El Ensayo Académico

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 19

EL ENSAYO ACADÉMICO: ALGUNOS APUNTES PARA SU ESTUDIO*

Yildret del Carmen Rodríguez Ávila

UPEL-Instituto Pedagógico Rural Gervasio Rubio

Rodríguez Ávila, Y. D. C., (2007). El ensayo académico: algunos apuntes


para su estudio. Sapiens. Revista Universitaria de Investigación,
8(1),147-159.[fecha de Consulta 22 de Enero de 2023]. ISSN:
1317-5815. Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?
id=41080110

Resumen

El ensayo es, hoy por hoy, uno de los textos más difundidos en las
aulas de clase, llámese universidad, liceos y aun escuelas de primaria.
Sin embargo, la difusión y uso que ha tenido en los últimos años no ha
asegurado la consistencia del género, por el contrario, muchos
investigadores de la materia aseguran que se ha pervertido. Es posible,
por lo tanto, que se escuche hablar de ensayo escolar, ensayo
académico, ensayo histórico, ensayo deportivo, pruebas tipo ensayo,
entre otros. En este trabajo, más que sumar un grano de arena a la
confusión, se busca aclarar las características propias del ensayo
académico o escolar para tratar de poner un poco de orden a lo que ya
se ha vuelto tarea de todo docente.

Palabras clave: Ensayo, Ensayo académico, Producción textual.

El ensayo es, hoy por hoy, uno de los géneros de mayor


tratamiento desde el punto de vista académico. En los últimos tiempos
ha sido objeto de debates y controversias pues resulta no sólo un texto
de uso constante en los medios universitarios sino que ha desarrollado
un movimiento por parte de los profesores del área de la lengua y la
literatura por dejar en claro qué es el ensayo.

Al parecer el uso que se le ha dado, trascendió las fronteras del


género y lo pervirtió. Algunos investigadores se orientan a defender la
pureza del mismo, tal y como se concebía en sus orígenes y tratando,
sobre todo, de conservarlo como género literario. Sin embargo, esa
filiación con un tipo de texto crítico y argumentativo es lo que lo
convirtió en el banderín de escritura de las aulas universitarias. Al
respecto Vélez (1998) señala que:

Si se redujera la noción de este género de modo exclusivo al


“ensayo literario”, no sólo se dejaría por fuera de su denominación a
una cantidad significativa de ensayos provenientes de disciplinas no
literarias, sino que tal limitación lo ahogaría en un recodo bastante
estrecho del saber. (p. 68).

En atención a esto es necesario entender que si bien es innegable la


calidad e importancia que tiene el ensayo literario, tampoco es una
afrenta hacer uso del género en las aulas. Lo importante es delimitar las
características de este último para que no se tergiversen. Además, se
debe estar consciente que el ensayo no sólo ha experimentado cambios
desde su origen en 1580 hasta hoy, sino que es un género proteico en el
que pueden tratarse temas de diversa índole (histórico, filosófico,
literario, artístico, humanístico, etc.).

Por ello es que desde siempre se ha dicho que este tipo de textos
tiene vínculos con lo científico y con lo filosófico, incluso, más que con
los aspectos de orden literario porque, si se atiende a la noción de
literatura que ofrece Aguiar E Silva (1972) acerca de que ésta “crea
imaginariamente su propia realidad” (p. 16), el ensayo quedaría por
fuera pues, aunque su realidad es parte de la subjetividad del autor, los
cruces que éste mantiene con los referentes externos como la realidad
empírica son innegables.

Los cambios vividos por el género forman parte de la evolución


natural de los textos y de su necesaria adaptación a los contextos
históricos. No pudiera pensarse que un género puede mantenerse puro
por los siglos de los siglos. De allí que hoy día existen diversas
propuestas de la tipología del ensayo. Por ejemplo, Parra (1996) habla
de una clasificación del ensayo por grupos en los que menciona el
ensayo digresivo, el ensayo crítico y el ensayo argumentativo. A esto se
suma también, que el “desplazamiento” a otras formas expresivas del
saber lo ha diversificado y en el peor de los casos, tergiversado.

Desde lo didáctico, Russotto (1989), elabora una propuesta de


redacción de ensayos, los clasifica desde el punto de vista del desarrollo
temático: introducción, desarrollo y cierre; partiendo de la idea de que
el ensayo se puede generar a partir del planteamiento de una idea,
planteamiento de una interrogante, antecedentes del tema a tratar,
definición de términos y planteamiento de un problema.

Por su parte, Mina (2000), propone, a partir de la teoría de las Seis


Lecturas de Zubiría Samper, trece estrategias para escribir ensayos. El
autor citado clasifica al ensayo como un texto de estructura argumental
que consta de una introducción, la tesis, la enunciación de los asuntos
problematizadores y las conclusiones.

En cuanto a la clasificación de ensayo escolar de la que habla


Sánchez (1990), y que define como “un tipo de discurso que se emplea
en el ámbito académico con la finalidad de evaluar el aprendizaje y
consiste en el desarrollo por extenso de un tema a objeto de demostrar
conocimientos acerca del mismo” (p. 90). Explica la autora que éste es
artificial puesto que no se pide producir ideas y opiniones acerca de un
tema sino manifestar o informar sobre el tema, por lo tanto se torna
más expositivo que argumentativo. La artificialidad reside en que el
profesor ya conoce lo que va a comunicar el estudiante, por lo tanto se
vuelve un discurso “mimético y artificial”.

Por supuesto, visto en este último sentido, el uso del ensayo como
texto escolar es negativo. Véase lo que Vargas Celemín (2002) opina al
respecto: El uso indiscriminado y a veces aberrante que se hace del
ensayo como actividad académica, no sólo está desnaturalizando su
esencia, sino que está envileciendo uno de los géneros más complejos
de la literatura, pues se cree que cualquier escrito puede ser un ensayo,
inclusive se ha llegado a confundir con trabajos de documentación y se
les exige que debe tener objetivos, metodología, etc. (p. 1)

Este problema surge del desconocimiento de docentes y alumnos


acerca de la tipología del texto y de lo exigente que puede resultar el
mismo al momento de su escritura si no se ha tenido suficiente contacto
con este tipo de discurso. Por ello, es muy importante seguir el proceso
de la escritura de los estudiantes, acompañarlos, orientarlos, de manera
tal que puedan llegar a los resultados óptimos. Pero, cómo pedir un
texto exigente desde todo punto de vista, a jóvenes que en su mayoría
no han alcanzado a desarrollar las competencias previas que se
requieren para producirlo y esto forma parte de otro problema. Aunado
a ello, el ensayo escolar se ha constituido en una especie de prueba
para medir conocimientos de un tema y no para hacer críticas y
expresar opiniones, lo cual desvirtúa su sentido.

Sin embargo, todas las clasificaciones apuntan, por lo general, a


determinar los rasgos tipificadores del género, pero no se adentran en el
discurso. El problema mayor se presenta cuando apuntan a lo didáctico,
porque el ensayo se desprende de su concepción original en la que es el
autor quien decide el qué, cómo y porqué escribir y se convierte en un
texto rígido en el cual se le puede medir al alumno hasta el número de
páginas que ha de producir.

En consecuencia, en el presente trabajo se hace un recorrido por


los autores que han hecho teoría y crítica del ensayo para finalmente
exponer una caracterización del ensayo escolar en búsqueda de perfilar
y mejorar la concepción y uso que se tiene del mismo en las aulas.

¿Qué es el ensayo?

El ensayo, canónicamente hablando, está considerado como un


género literario producto de la reflexión del ser humano acerca ce
cualquier tema. En este sentido, Vargas Celemín (2002) apunta a la
etimología al señalar que el ensayo

Proviene del latín exagium, que significa “pesar en la balanza” y


este dato nos puede acercar a una definición provisional, en el sentido
de que es un género reflexivo, donde su autor somete a su propio
análisis un tema cualquiera. (p. 2)

Esa reflexividad lo califica, en primer término, como un texto que se


debe escribir desde lo personal y subjetivo del autor. Por ejemplo, si se
revisan los ensayos producidos por Montaigne se notará que el carácter
dialogal con el yo interno del escritor es constante, en atención a hablar
de sí para los otros, en ponerse de ejemplo para aclarar dudas, pero
también en remarcar que lo importante del asunto es el cómo se mire y
no el asunto en sí mismo.

Palacios (1988), parte de la idea que esboza algunas características


del ensayo cuando afirma que: “El ensayo es justamente “ensayo”,
porque no se presenta con la sistematicidad de un tratado o un análisis,
ni con la neutralidad de un informe científico o una obra de divulgación,
ni con la autoridad de una teoría o una ley”. (p. 564)

La gran labor encomendada al ensayo es justamente ofrecer una


interrogante al lector, dejarlo en la duda, hacerlo participe para que
difiera o afirme lo expuesto, por tanto no puede presentarse jamás
como un texto abarcador.

En otro sentido, Millán (1990), ubica al ensayo entre el plano de la


expresión, caracterizado por la prosa, y el plano del contenido,
caracterizado por la articulación en derredor de una imagen conceptual,
con propensión a la monosemia tal como en los textos filosóficos o
científicos.

De esa manera, el ensayo tiene una peculiaridad textual que aclara


muy bien Fumero (1997) en su trabajo: “El ensayo como tipo de texto”,
él goza del carácter dialogal, argumentativo, algunas veces digresivo;
pero también es expositivo, secuencial, organizado. De allí que para
algunos estudiantes sea un texto de difícil acceso.

En líneas generales, dependiendo del autor que trabaje el ensayo y


de sus intereses, varían los conceptos y características que se ofrezcan
del mismo, aunque entre uno y otro siempre hay coincidencias. Sin
embargo, y como se ha podido percibir, la gran mayoría de los autores
se han pronunciado en torno al ensayo literario y muy pocos han tratado
a profundidad el ensayo escolar, amén de que cuando se refieren al
mismo lo hacen para denigrarlo. Lo que no se debe olvidar es que el
ensayo sigue siendo una práctica común de escritura en las aulas, tanto
universitarias como de media y diversificado, y, es importante orientar o
señalar algunas pautas que respeten las líneas generales del ensayo
tradicional a manera de no terminar llamando ensayo a un resumen, un
informe o cualquier otro texto.
El ensayo y la teoría textual

Explicar el ensayo sin insertarlo en la teoría textual es desarticularlo


de una de sus principales características: su evidente carácter textual.
Por ello, es oportuno nombrar a Halliday (1978), porque es uno de los
primeros autores en plantear la existencia de una función lingüística
textual, inserta dentro de lo que él llamó “las funciones del lenguaje” y
que las explicó fundamentado en el habla del niño en su proceso de
desarrollo lingüístico; pero que para el caso del adulto, por la
complejidad, diversificación e interfuncionalidad constriñó estas
funciones a tres: ideativa, interpersonal y textual.

Aportes como el de Halliday y otros tantos que se inician a partir de


los años sesenta como una crítica a los enfoques estructuralistas que
hasta el momento habían orientado el estudio del lenguaje, dan origen a
lo que aún hoy día no tiene un nombre particularmente definido:
lingüística textual, lingüística del texto, análisis del discurso, gramática
del texto, entre otros.

Dentro de este enfoque lingüístico, es posible apreciar la lengua


más que como un sistema abstracto, como un instrumento primordial de
la comunicación, porque según Halliday (1978), la función textual,
además de encerrar las otras dos funciones:

Cumple la condición de que el lenguaje debería ser adecuado


operacionalmente –es decir, debería tener tal característica en una
situación real, que distinguiera un mensaje vivo de una simple
referencia en una gramática o en un diccionario–. Este tercer
componente proporciona los hilos del potencial de significación que
debidamente entrecruzados han de componer el tejido en la estructura
lingüística. (p. 20).
Todo esto implica el reconocimiento de que, ante todo, el ser
humano se comunica a través de construcciones discursivas
significativas, tanto para el uso oral como el escrito. Y que toda emisión
lingüística se inserta dentro de un campo de significación con cierta
intención (Austin y Searle) que es lo que hace que los textos tengan una
verdadera funcionalidad desde el punto de vista social.

El ensayo, como texto particularmente escrito, se inserta en esta


concepción porque preserva el carácter de significación y el de
intención. Pero, como ya se ha visto, intentar clasificarlo sólo desde la
perspectiva social implica un riesgo porque no son pocas las definiciones
que hay en torno al género.

El ensayo como tipología textual

Determinar la tipología textual del ensayo con toda la precisión del


caso, resulta más difícil porque si se estudia desde el punto de vista de
las funciones del lenguaje, figura entre la función literaria en la cual,
según Kauffman y Rodríguez (1999), en este tipo de textos predomina
una intencionalidad estética y su interpretación depende del proceso de
inferencia que haga el lector de los diferentes símbolos y códigos
culturales empleados por el escritor. Por ende, se considera un texto
creativo cuyo objetivo central es la expresión particular de quien lo
elabora y presta atención especial al lenguaje, que es su mejor arma.
Sin embargo, no se aparta de las funciones informativas (hacer conocer
el mundo real, posible o imaginado) y expresiva (manifiesta la
subjetividad del emisor).

Empero –y es éste un punto crucial de todo trabajo que intente dar una
tipología de los textos –, reducir la clasificación sólo por la función que
cumple, impide conocer otras perspectivas del texto, entre ellas, por
ejemplo, que el ensayo tiene carácter argumentativo con ciertos rasgos
del discurso expositivo.

Desde el punto de vista argumentativo, en el ensayo se deben


confrontar ideas, apelar a juicio y enunciados ya hechos, defender o
demostrar posturas entre otros. Es por ello que anteriormente se señaló
el esquema lógico-deductivo y su explicación responde a una relación
causa-efecto, en pocas palabras, es el desarrollo de una tesis en el que
se ponen en juego los complejos procesos cognoscitivos tales como el
análisis, la analogía, la inferencia, etc.

Desde el punto de vista expositivo, el escritor del texto debe


informar, describir y explicar los hechos, conservar el orden en el cual
se organizan las ideas para alcanzar el otro lado del ensayo que es el
carácter científico. Aznar, Cros y Quintana (1991), exponen que los
textos expositivos tienen la siguiente estructura: introducción, desarrollo
y conclusión. Aunque, como los mismos autores señalan, la estructura
no es rígida y mucho menos debe ser subtitulada. Lo importante es
considerar que el ensayo debe ser un texto explícito y claro para que el
lector pueda interpretarlo y seguir el orden del mismo. En fin, este
género posee un entramado discursivo que lo hace muy rico e
interesante.

Por lo tanto, se tomará como fundamental la clasificación que hace


Fumero (1997), basada en el modelo textual de van Dijk y contextual de
Halliday. Donde concluye:

La denominación de ensayo es confusa porque es polisémica y


remite a dos cosas distintas: a un tipo de texto y a un orden discursivo.
En el primero de los casos, identifica un texto que se construye a partir
de dos categorías superestructurales mínimas: una serie de
observaciones y una reflexión. Tiene una finalidad que se asocia con la
promoción de valores o actitudes y está destinado a una audiencia
general. En el segundo, es decir, cuando se toma en el sentido del
discurso, remite a todo el conjunto de los textos en los que se expresa
una opinión. (p. 53)

De acuerdo con la autora, el ensayo, aun cuando puede conjugarse con


el orden narrativo y expositivo, siempre predominará el argumentativo
por cuanto, desde el punto de vista pragmático, su función es incidir en
el lector y generar una respuesta; y para ello el escritor debe recurrir
necesariamente a la exposición de argumentos que validen su tesis. Es
en este sentido que cumple una función social dialógica que aumenta su
valor en tiempo y espacio.

Hacia una caracterización del ensayo académico

En vista de la diatriba presente en torno al ensayo y de la necesidad que


existe de darle una caracterización acorde con el uso actual que se le da
en los medios académicos, surge la idea de esbozar unas breves
características del ensayo académico que, en cierta forma se
correspondan con las características generales dadas por Gómez
Martínez (1992), pero que pudieran ser didácticas al momento de
producir un texto.

En primer lugar, se debe recomendar que la práctica de escritura de


ensayos se haga en asignaturas que se relacionen con asuntos de índole
social; no porque no se pueda escribir un ensayo en ciencias como la
biología sino porque sería más adecuado a la realidad y la experiencia
del estudiante. En historia, en literatura, en pensamiento bolivariano,
entre otras, es factible obtener un texto reflexivo y crítico que no
constituya una copia o plagio por salir del paso. El ensayo de tema
personal también es muy apropiado pues hace que el estudiante aflore
su propia mirada del mundo, su vida, su pensamiento, además de
servirle de catarsis.

Entre las características generales del ensayo se recomienda:

a).

El tema. Aunque se dice en la teoría del ensayo que el tema debe


ser seleccionado por el autor, en el rigor del ensayo académico
prevalece la imposición del mismo, por lo tanto, se recomienda que el
docente exponga un tema amplio y bastante generalizado a partir del
cual el estudiante pueda tener un abanico de posibilidades a escoger. El
tratamiento del tema debe ser actualizado, ya que lo que se pretende es
elevar el nivel de criticidad del estudiante; por lo tanto, la forma de
abordarlo indica qué tan enterado del tema y de su incidencia en la
realidad pueda estar el alumno.

b). La extensión.

Aun cuando algunos autores como Álvarez y Russotto (1996) optan


por una asignación de determinado número de páginas, hay que tener
en cuenta que la primera característica del ensayo es la libertad de
selección. La salida en este caso menos impositiva pudiera ser la
oscilación entre un mínimo y un máximo de páginas. De esta manera se
puede pensar en que el que escriba bastante no se sienta limitado y el
que escriba poco no se sienta obligado a redundar. También se debe
tener en cuenta aquello de lo que hablara Calvino (1996) en su texto
Seis propuestas para el próximo milenio acerca de la brevedad, es una
verdad que en estos tiempos los textos no gozan de la extensión que
tuvieran otrora. Por lo cual, exigir veinte o cuarenta cuartillas a un
estudiante que a veces no ha desarrollado las competencias mínimas de
escritura es caer en una falacia.
c) Los órdenes discursivos del ensayo.

Expositivo. De los textos expositivos, el ensayo académico conserva


el orden en el cual se organizan las ideas. Lo ideal es que tengan la
siguiente estructura: introducción, desarrollo y conclusión. Lógicamente,
dicha estructura no debe ser rígida y mucho menos debe ser
subtitulada. Lo importante es considerar que el ensayo debe ser un
texto explícito y claro para que el lector pueda interpretarlo y seguir el
orden del mismo. Esto, por supuesto, tiene que ver con la coherencia
textual que será tratada más adelante.

Argumentativo. Pero, aunque el ensayo tenga algo del carácter


expositivo, el orden que prevalece es el argumentativo debido a la
naturaleza crítica, dialógica, persuasiva y analítica del mismo. Asimismo,
es uno de los textos idóneos para ser usado en los medios académicos
pues permite la expresión de ideas en forma crítica y organizada.

En consecuencia, se hace necesario explicar qué es la


argumentación y en qué consiste. Parra (1996), dice que:

La argumentación consiste en formular razones para sustentar una


afirmación o una opinión del sujeto comunicante para convencer al
sujeto interpretante. Por esta razón, el texto de estructura
argumentativa organiza y describe el mundo (ÉL) desde el punto de
vista de las operaciones lógicocognitivas del sujeto comunicante (YO).
Este tipo de textos gira en torno del universo discursivo en el cual se
organizan las operaciones de tipo cognitivo (ÉL). (p. 121)

Es, por tanto, un discurso que debe responder a una suprema


organización para poder evidenciar las razones que se defienden. En
este convencer (persuadir) al otro es que se dice que es un discurso de
estructura dialógica. Yumar (1999) opina que:
En el acto de argumentar el emisor entabla un diálogo estratégico
con el receptor para afectar sus opiniones, sus representaciones,
indudablemente que este intercambio se enmarca en un proceso donde
tienen especial importancia los modelos o conocimientos compartidos,
tanto por los interlocutores, como por sus grupos de referencia; es
decir, es un intercambio cuyo contenido–las opiniones intercambiadas y
reforzadas por argumentos – es de naturaleza sociocognitiva. (p. 124)

Por lo tanto, la acción argumentativa no puede ser un metadiscurso


per se, sino que tiene su raigambre en el contexto; en realidad, son el
contexto y el interlocutor los encargados de legitimar los argumentos. El
acto argumentativo es un acto ético pues el aceptarlo o no dependerá
de la noción de verdad dicha en él.

Desde el punto de vista del discurso meramente elaborado, la


argumentación tiene una estructura propia. Björk y Blomstrand (2000),
elaboraron un “Modelo de argumentación” con los siguientes pasos:

(a) Tesis, que constituye la postura o idea central del texto.

(b) Argumentación de la tesis, que son los argumentos que


defenderán la tesis, en este aspecto es imprescindible el carácter
objetivo de los argumentos para darle credibilidad a la tesis.

(c) Puntos de apoyo para los argumentos tales como información


suficiente, ejemplos, explicaciones, etc.

(d) Contraargumentos que son los argumentos que contradicen la


tesis, se usan para acercar las opiniones del otro y refutarlas.

(e) Argumentos contra los contraargumentos que necesariamente


de deben usar para hacer la refutación.
(f) Puntos de apoyo para los argumentos con el objetivo de rebatir
los contraargumentos.

De igual manera, basándose en lo que Sánchez (1993), afirma de


que cada orden discursivo tiene sus propios mecanismos de coherencia
y de cohesión, el orden argumentativo presenta como rasgo
característico “el uso de marcas axiológicas para expresar juicios
valorativos” (Díaz Fernández, 2000:124), así como también que “los
segmentos constitutivos no derivan su coherencia del hecho de conducir
a una misma conclusión” (Sánchez, 1993:78). Es importante recalcar en
este punto que el orden de los textos argumentativos debe contar con
una introducción, un tema o asunto, una tesis en torno al tema, unos
argumentos que sustenten la tesis, los contraargumentos, los
argumentos en contra de los contraargumentos y la conclusión en la que
se demuestra la validez de la tesis.

Y en lo que respecta a la cohesión de este tipo de discurso, ésta


“funciona de manera equilibrada, entre lo lexical y lo gramatical” (Díaz
Fernández, 2000:126) y “pocas veces hace uso de conectores como no
sean los introductores de los argumentos y de las premisas, como ‘en
principio’, ‘por otra parte’, ‘además’ y otros por el estilo. (Sánchez,
1993:79)

En conclusión y para equilibrar entre los dos órdenes discursivos se


puede decir que el escritor de ensayos puede iniciar su texto con una
introducción en la que exponga el tema, problema o tesis a tratar, en el
desarrollo puede exponer los argumentos que sustenten el tema, los
contraargumentos u opiniones de otros que contribuyen a revalidar la
tesis y en la conclusión puede ubicar los argumentos en contra de los
contraargumentos a fin de dar veracidad a lo que él está afirmando.
Claro, se debe considerar que este esquema no es obligante ni que son
pasos rígidos a seguir pues, ante todo, debe prevalecer la libertad del
escritor y su estilo, así como el manejo apropiado de las competencias
discursivas.

d). El estilo. El estilo del ensayo es bastante libre y es lo que le da


mayores facilidades al alumno en el momento de la escritura pues ante
todo tiene un carácter subjetivo. Las ideas expuestas nacen del propio
escritor por su necesidad de Sapiens. Revista Universitaria de
Investigación, Año 8, No. 1, junio 2007 157 El ensayo académico:
algunos apuntes para su estudio comunicarse. Las ideas van a depender
de su experiencia real, de sus valores, de su postura ante la vida y de
su competencia enciclopédica. Otro aspecto que se ha recalcado en el
estilo es el uso de la primera persona del singular en la escritura de este
tipo de textos, en algunos recintos académicos se obliga al estudiante a
desarrollar sus ensayos en tercera persona lo cual lo convierte en un
texto frío e impersonal. Se recomienda entonces que se conserve el uso
de la primera persona, y para evitar protagonismos egocéntricos se
recomienda igualmente que sea la primera del plural.

Conclusiones

El ensayo, conocido por todos los estudiantes venezolanos (o al


menos todos alguna vez han oído hablar de él) sigue siendo un
desconocido dentro de las aulas de la academia pues este género —que
ciertos autores no sin razón tildan de escurridizo— no tiene aún una
tipología establecida al menos desde el punto de vista textual que sirva
de guía a los alumnos para que puedan producirlos. Se cree que este
género es desconocido desde su origen, tipología y caracterización. Por
ello, en este trabajo se busca dar un aporte teórico a la comunidad
universitaria que sea de fácil acceso y sobre todo comprensible.
Pero, plantearse al ensayo como el tipo de texto ideal para ser
usado en los espacios académicos supone una realidad eminente pero
también algunas controversias. En primer lugar porque hay que
aprehenderlo, es decir, conocerlo para que no ocurra lo que ya es lugar
común: su tergiversación y adopción de otros tipos de textos con el
nombre de ensayos. Por ende, en este trabajo se señalaron sus
definiciones, cualidades y características. El ensayo se define como un
texto escrito en prosa en el cual se plantean una diversidad de temas a
escogencia del autor y a los cuales se les imprime el carácter subjetivo
de las opiniones de quien lo escribe. Etimológicamente proviene del latín
Exagium que significa pesar en la balanza, pero según Vélez (2000), el
uso de la palabra “Ensayo” no procede intencionalmente del significado
general que se le da a la palabra desde el punto de vista genérico sino
que conforma un campo particular de significación para un tipo de texto
exclusivamente, aunque conserve ciertas relaciones con el significado de
“ensayar”. De esa manera lo asumió también la Real Academia Española
cuando asumió el término para denominar a un tipo de texto en el año
de 1869.

Entre las características del ensayo literario se pueden enunciar: (a)


actualidad del tema tratado, es decir, el mismo se expone como una
visión novedosa e ingeniosa del tema. (b) No es exhaustivo porque no
pretende agotar el tema ni mucho menos abarcar todas las posibilidades
del mismo. 158 Sapiens. Revista Universitaria de Investigación, Año 8,
No. 1, junio 2007 Yildret del Carmen Rodríguez Ávila (c) Suele ser breve
y su brevedad radica en que se dice sólo lo que se tenga que decir. (d)
Tiene cierto carácter científico al apegarse a unos referentes externos
que le dan verosimilitud y credibilidad. (e) Tiene carácter artístico y es
lo que lo ha hecho aparecer como un texto literario; el arte del mismo
reside en la utilización que se haga del lenguaje así como en el aspecto
subjetivo que le imprime el autor. (f) Tiene carácter subjetivo porque es
la visión peculiar de quien lo escribe con sus opiniones e ideas. (g)
Carece de estructura rígida ya que es el autor quien decide cómo
hacerlo, aunque por lo general cumpla con las normas de todo texto
argumentativo. (h) Relación dialógica para lograr la comunicación Autor-
Lector.

Empero, y aun cuando la diferencia no es muy profunda, se deben


enunciar las características del ensayo académico para poder contrastar.
Las mismas son: el tema puede ser impuesto pero se recomienda que el
docente ofrezca un tema amplio para que el estudiante pueda hacer su
ensayo de un aspecto particular de dicho tema, para lo cual sus
consideraciones y aportes lo hagan de interés general y actualizado. La
extensión como en todo ensayo no debe ser muy larga y para evitar
tergiversaciones se le puede exigir al alumno entre un mínimo y un
máximo de páginas. Se explican los dos órdenes discursivos entre los
que se mueve el género: el expositivo y el argumentativo pues cada uno
le aporta ciertos conocimientos que son importantes para un excelente
dominio al momento de escribirlos. Y finalmente se explica que el estilo
debe ser porque desde su origen el carácter de estos escritos es la
subjetividad.

Asimismo, se puede decir que el ensayo representa un tipo de


texto particular porque como bien afirma Fumero (1997), oscila entre un
tipo de texto y un orden discursivo. El tipo de texto es meramente
reflexivo y busca divulgar ciertos valores mientras que desde el punto
de vista de los órdenes del discurso tiene carácter argumentativo con
ciertos rasgos del discurso expositivo, sin embargo, de entre estos dos
órdenes, prevalece el argumentativo debido a la naturaleza crítica,
dialógica, persuasiva y analítica del ensayo.
Considerando todos estos aspectos se concluye que la escritura de
ensayos puede ser concebida como un proceso constructivo que se lleva
a cabo a través de procesos tanto mentales como físicos y sociales, y no
como hasta el momento lo ha percibido la educación venezolana que
sirve sólo para medir conocimientos (verbi gratia, prueba tipo ensayo).

Referencias

Aguiar E Silva, V. (1972). Teoría de la literatura. Madrid: Gredos.

Álvarez, L y Russotto, R. (1996). Cómo mejorar la redacción del ensayo


escolar. Investigación y Postgrado, 11 (1), 11-39.

Aznar, E., Cros, A y Quintana, Ll. (1991) Coherencia textual y lectura


(2ª. Ed.) España: Ice-Horsori Editorial.

Calvino, I. (1996). Seis propuestas para el próximo milenio. España:

Gedisa. Díaz Fernandez, M. (2000). Estudio de las relaciones de


cohesión en la producción escrita de textos de orden narrativo y
argumentativo. Letras (60), 109-134.

Fumero, F. (1997). El ensayo como tipo de texto. Ediciones FEDUPEL:


Caracas. Gómez Martínez, J. (1992). Teoría del ensayo. [Libro en
línea]. Disponible en: http://
ensayo.rom.uga.edu/critica/ensayo/gomez/ensayo1.htm [Consulta:
2001, octubre 03]

Halliday, M. A. K. (1978). Exploraciones sobre las funciones del


lenguaje. México: Edit. Médica y técnica.

kauffman, M y Rodríguez, M. (1999). La escuela y los textos. México:


Editorial Santillana. Millán, R. (1990).
El ensayo: notas para una discusión. Letras (47), 102-107.

Palacios, M. (1988). Miserias y fulgores del ensayo en Venezuela. En: El


ensayo literario en Venezuela. Tomo II.

(Gabriel Jiménez Emán, compilador) Caracas: Ediciones de La Casa de


Bello. Colección Zona Tórrida.

Parra, M. (1996). Cómo se produce el texto escrito. Teoría y práctica


(2ª ed) Colombia: Aula abierta magisterio.

Russotto, R. (1989). La técnica del ensayo. Un instrumento para la


enseñanza de la redacción. Letras (46), 83-91.

Sánchez de R, I. (1990). ¿Por qué son tan incoherentes los ensayos de


los estudiantes? Tierra Nueva (1),

1 _______. (1993). Coherencia y órdenes discursivos. Letras (50), 61-


81.

Vargas Celemín, L. (2002). Al rescate del ensayo literario. ¿Un ensayo...


profesor? Perspectiva Educativa No.3. [Revista en línea] Disponible:
http//www.edu. co.85/fee/perspectiva/03/ve.html/ [Consulta 2003,
marzo 15]

Vélez, J. (1998). El más humano de los géneros. El malpensante.


Lecturas paradójicas. (8), 57-69.

_______. (2000). El ensayo: entre la aventura y el orden. Bogotá:


Editorial Taurus.

Yumar, D. (1999). La argumentación en su dimensión social, como


fuerza ilocucionaria, de acuerdo a la teoría de Searle y
Vanderveken. Letras (59), 121-142

También podría gustarte