Ricardo Mendez

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Méndez Gutiérrez del Valle, Ricardo

Metrópolis en la globalización neoliberal e


impacto de su crisis

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Cita recomendada:
Méndez Gutiérrez del Valle, R. (2014). Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis. Revista
de ciencias sociales, 6(25), 45-68. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso
Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/1590

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Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle

Metrópolis en la
globalización neoliberal
e impacto de su crisis1

En un mundo que se urbaniza de forma acelerada, las grandes


metrópolis adquieren un protagonismo creciente como centros
de decisión y concentración de las actividades y funciones que
gestionan el sistema global, al tiempo que exponente de las pro-
fundas contradicciones que caracterizan su funcionamiento.
Desde el inicio del proceso de globalización, asociado a la cre-
ciente influencia del capital financiero y la ideología neoliberal,
las aglomeraciones urbanas de América Latina y el sur de Euro-
pa se han enfrentado a rápidas y profundas transformaciones de
su base económica y su estructura sociolaboral, junto a otras no
menos importantes en las formas de gestión del territorio y en
su morfología. Pese a las diferencias derivadas de las específicas
trayectorias históricas y las variadas formas en que se aplicó la
agenda neoliberal en cada caso, las investigaciones realizadas
han puesto en evidencia ciertas tendencias comunes que se han
ido perfilando con el paso del tiempo.
La crisis desencadenada en 2008 en los ámbitos financiero e
inmobiliario, que tiene raíces múltiples y alcanza una dimensión
sistémica al poner en cuestión los límites de la globalización neoli-
beral imperante, está provocando cambios que van mucho más allá 1 El texto forma parte de un
de una simple oscilación coyuntural y afectan a la construcción de proyecto del Plan Nacional de
I+D+i (Ministerio de Economía
los espacios metropolitanos. Aunque sus impactos fueron especial- y Competitividad, Gobierno
mente significativos en Estados Unidos y la Unión Europea, acen- de España) sobre efectos
tuándose en este último caso tras la imposición de las viejas recetas socioterritoriales de la crisis
económica en las áreas ur-
neoliberales a favor del ajuste estructural, las tendencias que se
banas de España: políticas
observan en sus metrópolis ahora en declive sirven de contrapunto públicas y estrategias de
al crecimiento que siguen experimentando las de otras regiones resiliencia (CS02012-36170).

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y suscitan algunas reflexiones, además de líneas de investigación
ahora emergentes.
Con este marco de referencia, el artículo propone un esque-
ma interpretativo de las principales transformaciones metropo-
litanas en la fase identificada, por algunos, como de capitalismo
global, tanto desde la perspectiva de la producción del espacio
y la evolución económica, como en el plano sociolaboral, de la
gestión urbana y de la organización territorial. Si en esas páginas
el objetivo se limita a proponer un panorama sintético y estructu-
rado que es deudor de la abundante bibliografía ya disponible en
el ámbito iberoamericano, a continuación se plantea una visión
propia sobre algunas de las nuevas líneas de investigación surgi-
das en las metrópolis que han vivido un fin de ciclo, y se resumen
algunas experiencias en ese sentido. Se trata, pues, de un texto de
carácter teórico y que busca integrar temáticas de investigación
desarrolladas en las dos últimas décadas y que siguen vigentes
con otras nuevas, que apuntan posibles caminos a explorar en el
futuro inmediato.

Transformaciones metropolitanas en la
globalización capitalista: un contexto
Hace ya cuatro décadas que el sistema mundial se enfrentó a una
de esas crisis cíclicas inherentes al capitalismo, resuelta mediante
un profundo cambio en el régimen de acumulación y la profundi-
zación en una revolución tecnológica ya iniciada con anterioridad,
junto a cambios paralelos en el modo de regulación dominante y
nuevas soluciones espaciales que transformaron la lógica territorial
característica del período precedente. No es cuestión de insistir en
transformaciones bien conocidas y que han sido objeto de nume-
rosos estudios e interpretaciones, pero deben recordarse, al menos,
sus claves esenciales para considerar luego en qué medida se ven o
no sometidas hoy a revisión (figura 1).
En primer lugar, el sistema evolucionó hacia la consolidación
de un “régimen de acumulación financiarizado” (Chesnais, 2003).
Esto no solo supuso un extraordinario crecimiento de flujos de capi-
tal cada vez más ajenos a la evolución de la economía real –así como
del número de operadores y productos financieros en los merca-
dos–, sino también la imposición de su lógica de funcionamiento a
todas las actividades. La progresiva sustitución de empresarios por
inversores en la toma de decisiones estratégicas y la consiguiente
búsqueda de rendimientos a corto plazo, su falta de compromiso
territorial, así como la presión creciente sobre unos trabajadores y

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
gobiernos sometidos a la constante amenaza de la desinversión y la
deslocalización, generaron un nuevo contexto competitivo en que
las incertidumbres y la inestabilidad aumentan.
La dimensión alcanzada por el sistema financiero internacional no
hubiera sido posible sin el espectacular desarrollo de las tecnologías
de información y comunicación, base de la denominada “sociedad
red” (Castells, 1997). Además de incrementar la movilidad del capital
y la instantaneidad de las operaciones hasta niveles antes desconoci-
dos, las redes digitales permitieron construir un mercado de ámbito
mundial –en detrimento de los circuitos de radio corto– y progresi-
vamente autónomo frente a cualquier tipo de control (Crevoisier,
Theurillat y Araujo, 2011). Al mismo tiempo, este nuevo paradigma
tecnológico posibilitó la segmentación de las cadenas de valor, clave del
sistema de producción flexible caracterizado por la externalización de
tareas, la multilocalización de numerosas empresas y una nueva di-
visión espacial del trabajo marcada por la creciente jerarquización y
especialización de los territorios.
Un tercer componente de este nuevo marco estructural fue la
progresiva imposición de una agenda neoliberal que, pese a su va-
riopinta implantación según circunstancias de lugar y tiempo, se
convirtió en el modo de regulación hegemónico (Peck y Theodo-
re, 2007; Harvey, 2009). El supuesto utópico de que los mercados
abiertos y sin una regulación capaz de limitar la competencia entre
desiguales son el mejor soporte para promover el desarrollo econó-
mico y el empleo frente al intervencionismo estatal se fue abriendo
paso con el apoyo de importantes grupos de interés que utilizaron
la crisis del fordismo para alterar de forma sustancial las relaciones
de poder. La desregulación de los flujos de capital alimentó suce-
sivas burbujas de activos que provocaron numerosas crisis finan-
cieras en el último cuarto de siglo, la última de las cuales hasta el
momento ha sido la de mayor intensidad. Pero el debilitamiento
de la función asistencial y reequilibradora del Estado y el ataque
a lo público profundizaron también las desigualdades sociales y
espaciales, en una espiral de riesgos crecientes.
Todo lo anterior trajo consigo un conjunto de transformacio-
nes territoriales de las que las metrópolis fueron un exponente
destacado. La progresiva mundialización de un creciente número
de procesos y mercados, junto a la densificación de todo tipo de
redes, constituidas por flujos tangibles o intangibles según los ca-
sos, reforzaron su función estratégica como lugares que albergan
los centros de dirección, gestión y control del sistema. Este proceso
aceleró su crecimiento e incrementó la competencia interurbana,
pero también generó profundas transformaciones internas, origen
de diversas líneas de investigación con numerosos exponentes en

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el ámbito iberoamericano (Orellana, 2002; Janoschka, 2002; Agui-
lar, 2004; De Mattos, 2007 y 2010; Méndez, 2007; Pereira e Hidal-
go, 2008; Cuervo, 2010; Abramo, 2012; Ciccolella, 2012; Orellana,
De Mattos y Noyola, 2013).

Figura 1. Transformaciones metropolitanas


en el capitalismo global e impacto de la crisis

CONTEXTO ESTRUCTURAL
Régimen de acumulación: Fuerzas productivas:
FINANCIARIZACIÓN REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA (TIC)

Modo de regulación: Organización / solución espacial:


NEOLIBERALISMO MUNDIALIZACIÓN Y REDES

TRANSFORMACIONES METROPOLITANAS
ECONÓMICAS SOCIOLABORALES POLÍTICAS TERRITORIALES

Aumento de la Segmentación de los Régimen urbano Urbanización extensiva


inversión inmobiliaria mercados laborales corporativo y ciudad dispersa
y mercantilización y precarización y empresarialismo (metapolización)

Desmaterialización Polarización Abandono del Fragmentación


económica: de social y procesos planeamiento espacial, estandarización
industria a servicios de exclusión y la OT y gentrificación

IMPACTOS METROPOLITANOS DE UNA CRISIS SISTÉMICA

Agotamiento del ciclo inmobiliario Aumento del desempleo y Políticas de austeridad fiscal
y desplazamiento de burbujas deterioro de calidad del empleo y deterioro de bienes públicos

Desvalorización, deshaucios Nuevas formas de pobreza Nuevos movimientos


y paisajes devastados y áreas de exclusión social sociales urbanos

La construcción de la metrópolis global


Aunque un autor como Neil Smith (2009, p. 10) ha hablado de un
“caos urbano sistémico” para referirse a las dinámicas imperantes
en este período, esa afirmación puede entenderse con relación con
las profundas contradicciones y los elevados costes sociales y am-
bientales del proceso, lo que no impide la búsqueda de cierto orden
respecto a las múltiples dimensiones del cambio metropolitano en
la globalización neoliberal. El esquema de la figura 1 sistematiza
esas transformaciones al diferenciar las de índole económica de las
sociolaborales, políticas o territoriales, lo que no cuestiona la inter-
dependencia entre unas y otras.

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
Transformaciones de la base económica:
inversión inmobiliaria y terciarización

Tal como afirma Herce (2013, p. 334), “el capital se ha ido apro-
piando del territorio para digerirlo en el potente negocio, cada vez
más importante, que es la producción de ciudad”. Según adelantó
ya Lefebvre (1974), la producción del espacio urbano ha adquirido
una importancia creciente en el proceso de acumulación de capi-
tal, generando un “circuito secundario” (Harvey, 1985) articulado
en torno a la inversión inmobiliaria. Se profundiza así la “mercan-
tilización del desarrollo urbano” (De Mattos, 2007), que alteró la
forma y la dimensión metropolitanas con una rapidez y profundi-
dad desconocidas en el pasado.
La creciente financiarización del sector inmobiliario ha teni-
do manifestaciones múltiples, que afectaron tanto su estructura
interna como las estrategias de acción por parte de las empresas y
sus efectos en el tejido metropolitano. Se produjo, ante todo, una
creciente atracción de inversiones financieras –de la banca tradi-
cional y de inversores institucionales– hacia un sector considera-
do seguro y de alta rentabilidad, particularmente desde comien-
zos de siglo. La conversión del suelo y los productos inmobiliarios
en bienes de inversión tanto o más que de consumo alimentó
burbujas especulativas y un creciente endeudamiento derivado del
crédito masivo a promotores, familias y empresas, hasta provocar
en algunos casos su estallido, poniendo una vez más de manifiesto
la directa relación existente entre ciclos inmobiliarios y crisis fi-
nancieras (Daher, 2013).
En paralelo, se produjo una creciente integración entre las
grandes empresas constructoras e inmobiliarias y las entidades fi-
nancieras, tanto a través de participaciones mutuas en su capital
como mediante la presencia de directivos en sus respectivos conse-
jos de administración. Si en un pasado no muy lejano buena parte
del negocio inmobiliario estaba en manos de empresas de tamaño
medio o pequeño, que operaban con frecuencia a escala local o re-
gional, se aceleró ahora un proceso de concentración que seleccio-
nó un número relativamente limitado de grandes operadores en
cada país, con creciente proyección internacional. La producción
del espacio se hizo así cada vez más dependiente de decisiones y
estrategias transescalares que encontraron en las metrópolis su
manifestación más acabada.
Este cluster inmobiliario-financiero incrementó su negocio me-
diante el progresivo control de numerosos servicios urbanos pri-
vatizados que abarcan, según los casos, desde el abastecimiento
de electricidad, agua o gas, a la limpieza urbana, la recogida de

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basuras, la gestión de centros asistenciales y sanitarios, etc. Se con-
virtió así en actor clave dentro de las coaliciones hegemónicas que
han caracterizado la gobernanza de un número creciente de me-
trópolis en estas últimas décadas, tanto por su protagonismo en la
promoción de megaproyectos y su capacidad de influencia sobre el
poder público como en la construcción de un imaginario colectivo
favorable a la creación de una sociedad de propietarios (Rodríguez y
López, 2011; Sanfelici, 2013). No obstante, conviene recordar que
en aquellos casos donde el proceso alcanzó sus mayores cotas, fue
necesaria la colaboración de instituciones del Estado multinivel
mediante acciones como la liberalización del mercado de suelo y el
progresivo abandono del planeamiento normativo, el apoyo fiscal
a la compra de vivienda, una legislación laxa en materia hipoteca-
ria, fuertes inversiones en infraestructuras de comunicación para
hacer accesibles los nuevos desarrollos urbanos, etcétera.
Como contrapunto a la expansión generalizada de la pro-
ducción inmobiliaria, la mayoría de las metrópolis se enfrentó
al retroceso de su producción manufacturera –en términos ab-
solutos o relativos–, identificable con una desindustrialización
que reforzó el predominio de las actividades de servicios. En un
contexto de competencia creciente, con una lógica financiarizada
que compara rendimientos a corto plazo entre localizaciones al-
ternativas y una organización tecno-productiva segmentada, las
externalidades ligadas a la aglomeración que habían justificado
la concentración industrial metropolitana en el período fordista
redujeron su influencia. Aumentaron, en cambio, las desecono-
mías provocadas por la saturación de sus infraestructuras, el en-
carecimiento del suelo, la mayor presión fiscal o ciertas restric-
ciones urbanísticas, junto a las mayores expectativas de beneficio
generadas por otros usos más intensivos, lo que impulsó procesos
de deslocalización. La narrativa postindustrial consideró esta ten-
dencia como inevitable y valoró la terciarización como una fase
más avanzada en la evolución de las economías metropolitanas,
justificando así la inhibición de numerosos gobiernos en la pro-
moción de estas actividades.
No obstante, este proceso resultó selectivo desde tres puntos de
vista. En primer lugar, las metrópolis no aceptaron en igual me-
dida ese discurso dominante y sustituyeron el uso industrial por
servicios o viviendas. A su vez, se reforzó la especialización me-
tropolitana en sectores industriales intensivos en capital huma-
no y conocimiento, mientras desaparecían con mayor rapidez los
intensivos en el uso de recursos naturales, mano de obra o suelo.
Finalmente, la segmentación favoreció la concentración en las me-
trópolis de servicios internos a las firmas industriales (ingeniería,

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
diseño, investigación y desarrollo tecnológico, gestión financiera,
control de calidad, servicio a clientes…), en detrimento de las ta-
reas de fabricación.
Las metropolitanas son, por tanto, economías de servicios, pero
bajo esa tendencia general se ocultan trayectorias diversas, acordes
con una terciarización polarizada, con una importancia variable de
sus diferentes actividades. Es abundante la literatura sobre compe-
titividad de las metrópolis que destaca el valor estratégico de los
servicios intensivos en conocimiento, clave de su inserción favorable
en una economía globalizada (OCDE, 2006). Aquí se incluyen los ser-
vicios avanzados a empresas, el sector financiero y de seguros, junto
a la educación y la I+D, la sanidad o las actividades vinculadas a la
cultura, todos con destacada presencia de capital humano altamente
cualificado. Además de resistir mejor la deslocalización por depen-
der de factores de atracción aún concentrados en la metrópoli, ofre-
cen empleo de calidad y generan efectos multiplicadores sobre otros
sectores, aunque a menudo su importancia relativa en el conjunto
de la economía metropolitana es modesta. Por contra, buena parte
del empleo terciario sigue vinculado a servicios al consumo de baja
productividad (comercio minorista, hostelería, cuidados personales,
limpieza, seguridad, servicio doméstico, etc.) con mucho empleo
poco cualificado e inestable. Incluso una proporción variable de es-
tas actividades que proveen bienes y servicios básicos a la población
de baja renta corresponde a una “terciarización informal” (Márquez
y Pradilla, 2008), entendida como estrategia de superviviencia aso-
ciada a menudo con bajos ingresos y situaciones de precariedad ge-
neralizadas. El discurso genérico sobre las economías de servicios
exige, por tanto, ser revisado a la luz de sus contrastes internos, muy
evidentes también en los mercados de trabajo.

Segmentación de los mercados locales


de trabajo y desigualdad social

Las metrópolis son la ubicación prioritaria para buena parte de los


profesionales mejor formados dentro de la economía de un país y,
al mismo tiempo, para un gran volumen de empleos de baja cuali-
ficación, sobre todo en sectores como la construcción y numerosos
servicios a la población. Pero las exigencias impuestas por los pro-
cesos de financiarización y desregulación han provocado también
importantes efectos sobre los mercados de trabajo metropolitanos
y el sistema de relaciones laborales, al modificar “el lugar que el
trabajo ocupa en las sociedades salariales” (Alonso y Fernández
Rodríguez, 2012, p. 13).

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El objetivo central fue la ruptura del pacto keynesiano, que había
alcanzado su mejor expresión en las metrópolis y definía ciertas
pautas de distribución del excedente entre el capital y la fuerza de
trabajo organizada, para reescribirlas en beneficio del primero.
La estabilización o reducción de los salarios reales, la flexibiliza-
ción interna y externa del trabajo en el seno de las empresas, o el
cuestionamiento de las organizaciones sindicales y los sistemas de
negociación colectiva se situaron en el punto de mira de esa rees-
tructuración impulsada por la ideología neoliberal, alcanzando
especial intensidad en aquellas regiones metropolitanas donde la
tradicional presencia de grandes empresas, grandes fábricas y del
sector público habían favorecido en el pasado reciente una mayor
regulación.
La presión ejercida por inversores y accionistas para elevar sus
tasas de beneficio a corto plazo bajo la amenaza de la externaliza-
ción de tareas o la reducción periódica de las plantillas laborales,
junto a una creciente competencia entre territorios que facilitaba
la deslocalización, redujeron la capacidad negociadora de los tra-
bajadores. La fragmentación de los grandes centros de trabajo en
unidades más pequeñas e interconectadas colaboró en la misma
dirección. En paralelo, la influencia de la ideología neoliberal y de
los grupos de poder que la sustentan sobre la acción de numerosos
gobiernos se tradujo en reformas laborales destinadas a eliminar
supuestas rigideces de ese mercado que, según la narrativa domi-
nante, elevan los costes, limitan la capacidad de adaptación a un
entorno cambiante e inhiben las ventajas competitivas metropoli-
tanas frente a territorios con menor regulación.
Se consolidó así una estructura laboral metropolitana seg-
mentada, con disociación entre dos circuitos, yuxtapuestos pero
con limitada movilidad de trabajadores entre uno y otro. Por
una parte, un mercado de trabajo primario caracterizado por la
presencia de trabajadores con contratos estables y mejores sala-
rios, buenas condiciones de trabajo, derechos sociales y posibi-
lidad de promoción. Por otro, un mercado de trabajo secundario
dominado por la precariedad, los bajos salarios, la ausencia de
derechos y la incertidumbre, especialmente evidente en el caso
del empleo informal. Aunque en las fases recesivas del ciclo eco-
nómico los trabajadores del mercado primario pueden enfrentar-
se a períodos de desempleo o ver deterioradas sus condiciones
laborales para caer en el mercado secundario, los que se perpe-
túan dentro de este último se enfrentan a barreras que frenan su
ascenso en la pirámide laboral, rotando entre empleos precarios,
subempleo o informalidad y siendo los primeros en perder su
empleo al iniciarse una crisis. Aumentó así la distancia entre los

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
ingresos percibidos por los estratos socioprofesionales situados
en los extremos de la escala, aunque esa tendencia fue a menu-
do compatible con el mayor crecimiento del volumen de empleo
en los estratos sociolaborales de rango intermedio. Pero lo que
sí parece incuestionable es que todo este conjunto de procesos
acentuó la polarización social y, al ubicarse los diversos grupos
sociolaborales en distintos ámbitos del territorio metropolitano,
fue uno de los motores de los procesos de gentrificación, frag-
mentación espacial e intensificación de los contrastes entre me-
trópolis y en el interior de estas.

La gestión empresarialista de la metrópolis neoliberal

En el ámbito de la gestión metropolitana, el progresivo some-


timiento del Estado en sus diversos niveles de gobierno a una
función subsidiaria de soporte y estímulo al capital privado tuvo
como principal manifestación la prirización de los objetivos
económicos, en lo que Harvey (2007) caracterizó como empre-
sarialismo urbano. Supuso la sustitución de formas gerenciales
de gestión dedicadas sobre todo a administrar recursos y pres-
tar servicios básicos a los ciudadanos, por una nueva forma de
actuación que pretende trasladar los objetivos y métodos de la
gestión empresarial al gobierno de las ciudades, situando la com-
petitividad y el crecimiento en el centro de la acción realizada por
los gobiernos locales, en tanto otros posibles criterios como los
de cohesión o sostenibilidad quedan supeditados al logro de esa
mayor eficiencia económica. El empresarialismo también preten-
dió justificar un progresivo trasvase de bienes y servicios públi-
cos hacia el sector privado, ante la supuesta mayor racionalidad
de una gestión basada en la lógica del mercado, mientras ignora
la frecuente existencia de situaciones oligopólicas que no asegu-
ran una mayor racionalidad en el uso de los recursos, menores
costes o unos criterios de equidad aceptables.
Para la aplicación de tales criterios se generalizaron formas de
gobernanza basadas en una reorientación de las funciones ejercidas
por los gobiernos locales, convertidos ahora en promotores, catali-
zadores, coordinadores y facilitadores dentro de redes constituidas
por actores privados múltiples, tanto públicos como privados, con
objetivos a menudo contrapuestos pero implicados en formas de
acción colectivas. La generalización de esta forma de gestión a lo
largo del período planteó un debate sobre sus potencialidades y
riesgos que está lejos de quedar resuelta, pero sirve como referen-
cia para valorar lo ocurrido en las diferentes metrópolis.

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Para sus defensores, la progresiva sustitución del gobierno por la
gobernanza ofrece la posibilidad de aumentar la participación social
en el debate y la toma de decisiones sobre las políticas urbanas, al
tiempo que la interacción y concertación entre múltiples institucio-
nes que establecen relaciones horizontales permite acumular recursos
(financieros, de conocimiento, etc.) y dota de mayor legitimidad a las
decisiones colectivas que puedan derivarse. Puede suponer formas de
negociar el conflicto inherente a sociedades complejas como las me-
tropolitanas, con una multiplicidad de intereses y grupos que coexis-
ten en su interior, construir de forma compartida el interés general y
favorecer un mayor control de la acción de gobierno, lo que equival-
dría a avanzar hacia formas de democracia más participativa (Pascual
y Godás, 2010).
Para sus críticos, en cambio, esa participación es a menudo más
formal que real, pues la presencia de relaciones de poder desequi-
librada a favor de determinados actores puede favorecer la existen-
cia de coaliciones locales hegemónicas capaces de hacer primar sus
intereses al margen de los de la mayoría, lo que provocará un défi-
cit democrático (Swyngedouw, 2005). La ampliación en el número
de actores locales implicados puede suponer, en la práctica, el tras-
vase de poder hacia determinadas élites locales, en detrimento de
los representantes políticos democráticamente elegidos y de aque-
llos sectores sociales con menor influencia u organización (Pike,
Rodríguez-Pose y Tomaney, 2011). En ese sentido, los críticos con
los procesos de descentralización del Estado consideraron que la
narrativa sobre las virtudes de la gobernanza favoreció en la prác-
tica la aplicación de una agenda neoliberal, al debilitar y atomizar
el poder político para otorgar mayor capacidad negociadora a los
actores privados (Fernández, Vigil y Amin, 2008).
Si el empresarialismo definió los objetivos dominantes y la go-
bernanza fue la forma habitual de gestionarlos, sus efectos fueron
múltiples. Por un lado, la primacía dada al mercado eliminó formas
de planeamiento y ordenación territorial consideradas demasiado
restrictivas para los cambiantes intereses del capital, sustituidas
por otras más flexibles en las que el proyecto se convirtió en fór-
mula habitual. Se difundieron, en cambio, los planes estratégicos,
que buscaban identificar objetivos prioritarios para orientar el de-
sarrollo urbano, aunque la repetición de metodologías de trabajo
e inventarios de acciones muy similares los convirtió a menudo en
simple coartada que justificaba estrategias de city-marketing que
apostaban por invertir en grandes infraestructuras, megaproyec-
tos y eventos internacionales para mejorar su posicionamiento in-
ternacional. Finalmente, la frecuente ausencia o debilidad de las
instituciones de ámbito metropolitano capaces de afrontar proble-

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
mas y retos comunes al conjunto de la aglomeración hizo primar
la competencia sobre la colaboración entre las diversas entidades
administrativas que las integran, con las duplicidades e ineficien-
cias derivadas.

La nueva organización territorial metropolitana

Aunque los marcos regulatorios estatales y las heterogéneas expec-


tativas de retorno rápido de la inversión según metrópolis explican
la desigual intensidad de estos procesos, su influencia sobre la ma-
terialización de una nueva morfología metropolitana parece fuera
de toda duda. Sin detallar los rasgos de esta ciudad que Abramo
(2012) calificó de com-fusa, por la combinación que a menudo en-
cierra de modelos de ciudad compacta y difusa, pueden recordarse
unos cuantos componentes de esa metamorfosis y las estrategias
que la hicieron posible. Las tendencias a la fragmentación socioes-
pacial, la estandarización de procesos y formas, la expansión de los
límites o la marginación de determinados grupos y áreas pueden
resumir lo esencial del período.
En primer lugar, los agentes inmobiliarios privados orientaron
su actividad hacia la demanda solvente, lo que significó primar la
oferta destinada a grupos sociales, empresas y espacios de la aglo-
meración determinados mientras se ignoraba al resto. Si la propia
heterogeneidad interna de cualquier espacio metropolitano favo-
reció tradicionalmente un crecimiento marcado por fuertes con-
trastes entre los espacios centrales y periféricos, o entre los dife-
rentes sectores de la aglomeración, las crecientes diferencias en el
precio del suelo y el efecto de atracción o expulsión ejercido sobre
su entorno por determinadas operaciones inmobiliarias de gran
dimensión acentuaron los procesos de fragmentación socioespa-
cial hasta niveles extremos.
Esto supuso, por ejemplo, la revalorización de ciertas áreas cen-
trales de las metrópolis, dotadas de capital simbólico, y atractivas
para determinados grupos profesionales y empresas, frente a la
obsolescencia y el deterioro de otros espacios contiguos afectados
por diferentes formas de marginación. Los megaproyectos dirigi-
dos a renovar antiguos espacios industriales, portuarios o ferro-
viarios para promover centros corporativos destinados a atender
la demanda de oficinas de alto nivel por parte de firmas transna-
cionales, entidades financieras, etc., o para albergar grandes iconos
culturales avalados por arquitectos de prestigio, fueron uno de sus
exponentes más visibles. También la proliferación de urbanizacio-
nes de alta calidad, a menudo cerradas, en los sectores suburbanos

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 55 revista de ciencias sociales, segunda época
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más valorados o mejor comunicados, próximas pero ajenas a la
construcción de barriadas populares en su entorno. El resultado
fue una organización espacial “caracterizada por la heterogenei-
dad, la fragmentación de estructuras y funciones y por un patrón
espacial más parecido a un patchwork que a un modelo claramente
ordenado” (Borsdorf, 2005, p. 22) ante la ausencia de normativa e
instituciones de ámbito metropolitano responsables de su elabora-
ción y ejecución.
En segundo lugar, la búsqueda de nuevas áreas que incorpo-
rar al negocio de la ciudad y el propio crecimiento por inmigra-
ción aceleraron una expansión metropolitana carente de un plan
preestablecido, lo que favoreció la multiplicación de actuaciones
dispersas. Se rompió así la continuidad entre segmentos de la
aglomeración que –aunque integrados en una misma cuenda de
empleo– enfrentaron crecientes problemas de conectividad global
y unos costes económicos, sociales y ambientales derivados de la
movilidad diaria forzada, difícilmente sostenibles. Pese al carácter
aparentemente caótico de la forma metropolitana resultante, una
tendencia que también parece haberse consolidado fue la apari-
ción de subcentros de actividad, a menudo en nodos de transporte
o enclaves preexistentes, donde se concentran actividades empre-
sariales diversas (de oficinas y centros comerciales, o áreas indus-
triales y logísticas, hasta centros de servicios asistenciales, educa-
tivos, de ocio, etc.). Eso consolidó cierto policentrismo, revalorizó
los espacios residenciales próximos y generó nuevas geometrías
en los flujos de movilidad diarios, reduciendo la dependencia de
los espacios centrales, particularmente en las áreas con mejores
equipamientos.
En tercer lugar, la reiteración de los mismos actores y de simi-
lares procesos de producción del espacio favoreció una creciente
estandarización de los paisajes resultantes. Tanto los centros de
negocios como los espacios de consumo y ocio, los espacios pro-
ductivos y las áreas de vivienda reprodujeron a menudo rasgos
bastante similares que erosionan la identidad urbana. Aunque
los ejemplos son numerosos, probablemente las grandes urbani-
zaciones de viviendas suburbanas para clases medias y, en algu-
nos casos, de viviendas sociales que responden a macroproyectos
unitarios son el mejor exponente del proceso de urbanalización
denunciado por Muñoz (2008).
Un último aspecto a señalar fue la expansión de una periferia
que acoge a aquellos segmentos de las sociedades metropolitanas
que sobreviven en buena medida al margen de los circuitos forma-
les de actividad y de acceso a la vivienda, poniendo en evidencia “la
coexistencia, a veces conflictiva, de múltiples ciudades en el territo-

revista de ciencias sociales, segunda época


Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68 56 Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
rio de una metrópolis” (Cariola y Lacabana, 2005, p. 174). Aunque
en ocasiones esta demanda insolvente para los agentes privados y
no atendida por los públicos encuentra refugio en enclaves centra-
les de las megaciudades sometidos a procesos de deterioro físico
y social, tiene sin duda su mayor presencia en los márgenes exter-
nos de estas. Es allí donde surge “una ciudad fuera de la ciudad,
desprovista de las infraestructuras, equipamientos y servicios que
caracterizan el fenómeno urbano” (Rolnik, 2009, p. 46), exponente
de las fuertes asimetrías inherentes a la metrópolis neoliberal, la
coexistencia de procesos de inserción y exclusión, o las evidentes
limitaciones de los mercados formalizados para integrar a una par-
te de los ciudadanos.

Consecuencias metropolitanas de la crisis:


una interpretación desde la periferia europea
La lógica de funcionamiento del sistema capitalista es proclive a la
aparición de crisis cíclicas que resultan del agotamiento de un mo-
delo de acumulación y suponen momentos de ruptura que desenca-
denan múltiples transformaciones, incluidas algunas de índole te-
rritorial. Es bien conocido que 2008 estalló la que por el momento
es la última y más grave de esas crisis, con origen en los excesos de
un proceso de financiarización ampliamente desregulado en res-
puesta a la hegemonía del neoliberalismo, que en algunos países
alimentó una burbuja especulativa en el sector inmobiliario hasta
que los procesos de endeudamiento masivo y acumulación de ries-
gos provocaron la implosión del sistema. Pero la formación de esas
burbujas de activos no puede disociarse de los crecientes desequili-
brios comerciales propiciados por la nueva división internacional
del trabajo, ni de la existencia de graves problemas energéticos,
alimentarios y de sostenibilidad. Esto permite hablar de una crisis
sistémica, tanto porque refleja los crecientes desequilibrios provo-
cados por un hipercapitalismo global progresivamente ingoberna-
ble, como por desbordar el ámbito estrictamente económico para
mostrar implicaciones sociales, políticas o geográficas (French,
Leyshon y Thrift, 2009).
Aunque el impacto de la crisis económica resultó desigual y en
bastantes casos las tasas de crecimiento desde 2010 volvieron a ser
positivas, las raíces que desencadenaron el proceso siguen firme-
mente asentadas, lo que provoca notorias incertidumbres sobre la
evolución del sistema mundial en el próximo futuro. Son ahora los
países de la Unión Europea –en especial los de su periferia– quie-
nes padecen con mayor intensidad los costes de esa crisis, acentua-

Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle


Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 57 revista de ciencias sociales, segunda época
Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68
da desde 2010 por la imposición de viejas recetas neoliberales de
austeridad fiscal que, pretendidamente justificadas por el aumento
del déficit público derivado de la caída de ingresos y los rescates
financieros, han agravado la recesión, deteriorado los niveles de
bienestar y acentuado las desigualdades.
Las grandes ciudades y aglomeraciones metropolitanas fue-
ron, en buena medida, los lugares donde se gestó la crisis por su
carácter de principales centros financieros y por la urbanización
masiva que padecieron muchas de ellas. Pero son también el mejor
exponente de sus impactos, muy diferentes a escala inter e intraur-
bana, lo que confirma la existencia de múltiples geografías locales
de una crisis de dimensión global como esta (Martin, 2011). Con
esa perspectiva multiescalar, donde procesos estructurales y acción
del Estado, junto a recursos y estrategias locales de respuesta inte-
raccionan para explicar las tendencias comunes y las trayectorias
específicas de las metrópolis, puede justificarse la atención que
ahora se presta a una serie de temáticas de investigación emergen-
tes, limitadas a aquellas mejor integradas en el argumento desarro-
llado en páginas anteriores.

El final del ciclo inmobiliario: paisajes después de la batalla

Tras un período prolongado de crecimiento, que transformó en


buena medida su fisonomía, algunas metrópolis se enfrentan
en los últimos años al final de un ciclo inmobiliario que algu-
nos imaginaron inagotable pero que, una vez más, ha puesto en
evidencia sus límites. Por un lado, el incremento de los activos
inmobiliarios se acompañó por otro similar de los pasivos hipo-
tecarios hasta alcanzar niveles de endeudamiento difícilmente
sustentables a medio plazo. Por otro lado, la necesidad de am-
pliar la demanda solvente, tanto para las viviendas como para los
inmuebles empresariales, obligó a multiplicar las operaciones de
riesgo, compensadas con rendimientos también más elevados y
un proceso de titulización de la deuda que pretendía dispersar
ese riesgo a costa de hacerlo sistémico. La maquinaria se mantu-
vo a pleno rendimiento hasta que el aumento de las tasas de in-
terés y los impagos, junto a un elevado stock de inmuebles vacíos
y sobrevalorados, puso fin al proceso, de forma más abrupta allí
donde mayor fue el volumen de excesos cometidos.
El final del ciclo inmobiliario, asociado a la retracción del cré-
dito que servía de combustible, se traduce ahora en una serie de
impactos que aquí pretenden englobarse bajo la metáfora de los
paisajes después de la batalla que da título a la novela de Goytiso-

revista de ciencias sociales, segunda época


Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68 58 Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
lo sobre la compleja y a menudo contradictoria transformación
de una ciudad imaginaria. Centrando la atención en aquellos
aspectos más vinculados a la producción del espacio urbano en
la fase anterior y los cambios que han tenido lugar, pueden des-
tacarse algunos de especial significación para comprender que
no se asiste a un simple fenómeno coyuntural de moderación
del crecimiento, sino a la revisión de ciertas lógicas de funciona-
miento y construcción del espacio metropolitano, con una mo-
dificación paralela de las estrategias seguidas por los principales
actores implicados.
El primer efecto a considerar fue la quiebra de algunas em-
presas inmobiliarias incapaces de hacer frente a sus deudas con
las entidades de crédito y la paralización de la demanda, con la
consiguiente destrucción de empleo directo y en las industrias
vinculadas. En paralelo, tuvo lugar un masivo desplazamiento de
inversiones desde las metrópolis en que las plusvalías se reducen
y en dirección a nuevos territorios emergentes donde reproducir
un ciclo de crecimiento similar. Si Harvey (2012, p. 334) señala
que “el boom en la construcción de viviendas en un país se equili-
bra con el crash en otros”, la afirmación puede ampliarse para in-
cluir también la construcción de torres de oficinas e identificar a
las grandes metrópolis como principales emisoras y receptoras de
esos flujos de capital. Solo en fases posteriores se empieza a obser-
var el regreso a algunas metrópolis de ciertos fondos de inversión,
no interesados ya en promover nuevas construcciones en mercados
saturados y con escasa liquidez sino en adquirir carteras inmobi-
liarias devaluadas, a la espera de que se reproduzca un nuevo ciclo
que las revalorice.
Al margen de tales estrategias especulativas, otro efecto asocia-
do al final de un ciclo inmobiliario es la desvalorización generali-
zada del parque de viviendas, paralela a una caída en los precios de
arrendamiento y grado de ocupación de oficinas, naves logísticas
e industriales. Muchos compradores de rentas medias o bajas se
ven así inmersos en un círculo vicioso, atrapados por unas deudas
hipotecarias contraídas por valores muy superiores a los que hoy
podrían obtener en el mercado, por lo que la reducción de ingresos
pueden generar el desahucio por impago a favor de las entidades
acreedoras. Tanto la depreciación como las ejecuciones hipotecarias
no tienen una distribución espacial aleatoria y afectan, sobre todo, a
aquellos sectores metropolitanos donde residen los grupos sociales
que pagan ahora con su exclusión el mayor coste de la crisis.
Una última consecuencia, que es también la que genera mayor
impacto visual, está representada por las grandes urbanizaciones
suburbanas o periurbanas sin terminar que quedaron paraliza-

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Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 59 revista de ciencias sociales, segunda época
Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68
das por la quiebra de las empresas constructoras, su huida hacia
otros entornos urbanos aún por explotar, o la ausencia de nuevos
compradores. A ellas se unen las urbanizaciones ya acabadas, con
infraestructuras que se deterioran con el paso del tiempo y escasos
residentes, que padecen la práctica ausencia de comercios, servicios
y equipamientos ante la falta del suficiente número de usuarios o
consumidores, quedando varados en medio de amplios espacios
urbanizados pero vacíos, como rehenes de un proceso urbanizador
ahora detenido.

Vulnerabilidad sociolaboral
y contrastes intrametropolitanos

Un segundo ámbito donde el efecto de la crisis se hace muy eviden-


te es el referido al deterioro de las condiciones laborales de muchos
trabajadores y el consiguiente incremento de las asimetrías socia-
les, que intensifican tendencias ya ampliamente analizadas en la
literatura sobre la ciudad neoliberal (Hackworth, 2006; Theodore,
Peck y Brenner, 2009). Las crisis capitalistas conducen siempre a
una destrucción de capacidad productiva y empleo, elevando con
rapidez el número de quienes se convierten en trabajadores des-
echables, sometidos a esa flexibilidad tan demandada por la ideo-
logía neoliberal, que facilita sobre todo la expulsión del puesto de
trabajo en períodos de estancamiento o recesión. La reducción en
el volumen anual de contratos firmados y el fuerte aumento de las
tasas de paro son, por tanto, indicadores fundamentales de la si-
tuación que padecen algunas economías metropolitanas. Pero la
presión a la baja que este exceso de oferta laboral ejerce sobre la
capacidad de negociación de los trabajadores también propicia un
deterioro general en la calidad del empleo, con aumento de la in-
formalidad y retroceso de los salarios reales.
La consolidación de estas tendencias provoca también transfor-
maciones en la pirámide social metropolitana, que limitaremos a
dos muy evidentes. En primer lugar, el debilitamiento de las rentas
del trabajo frente a las del capital y la creciente segmentación la-
boral acentúa la polarización social ya visible en el período prece-
dente. Al mismo tiempo, se incrementa el número de nuevos pobres
para incluir ahora a grupos de población afectados por la pérdida
de empleo o por su solo acceso a contratos basura, vigentes por cor-
tos períodos de tiempo, mal pagados y sin derechos. Pero si resulta
bien conocido que el riesgo de padecer esta situación se distribuye
de forma muy desigual según sectores sociales y afecta sobre todo
a los llamados grupos de riesgo (inmigrantes, jóvenes sin cualifica-

revista de ciencias sociales, segunda época


Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68 60 Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
ción, desempleados de larga duración, mujeres, etc.), otro tanto
ocurre con su distribución en el interior de cada aglomeración, lo
que ha revalorizado la capacidad explicativa del concepto de vulne-
rabilidad urbana.
Puede considerarse vulnerable a aquella persona, grupo, em-
presa o territorio con alta probabilidad de verse afectado por algún
daño significativo en función de dos tipos de razones que a me-
nudo se complementan. En primer lugar, una elevada exposición
a riesgos que escapan a su control. Al mismo tiempo, su indefen-
sión y escasa capacidad de respuesta por debilidades propias que
se acentúan de no existir apoyo externo. Causas externas e internas
suman, por tanto, sus efectos y provocan que todas las crisis ca-
pitalistas tiendan a acentuar los procesos de desarrollo desigual.
El concepto de vulnerabilidad urbana es relativo, pues toda ciu-
dad será en cierta medida vulnerable pero en distinto grado. Es
dinámico, porque aumenta o disminuye en función de decisiones
y acciones sucesivas que se acumulan en su trayectoria histórica.
Es también una construcción social, por lo que ideologías como
la neoliberal, que erosiona los mecanismos de solidaridad y busca
reducir la acción pública en materia de protección, la aumentan y
lo mismo ocurrirá con aquellos modelos de crecimiento excesiva-
mente especializados en lo económico, polarizados en lo social e
insostenibles en lo ambiental. Cabe, pues, deducir que la diferente
gravedad de la crisis entre las diversas áreas urbanas es resultado
de ciertas características que aumentan su capacidad de resistencia
o, por el contrario, la debilitan (Perló, 2011; Méndez, 2013).
Un primer factor de riesgo será el grado de financiarización de
la economía local, reflejado en la elevada dependencia respecto a
las estrategias de un capital migrante especializado en obtener rá-
pidas plusvalías mediante operaciones de inversión y desinversión
a corto plazo, así como en un elevado nivel de endeudamiento pri-
vado o público, pues ambas situaciones provocan efectos negativos
al elevarse las tasas de interés o restringirse el crédito. La exposi-
ción al riesgo también se relaciona con una estructura económica
desequilibrada, especializada en sectores de baja productividad y
muy sensibles al ciclo económico. Hace ahora cuatro décadas, el
agotamiento del modelo de producción fordista generó graves im-
pactos en ciudades mineras, industriales y portuarias que se en-
frentaron a la reconversión de su base productiva. Por el contrario,
la crisis actual tuvo un reflejo inmediato en los principales centros
financieros, en ciudades con una base industrial obsoleta y, sobre
todo, en aquellas que fueron exponente de la burbuja inmobiliaria.
En sentido contrario suele valorarse el efecto de protección que
suponen una estructura económica diversificada y un importante

Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle


Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 61 revista de ciencias sociales, segunda época
Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68
volumen de empresas innovadoras e intensivas en conocimiento,
aunque la imposición de respuestas neoliberales a la crisis pone en
cuestión esa relación.
Pero la vulnerabilidad metropolitana también aumenta por la
acumulación de debilidades internas. Los déficits de capital físico
en forma de infraestructuras, equipamientos y servicios de calidad,
de capital humano en forma de trabajadores cualificados con em-
pleo estable y de capital social reflejado en estrategias de coopera-
ción entre actores locales se encuentran entre los más significativos.
En el interior de las aglomeraciones metropolitanas eso también se
traduce en una mayor vulnerabilidad potencial de aquellas áreas
donde se concentran los grupos sociales de menores ingresos, for-
mación y estabilidad en el empleo. Finalmente, la escasez de recur-
sos financieros disponibles por los gobiernos locales, una gestión
ineficiente o cierta esclerosis institucional que frene la innovación
social o económica pueden ser otras debilidades a considerar.

Respuestas neoliberales a la crisis y nuevos


movimientos sociales urbanos

Pese a la responsabilidad directa de la desregulación financiera


en el origen de la actual crisis y los escasos éxitos que la impo-
sición de la agenda neoliberal trajo consigo para la superación
de otras precedentes en países latinoamericanos o asiáticos, esto
no ha supuesto una disminución de su influencia. Como señala
Aalbers (2013, p. 1083), la ideología neoliberal puede haber fra-
casado, pero su práctica sigue siendo hegemónica y las relaciones
de poder que la sostienen se han afianzado, evitando cuestionar
la intervención pública en los rescates financieros mientras pre-
siona para imponer a los ciudadanos recortes en sus derechos y
niveles de bienestar mediante políticas de ajuste fiscal, nuevas
privatizaciones y una mayor desregulación laboral. Se pone así en
marcha una espiral recesiva –que ahora tiene su mejor exponente
en la periferia de la Eurozona– que en su ataque a los bienes pú-
blicos reduce servicios y empleos, inversión en infraestructuras,
promoción económica o I+D+i, así como gasto en prestaciones
sociales, lo que deteriora la calidad de vida de la mayoría y acen-
túa múltiples desigualdades.
Todas las metrópolis de estos países reciben los impactos deriva-
dos de tales políticas, pero sus consecuencias no afectan por igual a
los diferentes sectores de la aglomeración o barrios de las grandes
ciudades. Así, mientras la destrucción de empleos en educación,
sanidad, servicios sociales o administración pública –también en

revista de ciencias sociales, segunda época


Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68 62 Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis
actividades intensivas en conocimiento y con elevada presencia o
apoyo estatal como las industrias culturales o la I+D– afecta aho-
ra a sectores donde residen profesionales integrados en las clases
medias, la reducción de prestaciones sociales incide negativamente
sobre la población más vulnerable y hace sentir la progresiva au-
sencia del Estado también en las periferias metropolitanas.
La injusta distribución de los costes de la crisis, que la políti-
ca de austeridad acentúa, ha revitalizado los movimientos sociales
urbanos. Estos no suponen ninguna novedad en la historia con-
temporánea de las metrópolis, con múltiples formas de moviliza-
ción social que orientaron sus reivindicaciones a mejorar el acceso
a la vivienda, los servicios básicos o la calidad del espacio público,
además de oponerse a las políticas de ajuste estructural, defender
los derechos de grupos excluidos o demandar mayor participación
en la política local (Zibechi, 2008). Pero surgen ahora otros movi-
mientos con algunos rasgos específicos, ya analizados para algu-
nas movilizaciones posteriores a la crisis de 2001 en la Argentina
(Svampa, 2008) y que ahora se investigan en otras metrópolis. Su
relativa novedad afecta sobre todo a su composición, organización,
tipos de acciones realizadas o uso del espacio urbano.
Sobre los integrantes de estos movimientos, lo característico
es su heterogeneidad, pues junto a clases populares y desemplea-
dos existe una destacada presencia de clases medias afectadas por
los recortes, con objetivos heterogéneos más allá de su rechazo a
la situación y las políticas actuales. Suelen mantener un compro-
miso intermitente, sin una militancia formalizada, y en bastantes
casos afirman su autonomía respecto a los partidos, optando por
formas de organización asamblearias y poco jerárquicas. Eso favo-
rece cierta fragmentación y a menudo dificulta traducir las delibe-
raciones y debates en propuestas consensuadas o en un proyecto
político definido.
Uno de los aspectos más novedosos de estos movimientos es su
identificación con lo que Rheingold (2002) calificó como multitu-
des inteligentes, grupos que desarrollan culturas de pertenencia en
red (Cardoso y Jacobetty, 2013) y que utilizan las potencialidades
de las redes sociales y las infraestructuras digitales para la movili-
zación y para mantener una elevada conectividad. Pero la conexión
on-line sirve solo como soporte para materializar acciones en espa-
cios urbanos off-line. En primer lugar, ocupando espacios públicos
como grandes plazas para manifestar la protesta, a veces incluso
mediante su ocupación temporal, convertida en símbolo de estos
movimientos de indignados. En algunos casos esto coexiste con
otras formas de uso del espacio urbano menos conocidas, como la
organización de asambleas barriales o las acciones dispersas para

Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle


Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 63 revista de ciencias sociales, segunda época
Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68
resistir desahucios u ocupar inmuebles vacíos con fines sociales o
culturales, lo que supone cierta reconquista del espacio público ur-
bano para ampliar los ámbitos de ciudadanía.
No tiene sentido pretender conclusiones para un texto que ha
buscado tan solo interpretar algunos de los procesos que subya-
cen a las dinámicas metropolitanas recientes y plantear líneas de
investigación capaces de anclar esas interpretaciones en eviden-
cias empíricas de suficiente solidez. Pero sí puede insistirse en la
necesidad de una perspectiva multiescalar que combine los efec-
tos derivados de los procesos estructurales que marcan la evolu-
ción del sistema, con la variada acción ejercida por el Estado según
circunstancias de lugar y tiempo, junto a las específicas respuestas
locales derivadas de la trayectoria seguida por cada metrópoli y de
las estrategias que aplican sus actores locales. Desde esa perspec-
tiva, la globalización neoliberal provocó una metamorfosis metro-
politana ya bien conocida, pero los crecientes desajustes provoca-
dos por un modelo que acelera la sucesión de crisis y agrava sus
efectos –siempre desigualmente repartidos– generan la aparición
de nuevas realidades y problemas necesitados también de nuevas
investigaciones. Los estudios urbanos no pueden permanecer aje-
nos a una demanda de respuestas presente en muchas institucio-
nes públicas, pero también en una ciudadanía progresivamente
descontenta y movilizada, por lo que la capacidad de aunar rigor
científico con relevancia social sigue siendo un reto para una in-
vestigación que pueda contribuir en la búsqueda de soluciones
más inclusivas y sostenibles para el futuro de nuestras metrópolis.

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Theodore, N., J. Peck y N. Brenner (2009), “Urbanismo neoliberal: la ciu-
dad y el imperio de los mercados”, Temas Sociales, Nº 66, pp. 1-11.
Zibechi, R. (2008), Territorios en resistencia. Cartografía política de las peri-
ferias urbanas latinoamericanas, Buenos Aires, Lavaca.

(Recibido el 5 de marzo de 2014.)


(Evaluado el 26 de marzo de 2014.)

Autor
Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle ✥s ♦✁t♦r ✥♥ ✂✥♦❣r❛fía por la Universidad Complutense de Ma-
drid y profesor de investigación en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Supe-
rior de Investigaciones Científicas de España. Ha centrado sus investigaciones en geografía económica,
estudios urbanos y desarrollo territorial.

Publicaciones recientes:
—— (2013), “Crisis económica, vulnerabilidad urbana y desempleo en España”, Ciudad y Territorio Estu-
dios Territoriales, vol. XLV, Nº 178, pp. 649-667.
—— (2013), Las escalas de la crisis. Ciudades y desempleo en España, Madrid, Fundación 1º de Mayo.
—— (2013), “Estrategias de desarrollo territorial para tiempos de crisis. Una interpretación desde la perife-
ria europea”, Desenvolvimento Regional em Debate, Universidade do Contestado, vol. 3, Nº 2, pp. 4-26.
—— (2013), “Economía del conocimiento y nuevos contrastes territoriales en España: una perspectiva
multiescalar”, Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, Nº 63, pp. 7-32.
—— (2014), “Creative economy and employment quality in large urban areas in Spain”, Urban Geography.
Versión electronica: <http://dx.doi.org/10.1080/02723638.2013.876145> (con S. Sánchez Moral y
A. Arellano).

Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle


Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis 67 revista de ciencias sociales, segunda época
Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68
Cómo citar este artículo

Méndez Gutiérrez del Valle, Ricardo, “Metrópolis en la globalización


neoliberal e impacto de su crisis”, Revista de Ciencias Sociales, segunda
época, año 6, Nº 25, Bernal, Editorial de la Universidad Nacional de Quil-
mes, otoño de 2014, pp. 45-67, edición digital, <http://www.unq.edu.ar/
catalogo/330-revista-de-ciencias-sociales-n-25.php>.

revista de ciencias sociales, segunda época


Nº 25, otoño de 2014, pp. 45-68 68 Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Metrópolis en la globalización neoliberal e impacto de su crisis

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