Ensayo El Papel de Los Jueces en El Concepto de Dignidad

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“Año del Bicentenario del Perú: 200 años de independencia”

UNIVERSIDAD DE SAN MARTIN DE PORRES

ESCUELA DE POST GRADO DE LA FACULTAD DE DERECHO

MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL

“EL PAPEL DE LOS JUECES EN EL DESARROLLO


CONSTITUCIONAL DEL CONCEPTO DE DIGNIDAD”

ASIGNATURA:

“PROCESO Y CONSTITUCIÓN”

DOCENTE:

OMAR ALBERTO SAR SUAREZ

ALUMNO:
LUIS FAJARDO GALLEGOS

LIMA – PERU
2022
1. Introducción

El pasado 22 de febrero de 2021, el ordenamiento jurídico peruano se vio remecido con una
resolución judicial por decir lo menos, controvertida. El Décimo Primer Juzgado
Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, Sub Especializado en Asuntos
Tributarios, Aduaneros e Indecopi emitió la sentencia Resolución n.°6 en la cual resuelve
declarar fundada en parte la demanda de Amparo interpuesta por la Defensoría del Pueblo
del Perú, en beneficio de Ana Estrada Ugarte, diagnosticada con polimiositis, una
enfermedad incurable, progresiva y degenerativa, al considerarse afectados sus derechos a la
dignidad, autonomía y libre desarrollo de su personalidad, toda vez que se le habría negado
el derecho a una “muerte digna”. Por lo tanto, ordena al Ministerio de Salud aplicarle el
procedimiento de eutanasia por primera vez en la historia jurídica del Perú, pese a que, como
indicaron diversos constitucionalistas en su momento, el pretendido derecho vulnerado no se
encontraría contenido en la Constitución Política, y más allá de las críticas que se realizó a la
mencionada sentencia, respecto de los errores de motivación o incluso procesales en los que
habría incurrido, lo que me llama la atención es lo enunciado en el numeral n.° 130 de la
parte considerativa de la resolución, en la cual el juez recoge el concepto de “vida indigna”,
sobre la cual deduce que sería un bien sacrificable frente al excesivo sufrimiento que puede
ocasionar una enfermedad incurable, puesto que, se trata de intentar proteger esta concepción
de dignidad que aún posee la persona antes de padecer o continuar padeciendo de estos
sufrimientos insoportables. Esta concepción de “vida indigna” que termina recayendo sobre
la persona humana, y la cual el juez introduce en la jurisprudencia nacional, puede
inevitablemente llevarnos a concluir, aunque el juez pretenda contradecirse en otras partes de
la sentencia, que existen personas que viven vidas indignas y que, por lo tanto, podrían
denominarse “personas indignas”. Inevitablemente estas ideas me llevan a mirar hacia el
pasado, específicamente a la Alemania nazi de 1937, donde se exhibían carteles de la Oficina
de Políticas Raciales del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), con los que se
pretendía justificar el exterminio de las personas discapacitadas, y donde el semanario de las
SS Das Schwarze Korps comenzó una campaña en la que se defendía abiertamente acabar
con “la vida indigna de ser vivida” para “ayudar a la naturaleza a corregirse”, dando origen a
uno de los mayores genocidios en la historia de la humanidad, donde seguramente hubo
personas, no en su mayoría naturalmente, que en medio de tamaña propaganda mediática
también solicitaron la muerte al sentir que vivían una “vida indigna”. Por ello en el presente
trabajo analizare brevemente el papel de los jueces en desarrollo del concepto de dignidad,
en el marco del neoconstitucionalismo que vivimos, ya que este concepto ha sido
enriquecido a lo largo de los años por la jurisprudencia nacional e internacional. No obstante,
en este breve ensayo me centrare en la noción de dignidad desarrollado por el Tribunal
Constitucional Peruano, quien nos da luces del frio texto expuesto en el artículo 1° de
nuestra Carta Magna para terminar contrastándolo con el desarrollo del concepto de dignidad
expuesta en la sentencia de primera instancia del caso Ana Estrada, de la cual hice referencia
anteriormente.

2. Desarrollo Histórico del concepto de dignidad humana.


Debemos empezar este pequeño ensayo señalando que el concepto de dignidad humana es
relativamente nuevo, naturalmente sus fundamentos filosóficos que ocasionaron su génesis y
sobre los que se sostiene han ido evolucionado en el tiempo, pero el resultado del mismo
data de mediados del siglo XX, exactamente posterior a la segunda guerra mundial, ya que
las atrocidades allí acontecidas no pudieron acelerar más, una realidad que era cada vez más
urgente, la cual es la defensa del ser humano, el cual en su condición de persona posee una
serie de características que lo colocan en un nivel distinto al de las otras especies que habitan
este planeta. Es innegable que, desde su aparición, el ser humano ha procurado el gobierno
del planeta, noción que podría tener una serie de explicaciones, incluso en el ámbito
religioso, pero que se han convertido en la razón de la necesidad de la defensa de la persona
humana frente a las violaciones sistemáticas que se han hecho contra la misma por otros
miembros de la misma especia a lo largo de toda la historia.

En ese sentido, podemos señalar que el concepto de dignidad humana es un concepto


moderno, el cual más que filosófico, es un concepto jurídico, que se forma a raíz de la
segunda guerra mundial, momento histórico que según diversos analistas marca un hito en
este tránsito a la modernidad y la visión antropocéntrica del mundo y de la vida. Es en tal
contexto “donde surge el concepto de hombre centrado en el mundo y centro del mundo.
Ahora, a continuación, veamos algunas de estas concepciones de dignidad que fueron
apareciendo:

a) La dignidad humana como una categoría pluridisciplinar.


De acuerdo a esta concepción, el concepto de dignidad este compuesto en su cabal
caracterización y configuración por la confluencia de varias disciplinas, tales como: la
Filosofía general, y en particular su rama de Ética o Filosofía moral, la Antropología, la
Política y el Derecho. En ese sentido, debemos tener en cuenta que de acuerdo a
diversos autores1 las principales aportaciones y las más relevantes a la formación de la
noción de dignidad que nos ocupa en el presente trabajo son las procedentes de la
corriente humanista, en sus dos versiones, cristiana y laica.

1
Antonio Pele, “La dignidad humana: modelo contemporáneo y modelos tradicionales”, , Dialnet, 2015.
En concreto, entre las influencias más destacadas, tenemos las de Giordano Bruno o
Pico de la Mirandola en su célebre discurso “De dignitate hominis “de 1486, donde
aparece este nuevo punto de vista sobre el valor moral del hombre y sobre su lugar en el
mundo. Asimismo, esta obra tuvo un gran impacto en la cultura europea y su
repercusión llegaría a la obra de J. L. Vives, quien en una obra de juventud “Fabula de
homine” (1518) recrearía literariamente el tema de la dignidad humana. Es así que tanto
en Vives como en Pico, la dignidad estriba en esa “versatilidad”, libertad o capacidad
humana de poder llegar a lo más alto, porque el hombre nace digno y todos los seres
humanos son igualmente dignos.

Posteriormente, la influencia del iusnaturalismo racionalista de los siglos XVII y XVIII,


sobre todo la doctrina de Puffendorf relativa a los entes morales y las diferencias
establecidas por dicho autor respecto a los entes físicos continuaron en la misma línea
del concepto esbozado anteriormente. Sin embargo, es el desarrollo de la ética kantiana,
expresada en algunos textos de la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”,
la que contiene una expresión más clara de la idea de la dignidad como categoría ética,
vinculada a la dimensión moral del hombre. A esta obra se deben también los primeros
intentos de fundamentar los derechos humanos en la idea de dignidad, es decir la noción
que considera a la dignidad como el principio fundamento de los derechos humanos que
se desarrollaran a posteriori en la historia.

Para Kant la autonomía personal era el principal rasgo humano y es en este contexto que
desarrolla el concepto de la “dignidad de un ser racional que no obedece otra ley que
aquella que se da sí mismo”. Kant también señaló que la moralidad es la condición bajo
la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo, puesto que solo por ella es posible ser
miembro legislador en el reino de los fines. Así pues, como bien dirá tambien el
profesor Chávez- Fernandez2 la moralidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz
de moralidad, es lo único que tiene dignidad, por el ello, podemos anunciar aquella
máxima: “El hombre tiene dignidad, no precio”.

b) La dignidad de la persona como una categoría pluridimensional.

2
José Chávez-Fernández Postigo, “La dignidad como fundamento de los derechos humanos en las
sentencias del Tribunal Constitucional Peruano, La tensión entre la mera autonomía y la libertad
ontológica.”, Palestra Editores, Lima, 2012
De acuerdo a lo señalado por Ruiz Giménez 3 es posible distinguir cuatro niveles o
dimensiones de la dignidad:
1) La dimensión religiosa, en cuya virtud se concibe al hombre a imagen y semejanza
de Dios.
2) La dimensión ontológica, en la que se considera al hombre como ser dotado de
inteligencia racional, con conciencia de sí mismo y de su superioridad en el orden de
la naturaleza, en el orden del mundo.
3) La dimensión ética en el sentido de la autonomía moral, como esencial función de la
conciencia valorativa ante cualquier norma y ante cualquier modelo de conducta
(esta coincidiría con el planteamiento kantiano).
4) La dimensión social, como estima o fama dimanante de un comportamiento valioso.
Curiosamente el Diccionario de la Real Academia española recoge este último de los
sentidos, al definirlo como forma de comportamiento de la persona presidida por su
gravedad y decoro.

Naturalmente, de las dimensiones mencionadas anteriormente resulta evidente que las


asumidas por los ordenamientos jurídicos casi de manera unánime son la segunda y
tercera (la ontológica y la ética). Es por ello, que el Tribunal Constitucional Español 4 en
una significativa sentencia, consideró que la dignidad está sustancialmente relacionada
con la dimensión moral de la vida humana, por lo que estableció que “la dignidad es un
valor espiritual y moral inherente a la persona, que se manifiesta en la
autodeterminación consciente y responsable de la propia vida y que lleva consigo la
pretensión al respeto por parte de los demás”.

Es por ello que podemos concluir que el modelo actual de dignidad humana se
fundamenta a partir de un valor inherente y absoluto del ser humano, a diferencia de los
modelos anteriores partían de un concepto de dignidad que el individuo debía
conquistar y mantener.

3. El papel de los jueces en el neoconstitucionalismo.


Desde la postura del juez Marshall, en el caso de Marbury vs Madison, relacionada al
otorgamiento de facultades a los jueces para ir más allá de lo estipulado por la ley,
procediendo a realizar un análisis e interpretación de lo dispuesto en la constitución, lo que
dio origen para muchos, al control constitucional hasta la fecha se ha ido avanzando

3
Ruiz Gimenez Joaquín, “Derecho y Vida Humana”, Editorial Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1957.
4
STC 53/85, de 11 de abril de 1985
progresivamente en la labor de los jueces en el estado constitucional de derecho, llegando
hoy en día al neoconstitucionalismo.

La teoría neoconstitucional desarrollada en el último tiempo con el establecimiento de


diversas constituciones que no se limitan a establecer competencias o separar a los poderes
públicos, sino que, en las palabras de Miguel Carbonell 5, contienen diversas normas
sustantivas que condicionan la actuación del Estado por medio de la ordenación de ciertos
fines y objetivos, desarrollando amplios catálogos de derechos fundamentales, renovando de
esta forma las relaciones entre el Estados y los ciudadanos, en esencia por la profundidad y
el grado de detalle de los postulados constitucionales que recogen dichos derechos.

Bajo esta concepción, la norma suprema, es fuente de toda la producción jurídica, la cual
está compuesta de principios, distintos a las reglas o preceptos de derecho determinados y su
forma de interpretación y aplicación también es distinta al positivismo, bajo el cual existían
únicamente reglas de derecho expedidas por el poder legislativo, de aplicación estricta, bajo
el método de “subsunción”, distinto a los nuevos métodos de ponderación o balanceo.

El neoconstitucionalismo ha cambiado el papel de la jurisdicción, entiendo la aplicación de


la ley sólo si es constitucionalmente válida, y cuya interpretación y ejecución son siempre un
juicio de valor sobre la ley, la cual, el juez tiene la potestad de censurarla como inválida o
inaplicar la misma (garantías constitucionales). Para Paolo Comanducci6 el
neoconstitucionalismo constituye tanto una ideología, una metodología y una teoría. La
primera puesto que, pone en segundo plano la limitación del poder y garantiza los derechos
humanos. Una metodología porque sostiene que los principios constitucionales y los
derechos fundamentales son un puente entre el Derecho y la Moral. Y es una teoría porque al
abandonar el estatalismo, legicentrismo y formalismo interpretativo adopta un modelo no
sólo descriptivo de la norma constitucional sino axiológico.

Asimismo, Prieto Sanchís7 ha señalado que un rasgo típico del constitucionalismo


contemporáneo es la competencia que corresponde a los jueces ordinarios para que resuelvan
a la vista de todo ordenamiento jurídico incluida por tanto la Constitución, la cual contiene
un denso contenido normativo, formado por principios, derechos y directrices, sin requerir de
ningún otro acto jurídico para desplegar su fuerza vinculante. Es así que, en el paradigma
neoconstitucional los jueces han cobrado una mayor relevancia, puesto que, el ordenamiento
5
Miguel Carbonell, “El Canon Neoconstitucional”, Universidad Externado de Colombia, 2010.
6
Citado por Raymundo Gil Rendon, “El neoconstitucionalismo y los derechos fundamentales”, UNAM.
7
PRIETO Sanchis, Luis. “Justicia Constitucional y Derechos Fundamentales.” Madrid. Trotta,
2003, pp. 116
jurídico debe estar garantizado en todas sus partes por medio de mecanismos
jurisdiccionales8, donde sea visible la interferencia de la tarea judicial en los diversos
aspectos de la vida social, propiciando un mayor activismo judicial a lo visto hasta la fecha.

Un ejemplo claro de esto, son las resoluciones de la Corte Constitucional colombiana, que al
conocer los procesos de acción de tutela dispuso desde la instalación de drenajes en barrios
marginales, impartición de justicia dentro de comunidades indígena hasta la consagración del
derecho a la salud como derecho fundamental o el establecimiento del derecho a la muerte
digna, entre otros.

4. El Concepto de Dignidad para el Tribunal Constitucional Peruano.


Si bien, el artículo 1 de la Constitución Política del Perú de 1993 establece lo siguiente: “La
defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y
del Estado” para el Dr. Landa9, la redacción del artículo 1 de la Carta Magna de 1979, pese a
no referirse explícitamente a la dignidad, era más adecuada que la actual, en tanto que dejaba
claro que la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y
que de allí deriva la obligación de defenderla, lo que si bien podría para ser intrascendente,
resulta importantes puesto que se ha planteado como materia de discusión la disyuntiva
interpretativa de la dignidad como derecho o fundamento de los derechos humanos.

Por otro lado, el artículo 3 de nuestra norma fundamental vigente recoge también una
cláusula de derechos implícitos o innominados que encuentra su más antigua formulación en
la IX Enmienda de la Constitución norteamericana, aunque esto no se señala de forma
explícita, puesto que establece la protección de los derechos que no son enumerados
expresamente en la Constitución.

Por ello, es importante también entender que estos derechos fundamentales implícitos o no
enumerados se fundan, como todos los derechos humanos en última instancia, en la dignidad
humana de la persona y que dicho principio-fundamento no puede entenderse al mismo nivel
que los otros mencionados también en el referido artículo tercero. En ese sentido, debemos
resaltar que, a diferencia de los demás principios, el de la dignidad de la persona humana es
de suyo fundante, en tanto que la dignidad es el fin supremo de la sociedad y del Estado y en
ese sentido se ha manifestado también el Tribunal Constitucional peruano. 10

8
Luigui Fejarroli, “Sobre los derechos fundamentales y sus garantías”, México DF CNDH, 2006.
9
Cesar Landa Arroyo, “Dignidad de la persona humana”, Revista Ius et Veritas n.° 21, Lima, 2000.
10
STC Exp. Nº 0050-2004-AI/TC
El Tribunal Constitucional ha establecido que la dignidad es un postulado normativo cuyo
estatuto jurídico se configura en el sistema peruano también como un derecho fundamental
en sí mismo. Así el mencionado colegiado ha señalado en diversa jurisprudencia 11 que la
dignidad humana constituye tanto un principio como un derecho fundamental, de forma
similar a la igualdad, al debido proceso, y la tutela jurisdiccional. Esto debido a que nuestra
carta magna distingue claramente entre el artículo 1 que contiene el principio de dignidad
humana y el extenso artículo 2 que recoge, a través de 24 incisos, el elenco principal de los
“Derechos fundamentales de la persona”, sin contar que el artículo 3 es una cláusula de
derechos implícitos que amplía la categoría de derecho fundamental a los otros que la
Constitución garantiza o que se fundan en la dignidad humana.

Sin embargo, teniendo en cuenta el sentido garantista reconocido por el mismo Tribunal
Constitucional, el principio de dignidad humana más que encontrarse inserto en la categoría
de derecho fundamental, parece ser más bien portador de un contenido ético-jurídico amplio
que incluye, de alguna manera, el de todos los derechos fundamentales, explícitos e
implícitos, que sustenta y la expresan, lo que hace difícil justificar ese contenido “autónomo”
que nuestro máximo intérprete de la Constitución declara y exige para su reconocimiento
iusfundamental. Es quizás por ello, que si revisamos la vasta jurisprudencia de nuestro Alto
tribunal no encontraremos el desarrollo de la noción de dignidad como derecho fundamental.

Es por ello que, a juicio particular, y tal como lo señala el profesor Chávez Fernandez 12,
considero que la dignidad humana no es un derecho sino el fundamento de todo derecho
humano y la razón de exigibilidad de todos los derechos fundamentales, y en ese sentido
tiene clara prioridad sobre ellos, haciéndolos precisamente de respeto incondicional. Ya que
de considerarlo un derecho autónomo nos encontraríamos con el problema de que, al
presentarse un supuesto conflicto de derechos, y al intentar exigirse su prevalencia frente a
cualquier otro derecho, se constituiría una suerte de derecho “súperfundamental”, en tanto
fuente y fin de todos los demás, lo que implicaría admitir necesariamente jerarquías
iusfundamentales abstractas, lo cual ha sido rechazado anteriormente por el Tribunal
Constitucional.

Esta noción de dignidad humana como principio-fundamento permite presentarse como


solución frente al problema de vulneración de la dignidad humana en la que no resulte fácil

11
STC N.º 0050-2004-AI (acumulados), N.º 0019-2005-PI/TC, N.º 0030-2005-PI, N.º 1417-2005-AA, N.º
10107-2005-PHC
12
José Chávez-Fernández Postigo, “La dignidad como fundamento de los derechos humanos en las
sentencias del Tribunal Constitucional Peruano, La tensión entre la mera autonomía y la libertad
ontológica.”, Palestra Editores, Lima, 2012
al justiciable o incluso al Tribunal Constitucional esgrimir la vulneración de un derecho
fundamental explícitamente reconocido, puesto que podría desarrollarse
jurisprudencialmente a partir de la cláusula de derechos innominados.

5. El desarrollo del concepto de dignidad en el caso Ana Estrada


Si bien en el presente trabajo no analizare la existencia del supuesto derecho a una “muerte
digna”, materia de la discusión propuesta por la Defensoría del Pueblo en el recurso de
amparo planteado a favor de la señora Estrada, si realizare una pequeña crítica a algunos
considerandos que fundamentan la sentencia emitida por el juez del Décimo Primer Juzgado
Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, referida en la introducción del
presente trabajo. El mencionado magistrado entiende a la dignidad como fundamento de la
libertad racional en el sentido de la autonomía moral, es decir una suma del principio
relacionado al “respeto por el otro”, más el concepto formado por la propia autopercepción.
En ese sentido, el magistrado entiende la noción de dignidad humana abarca la libertad de
proyectar no solo la vida y los propios planes, sino también una muerte digna, en el caso que
cada sujeto, en el uso consciente de su libertad considera que su vida carece de dignidad. En
este punto podemos hacernos una primera interrogante, ¿es acaso la noción de dignidad un
derecho autónomo y a la vez fundamento de muerte digna? Es posible que el sujeto pueda
frente a terceros exigir el respeto incuestionable a un valor objetivo e inherente a la persona
como es la noción de dignidad y a la vez, variar este mismo concepto hacia el interior de la
persona, donde dependerá de la decisión de uno mismo su existencia.

En palabras más sencillas, es posible acaso mantener la condición de digno frente a terceros,
pero a la vez sostener que en libre ejercicio de la personalidad se ha decidido la carencia de
dignidad de la vida misma. En esta misma línea podemos señalar que para el magistrado la
dignidad que fundamenta los derechos humanos consistiría en cierta capacidad racional de
cada sujeto de decidir moralmente sobre su vida y sus actos, sin más límite que el respeto a
la autonomía moral de terceros. ¿Pero de verdad se funda la dignidad en una autonomía
moral? Naturalmente este concepto necesitaría una desarrollo más amplio pero podemos
afirmar, como mencionamos anteriormente, que tal como lo sostuvo en su momento el jurista
Robert Alexy la dignidad para ser fundamento de los derechos humanos requiere una jus-
tificación ulterior como la naturaleza humana, es decir en el ser humano conforme a la
tradición aristotélica, por lo tanto la decisión de asesinar a otro por piedad (ya sea a solicitud
del mismo), sería utilizarlo como un mero medio para alcanzar un fin ulterior, el cual sería el
cese de su sufrimiento, pero ¿es acaso la vida humana un bien disponible?. Es por ello que
resulta imperioso afirmar que, si bien el sufrimiento por causa de enfermedad y la
discapacidad puede afectar el derecho a la dignidad, lo hace solo en su faz de la
autopercepción, más no en la faz externa; por consiguiente; debe existir un espacio de
disposición de su titular, en uso de su libertad fáctica y jurídica, más no podrá existir una
disposición sobre aquellos bienes sin cuya existencia no podríamos sustentar la noción de
dignidad, en atención del fin ulterior que es la persona humana.

Para entender mejor ello debemos distinguir el concepto de dignidad humana, el cual es
inherente e invariable de las cualidades de digno e indigno, el cual si podría variar, es decir si
bien el vivir en pobreza extrema podría catalogarse como una condición indigna, de ninguna
manera puede suponer que la persona que vive en esas condiciones tenga la cualidad de
indigna, que en el caso en particular es materia de confusión por parte del magistrado que
emitió la mencionada sentencia. En ese sentido debemos señalar a modo de conclusión que
la dignidad inherente del titular no disminuye por la autopercepción de la condiciones
materiales o psicológicas ni por la posibilidad de realizar el plan de vida, puesto que se
consolida y fundamenta en su ser persona, interpretación distinta podrá ser motivo de
arbitrariedades que den paso a genocidios y violaciones sistemáticas de derechos humanos
como hemos visto a lo largo de la historia.

6. Conclusiones
El concepto de dignidad es un concepto jurídico moderno, el cual si bien se nutre por otras
disciplinas, se formó a raíz de la segunda guerra mundial, momento histórico que según
diversos analistas marca un hito en este tránsito a la modernidad y la visión antropocéntrica
del mundo y de la vida, y ha servido de sustento a la elaboración de diversos instrumentos
normativos de carácter internacional, los mismos que lo han señalado en sus preámbulos
conformando la serie de tratados y cuerpos normativos de derechos humanos. De la misma
forma nuestra Carta Magna sustenta el bloque de derechos fundamentales que protege en la
noción de dignidad, la cual considero debe entenderse como principio-fundamento conforme
al desarrollo jurisprudencial del Tribunal Constitucional, donde se evidencia el papel
fundamental de los jueces en el desarrollo de dicho concepto y su importancia, a fin de evitar
graves y masivas vulneraciones a los derechos humanos. Finalmente, considero que la
dignidad humana es inherente del titular y esta no disminuye por la autopercepción de las
condiciones materiales o psicológicas ni por la posibilidad de realizar el plan de vida, puesto
que se consolida y fundamenta en su ser persona.

7. Bibliografía

- “La dignidad humana: modelo contemporáneo y modelos tradicionales”, Antonio Pele,


Dialnet, 2015.
- “La dignidad humana, los Derechos Humanos y los Derechos Constitucionales”, Maria
Luisa Marín Castán, Revista de Bioética y Derecho n.°9, Barcelona, 2007.
- “Dignidad de la persona humana”, Cesar Landa Arroyo, Revista Ius et Veritas n.° 21,
Lima, 2000.
- “La dignidad como fundamento de los derechos humanos en las sentencias del Tribunal
Constitucional Peruano, La tensión entre la mera autonomía y la libertad ontológica.”, José
Chávez-Fernández Postigo, Palestra Editores, Lima, 2012.
- “El concepto constitucional de dignidad de la persona”, Alberto Oehling de los Reyes,
Revista española de derecho constitucional, Año nº 31, Nº 91, 2011, págs. 135-17.
- “La protección de la vida y la dignidad de la persona humana en el derecho peruano”,
Rosario de la Fuente y Hontañon, Comunicación corta presentada en el II Congreso
Internacional de Bioética, Universidad Católica de Santo Toribio de Mogrovejo, Chiclayo,
Perú, 2011.
- “Waldron y la dignidad: el problema del fundamento de los derechos humanos”, José
Chávez-Fernández Postigo, revista de la Facultad de Derecho PUCP n.° 85, 2020, págs.
247-276.
- “Sobre dignidad humana y derecho. La noción de dignidad de la persona y su relevancia
constitutiva en el derecho”, Massini Correas, Carlos I., Revista Jurídica Digital UANDES,
Vol. 1, Nº. 1, 2017, págs. 101-117.
- “La condición de persona como fundamento del derecho en la iusfilosofía de Javier
Hervada”, José Chávez-Fernández Postigo, Díkaion: revista de actualidad jurídica, vol. 19,
Nº. 2, 2010, págs. 285-318.
- “La Constitución de 1993: Veinte años después”, Enrique Bernales Ballesteros, editorial
Idemsa, Lima, 2012.

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