Montes 2019
Montes 2019
Montes 2019
ASIGNATURA "BIENES PÚBLICOS Y OBRAS PÚBLICAS" DEL CUARTO CURSO DEL GRADO EN
DERECHO
Curso 2019/20
* El presente texto constituye una versión de los contenidos de la lección correspondiente del programa, preparada
por el profesor de la asignatura, Rodrigo Moreno Fuentes, para facilitar su estudio. El mismo se compone de
materiales de apoyo exclusivos para la preparación de la asignatura en el curso presente, sirven para apoyar, al igual
que las explicaciones de clase, el estudio de los manuales de la asignatura y no los sustituyen, y no están destinados a
fines ajenos a los exclusivamente docentes.
A. Concepto
Frente al concepto limitado que proporcionaba el artículo 1 de la Ley de Montes
de 1957 que entendía por tal todo terreno rústico no agrícola, estuviese o no poblado por
especies forestales, la actual Ley 43/2003 de Montes (LM en adelante), consagra un
concepto más preciso. Así, el artículo 5, en su primer apartado, dispone que se entiende
por monte "todo terreno en el que vegetan especies forestales arbóreas, arbustivas, de
matorral o herbáceas, sea espontáneamente o procedan de siembra o plantación, que
cumplan o puedan cumplir funciones ambientales, protectoras, productoras, culturales,
paisajísticas o recreativas".
Sin perjuicio del concepto de monte que nos proporciona el artículo 5 las CCAA pueden
ampliar el concepto [(art. 5.1.c), d) y e)], y determinar la dimensión de la unidad mínima
que tendrá la consideración de monte a efectos de la aplicación de la Ley estatal (art. 5.3),
dado que ésta es básica y no excluye la legislación autonómica.
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a) De la Edad Media a los Austrias
c) El siglo XIX
Fruto de esta concepción nace un nuevo sistema forestal establecido a partir de las
ordenanzas de Javier de Burgos en 1833, que tendrá consecuencias dramáticas para el
patrimonio forestal español. Frente a las normas sustantivas para la protección y gestión
de los montes públicos establecidas por dichas ordenanzas, la libertad de
aprovechamiento igualmente concedida a los particulares en los montes privados, dará
lugar a una permisividad destructiva, que amparaba cualquier acción sobre los mismos,
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d) Legislación preconstitucional de montes
Sin embargo, el bosque no es contemplado en esta normativa desde una perspectiva más
general y conjunta de protección de la naturaleza, sino que se protegían sólo determinados
bosques que por su ubicación o características cumplían una función relevante, sobre todo
en relación con los procesos hidrológicos.
C. Regulación actual
Sin embargo, el art. 2 de la ley dice que la misma “es de aplicación a todos los montes
españoles”. Ello significa que, pese a pervivir la propiedad privada en este ámbito, ésta
estará sometida a un alto grado de intervención administrativa. Por lo tanto, junto al
estudio del régimen jurídico de los montes públicos, se hará también aquí una mención al
régimen jurídico de los montes privados, al menos en lo que respecta al contenido en la
LM.
A. Montes públicos
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(art.10 Reglamento de Montes).
La titularidad de los montes que eran propiedad del Estado corresponde hoy en día, con
mínimas excepciones, a las Comunidades Autónomas. Haciendo alusión a datos
estadísticos, la mayoría de nuestros bosques (alrededor de un 65%) son propiedad de los
particulares, siguiendo un porcentaje equivalente que en el del resto de países de la Unión
Europea. En consecuencia, aproximadamente un tercio de la superficie forestal española
es de titularidad pública. De ella, sólo el 5 % de los bosques públicos pertenecen al
Estado; alrededor de un 30% pertenecen a las CCAA y un 65% a las Entidades Locales.
a) De dominio público
1. Montes Catalogados de Utilidad Pública: Por razones de servicio público, los montes
incluidos en el Catálogo de Montes de Utilidad Pública constituyen la categoría más
importante entre los públicos, y se caracterizan por el régimen de protección exorbitante
que se arbitra para su conservación. Se inscriben en el Catálogo, que es un registro público
de carácter administrativo, y cuentan entre ellos con superficies forestales como la del
“Pinar de Arriba y Pinar de Abajo” que se encuentran en Cuéllar, y que aparecen
regulados en el Catálogo de Montes de Utilidad Pública de Segovia; o el Monte
Vallegrande en la provincia de Burgos, o el Monte Las Navas en la provincia de
Valladolid.
3. Otros montes públicos: Aquellos otros montes que, sin reunir las características
anteriores, hayan sido afectados a un uso o servicio público y mientras no sean
desafectados por una resolución expresa de la Administración Pública titular.
B. Montes privados.
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copropiedad. Tales montes, como se ha dicho, se ven sujetos en ocasiones a una intensa
intervención administrativa, de modo que, por razones de interés general, quedan
sometidos a los preceptos de la legislación forestal que les sean de expresa y especial
aplicación.
Los efectos que produce la declaración de un monte como protector o protegido comporta
la aplicación de determinadas reglas a su gestión. Si se trata de un monte protector se
buscará la máxima estabilidad de la masa forestal, no fragmentar y orientar los métodos
silvícolas aplicables al control de la erosión, los incendios, los daños por nieve, vendaval
o inundaciones. Si es protegido la gestión se orientará a conservar o, en su caso, a
restaurar los valores que motivaron la declaración del monte como monte protegido. La
calificación de montes protectores o protegidos es de vital importancia, en tanto que
dependiendo de ésta, su gestión se hará de conformidad con el Plan de Ordenación de
Recursos Forestales o con el Plan Dasocrático respectivamente.
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Común, y supletoriamente por el régimen previsto en la LM para los montes privados.
Su característica más llamativa es que no son dominio público, como los montes
comunales, sino que son privados, representando un ejemplo de copropiedad, pues
pertenecen a la mano común de todos los vecinos de la parroquia, pueblo o núcleo de
población que tradicionalmente los ha venido disfrutando. Singularmente, la regulación
de su aprovechamiento es competencia del Ayuntamiento correspondiente, y quedan
sujetos a las limitaciones de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad
típicas de los bienes de dominio público. Ello no impide que puedan ser objeto de cesión
temporal para obras, instalaciones, servicios o fines que redunden de modo principal en
beneficio directo de los vecinos, y a su vez, también puedan ser objeto de expropiación o
de imposición de servidumbre por causas de utilidad pública o interés social.
Los instrumentos de los que se sirve la Administración para la protección de los montes
de dominio público son los generales reconocidos en la Ley de Patrimonio, que reciben
igualmente reconocimiento en la LM sin introducir cambios relevantes. Los
expresamente mencionados en la LM son los siguientes:
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1) La potestad de investigación: los titulares de los montes demaniales junto con
la Administración gestora de los montes catalogados, podrán investigar la
situación de determinados terrenos que se presuman pertenecientes al dominio
público forestal (art. 20.1 LM).
Otra manera de proteger jurídicamente los montes, sin tener en cuenta en este caso
si son públicos o privados, es la defensa de su carácter frente a los cambios de uso que
puedan alterar su naturaleza. Estos cambios pueden deberse a razones urbanísticas, u otras
que en todo caso modifiquen la cubierta vegetal del monte.
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-Cuando el cambio de uso de un monte no esté basado en razones de interés general,
será de carácter excepcional y necesitará un informe favorable del órgano forestal
competente, y, en su caso, del titular del monte.
En relación al cambio de uso, este puede producirse sin cumplir dichas garantías si
previamente se priva al monte de su naturaleza demanial. De tal manera, y como sucede
con el conjunto de los bienes demaniales, la desafectación de los montes públicos se
somete a especiales exigencias (contenidas en el art. 17 LM). Estas consisten,
esencialmente, en la necesidad de informe favorable del órgano forestal de la Comunidad
autónoma donde radique el monte, y en el caso de que se trate de un monte catalogado,
su exclusión previa del Catálogo.
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privativo del monte, se necesitará una concesión con informe favorable por parte del
órgano forestal competente que acredite la persistencia de los valores naturales del monte.
Al igual que las aguas terrestres, el demanio marítimo, las minas, e incluso las
infraestructuras de transporte por carretera, ferroviario o aéreo, los montes trascienden su
carácter puramente demanial, para convertirse en objeto de protección, desarrollo, y
coordinación con otras realidades territoriales, a través de la implementación de políticas
públicas. En este caso, no se trata ya de la aplicación de un régimen jurídico especial a
determinadas propiedades por el hecho de ser públicas, sino de, trascendiendo el dato de
la titularidad, gestionar determinados bienes de modo global por su esencial valor social.
Nos salimos en este caso del núcleo duro de la asignatura para conectarla con otros
sectores jurídicos, como el medio ambiente, el urbanismo y la ordenación territorial.
En ese sentido, la protección y conservación de los montes como recurso natural tiene
por finalidad proteger el recurso y al mismo tiempo todas las funciones que éste satisface,
no sólo las ambientales, sino también las sociales y económicas, de manera que cualquier
planificación y gestión de tales montes ha de hacerse desde la perspectiva de la
multifuncionalidad de los mismos. El objetivo último es contribuir al desarrollo rural
desde la actividad forestal manteniendo y mejorar el estado de conservación de los
montes.
A. Instrumentos de planificación forestal
La política forestal española se concreta en un programa forestal basado en tres bloques:
instrumentos legislativos, instrumentos de planificación forestal, e instrumentos para la
implementación de las medidas de gestión forestal sostenible. Los instrumentos
legislativos son precisamente la LM y la normativa conectada a ésta, mientras que los
instrumentos de planificación y gestión se definen en la misma LM.
a) La LM constata la necesidad de una planificación a escala general, a cuyo fin
establece dos operaciones de planificación al nivel más amplio posible: la
Estrategia Forestal Española y el Plan Forestal Español. La primera lleva a cabo
el diagnóstico del sector forestal, las previsiones de futuro, y sienta las directrices
que permiten articular la política forestal de todo el país. Se elabora por el
Ministerio de Medio Ambiente, con la participación de las Comunidades
Autónomas y con el informe de la Comisión Nacional de Protección de la
Naturaleza y del Consejo Nacional de Bosques. El segundo desarrolla dicha
estrategia forestal general, cuenta con los mismos protagonistas, y es revisado,
como máximo, cada diez años.
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entre ambos antes de la aprobación de la LM, y además relacionan la planificación
y gestión forestal con el decisivo ámbito de la ordenación territorial. Su carácter
más relevante es el de que, a diferencia de los planes nacionales citados en el
párrafo anterior, tienen un carácter jurídico vinculante, siendo su contenido
ejecutivo y de obligado cumplimiento para sus destinatarios.
Los montes protectores, junto con otras figuras de especial protección, así como los
montes catalogados, se gestionarán para garantizar su mantenimiento en un estado de
conservación favorable o, en su caso, para la restauración de los valores que motivaron
dicha declaración. En este sentido, deberán contar con un proyecto de ordenación de
montes, plan dasocrático u otro instrumento de gestión equivalente. Estarán exentos de
la obligación anterior los montes de superficie inferior al mínimo que determinarán las
comunidades autónomas de acuerdo con las características de su territorio forestal. El
contenido mínimo de los proyectos de ordenación de montes y planes dasocráticos se
determinará en las directrices básicas comunes para la ordenación y el aprovechamiento
de montes. La elaboración de estos instrumentos deberá tener como referencia, en su caso,
el PORF en cuyo ámbito se encuentre el monte.
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La LM regula en sus arts. 36 y 37 dos tipos de aprovechamiento: los forestales y los
maderables o leñosos, respectivamente.
a) Aprovechamientos forestales: El titular del monte será en todos los casos el
propietario de los recursos forestales producidos en su monte, incluidos frutos
espontáneos, y tendrá derecho a su aprovechamiento conforme a lo establecido en
la LM y en la normativa autonómica, así como a lo que concretamente se consigne
en el proyecto de ordenación de montes, plan dasocrático o instrumento de gestión
equivalente vigente. Algunas clases de aprovechamiento, como el de pastos, se
deberá regular expresamente en estos instrumentos de gestión para ser admitido.
Los aprovechamientos en los montes del dominio público forestal podrán, a su
vez, ser enajenados por sus titulares. Los aprovechamientos en los montes
afectados por las zonas de servidumbre, policía, o afección de los dominios
públicos hidráulico, marítimo-terrestre, de carreteras o ferroviario no precisarán
de la autorización de los órganos competentes de dichos dominios, siempre y
cuando tales montes dispongan de instrumentos de gestión cuya aprobación por el
órgano forestal de la Comunidad autónoma haya sido informada favorablemente
por los órganos de gestión de los dominios públicos mencionados.
c) Aprovechamientos maderables y leñosos: Los aprovechamientos maderables y
leñosos se regularán en general por el órgano forestal de la Comunidad autónoma.
En los montes no gestionados por dicho órgano forestal, el titular de la explotación
del monte deberá notificar previamente el aprovechamiento al objeto de que aquel
pueda comprobar su conformidad con lo previsto en el instrumento de gestión o,
en su caso, de planificación que sea aplicable. En caso de no existir dichos
instrumentos, estos aprovechamientos requerirán autorización administrativa
previa.
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Una reforma de la LM a través de la Ley 10/2006, de 28 de abril profundizó en tales
objetivos.
Para ello se adoptan técnicas de distinta naturaleza: prohibiciones, autorizaciones
administrativas o la adopción de planes de defensa. En particular, se incluyen medidas
preventivas de manera específica (programas de concienciación y sensibilización,
regulación de todas aquellas actividades que puedan dar lugar a riesgo de incendio,
limitaciones de tránsito por los montes), la declaración de determinadas áreas como
“Zonas de Alto Riesgo de Incendio”, o la promoción de una gestión forestal sostenible a
través del establecimiento de un conjunto de incentivos económicos dirigidos
especialmente a montes catalogados, protectores, y los que se acaban de mencionar. Quizá
la medida más relevante haya sido la introducida por la disposición adicional sexta del
Texto refundido de la Ley del Suelo de 2008, que fija la obligación de que los terrenos
forestales incendiados se han de mantener en la situación de suelo rural y destinado al uso
forestal, al menos durante el plazo previsto en la Ley de Montes, esto es, 30 años, como
ya se ha mencionado antes, y que ha sido excepcionada en la reforma de la ley de 2015..
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b)El Ministerio de Medio Ambiente, en colaboración con el resto de los Ministerios
y, en especial, con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en lo que
atañe a las áreas marinas y a los recursos pesqueros, y con el Ministerio de
Fomento en lo que respecta a la marina mercante, elaborará el Plan Estratégico
Estatal del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad.
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La regulación de tales parques ha tenido una vida ajetreada. La Ley de 1916 fue sustituida
por la ley de Montes de 1957 y esta a su vez por la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de
Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres. Esta ley
englobaba tanto los parques nacionales como los espacios naturales protegidos y fue
desautorizada por el Tribunal Constitucional en la Sentencia 102/1995, de 26 de junio,
que declaró la nulidad de determinados preceptos (que atribuían su gestión
exclusivamente al Estado), obligando a que se dictase la Ley 41/1997, de 5 de noviembre,
que adaptaba los nuevos preceptos a la doctrina constitucional.
A su vez, la inclusión de los Parques Nacionales en la ley de 1989 terminó con la
aprobación de una norma específica que los regulaba en exclusiva, la Ley 5/2007, de 3 de
abril, de la Red de Parques Nacionales. El Congreso aprobó, sin embargo, el pasado 20
de noviembre la nueva y actual norma, la Ley 30/2014, de 3 de diciembre, de Parques
Nacionales, que ha entrado en vigor el 5 de diciembre de 2014.
Tras dichas modificaciones, la declaración de los Parques Nacionales sigue vinculada a
la representatividad de los ecosistemas que sustentan, requiriéndose para la declaración
de un territorio como parque nacional una Ley de las Cortes Generales, previo acuerdo
de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas en cuyo territorio se
encuentren ubicados, (art. 8). La pérdida de condición de Parque Nacional también
efectuará por medio de Ley de las Cortes Generales, previa audiencia del órgano que
determinen las Comunidades Autónomas (art. 12) y sólo podrá fundamentarse en la
pérdida de los requisitos exigidos o deterioro grave e irreversible que no pueda restaurar
de ninguna manera el ecosistema. Para asegurar esa gestión compartida se crea el Consejo
de la Red de Parques Nacionales (art. 27), órgano adscrito al Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente y en él estarán representadas la Administración General
del Estado y todas y cada una de las Comunidades autónomas en cuyo ámbito territorial
se ubiquen Parques Nacionales.
En cada Parque Nacional existe una Comisión de Coordinación, como órgano de gestión
del mismo, integrado por igual número de representantes de la Administración General
del Estado que de la Comunidad Autónoma en que se halle ubicado el parque. A su vez,
las comisiones mixtas de cada parque nacional están asistidas por los Patronatos (art. 24),
órganos colegiados asesores de colaboradores en la gestión de estos espacios protegidos
en los que, además de la representación paritaria del Estado y de las Comunidades
Autónomas, se asegura la presencia de las instituciones, organizaciones y grupos de
personas relacionados con el parque.
La organización de los parques nacionales finaliza con la figura del Director-
Conservador, que en cada Parque Nacional será un funcionario perteneciente a la
Administración General del Estado o de la Comunidad Autónoma en la que se ubique,
nombrado por la Comunidad Autónoma previo acuerdo de la Comisión de coordinación.
Como instrumento de gestión del conjunto de parques nacionales nace el Plan Director
de la Red de Parques nacionales (art. 19), con el objetivo de ser el instrumento a través
del cual se fijen las líneas generales de actuación. Este Plan Director debe servir de pauta
para la redacción de los Planes Rectores de Uso y Gestión (art. 20), instrumentos ya para
la gestión de cada parque en particular.
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