Allendes, Marco Antonio - (Reseña De) Entre Hegel y Marx de Juan Rivano
Allendes, Marco Antonio - (Reseña De) Entre Hegel y Marx de Juan Rivano
Allendes, Marco Antonio - (Reseña De) Entre Hegel y Marx de Juan Rivano
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Revista de Filosofía J Marco Antonio Allendes
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Comentarios críticos f' Revista de Filosofía
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Comentarios críticos J' Revista de Filoso/la
Razón. Se echa de menos un desarrollo en este sentido, el cual es aludido,
a veces, en frases aisladas. Cuando uno compara las grandes figuras de estos
extremos, por ejemplo, un místico y un Hegel, se siente inclinado a pensar
que la verdad está más cerca del primero; y no se diga que es ésta una mala
prueba del poder transfigurador de una doctrina que pretende ir más allá
del intelecto y concebir al hombre, como "el lugar donde la realidad se
conoce a sí misma".
Consideración especial merece la comparación con la filosofía hindú res
pecto de la superación del entendimiento y el advenir de la Razón, en lo
cual puede rastrearse semejanzas y diferencias .de interés, a lo cual apunta
certeramente el profesor Rivano al remitirnos al Bhagavad-Gita y a los Upani
shadas.
Cuando pensamos en el paso· dialéctico a la Razón, nos encontramos con
que en nuestro mundo occidental poco se ha hecho por ese paso, y aquello
se advierte y, por otra parte, se declara, en el libro que comentamos. Se lamenta
la falta de elaboración constructiva de la Razón. Se ve en cambio la impo
tencia del entendimiento, las dificultades sin cuento a que conduce su cari
catura de la realidad, la quiebra:, en · suma, de su estructura, incapaz de
encarar la solución satisfactoria de los problemas capitales y enredado angus
tiosamente en los seudosproblémas que se fabrica. Pero un enfoque concreto
de las cuestiones fundamentales por obra de la Razón no brilla con igual
claridad. No sirve de mucho que se nos diga que su labor está todavía en
pañales, que tiene "siglos .por delante antes de una realización cumplida".
¿Es que se trata más que de una nueva doctrina. de la crisis de la doctrina
tradicional? ¿Es, acaso, más el anuncio o presentimiento -en base a la su
puesta validez de la dialéctica- de una nueva era del espíritu, que la confi
guración de esa era? Todo ello parece legítimo preguntárselo entre nosotros,
mas no así en el pensamiento oriental más avanzado (la filosofía vedanta, por
ejemplo), donde el camino y sus logros aparecen más seguros y demarcados y
donde, declarada la crisis del entendimiento, emprende el hombre una de
las aventuras más audaces y colosales del espíritu humano, renunciando a
todas sus implicaciones y entregándose a la aprehensión intuitiva y omni�
incluyente de la Razón. Este jugarse entero no se ha dado en el Occidente.
Sus estrategas calculan demasiado y su calculatoria los paraliza. Se abomina
del límite, pero inconscientemente se aferra uno a él. Y, claro está, un salto
·a la Razón, así de precaria, es un poco un salto al vacío, es el abandono
de lo cierto y seguro por lo incierto y desconocido y, por tanto, un paso
que sólo puede dar aquel que habiendo alcanzado la más perfecta madurez,
habiendo llegado sin presión externa a la crisis, sienta la necesidad ineludible
de hacerlo y trasponga los límites con la misma confianza con que el animal
cumple las etapas más audaces bajo el imperio de su instinto. Y así se explica
que aun no luzca entre nosotros y hasta se le tema como a un brujo, ya que
sólo "son frases de visionario, metáforas místicas, arrebatos del corazón, lo
único que actualmente puede aproximarnos a la Razón".
Pero es además interesante confrontar las distintas vías en la superación
del entendimiento, la diferencia de los sistemas en los cuales se articulan, sin
embargo, las mismas etapas y se revelan -o descubren los mismos defectos, contra
los que reacciona el Espíritu.
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su vigencia. Son, claro está, estos empiristas modernos que reducen la verdad
, a una "y", los que extrapolando las reglas de su pequeño mundo y preten
diendo para ellas validez universal, crean el absurdo. Es esta situación de
extrema madurez, de último paso, lo que hará este libro inaccesible para
muchos, por sencillo que sea el lenguaje con que se lo quiera presentar,
como es lejana la palabra evangélica o la sublime ingenuidad de los sabios
de Oriente.
El autor culmina gloriosamente la jornada, con su desarrollo del concepto
de libertad, lugar en que su humanismo alcanza la plenitud y donde, inte
grando los cabos sueltos que había dejado en el camino y recogiendo los
problemas que con mente sagaz había ido develando, nos proporciona una
especie de solución sintética universal.
Acaso sean estos últimos capítulos los más difíciles de aprehender, por "la
concreción del pensamiento y la armonía de conceptos encontrados que nos
obliga a manejar. En el ensayo anterior, el autor intentó familiarizarnos con
la aproximación dialéctica de alma y cuerpo, hombre y naturaleza, necesidad
y libertad, intuición e inferencia y todo venía preparándose para la afirmación
final, pero sólo una compenetración muy grande con el enfoque dialéctico,
al extremo diríamos de vivirlo, de sentirlo, como la perfecta expresión de
nuestra experiencia, nos hará inteligibles y elocuentes sus últimas palabras.
La libertad como facultad de opción -concepto con que se identifica habi
tualmente la idea de libertad- "requiere esencialmente de una distancia entre
el hombre y el entorno", No obstante, ella quiere, en lo profundo, superar
la distancia y alcanzar la unidad, en virtud del "espíritu" que obra en ella,
a pesar de ella, y por el cual en todo momento "rabiosos y llenos de odio,
cumplimos no obstante el destino del amor". "El verdadero humanismo es la
instauración universal del amor; el amor universal trasciende la libertad tuya
y mía y la disuelve en la verdadera libertad donde el deber-ser, el individuo,
los decálogos y voluntades individuales, no son más que abstracciones que
han explicitado por fin el fundamento como un fruto, asegurando con ello
su verdad",
La Libertad ;erdadera implica la autoconciencia de la realidad, la explici
tación total del destino del hombre, su plenitud; pero cada etapa vivida
auténticamente, en su tránsito y en su crisis, en su valor y desvalor, nos acerca
a esta libertad, nos da una muestra de ella. Es una identificación con el
movimiento de la realidad, conciencia de este movimiento, y actividad unísona
con él; afirmación de vida; necesidad y placer de realización.
El hombre libre no es quien satisface caprichos ni tampoco el que domina
deseos como en una contrariedad perpetua consigo mismo, sino el que se sabe
y siente parte de la realidad, moviéndose en la dirección de su autodesen
volvimiento. "El hombre es, ante todo, conciencia; y en la conciencia está la
semilla de la libertad, de un movimiento absoluto que asimila todas las con
diciones y que se desenvuelve como realidad viva". "No hay límites conce
bibles para la conciencia, fuente verdadera de libertad". Esa libertad que
para el profesor Rivano es "como la patria del hombre absoluto".
Nuevamente aquí la semejanza con el concepto vedanta de la libertad, al
que fatalmente ha de desembocarse por la vía de este filosofar, prueba la
justeza de nuestros juicios anteriores.
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Es ésta una obra escrita. desde. dentro, al extremo de sentir uno qu_e a su
autor le va la vida en su empresa. Y cuando alguien se juega tanto y desde •
tan hondo no puede tratarse. de asunto baladí. En efecto, elevándose con
supremo esfuerzo sobre la mera especulación, palpita. en su concepción el
anhelo de la sabiduría, la que nos aproxima, ..por encima del especialista, a la
visión del héroe o del santo, capaz de proporcionar una dirección á la vida
humana, en el sentido de su ·unidad y libertad.
Pero la empresa es demasiado pretenciosa, si se aspira a una absoluta con
sistencia, pues ella implica remover por doquiera la construcción del enten
dimiento dentro del cual vivimos. El propio autor queda atrapado en la
red. Es así como el carácter excesivamente polémico y agrio de su ataque a
toda concepción derivada del "entendimiento", hay que explicarlo como escrito
en buena parte desde el entendimiento mismo. El autor está conciente de la
dificultad. Lo que a la postre, sin embargo, lo salvará, es que ha sido dictado
desde un germen de rebeldía y superación del entendimiento, pues de su
propia negación debe partir su victoria en un ascenso a nuevas y superiores
formas del. espíritu. No debe verse incomprensión en su tono de burla; lejos
de eso, se valora la gran obra del entendimiento, que no otra cosa podría
hacer quien opera con la dialéctica. Pero se lo aguijonea para que no detenga
la marcha del espíritu, lo cual, de ser posible -que no lo es- sería el mal
absoluto. Cumple, pues, un acto de plena libertad quien encarna tal misión
que no viene impuesta desde afuera, sino que surge del propia entendimiento,
pues "nuestros juicios sobre él -nos dice el autor-. son unos que se hace a sí
mismo en un movimiento que lo desgarra". Herido demasiado dolorosamente
todavía del límite angustioso de sus "engendros", no puede sino reaccionar
con furia y arrebato demoledor, pero, y esto prueba la verdad del origen
que señalamos -hay en su guerra tanta vida y esperanza, tanto espíritu creador,
que se anuncia claro y promisoriamente como la antítesis del proceso dialéctico,
como la voz profunda de la conciencia que progresa hacia su plenitud y no
como la estéril amargura que se desangra en vituperios y llantos. Por desgra
cia, tal violencia no deja ver suficientemente las causas que 1� explican, por
lo cual, aquellos que ingenuamente y con pasión cumplen esa etapa anterior
de su evolución, se sentirán perplejos e injustamente maltratados.
Quien está en el secreto de su filosofía entiende con claridad su punto de
vista general, pero siempre echará de menos un desarrollo sistemático que
lo haga evidente por distinta vía que la simple derivación de la aprehensión
global de su sentido, la cual puede conducirnos por engañosos caminos como
suele pasar al teórico que deduce con gran confianza y rapidez a partir de sus
postulados, pero que de pronto un choque con la realidad lo devuelve a la
revisión de sus fundamentos. Al referirse el autor al análisis atomizante de
los epistemólogos, realiza una descripción de la deformación del concepto
de experiencia tal como uno querría ver junto a otras declaraciones no menos
importantes.
En su afirmación de vida, en la vehemente incorporación de la reálidad y
su valoración, en el hallar su sentido y su necesidad, condenando por ende
toda forma de nihilismo y de actitud escéptica o negativa, así como en su
oposición a la cadavérica visión científica del mundo, recuerda el tono de los.
escritos de Nietzsche.
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