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¡Qué atrayente!

Ser cristiano

“Dios da forma a nuestras vidas con amor”


San Agustín.

Fray Enrique Arenas Molina, OAR


Rector Uniagustiniana
Ambientación

San Agustín representó a la humanidad como “la comunidad de la


verdad”, lo que nos conduce de forma natural al siguiente argumento,
que no es otra que la unidad de la humanidad. Estar orientado hacia
Dios no consiste solamente en creer que Dios es el objetivo de mi pe-
regrinación personal a lo largo de la vida y la muerte. Creemos firme-
mente que es en Dios donde la humanidad encontrará su unidad y su
sentido últimos. Al margen de la humanidad, soy un ser incompleto
e inacabado. Por esta razón, estamos llamados como cristianos a ser
sal de la tierra y la luz del mundo.

Asimismo, manifiesta que, Dios no nos ama porque seamos buenos,


Él nos hace buenos porque nos ama. Ama la verdad, vive la verdad,
predica la verdad, defiende la verdad. Porque el que no habla la ver-
dad, traiciona la verdad. La verdad es la que nos hace libres (s.134,1).

Es Jesús en el evangelio que indica:

Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo.


Para hablar de la vocación cristiana, Él nos presen-

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ta dos comparaciones muy naturales. Él acude a dos
elementos muy habituales: la sal y la luz, es decir, de
ponerle un poco de Cristo a la vida. ¡Qué atrayente!
Ser cristiano. ¡Alegraos siempre en el Señor!” (Flp 4,4).
No es muy complejo concebir e descifrar esta comparación, pues to-
dos nosotros reconocemos en la experiencia cotidiana la calidad de
cada uno de estos elementos, sin embargo, aunque sea una compa-
ración fácil esconde una gran profundidad y nos invita a una intensa
reflexión.

La sal da sabor a los alimentos, los hace agradables, preserva de la


corrupción y era un símbolo de la sabiduría divina. En el Antiguo Tes-
tamento se prescribía que todo lo que se ofreciera a Dios llevase la
sal, significando la voluntad del oferente de que fuera agradable. La
luz es la primera obra de Dios en la creación, y es símbolo del mismo
Señor, del Cielo y de la Vida. Las tinieblas, por el contrario, significan
la muerte, el infierno, el desorden y el mal.

¡Qué atrayente! Ser cristiano y asumiendo estas propiedades de la


sal debemos preguntarnos, ¿qué es lo que Jesús quería decir cuando
exclamó: ustedes son la sal de la tierra? ¿En qué cosas debemos ser
parecidos a ella? ¿Por qué la sal es un símbolo del cristiano? No es
fácil dar una respuesta final a todas estas preguntas. Pero podemos
preguntarnos: ¿Yo soy sal en mi ambiente? ¿Doy sabor a las cosas
que hago sin ser pesado? ¿Colaboro para conservar el bien? ¿Soy efi-
ciente y discreto? ¿Vivo en función de los demás o pienso sólo en mí
mismo? Según Agustín, Dios da forma a nuestras vidas con amor.

Cómo la sal puede hablarnos de nuestra vocación cristiana, de nues-


tra misión en la tierra. Ustedes son la sal de la tierra. Pero Jesús no se
condescendió solamente con el símbolo de la sal. Nos dijo también
que hay otro elemento de la naturaleza que puede darnos testimonio
de lo que significa ¡Qué atrayente! Ser cristiano. Ustedes son la luz
del mundo. ¿Qué es la luz? Como no voy todos los días levantar la

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vista al cielo para agradecer a Dios por haberme permitido conocer
el amor y disfrutarlo a su lado.

Si somos luz, la Gloria no es para nosotros, sino para Dios. Que el Se-
ñor nos ayude a aprender de la sal y de la luz como vivir auténticamen-
te nuestro cristianismo y entregar todo cuanto tengamos sin esperar
nada a cambio, con plena generosidad, deja ir todo lo bueno que ob-
tengamos, para que Dios lo llene con algo mucho mejor para entregar
a este mundo, se la luz y la sal que tanto necesitan tus hermanos.

Quisiera emprender este artículo, con este pasaje bíblico:

Si tú te consideras una lámpara sin luz, de esas que


sí se tendrían que poner debajo del celemín porque ya
no alumbran, acércate a Cristo porque Él es la luz, es
Él el que da sentido a nuestra vida, Él nos hará ser lo
que debemos ser y así prenderemos fuego al mundo
entero:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la
sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sala-
rán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciu-
dad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una
lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla
en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre
así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo” (Mt
5,13-16).

Tiempo de Reflexión

• Si tú, siendo cristiano, siendo sal de la tierra, crees que has per-
dido el sabor, confía plenamente en que hay uno que se lo puede

188 Reflexiones del Rector, nº 8


devolver, confía en que hay uno que puede hacerte ser otra vez
sal de la buena, de ser sal insípida a ser sal que da sabor.

• La sal y la luz acrecientan la experiencia humana. Cuando en un


balance adecuado, no llaman la atención sobre si mismas, sino
que resaltan lo que ya está ahí. El vivir como un cristiano autén-
tico de fe, no siempre solicita de mí el hablar, el proclamar, el
anunciar. Yo puedo agregar sabores e ilustración a través de mis
actitudes y disposición.

• A mi inquietud: Señor, ¿qué quieres que yo sea, luz o sal, que bri-
lle en público o que labore sin que me vean? Dame UN rol que no
me sea muy difícil.

• Jesús continúa grabando a sus discípulos el camino de búsqueda.


Aprender del Él implica un modo de estar, de hablar y de actuar.
Solo así es posible configurarse gradualmente con la persona de
Jesucristo. Con otras palabras: la vocación del cristiano es un
gran don recibido, pero, para no perderlo, es preciso transmitirlo
a quienes nos rodean.

En este artículo mostraré seis aspectos esenciales:

1. ¿Quiénes eran aquellos discípulos?

2. Rasgos de estas dos propiedades.

3. Una misión que realizar: Sal y luz.

4. Un seguidor auténtico.

5. Dar fruto es comunicar.

6. Un poco de Cristo a tu vida.

La vocación no es un asunto de especulaciones complicadas. La vo-


cación no es para corazones calculadores, miedosos y egoístas. La
vocación es amor, y por eso sólo la entienden los corazones grandes
y generosos.

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La vocación es: ser conscientes de que Jesús nos ofrece su amistad.
Aceptarla e ir intensificando esa amistad con el trato, es ponerse en
camino de responder. Poco a poco se irá transformando nuestro co-
razón y se irá haciendo semejante al de Jesús, convirtiéndonos, así,
en verdadera sal de la tierra y luz del mundo.

1. ¿Quiénes eran aquellos discípulos?


Los discípulos, o apóstoles de Cristo, fueron las piedras fundamenta-
les de su Iglesia. Eran pescadores, gente sencilla. Pero Jesús los mira
con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende justamente como
consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir:

Si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis


puros de corazón, si seréis misericordiosos. ¡Ustedes
serán la sal de la tierra y la luz del mundo!
Para vislumbrar mejor estas imá-
genes, tengamos en cuenta que
la ley judía prescribía poner un
poco de sal sobre cada oferta
presentada a Dios, como un sig-
no de alianza. La luz, entonces,
para Israel era el símbolo de la
revelación mesiánica que triunfa
sobre las tinieblas del paganismo.
Los cristianos, el nuevo Israel,
reciben, entonces, una misión
para con todos los hombres, con
la fe y la caridad pueden orientar,
consagrar, hacer fecunda la hu-
manidad.

190 Reflexiones del Rector, nº 8


• Al expresar la sal de la tierra. Utilizando imágenes de la vida
cotidiana, con palabras sencillas y directas, Jesús hace saber cuál
es la misión y la razón de ser de una comunidad cristiana: ser sal.
En aquel tiempo, con el calor que hacía, la gente y los animales
necesitaban consumir mucha sal.

La gente iba consumiendo la sal que el abastecedor dejaba en


grandes bloques en la plaza pública. Al final lo que sobraba que-
daba esparcido como polvo en tierra, y había perdido el gusto.
“Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada
por los hombres”. Jesús evoca esta costumbre para aclarar a los
discípulos y discípulas la misión que deben realizar.

• Al expresar la luz del mundo. La asimilación es obvia. Nadie en-


ciende una lámpara para colocarla bajo un celemín. Una ciudad
situada encima de un monte no consigue quedar escondida. La
comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe temer que apa-
rezca el bien que hace. No lo hace para que la vean, pero lo que
hace es posible que se vea.

La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Y así ha de ser la
comunidad: no puede quedarse encerrada en sí misma. “Brille así
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16).

• ¡Qué atrayente! Ser cristiano. El evangelio invita a ser sal y luz.


Sin sal la comida es sosa e insípida, sin luz no disfrutamos de la
claridad del día. Para los cristianos la sal es la Palabra de Dios que
sala y anima, y la luz alegra e ilumina nuestra vida.

Somos invitados a ser sal y luz en un mundo que olvida ser chispa
y salero. Un mundo que le da la espalda a la luz para recrearse
en la oscuridad y la ceguera. Por ello, la Iglesia, los cristianos de-
bemos ser personas abiertas, acogedoras, no pensar y mirarnos
sólo a nosotros, sino salir al encuentro de los otros, en especial

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de los marginados y olvidados por una sociedad, que busca su
propio bienestar.

Vivimos inmersos en una crisis mundial. Los que creemos en Jesús


tenemos el deber de compartir la alegría y la luz que cada día nos
regala nuestra fe, no quedárnosla para nosotros porque de esa forma
no ayudamos a que otras personas encuentren el salero y la Luz que
es la Palabra de Dios, que sana y cura todas las heridas que el ser
humano pueda tener.

2. Rasgos de estas dos propiedades


Lo primero que debemos hacer es narrar los rasgos de estos dos ele-
mentos como las valoramos en la vida. Después, debemos pregun-
tarnos ¿Jesús que nos quería decir con esta comparación? ¿Qué es lo
que debo hacer para tener estas características?

• La sal de la tierra. La sal de la tierra es una expresión metafórica


que se utiliza para reforzar el carácter o propiedad esencial de
un fenómeno.

Se manipula para condimentar los alimentos, para darles sabor.


Cuando percibimos un alimento sin sal ágilmente nos damos
cuenta de que no tiene gusto. Por otro lado, si tiene excesiva sal,
es peor ya que ni conseguimos comer. Así que la sal es buena,
pero en la medida justa.

Otro uso de la sal es como conservante. Especialmente cuando


no existían refrigeradores, era con ella que se podían conservar
un poco más la carne o los demás alimentos. La sal ayudaba a
vencer el tiempo. En aquel tiempo tenerla era algo muy impor-
tante y las personas trabajaban para recibir el salario, o sea una
porción de sal.

192 Reflexiones del Rector, nº 8


La sal es que después de ser puesta en la comida nosotros sen-
timos su gusto, pero ya no la vemos. Sentimos que está presente
pero no la encontramos.

También puede transformarse en medicina. Por ejemplo, cuando


estamos con la presión muy baja, se aconseja meter un poco de
sal debajo de la lengua, o se puede hacer suero cuando nos esta-
mos deshidratando.

La sal no sirve para sí misma, no es rica en sí misma, sirve para


dejar las otras cosas ricas. Tampoco nadie come la sal pura. Su
razón de existir es estar al servicio de los otros alimentos. Estoy
seguro que podrías también tú, dar otras características de la sal
que yo no la conozco.

• La Luz del mundo. Ustedes son la luz del mundo. ¿Qué es la luz?
Es lo que nos permite ver todas las cosas. Nos hace posible per-
cibir los colores y los detalles. Nos da seguridad para caminar
evitando los obstáculos. Hace posible que las plantas realicen la
fotosíntesis, purificando el aire.

Con escasa diferencia todas las cosas que podemos hacer y tie-
nen una ligadura con la visión necesitan de la luz. Leer, escribir,
hacer una limpieza, preparar la comida y coser. Si nuestra vida
fuera siempre noche, no sé qué sería de nosotros. Pero también
la luz, cuando es demasiado fuerte, puede dejarnos ciegos, o
puede por lo menos encandilarnos.

La luz no vive para sí misma. Si existiera simplemente la luz, pero


sin nada que la reflejara no serviría de nada; sería como si no
existiese. La presencia de la luz solo es observada porque vemos
las otras cosas. Su misión no es mostrarse a sí misma; al contra-
rio, es dejar visible a lo demás. Así también debemos ser nosotros
los cristianos.

¡Qué atrayente! Ser cristiano 193


De la luz Jesús nos habla un poco más, de hecho, él nos dice, así
pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus obras
buenas y glorifiquen al padre de ustedes que está en los cielos.

3. Una misión que realizar: sal y luz


La expresión mandio’ýre representa una comida sin sal, sin gus-
to, que hasta podría tener un aspecto agradable, pero a la hora de
probar es insípida. Cosa lamentable es
cuando pasa esto con una persona, es
decir, cuando ella se va haciendo insí-
pida, malhumorada y no se importa de
tener valores auténticos.

Junto con la sal y la luz es la metáfo-


ra aplicada en distintas ocasiones en el
Sermón de la montaña del Nuevo Tes-
tamento destacando la oración “voso-
tros sois la sal de la tierra”, que suele ser título de sermones cristia-
nos. Asimismo, es utilizada en el lenguaje de ciencias políticas con el
mismo significado, elemento que se requiere para reforzar un proce-
so o una actividad, cognitiva, vital o social.

Una misión que realizar: Sal y luz. La sal es una sustancia, ordina-
riamente blanca, cristalina, de sabor propio, muy soluble en agua,
que se emplea para sazonar y conservar alimentos. Partiendo de la
realidad y de la función de este elemento, la cultura de Oriente Me-
dio vincula la sal con ciertos valores, como la alianza, la solidaridad,
la vida y la sabiduría. El término luz integra varios significados ínti-
mamente ligados a la visibilidad y a la claridad. En concreto, en este
pasaje se alude a la lámpara, objeto destinado a alumbrar. La luz es
imprescindible para la vida humana y, por ello, desde los inicios de la
historia de la salvación se ha querido dar énfasis a su función.

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De la misma forma, hay innumerables ilustraciones filosóficas y psi-
cológicas sobre quién es el ser humano. El evangelio nos da la más
hermosa y vibrante de todas: “Ustedes son la sal de la tierra, ustedes
son la luz del mundo”. No solo es una definición alegre, sino que pesa
grandísima quien la pronuncia: es Jesús, de la misma naturaleza del
Padre, por quien todo fue creado.

Jesús pretende que los cristianos se convenzan de que son la sal


del mundo; sin embargo, no solamen-
te como un tipo de condimento, sino
como algo que purifica, da sabor y pre-
serva de la descomposición. En otras
palabras, como una fuerza transforma-
dora.

Asimismo, nos elogia expresando: “Us-


tedes son la luz del mundo”. En otro
momento, Él afirmó: “En cuanto estoy
en el mundo, yo soy la luz del mundo”, por lo tanto, nos delega su
misma esencia.

Cristo ordena que seamos sal de la tierra y luz del mundo, que haga-
mos buenas obras en todos los sentidos, que los otros se beneficien
de ellas, pero que agradezcan a Dios en primer lugar y, no, a quien
las ha realizado. Para ser realmente sal de la tierra y luz del mundo
es esencial dar un testimonio visible para que los otros vean en las
acciones de los cristianos la presencia del Dios invisible.

El profeta Isaías da orientaciones concretas de qué significa ser sal y


luz, exhortando a partir el propio pan con los hambrientos, sea el pan
de la comida, de la salud, del empleo o del afecto. Y algo muy necesa-
rio y desafiante, que es rechazar la opresión, no buscando beneficios
ilegítimos a costa de la explotación ajena.

Con estas actitudes no seremos católicos mandio’ýre, pero seremos


gente de vida coherente, que ilumina el camino de los demás.

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4. Un seguidor auténtico
Dios nos ama a cada uno de nosotros como si solo existiera uno de
nosotros. No busques la aprobación de las personas, pero no las pri-
ves de lo mejor de ti. Muchas veces creemos que el cristianismo es
una lista larga de normas y prescripciones que debemos cumplir.
Pero eso no es el cristianismo:

No se comienza a ser cristiano por una decisión ética


o una gran idea, sino por el encuentro con un acon-
tecimiento, con una Persona, que da un nuevo hori-
zonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
Es sólo a través de Cristo, del prisma de su amor, que
se puede, no sólo entender, sino sobre todo vivir lo que
nos corresponde como sus seguidores”.
San Agustín lo expresa así: “Se escapan muchas cosas de mi mano,
pero nada se escapa de la mano de Dios. Los cristianos que cambian
el mundo son los que experimentan y viven la Palabra de Dios mien-
tras otros duermen”; pues, lo que en realidad importa no es cuanto
haces para Dios, sino cuanto Dios ha hecho por ti.

Quiero compartir está leyenda para reflexionar sobre lo siguiente:


¿Qué clase de cristiano eres? ¿Estás dejando huellas?:

Dejando huellas
“Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a
toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y bus-
cando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino
y le preguntó: -Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cris-
tiano? El anciano, encogiéndose de hombros le contestó: -Depende del
tipo de cristiano que ande buscando.

196 Reflexiones del Rector, nº 8


-Perdone- dijo contrariado el hombre-, pero soy nuevo en esto y no
conozco los tipos que hay. Sólo conozco a Jesús. Y el anciano añadió:
-Pues sí amigo; hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos
los gustos. Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición,
cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por
obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos.
- ¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad! -exclamó
el hombre emocionado.
- ¡Vaya! -dijo el anciano con voz grave-. Esos son los más difíciles de
ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisa-
mente me preguntó lo mismo que usted.
- ¿Cómo podré reconocerle? Y el anciano contestó tranquilamente:
-No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cris-
tiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y en-
greídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan
huellas.

Preguntas:

1. ¿Qué tipo de cristiano crees que eres?

2. ¿Los demás te reconocen como cristianos por sus obras?

3. ¿Tu fe es una fe viva, que busca al hermano?

4. ¿Cómo podemos decir que amamos al Otro si no nos entristece-


mos cuando el error es predicado?

Ojalá recordáramos que la misma gracia soberana que obró en nues-


tros corazones en la conversión, sigue obrando en nosotros para
guardarnos hasta el final. Se puede tener celo por la verdad sin tener
amor, pero no se puede tener amor sin tener celo por la verdad.

Si los cristianos auténticos no platicamos, corremos el riesgo de que


otros hablen por nosotros; ya que, para ser un buen discípulo, no
basta emplearse a fondo, como lo haríamos al ocupar un cargo de
compromiso en una empresa hoy en día. No basta siquiera ser ori-

¡Qué atrayente! Ser cristiano 197


ginal, presentar de manera nueva,
atrayente o asequible el mensaje, el
producto o el servicio. Aun ponien-
do en juego todas las dotes huma-
nas de que disponemos, hemos de
partir de la base que en todo ello
sólo somos instrumentos en las ma-
nos de Dios. Porque mientras más
conozcas cuánto le costó a Dios
perdonarte y cuánto te ama, más
vas a amar y perdonar tú también.

5. Dar fruto es comunicar


¡Qué atrayente! Ser cristiano. Dar fruto es comunicar a los demás una
experiencia, una fe que hemos recibido como un don. Es darla no
como quien comparte algo que tiene en posesión, porque la fe no se
posee y es sólo de Dios. Nuestra tarea consiste en animar a cristianos
y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha
de todo corazón, acerca a las personas a Dios.

No obstante, nuestras virtudes y capacidades, así como nuestros de-


fectos y limitaciones, son también parte de ese plan de Dios. Por sus
frutos los reconoceréis, es la llamada a colaborar en la obra de Dios si
nos prestamos con decisión y humildad. Pues, trata a una persona tal
como es, y seguirá siendo lo que es; trátala como puede y debe ser, y
se convertirá en lo que puede y debe ser.

Jesús advierte de guardarnos de los falsos profetas: “Guardaos de los


falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero
por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso
se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol
bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir

198 Reflexiones del Rector, nº 8


frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arroja-
do al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis” (Mt 7,15-20).

No tienes excusa para no diferenciar a un falso maestro de uno ver-


dadero. No tienes excusa para eso porque tienes la Biblia. Cuando
pongas a la Biblia por encima de todo sistema de pensamiento, te vas
a llevar muchas sorpresas. Y eso lo sé por experiencia.

San Agustín escribe que,

en el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los


mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los
casados, las violetas de las viudas y que los cristianos
deben responder al mal con el bien”.
La persecución es buena para quienes que aman a Jesús profunda-
mente, pero no es buena para quieren aman a Jesús sólo un poco. Un
corazón que está lleno del mundo, es un corazón lleno de necesida-
des.

Acojamos la invitación a la vigilancia, a la que tantas veces nos lla-


man las Escrituras. Es la actitud de quien sabe que el Señor volverá
y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien
imprescindible que nadie puede
dejar de hacer fructificar y sin el
cual todo otro don es vano. Si Je-
sús nos ha amado hasta el punto
de dar su vida por nosotros, ¿cómo
podríamos no amar a Dios con to-
das nuestras fuerzas y amarnos de
verdadero corazón los unos a los
otros? Sólo practicando la caridad,
también nosotros podremos parti-
cipar en la alegría del Señor.

¡Qué atrayente! Ser cristiano 199


Es evidente el llamado de Cristo, cuando dice que, viene a “dar ple-
nitud” a ley y a los profetas. Viene a purificar en el fuego lo que le
impide a nuestro corazón darse plenamente a Dios. Él tiene dos tro-
nos. Uno en lo más alto de los cielos y otro en el más humilde de los
corazones.

Lo que Cristo reclama al cristiano auténtico es un plus de justicia en


la convivencia con los demás; un plus de santidad en la realización de
nuestras tareas más ordinarias; un plus de generosidad en nuestra
oración, en la vivencia de los sacramentos. Al menos que creas en el
su Palabra, todo lo que hagas será por el orgullo o el miedo.

Para Cristo no basta hacer justicia humana con el que nos ofende,
pide que lo perdonemos, que nos reconciliemos con él. No le basta
que no se cometa adulterio, quiere que custodiemos la pureza de
nuestro corazón con una voluntad tajante: “si tu mano derecha es
para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti”.

Es innegable que no le basta la ley del


divorcio, sino que correspondamos al
designio divino sobre el matrimonio
(Mt 19,4). A Cristo, en fin, no le basta la
vivencia externa de nuestros deberes
de cristianos: ¡quiere nuestra coheren-
cia, nuestra sinceridad de vida: “digan
sí cuando sea sí”! ¡Qué atrayente! Ser
cristiano.

Dios no puede ser producto de mi imaginación, porque, para nada, Él


es lo que yo pude imaginar de Él. Dios es más glorificado en nosotros
cuando estamos más satisfechos en Él. Dios quiere que tengas una
relación con Él, mucho más íntima que la de simplemente recibir sus
regalos.

Solo el evangelio puede hacer dos cosas aparentemente contradicto-


rias: destruir el orgullo y aumentar el valor. Dios coloca a sus santos

200 Reflexiones del Rector, nº 8


donde traigan la mayor gloria a Él, y nosotros somos totalmente in-
capaces de juzgar dónde será ese lugar.

6. Un poco de Cristo a tu vida


Aledaño con las Bienaventuranzas y el Padrenuestro, la perícopa de
la Sal y la Luz forma parte del Sermón del Monte, que, por su capi-
tal jerarquía, reflexionamos “La Carta Magna de la Iglesia”. Por tanto,
esta exhortación de Jesús a ser sal y luz tiene carácter de obligato-
riedad superior. Pertenece a nuestra “naturaleza” por así decirlo. Un
poco de Cristo a tu vida. Conviene percibir su sentido. ¿Qué significa
ser sal de la tierra? ¿Qué implica ser luz del mundo?

Es bien evidente que hay falta de un fuerte fragmento de esperanza


en la naturaleza. Hay que aprender a leer los hechos con la objetivi-
dad de la fe, para sembrar confianza con la sal del ejemplo y la luz del
mensaje.

No alcanzan las palabras para enseñar el mensaje de Jesús. Es preciso


edificar con la sal del ejemplo para iluminar con la luz de la palabra.
Lo que convirtió a los primeros cristianos no fue tal vez la novedad
del mensaje, sino la vida de quienes la ponían en práctica. Primero
saboreaban la sal, la vida, la santidad, la conducta informado por la
caridad; después, atraídos por la alegría y la paz, se abrían a la luz de
la doctrina, para penetrar en el misterio de la gracia que impulsa la
vida cristiana.

Sigue siendo actual este modo de atraer a las personas a la luz de


Cristo. Es necesario que la sal de la conducta del cristiano salvaguar-
de de la corrupción de la decepción, de la falta de esperanza. La pre-
sencia de cristianos alegres, optimistas y capaces de dar razón de
esa alegría permite que muchos puedan vivir con la esperanza activa
de alcanzar una felicidad a la altura de las aspiraciones del corazón
humano, sin caer en la tentación de conformarse con menos.

¡Qué atrayente! Ser cristiano 201


No pocos, aun captando de algún modo el atractivo de las enseñan-
zas del Maestro, piensan que hoy nadie vive así, que se trata de un
ideal quimérico o que vivir según la moral no está al alcance de la
mayoría.

Resonar la llamada universal a la santidad no consiste sólo en repetir


que todos podemos y tenemos que ser santos. Es mucho más sig-
nificativo mostrar que, de hecho, en esta época y en esta o aquella
circunstancia concreta, una persona normal, ni mejor ni peor dotada,
con los mismos defectos y debilidades, puede vivir la vocación bau-
tismal con radicalidad, incluso en una sociedad pagana.

Qué atrayente ¡Qué valioso es que haya cristianos que, con sus vidas
normales, con la alegría y la paz de Cristo, alimenten perennemente
la esperanza de alcanzar una existencia que merezca la pena, ya feliz
en la tierra, entre penas y alegrías, y plena en el cielo!

Desde la apertura del cristianismo, la santidad de muchos hombres


ha sido sal y luz en medio de tantos escenarios. La totalidad ni siquie-
ra han sido conscientes de la magnitud de la huella que han dejado,
pero han contribuido decisivamente a preservar generaciones ente-
ras de la corrupción del pesimismo.

Sembrar esperanza es parte esencial de la misión del cristiano autén-


tico y, por tanto, de nuestra misión apostólica.

Concluyamos con esta oración que nos recuerda que el cristiano de-
bería ser una persona luminosa, que lleva la luz, ¡siempre da luz! Una
luz que no es suya, pero es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y
nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su
vida no tiene sentido: es un cristiano de nombre solamente, que no
lleva luz, una vida sin sentido.

Sal de la tierra y Luz del mundo


No te pedimos que hoy
nos saques del mundo;
más líbranos del mal.

202 Reflexiones del Rector, nº 8


El fermento se pone en la masa,
no en el arca,
para que haya buen pan,
y sacien los hombres su hambre
haciendo comunión.
La luz no se luce,
pero hace que vean los hombres
el rostro del hermano y distingan
en él el ritmo que lleva el corazón.
La sal no alimenta,
pero se hace sabroso lo insípido
y conserva cuanto está a su alcance
de cualquier corrupción.
La voz no es palabra ni idea,
pero entona el mensaje
y hace que se oiga y se escuche
lo que dice el autor.
Los pies no son el hombre,
pero le llevan: la tierra es escenario
de su movimiento
y el campo de su acción.
Haz, Señor, que los que has elegido
para tu servicio como luz y como sal,
como fermento para la masa humana,
presenten en su palabra
y en su testimonio el evangelio
de la salvación.

Amén.

¡Qué atrayente! Ser cristiano 203

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