Aragón (1299-1336) Alfonso IV de Aragón

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ALFONSO IV DE ARAGÓN.

(1299-1336)
Nápoles (Italia), 1299 – Barcelona, 24.I.1336.
Rey de Aragón, rey de Valencia (Alfonso II), rey de Cerdeña y conde de
Barcelona (Alfonso III).
Fue el segundo hijo varón de Jaime II de Aragón y de Blanca de Anjou y
Nápoles. En las crónicas se dice que fue amamantado por su propia
madre. La documentación habla de las numerosas enfermedades que
padeció durante su corta vida y de la enfermedad crónica que contrajo
durante su estancia en Cerdeña.
Blanca de Anjou se ocupó personalmente de dotarle de rentas desde la
infancia, adquiriendo por compra la población de Buñol en Valencia.
Cuando su hermano primogénito y heredero, Jaime, renunció a su
condición de tal en 1319 por dedicarse a la religión, Alfonso le sustituyó
como heredero recibiendo automáticamente el título de procurador
general.
Las primeras actuaciones políticas de Alfonso fueron muy prudentes, lo
que produjo gran satisfacción en su padre, según consta en las cartas
escritas por el rey a su tesorero Pere March.
El carácter bondadoso de Alfonso, su sencillez y humildad, le valdría ser
conocido como el Benigno, ya que se decía de él que tenía muy buen
corazón y que se ganaba fácilmente la voluntad de todos. Fue educado
con el Llibre dels Proverbis de Ramón Llull, donde se exalta
constantemente la humildad.
Su padre Jaime II conocía el carácter de su hijo, por eso antes de que
marchase a la conquista de Cerdeña le insistió en que nunca dejase de
actuar con justicia y en que actuara con autoridad, no dejándose
manejar, pues de lo contrario sería menospreciado.
También le sugirió que no hiciese donaciones de castillos, villas, ni
rentas reales, sino que repartiera tierras yermas y que mandase a
Cataluña todo aquello que pudiera obtener de la isla de Cerdeña. Le
aconsejó que no entrara en guerra sin manifestárselo antes a él.
En lo referente a Federico de Sicilia, le sugirió que actuase de tal
manera que le muestre que le honra y respeta, pero sin dar a entender a
la Iglesia, ni a Roberto de Nápoles, que se pone de parte del rey de
Sicilia, ya que esto podría tener graves consecuencias para la Corona
de Aragón.

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En 1314, antes de ser el heredero del Trono, contrajo matrimonio con
Teresa de Entenza en la catedral de Lérida, dama que al poco tiempo
heredaba el condado de Urgell y vizcondado de Áger.

Este enlace fue fruto del compromiso pactado entre Jaime II y Armengol
X de Urgell, quien en ausencia de sucesión directa, dejaría a su muerte
el condado a su sobrina-nieta Teresa de Entenza, la cual debía contraer
nupcias con el infante Alfonso. De esta manera y previo pago de cien mil
sueldos jaqueses, dicho condado pasaría a la corona. Teresa se ganó el
aprecio de Jaime II y de su cuarta esposa, Elisenda de Moncada.

Jaime II encomendó a su hijo y heredero Alfonso el mando del ejército


para conquistar Cerdeña. En 1323, Alfonso y su esposa Teresa de
Entenza partieron en la escuadra que transportaba el ejército de
conquista, a la vez que tenía que impedir que pisanos y genoveses
pudiesen llevar refuerzos a la isla. El cronista florentino Giovanni Villani
calcula que irían en la armada setenta galeras y el total debía ser unas
doscientas velas. Mientras que Muntaner estima en ochenta las galeras
expedicionarias.

Un viento contrario obligó a la escuadra a entrar en Mahón al quinto día


de viaje. Alfonso el Benigno en este puerto se enteró que Pedro de Villa
y el juez Hugo de Arborea habían iniciado la guerra contra los pisanos
en Cerdeña, adueñándose de la isla, excepto de Cagliari.

El 24 de junio de 1323, los príncipes herederos desembarcaron en la


isla. Allí acudió a prestarle homenaje Arborea, jurando fidelidad al rey,
Jaime II, y a él como su sucesor. Este homenaje se debió a la habilidad
de su padre, el rey Jaime II, que había dado a Hugo de Arborea plenos
poderes para conceder feudos y compensaciones a las personas que se
hallasen dispuestos a reconocer el dominio catalano-aragonés en la isla
y seguir el partido del juez Hugo de Arborea, cooperando con él en la
conquista del reino de Cerdeña.

Alfonso puso sitio a la Villa de Iglesias, que se rindió a principios de


febrero de 1324. Durante este asedio y rendición de la Villa de Iglesias,
muchos de los soldados del infante sufrieron paludismo y a la vez se
desató una epidemia de peste. Zurita narra estos hechos resaltando que
“a consecuencia de la pestilencia del aire y lo infecto de las aguas,
apareció el contagio, de modo que apenas había quien enterrase a los
cadáveres”.
A continuación, el infante se dirigió a Cagliari, que era clave en la isla
por su puerto y a la que los pisanos querían enviar ayuda. Mientras, la
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flota catalano-aragonesa, se aseguraba la posesión de fortalezas
enemigas para que pudieran ser puntos de apoyo para un desembarco
pisano.

Llegó la flota de Pisa y optaron por el combate en campo abierto. La


batalla tuvo lugar el 29 de febrero de 1324. El infante don Alfonso obtuvo
una brillante victoria terrestre en Lucocisterna, mientras que el almirante
Carrós venció a los pisanos por mar.

Esta doble victoria proporcionó el dominio total de Cerdeña aunque


Pisa, después de firmar la paz y renunciar a sus posesiones en la isla,
conservó como feudo el castillo de Cagliari. En la batalla Alfonso afianzó
su reputación ante el ejército, su padre y toda la casa real de Aragón.

La conquista de Cagliari con los refuerzos navales llegados desde la


Península permitieron a la escuadra catalano-valenciana-mallorquina
arruinar un punto vital del comercio de Pisa.

Alfonso demostró un gran valor que es recogido en las crónicas de


Muntaner y de Pedro el Ceremonioso y nombró gobernador de la isla a
Felipe de Saluces. Teresa de Entenza no llegó a ser reina, ya que murió
poco antes que su suegro, quien falleció el 2 de noviembre de 1327.

Alfonso IV el Benigno fue coronado solemnemente en Zaragoza el


domingo de Pascua de 1328. La ceremonia y las fiestas que siguieron
son narradas con todo detalle por Muntaner. En cuanto ciñó la corona
real se iniciaron las negociaciones para contraer un nuevo matrimonio
con Leonor de Castilla, la infanta devuelta a su reino de origen ocho
años antes, cuando se deshizo su compromiso matrimonial con el
entonces príncipe heredero Jaime.

Este hecho de la devolución de la infanta Leonor a Castilla era uno de


los asuntos familiares, con claras connotaciones políticas, que quedaba
por resolver. La ceremonia se celebró en la iglesia de San Miguel de
Tarazona a primeros de febrero de 1329. Se sabe que para hacer frente
a los gastos de esta boda, el rey solicitó una ayuda económica de cien
mil sueldos al municipio de Barcelona. Como contrapartida, los
consellers le hicieron ratificar los privilegios de que gozaba la ciudad de
Barcelona.
El nuevo matrimonio de Alfonso IV el Benigno, con la hermana de
Alfonso XI de Castilla, tenía como objetivo asegurar las fronteras
occidentales de la Corona de Aragón, pero supuso con el tiempo un
grave enfrentamiento familiar, debido al hecho de que el heredero del

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Trono, el futuro Pedro el Ceremonioso, era fruto del primer matrimonio
de Alfonso con Teresa de Entenza.

Por este motivo, su segunda esposa, la reina Leonor de Castilla, tuvo


como objetivo lograr que su esposo dotara de gran patrimonio a sus
hijos Fernando y Juan, al primero le concedió el título de marqués de
Tortosa, a la vez que puso en manos de la reina y de sus hijos gran
parte del reino de Valencia.

La generosidad de rentas y títulos con que dotó Alfonso el Benigno a los


hijos de su segundo matrimonio, produjo la reacción de algunos
importantes personajes que se negaron a jurar dichas donaciones.
Representantes de dichas poblaciones: Alicante, Elda, Novelda,
Orihuela, Guardamar, Játiva, Alcira, Burriana, Morella y Castellón,
fueron a pedir ayuda de los magistrados valencianos. Fue inútil que el
rey y el infante Fernando acudiesen a Valencia para apaciguar el
descontento. Después, el monarca revocó las concesiones abusivas y
castigó a sus malos consejeros.

Desde entonces, la reina Leonor fue eliminando de los cargos a todos


aquellos que eran amigos del príncipe Pedro. El príncipe heredero Pedro
y su hermano Jaime, conde de Urgell, hubieron de refugiarse en
Zaragoza bajo la protección de su arzobispo y de un grupo de nobles
aragoneses.

Había empezado una guerra sin cuartel entre la madrastra Leonor y su


hijastro Pedro, que no acabaría nunca más. Se iniciaba un período en
que la tiranía doméstica de la Reina y el alejamiento de los hijos del
primer matrimonio pesaron mucho en el descenso del prestigio del Rey,
preocupado no sólo por los asuntos familiares, sino especialmente por la
complicada coyuntura económica y las continuas guerras por el control
de Cerdeña.

Una de las mayores preocupaciones del Rey fue resucitar el espíritu de


Cruzada. Para ello envió a sus mejores diplomáticos a diversas cortes
europeas para interesar los monarcas respectivos en una Cruzada
contra el sultanato de Granada, aliado de Marruecos.

Pero estas gestiones al más alto nivel fracasaron, entre otras cosas
porque el pontífice Juan XXII no demostró excesivo celo, ni su cuñado
Alfonso XI fue claro en sus intenciones. La proyectada gran Cruzada se
quedó en una simple campaña militar en el verano de 1330, sin ninguna

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consecuencia importante. Cinco años después, se firmaba una paz con
el sultanato de Granada.

El problema más grave del reinado de Alfonso IV el Benigno fue


consolidar el dominio en el Reino de Cerdeña. Eliminada Pisa de la isla,
su papel fue reemplazado desde el primer momento por la república de
Génova, que ayudó en todas las revueltas posibles.

En el segundo año de su reinado se enviaron por vez primera


repobladores catalanes al norte de la isla. Las buenas intenciones del
Rey, pensando que el espíritu rebelde de los isleños cedería ante las
buenas reformas administrativas fracasaron por la continua intervención
genovesa. Se inició una guerra con Génova que finalizó en 1337 su
primera etapa, ya reinando su hijo Pedro el Ceremonioso.

Durante el reinado de Alfonso el Benigno, la mayor parte de Cataluña


padeció carestía de trigo y Barcelona atravesó épocas de escasez. El
año de 1333 es calificado como de hambres y pestes, pues, en poco
tiempo murieron más de diez mil personas, según cuenta Bruniquer en
sus Rubriques, lo que produjo serios alborotos en la ciudad de
Barcelona por el elevado precio del trigo.

El Rey, ante la escasez de cereal, desplegó una doble política:

 Prohibiendo la salida de granos de las ciudades y


 Adquiriendo cereales para sus Estados, a fin de que las comarcas
dotadas con mejores cosechas pudieran abastecer a las menos
favorecidas. También mandó importar trigo de reinos extranjeros.

Alfonso tenía un espíritu profundamente religioso, creó un fondo


destinado exclusivamente para obras de carácter religioso. Fue un gran
admirador de los franciscanos; en repetidas ocasiones dijo que después
de la Virgen María era la figura de san Francisco la que más devoción le
inspiraba.

Desde el 14 de julio de 1335, Alfonso el Benigno residirá en Barcelona,


donde se agravó la enfermedad que padecía, muriendo en enero de
1336. La ausencia de su esposa, huida a Castilla dos meses antes, por
temor a la venganza de su hijastro, futuro rey Pedro el Ceremonioso, es
posible que acelerara su muerte.

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Cuando murió, a los treinta y siete años, le rodeaban sus hermanos,
Pedro, conde de Ribagorza y Ampurias, y Ramón Berenguer, conde de
Prades. El heredero del Trono se encontraba en Zaragoza.

Alfonso dejó dicho que sus restos fuesen enterrados en el convento de


los franciscanos de Lérida, pero de momento se le enterró en el
convento de los franciscanos de Barcelona, junto a su primera esposa y
su cuarto hijo Federico. Pedro el Ceremonioso, a fines de 1368 se ocupó
de que sus restos fueran depositados en los frailes menores de Lérida.

Los historiadores han juzgado de muy diversa manera el reinado de


Alfonso el Benigno. Miret y Sans lo considera como un monarca
bondadoso, pero desposeído de la astucia indispensable para los que
rigen los destinos de los pueblos y constantemente enfermo.

Rovira y Virgili en su Història Nacional de Catalunya califica su reinado


de corto, no demostrando grandes condiciones de gobernante,
considerándole como uno de los monarcas más débiles, aunque mostró
en diferentes casos su espíritu honesto, liberal y justiciero.

Ferrán Soldevila considera que valió más cuando fue infante que cuando
subió al trono, mostrándose siempre indeciso en las luchas políticas y en
las luchas familiares.

BIBLIOGRAFÍA:

A. Arribas Palau, La conquista de Cerdeña por Jaime II de Aragón,


Barcelona, Instituto Español de Estudios Mediterráneos, 1952;

V. Salavert, Cerdeña y la expansión mediterránea de la Corona de


Aragón (1297-1314), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), 1956, 2 vols.;

J. Mutgé, La ciudad de Barcelona durante el reinado de Alfonso el


Benigno (1327-1336), Barcelona, CSIC, 1987;

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

IMAGEN: Alfonso IV el Benigno y el Piadoso, o Alonso Sánchez el


Batallador. 1634. Óleo sobre lienzo, 225 x 127 cm. COPIA ARIOSTO,
FELIPE. Depósito en otra institución. Museo Nacional del Prado

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