Allendes, Marco Antonio - (Reseña De) Entre Hegel y Marx de Juan Rivano

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Marco Antonio Allendes

"ENTRE HEGEL Y MARX", DE JUAN RIVANO*

EN R A o I e AL diferencia y en actitud asaz polémica con doctrinas en boga, el


profesor Juan Rivano ha elaborado sus propias meditaciones sobre el nuevo
humanismo que se avecina, inspirado en Hegel y Marx.
Con honda penetración en la raíz y el sentido de un difícil pensamiento
contemporáneo de linaje positivista, desarrolla una crítica de gran indepen­
dencia y alto vuelo, pues no obstante su formación matemática no se deja
reducir a fórmulas ni permite que la ciencia le escamotee la realidad. Escrito
un poco a prisa, confiado, tal vez, en la decantación general de sus ideas,
su estilo no cuaje siempre en formas bien logradas. Junto a una gran habili­
dad en el uso de ciertos giros y metáforas, se muestra, a veces, excesivo o mal
ataviado, quedando sólo como un signo de lo que está en vías de alcanzar
su realización.
El libro requiere una segunda lectura, salvo para aquellos que estén muy
familiarizados con su posición. Entonces cobra toda la nitidez que se desea y
se revela como una obra densa, sutil, certera y riquísima en sugerencias,·
como todo pensamiento que se empina sobre la pesadez de las formas habi­
tuales y vislumbrando una nueva y fascinante veta, señala su tesoro un
poco con impaciencia y desparramo.
En siete macizos capítulos, el autor desarrolla sus dos ensayos ("Entendi­
miento y Razón" - "Libertad y Humanismo") , en los que expone lo más
granado de su reflexión sobre una nueva manera de comprender la realidad
y su consecuente y generoso estilo de vivir.
Inicia sus análisis con una descripción y crítica de los caracteres del enten­
dimiento, cuya actividad domina aun casi sin contrapeso la tradición teórica
de Occidente, donde se identifica como la forma superior del espíritu, aunque
una observación atenta sobre sus modos de operar pone de manifiesto lo
inadecuado y deformante de los principios que utiliza. El del "ser o no ser",
es uno de los que preside su trabajo, arrastrándolo a conclusiones tan absurdas
como las referentes a la inexistencia del tiempo, por ejemplo, que sirven al
profesor Rivano para criticar burlonamente la simpleza de semejante modo de
razonar. Igual ocurre con las categorías de cosa y substancia, sin las cuales
no puede discurrir, inmovilizando en ellas la incontenible actividad de lo
real y convirtiéndola en algo como "perlas para contemplar en un escaparate".
"El entendimiento no puede estar tranquilo mientras no vea y lo que ve es
necesariamente algo determinado, algo entre límites, inmóvil e idéntico". La
exterioridad, la solidificación, en suma, de la existencia, junto a invenciones
tales como la de un intelecto que unifica los datos dispersos que recibe desde
fuera, constituye los pilares de su engañoso esquema del universo.
Una fortaleza para la defensa de tales categorías la representa con gran
éxito en nuestra época, el positivismo lógico -"La orden de los caballeros
del entendimiento"- cuyas burdas pretensiones desenmascara nuestro autor
con insuperable maestría. "La verdad, para ellos, se reduce a una cuestión

* Edición de la Comisión Central de Pu- Santiago, 1962.


blicaciones de la Universidad de Chile,

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Revista de Filosofía J Marco Antonio Allendes

de comillas; el infinito se resuelve en un punto suspensivo; la continuidad


no es más que una integral definida-indefinida; la necesidad se transforma
en hijastra de la convención; el conocimiento es una tontería paleolítica; el
hombre singular una construcción lógica; y la mujer con que estos positivistas
duermen, una inducción bien hecha". Refiriéndose a la concepción de la
ciencia de un Russel, por ejemplo, nos dirá: "La apariencia -para ellos­
es como el moho de las cosas, inmundicia que es preciso eliminar; no tienen
ojos dialécticos para la sabiduría de la apariencia que es la primera potencia
de la libertad". El profesor Rivano golpea con verdadero ensañamiento esta
engreída y fatua corriente actual, con un ingenio y certeza extraordinarios,
si bien es cierto que en un marco de agresividad muy poco académico y en
discordancia con la comprensión y el amor ele quien habla desde los albores
ele la Razón.
Pero el entendimiento trae consigo su propio repudio, toda vez que descubre
sus límites y cediendo a los impulsos del espíritu que no tolera muros, tiende
a superar tales límites, lo cual no ha de entenderse como la destrucción de sí,
sino como el crecimiento por integración en una actividad más general que
lo comprehende. Esta insatisfacción respecto de la verdad del entendimiento y
el natural anhelo ele salvarla en el seno de lo absoluto, constituyen la base
de la creencia en este último y, por tanto, en la metafísica. Si nuestro anhelo
no es una locura, algo cierto debe anunciar. Los positivistas modernos con su
fobia antimetafísica y su abstraccionismo pueril están minimizando al hombre,
privándolo ele su real destino y obstruyendo el desarrollo superior de la
conciencia.
Bajo el imperio de tales anteojeras una consecuencia importante e irreme­
diable resulta ser la existencia abstracta en que el hombre consume sus días,
encapsulado en un pobre y ciego individualismo. La consideración ele un
juego de azar que sirve al autor para ilustrar el complejo libertad, necesidad,
azar, razón, puede ayudarnos a comprender el sin sentido de tal aislamiento,
pues en el juego, entendido "como un simulacro de vida universal, como
pugna entre posibilidades encontradas", "donde se despliega el máximo de
organicidad que incluye activamente tales posibilidades", puede el jugador sen­
tirse .absoluto, autárquico. Mas, el juego sólo tiene sentido en la totalidad
de los jugadores y en las reglas que lo rigen, impuestas sobre los que partici­
pan en él y, por tanto, trascendentes al individuo. No obstante, "el acto
concreto de lanzar tal jugador determinado esta determinada carta suya se
presenta como un acontecimiento rotundamente autárquico". "El énfasis en
el proceso del juego se presenta casi como un desgarramiento, como un límite
de sus pulsaciones"; "el énfasis implica así el peligro de falsificar la verdadera
existencia por la positividad casi absoluta que el proceso confiere a cada uno
de sus momentos enfatizados. Las alternativas del juego segregan esbozos de
individualidad singular".
De este encierro se sale con amor, la vía de la unidad. Se comprende que
la cárcel de la individualidad es la causa del sufrimiento consecuente a una
visión parcial y, por tanto, falsa de la vida. El autor se refiere con hondura
a las nefastas proyecciones sociales de este ensimismamiento que carece del
otro y se consume en la desarmonía disparando sobre los demás y sobre sí

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Comentarios críticos f' Revista de Filosofía

mismo, en una guerra estéril. Su exaltación al amor que nos trasciende y su


rechazo al hermetismo del individuo no significa como podría creerse por algu­
nos de sus juicios, un repudio a la soledad en cuanto ésta sea un medio
auténtico de interiorización y realización en la Unidad, sino tan sólo en la
medida en que ella es, como ocurre frecuentemente, una fuga del mundo y
de nosotros y, por tanto, una forma de enajenación. "¿Por qué toda vez que
el hombre percibe lo bello o descubre lo verdadero experimenta allí mismo
la necesidad de comunicación? ¿Por qué se siente transportado más allá de
sí mismo en la alegría y padece entonces como una inecuación entre su expe­
riencia y su intimidad? ¿Por qué busca instintivamente un sujeto más uni­
versal para los contenidos de la inspiración y el entusiasmo?" Conmovedoras
y sugerentes preguntas.
Producto de la misma estrechez, se ha creado un concepto de la filosofía y
ha pasado a tener ésta un destino tal, que ya no se la reconoce. Con certeros y
valientes juicios el autor enrostra la oscura y fatal especialización en que se
sume y pierde la gran sabiduría que debería ser la tarea del filósofo, "porque
hay el juicio corriente que muestra a este último ocupándose tan sólo del
adorno de su cabeza". Y con gran aparato, esos "custodios del espíritu", "de
vez en cuando, en medio de la más solemne y estúpida trompetería, muestran
el arca en público". La índole de las arduas cuestiones filosóficas contribuye,
por desgracia, a tales deformaciones, llegando a un profesionalismo "que
amenaza con llevarse el espíritu al otro mundo"; situación cultivada por los
Papas de la filosofía, hasta conseguir su total enajenación. Dolorosa verdad,
sin duda, que muestra la impotencia de un tipo de hombre actual para las
máximas labores de la inteligencia y que en nuestros medios latinoamericanos
alcanza el paroxismo. El hecho adquiere ribetes trágicos cuando se piensa
en los jóvenes de las nuevas generaciones, en las que debe ponerse alguna
esperanza, los cuales, tocados de los más hondos requerimientos y buscando
con ansiedad y angustia la clave salvadora de su destino, sólo encuentran
frivolidad, mentecatez, oscuridad y vanagloria. "Ciertamente es cosa grave y
fuerte que un hombre pase su vida investigando en el aire, hilvanando las
nubes con el viento y que consuma en ello sus más altas dotes". "La filosofía
al uso en nuestros centros de altos estudios -termina diciendo el profesor Riva­
no- poco o nada ha hecho por contribuir de verdad al destino del espíritu".
Una concepción humanista, universal, no sería acreedora de su nombre
si se limitara a delicadezas académicas y no pudiera proyectarse concretamente
en el orden social. Aplicando los criterios dialécticos del marxismo, nuestro
autor desarrolla sus consecuencias culpando al sistema capitalista de la enaje­
nación del hombre o exhibiéndolo como su mejor exponente. Incurre así, a
nuestro entender, en uno de los errores más generalizados en la polémica
social: culpar a los sistemas políticos de los defectos inherentes al hombre,
· olvidando que ellos son más bien hijos de la imperfección humana, que
causa de ella y que, por tanto -y sin negar la interpolación de ambos fac­
tores- pueden progresar desde sí mismos con pleno éxito, dicho esto en tér­
minos generales. Nadie puede dejar de sufrir el espanto de la actitud que
se da frecuentemente en el capitalismo respecto de las relaciones humanas ni
de padecer la enajenación del trabajador. En este sentido el marxismo tiene
un propósito más noble, pero no puede pasar de tal, pues representa -cosa

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Revista· de Filosofía / Marco Antonio Allendes

paradoja!- una forma de -vida más enajenante. Diríamos que el comunismo


es uno de los más astutos engendro del entendimiento, pues bajo la apariencia
del respeto al destino del hombre, lo minimiza y desdibuja, engañándolo
sobré su propia realidad. Cuando se olvida al hombre, y en esto Marx vagó
en abstracciones y exterioridades (lo que no resta valor a su papel funda­
mental en la historia del mundo ni al inmenso amor que originó su reacción) ,
se le daña por hacerle un favor. Dice le autor: "El trabajo colectivo podía y
puede ser la comunicación activa, la universalidad práctica que lleva la exis­
tencia humana a un nivel superior, pero ha sido paralizado o desviado de
su curso". Ocurre, , empero, que realizarse en el trabajo es propio sólo de
espíritus superiores y a ellos como dicen los teólogos "cualquier oficio puede
santificarlos". Mas, sólo a ellos. La falacia de la Iglesia ha consistido en pre­
sentar tal excepción como la norma. "El filósofo que desee ver la cara de la
repetición -nos dice el profesor Rivano- que entre en una fábrica". Sin duda es
así, sólo que la "reiteración" se dará en todas las fábricas, aunque sean
nuestras propias fábricas, como lo prueba la miseria no ya del capital, sino
del capitalista, que vive otra forma de reiteración. En una noble y aguda
interpretación, nuestro autor nos muestra la falacia de concebir la sentencia
bíblica "ganarás el pan con el sudor de tu frente" como una maldición, siendo
que ella debiera entenderse: "te bastarás a ti mismo en el medio de tu
naturaleza, será tu propio Dios", pues, "el hombr0 que acepta el trabajo de
otro para sí es enemigo de su destino; y el que trabaja para otro se ha. disuelto
en la abstracción de la pura naturaleza". Mas, ¿quién es el Dios de sí mismo?
Pretender lo que no se es, es la peor forma de enajenación, y si bien es
cierto que no podemos olvidar el destino último del hombre tampoco podemos
desentendernos de su estado presente. Hay en lo uno tanto mal como en lo
otro. Mientras impere la elefantiasis de la técnica y el poder moral del hombre
no esté a su altura, no· se ve cómo podríamos encontrar ese curso natural del
trabajo,. El marxismo, por un explicable error de perspectiva, ha concedido
valores exagerados a los factores que maneja; y su fin será un gran desencanto,
pues habrá sacrificado cruelmente y en la más espantable enajenación al
hombre actual por un fin ilusorio en un "más allá" terreno, obrando de
idéntica manera a como lo hace la religión. La penosa realidad moral de los
países socialistas ilustra bien nuestras ideas. Creemos, en cambio, que el valor
del marxismo ha consistido en un hecho práctico: el temor despertado en el
capitalismo, determinante de un fuerte progreso en el sentido social y de la
explicitación de buena parte de sus mejores posibilidades. Y la máquina teórica
montada para -ello no obedece sino a la necesidad de racionalizar en conso­
riancfa con nuestro temperamento, un gran impulso de rebeldía al mal y de
amor a los hombres, el ·cual, periódicamente y a su modo, ha tenido repre­
sentantes en todos los tiempos, lo que no está en contradicción, claro está,
con un paulatino ensanchamiento de la conciencia, que en su expresión más
acabada, será siempre una conquista individual y excepcional.
Con esto se relaciona también el juicio condenatorio tan popular que pinta
a Ia religión como "el opio del pueblo". Esto han llegado a ser algunas
religiones _desvirtuadas en su· institucionalidad, como la Iglesia. Pero si bien
se mira, lá religión, en lo profundo, representa uno de los grandes pasos dados
por el hombre .en su búsqueda de la unidad y por tanto, de la conquista de la

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Comentarios críticos J' Revista de Filoso/la
Razón. Se echa de menos un desarrollo en este sentido, el cual es aludido,
a veces, en frases aisladas. Cuando uno compara las grandes figuras de estos
extremos, por ejemplo, un místico y un Hegel, se siente inclinado a pensar
que la verdad está más cerca del primero; y no se diga que es ésta una mala
prueba del poder transfigurador de una doctrina que pretende ir más allá
del intelecto y concebir al hombre, como "el lugar donde la realidad se
conoce a sí misma".
Consideración especial merece la comparación con la filosofía hindú res­
pecto de la superación del entendimiento y el advenir de la Razón, en lo
cual puede rastrearse semejanzas y diferencias .de interés, a lo cual apunta
certeramente el profesor Rivano al remitirnos al Bhagavad-Gita y a los Upani­
shadas.
Cuando pensamos en el paso· dialéctico a la Razón, nos encontramos con
que en nuestro mundo occidental poco se ha hecho por ese paso, y aquello
se advierte y, por otra parte, se declara, en el libro que comentamos. Se lamenta
la falta de elaboración constructiva de la Razón. Se ve en cambio la impo­
tencia del entendimiento, las dificultades sin cuento a que conduce su cari­
catura de la realidad, la quiebra:, en · suma, de su estructura, incapaz de
encarar la solución satisfactoria de los problemas capitales y enredado angus­
tiosamente en los seudosproblémas que se fabrica. Pero un enfoque concreto
de las cuestiones fundamentales por obra de la Razón no brilla con igual
claridad. No sirve de mucho que se nos diga que su labor está todavía en
pañales, que tiene "siglos .por delante antes de una realización cumplida".
¿Es que se trata más que de una nueva doctrina. de la crisis de la doctrina
tradicional? ¿Es, acaso, más el anuncio o presentimiento -en base a la su­
puesta validez de la dialéctica- de una nueva era del espíritu, que la confi­
guración de esa era? Todo ello parece legítimo preguntárselo entre nosotros,
mas no así en el pensamiento oriental más avanzado (la filosofía vedanta, por
ejemplo), donde el camino y sus logros aparecen más seguros y demarcados y
donde, declarada la crisis del entendimiento, emprende el hombre una de
las aventuras más audaces y colosales del espíritu humano, renunciando a
todas sus implicaciones y entregándose a la aprehensión intuitiva y omni�
incluyente de la Razón. Este jugarse entero no se ha dado en el Occidente.
Sus estrategas calculan demasiado y su calculatoria los paraliza. Se abomina
del límite, pero inconscientemente se aferra uno a él. Y, claro está, un salto
·a la Razón, así de precaria, es un poco un salto al vacío, es el abandono
de lo cierto y seguro por lo incierto y desconocido y, por tanto, un paso
que sólo puede dar aquel que habiendo alcanzado la más perfecta madurez,
habiendo llegado sin presión externa a la crisis, sienta la necesidad ineludible
de hacerlo y trasponga los límites con la misma confianza con que el animal
cumple las etapas más audaces bajo el imperio de su instinto. Y así se explica
que aun no luzca entre nosotros y hasta se le tema como a un brujo, ya que
sólo "son frases de visionario, metáforas místicas, arrebatos del corazón, lo
único que actualmente puede aproximarnos a la Razón".
Pero es además interesante confrontar las distintas vías en la superación­
del entendimiento, la diferencia de los sistemas en los cuales se articulan, sin
embargo, las mismas etapas y se revelan -o descubren los mismos defectos, contra
los que reacciona el Espíritu.

r r
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Revista de Fifosofia / Marco Antonio Allendes

La separatividad, la distancia, uno de los ídolos del entendimiento, aludido


sagazmente por el profesor Rivano en su forma o aparecer de lo religioso (el
Dios personal como el gran refugio y protección del entendimiento), es
disuelta en el pensamiento filosófico de la India y perseguida como el su­
premo error. La idea de Dios Persona, con diferencia abismal, asienta y
consolida la dualidad con broche divino. Es un modo engañoso de unificación,
pues unifica parcialmente (reduce el pluralismo del politeísmo), pero me­
diante un resumen de la pluralidad que es como un afianzamiento mediante
la más estilizada e ingeniosa decantación de su esencia: la dualidad final,
que alimentará por siempre los mismos problemas. La religión, así entendida,
es pues, un límite que debe ser trascendido en la Real Unidad, la cual
comienza donde la religión termina, donde se despliega el último vuelo del
Espíritu, el vuelo de la Razón, la absoluta unidad consciente. Para un sabio
formado en los Upanishadas, Hegel sería un hombre encerrado aun en las
redes del entendimiento, pero que tiene respecto de los otros una ventaja
fundamental: que está consciente de su encierro y pugna desesperadamente
por salir.
Así se explica, finalmente, que muchas doctrinas de gran éxito entre nos­
otros, no pueden haberse imaginado siquiera, en Oriente, como lo sería un
antipsicologismo del tipo husserleano, al que tan dura y justamente critica
nuestro autor, como ejemplo de desvinculación a lo real deteriorado en un
desgajamiento inconcebible.
Es obvio que tales reflexiones no valen para toda la India, donde fuera
de la tradición dominante que comentamos, han prosperado todos los sistemas
que resultan de ensayar las distintas posibilidades de la inteligencia, casi con
la misma dispersión angustiosa y agresiva de los griegos.
Sobre la visión atomizante y abstracta que nos proporcionan las escuelas
nacidas del entendimiento se levanta el enfoque dialéctico que resuelve las
aporías a las que una conciencia más estrecha nos había empujado, con una
comprensión que resulta de seguir atentamente el movimiento de la realidad, y
en alas de la cual el autor llega a bosquejar lo que cree será el nuevo
humanismo.
El gran valor de la dialéctica reside en encontrar un sentido y una esperanza
a las situaciones que congeladas por el entendimiento y aisladas de su con­
tinuidad y organicidad, aparecen como negativas e ininteligibles, proporcio­
nándonos una clave reveladora para los más oscuros procesos. Así, por ejem­
plo, respecto del error y del dolor entre los que desespera el ser humano.
El dolor no tiene positividad absoluta. Pierde, pues, su espanto al engendrar
su contrario, la felicidad. En la conexión dialéctica "nuestro sufrimiento es
felicidad futura". De esta manera, otorgándole su valor y lugar a todo lo
vivido, nos libra del intento irrealizable y necrofágico de "volver a lo origi­
nario", en una especie de grotesca involución, pasto fácil de la comicidad,
que es buen cliente de los filósofos.
Con todo, hay que tener presente que el trabajo de la Razón, como la
visión dialéctica del mundo, es actitud final y sólo tiene valor y sentido
una vez vividas y puestas en crisis las etapas preliminares, pues no se ve
cómo podría uno realizar ciertas tareas de la ciencia con otros criterios que
son los usuales, los que dentro de determinados niveles conservarán siempre

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Comentarios críticos / Revista de Filosofía

su vigencia. Son, claro está, estos empiristas modernos que reducen la verdad
, a una "y", los que extrapolando las reglas de su pequeño mundo y preten­
diendo para ellas validez universal, crean el absurdo. Es esta situación de
extrema madurez, de último paso, lo que hará este libro inaccesible para
muchos, por sencillo que sea el lenguaje con que se lo quiera presentar,
como es lejana la palabra evangélica o la sublime ingenuidad de los sabios
de Oriente.
El autor culmina gloriosamente la jornada, con su desarrollo del concepto
de libertad, lugar en que su humanismo alcanza la plenitud y donde, inte­
grando los cabos sueltos que había dejado en el camino y recogiendo los
problemas que con mente sagaz había ido develando, nos proporciona una
especie de solución sintética universal.
Acaso sean estos últimos capítulos los más difíciles de aprehender, por "la
concreción del pensamiento y la armonía de conceptos encontrados que nos
obliga a manejar. En el ensayo anterior, el autor intentó familiarizarnos con
la aproximación dialéctica de alma y cuerpo, hombre y naturaleza, necesidad
y libertad, intuición e inferencia y todo venía preparándose para la afirmación
final, pero sólo una compenetración muy grande con el enfoque dialéctico,
al extremo diríamos de vivirlo, de sentirlo, como la perfecta expresión de
nuestra experiencia, nos hará inteligibles y elocuentes sus últimas palabras.
La libertad como facultad de opción -concepto con que se identifica habi­
tualmente la idea de libertad- "requiere esencialmente de una distancia entre
el hombre y el entorno", No obstante, ella quiere, en lo profundo, superar
la distancia y alcanzar la unidad, en virtud del "espíritu" que obra en ella,
a pesar de ella, y por el cual en todo momento "rabiosos y llenos de odio,
cumplimos no obstante el destino del amor". "El verdadero humanismo es la
instauración universal del amor; el amor universal trasciende la libertad tuya
y mía y la disuelve en la verdadera libertad donde el deber-ser, el individuo,
los decálogos y voluntades individuales, no son más que abstracciones que
han explicitado por fin el fundamento como un fruto, asegurando con ello
su verdad",
La Libertad ;erdadera implica la autoconciencia de la realidad, la explici­
tación total del destino del hombre, su plenitud; pero cada etapa vivida
auténticamente, en su tránsito y en su crisis, en su valor y desvalor, nos acerca
a esta libertad, nos da una muestra de ella. Es una identificación con el
movimiento de la realidad, conciencia de este movimiento, y actividad unísona
con él; afirmación de vida; necesidad y placer de realización.
El hombre libre no es quien satisface caprichos ni tampoco el que domina
deseos como en una contrariedad perpetua consigo mismo, sino el que se sabe
y siente parte de la realidad, moviéndose en la dirección de su autodesen­
volvimiento. "El hombre es, ante todo, conciencia; y en la conciencia está la
semilla de la libertad, de un movimiento absoluto que asimila todas las con­
diciones y que se desenvuelve como realidad viva". "No hay límites conce­
bibles para la conciencia, fuente verdadera de libertad". Esa libertad que
para el profesor Rivano es "como la patria del hombre absoluto".
Nuevamente aquí la semejanza con el concepto vedanta de la libertad, al
que fatalmente ha de desembocarse por la vía de este filosofar, prueba la
justeza de nuestros juicios anteriores.

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Revistá i:le 'Filoso/la / Marco Antonio Allendes

Es ésta una obra escrita. desde. dentro, al extremo de sentir uno qu_e a su
autor le va la vida en su empresa. Y cuando alguien se juega tanto y desde •
tan hondo no puede tratarse. de asunto baladí. En efecto, elevándose con
supremo esfuerzo sobre la mera especulación, palpita. en su concepción el
anhelo de la sabiduría, la que nos aproxima, ..por encima del especialista, a la
visión del héroe o del santo, capaz de proporcionar una dirección á la vida
humana, en el sentido de su ·unidad y libertad.
Pero la empresa es demasiado pretenciosa, si se aspira a una absoluta con­
sistencia, pues ella implica remover por doquiera la construcción del enten­
dimiento dentro del cual vivimos. El propio autor queda atrapado en la
red. Es así como el carácter excesivamente polémico y agrio de su ataque a
toda concepción derivada del "entendimiento", hay que explicarlo como escrito
en buena parte desde el entendimiento mismo. El autor está conciente de la
dificultad. Lo que a la postre, sin embargo, lo salvará, es que ha sido dictado
desde un germen de rebeldía y superación del entendimiento, pues de su
propia negación debe partir su victoria en un ascenso a nuevas y superiores
formas del. espíritu. No debe verse incomprensión en su tono de burla; lejos
de eso, se valora la gran obra del entendimiento, que no otra cosa podría
hacer quien opera con la dialéctica. Pero se lo aguijonea para que no detenga
la marcha del espíritu, lo cual, de ser posible -que no lo es- sería el mal
absoluto. Cumple, pues, un acto de plena libertad quien encarna tal misión
que no viene impuesta desde afuera, sino que surge del propia entendimiento,
pues "nuestros juicios sobre él -nos dice el autor-. son unos que se hace a sí
mismo en un movimiento que lo desgarra". Herido demasiado dolorosamente
todavía del límite angustioso de sus "engendros", no puede sino reaccionar
con furia y arrebato demoledor, pero, y esto prueba la verdad del origen
que señalamos -hay en su guerra tanta vida y esperanza, tanto espíritu creador,
que se anuncia claro y promisoriamente como la antítesis del proceso dialéctico,
como la voz profunda de la conciencia que progresa hacia su plenitud y no
como la estéril amargura que se desangra en vituperios y llantos. Por desgra­
cia, tal violencia no deja ver suficientemente las causas que 1� explican, por
lo cual, aquellos que ingenuamente y con pasión cumplen esa etapa anterior
de su evolución, se sentirán perplejos e injustamente maltratados.
Quien está en el secreto de su filosofía entiende con claridad su punto de
vista general, pero siempre echará de menos un desarrollo sistemático que
lo haga evidente por distinta vía que la simple derivación de la aprehensión
global de su sentido, la cual puede conducirnos por engañosos caminos como
suele pasar al teórico que deduce con gran confianza y rapidez a partir de sus
postulados, pero que de pronto un choque con la realidad lo devuelve a la
revisión de sus fundamentos. Al referirse el autor al análisis atomizante de
los epistemólogos, realiza una descripción de la deformación del concepto
de experiencia tal como uno querría ver junto a otras declaraciones no menos
importantes.
En su afirmación de vida, en la vehemente incorporación de la reálidad y
su valoración, en el hallar su sentido y su necesidad, condenando por ende
toda forma de nihilismo y de actitud escéptica o negativa, así como en su
oposición a la cadavérica visión científica del mundo, recuerda el tono de los.
escritos de Nietzsche.

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Comentarios críticos f' Revista de Filosof{a

Sin embargo, a pesar de la sagacidad y altura de sus críticas parece, en


ocasiones, éstas no alcanzan su objetivo por ejercerse a distinto nivel del que
fueron concebidas las ideas que se rebaten. Así, por ejemplo, sus análisis
de los hermosos versos de Luis Oyarzún resultan admirables por su hondura
y originalidad de interpretación, aunque se puedan dilicutir; en cambio, su
agravio a los de Calderón ("el delito mayor del hombre es haber nacido")
diríase incomprensivo de un giro. hiperbólico de gran ingenio que recuerda,
si bien con matiz diferente, al poeta que dice a su amada que sus almas
"ya se querían antes de quererse". Nos referimos a este punto que pudiera
parecer un detalle, pero importante por lo que implica como norma inter­
pretativa general de la expresión artística.
En síntesis, el libro Entre Hegel y Marx, del profesor Juan Rivano, no
obstante algunas asperezas formales y la incompleta elaboración de ciertos
temas, representa un logro excepcional y vivificador en la producción inte­
lectual de nuestra América y permite forjarse las más halagüeñas esperanzas
sobre el porvenir de su autor.

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