Tugendhat y La Honestidad Intelectual - 2014
Tugendhat y La Honestidad Intelectual - 2014
Tugendhat y La Honestidad Intelectual - 2014
Resumen
Abstract
This paper is a critical review about the Tugendhat's aproach, in regards to the
causes (justification) and motivation that we have to be intellectually honest.
Firstly, as an introduction to the problem, Tugendhat exposes Weber's, Nietzche's
and Platonic-Aristotelian tradition's thesis, whose answers he founds
unsatisfactory. Second, it deals with the figure of Socrates, who represents the
* Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia, docente de Filosofía de la Universidad Libre, miembro del
Grupo de Investigación: Filosofía, Sociedad y Educación. [email protected]
En un ensayo publicado en homenaje a Tugendhat por sus años cumplidos, David Sobrevilla muestra el
proceso de auge, declinación y renacimiento actual que ha tenido la antropología filosófica, centrado en el
pensamiento germano; la cual ya no es vista como una disciplina dependiente de otros saberes, sino que, en
palabras de Tugendhat, la antropología filosófica está llamada a ser la filosofía primera (Sobrevilla, 2006).
“No sé ni siquiera si 'honestidad intelectual' es la mejor expresión para lo que quiero dilucidar aquí”
(Tugendhat, 2007, p. 65).
En una entrevista no muy reciente manifiesta que siendo un gran problema, resulta extraño que no se le haya
prestado atención a un problema que formula de la siguiente manera: “¿cuál es la base de la honestidad
intelectual?”. Ruiz, C.-E. Ernst Tugendhat en el vértigo de la racionalidad. Aleph, , - . Recuperado de
http://www.revistaaleph.com.co/component/k /item/ -ernst-tugendhat-en-el-vertigo-de-la-
racionalidad.html.
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intelectualmente o, lo que es lo mismo, en qué radica nuestro interés en la propia
(individual o colectiva) autocomprensión o el querer-aclararse-uno-sobre-sí-
mismo. En otras palabras, qué razones puede tener alguien para querer ver su
situación tal y como es.
En este escrito sostengo como tesis que el hecho de que la honestidad intelectual no
sea entendida como algo pragmático ni como algo moral, sino como el querer evitar
la posibilidad de la ilusión, encuentra sus límites cuando se intenta explicar desde sí
mismo y cuando se pretenden romper las certezas de aquellas personas que parten
desde la fe, donde se identifican creencias con deseos.
1. Introducción al Problema
En esta parte introductoria, Tugendhat va a plantear los aspectos problemáticos de la
manera como la tradición filosófica ha entendido la honestidad intelectual. En
primer lugar, se refiere a Weber y Nietzsche; los reconoce como iniciadores, analiza
sus planteamientos y muestra los puntos que considera débiles de su
argumentación; Weber entiende la honestidad intelectual como aclaración y como
poder rendir cuentas con uno mismo, mientras que Nietzsche entiende la honestidad
intelectual como una actitud central de la filosofía, la voluntad de verdad, cuya
motivación es básicamente moral, relativa a la moral cristiana; según Nietzsche, el
interés cognoscitivo de no dejarme engañar recae en un supuesto moral: no engañar,
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esto es un dictamen de la moral, y en especial de la moral cristiana .
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(cit. en Frede, 2000, p. 68); para Tugendhat resulta poco convincente esta manera de
entender la filosofía como actividad suprema, la que se realiza por sí misma. Como
actividad humana, la dedicación del filósofo al conocimiento de la verdad no se
diferencia de otras actividades, “como, por ejemplo, bailar o pintar” (Tugendhat,
2007, p. 68), las cuales también se hacen y se pueden hacer en virtud de sí mismas,
de forma continua y agradable, sin ningún interés práctico inmediato. Entonces, es
evidente que esta tradición no nos ayuda a comprender ni a resolver el problema de
la honestidad intelectual.
Weber y Nietzsche
Antes de dirigirme a tratar los argumentos de Nietzsche, quiero señalar los aspectos
que considero problemáticos de la lectura del texto, no solo en lo que respecta a su
traducción, sino a su interpretación: 1) algo que dificulta la lectura del ensayo de
Weber es que se traduce honestidad por probidad7, expresión que se entiende como
sinónima de honradez, y no de honestidad, ya que mientras la honradez se aplica a la
7 En la traducción española, los únicos apartados donde aparece la expresión probidad intelectual son: pp. 212 y
230, y probidad: p. 230.
Por otra parte, Tugendhat considera que Nietzsche8 fue más explícito, ya que
entendió la cuestión de la honestidad intelectual como algo relativo a la verdad, al
preguntarse por el valor de la pregunta por la verdad; no se detiene en la cuestión de
la verdad y la mentira porque la considera compleja y lo saca del tema, por el
contrario, le interesa subrayar que al recaer la verdad en una cuestión de voluntad,
esto lleva a Nietzsche a sostener que la veracidad interna es un dictado de la moral,
en especial, de la moral cristiana. Este es el paso que a Tugendhat le parece poco
convincente, que la explicación de querer-aclararse-uno-sobre-sí-mismo se
desprenda de la moral (2007, p. 67).
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paradójicamente, se vale de la tesis nietzscheana para subrayar que Gosepath
desatiende lo referente a la verdad de las opiniones en las que se trata de uno mismo
(individual o colectivamente), (p. 74).
Pues bien, Nietzsche pregona que los “espíritus libres” están por venir, gracias a un
episodio decisivo que denomina “desasimiento”, que significa desapego,
desinterés, desprendimiento, el cual, en contraste con la moral cristiana, es
entendido como “un repentino horror y recelo hacia lo que amaba, un relámpago de
desprecio hacia lo que para ella significaba 'deber', un afán turbulento, arbitrario,
impetuoso como un volcán, de peregrinación, de exilio…” (1996, p. 37), que
termina siendo, fuerza y voluntad de autodeterminación, de autovaloración, en
definitiva, voluntad de poder o potencia. En su relación con la verdad, los espíritus
libres aprenden a captar que toda valoración es perspectivista; el modo de
comportarse frente a la verdad no es racionalista ni reflexivo, como conformidad de
la proposición con los hechos (objetividad y evidencia), sino como una relación
interpretativa. No existe ningún darse inmediato de la realidad al hombre, sino que
el único modo de conocer es interpretar, es decir, organizar libremente mediante una
elección libre las metáforas que son útiles para la vida. De hecho, en “Sobre la
verdad y mentira en un sentido extramoral” (1988, p. 45), Nietzscheafirma que las
Frente a los filósofos, Nietzsche tiene una mirada mitad de desconfianza y mitad
sarcástica, “no es el hecho de darnos cuenta una y otra vez de que son muy
inocentes… sino el hecho de que no se comportan con suficiente honestidad: siendo
así que todos ellos levantan un ruido grande y virtuoso tan pronto como se toca,
aunque solo sea de lejos, el problema de la veracidad” (1997, p. 26); esto significa
que los filósofos han construido sus edificios bajo la seducción de la moral, en la
medida en que el sentido de la verdad y la pureza, de la moralidad del deber de no
mentir se revelan como lo más importante, el “tú debes” obedece a una ley que está
por encima de ellos. ¿Cuál es el problema? De ser cierto que el fundamento es la
moral cristiana, la honestidad sería mera obediencia, no reflexión y, menos,
deliberación; pero lo más problemático es que no solamente estaría justificada por
la tradición, sino que la dimensión del bien sería absorbida por la moral, prescrita
por mandamientos.
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81). Lo primero es que, al parecer, Nietzsche cae en un error debido a la manera
como trata de forma indeterminada la noción de verdad, y lo segundo, que considera
que Nietzsche, por una especie de truco, salta de forma despreocupada del
mandamiento no engañar (no mentir) al mandamiento no engañarse a uno mismo.
Algo que no advirtió Nietzsche es que si bien podemos considerar la honestidad
como mandamiento moral; ello no significa necesariamente que tenga una base
cristiana, sino que proviene de una estructura antropológica9; este es tal vez uno de
los aspectos que más le interesa destacar a Tugendhat: que es resultado de una
necesidad biológica, y de ninguna manera se la puede comprender si se trata como
algo moral.
¿Cuáles son los aspectos críticos? Básicamente, que no se trata solo de una virtud
filosófica, sino que es un problema que atañe a la humanidad, en donde “existe una
tensión entre el motivo para el autoengaño o la indiferencia y el motivo para la
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clarificación de la propia situación, y esto tiene que ver con todas las opiniones que
se tienen sobre uno mismo, tanto sobre uno mismo como individuo cuanto sobre
uno mismo/nosotros mismos en los más diversos contextos sociales” (Tugendhat,
2007, p. 71). Al parecer, en lo que tiene que ver con las opiniones sobre uno mismo,
el interés por la claridad se desvanece, no basta solo con la razón dialógica ni con
saber conducir un diálogo, porque continuamos con el problema de que la
motivación más natural es perseverar en las opiniones que uno tiene sobre uno
mismo, “ya sea por confundir sus deseos con la realidad, ya sea por comodidad”
(Tugendhat, 2007, p. 71).
Antes de pasar a tematizar lo que plantea más adelante Tugendhat sobre Sócrates11,
quiero señalar que, en mi opinión, el problema de la honestidad intelectual socrática
radica en que se presuponen cuestiones que es preciso clarificar. No debemos
olvidar que Sócrates, tal y como nos lo presenta Platón en los diálogos de juventud,
es un personaje paradójico12. Resulta extremadamente difícil de saber cuál es su
noción de verdad y de veracidad, cuestión en la que probablemente reside su
encanto. En la Apología, Sócrates, además de que manifiesta con insistencia que en
los diálogos que adelanta con sus interlocutores busca establecer la verdad, en el
intento de definir una virtud, al mismo tiempo, y esto es lo que Tugendhat no trata,
parece apoyarse en una noción de veracidad que es garantía sobrenatural, cuando
afirma insistentemente que dios no puede engañarnos, que su verdad manifestada
no puede ser puesta en duda, mientras que la sabiduría humana en comparación con
ella “vale poco y nada” (Platón, 2005, 21b-c; 23a-c.). Por este motivo, Sócrates se
propone indagar el sentido de lo dicho por el oráculo, no su verdad; caso contrario a
lo que encontramos en el Critón, donde Sócrates no se refiere a ninguna señal
divina, sino que en lugar de ello insiste en que “… soy de condición de no prestar
atención a ninguna otra cosa que al razonamiento que, al reflexionar, me parece
mejor” (Platón, 2008, 46b-c.).
Pero esta noción de vida examinada parte de dos supuestos básicos: primero,
sinceridad del interlocutor (discurso del saber, no del poder); segundo, que
cualquiera puede llegar a la verdad por sí mismo. Aceptando que se logra establecer
una verdad a través del diálogo, lo que no es claro es que la persona cambia las
opiniones sobre sí mismo. Sin embargo, lo que al final se logra con estos diálogos
denominados aporéticos es convencernos de que no sabemos lo que ignoramos, y
que si bien no se llega a establecer una definición del tema en cuestión, se alcanza
una mejor comprensión de la problemática y esto no es, en realidad, algo
despreciable.
Ahora bien, teniendo en cuenta que la figura de Sócrates es central como modelo de
honestidad intelectual, modelo en cuanto a forma de vida, es que encontramos
nuevas reflexiones sobre la actitud socrática. Según Tugendhat, el motivo
fundamental de la honestidad intelectual socrática no es la búsqueda de la verdad, ni
el interés por el conocimiento como tarea infinita, sino la disposición a estar abierto
a la posibilidad de la no verdad de la propia opinión (2007, p. 77)13. En este sentido
considera la honestidad intelectual como un valor en sí mismo, algo diferente a la
actitud pragmática –la maximización del propio interés–, porque no se limita a los
propios deseos e intereses, ni tampoco lo asume como un mandamiento moral, ya
que toda moral presupone cierta idea de lo bueno, y esto es justamente lo que
desconoce Sócrates.
En otro apartado Tugendhat caracteriza dicha disposición como querer evitar la no verdad en un sistema de
opiniones propias (individual o colectivo) ya existente (2007, p. 82).
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sus conocimientos sobre el mundo, ni siquiera mejorarlos, sino básicamente lograr
aclarar las opiniones que tenía acerca de su propia situación de acción, referidas a lo
bueno –el propio bienestar–, que le parecían poco claras y unívocas, y por ello
debían ser aclaradas (2007, p. 83). En otras palabras, era la idea de lo bueno como
algo aparente lo que le causaba desconcierto, y esta actitud o disposición es la que
Tugendhat caracteriza como honestidad intelectual en sentido sustantivo. En sus
palabras, lo prototípico de la pregunta socrática ¿qué es X? no es la referencia a lo
bueno, ni presupone la búsqueda de la esencia de algo, sino que es reflexiva en un
sentido determinado: se trata de comprender la realidad (situación de acción) propia
(individual o colectiva), esto es, el cuestionamiento de las opiniones que se refieren
a dicha realidad. Termina señalando que lo más evidente es el contramotivo, ya que
al contentarnos con opiniones vagas o al ver la realidad de modo unívoco, queremos
ocultar partes de la realidad.
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aspecto importante: lo fundamental de la honestidad intelectual radica no tanto en la
disposición a preguntar por la verdad, sino en la disposición a estar abierto a la
posibilidad de la no verdad de la propia opinión, y Tugendhat manifiesta que se trata
de dos disposiciones con dinámicas distintas: la primera consiste en una disposición
relacionada con sus propias opiniones, mientras que la segunda es valorada en el ser
intersubjetivo con otros.
apostarle a una concepción y discutirla con otras, pueda ser más que una simple intuición sin justificación. Y
eso, según Tugendhat, aunque parezca decepcionante, es todo lo que podemos alcanzar en filosofía moral”
Martínez Ferro, H. (2007). Introducción a la filosofía moral de Ernst Tugendhat. Bogotá: Uniediciones-
Universidad Libre, p. 24.
En Egocentricidad y mística (2004), Tugendhat afirma que introduce el asunto de las virtudes morales porque
significan consideración para con los demás.
Esto es lo que Tugendhat entiende por honestidad intelectual en sentido amplio, virtud independiente que se
dirige a algo bueno, que es el buen desempeño de la respectiva actividad.
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honradez es efectivamente un mandamiento moral: no mentir y mantener la
promesa, no tiene ninguna raíz específicamente cristiana, sino que se sigue de una
estructura antropológica; el segundo aspecto también tiene una base antropológica.
Para una mejor comprensión de la diferencia entre la virtud social y la virtud moral
pone el siguiente ejemplo: si bien es generalmente apreciado alguien que en una
conferencia no se muestre pertinaz en sus opiniones, no vulnera ningún mandato
moral si no se comporta de este modo; lo anterior significa que no se toma como una
obligación moral, sino como una actitud en todo entendimiento e indagación por la
verdad.
En mi opinión, una de las tesis más importantes que plantea Tugendhat es que tanto
la honradez como la precisión tienen su raíz antropológica, pero no nos explica,
además de señalar lo social, cuál es esta. Al parecer, la clave está en la confiabilidad
en el discurso, lo que se dice se espera que sea verdadero; estas aserciones se
evalúan respecto a la verdad, y si eso no fuera posible, no habría aserciones.
Williams (2006, p. 130) sostiene que debemos considerar la precisión y la honradez
como virtudes de la verdad, ya que cada una de ellas, en el nivel más elemental, toma
su razón de ser del interés humano (individual o colectivo) de obtener y compartir
información verdadera.
Tugendhat precisa la cuestión a través de una pregunta: ¿Qué razón puede tener
alguien para ver su situación tal y como es? (2007, p. 88)21; como respuesta dice que,
aplicado a la propia situación –individual o colectiva–, el motivo consiste en querer
Considero que esta pregunta como aparece escrita está mal formulada, porque falta incluir el término
“querer”.
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evitar la posibilidad de la ilusión (p. 89). ¿Cómo la evitamos? Es importante que se
mantenga la conciencia de que nos encontramos en un mundo, de que tenemos
perspectivas del mundo que no es el mundo, la realidad. Al desaparecer esta
conciencia nos encontramos en una ilusión, perdiendo la conciencia o sentido de la
realidad. Por este motivo se constituye lo real en un valor, no lo consideramos uno
más, sino que queremos que todas las otras cosas consideradas valiosas e
importantes se realicen en este mundo.
Innegablemente, al igual que la religión y nuestro temor de la muerte, la mística es una de las temáticas
concretas de la antropología filosófica a la que Tugendhat dedica últimamente gran parte de sus reflexiones.
Véase: Tugendhat, E. (2000) . Las raíces antropológicas de la religión y de la mística. En Problemas. (pp.
215-228). Barcelona: Gedisa; Tugendhat, E. (2004). VI. Religión y mística. En Egocentricidad y mística. Un
estudio antropológico. (pp. 125-165). Barcelona: Gedisa; Tugendhat, E. (2008). Sobre mística. En
Antropología en vez de metafísica. (pp. 157-173). Barcelona: Gedisa.
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Referencias