El Nuevo Imperio Egipcio
El Nuevo Imperio Egipcio
El Nuevo Imperio Egipcio
Por otra parte, las ciudades civilizadas habían aprendido de los hicsos el uso
bélico del caballo, con lo que éste dejó de ser una ventaja para los pueblos
nómadas. Los reyes tebanos del Alto Egipto tenían caballos y los usaron para
combatir a los invasores. El último rey de la XVII dinastía fue Kamosis, que
redujo el dominio hicso a las vecindades de su capital. En 1570 fue sucedido por
su hermano Ahmés (que, por algún extraño motivo, los egipcios catalogaron
como primer rey de una XVIII dinastía). Ahmés libró una batalla decisiva en el
Delta, en la que derrotó a Apofis III, el último rey hicso. El ejército hicso huyó a
Palestina, pero Ahmés lo siguió y lo volvió a derrotar. Indudablemente, los
hicsos ya no eran entonces los toscos guerreros de antaño, sino que habían
asimilado los lujos egipcios y se habían debilitado. A partir de aquí desaparecen
de la historia: la mayoría de ellos permanecieron en el territorio entre los
fenicios, cananeos, amorreos, etc., pero ya sin ninguna identidad que los uniera.
Con sus victorias, Ahmés logró imponer su autoridad sobre un Nuevo Imperio
Egipcio. Parece que las tensiones entre el rey y la nobleza quedaron atrás. Ahora
Egipto tenía carros y caballos, así como un nuevo orgullo nacional. El rey ya no
sólo era sacerdote y dios, sino también un gran general. Su autoridad era
indiscutible. Una muestra de la nueva reverencia que se le reservaba es que los
egipcios ya no se referían a él como "el rey", sino con el circunloquio más
pomposo de "la gran casa" o "el palacio", voz que ha derivado en la
expresión Faraón. Aunque anacrónicamente se llama faraones a todos los reyes
egipcios, lo cierto es que este título surgió con el Imperio Nuevo.
En 1560, el rey hitita Hantil I fue asesinado junto a su hijo y sus nietos por su
yerno y sucesor Zidanta I, que años atrás había sido su cómplice en la conjura
contra Mursil I. Las leyes hititas no establecían claramente la fórmula de
sucesión del rey, por lo que las conjuraciones eran cada vez más frecuentes. A los
pocos años de subir al trono, Zidanta I fue asesinado por su hijo Ammuna. Los
desórdenes dinásticos, unidos a una grave sequía sumieron al reino en una
profunda crisis.
Sin embargo, el nuevo monarca resultó ser un buen general. En 1468 se enfrentó
con un ejército cananeo en Megiddo, un enclave estratégico para la defensa de
Cadesh. Tutmosis III aprovechó que el grueso del ejército se encontraba en otra
parte (pues tomó una ruta diferente a la que sus enemigos habían conjeturado) y
consiguió así una primera victoria. Dejó parte de su ejército sitiando la ciudad y
siguió avanzando. A los siete meses Megiddo cayó en poder egipcio. Año tras
año, Tutmosis III reanudaba sus campañas en Canaán, hasta que en 1462 llegó a
la misma Cadesh y la destruyó. Luego cruzó el Éufrates y se internó en Mitanni,
pues Cadesh no habría resistido tanto tiempo sin su ayuda. No obstante no se
atrevió a ocupar permanentemente una región tan alejada. Durante un siglo, el
dominio de Egipto sobre Canaán no tuvo discusión.
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