gran placer
llevarla ahora que era mía por derecho.
El segundo honor fue una Corona
Naval. Esta, adornada con proas de
barcos, era concedida por valentía en el
mar; por ejemplo, a un marinero por ser
972
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el primero en abordar un barco enemigo


o a un almirante por destruir una flota
enemiga. Me la votaron porque había
puesto en peligro mi vida al hacerme a
la mar con tiempo peligroso, con el
objeto de llegar Bretaña lo antes
posible. Más tarde colgué ambas
coronas en el pináculo de la entrada
principal de palacio.
El tercer honor que me concedió el
Senado fue el título hereditario de
Británico. Mi hijo era conocido ahora
con el nombre de Druso Británico, o
simplemente Británico, y en adelante
me referiré a él llamándolo así. El
cuarto honor fue la construcción de dos
arcos triunfales en conmemoración de
mis victorias: uno en Boulogne, porque
la ciudad había sido la base de mi
expedición, y el otro en la propia Roma,
en la Via Flaminia. Estaban revestidos
de mármol, decorados a ambos lados
973
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

con trofeos y bajorrelieves ilustrativos


mi victoria, y coronados con carrozas
triunfales, de bronce. El quinto honor
era un decreto que hacía que el día de
mi triunfo fuese un festival anual para
todos los tiempos, Aparte de esos cinco
honores hubo otros dos,
complementarios, concedidos a
Mesalina, a saber: el derecho a ocupar
un asiento en la fila delantera del teatro
con las vírgenes vestales, los cónsules,
los magistrados y los embajadores
extranjeros, y el derecho a usar una
carroza cubierta, de gala. Se le habían
votado a Mesalina todos los honores
que le fueron concedidos a mi abuela
Livia en vida, pero yo continuaba
oponiéndome a que le concedieran el
título de Augusta.
El sol consintió en brillar con fuerza el
día del triunfo, después de varios días
de tiempo incierto, y los jefes de
974
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

manzana y otros funcionarios se habían


ocupado de que Roma estuviese tan
fresca y alegre y venerable y digna
como puede estarlo una ciudad. Se
habían lavado los frentes de todos los
templos y casas, las calles habían sido
barridas y dejadas tan limpias como el
piso del Senado, flores y objetos de
vivos colores adornaban todas las
ventanas, y delante de todas las puertas
se habían colocado mesas atestadas de
alimentos. Los templos estaban todos
abiertos de par en par, los altares y
estatuas adornados con guirnaldas, el
incienso ardía en todos los altares. Toda
la población estaba ataviada con sus
mejores ropas.
Yo no había entrado aún en la ciudad,
ya que pasé la noche en el campamento
de la guardia. Al alba ordené allí una
formación general de las tropas que
iban a participar en el triunfo, y
975
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

distribuí el dinero que, según calculaba,


se les debía por la venta del botín que
habíamos tomado en Colchester y
Londres y otros lugares, y por la venta
de prisioneros. El dinero sumaba treinta
piezas de oro para cada soldado y
proporcionalmente más para los
oficiales superiores. Ya había enviado
dinero en la misma escala para los
soldados de Bretaña que no podían
volver para el triunfo. Al mismo tiempo
concedí condecoraciones: collares de
cadena por conducta distinguida en el
campo de batalla, en cantidad de 1.000;
400 frontales (medallones de oro en
forma de amuletos frontales de
caballos) reservados para valientes
hombres de caballería o de infantería
que habían logrado matar a un jinete o
conductor de carros enemigos; cuarenta
brazaletes de oro macizo en recompensa
por actos de notable arrojo —cuando
976
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los entregué leí un relato de cada una de


las hazañas por las cuales los habían
merecido—; seis guirnaldas de olivo,
concedidas a los hombres que habían
contribuido a la victoria, aunque no
hubiesen estado presentes en ella (el
comandante del campamento de base y
el almirante de la flota se encontraban
entre los que conquistaron ese honor);
tres Coronas de Baluarte, para los
primeros hombres en trasponer la
empalizada y penetrar en un
campamento enemigo; y una Lanza sin
Punta —la de Pósides—, que se
concedía, como la Corona O'vica, por
salvar vidas de compañeros, y que él
había ganado repetidas veces.
El Senado, por mi recomendación,
había votado ornamentos triunfales a
todos los hombres de rango senatorial
que participaron en la campaña, es
decir, a todos los comandantes de
977
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

regimiento y a todos los oficiales


superiores de estado mayor. Fue una
lástima que Aulo no hubiera podido
venir, ni Vespasiano, pero todos los
demás habían venido. Hosidio Geta y su
hermano Lucio Geta, que había dirigido
los ocho batallones de la guardia en
Bretaña, fueron honrados. Creo que fue
la primera vez en la historia de Roma en
que dos hermanos conquistaron adornos
triunfales el mismo día. Lucio Geta se
convirtió en mi nuevo comandante de la
guardia, o más bien fue nombrado junto
con un hombre llamado Crispino a
quien Vitelio había designado
temporalmente en mi ausencia. Porque
Justo, el ex comandante, había muerto.
Mesalina me envió un mensaje urgente,
que me llegó en vísperas de la batalla de
Brentwood, para decirme que Justo
había estado sondeando a varios
oficiales de la guardia en cuanto a su
978
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

disposición a ponerse de su parte en una


revuelta armada. Como confiaba por
entero en Mesalina y no quería correr
riesgos, envié una orden inmediata para
su ejecución. Pasaron años antes de que
me enterase de la verdad: que Justo se
había enterado de lo que sucedía
durante mi ausencia en el ala de palacio
en que vivía Mesalina y preguntó a uno
de sus coroneles qué podía hacer al
respecto: si debía escribirme o esperar a
que yo regresara. El coronel era uno de
los confidentes de Mesalina, de modo
que aconsejó a Justo que esperase, por
temor de que la mala noticia me
distrajera de mis deberes militares. Y
luego fue a ver a Mesalina para
contárselo. La muerte de Justo, cuya
causa se conoció muy pronto en toda la
ciudad, fue una advertencia general para
que no se me comunicara un secreto que
finalmente conocieron todos, menos yo
979
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mismo... ¡incluso mis enemigos de


Britania y Partía, si quieren creérmelo!
Mesalina iba de mal en peor. Pero no
necesito analizar aquí su conducta, en
detalle porque hasta ese momento yo la
ignoraba por completo.. Fue a verme a
Genova, a mi regreso de Francia, y lo
caluroso de su recibimiento fue una de
las cosa que me hizo sentirme tan feliz.
Además, en seis meses el pequeño
Británico y su hermanita habían crecido
tanto, que casi estaban irreconocibles;
estaban hermosísimos.
Adviértase cuánto significó ese día
para mí. Supongo que no hay en el
mundo nada tan glorioso cómo un
triunfo romano. No se parece al triunfo
celebrado por algún monarca bárbaro
sobre un rey rival a quien ha vencido.
Es un honor conferido por un pueblo
libre a uno de ellos, por un gran servicio
que les ha prestado. Yo sabía que lo
980
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había ganado con justicia y que


finalmente había logrado destruir la
mala opinión que mi familia tenía de
mí, de que era una persona inútil, nacida
bajo la cólera del cielo, un imbécil, un
débil, una deshonra para mis gloriosos
antepasados. Esa noche, dormido en el
campamento de la guardia, soñé que mi
hermano Germánico venía a mí, me
abrazaba y me decía, con su voz grave.
—«Querido hermano, has actuado
excelentemente bien; mejor, lo
confieso, de lo que te habría creído
capaz. Has restaurado el honor de las
armas romanas.» —Cuando desperté,
por la mañana temprano, decidí derogar
la ley dictada por Augusto, que.
limitaba los triunfos al emperador y a
sus hijos o nietos. Si Aulo continuaba la
campaña en Bretaña y triunfaba en la
tarea que le había impuesto de dominar
permanentemente toda la parte sur de la
981
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

isla, convencería al Senado de que le


ofreciera un triunfo. En mi opinión, el
hecho de ser el único a quien se podía
conceder legalmente un triunfo,
desmerecía el valor de éste, en lugar de
aumentar la gloria. La prohibición de
Augusto había sido destinada a impedir
que sus generales incitaran a las tribus
fronterizas a la guerra, en la esperanza
de conquistar un triunfo gracias a ellas.
Pero sin duda, pensé, existían otros
medios de refrenar a los generales,
aparte del de hacer que el triunfo, que
otrora había estado abierto para todos,
fuese un simple rito familiar de los
Césares.
Terminada la ceremonia de la
condecoración, ofrecí tres audiencias: la
primera a todos los gobernadores de
provincias, para cuya visita temporal a
Roma había pedido permiso al Senado;
la segunda a los embajadores que me
982
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enviaron los reyes aliados, y la última a


los exiliados. Porque había logrado la
autorización del Senado para que los
exiliados volviesen de su lugares de
destierro, pero sólo por la duración de.
las festividades triunfales. Esta última
audiencia fue muy triste para mí, porque
muchos de ellos parecían muy débiles y
enfermos, y todos me rogaron que
revisara sus sentencias. Les dije que no
desesperasen, porque yo mismo
revisaría todos los casos, y si decidía
que la sentencia debía ser anulada o
mitigada en bien de los intereses
públicos, intercedería ante el Senado en
favor suyo. Así lo hice luego, y a
muchos de aquellos cuyo regreso no
pude recomendar se les permitió por lo
menos cambiar de lugar de destierro... y
en todos los casos el cambio fue para
mejor. Ofrecí a Séneca un cambio, pero
lo rechazó, diciendo que mientras
983
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

continuara pesando sobre él el


desagrado del César no deseaba ninguna
mejora de su suerte. Los hielos
permanentes que (según las fábulas de
los viajeros) cubrían las tierras de los
brutales fineses, el calor permanente
que quemaba las arenas del desierto, al
otro lado del Atlas (donde los ejércitos
del César habían penetrado en desafío a
la naturaleza, para ampliar el mapa del
mundo conocido), los estuarios
pantanosos y plagados de fiebres de
Bretaña, ahora subyugados, al igual que
las fértiles llanuras y los valles de esa
distante y famosa isla, por el destacado
genio militar de César... No, incluso el
pestífero clima de Córcega, donde el
infortunado Séneca, el autor de ese
memorial, languidecía desde hacía dos
años —¿o eran dos siglos?;—; ese
hielo, ese fuego y humedad, serían
males apenas advertidos por el exiliado,
984
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de mentalidad estoica, cuyo único


pensamiento consistía en soportar el
aplastante peso de la desgracia bajo la
cual se encontraba, y hacerse digno del
perdón del César si alguna vez, aunque
no se animaba a esperarlo, se le
concediera ese supremo don. Yo estaba
dispuesto a enviarlo a su España natal,
pero él insistió en quedarse en Córcega;
pues que se quedara entonces en
Córcega. Narciso se enteró por los
funcionarios del puerto de Ostia que,
entre los recuerdos de su visita a Roma,
ese valiente estoico se llevó en su
equipaje vasos para vino, de oro,
incrustados de piedras preciosas,
almohadas de plumón, especias de la
India, costosos ungüentos, mesas y
divanes de la fragante madera de
sandáraca, de África, con taracea de
marfil, láminas que habrían encantado a
Tiberio, cantidades de Falerno añejo y
985
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

(aunque esto se encuentra en una


categoría distinta a todo lo demás) un
juego completo de mis obras
publicadas.
A las diez llegó la hora de ponerme en
camino. La procesión entró en la ciudad
desde el nordeste, por la Puerta
Triunfal, y pasó por la Via Sacra. Su
orden era el que sigue. Primero venía el
Senado, a pie, con sus mejores
vestimentas, encabezado por los
magistrados. Luego, un cuerpo selecto
de trompeteros adiestrados para tocar
triunfantes melodías de marcha al
unísono. Las trompetas debían llamar la
atención hacia el botín, que seguía
luego en una serie de carros adornados,
tirados por muías y escoltados por los
germanos del batallón imperial,
ataviados con su librea. Esos despojos
consistían en montañas dé monedas de
oro y plata, armas, armaduras, muebles,
986
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

joyas y adornos de oro, lingotes de


estaño y plomo, ricos recipientes para
vino, cubos de bronce adornado y otro
muebles del palacio de Cimbelino en
Colchester, numerosas muestras de
exquisitos trabajos en esmalte de los
británicos del norte, postes totémicos de
madera tallada y pintada, collares de
azabache y ámbar y perlas, tocados de
plumas, túnicas druídicas bordadas,
remos tallados y muchísimos otros
objetos hermosos, extraños o de valor.
Detrás de los carros venían doce carros
de guerra británicos capturados, los
mejores que pudimos elegir, tirados por
ponies. Cada uno de ellos llevaba un
cartel, clavado sobre estacas encima de
la cabeza del conductor, en el que
figuraba el nombre de una de las doce
tribus vencidas. Luego venían más
carros, tirados por caballos, que
contenían modelos, en madera pintada o
987
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en arcilla, de las ciudades y fortalezas


que habíamos capturado, y grupos
animados que representaban el
sometimiento de varios dioses de ríos a
nuestras tropas, cada grupo con un
enorme lienzo atrás, que representaba el
respectivo combate. El último de la
serie era un modelo del famoso templo
de piedra del Dios Sol, acerca del cual
ya he hablado.
Después seguía un cuerpo de tocadores
de flauta que ejecutaban una suave
música. Precedían a los toros blancos,
cuidados por los sacerdotes de Júpiter,
que rugían furiosamente y provocaban
muchos problemas. Sus cuerpos estaban
dorados y llevaban fajas rojas y
guirnaldas, para demostrar que estaban
destinados al sacrificio. Los sacerdotes
llevaban hachas y cuchillos. Después
seguían los acólitos de Júpiter, con
fuentes doradas y otros instrumentos.
988
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Luego venía un ejemplar interesante:


una morsa viva. Esa foca parecida a un
toro, con grandes colmillos de marfil,
había sido capturada dormida, en una
playa, por los guardias de nuestro
campamento de base. La morsa era
seguida por ganado salvaje y ciervos
británicos, el esqueleto de una ballena
encallada en la costa y un tanque
transparente lleno de castores. Después
iban las armas e insignias de los jefes
capturados, y luego los jefes mismos,
con todos los miembros de sus familias
que habían caído en nuestras manos,
seguidos por todos los cautivos
inferiores, engrillados. Lamenté que
Caractato no figurase en la procesión,
pero en cambio estaban Catigerno y su
esposa, y un hijo pequeño de Caractato,
y treinta jefes de importancia.
Después seguía una compañía de
esclavos públicos, de a dos en fondo,
989
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llevando sobre un cojín las coronas de


oro que me habían enviado los reyes y
Estados aliados en prueba de agradecido
respeto. Luego veinticuatro soldados,
ataviados de púrpura, cada uno con un
hacha atada a un manojo de varillas, el
hacha coronada de laureles. En seguida
una cuadriga construida por orden del
Senado, de plata y ébano. Aparte de su
forma tradicionalmente singular y de las
escenas repujadas en sus costados, que
representaban dos batallas y una
tormenta en el mar, no se diferenciaba
de la carroza que había hecho destrozar
en la calle de los Joyeros por demasiado
lujosa. Era tirada por cuatro caballos
blancos y en ella iba el autor de esta
historia —no «Clau-Clau-Claudio» o
«Claudio el idiota» o «Ese Claudio» o
«Claudio el tartamudo» o aun el «Pobre
tío Claudio», sino el victorioso y
triunfal Tiberio Claudio Druso Nerón
990
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

César Augusto Germánico Británico,


emperador, Padre de la Patria, Sumo
Pontífice, Protector del Pueblo por
cuatro años consecutivos, tres veces
cónsul, Corona Cívica y Naval, que
había recibido ornamentos triunfales en
tres ocasiones anteriores, y otros
honores, civiles y militares, demasiado
numerosos para ser mencionados. Este
exaltado y dichoso personaje estaba
ataviado con una túnica floreada,
bordada de oro, y llevaba en la mano
derecha, que temblaba un poco, una
rama de laurel, y en la izquierda un
cetro de marfil coronado por un ave de
oro. Una guirnalda de laurel de Delfos
le sombreaba la frente y, en
resurrección de una antigua costumbre,
su cara, brazos, cuello y piernas (todo lo
que se veía de su cuerpo) estaba pintado
de un rojo vivo. En la carroza del
Vencedor iba su hijito Británico,
991
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gritando y aplaudiendo, su amigo


Vitelio, con la Corona de Olivo, que
había gobernado el Estado en ausencia
del Vencedor, su hijita Octavia, en
brazos del joven Silano, que había sido
elegido como su futuro esposo y que, en
compañía del joven Pompeyo, casado
con la hija Antonia del Vencedor, había
llevado al Senado el despacho adornado
de laureles. A Silano se le habían
votado vestiduras triunfales, lo mismo
que al joven Pompeyo, que también iba
en la carroza y que tenía al pequeño
Británico sobre su rodilla. Al lado de la
carroza cabalgaba el padre del joven
Pompeyo, Craso Frugi, quien había
usado dos veces las vestiduras
triunfales, la primera después de la
derrota de los chatias por Galba. Y no
debemos olvidar al esclavo público que
permanecía de pie en la carroza,
sosteniendo sobre la cabeza del
992
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Vencedor una corona etrusca de oro,


adornada de joyas, regalo del pueblo
romano. Su deber consistía en susurrar
al oído del vencedor, de vez en cuando,
la antigua fórmula: «¡Mira hacia atrás;
recuerda que eres un mortal!»,
prevención de que los dioses se
mostrarían celosos si se comportaba con
altanería divina y no dejarían de
humillarlo. Y para alejar el mal de ojo
de los espectadores, del frente de la
carroza pendía un amuleto fálico, una
campanilla y un látigo.
Luego venía Mesalina, la esposa del
Vencedor, en un carruaje de gala.
Después, a pie, los comandantes a
quienes se había concedido el privilegio
de usar vestimentas triunfales. Después
los ganadores de la Corona de Olivo.
Luego los coroneles, capitanes,
sargentos y otros oficiales que habían
sido condecorados por su valentía.
993
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Luego los elefantes. Luego los


camellos, uncidos de a dos y arrastrando
carros sobre los cuales iban montadas
las seis máquinas de truenos y rayos
inventadas por Calígula, que con tanta
eficacia empleó Pósides. Después
aparecía el rey Garza sobre sus zancos,
con un collar de oro. Se me dice que,
después de mí, el rey Garza fue el que
conquistó más aplausos. Detrás de él
caminaba Pósides, con su Lanza sin
Punta, y el oculista español, con una
túnica, porque había sido recompensado
con la ciudadanía romana. A
continuación, la caballería romana, y la
infantería en orden de marcha, con las
armas adornadas de laureles. Los
soldados más jóvenes gritaban: «¡Io
Triunfe!» y entonaban himnos de
victoria, pero los veteranos ejercían el
derecho de libertad de palabra, de que
gozarían durante todo el día, y se
994
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dedicaban a sarcásticas bromas a


expensas del Vencedor. Los veteranos
del Vigésimo habían compuesto una
bonita canción para la ocasión:

Claudio fue un famoso erudito,


Claudio derramó menos sangre que
tinta.
Cuando combatió contra los
britanos,
de la pelea no se apartó.
Pero las armas de su elección
fueron
cuerdas y zancos y hedor de
camellos.
¡Oh, oh, oh!
Cuerdas y zancos y hedor de
camellos
conmovieron a las británicas
huestes.
Huyeron todos ellos, con gritos de
terror,
995
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y sus gritos a los muertos hubieran


despertado...
más ruidosos que los que lanza
Claudio
cuando tiene dolor de barriga.
¡Oh, oh, oh!

Me dicen que en la cola de la columna


se cantaban canciones obscenas acerca
dé Mesalina, pero yo no las escuché
desde donde estaba. En verdad, si las
hubiesen entonado los soldados que
caminaban ante mí tampoco las habría
escuchado, porque la multitud armaba
un espantoso alboroto. Después de la
infantería venían destacamentos de
auxiliares, encabezados por los baleares
y los nubios.
Con eso terminaba la procesión
propiamente dicha, pero ésta era
seguida por una chusma que reía y
aplaudía, en fingido triunfo a Baba, el
996
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

payaso de Alejandría, que había ido a


Roma para tratar de mejorar su suerte.
Viajaba en un carro público, de
trasporte de estiércol, al cual habían
sido uncidos en una una cabra, una
oveja, un cerdo y un zorro. Estaba
pintado de azul, con la hierba pastel
británica, y ataviado en una fantástica
parodia de vestimenta triunfal. Su capa
era una colcha de retazos y su túnica un
saco viejo adornado con sucias cintas de
colores. Su cetro era un corazón de col,
con un murciélago muerto atado al
extremo y su rama de laurel un abrojo.
Nuestro más famoso payaso nativo,
Augurino, había consentido
recientemente en compartir el gobierno
de la Sociedad de Vagabundos con
Baba. Se afirmaba que Baba se me
parecía mucho, y por lo tanto siempre
hacía el papel de César en las funciones
teatrales que los dos ofrecían
997
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

constantemente en las calles apartadas


de la ciudad. Augurino hacía el papel de
Vitelio, o del cónsul del año, o de un
coronel de la guardia, o de uno de mis
ministros, según las circunstancias.
Tenía un gran talento para la parodia.
En esa ocasión representó al esclavo
que sostenía la corona sobre la cabeza
de Baba (una bacinilla invertida en la
que, de vez en cuando, desaparecía la
cabeza de Baba) y le hacía
continuamente cosquillas con una
pluma de gallo. La túnica de arpillera de
Baba estaba rasgada en la espalda y
dejaba ver su trasero, pintado de azul-
con audaces marcas rojas para que
pareciese un rostro humano sonriente.
La mano de Baba temblaba todo el
tiempo; sacudía la cabeza en una
caricatura de mi tic nervioso y hacía
rodar los ojos, y cada vez que Augurino
le molestaba, le golpeaba con el abrojo
998
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

o el murciélago muerto. En otro carro


de estiércol, que iba atrás, reclinada
bajo un raído dosel, iba una gigantesca
negra desnuda, con un anillo de bronce
en la nariz, acariciando a un lechoncito.
El botín de este triunfo rival era
exhibido en carretillas empujadas por
harapientos buhoneros : desperdicios de
cocina, camas rotas, sucios colchones,
hierros oxidados, cacharros
desventrados y toda clase de basura por
el estilo; y los prisioneros eran enanos,
gordos, flacos, albinos, tullidos, ciegos,
hidrocefálicos y hombres que sufrían de
espantosas enfermedades o que habían
sido elegidos por su sorprendente
fealdad. El resto de la procesión era
similar. Me dicen que los modelos y
láminas que ilustraba las victorias de
Baba eran las cosas más graciosas, en
tono obsceno, que jamás se hayan visto
en Roma.
999
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Cuando llegamos al monte Capitolino,


desmonté e hice lo que exigía la
costumbre, pero que me resultó
físicamente abrumador: subí los
escalones del templo de Júpiter,
humildemente, de rodillas. El joven
Silano y Pompeyo me sostenían, uno de
cada lado. En ese momento era
costumbre llevar a mi lado a los jefes
enemigos capturados, para ejecutarlos
en la cárcel, adjunta al templo. Esta
costumbre era la supervivencia de un
antiguo rito de sacrificios humanos en
acción de gracias por la victoria. Yo
omití el sacrificio basándome en
exigencias de política pública. Decidí
mantener a esos jefes en Roma, vivos, a
fin de ofrecer una demostración de
clemencia a los otros jefes de Bretaña
que todavía se resistían contra nosotros.
Los britanos sacrificaban a los
prisioneros de guerra, pero sería
1000
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

absurdo conmemorar nuestra intención


de civilizar su isla con un acto de
barbarie primitiva. Concedería a esos
jefes y sus familias pequeñas pensiones
de los fondos públicos, y los instaría a
romanizarse, de modo que más tarde,
cuando se formaran regimientos de
auxiliares británicos, hubiese para
mandarlos oficiales capaces de actuar
en amistosa colaboración con nuestras
propias fuerzas.
Aunque no sacrifiqué los jefes a
Júpiter, no dejé de sacrificar los toros
blancos, ni de dar al dios una ofrenda
del botín (lo más selecto de los
ornamentos de oro del palacio de
Cimbelino), o de colocar en el regazo
de su sagrada imagen la corona de
laurel que ceñía mi frente. Luego yo y
mis compañeros de triunfo, y Mesalina,
fuimos agasajados por el Colegio de los
Sacerdotes de Júpiter con un banquete
1001
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

público, en tanto que las tropas se


dispersaban y eran agasajadas por la
ciudad. Una casa cuya mesa no fuese
honrada por la presencia de un héroe
triunfante, por lo menos, era, en verdad,
una casa infortunada. La noche anterior
me había enterado, extraoficialmente,
de que el Vigésimo planeaba otra orgía
de ebriedad como aquella a la que se
había lanzado durante el triunfo de
Calígula. Tenía la intención de atacar la
calle de los Joyeros, y si encontraban
cerradas las puertas de las tiendas
usarían el fuego o arietes. Al principio
pensé en defender la calle con un
cuerpo de Custodios, pero eso sólo
habría significado derramamiento de
sangre, de modo que se me ocurrió la
mejor idea de llenar la cantimplora de
los soldados con una ración gratuita de
vino, que debían beber a mi salud. Las
cantimploras fueron llenadas antes de
1002
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que se iniciara la procesión, y mis


órdenes fueron de que no se bebiera
hasta que las trompetas dieran la señal
de que el sacrificio ya había terminado.
Era buen vino, pero el que entregué al
Vigésimo tenía un agregado de semillas
de amapolas. Bebieron a mi salud, y se
quedaron tan profundamente dormidos,
que para cuando se despertaron el
triunfo había terminado. Lamento decir
que un nombre no despertó nunca. Pero
por lo menos no hubo ninguna seria
perturbación del orden ese día.
Por la noche fui llevado a palacio por
una larga procesión de antorchas
encendidas, acompañado por el cuerpo
de flautistas y seguido por una enorme
multitud de ciudadanos que cantaban y
me vitoreaban. Me sentí cansado, y
después de quitarme la pintura roja me
fui derecho a la cama, pero las
festividades continuaron toda la noche y
1003
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no me dejaron dormir. A medianoche


me levanté, y sólo con Narciso y Palas
como compañeros salí a la calle a oír lo
que pensaba verdaderamente la gente de
mí... Nos mezclamos a la multitud. Las
escalinatas del templo de Castor, y
Polux estaban cubiertas de grupos de
personas que descansaban y
conversaban, y allí encontramos
asientos. Todos hablaban sin
ceremonias. Me alegré de que la
libertad de palabra hubiese vuelto por
fin otra vez a Roma, después de su larga
supresión por Tiberio y Calígula,
aunque algunas de las cosas que
escuché no me satisfacieron del todo.
La opinión general parecía ser que se
trataba de un triunfo muy bueno, pero
que habría sido mejor si hubiese
distribuido el dinero a los ciudadanos,
así como a los soldados, y les hubiera
aumentado la ración de cereales. (Los
1004
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cereales habían vuelto a escasear ese


invierno, si bien no por culpa mía.)
Sentí ansiedad por escuchar lo que
decía un capitán cubierto de cicatrices,
del Decimocuarto. Estaba con un
hermano a quien en apariencia no había
visto durante dieciséis años. Al
principio no quiso hablar de la batalla,
aunque su hermano lo instó a hacerlo, y
sólo se avino a hablar de Bretaña como
de un acantonamiento militar. Le
parecía que con un poco de suerte podía
contar con un buen botín. Pronto podría
retirarse, por lo menos así lo esperaba,
con el rango de caballero. Había
reunido bastante dinero durante los
últimos diez años, vendiendo
exenciones a los hombres de su
compañía y «en el Rhin no hay muchas
posibilidades de gastar dinero... no es
como en Roma». Pero al cabo dijo:

1005
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Hablando con franqueza, los


oficiales del Decimocuarto no tenemos
gran opinión del combate de
Brentwood. El emperador nos lo facilitó
demasiado. Es un hombre
maravillosamente listo, el emperador.
Uno de esos estrategas. Lo saca todo de
los libros. Eso de la cuerda fue una
estratagema típica. Y el enorme pájaro
que aleteaba y lanzaba sonidos
fantásticos. Y. eso de reunir los
camellos en el, flanco para asustar a los
ponies del enemigo con su hedor. Un
estratega de primera clase. Pero
estrategia no es lo que llamo yo
combatir. El viejo Aulo Plaucio se
hubiera lanzado directamente contra la
empalizada central, y al diablo con las
consecuencias. El viejo Aulo es un
soldado. Nos habría concedido una
batalla mucho más buena, con más
sangre, si hubiese estado en sus manos.
1006
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

A los oficiales del Decimocuarto nos


gusta una buena batalla sangrienta,
antes que una estrategia inteligente.
Para eso vivimos, para una batalla
encarnizada, y si tenemos muchas bajas,
pues esa es la suerte del soldado y
significa promociones para los
sobrevivientes. Esta vez no hubo
ninguna promoción para el
Decimocuarto. Un par de cabos
muertos. Eso es todo. No, lo hizo
demasiado fácil. Lo pasé mejor que la
mayoría, por supuesto; me metí entre
los carros, con mi pelotón, y maté a una
buena cantidad de britanos, y conquisté
esta cadena, de modo que no puedo
quejarme, pero hablando del regimiento
en su conjunto, la batalla no estuvo a la
altura de las normas de las otras dos que
libramos antes de que viniera el
emperador. El combate de Medway fue
también bueno, nadie lo negará.
1007
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Intervino una anciana.


—Bien, capitán, eres muy valiente, y
todos te estamos muy agradecidos y
orgullosos de ti, por supuesto, pero por
mi parte, tengo a dos hijos sirviendo en
el Segundo, y si bien lamento que no
tuvieran licencia para venir hoy, estoy
contenta de que se encuentren con vida.
Quizá si tu general Aulo se hubiese
salido con la suya, estarían allí, en la
colina de Brentwood, para que los
cuervos se cebaran en ellos.
Un viejo convino con ella.
—Por mi parte, capitán, no me interesa
cómo se gana una batalla, siempre que
se gane bien. Esta noche escuché a dos
oficiales como tú, que analizaban la
batalla. Y uno de ellos dijo: «Sí, buena
estrategia, pero demasiado inteligente.
Huele a estudio.» Y lo quejo digo es:
¿Conquistó el emperador una

1008
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

espléndida victoria o no? La conquistó.


Pues viva el emperador.
Pero el capitán dijo:
—Huele a estudio, dijeron, ¿no es
cierto ? Muy bien dicho. Una victoria
estratégica. Pero huele a estudio. El
emperador es demasiado inteligente
para ser un buen soldado. Por mi parte,
agradezco a los dioses el que jamás he
leído un libro en mi vida.
Le dije tímidamente a Narciso, cuando
volvíamos a casa:
—Tú no estás de acuerdo con ese
capitán, ¿no es cierto?
—No, César —dijo Narciso—. ¿Y tú?
Pero me pareció que habló como un
hombre valiente y honrado, y como es
solamente un capitán, quizá tendrías
que sentirte satisfecho. No necesitas en
el ejército capitanes que sepan
demasiado o piensen demasiado. Y por

1009
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cierto que te concedió todo el mérito de


la victoria, ¿No es cierto?
—O soy un imbécil absoluto, o soy
demasiado inteligente —gruñí yo, sin
embargo.
El triunfo duró tres días. El segundo día
presentamos espectáculos en el Circo y
en el anfiteatro, en forma simultánea. Al
principio hubo carreras de cuadrigas,
diez en total, y competencias atléticas, y
combates entre cautivos británicos y
osos. Y jóvenes del Asia Menor
ejecutaron la danza nacional de las
espadas. Al otro día se montó una
reproducción del ataque y saqueo de
Colchester, y de la rendición de los
jefes enemigos, y libramos un combate
entre trescientos catuvelaunios y
trescientos trinovantes, con carros e
infantería. En la mañana del tercer día
hubo más carreras de caballos y un
combate entre esgrimistas catuvelaunios
1010
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y una compañía de lanceros númidas,


capturados por Geta el año anterior. Los
catuvelaunios ganaron fácilmente. El
último espectáculo se realizó en el
teatro: obras, interludios y danzas
acrobáticas. Mnester estuvo espléndido
ese día, y el público lo hizo ejecutar tres
veces su danza del triunfo de Orestes y
Pílades; él era Pllades. Se negó a salir
por cuarta vez. Asomó la cabeza por el
telón, y anunció, con tono de broma:
—No puedo salir, señores. Orestes y yo
estamos acostados juntos.
Más tarde Mesalina me dijo:
—Quiero que hables con Mnester con
suma severidad, queridísimo esposo. Es
demasiado independiente para un
hombre de su profesión y origen,
aunque es un actor maravilloso. Durante
tu ausencia fue muy grosero conmigo
en dos o tres ocasiones. Cuando le pedí
que hiciera que su compañía ensayase
1011
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un ballet favorito mío para un festival


—ya sabes que he estado dirigiendo
todos los Juegos y Espectáculos, porque
a Vitelio le resultaba demasiado pesado
—, y luego descubrí que Harpócrates, el
secretario, había estado comportándose
con deshonestidad y tuvimos que
hacerlo ejecutar, y Feronacto, a quien
puse en su lugar, se ha mostrado
bastante lento en aprender sus
funciones. Bien, de cualquier manera,
las cosas fueron muy difíciles para mí, y
Mnester, en lugar de facilitármelas más,
se mostró espantosamente obstinado.
Oh, no, dijo, no podía presentar Ulises y
Circe porque no tenía a nadie capaz de
hacer el papel de Circe junto al Ulises
de él, y cuando sugerí el Minotauro,
dijo que Teseo era un papel que le
desagradaba mucho, pero que por otra
parte estaría por debajo de su dignidad
bailar en el papel menos importante del
1012
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

rey Minos. Este es el tipo de obstáculos


que me ha presentado continuamente.
Se niega a entender que yo soy tu
representante, que simplemente debe
hacer lo que le ordeno. Pero no lo
castigué porque me pareció que tú no lo
querrías.
Llamé a Mnester.
—Escucha, pequeño griego —le dije
—, esta es mi esposa, Valeria Mesalina.
El Senado de Roma tiene de ella tan alta
opinión como yo. Le ha rendido
clavadísimos honores. En mi ausencia
se ha ocupado de algunos de mis
deberes, en mi nombre, y los ha
ejecutado a mi entera satisfacción.
Ahora se queja de que tú te has
mostrado muy insolente y que has
colaborado muy poco con ella. Quiero
que entiendas lo siguiente: si Mesalina
te dice que hagas algo, a pesar de que la
obediencia pueda herir tu vanidad
1013
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

profesional, tienes que obedecerla.


Cualquier cosa, entiéndelo, pequeño
griego, y nada de discusiones. Cualquier
cosa y todas las cosas.
—Obedezco, César —respondió.
Mnester cayendo a mis plantas con
exagerada docilidad—, y pido perdón
por mi estupidez. No entendí que debía
obedecer a Mesalina en todas las cosas,
sino sólo en algunas.
—Bien, ahora lo entiendes.
Y así terminó mi triunfo. Las tropas
regresaron a su acantonamiento en
Bretaña, y yo volví a mi vestimenta
civil y a mis obligaciones en Roma. Es
probable que no le vuelva a suceder a
nadie jamás en el mundo, como es
seguro que jamás le sucedió a nadie
antes, esto de librar su primer combate a
la edad de 53 años, sin haber prestado
nunca servicios militares en su
juventud; conseguir una victoria
1014
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aplastante y no volver a salir al campo


de batalla durante el resto de su vida.

1015
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1016
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 23

Continué mis reformas en Roma,


haciendo en especial todo lo posible
para crear un sentido de responsabilidad
pública en mis subordinados. Nombré a
funcionarios del Tesoro a quienes había
estado educando, e hice que sus
nombramientos tuvieran tres años de
duración. Eliminé de la orden senatorial
al gobernador de España del sur, porque
no pudo levantar las acusaciones
presentadas contra él por las tropas que
servían en Marruecos, en el sentido de
1017
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que las había despojado de la mitad de


sus raciones de cereales. También se
presentaron contra él otras acusaciones
de fraude, y tuvo que pagar 100.000
piezas de oro. Fue a visitar a sus amigos
y trató de conquistar sus simpatías
diciéndoles que las acusaciones habían
sido fraguadas por Pósides y Palas, a
quienes ofendió al recordarles que
habían nacido esclavos. Pero obtuvo
muy poca simpatía. Una mañana
temprano ese gobernador llevó todos los
muebles de su casa, en trescientos
carros cargados de piezas excepcional-
mente valiosas, al lugar de subastas
públicas. Esto provocó mucha
excitación, porque poseía una colección
de vasos corintios sin rival. Todos los
comerciantes y conocedores se apiñaron
alrededor del lugar de subasta,
lamiéndose los labios y buscando un
negocio.
1018
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—El pobre Umbonio está liquidado —


dijeron—. Ahora es nuestra oportunidad
de conseguir baratas las cosas que se
negó a vender cuando le hicimos
ofrecimientos verdaderamente
interesantes.
Pero se llevaron una desilusión.
Cuando la lanza fue clavada en el suelo,
para significar que se había iniciado una
subasta pública, lo único que su dueño
vendió fue su túnica de senador. Luego
hizo quitar la lanza, para demostrar que
la subasta había terminado, y esa noche,
a la medianoche, cuando se permitió
que los carros volviesen a circular por
las calles, se llevó todas sus cosas de
vuelta a casa. Simplemente había
querido demostrar que tenía todavía
dinero de sobra y que podía vivir con
comodidad como un ciudadano privado.
Pero yo no permití que el insulto pasase
así como así. Ese año impuse un
1019
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

elevado tributo a los jarrones corintios,


tributo que él no pudo eludir porque
había exhibido en público su colección,
y hasta hecho una lista de la misma en
el tablero de subasta.
Esa fue la época en que comencé a
estudiar de cerca el problema de las
religiones y los cultos. Todos los años
llegaban nuevos dioses extranjeros a
Roma, para servir las necesidades de los
inmigrantes, y en general yo no me
oponía a ello. Por ejemplo, una colonia
de 400 mercaderes árabes y sus
familias, de Yemen, que se habían
establecido en Ostia, construyó allí un
templo a sus dioses de tribu. Era un
culto tranquilo, que no implicaba
sacrificios humanos u otros escándalos.
Pero me opuse a la competencia
desordenada entre cultos religiosos
cuyos misioneros y sacerdotes iban de
casa en casa, en busca de conversos y
1020
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

modelaban su persuasivo vocabulario


de acuerdo con la técnica del
subastador, el alcahuete de burdel o el
astrólogo griego vagabundo. El
descubrimiento de que la religión es una
mercancía vendible como el aceite, los
higos o los esclavos fue hecho en Roma
a fines de la época republicana, y hubo
que tomar medidas para terminar con
ese tráfico, aunque sin gran éxito.
Después de nuestra conquista de Grecia,
cuando la filosofía griega se difundió en
Roma, hubo una notable disminución en
las creencias religiosas. Si bien los
filósofos no negaban lo divino, lo
convertían en una abstracción tan
remota, que gente tan práctica como los
romanos comenzó a afirmar:
—Está bien, los dioses son
infinitamente poderosos y sabios, pero
también infinitamente remotos.
Merecen nuestro respeto y los
1021
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

honraremos devotamente en templos y


sacrificios. Pero es evidente que nos
equivocamos al pensar que son
presencias inmediatas, y que se
molestarían en matar a los pecadores
individuales o en castigar a toda la
ciudad por el delito de un hombre, o en
presentarse con apariencias de mortales.
Hemos estado confundiendo la ficción
poética con la realidad prosaica.
Debemos corregir nuestras opiniones.
Esta confesión creó un vacío, para el
ciudadano común, entre él y aquellos
remotos ideales de (por ejemplo) Poder,
Inteligencia, Belleza y Castidad, en los
cuales habían convertido los filósofos a
Júpiter, Mercurio, Venus y Diana.
Hacían falta algunos seres
intermediarios. A dicho vacío acudieron
nuevos personajes divinos o
semidivinos. Eran en su mayor parte
dioses extranjeros, con personalidades
1022
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

muy definidas, acerca de los cuales no


se podía filosofar con facilidad. Se los
podía invocar por medio de
encantamientos, y entonces adquirían
formas humanas visibles. Podían
aparecer en medio de un círculo de
devotos y conversar familiarmente con
cada miembro del culto. En ocasiones
incluso tenían relaciones sexuales con
feligresas. En el reinado de mi tío
Tiberio hubo un famoso escándalo. Un
rico caballero estaba enamorado de una
respetable mujer casada de la nobleza.
Trató de sobornarla para que se acostase
con él y llegó a ofrecerle 2.500 piezas
de oro por una sola noche. Ella se negó,
indignada, y después de eso ni siquiera
quiso responder a su saludo cuando se
encontraban en la calle. El se enteró de
que ella era una devota de Isis, que tenia
un templo en Roma, y sobornó a los
sacerdotes de la diosa, con 500 piezas
1023
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de oro, para que le dijesen que el dios


Anubis estaba enamorado de ella y
quería que lo visitase. La mujer se sintió
grandemente complacida con el
mensaje y fue al templo en la noche
ordenada por Anubis, y allí, en el lugar
más sagrado, en el diván mismo del
dios, el caballero, disfrazado de dios,
gozó de ella hasta
la mañana. La tonta mujer no pudo
contener la dicha, y habló a su esposo y
amigos del señalado honor que se le
había hecho. La mayoría de ellos la
creyeron. Tres días más tarde se
encontró con el caballero en la calle, y
como de costumbre trató de pasar junto
a él sin saludarlo. El le cerró el paso, y
tomándola familiarmente del brazo le
dijo:
—Querida mía, me ahorraste 2.000
piezas de oro. Una mujer ahorrativa
como tú tendría que avergonzarse de
1024
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dilapidar el dinero. Personalmente, los


nombres no me importan mucho. En
apariencia te molesta el mío y adoras el
de Anubis. De modo que la otra noche
tuve que ser Anubis. Pero el placer fue
tan grande como si hubiese usado mi
propio nombre. Y ahora, adiós. He
tenido lo que quería y estoy satisfecho.
Jamás hubo una mujer tan anonadada y
horrorizada. Corrió a su casa y le contó
al esposo cómo se la había engañado y
abusado de ella, y juró que si no era
vengada de inmediato se suicidaría de
vergüenza. El esposo, senador, fue a ver
a Tiberio, y éste, que tenía alta opinión
de él, hizo destruir el templo de Isis,
crucificar a su sacerdote y arrojar la
imagen de la diosa al Tíber. Pero el
caballero le dijo audazmente:
—Tú conoces el poder del amor. Nada
puede resistírsele. Y lo que he hecho
tiene que ser una advertencia para todas
1025
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las mujeres respetables, de que no


abracen religiones extrañas, sino que se
atengan a los buenos y viejos dioses
romanos.
De modo que sólo se le desterró por
unos pocos años, y luego el esposo,
después que su dicha quedó arruinada
por este asunto, comenzó una campaña
contra todos los charlatanes religiosos.
Presentó acusaciones contra cuatro
misioneros judíos, que habían
convertido a una noble de la familia
Julia a su fe, afirmando que la habían
convencido de que enviara ofrendas
votivas de oro y telas de púrpura al
templo de Jerusalén, para luego vender
estos regalos en su propio beneficio.
Tiberio consideró culpables a los
hombres y los crucificó. Como
advertencia contra prácticas similares,
desterró a todos los judíos de Roma a
Cerdeña. Había 4.000 y la mitad de
1026
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ellos murieron de fiebre en el término


de unos pocos meses, después de llegar
a Cerdeña. Calígula permitió que los
judíos volvieran.
Se recordará también que Tiberio había
expulsado a todos los adivinos y
pretendidos astrólogos de Italia. Era una
curiosa mezcla de ateísmo y
superstición, de credulidad y
escepticismo. En una ocasión dijo, en
un banquete, que consideraba inútil el
culto de los dioses, en vista de la
existencia de las estrellas. Creía en la
predestinación. Su expulsión de los
astrólogos se debió quizás al hecho de
que deseaba gozar del monopolio de las
predicciones, porque Trasilo se quedó
con él. No advirtió que si bien las
estrellas pueden no decir mentiras, los
astrólogos, aún los mejores, no son
dignos de confianza en cuanto a leer sus
mensajes con correcta perfección, o en
1027
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuanto a informar con perfecta


franqueza acerca de lo que han leído.
Yo no soy escéptico ni particularmente
supersticioso. Prefiero las antiguas
formas y ceremonias, y tengo una
creencia heredada en los antiguos dioses
romanos, que me niego a someter a
ningún análisis filosófico. Creo que
cada nación debe tener un dios a su
manera (siempre que se trate de una
manera civilizada) y no adoptar
ociosamente deidades superfluas. Como
Sumo Sacerdote de Augusto, he tenido
que aceptarlo como dios. Y a fin de
cuentas el semidiós Rómulo fue sólo un
pobre pastor romano, para empezar, y
probablemente estuvo mucho menos
dotado y fue menos industrioso que
Augusto. Si yo hubiese sido
contemporáneo de Rómulo, es probable
que me hubiese reído de la idea de que
se le rindiese culto divino. Pero la
1028
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

divinidad, a fin de cuentas, es una


cuestión de hecho, y no un asunto de
opinión. En general, si un hombre es
adorado como un dios, pues es un dios.
Y si un dios deja de ser adorado, ya no
es nada. Mientras Calígula fue adorado
y se creyó en él como en un dios, fue un
ser sobrenatural. A Casio Querea le
resultó casi imposible matarlo porque
existía en torno a él cierta aureola
divina, resultado del culto que le
ofrecían los corazones más sencillos, y
los conspiradores lo sintieron en sí
mismos y vacilaron. Quizá no habrían
podido hacerlo nunca, si Calígula no se
hubiese maldecido a sí mismo con una
divina premonición de su asesinato.
Augusto es adorado ahora, con
auténtica devoción, por millones de
personas. Yo mismo le rezo con casi
tanta confianza como la que pongo en
Marte o Venus. Pero establezco una
1029
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

clara distinción entre el Augusto


histórico, de cuyas debilidades y
desdichas estoy bien informado, y el
dios Augusto, objeto de adoración
pública, que ha alcanzado el poder de
deidad. Quiero decir que no puedo
desaprobar de manera demasiado
enérgica la asunción de poderes divinos
por un mortal. Pues si en verdad éste
consigue que los hombres lo adoren, y
si ellos lo adoran auténticamente, y si
no hay augurios u otras señales de
desagrado celestial en el momento de su
deificación... bueno, pues entonces es
un dios, y se lo acepta como tal. Pero el
culto de Augusto como deidad
importante de Roma jamás habría sido
posible si no hubiese sido por ese
abismo que los filósofos habían abierto
entre el hombre común y los dioses
tradicionales. Para el ciudadano romano
común, Augusto llenó muy bien la
1030
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

brecha. Fue recordado como un noble y


gracioso gobernante que quizá haya
ofrecido pruebas mucho más concretas
de su cariño por la ciudad y el imperio
que los propios dioses olímpicos.
Pero el culto de Augusto resultaba más
bien una forma de conveniencia
política, en lugar de satisfacer las
necesidades emocionales de las
personas con tendencias religiosas, que
preferían recurrir a Isis o Serapis o
Imoutes para obtener la seguridad, en
los misterios de estos dioses, de que el
«dios» era algo más que un remoto ideal
de perfección o que la gloria
conmemorada de un héroe muerto. Para
ofrecer una alternativa a estos cultos
egipcios —en mi opinión no
desempeñaban un papel muy saludable
en nuestra civilización greco-romana—,
logré que nuestra comisión permanente
de Religiones Extranjeras en Roma, la
1031
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Junta de los Quince, me permitiese


popularizar misterios de naturaleza más
adecuada. Por ejemplo, el culto de
Cibeles, la diosa adorada por nuestros
antepasados troyanos, y por lo tanto
conveniente para nuestras modalidades
religiosas, había sido introducido en
Roma unos 250 años antes, en
obediencia a un oráculo. Pero sus
misterios eran realizados en privado por
sacerdotes eunucos de Frigia, porque no
se permitía que ningún ciudadano
romano se castrase en honor de la diosa.
Yo cambié todo eso. El Sumo Sacerdote
de Cibeles tenia que ser ahora un
caballero romano, si bien no eunuco, y
los ciudadanos de buena posición
podían incorporarse a su culto. También
traté de introducir los misterios de
Eleusis en Roma, desde Grecia. Casi no
necesito describir este famoso festival
ático en honor de la diosa Démeter y de
1032
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su hija Perséfone, porque mientras el


griego sobreviva como idioma, todos lo
conocerán. Pero la naturaleza de los
misterios mismos, de los cuales el
festival no es más que la pompa
exterior, no es en modo alguno una
cuestión de conocimiento general, y me
gustaría mucho hablar algo de ellos,
pero debido a un juramento que hice en
una ocasión, por desgracia no puedo
hacerlo. Me conformaré con decir que
se relacionan con la revelación de la
vida en un mundo por venir, donde la
dicha será conquistada por una vida
virtuosa vivida como mortal. Al
introducirlos en Roma, donde limité la
participación en ellos a los senadores,
caballeros y ciudadanos de fortuna,
tenía la esperanza de complementar el
culto formal de los dioses comunes con
una obligación a la virtud sentida desde
adentro, no impuesta por leyes o
1033
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

edictos. Por desgracia mi tentativa


fracasó. En los principales altares
religiosos se emitieron oráculos
desfavorables, incluso en el de Apolo de
Delfos, previniéndome de las terribles
consecuencia de mi «trasplante de
Eleusis a Roma». ¿Será impío sugerir
que los dioses griegos se combinaban
para proteger el tráfico de peregrinos
que era ahora la principal fuente de
ingresos de su país?
Publiqué un edicto prohibiendo la
concurrencia de ciudadanos romanos a
las sinagogas judías y expulsé de la
ciudad a una buena cantidad de los más
enérgicos misioneros judíos. Escribí a
Heredes para hablarle de mi actitud. Me
contestó que había hecho muy bien, y
que él aplicaría el mismo principio o,
más bien, el contrario, en su propio
dominio: prohibiría que los profesores
griegos de filosofía dieran clases en
1034
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ciudades judías, y a todos los judíos que


concurriesen los excluiría de los cultos
del templo. Ni Herodes ni yo hicimos
comentario alguno, en nuestras cartas,
respecto de los acontecimientos de
Armenia o Partía, pero lo que sucedió
fue lo siguiente. Yo había enviado al
rey Mitrídates a Antioquía, donde
Marso lo recibió con honores y lo envió
a Armenia con dos batallones regulares,
un tren de sitio y seis batallones de
auxiliares greco-sirios. Llegó allí en
marzo. El gobernador de Partía marchó
contra él y fue derrotado. Esto no
significaba que Mitrídates quedase de
inmediato en posesión indiscutida de su
reino. Cotis, rey de Armenia Menor,
envió ayuda armada al gobernador de
Partía, y si bien su expedición fue
también derrotada, las guarniciones
panas de muchas fortalezas se negaron a
rendirse y las máquinas de sitio
1035
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

romanas tuvieron que reducirlas una por


una. Pero el hermano de Mitrídates, rey
de Georgia, realizó su prometida
invasión desde el norte y, para julio los
dos habían reunido sus fuerzas en el río
Aras y capturado a Mufarguin, Ardesh y
Erzerum, las tres ciudades principales
de Armenia.
En Partía, Bardanes reunió muy pronto
un importante ejército, al cual los reyes
de Osroene y Adiabene contribuyeron
con contingentes, y marchó contra su
hermano Gotarzes, cuya corte se
encontraba entonces en la ciudad de
Ecbatana, en el país de los medos. En
un repentino ataque por sorpresa a la
cabeza de un cuerpo de dromedarios —
recorrió casi 500 kilómetros en dos días
—, Bardanes expulsó a Gotarzes, presa
de pánico, del trono, y pronto recibió el
homenaje de todos los reinos y ciudades
sometidos del imperio parto. La única
1036
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

excepción fue la ciudad de Seleucia,


situada sobre el rio Tigris, que, luego de
rebelarse unos siete años antes, había
mantenido obstinadamente su
independencia desde entonces. Fue para
nosotros una gran suerte que Seleucia se
negara a reconocer la soberanía de
Bardanes, porque éste consideró como
un deber sitiarla y capturarla antes de
dedicar su atención a asuntos más
importantes, y Seleucia, con sus
enormes murallas, no era un lugar fácil
de capturar. Si bien Bardanes retuvo a
Ctesi-fón, la ciudad de la orilla opuesta
del Tigris, no dominaba el río mismo, y
la fuerte flota seléucida pudo introducir
abastecimientos en la ciudad,
comprados a tribus árabes amigas de la
costa oeste del golfo de Persia. De
modo que derrochó un tiempo precioso
en el Tigris, y Gotarzes, que había
escapado a Bojara, reunió allí un nuevo
1037
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ejército. Él sitio de Seleucia continuó


desde diciembre hasta abril, fecha en
que Bardanes, enterado de las nuevas
actividades de Gotarzes, lo levantó y
marchó hacia el norte, a lo largo de
1.600 kilómetros, a través de Parda
propiamente dicha, hasta la provincia de
Bactriana, donde eventualmente se
encontró con Gotarzes. Las fuerzas de
Bardanes estaban mejor equipadas y
eran un tanto mayores que las de su
hermano, pero el resultado de la batalla
inminente era dudoso, y Bardanes vio
que incluso aunque triunfase sería
probablemente una victoria pírrica...
perdería más hombres de los que podía
permitirse. De modo que cuando a
último momento Gotarzes le ofreció
pactar con él, aceptó. Como resultado
de su conferencia. Gotarzes hizo una
cesión formal de sus derechos al trono,
y en compensación Bardanes le perdonó
1038
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la vida, le entregó propiedades en las


costas meridionales del mar Caspio y
una pensión anual digna de su rango.
Entre tanto el rey de Adiabane y otros
gobernantes vecinos ejercían presión
sobre Seleucia para que se rindiese. Y a
mediados de julio, en Antioquía, Marso
sabía que Bardanes era ahora el rey
indiscutido de Parda, y que se dirigía
hacia el oeste con un enorme ejército.
Inmediatamente me informó de ello, y
también de otras noticias inquietantes, a
saber, que fingiendo haber sido
insultado y amenazado por los
regimientos griegos estacionados en
Cesárea, Heredes los había desarmado y
puesto a trabajar en la construcción de
carreteras y en la reparación de las
defensas de la ciudad. Y eso no era
todo. Había habido ejercicios secretos
en el desierto de grandes cuerpos de
voluntarios judíos, bajo las órdenes de
1039
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

miembros de la guardia de corps de


Herodes. Marso escribía: «Dentro de
tres meses el destino del imperio
romano en Oriente quedará decidido de
una u otra manera.»
Hice todo lo que pude, dadas las
circunstancias. Despaché una orden
inmediata a los gobernantes orientales,
para que movilizasen todas las fuerzas
disponibles. También envié una división
de la flota a Egipto, para aplastar el
levantamiento judío que esperaba en
Alejandría, y otra a Marso, en
Antioquía. Movilicé fuerzas en Italia y
el Tirol, pero nadie, aparte de Marso, yo
mismo y mi ministro de relaciones
exteriores, Félix, en quien me veía
obligado a confiar porque escribía mis
cartas, estaban enterados de las
tremendas nubes de tormenta que
soplaban desde el este. Y fuimos los
únicos tres que lo supieron jamás,
1040
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

porque, por un extraordinario capricho


del destino, la tormenta jamás estalló.
No tengo el temperamento dramático
de mi hermano Germánico. No soy más
que un historiador, y sin duda la
mayoría de la gente me considera, en
general, aburrido y prosaico, pero he
llegado a un punto de mi relato en que
el registro de los hechos desnudos, sin
la ayuda de embellecimientos oratorios,
debe provocar el asombro de mis
lectores tan fuertemente como me lo
provocó a mí en esa época.
Permítaseme narrar primero de qué
humor tan exaltado llegó el rey Herodes
Agripa de Jerusalén a Cesárea para el
festival que se había preparado allí, en
honor de mi cumpleaños. Abrigaba en sí
un orgullo secreto tan grande, que casi
lo asfixiaba. Los cimientos del gran
edificio que durante tanto tiempo había
soñado construir, el imperio de Oriente,
1041
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estaban, al cabo, grande y firmemente


asentados. Ahora sólo necesitaba
pronunciar las palabras, y las murallas
(estas son las palabras que usó para
decírselo a su reina Cypros)
«ascenderán blancas y espléndidas, en
el cielo azul oscuro, el techo de cristal
se cerrará sobre ellas .y encantadores
jardines y frescas columnatas y
estanques de lirios lo rodearán,
extendiéndose hasta donde la mirada
embelesada pueda alcanzar a ver».
Adentro todo sería berilos y ópalos y
zafiros y sardónice y oro puro, y en el
poderoso Salón del Juicio ardería un
trono de diamantes, el trono del Mesías,
a quien los hombres hasta entonces
habían conocido con el nombre de
Herodes Agripa.
Ya se había revelado, en secreto, al
Sumo Sacerdote y al Sanhedrín, y todos
habíanse inclinado de hinojos ante él y
1042
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

glorificado a dios, y reconocido en él al


Mesías profetizado. Ahora se revelaría
en público, ante la nación judía y ante
todo el mundo. Pronunciaría su palabra:
«El Día de la Liberación está cerca, dijo
el Ungido del Señor. Quebremos el
yugo de los Impíos.» Los judíos se
levantarían como un solo hombre y
librarían las fronteras de Israel de todos
los extranjeros e infieles. Había ahora
200.000 judíos adiestrados en el uso de
armas, nada más que en los dominios de
Herodes, y miles más en el Egipto, Siria
y el Oriente. Y los judíos, cuando
luchan en nombre de su Dios, como lo
ha demostrado la historia de los
macabeos, son heroicos hasta el punto
de la locura. Nunca se conoció una raza
más disciplinada. Tampoco faltaban
armas y armaduras. A las 70.000
armaduras que encontró en el tesoro de
Antipas, Herodes agregó 200.000 más,
1043
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

aparte de las que había tomado a los


griegos. Las fortificaciones de Jerusalén
no estaban completas, pero en menos de
seis meses la ciudad sería inexpugnable.
Incluso después de mis órdenes de cesar
los trabajos, Herodes continuó
excavando en secreto grandes depósitos
subterráneos, debajo del templo, y
trazando largos túneles debajo de las
paredes, hasta puntos situados más de
un kilómetro y medio hacia afuera, de
modo que si alguna vez quedaba sitiada,
la guarnición pudiese realizar salidas
por sorpresa y atacar al regimiento
sitiador desde la retaguardia.
Había concluido una alianza secreta,
contra Roma, con todos los reinos y
ciudades vecinos, a cientos de
kilómetros a la redonda. Sólo Tiro y
Sindón, en Fenicia, habían rechazado
sus proposiciones, y esto le inquietaba,
porque los fenicios eran un pueblo
1044
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

marinero y su flota era necesaria para


mantener sus costas. Pero ahora
también estas ciudades se habían unido
a él. Una delegación conjunta de ambas
ciudades visitó a su chambelán Blasto,
para decirle humildemente que, frente a
la necesidad de elegir entre las naciones
romana o judía como enemigas, habían
elegido el mal menor, y estaban ahora
allí solicitando la amistad y el perdón de
su amo real. Blasto les informó de las
condiciones de Herodes, que
eventualmente aceptaron. Ese día
ofrecerían su sumisión formal. Las
condiciones de Herodes eran las de que
renunciaran a Astarté y sus otras
deidades, y aceptasen la circuncisión y
juraran perpetua obediencia al dios de
Israel, y a Herodes el Ungido, su
representante en la tierra.
¡Con ese acto simbólico iniciaría
Herodes su reinado de Gloria! Subiría a
1045
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su trono, resonarían Ios cuernos de


carneros, y ordenaría a sus soldados que
llevasen ante él la estatua del dios
Augusto, instalada en la plaza del
Mercado de la ciudad, y mi propia
estatua, que estaba al lado de ella
(llevando ese día una guirnalda nueva
en honor de mi cumpleaños), y diría a la
multitud:
—Así dijo el Ungido del Señor: haced
pedazos todas las imágenes grabadas
que se encuentren en mis costas,
pulverizadlas. Porque soy un dios
celoso.
Luego, con un martillo, destrozaría la
estatua de Augusto y la mía, nos
decapitaría y nos arrancaría los
miembros. El pueblo lanzaría un
enorme grito de júbilo, y él volvería a
exclamar:
—Así dijo el Ungido del Señor: ¡Oh
hijos míos, hijos de Sem, primogénitos
1046
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de mi sirviente Noé, limpiad esta tierra


de los extranjeros y los infieles, y que
las habitaciones de Jafet sean vuestra
presa, porque la hora de vuestra
liberación está cerca!
La noticia recorrería el país como un
incendio: «El Ungido se ha manifestado
y ha destrozado las imágenes de los
Césares. Regocijaos en el Señor.
Deshonremos los templos de los
paganos, y capturemos a nuestros
enemigos.» Los judíos se enterarían de
ello en Alejandría, se levantarían en
número de 300.000, y se apoderarían de
la ciudad, diezmando a nuestra pequeña
guarnición de allí. Bardanes se enteraría
de ello en Nínive y marcharía sobre
Antioquía; y los reyes de Comageo,
Armenia Menor y Ponto unirían sus
fuerzas con él en las fronteras de
Armenia. Marso, con sus tres batallones
regulares y sus dos regimientos de
1047
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

greco-sirios, sería arrollado. Más aun,


Bardanes se había comprometido, por
un juramento hecho en el templo, ante
el Sumo Sacerdote, en el sentido de que
si con la ayuda de Herodes conquistaba
el trono de su hermano (como ahora lo
había hecho), reconocería públicamente
su deuda a Herodes enviándole a todos
los judíos que pudiesen ser hallados en
el imperio parto, junto con sus familias,
ganados y posesiones y juraría eterna
amistad al pueblo judío. Las ovejas
dispersas de Israel volverían por fin al
rebaño. Serían tantas, en número, como
las arenas de la playa. Ocuparían las
ciudades de las cuales habrían
expulsado a los extranjeros o infieles, y
serían un pueblo santo, unido, como en
los días de Moisés, pero gobernado por
uno más grande que Moisés, uno más
glorioso que Salomón, el Amado, el
Ungido del Señor.
1048
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El festival en pretendido honor de mi


cumpleaños debía realizarse en el
anfiteatro de Cesárea, y los gladiadores
y las cuadrigas estaban ya listas para los
espectáculos que Herodes en realidad
nunca pretendió que se llevaran a cabo.
El público estaba compuesto en parte de
greco-sirios, y en parte de judíos.
Ocupaban distintos lugares en el
anfiteatro. El trono de Herodes se
encontraba entre sus propios súbditos, y
al lado de él había siempre asientos
reservados para visitantes distinguidos.
No había romanos presentes, todos se
hallaban en Antioquía, celebrando mi
cumpleaños bajo la presidencia de
Marso. Pero había embajadores de
Arabia, y el rey de Iturea, y la
delegación de Tiro y Sidón, y la madre
y los hijos del rey de Adiabene y
Herodes Polio con su familia. Los
espectadores estaban protegidos contra
1049
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el feroz sol de agosto por grandes toldos


de lona blanca, pero sobre trono de
Herodes, hecho de plata e incrustado de
turquesas, los doseles eran de seda
púrpura.
El público entró a raudales, a la espera
de la llegada de Herodes. Resonaron
trompetas, y de pronto apareció en la
entrada sur con su conejo, y avanzó
majestuosamente a través de la liza.
Todo el público se puso de pie. Llevaba
una túnica real de tejido de plata,
trabajada con redondeles de plata
bruñida que chispeaban al sol tan
vivamente, que era imposible mirarlo.
En la cabeza llevaba una diadema de
oro que refulgía de diamantes y en la
mano una resplandeciente espada de
plata. Al lado de él, Cypros caminaba
envuelta en púrpuras reales, y detrás de
ella iban sus encantadoras hijitas,
ataviadas con seda blanca bordada de
1050
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

arabescos, con una orla de púrpura y


oro. Herodes mantenía la cabeza en alto
mientras caminaba, y sonrió a sus
súbditos. Llegó a su trono y ascendió a
él. El rey Herodes Polio, los
embajadores de Arabia y el rey de
Iturea abandonaron sus asientos y se
acercaron a los escalones del trono para
saludarlo. Le hablaron en hebreo:
—¡Oh rey, vive eternamente!
Pero para los hombres de Tiro y Sidón
esto no era suficiente. Se vieron
obligados a presentar reparaciones por
su forma descortés de tratarlo en el
pasado. Cayeron de hinojos ante él.
El jefe de los hombres de Tiro rogó, en
tono de la más profunda humildad:
—Sé piadoso con nosotros, gran rey,
nos arrepentimos de nuestra ingratitud.
Y el jefe de los hombres de Sidón:
—Hasta ahora te hemos reverenciado
como hombre, pero ahora tenemos que
1051
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reconocer que eres superior a la


naturaleza mortal.
—Te perdonamos, Sidón —respondió
Herodes.
—Es la voz de un dios, no de un
hombre —exclamó el de Tiro.
—Tiro, estás perdonada —respondió
Herodes.
Levantó la mano para dar la señal de
que soplasen los cuernos de carnero,
pero de pronto la volvió a dejar caer.
Porque desde la puerta había entrado
volando un pájaro, y aleteaba de un lado
al otro sobre la liza. La gente lo
observó, y lanzó gritos de sorpresa:
—¡Mira, un búho, un búho cegado por
la luz del sol!
El búho se posó en una cuerda, sobre el
hombro izquierdo de Herodes. Este se
volvió y lo contempló. Entonces
recordó el juramento que había hecho
en Alejandría, trece años antes, en
1052
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presencia de Alejandro el Alabarca y de


Cypros y de sus hijos, el juramento de
honrar al dios viviente y de cumplir sus
leyes en la medida de sus fuerzas, la
maldición que había pedido para sí si
alguna vez blasfemaba voluntariamente
por dureza de corazón.
El primero y más grande mandamiento
de dios, emitido por Moisés era: «NO
TENDRÁS OTROS DIOSES QUE
YO», pero cuando el hombre de Tiro lo
llamó dios, ¿se había rasgado Herodes
la ropa y caído de cara al suelo para
detener la celosa cólera del cielo? No,
había sonreído al blasfemo, diciéndole:
«Tiro, estás perdonada», y la gente que
lo rodeaba había recogido el grito: «Un
dios, no un hombre». El búho lo miraba
a la cara. Herodes palideció. El búho
ululó cinco veces y luego aleteó, voló
sobre las hileras de asientos y luego
desapareció más allá.
1053
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Herodes le dijo a Cypros:


—El búho que me visitó en el patio de
la cárcel de Miseno... el mismo búho —
y entonces un temible gemido salió de
sus labios, y le gritó débilmente a
Helcías, su caballerizo Real, sucesor de
Silas:— Sácame de aquí. Estoy
enfermo. Que mi hermano el rey de
Calcis se haga cargo de la presidencia
de los Juegos.
Cypros apretó a Herodes contra sí:
—Herodes, mi rey y esposo, ¿por qué
gimes? ¿Qué te duele?
Herodes contestó, en un espantoso
susurro:
—Los gusanos ya están en mi carne.
Lo sacaron. Los cuernos de carneros
jamás resonaron. No llevaron las
estatuas para ser despedazadas. Los
soldados judíos apostados fuera del
teatro, dispuestos a entrar a una señal de
Herodes y comenzar la matanza de los
1054
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

griegos, permanecieron en sus puestos.


Los Juegos terminaron antes de haber
empezado. La multitud judía lanzó un
gran gemido y lamento, se rasgó las
ropas y se echó polvo en la cabeza.
Circuló el rumor de que Herodes
agonizaba. Se encontraba en medio de
terribles dolores, pero llamó a su
hermano Herodes y a Helcías y a
Taumasto, y al hijo del Sumo Sacerdote
a su lecho de palacio, y les dijo:
—Amigos míos, todo ha terminado.
Dentro de cinco días estaré muerto.
Tengo más suerte en ese sentido que mi
abuelo Herodes: él vivió dieciocho
meses después de que el dolor se clavó
en él. No tengo quejas que hacer, ha
sido una buena vida. Sólo puedo
culparme a mí mismo de lo que ha
caído sobre mí. Durante seis días fui
saludado por los ancianos de Israel
como el Ungido del Señor. Y al séptimo
1055
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

día permití que Su Nombre fuese


blasfemado sin reproches de mi parte.
Si bien mi voluntad era ampliar Su
Reino hasta los confines del mundo y
purificarlo y traer de vuelta las tribus
perdidas y adorarlo en todos los días de
mi vida, sin embargo, por ese único
pecado fue rechazado mi antepasado
David, por su pecado contra Uriah el
hitita. Ahora los judíos tendrán que
esperar otra era, hasta que llegue un
Redentor más santo, para cumplir lo que
yo he resultado indigno de hacer.
Díganle a los reyes confederados que la
piedra de arco ha caído en tierra, y que
la nación judía no puede prestarles
ahora ninguna ayuda. Díganles que yo,
Herodes, estoy muriéndome y que les
pido que no hagan la guerra contra
Roma sin mí, porque sin mí son un
barco sin timón, una lanza sin punta, un
arco quebrado. Helcías, cuida de que no
1056
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se haga violencia alguna contra los


griegos. Pide la devolución de las armas
que han sido distribuidas secretamente a
los judíos y deposítalas en la armería de
Cesárea Filipo, dejándolas bajo fuerte
custodia. Devuelve a los griegos sus
armas y que se dediquen a sus
ocupaciones de siempre. Mi criado
Taumasto, cuida de que mis deudas
sean pagadas completamente. Mi
hermano Herodes, trata de que mi
querida esposa Cypros y mis hijas
Drusila y Mariamna no sufran ningún
daño, y sobre todo, persuade a la nación
de que no cometa locura alguna. Saluda
a los judíos de Alejandría en mi
nombre, y pídeles que me perdonen por
haberles ofrecido tan elevadas
esperanzas para luego desilusionarlos
tan por completo. Váyanse ahora, y que
Dios sea con ustedes.

1057
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Los judíos se pusieron cilicio y se


postraron, por decenas de millares, en
torno al palacio, incluso con ese terrible
calor. Agripa los vio desde las ventanas
de la habitación del piso alto donde se
encontraba su cama, y rompió a llorar
por ellos.
—Pobres judíos —dijo—. Han
esperado mil años, ahora deben esperar
mil más, quizá dos mil, antes de que
llegue el día de la gloria. Esta ha sido
una falsa aurora; yo me engañé y los
engañé.
Pidió papel y pluma y me escribió una
carta cuando todavía tenía fuerzas para
sostener la pluma. Tengo la carta aquí,
ante mí, con las otras que me escribió, y
es lamentable comparar la caligrafía.
Las otras, audaz y decididamente
escritas, línea tras línea, regulares como
los peldaños de una escalinata, y ésta
garrapateada, cada una de las letras
1058
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quebrada y torcida por el dolor, como


en las confesiones escritas por
criminales después de haber sido
puestos en el potro o azotados por el
gato de nueve colas. Es breve:

Mi última carta. Me muero. Mi


cuerpo está lleno de gusanos.
Perdona a tu viejo amigo, el
Bandido, que te quiso mucho, a
pesar de que conspiró en secreto
para arrebatarte el Oriente. ¿Por
qué lo hice? Porque Jafet y Sem
pueden vivir como hermanos, pero
cada uno debe gobernar su propia
casa. Occidente habría seguido
siendo tuyo, desde Rodas hasta
Bretaña. Habrías podido librar a
Roma de todos los dioses y
costumbres del Oriente; entonces, y
sólo entonces, habría vuelto a ti la
antigua libertad que tanto valoras.
1059
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

He fracasado. Jugué un juego


demasiado peligroso. Tití, eres un
tonto, pero te envidio tu locura. Es
una locura cuerda. Ahora, con mi
último aliento, te pido que no te
vengues de mi familia. Mi hijo
Agripa es inocente; no sabe nada de
mis ambiciones, y tampoco mis
hijas. Cypros hizo todo lo posible
por disuadirme. Lo mejor que
puedes hacer ahora es fingir que no
sabes nada. Trata a todos tus
aliados orientales como aliados
todavía fieles. Cuando Heredes haya
desaparecido, ¿qué son ? Áspides,
pero sin colmillos. Confiaron en mí,
pero no tienen confianza en los
partos. En cuanto a mis dominios,
conviértelos otra vez en provincia
romana, como en la época de
Tiberio. No ofendas mi honor
devolviéndosela a mi tío Antipas.
1060
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Designar a mi hijo Agripa como mi


sucesor sería peligroso, pero
hónralo de alguna manera, por mí.
No pongas mis dominios bajo el
régimen de Siria, bajo mi enemigo
Marso. Gobiérnala tú mismo, Tití.
Haz gobernador a Félix. Félix no es
nadie y no hará nada sabio ni tonto.
Puedo escribir muy poco más. Los
dedos no me responden. Me siento
atormentado. No me llores; he
tenido una vida gloriosa y no
lamento nada, aparte de mi única
locura: la de haber menospreciado
el orgullo, el poderío y los celos del
eterno dios de Israel, la de haberme
comportado hacia El como
cualquier tonto griego gadareno
filosofante. Y ahora, adiós por
última vez, Tiberio Claudio, mi
amigo a quien quiero más de veras
de lo que jamás pudiste suponer.
1061
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Adiós, pequeño Tití, mi compañero


de estudios, y no confíes en nadie,
porque ninguno de los que te rodean
es digno de tu confianza.

Tu moribundo amigo Herodes


Agripa, apodado
EL BANDIDO

Antes de morir Herodes llamó a


Helcías, Taumasto y su hermano
Herodes Polio y les dijo:
—Les dejo un último encargo. Vayan a
ver a Silas en la cárcel, y díganle que
me estoy muriendo. Díganle que el
molde Herodes ha caído sobre mí.
Recuérdenle el juramento que hice tan
imprudentemente en Alejandría, en la
casa de Alejandro el Alabarca. Háblenle
de la agonía en que me ven retorcerme.
Pídanle que me perdone si le he hecho
algún mal. Díganle que puede visitarme
1062
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y estrecharme la mano una vez más, en


señal de amistad. Luego hagan con él lo
que les parezca, de acuerdo con su
respuesta.
Fueron a la cárcel, donde encontraron a
Silas en su celda, con su tablilla de
escribir sobre las rodillas. Al verlos la
arrojó boca abajo, al suelo. Taumasto
dijo:
—Silas, si esa tablilla está llena de
reproches contra tu rey y amo, Herodes
Agripa, haces bien en tirarla. Cuando te
digamos del estado en que se encuentra
el rey, sin duda llorarás. Desearás no
haber pronunciado jamás una palabra de
reproche contra él, ni haberlo
avergonzado en público con tu insolente
lengua. Está muriendo en medio de
grandes tormentos. Su enfermedad es el
mal de Herodes, con el cual se maldijo a
sí mismo en un irreflexivo momento, en

1063
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Alejandría, si alguna vez ofendía la


Majestad del Altísimo.
—Lo sé —dijo Silas—. Estuve
presente cuando lo juró, y después le
previne...
—Silencio para escuchar el mensaje
del rey. El rey dice: Díle a Silas de la
agonía en que me ves retorcerme, y
pídele que me perdone si alguna vez le
hice algún daño. Ahora está en libertad
de abandonar su celda y de venir con
ustedes a palacio. Me alegraría
estrecharle la mano en señal de amistad,
una vez más, antes de morir.
—Ustedes son judíos —dijo Silas,
hosco—, y yo no soy más que un
despreciado samaritano, de modo que
supongo que debo sentirme honrado con
la visita. Pero les diré algo acerca de los
samaritanos. Nosotros valoramos en
mucho la libertad de palabra y los tratos
honestos, sobre todas las opiniones,
1064
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

buenas o malas, que nuestros vecinos


judíos puedan tener sobre nosotros. En
cuanto a mi ex amigo y amo, el rey
Herodes Agripa, si yace en medio de
tormentos, él es el único culpable, por
no haber escuchado mis consejos...
Helcías se volvió hacia el rey Herodes
Polio.
—¿Debe morir?
Silas continuó, serenamente:
—Tres veces le salvé prácticamente la
vida, pero en esta ocasión no puedo
hacer nada por él. Su destino está en
manos de Dios. En cuanto a su amistad,
¿qué clase de amigo es...?
Helcías tomó una jabalina de manos del
soldado que montaba guardia en la
puerta y atravesó con ella a Silas en el
vientre. Este no hizo movimiento
alguno para eludir la estocada. Murió en
el mismo momento en que, agotado por
cinco días de incesantes dolores, moría
1065
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el propio rey Herodes Agripa, en manos


de Cypros, para indescriptible pena y
horror de la nación judía.
Para entonces se conocía toda la
historia. La maldición de Herodes
pareció caer sobre todos los judíos por
igual; quedaron absolutamente
enervados. Los griegos se alborozaron
infinitamente. Los regimientos armados
por Helcías, por orden de Herodes, se
comportaron de la forma más
vergonzosa y repugnante. Atacaron el
palacio y se apoderaron de Cypros y de
sus hijas, con intención de pasearlas por
las calles de Cesárea. Cypros arrebató
una espada a un soldado y se mató, pero
sus hijas fueron obligadas a ponerse sus
vestidos bordados y acompañar a sus
raptores, e incluso a acompañarlos en
los himnos de acción de gracias
entonados por la muerte de su padre.
Cuando terminó la procesión, las
1066
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llevaron a los burdeles del regimiento, y


allí, en los tejados, se las sometió a los
más groseros ultrajes e indecencias. Y
no sólo en Cesárea, sino en la ciudad
griega de Samaría, se celebraron
banquetes públicos en las plazas, y los
griegos, con guirnaldas en la cabeza y
ungüentos de dulce fragancia, comieron
y bebieron hasta hartarse, brindando y
haciendo libaciones al Botero. Los
judíos no levantaron una mano ni una
voz en protesta. «A quien Dios ha
maldecido, ¿es justo auxiliarlo?»
Porque se afirmaba que la maldición de
Dios descendía también sobre los hijos
del hombre. Estas princesas tenían sólo
seis y diez años cuando fueron
maltratadas de esa manera.

1067
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1068
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 24

La muerte de Herodes sucedió hace


diez años, a contar desde hoy, y
relataré, lo más brevemente que pueda,
lo que sucedió en Oriente desde
entonces. Aunque el Oriente tendrá
ahora muy poco interés para mis
lectores, me siento obligado a no dejar
hilos sueltos en mis relatos. En cuanto
se enteró de la muerte de Herodes,
1069
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Marso cayó sobre Cesárea y restableció


el orden allí y en Samaría. Designó un
gobernador de emergencia para los
dominios de Herodes; se trataba de
Fado, un caballero romano que tenía
grandes intereses mercantiles en
Palestina y estaba casado con una mujer
judía. Yo firmé el nombramiento, y
Fado actuó con la necesaria firmeza.
Las armas que fueron distribuidas a los
judíos no habían sido devueltas todavía
a Helcías; los hombres de Gilead
retuvieron las suyas para usarlas contra
sus vecinos del este, los árabes de
Rabboth Ammon. También hubo
muchas armas no devueltas por judíos y
galileos, y se formaron entonces bandas
de ladrones que causaron grandes daños
al país. Pero Fado, con la ayuda de
Helcías y del rey Herodes Polio, que
estaban ansiosos por demostrar su

1070
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lealtad, arrestaron a los principales


hombres de Gilead,
desarmaron a sus seguidores y luego
persiguieron a las bandas de ladrones
una a una.
Los reyes confederados de Ponto,
Comageno, Armenia Menor e Iturea
siguieron el consejo que Heredes les
había enviado por intermedio de su
hermano y demostraron su lealtad a
Roma excusándose ante Bardanes por
no marchar a su encuentro en las
fronteras de Armenia. Pero Bardanes
siguió su avance hacia el oeste; estaba
decidido a recuperar Armenia. Marso le
envió desde Antioquía una severa
advertencia, en el sentido de que la
guerra contra Armenia significaría la
guerra contra Roma. Entonces el rey de
Adiabene le dijo a Bardanes que no se
incorporaría a la expedición, porque sus
hijos se encontraban en Jerusalén y
1071
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

serían apresados como rehenes por los


romanos. Bardanes le declaró la guerra,
y estaba a punto de invadir su territorio
cuando se enteró de que Gotarzes había
reunido otro ejército y que tenía
nuevamente pretensiones respecto del
imperio. Volvió a marchar, y esta vez la
batalla entre los hermanos se libró
empecinadamente en las orillas del río
Carinda, cerca de la costa meridional
del mar Caspio. Gotarzes fue derrotado
y huyó al país de los dahianos, que se
encuentra a unos 650 kilómetros al este.
Bardanes lo persiguió, pero después de
derrotar a los dahianos no logró
convencer a su ejército victorioso de
que siguiese avanzando, porque había
pasado más allá de los límites del
imperio parto. Regresó al año siguiente,
y estaba a punto de invadir Adiabene
cuando fue asesinado por sus nobles;
éstos lo atrajeron a una emboscada
1072
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando se encontraba de caza. Yo me


sentí aliviado cuando quedó eliminado,
porque era un hombre de gran talento y
extraordinaria energía.
Entre tanto el período de funciones de
Marso había terminado y me alegré de
tenerlo de vuelta en Roma, como
consejero. Envié a Casio Longino a
ocupar su lugar. Era un célebre jurista, a
quien con frecuencia he consultado en
difíciles problemas legales, y ex cuñado
de mi sobrina Drusila. Cuando la noticia
de la muerte de Bardanes llegó a Roma,
Marso no se sorprendió. Parece ser que
tuvo algo que ver con la conspiración.
Me aconsejó que enviara como
pretendiente al trono de Partia a
Meherdates, el hijo de un ex rey de
Partia, que era mantenido como rehén
en Roma desde hacía mucho tiempo.
Dijo que podía afirmar que los nobles
que habían matado a Bardanes se
1073
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mostrarían partidarios de Meherdates.


Pero Gotarzes volvió a aparecer con un
ejército de dahianos, y los asesinos de
Bardanes se vieron obligados a rendirle
homenaje, de modo que Meherdates
tuvo que permanecer en Roma hasta
que se presentara una oportunidad más
favorable para enviarlo al este. Marso
consideraba que dicha oportunidad se
presentaría muy pronto. Gotarzes era
cruel, caprichoso y cobarde, y no
conservaría durante mucho tiempo la
lealtad de sus nobles. Tuvo razón. Dos
años después llegó una embajada
secreta de varios notables del imperio
parto, entre ellos el rey de Adiabene,
para pedirme que les enviara a
Meherdates. Consentí en hacerlo, y
elogié los méritos de éste. En presencia
de los embajadores le advertí que no
debía convertirse en un tirano, sino
considerarse simplemente como el
1074
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

principal magistrado y a su pueblo


como sus conciudadanos. La justicia y
la clemencia no habían sido jamás hasta
entonces practicadas por un rey parto.
Lo envié a Antioquía. Casio Longino lo
escoltó hasta el río Eufrates, y allí le
dijo que avanzase hacia Partia en el
acto, porque el trono era suyo si actuaba
con velocidad y valentía. Pero el rey de
Osroene, un pretendido aliado que en
secreto era partidario de Gotarzes,
detuvo adrede a Meherdates en su corte,
con lujosos entretenimientos y cacerías,
y luego le aconsejó que fuese por
Armenia, en lugar de arriesgarse en una
marcha directa a través de
Mesopotamia. Meherdates siguió este
mal consejo, que dio a Gotarzes tiempo
para realizar preparativos, y perdió
varios meses llevando su ejército a
través de las mesetas nevadas de
Armenia. Al salir de Armenia marchó
1075
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por el Tigris y capturó a Nínive y otras


ciudades importantes. El rey de
Adiabene le dio la bienvenida a su
llegada a la frontera, pero de inmediato
se dio cuenta de que era un hombre
débil y decidió abandonar su causa a la
primera oportunidad. De modo que
cuando los ejércitos de Gotarzes y
Meherdates se encontraron en combate,
este último fue abandonado de pronto
por los reyes de Osroene y Adiabene.
Luchó con valentía y casi estuvo a
punto de triunfar, porque Gotarzes era
un comandante tan cobarde, que sus
generales tuvieron que encadenarlo a un
árbol para impedir que huyera. A la
postre Meherdates fue capturado y el
valiente Gotarzes lo envió de vuelta a
Casio, a modo de burla, con las orejas
cortadas. Poco después Gotarzes murió.
Y los acontecimientos más recientes
desarrollados en Partía no interesarán
1076
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sin duda a mis lectores más de lo que


me han interesado a mí, que en verdad
es muy poco.
Mitrídates mantuvo su trono armenio
durante algunos años, pero al cabo fue
muerto por uno de sus sobrinos, el hijo
de su hermano, el rey de Georgia. Se
trata de una curiosa historia. El rey de
Georgia había gobernado durante
cuarenta años, y su hijo mayor se cansó
de esperar que muriera y le dejase el
trono. Conociendo el carácter de su
hijo, y temiendo por su propia vida, el
rey le aconsejó que se apoderase del
trono de Armenia, que era un reino más
grande y rico que Georgia. El hijo
aceptó. El rey entonces fingió reñir con
él, y el hijo huyó a Armenia para
ponerse bajo la protección de
Mitrídates, quien lo recibió
bondadosamente y le dio su hija en
matrimonio. De inmediato comenzó a
1077
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

intrigar contra su benefactor. Volvió a


Georgia, fingió reconciliarse con su
padre, que luego riñó con Mitrídates y
dio a su hijo el mando de un ejército
invasor. El coronel romano que actuaba
como asesor político de Mitrídates
propuso una conferencia entre éste y su
yerno, y Mitrídates convino concurrir a
ella. Fue traicioneramente capturado por
tropas georgianas, en el momento en
que estaba a punto de sellar su pacto de
sangre, y ahogado con mantas. Cuando
el gobernador de Siria se enteró de este
acto espantoso, llamó a un consejo de
su estado mayor para decidir si
Mitrídates debía ser vengado por una
expedición punitiva contra su asesino,
quien ahora reinaba en su lugar. Pero la
opinión general parecía ser que cuanto
más traicionera y sanguinaria fuera la
conducta de los reyes orientales en
nuestra frontera, mejor era para
1078
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nosotros —la seguridad del imperio


romano descansaba sobre la
desconfianza mutua de nuestros vecinos
—, y que no había que hacer nada. Pero
el gobernador, para demostrar que no
aceptaba el asesinato, envió una carta
formal al rey de Georgia, ordenándole
que retirase sus fuerzas y llamase a su
hijo. Cuando los partos se enteraron de
esta carta, consideraron que era una
buena oportunidad para reconquistar
Armenia. Y por lo tanto la invadieron y
el nuevo rey huyó, y luego ellos
tuvieron que abandonar la expedición
porque era un invierno cruelísimo, y
perdieron una gran cantidad de hombres
de resultas del frío y las enfermedades,
de modo que el rey regresó... ¿Pero para
qué continuar la historia? Todas las
historias orientales son el mismo ir y
venir sin sentido, a menos que alguna
vez —pero tan pocas que casi parece
1079
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nunca— surja un dirigente que


proporcione sentido y dirección al flujo
y reflujo. Heredes Agripa era uno de
esos dirigentes, pero murió antes de
poder dar pruebas concretas de su
genio. En cuanto a las esperanzas judías
de un Mesías, fueron otra vez
encendidas por cierto Teúdas, mago de
Gilead, que reunió a una gran cantidad
de seguidores durante la gobernación de
Fado y les dijo que lo siguieran hasta el
río Jordán, porque lo separaría como
había hecho en una ocasión el profeta
Elisha, y los conduciría, con los pies
secos, a apoderarse de Jerusalén. Fado
envió una tropa de caballería, atacó al
fanático grupo, capturó a Teúdas y le
cortó la cabeza. (No ha habido luego
pretendientes al título, si bien es verdad
que la secta acerca de la cual me
escribió Herodes, los seguidores de
Josué ben Josef, o Jesús, parece haber
1080
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hecho considerables progresos en


épocas recientes, aun en Roma. La
esposa de Aulo Plaucio fue acusada
ante mí de haber concurrido a uno de
los ágapes, pero Aulo se encontraba en
Bretaña, y yo acallé el asunto para no
mortificarlo.) Y la tarea de Fado fue
dificultada por un fracaso de la cosecha
en Palestina. Se descubrió que el Tesoro
de Herodes estaba casi vacío (y no es
extraño, por la forma en que gastaba su
dinero), de modo que no hubo medio
alguno de aliviar el hambre comprando
cereales en Egipto. Pero organizó una
comisión de ayuda entre los judíos, y se
encontró dinero para que pudiesen pasar
el invierno. Pero luego la cosecha
volvió a fracasar, y si no hubiese sido
por la reina madre de Adiabene, que
entregó todos sus tesoros para la
compra de cereales en Egipto, cientos
de miles de judíos habrían muerto. Los
1081
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

judíos consideraron el hambre como la


venganza de Dios sobre toda la nación
por el pecado de Herodes. El segundo
fracaso de la cosecha fue en verdad no
tanto culpa del tiempo como de los
campesinos judíos. Estos se
encontraban tan desanimados, que en
lugar de sembrar las simientes que les
había proporcionado el sucesor de Fado
(el hijo de Alejandro el Alabarca, que
había abandonado el judaismo), se las
comieron o incluso las dejaron brotar en
los sacos. Los judíos son una raza
extraordinaria. Bajo la gobernación de
cierto Cumano, que vino luego, hubo
grandes perturbaciones. Me temo que
Cumano no fuera una gran elección, y
sus funciones comenzaron con un gran
desastre. Siguiendo el precedente
romano, había apostado un batallón de
regulares en los patios del templo, para
mantener el orden durante la gran fiesta
1082
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

judía de Pascua, y uno de los soldados,


que tenía cierto resentimiento contra los
judíos, se abrió las bragas durante la
parte más sagrada del festival y dejó a
la vista sus partes pudendas, para que
fuesen contempladas por los feligreses,
mientras gritaba:
—¡Eh, judíos, miren aquí! Aquí hay
algo digno de verse.
Eso inició un motín, y Cumano fue
acusado por los judíos de haber
ordenado al soldado que hiciese esa
exhibición provocativa y tonta. Como
es natural, se disgustó, le gritó a la
multitud que se callase y continuara con
su festival en forma ordenada. Pero los
judíos se tornaron cada vez más
amenazadores. A Cumano le pareció
que un solo batallón no era suficiente,
dadas las circunstancias, y para
aterrorizar a la multitud envió a buscar
toda la guarnición. Cosa que en mi
1083
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

opinión fue un grave error de juicio. Las


calles de Jerusalén son muy estrechas y
tortuosas y estaban atestadas de
enormes cantidades de judíos que
habían llegado, como de costumbre, de
todo el mundo, para celebrar el festival.
Entonces surgió el grito:
—¡Llegan los soldados! ¡Corran para
salvar la vida!
Todos corrieron para salvar la vida. Y
si alguien tropezaba o caía era
pisoteado; en las esquinas de las calles,
donde se encontraban dos torrentes de
fugitivos, la presión era tan grande
desde atrás, que miles de hombres
murieron aplastados. Los soldados ni
siquiera desenvainaron las espadas, y
sin embargo no menos de 20.000 judíos
murieron en el pánico. El desastre fue
tan abrumador, que el día final del
festival no se celebró. Luego, cuando la
multitud se dispersaba rumbo a sus
1084
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hogares, un grupo de hombres de


Galilea encontró a uno de mis
administradores egipcios, que viajaba
de Alejandría a Acre para reunir cierto
dinero que se me adeudaba. Al mismo
tiempo se dedicaba a algunos negocios
personales y los galileos lo despojaron
de un valiosísimo cofrecito de joyas.
Cuando Cumano se enteró de esto, tomó
represalias en las aldeas más cercanas a
la escena del robo (en las fronteras de
Samaría y Judea), haciendo caso omiso
de que los ladrones eran
indudablemente galileos por su acento,
y que sólo estaban de paso. Envió un
grupo de soldados a saquear las aldeas y
arrestar a los principales ciudadanos. Y
al saquear las casas, uno de los soldados
encontró un ejemplar de las Leyes de
Moisés. Lo agitó sobre su cabeza y
luego comenzó a leer una obscena
parodia de las Sagradas Escrituras. Los
1085
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

judíos aullaron de horror ante la


blasfemia y quisieron quitarle el
pergamino. Pero él se alejó riendo,
rasgando el pergamino en pedazos y
dispersándolos tras de sí. La
indignación fue tan grande, que cuando
Cumano se enteró de los hechos, se vio
obligado a matar al soldado, como
advertencia a sus camaradas y señal de
buena voluntad hacia los judíos.
Unos meses después algunos galileos
viajaron a Jerusalén, para otro festival,
y los habitantes de una aldea samaritana
no los dejaron pasar debido a los
disturbios anteriores. Los galileos
insistieron en pasar, y en la lucha que
siguió hubo varios muertos. Los
sobrevivientes fueron a pedir
satisfacciones a Cumano, pero éste no
les dio ninguna, y les dijo que los
samaritanos tenían perfecto derecho a
impedirles pasar por la aldea. ¿Por qué
1086
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no habían ido a campo traviesa? Los


galileos llamaron a un famoso bandido
en su ayuda y se vengaron de los
samaritanos saqueando sus aldeas.
Cumano llamó a los samaritanos y los
armó, y con cuatro batallones de la
guarnición de Samaría atacó a los
incursores galileos, y mató o capturó a
una gran cantidad de ellos. Más tarde
una delegación de samaritanos fue a ver
al gobernador de Siria y le pidió
satisfacciones contra otro grupo de
galileos a quienes acusaban de haber
incendiado sus aldeas. El gobernador
fue a Samaria decidido a terminar con
este asunto de una vez por todas. Hizo
crucificar a los galileos capturados y
luego estudió cuidadosamente el origen
de los disturbios. Descubrió que los
galileos tenían derecho de paso a través
de Samaría y que Cumano habría
debido castigar a los samaritanos por las
1087
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

perturbaciones en lugar de ayudarlos, y


que su acción al tomar represalias sobre
las aldeas de Judea y Samaría por un
robo cometido por galileos era
injustificada. Y más aun, que la
violación primitiva del orden, la
indecente actuación del soldado durante
el festival de Pascua, había sido tolerada
por el coronel del batallón, quien rió a
carcajadas y dijo que si a los judíos no
les gustaba el espectáculo no estaban
obligados a presenciarlo. Un cuidadoso
examen de las pruebas decidió también
que las aldeas habían sido quemadas
por los propios samaritanos, y que la
compensación que pedían eran muchas
veces superior al valor de las
propiedades destruidas. Antes de iniciar
el fuego, todos los objetos de valor
habían sido cuidadosamente sacados de
las casas. De modo que envió a
Cumano, el coronel, los litigantes
1088
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

samaritanos y una cantidad de testigos


judíos a Roma, donde yo los juzgué.
Las pruebas eran contradictorias, pero
eventualmente llegué a la misma
conclusión que el gobernador. Exilé a
Cumano en el mar Negro, ordené que
los litigantes samaritanos fuesen
ejecutados como embusteros e
incendiarios, e hice que el coronel que
se había reído fuese llevado de vuelta a
Jerusalén para ser paseado por las calles
de la ciudad y execrado en público, y
que luego fuese ejecutado en la escena
de su crimen, porque consideraba como
un crimen que un oficial, cuyo deber es
mantener el orden en un festival
religioso, inflame deliberadamente los
sentimientos populares y provoque la
muerte de 20.000 personas inocentes.
Después de eliminar a Cumano recordé
el consejo de Heredes y envié a Félix
como gobernador. Eso fue hace tres
1089
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

años, y todavía está allí, con


dificultades, porque el país se encuentra
en un estado de suma perturbación,
asolado por bandidos. Se ha casado con
la más joven de las hijas de Heredes;
ésta estuvo casada antes con el rey de
Homs, pero lo abandonó. La otra hija se
casó con el hijo de Helcías. Herodes
Polio ha muerto, y el joven Agripa, que
gobernó en Calcis durante cuatro años
después de la muerte de su tío, ha sido
nombrado ahora, por mí, rey de Bashán.
En Alejandría hubo nuevas
perturbaciones, hace tres años, y gran
cantidad de muertes. Investigué el caso
en Roma y descubrí que los griegos
habían vuelto a provocar a los judíos,
interrumpiendo sus ceremonias
religiosas. Los castigué de acuerdo con
ello.
Esto, entonces, por lo que respecta al
Oriente, y quizás ahora sea conveniente
1090
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

terminar mi relato de los


acontecimientos en otras partes del
imperio, a fin de poder concentrarme en
mi historia principal, que ahora se
centra en Roma.
Más o menos por la misma época en
que los partos pedían un rey en Roma,
los queruscos, la gran confederación
germana sobre la cual había gobernado
Hermann, hacían lo propio. Hermann
había sido asesinado por miembros de
su propia familia, por tratar de reinar
sobre un pueblo libre en forma
despótica, y luego estalló una pendencia
entre sus dos principales asesinos, sus
sobrinos, que condujo a una prolongada
guerra civil, y finalmente a la extinción
de toda la casa real querusca, con una
sola excepción. La excepción era
Itálico, el hijo de Flavio, hermano de
Hermann. Flavio permaneció leal a
Roma en la época en que Hermann
1091
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tendió una traicionera emboscada y


diezmó los tres regimientos de Varo,
pero fue muerto por Hermann en un
combate, unos años después, mientras
servía a las órdenes de mi hermano
Germánico. Itálico nació en Roma y fue
incorporado a la Noble Orden de los
Caballeros, como su padre. Era un
joven hermoso y dotado, y había
recibido una buena educación romana,
pero previendo que algún día pudiese
ocupar el trono querusco insistí en que
aprendiese el uso de las armas
germanas, así como de las romanas, y
en que estudiase su idioma natal y sus
leyes con gran atención. Miembros de
mi guardia de Corps fueron sus
instructores. También le enseñaron a
beber cerveza: un príncipe germano que
no sabe beber jarro tras jarro con sus
thengs es considerado un hombre sin
carácter.
1092
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Entonces llegó una delegación


querusca a Roma para pedir que Itálico
fuese su nuevo rey. Crearon un gran
alboroto en el teatro, en la primera tarde
de su llegada.
Ninguno de ellos había estado nunca en
Roma. Me visitaron en palacio y se les
dijo que me encontraba en el teatro, de
modo que me siguieron allí. En ese
momento se representaba una comedia
de Plauto, El hombre truculento, y todos
escuchaban con la máxima atención. Se
les indicaron sus asientos públicos, que
no eran muy buenos, porque estaban
ubicados muy arriba, y casi no se
escuchaba lo que se decía en el
escenario. Cuando se sentaron miraron
en torno y comenzaron a preguntar en
voz alta:
—¿Estos son asientos honorables?
Los ujieres les aseguraron, en
cuchicheos, que lo eran.
1093
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Dónde se sienta César? ¿Cuáles son


sus thengs principales? —preguntaron.
Los acomodadores señalaron la platea.
—Allí está César. Pero sólo se sienta
allí porque es un poco sordo. Los
asientos en que están ustedes son
realmente los más honorables. Cuanto
más altos, más honorables.
—¿Quiénes son esos hombres de piel
oscura y gorros enjoyados, que están
sentados muy cerca de César?
—Esos son embajadores de Partía.
—¿Qué es Partía?
—Un gran imperio de Oriente.
—¿Por qué están sentados allí? ¿No
son honorables? ¿Es a causa de su
color?
—Oh, no, son muy honorables —
dijeron los acomodadores—. Pero por
favor, no hablen tan fuerte.

1094
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Y entonces por qué están sentados


en asientos tan humildes? —insistieron
los germanos.
—¡Silencio, silencio! ¡Silencio,
bárbaros, no podemos escuchar! —y
otras protestas similares de la multitud.
—En homenaje a César —mintieron
los acomodadores—. Juran que si la
sordera de César lo obliga a ocupar un
asiento tan humilde, ellos no tendrán la
presunción de sentarse más arriba.
—¿Y esperas que un miserable grupo
de negros nos supere en cortesía? —
gritaron los germanos, indignados—.
¡Vamos, hermanos, bajemos!
La obra tuvo que ser interrumpida
durante cinco minutos, mientras se
abrían paso por entre los asientos y se
instalaban, triunfalmente, entre las
vírgenes vestales. Bien, no lo hicieron
por molestar, y los saludé tan
honorablemente como se merecían, y
1095
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esa noche, en la cena, acepté darles el


rey que pedían. Por supuesto, me alegré
de poder hacerlo. Envié a Itálico a
través del Rhin, con una admonición
que contrastaba extrañamente con la
que había dado a Meherdates antes de
enviarlo al otro lado del Eufrates.
Porque los partos y los queruscos son
dos razas muy disímiles, supongo, tanto
como cualesquiera que se pueda
encontrar en el mundo. Mis palabras a
Itálico fueron las siguientes: —Itálico,
recuerda que eres llamado a gobernar
sobre una nación libre. Has sido
educado como romano y estás
acostumbrado a la disciplina romana.
Ten cuidado de no esperar otro tanto de
tus tribus, ni exigirles lo que un
magistrado o general romanos
esperarían de sus subordinados. A los
germanos se los puede convencer, pero
no obligar. Si un comandante romano le
1096
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dice a un subordinado militar: «Toma


tantos hombres, ve a tal o cual lugar y
levanta murallas de tantos pasos de
longitud, espesor y altura», el coronel te
contesta: «Muy bien, general». Y se va
sin discusiones, y la muralla queda
levantada en el término de veinticuatro
horas. Pero a un querusco no puedes
hablarle de esa manera. Querrán saber
exactamente por qué quieres levantar la
muralla, y contra quién, ¿y no sería
mejor enviar a algún otro, de menos
importancia, para ejecutar esta tarea
poco honorable —las murallas son un
signo de cobardía, argumentará—, y
qué regalos le concederás si consiente,
por su propia voluntad, en cumplir con
tu sugestión? El arte de gobernar a tus
compatriotas, mi amigo Itálico, consiste
en no darles jamás una orden directa,
sino en expresar tus deseos con
claridad, disfrazándolos de simples
1097
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consejos de política estatal. Que tus


thengs piensen que están haciéndote un
favor, y que por lo tanto se honran a sí
mismos, al cumplir con estos deseos por
su libre voluntad. Si es preciso realizar
una tarea desagradable o ingrata,
conviértela en una cuestión de rivalidad
entre los thengs que tendrán el honor de
llevarla a cabo, y no dejes jamás de
recompensar con brazaletes de oro y
armas los servicios que en Roma serían
considerados como obligaciones de
rutina. Pero sobre todo, sé paciente y no
pierdas jamás los estribos.
Y así se fue, con grandes esperanzas,
como se había ido Meherdates, y fue
recibido por la mayoría de los tbengs,
que sabían que no tenían oportunidad
alguna de ocupar el trono vacante y que
se sentían los más aptos de todos los
pretendientes nativos. Itálico no conocía
las entretelas de la política doméstica
1098
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

querusca, y se podía contar con él para


que se comportase con razonable
imparcialidad. Pero había una minoría
de hombres que se consideraban dignos
del trono y que olvidaron por un tiempo
sus rencillas para unirse contra Itálico.
Esperaban que éste haría muy pronto un
embrollo de la tarea de gobernar, debido
a su ignorancia. Pero los desilusionó,
gobernando notablemente bien.
Entonces visitaron en secreto a los jefes
de tribus aliadas, para tratar de
enemistarlos con el intruso romano.
—La antigua libertad de Germania ha
desaparecido —se lamentaron—, y el
poder de Roma triunfa. ¿No hay ningún
querusco nativo digno del trono, para
que el hijo de Flavio, el espía y traidor,
deba usurparlo?
Gracias a esto reunieron un gran
ejército patriota. Pero los partidarios de
Itálico declararon que éste no había
1099
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

usurpado el trono, sino que le había sido


ofrecido con el consentimiento de la
mayoría de la tribu. Y que era el único
príncipe real que quedaba, y que si bien
había nacido en Italia, conocía, por
haberlos estudiado concienzudamente,
el idioma, las costumbres y las armas
germanas, y que gobernaba con suma
justicia. Que su padre Flavio, lejos de
ser un traidor, había jurado, por el
contrario, amistad con los romanos,
juramento aprobado por toda la nación,
incluso por su hermano Hermann, y
que, a diferencia de Hermano, no había
violado el juramento. En cuanto a la
antigua libertad de los germanos, eso
era una hipocresía: los hombres que la
mencionaban no vacilarían en destruir
la nación por medio de renovadas
guerras civiles.
En una gran batalla librada entre Itálico
y sus rivales, aquél salió victorioso, y su
1100
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

victoria fue tan completa, que pronto se


olvidó de mi consejo y se impacientó, y
dejo de acomodarse a la independencia
y vanidad germanas. Comenzó a dar
órdenes a sus thengs. Estos lo
expulsaron en el acto. Luego fue
repuesto en el trono por la ayuda
armada de una tribu vecina, y vuelto a
expulsar. Yo no hice intento alguno de
intervenir. En el oeste como en el este,
la seguridad del imperio romano reposa
principalmente en las disensiones de
nuestros vecinos. En la época en que
escribo esto, Itálico es rey otra vez, pero
es grandemente odiado, si bien ha
librado una guerra con éxito contra los
chatias.
Para ese entonces hubo disturbios más
al norte. El gobernador de la provincia
del Rhin Inferior murió de pronto, y el
enemigo reinició sus incursiones a
través del río. Tenían un dirigente
1101
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

capaz, del mismo tipo que el númida


Tacfarinas, quien había provocado
tantos problemas bajo Tiberio. Como
Tacfarinas, era un desertor de nuestros
regimientos auxiliares, y había
adquirido un considerable conocimiento
de nuestras tácticas. Se llamaba
Ganasco, era un frigio y realizaba sus
operaciones en gran escala. Capturó
gran cantidad de trasportes fluviales
livianos y se convirtió en pirata en las
costas de Flandes y Brabante. El nuevo
gobernador que designé se llamaba
Corbulo, y era un hombre por el cual yo
no tenía un gran aprecio personal, pero
cuyo talento utilicé con agradecimiento.
En una ocasión Tiberio lo había
nombrado Comisionado de Carreteras, y
él pronto envió un severo informe
acerca de los fraudes a que se dedicaban
los contratistas y de la negligencia de
los magistrados provinciales cuya tarea
1102
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consistía en cuidar que las carreteras


estuviesen en buen estado. Tiberio,
actuando sobre la base del informe,
cobró a los acusados fuertes multas. Las
multas no guardaban proporción alguna
con la culpabilidad de los hombres,
porque los magistrados anteriores eran
quienes habían permitido que las
carreteras se arruinasen, y esos
contratistas sólo fueron empleados para
reparar los peores lugares. Cuando
Calígula reemplazó a Tiberio y
comenzó a sentir la necesidad de dinero,
entre otras tretas y artimañas, volvió a
sacar a la luz el informe de Corbulo y
multó a todos los magistrados y
contratistas provinciales anteriores, en
la misma escala en que habían sido
multados los otros por Tiberio. Cuando
yo reemplacé a Calígula, devolví estas
multas, conservando sólo lo que se
necesitaba para reparar las carreteras:
1103
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una quinta parte de la cantidad total. Es


claro que Calígula no había usado el
dinero para reparar las carreteras, y
tampoco lo había hecho Tiberio, y los
caminos se encontraban en peor estado
que nunca. Yo los reparé, e introduje
reglamentaciones especiales de tránsito,
limitando el uso de los coches
particulares pesados en los caminos de
campo. Estos coches hacían mucho más
daño que los carros que traían
mercancías a Roma, y no me pareció
correcto que las provincias debieran
pagar por el lujo y los placeres de
algunos ociosos hombres de dinero. Si
los ricos caballeros romanos querían
visitar sus fincas campestres, que
usasen literas, o viajasen a caballo. Pero
estaba hablando de Corbulo. Lo conocía
como a un hombre de gran severidad y
precisión, y la guarnición de la
Provincia Inferior necesitaba un
1104
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ordenador que restableciese allí la


disciplina. El gobernador que había
muerto era demasiado complaciente. La
llegada de Corbulo a su cuartel de
Colonia recordó, la de Galba a
Maguncia. (Galba era ahora mi
gobernador de África.) Ordenó que un
soldado fuese azotado porque lo
encontró inadecuadamente vestido,
cuando cumplía deberes de centinela en
el campamento. El hombre estaba sin
afeitar, hacía por lo menos un mes que
no se cortaba el cabello y su capa
militar tenía un fantástico color
amarillo, en lugar del reglamentario
castaño rojizo. No mucho después de
esto, Corbulo ejecutó a otros dos por
«abandonar sus armas frente al
enemigo»: estaban cavando una
trinchera y habían dejado sus espadas
en sus tiendas. Esto asustó a las tropas,
pero las obligó a ser eficientes otra vez,
1105
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y cuando Corbulo se lanzó al campo de


batalla contra Ganasco y demostró que
era además un general capaz, así como
un estricto disciplinario, hicieron todo
lo que podía esperarse de ellos. Los
soldados, o por lo menos los soldados
viejos, siempre prefieren un general
digno de confianza, por severo que sea,
a un general incompetente, por más
humano que éste fuere. Corbulo preparó
barcos de guerra, persiguió y hundió la
flota pirata de Ganasco y luego se
dirigió costa arriba y obligó a los frigios
a entregar rehenes y jurar fidelidad a
Roma. Redactó para ellos una
constitución basada en el modelo
romano, y construyó y guarneció una
fortaleza en su territorio. Todo esto
estaba muy bien, pero en lugar de
detenerse allí, Corbulo se internó en el
país de los chaucios mayores, que no
habían participado en las incursiones.
1106
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Se enteró de que Ganasco se había


refugiado en un altar chaucio y envió
una tropa de caballería para perseguirlo
y matarlo. Esto era un insulto para los
hombres de Chaucia, y después de
asesinar a Ganasco la misma tropa se
dirigió a Ems y allí, en Emsbuhren,
presentó al consejo tribal de los
chaucios las exigencias de Corbulo, de
inmediata sumisión y pago de un fuerte
tributo anual.
Corbulo me informó de sus acciones y
yo me enfurecí terriblemente con él.
Había hecho muy bien en librarse de
Ganasco, pero reñir con los chaucios era
un asunto completamente distinto. No
teníamos tropas suficientes para
dedicarlas a una guerra; y si los
hombres de Chaucia Mayor pedían
ayuda a los de Chaucia Menor, y los
frigios volvían a rebelarse, necesitaría
encontrar fuertes refuerzos en alguna
1107
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

parte, cosa que no era posible debido a


nuestros compromisos en Bretaña. Le
ordene que volviese a cruzar el Rhin en
el acto.
Corbulo recibió mis órdenes antes de
que los hombres de Chaucia hubiesen
tenido tiempo de contestar su
ultimátum. Se encolerizó conmigo,
creyendo que yo sentía celos de
cualquier general que se atreviese a
competir con mis hazañas militares.
Recordó a su estado mayor que a Geta
no se le habían concedido adecuados
honores por su magnífica conquista de
Marruecos y la captura de Salabo; y dijo
que, si bien yo había hecho ahora que
resultase legal que los generales que no
fueran de la familia real festejaran el
triunfo, en ía práctica, según parecía, a
nadie, aparte de mí mismo, se le
permitía dirigir una campaña por la cual
semejantes triunfos pudiesen ser
1108
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

legalmente concedidos. Mis


pretensiones antidespóticas eran una
simple ficción: en realidad era tan gran
tirano como Calígula, pero lo ocultaba
mejor. También dijo que retractarse de
las amenazas que había hecho en mi
nombre significaría una disminución del
prestigio romano, y que nuestros aliados
se reirían de él, lo mismo que nuestras
propias tropas. Pero esto no fue más que
un discurso colérico a su estado mayor;
lo único que dijo a sus tropas, cuando
tocó la señal de retirada general, fue: —
Hombres, César Augusto nos ordena
que volvamos a cruzar el Rhin. Todavía
no sabemos por qué ha llegado a esta
decisión, y no podemos ponerla en
discusión, si bien confieso que yo, por
mi parte, me siento grandemente
desilusionado. ¡Cuan dichosos fueron
los generales romanos que dirigieron
nuestro ejército en épocas antiguas!
1109
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero se le concedieron ornamentos


triunfales y yo también le escribí una
carta personal, disculpándole de las
airadas acusaciones que, le dije, había
hecho contra mí, según estaba enterado.
Le escribí que si él se había enojado,
pues también me había enojado yo al
enterarme de su provocación contra los
chaucios; y aunque no era justo que me
acusase de motivos de envidia, me
censuraba a mí mismo por haberle
enviado un despacho tan lacónico, en
lugar de explicarle en detalle los
motivos que tuve para ordenarle que se
retirase. A continuación le expliqué más
motivos. Me escribió una hermosa
disculpa, retirando las acusaciones de
despotismo y celos, y creo que ahora
nos entendemos. Para mantener sus
tropas ocupadas y no permitirles ocio
alguno durante el cual pudieran reírse
de él, las hizo trabajar en un canal de 27
1110
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

kilómetros, entre el Meuse y el Rhin, a


fin de llevar las ocasionales
inundaciones del mar hacia esa región
llana.
Desde entonces no hubo otros
acontecimientos de importancia que
registrar en Germania, salvo, hace
cuatro años, otra incursión de los
chaucios. Cruzaron el Rhin con grandes
fuerzas, una noche, a pocos kilómetros
al norte de Maguncia. El comandante de
la Provincia Superior era Secundo, el
cónsul que se había portado con
indecisión cuando yo me convertí en
emperador. También se suponía que era
el mejor poeta romano viviente.
Personalmente, tengo muy poco aprecio
por los poetas modernos, y menos aun
por los de la época de Augusto. Su
poesía no me parece sincera. Para mí
Cátulo fue el último de los verdaderos
poetas. Puede que la poesía y la libertad
1111
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vayan juntas, y que bajo una monarquía


la verdadera poesía muera y lo mejor
que pueda esperarse sea una bella
retórica y notables ejercicios métricos.
Por mi parte cambiaría todos los doce
libros de La Eneida, de Virgilio, por un
solo libro de Los Anales de Enio. Enio,
que vivió en los más grandes días
republicanos de Roma y que contó con
el gran Escipión como su amigo
personal, fue lo que yo llamaría un
verdadero poeta. Virgilio no fue otra
cosa que un notable versificador.
Compárese a los dos cuando escriben
acerca de una batalla; Enio escribe
como el soldado que fue (se elevó de las
filas hasta llegar a capitán), Virgilio
como un culto espectador desde una
colina distante. Virgilio tomó mucho
prestado de Enio. Algunos dicen que
superó el tosco genio de éste, gracias a
su culta felicidad de frase y ritmo. Pero
1112
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

es una tontería. Es como la fábula de


Esopo, del reyezuelo y el águila. E
incluso aunque uno pueda dedicarse a
analizar bellezas aisladas, ¿dónde se
encontrará en Virgilio un pasaje que
iguale en sencilla grandeza estos versos
de Enio?:

Fraxinu frangitur atque abies


consternitur alta.
Pinus proceras pervortunt: omne
sonabat
Arbustum frtmitu silvai frondosai.1

Pero son intraducibies, y de cualquier


modo no estoy escribiendo un tratado
sobre poesía, y si bien la poesía de
Secundo fue, en mi opinión, tan poco
sincera y digna de elogio como su
conducta en el Senado en aquella
1
El fruto fue cortado, derribado el alto abeto blanco; voltearon los pinos principescos, El bosque de innúmeras
hojas resonó con la caída de los árboles
1113
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ocasión, por lo menos fue capaz de


enfrentar decididamente a los chatios, al
regreso de éstos, con dos divisiones,
para el saqueo de nuestros aliados
franceses. La fuerzas de Secundo
rodearon y derrotaron a ambas
divisiones enemigas, matando a diez
mil hombres y capturando a otros tantos
prisioneros. Se le concedieron
ornamentos triunfales, pero las
reglamentaciones que regían la
concesión de los triunfos no me
permitieron otorgarle uno.
En fecha reciente había concedido un
honor similar al predecesor de Secundo,
cierto Curcio Rufo, quien si bien era el
hijo de un gladiador, había ascendido,
durante el reinado de Tiberio, a la
dignidad de magistrado de primera fila.
(Tiberio le había concedido esta
designación, a pesar de la competencia
de varios hombres de cuna y distinción,
1114
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

afirmando : «Sí, pero Curcio Rufo es su


propio ilustre antepasado».) Rufo había
llegado a ambicionar los ornamentos
triunfales, pero tenia conciencia de que
yo no aprobaba que buscara pendencias
con el enemigo. Estaba enterado de la
existencia de una veta de plata que
había sido descubierta a varios
kilómetros, al otro lado del río, durante
el reinado de Augusto, antes de la
derrota de Varo, y envió a un
regimiento para explotarla. Obtuvo una
buena cantidad de plata antes de que la
veta se internase demasiado hacia abajo
para poder trabajarla... En verdad, la
bastante cantidad de plata para pagar a
todo el ejército del Rhin durante dos
años. Por supuesto, esto valía
ornamentos triunfales. Las tropas
descubrieron que el trabajo de minería
era sumamente arduo y me escribieron

1115
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una divertida carta en nombre de todo el


ejército:

Las leales tropas de Claudio César


le envían sus mejores deseos y
esperan sinceramente que él y su
familia continúen gozando de una
larga vida y una perfecta salud.
También ruegan que en el futuro
conceda a sus generales ornamentos
triunfales antes de enviarlos a
dirigir ejércitos, porque entonces no
se sentirán obligados a ganarlos
haciendo que las leales tropas del
César suden y se atañen en minas de
plata, construcción de canales y
tareas por el estilo, que serían mejor
realizadas por prisioneros
germanos. Si César permite que sus
leales tropas crucen el Rhin y
capturen a un par de miles de

1116
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

chatios, se sentirán encantados de


hacerlo, de la mejor forma posible.

1117
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 25

Año 45

Al año siguiente de la muerte de


Herodes celebré el primer festival anual
en honor del triunfo británico, y
recordando las quejas que había
escuchado esa noche en las escalinatas
del templo de Castor y Polux, distribuí
dinero al populacho: tres piezas de oro
por cabeza, y media de oro más por
cada hijo de la familia que no hubiese
llegado a la mayoría de edad.
En un caso tuve que pagar 12 1/2
piezas de oro, pero eso fue porque había
varios mellizos en la familia. El joven
Silano y el joven Pompeyo me
ayudaron en la distribución. Cuando
1118
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

digo que había eliminado todos los


impuestos extraordinarios de Calígula y
devuelto a los hombres lo que éste les
había robado, y que continuaban los
trabajos en el plan del puerto de Ostia y
en los acueductos y en el sistema de
drenaje del lago Fucino, y que, sin
defraudar a nadie, pude pagar esas
piezas de oro y todavía quedar con una
buena cantidad de dinero en el Tesoro
público, se admitirá, según creo, que
había trabajado bastante bien en estos
últimos cuatro años.
El astrónomo Barbilo (a quien me
referí en mi carta a los alejandrinos)
hizo algunos abstrusos cálculos
matemáticos y me informó que en el día
de mi cumpleaños se produciría un
eclipse de sol. Esto me causó alguna
alarma, porque un eclipse es uno de los
presagios más infortunados que pueden
ocurrir en vida de una persona, y si se
1119
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

producía en mi cumpleaños, que era


también un festival en honor de Marte,
inquietaría grandemente a la gente y
proporcionaría a todos los que deseasen
asesinarme una gran confianza en
cuanto al éxito. Pero pensé que si
prevenía al pueblo de antemano que el
eclipse debía ocurrir, tendría una idea
muy distinta al respecto. No se
mostraría desalentado, sino incluso
contento de saber lo que estaba por
venir y de entender la mecánica del
fenómeno. Publiqué una proclama:

Tiberio Claudio Druso Nerón César


Augusto Germánico Británico,
emperador, Padre de la Patria,
Sumo Pontífice, Protector del
Pueblo durante el quinto año
sucesivo, tres veces cónsul, al
Senado, al Pueblo y a los Aliados de
Roma, salud.
1120
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mi buen amigo Tiberio Claudio


Barbilo, de la ciudad de Efeso,
efectuó el año pasado ciertos
cálculos astronómicos, confirmados
desde entonces por algunos colegas
astrónomos de la ciudad de
Alejandría, donde florece esa
ciencia, y descubrió que un eclipse
de sol, total en algunas partes de
Italia, parcial en otras, tendrá lugar
el primer día de agosto próximo.
Ahora bien, no quiero que sientan
alarma alguna en este sentido, si
bien en el pasado este fenómeno
natural ha despertado terrores
supersticiosos. En las épocas
antiguas era un acontecimiento
repentino e inexplicable, y se lo
consideraba como una advertencia
de los propios dioses, en el sentido
de que la dicha quedaría eliminada
de la tierra durante algún tiempo,
1121
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del mismo modo que los rayos del


sol, dadores de vida, desaparecían
durante un tiempo. Pero ahora
entendemos tan bien los eclipses,
que podemos llegar a profetizar:
«En tal o cual día se producirá un
eclipse». Y creo que todos deben
sentirse a la vez orgullosos y
aliviados por el hecho de que los
antiguos terrores hayan sido
eliminados por fin por la fuerza del
razonamiento humano inteligente.
La que sigue, pues, es la
explicación que dan mis sabios
amigos. La luna, que gira en su
órbita debajo del sol, ya sea
inmediatamente debajo de él o quizá
con los planetas Mercurio y Venus
entre uno y otro —este es un punto
en discusión y no afecta a la
argumentación—, tiene un
movimiento longitudinal, como el
1122
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sol, y un movimiento vertical, como


también probablemente lo tiene el
sol. Pero además tiene un
movimiento latitudinal, que el sol
jamás efectuó en circunstancia
alguna. Por lo tanto, debido a este
movimiento latitudinal, la luna se
coloca en línea directa con el sol,
sobre nuestras cabezas, y pasa,
invisible, bajo su ardiente disco...
invisible, porque el sol es tan
luminoso, que de día, como se sabe,
la luna se convierte en una simple
nada; entonces los rayos que
normalmente parten del sol hacia la
tierra son oscurecidos por la
interposición de la luna. Para
algunos de los habitantes de la
tierra, este oscurecimiento dura más
que para otros, según su posición
geográfica, y algunos no son
afectados por ella en nada. El hecho
1123
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

es que el sol jamás pierde en


realidad su luz, como suponen los
ignorantes, y que por consiguiente
aparece en su total esplendor a
todas las personas entre las cuales y
el sol no pasa la luna.
Esta es una explicación sencilla,
pues, de un eclipse del sol... un
asunto tan sencillo como si
cualquiera de ustedes cubriese la
llama de una vela o de una lámpara
de aceite con la mano, y dejase toda
la habitación sumida en una
oscuridad temporal. (De paso, el
eclipse de luna es causado por el
hecho de que la luna se ubica en el
cono de sombra arrojado por la
tierra cuando el sol está debajo de
ella; sólo sucede cuando la luna
pasa a través del punto medio, en su
movimiento latitudinal.) Pero en los
distritos más afectados por el
1124
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

eclipse, que están indicados en el


mapa adjunto, deseo que todos los
magistrados y otras autoridades
responsables tomen todas las
precauciones posibles contra el
pánico popular, o contra el robo a
cubierto de la oscuridad, y que
impidan que la gente contemple el
sol durante su eclipse, a no ser a
través de trozos de cuerno o de
vidrio oscurecidos con humo de
vela, porque para los que tienen la
vista débil hay peligro de ceguera.

Creo que debo de haber sido el primer


gobernante, desde la creación del
mundo, que haya emitido una proclama
de esta especie. Y tuvo muy buen
efecto, si bien, por supuesto, la gente
del campo no entendió palabras como
«longitudinal» y «latitudinal». El
eclipse ocurrió exactamente tal como se
1125
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había previsto, y el festival se llevó a


cabo como de costumbre, aunque se
ofrecieron sacrificios especiales a
Diana, como diosa de la luna, y a
Apolo, como dios del sol.
Gocé de perfecta salud durante todo el
año siguiente, nadie trató de asesinarme,
y la única revolución que se intentó
terminó en forma ignominiosa para su
principal promotor. Este era Asinio
Gallo, nieto de Asinio Polio e hijo de la
primera esposa de Tiberio, Vipsania, y
de Galo, con quien luego se casó, y a
quien Tiberio odiaba tanto que al cabo
lo hizo morir lentamente de hambre.
Resulta curioso lo adecuados que son
los nombres de algunas personas.
Gallus significa gallo, y Asinus
significa burro, y Asinio era el más
absoluto burro-gallo, por su
jactanciosidad y estupidez, que pudiese
encontrarse en un mes de búsqueda por
1126
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

toda Italia. ¡Imagínense: no había


reunido tropas ni fondos para su
revolución, sino que creía que la fuerza
de su personalidad, respaldada por la
nobleza de su nacimiento, le
conquistarían inmediatos adherentes!
Un día apareció en la Plataforma de las
Oraciones, en la plaza del Mercado, y
comenzó a perorar ante la multitud que
muy pronto se reunió, describiéndole
los males de la tiranía, analizando el
asesinato de su padre por Tiberio, y
diciendo cuan necesario era desarraigar
de Roma a la familia de César y
entregar la monarquía a quien fuese
digno de ella. Por sus misteriosas
insinuaciones la muchedumbre entendió
que se refería a sí mismo, y comenzó a
reír y aplaudir. Era un pésimo orador y
el hombre más feo del Senado; no tenía
más de 1,45 de estatura, hombros
caídos, una cara larga, cabellos rojizos y
1127
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una minúscula naricita roja y brillante


(sufría de indigestión), y sin embargo se
consideraba un Hércules y un Adonis.
Creo que no hubo una sola persona en
la plaza del Mercado que lo tomase en
serio, y empezaron a circular todo tipo
de bromas como: «Asinus in tegulis» y
«Asinus ad lyram» y «Ex Gallo lac et
ova». (Un burro sobre las baldosas del
tejado es una expresión proverbial para
describir cualquier repentina aparición
grotesca, y un burro tocando la lira
representa una ejecución absurdamente
incompetente, y la leche de gallo y los
huevos de gallo representan esperanzas
carentes de sentido.) Pero continuaron
aplaudiendo todas las frases para ver
qué absurdo vendría después. Y en
efecto, cuando terminó su discurso trató
de conducir a todo el populacho a
palacio, para deponerme. Lo siguieron
en larga columna, de a ocho en fondo,
1128
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hasta llegar a veinte pasos de la puerta


exterior de palacio, y de pronto se
detuvieron y lo dejaron avanzar solo,
cosa que hizo. Los centinelas de la
puerta le permitieron pasar sin
interrogarlo, porque era un senador, y
avanzó en los terrenos de palacio
durante un trecho, lanzando amenazas
contra mí, antes de advertir que estaba
solo. (Las muchedumbres pueden ser a
veces muy ingeniosas y crueles, así
como muy estúpidas y cobardes.)
Pronto fue arrestado, y si bien todo el
asunto era tan ridículo, yo no podía
pasarlo por alto. Lo desterré, pero no
más lejos de Sicilia, donde tenía fincas
de su familia.
—Vete a cacarear en tu propio
estercolero, o a rebuznar en tu propio
abrojal, como prefieras, pero no quiero
oírte —dije al hombrecito feo y
excitable.
1129
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El puerto de Ostia no estaba terminado,


ni con mucho, y ya me había costado
seis millones de piezas de oro. La
mayor dificultad técnica residía ahora
en la construcción de la isla entre las
extremidades de los dos grandes
malecones, y quizá no se me quiera
creer, pero la solucioné yo. Se recordará
el gran barco-obelisco de Calígula que
llevó los elefantes y camellos a Bretaña
y los trajo de vuelta. El barco estaba
otra vez en Ostia, y había sido usado
dos veces, desde entonces, para viajes a
Egipto, a traer mármoles de colores para
el templo de Venus en Sicilia. Pero el
capitán me dijo que ya no navegaba
muy bien, y que no quería arriesgarse a
hacer otro viaje con él. De modo que
una noche, mientras permanecía
despierto, se me ocurrió que sería una
buena idea llenarlo de piedras y
hundirlo como cimiento para la isla.
1130
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero rechacé la idea, porque sólo


podríamos llenarlo de piedras hasta la
cuarta parte antes de que el agua llegase
a las. bordas, y cuando se pudriese se
disgregaría en pedazos. Entonces pensé:
«¡Si tuviésemos una cabeza de Gorgona
a mano, para convertirlo en una enorme
roca sólida!» Y esa tonta fantasía, del
tipo de las que a menudo me cruzan por
el pensamiento cuando estoy demasiado
cansado, dio nacimiento a una idea
realmente brillante: ¿Por qué no llenar
el barco hasta donde se pudiera con
polvo de cemento, que es relativamente
liviano, y luego cerrar las escotillas,
hundirlo y dejar que el cemento
fraguara bajo el agua? Eran
aproximadamente las dos de la mañana
cuando se me ocurrió esta idea, di unas
palmadas para llamar a un liberto, y lo
envié en el acto a buscar al ingeniero en
jefe. Una hora después éste llegó desde
1131
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el otro lado de la ciudad, con gran prisa


y temblando con violencia. Sin duda
esperaba ser ejecutado por alguna
negligencia. Le pregunté, excitado, si
mi idea era practicable, y me sentí
grandemente desilusionado al enterarme
de que el cemento no fraguaría
satisfactoriamente en el agua del mar.
Pero le concedí diez días para que
encontrara algún medio para que
fraguara.
—Diez días —repetí con solemnidad
—, o si no...
Era una amenaza, pero si hubiese
fracasado le habría explicado mi
bromita, que era «O si no tendremos
que abandonar la idea.» El temor le hizo
aguzar el ingenio, y luego de ocho días
de frenéticas experimentaciones,
inventó un polvo de cemento que
fraguaba como piedra cuando entraba
en contacto con el agua del mar. Era
1132
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una mezcla de polvo común de


cemento, de las canteras de Cuma, con
un tipo especial de polvo de las colinas,
de las vecindades de Puteoli, y las
formas de ese obelisco-barco están
ahora eternizadas en la más dura piedra
imaginable, en la boca del puerto de
Ostia. Hemos construido una isla sobre
él, utilizando grandes piedras y el
mismo cemento. Y hay un alto faro en
la isla, con una luz de trementina, que
brilla todas las noches en su cúspide.
Hay reflectores de acero bruñido, en la
máscara del faro, que duplican la luz del
fuego y la envían al estuario en un haz
continuado. Se necesitaron diez años
para terminar el puerto, que costó
12.000.000 de piezas de oro. Y todavía
hay hombres trabajando para mejorar el
canal. Pero es un gran tesoro para la
ciudad, y mientras dominemos los
mares, jamás nos moriremos de hambre.
1133
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ahora todo parecía ir bien para mí y


Roma. El país estaba próspero y
contento, y nuestros ejércitos triunfaban
en todas partes. Aulo consolidaba mis
conquistas en Bretaña por medio de una
serie de brillantes victorias sobre las
tribus belgas todavía, no sometidas en el
sur y el suroeste; las observancias
religiosas se ejecutaban regular y
puntualmente; no había inquietudes ni
siquiera en los barrios más pobres de la
ciudad. Conseguí ponerme al día en mi
trabajo en los tribunales, y encontré
medios de disminuir la cantidad de
casos. Mi salud era buena, Mesalina
estaba más encantadora que nunca. Mis
hijos crecían fuertes y sanos, y el
pequeño Británico mostraba la
extraordinaria precocidad que (si bien lo
confieso, me pasó a mí por alto), ha
sido siempre una característica de la
familia Claudia. Lo único que me
1134
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

molestaba ahora era una invisible


barrera que existía entre el Senado y yo,
y que no me era posible derribar. Todo
lo que podía hacer, en cuanto a rendir
tributo a la orden senatorial, en especial
a los cónsules en funciones y a los
magistrados de primera clase, lo hice,
pero siempre me encontraba con una
mezcla de obsequiosidad y suspicacia,
que me resultaba difícil de explicar y de
encarar. Decidí revivir el antiguo oficio
de Censor, que había sido incorporado a
la Dirección de moral del Imperio, y en
este puesto de características populares
reformar una vez más el Senado y
eliminar todos los miembros inútiles y
obstruccionistas. Hice circular en el
Senado una advertencia por la que se
pedía que todos los miembros
considerasen sus propias circunstancias
y decidiesen si todavía estaban
calificados para servir bien a Roma en
1135
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

su papel de senadores; si decidían que


no estaban calificados, ya sea porque no
pudiesen permitírselo, o porque no se
sentían suficientemente dotados, podían
renunciar. Insinué que los que no
renunciaran serían deshonrosamente
expulsados y apresuré las cosas
enviando notificaciones privadas a
aquellos a quienes me proponía
expulsar si no renunciaban. De tal modo
aligeré la orden en unos cien nombres, y
los que quedaron fueron recompensados
por mí con la concesión del rango
patricio a sus familias. Esta ampliación
del círculo de los patricios tuvo la
ventaja de proporcionar más candidatos
a las órdenes superiores del sacerdocio
y de conceder una mayor amplitud para
la selección de novios y novias a los
miembros de las familias patricias
sobrevivientes. Porque las cuatro
creaciones patricias sucesivas de
1136
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Rómulo, Lucio Bruto, Julio César y


Augusto habían quedado prácticamente
extinguidas. Cualquiera hubiese creído
que cuanto más rica y poderosa la
familia, más rápida y poderosamente
procrearía. Pero esto nunca ha sucedido
en Roma.
Pero ni siquiera esta purificación del
Estado produjo un efecto apreciable.
Los debates seguían siendo una simple
farsa. En una ocasión, durante mi cuarto
consulado, cuando presenté una medida
en cuanto a ciertas reformas judiciales,
el Senado se mostró tan indiferente, que
me vi obligado a hablar con la máxima
claridad:
—Si aprueban honradamente estas
proposiciones, señores, háganme la
bondad de decirlo en el acto y con
sencillez. Pero si no las aprueban,
entonces sugieran enmiendas, pero
háganlo aquí y ahora. Y si necesitan
1137
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tiempo para meditar, tómenselo, pero no


olviden que deben tener sus opiniones
listas para ser emitidas en el día fijado
para el debate. No es en modo alguno
adecuado a la dignidad del Senado que
el cónsul electo repita las frases exactas
de los cónsules como su propia opinión
y que cada uno, cuando le llegue el
turno, diga simplemente «Estoy de
acuerdo con eso» y ninguna otra cosa
más y que luego cuando el Senado haya
suspendido las sesiones, las minutas
digan: «Se produjo un debate...».
Entre otras señales de respeto al
Senado, incorporé a Grecia y
Macedonia a la lista de provincias
senatoriales; mi tío Tiberio las había
convertido en provincias imperiales. Y
devolví al Senado el derecho de acuñar
monedas de cobre para circular en las
provincias, como en la época de
Augusto. No hay nada que imponga
1138
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tanto respeto por la soberanía como las


monedas: las de oro y plata tenían
acuñada mi cabeza, porque a fin de
cuentas yo era el emperador y el
hombre responsable de la mayor parte
del gobierno; pero las familiares «S.C.»
del Senado volvieron a aparecer en el
cobre, y la moneda de cobre es a la vez
la más antigua, la más útil y,
cuantitativamente, la más importante.
La causa inmediata de mi decisión de
purgar al Senado fue el alarmante caso
de Asiático. Un día Mesalina vino a
verme y me dijo:
—¿Recuerdas que el año pasado te
pregunté si no había algo más en el
fondo de la renuncia de Asiático al
consulado, aparte del motivo que dio:
que el pueblo estaba celoso y
sospechaba de él porque era su segundo
período de consulado ?
—Sí, no me pareció motivo suficiente.
1139
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Bien, te diré algo que habría debido


decirte hace mucho tiempo. Asiático ha
estado violentamente enamorado,
durante algún tiempo, de la esposa de
Cornelio Escipión. ¿Qué opinas de eso?
—Oh, sí, Popea, una mujer bien
parecida, de nariz recta y una forma
audaz de mirar a los hombres. ¿Y qué
piensa ella de eso? Asiático no es un
individuo bien parecido como Escipión.
Es calvo y más bien obeso, pero, por
supuesto, es el hombre más rico de
Roma, ¡y qué jardines maravillosos
tiene!
—Popea, me temo, se ha
comprometido totalmente con Asiático.
Bien, te lo diré, es mejor ser franca.
Popea vino a verme algún tiempo —
sabes qué buenas amigas somos, o más
bien, solíamos ser—, y me dijo:
«Queridísima Mesalina, quiero pedirte
un gran favor. Prométeme que no le
1140
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dirás a nadie lo que te he pedido». Por


supuesto, se lo prometí. Entonces me
dijo: «Estoy enamorada de Valerio
Asiático y no sé qué hacer. Mi esposo
es terriblemente celoso, y si se enterara
me mataría. Y lo malo es que estoy
casada con él en la forma más estricta y
ya sabes cuan difícil es conseguir un
divorcio con un casamiento estricto, si
al marido se le ocurre poner obstáculos.
Para empezar, eso significa que una
pierde los hijos. ¿Te parece que podrías
hacer algo para ayudarme? ¿Podrías
pedirle al emperador que me concediese
el divorcio, a fin de que Asiático y yo
pudiéramos casarnos?»
—Espero que no le hayas dicho que
había alguna posibilidad de que yo
aceptase. De veras, estas mujeres...
—No, no, queridísimo, por el contrario,
le dije que si jamás volvía a mencionar
el asunto, intentaría, por nuestra
1141
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

amistad, olvidar lo que había oído, pero


que si me enteraba me llegaba apenas
un susurro de algo inconveniente en las
relaciones entre ella y Asiático, iría a
verte en el acto.
—Muy bien, me alegro de que le hayas
dicho eso.
—Poco después Asiático renunció, ¿y
recuerdas que entonces pidió al Senado
permiso para visitar sus fincas de
Francia?
—Sí, y estuvo ausente mucho tiempo.
Tratando de olvidar a Popea, supongo.
En el sur de Francia hay muchas
mujeres bonitas.
—No lo creas. He estado averiguando
algunas cosas respecto de Asiático. Lo
primero es que últimamente ha
entregado grandes cantidades de regalos
en dinero a los capitanes y sargentos y
abanderados de la guardia. Dice que lo

1142
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hace por gratitud a la lealtad de ellos


para contigo. ¿Te parece aceptable eso?
—Bien, tiene demasiado dinero y no
sabe qué hacer con él.
—No seas ridículo; nadie tiene tanto
dinero que no sepa qué hacer con él.
Luego, lo segundo, que él y Popea
siguen encontrándose con regularidad,
cada vez que el pobre Escipión está
fuera de la ciudad, y pasan la noche
juntos.
—¿Dónde se encuentran?
—En la casa de los hermanos Petra;
son primos de ella. Lo tercero es que
Sosibio me dijo el otro día que le
parecía imprudente que hubieras
permitido que Asiático hiciera una
visita tan prolongada a sus propiedades
de Francia. Cuando le pregunté qué
quería decir, me mostró una carta de un
amigo suyo, de Vienne: el amigo
escribía que Asiático había pasado en
1143
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

realidad muy poco tiempo en sus fincas,


que fue a visitar a las personas más
influyentes de la provincia e incluso
hizo una gira por el Rhin, donde mostró
gran generosidad a los oficiales de la
guarnición. Luego, por supuesto, te
hago recordar que Asiático nació en
Vienne; y Sosibio dice...
—Llama a Sosibio en seguida.
Sosibio era el hombre que había elegido
como instructor de Británico, de modo
que podrán imaginar que tenía la
máxima confianza en su juicio. Era un
griego de Alejandría, pero hacía tiempo
que se había interesado en el estudio de
los primitivos autores latinos y era la
principal autoridad en cuanto a los
textos de Enio. Estaba tan a sus anchas
en lo referente al período republicano,
que conocía mucho mejor que ningún
historiador romano, incluso yo mismo,
que consideré que sería una constante
1144
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

inspiración para mi hijito. Sosibio


apareció, y cuando le interrogué
contestó con suma franqueza. Sí, creía
que Asiático era ambicioso y capaz de
planear una revolución. ¿Acaso no se
había presentado una vez como
candidato a la monarquía, en oposición
a mí?
—Olvidas, Sosibio —dije—, que esos
dos días han sido borrados de los
registros de la ciudad por una amnistía.
—Pero Asiático estuvo en la
conspiración contra tu sobrino, el
extinto emperador, e incluso se jactó de
ello en la plaza del Mercado. Cuando un
hombre como ése renuncia a su
consulado sin motivos válidos y se va a
Francia, donde ya tiene grandes
influencias, y allí trata de ampliar esas
influencias distribuyendo dinero, y sin
duda dice que se vio obligado a
renunciar a su consulado debido a tus
1145
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

celos, o porque discutió contigo por los


derechos de sus compatriotas
franceses...
—Es perfectamente claro —dijo
Mesalina—. Le prometió a Popea
casarse con ella, y la única forma en que
puede hacerlo es librándose de ti y de
mí. Recibirá permiso para irse otra vez
a Francia, y allí iniciará su revuelta con
los regimientos nativos, y luego
incorporará a los regimientos del Rhin.
Y los guardias estarán tan dispuestos a
aclamarlo emperador como lo
estuvieron de aclamarte a ti. Significará
otras doscientas piezas de oro para cada
uno de ellos.
—¿Quién otro crees que está en la
conjura?
—Averiguamos todo lo relacionado
con los hermanos Petra. A ese abogado
Suilio se le acaba de pedir que se
encargue de la defensa de un caso en su
1146
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nombre. Y es uno de mis mejores


agentes secretos. Si hay algo contra
ellos, aparte de que han ofrecido un
dormitorio a Popea y Asiático, Suilio lo
descubrirá, puedes estar seguro de ello.
—No me gusta el espionaje; tampoco
me gusta Suilio.
—Tenemos que defendernos, y Suilio
es la herramienta más práctica que
tengo a mano.
De modo que mandamos llamar a
Suilio, y una semana más tarde presentó
su informe, que confirmó la sospecha de
Mesalina. Era indudable que los
hermanos Petra estaban en la
conspiración. El mayor de ellos había
hecho circular en privado una visión
que se le apareció una mañana
temprano, en un duermevela, y que los
astrólogos interpretaron en una forma
alarmante. En la visión, mi cabeza
estaba seccionada en el cuello y
1147
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

coronada de hojas de vid blancas. La


interpretación era que moriría
violentamente al final del otoño. El hijo
menor había estado actuando como
intermediario de Asiático con los
guardias, de los cuales era coronel.
Vinculados en apariencia con Asiático y
los hermanos Petra había dos antiguos
amigos míos, Pedo Pompeyo, que solía
a menudo jugar a los dados conmigo de
noche, y Asario, tío materno de mi
yerno, el joven Pompe-yo, quien
también tenía libre acceso a palacio.
Suilio sugirió que éstos habían recibido
naturalmente la tarea de asesinarme
durante un amistoso partido de dados.
Después estaban las dos sobrinas de
Asario, las hermanas Tristonia, que
tenían relaciones adúlteras con los
hermanos Petra.
No había más remedio: decidí golpear
antes que cilios. Envié a mi comandante
1148
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de la guardia, Crispino, con una


compañía de guardias cuya lealtad
parecía fuera de discusión, a la casa de
Asario en Baias, y allí arrestaron a
Asiático. Lo esposaron y engrillaron, y
lo trajeron ante mí, en palacio. Para
hacer las cosas bien habría debido
acusarlo ante el Senado, pero no podía
estar seguro de la amplitud que tenía la
conspiración. Era posible que hubiese
una demostración en su favor, y no
deseaba que tal cosa ocurriese. Lo
juzgué en mi propio estudio, en
presencia de Mesalina, Vitelio,
Crispino, el joven Pompeyo y mis
secretarios principales. Suilio actuó
como fiscal público, y yo pensé, cuando
Asiático le hizo frente, que si alguna
vez la culpabilidad estuvo escrita en las
facciones de un hombre estaba escrita
en las de Asiático. Pero debo decir que
Crispino no le había advertido de cuáles
1149
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

eran las acusaciones contra él —yo ni


siquiera se lo dije a Crispino—, y hay
muy pocos hombres que, cuando son
arrestados de repente, sean capaces de
enfrentar a sus jueces con una absoluta
serenidad de conciencia. Así
exactamente me sentí yo, en una
ocasión, cuando fui arrestado por orden
de Calígula, acusado de refrendar un
testamento falsificado. Suilio era en
verdad un acusador terrible e
implacable. Tenía un rostro delgado,
helado, cabellos blancos, ojos negros y
un largo índice que hurgaba y
amenazaba como una espada. Comenzó
con una larga lluvia de cumplidos y
bromas que todos reconocimos como el
preludio para una espantosa tormenta de
cólera e invectivas. Primer, pre^.-ntó a
Asiático, en tono fingidamente
amistoso, qué se propuso exactamente

1150
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando volvió a visitar sus fincas


francesas... ¿fue antes de la vendimia?
¿Y qué opinaba de las condiciones
agrícolas de las vecindades de Vienne, y
cómo podía compararlas con las del
valle del Rhin...?
—Pero no te molestes en contestar a
mis preguntas —dijo—. En realidad no
quiero saber qué altura llega a alcanzar
la cebada de Vienne, o cuan fuerte es el
cacareo de los gallos, lo mismo que
tampoco tú deseabas saberlo.
Y luego en cuanto a sus regalos a sus
guardias. ¡Cuan leal se había mostrado
Asiático! ¿Pero no existía quizás el
peligro de que un militar un poco
simplón entendiese mal esos regalos?
Asiático comenzaba a sentir ansiedad y
a respirar jadeando. Suilio se acercó
unos pasos más a él, como un cazador
de animales salvajes en la liza, alguna
de cuyas flechas, disparadas desde lejos,
1151
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

han dado en el blanco. Se acerca cada


vez más porque el animal está herido, y
blande la lanza de caza.
—Y pensar que alguna vez te consideré
mi amigo, que cené en tu mesa, que me
dejé engañar por tus maneras afables, tu
noble ascendencia, el favor y confianza
que conquistaste falsamente de nuestro
gracioso emperador y de todos los
ciudadanos honrados. ¡Eres un animal,
una sucia bestia, un sátiro! Turbio
corruptor de los corazones leales y los
cuerpos viriles de los ciudadanos a cuyo
cuidado están confiados la sagrada
persona de nuestro César, la seguridad
de la nación, el bienestar del mundo.
¿Dónde estuviste la noche del
cumpleaños del emperador, que no
pudiste concurrir al banquete al que
habías sido invitado? Enfermo, ¿no es
cierto? Muy enfermo, sin duda. Pronto
presentaré al tribunal una selección de
1152
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tus compañeros de invalidez, jóvenes


soldados de la guardia, que se
contagiaron de ti, porquería.
Hubo mucho más por el estilo. Asiático
había palidecido por completo, y
grandes gotas de sudor le perlaban la
frente. La cadena tintineó cuando se las
enjugó. Las reglas del tribunal le
prohibían responder una palabra hasta
que le llegase el momento de hacer su
defensa, pero al cabo estalló:
—¡Pregúntales a tus propios hijos,
Suilio! Admitirán que soy un hombre.
Fue llamado al orden. Suilio continuó
hablando del adulterio de Asiático con
Popea, pero puso muy poco énfasis en
esto, como si fuese el punto más débil
del caso, aunque en realidad era el más
fuerte. De tal modo logró que Asiático
hiciese un rechazo de todos los cargos
en general. Si Asiático hubiese sido
prudente habría admitido el adulterio y
1153
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

negado las otras acusaciones. Pero lo


negó todo, de modo que su culpabilidad
parecía demostrada. Suilio llamó a sus
testigos, en su mayoría soldados. Al
principal testigo, un joven recluta del
sur de Italia, se le pidió que identificara
a Asiático. Supongo que se le había
enseñado a que lo reconociera por su
calva, porque eligió a Palas como el
hombre que tan antinaturalmente había
abusado de él. Estallaron grandes
carcajadas. Se sabía que Palas
compartía conmigo un odio real contra
este tipo de vicios, y, además, todos
sabían que había actuado como anfitrión
durante mi banquete de cumpleaños.
Pero reflexioné que los testigos pueden
tener mala memoria para los rostros —
yo mismo la tengo—, y que las otras
acusaciones no quedaban refutadas por
el hecho de no haber podido identificar
a Asiático. Mas cuando le pedí a
1154
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Asiático que, respondiera a las


acusaciones de Suilio punto por punto,
lo hico en forma más suave. Así lo hizo,
pero no logró explicar a satisfacción sus
movimientos en Francia, y por cierto
que cometió perjurio en relación con el
asunto de Popea. Consideré que no
estaba demostrada la acusación de
corrupción a los guardias. Los soldados
declararon de manera formal, pomposa,
que sugería que habían aprendido el
texto del testimonio de memoria,
previamente, y cuando los interrogué no
hicieron otra cosa que repetir las
mismas evidencias. Pero por lo demás,
nunca he oído a un hombre de la
guardia atestiguar con otro tono; todo lo
ensayan. Ordené que salieran todos de
la habitación, menos Vitelio, el joven
Pompeyo y Palas —Me-salina había
estallado en lágrimas, y salido a la
carrera unos minutos antes—, y les dije
1155
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que no sentenciaría a Asiático sin


obtener primero la aprobación de ellos.
Vitelio dijo que, francamente, parecía
no haber dudas razonables en cuanto a
la culpabilidad de Asiático, pero que se
sentía tan escandalizado y apenado
como yo. Asiático era un viejo amigo
suyo; había sido un favorito de mi
madre Antonia, que utilizó su influencia
en la corte para encumbrarlos a ambos.
Además, tuvo una carrera muy
distinguida y jamás regateó sus
esfuerzos cuando los deberes patrióticos
lo llamaban. Fue uno de los primeros
que acudieron a Bretaña conmigo, y si
bien no llegó a tiempo para el combate,
la culpa ia tuvo la tormenta, y no
ninguna cobardía por su parte. De modo
que si ahora había enloquecido y
traicionado su propio pasado, no sería
demostrar mucha clemencia permitir
que fuese su propio verdugo. Por
1156
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

supuesto que, en términos estrictos,


merecía ser arrojado desde la cima de la
roca Tarpeya y que su cadáver fuese
arrastrado con un gancho clavado en la
boca y arrojado al Tíber. Vitelio
también me dijo que Asiático había
confesado prácticamente su
culpabilidad al enviarle un mensaje en
cuanto fue arrestado, pidiéndole, en
nombre de su antigua amistad, que
obtuviese su absolución, o, si las cosas
llegaban a lo peor, el permiso para
suicidarse. Vitelio agregó:
—Sabía que le concederías un juicio
justo; nunca has dejado de concedérselo
a nadie, y entonces, ¿cómo podría
esperarse que mi intercesión lo
ayudara? Si es culpable, pues tiene que
ser declarado culpable; o si es inocente,
será absuelto.
El joven Pompeyo protestó que no
había que mostrar clemencia alguna con
1157
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Asiático. Pero quizá pensaba en su


propia seguridad. Asario y las hermanas
Tristonia, sus parientes, habían sido
mencionadas como cómplices de
Asiático, y él quería demostrar su
propia lealtad.
Envié a Asiático un mensaje para
informarle que suspendía el juicio por
veinticuatro horas, y que mientras tanto
quedaba libertado de sus grilletes. Sin
duda entendería el mensaje. Mientras
tanto Mesalina corrió a ver a Popea para
decirle que Asiático estaba a punto de
ser condenado, y le aconsejó que
impidiese su propio juicio y ejecución
por medio de un suicidio inmediato. Yo
no supe nada de esto.
Asiático murió con bastante valentía;
pasó su último día solucionando sus
asuntos, comiendo y bebiendo como de
costumbre, y paseando por los jardines
de Lúculo —como todavía se los
1158
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llamaba—, dando órdenes a los


jardineros en cuanto a los árboles y
flores y estanques de peces.
Cuando descubrió que habían colocado
su pira funeraria cerca de una hermosa
avenida de carpes, se indignó y multó al
liberto responsable por elegir ese lugar,
con una cuarta parte de su paga.
—¿No te diste cuenta, idiota, que la
brisa llevaría las llamas al follaje de
esos hermosos árboles antiguos y
arruinaría todo el aspecto de los
jardines?
Sus últimas palabras a su familia, antes
de que el cirujano le seccionara una
arteria de la pierna y lo dejara
desangrarse hasta morir en un baño
tibio, fueron:
—Adiós, mis queridos amigos, habría
sido menos ignominioso morir por
causa de los negros artificios de Tiberio
o la furia de Calígula, en lugar de caer
1159
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ahora, sacrificado ante la imbécil


credulidad de Claudio, traicionado por
la mujer que amé y por el amigo en
quien confié.
Porque ahora estaba convencido de que
Popea y Vitelio habían tramado el
proceso.
Pocos días después le pedí a Escipión
que cenara conmigo y le pregunté por la
salud de su esposa, como una forma
diplomática de indicarle que si todavía
amaba a Popea y estaba dispuesto a
perdonarla no tomaría yo medida alguna
en el asunto.
—Ha muerto, César —respondió, y
comenzó a sollozar con la cabeza entre
las manos.
La familia de Asiático, los Valeriano,
para demostrar que no querían
relacionarse con las palabras
traicioneras de aquél, se vieron
obligados entonces a regalar a Mesalina
1160
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los jardines de Lúculo, como una


ofrenda de paz; aunque, por supuesto,
yo no lo sospeché entonces, éstos
fueron la verdadera causa de la muerte
de Asiático. Juzgué a los hermanos
Petra y los hice ejecutar, y las hermanas
Tristonia se suicidaron luego. En cuanto
a Asario, parece que firmé su sentencia
de muerte, pero no lo recuerdo. Cuando
le dije a Palas que lo presentase para el
juicio, me informó que ya había sido
ejecutado y me mostró el mandamiento,
que por cierto no estaba falsificado. La
única explicación que puedo ofrecer es
la de que Mesalina, o posiblemente
Polibio, quien era su instrumento,
deslizaran la sentencia de muerte entre
otros documentos sin importancia que
yo tenía que firmar, y que la firmé sin
leerla. Ahora sé que este tipo de
jugarreta me la hacían constantemente;
que se aprovechaban de lo mal que
1161
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

volvía a andar mi vista (tanto, que había


tenido que dejar de leer con luz
artificial), a fin de leer como informes y
cartas oficiales para mi firma,
improvisaciones que no correspondían
en modo alguno a los documentos
escritos.
Por esa época Vinicio murió
envenenado. Unos años más tarde me
enteré que se había negado a acostarse
con Mesalina y que el veneno fue
administrado por ella. Por cierto que
murió al día siguiente de cenar en
palacio. Es muy posible que la historia
sea cierta; de modo que ahora Vinicio,
Viniciano y Asiático, los tres hombres
que se habían ofrecido como
emperadores en mi lugar, estaban todos
muertos, y sus muertes parecían serme
imputables. Sin embargo, yo tenía la
conciencia limpia en ese sentido; era
indudable que Viniciano y Asiático eran
1162
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

traidores, y Vinicio, según me pareció,


había muerto de resultas de un
accidente. Pero el Senado y el Pueblo
conocían a Mesalina mejor que yo, y
me odiaban a causa de ella. Esa era la
barrera invisible que existía entre ellos
y yo, y nadie tuvo la valentía de
derribarla.
A consecuencia de un enérgico
discurso que pronuncié sobre Asiático,
en una sesión en que a Sosibio y
Crispino se les votaron regalos en
dinero por sus servicios, el Senado me
concedió voluntariamente el poder de
dar a sus miembros permiso para
abandonar Italia con cualquier pretexto.

1163
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1164
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 26

Mi hija Antonia estaba casada desde


hacía unos años con Pompeyo el joven,
pero hasta entonces no habían tenido
hijos. Una noche la visité en su casa, en
ausencia de Pompeyo, y pensé que
parecía desconsolada y aburrida. Sí,
admitió, estaba aburrida, y muy
aburrida, y más que aburrida. De modo
que le sugerí que se sentiría mucho más
1165
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dichosa si tuviese un hijo, y le dije que


creía que era su deber, como mujer
joven y sana, con criados y dinero, no
tener sólo un hijo sino varios. Con una
familia numerosa jamás podría quejarse
de aburrimiento. Se encolerizó, y dijo:
—Padre, sólo un tonto podría esperar
que brotase un trigal allí donde no se
han echado simientes. No culpes al
suelo, culpa al granjero. El granjero
siembra sal, no semilla.
Y para mi asombro me explicó que el
matrimonio jamás se había consumado.
Y no sólo eso, sino que mi yerno la
había usado en la forma más ruin
posible. Le pregunté por qué no me
había hablado de ésto antes, y me
respondió que no pensaba que yo fuese
a creerla, porque en realidad jamás la
había amado, por lo menos como amé a
sus hermanastros. Y que Pompeyo se
había jactado ante ella de que ahora
1166
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tenía conmigo tan buenas relaciones,


que podía obligarme a hacer cualquier
cosa y a creer cualquier cosa que me
dijese. ¿Y qué posibilidades tenía ella
entonces? Además existiría la
vergüenza de tener que declarar ante un
tribunal, y revelar las horribles cosas
que él le había hecho, y eso no podría
enfrentarlo.
Me enojé, como se habría enojado
cualquier padre, y le aseguré que la
quería muchísimo, y que principalmente
por ella había tratado a Pompeyo con
tanto respeto y confianza. Juré por mi
honor que si sólo la mitad de lo que me
había dicho era cierto, me vengaría de
inmediato contra el pillastre. Y que su
modestia no sufriría ninguna mengua, el
asunto jamás llegaría a los tribunales.
¿De qué serviría ser emperador si no
podía utilizar los privilegios de mi
posición, de vez en cuando, para buenos
1167
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

motivos privados, como leve


compensación de las responsabilidades
y trabajos y fatigas que el puesto
implicaba ? ¿ Y a qué hora se esperaba
que volviera Pompeyo?
—Llegará a casa más o menos para la
medianoche —dijo Antonia,
entristecida—, y a la una estará en su
habitación. Antes beberá unos tragos.
Hay nueve probabilidades contra diez
de que se lleve a ese desagradable
Licidas a la cama con él. Lo compró en
la subasta de Asiático, por 20.000
piezas de oro, y desde entonces no ha
tenido ojos para nadie. En cierta
medida, ello ha representado un gran
alivio para mí, de modo que ahora sabes
cuan mal deben haber estado las cosas
cuando digo que prefiero infinitamente
que se acueste con Licidas y no
conmigo. Sí, otrora estuve enamorada

1168
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de Pompeyo; el amor es una cosa


extraña, ¿no es cierto?
—Muy bien entonces, mi pobre, pobre
Antonia. Cuando Pompeyo esté en su
habitación y se disponga a pasar la
noche, enciende un par de lámparas de
aceite y ponías en el alféizar de la
ventana de esta habitación, a modo de
señal. Y deja el resto en mis manos.
Puso las lámparas de petróleo en el
alféizar de la ventana, una hora antes
del alba, y luego hizo que el portero
abriera la puerta del frente. Yo me
encontraba allí. Hice entrar en la casa,
conmigo, a Geta y a un par de sargentos
de la guardia, y los envié arriba
mientras esperaba en el vestíbulo, abajo,
con Antonia. Ella había hecho salir a
todos los criados, salvo al portero, que
había sido esclavo mío de niño. Lloró
un poco, y nos estrechamos las manos
mientras escuchábamos con ansiedad
1169
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para ver si percibíamos el ruido de


gritos y forcejeos en el dormitorio. No
se escuchó un solo sonido, y pronto
Geta bajó con los sargentos e informó
que mis órdenes habían sido
obedecidas. Pompeyo y el esclavo
Licidas habían sido muertos con un solo
golpe de jabalina.
Esa fue la primera vez que utilicé mi
poder de emperador para vengar un
daño personal. Pero si no hubiese sido
emperador habría sentido lo mismo y
hubiera hecho lo que estuviese en mis
manos para destruir a Pompeyo. Y
aunque la ley que penaba las ofensas
contra natura había caído en desuso
desde hacía muchos años, porque
ningún jurado parecía dispuesto a
condenar a los acusados, legalmente
Pompeyo merecía morir. Mi única falta
consistió en que lo ejecuté
sumariamente, pero esa era la forma
1170
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

más limpia de tratarlo. Cuando un


jardinero encuentra un insecto
comiéndose el corazón de una de sus
mejores rosas, no lo lleva al tribunal,
ante un jurado de los jardineros. Lo
aplasta allí mismo, entre los dedos.
Unos meses después casé a Antonia con
Fausto, descendiente del dictador Sila,
un hombre modesto, capaz y trabajador,
que resultó ser un excelente yerno. Hace
dos años fue cónsul. Tuvieron un hijo,
un niño, pero era muy débil y murió;
Antonia no ha podido tener otro, debido
al daño que le causó una partera
negligente en el momento del parto.
Poco después de esto ejecuté a Polibio,
que ahora era mi ministro de Artes,
porque Mesalina me proporcionó
pruebas de que vendía ciudadanías en
su propio beneficio. Fue para mí un
gran golpe cuando descubrí que Polibio
había estado jugando conmigo. Lo
1171
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había adiestrado en mi servicio desde


niño y confié en él siempre,
implícitamente. Acababa de ayudarme a
terminar la autobiografía oficial que el
Senado me pidió que escribiese para los
archivos nacionales. En rigor lo trataba
en forma tan familiar que un día,
cuando él y yo nos paseábamos por los
terrenos de palacio, discutiendo no sé
qué problema de la antigüedad, no lo
despedí cuando se acercaron dos
cónsules a ofrecerme sus
acostumbrados saludos matinales. Esto
les ofendió en su dignidad, pero si yo no
era demasiado orgulloso para caminar
junto a Polibio y escuchar sus
opiniones, ¿por qué habrían de serlo
ellos? Le permití las más grandes
libertades y nunca supe que abusara de
ellas, si bien en una ocasión se mostró
demasiado libre con su lengua, en el
teatro. Representaban una comedia de
1172
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Menandro, y un actor acababa de


pronunciar el verso: Un flagelador
próspero no es tolerable.
Alguien, entre bambalinas, rió
significativamente al escuchar esto.
Debe haber sido Mnester. Sea como
fuere, todos se volvieron y
contemplaron a Polibio, quien como mi
ministro de Artes tenía la tarea de
mantener el orden entre los actores. Si
un actor demostraba demasiada
independencia, Polibio se ocupaba en
mi nombre de que fuera severamente
azotado.
Polibio respondió a gritos:
—Sí, y Menandro dice en su Tesalia:
Los que otrora fueron cabreros boy
tienen poderes reales.
Ese fue un golpe contra Mnester, que
había comenzado su vida como cabrero
en Tesalia, y a quien ahora se conocía
como el principal amante de Mesalina.
1173
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Yo no lo sabía entonces, pero Mesalina


había tenido relaciones sexuales
también con Polibio, y éste fue lo
bastante estúpido como para sentir celos
de Mnester. De modo que ella se libró
de él, como ya he contado. Mis otros
libertos tomaron la muerte de Polibio
como una afrenta contra ellos; habían
formado una confraternidad muy sólida,
se protegían los unos a los otros con
lealtad, y jamás competían por mi favor
o mostraban celos los unos de los otros.
Polibio no había dicho nada en su
defensa, ya que no quería, según
supongo, incriminar a sus compañeros
de hermandad, muchos de los cuales
habían estado implicados en el mismo
deshonroso tráfico de ciudadanías.
En cuanto a Mnester, sucedió que en
varias ocasiones, cuando estaba
comprometido a bailar, no se presentó a
hacerlo. Por lo general esto provocaba
1174
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alborotos en el teatro. Yo debo de haber


sido muy estúpido; aunque su ausencia
siempre coincidía con un dolor de
cabeza de Mesalina, que también le
impedía concurrir, jamás se me ocurrió
extraer la conclusión evidente. En
varias ocasiones tuve que disculparme
ante el público y comprometerme a que
eso no volviese a ocurrir. En una
ocasión dije:
—Señores, no pueden acusarme de
ocultarlo en palacio.
Esta observación provocó exagerada
risotada. Todos, aparte de yo mismo,
sabían dónde estaba Mnester. Cuando
llegaba a Palacio, Mesalina solía
mandar a buscarme, y la encontraba en
la cama, en una habitación sumida en
penumbra, con una tela húmeda sobre
los ojos. Entonces me decía con voz
débil:

1175
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Qué, querido mío, ¿quieres decir que


Mnester volvió a dejar de presentarse en
el espectáculo? Entonces, a fin de
cuentas, no me he perdido nada. He
estado echada aquí, ardiendo de envidia.
En una ocasión me levanté y comencé a
vestirme para ir, pero el dolor fue tan
espantoso, que tuve que volver a
acostarme. ¿La obra fue muy aburrida
sin él?
—De veras, debemos insistir en que
cumpla con sus compromisos —
respondí yo—. No es posible tratar a la
ciudad de este modo, una y otra vez.
—No sé —suspiraba Mesalina—. Es
un hombre muy nervioso, el pobre,
igual que una mujer. Los grandes
artistas siempre son así. Le vienen
dolores de cabeza por cualquier cosa,
según me dicen. Si hoy se ha sentido
nada más que la décima parte de
enfermo que yo, sería una enorme
1176
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

crueldad insistir en que bailara. Y por


cierto que no finge. Adora su trabajo y
le apena mucho cuando no puede
cumplir con su público. Déjame ahora,
querido; quiero dormir, si puedo.
Entonces yo me iba de puntillas, y no
volvía a decir otra cosa de Mnester
hasta que otra vez sucedía lo mismo.
Jamás tuve gran opinión de Mnester, sin
embargo, al contrario de la mayoría de
la gente. Ha sido comparado con el gran
actor Roscio, quien bajo la república
llegó a tal eminencia en su profesión,
que se convirtió en un fenómeno de
excelencia artística. La gente, y esto es
más bien absurdo, sigue llamando «un
verdadero Roscio» a un arquitecto
inteligente, a un historiador erudito o
incluso a un pugilista capaz. Mnester no
era un Roscio, a no ser en ese sentido
muy amplio. Admito que yo jamás
había visto actuar a Roscio. Ahora no
1177
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hay nadie con vida que lo haya visto.


Cuando hablamos de él debemos
depender del veredicto de nuestros
bisabuelos, y todos convienen en que el
principal objetivo de Roscio, cuando
actuaba, era el de «mantenerse en el
papel». Y que lo que Roscio quisiera
ser, un noble rey, un astuto alcahuete,
un soldado jactancioso, un simple
payaso, lo era con toda naturalidad, sin
afectaciones. En tanto que Mnester era
una masa de amaneramientos, de
amaneramientos muy encantadores y
graciosos, por supuesto, pero en último
sentido no era un actor, sino un
individuo bien parecido, con un par de
piernas hermosas y talento para la
improvisación coreográfica.
Entonces regresó Aulo Plaucio,
después de cuatro años al frente de las
tropas en Bretaña, y tuve el placer de
convencer al Senado de que le
1178
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concediese un triunfo. Sin embargo no


fue un triunfo completo, como me
habría gustado, sino un triunfó menor u
ovación. Si los servicios de un general
son demasiado grandes como para ser
recompensados simplemente con
ornamentos triunfales y sin embargo,
por algún motivo técnico, no lo han
hecho merecedor de un triunfo
completo, se le concede ese tipo menor
de triunfo. Por ejemplo, si la guerra no
ha quedado terminada por completo, o
si no ha habido suficiente
derramamiento de sangre, o si el
enemigo no es considerado un enemigo
digno, como hace tiempo, después de la
derrota de los esclavos que se rebelaron
a las órdenes de Espartaco, aunque es
verdad que Espartaco dio a nuestros
ejércitos más dolores de cabeza que
muchas grandes naciones extranjeras.
En el caso de Aulo Plaucio, la objeción
1179
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consistía en que sus conquistas no eran


lo bastante seguras como para permitirle
retirar sus tropas. Y por lo tanto, en
lugar de en cuadriga entró en la ciudad
a caballo, llevando una corona de mirto,
y no una de laurel, y sin cetro en la
mano. El Senado no encabezó la
procesión, no hubo cuerpos de
trompeteros, y cuando terminó la
procesión Aulo sacrificó un carnero y
no un toro. Pero en todos los otros
sentidos los detalles fueron los mismos
que en un triunfo completo, y para
demostrar que no eran celos míos los
que le habían impedido conquistar el
mismo honor que yo, salí a su encuentro
cuando bajaba por la Vía Sacra, le
ofrecí mis felicitaciones y le permití
cabalgar a mi derecha (el puesto más
honorable), y yo mismo le sostuve
cuando subió de rodillas por la
escalinata del Capitolio. También actué
1180
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

como su anfitrión en el banquete, y


cuando éste terminó volví a colocarlo a
mi derecha, cuando lo llevamos a su
casa, a la luz de las antorchas.
Aulo se mostró muy agradecido por
esto, pero aún más agradecido, según
me dijo en privado, por haber acallado
el escándalo de su esposa y el ágape
cristiano (los adictos de esa secta judía
eran llamados ahora cristianos), y por
haberla dejado a su cargo. Dijo que
cuando una mujer se separa
inevitablemente de su esposo (su salud
no le había permitido ir a Bretaña),
puede llegar a sentirse sola, y entonces
le pasan extrañas fantasías por la cabeza
y resulta fácil presa de los charlatanes
religiosos, en especial de los de tipo
judío y egipcio. Pero era una buena
mujer y una buena esposa, y él confiaba
en que pronto se curaría de estas
tonterías. Tenía razón. Dos años más
1181
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tarde arresté a todos los principales


cristianos de Roma, junto con todos los
misioneros judíos ortodoxos, y los
expulsé del país, y la esposa de Aulo me
fue de gran ayuda para encontrarlos a
todos.
El principal atractivo emocional del
cristianismo consistía en que ese Josué,
o Jesús, según se decía, se había
levantado de entre los muertos, como
ningún hombre había hecho hasta
entonces, salvo en las leyendas.
Después de ser crucificado, visitó a sus
amigos, en apariencia sin haber sufrido
nada con su experiencia, y comió y
bebió para demostrar que no era una
visión, y luego ascendió al cielo en una
llamarada de gloria. Y por lo demás no
había prueba alguna de que todo eso
fuese verdad, porque en realidad,
después de la crucifixión se había
producido un temblor de tierra que
1182
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desplazó una pesada piedra de la boca


de la tumba donde se había colocado el
cadáver. Los guardias huyeron, presa de
pánico, y cuando regresaron el cadáver
había desaparecido. Era evidente que
alguien lo había robado. En cuanto una
historia como ésta comienza a circular
en Oriente, es difícil detenerla, y habría
sido indigno argumentar contra su
absurdo en un edicto público. Pero
publiqué una enérgica orden en Galilea,
donde los cristianos eran más
numerosos, según la cual la violación de
las tumbas era convertida en un delito
capital. Pero no debo perder más tiempo
en relación con estos ridículos
cristianos; tengo que continuar con mi
relato.
Debo hablar de tres letras que agregué
al alfabeto romano, y de los grandes
Juegos Seculares que celebré, y del
Censo de ciudadanos romanos que
1183
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

realicé, y de mi resurrección de las


antiguas artes religiosas de la
adivinación, que para entonces habían
caído en el olvido,, y de varios
importantes edictos y leyes que presente
para que el Senado promulgase. Pero
quizá será mejor terminar brevemente
mi relato de Bretaña, ahora que Aulo
Plaucio ha vuelto al hogar. Lo que
sucedió allí luego no interesará mucho a
mis lectores. Envié a cierto Ostorio a
ocupar el lugar de Aulo, y tuvo grandes
dificultades. Plaucio había completado
la conquista de la llanura de Bretaña del
sur, pero como digo, las tribus
montañesas de Gales y los belicosos
hombres de las tierras centrales del
norte insistían en hacer incursiones
dentro de las fronteras de la nueva
provincia. Caractato se había casado
con la hija del rey de Gales del sur, y
dirigía su ejército en persona. Cuando
1184
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llegó Ostorio, anunció que desarmaría a


todos los británicos de cuya lealtad
sospechase. De tal modo quedaría en
libertad de enviar sus fuerzas
principales contra las tribus que
habitaban más allá de la frontera,
dejando sólo pequeñas guarniciones a
sus espaldas. Este anuncio fue recibido
en general con gran resentimiento y los
icenios, que eran libres aliados
nuestros,' entendieron que la norma del
desarme se aplicaría también a ellos.
Esto provocó un repentino
levantamiento, y en Colchester Ostorio
se encontró amenazado por un gran
ejército de tribus del noreste, sin un solo
regimiento regular a mano. Todos se
encontraban en el centro o en el lejano
oeste de la isla, y sólo tenía consigo a
franceses y bata vos.
Decidió correr el riesgo de una batalla
inmediata y resultó victorioso. La
1185
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

confederación icenia pidió la paz y se le


concedió en términos leves, y luego
Ostorio llevó sus ejércitos regulares
hacia el norte, anexionó todas las tierras
del centro y se detuvo en las fronteras
de los brigantios. Los brigantios son una
salvaje y poderosa federación de tribus
que ocupan el norte de la isla, hasta su
punta más estrecha. Más allá de ellos, la
salvaje tierra montañosa que vuelve a
extenderse, inexplorada y terribk, a lo
largo de otros cientos de kilómetros, es
habitada por esos espantosos pelirrojos,
los goidels. Ostorio llevó a cabo una
expedición contra el río Dee, al oeste, y
saqueó el valle de esc río, que fluye
hacia el norte hasta el mar de Irlanda,
cuando se enteró de que los brigantios
avanzaban a sus espaldas. Se volvió y
derrotó a una fuerza considerable de
éstos, capturó a varios cientos de
hombres, incluso a nobles de primera
1186
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fila y a un hijo del rey. El rey de los


brigantios se comprometió a diez años
de paz honorable, si se le devolvían los
prisioneros, y Ostorio lo aceptó, pero
mantuvo al príncipe y a cinco nobles
como rehenes, con el título de
huéspedes. Entonces quedó en libertad
para llevar a cabo operaciones en las
colinas de Gales, contra Caractato.
Utilizó tres de sus cuatro regimientos
regulares, dejando uno de ellos en
Caerleon, sobre el Usk, y dos en
Shrewsbury, sobre el Severn. El resto
de la isla sólo quedó guarnecido por
auxiliares, con la excepción del
Noveno, acantonado en Lincoln, y de
una colonia de veteranos cuyo plazo
bajo banderas había expirado, en
Colchester, donde se les concedieron
tierras, ganado y cautivos para trabajar
para ellos. Esta colonia fue el primer
municipio romano en Bretaña, y yo
1187
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

envié una carta sancionando la


fundación, en el lugar, de un templo al
dios Augusto.
Ostorio necesitó tres años para someter
a Gales del sur y el centro. Caractato era
un enemigo valiente, y cuando se vio
obligado a ascender hacia el norte de
Gales con el resto de su ejército,
consiguió encender a las tribus de allí
con su propia valentía. Pero
eventualmente Ostorio lo derrotó en el
último combate, en el cual también él
tuvo grandes pérdidas, y capturó a su
esposa, su hija, un cuñado y dos de sus
sobrinos en el campamento británico. El
propio Caractato se abrió paso
combatiendo hacia el nordeste, en una
desesperada acción de retaguardia, y
apareció unos días después en la corte
de la reina de los brigantios (su padre, el
rey, había muerto y ella era la única
sobreviviente de la casa real, aparte del
1188
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

príncipe que se encontraba en manos de


Ostorio como rehén, de modo que la
nombraron reina). La instó a que
continuara la guerra, pero ella no era
una tonta. Lo hizo encadenar y lo envió
a Ostorio como prueba de su lealtad al
juramento que su padre había hecho. En
recompensa Ostorio le envió los nobles
rehenes, con uno de los cuales ella se
casó. Ejecutó a su hermano el príncipe,
porque se sabía que había demostrado
cobardía en el campo de batalla, a
diferencia de su nuevo esposo, que sólo
fue capturado después de recibir siete
heridas y eliminar a cinco soldados
romanos. Esta reina, cuyo nombre es
Cartimandua, había demostrado ser una
fidelísima aliada. Riñó con su esposo
porque éste dijo que no se consideraba
obligado por el juramento del viejo rey
a mantener la paz con nosotros. No
pudo convencer a los brigantios de que
1189
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nos hiciesen la guerra, de modo que


bajó a Gales del sur e inició allí una
nueva rebelión. Nuestra guarnición de
Caerleon fue repentinamente atacada
por una gran fuerza. Los enemigos
fueron derrotados, pero entre nuestras
pérdidas se encontraban un comandante
de batallón y ocho capitanes del
Segundo. No mucho después de esto,
dos batallones de auxiliares franceses,
que forrajeaban, fueron sorprendidos y
aniquilados. Ostorio, agotado por tres
años de incesantes luchas, se tomó muy
a pecho estos reveses; cayó enfermo y
murió, el pobre, aunque le habría sido
de algún consuelo saber que antes de
ello le fueron concedidos ornamentos
triunfales. Esto fue hace dos años.
Envié a un general llamado Didio para
hacerse cargo de la provincia, pero
mientras se encontraba en camino el
Decimocuarto fue derrotado en un
1190
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

combate y tuvo que retirarse de su


campamento, dejando prisioneros en
manos del enemigo.
El esposo de Cartimandua abandonó
entonces Gales del sur y atacó a la
propia Cartimandua, quien se había
ganado su resentimiento al hacer
ejecutar a dos de sus hermanos que
intrigaban contra ella. Cartimandua
pidió ayuda a Didio, y éste le envió
cuatro batallones del Noveno y dos de
bátavos. Con ellos y con sus .propias
fuerzas derrotó a su esposo, lo capturó y
le hizo jurar vasallaje a el y amistad a
los romanos; luego le perdonó, y reinan
ahora juntos, en apariencia con gran
amistad. Desde entonces no ha habido
incursiones en la frontera. Entretanto
Didio estableció el orden en Gales del
sur.
Permítaseme, entonces, que abandone
ahora mi provincia de Bretaña, que nos
1191
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ha costado tantos hombres y dinero y


que hasta ahora ha dado tan pocos
frutos, a no ser en términos de gloría.
Pero considero la ocupación como una
buena inversión para Roma, a la larga, y
si tratamos a los nativos con justicia y
buena fe, se convertirán en aliados y,
eventualmente, en valiosos ciudadanos.
Las riquezas de un país no residen sólo
en los cereales, los metales y el ganado.
Lo que más necesita el imperio son
hombres, y si puede aumentar sus
recursos por medio de la anexión de un
país en el que existe una raza honrada,
bélica e industriosa, ello constituye
mejor adquisición que cualquier isla de
especias de la India o cualquier
territorio aurífero del Asia central. La fe
que la reina Cartimandua y sus hombres
han demostrado, y la valentía del rey
Caractato en la adversidad, son los
augurios más dichosos posibles para el
1192
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

futuro. Caractato fue llevado a Roma, y


yo decreté un día de asueto general para
celebrar su llegada. Toda la ciudad salió
a contemplarlo. La división de la
guardia desfiló fuera del campamento, y
yo me senté en una plataforma de
tribunal levantada para la ocasión ante
las puertas del campamento. Sonaron
las trompetas y a la distancia apareció
una pequeña procesión avanzando hacia
mí. Primero llegó un destacamento de
soldados capturados luego los thengs de
la casa de Caractato, luego carros
repletos de arreos y collares y armas —
no sólo del propio Caractato, sino de
todo lo que había conquistado en las
guerras con sus vecinos, capturado en el
campamento de Cefn Carnedd—; luego
la esposa, la hija, el cuñado y los
sobrinos de Caractato, y finalmente éste
mismo, con la cabeza bien alta, y sin
mirar ni a la derecha ni a la izquierda,
1193
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hasta que llegó a mi plataforma. Allí


efectuó una digna reverencia y pidió
permiso para hablarme. Le concedí el
permiso y me habló en forma franca y
noble, y en un latín tan notablemente
fluido, que casi le tuve envidia. Soy
muy mal orador, y siempre me embrollo
en las frases que pronuncio.
—César, me ves aquí encadenado, ante
ti, pidiendo por mi vida, después de
haber resistido las armas de tu país
durante siete largos años. Fácilmente
habría podido resistir otros siete años
más si no hubiese confiado en que la
reina Cartimandua respetaría el sagrado
derecho de los huéspedes de nuestra
isla. En Bretaña, cuando un hombre
pide hospitalidad en una casa, se le da la
sal y el pan y el vino, y el anfitrión se
hace entonces responsable de la vida de
su huésped con la propia. En una
ocasión un hombre se refugio en la
1194
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

corte de mi padre Cimbelino y, después


de haber comido su sal, se reveló como
el asesino de mi abuelo. Pero mi padre
dijo: «Eres mi invitado, no puedo
hacerte daño». Al encadenarme y
enviarme aquí, la reina Cartimandua
hizo más para honrarte a ti como su
aliado, que para honrarse a sí misma
como reina de los brigantios. Hago
confesión voluntaria de mis faltas. La
carta que mi hermano Togodumno te
envió y que yo le pedí que te enviara,
fue tan tonta como descortés. Entonces
éramos jóvenes y orgullosos, y
confiando en habladurías,
subestimamos el poderío de tus ejércitos
romanos, la lealtad de tus generales y
tus propias grandes cualidades como
comandante. Si yo hubiese igualado la
gloria de mi linaje y de mis propias
hazañas con una conveniente
moderación en la prosperidad, sin duda
1195
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

habría entrado en esta ciudad como


amigo y no como cautivo. Y tú no
habrías desdeñado recibirme como a un
monarca, como a un hijo de mi padre
Cimbelino, a quien tu dios Augusto
honró como a un aliado, y jefe, como él,
de muchas tribus conquistadas. Por mi
prolongada resistencia contra ti, una vez
que descubrí que estabas dispuesto a
conquistar mi reino y el reino de mis
aliados, no tengo disculpas que ofrecer.
Contaba con hombres y armas, carros y
caballos y tesoros. ¿Te extraña que no
me sintiese dispuesto a separarme de
ellos? Los romanos tienen la intención
de llevar su dominio a todo el género
humano, pero de ello no se sigue que
todo el género humano acepte de
inmediato ese dominio. Primero tiene
que demostrar su derecho a gobernar, y
demostrarlo con la espada. La guerra
entre nosotros ha sido una guerra larga,
1196
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

César, y tus ejércitos me han perseguido


de tribu en tribu, de fortaleza en
fortaleza, y yo les he cobrado un severo
tributo. Pero ahora he sido capturado y
la victoria es tuya, finalmente. Si me
hubiese rendido a tu teniente Aulo
Plaucio, en el primer encuentro en el
Med-way, habría sido un enemigo
indigno de ese nombre, y Aulo Plaucio
no hubiese tenido que enviarte a buscar
y tú jamás habrías celebrado tu
merecido triunfo. Por lo tanto, respeta a
tu enemigo, ahora que está humillado,
concédele la vida, y tu noble clemencia
jamás será olvidado, ni por tu propio
país ni por el mío. Bretaña reverenciará
la clemencia del vencedor, si Roma
aprueba la valentía del vencido. Llamé a
Aulo.
—Por mi parte estoy dispuesto a dejar
en libertad a este valiente rehén.
Restablecerlo en su trono en Bretaña
1197
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sería considerado en todas partes como


una debilidad, de modo que no puedo
hacerlo. Pero estoy dispuesto a
permitirle que permanezca aquí, en
Roma, como huésped de la ciudad, con
una pensión adecuada a sus
necesidades, y también liberar a su
familia y a los thengs de su casa. ¿Qué
dices?
—César —respondió Aulo—,
Caractato ha demostrado ser un
enemigo valiente. No ha torturado ni
ejecutado prisioneros, ni envenenado
pozos; ha luchado limpiamente y
mantenido sus convicciones. Si lo pones
en libertad me enorgulleceré de
estrecharle la mano y ofrecerle mi
amistad.
Puse en libertad a Caractato. Este me
agradeció con gravedad:
—Deseo para todos los ciudadanos
romanos un corazón como el tuyo.
1198
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Esa noche él y su familia cenaron en


palacio. Aulo también estuvo presente,
y los viejos veteranos volvimos a librar
la batalla de Brentwood, mientras el
vino circulaba. Le dije a Caractato cuan
cerca estuvimos de encontrarnos en un
conflicto personal. El rió y dijo:
—¡Si lo hubiese sabido! Pero si todavía
estás ansioso por luchar, soy tu hombre.
¿Mañana por la mañana, en el campo de
Marte, tú en tu yegua y yo a pie? La
disparidad de nuestras edades hará que
eso sea justo.
Desde entonces otra afirmación suya se
ha vuelto famosa:
—No puedo entender, señores, cómo
gobernantes de una ciudad tan gloriosa
como ésta, con casas como riscos de
mármol, con tiendas como tesoros
reales, con templos como los sueños de
que hablan nuestros druidas cuando
vuelven de sus visitas mágicas al Reino
1199
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de la Muerte, pueden albergar en sus


corazones la codicia de nuestras pobres
chozas isleñas.

1200
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1201
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 27

AÑO 46

Para señalar el comienzo de cada nuevo


ciclo o edad de los hombres, se celebran
en Roma juegos expiatorios, llamados
Tarentinos o Seculares. Adquieren la
forma de un festival de tres días y tres
noches, en honor de Piutón y
Proserpina, los dioses del Mundo
Inferior. Los historiadores convienen en
que estos juegos fueron establecidos
formalmente, por primera vez, por
Publicóla, un Valeriano, en el año 250
1202
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

después de la fundación de Roma... que


fue también el año en que los Claudios
llegaron a Roma desde el país sabino.
Pero fueron celebrados 110 años antes
como ritual de familia de los Valerio, de
acuerdo con un oráculo del Apolo de
Delfos. Publicóla juró que serían
ejecutados al comienzo de cada nuevo
ciclo, desde entonces, mientras la
ciudad se mantuviese en pie. Desde su
época hubo cinco celebraciones, pero a
intervalos irregulares, debido a
diferencias de opinión en cuanto al
momento en que debía comenzar cada
nuevo ciclo. A veces se ha considerado
que el ciclo es el ciclo natural de tiempo
de ciento diez años, que es el antiguo
método etrusco de cálculo, y a veces
como el ciclo civil romano de cien años,
y en ocasiones los Juegos se celebraron
cuando resultó evidente que no
sobrevivía nadie que hubiese
1203
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

participado en la celebración anterior.


La más reciente celebración, en tiempos
de la república, fue en el año 607 a
contar de la fundación de la ciudad, y la
única celebración que se realizó desde
entonces fue la de Augusto, en el año
736. El año de la celebración de
Augusto no podía ser justificado como
indicativo del centésimo, o el centésimo
décimo año de la celebración anterior,
ni como indicativo de la muerte del
último hombre que había participado en
ella. Tampoco se lo podía considerar
como una fecha estimada por cálculo
desde la época de Publicóla, contando
en plazos de 100 ó 110 años. Augusto, o
más bien la Junta de Quince, sus
consejeros religiosos, se basaban, para
sus cálculos, en una supuesta primera
celebración de sus Juegos en el año 97 a
contar de la fundación de la ciudad.
Admito que en mi historia de las
1204
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reformas religiosas he aceptado esta


fecha como la correcta, pero sólo
porque el hecho de criticarlo en este
punto importantísimo me habría creado
serios problemas con mi abuela Livia.
El hecho es que sus cálculos eran
incorrectos (para no entrar en el asunto
en detalle), incluso aunque la primera
celebración se hubiese realizado cuando
él dijo que se realizó, cosa que no era
así. Yo tomé como punto de partida
para el cálculo el festival de Publicóla,
con ciclos naturales de 110 años
(porque es indudable que esto era lo que
significaba un ciclo para Publico- Año
46 la), hasta llegar al año 690 a contar
de la fundación de la ciudad. En esa
fecha habría debido realizarse la última
celebración, y luego, la siguiente, en el
año 800, fecha a que acabamos de llegar
en este relato, es decir, el séptimo, año
de mi propia monarquía.
1205
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ahora bien, cada ciclo tiene cierto


carácter fatal, que le es proporcionado
por los acontecimientos del año
inaugural. El primer año del ciclo
anterior había sido señalado por el
nacimiento de Augusto, la muerte de
Mitrídates el Grande, la victoria de
Pompeyo sobre los fenicios y su captura
de Jerusalén, la infructífera tentativa de
Catilina de llevar a cabo una revolución
popular y la asunción por César de su
Sumo Sacerdocio. ¿Será necesario
señalar la importancia de cada uno de
estos acontecimientos? ¿Qué para el
ciclo siguiente nuestras armas estaban
destinadas a lograr grandes triunfos en
el exterior, y que el imperio se
ampliaría grandemente, las libertades
populares quedarían suprimidas y los
Césares serían los mediadores de los
dioses? Mis intenciones eran expiar los
pecados y los delitos de ese antiguo
1206
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ciclo, e inaugurar uno nuevo con


solemnes sacrificios, porque en ese año
soñaba con completar mi labor de
reforma. Luego entregaría el gobierno
de una nación, ahora próspera y bien
organizada, al Senado y al Pueblo, a los
cuales le había sido durante tanto
tiempo arrebatado.
Tenía elaborado todo el plan en detalle.
Resultaba claro que el gobierno por el
Senado, bajo cónsules elegidos
anualmente, ofrecía grandes
desventajas. El período de un solo año
no era lo bastante prolongado. Y el
ejército no deseaba que su comandante
en jefe cambiara constantemente. Mi
plan, en pocas palabras, consistía en
regalar a la nación la Lista Civil, salvo
la parte de la misma que fuese necesaria
para mantenerme como ciudadano
privado, y las tierras imperiales, incluso
Egipto, e introducir una ley que
1207
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estipulase un cambio de gobierno cada


cinco años. Los ex cónsules del período
quinquenal anterior, junto con ciertos
representantes del Pueblo y de los
Caballeros, formarían un gabinete para
aconsejar y colaborar con uno de ellos
—elegido por suertes religiosas y
conocido con el título de Cónsul en Jefe
— en el gobierno del país. Cada
miembro del gabinete sería responsable
ante el cónsul en jefe por un
departamento correspondiente a los que
yo había establecido con la dirección de
mis libertos, o por el gobierno de una de
las provincias de frontera. Los cónsules
del año actuarían como un vínculo entre
el cónsul en jefe y el Senado, y
ejecutarían sus obligaciones habituales
de jueces de apelación. Los Protectores
del Pueblo actuarían como vínculo entre
el cónsul en jefe y el Pueblo. Los
cónsules serían elegidos en la orden
1208
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

senatorial, por elección popular, y en


los casos de emergencia natural se
recurriría a un plebiscito. Se me habían
ocurrido una cantidad de ingeniosas
salvaguardias para esta constitución, y
me felicitaba de que fuese un modelo
funcional. Mis libertos seguirían siendo
funcionarios permanentes, encargados
del personal de escribientes, y el nuevo
gobierno se beneficiaría con sus
consejos. De tal modo, se conservarían
las mejores características del gobierno
monárquico, sin perjuicios para la
libertad republicana. Y para mantener al
ejército satisfecho incluiría en la nueva
constitución una medida que
estableciera una compensación en
dinero, que sería pagada cada cinco
años en proporción del éxito de nuestras
armas en el exterior y del aumento de
las riquezas en el país. Las
gobernaciones de las provincias serían
1209
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

distribuidas entre caballeros que


hubiesen ascendido a altos puestos en el
ejército, y entre los senadores.
Por el momento no le hablé a nadie de
mis planes, sino que continué
trabajando alborozado. Estaba
convencido de que en cuanto
demostrara, por medio de una renuncia
voluntaria a la monarquía, que mis
intenciones jamás habían sido tiránicas
y que las ejecuciones sumarias que
ordené fueron prácticamente
obligatorias, se me perdonarían todos
los errores de menor cuantía, en vista de
la gran labor de reformas que había
cumplido, y que todas las sospechas
quedarían olvidadas. Me dije: «Augusto
siempre dijo que renunciaría y
restablecería la república, pero nunca lo
hizo a causa de Livia. Y Tiberio,
siempre dijo lo mismo, pero nunca lo
hizo porque temía el odio que había
1210
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conquistado con su crueldad y tiranía.


Pero yo voy a renunciar realmente; no
hay nada que me lo impida. Mi
conciencia está clara, y Mesalina no es
Livia.»
Los Juegos Seculares se celebraron, no
en el verano, como en ocasiones
anteriores, sino el 21 de abril, festival
de los Pastores, porque era en ese día
cuando Rómulo y sus pastores fundaron
Roma, 800 años antes, seguí el ejemplo
de Augusto, en el sentido de no hacer
que los dioses del Mundo Inferior
fuesen las únicas deidades festejadas,
aunque el Tarento, una grieta volcánica
del campo de Marte, que era un lugar
tradicional para las celebraciones y del
cual se decía que era una de las entradas
al Infierno, fue convertido en un teatro
temporal e iluminado con luces de
colores, y el hecho el centro del
Festival. Unos meses antes había
1211
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

enviado heraldos a convocar a todos los


ciudadanos (con la antigua fórmula) a
un espectáculo «que nadie ahora con
vida ha presenciado jamás, y que nadie
ahora con vida volverá a ver». Esto
provocó algunas burlas, porque la
celebración de Augusto, 64 años antes,
era recordada por gran cantidad de
ancianos y ancianas, algunos de los
cuales, incluso habían participado en
ella. Pero era la antigua fórmula, y
estaba justificada por el hecho de que la
celebración de Augusto no se había
llevado a cabo en el momento correcto.
En la mañana del primer día, la Junta
de Quince distribuyó a todos los
ciudadanos libres, desde la escalinata
del templo de Júpiter, en el monte
Capitolino, y del de Apolo, en el
Palatino, antorchas, azufre y betún, los
instrumentos de la purificación.
También trigo, cebada y habas, parte
1212
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para servir como ofrenda a las Parcas, y


parte para ser entregada como pago a
los actores que participasen en el
festival. A la mañana temprano se
habían ofrecido sacrificios,
simultáneamente, en todos los
principales templos de Roma, a Júpiter,
Neptuno, Juno, Minerva, Venus, Apolo,
Mercurio, Ceres, Vulcano, Marte,
Diana, Vesta, Hércules, Augusto,
Latona, las Parcas, y a Plutón y
Proserpina. Pero el principal
acontecimiento del día era el sacrificio
de un toro blanco a Júpiter y de una
vaca blanca a Juno en el Capitolio y se
esperaba que todos concurriesen. Luego
fuimos en procesión al teatro de Tárente
y entonamos coros en honor de Apolo y
Diana. La tarde fue ocupada con
carreras de cuadrigas y cacerías de
animales salvajes y luchas a espada en
el circo y en los anfiteatros, y juegos
1213
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escénicos en honor de Apolo en el


teatro de Pompeyo.
Esa noche, a las nueve, después de
quemar grandes cantidades de azufre y
de salpicar con aguas sagradas, en
consagración de todo el Campo de
Marte, sacrifiqué tres terneros a las
Parcas en tres altares subterráneos
construidos en la orilla del Tíber, en
tanto que una muchedumbre de
ciudadanos que me acompañaba agitaba
sus antorchas encendidas, ofrecía su
trigo, su cebada y sus habas, y cantaba
un himno de arrepentimiento por los
errores pasados. La sangre de los
corderos fue salpicada en los altares, y
sus cadáveres quemados. En el teatro de
Tarento se entonaron entonces más
himnos, y la parte expiatoria del festival
trascurrió con una apropiada
solemnidad. Luego se representaron
escenas de la leyenda romana, incluso
1214
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un ballet ilustrativo de la lucha entre los


tres hermanos Horacios y los tres
hermanos Curiacios, que según se decía
había ocurrido muy cerca del día de la
primera celebración de los Juegos por la
familia Valerio.
Al día siguiente las matronas más
nobles de Roma, encabezadas por
Mesalina, se reunieron en el Capitolio y
efectuaron súplicas a Juno. Los Juegos
continuaron como el día anterior;
trescientos leones y cien osos fueron
muertos en el anfiteatro, para no hablar
de los toros y de numerosos
gladiadores. Esa noche sacrifiqué un
cerdo y un lechón negro a la Madre
Tierra. El último día se entonaron
himnos griegos y latinos, en coro, en el
santuario de Apolo, por trescientos
hermosos jóvenes y doncellas, y se
sacrificaron bueyes blancos. Apolo era
honrado de esta manera porque su
1215
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

oráculo había ordenado primitivamente


la institución del festival. Los himnos
eran para implorar la protección de
Apolo, de su hermana Diana, de su
madre Latona, de su padre Júpiter, para
todas las ciudades, pueblos y
magistrados de todo el imperio. Uno de
ellos era la famosa obra de Horacio,
compuesta en honor de Apolo y Diana,
que no tenía que ser puesta al día, como
se hubiera supuesto. En rigor, uno de
los versos del himno era más adecuado
que cuando fue compuesto por primera
vez:

Movida por la solemne voz de la


oración,
ambas deidades harán de Roma su
gran preocupación.
Benignas alejarán los cuidados
de hambres y pestes y llantos y
guerras.
1216
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

A Roma a César librarán de ellos,


para descargarlos sobre
el británico enemigo...

Horacio lo había escrito en un


momento en que Augusto tenía la
intención de librar una guerra contra
Bretaña, pero nunca la llevó a cabo, de
modo que los británicos no eran
oficialmente nuestros enemigos como lo
eran ahora.
Más sacrificios a todos los dioses, más
carreras de cuadrigas, luchas de
gladiadores, cacerías de animales
salvajes, pruebas atléticas. Esa noche,
en Tarento, sacrifiqué a Plutón y
Proserpina un cordero negro, una oveja
negra, un toro negro, una vaca negra, un
jabalí negro, una puerca negra.
Y terminó el festival hasta dentro de
110 años. Había transcurrido sin un solo
error, sin que se informase de augurio
1217
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

maligno de especie alguna. Cuando le


pregunté a Vitelio si le había satisfecho
el festival, me dijo:
—Fue excelente, y te deseo que este
día vuelva a repetirse muchas veces.
Estallé en carcajadas y él se disculpó
por su distracción. Había identificado
inconscientemente el nacimiento de
Roma con el mío, explicó, pero
esperaba que la frase resultase ser un
presagio de vida prolongada, para mí,
hasta llegar a una vejez notable y
vigorosa. Pero Vitelio sabía ser muy
insincero. Creo ahora que el retruécano
se le había ocurrido muchas semanas
antes.
Para mí el momento más orgulloso del
festival fue la tarde del tercer día,
cuando los Juegos de Troya fueron
realizados en el campo de Marte y mi
pequeño Británico, que entonces sólo
tenía seis años de edad, participó en la
1218
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escaramuza con chicos que le doblaban


en edad, y manejó su poney y sus armas
como un Héctor o un Caractato. La
gente reservó sus más estruendosas
ovaciones para él. Comentó su
extraordinario parecido con mi hermano
Germánico y le profetizó espléndidos
triunfos en cuanto tuviese Suficiente
edad para ir a la guerra. Un sobrino-
nieto mío también participó en los
juegos, un chico de once años, hijo de
mi sobrina Agripinila. Se llamaba Lucio
Domicio*, y ya lo he mencionado antes,
pero sólo al pasar. Ahora ha llegado el
momento de hablar más de él.
Era hijo de Domicio Enobarbo (o barba
de bronce), mi primo materno, que tenía
reputación de ser el hombre más
sanguinario de Roma. El carácter
sanguinario era de familia, como la
barba roja, y se decía que no era extraño
que tuviesen barbas de bronce, que
**
Después emperador Nerón. - R. G.
1219
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hacían juego con sus caras de hierro y


corazones de cuero. De joven, Domicio
Enobarbo había servido en el estado
mayor de Cayo César, en Oriente, y
matado a uno de sus libertos
encerrándolo en una habitación, sin
agua para beber, y nada más que
pescado salado y pan seco para comer,
nada más que porque se negó a
emborracharse como correspondía en el
banquete de su cumpleaños. Cuando
Cayo se enteró de esto, le dijo a
Domicio que sus servicios no eran ya
necesarios y que no lo contaba entre sus
amigos. Domicio volvió a Roma, y en el
viaje de regreso, en un acceso de mal
humor, espoleó de pronto a su caballo, a
lo largo de una calle de aldea, en la Vía
Apia, y pisó deliberadamente a una niña
que jugaba en la carretera con su
muñeca. Otra vez, en la plaza del
Mercado, buscó pendencia a un
1220
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

caballero a quien le debía dinero, y le


saltó un ojo con el pulgar. En los
últimos años de su reinado mi tío
Tiberio trabó amistad con Domicio
porque cultivaba deliberadamente la
amistad de los hombres más crueles y
viles, con el objeto, según se supone, de
sentirse un tanto virtuoso en
comparación. Casó a Domicio con su
nieta adoptiva, mi sobrina Agripinila, y
el matrimonio tuvo un hijo, este Lacio.
Felicitado por su amigo durante el
nacimiento de un heredero, Domicio
respondió, ceñudo:
—Ahórrense las felicitaciones,
estúpidos. Si tuviesen algún verdadero
patriotismo irían hasta la cuna y
estrangularían al niño en el acto. ¿No se
dan cuenta de que Agripinila y yo
conocemos todos los vicios existentes,
humanos e inhumanos, y que él está
destinado a crecer y convertirse en el
1221
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

demonio más detestable que jamás haya


asolado a nuestro desdichado país? Y
esto no son conjeturas. ¿Alguno de
ustedes ha visto su horóscopo? Es
suficiente para hacerle' estremecerse a
uno.
Domicio fue arrestado por la doble
acusación de traición e incesto con su
hermana Domicia. Por supuesto, eso no
significaba nada en época de Tiberio;
no era más que una formalidad. Tiberio
murió oportunamente y él fue (liberado
por Calígula. No mucho después de eso
murió el propio Domicio, de hidropesía.
Había incluido a Calígula en su
testamento, como coheredero del joven
Lucio, y le dejaba dos tercios de sus
propiedades. Cuando Agripinila , fue
desterrada a su isla, Calígula se apoderó
también del resto de la herencia, de
modo que Lucio era ahora
prácticamente un huérfano, y no tenía
1222
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

medio alguno de subsistencia. (Pero su


tía Domicia lo cuidó. (No hay que
confundirla con su hermana Domicia
Lépida, madre de Mesalina.) Era una
mujer que se entregaba por entero a los
placeres, y que sólo se preocupó por el
joven Lucio debido a una profecía que
indicaba que algún día sería emperador.
Quería granjearse su simpatía. El hecho
de que los tres instructores a quienes
confió el cuidado de Lucio fuesen un ex
bailarín sirio de ballet, que compartía
los favores de Domicia con un ex
gladiador tirolés; este mismo ex
gladiador y su peluquero griego,
constituye un comentario en cuanto al
carácter de Domicia. Entre los tres le
proporcionaron una espléndida
educación popular.
Dos años más tarde, cuando Agripinila
regresó, experimentó tan pocos
sentimientos maternos por su hijo, que
1223
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dijo a Domicia que podía muy bien


quedarse con él un par de años más.
Pagaría porque le quitara la
responsabilidad de las manos. Yo
intervine e hice que Agripinila se lo
llevase a casa. Se llevó también a los
instructores, porque Lucio no quería ir
sin ellos, y Domicia tenía otros
amantes. Agripinila llevó, además, al
esposo de Domicia, un ex cónsul, pero
pronto riñeron y se separaron. El
acontecimiento siguiente en la vida de
Lucio fue un intento de asesinato
mientras dormía su siesta de la tarde.
Dos hombres entraron por la puerta
delantera, sin que los detuviese el
portero, que también dormía la siesta,
subieron, no encontraron a nadie en los
corredores, vagaron un rato, hasta que
vieron a un esclavo durmiendo frente a
la puerta de un dormitorio, que
decidieron debía ser la que buscaban,
1224
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entraron y encontraron a Lucio dormido


en su cama, extrajeron sus dagas y se
aproximaron en puntillas de pie. Un
momento más tarde salieron corriendo,
gritando: «¡La serpiente, la serpiente!»
Aunque la casa fue alarmada por el
ruido, no se hizo esfuerzo alguno por
detenerlos, y lograron huir. Lo que los
asustó fue la visión de una piel de cobra
en la almohada de Lucio. Había estado
usándola envuelta en torno a la pierna,
como remedio contra el escrófula, del
cual había sufrido mucho de niño, y
supongo que jugó con ella mientras se
dormía. En la habitación sumida en
penumbra, parecía una cobra viva.
Desde entonces he supuesto que los
asesinos fueron enviados por Mesalina,
quien odiaba a Agripinila pero que, por
uno u otro motivo, no se atrevía a
presentar ninguna acusación contra ella.
Sea como fuese, circuló el rumor de que
1225
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dos cobras montaban guardia ante la


cama de Lucio, y Agripinila estimuló el
rumor. Montó la piel de cobra en un
brazalete de oro, con formas de
serpiente, para que él la usara, y les dijo
a los amigos que en verdad la habían
encontrado sobre la almohada y que
debía de haber sido dejada allí por una
cobra. Lucio dijo a sus amigos que
efectivamente tenía una cobra como
centinela, pero que probablemente era
una exageración afirmar que era una
doble guardia. Solía beber de su jarro de
agua. No se hicieron más tentativas de
asesinato.
Lucio, como Británico, se parecía a mi
querido hermano Germánico, que era su
abuelo, pero en este caso era una
semejanza odiosa. Las facciones eran
casi idénticas, pero el carácter franco,
noble, generoso, modesto, que irradiaba
del rostro de Germánico estaba
1226
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

reemplazado aquí por la astucia, la


vileza, la ruindad, la vanidad. Y sin
embargo, la mayoría de la gente no
percibía esto debido al degenerado
refinamiento que había hecho de la
belleza de su abuelo. Poseía una belleza
afeminada que hacía que los hombres se
sintieran atraídos hacia él, como se
hubieran sentido atraídos hacia una
mujer. Y conocía perfectamente el
poder de su belleza y se pasaba mucho
tiempo, todas las mañanas, en su
tocador, en especial dedicándose al
cuidado de su cabello, que usaba muy
largo, como su madre o su tía. Su
instructor, el peluquero, cuidaba su
belleza con tanto celo como el jardinero
en jefe de los jardines de Lúculo
cuidaba los frutos de los famosos
durazneros o del singular cerezo de
frutos blancos que Lúculo había traído
desde el mar Negro. Era extraño
1227
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

contemplar a Lucio en el campo de


Marte, haciendo ejercicios militares con
espada, escudo y lanza. Los manejaba
con bastante corrección, como le había
enseñado su gladiador tirolés, pero sin
embargo, era menos un ejercicio militar
que un ballet. A la misma edad, cuando
Germánico realizaba sus ejercicios, uno
siempre podía escuchar, en la
imaginación, el estrépito del combate,
las trompetas, los gemidos y los gritos,
y ver los borbotones de sangre germana.
En el caso de Lucio, sólo se oían los
aplausos del público de un teatro, y se
veían rosas y monedas de oro que caían
en lluvia sobre el escenario.
Pero basta de Lucio por el momento.
Un tópico más agradable es el de mi
perfeccionamiento del alfabeto romano.
En mi libro anterior he explicado algo
acerca de las tres nuevas letras que
sugerí como necesarias para el uso
1228
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

moderno: la u consonante, la vocal


intermedia entre la i y la u,
correspondiente a la ypsilon griega, y la
consonante que hasta ahora habíamos
expresado por bs o ps. Había tenido la
intención de introducirlas después de mi
triunfo, pero postergué el asunto hasta
que comenzara el nuevo ciclo. Anuncié
mi proyecto en el Senado, el día
después de los Juegos Seculares, y fue
recibido de manera favorable. Pero dije
que se trataba de una innovación que
afectaba personalmente a todos los
hombres del imperio y que no quería
imponer mis propias ideas al pueblo
romano contra su voluntad o de prisa,
de modo que propuse que el asunto
fuese sometido a un plebiscito, en el
plazo de un año. Entretanto publiqué
una circular que explicaba y justificaba
mi plan. Señalé que si bien a uno se lo
educaba de modo que considerase el
1229
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alfabeto como una serie no menos


sagrada e inalterable que los meses del
año o el orden de los numerales o los
signos del Zodíaco, en realidad no era
así. En este mundo todo estaba sujeto a
cambio y mejora. Julio César había
reformado el calendario; se había
ampliado y alterado la convención para
la escritura de los numerales; se habían
modificado los nombres de las
constelaciones; y ni siquiera las estrellas
que las componían eran inmortales...
Desde la época de Homero, las siete
Pléyades se habían convertido en seis
debido a la desaparición de la estrella
Sterope, o, como a veces se la llamaba,
Electra. Lo mismo sucedía con el
alfabeto latino. No sólo habían
cambiado las formas lineales de las
letras, sino también el significado de las
letras como denotativas de ciertos
sonidos hablados. El alfabeto latino
1230
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había sido tomado en préstamo de los


griegos dóricos en la época del sabio
rey Evandro, y los griegos lo recibieron
originariamente de Cadmo, quien lo
trajo consigo cuando llegó con la flota
fenicia, y los fenicios lo recibieron de
los egipcios. Era el mismo alfabeto,
pero sólo de nombre. El hecho es que la
escritura egipcia comenzó en forma de
figuras de animales y otros objetos
naturales, y que éstos se formalizaron
gradualmente en letras jeroglificas, y
que los fenicios las tomaron prestadas y
las modificaron, y que los griegos
tomaron prestadas y modificaron estas
alteraciones y que finalmente los latinos
tomaron prestadas y modificaron estas
modificaciones de modificaciones. El
primitivo alfabeto griego contenía sólo
16 letras, pero se lo aumentó hasta que
tuvo 24, y en algunas ciudades 27. El
primer alfabeto latino contenía sólo 20
1231
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

letras, porque las tres consonantes


griegas aspiradas y la letra Z parecían
innecesarias. Pero unos quinientos años
después de la fundación de Roma se
introdujo la G para complementar a la
C, y en fecha más reciente había
retornado la Z. Y en mi opinión el
alfabeto todavía no era perfecto. Quizá
sería un poco incómodo al principio, si
el país votaba en favor del cambio,
recordar la utilización de estas
convenientes formas nuevas en lugar de
las antiguas, pero la inconveniencia
desaparecería muy pronto y una nueva
generación de niños a quienes se
enseñara a leer y escribir en el nuevo
estilo no lo sentiría en absoluto. La
inconveniencia del cambio introducido
en el calendario, ni siquiera cien años
antes, en que un año tuvo que ampliarse
a quince meses y por lo tanto modificar
la cantidad de días de cada mes, y el
1232
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nombre de cada uno de los meses debió


ser también modificado... eso, en
verdad, fue algo digno de quejarse,
¿pero acaso no había terminado todo
bien? Era indudable que nadie querría
volver al antiguo estilo.
Bien, todos analizaron el asunto
sabiamente, pero quizá nadie se
preocupó mucho por el asunto, en uno o
en otro sentido, o por lo menos no tanto
como yo. Eventualmente se realizó la
votación y hubo un abrumador
pronunciamiento en favor de las nuevas
letras, pero más bien como un cumplido
personal hacia mí, creo, que por una
verdadera comprensión del problema.
De modo que el Senado votó su
inmediata introducción, y ahora
aparecen en todos los documentos
oficiales y en todos los tipos de
literatura, desde los poemas, tratados
científicos y comentarios legales, hasta
1233
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los anuncios de subastas, pedidos de


pago de deudas, cartas de amor y
garabatees pornográficos, con tiza, en
las paredes de los edificios.
Y ahora, haré un breve relato respecto
de varias obras públicas, reformas, leyes
y decretos míos, que datan de la última
parte de mi monarquía. De tal manera,
por así decirlo, dejaré libre la mesa de
trabajo para escribir los últimos y
dolorosos capítulos de mi vida. Porque
ahora he llegado a un punto de viraje de
mi narración: «El descubrimiento»,
como lo llaman los dramaturgos,
después del cual, si bien continué
cumpliendo con mis deberes de
emperador, lo hice con un espíritu muy
distinto que hasta entonces.
Terminé de construir los acueductos.
También construí muchos cientos de
kilómetros de nuevas carreteras y reparé
las antiguas. Prohibí que los
1234
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

prestamistas hicieran préstamos a los


jóvenes necesitados, en espera de la
muerte de los padres de éstos. Era un
tráfico desagradable; el interés resultaba
siempre extorsivo, y con más frecuencia
de lo natural el padre moría muy poco
después. Esta medida era también un
modo de protección de los padres
honrados contra los hijos pródigos. Pero
también proporcioné una protección a
los hijos honrados contra los padres
pródigos. Exceptué la herencia legal de
un hijo, del secuestro de la propiedad de
un padre por deudas o delitos. También
legislé en favor de las mujeres,
liberándolas de la irritante tutela de sus
parientes paternos, y prohibí que las
dotes fueran ofrecidas como garantía
por las deudas de su esposo. Por
sugestión de Palas presenté en el
Senado una moción, que fue adoptada
como ley, en el sentido de que toda
1235
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mujer que se casara con un esclavo sin


el conocimiento y consentimiento del
amo de éste, se convertía a su vez en
una esclava, pero que si lo hacía con el
conocimiento y consentimiento de
aquél, permanecía libre, y sólo sus hijos
nacidos del matrimonio eran esclavos.
Hubo una divertida secuela a mi
introducción de esta moción. Un
senador, que por casualidad era el
cónsul electo, había ofendido a Palas
unos años antes y previo dificultades
para cuando volviese a ocupar su puesto
si no reconquistaba la buena voluntad
de Palas. No digo que estuviese
justificado en lo referente a que Palas le
demostrara rencor, porque Palas es
menos víctima de este defecto que yo,
pero por lo menos tenía la conciencia
intranquila, de modo que propuso que
se concediese a mi liberto una
magistratura honoraria de primera clase
1236
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y la suma de 150.000 piezas de oro por


haber ejecutado un gran servicio al país
al redactar esa ley y convencer al
Senado de que la aprobara. Escipión, el
viudo de Popea, se puso de pie de un
salto y habló con irónica reminiscencia
de Galo y Haterio, en el reinado de mi
tío Tiberio:
—Apoyo esa moción. Y propongo que
también se ofrezca un agradecimiento
público a este hombre extraordinario.
Porque algunos de nosotros, los
genealogistas aficionados, hemos
descubierto en fecha reciente que
desciende directamente del rey Palas de
Arcadia, antepasado de ese rey
Evandro, literario recientemente
mencionado por nuestro gracioso
emperador, quien dio su nombre al
monte Palatino. Agradecimiento
público, digo, que habría que ofrecerle
no sólo por sus servicios al crear esta
1237
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ley, sino también por su modesta


magnanimidad al ocultar su ascendencia
real... por ponerse a disposición del
Senado, como un simple cualquiera, y
por dignarse incluso a ser conocido
como el secretario liberto del
emperador.
Nadie se atrevió a oponerse a esta
moción, de modo que yo me hice el
inocente y no interpuse el veto. Habría
sido injusto para Palas. Pero en cuanto
el Senado suspendió la sesión, le llamé
y le hablé acerca de la moción.
Enrojeció, sin saber si encolerizarse por
el insulto o si sentirse complacido por el
hecho de que se reconocía públicamente
el papel importante que representaba en
los asuntos públicos. Me preguntó si
debía responder, y yo le dije:
—¿Necesitas el dinero?
—No, César, estoy muy bien.

1238
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Hasta qué punto? Vamos, dinos


cuanto dinero tienes, y no me enojaré.
—Unos tres millones de piezas, la
última vez que revisé mis cuentas.
—¿Qué? ¿Piezas de plata?
—No, de oro.
—¡Cielos! ¿Y todo eso honestamente
ganado?
—Hasta la última moneda. La gente
siempre presenta peticiones o pide
favores y yo siempre digo: «¡No puedo
prometerte nada!» Y entonces me dicen:
«Oh, nunca esperamos promesas, pero
por favor, acepta este pequeño regalo en
dinero, como reconocimiento de tu
bondad al recibirnos». De modo que
deposito el dinero en el banco y les
sonrió con simpatía. Es todo tuyo,
César, si lo quieres, ya lo sabes.
—Ya lo sé, Palas, pero nunca imaginé
que fueras tan rico.

1239
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Jamás tengo tiempo de gastar nada,


César.
Palas trabajaba como un galeote. Era
cierto. Entonces le dije que baria que el
Senado no terminara riéndose de él. Le
aconsejé que aceptara el puesto
honorario pero que rechazara el dinero.
Consintió, y entonces aseguré
gravemente al Senado que Palas estaba
satisfecho con el rango honorario que le
habían concedido tan bondadosamente,
y que continuaría viviendo con su
anterior pobreza.
Escipión no quiso dejarse derrotar.
Introdujo una moción por la que me
rogaba que suplicase a Palas que
cediese a las súplicas del Senado y que
aceptara la donación. La moción fue
aprobada, pero Palas y yo continuamos
rechazando. Por consejo mío, rechazó
mis súplicas y las del Senado, y la farsa
quedó completada por otra moción más
1240
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

introducida por Escipión y aprobada por


el Senado, según la cual se felicitaba a
Palas por su primitiva parsimonia. Estas
felicitaciones fueron incluso grabadas
en una tablilla de bronce. Creo que se
convendrá en que no fuimos Palas y yo
quienes hicimos el papel de tontos, sino
Escipión y el Senado.
Limité los honorarios de los abogados a
cien piezas de oro por caso. Esta
limitación estaba directamente dirigida
contra hombres como Suilio, el fiscal de
Asiático, quien podía hacer que un
jurado condenara o absolviera con tanta
seguridad como un granjero lleva sus
cerdos al mercado. Suilio aceptaba
cualquier caso, por desesperado que
fuese, siempre que recibiera todos sus
honorarios, que eran de 4.000 por caso.
Y lo que influía sobre el jurado era lo
impresionante del honorario, tanto
como la seguridad y elocuencia con que
1241
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se dirigía al tribunal. Es claro que de


vez en cuando ni el propio Suilio podía
abrigar esperanzas de triunfar en un
caso porque la culpabilidad de su
cliente resultaba demasiado clara como
para ser ocultada. Pero para no perder
méritos ante el tribunal, que necesitaría
en casos futuros, cuando hubiera por lo
menos una posibilidad de luchar,
prácticamente obligaba al jurado a que
decidiese contra su cliente. Una vez
hubo un escándalo en este sentido. Un
rico caballero, acusado de robar a la
viuda de uno de sus libertos, había
pagado a Suilio sus honorarios y fue
luego traicionado por él de ese modo.
Fue a verlo y le pidió que le devolviera
el dinero. Suilio dijo que había hecho
todo lo posible y lamentó no poder
devolver el dinero... sería un precedente
peligroso. El caballero se suicidó a las
puertas de la casa de Suilio.
1242
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Al reducir los honorarios de los


abogados, que en la Roma republicana
habían sido decretados ilegales, herí su
prestigio ante los jurados, que en
adelante se sintieron más inclinados a
emitir veredictos correspondientes a los
hechos del caso. Libré una especie de
guerra contra los abogados. A menudo,
cuando tenía que juzgar un caso, solía
advertir al juzgado, con una sonrisa:
«Soy un anciano, y mi paciencia se
agota fácilmente. Es probable que mi
veredicto vaya en favor de la parte que
presente sus pruebas en la forma más
breve, sincera y lúcida, aunque sea un
tanto incriminadora, y no a la parte que
arruine un buen caso ofreciendo un
espectáculo inadecuadamente brillante.»
Y citaba a Homero:

Sí, cuando los hombres hablan, al


que más detesto,
1243
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

es al que encierra la verdad adentra


de su pecho.

Estimulé la aparición de un nuevo tipo


de abogados, sin gran experiencia legal,
pero con sentido común, voz clara y
talento para reducir los casos a sus
elementos más sencillos. El mejor de
ellos era Agatón. Siempre le concedía el
beneficio de la duda, cuando presentaba
un caso ante mí en su forma agradable,
cómoda y exacta, a fin de estimular a
otros para que lo emulasen.
El Instituto Forense y Legal de
Telegonio, «el sapientísimo y elocuente
orador y jurista», fue cerrado hace unos
tres años. Sucedió como sigue.
Telegonio, obeso, agitado y con los
cabellos al rape, apareció un día ante el
tribunal que yo presidía, y presentó un
caso propio. Un magistrado lo había
obligado a pagar una fuerte multa con el
1244
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pretexto de que había incitado a uno de


sus esclavos a matar a un valioso
esclavo de Vitelio. Parece que el
esclavo de Telegonio, en una barbería,
se había dado insoportables aires de
abogado y orador. Estalló una disputa
entre este individuo y el esclavo de
Vitelio, quien esperaba su turno para ser
afeitado y al que se conocía como el
mejor cocinero de toda Roma, aparte
del mío, y que valía por lo menos
10.000 piezas de oro. Con ofensiva
elocuencia, el esclavo de Telegonio
comparó la importancia artística de la
oratoria y la cocina. El cocinero de
Vitelio no era pendenciero, pero hizo
algunas desapasionadas afirmaciones,
tales como las de que no se podía
esclarecer una adecuada comparación
entre los practicantes domésticos de
espléndidas artes y los espléndidos
practicantes de artes domésticos; que
1245
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

esperaba, si no deferencia, por lo menos


cortesía de los esclavos de menos
importancia que él; y que valía por lo
menos cien veces más que su oponente.
El orador, encolerizado por las
simpatías que el cocinero despertó en
los otros parroquianos, arrebató la
navaja de mano del barbero y cortó la
garganta al cocinero, exclamando:
—Te enseñaré a discutir con uno de los
hombres de Telegonio.
Por lo tanto Telegonio fue multado en
todo el valor del cocinero asesinado,
debido a que la violencia del esclavo se
debía a una obsesión de infalibilidad
argumenta! inculcada por el instituto a
todos sus empleados. Telegonio apeló
sobre la base de que el esclavo no había
sido incitado al asesinato con violencia,
porque el lema del Instituto era: «La
lengua es más poderosa que la espada»,
que constituía una sugestión directa a
1246
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

atenerse a aquella arma en toda disputa.


También afirmó que había sido un día
muy caluroso, que el esclavo fue
sometido a un grosero insulto por la
sugerencia de que no valía más que
unas miserables cien piezas de oro —el
valor más bajo que podía asignarse a
sus servicios de trabajador
especializado sería de cincuenta piezas
de oro anuales—, y que por lo tanto la
única opinión correcta era la de que el
cocinero había provocado el asesinato
por su conducta.
Vitelio compareció como testigo.
—César —dijo—, yo veo la cosa de
esta manera. Este esclavo de Telegonio
ha matado a mi cocinero en jefe, una
persona suave y digna, y un perfecto
artista a su manera, como tú mismo
admitirás, ya que con frecuencia
elogiaste sus salsas y pasteles. Me
costará por lo menos 10.000 piezas de
1247
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

oro reemplazarlo, y aun así, puedes


estar seguro, no podré conseguir alguien
que sea ni la mitad de bueno que él. Su
asesino usó frases en alabanza de la
oratoria y en desprecio de la cocina, y
se ha demostrado que aparecen, palabra
por palabra, en los manuales de
Telegonio. Y además he demostrado
que en los mismos manuales, en los
apartados dedicados a la «libertad»,
aparecen muchos pasajes violentos que
tratan de justificar que una persona
recurra a la fuerza armada cuando
fracasan los argumentos y la razón.
Telegonio interrogó a Vitelio, y debo
admitir que había conseguido anotarse
varios tantos en su favor cuando un
visitante casual al tribunal introdujo una
sorpresa. Se trataba de Alejandro el
Alabarca, quien estaba por casualidad
en Roma y que había entrado en el

1248
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tribunal para divertirse. Hizo que me


entregaran una nota:

La persona que se llama Telegonio


de Atenas y Roma es un esclavo
fugitivo mío, llamado Joannes,
nacido en Alejandría, en mi propia
casa, de madre siria. Lo perdí hace
25 años. Encontraras una letra A,
dentro de un círculo, grabada en su
cadera izquierda, que es la marca
de mi casa.
Firmado: ALEJANDRO,
ALABARCA

Interrumpí el caso mientras llevaban a


Telegonio afuera y lo identificaban en
realidad como propiedad del alabarca.
Imagínense: ¡durante veinte años había
estado haciéndose pasar por ciudadano
romano! Toda su propiedad hubiera
debido pasar al Estado, salvo las 10.000
1249
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

piezas de oro que se le concedieron a


Vitelio. Pero permití que el alabarca se
quedara con la mitad de esa suma. En
compensación, el alabarca me regaló a
Telegonio, a quien entregué a Narciso
para que hiciera lo que quisiera con él.
Narciso lo puso a trabajar en la útil
tarea de asentar las actas del tribunal.
Esta, pues, era la forma en que
gobernaba. Y amplié en gran escala la
ciudadanía romana, con la intención de
que ninguna provincia cuyos habitantes
fueran leales y pacíficos permaneciese
durante mucho tiempo inferior en rango
cívico al de Roma y el resto de Italia.
La primera ciudad de Francia del norte
a la que le concedí la ciudadanía fue
Autun.

1250
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

AÑO 48

Luego hice realizar el censo de los


ciudadanos romanos.
La cantidad de ciudadanos romanos,
incluidos mujeres y niños, era ahora de
5.984.072, en comparación con los
4.937.000 que daba el censo del año en
que murió Augusto, y con la de
4.233.000 que daba el censo realizado
al año siguiente de la muerte de mi
padre, escritos brevemente en una
página, estos números no son
impresionantes, pero piénsese en ellos
en términos humanos. Si todos los
ciudadanos romanos desfilasen ante mí
a paso vivo, lo mas cerca posible los
unos de los otros, pasarían dos años
antes de que apareciera el último. Estos
eran sólo los ciudadanos verdaderos. Si
desfilara toda la población del imperio,
más de 70.000.000, ahora que había que
1251
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

contar con Bretaña, Marruecos y


Palestina, llevaría doce veces más
tiempo, es decir, 24 años, para que
pasaran, y en 24 años hay tiempo para
que nazca toda una nueva generación,
de modo que podría quedarme sentado
toda una vida, y el torrente continuaría
pasando, se destilaría y pasaría con un
perpetuo fluir, y la misma cara no
aparecería dos veces seguidas. Los
números son una pesadilla. Pensar que
el primer Festival de Pastores de
Rómulo fue festejado por no más de
3.300 almas. ¿Dónde terminará todo
esto?
Lo que quiero subrayar, antes que nada,
en estos relatos de mis actividades
como emperador, es el hecho de que
hasta ese momento por lo menos había
actuado, en la medida en que me era
posible, por el bien del pueblo, en el
más amplio sentido posible. No era un
1252
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

revolucionario irreflexivo, ni un cruel


tirano, ni un reaccionario obstinado.
Trataba de combinar la generosidad con
el buen sentido, cada vez que me era
posible, y nadie puede acusarme de no
haber hecho lo que pude.

Dos documentos que ilustran la


práctica legislativa de Claudio, y
también su estilo epistolar y oratorio

EDICTO DE CLAUDIO ACERCA DE


CIERTAS TRIBUS TIROLESAS Año
46

Publicado en la residencia de Baias,


en el año del consulado de Marco
Junio Silano y de Quinto Sulpicio
Camerio, en el decimoquinto día de
marzo, por orden de Tiberio
Claudio César Augusto Germánico.

1253
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tiberio Claudio César Augusto


Germánico, Sumo Pontífice,
Protector del Pueblo por sexta vez,
emperador, Padre de la Patria,
cónsul electo por cuarta vez, emite
la siguiente declaración oficial:
En relación con ciertas antiguas
controversias, cuya solución había
quedado pendiente desde hace
algunos años, cuando mi tío Tiberio
era emperador: Mi tío había
mandado a cierto Pinario
Apolinaris a investigar aquellas
controversias relacionadas con los
comercios (por lo que recuerdo) y
los bergalios, pero no otros. Y este
Pinario descuidó su cometido
debido a la obstinada ausencia de
mi tío de Roma. Y luego, cuando mi
sobrino Cayo fue emperador y no le
pidió tampoco informe alguno, no se
lo ofreció —no fue ningún tonto,
1254
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dadas las circunstancias—, y


después de eso yo recibí un informe
de Camurio Estatuto en el sentido
de que gran parte de las tierras
agrícolas y forestales de esas
regiones estaban en realidad bajo
mi propia jurisdicción... De modo
que, para llegar al momento actual,
en fecha reciente envié a mi buen
amigo Planta Julio allí y, cuando
convocó una reunión de
gobernadores, tanto los locales
como aquellos cuyos distritos se
encontraban a alguna distancia,
examinó a fondo todos esos
problemas y extrajo su conclusión.
Ahora apruebo la redacción del
siguiente edicto que —justificado
previamente con un lúcido informe
— ha presentado para mi firma, si
bien contiene decisiones más
amplias de las que Pinario podía
1255
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tomar: «En lo que respecta a la


posición de los anaunianos, los
tuliasianos y los sindunianos,
entiendo, según fuentes autorizadas,
que algunos de éstos han sido
incorporados al gobierno del Tirol
del sur, aunque no todos. Ahora
bien, aunque observo que las
pretensiones de estas tribus a la
ciudadanía romana no reposan
sobre cimientos muy seguros, sin
embargo, como puede decirse que
han entrado en posesión de ella por
derecho de colonización y se han
mezclado en forma tan estrecha con
los tiroleses del sur, que no pueden
ser separados de ellos ahora sin
inferir un daño grave a ese
distinguido cuerpo de ciudadanos,
concedo por la presente,
voluntariamente, permiso para que
continúen gozando de los derechos
1256
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que han asumido. Lo hago con tanto


más placer, cuanto que una gran
cantidad de los hombres cuya
situación legal está afectada, sirven
en la división de la guardia —
algunos de ellos han ascendido al
mando de compañías— y algunos de
sus compatriotas han sido jurados
en Roma y cumplen allí con sus
deberes.
Este favor incluye la sanción legal
retrospectiva de cualesquier acción
que hayan ejecutado y cualesquiera
contratos que hayan firmado bajo la
impresión de que eran ciudadanos
romanos, ya sea entre sí mismos o
con los tiroleses del sur, o en
cualesquiera otra circunstancias. Y
los nombres que hasta ahora hayan
llevado, como si fuesen ciudadanos
romanos, les autorizo por la
presente a conservarlos.»
1257
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

FRAGMENTOS DEL DISCURSO


DEL CLAUDIO AL SENADO
PROPONIENDO
LA EXTENSIÓN DE LA
CIUDADANÍA ROMANA
A LOS FRANCESES DEL DISTRITO
DE AUTUN AÑO 48

Debo pedirles por anticipado,


señores, que corrijan su primera
impresión escandalizada al
escuchar la proposición que estoy a
punto de hacer, en el sentido de que
es una proposición revolucionaria.
Preveo que tales sentimientos serán
el más. fuerte obstáculo que
encontraré hoy. Quizá la mejor
forma de trasponer este obstáculo
sería la de recordarles cuántos
cambios se han introducido en
1258
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nuestra constitución en el curso de


la historia romana, y cuan
altamente plástica, en verdad, ha
resultado ser desde el comienzo
mismo.
En una ocasión Roma fue
gobernada por reyes, y sin embargo
la monarquía nunca llegó a ser
hereditaria. Algunos desconocidos
conquistaron la corona, e incluso
extranjeros, como por ejemplo el
sucesor de Rómulo, el rey Numa,
que era nativo de Sabino (entonces
era un Estado extranjero, si bien se
encontraba cerca de Roma), y
Tarquino el Primero, quien sucedió
a Anco Marcio. Tarquino estaba
muy lejos de ser de cuna distinguida
—su padre fue Demarato, un
corintio; su madre era tan pobre,
que, si bien provenía de la noble
familia de los Tarquino, se vio
1259
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

obligada a hacer un casamiento


inferior a su condición social—, de
modo que, no pudiendo ocupar un
puesto honorable en Corinto,
Tarquino vino aquí y fue elegido
rey. El y su hijo, o quizá su nieto —
los historiadores no concuerdan ni
siquiera en este sentido—, fueron
reemplazados por Servio Tulio
quien, de acuerdo con los relatos
romanos, era hijo de Ocresia, una
mujer cautiva. Los documentos
etruscos lo designan como el fiel
compañero del etrusco Cele Vipinas,
cuyos infortunios compartió. Dicen
que cuando Cele fue derrotado,
Servio Tulio salió de Etruria con los
restos del ejército de Cele y se
apoderó de la colina Celia, a la que
dio el nombre de su antiguo
comandante. Luego cambió su
nombre etrusco —era Macstrna—
1260
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por el de Tulio, y conquistó la


corona romana, y fue además un
buen rey. Más tarde, cuando
Tarquino el Soberbio y sus hijos
comenzaron a ser odiados por su
conducta tiránica, el pueblo de
Roma, obsérvenlo, por favor, se
cansó del gobierno monárquico, y
tuvimos cónsules; magistrados
elegidos anualmente, en lugar de
reyes.
¿Tengo que recordarles la
dictadura, que nuestros antepasados
consideraban una forma aún más
enérgica de gobierno que el poder
consular, en tiempos difíciles de
guerra o discordia política? ¿O el
nombramiento de los Protectores
del Pueblo para defender los
derechos de los comunes contra la
usurpación? ¿O la Junta de los
Diez, que durante un tiempo
1261
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

arrebató el gobierno a los cónsules?


¿O la división del poder consular
entre varias personas? ¿O el
irregular nombramiento de
coroneles del ejército en el puesto
de cónsules... esto sucedió siete u
ocho veces? ¿O la concesión, a
miembros del común, no sólo de las
más altas magistraturas, sino
también la admisión al sacerdocio?
Sin embargo, no me demoraré en las
primeras luchas -de nuestros
antepasados y en cuál ha sido el
resultado de todo ello. Podrían
ustedes sospechar que trato de
convertir inmodestamente esta
ojeada histórica en una excusa para
jactarme de nuestra reciente
ampliación del imperio, más allá de
los mares del norte...
Fue voluntad de mi tío, el
emperador Tiberio, que las
1262
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

principales colonias y ciudades


provinciales de Italia tuviesen
representantes sentados en este
Senado. Y en verdad pudieron
encontrarse representantes con las
necesarias calificaciones de
carácter y riqueza. «Sí —dirán
ustedes—, pero hay una gran
diferencia entre un senador italiano
y un senador del extranjero». Y
bien, cuando comience a justificar
esta parte de mi acción como
censor, en lo referente a ampliar la
plena ciudadanía romana a las
provincias, les demostraré lo que
siento al respecto. Pero permítanme
que diga brevemente que no creo
que debiéramos prohibir a los
provincianos que ocupen un escaño
en este Senado, cuando lo merezcan,
nada más que porque son
provincianos. La renombrada y
1263
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

espléndida colonia de Vienne, en


Francie, nos ha enviado senadores
durante mucho tiempo, ¿no es
cierto? Mi querido amigo Lucio
Vestino proviene de Vienne y es uno
de los miembros más distinguidos de
su noble Orden de los Caballeros, y
yo lo empleo aquí como ayudante de
mis tareas administrativas. (De
paso, tengo que pedirles un favor
para los hijos de Vestino: quiero
que les concedan los más elevados
honores del sacerdocio... confió en
que más tarde conquistarán
distinciones por sus propios méritos,
para agregarlas a las que se les
concedan por méritos de su padre.)
Pero hay un francés cuyo nombre
omitiré de este discurso, que fue un
granuja y ladrón, y odio incluso la
mención de su nombre. Fue una
especie de prodigio de escuela de
1264
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lucha y se llevó un consulado a su


colonia, antes de que a la misma se
k hubiese concedido siquiera la
ciudadanía romana. Tengo una
opinión igualmente baja de su
hermano, un desdichado tan
miserable e indigno de confianza,
que no podría ser de ninguna
utilidad para ustedes como senador.
Pero ya es hora, Tiberio Claudio
Germánico, que reveles al Senado el
tema de tu discurso; ya has llegado
a las fronteras del sur de Francia...
este Senado no debería
avergonzarse de estos nobles
caballeros que ahora están ante mí,
si se les elevara al rango de
senadores, lo mismo que mi
distinguido amigo Perisco no se
avergonzó cuando descubrió el
nombre francés de Alobrogico entre
las máscaras funerarias de sus
1265
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

antepasados. Si convienen en que


todo esto es como lo digo, ¿qué más
quieren de mí? ¿Quieren que les
pruebe con un mapa, poniendo el
dedo en el lugar mismo, que ya
estamos recibiendo senadores de
más allá de la frontera de Francia
del sur, que en rigor no se sintió
vergüenza alguna cuando se me
introdujo a mí en la orden de
ustedes, habiendo nacido en Lyton?
Oh, señores, confieso que me
aventuro con la máxima timidez más
allá de los familiares límites de
Francia del sur. Sin embargo, la
causa del resto de este gran país
debe ser defendida ahora
definitivamente. Les concedo que los
franceses lucharon contra Julio
César (ahora deificado) durante
diez años, pero también ustedes
deben concederme que durante todo
1266
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un siglo, desde entonces, han


mostrado hacia nosotros una lealtad
más abnegada, incluso en épocas de
desorden, de lo que jamás
habríamos creído posible. Cuando
mi padre Druso se dedicó a 1a
conquista de Germania, todo el país
de Francia permaneció en paz, en su
retaguardia. Y eso precisamente en
momentos en que tuvo que
interrumpir la tarea de hacer un
censo de los propietarios... una
experiencia nueva e inquietante
para los franceses. ¡Pero si incluso
hoy, como tengo buenos motivos
para saberlo por experiencias
personales, este asunto de realizar
un censo es una tarea de las más
arduas, a pesar de que no significa
ahora más que un análisis público
de nuestros recursos materiales...!

1267
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1268
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 28

AÑO 48

Una mañana de agosto, el año del


censo, Mesalina entró temprano en mi
dormitorio y me despertó. Siempre
necesito mucho tiempo para
concentrarme cuando me despierto, en
especial si no he podido dormir entre la
medianoche y el alba, como me sucede
1269
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

a menudo. Se inclinó sobre mí, me


besó, me acarició el cabello y me dijo,
en tono de la mayor preocupación, que
tenía terribles noticias para mí. Le
pregunté, todavía adormilado y más
bien malhumorado, de qué se trataba.
—Barbilo el astrólogo... sabes que
jamás comete un error, ¿no es cierto?
Bien, le pedí ayer que leyese mis
estrellas, porque no lo había hecho
durante dos o tres años, y ayer por la
noche las observó, ¿y sabes qué ha
venido a decirme hace un momento?
—Por supuesto que no lo sé. Dímelo de
una vez y déjame seguir durmiendo; he
pasado una noche espantosa.
—Querido, no me atrevería a
molestarte de esta manera si no fuese
terriblemente importante. Me dijo:
«Mesalina, una terrible suerte le espera
a alguien cercano a ti. Se trata, una vez
más, de la maléfica influencia de
1270
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Saturno. Saturno está en su aspecto más


maligno. El golpe caerá en los próximos
treinta días, no más tarde de los Idus de
septiembre». Le pregunté a quién se
refería, pero no quiso decírmelo.
Continuó haciendo insinuaciones, y al
cabo le sonsaqué la verdad por medio
de amenazas de hacerle azotar. ¡Y
adivina qué dijo!
—Me molesta adivinar cuando estoy
medio dormido.
—Pero yo no te lo quiero decir en
forma directa, es tan aterrador. Dijo:
«Mesalina, tu esposo morirá de muerte
violenta».
—¿Dijo eso, de veras?
Ella asintió con solemnidad.
Me incorporé, con el corazón
palpitando fuertemente. Sí, Barbilo
siempre tenía razón en sus prediciones.
Y eso significaba que no sobreviviría á
mi tentativa de introducción de la nueva
1271
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

constitución en más de unos pocos días.


Había planeado mi discurso para el 7 de
septiembre, el aniversario de mi victoria
en Brentwood, pero todo el asunto lo
mantuve en secreto; ni siquiera se lo
revelé a Mesalina, para quien, por lo
demás, no tenía secretos. Dije:
—¿No se puede hacer nada? ¿No
podemos engañar la profecía de alguna
manera?
—No se me ocurre nada. Eres mi
esposo, ¿no es cierto? A menos de que...
Escucha, ¡se me ocurre una idea!
Supongamos que sólo durante el
próximo mes no seas mi esposo.
—Pero lo soy, no puedo fingir que no
lo soy.
—Puedes divorciarte de mí, ¿no es
cierto? Nada más que por un mes. Y
casarte otra vez conmigo cuando
Barbilo informe que Saturno se ha
alejado a una distancia segura.
1272
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—No, eso no es posible. Si me divorcio


de ti no podremos volver a casarnos
legalmente, a menos de que haya habido
un matrimonio intermedio.
—No había pensado en eso. Pero no
nos dejemos derrotar por un simple
tecnicismo. Supongamos, entonces que
me caso con alguien, cualquiera, como
simple formalidad. Un cocinero, o un
portero, o uno de los guardias de
palacio. Sólo la cuestión ceremonial del
matrimonio, por supuesto. Entraríamos
en la alcoba nupcial por una puerta y
saldríamos de inmediato por la otra. Esa
no es una mala idea, ¿verdad? Pensé
que había algo de cieno en eso, pero era
evidente que tenía que casarse con
alguien de rango e importancia, o si no
crearía una mala impresión. Primero
sugerí a Vitelio, y ella replicó,
sonriente, que Vitelio ya se mostraba
tan sentimental con respecto a ella, que
1273
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sería cruel casarse con él y no permitirle


pasar la noche con ella. Además, ¿qué
había de la profecía? Yo no querría
condenar a Vitelio a una muerte
violenta, ¿no es cierto?
Por lo tanto analizamos varios esposos
para ella. El único acerca del cual nos
pusimos de acuerdo fue Silio, el cónsul
electo, hijo de aquel Silio, el general de
mi hermano Germánico a quien Tiberio
acusó de alta traición y obligó a
suicidarse. Yo no lo apreciaba mucho
porque había dirigido la oposición en el
Senado contra mi medida para la
ampliación de las franquicias de la
ciudadanía, y porque se había mostrado
muy insolente conmigo. Después de mi
discurso sobre la franquicia se le pidió
que diese su opinión. Dijo que le
parecía extraño que se mantuviera a
nuestras antiguas aliadas, las nobles e
ilustres ciudades griegas de Licia,
1274
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

despojadas de su libertad (yo había


anexionado Licia cinco años antes,
debido a continuos disturbios políticos
que estallaban allí, y también a la
cercana isla de Rodas, donde habían
empalado a algunos ciudadanos
romanos), mientras que los bárbaros
celtas del norte eran admitidos a los más
amplios derechos de la ciudadanía
romana. Cuando me llegó el momento
de contestar a esta objeción, que fue
casi la única que se presentó, lo hice en
la forma más agradable posible.
Comencé diciendo:
—En verdad hay un largo trecho donde
la famosa Licia, a el lúcido torrente de
Janto, donde, según las palabras del
poeta Horacio, que oímos cantar el año
pasado en los Juegos Seculares, Apolo
se complace en lavar sus cabellos, hasta
Francia y el enorme y oscuro río
Ródano, el enorme y oscuro río
1275
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ródano... del cual no aparece mención


alguna en las leyendas clásicas, aparte
de una dudosa visita de Hércules, en el
curso de su Décimo Trabajo, cuando iba
a robar los toros de Gerion. Pero no
creo...
Fui interrumpido por unas risitas que
pronto se convirtieron en carcajadas
estentóreas. Parece que cuando repetí
«el enorme y oscuro río Ródano» y
vacilé un momento, en busca de la
frase, Silio había dicho con voz audible,
aunque por mi lado sordo, de modo que
no escuché la interrupción: «Sí, el
enorme y oscuro río Ródano, donde, si
los historiadores no mienten Claudio se
complace en lavar sus cabellos».
Era una referencia a la ocasión en que
fui lanzado desde un puente al río, por
orden de Calígula y casi me ahogué. Se
imaginarán cuan furioso me sentí
cuando Narciso me explicó a qué
1276
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

obedecían las risas. Está muy bien hacer


bromitas personales en una cena privada
o en los baños, u otras más ruidosas
durante el Festival de los Inocentes, de
Saturno (al cual, de paso, volví a
incorporarle el quinto día eliminado por
Calígula), pero por mi parte jamás se
me habría ocurrido hacer ninguna
broma personal en el Senado que
pudiese provocar risas poco bondadosas
contra un colega. Me sentó muy mal el
que un cónsul electo lo hubiese hecho a
mi costa, y en presencia, además, de un
grupo de destacados franceses a quienes
había invitado al Senado. Grité:
—Señores, los invité a dar sus
opiniones respecto de mi moción, pero
por el ruido que están haciendo,
cualquiera creería que esta es una
taberna de las más vulgares. Por favor,
cumplan con las reglas del Senado.

1277
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿Qué pensarán estos caballeros


franceses de nosotros?
El ruido cesó en el acto. Siempre
cesaba cuando veían que me
encolerizaba.
Mesalina dijo que le gustaría mucho
casarse con Silio, no sólo por su
grosería hacia mí, que indudablemente
merecía la venganza astral, sino
también porque la manera en que la
miraba la hacía sentirse segura de que
su insolencia se basaba en un
sentimiento de celos, y de que estaba
apasionadamente enamorado de ella.
Sería un buen castigo para su
presunción, si le decía que se divorciaba
de mí y que se casaría con él, y si sólo
después, en el último momento, le
permitía descubrir que era un
matrimonio sólo en la forma.
Por consiguiente elegí a Silio y ese
mismo día firmé un documento
1278
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

repudiando a Mesalina como esposa y


permitiéndole volver a su techo paterno.
Intercambiamos muchas bromas al
respecto. Mesalina fingió pedir permiso
para quedarse, cayó de rodillas ante mí
y me pidió perdón por sus errores.
También abrazó llorando, a los niños,
quienes no sabían qué sucedía.
—¿Deben sufrir estos pobrecitos por
los errores de una madre, hombre cruel?
Le contesté que sus pecados eran
imperdonables. Era demasiado joven,
inteligente e industriosa para
permanecer conmigo una hora más.
Fijaba a las demás esposas una norma
imposible de alcanzar, y me convertía
en el objeto de los celos universales. Me
susurró al oído:
—Si llego una noche a palacio, la
semana que viene, y cometo adulterio
contigo, ¿me desterrarás? Es posible
que sienta la tentación de hacerlo.
1279
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Sí, te desterraré, en efecto, y me


desterraré a mí mismo. ¿Adonde
iremos? Me gustaría visitar Alejandría.
Dicen que es un lugar ideal para los
destierros.
—¿Y nos llevaremos también a los
niños ? Les encantaría.
—No creo que el clima les convenga.
Tendrían que quedarse aquí con tu
madre.
—Mamá no sabe nada acerca de la
forma adecuada de educar niños. ¡Mira
cómo me educó a mí! Si no quieres
llevar a los chicos no vendré a cometer
adulterio contigo.
—Entonces me casaré con Lolia
Paulina, nada más que para darte celos.
—Pues entonces asesinaré a Lolia
Paulina. Le enviará tortas envenenadas,
como las que Calígula solía enviar a la
gente que lo había convertido en su
herrero.
1280
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Bien, aquí tienes tu documento de


divorcio, firmado y sellado, ramera.
Ahora has recuperado todos los
derechos y privilegios de una mujer
soltera.
—Besémonos, Claudio, antes de
separarnos.
—Me recuerda la hermosa despedida
de Héctor y Andrómaca, del sexto Libro
de La lliada:
Tu princesa se aleja con profetice
suspira,
a desgana se aleja, y a menudo
vuelve la mirada
henchida por las lágrimas,
luego, lenta,
entra en su palacio y se prodiga a su
pena.

Vaya, no tengas tanta prisa por irte


corriendo con tu divorcio, Mnester
1281
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

podría darte unas cuantas lecciones


privadas de actuación escénica.
—Ahora soy mi propia dueña, y si no
tienes cuidado me casaré con Mnester.
Se suponía que Silio era el noble más
guapo de Roma, y hacía tiempo que
Mesalina se sentía fascinada por él.
Pero Silio no era en modo alguno una
víctima fácil de su pasión. En primer
lugar, era un hombre virtuoso, o por lo
menos se enorgullecía de su virtud.
Además estaba casado con una mujer
noble de la familia Silano, una hermana
de la primera esposa de Calígula, y
finalmente, si bien Mesalina lo atraía
físicamente, y ello en el más alto grado,
estaba enterado de la indiscriminada
generosidad con que había concedido
sus favores a nobles, gente del' pueblo,
gladiadores, actores, soldados de la
guardia, e incluso a uno de los
embajadores de Partía, y no sé
1282
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

consideraba especialmente honrado por


el hecho de que se le pidiese que se
incorporara al numeroso grupo. De
modo que ella tuvo que echar sus
anzuelos con gran astucia. La primera
dificultad residía en convencerlo de que
la visitase en privado. Lo invitó varias
veces, pero él se excusó. A la postre lo
consiguió por medio del comandante de
los Custodios, un ex amante suyo, quien
invitó a Silio a cenar y luego lo hizo
pasar a una habitación donde ella lo
esperaba con cena para dos. Una vez
que estuvo allí ya no pudo escaparse, y
ella era lista. No habló de amor al
principio, ¡sólo habló de política
revolucionaria! Le recordó a su padre
asesinado y le preguntó si podía
soportar el hecho de que el sobrino del
asesino, un tirano aún más sanguinario,
apretase cada vez más el yugo de la
esclavitud sobre el cuello de un pueblo
1283
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

otrora libre. (Ese tirano era yo mismo,


por si no me reconocen.) Luego le dijo
que su vida corría peligro, porque me
había hecho constantes reproches por no
haber restablecido la república, y por
mis crueles asesinatos de hombres y
mujeres inocentes. Dijo, además, que yo
despreciaba su belleza y prefería a
criadas y prostitutas comunes, y que
sólo me había sido infiel en venganza
por mi desprecio. Su promiscuidad era
el resultado de una extrema
desesperación y soledad. El, Silio, era el
único hombre que conocía lo bastante
virtuoso para ayudarla en la tarea a la
que ahora había dedicado su vida: el
restablecimiento de la república.
¿Perdonaría la inocente treta que había
empleado para atraerlo a esa
habitación?
Francamente, no puedo censurar a Silio
por dejarse engañar. Ella me engañó día
1284
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tras día durante nueve años. Recuérdese


que era muy hermosa y, además, puede
suponerse también que había puesto
alguna droga en el vino de Silio. Como
es natural, éste trató de consolarla, y
antes de que pudiera darse cuenta de lo
que sucedía, estaban echados el uno en
brazos del otro, en el diván, mezclando
la palabra «amor» y «libertad» con
besos y suspiros. Ella le dijo que sólo
ahora sabía lo que significaba el
verdadero amor, y él le juró que con su
ayuda restablecería la república en la
primera oportunidad, y ella le juró
permanecer eternamente fiel a su amor
si se divorciaba de su esposa, quien,
según se sabía, le era secretamente
infiel, y además era estéril. —Silio no
debía permitir que su familia se
extinguiera—, etc., etc. Lo había
pescado, y de inmediato utilizó todas
sus artes contra él.
1285
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero Silio era tan cauteloso como


virtuoso, y no se sintió lo bastante
fuerte como para iniciar una revuelta
armada. Se divorció de su esposa, pero
le dijo a Mesalina, que pensándolo bien,
sería mejor que esperara a que yo
muriera para restablecer la república.
Entonces se casaría con ella y adoptaría
a Británico, y esto haría que la ciudad y
el ejército lo considerasen como su
dirigente natural. Mesalina vio que
tendría que actuar por sí misma. Por lo
tanto utilizó conmigo la treta de la
profecía, tal como la he descrito, y Silio
(si lo que después me dijo era verdad)
no sabía nada acerca del divorcio, hasta
que ella fue a verlo con el documento,
sin explicarle cómo lo había
conseguido, y le dijo, gozosa, que ahora
podrían casarse y vivir felices para
siempre, pero que no debía decírselo a

1286
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nadie hasta que ella le concediera


permiso.
En Roma todos se asombraron ante la
noticia del divorcio de Mesalina, en
especial porque parecía que a mí no me
importaba. Continué mostrándole tanto
respeto como antes, o incluso más, y
ella prosiguió su labor política en
palacio. Pero todos los días visitaba a
Silio en su casa, abiertamente, con todo
un cortejo. Cuando le sugerí que estaba
llevando la broma demasiado lejos, me
dijo que le resultaba un tanto difícil
conseguir que se casara con ella.
—Me temo que sospecha que hay
alguna trampa en todo esto, y se
muestra muy cortés y reservado, ¡pero
por debajo hierve de pasión por mí, el
animal!
Después de unos días me informó,
alborozada, que Silio había consentido
y se casaría con ella el 10 de diciembre.
1287
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Me pidió que oficiara de Sumo


Pontífice, para divertirme.
—¿No será encantador contemplar su
rostro desconcertado cuando descubra
que ha sido engañado?
Para entonces yo había comenzado a
arrepentirme de todo el asunto, en
especial de esta broma pesada contra
Silio, aunque volvió a insultarme en el
Senado con otra interrupción descarada.
Decidí que no habría debido tomar la
profecía en serio, y que sólo lo hice
porque estaba semidormido cuando
Mesalina me habló de ella. Y si la
profecía era realmente cierta, ¿cómo era
posible eludirla por medio de un
matrimonio fingido? Se me ocurrió que
ningún matrimonio es reconocido como
tal por la ley hasta que se ha consumado
físicamente. Traté de convencer a
Mesalina de que abandonase todo el
plan, pero me dijo que yo tenía celos de
1288
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Silio, y que le parecía que estaba


perdiendo el sentido del humor y
convirtiéndome en un tonto aguafiestas
y pedante.
En la mañana del 5 de septiembre fui a
Ostia, para inaugurar allí un enorme
granero nuevo. Le había dicho a
Mesalina que no volvería hasta la
mañana siguiente. Ella dijo que quería ir
también, y se dispuso que fuéramos
juntos. Pero en el último momento tuvo
uno de sus famosos dolores de cabeza y
se vio obligada a quedarse. Me sentí
desilusionado, pero era demasiado tarde
para cambiar de plan, ya que se había
preparado una recepción cívica para mí
en Ostia y yo había prometido realizar
un sacrificio en el templo de Augusto.
Desde la ocasión en que perdí los
estribos con la gente de Ostia por no
haberme recibido de manera adecuada,
tuve sumo cuidado en no volver a herir
1289
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sus sentimientos. Esa tarde, temprano,


cuando entraba en el templo para
realizar el sacrificio, Euodo, uno de mis
libertos, me entregó una nota. El deber
de Euodo consistía en protegerme de
inoportunas peticiones del público.
Todas las notas le eran entregadas a él.
Si las consideraba frívolas o tontas o
indignas de mi atención, no me
molestaba con ellas. Es sorprendente la
cantidad de pamplinas que la gente
escribe en las peticiones. Euodo dijo:
—Perdóname, César, pero no puedo
leer esto. Una mujer me la entregó.
¿Quizá pueda molestarte para que la
leas?
Para mi sorpresa, estaba escrita en
etrusco, un lenguaje extinguido que sólo
conocen cuatro o cinco personas
vivientes, y decía: «Grandes peligros
para Roma y para ti. Ven a mi casa en el
acto. No pierdas un instante.»
1290
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Me intrigó y sobresaltó. ¿Por qué en


etrusco? ¿La casa de quién? ¿Qué
peligro? Y pasaron uno o dos minutos
antes de que entendiera. Debía de ser de
Calpurnia, la muchacha —se recordará
— que había vivido conmigo antes de
que me casara con Mesalina. Yo me
divertí enseñándole el etrusco, mientras
compilaba mi historia de Etruria. Es
probable que Calpurnia me hubiese
enviado la nota en etrusco, no sólo
porque resultaría ininteligible para
cualquiera que no fuese yo, sino porque
además sabría que provenía de ella. Le
pregunté a Euodo:
—¿Viste a la mujer?
Dijo que parecía una egipcia, y que
tenía la frente con marcas de viruela,
pero que en otros sentidos era muy bien
parecida. Reconocí a Cleopatra, la
amiga de Calpurnia que compartía la
casa con ella.
1291
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tenía que ir a los muelles


inmediatamente después del sacrificio,
y no podía postergar el compromiso. Se
pensaría que me interesaba más visitar a
un par de prostitutas que dedicarme a
los asuntos imperiales. Y sin embargo
sabía que Calpurnia no pertenecía a la
clase de personas que podía enviar un
mensaje ocioso, y mientras continuaba
con el sacrificio decidí que debía
enterarme a toda costa, de lo que ella
tenía que decirme. Quizá pudiera
fingirme enfermo. Por fortuna el dios
Augusto vino en mi ayuda: las entrañas
del carnero que le sacrifiqué fueron las
más poco propicias que jamás haya
visto. Parecía un magnífico animal, pero
su interior estaba tan podrido como un
queso viejo. Me era claramente
imposible llevar a cabo ningún asunto
público ese día, y menos uno tan serio
como la inauguración del granero más
1292
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gigantesco del mundo, como era ése. De


modo que me excusé y todos
convinieron en que mi decisión era la
más adecuada. Fui a mi propia casa de
campo e hice saber que descansaría allí
durante el resto del día, pero que me
alegraría asistir al banquete a que había
sido invitado esa noche, siempre que no
tuviese carácter oficial. Luego hice
llevar mi litera a la entrada trasera de la
casa, y pronto me trasportaron en ella,
con las cortinas corridas, a la hermosa
casa de Calpurnia, situada en una
colina, en las afueras de la ciudad.
Calpurnia me saludó con una mirada de
preocupación tan ansiosa, que supe en
el acto que había sucedido algo muy
grave.
—¡Dímelo en seguida! —le dije—.
¿Qué sucede?
Ella rompió a llorar. Jamás la había
visto llorar antes, salvo, una vez, en la
1293
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

famosa ocasión en que tuve que ir a


palacio a medianoche, por orden de
Calígula, y ella creyó que iba a mi
ejecución. Era una muchacha serena, sin
los modales y las tretas de las
prostitutas comunes, y «tan recta como
una espada romana», según afirma el
proverbio.
—¿Prometes escucharme? Pero no
querrás creerme. Querrás hacerme
torturar y azotar. Yo tampoco quisiera
decírtelo, pero nadie se atreve, de modo
que es preciso que lo haga. Les prometí
a Narciso y a Palas que te lo diría. En
otros tiempos fueron buenos amigos
míos, cuando todos éramos pobres.
Dijeron que no les creerías ni a ellos ni
a nadie, pero yo les afirmé que me
parecía que me creerías a mí, porque en
una ocasión te demostré que era tu
verdadera amiga, cuando estuviste en
aprietos. Te entregué todos mis ahorros,
1294
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿no es cierto? Jamás fui codiciosa, ni


celosa, ni deshonesta, ¿no es verdad?
—Calpurnia, en mi vida sólo he
conocido a tres mujeres realmente
buenas, y te diré sus nombres: una fue
Cypros, una princesa judía; otra fue la
anciana Briséis, la criada de mi madre,
y la tercera eres tú. Y ahora dime lo que
tienes que decirme.
—Has omitido a Mesalina.
—A Mesalina ni siquiera hay que
mencionarla. Muy bien, entonces,
cuatro mujeres realmente buenas. Y no
pienses que insulto a Mesalina
vinculándola a una princesa oriental, a
una liberta griega y a una prostituta de
Padua. El tipo de bondad a que me
refiero no es la prerrogativa de...
—Si pusiste a Mesalina en la lista,
omíteme a mí —dijo ella con voz
entrecortada.

1295
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Modesta, Calpurnia? No necesitas


serlo, lo digo en serio.
—No, modesta no.
—Entonces, no entiendo.
Calpurnia dijo, lenta y dolorosamente:
—Lamento tener que herirte, Claudio,
pero digo la verdad. Quiero decir que si
Cypros hubiese sido una típica princesa
de la familia de Herodes; si hubiese sido
sanguinaria y ambiciosa e inescrupulosa
y carente de frenos morales; y si Briséis
hubiera sido una típica criada... si
hubiese sido una ladrona y una mujer de
pensamientos viles, y vaga, y astuta
para encubrir sus huellas; y si tu
Calpurnia hubiera sido una prostituta
típica... si hubiese sido vana, codiciosa,
promiscua y avara, y si hubiera usado
mi belleza como el medio para dominar
y arruinar a los hombres... y si ahora tú
quisieras hacer una lista de los tres
peores tipos de mujeres que conocieras
1296
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

y nos eligieses a nosotras como


ejemplos convenientes...
—¿Entonces qué? ¿Qué quieres decir?
Hablas con tanta lentitud...
—Entonces, Claudio, tendrías razón en
unir a Mesalina a la lista y decirme: «A
Mesalina ni siquiera hay que
mencionarla».
—¿Estoy loco yo, o lo estás tú?
—Yo no.
—¿Y entonces qué quieres decir? ¿Qué
ha hecho mi pobre Mesalina para ser
atacada de esta manera tan violenta y
extraordinaria? No creo que tú y yo
sigamos siendo amigos mucho tiempo,
Calpurnia.
—¿Saliste de la ciudad esta mañana a
las siete?
—Sí. ¿Qué tiene que ver?
—Yo me fui a las diez. Había estado
allí con Cleopatra, haciendo algunas
compras. Estuve presente durante la
1297
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

boda. Una hora curiosa del día para una


boda, ¿no es cierto? Se divertían en
grande. Todos borrachos; maravilloso
espectáculo. Toda la casa adornada con
hojas de vid y hiedra, y enormes
racimos de uva, y cubas de Vino y
lagares. El festival de la vendimia; esa
era la supuesta celebración.
—¿Qué boda? Habla con sensatez.
—La boda de Mesalina con Silio. ¿No
fuiste invitado? Ella estaba allí,
bailando y agitando un tirso en la cuba
de vino más grande que pudo encontrar,
ataviada con una corta túnica blanca,
manchada de vino, y con uno de los
pechos al aire, y el cabello suelto. Sin
embargo, parecía casi decente, en
comparación con las otras mujeres. Las
otras sólo tenían puestas pieles de
leopardo, porque eran bacantes. Silio
era Baco. Estaba coronado con hojas de
hiedra y llevaba puestos coturnos;
1298
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

parecía incluso más borracho que


Mesalina. Movía continuamente la
cabeza, al compás de la música, y
sonreía como un imbécil.
—Pero... pero... —dije estúpidamente
—. La boda es el 10. Yo oficiaré en
ella.
—Se las arreglan perfectamente sin ti.
De modo que fui a ver a Narciso, a
palacio, y cuando me vio me dijo:
«Gracias a Dios que estás aquí,
Calpurnia. Eres la única a quien le
creerá.» Y Palas...
—No lo creo. Me niego a creerlo.
Calpurnia golpeó las manos.
—¡Cleopatra, Narciso! —Éstos
entraron y cayeron a mis pies—. ¿Es
cierto lo de la boda? Admitieron que era
cierto.
—Pero yo sé de qué se trata —dije con
tono débil—, no es una boda verdadera,
amigos. Es una especie de broma que
1299
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mesalina y yo hemos planeado. No se


acostará con él al final de la ceremonia.
Todo esto es muy inocente.
—Silio la agarró —dijo Narciso— y le
arrancó la túnica, y comenzó a besarle
el cuerpo, en presencia de todos los
demás, y ella chilló y rió, y entonces él
se la llevó a la cámara nupcial, y se
quedaron allí casi una hora, antes de
volver a salir para beber un poco más y
seguir bailando. Eso no es inocente,
César, sin duda.
—Y a menos que actúes de inmediato,
César —dijo Calpurnia—, Silio será el
amo de Roma. Todos lo que me he
encontrado me dijeron que Mesalina y
Silio han jurado por sus propias cabezas
restablecer la república, y que tienen a
todo el Senado tras de sí, y a la mayor
parte de los guardias.
—Tengo que saber algo más —dije—,
no sé si reír o llorar. No sé si echar oro
1300
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

en sus regazos o azotarles hasta que se


les vean los huesos.
Me contaron mucho más, pero Narciso
sólo quiso hablar a condición de que le
perdonase por ocultarle los crímenes de
Mesalina durante tanto tiempo. Dice
que cuando tuvo conocimiento de ellos
por primera vez, yo le parecí feliz en mi
inocencia, y decidió ahorrarme el dolor
de la desilusión, mientras Mesalina no
hiciese nada que pusiese en peligro mi
vida o la seguridad del país. Abrigaba la
esperanza de que ella se corrigiera, o
bien de que yo me enterase por mi
propia cuenta de lo que hacía. Pero a
medida que transcurría el tiempo y la
conducta de Mesalina se hacía cada vez
más desvergonzada, le resultó más y
más difícil decírmelo. En rigor no podía
creer que yo no supiese para entonces lo
que sabían toda Roma, y todas las
provincias, y nuestros enemigos del otro
1301
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lado de la frontera. En el transcurso de


nueve años parecía imposible que no
me hubiese enterado de las orgías de
ella, que eran asombrosas por su
descaro.
Cleopatra me contó la historia más
horrible y ridícula. Durante mi ausencia
en Bretaña, Mesalina lanzó un desafío
al Gremio de Prostitutas, para que le
enviasen una representante que
compitiera con ella en palacio, a fin de
ver cuál de las dos agotaba a más
cortejantes en el curso de una noche. El
Gremio mandó a una famosa siciliana
llamada Escila, bautizada con el nombre
del remolino del estrecho de Messina.
Cuando llegó el alba, Escila se vio
obligada a confesarse derrotada con el
vigesimoquinto amante, pero Mesalina
continuó, por bravuconada, hasta que el
sol estuvo muy alto en el cielo. Y lo
peor era que la mayor parte de la
1302
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nobleza fue invitada a concurrir a la


prueba, y muchos hombres participaron
en ella; y Mesalina convenció a tres o
cuatro mujeres para que compitiesen
también.
Yo permanecí llorando, con la cabeza
entre las manos, tal como había hecho
Augusto, unos cincuenta años antes,
cuando sus nietos Cayo y Lucio le
contaron lo mismo acerca de Julia, su
madre, y con las mismas palabras de
Augusto dije que jamás había oído nada
ni abrigado la más leve sospecha de que
Mesalina no fuese la mujer más casta de
Roma. Y como Augusto, tuve la
intención de encerrarme en una
habitación y no ver a nadie durante
varios días. Pero no me lo permitieron.
Dos versos de una comedia musical que
la compañía de Mnester había
representado unos días antes, no me

1303
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

acuerdo el nombre ahora, me


martilleaban absurdamente el cerebro:

No conozco sonido tan risible, tan


risible y triste,
como el de un anciano que llora por
su esposa,
una mujer que se ha vuelto mala.

Le dije a Narciso:
—En los primeros Juegos que
presencié (actuaba entonces como
presidente junto con mi hermano
Germánico) —Juegos en honor de mi
padre, ¿sabes ?—, vi cómo a un
esgrimista español le cortaban el brazo
del escudo, desde el hombro. Estaba
cerca de mí, y le vi el rostro. Qué
expresión tan estúpida cuando vio lo
que había sucedido; y todo el anfiteatro
lanzó una enorme carcajada. A mí me
pareció gracioso, que Dios me perdone.
1304
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1305
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 29

Luego entró Jenofonte y me obligó a


beber algo, porque yo estaba a punto de
derrumbarme, y en términos generales
se ocupó de mí. No sé con exactitud qué
brebaje me dio, pero tuvo el efecto de
hacerme sentir muy lúcido y sereno y
absolutamente impersonal en todo
sentido. Mis pies parecían pisar nubes,
como un dios. También afectó al foco
de mi visión, de modo que vi a Narciso,
a Calpurnia a Palas como si estuviesen a

1306
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

veinte pasos de distancia, en lugar de


muy cerca de mí.
—Manda a buscar a Turranio y Lucio
Geta. —Turranio era mi
Superintendente de Depósitos, ahora
que Calón había muerto, y Geta, como
he dicho, era comandante de la guardia
junto con Crispino.
Los interrogué, asegurándoles primero
que no los castigaría si decían la verdad.
Confirmaron todo lo que me relataron
Narciso y Calpurnia y Cleopatra, y me
dijeron muchas cosas más. Cuando le
pedí a Geta que explicase con franqueza
por qué no me había informado de todo
eso antes, respondió:
—¿Puedo citar un proverbio, César,
que a menudo está en tus propios
labios? La rodilla está más cerca que tu
tobillo. ¿Qué le sucedió a Justo, mi
predecesor, cuando trató de hacerte

1307
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

saber lo que ocurría en el ala de palacio


en que habita tu esposa?
Turranio contestó a la misma pregunta
recordándome que cuando en fecha
reciente reunió valor para venir a verme
con una queja por la confiscación de un
depósito público por orden de Mesalina
—bloques de basalto importado de
Egipto para la repavimentación del
Mercado de los Bueyes—, para ser
utilizado, según se supo, en una nueva
columnata que estaba construyendo en
los jardines de Lúculo, yo me enfurecí y
le dije que jamás volviese a poner en
duda orden o acto alguno de ella, que
nada de lo que hiciese se hacía sin mis
órdenes o por lo menos sin mi sanción
absoluta. En aquella ocasión le dije que
si volvía a presentar otra queja contra la
conducta de Mesalina, debía presentarse
ante la propia Mesalina, Turranio tenía
razón, había dicho realmente eso.
1308
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Calpurnia, que se removía, impaciente,


en segundo plano mientras yo
interrogaba a Geta y Turranio, me lanzó
una mirada suplicante. Entendí que
quería hablar conmigo a solas y
desalojé la habitación; y entonces ella
me dijo, con suavidad y sinceridad:
—Querido mío, no irás a ninguna parte
formulando la misma pregunta, una y
otra vez, a distintas personas. Es muy
sencillo: todos tuvieron miedo de
decírtelo, en parte porque sabían cuánto
amabas a Mesalina y cuánta confianza
le tenías, pero principalmente porque
eres el emperador. Has sido muy tonto,
y muy infortunado, y ahora tienes que
hacer algo para reafirmar tu posición. Si
no actúas en el acto nos sentenciarán a
muerte a todos. Cada minuto que pasa
tiene importancia. Debes ir en seguida
al campamento de la guardia y obtener
la protección de todas las tropas, leales.
1309
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

No creo que te abandonen por Mesalina


y Silio. Puede que haya uno o dos
coroneles o capitanes que hayan sido
comprados, pero los soldados de nías te
adoran. Envía mensajeros montados a
Roma, de inmediato, para .anunciar que
vas para allí a vengarte de Silio y tu
esposa. Manda órdenes de arresto
contra todos los presentes en la boda.
Eso quizá sea suficiente para aplastar la
revuelta. Sin duda están todos
demasiado borrachos para hacer algo
peligroso. ¡Pero date prisa!
—¡Oh, sí, —dije—, me daré prisa!
Llamé otra vez a Narciso.
—¿Tienes confianza en Geta?
—Para ser sincero, César, no confío
mucho en él.
—¿Y en los dos capitanes que tiene
aquí?
—Confío en ellos, pero son estúpidos.

1310
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Crispino está de licencia en Baias, ¿y


a quién pondremos como comandante
de la guardia, si no confiamos en Geta?
—Si Calpurnia fuese un hombre, yo
diría que a Calpurnia. Pero como no lo
es, el único que queda soy yo. Soy un
simple liberto, ya lo sé, pero los
oficiales de la guardia me conocen y me
quieren, y no sería más que por un día.
—Muy bien, General del Día Narciso.
Dile a Geta que debe guardar cama por
orden del médico hasta mañana. Dame
mi pluma y pergamino. Espera un
momento. ¿Qué fecha es hoy? ¿Cinco
de septiembre? He aquí tu
nombramiento, pues; muéstraselo a los
capitanes y envíalos en seguida con sus
hombres, para arrestar a todos los
concurrentes a la boda. Pero nada de
violencia, a no ser en defensa propia.
Ordénales eso. Que los guardias sepan
que voy para allá y que espero que
1311
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permanezcan leales, y que su lealtad no


dejará de tener recompensa.
Hay unos veintinueve kilómetros de
Ostia a Roma, pero los soldados
cubrieron la distancia en una hora y
media, usando calesas rápidas. En rigor,
la boda estaba a punto de terminar
cuando llegaron. El motivo fue un
caballero llamado Vetio Valens, que
había sido uno de los amantes de
Mesalina antes de que Silio apareciera
en escena, y que todavía gozaba de sus
favores. La fiesta había llegado a la
etapa a que llegan las fiestas cuando se
ha disipado la primera excitación de la
bebida y todos comienzan a sentirse un
poco cansados y aburridos. El interés se
concentró entonces en Vetio Valens. Se
había abrazado a un magnífico roble
perenne que crecía fuera de la casa, y
hablaba con una dríada imaginaria que
habitaba en su interior. En apariencia la
1312
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dríada se había enamorado de él y lo


invitaba, en un susurro sólo audible por
él, a una cita en la copa del árbol.
Finalmente consintió en unirse allí a
ella, e hizo que sus amigos formaran
una pirámide humana para permitirle
trepar hasta la primera rama grande. La
pirámide se derrumbó dos veces, entre
chillidos de risa, pero Vetio perseveró y
al tercer intento logró montar a caballo
sobre la rama. Y allí, lenta y
peligrosamente, fue trepando cada vez
más, hasta desaparecer en el denso
follaje de la copa. Todos se quedaron
mirando hacia arriba, para ver qué
sucedería luego. La expectativa era
grande, porque Vetio era un famoso
comediante. Pronto comenzó a imitar
los afectuosos gritos de la dríada y a
emitir ruidosos chasquidos de besos y
pequeños chillidos de excitación. Luego

1313
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

guardó silencio hasta que el grupo le


gritó:
—Vetio, Vetio, ¿qué estás haciendo?
—Contemplo el mundo. Este es el
mejor puesto de vigía que hay en Roma.
La dríada está sentada en mi regazo y
me señala los lugares de interés, de
modo que no nos interrumpan. Sí, ése es
el Senado. Tonta, ¡ya lo sabía! ¡Y eso es
Colchester! ¿Pero no te equivocas? No
se puede ver hasta Colchester desde este
árbol, ¿no es cierto? Sin duda te refieres
al campamento de la guardia. No, es
Colchester, por Dios. Puedo ver el
nombre escrito en el tablero de noticias,
y a britanos de cara azul paseándose de
un lado a otro. ¿Qué es eso? ¿Qué
hacen? No, no lo creo. ¿Cómo,
adorando a Claudio, como a un dios? —
Y luego, imitando mi voz:— ¿Por qué?,
quiero saber ¿Por qué? ¿No hay ningún
otro a quien adorar? ¿Los otros dioses
1314
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

se han negado a cruzar el canal? No los


censuro. Yo mismo me sentí
terriblemente mareado al cruzarlo.
El público de Vetio estaba arrobado.
Cuando volvió a guardar silencio le
dijeron:
—¡Vetio, Vetio!, ¿qué haces ahora? —
El respondió, volviendo a imitar mi voz:
—En primer lugar, si no quiero
contestar, no contestaré. No pueden
obligarme. Soy un hombre libre, ¿no es
cierto? En rigor, uno de los hombres
más libres de Roma.
—Oh, dínoslo, por favor, Vetio.
—¡Miren! ¡Miren! ¡Mil Furias y
Serpientes! Suéltame, dríada, déjame ir.
No, no, otra vez no. No puedo esperar
ahora para esas cosas. Tengo que bajar.
¡Suéltame, dríada!
—¿Qué sucede, Vetio?
—Corran si aprecian en algo la vida;
acabo de ver un espectáculo espantoso.
1315
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¡No, esperen! ¡Trogo, Próculo,


ayúdenme primero a bajar. ¡Pero todos
los demás corran para salvarse!
—¿Qué? ¿Qué?
—¡Una terrible tormenta ha estallado
en Ostia! ¡Corran! —Riendo y gritando,
encabezados por los novios, salieron
corriendo del jardín a la calle, pocos
segundos antes de que mis soldados
aparecieran galopando. Mesalina
consiguió huir, lo mismo que Silio, pero
los soldados no tuvieron dificultad
alguna en arrestar a doscientos
invitados, y más tarde encontraron a
cincuenta más, que se tambaleaban,
ebrios, rumbo a sus hogares. Mesalina
sólo estaba acompañada por tres
hombres. Al principio hubo veinte o
más con ella, pero la abandonaron en
cuanto se dio la alarma de que llegaban
los guardias. Atravesó a pie la ciudad,
hasta llegar a los jardines de Lúculo, y
1316
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para entonces ya estaba un poco más


serena. Decició que debía ir a Ostia de
inmediato y volver a probar el efecto de
su belleza sobre mí —hasta entonces
nunca había dejado de dar resultado—,
llevando a los niños consigo como
refuerzo. Todavía estaba descalza y con
su atavío de vendimiadora, cosa que
provocó siseos y burlas mientras corría
por las calles. Envió a una criada a
palacio, para buscar a los niños,
sandalias, joyas, y una túnica limpia. La
calidad del amor que existía entre ella y
Silio quedó demostrada por el
inmediato abandono que hicieron el uno
del otro a la primera señal de peligro.
Mesalina se preparó a sacrificarlo a mi
cólera, y Silio fue a la plaza del
Mercado, para reanudar sus tareas
judiciales allí, como si nada hubiese
sucedido. Estaba lo bastante borracho
como para creer que podía fingir una
1317
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

total inocencia, y cuando los capitanes


fueron a arrestarlo, les dijo que estaba
ocupado; ¿qué querían? Su respuesta
fue esposarlo y llevárselo al
campamento.
Entre tanto se habían unido a mí
Vitelio y Cecina (mi colega en el
segundo consulado), que me
acompañaron a Ostia y después del
sacrificio fueron a visitar a unos amigos
al otro lado de la ciudad. Les conté
brevemente lo que había sucedido y les
dije que volvía a Roma de inmediato.
Esperaba que me apoyasen y que fuesen
testigos de la imparcialidad con la cual
juzgaría a los culpables, cualesquiera
fuese su rango o posición. El efecto
olímpico de la droga continuaba.
Hablaba con serenidad, con fluidez y,
creo, con sensatez. Al principio Vitelio
y Cecina no respondieron, y sólo
expresaron su asombro y preocupación
1318
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por medio de la expresión del rostro.


Cuando les pregunté que pensaban
acerca de todo el asunto, Vitelio siguió
lanzando exclamaciones de asombro y
horror, tales como: «¿De veras te
dijeron eso? ¡Oh, cuan horrible! ¡Qué
ruin traición!», y Cecina siguió su
ejemplo. Se anunció la carroza de gala y
Narciso, a quien ordené que redactase
un acta de acusación contra Mesalina, y
que había estado atareado interrogando
al personal a fin de componer una lista
de sus adulterios tan completa como
fuese posible, demostró entonces ser un
hombre valiente y un fiel servidor.
—César, por favor, informa a tus
nobles amigos de que cargo ocupo yo
hoy y concédeme un asiento en esta
carroza, contigo. Hasta que los señores
Vitelio y Cecina expresen una opinión
honrada, y se abstengan de hacer
observaciones que puedan ser
1319
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

entendidas como condena de tu esposa


o como condena de sus acusadores, mi
deber, como comandante de tu guardia,
es el de permanecer a tu lado.
Me alegré de que viniese conmigo.
Cuando nos dirigíamos hacia la ciudad
comencé a hablarle a Vitelio acerca de
las bonitas costumbres de Mesalina, y
de cuánto la había amado, y de cuan
vilmente me había engañado. El lanzó
un profundo suspiro y dijo:
—Un hombre tendría que ser de piedra
para no dejarse influir por una belleza
como la de ella.
Hablé también de los niños, y Cecina y
Vitelio suspiraron al unísono:
—¡Los pobres, los queridos niños! No
hay que permitir que sufran.
Pero lo más parecido a una verdadera
opinión, por parte de Vitelio, fue lo
siguiente:

1320
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Es imposible que nadie que haya


sentido hacia Mesalina la admiración y
ternura que sentí yo, crea estas sucias
acusaciones, aunque un millar de
testigos dignos de confianza jurasen que
son ciertas. —Y Cecina convino:
—¡Oh, qué mundo malvado y
lamentable es éste!
Les esperaba un momento de turbación.
Vimos dos vehículos que se acercaban
en el atardecer. Uno era otra carroza,
tirada por caballos blancos, y en ella iba
sentada Vibidia, la más anciana y más
honrada de las vírgenes vestales; tenía
85 años de edad y era una de mis
amigas más queridas. Detrás de este
carruaje seguía un carro con una gran L
amarilla pintada en él, uno de los carros
pertenecientes a los jardines de Lúculo,
utilizado para trasportar tierra y basura.
En él viajaban Mesalina y los niños.
Narciso captó la situación con una sola
1321
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mirada; tenía mejor vista que yo y


detuvo la carroza.
—Aquí está la vestal Vibidia, que ha
venido a tu encuentro, César —dijo—;
sin duda te pedirá que perdones a
Mesalina. Vibidia es una anciana
encantadora, y yo tengo una
elevadísima opinión de ella, pero por
amor de Dios, no hagas ninguna
promesa. Recuerda cuan
monstruosamente has sido tratado, y
recuerda que Mesalina y Silio son
traidores a Roma. Sé cortés con Vibidia,
por supuesto, pero no le prometas nada.
He aquí la lista de acusaciones, mírala
ahora, lee los nombres. Mira el acusado
que figura en undécimo lugar: Mnester.
¿Piensas perdonar esto? ¿Y Cesonino,
qué me dices de Cesonino? ¿Qué
puedes pensar de una mujer que juega
con una criatura como ésa?

1322
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tomé el pergamino de entre sus manos,


mientras bajaba de la carroza después
de susurrar algo al oído de Vitelio. No
sé qué le dijo, pero Vitelio decidió
mantener la boca cerrada en ausencia de
Narciso. Mientras yo leía las
acusaciones a la luz de una linterna,
Narciso corrió por la carretera y salió al
encuentro de Vibidia y Mesalina, quien
también había desmontado y se dirigía
hacia él. Mesalina estaba ahora
relativamente sobria; me llamó con
dulzura desde lejos:
—¡Hola, Claudio! ¡He sido una
muchacha tonta! ¡Jamás habrías podido
creerlo de mí!
Por primera vez mi sordera me fue útil.
No reconocí su voz ni oí una palabra.
Narciso saludó a Vibidia con cortesía,
pero se negó a dejar que Mesalina
avanzara un paso más. Mesalina lo
maldijo y le escupió a la cara y trató de
1323
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

escurrirse, pero él ordenó que los dos


sargentos que me acompañaban la
escoltaran a su carro y que hicieran que
éste volviera a la ciudad. Mesalina
chilló como si la asesinaran o ultrajaran,
y yo levanté la vista del pergamino para
preguntar qué sucedía. Vitelio contestó:
—Una mujer presa de los dolores del
parto, según parece.
Luego Vibidia se acercó con lentitud a
nuestra carroza y Narciso la siguió,
jadeando. Narciso habló en mi lugar; le
dijo a Vibidia que las notorias
putañerías y traiciones de Mesalina, que
carecían de precedentes, hacían aún más
ridículo el hecho de que una piadosa y
anciana vestal fuese a pedirme que le
perdonara la vida.
—Sin duda las vestales no aprueban
que el palacio sea otra vez convertido
en un burdel, como en época de
Calígula, ¿no es cierto? No aprueban
1324
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que los bailarines y los gladiadores


actúen entre las sábanas del Sumo
Pontífice, ¿no es cierto?, con la activa
colaboración de la esposa del Sumo
Pontífice.
Eso proporcionó una sacudida a
Vibidia; Mesalina sólo le había
confesado una «indiscreta familiaridad»
con Silio. Dijo:
—No sé nada de eso, pero por lo
menos debo instar al Sumo Pontífice a
no hacer nada irreflexivo, a no derramar
sangre inocente, a no condenar a nadie
sin escucharlo, a considerar el honor de
su casa y su deber hacia los dioses.
—Vibidia, Vibidia —interrumpí yo—,
mi querida amiga, trataré a Mesalina en
forma equitativa, puedes contar con eso.
—Sí, por cierto —dijo Narciso—. El
peligro consiste en que el Sumo
Pontífice pueda mostrar a su ex esposa
una clemencia inmerecida. En verdad le
1325
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

es muy difícil juzgar el caso con tanta


imparcialidad como sería su deber
hacerlo. Por lo tanto debo pedirte, en su
nombre, que no hagas las cosas más
penosas de lo que ya son. ¿Puedo
sugerirte cortésmente que te retires,
Vibidia, y que te dediques a las
solemnidades de la diosa Vesta, que tan
bien entiendes?
Entonces ella se retiró, y nosotros
seguimos el viaje. Cuando entramos en
la ciudad, Mesalina hizo otra tentativa
de verme, según me dijeron, pero la
contuvieron los soldados. Luego trató
de enviar a Británico y a la pequeña
Octavia para que me suplicasen en su
nombre, pero Narciso les vio correr
hacia nosotros y les ordenó que se
volviesen. Yo permanecía sentado en
silencio, examinando la lista de los
amantes de Mesalina. Narciso le había
dado el siguiente título : «Lista
1326
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

provisional e incompleta de los notorios


adulterios de Valeria Mesalina, desde el
año primero de su matrimonio con
Tiberio Claudio César Augusto
Germánico, Padre de la Patria, Sumo
Pontífice, etc., hasta el día actual».
Contenía 44 nombres, que más tarde se
ampliaron hasta llegar a 156.
Narciso envió un mensaje ordenando
que el carro volviera a los jardines; las
reglamentaciones del tránsito impedían
que circulase por las calles a esa hora.
Mesalina vio que había sido derrotada y
permitió que la llevaran a los jardines.
Los chicos fueron enviados a palacio.
Domicia Lépida, aunque últimamente
había habido cierta frialdad entre
ambas, se unió con valentía a ella en el
carro. De lo contrario, Mesalina hubiese
estado sola, con excepción del carrero.
Narciso le dijo luego a nuestro

1327
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conductor que nos llevara a la casa de


Silio. Cuando llegamos, dije:
—Esta no es la casa, ¿no es cierto?
Esta es la mansión de la familia de los
Asinios.
—Mesalina la compró en privado —
explicó Narciso—, cuando Asinio Galo
fue desterrado, y se la entregó a Silio,
como regalo. Entra para que veas por ti
mismo lo que han hecho.
Entré y vi el desorden de la boda: los
adornos de hojas de vid, las cubas y
lagares, las mesas cubiertas de
alimentos y platos sucios, los pétalos de
rosa y las guirnaldas pisoteadas en el
suelo, las pieles de leopardo, el vino
derramado por todas partes. La casa
estaba desierta, con excepción del
portero y de dos enamorados
completamente ebrios, abrazados, en la
cama de la alcoba nupcial. Los hice
arrestar. Uno era Montano, un oficial
1328
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del estado mayor, la otra la propia


sobrina de Narciso, una joven casada,
con dos hijos. Lo que más me
escandalizó y acongojó fue encontrar la
casa llena de muebles del palacio, no
sólo las cosas que Mesalina me había
dado como parte de su dote, cuando nos
casamos, sino antiguos legados de la
familia Claudia y Julia, incluso las
estatuas de mis antepasados y las
máscaras de familia, con armario y
todo. No podía haber una prueba más
clara de sus intenciones. De modo que
volvimos a subir a la carroza y
marchamos en dirección al campamento
de la guardia. Narciso estaba ahora
lúgubre y callado, porque había tenido
mucho cariño a su sobrina; pero Vitelio
y Cecina habían decidido que sería más
prudente creer en lo que les mostraban
sus ojos, y simultáneamente
comenzaron a instarme a que me
1329
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

vengara. Llegamos al campamento,


donde encontré a toda la división
formada, por orden de Narciso, frente al
tribunal. Había oscurecido, y el tribunal
estaba iluminado por las antorchas. Subí
a la plataforma y pronuncié un breve
discurso. Mi voz era clara, pero sonaba
muy lejana:
—Amigos míos, mis guardias, mi
amigo el extinto rey Heredes Agripa,
que fue el primero en recomendarme a
ustedes como emperador, y que luego
convenció al Senado de que aceptase la
elección, me dijo, la última ocasión en
que lo vi vivo, y también me escribió en
la última caita que recibí de él, que
nunca confiara en nadie, porque
ninguno de los que me rodeaban era
digno de confianza. No tomé sus
palabras literalmente; continué
depositando la máxima confianza en mi
esposa, Valeria Mesalina, de quien
1330
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ahora sé que fue una ramera, una


embustera, una ladrona, una asesina y
una traidora a Roma. No quiero decir,
guardias, que no confíe en ustedes;
ustedes son las únicas personas en
quienes confío. Son soldados y cumplen
con sus deberes sin vacilaciones. Espero
que ahora se mantengan de mi parte y
aplasten la conspiración que mi ex
esposa Mesalina y su amante, el cónsul
electo Gayo Silio, han planeado contra
mi vida, so pretexto de restablecer las
libertades populares en la ciudad. El
Senado está corrompido con las
conspiraciones, tan corrompido como
las entrañas del carnero que sacrifiqué
esta tarde al dios Augusto. Jamás se ha
visto un espectáculo tan repugnante. Me
avergüenzo de hablar como lo hago,
pero es justo, ¿no es cierto? Ayúdenme
a castigar a nuestros enemigos y, una
vez que Mesalina haya muerto, si
1331
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

alguna vez vuelvo a casarme les doy


plena y absoluta libertad para
despedazarme con las espadas y utilizar
mi cabeza como una pelota, en los
baños, como se hizo con la de Seyano.
Tres veces casado, tres veces
desdichado. Bien, ¿qué les parece,
muchachos? Díganme lo que piensen,
no puedo obtener una respuesta directa
de mis otros amigos.
—¡Mátalos, César! ¡No les tengas
piedad! ¡Estrangula a esa perra!
¡Mátalos a todos! ¡Has sido demasiado
generoso! ¡Aniquílalos! —No cabía
duda alguna acerca de lo que pensaban
los guardias en ese sentido. Entonces
hice que los hombres y mujeres
arrestados se presentaran ante mí, en ese
mismo lugar, y ordené el arresto de
otros 110 hombres, que ahora aparecían
en la lista de acusaciones como amantes
de Mesalina, y a cuatro mujeres de
1332
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

rango que se habían prostituido por


sugestión de Mesalina, durante la
escandalosa orgía de palacio. Terminé
el juicio en tres horas. Pero eso fue
porque de las 360 personas que se
presentaron, todas, menos 34 se
confesaron culpables de las acusaciones
presentadas contra ellas. A aquellos
cuyo único delito había sido la
concurrencia a la boda, los desterré.
Veinte caballeros, seis senadores y un
coronel de la guardia que se confesaron
culpables de adulterio o de tentativa de
revolución, o ambas cosas, exigieron ser
ejecutados en el acto. Les concedí este
favor. Vetio Valens trató de comprar su
vida ofreciéndose a revelar los nombres
de los dirigentes de la revolución. Le
dije que podría descubrirlos sin su
ayuda, y se lo llevaron al lugar de la
ejecución. Montano era mencionado en
la lista de Narciso, pero afirmó que
1333
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mesalina le había obligado a pasar la


noche con ella, enseñándole una orden
para que asi lo hiciera, firmada y sellada
por mí. Y que después de esa única
noche se cansó de él. Mesalina debe de
haber obtenido mi firma en el
documento leyéndomelo —«Nada más
que para ahorrarles el esfuerzo a tus
preciosos ojos, querido»— como si
fuese algo completamente distinto. Pero
yo señalé que no había recibido ninguna
orden de mí en cuanto a concurrir a la
boda o a cometer adulterio con la
sobrina de mi amigo Narciso, y por lo
tanto también fue ejecutado. Hubo
además quince suicidios, esa noche, en
la ciudad, de personas que no habían
sido arrestadas pero que pensaban serlo.
Entre ellas se contaban tres amigos
íntimos, todos caballeros, Trogo, Cota y
Fabio. Sospecho que Narciso estaba
enterado de su culpabilidad, pero los
1334
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

omitió de la lista de acusaciones, por


amistad, conformándose con enviarles
una advertencia.
Mnester no quiso declararse culpable.
Me recordó que tenía orden mía de
obedecer a Mesalina en todo, y dijo que
la había obedecido contra su voluntad.
Se quitó las ropas y me mostró las
marcas de un látigo en la espalda.
—Me propinó estos latigazos porque
mi natural modestia me impidió cumplir
con sus órdenes tan enérgicamente
como ella deseaba, César.
Yo tuve pena de Mnester; en una
ocasión había salvado a los
concurrentes al teatro de una matanza a
manos los germanos. ¿Y qué se puede
esperar de un actor? Pero Narciso dijo:
—No le perdones, César. Mira las
magulladuras con atención. La carne no
está abierta. A cualquiera que tenga ojos
para ver le resultará claro que los azotes
1335
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no estaban destinados a herir; forman


parte de sus prácticas viciosas.
Mnester hizo una graciosísima
reverencia a los soldados, su última
reverencia, y pronunció su habitual
discursito:
—Si les he complacido, ésa es mi
recompensa. Si les he ofendido, les pido
perdón.
Lo recibieron en silencio y lo
condujeron a la muerte. Las únicas dos
personas a quienes perdoné, salvo a los
evidentemente inocentes, fueron cierto
Laterano, acusado de conspiración, pero
que se proclamó inocente, y Cesonino.
Las pruebas contra Laterano eran
contradictorias, y además era sobrino de
Aulo Plaucio, de modo que le concedí
el beneficio de la duda. A Cesonino lo
perdoné porque era una ruina humana,
aunque de buena familia, y no quería
insultar a sus compañeros de adulterio
1336
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ejecutándolo junto con ellos. Durante el


reinado de Calígula se había prostituido
como una mujer. No sé qué fue de él;
jamás volvió a aparecer por Roma.
También deseché la acusación contra la
sobrina de Narciso; tenía por lo menos
esa deuda con él. Las bacantes, que
todavía llevaban únicamente sus pieles
de leopardo, fueron ahorcadas. Cuando
di la orden cité el discurso de Ulises en
La Odisea, cuando se venga de las
perversas criadas de Penélope:

Y así habló el príncipe: ¿A éstas les


concederemos
un destino tan puro como el de la
marcial espada ?
¿A éstas, las nocturnas prostitutas
vergonzosas
y bajas mancilladoras de mi casa y
de mi nombre?

1337
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Las hice colgar a todas en forma


homérica, en fila de a dos, de un grueso
cable de barco tendido entre dos árboles
y tensado con un cabestrante. Sus pies
quedaron a muy pocos centímetros del
suelo, y mientras morían volví a recitar:
Removieron sus pies un poco, apenas
un instante.
¿Y Silio? ¿Y Mesalina? Silio no trató
de defenderse, pero cuando lo
interrogué hizo una detallada
declaración, contando un relato de su
seducción por Mesalina. Lo insté:
—¿Pero por qué? Quiero saber por qué.
¿Estabas realmente enamorado de ella?
¿De veras creíste que soy un tirano?
¿De veras tenías la intención de
restablecer la república, o sólo querías
ser emperador en mi lugar?
—No puedo explicártelo, César; quizá
fui hechizado. Me hizo verte como a un
tirano. Mis planes eran vagos. Hablé de
1338
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

libertad con muchos de mis amigos y ya


sabes cómo es eso, cuando uno habla de
libertad todo parece maravillosamente
sencillo. Uno espera que todas las
puertas se abran y todos los muros se
derrumben y todas las voces griten de
alegría.
—¿Quieres que te perdone la vida?
¿Debo ponerte en libertad o dejarte en
custodia de tu familia, como a un ser
irresponsable e imbécil?
—Quiero morir.
Mesalina me había escrito una carta
desde los jardines. En ella me decía que
me amaba como siempre y que esperaba
que no tomaría su travesura en serio. No
había hecho más que seguir la broma
con Silio, como ella y yo habíamos
convenido, y que si se excedió al
emborracharse, yo no debía ser estúpido
y sentirme enojado y celoso. «No hay
nada que haga a un hombre tan odioso y
1339
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desagradable a los ojos de una mujer,


como los celos.» La carta fue entregada
al tribunal, pero Narciso no me permitió
contestarla hasta que los juicios no
hubiesen terminado, a no ser con un
formal «Tu comunicación ha sido
recibida, y le concederé mi atención
imperial a su debido tiempo». Dijo que
hasta que yo no estuviese convencido
en cuanto a la amplitud de su
culpabilidad, era mejor no
comprometerme por escrito; no debía
abrigar ninguna esperanza de que
escaparía a la muerte y sería
simplemente exiliada a alguna pequeña
isla-cárcel en alguna parte.
La respuesta de Mesalina a mi formal
acuse de recibo de su carta fue otra,
larga y borroneada por las lágrimas, en
la que me reprochaba fría respuesta a
sus ardientes palabras. Hacia una
confesión total, o así la llamaba, de sus
1340
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

muchas indiscreciones, pero no admitía


el adulterio en un solo caso. Me rogaba,
por nuestros hijos, que la perdonase y le
diera una posibilidad de volver a
empezar como fiel y abnegada esposa.
Y prometía una conducta de matrona
que fuera un ejemplo para todas las
nobles de Roma, en los siglos por venir.
Firmaba con su apodo cariñoso y
familiar. La carta me llegó durante el
juicio de Silio.
Narciso vio lágrimas en mis ojos y
dijo:
—César, no te rindas, una prostituta
nata no puede reformarse jamás; no es
honrada contigo, ni siquiera en esta
carta.
—No, no me rendiré —repliqué—. Un
hombre no puede morir dos veces de la
misma enfermedad.

1341
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Volví a escribir: «Tu comunicación ha


sido recibida, y le concederé mi
atención a su debido tiempo.»
La tercera carta de Mesalina llegó
cuando las últimas cabezas habían
caído. Era colérica y amenazadora. Me
escribía que ya me había concedido
todas las oportunidades para tratarla en
forma equitativa y decente, y que si no
le pedía perdón de inmediato por la
insolente, despiadada e ingrata conducta
que había tenido para con ella, debía
aceptar las consecuencias, porque su
paciencia se agotaba. Contaba con la
secreta lealtad de todos mis oficiales de
la guardia y de todos mis libertos, con
excepción de Narciso, y de la mayor
parte del Senado. No tendría más que
pronunciar una palabra, y yo sería
arrestado de inmediato y entregado a su
venganza. Narciso echó la cabeza hacia
atrás y rió.
1342
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Bien, por lo menos reconoce mi


lealtad hacia ti. Vamos a palacio. Debes
de estar casi moribundo de hambre. No
has comido nada desde el almuerzo.
¿No es cierto?
—¿Pero qué le contestaré?
—No merece respuesta alguna.
Volvimos a palacio, y allí nos esperaba
una magnífica comida. Aperitivo
(recomendado por Jenofonte como
sedante) y ostras, y ganso asado, con mi
salsa favorita de hongos y cebolla —de
acuerdo con una receta dada a mi madre
por Berenice, la madre de Herodes—, y
ternera guisada con rábanos, y un plato
de hortalizas sazonado con miel y clavo,
y melón de África. Comí con sumo
apetito, y cuando terminé comencé a
sentirme soñoliento. Le dije a Narciso:
—Mi cerebro no quiere trabajar más
esta noche. Estoy fatigado. Te dejo
encargado de los asuntos hasta mañana
1343
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

por la mañana. Supongo que debería


ordenar a esa desdichada mujer que
viniese aquí entonces, a defenderse
contra esas acusaciones. Le prometí a
Vibidia que le concedería un juicio
equitativo.
Narciso no dijo nada. Me quedé
dormido en mi diván. Narciso llamó al
coronel de la guardia.
—Ordenes del emperador. Debes ir con
seis hombres a la casa de placer de los
jardines de Lúculo, y allí ejecutar a
Valeria Mesalina, la esposa divorciada
del emperador.
Luego le dijo a Euodo que se
adelantara a los guardias y le previniera
a Mesalina que éstos estaban a punto de
llegar, concediéndole de tal modo una
oportunidad para suicidarse. Si ella la
aprovechaba, y no podía dejar de
hacerlo, yo no necesitaría enterarme de
la orden no autorizada de su ejecución.
1344
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Euodo la encontró echada de bruces en


el suelo de la casa, sollozando. Su
madre estaba arrodillada a su lado.
Mesalina dijo, sin levantar la cabeza:
—Oh, amado Claudio, me siento tan
desdichada y avergonzada.
Euodo rió.
—Estás equivocada. El emperador
duerme en palacio, con órdenes de no
ser molestado. Antes de dormirse le dijo
al coronel de la guardia que viniera a
cortarte tu hermosa cabeza. Eso fue
literalmente lo que dijo: «Córtele la
hermosa cabeza y clávela en la punta de
una lanza». Yo me adelanté para
informarte. Si tienes tanta valentía
como belleza, te aconsejo que termines
con eso antes de que lleguen. He traído
esta daga por si no tenías una a mano.
—No te quedan ya esperanzas, mi
pobre hija —gimió Domicia Lépida—.
No puedes escapar ahora. Lo único
1345
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

honorable que puedes hacer es tomar


esta daga y suicidarte, ¿no es cierto ?
—No es cierto —sollozó Mesalina—.
Claudio jamás se atrevería a eliminarme
de esta manera. Es una invención de
Narciso. Habría debido matar a Narciso
hace mucho tiempo. ¡Ruin, odioso
Narciso!
Afuera, en el pavimento, se oyó el
ruido de pesados pasos rítmicos.
—Guardias, ¡alto! ¡Presenten armas!
La puerta se abrió de par en par y el
coronel de la guardia apareció en ella,
con los brazos cruzados sobre el pecho,
dibujado contra el cielo nocturno. No
dijo una palabra.
Mesalina gritó al verlo y arrebató la
daga de manos de Euodo. Palpó
medrosamente el filo y la punta. Euodo
se burló.

1346
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¿Quieres que los guardias esperen


mientras te busco una piedra de amolar
y la afilo?
—Sé valiente, hija —dijo Domicia
Lépida—. No te dolerá si te la clavas
con rapidez.
El coronel dejó caer lentamente los
brazos; su mano derecha tomó la
empuñadura de la espada. Mesalina se
apoyó la punta de la daga primero en la
garganta y luego en el pecho.
—¡Oh, no puedo madre! ¡Tengo
miedo!
El coronel había sacado la espada de la
vaina. Dio tres largos pasos y la
atravesó.

1347
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 30

Jenofonte me había dado otra dosis de


«la mezcla olímpica» antes de que me
durmiera, y la sensación de exaltación,
que había ido disipándose un tanto
durante la cena, revivió en mí. Desperté
con un sobresalto —un esclavo
descuidado había dejado caer una pila
de platos—, bostecé ruidosamente y
pedí perdón a los presentes por mis
malos modales.

1348
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Concedido, César —exclamaron


todos. Pensé que tenían un aspecto
medroso. Mala vida y mala conciencia.
—¿Ha estado alguien envenenando mi
comida mientras dormía? —bromee.
—Dios no lo quiera —protestaron.
—Narciso, ¿qué sentido tenía esa
broma de Vetio Valens acerca de
Colchester? Algo acerca de que los
britanos me adoraban como un dios.
—No fue una broma, César —
respondió Narciso—. Será mejor que
sepas que en Colchester han dedicado
un templo al dios Claudio Augusto. Han
estado adorándote allí desde principios
del verano, pero yo acabo de enterarme.
—¿Es por eso que me siento tan raro?
¡Me he convertido en un dios! ¿Pero
cómo sucedió? Recuerdo que le escribí
a Ostorio sancionando la erección y
dedicación de un templo en Colchester
al dios Augusto, en gratitud por haber
1349
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concedido a las armas romanas la


victoria en la isla de Bretaña.
—Entonces, supongo, César, que
Ostorio cometió el natural error de
entender que «Augusto» se refería a ti
mismo, dado que especificaste una
victoria concedida por Augusto a las
armas romanas. El dios Augusto fijó la
frontera en el canal, y su nombre no
significa nada para los británicos, en
comparación con el tuyo. Y los nativos,
según se me informa, hablan allí de ti
con el más profundo respeto religioso.
Componen poemas acerca de tus
truenos y rayos, y tus brumas místicas,
y tus espíritus negros, y tus monstruos
jorobados, y tus monstruos con
serpientes por nariz. Hablando en
términos políticos, Ostorio hizo bien en
dedicarte el templo. Pero lamento que
se haya hecho sin tu consentimiento y,
supongo, contra tus deseos.
1350
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—De modo que ahora soy un dios, ¿no


es así? —repetí—. Herodes Agripa
siempre dijo que terminaría deificado y
yo le respondí que no dijera tonterías.
Supongo que no puedo corregir ese
error, ¿no es cierto, Narciso?
—Crearía un malísimo efecto entre los
provincianos, en mi opinión —contestó
Narciso.
—Bien, no me importa, tal como me
siento ahora —dije—. No me importa
nada. ¿Qué te parece si traes a esa
desdichada mujer para que la juzgue en
seguida? Me siento completamente libre
de las pequeñas pasiones mortales.
Incluso es posible que la perdone.
—Ha muerto —dijo Narciso en voz
baja—. Fue muerta por tus propias
órdenes.
—Lléname el vaso —le dije—, no
recuerdo haber dado la orden, pero
ahora todo me da lo mismo. Me
1351
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

pregunto qué clase de dios soy. El viejo


Atenodoro me explicó muchas veces la
idea estoica de Dios: Dios es un todo
perfectamente rotundo, inmune a los
accidentes o a los acontecimientos.
Siempre me imaginé a Dios como a una
enorme calabaza, ¡Ja, ja, ja. Si sigo
comiéndome este ganso y bebiéndome
este vino, también yo terminaré
calabacificado. ¡De modo que Mesalina
ha muerto! ¡Una hermosa mujer,
amigos! ¡Pero mala!
—Hermosa pero mala, César.
—Que alguien me lleve a la cama, y
déjenme dormir el bendito sueño de los
dioses. Ahora soy un dios bendito, ¿no
es cierto?
Me llevaron a la cama. Me quedé en
ella hasta el mediodía siguiente,
dormido profundamente. El Senado se
reunió en mi ausencia y promulgó una
moción por la que se me felicitaba por
1352
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la represión de la revuelta, y otra por la


que se borraba el nombre de Mesalina
de los archivos y se eliminaba de todas
las inscripciones públicas, destruyendo
todas sus estatuas. Me levanté por la
tarde y reanudé mis habituales tareas
imperiales. Todos aquellos con quienes
me encontraba ahora se mostraban
sumisos y corteses, y cuando visité los
tribunales, nadie, por primera vez en
muchos años, trató de atropellarme o
amedrentarme. Terminé todos los casos
en un santiamén. Al día siguiente
comencé a hablar con grandilocuencia
sobre la conquista de Germa-nia, y
Narciso, advirtiendo que la medicina de
Jenofonte tenía un efecto demasiado
violento sobre mí —me desordenaba los
pensamientos en lugar de ayudarme a
pasar con suavidad el golpe de la
muerte de Mesalina, como había sido la
intención—, le dijo que no me la diera
1353
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

más. El humor olímpico se disipó de


forma gradual, y volví a sentirme un
patético mortal. La primera mañana en
que quedé libre de los efectos de la
droga bajé a desayunar y pregunté:
—¿Dónde está mi esposa? ¿Dónde está
Mesalina? Mesalina siempre había
desayunado conmigo, a menos de que
tuviera un «dolor de cabeza».
—Ha muerto, César —respondió
Euodo—. Murió hace algunos días, por
tus órdenes.
—No lo sabía —dije débilmente—.
Quiero decir, me había olvidado.
Y entonces la vergüenza, la pena y el
horror de todo aquello irrumpieron en
mi mente, y me derrumbé. Pronto rompí
a balbucear acerca de mi querida,
preciosa Mesalina, y a reprocharme
haberla asesinado, y a decir que yo tenía
toda la culpa, y a convertirme en un

1354
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tonto de remate. Eventualmente me


repuse y pedí una litera.
—A los jardines de Lúculo —ordené.
Me llevaron allí. Sentado en un banco
del jardín, bajo un cedro, contemplando
el suave prado verde y la amplia
avenida herbosa de carpes, sin nadie
cerca, aparte de mis guardias germanos
apostados fuera de la vista, entre los
arbustos, y con una larga tira de papel
en la rodilla y una pluma en la mano,
comencé a escribir, para ver si podía
averiguar dónde y cómo me encontraba.
Tengo ese papel a mi lado, mientras
escribo, y copiaré todo lo que puse en
él. Mis afirmaciones se ordenaban,
quién sabe por qué, en grupos afines de
tres, como los «tercetos» de los druidas
británicos (su convención métrica
común para los versos de tipo moral o
didáctico):

1355
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Amo la libertad, detesto la tiranía.


Siempre he sido un romano patriota.
El genio romano es republicano.

Ahora soy, paradójicamente,


emperador.
Como tal ejerzo poderes
monárquicos.
La república ha estado en suspenso
durante tres generaciones.
La república fue desgarrada por
guerras civiles.
Augusto instituyó este poder
monárquico.
Fue sólo una medida de emergencia.
Augusto descubrió que no podía
renunciar a su poder.
Mentalmente condené a Augusto por
hipócrita.
Seguí siendo un republicano
convencido.
1356
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tiberio llegó a ser emperador.


¿Contra sus inclinaciones?
¿Temeroso de que algún enemigo
ocupara el poder?
Probablemente obligado por su
madre latvia.
Durante su reinado viví en retiro.
Lo consideré como un hipócrita
sanguinario.
Seguí siendo un republicano
convencido.
De repente Calígula me nombró
cónsul.
Yo sólo deseaba volver a mis libros.
Calígula gobernaba como un
monarca oriental.
Yo era un romano patriota.
Habría debido tratar de matar a
Caligula.
En lugar de eso salvé mi pellejo
haciendo el papel de imbécil.
1357
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Casio Querea fue quizás un romano


patriota.
Violó su juramento, asesinó a
Caligula.
Por lo menos trató de restablecer la
república.
La república no fue restablecida
entonces.
Por el contrario, se designó un
nuevo emperador.
Ese emperador era yo, Tiberio
Claudio.
Si me hubiese negado me habrían
matado.
Si me hubiese negado habría habido
una guerra civil.
Fue tolo una medida de emergencia.
Hice ejecutar a Casio Querea.
Descubrí que no podía renunciar a
mi poder.
1358
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Me convertí en un segundo Augusto.


Trabajé dura y largamente, como
Augusto;
Amplié y fortalecí el imperio, como
Augusto;
fui un monarca absoluto, como
Augusto.
No fui un hipócrita consciente.
Me enorgullecí de actuar lo menos
posible.
Planeaba restablecer la república
este mismo año.
La deshonra de Julia fue el castiga
de Augusto.
Ojalá no la hubiera desposado y
hubiese muerto sin descendientes.
Lo mismo siento en cuanto a
Mesalina.
Habría debido suicidarme en lugar
de gobernar.
1359
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Jamás habría debido permitir que


Herodes Agripa me convenciera.
Con las mejores intenciones, me he
convertido en un tirano.
Fui ciego a las locuras y villanías de
Mesalina.
En mi nombre derramó la sangre de
hombres y mujeres inocentes.
La ignorancia no es justificación
para el crimen.
Pero no soy la única persona
culpable.
¿No ha pecado igualmente toda la
nación?
Me hicieron emperador y
mendigaron mi favor.
¿Y si ahora ponga en práctica mis
honradas intenciones?
¿Qué sucederá si restablezco la
república?

1360
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿De veras es posible que Roma se


muestre agradecida?
«Ya sabes qué sucede cuando uno
habla de libertad.
Todo parece hermosamente sencillo.
Uno espera que todas las puertas se
abran y todas las murallas se
derrumben.»
El mundo está a gusto conmigo
como emperador;
el mundo entero, menos los que
quieren ser emperadores ellos mismos.
Nadie quiere la vuelta de la
república.
Asinio Polio tenía razón:
«Tendrá que volverse mucho peor,
antes de que pueda mejorar».
Decidido: a fin de cuentas no llevaré
a la practica mi plan.

1361
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

El estanque de las ranas quería un


rey.
Júpiter les envió el Viejo Rey
Tronco.
Yo he sido tan sordo y ciego e
insensible como un tronco.
El estanque de las ranas quería un
rey.
Que Júpiter les envíe ahora el Joven
Rey Cigüeña.
El principal defecto de Calígula: su
reinado de cigüeña fue demasiado
breve.
Mi defecto principal: he sido
demasiado benévolo.
Reparé las ruinas que mis
predecesores habían provocado.
Reconcilié a Roma y al mundo con
la monarquía.
Roma está destinada a inclinarse
ante otro César.
1362
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Que sea loco, sanguinario,


caprichoso, derrochador, libertino.
El Rey Cigüeña volverá a demostrar
la naturaleza de los reyes.
Al embotar la espada de la tiranía
caí en un grave error.
Aguijando la misma espada podría
corregir ese mismo error.
Los violentos desórdenes exigen
violentos remedios.
Y sin embargo, tengo que
recordarlo, soy el Viejo Rey Tronco.
Flotaré, inerte, en el estanque.
Que se destilen todos los venenos
agazapados en el fango.

Cumplí con mi resolución. La cumplí


desde entonces. No he permitido que
nada se interponga entre ella y yo. Al
principio fue penoso. Había dicho a
Narciso que me sentía como el
1363
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gladiador español a quien de pronto le


habían cortado el brazo del escudo en la
liza; pero la diferencia era que el
español había muerto de su herida y yo
continuaba viviendo. Quizás ustedes
hayan oído quejarse a hombres
mutilados, durante el tiempo frío y
húmedo, de sensaciones de dolor en la
pierna o el brazo que han perdido... y
puede llegar a ser un dolor muy exacto,
descrito como una punzada aguda que
corre desde el pulgar hasta la muñeca, o
como un dolor fijo en la rodilla. A
menudo he sentido eso. Solía
preocuparme lo que podía pensar
Mesalina de la decisión que había
tomado, o el efecto que tendría sobre
ella una larga obra aburrida en el teatro.
Cuando había truenos recordaba cómo
la asustaban.
Como se habrá supuesto, la
consideración más dolorosa de todas era
1364
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la de que mis pequeños Británico y


Octavia no eran, en fin de cuentas, hijos
míos. Estaba convencido de que
Octavia no era mi hija. No se parecía en
lo más mínimo a los Claudio. La
contemplé cien veces antes de advertir
de pronto que su padre debía de haber
sido el comandante de los germanos
durante el reinado de Calígula. Recordé
entonces que un año después de la
amnistía aquél se deshonró y perdió su
puesto, y finalmente se hundió hasta el
punto de convertirse en gladiador.
Mesalina rogó que le perdonaran la vida
en la liza (lo habían desarmado y un
reciario estaba a punto de clavarle el
tridente); pidió por la vida del
desdichado, contra las protestas de todo
el público, que aullaba y gritaba
volviendo el pulgar hacia abajo. Yo lo
perdoné, porque dijo que su salud se
resentiría si se lo negaba; esto sucedió
1365
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

antes del nacimiento de Octavia. Pero


unos meses más tarde el hombre volvió
a luchar con el mismo reciario y fue
muerto por éste.
Británico era un verdadero Claudio y
un chiquillo noble, pero se me ocurrió
el horrible pensamiento de que se
parecía a mi hermano Germánico. ¿Era
posible que Calígula fuese en verdad su
padre? No tenía nada de la naturaleza de
Calígula, pero la herencia se salta a
menudo una generación. La idea me
obsesionó. No pude librarme de ella
durante mucho tiempo. Lo mantuve
lejos de mi vista tanto como me resultó
posible sin repudiarlo. El y Octavia
deben de haber sufrido mucho durante
esa época. Habían estado muy apegados
a su madre, de modo que di
instrucciones de que no se hablara en
detalle de los delitos de ella.
Simplemente debían saber que su madre
1366
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

había muerto. Pero pronto descubrieron


que había sido ejecutada por orden mía,
y como es natural experimentaron un
resentimiento infantil hacia mí. Sin
embargo, no pude obligarme a hablarles
de ella.
He explicado que mis libertos
formaban una fraternidad muy unida y
que el que ofendía a uno de ellos los
ofendía a todos, y que el que era tomado
bajo la protección de uno gozaba del
favor de todos. En este sentido ofrecían
un buen ejemplo al Senado, pero éste no
lo siguió, ya que estaba siempre
desgarrado por facciones y sólo unido
en su común servilismo hacia mí. Y
aunque más tarde, tres meses después
de la muerte de Mesalina, estalló una
rivalidad entre mis tres ministros
principales, Narciso, Palas y Calisto, se
convino de antemano que el que tuviese
éxito no utilizaría el puesto que
1367
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

conquistara complaciéndome como


medio de humillar a los otros dos.
Jamás adivinarán en qué consistía la
rivalidad. ¡Se trataba de elegir una
cuarta esposa para mí!
—¡Pero —exclamarán— yo tenía
entendido que habías dado a los
guardias permiso para hacerte pedazos
con las espadas si volvías a casarte!
Así es, pero eso fue antes de que
tomase mi decisión, sentado allí, bajo el
cedro de los jardines de Lúculo. Porque
había adoptado una resolución, y una
vez que hago tal cosa, el asunto queda
como fijado con un clavo. Ofrecí a mis
libertos una especie de adivinanza en
cuanto a cuáles eran mis intenciones
maritales. Era una broma, porque ya
había elegido a la afortunada mujer.
Una noche los sobresalté diciéndoles
con negligencia:

1368
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Tendría que hacer algo mejor por la


pequeña Octavia que ponerla a cargo de
libertas. He hecho ahorcar a todas las
criadas que entendían sus costumbres,
pobre niña, y no puedo esperar que mi
hija Antonia la cuide. Antonia ha tenido
muy mala salud desde que murió su
hija.
—No —respondió Vitelio—, lo que la
pequeña Octavia necesita es una madre.
Lo mismo que Británico, aunque a un
chico le es más fácil cuidarse por sí
mismo que a una chica.
No respondí, de modo que todos los
presentes supieron que pensaba volver a
casarme, y todos pensaron cuan
fácilmente me había manejado
Mesalina, y cada uno supuso que si él
era el hombre que me encontraba una
esposa, su fortuna estaba hecha.
Narciso, Palas y Calisto ofrecieron cada
uno una candidata, por turno, en cuanto
1369
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

llegó el momento favorable para


hablarme de ello en privado. Me resultó
interesantísimo observar cómo
trabajaban sus pensamientos. Calisto
recordó que Calígula había obligado a
un gobernador de Grecia a divorciarse
de su esposa, Lolia Paulina, para
casarse luego con ella (como su tercera
esposa) porque alguien le había dicho
en un banquete que era la mujer más
hermosa del imperio. Luego recordó
que ese alguien había sido yo mismo.
Se le ocurrió que como Lolia Paulina no
había perdido su belleza en los diez
años transcurridos desde entonces, sino
que más bien la había acentuado, podía
muy bien sugerir su nombre. Así lo hizo
al día siguiente. Yo sonreí y prometí
conceder al asunto mi cuidadosa
consideración.
Luego fue Narciso el que me preguntó
a quién había sugerido Calisto, y
1370
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuando yo le dije «Lolia Paulina»,


exclamó que ella jamás me convendría.
Lo único que le interesaban eran las
joyas.
—Nunca sale con menos de treinta mil
piezas de oro en torno al cuello, en
esmeraldas o rubíes o perlas, y jamás es
el mismo collar, y es tan estúpida y
obstinada como la muía de un molinero.
César, la mujer que necesitas, como
ambos sabemos, es Calpurnia. Pero no
puedes casarte con una prostituta, no
estaría bien. Por lo tanto mi sugestión es
que te cases con una noble, como una
cuestión formal, pero que vivas con
Calpurnia, como hiciste antes de
conocer a Mesalina, y que goces de
verdadera felicidad para el resto de tus
días.
—¿A quién sugieres como esposa
formal?

1371
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—A Elia Petina. Después de que te


divorciaras de ella se volvió a casar,
según recordarás. Hace poco perdió a su
esposo, y él la dejó en muy mala
situación. Sería una verdadera caridad
casarse con ella.
—¿Pero y su lengua, Narciso?
—La desgracia la ha suavizado. Su
lengua viperina jamás volverá a ser
escuchada, me comprometo a ello. Le
hablaré de esto y le explicaré las
condiciones del matrimonio. Se le
ofrecerá todo el respeto que se le debe
como esposa tuya y como madre de tu
hija Antonia, y tendrá una buena renta,
personal, pero tiene que firmar un
contrato para comportarse como
sordomuda en tu presencia, y no sentir
celos de Calpurnia. ¿Qué te parece ?
—Concederé al asunto mi cuidadosa
consideración, mi querido Narciso.

1372
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Pero fue Palas quien hizo la


proposición correcta. O bien fue
extraordinariamente estúpido, o
extraordinariamente listo. ¿Cómo
podría suponer que yo haría algo tan
monstruoso como casarme con mi
sobrina Agripinila ? En primer lugar, el
matrimonio sería incestuoso; en
segundo lugar, era la madre de Lucio
Domicio, hacia quien yo sentía el más
violento desagrado. En tercer término,
ahora que Mesalina estaba muerta,
podía aspirar al título de peor mujer de
Roma. Incluso en vida de Mesalina
habría sido muy difícil decidir entre
ambas. Las dos eran igualmente
viciosas, y si Mesalina había sido más
promiscua que Agripinila, por lo menos
jamás había cometido incesto, como lo
cometía Agripinila, según tenía
entendido. Pero Agripinila tenía una
sola virtud: era muy valiente, en tanto
1373
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que Mesalina, como hemos visto, era


una cobarde. Palas sugirió a Agripinila,
con la misma cláusula que había
formulado Narciso: sólo podía ser un
casamiento de forma. Yo mantendría a
cualquier amante que me gustara. Dijo
que Agripinila era la única mujer de
Roma capaz de hacerse cargo de las
tareas políticas de Mesalina, y que seria
una verdadera ayuda para mí.
Prometí conceder al asunto mi
cuidadosa consideración. Luego
provoqué un verdadero debate entre
Calisto, Narciso y Palas, después de
darles tiempo para sondear la
disposición de sus candidatas a
presentarse al puesto de esposa del
César. Llamé a Vitelio como arbitro, y
el debate se realizó unos días más tarde.
Al recomendar a Elia, Narciso
argumentó que mediante las
reanudación de una antigua vinculación
1374
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no introduciría innovación alguna en la


familia, y que ella sería una buena
madre para la pequeña Octavia y para
Británico, con el cual ya estaba
vinculado al ser la madre de Antonia, la
hermanastra de ambos. Calisto le
recordó a Narciso que Elia se había
divorciado hacía mucho tiempo de mí y
sugirió que si volvía a tomarla, mi
orgullo se inflamaría y probablemente
se vengaría en privado de los niños de
Mesalina. Lolia era una esposa mucho
más agradable; nadie podía negar que
era la mujer más hermosa del mundo, y
además virtuosa. Palas se opuso a
ambas selecciones. Elia era una vieja
bruja, dijo, y Lolia una tonta sin
remedio, que se paseaba de un lado al
otro adornada como el escaparate de
una joyería, y que esperaría que le
regalasen todo un nuevo juego de
chucherías, a expensas del tesoro, con
1375
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

tanta regularidad como el sol salía y se


ponía. No, la única elección posible era
Agripina (sólo yo continuaba
llamándola con su diminutivo,
«Agripinila»). Llevaría consigo al nieto
de Germánico, que era en todo sentido
digno de la fortuna imperial, y era de
gran importancia política que una mujer
que se había mostrado fructífera, y que
aún era joven, no se casara con un
miembro de otra casa y llevara a ella los
esplendores de los Césares. Pude ver
que Vitelio sudaba copiosamente,
tratando de adivinar por mi expresión
cuál de los tres tenía razón en mi
opinión, y preguntándose si no sería
mejor que él sugiriera un nombre
completamente distinto. Pero adivinó
bien, quizá por el orden en que concedí
permiso para hablar a mis libertos.
Inspiró profundamente y dijo:

1376
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Entre tres candidatas tan hermosas,


inteligentes, bien nacidas y distinguidas,
me resulta tan difícil juzgar como a
Paris, el pastor troyano, entre las tres
diosas Juno, Venus y Minerva.
Permíteme continuar con esta figura,
que es útil. Elia Petina representa a
Juno. Ya se ha casado y tuvo un hijo
con el emperador. Pero así como Júpiter
se disgustó con Juno, aunque era la
madre de Hebe, por su lengua mordaz,
así el emperador se disgustó con Elia
Petina y no queremos más guerras
domésticas en este cielo terrestre. Se
afirma en favor de Lolia Paulina que es
una verdadera Venus, y por cierto que
París entregó el premio a Venus. Pero
París era un joven galán impresionable,
según se recordará, y la belleza que no
va unida a la inteligencia no puede
atraer a un gobernante maduro, con gran
experiencia marital así como
1377
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gubernamental. Agripinila es Minerva,


en cuanto a su sabiduría, y cede muy
poco ante Lolia, si es que cede, en
belleza. La esposa del emperador debe
tener belleza y notable inteligencia. Yo
elijo a Agripinila.
Como si sólo en ese momento se me
hubiese ocurrido, protesté:
—Pero Vitelio, es mi sobrina, no puedo
casarme con mi sobrina, ¿no es cierto?
—Si quieres que consulte al Senado,
César, puedo comprometerme a obtener
su consentimiento. Por supuesto, es
irregular, pero puedo utilizar el mismo
argumento que utilizaste tú en tu
discurso acerca de la franquicia de
Autun. Puedo señalar que las leyes
matrimoniales de Roma se han vuelto
cada vez más plásticas con el curso del
tiempo. Hace cien años, por ejemplo, se
habría considerado monstruoso que dos
primos se casaran entre sí, pero ahora se
1378
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hace con regularidad, incluso en las


mejores familias, ¿y por qué no habrían
de casarse un tío y una sobrina? Los
partos lo hacen, y la suya es una
civilización antiquísima, y en la familia
de Herodes ha habido más matrimonios
entre tío y sobrina que cualesquiera
otros.
—Muy cierto —dije—. Herodías se
casó con su tío Filipo, y luego lo
abandonó y huyó con su tío Antipas. Y
Berenice, la hija de Herodes Agripa, se
casó con su tío Herodes Polio, rey de
Calcis, y ahora se supone que vive
incestuosamente con su hermano, el
joven Agripa. ¿Por qué los Césares no
habrían de ser tan libres como los
Herodes?
Vitelio pareció sorprendido, pero dijo
con toda seriedad:
—El incesto entre hermanos es otro
asunto. Yo no puedo defender una cosa
1379
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

así. Pero tal vez nuestros primeros


antepasados permitieran que tíos y
sobrinas se casaran, porque en ninguna
parte de la antigua literatura clásica se
expresa disgusto alguno por el
casamiento de Plutón con su sobrina
Proserpina.
—Plutón era un dios —repliqué—.
Pero por lo demás, según parece,
también lo soy yo ahora. Palas, ¿qué
piensa mi sobrina Agripinila al
respecto?
—Se sentirá grandemente honrada y
alborozada, César —dijo Palas, incapaz
de ocultar su jubilo—, y está dispuesta a
jurar que se dedicará fielmente a ti,
mientras vivas, y a tus hijos, y al
imperio.
—Tráela aquí.
Cuando Agripinila llegó, cayó a mis
pies. Le dije que se levantara, y que
estaba dispuesto a casarme con ella, si
1380
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

así lo deseaba. Me abrazó


apasionadamente, en respuesta, y dijo
que ese era el momento más feliz de su
vida. Le creí. ¿Por qué no? Ahora
podría gobernar al mundo entero por mi
intermedio. Agripinila no era Mesalina.
Mesa-Una tenía el don de entregarse
por entero al placer sensual. En ese
sentido se parecía a su bisabuelo Marco
Antonio. Agripinila no era ese tipo de
mujer. Se parecía a su bisabuela, la
diosa Livia. Sólo le interesaba el poder.
Sexualmente, como he dicho, era en
todo inmoral. Y sin embargo, no era en
modo alguno— pródiga en sus favores.
Sólo se acostaba con hombres que
pudieran serle útiles en el plano
político. (Por ejemplo, tengo todos los
motivos del mundo para sospechar que
recompensó a Vitelio por la valiente
defensa que hizo de ella, y sé con
seguridad, aunque nunca se lo dije, que
1381
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Palas era entonces, y sigue siendo, su


amante. Porque Palas domina el tesoro
privado.)
Vitelio pronunció su discurso en el
Senado (habiendo dispuesto primero
una gran demostración pública afuera) y
dijo que me había sugerido el
matrimonio y que yo convine en cuanto
a su necesidad política, pero que vacilé
en tomar una decisión definida hasta
que no hubiese sabido lo que el Senado
y el Pueblo opinaban de la innovación.
Vitelio habló con la anticuada
elocuencia:
—...y no tendrán que buscar mucho,
señores, antes de encontrar que entre las
mujeres de Roma, Agripinila se destaca
por el esplendor de su linaje, ha dado
señaladas pruebas de su fertilidad y
alcanza y aun supera sus exigencias en
materia de virtudes. En verdad es una
circunstancia singularmente feliz la de
1382
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que, gracias a la providencia de los


dioses, este dechado entre las mujeres
sea una viuda y pueda unirse sin
tropiezos con una Persona que hasta
ahora ha sido un modelo de virtudes
matrimoniales.
Sin duda se podrá adivinar cómo fue
recibido su discurso. Votaron sin una
sola voz de oposición —no en modo
alguno porque estuviesen todos
encantados con Agripinila, sino porque
nadie se atrevía a conquistar su
resentimiento ahora que parecía
probable que se convirtiera en mi
esposa—, y varios senadores se
pusieron de pie, compitiendo en
fanatismo y diciendo que si era
necesario me obligarían a someterme a
la voluntad de todo el país. Yo recibí
sus saludos y ruegos y felicitaciones en
la plaza del Mercado, y luego me dirigí
al Senado, donde pedí que se
1383
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

promulgara un decreto legalizando los


matrimonios entre tíos y sobrinas. Lo
promulgaron.

AÑO 49

En Año Nuevo me casé con Agripinila.


Sólo una persona aprovechó la nueva
ley, un caballero que había sido capitán
de la guardia. Agripinila le pagó bien
por eso.
Hice una declaración al Senado en
cuanto a mi templo en Bretaña.
Expliqué que mi deificación se había
producido por accidente y me disculpé
ante mis conciudadanos. Pero quizá me
perdonarían y confirmarían la
incongruencia, en vista del peligro
político que significaba la cancelación.
—Bretaña está muy lejos, y no es más
que un templo pequeñito —dije,
irónicamente—. Un pequeño templo
1384
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

rústico, con piso de barro y techo de


césped, como aquellos en que vivieron
los dioses de Roma en la época
republicana, antes de que el dios
Augusto los colocara en su actual
esplendor palaciego. Sin duda no se
opondrán a un templo pequeñito, tan
lejano, y a uno o dos ancianos
sacerdotes, y a un modesto sacrificio de
vez en cuando. Por mi parte jamás quise
ser dios. Y les doy mi palabra de que
ese será mi único templo...
Pero nadie, según parece, quiso
arrebatarme mi templo.
Después de terminar el censo, no volví
a ocupar el puesto de censor, pero como
preludio de mi restablecimiento de la
república ofrecí él nombramiento a
Vitelio. Era la primera vez, después de
un siglo, que el control de la moral
pública estaba fuera de las manos de los
Césares. Uno de los primeros actos de
1385
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Vitelio, después de disponer mi


matrimonio con Agripinila, fue el de
eliminar de la orden senatorial a uno de
los magistrados de primer orden del
año, nada menos que mi yerno el joven
Silano. Dio como motivo el incesto de
Silano con su hermana Calvina, que
había sido su propia nuera, pero que
últimamente se había divorciado de su
esposo, Vitelio el joven. Vitelio explicó
que su hijo los había sorprendido a
ambos, juntos hacía tiempo, y que le
habló de eso, pidiéndole que le guardara
el secreto. Pero ahora que era censor no
podía ocultar a su conciencia la
culpabilidad de Silano. Yo mismo
examiné el caso. Silano y Calvina
negaron la acusación, pero parecía
demostrada fuera de toda posibilidad de
discusión, de modo que disolví el
contrato matrimonial existente entre
Silano y mi hija Octavia (o más bien la
1386
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hija de Mesalina Octavia) y lo obligué a


renunciar a su magistratura. Solo le
faltaba un día para completarla, pero
para demostrar cuan fuerte era mi
sentimiento, entregué a otro el
nombramiento para el último día. Por
supuesto Vitelio jamás se habría
atrevido a revelar el secreto, si no
hubiese sido por Agripinila. Silano se
interponía en el camino de sus
ambiciones; ella quería que su hijo
Lucio llegara a ser mi yerno. Bien, yo
tenía cariño a Silano, y a fin de cuentas
era un descendiente del dios Augusto.
De modo que le dije que postergaría el
juicio de su caso... con lo cual quería
decirle que esperaba que se suicidase.
Durante un tiempo postergó el suicidio,
y eventualmente eligió para ello el día
de mi boda, cosa que no era del todo
inadecuada. Desterré a Calvina y exigí
al colegio de Pontífices que ofreciera
1387
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sacrificios y expiaciones en el templo


de Diana, en resurrección de una
pintoresca institución de Tulio Hostilio,
el tercer rey de Roma.
Baba y Augurino estaban muy en
forma por esa época. Parodiaban todo lo
que hacía. Baba introdujo tres nuevas
letras en el alfabeto, una que
representaba un escupitajo de fiema,
otra el ruidoso sorberse de los dientes, y
la tercera la «indeterminada vocal entre
el eructo y el hipo». Se divorció de la
enorme negra que hasta entonces había
hecho el papel de Mesalina, la azotó en
la calle y realizó una fingida ceremonia
de matrimonio con una mujer albina,
bizca, de quien afirmó que era su
sobrina. Hizo un censo de ladrones,
mendigos y vagabundos, y expulsó de la
Sociedad a todos los que habían
trabajado alguna vez en su vida. Una de
sus bromas consistió en renunciar a su
1388
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

puesto de censor y designar a Augurino


como su sucesor, durante el plazo que
aún faltaba para terminar el período:
exactamente una hora, según el reloj de
agua. Augurino se jactó de todas las
cosas gloriosas que pensaba hacer en
esa hora. Su única queja era que el reloj
de agua de Baba no marcaba bien el
tiempo. Quiso ir a buscar el suyo, que
tenía horas que duraban por lo menos
tres veces más. Pero Baba, imitando mi
voz y mis gestos, citó una frase que yo
había usado recientemente en los
tribunales, y de la cual me enorgullecía:
«Es más fácil esperar que los filósofos
concuerden entre sí, y no que lo hagan
los relojes», y se negó a dejarlo partir.
Augurino insistió en que lo justo era lo
justo; si iba a ser censor, necesitaba una
hora completa, de tamaño y peso
reglamentarios. Continuaron la
discusión con acaloramiento, hasta que
1389
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el período de Augurino terminó de


pronto, sin que hubiese hecho nada.
—Y yo que pensaba meterte en
alquitrán hirviente y luego freírte hasta
casi el borde de la muerte, de acuerdo
con una pintoresca institución del rey
Tulio Hostilio...
Concedí a Baba y Augurino completa
libertad para parodiarme y
caricaturizarme. Atrajeron enormes
multitudes con sus espectáculos fuera
del templo de Mercurio. Mercurio, por
supuesto, es el dios de los ladrones y los
bromistas. Agripinila se ofendió
muchísimo por el insulto que
representaba para ella el casamiento de
Baba con la albina, pero yo la sorprendí
diciendo con firmeza:
—Mientras yo viva, la vida de Baba
está asegurada, entiéndelo, y la de
Augurino también.

1390
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Exactamente mientras tú vivas, hasta


el último momento —convino
Agripinila, con su tono más
desagradable.
Ese año hubo una plaga de víboras.
Publiqué una orden informando al
público acerca de un infalible remedio
contra la mordedura de víboras, a saber,
el zumo de tejo. Augurino y Baba la
republicaron, agregándole la frase «y a
la recíproca» que, según parece, es
reconocida como una de mis
expresiones comunes.

1391
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 31

Estoy casi al final de mi larga historia.


Hace ya cinco años que me he casado
con Agripinila, pero han sido cinco años
relativamente sin incidentes, y no
escribiré acerca de ellos con gran
detalle. He dejado que Agripinila y mis
libertos me gobernaran. He abierto y
cerrado la boca, y hecho gestos con los
brazos, como las pequeñas marionetas
1392
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

articuladas que hacen en Sicilia. Pero la


voz no ha sido mía, sino el gesto. Debo
decir que Agripinila ha resultado ser
una gobernante notablemente capaz, del
tipo tiránico. Cuando entra en una
habitación donde están reunidos
algunos notables, y mira con frialdad en
su derredor, todos se estremecen y se
muestran atentos y tratan de
complacerla. Ya no necesita fingir
afecto hacia mí. Muy pronto le hice
notar que me había casado con ella por
motivos puramente políticos y que en el
sentido físico me era desagradable. Fui
muy franco al respecto. Le expliqué:
—El hecho es que me cansé de ser
emperador. Quería que alguien hiciera
ese trabajo en mi lugar. Me casé
contigo, no por tu corazón, sino por tu
cabeza. Se necesita una mujer para
dirigir un imperio como éste. No hay

1393
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

motivos para que finjamos devoción


amorosa el uno hacia el otro.
—Eso me conviene —me respondió—.
No eres el tipo de amante con que una
mujer sueña.
—Y tú no eres ya lo que eras hace
veintidós años, querida mía, o cuando
fuiste novia por primera vez. Aun así
durarás un tiempo más, si continúas con
ese masaje facial diario y esos baños de
leche. Vitelio finge que te considera la
mujer más hermosa de Roma.
—Quizá tú también dures, si no
exasperas a la gente de la cual
dependes.
—Sí, hemos sobrevivido al resto de
nuestra familia —convine—. No sé
cómo lo hemos hecho. Creo que
debíamos felicitarnos en lugar de reñir.
—Tú siempre comienzas la riña —
replicó ella—, porque tratas de ser lo
que llamas «sincero».
1394
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Agripinila no podía entenderme. Pronto


descubrió que era innecesario adularme
o engañarme o amedrentarme, si quería
que las cosas se hiciesen a su manera.
Aceptaba sus sugestiones en casi todos
los casos. Apenas pudo creer en su
suerte cuando consentí en desposar a
Lucio con Octavia; sabía lo que yo
pensaba realmente de Lucio. No pudo
entender por qué acepté. Se sintió lo
bastante audaz como para seguir
adelante y sugirió que debía adoptarlo
como hijo. Pero esa era ya mi intención.
Primero dejé que Palas me sondeara al
respecto. Se mostró lleno de tacto.
Comenzó a hablar cariñosamente de mi
hermano Germánico, y de su adopción
por mi tío Tiberio, a pedido de Augusto,
si bien Tiberio tenía un hijo propio,
Castor. Siguió hablando del notable
amor fraternal que había surgido entre
Germánico y Castor, y de la
1395
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

generosidad que Castor demostró a la


viuda e hijos de Germánico. En el acto
supe qué quería Palas, y convine en que
dos hijos amantes son mejores que uno.
—Pero recuerda —dije— que allí no
termina el asunto. Germánico y Castor
fueron asesinados, y mi tío Tiberio, en
su vejez, como sería mi caso, nombró a
otro par de amantes hermanos, Calígula
y Gemelo, como sus herederos
conjuntos. Calígula tuvo la ventaja de
ser el mayor. Cuando el anciano murió,
Calígula se apoderó de la monarquía y
mató a Gemelo.
Esto hizo que Palas guardara silencio
durante un rato. Cuando intentó un
enfoque un tanto distinto, y me dijo esta
vez qué grandes amigos habían llegado
a ser Lucio y Británico, yo le respondí,
como si no viniera al caso:
—¿Sabes que la familia Claudia ha
mantenido su descendencia directa en la
1396
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

línea masculina, sin adopciones, desde


Appio Claudio, hace cinco siglos? No
hay en Roma otra familia que pueda
jactarse de lo mismo.
—Sí, César —respondió Palas—. La
tradición de la familia Claudia es una de
las cosas menos plásticas, en un mundo
notablemente plástico. Pero, como tú
señalas con gran sabiduría todas las
cosas están sometidas a cambio.
—Escucha, Palas, ¿por qué te andas
por las ramas? Díle a Agripinila que si
desea que adopte a su hijo como mi
heredero conjunto, con Británico, estoy
dispuesto a hacerlo. En cuanto a la
plasticidad, me he vuelto muy blando en
mi vejez. Puedes moldearme en tus
manos, y llenarme con lo que quieras,
como si fuese masa para pastel, y
hornearme y convertirme en un
pastelillo imperial.

1397
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Adopté a Lucio. Ahora se llama Nerón;


hace poco lo casé con Octavia, a quien
primero había permitido que Vitelio
adoptase como su hija, para evitar el
delito técnico de incesto.

AÑO 50

En la noche de su casamiento, el cielo


pareció incendiarse. Lucio (o Nerón,
como se le llamaba ahora) hizo lo
posible para conquistar la amistad de
Británico. Pero éste lo entendía a la
perfección y rechazó con altanería sus
pretensiones. Al principio se negó a
llamarle Nerón, y continuó llamándole
Lucio Domicio, hasta que intervino
Agripinila y le ordenó que se
disculpara. Británico replicó:
—Sólo me disculparé si mi padre me
obliga a hacerlo.

1398
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Le ordené que se disculpara. Veía a


Británico con muy poca frecuencia.
Había eliminado mis mórbidas
sospechas en cuanto a que fuese el
bastardo de Calígula... y ahora lo quería
mucho más que antes. Pero ocultaba
mis verdaderos sentimientos. Estaba
decidido a hacer de Viejo Rey Tronco,
y nada debía obstaculizar mi decisión.
Sosibio seguía siendo su instructor, y le
proporcionaba una educación anticuada.
Británico estaba acostumbrado a las
comidas más sencillas, y de noche se
acostaba sobre una cama de tablas,
como un soldado. La equitación, la
esgrima, la ingeniería militar y la
primitiva historia romana eran sus
principales estudios, pero conocía las
obras de Homero y Ennio y Livio tan
bien como yo, o mejor. En sus
vacaciones, Sosibio lo llevaba a mi
finca de Capua, y allí aprendía todo lo
1399
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

relacionado con la crianza de abejas, el


ganado y la agricultura. No le permití
que aprendiera oratoria griega o
filosofía. Le dije a Sosibio:
—Los antiguos persas enseñaban a sus
hijos a disparar directamente y a decir la
verdad. Enséñale lo mismo a mi hijo.
Narciso se aventuró a criticarme.
—El tipo de educación que se da a
Británico, César, habría estado muy
bien en los días antiguos, cuando, como
tanto te gusta citar, Bajo el roble está
sentado Rómulo, comiendo vorazmente
nabos hervidos o incluso unos años
después, cuando, llamado a luchar
contra los enemigos de su patria,
Cincinato abandonó el arado, pero sin
duda, en este nuevo noveno ciclo de
historia romana, ¿no te parece un poco
fuera de moda?
—Sé lo que estoy haciendo, Narciso —
le respondí.
1400
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En cuanto a Nerón, proporcioné a


nuestro Joven Rey Cigüeña el más
adecuado preceptor del mundo. Tuve
que buscar a este prodigio en Córcega.
Sin duda se adivinará su nombre: Lucio
Éneo Séneca, el estoico... el brillante
orador, el desvergonzado adulador, el
galán disoluto y pervertido. Yo mismo
le rogué al Senado que le perdonase y le
volviese a llamar. Hablé de la paciencia
impávida con que había soportado los
ocho años de exilio, la rigurosa
disciplina a que se había sometido en
forma voluntaria, y su profundo sentido
de lealtad para con mi casa. Séneca
debe de haberse sentido asombrado,
después de los dos falsos pasos que
había dado recientemente. Porque
después de la publicación de su
Consuelo a Polibio, éste fue ejecutado
como criminal. Séneca trató luego de
remediar el error con un panegírico para
1401
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Mesalina. Pocos días después de que se


publicara en Roma, Mesalina siguió a
Polibio a la deshonra y la muerte, y el
panegírico fue rápidamente retirado.
Agripinila estaba dispuesta a dar la
bienvenida a Séneca como preceptor de
Nerón. Valoraba su talento como
maestro de retórica, y reservó para sí
todo el mérito de haberlo llamado.
Nerón tiene miedo a su madre. La
obedece en todo, ella lo trata con gran
severidad, está segura de que gobernará
por intermedio de él, después de mi
muerte, así como Livia gobernó primero
a través de Augusto, y luego por medio
de Tiberio. Yo veo más lejos que ella,
recuerdo la profecía de la sibila:

El sexto velludo que esclavice el


Estado
dará a Roma violinistas y miedo e
incendios.
1402
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Su mano está roja con sangre de un


pariente.
No habrá un séptima velludo para
sucederlo
y la sangre brotará de su tumba.

Nerón matará a su madre. Esto fue


profetizado en el momento de su
nacimiento. El propio Barbilo lo
profetizó, y Barbilo jamás comete un
error. Incluso tuvo razón en cuanto a la
muerte del esposo de Mesalina, ¿no es
cierto ? Agripinila es una mujer, no
puede dirigir los ejércitos ni hablar ante
el Senado. Necesita un hombre que
haga eso por ella. Cuando me casé con
ella, supe que podía contar con
sobrevivir mientras Nerón fuese
demasiado joven para ponerse mis
zapatos. Agripinila me pidió que
convenciera al Senado de que le diese el
título de Augusta. No esperaba que le
1403
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

concediera lo que le había rechazado a


Mesalina, pero lo hice. Desde entonces
ha exigido una cantidad de insólitos
privilegios. Preside el tribunal a mi
lado, cuando yo juzgo determinados
casos, y va al monte Capitolino en una
carroza. Ha nombrado a un nuevo
comandante de la guardia para
reemplazar a Geta y Crispirlo; se llama
Burrho y es un hombre de Agripinila,
en cuerpo y alma. (Sirvió con los
guardias en Brentwood y perdió tres
dedos de la mano derecha, debido a un
golpe de una espada británica.) La
nueva Augusta de Roma no tiene
rivales.
Elia Petina ha muerto, quizás
envenenada, no lo sé. Lolia Paulina
también fue eliminada. Su defensor,
Calisto, había muerto, y los otros
libertos no presentaron objeción alguna
en cuanto a su eliminación. Se la acusó
1404
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de brujería y de hacer circular un


informe astrológico en el sentido de que
mi matrimonio con Agripinila sería
desastroso para el país. Yo tuve pena
por Lolia, por lo que en el discurso que
hice ante el Senado recomendé
simplemente su destierro. Pero
Agripinila no se dejó estafar. Envió un
coronel dé la guardia a la casa de Lolia,
y aquél se aseguró de que ella se
suicidara. Luego informó acerca de la
muerte de la mujer, pero Agripinila no
se mostró satisfecha:
—Tráeme la cabeza —ordenó. Le
llevaron la cabeza a palacio. Agripinila
la tomó del cabello y llevándola hasta
una ventana le abrió la boca—. Sí, es la
cabeza de Lolia —me dijo con
complacencia, cuando entré en la
habitación—. Aquí están los dientes de
ero que se hizo colocar por un dentista
de Alejandría, para rellenar un poco la
1405
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mejilla izquierda hundida. ¡Qué cabello


tan tosco tenía, como la crin de un
poney! Esclavo, llévate esto, y la
alfombrilla también; haz que le limpien
las manchas de sangre.
Agripinila también eliminó a su cuñada
Domicia Lépida, la madre de Mesalina.
Domicia Lépida se mostraba ahora muy
atenta con Nerón, y solía invitarlo con
frecuencia a su casa, donde lo
acariciaba y adulaba; le dedicaba una
gran cantidad de tiempo, y le recordaba
todo lo que había hecho por él cuando
era un huérfano carente de medios. Es
cierto que de vez en cuando se había
hecho cargo de él, cuando su hermana
Domicia salía de la ciudad y no se
molestaba en llevarse al chico con ella.
Como Agripinila advirtió que su
autoridad materna, que se basaba en la
severidad, estaba siendo amenazada por
la indulgencia de Domicia Lépida, la
1406
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

hizo acusar de haber maldecido


públicamente mi lecho matrimonial, y
también de no impedir que los esclavos
de su finca de Calabria llevasen a cabo
peligrosas rebeliones. Un magistrado y
dos hombres de su personal, que habían
tratado de restablecer el orden allí,
fueron atacados y golpeados, y Domicia
Lépida se encerró en la casa, sin hacer
nada. Permití que fuese sentenciada a
muerte por estas dos acusaciones (la
primera de las cuales era probablemente
inventada), porque ahora tenía
conciencia de la ayuda que había
prestado a Mesalina en el asunto de
Appio Silano, y de otros engaños de que
me hicieron objeto.
Uno solo de los actos de Agripinila me
resultó difícil de aceptar
filosóficamente. Cuando me enteré de
él, confieso que las lágrimas se me
asomaron a los ojos. Pero habría sido
1407
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una tontería que el Viejo Rey Tronco


retrocediera en su resolución en este
punto, y me obligué a aceptarlo. La
venganza no puede volver los muertos a
la vida. Lo que me hizo llorar fue el
asesinato de mi pobre Calpurnia y de su
amiga Cleopatra. Alguien pegó fuego a
su casa, una noche, y las dos quedaron
atrapadas en sus camas y murieron
quemadas. El asunto parecía un
accidente, pero en realidad era un
asesinato. Palas, que me habló de él,
tuvo la insolencia de sugerir que había
sido provocado por alguna amiga de
Mesalina, que conocía el papel que
había desempeñado Calpurnia en lo
referente a llevarla ante la justicia.
Últimamente había descuidado mucho a
Calpurnia. No la visité una sola vez,
desde aquella terrible tarde. Por orden
personal mía, se construyó para ella una
hermosa tumba de mármol, en las ruinas
1408
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de la casa de campo incendiada. En la


tumba hice inscribir un epigrama
griego. Es el único que he compuesto, a
no ser por ejercicio escolar, pero me
pareció que tenía que hacer algo fuera
de lo común para expresar mi gran pena
por su muerte y mi gratitud por el
cariño y devoción que siempre me había
demostrado. Escribí:

«Amor de ramera, mentira de


ramera»,
desechad este antiguo proverbio.
El corazón de CALPURNIA era más
limpio, con mucho,
matronas romanas, que el de todas
vosotras.

El año pasado, el año del matrimonio


de Nerón, fue señalado por un fracaso
mundial de las cosechas*, que
prácticamente agotó nuestros graneros.
**
Véase Actos XI.-R. G.
1409
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Este año, si bien el puerto de Ostia ha


quedado terminado, un fuerte viento
noreste que sopló durante semanas
enteras impidió que las flotas cerealeras
del Egipto y el África llegasen a
nuestras costas. La cosecha italiana
prometía ser buena, pero todavía no
estaba lista para ser segada, y en un
momento solo quedaron cereales para
apenas un par de semanas en los
graneros públicos, si bien había hecho
lo posible por llenarlos. Me vi obligado
a reducir las raciones de trigo hasta el
nivel más bajo posible. Entonces como
si no estuviese haciendo y no hubiese
hecho siempre todo lo posible por tener
bien alimentados a mis conciudadanos
(la construcción del muelle, por
ejemplo, frente al desaliento general, y
la organización de la provisión
cotidiana de hortalizas frescas), se me
vio de pronto como un enemigo
1410
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

público. Se me acusó de provocar el


hambre adrede en la ciudad. La
muchedumbre aullaba y me gritaba cada
vez que aparecía en público, y en una o
dos ocasiones me apedreó, y me arrojó
fango y mendrugos. En una oportunidad
escapé por poco de ser gravemente
herido en la plaza del Mercado. Mis
guardias fueron atacados por una
multitud de doscientas o trescientas
personas, que les quebró las varillas
simbólicas de su oficio en las espaldas.
Conseguí introducirme a salvo en
palacio, por una puertecilla no muy
lejana, desde la cual un pequeño grupo
de guardias armados salió corriendo en
mi auxilio. En otra época me habría
tomado esto muy a pecho. Entonces no
hice más que sonreír. «Ranas —pensé
—, se están volviendo muy traviesas.»
Nerón se puso su túnica viril al año
siguiente de la adopción. Permití que el
1411
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Senado le votase el privilegio de


convertirse en cónsul a la edad de veinte
años, de modo que a los dieciséis ya era
cónsul electo. Le concedí una
vestimenta triunfal honoraria y lo
nombré jefe de los cadetes, como
Augusto había nombrado a sus nietos
Cayo y Lucio. Además, en las fiestas
latinas, cuando los cónsules y otros
magistrados salían de la ciudad, lo
nombraba Custodio de la Ciudad, como
Augusto había hecho también con sus
nietos para proporcionarles el primer
regusto de la magistratura. Existía la
costumbre de no presentar casos
importantes ante el Custodio de la
Ciudad, a la espera del regreso de los
verdaderos magistrados. Pero Nerón
juzgó una serie de complicados casos
que habrían puesto a prueba el juicio de
los más expertos funcionarios legales de
la ciudad, y ofreció dictámenes
1412
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

notablemente agudos. Esto le conquistó


la admiración popular, pero a mí me
resultó clarísimo, en cuanto me enteré
de ello, que todo el asunto había sido
manejado por Séneca. No quiero decir
que los casos no fuesen auténticos, sino
que Séneca los había manipulado con
cuidado, de antemano, y convenido con
los abogados en cuanto a los puntos que
deberían destacar en sus discursos, para
luego adiestrar- a Nerón en el
interrogatorio de los testigos, en el
resumen y el veredicto.
Británico no había llegado todavía a la
mayoría de edad. Yo lo mantenía
alejado de la compañía de los
muchachos de su edad y rango, tanto
como me era posible. Sólo se
encontraba con ellos bajo la vigilancia
de sus preceptores. No quería que
pescara la infección imperial, a la que a
propósito sometí a Nerón. Hice circular
1413
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

la información de que era epiléptico. La


adulación pública se concentraba ahora
por completo en Nerón. Agripinila se
mostraba encantada. Pensó que yo
odiaba a Británico a causa de su madre.
Hubo grandes motines por la venta de
pan. Fueron en todo sentido
innecesarios, y según Narciso, que
odiaba a Agripinila (y para mi sorpresa
descubrí que yo lo alentaba en ese
sentido) habían sido instigados por ella.
Cuando sucedieron yo sufría de un
enfriamiento, y Agripinila entró en mi
habitación y me sugirió que emitiese un
edicto para tranquilizar al populacho.
Quería que dijese que no estaba
enfermo de gravedad, y que incluso si
mi enfermedad tomase un giro grave y
yo muriera, Nerón era ahora capaz de
dirigir los asuntos públicos, bajo su
guía. Me reí en su cara, a ninguno de
ustedes les molesta.
1414
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Me estás pidiendo que firme mi


propia sentencia de muerte, querida
mía. Vamos, pues, dame la pluma, la
firmaré. ¿Cuándo se hará el funeral?
—Si no quieres firmarla —dijo ella—,
no lo hagas. No te obligo.
—Muy bien, pues, no la firmaré —
repliqué—. Investigaré esos motines por
el asunto del pan y veré quién los inició.
Salió de la habitación, encolerizada. Yo
la llamé.
—Estaba bromeando. ¡Por supuesto
que firmare! De paso, ¿le ha enseñado
ya Séneca a Nerón su oración funeraria?
¿O todavía no? Me gustaría escucharla
primero, si a ninguno de ustedes les
molesta.
Vitelio murió de un ataque de parálisis.
Un senador que o bien estaba borracho
o loco, no puedo decir bien cuál de las
dos cosas, lo acusó ante el Senado de
pretender la monarquía. La acusación
1415
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

parece haber sido dirigida contra


Agripinila, pero, como es natural, nadie
se atrevió a respaldarlo, a pesar de lo
que se la odiaba, de modo que el
acusador fue proscrito. Sin embargo,
Vitelio se tomó el asunto a pecho, y
sufrió el ataque poco después. Lo visité
cuando agonizaba. Le era imposible
mover un dedo, pero hablaba con suma
sensatez. Le hice la pregunta que
siempre quise hacerle:
—Vitelio, en una época mejor habrías
sido uno de los hombres más virtuosos.
¿Cómo fue, entonces, que tu recta
naturaleza adquirió esa especie de
joroba permanente, por hacer
continuamente el cortesano?
—Era inevitable bajo una monarquía
—respondió—, por benévolo que fuese
el monarca. Las antiguas virtudes
desaparecen. La independencia y la
franqueza ya casi no existen; la
1416
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

complaciente anticipación de los deseos


del monarca es entonces la mayor de las
virtudes. O bien hay que ser un buen
monarca como tú, o un buen cortesano
como yo... O un emperador o un idiota.
—¿Quieres decir que la gente que sigue
siendo virtuosa como en los tiempos
antiguos debe sucumbir inevitablemente
en tiempos como estos ? —le pregunté.
—El perro de Femón tenía razón. —
Eso fue lo último que dijo, antes de caer
en coma, del cual jamás se recuperó.
No pude sentirme tranquilo hasta que
busqué la referencia en la biblioteca.
Parece que Femón el filósofo tenía un
perrito a quien adiestraba para ir a la
carnicería todos los días y traer un trozo
de carne en una cesta. Esta virtuosa
criatura, que jamás se atrevía a tocar la
carne hasta que Femón le daba permiso,
fue atacada un día por una jauría de
perros mestizos, que le quitaron la cesta
1417
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de la boca y comenzaron a destrozar la


carne y a devorarla. Femón, que
contemplaba la escena desde una
ventana vio que el perro meditaba un
instante. Era indudable que no podía
rescatar la carne; los otros perros lo
habrían matado. De modo que se metió
entre ellos y comió tanta carne como
pudo. En rigor, comió casi más que los
otros perros, porque era más valiente y
listo.
El Senado honró a Vitelio con un
funeral público y una estatua en la plaza
del Mercado. La inscripción que hay en
ella dice:
LUCIO VITELIO, DOS VECES
CÓNSUL, UNA VEZ CENSOR.
TAMBIÉN GOBERNÓ A SIRIA.
INFLEXIBLEMENTE LEAL A SU
EMPERADOR.
Tengo que hablar sobre el lago Fucino.
Había perdido todo verdadero interés
1418
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para entonces, pero un día Narciso, que


estaba encargado de los trabajos, me
dijo que los contratistas informaban que
por fin se había practicado el canal
hasta el otro lado de la montaña.
Sólo teníamos que levantar las
compuertas y dejar que el agua saliera,
y todo el lago se convertiría en tierra
seca. ¡Trece años y 30.000 hombres
trabajando constantemente!
—Esto tenemos que celebrarlo, Narciso
—dije.
Dispuse una fingida batalla naval, pero
en gran escala. Julio César fue el
primero en introducir este tipo de
espectáculos en Roma, exactamente
cien años antes. Excavó un enorme
pozo en el Campo de Marte, que inundó
con aguas del Tíber, y dispuso que ocho
barcos, llamados la flora de Tiro,
lucharan contra otros, llamados la flota
egipcia. Intervinieron unos 2.000
1419
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

combatientes, sin contar los remeros.


Cuando yo tenía ocho años de edad, el
anciano Augusto ofreció un espectáculo
similar, en una cuenca permanente, al
otro lado del Tíber, que medía 320
metros por 540, con bancos de piedra en
derredor, como si fuese un anfiteatro.
Para entonces había doce barcos por
bando, llamados los atenienses y los
persas. Tres mil hombres participaron
en la batalla. Mi espectáculo del lago
Fucino dejaría pequeños a los dos
anteriores. Ya para entonces no me
importaban las economías. Por primera
vez presentaría un espectáculo
magnífico. Las flotas de Julio y
Augusto habían estado compuestas por
embarcaciones ligeras, pero yo di
órdenes de que se construyesen 24
barcos de guerra, de tres filas de
remeros cada uno, y veintiséis barcos
menores. Abrí las puertas de las
1420
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cárceles y saqué de ellas 1.900


criminales, de buena contextura física,
para que combatieran al mando de
famosos esgrimistas profesionales. Las
dos flotas, consistentes cada una en
veinticinco barcos, serían conocidas
como las flotas de Rodas y Sicilia. Las
colinas que rodeaban al lago
presentarían un magnífico anfiteatro
natural. Y aunque se hallaba muy lejos
de Roma,- estaba seguro de que atraería
mucho público, por lo menos a 200.000
personas. Hice saber, por medio de una
circular oficial, que debían llevar
consigo sus propios alimentos, en
cestas. Pero 1.900 criminales armados
son una fuerza peligrosa para manejar.
Tuve que llevar allí a muchos hombres
de la división de la guardia y acantonar
a parte de ellos en la costa y al resto en
balsas unidas entre sí, a través del lago.
La línea de balsas formaba un
1421
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

semicírculo que constituía una


verdadera hoya naval en el extremo
suroeste del lago, donde disminuía hasta
la punta donde se había cavado el canal.
Todo el lago habría sido demasiado
grande; tenía unas doscientas millas
cuadradas. En las balsas los guardias
tenían catapultas preparadas para hundir
a cualquier barco que tratase de
embestir la línea y huir. Por fin llegó el
gran día. Proclamé diez días de asueto
público. Y la cantidad de espectadores
se acercaba más a los 500.000 que a los
200.000. Vinieron de toda Italia, y debo
decir que fue una reunión maravillosa,
bien educada y vestida. Para impedir el
apiñamiento dividí la costa del lago en
lo que llamé colonias, y puse a cada una
de las colonias al mando de un
magistrado. Los magistrados tenían que
tomar medidas para asegurar la comida
comunal, la sanidad, etc. Construí un
1422
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

gran hospital de campaña, con tela de


lona, para los sobrevivientes y heridos
de la batalla y para los accidentes en la
costa. En ese hospital nacieron quince
niños, y todos ellos recibieron el
nombre adicional de Fucino o Fucina.
Todo estaba listo a las diez de la
mañana del día de la lucha. Las flotas
estaban tripuladas, y se acercaron
remando, en líneas paralelas, hasta
donde se encontraba el presidente, es
decir, yo mismo, sentado en un alto
trono, ataviado con una armadura
dorada, con una capa de púrpura sobre
ella. Mi trono se hallaba en el punto en
que la costa se encorvaba hacia el lago
y proporcionaba la visión más amplia.
Agripinila estaba sentada a mi lado, en
otro trono, con un largo manto de tela
de oro. Las dos naves almirantes se
acercaron a nosotros. La tripulación
gritó:
1423
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Salud, César. Te saludamos, a la


sombra de la Muerte. Se suponía que yo
debía asentir con gravedad, pero esa
mañana me sentía de humor alegre y
respondí:
—Lo mismo les digo.
Los pillastres pretendieron entender
que esto era un perdón general para
todos ellos.
—¡Viva César! —gritaron, jubilosos.
En ese momento no entendí qué'
querían decir. Las tropas pasaron ante
mí, vitoreándome, y luego los sicilianos
formaron al oeste y los de Rodas al este.
La señal para el combate fue dada por
un tritón mecánico, de plata, que de
pronto apareció, desde el fondo del
lago, cuando yo oprimí una palanca y
soplé en una trompeta de oro. Esto
provocó una enorme excitación entre el
público. Las flotas se encontraron y la
expectativa creció. Y entonces... ¿qué
1424
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

piensan que sucedió entonces? ¡Se


cruzaron y siguieron de largo,
vitoreándome y felicitándose la una a la
otra! Me encolericé de veras. Salté del
trono y corrí hacia la costa gritando y
maldiciendo:
—¿Para qué creen que los reuní aquí,
granujas, escoria, rebeldes, bastardos ?
¿Para que se besaran y lanzaran gritos
de lealtad? Eso habrían podido hacerlo
muy bien en el patio de la cárcel. ¿Por
qué no pelean? Tienen miedo, ¿eh?
¿Quieren que los entregue a los
animales feroces? ¡Escuchen, si no
pelean ahora, por dios, haré que los
guardias monten un espectáculo! Haré
que hundan todos los barcos con sus
máquinas de sitio y que maten a todos
los hombres que lleguen nadando a la
costa.
Como les he dicho, mis piernas han
sido siempre débiles y una es más corta
1425
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que la otra, y no estoy acostumbrado a


usarlas mucho, y ahora soy muy viejo y
más bien obeso, y además de todo esto
llevaba un coselete demasiado pesado y
el terreno era desparejo, de modo que
pueden imaginarse qué figura hice
entonces... trastabillando, con
frecuentes caídas, gritando a voz en
cuello, con mi voz no muy melodiosa,
enrojecido y tartamudeando de ira. Sin
embargo conseguí hacerlos luchar, y los
espectadores me aclamaron con un:
«¡Bien hecho, César! ¡Muy bien
dirigido!»
Recobré mi buen humor y me uní a las
carcajadas contra mí mismo. La
expresión asesina de la cara de
Agripinila fue algo digno de verse.
—Patán —masculló mientras yo volvía
a trepar a mi trono—. Patán estúpido.
¿No tienes dignidad? ¿Cómo puedes
esperar que el pueblo te respete?
1426
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—Pues por supuesto —respondí con


cortesía—, por ser tu esposo, querida, y
suegro de Nerón.
Las flotas chocaron. No describiré la
batalla en detalle. Pero ambos bandos
lucharon espléndidamente. Los
sicilianos embistieron y hundieron a
nueve de los grandes barcos de Rodas,
perdiendo tres de los propios, y luego
acorralaron a los demás, empujándolos
hacia donde estábamos sentados, y los
abordaron uno a uno. Los hombres de
Rodas los rechazaron una y otra vez, y
los puentes estaban resbaladizos de
sangre, pero al cabo fueron derrotados y
para las tres de la tarde la bandera
siciliana fue izada en el último barco.
Mi hospital de campaña estaba repleto.
Casi cinco mil heridos fueron llevados a
la costa. Perdoné a los demás, salvo a
los sobrevivientes de tres barcos de
Rodas, que no habían luchado como
1427
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

debían antes de ser embestidos, y a seis


de los barcos sicilianos más ligeros, que
habían eludido con persistencia el
combate. Tres mil hombres murieron o
se ahogaron. Cuando yo era joven no
podía soportar la visión del
derramamiento de sangre. Ahora no me
importaba; tanto me interesó la lucha.
Antes de dejar salir el agua fuera del
lago, pensé que sería mejor
convencerme de que el canal era lo
bastante profundo como para
contenerla. Envié a alguien para que
hiciese cuidadosos sondeos en el centro
del lago. Informó que el canal tendría
que ser excavado por lo menos un metro
más profundamente, si no queríamos
quedar con un lago que tuviese la cuarta
parte del tamaño del actual. De modo
que todo el espectáculo había sido
derrochado. Agripinila culpó a Narciso
y lo acusó de fraude. Narciso acusó a
1428
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los ingenieros, quienes, según dijo,


debían de haber sido sobornados por los
contratistas para que enviaran un falso
informe en cuanto a la profundidad del
lago, y protestó porque Agripinila se
mostraba muy injusta con él.
Reí; no tenía importancia. Habíamos
presenciado un espectáculo
agradabilísimo, y el canal podía tener su
profundidad adecuada en un plazo de un
par de meses. Nadie tenía la culpa, dije.
Quizás el fondo del lago se había
hundido naturalmente. De modo que
todos volvimos a casa, y cuatro meses
después regresamos. En esa ocasión no
tenía suficientes criminales disponibles
para una batalla naval, y no quería
repetir el espectáculo a escala menor, de
modo que se me ocurrió otra idea.
Construí un largo y ancho puente de
pontones a través del extremo del lago,
y dispuse que dos fuerzas de dos
1429
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

batallones por bando, llamados los


etruscos y los samnitas, apropiadamente
vestidos y armados, lucharan sobre él.
Marcharon el uno hacia el otro a lo
largo del puente, con el
acompañamiento de una música
marcial, y chocaron en el centro, donde
el puente tenía unos cien metros de
ancho, enzarzándose en una vigorosa
batalla. Los samnitas se apoderaron dos
veces del campo de batalla, pero los
contraataques etruscos los obligaron a
retroceder, y eventualmente, los
samnitas huyeron a la desbandada,
sufriendo grandes pérdidas, atravesados
algunos por las lanzas etruscas de
cabeza de bronce, o despedazados por
las hachas de combate etruscas, de dos
filos, algunos arrojados al agua. Mis
órdenes eran que no se debía permitir a
ningún combatiente llegar nadando
hasta la costa. Si caía al agua, debía
1430
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ahogarse o volver a trepar al puente.


Los etruscos quedaron victoriosos y
erigieron un trofeo. Concedí la libertad
a todos los vencedores, y también a
algunos samnitas que habían combatido
bien.
Luego, llegó por fin el momento de
dejar salir el agua del lago. Cerca de las
compuertas se había levantado un
enorme comedor de madera, y las mesas
estaban tendidas con un magnífico
almuerzo para mí y el Senado, para los
familiares de los senadores, para
algunos caballeros destacados, con sus
familiares, y para todos los principales
oficiales de la guardia. Almorzaríamos
con el agradable sonido del agua al salir
del lago.
—¿Estás seguro de que ahora el canal
tiene la profundidad suficiente?
—Sí, César. Yo mismo he realizado los
sondeos.
1431
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Por lo tanto fui hasta las compuertas,


realicé un sacrificio, mascullé una o dos
oraciones —entre ellas una disculpa a la
ninfa del lago, a quien le pedí que
actuase como deidad guardiana de los
campesinos que roturarían la tierra
recuperada— y finalmente comencé a
ayudar en la manivela, junto a la cual
había apostado un grupo de germanos, y
di la orden:
—¡Abran!
Subieron las compuertas y el agua
entró estrepitosamente en el canal. Se
elevó una inmensa exclamación.
Miramos un par de minutos y luego le
dije a Narciso:
—Felicitaciones, mi querido Narciso.
Tres años de trabajo y 30.000...
Fui interrumpido por un rugido como
un trueno, seguido por un aullido
general de alarma.
—¿Qué es eso? —exclamé.
1432
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Me tomó del brazo sin ceremonias y


casi me arrastró colina arriba.
—¡Date prisa! —gritó—. ¡Más rápido,
más rápido!
Miré para ver qué sucedía, y una
enorme muralla de aguas blancas y
parduzcas, no podría decir de cuántos
metros de altura, similar a la que todos
los años sube por el río Severn en
Bretaña, rugía canal arriba. ¡Canal
arriba, fíjense! Pasó un rato antes de
que me diese cuenta de lo que había
sucedido. La repentina acometida de las
aguas había desbordado el canal unos
cientos de metros más abajo, formando
un enorme lago en los pliegues de la
colina. Dentro de ese lago, con sus
cimientos minados por el agua, se
derrumbó toda una colina, cientos de
miles de toneladas de roca, expulsando
el agua con una fuerza tremenda.

1433
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Todos, menos unos pocos, logramos


ponernos a salvo, si bien con las piernas
mojadas... sólo unas veinte personas se
ahogaron. Pero el comedor quedó hecho
trizas, y las mesas y divanes y los
alimentos y las guirnaldas fueron
arrastrados hacia el lago. ¡Oh, cuan
irritada estaba Agripinila! Le gritó a
Narciso, le dijo que lo había arreglado
todo adrede, para ocultar el hecho de
que el canal todavía no era lo bastante
profundo, y lo acusó de meterse
millones del dinero público en sus
propios bolsillos, y el cielo sabe de qué
otras cosas más.
Narciso, cuyos nervios estaban
destrozados para entonces, perdió
también los estribos y le preguntó a
Agripinila quién se creía que era: ¿la
reina Semíramis? ¿O la diosa Juno? ¿O
la comandante en jefe de los ejércitos
romanos?
1434
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¡No metas tus patas en este pastel!


—le gritó. Todo eso me pareció una
enorme broma.
—La discusión no nos devolverá
nuestro almuerzo —dije.
Me sentí más divertido que nunca
cuando los ingenieros dijeron que se
necesitarían dos años más para abrir un
nuevo pasaje a través de la obstrucción.
—Creo que no viviré para exhibir otra
lucha en estas aguas —dije con
gravedad. Quién sabe por qué, todo el
asunto me parecía maravillosamente
simbólico. Trabajo inútil, como todos
los trabajos que había realizado en los
primeros años de mi monarquía, regalos
inmerecidos para un Senado y un
pueblo que no los merecían. La
violencia de la ola me proporcionó un
sentimiento de la más profunda
satisfacción. Me gustó más que todas

1435
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

las batallas navales y el combate en el


puente.
Agripinila se quejó de que un precioso
juego de fuentes de oro de palacio había
sido arrebatado por la ola, y que solo se
habían recuperado unas pocas piezas;
las otras se encontraban en el fondo de
lago.
—Pues no hay por qué preocuparse de
eso —me burlé—. ¡Escucha! Quítate
esas hermosas ropas resplandecientes
que llevas puestas —cuidaré de que
Narciso no las robe, y haré que los
guardias contengan a la multitud—, y
podrás ofrecernos un espectáculo
especial de buceo desde la compuerta.
A todos les gustará tremendamente.
Nada les agrada más que el
descubrimiento de que sus gobernantes
son humanos en fin de cuentas... pero
querida mía, ¿por qué no ? ¿Por qué no
habrías de hacerlo ? Vamos, no te
1436
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

encolerices. Si puedes zambullirte para


pescar esponjas, también puedes hacerlo
para recuperar las fuentes de oro. Mira,
ése debe ser uno de tus tesoros, ése que
brilla ahí, en el agua, y es muy fácil
alcanzarlo. ¡Allí, donde arrojo este
guijarro!
Para consolar a Agripinila por sus
pérdidas le hice, unos días más tarde, un
valiosísimo regalo: un ruiseñor blanco
como la nieve, el primero que se
encontraba de ese color. Narciso, como
disculpa por su grosería, le regaló un
mirlo parlante. El mirlo hablaba casi tan
bien como un loro, y el ruiseñor blanco
cantaba casi tan bien como el de la
especie parda común. Agripinila no
pudo ocultar su placer al recibir estos
pájaros. Mi familia, de paso, siempre ha
mostrado cierta debilidad por los
animalitos. Ahí estaba Augusto, con su
perro guardián, Tifón; Tiberio, con su
1437
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

dragón sin alas; Calígula, con el caballo


Incitato. Mi hermana Livila tenía un tití
ladrón y travieso; mi hermano
Germánico, una ardilla negra, y mi
madre Antonia una enorme carpa. Este
pez respondía a su nombre, que era
«Leviatán», y salía nadando de su cubil,
entre los lirios acuáticos del estanque, y
permitía que mi madre lo alimentara y
le hiciera cosquillas. Era un regalo de
Herodes Agripa, quien le había
colocado un par de pequeños aretes
enjoyados en las branquias. Mi madre
solía afirmar que cuando abría y cerraba
la boca era porque le hablaba, y que ella
lo entendía. Yo nunca tuve un animal
doméstico. Siempre he sentido que en
estos casos uno da más de lo que recibe,
y que esté tentado a creer que la criatura
es al mismo tiempo más afectuosa y
sagaz de lo que en verdad es.

1438
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Capítulo 32

Año 54

Corría ahora el mes de septiembre del


año 14 de mi reinado. Últimamente
1439
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Barbilo me ha leído el horóscopo, y


teme que esté destinado a morir para
mediados del mes que viene. En una
ocasión Trasilo me dijo exactamente lo
mismo. Porque me había concedido una
vida de 63 años, 63 días, 63 cuartos y
63 horas. Eso viene a terminar el trece
del mes que viene. Trasilo fue mucho
más explícito que Barbilo. Recuerdo
que me felicitó por esta combinación de
sietes y nueves multiplicados; era una
combinación notable. Bien, estoy
dispuesto a morir. Esta mañana, en el
tribunal pedí a los abogados que se
comportaran con un poco más de
consideración para con un anciano.
Dice que al año siguiente no estaría
entre ellos, y que podían tratar a mi
sucesor como les pareciera. También le
dije al tribunal, en el caso de una noble
acusada de adulterio, que yo había
estado casado varias veces, y que cada
1440
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

una de mis esposas, por turno, resultó


ser mala, y que durante un tiempo les
mostré indulgencia, pero no mucha.
Hasta entonces me había divorciado de
tres. Agripinila se enterará de esto.
Nerón tiene 17 años. Anda de un lado
para otro con la afectada modestia de
una prostituta de primera clase,
agitando de vez en cuando su cabellera
aromada, para quitársela de los ojos, o
con la afectada modestia de un filósofo
de primera clase que se detiene a cavilar
en privado, de vez en cuando, en el
centro de un grupo de admirados
nobles, el pie derecho hacia adelante, la
cabeza hundida en el pecho, el brazo
izquierdo en jarras, la mano derecha
levantada, tocándose levemente la
frente con los dedos, como presa del
dolor de un profundo pensamiento. De
pronto lanza un brillante epigrama, o un
feliz dístico o una profunda y sabia
1441
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sentencia... pero no propios, por


supuesto... Séneca se gana el sustento,
por así decirlo. Que los amigos de
Nerón lo pasen bien con éste. Que
Roma lo pase bien con él. Que
Agripinila lo pase bien con él, y
también Séneca. Me enteré en privado,
gracias a la hermana de Séneca, amiga
secreta de Narciso, que nos proporciona
una cantidad de informaciones útiles en
cuanto al último mimado de la nación,
que la noche antes de que Séneca
recibiese mi orden de volver de
Córcega, soñó que actuaba como
maestro de Calígula. Esto lo considero
una señal.
El día de Año Nuevo llamé a Jenofonte
y le agradecí por haberme mantenido
con vida durante tanto tiempo. Luego
cumplí con la promesa que le había
hecho, aunque el plazo de quince años
no ha terminado aún, y logré que el
1442
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Senado concediese una exención


perpetua de impuestos y de servicio
militar a su isla natal de Cos. En mi
discurso hice al Senado un relato
completo de la vida y los hechos de los
muchos médicos famosos de Cos, qué
pretenden ser descendientes directos del
dios Esculapio, y analicé con erudición
sus distintas prácticas terapéuticas.
Terminé con el padre de Jenofonte, que
fue el cirujano de campaña de mi padre
en sus guerras germanas, y con el
propio Jenofonte, a quien alabé por
encima de todo. Unos días más tarde
Jenofonte me pidió permiso para
permanecer conmigo varios años más.
No hizo su pedido en términos de
lealtad o gratitud o afecto, si bien he
hecho mucho por él —¡qué hombre
carente de emociones es!— Si no por
motivos de conveniencia, porque el

1443
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

palacio es un lugar perfecto para las


investigaciones médicas.
El hecho es que cuando le hice a
Jenofonte ese honor, contaba con él
para ayudarme a llevar a cabo un plan
que exigía el máximo sigilo y
discreción. Se trataba de una deuda que
tenía conmigo mismo y mis
antepasados. Era nada menos que el
rescate de mi Británico. Permítaseme
explicar ahora por qué preferí
deliberadamente a Nerón y no a él, por
qué le di una educación anticuada, por
qué la protegí con tanto cuidado de la
infección de la corte, del contacto con el
vicio y las adulaciones. Para empezar,
sabía que Nerón está destinado a
gobernar como mi sucesor, a continuar
con el maldito asunto de la monarquía,
a desangrar a Roma y ganarse el odio
perenne, a ser el último de los Césares
locos. Todos nosotros estamos locos,
1444
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

los emperadores. Empezamos con


cordura, como Augusto y Tiberio, y aun
Calígula (aunque fue un personaje
maligno, al principio fue un hombre
cuerdo), y la monarquía nos trastorna el
seso. «Después de la muerte de Nerón,
sin duda la república será restaurada»,
argumenté. Y era mi intención que
Británico fuese el que la restableciera.
¿Pero cómo sobreviviría Británico en el
reinado de Nerón? Este sin duda lo
haría matar si se quedaba en Roma,
como Calígula había hecho matar a
Gemelo. Británico tenía que salir de
allí, decidí, e ir a algún lugar seguro,
donde pudiese crecer virtuosa y
honradamente, como un Claudio de los
antiguos tiempos, y mantener vivo el
fuego de la verdadera libertad.
«Pero el mundo es ahora totalmente
romano, con excepción de Germania, el
Oriente, los desiertos escitas del norte
1445
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del mar Negro, el Asia inexplorada y las


partes más lejanas de Bretaña. Y
entonces, ¿dónde podrá estar mi
Británico a salvo del poder de Nerón?
—me pregunté—. No en Partia o
Arabia; no podría hacerse una elección
peor. No en Germania, nunca he
querido a los germanos. A pesar de
todas sus virtudes bárbaras, son
nuestros enemigos naturales. De África
y Escitia conozco muy poco. No hay
más que un lugar para Británico:
Bretaña. Los británicos del norte nos
son racialmente afines. La reina
Cartimandua, de los brigantios, es mi
aliada. Es una gobernante noble y sabia,
y está en paz con mi provincia de
Bretaña del sur. Sus jefes son guerreros
valientes y corteses. Su joven hijastro,
que es su heredero, vendrá aquí en
mayo, acompañado por un grupo de
jóvenes nobles, invitados míos a
1446
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

palacio. Haré que Británico sea el


anfitrión, y los uniré en secreto en una
hermandad de sangre, de acuerdo con el
rito británico. Estos brigantios se
quedarán aquí todo el verano. Cuando
vuelvan (y los enviaré por mar, desde
Ostia, directamente a su puerto del
Humber), Británico irá con ellos,
disfrazado. Tendrá la cara y el cuerpo
pintados de azul, e irá vestido con una
túnica roja y los pantalones de tartán de
un joven noble brigantio, con cadenas
de oro en torno al cuello. Nadie lo
reconocerá. Cargaré al príncipe
brigantio de regalos, y lo comprometeré
con los más sagrados juramentos
posibles para que proteja a Británico y
oculte su identidad de todos, menos de
la reina. El obligará a sus compañeros
con el mismo juramento. En la corte de
Cartimandua, Británico será presentado
como un joven griego de ilustre cuna,
1447
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cuyos padres han muerto, que ha


quedado sin ningún dinero, y que va a
buscar su fortuna en Bretaña. En Roma
no se lo echará de menos. Haré circular
la noticia de que no está bien, y
Jenofonte y Narciso me ayudarán en
este engaño. Muy pronto anunciaré su
muerte. Jenofonte tiene una orden
escrita mía, que le da el derecho de
reclamar el cuerpo de cualquier esclavo
muerto en el hospital, en la isla de
Esculapio, para usarlo con vistas a sus
investigaciones. (Está escribiendo un
tratado sobre los músculos del corazón).
Sin duda encontrará un cadáver
adecuado para ofrecerlo como el de
Británico. En la corte de Cartimandua,
Británico se hará hombre. Enseñará a
los brigantios las útiles artes que me he
preocupado de que le enseñaran. Si se
comporta con modestia, jamás le
faltarán amigos allí. Cartimandua le
1448
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permitirá adorar a sus propios dioses.


Evitará la sociedad de los romanos. A la
muerte de Nerón se revelará como
quien es, y volverá como el salvador de
su país.»
Era un excelente plan, e hice todo lo
posible para ponerlo en ejecución.
Cuando llegó el príncipe brigantio,
Británico fue su anfitrión y formó una
estrecha amistad con él. Cada uno
enseñó al otro su propio idioma, y el
uso de las armas de su país. Trabajaron
y jugaron juntos todo el verano. Se
unieron por el rito de sangre, sin ser
acicateados por ninguna sugestión mía,
e intercambiaron regalos. Me encantó
que las cosas salieran tan bien. Hablé a
Jenofonte y a Narciso de mi plan.
Ambos se comprometieron a ayudarme.
Se ocuparon de todo lo necesario. ¡Pero
véase lo que sucedió! Todo mi ingenio
ha sido inútil. Hace tres días Narciso me
1449
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

trajo a Británico, muy temprano por la


mañana, cuando todo el palacio dormía.
Lo abracé con un calor que me había
negado desde hacía años. Le expliqué
por qué lo había tratado como lo hice.
No era por crueldad o indiferencia, le
dije, sino por amor. Le cité el verso
griego que Augusto me había recitado
antes de su muerte: «Quien te hirió, ése
te curará.» Le hablé de la profecía y de
mi deseo de salvar del desastre de Roma
a la persona a quien más amaba: él. Le
recordé la fatal historia de nuestra
familia, y le pedí que aceptara mi plan,
en el cual residía su única posibilidad de
supervivencia. Me escuchó con atención
y finalmente estalló:
—¡No, padre, no! Te confieso que te he
odiado desde la muerte de mi madre.
Siempre pensé lo peor de ti. Para mí
eras un cobarde y un pedante y un tonto,
y me avergonzaba ser tu hijo. Veo ahora
1450
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que te juzgué mal y te pido perdón. Pero


no, no puedo hacer lo que me pides. No
es honorable. Un Claudio no puede
pintarse la cara de azul y ocultarse entre
bárbaros. No tengo miedo a Nerón; es
un cobarde. Permíteme que me ponga
este año nuevo mi toga viril. Sólo
tendré trece años, pero puedes
perdonarme el año que falta; soy alto y
fuerte para mi edad. Una vez que sea
oficialmente un hombre, podré hacer
frente a Nerón a pesar de la delantera
que le has concedido y de su madre.
Haznos herederos conjuntos y verás
quién de los dos triunfa sobre el otro. Es
mi derecho como tu hijo, y de cualquier
manera no creo en la república. No
puedes invertir el curso de la historia;
mi bisabuela Livia lo dijo, y es cierto.
Me encantan los tiempos pasados, como
a ti, pero no soy ciego. La república ha
muerto para todos, con la excepción de
1451
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

personas anticuadas como tú o Sosibio.


Roma es ahora un imperio, y la elección
sólo reside entre emperadores buenos y
emperadores malos. Hazme heredero
conjunto con Nerón, y desafiaré las
profecías. Sigue un par de años con
vida, padre, por mí. Y entonces, cuando
mueras, me pondré tus zapatos y
gobernaré a Roma como se debe. Los
guardias me quieren y me tienen
confianza. Geta y Crispino me han
dicho que cuando hayas muerto tratarán
de que yo sea emperador, y no Nerón.
Seré un buen emperador, como lo fuiste
tú hasta que te casaste con mi
madrastra. Dame instructores
adecuados. Los de ahora no me sirven.
Quiero estudiar oratoria, necesito
entender las finanzas públicas y los
procedimientos legales. Quiero
aprender a ser un emperador.

1452
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Nada pudo disuadirlo, ni siquiera mis


lágrimas. Ahora he abandonado toda
esperanza de salvarlo; ningún médico
puede salvar la vida de un paciente
contra su voluntad de morir. Por el
contrario, he hecho todo lo que me
pidió, como un padre indulgente. He
destituido a Sosibio y a los otros
instructores, y designado otros nuevos.
Le he permitido que se ponga la túnica
viril este Año Nuevo y modifico mi
testamento en su favor. En el anterior
apenas se lo mencionaba. Hoy he hecho
ante el Senado mi discurso de despedida
y recomendado humildemente a Nerón
y Británico, y les ofrecí a ambos una
larga y sincera exhortación al amor
fraternal y a la concordia, poniendo al
Senado por testigo de que así lo hacía.
¡Pero con qué ironía hablé! Sabía, con
tanta seguridad como que el fuego es
caliente y el hielo frío, que mi Británico
1453
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

estaba condenado, y que era yo quien lo


había entregado a la muerte, y que con
él cortaba la última verdadera rama
Claudia del antiguo tronco de Appio
Claudio. Yo, el imbécil.
Mis ojos están fatigados y mi mano
tiembla tanto, que apenas puedo formar
las letras. Últimamente se han
presenciado extraños presagios. En el
cielo de la medianoche brilla un gran
cometa, como el que presagió la muerte
de Julio César. En Egipto se ha hablado
de un fénix. Voló hasta allí desde
Arabia, como es su costumbre, con una
bandada de otros pájaros que lo
admiraban. No creo que sea un
verdadero fénix, porque aparece una
vez cada 1461 años, y sólo han
trascurrido 250 desde que se lo vio por
última vez en Heliópolis, durante el
reinado del tercer Tolomeo. Pero sin
duda era una especie de fénix. Y si un
1454
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fénix y un cometa no son maravillas


suficientes, ha nacido un centauro en
Tesalia, y me lo han traído a Roma (por
vía de Egipto, donde los médicos de
Alejandría lo examinaron por primera
vez), y yo lo he tocado con mis propias
manos. Sólo vivió un día, y llegó hasta
mí conservado en miel, pero era un
centauro indiscutible, y del tipo que
tiene un cuerpo de caballo, no de la
clase inferior que tiene cuerpo de asno.
Fénix, cometa y centauro, un enjambre
de abejas entre los estandartes del
campamento de la guardia, un cerdo con
garras como las de un halcón y el
monumento de mi padre herido por un
rayo. ¿Prodigios suficientes, adivinos?
No escribas más Tiberio Claudio, dios
de los britanos, no escribas más.

1455
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

1456
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Tres relatos de la muerte de Claudio

Y no mucho después de esto firmó su


testamento, con los sellos de todos los
magistrados principales. Luego de lo
cual, antes de que pudiese seguir
adelante, se lo impidió y obstaculizó
Agripinila, a quien todos los que eran
cómplices suyos y la aconsejaban, si
bien eran delatores, la acusaron, además
1457
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de éste, de muchos otros crímenes. Y en


verdad, todos aceptan que fue muerto
por el veneno, pero en cuanto a quién se
lo administró, y qué veneno fue, hay
algunas discrepancias. Algunos escriben
que mientras participaba en una fiesta
del castillo del Capitolio, con los
sacerdotes, le fue administrado por
Haloto, su eunuco probador de comidas;
otros afirman que en una comida, en su
propio hogar, y por la propia Agripinila,
quien le ofreció un hongo envenenado,
sabiendo que esos manjares le gustaban
muchísimo. En cuanto a los accidentes
que siguieron después de eso, los
informes varían. Algunos dicen que
inmediatamente después de recibir el
veneno quedó sin habla, y continuó toda
la noche en dolorosos tormentos, hasta
morir un poco antes del día. Otros
afirman que al principio cayó dormido,
y luego, mientras la carne del hongo
1458
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

fluía y flotaba de un lado al otro dentro


de su cuerpo, lo vomitó todo. Pero en
cuanto a si el veneno que se le
administró después fue incluido en un
potaje espeso (haciendo ver que tenía
necesidad de volver a alimentarse, ya
que había quedado con el estómago
vacío), o si se le administró por medio
de una enema, fingiendo que se lo creía
recargado de alimentos y repleto, a fin
de que pudiese ser aliviado por ese tipo
de digestión y purificación, ello es
incierto. Su muerte fue mantenida en
secreto durante un tiempo, hasta que
quedaron arregladas todas las cosas en
lo referente a su sucesor. Y luego se
hicieron votos en su favor, y también se
llevaron actores cómicos al lugar, como
si todavía estuviera enfermo, en
apariencia para solazarlo y deleitarlo,
como si tuviese una enorme ansia de
tales diversiones. Murió tres días antes
1459
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de los Idus de octubre, cuando Asinio


Marcelo y Acilio Avióla eran cónsules,
en el año 64 de su edad, y en el
decimocuarto de su imperio. Su funeral
se llevó a cabo con solemne pompa y
una procesión de magistrados, y fue
canonizado santo en el cielo*, honor
que, eliminado y abolido por Nerón,
recobró después gracias a Vespasiano.
Hubo signos especiales que presagiaron
y pronosticaron su muerte; a saber, la
aparición de una estrella velluda que
llaman cometa; también que el
monumento de su padre Druso fue
herido por el rayo, y el hecho de que en
el mismo año habían muerto la mayor
parte de magistrados de todo tipo. Pero
él mismo no parece haber ignorado que
su fin se aproximaba, ni haber tratado
de eludirlo, lo que puede entenderse por
una buena cantidad de elementos y
demostraciones. Porque en la
**
Es decir, oficialmente deificado. - R. C.
1460
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

ordenación de sus cónsules no designó a


ninguno de ellos para más de un mes,
plazo en el cual murió, y además en el
Senado, la última vez que presidió la
sesión, después de un larga y sincera
exhortación a la concordia entre sus
hijos, recomendó humildemente su
juventud a los miembros de la
honorable casa; y en su última sesión
judicial en el tribunal pronunció una o
dos veces, abiertamente, que había
llegado ya al fin de su mortalidad, a
pesar de que los que lo escucharon se
lamentaron de oír semejantes palabras,
y rezaron a los dioses para que no
resultaran ciertas.

Suetonio, Claudio
Traducción Philemon Holland (1606)

II
1461
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

En medio de esta vasta acumulación de


ansiedades, Claudio fue atacado de
enfermedad, y para la recuperación de
su salud recurrió al aire suave y a las
aguas saludables de Sinuessa. Fue
entonces cuando Agripinila, decidida
desde hacía mucho tiempo a la acción
impía, y aprovechando ávidamente la
ocasión, ayuda como estaba por
perversos agentes, deliberó en cuanto a
la naturaleza del veneno que utilizaría,
respecto de «si debía ser repentino e
instantáneo en su funcionamiento», y si
en ese caso la desesperada medida no
surgiría a la luz; y si elegía materiales
lentos y corrosivos en su operación, si
Claudio, cuando se aproximara su fin, y
habiendo descubierto quizá la traición,
no reanudaría su afecto para con su hijo.
Entonces se decidió por algo de una
1462
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

naturaleza muy sutil, «que le


desordenase el cerebro y exigiera
tiempo para matar». Se eligió a una
experimentada artista en tales
preparaciones, llamada Locusta,
últimamente condenada por
envenenamiento, y reservada desde
hacía mucho tiempo como uno de los
instrumentos de la ambición. Gracias a
la destreza de esa mujer, se preparó el
veneno; para administrarlo se designó a
Haloto, uno de los eunucos, cuyo oficio
consistía en servir las comidas del
emperador y probar las viandas.
En rigor, todos los aspectos de esa
transacción se conocieron después tan
en detalle, que los escritores de estos
tiempos están en condiciones de relatar
«cómo el veneno fue vertido en una
fuente de hongos, que le gustaban
sobremanera; pero no se percibió de
inmediato su efecto, ya fuera porque sus
1463
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sentidos quedaron anulados, o por


efecto del vino que acababa de beber».
Al mismo tiempo cierto relajamiento de
los intestinos pareció hacerle algún
bien. Entonces Agripinila se sintió
desconsolada, pero como su vida estaba
en peligro, pensó muy poco en lo
odioso del procedimiento y pidió ayuda
a Jenofonte, el médico a quien ya había
implicado en sus culpables propósitos.
Se cree que entonces él, como si tratara
de ayudar a Claudio en sus esfuerzos
por vomitar, le introdujo en la garganta
una pluma untada de mortal veneno, sin
ignorar que en los actos desesperados
de villanía la tentativa sin el hecho es
peligrosa, en tanto que para asegurar la
recompensa deben ser llevados a cabo
en el acto.
Entretanto se reunió el Senado, y los
cónsules y pontífices ofrecieron votos
para la recuperación del emperador,
1464
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

mientras éste, ya muerto, fue cubierto


con ropas y aplicaciones cálidas, para
ocultar la muerte hasta que las cosas
estuviesen dispuestas de modo que
Nerón recibiera el imperio. Primero
actuó Agripinila, quien fingiendo
sentirse abrumada por la pena, y
buscando ansioso consuelo, tomó a
Británico entre sus brazos, y lo llamó
«el modelo mismo de su padre», y por
varios artificios le impidió abandonar la
estancia. De la misma manera detuvo a
Antonia y Octavia, sus hermanas, e hizo
vigilar estrechamente todos los accesos
a palacio. De vez en cuando hacía saber
que el príncipe estaba recuperándose y
que los soldados podrían abrigar
esperanzas hasta el auspicioso
momento, predicho por los cálculos de
los astrólogos.
Al final, el décimotercer día de octubre,
al mediodía, las puertas de palacio se
1465
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

abrieron de pronto de par en par y


Nerón, acompañado de Burrho, se
adelantó hacia la cohorte que, de
acuerdo con la costumbre del ejército,
mantenía la guardia. Allí, a una señal
hecha por el prefecto, fue recibido con
gritos de alegría.'e instantáneamente
colocado en una litera. Se informó que
hubo algunos que vacilaron, que
miraron hacia atrás con ansiedad y
preguntaron con frecuencia dónde
estaba Británico, pero como nadie se
adelantó para oponerse, abrazaron la
elección que se les ofrecía. De tal modo,
Nerón fue llevado al campamento,
donde, después de un discurso adecuado
a la exigencia, y de promesas de regalos
iguales a los que había hecho el extinto
emperador su padre, fue saludado como
emperador. La voz de los soldados fue
seguida por los decretos del Senado; y
tampoco hubo vacilación alguna en las
1466
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

distintas provincias. A Claudio se le


decretaron honores divinos y sus ritos
funerarios fueron solemnizados con la
misma pompa que los de Augusto
deificado; Agripinila emuló la
magnificencia de su bisabuela Livia.
Pero su testamento no fue leído, por
temor de que la preferencia del hijo de
su esposa sobre su propio hijo excitase
los pensamientos del pueblo por su
injusticia y bajeza.

Tácito, Anales
Traducción de Oxford

III

Claudio se encolerizó con las acciones


de Agripinila, de las cuales comenzaba
a tener conciencia, y buscó a su hijo
1467
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Británico, quien adrede había sido


mantenido fuera de su vista por ella, la
mayor parte del tiempo (porque hacía
todo los posible para conseguir el trono
para Nerón, ya que éste era su propio
hijo con su ex esposo Domicio). Y
exhibió su afecto cada vez que
encontraba al niño. No quiso soportar la
conducta de Agripinila, sino que se
preparó para poner fin a su poder,
haciendo que su hijo se pusiera la toga
virilis y declarándolo heredero del
trono. Al enterarse de esto, Agripinila
se alarmó y se apresuró a poner remedio
con el envenenamiento de Claudio, pero
como debido a la gran cantida de vino
que bebía, y a sus hábitos generales de
vida, que todos los emperadores en
general adoptan para su protección, no
podía ser dañado fácilmente, mandó a
buscar a una famosa traficante en
venenos, una mujer llamada Locusta,
1468
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que recientemente había sido condenada


por esa misma acusación. Y preparó con
su ayuda un veneno cuyo efecto era
seguro, que colocó en una de las
hortalizas llamadas hongos. Luego ella
misma comió de los otros, pero hizo
que su esposo comiera uno de los que
contenían veneno, porque era el más
grande y más hermoso de todos. Y así,
la víctima de la conspiración fue sacada
del banquete, en apariencia atontada por
la fuerte bebida, cosa que había
sucedido muchas veces, antes. Pero
durante la noche el veneno hizo su
efecto, y falleció sin haber podido decir
u oír una palabra. Era el trece de
octubre, y había vivido sesenta y tres
años, dos meses y trece días, siendo
emperador durante trece años, ocho
meses y veinte días.
Agripinila pudo hacer esto gracias a
que previamente había mandado a
1469
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Narciso a Campania, fingiendo que éste


necesitaba tomar allí las aguas, para
aliviarse de su gota. Porque si hubiese
estado presente, jamás lo habría
logrado, tan cuidadosamente vigilaba
Narciso a su amo. Sin embargo, la
muerte de Narciso siguió de inmediato a
la de Claudio. Fue asesinado al lado de
la tumba de Mesalina, circunstancia
debida a una simple casualidad, si bien
pareció el cumplimiento de su
venganza.
De este modo terminó Claudio. Pareció
como si este acontecimiento hubiese
sido indicado por el cometa, que se vio
durante mucho tiempo; por la lluvia de
sangre, por el rayo que cayó sobre los
estandartes de los pretores, por la
apertura del templo de Júpiter victorioso
por sí mismo, por la invasión del
campamento por las abejas y por el
hecho de que uno de los ocupantes de
1470
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cada puesto político murió ese año. El


emperador recibió los funerales de gala
y todos los otros honores que habían
sido acordados a Augusto. Agripinila y
Nerón fingieron llorar al hombre a
quien habían matado, y elevaron al cielo
a aquel a quien habían sacado del
banquete en una litera. En este punto,
Lucio Junio Galo, el hermano de
Séneca, fue el autor de una observación
muy ingeniosa. El propio Séneca había
compuesto una obra que llamó
«calabacificación», palabra formada por
analogía con «deificación», y se
acredita a su hermano el mérito de
haber dicho muchas cosas en una sola
frase. Como los verdugos públicos
estaban acostumbrados a arrastrar al
Foro los cadáveres de los ejecutados en
la cárcel con grandes ganchos, para de
allí llevarlos hasta el río, hizo notar que
Claudio había sido elevado al cielo con
1471
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

un gancho. También Nerón nos ha


dejado una observación no indigna de
anotarse. Declaró que los hongos eran el
alimento de los dioses, ya que Claudio,
por medio de un hongo, se había
convertido en un dios.
A la muerte de Claudio, la sucesión, en
estricta justicia, pertenecía a Británico,
que era el hijo legítimo de Claudio, y
que, en desarrollo físico, estaba muy
adelantado a su edad. Sin embargo, por
ley, el poder cayó en manos de Nerón
debido a su adopción. Pero ninguna
pretensión es más fuerte que la de las
armas. Porque todo el que posea una
fuerza superior parece tener siempre el
máximo derecho de su parte, diga o
haga lo que fuere. Y de tal modo,
Nerón, habiendo destruido primero el
testamento de Claudio y habiéndole
sucedido como amo de todo el imperio,
eliminó a Británico y a sus hermanas.
1472
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¿Por qué entonces habría que lamentar


las desdichas de las otras víctimas?

Dion Casio, libro LXI


Como fue compendiado por Xifilino y
Zonaras
(Traducción Cary)

1473
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La calabacificación de Claudio

Sátira en prosa y verso


Por Lucio Éneo Séneca

Aquí debo asentar lo que sucedió en el


cielo en el décimo-tercer día de este
año, el año que nos ha hecho penetrar
en una nueva era tan gloriosa. Ni
1474
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

malicia ni favor para nadie. Está bien,


¿no es cierto? Si alguien me pregunta
cómo obtengo mi información, bueno,
en primer lugar, si no quiero contestar,
no contestaré. ¿Quién me obligará a
hacerlo? Soy un hombre libre, ¿no es
cierto? Fui liberado el día en que murió
un conocidísimo personaje, el hombre
que hizo cierto el proverbio «o nacer
emperador, o idiota». Sin embargo, si
decido contestar diré lo primero que me
surja a los labios. ¿Acaso los
historiadores se ven obligados alguna
vez a presentar testigos al tribunal, para
jurar que han dicho la verdad? Aun así,
si me fuese necesario llamar a alguien,
llamaría al hombre que vio el alma de
Drusila camino del cielo; jurará que vio
a Claudio tomar el mismo camino, «con
paso vacilante» (como dice el poeta).
Ese hombre no puede dejar de observar
todo lo que sucede en el cielo; es el
1475
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Custodio de la Vía Apia, que, por


supuesto, es el camino que tomaron
Augusto y Tiberio cuando fueron a
unirse a los dioses. Si se le pregunta en
privado, dirá la misma historia, pero no
hablará cuando haya mucha gente cerca.
Es que desde que juró ante el Senado
que había visto a Drusila subir al cielo,
y nadie creyó la noticia, que por cierto
era demasiado buena como para ser
verdadera, ha jurado solemnemente no
volver a contar nada de lo que ha visto...
ni siquiera aunque vea asesinar a un
hombre en la plaza del Mercado. Pero
lo que él me contó yo ahora lo repito, y
buena suerte para él.

El gran Febo había terminado su


diaria carrera.
y largas se extendían las oscuras
horas del sueño.

1476
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La conquistadora luna ampliaba sus


dominios
y el escuálido invierno al rico otoño
usurpaba el trono. A Baco la orden
era
«¡Que envejezcas!», y el tardío
viñador
recogía los últimos racimos de la
uva.

Quizá se entenderá mejor si digo con


claridad que el mes era el de octubre, y
el día el decimotercero. Sin embargo no
puedo ser exacto en cuanto a la hora —
no se puede esperar acuerdo entre los
filósofos, lo mismo que no se puede
esperar que lo haya entre los relojes,
pero fue entre las doce del mediodía y
la una de la tarde—. Tus colegas, los
bardos, no conformes con describir la
aurora y la puesta del sol, se excitan
también en relación con la mitad del
1477
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

día. ¿Por qué haces caso omiso de una


hora tan poética? Muy bien, entonces:

En dos Febo partía los anchos


cielos,
y un tanto fatigado, las riendas
volvía a sacudir,
llevando su carroza hacia la noche.
Por el talud
del día el gran fulgor, ya débil, se
desligaba.

Fue entonces cuando Claudio comenzó


a entregar el ánima, pero no pudo llevar
el asunto a su conclusión. Y entonces
Mercurio, que siempre había sentido
gran placer en el ingenio de Claudio,
llevó aparte a una de las tres Parcas y le
dijo:
— Considero, señora, que eres
demasiado cruel en permitir que el
pobre individuo sufra de tal manera. ¿Es
1478
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

qué jamás tendrá alivio de la tortura?


Hace ya cuatro años que empezó a
jadear para conservar la vida. ¿Tienes
algún resentimiento contra él y contra
Roma? ¡Por favor, deja que los
astrólogos tengan razón por una vez;
desde que llegó a ser emperador, lo han
preparado para el entierro,
regularmente, una vez por mes ! Sin
embargo, no se les puede culpar por
haber calculado mal la hora de su
muerte, porque nadie estuvo muy
seguro de si en realidad había muerto.
Adelante con el asunto, Cloto:
Mátalo, y que en su lugar alguien
más digno reine.
Cloto contestó:
— Tenía muchos, deseos de darle un
poco más de tiempo, nada nías que para
que hiciera ciudadanos romanos a los
pocos extranjeros que todavía quedan.
1479
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Ya sabes que estaba decidido a hacer


que todo el mundo se vistiera con la
túnica blanca: Grecia, Francia, España,
incluso Bretaña. Aun así, si crees que
hay que dejar fuera de la nación a unos
cuantos extranjeros, nada más que con
fines de procreación, y si de veras me
ordenas que lo ultime, así se hará.
Abrió su caja y extrajo tres husos : uno
era para Augurino, uno para Baba y el
tercero para Claudio. Estos morirán en
el mismo año, muy cerca el uno del
otro, porque no quiero que se vayan sin
compañía. Sería muy malo para él que
quedase de pronto solo, después de
haber tenido siempre a tantos millares
de personas marchando delante de él, y
arrastrándose detrás de él, y apiñándose
con él desde todos los lados. Se sentirá
agradecido por estos dos amigos que
harán de compañeros de su viaje.

1480
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Habló, y en torno al feo huso enrolló


el hilo de la vida de ese tonto, y
luego lo cortó.
Pero Láquesis, las trenzas hermosas
anudadas
y en su frente el laurel de Pieria,
toma de un copo nuevos hilos como
la nieve blancos,
que, al pasar por su dichosa mano,
cambian de color.
Sus hermanas contemplan la proeza.
No es lana cualesquiera, sitio rico
hilo de oro
que sigue fluyendo siglo tras siglo,
interminable.Toman los copos con
buena voluntad,
alegres en la tarea, en medio de la
suave lana.
Mas no, el hilo se enrolla por si
solo, no es trabajo,
y mientras gira el huso, sedoso
vellón deja caer,
1481
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

más allá del largo recuento de años


de Titanio
(esposo de Aurora) y del viejo
Néstor.
Febo espera, y con esperanzado
pecho
canta mientras trabajan y pulsa su
lira
y en otras formas ayuda en la tarea.
y así las tres hermanas casi no
saben que laboran.
Atentas por demás a los dulces
sones
y absortas en su elogio de la
canción del gran hermano
hilan más largos los hilos del
destino humano.
Mas Febo grita: «Mis hermanas,
sea así,
no saquéis años de esta ilustre vida,
porque ese cuya vida hiláis, mi
contraparte,
1482
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

no es menos quejo en gracia y en


belleza,
ni en talento, ni en dulzura de su
canto.
Es el que restablecerá la edad de
oro
y quebrará la prohibición que acalló
todas las leyes.
Es el dulce Lucifero que ahuyenta
las estrellas menores.
O Héspero es,
que sube, clara, cuando vuelven las
estrellas.
No, que es el propio sol, cuando
la ruborosa diosa del alba trae
las luces primeras del día y dispersa
las sombras.
El propio sol, de rostro refulgente
que cae sobre el mundo, y de las
puertas
de su negra cárcel su carroza saca.

1483
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Un sol verdadero es NERÓN, y toda


Roma
mirará a NERÓN con ojos
deslumbrados.
La cara le reluce de regia majestad
y encantadores rizos caen sobre su
cuello esbelto.

Apolo había hablado, pero Láquesis,


que sabía cuándo un nombre era
hermoso, continuó hilando e hilando, y
concedió muchos años de más a
NERÓN como su regalo personal. En
cuanto a Claudio, le dice a todos

Alegraos, y de estos salones


empujadlo hacia afuera con labios
no impíos.

Y en realidad entregó el alma al cabo, y


así terminó incluso la misma ficción de
que estaba vivo. (Falleció mientras
1484
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

presenciaba un espectáculo ofrecido por


unos comediantes, de modo que ahora
sabéis que tengo buenos motivos para
tener desconfianza a esa profesión.) Las
últimas palabras que se le oyó
pronunciar en este mundo siguieron
inmediatamente después de un
tremendo ruido en la parte de su cuerpo
por la que siempre habló con más
facilidad. Ellas fueron: «Oh, bueno,
cielos, creo que he hecho un embrollo
de mi vida». No puedo decir si esto
realmente fue así o no. Pero todos
convienen en que siempre embrollaba
las cosas.
Sería una pérdida de tiempo relatar lo
que sucedió después en la tierra. Todos
saben muy bien lo que sucedió. Nadie
olvida su propia buena suerte, de modo
que no es posible que nadie olvide el
estallido popular de alegría que siguió a
la noticia de la muerte de Claudio. Pero
1485
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

permítaseme que diga lo que sucedió en


el cielo. Y si no me creen, ahí está mi
informante para confirmarlo todo.
Primero llegó a Júpiter un mensaje en el
sentido de que había alguien en la
puerta, un hombre de elevada estatura y
cabellos blancos. Parecía estar
pronunciando alguna amenaza porque
meneaba continuamente la cabeza; y
porque cuando caminaba arrastraba el
pie derecho. Se le preguntó su
nacionalidad y respondió de una manera
confusa y nerviosa, y su lenguaje no
pudo ser identificado; no era griego, ni
latino, ni idioma alguno conocido.
Júpiter le pidió a Hércules, que en una
ocasión había viajado por toda la tierra,
y que pon lo tanto debía conocer todas
las naciones de la misma, que fuera a
averiguar de dónde venía el
desconocido. Hércules fue, y si bien
nunca se ha sentido amedrentado por
1486
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

todos los monstruos del mundo, recibió


una buena conmoción ante el
espectáculo de este nuevo tipo de
criatura, con su curioso modo de
avanzar y su ronca voz inarticulada, que
no se parecía a la de ningún animal
terrestre conocido, sino que más bien
sugería la de algún extraño animal
marino. Hércules pensó que tendría que
realizar su Decimotercer Trabajo, pero
miró más de cerca y decidió que se
trataba de cierto tipo de hombre. Se
acercó a él y le dijo lo que habría dicho
con naturalidad un griego:

Honorable desconocido, permíteme


preguntarte
tu nombre, tu linaje, tu tierra natal.

Claudio se sintió encantado de


encontrarse entre literatos. Abrigaba la
esperanza de encontrar algún nicho en
1487
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

el cielo para sus obras históricas. Y


entonces contestó con otra cita, también
de Homero, con la cual trasmitió el
hecho de que era Claudio César:

Los vientos mis naves empujaron


de la asolada Troya a las playas de
Ciconia.
Pero el verso siguiente fue mucho más
exacto e igualmente homérico:

Y audaz desembarcando ahí y


entonces,
saqueé una ciudad y a sus hombres
dejé muertos.

Habría conseguido que Hércules, que


no es particularmente inteligente,
tomase esto en forma literal, si no
hubiese habido alguien acompañando a
Claudio: la diosa Fiebre. Ella era la
única de entre todos los dioses y diosas
1488
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que había abandonado su templo para


acompañarlo. Y lo que dijo fue:
—Este hombre miente, puedo decirte
todo lo referente a él, porque he vivido
con él durante muchos años. Nació en
Lyon, conciudadano de Marcos, sí, un
celta nativo nacido en la decimosexta
piedra miliar a contar de Vienne; por lo
tanto, conquistó a Roma como lo habría
hecho cualquier celta. Te doy mi
palabra de honor de que nació en
Lyon... sin duda conoces Lyon, es el
lugar donde Licino* fue rey durante
tanto tiempo. Tienes que conocer Lyon,
tú que has recorrido tantos kilómetros
en el curso de tus viajes, muchos más
que ningún carretero de campo. Y sin
duda debes saber también que hay
mucho trecho desde el Janto de Licia
hasta el Ródano.

**
Un impopular gobernador de Augusto. - R. G.

1489
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Esto hirió a Claudio, y manifestó su


cólera con el más estruendoso rugido de
que pudo disponer. Nadie pudo
entender con exactitud qué decía, pero
en rigor ordenaba a la diosa Fiebre que
se apartase de su presencia, e hizo con
la mano temblorosa el signo
acostumbrado (siempre bastante firme
para ello, aunque en rigor para ninguna
otra cosa) de que le cortaran la cabeza.
Pero por la atención que se prestó a esta
orden, cualquiera habría pensado que
los presentes eran sus propios libertos.
—Escúchame —dijo Hércules—, y
deja de hacerte el tonto. ¿Sabes qué
clase de lugar es éste? Aquí es donde
los ratones roen el hierro, éste es el
lugar. De modo que hablemos con
claridad o te sacaré todas esas tonterías
por un agujero de tu cabeza.
Para imponer con más energía su
personalidad sobre Claudio, adoptó una
1490
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

actitud melodramática y comenzó a


recitar los siguientes versos:

¡Rápido, toda la verdad! ¿Dónde


naciste y por qué?.
Dímelo ya, o por esta porra mueres,
que ha roto el cráneo a muchos
reyes negros.
(¿Cómo? ¡Habla fuerte! No te
entiendo.)
¿De dónde sacaste esa cabeza
bamboleante?
¿Hay ciudad alguna donde nazcan
espantajos como tú?
Mas espera, una vez, mientras
ejecutaba mi Décima hazaña,
cuando tuve que viajar al Oeste
remoto, y llevar conmigo a una ciudad
de Grecia
los bueyes de Geriones de tres
cuerpos, vi una gran montaña,

1491
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

que cuando sale es lo primero que


distingue el gran dios Sol.
Hablo del lugar donde el impetuoso
Ródano,
se encuentra con el Saona, somero y
vagabundo,
el más errabundo de los ríos. Y la
ciudad de entre los dos,
dime, ¿es la responsable de tu
nacimiento?
Su recitado fue audaz y animado, pero
sea como fuere tenía muy poca
confianza en sí mismo y temía el «golpe
del tonto», según se dice. Pero cuando
Claudio se vio frente a frente con un
gran héroe como Hércules, cambio de
tono y comenzó a darse cuenta de que
lo que decía allí no tenía la misma
fuerza que en Roma. Que un gallo, en
rigor, vale más en su propio estercolero.
De modo que esto fue lo que dijo, o por
1492
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

lo menos lo que se entendió que había


dicho:
—Oh Hércules, el más valiente de
todos los dioses; había abrigado la
esperanza de que estuvieras de mi parte,
y cuando los dioses, tus compañeros,
llamaran a alguien para que hablase en
mi favor, tú serías la persona que
nombraría. Y en realidad me conoces
muy bien, ¿no es cierto? Piensa un
instante. Soy el hombre que juzgó casos
jurídicos frente a tu templo, día tras día,
incluso en julio y agosto, los meses más
calurosos del año. Ya sabes qué
momentos más desdichados pasé allí
escuchando a los abogados que
hablaban y hablaban, día y noche. Si tú
te hubieras encontrado entre ellos,
aunque eres el más fuerte entre los
fuertes, estoy seguro de que hubieses
preferido volver a limpiar los establos

1493
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de Augías. Y pienso que he drenado


más aguas que tú. Pero como quiero...

[Aquí faltan algunas páginas. Un


grupo de dioses hablan entre si, y
ahora se dirigen a Hércules; éste ha
presentado por la fuerza a Claudio,
a quien ha consentido en defender,
en el Senado celestial...una vez
robaste al infierno y te fuiste con
Cerbero a la espalda; de modo que
no es sorprendente que hayas
logrado irrumpir en esta casa.
Ninguna cerradura podría
mantenerte afuera.]

—Pero dinos en qué clase de dios


quieres que convirtamos a este
individuo. No puede ser un dios al estilo
epicúreo, porque Diógenes Laercio
dice: «Dios es bendito e incorruptible y
jamás acepta problemas ni los causa a
1494
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

nadie. En cuanto a un dios estoico, esa


clase, según Varrón, es un todo
perfectamente rotundo... en rigor
completamente globular, sin cabeza ni
órganos sexuales. No puede pertenecer
a ese tipo.
—¿O puede? Si me lo preguntan a mí,
hay en él algo del dios estoico. No tiene
cabeza y tampoco corazón.
—Bien, juro que incluso aunque
hubiese dirigido esta petición a Saturno,
en lugar de Júpiter, jamás se la habrían
concedido... aunque cuando estuvo vivo
celebró durante todo el año el festival
de Saturno, de los Inocentes; fue un
verdadero emperador saturnalio.
—¿Y qué clase de posibilidades creen
que tendrá con Júpiter, a quien casi
acusó de incesto? Quiero decir que
mató a su yerno Silano, nada más que
porque Silano tenía una hermana, la
muchacha más deliciosa del mundo, a
1495
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quien todos llamaban la reina Venus,


pero a quien él prefirió llamar Juno.
—Sí, ¿por qué lo hizo? —preguntó
Claudio—. Quiero saber por qué. En
realidad, ¡nada menos que con su propia
hermana!
—¡Búscalo en el libro, estúpido! ¿No
sabes que en Atenas puedes acostarte
con tu hermanastra, y que en Alejandría
puedes hacerlo con tu propia hermana?
—Bien, en Roma —dijo Claudio—, los
ratones son ratones... Se comen la
harina...
—¿Es que este profesor de dibujo
quiere enseñarnos a mejorar nuestras
curvas? ¡Pero si ni siquiera sabe lo que
ocurre en su propio dormitorio!
—Y ahora «escudriña los secretos del
cielo» y quiere ser dios.
—Un dios, ¿eh? Supongo que no está
contento con su templo en Bretaña,
donde los salvajes lo adoran y rezan
1496
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

humildemente: «¡Tonto Todopoderoso


ten piedad de nosotros!»
Se le ocurrió a Júpiter que a los
senadores no se les permitía discutir
mientras había extraños en la casa.
—Señores —dijo—, les doy permiso
para interrogar a esta persona, pero por
el ruido que hacen cualquiera creería
que esta es la taberna más vulgar. Por
favor, observen las reglas del Senado.
No sé quién es esta persona, ¿pero qué
pensará de nosotros?
De modo que se hizo salir otra vez a
Claudio, y el padre Jano fue llamado
para que abriese el debate. Lo habían
hecho cónsul para la tarde del próximo
primero de julio y era un brillante
individuo con un par de ojos en la nuca.
Tenía un templo en la plaza del
Mercado de modo que, por supuesto,
pronunció un espléndido discurso. Pero
hablaba con demasiada velocidad como
1497
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

para que el escribiente oficial siguiera


sus palabras, y entonces no trataré de
repetir todo su discurso, ya que no
quiero deformar nada de lo que dijo.
Sea como fuere, su tema fue la
Majestad de los Dioses, y que no había
que rebajar a la dignidad con una
distribución negligente del honor.
—Otrora era una gran cosa ser un dios
—dijo—, pero ahora ustedes lo han
rebajado al nivel de las alubias. No
quiero que piensen que estoy hablando
contra la deificación de un hombre
cualquiera. Hablo en términos
generales, y para sentar esto con
claridad, hago moción de que, de ahora
en adelante, no se confiera la divinidad
a aquellos que, en la frase de Homero,
comen la cosecha del campo ni a
aquellos que, también según la frase de
Homero, nutren el fructífero meló.

1498
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Después de que mi moción haya sido


votada y considerada ley, será un delito
criminal que hombre alguno sea
convertido en dios, o exhibido como tal
o considerado como tal, y sugiero que
cualquier transgresor de la ley sea
entregado a los duendes y, en la
próxima Exhibición Pública, azotado
con un abedul entre los nuevos
gladiadores.
El siguiente en hablar fue Diespiter, el
dios Subterráneo, hijo de Vica Pota, el
dios de la Victoria. Había sido elegido
para el consulado, y era un prestamista
profesional. También solía vender
ciudadanías, en forma discreta.
Hércules se le acercó con una sonrisa
amistosa y le susurró algo al oído, de
modo que pronunció el siguiente
discurso:
—El dios Claudio está relacionado con
el dios Augusto. La diosa Augusta, a
1499
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

quien él mismo deificó, es su abuela.


Por lo tanto es, con mucho, el hombre
más erudito que jamás haya vivido, y
como es cuestión de política pública,
alguien tendría que imitar al dios
Rómulo y comer nabos hervidos, con
gran voracidad. Y propongo que el dios
Claudio sea incorporado a los olímpicos
y goce de los privilegios y requisitos de
la divinidad, en su más-pleno sentido
tradicional, y que se inserte una nota en
ese sentido en las Metamorfosis de
Ovidio. El Senado estaba dividido, y
parecía que Claudio recibiría una
mayoría de votos, porque Hércules vio
que tenía ahora una buena posibilidad, y
fue corriendo de un escaño a otro,
diciendo:
—Vamos, por favor, no se opongan a
mí, me interesa personalmente esta
medida. Si votas ahora a mi favor, haré

1500
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

otro tanto por ti otro día. Ya conoces el


proverbio: «Una mano lava la otra».
Entonces se puso de pie el dios
Augusto, porque ahora le tocaba el
turno, y habló con la máxima
elocuencia:
—Les pido, señores, que sean testigos
de que desde el día de mi deificación
oficial no he pronunciado una sola
palabra. Siempre me meto en mis
propias cosas. Pero ahora no puedo
seguir manteniendo la ficción de
imparcialidad, ni ocultar la pena que la
vergüenza hace aún más profunda. ¿Fue
para esto que hice la paz sobre la tierra
y el mar, e impuse una tregua en la
guerra civil y doté a Roma, de una
nueva constitución, y la embellecí con
majestuosos edificios públicos? ¿Que...
que... que...? Me faltan las palabras,
señores. Nada que pudiese decir
igualará la profundidad de mis
1501
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sentimientos en este asunto. En mi


indignación debo tomar prestada una
frase del elocuente Mésala Corvino; fue
elegido Guardián de la Ciudad y
renunció al cabo de unos días diciendo:
«Estoy avergonzado de mi autoridad».
Yo siento lo mismo cuando veo cómo
se ha abusado de la autoridad que
establecí, me avergüenzo de haberla
ejercido nunca. Este individuo, señores,
que parece como si no tuviera valor
suficiente como para matar a una
mosca, se sentó en mi trono y se llamó
con mi nombre y ordenó que los
hombres fuesen ejecutados, con tanta
facilidad como con la que un perro se
acurruca. Pero no hablaré de todas sus
víctimas, a pesar de que fueron hombres
magníficos. Me preocupan tanto los
desastres de la familia, que en realidad
no tengo tiempo que perder con los
desastres públicos. Sólo hablaré de los
1502
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

desastres de familia, porque «un rábano*


puede no saber griego, pero yo sí». Por
lo menos conozco un proverbio griego:
«La rodilla está más cerca que el
tobillo». Este impostor, este seudo
Augusto, ha tenido la bondad de matar a
dos biznietas mías: a Lesbia, por la
espada, y a Helena, por hambre. Y a un
biznieto, Lucio Silano. (Aquí espero
que tú, mi señor Júpiter, seas justo en
una mala causa que a fin de cuentas es
la tuya.) Y ahora contéstame, dios
Claudio, ¿por qué condenaste a tantos
hombres y mujeres a la muerte sin
permitirles que se defendieran? ¿Qué
clase de justicia es esa? ¿Es la justicia
que se hace en el cielo? Pero si aquí
Júpiter ha sido emperador durante todos
estos siglos, y sólo una vez quebró la
pierna de Vulcano:
**
El manuscrito dice sormea, que carece de sentido. Y algunos editores sugieren sóror mea, pero Augusto, cuyo
estilo se reproduce aquí, no habría podido decir: «Mi hermana puede no saber griego pero yo sí». Su única
hermana era la culta Octavia. Sugiero la alternativa mejor y mas sencilla de surmu, que es el rábano egipcio,
utilizado por los romanos como emético. - R. G
1503
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

A quien tomando por el pie, con


grande cólera,
lanzó sobre el umbral al alto cielo.
Y UNA VEZ PERDIÓ LOS
ESTRIBOS CON SU ESPOSA Y
LA AHORCÓ. ¿MATÓ EN
REALIDAD A ALGÚN MIEMBRO
DE SU FAMILIA? PERO TÚ, TÚ
MATASTE A MESALINA, TU
ESPOSA, DE QUIEN YO ERA TÍO
ABUELO LO MISMO QUE DE TI.
(«¿LO HICE, DE VERAS?»,
PREGUNTAS. ¡MIL PESTES
CAIGAN SOBRE TI, POR
SUPUESTO QUE LO HICISTE!
ESO ES LO QUE HACE QUE
TODO EL ASUNTO SEA TAN
DESDICHADO. MATAS A LA
GENTE Y NI SIQUIERA LO
SABES.) SÍ, SEÑORES, Y
PERSIGUIÓ A MI BIZNIETO CAYO
1504
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

CALÍGULA, INCLUSO CUANDO


ÉSTE ESTABA MUERTO. ES
CIENO QUE CALÍGULA MATÓ A
SU SUEGRO, PERO CLAUDIO,
NO CONFORME CON SEGUIR SU
EJEMPLO EN ESE SENTIDO,
MATÓ TAMBIÉN A UN YERNO. Y
EN TANTO QUE CALÍGULA NO
QUISO PERMITIR QUE POMPEYO
EL JOVEN, HIJO DE CRASO
FRUGI, ADOPTASE EL TÍTULO
DE «EL GRANDE», CLAUDIO LE
DEVOLVIÓ SU NOMBRE, PERO
LE QUITÓ LA CABEZA. EN ESA
FAMILIA OTRORA NOBLE, MATÓ
A CRASO FRUGI, A POMPEYO EL
JOVEN, A ESCRIBONIA, A LAS
TRISTONIA Y A ASARIO. ADMITO
QUE CRASO FUE TAN TONTO,
QUE SE LO HABRÍA PODIDO
NOMBRAR EMPERADOR EN
LUGAR DE CLAUDIO. ¿DE
1505
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

VERAS QUIEREN QUE ESTA


CRIATURA SEA CONVENIDA EN
UN VERDADERO DIOS?
MÍRENLE EL CUERPO, NACIDO
BAJO LA CÓLERA DEL CIELO. ¡Y
YA QUE SE TRATA DE ESO,
ESCÚCHENLO HABLAR! ¡SI
PUEDE DECIR DOS PALABRAS
SEGUIDAS SIN TARTAMUDEAR,
YO SERÉ SU ESCLAVO! ¿Y
QUIÉN ADORARÁ A UN DIOS DE
ESTA CLASE? ¿ALGUIEN
CREERÁ EN ÉL? SI CONVIERTEN
EN DIOSES A GENTE COMO ÉL,
NO PUEDEN ESPERAR QUE
NADIE CREA EN USTEDES. EN
UNA PALABRA, SEÑORES, SI HE
MERECIDO SU RESPETO, SI
NUNCA DI A MORTAL ALGUNO
UNA RESPUESTA DEMASIADO
DECIDIDA A SUS ORACIONES,
CUENTO CON USTEDES PARA
1506
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

QUE VENGUEN MIS ERRORES.


POR LO TANTO, MI MOCIÓN ES
—LA LEYÓ DE SUS NOTAS—
QUE PUESTO QUE CIERTO DIOS
CLAUDIO MATÓ A SU SUEGRO
APPIO SILANO, A SUS DOS
YERNOS, POMPEYO EL GRANDE
Y LUCIO SILANO; A LA HIJA DE
SU SUEGRO CRASO FRUGI (UN
HOMBRE QUE SE PARECÍA
TANTO A ÉL COMO UN HUEVO A
OTRO HUEVO); A ESCRIBONIA,
LA SUEGRA DE SU HIJA, A SU
ESPOSA MESALINA, Y A OTROS
DEMASIADO NUMEROSOS PARA
SER MENCIONADOS... HAGO
MOCIÓN DE QUE SEA
ENJUICIADO CON EL MÁXIMO
RIGOR DE LA LEY, QUE SE LE
NIEGUE CAUCIÓN, QUE SEA
SENTENCIADO A INMEDIATO
DESTIERRO Y QUE NO SE LE
1507
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

CONCEDA MÁS DE TREINTA


DÍAS PARA ABANDONAR EL
CIELO Y TREINTA HORAS PARA
SALIR DEL OLIMPO.
La moción fue rápidamente aceptada.
Cuando conoció el resultado, Mercurio
tomó a Claudio de la garganta y lo sacó
fuera, al Infierno, de donde, nadie, se
dice, vuelve para contar el cuento.
Cuando bajaban por la Vía Sacra,
Mercurio preguntó qué significaban
todas esas multitudes. Sin duda no era
el funeral de Claudio. Era la más
maravillosa procesión que se hubiera
visto, y no se había ahorrado gasto
alguno para demostrar que el que se
enterraba era un dios. Música de flauta,
sonar de cuernos, una gran orquesta de
bronces compuesta de todo tipo de
instrumentos, en rigor, un ruido tan
espantoso, que incluso Claudio pudo
escucharlo. Todos los rostros estaban
1508
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

cubiertos de sonrisas; todo el populacho


romano se paseaba de un lado a otro,
otra vez como hombres libres. Sólo
Agatón y unos pocos abogados
aficionados derramaban lágrimas, y por
primera vez las derramaban en serio.
Los abogados profesionales salían con
lentitud de los oscuros rincones, pálidos
y flacos, casi sin vida, pero reviviendo
con cada bocanada de aire que
inspiraban. Uno de ellos, cuando vio a
los integrantes del grupo de Agatón
condoliéndose los unos con los otros, se
acercó a ellos y les dijo:
—Les había dicho que este festival de
Inocentes tenía que terminar algún día.
Cuándo Claudio vio pasar su funeral,
entendió por fin que estaba muerto. Un
gran coro entonaba su endecha
antifonaria:

Y ahora, romano, golpéate el pecho,


1509
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de duelo esté la plaza del Mercado.


Llevemos a un sabio a su último
descanso,
al más valiente de los de tu raza.

Con pie alígero sabia adelantar


a cualquier mensajero del país;
supo aniquilar a los rebeldes partos,
y los persas temían a sus dardos.

Con firme puño tendía su arco


y las flechas lanzaba en densas
nubes.
Leve era la herida, mas en la huida
los medos muestran su adornada
espalda.

Surcó los mares deconocidos,


y la tierra pisó de la isla de Bretaña.
A golpes destrozó de los brigantes
los escudos teñidos con el zumo azul
del glasto.
1510
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Los encadenó con romanas cadenas,


y con romanos haces lictores
disciplinó las aguas oceánicas
y el terror de ellas su triunfo fue.

Pesar por el juez que supo dictar


instantáneas sentencias de maravilla,
que sólo a una parte escuchaba,
y ni siquiera eso le hacia falta.

¿Dónde tendremos a otro como él,


que juzgue sin descanso el año
entero?
Minos el cretense, bajo tierra
tendrá que dejarle ahora su sitial.

Vosotros, abogados, que tenéis un


precio,
llorad, y llorad, pequeños poetas,
y llorad los que agitáis los dados,
a aquel que ahora yace amortajado.
1511
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Claudio se sintió encantado con este


panegírico, y quiso quedarse a
presenciar todo el espectáculo hasta el
final. Pero Mercurio, el digno
mensajero de los dioses, lo arrastró,
envolviéndole la cabeza, de modo que
nadie lo reconociera, y le hizo cruzar el
campo de Marte, y finalmente lo llevó
hasta el Infierno, entre el Tíber y el
Subterráneo. Su liberto Narciso se le
había adelantado por un atajo, dispuesto
a recibirlo a su llegada, y ahora se
acercó, sonriente y fresco, después de
salir de un baño, y exclamando:
—¡Dioses! ¡Dioses que vienen a visitar
a los mortales! ¿A quién tengo el honor
de...?
—Vete y diles que estamos aquí; y date
prisa.
A esta orden de Mercurio, Narciso se
alejó corriendo. El camino hasta la
1512
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

puerta del Infierno es cuesta abajo, y,


como Virgilio dice en alguna parte, muy
fácil. De modo que aunque Narciso
sufría de gota, sólo le llevó un momento
llegar. Delante de la puerta estaba
Cerbero, o, como pienso que lo llama
Horacio, «el animal de cien cabezas».
Narciso no era un héroe; estaba
acostumbrado a una blanca perrita
faldera, y cuando vio a ese enorme e
hirsuto perro negro, que en modo
alguno era el tipo de animal que a nadie
le agradaría encontrar en un lugar
oscuro como el Infierno, se asustó
muchísimo. Entregó su mensaje,
«Claudio ha llegado», con un fuerte
chillido.
Como respuesta le llegó un estallido de
aplausos y salió una tropa de fantasmas.
Cantaban la conocida canción:
¡Le hallamos, lo hemos encontrado!
¡Que resuene la alegría!
1513
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

¡Oh, golpead las manos,


hemos hallado al que se perdió!

En el coro estaban Cayo Silio, cónsul


electo; Junco, el ex magistrado; Sexto
Traulo, Marco Helvio, Trogo, Cota,
Vetio Valens, Fabio, caballeros
romanos a quien Narciso había
ordenado ejecutar. También estaba allí
Mnester el comediante, cuyo aspecto
había mejorado Claudio quitándole la
cabeza. El infierno zumbaba ahora con
las noticias de la llegada de Claudio, y
todos corrieron a buscar a Mesalina. Sus
libertos, Polibio, Mirón, Harpócrates,
Anfeo y Feronacto, fueron los primeros.
Claudio los había enviado a todos allí,
para que lo precedieran, ya que no
quería carecer de escolta en ninguna
parte. Luego llegaron dos comandantes
de la guardia, Catonio Justo y Rufrio
Polio. Después sus amigos Saturnino
1514
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Lusio, Pedum Pompeyo y los dos


hermanos Asinio, Lupo y Celer.
Finalmente llegó Lesbia, la hija de su
hermano, y Helena, la hija de su
hermana, y yernos y suegros y suegras...
En rigor, toda la familia. Formaron y
marcharon todos juntos, al encuentro de
Claudio. Claudio los miró y exclamó:
—¡Pero qué cantidad de amigos!
¿Cómo llegaron ustedes aquí?
—¡Cómo llegamos aquí, villano
sanguinario! —respondió Pedum—.
¿Cómo te atreves a preguntarnos eso?
¿Quién nos envió aquí, sino tú, el
hombre que mató a todos sus amigos?
Ahora te enjuiciaremos, de modo que
acompáñame. Te mostraré el camino a
los tribunales criminales.
Pedum lo llevó al tribunal de Eaco;
Eaco era el juez que juzgaba los casos
de asesinato según la ley Cornelia.
Pedum le pidió que tomase'el nombre
1515
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

del prisionero, y luego llenó el acta de


acusación:
Senadores asesinados: 35.
Caballeros romanos asesinados: 221.
Otras personas: imposible registrar el
número exacto.
Claudio pidió un abogado, pero nadie
se ofreció voluntariamente para ello. Al
cabo se adelantó Publio Petronio, un
antiguo amigo de borracheras que podía
hablar muy bien el lenguaje de los
Claudios, y pidió que lo trasladaran a
otro tribunal. Eaco se negó a
concederlo, de modo que Pedum
Pompeyo comenzó su discurso por la
acusación, gritando a voz en cuello. El
abogado de la defensa trató de
contestar, pero Eaco, que es un juez
concienzudo, dictaminó que estaba
fuera del tema y resumió el caso tal
como lo había presentado el fiscal.
Luego pronunció:
1516
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

Lo que el granuja hizo, lo mismo


debe hacérsele. Y eso es justo.
Siguió un silencio extraordinario.
Todos se asombraron ante la decisión,
que se consideró carente por completo
de precedentes. Es claro que el propio
Claudio habría podido citar precedentes,
pero aun así les pareció
monstruosamente injusto. Luego hubo
una larga discusión en cuanto al tipo de
castigo que debía asignársele. Algunos
dijeron que Sísifo llevaba ya demasiado
tiempo haciendo rodar su piedra colina
arriba, y otros dijeron que había que
reemplazar a Tántalo antes de que
muriera de sed, y otros que era tiempo
de poner fin al movimiento de la rueda
en la cual se torturaba perpetuamente a
Ixion, Pero Eaco decidió no dejar en
libertad a ninguno de estos veteranos,
por temor de que Claudio pudiese
1517
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

contar alguna vez con un respiro


similar. Por el contrario, había que idear
un nuevo tipo de castigo. Era preciso
que se les ocurriera alguna tarea
absolutamente insensata, que expresara
la idea general de una ambición
codiciosa, en perpetua desilusión. Al
cabo Eaco pronunció su sentencia, que
era la de que Claudio debía agitar
eternamente los dados, en un cubilete
sin fondo.
Entonces el prisionero comenzó a
cumplir su sentencia en el acto,
buscando a tientas los dados, cuando
caían, sin adelantar nunca en el juego.

Sí, pues tantas veces como sacudía


el cubilete,
dispuesto a arrojarlos en el tablero,
los dados desaparecían por el
agujero inferior.
Volvía a juntarlos y trataba otra vez
1518
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

de agitarlos y, como antes, dejarlos


caer.
Pero otra vez lo engañaban, y
volvían a engañarlo
cayendo desde el fondo del
recipiente.
Y cuando se inclinaba de nuevo para
tomarlos,
se le escurrían de entre los dedos y
escapaban,
e interminablemente continuaban
escapando
como cuando su roca, con trabajos
infinitos,
Sisifo lleva basta la cima de la
montaña del Infierno
y vuelve a caer, golpeándole en el
cuello.

¿Y quién llegó de pronto, sino Cayo


Calígula?

1519
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

—¡Pero si es un esclavo mío! —dijo


Calígula—. ¡Lo quiero!
Presentó testigos que afirmaron que
con frecuencia le habían visto azotar a
Claudio con látigos y varas de abedul, y
golpearlo con los puños. De modo que
se aceptó la afirmación, y Claudio fue
entregado a su amo. Pero Calígula se lo
regaló a Eaco, y éste se lo entregó a su
liberto Menandro, quien le impuso el
trabajo de llevar las actas del tribunal.

(Traducción de R. G.)

SECUELA

Séneca se vio obligado a suicidarse en


el año 65, por orden de Nerón.
Sobrevivió a la mayoría de los otros
personajes de esta historia. Británico
fue envenenado en el año 55. Palas,
Burrho, Domina, los Silarto que habían
1520
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

sobrevivido, Octavia, Antonia, Fausto


Sila... todos tuvieron una muerte
violenta. Agripinila perdió su
ascendiente sobre Nerón luego de los
dos primeros años del reinado de este,
pero lo recuperó al cabo de un tiempo
permitiéndole cometer incesto con ella.
Luego trató de asesinarla haciéndola
embarcar en un barco podrido, que se
abrió en dos a considerable distancia de
la costa. Pero ella nadó hasta la orilla.
Al cabo envió soldados a matarla.
Agripinila murió valientemente,
ordenándoles que la apuñalaran en el
vientre que en una ocasión albergó a un
hijo tan monstruoso. Cuando Nerón fue
declarado enemigo público en el año 68,
por el Senado, y fue muerto por un
criado, a petición propia, no quedó
nadie de la familia imperial para
sucederle. En el año 69, un año de
anarquía y guerra civil, hubo cuatro
1521
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

emperadores sucesivos, a saber: Galbo,


Otón Aulo, Vitelio y Vespasiano.
Vespasiano gobernó con benevolencia y
fundó la dinastía Flavia. Nunca se
restableció la república.

1522
Robert Graves Claudio, el dios y su esposa Mesalina

La Familia Real De Los Herodes

1523

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