Proceso de Desamortización Subrayado. DEFINITIVO
Proceso de Desamortización Subrayado. DEFINITIVO
Proceso de Desamortización Subrayado. DEFINITIVO
INTRODUCCIÓN.-
Evidentemente, la cantidad de tierra que podía circular por el mercado era escasa y la
posibilidad de acceder a su posesión y, con ello, de modificar la estructura de la propiedad
reducida.
Con este fin, los gobiernos liberales, especialmente los progresistas, emprendieron un
conjunto de medidas tendentes a liberar la tierra de las trabas que imponía el Antiguo Régimen
al desarrollo de la propiedad privada y de la economía de mercado.
Con estas medidas, los liberales no pretendían realizar una reforma agraria que mejorara
la situación social del campesinado, sino la liberalización del mercado de la tierra, que pasó a
ser una mercancía que podía ser vendida y comprada libremente, y la eliminación de los
obstáculos que impedían el desarrollo del capitalismo en la agricultura. No obstante, los
historiadores han calificado a este proceso desamortizador como la “reforma agraria liberal”.
ANTECEDENTES.-
En España, también se llevaron a cabo durante el siglos XVIII algunas medidas que
intentaban facilitar el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra, aunque las soluciones
propuestas se centraron en el arrendamiento de baldíos y tierras municipales (Reales Provisiones
de 1766 y 1767), llamadas impropiamente desamortización de bienes concejiles, y en la venta
de los bienes de los jesuitas expulsados (1767).
- Las medidas de la Cortes de Cádiz (1811-1813) por las que se intentan desamortizar
los bienes comunales de los municipios (enero, 1813) para el “auxilio de las necesidades
públicas, apremio a los defensores de la patria y socorro a los ciudadanos no
propietarios”. En cuanto a los bienes eclesiásticos, durante la Guerra de la
Independencia, José I había suprimido a numerosas comunidades religiosas, pasando
sus bienes a la Hacienda Pública, dando pié a que las Cortes de Cádiz decretaran la
venta de los bienes de dichos conventos, añadiendo los procedentes de la Órdenes
Militares e Inquisición (septiembre 1813). Tales decretos quedaron derogados a la
vuelta de Fernando VII y durante el Sexenio Absolutista. Aunque, el monarca continuó
con la enajenación de baldíos para sanear la deuda pública, respetando los bienes de las
instituciones religiosas.
- Durante el Trienio Liberal (1820-1823) volvieron a entrar en vigor las medidas de las
Cortes de Cádiz y se adelanta la gran desamortización de los bienes de la Iglesia con el
Decreto de supresión de monacales (octubre, 1820) por el que se disuelven numerosos
monasterios, conventos y órdenes religiosas y sus bienes se incorporan al Estado para el
pago del crédito público. Sin embargo, en 1823, con la vuelta del absolutismo;
Fernando VII obligó a restituir los bienes incautados.
Sin embargo, fueron las medidas desamortizadoras realizadas por Juan Álvarez de
Mendizábal (1836-1837) y Pascual Madoz (1855) las que tuvieron mayor repercusión en la
Historia de España.
DESARROLLO.-
También, se llevó a cabo una tímida desamortización civil, es decir, se autoriza la venta
de algunos bienes de propios del los Ayuntamientos e, incluso, de algunas tierras incultas.
Los bienes eran subastados, en presencia de un juez, y adjudicados al mejor postor. Los
compradores podían efectuar los pagos en un plazo de ocho años y abonar el precio en metálico
(sólo el 15 % de las ventas se abonaron por este procedimiento) o en títulos de deuda pública.
Este mecanismo fue cuestionado por algunos economistas, especialmente por Flórez
Estrada, quien proponía que el Estado mantuviera la propiedad de las tierras desamortizadas y
las cediera en enfiteusis a los campesinos que las trabajaban. El pago del canon enfitéutico
hubiera satisfecho las necesidades de dinero de la Hacienda Pública, con la ventaja de que se
conservaba la propiedad y se mejoraba la situación del campesinado, aumentando la producción.
Sin embargo, la complejidad y lentitud de dicho plan hicieron que se considerasen más viables
las propuestas de Mendizábal.
- Aumentar los efectivos y la capacidad del ejército isabelino para ganar la Guerra
Carlista.
- Sanear la Hacienda Pública, dedicando el producto de las ventas a la amortización
de la deuda pública (se aceptan los títulos de deuda como forma de pago) y para pagar
las deudas contraídas por el Estado. Además, se incrementaban los ingresos fiscales
ordinarios, pues los nuevos propietarios estaban obligados a tributar.
- Ampliar el número de simpatizantes del liberalismo, ya que los compradores de
bienes desamortizados podían perderlos si triunfaba el carlismo, partidario de
devolverlos al clero.
- Crear una clase media agraria de campesinos propietarios que, inevitablemente,
redundaría en un aumento de la producción y la inversión y, por lo tanto, de la riqueza
nacional.
Consecuencias:
Sin embargo, a finales de siglo el sector agrícola entró en crisis (Crisis finisecular): los
precios agrícolas se reducen, en gran parte, por la invasión de los productos provenientes de las
colonias y el sector vitivinícola sufre la plaga de la filoxera que acabó con su cultivo en varias
regiones españolas, especialmente a Málaga.
En definitiva, a pesar de todos los cambios agrarios que se operan durante la primera
mitad del siglo XIX estamos ante una agricultura estancada que ni suministraba mano
de obra a la industria (por su falta de mecanización) ni mercado suficiente para los
productos fabriles, ni capitales necesarios de ser susceptibles de inversión. En conjunto,
la agricultura supondrá un lastre importante para el desarrollo de los demás
sectores productivos.