Reglas Acciones y Transgresiones
Reglas Acciones y Transgresiones
Reglas Acciones y Transgresiones
JOSEP M. VILAJOSANA
(eds.)
ÍNDICE
REGLAS CONSTITUTIVAS
Y DERECHO Pág.
PRESENTACIÓN .............................................................................................. 13
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................ 40
1. EL CONTEXTO...................................................................................... 45
Marcial Pons 2. UNA ASUNCIÓN REDUCCIONISTA .................................................. 46
3. EL PUNTO CIEGO DEL ANÁLISIS LÓGICO-LINGÜÍSTICO: LA
MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SÃO PAULO SIMBOLIZACIÓN ................................................................................. 49
2022 4. JUEGOS .................................................................................................. 51
CAPÍTULO I
REGLAS, ACCIONES Y TRANSGRESIONES *
Sebastián Agüero-SAnJuAn
Sebastián FigueroA rubio
1. INTRODUCCIÓN
Al revisar los trabajos que versan sobre reglas constitutivas es posible iden-
tificar ciertos rasgos compartidos. En primer lugar, los autores conceptualizan
las reglas constitutivas en contraposición con las reglas regulativas y en dicha
presentación se suelen obviar las múltiples críticas que se han realizado a la
distinción. Por otra parte, comúnmente no se advierte la existencia de diversos
subtipos de reglas dentro de la distinción. Por último, la mayoría de los trabajos
centrados en el estudio de las reglas constitutivas no entrega una cronología de
la discusión, presentándose una literatura parcialmente atomizada 1.
Como señalamos, de la literatura relevante se puede sacar en limpio que
la comprensión de las reglas constitutivas se ha conformado a partir de su di-
ferenciación de las reglas regulativas. Además, al menos en el contexto de la
tradición filosófica anglosajona 2, existe un claro acuerdo en reconocer como
*
Agradecemos los comentarios realizados por Riccardo Guastini, Giovanni Battista Ratti, Juan
Ormeño Karzulovic y Lorena Ramírez Ludeña a versiones previas de este trabajo.
Este trabajo es un producto del Proyecto Fondecyt Iniciación núm. 11180421 cuyo investigador
responsable es Sebastián Figueroa Rubio.
1
Excepciones a esto son los trabajos de Midgley, 1958-1959; Quinn, 1975, y guAStini, 2014, que
sugieren distintos tipos de reglas constitutivas y, en relación con la cronología, las propuestas de Quinn,
1975: 76; SchAuer, 1991: 6, y PAgin, 2014.
2
Por su parte, la tradición iusfilosófica continental, las obras de Gaetano Carcaterra y Amedeo
Conte constituyen hitos relevantes. Un diálogo entre ambas tradiciones puede encontrarse en el trabajo
de Corrado roverSi, 2007: cap. 1, y Riccardo guAStini, 1984. Así como en varios capítulos de este
volumen. En este trabajo nos centraremos solo en las fuentes anglosajonas de la discusión.
3
Los autores de este texto están en contra de las prácticas y acciones por las cuales John Searle
ha sido considerado culpable. De todas formas, dada la importancia de su trabajo en el ámbito de la
discusión que nos convoca creemos que no es pertinente obviar la existencia de su obra.
4
Por ejemplo, textos publicados en igual periodo, pero que tuvieron menor éxito en la configu-
ración de la distinción son las propuestas de Midgley, 1958-1959; blAck, [1958] 1962, y roSS, 1968.
Asimismo, entre los textos que esbozan la distinción sin desarrollarla y raramente son citados se en-
cuentran hArt, [1953/54], 1983a; [1968], 1983b, y MAndelbAuM, 1955.
5
John SeArle (1995: 47-49) en su propuesta de ontología social considera la variable temporal
y la idea de generalización para ver cómo la asignación de funciones a objetos puede devenir en la
creación de una norma constitutiva.
6
Si bien no consideramos concluyente la idea de que las prácticas están conformadas por reglas,
para simplicidad de los argumentos que desarrollaremos aquí, no se problematizará este supuesto de
la discusión.
no requiere del trasfondo de una práctica de la cual la regla forma parte. Esto
significa decir que, en la concepción sumaria, los casos tienen prioridad lógica
frente a las reglas» (rAwlS, 1955: 22-23) 7. Sin embargo, es posible constatar
a lo largo del texto alusiones tanto a las nociones de existencia como a la de
descripción de una acción con independencia de las reglas sumarias.
A su vez, en relación con las reglas de la práctica, la prioridad lógica es
entendida como una relación de preponderancia de la práctica frente a las
acciones a través de las reglas que la integran e indirectamente como una
relación entre reglas y acciones. Esta se presenta, por un lado, en términos de
descripción: «[Lo] que significa decir que la práctica es lógicamente priorita-
ria frente a los casos particulares es que: dada cualquier regla que especifica
una forma de acción (un movimiento), una acción particular que se tomaría
como dentro de esta regla dado que existe la práctica, no podría ser descrita
como ese tipo de acción a menos que haya una práctica» (rAwlS, 1955: 25).
Y, por otro lado, en términos de entregar significado a las especificaciones de
acciones dentro de la práctica: «La práctica es lógicamente prioritaria a los
casos particulares, a menos que exista la práctica, los términos que refieren a
acciones especificadas por esta carecen de sentido» (rAwlS, 1955: 25).
Por su parte, de forma análoga, John SeArle (1969: 33-35) comprende
que las reglas regulativas regulan formas de comportamiento que existen con
anterioridad o con independencia de la regulación. De este modo, las acciones
reguladas por estas reglas tienen una existencia lógicamente independiente
de las reglas. Consecuencia de esto, el comportamiento que está de acuerdo
con la regla puede recibir la misma descripción o especificación, exista o no
la regla, es decir, sin necesidad de hacer referencia explícita a la regla. Así,
las acciones reguladas por las reglas pueden darse y ser descritas sin perder
información haya o no regla.
En relación con las reglas constitutivas, el mismo autor entiende que ellas
no simplemente regulan conductas, sino que crean o definen nuevas formas
de comportamiento, así como la posibilidad misma de realizar ciertas accio-
nes. Una regla constitutiva o un conjunto de ellas no solo regula, sino que
constituye acciones o actividades cuya existencia es, por ende, lógicamente
dependiente de las reglas. Las acciones que están de acuerdo con estas reglas
no podrían recibir una descripción o especificación si la regla no existiese
(SeArle, 1969: 33-35).
En términos de SeArle ([1969] 1994: 43[34]), la noción de prioridad
adquiere la etiqueta de independencia 8, la cual es expresada de la siguiente
manera: «Las reglas regulativas regulan una actividad preexistente, una acti-
7
Del texto de Rawls, tanto esta cita textual como las siguientes son de traducción propia.
8
Cabe señalar que, en su propuesta de ontología social, el autor señala que hay una prioridad
general de los hechos brutos sobre los hechos institucionales (SeArle, 1995: 55-56) y que estos últimos,
a su vez, son creados por reglas constitutivas (1995: 46).
9
Esta cita textual y las siguientes están tomadas de la traducción al español del texto de SeArle,
1994, y nos referimos al texto en inglés entre corchetes.
10
Por ejemplo, en sentido estricto, un enunciado A tiene prioridad lógica sobre B si A es lógica-
mente más simple que B, en el sentido de que podemos asumir A sin B, pero no podemos asumir B
sin A (ruSSell, 1903: 137-138). Asimismo, A es explicativa o analíticamente anterior a B cuando no es
posible explicar B sin hacer referencia a A, pero es posible explicar A sin hacer referencia a B; mientras
que A es ontológicamente prioritario con respecto a B cuando A puede existir sin B, aunque B no pueda
existir sin A (gArcíA, 1987: 452). También, siguiendo a AnScoMbe (1958), es posible sostener que la
prioridad se presenta en ciertas descripciones, las cuales obtienen su carácter del contexto o trasfondo
institucional que presuponen, aunque este último esté implícito en la descripción.
11
Es importante no confundir la idea de sanción frente a un caso de transgresión con la consecuen-
cia normativa, porque esta última es más amplia. Por ejemplo, en su formulación estándar el término Y
no es solo una etiqueta para un estado de cosas, sino que establece consecuencias adicionales dentro de
la práctica que constituye, véase SeArle, 1969: 36.
12
Es plausible asumir que una regla siempre tiene como contenido una acción contingente (que
puede ser o no realizada) como opuesta a una acción imposible o necesaria, ya que debe existir la
posibilidad de verificar una divergencia entre el estándar que se articula con la norma y lo realmente
realizado por una persona. Detrás de esto se encuentra el célebre principio debe implica puede. Sobre
esto véase bobbio, 1994: 308, y von wright, 1963: 108-107.
13
Esto no supone negar que en situaciones donde no es posible identificar a la autoridad normati-
va se generen normas constitutivas y regulativas, por ejemplo, como ocurre con las normas consuetudi-
narias. Cuestión a la cual no nos avocaremos en este trabajo.
14
Véase bAyón, 1991: 243, 313 y 319. En sentido similar roSS (1968: 42, 66 y 70) señala que el
discurso directivo agrupa distintas manifestaciones del fenómeno normativo cuyo elemento compartido
es el uso del lenguaje, con el propósito de motivar o influir en el comportamiento de otros a través de
mandatos, peticiones, consejo, exhortaciones, reglas de un juego o jurídicas.
«las reglas regulativas regulan una actividad preexistente, una actividad cuya
existencia es lógicamente independiente de las reglas. Las reglas constitutivas
constituyen (y también regulan) una actividad cuya existencia es lógicamente
dependiente de las reglas» ([1969] 1994: 43[34]). Más específicamente las
reglas regulativas enfrentan lo que Searle denomina hechos brutos, mientras
que las reglas constitutivas permiten conformar lo que denomina hechos insti-
tucionales. De este modo, las acciones reguladas por reglas regulativas deben
ser entendidas como hechos brutos. Ante esto urge preguntarse qué quiere
decir que una acción sea un hecho bruto.
Para dilucidar esto, vale la pena considerar que, para el autor, los hechos
brutos son parte de una concepción cientificista del mundo, siendo el mode-
lo de conocimiento sobre ellos el de las ciencias naturales. Esto lo explica
señalando que «las bases para todo tipo de conocimiento de este género [de
hechos] se supone que son simples observaciones empíricas que registran ex-
periencias sensoriales» (SeArle, [1969] 1994: 59[50]).
Teniendo en cuenta lo anterior, y siguiendo una influyente tradición en
filosofía de la acción, las acciones pueden entenderse como hechos brutos asu-
miendo que una acción es primeramente un movimiento corporal que puede
ser descrito de diversas formas. Así, por ejemplo, cuando una persona mata a
otra disparándole, su acción es el movimiento de los dedos con los que aprieta
el gatillo 15. Esta idea ha sido defendida por autores como Donald dAvidSon
(1963, 1971) y Jennifer hornSby (1980: caps. I y II), para quienes las acciones
se identifican primeramente con movimientos corporales, los cuales al darse
en el mundo empírico son identificables espacio temporalmente como even-
tos. A su vez, como se indicó, dichos eventos pueden ser descritos de muchas
formas, siendo aquellas descripciones que los muestran como intencionales
las correctas para dar cuenta de la agencia 16. Lo central, para nuestros fines, es
que las acciones se presentan como hechos brutos (i.e. movimientos corpora-
les) que al ser descritos considerando ciertos elementos, se identifican como
acciones.
Pero si reflexionamos con mayor detención, los movimientos corporales
de los individuos por sí mismos no parecen ser constitutivos de toda acción e
incluso puede ser erróneo tomarlos como punto de partida para hablar de ellas.
Esto se puede ver teniendo en cuenta la heterogeneidad de comportamientos
que consideramos acciones y los criterios que tenemos en cuenta para identi-
ficarlas como tales.
15
Cabe señalar que, para algunos autores de esta tradición, los movimientos relevantes serían los
estados internos que causan dicho movimiento corporal. Estas versiones traen aparejados otros proble-
mas que no revisaremos aquí (véase hyMAn, 2015: cap. 1).
16
Hornsby presenta su teoría como una mejora de la propuesta de Davidson y reconoce que la
identificación de acciones con movimientos corporales es una regla general que admite excepciones,
también propone una noción diferente sobre los eventos. Sobre la idea de evento utilizada por estos
autores véase lowe, 2010: 3-7.
Para ilustrar esto, podemos ver que dentro del conjunto de lo que entende-
mos como acciones encontramos diversas clases, considerando diferentes cri-
terios que utilizamos para identificarlas como tales. De este modo, entre otras
clases, tenemos aquellas que se identifican por su intención (v.gr. hacer trampa
o mentir), otras por sus movimientos corporales (v.gr. levantar el brazo o guiñar
un ojo), otras por sus consecuencias o efectos (v.gr. quebrar algo o asustar a
alguien) y otras por su significación en contextos normativos (v.gr. votar o hacer
una promesa). El punto para nuestra discusión es que lo que se considera rele-
vante para que se atribuya a alguien haber realizado dichas acciones no siempre
se define a partir de movimientos corporales. Así, por una parte, existen accio-
nes que no requieren movimientos corporales para su realización. Por ejemplo,
una persona puede asustar a otra (i.e. realizar la acción de asustar) sin mover
su cuerpo, haciéndole creer que ha muerto y, con ello, generar la consecuencia
definitoria de la acción. Por otra parte, hay acciones cuyos movimientos corpo-
rales son irrelevantes para su identificación como tales, como sucede con hacer
trampa o mentir, pues, aunque haya movimientos corporales involucrados, estos
no definen a dicha acción como tal. Esto último también se aplica a acciones que
se definen por sus consecuencias, como puede verse en el caso de asustar, acción
que se realiza una vez que se ha producido una consecuencia sobre otra persona
y no al realizar un movimiento corporal 17. En estos casos, puede decirse que las
reglas que conforman los conceptos de los diversos tipos de acciones son los
que deben respetar las descripciones para ser correctas, con independencia de si
nos encontramos ante una serie de movimientos corporales.
Para evitar estos problemas, una alternativa es negar que las acciones se
identifiquen con eventos, entendidos como movimientos corporales, lo que
nos aleja de la idea de que las acciones pueden ser entendidas como hechos
brutos. Esta línea de pensamiento fue desarrollada por Georg von wright
(1963: cap. 3) y ha sido actualizada recientemente por John hyMAn (2015:
caps. 2 y 3) y Constantine SAndiS (2012: caps. 1-3). Más aún, como alter-
nativa se puede señalar que las acciones se identifican a partir de las reglas
comunes con que leemos el comportamiento nuestro y el de otras personas
y que forman los conceptos de los diversos tipos de acciones que podemos
identificar 18. De esta forma, antes que eventos o movimientos corporales, una
acción se comprendería como aquello que alguien hizo. Tener en cuenta estas
reglas comunes que conforman los conceptos de los diversos tipos de accio-
nes no supone negar la existencia de eventos relacionados con acciones (y,
por ejemplo, pensar que hay un mundo distinto al que estas pertenecen), por
el contrario, con estas normas se establecen relaciones lógicas entre ciertos
17
En cuanto a esta última clase de acciones, si no se logra la consecuencia (v.gr. que el otro se
asuste o que el otro muera) se puede hablar de un intento y, en ocasiones, esos intentos pueden estar
vinculados a movimientos corporales (pueden no estarlo también, cómo vimos en el ejemplo de quien
busca asustar a alguien sin moverse). Lo interesante aquí es que sigue siendo el efecto lo que define a
la acción.
18
Sobre la relación entre reglas y conceptos, véase ginSborg, 2018, con referencias ulteriores.
19
Siguiendo a von wright (1963: 27-34, 42-49) podemos afirmar que los eventos no requieren
que se realicen cambios en el mundo, puede bastar para identificar uno que un estado de cosas se man-
tenga en el tiempo. Que esto sea así, puede ser debido a la acción de un agente.
20
Una alternativa plausible consiste en señalar que el movimiento del brazo no es el resultado,
sino la acción misma (véase SAndiS, 2012: 8-9, 25-26). No se profundizará sobre esta posibilidad en este
trabajo, pues consideramos que el argumento que estamos desarrollando se puede construir utilizando
ambas alternativas.
21
Una lectura distinta del efecto acordeón en dAvidSon, 1971. El contraste entre ambas lecturas
puede verse en brAtMAn, 2006. La lectura de Davidson está sujeta al problema que surge con la pre-
gunta: ¿Cuándo una persona mata a la otra? Que busca mostrar las implicancias de su teoría cuando
individuamos las acciones espacio temporalmente, no se profundizará sobre este tema en este trabajo
(véase, por todos, PolS, 2013. Con referencias ulteriores).
22
Esta relación entre reglas constitutivas y normas puede entenderse también por medio de la no-
ción de generación de niveles defendida por Alvin Goldman. Esto se vincula, a su vez, con la atribución
de ciertas consecuencias normativas. Sobre este punto véase goldMAn, 1970: cap. 2; gonzález lAgier,
2013: 134-136; redondo, 1996: 38-44. Volveremos sobre estos temas en el apartado 3.2.
Una cuestión que se sigue de lo dicho hasta aquí es que una acción no es
necesariamente un hecho bruto y que, por ende, una teoría de las reglas que
las vea primeramente como tal no es del todo satisfactoria. De hecho, es me-
jor tener en cuenta cierta primacía de las reglas que conforman los conceptos
con que distinguimos tipos de acciones, regulando descripciones, que sobre la
identificación de hechos brutos, al momento de identificar acciones.
Lo que quisiéramos recalcar es que la identificación de acciones no
se limita a la identificación e interpretación de movimientos corporales
sino que, por una parte, pueden identificarse sin movimientos corporales
y, por otra, los movimientos corporales relevantes muchas veces solo se
identifican al aplicar las reglas que conforman conceptualmente lo que
define al tipo de acción en conjunto con aquellas que regulan la atribución
al agente, ya sea que nos permita identificar una acción con ciertas conse-
cuencias, con una intención o su significación en un contexto normativo.
Podemos generalizar esta dependencia de las acciones en las referidas re-
glas, teniendo presente una reciente publicación de Michael Pawlik. Según
este autor el significado de una acción «se sujeta al esquema de valoración
al que se haya recurrido en cada caso, un acontecer opaco solamente se
puede describir como acción en términos relativos a cada esquema. Por
consiguiente, la aparición de las acciones en un determinado campo de
sentido también es el principio ontológico de individuación de aquellas
—su sentido—» (PAwlik, 2019: 30).
Como ha señalado de forma célebre hArt (1949), lo anterior supone no
solamente describir hechos, sino adscribir acciones, pues lo que da unidad
a todas esas normas es que su aplicación conlleva como resultado la atri-
bución a alguien de haber hecho algo (i.e. asustado a otro, matar, mentir,
votar, etc.) 23. En este sentido, lo que hacen dichos criterios es algo distinto
a la mera generación de nuevas descripciones de hechos brutos. Esto quiere
decir, a su vez, que los movimientos corporales tienen sentido como accio-
nes en cuanto expresión de una subjetividad y, que, además, dicha expresión
de subjetividad tiene una significación dada socialmente, por lo que la exis-
tencia de criterios socialmente desarrollados tiene prioridad sobre la mera
percepción de hechos brutos (e.g., movimientos corporales) al momento de
identificar acciones.
Se puede dar un paso más en la argumentación, el cual es especialmente
relevante en el contexto jurídico, y notar que muchas veces las reglas que
proveen los criterios con que identificamos una acción como de cierto tipo
son precisamente lo que los autores que hemos revisado en el apartado 2 com-
prenden como reglas regulativas o sumarias. De esta forma, estas reglas ju-
23
Cabe señalar que dentro del positivismo jurídico Kelsen desarrolló una idea similar a partir de
la noción de imputación central (véase kelSen, [1911] 1970; FigueroA rubio, 2017: 399-402), aunque
con otro marco filosófico y sin estar concretamente preocupado de la discusión que aquí nos ocupa.
24
Este punto ha sido expuesto por Joseph rAz (1990: 108-110) e ideas similares se pueden encon-
trar en glüer y wikForSS (2015) y gArcíA (1987). En este texto seguiremos un camino argumentativo
distinto. Para un análisis de la crítica de rAz, véase gonzález lAgier, 1993.
25
Siguiendo su formulación, podemos decir que en este contexto estamos centrados en lo que se
denominan reglas de conducta dentro del ámbito penal, no en los otros tipos de reglas que se pueden
considerar como constitutivas de forma más o menos clara. Vale la pena tener en consideración esto
pues, como se verá en el siguiente apartado, muchas veces en ciertos contextos los elementos relevantes
para identificar una acción como de un tipo que se utilizan al articular reglas regulativas, provienen de
reglas constitutivas.
26
Además, en el caso del asesinato revisado, esta unidad se constituye con eventos ocurridos
antes y después de que el agente realice los movimientos corporales que tienen como efecto la muerte
de una persona.
27
Véase PAwlik, 2019: 13-32.
un agente, pero tampoco quien actúa bajo fuerza o error 28. La importancia de
esto es clave, pues el significado de un comportamiento como transgresor de la
norma se constituye por el contenido no siempre explícito en la articulación del
estándar representativo de una regla regulativa específica.
Sumando lo hasta ahora dicho, hay algo interesante que surge de la reflexión
acerca del uso de las reglas regulativas al referir a acciones: que muchas de estas
se identifican y, con ello, adquieren su significado por la existencia de estas re-
glas 29. Como señalamos anteriormente, Hart y Feinberg han apuntado que cuan-
do se utilizan reglas para evaluar acciones, no solamente se describen acciones,
sino que se adscriben. Esto supone asignar un significado al comportamiento del
agente como algo expresado por aquel 30. En este sentido, un asesinato no es solo
el acaecimiento de la pérdida de funciones vitales por una persona causada por
otra, sino que la manifestación de una decisión, una deliberación u otros rasgos
de la agencia de una persona. Así, cuando una persona asesina a otra, se con-
vierte en una asesina y su acción es entendida como una contravención a la regla
regulativa que prohíbe el asesinato. Quien actúa de cierta manera (v.gr. matando
a otra), manifiesta su agencia entre posibles cursos de acción y los demás com-
prenden dicho comportamiento como expresivo de dicha determinación.
Este tipo de relaciones trasciende la existencia de hechos brutos, pero es
parte de la relación que tienen las acciones con las reglas regulativas, sin las
cuales carecerían de sentido en contextos como el jurídico. En resumen, una
acción que es regulada por una regla regulativa no es una actividad huma-
na «lógicamente independiente de las reglas», sino que las reglas regulativas
también tienen prioridad sobre las acciones en un sentido, al menos, similar al
que tienen reglas constitutivas. Pero esto no equivale a tratarlas como hechos
institucionales, como se verá más adelante, pues tampoco toda acción tendría
el carácter de hecho institucional. Por el momento, como conclusión de esta
sección podemos decir que, en cuanto al criterio de prioridad, la distinción
entre los tipos de reglas no es tan fuerte como parece a simple vista.
28
Esto no quiere decir que toda transgresión por la cual podemos ser responsables supone realizar
acciones, tampoco requiere utilizar un concepto muy denso de agencia (véase FigueroA rubio, 2019:
cap. IV), ni asumir que toda acción suponga el ejercicio de todas las capacidades en cuestión (véase
FigueroA rubio, 2016).
29
Cabe tener presente que en este contexto solo es necesario referir a las reglas de conducta, no
a las reglas de sanción que definen las posibles consecuencias normativas (por ejemplo, aquellas que
castigan como más grave el asesinato que el homicidio) cuyo contenido es contingente.
30
Sobre una concepción expresiva de la acción, véase tAylor, 1979; PAwlik, 2019: 29-31, y
FigueroA rubio, 2020.
31
En este sentido, hArt, [1968] 1983: 325-327.
32
Rawls ejemplifica las reglas de la práctica aludiendo a las reglas del béisbol sobre striking out
y stealling a base; mientras que Searle refiere a la regla del jaque mate del ajedrez y el touchdown y el
huddle del fútbol americano. Para facilitar al lector el acceso a las reglas, transcribimos su versión ofi-
cial en español: (i) «Ponches (strikeouts). El ponche es una estadística acreditada al lanzador y cargada
al bateador, cuando el árbitro le canta tres strikes a un bateador, según se dispone en esta Regla 10.15»;
y (ii) «Base robada y atrapado robando. El anotador oficial acreditará a un corredor con una base robada
cuando el corredor adelante una base sin la ayuda de un incogible, de un out, de un error, de un out
forzado, de una jugada de selección (fielder’s choice), de un lanzamiento que se le escapa al receptor
(passed ball), de un lanzamiento salvaje (wild pitch) o de un balk, sujeto a lo siguiente» (MLB, 2019),
en el caso de Rawls. Y, en el caso de Searle: (i) «Jaque mate. Cuando se ataca al rey y no se puede im-
pedir la amenaza.» (FEDA, 2018); y (ii) «Touchdown. Es un touchdown si cualquier parte del balón está
sobre, por encima o detrás de la línea de gol del oponente mientras eeste esté legalmente en posesión de
un jugador dentro del campo, y siempre y cuando no sea un touchback» (NFL, 2019).
33
En este caso tomamos distancia de la traducción al español del libro de Searle, por confundir
inexplicablemente, el rugby con el fútbol americano y, en concreto, considerar al scrum o melé como
el huddle o reunión.
34
Estos ejemplos se toman basándose en NFL, 2019, FIDE, 2019 y MLB, 2019.
35
Véase NFL (2019) y MLB (2019). Estas relaciones entre funciones institucionales de la varia-
ble Y y las reglas regulativas, no obstan a que, con base en la reglamentación de los deportes o juegos,
sea posible establecer relaciones entre las reglas constitutivas, o bien derivar relaciones diversas entre
dichas funciones y reglas regulativas.
desarrollo del juego acepta tal decisión como tal. De este modo, al afirmar que
«este es un Y» se asume la responsabilidad de evitar decir o creer prima facie
(falsamente) que un «(no) X es un Y», circunstancia que da fuerza a la forma
en que debe entenderse la relación entre las reglas y la agencia especificada en
la sección anterior. Por medio de reglas constitutivas las acciones también se
presentan como expresión de la agencia de la persona cuyo comportamiento
es evaluado, mostrando la similitud que hay entre ambos tipos de reglas.
Por consiguiente, con base en lo anterior, es posible sostener que frente a
los tres tipos de reglas constitutivas es posible constatar divergencias entre lo
establecido en ellas y determinados hechos del mundo. Sin embargo, también
se puede explorar la posibilidad de transgredirlas a través de las reglas regula-
tivas vinculadas a ellas, para lo cual resulta necesario pasar al tercer elemento
de la formulación estándar, la variable «C».
rAnSdell (1971: 388-389) sugiere diferenciar entre las características
que debe tener una cosa para justificar la aplicación de un término del juego
(connotación) y los efectos de la aplicación (importancia). Mientras el pri-
mer elemento alude a las características que deben presentarse para predicar
un concepto de un objeto, acción o estado de cosas, el segundo involucra
aquello que es o no posible realizar con tal objeto o mediante dicha acción o
en dicho estado de cosas. Así, las reglas de permisión y/o prohibición com-
ponen el primer orden de reglas y determinan los efectos de la aplicación de
los términos del juego; mientras que, el segundo orden está integrado por
reglas constitutivas. Considerando la formulación estándar de estas últimas,
a través de la expresión «cuenta como», se alude a la satisfacción de un
conjunto de condiciones sobre la aplicabilidad de un conjunto de reglas de
primer orden. Además, las reglas constitutivas hacen posible ciertas pres-
cripciones y, en esta línea, también hacen posible ciertas acciones (rAnS-
dell, 1971: 390-392).
Por consiguiente, junto con las relaciones señaladas previamente entre re-
glas regulativas y constitutivas, a partir de la sugerencia de Ransdell, es posi-
ble considerar dos relaciones adicionales. (i) Las reglas regulativas se insertan
en la expresión «cuenta como», la cual sirve como el filtro que debe pasar X
para lograr ser considerado Y, como ocurre en el reglamento del fútbol ame-
ricano cuando prohíbe realizar el huddle o reunión con doce o más jugadores
y permite su realización cerca de la zona de su banca, después de un cambio
de posesión. (ii) Considerar las reglas regulativas como constituyentes de los
límites de lo que se puede o debe realizar con aquello que está establecido a
través de las reglas constitutivas, v.gr., cuando la ofensiva no se puede utilizar
el huddle para enviar sustituciones que luego volverán a la línea lateral sin
completar la sustitución 36.
36
NFL (2019).
37
Además, en los casos que en que la variable X alude a hechos institucionales XHI, como son los
ejemplos entregados por Rawls y Searle, se debe considerar que X debió previamente haber satisfecho
la misma fórmula «X cuenta como Y en el contexto C», para que este Y sea luego la variable XHI de otra
regla constitutiva del tipo «XHI cuenta como Y en el contexto C».
38
Alchourrón y bulygin, 1991: 157-159. Asimismo, siguiendo a estos autores, se puede defender
la idea de que un sistema normativo no está integrado únicamente por las reglas expresamente formula-
das por la autoridad, sino también por todas las reglas que se deriven lógicamente de ellas, dentro de las
cuales pueden identificarse reglas regulativas con base en la relación de deducibilidad.
39
Es importante recordar que esta noción de práctica y jugar ha sido criticada por su carácter
reduccionista. Probablemente, el primero en hacerlo fue Schwyze (1969), quien, a partir del trabajo
de Rawls y algunas publicaciones preliminares de SeArle (1962; 1964; 1965), critica el modo en que
ambas propuestas construyen el papel desempeñado por las reglas en las prácticas y las instituciones.
Y el más expresivo en su crítica es gArcíA (1987: 262) cuando señala que la existencia de un juego no
depende únicamente de la dictación de reglas. Si resulta extraño sostener que alguien ha elaborado una
nueva comida cuando únicamente ha creado una receta, porque no es correcto decir que las comidas son
las recetas, de manera similar, si las comidas son comidas y las recetas no, los juegos son jugados y las
reglas no, en un sentido relevante, ellas no son parte del juego.
40
En sentido similar, SchAuer, 1991: 3-6.
41
Véase Quinn, 1975: 78.
4. CONSIDERACIONES FINALES
42
Estas ideas en MccloSkey, 1972: 344; Quinn, 1975: 80, y Agüero-SAnJuAn, 2015: 161.
como hechos brutos, estos pueden ser irrelevantes para identificar y atribuir
acciones, ya sea porque es otro el criterio que permite identificarlas y atribuir-
las, ya sea porque se pueden identificar y atribuir en casos en que no hay mo-
vimientos corporales. Esto nos ha llevado a utilizar una filosofía de la acción
que, a su vez, permite mostrar cierta complejidad que hay en las relaciones
que se dan entre los diversos aspectos de la agencia y las reglas, relaciones
que son comunes a los diversos tipos de reglas y en los cuales profundizamos
al revisar el criterio de transgresión.
Respecto de este último, hemos cuestionado la fuerza que tiene explorando
las diversas formas en que se puede entender que una regla constitutiva puede
ser transgredida, tomando como escenario el contexto de juegos o deportes,
ejemplos paradigmáticos trabajados por los autores. En este camino, centrado
en una desambiguación de la formulación estándar de las reglas constitutivas,
se ha mostrado que es posible identificar varias formas de transgresión depen-
diendo de los roles que cumplan estas reglas.
También hemos señalado que las reglas constitutivas suelen tener múlti-
ples relaciones con reglas regulativas, lo cual es central para entender cómo
ambas pueden ser transgredidas. Así, podemos constatar que muchas veces las
reglas constitutivas se presentan como condición de reglas regulativas, pero
también muchas veces son estas últimas las que permiten dar vida a los juegos
estructurados por las primeras.
Por último, al ver cómo estos entramados de reglas generan un contexto en
los cuales los jugadores llevan a cabo sus acciones significativas, hemos visto
que los límites que parecen claros al establecer la distinción empiezan a difu-
minarse, lo cual queda especialmente claro cuando volvemos la mirada hacia el
agente destinatario de las reglas, que juega los juegos y que no los ve solo como
una lista de reglas. En este punto, a veces las reglas regulativas se ven como
reglas prescriptivas y, a su vez, surge la posibilidad de realizar acciones como
la trampa, que parecen estar tanto dentro como fuera del juego.
En consecuencia, si bien no se puede negar la utilidad para explicar ciertos
fenómenos de la distinción entre reglas sumarias o regulativas, por un lado, y
de la práctica o constitutivas, por el otro, sospechamos que muchas veces los
criterios utilizados para hacerla pueden llevarnos a simplificar de forma inade-
cuada las similitudes que hay entre ellas, similitudes que, a su vez, permiten
entender lo normativo. Este ejercicio exploratorio se ha propuesto mostrar
razones a favor de dicha sospecha.
BIBLIOGRAFÍA