Educación Física
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Ser cristiano
Si somos luz, la Gloria no es para nosotros, sino para Dios. Que el Se-
ñor nos ayude a aprender de la sal y de la luz como vivir auténticamen-
te nuestro cristianismo y entregar todo cuanto tengamos sin esperar
nada a cambio, con plena generosidad, deja ir todo lo bueno que ob-
tengamos, para que Dios lo llene con algo mucho mejor para entregar
a este mundo, se la luz y la sal que tanto necesitan tus hermanos.
Tiempo de Reflexión
• Si tú, siendo cristiano, siendo sal de la tierra, crees que has per-
dido el sabor, confía plenamente en que hay uno que se lo puede
• A mi inquietud: Señor, ¿qué quieres que yo sea, luz o sal, que bri-
lle en público o que labore sin que me vean? Dame UN rol que no
me sea muy difícil.
4. Un seguidor auténtico.
La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Y así ha de ser la
comunidad: no puede quedarse encerrada en sí misma. “Brille así
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16).
Somos invitados a ser sal y luz en un mundo que olvida ser chispa
y salero. Un mundo que le da la espalda a la luz para recrearse
en la oscuridad y la ceguera. Por ello, la Iglesia, los cristianos de-
bemos ser personas abiertas, acogedoras, no pensar y mirarnos
sólo a nosotros, sino salir al encuentro de los otros, en especial
• La Luz del mundo. Ustedes son la luz del mundo. ¿Qué es la luz?
Es lo que nos permite ver todas las cosas. Nos hace posible per-
cibir los colores y los detalles. Nos da seguridad para caminar
evitando los obstáculos. Hace posible que las plantas realicen la
fotosíntesis, purificando el aire.
Con escasa diferencia todas las cosas que podemos hacer y tie-
nen una ligadura con la visión necesitan de la luz. Leer, escribir,
hacer una limpieza, preparar la comida y coser. Si nuestra vida
fuera siempre noche, no sé qué sería de nosotros. Pero también
la luz, cuando es demasiado fuerte, puede dejarnos ciegos, o
puede por lo menos encandilarnos.
Una misión que realizar: Sal y luz. La sal es una sustancia, ordina-
riamente blanca, cristalina, de sabor propio, muy soluble en agua,
que se emplea para sazonar y conservar alimentos. Partiendo de la
realidad y de la función de este elemento, la cultura de Oriente Me-
dio vincula la sal con ciertos valores, como la alianza, la solidaridad,
la vida y la sabiduría. El término luz integra varios significados ínti-
mamente ligados a la visibilidad y a la claridad. En concreto, en este
pasaje se alude a la lámpara, objeto destinado a alumbrar. La luz es
imprescindible para la vida humana y, por ello, desde los inicios de la
historia de la salvación se ha querido dar énfasis a su función.
Cristo ordena que seamos sal de la tierra y luz del mundo, que haga-
mos buenas obras en todos los sentidos, que los otros se beneficien
de ellas, pero que agradezcan a Dios en primer lugar y, no, a quien
las ha realizado. Para ser realmente sal de la tierra y luz del mundo
es esencial dar un testimonio visible para que los otros vean en las
acciones de los cristianos la presencia del Dios invisible.
Dejando huellas
“Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a
toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y bus-
cando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino
y le preguntó: -Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cris-
tiano? El anciano, encogiéndose de hombros le contestó: -Depende del
tipo de cristiano que ande buscando.
Preguntas:
Para Cristo no basta hacer justicia humana con el que nos ofende,
pide que lo perdonemos, que nos reconciliemos con él. No le basta
que no se cometa adulterio, quiere que custodiemos la pureza de
nuestro corazón con una voluntad tajante: “si tu mano derecha es
para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti”.
Qué atrayente ¡Qué valioso es que haya cristianos que, con sus vidas
normales, con la alegría y la paz de Cristo, alimenten perennemente
la esperanza de alcanzar una existencia que merezca la pena, ya feliz
en la tierra, entre penas y alegrías, y plena en el cielo!
Concluyamos con esta oración que nos recuerda que el cristiano de-
bería ser una persona luminosa, que lleva la luz, ¡siempre da luz! Una
luz que no es suya, pero es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y
nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su
vida no tiene sentido: es un cristiano de nombre solamente, que no
lleva luz, una vida sin sentido.
Amén.