Historiadelareli 03 Niny

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^emínarjo

tihxaty of Che 'theolosical


PRINCETON • NEW JERSEY

.
NTl
Historia de la Religión de Israel
según la Biblia, la ortodoxia
y la ciencia

TOMO ÍII
CELEDONIO NIN V SILVA

üíslorio le la Religión de Isroel


SEGUN LA BIBLIA, LA ORTODOXIA
Y LA CIENCIA

Tomo I — Moisés y su dios (volumen áe 480 páginas,

con 25 grabados y 2 mapas).

Tomo 11 — Los Jueces y el comienzo de la Monarquía


Israelita (volumen de 445 páginas, con 8 gra-
bados) .

Tomo III — El rey David-

(En preparación los tomos siguientes)


CELEDONIO NIN Y SIL^^^Q^Cg ^ SE^^

Historia de la Religión de Israel


SEOÜM LA BIBUI/^. L.A ORTODOXIA Y LA CIENCiA

Obra expresamente escrita para la juventud española


e hispano - americana

TOMO 1 1

EL REY DAVID
Dios se ci n
COI forma
exigir
del hombre
investigación rnás
la
concienzuda posible de la verdad,
y con que ajuste a ella su vida,
cuando crea haberla encontrado.
Pedro Bayle
La inteligencia humana 63 la
obra del Supremo Creador; por lo
tanto, todo lo que es contrario a
la razón, no puede ser bueno ni
divino.
Justo de Urbino (Monje
misionero católico, de mediados
del siglo XIX n. e.)

LIBRERIA HACHETTE S.A.


25 de Mayo, 577
MONTEVIDEO
1936
Es propiedad de su autor
Dirección
Dr. Pablo de María, 1382
MONTEVIDEO
(Rep. del Uruguay)

EDITORIAL LIBERTAD— Río Branco 1478—Montevideo


CAPITULO XVI

David Hasta la muerte de S&muel

LA UNCION DE DAVID POR SAMUEL — 864.. Un


nuevo personaje, que luego alcanzó una importancia ex-
cepcional en la historia de Israel, aparece ahora en los re-
latos bíblicos que vamos estudiando: ese personaje es
David, cuyo nombre significa "bien amado" y también se
encuentra en Asirla - Babilonia con la formai Dadú.
David más feliz que Saúl, logró unificar todas las inor-
gánicas tribus israelitas, extendió su reino hasta límites
que no alcanzaron sus sucesores, y logró formar una
dinastía que subsistió durante cuatro siglos hasta que ter-
minó la independencia nacional. Si bien, como nota Lods
(Ijsr., p. 422) comparado con los grandes imperios funda-
dos por los babilonios, los egipcios, los hititas y los asi-
rlos, el reino de Israel, aún en la época de su mayor ex-
plendor, no pasó nunca de ser un modesto principado, sin
embargo, como David salió victorioso en todas sus cam-
pañas y consiguió abatir los enemigos tradicionales de los
hebreos, y como su reinado brillante venía después del pe-
ríodo secular de anarquía de los Jueces y del infortunado
reino de Saúl, resultó que la personalidad de David adqui-
rió más tarde, extraordinario relieve fomentado especial-
mente por el partido yahvista; y sus éxitos, mirados des-
pués a la distancia, parecieron incomparables. No es de
extrañar, pues, que la tradición religiosa haya embellecido
y magnificado los hechos de ese monarca, y que pronto se
formaran leyendas tanto sobre su origen como sobre los
medios que utilizó para alcanzar el poder, siendo conside-
rado de acuerdo con la etimología de su nombre, jel "bien
amado" de Yahvé. Muchas de esas leyendas, que son para
6 LA VISITA DE SAMUEL A ISAI

la ortodoxia innegables sucesos reales, se encuentran en los


como históricos, de Samuel, Re-
libros bíblicos, clasificados
yes y de las Crónicas. Veamos ahora, cómo el primero de
ellos nos describe que Samuel ungió a David por rey de
Israel. .-^l

Híjf). Dijo Yaliví (I SatnucI: " ¿ílasta cuinido estarás


1(), 1
triste por Sufil, habiéndole ¡jo desceliado para (¡jie no rei-
ne más sobre Israel:^ Llena tu eiierno de aceite y anda, que
yo te enviaré a Isai de Betkleem, porejiie de entre sus hijos me
he elegido rey". 2 Pero tiamuel respondió: ''¿Cómo iré?, por-
que lo sabrá Saúl y me matará". Y dijo Yahvé: ''Temarás
contigo una norilla (una vaquillona'), y dirás: He venido pa-
ra ofreeír sacrificio a Yahvé. 3 Luego invitaréis a Isai, al sacri-
ficio, y yo te manifestaré lo que deberás hacer y me ungi-
rás a aquel que ¡yo te indique". 4 Y Samuel hizo todo lo que
Yahvé l( había mandado y vino a Betltleem. Y temblorosos Je
salieron a recibir los ancianos de la ciudad y le dijeron: "¿Es
pacifica tu venida, oh i'íV/e«fí'.''' '(Este vocativo se encuentra
en V. A.). Y eonlesió: ''De paz e.$: para ofrece'' sacrificio a
:j

Yahvé h( venido. Snntificéios if venid conmigo cd sacrificio. Pu-


rificó (lito ¡lees a Isai y a sus hijos, y los invitó cñ sacrificio.
6 Luego (¡ue entraron, vió a EHub y dijo: '' ¡ Seguramente, he
aquí (I ungido de Yahvé antf' él!" 7 Pero Yahvé dijo a Sa-
muel: "Xo tengas en cuenta su presencia, ni lo elevado de
su estatura, ¡.orque jjo lo he desechado. Porque Dios no mira
como el hombre, puesto que éste mira lo e.rterior, nías Yahvé
mira el corazón". S Entonces llamó Isai a Abinadab, y lo ¡tizo-
pasar delante de Samuel el cual dijo: ''Tampoco es éste el ele-
,

gido por Yahvé". Isai hizo pasar a Samma : pero Samuel


dijo: "Tampoco a éste ha elegido Yahvé". 10 Isai hizo pasar
sus siete hijos delante de Samuel; pero éste dijo a Isai: "A
ninguno de ellos ha^ escogido Yahvé". U
Entonces Samuel pre-
guntó a Isai: " ¿Son éstos todos tus hijosf" Él respondió: Aéin
queda menor, que está apacentando las ovejas". Samuel di-
li

jo a Isai: "Envía a buscarle, porque i:o nos pondremos a la


mesa Jiasta que él venga acá". 12 Y lo envió a buscar. Y él era
rubio, de hermoso aspecto y de linda cara. Dijo entonces Yah-
vé: "Levántate, úngele, porque éste es!" L3 Samuel tomó el
cuerno de aceite y h ungió en medio de sus hermanos. Y cayó el
LAS r\CIONE« DE SAUL Y 1>E DAVID 7

espíritu de Yahvc sobre David, a partir de aquel día. (Los


LXX traduoeii : ''Saltó con fuerza el espíritu de Yahvé soh^'e
David"). levantó Samuel ¡j se fue a Rama.
De.'<pué.s xe
86G. El autor de este relato se inspiró en la narración
yahvista de la unción de Saúl (9 y 10), pues no quiso que
el glorioso rey David, fuera menos honrado por Yahvé que
aquel otro monarca, en los comienzos de su carrera real.
Así tenemos cue si buscando las asnas extraviadas de su
padre, halló el joven Saúl el cetro del reino de Israel, de
igual modo el joven David lo encuentra inesperadamente
apacentando las ovejas de su progenitor. El vidente Sa-
muel íigura en las dos narraciones en ambas preside un
;

sacrificio en ambas utiliza un cuerno de aceite para la un-


;

ción, pues cuando Yahvé le dice a Samuel: 'Llena tu. cuer-


no de aceite" (16, J), es "sin duda, nos afirma el ortodoxo
Barde, el mismo cuerno que el profeta había derramado so-
bre la cabeza del hijo de Kis, en Ramá" (p. 159). En am-
bas narraciones, el joven privilegiado, que es de hermosa
presencia y de gallardo aspecto, ha sido elegido directamen-
te por Yahvé; en ambas la unción permanece en secreto,
porque de nadie se sabe que tenga noticia de ella; y en am-
bas, a consecuencia de esa unción, cae el espíritu de Yah-
vé sobre el mancebo objeto de ese rito. Veamos ahora al-
gunas de las peculiaridades de esta segunda leyenda y las
observaciones que ella nos sugiere.
867. 1'' Yahvé después de reprochar a Samuel
que con-
tinúe estando triste por Saúl, a quien había destituido de
rey, manda a aquel vidente que unja como nuevo monar-
ca, a uno de los hijos de Isaí, en Bethleem (v. 1). "En
esta misma ciudad, expresa Barde, en que Rut había en-
trado hacía tres generaciones, acompañando a Noemí, Dios
ha puesto sus ojos en un biznieto de la piadosa moabita,
para confiarle el gobierno de su pueblo" (p. 159, 160). Lo
malo para esta afirmación ortodoxa, es que la historieta
idílica de Rut no pasa de ser una novelita bien escrita,
según más tarde veremos.
868. .
2" Samuel tiene miedo de cumplir la orden de
Yahvé. "Lo sabrá Saúl y me matará", exclama acongoja-
do el vidente. El dios, que era muy ingenioso, lo tranquiliza
8 KL >riBI>0 DK SAMl^EL Y EL SUBTERMJGIO I>E Y.\H\ E

sugiriéndole un medio para ocultar el verdadero fin de su


viaje a Bethlehem (vs. 2 3). No deja de ser interesante
notar que Yahvé con todo su poder, recurra, como un sim-
ple mortal, a un subterfugio, indigno de un dios, para li-
brar a Samuel de la posible cólera del rey; ni que el vi-
dente se muestre ahora lleno tíe temor, cuando con toda
arrogancia le anunció por dos veces a Saúl que Yahvé lo
había destituido y que se había elegido otro rey en su
reemplazo. En la última ocasión, cuando Samuel reprocha
severa y ásperamente a Saúl por haber perdonado la vida
al rey amalecita Agag, es Saúl quien se muestra pusiláni-
me, quien implora perdón por la desobediencia cometida,
y en cambio, Samuel es quien se revela inflexible, sin co-
razón y dotado de una autoridad superior a la del monar-
ca, al que menosprecia, marchándose sin acceder a sus sú-
plicas, con teda soberbia, después de expresarle el descon-
certante mensaje de Yahvé, hasta el punto que acongo-
jado Saúl lo agarró de la falda del manto para cue no se
fuera, y la falda se rasgó, tanto era el empeño que ponía
Saúl en retenerlo, y tanta la fuerza que hacía Samuel para
marcharse. Psicológicamente no concuerda, pues, el Sa-
muel altanero y déspota de un relato, con el Samuel tímüo
y medroso del otro.
869. 3" Del punto de vista moral, el subterfugio divi-
no deja mucho que desear. He aquí cómo lo justifica Bar-
de: "Dios no quiere exponer la vida de su servidor. Una
fiesta religiosa explicará muy naturalmente la llegada del
profeta a Bethleem. Ninguna sospecha despertará el que
se le vea entrar en la ciudad con una víctima preparada
para un holocausto. Ciertamente que no hay en esto en-
gaño ni doblez. Un sacrificio y una unción que convenía
por todos conceptos mantener en secreto, esto puede con-
cillarse con la moral más austera" (p. 160). Igualmente
ocío comentando la respuesta de Samuel: "Para ofrecer
sacrificio a Yahvé he venido", escribe: "Aunque Samuel
manifestó una de las causas de su ida, calló y disimuló la
principal. Nunca es lícito mentir; pero se puede ocultar
una verdad, y manifestar otra, cuando es importante eí
secreto". De modo que resulta claro cue Yahvé dió un con-
EL SAC^UIFKUO 1)K SAMUEL. 9

sejo equívoco, para impedir que Saúl fuera a matar a Sa-


muel .Pero es incuestionable que este proceder del dios no.
armoniza con los recursos de que disponía, pues, si para
salvar a David cuando éste se refugió en Nayot, cerca de
Ramá, en la casa de Samuel, le bastó con que "su espíri-
tu" se posesionara de todos los emisarios enviados por
Saúl y hasta del mismo rey, cuando vino en persona a
hacer cumplir sus órdenes de arresto, (§ 830), no se ve
razón alguna por la cual no hubiera procedido aquí direc-
tamente, sin disimulos ni ocultamientos, desde que nada
podía hacer el monarca contra las personas defendidas
por Yahvé.
870. i" La narración nos muestra, pues, a Samuel
celebrando sacrificios en contra de lo preceptuado en el
Pentateuco. Esto nada tiene de extraño hoy que la cien-
cia ha probado ampliamente qua en la fecha en cue se
describen los sucesos que comentamos, no existía la llama-
da legislación mosaica. Pero la ortodoxia, que opina de
distinto modo, busca excusas para armonizar tales contra-
dicciones. Así L. B. A. expresa: "El hecho de que el arca
estuviera separada del Tabernáculo motivaba el que ya no
hubiera santuario central en aquella época. La orden del
Eterno estaba para Samuel por encima de las leyes ritua-
les". La ortodoxia católica de completo acuerdo con la pro-
testante al respecto, manifiesta por la pluma de Scío: "No
estaba allí (en Bethle?m) el arca ni el Tabernáculo; pero
Samuel, como delegado del Señor, era superior a las leyes
rituales, y no se limitaba a lugar para ofrecer sacrificios".
Sin embargo, podríamos observar a la ortodoxia, que no
deja de ser curioso que un dios-legislador, después de ha-
ber dictado considerable cantidad de preceptos relativos al
culto, estuviera a cada momento, dando órdenes orales en
contra de las cue ¡había dado por escrito, o aprobara las
violaciones de éstas hechas por personajes religiosos que
estaban en directa comunicación con él.
871. 5' Los ancianos de Bethleem salen temblorosos
a recibir a Samuel y lo primero que le preguntan es si viene
con pacíficas intenciones. Parece que se había conservado
la tradición del carácter atrabiliario de Samuel, pues el au-
10 IjA PUKU-'ICACION de LrA FAMULA DE ISAl

tor de la leyenda recogió ese dato que armoniza con la na-


rración anterior en la que se describe al vieja vidente cor^
tando en pedazos al rey Agag en honor de Yahvé. Samuel
los tranquiliza y les ordena que se santifiquen o purifiquen
para participar del sacrificio que él va a realizar allí. De
acuerdo con la mentalidad del pueblo hebreo en aquella
época, la santificación o purificación consistía en lavados
del cuerpo y de los vestidos y en guardar continencia se-
xual (Ex. 19, 10-15), "porque, como dice Scío, nin-
guno podía acercarse a participar de los manjares
sagrados, si había contraído alguna impureza legal".
El texto nos refiere que Samuel, luego de ordenar a los
ancianos que se santificaran y de invitarlos al sacrificio,
"purificó enionces a haí ¡i a sus hijos", lo que en buen
romance quiere decir que después de la orden dada a
todos de lavarse antes de la ceremonia religiosa a efec-
tuarse, él mismo lavó (purificó) a Isaí y a sus hijos, lo que
no deja de ser bastante curioso. A la ortodoxia le choca
esto, y trata de explicar el suceso de diferente manera, di-
ciendo con L. B. A. que "Samuel mismo preside la purifi-
cación de acuella familia"; o con Scío que "es verosímil
que encargase particularmente a Isaí y a sus hijos, que se
purificasen y preparasen para el sacrificio". Si tal es lo
que quiso decir el autor del relato, lo cierto es que no lo
dijo, pues aquí se expresa, sin lugar a dudas, que Samuel
ejecutó la acción de purificar, sinónima de lavar, con res-
pecto a Isaí y a sus hijos, como así lo entienden los que se
atienen al tenor literal del texto.
872. 6*^ Como el relato lo calla, los exégetas ortodo-

xos suponen que Samuel se hospedó en casa de Isaí (a


quien imaginan un venerable patriarca, más rico de hijos
que de bienes de fortuna) que se efectuó el sacrificio pú-
;

blicamente; que la carne del sacrifició fué consumida en


las casas particulares de los participantes (no hay que ol-
vidar cue la víctima era tan sólo una vaquillona que no
podía servir de alimento a mucha gente más de la nu-
merosa familia de Isaí) y que por último, la escena de
;

la unción de David ocurrió únicamente en la intimidad del


hogar de Isaí, ya ique se trataba de un acto que debía ser
KL DISSí^IIiE DE 1/OS HIJOS DE LSAI ANTE SAMUEI> 11

ignorado del público. Demos por sentado todo esto, y de-


tengámonos un momento a presenciar el desfile de los hi-
jos de Isaí delante de Samuel. Cuando éste vió a Eliab, el
mayor de ellos, creyó que aquél era el escogido por Yahvé.
Pero, como según expresa Barde, "Samuel estaba siempre
en la intimidad de su Dios; a cualquier hora podía oir y
reconocer su voz, que los otros no sabían discernir" (p.
163), o dicho en términos de la radiotelefonía moderna:
como el espíritu de Samuel estaba siempre sintonizado con
el de Yahvé, este dios se apresuró a advertir a su radioes-
cucha*, que estaba equivocado. Lo raro del caso es que
Yahvé no se limitó a manifestarle a Samuel: "Este no es
el cue he elegido", como un tiempo antes, en una situa-
ción idéntica, al enfrentarse el vidente con Saúl, por vez
primera, le había expresado el dios: '•Este es el hombre de
quien te hablé ayer" (9, 17), sino que en aquellos preci-
sos momentos en que era cuestión de decirle a Samuel sim-
plemente: "Sí, o no", se le ocurre al dios pronunciar un
discursito, que lo pone en evidente ridículo. En efecto, con
toda prosopopeya, ''Yalivé dijo Samuel: No lengas en
<i

cuenta su'' presencia, ni lo elevarlo de su estatura,' porque


ijo lo he desechado. Porque Dios no mira como el hom-
bre, puesto que éste mira lo exterior, mas Yahvé mira el
corazón' (v. 7, pensamiento que encontramos en Jer.
17, ]0; 20, 12). El autor de esta inoportuna disertación,
que con tan poco acierto la puso en boca de Yahvé, no tuvo
en cuenta cue a ese dios razonador se le podía haber obje-
taa'o que en el caso de Saúl, él miró también o se atuvo a
la hermosa presencia de éste, y a su elevada estatura, que
excedía del hombro arriba a la de todos los israelitas (9,
2; 10, 23, 2i), y descuidó mirar el corazón del mismo, por
lo que casi en seguida tuvo que arrepentirse de haberlo
elegido (15, lo, .ir>). Después de desechado Eliab, continúa
el desfile de los siete hijos de Isaí allí presentes, ninguno de
los cuales satisfizo a Yahvé. ^Por último pregunta Samuel
si no había aún alguno m.ás, y el padre responde entonces
que quedaba el menor, el cual apacentaba las ovejas, cir-
cunstancia que parece le había impedido tomar parte en
aquella ceremonia religiosa, y que por lo mismo jio debía
12 M .MJBKO DE LOH HIJOS l)K ISAI

haberse purificado. Samuel insiste en que se le traiga, pues


no se pondrán a la mesa, hasta que él lo vea. Traen en-
tonces al jovencito, que "(77/ i*iibi(>, de limnoao aspecto y
de linda cara " (la Vulgata), que resulta ser el escogido de
Yahvé, lo que nos prueba que éste no había en el caso,
descuidado de mirar el físico del candidato. A pesar de no
haberse sometido a los lavados rituales, — dada la rapidez
con que se desarrolla la escena, pues cuando lo van a bus-
car, estaban ya por comenzar el festín sagrado — apenas
llega el mancebo, '*.Síam?íc/ toma el cuerno de aceite y lo
%i¡i(je en ntcdio de sus hernia nos". Lo probable es, pUes,
que el jovencito a quien se le dispensó aquel honor fuera
después a purificarse, (lavarse) como le pasaría a cualquier
simple mortal a quien le echaran un cuerno de aceite so-
bre la cabeza, cuerno que debía estar lleno, según la orden
de Yahvé (16, J). Luego de ungido, ''cat/ó el espíritu de
Yalivé sobre David, a partir de aquel día". Nota Reuss qUe
"el nombre de David se menciona aquí por la primera vez.
Esto parece traicionar el carácter fragmentario del relato,
producto de una compilación semejante a la relativa a
Saúl".
873. 7'' Según el pasaje que estudiamos, los hijos de
Isaí eran ocho, como así sa expresa en un paréntesis de 17,
el cual como observa Dhorme, "tiene el carácter de una
glosa agregada para concordar con 16, 10 ss." pero en 17,
;

1-3, 14, el autor entiende que son cuatro; y en I Crón. 2,

tD-](] se afirma que eran nueve: siete varones y dos mu-


jeres, siendo David el séptimo de los varones (v. 15) y no
el octavo como en Sam. 16, JO, 11. No es este el primer ca-
so en que se nos presenta el Espíritu Santo dando datos di-
versos sobre el mism.o asunto, a los inspirados autores de
las Sagradas Escrituras. "Las leyendas como los cuentos,
escribe Baentsch en su "David, rey de Israel", gustan de
utilizar ciertos números tenidos por significativos. En
ellas, tienen los reyes a menudo siete hijos ; y también en
ellas se encuentran con frecuencia siete hermanos y siete
hermanas. Aquí, Isaí hace que Samuel pase en revista a sie-
te hijos, que gravitan delante de él como los siete planetas.
Ahora bien, según la tradición histórica, David no tuvo
LA 1' UNCION DE DAVID KS l XA LEYENDA 13

siete hermanos pero la leyenda no se cuida de la realidad


;

objetiva. Posee ella su estilo propio, sus esquemas en los


que inserta sus vistas, sin preocuparse de los desmentidos
que pueda esto infligir a los hechos establecidos" (p. 63).
874. 8" Según la generalidad de los comentaristas in-
dependiente'S, todo este pasaje (vs. 1-13) es de un redactor
bastante reciente, suponiendo Budde que pudiera ser
del mismo autor del midrach o comentario del libro
de Reyes, que tse menciona en II Crón. 24, 37. Se
trata, según vamos viendo, de una leyenda, sin ningún va-
lor histórico, como concluirán de corroborarlo las siguien-
tes observaciones a) ese episodio, si hubiera sido verídico,
:

tendría que haber ejercido imborrable impresión tanto


sobre el ánimo de David como sobre el de los demás miem-
bros de su familia. Ahora bien, su hermano mayor Eliab,
cuando se hallaba en el ejército de Saúl, en vísperas de
una batalla contra los filisteos, recibe la visita de David, y
como éste pedía datos a los otros hombres sobre Goliat,
que avanzaba en son de desafío, ''se encendió la ira de
Eliah contra David, y le dijo: ¿Para qué has venido aquí,
y con: quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desier-
to? Yo conozco tu soberbia y la maldad de tu corazón: has
venido para ver la batalla" (17, 28). Estos ásperos e hi-
rientes reproches —
que no dejan muy bien parado "al
elegido según el corazón de Yahvc" {IZ, 14) —
es innega-
,

ble que no los hubiera pronunciado Eliab, si realmente


hubiera sido testigo de que Samuel había consagrado a su
hermano menor como futuro rey de Israel. La ortodoxia
pretende refutar esta argumentación, diciendo con Scío:
"Eí Profeta no les declaró lo que significaba esta unción,
ni tampoco parece que ellos mostraran solicitud en saber-
lo: tal vez la tuvieron por una unción prof ética". L. B. A.
expone al respecto lo mismo que Scío.
875. A
esto contestamos: la unción como rito consa-
grante, sólo se aplicaba a los reyes y a personas que ocupa-
ban altos cargos religiosos, como más tarde, a los sumo-
sacerdotes. En un solo caso se menciona la unción de un
profeta, y es cuando Yahvé ordena a Elias que unja a
Hazael por rey de Siria, a Jehú por rey de Israel, y a Eli-
14 LA UX( ION PRüFETiCA

seo por profeta en iu lugar" (I Rey. 19, 15, 16). Se tra-


taba en este último caso, no de un profeta o nabí vulgar,
sino del jefe de las cofradías de nabies, de que hemos ha-
blado anteriormente. De modo que el autor ¿el último pa-
saje citado, probablemente debe haber tenido en cuenta,
la autoridad que vendría a ejercer Elíseo, para figurarse
que ella merecía que el titular del cargo gozara del ho-
nor ¿e que se le ungiera antes de desempeñarlo. Pero he-
cho significativo éste: no sólo es esa la única vez en que
se habla del ungimiento de un profeta, sino que además,
no consta en ningún pasaje bíblico que tal unción se haya
nunca realizado. Es, pues, erróneo el expresar de que para
ser nabí, tuviera previamente el interesado que ser ungi-
do, por lo cue es impropio exponer que la familia de Isaí
1 ado haber tenido por unción profétiea, la efectuada por

Lamuel en la persona de David fuera de que si esto hu-


;

biera sido así, y si ese rito hubiese sido requerido para


el ejercicio del profetismo, David habría abandonado a los
suyos y se hubiera unido a los nabíes. Se dirá quizá con
Scío, que "Samuel no feí declaró lo que significaba esa un-
ción"; pero tampoco esto es admisible, porque es de todo
punto inverosímil que viniera expresamente un vidente
más o menos afamado como Samuel, a visitar a una fa-
milia, la invitara para un sacrificio, hiciese desfilar ante
sí a los siete hijos presentes, mandara 'braer al que falta-
La haciéndolo abandonar con toda precipitación las ovejas
que guardaba, y en cuanto llega lel ausente, le derramara
scbre la :abeza un cuerno de aceite, sin decir ni al padre

ni a ninguno de los hijos, a qué respondía todo aquello.


Además de lo absurdo de tal suposición, ella pugna con
la letra del texto, pues en éste se dice que Yahvé le ordena
a Samuel que llene de aceite su cuerno, y vaya a casa
del betlehemita Isaí, "porque de cutre sus me he ele-
Jiijos

gido rey" (v. 7). De modo que el viaje de Samuel respon-


de a ese bien determinado propósito: de ungir como rey
a uno de los hijos de Isaí, y por lo tanto es lógico suponer
que, por lo menos a éstos, les debería haber declarado el
objeto de su inesperada visita a aquella casa, pues de lo
UAVID IGXORA QUE SAMUEL LO HAYA UNGIDO 15

contrario es probable no se hubieran prestado tan dócil-


mente a hacer todo lo que disponía el vidente.
876. b) Resulta, pues, que si la unción de David co-
mo futuro rey ce Israel, se hubiese efectuado, la familia
de Isaí forzosamente debiera de haberlo sabido. Y que se
trata dt un hecho imaginario, lo confirma el citado pasaje
de 17, :28, pues como ¡:'íce Dhorme, "se ve, en efecto, se-
gún 17, 28, que fios hermanos de David no tienen cíonoci-
miento alguno de la consagración que había debido rea-
lizarse en su presencia, según 16, 1-13". Pero lo más curio-
so del caso es que si Eliab no sabe nada de aquella con-
sagración, menos sabe de ella el propio interesado David.
Los jud.'os que creían (y siguen creyendo) en la realidad
de ese relato, no se conformaban con que David ignorara
la causa por la cual lo había ungido Samuel, y para sub-
sanar el para ellos inexplicable silencio, al respecto, del
texto sagrado, trataron de completar la leyenia de la re-
ferencia. Así el historiador Josefo nos cuenta que en el
festín de la unción en casa de Isaí, Samuel hizo sentar a
su lado a David, y le hizo al oído diversas confidencias,
declarándole que Dios lo tenía destinado para que ocupa-
ra el trono, y lo exhortó a que practicara la justicia, i^ro-
metiéndole que si así lo hacía, su reinado duraría largos
años, y de él saldría una dinast'a ilustre y famosa (Antig.
L- VI, cap. 8, § 1, citado por Bard^:).
877. Pero a despecho de la ortodoxia judía, David
nada sabe de aquella unción en familia, y en la cual él
debió desempeñar el principal papel. Sigue, pues, como
antes, apacentando las ovejas de su padre; y el resto de
su biografía nos muestra que no sólo nunca hizo mención
del alto honor que Samuel le había conferido, sino que
procedió como quien ignorara por completo tal aconteci-
miento. En efecto, años más tarde, Saúl en persecución
de David, entra en una cueva donde estaba oculto éste con
su gente, y David no quiere matarlo, ni permite que los
suyos lo hagan, porque "nunca, dice, extenderé mi mano
contra EL UNGIDO DE YATIVÉ" (I Sam. 24, 4-7, 10-12).
No se le ocurrió pensar que tan "ungido de Yahvé" era
él como Saúl, — y más aún, que si a él lo había ungido Sa-
16 LA UNOION DE DAVID, SEGUN DESNOYERS

muel, debería ser porque Yahvé no quería que Saúl si-


guiera gobernando, —
sino ique obró en la creencia de que
éste era el único que tenía ese carácter sagrado. Por esto,
como observa Menard, "la época en que la Biblia coloca
esa consagración, hace inexplicable toda la conducta ul-
terior de David. No se ve, efectivamente que nunca se ha-
ya prevalido de los derechos que tal consagración le hu-
biera conferido, y por el contrario, protesta sin cesar su
respeto por el derecho divino de que está revestido Saúl.
Si se creía designado para reemplazarlo, y si, por pruden-
cia, disimulaba la unción que había recibido, no hubiera
sido su amistad con Jonatán, el presunto heredero, sino
mentira e hipocresía. El carácter de David está lejos de
ser irreprochable; pero por respeto a un texto, no hay
que ennegrecerlo más allá de toda verosimilitud" (p. 55).
Y por último, a ser cierta esa consagración, lo probable
es que un suceso de tanta trascendencia, precedido por el
hecho inopinado de la visita del vidente a Bethleem, de
un sacrificio no acostumbrado, y de una invitación espe-
cial a la familia de Isaí para participar en él, en alguna
forma hubiera trascendido al público, y los ancianos de
Judá y de Israel se hubieran creído eximidos de ungir nue-
vamente rey a David, como se dice que así lo hicieron (II
Sam. 2, í ; 5, .?).
878. El abate Desnoyers reconoce que la pretendi-
da consagración de David no tuvo repercusión alguna en
la historia ulterior de éste, hecho que trata de explicar
por la diversidad de las tradiciones, agregando: "La plu-
ralidad de los documentos - fuentes para la historia de
los comienzos de David muestra bien que los diversos gru-
pos literarios de donde emanan, no retenían los mismos
hechos, o si a veces lo hacían, no los consideraban desde
el mismo punto de vista" (II, 76, n. 2). Pero en tal hipó-
tesis, ¿no queda acaso comprobado que el Espíritu Santo
se equivocó lamentablemente al inspirar al redactor del
libro sagrado de Samuel, ique escogiera datos contradicto-
rios en esos documentos que encerraban distintas tradi-
ciones sobre los orígenes del mismo personaje? Esta ob-
servación, como las demás consideraciones que dejamos
COMIENZO DE LAS RELACIONES DE DAVID CON SAUL 17

expuestas, nos muestran, pues, que en las leyendas se pres-


cinde a menudo de muchos detalles, que claramente re-
velan a quien las estudia detenidamente, la obra de la
imaginación, discordante con la realidad de. los aconteci-
mientos. El profesor de la Universidad de Jena, Baentsch,
en su citada obra "David, rey de Israel" se pregunta qué
valor histórico tiene el relato que comentamos, y contesta:
"No puede haber hesitación al respecto. Estamos aquí
ante una de esas historias de vocación que pertenecen casi
todas a la leyenda. Esta no se halla desprovista de pro-
funda significación, porque especialmente expresa la con-
vicción y la idea religiosa que quieren que la elevación de
David no haya resultado del imprevisto azar, sino que la
divinidad lo haya elegido y llamado de antemano, lo haya
dotado de dones extraordinarios, y que en él haya prepa-
rado el hombre que necesitaba el pueblo de Israel para atra-
vesar tiempos críticos... Este texto no formaba parte
de la tradición más antigua que se lee ahora a continaa-
ción suya, y que describe los comienzos de David. El hilo
de la narración no se reanuda má'3 adelante. Los epi-
sodios que luego ocurren, no suponen en manera al-
guna el relato de la unción de Bethlehem, e igno-
ran todo lo que él refiere. Se respira en él una atmósfera
completamente distinta, lo que se nota de inmediato,
cuando se pasa de I Sam. 16, a I Sam. 16, 11-23" (p.
62, 64).

EL COMIENZO DE LAS RELACIONES DE DAVID


CON SAUL. —879. Sobre este punto hay dos relatos to-
talmente incompatibles, cuyas diferencias es imposible ar-
monizar, a despecho de todo el empeño que en ello han
puesto, en todo tiempo, numerosos exégetas cristianos. Se-
gún uno de esos relatovs, —el yahvista, (J), —
David 'trabó
relaciones con Saúl, gracias a su talento musical, y según

el otro, el elohista, (E),— gracias a su valor por haber
dado muerte a un gigante llamado Goliat. Veamos el .pri-
mero de ellos.
880. 16, lí Como el cspírilu- de Yalivé se había separado
de Saúl, cayó sobre ét'un espíritu nudo enviado por Ycdivc. .15
18 LOS DOS ESPIRITUS DC YAHVE

Los servidores de Saúl le dijeron: "He aquí que cae sobre ti


un espíritu malo de Dios. 16 Hable nuestro sefior, y tus servi-
dores que están delante de tí, buscarán un hombre que sepa
tocar el arpa (o la cítara, según Dhorm'e),
y cuando caiga sobre
ti el espíritu malo de Dios, el la tocará y tú te sentirás
bien".
17 Saúl dijo a sus servidores: " Buscadme un hombre que sepa
tañer bien y traédmele". 18 Respondió uno de los servidores
y
dijo: "He aquí, he visto a un hijo de Isaí el betldehemita, que
sabe tocar; es hombre valiente, un guerrero, que habla bien,
hombre hermoso, y Yahvé está con él". 19 Entonces despachó
Saúl mensajeros a Isaí, para decirle: "Envíame a tu hijo
David, (que está con el rebaño)". 20 Tomó, pues, Isaí un asno
y colocó sobre él diez panes,' un odre de vino y un cabrito, y
se lo envió a Saúl, por su hijo David. 21 Y vino David a Saúl
y se presentó ante él; y Saúl lo amó mucho, y lo hizo su escu-
dero. 22 Y envió Saúl a decir a Isaí: "Quédese David en mi
presencia (es cUicir. a mi ;-ervkdo), porque ha hallado gracia en
mis ojos". 2o Y cuando el espíritu de Dios venía sobre Saúl,
tomaba David el arpa y la tañía; y Saúl se calmaba y se sen-
tía mejor, y se apartaba de él el espíritu malo.
881 Según este relato tenemos:
1." Que el espíritu de Yahvé se apartó de Saúl, pro-

bablemente desde el momento de la unción de David, pue^


se dice que dicho espíritu pasó a -éste, "n partir de aquel
día" (v. 13) . Esto lo confirma Scío, traduciendo en el
V. 13: "Desde aquel día en Espíritu del Se-
adelante, el
ñor se enderezó a David", palabras cue glosa así: "El Se-
ñor comunicó a David todas aquellas virtudes de alma y de
cuerpo, que podían hacerle un Rey perfecto, y ellas
abandonaron a Saúl".
882. 2? Para el escritor yahvista, disponía Yahvé de
dos espíritus: uno bueno, que llevaba su nombre, "el espí-
ritu de Yahvé", y otro ma'.o. Este último entró súbita-
mente en Saúl (cayó sobre arrebató, según las ver-
él o le
siones) tan luego como el bueno se hubo apar-
espíritu
tado de él. Scío nos informa detalladamente de esa mu-
danza: "Un mal espíritu, escribe, se apoderó de Saúl como
ministro de la voluntad de un Dios santo y justo y ejecu-
tor de sus rectos juicios sobre I'os pecadores (!!). Luego
EL MALIGNO OOUPA KL AJ^MA VACIA 19

qi\e se retiró de Saúl el Espíritu de Dios, entró en él el


espíritu maligno, a quien le entregó la juisticia divina para
castigar su desobediencia. Este ejemplo nos dice que el
alma teí hombre no puede estar vacía; y que no habien-
do sino dos espíritus, el de Jesucrilsito y el del demonio,
el uno de los dos ocupa el lugar que el »tro deja, ll'enando
el del ííemonio, lo que el de Jesucristo no posee. Algunos
entienden por este espíritu malo, un humor melancólico
que ocupó el ánimo de Saúl, excitando en él imágenes tris-
tes, sospechosas, furiosas, profundas tristezas, desespe-
raciones, furores y locuras, por verse desechado de Dios
y como despojado ya del reino por Samuel. Pero los Pa-
dres e intérpretes toman literalmente estas palabras, y
creen que entró el demonio en Saúl y que le atormenta-
ba más o menos, según el Señor se lo permitía. San
Gregorio, Moral Lib. II; Theodoreto. Quoest. XXXVIII".
Tenemos, pues, que para Scío y para la ortodoxia, en ge-
neral, el demonio se posesionó de Saúl en cambio, para el
;

abate Desnoyers, según vimos (§ 852), ese espíritu ma-


ligno no debe confundirse con el diablo, sino que es el mi-
nistro de ios tormfsntos que Yahvé inflige y de las obras
pernicioi^as que sugiere a aquellos a quienes quiere cas-
tigar por faltas morales, cuya resiwnsabilidad es exclusi-
va de ellos. L. B. A. entiende que "las palabras un espíritu
maío designan una enfermedad mental en forma de taci-
turna melancolía, producida por una fuerza divina que
obraba sobre la conciencia de Saúl. Se ha pensado tam-
bién (en vez de decir: "es la opinión corriente entre los
ortodoxos") en que, de acuerdo con la historia de Miqueas
(I Rey. 22, 19 y ss.), esa expresión designa un espíritu
maligno al cual permitió Dios que se apoderara de Saúl".
0esterrei2h, en su interesante obra sobre la posesión de-
moníaca, Los Po;seídos, (p. 211-213) después de citar nues-
tro pasaje, y los que siguen en I Sam, 18, 10; 11 y 19,
9, 10, en los ique se narra que bajo la acción del espíritu
malo, dos veces quiso Saúl traspasar con su lanza a Da-
vid, nota que es el único caso de esa clase de posesión re-
ferido en el A. T., y que, con toda evidencia, comprueba
que Saúl sufría de obsesiones psíquicas extremadamente
2Q liA MVSU \ Y LOS HIPOCONDRIACOS

penosas, siendo el suyo' un caso de posesión lúcida. Re-


cuerda también, al respecto, la observación de Hans Duhm,
de que el aislamiento en que vivió el pueblo israelita has-
ta el siglo ,VI, por su prevención contra los cultos de las
naciones vecinas, lo preservó de una notable contamina-
ción de las creencias babilónicas y egipcias en los
malos
espíritus. Por el contrario, desde el destierro hasta la épo-

ca del Nuevo Testamento, no cesó de crecer el número de


los demonios, bajo la influencia de las concepciones de
Babilonia.
883. 3'' Saúl sufría mucho cuando lo ator-
Como
mentaba el espíritu malo de Yahvé, algunos de sus sier-
tañedor de arpa,
vos le aconsejan que se busque un buen
o cítara o kinnor. —
que según ciertos autores, era una
aliviaría. "Afun-
especie de guitarra—, pues la música lo
aquí del espíritu
que estos criados del rey Saúl hablan
mirasen lo que
maligno, nos dice Scío, es verosímil que
una enfermedad na-
sucedía a su señor, como efectos de
operación del demonio,
tural O aunque reconociesen la
la pro-
pensaban sin duda que las agitaciones furiosas y
en tiempo,
funda melancolía en que caía Saúl de tiempo
inmediatamente del movimiento violento y
eran causadas
permisión de Dios, po-
desarreglado en que el demonio, por
por esto creyeron que po-
nía sus espíritus y humores; y efec-
música, como vemos, en
día contribuir a su alivio la gran-
to, por varios sucesos
que refieren las historias el
de influjo que ella tiene para calmar o agitar las pasio-
Dhorme que ya desde re-
nes de los hombres". Recuerda
mota antigüedad era conocida la
i^í^-^-^e la música
Entre los pueblos que
sobre los espíritus hipocondríacos. pasione
Ti. música el poder de apl-ar las
,

Suían
cita Calmet ^ ^os espartanos
o que su música
tTgut e^n múllLSL^P^
la nuestra.
era más emocionante que „
que se
,

le
j„
da, ^ ^r-
y or
«RA A9 Saúl acepta el consejo

d.ce ,ue es
^o^eTéste un"hi: 6e Isaí, joven de <,uie„
LOS REGALOS OK LSAI A SAUL 21

guerrero valiente y hermoso, que "habla bien" o con elo-


cuencia, o que "es prudente en sus loalabras", y que Yah-
vé está con él, o sea, que es el favorito del dios, el cual
le da éxito en todas sus acciones. Esta apología de Da-
vid, puesta aqui en boea de un criado de Saúl, revela cla-
ramente que esta narración procede de distinto documen-
to que la anterior de /-/'', pues no corresponden a un sim-
ple pastorcillo (v. 11), las cualidades de "valiente gue-
rrero" y de "prudente en palabras", calificativo este úl-
timo cuyo anacronismo agrava Pratt, traduciendo en su
lugar: "entendido en negociosi" (!!).
88;"). " tJiitoiiccs (Icspdchó Saíd i)i('i>s<t jeras a laaí
para decirle: Envíame a iu liijo David, que está con el
rehaño", nos refiere el narrador. Pero ¿cómo sabía Saúl
que el tocador de arpa que le recomiendan, se llamaba
David y que apacentaba ovejas, cuando sólo le acababan
de manifestar que se trata de un hijo de Isaí, hombre elo-
cuente y guerrero valeroso? Si el espíritu maligno que es-
taba en él no le sopló al oído aquellos dos datos, Saúl
no pudo decirle a los mensajeros, las palabras que se le
atribuyen. Tanto esto es así, ¡que Dhorme pone esas últi-
mas palabras, "que está con el rel)añ(i'' entre paréntesis,
pues las considera como una adición posterior tendiente
a soldar este relato con el v. 11 del que antecede.
886. 6'' Isaí manda su hijo David, como se le pide,
y le envía al rey unos panes, un odre de vino y un cabrito,
lo que nos pinta admirablemente la sencillez de las cos-
tumbres de aquel tiempo y la rusticidad de la casa real,
que no condicen con la descripción fastuosa de la corte,
puesta anteriormente en boca de Samuel (§ 775), y ,que,
como dijimos, corresponde a la época de Salomón. "Estos
regalos, anota La Bible de la Famille, constituían la prin-
cipal renta de Saúl".
887. 7' Llega David, Saúl simpatiza de él y lo hace
quedar a su lado no sólo como tocador de cítara, sino ade-
más como portador del escudo del rey. Y la música de
David tuvo el efecto calmante que suponían los criados
de Saúl, pues éste se aliviaba en cuanto aquél tocaba, o
sea "se apartaba de él el espíritu ntalo'\ palabras éstas
22 DAVID MUSICO Y ESC7ÜDERO I>B SAUI,

que Dhorme, con otros autores, consideran como una adi-


ción posterior. "Esto, escribe Scío, podía ser un efecto
natural del arte con que David tañía el arpa y con que
divertía la fantasía de Saúl, apartándole de pensar en co-
rsas tristescon la melodía y suavidad de su música. Pero
la principal virtud de su cítara era isobrenatural, porque
David tocándola, inflamaba su corazón, le Tevantaba al
Señor, le cantaba alabanzas, oraba fervonosammte por
Saúl, y Dios concedía a los ruegos y méritos de David el
alivio de Saúl, y que el demonio le dejara de agitar y de
atormentar con las tristes ideas que le quitaban la quie-
tud interior". Interesante descubrimiento ortodoxo: no
era la música lo que aliviaba a Saúl, sino las oraciones y
les cánticos con que David la acompañaba; pues Dios
obraba esa cura, accediendo a los ruegos y méritos de Da-
vid, impidiendo que el demonio atormentara en esos mo-
mentos al infeliz monarca. El descubridor de esta "trou-
vaille" no nos dice porque Yahvé accedía sólo momen-
táneamente a los ruegos de David, y no efectuaba esa cu-
ra en forma definitiva, retirando de una vez por todas
al espíritu maligno, que tan malignamente le había en-
viado a Saúl.
888. 8'' De lo expuesto resulta claramente que Da-

vid entró en relaciones con Saúl, gracias a su talento mu-


sical. "Estaba en la presencia de éste", era amado por él,
era su escudero, y Saúl le envía a decir al padre de Da-
vid que lo retendrá a su lado, "porque ha hallado gracia
en sus ojos", —
expresión ésta favorita de J, según nota
Holzinger. Después de todo esto, no queda lugar a du-
das cue David era una persona tan conocida por Saúl,
que se le había vuelto imprescindible, pues sólo encontra-
ba alivio durante sus ataques hipocondríacos o diabólicos,
cuando aquél tocaba su cítara. Sin embargo, en seguida,
de acuerdo con otro documento, se nos pinta «a Saúl igno-
rando en absoluto quien era David.

DAVID Y GOLIAT. — 889. Pasemos al capítulo


siguiente (I Sam. 17), proveniente de un autor elohista,
que nada sabe de la anterior narración de 16, 14-23. Se
(

KL DJÍSAÍ IO DE «OIJAT 23

nos describe ahora el ejército de Saúl sobre una montaña,


teniendo a su frente al ejército filisteo sobre otra, y en-
tre ambos un valle (vs. 1-3). Un gigante filisteo llamado
Goliat, con yelmo, grebas y cota de mallas, armadura toda
de bronce, — pesando sólo la cota unos 80 kgs., — y ar-
mado de lanza, venablo y espada, descendió durante 40
días al valle que separaba los ejércitos enemigos, y allí de-
safiaba a los israelitas, diciéndoles: "¿A^o soy yo filisteo y no
sois vosotros los siervos de Saúl? Escógeos un hombre que des-
cienda contra nú. Si pudiere pelear conmigo y matarme, en-
tonces nosotros seremos vuestros siervos; pero si yo fuere ven-
cedor y le matare, entonces vosotros seréis nuestros sietvos y
nos serviréis". 10 Y agregaba el, filisteo : "¡Yo desafío hoy a
las tropas (o a los escuadronas) de Israel! ¡Enviadme un honi-
bre que salga a pelear conmigo cuerpo a cuerpo!" 11^^ cuan-
do Saúl y todo Israel oyeron esas palabras del filisteo, queda-
ron consternados y llenos de gran terror.
890. Al llegar a esta parte del relato, al autor, o uno
de tantos redactores que han retocado estas páginas, cre-
yó del caso intercalar aquí el párrafo 12-15, para presen-
tar al héroe israelita, a quien supone desconocido, y que
va a enfrentarse con el guerrero filisteo, aceptando el
desafío de éste. El autor de esos versículos, que ignoraba
lo que se nos dice en el capítulo anterior, vuelve a contar-
nos que David era el menor de los hijos del anciano Isaí,
los que supone eran cuatro: los tres mayores estaban en
el ejército de Saúl, y el menor, David, demasiado joven pa-
ra ir a la guerra, se había quedado con su padre, apacen-
tando el rebaño de pste. El redactor final trató de conci-
liar esos datos con los del cap. 16, agregando en el v. 12,
después del nombre Isaí, este paréntesis : —
el cual tenía
ocho hijos, — y en el v. 15 que decía: "David apacentaba el
rebaño de su padre en Bethleem", inhábilmente añadió
que "iba a casa de Saúl y volvía de allí para apacentar el
rebaño de su padre en Bethleem". "Una nota más, dice
Reuss, agregada por el redactor para armonizar teste rela-
to con el precedente, según el cual David había quedado
con Saúl (16, 23-23), mientras que aquí, viene él de
Bethlehem". —
Y Dhorme escribe: "Toda la parte 12-15
24 DAVID SE ENTERA DEÍL DESAFIO DE GOLIAT

es un paréntesis, entrecortado por glosas, destinado a pre-


sentar el héroe. En su primitivo tenor parece haber igno-
rado el cap. 1-6. Se quiso así armonizar con los capítulos
precedentes". En cambio el ingenio 'ortodoxo, que todo lo
concilia, explica así esta contradicción: "Es muy verosí-
mil, expresa Scío, que Saúl hubiese estado mucho tiempo
sin ser agitado por el demonio, y que David viendo que su
presencia no era ya nfecesaria en la corte, se sirvió de este
motivo para alejarse de ella, y volver a la soledad y al
trabajo en que tenía puestas todas sus delicias". En se-
guida vamos a ver cuan inaceptable es esta explicación,
como contraproducentes son las referidas glosas introdu-
cidas para concordar relatos totalmente opuestos.
891. Isaí ímanda a David que vaya a informarse de
la salud de sus tres hermanos mayores, y con él les envía
diez panes, un efa (35 kgs.) de grano tostado o de harina
de cebada tostada, polenta (como traduce la Vulgata), y
además diez quesos para "el quiliarca" o capitán de ellos,
y para cerciorarse de que David no se comería por el ca-
mino aquellas provisiones o oio dispondría indebidamente
de ellas, le pide que le traiga alguna constancia de esa
'entrega. ''F fú me traerás una pren^^a de hu parte'' (vs.
17, 18). David parte "de madrugada" — expresión ésta ca-
racterística de E, como en 15, 12, — y llega cuando "el ejér-
cito (le Saúl iha saliendo en orden de batalla y daba, el
grito de guerra" (v. 20). David deja lo que traía, en ma-
nos del guardián de los equipajes, y corre a saludar a sus
hermanos. Mientras hablaba con éstos, ve que avanza
Goliat desafiando, como de costumbre, a los israelitas, quie-
nes huyen temerosos al verlo (vs. 23, 24). "Y un israe-
lita dijo: "¿Habéis visto ese hombre que avanza contra nos-
otros? Viene para desafiar a Israel. Al que lo mate, el rey
lo colmará, de riquezas, le dará su Mja por mujer, y exi-
mirá de impuestos en Israel la casa de su padre" (v. 25).
Aunque esto parece dicho expresamente para David, éste
pregunta: "¿Qué recompensa se dará al que matare a ese
filisteo y quitare tal oprobio de Israel? (Porque ¿quién
es este filisteo incircxinciso para que insidie las tropas del
Dios viviente? )" v. 26. Este paréntesis es del más evidente
LOS PREl.IMINARKS DEL <:X)!\IliATE 25

cuño deuteronómico, y vuelve a repetirse casi en los mis-


mos términos en el v. 36. Se le contesta a David lo que
acababa de expresar el desconocido israelita. Interviene en-
tonces Eliab, el hermano mayor de David, y reprende ás-
peramente a éste, según ya hemos visto (§ 874). "ó'i Y
fueron oídas las palabras pronunciadas por David, y se las re-
firieron a Saúl, quien Id hizo llamar. 32 Entonces dijo David a
Saúl:' " Que no desmane el corazón de mí señor; tu siervo irá
y peleará con ese filisteo". 3Ias Saúl dijo a David: '''Na
podrás pelear con ese filisteo, porque- eres uu jovcncito, y él es
un Iiombrc de guerra desde su mocedad". 34 Y David dijo a
Saúl: ''Cuando '.tu siervo apacenlaha el rebaño de su padre, si
venía un leern o un oso y se llevaba alguna oveja del rebaño,
35 yo lo perseguía, lo hería y se la quHaba ¡de la boca; y cuan-
do se levantaba contra mí, le asía de las crines o de la quijada,
y le hería ij Je mataba. 36 Auncjue fuera león u oso fu siervo
ios mataba y esc filisteo incircunciso será como uno de ellos,
porque lia insultado ¡as tropas del Dios viviente. 37 Yalivé que
me ha librado de las garras del león y del oso, me librará tam-
bién de las manos de est", filisteo". Y Saúl dijo a David: " ¡An-
da y que Yahvé sea contigo!". Saúl le pone luego su pesada
armadura a David, quien no p adiendo moverse con ella, se
la quita y avanza contra Goliat con su cayado en una mano,
llevando en la otra, una honda y cinco guijarros en su zu-
rrón de pastor (vs. 3s-iu\ cf. con 22).
892. 42 Y cuando el filisteo miró y vió a David, lo me-
nospreció, porque cta niuchaehG (era rubio, adolescente de lier-
maso aspecto). 43 Y dijo el jilistco a David: ¿Soy yo acaso
algún perro, para que vengas contra mí con un palof" Y el
filisteo maldijo a David jurando por sus dioses. 44 Después
dijo el filisteo a David: "Ven acá y daré tu carne a las aves
del cielo y a las bestias del campo". 45 Y 'David r'espondió al
filisteo: "Tú vienes contra mí con espada, lanza -y venablo; pe-
ro yo voy Contra li (ii el nombre de Yahvé de los Ejércitos,
el dios de las h'opas de Israel, que tú has insultado. 46 Hoif
Yahvé te entregará en mis manos, y te heriré y le corlaré la
cabeza, y daré iu cadáver y los cadáveres del ejército de Zos;
filisteos, en este mismo día, a las^ aves del cielo y a las bestias
feroces, para que sepa toda la tierra que hay un dios en Israel.
26 Eli COHIBATE DE DAVID OON GOLIAT

47 Y toda esta cui)f/regnción reconocerá que Yalivr no tiene


necesidad de espada ni de lanza para vencer: porque la batalla
dependf- de Yahvé él os
ij (iilrcf/ará r)i )iu('stras manos"
(Todo este v. 47 es una ampliación del v. 46,
tardía
dice Dhorme. La palabra "congregación" o "asamblea"
para significar el pueblo de Israel,, es de baja época, cf. §
577 y Jue. 20, 2^'). 48 Y como el filisteo se levaiüó y marchó ai
encuentro de David, se apresuró David ij corrió rectameiite ha-
cia e\ filisteo. í!) Y metiendo Dax^id la mano en el zurrón, sacó,
una piedra, la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente:
la piedra se clavó n la frente, a través del casco, y el filisteo
<

cajjó en tierra sobre su rostro (como e.l dios Dagón delante del
arca en Asdod, ">
:>, i), '¡n Triunfó, pues, David^ del filisteo

con una honda una


ij piedra: le {hirió y le mató. Y David no
tenia eifpada en su mano. (Este versículo, nota Dhorme, no
existe en el códice griego "Vaticano" es una glosa pos- ;

terior destinada a resumir la hazaña de David. "Le mató",


anticipa sobre el v. 51. El fin del'v. tiende a explicar el v.
.'•üguientej .
')1 David corrió ij deteniéndose junto al filisteo, le

quitó la espada, y desfenvainándola, lo mató, cortcindole con


ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron muerto a su héroe,
huyeron. .'J;? Y levantándose los hombres de Israel y de Judá,
(palabras e.stas últimas que expresan un evidente au'aieronismo)
prorrumpieron en gritos y se lanzaron en su persecución hasta
la entrada de Gat y hasia las puertas de Ecrón; y los filisteos

sembraron de cadáveres el camino de Saaraim, hasta Gat y


Ecrón. 5.3 Y después de haber perseguido a los filisteos, vol-
vieron los hijos de Israel y saquearon s'u campamento. 54 Y
tomando David la cabeza del filisteo, la llevó a Jerusalem ; mas
sus armas las puso en su tienda. 55 Y cuando Saúl vió a David
salir al encicentro del filisteo, dijo a Abner, el jefe del ejército:
"¿De quién cs hijo este joven, Y
respondió: "Por
Abner?" éste
tu vida,oh rey, que no lo sé". 56' Y replicó el rey: "Infórmate
tú, de quien es hijo este jovcncilo". 57 Y cuando volvió Da-
vid, después de haber muerto al filisteo, le tomó Abner y le
trajo ante Saúl, teniendo en su mano la cabeza, del filisteo. 53
Y dijole Saúl: "Joven, ¿de quién eres hijo?" Y respondió
David: "Hijo soy de tu siervo Isal, el bethlehemita". 18 Y
como acabó de Itablar con Saúl, éste le amó 2 y desde aquel dht
SAIL Y ABXEU NO CONOCEN A DAV'ED 27

Saúl Jo tuvo consigo, y no le permitió regremr a la casa de su


padre.
893. Este episodio del combate de David con Goliat
está en completo desacuerdo con lo que se narra en el ca-
pítulo anterior, según así pasamos a ponerlo de manifies-
to. Primeramente en 16, is, David es un valiente guerrero,
de lenguaje circunspecto o elocuente, a la vez que hábil
m,úsi:o; aquí, como en 16, IJ, es un joven pastorcillo, sin
edad para ir a la guerra, a quien por esa circunstancia,
Saúl, en un principio, no quiere permitirle que se expon-
ga en un combate singular tan desproporcionado (v. 33),
y que además no tenía fuerzas para soportar el peso de la
armadura del rey. "Saúl, escribe Dhorme, en el v. 33, opo-
ne netamente David, que sólo es un muchacho, a Goliat
que es "hombre de ejuerra desde su ¡nocedad". La deseme-
janza es clara entre este dato y 16, is. No se trata del mis-
mo autor".
894. Pero donde resulta más evidente la incompati-
bilidad de este relato con el de 16, 14-23, es, en la parte
final que hemos transcrito, a partir del v. 55. En ésta, Saúl
y su general Abner desconocen por completo a David,
lo que está en abierta e irreductible oposición con el cita-
do relato anterior en el cue aparecía Saúl profesando gran
afe:to a David, por el alivio que le producía con su mú-
sica, y a quien había nombrado su escudero. Aquí ignora
quien es el padre del héroe, y allá lo primero que se le co-
munica es ese dato (16, ISY y luego le manda un mensa-
je a Isaí, expresándole que David quedaría a su lado, a su
servicio. Se trata, pueis, de dos narraciones totalmente con-
tradictorias, que no admiten armonía de especie alguna, y
que sólo se explican, porque el redactor utilizó inhábil-
mente dos distintos documentos que se contradicen,
haciendo, por lo tanto, un deslucido papel el Espíritu Santo
que inspiró esas páginas inarmónicas. L. Gautier después
de evidenciar la mayor parte de los hechos discordantes
cue dejamos expuestos, agrega: "Ante estos contrastes,
es imposible considerar los hechos referidos en el cap. 17
como habiéndose producido a continuación de los narra-
dos en 16, /-/-.'V; la hipótesis de dos fuentes distintas se
28 EL REMEDIO DE LA DESESPERACION

impone irresistiblemente, y 17, W^-ir, no puede ser otra


cosa que una desesjperada tentativa para poner de acuerdo
datos incompatibles" (I, 264). Y tan incomprensibles Iss re-
sultaron a los traductores alejandrinos esas contradiccio-
nes, que optaron por cortar el nudo gordiano, omitiendo
la mayor parte de los versículos que impiden armonizar
los relatos, —
procedimiento llamado por Reuss, "el reme-
dio de la desesperación" (p. 126) —
(1) a no ser que se
acepte que los LXX tradujeron un original hebreo más
conciso que el nuestro del T. M.; caso en el cual cabría
suponer que esos versículos fueron agregados al texto pri-
mitivo con posterioridad a esa traducción.
895. En cambio, los ortodoxos, que no se permiten
hoy tales libertades con el libro sagrado, o bien repiten la
ingenua exclamación del comentarista católico Dom Cal-
met: "Es asombroso que Saúl no conociera a David, des-
pués de haberlo visto tan a menudo en su casa", o bien se
esfuerzan en justificar las aludidas e innegables contradic-
ciones. Así Scío, reproduciendo el asombro que el hecho
]3rovocaba en Dom Calmet, escribe: "causa admiración que
Saúl desconozca a David, habiéndole tenido a tmx lado tanto
tiempo. Pero como había faltado ya seis o siete años de
la corte, en lo que podía haber mudado de semblante y de
estatura, y por otra parte le veía entonces en otro traje,
que era el' propio suyo de pastor, no parece extraño que le
desconociese. A lo que se junta que habiendo prometido su
hija por mujer al que matase a Goliat, parece también
regular que quisiera informarse de la familia y circuns-
tanciáis del que había de ¡ser su yerno. Todo lo que hemos
visto hasta ahora en el combate que tuvo David contra las
fieras y contra Goliat, y la victoria que de ellos consiguió,
es una figura de la victoria de Jesucristo y de su.s escogi-

( 1 ) Los versículos omitidos aquí por los LXX son en el cap.


17, 12-31, 41, .50, 55-58, y en el v. 51 las palabras "sacándola de
la vaina". Las omisiones del cap. 18 son: los vs. l-G-s^ hasta "el
filisteo", 8b, 10, 11, 12b, 17-19, 21b, 26b, las palabras del v. 27
"y entregó su número eompletcf' y 29b, 30 (L. Gautier,
al rerj I.

2G4; y Roiiss en nota a I Sam. 17, 55).


LOS "SE DICE" DE CORNELY Y JIERK 29

dos contra el demonio. Jesucristo derribó a este fiero gi-


gante por nosotros y por nueistra salud. Expuso su vida por
salvar su ganado. Venció al león invisible, que íjusca por
todas partes cómo devorarnos; le quitó la presa de entre los
dientes; y para esto no opone a este soberbio espíritu sino
armáis que parecen débiles y despreciables; pero que toman
toda su fuerza del principio que las maneja. Su cruz figu-
rada por el báculo de David, y que es un objeto de risa
para los corazones idólatras e incrédulos, es la virtud om-
nipotente de Dios, que derriba toda altura que se levanta
contra él, y libra de la esclavitud a los que mira como un
pueblo conquistado y rescatado por sus armas". Es este
un ejemplo típico de considerar los relatos bíblicos en un
doble aspecto a la vez como expresión de hechos hietóricog
:

y como alegorías. Indudablemente que si para buscar es-


tas últimas tuvo Scío que aguzar su ingenio, en cambio no
lo torturó mucho para armonizar los relatos de los capítu-
los 16 y 17 de que tratamos, pues sus explicaciones son pue-
riles en grado superlativo.
896. Los jesuítas Cornely y Merk, escribiendo para
seminaristas, fáciles también de conformar, mencionan las
contradicciones entre ¡los citados capítulos como cosas sin
importancia, perfectísimamente explicables, dando a en-
tender con un despectivo "se dice" o "se pretende", que
se trata de majaderías de la perversa impiedad. Trans-
cribimos a continuación la página que esos escritores con-
sagran a este asunto: "El relato que tiene por objeto los
comienzos de David (I, 16, l - 18, >) origina, se dice, una
grave dificultad se ven en ellos dos relatos que no están
;

bastante fusionados. Se pretende que 17, 12-31 y 17, 54-


18, 5 están en contradicción con el resto del relato. Se
hace observar que en 16, 1-13, se suponen conocidos el
padre y los hermanos de David y que, sin embargo;
más abajo, en 17, 12-1(1, se habla de ellos, como si fue-
ran totalmente desconocidos. Esta repetición de hechos
ya narrados poco tiempo antes es, sin duda, opuesta a
nuestra manera de escribir la historia; pero no lo es
a la de lo>3 orientales". Nótese que estos jesuítas recu-
rren casi siempre "al modo de escribir los orientales".
30 liAS EXPLICACIONES DE CORXELV V >IERK

para solucionar las repeticiones o contradicciones de los


textos bíblicos pero aquí esa costumbre literaria de los
;

orientales nada tiene que ver para conciliar dos docu-


mentos distintos, uno de los cuales le da a Isaí ocho
hijos, y el otro sólo cuatro. Véase sobre los pasajes ci-
tados, § 873, 890. "Además, continúan aquéllos, en 17,
J2, el autor ha recordado muy claramente su primer
relato (porque San Jerónimo ha traducido bien el texto
hebreo: "hijo del hombre de Efrata, de quien se ha ha-
blado más arriba"). Habia también una razón para re-
petir lo que había sido dicho, a saber, que en el mo-
mento en que David, futuro rey, aparece por la primera
vez delante de su pueblo, como personaje público, oficial,
era muy oportuno recordar su Origen". Como se ve, Cor-
nely y Merk no reconocen las soldaduras con que el re-
dactor trató de ligar los diferentes documentos que em-
pleaba, ni los retoques y adiciones posteriores cue ha
ido sufriendo el texto, lo que no puede menos de ser
aceptado por otros exégetas católicos modernos como
Desnoyers y Dhorme. Las versiones corrientes del ori-
ginal hebreo, no traen las palabras de la Vulgata de
que tanto caudal hacen Cornely y Merk: "de quien se
ha hablado más arriba"- Dhorme dice, sin ambages, que
esas palabras fueron añadidas para relacionar este ca-
pítulo al 16, y él las omite también en su traducción.
En cuanto a la alegación de que "en el momento en
que David aparece por la primera vez delante de su
pueblo como personaje público, oficial, era muy oportu-
no recordar su origen", — no resiste al menor análisis.
Si delante del pueblo, en esa ocasión, se hubiera recor-
dado el origen de David, se podría hasta cierto punto
admitir la explicación de la referencia; pero tal no es
nuestro caso. En el momento en que adcuiere celebridad
David, nadie recuerda su origen al pueblo, sino que esa
doble y discordante mención de la familia del héroe, se
hace en un libro, en la página siguiente a aquella en
que se habían detallado los componentes de dicha familia.
De modo que el segundo relato sólo pueden encontrarlo
oportuno los aludidos ortodoxos escritores, porque se en-
EXPLICACIONES DE OOKNEIA' V MEKK 31

cuentra en el Libro sagrado; pero de haberlo leído en


otra obra cualquiera, seguramente lo hubiesen encontra-
do francamente inoportuno.
897., "Se objeta aún, continúan Cornely y Merk, que
David aunque escudero de Saúl (16, hubiera quedado
en su casa habiendo comenzado la guerra, y que sólo por
azar hubiese venido al campamento (17, ]:">, ss.) pero los
;

jefes del ejército de Israel tenían muchos escuderea (II,


18, 15): he aquí, porqué durante la guerra no tenía Saúl
necesidad del ministerio de David, quien carecía aún de
la práctica de las armas (17, 39) y que moraba habitual-
mente en la corte en calidad de tocador de cítara". De-
mos por sentado que Saúl tenía varios escuderos; puede;,

razonablemente este hecho justificar que al estallar una


guerra, uno de esos escuderos se cuedara tranquilamente
en 'SU casa, y no acudiera de inmediato a prestar sus ser-
vicios a su señor? Precisamente los servicios del porta-
dor del escudo, o escudero, cuando más se necesitaban,
era en las campañas militares, de modo que es falso sos-
tener que porque podía Saúl tener varios escuderos (lo
que en realidad se ignora), "Saúl no necesitaba del minis-
terio de David". Igualmente resulta falso expresar que
David "carecía de la práctica de las armas", basándose
en el texto 17, 39, cuando en 16, 18 se afirma, por el con-
trario, que David es un valiente guerrero. Son en verdad
todas esas fundamentales divergencias, — que a toda cos-
ta se quieren ocultar para defender la inspiración de las
Sagradas Esrituras, — las cue comprueban acabadamen-
te la diversidad de los documentos utilizados por el re-
dactor bíblico.
898. "Es más difícil explicar la conversación de Saúl
y de Abner, prosiguen nuestros ortodoxos escritores, to-
cante a David, quien PARECE haberles sido completamen-
te desconocido (17, 54, ss.). Pero San Efrem dió ya una
buena explicación de ello, haciendo observar que Saúl, que
había prometido su hija al vencedor y la exención de im-
puestos a su familia, no había preguntado quién era ese jo-
ven, sino de quién él era hijo" (I, p. 481, 482). La sutile-
za de San Efrem, que acogen regocijados Cornely y Merk,
32 ARMONIZAOIOX IMPOSIBLE, .SEGUN DESNOYERS

como una explicación salvadora, no resuelve la dificultad.


Cualquier persona desapasionada que lea el final del cap.
17 de I Sam., a partir del v. 55, tiene forzosamente que
confesar que tanto para Saúl como para su general Ab-
ner, David les es un individuo totalmente desconocido.
No puede Opinar de distinta manera, sino quien tenga
la venda del dogmatismo sobre los ojos. El mismo abate
Desnoyers confiesa lo siguiente: "Se ve por lo que se aca-
ba de decir, cuan imposible es pretender con los exégetas
que quieren armonizar l'as dos tradiciones sobre los co-
mienzos de David (clara alusión a Cornely y Merk), que
Saúl — y Abner, que no era loco,— no podía ignorar quien
era David, su portador de armas, es decir &\i compa-
ñero más indispensable en los combates" (II, 241 n.
1). En cuanto a la pregunta ";£>f; quién es hijo ese
:

joven?" hecha por Saúl, no significa que él conozca a


David e ignore sólo el nombre del padre de éste, sino
que, como expresan los exégetas católicos Desnoyers y
Dhorme, era costumbre en Oriente, en vez de interrogar
a un desconocido diciendo: "¿Quién eres?", preguntarle:
"¿De quién eres hijo?" (Gén. 24, 23). Mayormente, dice
Dhorme, "a los niños, los orientales no les preguntan su
nombre, sino el de su padre; aquí, pues, David es con-
siderado como un jovencito". De modo que en realidad
esa forma de pregunta acusaba una doble ignorancia: la
del nombre del interrogado y la del nombre del padre
del mismo. Y si estas explicaciones no satisficieran a
Cornely y Merk, — ellos tan amigos de acudir siempre a
las costumbres orientales,— les observaremos que Saúl no
sólo no ignoraba quién era el padre de David, sino que ha-
bía estado en relaciones con Isaí, y de éste había recibido
presentes al mandarle a su nombrado hijo para que per-
maneciera junto al monarca (16, 18-23; § 885, 886).
899. La ortodoxa Bible Annotée da una explicación
semejante a la de Scío y de San Efrem combinadas, con-
cluyendo con estas palabras: "Juzgue cada lector si quie-
re admitir entre los documentos una contradicción pura
y simple que el redactor creyó deber dejar subsistir tal
cual se presenta, o si cree poder aceptar el ensayo de so-
AKMOM/ACION l.HPOSlItIJí, .SEGl > DESNOVEHs 83

lución que acabamos de exponer. En cuanto a nosotros,


no conocemos un solo caso en que un historiador anti-
guo, en una narración seria, haya colocado juntos, el uno
al lado del otro, dos relatos entre los cuales le hubiere
parecido imposible, todo acuerdo". A esta observación,
contestamos que en las antiquísimas producciones lite-
rarias Que han sufrido muchos retoques e interpolacio-
nes en el transcurso del tiempo, se suelen encontrar esas
inhábiles amalgamas que precisamente sirven a la eru-
dición moderna para reconocer las distintas manos que
han intervenido en la formación de esas obra-s, tales como
se nos presentan en la actualidad. Y en la Biblia, las re-
peticiones y las contradicciones manifiestas entre mu-
chos de sus relatos, han sido precisamente el medio de
descubrir que lejos de ser un libro divinamente inspira-
do, dictado por Dios desde la primera hasta la última
página, como antes se creía, es por el contrario la obra
de múltiples autores que han utilizado tradiciones, le-
yendas y documentos cuyos datos muy a menudo no
concuerdan, como en este caso, según lo hemos visto en
múltiples ejemplos anteriormente y así seguiremos vién-
dolo en el curso de nuestra exposición. Merece recor-
darse que L. B. A. confiesa aquí que: "el trozo 17, .71-18,
•T ha sido insertado evidentemente en este sitio por me-
dio de un documento diferente, para suplir una laguna
del relato que precede". En cambio. Dhorme no tiene in-
conveniente en declarar que "Saúl ignora completamente
quien es el joven que va a combatir contra Goliat ... Es
evidente según los vs. 57 y 58 que Saúl y David se ven
aquí por la primera vez". Y finalmente el abate Desno-
yers, en un arranque de franqueza, desecha el yugo de
la imposición dogmática, y escribe: "No se puede, no si2
debe cerrar ios ojos a la evidencia: laS dos tradiciones
se ignoran mutuamente, y los dos relatos (el de J y el
de E) no podrían ni superponerse ni combinarse. Si n)o
hubiera entre ellos sino una o dos ligeras divergencias,
se podría tratar de explicarlas. Pero esas divergencias
son demasiado marcadas y demasiado numerosas para
34 EL COMBATE CX)XTRA GOLIAT ES U\A LEYENDA

que se pueda esperar razonablemente atenuarlas o ha-


cerlas desaparecer" (II, nota de p. 85).
900. Hemos considerado hasta ahora el episodio de
la lucha de David con Goliat, del punto de vista de las
contradi;ciones que encierra con los relatos del capítu-
lo anterior: ha llegado el momento de que examinemos
si se trata o no de un hecho histórico. Cuando se le lee
detenidamente, deja la impresión en el espíritu del lec-
tor libre de prejuicios, que ese episodio es una simple
leyenda tendiente a glorificar los comienzos en la vida
pública del más célebre rey cue haya tenido el pueblo
de Israel. Nótense, en efecto, los siguientes rasgos de
la narración, peculiares a muchos otros cuentos del fol-
klore popular: A) El contraste bien marcado entre el
héroe israelita y su rival a quien va a vencer: el primero
es un joven pastorcillo, que no tiene edad aún para ir
a la guerra; mientras que el segundo es un descomunal
gigante, cuya altura era de seis codos y un palmo
(v. 4), o sean, 3 metros, 6 cms., según unos, o 3 metros
25 cms., según otros. David no tiene más armas que
su cayado de pastor, una honda y cinco guijarros; mien-
tras que Goliat va todo cubierto de bronce, y lleva una
lanza cuya punta de hierro pesaba unos nueve o diez
kgs. (v. 7). —
B) El gigante desafía a IC'S israelitas, pi-
diéndoles que le envíen un hombre con quien combatir,
de modo que "sí me matare, dice, nosotros seremos vues-
tros siervos; pero siyo fuere vencedor, 'entonces vos-
otros seréis nuestros siervos" (v. 9). Esta provocación
a un combate singular como msdio de concluir la gue-
rra, bien que puede ser un hecho histórico, no deja de
ser sugestivo que la encontremos igualmente en leyendas
como las de París y Menelao, Héctor y Ayax y los Horacios
y los Curiácecs. C) Como en tantísimos cuentos en los que
figura un rey en una gravísima situación, teniendo que
luchar con un monstruo terrible, o que con.seguir algo
muy oculto o muy difícil de obtener, y que ofrece for-
tuna, honores y hasta la mano de una hija suya al ven-
cedor de tales enemigos, obstáculos o dificultades, aquí
Saúl promete también, al que logre triunfar de aquel
LEYEXDA DEL COMBATE DE DAVID CONTRA GOLIAT 35

insolente gigante, colmarlo de riquezas darle su hija


por mujer y eximir de impuestos a su familia (v. 25).
En este caso no se dice cuál de sus dos hijas daría
Saúl al vencedor (14, 1!)) pero en otro relato, éste le
;

ofrece la mayor, Merab, a David, si "pelea las batallas


de Yahvé", para concluir dándole la menor, Mical, des-
pués que este capitán realizó otras difíciles hazañas (18,
17-27). L- B. A. cree ver en la promesa final del v. 25, la
prueba de que ya existían impuestos o corvea^s en Israel;
pero es más probable que esa mención sea tan sólo un
anacronismo, pues como observa Reuss: "Es imposible
decir qué clase de cargas han podido los israelitas te-
ner que soportar en tiempo de Saúl. No puede ser cues-
tión del servicio militar, y no existen indicios de admi-
nistración financiera en aquella época".— D) David a pe-
sar de sus cortos años tiene una fuerza y un valor tan
extraordinarios, que cuando algún león o algún oso le
arrebataba una oveja del rebaña a su cuidado, salía solo
tras la fiera, le quitaba la presa de la boca, y asiendo a
aquélla por las crines o por la quijada, le daba muerte
•sin sufrir él el menor daño. Algo por el estilo, se nos
cuenta de Sansón (Jue. 14. 6), como de tantos otros
héroes legendarios, en los cuales la imaginación popular
acumula virtudes y cualidades sobrehumanas. — E) Da-
vid antes de salir a la palestra, quiere previamente sa-
ber qué recompensa se dará al vencedor de Goliat (v.
26). Del mismo modo, recuerda Dhorme, Marduk antes
de presentarse al combate contra el monstruo Tiamat,
establece igualmente sus condiciones. Este rasgo de la
leyenda, nos muestra al pastorcillo David como un indi-
viduo interesado, que no va a exponer inútilmente su
vida, sino que se arriesga en aquella aventura ante lo
considerable de la recompensa. —F) Antes de entablar la
pelea, ambos combatientes se insultan o prorrumpen en
fanfarronadas, (v. 43-47), lo mismo que los héroes de
Homero y los citados Tiamat y Marduk, de la leyenda
babilónica. El escritor contrapone aquí la espada, lanza
y el venablo de Goliat al nombre de Yahvé de los Ejér-
citos (v. 45). Para el materialismo religioso del autor.
36 LA CABEZA DE GOLIAT LLEVADA A .JEUUSALEM

el nombre del dios era un escudo Que hacía a David in-


vulnerable. El sentido de las palabras del v. 45 que se
ponen en boca del héroe israelita, es. ;omo nota Dhor-
me: "Yo vengo contra tí, armado con el nombre de Yah-
vé".— G) Y por último, aunque no se trata de rasgO'S
inverosímiles, es digno de notarse que derribado el filis-
teo, David salta sobre él, como Marduk pisotea el cadá-
ver de Tiamat, y luego le corta la cabeza al gigante ven-
cido, como Teglatfalasar I se jacta de haber cortado la
cabeza de sus enemigos muertos en el combate ( Dhorme).
901. Corroboran además el carácter legendario del
relato las observaciones siguientes : —
!•'
En el v. 54 se dice
que "lomando David Ja cídxza del filisteo hi lUvó a Jcnisa-
Icin ; litas SKS anuas las puso en su tienda", lo que está
en contradicción con el v. 57, que expresa que David se
presentó con la cabeza del gigante ante Saúl. Después mal
podía David llevar esa cabeza a Jerusalem, cuando dicha
ciudad estaba en poder de los jebuseos, ciudad que David
sólo logró tomar cuando ya era rey de todo Israel. La men-
ción de que llevó sU'? armas a su 'tienda después del com-
bate, hace suponer que David era un guerrero del ejér-
cito de Saúl, lo que está también en contradicción con
el resto del relato, que lo presenta como un jovencito
pastor que, por haber venido a visitar a sus hermanos,
se encontró casualmente en la batalla. La ortodoxia tra-
ta de explicar la mención de que David llevó la cabeza
de Goliat a Jerusalem, diciendo con Scío: "Los jebuseos
ocupaban todavía la parte alta de Jerusalem pero la ;

baja estaba sujeta a la tribu de Judá y de Benjamín. Al-


gunos intérpretes sienten que esto fué al fin de la guerra,
o cuando siendo rey David, desalojó de Jerusalem a los
jebuseos". — Esta última interpretación no se encuadra
con el texto, que supone una acción inmediata y no de-
ferida para ser ejecutada muchos años más tarde. La
suposición de c^ue la ciudad de Jerusalem, cuando la tomó
David, estaba bajo dos soberanías, a saber, en poder de
los cana neos la parte alta, y bajo el dominio de los israe-
litas, la parte baja, también es falsa, pues si bien dice
el texto bíblico que "David si apoderó de fortaleza de
tJP:RUSALE3I en PODEII de los JEBl'SEOS 37

¡^ióii"; ag-rega, "que (S ¡d de. David '\


ciaíhid (II Sam. 5,
7) nombre con que después conoció a la ciudad de
se
Jerusalem. "El autor del Libro de Samuel, escribe La-
grange, hablando a sus lectores de la ciudadela o fortale-
za de los jebuseos, debía recordarles que había ella- lle-
gado a ser la ciudad de David, habiendo este nombre
glorioso eclipsado al otro" (cita de Dhorme). La antigua
ciudad de Urusalim (Jerusalem), ya conocida en la época
de la correspondencia de Tell-el-Amarna (§ 581), estuvo
en poder de los jebuseos hasta el reinado de David; lo
que no impedía, sin embargo, que israelitas, sobre todo
de Benjamín y Judá convivieran pacíficamente con aqué-
llos, (Jos. 15, 6;v; Jue. 1, 21) como en Siquem, y otras
ciudades cananeas, que, cuando la unificación de Israel al
comienzo de la monarquía, pasaron a formar parte de este
reino. No se sabe con certeza si Urusalim se reducía sólo
al monte de Sión o si se extendía también a algunas otras
colinas próximas; pero aún en este último caso estando
la fortaleza de los jebuseos en aquel monte, es lógico su-
poner qus éstos ejercieron su autoridad por lo menos, has-
ta el límite de la ciudad. Ya vimos (§ 413), que lo expre-
sado sobre la toma de Jerusalem en Jue. 1, está contra-
dicho por Ju8. 1, 21, versículo éste que no es sino una
repetición de Jos. 15, a:!, en el cual los de "Judá" han
sido sustituidos en aquél por los de "Benjamín", pues de
acuerdo con la concepción de P, Jeru'Salem quedaba fuera
de los límites de Judá (Jos. 15,
902. 2» — Pavid se encontró otra vez en lucha con
un gigante filisteo, llamado Isbi-benob, o Jesbo-benob o
I>odo (según los diferentes traductores), en el primer
combate de Gob, y o bien su calidad de rey no le permitía
el usar su célebre honda, o bien había perdido la destreza
en el manejo de la misma, lo cierto es que, de nada le
hubiera valido la protección del nombre de Yahvé, si no
hubiera acudido presuroso a socorrerlo, uno de sus va-
lientes. Abisal, hijo de Sarvia, quien lo salvó, matando
al gigante. "Entonces lúa hutnhrcs de David hicieran el
slffiiientfi juramento: "iVo saldrás más con nosotros a la.
f/inrra. nt, sea que ¡ipaquís la (inlorclia (h Israel" (II Sam.
3S GOLIAT MUERTO I'OIt lOLHAXAN

21, J."/-!! ), es decir, no sea que te vayan a matar y nos


quedemos sin rey.
903. 3". —
Para realzar la valentía de David se de-
prime injustamente a Saúl y a todo su ejército, que ya
en otras ocasiones habían peleado con los filisteos, moa-
bitas, ammonitas, idumeos y amalecitas y los habían de-
rrotado (14, No era indudablemente un cobarde Jo-
natán, cuando a ser cierto lo que se nos cuenta en el cap.
14, sólo con su escudero, trepó por un abrupto pico para
atacar a una guarnición de filisteos, de los que mató unos
veinte hombres (14, l.i, 14). Sin embargo, aquí se nos
refiere que "cumuh) Saúl y lodo Jurad oijcron esas palu-
hras (1(1 desafío de Goliat) quedaron conster-
filisteo (el
iiados 11 terror" (v. 11),
llenos' (le f/ranlo que es inconci- —
liable con los antecedentes expuestos.
904. —
Y 4" ^Hay finalmente otra razón decisiva para
desechar como mítico todo este relato, y es que la misma
Biblia nos declara en otro pasaje que el vencedor de Go-
liat no fué David, sino un héroe llamado Elhanán, uno
de los oficiales del reinado de David. Compárense los' dos
textos que damos a continuación, y se verá que se trata
del mismo suceso.

I Sam. 17 ir Sam. 21

Y salió un campeón del Y hubo además otra ba-


ejército de los filisteos, lla- tallaen Gob, contra los fi-
mado Goliat, natural de listeos,y Elhanán, hijo de
Gath (v. 4^0 y el asta de laarí, el betlemita, mató a
su lanza era como enjulio Goliat, de Gath, y el asta
de tejedor (v. 7''). de su lanza era como enju-
lio (1) de tejedor (v. 19).

905. En nota a este último pasaje, dice Dhorme:


"Es claro que encontramos aquí al famoso Goliat, que

(1) Enjillió es un madero 'Vedonclo, colocado horizontal-


mente en los telares de paños, en el cual te va arrollando la ur-
Ciimhre.
GOLIAT MUERTO I'OK BIíHANAX 39

hemos visto vencido por ÍDavid", lo que resulta claramen-


te del examen de ambos textos, pues aún cuando el com-.
bate a que se refiere I Sam. 17 se dice efectuado en el
Valle de los Terebintos (v. 2) y el de II Sam. 21, en Gob,
que es una localidad o paraje desconocido, concuerdan to-
dos los demás detalles relativos al nombre del gigante, lu-
gar de su origen y caracteres de su lanza. Lo absurdo de
que el mismo individuo haya sido muerto, en distintas
épocas, por dos personas diversas, resalta aquí tan a las
claras, que probablemente un copista de las Crónicas, —
tardío libro postexílico —consciente o inconscientemente,
para salvar esa dificultad, puso en el manuscrito hebreo:

"Eth Lachmi achí GoHath", que significa "mató a Lach-

mi el hermano de Goliath", en vez de "Bethhalíachmi
Goliath", i-que quiere decir, "el betlemita mató a Goliath"
(1 Crón. 20, de manera que así vendría a resultar que
Elhanán habría vencido no a GoHat, sino a un hermano
de este, Lachmi, no habiendo por lo tanto oposición en
que David fuera el vencedor de Goliat. Pero los críticos
independientes rechazan la variante de I Crón. 20, 5, de
carácter tendencioso, hecha para salvar la apuntada difi-
cultad, tanto por 'ser el texto del libro de Samuel más an-
tiguo que el de Crónicas, cuanto que al nombrar a los
vencidos se indicaba el país o localidad de origen del
mismo, dato cue faltaría si se dijera "Elhanán mató a
Lachmi", y por último, porque los cinco versículos de
I Crón. 20, í-<s\ han sido_ tomados íntegramente, con muy
pequeñas variaciones de II Sam. 21, Í8-22. Lo que hay
de cierto, pues, es que, como con razón lo nota Ménard, el
pueblo, que acumula sobre sus héroes favoritos todas las
hazañas de los otros, ha transportado el combate singu-
lar de Elhanán con Groiiat, al mismo David, colocándolo
al comienzo de su carrera, como presagio de su gloria
futura (p. 56). Véase en el Apéndice, la nota A.

LA HISTORIA DE DAVID Y LOS DOCUMENTOS


UTILIZADOS PARA COMPONERLA.— 906. Desde que
en el cap. 16 aparece David, pasa a segundo término la his-
toria de Saúl así como el comienzo de la de éste relegó a
I L l)\VM) 1)1^ 1<>^ TEOLOGOS
40

complacido en rod-^^^^
vid tradición hebrea se ha
'l^^a

personalidad de
^-:;:j^^:^,r¡:^TXl^
4e,ún e^ corazón
U¡ elegtdo
fe^ltríi^X primer
el
libro de Sa-
d. Yahvé Esa segunda mitad
' del
verdadera epopeya en
mad e como clice Reuss, "una ,ue allí se e^^f
b'í^lo de las hazañas
la cual el /^t^^^
L
W u
con a encantadora y
nrivada-
sencilla pintura de lo«
elemento
el
romántico esta
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lepie

todo esto se Presenta a n


su primitiva alianza, y ^

Jue es ?2mpre la misma carencia de "'>''°^'"^'^-.^¡.

-r„iu^ríos"z:s'mrv9>os^^^^^^^^^^^^
mados. Ya es
^^^^'''^'-IZlreJr-Ts^TntiL Qi^

teres, sucesos, todo


es
f ^^J™"

^^gt„„os" (Hist.
David de los leoios
,
Sólo taita allí una cosa:
el

entre 16, lí-i:¡ y


Qm"' S*;omo las contradicciones
que redactor yuxtapuso
17 18 nos UnTomprobado el

distintas
fofdocumentcs ,«e exP-san

S-d d"e

sí's;;c^:s-uen=o si:^^^^^^
DISTINTOS DO( UMENTOS SEGUX DESXOYERS 41

dan con otras ya expuestas, lo que concluirá de probar-


nos que el redactor no hizo otra cosa que unir, muchas
veces inhábilmente, fragmentos de esos documentos, con
adiciones o soldaduras de su propia pluma. Todo este
procedimiento de composición, bien humano y bien poco
feliz por cierto, muestra con la luz meridiana, al que
quiera ver, lo deleznable de la teoría de que un ser
divino y por lo mismo infalible, —
llámesele Espíritu Santo
o como se desee, —
haya podido inspirar estas páginas bí-
blicas, i

908. La ortodoxia moderna, aún veces hasia la


a
ultra-conservadora, se ve obligada, ante la evidencia de
los hechos, a confesar que los redactores bíblicos utili-
zaron documentos diversos; pero tratando de hacer com-

prender que éstos no se contradicen, como hemos visto

ocurre a menudo, sino que sólo se completan entre sí.
El abate Desnoyers, por ejemplo, de acuerdo con su ti-
midez crítica acostumbrada (véase nuestro tomo II,
p. 406-411), expresa al respecto lo siguiente: "los do-
cumentos originales de la literatura relativa a Da-
vid, de la cual nos ha conservado la Biblia numerosos
fragmentos, pueden repartirse en cuatro grupos: uno
profético y otro sacerdotal en los que predomina el as-
pecto religioso con los matices particulares a las dos
grandes escuelas de los profetas y de los¡ sacerdotes;
uno judaíta*, o de Judá y otro israelita, cuyos autores
sin perder tampoco de vista la gran parte tomada por
Yahvé en el destino de David, se aplicaron más a contar
detalladamente los orígenes, las aventuras, la obra mili-
tar y la vida privada de su héroe. Por supuesto que los
autores de cada uno de esos grupos, no sólo escogieron
en esa existencia tan nutrida lo que mejor convenía a
sus preocupaciones, sino que también imprimieron a su
narración, el sello propio de sus tendencias y de sus in-
tenciones. Como debía ocurrirles presentar el mismo he-
cho, era inevitable que lo consideraran cada uno desde
su punto de vista, y que no pusiera uno de relieve las
mismas x-ircunstancias que el otro. De aquí, en ciertas
partes de la historia .de David, sobre todo en sus co-
42 LAS CONFESIONES DE DESNOYERS

mienzos, choques o más bien divergencias que son fáciles


de establecer. Cuando los inspirados redactores de nues-
tros Libros de Samuel y de las Crónicas, emprendieron
a su vez la tarea de contar la historia del hijo de Isaí,
extrajeron abundantes materiales de esas diversas fuen-
tes, tanto más que toda la vida entera de eiste rey muy
santo y muy amado encerraba las más saludables lec-
ciones. Lo que de allí sacaron, tomándolo tanto de un
lado como de otro, lo combinaron no sin habilidad (!!);

pero también sin tratar, bajo la presión de estas exi-
gencias críticas cue nos vuelven tan injustamente seve-
ros para con las historias antiguas,— de evitar o de hacer
desaparecer las divergencias que indicaban la diferencia
de origen de sus relatos. Mucho mejor aun, llevan sus
composiciones, se puede decir felizmente, las huellas de
los retoques sucesivos, gracias a los cuales, concluyen por
incorporarse al libro que nos ha llegado, tradiciones que
se habían primitivamente omitido" (IL 74, 75).
909. Tómense nota de las confesiones cue encierra
este párrafo de un docto y moderno exégeta católico, a
saber: ,1" reconoce que la historia de David, procede, por
lo menos, de cuatro fuentes distintas; 2'' que esas fuen-
tes presentan divergencia.'5' fáciles de notar; 3" que los
inspirados redactores de los libros de Samuel y de las
Crónicas, para escribir la historia de David, sacaron abun-
dantes materiales de esas fuentes sin preocuparse de evi-
tar o de hacer desaparecr tales divergencias y 4^ que es
;

una felicidad que las obras de esos redactores hayan su-


frido sucesivos retoques que nos permiten conocer tradi-
ciones que, sin ellos, hubiéramos ignorado. Puede acep-
tarse todo esto cue nos expone el abate Desnoyers; pero
debiendo agregar que las aludidas divergencias no son
tan sencillas e innocuas, como él pretende hacérnoslo creer,
pues, a menudo llegan a la contradicción; y si esto es
así, se derrumba la secular doctrina de la inspiración
bíblica, pues, o hay que aceptar que el Espíritu Santo
inspiró también a los autores de los documentos originales
y les sugirió datos contradictorios, o bien hay que con-
cluir que los redactores de Samuel y Crónicas, fueron tan
3 DOCUMENTOS UTILIZADOS EX I SA3IUEL 43

poco inspirados como los que compilaron las distintas,


partes con que se formaron célebres obras literarias an-
tiguas, como, por ejemplo, los poemas homéricos. El lec-
tor que pacientemente nos lea, al ir examinando los re-
latos bíblicos discordantes que vamos sometiendo a su
consideración, podrá formarse opinión personal sobre el
valor de los citados argumentos de la ortodoxia.
910. Volviendo ahora a nuestro tema, diremos que
los documentos que cree dc'scubrir la crítica independiente
en composición de la segunda mitad de I Samuel, son
la
tres: uno yahvista, otro elohista, y un tercero ignorado
por los dos anteriores, al que Dhorme designa con la
letraX (1). Veamos en seguida, como ellos continúan dán-
donos relatos incompatibles entre sí, tanto al narrarnos la
amistad de David y Jonatán, como al referirno.s el odio que
se despertó en Saúl contra David y los esfuerzos que
hizo para matarlo, lo mismo que en los episodios relati-
vos al matrimonio de este último con una hija de aquel
rey.

(1) Dhoime reconoce a J, en 16, 14-23; 18, Ib. 3, 4, 10-I2n,


20-2'9; 19, 8-18y; 20, lb-10, 18-39; 22, 1-5; 25, 2-27, 30-42; 26,
2^, 3, 6-11, 19-25; 27, 1-6, 8-12; 28, 4-16, 19b-25; 31, 1-13;
considera como de E: 17, 1-11, 16-46, 4S„ 49, 51-53, 5|5 ; 18, U,
2, 8, 9,17-19, 30; 19, 1-7; 21, 1-9; 22, 6->23; 23, 1-5, 7-13, 115-28;
24, 2-20, 23b; 26, 4, 5, 17, 18, 20; 28, 1, 2; 29, 1-11; 30, 1-31;
como de JE: 18, 6, 7; 20, 12-16; como adiciones del redactor: 17,
12-15, 47, i50, 54; 18, 5, 13b-16; 20, U, 11-17, 40-43 (este v. 43,
en el hebreo, es el v. 1 del cap. .21) 23, i6, 14; 24, 1, 21-23?; 25,
;

1, 28, 29, 43, 44; 28, 3, 17-19?. Por último


26, 1, 2b; 27, 7;
considera como de E: 17, 1-11, 16-16, 48, 49, 51-63, 55; 18, U,
designada con la letra X: 15, 35b-16, 13; 19, 18b-24; y 21, 10-15.
La ¡generalidad de los críticos modernos, con ligeras variantes,
aceptan esas asignac.ones. Conceptuamos, sin embargo con Bud-
de, 'Baentsch y <h. Cautier que 10, 1-18* pertenece a E. Re- —•

cuérdese que Baentsch a los textos de J, los denomina del grupo


No ;I, y a los de E, del grupo ÍN'? II.
44
JOXATAN Y DAVID

LA AMISTAD DE JONATAN CON DAVID, Y [LOS


PROPOSITOS HOMICIDAS DE SAÚL CONTRA ESTE.—
1)1] IS, / y cuaiido David liubo aculado de hablar con Haúl,
.

( alma de Jonafán quedó ¡¡(jada con el alma de David, ij Jona-


I

íáii l( amó como a sí mismo. 2 Y desde'Áiquel


día ¡^aúl lo iuvo

roiisiíjo, no le la casa de su. padre. 3 Jo-


permitió r'egresar a
II

natán liilo alianza con David, porque lo amaba como a sí mis-

mo, í y se qiiiló .lonatán d maído que llevaba, y se lo dio a

David, con sii armadura, hasla su espada, su arco y su cintu-


ij

róu o'laludí. V huía ¿rilo David en todas las expediciones


'>

a las cu(d(s lo enviaba Safd, y éste lo puso a la cabeza de


gue-
ireros, (ra bien
IJ
vi.^to de todo el pveblo y aún de los sier-

vos de Saúl-
912. En este párrafo del cap. 18 se nos refiere el
pacto
origen de la amistad entre Jonatán y David y el
con que ambos la sellaron. Surgió a raíz de la hazaña
contra Goliat, cuando David vuelve con la cabeza del
gi-

gante y luego. del interrogatorio a que lo someten Abner y


Jonatán le amó desde aquel día como a su propia
Saúl.
pacto
alma, o sea, como a sí mismo, y celebró con David
de amistad o alianza, —en hebreo, berit, recuérdese el

Baal-Berit (§ 72) pacto — llamado después del destierro,


perpetua".
"alianza de sal" como sinónimo de "alianza
(Núm. 18. !!); y II Crón. 13, En este últim.o texto se
para
di-e que •yahví dió a David el reino sobre Isrvel,
línnpre a íl <l a sus hijos, POR ALIANZA DE
SAL'\
En Lev. 2, IH se habla de "la sal de la alianza de tu
dios", al prescribir que se salen las
ofrendas vegetales
a Yahvé. Entre los árabes existe también
destinadas
una institución semejante, la milha o "pacto de la
sal",
uno al
cuyos contratantes no sólo no deben dañarse el
otro sino que además tienen que prestarse mutua ayu-
notado que sal retardaba o impe.
da Como se había la

día la putrefacción, de ahí que 'Se la


considerara como sím-
bolo de eternidad y de purificación a la vez. La "alianza
de la sal" se la solemnizaba, pues, con
un sacrificio pa-
religioso de la mis-
cífico o de comunión, y ese carácter
ma se reconoce en la celebrada entre Jonatán y David,
Yahvé (I Sam. 20, s). Esta
pues, se la llama "alianza de
LA di; .I0NATA-\ t O.\ DAVID 45

queda bien definida en las siguientes palabras que se dan co-

mo dirigidas por Jonatán a David :" T't/c cii paz, (iliara que
uas li< Hios jtmifJii inutiiantciifc, en iiombri di Valivé,
ilirinido: ;Sc<i Y<iliri entre u.osolrox. ij rnlrc un pos-
toldad !i la ¡xishridad para ^i(iiipi'<!" (20, í.'.'). —Al
celebrar su pacto, Jonatán se quita el manto, su arma-
dura y sus armas y se las da a David, no mencionán-
dose que éste le haya dado nada en cambio, quizás por
su humilde condición de simple pastor. En el Vi
canto de la Iliada hay un pasaje semejante en que
los héroes Glauco y Diomedes se juran recíproca amis-
tad, cambiándose las armas: Glauco le da a Diomedes
sus armas de oro cue valían cíen bueyes, mientras
que éste entrega a aquél las suyas de bronce, del
precio de nueve bueyes. Observa Baentsch que el
hecho de darle Jonatán a David sus armas, es
diíícilmente conciliable, con lo que se nos acaba de refe-
rir del pastorcillo incapaz aún de llevar espada, por lo
que este testimonio, como el conjunto de los versículos
18, debe provenir de otro relato. Considera ese autor
que la entrega del manto por parte de Jonatán, encierra
un significado simbólico particular. Si en II Rey. 2, 'lo ss.
es el atributo del profetismo, aquí es el emblema de la
dignidad real, el símbolo de la monarquía. La trasmi-
sión del manto debe, pues, ilustrar la convicción del na-
rrador, quien está seguro que David será el más impor-
tante de los dos personajes, aquel al que corresponderá
el derecho a la herencia del hijo del rey, o sea, la futura
autoridad suprema (p. 72). En cuanto al tema de la amis-
tad, fué corrientemente utilizado en la literatura antigua,
como lo comprueban entre otros los ejemplos de Aqui-
les y Patroclo y del héroe babilonio Gílgamés y Eabaní.
En C'Ste hecho ve Baentsch la influencia de un esQuemí"
narrativo familiar a la época, el que cree remonte a su
vez a un mito semejante al de los Dioscuros, o sea, de
los hermanos gemelos Cástor y Pólux (p. 99).
913. Como se ve, pues, la alianza de perpetua amis-
tad celebrada entre Jonatán y David ocurrió, según J,
nuestro narrador, inmediatamente en seguida del com-
46 .3 Alianzas de joxAtAx con david

bate singular con Goliat; pero el sscritor E, coloca ese


pacto, muchísimo tiempo después, no sólo cuando David
ya se había casado con la hija menor de Saúl, sino cuando
éste lo perseguía a muerte, y aquél andaba fugitivo en
el desierto de Judá. El relato de E, al respecto, dice así:
l'> Y David furo icmor, porque Saúl se había puesto
Cfi campaña para quitarle/ Ja iñdc Como David- estaba,
.
^

cii el desierto de Zif, en Iloresa, Jonatán,


16 se levantó
liijo de ¿>aúl, y fue hacia David, en Iloresa, // fortaleció
su mano en Dios (es decir, lo alentó, recomendándole con-
fianza en Dios). J? Y le dijo: "No temas, porque no te
alcanzará la mano de Saúl, mi padre. Pero tú reinarás sobre
Israel, ¡j ijo seré el segundo después de tí, y aun mi padre' Saúl,
sabe que esto es así". IS Entonces AMBOS CELEBRAKOX
UXA ALIANZA DELANTE DE YAUVÉ. Y David quedó en
Iloresa, y Jonatán se fué a su casa.
914. Aquí E hace celebrar, entre David y Jonatán,
alianza de'ante de Yahvé, como la que se dice que el mis-
mo David contrajo con los ancianos de Israel, en Hebrón,
cuando éstos lo ungieron por rey (II Sam. 5, -3). Natu-
ral es que si Jonatán y David habían realizado una alian-
za de amistad con la intervención de Yahvé (20, 4:2), no
había el porqué volver a renovarla, fuera de que el texto
de 23, 18 no habla de renovación, sino de que ambos ami-
gos contrajeron o celebraron una alianza o pacto delante
de Yahvé. Pero no contento con esto, el redactor agregó
en 20, 11-17, otro relato según el cual Jonatán y David
habrían celebrado por tercera vez el mismo pacto, a es-
tar, a la corriente traducción del v. 16. Este v., según
el original hebreo (véase Viarsión sinodal), dice lo si-
guiente: "Así Jonatán hizo U)i pacta con la casa de Da-
vid. Y Ytdivé se vengó de los enemigos de David"; lo
que revela a las claras la imposibilidad del mismo, puea
figura Jonatán celebrando un pacto no con David, sino
con la casa de David, y aparece Yahvé habiendo ya dado
buena cuenta de los enemigos de David. Reuss relaciona
ese V. con el 15'', y traduce así: "Cuando Yahvé haga
desaparecer a los enemigos de David, todos juntos de la
superficie de la tierra, no sea separado Jonatán de la casa
DAVID, CAPITAN DE SAUli 47

de David, sino que Yak vi se vengue de Jos enemigos de Da'


vid". Dhorme vierte esas palabras de este modo: "Cuando
Yahví suprima los enemigos de Daviel de la superficie de
la tierra, que no sea cortado el nomhre de Jonaián de la ca-
sa de Saúl, porgue Yedivi lo reclamará de la mano de DewieV,
bien que Dhorme llega a esta versión combinando los dis-
tintos códices griegos con el texto hebreo. De todos mo-
dos, tanto en las referidas traducciones de Reus-s y de
Dhorme, como en la de L. B. A.: "Y Jonaián TRATÓ con
la casa de David, diciendo: Que el Eterno se vengue de ¡os
enemigos de David", de todas ellas ha desaparecido el ter-
cer pacto entre los dos célebres amigos, que nos da el ori-
ginal. Reuss, sin embargo, no deja de notar que "todo es-
te discurso de Jonatán (vs. 12-16) está naturalmente re-
dactado del punto de vista de los sucesos posteriores; has-
ta allí, nada le anunciaba a Jonatán que David llegaría a
destronar a su familia". Por supuesto que es completa-
mente inverosímil lo que se nos refiere en esas alianzas,
que en nombre del cariño amigable o fraternal que Jonatán
profesaba a David, abdicara aquél en favor de éste sus
derechos al trono de Israel, lo reconociera ya como el su-
cesor de Saúl, y le pidiera humildemente que cuando fuera
rey recordara aquel pacto para no matarlos ni a él ni a su
familia. Todo esto, obra de un escritor muy posterior, ni
siquiera está en situación en el momento en que se hace
pronunciar a Jonatán dicha abdicación.
915. Además del relato de la alianza de los dos referi-
dos amigos, se nos narra que Saúl, que también había sim-
patizado de David, lo retiene en su casa, y le da el mando
de una fuerza armada, demostrando David ser un hábil
capitán, pues el éxito coronaba todas sus expediciones.
Como consecuencia de esto, David se hacía cada vez más
popular. Tal es lo que nos dice el transcrito pasaje de
18, l-.j, que está en desacuerdo con lo que sigue.
6 (J) Y ocurrió que cuando regresaron, (E) cuando vol-
vió David después de haber muerto eü Filisteo, salieron- las
mujeres al encuentro de David [con coros de danza y tambori-
les, {J\ las bailari7ias scdieron de todas las ciudades de Israel,
caJitando a recibir ed rrij^Saúl, con cánticos festivos ¡/ con ar-
48 UN MOSAICO DE FRASES

pas t riaihjnhires. 7 (JE^ Las )iiujeres y tas bailarinas cantaban


•;¡ flecíav: (

"Hirió Sdíil sKS mil,


(I

Mus l)ari<l sus dic'í mil"


(I

S (Yj) Kstn (¡(sdiivadú a Saúl, causá iidole- f/raiidc irriiación


piKs -sf dijo: " /Iaii dado a David los diez mil, y a nú, los mil
j

ya no le [alUi más (/ae el reino!" 9 Y desde aquel dia, no cesó


Sdi'd de mirar a David con mahjs ojos. 10 (J) Aconteció al día
siyuicate <jiie el espíriin malo de Dios (leomeiió <i Sai'il. y éste
yrofetizetba (o hablaba frenética o furiosamente) en medio
de s)i casa. Y David focaba la citara, como lu hacía diaria-
mente; y Saíd tenía sa lanza en la )nano. 11 Y arrojó Saiil
l:t lanza, diciendo: "Clavaré a David contra la pared": pero

David ese/aivó el yolpe jior dos ¡veces. 12 Desdi ntonces Haíd (

tuvo temor de David, porejiie era Yahvé con él; mas de Saéd se
había apartado. /.V Saéd, pU(S, lo (dejó de su persona, if lo
hizo ,jefe de mil hombres ((luiliarca) (li) David salía y en-
.

traba delante dd paehio, 1 í y tenía é.rilo en todas sus empre-


sas, y Yahvé era con él. lo Cuando vió Saéd que él salía
hieii en sus empresas, tuvo temor de él. IG Pero todo Israel y
Jada amaban a David, porque entr<d>a y salía al frente de
ellos.

916. Las letras J, E, JE, delante de los versículos o


frases precedentes, indican los distintos documentos uti-
lizados, según Dhorme, por el redactor (R), a quien per-
tenece lo expresado desde 13'' hasta el 16. Resulta así,
una especie de mosaico de frases sobre todo en los vs. 6
y 7. Esta compilación de documentos discordantes, no pue-
de haber sido más inhábil, a pesar de lo que sostienen Des-
noyers y Cornely y Merk, como se verá a continuación.
917. Comienza el relato describiendo el regreso del
ejército y de David, después de la derrota de los filisteos,
a causa de la muerte de Goliat. Podríamos observar que
esto está fuera de lugar, porque en los versículos anterio-
res ya se nos había mencionado la vuelta de David luego
de su hazaña, y lo teníamos a éste convertido en héroe
popular. Mas no insistimos en esto, porque pudieran ale-
FAGINA BIBLICA MALAMENTE COMPUESTA 49

garnos Cornely y Merk que ese es un procedimiento pro-


pio "de los escritores orientales". Pero si se puede admi-
tir que se vuelva sobre lo ya dicho, no tiene en cambio
explicación, que el nuevo relato no concuerde con el pre-
cedente. En efecto, según los vs. 1-5, Saúl y Jonatán .sien-
ten gran cariño por David hasta el punto que el primero
lo hace quedar a su lado y le da el mando de tropas; en
cambio, aquí, en seguida que regresa David, estalla la en-
vidia de Saúl contra él, porque las mujeres lo ensalzan
como vencedor de diez veces más enemigos que los venci-
dos por el mismo rey, por lo cual "desde a<iu{l día en ade-
Iditte, cesó Saúl de mirar eoii ojeriza a Daeid". Este se-
gundo relato atribuye el hecho del nombramiento de Da-
vid para comandar un grupo de tropas — mil hombres
al deseo del monarca de alejarlo de su lado, (v. 13) mien-
tras que en el primero (v. 5) C'Se nombramiento se da a
entender que se debe al afecto que le profesaba Saúl. Lo
más curioso del caso es que aquí esa designación de Da-
vid como jefe de mil hombres, la hace el rey para apar-
tarlo de junto a sí, porque le tenía miedo, después que ha-
bía tentado inútilmente matarlo (vs. 11-13), cuando a
cualquiera se le ocurre que si mal aconsejado por la en-
vidia había llegado Saúl a tan graves extremos, hubiera
él pensado en cualquier medio para alejar a David o pa-
ra deshacerse de él, menos en 'el de darle un comando en
las propias fuerzas nacionales. Todo esto no sólo contra-
dice lo anterior, sino que es completamente ilógico y des-
provisto de verdad histórica. Desnoyers observa "que es
bien marcado carácter compuesto de este pasaje, I Sam.
el
17, .7.7-18, 6". Los
vs. 55 y 57 de 17, que comienzan ambos,
por "Y cuando", se refieren a detalles del combate sin-
gular, y sin embargo, los hebreos han vuelto ya de la per-
secución. Igualmente, 18, 7 habla de los éxitos militares
de David, jefe del ejército, y el v. 6, del regreso del com-
bale singular" (II, 84, n. 2). Pero Desnoyers se limita a
notar que se trata de un pasaje formado por distintos do-
cumentos, sin mencionar la contradicción que existe entre
suo diversas partes componentes, que es lo que nos inte-
resa destacar. Reuss, anotando nuestro 6», dice: "Esta es-
50 EL t ORO E.Y HOXOIX DE DAVW
cena se comprende muy bien al día siguiente de la victo-
ria,y así es como ?re la representa el mismo redactor. Pero
si según este nuevo relato, estallan los celos de Saúl esie
mismo día, esto no concuerda ya con lo que precedía in-
mediatamente, donde se habla de un período máís o menos
largo de buena inteligencia 'entre los dos hombres. En los
vs. 18 y ss. 'se encuentran narraciones que no armonizan
con los textos precedentes, lo que prueba la pluralidad de
las relaciones primitivas".
918. En cuanto a la ojeriza de Saúl contra David,
es completamente inaceptable la causa de ella que se ex-
presa en los vs. 6-8. Aunque se dé por cierto el combate
singular entre David y Goliat, tendríamos que a eso se
limitó su participación en esa acción de guerra, pues muer-
to el' gigante, huyen los filisteos, y "entonces se levanta-
ron los Jiomhi'es de Israel (y de Judá, —
gilosav) y dando
(pitos persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y
hasta las puertas de Ecrón" (17, 53), mientras que David
despoja de sus armas a Goliat, y con la cabeza de éste
va a ver a Saúl. Si D'avid se hubiera unido a los demás
soldadO'3 para perseguir a los enemigos, y se hubiera
vuelto a destacar en la batalla matando muchos filisteos,
el cronista no hubiera dejado de referirlo, y no habién-
dolo hecho así, es ^ahora incomprensible que nos describa
a las mujeres saliendo a recibir al joven zagal y ento-
nando en su honor una especie de estribillo, que resulta
inaceptable, porque David en ese momento era un indi-
viduo desconocido hasta para Saúl y Abner el jefe de
su ejército. Es, pues, imposible que al regreso de la per-
secución de los filisteos, salieran "las mujeres de TODAS
las ciudades de Israel" entonando loas a quien sólo sería
célebre mucho más tarde. Cornill, (citado por Dhorme)
comentando el referido coro del v. 7, escribe: "Me ima-
gino que este canto procede del reino de David, después
que éste llevó magistralmente a término lo que había
comenzado Saúl; es como el veredicto poético del pueblo
israelita sobre sus dos primeros reyes; con la brevedad
de un epigrama, y al mismo tiempo, con la más perfecta
exactitud, están ambo-s caracterizados en su mutua re->
SAUL PKOl ETIZABA EN SI r.\!^A 51

lación: se aprecia el gran mérito del predecesor y, sin


embargo, se reconoce plenamente el mérito incompara-
blemente más grande del sucesor".
919. En resumen, pues, tal como combinó el redac-
tor los documentos que tenía a mano y tal como los com-
pletó con adiciones propias, el orden de los sucesos cue
se leen hoy en la primera mitad del citado cap. 18 es
el siguiente: 1'' Regreso simultáneo de David, después
de muerto Goliat, y de Saúl, después de derrotados los
filisteos; 2" recepción triunfal que les hacen las mujeres
y las bailarinas de todas las ciudades de Israel, o sea,
todas las mujeres cantando y bailando (como se traduce
corrientemente) al son de la música, y entonando esta
copla: "Hirió Saúl a .sus mil,— mas Darid a s}(s diez
viU'\; 3' Saúl se encoleriza al oir esta canción en la cual
se ensalza mucho más a David que a él; 4" desde aquel
mismo día Saúl miró con ojeriza a David; 5'' al día si-
guiente, Saúl trata por dos veces de matar a David, arro-
jando contra él su lanza, mientras David, que hasta unos
días antes era un desconocido para Saúl, tocaba ante éste
su cítara como de costumbre; y 6" Saúl le toma miedo
a David, y para alejarlo de su lado lo nombra jefe de
un cuerpo de mil hombres. Dígase ahora imparcial y des-
apasionadamente si hay o no contradicción entre este
relato y el que anteriormente le precede.
920. Notemos además: A) Que la posesión del es-
píritu malo de Yahvé, ¡o hacs a Saúl profetizar en medio
de su casa, lo que corrobora lo ya expuesto (§ 836)
que los nabíes o profetas antiguos acompañaban sus di-
chos con gesticulaciones frenéticas o desordenadas pro-
pias de los extáticos o de los locos. Scío escribe al res-
pecto: "Y profetizaba en medio de su casa. Quiere de-
cir: se le veía agitado en medio de su palacio, como un
hombre que ha perdido el sentido. Los profetas se deja-
ban ver algunas veces como transportados por el entu-
siasmo y fuera de lc»3 sentidos. —
Y B) En el capítulo
siguiente, 19, vuelve a repetirse la narración del homici-
dio fru-strado de Saúl contra David, en estos términos:
S nabieiido comenzado lincranteida la guerra, salió Da-
52 S.M I- TKATA DE MATAP. A DAVID

vid ¡xvd (uiiihdlir (I /"v ¡ilishns, i/ Its luílnjin >i na íjnni.

derrota. /; Innicron d(l(inl< d< <'l. .'/• mal c-siúrihi


V mi
de Yalin vino .sohrc S<iúl, (el original, dice Reuss, trae
el indeterminante "UN mal eí^píritu", como si aun éste
sen-
no hiibiera sido mencionado), mit iitras ,¡>ic (.<ia¡>a íl

tado OI sil (iisii. con '.s/í lanza cu la mano, i¡ (¡iir David


tocaba la ritura. I" Y proniró Saúl cmi sii lanza, (lavar
a David < ii la pan d : ¡uro David rsíjiiivá d gol p( ¡J la .

lanza de Sat'd pe miró i ii la pared. Y Davi'l liinjó, esca-

pándose aquella noche. Como se ve, de la este relato


tentativa hecha por Saúl para asesinar a David es tan
semejante al del cap. 18, que la generalidad de los crí-

ticos independientes, ven en uno la repetición del otro.


La ortodoxia, sin embargo, considera que se trata de
narraciones de dos sucesos distintos. Dhorme, que acepta
también esta opinión, la basa en que "en 18, Jl. Saúl se
había limitado a hacer un movimiento para amenazar a
David, mientras que aquí, en 19, Ui, pasó a la e.iecución".
Por eso Dhorme traduce 18, // así: '-Enlonces Saíd LE-
YAyró la lanza ij dijo: '•('lavan' a David en la pared'';
pero David evadió de delaiile de íl por dos vic<s'
se .

Sin embargo, Valera, Pratt y Scío, de innegable ortodo-


xia, traducen el primer verbo de ese v, 11, por "arrojó",
en vez de "levantó". Pero aunque ese verbo en hebreo
pueda tener la acepción tanto de arrojar como la de blan-
dir o levantar, eso no impide reconocer que se trata de
un mismo ^suceso legendario, cuya identidad no se modi-
fica por las ligeras variantes que le ha hecho sufrir
la

tradición oral. Obsérvese que coinciden en lo fundamen-


tal los siguientes detalles: Saúl sentado en su casa, tiene
en la mano su lanza a manera de cetro; David frente a
él toca la cítara o el Kinnor, para aliviarlo del
espíritu
malo de Yahvé, que lo atormentaba; y en ambos relatos
existe en Saúl propósito innegable de matar a David
el

atravesándolo con su lanza contra la pared, y el agredido


se salva, en el primer caso, esquivando el golpe por
dos
veces, —lo cue quiere decir que en el pensamiento del

autor, Saúl'no se limitó a amenazar, sino que pasó a la


ejecución;— y en el segundo caso, esquivando igualmen-
DAMI) VEKXO 1)K SAUL 53

te el golpe, y luego huyendo. Esto de la huida se sobren-


tiende en primer relato, pues suponiendo que sea un
el
hecho histórico, si realmente David se salvó por dos ve-
ces de las tentativas homicidas del monarca demente, no
es lógijo suponer que permaneciera allí esperando tran-
quilo que a la tercera vez lograra aquél consumar sus
criminales propósitos. Pero tan fuera de su lugar está
este episodio en el primer relato de J. como en el segundo
de E, pues si en el primero es im.pO'sible que al día si-
guiente de la entrada triunfal, estuviera el zagalillo des-
conocido de la víspera, tocando como de costumbre su
cítara para aliviar a Saúl de los tormentos del espíritu
malo de Yahvé, también es increíble en el segundo que
el general victorioso de Ic-s filisteos (v. 8) estuviera a su
regreso desempeñando el humilde papel de músico del
rey enfermo (v. 9).
Antes de analizar las narraciones inconciliables que
siguen, veamos los- episodios relativos al casamiento de
David con una hija de Saúl, que también nos ayudarán
a comprender cómo se ha formado el libro bíblico que
venimos analizando.

DAVID, YERNO DE SAUL. 921. Para explicar —


el hecho de que un .simple pastor como David se hubiera
casado con una hija del rey Saúl, existían diversas tra-
diciones incorporadas hoy a las Sagradas Escrituras. Se-
gún 17, como Saúl había prometido dar su hija por
mujer al vencedor de Goliat, se llega lógicamente a la
conclusión que si David consiguió ser yerno del monarca,
lo debió a su victoria sobre aquel gigante. Según otra tra-
dición, Saúl, después de ese combate singular, retuvo con-
sigo a David (18, ;J), y lo nombro jefe de una parte de su
ejército (vs. 5, 13) pero queriendo perderlo, pues le había
;

tomado ojeriza porque el pueblo lo ensalzaba más que a él


(vs. 6-9), le ofrece darle por mujer a su hija mayor,
Merab, Vv>/í ^//, expresa, oz/r me
' valiente, y pelees
.s-(7/.s-

las batallas de Yahvé. Empero ¡Saril se decía, para §í:


"¡yo sea mi mano contra el, sino s'a contra el la mano
de lo-< filisteos!" IS David dijo a Saíil: "¿Quién soy y»
54 POKQUE MEI5AIÍ NO FIE ESPOSA ])E ÜAVID

y cuál (S 1(1 ¡(ni lina de la familia de mi ¡ludrc cu Israel,


para (¡uc seano yernei del rey?" J9 '\¥ cuando llegó el
]

momento en que Merab, liija de Saúl, debía ser dada a


David, fué dada por mujer a Adrirl, de MeJiolá". A<1UÍ
no se menciona para nada la hazaña contra Goliat al ofre-
cerle el rey su hija mayor a David, sino que ese ofreci-
miento lleva como condición la de que continúe éste com-
batiendo contra los filisteos, luchas que se califican de
guerras religiosas, porque se las designa con la expresión
de "las batallas de Yahvé". El israelita de aquel entonces
debía comprar la mujer que deseaba por esposa, costum-
bre seguida por los árabes; y aun hoy entre las cabilas,
un individuo para anunciar su matrimonio realizado el
día antes, dice: "ayer compré una mujer". Pues bien
David, que antes del combate con Goliat, indagaba qué
recompensa daría el rey al que matare a aquel filisteo
(18, ahora no se refiere a aquel hecho, y no consi-
dera el ofrecimiento real, como el cumplimiento de la
promesa de Saúl, sino que se juzga indigno de ser su
yerno, porque es de familia pobre y por lo tanto carece
del dinero necesario (el n\ohar, que se pagaba a los pa-
dres) para comprar una hija de rey. Esta narración
es incompleta, pues no menciona la contestación de
Saúl; pero parece 'que éste persistió en^ sus propó-
sitos hasta el último momento. Mas cuando debía
darle Merab a David, —
lo que da a suponer que éste
aceptó la propuesta de aquél, —
Saúl se la dió a un tal
Adriel, de Meholá. No se nos dice el porqué de tan ex-
traña ¡determinación, en la cue figura Saúl faltando a su
palabra; pero encontramos en la traducción que nos da
Dhorme, de acuerdo con un manuscrito griego, (la revi-
sión de Luciano, editada por de Lagarde) una explicación
de ese hecho anómalo. Dhorme traduce así el v. 19: "Pero
en el momento de dar HJerah, la hija de 8aid, a David por
'mujer, ELLA TUVO TEMOR DE DAVID, y fué dada por
Es tan curiosa como falsa
'

mujer a de 'MelwUV.
Adriel
esta razón aquí invocada, porque —
fuera de que se nos
pinta a David como un hermoso mancebo y valiente gue-
rrero aureolado con el afecto popular (16, 12; 18, r>, 7, Ifí),
MIOAL ESPOSA DE DAVID 55

siendo, por lo tanto, un apetecible galán, para cualquier


moza casadera de la época, —
tenemos que la mujer israe-
lita tenía que conformarse con el marido que le diera su
padre, o sea, con aquel a quien él la vendiese.
922. La tercera tradición del casamiento de David
con una hija de Saúl, procede de dO'S distintos relatos com-
binados. —
En efecto, Saúl llega a saber que su hija menor
Mical, amaba a David, noticia que mucho le satisface, por
lo que se formula esta reflexión: "Sr ja dan' pura que Ic
airva de lazo y para que sea contra v¡ la mano de los filis-
teos". Entonces Saúl dijo a David por segunda vez: "T-ú
serás hoy mi yerno" (v. 21). Según esta versión, pues,
Saúl le dice a David que en ese mismo día será su yerno.
Las palabras "por segunda vez", son, como opina Dhorme,
una simple nota marginal para soldar este relato con el
del V. 17. Pero a continuación, se nos refiere que Saúl
se vale de sus criados para sugerirle a David la idea de
que podía ser su yerno, —
lo que está en contradicción
con dicho anteriormente,
lo — y ya no habla más direc-
tamente con éste de tan importante asunto, sino que aqué-
llos son los mediadores de ese matrimonio, como se ve
en el siguiente relato: Saúl dio rsia orden a sus cria-
dos: "Hablad confidcneied mente a David y decidle: He aquí
que el rey te ha tomcido afecto, y té aman todos sus servido-
res; ahora, pues, sé el yerno del rey". 23 Y los criados de- Saúl
repitieron estas pcdahras en oídos de David; per'o éste' les dijo:
''¿Os parece poca cosa ser yerno del reyf Y además soy un
hombre pobre y de humilde condición". 24 Y los, criados de
Saúl le dieron parte diciendo: "Esto es lo que ha respondido
David". 25 Y dijo Saúl: "Así diréis a David: No desea el rey
dote alguna, sino solamenle cien prepucios de filisteos, para,
vengarse de sus enemigos"., Es que Saúl pensaba hacer pere-
cer a David por mano de 26 Refii ieron sus criados
los filisteos.
estas pcúedwas a David, a cjuien leagradó la proposición, a sa-
ber, que sería yerno del rey. Y antes del término ¡señcdado, 27
se levantó David, marchó con sus hombres y ^piató 200 filisteos,
cuyos prepucios entregó cd rey para ser su yerno.^^ Y Safd, le
dió a su liija Mical por mujer. ;

923. Es innegable que este relato no armoniza con


56 LA COXDICIOX DE SAUL PARA DAR MICAL A DAVID

los anteriores en los que Saúl se entiende directamente


con üavid para ofrecerle ya su hija mayor, ya la menor,
ni concuerda con la oferta hecha cuando el desafío de
Goliat, hazaña que para nada se menciona en todas estas
tratativas matrimoniales. Más encuadrados con la verdad
psicológica d'8 los personajes están los textos en los que
autoritariamente le dice Saúl a David: "//r (iquí mí hija
Mcruh, ijo le ¡a doij ¡mr mujer", (v. 17) o cuando refirién-
dose a Mical, le manifiesta a aquél: "Tú sofis hoy mi
yerno'' (v. 21), pues los monarcas orientales, en su abso-
lutismo, no toleraban que se discutieran sus decisiones.
De modo que no puede admitirse que si Saúl quería casar
a Mical con David, se valiera de sus criados para incitarlo
a que le pidiera la mano de esa hija suya. Anotando el
final del citado v. 21, escribe Reuss: "Esta frase no con-
cuerda con la continuación del relato, según el cual Saúl
hace sugerir a David, por otras personas, la idea de pe-
dirle '3u hija. Por esto tanto aquélla como los vs. 8-11 y
17-19 faltan en el manuscrito del Vaticano. Prueba esto
a lo menos que ya se comprendió en la antigüedad la in-
compatibilidad de los diverísos elementos de un relato, que
indudablemente es producto de üna compilación". Ade-
más hay otros rasgos en lo transcrito que acusan la le-
yenda. La condición puesta por Saúl supone cien filisteos
muertos, y David no 'SÓlo la encuentra aceptable, sino
que se apresura a salir con su gente y en vez de cien,
mata a 200 enemigos, con la mayor naturalidad, sin que
ni él ni los suyos sufraji nada, como si hubieran ido a
cazar 200 perdices. Rasgos idénticos encontramos en la
leyenda de Sansón. Éste pierde en una apuesta -30 mu-
das de ropa, y muy tranquilo, de^sciende a Ascalón y
gracias al espíritu de Yahvé que lo impulsa, mata 30
filisteos, les quita la ropa y cargado con esos despojos,
vuelve y los entrega a los ^ganadores. Aquí también debe
haber intervenido el espíritu de Yahvé para facilitarle a
David la tarea de matar 200 picaros filisteos a fin de
circuncidar sus cadáveres, pues para la leyenda eran lO'S
filisteos mansos corderillos, aunque para la historia fue-
ron los más poderosos enemigo-s de los israelitas, y fueron
LA Kl l'Tl H A DE SAUL CON DAVID 57

ellos quienes i)Oco después dieron buena cuenta de Saúl,


de sus tres hijos y de todo el ejército de Israel, en la
batalla de Gilboa.
923^'. Estudiando Baent.sch los relatos referentes a
cómo David llegó a ser yerno de Saúl, hace notar que
ellos nos comprueban el hecho de que un solo tema, ma-
teria de una tradición única, puede con el tiempo dife-
renciarse, tomar diversas formas y concluir por dar na-
cimiento a varias narraciones. Las que nos ofrece el
texto bíblico sobre el casamiento de David con una hija
de Saúl, pertenecen a las peculiares a las novelas, aún
cuando el hecho en sí puede considerarse como histórico.
Sin embargo, opina Baentsch que tal unión no se efectuó
en vida de Saúl, sino cuando muerto éste, David fué pro-
clamado rey y tomó posesión, como herencia de Saúl, de
la soberanía del país del Norte (II Sam. 3, /.s'j. Sería,
pues, ese matrimonio un acto de prudente política, que la
tradición más tarde alteró, suponiendo que Mical volvía
entonces a unirse nuevamente a David, de quien había
sido esposa con anterioridad. "Pero e'sa clase de nuevos
encuentros, agrega acuel escritor, provocan siempre na-
turalmente la desconfianza. Se impone, pues, la hipóte-
sis de que aquí por una especie de reflejo legendario se
ha proyectado en el período preliminar de la carrera de
David, el hecho histórico de su matrimonio con la hija
del rey anterior" (p. 87, 88).

EL TERAFIM DE DAVID Y LAS FLECHAS DE JO-


NATAN- — 924. Si aceptamos como Verídica la narra-
ción bíblica, tendremos que David, de humilde origen,
pero hombre amable, insinuante y valiente, captó la es-
timación del rey Saúl, quien lo distinguió nombrándolo
capitán de un grupo de fuerzas armadas, y más tarde
le dió en casamiento su hija menor, Mical. Siendo ya
David yerno de Saúl, surgieron desavenencias entre am-
bos hombres, quizás por la popularidad que aquél iba ad-
íjuiriendo (18, .», 12-lU), o quizás porque éste descubrió
en David, propósitos ambiciosos o alguna alianza con los
sacerdotes para suplantarlo (cap. 21 y 22) pero de todos
;
58 LA ASTUCIA DE AUC.AX-

modos, el rompimiento entre ambos, debe haber ocurrido


después y no antes del mencionado matrimonio, pues es
ilógico suponer que teniendo Saúl ojeriza, celos u odio
contra David, lo hubiera hecho su yerno. Según el se-
gundo relato de la tentativa da homicidio de Saúl contra
David (19. 9, 10), que hemos vivsto anteriormente (§ 920),
éste huyó de la presencia de su encolerizado suegro, cuan-
do lo quiso traspasar con su lanza, y de noche se fué a
su casa. Saúl envía emisarios a vigilar allí a David, para
matarlo al día siguiente de mañana, lo que no es natu-
ral, pues si quiere matarlo, no se ve porque no aprovecha
para ello las sombras propicias de la noche; pero esa
detalle sirve al autor para narrar la anécdota de cómo
se salvó David, gracias a la astucia de su esposa Mical.
En efecto, para comprender el relato, hay que suponer
que elfugitivo cree que el ataque de Saúl se debía a un
pasajero acceso de su enfermedad, que pronto se le pa-
saría, pues de lo contrario no hubiera cometido la im-
prudencia de refugiarse en su propio hogar. Luego hay
que imaginar qua Saúl envió muy pocos espías, los que
se limitaron a permanecer frente a la puerta de la casa,
pues Mical. previendo el paligro. aprovecha esa circuns-
tancia y hace escapar a su marido por una ventana del
otro lado del edificio, como por una ventana descolgó la
prostituta Rahab a Ic-s espías que había enviado Josué a
Jericó (Jos. 2, 15). 13 Y después tomó Mical el ierafim, lo
puso en la cama, le envolvió la cabeza con una piel peluda de
cabra, y lo tapó con la ropa. 14 Y cuando Saúl envió Mensa-
jeros para p.-ender a David, ella les dijo: ''Está enfermo". 15
Pero Saúl volvió a enviarlos nuevamente para cpie viesen a
David diciéndcles: ''Traédmele acá en la cama, para que yo
lo mate". IG Y habiendo entrado los mensajeros, hallaron el
ierafim en la cama, con la piel de cabra rodeando su cabeza.
17 Dijo entonces Saúl a Mical: "¿Por cjué me has engañado dr
esta manera y has dejado escapar a mi enemicjo, para que se
salve?" Y respondió Mical a Saúl: "Él me dijo: Déjame ir.
si no, te niaUj". í-"- David huyó así y escapó.
925. Es muy interesante esta comprobación de que
en al hogar de un yahvista tan ferviente, como se nos
EL TERAFIM I)K MK Ali 59
I

pinta a David, existiera un ídolo doméstico, un terafim


(§ 556) palabra que la Vulgata traduce por "estatua".
Aun cuando parece que las mujeres tenían predilección
por esta clase de dioses penates (Gén. 31, in, 30-35), ge
ignora si David, como Labán, rendía culto al terafim,
o si lo tenía como medio de adivinación, o si lo toleraba
simplemente en consideración a su esposa, hija del rey,
como más tarde, Salomón hizo capillas a los dioses de
sus mujeres extranjeras, para que éstas pudieran prac-
acostumbradas devociones (I Rey. 11, 7, 8). La
ticar 'SUS
ortodoxa Bible Annotée observa que el ardid de Mical
recubriendo la cabeza del terafim con una piel de cabra
para simular la cabellera de David, parece probar que
éste tenía los cabellos negros, y no rubios, como se dice
en 16, 12, porque las cabras de O'riente son casi siempre
negras. Pero lo más destacado de este reláto es que para
su autor, marca el miomento del definitivo rompimiento
de Saúl con David. Aquél en un acceso de su enfermedad,
intenta traspasar con su lanza a éste; pero después, fría-
mente lo manda matar o lo manda buscar para matarlo,
sin consideración a que era su propio yerno.
926. El redactor utiliíza lueg'o el documento X y
hace figurar a David refugiándose en Nayot de Ramá,
junto a Samuel, relato del que nos hemos ocupado en
§ 830, 838, 839, y destinado a explicar el proverbio final
del V. 24 (§ 846). Ese encuentro con Samuel contradice a
15, 3'), donde se asevera que desipués del episodio de
Agag, "Samuel n<> folviñ a rcr más a Saítl Jtashi rl día (l(
su muerW' Nota además Wellhausen (citado por Dhorme)
.

estas dos anomalías en e'sa narración, a saber, que David,


en vez ide huir al Sur, donde estaba su familia, aparece
dirigiéndose al Norte; y luego encontramos a Samuel co-
mo jefe de los profetas, cuando nada tenía que ver con
ellos, según 10, ri-i:\
927. En el cap. siguiente 20, David llega adonde es-
tá Jonatán, probablemente en la ciud?,;d de Gabaa, resi-
dencia de Saúl, y con palabras muy semejantes a las di-
rigidas por Jacob a Labán (Gén. 31, 3ii), pregunta a su
amigo, por qué su padre quería matarlo. Responde Joña-
60 LAS FI/EC HAS DE JOXATAX

tán que esto no ocurrirá, porque Saúl, que nada le oculta,


no le ha manifestado tales propósitos; pero David insiste
en que él se halla en grave peligro: "no lian más que uv^ paso,
exclsLma., riifr-í 1(1 nmertc !/ ijo". Jonatán le promete ha-
cer por él, todo lo que él le indique, y entonces David le
dice: Mañuiia r.v liiiia niirva y no dehcrhi soilarmr a Ja
iiK s<i ct.tiK r con el rey. D/ janir, pues, partir pitra qitf nu
II

oriillc (II (I campo hasla la larde (del día lerecro). Este


paréntesis lo elimina Dhorms por considerarlo una glosa
tomada del v. 3 9. ti Si la ¡.adre notare mi ausencia, tú le
dnás: Durid mr pidió piniiiso para correr liasta Brllilccm,
su ciudad, j)iii(iiic todos los de
la faniüia celehraii allí el sa-
crificio anual. Como
esto era una evidente mentira, la or-
todoxia trata de justificar esta falta del "elegido según
el corazón de Yahvé", diciendo con Scío: "Pudo muy bien
David ir a Bethleem y volver al tercer día; y así no hay
aquí fundamento ;>ara argüirle que faltase a la verdad en
esta ocasión para asegurar su vida". Y
continúa la narra-
ción bíblica: "7 Si dijere: Está bien: tu sierro tendrá paz;
pero si se encoleriza, salu etilonces que istá resuelto a hacer-
me mar'. Jonatán le dice a David que si su padre resolviera
matarlo, él se lo avisaría. A pesar de esto, vuelve a pregun-
tar David: ''10 ¿()uién mi avisará si tu padre diere una res-
puisla dina contra mi.'" II )' rispondió Joiiatán^ a David:
" i'r». salf/amos al campo". Y ambo:? salieron al campo. No
se sabe, porqué para continuar hablando, tenían que irse al
campo, en vez de seguir la plática en la casa de Jonatán,
donde parece estaban.
928. Interrumpe aquí el relato, lo expuesto 'sobre el
tercer pacto celebrado por los dos amigos (§ 914), y luego
aquel 'Se continúa así l.e dijo Jonalán: Mañana es tuna
:

nuera ;/ será notada tu ausencia, porque tu asiento quedará va-


cío, í!) Esperarás Ires días, bajarás prestamente i/ vendrás
al donde te escondiste el día del asunto, y permanece-
liii/ar

rás junto al peñón de Ezel. (Este v. es un rompecabezas y


cada traductor lo vierte a su manera. Reuss declara que está
lleno de enigmas insolubles para la exégesis). 20 Y yo ti-
raré tres flechas de ese lado, como si tirase ed hlanco. 21
Hisputs inniirí id ni Ucliaclio dieiíndoli: Anda y Irácnie
.S.\\( no i>.\\Z.\ IMITA A SAI I. 61

las fl( ('li((s. Si ilijti í (il III iichiíclio : ¡Mna, las fh víuis tsiáit
viás (iiá (¡I lí. lúiiKilas!, iiihtiirts, vni, punjKc no hahró pe-
lif/rd ¡aira n, laii cierto ciniio i¡ni rirr YaJii'c. 22 Pero si di-
}(>•(' (il III iicltarlio : ¡Miin. his ficciuift rsfáii más allá de fí!,

(iifnii((sV(li', i)f>r(¡ii< is Ydhrr qjicn Ir luía ¡xirlir". Se


esconde David en el campo, y en la fiesta de la neomenia o
del novilunio. Saúl se sienta a la mesa con Jonatán y Ab-
ner, quedando vacío el asiento de David. 2(i ''Sin endmrfio
Saíd ii'iiifl día, ¡xiniiir sr decía ciilrr sí: si rá
lio dijo iKidii

lili no rslará ¡-uro; st (jiiraiiiriilc no csliirá puro".


iiccidciih :

Pero como al segunido dia de la neomenia volvió a ocurrir lo


mismo, pregunta Saúl a Jonatán, la causa de la ausencia de
David. Jonatán le da la excusa enseñada por é?te, y ".yo

( iiloiivis se ene/ lidió la cólera ih S<ii'il contra Jonatán, y le.

dijo: "¡Ah. ala!" Seguramente que


hijo di nnij( r prostii
pocos de los piadosos lectores de la Biblia conocerán esta pa-
labrota de Saúl, —
que a menudo se encuentra en los di-
chos de Sancho Panza —
pues aparece tan disfrazada en ,

las corrientes versiones, que en ellas pierde toda su cru-


deza original. " /Acaso no sé que eres el compañero del hi-
jo de Jsaí, para ¡¡jnoniliiia para rerejüenza de la desnu-
I ii ij

dez de tu niadn.'" Insultar a un hombre por la desnudez


de su madre es todavía cosa común entre los orientales, ano-
ta Dhorme. V/ ¡'ori/iic inl( iitras riva d hijo de Isaí sobre
la tierra, no (Lo que hace
tendrás sei¡uridad In ni lii reino.
fundadamente suponer que Saúl perseguía a David, por-
que temía que éste lo destronara). Envía, pues, a buscarle,
!j tráeinelc acá, porifiic es di'nio de muerte". 32 Jonalá-n
Kspondió a Saúl, su padre, te dijo: " / l'or (pié merece Jo ij

muirle.' (Qué luí lieeho.'" .9.? Entonces alzó (o arrojó)


Saúl sil lama contra él para al ravesarto con ella ij compren-
dió Jonatán ejue su padr( tenia resuelto matar a David.
Irritado y sin comer, se levanta Jonatán de la mesa, y a
la mañana siguiente, sale al campo, con un muchacho, ar-
co y flechas y lanzó una de éstas más allá del chico, que iba
adelante, gritándole la frase convenida para cue David '^e
marche. Lo natural era, pues, que éste se apresurara a ale-
jarse pero el redactor le agrega otro episodio al relato, que
;

sirve para hacerlo más inverosímil aún. U) 'Jonatán dió sus


62 LA IGNORANCIA DE JONATAN Y HALL

(irDKis al miidiacJci, ji ¡c clijí): "Anda y Ih'vuJas a la ciudad".


41 YJuego que se fué el miirliaclio, 'salió David detrás del pa-
ilón, e inclinándose contra la tierra, se prosternó tres veces.
Después se besaron mutuamente y lloraron el uno sohre el
otro; pero David, m/is. 42Y dijo Jonatán a David: "Vete en
paz, ya que los nos hemos pirado en nombre de Yahvé
dof.

diciendo: Sea Yahvé entre nosotros y entre- nuestra posteri-


dad, para siempre". 43 Y él se levantó y se fué; mas Joña'
tán entró en la ciudad.
929. Como se ve, después de todo lo que había hecho
Saúl en el capítiílo anterior, para matar a David, aparece
aquí éste en el cap. 20, conversando con Jonatán, quien
ignora las reiteradas tentativas de asesinato de que había
sido víctima su amigo por parte de su padre, incluso lo
ocurrido en casa de eu hermana Mical, por lo que consi-
dera imaginarios los recelos de David. Esto lo confirma
Scío diciendo: "Jonatán sin duda ignoraba las diligencias
y medios que había practicado Saúl pocos días antes, para
hacer prender a David y matarle". Pero lo más curiO'.so no
e-s tanto la ignorancia de Jonatán sobre tan importantes

iiechos públicos, sino que hasta el mismo Saúl nada sabe


de lo ocurrido, pues espera la llegada de David a la mesa
real, y cueda todo sorprendido al no verle. No en balde
escribe L. Gautier: "En los capítulos 19 al 26 se prosigue
la narración de las desavenencias de Saúl con David.
Cuando se leen esas páginas, impresionan las repeticiones
que se producen, y sobre todo los bruscos cambios de ac-
titud y de conducta atribuidos. .a Saúl. Antes se trata-
. .

ba de ordenar la serie de los sucesos, efectuando trasposi-


ciones, llevando, por ejemplo, ciertos hechos mencionados
en el cap. 19 después del cap. 20. Pero no han tenido éxito
tales tentativas, mientras que la hipótesis de dos o quizás
de tres fuentes, si no elimina todas las dificultades, per-
mite, por lo menos, comprender de modo más plausible,
la formación del texto actual" (I, 265, 266). Obsérvese
además que el relato de I Sam. 19, /-s', según el cual Jo-
natán intercede con éxito ante su padre, en favor de su
amigo David, está en contradicción con el citado del cap.
20. En efecto, en aquél, es el mismo Jonatán quien infor-
IjA fiesta de la LIXA NUEVA 63

ma a David de los propósitos homicidas de Saúl: 'Mi pa-


dre procura matarte... escóndete" (v. 5 del 19). En éste,
Jonatán se rehusa al principio a admitir que David pueda
correr peligro (v. i del 20). En la narración del cap. 19,
Jonatán logra reconciliar a David con Saúl (vs. 6 y 7) ;

mientras que en la del cap. 20, no sólo no existe tal recon-


ciliación, sino que por haber tentado d*e provocarla, Jona-
tán estuvo a punto de ser muerto por su padre (v. 33).
Todo esto comprueba pues, cue el redactor del libro reu-
nió las tradiciones diversas que pudo conocer sobre los
personajes de su historia, tratando de ser completo, sin
preocuparse de su verosimilitud, ni menos de si concor-
daban o no entre sí.
930. Después es interesante la mención, en este cap.
20, de dos especiales solemnidades religiosas: una cele-
brada anualmente en Bethleem por el clan de David, no —
comprendida en las instituciones del Pentateuco, —
que
parece era el sacrificio familiar por excelencia (1, 3, 7, 21),
semejante a los 'sacrificios llamados charistía por los roma-
nos, en los que no se admitían más que a los parientes y
allegados de la familia y otra, la fiesta de la neomenia o
;

de la luna nueva, celebrada en la casa de Saúl con un festín


precedido también por un sacrificio. Ésta última nos prue-
ba que los antiguos israelitas, —
lo 'mismo que los bedui-
nos del desierto, los babilonios y demás pueblos .semíti-
cos, — honraban una divinidad lunar o la luna misma, la
cual tantos beneficios reporta al nómade y a los viajeros,
que huyendo de los abrasadores rayos solares efectúan
con preferencia sus excursiones a la tenue luz de nuestro
satélite, aprovechando así el fresco de la noche. Como
fiesta no yahvista, no figura en los más antiguos códigos
religiosos tales como el Libro de la Alianza, el Deuterono-
mio y los decálogos del Éxodo; y la combatieron los pro-
fetas del siglo VIII, Amos (8, .:), 0'?eas (2, ri, 13) e Isaías
(1, 13, 11). Encambio, Ezequiel al establecer las fiestas y
sacrificios que. deberían celebrarse en 'su templo ideal, in-
dica que tendrían que hacerse holocausto^s y libaciones en
los novilunios y en los sábados, días en los cuales se abri-
ría la puerta del atrio interior del lado Este, la que los
64 LA LEYENDA DEL EPISODIO DE LAS FLECHAS

demás días debía permanecer cerrada (Ez. 45, /; ; 46, 1, (>).

Y el Código Sacerdotal dispone igualmente la celebración


rada ¡mera hrna
de holocaustos y ofrendas vegetales "r»
(II sil Hirs. por lodos ¡os meses del año" (NÚm. 10, 10; 28,
il-ir>), sancionando así los antiguos ritos
religiosos que

Yahvé no había logrado extirpar. Recuerda al efecto Cal-


fiesta
met que entre los romanos, las calendas eran días de
Juno, en cuyo honor se efectuaban igual-
consagradas a
cele-
mente sacrificios, En el caso arriba citado, Saúl
con
bra también la neomenia el primer día del mes
lunar,
probablemente se comería
una comida a-pecial, en la que
pues no se
parte de la víctima ofrecida en sacrificio ese día,
extraña la ausencia de David, (suponiendo que éste no es-
taría en estado de la pureza ritual requerida para esa co-
mida (Lev. 7, •'(>; 15, m; Deut. 23, íO, n) pero al -se-
;

porqué es que falta David a


gundo día es cuando indaga
la mesa (v.s. 25-27).

931. En cuanto al episodio de las flechas, por medio


estado de áni-
de las cuales anuncia Jonatán a David el
mo de Saúl a su respecto, no tiene explicación plausible
alguna. En Jonatán podía hablar con David, no
efecto, si
subterfugio, y no le
se comprende porqué se vale de ese
cue le interesa, cuando
comunica directamente a éste lo

que David podía escuchar lo que Jona-


lo tenía tan cerca,
las flechas.
tán le gritaba al muchacho que iba a buscar
Reuss, Jonatán que
"¿Por qué, pregunta sensatamente
David, no va allí de inmediato, en
conocía el escondrijo de
vez de perder el tiempo tirando flechas?" Y L. Gautier ob-

serva igualmente: "La estratagema inventada y


por Jonatán, no tiene sentido, desie
ejecutada
libremente
que nada impide a los dos amigos conversar
episodio fmal de íO-ío,
(iJ-i.v)" (I, p. 266). Voy eso el
relato. Para el autor, la señal
colma la inverosimilitud del
re.spondía a la imposibilidad en que estaban
de las flechas
comunicarse oralmente; pero el redactoi
ambos amigos de
episodio, que
todo lo embarulló, agregando después de ese
Saúl quena matar
luego que David se entera de que lo

archisabido a estar a lo narrado en


(lo que debía tener
vez de apresurarse a escapar, como era lo
el cap. 19), en
1A TRAGEDIA DE NOli 65

convenido según el v. 22, sale del lugar en que es-


taba escondido y se pone a hacer genuflexiones ante Jo-
natán, como un subdito que viniera tranquilamente a visi-
tar al monarca, concluyendo ambos por abrazarse, besarse
mutuamente y llorar junto-s, "aunq)ic David lloró más".
Se ve, por el detalle de las genuflexiones,' escribe Dhor-
me. que el autor no tenía mucha prisa en hacer huir a
David. Jacob ge había prosternado siete veces delante de
Esaú (Gén. 33, ó). En las cartas de El-Amarna, se pos-
tran también los subditos siete veces delante del sobe-
rano. En cuanto a la observación de que "David lloró
más"' que Jonatan, muestra a las claras el propósito del
escritor de exaltar a David, haciéndolo distinguirse y
sobresalir en todo, aun hasta en las más naturales demos-
traciones de afecto.

LA TRAGEDIA DE NOB- —
932. D^vid, solo y sin
armas, va a la ciudad de Nob, en cuyo santuario oficial se
conservaba el éfod-oráculo, santuario servido por un nu-
meroso cuerpo sacerdotal, que .según el texto hebreo se
componía de 85 sacerdotes (I Sam. 22, i¿^) -según los LXX,
;

ese número llegaba a 305; y según Josefo, a 385. El jefe


de ese cuerpo sacerdotal era Ahimelec, que algunos, como
Dhorme, identifican con Ahías, hijo de Ahitub, el sacerdo-
te que llevaba el éfod en las primeras campañas de Saúl
contra los filisteos (I Sam. 14, 3, 18). "i Y David vino a
Xob, al sacerdote Ahimelec, quien recibió sobresaltado a Da-
vid y le dijo: "¿Por qué estás solo y no viene nadie contigo?"
2 Y David respondió al sacerdote Ahimelec: "El rey me ha
encargado de una comisión, y me dijo: Que nadie sepa del
asunto por el cual te envío y de la orden ([ue te he dado. A
mis gentes les he indicado que me esperen en tal sitio. 3 Y
alfora sí tienes cinco panes a mano, dámelos, o dame lo (¿ue
tengas". 4 Y el sacerdote respondió a David: "No tengo a
mano pan pan sagrado: con tal que tus gen-
ordinario, sino
tes se hayan abstenido de mujeres". 5 Y David le contestó:
Ciertamente hace tres días que 7W tenemos mujeres. Como
siempre cuando me pongo en camino, las partes de los hombres
están eíí estado de pureza, aun cuando sea un viaje profano.
ijA tragkwia de xob

cnanto a ^sus parles!-' 6


Cuánto más hoijestán puros en
.Jrdoie le <UÓ éel pan sagrado, pues noha^
ttonescl proposición, los e
tía allí otro sino los panes de la
pan
' pura ree.pU^ar o
a a»
/ sacado de delante de YaJf,
David a AhimcUc: ho tic
L- pan caliente. 8 Dijo además
espada? Porque no
I s TLno alguna lama o f^-^la orden
mi m
espada ni rms armas, pues era urgente
Ziqo Gohat, elf^-
sacerdote: "La espada de
¡el rey- 9-Y dijo el en-
de los Terel>intos, esta a,ui
U o iue mataste en el valle
t
esta o-
del éfod. Si qmores llevar
vuelta en un paño detrás Mngu
respondió David:
Zla, por.ue lo hay otra aajá"^ J
- 'Z^-l^. t^éñ aíí faLario, un idujneo.

S
Doeg

^aTa
jefe de los pastores de Saúl,
a éste que Ahimelec le
Dalii'por
n,ente a todo el cuerpo
a Ahimelec su proceder
quien se apresuro a tías-
había dado provisiones y
lo que Saúl mandó a
b-car
sacerdotal de Nob. Sa^l ;^P^7^;^
diciéndole: 22, lo e.Por que os
ar-

de Isf Porque iu
tahér<tUado contra mí, tú y el lüjo
has consultado a Dws por
chas dado pan y una espada, y
me pusiera asechanzas,
l Za
que ^e sublevase contra mí V
al rey y e di^
'
'l o ce Hoy-. Y Ahimelec U
respondió
Da-
- -r auicn entre todos del rey es como el fiel
los siervos
(o el
del rey, tu siervo int.no
rtl
de Coros - Dhonw) y honrado en tu casa? U ¿Acaso
^¡^¡^^l^;^^ lie

,él? ¡Lejos e
t^Zdo Hoy a consultar a D'íos por
,>r,> \o impute el
reij tal cosa a su siervo,
a toda la casa de m
siervo de este asunto poco m
ZipZre- porque nada sabía tu
dijo: "Ciertamente
Ahimelec, mo-
ni mucho". 16 Y el rey
dijo d rey
riréis tú y toda la casa de tu padre". 17 Entonces
rodeaban: ál-
guardia (a los corredores) que le \
a los de su
'porque su mano tam-
veos y matad a los .sacerdotes de Yahvc,
denun-
que iba fugitivo no me lo
hién ,s- con David: sabiendo
del re^^^^J^j:^,
"Zolr' Mas no quisieron los siervos
sacerdotes de Yahve. IS Entonces e.
^0 para acometer a los
a los sacerdotes
.

acomete
Te/dZ a Doeg: "Vuélvete tú y acometió a^os sa-
Y D el el iZeo (o edomita) se volvió y
el
mató en aquel día 85 Hombres que llevaban
cerdotes, y
AIlI>lEIiEC Y ABIATAR SOX DISTINTAS PERSONAS 67

(fod (]). 19 Y Saúl hirió Uimbicii a filo de espada a la ciudad


sacerdotal de Xob: hombres, mujeres, muchachos, niños de pe-
cho, bueyes, asnos ij ovejas iodos fueron exterminados.
De aquella matanza sólo se salvó un hijo de Ahimelec,
llamado Abiatar, el que logró huir con el éfod y juntarse
con David, quien le prometió defenderlo, y al que más tar-
de lo hizo jefe de sus sacerdotes.
934. Hemos visto anteriormente dos distintos relatos
de la huida de David de la corte de Saúl. La narración pre-
cedente, que culmina en la tragedia de Nob, puede refe-
rirse tanto a uno como a otro de aquéllos, pues, como ob-
serva Reus'3, David podía haber ido a Nob, desde Ramá,
o al separarse de Jonatán; pero la mención de la espa-da
de Goliat en el v. 19 prueba que este relato pertenece al
documento E, que describe el combate con aquel gigante,
y la huida de ¡David por la ventana gracias a las instanr
cias de Mical. Al examinar ahora el episodio de la ayu-
da que el jefe de los sacerdotes de Nob prestó a D'avid,
y las trágicas consecuencias que tuvo ese incidente, debe-
nios en primer término, precisar que Ahimelec y Abiatar
eran dos personas distintas, que no tenían el mismo nom-
bre, pues el primero, jefe del cuerpo sacerdotal de Nob y
muerto por orden de Saúl, era el padre de Abiatar, sacer-
dote principal del rey David y desterrado más tarde por
Salomón. Esta observación, que a primera vista puede pa-
recer superflua, no deja de tener su importancia para ayu-
darnos a comprender la veracidad de la teoría de la ins-

(1)"Quo llevaban el éfod", es decir, en aptitud de uti-


lizar máquina sa,grada de adivinación. Así lo han enten-
esa
dido varios manuscritos griegos, que suprimen la palabra final:
"de lino", que se encuentra en el hebreo, pues ésta no condice con
el verbo empleado "llevar" o "elevar" que aplicado al éfod, se

refiere al instrumento de las suertes sagradas (I Sam. 2, 2i8;


14, 3, 18). Cuando se menciona el éfod-vestádo, entonces va con.
el verbo "ceñir" (I Sam. 3, 18; II Sam. 6, 14). Dhorme y Des-

noyers (II, 98, n. 1) están de acuerdo en que aquí se trata, ico-


nio dice el primero, •'
del objeto sólido que llevaba el sacerdote
para los oráculos".
68 UNA C,TTA EQUIVOCADA DE JESUS

piración bíblica. En efecto, Jesús, en el evangelio de Mar-


cos, discutiendo con los fariseos sobre la guarda del sá-
bado les dice: "¿'So habéis leído mivcu lo que hizo David
alando tuvo necesidad y padeció hambre, fl ¡j los que con él
estaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios, SIENDO ABIA-
TAU SUMO SACERDOTE, y comió los panes de la proposi-
ción, de los cuales no es licito comer sino a los sacerdotes,
y aún dió a los que con él estaban?" (2, .2J, ,26). Resulta
claramente de esto, que Jesús en esas palabras se refirió
a lo narrado en I Sam. 21 1-6, suponiendo que quien le dió
a David los panes de la proposición fué el sumo sacerdote
Abiatar y por lo tanto no fué el sacerdote Ahime'ec, y que
esos panes fueron no sólo para David, sino también para
sus acompañantes. Pues bien a pesar de la decantada infa-
libilidad de Jesús, hay en lo expuesto tres erroro3, siempre
a estar a lo que asevera el relato de I Samuel que comen-
tamos, a saber: 1^ quien le dió a David los panes sagrados
de la proposición fué Ahimelec y no su hijo Abiatar; 2'
en acuella época no existía el sumo sacerdocio, pues sumos
sacerdotes o soberanos pontífices sólo los hubo en Judea
después del destierro, (§ 828) y 3- dichos panes fueron só-
;

lo para David, que carecía de acompañantes, pues todo


lo cue éste le contó de Ahimele: de los soldados que había
dejado cerca de allí, no pasó de ser una descarada menti-
ra para obtener provisiones y armas. El traductor Pratt,
tendenciosa y falsamente, pone en 21. /. "Ahimelec, SU-
MO sacerdote", en contra de todas las demás traducciones
que respetan el original, incluso la Vulgata que habla
solo de "Ahimelec el sacerdote". El anacronismo de Pratt,
que es el de todos los ortodoxos, es el mismo que Marcos
pone en boca de Jesús.
935. Veamos ahora cómo la ortodoxia explica la sus-
titución de personas en el relato de la referencia. Scío es-
cribe: "En San Marcos 2, 26, dice Jesucristo que hizo Abia-
tar lo que aquí se refiere de Achimelech (Ahimelec), o por-
que Abiatar supliese por su padre estando enfermo, o más
bien porque padre e hijo tenían los dos nombres de Abiatar
y de Achimelech lo que se prueba con lo que se lee en el
;

Lib. í de los Paralip^. donde en el cap. 15, 11, se dice, que


LA DEFENSA DE LAGRANÍJE 69

reinando David eran Sacerdotes Sadoc y Abiatar: y en el


cap. 18, J6 se dice lo mismo de Sadoc y de Achimelech.
Y asimismo en el II de los Reyes (II Samuel) 8, 17, lee-
mos que Achimelech era hijo de Abiatar y en este Libro
;

cap. 23, 6', que Abiatar era hijo de Achimelech". El domi-


nico Lagrange, estudiando esta cuestión, declara que esa^s
soluciones, tales como que Ahimelec tenía dos nombres o
cue éste sólo era sacerdote, mientras que el .sumo sacerdote
era Abiatar, son "soluciones que tienen DEMASIADO EVI-
DENTEMEN^TE por objeto el poner a Marcos al abrigo de
sospecha de error, porque Abiatar era hijo de Ahimelec
(I Sam. 22, ;^u) y por consiguiente no pedía ser sumo sa-
cerdote, viviendo su padre . .Otros exégetas han repro-
.

chado a Marcos, falta de memoria al referir el incidente


do I Sam. 21, 1-0. Es más justo establecer que Marcos
no tuvo la intención de ^seguir paso a paso el texto del A.
T. En este texto David se presenta solo al sacerdote Ahi-
melec, y no se dice que haya penetrado en el santuario;
sus compañeros no estaban presentes, y no se dice que les
haya hecho comer los panas. La anécdota es contada muy
ampliamente (trés largement) Jesús toma de ella la con-
;

clusión e insiste sobre la (participación de los compañeros


de David, muy verosímilmente según el texto del A. T.,
para que no 'se pueda alegar una excepción en favor de
David solo. Abiatar estaba presente (I Sam. 22, 20), y su
nombre era mucho más conocido que el de su padre. Te-
nía una espe:ie de estado civil bíblico, que hacía de él, el
sumo sacerdote del tiempo de David. Esta aproximación
es perfectamente suficiente para el fin perseguido por Je-
sús. Esta es también, poco más o menos, la solución dada
por S. Tomás. Schanz opina cue esta manera de relatar
la anécdota era tradicional y que los judíos han podido
llegar a ella, porque Ahimelec es hijo de Abiatar en lí
Sam. 8, 17. Pero fácil les era pensar que aquél era el nieto
del Ahimelec de I Sam. 21, tanto más que la "papponi-
mia" (dar a los hijos los nombres de los antecesores) era
entonces frecuente. Debe notarse también que el texto
del A. T. no hablaba de SUMO sacerdote y que en Josefo
los sumos sacerdotes .son los miembros de las grandes
70 LA DEFENSA DE LAGRAXGE

familias sacerdotales. No puede reprocharse a Marcos una


aproximación que no es error, puesto que no tenía el pro-
pósito de narrar literalmente el episodio, sino do sacar una
conclusión de un episodio cue designa bastante claramen-
te". El caso vendría a ser uno de aquellos a que -se refería
S. Jerónimo cuando decía que los apóstoles y los evange-
listas en la interpretación de las Sagradas Escrituras, .se
solían atener más al sentido que a la letra de las mismas.
"La mención de las palabras: "sioido xíhialar sumo sa-
cerdote", agrega Lagrange, ha sido omitida por Mateo
(12, 3, í) y por Lucas (6, .v, í) Fácil es de comprender
que teniendo éstos ante su vista, el texto de Marcos, y
habiéndose referido al texto de Samuel, hayan evitado
esta aparente contradicción. Sin duda por el mismo moti-
vo algunos códices de Marcos no la traen. Es una oca-
sión de apreciar el texto llamado occidental. Sin eríihar-
go, M. Stanton admite que las citadas palabras puedan
ser una adición hecha por un copista mal informado;
en tal caso, desaparecería la dificultad (Ev. selon St.
Marc. p. 53, 54).
936. Tal es la defensa que un moderno y autorizado
sabio ortodoxo católico, como M. J. Lagrange, hace del pa-
saje equivocado de Marc. 2, :¿5. 26. Notemos ante todo lo
que confiesa este docto dominico: 1'' Ahimelec no tenía dos
nombres 2'? no era sumo sacerdote
; ; Abiatar no podía ser
sumo sacerdote, viviendo su padre; 4'' el texto del A. T. no
habla aquí de sumo sacerdote, sino sólo de sacerdote; 5' las
palabras :",síV«f/o Ahiutar sutno saccrdoíf^", de Marc. 2, 56'
están en contradicción con lo aseverado en I Sam. 21, ]-(>,
aunque, para la ortodoxia de Lagrange, se trata sólo ds
u)ia aparente contradicción; y cue si pudiera admitirse
que esas palabras proceden de un copista, desaparecería la
dificultad. Examinemos ahora esa explicación ortodoxa.
937. l'> Marcos no tuvo la intenoión de seguir paso a

paso, o sea, de reproducir literalmente el texto del A. T.


Pero ante todo: ¿el texto discutido es de Marcos o es de
Jesús? Nótese el cuidado que pone el exégeta católico en
no mencionar siquiera que Jesús hubiera incurrido en
error: Jesús es un dios para la ortodoxia, y como tal es
liOS ACOMPAÑANTES DE DAVID 71

articulo de íe que iio puede equivocarse. Si ha habido


error, será de un copista, al que no le alcanza la inspi-
ración del Espíritu Santo; y aun mismo, al evangelista
lo más que se le puede enrostrar es "falta de memoria
al referir el citado incidente"; pero tampoco error, por-
que se halla libre de él gracias a la teoría de aque-
lla inspiración. De todos modos no va descamúnado
Lagrange al hablar de "soluciones que tienden a poner a
Marcos (y no a Jesús) al abrigo de sospecha de error", por-
que como Jesús nada dejó escrito, lo que de él podamos sa-
ber de cierto, radica en el testimonio de aquellos que nos
narran su biografía. Bien pero el hecho de que Marcos no
;

tuvo la intención de reproducir literalmente el pasaje de


I Sam. 21, no justifica que al referirse a ese episodio,
él o la persona a quien hace hablar en su relato, nos den
datos contrarios a los de la aludida página del A. T.
938. 2" La aseveración de que Abiatar estaba pre-
sente, cuando Ahimelec le dió a David los panes de la pro-
posición, es completamente gratuita. El pasaje de I Sam.
22, 20 nada dice en apoyo de tal suposición, sino que expre-
sa que cuando ocurrió la tragedia de Nob, se puso en salvo
Abiatar, hijo de Ahimelec, huyendo para reunirse con Da-
vid. Pero aun cuando fuera cierto que Abiatar presenciara
acuella entrega de panes, «esto no le da más verosimilitud
a las erróneas palabras de Jesús.
939. 3" Del hecho que la anécdota es contada en el
Evangelio, "trí'-s largement", limitándose Jesús a tomar la
conclusión de la misma, tampoco se deduce que eso le per-
mitiera dar detalles contrarios a los de aquélla.
940. 4'? Jesús, dice Lagrange, "insiste sobre la par-

ticipación'de los compañeros de David", y en efecto, figu-


ra Jesús manifestándoles a los fariseos que 'comió David
los panes (h la proposición, ij AUX DIÓ A LOS QUE PON
ÉL ESTABAX", es decir, que éstos comieron también de
dichos panes. Esto está de acuerdo con lo que le dijo Da-
vid a Ahimelec, y con la condición puesta por éste para
darle los panes sagrados, a saber, que sus acompañantes
hubieran guardado la continencia sexual en los últimos
días; pero no está conforme con la verdad de los sucesos,
72 UN SUMO SACERIK)TE POR AriWXlMACIOX

pues según la narración de 1 Sam., David le mintió des-


caradamente a Ahiraelec, para conseguir de él, todo lo
que deseaba. Ni Saúl le había dado ninguna comisión
secreta a David, ni éste llevaba soldados, ni existió tal or-
den urgente del rey (vs. 2, 8). Si David hubiera llevado
soldados, habría tenido armas, y sin embargo, él mismo
declara que no tenía espada ni ninguna otra arma. Da-
vid iba fugitivo huyendo de la cólera de Saúl, cue lo
quería matar, y tan precipitada había .sido esa huida que
ni aun había podido llevarse su espada o su lanza. Esto
es lo que claramente dicen los textos de I Samuel. El
abate Calmet (citado por Dhorme), aprecia así la con-
ducta de David en nuestro caso: "Todo esto es mentira.
David no era infalible, y pudo creer, como muchos otros
grandes 'hombres, que para salvar su vida, se podía men-
tir oficiosamente. Pero lo que de .su naturaleza es malo,
no puede nunca llegar a ser permitido".
941. 5" Finalmente arguye Lagrange con que el nom-
bre de Abiatar era mucho más conocido que el de su pa-
dre, — suposición ésta también sin fundamento, puesto
que debió causar una profunda y duradera impresión, en
el ánimo de todc.s los israelitas, la tragedia de Nob, y es
probable cue durante largo tiempo se hablara de Ahi-
melec, el jefe de los sacerdotes de aquel santuario, muer-
to por las sospechas ciertas o imaginarias de Saúl, de que
se había complotado con David para destronarlo. A cau-
sa de ser más conocido Abiatar que Ahimelec, según
nuestro exégeta, aquél "tenía una especie de estado ci-
vil bíblico, que hacía de él, el sumo sacerdote del tiempo
de David", con lo que se viere a confesar que Abiatar
no era realmente sumo sacerdote; pero que se le consi-
deraba como tal por su notoriedad. "Esta aproximación,
agrega Lagrange, ¡es perfectamente suficiente para el fin
perseguido por Jesús". Pero la popularidad de Abiatar
procede de haber sido uno de los dos principales jefes
de los sacerdotes en tiempo de la monarquía de David,
y no antes, cuando .su padre era el sacerdote más desta-
cado del santuario de Nob. Si Abiatar, pues, no fue sumo
sacerdote ni aun en el apogeo del reinado de su amigo
LA HIPOTESIS RACÍOXAL DE DUSSAUD 73

David, mal puede hablarse de que lo fue "por aproxima-


ción" en la época en que él era completamente eclipsado
por la personalidad de su padre. Fuera de que desem-
peñar un cargo "por aproximación" es un curiosísimo,
por no llamarle un desesperado argumento, para
no dejar mal parada a la ortodoxia. Lo que hay
en todas estas tentativas de explicación es que
Lagrange, como buen católico, se ha ajustado a la
regla de hermenéutica bíblica (§ 39) aconsejada por la
encíclica Providentísslmus, de que no se debe nunca ad-
mitir un error del autor sagrado.
942. Hay, sin embargo, una hipótesis más sencilla
y más racional para explicar la sustitución de nombres
en el discutido pasaje de Marc. 2, 26 y es la que nos da
Dussaud en el siguiente párrafo: "Una confusión debida
al error de un escriba y ya reconocida por Movers y The-
nius, invirtió en II Sam. 8, 17, los nombres de Ahimelec
y de Abiatar, error bastante antiguo, puesto que figura
en el pasaje correspondiente de I Crón. 18, 16 y ha re-
percutido en todo ese libro de Crónicas. Debe rectificarse
dicho error principalmente según II Sam. 15, 21-36, y
también según II Sam. 17, 1') y 20', 25" (Les Origines,
282). Esta hipótesis aclara las diferencias que se notan
al respecto entre lo.s libros de Samuel y de Crónicas. El
único pasaje de Samuel donde se haya ¡hecho la inversión
de la referencia es el citado, II Sam. 8, 17, que dice así:
"Y Sadoc, hijo de Ahitub, y Alihnelec hijo de Abiaiar eran
sacerdotes; ij Seraija era secretario". Como el libro de
Crónicas es posterior en varios siglos al de Samuel, nada
de extraño tendría que el autor de aquél, que a menudo
tomó sus datos de éste, haya reproducido este error de
un copista, transformando así a Abiatar, de hijo en pa-
dre de Ahimelec. Este v. 17 presenta además otra difi-
cultad: hace de la familia de Elí a Sadoc, el jefe de los
sacerdotes en tiempo de Salomón, que fué el tronco de
los demás sacerdotes de Jerusalem. En efecto, como Ahi-
tub era hijo de Pinehás y ¡éste lo fué de Elí (I Sam. 14.
.'; 4, 7,9, 21) tendríamos que Sadoc sería elida o sea
descendiente de Elí mientras que en la seudo-profecía de
I,A RESPUESTA DE DAVID A AHlMELEC

Sam se le hace decir a Yahvé que en cas-


P pn I 2,
Pinehás, éstos morirían el
tigo de los pecados de Ofní y
entonces un sacerdote fiel,
mismo día y él levantaría ir>) al que le
E^. 44,
™adoc' el jefe del sacerdocio fiel,
vez que indica perma-
edificarla casa segura, lo que a la
que el .sacerdote anun-
rencia en el cargo, da a entender
otra rama distinta de la
ciado será de otra familia o de
el autor de tronicas le
de Elí (I Crón. 24, 3). Por eso
Crón. 6, .>o-->^-l} para de-
creó una genealogía a Sadoc,
(I
de la rama aaro-
mostrar cue descendía de otro Ahitub,
hermano de
Tda de Eleazar, con lo que vendría a (Dussald Les
Ahimelec y por lo tanto tío de Abiatar último
Or^Tsi ¿HORME nota a II Sam. 8, /; ). Este
;

"^adocu
citado v 17 así:
exégéta corrige y traduce el
Ahituh, eran sacei-
Abiaiar hijo 'de AhimrUc, hijo de
rra escriba'. Como se ve,
por
doies, mientras que Si^á
textos bíblicos nos
doquiera ahondemos un poco en los
inexactitudes o contra-
encontramos con incorrecciones,
sagrado cuyos autores
dicciones impropias de un libro
tenido especial cuidado y ha-
inspirados debieran de haber
esmero en su e3ecucion. En cambio
ber puesto el mayor obras,
peculiares de las antiguas
todas esas imperfecciones
mayor parte de
por lo general, anónimas, como
son la
revelan bien a las
os escritos que componen la
Biblia,
ésta es una compilación li-
claras, al que quiera ver, que
teraria esencialmente humana, donde en ninguna de sus
sus ideas, se descu-
páginas! ni en su composición, ni en
califxarse de divina, o
bre una inteligencia que pueda
sea, inspirada por ningún
dios.
de.Nob,
943 Volvamos ahora al relato de la tragedia
apartado momentáneamente para
de la que nos habíamos Marc^
í-se cue
düuddar las cuestiones surgidas por la
Jesús, relativa a ese suceso. Exammando
pone en boca de
dicho relato, observaremos
además lo siguiente:
en el v. 5, que
La respuesta de David a Ahimelec,
l-.'

traducciones (nosotros se
ha sido objeto de muy variadas
que pueda tener
güimos la de Dhorme), cree Desnoyers
9^te -entido: "Tanto no-s
encontramos en estado de san-
pro-
nos des pan ordmario o
tidad ritual, que. aun cuando
LA \llsTE^c^()^ dk relaciones sexuales 75

fano, éste participará de nuestra santidad". Sea cual fue-


re ese sentido, resulta claramente de la citada respuesta que
David y sus soldados practicaban la abstinencia sexual an-
tes de emprender expediciones guerreras. Esa costumbre de
la continencia antes de iniciar una campaña, era usual en-
tre los Maorís de Nueva Zelandia, en diversas tribus de
Australia, así como en muchos otros pueblos antiguos o
primitivos, y probablemente tenía por causa la idea de
que la guerra era una empresa santa. Esta idea se ha
conservado en el Deuteroncmio, estableciendo que el cam-
pamento debía de ser puro, libre de toda inmundicia,
"porque Yalivc iii dios anda en medio .de iu, campamen-
to, para cubrirte con su stmbra y para librarte de tus
enemigos, por lo cual campamento
de ser santo,
tu lia
lio sech (jue veo él < )> medio de
vergonzosas y se
ít cosas
aparte de tí", por lo cual quedaba excluido del ejército
el que tuviera alguna polución nocturna (Deut. 23, 9-14).
El hecho de abstenerse de relaciones .sexuales aseguraba
el estado de santidad, como observa Dussaud (Les Origi-
nes, 97), por 'lo cual Moisés manda a los israelitas, a fin
de prepararse para recibir el mensaje de Yahvé, que du-
rante tres días se abstengan de tales relaciones (Ex. 19,
15). Frazer al estudiar la influencia de los sexos en la
vegetación, cita diversos ejemplos de pueblos primitivos
que practicaban la continencia sexual como medio de fer-
tilizar el terreno y también para obtener éxito en la gue-
rra. "Si esos pueblos, dice, resistían en esos momentos
al instinto sexual, no era persiguiendo un alto idealismo
o un perfeccionamiento moral, que ellos estaban lejos de
comprender; .sino que sacrificaban la satisfacción inme-
diata de sus sentidos para conseguir determinados obje-
tos lejanos, aunque perfectamente definidos y concretos.
Así cuando el instinto de la conservación personal, que
se manifiesta ya en el afán de procurarse el alimento,
ya en el afán de
la victoria, entra o parece entrar en
lucha con instinto que conduce a la propagación de la
el
especie, el primero de esos instintos, que es el primitivo
y el más fundamental, puede dominar al otro. No sólo
el guerrero en el campo de batalla, sino aun sus amigos
rjQ IX)S l'ANKS I)K LA PROPOSIOIOX

que se quedan en sus casa-s, reprimen a menudo sus


ape-

titos carnales en la creencia que triunfarán asi más fá-


enemigos. Claramente vemos la falsedad
cilmente de sus
castidad que
de esa creencia, así como la de la noción de
sus granos; y
inspira al sembrador para hacer crecer
impuesto a la huma-
sin embargo, la restricción que han
nidad esas y otras creencias análogas, por vanas y falsas
utilidad para vigorizar la raza.
que sean, no ha sido sin
carácter en la raza como en el m-
Porque la fuerza del
sacrificar
dividuo, consiste principalmente en el poder de
lo presente a lo porvenir, de
abandonar las tentaciones
inmediatas del placer efímero por fuentes de satisfac-
ción más alejadas y duraderas. Cuanto más se ejerce
fuerza del carácter; y el
este poder, más se eleva la
renuncian
heroísmo supremo sólo se alcanza en seres que
vida misma, a fm
a los goces de esta vida y aun a la
para otros, quizas para sus
de obtener o de conservar
beneficios de la libertad y de la
lejanos sucesores, los
verdad" (Le Rameau, p. 130).
^
^El mencionado episodio de la vida
de Da-
944. 2'-'.

vid ocurrido en el santuario de Nob,


nos revela cuán an-
proposición, que des-
tiguo era el rito de los panes de la
Sacerdotal (Lev. 24, 5-9).
pués se incluyó en el Código
panes de proposición, o de la presentación,
Ese nombre de
procede de la V. A; en hebreo se les
llamaba los panes
^expuestos
de las hileras, según el orden en que estaban
panes de la faz (de Yañve,
(Lev 24 (>; Ex. 40, 23), o los
pan presentado)
—Ex 25, 30. L B. d. C. traduce aquí el
:

Sobre una pequeña mesa, —más tarde


recubierta de

oro — frente arca o quizás frente al éfod, -se coloca-


al
panes cada una
ban semanalmente dos hileras de seis
(I Cron. 9, o~
para que sirvieran de alimento al dios
alimento fuera completo, se
Lev 21 (1), y para que ese
tazas para hacer libaciones
agregaron después copas y
•^3-30- 10-16). Esos panes eran mayores que
(Ex '25 37,
uno de ellos requería unos
los usuüs, puesto que cada
de harina; se asemejaban por su forma, se-
ocho kilos
gún el Talmud, a un armario abierto y se les espolvo-
;

asiro-babilonico
reaba con incienso y sal. En el Diálogo
D.AMl) ( (K\SUL/TA A TAHA K EX NOB 77

entre un amo y su eiSclavo escéptico, se encuentra esta


frase "Los dioses siguen como perros a los que les ofre-
:

cen síibrosas comidas" (Dl'I'Ourcq, I, 142). Nota el


.

historiador de las religiones de Grecia, Alfredo Maury,


que en Biblia los sacrificios son llamados Leem Elohim,
la
"el pan o el alimento de Dios". La ortodoxia entiende
que esos panes del culto hebreo eran ofrecidos semanal-
mente a Yahvé, como el sacrificio del trabajo y de la
vida del pueblo. Como dicha mesa era de Yahvé, todo
lo que se ponía sobre ella era sagrado, por lo tanto, al
ser retirados cada siete días los panes de la propo-sición
para colocarse en su reemplazo los nuevos recién salidos
del horno, sólo los sacerdotes podían comer de aquéllos.
Ya vimos al estudiar el texto de Mar. 2, 25, 26, que Je-
sús justifica que personas no consagradas a la divinidad
comieran de tales panes sagrados, basándose en la ley
cíe la necesidad.
945. 3"^. — De la discusión surgida entre Saúl y
Ahimelec sacamos en consecuencia que David había ido
al santuario de Nob, no sólo a buscar alimento y armas,
smo además para consultar a Yahvé. Ahimelec ante el
reproche que le dirige Saúl por esto último, contesta:
"¿Acaso es dr Jioj/ que lie comenzado a consultar a Dios
por el.'" o sea, "¿acaso muchas veces no he consultado
a Yahvé por David?" En efecto, en el curso de la his-
toria de éste, se ve que antes de emprender cualquier
empresa, recurría David al éfod para saber el partido
que debía tomar, y muerto Ahimelec le prestará ese ser-
vicio su hijo Abiatar, quien lo acompañó en adelante,
en todas sus campañas, con el éfod que, al huir, se llevó
de Nob. La religión de David, que se nos describe como
muy elevada, estaba, pues, aún en el período de la más
primitiva superstición. De igual modo que David, los re-
yes de otras naciones no emprendían campaña militar
alguna, sin asegurarse previamente el concurso de sus
respectivas divinidades. Así Teglatfalasar I pide a sus
dioses Anú y Hadad: "¡Hacedme volver sano y salvo del
combate y de la refriega! ¡Las regiones que me son
hostiles, los príncipes y reyes que son mis adversarios,
78 LOS SACERDOTES Y EL 1 X<ill)0 DE YAHVE

que los someta a mis pies!''. Sargón no empieza la lucha


contra Ursa, rey de Uratú sin elevar las manos hacia
Assur para rogarle quiera "causar la derrota del enemi-
go en medio del combate, volver sobre él la insolencia
de su boca y hacerle llevar su pena" (Dei.aporte, p. 381).

946 A''. A pesar de la defensa que Ahimelec hace
de su conducta y de la de "toda la casa de su padre",
Saúl l0'3 condena a todos sin remisión a la pena de muer-
te. No deja de ser eminentemente sugestivo, que 85 sa-
cerdotes de Yahvé, fueran alevosamente asesinados por
orden del ungido de Yahvé !! Si no había de por medio
algún motivo político, como ser una conspiración contra
Saúl, en la cual hubieran estado comprometidos los sa-
cerdotes de Nob, aquella despiadada matanza sólo puede
comprenderse suponiendo que aquél se hallaba en esos
momentos bajo la influencia del espíritu malo de Yahvé,
o sea, en un ataque de enagenación mental. Pues sólo
es explicable en un demente que tenía en su sangriento
haber la matanza de los nigromantes y adivinos de su
pueblo (I Sam. 28, .y, n), el que no se contentara con el
asesinato de aquellos 85 indefensos sacerdotes, sino que
hiciera además pasar a filo de espada, a cuanto ser vi-
viente había en la ciudad de Nob, tanto a los humanos
incluso los niños de pecho, como hasta los bueyes, asnos
y ovejas. El cronista para no hacer recaer sobre israeli-
tas el sacrilegio de la matanza de los sacerdotes de Yah-
vé, refiere que los soldados de Saúl se negaron a cumplir
la orden de este loco, y que fué Doeg, oriundo del odiado
país de Edom, quien realizó tal crimen. El simple buen
sentido revela la falsedad de tal afirmación, porque fue-
ra de que no es creíble que un solo hombre, aunque ar-
mado de puñal o espada, matara a 85 individuos, que a
pesar de estar desarmados, estaban jjantos, —
pues vinie-
ron con Ahimelec al llamado de Saúl (v. 11) y podían
haberle arrebatado el arma y defenderse, —fuera de esta
humana consideración que se' impone por el poderoso
instinto de conservación, está la circunstancia de que Saúl
no hubiera tolerado aquella irbsubordinación por parte de
sus soldados. Los escrúpulos de éstos no serían muchos,
DAVID Fl'GITHO 79

cuando .se prestaron a exterminar toda una jjoblación


inocente por la simple suspicacia de un monarca demen-
te. Es también digno de notarse que en la catilinaria que
contra Saúl dirige Samuel cuando sube del sheol, al con-
juro de la pitonisa de Endor (I Sam. 28, 1'>-^J9), lo cen-
sura nuevamente por haber perdonado al rey Agag; pero
no le dice ni una palabra, ni le hace el más mínimo re-
proche por la horrible matanza de Nob (§ 992). Todo
esto nos mu&stra la barbarie de la época y como los dio-
;

ses no son más que el reflejo de los pueblos que los crean,
comprendemos claramente el porqué Yahvé, dios de aque-
llos bárbaros, era él a su vez una divinidad bárbara.
Cuando progrese la civilización, cuando dos siglos más
tarde, se abran camino en la conciencia pública ideas más
adelantadas, se irá transformando concomitantemente el
diO'S Yahvé, hasta adquirir las cualidades de justiciero y
misericordioso, con que se le adornará para hacerlo acep-
table a las nuevas generaciones.

DAVID FUGITIVO.— 947. David, después de su hui-


da al santuario de Nob, no volvió más a la corte de Saúl,
y éste lo persiguió tenazmente como rebelde, dando un
nuevo marido a su hija Mical (I Sam. 25, 44), con lo que
demonstraba cue quería romper definitivamente todo
vínculo con su antiguo yerno. Ese hecho nos comprueba
a la vez lo anteriormente dicho (§ 921, 923) que los pa-
dres no consultaban a sus hijas para casarlas, pues el
matrimonio israelita era en el fondo una venta. David
se desquitó de esa pérdida, casándose con otras dos mu-
jeres: una llamada Ahinoam^ de la tribu o ciudad de Jez-
reel, en el Negeb (Jos. 15, '>(>), siendo la otra Abigail, la
viuda rica de Nabal, como veremos en seguida (25, 42, 43).
Algo má'S tarde,, se casó también con varias otras más
(II Sam. 3, 2-.')), sin perjuicio que después de muerto Saúl,
reclamó de su hijo y sucesor Isbaal, que le devolviera a
Mical, lo que así hizo su nombrado cuñado con gran sen-
timiento del nuevo marido de ésta, quien cuando se la
llevaban a David, la acompañó gran trecho del camino,
llorando tra.3 ella (II Sam. 3, 14-16). JEn aquella época,
80 LA n.WDA DE DAVID

el matrimonio no era un sacramento propio de legos, como


después así lo ha considerado la Iglesia Católica, ni se
practicaba la monogamia, süno por aquellos pobres que sólo
podían mantener una ¡-ola mujer. Los reyes israelitas,
aún los más yahvistas, tenían, a imitación de los demás •

monarcas orientales, su harem más o menos numeroso, y


el de algunos, como Salomón, ya pasaba los límites de lo
concebible, pues un inspirado autor bíblico afirma que este
monarca tuvo la friolera de 700 mujeres, princesas, y
300 concubinas (I Rey. 11, Parece que con ]as prime-
ras, no hubiera tenido necesidad de las segundas a no ;

ser Que tan extremada población del harem, se debiera


a razones políticas y no sentimentales. Véanse las curio-
'sas, por no decir funestas consecuencias que acarreó el
olvido de Yahvé de no imponer la monogamia en alguno
de sus decálogos.
948. Volviendo a David, se nos dice que éste llevó
sus padres al rey de Moab, para evitar las represalias de
Saúl, y se refugió en la cueva de Adullam, (1) donde se
le reunió toda su parentela, temerosa quizás de seguir la
suerte de los sacerdotes de Kob, y donde "tamhivn se le
allegaran iodos los opriniidos, y iodos las que ienian deu-
das, y todos los (¡ne iexían amarejuras en el alma, y vino
a ser el jefe de ellos, de modo eme turo con él cerca de ,

íOO hombres" (I Sam. 22, número que poco después


se elevó a 600 (23, /.V; 25, l'J). Tenemos, pues, ya a Da-

vid, de capitán que era de un cuerpo de mil soldados en


el ejército de Saúl, transformado ahora en condottiere o
jefe de una banda más que sospechosa, pues fuera de lO'S
de su familia, los demás que la componían, eran descon-
tentos, perseguidós, deudores insolventes que huían ante
"
(T) iSeg'úii Baentsch. Adullam no era una caverna, sino
una posición fortificada donde David se encontraba con seguridad,
"su ;Vr,uila inexpugnable"
nido de (p. 104^ 108 1. Pero si esto

fuera no se explica que después de haber libertado a Keila


así,

de los filisteos, no haya vuelto a Adullam, r/ que cuando tiene


que retirarse de Keila, ants -si avance del ejército de Saúl, ten-
ga que huir al desierto de Zif y al de Maón donde estuvo a pun-
to de ser aprisionado por leste rey.
EL EPISODIO DE XABAL 81

la amenaza de la esclavitud, individuos de "alma amarga",


y en general, todos los aventureros amigos de vivir del
saqueo y del botín. Era aquel un conjunto abigarrado de
gentes sin mayores escrúpulos, que en cierta ocasión es-
tuvieron a punto de lapidar a su mismo jefe, porque mien-
tras estaban ellos ausentes de Siclag, donde después se
establecieron, vinieron los amalecitas e imitando sus de-
predaciones, quemaron esa ciudad y se marcharon con sus
mujeres, hijos y haciendas (I Sam. 30, David sigue
aquí el ejemplo de otro paladín de Yahvé, Jefté, quien
en un caso idéntico reunió a su Xo.'^o" hombres ociónos quo
salían con el en sus correrías" (Jue. 11, 3), obrando más
tarde, de igual modo, el arameo Rezón, fundador del reino
de Damasco, (I Rey. 11, 2S-25).
949. Aquellas gentes que vivían a salto de mata,
tenían que buscar las regiones más inaccesibles del de-
sierto de Judá o del Negeb, para evitar ser alcanzados
por Saúl y su>3 tropas, y como ni era apropiado el terre-
no para el cultivo, ni estaban ellos nunca en un paraje
estable, no tenían otros medios de vida que el saqueo, la
extorsión y el pillaje. A veces imponían forzados tribu-
tos a los sedentarios diseminados en esas vastas soleda-
des, para defenderlos de otras bandas de asaltantes, que
no faltaban en aquellas regiones. "Como el beduino, se-
gún observa Renán, cree tener derecho a que le paguen
lo que no roba, y se considera protector de la gente a
quien no saquea", así David un día envió a diez de sus
secuaces a la casa de un rico hacendado del clan de Caleb,
quien hacía esquilar sus ovejas en el Carmelo, a unos 15
Kms. al Sur de Hebrón, en el centro de Judá, para pe-
dirle que le mandara provisiones. Ese hombre, que para
su época era un potentado, pues tenía tres mil ovejas y
mil cabras, se llamaba Nabal, que en hebreo equivale a
insensato, loco o bruto, algo así como el nombre latino
Brutus, o el femenino castellano Bárbara, y por eso cuan-
do su mujer trata de disculparlo ante David, lo hace
basándose en el significado de su nombre, diciéndole:
"Ruego a mi señor que no liuya caso de Suhal, ese hofA»
hre de fídinl, porque es eonio su nombre; se llama BKÜ*
82 LA DIPLOMACIA DK AHKí.UL

TO (o I(jco) }i n" liíice sino hriitaJidddrs (o locuras)" (v.


25). Este Nabal, "hombre áspero" (v. 3) contesta con
malos moáos a los referidos emisarios: él no sabe quien
sea David, y muchos son los siervos fugados que andan
dispersos y además no tiene su pan y .sus animales para
;

darlos a quienes él no conoce. Esta respuesta enardece


a David, quien marcha con 400 de sus 600 hombres, dis-
puesto a exterminar a Nabal y a toda su gente. El cro-
nista no sólo pone en boca de uno de los criados del cale-
bita, palabras de elogio para David, a quien se le hace
aparecer con su gente como una especie de guardia civil,
que tanto de noche como de día protegía aquella hacienda
contra los merodeadores, sino que además nos refiere las
reflexiones íntimas de ese jefe, manifestando que David,
al marchar contra Nabal, iba diciendo mentalmente:
"Ciertamente en balde he gnardado todo lo que este
honihre tiene en el desierto y que nada se Je haya quitado
de lo que posee; y él me ha devuelto mal por bien" (v.
21), Esta última afirmación es falsa, o no está de acuer-
do con el relato que antecede, pues Nabal se niega a dar
las provisiones solicitadas, porcue no sólo desconoce los
pretendidos servicios de David, sino que además ni aún
sabe quien sea éste, al que supone uno de tantos siervos
fugitivos que andaban por aquellas montañas. De modo
que es de todo punto inexacta la conclusión de David de
que ''se le ha devuelto vial por bieu", pues él carecía de
derecho para reclamar compensación por servicios que
no le habían sido solicitados, aun en el supuesto de que
tales servicios hubieran sido realmente prestados.
950. David entonces, según nuestro relato, jura ex-
terminar por completo a Nabal y a todo lo que éste poseía,
y a ello iba dispuesto cuando se le aparece la mujer de
Nabal, Abigail, nombre cue significa: "la alegría de mi
padre", de la que se nos dice que era "inteligente y de
hermosa presencia", la cual enterada por un criado del
peligro que todos corrían, acude presurosa llevando en
asnos para David y los suyos, 200 panes, 2 odres de vino,
5 ovejas aderezadas, 5 medidas de grano tostado, 100 ra-
cimos de uvas secas y 200 tortas ;de higos. El escritor le
D.W ll) SK CASA CON ABKiAlL, 83

hace pronunciar a Abigail un discurso diplomático en el


que pide a David disculpe a su marido y acepte aquel
obsequio, lo que hace David de muy buen grado, dicien-
do: "si no te hnhicrds apresurado a iniiir a enconirarme,
no luihiera quedado a Xahal a la luz de la mañana, ni
siquieni un perro", (ming'entem ad parietem, dice la Vul-
gata). Aunque hay cue tener presente que no es pO'Sible
pedir a la sociedad hebrea de hace treinta siglos, la misma
delicadeza moral que a la nuestra, sin embargo, anotando
este V. escribe Reuss: "Eeta crudeza del lenguaje ante
una mujer, y el apresuramiento de Abigail en casarse
con el jefe de los bandidos al día siguiente de la muerte
de su marido, pintan las co-stumbres de la época, tanto
como el furor de David, quien quería exterminar toda

una familia a causa de una palabra grosera". Después
de su entrevista con David, regresa Abigail a su casa,
donde su marido, que celebraba un banquete, con motivo
del esquileo, estaba ebrio. Al otro día le refiere ella a
Nabal lo ocurrido, y a éste, de la impresión que le causó
ese relato, le da un síncope del cual muere a los diez días.
"Y cuando oyó David que había muerto Nabal, dijo:
¡Bendiio sea Yahvé que tomó a su cargo el vengarme
del ultraje que recibí de mano de Nabal,
y que ha im-
pedido que su siervo haga mal! Yahvé ha hecho recaer
la maldad de Nabal sobre su cabeza" (v. 39). En segui-
da envió David mensajeros para proponerle a A.bigail que
fuera su mujer, propuesta que ella se apresuró a aceptar,
pues luego de escuchar a los mensajeros, ''dióse prisa, y
levantóse Abigail y cabalgó sobre un asno con cinco cria-
das suyas que la servían y siguió a los mensajeros dé
'

David, y fué su mujer" (I Sam. 25, 43). Esta unión le


aportó a David no sólo les cuantiosos bienes de Nabal,
sino además la influencia y los recursos mihtares del clan
o de la tribu de Caleb, pues por el matrimonio entraba
el hombre a formar parte de la tribu de su mujer. Por
eso lo veremos a David, después de imuerto Saúl, estable-
cerse en Hebrón, capital de dicha tribu, donde reinó sobre
Judá durante siete años y medio.
951. Hay en el discurso que Abigail dirige a David,
84 FL HAZ DE MU A

vs. 24-'31, una parte, el v. 29, que puede ayudarnos a


comprender algunas antiguas creencias de los hebreos,
de las cuales muy escasas noticias nos da el Libro sagra-
do. Ese V. dice así: (ihjiiuo se levantare para per-
seguirte ¡j atentar contra tu vida, 'el alma de mi señor
será atada en el haz de vida, de Yahvé, tu dios (o
cerca
serco guardada en el cofreeito vivos, o de la vida
de los

junto a Yahvé, tu Dios, según otras traducciones), y él


lanzaríi a lo lejos como con una lionda, el alma de tus
enemigos (o él pondi'á la vida de tus enemigos en la hon-
da, y la arrojará a lo lejos)". "La metáfora el cofre o
bolsa de la vida, expresa Dhorme, tiene analogía con "el^
libro de vida" (o de los vivientes) en Sal. 69, :>8 Se trata'
de la bolsa en que Dios conserva preciosamente la vida
de sus fieles". Reuss manifiesta igualmente que se trata
de una "doble imagen, bastante pintoresca para la época;
pero cuyo efecto es casi perdido para nosotros. Se con-
servaban los objetos preciosO'S, joyas, sellos, etc., en bol-
sas pendientes de la cintura. Abigail dice, pues, que Dios
tendrá cuidado de la vida de David como de una joya. En
las hondas, se ponían piedras sin valor para lanzarlas a
lo 'lejos, sin pensar nunca en recogerlas". —
Pero la extra-
ordinaria erudición etnográfica de Frazer ha descubierto
en este pasaje la comprobación de curiosas ideas sobre
el alma entre los israelitas, que son comunes entre los

salvajes de la actualidad, y ha consagrado a ese tema un


interesante capítulo con el título de "El haz de vida", en
su obra "Le Folklore dans 1' Anclen Testament". Al res-
pecto escribe lo siguiente: "Indudablemente este lengua-
je (del V. 29) es metafórico; pero para nosotros la
metá-
fora es extraña y obscura. Supone que las almas de los
vivientes podían ser atadas y así ser preservadas en un
haz, y que por el contrario, cuando se trataba de las almas
de los enemigos, ese haz podía ser desatado y esparcidas
las almas a los cuatro vientos. Esta idea no
podría haber
venido al pensamiento de un hebreo, ni aun como expre-
sión figurada, si no hubiera estado familiarizado con la
creencia, según la cual podían así ser tratadas las almas.
Para nosotros que consideramos el alma como adherida al
85

cuerpo mientras dura la vida, es naturalmente absurda la


idea que encierra ese versículo; pero no lo es para les
numerosos pueblos que tienen sobre la vida, teorías com-
pletamente distintas a las nuestras". Recuerda Frazer,
en efecto, la difundida creencia entre los salvajes, de que
el alma puede ser, y lo es a menudo, extraída del cuerpo

durante la vida de su dueño, sin causarle al punto la muer-


te. Por eso los pueblos que identifican sus almas con sus
sombras, les tienen terror mortal a las máquinas fotográ-
ficas, pues temen que el fotógrafo al retratarlos les robe
a la vez el alma. Cita ei caso de un explorador que en
una aldea de Alaska, había juntado un grupo de esquima-
les, para fotografiarlos. Cuando trataba de enfocarlos, el
jefe insistió en mirar lo que había debajo del paño negro,
que tanto los intrigaba, y al ser complacido y ver cómo
se agitaban las imágenes en el vidrio deslustrado, gritó a
sus compañeros: "¡Tiene todas vuestras sombras en esta
caja!", y llenos del mayor pánico todos huyeron en un
abrir y cerrar de ojos y desaparecieron en sus chozas. Es
que, dice Frazer, para aquella gente una máquipa o aun
una placa fotográfica contiene un haz de alm^s, que .se
pueden transportar como sardinas en lata.
952. Ciertos salvajes suelen encerrar sus almas en
objetos o lugares que consideran seguros, al abrigo de
todo peligro, así, p. ej. en las islas Kei se suele ver una
corteza de coco vacía, partida por la mitad y cuidadosa-
mente cerrada, porque allí se guarda el alma de un niño
recién nacido, por temor a que se apoderen de eha los
demonios. Pero lo que más se asemeja al "haz de vida"
hebrea, son los haces de los churingas, (1) nombre que se
les da a piedras y varas chatas y alargadas que los Arunta
y otras tribus de Australia Central guardan sigilosamente
en los huecos y cavernas de sus montañas. Esos objetos
misteriosos íntimamente asociados a los espíritus de los
miembros del clan, .son reunidos en paquetes, y guardados
en ocultas cavernas, cuyas entradas están hábilmente di-

(1) Sobre estos curiosos objetos, puede leerse en español:


HALBWAC'HS, Los oi-ígenes del sentiinlento religioso, p. 48, 49.
LAS BKUJAS \)Kh riE>IPO I)K KZEQUIEI.
gg

posesionars. de ell^^^^
simuladas, para que nadie P^^^da
sino también sus alrededores
No .^ólo donde se encuentran, refugio para
verdaderos lugares de
son sitios sagrados,
los animales y seres humanos
que allí logran entrar.
que creían,
953 Los hebreos, agrega Frazer, parece
forma de hechicería con-
aun en épocas recientes, en una hu-
almas de les seres
sistente en atrapar y apresar las que
causarles daño. Las hechiceras
manos con objeto de denunciadas
practicaban esta especie de magia negra,
párrafo de su cap. 13 J/ i tu lujo
por Ezequiel en este :

contra las hijas de tu pueblo,


que
del hombre, vuelve tu rostro
profctna contra ellas.
profetizan inspirándose a sí r>vsmas, y
Serwr: ¡Ay de las que cosen
18 Diles: Esto dice Yahvé el
cojines para ponerlos bajo los codos, u que hacen almohadas
(o capuchones,
-
KeuK.s) para la cabeza de los de toda es-

tatura, '«-^^ P
Me deshonra, ante nni
ca^l^ para sustentar las vuestras. J9
cebada , algunos
pueblo por algunos puñados de .^^^

haciendo morir almas que no debían morir, y dando vida


van
vivir, engañando asi a mi
pue-
a otras almas que no debían
L que escucha vuestras mentiras.
20 Por lo c^al asi d^c
con los cuales ca.ais
Yahxh el Señor: Odio vuestros cojines
arrancaré de vuestros^ bra-
las almas aue andan volando;
los

que vosotros cazáis, para que vuele'uJJ-


zos, II soltaré las almas
almohadas (o capuchones) y Ubia-
Romperé también vuestras más vues-
ré a mi pueblo de vuestras
manos, para que no sean
Yaln-é. 22 Porque
ira presa, y sabréis que yo soy ^n^f^
con vuestras mentiras, a quien yo no he entns
ra4n del justo
tecido y confirmáis al inicuo
en su mal camino, para cine no
m,is vmone
ut^ndone], se salve. 23 Por tanto no tendréis pue yo
vuestras adivinaciones;
engañosas, ni repetiréis más
vuestras manos, y .^abréis que
yo soy
libraré a mi pueblo de

'^"^"954
Como pasaje,—hasta ahora in-
se ve, por este
exégetas,-Ezequiel censura aqm a
comprensible para los
errantes
las profetisas que
trataban de cazar las almas
con redes y trampas, y de mata
comí se cazan las aves, ^

almas cautivas y de .alvai


a ciertas personas teniendo sus capturando sus
la vida deotras, probablemente enfermas,
LAS BRUJAS DEL TlE>|PO DE EZEQUIEL 87

almas vagabunda'S, y devolviéndolas a sus cuerpos. Medios


análogos se Usan aún en otras partes del mundo; así p. ej-,
los hechiceros de algunas islas del Pacífico cazan las al-
mas de los enfermos en trampas que arman junto a las
casas de 6stos; están en acecho esperando que venga un.
alma a prenderse en las mallas, y cuando esto ocurre, se
produce poco después la muerte del enfermo. Las redes
están hecha'S de fuísrtes cuerdas con mallas de diferentes
tamaños para atrapar las almas de todas las dimensiones:
grandes o pequeñas, gruesas o delgada-s. Entre los negros
del Oeste de Africa, los hechiceros tienden continuamente
trampas para cazar las almas que se pasean fuera dol
cuerpo, durante el sueño. No se preocupan de saber a
quien pertenece el alma cazada, y la restituyen mediante
una recom.pensa. Otros tienen asilos de almas perdidas,
esto es, de almas que habiéndose ido a pasear, han en-
contrado a su regreso, su lugar ocupado por un sisa o
alma de clase baja. Las conservan, y proveen de ellas a
los que las necesitan. Todas estas prácticas pueden servir
para hacernos comprender los procedimientO'S empleados
por las brujas judías, a quienes combatía Ezequiel. Pro-
bablemente cazaban las almas vagabundas con grandes
pañuelos, a manera de capuchones que arrojaban so-
bre la cabeza de sus víctimas, y retenían a aquéllas en
redecillas que se ataban a los codos. Los hebreos, pues,
hasta la época del destierro, conservaron la idea de que
el alma puede salir del cuerpo de un hombre vivo, ya por
arte de las hechiceras, ya por voluntad de su propietario,
a. fin de ser depositada durante más o menos tiempo enl
lugar seguro (Fr.vzer, Oh. cit. p. 246-253).
954». Con respecto al problema de la historicidad del
relato del cap. 25 que comentamos, opina Baentsch que se
trata de una leyenda, de la que se pueden .sacar estos datos
como verdaderos: I- la posición que adopta a<T"' T>avid'
hacia los habitantes de la región de Tvlaon, haciéndolos sus
tributarios para protegerlos de las incursiones y depre-
daciones de los beduinos; 2" David se casó con una mu-
jer llamada Abigail, lo que está atestiguado por otras in-
Jicacionevs (II Sam. 3, ?). Esa mujer perteneció sin duda
88 SAUL PERSIGIT: a DAVID

a una de las familias de los jefes calebitas "sometidos a


tributo por David, aunque ignoramos cómo el episodio na-
rrado en el cap. 25 pudo insertarse en el cuadro de la his-
toria de David. El texto actual ha 'sido elaborado por la;
leyenda cue esquematizó toda la prehistoria del rey Da-
vid dentro del relato de la persecución organizada y sis-

temática que le hizo sufrir Saúl. 3' Puede considerarse
como rasgo exacto de la personalidad de David, su debi-
lidad por las mujeres bellas, hecho confirmado más tarde
por la influencia que ejerció sobre su destino la aparición
femenina de Batsebá. -- 4" En cuanto al personaje Nabal,
cuyo nombre, que signifi£a "loco" o "bruto", lo hace sos-
pechoso, —bien que siempre hayan existido individuos cu-
yas particularidades físicas o morales han estado de acuer-
do con el significado de su nombre. —
es más natural su-
poner que el narrador, al describir a aquél, quiso crear
un tipo. Nabal, pues, no habría existido en la forma exacta
cómo se nos lo describe; pero ese tipo habría sido en rea-
lidad imaginado, 'según una serie de modelos tomados de
la vida real (p. 122, 123).

DAVID PERDON; LA VIDA AL UNGIDO DE YAH-



VÉ. 955. En el período de la vida errante de David,
cuando Saúl lo perseguía tenazmente para matarlo, hay
un curioso episodio, qua se relata dos veces con notables
variaciones, el cual es interesante estudiar, porque nos
ilustra sobre la concepción de Yahvé que tenía David, o
cue era comunmente aceptada en aquella época. David
V su banda deben haber constituido una carga pesada para
la¿ poblaciones del centro de Judá, pues los habitantes de
la región de Zif, al Sur de Hebrón, acuden a Saúl para
denunciarle que por allí merodeaba aquel jefe prófugo.
Saúl entonces, con 3,000 hombres escogidc'S desciende al
desierto de Zif, para apresar a David. Este, por sus espías,
tiene noticias de la llegada de su perseguidor, por lo cual,
(E) ".7 levantó ijse allegó al sitio démele estetha Saúl acam-
.<!€

pado, ij vio el htejar donde se hedíala acostado Saúl, con Ah'


ver, el jefe de su ejército, hijo de Xer. Y Saíd estaba acos-
tado en el centro (o en el parque de los carros) y d ejército
DAVID XO QUIERE MATAR A SAUL 89

(tranipaha a sk (ilrcdcdor. tiDavid tomó la palabra y


(J) 1'

Sermjá Quna d'e


dijo al hilila Ahimelcc, y a Abisaí hijo de
las hermanas de David,-! Ctón, 2, 16) y hermano de Joab:
"¿Qiiu'u descenderá conmigo adonde está Saúl en el cam-
pamento.''' y respondió Abisaí: ''Ya descenderé contigo".
7 Y David y Abisaí fueron, pues, al campamento, de noche,
y he aquí que Saúl estaba acostado y dormía en el parque
de los carros, con su lanza hincada en tierra, junto a Isit cabe-
cera, y Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él. 8
Y Abisaí dijo a David: ''Yahvé ha entregado hoy a tu lenemi-
go entre tus manos. Déjame ahora con esta lanza clavarlo en
tierra de un solo golpe, sin que tenga que repetirlo". 9 Pero
David, dijo a Abisaí: " Xo lo mates, porque ¿quién extenderá
la mano contra el ungido d( YalivS y será inocente? 10 Tan
cierto como Yahvé vive, será sólo Yahvé quien le herirá, ya sea
que le llegue su día y muera, ya sea que descienda \al combate
y perezca. 11 ¡Xo permita nunca Yahvé que yo exAienda mi
mano contra el ungido de Yahvé! Pero toma ahora la lanza
que está a su cabecera, así como el jarro de agua, y vámonos".
(E) 12 Tomó, pucs, David la lanza y el jarro de agua que es-
taban a la cabecera de Saíil, (J) ;/ se fueron; y no hubo quien
los viese, ni quien .se apercibiese de nada, ni quien despertase,
.sino que todos dormían, iporque Yahvé había hecho caer sobre
ellos un profundo sueño. (E) 13 Y David pasó a la parte
opuesta, y se ifuso sobre la cima de un monte, de lejos, habien-
do bastant" espacio entre ellos. 14 (JE) Entonces interpeló
David al ejército y a Abner Idjo de X'cf', diciendo: "¿No res-
pondes Abncr?" Abner respondió y dijo: " ¿Quién eres tú que
llamas al rey?" (Como iDavid nio llamaba a Saúl la Vulgata
tna|duce: ¿Quién eres tit que das voces e INQUIETAS al
rey?") l'> (E) Y elijo David a Abner: "¿No eres tú un hom-
bre, y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has
guardado al rey tu seilor? Porque ha entrado uno del ejército
para malar al rey, tu señor. 16 No está bien esto que has hecho.
(J) ¡Vive Yahvé! (o ¡Por vida de Yahvé!, o tan cierto como
que Yahvé vive) que sois dignos de muerte, vosotros que .no
habéis guardado a vuestro señor, el ungido de Yahvé. (E) Mira
ahora dónde está la lanza del rey y el jarro de agua'ique estaba
a su cabecera". 17 ''Y conoció Said la voz de Düvid y dijo:
90 a KELATOS DEL MISMO SUCESO CO\ VARIANTES

" ¿Es rsfi t¡t vm, ]>un(l, hijo ¡iiio.'" Y David dijo: "Mi voz cs,
oh rey, )ni scíior". 18 \¥ clespiiis agregó: ''¿Por qué nú señor
persigue así a su siervo? ¿Pues que he hecho o qué mal hay en
mí? (J) 7.9 3' ahora que el rey, mi señor, quiera escuchar ¡as
YAUVÉ
palabras de su siervo: Si HA TE IS CITADO COS-
TRA OUE ÉL RECIBA EL OLOR DE UX SACRIFI-
Mí,
CIO: PERO SI soy HOMBRES, ¡MALDITOS SEAN DE-
LAXTE DE YAHVÉ! PORQCE ME HAS EX PATRIADO
HOY PARA QVE YO XO Pl EDA FORMAR PARTE DE
LA HEREDAD DE YAHVÉ, DICIENDO: VETE, SIRVE
A OTROS DIOSES! 20 (E) Y ahora que mi sangre no caiga
a tierra lejos de la fazde Yahvé, porque ha salido el rey de
Israel para buscar mi vida, como quien persigue a una ¡perdiz
en las montañas". Saúl inanififtsta luego ku arrepentimiento,
promete no liacerle más mal a Daind; éste devuelve a a<iuel
su lanza, y "'con esto David se fué por su camino, y Saúl
volvióse a su lugar" (I Sani. 2G).
956. Este relato ss una segunda versión del mismo
suceso, que leemO'S desde 23. Jf) hasta 24, ;22, provenien-
te de la combinación con otro documento que lo narraba
de distinta manera, por lo que la ortodoxia sostiene que
se trata de dos distintos episodios, como así lo creyó y
'nos lo quiere hacer creer el redactor del libro. Pero nóte-
se, como observa Reuss, que en ambos pasajes encontra-
mos el fondo de la misma historia, la cual' ocurre en la
misma localidad, entre los mismos actores, con el mismo
VINIENDO A CONCLUIR EN FORMA TAL,
rssultado,
QUE ES IMPOSIBLE LA REPETICION DE ESE HE-
CHO. En cuanto a proceden de la tradición
las variantes
oral. —Igualmente Gautisr hace notar que David en
L.
condiciones algo distintas, respeta la vida del rey, y Saúl
le dirige palabras análogas a las que 'se leen al fin del
cap. 24. Quienes rehusen ver en el cap. 26 un duplicado
del cap. 24, están obligados a admitir que Saúl violó su
promesa, lo que en sí no sería inadmisible; pero debería
a lo menos, -ser señalado expresamente, si se tratara de
un relato homogéneo (I, 267). Baentsch reconoce tam-
bién que el episodio de I Sam. 26 es idéntico al del cap.
24, salvo detalles que modifican su aspecto. La caverna
2 RELATOS DISTINTOS, AHORA FUSIONADOS 91

ha sido reemplazada por el campamento; la lanza y el


jarro desempeñan el papel de la falda del manto real:
todo lo cual son variantes mínimas. Lo restante es equi-
valente: denuncian los zifeos a Saúl la presencia de Da-
vid en su comarca apresúrase Saúl a marchar contra
;

éste, llevando» tres mil hombres escogidos de Isi'ael y


acampa en un punto elevado; emoción del rey cuando
oye la voz bien conocida de David, reproches de éste, sen-
timentalidad casi femenina y arrepentimiento impulsivo
de Saúl, y finalmente antes de alejarse, bendición profé-
tica de éste que presiente ya que David «erá rey de Is-
rael. "Las dos historias, escribe el profesor de la uni-
versidad de Jena, no pueden haber ocurrido en la reali-
'

dad; una situación idéntica no se produce en la vida del


mismo individuo, sobre todo detspués de tan breve in-
tervalo. Las dos veces se trata de un tema único, y por
lo tanto, uno de los relatos no es sino variante del otro.
El segundo (del cap. 26) probablemente debe su origen
al deseo de •.-.uprimir los rasgos algo libres o chocantes
del primero" (p. 124, 126).
956''. Pero no sólo tenemos aquí un doble relato del
mismo suceso alterado por la tradición oral, sino que
además, elque estudiamos ahora del cap. 26, presenta
claros indicios de que el redactor, para formarlo, utilizó
di'Stintos documentos, como así resulta de las siguientes
observaciones de Dhorme: "He aquí como descompone-
mos el cap 26. El relato de E sólo nos presenta un héroe
de Ta bajada nocturna, a saber. David. El es quien des-
ciende solo al campamento (vs. 4, 5) y saca la lanza y
el jarro (v. 12). Si este v. 12 fuera la continuación de
los vs. 6-11. claro está que la lanza y el jarro serían sa-
cados por Abisaí (cf. v. 11). Después de aquel hecho,
David, siempre solo, sube a la montaña e interpela -x
Abner (v. 13). Nótese cue en lo-s vs. 14-16 hay una
doble interpelación: una al pueblo (cf. el v. 16, a partir
de "¡Vire Yahvó!"), otra a Abner solo 15 y parte
(v.
del 16). En el segundo que comprende los vs. 3,
relato,
6-11, fy parte de los vs. 14, 16 y 19, David ya no va soh)
en su expedición, sino que tiene por compañero al her-
22 FIXALTDAD DE LA LEYENDA

de Joab, Abisaí, Ambos descienden al


campamento
mano
y es Abisaí quien debe apoderarse de la lanza y del jarro
David al pueblo (v. 16), des-
(v. 11). Luego interpela
contra los que lo
pués de lo cual profiere su maldición
Claro
obligan a ir a servir a dioses extraños
(v. 19).

está que ambos relatos han sido


fundidos en uno y que
cada uno por completo. Pero
é3 imposible reconstituirlos
resulta suficientemente de las di-
la dualidad primitiva
detalles que hemos destacado" (p. 235,
vergencias de

957. En tocante a la historicidad de este episo-


lo
decir con Baentsch que
dio doblemente referido, podemos
legendario. Por un ejemplo
salta a la vieta su carácter
especialmente impresionante, trata el narra-
concreto v
glorificar la fidelidad perenne de Da-
dor de ilustrar y
vez su futuro adve-
vid hacia el rey, proclamándose a la
aportándosele con
nimiento al trono y en cierto sentido,
homenaje. El conjunto del relato
tal motivo, el primer
David un usur-
hace suponer que en manera alguna será
todo derecho legítimo para apro-
pador desprovisto de
llamado a suceder
piarse el reino de Saúl sino que será
;

reconocida por el mismo


a éste por dispensación divina,
pro
Saúl La leyenda, pues, a su manera, trabaja en
Ahora concretándonos
de la dinastía davídica (p. 113).
¿b, íaai
especialmente a la transcrita narración del cap.
inverosimilitudes cue contiene tales como
es mostrar las
las siguientes: a) David, a
quien busca Saúl con 3.UUU
a meterse de
hombres, va solo con su sobrino Abisaí,
su enemigo, el que dormía
noche en el campamento de
su gente; b) alh frente a
en su tienda rodeado de toda sobre
Abisaí se ponen a discutir
Saúl dormido. David y
la suerte del rey, y David le
echa un sermoncito sobre
ungido de Yahve; y O luego David
lo que él pensaba del
vecina, desde la cual entabla con
^e sube a una montaña
requena pul-
Saúl un largo diálogo, que sin altoparlante,*
No tenemos, pues, porque
mones de excepcional potencia. compro-
detalles pueriles; basta para
detenernos en esos
leyenda, el recordar
bar que se trata aquí de una mera
la observación del autor, de
que nadie se despertó en el
LOS SUEÑOS QVK IXFl'NDT \ YAIIVE 93

campamento durante la visita nocturna de David y Abi-


saí a la tienda de Saúl, porque previamente Yahvé se
había encargado de infundir un profundo sueño a Saúl
y a todo su ejército (v. 12). El escritor bíblico recordando
el caso de Gedeón cuando antes de atacar a los madiani-

ta:, desciende de noche con un acompañante al campa-


men-to de éstos para observar lo que allí pasaba, (Jue.
7, 9; § 474, 475), describe aquí a David descendiendo
también al campamento de su enemigo, donde ve a Saúl
acostado y dormido en el centro de su ejército entregado
igualmente al descanso (v. 5). En cuanto al sueño que
infundió Yahvé a Saúl y a su gente, a fin de que David,
con toda tranquilidad, pudiera arrebatarle a Saúl -su lanza
y su jarro de agua, para luego tener tema para la pero-
ración que le dirigió desde lo alto de una montaña, loando
su magnanimidad y reprochándole al rey su injusta per-
secución, 8s ese un procedimiento muy peculiar de Yahvé,
pues no faltan en las narraciones bíblicas ejemplos de
otros sueños famosos suscitados por el mismo dios israe-
lita. Así, antes de realizar su célebre operación quirúr-
gica de sacarle a Adán una costilla y "cerrar Ja carne en
su lugar", Yahvé, como buen cirujano, previamente ''/lí-
zo caer un profundo sueño sobre el hombre" (Gén. 2, 21).
Y más tarde, al celebrar Yahvé alianza con Abraham,
luego de efectuado el sacrificio consagratorio de la mis-
ma, infunde igualmente un sueño profundo a éste, du-
rante el cual le anuncia que 'Sus descendientes serán re-
ducidos a servidumbre en país extranjero, por cuatro
siglos, antes de concederles la prometida tierra de Canaán,
.v que tal demora en darles esa herencia, se debía a cue

"aun no había llegado a su, colmo la Iniquidad de los


amárreos" que la ocupaban (Gén. lo, 12-lG).
958. El autor del relato en cue^stión. pone en boí^a
de David estas palabras dirigidas a Saúl: "Si Yahvé te
lia incitada conira mí, que él reciba el olor de un sacri-
ficio; ¡jcro si son Itombres, ¡malditos sean delante de
Yaltvé!, j:or<jue me han crpatriado hoy, para que yo no
pueda formar 'parle de la heredad de Yahvé, diciendo:
¡Yete, sirve a otros dioses!" (v. 19). Según este pasaje.
94 YAm'E Y EL OLOR DE LOS SAORIFiriOS

la cólera de Yahvé un holocausto, o con


se aplacaba con
un sacrificio en general, enque se quemara todo o parte
de la víctima o de la ofrenda. Creían los israelitas, como
los babilonios y tantos otros puebles primitivos, que sus
dioses, se nutrían con alimentos puestos especialmente
en una mesa frente a ellos, —
de lo que tenemos un ejem-
plo, en el rito ya citado de los panes de la proposición,
(§ 944) — o con el humo, o con el olor de los sacrificios
consumidos por el fuego. Así en el Deutsronomio ge les
previene a los israelitas cue "si hacen Jo que es malo en
ojos (le Yahvé, para profotarlo a ira'', serán esparcidos
entre las naciones, "y serviréis allí a dioses que so)i obra
de manos de hombres, dioses de madera y de piedra, que
no ven, ni oyen, NI COMEN, XI HUELEN" (4, 28). Ahora
bien, Yahvé no era de esos diO'ses falsos, pues Yahvé
veía, oía, comía y sentía el olor óe los sacrificios. Prueba
de ello la tenemos en que al salir d^l arca, después del
diluvio, Noé hizo un altar a Yahvé y sobre él ofreció ho-
locaustos, ''y olió Yahvé el olor grato, y dijo Yahvé en su
corazón: No volveré nws a maldecir la tierra> por causa
[

del hombre, ni volveré más a herir todo ser viviente, como


acabo de hacerlo" (Gén. 8, 20, 21), lo que quiere decir,
que gracias a haberle resultado grato a Yahvé el olor de
aquel sacrificio hecho por Noé, se aplacó la terrible cólera
de Yahvé; y hoy podemos dormir tranquilos: no habrá
en lo futuro más diluvio. En el Levítico también se nos
enseña que las víctimas de los sacrificios hechos según
las ritualidades prescritas, cuando eran consumidas to-
talmente sobre el altar, constituían un "holocausto, u
ofrenda encendida DE OLOR GRATO A YAHVÉ" (Lev.
1, 13). Los dioses babilónicos no eran menos buenos dio-
ses que Yahvé, pues en el poema del héroe Gilgamés.
Um-Napistim, el Noé de Babilonia, en su relato del di-
luvio, dice cue, después de salir del buque en que se salvó,
hizo una ofrenda y derramó una libación en la cima del
monte Nisir donde se detuvo el barco, y los dioses sin-
tiendo el agradable olor de la ofrenda, acudieron como
moscaíB en torno del sacrit'icador.
959. En cuanto a la segunda parte de las referidas
LOS LLMITES DEL POÜKll DE V.AHVE 95

palabras de David, donde éste expresa que sus enemi-


gos lo han echado de la heredad de Yahvé para que ado-
rara dioses extraños, muestra claramente que se consi-
deraban entonces a las divinidades de los distintos pue-
blos como diose'S particulares, cuya influencia y poder
no pasaban de los límites del territorio nacional. Yahvé
era un dios de esa clase, a igual título y con igual poderío
que Camos, Dagón o Moloc. Fuera de los límites de Is-
rael, cesaba su autoridad, y David desterrado se veía
obligado a tener que adorar a los dioses del país donde
estaba expatriado. Por el contrario cuando individuos
extranjeros, por cualquier circunstancia, venían a radi-
carse en Israel, estaban forzados a practicar el culto de
\'ahvé, pues este país era su heredad, y si así no lo
hacían, se exponían a la terrible cólera de este dios, es-
pecie de irritable señor feudal que no permitía «e le de-
jara de rendir pleito homenaje. Por eso, como hemos
visto (§ 616), cuando colonos asirlos, que desconocían el
culto de Yahvé, se establecieron en Samaría, Yahvé les
mandó leones que los mataban, lo que lo^s obligó a solici-
tar un sacerdote cue les enseñara el culto del dios de
aquella tierra (II Rey. 17, 24-28).

DAVID AL SERVICIO DE LOS FILISTEOS Y SU


DESPIADADA CRUELDAD — 960. Después de las
bendiciones de Saúl a David, en agradecimiento por ha-
berle respetado la vida, (24, 19; 26, 25), parecería que
debiera de haberse operado la reconciliación entre ambos
adversarios y que éste último hubiera vuelto a la corte
de aquél. Pero las leyendas suelen andar divorciadas de
la lógica, y así en este caso, David en vez de regresar
con su real suegro o de quedarse tranquilo en Judá, apa-
rece tomando el partido extremo de refugiarse entre los
mayores enemigos de su pueblo, para que Saúl no lo bus-
que más en Israel. David con sus dos mujeres, Ahinoam
y Abigail, y sus 600 hombres, cada uno de ellos con sus
respectivas familias, pasan, pues, a territorio filisteo,
donde aquél se pone al servicio de AiCUÍs, rey de Gath.
"Y filé dado aviso a Saúl que se había refugiado David
96 DAVJI) SE KI.VÍÍK ¡ÁK*i)

en fiatli, por
que cesó de per st guiri o" (27, J-l). Como
la
se ve, esto no concuerda con
el relato que precede. "La
presente narración, dice Reuss, ofrece todos los caracte-
res de la autenticidad histórica. Aquí tenemos toda la
banda, con armas y bagajes, pasando la frontera, porque
no puede resistir más a Saúl". Como es la primera vez
que el escritor J menciona a Aquís, rey de Gath, nos
da el nombre del padre de éste por él sabemos que Aquís
;

era hijo de Maoc (v. 2). En compensación de los servi-


cios que David se obligó a prestarle a AquíS, como va-
sallo suyo, el filisteo le dió la ciudad de Siclag, en especie
de feudo, donde se estableció aquel jefe con su gente,
permaneciendo allí 16 meses (v. 5-7).
961. Estos suceso'3 evidencian la falsedad del rela-
to del otro documento (X) ingertado en el cap. 21 del
mismo libro, según el cual, David después de haber re-
cibido la espada de Goliat en el santuario de Nob, huyó
a Gath, donde reinaba Aquís. ''77 Y los siervos de Aquís
le ¿No es éste David, EL REY DEL FAÍS? ¿No
dijeron:
es de éstede guien se cantaba en los coros (o danzando):
"Hirió Saúl a sus añiles, mas David a sus diez miles?"
12 Y David guardó en su corazón estas palabras, y tuvo
gran miedo de Aquís, rey de Gath. J3 Por lo cual se hizo
el insensato ante su vista, y fingióse loco en medio de
ellos: tamborileaba sobre las hojas de las puertas y de-
jaba correr la saliva por la barba. 14 Entonces dijo Aquís
a sus siervos: ''Bien veis que este hombre es un loco
rematado, ¿por qué me lo habéis traído aquí? 15 ¿Acaso
me faltan locos, (¡ue hahéis traído a éste para que haga
locuras delante de mí? ¿Tor ventura había de entrar

,

éste en mi casa?" (vs. 10-15). Este relato en el cual


la expresión anacrónica "el rey del país"' aplicada a Da-
vid, comprueba cue .se trata de palabras que no pudieron
ser pronunciadas «n aquellos momentos, —
está en abierta
oposición con el citado anteriormente del cap. 27, según
el cual Aquís recibió complacido a David y a sus 600
hombres y les dió una ciudad en feudo. Dhorme, anotan-
do este pasaje del cap. 21 dice: "Calmet hace resaltar las
imposibilidades acumuladas en este breve relato, si se iQ
LAS INCURSIONES DE DAVID DESDE SICLAG 97

une al precedente: "¿Cómo se atreve David a entregarse


en manos de Aquís, odiado como lo era por los filisteos
y conocido por -su mayor enemigo? ¿Y cómo pudo haber
ido con la espada de Goliat, que no podía ser desconocida
de los filisteos, por su extraordinario tamaño?". Hay —
que reconocer, agrega Dhorme, que ese relato no está
aquí bien colocado (podría más bien decir: "no tiene co-
locación en I Samuel"). Era una anécdota popular, como
otras que circulaban relativas a David, y en la cual se
pone de relieve la astucia del héroe". En realidad este re-
lato, según el cual el rey Aquís se niega a recibir en pus
dominios a David, parece que tendía a borrar el triste re-
cuerdo para la p<!edad yahvista de que su gran rey David
hubiera tenido no sólo que residir en Filistea, sino ade-
más c.-'tar subordinado a uno de ios príncipes de ese odia-
do pa's enemigo. Iodo esto nos muestra una vez más, có-
mo abundan las narraciones incompatibles entre sí, en
las inspiradas páginas de la Biblia, a la vez que nos ilus-
tra sobre cómo se fué formando este libro sagrado.
962. Em Siclag, David recibió muchos desertores de
las filas de Saúl, entre los cuales nombra el cronista a
once individuos de la tribu de Gad, "hábiles para la gue-
rra, que manejaban escudo y lanza, cuyos rostros eran
como los de los leones, y cuya ligereza era como la de
los corzos en las montañas, el menor de los cuales valia
por cien hombres y el mayor, por mil" —hipérboles éstas
muy propias del escritor sacerdotal (I Crón. 12, S, 14).
Allí David, ya habituado al merodeo, continuó haciendo
incursiones contra los pueblos que vivían en las desola-
das regiones entre el Sur de Judá y el Egipto, como los
amalecitas, los gesureos y los girzitas, procediendo de
este modo: "9 Y David saqueaba esa comarca, no perdonan-
do la vida a hombre ni a mujer, y se llevaba las ovejas, va-
cas, asnos, camellosy vestidos, y después regresaba y se pre-
sentaba a Aquís. 10 Y cuayido éste le preguntaba: "¿Dón-
de habéis hecho correrías hoy f" David le respondía: "En el
,

Negeb de Judá, o al Sur de los de Jerameel, o al Sur de los


Kenitas". 11 Y David no dejaba con vida ni a hombre ni
a mujer, que hubiera debido llevar a Gath, porque él .sr de-
98 LA OKUKLíDAD UKSPlAD.UíA DE DAVID

cía: No sea que nos denuncien y digan: Uc aquí lo que ha


hecho David. Y TAL FUE SU COiSTUMBIiE TODO EL
TIEMPO QUE HABITÓ ES EL PAÍS DE LOS FILIS-
TEOS. 12 y Aquís tenía gran confianza en David, por-
que (I Se ha vuelto odioso en Israel, su pueblo, y
se decía:
para siempre mi servidor" es decir, que Aquís, en-
así será

,

gañado por David, quien mentía impudentemente


cuando en ello encontraba conveniencia, —
se felicitaba
de que Ó3te causara daño a Israel, en provecho de los
lilisteos (I Sam. 27, 8-12).
963. procedimiento de extorsión practicado
Si el
por David, como en el citado caso de Nabal, puede en-
contrar justificativo en la dura ley de la necesidad, en
cambio, ni la consideración de la época y del medio en
que le tocó actuar a David, ni ninguna otra circunstan-
cia atendible, justifican la cruel ferocidad con que, en
este período de su vida, obró aquel desalmado capitán.
Fué más bárbaro aún que los célebres merodeadores ama-
lecitas, pues cuando éstos hicieron más tarde una corre-
ría por Siclag, en ausencia de David y su gente, se con-
tentaron con quemar las casas, robar las haciendas y
llevarse a las fmujeres y a las criaturas que encontraron;
pero no mataron a nadie, por lo que David pudo después
recuperar a esos cautivos (I Sam. 30, 2, 16-20),. La ca-
rencia de conmiseración por parre de David para con los
vencidos se muestra igualmente en este otro hecho: Sien-
do él ya rey, y olvidando los servicios que cuando andaba
fugitivo, le había prestado el rey de Moab, guardando
a sus padres de las represalias de Saúl (I Sam. 22, 3, 4;
§ 948), declaró la guerra al país de Moab y lo sometió,
y a los prisioneros moabitas "los midió con cordel, ha-
ciéndolos acostarse por tierra, y midió dos cordeles pai'a
hacerlos morir, y un cordel entero para darles vida" (II
Sam. 8, 2), es decir, que con toda sangre fría, hizo pe-
recer a los dos tercioo de los soldados de acuella nación,
para con los ¡cuales, ya que no la humanidad, a lo menos
la gratitud, hubiera aconsejado la clemencia. La conduc-
ta bárbara e inhumana de David con las poblaciones que
saqueaba, como con los prisioneros moabitas, nos hace
DAVD) V LOS I'RlSl<íXKKOH AMMO.VITAK 99

comprender el porqué es llamado David "el hombre se-


fjún el corazón de Yahvc" (I Sam.
14; Act. 13, :^2),
13,
pues ya sabemos cuales eran en aquella época, las cua-
lidades morales de este dios (§ 378, 379).
963-'. ' Generalmente se citan entre las crueldades de

David, las cue cometió con los prisioneros ammonitas, al


tomar la ciudad de Rabbat, pues la Vulgata y la mayor
parte de las traducciones protestantes, dicen:"!' David sa-
có el puebla que estaba en ella, y PÚSOLO DEBAJO DE
Sf ERRAS Y DE TRILLOS D\E HIERRO, DE HACHAS
H
DE HIERRO E IZOLOS PAS AJÍ POR HORNOS (o los
hizo eehar (n hornos de ladrillos, - Ver>. Sinodal) ij lo mismo
;

hizo a todas las ciudades de los hijos de Ammon" (II Sam.


12, 31). Estas barbaridades, por encontrarse en la Biblia
y aparecer cometidas por un personaje >en tan buenas re-
laciones con Yahvé como David, son defendidas por los
exégetas partidarios de la inspiración literal de las Escri-
turas, y así Scío escribe "Aunque parece excesivo y cruel
:

el rigor de estos castigos, no por eso nos es permitido acu-


sar a David, que sin duda obró en CíSta ocasión por orden
de Dios, y por movimiento particular d)e su Espíritu,
:cmo lo hicieron también Josué, Gedeón, Samuel y otros.
David, pues, fué el Ministro de la justicia divina para cas-
tigar a los ammonitas por la injuria hecha a los embaja-
dores de David, y principalmente por la impiedad y cruel-
dad de sus supersticiones, que llegaban hasta el extremo
de hacer quemar a sus mismos hijos en obsequio de Mo-
loch su ídolo".
963''. Sin embargo no todos los exégetas cristianos
modernos se han contentado con esta explicación, y des-
pués de examinar detenidamente las palabras de ese tex-
to, han llegado algunos a la conclusión de oue el verbo he-
breo que se traducía por "colocar o poner debajo", tiene o
puede tener también el sentido de "emplear en", de modo
que ese discutido pasaje, en vez de indicar que David había
impuesto suplicios a los ammonitas, podría significar que
los sometió a corveas* como las impuestas por los faraones
a los hebreos. (Ex. 1, 13; 6, 5 tal es también la opinión de
;

Baentsch, p. 197), Dicho versículo debería, pues, según esos


100 DAVID Y JÁ)S PRISÍOXBKOS AMMONITAS

exégetas ortodoxos, traducirse así: "Y David sacó el pue-


blo que estaba en ella y los empleó en las sierras,
en los
cuchiVos de hierro y en las hachas de hierro. Los hizo tra-
bajar en los hornos de ladrillos, y lo mismo hizo con todas las
ciudades de los hijos de Arrimón". Así en el reciente Dic-
tionnalre Encyclopedique de la Bible publicado bajo la
dirección del profesor Alejandro Westphal, se lee: "En
cuai.^^o al tratamiento infligido a las ;ciudades de los am-
monitas, las nuevas versiones, como la Biblia de Kautzsch
en Alemania, excluyen todo motivo de escándalo corrigien-
do ligeramente el texto" (art. David, p. 272). Como en I
'"^•ón. 20, 3, se repite que "David sacó al pueblo que halló
e>i ella Y LOS CORTÓ CON SIERRAS Y CON TRILLOS
O CUCHILLOS DE HIERRO Y CON HACHAS", esos
mismos exégetas ven en esto un error o un retoque del
.^sciiba, —
confesión muy interesante de anotar, por pro-
venir de ortodoxos que sostienen que el libro" sagrado no
'"^"e equivocarse Defendiendo esa interpretación, el aba-
Condam.ín publicó en la Revue Biblique, del año 1898,
in artículo al respe-to titulado "David cruel por la falta
'Tí; un coDÍsta", en el que llega a esta conclusión:
"Conti-
Tiua^'án muchos cuizás, haciendo pasar a los ammonitas
por las sierras, lo-s trillos, las hachas, las hoces o los hor-
nos; prefiero creer, por sólidas razones, cue aquí sólo el
tí^xto es el torturado" (Diiorme 363; Desnoyers, II, 213,
nota 3) Lógicamente puede suponerse que David no mar-
.

tirizó a los ammonitas, puesto que terminada la campaña


emprendida contra éstos, aquél se limitó a hacerlos tribu-
tarios suyos, por lo que mantuvo con ellos buenas relacio-
nes en adelante, las que le fueron muy útiles cuando se
vió en desgracia durante el período revolucionario de ,Ab-
salom, pues le dieron entonces prueba-s de consecuente
amistad (I Sam. 17, 27-29). Sin embargo, el autor divina-
mente inspirado del referido texto, I Crón. 20, 3, —que
repite con otras palabras el texto igualmente infalible de
II Sam. 12, 3], —
entendió este pasaje de distinto modo
que Condamín, dándole el sentido en que ha sido interpre-
tado hasta ahora por todos los cr'ticos. La hipótesis del
retoque de un escriba no es adntisible en el texto de Cró-
EL PATRIOTISMO DEi DAVID 101

nicas, porgue habría que extenderla entonces también a


II Samuel, y ese retoque se comprendería si hubiera si-
do hecho para beneficiar a David y no para volver más
odiosa su memoria.
964. David encontró pues, asilo y protección en el
principado filisteo de Gath, cuyo rey Aquís lo nombró je-
fe de su guardia personal (28, 2) y tan bien se encontra-
,

ba con los antiguos enemigo-s de Israel, que cuando los fi-


listeos reunieron un gran ejército para combatir a Saúl,
— campaña en la cual éste y sus tres hijos mayores encon-
traron gloriosa muerte, — David no sólo no tuvo inconve-
niente en formar parte del ejército invasor, sino que se
enojó cuando se vió obligado a volverse a Siclag, a reque-
rimiento de los otros príncipes de la confederación, c^uienes
tuvieron temor de que los traicionara en el momento de-
cisivo (29, 4-7). David, sin embargo, insistía en acompa-
ñarlos para combatir contra -sus propios compatriotas, di-
ciéndole a Aiquís: "iQné he hecho y qué has observado
en tu servidor, desde el día en que he entrado a tu servicio
hasta hoy, para que yo no pueda ir a pelear contra los
enemigos del rey, mi señor?" (29, 8). La ortodoxia que
considera a David como un -santo, como el rey predilecto
de Yahvé, trata por todos los medios de disculpar la falta
de patriotismo de aquél, y el crimen de lesa patria que
iba a cometer, suponiendo que David aparentaba querer
acompañar a los filisteos; pero que en realidad deseaba
no seguirlos. Tal suposición gratuita, contraria en absolu-
to a los textos, es la que mueve a Scío a escribir: "Dios
se sirve de sus enemigos para sacar a David del lance
estrecho en que -se hallaba de pelear contra su Rey y con-
tra su pueblo, o de ser traidor a un Rey que tanto lo
había favorecido. ¿Pero qué hubiera hecho David en la su-
posición de que los recelos y sospechas de los Sátrapas no
le hubieran tsacado tan a tiempo de un paso tan embara-
zoso? A esto responde el docto Obispo Bossuet en su "Po-
lítica sacada de la Escritura", que estos Santos abando-
nados a los movimientos de su fe y a la divina Providen-
cia, saben a tiempo lo que deben hacer; y que después de
haber empleado todos los medios que dicta la prudencia
102 HlP<X;iUi)81A o CARKXCIA DE PATRIOTISMO

humana hasta donde ésta pueda llegar, hallan, cuando ya


se ve apurada, nuevos auxilios de la divina gracia, que
contra toda esperanza los sacan y libran de los inconve-
niente-3 en que parecía iban a caer inevitablemente". Y
comentando el citado v. 8, agrega Scío: "Prosigue David en

su disimulo, m.anifestando cuan sensible le era que se le


quitase la ocasión de poder expresar su agradecimiento
hacia su bienhechor y el grande aprecio que hacía de los
grandes favores que de él había recibido. De lo contrario
mostrando alegría de verse fuera de acuel lance, hu-
biera hecho i-ospechosa su fe, acreditando los recelos de
los sátrapas, caudillos de los filisteos". "De esta acción de
David, dice el mismo escritor en nota al v. 2, en que pare-
ce se nota la disimulación y el ánimo de engañar a
Aquís, decimos con San Agustín, que las faltas que
Dios permitió aún en los mayores Santos, son como los
lunares en un cuerpo muy hermoso, que desaparecen
a la luz brillante de su caridad hacia Dios, y de las
grandes obras que hicieron a gloria del mjismo Señor.
Muchos intérpretes excusan estos hechos de David".
965. Tenemos pues, por consiguiente, que para jus-
tificar la carencia de patriotismo de David, se le hacs
aparecer como un hipócrita. La defensa, según se ve, no de-
ja muy bien parado al defendido. En cambio, el abate Cal-
met no encuentra ju-stificable que cuando Aqu's le ordena
a David cue marche con él a '^sa campaña, éste le respon-
da ambiguamente: ''Tú sabrás ¡o que dehe hacer tu siervo"
(28, ]-2). Y dicho católico exégeta, — que parece no ad-
mitía las restricciones mentales que autoriza su Iglesia,
comentando esta contestación de David, se expresa así:
"Si usaba de equívoco y de restricción, y si por estas
palabras vagas y ambiguas, no quería prometer nada ^
Aquís, sino simplemente entretenerlo con un cumplimien-
to engañoso, muy resuelto a no hacer nada de lo que de
él se esperaba y a aguardar que la Providencia produjera

algún medio que lo eximiese del cumplimiento de su pala-


bra y salvara su honor, sin herir su conciencia, si esto ís
lo que él quiere decir, ¿dónde está la buena fe y la rec-
titud de David?".— Sin embargo, a despecho de las infere-
LA REPRESALIA DE LOS AMALECITAS 103

sadas defensas de Scío y otros ortodoxos por el estilo, y


aun cuando más tarde David, siendo ya rey, tuvo que com-
batir a los filisteos que lo atacaron en el valle de Refidim
(II Sam. 5, 17-2'>), lo cierto es que él continuó después con-
servando con ellos buena^s relaciones, como lo prueba el
hecho de que formó su Guardia de Corps, mandada por Be-
naya, con los Kereteos y los péleteos, que. según se cree
generalmente (1) eran todos filisteos o cretenses (I. Sam.
30, 14, 16; Ez. 25, IG; Sof. 2, Am. 9, 7), y le fueron
siempre fieles, aun en sus mayores adversidades (II Sam.
8, 18; 15, 18; 20, 7, 23). Eh I Rey 1, 38, ií se ve el papel
preponderante que ese cuerpo de filisteos tuvo en la en-
tronización de Salomón. Observa Renán que esa milicia
extranjera creada por el rey David, para su guardia per-
sonal y encargada de las ejecuciones, se asemejaba al
cuerpo de germanos que fueron guardias de los empera-
dores de Roma; a los suizos, guardias de los reyes de
Francia y de Nápoles; y a los escitas, soldados de policía
entre los griegos (p. 121).
966. Cuando David con su gente regresa del ejérci-
to filisteo en virtud de la oposición de los príncipes de ese
pueblo, se encuentra según hemos dicho (§ 963), con que
los amalecitas. —en represalia por sus incursiones ante-
riores contra eHo-s, —
habían quemado a Siclag, y des-
pués de saquearlo todo, se habían llevado las mu;eres y
niños de la banda de salteadores de aquel jefe israelita, (27,
8; 30, 1-6). "Aunque se apoderaron de la ciudad, escribe
Scío, no quisieron matar a ninguno, con el designio de
venderlos, o de servirse de ellos como de esclavos. Este fue
un milagro de la divina pro\idencia, semejante al que hizo
en favor de Lot y de lots otros prisioneros, cue los cuatro
Reyes vencedores se llevaron de Sodoma (Gén. 14, li, 12)".

(1) Baentsch se inclina a creer que los peleteo.s y los ke-


reteos podrían haber sido reclutados enlre las tribus del Negeb,
al Sur de Judá, con las que trabó relaciones David cuando es-
tuvo en Siclag. Benaya, jefe de aquéllos, era del mismo origen,
puesto que se le llama CabzecHta, y CJabzeel era una localidad
del Sur de .ludá ( p. 3215, 226).
104 REGLA DE DAVID PARA REPARTIJl ELr BOTIN

David después de haber estado a punto de perecer en ma-


no de sus enfurecidos compañeros, ,gente de "alma amar-
ga", y de haber con-sultado por el étod a Yahvé, de quien
recibió favorable respuesta, trata de seguir las huellas de
los amalecitas, para recuperar lo que éstos se habían lle-
vado. A\ efecto, marcha con -sus 600 hombres hasta el to-
rrente de Besor, donde dejó 200 que estaban cansados, a¡
cuidado de los bagajes. Esa expedición tuvo pleno éxito,
pues no sólo recobró todo lo que le habían tomado los ama-
lecitas, sino que además se apoderó del botín que éstos, en

otras partes, habían conseguido.


967. Al regreso de esa campaña victoriosa, se sus-
cita una cuestión sobre el reparto de aquel cuantioso bo-
tín, pues los vencedores no querían compartirlo con los 200
que habían quedado en Besor; pero David se opuso a es-
tas pretensiones y estableció como regla, —
que después
se siguió sin discrepancia, más tarde, —
que tanto los
combatientes, como los que quedaban guardando los ba-
gajes, tendrían partes iguales en el reparto. "Conforme a
la porción del que bajó al combate, así ha de ser la porción
del que se quedó con el bagaje; se repartirán del mismo
modo. Y fué así desde aquel' día en adelante, que David lo
estableció por regla y ley en Israel, hasta el día de hoy"
(I Sam. 30, 24, 2j). Quiere decir, pues, que David estable-
ció como regla, seguida todavía en la época de la redac-
ción de ese libro, que el botín pertenecía totalmente a los
c_ue iban a la guerra, y que, en consecuencia, debía
repart'rse por partes iguales, tanto entre los que to-
maban parte activa en el combate, como entre los
que tenían la más fácil tarea de cuidar tan -sólo de los
bagajes. Ahora bien, tal disposición reglamentaria no con-
cuerda con lo que preceptúa la llamada ley mosaica, pues
en ésta se dispone que el botín -se repartirá así: Una mitad
para "los que hicieron la guerra, saliendo a campa-
ña", y la otra mitad para la asamblea o congregación de
los hijos de Israel. Los primeros debían pagar un tributo a
Yahvé, del dos por mil .sobre lo que les tocara, ya en escla-
vos ya en animales y en cambio, el tributo de los segundos,
;
I.A EVOCACION DE SAMUBI- 1.05

era mucho mayor, pues ascendía al dos por ciento, tributo


que debería entregarse a "los levitas que hacen ¡a guardia
de la habilación de Yahvé" (Núm. 31, 27-30). Estas dos
disposiciones sobre la partición del botín adqmirido en la
guerra, como se ve, no concuerdan, lo que prueba que ni
en la época de David ni en la subsiguiente hasta que se
redactó el libro de Samuel, no era conocida la regla de re-
parto del botín que después se incluyó en el Código Sacerdo-
tal como ordenada por Moisés. Esta última es pcstexílica,
y como nota Desnoyers, tiene un carácter muy teórico,
con marcada tendencia sacerdotal, de que carece la pri-
mera (II, 125).

LA EVOCACION DE SAMUEL. — 968. — En el re-


lato de la última campaña de los filisteos contra Saúl,
intercaló el redactor tomándolo de J, el curioso epi-
sodio de la pitonisa de Endor, que dice así "28, .5
: Samuel
había muerto, y todo Israel le había llorado, y le habían en-
terrado en Raniá, en su ciudad. Y Saúl había expulsado (o
extirpado) del país a los nigromantes y a los adivinos, i Ha-
biéndose reunido los filisteos, vinieron a acampar en Sunem.
Entonces reunió a todo Israel y acamparon en Gilboa (o
Gelboé). ')
Y viendo Saúl el campamento de los filisteos, te-
mió y amedrentóse su corazón pu gran manera. 6 Y Saúl con-
sultó a Yahvé; pero éste no le respondió, ni por sueños, ni
por el urim, ni por profetas. 7 Dijo entonces Saill a .ms sier-
vos: " Buscadme una mujer que sepa cvocar los muertos (o
que tenga Pitón, —
La Vulgata, — o espíritu pitónico) y yo
iré a verla para consultarla". Y le dijeron sus siervos: ''Haxf
en Endor íina mujer que sabe evocar". '8 Por lo cual Saúl se
disfrazó, poniéndose otros vestidos, y luego, acompañado de
dos hombres, porfió y llegó de noche a casa de la mujer. Y
Saúl le dijo: "Adivíname, evocando (o por el espíritu pitó-
nico), y hazme subir a aquel que yo te dijere". 9 Y la mu-
jer le respondió: "Sabes bien lo que ha hecho SaiU, cómo ha
exterminado del país a ,los nigromantes y a los adivinos. ¿ Por
qué, pues, me tiendes asechanzas, para hacerme morir?" 10
Entonces le juró Said por Yahvé, diciendo: " ¡Porvida de
Yahvé! que na te sucederá por esto ningún maV'. 11 Y díjole
106 EPISODIO »E LA PITONISA DE ENDOR

la ¡mujer: " ¿A quién te haré suhirf" Y él respondió: "Haz-


me subir a Samuel". 12 Y cuando la mujer vió a Samuel
dió un gran grito, y ella dijo a Saúl: ''¿Por qué me has en-
ganado^ Tú eres Saúl". 13 Y respondió el rey: "No temas,
¿qué has visto?". Y la mujer dijo a Saúl: "Veo un dios
(clohim) que sube de la tierra". 11 Y él dijo: "¿Qué figura
tiene?" Y ella respondió: "Es un anciano que sube, y está
envuclio en un manto". Y comprendió Saúl que era Samuel,
y se prusternó inclinando su rostro hasta la tierra. 15 Y Sa-
muel dijo a Saúl: ''¿Por qué me has perturbado,, haciéndome
subirf" Respondió Saúl: "Estoy muy angustiado, porque los
filisteos me hacen la guerra y Dios se ha apartado de mí, no
respondiéndome ya ni por medio de profetas, ni por sueños.
Por cso te he llamado, para que me declares lo que debo ha-
cer". 16 Entonces dijo Samuel: "¿Por qué me interrogas,
puesto (¡uc- Yahvé te lia abandonado y se ha convertido en tu
adversario? (R) 17 lia obrado Yahvé, como Jo había anun-
ciado por mi intermedio; porque ha arrancado Yahvé el rei-
no de tu mano y lo ha dado a otro, a David. 18 Porque no
obedeciste la voz de Yahvé y no trataste a Amalee según su
ardiente cólera, por esto, ha procedido así hoy Yahvé a tu
respecto. 1.9 Y Yahvé entregaréi a Israel también contigo f,n

monos de los filisteos. (J) Mañana, tú y tus hijos estaréis


conmigo, y Yahvé entregará igualmente el ejército de Israel
<n manos de los filisteos". 20 Al purito, cayó Saúl cuan lar-
go era, a tierra, pues había quedado aterrado con las pala-
bras de Samuel, y además le faltaban fuerzas, porque nada
había comido en todo el día, ni e-n toda la noche. La pitoni-
sa lo insta a que coma para que tenga fuerzas para re-
gresar; Saúl se niega a ello, pero al fin accede a los pe-
didos de sus acompañantes. —
que no se dice si presen-
ciaron también acuella escena, —
y entonces la mujer
mata un ternero cebado que tenía, toma harina, la ama-
sa y hace panes sin levadura, que cuece, y presenta a
sus huéspedes, quienes después de haber comido, se mar-
chan aquella misma noche.
969. Examinemos este célebre relato, único en su gé-
nero en toda la Biblia, conocido con el nombre de "episq-
I.Á ADIVINACION LKGAL Y LA ILICITA 107

dio de la pitonisa de Endor", para ver las enseñanzas que


él nos da.
1'^ El redactor para preparar esta e-scena, comienza
por repetir, con las mismas palabras, lo ya dicho en 25,
1, a saber, que Samuel había muerio, que había sido llo-
rado o lamentado por todo Israel y que había sido enterra-
do en -su ciudad natal de Ramá. Agrega luego, que Saúl
había expulsado o exterminado a los nigromantes y adi-
vinos o magos. Sin embargo, en seguida aparece Saúl, en
un caso angustioso recurriendo a la necromancía a fin
de indagar lo porvenir. Esto para unos, como Reuss, su-
pone una contradicción, y para otros, una simple inconse-
cuencia de aquel rey.
970. 2^ Pero según el texto, la adivinación en sí no
era cosa mala ni digna de reproches, pues había dos for-
mas de ella: una legítiniia y otra ilegal o ilícita. La prime-
ra consistía en la revelación de lo futuro que acordaba
Yahvé por medio de sueños al mismo interesado (§ 476-
488) como en el sueño de la escala de Jacob (Gén. 28,
12-l 'j), o a ciertos hombres inspirados que sabían interpre-
tarlos (Gén. 37, 5-10; 40, 8-19), o a sus enviados (Núm.
12, 6 ;
Joel, 2, 28)
; o pOr los oráculos sagrados, e'Sto es,
por el éf od (I Sam. 30, 7, 8) o por el urim ,y tummim de
;

los sacerdotes (Ñúm. 27, 21) ;y finalmente por los profe-


tas (I Sam. 3, 10-21; 9, 6, 9). La adivinación censurable
era la ilícita, condenada por el yahvismo, ©s decir, la que
hacía competencia a las predicciones de Yahvé, como la
de los magos y nigromantes. La nigromancía era el arte,
cultivado en casi todos los pueblos de la antigüedad, de evo-
car a los muertos para que éstos revelaran lo futuro. Sien-
do los aparecidos considerados como elohim o seres divinos,
de ahí la oposición del yahvismo, cuyo dios, que «e caracte-
rizaba i)or sus celos intolerantes, quería una adoración ex-
clusiva. "La nigromancia, escribe Reuss, fué prohibida por
la ley y los profetas, no porque era una trapacería, sino
porque se buscaba ayuda apelándose a potencias extrañas
a Yahvé. Era una especie de politeísmo, pues se conside-
raban a los muerto-s evocados como seres reales y sobre-
humanos". "Una tradición que nada tiene de inverosímil.
108 LA NIGROMANCIA COMBATIDA POR EL- YAHVISMO

dice Lods, refiere que Saúl proscribió a los que interroga-


ban a los muertos y a los espíritus pero .si condenó tales
;

prácticas, no es porque las creyera ilusorias, sino porque


vcia en ías almas de los m¡uertos y en los espíritus, elohim
rivale.v de Yahvé, el solo Dios de Israel" (p. 415). Loisy se
pronuncia en el mismo sentido, manifestando que "cuando
los dieses suplantaron a los espíritus en la consideración
de lo-s hombres, acapararon la adivinación y la profecía por
:

esto los sacerdotes de Yahvé, que manejaban el oráculo de


las suertes, y los profetas, que daban los oráculos en nom-
bre del dios, condenaron la nigromancía. Esta fue conde-
nada, porque hacía competencia al dios" (Reí. d'Isr. p. 74).
Prueba de la persistencia de la oposición yahvista a la ni-
gromancía y a la adivinación ilícita, en general, la tenemos
en este pasaje del siglo VII: "9 Cuando hubieres entrado
en el país que te dará Yahvé, tu dios, guárdate de hacer las
abominaciones de aquellas gentes. 10 No se halle entre voS'
otros quien haga pasar a su hijo o a su hija pot el fuego^
vi quien practique la adivinación, ni quien recurrra a los
presagios, ni encantador^ ni hechicero, 11 ni sori^ilego, ni
quien pregunte a espíritu pitónico (o famili'aft') ni nigro-
,

mante que consulte a los muertos,' 12 porque todo aquel que


hace estas cosas, abominable es a Yahvé, tu dios; y por cau-
sa de estas abominaciones, Yahvé echa esas naciones delante
de tí" (Deut. 18).
971. 3" Según el original hebreo de la Biblia ha-
bía dos clases de espíritus, con los que comunicaban los
adivinos israelitas: el oh y el yiddeoní. El primero
era el espíritu de un aparecido. En el v. 7, Saúl en
el texto hebreo dice: ''Buscadme una mujer dueña de un OB",
es decir, "que sepa evocar los muertos", lo que los LtXX
tradujeron por: "mujer que ejerza la ventriloquia". Esa
parte del v. 7 se suele vertir por: "Buscadme una mujer
que tenga PITÓN o espíritu de PITÓN", palabra esta úl-
tima proveniente de la mitología griega, según la cual la
piel de la serpiente Pitón, muerta por Apolo, habría ser-
vido para recubrir el trípode de la sacerdotisa del oráculo
en Delfos. El espíritu de Pitón vendría a ser, pues, el es-
píritu que se creía que inspiraba a aquella pitonisa y le
ESPIRITUS EVOCADOS POR ADIVINOS ISRAEl^lTAS 109

revelaba los secretos o le predecía lo porvenir. Según Scío,


en Delíos, "el demonio daba sus oráculos bajo el nombre
de Apolo Pitio, a quien rendian culto los Gentiles pero en
;

este lugar (v. 7) se toma esta palabra (Pitón) en un sen-


tido mas extenso, por un demonio que por boca humana
adivinaba lo que estaba por venir, o que hacía aparecer la
sombra de ios muertos". "Los que evocan a los muertos,
manifiesta Barde, son llamados Oboth, en la lengua del
texto. Esa palabra es el plural del substantivo ob que de-
signa el espíritu que vuelve a la tierra, y más particular-
mente, uno de aquellos que moran en un hechicero, y des-
pués, al hechicero mismo, al nigromante dotado del poder
de conversar con los muertos" (p. 187). Por eso en el
V. 8, Saúl le dice a la pitonisa: "Evócame un OJJ". En
cuanto al yiddeoni, según W Robertson Smith, era un es-
píritu familiar a disposición exclusiva del adivino. Lods,
que acepta está opinión, cree que quizás se tratara de es-
píritus análogos a los "compañeros" (sahib tabí), inspira-
dores ordinarios de los adivinos árabes (p. 528). En resu-
men, pues, el ob venía a ser el espíritu de un muerto, y el
yiddeoni un espíritu sapiente, en general, y tanto unos co-
mo otros ten.an la facultad de predecir lo porvenir y po-
dían posesionarse del nigromante o adivino. Por eso el es-
critor sacerdotal prescribe en el Levítico que "el hombre o
la mujer que estén poseídos por el espíritu de un muerto
(el ob) o por uno de aquellos que saben (lo futuro) —el yi-
ddeoni— serán castigados de muerte; se les lapidará, y su
sangre caerá sobre ellos" (20, 27). En cuanto a las pala-
bras: " Buscadme una MUJER", ellas revelan que las per-
sonas dadas a la necromancia, eran especialmente las del
sexo femenino.
972. 4'' Saúl, pues, habiendo apelado inútilmente
a la
adivinación oficial o legítima, se ve precisado a recurrir a
la ilícita, para cue ésta le resuelva el ca-so que se le pre-
senta. Disfrazado y con dos acompañantes llega de noche
a casa de la pitonisa de Endor. Al pedido de evocación de
un ob, que le hace Saúl, la mujer se niega en virtud de
las recientes persecuciones de que, por orden de ese rey,
habían sido objeto los nigromantes y adivinos. Entonces
llí> SAUL CONSULTA A LA BRUJA DE BNDOR

le juró Saúl diciendo: "¡Ponúda de Yahvé!, que no te su-


cederá por esto ningún mal". Este juramento colma la in-
dignación de la ortodoxia contra Saúl. Así, el piadO'SO pas-
tor Barde escribe: "Tuvo Saúl el triste valor de tranquili-
zar a la pitonisa por un juramento en nombre de Dios. No
sé de nada má'S aflictivo o más oüioso. ¡En nombre del
Eterno prometer que no se hará lo que ei Eterno manda!
La ley pronunciaba penas contra los nigromantes, y Saúl,
guardián de la ley, jura que no la ejecutará. Tan zierto
.rjmo '¿lie vive el Eterno (o sea, ¡Porvida de Yahvé!) no
causará ningún mal a esa mujer, que luego de descubierta,
debía él expulsar de su reino". El buen corazón de Bar-
de no le permite pedir que se aplicara acuí la pena ho-
rrenda de la lapidación, que, como hemos visto, ordena
la ley en los casos de necromancía, y se conforma con la
pena de expulsión o destierro de la culpable, sin darse
cuenta que con ello se violaba igualmente aquella bár-
bara ley. "Aquí, puefs, agrega el citado pastor, se consu-
ma su pecado y queda sellada su condenación. Por eso, a
causa de esa consulta, a causa de ese juramento, Saúl
morirá" (p. 193). Como se ve, la base de la argumentación
de Barde consiste en que en la época de Saúl existía la
llamada legislación mosaica, idea errónea cuya falsedad ha
quedado .ampliamente comprobada en todo lo que hemos
expuesto hasta ahora fakedad que continuaremos, en
;

adelante, corroborando en el curso dé esta obra, lo cue


no quiere decir, que ya desde aquel entonces no fuera el
yahvismo contrario a las evocaciones, según así resulta
del V. 3''. El autor sacerdotal del libro de Crónicas opina
igualmente que una de las razones de la derrota y muer-
te de Saúl por los filisteos, se debió a que 'este rey fué
a consultar la pitonisa de Endor. En efecto, después de
narrar el desastre de Gilboa, concluye el cronista con es-
ta reflexión: 'F pereció Saúl a causa del pecado que ha-
bía cometido contra Yahvé, al no guardar el mandamien-
to de Yahvé: además por haber consultado también a
i/

la pitonisa, EX VEZ DE CONSULTAR A YAHVÉ; por


lo cual éste le mató, y traspasó su reino a David, hijo de Isaí"
(I Crón. 10, 13, 14). El Espíritu Santo, que inspiró estas
IIEOION DE¿L. kHEOL 111

palabras al cronista, en las que se afirma que Yahvé ha-


bía dado muerte a Saúl, porque éste en vez de irlo a con-
sultar a él, acudió a la pitonisa de Endor, olvidó que unos
siglos antes había inspirado lo contrario al autor de I Sa-
muel quien, en virtud de esa inspiración asevera bien cla-
ramente que "Saúl consultó a Yahvé; pero Yahvé no le
respondió ni por sueños, ni por el urim, ni por profetas"
(v. 6), y que a causa de aquel inexplicable silencio del dios
nacional, se vió precisado Saúl a recurrir al espíritu de un
muerto. Ante este evidente renuncio del autor sagrado, el
ortodoxo anotador de L. B- A. manifiesta que el pecado de
Saúl consistió no en .haber dejado de consultar a Yahvé,
sino en no haber perseverado consultándolo! De todos mo-
dos, en su defensa, dicho exégeta le enmienda la plana al
in'spirado escritor de Crónicas.
973. 5'' Saúl le ordena a la pitonisa "Hazme SUBIR
a aquel que yo fe dijere" (v. 8), y aquélla le pregunta po-
co después: "¿A qmén te haré SUBIR?" contestándole
Saúl: "Hazme SUBIR a Samuel" (v. 11). Esto nos ilus-
tra sobre !a ubicación del sheol hebreo (§ 232). Era éste
la región subterránea donde moraban las sombras de los
muertos, y por eso Saúl y la pitonisa hablan de hacer
subir el ob o sombra de Samuel. Era el sheol un mundo
desolado y tétrico cuyos habitantes gustaban de la tran-
auilidad y del silencio. Por eso las primeras palabras de
Samuel a Saúl son de renrcche: "¿Por qué me has per-
turbado haciéndome SUBIR?" (v. 15). Por el contrario,
cuando uno muere, DESCIENDE al sheol.

.9 Como nube que se disipa y desaparece,


Asi el que DESCIENDE AL SHEOL va vuelve a sulir,
JO Ni vuelve más a su casa
Ni lo vuelve a ver el lugar que él habitaba (Job. 7).

Lo normal era. pues, que el que bajaba al sheol, no


retornase a la luz fuera de casos excepcionales, como el
de la evocación de Samuel. En el ,libro de Job se eíicuen-
tran otros datos interesantes sobre esa lóbrega morada
subterránea. El sheol es lo más profundo que se conoce;
112 EL SHFOL Y BL ABADDOX

por eso, cuando Zofar quiere comparar la perfección de


Elohim o Yahvé, dice que "es más alta que los cielos y
MAS i'l!OFUM)A QUE EL SHEOL" (11, 8). Es un lu-
gar triste, sin regocijos, donde reina perpetua obscuri-
dad.

20 ¿Ko son pocos los días de mi existencia?


Retírate de mí, para que me alegre un poco,
21 Antes que me vaya vara minea más retornar,
A la tierra de tinieblas y\ de sombra,
22 Tierra de lobreguez y de desórdenes,
(Uiya luz es como las densas tinieblas (10).
J3 El sheol es mi casa,
En las tinieblas tengo tendido mi lecho (17).

El sheol es un sitio oculto, donde el que allí llega no


puede ssr encentrado, por lo cual formula Job el voto de
poder estar en esa región para escapar a la mirada de
Yahvé.

¡Quién diera que me encubrieses en el sheol,


Que me escondieras hasta que cesara tu cólera! (14, 13).

Pero ese propósito le re'sulta vano, pues más adelan-


te confiesa que

Desnudo ,csfá el sheol delante de él


Y no tiene velo el abaddón (26, 6).

974.El abaddón, según L. B. d. C, designa el sheol


como lugar de destrucción pero en otros textos se con-
;

sidera distinto de éste, y así f:e nombra "el sheol y el


abaddón", como en estos pasajes de Proverbios:

Insaciables sonel sheol y el abaddón;


Loson igualmente los ojos de los hombres (27, 20).
El fheol y el abaddón cslán ante la vista de Yahvé,
¡Cuánto ynás los corazones de los hombres! (15, 11).
EL SHECXL Y EÍL ABADDON 118

En la concepción hebrea parece que el abaddón era


la parte más profunda y recóndita del sheol, donde se
aniquilaban las almas cue allí ibaji a parar. Teniendo
en cuenta esa acepción de aniquilamiento o destruc-
ción total de los seres, lo suele traducir L. ,B. d. C,
por la Nada (Sal. 88, 12). La Vulgata, Pratt, Valera
y otros, traducen ese vocablo por "perdición"; y en el
Apocalipsis canónico se le da dicho nombre "al ángel del
abismo": "Y tenían por rey al ángel del abismo, que en he-
breo se llama Abaddón, ij en griego Apolyón" (Apoc. 9,
11). Dicho ángel, según Loisy, (L'Apoc. p. 186) "mi-
tológicamente sería el rey del infierno y es el gran
centauro de la astrología, el Sagitario coronado; pe-
ro adaptado aquí a la tradición judía y provisto de un
doble nombre. Su nombre hebreo, Abaddón, significa des-
trucción, pues dicho ángel personifica las potencias
de la muerte. El nombre griego Apolyón significa
destructor. Ambos nombres han sido elegidos para
expresar la misma idea. pero el nombre griego
. .

ofrece la ventaja de aludir al nombre del dios Apolo, ar-


quero y destructor, que se identifica aquí al centauro-sagi-
tario, rey del mundo infernal. No parece que este rey de
los centauros, ángel del abesmo, sea idéntico a Satán: no
tiene tras -si un pasado de revuelta, y no es ni ha sido otra
cosa que el príncipe de los centauros del infierno, por lo
que tampoco puede ser Ahrimán". Eii cambio para los teó-
logos cristianc'S ese Abaddón diablo, así el exégeta
es el
católico, Lavergne, en la edición abreviada del gran co-
mentario ds Alio, escribe al respecto: "El ángjel dal AbiSm,o
es Satán uno de sus nombres (Abaddón equivalente a Per-
:

dición) se relaciona con el nombre de Apolo, uno de los


dic'ses más venerados del paganismo, deformándolo para su-
gerir el significado de Perdición (apolIyo=apoIlytnp, yo
pierdo)", p. 80.
975. El sheol es la mansión del polvo. Acostarse en
el polvo tiene, per tanto, también, la significación de ir
a descansar en el sheol.

Y ahora que en el polvo me acuesto.


114 LA MAXSIOX DEJj SHJiOL

En vano me bmcarós, ya no existiré (Job, 7, 21'*^).


¿Mi esperanza y mi dicha descenderán al sheol,
Nos hundiremos juntos en el polvo f (Ib. 17, 15, 16).

Igualmente en Sal. 22, 30, "los <que descienden al polvo",


son "los que descienden al sheol", es decir, que se mueren.
El sheol es donde se reúnen todo lO'S mortales, per más di-
ferente que haya sido su condición en la vida.

Sé que me llevas a la muerte,


A casa de reunión de los vivientes (Job. 30, 23).
la
13 Porque ahora yacería tranquilo,
Dormiría, y entonces tendría descanso,
14 Con los reyes y los consejeros de la tierra,
Con los que se edifican tumhas solitarias;
lí) O con los príncipes que tienen oro,

Que ¡Unan de plata sus casas. (Aluisiones a lias tumbas


[faraónicas)
17 Allí los inicuos cesan de molestar
Y allí reposan los fatigados;
18 Igualmente están en paz los cautivos,
Xi oyen más la voz del capataz;
19 Chicos y grandes allí todos son uno,
Y el siervo se ve iihre de su amo (Job. 3).

976. Es el sheol o la tumba, pues, el lugar del peren-


ne -sueño, del eterno descanso, idea común entre los pue-
blos de la antigüedad clásica. Dhorme recuerda en efecto
la inscripción que figura en los ladrillos de la tumba Senna-
querib: "Palacio del sueño, tumba de reposo, mirada de
eternidad de Sennaquerib. rey del mundo, rey de Assur"
(Job. p. 31). Sin embargo, la tranquilidad del sheol puede
verse interrumpida por la llegada de importantes persona-
jes que en vida han desempeñado destacado papel en el
mundo. Así un poeta anónimo del siglo VI, cue escribió
poco antes de caer Babilonia en poder de Ciro, pinta así
la llegada a aquella sombría morada, del monarca vencido
y muerto:
EX Eli BHiEOL CONVIVEN LOS BUEXOS V ÍX)8 MALOS 115

El shcol allá ahajo, se conmueve por tu, mvsa.


A sombras;
tu Ucfjacla, despierta n las
Hace levantar de sus tronos a los principes de la tierra,
A todos los reyes de las naciones.
10 Todos elevan, su voz y te dicen:
"Tú también has caído como nosotros,
Has venido a ser nuestro igual'". |

11 Ha descendido al sheol tu fausto


Con los sonidos de tus guitarras;
Debajo de tí se extiende un colchón de gusanos,
Y los insectos asquerosos son tus cobertores (Is. 14).

977. En la endecha de Ezequiel sobre la caída de


Egipto, (32, 18-32), se describen igualmente los pueblos
que habitan el sheol y el recibimiento que éstos les hacen
a los egipcios recién llegados. Es digno de potarse que el
sheol hebreo, no era como el iníierno cristiano, la mansión
de los réprobos, de los condenados; sino la morada de las
sombras de todos los muertos, buenos y malos, por eso
el justo Samuel le dice al impenitente pecador Saúl:
'Mañana tú i/ tus hijos, ESTARÉIS CONMIGO" (v. 19).
No era, pues, una concepción ética, sino simplemente
animista la que dió ubicación a las almas de los difun-
tos, en las profundidades de la tierra. Y nótese tam-
bién que esa escasa y pálida vida del sheol, sólo se les
reservaba a los que habían sido debidamente enterrados,
pues de lo contrario, los muertos se veían privados aún
de ese esbozo de inmortalidad. Por eso se consideraba co-
mo el más grave de los ultrajes o la más terrible pena, el
que el cadáver fuera abandonado sin sepultura, o desen-
terrado y que fuesen dispersos sus huesos. A<sí Yahvé, al
detallar los castigos que infligiría a los de Judá por sus
pecados, cita entre aquéllos, los siguientes: "í E71 aquel
tiempo, dice Yahvc, serán sacados de sus tumbas los huesos
de los reyes de Judá, y los huesos de sus principes, los hue-
sos de los sacerdotes, l-os huesos de los profetas y los huesos
de los habitantes de Jerusalcm, 2 y serán extendidos delante
del sol y delante de la luna y delante de todo el ejército del
cielo, que ellos habían amado y adorado, que hahian seguido
116 LA SUPERVIVENCIA DEL ALMA, SU EVOLUCION

y consultado, y ante los cuales se habían prosternado. Esos


huesos no serán recogidos ni enterrados; quedarán sobre el
suelo para que sirvan de abono" (Jer. 8).
978. Debe observar-se también la curiosa evolución
que sufrió entre los hebreos la noción de la supervivencia
del alma. Habiendo partido de la idea de que los habitan-
tes del feheol conservaban el aspecto físico y hasta los
vestidos que hablan "tenido en su existencia terrestre, se-
gún a-sí resulta del episodio de la evocación de Samuel,
llegaron más tarde en virtud de la oposición yahvista al
culto de los muertos, a la idea de que se esiumaba o des-
aparecía casi por completo la personalidad de los difuntos,
quienes quedaban convertidos en meras sombras, entre-
gadas a un eterno sueño, ignorantes en absoluto de lo que
pasaba en la tierra, viniendo a ser, en consecuencia, el
estado de ellos muy semejante al de su total aniquila-
miento. Por eso veremos a los profetas, como paladines
de la justicia, reclamar que ésta se realice aquí, en esta
vida, pues para ellos no tenía importancia la existencia
de ultratumba. Hablando del reino de los muertos, entre
los i'sraelitas, dice Loisy: "Reino de sombras de las que
no se puede afirmar que gozaran de vida inmortal, por-
que duermen y languidecen más bien que viven, y encon-
trando sólo alguna confortación en las ofrendas que les
dirigen los vivos al evocar su nombre" (Reí. d'Isr, p. 75).
Ese excepticismo sobre la vida del más allá, en ningún
libro bíbli.o se muestra con más crudeza que en El Ecle-
siastés, escrito bajo la influencia del helenismo. En él
leemos: "4 Para todos los vivos hay esperanza; porque va-
lemás perro vivo que león muerto. 5 Porque los vivos saben
que han de morir; pero ^os muertos nada saben ya, y no hay
para ellos más recompensa, porque ya se ha echado en ol-
vido su memoria. 6 Su amor, asi como su odio y sus celos,
ya ha mucho que perecieron; y ellos nunca más volverán a
tener parte en nada de lo que sucede bajo el sol. 10 Todo
cuanto hallare que hacer tu mano, hazlo con tu fuerza; por-
que NO HAY OBRA, NI CIENCIA, NI INTELIGENCIA,
NI SABIDURÍA EN EL SHEOL ADONDE VAS (9).
hA SUPERVIVENCIA DEL, ALMA. SU EVOLUCION 117

979. En L. B. de C. leemos: "Los israelitas hasta


cerca del II siglocreían que un muerto no podía tener
ya ninguna relación con Yahvé, sea antiguamente, por-
que miraban el sheol como el dominio de otra-s potestades
sobrenaturales, sea en épocas más recientes, porque se
representaban a los difuntos como sumidos en una nada
casi absoluta. La esperanza del restablecimiento de la
comunión entre el hombre y su Dio-s después de la muer-
te, no aparece de manera segura sino en Daniel (12, 2),

donde se profesa la creencia en la resurrección, —
y en
Henoc, que añade a ella una retribución desde el sheol"
(nota al salmo 6, 6). En el mismo sentido y corroborando
lo expuesto, escribe Lods: "Los celadores de Yahvé, en
épocas posteriores a Saúl condenan otras prácticas del
culto de los muertos, y aparentemente, para mejor com-
batirlo, proclaman que éstcs no pueden, ni saben nada,
que su condición es poco más o menos la nada absoluta.
Sólo mucho más tarde, hacia el II siglo, es que después
de haber destruido como fabsa y peligrosa superstición
la antigua creencia animista de la supervivencia, el yah-
vismo reemplazó realmente los consuelos bastante pobres
que ésta podía ofrecer, y dió nacimiento a una nueva es-
peranza: resurrección o inmortalidad acompañadas de un
juicio de ultratumba. El yahvismo ofrece, pues, el espec-
táculo desconcertante para nuestras ideas modernas, de
una religión a la cual la creencia en la vida futura de
los individuos fué por mucho tiempo extraña y aun más
o menos sospechosa" (Isr. 552).
980. Esa concepción hebrea de que el reino de los
muertos era una morada subterránea, sumida en las más
densas tinieblas, donde yacían entregadas a eterno sue-
ño las almas de todos los seres humanos, buenos o per-
versos, no era una peculiaridad de Israel, sino que la en-
contramos con más o menos variantes en muchos otros
pueblos antiguos. En una inscripción del faraón Ramsés
II, éste refiriéndose a su antecesor Setí I, dice: "Tú re-
posas EN EL MUNDO INFERIOR, comí) Osiris" (Moret,
El Nilo, p. 163). Esta inscripción es tanto más notable
cuanto que, por lo general, consideraban los egipcio-s que
118 BABILOMCO

la región de los muertos se encontraba al occidente, donde


desaparece el Sol. Por lo demás, sabido es que la religión
egipcia tenía un alto valor moral, porque enseñaba que to-
das las almas de los muertos debían justificar su conduc-
ta ante el tribunal de Osiris, siendo la inmortalidad el pre-
mio del que en vida había practicado la virtud. Los babi-
lonios creían que luego de producida la muerte, la sombra
del difunto -se separaba del cuerpo y se convertía en un
espíritu dañino llamado edimmú, que no encontraba des-
canso mientras el cadáver no fuese inhumado. "Así es
que el supremo castigo, escribe Delaporte, es la privación
de sepultura. El edimmú, así que el cuerpo recibe los úl-
timos tributos, baja a la "grande tierra", "a la casa de
tinieblas, imorada de Nergal", "a la casa de donde el que
entra no sale". Ésta, según el poema del Descenso de Istara
los Infiernos, es un lugar cercado por siete murallas pro-
vistas cada cual de una puerta; profunda obscuridad rei-
na allí en todo tiempo, y los muertos "vestidos como el
pájaro con una vestidura de alas", tienen por comida el
polvo, por alimento el fango. Nergal y Allatú, apellidado
Ereshkigal, 'Son los soberanos de este reino; bajo sus ór-
denes, los demonios de la peste y de las enfermedades vi-
gilan a los muertos y de ordinario les impiden remontar-
se para atacar a los vivos". En aquella región, todos los
hombres están allí reunidos indistintamente. No obstante,
el triste destino de los difuntos no es el mismo para
todos: unos semejantes a vestidura^ viejas, son devora-
dos por un gusano otros están llenos de polvo pero los hay
;
;

menos desgraciados, que descansan 'Sobre un lecho y beben


agua pura y los que murieron en los combates están asis-
;

tidos por 'SUS padres y por sus esposas. Pero los cielos di-
vididos en moradas reservadas a los dioses, nO son para
ninguno de los hombres (Delaporte, p. 211, 212).
981. En la mitología griega, la región infernal era
un mundo de espesas tinieblas en el seno de la tierra, don-
de reinaba la pareja divina Hadés (el invisible) y su
esposa Perséfone. Del nombre de aquél, se solía llamar
dicha región simplemente el hadés. A ese dios, señor de las
profundidades de la tierra, se le consideraba también como
EL HADES GRIEGO Y SUS MORADORES 119

protector de las cosechas aun no recogidas, y como tal se


le denominaba Plutón, representándosele con el cuer-
no de la abundancia. Como rey de los muertos, era
Hadés un dios feroz, intratable, inaccesible a las
plegarias, a quien califican a veces los poetas, de
"el gran hotelero", cuya
casa está siempre abierta
para recibir a cualquiera
que llegue y donde todos
encuentran lugar. Los
huéspedes infernales son
las psiquís o espíritus de
los muertos» (que para
Homero eran dos entida-
des distintas: el alma de
vida y el espíritu), imá-
genes incorporales, como
las que se reflejan en
una tranquila fuente, que
reproducen los rasgos de
los difuntos, pero cue no
t'enen más consistencia
material que el humo o la
sombra. En los poemas
homéricos esas almas in-
conscientes e indiferentes
a todo, casi sin voz, no
pueden, según E. Rhode.
ser consideradas como in-
mortales, pues no tienen
más vida que la imagen
Liüs Deiaport© ¿el hombre en un espejo
Profesor del Instituto Católico (p_ g 9) Morir, pueS, era
de Paris entrar o descender la psi-
quis a la morada de
Hadés, que según la Il.'ada era una mansión subterránea,
mientras cue .según la Odisea, era una región situada al fi-
nal del mundo visible y del río Océano, más allá del punto
donde se pone el sol. En ambas tradiciones se halla la idea
120 LA JUSTICIA DE ULTRATUMBA

común de la obscuridad existente en la morada de los


muertos, ya se trate de las tinieblas interiores de la tierra,
— las tinieblas del Erebo, espacio qué atravesaban las -som-
bras para ir al negro hadés —
o ya de la noche que pesa
sobre el mundo al entrarse el sol. Sin embargo, la tradición
más general era la de la Ilíada. La morada de Hadés estaba
en el interior de la tierra, y en la superficie de ésta se veían
numerosas entradas de caminos que conducían a aquel som-
brío reino; pero el camino más directo partía de la ciu-
dad de Hermiona, en Argólida. Esa prisión subterránea de
las almas, provista de amplias puertas siempre abiertas pa-
ra los que llegaban; pero inexorablemente cerradas para
los que ya habían entrado allí, estaba custodiada por el
célebre perro Orbero, —de donde el nombre compuesto
cancerbero, — perro de tres cabezas y cola de serpiente, as-
tuto y feroz guardián, que se mostraba amable con los que
venían a entrar, pues les movía la cola y las oreja-s; pero
que devoraba a los que pretendían salir. Más tarde imagi-
naron los griegos que el reino de Hadés estaba rodeado de
ríos: el Estigia (considerado también como laguna, —
"la
odiosa"), el Aquerón (río del dolor), el Piriflegetón (el to-
rrente de fuego), el Cocito (el río de los gemidos) y el Le-
teo (el río del olvido) ). Esta idea de los ríos infernales tra-
jo consigo la de un barquero, lOrón o Carente, que sin ce-
sar transportaba las sombras de los muertos de una a otra
orilla, y por cuyo trabajo cobraba el óbolo que la piedad de
los vivos depositaba en la boca de "los difuntos al ser ente-
rrados.
982. En el siglo V se desarrolla la idea de una justi-
cia de ultratumba. "EJ gran Hadés, dice Esquilo, pide a los
hombres cuentas de su existencia, su memoria nada olvida,
su espíritu todo lo examina". Hadés está auxiliado en esas
funciones judiciales por un tribunal compuesto por tres jue-
ces Minos, Radamante y Eacos Como consecuencia de ese
: .

juicio de los muertos, surgió la idea de separar las sombra.s


de los buenos de las tíe los malos:
primeras fueron al
los
Elíseo, reservado en un principio a bajo
los héroes, luego,
la influencia de los Misterios, se extendió a los que habían
participado en los ritos sagrados, y por último, bajo el in-
LAS PUERTAS DEL. INFIERNO 121

flujo de los poetae, se abrió para todos los que habían


pasado sobre la tierra haciendo el bien; y los malos fue-
ron condenados a los suplicios del tenebroso Tártaro, si-
tuado en las últimas profundidades de la tierra, cuyos
castigos debían de servir de ejemplo y de amenaza para
los hombres (Decharme, Mythologie, p. 408-431). Los
griegos llegaron, pues, antes que los hebreos a hacer de
la morada de ultratumba un .sitio de retribución de las
acciones humanas en el mundo; lo mismo que es intere-
santísimo notar que la creación griega del Tártaro fue
aceptada por el Espíritu Santo, pues el inspirado autor
de la 2* Epístola de Pedro, escribe que "Dios no perdo-
nó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en EL
TÁRTARO, donde son retenidos en cadenas de tinieblas y
mantenidos así para el juicio" (2, 4).

983. Los latinos tomaron de los griegos esta no-


ción del reino subterráneo de los muertos, y crearon el
vocablo inferí, inferorum (Cicerón), o inferna, inferno-
rum (Tácita) "el infierno o los infiernos", de infer o in-
ferus, "inferior, lo que está debajo", viniendo a-sí a ex-
presar con esa nueva denominación, "los lugares bajos",
de la tierra, o sea, las profundidades de la misma, ha-
bitadas por la-s sombras de los difuntos. La entrada de
los infiernos, para los romanos, estaba en el lago Aver-
no, en Italia meridional, cerca de Puzzolo, Campania, por
lo que se le daba también el nombre de "el aviemo" a
aquella región tétrica. Esos infiernos eran representa-
dos como una ciudad o un palacio subterráneo con puer-
tas. Por eso en el primer Evangelio, Jesús le dice a Pe-
dro: "Til eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Igle-
sia, y LAS PUERTAS DEL HADÉS (INFIERNO) no
prevalecerán contra ella'' (Mat. 16, 18). El moderno
exégeta católico Lagrange, comentando este pasaje, y
combatiendo la opinión de Harnack de que "las puerta®
del hadés" equivalen a "la muerte", dice que "los cris-
tianos no tenían inconveniente en designar con un nom-
bre mitológico la mansión del castigo de ultratumba. Las
puertas del hadés deb€<n, pues, ser tomadas ante todo en su
12,2 l^L, DIí) JESUS A LOS INPIEKNOS

sentido natural de puertas del palacio infernal conver-


tido en morada de los réprobos'
984.Las primeras generaciones de cristianos acep-
taron, pue-s, esas ideas greco-latinas, que estaban de
acuerdo con el sheol del A. T., y supusieron que Jesús, en
el período entre su muerte y el de su resurrección, bajó
a ios infiernos a predicar a ios espíritus allí aprisionados,
destruyendo así el imperio donüe reinaba ei Diablo. Pa-
blo o el autor de la Epístola a ios Eíesios, o un glosa-
dor de la misma, menciona que J&sús "descendió a las
regiones inferiores de la tierra" (Ef, 4, 9), con lo que
los antiguos exégetas ortodoxos entendieron siempre que
se trataba en ese pasaje, del descenso de Jesús a los in-
iiernos. El autor de la 1' Ep.stola de Pedro, expresa
igualmente que Jesús, después de muerto fué en espíritu
"y predicó a los espiritas aprisionados" (3, 19), o sea, que
"también a los muertos fué predicado el evangelio" (4, 6).
Ei ciiado exégeta dominico M. J. Lagrange, en su recien-
te obra L'Evangüe de Jésus-Christ confirma esas ense-
ñanzas bíblicas, expresando: "La primera Epí-stola de S.
Pedro nos dice, lo que la palabra al buen ladrón hacía
apenas presentir, que Jesús había ido "a predicar a los
espíritus aprisionados", lo cual ya enseñaba la tradición
por su parte, bajo el nombre de descenso del Cristo a los
infiernos, es decir, a la morada donde esperaban lO'S an-
tiguos justos el beneficio de la Redención" (p. 581). En
los primeros siglos del cristianismo discutieron extensa-
mente los escritores eclesiáticos sobre cual había sido la
misión de Jesús al bajar a los infiernos. Unos, y en par-
ticular los representantes de la escuela de Alejandría
consideraban que el Cristo había hecho ese viaje sub-
terráneo para tratar de convertir tanto a los judíos como
a los paganos que allí moraban, o sea, para atraer a la
fe y salvar a todas las almas bien dispuestas. En cam-
bio, para otros,— y esta es hoy la doctrina tradicional de
la Iglesia Católica, seguida por Lagrange en el transcri-i
to párrafo precedente, — Jesús bajó al reino de los muer-
tos "para anunciar la buena nueva, la próxima libera-
liL DKSCEKSO DE JESUS A 1X>S LNPIERNOS 128

ción, a los que se habían dormido en la justicia y en la


fe en el Mesías" (L. Vaganay, p. 302).
985. El descenso de Jesús a lO'S infiernos se con-
virtió en dogma de la Iglesia Católica, y por eso se le
incluyó er elCredo o Símbolo de los Apóstoles. En él
Evangelio de Nicodemo, escrito a principio-s del siglo III
n. e., dos hijos muertos del anciano Simeón, (Luc. 2, 35)'
habiendo sido del número de los espíritus libertados de la
prisión de ultratumba, y de aquellos re-sucitados que vol-
vieron a Jerusalem, de que se nos habla en Mat. 27, 52,
53, narran lo que sucedió en aquella sombría morada,
cuando a ella bajó Jesús. Según ellos, estaban en las ti-
nieblas, cuando de repente se ven envueltos por una luz
resplandeciente. Adán y los patriarcas reconocen que
había llegado el autor mismo de la luz eterna; Isaías
exclama que, según había predicho, aquel extraor-
él lo
dinario visitante es el Hijo de Dios, la luz del Padre; y
Simeón manifiesta gozoso que es el Señor Jesucristo, a
quién él había recibido en el templo, cuando acababa de
nacer. Después de estas exclamaciones, sobreviene Jesús
en forma humana. "Iluminó las eternas tinieblas, rom-
pió los lazos que nos retenían, y nos inundó una in-
vencible virtud a nosotros que estábamos sentados en las
tinieblas de las faltas y en la sombra de la muerte de
los pecados". El príncipe de los infiernos, la muerte, sus
impíos mini'Stros y las legiones de demonios quedaron
aterrados. "Entonces el rey de gloi;ia, en su majestad,
aplastó a la muerte bajo sus pies y agarrando a Sata-
nás destruyó su potencia y sacó a Adán a la claridad
de la luz". Uno de los principales demonios, furioso, echa
luego en cara a Satanás, príncipe de los infiernos, y po-
seedor de las llaves de los mismos, el haber sido un in-
sensato al crucificar al rey de gloria, quien ahora disi-
pa con el resplandor de su divinidad todas las tinieblas
de la muerte; "los que gemían bajo nuestro.s tormentos,
nos insultan nuestro imperio ha sido vencido, y ya no
;

in.spiramos más terror a la raza humana" (Cap. 17).


986. Es curioso notar que en el A. T. no se describe
el sheol como morada de los demonios; que en la V. A.
124 EiL FUEGO DEL GEHE.N'NA

los LXX tradujeron ese vocablo hebreo por el hades;


y que de igual modo loa escritores' del N. T. escribiendo
en griego, emplearon la palabra hades para designar el
sheol,— como vimo<s que el autor de II Pedro empleó la
palabra "Tártaro" para designar la subterránea man-,
sión de los condenados por rebeldes o malos, amalga-—
mando así la concepción infernal de los israelitas con
la de les griegos, lo que prueba la similitud de ambas
concepciones. Pero mientras que estos últimos imagina-
ban el reino de los muertos gobernado por un dios es-
pecial, Hadés, para los hebreos el sheol era una parte
del dominio de Yahvé (Sal. 139, 8; Prov. 15, 11). Igual-
mente debe observarse que mientras para babilonios,
griegos anteriores al siglo V y hebreos, el reino subte-
rráneo de lo-smuertos encerraba indistintamente a todos
los espíritus 'humanos que habían abandonado la vida, en
cambio, la generalidad de los escritores del N. T. separan
las almas según su conducta terrestre, estableciendo para
ellas dos distintas mansiones, como las imaginadas por los
griegos de época más reciente, a saber: 1' el gehenna, o
infierno, lago de fuego y azufre (Apoc. 14, 10; 20, 10, 15),
u horno de fuego (Mat. 13, 42, 50), donde los impío-s, en
cuerpo y alma serán eternamente atormentados (Mat. 5,
29;; 10. 28; 25, il, í6; Apoc. 20, 10); y 2' el Seno de
Abraham (llamado también el paraíso. Luc. 23, 43 II Cor. ;

12. /; Apoc. 2, 7), lugar adonde son llevadas por los án-
geles las almas de los buenos o rescatados, quienes viven
allí en perpetuo banquete (Mat. 8, 11 Luc, 13, 29 1&, 22,
; ;

23), y que está separado por una profunda sima del gehen-
na, cuyos infelices habitantes pueden conversar con los di-
chosos del paraíso y ver las delicias de que disfrutan éstos
(Luc. 16, 23-26).
987. Debe notarse que el gehenna, transformado por

el judaismo de los últimos tiempos en lugar de suplicios


de los que en vida habían sido malos, era el nombre de un
paraje de siniestra fama al Sur de Jerusalem, el valle de
Hinnom, en una parte del cual, el Tofet, antiguamente se
sacrificaban tiernos niños en honor de Moloc (Is. 30, 33;
Jer. 7, 57, 32). Se le llamaba Ge-hinnom, en arameo, (Je-
EL FUEGO DEL GEHENXA 125

hinnam, nombre que, en griego, se convirtió en gehenna.


En lo profundo de ese "valle maldito" (Henoc, 27. 2) se
arrojaban desde lo alto de Jerusalem, los desperdicio-s de
la ciudad, animales que mor.an. cadáveres de los malhe-
chores, todo lo cual se destruía por incesante fuego,
etc.,
dé modo que en realidad el gehenna venía a ser el crema-
torio de cadávere'.B y lugar de incineración de las basuras
de Jerusalem. El autor de Is. 66, termina esa composición

EL INFIERNO CATOLICO
(£e¿iiii La Biblia de Scio, t>.' líl, pág. 397).

con un cuadro de la cólera de Yahvé contra los impíos, en


cue se alude al valle de Himmón, expresando que después
que se reúnan los elegidO'S de todas las naciones para ofre-
cer sus ofrendas en la casa de Yahvé en Jerusalem, éstos

Saldrán y verán los cadáveres de los hombres


Que se rchelaron contra mí.
Cuyo gusano no morirá.
Y cuyo 'fuego no se apagará,
Y serán moiivo de horror para toda carne (v. 24).
126 EL SHEOL NO HABL\ FVEiOO

Jesús se apropió de estas imágenes en las palabras que


le atribuye Marcos en 9, 43-48; pero en esta estrofa del
final de Isaías, como dice Reuss, "no se trata de infligir
tormentos a seres vivos, ni del fuego del infierno, ni de
otras pinturas mitológicas del judaismo posterior". La
ortodoxia suele citar el pasaje de Is. 33, Ji, para probar

que la idea de que en el isheol existía un fuego eterno,
no era extraña a los antiguos hebreos. Ese texto dice así:

Aterrados están los pecadores en Sión,


Terror se ha apoderado de ¡os impíos:
¿Quién de nosotros habitará en ese fuego devorador?
¿Quién de nosotros habitará en esas llamas eternas?

Esta estrofa se encuentra en un poema sobre la in-


vasión de los asirlos en tiempo de Sennaquerib. El poeta
amenaza en nombre de Yahvé a esos enemigos con des-
truirlos por el fuego (v. 12), y entonces, dando el hecho
por consumado, supone que ante la vista de esa espan-
tosa catástrofe, que concluye con los asirios, los pecado-
res asU'Stados, temen finalmente el fuego del colérico dios
vengador, puesto que "Yahvé es un fuerjo devorador"
(Deut. 4, 2Í), cue "tiene su horno en Jerusalem" (Is. 31,
9) o sea. es allí en Sión donde tiene su morada eterna.
Por eso canta el poeta, "¿quién de nosotros habitará en
esas ¡lamas eternas?", qs decir, constantemente encendi-
das en Sión. No hay, como se ve, en este pasaje la me-
nor alu'sión al sheol.
988.Apartándose de esas concepciones de la 'Bi-
blia. — como acabamos de ver, en el A. T. admite
la que,
un solo lugar de reposo, el sheol, para buenos y malos, y
que en el N T. crea dos mansiones de ultratumba para

separar aquéllos de éstos. la Iglesia Católica enseña que
la justicia de su bondadoso Dios instituyó cuatro infier-
nos, a saber: el infierno propiamente dicho, el purgatorio,
el limbo y el Seno de Abrahaih. El primero encierra a
los ángeles rebeldes, o demonios, y "a todos los hombres
nu9 mueren en pecado mortal, para no salir de allí iamás.
Van al Purg^atorio los que. muriendo en gracia de Dios,
EDUAIÍiDO RiErSS
(1803-1891)
Célebre sabio francés, uno de los más importantes
exéisetas mundiales en el siglo XIX n. e.
128 LOS 4 INFIERNOS DEL qATOLlCIfyMO

tienen pecado venial o pena temporal que pagar. El Limbo


es el lugar donde permanecen los que mueren ant&s del
uso de razón sin el bautismo. Iban al Seno de Abraham
los que morían en gracia de Dios antes de la redención
de Jesucristo; pero que daban satisfacción ante-s en el
Purgatorio si tenían pecado venial o pena temporal que
pagar.. Respecto al iníierno, sólo es de fe su existen-
cia y duración sin fin. Todo lo demás que se refiere al
lugar, naturaleza de la pena, gravedad e intensidad de la
misma, estado normal de los réprobos, etc., puede ser
más o menos probable; pero no se puede afirmar con cer-
teza. (Contrariamente a esta a-serción, véanse las citas
que anteceden, sobre la doctrina del N .T. al respecto).
Sin embargo, la opinión general en la Iglesia católica es
que ía pena consiste en el fuego; y aunque el negarla no
sería una herejía, ser^a ciertamente una temeridad . .

El punto más incomprensible del dogma del Infierno, y


qiíe e-s como el centro de su obscuridad, es el de la con-
ciliación de la presciencia de Dios, que le hace conocer
de antemano la suerte de los reprobados, con su bondad,
que apesar de esta previsión no le impide darles una exis-
tencia que ha de ser eternamente de&graciada. Puede en-
trarse de lleno en esta cuestión, y quizás esclarecerla
algo; pero como siempre quedan en ella sombras que no
hacen sino mudar de sitio, es preferible para el buen
católico someter totalmente en esto la razón a la fe, que
acostumbrarla a estudiar dificultades que se hacen sentir
mucho más que las respuestas, y que hacerle concebir
esperanzas de encontrar su solución" (D. E. H. A, artícu-
lo: Infierno). E,l católico escritor de ese artículo alega
en defensa de su tesis de "someter totalmente en esto la
razón a la fe", que este es un misterio de la fe análogo
al misterio de razón, no menos impenetrable, cual e-s el
de conciliar la presciencia de Dios y la libei'tad del hom-
bre, misterio que no obstante hay que admitir, si no s©
quiere caer en el ateísmo o en el fatalismo. Sin entrar a
discutir el punto,— lo que .estaría aquí fuera de lugar,
baste observar cue si hay antagonismo entre las ideas
de presciencia de Dios y libertad del hombre, lo que man-
COMO SE IMAGINA LA VIDA DE ULTRATUMBA 129

da la razón es que se modifique, una u otra, o ambas,


ya que son ellas meras creaciones de la especulación del
pensamiento humano.
989. Esta incursión que hemos hecho por los do-
minios infernales de distintas religiones, nos muestra las
ideas que los hombres se han ido formando de la vida
de ultratumba, ideas que varían con el desarrollo de su
sentido moral y de las nociones que tienen del bien y del
mal. Ellas, como dice Alian Kardec, "son el reflejo de
los instintos predominantes: así, los pueblos guerreros
colocan la suprema felicidad en los honores tributados
al valor, los pueblo-s cazadores en la abundancia de la
caza los pueblos sensuales en las delicias de la volup-
;

tuosidad . Los hombres se crean de las penas y goces


. .

futuros, un cuadro más material que espiritual; se figu-


ran que debe uno beber y comer en el otro mundo, mejor
que en la tierra y cosas más exquisitas. (Véase Nota B
en el Apéndice). Un saboyanito, a quien el cura de su
aldea pintaba la vida futura de un modo seductor y atrac-
tivo, le preguntó si allí todo el mundo comía pan blanco
como en París. Más tarde se encuentran en las creenciací
respecto al porvenir, una mezcla de espiritualidad y de
materialidad; así es que al lado de la beatitud contem-
plativa, colócase un infierno con tormentos físicos. El
hombre primitivo calculó naturalmente su porvenir en lo
presente, por tanto el cuadro que .se imagina de los casti-
gos en la otra vida, no es más que el reflejo de los males
de la humanidad, en mayor extensión, reuniendo en él
todos los tormentos, todos los .suplicios, todas las aflic-
ciones que sufre en la tierra: así en los climas abrasado-
res imaginó un infierno de fuego, y en las regiones frías,
un. infierno de hielo . .Con algunas diferencias en la
.

forma, se asemeja el infierno de todas las religiones"


(ps. 13, 14). Sin embargo, téngase presente que estas
sensatas consideraciones son aplicables sólo a aquello-s
pueblos cuya especulación los ha conducido a la noción
de pluralidad de mansiones de ultratumba, de acuerdo
con el concepto de justicia natural; pero no a los antiguos
hebreos y primitivos griegos, cuya concepción de las
130 l'UKÜJíNvSE UACKB SUBUR ALMAS DEL. SMEOL

sombras de los muertos entregadas a perpetuo sueño era


muy vecina a la correspondiente del materialismo filo-
sófico.
990. 6''' Del episodio de la pitonisa de Endor, del
cual momentáneamente nos habíamos apartado, se des-
prende, pues, sin lugar a dudas, que es una realidad la
supervivencia de las almas de los difuntos, y que es
posible hacerlas subir del sheol y conversar con ellas, las
que, además, pueden presagiar lo futuro (v. 19). Es esta
una enseñanza que da plena razón a los espiritistas, quie-
nes no dejan de citar dicho episodio en comprobación
de sus doctrinas. Y isi se trata de un hecho real, no se
ve porqué continuar oponiéndose a las evocaciones de
el
las almas de los muertos, cuando pueden constituir una
fuente de consuelo para .sus deudos en la tierra, y cuan-
do el yahvismo, convertido ahora en cristianismo, no tie-
ne ya que temer la competencia de los nigromantes, des-
de que hoy ya no se revela más Yahvé ni por sueños,
ni por el urim y tummim, ni por profetas, y cuando tales
evocaciones constituirían una prueba irrefragable de la
existencia de una vida ultraterrestre.
991. Los ortodoxos se ven en figurillas para expli-
car este hecho: que todo un profeta como Samuel haya
abandonado el sheol al conjuro de la bruja de Endor. El
piadoso Barde estudia la cuestión y expone primeramente
las razones de los cristianos que suponen que la pitonisa
engañó a Saúl, quien no vió la aparición de Samuel, sino
sólo sintió su voz. "Se ha recordado, dice aquel pastor
ginebrino, la verdad incontestable que Satán se disfraza
a veces de ángel de luz (II Cor. 11, ^4) se ha mostrado
;

que Dios se sirvió del falso profeta Balaam para anun-


ciar sucesos muy ciertos (§ 279) y por consiguiente se
;

pregunta si no habría podido él emplear el arte culpable


de la hechicera para castigar a Saúl. Por algún proce-
dimiento de fantasmagoría, ella habría producido una
aparición cualquiera o quizáis no hubiera producido nin-
guna, sino que se habría contentado con decir que la
veía. Disfrazando luego la voz, o recurriendo a la ven-
triloquia, habría pronunciado palabras como proferidas
TAHVB BT«fVIO SAMITEIL A SAUL, EN ENDOR 131

por Samuel, sugeridas fácilmente ya por su situación, ya


por su deseo de venganza contra aquel que había per-
seguido a lO'S otros adivinos". Frazer, en un capítulo con-
sagrado a este suceso, admite igualmente que se trataba
de una superchería de la pitonisa de Endor, usando de
un procedimiento corriente entre los nigromantes de
Israel (Le Folklore, p. 257). Barde después de exponer
las anteriores consideraciones contra la realidad del he-
cho, agrega: ;. "Pero es admisible que Dios haya puesto
a su profeta Samuel a la disposición, en cierto modo, de
una adivinadora?-/. Es probable que, aunque no fuera! más
que por un instante, haya anunciado sus juicios por in-
termedio de un arte tan positivamente condenado como
el de la adivinación? ¿Era acaso esa boca impura la oue
debería hacer saber a Saúl oficialmente, 'por la primera
vez, cuál era "el hombre se.eún el corazón de Dios" C18.
lí). que pronto iba a reemplazarlo? Porque, en verdad,
Samuel nunca aún había nombrado David al monarca, y
'^ería por lo menos extrafío. aue esa revelación se hubiera
hprho por la pitonisa. Las palabras del texto, rigurosa-
mente ovaminadas, nos hacen suponer que de.iando de
lado a la muier oue pretendía mandar a los muertos y
nu9 ni siguiera =^áh^a discernir a los vivos, el Eterno mis-
mo envió ror nlt'ma vez su nrofeta al rey culpable, balo
forma de ar>arición" Cpágs. 199-201). Quiere decir, pues,
nue el alma 'leí difunto Samuel realmente se presentó en
la casa de la pitonisa de Fndor, aunque no en virtud de
'^ns coniuros, sino por e^special dispensación de Yahvé.
No hubo por tanto, superchería de aquella bru.ia, sino
cue ella fué la primera sorprendida al ver el fantasma
de Samuel, y ror eso dió un gran grito cuando lo perci-
bió ív. "Esta sorpresa extraordinaria, escribe Scío.
nue muestra esta mujer en el suceso que aquí se refiere,
nos ría a entender oue no creyó que esta aparición de
Samuel fuese un efecto de su arte mágica, -sino que venía
de una cpusa más oue humana, cuva virtud le era des-
conocida Los intérpretes convienen comunmente en oue
fré el verdadero Samuel el que allí se apareció, v aue
acuella aparición se hizo por orden particular de la ju.s-
132 YAHVE FAVOREÍ'IEXDO LA NEOROMAXOIA

ticia de Dios. Y este -sentimiento es muy conforme a lo


que dice de Samuel el Eclesiástico, ,46, 23, que durmió el
sueño de los justos, e hizo conocer al rey el fin de su vida;
que su voz salió del fondo de la tierra para anunciar la
perdición de los impíos". — En resumen, pues, para la or-
todoxia, de acuerdo con la letra del texto, es indudable la
aparición del alma de Samuel; pero como el relato no ex-
presa si esa aparición se produjo antes o después de los
conjuros de la pitonisa, deducen que dicha alma fué en-
viada directamente por Yahvé para que contestara las
preguntas de Saúl. Esta explicación con la cual se pre-
tende salvaguardar la dignidad del dios y de su profeta,
está en contradicción con los vs. 6 y 7 según los cuales
Yahvé no quería responder a Saúl por ninguno de los me-
dios legales de adivinación, por lo que éste se vió obligado
a recurrir a una nigromante. Tendríamos, pues, aquí el
caso curioso de que Yahvé desacreditaría los medios le-
gítimos de adivinación que él mismo había instituido, para
venir a favorecer la necromancía por él condenada, pues
al fin de cuentas, si permitió que Samuel apareciera para
dictar i«.n fallo condenatorio contra aqu»! monarca, ese
mi*-mo mensaje lo pudo haber dado por los medios indi-
cades en el v. 6, cuando líos empleó Saúl para obtener una
respuesta divina.
992. Pero lo interesante del caso es que Samuel
7''

vuelva a la luz para mostrarnos que Yahvé continuaba


siendo el mismo dios bárbaro, que ya conocíamos, reafir-
mándonos en la convicción que es un mito su justicia.
Aiquel atrabiliario profeta retorna al mundo de los vivos,
sin haber aprendido ni cambiado nada durante su resi-f
dencia en el sheol, pues es siempre el mismo viejo gruñón
e intolerante, que nos ha pintado alguno de .sus historió-
grafos. "Samuel, escribe Frazer, era una de esas natura-
lezas imperiosas, uno de esos fanáticos vaciados en molde
de hierro, que tomando -su propia voluntad inflexible por
la decisión del cielo, marchan rectamente a la meta, piso-
teando toda oposición, pues tienen el corazón blindado
contra todas las emociones y las ternuras de la
humanidad y de la piedad" (Le Folklore, p. 254). Co-
UX DIOS BARBARO Y LA ESOUBLA LAICA 133

mienza, en efecto, Samuel, refunfuñando, porque lo


han molestado, despertándolo de su profundo .sueño del
sheol. Y para qué tal molestia? Para tener cue reiterarle
a Saúl la misma monstruosidad que le había dicho en vida,
y por la cual habían roto la amistad que los unía "Yahvé
:

ha arrancado el reino de tu mano y se lo ha dado a David,


porque no obedeciste la voz de Yahvé y no trataste a Ama-
lee según su ardiente cólera. Por esto Yahvé te ha aban-
donado, «e ha convertido en tu adversario, y va a entre-
garte a tí y a Israel en manos de los filisteos, es decir, ma-
ñana te va a matar a tí, como matará a tus hijos y a los
componentes del ejército de Israel". Conviene repetir una
vez más, para que siempre se recuerde, que todas estas
enormidades las ejecutó Yahvé. tan sólo porque Saúl no
quiso ultimar a un rey enemigo vencido, ni quiso pasar
inútilmente a filo de e-spada los animales apresados a los
amalecitas. Este es el dios bárbaro que la ortodoxia se
empeña en inculcar o trata de hacer amar a la niñez, por
lo cue protesta contra la escuela laica, que quiere cir-
cunscribir su acción a la enseñanza exclusiva de la cien-
cia. La conciencia moral del' bueno de Scío se sorprende
de tales violaciones de la ética por parte de aquel atra-
sado dios de clan convertido'^ ho.y por el cristianismo en eí
Dios universal; vqyo deponiendo las protestas de su ser^
ante las exiprencias dogmáticas de su religión, exclama:
"Samuel no da en rostro a Saúl ^el haber sacrificado a su
furor 85 sacerdotes revestidos de las sagradas ropas, ni
la horrible de^solación de toda la ciudad de Nob, ni el odio
cruel e imnlacable contra David, que era su yerno y el
vasallo más fiel que tenía en todo su reino. Solamente
le habla del oue. a nuestras cortas luces, carecía un pe-
cado ligero. Pero Dios, oue ve las cosas como son en sí.
vió en la desobediencia de Saúl un orgullo insoportable,
con que de propósito deliberado prefirió su propia vo-
luntad a la de Dios, oue le fué declarada expresamente por
boca de un Profeta. Y este pecado fué castigado con otros,
Que las circunstancias hicieron mucho más enormes y te-
rribles. Todo lo cual debe servirnos de escarmiento y de

aviso". Lo que debe servirnos de aviso a todos los que
134
ANGUSTIA DK SAUL

el progreso de la humanidad, es que


anhelamos episodios
como de
el que tratamos, revelan claramente el enorme
mal que puede causar una religión que se pretende reve-
lada y que en nombre de su sanguinario y troglodita dios
enseña tales inmoralidades. No es posible que ciudadanos
de este siglo de las luces, nos inclinemos ciegamente ante
la? atrasadas concepciones que se forjaban de la
divini-

dad, fanáticos israelitas de treinta siglos atrás. Ense-


ñemos a la juventud que es virtud el desobedecer a un
dios o a una entidad cualquiera cuando en .su nombre
delictuosos
se nos exije que cometamos crimenes o actos
que rechaza nuestra conciencia moral; enseñémosle cue
nunca subordine su razón a la fe, y que al mal .sepa lla-
marle mal, doquiera se le encuentre, aunque iglesias, li-
bros sagrados o entidades eclesiásticas le den opuesta
denominación.
993. S'' Ahora sn cuanto a la historicidad del epi-
sodio de la pitonisa de Endor, podemos decir con Loisy,
que se trata de "un relato legendario, aunque instructivo,
porque de él resulta que si la necromancía fué desde tem-
prano condenada en nombre de Yahvé, se continuó cre-
yendo en ella y practicándola" (Reí. d'Isr., p. 74, n. 1).
Se ha buscado con esta narración justificar la gran derrota
que los filisteos infligieron a los israelitas en Gilboa.
donde pereció el primer rey de éstos, —hecho inexplica-
ble para la piedad hebrea, que no podía comprender
cómo
su dios Yahvé, general en jefe del ejército ds Israel, per-
mitió tan gran desastre. y a—la vez se aprovechó nue-
vamente esta oportunidad para humillar al monarca ante
el profeta, finalidad a cue tendía el relato
ya estudiado
de í Sam. 19, 7.9-¿í (§ 830, 838). Por eso se nos pinta al
valiente Saúl, temeroso como un jefe novicio, asustado
porque iba a tener que pelear contra los' filisteos, (v. 5),

—cuando había combatido contra ellos en repetidas oca-


que
siones, con completo éxito,— y pronunciando palabras
porque
disuenan en sus labios: ''Estou mmi (nujustaulo.
Jos fülsijns »u- haroi Ja f/uerra" (v. 5). En
cuanto a que
esa angustia fuera porque Yahvé no contestaba a sus
pregunta.-, también es una razón sin mayor valor, porque
LAS (ONSULTAS DE SAUL A YAHVE 135

a un rey como aquel, que había exterminado ain piedad


a casi un centenar de sacerdotes de Yahvé de un solo
santuario, no le habría faltado algún otro sacerdote que
hubiera manejado el éfod o el urim y el tummim, y le
hubiera dado una respuesta de acuerdo con sus deseos.
No -se nos dice Q,ue el éfod' que se llevó Abiatar (23, 6j
fuera el único existente, o que fuese irremplazable por
;

el contrario, la mención que se hace en nuestro v. 6 de


que Yahvé no le respondió a Saúl por el urim, máquina
adivinatoria relacionada con el éfod, muestra que ese rey
no carecía de los instrumentos sagrados por los cuales
se revelaba el dios nacional. Barde, ortodoxo a la antigua,
que sólo entendía que el éfod fuera un traje del servicio
ritual y no una estatua de Yahvé o máquina para adi-
vinar, escribe: "Como el urim y el tummim se relaciona-
ban directamente al pectoral, por lo tanto al éfod, -sólo
el sumo sacerdote podía recurrir a él. Ahora bien, en -

este momento de la historia de Saúl, el éfod se hallaba


en el campo de David, adonde lo había llevado Abiatar
después de la matanza de los sacerdotes de Nob. ¿Cómo,
pues, pudo Saúl servirse de él? Dada» sus costumbres
autoritarias, no es imposible que también esta vez se hu-
biera inmiscuido en los asuntos del cuito y que hubiera
hecho TEJER un éfod nuevo, en cierto modo, para sií
servicio. Quizás también el sacerdote Sadoc se hubiese
prestado a hacer esa consulta para él" (p. 190, 191). De
modo pues, que la ortodoxia reconoce que "dadas las cos-
tumbres autoritarias de Saúl", nada le hubiera impedido
a éste hacer fabricar un nuevo éfod (suponiendo que
sólo existiera el que tenía Abiatar), y .si no hubiera dis-
puesto de Sadoc, sacerdotes no le hubiesen faltado para
realizar la consulta deseada. Y que la respuesta del dios
le hubiera sido completamente favorable, después del ru-
do escarmiento de Nob, nos lo comprueba el ejemplo del
rey Acab, que antes de emprender una campaña contra
los sirios para conquistar a Ramot en Galaad, por consejo
de su aliado Josafat, rey de Judá, consultó el oráculo de
Yahvé, y para ello juntó a 400 profetas de la corte, quie-
nes todos sin discrepancia, de acuerdo con lo que Acab
136 l,()S MENSAJES ESPIRITLSTAS

ya tenía resuelto, le contestaron que marchara tranquilo


contra esa ciudad, pues Yahvé se la entregaria. Y uno
que no formaba parte de aquel cuerpo de profetas ofi-
ciales, que se permitió opinar de distinto modo, fué me-
tido en un calabozo, a pan y agua (I Rey. 22, l-;2J). En
resumen, pues, el célebre episodio de la pitonisa de En-
dor tiene todos los caracteres de una leyenda, a la que
probablemente se le dio forma escrita en algún medio de
los profetas.
994. 9" Como todo
misterioso es atrayente, y co-
io

mo las evocaciones de los muertos no sólo constituían

una práctica generalizada en los pueblos de la antigüe-


dad, sino que además son aun hoy corrientes en las reu-
niones de espiritistas, pudiera ocurrir que algunos de
nuestros jóvenes lectores, movidos de natural curiosidad,
quisieran también experimentar lo que hay de cierto en
tales apariciones. Para ellos van, ''pues, dirigidas las ob-
servaciones que damos a continuación, extractadas de
una obra publicada después de la Gran Guerra, y tradu-
cida al francés con el titulo de *'Au seuii de Tinvisible".
Su autor, Sir Guillermo Barrett, distinguido físico inglés,
fué profesor en la universidad de Dublín durante 37 años
contribuyó a fundar en 1882, la Sociedad inglesa de In-
vestigaciones Psíquicas, y ha resumido en el citado libro
su experiencia de m.edio siglo sobre esa clase de apasio-
nantes y discutidos temas. Conviene agregar que Barrett
es cristiano, y que en febrero de 1923, en el prefacio de
su libro, declara que está convencido por completo que
la ciencia psíquica ha probado experimentalmente la exis-
tencia de una entidad trascendente e inmaterial, de un
alma en el hombre y que del mismo modo ella ha estable-
;

cido la existencia de un mundo espiritual e invisible de


seres vivos e inteligentes que pueden comunicarse con nos-
otros cuando la ocasión favorable «e presenta. Añade,
además, que a despecho de muchas ilusiones, simulacio-
nes y otros engaños, hay una multitud creciente de prue-
bas que convergen en favor de la supervivencia del

hombre después de la muerte. ^Veamos ahora, algunos
EXPERIENCIAS ESPIRITISTAS DE W. CROOKES 137

de los datos y observaciones de Barrett, en su menciona-


do libro.
995. I. — No debemos dejarnos extraviar por la no-
ción común y tonta que que viene de
es verídico todo lo
lo invisible. Los mensajes recibidos vienen a menudo de
!a .subconsciencia del niédium y son invariabíemente in-
fluenciados por ella (p. 45).
996. II. — De numerosas
sesiones con médiumes pri-
vados o profesionales, a las que he asistido, -saco en con-
secuencia que la mayor parte de los resultados obtenidos
carecen de valor. La obscuridad total en que se realiza-
ban, no permitía ninguna conclusión seria, pues la más
vulgar superchería podría explicarlo todo. Sin embargo,
algunos casos, que deben ser considerados como excepcio-
nes, ofrecen a mi juicio, la prueba irrefutable de los llama-
dos fenómenos psíquicos del espiritismo, tales como movi- :

mientos de objetos sin contacto, golpes repetidos u otros


que denotan una inteligencia invisible, y para los cuales no
hay otra explicación normal. Estos fenómenos, que Myers
propuso llamarlos de telequinesia, no presentan por sí
mismos prueba alguna de la supervivencia después de la
muerte. No tienen ningún sentido y son, en general, gro-
tescos. Se tiene la prueba, a veces dudosa, que se trata
de otra personalidad distinta de la del médium, cuando
se examina el contenido de uno de esos mensajes trasmi-
tidos telequinéticamente (p. 48).
997. III. —
Las experiencias realizadas por el céle-
bre físico, Sir William Crookes, en su laboratorio y en
condiciones de absoluto rigor científico, lo llevaron a afir-
mar la existencia de los siguientes fenómenos, inexpli-
cables por causas conocidas:

A. Golpes y ruidos de percusión de intensidad va-
riable, que parecían producidos por un operador invisible
e inteligente.
B. —
^Desplazamiento de cuerpos pequeños y livianos,
o grandes y pesados, sin razón visible y sin contacto de
seres humanos.
C. —
Alteración de peso de los cuerpos.
D. —
Alzamiento de un cuerpo pesado .sin contacto.
138 Kíj MEDIUM Y LA ,VU).\ SUBOONSCIENTE

Vió tres veces, en plena luz, al médium Home levantado


encima del suelo sin CtUe nadie lo tocara.
E. —
Instrumentos de música que son tocados sin in-
tervención iiumana y en condiciones que excluyen toda
explicación normal.
F. —
Apar'ciones luminosas. Afirma haber visto más
de una vez en condiciones que excluían todo fraude, apa-
recer una nube luminosa, que condensándose, formaba una
mano perfectamente hecha, que se desvanecía al cabo de
un momento.
G. —
Mensajes inteligentes escritos por manos invi-
sibles. (Escritura directa).
H. — Manejar carbones encendidos, e introducir ma- la
no en fuego
el menor quemadura.
sin la
I — Aparición de formas y de figuras de fantasmas,
que han podido ser fotografiadas, con luz eléctrica.
Todos estos fenómenos han sido ate.^tiguados tam-
bién en diversas partes, por otros investigadores (p. 60).
998. IV. —
La Sra. Sidgwick que hizo un profundo
estudio de la "fotografía de los espíritus", llegó a la con-
clusión que ías pretendidas imágenes en la placa fotográ-
fica, de p-ersonas difuntas, eran o deliberadamente frau-
dulentas o susceptibles de explicación normal (p. 82).
999. —
V. La producción de e'sos fenómenos psíquicos
parece inseparable de un organismo vivo llamado médium,
o medio, según la Academia Española (p. 103). Fuera de
que la generalidad de los médiumes son impostores, y que,
por lo tanto, son fraudulentas las manifestaciones que

producen, -pues la tendencia natural del médium es la
de no contrariar a sus consultantes, de donde la tentación
de reemplazar el fenómeno verdadero por el falso (p.
193), por lo que sus pretendidas comunicaciones quedan
así reducidas a hábiles juegos de prestidigitación, como
de ello da Barrett. en su obra, numerosos testimonios. —
tenemos que, según él mismo confiesa, "la inteligiencia
que se manifiesta en esos fenómenos suele ser una sim-
ple reflexión del espíritu del' médium" (p. 98). Induda-
blemente lo que confiere el poder mediúmmico* es un es-
tado psíquico particular; pero nada .sabemos de su na-
LAS APAKICIOXES DE IX>S MUERTOS 139

turaleza, y nuestra ignorancia arruina a menudo nuestras


experiencias o compromete sus resultados. El estado psi-
cológico de los asistentes a una sesión (espiritista), reac-
ciona muy probablemente sobre el médium (p. 105). La
mediumnidad* depende de de la vida subcons-
la acción
ciente, debiendo ser más o menos pasiva su conciencia
norma! La falta de dominio consciente de su pensamien-
to y de sus acciones es lo que vuelve al médium (tan sen-
sible a la influencia de la sugestión hostil de los asisten-
tes. Un médium, en efecto, es esencialmente sugestiona-
ble y puede ser la víctima inconsciente y no el promotor
reflexivo de un fraude, que es el pensamiento dominante
de los investigadores escépticos, convencidos de la trapa-
cería ide todos los médiumes. Un médium debe ser trata-
do como un aparato de experimentación muy delicado
(p. 107).
1000. VI. —
Todos los fenómenos psíquicos implican
la acción más o menos grande de una parte inconsciente
de nuestra personalidad del yo oculto que, en el médium,
surge en el instante en que desaparecen la conciencia nor-
mal y la fiscalización (le contr^^le) de sí propio (p. 106).
Muy a menudo pasa el médium por ser el intermediario
entre el mundo de los espíritus y el nuestro, cuando mu-
chas de las pretendidas comunicaciones espiritistas no son
sino la inconsciente revelación de los propios pensamien-
tos del médium, o de su memoria latente o de su "yo sub-
liminal", término este último, con el cual Myers designa
el yo subconsciente (p, 108).
1001. VIL — La teoría subjetiva de
las apariciones de
los muertos, que considera éstas como imágenes proyec-
tadas por el espíritu del que das percibe, no tiene nada de
imposible, puesto que todos los objetos que vemos, son fan^
tasmas proyectados por nuestro espíritu en el mundo ex-
terior. Cüerto es que tales fantasmas provienen de las imá-
genes reales sobre la retina; pero éstas no son más ver-
daderas que nuestra propia imagen vista en un espejo. Si
pues, la impresión, en vez de hacerse sobre ciertas células
del cerebro por las fibras del nervio óptico, se realiza di-
rectamente .sobre esas mismas células por un impacto te-
140 LOS ESTIGMAS DE LOS MISTICOS

lepáticü, puede suponerse que habrá reacción visual y que


nuestro espíritu proyectará la imagen correspondiente en
el espacio exterior. Esto no es mera hipótesis. Repetidas
experiencias de telepatía han demostrado que pueden per-
cibirse apariciones de personas lejanas que deseaban men-
talmente hacer conocer su presencia. El señor S. H. Beard,
miembro de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, logró
en diferentes ocasiones, por esíuerzo de su voluntad, hacer
aparecer a tres millas de distancia isu fantasma, a perso-
nas ignorantes de su proyecto. Parecía tan real y tan só-
lido dicho fantasma, que quien lo percibió, creyó ver al
mismo señor Beard entrar de repente en la pieza. Otra
vez esa imagen fué vista simultáneamente por dos perso-
nas (p. 125, 126).
1002 VIII. —
El pensamiento puede, a veces, obrar
directamente sobre otro espíritu, y producir en él no sólo
impresiones visuales y auditivas, sino hasta cambios fisio-
lógicos. Barrett declara haber sido testigo de que por la su-
gestión mental se produjeran en el cuerpo de un sujeto
hipnotizado, cicatrices rojas y quemaduras dolorosas. Es
el caso, dice,de los estigmas o marcas producidas en el
cuerpo de ciertos místicos, y que corresponden a las he-
ridas del Salvador crucificado. Son casos estos de auto-
sugestión inconsciente debidos a la intensa mirada, llena
de adoración que el extático dirigía a la imagen sangrienta
del crucifijo (p. 127, 128).
1003. IX. —Tocante a las comunicaciones provenien-
tes de médiumes de diferentes países, sobre la naturaleza
y las condiciones de vida de los espíritus, resulta a menudo
que tales descripciones no son sino el reflejo de las lecturas
o de las opiniones del médium, y por consiguiente, el pro-
ducto de su memoria o de sus opiniones subconscientes.
Esto es evidente cuando se entrega a disertaciones cien-
tíficas o filosóficas; en general traicionan las aserciones
grotescas de un espíritu ignorante (p. 149, 150).
1004. X. —
Se emplea el vocablo clarividencia para
expresar la percepción trascendente de acciones a distan-
cia o de objetos materiales ocultos, así como la visión
trascendental de seres pertenecientes a otro plan de axis-
MENSAJES FRAUDULENTOS DE ULTRATl'MBA 141

tencia. La Sra. Sidgwick, en una monogi'afía que publicó


en 1915, en la Que estudia la psicologíade los médiumes
en estado hipnótico, o sea, la psicología "de la transe"
en la que trata especialmente de los fenómenos produci-
dos por la médium Sra. Piper, admite que ésta llega a
ciertos conocimientos por medios extranormales; pero
concluye que "la tranise", en esa señora y en otros mé-
diumes, "es probablemente un estado de auto-hipnosis,
en el cual ella personifica a diferentes individuos, ya
consciente y deliberadamente, ya inconscientemente, cre-
yéndose la persona representada". Barrett estima en gran
parte justificadas las referidas conclusiones de la Sra.
Sidgwick, las que explican muchas anomalías perturba-
doras, aserciones falsas y personificaciones absurdas en
las comunicaciones obtenidas en el estado hipnótico (de
transe). E. Sargent en La base scientifique du spiritisme
(p. 341), expresa que se han aceptado como emanando
de grandes pensadores, mensajes que violan todas las
reglas del buen sentido y de la lógica (p. 192). En 1899,
en una sesión con la Sra. Piper, se obtuvo una comuni-
cación de Moisés. Éste predijo que próximamente ha-
brían largas y sangrientas guerras, después de las cua-
les vendría la edad de oro. Rusia y Francia combatiríais
juntas contra Inglaterra y América, y Alemania no to-
maría parte seria en esa lucha. Moisés profirió además
muchas otras tonterías por el estilo. Otra vez, le tocó
el turno a Walter Scott, quien dijo al Dr. Hodgson que
para saber lo que pasa en Marte, era menester llamarlo,
pues había visitado todos los planetas. Se le preguntó
entonces si había visto algún planeta que estuviera más
alejado que Saturno, y el pretendido W. Scott contestó:
"¡¡Mercurio!!". —
Más cómico es el caso del Dr. Stanley
Hall quien en una sesión con la citada Sra. Piper, pre-i
guntó si su sobrina Bessie Beals podía comunicar. Ésta
se apresuró a venir y dijo muchas cosas en diferentes
sesiones. ¡Por d&sgracia para la verdad de las comunica-
ciones espiritistas, Bessie Beals nunca había existido!
(p. 183).
1005. XL —Una de las cosas más irritantes de esas
142 Plilí^GUXTAS RAZONABLES DE BAIIKET.T

comunicaciones es la simulación bastante frecuente ele


los grandes personajes de la historia. Es tan flagrante
lo absurdo de ellas que sólo los ignorantes se engañan;
pero aun con médiumes honestos, esos caprichos del sub-
liminal o subconsciente se añaden a menudo a las per-
plejidades del experimentador y a la-s burlas del escépti-
co (p. 194). — ser ciertas las comunicaciones con falle-
cidos personajes históricos de distintas épocas, tendría-
moo que los espíritus de ultratumba dominan todos los
idiomas, puesto que se revelan en el lenguaje propio
cada consultante.
1006. XII. —Barrett se pregunta: ¿Por qué los co-
municantes invisibles tienen tan poca conciencia de sUS
otros amigos terrestres, fuera del estrecho círculo de los
concurrentes a una sesión ? ¿ Por qué de los grandes hom-
bres y mujeres, de las ipersonas más .santas que vivieron
en la tierra, no recibimos mensajes que soporten la crí-
tica? ¿Por qué no se nos describe clara y coherentemente
el círculo y las ocupaciones de los que rodean a los que
han pasado al otro mundo? ¿Por qué no se nos da la
entera revelación del mundo espiritual, pues lo que nos
llega es tan incompleto y tan poco satisfactorio? (p. 186,
187). Las engañifas referidas en los dO'S párrafos ante-
riores ¿no nos darían la clave de todas esas interroga-
ciones?
1007. XIII — Recordemos que el médium hipnotiza-
do está en estado anormal, y es ese debilitamiento del
dominio de sí y del sentimiento de la responsabilidad, lo
que para mí, dice Barrett, constituye el verdadero peli-
gro del espiritismo. Por eso deberá el novicio avanzar
con prudencia, y aun las gentes bien equilibradas debe-
rán velar sus pasos, y las personas de temperamento de-
masiado emocional deberán abstenerse de tratar este te-
ma, porque su fascinación es como la de la luz para las
mariposas atrae y quema a los tontos, los crédulos y des-
:

equilibrados (p. 195).


1008. —
XIV. La mejor condición para obtener tes-
timonios con un buen médium es la .simpatía, unida al
sentido crítico: la desconfianza es fatal para el éxito.
ÍjA MUERTF5 DE SAFL 143

"La fe, decía Massey, es una de las condiciones de la


prueba la llave de la puerta que abre el mundo invisible"
(p. 198).
1009. —
XV. Concluir, como suele hacerse a menudo,
que comunicaciones espiritistas nos enseñan la inmor-
las
talidad del alma, es, a mi entender, un error de los más
perniciosos. Ellas nos muestran que la vida puede exis-
tir en lo invisible, pero la existencia de una vida después
de la muerte no supone necesariamente la inmortalidad,
- es decir, la persistencia eterna de nuestra personalidad,
ni tampoco prueba que la supervivencia se extienda a to-
dos (p. 214).
1010. 10' Hasta aquí lo que nos en'Seña Barrett,
cu.yas conclusiones disiparán quizás más de una ilusión.
Volviendo ahora al episodio de la evocación de Sa-
muel, y como corolario del mismo, en el cual este' pro-
feta anuncia que al día siguiente Saúl y .sus hijos se
reunirían con él en el sheol, y que Yahvé entregaría el
ejército de Israel en manos de los filisteos, —
tenemos el
relato del cap. 31 en que aparecen cumplidas todas esas
predicciones. Muertos los tres hijos de Saúl, Jonatán,
Melquisúa y Abinadab (a este último se le llama Isuí o
Yischví, (1) "hombre de Yahvé", en 14, 4.9, y recuérde-'
se que había un Abinadab hermano segundo de David,
16, 8), Saúl es herido en las caderas por los flecheros
enemigO'S (según el texto reconstituido por Dhorme), y
viendo cue no podía escapar, se suicida antes que caer eri
manos de los filisteos. Éstos le cortaron la cabeza, lo
despojaron de sus armas que, como trofeo, colocaron en
el templo de Astarté, y colgaron su cuerpo y los de susr
hijos en el muro de la ciudad cananea de Bethsán. Ha-
biendo oído los habitantes de Jabés en Galaad lo que ha-
- bían hecho los filisteos, se apresuraron a rescatar de no-
che aquellos cuatro cadáveres de sus compatriotas y con-
duciéndolos a su ciudad, los quemaron allí, y los huesos
calcinados los enterraron debajo de un tamarindo, si-
guiendo la costumbre de sepultar los restos de las per-

(1) Desnoyere cree Que Ylshví sea Isbaal (II, p. 148, n. 3).
144 LA dehrota de CíLLBOA

ñonalidades hebreas, bajo grandes árboles, generalmen-


te de carácter sagrado. Nota Dhorme que "este pasaje
es el único en toda la Biblia, en que se menciona la inci-
neración como medio de rendir los últimos honores a un
muerto. Esta práctica chocó al redactor de Crónicas^
quien suprimió esa frase" en el pasaje paralelo de I Crón.
10, 1:2. Luego los de Jabés ayunaron siete días en se-
ñal de duelo, pues el ayuno formaba parte de los ritos
funerarios de los pueblos de la antigüedad, como los ba-
bilonios y los egipcios. En resumen, la batalla de Gilboa
fué uno de los mayores desastres sufridos por el puelDlo
de Lsrael, la mayor parte del cual cayó nuevamente en
poder del enemigo tradicional, quedando así comprobada
en este caso, la impotencia de Yahvé ante los dioses fi-
listeos. El yahvismo posterior trató de paliar esta des-
agradable consecuencia para la religión nacional, atribu-
yendo la derrota a un castigo infligido por Yahvé al pri-
mer monarca israelita, por no haber sido tan bárbaro
como él (§ 992) y por haber acudido en consulta a la pi-
tonisa de Endor (§ 993). No se ha pensado en lo pobre
de esa defensa, pues si Saúl pecó contra Yahvé, natu-
ral es que éste lo corrigiera o castigara por sus culpas;
pero no que por ellas matara a sus hijos, uno de los
cuales, por lo menos, a saber, Jonatán, er"a fiel yahvista
(14, 6) y hombre adornado de las más bellas cualidades,
a estar al retrato que de él nos ha quedado en las pági-
nas bíblicas. Ni mucho menos tenía el porqué Yahvé ha-
ber entregado a todo Israel en manos de lo-s filisteos,
cuando la gran mayoría del pueblo era fiel a ese dios,
y nada tenía que ver con la conducta personal de Saúl.
Un ejemplo más, pues, tenemos aquí de la decantada jus-
ticia de Yahvé, ayudándonos a la vez este episodio a
comprender el carácter nacionalista del antiguo yahvis-
mo, el cual, lo mismo que las demás atrasadas religiones
de la época, establecía una estrecha solidaridad entre el
dios nacional y su pueblo, de modo que las faltas del mo-
narca o de una parte de la población, las expiaban todos
los habitantes del país.
1011. Con lo dicho queda terminada la historia
-rUlCIO DE PIBPENBRIXG SOBRE SAUL 145

de Saúl. Veamos ahora el juicio que sobre dicho rey


formula Piepenbring sobre Saúl, juicio que tanto des-
agrada a la ortodoxia de Westphal (p. 395). Atribuyen-
do este exégeta a los accesos de melancolía de Saúl
(c^ue más bien parecían accesos de demencia), sus per-
secuciones contra David, y la despiadada matanza de los
sacerdotes de Nob, —
a menos, dice, que sus sospechas
tocante a la connivencia de éstos con las intrigas de Da-
vid no hubieran sido fundadas, — le reconoce a aquel
desgraciado monarca entre sus méritos el haber forma-
do el primer ejército permanente de Israel, y su vida
sencilla y digna en tiempo de paz. Su corte estaba aun
exenta del deplorable sistema del harem, que introdujo
David y desarrolló Salomón extraordinariamente. En
cambio carecía del espíritu organizador que éstos dos
poseían en sumo grado. Era más soldado que administra-
dor, y no poseía el carácter amable y atrayente de Da-
vid. "Pero sobre éste se dirigía ante todo la atención de
los autores sagrados, escribe Piepenbring, porque para
ellos, era el rey según el corazón de Yahvé. Si tuviéra-
mos una biografía completa e imparcial de Saúl, éste se-
ría mucho más grande de lo que aparece en las breves y
tendenciosas indicaciones de nuestros relatos. Pero pa-
ra explicar teocráticamente la rápida caída de su dinas-
tía,se nos presenta falseado desde el principio tanto su
gobierno como su conducta. Se disminuyen sus méritO'S
o se les pasa en silencio, y hasta se le atribuyen faltas
que no cometió, sobre todo en 'SUs relaciones con Samuel.
Y embargo, por imperfectos e incompletos que sean
sin
los datos que poseemos, bastan para mostrar cue Saúl
fué digno de ocupar el trono, y que principalmente era
un valiente guerrero. Dc'sde la liberación de Jabés, que
emprendió espontáneamente y por puro patriotismo, has-
ta la lucha suprema en las alturas de Gilboa, donde su-
cumbió, nos aparece en todos los relatos bíblicos, como
un verdadero héroe, siempre dispuesto a sacrificarse pa-
ra rechazar a los enemigos de Israel. Y sus hijos eran
dignos de él; le secundaron poderosamente, y murieron
a su lado en defensa de la patria" (p, 134, 135).
CAPITULO XVII

David H.ey

DE JEFE DE BANDA A MONARCA- — 1012.


Gracias a la derrota de Gilboa, en la que estuvo a punto
de cooperar David contra los defensores de Israel, y en la
que perecieron Saúl y tres de sus hijos, le quedó expe-
dito el camino al condottiere de Siclag para realizar sus
ambiciosos sueñC'S de predominio político. Hombre hábil
e insinuante, David había tratado de irse conquistando
la adhesión de los jeques de la tribu de Judá, a quienes
les enviaba regalos de los despojos que hacía en sus in-
cursiones depredatorias* (I Sam. 30, 26-31). Por esto, y
además por ser él y su familia de esa tribu, y por su
unión con la rica viuda de Nabal, cue le había aportado
el apoyo del clan de los calebitas, David contaba con
gran número de partidarios en la región del Sur, cuyos
habitantes nunca habían visto con buenos ojos la pre-
ponderancia de un monarca benjamita. En consecuencia,
apenas supo la noticia del desastre de Gilboa, David, des-
pués de haber consultado a Yahvé, quien le respondió de
acuerdo con sus deseos, (1) abandonó a Siclag, donde era

(1) iCon respecto a esta mención de que si David se estableció


en Hebrón lo hizo para conformarse a la voluntad expresa de Yah-
vé, nota Baentsch que con esto el escritor bíblico pretendió aludir
a la naturaleza de la elevación de aquel ,guerrero al cargo de mo-
narca de Judá. Resulta así que David no lo obtuvo por derecho de
conquista, tsino por deci.sión del dios nacional; era, pues, de de-
recho divino. Esa alusión tendía a salvaguardar de toda obje-
ción o controversia posible, las pretensiones de la familia daví-
AUXKR KXTRONIZA A 18BAAL 147

vasallo del rey filisteo Aquis, y fue a instalarse con sus


dos mujeres, A'hinoam y Abigail, y con toda su gente, en
Hebrón, la antigua ciudad de los calebitas, donde •'vinie-
9on los hombres de Jiidá y ungiei'0)i dllí a Daiúd por rey
sobre la easa de Jndú" (II Sam. 2, i- i). Trata luego de
atraerse a los fieles partidarios de Saúl, los habitantes
de Jabó.3 de Galaad, a quienes felicita por la obra piado-
sa que habían hecho para con los restos de ese monarca,
y les pide lo reconozcan como sucesor de aquél (2, í''-r),
olvidando mencionarles que con ese fin ya había sido un-
gido mucho antes por Samuel (I Sam. 16, 7o). No .se nos
dice cuál fue la respuesta de los de Jabés pero sabemos,
;

en cambio, que el general Abner, tomando al último hijo


legítimo de Saúl, lo llevó a la Transjordania, y allí, en la
ciudad de Mahanaim, lo entronizó como sucesor de este
monarca y es probable lo proclamara también "ungido de
Yahvé''. El nuevo rey, que sólo gobernó en el centro y Norte
de Israel, se llamaba Isbaal o Ichbaal "hombre de Baal",
es decir, "adorador de Baal" (I Crón. 8, o.v), nombre que
los escrúpulos yahvistas del redactor transformaron en
Isboseth (II Sam. 2, 6'). por las razones ya indicadas,
(§ 618). dejándolo así convertido en la ridicula expre-
sión de "hombre de la vergüenza". Hubo pues, a la muer-
te de Saúl y durante un largo período de tiempo, dos re-
yes en Israel: uno Isbaal, que residía con su corte en
Mahanaim; y otro, David, que reinaba sobre la tribu de
Judá y tenía por capital a Hebrón, aunque, como en Si-
clag, continuaba siendo vasallo de lots filisteos. Esto úl-
timo, bien que no lo confiese claramente el Libro sagrado,
— pues le resultaba chocante al yahvismo que el ungido
por mandato de Yahvé estuviera convertido en un "rey
filisteo", o sea, fuera un simple subordinado de lo-s idó-
latras enemigos de su pueblo, —
se desprende del contex-

dica al pod«r real en Judá, del mismo modo que las tradiciones
patriarcales tienden a derecho que tenia Israel de
justificar el
poseer el país de Canaán, puesto que Yahvé había prometido so-
lemnemente a los antecesores del pueblo que esa posesión sería el
patrimonio de sus descendientes (p. 148).
148 DURACION DEL |REINADO DE WSBAAL

to general del relato y de algunos textos como II Sam. 5,


17, y es aceptado por escritores como Piepenbring, Des-
noyers (II, p. 148, n. 1) y Lods (p. 417). El primero de
estos autores escribe al respecto: "Parece que David
continuó bajo la dependencia de los filisteos, pues nada
indica que sacudiera es« yugo, mientras residió en Hebrón.
No se produjo hostilidad alguna contra él de parte de los
filisteos, durante ese tiempo. Quizás éstos lo ayudaron a
-subir al trono, para contrarrestar a la casa de Saúl, que
siempre les había hecho la guerra. Llevando la división
al seno del pueblo de Israel, estaban seguros de debilitarlo,
de no tener que temer sus ataques, y aun de conservar la
alta dirección de -sus destinos" (p. 140).
1013. Estos dos reinos paralelos, que vivieron en
perpetua guerra (2, 12-31; 3, /), duraron el mismo tiempo,
o sea, siete años y medio (2, 7/; 5, 5), pues comenzaron
a la vez, con motivo de la muerte "del ungido de Yahvé" (1,
14, Id; 2,1-í, 8, 9), y terminaron con el asesinato de Isbaal
(4, t!, 12; 5, 7-.V), que motivó el que David fuera reconocido
como rey único de todo Israel. Pero en 2, 70, se dice que
"Isbaal era de iO años cuando comenzó a reinar sobre Israel,
y que EEINÓ DOS AÑOS", lo que está en contradicción
con los datos expuesto-s. Para disimular esta oposición, su-
pone la ortodoxia que el texto del v. 10 quiere decir que Is-
baal reinó sólo dos años pacíficamente, y así, por su cuenta,
le agregó Pratt este adverbio en su traducción de dicho
versículo. "Por este medio, observa Scío, intentan ajusfar
muchos intérpretes esta difícil cronología". Desnoyers para
armonizar ese molesto v. 10 con los demás textos, supone
que Abner demoró cinco año-s y medio en reconquistar el
territorio de Saúl, para devolvérselo a Isbaal, por lo cual,
sólo reinó éste dos años (II, p. 150, n. 2). Pero debe recor-
darse que la dominación filistea' no se extendió a la Trans-
jordania, como lo prueba el hecho que los de Jabés no
fueron molestados y pudieron rescatar los cadáveres de
Saúl y sus hijos (I Sam. 31, 7, 11-13). Por eso Isbaal no
se estableció en Gabaa, la antigua capital de su padre,
sino en Mahanaim, ciudad de Galaad, de modo que su rei-
nado comenzó luego que Abner, con los restos de su ejér-
DISTINTAS TKADIOIOXES 149

cito, traspuso el Jordán, después de la batalla de Gilboa,


y ocupó dicha ciudad. Como expresa Piepenbring: "Hu-
biera sido imprudente por parte de los íilisteos, abuear d^l
éxito. Si el ejército israelita habla sido derrotado y en
parte destruido, en cambio el pueblo hebreo tenía ya con-
ciencia de su fuerza y había aprendido el oficio de las ar-
mas por las luchas a que había debido entregarse contra
sus poderosos vecinos del Sudoeste" (p. 138).
1014. "Es evidente, nota además Dhorme, que Is-
baal no podía tener 40 años al principio de su reinado, lo
Que supondría que David tuviera por lo menos 60. La fecha
no puede concillarse con 5, / (donde se afirma que David
era de 30 años cuando comenzó a reinar)". En efecto si Is-
baal hubiera tenido esa edad habría ido^a la guerra con su
padre y sus otros hermanos; en cambio hace suponer que
era sólo un jovencito (Lods, p. 417), el mismo lenguaje
del texto: "Ahney lo tomó, lo hizo pasar a Mahanaim, LO
HIZO REY" (II Sam. 2, 8, 9) y la manera áspera como lo
trata dicho general cuando Isbaal le reprocha haberse uni-
do con Rizpa, la concubina de Saúl, a tal punto, que se
agrega: 'Y fl no pudo responder a Abner por el temor que l&
tenía '
(3, 11). Estas primeras páginas del II libro de
Samuel encierran también algunos otros datos que acu-
san distintas tradiciones, que no concuerdan, a despecho
de haber sido todos sus autores inspirados por el mismo
Espíritu Santo. Así en el relato de la batalla de Gilboa
(I Sam. 31) se dice que murieron allí tres hijos de Saúl:
Jonatán, Abinadab y Melquisúa, y que Saúl se suicidó
arrojándose sobre su espada, porque su paje no quiso
obedecerlo cuando le pidió que lo matara. En cambio, en
el relato de II Sam. 1, 1-16, el fugitivo que le lleva la noti-
cia del desastre a David, menciona sólo la muerte de
Saúl y Jonatán, y en la endecha que sigue, se lamenta
a éstC'S dos únicamente. Además ese mensajero resulta
ser el matador de Saúl, en contra de lo expuesto anterior-
mente. La ortodoxia explica esta última contradicción di-
ciendo que el fugitivo le mintió a David, creyendo que
sería recompensado por éste, a causa de ese hecho. Pero,
como dice Reuss con razón, "tal no puede haber sido el
150 EL,' ASKSIXATO DE .\JiNER

punto de vksla del narrador, que dice explícitamente que


David mandó matar a ese individuo, no porque había
mentido, sino porque había alzado su mano homicida so-
bre una persona sagrada. Además el joven aquel, al lle-
var las señales de duelo (rasgados lo<& vestidos y tierra
sobre la cabeza, v. 2), no pudo, como se pretende, que-
rer gloriarse y hacerse un mérito de un acto que no
hubiera cometido. (Consideramos, pues, este relato como
habiendo pertenecido primitivamente a una historia de
David, mientras que el otro fué sacado de una historia
de Saúl". L. Gautier observa igualmente que este cap. 1
contiene detalles inconciliables con la versión yahvi-sta,
dada en el capítulo precedente, sobre la muerte de Saúl
(I, p. 268). Y el mismo Desnoyers opina que "las diferen-

cias muy marcadas entfe el relato del fugitivo amalecita


y el de I Sam. 31, '-7, se explicarían quizás mejor por
una doble tradición o por dots relatos de origen diverso"
(II, 134, n. 1).
1015. También encontramos divergencias en el re-
lato del homicidio perpetrado contra Abner. Éste había
ido a Hebrón, con el fin de hacerle conocer a David las
negociaciones que había entablado con los ancianos de
Israel, para destronar a Isbaal y para que todos acepta-
ran a aquél como único rey del país, y a la vez le había
traído a David su primera mujer Mical, en virtud de
que éste había puesto como condición expresa para ce-
lebrar un pacto con él, que se le devolviera esa hija de
Saúl (1). Al recuperar así su primer esposa, venía Da-
vid a tener mayores derechos al trono de Israel, en su
carácter de yerno del fallecido rey. Con ese motivo, Da-
vid dió un banquete a Abner y a sus acompañantes, del

(1) mismo haya


Baeiitsch considera inverosímil que Isbaal
ordenado que se enviara su hermana Mical a David, y sobre
todo que previamente haya disuelto el matrimonio de ésta con
Paltiel. Opina aquel escritor que es probable que David hubiera
tomado a Mical por esposa, simplemente por motivos políticos,
sin solicitar la autorización de los parientes, y sólo después de
haber posoído el reino de Saúl (p. 166).
EL ASESINATO DE LSBAAL 151

cual no participó su sobrino Joab, quien, como principal


capitán que era de su mencionado tío, andaba haciendo
correrías entre las poblaciones del Sur, —
lo que nO'S
prueba que David, en Hebrón, continuaba viviendo del
merodeo y del pillaje, lo mismo que cuando estaba en Si-
clag (II Sam. 3. 12-22; I Sam. 27, n, ¡>). Pero apenas se
había retirado Abner, para regresar a su casa, cuando
llega Joab con un considerable botín, fruto de sus recien-
tes depredaciones, y al enterarse de la venida de dicho
general enemigo, luego de increpar a su tío David por
haberlo recibido con tantos agasa.ios, sale presurosamen-
te tra'S aquél, a quien envía mensajeros que le digan que
vuelva, pues tenía que hablarle. Y cuando Abner confia-
damente regresa creyendo que se trataba de algo relativo
al entronizamiento de David en Israel, Joab lo asesina
alevosamente (3, 22-27). Sin embargo, casi a renglón se-
guido, se afirma que los matadores de Abner fueron Joab
y ABISAf (3. oO), lo que acusa o cue este versículo es
una interpolación, o que procede de otro documento. De
igual modo en la narración que sigue del asesinato de Is-
baal, hay un doble relato de ese hecho, con variantes, que
muestra también la inhabilidad del redactor al no fun-
dir en una sola narración armónica, los distintos materia-
les que utilizó en la composición del libro. He aquí esos
dos relatos del cap. 4:

.5 Recaí) y Baana, hijos ele 7 Y


entraron en la casa,
Rimón de Breroth, vinieron, cuando él estaba acostado en

y en lo más caluroso del día, su dormitorio, y le hirieron,


penetraron en la casa de Is- le mataron y le cortaron la

haal,cuando ésfe estaba acos- caheza. Luego tomaron la ca-


tado durmiendo la siesta. beza y marcharon toda la
6 Y entraron hasta el me- noche, por el camino del Va-
dio de la casa, como merca- no ( o del Araba).
deres de trigo, y le hirieron
en el vientre, y luego Recah
y SK hermano Baana huye-
ron.
152 LA IMPREOAqiOX DE DAA^ID CONTRA JOAB

1016. "Se ve, anota Reuss, que aquí se cuenta dos


veces el asesinato de Isbaal, y esta repetición no provie-
ne de negligencia de estilo, porque el segundo relato sólo
comienza cuando está completamente terminado el pri-
mero; y aun más. se puede decir que ambos difieren en
Los LXX tradujeron el v. 6 en esta forma:
los detalles".
"La portera que liabía estado ocupada en limpiar el tri-
go, se hahia dormido sorprendida por el sueño, y en-
.

tonces los dos liermaiios pudieron entrar sÍ7i ser' aper-


cibidos". Dhorme sigue igualmente en su traducción a
la V. A., evitando así la doble repetición del asesinato,
el cual, por consecuencia, sólo figura en el v.
7; pero
entonces la armonización buscada se obtiene a expensas
del original hebreo, a lo menos del texto que tenemos
y consideramos como original.
1017. Es también interesante notar la actitud de
David cuando se le comunica la noticia del asesinato de
Abner, a quien, como dijimO'S, pocas horas antes, le ha-
bía dado un banquete."!' cuando lo supo David, dijo:
¡Yo y mi reino somos para siempre inocentes, delante
de Yahvc, (l< la sangre de Ahner, Jiijo de Ner!'\ Y luego
prorrumpió en la siguiente imprecación contra el ase-
sino: "¡Caiga su sangre sobre la cabeza de Joah y sobre toda
la casa de su padre! ¡Qué siempre haya en la casa de Joab
quien padezca de gonorrea, o de lepra, hombres que manejen
el huso (afeminados, — otros traducen: tullidos o que
tengan que andar con muletas), o quienes caigan por
espada, o quienes se vean privados de pan!" (3, 28, 2.9).
Esta maldición expresa el deseo de que caigan cinco ca-
lamidades permanentes sobre Joab y sobre la casa de
SU PADRE, y como las palabras de maldición tenían
un poder incontrarrestable, ellas se cumplieron por lo
menC'S que sepamos, en cuanto a Joab, quien murió ase-
sinado por orden de Salomón (I. Rey. 2, 28-34), aunque
bien es cierto que David había tenido buen cuidado de
encargarle a este hijo, sucesor suyo, que no dejara ba-
jar en paz al sheol las canas de Joab (I Rey. 2, 5, 6).
Es de notar que David en su maldición no pide que ella
recaiga sobre "la casa de LOS PADRES de Jtíab", por-
DAVID REY DE TODO ISRAEL 158

que Seruyá o Servia la madre de éste, era hermana de


David (I Crón. 2, 76), y por lo tanto podría recaer so-
bre él mismo aquella maldición. Con esa fórmula im-
precatoria David quería demostrar también que él no
había tenido participación alguna en aquel asesinato, lo
que confirmó rindiendo honores túnebres a Abner, con-
curriendo personalmete a su entierro, llorando ante el
sepulcro de éste, ayunando y componiendo una endecha
en su honor ^(vs. 31-39; § 1124). Pero si tan grande hu-
biera sido su dolor ante aquel crimen, sería dado esperar
que hubiese tomado enérgicas medidas contra el asesi-
no; mas no fué así: su reacción contra Joab se limitó
a obligarlo a participar de los ritos funerarios en honor
del ilustre muerto, y a maldecirlo, dejándole a Yahvé la
tarea de castigarlo, puesto que, "Yahvé ca el vengador
(le la sangre inocente'' (Sal. 9, 12). En el v. 39, el re-
dactor trata de justificar a David por no haber casti-
gado al criminal, haciéndole decir: aunque ungido rey,
soy débil, y aquellos hombres, los hijos de Seruyá, son
más fuertes que yo. ¡Castigue Yahvé al malhechor, con-
farme a su maldad!" Como observa Reuss: "Había que
tratar con miramientos a, personajes' tan importantes
por el ascendiente que tenían sobre la tropa, pensar en
su propio interés ,y por esta razón abandonar a Dios
el castigo del crimen".

1018. Muertos Ajbner e Isbaal, David pasa a ser


rey de todos los israelitas. Dos relatos con variantes,
narraban ese hecho, y han originado el comienzo del cap.
5, compuesto como observa Dhorme, por una serie de
parágrafos yuxtapuestos. Según la narración yahvista,
"/ TODAS LAS TRIBUS de Israel vinieron a David en
Hebrón y le hablaron así: "¡lie aquí que hueso tuyo y
carne tuya somos nosotros! 2 Ya. en otro tiempo, cuando
Saúl era nuestro rey, eras tú el (¡ue marchabas a la ca-
beza de Israel, y Yahvé le ha dicho: Téi- apacentarás a
mi pueblo Israel, y lú serás el caudillo de Israel". 3^ Y
el rey David hizo pacto con ellos en Tlebi^ón, delante de

Yahvé". Según el relato elohista son todos los ancianos
de Israel, —
con quienes había entablado negociaciones
154 LA MICTAPOKA "KL Bl EX PAvSTOR '

Abncr para que reconocieran como rey a David (3, l^-


J-'^J,
—-quienes " rinieron al rey rn ¡lebrón, y ungieron a
Dari'i por yaj snbrr Israel'' (5, V''. .'Icj. El relato de J
termina, pues, con un pacto, de acuerdo con 3, ¿7, que
pertenece a la misma fuente, mientras que el de E ter-
mina con la unción de David como rey. El pacto es cele-
brado delante de Yahvé, de modo que había en Hebrón
un santuario donde también existía alguna estatua de
Yahvé, pues el arca no estaba allí (6, .-V o de lo contra- ;

rio, esto probaria, como hemos dicho (§ 205, 206) que


cada santuario yahvista poseía su propia arca. Según el
V. 2, las tribus le habrían recordado a David en esa oca-
sión que Yahvé le había dicho: ''Tú apacentarás a mi
pueblo Israel, y lú strás eaudillo de Israel" (v. 2). Esa
promesa de Yahvé no consta en la Biblia; se alude qui-
zás a ella en I Sam. 25, -lO y en II Sam. 3, pero des- ;

pués del brillante reinado de David, no es extraño que


la leyenda multiplicara citas o casos que comprobaran
que éste era un predestinado de Yahvé para gobernar a
su pueblo. Conviene destacar también el verbo apacen-
tar o pastorear usado en ese v. 2, pues más adelante co-
rrientemente se le empleará en el cristianismo con igual
sentido figurado, como acción ejecutada por Jesús, a
quien se considerará como el binen pastor que apacienta
&US ovejas, o sea, a sus fieles. A ese respecto observa
Dhorme que éste y 7, /', "'Son los más antiguos pasajes
en que se usa apacentar con el sentido metafórico, que
después será muy frecuente en Jeremías y Ezequiel (cf
también Miq. 5, /). Es una metáfora completamente ba-
bilónica. Hammurabí en su Código, se llama ya "el pas-
tor", y es éste un título empleado a menudo como epí-
teto de los reyes". Como se ve, no deja de ser curioso, que
la conocida imagen que se pone en boca de Jesús: "Yo soy
el hiK n pastor" (Juan 10, 77, 14) sea de procedencia neta-
mente pagana.
1019. El autor de Crónicas, que siglos más tarde
copió casi literalmente esta parte de la historia de David
(5, l-lü), —
con excepción de los vs. 4 y 5, que son de
más baja época, - le agregó al final del v. 3: "conforme
FANTASIAS DEL AUTOR DE CROXICAS 155

a la palabra de Yalivé por conducto de Sumacr' (I Crón.


11, n), aludiendo así a la unción hecha por este profeta,
cuando David era simple pastorcillo (I Sam. 16), suceso
legendario que no se había vuelto a mencionar hasta

ahora. -Pero lo más interesante al respecto, e^s el detalle
que nos da el Cronista del número de soldados "que traían
escudo V Jama'', "hombrea fuertes y valerosos para la gue-
rra''o ''provistos de todos los pertrechos de (¡uerra",
que con todo orden marcial y repartidos en escuadrones,
''vinieron a David, en JJebrón. uara transferirle el reino
de Saúl, .^EOÚN LA ORDEN
DE YAnVÉ". Haremos
gracia al lector de esa enumeración bástele saber que era
:

en total un formidable ejército de 340.000 hombres el


que se congregó en Ja pequeña capital de Judá para ni'o-
clamar a David rey de todo Israel y agrega el novelista
;

sagrado: Todos estos guerreros E0RMAD08 EN


ORDEN DE BATALLA, vinieron con entero corazón a
Hehrón para establecer a David re)) sobre todo Israel; y
aun todo el resto de Israel concordemente quería que Da-
vid fuese hecho rey. 39 Y se estuvieron allí con David .

fres días, comiendo // bebiendo, porque sus hermanos Jes


hídúan prcjxirado provisiones. íO Y además, sus vecinos
¡(imbién, hasta Isacar, Zabulón y Neftalí, les traían pan
en asnos, en camellos, en mulos y en bueijcs, juntamente
con vitualla de harina, tortas de higos, ¡¡asas de uva,
vino, acíite. así como vacunos y
ovejas en abundancia,
porque reinaba la alegría en Israel (T Crón. 12, 23-40).
Tal es el cuadro de fantasía trazado por la imaginación
sacerdotal, ocho siglos después de ocurridos los sucesos
que se pretenden 'describir. Piénsese lo cue representa la
movilización de un ejército de 340.000 hombres, y los
problemas que suscita no solo 'SU transporte, sino su ubi-
cación y aprovisionamiento. Pero el novelista inspirado
todo lo resolvía fácilmente en el papiro o pergamino:
tres días aquella enorme muchedumbre come y bebe has-
ta la saciedad, porque sus hermanos no sólo les habían
preparado provisiones, sino que además se las aportaban
diariamente hasta desde el extremo Norte del país (la
156 FANTASIAS DEL AUTOR DE OROXIOAS

Galilea del tiempo de Jesús), que a lomo de muía, y a


paso de buey, debían demorar por aquellos senderos mon-
tañosos, quizás una semana en llegar a su destino en
el centro de Judá. casi en la extremidad meridional de
la Tómese la molestia el lector de ver el ma-
Palestina.
pa en tomo I, para comprender cuán increíble es el
el
relato que se nos da por obra divina, no sujeta a error.
1020. La antigua ortodoxia aceptaba sin vacilar to-
das estas enormidades; la moderna sin atreverse a decir
claramente oue nada de esto es histórico, porque enton-
ces dejaría de ser ortodoxia, pone tímidos reparos a la
credibilidad del antedicho relato: "Según es costumbre en
las Crónicas, escribe el abate Desnoyers, esas cifras son
muy elevadas; la suma de ellas alcanza a 339.800 y aún
no contiene para Isacar, más aue el número de los jefes
y no el de los guerreros, que no se da. Puede estarse
seguro que los jeques de Israel no vinieron sin acompa-
ñamiento a Hebrón. pues tal es el uso normal en Oriente,
como en todas partes; pero aunque en II Sam. 5, 1 se
diga Que "Jadas Jas tribus df Israel vinieron a David en
Hcbró»", se titubeará en pensar aue cerca de 400.000
hombres se movilizaron entonces. En todo caso, es con-
trario al texto (vs. 24, 38. 39) suponer, con Hummelauer,
que todos psos hombres hubieran i>odido venir por gru-
pos en muchos años" (II. 160, n. 1) — Compárense esos
números fantásticos con los que se dan en II Sam. 2,
.90, .S'/, pasaje, ^según el cual, en "una batalla muy re-
ñida" (v. 17) entre el ejército del Norte, al mando de
Abner, y el de Judá, al mando .de Joab, en la cual el
primero fué derrotado, el ejército vencido tuvo 360 muer-
tos y el vencedor, 20. "Estas cifi'as tan moderadas, es-
cribe Reuss, y por esto mismo tan dignas de confianza
ícf. II Crón. 13, v. 17), nos dan a la vez la medida de
la extensión de los movimientos militares y de las fuer-
zas disponibles, en la época de la monarauía israelita".
Todo esto nos irá haciendo comprender que la ortodoxia
se verá obligada a admitir cue hay varios Espíritus San-
tos, y aue el que in.spiró al autor de Crónicas debía ser
un E.^píritu Santo gascón o andaluz.
I OS FILISTEOS LUCHAN COXTRA DAVID 157

1021. Ya tenemos, pues, por fin a David rey de


todo Israel, y habrá que confesar que no poco trabajo
le costó a Yahvé cumplir la promesa que le había hecho

a ese predilecto hijo suyo, de hacerlo monarca de su


pueblo. Por eso el redactor de Crónicas elimina de su
relato ese largo período de •iete años y medio del reinado
de David en Hebrón, —
que tan poco habla de la inter-
vención del dios nacional en pro de "su ungido", y pasa —
directamente de la muerte 'de Saúl al reconocimiento so-
lemne de aquél como rey por parte de todo Israel, como
si no hubiera habido ardiente oposición de la mayoría
de los israelitas y prolongada lucha antes de arribar a
ese resultado (I Crón. final del cap. 10 y comienzo del
11). Cuando los filisteos tuvieron noticia de esa procla-
mación, se alarmaron y ''subieron en busca de David" (5,
17). o sea, quisieron apresarlo como rebelde, s-egún nota
Desnoyer?, lo cue prueba que como rey de Hebrón de-
pendía de aquéllos, pues nunca lo incomodaron mientras
su gobierno no excedió los límites de Judá. (1) El relato
de los vs. 17-25 habla de dos campañas de los filisteo-s
contra David, en las que aquéllos fueron completamente
derrotados, gracias a Yahvé; pero parece que se refiere
a la misma batalla narrada por dos autores diferentes,
siendo de E, los vs. 17-21 y de J, los v3. 22-25. En esta
última narración es cuando se revela la estrategia de
Yahvé, a quien se nos describe como hábil general, según
ya vimos anteriormente (§ 376). Lo probable es que no
--.e haya tratado de una ni de dos campañas contra los
filisteos, sino que, como dice Lods, "debió ser larga la
lucha, y consistir sobre todo en pequeños combates de
frontera, en los que se realizaron multitud de proezas in-
dividuales, y en los que los paladines de David, los "trein-
ta" y los "tres" derrotaron muchos gigantes (II Sam.

(1) ÍBaentsch cree, «in embargo, que las luchas de Da-


vid contra los filisteos deben haber comenzado siendo él todavía
rey de Judá, porque le parece inverosímil que aquéllos lo hu-
bieran dejado progresar tranquilamente mientras penetraba él
en la esfera de influencia de ellos (p. 145).
158 LA CONQUISTA DE UltíUSALIM

21, 13-22; 23. 9-17). La guerra se terminó no sólo con


la expulsión de los filisteos del territorio israelita, sino
con el abatimiento definitivo de su poderío" (p. 418).
Véase lo dicho al final de § 965.
1022. Según el redactor del cap. 5 del II Samuel,
las tres principales iniciativas de David, luego que éste
fué reconocido como rey de todos los israelitas, fueron
las siguientes: 1"^ conquistar a Urusalim, fuerte cananeo
considerado como inexpugnable, entonces en poder de los
jebuseos (vs. 6-9) 2" construirse un palacio con la coope-
;

ración de Hiram, rey fenicio de Tiro, en la plaza con-


quistada, a la que convirtió en capital de .su reino (vs.
11, 12); y 3" aumentar su harem (v. 13). Con respecto
a la primera de tesas iniciativas, creen hoy algunos auto-
res como Baentsch (p. 144, 145), que la tradición, acep-
tada por el narrador bíblico, ha alterado el orden crono-
lógico de los sucesos, de modo que en realidad la conquis-
ta de Jerusalem debe haber sido la última que realizó
David en Judá, puesto que un general como él, no hubie-
ra pensado en conquistar el reino del Norte, si no hubiese
ocupado previamente una plaza enemiga tan importante
como aquélla, que venía a quedar detrás de él. La ex-
plicación de este desplazamiento cronológico estaría en
el hecho de que siglos más tarde al ponerse por escrito
los sucesos de su historia, el recuerdo que de David con-
servaba la tradición no era el del reyezuelo de Judá, .sino
el del gran monarca del Israel unificado. Por esto, pues,
la conquista de Jerusalem no marca ya el coronamiento
de las conquistas judaítas* de David, sino la primer ha-
zaña gloriosa del nuevo rey de Israel, que quiere fundar
allí una capital digna de su nuevo reino. —
Ahora en lo
tocante a la tercer iniciativa referida de David, o sea,
la de aumentar su harem, recordemos que una de las
flaquezas de acuel ungido por Yahvé, de aquel monarca

"según el corazón de Yahvé", debilidad que tenía al
igual que otros reyes orientales, y que otros hombres
que ni son reyes, ni están en tan buenas relaciones como
él con aquel dios, —una de la^ flaquezas de David, repe-
timos, era la de agradarle con exceso las mujerevS. Ya le
UIj H.lliK>I DB DAVID 159

hemos conocido tres esposas: Mical, que le fué quitada


por su suegro; pero que recuperó a la muerte de éste y
de la que nunca tuvo descendencia (II Sam. 6, 23)
Ahinoam de Jezreel, ciudad del Sur de Judá, mujer que
tenía el mismo nombre que su primera suegra (I Sam.
14, 50); y Abigail, la viuda de Nabal (§ 947, 950). En
cuanto fué rey de Judá, aumentó su harem con Maaca,
hija de un soberano de Gesur, y con Haguit, Abital y
Egla: en total seis mujeres (prescindiendo de Mical, que
aun no la había recobrado), de cada una de las cuales
tuvo un hijo en Hebrón, pues la fecundidad de sus espo-
sas comenzó en cuanto se transformó él en monarca (II
Sam. 3, 2-5). Pero al llegar a ser rey de todo Israel, en-
tendió David que con el aumento de su reino, debía acre-
centar más aún su harem, por lo que nos dice el texto
sagrado que: ''12 habiendo reconocido David que Yahvé
lo confirmaba como rey de Israel, y que elevaba su reino,
a causa de su pueblo Israel, 13 TOMÓ DAVID UAH
CONCUBINAS Y MUJERES DE JERU SALEM, DES- .

PUÉS QUE VINO DE HEBRÓN y le nacieron a David


más hijos e hijas". (1) "Quiere expresar aquí el autor
esta idea, anota Reuss, que el lujo de la monarquía, que
entre otras cosas, se manifestaba también por el número
de las mujeres del harem, iba aumentando con los éxitos

de David". Éste no reparaba en medios para apropiarse
de las mujeres que apetecía su lascivia, como lo comprueba
el «iguiente episodio de su borrascosa vida, de que nos
informan los caps. 11 (y 12 de II Samuel.

LA MADRE DE SALOMON. — 1023. Una tarde


después de la siesta, paseándose David por el terrado o

il) Reuss une los ds vs. 12 y 13, como figuran arriba


en el texto; pero la generalidad de los traductores los separan, pa-
va que no haya relación de causa a efecto entre el primero y el

.segundo de esos versículos.


Segúnlos datos de la tradición recogidos por los escritores
bíblicos, David tuvo de sus numerosas mujeres, diez y siete hi-
jos, de los cuales once le nacieron en Jerusalem (II Sam. 5, 14).
160 DAVID MAXDA MATAR A I RIAS

la azotea de su palacio, vió que se estaba bañando Bet-


sabé o Batseba. bellísima mujer, hija de Eliam, casada
con el distinguido oficial hitita Urías, (II Sam. 23, 39),
quien formaba parte del ejército de Joab, que en esos
momentos sitiaba a Rabbath, la capital de loe ammoni-
tas. (Notemos de paso que en I. Crón. 3, se le da a
Batseba el nombre de Batsúa y se dice que era hija de
Amieí. palabra ésta que tiene las mismas letras e igual
significado que Eliam). Como buen déspota oriental, Da-
vid no refrena sus pasiones, y mandando buscarla, la
hace suya. Habiendo concebido Batseba, David hace ve-
nir a Urías, con el propósito de que éste uniéndose a
su mujer, no desconfiara más tarde del origen del hijo
que ella daría a luz. Pero Urías se niega a ir a su casa,
o bien porque para aquel guerrero, en época de lucha,
constituían tabú las relaciones sexuales, (§ 943), o bien
porque entendía simplemente que debía compartir las
privaciones de sus compañeros en campaña. No consi-
guiendo David realizar su insidioso plan, ni aun después
de haber embriagado a Urías, recurre al crimen para li-
brarse de aquel fiel soldado, que le resultaba un molesto
marido. Y como en el caso de Bellerofonte, que falsamen-
te acusado de haber querido seducir a Antía, debió llevar
al rey de Siria una carta que contenía su sentencia de
muerte (Ilíada VI, 166 y sig.), así David manda por Urías
a Joab, una carta en la que decía a este general: "Poned
-
a Urías al frente, en lo más recio del combate, y dejadlo
solo, para que sea herido y muera^' (v. 15). No podemos
afirmar si es o no cierto que David haya escrito e-sa carta
que se le atribuye, (que es la primel-a que se menciona
en el A. T.) pero es indudable que los sentimientos cri-
;

minales que ella revela, están muy de acuerdo con su con-


ducta pasada (§ 962, 963). Joab cumplió al pie de la letra
las órdenes de David, y luego de muerto Urías y que
hubo pasado la semana reglamentaria de las lamentacio-
nes por dicho fallecimiento, Batseba se fué a vivir con
David como mujer legítima suya. "Pero esta acción co-
metida por David, desagradó a Yahvé" (II Sam. 11).
1024. Sólo un año después de estos sucesos, se le
BL im>L,OG<) DE NATAX 161

ocurrió a Yahvé mandar al nabí Natán para que repro-


chara su crimen a David, y Natán desempeña su come-
tido, reliriendo a éste un apólogo, que, como composición
literaria,, se asemeja a la íábula de Jotán (Jue. y, 7-15).
1^ Y le elijo Natcm: Había en una ciudad, dua hombres: el
uno rico y el otro pobre. 2 El rico tenía ovejas y ganado vacu-
no en grande abundancia^- 3 pero el pobre nada tenía, sino una
corderita que él había comprado y criado, la que crecía en su
casa en )nedio de sus hijos; comía de su pan, bebía de su copa
y dormía en su seno, y 'era para ct como una hija. 4 Y como
¿legara un viajero a la casa del hombre rico, éste no quiso to-
mar animal alguno de sus rebaños o de sus vacadas para pre-
parar comida a su huésped, sino que tomó la corderita del po-
bre y la hizo aderezar para el hombre que había venido a él. 5
Entonces se encendió violentamente la ira de David contra el
rico, y dijo a Xaián: '\-Vive Yahvé, es digno de muerte el hom-
bre que ha hecho eso! 6 Y él pagará cualro veces el valor" de
la cordera por haber hecho semejante cosa y por no haber te-
nido piedad". 7 Entonces Satán dijo a David: "¡Tú eres esc
¡hombre!- Así dice Yahvé, el dios de Israel: Yo te ungí por rey
sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, S y te he dado la
c<isa de tu scFior y he puesto las mujeres de tu sci'ior en lu se-

no, y le he dado además la casa de Israel y de Judá, y si esto
te hubiera parecido poco, te hubiera dado más aún. ¿Por qué,
pues, has despreciado el mandamiento de Yahvé, haciendo lo
que esmalo a sus ojos? ¡Hiciste perecer por la espada a Crías,
(l hitita, y has lomado por esposa a su mujer! 10 Ahora, pues,
la espada nunca se apartará de tu casa, porque me has me-
nospreciado, y has tomado la mujer de Vrías, el hitita, para
que sea tu mujer, 9^ y a él lo hiciste perecer por la espada de
los ammonitas. 11 Así dice Yahvé: He aquí que su.scitaré el
mal contra tí de en medio de tu ¡nisma familia; y to>naré tus
mujeres ante tu misma vista y las daré a otro que se acostará con
ellas a la faz de este sol. 12 Porque lo que tú has obrado en se*
creio; yo haré en presencia de todo Israel y a la faz del
lo
sol''. David a Natán: "¡He pecado contra
13 Dijo entonces
Yahvé!" Y Natán respondió a David: "También Yahvé ha per-
donado tu pecado, no morirás. 14 Sin embargo, como con esta
acción, has hecho menospreciar a Yahvé por sus enemigos, el
162 KI^ AKKEPEXTIMJIENTO DE ÜAVU)

hijo qiic fe lid nacido, irroiiisiJileuicnie morirá". J5 Y Satán


se volvió a su casa. Y Yahvc hirió ai niño que la mujer de
(Iríashabía ijrocrcado a David, de modo que cayó muy enfer-
mo. 16 Y David fué a rogar a Dios por el niño, y ayunó y
vino y pasó la noche acostado en tierra. (Este versiCulo da a
suponer que David íué a rogar a Yahvé, en la tienda don-
de estaba el arca pero los acontecimientos descritos en los
;

versículos siguientes parece que ocurren en el palacio real).


17 Y los ancianos de su casa (Géii. 24, se pusieron en de-
rredor de él, para alzarle de tierra; mas él se- rehusó y no
quiso comer con ellos. 18 Y aconteció que al séptimo día
murió el niño, ('uaudo David
enteró de esa muerte,
se
'JO cambió de vestidos, y fué
se levantó, se bañó, se ungió, se
a la casa de Yahvé y se prosternó. Luego que iiubo vuelto a
su casa, pidió que se le sirviera de comer y comió. 21 Y sus
siervos le dijeron: '"¿Qué es esto que has liechof ¡Cuando el
niño estaba aún vivo, ayunabas y llorabas y ahora que el
niño lia )uuerl(). Ir has levantado y comes!" 22 Y él dijo:
"(! liando el niño vivía,, yo ayunaba y ílorahu, porque me
decía: ¡(^uién sabe, quizás Yahvé lenga piedad de mí, y ha-
ga vivir al niño! 23 Pero ahora que ha muerto, ¿.para que
h( (le (lyunar.' ¿Puedo acaso hacerlo volver a la vidaf Yo
iré hacia él; ¡¡ero no volverá a mí". 24 Y consoló David
él

a Baiseba su mujer, y cohabitó con ella y ello le procreó


1)1 ro II i jo, al cual le puso el nonibre de Salomón. Y Yahvé
le amó. 'J'j y envió al profeta Xatéin, para que le pusiera el

nombre ih Ycdidia, segéin la palabra de Yahvé di Sam. 12).


1025. Tal es el relato de origen prof ético, que el re-
dactor del libro de Samuel intercala en la narración de
la guerra 'de David contra lo-s ammonitas, relato que, se-
guramente por considerarlo deshonroso para la memoria
del héroe nacional, lo suprimió de la suya el autor de las
Crónicas (I Crón. 20, 1). Examinémoslo con alguna de-
tención.
David comete un crimen alevoso: para apoderarse de
una mujer casada con la cual ya había cohabitado abu-
sando de su autoridad real, hace matar al marido de
aquélla, cue era un fiel soldado suyo. Según una antigua
costumbre que el ILevítico incorporó como ley divina (20,
liA PKIMKR PARABOLA EVAXGELI(\\ 163

/(/), tanto el hombre como la mujer, reos de adulterio, de-

bían de ser muertas por lo tanto ésta era la pena que me-
;

recían David y Batseba.- " /í'.s/ff acción (le David desaf/radó a


Yahvc". Yahvé comienza, pues, a moralizarse; frunce el
ceño ante un crimen tan injustificable ejecutado por un
ferviente adorador suyo. Esto nos indica que la concien-
cia nacional principiaba a afinarse, y que comenzaba a
hacerse sent-r la obra renovadora de los profetas. Yahvé,
que tantos cr'menes había autorizado o cometido, ahora
va a castigar a un criminal. Veamos cómo obra; en cué
consiste su justicia.
1026. Le cuesta hacer oír su reprobación; demora
casi un año en enviar un mensaje de reproche al rey ase-
sino. "Un año entero, dice Scío, pasó por lo menos entre
el doble pecado que cometió David, y la visita que de or-
den de Dios le hizo Natán porque el niño, fruto de ese
;

adulterio, podía tener ya algunos meses". Yahvé, pues,


para expresar su desagrado por aquel acto, se vale de Na-
tán, amigo de David (II Sam. 7), quien le hace comprender
a éste su delito por un apólogo que ha sido llamado la
primer parábola evangélica. Y al enrostrarle su delito,
diciéndole valientemente: "¡Tú rres esc Jifud)rr!'\ el rey
se inclina y confiesa: "¡Tic ¡lecado contra Yahvé!". Es
indudable que si esos hechos son ciertos, suponen un no-
table progreso moral en la religión de la época. (1) Un
déspota israelita declarándose culpable ante un simple
nabí, sin título oficial dentro del clero nacional, que se
presenta ante él como censor de la conciencia ultrajada,
es, sin disputa, un hecho sin precedentes, pues implica
el reconocimiento de principios de moralidad, que cons-
tituían una autoridad superior a la que -se basaba tan
sólo en la fuerza .material de los soldados.

fl) .Sobre la parábola de Natán escribe Baentsch: "Tiéne-


se la impresión que esta historia fué insertada posteriormente
entre IT Sam. 11, 27 y 12, 15b. Es, pues, muy problemático su
valor h'stóriro. Según el relato original, no fué por la voz del

profeta que Yahvé :hizo comprender a David su terrible, culpa.


K;no por la dura prueba de la muerte de su hi.Ío" ( p. 237).
164 BENEFICIOS COXOEDroOS A DAATD l'OR VAHVK

1027. Pero Yahvé cumple muy imperfectamente


con su obligación de dios que principia a ser moral; y en
cuanto al arrepentimiento de David, parece más bien te-
mor supersticioso de una fuerza cuya naturaleza desco-
noce, que cambio radical de un corazón desprovisto de
piedad. Por supuesto que Yahvé no le censura a David
los exterminios de indefensos seres que realizó cuando
estaba en Sicla?. ni la matanza de los dos tercios de nn'-
•doneros moabitas, porque si tal censura le hubiera diri-
gido, David podía, ton razón, haberle contestado: "Señor,
en cuanto al primer punto no he hecho más que imitaros
cuando decretabais el Kherem o exterminio sagi-ado de
determinadas poblaciones cananeas; y en cuanto a los
moabitas, yo he sido más humano que vos: ruc-to qus
yo sólo maté los dos tercios de los rendidos, mientras (^ue
vos, oh Yahvé, ordenasteis a Saúl que no dejara con vida
ni a un solo amalecita". Yahvé, pues, no toca "«as cen-
suras espinosas, que podrían volverse contra él, y por
boca de Ñatán se Hmita a reprochar a David su proceder
en caso de Urías.
el
1028. Es digno de notarse c ue entre los beneficios
oue Yahvé le recuerda a David haberle concedido, cita
éstos: "Te he dado la casa <lr tu señor >i he puesto las
mv.irres de tu señor en fu seno", es decir, que muerto
Saúl, Yphvé nombra a David heredero universal de aquel
i*ev, dándole además el derecho de reemplazarlo en sus
•"elaciones maritales con las mujeres del extinto. Yahvé
sanciona con esto no sólo la poligamia, sino además la cos-
tumbre seguida entonces en todos los pa'ses orientales,
de que el nuevo rey heredaba el harem de su predecesor
(IT Sam. Rey. 2.
16, 5?; I
1029. llegamos ahora al punto más delicado de la
Y
cuestión: Yahvé después de recordar a David los bene-
ficios que le ha otorgado y de echarle en cara su crimen,
va a obrar como juez, va a dictar la sentencia condena-
toria, Ay pero el pobre Yahvé no estaba hecho a esta ta-
i
!

rea de juez, y para castigar un crimen pasional, hace


cometer otros crímenes y recurre en fin a una inmorali-
dad. La pena que impone al delincuente regio, se com-
L.V SENTENCIA DK Y.\flVE 165

pone de dos partes: 1^ Hará que la espada (símbolo de la


muerte violenta) nunca se aparte de la casa de David; y
2'> suscitará el mal en medio de su misma familia, y dará

a otro sus mujeres para que cohabite con ellas, a la vista


de todo el mundo. Castigar un delito con otro delito y
una inmoralidad con otra inmoralidad es todo lo que se
le ocurre a la omnisapiencia de Yahvé: este atrasado
dios, como se ve, se encontraba aún en la época de la
ley del tallón. David cohabitó con Batseba viviendo su
marido Urías, pues bien, Yahvé vengará al marido ul-
trajado, haciendo que Absalom cohabite delante de los
ojos de todo el público con las concubinas de su padre
(II Sam. 16, 2í, 22). David comete un asesinato haciendo
matar alevosamente a un digno oficial suyo, pues bien, Yah-
vé vengará a la víctima haciendo que tres de los hijos
del criminal perezcan trágicamente. Como el que roba-
ba una oveja debía restituir al ofendido cuatro ovejas (v.
6; Ex. 22, J), así hace notar Scío que "David pagó la
muerte de Urías con la muerte de 4 hijos: con la del
primero que tuvo de Betbsabé, y con la de Amnón, Ab-
salón y Adon'as. Y por haber deshonrado el lecho de
Urías, vió deshonrada a una hija por su mismo herma-
no, y a diez de sus mujeres, que lo fueron luego después
por un hijo infame y despiadado. Dios permitió en el
hijo una impiedad tan detestable para castigar los peca-
dos del padre". Pero fuera de la inmoralidad de tal cas-
tigo. — del que podría decirse que era peor la enmienda
cue el soneto,— cualquiera preguntará: ¿Qué culpa te-
nían los hijos de David en el delito de su padre? Segu-
ramente ninguna; tenían sus propiovs d-efectos o vicios,
cuyas consecuencias era justo que sobre ellos recayesen;
pero Que tuvieran que ser muertos, porque su padre Da-
vid había cometido un asesinato era lo que Yahvé no po-
día aún comprender que fuese una injusticia y una mons-
truosidad. ;.Qué diríamos de un Código Penal o de un
dictador que estableciera como castigo del homicidio, la
muerte de uno o más hijos del asesino? Vario-s siglos han
de transcurrir todavía antes de que Yahvé aprenda y
pueda inspirar al deuteronomista que " /¡c h.a.n de morir
166 kIj pkrdon de vahvk

luü pudres poi- los ¡lijos, iii los Jiijos poi los padres, sino
que cada uiin morirá por su propio pecado'' (Deut. 24. 16),
sentando así el principio de la responsabilidad individual,
cue luego repetirá Ezequiel, diciendo: "d alma que pe-
care, esa rv la que morirá" (Ez. 18, '2-1).
1030. David se inclina ante Natán y confiesa: '¡He
pecado con Ira Yalivc!". "Los sentimientos de contri-
ción, de amargura y de piedad, manifiesta Scío, que se
encierran en estas breves palabras, se pueden ver en el
salmo 50 (de la Vulgata, nuestro 51) que es el más per-
fecto modelo de aquellos sentimientos, de que deben es-
tar penetrados todos les pecadores que sinceramente se
arrepienten''. Remitimos al lector a § 1173-1188, donde
estudiamos ase salmo, limitándonos ahora a observar que
la ortodoxia dispone del sentido de la doble vista para ver
lo que la generalidad de los seres humanos no percibi-
mos. Apenas, pues, pronun2Ía David er-jtas simples pala-
bras: ''¡fie pecado cónica Yahrí!" y como si ellas cons-
tituyeran un conjuro mágico. Natán se apresura a res-
ponder a David: "Yahvc ha perdonado hi pecado; tú no
morirás" (v 13). Pero obsérvese: que Yahvé no le
l'''

había impuesto a David la pena de muerte, de modo que


al decirle ahora a éste cue no morirá por su crimen, no
le decía nada nuevo. Si con esas palabras se refería a la
pena de lapidación con que se castigaba el adulterio, te-
nemos que bastaba entonces con que el delincuente de-
clarara que estaba arrepentido de tal falta, para aue é'^-
ta le fuese inmediatamente perdonada Scío parafrasea
así la respuesta de reatan en el v. 13: "Ha perdonado tu
pecado, conmutándote la pena eterna que por él mere-
cías, en la temporal con que acabarás de purgarle, y sa-
tisfacer a su justicia. No mloriráls con muerte eterna, y
el Señor te perdonará también 1? temporal, que tiene la
Ley fulminada contra los adúlteros". Y 2', obsérvese que
al conjuro de Ips palabras: "JTe pecado contra Yahvé",
Yahvé otorga su perdón al criminal, sin cerciorarse de la
veracidad del arrepentimiento de éste. Se dirá que el ayu-
no y las maceraciones cue en seguida se impone David
a sí mismo, son buena prueba de su sinceridad; pero
LA JUSTICIA DK YAHVE 167

nótese que esas mortificaciones no son provocadas por


el dolor del crimen cometido, sino que tienden a apaci-
guar la cólera divina, a fin de que ésta no recaiga sobre
la inocente criatura nacida de aquella unión adulterina.
Porque debe tenerse presente que Yahvé al manifestar a
David, por boca de Natán, que no morirá, agrega: •'Sin
embargo, como con esta acción, has lucho menospreciar a Yah-
ve por sus enemigos, el hijo que te ha nacido, irremisible-
mente morirá". Y obrando Yahvé, en consecuencia, hie-
re al niño, causándole una enfermedad que al cabo de
íiete días le produce la muerte.
1031. Tal es la bárbara justicia de Yahvé. Si real-
mente era sincero el arrepentimiento de David, consti-
tu a mayor monstruosidad aún el matar a un inocente,
para que el culpable quedara exento de toda pena; bás-
tábale al dios con pronunciar la célebre sentencia de Je-
sús contra la mujer adúltera: "Vele, y en adelante, no
peques más" (Juan 8, 77). Y si no era sincero ese arre-
pentimiento, era una doble injusticia tanto el acordar el
perdón a un criminal hipócrita, como el hacer recaer la
pena sobre quien ninguna participación tenía en el de-
lito perpetrado . Sin embargo, la ortodoxia encuentra
-

aquí perfectamente justificable la conducta de Yahvé.


porque para ella lo cue de este dios dice la Biblia, debe aca-
tarse c'egaments. "El Señor, escribe Scío, para justifi-
car su justicia y providencia (!!) insultadas por los ene-
migos de su santo nombre, castiga al padre y a la ma-
dre en la pers'ona del hijo, ¡que es el fruto de gu adulterio,
quitando al n{ismo tiempo esta ocasión de escándalo dte
la vista de todo el' público". Si la finalidad de Yahvé era
esto últ'mo que expresa Scíu, entonces debió matar tam-
bién a Batseba, para que no continuara viviendo con Da-
vid, lo que tendría, con mayor motivo, que continuar sien-
do "un escándalo a la vista de todo el público". El aba-
te uesnoyers, para defender la conducta de Yahvé, alega
cue "la importancia que la antigüedad concedía a la per-
petuidad de la raza, explica que en el presente caso, el
hijo del hombre culpable participe de la falta de su pa-
dre, y en consecuencia, sea calificado para pagar en su
168 LA PEMTEXCIA DE ÜAV 11>

lugar" (II, 215, nota 3*)- La antigüedad podía tener to-


das las ideas erróneas que se quiera; pero a un dios que
después querrá ser moral, no le era permitido matar a
una inocente criatura de pecho, para que tuviera satis-
facción su arcaico concepto de la justicia. Y de paso no-
temos que en este relato aparece Yahvé provocando una
enfermedad mortal. La medicma moderna tiene que es-
tar muy atrasada o ser atea, pues desconoce en absolu-
to, enfermedades causadas por dioses.
1032. David tenía la supersticiosa idea, aun hoy
mismo generalizada entre ciertas personavs religiosas, de
que sometiendo el cuerpo a intensos sufrimientos físicos,
se logra asi desviar del penitente o de un tercero la ven-
ganza divina. Aquel rey, durante una -semana hizo peni-
tencia inútilmente, pues el niño enfermo murió; por eso
cuando ocurre este fallecimiento, cesa en sus mortifica-
ciones y vuelve a su vida habitual de antes: -'cuando el
niño vivía, yo ayunaba y lloraba, })orque me decía: ¡quién
sabe, quizás Yahví tenga piedad de mí y haga vivir al
niño! Pero ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayu-
nar f /Puedo acaso hacerte volver a la vidaf Yo iré ha-
cia él; pero el no volverá a mí". Yahvé para aplacarse,
necesitaba matar a alguien: entre David criminal confe-
so, y su tierno hijo que apenas comenzaba a vivir, optó
por este último, y así consideró que quedaba salvada su
inexorable y sanguinaria justicia.
1033. El arrepentimiento de David parece que fuS
muy superficial, pues se limitó a prenunciar las palabras:
"lie pecado contra Yahvé'', y no pasó de ahí. Si hubiera
sido profundo, era lógico esperar que hubiera tenido co-
mo inevitable consecuencia, el separarse de Batseba, por
cuya posesión había cometido el odioso crimen que le en-
rostró Natán. Pero no sólo no la abandonó, sino que la
hizo su favorita, y en seguida tuvo otro hijo de ella, al cue
''Yahvé amó" (v. 24). "Éste, escribe Scío, es aquel hijo
en quien las promesas hechas por Dios a David habían de
tener su prirr.er cumplimiento; que le sucedería en el
Irono, y reinaría con mucha gloria; que daría a Israel ur-
larga serie de reyes; que sería el padre y una de las má;
\ATAX, PARTIDARIO DE BATSEB-A 169

excelentes figuras del Salvador prometido". Sobre el


nombre de esa criatura hay una discrepancia en los tex-
tos inspirados, pues mientras el autor de las Crónicas
afirma que Yahvé, antes de nacer el niño, ya le había
puesto el nombre de Salomón (I Crón. 22, !J), en cambio,
el autor del libro de Samuel sostiene que Natán, por or-
den de Yahvé, le dió este otro.- Yedidiá, que significa
"amado de Yahvé" (II Sam. 12, :24). Lo cierto es que
aquél prevaleció y con él ha pasado a la historia.
1034. Finalmente es curioso notar que Natán, el
rígido censor, el mensajero de Yahvé para acusar a Da-
vid por el adulterio y homicidio que había éste come-
tido, no sólo continúa cultivando la amistad de David,
como antes, sino que se convierte en amigo y fiel parti-
dario de Patseta en las oscuras luchas del harem por la
futura sucesión de aquel rey, hasta el punto que, muchos
años más tarde, en connivencia con ella— a la cual Reuss
califica de intrigante,— logra hacer que el anciano mo-
narca instituya a Salomón, como su sucesor, en perjui-
cio de Adonías, con mayores derechos cue su hermano,
al trono de Israel. Una prueba de la amistad que
la unió con aquel nabí, la tenemos en que Batseba, a uno
de los otros tres hijos que después tuvo con David, le pu-
so por nombre Natáii (I Crón. 3. .3). Ella, o por Salomón
o por su hijo Natán, fué una de las antecesoras de Jesús,
a estar a las genealogías de éste, inventadas en el pri-
mer siglo de nuestra era (Mat. 1, 6; Luc. 3,

LA MATANZA DE LOS DESCENDIENTES DE


SAÚL. — 1035. Desde el comienzo del establecimiento
de los hebreos en Palestina, se esbozaron dos distintas
tendencias de organización política.- una que impelió a
las tribus del centro y del Norte a agruparse en torno
de la poderosa tribu de José, cuyo centro se encontraba
en el macizo montañoso de Efraim. — de ahí que a los
habitantes de esa región se les llame efraünilas. —v
otra oue comprendía las tribus v clanes del Oeste y Sur-
oeste del Mar Muerto, que tenían como centro las mon-
tañas de Judá. Cada una de esas agrupaciones incone-
170 l.OS t OMIKNZOS DE LAS DINASTIAS

xas, se mantuvieron aisladas durante todo el período de


los Jueces.La monarquía se constituyó, según vimos, en-
tronizando como rey a un individuo de la agrupaci^^n del
Norte, el israelita Saúl; pero muerto éste, esas tribus
se conservan fieles a la casa real y aceptan la autoridad
del hijo de Saúl, Isbaal, mientras que las del Sur pro-
claman como rey a un judaíta, (1) David, hasta que des-
pués de siete años y medio de hostilidades y luchas, las
del Norte, como hemos dicho (§ 1C12, 1013), reconocen
o acatan el gobierno de este último. Sin embargo, este
reconocimiento fué muy superficial, pues los efraimitas
no sólo durante el reinado de David se sublevaron con-
tra éste, flegfrdose prim.ero a la causa de Absalom y
siguiendo después las huestes revolucionarias del caudi-
llo benjamita Seba (II Sam. 16-20), sino que a la muerte
de Salomón se separaron definitivamente de los judai-
tas constituyendo el reino del Norte o de Israel. David,
que comprend a que no podía contar con la completa fi-
delidad de los efraimitas, trató de deshacerse de todos
los descend-entes de Saúl que pudieran encabezar una
revuelta centra él, y al efecto, aprovechó para ello la
oportunidad de una calamidad pública. "La historia de
los grandes fundadores de dinastía, al principio de su
reinado, escribe Faentsch, sigue habitualmente un ca-
mino del que corren ríos de sangre. Mientras subsisten
miembros de la casa desposeída, sus vencedores no se
creen seguros, motivo per el cual tratan por todos los
medios, legales o 'legales, de suprimirlos cuanto antes.
La historia de la rronarcuía israelita no hace excepción
a esta sombría regla. Recuérdese primero a Salomón, y
a Jehú, después. ¿Iba a proceder David de distinto mo-
do? Hipótesis peco verosímil, pues podía temer que los
Saúlidas existentes, que conservaban prestigio en la tri-
bu de Benjamín, tentaran fomentar alguna insurrec-

(1) Empleamos el término jiirlaíta* para flesi|gnar a los de


la tribu de Jiulá. leservando el para los ihabitantes d«
de jucVío,
Palestina después del destierro, cuando perdid^a su independen-
cia, la Judea no fué más que una eatrapia del imperio persa.
LA VE-NGAAZA DE LOS ÜABAOMTAS 171

clón" (p. 182). Veamos lo que al respecto nos dice el es-


critor bíblico en el cap. de ll ¡Samuel pero debiendo
;

tenerse presente í^ue la colocación primitiva kle dicho re-


lato era antes del cap. 9, puesto que, como dice el citado
prolesor de la universidad de Jena, este último capítulo
no se comprende si no se lee primeramente el cap. 21
1U36. / Y en los 0as de David, liubu liainbrc durante
fres (iñus consecutivos. Entonces David consultó a Yahvé y
éste dijo: "Es por causa Saúl jj de la samjre que hay so-
bre su casa, por cuanto él mató a los gabaonitas''. 3 Dijo,
pues, David a los (/abaonitas; "¿Qué haré por vosotros, y con
qué expiaré para que bendigéiis la herencia de Yahvé?" i Y
los gabaonitas le contestaron: ''No se trata para nosotros de
cuestión de oro y plata, con respecto a ¡Saúl y a )iu casa, y no
pedimos la muerte de nadie en Israel". Y él les dijo: "Lo que
dijéreis lo haré por vosotros". 5 Ellos dijeron entonces al rey:
"'Del hombre que nos exterminó y\ que quería concluir con
nosotros, para que no subsistiérarnos mús en el territorio de
Israel, 6 que se nos den siete 'hombres de su familia, y los col-
garemos delante de Yahvé, en Oabaón, sobre la montaña de
Yahvé". Y el rey dijo: "Os los entregaré". 7 Y el rey tuvo
compasión de Mefibaal, hijo de Jonatán, el hijo de Saúl, a
causa del juramento de Yahvé que había entre ellos, es decir,
entre David y Jonatán. 8 Y el rey tomó a los dos hijos de
Rizpa, hija de Aya, que ella había tenido de Saúl, Armoni y
Mefibaal, así como los cinco hijos de Mical, hija de Saúl, que
ella había ten ido de Adriel, hijo de Barzillai, de Mehola, 9 y .él
los entregó a los gabaonitas, quienes Iqs ahorcaron en la mon-
taña, delante de Yahvé, y cayeron los .siete juntos. Y fueron
muertos en los primeros días de la siega, al comenzarse la siega
de la cebada. 10 Entonces Rizpa tomó un saco (vestido de
duelo, II Sam. 3, 31) y lo tendió para sí sobre la roca, des-
de el principio de la siega hasta que la lluvia cayó del cielo
sobre ellos, y no permitió que las aves del cielo se posasen de
(lía sobre ellos, ni que se apro.iimaran de noche las fieras del

campo, 11 Y David fué informado de lo que hahía hecho Riz-


pa, hija de Aya, concubina de Saúl. 12 Entonces fué David y
tomó los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de
los habitantes de Jabés de Galaad, (pie los habían quitado fur-
172 UNA CONDENA ÜIOJ. ii<JNDAlX>S<) VAHVK

tivamcnte de la plazo de BrAsán, donde los habían colgado los


filisteos,cuando éstos mataron a iSaút en Gilboa; 13 y llevó
de allí los huesos de Haíd y los huesos de Jonatán, y recogió
también los huesos de los ahorcados, 14 y todos se enterraron
en el país de Benjamín, en Zelá, en el sepulcro de Kis, su pa-
dre, haciéndose, pues, todo lo que fiabía mandado el rey. Y des-
pués de esto, aplacado Dios, se mostró propicio al país (11
í>am. 21).
1037. —Aceptando como verídico este relato, que
debió haber ocurrido al comienzo del reinado de David,
tenemos: 1' Que Yahvé condenó a todo el pueblo de Is-
rael a padecer de hambre durante tres años seguidos, por-
que muchos lustros antes, Saúl había tratado de exter-
minar a los gabaonitas, faltando así al pacto que con
ellos había celebrado Josué (Jos. 9, 15, 1.9, 20). Yah-
vé continuaba, pues, siendo el mismo bárbaro de an-
ter; infligía un cruel y prolongado castigo sobre todos
los habitantes de un pueblo, por una falta cometida por
su rey. Ese castigo se le ocurrió aplicarlo muchísimos
años después de ocurrido el hecho punible de Saúl,
cuando ya nadie se acordaba de tal acontecimiento; un
verdadero resuello de buzo de Yahvé.
1038. 2" Los gabaonitas "para bendecir la heren-
cia de Yahvé", es decir, para reparar con palabras de
bendición los efectos maléficos de las maldiciones que
seguramente habían proferido al ser perseguidos por
Saúl (véase Ex. 12, o2 y Jue. 17. 2), exigen la venganza
de la sangre, esto es. que se les entreguen siete hombres
de la familia de Saúl, para colgarlos en la montaña (ie
Gabaón, DELAiNTE DE YAHVÉ.
1039. 3- David accede a ese pedido y les entrega

los siete hombres solicitados, que eran todos los descen-


dientes varones de Saúl que podían ser bandera de re-
vuelta, pues su protegido, Mefibaal, hijo de Jonatán, era
un pobre lisiado, cojo de ambas piernas (II Sam. 4, 4),
de quien nada tenía que temer. Notemos de paso que en
el texto sagrado, hay un error sólo disculpable en textos
profanos, a saber, que se dice que entre los siete descen-
dientes de Saúl entregados a los gabaonitas, estaban los
I.A XIOBE lüRAJKLlTA 173

cinco hijos de Mical, cuando ésla era ia propia mujer


Cíe Davia, que aun cuanao un tiempo tuvo otro mar. do,

no se nos dice que con éste tuviera Jaijos. La casada con


Adriel, hijo de Barzillai, de Meholá, a que se reiiere el
texto transcrito, era Merab, ia hija mayor de Saúl (1
Sam. 18, JD).
104C. 4" Los gabaonitas ahorcaron (la Vulgata co-
metiendo un anacronismo, traduce aquí: cruciiicaron.
cuando el original dice: colgai"on) en la montaña de Ga-
baón DELANTE DE YAHVÉ, a los siete Infelices saú-
lidas, cuyos cuerpos permanecieron colgados desde los
primeros días de ia siega de la cebada, a fines de 'ínayo,
hasta que ' /«.s- aguas del cielo eatjerejn suhre ellos'\ o sea,
durante unos cinco meses, pues las primeras lluvias en
aquella región no comienzan antes de octubre o noviem-
bre. Rizpa, la madre amante y valerosa ae dos de los con-
denados, la Niobe (1) israelita, como se la ha llamado,
permaneció todo ese tiempo junto a los cadáveres, para
impedir que fueran presa de los cuervos o de los cha-
cales, lo que era considerado como el más espantoso
castigo (cf. § 977; L Sam. 17, 44, iti). "Allí permaneció
ella, nota Scío, con espíritu de penitencia, hasta que el

(1) (Seg-ún la mitología griega, Xiobe, hija de Tántalo, se


había casado con Anfión, con el que tuvo seis hijos y seis hijas.
En su orgullo maternal, se jactó de ser superior a la diosa Leto
o Latona, que sólo tenía dos: lApolo y Artemis. Estos, para ven-
gar el ultraje hecho a su madre,
mataron a flechazos a los hi-
jos de Niobe. Durante nueve días quedaron insepultas las vícti-
mas, y solamente el décimo día fueron sepultadas por los olím-
picos. El intenso sufrimiento de Niobe la transformó en una roca
del monte Sipylo en Lidia; pero bajo esta nueva forma no ha ol-
vidado el dolor que la consume, por lo que no cesa día y noche
de de.rramar abundantes lágrimas.
En cuanto a Rizpa, a quien se la compara con la diosa grie-
ga Niobe, recuérdese que era la concubina de Saúl, con la cual
se lunió más tarde Abner^ por cuyo motivo el rey Isbaal rompió
sus relaciones con dicho general (II Sam. 3, 7-11; § 1014).
174 tOMO CLMIPLK) IXWiD IX JI RAMEXTO SUYO

Señor aplacado con aquel sacrificio^ envió lluvia sobre


la tierra".
1041. 5" Cuando vinieron las lluvias.. David junta
los huesos de los ahorcados, con los de Saúl y Jonatán
que manda buscar a Jabés, y todos los hace enterrar en
el sepulcro de Kis, padre de Saúl. No se mencionan los
huesos de Melquisúa y Abinadab (I Sam. 31, s-13; -J,

§ 1014. pues el documento utilizado por el redactor en


nuestro capitulo 21, sólo sabe de la muerte de Saúl y
Jonatán en la batalla de Gilboa, como II Sam. 1.
1042. 6'' La ejecución de la venganza gabaonítica
se efectuó en presencia de Yahvé, probablemente delan-
te del altar, de un arca, o de una estatua de este dios, en
el santuaiio de Gabaón, como tielante de Yahvé en' Gil-

gal, Samuel cortó en pedazos al prisionero rey amalecita.


Agag (I Sam. 15, :^3). Realizada esa salvaje venganza
y enterrados los huesos de ios ahorcados, la bárbara jus-
ticia de Yahvé quedó satisfecha, y entonces el sangui-
nario dxs envió á aquel pobre pueblo, el agua de que lo
había jrivado tan injusta e inicuamente durante tres
largos años.
1043. Y 7" Recuérdese que cuando Saúl persegu"'a a
Lavid, al peidcnarle éste la vida en una ocasión en cue
pudo darle muerte (§ 956) el escritor inspirado pone en
boca de Saúl estas palabras: Y ahora, yo sé que tú
luis (l( leiuar y que será estable entre tus manos el
reino de Israel. 22 ¡Júrame, pues, por Yahvé que no ex-
terminarás mi posteridad des})ués de mí, y que no harás
dcsdpai ecí r mi nombre dr la casa df ¡)ti padre! 23 Y
David Sí lo juró n Said" (I Sam. 24). Véase, pues, cómo
cumplió sus juramentos "el hombre según el corazón
de Yahvé". lo que es tanto más interesante de destacar,
cuanto que el asesinato autorizado por Yahvé de los sie-
te hijos de Saúl, se debía a que este rey había violado un
juramento, a saber, el juramento con el cual siglos atrás
habían sollado Josué y los príncipes de la Congregación
el pacto solemne que habían celebrado con los gabaoni-
tas (Jos. 9. J'>, 19).
1044. Nótese finalmente que el largo período de
EXHIBUnOX DE LOS criíRPOS DE LOS AJUSTICIADOS 175

cinco meses durante los cuales estuvieron expuestos los ca-


dáveres de los ajusticiados, es una de las tantas prue-
bas de que en la época de David no existia la llamada
legislación mosaica pues ese hecho contraviene este
precepto del Deuteronomio '•>S'/ un dclinvinnic merece-
:

dor (le In pena capital, es muerto y colgado de un árbol,


su cadáver no queelará durante la noche fU el árbol, si-
no (¡ue será etiterradn íI mismo día, porque es maldito
di Dios el (¡ue es colgado, (1) ij no debéis contaminar
el territorio que Yahvé, vuestro dios, os da en heredad"
(21, 2^^, i.i). Como agraTación infamante de la pena, el
cuerpc del ajusticiado debía ser exhibido, colgado pú-
blicamente de un árbol o de un poste, durante el día,
para que esa ejecución sirviera de escarmiento y mos-
trar a la vez que aquel cadáver era el de un individuo
maldito de Yahvé. Pero al llegar la noche debía ser en-
terrado ese cadáver, para cue no contaminara la here-
dad ide este dios. Scío reconoce que el procedimiento se-
guido con aquellos cadáveres contravenía lo que ahora
se disfcre en la ley; pero no encuentra otro justificativo
de esa contradicción, sino que "éste era un caso singular;
y así los gataonitas creyeron no deiber quitarlos de allí,
hasta que el Señor diese muestras de quedar del todo
aplacado. lo que se manifestó por la lluvia". No se ve la
singularidad de este caso, para c ue no se ajustara a la
citada ley del Deuteronomio, y por lo tanto, no puede ad-
mitirse que David hiciera violar tan descaradamente
aquella prescripción divina si la hubiera conocido, pues

(1) El apóstol Pablo en tu epístola a los Gálatas, argu-


menta con este texto suponiendo que se refiere a la pena de la
crucifixión, y dice: "C listo nos redimió de la maldición de la ley,
cuando fué heclio maldición poi- noisotror*, porque e-Jtá escrito:
¡Ma'dito es aquel quc es coleado en madero!" (íi, 14). Ahora
bien, como nota Reuss, "no se h-ata en Deut. 21, 22. 23, de' cru-
cifixión, castiíjo que desconocían los antiffuos israelitas; por lo
tanto es arbitraria la aplicación que de este texto se hace en Gál.
3, 14. tanto más cuanto ique debe tomarse aquí la maldición en
distinto sentido que respecto del Cr sto".
176 Bli CASTIGO DE ITS DELITO DB SAVJj

precisamente se dice que lo que buscaba era aplacar la


cólera de aquel terrible dios que hacía tres años que es-
taba irritado. Fuera de esto, si tal ley hubiera existido,
no hubiese el mismo Yahvé aprobado su contravención,
mostrándose propicio al país de Israel, sólo cuando fue-
ron enterrados acuellos cadáveres, después de transcu-
rridos cinco meses de exhibición pública de los mismos. .

1045. Igualmente David no tuvo tampoco en cuen-


ta el precepto deuteronómico citado anteriormente
(§ 1029) que dispone que "no han de morir los padres por
los hijos, ni los hijos por los padres, sino que cada uno
morirá por su propio pecado" (24, W), lo que nos com-
prueba también que todavía no se le había ocurrido a
Yahvé el dictar tal prescripción. L. B. A. trata de elu-
dir esta consecuencia molesta para su ortodoxia, dicien-
do oue "aquí no se trata del castigo que merece un in-
dividuo culpable, sino que habiendo sido violado un so-
lemne juramento contraído en nombre del Eterno, se de-
be una reparación a acuél en detrimento del cual ha si-
do profanado dicho nombre. Se requiere un ascham, un
sacrificio de reparación para borrar ese crimen nacional,
que no es de la competencia de los tribunales ordinarios
para los cuales se estableció la regla del Deuteronomio".
Pero si no se trata de un delito individual, es decir, de
un delito propio de Saúl, sino de un crimen nacional.
;,por oué se castigó a los hijos de ese rey. y no a otros
israelitas cvalesquiera? Cuando David consulta a Yah-
vé por el éfod o por el urim y el tummim para saber por-
qué no hacía llover, Yahvé le responde que *'es por cau-
sa- de Saúl y de la sangre que hai/ sobre su casa por
cuanto él mató a los qahaonitas' (v. 1). Si es, pues, por
causa de Saúl, /.por oué en vida de éste no lo castigó
Yahvé por ese delito, que en ninguna parte de su histo-
ria se menciona? Y si se trataba de un crimen nacional,
como pretende L. B. A. ;,üor cué ese ensañamiento con
los descendientes de Saúl, quienes individualmente no
tenían laue ver en ese delito más que sus otros compa-
triotas? Fs también inadmisible sostener que la regla
deuteronómica de la responsabilidad individual era sólo
LA ORTODOXIA JUHTIFTCA SACRUFICSIOS HVIVLINOS 177

para pues acuí es el legislador


los tribunales ordinarios,
es el mismo Yahvé quienaplica una decisión y no pue-
de tener dos criterios distintos, si es un dios justo. La
justicia requiere que el castigo se aplique al culpable:
luego, pues, si el delincuente era el país entero, todo él
deb'a ser castigado y no siete individuos inocentes. lAho-
ra en cuanto a 'cue se requería un sacrificio de repara-
ción para borrar e^e crimen nacional, argumento con el
que se pretende justificar aquel asesinato, eso demues-
tra cue el ortodoxo escritor de L. B. A. encontraba muy
natural y aceptable los sacrificios humanos. Véanse las
rernicicsas consecuencias de creer que la Biblia es un
libro divinamente inspirado. La fe enturbia y deforma
la razón y la conciencia de sus defensores, cuando les
obliga a aceptar iniquidades como actos aprobados por
la divinidad.
la ortodoxia se esfuerza igualmente en jus-
1046.
tificar a David por su intervención en esa horrible ma-
tanza. Así para Scío, David "fué un mero intérprete o
ministro de la sentencia y justicia de Dio^"; y el abate
Desrcyers sostiene cue es una injusticia afirmar que
rav"d sea respcrsable de ese exterminio casi total de
la descendencia de ?aúl, poraue "él debió consentir en
ello puesto cve era la ley í; dónde constaba esa ley?) y
ro bah'a inducido a ello, porcue fuera su interés: sería
rdicfo hacer recaer sobre él una ejecución oue los era-
baonita'? irnriisieron por su inflexible rigor" CTT. 276").
/rdudablerrenfp oue otro sería el criterio del honesto
abate Desnoyers. si ese relato constara en cualouier obra
rrcfara rero cerro se encuentra en el libro sagrado,
:

hav a toda costa oue iustif'car los crím.enes cometidos


,^or un béroe tan r)rominente de la fe. como lo fué David,

/demás ppp-ún el relato en cuestión, no hav oue acha-


)p culra de ese exterminio a sólo los p-abaonitas. T>ues
c/^nvípne rpnetir v recalcar oue Yahvé se había solidari-
•'ado rcr pHos. F1 hamVre cve durante tres, años reinó
Iprap] fué un castigo divino. Yahvé lo impuso "por
rau^-a (if Sai'i' II dr LA SANGRE n^ie I-nn sohvp casa",
/ de acuerdo con la antigua regla bárbara de cue "la
178 SrMEI APOSTROFA A DAVID

sangre quiere sangre", regla que Yahvé acepta, ANTE


EL son ajusticiados siete individuos por el solo crimen
de ser descendientes de Saúl, y al cabo de cinco meses
de estar colgados los cadáveres de esos siete inocentes,
sólo entonces se aplaca la terrible sed de venganza que
animaba aquel dios troglodita y env!a la lluvia bienhe-
chora, que hará cesar el hambre en Israel. David, en esa
narración, no sólo es el portavoz de Yahvé. sino que des-
pués de consultar a éste, entrega aquellos siete hombres
inculpables para que se les mate. Y todo lo que sabemos
ya de la personalidad de David ros hace comprender
c ue, dadcs sus antecedentes sanguinarios, no tuvo escrú-

pulo ninguno de conciencia en exterminar posibles riva-


les, pretextando órdenes de Yahvé, Buena prueba de ello
la tenemos en que cuando David huyó de Jerusalem, al
producirse la revolución de su hijo Absalom, le salió al
encuentro un tal Simeí, de la parentela de Saúl, tirándo-
le piedras y echándole maldiciones. Y le decía: "¡Vete,
vfte. hombre sanguinario, asesino! Yahvé ha hecho tor-
nar sobre ti toda Ja sangre derramada de la casa de
Saúl, rugo reino has usurpado, g ha dado Yalii'é el reino
en manos de fu hijo Absalom. ¡fíefc aguí en la desgra-
cia, porque eres un hombre sanguinario.'" (II Sam. 16-
ñ-S). Irdudablerrente oue Simeí hablaba en aquellos mo-
mentos con más conocimiento de causa que el abate Des-
noyers y demás panegiristas de David. La historia del
gran rey de Israel está llena de sangre, afirma con ra-
zón Montet.
•^47. Varios autores modernos descartan In ínt^r.
vención de los gataonitas en el trágico suceso aludido,
el cue explican así: Los reyes judíos, como los de otros
países antiguos, eran considerados responsables de las
calamidades públicas que sobrevenían en sus respectivos
puebles. Habiendo ocurrido una persistente sequía en
Palestina durante tres años, oue trajo como consecuen-
cia el hambre y la miseria. David en su carácter de rey-
es declarado causante de esas desgracias. Pero él, en
su defensa, recurre al oráculo de Yahvé. y el oráculo
muy hábilmente responde que el culpable no es el rey
LL PALTO DK JOSUE VOS IX>S GABAONITAS 179

actual, sino el rey anterior, cuyos descendientes deberán


expiar la lalta de éste. Según antiguas creencias, el últi-
nio itcuifco vara salir de un mal paso (cf. 11 h,ey. 3, 2/),
como para conjurar una (Calamidad pública, era acudir a
IOS sacriiicios humanos, iahve que, en sus remotos
Lienipos. Labia exigido ei sacriticio de los primogénitos
"¿Z, 2H), y iQue más tarde habia admitido el sacri-
íicio de la hija de Jetté, sin contar que habia implan-
tado el Kiherem, ahora para aplacarse, impone otra vez
que se derrame sangre ae victimas humanas, y ese sa-
criticio se eíectúa en el alto de Gabaón, donde se en-
contraLa el santuario oíicial de ^ahvé, en el cual este
dios se le apareció a Salomón prometiéndole sabiduría,
riqueza y gloria (I Rey, 8, í-W). Ese santuario estaba
servido por un cuerpo de sacerdotes, bajo las órdenes
de Sadoc (I Crón. 16, 39) y delante del altar que allí
;

había, fué donde se consumó el sacrificio de los desgra-


ciados siete descendientes de Saúl. Al ponerse más tar-
de por escrito estos sucesos, en época en que ya no se
admitían los sacrificios humanos, y para no hacer apa-
recer a un personaje religioso de la importancia de Da-
vid, cometiendo esas prácticas abominables, se hizo in-
tervenir a los gabaonitas en el hecho, el cual fué refe-
rido como el resultado de una venganza de éstos. Así se
transformó ese sacrificio humano en una aplicación de
la ley de la venganza de la sangre.
1048. Nótese igualmente que el pretendido pacto
de Josué con los de Gabaón (Jos. 9) en que se basaban
éstos últimos, no es sino una leyenda etiológica ten-
diente a explicar el porqué los gabaonitas, que eran ca-
naneos, proveían de agua y leña al templo de Jerusa-
lem, hecho éste fácilmente explicable, porque en esta
ciudad no había montes y existían pocas fuentes, mien-
tras que en las cuatro poblaciones gabaonitas de Gabaón,
Kefira, Beerot y Kiryat-Jearim, (Jos. 9, 17) a pocos ki-
lómetros de a-quella capital, abundaban los pozos de agua
y los parajes montuosos. Esa leyenda, como lo observa
Dussaud, tendía a calmar los escrúpulos de los pietistas
hierosolimitanos (Les Origines, p. 285-289) Frazer co-
.
180 J3L, C^.NÜO DE 1SJ:.VEL

aientanelo la matanza de ios descendientes de Saúl escri-


be: 'j.nienmos de la estación eiegma para matar a esos
principes ^ei comienzo ae la cosecha ae la cebada), asi
como üel largo tiempo que estuvieron colgados, que su
ejecución lue considerada no sóio como un castigo, s.nc
como un hechizo destinado a provocar la lluvia. Irorque
es una creencia muy extendida la que atribuye a los hue-
sos de los diluntos, en ciertas ceremonias mágicas, el
poder de producir la lluvia, y sería natural atribuir una
virtud fespecial a este respecto, a los esqueletos de prín-
cipes, de qu.enes, en vida, tan trecuentemente se esperaba
el beneíicio de la lluvia" (Adonis, p. 14). Lods igualmen-
te, en un reciente articulo (de abril de 1936), refiriéndose
al episodio que comentamos, expresa que la lluvia no vol-
vió a Israel, después de una sequía de tres años, sino cuan-
do las almas de los gabaonitas exterminados por Saúl,
hubieron sido aplacadas por la ejecución de los siete descen-
dientes de este rey. Dicha tradición estaría de acuerdo
con antiguas creencias, según las cuales, los muertos, que
por el hecho de ser sepultados se tranformaban en divi-
nidades o potencias clónicas,* es decir, de debajo de la
tierra, eran considerados en muchos pueblos como los dis-
pensadores de la fertilidad (R. H. Ph., t' 16, p. 128). Y
Dussaud notando también la época en que los hijos de Saúl
habían sido muertos, supone que "ese momento había sido
elegido por estar relacionado con los ritos de la cosecha. La
costumbre de matar condenados en tiempo de la Pascua,
que encontramos practicada en Jerusalem durante la
época de Jesús, es probablemente una aplicación de las
mismas ideas, o a lo menos, una supervivencia de ellas".
(Les Orig. "p. 289).

DAVID Y EL CENSO DE ISRAEL. —


1049. Aca-
bamos de ver un caso en que se enciende de repente la
cólera de Yahvé, porcue en tiempos pasados había come-
tido Saúl una falta, y en su enojo, aquel dios no hizo llo-
ver durante tres años seguidos, razón por la_ cual reina-
ba el hambre en el país de su elección. Gracias a que fue-
ron sacrificados siete hombres inocentes, es que se apla-
KL PE€ADt) DEL GEASO 181

có la ira de Yahvé, y quedaron así conjuradas aquellas


calamidades. Los libros sagrados nos olrecen ahora otro
caso igualmente interesante en el reinado de David, que
contribuye a completar el conocimiento que teníamos de
las cualidades morales de Yahvé. Vale la pena, pues, que
nos detengamos a co-nsiderarlo.
1050. / 1' la cólera de Yahví se inflamó de nuevo con-

tra Israel, e incitó a David contra ellos, dciiendo: Anda, haz


el censo de Israel y de Judá {\) 2 Y el rey dijo a Joab y a
.

los jefes del ejército que estaban son él: ''Recorred todas las
tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba y haced el censo
del pueblo a fin de que yo conozca el número de la pobla-
;

ción". 3 Y Joab dijo al rey: " ¡Que Yahvé, tu dios, añada al


pueblo cien tantos de lo que son, y que los ojos de mi señor
lo vean! Pero ¿por qué el rey, mi señor, desea esto?" 4 Sin
embargo la palabra del rey prevaleció' contra Joab y los jefes
del ejército, y tanto aquél como
éstos salieron de la presen-
cia del rey para empadronar pueblo de Israel. 5 Pasaron,
al
pues, el Jordán y acamparon en Aroer, a la derecha de la
ciudad ^que está en medio del valle de Oad y\ llegaron a Jaezer.
6 Luego fueron a Galaad y al país de los hititas en Cadés: De
Dan se volvieron a Sidón la grande. 7 Y vinieron entonces a la
plaza fuerte de Tiro, así como a todas las ciudades de los hi-
vifas (o heveos) y de los cananeos, y llegaron al Xegeb de
Judá, en Beerseba. 8 Recorrieron, pues, todo el país, y al ca-
bo de nueve meses y veinte días, volvieron a Jerusalem. 9 Y
Joab dió al rey la suma del censo del pueblo: y había en
Israel, 800.000 hombres de guerra que sacaban espada, y en
Judá, 500.000 hombres. 10 Pero David tuvo remordimientos
después de efectuado d censo del pueblo, y dijo David a
Yahvé: "¡Ifí cometido un gran pecado en lo que acabo de ha-
cer! Ahora, pues, oh Yahvé, quita la iniquidad de tu siervo,
porque he obrado muy insensatamente". 11 Y la palabra de
Yahvé fué dirigida n Oad, profeta, el vidente de David, en

íl) Pratt falsea el texto traduciendo este v. 1 de este


modo: "Y otra vez se encendió la ii-a de Jehová contra IsJrael.
PORQUE SE LE H.IBIA INCITADO A DAVID CONTRA ELLOS,
CON DECIRLE: ¡.4nda, toma la cuenta, de Israel y de Judá!"
182 EL PECADO DEL CEX80

es/i.:s h'tiiiinos: 1:> •']'( ¡j d¡


(i David
: Así luí habloáo Yahvé:
Te propoiujo fres cusas: escoge una de ellas, para que yo Id
haga", /ó' Y cuando David se levantó de mañana, vino Gad
a Dav'-d, /y U formuló esta proposición : " ¿Quieres (¿ue vengan
siete años de hambre en tu país, o bien huir flnrante tres me-
ses del'Híle de fus enemigos que te persigan, o bien que haga
(res días de pesie en lu país/ Decide ahora y ve la respuesta
(¡ue he de dar al que me envía". 14 Y David dijo a Gad: "Es-
toij en gran angustia. ¡Caigamos mejor en manos de Yahvé,

porque grandes son sus compasiones; pero que no caiga yo en


manos de los hombres!" Iñ David escogió, pues, la peate.
Y eran los días de la cosecha del trigo cuando la peste comen-
zó, y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta
lieerseba. ](''> Entonces Yahvé envió un ángel « Jerusalem pa-
ra destruirla. 17 Y cuando David rió al ángel que hería al
pueblo, dijo a Yahvé: " ¡He aqví que he pecado, yo soy el cul-
pable! Pero estas ovejas, ¿qué han hecho? ¡Qué tu mano sea
pues sobre mí y sobre la casa de mi padre!" 16^ Yahvé se
arrepintió entonces del mal y dijo al ángel que exterminaba
al pueblo: ¡"Basta ; detén ahora tu mano!" Y. el ángel de
Yahvé estaba junio a la era de Arauna, el jebuseo. 18 Y aquel
día, vino Gad a David y le dijo: "Sube, levanta un altar
a Yahvé en la era de Arauna, el jebuseo". 19 Y David subió,
conforme al dicho de Gad, según se lo había ordenado Yahvé.
20 Y Arauna miró y vió al rey y a sus servidores que se di-
rigían a él: y Arauna salió y se prosternó delante del rey,
con el rostro a tierra. 11 Y dijo Arauna: "¿Por qué viene el
rey mi señor, a su siervo?". Y David respondió: "Para comprar-
te la era, a fin de edificar en ella, un altar a Yahvé, y ha-
cer así que se detenga la plaga que asuela al pueblo". 22 Y
Arauna dijo a David: "Tome el rey mi señor, y ofrezca en
sacrificio lo que encuentre bueno. He aquí los bueyes para el
nolocausto, y los trillos o los carros con los yugos de los
bueyes servirán de leña. 23 Todo esto, oh rey, Arauna lo da
al rey". Y Arauna dijo al rey: "¡Que Yahvé, tu dios, te sea
propicio!" 24 Y el rey dijo a Arauna: " Xo, sino que cierta-
mente por precio de plata te lo he de comprar, pues no ofre-
ceré a Yahvé, mi dios, holocaustos gratuitos". Y David com-
pró la era y los bueyes en cincuenta sidos de plata. 25 Y Da-
3 RELATOS BIBLICOS DEL >nSMO SUCESO 183

('/(/ cdiucó allí lili (diar a Yaliri, y ofreció liolocanstos y sa-


crificios pacíficos o cíe acción de (/radas. Entonces Yahvé tu-
vo piedad del país, y cesó Ja peste en fsruel [T Saui. 24). i

1051. Esta narración ha sido hecha de acuerdo con


el mismo patrón que
la anterior de los gabaonitas: en
ambas, rey (Saúl o David) comete
el un pecado; éste
origina una calamidad pública (hambre, peste) sigue ;

la expiación, y a consecuencia de ella, cesa la calami-


dad. El relato referente al censo de David se encuen-
tra también en el capítulo 21 del primer libro de las
Crónicas, siendo más m.oderno el de este último, el cue
según lo confiesa Dhorme, presenta numerosos y muy
visibles retoques tendenciosos. La narración de las
Crónicas tiene muchas variantes que conviene destacar
las que a continuación señalamos en negrita.

II Sam. 24 I Orón 21

1'' Yahvé en su ira con- Satanás se alzó contra


I*?

tra Israel incita a David a Israel e incita a David a


levantar el censo (v. 1). levantar el censo (v. 1).
Joab en su respuesta
2'' 29 "¿Por qué pretende
a David dice: "¿Por qué el mi señor hacer esto que
rey, mi señor, desea esto ?" será imputado por pecado
(V. 3). a Israel?" (v. 3).
censo arrojó este
3' El 3" En Israel había
resultado: en Israel había 1.100.000 hombres que
800.000 hombres que sa- sacaban espada y en Ju- ;

caban espada; y en Judá dá, 470.000. "Mas a Leví y


500.000 hombres (v. 9). a Benjamín no contó Joab
entre ellos, porque Joab
consideraba que la orden
del rey era una abomina-
ción" (vs. 5 y 6).
4'^ La propuesta de Gad 4'' La propuesta de Gad

a David es ésta: O siete a David es ésta: O tres


años de hambre en el país años de hambre; o que Da-
o que David sea persegui- vid sea perseguido tres
do tres meses por sus ene- meses por sus enemigos o ;
184 2 REJ.ATOS BIBJvKX)S DEL MISMO SUCESO

mig-os; o que la peste que por tres días ande la


asuele al país tres días espada de Yahvé y la pes-
(V. 13). te se extienda en el país,
y el ángel de Yahvé ha^a
estragos en todo el terri-
torio de Israel (v. 12).
5' David vió al ángel 5'' David vió al ángel de
que hería al pueblo (v. 17). Yahvé que estaba entre la
tierra y el cielo, con una
espada desenvainada en la
mano, dirigida contra Je-
rusalem. Y tanto David
como los ancianos, cubier-
tos de sacos, cayeron so-
bre sus rostros (v. 16).
6- Gad
viene a David y 6- El ángel de Yahvé
le dice que suba y levante manda a Gad que diga a
un altar a Yahvé en la era David que suba y levante
de Arauna, el jebuseo (v. un altar a Yahvé, en la era
18). de Ornán, el jebuseo (v.
18).
7" Omán y cuatro hijos
suyos que con él estaban
trillando el trigo en la era,
levantan los ojos, ven al
ingel y se esconden (v. 20).
8'' Arauna le ofrece a 8'' Omán le ofrece a Da-
David bueyes para el
los vid los bueyes para el ho-
:

holocausto, y los trillos o locausto, los trillos o ca-


carros con los yugos para rros para leña, y el trigo
leña (v. 22). para oblación u ofrenda
vegetal (v. 23).
9' David compra a Arau- 9" David compra a Or-
na la era y los bueyes en nán elsitio o la era por
cincuenta sidos de plata 600 sidos de oro (unos
Cv. 24), — unos 32 dóla- 6.000 dólares) (v. 25).
res.
10' David, en la era 109 David, en la era
comprada a Arauna, edifi- 'omprada a Ornán. edifi-
t

V.\H\E INDUCE A DAVID A l'ECAK 185

ca un altar a Yahvé, y ca un altar a Yahvé,


oírece holocaustos y sacri- ofrece holocaustos y sacri-
ticios pacíticos (v. 25). invoca a
íicios pacíticos, e
Yahvé, quien ie responde
enviando fuego del cielo
sobre el altar del holocaus-
to (v. 26).
11" Entonces Yahvé tie- ll'í Entonces Yahvé
ne piedad del país, y cesa manda al ángel, y éste
la peste en Israel (v. 25). vuelve su espada a la vai-
na (v. 27).

1052. Según muchas de estas variantes,


se ve,
como las Nos. 1, y 9, no concuerdan, y alguna
3, 4, 6,
como la del N." 1 relativa a quien fué que incitó a David
a cometer el pecado de levantar el censo, si Yahvé o Sa- —
tanás, —
son contradictorias. Los exégetas ortodoxos ha-
cen ejercicios de acrobacia * intelectual para buscar ex-
plicaciones a esas variantes, que tan mal parada dejan
la inspiración divina de las Santas Escrituras, cuando
esas diferencias son fácilmente explicables si se prescin-
de del prejuicio de la inspiración, y se admite que los
libros de Samuel y de las Crónicas utilizaron para narrar
el mismo relato, documentos o una tradición
distintos
oral expuesta de diversa manera. Hechas estas salveda-
des, veamos qué nos enseña el relato que antecede sobre
el censo de David.
1053. —
1" Primeramente tenemos que el irascible
y
caprichoso Yahvé vuelve a encolerizarse contra Israel,
sin decírsenos el porqué, lo que justifica aquellos califi-
cativos. Supongamos que Israel, como niño indócil y
mal educado, hubiera merecido unos palmetazos del dó-
mine Yahvé; lo natural es que se los hubiera aplicado di-
rectamente, explicándole la causa del castigo, para que
no reincidiera en la falta. Pero como la lógica y Yahvé
a menudo anduvieron reñidos, este dios obra de distin-
ta rranera: está enojado con Israel, pues bien, incita
a su rey David que cometa un pecado, y entonces apro-
vecha la oportunidad para aplicar al pueblo el castigo
o

IS6 COMO DEFIJíNDE L,A ORTODOXIA A YAHVE

que para éste tenía preparado. Pero tal curioso proce-


ceder ya no nos toma de sorpresa, porque ya lo hemos
visto "endureciiendo el corazón del Fafa^ón". (Ex. 7
11; 10, /), para darse después el placer de realizar los
prodigios ae las diez plagas y para hacer ahogar en el
ivíar Kojo a todo el ejército egipcio (§ 141, 165) o pro- ;

cediendo de igual modo con el rey amorreo Sehón o Si-


hón, para que Israel se posesionara de su territorio, se-
gún se ve en estas palabras que el Deuteronomio pone
en boca de Moisés dingi^éndose a su pueblo: --Xo quiso
Sblióu, rey de Ilesbón dejarnos pasar por su territorio,
porqueVAHVÉ TU DIOS hUBÍA ENDURECIDO SU ES-
líRITU Y VUELTO OBSTINADO SU CORAZÓN RA-
RA ENTREGARLO EN TU MANO, como esto así ha
ocurrido' (2, 30; § 264). Ahora incita a David a cometer
una acción odiosa al mismo incitador Yahvé, como era el
empadronar a Israel, para darse después el gusto de ma-
tar con la espada de su ángel exterminador a 70.000 ha-
bitantes de ese país. Y dígase después que Yahvé no
¡

era un dios moral!


1054. Veamos cómo defiende la ortodoxia a Yahvé
en esta emergencia. Al respecto escribe L. B. A. "Las
Crónicas atribuyen esta incitación a Satán. No hay con-
tradicción. Queriendo Dios humillar al rey y al pueblo,
se sirvió de un mal pensamiento sugerido ai primero por
el esp ritu maligno". Ahora bien el texto dice que Yahvé
INCITÓ a David a levantar el censo, y el Diccionario de
la Academia Española define así el verbo incitar: "Mo-
ver o estimular a uno para que ejecute una cosa". En
consecuencia, cue se haya valido de este o de aquel me-
d'-o, lo que se ve claramente es que Yahvé, mueve
o estimula a David para ejecutar un pecado tan
grande, que su castigo ocasiona una hecatombe. Scío,
de acuerdo con S. Gregorio, supone también que
esta acción fue realizada por dos sujetos: Satán y Yah-
vé, diciendo: "El demonio es el oue mueve a David a
que mande hacer este encabezamiento; el que le sug-ie-
re el designio, y el que le presenta todas las razones
para afirmarle en él, y para que no dé oídos a todo lo
LOS PRKvTUICIOS DE LA ORTODOXIA 187

que se le pueda decir en contrario. Pero al mismo tiem-


po es Dios en un stntido muy verdadero el que le
excita a hacer este encabezamiento, que en sí mismo
nada tieoe de malo: y le mueve como causa primara
y universal, cuya voluntad preside a todos los acaecimien-
tos; y nada sucede sin una orden expresa de su Providen-
cia. El es el que da el poder al demonio para que ma-
lee la voluntad de David por este lado y le venza: y lo
hace,, porque está irritado contra Israel, que no había
sabido aprovecharse del último azote del hambre oon
que acababa de castigarle. Dios, que tiene en sus mano3
los corazones de los que gobicirmn, permite algunas veces
que un pastor, que por otra parte es virtuoso, caiga en
una falta, para castigar así a lOs que están a su cargo, y
cue le han irritado por el desarreglo de su vida, porque
es muy grande la unión y enlace que hay entre los que
gobiernan y los que son gobernados". Y finalmente el
abate Desnoyers, rompiendo también una lanza en pro de
Yahvé, que sigue para él siendo su Dios, como lo había
s-'do el de los Israelitas, se pregunta: "¿Era Yahvé bastan-
te poco moral para impeler a los hombres en una obstina-
ción culpable, bastante injusto para castigarlos en segui-
da de haber escuchado sus perversas sugestiones? ¿Era
el instigador del pecado y después el verdugo de sus vícti-
mas?". Por supuesto que no comete la blasfemia de res-

ponder afirmativamente, como así tiene que contestar
a esas preguntas cualquier espíritu libre de prejuicios^
y trata de disminuir el alcance de "aquellas expresio-
nes casi odiosas" (el endurecimiento del corazón, la in-
citación a pecar, etc.) relacionándolas con nuestras ma-
neras de pensar v de hablar sobre la predestinación, se-
gún las cuales Dios aparece como el autor de la condena-
ción eterna. Para el abate Desnoyers. como para los demás
defensores de la ortodoxia, es en balde que los textos bí-
blicos digan y repitan que Yahvé etndurece el coi^azón de
quienes quiere perder o que incita a David o a otros a
pecar, pues para ellos. "Yahvé, dios infinitamente justo
y moral, no podía incitar al hombre a cometer una ac-
ción injusta o inmoral". Pero precisamente lo que está
188 YAHVB PARANGONADO CON JUPITER

en tela de ju.'cio son las cualidades morales de Yahvé; de


modo que sise da por sentada la infinita justicia y morali-
dad de ese dios, se incurre en una petición de principio y se
cierran los ojos a la evidencia, cuando los textos demues-
tran lo contrario de aquel postulado. Así, si una persona
parte de la base que Napoleón fué invencible, se negará
después a aceptar lo que enseña la historia, que ese gene-
ral fué derrotado en Waterloo. Desnoyers, cuyos pre-
juicios sobre las cualidades que atribuye a Yahvé, no le
permiten ver las barbaridades cometidas por este dios,
extrema su dialéctica para defenderlo, y así escribe:
"Viendo al pecador no solamente concebir el pensamien-
to malo, sino apegarse a él, imaginar y escoger los me-
dios de ejecutarlo, obtinarse en él sin escrúpulo, sin
hesitación y sin pesar, Yahvé lo castiga ya, afir-
mándolo a fondo en esta perversidad voluntaria. Que-
ría aquél el mal, pues lo querrá, será menester que
lo cuiera hasta el fin, es decir, hasta su cumpli- f

miento y hasta el castigo, consecuencia inevitable del


mal perpetrado. Yahvé es el único vengador de la jus-
. .

ticia mxral ultrajada. Para que no se le escapase el cri-


minal, él lo tenía, en cierto modo, hundido en su cri-
men; rectamente lo guiaba, sin que aquél pudiera des-
viarse de la funesta fosa que se había abierto con sus
manos consagradas al mal" (III, 268, 269). Como lo reco-
noce el mismo autor, el procedimiento de Yahvé era aná-
logo al de los dioses de Homero, cue cegaban a los hé-
-v)es que odiaban; o al cue describen los trágicos grie-
gos mostrando a Edipo impelido por el irresistible Des-
tino a cometer, sin saberlo, abominables iniquidades; o
finalmente, al de Júpiter cuando enloquecía a aquéllos
que quería perder: Quos vult perderé Júpiter deméntat
prius.
1055. Es ésta realmente una curiosa defensa: según
Desnoyers, Yahvé cuando ve a un hombre que concibe un
mal pensamiento y que se empeña en llevarlo a cabo, en
vez de tratar, por los infinitos medios de que dispone en
su omnipotencia, de apartarlo del camino extraviado cue
sigue, lo hace persistir en el mal, para castigarlo después
\.\H\E. DIOS ( i.AlPlUCHOSO V RAIUiABO 189

con mayor intensidad. Supóngase que un hombre se arro-


ja al mar con propósito de suicidarse; que se lanza tras él
un experto nadador, y cuando aquél sale a la superficie,
en vez de sacarlo éste a tierra, lo hunde más en el agua,
alegando que procede así, porque el suicida persistía en su
mala ¡dea de quitarse la existencia. Tal es la conducta de
Yahvé, según la argumentación de Desnoyers, lo que no
impide que éste lo considere como un dios infinitamente
justo y moral. Pero todos esos razonamientos rebuscados
nada tienen que ver con nuestro caso: Yahvé se irrita con
Israel, ¿ c ué relación hay entre ese enojo y su incitación
a David para que éste cometa un acto que el mismo Yah-
vé juzga un pecado? ¿Por qué transforma a David en
pantalla o cabeza de turco, para después tener en qué
basar las matanzas que pensaba realizar en su venga-
tiva y sanguinaria cólera?. No, la intervención de Yah-
vé no tiene justificativo racional alguno, y el aludido re-
lato nos lo presenta como un dios caprichoso y bárbaro,
indigno de tener cerno adoradores a personas de deli-
cada conciercia moral. Por eso. siglos más tarde, el au-
tor de las Crónicas no se atrevió a hacer constar la
tradición aue había recogido el redactor del libro de Sa-
muel, y atribuyó a Satanás el haber inducido a David
a empadronar el pueblo de Israel.
1056. 2" David se considera culpable de haber
obrado de acuerdo con las sugestiones de Yahvé, y pide
a é.ste lo perdone. Aunque tan criminal es el cerebro
instigador de un. delito, como el brazo que lo ejecuta,
Yahvé en vez de pedirle perdón a David por haberlo in-
ducido al mal, acepta que éste, afligido, le diga: "TJe co-
mctirln tni gran pecado; axifa la imqunlad de in siervo,
porque Jié obrado muy insensatamente". y dándose aire
de dios justiciero, le impone por medio del vidente Gad,
la elección de uno de estos tres castigos: tres años de
hambre en el país; o tres meses de ser perseguido por
sus enemigos; o tres días de peste en el territorio de Is-
rael. Yahvé, que había usurnado las facultades de Baal,
como Dios que hacía fructificar la tierra, enviar la llu-
via benéfica y producir las cosechas, ahora se presenta
190 VAHVE, AUTOK DEL MAL

como el autor de las calamidades públicas. "Esta terri-


ble palabra del proieta, escribe L. B. A. anotando el v.
13, en la cual se revela Dios como el libre dispensador
de los sucesos de la historia y LOSDE FLAGELOS DE
LA NATURALEZA, muestra evidentemente la omnis-
ciencia y el poder de aquél que encarga a su enviado tal
mensaje". La ortodoxia reconoce, pues, y confiesa, sin
la menor protesta cue Yahvé (a quien confunde con Dios,
el Ser Supremo del Universo) es el dispensador de las ca-
lamidades de la naturaleza, lo que no impide que siga ca-
lificándolo de dios todo ternura y amor. Aqui en el caso
que cementamos, para apaciguar su cólera provocada por
una falta del rey de Israel (de la que él mismo había sido
el instigador), Yahvé está dispuesto a hacer padecer
hambre a todo el pueblo, por tres o siete años, (según los
distintos autores inspirados), como hemos visto que lo
hizo anteriormente pretextando que Saúl había faltado
a un pacto celebrado por Josué con los gabaonitas; o si
no, a desencadenar una guerra desastrosa por tres meses,
o a desarrollar la peste durante tres días. El hambre, la
guerra y la peste fueron siempre los grandes azotes de
que se valía el bondadoso Yahvé para hacer sentir su
enojo a su pueblo escogido, y según veremos más adelan-
te, los profetas constantemente, en nombre de Yahvé,
amenazaban con esos castigos al pueblo que no se mos-
traba dispuesto a seguir las enseñanzas que ellos daban
(Jer. 21. V 24. JO).
;

1057. S*^ De la propuesta que le hace Yahvé, por in-

termedio de Gad. David acepta la última parte, que le


parece la menos rrala para él. por lo cue en seguida se
desarrolló la peste v " muricrnv 70.000 hombres del pne-
lih). desde Da» Jinsfa Tiem-í^ehn". 'Chasco grande se hu-
bieran llevado nuestros médicos de este segundo tercio
del sielo XX. en oue vivimos, si, con sus actuales conoci-
mientos, hubieran podido acudir en socorro de aquellos
atacados por tan extraña como fulminante epidemia, y
se hubieran puesto a investigar el bacilo que la producía.
Más expertos. David, Ornán y sus cuatro hijos, levanta-
ron la vista al cielo y allí descubrieron la causa de aque-
KL ANGEL EXTEKMINADOR JMü YAHVB 191

liahorrible mortandad: con espanto vieron al ángel exter-


minador de Yahvé con una espada desenvainada en la ma-
no, por lo que Omán y sus hijos que estaban trillando,
corrieron a esconderse, y cuando lo vió David, tenía el án-
gel la espada dirigida contra Jerusalem, por lo que clamó
a Yahvé que se apiadara de aquel pueblo inocente, pues
él era único culpable: " ¡que tu mano sea, pues, sobre mí
el

y sobre la casa de lui padre!". \ahvé se arrepintió enton-


ces de la barbaridad que estaba cometiendo, y mandó al án-
gel Ique no prosiguiera su obra. La generalidad de los
pueblos primitivos atribuían las epidemias, como las
atribuyen hoy los incivilizados, a la cólera de sus dio-
ses; pero en Yahvé, dios antropomórfico por excelencia,
se agrega esta peculiaridad, que él realiza su obra de
exterminio por medio de un ángel, que dispone como los
sclcadcs ¿e la época davidíca, de una espada, (hoy, em-
plearía los gases venenosos o los rayos Z), y cuando ese
ángel la desenvaina y la mueve en todos sentidos, co-
mienza la hecatombe, la cual termina cuando aquel ver-
dugo la vuelve a envainar.")' Yahvi ¡nandú al ángel, y
éstr ro'viú su espada a la vaina... ij cesó la niortandad
(u Israel" (I ('fon 21, ; I Rey. 22, ^.T'O Menciona Fra-
.

zer que ciertos pueblos mahometanos de Célebes creen


en la existencia de esp ritus que causan la enfermedad
y la muerte dando en el aire espadazos invisibles. La
credulicad sujiersticiosa de épocas atrasadas, cuando se
aceptaban como indiscutibles los relatos bíblicos, ha he-
cho que muchedumbres sobreexcitadas en momentos de
gran peligro, han creído como David, Ornan y sus hijos,
ver en las nubes un ángel, que, espada en mano, o bien
".ontribuía a la victoria de los cristianos matando infie-
les —caso del ángel Santiago en la batalla de Clavijo,
de los españoles contra los moros —o bien diezmaba a
los pacíficos ingleses, según relata Daniel Defoe en su
History of the Plague in London, cuando durante la pes-
te cue asoló a Londres, la multitud reunida en la.« ca-
lles, imaginaba ver en el aire, la misma terrorífica apa-
<ición (Frazer. Folklore. 267. 411).
1058 4'' Felizm.ente hay un medio infalible para
192 COMO Sjí APJLACA LA tíOLERA DE YAHVB

calmar ia terrible cólera de Yahvé: levantando un rústi-


co altar y oireciendo en él un holocausto, es decir, que-
mando sobre él un animal vacuno u ovino, en cuanto
Yahvé aspira el olor de la carne o de la grasa quemada
(él prefiere la grasa), en seguida se aplaca y hace cesar-
la matanza que hubiere desencadenado. Y conste que l»
maianza provocada por el pecado de David, había sido
espantoíía: 70.000 hombres cayeron en aquella jornada,
o que prueba cue Yahvé a toda cosisi quería demostrar
no sólo la maldad, sino también la inutilidad del censo
levantado, kste censo tué exclusivamente de la población
masculina, de veinte años arriba (I Crón. 27, ¿o), de mo-
do que es lógico suponer que las 70.000 víctimas de la
cólera del dios israelita lo fueran hombres adultos, de
los que pod-an •sacar espada", y que cuando se dice que
a consecuencia de la obra del ángel, "caijeron de Israel,
70.000 HOMBRE S", no debe entenderse esta última pala-
bra, en el sentido de "seres humanos'", sino en el de sólo
varones adultos, excluidos las mujeres y los niños.
1059. 5" En el relato de las Crónicas hay un de-
talle interesante, al mencionar el sacrificio ofrecido por
David, que falta en el libro de Samuel, a saber, que Yah-
vé respondió a la invocación de aquel rey, enviando
"í/í.si.'c el cielo fuego sobre el alfai' del holocaiisto". Te-
nemos ac_uí la coníirmación de una cualidad, que ya ha-
blamos destacado en Yahvé (§ 368, 460) éste, como buen
;

dios volcánico, ai-rovecha la primer oportunidad que se


le presenta, para mostrar que tiene el fuego a su disposi-
ción y dispone de él cuando bien le place. Así hizo en el
caso del sacrificio que le ofreció Gedeón (Jue. 6, 21) y así
lo veremos ofciar de igual manera en otro célebre sacri-
ficio de Elias (I Rey. 18, .38).
1060. 6' Falta también en la narración de II Sam.
24, la explicación que da el Cronista para excusar a Da-
vid por no haber celebrado el sacrificio en el tabernácu-
lo de Moisés: "21, Entonces David, viendo que Yahvé
le había exaudido (1) (o escuchado) en la era del jebu-

(1) El vei-bo castellano exaudir, (el exaudiré, latino) aun-


ÜOMPRA I>E LA miA DE AKAUNA 193

seo Ornán, ofreció


allí sacrificios. 29 El tabernáculo de
Yahvc que hecho Moisés en el desierto y el altar
había
de los holocaustos, sé' encontraban a la sazón en el alto
de Gabaón; 30 pero David no se animó a presentarse
allí para consultar a Dios, porque estaba ater'rado a cau-
sa de la espada del ángel de Yakvé. 22, 1 Y dijo David:
"Aquí será la casa del dios Yahvé, y aquí el altar de ho-
locaustos para Israel". Se comprende fácilmente que es-
cribiendo el Cronista en una época en que el Pentateu-
co era la ley a que se ceñía estrictamente la comunidad
judía del segundo templo, tratara de justificar cómo Da-
vid no se ajustó a la preceptuado en aquel Código, dan-
do por supuesto que en el santuario de Gabaón en aque-
lla época, existía el tabernáculo y el altar de holocaus-
tos, que el Código Sacerdotal cons-deraba como obras
mosaicas del desierto. Con gran verdad escribe Reuss al
respecto: "Como desde entonces también, pasaba el Pen-
tateuco por ser obra de Moisés, se persuadían fácilmen-
te que desde más de mil años atrás, había sido el código
nacional, universalmente reconocido y rigurosamente
aplicado pui toaos los depositarios de los poderes teo-
cráticos. ¿Cómo creer que un David, Que un Salomón u
otro praicipe piadoso y fiel, hubiera podido permitirse
la menor desviación de la letra de esa ley? Por e) con.
trario, eran precisa^nente esos pr-ncipes que, a sus otros
títulos de gloria, debieron unir el de estrictos observado-
res de sus estatutos" (Chronique, p. 41). De acuerdo
pues, con la tesis del Cronista de que en Gabaón se en-
contraba el santuario oficial y legal, supone dicho escri-
tor que la aparición del ángel en la era de Ornán, era
una revelación o aviso para David, que allí debía trans-
portar aquel santuario nacional.
1061 7'' Nota Lods que el relato de la compra a
dinero contante y sonante de la era de Arauna, donde
debía elevarse el altar del templo de Salomón, tendía

que anticuado, es más íipropiado para expresar el significado d©l


exaiucer, francés, o eea, la acción de oir favorablemente los rue-
gos y conceder lo que se pide.
194 BL PECAiDO DEL. OEX^
muy probablemente — como las tradiciones semejan-
tes sobre el recinto sagrado de Siquem (Gén. 33, 19, 20;
Jos. 24, 32), y la caverna de la Macpelá en Hebrón (Gén.
23), —
a establecer que los indígenas no tenían ningún de-
recho sobre ese lugar santo, lo que supone que aquéllos
lo reivindicaban (Isr., 420). Dicha era debía estar situa-
da en la cima de la colina de Sión, donde se encontraba
un gran bloque, sobre el cual se construyó el templo, y
aonde existe la mezquita de Ornar.
1062. 8" Pero al fin de cuentas, ¿en qué consistió
la iniquidad de Eavid, que le dió motivo a Yahvé para
desencadenar sobre Israel su terrible cólera? Ya lo he-
mos visto: en hacer empadronar a la población masculi-
na adulta de Israel y de Judá. Notemos de paso, —
lo
que a la vez nos ayudará a avalorar la historicidad del
relato, —que según los vs. 6 y 7 fueron comprendidos en
ese censo las habitantes de Tiro y Sidón, ciudades feni-
cias cue, a pesar de los deseos de Yahvé, nunca fueron de
Israel (Gén. 15, ]^), por lo cual la ortodoxia explica esos
incómodos versículos diciendo que las palabras "Tiro y
Sidón" indican aquí los límites hasta donde se empadro-
nó la población, en ese lado del país. La ortodoxia, que
comprende cuan ridículo es considerar como pecado el
efectuar un censo, busca ocultas causas que hayan im-
pelido a su dios a castigar a David y a su pueblo por
un hecho en sí indiferente a la moral. Para L. B. A., "Da-
vid quería conocer las fuerzas con las cuales podía con-
tar; lo que prueba que olvidaba en ese momento, lo que
tan a menudo había experimentado, que su fuerza estaba
en Dios". Del mismo modo, para Scío, "el pecado de Da-
vid consistió no en hacer el encabezamiento o numera-
ción, sino en hacerlo movido de una oculta vanidad y so-
berbia para hacer alarde de su poder, atribuyéndose de
algún modo a sí lo cue era todo de Dios, y porque con-
tando menos sobre la promesa del Señor, que sobre sus
propias fuerzas, quiso saber hasta donde llegaba el nú-
mero de todos sus súbditos, traspasando los límites que
el mismo Señor tenia puestos para que se hiciesen estos
encabezamientos, pues no debían ser registrados en ellos
KL. PECADO I>KL OKNSO 195

sino lo6 que tenían de 20 años arriba hasta los 60^". Es-
ta última aseveración de Scio está desmentida por I
Crón. 27, ^'ó', pasaje que se refiere al censo de I
Crón. 21, que es aquel del cual estamos tratando. Como
se ve, los ortodoxos, para defender la injustificable con-
ducta de Yahvé en este caso, atribuyen el desagrado de
este dios, a la vanidad que dominaba a David al ordenar
ese censo, con lo que no sólo crean una causa que no cons-
ta en el texto, sino que ademas agravan la situación cen-
surable de Yahvé, pues ¿con qué lógica se puede de-
fender que para castigar la vanidad de un rey, sea justo
matar a 70.000 de sus subditos? Prescindamos, pues, de
estas interesadas y falaces argumentaciones, y atengá-
monos a lo que claramente dice el texto sagrado: el deli-
to de David consistió en que éste hizo el censo de s(u
pueblo. "Se comprende, expresa Reuss, que el empadro-
namiento de la población, con un fin puramente militar,
podía ser considerado, del punto de vista teocrático,
como tentativa de emancipación mundana, o como falta
de fe''. Po*- eso el escritor inspirado pone sus propias
ideas en boca del general Joab (v. 3), cuien, según
el citado exégeta, "es aquí el órgano del pensamiento
teocrático, y anticipa así el papel del profeta que lue-
go entrará en escena".
1063. En consecuencia tenemos aquí incuestiona-
blemente un nuevo pecado que se le ocurrió crear a
Yahvé, y que no se encuentra en el Decálogo, aun cuan-
do corre parejas con el que hizo figurar en una de las
primitivas compilaciones de los diez mandamientos:
"No cocerás el cahrilo en la leche de su misma mad>'e"
(Ex. 34, 26). Y a causa dd castigo infligido por Yahvé
con motivo de haber cometido David el pecado del
censo, o sea, a causa de "Ja explosión de la ira de Yah-
vé contra Israel, na se anotó el número del censo en el
registro, en las crónicas del reij Darid"il Crón. 27, 3í),
lo que quiere decir, que los datos de ese empadronamien-
to que consignan los textos bíblicos, fueron obtenidos
de la tradición oral. Y a propósito de las elevadas ci-
fras que arrojó ese censo, según los datos discordantes
196 CX>MO RESCATAR 1.A VIDA Al. EMPADRONARSE

de TI Samuel y I Crónicas, hace Reuss esta sensata ob-


servación: "Los 1.300.000 hombres capaces de llevar ar-
mas (las Crónicas traen 1.570.000' tan sólo para diez tri-
bus) suponen una población total de siete millones de
habitantes, por lo menos, lo que es excesivo para un país
de a lo sumo 1.200 lepruas cuadradas, una gran parte
del cual estaba sin cultivar o es montañoso, y todo él
carecía de industrias". Esta anotación de Reuss molesta
a L. B. A., cuyos escritores, que defienden a capa y espa-
da el libro saerrado, encuentran que esa población de sie-
te millones "no era desproporcionada con los habitantes
que la Palestina podía alimentar en ese momento de su
más alta prosperidad, población que no excede de lo que
nos informa Josefo sobre la de su tiempo, en Galilea,
con sus 204 ciudades y aldeas, de las cuales la más pe-
queña tenía más de 15.000 habitantes". Fuera de lo exa-
gerado de esta última cifra para simples aldeas, y de que
hay oue tener muy en cuenta la diversidad de épocas, y
nup la Galilea era mucho más feraz oue la región del
Sur. debe recordarse oue el reino de David fué consa-
grado en su mayor parte a gruerras exteriores o civiles,
d'? modo cve. los componentes de su ejército, o sea, la

gran mavoría de la población masculina adulta no podía


,^r."n^ ^^^^ r,]
^„i^jyQ tierra.
Yahvé en materia del pecado del censo evo-
1064.
lucionó, como lo hizo en materia de sacrificios humanos.
Cabemos, en efecto, que primitivamente. Yahvé exigía
que se le sacrificaran los primoc^énitos (Ex. 22, 29). y
que a medida que se fueron dulcificando aquellas costum-
bres bárbaras, se contentó con que se le ragara una cier-
ta suma en rescate de ellos como permitió que" primo-
génito o primerizo del asno fuera redimido rnn una oveja, y
si no se le redimía, se le cortara la raheza" ÍEx. 34, 19. 30).
Pues bien, de igual Imodo procedió respecto al pecado del
censo: primeramente, como acabamos de ver, por la co-
misión de ese pecado, Yahvé mata a 70.000 hombres; pe-
ro después, cuando se fué civilizando, permitió oue se
efectuaran censos, si bien debiendo pagar los individuos
empadronados, para rescatar su vida, medio siclo de pía-
CAUSA DETL FEX7ADO DEL CENSO 197

ta. o sea. unos $ 0.30 de dólar actual. He aquí las dispo-


siciones en las cuales según el Código Sacerdotal, Yahvé
autoriza ese rescate: "11 y hahló Yahvé a Moisés, dicien-
do: 12 "Cuando formares el censo '•de los hijos de Israel, de
han de ser empadronados, CADA UNO DE
aqucHo'i que
ÉLLOS PAGARA EL JtESCATE DE SU VIDA A YAHVÉ,
A FIN DE QUE ESE CENSO NO ATRAIGA CALAMI-
DAD SOBRE ELLOS. IS Esto es lo que ha de dar todo aquel
que fuere incluido entre los .empadronados : la mitad de nn si-
do sagrado (o del Santuario) que vale veinte geras (u óbo-
Ids) medio sido como ofrenda a Yahvé. 14 Todo aquel que
;

fuere incluido entre los ewpadrojiados, de edad de veinte


años arriba, pagará la ofrecida a Yahvé. 15 El rico no dará
más, VA el pohre pagará menos de ese medio sido, al efectuar
dicha ofrenda a Yahvé por el rescate de su vida. 16 Cuando
hayas r'ecihido de los hijos de Israel el dinero de ese rescate,
10 emvlearás en el servicio del Tahernáculo de ¡Reunión (o
del Tef^ftiimlonio) a fin de que Yahvé recuerde a los hijos de
Israel, n les asequm el rescate de sus vidas" (Ex. 30). Co-
mo se ve. lo que Yahvé castigó en el aludido episodio de
11 iSam. 24 no fué la pretendida vanidad de David, sino
el haber ejecutado lisa y llanamente el censo de su pue-
blo, sin pagar rescate alguno. Los escrúpulos de Yahvé
se hubieran, pues disipado en la época de David, con una
contribución rúblíca que. a razón de medio siclo por cada
uno de lo'? 1.570.000 empadronados, le hubiera dado una
suma equivalente boy a casi un medio millón de dólares.
1065. En realidad la causa del pecado del censo re-
posaba en una vulgar superstición, aue se encuentra no
sólo entre muchos pueblos incivilizados, sino también en-
tre muchos ignorantes con los cuales a menudo nos co-
deamos, y oue estriba en la repugnancia o en el temor
que exner'mentan ciertas personas a dejarse contar ellas,
o a oue se cuenten sus bienes, por haber dado la coinci-
dencia de oue tras un censo ocurriera una epidemia o al-
guna otra calamidad. No es este sino un caso curioso del
sofisma de inducción designado por la fórmula latina:
post hoc, erp-o üropter hoc, y oue cojisiste en tomar por
causa de un hecho lo cue ha sido un antecedente acciden-
198 LA SLPÜKSTICIOX DK NO DEJARSE CONTAR

tal del mismo, como cuando ocurre la aparición de un co-


meta aldeclararse una guerra, infiriéndose de ahí que los
cometas producen las guerras. Frazer cita el caso de un
jefe del fuerte Simpson, en la Colombia británica, quien
hizo el censo de los indígenas de la región, y como al po-
co tiempo estalló alli una epidemia de sarampión que causó
bastantes víctimas, los indios relacionaron ambos suce-
sos y naturalmente atribuyeron esa calamidad al hecho
de haber sido empadronados. No es extraño, pues, q,ue la
coincidencia del censo con una epidemia haya hecho creer
al pueblo israelita que aquél era la causa de ésta, y como
las ideas y las cualidades de los dioses no son más que
una proyección de las de sus adoradores, se comprende
bien el porqué para Yahvé fuera un pecado el empadro-
nar al pueblo, pecado que castigó con la peste. Más tarde,
después del destierro, los sacerdotes al redactar el código
llamado "Sacerdotal", encontraron en esa superstición
una abundante fuente de recursos, un rico filón cue ex-
plotar, y establecieron los preceptos arriba transcritos,
según los cuales, el que no Quería ser víctima de la peste
cuando se efectuaba un censo, tenía que abonar a los isa-
cerdotes, para el templo, una cuota personal y fija de
medio siclo.
1066. Frazer cita numerosos casos de esa curiosa
superstición de no querer dejarse contar, y de dicho au-
tor tomamos los ejemplos siguientes: Los negros Bakon-
go, del Afrxa, no quieren que se les cuente, por miedo de
llamar la atención sobre ellos del esp'ritu malo y que ese
hecho pueda ocasionarles la muerte. Los Boloki del Alto
Congo se oponen a que sus hijos sean contados, porque
creen cue si dan la cifra exacta, lo sabrán los malos espí-
ritus y matarán a algunas de esas criaturas. Así cuando
a uno de ellos se le pregunta cuántos hijos tiene, contes-
ta: "No sé", y cuando se insiste, responde: 60 o lOO o
cualquier otra cifra exagerada, no para engañar a su in-
terlocutor, sino a los malos espíritus cue pueden andar
por allí. Esa repugnancia superst'ciosa a contar o ser con-
tado no se limita a las personas, sino que se extiende tam-
bién a la cuenta de los animales y de otros objetos. En el
LA SUPERSTICION DE NO DEJARSE CJONTAR 199

Lincolnshire ningún granjero debe contar los corderos


cuando van naciendo, por temor que los seres malignos se
aprovechen de esos datos para dañarlos de ahí el prover- ;

bio: "ovejas contadas, el lobo se las come". En el Norte


de Jutlandia se cree que se multiplican los ratones si se
cuentan todos los
que agarra el gato.
Los griegos y los
armenios no cuen-
tan las berrugas
por temor de que
aumenten en nú-
mero. En cambio,
hay una supersti-
ción popular ale-
mana, de que si
uno cuenta su di-
nero éste dismi-
nuye rápidamente
(Frazer, Folklore,
267-271). Bastan
estos ejemplos pa-
ra convencernos de
que el pecado del
censo de que .«?e
acusaba el rey Da-
vid, y por el que
contritamente pe-
día perdón a Yah-
vé, no era sino una
ERNESTO BUONAiuTi Superstición de la
Ex-Profesoi- de Historia del Ciistia-
^isma cla.se de las
nlsmo de la Universidal de Roma, y
dejamos ex-
fecundo esci-itor.
puestas.
(Véase el tomo II, p. 417-421)
CAPITULO XVIII

David, pontífice de la relig(ión


YaKvista

JERUSALEM, LA PRIMERA CIUDAD SANTA EN


ÉL MUNDO. — 1067. Como lo que sobre todo nos interesa
en nuestro estudio es la parte de la historia de Israel rela-
cionada más directamente con su religión o con la forma-
ción de su Libro sagrado, prescindiremos de narrar las
campañas de David contra los antiguos enemigos de Is-
rael, moabitas, ammonitas, edomitas, etc., así como las
sublevaciones o guerras intestinas afrontadas por aquel
monarca, y las .anécdotas poco edificantes en que fue-
ron actores los hijos que tuvo con sus distintas mu-
jeres. Su obra de más trascendencia histórica fué no
sólo la unificación del pueblo de Israel y el haber lleva-
do los límites de su reino hasta donde no hab.an alcan-
zado nunca, ni volvieron a alcanzar jamás los ejércitos
israelitas, es decir, el haber conducido la monarquía
hebrea a su apogeo, sino principalmente el haber con-
cuistado la plaza fuerte de Urusalim sobre la colina de
Sión, a la que convirtió en capital de su reino con el nom-
bre de Jerusalem, y el haberla transformado en el cen-
tro religioso del país, estableciendo en ella el arca de
Yahvé. David demostró gran perspicacia política, al ha-
cer de Jerusalem su capital, pues no sólo se hallaba ésta
mejor situada y era más fácil de defender que Hebrón,
pues por tres lados estaba rodeada de profundos (barran-
cos que la hacían entonces casi inexpugnable, sino que ade-
más, del 'punto de vista de las relaciones tribales * no te-
.FERUSALEM, CAPITAL DE ISRAEL 201

nía que levantar entre los efraimitas, la resistencia que


podía ofrecer ésta última, que era una ciudad judaítaJ
Urusalim, en cambio, hasta entonces cananea, (§ 581), ve-
nía a constituir un terreno neutral en las rivalidades de
las tribus israelitas por la hegemonía sobre el conjunto
de ellas, siendo así más fácil que adquiriera carácter na-
cional en oposición al particularismo regional cue siem-
pre había primado y había sido el gran obstáculo a la
unificación del país. Los de Judá no quedaron conformes
con que David abandonara a Hebrón, capital de su tri-
bu y centro religioso importante, donde había un anti-
guo santuario muy venerado, y buena prueba de su des-
contento la tenemos en que tjuando Absalón se reveló
contra su padre, inició ese movimiento en Hebrón, con el
concurso de gran parte de los judaítas. (II Sam. 15, 7-12).
1068. El escritor inspirado, que consagra exten-
sas páginas a episodios sin importancia de la historia de
David, en cambio, es extremadamente breve al narrar-
nos la conquista de la plaza de los jebuseos y su con-
versión en capital de todo Israel, pues sólo le consagra
cuatro versículos, que nos han llegado con frases incon-
clusas o de sentido dudoso (II Sam. 5, fí-9). Este pasaje
fué copiado en I Crón. 11, donde se le agregó la interven-
ción de Joab, ouien aparece siendo hecho jefe por David,
a causa de haber sido el primero que logró entrar en
aquel fuerte tan difícil de vencer, cuando el autor de II
Samuel nos había hablado ya de Joab, como general en
jefe del ejército de David en Hebrón. .y a cuien no se
atrevía éste a castigar con motivo del asesinato de Ab-
ner, por sentirse débil ante él (§ 1017). "David, escribe "Re-
nán, dió a Israel una capital que hasta entonces no ha-
b^'a ten'do. Mucho tiempo hubo de transcurrir para que
Israel la adoptase pero la piedra angular ya estaba pues-
;

ta, y como el mundo entero llegó a compartir las simpa-


tías y los odios de Israel, Jerusaiem se convirtió en la
canital de la humanidad, y aquella colinita de Sión. en el
nolo maonético del amor y de la poesía religiosa del mun-
do. David creó en realidad a Jerusaiem. De una antigua
acrópolis, testigo de un mundo inferior, hizo un centro.
202 LA PRIMERA CIUDAD SANTA. DEL MUNDO

débil al principio; pero que no tardó en ocupar un lu-


gar de primer orden en la historia moral de la humani-
dad ... Al edificar a Jerusalem, creó la futura capital
del judaismo, la primera ciudad santa del mundo, aunque
él no lo previera asi. Sión y las macizas
edificaciones que
la coronaban, no fueron para él más que una fortaleza.
De todos modos, gracias a él, el arca sagrada de Israel
encontró en la colina de Sión el fin de sus largas pere-
grinaciones" (p. 111, 125). Veamos, en tefecto, cómo ocu-
rrió esa instalación, de lo cual tenemos mayores datos
que de la conquista y edificación de Jerusalem.

LA TRASLACION DEL ARCA A LA CIUDAD DE


DAVID. 1069. Recordefnos lo ya dicho anterior-
mente, que el arca del santuario de Silo, al cuidado de
Eli y sus hijos Ofní y Pinchas, fué tomada por los fi-
al tem-
listeos en la batalla de Afee, llevada como trofeo
después de sus andanzas por tierras de
plo de Dagón, y
aquellos incircuncisos y de haber provocado una hecatom-
be entre los pobres habitantes de Beth-semés, vino a
parar
a Kiryat-Jearim, donde quedó en casa de
Abinadab, a
guar-
cargo de su hijo Eleazar, instituido sacerdote para
una ciudad cananea, del
daría. Como Kiryat-Jearim era
grupo de los gabaonitas. (Jos. 9, 27) tenemos que Yahve
se fué a habitar entre los odiados
pananeos, que al prin-
cipio de la conquista había ordenado exterminar, y alli
siglo, pues
estuvo relegado al olvido per más de medio
arca a Jeru-
cuando a David se le ocurrió transportar el
indagaciones para dar con
salem, tuvo que hacer largas
de siguientes palabras del
ella, según se desprende las
salmo 132:

1 ¡Acuérdate, oh Yahvé, de David,


Y de todas sus tribulaciones!
2 P& f^mo piró a Yahvé
Y prometió al Toro de Jacob: (1)
.

repite en el
(1)EBta expresión "Toro de Jacob", que ee
también en la bendición de Jacob
V. 5, y que se Ja encuentra
traducirse por el Fuerte o el Poderaso de
(Gén. 4.0, 24), suele
INDAGACIOXBS PARA DAR CON EL ARCA 203

3 "No, no entraré en la tienda en que habito,


No subiré en el lecho en que me acuesto,
4 No concederé sueño a mis ojos,
Ni rcooso a mis párpados,
5 HASTA QUE HAYA ENCONTRADO EL LUGAR EN
[QUE RESIDE YAHVÉ,
LA MORADA DEL TORO DE JACOB".
6 HEMOS OIDO DECIR QUE ELLA (el airoa) ESTABA
[EN EPRATA,
LA HEMOS ENCONTRADO EN LOS CAMPOS DE JAAR.

1070. David deseaba dar un carácter religioso a la


nueva capital de su reino; quena establecer en la colina
de Sión un santuario oficial, centro de las peregrinacio-
nes de todo el país, que obscureciera a los demás san-
tuarios regionales, y para ello nada mejor que traer a
Jerusalem la legendaria arca mosaica de Silo, antes cus-
todiada en un célebre santuario de la tribu rival de
Efraím. Pero ocurrió que se ignoraba donde se encon-
traba ese mueble sagrado, lo que comprueba que poco o
nada se preocupaba ya de ella el pueblo. Al fin, expresa
el salmo, ''hemos oído decir que ella estaba en Efrata; la he-
mos encontrado en los campos de Jaar". Jaar (bosque)
es aquí una abreviatura de Kiryat-Jearim (ciudad de los
bosques). "La que David llevó a Jerusalem, escribe Loi-
sy, pasaba por ser el arca de Silo. Parece que David que-
ría tener en su capital un paladión respetado por todas
las tribus. El arca de Silo pertenecía a las tribus de José,
e indudablemente había sido destruida por los filisteos
con el templo donde se la guardaba. Pero como se nos
asegura cue el sacerdote de David, Abiatar, era descen-
diente de Elí, el último sacerdote de Silo, quizás fué
Abiatar quien descubrió y reconoció el arca perdida. Su-
poniendo que para el caso, se hubiera renovado el mue-

Jacob. Recuérdese, como nota L. B. d. C., que "Yahvé", el dios


fuerte, fué a menudo representado en el antiguo Israel, bajo la
figura de toro (el becerro de oro, los toros o becerros de Dan y
de Bethel)".
204 XAKRA010NE8 BTlüLOGlC^

ble y su contenido, PARA LA FE ERA SIEMPRE LA


MISMA ARCA" (p. 124). David,, pues, congrega a lo más
distinguido del pueblo, unas 30.000 personas (la versión
de los LXXdice 70.000), y marchan a buscar el arca a
Kiryat-Jearim (o Baalat de Judá), ciudad situada a 20
Kms. N. O. de Jerusalem. Imitando a los filisteos, co-
al
locan el arca sobre un carro nuevo, tirado por bueyes, y
dirigido por dos hijos de Abinadab, Uza y Ahío, yendo
éste adelante del arca. 5 Y David y toda la casa de Israel
danzaban delante de Yahvé, con todas las fuerzas y con
cantos al son de las cítaras, arpas y tamboriles, al son de los
sistros de los címbalos, ü Y cuando llegaron a la era de Na-
'i/

cón, extendió Uza la mano al arca de Dios y asió de ella, por-


que los bueyes la habían hecho tambalear. 7 Y encendióse
la ira de Yalivé contra Uza, y le hirió alU Dios por sil
temeridad, y cayó muerto allí junto al arca de Dios.
8 Y David se contristó, porque Yahvé había herido a
Uza, por lo cual ese lugar ha sido llamado hasta hoy
Perets-Uza, —
el castigo de Uza (II Sam. 6, 1-8). En
cuanto a la barbarie de Yahvé, que se refleja en el pre-
sente relato es tan clara que no requiere comentarios pe- ;

ro nótese ¡que ésta es una de tantas narraciones etiológi-


cas* destinadas a explicar un nombre topográfico, Perets-
Uza, como el relato del combate singular de los doce ben-
jamitas partidarios de Isbaal con los doce partidarios de
David, en el cual perecieron todos los combatientes, tien-
de a explicar el porqué aquel sitio se llamaba Helcat-
Hazurim, "campo de los adversarios" (II Sam. 2, 14-16).
1071. Nótese finalmente cuan falto de lógica es to-
do esto: los filisteos tuvieron que agarrar el arca para
colocarla en el carro que hicieron marchar a Beth-Se-
més; los de Kiryat-Jearim tuvieron también que alzarla
de
y andar con ella hasta dejarla instalada en la casa _

Abinadab; los acompañantes de David tienen por último


que sacarla de esa casa y colocarla en el carro que debja
conducirla a Jerusalem, y a ninguno de ellos, que anduvie-
ron con aC;Uel mueble sagrado, —especie de peligroso acu-
mulador de intensísima energía eléctrica —le pasó el

menor incidente. Sólo cuando Uza, en el camino, la sos-


M LÜVlTAís iFÜÜlAN TOCAR JQL AKCA 205

tiene para evitar que caiga, es cuando se le ocurre a


Yahvé encolerizarse, hasta el punto de matar por esa in-
signiíicancia al pobre conductor del arca, que no había
hecho otra cosa sino cumplir con su deber. Pero como
el dogmatismo pervierte el raciocinio al obligaiUe a de-
tender los absurdos de la fe, tenemos que los exégetas
ortodoxos justiíican plenamente la muerte de Uza, di-
ciendo Que ella era merecida, porque Uza no era levita
para poder tocar el arca (Desnoyeks, II, 192), olvidando
que ni los filisteos, ni los de K^ryat-Jearim, ni los que
colocaron el arca en el carro, ninguno era levita, y nin-
guno sufrió nada por ese hecho, fuera de que a los le-
vitas también les estaba prohibido el tocar el arca, so
pena de muerte (Núm. 4, 15, 19). Y en cuanto a la ale-
gación de que la causa de aquella desgracia consistía en
que se habían violado las prescripciones mosaicas que or-
denan se llevara en hombros o en andas el arca por los
levitas, tomando las varas que pasaban por las argollas
de los costados de ella (E(x. 25, 14), fácil es rebatir tal
argumento recordando: 1'' que en la época de David no
existía aún el Código Sacerdotal de donde provienen los
citados preceptos, como hemos tenido ocasión de compro-
barlo reiteradas veces; y 2' que, según acabamos de re-
cordar, a estar a los mismos relatos bíblicos, múltiples
personas tuvieron forzosamente que tocar el arca, al an-
dar con ella y transportarla, sin que a ninguno le hubie-
ra ocurrido nada por tal circunstancia. En resumen, que
es perder el tiempo en pedir lógica a los detalles de las
leyendas; la lógica hay que reclamarla de los hechos rea-
les y no buscarla en los de ficción.
1Ü72. 9 Y David tuvo temor de Yahvé en aquel día, y
dijo; ¿Cómo entrará en mi casa el arca de Yahvé f 10
Y no quiso que se llevase el arca de Yahvé a su casa
en la ciudad de David, sino que la hizo 'conducir a casa
de Olid-Edom, hombre de Gat. 11 Y el arca de Yahvé se
quedó allí tres meses, y Yahvé bendijo a Obed-Edom y
a toda su casa.— La lógica vuelve aquí a ser aporreada:
Yahvé, en vez de habitar en medio de su pueblo escogi-
do, Israel,— y que ya había preferido quedarse medio
206 YAHVE, HUESPED DE UN FILISTEO

siglo entre los cananeos de Kiryat-Jearim, — ahora


vuelve a encontrarse muy a su gusto en la casa de un
filisteo, Obed-Edom, natural de Gat, la ciudad de la que
era rey Aquís, el protector de David, cuando éste huía
de la persecución de Saúl (I Sam. 27, ó'; II Sam. 1, 20). La
mayoría de los exégetas ortodoxos no pueden admitir
esto, y entonces pretenden hacer de Obed-Edom un le-
vita de Gat-Rimmón, ciudad de la tribu de Dan (Jos. 19,
/.)) recordando que en las Crónicas se menciona reitera-

damente un Obed-E'dom, levita, portero del arca, y can-


tor Crón. 15, Js,
(I 2í, 16, .;, .V8; 26, i, 8, 15). Ahora
bien, a esto responde Dhorme, afirmando que nuestro
texto se refiere a Gat, ciudad de Bos filisteos, lo mismo
cue en II Sam. 1, 20; y el abate Desnoyers sostiene que
el Obed-Edom, en cuya casa estuvo el arca, es distinta

persona del Obed-Edom cantor y portero, porque cada


vez que se nombra al primero, se agrega, "hombre de
Gat o Gath", o "el gathita", apelación que no se da al
segundo. "Es más verosímil, agrega, que el primer
Obed-Edom formara parte do los 600 gathitas venidos
con Itaí a Jerusalem, para ponerse al servicio de Da-
vid (II Sam. 15, /N). Debía vivir en Jerusalem, porque
cuando se sacó el arca, fué transportada simplemente
en brazos (II Sam. 6, 7o), puesto que desde allí sólo
había un corto trayecto hasta la ciudad de David, y se-
gún I Crón. 15, v, es en Jerusalem que se congregó el
segundo cortejo. Ese extranjero Obed-Edom, proceden-
te de Gat era quizás un pagano; pues se comprende bien
que si el mismo David tenía miedo de albergar en su
casa arca, no la hubieran temido menos los otros yah-
el
vistas.Los exégetas cue prefieren pensar que no hubo
sino un solo Obed-Edom y que era levita, suponen que
su denominación de "gathita" le venía de otra Gath que
la ciudad filistea de ese nombre, por ejemplo, de una
de las dos Gath-Rimmón que, según Josué 21, 24, 23,
eran ciudades levíticas. Pero esta interpretación tiene
en su contra que Obed-Edom no vivía en Gath. sino en
Jerusalem" (II, 192, nota).
DAVID LUETV'A KL AJlCA A JERUSALEM 207

10".'^ 12 Y 'fvc dado aviso al rcij David <iuc Yakvé ha-


bía bendecido la casa de Obed-Edom ij todo lo que le pcríe-
necín, a causa del arca de Dios. Entonces fué David c hizo
íi'ansporlor el arca de Dios desde la casa de Obed-Edom, a la
iiídad de David, con regocijo. 13 Y cuando los portad</rcs del
arca de Yahvé hubieron andado seis pasos, David sacrificó un
loro [I un carnero gordo, lí Y David danzaba con todas sus
fuerzas delante de Yahvé; ij estaba David ceñido de un éfod
de lin(.. 7.7 Y David y toda la casa de Israel llevaban ,1 aira
(le Yal'vé con gritos de júbilo g al son de las rotupclas. ¡G t

Y cuando el arca de Ycüivé <ntraha en la ciudad de David,


Mical hija de Saéd, mirando por la. ventana, vié) al rey David
,

.¡ué daba brincos y danzaba delante de Yahvé, y lo despreció


en su corazón. 17 Metieron, pues, el arca, de Yahvé y la colo-
caron en su lugar en medio de la tienda que le había levan-
tado David Y ofreció David holocaustos y sacrificios pacíficos
delante de Yahvé; 18 y cuando David hubo acabado de ofre-
cer los holocaustos y los sacrificios pacificoSr bendijo al
pueblo en el nombre de Yahvé de los ejércitos. 19 Y distri-
buyó entre todo el pueblo y la muchedumbre de Israel, tan-
to hombres como mujeres, a cada uno un pan, xin pedazo de
rarne y un pastel de pasas de uva. Y todo el pueblo se fué,
cada nal a su casa. 30 Y como David volvió para heiidecir
su casi, salió Mical, la hija de SaiU, al encuentro de David
y 'le dijo: "¡Cómo se ha honrado hoy el rey de Israel, desnu-
dándose a vi¡^ta de las siervas de sus siervos, como se desnu-
da flesvergonzadamente cualquier majadero!" 21 Entonces
David dijo a Mical: "Lo hice delante de Yahvé, quien me es-
cogió a mi, con preferencia a tu padi'e y a toda su casa, para
establecerme como jefe de su pueblo Israel: delante de Yahvé
es que he bailado. 22 Y me haré todavía más dcsprcciahle y

más vil a tus ojos; pero ante las sirvientas de <iue hab'as, se-
ré digno de honor". 23 Y por esto Mical la hija de Saúl, no
tuvo hijos hasta el día de su muerte (TI Sara. 6).
1074. Como se ve según este relato, al saber David
cue no sólo no le había ocurrido ning-ún mal al "filisteo
Obed-Edom. por tener a Yahvé en su casa, sino que esfe
mostrado agradecido y lo había colmado de
dios se había
bendiciones. — cosa rara en aquella divinidad tan ira-
208 DAVID BATLA DESNTDO DELANTE DE TAHVB


I

cunda, se decide a tentar por segunda vez el trans-'


porte del arca. Y con "toda la casa de Israel" van a bus-
carla, a la casa de Obed-Edom. Luego de andar seis pa-
sos, David sacrifica un toro y un camero gordo, como
en los sacrificios sangrientos de los babilonios. La mul-
titud prorrumpía en aclamaciones al son de las trompe-
tas y David, brincando y danzando delante de Yahvé, se
despojó, en su exaltación, del éfod, único traje sacerdo-
tal que llevaba, (cf. Ex. 20, 26), por lo cual su esposa
Mical, cue lo vió en situación tan rid'cula, lo menospre-
ció y después se lo echó en cara, diciéndole que se ha-
bía comportado como un majadero, danzando "desmido
delante de las siervas de sus siervos" (v. 20, § 838). El re-
proche es tan justificado que el Cronista del siglo III,
encontrado indecente que el gran rey David bailara des-
nudo en público, donde había muchas mujeres, le puso
piadosamente una túnica de lino para cubrirlo, además
del éfod, de modo oue cuando éste se le cayó, todavía
aouel monarca quedaba vestido. La ortodoxia moderna
acepta presurosa la enmienda del Cronista y agrega con
Scío: "Este religioso Príncipe se había despojado de to-
das las insignias de la autoridad Eeal en presencia de
aquel Dios ante quien debe desaparecer toda grandeza;
y vestido sólo de una túnica de lino y con el éfod, ente-
ramente distinto del sacerdotal, I Par. 15, 27 (pues Scío,
a pesar de lo evidente de los textos no puede admitir
oro David hubiera oficiado de sacerdote) danzaba con
todas sus fuerzas delante del Señor. San Gregorio afir-
ma rué admira más a David en sus danzas que en sus
ha+pllas; porque en éstas venció a sus enemigos, mas en
aquéllas .pe venció a sí mismo. Algunos Padres antiguos,
como S. Treneo y S. Ambrosio, dicen que David comien-
do de los panes de la proposición y revestido del éfod,
representó entonces la imagen del Sacerdocio de la nue-
va alianza, cuyo Pontífice es Jesucristo".
1075. Todos los esfuerzos de la ortodoxia para
Sf»lvar a Da-^'d del ridículo de danzar desnudo en una
eran fiesta religiosa, fracasan ante la claridad meridia-
na de los textos de nuestro cap. 6. Mical le echa en ca-
MlCAIi RI*B CON DAVID 209

ra a David el haberse desnudado ante los ojos de sus


criadas, como se desnuda DESVERGONZADAMENTE
cualquier bufón o majadero (v. 20). Es la esposa ofen-
dida en su dignidad de mujer la que habla de ese caso,
y por lo tanto es inadmisible la forzada explicación de
Scío, de que con esas palabras Mical le reprocha a su
marido el haberse "despojado de las vestiduras e insig-
nias propias de la Majestad Peal, quedando con solo
la túnica y el éfod; y esto quiere decir desnudo en
frase hebrea". Es decir que quedar vestido después de
cuitarse la prenda de ropa exterior, como cuando, por
ej., nos quitamos el sobretodo, eso significa quedar des-
nudo! Esta \iolencia que se hace al léxico, tiene que
ceder ante el contexto. Si David se hubiese cuedado
vestido, no le hubiera reprochado su esposa el haberse
desnudado DESVERGONZADAMENTE, como los bu-
fones o maiaderos, como "uno de aouellos aue, según
el mismo Scío, tienen por oficio divertir al pueblo con sus
dichos y acciones libres, desenvueltas y licenciosas". L.
B. A. apoyándose en la enmienda del Cronista, dice que
"no se puede pensar cue David se hubiera realmente
desnudado, como lo pretende Mical". Pero si ésta hu-
biera mentido, como cree L. B. A., David se hubiera
indignado de aquella imputación falaz; mas como se
trataba de un hecho público, innegable, David se limi-
ta a alegar en su defensa, aue había obrado así en ho-
nor de Yahvé, ouien le había establecido por rey de
Israel (v. 21). Scío anotando el v. 23, que atribuye a
este suceso la esterilidad de Mical. escribe que ésta no
tuvo hijos, "porque se había burlado de David (Scío
parece olvidar que censurar a una persona por una fal-
ta cometida, no es burlarse de ella). Dios castigó a Mi-
cal con iiva de las penas más s^^nsibles de la lev cubrién-
dola del orrobio de la esterilidad, y mortificando su
ambición v soberbia (??) con cuitarle la esperanza de
dar de sus entrañas un sucesor a David". Pero Sc'o y los
demás ortodoxos que como él opinan-, sisruiendo en esto
al texto sagrado, olvidan que Mical fué la primer mu-
jer de David; que después de un tiempo más o menos
210 DAVID, REY - SAOBHDOTE

largo de vida marital con éste, fué dada por esposa


a otro israelita Paltí o Paltiel, con quien vivió varios
años (I Sam. 25, 4í; II Sam. 3, 1í-lfj) que luego volvió
;

junto a su primer marido, y que cuando pudieron ha-


ber ocurrido los sucesos referidos en este cap. 6, ya ha-
bía vuelto a pasar otro prolongado lapso de tiempo, du-
rante el cual habían acaecido todos los importantes
aconte'^imientos del cap. 5, que suponen el transcurso
de un período bastante largo, pues tan sólo entre la pri-
mera y la segunda tentativa para traer el arca a Je-
rusalem medió un espacio de tres meses (6, 11). Des-
pués de estos antecedentes, es ridículo hablar de la
esterilidad de Mical como un castigo por haber menos-
preciado a David por haberlo visto en público bailar des-
nudo, cuando durante años había sido la esposa de éste,
a quien amaba ÍI Sam. 18. 20. 27.28; 19, 11- 17), y
había sido la mujer de otro hombre que la amaba a ella
hasta el punto cue lloraba sin consuelo cuando se la
quitaron! (II Sam. 3, 16).
1076. Concluidas las danzas sagradas, y luego de
colocada el arca en la tienda que le había sido expresa-
mente preparada, David, cumpliendo con sus deberes
de rey-sacerdote, ofrece nuevamente holocaustos y sa-
crificios pac'ficos delante de Yahvé y finalizadas estas
ceremonias bendice al pueblo en nombre de Yahvé de
los ejércitos (§ 751). Después efectúa una repartición de
pan, carne y pasas de uva entre la muchedumbre allí
congregada, v cada cual se retira a su casa.
1077 Manifiesta Dhorme cue en la composición
de este capítulo 6 de II Sam. se han utilizado dos do-
cumentos distintos: el elohista (E), vs. 2-4 y 6-8, que
comprende el episodio de Uza y se termina por el nom-
bre de Perets-Uza, documento caracterizado por que
a Kirvat-.Tparim la llama Balalat (íe .Tudá; á Eleazar
hijo de Abinadab, lo denomina Uza, y al arca la designa
con el nombre de "el arca de Dios", a la inversa del otro
documento, el yah vista ÍJ). que la nombra "el arca de
Yahvé*', V que contiene la narración de la entrada del
arca en Jerusalem, después de hacer estación en la ca-
EL RELATO TENDEXCIüSO DE CKOMCAS 211

sa de Obed-Edom, y el episodio de Mical. Es también


üe notar que las danzas religiosas delante de Yahvé,
exectuadas por David y por toda la casa de Israel (vs.
>, lí, Ib) constituían entonces una práctica de culto que
más tarde no sancionó la Ley. Se acostumbraba a recibir
al ejército vencedor con músicas, cantos y bailes al son
de tamboriles o panderos, que eran ejecutados prin-
cipalmente por las mujeres israelitas (Ex. 15, 20; Jue-
11, oí; I Sam. 18, 6 ;§ 1&9) pero las danzas como mani-
;

festaciones de regocijo religioso o como manera de ala-


bar a Yahvé sólo las volvemos a encontrar en época
reciente, según lo atestiguan los salmos postexilicos 149,
S y 150, 4.
1078. Este relato también prescinde por completo
de los levitas y sacerdotes. David no los tiene en cuen-
ta para nada en el transporte del arca, y es él quien per-
sonalmente ofrece los sacrificios delante de Yahvé. El re-
lato en esta forma no convenía a los sacerdotes, así que
el redactor de las Crónicas, escribiendo en época en que la
casta sacerdotal estaba ya fuertemente constituida, am-
plificó esa narración, dándole a los levitas una interven-
ción preponderante en dicho suceso, lo que nos mues-
tra la forma tendenciosa en que fué escrito ese libro.
Según I Crónicas, 15, después que David levantó la tien-
da para el arca, dijo :
"\2 Xo es lícito que el arca de Dios

sea llevada por otros sino por los levitas, porque a ellos
escogió Yahvé para llevarla y para ser sus ministros perpe-
tuamente". 3 Y congregó a todo Israel en Jerusalem para
trasladar el arca de Yahvé al lugar qxie él le había preparado,
4 Y CONVOCÓ TAMBIÉN A LOS HIJOS DE AARÓN Y A
LOS LEVITAS. 11 Y llamó David a los sacerdotes Sadoc y
Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaya, Joel, Semaya, Eliel y
Aminndab. 12 y les dijo: "Vosotros que sois los .jefes de fami-
lia de los levitas, santificáos con vuestros hermanos, para traer

el arca de Yahvé, el dios de Israel, al^lugar que le tengo pre-

parado. 13 Porqne por no haber estado presentes vosotros, la


primera vez, Yahvé nuestro Dios se encolerizó con nosotros,
puesto que no obramos conforme a sus ordenanzas" 14 .

Santificáronse, pues, los sacerdotes y los levitas para


212 UNA PR0ÜE810X LJiVlTlOA

trasportar ti arca de Yahvé, el dios de Israel. 15 Y LOS


IIIJOÜ DE LEVl LLEVAROi\ EL ARCA DE DIOS,
FOXinyDO LAS VARAS SOBRE SUS HOMBROS,
COMO LO HABÍA MANDADO MOISÉS, SEGÚN LA
ORDEX DE DIOS". En este relato, el traslado del arca
desde la casa de Obed-Eidom hasta la tienda levantada en
la ciudad de David, es obra exclusiva de los lev.tas, co-
mo lo eran los músicos y cantores, cuyos directores se
detallan en los vs. ^16 a 24. Es, pues, una procesión levíti-
ca la que transporta el arca a Jerusalem, Pero luego el
redactor de Crónicas, paratraseando la narración de II
¡Samuel, 6, agrega: "25 Y David, y los ancianos de Israel,
y los jefes de miles (o de Los clanes) fueron a traer el
arca de la alianza de Yahvé, desde la casa de Oied-Edotn, con
regocijos. 2G Y habiendo ayudado Dios a los levitas, portado-
res del arca de la alianza de Yahvé, sacrificaron siete toros y
siete carneros. 27 Y David estaba revestido de un manto de
lino fino, y lo mismo todos los levitas, portadores del arca, y
los cantores, y Kenanías, cjue dirigía el canto entre los canto-
res. Y David iba también vestido de un éfocl de Uno. 28 Y
todo Israel trasportaba así el arca de la alianza de Yahvé, con
gritos de júbilo, al son de las bocinas, trompetas y címbalos,
haciendo resonar los salterios y las arpas. 29 Y cuando el arca
de la alianza de Yahvé enti'ó en la ciudad de David, Mical,
hija de Saúl, asomándose a una ventana, vió al rey David
danzando y saltando, y lo despreció en su corazón. 16, 1 Lle-
varon, pues, el arca de Dios y la colocaron en medio de la
tienda que David había levantado para ella; y ofrecieron ho-
locaus'os y sacrificios pacíficos delante de Dios. 2 Y cuando
hubo acabado de ofrecer David los holocaustos y los sacri-
ficios pacíficos, bendijo al pueblo en nombre de Yahvé. 3 Y
repartió entre toda la gente de Israel, así hombres,
como mujeres, a cada uno un pan, un pedazo de
carne y un pastel de pasas de uva". Luego el redactor
intercala un trozo relativo a la organización del culto
delante del arca (16, i-7), y un salmo —
cuya composi-
ción no se sabe bien si la atribuye a David o a Asaf, —
que está formado por el salmo 96 y fragmentos de los
salmos 105 y 106 (§ 1239-1247) ; y concluye como en
RELATO BIBLICO RETOCADO

ÍI Samuel: "y se volvió todo el pueblo a su casa; y tam-


bién David se volvió para bendecir su casa" (I Crón. 16, 43).
1079. La comparación de estos dos relatos del mis-
mo suceso, efectuados en dos libros diversos de la Bi-
blia,muestra mejor que cualquier comentario, cómo se
han retocado o compuesto los escritos bíblicos, de acuer-
do con las variables ideas que reinaban en las distintas
épocas de la historia de Israel. En tiempo del redactor
de las Crónicas (III siglo) ya existía el Pentateuco, obra
terminada al principio del IV o al final del V siglo, de mo-
do que aquel escritor se i'epr'esenta y describe el traslado
del arca, como hubiépa ocurrido en los momentos que él es-
cribía, de pleno apogeo de la casta sacerdotal, y de acuerdo
con las prescripciones de lo que en aquella compilación,
anacrónicamente, se llama ley mosaica. Asi tenemos que
para el Cronista, la muerte de iU^a se debió a que el ar-
ca fué conducida en un carro y no en hombros o lleván-
dola en andas, como prescribe el Éxodo; y para evitar la
repetición de ese desagradable y trágico incidente, Da- >

vid llama ante todo" a los hijos de Aarón y a los levi-


tas", para que se santifiquen y sean ellos quienes trai-
gan el arca, " por que", les dice, por no haber estado pre-
sentes vosotros, la primera vez, Yahvé, nuestro dios, se
encolerizó con nosotros, puesto que no obrarnos conforme
a sus ordenanzas" (v. 13). Desnoyers trata de expli-
car este v. 13, diciendo que los sacerdotes de Gabaón
y los levitas con ellos relacionados, no respondieron a
la invitación de David, porque eran opuestos al traslado
del arca a Jerusalem, por suponer que ese hecho le iba
a restar importancia a su propio santuario; y que esa
rivalidad y el deseo de conservar una posición adquiri-
da, si no los impulsaron a un conflicto abierto con el
rey, los decidieron, por lo menos, a no prestarle su concur-
so (II, 190,, 191). A esto respondemos: 1" que si realmen-
te David hubiera querido que los sacerdotes de Gabaón
lo acompañaran a buscar el arca, el simple deseo suyo
hubiera sido una orden imperativa para ellos, que no se
hubieran atrevido a desobedecer pues el reciente ejem-
plo de la matanza hecha por Saúl de los sacerdotes y de
214 SACRltlClOS DE DAVID

toda la población de Nob, les demostraDa cuan peligroso


era ponerse en pugna con aquellos reyes absolutos. 2"
Que aunque se admita la oposición de los sacerdotes de
aquel santuario, y que David no hubiera querido obli-
garlos a que concurrieran a su llamado, no faltaban ni
sacerdotes ni levitas en los demás santuarios de Israel,
cuyo concurso aquél hubiera podido utilizar. Y 3' Que
Sadoc, el principal sacerdote de Gabaón, no se hubiera
negado a acceder al pedido real, pues era tan amigo de
David, que éste lo nombró para- que junto con Ablatar,
fueran los dirigentes de los demás sacerdotes de Israel,
(II Shm. 20, .25), amistad verdadera que se comprobó
cuando la rebelión de Absalom (II Sam. 15, 24-29).
1080. En la narración del libro de Samuel, al sa-
car el arca de la casa de Obed-Edom, luego de haber
andado seis pasos, David sacrifica un toro y un carnero
gordo delante de 'Yahvé; mientras que, según las Cró-
nicas, fueron los levitas los que celebraron ese sacri-
ficio y los animales sacrificados fueron siete toros y
siete cameros. "Había que atribuir el sacrificio a
los sacerdotes", confiesa Dhorme. Y por último, en
II Sam. hemos visto que David sólo llevaba un éfod
de lino ceñido al cuerpo, pieza de ropa de la que se
desprende en la frenética exaltación de la danza sa-
grada, mientras que en las Crónicas, David además
del éfod lleva un rhanto de lino fino, y no se refieren
los reproches que le dirigió Mical, por haber bailado y
brincado desnudo delante de las mujeres. Cierto es que en
la narración de Crónicas, Mical también menosprecia a
David; pero ello se debe sólo a que lo vió danzar y sal-
tar, omitiendo lo restante relativo a la desnudez, que
justifica ese desprecio, porque achacar tal hecho a David
era entonces una irreverencia para con el gran rey nacio-
nal (§1074, 1075).

YAHVÉ SE OPONE A QUE DAVID LE CONS-


TRUYA CASA. 1081. Ya tenemos el arca en el palacio
del rey; Yahvé es ahora huésped permanente de David.
Nótese que éste le había preparado en su casa una tien-
DAVID INTENTA CONSTRUIR ¡UN TEIVfPIX) 215

da especial y no quiso echar mano para ello de la tien-


da que, según el Cronista, existía en el santuario de Ga-
baón y era la misma hecha por Moisés (I Crón. 21, 29).
No debería David haber dado mucho crédito a esa ase-
veración, porque de lo contrario, la hubiera también lle-
vado a Jerusalem para tener juntos el mueble sagrado
el templo portátil atribuidos al fundador de la nación
israelita. De modo que hubo entonces, además de los san-
tuarios de campaña, dos santuarios oficiales: el de Je-
rusalem y el de Gabaón, — hasta que Salomón construyó
su templo, — a despecho de la centralización del culto que
dos siglos más tarde aparecerá prescrita en el Deutero-
nomio, como ordenanza mosaica. S:n embargo, cuando el
tiempo y las calamidades nacionales fueron, en el espejo
del pasado, agigantando la personalidad de David, no
se conformó la piedad yahvista con que su gran rey no
le hubiera hecho casa estable y suntuosa a su dios, y
como no se podía negar que el templo era obra de Sa-
lomón, se fué formando la leyenda, recogida por los es-
critores del Código Sacerdotal (P), que David tuvo la in-
tención de realizar esa obra, y que si no la llevó a cabo
fué por la oposición del mismo Yahvé que deseaba que
dicha casa la construyese su sucesor inmediato. He aquí
esa tradición incorporada al cap. 7, de II Samuel:
,1082. 1 Cu-ando eV rey se instaló en su casa, y que Yahvé
le hiiho dado paz con todos sus enemigos de en derredor, 2 dijo

el rey al profeta Natán: "Mira, pues, yo habito en casa de ce-


dro, mientras que el arca de Dios está colocada entre cortinas (o

en una tienda)". 3 Natán 'respondió al rey: "Anda, y haz to-


do lo Que está en tu .corazón, porque Yahvé es contigo". 4 Pe-
ro aquella misma noche, la palahi'n de Yahvé fué dirigida a
Natán en estos términos: "Ve a decir a mi servidor DaviÁ:
Así dice Yahvé: " ¿Quieres tú edificarme casa para que yo
habite'^. 6 Mas yo no he habitado en casa alguna desde el dia
en que saqué de Egipto a los hijos de Israel hasta hoy, sino
que he andado en una tienda. 7 Durante iodo el tiempo en
que he viajado con lodos los hijos de Israel, ¿acaso me diri-
gi a alguno de los jefes de Israel, que había establecido como
pnsicros de mi pueblo Israel, para decirles: ¿Por qué no me
216 YAHVE SE OPONE AL PROYECTO DE DA^TB

hahé'f: KÍif irado ?/na cana de cedro? 8 Ahora, pues, hahlar&s


asi a mi niervo David: "He aqui lo que dice Tahvé de los Ejér-
citos: Yo fe tome de los campos de pastoreo, donde marrhahas
en pof! de las oveiaf;, para ''.ave fueses el jefe de mi pueblo Is-
RE ESTADO CONTTGO EN TOBAS jr.Sr EXPEDI-
rael, 9
CTONES.HE EXTERMINADO A TODOS TUS ENEMI-
GOS DELANTE DE Tí y te he hecho un nran nombre como
el nombre de los grandes que hay sobfe la tierra. 10 He asig-

nado lugar a mi nueblo Israel; lo he plantado r>ara aue per-


maneara en su sitio ?/ NO SEA MAS INOUJETADO. NI
VTJETr''^AN A OPmMIRLO LOS HIJOS DE INIQUIDAD
COMO ANTES, 11 y desde el día en que esfahlecí jueces so-
bre mi niteblo de Israel. Y TE HE ACOBDADO REPOSO
TJBR.iNDOTE DE TODOS TUS ENEMIGOS. Y Yahvé te
anuncia que él hará una casa para ti. 12 Cuando se cumplan
tus días y que duermas con tus padres, yo suscitaré en pos de
tí un hijo tuyo (1) que procedería de tus entrañas, y afirmaré

.wt frorio parcr siempre. 13 Él edificará un templo a mi nom-

bre, y yo estableceré para siempre el trono de su reino. 14 Yo


seré pura él como un padr'e y él me será como un hijo, que
castigaré si hiciere el mal, con vara de hombres y con azotes
humanos. 15 Pero mi gracia no le será retirada, como la he
retirado a tu predecesor. 16 TU CASA Y TU REINO SERAN
ETERNAMENTE ESTABLES DELANTE DE Mí: TU
TRÓNO SERA INMOBLE PARA SIEMPRE". 17 Natán
refirió aDavid todas estas palabras y toda esta visión. 18 En-
tonces rey David fué y se sentó delante de Yahvé y di-
el

jo: " ;Ouién soy yo, oh señor Yahvé, y cuál es mi familia, pa-
ra que me hayas hecho llegar hasta aqxnf 19 Y aun esto ha
parecido poco en tus ojos, señor Yahvé, puesto que has exten-
dido tu a promesas <i la familia de tu siervo hasta los tiempos
futur^ov. y esto lo anuncias al hombre, oh señor Yahvé. 20 ¿Y
qué más podría decirte David, pues tú conocen a tu siervo, oh
señor Yahvé? 21 A causa de txi promesa y según tu corazón,

(1) Dhoime y otros tradiuctores, en vez de la palabra "hi-


jo" que con La Vulgata empleamos en los vs. 12-14, ponen el
vocablo "deacendencla" o "linaje" pnes el término hebreo zerA,
puede tener esas dos acepciones. ("Ver Desnoyers, IT, 200. n. 2).
LA ORACION DE DAVID

ha» hecho todas estas grandes cosas para revelarlas a tu sier-


vo. 22 Por esto eres grande, oh Yalivé, dios, porque ninguno
hay semejante a tí, NI HAY OTRO DIOS MÁS QUE TÚ,
según todo lo que hemos escuchado con hiuestros oídos. 23 ¿Qué
nación hay sobre la tierra como tu pueblo Israel, a la que haya
ido Dio'í a rescatarla como su pueblo, para hacerle un nombre
y estas grandes cosas y estos pi'odigios, echando delante de tu
pueblo, que redimiste de Egipto, las naciones y sus dioses?
24 y iú has establecido tu pueblo Israel PARA QUE FUESE
PUEBLO TUYO PABA SIEMPRE; y tú, oh Yahvé, te hi-
ciste el dios de ellos. 25 Ahora, pues, oh Yahvé dios, mantén
para siempre la palabra que has pronunciado respecto de tu
Siervo y respecto de su casa, y hazlo como lo has dicho, 26 a
fin de que tu nombre sea glorificado para siempr'e, cuhndo se
diga: " Yahvé de los Ejércitos es el dios de Israel! ¡Y la casa
-

de tu siervo David sea estable delante de tí! ^27 Porque tú, oh


Yahvé de los Ejércitos, dios de Israel, has hecho a tu siervo
esta revelación: ¡Yo te edificaré una casa! por lo cual tu
siervo se ha animado a dirigirte esta oración. 28 Y ahora,
pues, oh señor Yahvé, tú que eres Dios y cuyas palabras son la
verdad, puesto que has prometido esta gracia a tu siervo, 29
comienza desde ahora a bendecir la casa de tu siervo, para
que subsista siempre delante de tí, porque tú eres, oh señor
Yahvé, quien has hablado, y por xu bendición, será bendita
eternamente la casa de tu siervo.
rOi83. En el libro II de Samuel, en el cual, salvo los
apéndices, se trata casi exclusivamente de la historia mi-
litar y política de David, se destacan los capítulos 6 y 7,
por presentarnos a este rey preocupado de realzar el cul-
to de Yahvé, instalando primero el arca en Jerusalem,
y luego pretendiendo construirle allí a ese dios, un tem-
plo o casa permanente. Habiendo ya estudiado el cap. 6,
examinemos ahora el transcrito cap. 7.
1Q84. I."? Lo primero que en este último llama la
atención, es que el autor sagrado, iluminado con las lu-
ces de lo alto, debiera ofrecernos un relato metódico, es
decir, ordenado cronológicamente, que es lo menos que
pedimos a cualquier caronista o historiógrafo profano.
Pero el redactor que incluyó aquí este capítulo, descuidó,
218 EPISODIO AL FUi DE LAS QUEKHAíi DE DAÍVID

como en otras ocasiones, ese elemental deber de escritor.


En leemos en el v. 1, que cuando David se instaló
efecto,
en su casa, o sea, cuando ya disfrutó tranquilamente del
poder, —lo que está corroborado por lo que en seguida
se nos dice, que "Vahvé Le había dado la paz, librándolo
de todos sus enemigos, o le había dado la paz con todos
sus enemigos de en derredor'^ y coniirmado por el v. 9
de que Yahvé ya había exterminado a todos los enemigos
de David, —entonces a este monarca se le ocurrió pensar
que no era decoroso que él viviera en un palacio de ricas
maderas, mientras que su dios moraba en una tienda
tajo pieles. Todo el relato que s.gue, parte, pues, de la
base cue David habiendo vtncitío a todos sus enemigos,
disfrutaba ahora del descanso y la tranquilidad fruto de
sus victorias. Pero precisamente lo contrario es lo que
resulta del mismo libro inspirado pues íuera de la toma
de la plaza de los jebuseos y de sus combates con los fi-
listeos (cap. 5), las demás guerras, tanto «xteriores co-
moj civiles que tuvo que sostener, sólo se refieren en los
capítulos siguientes. For eso ortodoxos como L. B. A. y
Desncyers, se ven obligados a confesar <;,ue los sucesos
aquí narrados no están en su lugar cronológico, suponiendo
dicho abate que ese episodio ocurrió al fin del reinado de
David (II, 200). El mismo autor de Crónicas, al transcri-
bir en su obra este capítulo,, eliminó las palabras
: "y que
Yahvé le hubo dado paz con todos sus enemigos de &n de'
rredor'\ a causa de la contradicción con ei relato siguien-
te de las guerras de David (I Crón. 17, 1).
1085. 2.' El capitulo en cuestión se compone de tres
partes: en la 1.», David expone a Natán su propósito de
edificar una casa para su dios, y el profeta lo alienta a
realizar esa obra; en la 2.'^ Yahvé se le revela cU v^ision
a Natán para que comunique a David que no quiere que
éste le construya el proyectado edificio y en la última, al
;

conocer David esa revelación, dirige a su dios una exten-


sa plegaria. —Con respecto a lo primero, recuerda Dhor-
me la frase del exégeta Budde: "Pertenece a la manera
más reciente de considerar la historia el que esté un pro-
feta constantemente junto al rey como consejero y cea-
DAVID /Y XATAN SON DOS PROFETAS 219

sor". —La ortodoxia, c,ue a pie juntillas admite la his-


toricidad de este relato, no deja de observar que aquí se
nota claramente la distinción entre la palabra del profeta
como simple hombre y su palabra como órgano áe
Dios. Como simple hombre le dice Natán a David que
puede construir el proyectado templo; como órgano de
Yahvé, le aconseja lo contrario. Scío anota: "David y
Natán son dos Profetas y dos Santos, y eso no obstante
yerran y se engañan, tomando su propio pensamiento,
como si fuera de Dios. El Señor permite este engaño pa-
ra que reconociendo que de sí mismos no tienen sino ti-
nieblas y error, y que no les es debida la luz de la verdad,
el honroso privilegio que los distingue de los otros, sirva
solamente para hacerlos más humildes, más dependientes
de Dios, más atentos a su voz y más fieles a seguirla". Ya
iremos viendo a cue queda reducida esta alegación de la
ortodoxia; pero antes notemos que cuando David quería
consultar a Yahvé sobre algo (y de esto tenemos nume-
rosos ejemplos en los libros de Samuel, véase § 388) se
valía del éfod y esta mención de acudir a un profeta pa-
ra tomar una determinación, es de época posterior a la de
aquel rey.
1086. 3." Yahvé se le revela a Natán para que éste
trasmita el mensaje de aquel dios a David. Pero si David
era santo v profeta, como nos lo expresa Scío, natural
es preguntarse, ¿por qué Yahvé se valió de un interme-
diario para hacer llegar una comunicación suya a
aquel rey? ¿No es ilógico que Yahvé se valga de un
profeta para enviar un rnensaje suyo a otro profe-
ta? Así parece que lo entendió el Cronista, pues des-
pués de copiar en el cap. 17. el relato de nuestro
cap. 7, le hace más adelante pronunciar a David
estas palabras dirigidas a Salomón: "7 Hijo mío,
tiivp la intención de edificrir vva casa al nombre de Yahvé
mi dios; 8 pero TUVE REVELACTON DE YAHVÉ (1)

( 1 ) La frase "tiive i-evelación de Yahvé" o "v'no a nrf pa-


labra del Señor" (ILa Vulgata) es ambigua, pues, según L. B. A.,
expresa "una declaración hecha a David por el Eterno, sin qvte
220 mL MENSAJE DE VAJHVE A DAVID

que (lena: Tú has derramado mucha sangre y has hecho mu-


ch,as g ierres; tú no debes edificar casa a mi nombre, porque
has derramado mucha sangre delante de mi. 9 He aquí que el
lujo que- fe nacerá, será hombre tranquilo, y yo le daré tran-
quilidad con todos (¡US enemigos de alrededor ; por lo cual será
llamada SALOMÓN y paz y reposo daré a- Israel, en todos
,

sus dia'i. JO Él edificará la casa a mi nombre, y él me será a mí


por hijo, y yo le seré a él por padre, y afirmaré el trono de
su rcivo sobre Israel (para siempre (I Crón. 22).
1087. 4.9, Estudiemos ahora el mensaje que envía

Yahvé a David. Ese mensaje encierra dos proposiciones


contradictorias: a) Yahvé no tiene necesidad de casa, ni
jamás ha querido tenerla, pues desde que sacó a los is-
raelitas de Egipto siempre anduvo en una tienda de nó-
mades y como se encontraba muy bien así, nunca pidió
que le hicieran casa en todo el tiempo que viajó con los
hijos de Israel. Por lo tanto. David debe abandonar su
proyecto de con.strucción pero en cambio, como es el
;

hijo predilecto de Yahvé, a iquien éste escogió desde que


apacentaba sus ovejas en el aprisco paterno, y a quien
ha acompañado en todas sus expediciones guerreras, será
Yahvé quien le haga casa estable a aquél, es decir,
Yahvé le creará una dinastía durable —ijugando
así el dios, en su mensaje, con el doble significado de la
palabra casa. Y b) Yahvé, que acaba de manifestar que
él no necesita casa, a renglón seguido agrega que suscita-
rá a David un descendiente para que sea éste quien se la
edifique. Como se ve, tenemos aquí dos concepciones díame-
tralmente opuestas, que, como dice Reuss, expresan: la

sepamos si Natán o de al-


fué directíwnente o por intemiedio de
igún otro profeta". 'Sinembargo entendemos que esa frase se re-
fiere aquí a una revelación directa de Yahvé a David, por dos
razones: Iv porque en otros casos, como p. ej.. cuando se aplica
a Gad esa misma frase (II Sam. 24, 11), con ella se significa una
revelación directa de Yahvé a ese profeta; y 2* poi^que cuando
el dios enLplea un intermediario para trasmitir un mensaje euyo

a David, el texto sagrado nombra expresamente el mensajero,


como en los citados casos de Natán y de G«d.
LOS PROFETAS Y LA TR.\DICION 22]

primera, la teoría religiosa, y la segunda, la predicción


anticipándose a la historia. — Desnoyers defiende la
primera de esas dos concepciones, en estos términos: "La
negativa de Yahvé sancionaba un gran principio: en la
religión y sobre todo en el culto había que permanecer
fiel a los usos del pasado. No era sin duda casualmente
que había sido encargado el profeta Natán de recordar-
lo al rey. En la historia del yahvismo, aparecen los pro-
fetas como los más firmes paladines de la tradición.
Los cambios los inquietan o los irritan; y cuando el de-
sarrollo necesario de las instituciones primitivas impone
algún cambio, son ellos quienes representan la fuerza
reguladora destinada a no dejarlo producirse, sino en
la hora oportuna fijada por Dios" (II, 201, 202). Él aba-
te Desnoyers encuentra, pues, aquí, en la primera parte
del mensaje de Yahvé, un argumento en favor del apego
tradicional de la Iglesia Católica a sus seculares prácti-
cas del culto.— Lo cue hay de cierto en el fondo de esa
supuesta oposición de Yahvé a que se le construyera casa,
es que, según después veremos, los profetas que consi-
deraban como la edad de oro del yahvismo la época en
que Israel vivió en el desierto, fueron en un principio
acérrimos enemigos de que a su dios nómade se le obli-
gara a transformarlo en sedentario, a imitación de
los dioses de las demás naciones, forzándolo a morar
en una casa de material. Pero mucho tiempo después,
entendieron que para la pureza del culto yahvista con-
venía la centralización del culto en Jerusalem, y de ahí
vino cue el templo, que comenzaron por mirar con ma-
los ojos, concluyó, para ellos, como nara los demás is-
raelitas, por ser el foco de la vida religiosa de Israel.
1088. 5.^ Es interesante notar aue el Cronista, en
el transcrito párrafo de I Crón. 22. 7-íO. da como cau-
sa de la negativa de Yahvé al deseo manifestado por
David de edificarle casa, el hecho de cue éste había de-
rramado mucha sangre en las guerras. Scío parafraseando
el v. 8 de I Crón. 22, contesta la pregunta de Yahvé:
"¿Quieres tú edificarme casa para que yo hahite?" (II
Sam. 7, 5), en estos términos: "No por cierto, no píen-
222 V.^ÜVE DERRAMO yL\S iMANORfi QUE DA/VED

ses en esto; porcue tú has sido un hombre guerrero y


que has derramado mucha sangre humana. AUNQUE
HAIYA SIDO DE INFIELES, y en guerras justas y le-
gítimas, y así no te corresponde el fabricar un templo al
Dios amador de la paz (?): esta honra está reservada
para tu hijo que será un príncipe pacífico, y que repre-
sentará a Jesucristo en su gloria, así como tú combatien-
do y sufriendo le representas en los trabajos de su vida
mortal". La frasecita antecedente de Scío: "aunque ha-
ya sido de infieles", es impagable, y la ofrecemos a la
meditación de nuestros lectores. Según el mismo exé-
geta. es tan grave obstáculo para el servicio divino el
haber derram.ado sangre, que "se tienen en la Iglesia
por irregulares para el ejercicio de las funciones sagra-
das aun los mismos jueces que sentencian a muerte jus-
ta a los reos". Ahora en cuanto a la citada razón que el
Cronista expone como de Yahvé, para que David desista
de edificarle un templo, es de lo más curioso que pedirse
pueda, por las siguientes consideraciones: 1" ¿De cuando
acuí se asusta Yahvé de que David haya derramado
mucna sangre en las guerras, y le hace de ello un .cargo
para impedirle que le construya un templo, cuando él era
un dios esencialmente guerrero, .^^in entrañas, que al decla-
rar su célebre Kherem, mandaba matar sin compasión
no sólo a cuanto ser humano enemigo se les presentara
a los israelitas, sino hasta los animales de los vencidos
(§ 377^ ? Para tal dios, nadie mejor que un rey sanguina-
rio como David para que lo honrara edificándole casa
donde morase. — 2." Después, como nota L. B. A. a pe-
sar de su ortodoxia: "en el discurso de Natán se consi-
deran las victorias de David como prueba del favor de
Yahvé. más bien oue como obstáculo a la construcción
de un templo para él". Y 3'' Yahvé cue niega a David que
realice su aludido proyecto, por haber derramado sangre,
escoge para edificar esa casa sagrada, al hijo de aquél,
Salomón, cuyas manos no e.staban menos manchadas de
sangre oue las de su padre, pues inauguró su reinado con
un fratricidio (I Rey. 2, 24. 25), cumplió el sanguinario
testamento político de David (I Rey. 2, 28-46), y por últi-
YAUVE .UfKLKBA LAS MATANZAS DK DAVID 223

nio no dejó también de sostener guerras, aunque no fue-


ran tantas como las de su antecesor (I Rey. 11, 14-40).
Debe notarse íinalmente que el autor del libro de Reyes
explica diferentemente el hecho de que David no cons-
truyó el templo, ipues lo atribuye a la circunstancia de que
este monarca como vivió en constantes guerras, no dis-
puso de tiempo para ello, y por eso, después de justificar
así a su padre, agrega íSalomón: ''Ahora me ha dado re-
poso Yahvé, mi dios, por todos lados: no tengo adversarios,
ni asientos enojosos. Por tanto me propongo edificar casa al
ncmbre de Yahvé mi dios" (I Rey. 5, 3-5).
1089. 6'^ En el v. 9, Yahvé le hace decir por Natán a

David: "líe estado coyüigo en TODAS tus expediciones, he


exterminado a todos tus enemigos delante de tí", o como
anota Scio: "Y no has dado paso en todo cuanto has he-
cho, que yo no haya dirigido, estando siempre a tu lado".
De modo que tenemos aquí conlesado por el mismo Yahvé
su aprobación y hasta su participación en las despiada-
das matanzas que en sus incursiones, desde Siclag, hacía
David (I Sam. 27, S-ll; § 962, 963), así como en el cruel
proceder de éste en las guerras contra los moabitas, ammo-
nitas, etc. (II Sam. S, 1, 2; 12, 31)
1090. 7" Según el v. 12, Yahvé
le hace a David esta
promesa: "Ye suscitaré en pos de ti un hijo tuyo, y afir-
maré su trono para siempre". Y anotando este v., escribe
Scío: "El Señor excluye a los otros hijos que le habían ya
nacido a David, para dar la sucesión del reino A UNO
QUE HiABÍ A DE N AOEÍR en lo cual se íigura el Mesías,
:

que fué verdadero hijo de David, ly sucesor y heredero de


las promesas que le habían sido hechas, desechados ente-
ranitente ios otros hij^s, según la carne, en los cuales se
repreaentabain los judíos". Nótese al respecto, lo siguien-
te: a) >que según el texto sagrado, confirmado por la or-
todoxia, Yahvé anuncia a David que él había desechado
como sucesores de éste, a los otros hijos del mismo rey;
y que en su omnipotencia y como director de los sucesos
humanos, él le daría otro hijo, elegido de antemano pro-
videncialmente para üjeemplazark) en el trono y continuar
su dinastía. Pero lo curioso del caso es que en la época en
224 INTKltPRET ACION AXJi<JOItIüA DEL A- T.

que el autor del relato sitúa esta predicción, es decir, des-


pués que David hubo terminado todas sus guerras y pu-
do disí rutar de reposo y tranquilidad (v. 1) YA HABIA
NACIDO EL HIJO PREDESTINADO DIVINAMENTE
PARA SUCEDERLE, que no era otro que Salomón. "Yo
te suscitaré un hijo, que p)íooederá de tus entrañas", es
anuncio de un hecho luturo y a pesar del empeño de la
ortodoxia, (ver L. B. A.), es imposible poner aquí los
verbos en pasado. Además de esta profecía de un hecho
ya acaecido, tenemos que según lo que dejamos trans-
crito, Salomón fué rey, porque desde antes que él naciera,
Yahvé ya lo había dispuesto asi. El primer capítulo de
I Reyes,, según luego veremos, comprueba la falsedad de

tal afirmación. "La historia, como dice Reuss, nos ense-


ña que esa sucesión no estaba determinada de antemano,
y que en realidad dependió de causas absolutam(¿!nte ex-
trañas a las ideas religiosas". — Y b) Obsérve.se en la
precedente nota de Scio, la tendencia de la ortodoxia a
acudir a la alegoría en la interpretación del texto sagra-
do, sobre todo cuando la interpretación literal del mismo
está contradicha por la historia posterior. La exclusión
Que hace Yahvé de los otros hijos de David para darle
el trono a uno que había de nacer, es para Scío, figura del
Mesías, y los hijo? desechados representan a los judíos.
Con esta exégesis alegórica, dando sentido figurado a los
hechos y a los personajes del A. T., se puede encontrar en
este libro todo lo que la fe pretenda que contiene, y asi
veremos que Jesús, la virgen María, la Iglesia Cristiana
,y la teología del apóstol Pablo y de los demás escritores
del N. T., se encuentran en las páginas de la antigua Biblia
hebraica, lo que nunca lograron descubrir los judíos, ni
tampoco lo consiguen los modernos eruditos que estudian
sin prejuicios dogmáticos esas mismas páginas.
1091. Pero para que se palpe lo absurdo de tal exé-
gesis, nótese que la ortodoxia a cada momento vuelve de
la interpretación natural a la figurada o viceversa, según
en ello encuentra conveniencia, o cuando siguiendo sólo
el sentido de una de esas interpretaciones, se halla ante
consecuencias incompatibles con los hechos. Así, p. ej..
RIKMIM.O I)K «XKOESIS ORTODOXA 225

después de haber descubierto Scío en nuestro v. 12, una


predicción relativa a Jesús y a los judíos, se encuentra
en el v. 13 con el vaticinio de que el anunciado hijo edi-
ficará un templo al nombre de Yahvé, y "no, dice este dios,
esiableceré o afirmaré PARA SIEMJ'RE d Irono <le su
reino''. Ahora primera parte del v. se refiere cla-
bien, la
ramente a Salomón, que fué quien construyó el templo
pero entonces la segunda parte de la predicción está des-
mentida por la historia, iporc^ue el trono de su reino, o sea,
su dinastía real, apenas alcanzó a los comienzos del siglo
VI. cuando Nebucadnetsar o Nabucodonosor arruinó a
Jerusalem. Entonces ¿qué hace la ortodoxia? Pues inter-
preta "para siempre" dándole acepción de "muchos años",
"lo que en cierto sentido, expresa Scío, se verificó en el
reinado de Salomón y de sus descendientes que le sucedie-
ron. Pero la letra de esta promeaa mira principalmente
al reirto eterno de Jesucristo, que EDIFICÓ a Dios LA
CASA, esto es, LA IGLESIA, para que en ella fuese
ETERNAMENTE alabado y adorado". De modo que asi
todo el V. viene a referirse a Jesús, y constituye una pro-
fecía mesiánica. Pero a renglón seguido, añade Yahvé:
"Yo sfré para rí como un pariré, í¡ ¡iir será como un hijo".
ij

"Estas palabras, dice Scío. se entienden singularmente


de Jesucristo, Hijo de Dios por naturaleza, Heb. 1, Y
sólo se pueden aplicar a Salomón, considerándole como hi-
jo adoptivo por pura gracia". Entiende, pues, Scío, que no
convienen esas palabras a Salomón sino como hijo adop-
tivo de Yahvé; pero entonces tampoco pueden aplicarse
a Jesús, porque según las enseñanzas de la Iglesia cris-
tiana, Jesús fué el hijo de Yahvé, de modo que éste no
podía decir refiriéndose a Jesús: "Yo seré para él como
un padre" "Yo le seré a él padre" (La Vulgata), esto es.
haré laá veces de padre para con él, lo consideraré como
un hijo, profesándole afecto paternal. Pero aceptando
la tesis de Scío de que esas primeras palabras del v.
14 "se entienden singularmente de Jesucristo", nos en-
contramos de inmediato que Yahvé prosigue diciendo:
".Vi Iricirrt el nial, la casfigarr con vara de ¡lonibrcs y
con azotes huma nos". De modo que Yahvé expresa aquí
226 DAVID SENTADO DELANTE DE YAHVE

que si su hijo Jesús, el Mesías, hiciere el mal, lo va a


azotar como un padre humano castiga a su hijo. Pero
esto sería una irreverencia de Yahvé para la excelsa per-
sonalidad de su hijo Jesús, y entonces torna a dar me-
dia vuelta la exégesis ortodoxa y exclama con Scío, Agus-
tín y Jerónimo: "Esto conviene a Salomón y a sus suce-
sores; y si se aplica a Jesucristo, no le conviene en su
persona, sino en sus miembros o en sus fieles". Como
se ve, este es un ejemplo muy instructivo de la intere-
sada manera de interpretar la Biblia, la que no expresa
lo que dice, sino lo que quiere la Iglesia que diga. Por eso
manifiesta Scío que "se entenderá bien esta profecía
(es decir, de acuerdo con el criterio ortodoxo) tenien-
do presente que desde el v. 12 hasta todo el 16, hay unas
cosas que convienen a Cristo solamente; otras solamen-
te a Salomón y otras a Salomión y a Cristo".
;

1092. 8" Natán trasmitió al pie de la letra, el


mensaje de Yahvé a David y entonces éste fué y SE
SENTÓ DELANTE DE YAHVÉ y le dirigió la exten-
sa plegaria que consta en los vs. 18-29. Esto de que Da-
vid haya ido a sentarse delante de Yahvé, choca a la
piedad de muchos cristianos y así L. B. A., la Versión
Sinodal y Reuss en vez del verbo sentarse emplean aquí
el verbo presientarse. Pero más ceñidos al original, la
Vulgata, Dhorme y Pratt traen "se sentó". Josefo su-
pone que David se postró y oró a Yahvé con su faz so-
bre el suelo, modificando así el texto de acuerdo con
sus ideas. "Sentarse delante de Yahvé" quiere decir
"sentarse delante del arca", porque el arca, según he-
mos visto, era considerada o bien como la morada de Yah-
vé, o bien como mueble identificado con el dios. Exami-
nemos ahora las palabras que le dirigió David a su di-
vino oyente. "Dos sentimientos inspiran esta plegaria,
nos dice L. B. A., a saber: la humillación y el reconoci-
miento. David siente vivamente que esta es la hora su-
prema de su vida, la que resume todo el pasado de ella
y encierra todo su porvenir". Pero ¿quién nos garan-
tiza que esta oración haya sido pronunciada por David?
¿ Éste la escribió, o hubo alguien que la escuchó y tomó
LA ORACION DE DAVTD 227

de ella una versión estenográfica para trasmitirla des-


pués a las generaciones futuras? Quizás nos responda
la ortodoxia que como la oyó Yahvé, él la conservó en la
memoria y la dictó después al escritor sagrado que re-
dactó este capítulo bajo la inspiración divina. Veamos,
pues, si expresa los sentimientos y creencias de David,
que conocemos por otras partes de su historia. Al leer
detenidamente esta página bíblica, nos chocan dos con-
ceptos contradictorios que encontramos en ella respecto
a la personalidad de Yahvé. En efecto, en el v. 22 se
dice: "Por esto eres grande, oh Yahvé dios, porque nin-
fjniKJ luuj semejante a ti, M HAY OTRO DIOS MÁS
QUE Tu, serjúii que hemos eseuchado con nues-
todo lo
tros oídos". Y después de esta manifestación de abso-
luto monoteísmo, —
reforzada con lo expresado en el v.,
26: ''Tú (¡ue c>'€s Dios", o como traduce Pratt: "TA
sólo eres Dioa", —
nos encontramos en el v. 2Z, cue hay
otros dioses que fueron vencidos por Yahvé, quien pa-
ra rescatar a Israel del Egipto, hizo grandes prodigios,
"echando dcla-nte de su pueblo las naciones ij sus DIO-
SES". Tan evidente es esta manifestación de politeís-
mo del V. 23, que el Cronista al copiar este cap., eli-
minó intencionalmente esas últimas palabras "y sus
dioses", que chocaban con lo dicho de que Yahvé es el
Dios único (I Crón. 17,
1093. Esta idea de la pluralidad de los dioses era
la corriente durante la monarquía, pues el deuterono-

mista pone en boca de Moisés estas palabras: "Yahvé,


Señor, I
ú. has mostrado hasta aejui a tu siervo lu gran-
deza !/ tu poder, pues, ¿QUÉ DIOS EN EL CIE- HAY
LO O E\ LA TIEERA (¡uc haya Jieclio obras // inila-
(¡ros s(>H( jantes los tunos.'"
re. (Deut. 3, 21). Y del mis-
mo modo el autor del cántico de Moisés exclama:
'¿QUIÉN COMO TÚ ENTRE LOS DIOSES, Olí YAH-
VÉ?" (Ex. 15s 11). Yahvé, pues, seg'ún; esta concep-
ción era"Primus ínter pares", es decir, el primero entre sus
iguales pero la creencia de David sobre la personalidad de
;

aquel dios, ocupaba un grado más bajo aún en la esca-


la de la evolución religiosa. Según el pasaje de I Sam.
228 LA REI.IGIOX DE DAVID

26, 19-20, que hemos comentado anteriormente, § 958, 959


— cuya autenticidad no pone en duda laortodoxia. — Da-
vid creía simplemente que cada pueblo tenía su dios, y
que no se extendía la autoridad y el poder de cada uno
de ellos, más allá de las fronteras territoriales del país
que los adoraba. De ahí las protestas de David por su
forzada expatriación, pues como fuera de los límites de
Israel, cesaba el poder de Yahvé, él se vería obligado
en país extranjero, a servir a otras divinidades. Si David
le hubiera acordado a Yahvé la preeminencia sobre
los otros dioses, hubiera podido continuar adorándolo en
tierra extraña. Ahora bien, si David no había llegado a
la idea deuteronómica de que Yahvé era el rey de lo.s
demás dioses, fácil es comprender que menos aún habría
alcanzado la concepción monoteísta del v. 22, de que no
hay más cue un dios en el mundo y que ese dios es Yahvé.
El monoteísmo, que comienza a aparecer con los profetas
del siglo VIII, y que encuentra su plena expresión en las
brillantes estrofas del 2'? Isaías, en la segunda mitad del
siglo VI, es un anacronismo puesto ahora en los labios de
David. Por eso lo expresado en los vs. ]8-29 es, como dice
Reuss, "una plegaria concebida por completo en el estilo y
las ideas de los profetas; pero en la cual no podemos reco-
nocer al hombre de espada que fué David, tan fría-
mente egoísta en sus propósitos políticos y tan poco escru-
puloso en sus medios" ( Hist. des Isr. p. 133). El autor de
esta composición literaria, en forma de oración, escribien-
do muchos siglos después de David, comprendía bien la
enorme importancia que había tenido la instalación del
arca en Jerusalem y la construcción del templo, para la
teocracia israelita, la cual desde entonces se estableció
durablemente, y pudo así, por lo tanto, continuar desarro-
llándose bajo la influencia constante de la actividad pro-
fética. "Los historiadores de los siglos siguientes,
escribe Reuss, comprendieron perfectamente la importan-
cia de esa época. Así vemos que relacionan a ella gloriosas
predicciones para la nación y la dinastía, y esta plegaria
da a este momento culminante de la historia, un extraor-
dinario relieve" siendo considerado ese período de gloria
;
OTRA PAGINA BIBLICA SEUDOEPIGRAPICA 229

y de prosperidad como la manifestación de un plan provi-


dencial. El final de la plegaria en cuestión está destinado
a pedir a Yahvé que cumpla las promesas que había for-
mulado de hacer estable la casa o dinastía de David:
"Comienza desde ahora a bendecir la casa de tu siervo, para
que subsista siempre delante de ti'^ (v. 29). "Se ve, nota
Dhorme, cuanto insiste David sobre la perpetuidad de
la bendición de Yahvé. Todo el capítulo está destinado a
mostrar cómo va Yahvé a fundar para David una fami-
lia durable". Sin embargo, parece desprenderse de la cita-
da parte final de la plegaria, que la monarquía davídica
había sufrido un eclipse y el autor reclama de Yahvé
el cumplimiento de sus promesas para que esa dinastía
subsista siempre delante de este dios. L. Gautier. crítico
muy moderado, reconoce que "este cap. 7 difiere sensi-
blemente del resto del libro; presupone un avanzado des-
envolvimiento de la idea davídica y mesiánica, y no pue-
de ser anterior a Isaías" (I, p. 270).
1094. Resumiendo, pues, lo expuesto sobre este cap. 7,
tenemos que mientras para la ortodoxia, "el deseo de Da-
vid de construir un templo a Yahvé, manifestado a Na-
tán, provocó una de las escenas más importantes de su
virla al punto de poderse decir que todas las promesas me-
siánicas pronunciadas más tarde por los profetas, reposan
sobre el mensaje divino dirigido a David en ésta circuns-
tancia por el profeta" (L. B. A.), en cambio, de nuestro
pnílisis, hemos llegado a la conclusión que esta página de P.
(Dhorme). ni por su forma, ni por su fondo puede ser
histórica. El escritor siguió aquí un procedimiento, muy
común en la antie-üfídad, de poner discursos en boca de
sus personajes, de lo que tenemos clásico ejemplo en el
historiador griego Tucídides. Éste hace pronunciar aren-
gas a los personajes históricos que describe de acuerdo
con las opiniones de acuellos a quienes las atribuía y la
situación en que se hallaban y así nuestro escritor sagra-
;

do inventa un mensaje detallado de Yahvé, contestado


por una plegaria no menos artificial y minuciosa de David;
pero con la particularidad de que el autor de nuestro cap.
7, no supo dar a su composición el barniz de verosimi-
230 DAVID Y LA MTUIWllA

imprimir Tucídides a sus páginas orato-


litud, ique sabía
rias,pues atribuyó a David sentimientos y creencias que
no eran los de este monarca.

DAVID Y LA LITURGIA. — 1095. Establecida el


arca en la tienda que David le habia preparado de ex pro-
feso, en Jerusalem, sólo se la vuelve a mencionar en el
libro de Samuel, cuando la llevó el general Joab en su cam-
paña contra los ammonitas, — campaña en la |que David
hizo matar a Urías (II Sam. 12, 11), — y cuando aquel
rey huye de la capital al producirse la revuelta de Absa-
lón (II Sam. 15, 24-2!)). En este último episodio se men-
ciona que Sadoc y Abiatar sacaron el arca y la deposita-
ron en tierra hasta que todo el pueblo hubo salido de la
ciudad; pero un redactor posterior, con el propósito ríe
rebajar la participación de Abiatar en ese acto y realzar .

la de Sadoc y la de los otros sacerdotes, reemplazó el


nombre "^bíai«/ " por las palabras V'tni todos los levitas",
retocue Inhábil que lo pone en evidencia el v. 29, cuando
en virtud de la oposición de David a que le acompañaran
con el arca, se d'ce: "Y Sadoc d Abiatar volvieron a llevar
rl arca dr Dios a Jerusalemiianedaron <dl¡''. La mención de
''los levitas" permite conjeturar, como observa Dussaud,
que este retoque es postexílico y debe haberse efectuado
entre la redacción del Código Sacerdotal y la del libro de
las Crónicas.
1096. Lógico es suponer que para el cuidado del arca,
así como para el culto que ante ella se rindiera a Yahvé.
no se requería mucho personal, y en efecto, del último pa-
saje citado se desprende que David había designado sólo
a Sadoc y a Abiatar para ese servicio, y quizás a Abiatar
únicamente, porque Sadoc, —según el testimonio de las
Crónicas, favorable a este sacerdote, — estaba al frente
del santuario de Gabaón (I Crón. 16, 39, 40). El libro de
Samuel, que tan minuciosos detalles nos da de David, no
menciona que este rey hubiera introducido reforma algu-
na en el culto de Yahvé. Pero el Cronista del siglo III,
compilando las leyendas sacerdotales que se habían ido
formando después de la restauración del pueblo judío, nos
OTJÍO (^ENSO DE DAVID 231

presenta a David como el iniciadoi^ de una imponente or-


ganización litúrgica. Primeramente se dice que David
" consiiiiitjó, de cnirc los ¡critus quienes ministrasen delan-
te del urea de Yalivé, para eelehrar, loar ij glorificar a Yahví,
el dios de Israel" (v. 4), a saber a Asaf y a sus hermanos,
y a Obed-Edom y a sus 68 hermanos, •' ¡Aira estar conti-
nuamente d< serrieio detanfe del arca, según las necesidades
<l( cada día" o "por sus lui'nos" (w 'M), como cantores y
músicos (v. 5). y "'ns sarítdi/tes llenaija y Jahaziel d<:hían
isi(i) conlíniiiunentí eun tronijjctas delante del arca de la

alian:a Yahví" (v. 6). y per último designó a Obed-


d(
Edom hijo de Jedutún y a Hosa como porteros (v. 38).
Parece que David se hubiese reservado la tarea de ofre-
cer sacrificios delante del arca, —
como ya lo había he-
cho cuando la instaló en la colina de Sión, pues no se —
refiere que hubiera designado sacerdote alguno con ese
objeto (1 Cron. 16, 4-a. 37, oS). Para el santuario del alto
en Gabaón, nombró a Sadoc y a sus hermanos los sacer-
dotes "a fin (le que ofrecieran sucrificms a Yahví, en d altar
de los liolocaustos, continuamente, por la mañana y por la
CONFORME A TODAS LAS COSAS QUE ESTÁ.\
tarde.
ESCRITAS EX LA LEY DE YAIIVÉ QUE MAXDÓ A
¡SRAEL (v. 40). Como cantores y músicos en Gabaón
.'

designó a Hermán, a Jedutún y a otras "personas escogi-


das, -'y como porteros a los hijos de Jedutún (I C'rón. 16.
:í9-í2). Nota aquí Reuss, cue "nuestro autor bien que in-
sistiendo por doquiera sobre la exacta observancia, por
parte de David, de la ley mosaica escrita, sin embargo men-
ciona la existencia de un doble lugar de culto y de sacrifi-
cios, que hubiera sido una flagrante violación de esta ley".
1037. Todos estos datos son todavía relativamente
moderados pero donde el Cronista se dejó llevar por su
;

descroitada f antas.'a, es, pocos capítulos más adelante,


cuando refiere que David ya anciano, efectúa un em-
padrcnarniento de los levitas de treinta años arriba, —
lo que pi'ueba que había perdido el temor por las funestas
consecuencias del pecado del censo, empadronamiento—
que acusa la existencia de 38.000 levitas. A estos los re-
partió así: 24.000 para el ministerio de la casa de Yahvé;
232 FANTASIA DEL ALTOR DK "0RONICA8"

6.000 como escribas o jueces; 4.000 porteros; y 4.000


para cantar alabanzas a Yahvé con los instrumentos de
música que había hecho el mismo David (I Crón. 23, 1^5).
Con respecto a las tareas de los primeros 24.000. se nos
dice lo siguiente: ";3<s estmt n las órdrncs de los sacerdotes
(I lujos (ir. Aaróii, para rlservicio de la casa de Yahv<\ rtenien-
do a su cargo los atrios, tas cámaras y la purificación dé to-
das las cosas sanias; 2í/ prepaian los ¡yaius <¡e la pi oposición,
la flor de harina para las ofrendas vegetales, las galletas sin
levadura, los pa.-steles cocidos en sartén ij las frituras, y cui-
(Uni detodo lo coticernioit u medidas de cajjacidad y de lon-
<

gitud. .SO Además, tanl(, par la mañana como por la tarde,


deben pi esodarse ¡jara (didxir y celebrar a y para Valia', :J1

ayudai' en todo ofreeimií nto d( lii,l(,ca usUjs a Yahvé, en los


sábados, cu los novihoiio.^, ij cu las fiestas, .v/x excepción, y
de acuerdo con su rilo (speciid, t(nilí)iuaine)ile delante de
Yalivé. :;:> Y tendí án la custodia di l Tabernáculo de Reu-
nión y del santuario, y Estarán a las órdenes de sus Jiermanos
los hijos de Aarón, para el servicio de
la casa de Yahvé"
( Crón. 23).
I

1098. El carácter fantástico de todos estos datos que


se nos dan como div'namente inspirados, resulta acaba-
mente de las siguientes consideraciones: Los santuarios
oí leíalesen tiempo de David eran el de Gabaón y el de Jeru-
salem. El primero era servido por Sadoc y "sus hermanos",
cuyo número no debía probablemente exceder de un cien-
to, teniendo en cuenta cue en la ciudad sacerdotal de Nob,
en tiempo de Saúl, sólo había allí 86 sacerdotes: 85 que
fueren asesinados y uno que e&capó a la matanza (I Sam.
22. JJ- Jl). El santuario que instituyó David en la colina de
Sión, en su palacio de Jerusalem, se compon^a tan sólo de
una tienda de campaña o carpa, en la que había colocado con
gran pompa el arca de Yahvé. Como el Cronista en el ci-
tado relato del capítulo 23 de I Crónicas, habla sólo de
"la casa de Yahvé", es lógico suponer que se refiere al
santuario de Jerusalem. Ahora bien, ¿a qué persona de
buen sentido, que no cierre los ojos a la evidencia, se le
va a hacer creer que David designó 24.000 levitas para
el servicio de ese santuario, más 4.000 cantores para el
4.000 PORTEROS PARA I XA CARPA 233

mismo, que se mencionan en


sin contar con los sacerdotes
I Crón. 6, para cuienes se habían asignado, trece
í¡-)-tí(K

ciudades? ¿Y qué decir de los 4 OOO porteros para un san-


.

tuario que no tenía puertas, pues no las había en la tienda


que había levantado aquel rey para morada de su dios?
En efecto, exponiendo David su proyecto de construir un
templo a Yahvé, ¿no le hab a dicho a su amigo, el profeta
Natán, que no era justo que él habitara en casa de cedro
mientras que el arca de Yahvé estaba entre cortinas? (II
Sam. 7, 2). Pero aunque tales datos se refirieran al templo
de Salomón, ¿no son acaso esos números, cifras abultadí-
simas, inverosímiles par el servicio de un solo santuario,
aun mismo en la época postexílica, cuando el culto se
recargó de ritos y de múltiples ceremonias inexistentes
en la época de aquel gran rey? El mismo carácter de milla-
i"es completos ¿ no está revelando a las claras que se trata

de números provenientes de la fantasía del escritor? Lo


que hay de cierto en todo esto, es que el redactor de las
Crónicas, en el siglo III, cometiendo un evidente anacro-
nismo, transportaba a lo pasado los hechos de la actua-
lidad en que él vivía. Bajo el régimen teocrático poste-
xílico, — cuando perdida su independencia política, Israel,
de Estado libre que era antes, se transformó en Una co-
munidad religiosa, en la cue predominaba el elemento
sacerdotal, —
el Cronista suponía aue en la época davídi-
ca, de apogeo nacional, las cosas habían ocurrido como las
que tenía ante su vista, y multiplicaba sin escrúpulo los
millares de personas que se figuraba levitas y ,consagra-
dos todos al servicio de la casa de Yahvé, probablemente
de acuerdo con la población que presumía tuviera Israel
en época de David.
1099. Probable es tamibién que el Cronista que,
según nota con razón Desnoyers. "era menos un autor
que un co'i'npilador", utilizó para la formación de su obra,
documentos sacerdotales que reunió sin mayor cuidado
de armonizarlos, como les pasó a los redactores de otros
libros bíblicos nue siguieron igual procedimiento, y así
tenemos estos datos contradictorios: cue en el mismo ci-
tado capítulo 23 de I Crónicas se icamienza diciendo que
234 DOS OEXSOS DE LEVITAS

"David, ya anciano y harto de días" hizo el censo de los


levitas DE 30 A.ÑOS ARRIBA, y fueron hallados 38.000
hombres, que repartió en la foi^ma anteriormente indica-
da (vs. I-r>), ly luego de mencionar que dicho rey los re-
partió en clases según los tres hijos de Leví: Gersón.
Coat y Merarí, agrega el escritor: "Estos son los hijos de
Lrrí. stf/íiii síis casas pafcnias, los jefes <h fnmilkis, según
(I ((II 'o (Ir cJJos, según su enmnerncuhi nominal, ixir rahe-
zas; los cuales estaban al servieio de la casa de Yak vi, DK
V?Jrxm AÑOS arriba" (v. 24). Y para justificar esa
contradicción, se añade en el v. 27 este paréntesis, que
tiene todos los caracteres de una glosa posterior: "Poi^ejur
según las últimas palethras (o las últimas órdenes) de Da-
vid, los hijos de Leví fueran contadíjs a partir de veinte
años arriba". De aquí deducen los comentaristas creyen-
tes (y así lo expresa en nota la Versión sinodal) que Da-
vid, al final de su vida, hizo dos censos de levitas: el pri-
mero de 20 años arriba, v el segundo de 20 años arriba,
alegando para tal suposición, —
que choca con el dato del
V. 1, de que el primer censo lo ordenó David cuando "ya
era anciano y harto de días", es decir, en su extrema ve-
jez, —cue cuando se dió cuenta del gran número de em-
pleados oue reclamaba el culto de Yahvé, dió otras ór-
denes, "sus últimas palabras" tendientes a enrolar los le-
vitas desde la edad de 20 años. Tenemos, pues, que para
tales comentaristas (L. B. A., S-cío. etc.) no sólo no son
inverosímiles las cifras de 24.000 levitas para el servi-
cio de la casa de Yahvé, 4.000 porteros y 4.000 canto-
res, sino Que consideran muy natural que David las en-
contrara insuficientes Dará atender al culto en la carpa
por él levantada en Sión o para atender, según otros, al
culto en el templo aue él proyectaba, y que. en consecuen-
cia alistó más levitas para tener mayor número de mi-
nistres del santuario. Esto que para cualquier espíritu
desapasionado son enormidades inaceptables, constituye,
sin embargo, la esencia de la verdad, para la ortodoxia,
que no puede admitir engaño ni error por parte del Es-
píritu Santo inspirador de las Sagradas Escrituras. Algu-
nos, en el v. 27 en vez de "según las últimas palabras?
l LTOIAS PALABRAS DE DAVID 235

u órdenes de David", traducen: ''según las últimas his-


torias de David", y creen que con ello el autor ha tratado
de hacer remontar a sus tuentes, o sea, a los documentos
por él utilizados, la contradicción que presentan los vs.
3 y 24., En cuanto a las "últimas palabras" de David, re-
cuérdese que éste cuando "se le acercaban los días en que
había de morir", recomienda a Salomón que mate a su
célebre general Joab, el principal sostén de su trono, y
al benjamita Simei o Semeí, que otrora lo Jiabía malde-
cido (I Rey, 2, I-IO; § 1046), lo que tiene más visos de
verdad y se encuadra mejor con el carácter del personaje,
que no a último momento, el renovar el censo i^le levitas,
disminuyendo la edad de los empadronados, cuando según
el escritor que esto refiere, hacía poco que David ya ha-

bía hecho otro censo de los mismos y los había distribui-


do en cantidades fabulosas para el servicio de la casa
de Yahvé.
1100. Lo más curioso es que el Cronista, después de
darnos los números fantásticos de la referencia, nos dice
en el cap. 25, que el número de los músicos y cantores,
''los que eran instruidos en el canto de Yahvé, todos los inte-
ligentes en él eran 288'' (v. 7). 'Y en cuanto a los porte^
ros del Tabernáculo, se afirma en una parte que eran 212
(I Crón. 9, 22), y en otra 96, — Meselemías, sus hijos y
hermanos, 19; Obed-Edom y sus hijos, 63; y Hosa, sus
hijos ly hermanos, 14, — . (I Crón. 26, 1-11). Los comen-
taristas ortodoxos' explican así estas contradicciones Los
:

288 cantores y músicos del v. 7 eran los maestros y los


3.712 restantes para formar los 4.000 del cap. 23, eran
discípulos, de modo que cada una de las 24 clases de can-
tores se componía de 12 maestros y de algo más de 150
discípulos (L. B. A., Scío) ;y por lo que respecta a los
96 porteros del cap. 26, los consideran como los jefes de
los 3.904 porteros restantes, y como al nombrar al-
gunos de esos "jefes" se dice que eran "hombres va-
lientes y esforzados", Scío dando por supuesto que
tal designación había sido hecha por David para el
templo de Salomón (?), anota: "Los porteros necesita-
ban ser muy robustos y fuertes, porque las puertas del
236 4 OOO PORTEROS Y 4 000 MUSIOOS
.

templo eran muy grandes y pesadas, y eran necesa-


rios veinte hombres para abrirlas y cerrarlas". Más
razonable es el abate Desnoyers, que aun cuando
esíor-
zándcse por defender lo indefendible, para no apartar-
se de la enseñanza de su Iglesia que lo
amenazada con
la excomunión si se hubiera atrevido
a ello, no puede
menos de hacer esta confesión "Que haya en la descrip-
:

ción de las Crónicas, una parte de idealización,


ya pro-
venga de David, que se hubiera aplicado a trazar
un
plan tan grandioso como fuera posible, ya
proceda del
Cronista o de sus fuentes, que, como ocurre corrientemen-
te, hubieran referido al fündadof de
la liturgia, no sólo
sus propias instituciones, sino además las que
posterior-
mente se habían derivado de ellas, es lo que no &s puede
negar. El mismo Libro de las Crónicas lo sugiere
bastan-
te claramente. Al comienzo de su exposición,
en cifras re-
dondas, que se revelan como puramente teóricas,
anun-
/cia 4.000 porteros
y 4.000 músicos. Pero un jjoco más
lejos, da la cifra exacta de los cantores
y músicos: eran
'288 (1); y el de los miembros de las tres
familias de
porteros, que eran 96. Habla habitualmente del
templo
V de las funciones que allí ejercen los diversos ministros,
no en futuro como lo hubiera hecho David, sino
en pa-
sado como el Cronista podia hacerlo. Y cuando llega a
mencionar las puertas del templo, las supone ya construi-
das, y aun indica el nombre de una de ellas"
(III, 231).
En efecto, se cita la puerta de Parbar, al Oeste (i Crón.

(1) Desnoyers en su desesperada defensa del texto bíblico


lo falsea, pues éste, según la Vulgata, traducción oficial de
la
Iglesia Católica, dice así: "Y el número de éstos (cantores y
músicos) con sus hermanos, MAESTROS TODOS, que
enseñaban
los cánticos del Señor, fué
de 288" (,I Crón. 25, 7). Si no se acep-
ta que esos 288 eran los maestros de los
cantores y miúsicos, co-
mo dice la Vulgata, entonces hay que admitir que el (Cronista
utilizó dos documentos que se contradecían,
pues en uno se
afirma que aquellos cantores y miúsicos eran 4.000
y en otro
288. Con el .término de idealizació», no se explica tan
flagrante
contradicción.
I'AKA rOXSTlU IK LA ("ASA DE YAHYE 237

26, i^; II Rey. 23, 7/). Después de tan evidentes falseda-


des, agravadas con manifiestas contradicciones, piense el
lector amante de la vei'dad, si es posible sensatamente se-
guir creyendo, como lo enseña y lo repite la ortodoxia en
todos los tonos, que sean las Sagradas Escrituras, un libro
divinamente inspirado por el Autor del Universo.

LOS PREPARATIVOS DE DAVID PARA LA


CONSTRUCCION DE LA CASA DE YAHVÉ.— 1101.
Hemos visto que en virtud de la oposición de Yahvé a que
David construyera casa, éste desistió de tales propó-
le
sitos, por lo que no vuelve a hablarse más de ese proyec-
to, en el libro de Samuel. Pero la imaginación sacerdotal
no podía conformarse con que aquel gran rey no hubie-
ra hecho algo más por su dios, por lo cual, a siete siglos
del reinado del fundador de la monarquía israelita, su-
puso, y así se consignó por escrito, que David no sólo
había acariciado dicho propósito, sino que además había
reunido todos los materiales necesarios para la obra,
juntando sumas fabulosas con ese objeto, y hasta había
recibido el plano del templo de manos del mismo Yahvé,
de modo que Salomón no tuvo más que utilizar todo lo
que tenía preparado su piadoso padre, para llevar a tér-
mino la ma^na construcción de aquella incomparable casa
divina. Las riquezas deslumbradores de los cuentos de Las
Mil y una Noches, resultan pálidas ante las descripciones
que nos da la desorbitada imaginación del Cronista, de las
sumas que reunió David, y de la cantidad de materiales
espléndidos o valiosísimos que este rey logró almacenar
para que su sucesor construyera el templo de Yahvé.
Veamos lo que al respecto nos dice el libro sagrado.
1102. :^ y Diandó David que se coiujregasoi hjs exlruti-
jero.i que había en la fierra de Israel, ij estableció picapedre-
ros que cortasen ¡j labrasen las piedras, para edificar la casa
de Dios. .3 Y preparó David hierro en abundancia para las
clavazones de las puertas, y para las junturas; y bronce en
inmensa cantidad, más de lo que se podía pesar; 4 E INNU-
MERABLES VIGAS DE CEDRO, MÁS L\E LAS QUE SE
PODÍAN CONTAR, porque los sidonios y los tirios habían
238 LOS TRATOS DE SALOMON CON HIRAM

llevado a David madera de cedro en cantidad (I Crón. 22).


1103. Compare ahora el lector este relato con el
que nos da el libro de Reyes, sobre la misma construcción.
Según este último Salomón envió a decir a Hiram,
libro,
rey de Tiro, que se proponía edificar casa a su dios Yah-
vé^ y agrega: •'6- Manda que se me corten cedros
en el Li-
bano; y mis )siervos estarán con tus siervos;
y yo te daré por
salario de tus siervos, todo lo que pidieres; porque
tú bien
sabes que no hay nadie entre nosotros que sepa cortar la
ma-
dera como Iqs sidonios". E Hiram le contesta: "S líe
oído
todo lo que me lias mandado decir; h^ré todo lo que
deseas
locante a las maderas de cedro y de cijjrés. 9 Mis
siervos las
bajarán del Líbano al mar, ij yo las expediré por mar en bal-
sas, hasta el lugar que indiques;
allí las haré desatar y tú
tin
te las llevarás. Y tú me harás
placer suministrándome pro-
visiones para mi casa". 10 Y así Hiram daba a Salomón
ma-
deras de cedro y de ciprés, cuantas éste quería. 11 Y Salomón
daba a Hiram 20.000 coros de trigo (unos 80.000 Hectoli-
tros) (1) para el sustento de su casa,
y 20 coros de aceite
virgen (unos 80 Hls.). A'sfo daba Salomón a Hiram año tras
año. Pero "además de esto, Salomón destinó 30.000 israe-
litas que iban, por turnos mensuales de 10.000 cada uno,

H) El coro u homer, medida de capacidad israelita, lo


avalúan diferentemente los distintos autores. Así tenemos que:
según el Dice, de la Biblia, por W. Rand, valía litros 229.68
según iRcuss y la Versión Sinodal valía cerca de 200.00 •

según H. B. Pratt valía unos 350.00


Bl Dict. Encyc. de la ¡Bible, —
sobre la base de la medida
judía, el log (Lev. 14, 10), que podría valer en litros
0.505,
0.545 o 0.562, según se calcula, comparándolo con otras me-
didas babilónicas, griegas y romanas, a que se refieren antiguos
autores que las usaron, —
expresa que el coro u homer equival-
dría en litros a unos 363 «O, o 392.40 o 404.64, o sea, aproxi-
madamente de tres hectolitros y medio a cuatro- Ya Reuss hacía
notar que los datos que él daba no eran completamente seguros,
porque la avaluación de Josefo y de los rabinos no concordaba,
y que ihay sabios que consideran que el homer tenía 4 hectolitros
y el siclo, 14.5 gramos (iNota a Eiz. 45, 12). iReufis cree también
SUPUESTOS ACTOS DE DAVID 239

al Líbano, donde cortaban y labraban árboles bajo la di-


rección de los fenicios (I *Rey. 5, 13-14) lo que, entre pa-
;

réntesis, no concuerda con lo expuesto en el v. 6.


1104. Si se parangonan ambos relatos, fácil es de
ver que en el de Crónicas se atribuye a David, lo que
hizo Salomón, y que lo cue se expresa de aquél, es pura
fantasía, dado que éste procede ignorando en absoluto
la existencia de los enormes depósitos de materiales acu-
mulados por su padre, pues de haberlos tenido a su dis-
posición, cae de su peso que ni hubiera negociado con Hi-
ram. para proporcionárselos, ni hubiera sometido a sus
subditos a la pesada corvea de la explotación de los bos-
ques y canteras del Líbano. Sabido es, en efecto, que Pa-
lestina es pobre en árboles altos y corpulentos apropia-
dos para construcciones (§ 3), por lo que había 'que irlos
a buscar al Líbano, cuyos cedros famosos eran solicitados
hasta de Egipto, según vimos en § 855. Pero lo curioso del
caso es que el Cronista no ve implicación alguna en todo
esto, porque después de los datos transcritos de I Crón.
22, nos da también los precedentes de I Rey. 5, con al-
gunos otros colnplementarios de su cosecha, como por
ej., al afirmarnos cue por el corte de la madera del Lí-
bano, pagó Salomón 20.000 coros de trigo, 20.000 coros
de cebada, 20.000 batos de vino (unos 8.000 Hls. véase
la nota anterior), y 20.000 batos de aceite (II Crón. 2,
10). L. B. A., tratando de conciliar esta diferencia de ci-
fras con las de I Rey, 5, 10, dice que estas últimas del libro
de Revés eran cantidades anuales para el sustento de la
casa de Hiram, mientras que aquéllas expresan la canti-
dad pagada una sola vez por la retribución de los obre-
ros que cortaban los árboles. Acepte el lector, si gusta,

que en nuestro texto de I Rey. 5, 11, arriba transcrito, haya un


error de copista, pues es exce.sivamene pequeña la cantidad de
aceite -que daba anualmente Salomón a Hiram.
lEn cuanto al efa o bato, de que hablamos en el ^ 1104, equi-
valía según unos, a 20 o 23 litros, y según el Dict. Eiicyc. de la
Bíble, siempre sobre la base de la distinta apreciación del log
valdría de 36.36 a 40.46 litros cada uno.
240 SUMAS VAHA El. Fl TURO TEMPLO DE YAHTl E

esta forzada conciliación de datos distintos provenientes


de diversas fuentes; pero lo que no^ interesa destacar es
la enormidad de pretender que se crea que si Salomón
disponía de vigas de cedro almacenadas por su padre, en
tal cantidad que eran^ijirts ác las <i,ir se podían contar",
tuviera, sin embargo, necesidad de mayor cantidad aún de
madera de esa clase, para cuyo corte empleó mensual-
mente 10.000 hombres durante varios años (durante un
trienio, según los rabinos).
1105. David, pues, seg-ún el Cronista, había prepa-
rado para el futuro templo de Yahvé. piedra labrada e
inmensa cantidad de hierro, bronce y madera. Pero esto
sólo no bastaba, y entonces nos refiere aquel escritor di-
vinamente inspirado, que David le dirigió un sermoncito
a Salomón, —
quien, según el texto, era aun muchacho
(v. 5; Scío lo supone en aquel entonces de 17 años de
ádad) —
recomendándole que edificara casa a Yahvé.
plática en la cual le da los siguientes datos: "11 Yo, en
m¡ pobreza, I" pr( parado para la rasa <lr Yíüicé. ('TEN MIL
'/'ALEXrOS DE ORO. FX MILLOX DE TALEXTOS DE
PLATA, cantidades inmensas ¡de cohre i/ de liierro, porque
II

de ellos haif más de lo que se puede p(sar. Tainhién he pre-


parado maderas a piedras, cuya cantidad podrás aumentar.
Y tienes a- tu disposición un ijraji nfinm-o de obreros: pica-
pedreros, albañiles. carpinteros, >) toda ehis( de hombres há-
biles en ¡oda especie de obra (o todos ¡lábiles en ¡odos estos
oficios). If) En materia de oro, plata, liierro »/ bronce, hai/
más lo que se puede contar: ;L( vántale, pues, manos a la
de
obra, que Yalin' sea eontieio!" (I Crón. 22). Para que
II

podamos apreciar la magnitud de las sumas de oro y pla-


ta que tenía reunidas David para la construcción de la
casa de Yahvé. debemos tener presente que un talento
equivalía, poco máá o menos, a unos 44 Kgs. (1), de mo-
do que 100.000 talentos de oro eran 4.400.000 Kgs.. o
sean 4.400 TONELADAS MÉTRICAS DE ORO, y 1.000.000
de talentos de plata eran 44.000 TONELADAS MÉTRI-

(1) Los traductores modernos de la Biblia en sus distintas


versiones avalúan de distinto modo las medidas de peso de los is-
OHO V l'LATA REUNIDOS POR DAVID 241

CAS DE PLATA. Para la ortodoxia, sobre todo para la an-


tigua, esto es la verdad pura, y así Scío. después de cal-
cular Que los 100.000 talentos de oro corresponden, se-
gún él, a 328.000 arrobas de oro (Ex. 38, :J(>) y el millón

de talentos de plata, a 3. 280.000 arrobas castellanas de


plata, agrega: "Y así Salomón pudo muy bien cumplir
todo lo que su padre le había mandado, y edificar el tem-
plo del Señor con la mayor magnificencia, y aun le so-
braría mucho. Sumas son Inmensas, inauditas y que pa-
recen incr^eíbles las que aquí se i^efieren. Por esto muchos
intérpretes han echado por diversos caminos para re-
ducirlas a unos términos que parezcan proporcionados;
pero violentando, según nuestro dictamen, la letra de la
Escritura. Nosotros, pues, dando a cada talento, 3.000
sidos, y a cada siclo el peso de 252 granos, Ex. 38, :2-í, —

mientras no tengamos otros fundamentos mayores.

raelitas, que tenían estrecha relación con las medidas babi-


las
lónicas y fenicias. L/as tres ^principales unidades eran el talento,
la iiiiiia y el siclo c|ue seguían la numeración sexagesimal. Un

talento tenía 60 minas y una mina, 60 sidos, menos para los


metales preciosos, cuya mina tenía solo 50 sidos. 'Oomplicaba el
«sistema, el hecho de que para cada unidad había dos pesos, uno
fuerte y otro débil o liviano, que era la mitad del anterior; y
además la misma unidad expresaba un valor diferente según que
se tratase de "pe.scs del rey o reales" o de "pe.so.s conuwie.s". M
Dictionnaire Encyc. de la Blble, de Westphal, combinando los
datos obtenidos de los antiguos pesos babilónicos que nOs han
llegado, y los de las monedas, da para las tres unidades de peso
fuerte, las cifras siguientes:

Talento de oro 49 . 077 gramos


Mina •.
de oro . 818
18 gramos
Siclo de oro 16 .
36 gramos

El siclo ide oro venía a corresponder ea peso fuerte a 218'1


gramos de iplata, pues segiin Herodoto, la relación del valor del
oro a la plata era de 13 1|3 a 1 .
242 J>A COLECTA DE DAVlll

i-eeuimos la letra de la Escritura, aunque ignoremos cómo


pudo David recoger unas cantidades tan inmensas de oro
y de plata".
1106. Pcdría .suponerse oue el Cronista debiera ha-
berse dado por satisfecho con los 100.000 talentos de oro
y el millón de talentos de plata, que asegura había pre-
parado David para la construcción de la casa de Yahvé;
pues bien, tal supo.sición ser 'a inexacta. En efecto, estas
extraordinarias sumas le parecen aún poco a anuel escri-
tor inspirado, y por lo tanto, agrega que David reunió a
la Asamblea de Israel, y después de dirigirles a todos los
die-natarios v hombres ilustres del país un discurso, es-
tilo sacerdotal, 'que comienza con un " ¡nfrinaiios mina!''
Í?S 21, de puro cuño eclesiástico de época reciente, les
solicitó sus ofrendas voluntarias para el futuro templo,
diciéndoles: "d unhtcio no es para un homhre, sino para
Yahvr Dios. 2 Yo con todas mis fiiprzas he hecho los prepara-
Uros r.ara la casa de hni dios.- oro para las rosas de oro, plata
raía las dr piala, hronre })ara las de hronre. hierro para las
de h'crro madera para las de madera, piedras de ónix, piedras
nií/aslada^, piedras de revestimiento y de colores. ?/ toda cla-
se (le piedras preciosas y mármol hlavco en cantidad. S en Y
mi aféelo por casa de -mi dios, además de todo lo efue he
Ja

7 reparado para la casa del santuario, doy a la casa de mi


dios, el tesoro propio mío ejue tengo de oro y de plata, 4 a sa-
hrr: .3.000 talentos de orej, clel orej de Ofir, ]¡ 7 .000 talentos
dr /.lata acrisolada para revestir las paredes de las salas, 5
para nur liana ero para lo (pie dehe ser de oro, y plata para
lo 'lUi ihhr ser di ¡)lata, y para todo el tra1)a.jo de mano de
los aiUficís. Y ahora ¿qvii'n está dispuesto a hacer hoy algu-

na ofrenda a YahriT' (i Entonces los jefes de familias, y Jos


príncipes d( las Irihus de Israel, y los jefes de miles y de
cientos, y les administradores dr la hacirnda real (a los srmn-
dei ofie'n^e-j del rey) ofrecieron espontáneamente. 7 y dieron
para la obra de la casa de Dios, .'¡.000 talentos de oro y 10.000
dárteos y 10.000 talentos de plata y 1^.000 ted culos de hronce
y 100.000 talentos de hierro. 8 Y los que poseían piedras pre-
ciosas, las entregaron para el tesoro de la casa de Yahvé, en
sr.MAS DEJADAS POft DAVID A SALOMON 243

el (/crsonita. !J Y regocijóse el pueblo por su


uKtiKis (le Jcliiel.
liberalidad,porque de sincero corazón hahiau ofrecido voiun-
lariamcnte a YahiH'; y el rejj David tiii'o también una gran
alegría" (I Trón. 29).
1107. Sumemos todas estas cantidades /de oro y de
plata,y así sabremos la cantidad de dinero que dejó Da-
vid a Salomón para construir y alhajar el templo divino.

ORO PLATA

Talentos Kgs. Tons, ms. Talentos Kgs. Tons. m.

100. OOÜ = 4.400.000 = 4.400 1 . 000 000


. = 44 . 000 000
. = 44 000
.

3.000 — 132.000 — 132 7.000— 308.000 = 308



I

.5.000 = 220.000 220 10.000= 440.000 =; 440'

KlH.OÜd = 4.7.52.000 =: 4.752 1,1)17.000 = 44.748.000 = 44.748

1108. La línea 1 expresa -'ht que en su pobreza ha-


bía preparado David": la 2, la donación hecha por David
de su tesoro propio y la 3, el monto de la colecta efec-
;

tuada entre sus dignatarios u oficiales reales. En resu-


men, tenemos, pues, 4752 TONELADAS MÉTRICAS DE
ORO, más 10,000 dáricos de oro, siendo el valor del dári-
00 algo más del de la actual libra esterlina; y 44.748 TO-
NELADAS MÉTRICAS DE PLATA, más una gran can-
tidad de piedras preciosas, de cuyo valor podrá juzgarse
teniendo en cuenta que quienes las dieron para el tesoro
de la casa de Yahvé, habían aportado en la misma colec-
ta, 220 toneladas de oro y 440 toneladas de plata^ Todo,
por supuesto, sin contar las otras "piedras de ónix, pie-
dras engastadas g toda clase de piedras preciosas" que
"David con todas sus fuerzas heibía preparado para la casa
de su dios" (v. 2). En cuanto al hierro y al bronce acu-
mulados por David, para apreciar su cantidad, debe agre-
garse a lo que se consigna en 22, 3 y en 29, 2, las si-
guientes sumas que arrojó la mencionada colecta del mo-
narca:
244 IjA moneda en ISRAEL
Bronce — 18.000 tiiU-iitos — TÜL'.OOO Kfcs. = 792 toneladas métricas
Hierro. — 100.000 talentos — -1.400.000 Ktcs. = 4.400 toneladas métricas

1109. En los cuadros que anteceden, tenemos las


cantidades de oro, plata, hierro y bronce que logró reunir
David para la construcción del futuro templo, según el
libro Sagrado. Como varía el precio de esos metales, se-
gún las épocas, calcule el lector las sumas fantásti-
cas de miles de millones de dólares que representan esas
cifras, al valor actual de los inismos. Ahora observemos:
1'' La Palestina no era ni es país minero
(véase lo
dicho en el § 4) y en la época de David no se había de-
;

sarrollado aún el comercio que contribuyó a enriquecer


más tarde a muchos israelitas.
2'> Tampoco en ese entonces existía aún dinero amo-

nedado en Israel, pues hasta la deportación (siglo VI)


los pagos en dinero se efectuaban por medio de barras o
lingotes de metales preciosos, sin ningún distintivo ca-
racterístico, o pesando el metal, generalmente encerrado
en bolsitas que contenían determinada cantidad conven-
cional, según las necesidades del comercio (Gén. 23, 16;
I Rey. 20, .?.9 "/» pesarás un lalento de plata"; II Rey.
12, 10, 11; Jer. 32, .9; § 669). La invención de la moneda
acuñada se atribuye a los lidios y no es anterior al siglo
VII. Después de la restauración comenzaron a circular en
Judea los dracmas y dáricos persas (Buhl, 150, 151), no
teniendo los judíos monedas propias antes de la época de
los Macabeos. Se ve pues, el anacronismo cometido por
el autor inspirado al afirmar que en la suscripción pro-
movida por David, se recibieron 10.000 dáricos de oro,
anacronismo que a la vez nos revela que dicho escritor
sagrado inventó esos datos o los tomó de documento o
leyenda reciente.
3' David contribuye para el tesoro de la casa a cons-
truirse a Yahvé, con 3.000 talentos de oro de Ofir. Aho-
ra bien, el oro de Ofir /áólo comenzó a importarse en Is-
rael, en el reinado de Salomón, según se desprende de
I Rey. 9, 26-28.
4' En 29, 1, el Cronista le hace decir a David: "Este
PALACIO no es para un hombre, sino para Yahvé Dios".
EL PRESTAMO DE HIKAM A SALOMON 245

La palabra del original, birá, traducida por palacio, es


un vocable persa, muy usado en el libro de Ester, y de-
signa el edificio donde mora el soberano. Contribuye este
detalle a mostrar que todos esos discursos que se ponen
en boca de los personajes bíblicos, son meras composicio-
nes literarias del escritor sagrado, desprovistas en abso-
luto de todo valor histórico.
5 Y finalmente si Salomón hubiera dispuesto de una
'

mínima parte de los fabulosos tesoros imaginados por


la leyenda o por el Cronista, natural sería que hubiera
podido pagar en metálico a todos los obreros que traba-
jaron en la construcción del templo, sin verse obligado
a someter a sus súbditos al duro régiímen de las corveas *,•
que constituían una verdadera servidumbre, por la que
se quejaron más tarde los ancianos a Roboam (I Rey. 12,
*/), y hubiera podido igualmente abonar en metálico al

rey fenicio Hiram, la madera y los salarios de los artí-


fices que éste le proporcionaba. En cambio, hemos vis-
to que Salomón le pagó en especies, es decir, con trigo
y aceite, producto del trabajo de los israelitas y come
;

esto aun no bastara, se vio obligado a enagenarle parte


del territorio nacional, pues tuvo que darle 20 ciudades
en la tierra de Galilea, las que, a disgusto, aceptó Hiram,
para recuperar parte de su crédito. Y finalmente, ¿cómo
le iba a pagar Salomón en metálico a Hiram, si éste ha-
bía tenido que prestarle para sus construcciones hasta 120
talentos de oro, o sea, hoy, más de cuatro millones de
dólares? (I Rey 5, 10, lO-lí). Vjéase, pues, a qué
queda reducido el fantástico cuento de las Mil y una No-
ches, c ue como verdad histórica nos relata el sacerdote
que redactó las Crónicas, tocante a los preparativos he-
chos por David para la construcción del templo. ;

1110. De lo expuesto resulta que el Cronista atribuye


a David todo el mérito de la construcción del templo, el
cual fue mucho más célebre después de su destrucción
que durante su existencia. "Las instituciones estableci-
das y consagradas en el IV siglo, observa Reuss, después
de haber necesitado cierto tiempo para recibir su forma
definitiva, son referidas por la opinión pública, com-
246 DAVID, SALOMON Y LOS PROFETAS

partida por el Cronista, a una remota antigüedad. David


aparece como el organizador del culto celebrado en un
templo que no existía aun en su época y hasta se le con-
;

sidera como el verdadero fundador de ese templo, exacta-


mente igual que en la Igjesia cristiana fueron considera-
dos los apóstoles como los autores de muchas cosas, libros,
fórmulas, ritos y sobre todo doctrinas, que no nacieron si-
no muchísimo después de su muerte" (Ciironique^ p. 40).
Salomón, pues, según nuestro autor, no hizo sino ejecutar
las órdenes de su padre, quien todo lo había preparado,
arreglado y prescrito. Esta diferencia radical con el re-
lato de los libros de Reyes, que no mencionan para nada
los preparativos de David, sino que atribuyen únicamente
a Salomón la idea y la realización de esa obra, se explica
porque este último no fue nunca un personaje de la pre-
dilección de los profetas, mientras que cada vez fué sien-
do mayor la fama póstuma de David. El fundador de la
monarquía vió crecer su gloria sobre todo en los siglos
en que el país había perdido su independencia nacional,
por lo cual ,1a piedad yahvista, con la visión de fe,^ y

sin preocuparse de los desmentidos de la historia, con-


centró en él todo el antiguo e imaginario esplendor, y
todas las grandes realizaciones de una época, que se con-
sideró tanto más brillante en las lejanías del pasado, cuan-
to más contrastaba con la situación de servidumbre y de
miseria en que se vivía. Pero si tal es la explicación ra-
cional de los Jhechos narrados, no es menos cierto que al
asegurarnos el Libro Sagrado la autenticidad de esos su-
cesos contradictorios y fabulosos, arruina por completo
la teoría de que ese libro sea inspirado por ¡un ser divino
imposible de equivocarse, y cuyas enseñanzas debamos
aceptar humildemente, sin discusión y hesitación alguna.

LOS REYES DE ISRAEL JEFES DE LA RELI-


GION DE YAHVE. 1111. —
En el episodio estudiado
(§ 1050) de epidemia que diezmó a Israel a causa del
la
pecado del censo, hemos visto que Yahvé se aplacó e hizo
cesar esa peste, porque David edificó un altar en la era
de Arauna u Ornán, y ofreció en él holocaustos y ofren-
EL SACERDOCIO EN LAS MONARQUIAS ORIENTAL ES 247

das pacíficas a aquel dios. Debemos examinar, pues, cua-


les eran las relaciones de los reyes israelitas con el cuite
de Yahvé.
1112. Al constituirse la monarquía en Israel, el cul-
to de Yahvé identificado al de Baal, era idéntico a los
cultos cananeos. hasta con sus Kedeshim y Kedeshott,
personas de ambos sexos dedicadas a la prostitución sa-
grada, o sea, consagradas a la divinidad, como "las muje-
res (¡lie velaban n liacía» el s( rvicio a Jn enírafla del
saiil iiariii rlr (I Sam. 2. y hasta con sus prác-
ticas de los sacrificios humanos, como en el caso de los
gabaonitas estudiado más arriba. El rey había sido ele-
gido por el dios nacional y era un representante de és-
te, en su pueblo. Una de sus principales atribuciones con-
sistía en el desempeño de las funciones sacerdotales, y
siendo rey-sacerdote, era el jefe de la religión yahvista,
y como tal, tomaba a menudo parte activa en las ceremo-
nias del culto. En esto los reyes judíos no hacían sino
imitar a los demás m.cnarcas orientales, para quienes
la religión era un simple asunto de Estado.
1113. Sabemos, en efecto, que en Egipto el rey, de
origen divino, v hasta dios el m'smo, era por derecho el
sumo pontífice de todo el país, así como los grandes señores
hereditarios eran a la vez los iefes del sacerdocio de sus
nomos. En el antiguo reino de Sumer y Acad, el dios
escoge al rey, al aue confía la dirección de su pueblo.
El rey asume al mismo tiempo las funciones sacerdota-
les: es gran sacerdote del dios del naís o de la ciudad.
Gudea y Lugalzaggisi dan testimonio de ello; el segun-
do nue se había ¡lamado a sí mismo, sacerdote de Anú,
el dios de Uruk. declara que los dieses "lo colocaron
en los santuarios de Sumer, como ishakkú (gobernador
o rey) de las comarcas, y en Uruk como gran sacerdo-
te". Gudea ofrece, en persona, sacrificios y hace liba-
ciones observa los presagios y el dios le trasmite direc-
;

tamente sus órdenes él es auien purifica la ciudad an-


:

tes de la erección del templo, quien hace las consagra-


ciones necesarias y pronuncia las siete bendiciones de la
dedicación. Los hijos de los reyes son a menudo los gran-
248 SACERDOCIO EX LAS MONARQUIAS ORIENTALES

des sacerdotes de los principales santuarios del país, y


se les designa por presagios; así, bajo el reinado de Ur-
Engur, el hijo de éste es elegido por la divinidad como
gran sacerdote de la diosa Istar de Uruk. Igualmente
en Asiría, el rey, representante de los dioses en la Tie-
rra, tiene, entre otros cometidos, el de oficiar personal-
mente de pontífice al regreso de sus cacerías y en las
más importantes ceremonias del culto, y así los bajos
relieves de los palacios presentan escenas en las oue el
rey hace libaciones en honor de Istar, sobre cadáveres
de leones atravesados por flechas. Teglatfalasar I im-
plora a Anú y a Hadad: "¡que me concedan una bendi-
ción favorble a mí y a mi posteridad f-acerdotal ; que
establezcan sólidamente como una montaña, para siem-
pre, mi sacerdocio en presencia de Asur y de sus divi-
nidades!". Asarhaddón invita al palacio a Asur, a Is-
tar de Nínive y a todos los dioses de Asiría pa,ra ofre-
cerles sacrificibs y presentarles ofrendas. Sargón tam-
bién, en un día propicio, había invitado a Asur y a los
otros dioses, ofreciéndoles como presente, oro y plata y
"había hecho alegrar sus almas" (Dei.ai'oktk, págs. 79, 185.
?>79. y 381).
1114. "En lasmonarquías orientales, escribe Causse.
el sacerdocio es el atributo esencial de la monarquía.
Sin esta dignidad, no hubiera sido el rey sino un tira-
no vulgar. Por esto a cada monarca de Babilonia y de
Asiría le agradaba llamarse "sacerdote santo, sacerdote
sublime, conjurador sublime",.. Igualmente en las ciu-
dades griegas y latinas era considerado el rey como el
supremo sacerdote que vela por el cumplimiento de los
ritos en honor de los dioses nacionales y por el mante-
nimiento del fuego sagrado. Y cuando a causa de las
revoluciones, fue abolida la forma monárquica de go-
bierno, subsistió la realeza religiosa, y hubo siempre el
arconte rey en Atenas, y el pontífice máximo en Roma"
(Les Plus, 154, n. .3). Nota Krappe también (Mytholo-
gie. p. 112) que en la mayor parte de las poblaciones in-
doeuropeas, el rey es siempre el gran sacerdote. Aun
mismo en las dos tribus, de los indos y de los cel-
Kl. HEV. .IE*E DE LA RELIGION YAHVISTA 249

tas. en las que existía la división entre lo profano y lo


sagrado, sus reyes conservaron gran número 'de sus anti-
guas í unciones de sacerdotes. En Escandinavia, hasta su
conversión al cristianismo, los reyes desempeñaron im-
portante papel en los sacrificios. Esos actos sacerdotales
se consideraban a tal punto ligados a la realeza, que se
les creía carentes de valor si no eran ejecutados por el rey.
Todos esos hechos vienen a confirmar la teoría de Fra-
zer sobre el origen sagrado de la monarquía en la mayo-
ría de los pueblos, ya que en múltiples casos históricos
nos encentramos con que el rey era conceptuado el re-
1 resentante o la encarnación del dios.
1114'. Como Israel a ese respecto no era una
excepción entre las demás monarquías del Oriente,
lo expuesto nos hace comprender el porqué Yahvé, a
imitación de las divinidades asiro-babilónicas, había ele-
gido per reye.s a Saúl y David, como elegirá a Salo-
món (I Crón. 22, n. !)) y el porqué esos monarcas
.

erigieron altares, ofrecieron sacrificios, presidieron


las ceremonias religiosas, y sobre todo los dos úl-
timos, organizaron el culto yahvista. El rey israelita,
según nota Desnoyers, era una especie de jeque supre-
mo y cerno todos los otros jeques, tenía derechos y debe-
;

res relativos no sólo a la dirección de la guerra y al ejerci-


cio de la justicia, sino también a la práctica de la religión.
Saúl sacrifica dos veces en Gilgal o Galgala (I Sam. 13, 9-i2,
15, /.í, y si en el primer caso se suscita una cues-
tión con Samuel, no es porque hubiera obrado mal al
sacrificar él mismo, sino porque desobedeció a Yahvé,
no esperando la llegada de aquel vidente; y en el segun-
do, la falta de Saúl está en haber ejecutado imperfec-
tamente el Kherem. David sacrifica delante del arca y
en ila era de Ornán (II Sarm. 6, lo,- 17, is; 24, ^'.»), y Sa-
lomón procede de igual modo tanto en Gabaón como en
Jerusalem (I Rey. 3, v. /, 8,
; rúV;/; 9, 25), David
y Salomón bendicen al pueblo como verdaderos sacer-
dotes (II Sam. 6, 18, j¿0; I Rey. 8, ]í, r>r>), y de este úl-
timo rey se nos dice que "fres veces al año ofrecía Sa-
¡amó)! holocaustos ij ofrendas pacificas sohre el altar
250 Kh ^ EL CI LTO VAHV18TA

'¡iK li(ti)Ut nhfira<lu jHini Yalir, ¡j quemaba incienso so-


In, <l que rsiaba dclaiifr de Yalivé, después que el tem-
iólo jiií Rey. 9, :>.->). El rey era, pues, en
ar(tb<i,l,>'- (1
aquel entonces verdadero jefe de la religión, y co-
el
mo tal promulgaba las ordenanza» relativas al culto
y
designaba o destituía los sacerdotes. Ya hemos visto
que Saúl no tuvo consideración alguna con los sacerdo-
tes del santuario de Nob, a los que exterminó
despiada-
damente como a subditos rebeldes. David trae el arca a
Jerusalem sin intervención de los sacerdotes; designa
a Sadoc y a Abiatar como jefes de los
demás sacerdotes,
o "sacerdotes de Estado", según la frase
de Desnoyers,
a quienes confía el cuidado del arca,
y como "nota este
autor, si bien los coloca entre los altos
funcionarios, no
les asigna el primer lugar, puesto que todos los otros
mmistros, el del ejército, el de las escrituras,
y el de
las corveas - pasaban antes que ellos,
y de las dos lis-
tas que tenemos de esos funcionarios,
en una (II
3am. 8, ir>-ls) Sadoc y Abiatar son citados en tercer
lugar, y en la otra son los últimos (II Sam.
20, ;>3-26).
En cuanto a Salomón destituyó y desterró al sacerdote
Abiatar, manifestándole que si no lo había hecho ma-
tar era por haber sido amigo consecuente de su
padre
(I Rey. 2, .v;-:-;). David, como los reyes
asiro-babilóni-
cos, nombró sacerdotes a algunos de sus
hijos (II Sam.
8, /6'). y designó como sacerdote doméstico suyo,
a Im
el Yitrita (II Sam. 20. :>(>). práctica
ésta que imitó su
hijo Salomón, quien también tuvo como su
sacerdote
particular a Zabud, hijo de Natán (I Rey.
4, 5).
1115. Los demás reyes consideraron Siempre como
una prerrogativa real el ejercicio de las funciones sacer-
dotales y el organizar el culto
(§ 828). Jeroboam. al
constituir el reino del Norte, lo primero que
hace es
establecer un culto que compita con el de Jerusalem,
y
al efecto, hizo dos becerros de oro, imágenes
de Yah'vé,
y colocó uno en el santuario de Betel y otro en el de Dan
instituyó sacerdotes del común del pueblo; determinó
la celebración de fiestas religiosas
y edificó un altar en
;

Betel, en el cual ofreció sacrificios


y quemó incienso
REFORMAS OULTUAL,ES DE AOAZ 251

(I Rey. 12, 26-:i.H) En el siglo VIII, el rey de Judá, Aza-


.

rías, que reinó 52 años, acostumbraba quemar incienso


sobre el altar de Yahvé, en el templo de Jerusalem es- ;

ta práctica les pareció sacrilega a los sacerdotes del


siglo III, por lo que el redactor de las Crónicas atribuyó
la lepra de que padecía ese rey, a un castigo infligido
por Yahvé (en II Rey. 15, /-/" no se menciona tal cas-
tigo; pero sí en II Crón. 26, l(¡-2]). A su nieto el rey
Acaz, en un viaje que hizo a Damasco, le agradó tanto el
altar que vió en esa ciudad, que mandó al sacerdote Urías
el plano de dicho altar para que hiciera éste otro idén-
tico en Jerusalem. lo que así ejecutó Uríasu ''12 Y vuan-
(lii rl rcii volvió (Ir ¡hi iiidsco. i iispcccioiiñ el altar, ij llc(jáii(lo-

s( , sacrificó sobre el: lr>


y [quemó su liolocaiislo í/ su ofrenda
v<(jctal, !i (lerraiuó su lihación y roció ht sangre de sus ofren-
das pacificas sohn aquel alfar, lí Mas en cnanto (d altar
de bronce que estaba delante de Yaliv(, lo sacó del lue/ar que
acufjídxi delante del templo, entre el nuevo altar y la casa
de Yalirc. lo ])uso <d lado de su rdtar, hacia el Norte. Iñ Y
i/

el rey Acar mandó al sacerdote Frías, diciendo: " Snbre el altar

(irunde liarás nueniar el Jioloea usl o de la mañana y la oblació)i


de la tarde, el Jiolocausto del /v // )/ su ofrenda vegetal, los
holoca nsfos d( lodo el pueblo del país, sus ofrendas vegetales
II siis libaciones. // di rra niaras sobre íl toda la sangre de los

holocaustos y toda la sangre de los sacrificios: mas el altar


de bronce estará a mi disfxisición" .Ki Y el sacerdote Veías hizo
según todo lo que le había mandado el rey Acaz. 17 Y ng t i

Acaz cortó los entrepaños de 'c/.v basas, y auitó de sobrt ellos


li's f Ulules, y bajó el mar de encima de los bueyes de bronce
y
le as( uló si/bri un ixivimeulo de ledras. 18 Y cambió en la¡

casa de Yahví el dosel dil sábado edlí ciiusl r uído lo .luixmn


mil la entrada .rterior ¡lara d rey. y los pasó adentro de la
(

rasa ;l<. Yalivá. por causa del r< y de Asiría'^ fíT R<^y. Ki.
10-18).
1116. Como -se vé, los reyes israelitas hacían en el
templo de Yahvé cambios o las innovaciones que les
los
parecían convenientes, y efectuaban corrientemente sa-
crificios sin que nadie considerara que ello constituyera
un abuso de poder. Los sacerdotes, que eran funciona-
252 I.O.S REVES, AMOS ¡SOBERANOS DE LA RELIGION

rios designados por el rey, obedecían ciegamente las ór-


denes de éste. "Los sacerdotes del templo de Jerusalem,
anota Causse. no fueron en un principio sino servido-
res encargados de asistir al principe en el ejercicio de sus
funciones del culto" (Les Plus, 154, n. 3). Aquella ma-
nera de proceder de los reyes de Lsrael, a nadie causaba
sorpresa, porque según hemos dicho, a los monarcas en
todos los r.aíses del antiguo Oriente, se les reputaba co-
mo losi jefes de la religión nacional, dado que ellos mis-
mos eran de origen divino. "Los reyes hebreos, escri-
be Desnoyers, no sólo fueron considerados como perso-
najes sagrados por su unción y por su sacerdocio, sino
que además fueron reconocidos y obedecidos como los
jefes supremos de la religión. No quiere decir que tu-
viesen todo poder sobre ella. La mayor parte de ellos,
sobre todo en Jud!á, respetaban como cualquiera, sus
creencias, sus ritos, sus leyes, sus usos, y las prerroga-
tivas de la tribu de Leví. Pero en muchas ocasiones, se
les ve intervenir para darle una organización en relación
con un nuevo estado político o con ideas nuevas, y si pa-
ra esta tarea utilizaban a los ¡jefes de \os sacerdotes y a
los del pueblo, en realidad, se conducían como amos so-
beranos" (III, 223).
1117. El respeto de los ritos y de los usos consa-
grados, a que se refiere Desnoyers en el párrafo trans-
crito, lo tenían los reyes cuando así les convenía, fue-
ra de que no todos ellos innovaron en materia religiosa;
pero todos se consideraban con derecho a intervenir en
el culto, siempre cue lo juzgaban conveniente. Lo mis-

mo puede decirse de las citadas "prerrogativas de la


tribu de Leví'". Los reyes preferían a los levitas para
las funciones sacerdotales; pero prescindían de ellos
cuando les parecía. Sin embargo, a medida que con las
revoluciones internas y a causa de desastres en las
guerras exteriores, la monarquía fue perdiendo la con-
sideración de que gozaba, el sacerdocio se fue "transfor-
mando en una casta cerrada y adquiriendo cada día ma-
yores atribuciones y mayor poder. Esa evolución culminó
con el predominio de los ministros de la religión de Yah-
VNACROXISMO DEl. SUMO SACERDOCIO PREEXIUCO 253

vé, cuando Ciro transformó la Judea en una satrapía


persa, pues sometidos los judíos a una autoridad ex-
tranjera que les daba amplia libertad religiosa y civil,
constituyeron realmente una agrupación teocrática, a
cuya cabeza estaba el sumo sacerdote o jefe de la cas-
ta sacerdotal. Pero sin embargo, aún en época del
la
destierro, E^equiel
en su nueva Thora,
le asigna al prínci-
pe o nasií funciones
sacerdotales (Ez. 45
J7, 22-25 \ 46, 2-ir>).

"El nasí, dice Caus-


se, subsiste como fi-

gurante o comparsa
de pompa sagrada"
(Les Plus, 155).
1118. Por eso, pues,
como lo hemos re-
petido en múltiples
ocasiones, es un ver-
dadero anacronismo
hablar de sumos sa-
cerdotes durante la
monarquía israelita,
dado que eran los
monarcas los únicos
pontífices ( aunque

no usaban este títu-


lo, § 1235) de la
ANTOMNO CAUSSE religión y nacional,
Destacado profesor de la Facilitad de
Teología protestante de la Umven-si- aquéllos sólo apare-
dad de Estrasburgo. Fecundo escritor. cen cuando ya no
Véase la Bibliografía (1) hay más reyes nacio-

(1) Este retrato, sacado en 1919, reproduce con fideli-

dad el aspecto actual del escritor A. Causse, según nos lo comu-


nica Mr. R. peter, por cuiyo intermedio aquel señor tuvo la

deferencia de enviárnoslo.
254 liOS HWOS DE DAVID, SACERDOTES

nales, porque Judá estaba bajo el domino extranjero.


Así, pues, debe tenerse presente cuan tendenciosas son
aquellas traducciones bíblicas que delante de la palabra
sacerdote, aplicada a personajes como Elí. Abiatar, Sa-
doc, Helcías, etc., ponen la palabra sumo, que desnaturaliza
el sentido de la frase y adultera lo que se pretende tra-
ducir, pues el término hebreo Kohem sólo puede ser co-
rrectamente vertido al castellano por el vocablo sacerdote.
De igual modo traductores como Valera y Pratt en pasa-
jes como TI Sam. 8, resistiéndose a admitir
que el rey David fuese quien designara a los sa-
,

cerdotes, y que esa designación la hiciera a fa-


vor de sus hijos, vierten la palafcjra hebrea Kohanim
(plural de Kohen) por "príncipes" o "ministros princi-
pales" (véase t" I, p. 46 y 47). Más fiel, en este caso,
La Vulgata traduce: "fÁlii auírm Davirl SACERDOTES
ERAST", o sea, /o.s hijos de Davirl ERAN SACER-
DOTES", aun cuando, en nota, el traductor Scío, im-
buido de sus prejuicios sobre la pretendida legislación
mosaica, diga que esa palabra SAiCEEDOTES, "no se .

puede entender a la letra, pues los hijos de David sien-


do de la tribu de Judá y no de ía, de Leví, no podían per
sacerdotes". Nótese la parcialidad de semejante crite-
rio: el texto dice que "los hijos de Darid eran sacer-
doíes'\ pero como tal afirmación está en pugna con las
ideas particulares del intérprete, entonces éste agrega,
cue aún cuando el texto manifiesta que los hijos de Da-
vid ERAN SACERDOITES, debe entenderse que NO LO
ERAN. Igualimente el aui^or de las Crónicas, lilbro de
los más recientes del A. T., es-rito con el claro propó-
sito de ensalzar la casta sacerdotal, evita en sus rela-
tos la mención de que los reyes designaban a los sacer-
dotes, y en el caso de David que nombró para el desem-
peño de esos cargos a sus hijos, adultera la verdad de
los hechos, diciendo que "los hijos de David eran los
primeros a la mano del rey" (Vulgata) o "los príncipes
a la mano del rey" (Valera) o "los mayores, que esta-
ban al lado del rey" (Pratt) —
I Crón. 18, 1.7, cir- —
cunloquios que carecen de sentido. Dhorme, a pesar de
ADULTERACION DEli TEXTO BIBLICO 255

su catolicismo, en nota a II Sam. 8, 7<s escribe: "LOS


HIJOS DE DAVID ESTABAN ASOCIADOS AL SA-
CERDOCIO PATEIRNO. En ICrón. 18, 17\ no se ha po-
dido admitir la participación de los hijos de David al
sacerdocio, por lo cual se puso: LOS PRIMEROS jun-
to al rey". El abate Desnoyers es más explícito aún al
respecto. Refiriéndose a ese pasaje de las Crónicas y a
los Setenta que tradujeron en II. Sam. 8, ití, Kohanim,
por "jefes de la corte o del palacio", recuerda que en
li Sam. 20, 2.'), 2G, se expresa que "Sadoc y Abiatar
eran Kohanim, (sacerdotes) y que igualmente Ira. el Yi-
trita, era Kohen (sacerdote) de David". Y agrega: "En
tal contexto difícilmente se admitirá que Kohen pueda
ser entendido en dos acepciones distintas. La única di-

ferencia considerable del punto de vista sacerdotal, es —
que Ira era "sacerdote de David", es decir, un sacerdo-
te doméstico, calificativo que no se podría dar a los dos
sacerdotes de Estado. Después es imposible comprobar
que en hebreo la palabra Kohen signifique otra cosa
que sacerdote. Sin duda, el Cronista y los Setenta, en
los indicados pasajes, parecen haberle dado otro senti-
do. En realidad, no la han traducido, sino que, OBEDE-
CIENDO AL MISMO ESCRÚPULO QUE AQUELLOS
QUE QUIEREN ÚNICAMENTE CONSIDERAR LOS
HECHOS DESDE EL ANGULO DE LA LEY HAN
SUSTITUIDO A ESA PALABRA QUE LES CHO|CA-
BA, UN TÉRMINO QUE, aunque verdadero en sí. pues-
to que designa una funciión de c^te, NO DESIGNA, en
cambio, LA FUNCION INDICADA POR EL HEBREO,
Las transposiciones de esta clase son demasiado expli-
cables, para que podamos asombrarnos de encontrar no
una solamente aquí, sino una cantidad notable, tan-
to en las Crónicas coíno en los S-e^tejita" (III. p. 221).
Tenga, pues, presente el lector piadoso estas tenden-
ciosas traducciones, rayanas en verdaderas adulteracio-
nes del texto, cuando lea las páginas del Libro sagrado.
CAPITULO XIX

El Rey-Poetu

LA POESÍA PROFANA DE DAVID. — 1119 La


tradición hebrea consideró siempre a David como rey
músico y poeta. Hemos visto que según uno de los do-
cumentos (J) utilizado en el primer libro de Samuel
para explicar la entrada de David en la corte de Saúl,
este hecho se debió al talento musical de aquel hijo de
Isaí (16. /N, i.-;). En el segundo libro de Samuel se han
censervado muestras del talento poético de aquel mo-
narca, con esta peculiaridad, que las composiciones que
íiguran al principio del mismo, son trozos desprovistos
de todo sentimiento religioso (1. 17-27; 3, 33, 34); mien-
tras que las que figuran al final (22; 23, 1-7), están
impregnadas del más intenso misticismo. Que David, a
pesar de sus preocupaciones políticas y guerreras, se
haya hecho tiempo para cultivar la poesía, no sería ese un
suceso increíble, ya que la historia nos ofrece otros ejem-
plos semejantes. Recuérdese que el rey Alfonso el Sa-
bio, de Castilla, en el siglo XIII n. e. asoció a las tareas
gubernativas y militares, su amor a las letras, que le
permitió escribir más de 400 cantigas en honor de la
Virgen, bien que los tiempos agitados y calamitosos en
que le tocó reinar, no eran los más apropiados para pen-
sar en componer obras literarias. El arte de la guerra
o el gobierno del Estado no son óbice, pues, al cultivo
de la poesía, ya que en casos como el citado marchaban
hermanadas la pluma y la espada. Piepenbring escri-
biendo al respecto, dice "David debe haber sido poeta,
:

porque era músico, (pues entre los antiguos orientales,


agregamos nosotros, la poesía iba siempre acompañada
con la música) y porque después se le atribuyó tan gran-
l'OKSIA PKOh'A.NA l)K I>AVn) 257

de parte de las producciones líricas de su pueblo pero es ;

muy dudoso que los productos de su musa hayan tenido


ante todo un carácter religioso. El texto más antiguo que
habla de esa manifestación del talento de David, nos
hace pensar más bien en la música y en las canciones
de la mesa, que tenían por fin alegrar una reunión (Awi.
6, .';). E indudablemente era este género el más indica-
do para que David librara a Saúl de su melancolía; gé-
nero literario cue más tarde parece haber sido cultiva-
do preferentemente en la corte davídica (II Sam. 19,
.v.l). No obstante, debe observarse que uno de estos gé-

neros no excluye el otro, y que tanto menos habría que


establecer una oposición radical entre ambos, cuanto que
la antigua religión de Israel se mezclaba íntimamente
a la vida diaria y tenía un carácter más bien alegre,
que triste y sombrío" (p. 165). Comenzaremos ahora
el estudio de la obra poética que se le atribuye a David,
examinando primeramente las dos producciones suyas
de carácter profano que nos ha conservado el II libro
de Samuel.

ENDECHA SOBRE LA MUERTE DE SAÚL Y JO-


NATÁN. — 1120. Se nos dice que al tener noticia del de-
sastre de Gilboa, "Darid ij loft (¡ue ¡oii <'l estaban, se
}-(is(i(n'oi> los rcsfidas, Hoyaron ij a.ijmiaron lias-
pía rieron.
la la larde, por Saúl // por Jonatán su hijo, ¡j por el pite-
ido de Yalivé y por // casa de Israel, porque habían caí-
do a euekillo" (II Sam. 1, //, El autor de ese capí-
tulo ignoraba que también en la batalla de Gilboa ha-
bían perecido otros hijos de Saúl: Abinadab y Melqui-
súa, pues de lo contrario, los hubiera hecho figurar en
la enumeración de aquellos por quienes David y sus
hombres practicaron los acostumbrados ritos de duelo
(§ 1014). Después de estas manifestaciones de pesar,
manda matar al amakcita que había traído tan infaus-
ta noticia, —
por haber expresado éste que había da-
-

do muerte a Saúl accediendo a sus súplicas en tal sen-


tido, —y luego entona la siguiente elegía:
258 ENDECHA SOBRE SAUL, Y JONATAN

19 ¡Los ínclitos de Israel yacen muertos en tus alturas!


¡Cómo cayeron los héroes! (los gibboriTn)
¿O No lo anunciéis en Gath,
No lo proclaméis en las calles de Ascalón;
No sea que se alegren las hijas de los filisteos.
No sea que se regocijen las hijas de los incircuncisos.
21 ¡Montañas de Giíboa, nunca más haya lluvia ni rodo
Sobre vosotras, montañas de la muerte!
Porque allí fué arrojado el escudo de los héroes,
El escudo de Saúl que no era ungido con aceite,
22 Sino con la sangre de los heridos y con la grasa de los
El arco de Jonatán nunca retrocedía, \_guerreros.
Y la espada de Saúl jamás tornó en balde.
23 Saúl y Jonatán, amables y bien queridos.
Ni en la vida ni en la muerte se han separado.
¡Más rápidos eran que las águilas.
Más fuertes eran que los leones!
24 Hijas de Israel, llorad a Saúl,
Él, que os vestía espléndidamente de púrpura,
Y que engalanaba vuestro ropaje con joyas de oro
25 ¡Cómo han caído los héroes en medio de la batalla!
¡Jonatán herido en tus alturas!
26 Angustiado estoy por ti,
Oh Jonatán, hermano mío, tan querido me eras.
Tu atmor me era más precioso que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los héroes,
Cómo han perecido las armas de la guerra!

1121. Tal es la elegía, que el redactor del libro de


Samuel tomó del Libro de Yaschar o del Justo (v. 18).
Coíno este libro era una vieja antología de poesías po-
pulares en que se celebraban los grandes hechos
guerreros de Israel (Jos. 10, 13), resulta que la ende-
cha precedente es una de las más antiguas poesías que
encierra la Biblia. Debía ser cantada; y supone Causse
que el estribillo: "¡Cómo han caído los héroes!" que
se menciona tres veces (vs. 19^, 25* y 27*), era repe-
tido por la multitud; las otras partes eran cantadas en
forma alternada, por coros de hombres y coros de mu-
ENDECHA SOBRE SAUL Y JONATAN 259

jeres (v. 24*), las partes más persona-


y que quizás
les, como el fueran cantadas por el solo. Según
V. 26,
vimos anteriormente (§ 912) David y Jonatán habían
celebrado pacto de amistad, sellándolo con un cambio
de ropa y armas, que, lo mismo que el cambio de san-
gre, era medio de establecer entre los contratantes una
especie de unión mística, de modo que David y Jona-
tán después de esa alianza se consideraban más que
hermanos, como si hubieran sido una misma persona.
Los relatos posteriores (I Sam. 19, 1-7; 20; 23, h')-l8),
nos muestran que David y Jonatán se conservaron fie-
les al pacto contraído, y que nunca se alteró la amistad
que ambos se profesaban. Dados estos antecedentes, se
explica la emoción de David al anuncio de la muerte
de Jonatán en la batalla de Gilboa, y si David realmen-
te tenía talento poético, como la aseguraba la tradi-
ción, es verosímil que hubiera compuesto la transcrita en-
decha. Así lo admiten la generalidad de los críticos. Etn el
cuidado que manifiesta el autor de cue la infausta nueva

no llegara a conocimiento de los filisteos (v. 20i), lo que
en sí no es más que una ficción poética, porcue esa noti-
cia no podía ser ignorada por el pueblo vencedor, — y
en el tono de emoción personal que reina en el elogio
de Jonatán, ve Dhorme dos rasgos característicos de que
la composición es realmente de David.
1122. Sin embargo no creemos aceptable esta solu-
ción por las siguientes razones: l"' porque el autor de
esta quiná o elegía llama a Saúl "amable y bien querido"
(v. 23), expresión impropia e increíble en la pluma de
David, quien se veía desterrado entre los filisteos, pre-
cisamente porc ue Saúl lo había perseguido con odio mor-
tal 2'' porque en ella se designa ¡a Saúl por su solo nom-
;

bre, en vez de mencionársele por la cincunlocución "el


ungido de Yahvé". forma ésta con la que siempre acos-
tumbraba nombrarlo David (I Sam. 26, 11, 16, 23;
.9,

II Sam. 1, //, 16) y 3"^ porque mal podía David demos-


;

trar consternación por la derrota de Israel, cuando él


formaba parte con su banda del ejército vencedor, y só-
lo a regañadientes se retiró de éste, antes de la bata-
260 ESA KXDECHA .NO KS I>E DAVID

lia, manifestando vivo afán por combatir contra los ene-


migos de los filisteos (I Sam. 29, 8). Y si David estaba
representando una comedia cuando insistía con Aquls
para que le permitiera acompañarlo a pelear contra los
israelitas, y si era realmente el fervoroso yahvista que
nos describe el libro sagrado, ¿cómo es que en toda esa
endecha no menciona para nada a Yahvé, y no le ocu-
rre preguntarse, cómo es que este poderoso dios haya
permitido que su pueblo sufriera tan aplastante derro-
ta, la que era a la vez un triunfo para los dioses fi-
listeos? ¿Cómo es que no se hace la menor alusión a
Yahvé en una obra poética, dónde se expresa el ma-
yor pesar por la muerte del amigo fiel, "cuyo amor le
era más preciado que el de las mvjen s" (v. 26) ? ¿Pue-
de admitirse que un espíritu esencialmente religioso, co-
mo se nos pinta el de David, que conversaba con Yah-
vé (II Sam. 7, 18). a quien consultaba en todos los ac-
tos importantes de su vida (I Sam. 23, :2, 10-13; 30, 8;
II Sam. 5. J9), presa del más intenso dolor, como hom-
bre y como patriota, se olvidara de su dios, precisamen-
te en los momentos en que más necesitaba invocarlo?
¿No es acaso el sufrimiento la principal razón de ser
de la religión ? Resuelva el lector este problema, de
acuerdo con su conciencia. No nos satisface la explica-
ción que sugiere Causse, de que el nombre de Yahvé no
podía pronunciarse en una ceremonia de duelo, pues
Yahvé no es un dios de muertos, citando en apoyo de tal
opinión a Isaías 38, 18: "El shcol no le alaba, la muer-
ie lio te celebra'
'
(§ 973), y el salmo 115. Ki "No son
los muertos los que alaban a Yahví, ni ios <¡ue descien-
den al lugar del silencio". Estas dos citas sólo prue-
ban que para los israelitas, los moradores del gheol no
alababan a Yahvé; pero esto no quiere decir ()ue un is-
muerte de un ser querido, no pu-
raelita afligido por la
d'era recurrir a su dios en demanda de consuelo. Para
nosotros, pues, el carácter totalmente profano de esa
elegía, la omisión completa del nombre de Yahvé en ella,
nos hacen creer, a despecho de otros testimonios ínter-
ELEGIA SOBRE LA MUERTE DE ABNER 261

nos de la misma, que dicha composición poética no es


obra de David.
1123. Pero si se acepta con la generalidad de los
exégetas que esta endecha es original de David, enton-
ces tenemos que reconocer que era muy superficial la
piedad de este rey. pues en sus momentos aflictivos,
prescindía üor completo de su dios. Además, si la obra
es de él. debe notarse, como observa Reuss, "el gran
número de nombres de lugares, la designación explícita
de las personas, y los detalles pintorescos de actualidad,
cosas todas cue faltan absolutamente en los Salmios
atribuidos a David, y cuya ausencia condena de antema-
no la interpretación que pretende explicarlos como refi-
r'éndose a los sucesos de \& vida del héroe-poeta". Note-
mos finalmente que la invectiva contra las montafías
de Gilboa, no es, en realidad, un recurso retórico para
dar más vida, animación y belleza a la obra poética, si-
no oue. como expresa Causse, "tenemos aquí una con-
cepción másfica de la naturaleza y de la vida humana.
La presencia simultánea o la sucesión de ciertos suce-
sos aparece al primitivo como un lazo de necesidad, una
rebci'^n de causa a efecto. Las montañas de Gilboa son
nefastas, son montañas pérfidas o de muerte ellas oca- ;

sionaron la derrota. Por esto son malditas: ¡maldición


a la tierra en aue se ha manifestado la cólera de las
potestades invisibles, en que han caído los bravos, en
aue fueron quebradas las armas!" (Les Plus. 69).

RTEGTA SOBRE LA MUERTE DEL GE/NERAL


ABNER. — 1124. Esta elegía (II Sam. 3, 33, 34) es una
composición atribuida igualmente a David, y de la cual nos
quedan estos cuatro versos

/Dehciía morir Ahncr como uniere uii insensatof


Tus manos no estaban atadas,
-Vi tus pies estaban encadenados . . .

;Y sin i'mbarf/o caíste, como se cae ante un mallieclwr!

Esta endecha debió probablemente cantarse al ser


262 LA POESIA MISTICA DE DAVID

enterrado Abner, o quizás, como opina Causse, era una


quina* popular, que formaba parte de un ritual de se-
pultura (Ib. 69). Se nota en ella, como en la anterior,
la completa ausencia del nombre de Yahvé y de todo
sentimiento religioso, de modo que le son aplicables las
observaciones que hemos formulado a la endecha de Saúl
y Jonatán.

LA POESIA MÍSTICA DE DAVID. — 1125. Como


acabamos de ver, las composiciones Doéticas que, por
lo general, se consideran auténticas de aquel monarca,
carecen de inspiración religiosa en circunstancias en que
ese sentimiento debía hacerse sentir más vivamente y
tenía más ancho campo para ejq)layarse. La tradición
israelita no se conformó, sin embargo, con que su gran
rey hubiera sido sólo tañedor de cítara y poeta profa-
no, üor lo cue supuso también que había escrito himnos
destinados al culto, y así no es extraño que se le diera
su nombre a una colección de cantos litúrgicos del tem-
plo de Jerusalem, según nos lo revela el libro de Salmos.
En efecto, en la época postexílica, cuando se idealizó
la figura del fundador de la monarquía israelita, que
tan vivo contraste ofrecía con el fracaso y muerte de
su antecesor Saúl, la clase sacerdotal hizo de aquél, un
rey devoto, al que se nos pinta ocupado sólo en las cues-
tiones del culto, creando una fastuosa y complicada li-
turgia, instituyendo un fabuloso personal para el servi-
cio de Yahvé (§> 1096, ss), inventando instrumentos pa-
ra tributar alabanzas a su dios (I Crón. 23. /. /:¡), y
escribiendo numerosos himnos religiosos en los -lU" se
ensalza a Yahvé o se solicita su ayuda y su perdón.

1126:. En la Biblia f'guran como de Davirl, ade-
más de las dos citadas endechas, gran número de com-
posiciones poéticas, que se encuentran en los caps. 22,
y 23 de 11 Samuel, en I Crón. 16, y en el Salterio. Para
los escritores del N. T., David era el autor de todos los
salmos, como se ve en Actos 4, 55; 13, 22; y Heb. 4, 7.
Muchos Padres de la Iglesia, como Ambrosio y Agustín,
opinaron lo mismo, y San Filastro consideraba que eran
DAVID AUTOi; DE TODOS LOS SALMOS 263

herejes los que pensaban de distinto modo. La mayo-


ría de los Padres griegos, y Jerónimo entre los latinos,
juzgaban Q^ue David sólo había escrito aquellos salmos
que llevan su nombre; y los Padres del iConcílio de Tren-
to no atreviéndose a resolver esa controversia que divi-
día aún en su época a los intérpretes católicos, no qui-
sieron, como había sido propuesto, insertar en el canon
"los 150 salmos de David", sino que escogieron una fór-
mula más vaga, que no disgustaba a ninguno, a saber:
"el Salterio de David de 150 salmos". "Hoy, nos dicen
los jesuítas Cornely y Merk, apenas se efncontrará un
autor que admita que TODOIS los salmps hayan sido com-
puestos por David. En efecto, en los títulos, a los cua-
les S. Agustm mismo atribuye autoridad canónica, se
nombran muchos autores, y S. Jerónimo dice muy jus-
tamente: "Atestiguamos que todos los salmos tienen
por auti!>res los persiana jes designados en los títulos".
Además, en muchos salmos se habla de sucesos poste-
riores a la época de David, que no están predichos como
debiendo ocurrir, sino contados como pretéritos, o des-
critos como presentes (cf. p. ej.. el salmo 136) (1). En

(1) Conviene recordar en cuanto a la numeiación de los


Salmos, que la que trae la. Vulgata, después del salmo 9 no coin-
cide con la de las demás versiones. Scío explica así esa diferen-
cia: "Los salmos 9 y 10 que en hebreo, c-aldoo y siríaco están se-
parados, en el griego y latino se leen unidos; y por esto difieren
los números desde el salmo 10, de modo que el que en el hebreo

es el 11, en el gr.ego ly en el latino es el 10, y de esta manera se va


ce ntínuando hasta salmo 147, que estos últimos dividen en dos:
el

CO viene a ¿aber, el 146, desde el v. 1 hasta el 12 y el 147, desde


I

el \. ^12 haLta el fin, quedando de este modo entero y completo

el r.úmsro de 150" (HI, p. 2). lEn consecuencia, pues, al citar


un autor católico un salmo entre el ü y el 147, si lo hace, como
generalmente ocurre, segiin la versión de la Vulgata, debe re-
cordarse Ciue se refiere ial inmediato siguiente de las usuales Bi-
bl as- editadas por sociedades protestantes, cuya numeración se
ajusta a la del original hebreo. Es, pues, el 137 de éstas, el 136
que mencionan arriba iCornely y iMerk.
264 AUTORIDAD DK LOS IITULOS DE LOS SALMOS

fin, se constata entre muchos salmos, gran variedad de es-


tilo y de dicción más fáciles, más suaves, más dulces son
:

los que llevan el nombre de David más vehementes, ;

más sublimes y más dií.ciles, por el contrario, aquellos


que son atribuidos a Asaf" (I, 605).
1127. Hoj^ pues, a cespecho de que les inspirados
autores del N. T. atribuyen todo el Salterio al rey-pro-
feta, la moderna ortodoxia cristiana admite sólo como
de David, aquellos salmo-s cue llevan >.u nombre. "POE
LA AUTORIDAD DE LOS' IIIULOS, sostienen Corna-
ly y Merk, es que hay que rtL'olver la cvizs'áórx Ú2 los a.u-
tores de í-os Salmos" (I, p. 6C£). Tara apreciar el valor de
esta afirmación, debe tenerse presente que de los 150.
salmos que figuran en el Salterio, 116 llevan algún tí-
tulo, tal como: "De David" o "de Asaí", o "de Salomón",
etc. por lo que a los 34 restantes, carentes de él, que
;

indique su procedencia, se les suele llamar "salmos huér-


fanos". Pero lo curioso del caso es que esa preposición
de. cue para la ortodoxia es signo iníalible de un geni-
tivo que designa el autor de la composición en cuyo frente
se encuentra, está mal traducida, pues el original hebreo
trae la preposición le (lamed); por ejemplo: Le David.
Le Asaf, etc., preposición que expresa el c-ativo a o para,
come así la tradujeron los LXX. o sea, los más antiguos
intérpretes del A. T. El mismo Scio, anotando el título
del salmo 3, dice: "En los LXX y en el hebreo, la voz
David está en dativo, denotando que el salmo fué inspi-
rado a David". En ciertos salmos que traen en .sU enca-
bezamiento esa preposición precediendo a las palabras "Di-
rector del Canto", las versiones corrientes no traducen:

En cuanto a I0.3 números de los versículos, también hay di-


rerencias entre las distintas versiones, pues unas, como la Vulga-
ta, L. lí. A., lY en general las versiones francesas, consideran como
el V. 1, o los vs. 1 y 2, según los casos, el título que suele tener
cada uno de les salmos, con lo que queda alterada la numera-
ción con respecto a aquellas 'veysiones. como la de Valera y la
de Pratt, —
que nosotros seguimos,' en las cuales— los versícu-
los comienzan a numerarse después del título.
NUMERO DE SALMOS ATRIBUIDOS A DAVID 265

"Del Director del Canto", sino "Para el Director del Can-


to" (como p. ej., en los Sal. 4, 6, 8, 9, etc.) lo que es una
inconsecuencia, como lo observa el hebraísta L. Gautier
(II, 14-16), inconsecuencia oue quizás se deba a que casi
siempre la mención del Jefe de los cantores o Director
del canto, coincide en un mismo título con la de algunos
de los otros nombres propios citados. Sin embargo, la
tradición ha continuado viendo en esa preposición hebrea
le, acompañando un nombre propio, la manera de desig-

nar al autor del salmo. L. B. d. C. justifica su traducción


de le por de, con estas palabras: "Cien salmos de la edi-
c'ón masorética llevan al comienzo un nombre propio pre-
cedido por una preposición que hemos traducido por "de";
pero Gue propiamente significa "a": a David; a Asaf,
etc. Cierto es que en el pensamiento de los últimos redac-
tores de los textos bíblicos, dicho nombre prop'o desig-
naba al autor de la composición; porque la misma fórmula
"a Habacue" se encuehtra al frente de un salmo inserto
en el libro de este profeta (cap. 3), y por otra parte al
princinio de trece poesías del Salterio ge lee, a continua-
ción de la mención "a David"., la indicación de las cir-
cunstanc'as de su vida en que el rey-poeta debió haber-
las compuesto". Sobre esto último, trataremos en segui-
da más detenidamente.
1128. Otra observación que resta también impor-
tancia a dichos títulos, es el hecho de que no coinciden
las antiguas versiones con el T. M. hebreo en cuanto al
número de salmos nue deben atribuirse a David. Así te-
nemos oue para el T. M. los salmos del rey-poeta son 73;
para la versión caldea, 70; para la versión siríaca, 86;
para la V. A., 84; y para la Vulgata, 85. Una tercera
observación respecto a los nombres de personas oue fi-
.guran en esos títulos, es cue examinando el contenido de
tales salmos, o bien en los mismos no se encuentran da-
tos ni indicios nue jnstifiouen atribuir su naternidad a
aquellas nersonas. o bien se hallan en ellos expresiones
incompatibles con tal atribución. Cornely y Merk reco-
nocen que "todos los títulos no son críticamente ciertos.
Los nombres que el texto hebreo da de acuerdo con laa
266 PORMAOrOX DETy SAI^TERIO

antiguas versiones, deben mirarse como auténticos, a me-


nos de probarse por razones positivas que son dudosos.
Habiendo sido, a veces, alterado ejravemente el texto dr
los salmos, o quizás retocado por motivos litúrjaficos. se
tendrá así una solución de las dificultades" (I, p. 606)
Tenemos aouí una clara confesión de las alteraciones y
rstonues sufridos ñor las Sae-radas Escrituras, cue le res-
tan buena parte de la autoridad divina nue éstas preten-
den tener, a no ser aue tales modificaciones se conside-
ren también como obra del Espíritu Santo. No obstante,
el hecho cierto de las alteraciones experimentadas por el
texto en el transcurso del tiempo, no explica todas las
dificultades, sobre todo cuando los pasaies incómodos pa-
ra la ortodoxia no revelan ser de distinta mano del resto
de la composición poética en que aparecen, o cuando for-
man parte integrante de ella, de la cual no es posible
eliminarlos, sin destruir la unidad del contexto. Así. r>.
ei. en el salmo 90, que tiene el título: "De Moisés", y en
el cual desde el comienzo su autor insiste en la fueaci-
dfld de la existencia del hombi'e comparada con la eter-
nidad de Dios, se expresa que la duración de la vida
humana es de 70 años, pudiendo cerno máximo ll^.srar a
80 en los muy vir^orosos; y sin embarsro, el Libro saerrado
nos asegura que Moisés murió de 120 años íDeut. 34, 7).
3129. ?e cree actualmente, con ^bastantes visos de ve-
rosimilitud, que nuestro Salterio canónico proviene prin-
cipalmente de la combinación de cinco colecciones de cán-
ticos litúrgricos. a los oue se les agresró después alírunos
otros himnos sueltos hasta formar el número actual de
150 salmos. Parece cue existían en el templo de Jerusa-
lem. cuatro corpor,^ clones de cantores que llevaban cada
una el nombre de un personaje tradicional tales eran
;

las de David íSal. 72, 20), las de los hijos de Asaf (I


Crón. 25. /: Esd. 2, íJ), de los hijos de Ftam-Jedutún
(l Cvnn. 15, /O; 16, 41. 42). y de los hijos de Coré o de
Coré-Hemán íl Crón. 6 3^-)^7; TI Crón. 20 1.Q) . Cada
una de esta especies de cofradías oue se dedicaban al
canto sagrado, poseía su colección particular de salmos.
Probablemente a esas cofradías de cantores se refiere el
FORMACION DEL SALTERIO 267
e

Cronista cuando dice: "Y los cantores, los hijos de Asaf,


estaban en su- puesto, según la regla de David, de Asaf, de
Hernán (o Coré, ver título del Sal. 88) y de Jedutún, el vi-
dente del rey" (II Crón. 35,/.'3»). La mención, pues, en
los títulos de los salmos, de expresiones como: "a Da-
vid", "a Asaf", etc., querría significar que se trataba de
salmos que pertenecían a la colección de himnos de cada
una de esas cofradías de cantores sagrados, de acuerdo
con una modalidad del idioma hebreo, que dice, p. ej.:
"El libro de los anales a los reyes de Israel", en vez de
"El libro de los anales de los reyes de Israel". "Así se
explica del modo más natural, escribe el profesor P. Hum-
bert, en L. B. d. C, que un mismo salmo lleve juntos va-
rios nombres de personas, — como los Sal. 39 y 62, que
tienen en el título: "a Jedutún y a David". Esto no quie-
re decir que cada uno de esos himnos tenga muchos au-
tores, sino que se encontraba en varias colecciones. La
fórmula "a, David" significaba, pues, origmariamente
que el salmo había sido sacado de una colección que lle-
vaba el nombre de este príncipe (cf. las oraciones de Da-
vid, hijo de Ysaí, mencionadas en Sal. 72, 20). Nos ilus-
tra esto, pues, sobre la procedencia de la poesía; pero no
necesariamente sobre su autor. Puede haber ocurrido
muy bien que una colección titulada "Oraciones de Da-
vid" haya contenido composiciones no atribuidas a este
rey, del mismo modo que el libro de los "Proverbios de
Salomón" encierra largas series de sentencias que se dan
como de otros sabios". Con salmos de esas cuatro recopi-
laciones se formó en época más reciente, una quinta co-
lección que llevaba por título: "Del director del canto",
y por eso casi todos los de este grupo, traen también la
indicación de la colección anterior de la cual formaban
parte. Gautier observa, sin embargo que muchos de los
salmos indicados como "de David" en los libros IV y V
del Salterio^ pueden haber sido caracterizados así tardía-
mente, por vía de conjetura y no por haber pertenecido
a "la colección de David", como así parece haber sido el
caso de los salmos 122, 124, 131 y 133.
1129'. Lods, en un interesante artículo que acaba
268 . j.
,'

JÍ^
TAJÍLILLAB DE liAS SHAMKA
IJSt V
de publicar sobre "Las relaciones que con el A. T. pre-
sentan los poemas mitológicos de Ras Shamrá" (véase
el § 79 en nuestro t" I), anota entre otras observaciones
la siguiente: "Los escribas cananeos cuando debían em-
plear varias tablillas para copiar un mismo poema, po-
nían expresamente sobre cada una de ellas una especie
de titulo corriente indicando el conjunto al cual perte-
necían esas tablillas, p. ej.: Ikrt, "a Keret" es decir, per-
tenecen al poema sobre Keret; o Ib'l, "a Baal", es decir,
pertenecen al poema sobre Baal; o lakht, "a Akhat", es
decir, pertenecen al poema sobre Akhat. Esto confirma
que las fórmulas le David, le Asaf, le bene Korah, colo-
cadas en el encabezamiento de tantos salmos, significa-
ban: piezas pertenecientes a colecciones llamadas: "Ple-
garias de David ', "Salmos de Asaf", "Cantos de los hi-
jos de Coré", etc.". (R. H. Ph. R., t" XVI, p. 117, abril
de 1936). — En cuanto a los poquísimos salmos que lle-
van los nombres de Salomón y de Moisés, "son demasiado
raros, dice el citado Gautier, para que se pueda creer
que haya habido colecciones en uso, con sus nombres,
como con los de David, Asaf, Coré, etc., cuya existencia
está por lo demás, atestiguada por el libro de Crónicas,
que no menciona otras. De ahí es lógico suponer que
fueron, insertos en los títulos, en época en que la prepo-
sición le (el lamed auctoris) era ya considerada como
relativa al poeta y no al origen litúrgico" (H, p. 27, 30).
1130. Pero además de las citadas denominaciones
personales, hemos dicho que hay 13 salmos que tienen
en su encabezamiento, detalles que se refieren a deter-
minados períodos de la historia de David, en que éste
los habría compuesto. De esos salmos, 9 llevan inscripcio-
nes relativas a la época de las persecuciones de Saúl, o
a la vida errante de David, a saber: el 18, "de David,
servidor de Yahvé, que dirigió a Yakvé las palabras de
este cántico, cuando Yahvé lo hubo librado de mano de
todos sus enemigos y de mano de Saúl"; el 34, "cuando
simulando locura delante de Abimelec, se hizo echar por
él y se escapó"; el 52, "cuando el idumeo Doeg vino a
advertir a Said, diciéndole: David entró en la casa de
13 SALMOS 1)K I.A HISTORIA DE DAVID 269

Abimcirc" el : 54, "cuuitdo vinieron los zifeos y dijeron


(ISaúl: David está oculto cnirc nosotros" : el 56, "cuan-
do los filisteos lo prendieron en Gat" ;
"cuando hu-
el 57,
yendo de ¡Saúl se refugió en la caverna"; el 59, "cuando
Saúl mandó vigilar su casa pura matarlo"; el 63, "cuando
estaba en el desierto (l< Judú"; y el 142, "cuando estaba
en la caverna". Hay también cuatro más relativos a otros
hechos de la vida de David, a saber: el 3, "cuando, huta
de su hijo Absaloni" ; el "ditirambo de David, que can-
tó a Yahvé, locante a Cus, el be n, jámila" ; el 51, "cuando
.\alán el profeta vino a David, después que éste se hubo
unido a iBatsabé"; y el 60, "cuando Jiizo la guerra contra
los sirios de Mesopotamia, y contra los sirios de Tsoba,
y a su ¡egreso, Joab derrotó doce mil cdomitas en el valle
de la Sal". Además, el 30, lleva por título: "De David.
Cántico para la dedicación del templo". Como se ve, la
mayor parte de los títulos explicativos de los salmos da-
vídicos. se refieren a la época en que David fugitivo,
huía de la persecución de Saúl. Indudablemente que aquel
azaroso período de su vida, en que andaba a salto de ma-
ta, no era el más apropiado para la composición de tales
salmos, y si realmente los hubiera escrito entonces, hu-
biera mencionado alguna vez siquiera, quien lo perse-
guía, o en que dificultad concreta se encontraba, o qué
sucesos los habían inspirado. Pero no sólo no se halla
en ellos la menor alusión a un determinado período de
la historia de David, sino que cuando aparece algún in-
dicio histórico, es con relación a época muy lejana de la
que vivió este rey, o bien se limitan a expresar genera-
lidades o sentimientos naturales propios de toda alma
piadosa, sin referencia a ningún acontecimiento particu-
lar. Tales títulos datan de época tardía, en la que con-
siderándose a David como autor de los salmos, buscó en
el libro de Samuel algún escriba ingenioso, a qué circuns-
tancias de la vida de aquel monarca podía relacionarse
la composición de los mismos, y contentándose con leja-
nas analogías entre los acontecimientos y una que otra
palabra o cláusula de esas poes'as. sin preocuparse de ver
si armonizaban aquéllos con el contexto, copió textual-
270 qRITEKIO PARA JUZGAR LOS SALMOS DAVIDICOS

mente de dicho libro esos encabezamientos, como fácil es


comprobarlo, comparando I Sam. 19, 11 con Sal. 59; 21,
13 con Sal. 34 22, 'J con Sal. 52 23, 1<) con Sal. 54, etc.
; ;

(Reuss, P. Lyr. p. 51; Gautier, II, 31).


1131. Para juzgar si los salmos atribuidos a Da-
vid fueron o no realmente escritos por él, hay que pres-
cindir, pues, de los títulos de los mismos, que se nos pre-
sentan a prima facie muy sujetos a caución, y deben
además tenerse en cuenta, las siguientes observaciones:
1." Para David, era Yahvé un simple dios nacional, cuyo

poder no se extendía más allá -de las fronteras de Israel


(I Sam. 26, l'J; § 959), de modo que cuando en un salmo
encontremos expresiones en las que se considera a Yah-
vé como Dios universal, podemos inferir que esa compo-^
sición o que tales expresiones no son de David. — 2.' Co-
mo observa Reuss, cuando en lo.s salmos se menciona el
templo, a Dios que |ha establecido su morada en Sión, y
en general, un culto único y centralizado' en Jerusalem
para toda la nación, no es posible pensar en la época de
David. Mucho menos aún, si aluden al destierro, o ha-
blan de catástrofes nacionales causadas por los pecados
del pueblo, o que piden a Yahvé que reconstruya las mu-
rallas de Jerusalem, o que le den gracias por haberlo he-
cho, etc. Del mismo modo cuando se habla de persecu-
ciones sufridas de parte de los enemigos, se trata de per-
secuciones religiosas que no condicen con la época de Da-
vid, sino que se refieren a período muy reciente de la
historia del pueblo judío. — 3". Téngase siempre pre-
sente el carácter sanguinario de David, según hemos te-
nido múltiples oportunidades de comprobarlo, ya durante
su estada en Siclag, ya en su conducta para con los des-
cendientes de Saúl, cuya vida se había obligado bajo ju-
ramento a respetar, ya en su proceder para con sus ene-
migos vencidos, etc. (§ 962, 963, 1037). Todos estos he-
chos de su vida tienen que dejamos muy excépticos pa-
ra aceptar como suyos himnos religiosos en que se ex-
presan delicados sentimientos de piedad íntima, de arre-
pentimiento, y en que se solicita perdón por los pecados
cometidos. Ya vimos que la confesión: "He pecado con-'
DAVID, REY DEVOTO 271

Ira Yahvc" aún admitiéndola como histórica, en el caso


del adulterio con Batseba (§ 1030), no pasó de ser una
simple manifestación pasajera de pesar. David era, en
realidad, un verdadero monarca oriental, hasta en lo jiu-
meroso de su harem, y que mataba o ejercía fríamente
sus sanguinarias venganzas, cuando así le convenía ha-
cerlo, sin el más mínimo escrúpulo de conciencia. "No
era cruel, dice Renán, sino cuando le reportaba algún
beneficio su crueldad Como Augusto, se hacía cari-
. . .

ñoso y humano, desde que el crimen no le era necesario".


Figurarse, pues, a David como un rey devoto, ocupado
sólo en sacerdotes, levitas y cantores, según lo describe
el Cronista, o expresando en sus composiciones, como un
salmista de profesión, tiernas efusiones del corazón cre-
yente, es alterar por completo la verdad histórica, f3s su-
poner en el individuo dualidad de caracteres, que cons-
tituiría una verdadera imposibilidad psicológica, a des-
pecho de la opinión de Renán, cuien cree encontrar la
explicación de tales rasgos contradictorios en "el carácter
sem.'tico, del que David es el tipo completo en sus buenas
como en sus malas partes" (Estudios Religiosos, p. 75).
Examinemos ahora esos salmos con título explicativo re-
lacionado a determinada época de la historia de David, ya
que si resulta negativo nuestro examen, será inútil pro-
seguir estudiando los otros que sólo ostentan la simple
inscripción: "De David".

SALMO 3. —
1132. En el orden numérico, es este
el primero atribuido a David; y según el título, este rey
lo comnuso cuando huía ante Absalom. Los detalles de
la rebelión y muerte de ese hijo de David pueden leerse
en II Sam. 15-19. Dicho salmo dice así:

1 ¡Oh YaJivé. c.uáv inimcrosos son mis enemigos!


Muchos son los que se levantan contra mi.
2 Muchos sov los que, dicen de nú:
"No hay salvación para él en su dios".

3 Pero tú, Yühvé, eres el escudo que me protege,


272
Kh S.AIaMO 3

Tú eres mi y ¡orín, ,j tú realzas mi


raheza
í Con mi voz ckn.no a Yahvé,
y él me responde desde su montaña suata.

l/c acosté, dormí ij


'
desperté,
Porque Y al) vé me ampat'ó.
(i Xa temo «/ innumerable pueblo
Qtie por doquiera .se levanta eoiilra u'i.

; ¡Uránlate, Yahvé! ¡Sédrremr. dios


„no.'
¡orque heriste ea la me.jilla a todos
mis < ue minos
(Quebrantaste los dientes de los malos.
^' f.a salraeión viene
de Yalivé.
¡Sol, re 1,1 pueblo sea tu bendieión!

1133.Como se ve, la atribución del título es tan


íalsa como
superflua. pues en ninguna de las
cuatro es-
existe la menor referencia a la
^Üln / Tu
uelta de Absalom. ni a ningún
re-
otro suceso conocido de
la vida de David. En
cambio, es de la terminología pro-
pia de lo.s profetas de Jerusalem,
la mención que se hace
en el V. 4. de la montaña santa,
o sea, el santo monte de
Mona 3 de Sion sobre el que estaba edificado
el templo
y donde re.sidia Yahvé, por lo cual desde allí responde
al fiel que e invoca. Anteriormente la
montaña santa
para los poetas israelitas, no era otra
que el monte 'Sinaí
(Jue. 5, /. .-.), desde donde Yahvé
con toda su corte se
traslado en minadas de carros al
monte que él se había
escogido por morada, donde pensaba
habitar eternamen-
te, es rdecir, a Sión donde
estaba el santuario de Jerusa-
\em -El Señor viene del Sinaí „ su
dice literalmente el original
santuario^', o como
hebreo: --El Sinaí viene al
sant>ea>y': (Sal 68. W. ]?). Esa mención, pues, de la
montana sa.nta revela claramente que esta
poesía fué es-
cnta vanos siglos después del reinado
de David Sin em-
bargo la ortodoxia se atiene a la
autoridad del título v
sigue creyendo con L. B. A. que
el salmo "expresa los
sentimientos del rey fugitivo después de
la primera no-
che pasada fuera de Jerusalem". "Algunos
intérpretes,
ALEGORIA DEXL SAL.MO 3 273

nota Scío, creen que David lo compuso en el mismo acto


de ir huyendo de Absalom, su hijo; y otros, que después
de haberse restituido a Jerusalem". A esto replica sen-
satamente Reuss: "¿Cómo concebir cue un rey echado de
su capital por su propio hijo, no haya podido encontrar,
para pintar semejante situación, sino esta pálida fe insig-
ficante frase: '¡(Uián numerosos sov }iiis enemigos!" (v.
1). Pero ni una palabra del hijo rebelde, de la traición
de los oficiales, de la huida del rey destronado, en fin,
de todos esos detalles pintorescos e interesantes que co-
nocemos por la historia. ¡Qué contraste si se compara
ese salmo con la elegía de David sobre la muerte de Jo-
natán, elegia plena de sentimiento y de color!" (p. 50).
Para la oi'todoxia hada valen estos razonamientos, máxi-
me cuando con los ojos de la fe ella descubre aquí no
sólo a David, sino hasta al mismo Jesús. En efecto, nos
informa Scío que "este salmo es histórico y profético:
histórico por lo que se dice en el título, y largamente se
refiere en 11 Sam. 15, Ui; profético, porque los Santos
Padres reconocen en la persona de David una figura de
nuestro Salvador Jesucristo; y en el v. 6 (de la Vulga-
ta, 5 del hebreo) se reconoce su voz expresando su muer-
te y resurrección". - —
En efecto, en el v. 5 leemos

acosté, (lonní ij dcspni/,


P()i(¡iK Yahví )))(' amparó.

1134. Como los clamores del poeta fueron oídos por


Yahvé desde su santo monte (v. 4). el suplicante vive
después en paz y seguridad, aunque se halle rodeado de
peligros,, que es lo c,ue indudablemente se quiere signifi-
car en el v. 5. Pero según Scío: "La Iglesia aplica este
versículo a Jesucristo resucitado. Me acosté en la cruz;
dormí muerto en el sepulcro; y me levantaré «jesiucitando,
para nunca más morir —
Juan 2, 22; S. Agustín y Tbo-
noRETo". Con semejante exégesis. según repetidamen-
te lo hemos dicho, encontraremos en las páginas del A.
T. todo lo que la ortodoxia tenga interési en hallar en
ellas. En cambio, ese v. 5 ha hecho que los rabinos con-
274 KIj salmo T'I.KGARIA MATINAL

sideren este salmo como una plegaria matinal. El comien-


zo del V. 7, " ¡ Lerántatc, Yahvé! ¡cálvame, dios mío!"
parece que fuera una glosa, como lo supone L. B. d. C.
y como lo da a entender el que se puede eliminar sin al-
terarse el sentido de lo restante, y el ^echo bien visible
de que constituye un verso de más. pues todas las an-
teriores estrofas son de cuatro versos. Probablemente
debe haberse agregado dicha frase para transformar el
poema en salmo litúrgico cantado delante del arca o al
sacar ésta en procesión, pues esa fórmula: " ¡Levánia-
fc Yahrí!" era la empleada al ponerse en marcha el
pueblo con el mueble sagrado (Núm. 10, -'I')-, § 373). Ese
carácter litúrgico se revela igualmente en lo expresado
en el v 8, con el cual los fieles terminan el cántico invo-
cando a Yahvé para que bendiga a la nación: "¡Sobre tu
¡.Kcbio sed fu heudicióv!"

SALMO !? — 1135. Prescindiendo del salmo 7,


"(jiif irmfó David a Yahvf, locante a Cus, d bcujamita",
pues nos es completamente desconocido este personaje,
pasemos a analizar el salmo 18. Si hay alguna composi-
ción poética que debiera ser indiscutiblemente de David,
es ésta, pues, no sólo figura en el Salterio con dicho nom-
bre, sino que se encuentra igualmente, con pocas varian-
tes, come compuesta por acuel rey, entre los apéndices
de II Sam., constituyendo el cap. 22 de ese libro, y cuyo
encabezamiento ha pasado a ser el título del referido sal-
mo. En Samuel comienza el prólogo con las palabras:
"Y habló David a Yahvé,. . mientras que en el Salterio,
el título principia con la indicación: 'Fara el Director del
canto", y luego agrega: "Salmo de David, siervo de Yahvé,
(ti'c hat'ló a Yalivé. etc.". Vamos pues, a analizarlo, dejan-
do para el final la dilucidación del problema de su orí-
gen. Este salmo se compone de 14 estrofas. En la prime-
ra exnresa el poeta su confianza en el poder y en la pro-
tección de Yahvé, en virtud de la liberación acordada por
éste.
EL SALMO 18 275

1 ¡Enirañablementc te Yahvé, que eres mi fuerza!


amo, oli

que falta en Samuel).


(v.
2 Yahvé es mi roca, mi fortaleza, mi libertador.
Mi dios es mi roca en la cual me abrigo,
Mi escudo y el cuerno de mi salvación,
Mi cindadela "y mi refugio:
Tú me lias salvado de la violencia". (Lo entre comillas
[es de Samuel).
.V A Yahvc, digno de toda alabanza, invoco,
Y soy salvado de mis enemigos.

1136. Calificar a Yahvé como una roca, es una idea


que ya la hemos visto expresada en el cántico divino de
Deut. 32, 4, 18 (§ 309). En la segursda estrofa describe el
salmista, en cuatro distintas formas, los peligros que le
rodearon, y que lo pusieron al borde de la tumba; enton-
ces clamó a Yahvé, y éste desde su templo '^oyó la voz del
suplicante.

4 Me cercaron ondas de muerte,


Los torrentes de Belial me atemorizaron,
ü Los lazos del Síieol me rodearon.
Las asechanzas de la muerte se pusieron delante de mi.
tí En mi angustia, invoqué a Yahvé, y clamé a mi dios;
Desde su fc',mplo oyó mi voz, y mi clamor llegó a sus oídos.

1137. Belial es una potencia del Sheol, la región


subterránea de donde no se sube (§ 973-979). Equivale a
la diosa Belilí del infierno babilónico y se le emplea en
;

los apocalipsis judíos y en II Cor. 6, 15, como sinónimo de


Satán. "Bajo el velo de David, anota Scío, es fácil reco-
nocer a Jesucristo el cual tomando sobre sí nuestros pe-
cados, fué entregado por el Padre a las angustias de la pa-
sión y de la cruz perseguido de los escribas y fariseos y
del príncipe de las tinieblas".
1138. En las tres estrofas siguientes el poeta aban-
donando por un momento su inspiración lírica, evoca la
descripción de la teofanía* de Yahvé, semejante a la del
Sinaí (§ 184), y supone que este dios acude en su socorro.
276 LA TEOFAMA DE YAHVE
/ Esf re mecióse /; leiiihió la tierra,
Se eeininovieron los ¡Kndamento.'i de los cielos
Y fueron saendidos, porque él estaba eíifiirecido.
s (hi humo subía de las ventanas de su nariz,
Y un friego devorador salía de su boca:
('arhones encendidos sallaban de él.

f) Uajó los cielos tj descendiéj.


Debajo de sus había una obscura nube.
i.-ies

JO Montó sobre un querubín ij voló


Cerniéndose sobre las aléis riel viento.
11 Puso las tinieblas a su alrededor como una tienda,
Montones de agua ¡j sambrías nubes.
12 Del resplandor (¡ue le precedía, salían nubes
Lanzando granizo ¡/ ascuas de fuego.

lo Tronó desde los cielos Yalivé;


Y el Altísimo hizo resonar s)i voz;
14 Lanzó flechas y los dispersó (a los enemigos) »

Leinzó rayos y los desbarató.


15 Entonces apareció el lecho del mar,
Y se revelaron los fundamentos del mundo,
A causa de tus bramidos, oh Yahvé,
A causa del soi>lo impetuoso de tus narices.

1139. Es* seguramente interesante esta descripción


antropomórfica de Yahvé, divinidad sinaítica del fuego,
cuando desciende enfurecido del cielo para combatir a
sus enemigos. Quizás haya aquí reminiscencias de los poe-
mas babilónicos en los que se describe a Marduc, rey de
los cielos, combatiendo con Tiamat y su ejército de mons-
truos. Tendríamos así una alusión al gran mito semítico
de las luchas del Dios creador contra las potencias de la
mar primitiva (Caussp:, Les Plus, 96) El poeta se ha ins- .

pirado en las teofanías del Éxodo (19, Id, 18; 24, 15-18),
y quizás también en las visiones de Ezequiel (9, 3; 10).
"Los fundamentos de los cielos" son las montañas que
en el horizonte parecen sostener la bóveda celeste; el
mundo subterráneo (el Kigallú de los babilonios) consti-
IjA cabaliGADUBA de yahve 277

tuye "los fundamentos del mundo", en el que descansan


a la vez la tierra y las aguas. El cielo es considerado co-
mo un estanque que contiene las nubes. Es el firmamen-
to que separa las aguas de arriba de las de abajo (Gén. 1,
6-8). Yahvé, para descender a la tierra hace bajar el
cielo, y aparece sobre una nube. El querubín sobre el cual
sube íahvé, como si fuera un caballo o un camello, es el
equivalente del toro alado de los palacios y templos asi-
rios. En la visión de Ezequiel, "la gloria del dios de Israel
(paráfrasis para designar a Yahvé) snhió enciina del que-
rubín" (9, 3), indudablemente cómoda cabalgadura. En
cuanto al trueno es la voz de Yahvé, y los relámpagos y
rayos son sus flechas (Dhorme). Reuss traduce 10-':
'•Montado sobre EL QUERUB, voló", y le da al vocablo
querub, la acepción de "carro de Dios", y considera que
"nada es tan absurdo como la idea popular y tradicional
c,ue supone que los querubines son ángeles de forma hu-
mana".
Terminado el relato de la teofanía, conti-
1140.
núa poeta su interrumpido tema. En la aflicción cla-
el
mó a Yahvé, y ahora refiere la ayuda que éste le prestó,
sacándolo de "las grandes aguas", que son las olas del
mar y los torrentes de Belial o de los infiernos (v. 5).

Ifí Desde lo alto extendió su mano y me tomó,


Me' sacó de las grandes aguas,
17 Me libró de mi poderoso enemigo,
Y de mis adversarios mucho más fuertes que yo.
IS Me acometieron en el dia de mi infortunio
Pero Yahvé. fxié mi sostén.
19 Me sacó a campo ancho,
Me libertó, porque está contento de mi.

1141. En la estrofa siguiente afirma el salmista


que la salvación obtenida la ha merecido por sus bue-
nas obras.

j¿0 Yahvé me ha retribuido según mi justicia,


Me ha recompensado según la pureza de mis manos.
278 SALVACION OBTENIDA POR BUENAS OBRAS

21 Porque he guardado los caminos de YaJivé,


Y no he pecado contra mi dios.
22 Porque todos sus juicios están delante de mí,
Y no me he apartado de sus estatutos,
23 Sino que soy perfecto ante él
Y me precavo de toda iniquidad.
24 Y Yahvé me ha recompensado según mi jxisticia,
¡Según la pureza de mis ¡nanos ante su vista.

Indudablemente un hombre, con la concien-


1142.
cia tan cargada de crímenes como David, no pudo sin-
ceramente escribir las precedentes estrofas. Las ideas
expresadas en ellas están en abierta oposición con las
del salmo 51, que tam(bién se da como del mismo autor.
Compárense los anteriores vs. 20-24 con los siguientes
del Salmo 51 y decida el lector.

Yo reconozco mis transgresiones,


Y mi pecado está siempre delante de mí. .

He hecho lo malo delante de tus ojos. .

He nacido en la Í7iiquidad,
Y en pecado me concibió mi madre (vs. 3-5).

El autor del salmo 18, confía en su propia


1143.
justicia,y manifiesta, sin ambages, que si Yahvé lo ha
socorrido es porque él ha guardado los estatuto's divi-
nos. Con orgullo expresa: "Yo no he pecado contra mi
dios" (v. 21). Por el contrario el poeta del salmo 51, es
un místico que no se atreve a levantar sus ojos hacia su
dios, tan convencido está de su culpabilidad, con la agra-
vante de que esas culpas suyas no sólo han ,sido volun-
tarias, sino que además son hereditarias: ya vino él al
mundo con ellas. Nota Dhorme que los vs. 22 y 23 son
de estilo deuteronómico.

1144. 2-') Con el misericordioso, te muestras misericordioso,


Con el perfecto, te muestras perfecto,
26 Con el puro, te muestras puro,
Y con el perverso, procedes pérfidamente.
liA CONDUCTA DE YAHVE 279

Síilras íil ¡)i((l)h) (ifligiclf/,

y oscureces los ojos de los orejidlosos.


Ponjue eres tú quien enciende mi antorcha,
Es Valí vé, tni dios, quien ilumina <niis tinieblas.
Gracias a ti, liago ana hreclia,
Gracias a mi dios, franqueo la muralla.

Según esta estrofa, Yahvé obra con los hombres de


igual modo que éstos se comportan con él. Los buenos
nada tendrán que temer, porque Yahvé será bueno pa-
ra con ellos. Así como Yahvé salvó de sus angustias al
salmista, porque éste era justo, así salvará a todos los
que sean igualmente justos. ¿No es esto una anticipa-
ción de la doctrina de Santiago: "la fe sin obras es muer-
ta"? (Sant. 2, ]T. 26). Pero como Yahvé está a la recí-
proca, es curioso notar que él procede pérfidamente con
los pérfidos o perversos.
1145. En la estrofa siguiente el poeta alaba a Yah-
vé, diciendo:

30 Perfecto es el camino de Dios,


Acrisolada la palabra de Yahvé.
Escudo es Yahvé
a todos los que se refugian en él.

31 Porque, ^-quién es Dios fuera de Yalnn,


Xi nuien es una roca, sino sólo nuestro dios?
32 Es el Dios que me ciñe de- fuerza,
Y que despe.ja perfectamente mi camino,
33 Iquala mis pies con los de las gacelas,
Y me mantiene firme sobre las alturas
34 Adiestra mis manos para la guerra,
Y mis brazos para tirar del arco (§ 876).

El verso 30 reproduce el v. 5 de Proverbios 30:


''Toda pahthra de Yahvé es acrisolada : es un escudo pa-
ra los que en él se refuqian". La idea de que no hay
otro dios fuera de Yahvé, es exíüca. El segundo Isaías
pone en boca de Yahvé estas palabras: "Yo sog Yahvé
y no hag otro; fuera de mí no hay Dios" (45, 5). Los
vs. 32-84 expresan las cualidades que le ha dado Yah-
280 LA AYUDA DE UN í)IOS GUERRERO

vé al héroe que habla en el salmo, y que le han permi-


tido obtener sus éxitos en la guerra.
1146. Se describe en seguida el socorro que le ha
prestado Yahvé contra sus enemigos.

.V.; Me (las e' escudo de tu salvación,


Y tu diestra me sostiene.
r() Haces que avance a largos pasos
y que mis pies no resbalen.
.17Persigo a mis enemigos // los (ilcanzo
Y no retorno hasta haberlos e.rlerminado. .

.W Los aplasto, ij no vuelven a levantarse


Quedan e.rlendidos bajo mis pies.

.7,9 para el cómbate,


.Me ciñes de fortaleza
Sometes debajo de mí a mis adversarios.
W Jlaces que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
y eme go crtermine a los que me aborrecen,
íl (Haman socorro: no hay quien los salve;
Claman a Yahvé: él no les responde.
í:2 Los pulverizo como polvo qur lleva el vienta.
Los barra como basura de tas calles.

Los sentimientos expresados en estas estrofas son


bien de un guerrero yahvista, como David y como tan-
tos otros, implacable para con sus enemigos. El dios es
tan sin piedad, como dicho guerrero, pues aun cuando los
enemigos de éste clamen demandándole socorro, él, Yah-
vé, no les responderá. Los sentimientos de los dioses no
son otros que los de sus adoradores.
1147. Finalmente concluye el salmo con el triun-
fo definitivo de Yahvé, y con un canto de victoria en
su honor.

-/.í .Me libras de las querellas de mi pueblo.


Me ensalzas sobre los que se levantan contra mí.
Me colocas a la cabeza de las naciones
y un pueblo que no conozco, estét a hni servicio.
44 Los extranjeros m.e adulan,
SALMO DK BAJA KPOCA 281

A la iiif'iior palabra iiic obedecen,


í') Los c.rtrarijero.t desfallecidos,
Salí n ¡( inhlorosüs de sus fortalezas.

í<> ¡\'ii'a Yalii'é, sea bendita lui roca!


;Sfa ensalzado el Dios de nii salvación!
f/ El dios que me concede la venganza,
y (¡lie soii>et( los pueblos a mis pies.
/,s ¡Tú (¡ue Die sacas de enire mis enemujos,
y aiie me libras de los hombres violentos!

íl) I't¡ eslo, ¡te tdahari, olí yalirr, enirc los naciones,
('ileh¡aré tu nombre!
'(I Él ci.ncede a su rcji (¡rundes victorias,
r.srt (le misei icordia iHjra con su ungido,
j'aiíi ííju David ij para con su raza efer)iame)ite.

1148. Las dos primeras estrofas que anteceden,


ccnticr.cn palabras arameas, que indican la baja época
del salmo. Esto se confirma por las ideas mesiánicas que
desarrollan esas estrofas, pues ese rey que Yahvé "co-
loca a la cabeza de las naciones", "y que somete los
pueblos a sus pies'', parece ser el Mesías que debe rei-
nar sobre el mundo entero, concepción esta posterior
al destierro. Los dos últimos versos que resumen el sal-
mo y exaltan al Mesías, constituyen, como lo nota Dhor-
m3, una conclusión semejante a la del cántico de Ana:
"yalivi du' fortcdeza a su rey, ensalza el cuerno o po-
derío de su ungido" (I Sani. 2, 10). El salmo transcri-
to y el cántico de Ana tienen muchos puntos semejan-
tes: en ambos se expresa que Yahvé es una roca, que
no hay otro dios fuera de él, que tronó desde los cielos
y desbarató o destruyó a sus enemigos ambos son can- ;

tos en que se exalta a Yahvé, porque gracias a él se


ha obtenido el triunfo sobre los adversarios, y ambos,
como hemos visto, terminan por la mención del rey y
del Mesías. El último v. "Para, con David ¡g para con .s'»
:

raza eternamente^', lo considera Dhorme como una glo-


sa posterior. Que no guarda relación con el resto de la
estrofa. Para la ortodoxia no hay duda que es éste un
.82 KL SALMO 18 ES UN l'OKMA < OMPUESTO

salmo mesiánico. Las victorias del rey que aparece en


la parte linal del cántico, "prefiguran, según L. B. A.,
las ccncuistas espirituales de Jesucristo". Scío igual-
mente al anotar el v. 36, escribe: "Aunque estas pa-
labras convienen a David, más principalmente miran y
pertenecen a Jesucristo, y a las victorias que consiguió
contra sus perseguidores los judíos; con las cuales es-
tableció el reino del Evangelio y de su Iglesia por la
reprobación de los judíos y conversión de los gentiles".
Ideas semejantes expresa al anotar los vs. siguientes.
1149. Pero si bien se examina, este es un salmo
compuesto, como tendremos la oportunidad más adelan-
te de encontrar otros por el estilo. Se compone de "dos
partes, de edad y de carácter diferentes, según mani-
fiesta Gautier. La primera hasta el v. 31, expresa los
sentimientos de un hombre piadoso y tiene carácter li-
túrgico la segunda (vs. 32-50) tiene algo de real y de
;

guerrero, al punto que se podría suponer que el poeta


pensó colocar su obra en boca de David" (I, 276). Caus-
se considera igualmente este salmo como un poema com-
puesto, en cuya primera parte (vs. 1-31) el poeta cele-
bra una gran liberación los lazos de la muerte lo ha-
:

bían rodeado y estaba a punto de perecer en las aguas


del abismo, cuando Yahvé, manifestando su poder, lo sal-
vó. Después describe, según datos de la mitología tra-
dicional, la teofanía de Yahvé, la aparición en medio de
catástrofes, del gran dios del cielo y de la tempestad,
íue viene en socorro de sus fieles. En la segunda parte
(vs. 32-50) un rey es quien habla, expresa la fuerza y
el valor que le ha dado Yahvé y canta al dios que le con-
duce a la victoria. Según ese autor, tenemos aquí en
un salmo de fecha más o menos reciente, antiguos ele-
mentos litúrgicos, que son o fórmulas que repetía el
rey antes de partir para la batalla y que debían asegu-
rarle la protección divina, o bien expresiones de acción
de gracias después de la victoria (Les Plus, 157-158).
1150. De todos modos, lo que resulta innegable es
cue nuestro salmo, ni total ni parcialmente es de Da-
vid. En efecto, comencemos, porque en el título se dice
EL SALMO 18 XO ES DE DAVID 2,83

((ue David compuso este cántico "cuando Yahvé lo hu-


bo librado de níano de todos sus enemig^os Y DE MA-
NO DE SA,XJL", como si éste hubiera sido el último que
tuvo aquél, y no por el contrario el primero o más anti-
guo de ellos. Después la expresión "siervo de Yahvé''
en el mismo título revela un autor que, como dice Reuss,
"consideraba a gran distancia toda la vida de David ya
coloreada por la tradición legendaria". Pero prescin-
diendo del título, que según hemos dicho carece de va-
lor histórico, como todos los títulos de los salmos, te-
nemos que en el poema no se encuentra ninguna alu-
sión positiva a algún incidente destacado o a hecho co-
nocido de la historia de David, ni detalle alguno que ha-
ga pensar en David máS' bien cue en cualquier otro
personaje, pues las estrofas finales que hablan de un
rey victorioso pueden aplicarse a cualquier rey de la
dinastía davídica que hubiera tenido éxito en sus bata-
llas, o ser formas litúrgicas de augurio de victoria al
partir un rey para la guerra, o finalmente referirse a
las futuras hazañas que realizaría el rey ideal, el Me-
sías, ya que los verbos del texto, en esa parte de la
obra, unos los traducen en pasado, otros en presente, y
otros en futuro. Por lo demás, según observa el mismo
Reuss, "el poema en general se ref'ere no a las expe-
riencias de toda una larga carrera militar, sino a un
suceso particular, a una brillante victoria obtenida en
un inminente y supremo peligro". En cuanto al v. fi-
nal, si no es una glosa, contribuye a probar que la
composición no es del rey-poeta, pues, en él se expresa
qu? Yahvé usa de misericrirdia ''jxira con David ij pa-
ra con sil raza cleriiamciite". frase que nos transporta
a una época en cue se creía que la dinastía davídica
duraría para siempre. Finalmente concluirán de conven-
cernos de cuan eCiuivocada está la ortodoxia al atribuir
este salmo a David, la circunstancia de cjue en él se
menciona el templo como ya existente (v. 6), y que
son impropias del antiguo señor feudal de Siclag, —
a
quien sin exageración, podríamos calificar de feroz je-
fe de bandidos, —las expresiones en que el salmista ponde-
284 EL SAIiMO 30

rando su propia justicia, afirma: "Yakvé me ha recom-


pensado segvn la ¡.ureza de mis manos", "yo no he pe-
cado contra ¡lü dios'' (§ 1141-1143).

SALMO 30. — 1151.

Cántico^ para la dedicación de la casa. De David.


J Te alabo, oh Yahvé, porque me has sacado (de la fosa)
Y no lias pcriiiilido que mis enemigos se regocijen por mi
[COMSO.
2 Yahcé, mi dios, clamé a tí y tú me has sanado.
3 Yahvé, ]iiciste subir mi alma del sheol,
Me has hecho revivir para que no descienda a- la' fosa,
í ¡Cantad a Yahvé, vosotros .yií.s fieles,

Y ensalzad su santo oiombref


5 J^orque su cóhra dura solo un instante,
Pero su gracia, toda una vida.
Por la noche, se instalan las Uigrimas en la casa;
Pero a la mañana son gritos de jiibiln
o'Yo decía en mi orgulloso confianza:
"¡Xunea seré conmovido!''
7 Tu favor, Yahvé, me había asentado en fuertes montañas,
Mas f.scondistc tu rostro, y quedé conturbado.
8 Clamé a ti, Yah vé.
Dirigí (I Yahvé mi súplica:
!> " ¿Qué ganarías con derramar mi sangre,
En hace) me descender a Id fosa ?
Acaso te alaba el polvo,
f

O proclama tu; fidelidad


10 ¡Escucha, olí Yahvéf y ten piedad de mí:
Yahvé: ven en mi socorro!''
I I Ti( has trocado mi duelo en alegres danzas,

Has desatado mi saco, y me has ceñido de cdegría,


1:2 Para mi alma te cante sin cesar.
qiie
¡Yahvé, mi dios, por siempre te alabaré!

1152. En el título de este salmo leemos: "CámU-


co para la dedicación de la casa". Los intérpretes han
emitido las más variadas opiniones sobre la casa cuya
dedicación se ensalza, y esas divergencias tienen por
LA DEDICACIOX DE LA <:!ASA
I
285

base la creencia de que se trata de un salmo compuesto


por David, como lo dan a entender las palabras que
completan el título, pues les costaba a aquéllos aceptar
que este rey lo hubiera escrito anticipadamente para
la inauguración del templo de su hijo. Pero hoy, la crí-
tica bíblica está de acuerdo en reconocer que la casa
de la referencia no puede ser otra que la casa de Yah-
vé. y así L. B. d. C. traduce dicha ínscripci'ótn "Cán-:

tico ¡Kird la (Indicación (Id TEMPLO''. Pero lo más cu-


rioso del caso, es que ese salmo no se refiere para na-
da al tema expresado en el titulo. Scío escribe al res-
pecto: "No haciéndose mención, ni hablándose en todo
el salmo ni de casa, ni de dedicación, muchos creen que
Día vid lo compuso para dar gracias a Dios por haberle
restitu'do la salud después de alguna grave enferme-
dad". Parece, pues, lógico que si los datos del título no
concuerdan con el contenido del salmo, debe deducir-
se que el que escribió acuél no pudo haber sido el au-
tor de éste. Sin embargo, la ortodoxia, en su afán de
sostener la autenticidad de ese título, saca una conse-
cuencia diametralmente opuesta, y así nos dice L.. B. 'A.:
"Nada en este ?almo hace alusión a la dedicación que
menciona la noticia del v. 1. (Recuérdese que en las ver-
áicnes france'^as, lo mismo que en la Vulgata, el título
constituye el v. 1. cuando no los vs. 1 y 2). Ese silen-
cio prueta'que dicha noticia no es el resultado de una
suposición hecha de acuerdo con el contenido del salmo.
Debe provenir de la mano misma del autor, o de la de
uno de sus contemporáne-os. Estamos reducidos a con-
jeturas en lo tocante a la dedicación de que aquí se
trata. Quizás sea la del palacio de David. También se
ha pensado en la consagración de la era de Arauna co-
mo emplazamiento del templo. El suceso, sea cual fue-
re, al que alude la noticia del título, debe haber coinci-
dido con la cura de una grave enfermedad en la que
reconoció David un castigo del Eterno por un movimien-
to de orgullo". De modo pues, que porque el título no
coincide con el contenido de la obra, eso prueba que
aquél debe provenir de la mano misma del autor de ésta.
286 KL "SACO" DE IjOH ISRAELITAS

O de la de uno de sus contemporáneos!! ,A esta clase de


razonamientos se les podría denominar "la lógica de la
fe".
1153. Pero si no se habla en el salmo ni de casa,
nide dedicación, ¿existe a lo menos algún indicio en
él que nos muestre que su autor sea David? La res-

puesta tiene también que ser negativa para cualquie-


ra que lo lea sin prejuicios; pero hay quienes han vis-
to una prueba de que el salmo es de David en las pa-
labras del v. 11

Til lias trocado mi duelo cii iil<(jrcs danzas,


Tú, has desalado mi saco, y me has ceñida de alegría.. . .

suponiendo que con esto alude aquel rey al episodio


narrado en II Sam. 6, cuando danzaba ante el arca con
tanto entusiasmo que se le desató y cayó el éfod sacer-
dotal de que iba vestido, y continuó bailando desnudo,
quedando sólo "ceñido de alegría" (§ 1073, 1074). La
palabra "saco" empleada en el v. 11 se refiere a la ves-
tidura negra, tosca y áspera, hecha de paño burdo, que
los israelitas se ponían en señal de duelo, de modo que
lo que expresa el autor en dicho versículo, es la antí-
tesis entre el dolor y el júbilo, o sea, el contraste en-
tre el gozo que ahora experimenta el salmista compa-
rado con el sufrim.iento que sintió anteriormente. Na-
da tiene que ver el saco o cilicio con el éfod de que iba
vestido David en la ocasión citada. Desechada, pues
esta antojadiza interpretación, nada existe en el salmo
en cuestión que se refiera a un hecho determinado de
la historia conocida de David, o (|ue denote que éste sea
su autor.
1154. Tanto elorigen del título como la explica-
ción de este salmo hay que buscarlos en época muy ale-
jada de David. En el siglo II, reinando en Siria y Pa-
lestina,Antíoco IV Epifanes, a su regreso de una ex-
pedición victoriosa contra el Egipto, entró en Jerusa-
lem y saqueó el templo, llevándose cuanto oro y plata
encontró allí. A consecuencia de estas depredaciones,
UN EPISODIO DÉ ANTIOCO 1\ 287

25 Hubo gran duelo en iodo Israel;


2b' Y
gimieron los jefes y los ancianos,
Y
los jóvenes ij las doncellas se constnnían de dolor,
Y perdieron su hermosura las mujeres.
27 El recién casado hacia oir^ lamentaciones,
Y en el lecho nupcial lloraba la joven esposa.
28 Tembló la tierra por sus habitantes,
Y toda la cusa de Jacob se cubrió de rer<iüenza (I Mac*.
[1).

1155. No conforme con esto, Antíoco, dos años


más tarde, hizo destruir las murallas de Jerusalem,
volvió a saquear la ciudad, la quemó, llevó cautivas las
mujeres y los niños, se apoderó del ganado, y proscri-
bió la religión judia, estableciendo un altar pagano en
el mismo templo. Los judíos concluyeron por sublevar-
se, y después de obtener al mando de Judas Macabéo
varias victorias contra los sirios, el jefe victorioso de-
cidió purificar el templo y consagrarlo de nuevo. En I
Mac. 4, .36-09 y en II Mac. 10, J-8 se encuentra el deta-
lle de todo lo que ordenó Judas con ese fin. Esa nueva
consagración del templo a Yahvé, después de su profa-
nación por los paganos, se efectuó el 25 de Kislev del
año 165, mes este traducido en griego por Chaseleu o
Casleu, que corresponde al diciembre de nuestro calen-
dario. 54 "En- la misma época, y el niis}n() elia que ha-
bía sido profanado por los paganos, fué con.sagrado de
nuevo (el altar de los holocaustos que habían recons-
truido), al son de los cánticos, de las liras, de las arpas y
de los címbalos. 55 Y se postró todo el pueblo sobre sus ros-
tros, bendiciendo al Dios del cielo, que les había dado pros-
peridad. 56 Y celebraron la dedicación del alfar durante ocho
días; y ofrecieron holocaustos con aleg)Va y sacrificios de
liberación y de agradecimiento. 58 Y hubo muy grande ale-
gría en el pueblo, porque había sido quitado el oprobio que
les habían Hnfligido los paganos. 59 Judas y sus hermanos, así
como toda la asamblea de Israel, decidieron que se cele-
brase anualmente el aniversario de la nueva dedicación
(o consagración) del aliar, con una alegre fiesta, que
288 LA FIESTA JUDIA DE LA HANUJíK.4

duraría ocha días a ¿Hirlir del 25 de Kisicv'' (I Mac. 4).


Esa liesta de la purificación del santuario, la llaman los
judíos Hanukka o "la fiesta de la Dedicación", y se la
meTiciona en el Evangelio de Juan, 10, 2;¿.
1156. Dados estos antecedentes, estamos ahora en
situación de comprender porqué a nuestro saln^o 30 se
le intituló "Cántico para la dedicación de la casa (o del
templo)", pues probablemente debe de haber sido uno
de los entonados con más fei*vor al consagrar el nuevo
altar (v. 54 citado), puesto que expresaba los verdade-
ros" sentimientos nacionales de aquel momento históri-
co. El pueblo, a causa de las persecuciones de Antíoco,
estaba sumido en la mayor aflicción, y Yahvé, por in-
termedio de Judas Macabeo, lo sacó de la fosa en que
yacía, lo hizo subir del sheol, al librarlo de sus enemi-
gos y devolverle el templo. Las calamidades pasadas
eran el castigo divino debido a la apostasía de muchos
judíos: "L« cólera de Dios se desencadenó sobre Israel
cotí gran fuerza" (I Mac. 1, 61, O sea, 67 de la Vulgata).

Pero su cólera duró sólo un instante, ahora había vuel-


to a reinar su gracia. Por la noche habían sido las lá-
grimas, ahora, a la mañana, eran los gritos de júbilo.
Yahvé había trocado el duelo nacional en alegres dan-
zas, había desatado el saco de su pueblo y lo había ce-
ñida de alegría. Es este, pues, un salmo, si no —
escrito en aquel entonces, a lo menos adaptado para
aquella circunstancia, —
cuyo carácter litúrgico se re-
conoce en versos como los siguientes:

¡(kiniad a Yahvé cosotros sus fieles,


Y ensalzad su santo nombre! (v. 4).

Según el Talmud, los levitas cantaban este salmo


cuando los fieles en procesión llevaban las primicias
^ al templo.
1157. Finalmente es interesante notar que el sal-
mista, que pinta la situación aflictiva de un hombre
o de la colectividad, para incitar a Yahvé que socorra
LOa MUERTOS NO AJLABAN A YAHVE 289

al angustiado, le hace este argumento, propio de la men-


talidad israelita:

¿Que ganarías con derramar mi sangre,


Con hacerme descender a la fosa?
¿Acaso te alaba ei polvo,
O proclama tn fidelidad? (v. 9).

Otros salmistas expresan la misma idea:

.5 Yahvé, libra mi alma,


¡Vuelve, ok
Sálvame por tu misericordia
6 Porque en la tumba no hay memoria de ti,
¿Quién te alaba en el sheolf (Sal. 6).
10 ¿Haces milagros para los muertos?
¿Se levantan las sombras para alabarte?
11 ¿Se celebra tu bondad en el sepulcro,
Tn fidelidad en el Abaddón? (Ver § 974).
12 ¿Se conocen tus milagros c» las tinieblas,.
Y tu justicia en el país del olvido? (Sal. 88).

1158. Al tratar de Ezequías, encontraremos otro


salmo que se atribuye a este rey, con idéntico razonamien-
to (Is. 38, 18). Como se ve, el argumento de la piedad
israelita era lógico. Desde que en el sheol las sombras
viven en perpetuo sueño, ajenas a lo que pasa en el mun-
do de los vivos, (§ 976), Yahvé tiene interés en salvar a
sus fieles para que continúen alabándolo, pues esas ala-
banzas cesarán con la vida de aquéllos. Como observa
Reuss al comentar el salmo 88, en el sheol no existe ya
conocimiento de Yahvé; allí no llega a hacerse sentir eJ
poder de ese dios, pues terminada la vida, se rampe el
lazo existente entre el hombre y él. Por lo tanto, interesa
a Yahvé mismo, el preservar a los suyos de la muerte.
En cambio la ortodoxia católica, siempre con la visión de
la alegoría, se aparta del sentido natural del texto, y des-
cubre en él la historia evangélica. Anotando en efecto
el citado v. 9, dice Scío: "Los Padres aplican todo este
•290 U0& SAIiMLOa 00 ¥ »4

tfcxtoa Jesucristo y a su muerte y sepultura, y luego tam-


bién a su gloriosa reaurrección".

SALMOS 56 Y 34.— 1159. Según los datos que nos


dan indxaciones históricas que íiguran al comienzo
las
de ebios salmos, ellos íueron compuestos por David,
cuantío perseguido por Saúl, tuvo que refugiarse en el
principado lilisceo de Gat. El salmo 56, dice L. B. A., re-
'

prouuee la plegaria de David en medio del peligro; y el


o4 expresa su reconocimiento después de la liberación".
Comtrjiartn.es, pues, por aquél, aun cuando tenga una
colocación ijosíenor a la de éste.
116Ü. oü. JJei Directo^- del canto. Sobre "Una paloma
vuela a Lo Lejos" (o sobre "Paloma de los lejanos terebin-
tos"). De David. Miktam (1).Cuando los filisteos lo pren-
dieron en Gat.

1 ¡Apiádate de mi, oh Dios, porque los hombres se encarni-


\_zan contra mí:
Todo el día se me combate, se me oprime!
2 1 odo el día se encarnizan contra mí los que me acechan,
Porque numerosos son los que insolentemente me combaten.
3 El ü'ta en qiie tenga miedo, pondré en tí mi confianza.
4 Alabaré a Dios en mis palabras,
hn Dios me confío, nada temo:
¿Qué puede hacerme el mortalf
5 lodo el día se conciertan para dañarme:
Todos sus pensamientos tienden a perderme.
6 Se reúnen, se esconden, espían mis pasos.
Porque quieren matarme.
7 A causa de\ sus crímenes, ¡que no se salven!
¡En tu cólera, oh Dios, derriba los pueblos!
8' ¡Tú has contado mis insomnios,
Tú has recogido mis lágrimas en tu odre!...
9 Retrocederán mis enemigos el día en que te invoque:
Yo sé que Dios está por mí.
10 Alabaré a Dios en mis- palabras.

(1) Palabra de sigaificado desconocido.


Eli TITULO DEL SALMO 56 291
]

Alabaré a Yahvc en mis palabras.


11 En Dios n>e confio, nada femo:
iO'iié ruede hacerme el homhref
12 Yo tendré, oh Dios, aue cnmplir los votos que te hago.
Oye ofreceré sr^.rificios de agradecimiento (o <1e ala-
[banza")
13 Pnrnve tú preservarás mi alma de la muerte. .

Para qne marche yo, delante de Dios, en la luz de los


\_vivos.

Fs este uro de aonellos salmos más cli"fereTi-


temPTite traducido. seFÚn las versiones. Para que el lector
se dó acabada cuenta de ello combare con la arriba trans-
crinta. la ^ieruiente traducción del t'tulo. que trae la Vul-
p*ata: "Para el fin. Por rl pyehlo que ha sido alegado de
las coms santas: de David para la inscripción del títu'
lo. cuando los ertranieros lo detuvieron en Geth". Como
se ve. apenas, hay tres o cuatro palabras que concuerden
en ambas traducciones. Este salmo ba sufrido muchas
alteraciones, como de eVo dan fe las siguientes cue
señala L. B. d, C: En el v. 8. se lee: "Tfi lias re-
'

coñudo mix lánrhvns TU ODRE" : pero un copista, en-


EN
contrando impropias las últimas palabras "en tu odre",
puso, al mBro^en:" pNo es ''EN TTT LIPFO?", es decir:
,-Wn p<i "pv tii h'hrn" que debe leerse? ya cue en el libro —
dí^ Yahvé está escr'to todo lo aue debe recordar este dios

ÍElx. 32. .^2). Pues bien esa observación pasó después al


tevto orip-inando traducciones como éstas: "Síí, Y EN TU
TJmO fT?ETTc;q) : ;N0 ESTAN EN TV LTBRO?"
^Pt^att) : "-Por rendirá NO 7?^.9r.íV EN TU REGISTRO?"
(9.rm^. — Tfualmente, qui'^ás el mism.o copista, hallando
en el salmo 116 estos versículos:

Tú has preservado mi alma de la muerte,


Mi<í oins de las lágrimas.
nns PIES DE LA CAWA:
Yo marcharé DELANTE DE YAWVÉ,
En la tierra de los vivos (vs. 8 y 9),
292 BIj TITUIvO DKL SALiMO .VI

le pareció del caso que debía completar el v. 13 del 56, por


lo que después de "preservarás mi alma de la mverte", 1«
añadió esta nota marginal :¿A^o "mis pies de la caída"?, con
lo que probablemente querría significar: ¿No hay que
agregar aquí "mis pies de la caída"? Esa observación pasó
también tal cual, al texto, y además la glosa delante de
Dios", que insertó el corrector en mitad del último hemis-
tiquio, sin darse cuenta que el ritmo del salmo 56 es dife-
rente del ritmo del salmo 116. Esto nos dará, pues, una
idea de los retoques sufridos por el Libro Sagrado, antes
de que se le considerara inmodificable. y por lo tanto re-
sultan ridículos los comentarios que de ellos hace la orto-
doxia, como si se tratara de palabras dictadas por la divi-
nidad misma. Así,p. ej., Scío, en sus notas a la inscripción
del salmo 56. según la traducción de la Vulgata, reprodu-
cida anteriormente, dice "Las cosas santas de que se ha-
:

bla en el título, eran el tabernáculo, del cual él (David) y


los auyos se veían en la precisión de estar separados por
la persecución de Saúl, siendo pam el santo rey un motivo
de grande pena no poder asistir con todo el pueblo a ofre-
cer sus adoraciones al Señor en su tabemátíulo". Pero en
el original hebreo, no existe la frase de la Vulgata: "Por el
purhio que ha sido alejado de las cosas sa7Üas", sino que
en vez de ella, trae una simple indicación musical sobre la
tonada con la cual debía cantarse nuestro salmo, a saber,
con la misma música de un cántico que comenzaba con las
palabras: "T^na paloma vuela a lo lejos", que otros tradu-
cen: "Paloma de los lejanos terebintos" o "La paloma mU'
da que está en lugares retirados", etc. Scío no ignoraba
esta interpretación racional, que es la aceptada hoy por la
crítica bíblica, pues más abajo en la misma nota, de donde
tomamos lo arriba transcrito, después de dar la última ci-
tada traducción, agrega: "Algunos dicen, que era esto el
principio de algruna canción, a cuyo aire se defbía cantar
este salmo". Gautier, escribiendo sobre las indicaciones
litúrgicas y musicales que encabezan los salmos, mani-
fiesta que reina gran incertidumbre sobre el sentido de
numerosos términos empleados en tales indicaciones del
texto hebreo, y agrega "Cuando se hace además el estu-
:
UNA PLEGARIA DE ISRAEL 293

dio de lasmismas en las antiguas versiones (LXX, Peschi-


to, Vulgata. etc.). se comprueban estos dos hechos: pri-
mero, la multiplicidad de las interpretaciones dadas de un
solo V mismo término, lo que denota el embarazo de los
traductores; y después, en las versiones, la presencia de
elementos extraños al texto de los títulos hebreos, y la
omisión He ciertas indicaciones cue figuran en el original"
(11, P. 22).
1162. Pasando ahora al estudio del salmo, no se des-
cubre en él referencia concreta alguna al episodio de la
historia de David, en Gat. loue se menciona en el título. El
Que habla en esa composición se queja de sus numerosos
enpmio-o^! y manifiesta su confianza en Yahvé. al que casi
siemnro llama D<ns. es decir, el Dios universal, que no es
concepción davídica sino exílica o postexílica. Sin embar-
go, puede nvovpniv muv bien esa denominación do reto-
oups o enmiendas de un rpdactor más reciente (§ 1213). El
tema PornTiletamente imnersonal. es el mismo oue des-
arrolNr» monó+on amenté numerosos salmos. Pero si el
vocablo "nnpblos" del v. 7 no es un retoque post-erior. te-
Yipr^n<3 ]ov pnpmio-os dp irrue so aueia el personaie del
fiplmo V rortra auienes nide a Dios cue. en su cólera.
ln<t riprr^'''p.. nvp vo anlvpn. soTt los pacanos resultando,
pn pr^T><soo^^(:^r\p^f^ ouo dicbo ripvqonaip aueiumbroso no es
un irrÍMn'finrv. p-'rio un ser colectivo: Israel mismo. Por es-
to pccriho T,. P H. r.: "Fste salmo muv alterado parece
SPT ima T>l.oc>-aria d" Israel nne nide ser libertado de la
onrpoiri^ do loo nnpblos extranieros ív. 8^. Sin embargo,
ps rtoqiHo tnniVn'ón ono sea una nlpp-aria individual, trans-
frvr-moHq noatpvíorm.prite pn cpn<"i.co nara el uso de la co-
Tnnm'rlorl -nov Ip cím-nlQ «nsf if n^íAr f?p la palflhra "nnoblos''
('5^r^'mi»r«^ "violentos" í^a.rTím; cf. 59. •?'^". Eista
p] voc^'V'io
connliTíión no satisface a la ortodoxia, 'aue a toda costa
mi'pvp vor pn las palabras del salmo claras alusiones a
T>qvi'rí ripofprrndo fuo-itivo. Oui^ág ya el autor dp la in-
r?iVpf»ión y<'^'3^nv\oí^ " f'vnvrlo loa fih'sfpoa lo prpvrliprnn en

Qaf", dp^'ó baofivQe Tfira pilo, en oue el episodio donde se


npvr-q oQfp snreoo ps p1 único luo-ar donde se afirma aue
David tuvo miedo (1 Sam. 21, 12), y en nuestro salmo, se
i

294 IDEAS E IMAGENES DE LOS SALMOS

lee; "El día en qne tenga miedo...'' Igualmente en(v. 3)


el V. 8. donde ponemos con L. B. d. C. ''Tú has contado mis
:

insomnios", otros traducen "Tú mentas mis vagancias" o


:

"los pasos de mi vida errante" (Pratt) encontrando en es-


tos términos más similitud con la situación de David fugi-
tivo. Es una exégesis inconsistente la que se basa en la
vaga analogía de palabras poéticas con sucesos de la vida
real, máxime teniendo en cuenta que, como dice Loeb: "En
general, del comienzo al fin de los Salmos, se encuentran
siempre las mismas ideas, los mismos sentimientos, las
mismas imágenes que vuelven y se repiten perpetuamen-
te" (p. 3). Por esto la ortodoxia, ha tenido que acudir a la
alegoría, —
su refugio eficaz en todo momento, y ya —
oue no halla realmente a David sino en el título, ha creí-
do ver acuí (como lo afirma de casi la totalidad de las
composiciones del Salterio), profecías relativas a Jesús.
"Los santos Padres, nos informa Scío, reconocen en este
salmo los sentimientos de Jesucristo en el tiempo de su
pasión", Y anotando el v. 6, agrega "En el rigor de la le-
:

tra ps vn sentido nrofético oue mira a los conciliábulos de


los ludios, después flue hubieron conspirado contra la vi-
da de Jesucristo, y por temor del pueblo no se atrevían a
manifestar sus perversos designios".
1163. Pasemos ahora al salmo 34, cue dice así:

De David, cuando simulando locura delante de Ahime-


lec, se hizo echar por él y se escapó.

Alef i Bendeciré a Yahvé en todo tiempo,


Su alabanza estará continuamente en mi haca.
Bet 2 En Yahvé se gloría mi alma:
¡Escuchen los humildes y regocíjense!
Guimel 3 ¡Magnificad conmigo a Yahvé,
Y juntos ensalcemos su nombre!
Dalet 4 JTe huscado a Yahvé, y me ha escuchado,
Y de todos mis temores me ha lihrado.
He 5 Miradlo: Seréis iluminados,
"'Y la vergüenza no cuhrÍ7-á vuestro rostro.
Zain 6 Este pobre filamó y Yahvé lo oyó,
UN SAJ^O ALFABWriOO: El, 34 295

y de todas sus angustias lo libró.


Het 7 El maléale de Yahvé asienta campamento
En derredor de los que le temen, y los salva.
Tet 8 Gustad y ved como Yalivé es bueno:
¡Dichoso el hombre que se refugia en él!
Yod 9 ¡dantos de Yahvé, temedle,
Porque nada falta a aquellos que le temen!
Caf 10 Los poderosos se empobrecen y sufren hambre;
Pero los que buscan a Yahvé, no carecen de bien
Lamed 11 ¡Venid, hijos, escuchadme! {^alguno.
Voy a enseñaros el temor de Yahvé:
Mem 12 ¿Cuál es el hombre que ama la vida,
Que desearía prolongar sus días disfrutando de
Nun 13 Guarda tu lengua del mal, ^dicha?
, Y tus labios de palabras engañosas.
Samec 14 Apártate del mal y haz el bien.
Busca la paz, y sigiiela.
Pe 16 El rostro de Yahvé está contra los que obran mal.
Para horrar de la tierra su memoria.
Ain 15 Los ojos de Yahvé están sobre los justos,
Y sus oídos están atentos a su clamor.
Tsadé 17 Cuando claman, los escucha Yahvé,
Y los libra de todas sus angustias.
Cof 18 Cercano está Yahvé a los quebrantados de corazón
Y salva a los abatidos de espíritu.
Rech 19 A menudo la desgracia aflige al justo;
Pero siempre Yahvé lo libra de ella. f

Shin 20 Él guarda todos sus huesos,


Xi uno solo de ellos será quebrantado.
Tav 21 La desgracia causa la muerte del malo,
Y los que odian a} justo son castigados.
22 Yahvé rescata el alma de sus siervos;
Los que en él se refugian escapan al castigo.

1164. El transcfipto es uno de aquellos salmos lla-


mados alfabéticos, porque cada estrofa comienza por una
de las 22 letras del alfabeto hebreo, siguiendo el orden
que tienen en éste. Indicamos a la izquierda del número
de cada versículo, los nombres de dichas letras hebraicas:
EL TITLIA) DEL SALMO M
alef, bet, En esta composición, sin embargo,
guimel, etc.
iaiua la letra vav, cuyo lugar es entre la he y la zain,
-

y autmas se invirtieron ios vs. 15 y 16 para obtener el


orucíii na/jicuai (am, pe), aun cuanao el sentido pide que
el V. lu vaya seguiao mmeaiatamente por el v. lY. El or-
den pe-ain so encuentra también en el salmo 10 y en las
tres eiegias üe Lam. 2-4. ¡Según oDserva J\euss, parece
que en las escuelas era variable la colocación que se le
üai>a a esas dos letras. i-inaimente, el v. Z'¿, es un dis-
ticu supernumerario, pues sale del cuadro allabético, da-
ao qu.. la última letra hebrea es la tav. Probablemente
ese V. es üe oaa mano que lo agregó para que el cánti-
co no concluyera con una amenaza,
iibt». De la lectura desapasionada de este salmo,
surge Claramente que no responde a nmgún suceso par-
ticular relacionado con la historia de David. Sin embargo,
la ortodoxia sigue aceptando a pie juntillas la indicación
nistónca que expresa el título del mismo. Asi Sc-o nos
dice: "'Habiendo escapado David de las asechanzas de
Saúl, se reíugió sin ser conocido en la corte de AiQuís,
rey Getheo, en donde habiendo sido después reconocido,
por salvar su vida se fingió demente, de lo cual resultó
que cuanto antes lo echaron de allí. Se retiró después a
la cueva de Odollan, y compuso en ella este salmo, dan-
do gracias al Señor por haberlo sacado de aquel ptligro".
Igualmente juzga L- B. A. que David lo escribió cierto
tiempo después de los sucesos a que alude el título, en
virtud del tono tranquilo y didáctico dei cántico. Y agre-
ga: "La invitación del v. 11: ¡Venid, hijos, escuchadme!,
así como el orden alfabético al cual está sometido el sal-
mo para facilitar su recordación muestran que la finalidad
del autor fue ia de grabar en el corazón de las nuevas ge-
neraciones lo que él mismo había aprendido de Dios en
esa grave circunstancia. Tal ha sido quizás también el
fin del salmo 25, que, como el 34, tiene un carácter más
meditativo y sentencioso, que no es generalmente el caso
de los salmos atribuidos a David". En efecto, esta es una
composición escrita en dísticos, en el tono de sentencias
o máximas que o bien expresan la sabiduría popular, o
liOS TlTÜTiOS DE ¡LOS SALMOS 297

bien la enseñanza de los sabios, estilo propio del libro de


los Proverbios. Exceptuando los primeros dísticos, tene-
mos que nuestro salmo 34, más que un himno de alaban-
zas es un maschal (1) más que poesía lírica, como sería
;

dable esperarlo del título, es un acabado ejemplo de poe-


sía gnómica. Es un absurdo suponer que un alma reli-
giosa que haya escapado a gravísimo peligro como el del
relato legendario de David en la corte de Aquís, en vez de
desahogar la gratitud de su corazón en alabanzas efusi-
vas a su dios ioue lo había salvado de la muerte, se en-
tregue a escribir máximas sentenciosas, que recuieren
tranquilidad de esp'ritu y razonamiento frío y calmo.
1166. "Las indicaciones históricas de los salmos,
todas relacionadas a la persona de David, escribe Gau-
tier, datan ciertamente de época tardía, en la que consi-
rándosele como el autor de esos cánticos, se buscó en el
libro de Samuel circunstancias de su vida a las que se
pudiera referir la com.nosición de ellos. A veces, una sim-
ple semejanza de palabras sirvió de pretexto a esas com-
binaciones. Así. en el Sal. 34. 8 se lee el verbo gustar;
ahora bien un derivado de la misma raíz entra en la ex-
presión "hacerse el loco" o "simular locura" empleada
pn T Sam. 21. í ?, a propósito de la estada de David en
Gath. FMe mínimo detalle parece haber bastado para dic-
tar la frase que sirve de título al Sal. 34: "cuando se
hizo el Joro (o simuló locura) .. Ninguna relación tite-

ne p1 contenido del noema. con la situación histórica c<m-


íamnlada en p1 título" di t). 31). Y a propósito del ci-
tado v. 8. miiP la Vuls-ata traduce "írifsífflá y ved que el
:

señor es STTAVE" (en vez de "es BUENO" de las otras


verdiones'» conAnene nue nuestros lectores.
. para cfue —
pu°dfln bien del valor de la exégesis ortodoxa,
iu'^'crar
— covavcpv la f^íp'ui'^nte anotación con ene atompaña
Scío la traducción de ese versículo : "Muchos Padres cm
(1) El maschal es uaa palabra hebrea de sentido muy
e}AMi^o e intraducibie a nuestro Idioma. Sue^e expresar una
comr^aración, o un precepto, o la enseñanza breve y sentenciosa
<i« un sabio, generalracmbe en forma de díptico.
298 OONFÜSION DE AQUIS COW ABIMBLUC

S. Atanasio exponen este versículo del erusto y dulzura


que Veciben los fieles en la comida y bebida del cuerpo y
de la sangre de Cristo en la Eucaristía. ¿Cómo éste nos
puede dar su carne? pregunta S Agustín. Y luego aña-
de el Santo Si lo i]P:noras, gusta y experimenta cuan sua-
:

ve es este señor".
1167. Nótese oue el autor de la indicación históri-
ca en el título del salmo, confundió el principe i^quís
con Abimelec, rey filisteo mencionado en Gen. 21, 32;
26. 1. La ortodoxia trata de salvar esa dificultad, o bien
atribuyendo tal diferencia a descuido de los copistas, o
bien suponiendo gratuitamente que el nombre Abimel^'C
era un título de todos los. reiyes filisteos como lo era el
de faraón con respecto a los de Egipto (§ 276). Pasando
ahora al contenido de la comnosición, se ve que se trata
de un salmo litúrgico en el que se dan ciertos preceptos
morales y rrligriosos contraponiendo como era corriente
en la poesía postex'lica el pobre o humilde íanav, ebión),
hombre piadoso que ama a Yahvé, con el malo (aven),
que aborrece a aquél. Mowinckel ha llamado la atención
sobre el hecho de cue ciertos salmos, como el 50'. 81. 89.
95 y 132 muestran que era práctica del culto, inculcar
o exponer en la fiesta de la renovación de la alianza, cier-
tos preceptos o mandamientos divinos, en forma d*^ dis-
curso profético (p. 130"). Pues buen en el salmo 34. nos
encontramos con la misma tendencia didáctica. Ante to-
do, hay pn él una serie de expresiones que indican que
era un cántico entonado por aloTjn levita o sacpvdote en
ciertas solemnidades, al parecer mostrando a los fieles
alguna representación de Yahvé.

Miradlo: Seréis ih(mina<Jns,


Y la' verffüénzú no cubrirá vuestro rostro (v, 5).

116??. I 0.^ vpvbog f^n imperativo: ^O^taoTiiffcnd pon-


nfii""o á VaVivóT .-Gnsfad \t v#»d romo Yahvé e= bueno t

Santos de Yahvé. t»j*»<»d1e". etc. prueban oue p1 canto»*


(a\}<^ era únVo -niií^s dic^ cnnmifo.") se dirie-ía a la cov"^^>'e>-

gación exhortánckte. a ensalzar, buscar y seguir a Yah-


LA TKOJRlii DEL DEUTBJBONOMLIO 299

vé, porque, éste era un dios bueno, que favorecía a los


sujOs. ^niur a "ianvé era tanto obtener un seguro de
larga viaa, como uno contra el intortunio y contra la
miseria. A pesar de los desmentidos diarios de la exis-
tencia, el salmista proclamaba con el lenguaje de la fe
esta concepción tan hermosa como falaz:

9^ Nada falta a aquellos que temen a Yahvé.


10 Los poderosos se empobrecen y sufren hambre,
Pero los que buscan a Yahvé, no carecen de bien alguno.

1169. Esta es la engañosa y utilitaria teoría del


Deuteronomio (11, 13-21), según la cual se prometía a
los líeles guardadores de los mandamientos, de Yahvé,
uoaa clase üe bendiciones terrenales y finalmente luen-
gos d^as para ellos y sus hijos, pues como observa L.
B. d. €., "los israelitas' antes de llegar a la idea de re-
muneración en el más allá, consideraban una vida larga
y leliz como la suprema recompensa de la piedad". Todo
icrviente yahvista esperaba que su dios recompensaría
su ndelidau, concediéndole prosperidad material, larga
vida y numerosa tamilia. Ciertas fiestas solemnes eran
aprovechaaas para inculcar a los líeles el amor al bien,
a iín d„ recluir en cambio los favores de Yahvé. En nues-
iro salmo, el sacerdote o el personaje que Movi^inckel de-
nomina "el profeta del culto", al recitarlo o cantarlo pe-
dia atención para los consejos morales que iba a dar:

11 ¡Venid, hijos, escuchadme!


Voy a enseñaros el temor 'de Yahvé.

1170. Y díspués de la referida promesa de una lar-


ga existencia dichosa, venían exhortaciones aconsejando
no mentir, apartarse del mal, hacer el bien, buscar la
paz, — preceptos todos estos omitidos en los distintos
decálogos, los. que en materia de apartarse del mal se
limitaban a media docena de mandamientos negativos so-
bre determinados hechos concretos: "no matar, no robar,
^0 adulterar, etc.". Y
por último concluía la exhortación con
300 OMISION ÜKJL- CRÜKlPKAült'M KN JESUS

reiteradas manifestaciones de confiar en Yahvé, quien es-


tá pronto a escuchar a los que contian en él, librándolos
de toda clase de males que puedan afligirlos.

1!) A menudo la desgracia aflige al justo;


Pero siempre Yahvé, lo libra de ella.
20 Él guarda todos sus huesos,
Ninguno de ellos será quebrantado.

1171. Este último dístico tuvo suerte venturosa,


insospechada por su autor. En efecto, es uno de tantos
pasajes de lo? salmos, que, más tarde, con otros varios
del A. T., contribuyeron a plasmar la historia de Jesús.
Así, según el autor del evangelio de Juan, se omitió el
crurifragium (1) en la persona de Jesús crucificado, para
que se cumpliese la Escritura: "Ninguno de sus huesos
será quebrantado" (Juan 19, .7.5, 36). Dicha cita se refie-
re tanto al v. 20 de nuestro salmo, como a Ex. 12, 46 y
Núm. 9, 12, prescripciones estas últimas relativas al cor-
dero de la Pascua (§ 157-8). Indudablemente para el co-
mún de los mortales, que no estamos iniciados en la inteí"-
pretación esotérica del A. T., sólo vemos en los transcrip-
tos vs. 19 y 20, una forma realista de expresar cuan efi-
cazmente Yahvé protege a los justos, o sea, a los que guar-
dan sus mandamientos pero para la ortodoxia, que inter-
;

preta el A. T. a la luz del N. T., es el citado v. 20 una


profecía de un suceso relativo a la muerte de Jesús. "Es
notable, nos dice L. B. A., que en el momento del supli-
cio del Señor, haya querido Dios que esta promesa se
cumpliese a la letra".
1172. Resumiendo ahora nuestras observaciones
de los salmos 56 y 34 podemos afirmar: 1» que el conte-
nido de ninguno de ellos guarda relación con sus respec-
tivos títulos; 2"^ que nada hay en ellos que autorice a
sostener que fueron escritos por David; y 3" que, por el
contrario, ciertas ideas de los mismos y el fondo y la

(1) Crurifrasium: ruptura de los huesos de las piernas


de loe crucificados.
EL SALMO 51 301

forma métrica del 34 autorizan a afirmar que se trata


de composiciones muy posteriores al siglo XI, siglo del
reinado de aquel monarca.
SALMO 51. — 1173.
Del Director del canto. Salmo.
De David. Guarido el profeta Natán vino a él, después que él
se hubo unido a Batseba.

1 ¡Apiádate de mi, oh Dios, en tu bondad;


En gran misericordia, borra mis transgresiones!
tu
2 ¡Lávame completamente de mi iniquidad,
Y purifícame de mi pecado!
3 Porque yo conozco mis transgresiones,
Y mi pecado está siempre delante de mi.
4 Contra ti, contra ti solo, he pecado,
He hecho lo malo delante de tus ojos,
De modo cjue eres justo en tu sentencia,
Irreprochable en tu juicio.
5 ¡He aqui, en lo iniquidad he nacido,
Y en pecado me concibió mi madre! (1)
6 Tú que amas la sinceridad.
Me has instruido en los secretos de la sabiduría.
7 Quita mi pecado con hisopo, para que sea puro,
Lávame y quedaré más blanco que la nieve.
S ¡Hártame de alegría y de gozo,
Haz estremecer de contento los huesos que has quebran'
9 ¡Aparta tu rostro de mis pecados, [_tado!
Borra todas mis iniquidades!
10 ¡Crea en mí; oh Dios, un corazón puro,
Ypon un espíritu nuevo dentro de mí!
Jl ¡No me arrojes de tu presencia,
Y no me quites tu santo espíritu!
J2 Restituyeme el gozo concediéndome tu liberación,
Y sosténme con un espíritu bien dispuesto.
13 Enseñaré v los perversos tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 ¡Presérvame de muerte violenta, oh Dios, Dios de mi sal-
Y ensalzará, mi lengua tu justicia! [uactón.

(1) Véase en el Apéndice la (Nota C.


302 SALMOS (PEN1TENÜ1AX.É1S

;IC) l'alLvé, abre mis labios


Y mi boca anunciará tu alabanza.
16 No te agrada el sacrificio que podría darte,
Y si ofreciera un holocausto, no lo aceptarías.
17 Sacrificio agradable a Dios es el espíritu atribulado
No menosprecies, olí Dios, el corazón contrito y quebran-
18 ¡Uaz bien, en tu gracia a Sión, [íado.
Reconstruye los muros de Jerusalem!
19 Entonces aceptarás juntos sacrificios, holocaustos y ofren-
Entonces se ofrecerán toros en lu altar. [das,

1174. En la clasificación de los himnos del Salte-


rio, antigua Iglesia cristiana denominaba penitencia-
la
les a los siguientes 6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143, por tra-
:

tarse de cánticos de arrepentimiento y de humillación.


Los más notables y célebres de ellos son el 32 y el 51,
porque insisten enérgicamente en la necesidad de confe-
sar abiertamente los pecados a Dios y manifiestan el
gozo y el agradecimiento del pecador perdonado. El sal-
mo 51, que estudiamos ahora, es conocido con el nombre
de Miserere, porque con esta palabra comienza en la
Vulgata: "Miserere mei, Deus, secundum magnam misericor-
diamtuam"; como al 130 se le llama el De Profundis,
porque así principia en la misma versión latina: "De pro-
fundis, clamavi ad te, Dómine". Canta la Iglesia Católi-
ca el salmo 51, considerándolo como de David, quien se
habría mostrado en él como un sincero penitente. Las cir-
cunstancias de que el autor de este salmo se confiesa un
gran pecador, que pide a Dios lo purifique de sus peca-
dos, mencionando que lo libre "de muerte violenta", o
según otras traducciones, '"del delito de sangre", y final-
mente la demanda de una renovación completa de su ser,
hicieron r^ue el escriba que puso títulos a los salmos,
al formarse el canon del A. T., atribuyera dicho himno
a David, suponiendo que éste lo había compuesto con
motivo de la reprensión que le dirigió Natán a causa de
su adulterio ccn Batseba y del asesinato de Urías, y esa
atribución ha sido generalmente aceptada sin discusión
por toda la Iglesia Cristiana. Sin embargo, ya en el si-
LOS MUROS DE JERUSALEM EN EL SALMO 51 803

lo IV de nuestra era, ti obispo y escritor Teodoro de


Mopsuesto consideraba que este salmo había sido escri-
to en Babilonia, cuando la deportación, y en él veía la
plegaria del Israel cautivo. En efecto, cuando se admitía
la unidad del poema, deb a lógicamente llegarse a la con-
clusión cue no puede ser de David un salmo en el que

Se pids a Dios: "¡Haz bien, en tu gracia, a Sión, Recons-
truye LOS MVROS DE JEEVSALEM!" (v. 18), lo que
suponía que esta ciudad estaba desmantelada.
1175. Pero los antiguos pietistas ortodoxos de to-
dos los sectores del cristianismo, concordaban en dar un
sentido espiritual a esos versos, y suponían que David,
''n '^pirado i'or el Espíritu Santo, al m.encionar a Jerusa-
bm o Sión. su colina santa, se refería a la Iglesia Cris-
tiana. Así rara Calvino. las citadas palabras significan:
"Dios por tu misericordia, restablece la Iglesia". Scío
interpreta ese versículo 18 del siguiente modo: "Man-
ten, forti'^ica y defiende tu Iglesia. . Como en el tiempo
.

de David estaban ^n pie los muros de Jerusalem, se apli-


can psrrecialmente estas palabras a la edificación de la
espiritual Jerusalem por la venida del Mesías. Lo que
conocieron aún los mismos Pabinos. Y esto es lo que prin-
cipalm-^nte n?de David". Y al comentar el versículo si-
guiente y último, agrega: "Temiendo David que el Señor
castif^ase al pueblo y a lá ciudad d° Jerusalem por sus
pecados, se vuelve a ^acerIe una nueva súplica, pidién-
dole ouo la pravdad de I^s ou*» bab'a cometido no le mo-
vieS'» a su^ppr»d"r p1 cur^o de sus fa^or'^s v n'^dadop
bre Sión y Sjobfe Jf«rusalem: oire se dignas» defenderla y
má"t»^;n;er ^n nie sus muros no nermítlendo que fuesen di"s-
tru'dos. Con lo aüe él v su pueblo le ofrecerían sacrificios
que lé fuesen agradables, o de iusticia, acompañados del
más tierno afecto y del más vivo reconocimiento a tan
grandes mi^ericórd'as. Entonces: por esta palarbra inidieá
Da\^d el tiémpo de la venida del Verdadero Salvador de ÍS'
rá-fet'vle'pide á Dios', vue según sü éteríia elección y :áu in-
finita m.isericord'a tuviese a bien hacer fabricar la vei-r¡a-
derá Sión v la espiritual Jerusalem, adelantando el esta-
blecimiento de su Iglesia; porque su santo espíritu le
304 LQ8 a Vs. FINALES DEIL HAXcMiO 51

hacía conocer que entonces el grande sacrificio de justi-


cia, que según San Ambrosio, es el adorable del cuerpo
de Jesucristo, sacrificado a la Divina justicia por la san-
tificación de los pecadores, sería agradable al Padre
Eterno sobre todos los otros sacrificios, que sólo servían
para figurarlo y anunciarlo".
1176. Sin embargo, muchos cristianos hoy en vez
de esa explicación alegórica y mística, que requiere un
alto grado de credulidad por parte de los creyentes, pre-
fieren reconocer que los vs. 18 y 19 de nuestro salmo 51
son una adición o intercalación posterior, dado que no con-
cuerdan con las ideas de los vs. precedentes (1) (Gautieb,
II, p. 32, n. 2; p. 35; L. B. A.; L. B. d. C). Pero aún ad-
mitiendo que estos vs. y quizás también el v. 13 deban
ser considerados como adiciones hechas para transfor-
mar un cántico individual en colectivo o de la comunidad,
aún así mismo no bastan esas segregaciones para atri-
buir a David la paternidad de lo restante. En efecto, el
autor, en el v. 4, dice: "Contra ti, contra ti solo he pe-
cado", y en el v. 14, pide a Dios: "Presérvame de muerte

(1) Dussaud admite también que los dos vs. finales 18 y


19, no son del autor del ealmo 51, sino que éste los tomd de
uo texto más antiguo, pues explican muy bien dicho poema. En
efecto, escribe, "si el salmo 51 afirma que Dios, en vez de sacri-
ficios de comunión y de holocaustos, de«ea un espíritu contrito y
un corazón quebrantado, es porque Jerusalem se halla en ruinas.
La cesación voluntaria de los sacrificios es una de las más gra-
vea señales de duelo, que se utiliza contra el vencedor, de lo que
nos dan un notable ejemplo ios papiros judeo-arameos de Ele-
fantina- Que sea restaurada Sión y que se reconstruyan los mti-
ros de Jerusalem, y entonces aceptarás los piadosos sacrificios de
comunión (justos sacrificios, holocaustOá y ofrendas), entonce» se
iftret&r&n toros en tu altar (v. 19)... El autor dQ este salmo consi-
dera hallarse en ese estado de duelo piáblico en que Yahvfé reiiTiea
166 sacrificios; tema ya antiguo iiues le encuentra eir los pa^piros
de ¡Elefantina . La cesacióai forzada del culto, que se produjo
.

diversas veces, debía ocasionar el que los sacriíicios se suplieran

evo. plegarlas y aj^unog" {L«s oi'igiues, p. 2S, 24).


LOS 8ACIRIPIOIOS 1>E DAVID 305

violenta". Ahora bien, como nota con razón Reuss: "Se-


ría cosa bastante singular que David, después de haber
hecho matar traidoramente a un fiel servidor, cuya mu-
jer había deshonrado, protestara no haber pecado sino
contra Dios sólo, y luego rogara a éste que lo protegiera
contra el asesinato, y prometiera enseñar a los pecadores
los caminos de Dios para que se convirtiesen (v. 13)".
Igualmente Gautier —
después de observar que en los
caps 11 y 12 de II Sam. es difícil ver en qué momento
pudo David componer este poema, y que las antiguas
v€rsiones bíblicas sintiendo instintivamente que el citado
V. 4 no podía aplicarse al caso de David, seductor de
Batseba y asesino de Urías, lo traducían tendenciosa-
mente: "Contra ti he pecado, contra ti propiamente", —
agrega: "Es en vano que ciertos comentaristas se es-
fuercen en establecer que todo pecado va dirigido contra
Dios solo, aunque resulte dañado el prójimo". Y el mis-
mo exégeta, en nota, expresa: "El salmista no se acusa
de asesinato: el v. 14 que equivocadamente se interpreta
en ese sentido, es una plegaria del poeta en la que pide
se le preserve de atentados criminales dirigidos contra
su persona" (II, 31. 32).
1177. Además de esto, como dijimos anteriormente
(§ 1030), la confesión de David a Natán ''Fe pecado con-
tra Yahvc". a ser verídica, no habría pasado de una sim-
ple manifestación pasajera de dolor, fuera de que nunca
se elevó aquel monarca a la concepción ético - religiosa
que expresa nuestro salmo. No concuerdan las ideas de
esta composición literaria, contrarias al ritualismo v a la
religión yahvista de carnicería, con la superstición del
soldado que recurría a la adivinación por el éfod antes de
ir al combate que por encontrarse en el destierro se creía
;

separado de su dios, cuya irritación pensaba poder apla-


car cm el humo de un sacrificio (I Sam. 26. 19; § 958) ;

eñe sacrificó toros y carneros en honor de Yahvé, tant4> ai


transportar el arca desde la casa de ©bed-Edom, como ai
depositarla en Jerusalem (II Sam. 6, 13, 17) y que por
;

último calmó a su colérica divinidad cuando la heca-


tombe por el pecado d«l censo, ofrecáéndole hoíocaus?
EL SAIiMO DEL AJIREPENTIMIENTO

1' y sacrificios pacíficos en la era 3a Arauna (II Sam.


3

2 ^5; § 1050, 1059). Por otra parte el poema revela que


,

Su autor conocía las ideas de Ezequiel y del Ser. Isaías es


á cir, Que su obra es posterior a la deportación en Babi-/
le lia. El primero de estos profetas había escrito: "Asi
ch •€ Yahvé. Os daré un nuevo co 'azón, y pondré den-
. .

ti de vosotros un nuevo espíritu" (Ez. 36, 22, 26)


'

y ,

n lestro salmista exclama:

¡Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,


Y pon un espíritu nuevo dentro de mí! (v. 10).

1178. El Ser. Isaías igualmente había hecho oír


e te mensaj: de Yahvé: "Así dice Altísimo: Yo haU-
t( rn luqn^ e' evado y santo, -y también con el hombre con-
/í to " desalen' ado. para reanimar el espíritu de los
aha'idoft.para revivificar los corazones contritos" (Is. 57,
1') irdicando así oue Yahvé, en una etapa superior —
do su evolución, —
no desdeña habitar en el corazón hu-
millado del pecador. Y el autor del salmo 51, en parecida
forma reproduce esa idea diciendo:

Vn^'-'f-.'-'n nnrfí'-''ah'' e a Dios es el csr>írit7( atribulado


^'o enosprecies, oh Dios, e' corazón contrito y quebrañ-
itado (v.17).

De modo aue escrito ese salmo en el destierro


T''79.
o -oríodo sifriente ant s de la o^ra reconstruc-
t'va de Nehrmías. no es extraño oue una mano piadosa
le a"^p'"ara los do^ vs. -finales, puesto aue. segTjn nota
L R
<1. C-, "el autor de jlos vs. 1« y 19 no podía ád-
m'tir la condenación de los sacrificios (vs. 16 y 17);
é^ la comnT-ende como si se refiriera solamente al período

del destierro en el cual estando destruidos Jerusalem


• y-su--tí>mT9lo. -era- ímioosible- ofrecer gustos -sacrificios, «es*
decir sacr'ficíDs conforme a las leves rituales". ~
UPO. lo dicho se deduce claramente que aun-
óle se de.'i'^arten los vs. 18 v 19 ror no formar parte del
poeni^ original, ami asimismo el contenido de iQf jpbra rfiSí;
LITERATURA QUEJUMBROSA 307

tante comprueba cuán equivocada es la concepción tradi-


cional sobre ti origen de este salmo, la que por siglos lia
aceptado como verdad histórica la indicación del encabe-
zamiento del mismo. A,hora en cuanto a las ideas que él
expresa, ique le han valido por antonomasia el nombre de
salmo del arrepentimiento, y la estimación en que siem-
pre lo han tenido todos los cristianos, conviene puntuali-
zar que lo que aparenta ser grito de angustia de un co-
razón agobiado por el peso del pecado, no es sino fraseo-
logía convencional de una clase de literatura quejumbro-
sa peculiar a los antiguos pueblos semíticos. En efecto,
para éstos la enfermedad y el infortunio, el dolor físico
como el moral, eran la consecuencia del pecado individual
o la manifestación visible de la cólera de los dioses, por
lo que había que aplacar a éstos con ruegos u ofrendas
para obtener la cura o la liberación de aquellas calamida-
des. ¿ Qué autor sagrado israelita era aquel cuya aflicción
por sus pecados, le arrancó estos lamentos milenarios?

Que se apacigüe, Señor, el f uror de tu cólera. .

Me alimento de amargura y bebo las aguas de la angustia. .

Señor, numerosos son mis pecados, muy grandes mis trans-


[gresiones .

El Señor, en la cólera de su corazón, me lia castigado...


Caído estoy en tierra, y nadie me tiende la mano...
Lloro, y nadie me consuela.
Pido auxilio y nadie me oye,
Estoy agobiado, oprimido y nadie me libra...
Vuélvome a mi Dios misericordioso, y le imploro eri alta voz...
'Dios mío, que conoces lo desconocido, apiádate de mí. .

¿Hasta cuando, oh Dios miof...


¡Señor, no rechaces a tu siervo!
¡En medio de las olas tempestuosas, ayúdame, tómame de la
\_mano!
¡Los pecados que he cometido, cámbialos en buenas obras!
¡Las faltas que he cometido, que se las lleve el viento!. ..
•Mis numerosas trans'iresiones, quítalas como un vestido!...
¡Aunque nvs pecados fueran siete veces siete, perdona mis
[pecados!
308 SAUH(>8 AHI RO.BABlIiOM<J<>f»

1181. Leyendo la Biblia el piadoso lector, ¿no ha


encontrado alguna vez en ella, algunas de las frases y
exclamaciones que anteceden? ¿No serán también de
David los versos siguientes?:

;No desatiendas las manos que a ti se elevan!


Acepta su sacrificio. .

¡Que por tu voluntad se le perdone su pecado y se olvide su.


¡Que le deje la aflicción! [deUto!
¡Que se cure de su enfermedad!
¡Da al rey nuevas fxierzas vitales. .

Guarda al rey, que está a tus pies!


i

1182.Pues ni unos ni otros versos son de David,


ni de ningún otro autor inspirado por el Espíritu Santo.
La primtra transcripción forma parte de un salmo ti-
tulado "Las quejas del corazón arrepentido", y la se-
gunda pertenece al final de un "Himno al Sol", siendo
ambas composiciones de poetas del antiquísimo reino de
Summer y Accad, al Sur de la Mesopotamia. En las exca-
vaciones hechas durante la segunda mitad del siglo XIX,
n. e-, en el sitio que ocupó la ciudad de Nínive, se encon-
tró una colección de 20iO tabletas o ladrillos, pertenecien-
tes a la Biblioteca Real de Nínive, que forman una
obra seguida en tres libros, de los cuales, uno trata "de
los malos espíritus", otro, de enfermedades, y el tercero,
contiene himnos y plegarias, de los que son fragmentos,
los anteriormente transcritos (Ragozin Caldea, p. 151,
152, 184, 185; Causse^Lcs Plus, p. 111, 112). En un him-
no asiro - babilónico a la diosa Istar (la Astarté de U
Biblia) se lee al final:

Te invoco anhelante y doliente,


¡Mírame, oh soberana mía, acepta mi plegaria,
Mírame favorablemente y escucha mi súplica.
Di mi liberación y que se apacigüe tu corazón!
¡Liberta mi cuerpo que está lleno de confusión y de desóv'
[denes.
Liberta mi doliente corazón, lleno de lágrimas y de suspiros,
LA KJSmSlON DE liOS PtóCADOS 30Í

Libértame de mis tristes presagios, obscuros y confusos,


Liberta mi casa angustiada, que profiere lamentos,
Liberta mi alma saturada de llanto y de suspiros (1).

1183. El profesor Federico Jeremías, de Leipzig,


tratando de la religión de los babilonios y de los asi-
rlos, escribe: "Los himnos y las plegarias babilónicas, er
gran parte, están destinados a ceremonias mágicas . . .

En general la literatura religiosa está penetrada de


ideas demoniacas y astrológicas .... Los salmos peniten-
ciales constituyen una clase particular de encantamien-
tos. Pero hay que observar dos cosas: 1^ el lenguaje,
que justifica aquel nombre, pues el suplicante invoca
a la divinidad en términos conmovedores: "mientras la
divmidad está irritada, son las lágrimas su alimento y el
llanto su bebida, hasta que ella finalmente) le diga: Paa
a tu corazón" ... 2'' Para apreciar el valor moral y reli-
gioso de estos salmos debe considerarse que, sin excep-
ción, son provocados por infortunios, enfermedades, etc
El dios se ha retirado, y ahora los demonios se han apo-
derado del hombre para torturarlo. La gracia del dios
misericordioso, que es lo que se solicita en la plegariia, nc
es sino la liberación de la enfermedad. Esto es lo que
significa la remisión de los pecados. Curar y perdonai
son sinónimos" (Ciiantepie, p. 150, 151).
1184. Los poetas hebreos se expresan en el mismc
tono compungido y doliente, en sus salmos penitenciales,
con igual finalidad, como se ve a continuación:

¡Yahvé, no me reprendas en tu furor,


Ni me castigues en tu ira! (6, i; 38, 1)
Apicidate de mí, Yahvé, porque estoy enfermo;
Sáname, Yahvé, porgue mis huesos se estremecen.
Mi alma también está toda perturbada;
Y tú, oh Yahvé ¿hasta cuándo? (6, 2-3).
Mientras yo callaba, se han, consumido mis huesos.

(1) DHORME. Choix de Textes- p. 356, citado ,por OAUS-


SE. Les Plus, p. 114, 115.
310 JjAS enfermedades y la. CX>IiEKA DIVINA

Con mi continuo gemido.


Porque día y noche se agravó sobre mí tu mano;
Volvióse mi vigor en sequía de verano.
Te he hecho conocer mi^ pecado,
No te encubrí, mi iniquidad,
Dije: Confesaré mis transgresiones a Yahvé;
Y tú perdonaste la iniquidad de mi pecado.
Por esto orará a ti toda alma piadosa en el tiempo oportuno
Ciertamente las inundaciones de muchas aguas no la alean-
izarán (32, 3-6)
Nada hay intacto en mi carne, a causa de tu cólerü;
Nada está sano en mis huesos, a causa de mi pecado.
¡No me desampares, oh Yahvé;
Dios mío, no te alejes de mí!
Apresúrate a ayudarme.
Señor, que eres mi salvación (38, 3, 21, ¡i2).
¡Oye, oh Yahvé, mi oración.
Llegue mi clamor a ti!
¡No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia;

Inclina a mí tu oído;
En el día que te invoco, apresúrate a responderme!
Porque como humo se consumen mis días,
Y mis huesos arden como leña seca.
Herido como yerba está mi corazón, y se ha secado.
Porque me he olvidado de comer mi pan.
A fuerza de gemir,
Mis huesos se han pegado a mi carne.
Soy como el pelícano del desierto;
Soy como el buho de las ruinas.
Velo, y soy como gorrión solitario sobre el tejado (102, 1-7).
Extiendo mis manos hacia ti;
Mi ¡alma, como tierra sedienta, tiene sed de H.
¡Apresúrate, respóndeme, oh Yahvé,
Ha desfallecido mi espíritu.
No escondas de mí tu rostro,
Si no, seré semejante a los que descienden al hoyo! (143, 6, 7).

1185. Todas estas citas nos compru:ban que tan-


to los hebreos, como los asirios y babilonios creían que
LO» SArnTFTCIOS EXPIATORIO» Sil

las erfermedades y desgracias que aquejaban a los hu-


manos, provienen de la cólera de los dioses, cuando no
de la acción de espíritus malignos, y que el mejor me-
dio para cue el afligido obtuviera el alivio de tales ca-
lan^idades. era solicitar insistentemente de la divinidad
irritada que se calmase, que lo perdonara y que le diera
su ayuda y protección. Según la mentalidad de la énoca.
la enfermedad era la consecuencia directa de la falta,
ideas vue a menudo se confundían dado el materialis-
mo religioso de aquel entonces. Así la noción de impu-
reza se aülica tanto al enfermo como al perverso o pe-
cador. CCf. Dn^'ourcn. I. 110). Por eso, además de las
invccpcíop'-s al dios irritado rara oue aplacara su cóle-
ra y socorriera al penitente, éste buscaba borrar sus cul-
pas por medios físicos de purificación, como abluciones
y ^umio-aciones. El agua, el aire, el fuego, la sangre eran
pipm^ntos ntili'^ados para pliminar los pecados, las en-
^'pi'mpdades o las maldiciones de los enemigos. De acuer-
do con estos ritos de purificación exclama el salmista:

7 Oyifa mi perndo con Msono para que sea puro,


Lávarip. nvednré más hlanco oue la
-ii nieve.

11R6. F1 rro^'^ta T<!aífl«! increnándo a los -israeli-


su conf^uf+a. les decía igualmente:

^Viifi<!frn<í v^nvoíf están llenas de sangre!


Tavnn<i li^^'-'y^wriR. avarfarl (Je mi vista vuestras malas ohras,
CrvnrI de hncer malo...
lo
: Aii']/\n'\ie vtipsfros verndns fupsen romo la grana,
Cn->-o Ta viere sprnn emV anau ecidos : • - -

Anna^ip fueren roios como el carmesí.


Como lana quedarán! (A. 15^, 16, Í8'^). •
'

Así romo uno se desprende de ün fardo -eíue -le


1187.
TviAipsfa. tvfl«-nq qá^r^olo a otro nara
oue lo lleve, as^' tam-
h^áTi o] j-T^l físiVo o moral rara ser
expelido o com'urado
CP 1p tra+pba má jiramente por las purificaciones, sacrifi-
cios y ritos de eliminación en general. El -pecador podíaj^
812 liA OONFE8BON TERAPEUTICA

por contacto, trasmitir sus pecados lo mismo que sus do-


lencias a un intermediario, a menudo un animal, al que se
sacrificaba o se expulsaba de la comunidad, en sustitución
del penitente, aplacándose así al dios irritado. Eran es-
tos los sacrificios expiatorios, en los que la víctima su-
fría la pena merecida por el pecador. Profundizándose
estas ideas de pureza y de impureza, de dolencia física
y de transgresión moral, se llega por fin a considerar
esta última como independiente de la materia, como pro-
veniente de lo íntimo del individuo, y cuando se ha alcan-
zado ese grado de evolución, los procedimientos mágicos
de eliminación de la falta, hacen lugar a medios de or-
den ético. En nuestro salmo 51 se encuentran combina-
dos aquéllos con éstos, pues luego de solicitar el salmista
cue se le purifique con el hisopo, clama con Ezequiel. por
una renovación de su ser interior, demandando que Yah-
vé le ponga un nuevo espíritu, según vimos en el v. 10.
Recuérdpse también que la confesión de los pecados era
para los antiguos un medio muy usado a fin de obtener
la purificación sacramental, o sea la liberación de lo cue
se consideraba dañoso para el individuo v que obstacu-
lizaba sus buenas relaciones con la divinidad por lo que
Dhormp califica ese rito de confesión teranéutica. Al efec-
to escribe R. Bast'de lo siguiente: "La revelación de la
falta es para los primitivos un medio de purificación, por-
que, como dice Lé\T-Bruhl. avanza la contaminación o
el p'^cado oue se mantiene en secreto, mientras oue su
confesión imnide todo proq-r^so ulterior. En la isla Pos-
sel, el hecho de ové sea dif'oil un alumbramiento demues-
tra aue la muier ha sido adúltera; t)ero si revela el nom-
bre de su cómplice, entonces nace la criatura sin dificul-
tad. El pecado sale con las palabras nronunciadas se le
;

exr)ul«a del corazón por la boca. Puede s<=guirse la evolu-


ción de esta TJrá.ctica en los semitas, comparando los sal-
mos ^eíiit«*icíaleé de los asiro-baJbnonios con los salmos
de ios hebreos. Se ve de los uno<í a los otros, el procedi-
miento máoico de elimínacinVi ^del mal ñor la, -palabra
transformarse en maoníficas -rlpo-arias de confianza en
Dios. (Ese piTOCedírnientG ewUitivo ae nota en los mis-
mj SALMO 52 313

mos salmos hebreos, añadimos nosotros). La confesión


es uno de los raros medios de purificación que ha sobre-
vivido en las grandes religiones universalistas, por<i,ue
le era más particularmente fácil tomar un sentido espi-
ritual y moral. Se la halla en el mitrismo*, en el bu-
dismo, —del cual es una de sus raras ceremonias, y —
en el cristianismo" (p. 87).
1188. En resumen, pues, nada hay en el salmo 51
que justifique su atribución a David, y por el contrario
las ideas más espiritualistas que en él hallamos, son de
un período muy posterior a aquel monarca. Al respecto
conviene recordar que dos escritores ortodoxos de este
siglo, que han hecho un estudio especial de los Salmos,
a saber el protestante Briggs y el católico Minocchi, es-
tán de acuerdo en considerar que el salmo 51, es de la
época persa (üupou.'ícq, I, p. 378).

SALMO 52. — Del Director del canto. Maskü.


1189.
De David. Cuando idumeo Doeg vino a advertir a Saúl
el

diciéndole: "David entró en la casa de Ahimelec".

1 ¿Por qué te jactas de tu maldad,


Y te glorías hombre piadoso?
a expensas del
2 Todo el día meditas en el mal.
Til lengua es como navaja afilada, obrador de engaños.
3 Prefieres el wal al bien.
La mentira a la verdad, Selá.
4 No te complaces sino en discursos perniciosos,
¡Oh lengua pérfida!

5 Dios también te abatirá para siembre:


Te agarrará y te arrancará de tu tienda,
Te desarraigará de la tierra de los vivientes. Selá.
6 Los justos lo verán regocijados,
Y se reirán de ti, diciendo:
7 " ¡Mirad al hombre que no puso a Dios por su fortaleza,
Y que confiado en sus grandes bienes.
Buscaba .sus fuerzas en su riqueza!"
314 h)íu TWULO WiL, SAXtMO 53

8 Fero yo soy como el olivo verde en la casa de Dios:


Confio en la bondad de Dios por siempre jamás.
9 Te alabaré sin cesar cuando lo hayas realizado;
fi aclamaré la excelencia de tu nombre
Ln presencia de tus fieles.

llvO. La traducción de este salmo, que damos se-


gún JL.b. d. C, üiiiere bastante de otras versiones. Hay
en 10 iranbcripto, aos palabras heoreas, sobre cuyo senti-
do no están de acuerdo los iiebraistas maskil y selá. Unos
:

trauucen maskil por "poema didáctico", y otros por "poe-


ma compuv^sto con arce"; y en cuanto a selá, se suele
vertir por pausa, aun cuando atendiendo ai sentido etimo-
lógico del vocablo, hay quienes lo toman como indicación
de que uay que elevar la voz en el canto. Gautier da de
este ultimo término enigmático, la siguiente explicación:
"En Cienos momentos se interrumpía el canto de los
saimos para dar lugar al de una bendición o doxología
ejecutado con más tuerza y por coro más numeroso, y qui-
zas acompañado por instrumentos de música. Selá marca-
ría así el lugar de tsas paradas momentáneas, por lo que
es natural que se le encuentre habitualmente entre dos
esiroxas y al lin del salmo (II, p. 24).
1191. La indicación histórica del titulo se refiere
a la narración de los caps. 21 y 22 de I Sam. Bien que
por más que uno lea y relea el salmo, no halle en él la más
mínima relación entre lo que se expresa en el encabeza-
miento y el contenido de esa poesía, la ortodoxia, en cam-
bio, «on las antiparras de la fe, descubre en cada uno de
sus versículos referencias a aquel suceso de la vida de
David. Así L. B.A. comentando el valor educativo espe-
cial de este salmo,— pues lo halla precedido por la pala-
bra Maskil, a. la que da ese significado didáctico, —escri-
be: "En efecto es una lección divina bien notable la que
se desprende de la historia de un Doeg con relación a la
de David: el uno omnipotente ante su amo (porque L.
B. A. traduce el v. 1': "¿Por qué te glorias de tu maldad,
HOMBRE PODEROSO?) gracias a la calumnia asesi-
nando a 85 sacerdotes y autor de la destrucción de toda
DOE» DUO LA VERDAD 315

una ciudad; el otro, fugitivo, sin cesar amenazado de


muerte. Pero el primero desaparece de la escena de la
historia, sin que nunca más se le vuelva a mencionar; en
cambio, el segundo llega a ser el fundador de una di-
nastía que no debe extinguirse. Los detalles del salmo
entran perfectamente en el cuadro de la historia de Doeg;
NINGUN RASGO, SIN EMBARGO, A NO SER LA
MENCION DE lA CALUMNIA, NO LA RECUERDA
EXPRESAMEiNTE". Para derrumbar este castillo de
naipes, basta con tomar nota de la última parte de es-
ta confesión: nada hay en nuestro salmo que recuerde
expresamente la historia de Doesr. Pero se agrega: "a no
ser la mención de la calumnia". Por más que se bu&cue,
no Sfí hallará en todo el salmo tal mención. Quizás en-
cuentre L. B. A. referencia a la calumnia, en la primera
estrofa, cuyo v. 2 traduce así:

Til hvqna no inventa sino arruinOy


Es afilada navaja, sólo dice mentiras.

1192. En anotando las palabras del v. 1,


efecto,
"hombre poderoso" "Doeg mostró su gran
o "héroe", dice :

poder calumniando y asesinando inocentes", y agrega a


continuación esta frase de la Rochefoucauld "Hay héroes
:

del mal como del bien". Pero esto es la defensa de la de-


sesperación, o s'^a. pl em"Deño en demostrar, cueste lo
que cueste oue la indicación del t'tulo es históricamente
verdadera. Veamos qué nos dice el übro de Samuel: El
idumeo Do^cf, se encontraba en el santuario de Nob, y-
DresPnció cuando el sacerdote Abimelec le dió a David
los panes de la proposición y la espada de Goliat. Más
tarde reprochando Saúl a sus siervos que no lo informa-
ban de las andanzas subversivas de David, Doeg le de-
claró lo oue él había visto en la citada ocasión, en el san-
tuario de Nob, Como consecuencia de ese informe, Saúl
mandó matar a Abimelec. a los demás sacerdotes de
aoufl santuario y a toda la población de Nob, siendo la
matan'7;a de todos los sacerdotes efectuada por el mismo
Doeg-, de acuerdo con el mandato de Saúl (§ 946). Ahora
316 DOKG DUIO LA VERDAD

bien, precisemos bien el significado de las palabras:


¿dónde existe aquí la calumnia cue se le enrostra a Doeg?
Seg'ún el Diccionario, es calumnia la acusación falsa he-
cha maliciosamente para causar daño. Pues bien, Doeg
ni calumnió, ni mintió; se limitó a decir la verdad., para
defenderse de un injustificado reproche de su amo y rey,
sin que pudiera sospechar las gravísimas consecuencias
que llegaron a tener sus palabras. En cambio, se le po-
dría reprochar haber sido delator y verdugo; pero nun-
ca calumniador. Ahora en cuanto a que Doeg era hom-
bre omnipotente o poderosísimo, es alterar tendenciosa-
mente los datos históricos del libro de Samuel, según el
cual aquél era un extranjero, simple jefe de los pastores
de Saúl (21, 7). Se ve, pues, cuan desprovista de funda-
mento es toda la argumentación formulada para soste-
ner la historicidad * del título de nuestro salmo. "¿Con-
tra quién son las imprecaciones de esta poesía?" se pre-
gunta Reuss. Y contesta: "Los antiguos descubrieron en
la historia de David el nombre de un empleado de Saúl (I
Sam. 22, .9) cue refirió a este rey que aquél había en-
contrado asilo momentáneo en casa de un sacerdote de
los alrededores, v que fue así la causa de una gran
matanza de hombres inoce-ntes. Pero de matanzas, ni
una palabra dice nuestro salmo; de hostilidades guí^rre-
ras. tampoco: bien fuera de lugar ser'a por lo tanto la
cólera poética contra tan obscuro delator. Y después, la
persona contra la cual se encoleriza el autor, es un men-
tiroso; Doeg sólo había d'cho la verdad. ¡Y su castiffo
debe ser objeto de acciones de gracias solemnes en pre-
sencia de los fieles en la casa de Dios! :Cuán mal cua-
dra todo esto con el r^]&to oue se le relaciona! iCuán im-

r)o«ible es todo esto pn la énoca del hiio de Isaí !". Gautier
al observar que el salmo 52 no está de acuerdo con el
encabezamiento ^el título, escribe: "El poeta se pronun-
cia contra un "héroe" y le reprocha su falsía y sus em-
bustes. Pero el servidor de Saúl no refirió sino la ver-
dad a su amo. Más aún: David no supo la delación de
Doeg sino en el momento en oue tuvo noticias a la vez
de que ese mismo personaje había dado muerte a los
KL SAI/MO 52 Y EI^ TBMPIX> 317

infortunados sacerdotes de Nob. Sería, pues, colar eí mos-


quito y trabar el cajnello, el maldecir al denunciador sin
expresar una sola palabra del verdugo" (II, j.. 32).
1193. David, como lo reconoce el abate Desnoyers
(II, 102 n. 2), no pudn escribir: "Yo soy olivo verde en
LACA&jíDE DIOH", pues en su época no exi.^.tía aún el
templo de Yahvé. Todo el salmo demuestra, pues, la fal-
sedad de la indicación histórica de su encabezamiento:
nada tiene que ver con el episodio ae Doeg, ni pudo Da-
vid ser el autor de ese himno. ¿Qué se -propuso el poeta
>\\xe lo escribió? Ajquí entramos en el terreno de las
conjeturas. Reuss supone que los reproches del poeta se
dirigen^ Quizás contra "uno de esos miserables, vendidos
a los dominadores extranjeros, y que, instrumentos com-
placientes de la tiranía, llegaron a ser la causa primera
del movimiento patriótico y religioso que concluyó por
traer la libertad". Nosotros vemos en esta composición
uno de tantos salmos en que se oponen los anavim, es
decir, los pobres, humildes y piadosos, a los redhaim^ o
sea, los malos, ricos y podero.'íos. En esta 'clase de litera-
tura se recarga de tintas negras a los últimos: aquí el
malo es un enredador, obrador de engaños, meditando
todo el día en el mal, amante de la mentira, que confiado
en sus grandes bienes busca su fuerza en sus riquezas,
mientras que los justos, cue ponen en Dios su fortaleza,
se regocijarán cuando llegue el día en que aquél será cas-
tigado. Es este, pues, un episodio c'e la lucha del justo
con el impío, del pobre con el rico perverso, que termina
con el triunfo del primero. El pobre, hombre piadoso que
vive en la casa de Yahvé, confía en la bondad de su dios,
y cuando éste realice la obra de justicia esperada, aba-
tiendo y desarraigando al malo de lengua pérfida, en-
tonces aquél proclamará la excelencia del nombre de Yah-
vé. en presencia de todos los fieles. Tal es, a nuestro
juicio, lo que se desprende de este cántico.

Salmo 54. — 1194. Del Director del canto. Con ins-


trumentos de cuerdas. Maslcil. De David. Cuando los zifeos
iñnieron a decir a Saúl: "David está oculto entre nosotros".
318 Eli TITUIiO DEL SALMO 54

1 ¡Oh Dios, sálvame por tu nombre,


Hazmejusticia con tu poder!
2 ¡Escucha, oh Dios, mi oración.
Presta oídos a las palabras de mi boca!

.? Extranjeros (u orgullosos) se han levantado contra mí;


Hombres violentos atentan contra mi vida;
No se preocupan de Dios. Selá.

4 He aquí, Dios es mi protector;


El Señor es de aquellos que defienden mi vida.
5 ¡Devuelva él, el mal a mis adversarios:
Según tu fidelidad, extermínalos! ,

6 Con sumo placer te ofreceré sacrificios


Alabaré, Yahvé, la excelencia de tu nombre,
7 Cuando me hayas librado de toda angustia,
Y se regocijen mis ojos con la vista de mis enemigos ven-
Zcidos.

1195. I.a referencia histórica del título de este sal-


mo está textualmente tomada de I Sam. 23, 19; no pue-
de pues, ser de David. Esa cita en el encabezamiento del
himno, no pasa, en consecuencia, de ser una simple con-
jetura del escriba que por su cuenta le puso inscripcio-
nes a los salmos. Tal conjetura es completamente arbi-
traria puesto que no resulta del texto del salmo. Segiín
,

el relato del libro de Samuel, los zifeos denunciaron a


Saúl cue David con su gente merodeaba por el desierto
de Maón. Saúl entonces lo persiguió, y lo hubiera apresa-
do, si no hubiese sido porque tuvo que acudir a comba-
tir a los filisteos, que habían hecho una incursión en Is-
rael, por lo que David pudo escapar de la tenaz perse-
cución de aquel rey. Ahora bien, seg^ún L. B. A., "nues-
tro salmo es la ardiente ple«:aria que David dirisrió a
Dios en aquel momento, plegaria que fué maravillosa-
mente escuchada (exaudida), porque la repentina incur-
s^'ón de los filisteos sobrevino a tiempo para impedirle a
Saúl que lo apresara en el desierto de Maón". ¿Qué —
SAIiMOa Dftl VJBNOANZA 319

hay de cierto en esta alegación de la ortodoxia? Como


en los demás casos ya esmuiaaos, no nay- aquí oira
razón para lunaar lai aserto, smo la pretenuiaa auioriüctd
del título. Ahora bien, éste es aquí lan laiso como lus
anceriormence examixiados. En eiecio, sólo pueaen con-
ceptuarse plegaria ion tres primeros versículos, y en elios
el suplícame piüe a Dios que lo salve, le naga justicia
y lo iitre ae los t.xuanjeros u orgullosos que se na,n
levantado contra él, de los violentos que ateiuan conua
su vida, quienes no se preocupan ae Dios. Uigase impar-
cial y desapasionaüamence si esto tiene algo que ver con
David perseguido por su compatriota Saúl. A,üemas ¿1 v.
3 es una reproducción del v. i4 aei salmo ob, como se ve
a continuación:

¡Oh Dios! los soderbios (u orgullosos) se han levantado


'
[contra ini,
I

Una banda de violentos atenían contra mi vítia,

Y no se preocupan de ti.

1196. Reuss entiende que este salmo debe haber


sido dscrito en la época de la oprts.ón siria del Sigio li,
lunaanuo su opmion en las siguientes rabones: "Los
enemigos, que son extranjeros, barbaros, hombres vio-
lentos y crueles, y al mismo tiempo paganos que no se
preocupan oel veraadero Dios, y contra los cuales no se
deuende sino por medio de la oración, deciden perento-
riamente la situación c,ue inspiró el salmo. No es cierta-
mente un individuo el que habla, y menos aún un gue-
rrero que tiene en sus manos las armas y que acostum-
bra nacer uso de ellas; cs un pueblo pacífico y oprimi-
do que desde mucho üempo atrás ha perdido ya hasta el
recuerdo de su antiguo valor militar. Ni aún siquiera se
trata de una invasión reciente de conquistadores, sino de
una opresión permanente que amenaza reducir la nación
al colmo del ini'ortun'o". Este cántico pertenece al gruf o
de los llamados "saín os d3 venganza", pues su autor, con
odio reconcentrado, no sólo pide a su dios el extermin o
de sus enemigos, sino que condiciona sus alabanzas y sa-
S20 mj SALMO 57

crificios, a que Yahvé le conceda tal pedido.

¡DEVUELVA DIOS EL MAL A MIS ADVERSARIOS;


Según tu fidelidad, EXTERMÍNALOS!
Con sumo placer te ofreceré sacrificios;
Alabaré, Yahvé, la excelencia de tu nombre,
Cuando me hayas librado de toda angustia,
Y SE REGOCIJEN MIS OJOS CON LA VISTA DE
ÍMIS enemigos VENCIDOS
1

1197. Indudablemente que esto nada tiene de edi-


ficante para la piedad individual. Si bien aquí el poeta no
expresa sus propios sentimientos, sino los de su pueblo
oprimido, no es menos evidente que a la luz de los princi-
pios evangélicos, no encuentran justificativo tales súpli-
cas de exterminio y tales manifestaciones de anticipado
regocijo por los males que el dios vengativo acarreará so-
bre los enemigos de su pueblo. El Dios de los salmos de
venganza, no es todavía el Dios de amor del cristianismo,
sino el bárbaro Yahvé. que decretaba el Kherem contra
las naciones hostiles a Israel.

SALMO 57. — 1198. Del Director del canto. "No des- .

truyas". De David. Miktam. Cuando huyendo de Saúl, ^e re-


fugió en la caverna.
1 ¡Apiádate de mí, oh Dios, apiádate de mí!
Porque en ti se ha refugiado mi alma.
Bajo la sombra de tus alas me ocultaré.
Hasta que la calamidad haya pasado.
2 Invoco a Dios, el Altísimo,
El Dios que obra en mi favor.
3 Envíe él desde los cielos en mi auxilio,
Envíe Dios su- bondad y su fidelidad.
Derribe por tierra a los que me oprimen. Selá.
4 Habito en medio de leones,
(1)

(1) En el original, falta aquí un verso, reemplazado por


estas palabras: "inflamados, hombres".
EL TITULO DEL SAIAIO 57 S21

De hombres cuyos dientes son lanzas y flechas,


Ycuya lengua es cortante espada.
5 ¡Exáltate, oh Dios, a lo más alto de los cielos,
Resplandezca tu gloria sobre toda la tierra!

6 Tendieron una red bajo mis pasos:


Ellos serán atrapados.
Cavaron un hoyo delante de mí:
Ellos caerán en él. Selá.
7 Firme está mi corazón, oh Dios,
Firme está mi corazón.
Quiero cantar al son de los instrumentos
8 Tú "eres mi gloria.
Despertad, arpa y cítara:
Yo despertaré a la aurora.
9 Te alabaré entre los pueblos, oh Señor,
Te celebraré entre las naciones.
10 Porque se eleva hasta los cielos tu bondad,
Y hasta las nuhes tu fidelidad.
11 ¡Exáltate, oh Dios, a lo más alto de los cielos.
Resplandezca tu gloria sobre toda la tierra!

1199. Las palabras "No destruyas" del encabeza-


miento de este salmo 57, antes habían dado lugar a los más
variados comentarios. Así nos dice Scío que "se explican
comúnmente en boca de David hablando con Dios No me :

entregues a mis enemigos, para que me acaben". Hoy,


sin embargo, generalmente se acepta ique esas, como otras
frases por el estilo que figuran en el encabezamiento de
los salmos, eran las primeras palabras de algún cántico
conocido, según cuya melodía debía cantarse, o bien se
referían al modo en el cual debía ejecutarse el salmo
(L. B. d. C. Véase § 1161 y el título del salmo 59,
§ 1203). Por lo que respecta a la frase final del tí-
tulo, recuérdese que en el libro ide Samuel se refiere que
David, huyendo de la persecución de Saúl, varias veces
se refugió en cavernas: entre otras se citan, las de Adu-
llam (I Sam. 22, l) y una en el desierto de Engadí (24,
1-3). L. B. A. cree que David escribió este salmo en la
322 ORIGEN DEL SALMO 57, SEGUN LA 0RT01>0XJA

caverna de AduUam, donde moró cierto tiempo y donde


se le juntaron 400 hombres, que lo reconocieron como
jefe. "jJespués de sus angustias de Gath, dice L. B. A.,
(cuando en la corte de Aquis se fingió loco), debía sen-
tirse relativamente seguro en aquel refugio, cuyas bóve-
das evocaban en su espíritu la idea de las podéroslas alas
del mismo Dios (v. 1)". Scío, en cambio, se deciae por la
otra citada caverna, y así expresa: "David campuso este
salmo cuando se vió obligado a guarecerse en La cueva de
Engadi, huyendo del furor de Saúl, que iba en su segui-
miento ". Recordemos que los hombres que se le reunieron
a David en la caverna de AduUam, y que después lo si-
guieron en sus correrías por los lugares desiertos del Sur
de Judá, eran, según nos informa el Libro Sagrado, "los
descontentos, los que tenían deudas", en general los
que ñabian ruto con la sociedad, elemento todo lapto para
las depredaciones y matanzas despiadadas que realizó
poco después David, cuando se estableció en la ciudad de
Siclag. biendo esto así, es indudaole que dado aquel me-
dio y aquella clase de ¡gente, y convertido él en capitán
de bandidos, no eran tales circunstancias las más apro-
piadas para componer cánticos a un dios llamado "el Altí-
simo", cuya bondad y fidelidad se ensalzan, y cuya gloria
se pide resplandezca sobre toda la tierra, — dios ese ig-
norado de David, quien no conocía más que a Yahvé, cu-
yo poder no excedía de las fronteras de Israel. Todas las
afirmaciones al respecto de la ortodoxia no tienen otra
base que la autoridad del título, o sea, que fué un hom-
bre inspirado por el Espíritu Santo, — y que por lo tanto
no pudo equivocarse, — quien puso tal indicación histó-
rica al comienzo del salmo. El escriba autor de ese desa-
guisado, quizás conjeturó que cabía aquí el título de la
referencia: "Cuando huyendo de Saúl, se refugió en la
caverna", porque esas cuevas solían ser guaridas de leo-
nes, y en el v. 4 se dice: "Habito en medio de leones".
Pero ni aún esa lejana analogía es admisible, porque los
tales leones, en la composición poética, son hombres fe-
roces, "cuyos dientes son lanzas y flechas, cuya lengua es
cortante espada".
EL SAIiMO 57 Y LA COüVÜUNIDAD ISRAELITA 323
{

1200. Este salmo es de un poeta ique reproduce


expresiones de otras composiciones suyas, o que las to-
ma de otros salmos. Así el v. 10, lo encontramos en
Sal. 36, 5:

¡Oh Yahvé, se eleva hasta los cielos tu bondad.


Y hasta las nubes tu fidelidad!

Y ctti el V. 7 del mismo salino lieeimos :

jCuán preciosa es tu bondad, oh Dios!


Los hijos de los hombres se refugian bajo la sombra de
[tus alas,

donde vemos la misma imagen del v. 1 de nuestro salmo


57: "Bajo la sombra de tus alas me ocídtaré". Ade- —
más los vs. 7-11 forman la primera parte del salmo
108, lo que nos muestra las distintas manos que
han intervenido en la composición o en el retoque de
muchos de los cánticos del Salterio.
1201. Aquí como en el 54, que acabamos de estu-
diar, se ataca a hombres que causan mucho mal con la
lengua (v. 4). Sin embargo la segunda parte del salmo
no guarda relación con la primera, pues si en ésta se so-
licita el concurso de 'Dios para derribar a los opresores,
en aquélla, en versos desbordantes de lirismo, se quiere
alabarlo "entre los pueblos", "entre las naciones", por su
gran misericordia y fidelidad, es decir, (que ya había pa-
sado el período anterior de la opresión. L. B d. C. juzga
este salmo en los siguientes términos: "A lo menos bajo
su forma actual, no puede este salmo expresar sino los
sentimientos de la comunidad de Israel (véase, p. ej., el
V. 9 y sobre todo el estribillo 5 y 11, en el que se pide a
Dios que manifieste su realeza en el universo, o sea. que
inaugure la era mesiánica). Pero primitivamente pudo
ser una plegaria individual, que se habría transforma-
do después en un cántico para 'uso de la colectividad, por
medio de algunas adiciones (vs. 5. 9, 11) en la época en :

que ae insertaron los "Selá" (vs. 3, 6), no estaba aún el


324 ISL SALiMO M
salmo, como hoy, dividido claramente en dos estrofas (1-5
y 6-Jl) por un estribillo".
1202. La ortodoxia católica sortea estas dificul-
tades acudiendo, como de costumbre a la alegoría. Scío
traduce el estribillo de los vs. 5 y 11 así: "Seas ensal-
zado, oh Dios, sobre los cielos, y tu gloria por toda la
tierra", al que le pone esta nota: "En este apostrofe del
Profeta se reconocen sus ansias y un vaticinio expreso
de la ascensión de Jesucristo a los cielos y de la propa-
gación de su gloria, y de este misterio por toda la tie-
rra. S. Atanasio, S. Agustín** S. Hilario, y la Igle-
sia en su oficio solemne. Vemos que la gloria de Cris-
to está difundida por toda la Tierra y como este es efecto
;

de su gloriosa exaltación sobre los cielos, debemos cre'&r


esta exaltación que no vemos". Curioso argumento este
último en el que la lógica no queda muy bien parada.
Anotando igualmente Scío el v. 6 manifiesta que "puede
ser alusivo a los dos lances, en que Dios le puso en las
manos a Saúl; pero todo es figura de las victorias de
Cr'jj^o sobre la muerte y el infierno" (!!).

SALMO 59. —
1203. ¡Del Director del canto. "No des-
truyas". De David. Miktam. Cuando Sa{d mandó vigilar su
casa para matarlo.

1 ¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío.


Asegúrame un alto refugio contra mis adversarios!
2 ¡Líbrame de los obradores de iniquidad
Y sálvame de los hombres sanguinarios!
3 Helos aquí acechando para quitarme la vida;
Hombres violentos se concitan contra mí.
Sin que yo haya cometido falta ni pecado, oh Yahvé,
4^ Sin que yo sea culpable, corren y se preparan al ataque.
5^ ¡Y tú, Yahvé, dios de los ejércitos, dios de Israel,
4^ Despiértate, ven a mi y mira!
5^ ¡Despiértate, ven a castigar o. todos estos paganos.
No tengas piedad con ninguno de los que traman el mal!
6 Vuelven por la noche, [_Selá.
Aullando como perros,
Y dan vueltas por la ciudad.
DAVID T EL SALMO S» 325

7 Tienen espuma en la toco, y el ultraje en los labios,


Porgue, dicen: ¿Quién oye?
8 Pero til, Salivé, tú te ríes de ellos,
Tú te hurlas de todos esos paganos.
9 Eres mi fuerza, yo te celebraré,
Porque eres, oh Dios, mi alto refugio.
10 La bondad de mi Dios vendrá delante de mi;
Dios me hará gozar de la vista de mis enemigos (vencidos).
11 ¡No los mates, no sea que lo olvide mi pueblo:
Con tu poder, hazlos vivir errantes y vagabundos!
¡Entrégalos, Señor,
12 A las consecuencias del pecado de sío boca, de las palabras.
Sean ellos tomados en su orgullo! [de sus labios;
A causa de los falsos juramentos que profieren,
1.3 Destiérralos en tu cólera y que desaparezcan.
Sépase hasta los confines de la tierra.
Que hay un dios que reina en Jacob. Selá.
14 Vuelven por la noche
Aullando como perros,
T dan vueltas por la ciudad.
15 Por aquí y por allá andan buscando alimento,
Y gruñen si no lo encuentran.
16 En cuanto a mí, yo canto tu poder;
Aclamo cada mañana tu bondad;
Porque eres para mí un baluarte,
Tin refugio en el día de la calamidad.
17 Eres mi fuerza, yo te celebraré.
Porque eres, oh Dios, mi alto refugio.
La bondad de mi Dios (^eftc.. .) (1). .

1204. Para la ortodoxia no hay duda alguna que


este salmo 59, lo escribió David, en la ocasión indicada
en el título (I Sam. 19, ll-lS; § 924). He aquí las razones
de tal creencia, que nos da L. B. A.: "Los enemigos que
dan vueltas por la ciudad (vs. 6 y 14) prontos a matar al
,

(1) El fin de este segundo estribillo (vs. 9. 10) está sólo


indicado abreviadamente (L. B. ñ. C.).
326 SAUL- TRATA DE MATAR A DAVID
1

que buscan ;
no se atreven aún a atacarlo en su
pero que
casa, pueden ser muy bien emisarios de Saúl. Todavía no
ha sido dadí' la orden formal de apresar a David en su
casa pero se sabe que el rey, que ha querido ya matarlo
;

con su propia mano, busca medios indirectos de hacerlo


perecer, y la mejor manera de ganar su favor era anti-
ciparse a sus deseos. David y Mical se dan cuenta de esos
desigTiios, ven estrecharse día a día alrededor de su casa,
el círculo de las gentes malintencionadas, hasta el mo-
mento en que el desenlace fatal sólo es evitado, humana-
mente hablando, gracias a la sagacidad de Mical (I Sam.
19, 11). En nuestro salmo, compuesto quizás mucho tiem-
po después de los sucesos que recuerda, reprodujo David
sus impresiones y sus plegarias de aquel entonces". Aho-
ra bien para ver lo carentes de fundamento de estas ra-
zones, basta recordar lo que expresa el cap. 19 de I Sam.
Gracias a la intervención de Jonatán, Saúl se reconcilia
con David, "y Jonatán trajo David a Saúl, y él estuvo en
su presencia como antes" (v. 7). De modo que reconcilia-
dos suegro y yerno, y habiendo vuelto éste a obtener el
favor de aquél, como antes, no es admisible la suposi-
ción de L. B. A. que sicarios de Saúl, a fin de complacer-
lo rondaran la casa de David con objeto de matarlo, —
suposición formulada para encontrar una explicación
plausible a los vs. 6 y 14 de nuestro salmo. Además, las
palabras del encabezamiento: ''Cuando Said mandó vigilar
su casa para matarlo", están tomadas casi textualmente
del V. 11 de I Sam. 19, que comienza así: "Y envió Saúl
mensajeros a casa de .David, para vigilarlo y para matar-
lo por la mañana".
1205. Recuérdese que según el citado capítulo, lar-
go tiempo después de la referida reconciliación, — pues
en ese intervalo ocurrió una guerra contra los filisteos,
en la cual salió vencedor David (v. 8), —volvió el espí-
ritu malo de Yahvé, a atacar a Saúl, y mientras David
procuraba aliviarlo con su cítara. Saúl trató de atravesar
a éste con su lanza, propósito que no realizó; pero en vir-
tud del cual se vió obligado David a huir de aquel enfer-
mo peligroso. Y luego viene el relato que principia con el
LOS ESPIAS DE .SAUL 327

V. 11 y que hemos transcrito en el § 924. De modo que lo

narmdo en dicho v. 11 ocurrió en seguida de esa tentativa


de asesinato, pues la misión de los espías del rey era ase-
gurarse que David permanecía en su casa, para que Saúl
pudiera matarlo a la mañana siguiente. Eso y nada más
que eso dice el texto, lo que indudablemente no se conci-
lla con el contenido del salmo 59, en el que figuran unos
enemigos que cada noche volv;ian a recorrer la ciudad,
proiiriendo juramentos (v. 12), aullando como perros,
Duscanao alimento y gruñendo sí no lo encontraban.
¿Que tiene que ver todo esto con unos espías mandados
por Saúl a vigilar la casa de David, quienes naturalmen-
te detoian permanecer ocultos y silenciosos, y que eran
en tan corto número, que no rodearon toda la casa, limi-
tándose a permanecer frente a la puerta de entrada de la
misma, por lo que no notaron que David se escapaba por
una ventana del otro lado del edificio? Además tampoco
concuerda con la inscripción del titulo la suposición de
L. B. A. de que David compuso este salmo mucho tiempo
después de ese suceso, pues la citada indicación histórica
dice: f Cuando Saúl mathdó vigilar la casa de David para
matarlo", es decir, que para el autor de ella, el poema
debió ser escrito en ese momento, pues si no, carece de
justificativo el título. Y ¿quién puede sensatamente creer
que en los momentos en que Mical, — que había descu-
bierto a los espías,— instaba a David para que se esca-
para, diciéndole: "Si no te salvas esta noche, mañana serás
muerto", David se entretuviera en escribir este salmo?
Solo el interesado empeño en defender a capa y espada
la verdad del mencionado título, puede, a despecho de
toda lógica hacer que se sostenga una tesis tan noto-
riamente absurda.
1206. En cuanto a la ortodoxia católica, pasa como
sobre ascuas por sobre el sentido recto o natural del sal-
mo, y como de costumbre, se refugia en la explicación
alegórica del mismo. Así Scío escribe al respecto: "El
título de este salmo dice cual es el argumento a que mi-
ra el sentido literal, y que puede leerse en el I de los Re-
yes 19, 11 (o sea, I Sam. 19, El espiritual puede adap-
328 KXl^JÜICACIOiV ALtXiORICA . DEL SALMO 50
j

tarse con mucha propiedad a lo que debía suceder


al Salvador del mundo de parte de las judíos, a la dis-
posición d© éstos, y a la vocación de los gentiles^ y gene-
ralmente también a todos los justos que son violejita
e injustamente perseguidos". D-e modo que para la orto-
doxia católica, estamos aquí uo tan solo ante la obra
del POETA-rey, sino además ante la del PROFETA-rey.
Por eso anotando el v. 7 dice el mismo traductor de La
Vulgata: "San Agustín expone estos dos versículos de
la conversión de los judíos al fin del mando. S. Jeró-
nimo, S. Hilario, Theodoreto y otros creen que alude el
PROFETA a su dispersión, después que Tito destruyó
la ciudad de Jerusulem". Y con resi)ecto a las palabras:
" ¿Quién oyef" o " ¿Quién ha oidof", del mismo v., agrega:
"Otros lo exponen de este modo: Bien podemos hablar
con libertad, porque nadie nos oye, ni hay quien pueda dar
de ello aviso a David. El hebreo: ¿Porque quién hay
que lo oiga? LO QUE MUCHOS APLICAN A LOS QUE
NO CREEN QUE HAYA PROVIDENCLV NI JUICIO DE
DIOS". Igualmente en nota al v. 11'', que Scío (lo mismo
que Pratt) traduce: "Dispérsalos con tu poder- y abáte-
los", expresa aquel exégeta: "ESTA PROFECIA se ve
ha tenido su entero cumplimiento en los judíos, que fue-
ron y están dispersos después de la muerte de Jesucris-
to. S. Agustín". L. B. A. nota concordemente que "se
ha observado a menudo cómo se han realizado estas pala-
bras en el pueblo judío".
1207.Comentando las palabras del v. 12, "el peca-
do {o el delito) de su boca", dice Scío: "El delito gran-
de que cometieron los judíos, del que todavía padecen la
pena, y la padecerán hasta el fin del mundo, fue el ha-
ber pedido con tanta msolencia 'y rabia a Pilato la muer-
te de Jesucristo, y la execración de haber cargado so-
bre sí y sobre sus hijos la sangre del inocente, y las
mentiras y blasfemias que dijeron contra el Señor, y se
refieren por los sagrados evangelistas", Y en los vs. si-
guientes encuentra aquel católico exégeta, la confirma-
ción de que esta parte del salmo es una profecía contra
los judíos, y así en nota a 13», —
que de acuerdo con la ver-
HL DINE5RO Y LOS DEIOIDAS 329

sión anfibológica de ia Vulgata, traduce: "Por el acaba-


miento, por Ja ira del acabamiento y no serán", —
dice:
"El acabamiento es la ruina y destrucción de Jerusalem.
ISrO SERÁN MÁS PUEBLO', no tendrán más rey, NI
SACERDOTE, ni patria, ni reino, ni estado fijo sobre
!a Francamente que escribir que los judíos no
tierra".
constituyen un pueblo, ni tienen sacerdote, es abusar
de credulidad o contar con la ignorancia de los lec-
la
tores.Y en cuanto a la comparación de los perros que
"andan dispersos para comer" (v. 15), suponiendo siem-
pre que el salmista tiene aquí en vista a los judíos, nos
manifiesta Scío: "Andarán de puerta en puerta como
mendigos buscando el pan; y por cuanto sucederá fre-
cuentemente que por falta de él no puedan saciar su ham-
bre, llenos de impaciencia murmurarán". Si tal es el sen-
tido de la pretendida profecía, ésta ha resultado comple-
tamente desautorizada por los hechos, pues no han sido
los judíos los que han tenido que ir de puerta en puerta
mendigando el sustento, sino, por el contrario, nos ense-
ña la historia de los pasados tiempos, sobre todo en la
Edad Media, que fueron los reyes cristianos quienes tu-
vieron que solicitar humildemente de los banqueros ju-
díos que les prestaran los tesoros de sus arcas, cuando
no juzgaban más práctico, incoarles procesos por impie-
dad o por cualquier otro fútil motivo para aprisionarlos,
matarlos y apoderarse de sus bienes. Los "perros ju-
díos" eran deicidas, y había que concluir con ellos pero ;

su oro no estaba contaminado y podían tomarlo los prín-


cipes y magnates cristianos, —
tan ricos en fe como po-
bres en recursos de este bajo mundo, —
y disfrutar de
él con toda tranquilidad de conciencia. Y finalmente nos
enseña Scío que los tres últimos vs. de nuestro salmo, pue-
den aplicarse a Jesucristo, y considerarle al mismo tiempo
dando gracias a su Eterno Padre la mañana de su glo-
riosa resurrección, por haberle librado del imperio de la
muerte y del poder de todos sus enemigos". De manera,
pues, que de un extremo a otro del salmo, la ortodoxia
católica, acompañada también a veces por la protestan-
330 LOS ANAVEM Y LOS REJOHAOI

te, descubre bajo el velo de la letra, ocultas verdades


o vaticinios sobre Jesús y los judíos.
1208, Pero el oue libre de todo interés dogmático
analice con detención este salmo 59, no hallará en él la
obra de un rey, ni la de un profeta, sino la de un simple
vate que escribiendo sobre un suceso que ignoramos, ha-
ce alusiones a hechos que no podemos claramente com-
prender. Sin embargo, se ve que los enemigos contra
quienes solicita el autor la ayuda de Yahvé, son paganos
(vs. 5, 8,), que están en una ciudad (vs. 6, 14), proba-
blemente en Jerusalem, que profieren falsos juramentos
e injurias (v. 12) pero que a la vez son hombres vio-
;

lentos y sanguinarios, obradores de iniquidad, que se con-


gregan para matar al ser individual o ente colectivo que
habla en primera persona del singular, el cual proclama
su inocencia (vs. 2-4) y pide a su dios, primero que no
tenga piedad con aquellos (v. 5'0, y después ^que se limi-
te a hacerlos vivir errantes y vagabundos (v. 11). L. B.
d. C. opina que en los vs. 6 y 14 quizás aluda el autor a
bandas de vagabundos, a las cuales los jefes paganos o
impíos de Jerusalem permitían que molestasen a sus ad-
versarios políticos, los "piadosos". En la ignorancia en que
estam.os de algún acontecimiento real que haya en la
base de estas manifestaciones e imprecaciones, nos sen-
timos inclinados a no ver en todo esto sino una de tan-
tas elucubraciones* poéticas, tan en boga en ciertos pe-
ríodos de la literatura hebrea, en las que se complacían
sus autores, como ya lo hemos notado anteriormente,
en establecer un marcado contraste entre los axiavim
—los "pobres de Israel", los justos, los pietistas — y
los rechaim, los malos o violentos, que perseguían a aqué-
llos sin compasión. Quizás también estemos aquí ante un
salmo compuesto de diversos elementos, siendo la parte
más antigua aquella en ique se habla de los que vuelven
por la noche, aullando como perros, etc., que podrían ser
espíritus malignos, o los anche'aven o los po'ale'aven, es
decir, los hechiceros, que hacen venir maleficios y encanta-
mientos sobre los fieles. Contra tales enemigos, se com-
prendería la invocación a Yahvé: "/C'oíí fu poder, haz-
EI^ YO DE LOS SALIMOS 331

los vivir errantes y vagabundos! ¡Destiérralos en tu có-


lera y que desaparezcan!" para que se sepa que hay un
dios poderoso que reina en Israel (vs. 11, 13).
1209. Keuss, de acuerdo con su criterio de que el
yo de los salmos representa casi siempre al pueblo que
sui're, que se lamenta y demanda el auxilio de su dios,
(1) considera que la situación pintada aquí por el poeta
es la de una opresión civil y no de matanzas o rizas gue-
rreras. Junto a los traidores o apóstatas, se hallan opre-
sores paganos, los verdaderos autores de las vejíacio-
nes de que se queja el salmista. A
ellos se oponen los
inocentes, hombres que sufren no por su falta, y sin que
hayan causado daño, es decir, hombres pacíficos y des-
armados que sólo combaten a sus tiranos con plegarias,
suspiros y lo que no es menos natural y excusable, tam-
bién con imprecaciones. L. B. d. C. expresa al respecto:
"Suponen muchos críticos que el salmo fue escrito con-
tra adversarios judíos y dirigido más tarde contra los pa-
ganos por la transformación del vocablo geim (orgullo-
sos) en goyim (naciones) en los vs. 5 y 8 y quizás por la
adición de los vs. 6' y 14*^. Si realmente el autor tuvo en
vista a paganos, debe admitirse que era de una época en
la que éstos tenían libre acceso en Jerusalem y vivían con
los judíos, p. ej., antes de la llegada de Esdras y Nehe-
mías, o durante el período de los Seléucidas, antes de
la sublevación de los Macabeos". Como se ve el salmo se
presta a que se formulen muchas conjeturas para expli-
carlo; pero de todos modos, lo innegable y evidentísimo
es que entre ellas no cabe en manera alguna, la indica-
ción histórica del título del mismo.

(1) "Raramente es individual e! YO que t>anta Israel; casi


siempre «es la personificación de la colectividad. Ha notado M.
Coblentz que de los 9 2 salmos que revisten esa forma, en 40 el
YO representa al pueblo judío, y en la mayor parte de los otros,
a la comunidad religiosa. Las plegarias son colectivas, formalis-
tas, rituales, y sólo más tarde los profetas les darán un sentido
nuevo, más espiritual, más individualista" ( R. BASTEDE, p.
107).
332 EL SA1.MO «O

SALMO 60. — 1210. - Dei Director del canto.Sobre


"semejante a un lirio es la ley". MiJctam. De David. Para
enseñar. Cuando hizo la guerra en Aram Naharayim y en
Aram Tsoba contra los sirios de Mesopotamia y
(es deeir,
contra los sirios de Tsoba), y que a su regreso, Joab derrotó
12.000 idumeos en el valle de la Sal.

1 ¡Oh Dios! nos has desechado, nos has dispersado,


En tu cólera, nos has derrotado.
2 Has hecho temblar el país y lo has hendido,
Repara sus brechas, porque se tambalea.
3 Dura calamidad has hecho ver a tu pueblo,
Nos has hecho beber vino que da vértigo.
4 Has dado a los_ que te temen, la señal
De la huida ante los arqueros. Selá.
5 Para que se salven_ tus muy amados,
¡Socórrenos con tu diestra y escúchanos! (exáuidenos)

G Dios había hablado en su santuario:


"Triunfaré, partiré a Siquem,
Extenderé la cuerda, sobre el valle de Succot.
7 Mío. es Galaad, mío Manasés;
Efraim es la armadura, de tni cabeza,
Y Judá es mi cetro,
8 Uoab es la vasija en que me lavo;
Echo sobre Edom mi sandalia,
Contra Filistea, prorrumpo en gritos de guerra".

9 ¿Quién me conducirá hasta Edom?


¿Quién me llevará a ciudad fortificada
la
10 ¿No nos has desechado tú mismo, oh Dios?
Ya no marchas más con 'nuestros ejércitos.
11 Danos socorro contra nuestros adversarios:
Sólo es vanidad la ayuda del hombre.
12 Con Dios realizaremos proezas.
Pues él hollará a nuestros enemigos.

1211. Debemos observar en este salmo: 1'Que el


autor de la inscripción histórica del mismo nos da datos
LA VICTORIA DEIi VAUíE DIS LA SAL 333

que no concuerdan con los de II Sam. 8, 13, donde se


dice que "David se hizo de renombre, al regreso de sn
victoria soire los sirios (o airamieos), venciendo en el

valle de la Sal a 18.000 idumeos (o edomitas)", mien-


tras que seg-ún nuestro salmo el vencedor en esa batalla
fue Joab y los vencidos no pasaiion de 12.000 hombrps,
Pero el Espíritu Santo, — que parece estaba algo olvi-
dado de la historia do Israel cuando inspiraba a los di-
versos autores bíblicos — después de los datos inarmó-
nicos precedentes, complica la cuestión manifestando en
I Crón. 18, 12, que "Abisaí, hijo de Sernyá ( o de Sarvia)
venció a 18.000 idumeos en el valle de la Sal". Otra re-
ferencia incidental al mismo suceso, se encuentra en I
Rey. 11, 15, 16, según la cual, "estando David en Edom,
subió Joab, jefe del ejército, para enterrar a los muer-
tos.. y permaneció allí seis meses con todo Israel has-
.

ta que hubo exterminado a todos los varones de Edom".


De modo qüe, según esos distintos textos, tenemos que
la victoria del valle de la Sal fué ganada: a) por David,
quien venció a 18.000 idumeos; b) por Joab, y los ven-
cidos fueron sólo 12.000; y c) por Abisaí, hermano de
Joab, y los vencidos fueron 18.000. Por supuesto que
esto no es dificultad para la ortodoxia, y con un poco de
imaginación llena fácilmente las lagunas del Libro santo
y hace desaparecer tales contradicciones. Claro ejemplo
de ese trabajo de armonizar textos divergentes, para
salvar el prestigio de las Sagradas Escrituras como obra
infalible por ser divinamente inspirada, nos lo da el
siguiente párrafo de L. B. A.: "Todos estos datos pue-
den armonizarse así: Teniendo noticia David de la inva^
sión de los edomitas (invasión inventada por el orto-
doxo escritor), corrió en auxilio de su pueblo con Abi-
saí y una parte del ejército, dejando a Joab en el Nor-
te con ia otra parte. Con el concurso de Abisaí obtuvo
la gran victoria del valle de la Sal, y volvió a Jerusalem,
mientras que Abisaí continuaba la campaña contra Edom.
Al regreso de Joab, le envió a enterrar los numerosos
muertos, quedados sin sepultura en el valle de la Sal,
y le confió la misión de unirse a su hermano para con-
334 EL SAIjMO 60 ES UNA LAMENTACION POETICA

cluir la diíícil tarea de la conquista del territorioedomi-


ta. Fácilmente se comprende que en esas circunstancias
la tradición conservada en el título del salmo 60 haya
atribuido a Joab la primera victoria, la que propiamente
había sido obtenida por David y Abisaí, y qw© POR DI-
FERENCIA EN LA MANERA DE CONTAR, se mencio-
nen en los libros históricos 18.000 y en el titulo del sal-
mo, tan sólo 12.000 hombres". Manejando la historia
con esta deí^envoltura, no se conforma el que no quiere.
Scío considerando sólo la divergencia numérica en cuan-
to a los vencidos, la subsana sencillamente así: "Puede
ser que estos 12.000 (del Sal. 60) fuesen muertos en ba-
talla campal y los otros 6 000 (para completar los 18.000
.

de I Sam. y de I Crón.) en otros encuentros".


1212. 2'' La segunda observación que surge al es-
tudiar este salmo, es que el ;Espíritu Santo cometió más
grave yerro aún inspirando al autor del título del mis-
mo, que lo atribuyera a David, con motivo de su gran
victoria contra los edomitas, cuando en realidad esta-
mos ante una lamentación poética por un grave desastre
nacional, que somete a ruda prueba la fe de los israeli-
tas. Basta leerlo con un poco de detención para darse
cuenta que el poeta se queja, porque Dios no ha ayu-
dado a su pueblo pero confía en que aquél los socorrerá
;

más adelante y entonces realizarán proezas, aplastando


bajo sus pies a sus enemigos. Los cinco primeros vs. y
el V. 10 no dejan lugar a la menor duda de la completa
derrota sufrida por Israel. La sacudida moral que ésta
causó, se compara a la conmoción y a las hendiduras cau-
sadas en la tierra por un terremoto (v. 2). Es tan evi-
dente el gazapo divino, que la ortodoxia para apuntalar la
tambaleante autoridad del Libro Sagrado, se ve obligada
a inventar una derrota en tiempo de David, que desco-
noce la historia. Véase, en efecto, esta explicación de L.
B. A.: "Empeñado en una guerra extremadamente gra-
ve contra dos reinos sirios (II Sam. 8), sabe David que
los edomitas asolaban a Judá. Habiendo regresado con
toda premura, comprueba toda la extensión de los de-
sastres sufridos por su pueblo durante su ausencia.
DAVID REGRESA VICTORIOSO A JBBUSAliEJM 335

Nuestro salmo debe haber sido compuesto bajo la im-


presión causada por esas ruinas, antes de haber sido
obtenida la victoria sobre los edomitas (vs. 9 y 12).
Mientras que el salmo 44, de los hijos de Coré, refleja
las emociones del pueblo en tales circunstancias, éste
reproduce bien los sentimientos de un rey, que después
de un desastre, abraza de una mirada el dominio some-
tido a su poder (vs. 6-8), y piensa en reparar su derro-
ta". Para comprender lo inconsistente de este relato pro-
ducto de la fértil imaginación del ortodoxo es.critor de
t..B. A., téngase presente que según II Sam. 8, antes de
emprender su expedición contra Edom, David volvía cu-
bierto de gloria y con ricos despojos y gran número de
prisioneros, después de haber infligido las más comple-
tas derrotas a los moabitas y a los árameos de Damas-
co, recibiendo por esto último, saludos, bendiciones y ri-
cos presentes del rey de Hamat. Un rey que regresa
victorioso en esas condiciones a su capital, aún dado —
por supuesto que los edomitas hubieian hecho incur-
siones en Judá durante su ausencia, —
¿podría ha-
ber escrito el salmo quejumbroso de que se trata?
Un general que regresaba vencedor a Jerusalem car-
gado de laureles y de botín y que agradecido al efi-
caz concurso prestado por Yahvé le consagra a éste los va-
sos de bronce, de plata y de oro obtenidos por sus triun-
fos (vs. 10, 11), ¿podría lamentarse diciendo a su dios:

Tú nos has desechado, nos has dispersado,


En tu cólera, nos 'has derrotado . .

Ya no marchas más con nuestros ejércitos. . . ?

Y después, ¿teniendo noticias de las fulminantes


victorias de David, se hubieran atrevido los edomitas a
'exponerse a las terribles consecuencias que suponía el
hacer incursiones armadas en el pueblo de aquel gene-
raí, a quien acompañaba la victoria en todas sus empre-
sas? Y finalmente ¿podía acaso hablarse de derrota, allí
donde no había habido pelea, pues, L. B- A. parte de la
base que esas depredaciones de los edomitas fueron
336 liOS Ve. 6-8, UN ORAOUIA) DE TBIUNÍX)

posibles porque Judá carecía de defensores, dado que to-


dos los soldados estaban con David? Como se ve, la de-
sesperada defensa de la ortodoxia, a pesar de echar
mano de los cómodos recursos que brinda la imaginación
creadora, no resiste ante el severo examen de los hechos,
y se desvanece como leve niebla ante la salida del ra-
diante sol de verano.
1213. 3" Téngase presente que los vs. 6-8 expresan
un oráculo de triunfo dado por Dios en su santuarto,
oráculo que utiliza el poeta para infundir a sus compa-
triotas confianza en que obtendrán al fin la victoria
definitiva sobre sus enemigos. Se ignora cuándo y dónde
fué pronunciado ese oráculo; el ique está expresado en
términos enigmáticos de carácter arcaico. En efecto se le
ha querido dar a eso vaticinio una especie de pátina de
antigüedad, haciendo hablar al dios en lenguaje de los
tiempos pretéritos; pero se reconoce la artificiosidad del
medio empleado, en que lo que aparentemente son ex-
presiones antropom_órficas, pronto se ve que son simples
recursos retóricos:

Efraim es la armadura de mi cabeza,


Y Judá es mi cetro,
3Ioah es la vasija en que me lavo,

frases que a nadie se le ocurre tomarlas en su sentido


natural. Esta última cláusula, en que se habla en tér-
minos tan despectivos de Moab, pues se le considera
como "la vasija en que Yahvé se lava los pies", es par-
ticularm.ente de baja época, en la que se había desarro-
llado un odio feroz contra los paganos. Por eso discrepa-
mos con Causse cuando le atribuye gran antigüedad a
este salmo basándose en que "las concepciones religiosas
del mismo son de un antropomorfismo ingenuo y brutal"
(Les Plus, 129), y en tal creencia traduce por el voca-
blo Yahvé donde los demás traductores ponen sólo la pa-
labra Dios, Debe, sin embargo, recordarse ique en época
posterior, se sustituyó en gran número de salmos, el
nombre propio Yahvé, por el término más universal de
ÜN ORAOUL0 DE TRIUNFO DENTRO DEli SALMO 00 337

Dios. Para Causse, pues los vs. 6-8 constituyen "un viejo
oráculo de las guerras de Yahvé, encuadrado en una li-
rurgia de lamentación" (Ib., 128). Según Reuss no debe
tomarse ese pasaje por la copia textual de un antiguo
oráculo, sino que es el resumen de las esperanzas na-
cionales, a saber, la idea de la restauración del imperio
de David, idea que domina también en los profetas. Y
L. B. d. C. recuerda que los judíos de los últimos siglos,
aunque persuadidos de que ya no había más profetas,
creían, sin embargo, que los sacerdotes podían recibir
revelaciones divinas, sobre todo mientras oficiaban en el
temlplo (JosEPO, Ant. Jud., XIII, 10, 3, 7; Luc. 1, 8-32; Juan
11, 51).
1214. Lo que parece evidente es que dicho orácu-
lo es anterior a nuestro salmo, y que el poeta lo incor-
poró a él, como otro salmista, en un cántico de alaban-
zas, el 108, incluyó buena parte del 60, a saber del v. 5
al 12 de este último. Juzgamos, pues, con Reuss y L. B. d.
C, que el salmo 60 debe ser de la época de los Macabeos,
no sólo porque ni en la historia de David, ni en la poste-
rior hasta el destierro, no hay hecho alguno al cual rela-
cionar el contenido del mismo, y porque en la restaura-
ción no hubo guerras hasta la sublevación del siglo II con-
tra Antíoco Epifanes, ^ sino además, porque ciertas
tra Antíoco acusan que el poeta había leído a Jere-
mías, Ezequiel y al 2'' Isaías. Así el primero de estos
profetas habla de que por orden de Yahvé dará a beber
a las naciones que éste desea castigar, la copa del vinio de
su ardiente indignación, que las hará tambalear y enlo-
quecer (Jer. 25, 15, 16), y entre las naciones que bebie-
ron de esa fatídica copa estaban Moab, Edom y. la Filis-
tía o Filistea (vs. 20, 21). En E/.equiel también Yahvé
anuncia a Jud'á que beberá de la misma copa de su her-
mana Samaría, y se llenará de la embriaguez del dolor,
porque copa de desolación y de estupor es la copa de esta
última (Eiz. 23, 32, 33). Y en el 2" Isaías, este profeta
invoca a Jerusalem, para que se despierte y se levante:
"tú, le dice, que de la mano de Yahvé hehisfe la copa de
su ardiente cólera, hehiste y apuraste hasta las heces LA
888 EL SALMO 60 Y EL 44

COPA DEL VÉRTIGO" (Is. '51 17). Y nuestro salmista


de acuerdo con estos escritores, exclama:

Dura calamidad has hecho ver a iu pueblo,


Nos has hecho heher VINO QUE DA VÉRTIGO (v. 3).

1215. Después el autor del salmo 60 reproduce casi


textualmente palabras del salmo 44, reconocido como de
fecha reciente. Así en éste leemos:

r sin embargo NOS ITAS "DESECHADO y cubierto de opro-


[bio;
YA NO MARCHAS M'AS CON NUESTROS EJÉRCITOS
[(v. 9).

Compárese ese v. con el 10 de nuestro salmo 60, así


como otras expresiones idénticas o muy semejantes en
ambos: "Nos has dispersado... Nos haces retroceder
ante el enemigo" (vs 10 y 11 del 44 =
v. 1 del 60), y se
llegará a lu conclusión que es uno mismo el autor de
esos dos salmos, o que uno de ellos se ha inspirado en
el otro. Por todo esto creemos que "este salmo, como di-
ce L. B. d. C. es de la época de los Asmoneos, porque
tiene estrecho parentesco con el 44, y porque las con-
cuistas prometidas por el oráculo de los vs. 8-10 son pre-
cisamente las que hicieron Judas Macabeo y sus suceso-
res. Los términos empleados convendrían mal a otra
época, p. ej., a la do, David: éste no pensó en "partir a
Siquem" entre sus g-uerreros. sino en hacerse aceptar
como rey por los israelitas del Norte", En comprobación
'

de esto recuérdese que Judas Macabeo combatió en la


Transjordania Jonatán conquistó la Filistea; Juan Hir-
;

cán se aüoderó de Siquem y de Samarla, y sometió tam-


bién la Idumea
1216. En resumen, pues, arribamos a estas con-
clusiones: a) que David no tuvo arte ni parte en la
composición de este cántico sagrado; y b) que no fué
la victoria indicada en el título. lo 'que inspiró al poeta
que lo compuso, sino, por el contrario, esa inspiración se
GL SALMO 68 339

debió dolor causado por un gravísimo desastre nacio-


al
nal, inexplicablepara la fe yahvista; q^ue no impidió,
sin embargo, que ésta continuara depositando su confian-
za en su dios, y esperara con tan poderosa ayuda obtener
al fin, la revancha apetecida.

SALMO 63. — 1217. De David. Cuando estaba en el

desierto de Judá.

1 Dios, tú eres mi Dios, yo te iiisco:


Mi alma tiene sed de ti,
Mi carne suspira por ti.
Como una tierra árida y sin agua.
2 ¡Ah, pndiera contemplarte en el santuario,
si
Para ver tu poder y 'tu gloria!
3 Porque tu gracia vale más que la vida.
Ent07ices mis labios te alabarán,
4 Entonces te bendeciré toda mi vida;
Alzaré las manos invocando tu, nombre.
5 Como de meollo y de grasa será saciada mi alma,
Y mis labios prorrumpirán en alegres aclamaciones.
6 Au7i en mi cama, me acordaré de ti;
En las vigilias de la noche, serás el tema de mis medita-
7 Porque tú vendrás en mi socorro, \_ciones;
Y a la sombra de tus alas, clamaré gozoso.
8 Mi alma se apega a ti,
Y tti, diestra me sustenta.
9 En cuanto a que buscan mi vida para destruirla,
los
¡Váyanse a las profundidades de la tierra!
10 ¡Seayi entregados al filo de la espada.
Sean pasto de los chacales!
11 Y el rey se alegrará de la gracia de Dios;
Todos los que Suran por él, se llenarán de arrogancia.
Cuando se les haya cerrado la boca a los mentirosos,

1218. Segim el título, este salmo lo habría com-


puesto David, cuando estaba en el desierto de Judá.
Para la ortodoxia es indiscutible que esto es así desde
que se encuentra consignado en el Libro divinamente
340 EL TITULO DEL SAJ^O 63

inspirado, y sólo se permite ella discutir el momento en


que el rey-poeta lo escribió. Scío nos informa que
"compuso David este salmo en el tiempo de sus persecu-
ciones, aunque no se puede determinar cuando íué. Mu-
chos son de sentir que lo hizo cuando huyó al desierto
dé Zif, — I Sam. 23, 15, — para evitar el furor de Saúl".
En cambio, L. B. A. notando que la alegría en Dios, en
medio del peligro, fué, según los salmos 3 y 4, la disposi-
ción de espíritu de David al día siguiente de la revuelta
'
de Absalom, juzga que este salmo 63 fué compuesto por
dicho monarca en esa misma época. "Si esto es así,
agrega, debe entenderse que el desierto de Judá^ mencio-
nado en el título, es la árida comarca a la que se retiró
el rey, antes de atravesar el Jordán (II Sam. 15, 28)".
1219. La crítica independiente opina de muy dis-
anto modo. En efecto, el suplicante se lamenta porque no
puede contemplar a Yahvé en el santuario, lo que da a
suponer una época en que se daba al templo una im-
portancia extraordinaria, y en que se consideraba
que el frecuentarlo era condición indispensable para
recibir los favores del dios. Esta sola observación nos
Meva muy lejos del siglo de David. Después, al final, lue-
go de prorrumpir en imprecaciones contra sus enemi-
gos, el autor espera que cuando ellas se cumplan, "EL
REY se alegrará de ¡a gracia de Dios". Para la orto-
doxia, ese rey es el mismo David, y como en realidad,
a pesar de sus esfuerzos, no resulta convincente tal
asimilación, acude aquélla, como siempre, a la interpre-
tación prof ética o alegórica: si no es David, ese rey es
Jesús. Así Scío anotando esas palabras del v. 11: "EL
REY se alegrará", escribe: "Yo David, destinado y ele-
gido de Dios por rey sobre su pueblo. Pero aquí EL REY
propiamente es Jesucristo, según el común sentir de los
Padres, porque David aunque había ya sido entonces un-
gido por Samuel, mientras vivió Saúl, nunca tomó el tí-
tulo de REY". Y comentando el final del mismo v. agre-
ga: "Los aduladores y calumniadores, cuales eran los
cortesanos de Saúl, principales enemigos de David, que-
darán confundidos cuando me vean establecido REiY. Y
SAJAMOS EN PRO DEIj REY 341

los impíos que se oponen a Cristo REY. serán condena-


dos a muerte eterna". Sin embargo, a despecho de ese
tan tenaz como infructuoso empeño en aplicar a David
las palabras del citado v. 11, hoy la critica desapasiona-
da está conteste en reconocer que ese rey, de quien se
habla en tercera persona, es imposible identificarlo con
el poeta. Lo mismo ocurre en el íalmo 61, que también
se da como de David, en el que su autor exclama:

5 Tú escuchas, oh Dios, los votos que te hago,


Colmas el deseo de los que temen tu nombre.
6 ¡Añade días a la vida del BEY:
Prolonga sus años por muchas generaciones!
7 ¡Reine para siempre delante de Dios;
Envía tu gracia y tu fidelidad para guardarlo!
8 Entonces celebraré sin cesar tu nombre^
Cumpliendo mis votos día tras día.

1220. Según se ve, tanto en el salmo 61, como


en el 63,su autor lejos de ser el rey, solicita para
éste los favores de Yahvé, o manifiesta que el monarca
se alegrará cuando los enemigos sean castigados. Hay,
pues, que descartar en absoluto a David como autor de
esos cánticos. ¿Quién era ese rey? Lo ignoramos. Siendo
vasto el campo de las conjeturas al respecto, opina Reuss,
que no habría que excluir la posibilidad que se tratase de
un rey extranjero, bajo cuyo cetro viviera el autor del
salmo 61. Y en cuanto al rey del salmo 63, piensa el mis-
mo sabio exégeta que las expresiones de dicho cántico
nos dejan entrever que fuera aquél un príncipe con do-
minio sobre Israel, a quien este pueblo hubiera debido
prestar jurr..mento, y en cuya justicia se confiaba.
L. B. d. IC. cree que la* plegaria del salmo 61 podría es-
tar bien en boca de uno de los judíos deportados con
Jeconías en el año 597, quienes esperaban su liberación
de Sedecías, que reinaba entonces en Jerusalem (cf. Ez.
17; Lam. 4, 20; etc.). Y en lo tocante al salmo 63, co-
mo el autor pide: l.o su regreso a Jerusalem. para alabar
incesantemente a Dios y 2.o la muerte de sus enemigos
;
342 I^A SED DE DAVID

que lo han desterrado y el triunfo del rey, — entien-


de L. B. d. C.que la situación histórica del 63 puede ser
la misma que supone; el 61. "Así comprendido, añade, el
salmo 63, ui'o de los trozos más idealistas del A. T., se
mantiene, sin embargo, en el ierren d realista de la pie-
dad judía: la feliz comunión con Dios está condicionada
a la frecuentación del Templo, y es inseparable de be-
neficios materiales (vuelta a Jerusalem y muerte de sus
enemigos)".
1221. No siendo, pues, de David nuestro salmo 63,
¿cómo es que en el título se asevera que ese rey lo es-
cribió "cuando estaba en el desierto de Judá"? íía,y una
explicación tan sencilla como verosímil de esa atribución.
Ya hemos visto que al escriba, autor de los títulos de
ios salmos, le bastó encontrar en algunos de estos him-
nos la más leve indicación de algún suceso de la vida
de David, o la más remota analogía con alguna palabra
de la historia de éste narrada en el libro de Samuel, pa-
ra atribuirle al rey-poeta la paternidad de tales compo-
siciones. P'-ies bien, aquí halló nuestro hombre el v. 1 en
que se dice:

Mi alma tiene SED de ti,


Mi carne suspira por ti,
Como UNA TIERRA ARIDA Y SIN AGUA,

y de ello sacó esta curiosísima consecuencia: el salmista


manifiesta que tiene sed, (bien que se trata de una sed
espiritual), suspira COMO UNA TIERRA ÁRIDA Y SIN
AGUA, (aunque esto sea una mera comparación poé-
tica), pues no hay más, se dijo, este salmo fué escrito
por David cuando estaba en el desierto de Judá, allí en
aquella tierra árida y sin agua, donde más de una vez él
habrá tenido sed !Scío parafraseando ese v.
! confirma
:niestra suposición, pues pone en boca de David estas pa-
labras "Como al presente me hallo en lugares desiertos
:

y áridos, huyendo dí3 mis enemigos y padeciendo mil tra-


bajos, así mi alma apartada de tu presencia, está sedien-
ta de tus gracias y consuelos". Con lo que este exégeta
Et SALMO 142 S43

católico a la vez que trata de probar que lo expresado


en el salmo se ajusta a la situación de David en la
época de su vida que determina el títuloi, nos viene a dar
también una pobre idea de la religión de dicho monarca,
quien vendría a considerarse alejado de Yahvé, cuando
no estaba en su santuario. Y en nota al v. 2, continúa
Scío con su citada paráfrasis, diciendo: "El gusto, que
tuve en otro tiempo de tu gracia en TU TEiMPLO, en-
ciende en mí estos deseos, y engendra esta pena, tenien-
do siempre los ojos del cuerpo y del alma vueltos hacia
Eli LUGAR SANTÍSIMO donde está el arca de la alianza.
El arca es llamada fuerza y glonia del Señor (I Sam. 4,
21; I Crón. 16, 11', y Sal. 78, C>1), porque Dios se
mostraba allí presente y venerable por su poder y
majestad". Basta recordar que Scío comete aquí un
evidente anacronismo, pues en tiempo de David no exis-
tía el templo de Jerusalem, para rebatir la interesada
exégesis de aquel obispo católico.

SALMO 142. —
1222. Masldl. Be David. Cuando esta-
ba en la caverna. Oración.

1 Hago subir a Yalivé mis clamores,


Hago subir a Yalivé mis súplicas;
2 Exhalo mi queja ante él.
Expongo ante él mi angustia,
3 Porque tengo el espíritu atribidado
Pero tú, tú conoces mi sendero.

En el camino por donde voy,


Me han tendido un lazo.
4 Vuelvo los ojos a mi diestra y miro:
Ya nadie me conoce.
Véome privado de todo refugio;
Nadie se preocupa de mi existencia.
5 He clamado a ti, oh YahvS,
He dicho: "Tú eres mi refugio.
Mi lote en la tierra de '.los vivientes".
344 PLEGARIA DB DAVID, SEGUN LA ORTODOXIA

6' EscKcha atentamente mi súplica,


Porque soy muy desgraciado;
Líbrame de mis perseguidores,
Porque son más fuertes que yo.
7 Sácame de mi prisión,
Para que alabe tu nombre.
Seré para los justos un motivo de triunfo,
Guacido me concedas tus beneficios.

1223. La ortodoxia, ateniéndose a la indicación his-


tórica del título, ve en este salmo una plegaria de Da-
vid, cuando éste se encontraba en una caverna del desier-
to de Judá. Al respecto nos da Scío estas indicaciones:
"Dos veces se refugió David en grutas por no caer
en las manos de Saúl, en Odollam y en Engadí. No es
fácil decir a cual irle ellas puede aplicarse el salmo, pues
se leen en él expresiones que convienen a los dos. EL
CRTSÓSTOMO afirma que en las iglesias orfentales se
cantaba este salmo todos los días a la tarde, para que se
borrasen con esta oración las faltas cometidas en las di-
versas ocupaciones del día". Opina igualmente L. B. A.
que "el autor de este salmo se halla sin protección, a
vista humana en situación desesperada, tal como la de
David cuando se vió obligado a refugiarse en las caver-
nas de Judá". Ya vimos al estudiar el salmo 57, que
L. B. A. entendía oue David había escrito ese cántico
en la caverna de Adullam (u Odollam, como escribe Scío),
porque en el título del mismo- sie lee: "Cuando huyendo
SE REFUGIÓ EN LA G AVERNA". Ahora bien,
de Sa{d.
como 142 también lleva casi la misma inscripción;
el
"GUANDO ESTABA EN LA GAVERNA". es lógica su-
poner que para el autor de esos títulos. David escribió
ambos salmos en la misma caverna, que sería, pues, la
de Adullam. Pero si es-to es así, no vemos que la situa-
ción de David fuera tan aflictiva, pues no sólo no se en-
contró allí desamparado, sino que se le juntaron 400
hombres que lo aclamaron como su capitán. Además la
misma B. A. en el párrafo de ella transcripto, al tratar
del salmo 57,. expresa que David "debía sentirse allí re-
LA l'KItilOX DEL SAXMISTA 345

lativamente seguro en a,quel refugio, cuyas bóvedas evo-


caban en su espíritu la idea de las poderosas alas del
mismo Dios" (§ 1199).
1224. L. B. d. C, en nota al título de este salmo,
dice: "Alusión a I Sam. 22, 1 o 24, i. Esta conjetura se
basa úniclamente en la interpriatación literial del v. 7".
En efecto en este v. clama el salmista: ¡Sácame de mi
prisión", palabras que Scío parafrasea así: "De esta ca-
verna en que estoy encerrado como en una cárcel, y de
la guarda de soldados que me cerca". Nótese la buena
voluntad que se necesita para considerar que David se
hallaba "como en una cárcel", cuando se encontraba re-
fugiado en una caverna del desierto, en la que podía en-
trar y salir cuando quisiera. Por lo cual, para remediar
ese inconveniente, Scío supone que la caverna estaba
rodeada de soldados, suposición tan inútil como falsa,
pues si los soldados de Saúl hubieran sabido donde se
escondía David, no se hubieran contentado con cercar ese
refugio, sino que hubieran entrado a él y se hubieran apo-
derado del fugitivo. Pero, si como otros creen, este
salmo 142 lo compuso David en la caverna de AduUam,
entonces estaba muy lejos de ser desesperada la situa-
ción del hijo de Isaí, pues al frente de 400 hombres de-
cididos, tenía amplia libertad de movimientos y podía
efectuar correrías como las que realizó, según el relato del
Libro de Samuel, y que lo acreditaron como perfecto je-
fe de bandidos. En aquellas salvajes cavernas del desier-
to de Judá, y rodeado de horribres cuyo espíritu estaba
en consonancia con el suyo a la vez que con aquella des-
piadada naturaleza, es de todo punto inadmisible supo-
nernos a David escribiendo las palabras de este cántico.
1225. ¿Qué expresa nuestro salmo? Reuss, de
acuerdo con su ya aludida teoría de considerar que el
yo de los salmos es un ente colectivo, a saber, el pueblo
de Israel, ve en el presente "el cuadro del estado de hu-
millación y de servidumbre en el que se hallaba Israel,
antes de las guerras de la independencia y aún durante
ellas" (época de las Macabeos). Otros escritores basán-
dose en la frase Sácame de mi prisión", suponen que
346 SAX<»1C)É> QUEJUMÜROSOS

el autor del salmo debía ser algún deportado en Babilo-


nia o quizás alguno que estuviese realmente encerrado
en un calabozo. Esa frase, sin embargo, la conceptúa L.
B. d. C, simplemente como una imagen de la angustia
que agobiaba a su autor. Por nuestra parte, vemos en el
salmo 142, un mero canto litúrgico, completamente im-
personal, ajustado a un patrón convencional. Recuérde-
se, en electo, que ya porque fuera imitada de los salmos
babilónicos, ya porque expresara sentimientos de aba-
timiento y angustia ante el terror ocasionado por el po-
der de los malos espíritus o los hechizos de los magos, lo
que obligaba a buscar con insistencia el socorro del po-
deroso Yahvé, o ya porque fuera una simple modalidad
de la peculiar literatura religiosa de los anavim (§ 1167,
1193), lo cierto es que se cultivó por siglos en Israel una
clase de lirismo quejumbroso, de que ofrece claras y
abundantes muestras nuestroi actual Salterio. Gautier
cuenta 38 salmos en que sus autores invocan la ayuda
de Dios contra sus enemigos que los oprimen y persi-
guen, quienes los hacen víctimas de sus ataques, burlas
o injusticias (1). Hay otros 16, entre los cuales, se cuen-
ta nuestro salmo 142, cuyo tema no se refiere tanto a
daños causados por enemigos, sino que expresan más
bien lamentos de un afligido que implora socorro, sin
indicarse cual sea la causa de la aflicción del salmista
(2). Estos, escribe Gautier, "se semejan mucho, en su
tenor general, a los anteriores, con esta diferencia, a sa-
ber, en que son menos precisos, y pueden aplicarse a
otras pruebas' que las provenientes del odio o de la aver-
sión, como p. ej., a una grave enfermedad. Por esto,
hasta nuestra época han conservado la mayor populari-
dad" (II, 50). El salmo 142 sería, a nuestro juicio, un

(1) Esos salmos son: el 4, 5, 7, 9, 10, 13, 13, 17, 22, 27,
28, 31, 35, 41, 42, 43 , 44 , 5S, 54, ."ÍS, 56, 57, 58, 59, 00.
64, 69, 70, 71, 73, 83, 94, 109, 120, 125, 140, 141 y 143-
(2) A esa categoría de salmos pertenecen: el 6, 20, 30,
31, 40, 61, 77, SO, 85, 86, 88, 90, 102, 121, 123 y 142 (GAU-
TIER, II, ,p. 48, 50).
EXPLICACION ALEGORICA DEL SALMO 148 347

espécimen de esa literatura especial, que bien puede ex-


presar sentimientos reales de dolor y contrición, bien
puede limitarse a reproducir fórmulas estereotipadas y
convencionales.
1226. La ortodoxia católica, en cambio, dentro de
su interpretación esotérica, ve en nuestro salmo vati-
cinios de la historia de Jesús. Así nos informa Scío que
"según S. Agustín, profetiza David en este salmo las
tribulaciones de Jesucristo". Las palabras "Ya nadie me
conoce", del v. 4, "las aplica la Iglesia a Cristo ep la
cruz". "En el sentido espiritual, la tierra de los vivien-
tes (v.5) es el cielo". Y finalmente, anotando el v. 7 se
expresa así aquel exégeta: "Pero todo esto mira princi-
palmente a Jesucristo, el cual ruega al Padre, que lo sa-
que de la muerte y del sepulcro resucitándolo a vida in-
ro^ortal, para gloria de su nombre. Cuyo momento feliz
estaban aguardando con ansia todos los justos, quts esta-
ban detenidos en el síenjo de Abnaham".

SALMO 110. — 1227. Be David. Salmo.

1 Oráculo de Yalivé dirigido ami señor (adaní) :

"Asiéntate a mi diestra,
Hasta que haga de tus enemigos
Un escabel para tus pies".
2 Yahvé extenderá- de Sión
El cetro de tu poder.
¡Domina tú en medio de fus enemigos!
.
^ (1)

(1) Este v. está tan alterado en el T. M- ene versiones mo-


dernas como L. B. (1- C. no ee animan a traducirlo. iLa traducción
literal del hebreo es ésta:

Tu pueblo, generosidades (o buenas voluntades) el día de


[tu fuerza (o de tu expedición)
En ornamentos sagi-ados (o sobre las santas alturas) del seno
[de la auroi'a,
A ti el rocío de tu jnvantud (o dte tm» Jótotmm).
348 »
EL SALMO 110

4 Lo juró Yahvé y no se arrepentirá:


"Tú para siempre,
eres sacerdote
A la manera de Melquisedec".

La V. A. trae (este texto:


Contigo el dominio, en /el día de tu fuerza
En el esplendor de los santos (o de tus santos)
Del seno, antes de la aurora, yo te he engendrado.

La VULGATA lo traduce así: "Contigo está el principado


en el día de tu poder entre los resiíJandores de los santos: del
vientre, antes del lucero, te engendré".
La versión de REUSS es ésta:
Tu pueblo acudió, en el día de tu expedición,
A las santas alturas;
Tu joven milicia fué semejante
Al locíto engendrado por la aurora-

He aquí la de L. B. A.:
Tu pueblo es un pueblo de eASxyontáiiea voluntad,
El día en qme congregues tu ejército.
En santa magnificencia, del seno do la aurora
Te nacerá el rocío de tu jo%'en Smilicia.

La VERSION SINODAL da esta traducción:


Tu acude lleno de ardor.
purcblo
El día en que congregues tu ejéi^cito.
Revestida de ornamentos sagtrados.
Viene a ti tu joven milicia.
Como el i'ocío que cae del seno de] alh;i,

VALERA se expresa así: "Tu pueblo será voluntario en el

día de tu ejército en hermosura de santidades: como ei. rocío


que cae de la matrix del alba, así }te nacerán los tuyos"-
La traducción de PRATT es la siguiente:
Tu pueblo se presentará como ofrendas voluntaiias.
En el día de tu poder, ataviado?, con los adornos de la santidad:
Como el rocío que cae del seno del alba^^
.Así se te ofrecerá a ti tu valiente juventud.
EL SALMO 110 S49

.5 El \Señor (Adonai) está a tu diestra;


Hirió a los reyes en \el día de su. furor.
6 Haré justicia en medio de las naciones,
Llenando de cadáveres...
> (1)
7 Del arroyo beberá en el camino
Por Jo cual levantaré la cabeza...

1228. Bien que en el encabezamiento de este salmo


no se menciona circunstancia alguna de la historia de Da-
vid, lo estudiamos aquí, sin embargo, por ser uno de los
más famosos del Salterio, pues se le considera como el
salmo mesiánico por excelencia. Para la ortodoxia es un
hecho indiscutible de que fue escrito por aquel monar-
ca, no sólo porque figuran las palabras: "De David", al
comienzo del poema, sino además porque tal opinión
cuenta con el expreso e invalorable apoyo de Jesús y de
los principales escritores del N. T. El jesuíta José Bruc-
ker, fiel siervo de su iglesia, estudiando el valor de las

Y CAUSSE no se atreve a admitir más que los dos prime-


ros versos de este v- 3, que traduce de acuerdo con la V. A., co-
mo se ve en seguida:
A ti el dominio
En el día de tu fuerza (Les Plns, 161).

(1) Todo este final del salmo está igualmente tan alte-
rado, que carece de sentido aceptable. En el hebreo actual, el úl-
timo verso del v. 6 dice literalmente: "Hirió (o herirá) una
cabeza sobre un vasto país". —
La VUÍLGATA traduce así el
final de ese v. "Multiplicará Ins ruinas: castigará caibezas en
:

tierra de muchos".
iRBIKSS: Hai-to de matanza.
Aplastó cabezas en la vasta campaña.
L. B. A.: No son sino cadáveres,
Destrozó al jefe die un gran país.
VERSION SINODAL: Todo estará lleno de cadáveres.
Aplastará al jefe que domina sobro un
[vasto país.
350 JBSU» Y EL -SAIiMO 110

citas que se hacen en el N. T. para resolver el problema


de los autores de las mismas, en su obra "V Eglise et
la Critique Biblique", escribe al respecto lo siguiente:
"No se obtiene un argumento decisivo sino por los tex-
tos en que un nombre de autor es objeto directo, clara-
mente intencional de una afirmación inspirada. Tal es
lo que ocurre sobre todo cuando ese nombre sirve de ba-
se del razonamiento o de la prueba. El más conocido
ejemplo es el de Mateo 22, 41-46. "Estando reunidos los
fariseos, Jesvs les preguntó áÁciendo: ¿Qué os parece del
Cristo? ¿De quien es hijo? Ellos le respondieron: De David.
Él les replicó: ¿Cómo, pues, David hablando por el espíritu,
le llama su Señor, diciendo: DIJO EL SEÑOR A MI SE-
ÑOR :ASIÉNTATE a MI DIESTRA HASTA QUE HAGA
DE TUS ENEMIGOS UN ESCABEL PARA TUS PIES?
Si David, pues, le llama su Señor, ¿cómo es su hi-
jo? Y nadie podía responderle palabra, ni nadie des-
de aqxiel día osó hacerle más preguntas" La argumen-
.

tación de Jesús sería manifiestamente pin valor si el


salmo 110 no tuviera a David por autor; dietoe, pues,
admitirsfa qu^' tuvo bien la intención de afirmar ese he-
cho, que por lo tanto, resulta indudable. ¿Se dirá cue
el argumento de Jesucristo es ad hominem y que conser-
varía su fuerza contra los judíos aunque el salmo no

VADERA: Henchirá de cueii)os muertos:


Herirá la cabeza sobre mucha tierra.
PRiATT: Las llenará de cadáveres (a las naciones)
Magullará la cabeza que domina sobre la ancha tierra.

L. B. d. C sustituye por puntos los dos versos citados, y


«^AUSSE pone puntos suspensivos después de la palabra "cadá-
veres", y 'hace notar que el fin del ;T>06ma es it;ualmente obscuro y
está alterado. A pesar de que como se ve, los hebraístas no pueden
ponerse de acuerdo sobre lo que quiere decir el texto original
en los vs. 3 y 6, esto no obstante, los exégetas ortodoxos se des-
pachan a su gusto mostrando las enseñanzas mesiánicas de tales
pasajes- iLas extrañas palabras del v. 7 indican que el salmo
^té incompleto, pu«>8 ©«a no puede e«r su natural conclusión.
JESUS Y ML SALMO 110 351

fuera realmente de David, porque los judíos lo creían de


este rey? Pero no opone el Salvador a sus adversarios un
simple argumento ad hominem, sino ante todo una prue-
ba del carácter sobrehumano del Mesías, y por consi-
guiente, del derecho que tenía de atribuirse a sí mismo
tal carácter. Y así lo comprenden los fariseos: a causea
de esto es ique quedaron tan desconcertados por esa ar-
gumentación. Ahora bien, es imposible que Jesucristo
haya basado una prueba de tan alto alcance sobre una
falsedad, como lo habría hecho, si David no hubiera di-
cho las palabras que se le atribuyen. Aquel que es la
Verdad encarnada, — aun para confundir contradictores
de mala fe, tales como los fariseos, —
no podría haber
explotado en provecho suyo los errores de éstos" (p.
84, 85).
1229. La argumentación ortodoxa de Brucker es
contundente: Jesús creyó y afirmó que el salmo 110 fué
escrito por David, luego debe admitirse tal afirmación.
Sin embargo, si los creyentes están obligados a inclinar-
se humildemente ante la opinión prestada a quien juz-
gan Maestro infalible, otra cosa ocurre con los críticos
independientes, quienes no admiten más autoridad que
la de la razón. Veamos, pues, qué nos enseña el examen
del salmo de la referencia.
1230. Comenzaremos por observar que nada hay en
él que revele que haya sido escrito por David. En cuan-
to a las palabras del título, ya hemos probado que care-
cen de valor histórico. Después, e.ste poemita se encuen-
tra en la última y más reciente colección del Salterio
(§ 1129). "Causa sorpresa ante todo, escribe Reuss, el
ver un salmo de David tan extraordinario y tan impor-
tante, relegado al 5" libro, cuando ya el recopilador del 2'
libro, que (según las inscripciones) no habría encontra-
do sino algunas piezas desparramadas del rey-poeta,
declaró explícitamente en 72, 20 que no existía ya más
ninguna de ellas".
1231. Las palabras del v. 1: "Oráculo de Yahvé
dirigido a mi señor" (adoní, señor humano y no divino,
§ 354, 458), es la revelación o el mensaje que un profeta
352 . ADONl y ADONAI

dirige a un superior jerárquico, su adoni, o sea, su señor.


Siendo rey David, no podía él pues, dirigir un mensaje
profético a un adoni inexistente, porque nadie en el rei-
no ocupaba más alto puesto que él. La mismo ortodoxa
B. A., anotando las palabras "a mi señor" del v. 1, se
expresa así: "El vocablo hebreo adoni se emplea por los
subditos al hablar con
su rey (I Sam. 22, 12;
24, 8), y en general
por inferiores que ha-
blan a ün superior
(Gén. 23. 6). No debe
ser confundido con el

título de Adonai^ que


sólo se da
a Dios".
Por esto cree Causse
que "es éste un
oráculo, destinado a
un príncipe jeroso-
limitano, ya en el día
de su coronamiento,
ya en ocasión de su
partida para la gue-
rra" (Les Plus, 161).

1232. Leyendo des-


apasionadamente ese
oráculo, sacamos en
limpio lo siguiente:
CARLOS GUIGNBBERT Yahvé le dice al prín-
Sabio profesor francés de Historia del cipe O rey (adoní)
GrisUíUiismo en la Sorbona- Fecundo q^g siente a SU
y notable escritor (1) derecha,— el lugar de

(1) El deferir a nuestro ipedido de enviarnos su retrato,


el señor C. Guignebert nos escribe, con
;f&clia agosto 5 de 1936,

autorizándonos a publicarlo en esta obra, y expresándonos que


esa fotografía es reciente y bastante fiel.
UN SACERDOTE vSEMEJANTE A M.ELQU1SEDEC 353

honor por excelencia, (I Rey 2, 19), — mientras exter-


mina a todos los enemigos de aquél, lo que no debe |cau-
sarnos extrañeza, porque Yahvé era un dios guerrero,
y las victorias obtenidas por los israelitas eran debidas
a la ayuda y al poder de ese dios. Luego Yahvé promete
extender el poderío del adoní, incitando a éste que lo
ejerza (v. 2). Prescindiendo del v. 3, que n>adie sabe a
ciencia cierta lo que quiere decir, tenemos en seguida
que Yahvé jura solemnemente que el adoní del mensaje
es un sacerdote perpetuo, semejante a Melquísedec. El
v. 5 contradice al v. 1, pues en éste, el adoní es invitado
a sentarse a la derecha de Yahvé, mientras que en el v.
5 está a la izquierda del mismo dios ,Tlamado ahora Ado-
nai. Este en su furor hirió (o herirá, según las' versio-
nes) a loa reyes, que probablemente deben ser los ene-
migos del adoní, a los que pondrá a los pies del mismo,
según el v. 1, y después hará justicia entre las naciones,
o juzgará a los paganos, como traduce Reuss. El final
es incomprensible por el mal estado del texto, el que pa-
rece además que haya sido mutilado. Cuanto más obs-
curo e ininteligible es un oráculo^ tanto más cierto y di-
vino les parece a los creyentes, pues sacan de él todas las
enseñanzas y deducciones que juzgan de acuerdo con
sus ideas.
1233. El punto capital de nuestro oráculo en cues-
tión es el que expresa que el adoní, príncipe o rey, es a
la vez sacerdote a la manem de Melquisedec. Se refiere
aquí el autor, al episodio narrado en el cap. 14 del Géne-
sis, según el cual al regresar victorioso Abraham de su
campaña contra cuatro reyes de la región de Caldea y
de Elam, le salió a recibir Melquisedec, rey de Salem o
Urusalim, quien era a la vez sacerdote del dios cananeo
El Elyón (§ 92), y lo bendijo, por lo cual Abraham le dió
diezmos de todo el botín (vs. 18-20). Como dice L. B. d.
C: "La tradición judía había transformado ese príncipe
cananeo en un adorador del verdadero Dios, y saluda-
ba en él al protMipp de los sacerdotes-reyes del segundo
Templo, a quienes debía el diezmo todo hijo de Abraham".
La intención del autor de este relato fué, pues, no sólo
354 LOS ASMONEOS, PKlNOn^ES Y PONT1FICJB8

la de exaltar al patriarca judío, auroleando su memoria


con, el brillo de victorias guerreras y de generosidad
principesca*, sino además justificar los diezmos exigi-
dos por los sacerdotes de Jerusalem, en la época de la
restauración. Todo esto nos hace comprender, en conse-
cuencia, que el autor de este oráculo era algún escriba,
sacerdote o levita del tiempo de los Asmoneos, cuyos je-
fes Jonatán, Simón y Juan Hircán fueron a la vez prín-
cipes y pontífices.
1234. En efecto, a mitad del siglo II (año 160,
según unos, o 153, según otros), Alejandro Epifanes o
Alejandro Balas, pretendiente al trono de Siria, le con-
firió a Jonatán el título de sumo sacerdote, que, en la
Judea de entonces, equivalía a la dignidad soberana, tí-
tulo confirmado después por Demetrio Soter, que ocu-
paba aquel trono (I Mac. 10, 15-21). Jonatán fue, pues,
príncipe y sumo sacerdote hasta su muerte. Su hermano
Simón, que le sucedió, fué proclamado por el pue-
blo también príncipe y pontífice (I Mac. 14, 41-49) ;
y
su hijo Juan Hircán.. su sucesor, y que de hecho con sus
victorias restableció el antiguo reino de David, heredó
con el gobierno político el pontificado que habían desem-
peñado sus antecesores de la dinastía asmonea, mante-
niendo ese doble poder civil y religioso hasta su falle-
cimiento ocurrido el año 105. Como estos Macabeos,
aunque de raza sacerdotal, no eran aarónidas de la fami-
lia de Sadoc, única que, según la Ley, tenía derecho al
sumo sacerdocio, muchos de los pietistas, principalmente
del partido de los fariseos, censuraban tales designacio-
nes como ilegales, y de ahí, pues, que el autor de nues-
tro salmo, dirigiera al jefe reinante este mensaje en
nombre de Yahvé: "Tú eres sacerdote perpetuo, a la
manera de Melquisedec", es decir, un sacerdote especial,
sui géneris, no ajustado a los cánones del Pentateuco.
Las circunstancias azarosas de la época no permitían ce-
ñirse estrictamente a las prescripciones del Código Sa-
cerdotal, y por eso en el decreto de la asamblea popular
que confirió ese cargo religioso a Simón, se recurrió a la
cláusula usada en casos semejantes: "hasta que venga
LOS ASMONEOS, PRINCIPES % PONTIFICES 355

un profeta que diga lo que se debe hacer". Ese decreto


comienza así: "Los judíos y los sacerdotes han decidido que
Simón sea su jefe y SU G,fíA.V SACERDOTE A PERPE-
TUIDAD, hastala aparición de un profeta digno de confianza"
(Ib. V. 41).Nótese que el pueblo carecía de facultad le-
gal para hacer ese nombramiento, y que al hacerlo, si
bien emplea la expresión "a perpetuidad", crtmo nuestro
salmista, limita el término de esa designación hasta que
un profeta "digno de confianza" aporte el mensaje de
Yahvé, indicando la conducta que deba seguirse al res-
pecto. Y concluye de corroborar lo dicho, el hecho de
que el salmista no emplee la palabra rey en su oráculo, si-
no la ambigua de .adoní "señor", que puede aplicarse lo
mismo a un monarca, príncipe, gobernador o persona que
ejerza autoridad, como era el caso de los citados Asmo-
neos, que, en realidad, no tuvieron el título de reyes, aun-
que de hecho lo eran, pues gozaban de amplia autonomía
política, como soberanos independientes (1).
1235. Opina Causse que el rey del oráculo debe
ser de la época de la monarquía preexílica, porque la dig-
nidad sacerdotal no fue privilegio exclusivo de los Asmo-
neos pero contrariamente a esa opinión puede aseverar-
;

se que si bien es cierto que los reyes israelitas fueron los


jefes de la religión yahvista (§ 1114-1116), también no

(1) No hacemos caudal del descubrimiento que ciertos


críticos, como Duhm y Charles, creen haber hecho de que los
primeros versos de nuestro salmo constituyen un acróstico con
el nombre de iSiinóii, —
lo que comprobaría acabadamente que
el oráculo de nuestro salmo se refiere a Simón iMacabeo, —
porque aunque autores tan moderados icomo Gautier, lo aceptan
(II, 42), otros como Causse (Les Plus, 162, ta. 1) lo consideran

como una hipótesis ingeniosa, pero bastante poco probable; y


L. B. d. C. opina que quizás se trate de un encuentro accidental,
en los de las letras del vocablo Simón (,SM'N, en liebreo),
vs. 1-4,
pues no se conoce ejemplo de acróstico hebraico con una parte
sola de la composición, como sería aquí el caso, pues habría que
eliminar los vs- 5 a 7. Este argumento, sin embargo, no tiene na-
da de convincente.
356 OPINION DE LOISY SOBRE El^ SAIíMO' 110

es menos cierto que nunca se les dió, ni ellos lo pretendie-


ron, el título de pontífice o sumo sacerdote, título éste
que comienza a figurar en el Código Sacerdotal, y se apli-
có sólo a partir de la época persa.
1236. Comentando el pasaje de Marc. 12, sr>-.37 con-
cordante con el de Mat. 22, 41-46, anteriormente citado
por Brucker. expresa Loisy su opinión sobre el salmo 110,
en estos términos: "Este salmo es una oración por el rey,
que es el señor de quien habla el salmista; este salmista
no es David, ni ningún rey de Israel, sino un simple par-
ticular, quizás un levita; el rey tampoco debe ser David,
porque el salmo se halla en una sección del Salterio cue
no contiene trozos antiguos; una parte de la tradición
judía vió en este rey a Ezequías; los críticos modernos
suponen desde luego que sería uno de los príncipes maca-
beos, pontífice y rey. Sea como fuere, el pagaije alegado
contra los escribas expresa votos por un rey judío, no
una predicción tocante al Mesías futuro. Sólo es mesiáni-
co el espíritu del salmo, según que la esperanza de Is-
rael se refleja en los deseos formulados para el príncipe.
Pero los judíos consideran este salmo, lo mismo que la
mayor parte de los otros, como obra personal de David.
A causa de las promesas que se hacen aquí al rey. como
por la obscuridad que se cierne sobre el conjunto, y que
en parte puede resultar de la alteración del texto, se
aplicaba su contenido al Mesías. La cita y el argumento
de Jesús se fundaban sobre estas opiniones, como más
arriba (Marc. 12, 26, '27) basaba éste la prueba de la re-
surrección sobre la creencia de que el Pentateuco es de
Moisés y sobre la arbitraria interpretación de estas pa-
labras: "To soy el Dios de Ahraham, de Isaac y de Jacal)''.
1237. En resumen,
pues, no existe el menor indicio,
ni se da la más
insignificante prueba de que este salmo
sea de David. Sólo existe en favor de esa tesis la opinión
de diversos autores de libros del N. T. quienes, sin espí-
ritu crítico, seguían o reproducían la tradición corriente
entre los judíos de su época sobre la paternidad literaria
de los libros sagrados de la Sinagoga. No hay, pues, por-
qué entrar a analizar si es o no histórica la anécdota re-
El MESIAS-PONTIPICK Y EL MKSIAS-RBY 857

ferida de la discusión de Jesús con los escribas, la cual


como sugiere Loisy, "bien podría ser una réplica de cris-
tianos a la objeción judía de que Jesús no era descen-
diente de David, puesto que el fondo del relato es más
bien una disputa sobre Jesús-<Cristo que una respuesta
del mismo Jesús a una objeción que se le hubiera hecho
o que él hubiera querido prevenir". En cuanto al fondo
del salmo, es indudable que se trata de un oráculo diri-
gido a un adoní, que debe ser un príncipe o rey. ¿Ese
adoní era un monarca anterior al destierro, o uno de los
príncipes macabeos, en el breve período de autonomía o
independencia que consiguieron los judíos en el siglo II?
Todo hace suponer que esta última hipótesis es la más
cercana a la verdad, como acabamos de exponerlo (§ 1234).
1238. ¿Ese adoní podía ser el Mesías? Para la or-
todoxia esto es indiscutible, después de la citada afirma-
ción de Jesús, y de lo que enseñan Pablo (I Cor. 15, 26),
y el autor de la Epístola a los Hebreos (cap. 7). Scío
nos afirma al respecto: "El sentido espiritual de este sal-
mo es el mismo que el literal: uno y otro miran al esta-
blecimiento del reino de Jesucristo". Sin embargo, a des-
pecho de todas esas autoridades inspiradas y de los exé-
getas que ciegamente las siguen, entendemos que a la re-
ferida pregunta de si el adoní de nuestro salmo puede ser
el Mesías, se impone la respuesta negativa, por dos razo-
nes: 1" porque con ese vocablo, según volvemos a repe-
tirlo, se indicaba un superior jerárquico humano, y por
eso es completamente inaceptable la siguiente conclu-
sión de L. B. A., después del párrafo transcrito en § 1231
"Toma aquí David la poeición de subdito ante un
rey cuya dignidad sobrepasa en mucho a la suya". Ese
personaje imaginario con una dignidad superior a la real
de David, no podía ser un hombre y si era un dios,
;

el salmista lo hubiera llamado Adonai, y para David no


había otro Adonai, que Yahvé. Y 2" como nota Reuss, la
idea de un Mesías-pontífice es completamente extra-
ña al A. T., y si aquí realm'ente se tratara de un Mesías-
rey, no sería el Mesías del N. T. quien no conduce ejér-
citos a la guerra, no lie na de cadáveres el mundo o
358 El SALMO DEL LIBRO DE CRONICAS

no se harta de matanza (según no aplas-


las versiones),
ta cabezas en el campo de y no tiene necesidad
batalla,
de beber agua del arroyo en el camino, para continuar
vigorosamente semejante tarea (v. 7). En una palabra,
si el rey a que se refiere nuestro salmo es el Mesías, se
trata entonces de un Mesías guerrero distinto del Me-
sías pacífico del Nuevo Testamento. Ninguna de las
ideas expuestas eran las que conocemos de David, y si
se pretende que éste habló por el Espíritu Santo, podre-
mos contestar, primeramente, ique ese Espíritu no lo
hemos descubierto en el estudio minucioso que hemos he-
cho de la vida de aquel monarca; y luego que si hubiera
sido así, como lo sostiene la ortodoxia, que David inspi-
rado anunció la venida del Mesías, hay que convenir que
dicho inspirador se equivocó de medio a medio al suge-
rirle tales ideas al rey-poeta, pues el Mesías del salmo
se parece tanto al Jesús de los Evangelios, como Atila
a Francisco de Asís.

EL SALMO DEL LIBRO DE CRONICAS. — 1239.


Fuera salmo 110, que acabamos de examinar, hemos
del
estudiado todas aquellas composiciones del Salterio que
no sólo se atribuyen a David, sino en las cuales además
se indica dónde, en qué circunstancia o con qué motivo
las compuso el rey-poeta. Nos quedan por analizar otras
dos poesías que se encuentran, una en el libro de Cró-
nicas y otra en el de 11 Samuel, 23, las cuales son tam-
bién consideradas como producciones del citado monar-
ca. Examinemos ahora la primíera de ellas. En I Cron.
16. después de la terminación del relato de la traslación
del arca a Jerusalem, y de nombrarse los diez levitas
encargados de ''celebrar, alabar y glorificar a Yahvé, el dios
de Israel", así como de los dos "sacerdotes, que constante-
mente estaban con sus trompetas delante del arca de la alian-
za de Yahvé", se agrega: "EX AQUEL DÍA, ENTONCES
POR VEZ PRIMERA, David encargó a Asaf y a sus her-
manos que cantasen las alabanzas de Yahvé" (v. 7). y a
continuación se transcribe un largo salmo, lo que lógi-
camente da a suponer que éste fue el himno cantado en
EL SAJLJHO DEL LIBRO DE OROMOAS .359

aquella ocasión. Dicho salmo, que se divide en tres par-


tes, dice así:

1* parte. — 8 ¡Alabad a Yahvé, invocad su nombre,


Haced conocer entre las naciones sus haza-
9 ¡Cantadle, salmodiad en su honor, [«as/
Meditad en todos sus milagros!
10 ¡Glorificad su santo nombre;
Alégrese el corazón de^ los que buscan a
11 ¡Buscad a Yahvé y su poder, [_Yahvé!
Buscad siempre su cara!
12 ¡Acordaos de los milagros que ha hecho.
De sus prodigios y de los juicios de su boca,
13 Oh descendientes de Abraham, su siervo.
Oh hijos de Jacob, su escogido!
14 Él, Yahvé, es nuestro dios;
Sus juicios se mayiifiestan en toda la tierra.
15 Él se acuerda por siempre de su alianza.
De la palabra dada hasta en mil generado-
i
\_nes;
16 De la alianza que concertó con Abraham,
Y de su. juramento a Isaac.
17 Después confirmada como estatuto a Jacob,
Como alianza perpetua a Israel:
18 "Te daré, dijo, la tierra de Canaán,
Será vuestra posesión hereditaria"

19 Entonces cuando no eran sino un puñado de


¡
igente.
Muy
pocos y viviendo como extranjeros en
20 Errando de nación en nación, [este país,
Y de un reino a otro pueblo,
21 No permitió a nadie que los oprimiese,
Y por su causa castigó a reyes diciendo:
22 ¡No toquéis a mis ungidos,
No hagáis mal a mis profetas!
!

2' parte. — 2J, ¡Cantad a Yahvé, moradores de toda la


[tierra.
360 ^Ij SAXAIO nEJj LIBRO DE caiONIOAS

Anunciad de día en día su salvación!


34 ¡Contad entre las naciones su gloria,
\Entrc todos los pueblos, sus prodigios!
25 l'orque grande es Yahvc y muy digno de ala-
[hanza
Y es niás temible que todos los otros dioses.
36. Porque todos los dioses de los pueblos son
Pero Yahvé hizo los cielos. {ídolos;
27 La majestad y el esplendor están delante de
íél,

El poder y la alegría en su santuario.


28 ¡Tributad a Yahvé, tribus de toda nación,
Tributad a Yahvé, honor y gloria!
29 ¡Tributad a Yahvé, el honor debido a su
[nombre,
Traed ofrendas y entrad en sus atrios!
¡Postróos delante de Yahvé revestidos de
[vestiduras sagradas,
30 Temblad ante él, moradores de. toda la tierra!

Y la tierra está firme, inconmovible.


31 ¡Regocíjense los cielos, y alégrese la tierra,
Y decid entre las naciones: Yahvé reina!
32 ¡Brame la mar y cuanto hay en ella,
Alégrese el campo y todo lo que él contiene!
33 Canten de gozo los árboles del bosque
Delante de Yahvé, porque él viene a juzgar
\_la tierra.

Soparte. — 34 ¡Alabad a -Yahvé, porque es bueno!


Porque para siempre es su misericordia!
35 Y decid: ¡Sálvanos, oh Dios de nuestra sal-
ivación,
Y recógenos y sácanos de entre las naciones,
Para que podamos celebrar tu santo nombre,
Y poner nuestra gloria en alabarte!
36 ¡Bendito sea Yahvé, el dios de Israel,
Desde la eternidad, hasta la eternidad!
Y todo el pueblo dijo: ¡Amén! y alabó a
\Yakvi.
t» PARTE DEIj SAIíMO DE OROIVTOAS 361

1240. Este salmo, según se desprende de su intro-


ducción (v. 7) fue compuesto por David, en aquel día de
regocijo por la instalación del arca, quien lo dió a Asaf,
uno de los directores de los músicos y de los cantores
(I Crón. 15, 16. 17, 19), para que lo cantaran en ala-
banza de Yahvé. Así lo han entendido siempre los ju-
díos y cristianos, por lo menos antes de que la crítica
comprobara la inverosimilitud de tal aseveración. Scío
escribe al respecto: "Con motivo de una pompa tan ,<?o-
lemne de la traslación del arca, COMPUSO DAVID EL
SALMO QUE A,QUI LEEMOS, y lo entregó a Asaf para
que lo cantase cíon su coro; y después que Asaf comen-
zó a entonarlo, es muy verosímil que los otros coros re-
pitiesen lo mismo".
1241. La crítica moderna llega a muy distintas
conclusiones. Ante todo se observa que es un salmo for-
mado con fragmentos más o menos grandes de otros
tres del mismo Salterio. En efecto:
La 1» parte, vs. 8-22, es el salmo 105, vs. 1-15;
la 2« parte, vs. 23-33. es todo el salmo 96 con pequeñas
variantes
y la 3* parte, vs. 34-36, son los vs. 1, 47 y 48 del
salmo 106.
1242. 1* parte. —
El autor de esta compilación,
que llamamos "salmo de las Crónicas", comenzó por to-
mar un fragmento del salmo 105. Tanto éste como el 106
son de los denominados "salmos didácticos o históricos",
porque desarrollan temas de la historia legendaria de
Israel, y se les considera entre los más prosaicos y re-
cientes del Salterio. Nuestro com^pilador, pues, de los
45 vs. del salmo 105, tomó los 15 primeros, cortando
inhábilmente el resumen de los principales relatos del
Génesis y del Exodo, ique en aquél se detallan, de modo
que ese primer fragmento resulta ininteligible separa-
do del resto de dicha composición. Según Reuss, el salmo
105 pertenece a una época en que los citados relatos
eran conocidos por todos, porque se les leía al pueblo
regularmente todos los años, en las sinagogas. La com-
placencia con la cual el autor se detiene a describir las
362 U PARTE DEL SALAIO DE ORONIOAS

plagas de Egipto, nos hace reconocer en él al judío de


los tiempos posteriores, a quien le agradaba contemplar
los privilegios de su nación y principalmente los castigos
que por causa de ésta habían sido infligidos a los otros
pueblos. No deja de ser interesante notar que L. B. A.,
obra ultraconservadora (ver nuestro t" I, p. 49), en el
tomo IV de "Les livres historiques", que vió la lu? en
1897, manifiesta en sus notas al cap. 16 de I Crón. que
aplaza para el estudio de los salmos 105, 96 y 106, la
cuestión de sab:ir si fue David o Asaf el autor de ellos;
de modo que quien escribió esa nota aceptaba que el autor
de los citados salmos era aquel monarca o este jefe de
los cantores sagrados, dudando sólo de a cual de ellos de-
bía atribuirle esa paternidad literaria. Sin embargo, en
el tomo sobre "Les Psaumes", aparecido en 1900, se de-
clara que "la idea de atribuir a David el salmo 96, proce-
de probablemente de la circunstancia que el redactor de
iCrónicas lo cita casi en su totalidad, a continuación del
relato del traslado del arca por David a Sión. Pero esta
cita, seguida de la de fragmentos de los salmos 105 y
106 no prueba necesariamente que esos cánticos remon-
ten a la época de David - Com.o fué en esa ocasión que
. .

David organizó el servicio del santuario y "estableció al-


gunos de los levitas delante del arca", particularmente
a Asaf y a sus hermanos para alabar al Eterno, el autor
de Crónicas utilizó esia fecha nuemorable, para dar, por
algunos ejemplos, una idea de los cánticos, de carácter a
la vez religioso y patriótico que formaron parte del culto,
eligiendo preferentemente sus extractos entre los him-
nos cantados en la época quje él escribió. Ahora bien, los
libros de Crónicas fueron escritos unos 200 años después
del retorno de la cautividad". Y con respecto a los otros
fragmentos que componen nuestro salmo, no es menos
categórico el escritor de L. B. A. pues afirma que "los
salmos 105 y 106 datan de la época de la cautividad de
Babilonia".
1243. 2' parte.— Hemos dicho que, con pecueñas
variantes, la segunda parte de nuestro salmo es el 96 del
Salterio. Ahora bien este último pertenece al grupo de
a» PAKTE DEL SALMO DE CÜEíONIOAS 368

los salmos llamados deutero - isaíacos (93 a 100), ya por


su ya por contener las ideas características des-
estilo,
arrolladas por el 29 Isaías. Para que se vea cómo los sal-
mistas se apropiaban o reproducían parte de las compo-
siciones de sus antecesores, notemos que los vs. 28, 29 de
nuestro salmo, se encuentran también en el salmo 29.

I Crón. 16, 28, 29 = Sal. Sal. 29, 1, 2


96, 7, 8

¡Tributad a Yahvé, tribus ¡Tributad a Yahvé, hijos


[de toda nación, [cíe los dioses
Tributad a Yahvé, honor y Tribuí ad a Yahvé, honor y
[gloria! {^gloria!
¡Tributad a Yahvé, el ho- ¡Tributad a Yahvé, el ho-
\_nor debido a su nombre, \_nor debido a su nombre.
Traed, ofrendas y entrad Postraos delante de Yahvé
íen sus atrios! Irevestidos de vuestras
Postróos delante de Yahvé [sagradas vestiduras.
ir e vestidos de sagra-
[das vestiduras

1244. Anotando la expresión "hijos de los dioses"


del V. 1 del salmo 29, escribe L. B. d. C.: "Era una locución
hebrea que significaba: vosotros que pertenecéis a la ca-
tegoría de los dioses- Se trata de los seres celestiales que
forman la corte de Yahvé, la que comprendía aún a los
dioses paganos, cuya existencia admitía el judaismo al
igual que el antiguo Israel: pero representándoselos co-
mo subordinados a Yahvé". Y" explicando el último ver-
so citado, añade el mismo anotador: "El judaismo pos-
texílico se representaba el palacio celeste a imagen del
santuario de Jerusalem, es decir, oficiando en él los se-
res divinos, como los sacerdotes en el Templo".
1245. Mowinckel, uno de los más recientes comen-
taristas del Salterio, que tan nuevas como interesantes
ideas ha expuesto sobre los cánticos que lo forman, con-
sidera el salmo 96 en el grupo de lo que él llama "los sal-
mos de entronización" propiamente dichos, a saber el 47,
364 S^UíMOS im LA ENTKOXIZACaON DE YAHVK

93 y 95 a 100. Estos salmos, según ese autor, presuponen


una fiesta cultual* o religiosa, celebrada anualmente con
motivo de la entronización de Yahvé, análoga a la fiesta
de la entronización de Anú, de Marduk o de Asur, que se
celebraba respectivamente en Uruk, Babel y Asur. Des-
arrollan dichas composiciones hechos míticos como es-
tos: Yahvé es considerado Dios-Rey, que reina sobre el
mundo, cuya creación renueva cada año, combatiendo
contra el dragón y demás potestades paganas relaciona-
das con la mar primitiva y el caos, ,de las que obtiene
plena victoria, y terminando con el juicio del mismo
Yahvé sobre todos sus enemigos cósmicos, demoníacos
y humanos, que eran a la vez los enemigos de Israel. Una
grande y solemne procesión, con el arca a la cabeza, que
figuraba la entrada del nuevo Dios-Rey, era la parte ca-
pital de la fiesta, por eso leemos en el salmo 47, v. 5:

Sube Dios en medio de aclamaciones,


Sube Yahvé al sotti del shofar (trompeta de cuerno
[de carnero).

En esa procesión se coreaba entusiasta y fervorosamente


el estribillo:

Cantad a Yahvé, cantad;


Cantad a nuestro Ecy, cantad (47, 6).

u otros idénticos (96, 1-2, 7-8). Toda la tradición judía,


desde la Michna hasta nuestros días, muestra que la
fiesta del otoño (de los tabernáculos) y del año nuevo
era considerada como la fiesta de la entronización o del
reino |de Yahvé. La del año nuevo se celebró más tarde
como fiesta independiente en las épocas exílica y postexí-
lica. La del otoño era al mismo tiempo la fiesta de la con-
sagración del templo, que recordaba su construcción y
su primera inauguración, coincidencia confirmada por la
tradición, la que consideraba que la consagración del
templo de Salomón se había realizado en otoño, en el mes
de Etanim Tischri o mes séptimo (nuestro setiembre).
3i> PARTK DEL SAIJVIO DE CRONICAS 365

durante de los Tabernáculos o de las Enramadas


la fiesta
(I Rey. 8, Igualmente el relato del Elohista sobre la
introducción del culto de Yahvé en Jerusalem (II Sam.
6; § 945-954), que no proviene de fuentes contemporá-
neas, describe esa solemnidad con rasgos tomados a la
procesión de la fiesta del otoño. Confirma también ese
doble carácter de dicha fiesta, el hecho de que, según el
Cronista, se hizo cantar a los levitas, con motivo de la
traslación del arca, un cántico compuesto únicamente con
citas de. salmos de la entronización (I Crón. 16, 8-36)
(MowiNCKEL, p. 142-145). Según esta teoría de la fiesta

de la entronización de Yahvé, de la que nada nos dicen
los libros bíblicos calificados de "históricos", y que Mo-
winckel deduce del estudio del Salterio y de prácticas

idénticas en Caldea y Egipto, el salmo en cuestión, de
las Crónicas, sería de la época de los réyes, como los de-
más salmos usados en las ceremonias litúrgicas de dicha
fiesta, en contra de la opinión corriente que les asigna un
origen exílico o postexílico.
1246. 3» iparte. —
El v. 34 — salmo 106,
1<.'
del —
es un estribillo, probablemente coreado por los fieles, que
se acostumbaba cantar en distintas solemnidades reli-
giosas, pues lo encontramos en varios otros salmos, co-
mo en el 107, 1 118, 1 y 136, 1. Se cita en una poesía
; ;

de Jeremías (33, 11), y se le menciona como cantado


cuando la consagración del templo de Salomón (II Crón.
7, 3), y cuando pusieron los cimientos del segundo tem;-
plo, en tiempo de Zorobabel (Esd. 3, 11). En cuanto a
las palabras del v. 35, "Recógenos y sácanos de entre
las naciones", muestran a las claras que cuando ellas
se escribieron, el pueblo israelita estaba disperso. Pero
para unos, esa época fué la de la deportación en B'abi-
lonia; mientras que para otros, se refiere a período pos-
terior, cuando los judíos estaban en gran parte disper-
sos entre los pueblos vecinos de Egipto, Babilonia, Si-
ria, etc. A
nuestro salmo 106, Scio le pone este título:
"Los hebreos cautivos hacen memoria de los beneficios
que Dios les hizo, etc.", y anotando en I Crón. 16, el v, 35,
escribe: "Estas palabras piensan algunos que las dijo
366 39 PARTE DEli SALMO DE CROXICAS

David con espíritu profético, previendo el cautiverio


del pueblo de Israel, y en especial la dispersión del pue-
blo después de la venida de Cristo. Otros dicen que fue-
ron añadidas por Esdras, autor de este libro (?) al fin
de este cántico, para que los levitas que servían en este
segundo templo ,
orasen al Señor continuamente por ia
reunión de su pueblo, y para que le sacase 'de la tesclaivi-
tud que padecía, porque aunque por este tiempo habían
ya vuelto algunos, la mayor parte estaba aún cautiva
y
derramada por varios lugares". La aseveración de que
David con espíritu profético, escribió o dijo esas pala-
bras previendo el cautiverio de Israel y la dispersión
del pueblo judío en nuestra eia, ya ni la ortodoxia más^
reciente se atreve a sostenerla. Así L. B. A. después de
afirmar que los salmos 105 y 106 datan de la cautividad
de Babilonia, agrega "Esto es evidente a lo menos para
:

el salmo 106, que después de haber hablado de la cauti-


vidad, termina con estas palabras: "Recógenos de entre
las naciones (v. 47)". Reuss termina su comentario de
ese salmo diciendo "El fin del mismo nos da la impresión
:

que debió ser compuesto en época de tranquilidad, pues


no hay imprecaciones contra opresores extranjeros. El
único voto que se limita a formular el autor, es que todo
el pueblo, hoy disperso, regrese a la patria común". Es-
tas consideraciones nos muestran cuan inaceptable es
la tesis de Mowinckel de que el salmo 106 sea del perío-
do de los reyes, a no ser que se sostenga que los versícu-
los de éste incluidos en el de las Crónicas, son una glosa
reciente, argumento siempre posible refiriéndose a los
Salmos, pues éstos han sido tan alterados y retocados,
que es muy difícil asegurar cuál haya sido su primitivo
tenor. Claro ejemplo de una adición muy posterior la te-
nemos en el v. 48 del salmo 106, versículo que, según la
opinión general de los exégetas, constituye la doxología*
puesta al final del libro IV de Salmos por el redactor
último de los mismos, quién agregó doxologías* seme-
jantes, a la terminación de cada uno de los otros libros
de esa recopilación (Sal. 41, 13; 72, 18, 19; 89, 52). Nóte-
se que la segunda mitad del citado v. 48 dice así:
RESUMEN SOBPB EL SAIüVIO DE CRONICAS 367

Diga todo el puchlo: ¡Amén!


¡Alabad a Yahvé! (o ¡Aleluya!)

Ahora bien en el salmo de las Crónicas, lo transcrip-


to ha transformado en parte narrativa, cambiando el
ise

tiempo de los verbos, quedando convertido en esta frase:


"Y todo el' pueblo DIJO: ¡Amén!, y ALABÓ a Yahvé"
(v, 36).
1247. Resumen. —
Resumiendo nuestro análisis del
salmo de las Crónicas, llegamos a estas conclusiones: 1'
"^ue con las palabras de introducción del mismo (v. 7)
&e da a entender Que ese himno fue compuesto por Da-
vid, o a lo menos que él ordeíió que sé cantara. Así L. B.
d.C., en nota al 96 del Salterio, dice: "Este salmo se
encuentra en I Crón. 16, 23-S3, donde forma parte de un
cántico entonado por Asaf y sus hermanos con motivo de
la traslación del arca a Jerusaleim". Ahora bien tanto la
atribución de ese cántico a David como a sus contem-
poráneos, son afirmaciones desprovistas de toda verosi-
militud histórica. 2'^ En todo el salmo de Crónicas no hay-
la menor alusión al traslado del arca, ni a la inaugura-
ción del nuevo santuario de Jerusalem. 3' Son anónimos
en el iSalterio los tres salmos de que se compone el que
estudiamos, lo que no ocurriría si el redactor de aquel
libro bíblico hubiera podido leerlo en las Crónicas. Esta
consideración comprueba que el salmo en cuestión fue
agregado a este último libro después de formado el Sal-
terio actual, lo Que está corroborado no sólo por lo di-
cho' últimamente tocante al v. 36 (el 48 del salmo 106),
sino además porque el v. 37 de 1 Crón. 16 es la conti-
nuación natural del v. 7 del mismo capítulo, como se ve
en seguida "7 £"71 aquel día, entonces por vez primera,
:

David encargó a Asaf y a sus hermanos que cantasen


las alabanzas de Yahvé. 37 Y ÉL dejó allí, delante del
arca de la alianza de Yahvé, a Asaf y a sus hermanos,
etc.". Los vs. 8-36 de nuestro salmo, constituyen, pues,
una intercalación hecha por algún escriba, en el cap. 16
de I Clónicas, mucho después de compuesto el Salterio.
Reuss opina igualmente que esos vs. 8-S6 "no sólo no
368 UI/riMAiS PAIiABRAS DB DAVID

representan el cántico que Asaf habría cantado con mo-


tivo del traslado del arca, sino que además son extraños
a la redacción primitiva del libro de Crónicas. Fujerton
posteriormente incluidos en él por alguien que los tomó
del Salterio, según una combinación conjetural bastante
arbitraria. Hasta aventuramos la hipótesis de que esa
combinación fué ensayada tres veces distintas por tres
manos diferentes". Y en nota al v. 35 agrega el mismo
sabio exégeta: "Precisamente aquí es fácil la demostra-
ción de la inautenticidad * del texto así inserto. ¡Quié-
rese algo más absurdo que poneír en boca de David y de
sus con temporáneos, y con motivo de una fitesta prece-
dida por señaladas victorias, palabras que rfecuerdan e}
destierro y la opresión de los judíos p(yr el extranjero!".
4' En consecuencia, pues, podemos afirmar como plena-
mente probado aue el cántico inserto en I Crón. 16, ni
lo escribió David, ni lo mandó él cantar, ni fue escrito
en su época, ni siquiera lo incluyó en ese capítulo el au-
tor de Crónicas; sino que esa composición está formada
arbitrariamente por elementos de otros salmos, que aún
admitiendo la hipótesis de Mowinckel, debe concluirse
que son 'muy posteriores a la construcción del templo de
Salomón. Ysin embargo, im'pertérrita la ortodoxia si-
gue repitiendo con el autor de la II Epístola a Timoteo:
"TODA LA ESCRITURA ES INSPIRADA POR DIOS"
(3, 16).

LAS ULTIMAS PALABRAS DE DAVID. — 1248.


A continuación del salmo 18 (§ 1135-1150), transcrito en
el capítulo 22 de II Samuel, se encuentra un pequeño
canto (23, 1-7) precedido por esta inscripción: "Estas
son las {¡¡timas palahras de David". Ese poemita dice
así:

1 Oráculo de David, hijo de Isai,


Ornenlo del hombre altamente colocado.
Del uncjido del dios de Jacoh,
Del dulce salmista de Israel:
2 El espíritu de Yahvé ha hablado por mi,
m/TlMAiS PALABRAS DE DAVID 369

T" su palabra está sohre mi lengua.


3 El dios de Jacob ka hablado,
La roca de Israel me ha dicho:
El que reina con justicia sobre lot hombres,
El que reina en^el temor de Dios,
i Es como la luz de la mañana cuando se levanta él sol.

Que hace relucir el rocío del ccspcd. de la tierra.


5 ¿No es asi de mi casa delante de Dios?
Porque él ha establecido conmigo tina alianza eterna,
Alianza bien ordenada y bien, guardada;
Que es toda mi salvación y todo mi vlo.cer.
6 Porque las gentes de Belial no pueden fructificar,
Son todas como el espino del desierto,
No pueden tomarse con la mano,
7 No puede el hombre tocarlos
Sino con el hierro o un asta de lanza.
Y después son completamente consumidos por el fuego.

1249. Seq'ún Scío. "se llaman últimas estas pala-


bras de David, no porqwe fueron las que habló última-
mente, pues en el canítulo y libro siguientes se leen otras
muchas cosas que dijo; sino porqué S(On las últimas que
pnonunció con espíritu profético, v como el último tes-
tamento y sello con que dejó sellada su profecía, com-
nr*>ndida <&x\ los salmos que comouso o porque hablan de
Cristo y de su reino, aue e*5 el fin y obieto de las profe-
cías". Para L. B. A., también son éstas las últimas pala-
bras pronunciadas bajo la acción de la revelación divina,
del rey-profeta, ante cuyos ojos "aparece la persona del
rey de Israel perfectamente justo, en cuyo reinado g'ermi-
nan la felicidad y la salvación, y que destruye a todos
las malos. Este rey se le presenta bajo la imagen de un
sol naciente, cuyos rayos después de la lluvia caída du-
rante la noche, hacen brotar verde hierba en la tierra,
mientras aue los ¡malos semejantes a arbustos espinosos
son destruidos por el fupgo". Causse ve en esta compo-
sición un oráculo real o dinástico, aue remonta a los pri-
meros tiempos de la dinastía davídica, el cual es distin-
to de los antiguos cánticos nacionales en honor de Is-
370 LOS APENDICES DE II SAAWJBI^

rael, el pueblo que Yahvé conducía al combate. "Aquí,


dice, ya no es cuestión de la alianza entre el dios y la
nación, sino de la alianza que Yahvé hizo con David y
su casa. En realidad, tanto del punto de vista religio-
so como del punto de vista político, el rey, centro de
unidad del grupo social, es a la vez el intermediario en-
tre Dios y la nación y el representante de ésta ante aquél
y como tal preside los sacrificios y las ceremonias sa-
gradas". Causse impresionado porque el autor del poe-
mita expresa que es el mismo rey quien habla y pronun-
cia un oráculo inspirado, juzga que esa composición pue-
de ser dd mismo David o de un poeta de corte, y que
ambas hipótesis son igualmente verosímiles (Les Plus,
153, 154).
1250. Veamos qué es lo que hay de cierto en las
precedentes aseveraciones, en cuanto admiten que pue-
da haber sido escrita por David la breve composición
que estudiamos. Al efecto^ notemos: Esta poesía y el
l'''

salmo 18, que la precede, constituyen uno de los tres


apéndices agregados a II Samuel apéndices que forman
hoy los capítulos finales de ese libro (21-24), y que no
pertenecen al autor del mismo. Esta observación debe
ya hacernos sospechosa la historicidad * del título (v.
1) que da la poesía de los vs. 1-7 como la última produc-
ción poética de David.
1251. 2' Dicha composición está escrita de acuer-
do con el mismo patrón de los oráculos de Balaam (§ 273-
277). Compárese, en prueba de ello, el v. 1 de aqué-
lla, con los vs. 3-4 y 15-16 del cap. 24 de Números, que

dicen así:

"Oráculo de Bdlaam, hijo de Beor,


Oráculo del hombre cuyos ojos están abiertos,
Orácxdo del que oye las palabras de Dios,
De aquel que contempla la visión del Todopoderoso,
Caido en éxtasis y que tiene quitado el velo de sus ojos".

El V, de nuestro poemita:
I
TRIVIALIDADES SBNTENOIOSAíS 371

Oráculo de David, hijo de ísaí,


Orácido del hombre altamente colocado,
Del ungido del dios de Jacob,
Del dulce salmista de Israel,
(o Del cantor de los salmos de Israel,
o El egregio cantor de Israel —
La Vnlgatia),

está revelando a ias claras que no se trata de una


obra original de David, pues no es admisible que sea el
autor quien se dé a si mismo tan retumbantes epítetos.
Estos, además, no guardan relación con la poesía que si-
gue, pues después de tan altisonante comienzo, sería na-
tural esperar algún vaticinio de importancia, y sólo nos
encontramos con los vs. 3-7, oráculo al que, en realidad,
se le puede aplicar con justicia el proverbio latino: "Par-
túriunt montes: nascétur ridiculas mus".
1252. 3' Si realmente como quiere la tradición, hu-
biera estado David dotado de talento poético, y al fin
de sus días hubiese querido componer su última compo-
sición sería dable suponer que hiciera referencias a su
accidentada y novelesca vida, al poder de su dios, o aún
sería admisible que quisiera dar algunos consejos a sus
subditos o a sus sucesores pero nada de todo esto nos
;

ofrece el presuntuoso salmo que analizamos. Su autor


se limita a decirnos simples trivialidades como éstas:
"El que reina con justicia, reina en el temor de Dios;
los perversos no pueden prosperar (lo que es rematada-
mente falso), son ctímo espinos que no hay por donde
agarrarlos, y que concluirán por ser consumidos por el
fuego". A esto se agrega una comparación relativa al que
gobierna en el temor de Dios, el cual se asemejaría al
sol naciente que hace brillar las gotas de rocío, o que ha-
ce brotar el verde césped; y una referencia más o me-
nos sibilina, según el grado de fe de los exégetas, que
menciona que Dios ha hecho alianza eterna con la casa
de David. Las aludidas trivialidades están escritas en
estilo sentencioso de proverbios como estos

El camino de los perversos es como las tinieblas;


372 UN ORaOULO SIBILINO

Ko perciben lo que les hará caer.


Perola vía de los justos es como el sol naciente,
Cuya luz va aumentando hasta el pleito día (Frov. 4, 19,

Y en cuanto a la comparación poética, y en general, la


parte S'^-S, que es el núcleo del oráculo, está expresada
en forma tan obsCura, que cada traductor Ja vierte a su
manera, como igualmente cada exégeta la comenta a su
paladar.
1258. Véanse algunas traducciones de ese trozo, y
compárense con el que hemos dado más arriba Y co-
mo la luz de la mañana criando sale el sol, de la mañana sin
nubes, resplandeciente, cuando cae lluvia sobre la yerba de la
tierra: 5 '^o será así mi casa para con Dios: mas él ha hecho
conmigo concierto perpetuo, ordenado en todas las cosas y
seguro; por lo cual a toda mi salud y a toda mi voluntad no
así hará producir" (Vauera). Esto último, es un verda-
dero galimatías, y desafiamos a cualquier persona que
domine el castellano, que descifre esa incógnita, o sea,
que le encuentre algún sentido racional a esas pala-
bras. En cuanto a las tres primeras líneas (v. 4,
5'), se desprende que quieren expresar esto: "La ca-
sa de David no será para Dios como la luz del sol res-
plandeciente de la mañana cuando cae lluvia sobre la hier-
ba". ¿Qué se quiere significar con esta cláusula? Del sol
resplandeciente que sale luego que ha caído lluvia sobre
la hierba, puede decirse que hace brillar las gotas de agua
suspendidas en las hojas y ramillas de la hierba, o que
las seca, o que hace crecer la vegetación. ¿Por cual de esos
sentidos se decidirá el lector para que la comparación con-
cuerde con que "así no será la casa de David para con
Dios"? ¿Y por qué ha de ser el sol la mañana, y no el
sol en cualquier otro momento, si los resultados son 'Jos
mismos en cuanto a las acciones aludidas de hacer bri-
llar, secar o contribuir al crecimiento de la hierba?
1254. La Vulgata traduce así: "4 Como la luz de la
aurora resplandece por la mañana, al salir el sol sin nubes,
y como la yerba brota de la tierra con las lluvias. 5 No es tan
UN OKAOULO SIBILINO 373

grande mi casa delante de Dios, que debiese hacer conmigo


un cierno pacto, firme en todas las cosas y fortalecido. Por-
que él es toda mi salud y toda mi voluntad: Y NINGUNA
COSA líAY QUE DE ELLA NO TENGA ORIGEN".
En esta traducción, 4 y el final del v. 5 carecen de
el v.
sentido. Scío anotando 4 dice: "Aquí es necesario su-
el v.
plir alguna cosa para que el sentido quede perfecto: Estos
serán, esto es, los que temen a Dios, serán como la luz de
la Aurora, que resplandece, etc., y suplirse lo siguiente:
Del mismo modo resplandecerá ,y se levantará mi casa^ o
cosa semejante. Pero David fijando los ojos de su iconsi-
deración en la humildad de su familia, interrumpe el
elogio comenzado, se vuelve a reconocer y confesar su
bajeza, protestando que debe a la pura liberalidad y mi-
sericordia del Señor la elevación en que se ve, y la eter-
na alianza que había hecho con su casa, prometiéndole un
reino eterno en la persona del Mesías, que había de na-
cer de su linaje". Nótese aquí la confesión de que el texto
es incomprensible y las combinaciones hechas para darle
sentido aceptable y nótese en seguida como la fe del
;

exégeta .católico le hace descubrir al Mesías, allí donde a


éste no se le menciona para nada, pues sólo se habla de
que Dios había hecho un pacto eterno "conmigo", es de-
cir, según la intención del autor, con David. [Cuanto más
obscuro es un oráculo sibilino, según ya lo hemos dicho,
más conforma a todo el mundo, pues cada uno lo interpre-
ta a su manera.
1255. He aquí la traducción de Pratt: "3^ El que
gobierna entre los hombres debe, ser justo, gobernando en el te-
mor de Dios. 4 Así será como la luz de la mañana cuando se
levanta el sol; de una mañana sin nubes, cuando por el bri-
llo tras la Ihivia, crece la yerba de la tierra. 5 Es verdad que

no así ha cumplido mi casa para con Dios: él empero ha he-


cho conmigo un pacto eterno, bien arreglado en todo y segu-
ro; el cual es toda mi salvación y todo mi placer :¿ pues mo lo
hará él florecer?". Pratt ha traducido el v. 4 como el se-
gundo término de una comparación, de la cual es el pri-
mero 3''. Pero prescindiendo de la inexactitud de hacer
crecer la yerba por el brillo en vez de por el calor del sol,
374 UN( ORACULO SmiLINO

i qué relación hay entre ese crecimiento y la aseveración


.de que el gobernante debe ser justo gobernar en el te-
y
mor de Dios ? Reuss que traduce así 3»^

El que gobierna a los hombres con justicia,


Los gobienia en el temor de Dios,

trata de buscarle un sentido a la comparación del v. 4 y


dice: "El —
segundo dístico (v. 4), si es que lo hayamos
comprendido y que nuestra traducción (semejante a la de
Pratt) exprese el pensamiento del texto,— manifiesta una
idea análoga (a la de 3'') por medio de una imagen. La
prosperidad de la vegetación, provocada por los rayos
del sol matinal después de la lluvia de la noche se pone en
paralelo con la prosperidad de un pueblo gobernado por un
rey justo y piadoso". Pero obsérvese que a pesar de toda
la buena voluntad del sabio exégeta de Estrasburgo, se le
hace decir al texto lo que no dice. En efecto, según su ex-
plicación, el autor del salmo en cuestión parangonaría
dos prosperidades la de un pueblo bien gobernado, con la
:

de la vegetación; pero si esta última se puede encontrar


en algunas traducciones, no asi la otra, pues al afirmar
que el que gobierna con justicia lo hace en el temor de
Dios, no se menciona para nada la situación moral o ma-
terial del pueblo. Tan poco convencido estaba Reuss de su
citada explicación, que a renglón seguido agrega: "Debe,
sin embargo, observarse que el verbo esencial (hacer
crecer, v. 4) no está en el original la preposición (tras la
;

lluvia) no es segura, y si alguien quisiera ver en un cie-


lo sin nubes, no la causa de la fertilidad, sino de la
aridez de la campaña, no sabríamos qué responder. Nos
hallamos aquí ante un problema de exégesis que los ca-
racteres no poco enigmáticos de este poema vuelven bas-
tante difícil".
1256. 4'' Se dirá quizás que el carácter sibilino
del pretendido oráculo procede de su fondo profético, como
así lo da a entender Scío cuando nos dice en el párrafo
arriba transcrito, (§ 1249) "Son estas las últimas pala-
:

bras que PRONUNCIÓ CON ESPÍRITU PROFÉTICO, co-


DAVm, PROFETA PARA LA ORTODOXIA S75

mo el último testamento y sello con que dejó sellada SU


PROFECÍA COMPRENJDTDA EN LOtS SALIMOS QUE
COMPUSO" o como cuando anotando el v. 2 escribe "El
; :

espíritu de Dios dictó las palabras por boca de David, y se


valió de su lengua para pronunciarlas. Y
lo mismo debe
entenders>3 de todos los libi'os sagrados. Esta es la razón
por la cual los fieles deberán recibirlos y leerlos con la
mayor veneración y respeto" Prescindiendo de la perento-
ria observación de que divinidad quiere anunciarnos
si la
lo porvenir, 'natural sería que sus vaticinios fueran bien
claros y al alcance de todas las inteligencias, para que pu-
diéramos entenderlos sin lugar a dudas ni vacilaciones,
fuera de esto, tenemos que la afirmación de que David fué
profeta, descansa en estos postulados: a) él escribió los
Salmos, o gran parte de ellos b) en los mismos, se anun-
;

cia la venida del Mesías o sé dan detalles de su vida y


obra, o como dice Scío "hablan de Cristo y de su reino, que
:

es el fin y objeto de las profecías". Ahora bien como esa


base es inconsistente, tiene que derrumbarse el edificio
que sobre ella se pretende edificar. En efecto, hemos ana-
lizado todos los salmos que expresamente se dan como de
David, con indicaciones precisas de la época en que él los
había compuesto, y hemos comprobado la falsedad de tal
atribución y en cuanto a lo que se asevera en el segun-
;

do postulado de la referencia, de que las composiciones


del Salterio anuncian o se refieren al Mesías, también ya
hemos visto la falsedad de esa tesis al estudiar el salmo
IIQ. el salmo más típicamente mesiánico para la orto-
doxia. La afirmación, pues, 'del segundo postulado pue-
de ser buena para el fiel dispuesto a creer ciegamente
todo lo que le enseña su religión pero para el espíritu li-
;

bre de prejuicios, es lo cierto que los Salmos hablan tanto


de Cristo y de su reino, como de Napoleón y de su imperio.
Encontrar algo concreto referente a Jesús en los Salmos
(por más que se pueda sostener que éstos contribuyeron a
la formación de la leyenda evangélica) es como el caso del
suspicaz destinatario extranjero de una carta, la que co-
menzaba con el acostumbrado: "Muy señor mío", frase
que consideró aquél ofensiva para su dignidad, basán-
376 ALIANZA DE YAHVE CON DAVID Y SU CASA

dose en este razonamiento "Mío o miau es la voz caracte-


:

rística del gato, de modo que se me ha tratado de gato;


y como este animal tiene uñas muy afiladas, con ello sic
ha querido dar a entender que yo también las tengo, o
sea, que soy ladrón", y ante dialéctica tan decisiva, nues-
tro hombre agraviado mandó sus padrinos al remitente
de la carta.
1257. 5" Ni el 'hecho de que en los vs. 2, 3 y 5 se
hable en primera persona, ni el de que se mencione la
alianza de Yahvé con David, prueban nada en favor de la
tesis ortodoxa. El hacer figurar a David como el personaje
que habla en el salmo, no es sino un recurso retórico,
que en manera alguna confirma que haya sido ese rey el
autor de las palabras que se le atribuyen como de igual
;

modo para dar autoridad a sus palabras, los profetas, —


tanto los llamados verdaderos como los denominados fal-
sos, —empleaban la fórmula: "Así dice Yahvé" (I Rey.
22, 11; Jer. 29, 9). El hecho de que "aquí ya no es cues-
tión de la alianza entre ¡el dios y la nación, sino de la
alianza que Yahvé hizo con David y su casa", sólo nos
probaría que el salmo de la referencia es de época muy
posterior a ese monarca, lo que estaría corroborado por
las expresiones "nUnnza cierna", "alianza bien ordenada
y guardada", del v. 5, propias solo de un tiempo en que
el pueblo estaba asombrado, porque la dinastía davídica
tenía ya varios siglos de existencia, lo que constituía un
contraste impresionante con las efímeras dinastías del
reino de las Diez Tribus.
1258 6" El dicho sentencioso del final (vs. 6 y 7),
al que Causse le encuentra semejanza con las fórmulas
contra los rechaám o encantadores, empleadas en Sal.
69, 22-25, no es realidad, como él afirma, contra "los ene-
migos del rey" (Les Plus, 158. 154), sino contra los per-
versos o malos, en general, o sea contra las "gentes de
Belial". No alcanzamos a comprender qué relación hay
entre esa sentencia y los vs. precedentes. Causse consi-
dera lo que antecede como una bendición pronunciada
por el mismo rey, y los dos vs. finales como palabras
de maldición contra sus adversarios. Todo es aquí cues-
POESIA GNOmCA RECIENTE 377

tión de interpretación exclusivamente subjetiva, dada


la ambigüedad del trozo y la falta de ilación entre sus
elementos componentes. Nosotros no vemos lo que des-
cubre allí Causse, y también nos resistimos a admitir
esta explicación que de esos vs. da Reuss "El rey piado-
:

so y justo no debe tener nada de común con los malos,


por el contrario debe exterminarlos". Lo que nos parece
que el autor ha querido significar, de acuerdo con las
ideas israelitas sobre la remuneración de la piedad, es
que los malos no pueden prosperar, y luego los compara
con las espinas que se juntan con una horquilla y se las
arroja al fuego donde son consumidas. Pero que el rey de-
ba exterminar a los malos, o que esto sea una maldición
que él pronuncia contra ellos, no lo descubrimos en el
texto. Todas estas interpretaciones tan opuestas, con-
firman nuestra opinión sobre lo sibilino de este oráculo
seudo-davídico.
1259 7'' En conclusión, la atribución de este salmo
a David es completamente antojadiza y desprovista de
todo fundamento serio. Su carácter enigmático quizás le
dé razón a Reuss, cuando supone q^ue "el redactor que lo
insertó aquí, debió hallarlo en alguna antología de anti-
gunas poesías, como aquellas de que encontramos vestigios
en Jos. 10, 13 y Núm. 21, ii". Otros exégetas lo consi-
deran de fecha más reciente, negando, en consecuencia,
también su pretendido origen davídico. Así para Gautier:
"Su autor es desconocido: su composición parece que de-
ba colocarse estire la época de Isaías y la caída de la di-
nastía davídica" (T, 276). Budde en su Die Bücher Sa-
muel, p. 315, ve en esta composición, una poesía gnómi-
ca de fecha reciente (cita de Causse, Les Plus, 153).
Mowinckel expresa que "aun cuando este poema se pre-
senta como una profecía, — pues su autor comienza por
declarar que el espíritu de Yahvé habla por su boca, —
en realidad se trata no de un oráculo de nabí, sino de
una obra de artista muy consciente de su arte. Este poe-
ma es un maschal presentado en forma de profecía. Su te-
ma és él mismo del cap, 32, 1 ss. de Isaías cuando el rey
:

gobierna según la justicia, el pueblo es como tierra fe-


OBRA POETICA DüEl DAVID
cundada por la lluvia. El poeta tiene en
vista un rey real
y no el Mesías escatológico. En verdad nos encontramos
aquí ante un fragmento de poesía
cortesanatendiente
a exaltar la casa de David, poema
que no puede proce-
der del tiempo de David o de Salomón,
sino de época mu-
cho mas reciente, quizás de los
reinados de Exequias o
de Josias" (R. H. Ph. R., f- VIII
p. 10/7). Y por úl-
timo, el dommico Dhorme
termina su traducción y
^^'""^í' siguiente
ÍTrI
parrato: ''^J\
El tercero
el
y último apéndice del segundo li-
bro de Samuel comprende dos trozos
poéticos: el salmo
18 y las ultimas palabras de David. Así
como Moisés ha-
m^rZ
ó¿
l^i^eut.
^^^^ ^¿"tico y una bendición
y ¿o), asi era necesario que también cantase
David un salmo "el día en que Dws lo
übró de todos sus
soGimou9y que hiciese su testamento
,
espiritual. Es por
esto -que ha sido intercalado el
salmo 18 en el lugar que
actualmente ocupa (cap. 22)... La
época tardía de su
composición es generalmente reconocida
por los críticos,
lanto los términos árameos que
hemos señalado en las
notas exegeticas, como los numerosos
puntos de contac-
to que presenta con los salmos
de baja época, confirman
%o ^i^;'"^-,^" ^ ^as últimas palabras de David
(¿á, i-/), están concebidas en el estilo de Proverbios
30
introducidas por una fórmula análoga
aIílas 'a'^Í ^
de Balaam, en Números 24, 3-i,
15, 16. Hemos vis-
to que han sido agregadas
posteriormente al mismo tiem-
po qu,e el salmo 18
y que. por consiguiente, no pertenecen
al mas antiguo fondo de
la tradición. Smith resume
bien
ia opinión de los críticos
cuando dice que ''tanto el vo-
cabulano como las ideas muestran
que este trozo es una
producción relativamente reciente".
La segunda parte es-
ta particularmente mal
conservada. El tema de la oposi-
ción entre la dicha del justo
y la desgracia del impío se
encuentra en el salmo 1, que
ca macabea".
probablemente es de la épo- ^

hpp.v^^^i™^^'
nacer
~
de lo que con mas visos de
acabamos di
verosimilitud se conside-
LA OBRA POETICA DE DAVID 379
ra como la obra poética de David, se deducen las siguien-
tes conclusiones:
1'? Carencia absoluta de pruebas de que ninguna de
las aludidas composiciones haya sido escrita por David;
y en cambio, conjunto armónico y considerable de razo-
nes, que nos dan un alto grado de probabilidad, rayana
en la evidencia, de que ellas no pueden tener por autor a
ese monarca.
2? Si se admite la autenticidad de la endecha de Saúl
y Jonatán, forzosamente hay que rechazar la ide los sal-
mos que se le atribuyen a David, puesto que el estilo de
éstos, — los cuales se .caracterizan por su impersonalidad,
— revela distinta mano de la que compuso aquella elegía.
3" Los cue se figuran a David como un rey devoto,
viviendo sólo con la obsesión del culto de Yahvé, es de-
cir, los cue se forjan de ese rey una idea antagónica al
David histórico, tal como resulta burilado en los libros
de Samuel y Reyes, esos creyentes pueden atribuirle a
dicho monarca la paternidad de tales o cuales salmos,
según las impresiones subjetivas de cada uno de ellos.
49 El salmo de las Crónicas, incluido en ese libro
con mucha posterioridad a su redacción, nos comprueba,
entre otros, estos dos hechos que destaca Gaufier: la fa-
cilidad con que se disponía del material del Salterio, pa-
ra formar nuevos salmos, y la tendencia a atribuir a Da-
vid poemas anónimos, ciertamente muy posteríoi^es a él
(II, 38). En la época postexílica había enarcada propen-
sión a considerar toda ley antigua como de Moisés y todo •

salmo anónimo como de David.


5'' Y finalmente es digno de notarse que el libro de

Crónicas, — que según hemos tenido ya múltiples opor-


tunidades de notarlo, trata de ensalzar por todos con-
ceptos a David, eliminando aquellos hechos del libro de
Samuel que le son desfavorables o inventando a su fa-
vor otros que contribuyen a aureolar su memoria, como
la preparación de los materiales y de los recursos para
la construcción del templo, — aunque atribuye a David
un papel preponderante en la organización musical del
culto, no lo menciona para nada como poeta, ni como es-
critor de salmos.
CAPITULO XX

Influencia de David sobre la


religión de Israel

SOLIDARIDAD ENTRE EL REY Y EL DIOS NA-


CIONAL. — 1261. Aunque no fué David el rey devoto
que nos pinta el autor de Las Crónicas, sino un monarca
guerrero, con muy superficial religiosidad, sin embargo
ejerció profunda y durable influencia sobre la religión
yahvista. Sabemos que hasta entonces, (siglo XI), Is-
rael era más una idea que un Estado; era un conglome-
rado amorfo de tribus hebraicas, sin cohesión alguna,
celosas de su autonomía y cuyas rivalidades terminaban
a menudo en sangrientas luchas civiles. De esta situación
caótica aprovechaban los pueblos vecinos para imponer-
les su yugo, del que momentáneamente se libraban gra-
cias al valor de los jefes que surgían, o sea, de los Juieces,
quienes durante su vida ejercían una autoridad más o
menos absoluta sobre algunas tribus. La elección de Saúl
como rey nacional y sus victorias sobre los enemigos
tradicionales parecieron en un principio que iban a cam-
biar aquel estado de cosas; pero el desastre de Gilboa,
en el cual pereció Saúl con sus principales hijos, volvió
a dejar las cosas igual o peor que antes, pues casi todo
el país cayó bajo el dominio de los vencedores filisteos.
1262. Yahvé, como buen dios nacional, sufría to-
dos los vaivenes de la incierta fortuna de Israel. A me-
nudo había conocido las amarguras de la derrota, y al
efecto recordemos que en la época del viejo sacerdote Elí,
su morada visible, el arca sagrada, había caído en poder
de los odiados incircuncisos filisteos (§ 679). Ese he-
cho desgraciado de armas había amenguado mucho la
SOLIDARIDAD EXTRE YAHV E Y DAVTD SSl

gloria de Yahvé, hasta el punto de que el pueblo olvidó


casi por completo la existencia y el paradero de aquel
mueble religioso (§ 1069). Pero surge David, guerrero
atrevido y valiente, que ya en vida de Saúl había conquis-
tado fama de capitán experto e intrépido, y al obtener
elcetro real, logra vencer a todos los inveterados ene-
migos de su pueblo y extender hasta más allá de Da-
y

masco (algunos dicen hasta el Eufrates) los límites de


su pequeño país. Con sus triunfos no sólo da brillo y
lustre a su tribu de Judá, la cual hasta entonces se había
mantenido al margen de la vida nacional, sino que au-
mentó el prestigio y el poderío de su dios Yahvé, en cu-
yo nombre y bajo cuya protección había realizado todas
aquellas guerras felices. Poco importaba que esas gue-
rras hubieran sido implacables y bárbaras: que dos ter-
cios de la población de Moab hubieran sido pasados fría-
mente a cuchillo; que los de Ammón hubieran sido tra-
tados con no menor rudeza que los moabitas ;
que los
varones de Edom hubieran sido degollados sin merced,
así como antes David no tuvo piedad con ningún ser hu-
mano, hombre o mujer, .viejo o niño que caía en sus
manos, cuando sus celebras rizas o "razzias" de su épo-
ca de señor feudal de Siclag: nada de esto entraba en
la consideración del público; lo esencial eran los resul-
tados conseguidos: David había triunfado de todos sus
enemigos, David había unificado la nación israelita, Da-
vid había dado a ésta la capital de que carecía, David, en
fin había agrandado extraordinariamente su país. El dios
de David se había mostrado más fuerte que los dioses de
los pueblos vecinos vencidos por aquel capitán, y eso
bastaba para la gloria de Yahvé. El éxito de David fue
la palpable comprobación del poderío de Yahvé, como la
prueba de la verdad del islamismo está en que Alá dió
la victoria al Islam.
1263. Estos acontecimientos inusitados para Israel,
desarrollaron el orgullo nacional, a la par que cimenta-
ban la confianza del pueblo en su poderoso dios Yahvé.
Al conquistar David la fortaleza cananea de los jebuseos,
y edificar junto a ella la ciudad de Jerusalem, creó, sin
382 MONARQUIA DB DERECHO DIVIN(3

él preverlo, como ya lo hemos dicho, la futura capital del


judaismo, la primera ciudad santa del mundo. Hombre
político, trató ante todo de establecer un santuario en
Jerusalem, que le diera a la nueva capital el barniz reli-
gioso de que carecía, y para ello instaló allí solemnemen-
te en una tienda, junto a su palacio real, el arca de Kir-
yat-Jearim, o sea, el símbolo divino que pasaba por ser lo
más auténticamente yahvista en Israel.
1264. "Desde que el arca estuvo junto al rey, y
fue casi vasalla suya, escribe Renán (p. 126), David apare-
ció esencialmente como el hombre de Yahvé y de Israel. Su
monarquía adquirió un carácter religioso, que no ha-
bía tenido la de Saúl. David fué el elegido de Yahvé
por excelencia; sus funciones constituyeron una lugar-
tenencia de Yahvé. Quedaba fundada la idea de la mo-
narquía de derecho divino. Todo se le permitía a un rey
que alojaba a Yahvé de una manera estable a la puerta
de su propia casa". Yahvé, dios de Madián y de Cadés,
hasta entonces sin asiento permanente aún en el país
de Canaán, tendrá en adelante su morada fija, definiti-
va en la colina de Sión habitará, primero, en la tienda
;

que le preparó allí David; luego, en el templo de Salo-


món, donde pensaba residir eternamente, no contando
con que cuatro siglos más tarde lo expulsaría de allí
ignominiosamiente un rey caldeo, Nebucadnetsar. Pero
mientras tanto, Sión será su morada y su púlpito, pues
según la palabra inspirada del profeta Amós:

Yahvé rugirá desde Sión,


Y desde Jerusalem hará oir su voz (1, 2).

1265. Pero hecho curioso, el terrible Yahvé que


"rugía desde Sión" y que continuó siendo un dios injus-
to, caprichoso y colérico, y que más tarde aspirará a ser
un dios moral, nunca tuvo una palabra para condenar la
poligamia real, cuyos frutos amargaron la ancianidad de
su ungido, David fue, en efecto, según hemos visto, un
verdadero monarca del Oriente, cuyo numeroso harem
YAHVE, BEY DE IíOS DEMAS DIOSES 383

se le convirtió en foco de intrigas y en perenne fuente de


sinsabores.
1266. David, al subyugar definitivamente a los na-
tivos cananeos y unificar el país, contribuyó también
a la unificación religiosa, aunque Baal continuó teniendo
adoradores. Yahvé no era aún el dios celoso que se re-
velará más tarde en el Decálogo; la fe en él sólo recla-
maba el reconocimiento de que era un dios superior a los
demás dioses. Por eso David no fue un rey intolerante,
y como dice Renán, ninguna de las atrocidades que le
aconsejó Yahvé, fueron encaminadas contra un dios ri-
val. Esa primacía que alcanzó Yahvé sobre las demás
divinidades, se complacen los salmistas en proclamarla,
diciendo

¿Quién, como tú entre los dioses, oh YaJivé? (Ex. 15, 11).


Porque Yahvé es dios grande
Y rey grande sobre todos los dioses (Sal. 95, 3).
Porque Yahvé es grande y' muy digno de alabanza,
Es más temible que los dioses todos (Sal. 96, 4).
Tú, Yahvé, eres altísimo sobre toda la tierra,
Altamente elevado por sobre todos los dioses (97, 9).
Porque yo sé que Yahvé es grande,
Y que nuestro Señor está por encima de todos los dioses
[135, 5).

1267. Recordemos también que uno de los docu-


mentos utilizados por el redactor del Exodo, — el J, del
siglo IX — hace
decir a Jetró, el suegro de Moisés, con
motivo de la salida de los israelitas de Egipto: "Reconoz-
co ahora que Yahvé es más grande que todos los dioses"
(Ex. 18, 11, § 149). Las victorias de David habían cons-
tituido, pues, el triunfo aplastador de Yahvé sobre los de-
más dioses vecinos; y habiendo sido considerada la fun-
dación del reino de Israel como la obra de Yahvé, este
dios nacional y la dinastía davídica se encontraron en
adelante íntimamente asociados, ligados por la más es-
trecha solidaridad.
384 ALIANZA^ DE DAVID OON, YAHV K

ALIANZA DE DAVID CON YAHVÉ. —


1268. Por
el hecho de que David había llevado a Israel al apogeo
de su vida política, se consideró que esa obra sólo podía
haberla realizado aquel monarca, porque había celebrado
al comienzo de su carrera una alianza con Yahvé, quien
lo había escogido cuando era sólo un humilde pastor de
ovejas, para hacerlo el caudillo de Israel (II Sam. 7, S),
alianza semejante a la que ese dios había celebrado con
Abraham, Jacob y Moisés (Gén. 15, 18; 28, 10-22; Ex.
24, 3-8). La comprobación de ese pacto estaba no sólo en
los triunfos de David, sino en la persistencia de su di-
nastía, la que los fieles yahvistas consideraron eterna,
porque alcanzó a durar varios siglos en Judá, Así Jere-
mías saca de la invariabilidad de la sucesión del día y de
lanoche, una comparación para recalcar que de igual mo-
do no sería anulado el pacto que Yahvé había celebrado
con David, exponiendo además que así como no pueden
contarse las estrellas del cielo, ni las arenas del mar, así
también Yahvé multiplicaría igualmente la simiente de
su siervo David (Jer. 33, 20-22).
1269. De acuerdo con lo expuesto, escribe Loisy:
"El establecimiento del culto de Yahvé en Jerusalem por
el verdadero fundador del reino israelita, selló entre Yah-

vé y la casa de David una alianza tan provechosa al dios


como a la dinastía, y que fue de consecuencias para la
evolución ulterior de la religión. Tuvo así Yahvé, en ade-
lante, asegurado su triunfo sobre los dioses de Canaán,
y la monarquía de Israel fue el reino de Yahvé sobre
el país unificado y sometido. Con ello ganó David tanto
el prestigio que mantuvo a sus descendientes en el tro-
no de Judá hasta la destrucción de Jerusalem por los
caldeos, como el constante recuerdo de su nombre y el
reflejo de su figura legendaria en la esperanza que Ju-
dá, sojuzgado como pueblo, se formó de su restauración
ulterior por el reino de Dios" (Reí. d' Isr., 126, 127).

DAVID Y EL MESIANISMO. — 1270. En el trans-


curso del tiempo, se convirtió David en el prototipo del
rey piadoso, del rey según el corazón de Yahvé, en el símbo-
EL. MKSIAS, DESCENDIENTE DE DAVID 385

lo de Israel, y cuando las desgracias y calamidades ca-


yeron nuevamente sobre este pueblo, surgieron los sue-
ños mesiánicos unidos indisolublemente al nomjbre de
David. El Mesías sería un descendiente perfecto e in-
tachable de este rey, que volvería a subyugar definiti-
vamente a todos los enemigos del pueblo escogido por
Yahvé, y haría de Jerusalem el centro del mundo, al
cual convergirían las demás naciones. He aquí como, a
la distancia de los siglos, ve un salmista la obra de Da-
vid, sus relaciones con Yahvé y los compromisos de es-
te dios para con los descendientes de aquel rey:

3 Dijiste: He hecho alianza con mis escogido,


He hecho este juramento a David, mi siervo:
4 "AFIRMARÉ POR SIEMPRS TU POSTERIDAD
Y ESTABLECERÉ TU TRONO POR TODOS LOS SI-
WLOS".
19 Entonces hablaste en visión a tu hien amado
Y dijiste: He socorrido a un héroe;
He elevado del seno del pueblo, un joven;
20 He hallado a David mi siervo,
Lo he ungido con mi santo aceite.
21 Mi mano lo sostendrá,
Y mi brazo lo fortalecerá.
22 El enemigo no podrá sorprenderlo
Ni le oprimirá el hijo de iniquidad.
23 Destrozaré ante él a sus adversarios,
Y heriré a los que le aborrecen.
24 Mi fidelidad y mi misericordia estarán con él,
Y será ensalzado por mi nombre el cuerno de su fortaleza.
25 Pondré también su mano sobre la mar,
Y sobre los ríos su- diestra.
26 Me invocará diciendo: ¡Mi padre eres tú,
Mi Dios y la roca de mi salvación!
27 Y yo, YO HARÉ DE ÉL EL PRIMOGÉNITO,
EL SOBERANO DE LOS REYES DE LA TIERRA.
28 ETERNAMENTE le conservaré mi favor,
Y MI ALIANZA CON ÉL SERÁ INQUEBRANTABLE.
386 DAVED, EL UNGIDO DE YAHVB

^9 LE DARÉ UNA POSTERIDAD ETEfiNA,


Y SU TRONO DURARA TANTO COMO LOS CÍELOS.
30 Si dejaren sus hijos mi ley,
Y no anduvieren según mis^ ordenanzas,
31 Si violaren mis estatutos
Y 710 observaren mis mandamientos,
32 Entonces castigaré con vara sus transgresiones,
Y con azotes, su iniquidad;
33 Pero no le retiraré mi^ favor,
Ni faltaré a mi fidelidad;
34 No violaré mi alianza.
Ni mudaré lo que ha salido de mis labios.
35 Lo he jurado por'^ mi santidad;
No mentiré a David.
36 SU' POSTERIDAD SUBSISTIRA ETERNAMENTE,
Y SU T^iONO DURARA D\ELANTE DE Mí COMO EL
ISOL;
37 SERA AFIRMADO POR SIEMPRE COMO LA LUNA,
EL TESTIGO FIEL QUE ESTA EN LOS CIELOS
(Sal. 89).

1271. Este cántico comprueba la gloria de David


en el concepto israelita. David es el ungido o el Cristo
de Yahvé; el pueblo de Israel será "la casa de David"
(Is. 7, 13) y en la era mesiánica que se aproximaba,
;

Yahvé volvería a establecer a su siervo David sobre su


pueblo regenerado por la aflicción, según así lo enten-
dían profetas como Oseas, Jeremías y Ezequiel. "Des-
pués de esto, los hijos' de Israel se convertirán y buscarán a
Yahvé, su dios, y A DAVID SU REY ; y acudirán tembloro-
sos a Yahvé y a su benevolencia en los postreros días" (Os.
3, 5). Jeremúas aminicda:

8 Y ocurrirá e7i aquel día.


Dice Yahvé de los ejércitos:
Quebraré el yugo que pesa sobre su cerviz,
Y romperé s^^s coyundas;
Y extranjeros no serán más sus amos.
9 Servirán los hijos de Israel a Yahvé, su dios;
DAVID, REiY EN ¿A EPOCA MESIANIOA 387

Y servirán a DAVID, SU BEY,


A QUIEN PARA ELLOS LEVANTARÉ. (Jer. 30).

1272. Y Ezequiel escribe "Así dice Yahvé... Y esta-


bleceré sobre mis ovejas un solo pastor, para que las pasto-
ree, es a saber, 311 SIERVO DAVID; él las apacentará y se-
rá su pastor. Y yo, Yahvé, seré el dios de' ellas y mi siervo
David será Príncipe en medio de ellas: yo, Yahvé, ¡o he di-
el

cho... Así dice el señor Yahvé: He aquí que voy' a sacar a


los hijos de Israel de entre las naciones en las que se han
establecido. Los recogeré de todas partes, y los traeré a' su
tierra y haré de ellos una sola nación... y ellos serán mi
Y MI SIERVO DAVID SERÁ
pueblo, V yo seré su dios,
REY SOBRE ELLOS. MI SIERVO DAVID SERA PRÍN-
. .

CIPE DE ELLOS PARA SIEMPRE" (Ez. 34, ^3-24; 37.


21-25).
1273. En los citados pasajes se habla bien clara-
mente que en la época mesiánica, Yahvé establecerá a
David como tey de su pueblo reg'enerado; pero aún acep-
tando con los comentaristas ortodoxos que donde dice
"David" debe entenderse "un descendiente de David",
aún así mismo, nos muestra esto en qué elevado y glo-
rioso concepto tenían los profetas al rey yahvista que
tanto brillo y poderío había dado a la nación israelita.
Y cuando más tarde, se fabriquen las genealogías de
Jesús (Mat. 1, 1-17; y Luc. 3, 23-38), se tendrá buen cui-
dado de hacer figurar a David entre los antecesores de
aquél, puesto que era una idea por todos aceptada que
el ÍMesías debía ser descendiente de David.

JUICIOS DE UN ORTODOXO Y DE UN HETERO-


DOXO SOBRE LA RELIGIOSIDAD DE DAVID. —
1274. Después del estudio que hemos hecho sobre la vi-
da de este célebre rey iraelita y de las obras literarias
que se le atribuyen, estarán plenamente habilitados
nuestros jóvenes lectores para juzgar con criterio pro-
pio, cuál de los dos juicios opuestos que insertamos a
continuación sobre la piedad de ese monarca, es el que
más se ajusta a la verdad. Oigamos primeramente al
388 JUICIO DE DESNOYERS <SOBRE DAVID

afcate ¡Desnoyers, quien, al respecto, se expresa así:


"Bien se puede pensar que si las penas queje ha-
bía predicho el profeta Natán a David, eran el castigo
d3 los pecados de éste, ellas impulsaban igualmente su
alma coníiada, aunque afligida, hacia Yahvé. Pero no
lít a cEjcrado esas horas, casi siempre inquietas y des-
encantadas, del final de la vida para ser religioso y
para p-jdir a Dios el supremo consuelo que le rehusaba
su srci^ridgd. Puede seguirse, en el transcurso de su
existencia, la progresiva decadencia de sus mejores
cualidades; pero hay una, sin embargo, que nunca se ve
debilitar: su piedad hacia Yahvé. Indudablemente que
hay que comprenderla. Por algunas luces con las cuales
haya querido iluminar Dios su espíritu sobre las realida-
des aún muy lejanas de la Encarnación y de la Reden-
ción, no se debe suponer que haya vivido David ince-
santemente en la contemplación de estos misterios
cristianos. Le ocurrió a él como a los profetas, quie-
nes al comunicar la palabra divina que les era revela-
da, no percibían ni toda su profundidad, ni toda su ple-
nitud infinitas. Pero por incompletamente que haya po-
dido comprender las elevadas verdades (¡ue entrevió, su
religión de rectitud sin desfallecimiento y de fervor
sin cansancio, seguramente le confirió conspicuo rango
por encima de la muchedumbre de sus contemporáneos.
Irradia ella ya en su juventud, y resplandece en todo el
curso de su ¡vida. Por ella, el viejo Samuel, cruelmente
decepcionado por la tibieza yahvista de Saúl, lo alienta
y espera de él la realización (de la obra teocrática, en
la cual, en gran parte, había fallado el primer rey de
Israel; de ella se asombran los que rodean a Saúl y los
compañeros de aventura en los desiertos de Judá; de
ella se burla Mical cuando la traslación del ¡arca; y ella
es la que autoriza a Natán para provocar el arrepen-
timiento del adulterio y del asesinato, y a Gad para
hacer expiar la orgullosa torpeza del censo. Dicta ella a
David sus quejas, cuando con su encarnizada persecu-
ción, lo obliga Saúl a salir del territorio de Yahvé; con-
muévelo ella hondamente cuando se atrevió a alzar su
JUICIO DE DBSiXOYKRS SOBRE DAA^ID 389

mano sobre el manto del ungido de Dios; impélelo a


exaltar el arca santa y a reservarle lugar en su resi-
dencia real para vivir más cerca de ella y honrarla me-
jor; dale nuevamente confianza cuando castigado en su
ternura de padre, vió morir al hijo nacido de su falta,
y sostuvo su desolada alma cuando, siendo rey infortu-
*
nado obligado a huir ante sus hijos, inclina pacientemen-
te la cabeza a causa de los ultrajes que le dirige Simeí.
De tal modo llenaba ella su ardiente corazón que no
podía callarla y habiendo recibido los dones maravillosos
;

del poeta, manifiesta los sentimientos que ella desperta-


ba en él, con versos llenos de vigor o gracia, vibrantes
como llamado o languidecientes como suspiro, humildes
como súplica o altaneros como grito de triunfo. En
vano se dirá que el cálculo previsor y la cauta habilidad
se mezclaban a su certeza de que sería ayudado por
Yahvé; nadie puede dudar de su fe ni rehusarle una sin-
cera piedad. Causaría más bien asombro cue en aquella
época de tanta rudeza en las costumbres, un hombre,
un rey, hubiera encontrado en su sensibilidad hiisma,
alimento para su religión y como ternura para un
Dios temible 'que los otros adoraban temblando. . ¿No
.

es su vida religiosa ejemplo y ayuda para la nuestra?


Si de las tenantes cimas del Sinaí la augusta figura de
Moisés parece dominar toda la historia de Israel, de
la colina de Sión sombreada de olivos y de cipreses lle-
ga hasta nosotros el eco de los cánticos de David, que
inspiraron la piedad yahvista' e inspiran aún la piedad
de los cristianos. Este eco lejano, repercutido en tantas
almas que en el curso de los siglos oyeron y gustaron
la invitación de servir mejor a Dios, vibra aún ahora
hasta en las nuestras, y a ese hebreo, fiel de Yahvé
y rey-poeta, es a quien nos agrada pedir palabras sin-
ceras y profundas para expresar nuestra plegaria y
nuestra adoración, nuestra angustia y nuestra esperan-
za" .(n. 319-321,326).
1275. Junto a este juicio. — que parece un ejerci-
cio de retórica, propio de" un discípulo del aristocrático
seminario de San Nicolás de Chardonnet, cuando en 1836
390 JUICIO DE RENAN SOBRE DAV11>

era dirigido por Mr. Dupanloup, "de cuyos 200 discí-


pulos se hubiera dicho que estaban destinados todos a
ser poetas, escritores u oradores", y donde se cultivaba
la piedad mundana, de buen tono, como complemento
de un ideal de buena sociedad, sin profundizar mayor-
mente en la exégesis bíblica, según nos lo ha dejado
magistralmente descrito Renán en sus "Souvenirs d'en-
fance et de jeunesse", —
junto a esos párrafos tan
sonoros como huecos, veamos ahora la opinión sobre el
misma tema, de un ex - discípulo de aquel seminario
que diez años después de haber pasado por allí, tuvo el
suficiente valor moral de romper con enseñanzas que
contrariaban la razón y su conciencia: hemos nombra-
do a Renán, cuien en su Historia del pueblo de Israel,
escribe
"Pocas naturalezas habrá habido menos religiosas que
la de David. Pocos adoradores de Yahvé sintieron me-
nos la justicia, cue había de ser el poi-venir del yah-
vismo. David era yahvista. como era camosista Mesa, el
rey de Moab, cuya confesión poseemos. Yahvé no era
más que su dios protector, el dios que ayuda a sus fa-
voritos. Además. Yahvé era muy útil y daba oráculos
preciosos con el éfod de Abiatar. David y su séquito nf»
sentían aversión aleuna por el nombre de Baal. Davic
evidentemente, como Gedeón. Abimelec y Jefté. no tuvo
la menor idea de lo que llegaría a ser aquella religión
de Yahvé en manos de los grandes profetas del siglo
Vni. Pero fué el fundador de Jerusalem y el padre de
una dinastía íntimamente asociada a la obra de Israel.
Ksto bastaba para desienarle a las leyendas futuras.
Nunca se tocan impunemente, aunnue sea de modo ir«di-
recto. las grandes cosas que se elaboran en el secreto
de la humanidad, insistiremos de siglo en siglo a esas
transformaciones. Veremos al bandido de Adullam y de
Siclag tomar poco a poco el aspecto d» un santo Se^á
el autor de los salmos, el cor'^e-a sasrado. el tÍPo del
Rnlvnf^or futnvo. T.Ttísns t'^ñdrá rué ser descendien+o ¿a
.

PpTTif^l : p.p -Pplcoqrq la binfn"/)-fíq p-rrr,n(rDliVq gy^ Tmir»'Vio<'

puntos por la idea de que la vida del Mesías debe re-


EL DIES IRAE DE LA LITURGIA CjATOLIOA 391
i

producir los rasgos de la de David! Las almas piado-


sas, al deleitarse con los sentimientos llenos de resig-
nación y de tierna melancolía encerrados en el más her-
moso de los libros litúrgicos, creerán estar en comunión
con este bandido. La humanidad creerá en la justicia
final por el testimonio de David, que jamás se acordó
de ella, y de la Sibila, que no existió nunca. ¡Teste Da-
vid cum Sibylla! (1)... ¡Oh divina comedia!" (p. 112-
114; Pages, 116, 117).

DAVID Y BAYLE 1276. fin de que se vea A


una vez más oposición existente entre la ortodoxia, aún
la
mismo la evangélica, y el libre pensamiento, recordare-
mos para terminar este capítulo, que el célebre filósofo
Bayle, —
que perteneció a la Iglesia Reformada, de cu- •

ya comunidad lo fué alejando tanto el estudio razonado


de la Biblia, como la intransigencia y la intolerancia de
\

(1) Palabras del célebre himno de la Iglesia católica, el


Dies ii-ae (inspiiado en el pasaje de Sof- 1, 15, ss.), que se can-
ta en el oficio de difuntos. Ese himno comienza así:

Dies itrae, dies illa,

Solvet soeculum in favilla,

y describe con las palabras de Sofonías, el terrible día del jui-


cio final. Los estoicos creían también que' los astros todos,
incluso la Tierra, concluirían abrasados en un gran incendio
universal, que llamaban en griego, empirosis. "Todo volvería al
estado de nebulosa solar, escribe iReinach, y de ese caos uni-
forme renacería el mundo volviendo a ocurrir en él los mis-
mos sucesos. Es la teoría del año giaiide, originaria quizás de
Caldea, que se halla en Heráclito, y aún, veladamente, en Pla-
tón. Ha pasado ella en el Dies irae cristiano, el "día de cólera
que disolverá el siglo en la ceniza"; sólo que el himno en el
cual se nos enseña esto, no invoca el tosttmoiiio de Heráclito o
del Pórtico, sino el de David, que nada dijo de semejante, y el
de una Sibila que nimca existió. Esta juiciosa observación es de
Renán" (Lettres, I, 139, 140).
DAVID Y BAYL.K

algunos de sus doctores, — Bayle, repetimos en su


Diccionario histórico y crítico, al hacer la biografía de
David, narró sencillamente los hechos de la historia de
éste, según los refiere el libro bíblico de Samuel. David
tenía, pues, que aparecer en su descripción como un ca-
pitán de aventureros, que roba y mata sin compasión
tanto en el territorio de
Aquis, que le había dado
asilo, como en el de sus
propios compatriotas, los
israelitas; como un trai-
dor, sin patriotismo, que
de buena gana hubiera
ayudado a los filisteos
contra el pueblo de Yah-
vé, si aquellos, sospechan-
do de su lealtad, no hu-
bieran rechazado su con-
curso; y finalmente, co-
mo un jefe cuya crueldad
se muestra en todo ej
curso de su vida, la que,
verdaderamente tanto an-
PEDRO BAYLE tes como después de su
(1647-1706)
Célebre filósofo francés, en ascensión al trono, está
cuyas obras se inspiró llena de actos reñidos
Voltaii"e. con la más sencilla mo-
ral. Bayle no titubeó en censurar, aunque con mu-
cha moderación, aquellas acciones inicuas, llamando
al crimen por su nombre. Pero al proceder así, Bayle
arriesgaba su cabeza, pues decir tales verdades era co-
meter el delito de atacar la religión revelada. Así que,
con toda diplomacia escribía en la primera edición de su
Diccioniario, párrafos como éstos: "Se ostenta tanto la
piedad de David en sus salmos y en muchas de sus accio-
nes, que no se la podría admirar bastante. Algo hay, sin
embargo que no es menos admirable en su conducta, y
es el ver que haya sabido poner tan felizmente de acuer-
do tanta piedad con las máximas relajadas del arte de
EL CONSISTORIO DE ROTTERDAM EN 1698 393

reinar.. .Pero el profundo respeto que debe tenerse


por este gran rey, por este gran profeta, no debe impe-
dirnos que desaprobemos las manchas que hay en su vi-
da, pues de lo contrario nos expondríamos a que los pro-
fanos nos reprocharan que. para que una acción fuera
justa, bastaría que hubiera sido hecha por aquellos a
quienes veneramos. Nada sería más funesto para la mo-
ral cristiana... Los mayores santos necesitan siempre
que algo se les perdone".
1277. Pues bien estas suavísimas censuras, que hoy
encontramos tan naturales, escandalizaron a los intran-
sigentes ortodoxos y aún a muchos cristianos distin-
guidos que simpatizaban con Bayle. Intervino el Consis-
torio de Rotterdam, en 1698. y a sus instancias, se vio
obligado aquel filósofo a eliminar en la segunda edición
de su Diccionario, los transcritos párrafos, lo mismo que
a abreviar muchas otras de sus observaciones sobre la
conducta del célebre rey israelita. Esas supresiones, ma-
nifiesta en nota Bayle, con marcada ironía: "las hago
con tanto más agrado, cuanto aue personas mucho más
entendidas que yo en esta clase de temas, me han asegu-
rado que se disipan fácilmente todas estas nubes de ob-
jeciones, desde que se recuerda: I*? oue David era rey de
derecho' durante la vida de Saúl; 2'>, que estaba a su
lado el gran sacerdote que consultaba a Dios T3ara saber
lo aue debía hacerse ; B"? que siempre subsistía la orden

dada a Josué de exterminar a los infieles de la Palestina;


y 4» que muchas otras circunstancias, sacadas de la Es-
critura, puf'den convencernos de la inocencia de David
en una conducta aue considerada en general parecería ma-
la y lo sería aún hoy".
1278. Delvolve, aue ha consagrado un interesante
libro a la obra del citado filósofo de Rotterdam., v del
cual tomamos muchos de los datos expuestos, escribe al
resüecto lo siguiente: "Bayle evidencia la contradicción
frecuente de los Libros sagrados con las leyes de la
moral natural. Donde se r>one de relieve con más audacia
la inmoralidad de 1? Biblia, es en el famoso artículo Da-
vid, que Bayle. a solicitud de las autoridades eclesiástí-
394 DAVID, SANTO DE LA HISTORIA SAGRADA

cas, debió refundir en la 2» edición del Diccionario para


eliminar lo que en él chocaba a las almas piadosas. Pe-
ro el espíritu que se revela en ese artículo, está latente
en casi todos aquellos que tratan de personajes bíblicos.
La sola exposición, en el tono de un resumen de historia,
de los hechos y gestos de aquellos primitivos oriéntale.';,
la simple exactitud en la narración, basta para marcar ol
carácter humano y bárbaro de esos relatos encubiertos en
los sermones y en los libros edificantes, con el velo del sim-
bolismo moral y de la finalidad divina. La bonhomía* por
sí sola es irónica. Empléense palabras bien claras, bien

simales y hasta a vec/as un poco libres, y quedarán des-


pojadas de todo carácter de santidad y de manifestacio-
nes providenciales, las aventuras poco heroicas del viejo
nómade Abraham y de Sara, su mujer, como los celos de
Moisés, María y Aarón. Pero si de estas crónicas de la
vida nómade se pasa a los actos de bárbara crueldad del
rey David o del profeta Elias, entonces llega a ser la pre-
cisión histórica más temible, que la sátira más violenta:
la fidelidad del relato y algunos sobrios comentarios bas-
tan para mostrar el antagonismo entre la conciencia mo-
ral moderna y la que manifiesta la historia antigua de los
judíos y especialmente la de algunos de sus personajes
ilustres, que se consideran como amados e inspirados por
Dios".
1279. "Sin duda, agrega Delvoive, los hechos re-
feridos y censurados por Bayle, no son alabados* por la
Escritura; pero tampoco ésta los condena. Bayle tie-
ne buen cuidado de no decir: David, tipo de la perfecta
inmoralidad, al ser considerado como santo en la historia
sagrada y por la tradición cristiana, constituye esto una
prueba de que no es divina la inspiración de la Biblia ni
la citada tradición. No pretende él reformar la religión,
renovando su exégl^sis, sino que- quiere señalar en la
misma Biblia la independencia de la piedad, es decir, la
separación entre la creencia verdadlara y las costumbres.
La moral natural nada tiene que ver con la verdad de la
y
fe; pero, fuera dis-- ésta- junto a elta conserva su valor
absolirto: si en la Biblia se refieren hechos criminales
liA ORTODOXIA Y LA LVTOLERANOIA 395

atribuidos sin censura a santos, esto poco importa, pues


no supone que tengamos el derecho de justificarnos por
tales ejemplos. No pueden los textos sagrados prevale-
cer sobre la conciencia. La moral natural juzga a Dios
mismo, puesto que implícitamente afirma Bayle que que-
daría comprometido el honor de Dios si excusara críme-
nes con su autoridad" (p. 241h244).
1280. Estos indiscutibles argumentos de Bayle
arruinaban la tesis de la divina inspiración de las Sa-
gradas Escrituras; pero no es sobre ella que deseamos
insistir, sinio que queremos llamar especialmente la aten-
ción de nuestros lectores, sobre el hecho de la interven-
ción del Consistorio de Rotterdam para hacer suprimir
de una obra científica, moderadas censuras perfecta-
mente justificadas, lo que comprueba una vez más el
agudo y proíundo antagonismo existente entre la razón
y la fe, pertenezca ésta a la confesión religiosa que fue-
re. Quiere decir, pues, que si hoy volviera la ortodoxia,
como antes, a disponer del poder civil o contara nueva-
mente con su apoyo, volvería a ser tan intolerante y tan
contraria a la investigación de la verdad y a la libre emi-
sión de las ideas, como lo fué en épocas pretéritas, que es-
peramos no se reproduzcan para honor de la humanidad.
APENDICE
Nota A (§ 905, pág. 39)

LA HISTORIA DE DAVID Y LA MITOLOGIA.


Partiendo de la base de que la historiografía del ^ntiguo
Oriente así como la de la antigüedad clásica gustaban de
realzar con adornos míticos las figuras de las grandes
personalidades que marcaron fases decisivas en la his-
torü de sus respectivos pueblos, el profesor alemáJi
Baentsch, en su obra, "David, rey de Israel" trata de in-
vestigar cual es el mito que se halla en la base de la
historieta de Goliat y cree descubrirlo en el de un joven
héroe que combate a un poderoso gigante. Ese mito,
según él, pertenece al ciclo de las estaciones, y describe
la lucha de la primavera (el héroe joven) venciendo al
invierno (el gigante) y ocupando su lugar. El temido po-
derío de los filisteos sería el invierno cruel, o mejor, la
estación de las lluvias invernales del Oriente. Ese an-
gustioso período lo hizo cesar David, e Israel conoció una
era nueva de prosperidad. Corroborarían esa interpreta-
ción mítica estas circunstancias: a) Gk)liat sale del cam-
po filisteo 40 días consecutivos para desafdar a sus ene-
migos. Ahora bien, cuarenta es el número del invierno:
llovió 40 días y 40 noches antes Q;ue se consumara el di-
luvio (Gén. 7, i). Ese número pairedei que hubiera sido
tomado de las Pléyades, que durante la estación de las
lluvias^ desaparecen del h<mz<mte 40 días continuos, y
se creía, que mientras tanto habitaban en el mundo sub-
terráneo, b) Cinco es también otro número caracterís-
tico del invierno; es la cifra de los "epagómenos'' o sea
de los días que deben añadirse al número redondo 360
para completar el año. Se puede así designar por la cá-
GOLL\T, SEGUN BAENIíSCH 397

fra 5 invierno que termina y va a ser suplantado pol-


al
la primavera, lo que nos haría comprender el porqué
eli-

gió David precisamente cinco guijarros, para ir a com-


batir al gigante, c) Los números que expresan la talla
de Goliat, seis codos y un palmo, deben tener igualmen-
te su significado. En efecto, obsérvese que en otros ca-
sos en que nuestro mito figura como fundamento de un
relato, se encuentran datos numéricos análogos. Así se-
gún Estrabón, Anteménidas libertó a los babilonios de
un gran peligro, matando c<?n su espada un gigantesco
guerrero, cuya altura era de cinco codos reales menos un
palmo. Al héroe Artacaicos, que excavó el canal del
Athos, le atribuye Hierodoto, cinco codos menos cuatro
dedos de alto. El rey indo Poros, muerto por Alejan-
dro el Grande mucho más débil que él, tenía según el
Ssudo Calístenes, cinco codos de estatura también. La
misma idea debe probablemente encontrarse en la base de
todas estas avaluaciones en codos y palmos, o dedos, par-
te de un palmo. En el origen, el mito de Goliat quizás
atribuyiera al gigante la altura de cinco codos y un palmo,
y en tal caso tendríamos así los "epagónuenos", que: su-
ponen exactamente cinco días y un cuarto. Los cinco codos
(que por otra parte, I Ctón. 11, 23, atribuye a la estatura
de otro gigante) corresponderían entonces justamente a
los cinco guijarros davídicos. El número actual, seis co-
dos, provendría dé la costumbre que convertía cinco días
y cuarto en seis días, d) El nombre mismo del gigante
vendría a confirmar que nuestra historieta no es sino una
variante del mito de la victoria dleü dios primavera sobre
el gigante invierno .El nombre extranjero Goliat, sin eti-
mología hebrea, podría provenir del vocablo babilonio ga-
litú o galatú, que significa algo así como "diluvio o mar".
Si fuera real esta procedencia etimológica, el nombre de
Goliat aludiría a la región acuática del zodíaco, que el
sol de la primavera debe recorrer, partir, o sea, vencer
antes de alcanzar el punto culminante de su equinoxio.
Aunque Baentsch reconoce que para encontrar aquí
un tema mítico, hay o,ue admitir múltiples variaciones
numéricas provenientes de confusiones, se inclina, sin
398 MITOLOGIA EN LOS RELATOS BEBLIOOS

embargo a aceptar dicho tema, consiiderando qjue tiene


unía sería base en cuarenta días
la leispecifioación die los
y de los cinco guijarros. Pero díebe tenerse en cuenta
además para apreciar el valor de tal argumentación, que
ese autor, como tantos otros exég^tas alemanes, e& muy
mclinado a ver mitología por doquiera en los antiguos re-
latos bíblicos, concepción que no descansa en fundamen-
tos seriois, sino en fugaces presunciones. Así, p. ej., co-
mo en varios pasajes se menciona que Saúl usaba lanza
(I Sam. 18, 10; 19, 9; 20, 33', 26, 22), dice Baentsch: "La
lanza a menudo aparece como atributo del dios lunar,
lo que hiace verosímil la- hipótesis que cree descubrir
acjuí un tema relativo a la luna. Si la lanza caracteriza al
personaje de Saúl, en cambioi su hijo Jonatán tiene por
armsa esencial el arco (I Sam. 18, 4 20, 20 ss, 36 ss), lo que
;

correspondería más bien al culto solar, pues el dios-sol


lleva el arco. Gomo veremos después, se han aplicado a
Mical, la hija de Saúl, ciertos rasgos de la diosa Istar o
Astarté. Saúl, Jonatán y Mical equivaldrían pues, res-
pectivamente a la luna, el sol y el planeta Venius" (nota
de pág. 83). Esa asimilación de Mical con Istar, se re-
fiere a la historieta de I Sal. 18, 20-29, según la cual Saúl
utiliza a aquélla como excitación a la matanza de filis-
teos, empresa en la que dicho rey contaba que perece-
ría Diavid, lo que recuerda a Istar trayendo la muerte a
los seres humanos (p. 88). Del mismo modo, Baentsch
se inclina a pensar con Winckler que el episodio de Na-
bal (I Sam. 25) tendría un origen mitológico. Nabal se-
ría concebido a imagen dte, Orion (=Kesil, insensato) que
se embriaga durante el otoño; y en Abigail se percibd-
rían ciertos rasgos tomados de Istar (nota de p. 118).
En el relato de la decapitacicn de Saúl (I Sam. 31, 9)
también se han visto rasgos de un culto lunar, basándo-
se en que en monedas de Scythópolis (la antigua Betsán,
I Sam. 31, 10) se veía un personaje con lanza en una ma-

no y una cabeza humana cortada en la otra. Ese perso-


naje sería el dios lunar, el mismo que figura en un mito,
llevando entre sus brazos una cabeza tronchada. Como
las monedas de Scythópolis reproducen esa figura, se su-
NAPOLEON, UN MITO SOLAR 399

pone que el mlito habría sido conocido allí yde antig'ua fe-
cha, lo que haría verosímil la idtea de que haya propor-
cionado el tema al cual se relacionaría el relato de la
muerte de Saúl (p.132). — Y finalmente la historia bí-
blica de David, con sus
fases sucesíivas y opuestas:
primero David ocupando una brillante posición como
amigo y hombre de confianza del rey; luego enemis-
tado con éste, que lo obliga a huir al desierto donde
se convierte en aventurero de mísera condición; y
por último, rey él a su vez y alcanzando la gloria
máxima, —hace pensar a Winckler que debe recono-
cerse caí esosi relatos la influencia die uno de esos es-
quemas narrativos tan del agrado del antiguo Oriente,
por lo que se le solía aplicar a la historia de otros pode-
rosos fundadores de dinastía, y verosímilmente, como ca-
si todos los esquemas análogos, derivado de un mito, ba-
sado en la marcha de los grandes astros.'- Se ve, pues, en
ellos, escribe Baentsch "una seríe de vicisitudes alter-
nadas, casi' como si se reflejara en la historia de la es-
trella de Jacob (KTúm. 24, 17), el curso mismo de los as-
tros eternos, la salida y puesta de las luminarias celes-
tes" (p. 60, 61, 137).
Este afán de buscar a todo trance rasgos mitoló-
gicos o referencias astrales en las historias más o menos
embellecidas por la leyenda, que nos- ha legado la anti-

güedad, procedimiento hoy muy desacreditado entre los

modernos investigadores, nos recuerda el caso burlesco
de aquel escritor humorista que describía la histonia de
Napoleón comoi un mito solar, en la que el héroe surgía
por el Oriente en una isla en medio del mar, para venir
a terminar su carrera al Occidente, en ,otra isla del
medio del Océano, y cuyos grandes generales habrían
sido los planetas que gravitaban a su alrededor. El
procediimaento, pues, de Baentsch, Winckler, Jeremías
y otros exégetas alemanes por el estilo, no viene a
ser sino una resurrección del sistema astronómico
(hoy desechado por la generalidad de los sabios)
expuesto en 1795, por el profesor francés Carlos Fran-
cisco Dupuis, en su célebre obra sobre "El origen
400 EL REFRIGERIO DE ULTRATUMBA

de todos los cultos", en la qnei lle<gaba a la conclu-


sión de que los dioses paganos sólo eran constelaciones,
cuyos nombres provenían de los astros, y cuyo sistema
religioso era la expresión alegórica de los diveirsos fe-
nómenos de la astronomía. /

Nota B (§ 989. pág. 129).

/
"Durante las frías noches de sus largos inviernos,
soñaron escandinavos en un Walhalla (1), en cuyaá
los
salas bien cerradas y brillantemente iluminadas, los gue-
rreros difuntos se calentarían bebiendo el licor embria-
gante servido por las Walkirias (2) pero bajo el ardien-
;

te cielo del Egipto, junto a las áridas arenas donde su-


cumbe el viajero devorado por la sed, lo que se desea al
muerto en sus peregrinaciones póstumas, es que encuen-
tre una límpida fuente para extinguir el ardor que lo de-
vora y que pueda refrescarse con el viento que sopla del
Norte. Aún en Roma, los fieles de los dioses alejandri-
nos inscriben a menudo en sus tumbas el deseo: "Que
Osiris te dé agua fresca". Esta agua pronto llegó a ser
en sentido figurado, la fuente de vida que daba a las al-
mas sedientas la inmortalidad. Tanto entró la metáfora
en el uso corriente, que en latín, refrigerium concluyó
por ser sinónimo de consuelo y de eteima felicidad. La
expresión continuó siendo empleada con ese sentido en
la liturgia de la Iglesia, por lo cual, aun hoy, bien {;íue
el para'so cristiano en nada se asemeje a los campos de
Aalú, se continúa rogando por el refrigerio espiritual
de los difuntos" (F. Cumont, p. 158, 159.)

(1) Walhalla: Según la mitología escandinava, palacio del


dios Odín a donde van los guerreros muertos en el campo de
.

batalla.
(2) Walkii'ias : divinidades de la misma mitología, que pre-
sidían los combates y designaban a los guerreros que debían pe-
recer eu ellos.
Nota C (§ 1173. pág. 301).

Como la ortodoxia de cualquier sector,— ya sea cató-


lica, protestante o —
judía, es fecunda en recursos tanto
para interpretar las Escrituras, como para comprobar
que son ellas divinamente inispiradas, citaremos a título
de curiosidad, la explicación que del salmo 51, v.5,- dan
algunos rabinos, ya que éstos, como los demás judíos,
no admiten el dogma del pecado original, en el que se
basan los ortodoxos cristianos para justificar las pala-
bras de ese versículo. He aquí dicha explicación, según
se narra en un antiguo libro italiano titulado "Precetti
da esser imparati dalle donne Ebree": Isaí (paídre de
David), que amaba y perseguía con fines deshonestos
a una sirvienta suya, la instó para ([ue en determinada
noche cohabitara con él. La muchacha, tan virtuosa como
bonita, se 'o;uejó a su ama, y ésta le aconsejó que prome-
tiera a Isaí acceder a sus deseos pero que ella la reem-
;

plazaría en el lecho. Así ocurrió durante varias noches


consecutivas, sin que s'e apercibiera Isaí de la sustitu-
ción de la persona con la cual creía él cohabitar. Pero me-
ses más tarde. Isaí, que no hacía vida miarital con su espo-
sa, se apercibió que ésta se hallaba encinta y la acusó de
adulterio, no creyendo en la explicación oue de aquel esta-
do le daba su mujtnr. Ni él ni sus hijos quisieron ver al ni-
ño que ella dió a luz y lo tuvieron por bastardo: él la
despreció e hizo criar al niño entre sus pastores; no ha-
blando a nadie de este vergonzoso suceso, por amor a
sus hiios. Así continuaron las cosas hasta aue el profe-
ta Samuel fue a buscar un Pey en la ¡familia de Isaí. No
habiendo aceptado a ninguno de los hiios «lue se le pre-
sentaron, hubo que hacer venir a David lo cue se hizo
con repugnancia, porque se temía descubrir el poco edi-
ficante^ secreto de la referencia; pero cuando se vió que
ese pretendido bastardo era la persona que buscaba el
Profeta, cambiaron de opinión y prorrumpieron en her-
mosos cánticos. David comenzó por un Te Deum: alabó
a Dios, nue b?bía oido sus nleo-arias y aue lo había libra-
do de la nota infamante de bastardía. Isaí exclamó " La
:

piedra que desecharon ¡os edificadores, ha venido a ser


402 EN PECAIX) ME CONCIBIO MI 5LÍDRE

la piedra angular que sostendrá toda la casa" (Sal. 118,


22) y sus otros
;
hijos y Samuel pronunciaron también
sentencias por el estilo. Así quedarían explicadas las pa-
labras atribuidas a David:

¡He aquí, en la iniquidad he nacido,


Y en pecado me concibió yni madre!'',

puesto que Isaí hab'a tenido la intención de conveter un


adulterio al engendrarlo. El rabino, autor de este relato,
agrega que el designio de Isaí había sido bueno, pues su
mujer era vieja la sirvienta, joven y él deseaba procrear
;
;

nuevos hijos. Y Bayle, de cuyo célebre Diccionario to^


mamos estos datos, concluye diciendo: "¡Oh la buena
apología! Si bastaran tales excusas., ¿qué multitud de
hombres impúdicos no se pondrían a cubierto de la cen-
sura? ¿Hubo nunca dogmas sobre la dirección de inten-
ción más cómodos que aquél?" (Art. Da^id).

Nota D (Cap. XIX, p. 256).

LA POESIA HEBREA. No estará fuera de lugar


que demos acuí algunas breves indicaciones respecto a
la pofesía hebraica. Ésta se caracteriza por el paralelis-
mo y por las sílabas acentuadas. El paralelismo. que —
no es un procedimiento exclusivo de los israelitas, sino
que fue practicado también por los babilonios, los asi-
rlos, los sirios y los árabes, —
consiste en dividir cada pe-
ríodo en dos miembros, por lo general iguales, que se co-
rresponden por el sentido y por el sonido. El primer
miembro expresa una idea que en el segundo se amplifi-
ca o se dsstaca por contraste p por gradación. El hebra-
ísta Roberto Lowth fue el primero que en su obra "De
sacra poesi hebraeorum", publicada en 1753. hizo un es-
tudio sistemático de la poesía hebraica y dio el nombre
de "paralelismo de los miembros", a e&a sucesión de li-
LA POESIA HEBREA 403

neas o veráos que se completan la una por la otra. Des-


de entonces, siguiendo a ese autor, se distinguen tres
clases de paralelismos, a saber: I*? el sinonímico*, que es
el más frecuente, y consiste en repetir el pensamiento
con distintos vocablos. Así Job exclama:

¿For qué no f\á como aborto escondido, ^

Como los pequeñuelos que nunca vieron la luz? (3, 16).


f

Y en el Génesis ,leemos

Ada y Zilla, oid mi voz,


Mujeres de Lamec, escuchad mi palabra (4, 23).

2' El paralelismo antitético procede por oposición o


contraste en la idea o en las palabras, procedimiento pe-
culiar de los Proverbios.

El hijo sabio alegra a su padre;


Pero el hijo insensato aflige a su madre (Prov. 10, 1).

3' Enparalelísimo sintético, la idea del primer ver-


el
so es ampliada por la del segundo, o por los siguientes.

Yahvé es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?


Yahvé es la fortaleza de mi vida, ¿de quién me asustaré?
[Sal. 27, 1).

"La regla fundamental de la prosodia hebraica, dice


Dhorme, reside en que un hemistiquio llama al otro. El . .

paralelismo rige ante todo el fondo del pensamiento, de la


imagen, del sentimiento Siendo la poesía improvisada
. . .

principalmente para ser cantada, surgió lel paralelismo de


la repetición por el cero de las palabras del corega, o sea,
del director del canto. Hay que haber asistido a las proce-
siones de la Neby Musa en Jerusalem, a las danzas rítmi-
cas y cantadas de los beduinos del Sinaí o de los fellahs de
Palestina, para comprender cómo se impuso la medida a los
semitas. Entona el corega una frase, y la repite el coro,
404 LA POESIA HEBREA

marcando fuertemente la separación de las palabras, ya


con las manos, ya con los platillos, aun<iue a menudo res-
ponde por una aclamación siempre igual, como en el salmo
136, en el que Ki le olam hasdó, o sea, "porque para siempre
es su misericordia", subraya cada nueva frase del sal-
mista. El verso es la resultante de esta acción combinada
del cantor y del grupo que lo rodea. La cesura marca
el punto de detención entre la frase y su eco... Como
consecuencia del paralelismo y de la cesura se tiene el
metro o la medida. Así como el pentámetro consta de dos
pies y medio antes de la cesura y otros dos pies y medio
después, así también el verso hebreo tiene generalmente
el mismo número de acentos antes y después de la cesu-
ra" (La poésie biblique, 82-87).
La poesía hebrea no combinaba, por lo general, los
versos en los grupos que llamamos estrofas, a pesar de
lo c,ue en contrario sostienen hebraístas como Zenner,
Müller, Condamín y otros. Las combinaciones de versos
que se obtienen, es ajustándose principalmente al sentido
de los mismos, o sea, a la significación del pasaje. Por eso
concluye DIhorme diciendo que "metro y estrofa internos
más bien que externos, profundos antes Q,ue formales,
tales son los procedimientos literarios que el paralelis-
mo, ley suprema de la prosodia hebrea, suministra a los
poetas bíblicos" (Ib. p. 93).
ADICIONES
I. — AL
§ 33. —
Todas las ediciones actuales de la
Biblia hebrea se fundan en la de Venecia, 1524-1525, pre-
parada por Jacob ben Chaijim para la segunda Biblia
rabínica de Daniel Bomberg (R. H. L., V„ p. 375).

II. — EL INiDEX(f I, § 54, p. 102, nota). -- El


Index fue creado por el papa Alejandro VI, de triste me-
moria, cuya conducta privada dejó tanto que desear (R.
H. L., t' V, p. 499). Desde el pontificado de Pío X, fué
suprimida la Congregación del Index, y sus poderes fue-
ron delegados en el Santo Oficio (E. BuoNAiuti. Le mod.
cathoilique, p. 18).

III. — JESUS, HOMBRiEr-DIOS. — Confirmando lo


expuesto en el § 58 Xt' I), encontramos en Couchoud este
párrafo que a continuación transcribimos: "Si Jesús era
hombre, fue uno de los agitadores mesiánicos del siglo
I n. e., y no el menos quimérico, un mártir judío y no el
más conmovedor, un rabino de Israel y no el más sabio.
Si era Dios, se coloca junto, o mejor dicho, por encima de
los otros dioses muertos y resucitados: es el dios que su-
fre, es la figura divina más patética que la doliente hu-
manidad haya concebido. Ahora en cuanto a la concep-
ción de un hombre-dios, es una idea confusa, un mons-
truo como el centauro, que nos vemos obligados a diso-
ciar. Un hombre pudo ser deificado por aberración poco
común del sentimiento religioso. Un dios pudo ser provis-
to de rostro humano y de aventuras terrestres por la in-
finita fertilidad de la imaginación religiosa. En el pri-
mer caso, Jesús es un falso-dios en el segundo, un falso-
;
406 ADICIONES

hombre. Hombre-Dios es algo impensable, un compuesto


puramente verbal" (Théophile, p. 226, 227).

IV. —ALA, NOTA DE§ 102. — Junto con el levi-


rato (del latín levir^ hermano del marido), o sea, la cos^
tumbre que autoriza u obliga a la viuda a casarse con
el hermano de su fallecido marido, se encuentra en mu-
chos pueblos primitivos la práctica semejante según la
cual la mujer está autorizada u obligada a casarse con el
marido de su hermana, aún en vida de ésta. Esta segun-
da costumbre la denomina Frazer "sororato" (del latín
sóror, hermana) y dicho autor emite la hipótesis que tan-
to el levirato como el sororato serian supervivencias del
matrimonio de grupo, particularmente de aquella forma
que L. H. Morgan llamaba "punaluán" (vocablo deriva-
do de la palabra de las islas Hawai, punulúa, "compañe-
ro íntimo") y que consistía en la unión de un grupo de
maridos, todos hermanos, con un grupo de mujeres, to-
das ellas hermanas. (Les Origines de la Famille et du
Clan, p. 134-142; ver también R. H. Ph. R, IV, p. 360).

V. — ENTRADA DE LOS ISRAELITAS EN CA-


NAÁN 348 al final). Soore este punto escribe Lods:

"La entrada de las tribus hebreas en Palestina parece
haberse realizado por varios puntos diferentes: por
Adam; quizás también por la región de Jericó; y por el
Sur (Simeón, — —
Núm. 21, 1 y Jue. 1, 17, probablemente
los Kenitas y los Kenizzitas, y quizás Judá). Indudable-
mente que esa inmigración se efectuó también en diver-
sas épocas. Simeón, Leví y verosímilmente Rubén de-
bieron penetrar en Palestina y después ser expulsados
de allí antes que se infiltraran de nuevo las dos prime-
ras de esas tribus, por las fronteras mal definidas del
Negeb, con distintos elementos de la futura tribu de Ju-
dá. Pero todo indica que ya los israelitas no tenían de
esos sucesos, sino recuerdos fragmentarios y bastante
confusos, en la época en que se redactaron las primeras
compilaciones de tradiciones" (R. H. Ph. R., IH. p. 575-
579).
AmCIONBS 407

VI. — EL ÉFOD Y EL ARCA. — Segiín Mowinckel,


cuando en el A. T. se habla sólo del arca, se trata del ar-
ca davídica de Jerusalem. A ella se refiere la descrip-
ción del Código sacerdotal, aunque probablemente las
otras arcas tenían la misma forma y el mismo destino.
Creen hoy muchos críticos modernos (Gressmann, Mo-
winckel, etc.) que el éfod, objeto de culto, (§ 387, n. 1)
representaba un toro, lo mismo que la imagen de Yahvé
en el arca, por lo cual a ese Yahvé del arca se le llamaba
abbir jisrael, o sea, "el toro de Isiael" (R. H. Ph. R., t"
IX, p. 199) .

VIL — LA TOMA DE JERICÓ (§ 399-401). — Las


excavaciones operadas en Jericó por Sellin y Watzinger
han comprobado, por los productos de cerámica encontra-
dos allí, que esa ciudad fué destruida, probablemente por
el año 1 500, es decir, antes de que los israelitas llega-
.

ran a Palestina.
RAHAB (Jos. 2, 6, 55; § 399, nota). —
Holscher
opina que la leyenda relativa a la ramera «Rahab se for-
mó eni el santuario de Jericó. Los israelitas, que creye-
ron haberse posesionado de esta ciudad cananea gracias
al favor de la diosa de la misma, contaron después que
una prostituta de dicha ciudad, abuela epónima de la fa-
milia contemporánea de las prostitutas sagradas here-
ditarias, había albergado a los espías hebreos, permi-
tiendo así. por su traición, la conquista de Jericó. (R.
H. Ph. R., I, p. 576).

VIH. — ETIMOLOGIA DE BENJAMÍN. — Según


vimos, en el tomo II, p. 401, 40i2, la explicacióoii que propone
Ferriére del crimen escandaloso de Gabaa, reposa prin-
cipalmente en la etimología de la palabra Ben-Jamín o
Benjamín. "Hijo de la mano derecha", que para él es
la mano fálica, es decir, que le da una acepción religiosa
al significado etimológico de ese nombre propio. Aun-
que todos los hebraístas están contestes en que Benia-
mm significa "hijo de la derecha", sin embargo, toman
muchos esa etimología en un sentido simplemente geo-
408 ADIOIOIVBS

gráfico. Así para Lods (Isr. p. 454), "hijo de la dere-


cha" quiere decir, "hijo del Sur", como Yemen el "me-
diodía" de la Arabia, y se le aplicó a la tribu de Benja-
mín este nombre por ser la rama meridional de la po-
derosa "casa de José". La escisión de ésta parece que
no ocurrió sino después de la instalación en Palestina,
pues el epónimo Benjamín lo presenta la tradición como
el €ue había llegado último, nacido en Canaán (Gén. 35,
16-20). Recuérdese que, según esta leyenda, Raquel, an-
tes de morir al dar a luz a su último hijo, lo llamó Ben-
Oní, esto es "hijo de mi dolor o de mi muerte"; pero
Jacob lo denominó Ben-yamín o Benjamín "hijo de la de-
recha o de mi derecha", que era de mejor augurio, por
ser considerada la derecha, como el lado favorable, lo que
equivaldría a "hijo de la felicidad". Pero según L.B. d.
C. "el sentido primitivo era sin duda "hijo del Sur",
puesto que como para orientarse los israelitas se daban
vuelta hacia el Este, se venía a tener el Sur a la dere-
cha, y Benjamín era la más meridional de las tribus
relacionadas a Rtaquel".

IX. — LOS SALMOS EN


ETIOPÍA. — Entre las
características de los guerreros etíopes, que ha dado a
conocer últimamente la prensa con motivo de la conquis-
ta de Abisinia por Italia, se encuentran los interesantes
datos siguientes: La primera preocupación de un gue-
rrero .al levantarse por la mañana, es leer los salmos dé
David. Los etíopes ciue saben leer, llevan invariablemen-
te consigo pequeños" sacos de cuero con los sagrados sal-
mos escritos o impresos sobre pergamino. La mayoría de
los versículos los saben de memoria y los recitan en la
mayor soledad, retirándose algo de sus* acompañantes.
Los guerreros aman los himHo? bélicos que ensalzan las
proezas nacionales, y los cantan a toda hora. Son profun-
damente religiosos y observan con rigidez numerosos días
feriados. Antes de comenzar la batalla, los guerreros se
denuran de cuerno y de espíritu, pues piensan que deben
estar listos y purificados para entrar en el cielo en cual-
quier momento.
VOCABULARIO
de neologismos y otros vocablos empleados en esta obra,
que no figuran en el último Diccionario de la Academia
Española, edición 15*, (año 19i25), a pesar de ser la ma-
yor parte de ellos, de uso corriente en la prensa y en
la literatura hispanoamericanas. Alguna de esas pala-
bras, como por ej. panteón, si bien se encuentra en el
citado Diccionario, no aparece con el significado que
nosotros le damos, de acuerdo con el uso corriente en
materia de Historia de las Religiones. (1).

A
ACROBACIA, subs., (del gr. Akrobatos, y éste de
akros, cima, extremidad y bainó, marcho). El arte o
ejercicio de los acróbatas.
ALTO, subs., (en hebreo, bamáh —
plural bamoth).
Altar o santuario cananeo de Palestina, situado en

(1). Prontas estas páginas para ser dadas a las cajas, nos
enteramos de que dos años deapués de impresa la 15* edioidn
de su aludido Diccionario la Ajcademia Elsipañola publicó otro,
compendiado, con el título de Diccionario Manual .e ilusti-ado dti
la liengua Española (Madrid- Espasia - Calpe, S. A. 19 27), en
el ique figuran trece de los tvocabios que definimos en este Vo-
cabulario, de los cuales 5 los juzga como voca'blos incorrectos
o barbarismos, entendiendo que deben sustituirse por otros pro-
piamente españoles, que indica. No hay nada más relativo que
la denominación de barban'ismos aplicada a voces de uso corrien-

te entre las personas ilustradas, pues, por lo general, al cabo


de un tiempo concluye la Academia por darles a esas voces car-
ta de ciudadanía en el lenguaje, como de ello nos oTrecen cla-
ro ejemplo, las distintas ediciones de isu Diccionario publicadas
desde ©1 principio del siglo XE5C hasta la fecha- Pretender la
410 > VOCjABULARIO

paraje elevado de las montañas, rodeado generalmente


de algún bosquecillo. E¡n los altos se celebraban sacriti-
cios, se practicaba la prostitución sagrada, y se etectua-
ban alegres fiestas que congregaban numerosas multi-
tudes en las grandes solemnidaaes. Los israelitas se los
apropiaron para su culto cuando dominaron en Canaán,
donde a pesar de la oposición de los profetas, continua-
ron rindiendo culto a Yahvé, hasta la ruina de Jerusa-
lem por Nabucodonosor. Los israelitas dieron más tarde
también el nombre de bamoth a sus santuarios locales
aunqiue no estuvieran en partes altas, como a los del valle
de Hinom (Jer. 7, 31), o a los situados en el interior de
ciudades (II Rey. 17, 9, Ex. 16, 24).
ALTOPARLANTE, subs. - Aparato para aumentar
el volumen de la voz, muy usado en los fonógrafos.
AN'GELOLO'Gf A, subs. (del latín ángelus, y éste del
griego ággelos, ángel, y logos, estudio o tratado). Es-
tudio de la doctrina que enseña que existen ángeles, es
decir, seres espirituales invisibles^ y trata de investigar
su naturaleza, origen, jerarquía, sus clases, el culto que
se les debe rendir, etc.

pureza absoluta de un idioma, o sea, que pueda «xistir sin


contaminación alguna con vocablos extranjeros, es tan utópico
como la pretensión de la pureza de raza, con que sueñan cier-
tos gobernantes modernos- En cuanto a los otros ocho voca-
blos referidos, los señala la Academia con un corchete [, para
indicar que son voces comunes, que no hay motivo para censu-
rar; pero que ella no ha querido acoger en su Diccionario Ge-
neral, fundada, las más veces, en que son demasiado recientes
y no puede presumirse si llegarán a arraigar en el idioma. A
pesar de ello publicamos este Vocabulario, tal cual lo había-
mos preparado, citando en los casos debidos al mencionado
Diccionario Manual de 1927, en esta forma: Dic. Man.
Recuérdese que el Diccionario de Ochoa que más de una
vez mencionamos en este Vocabulario, es el Novísimo Dicciona/-
rio de la Lengua Castellana, por una sociedad de escritores ba-
jo la dirección de Don Cai-los de Ochoa (Librería Vda. de Ch.
Bouret, París, 1921).
VOCV1BU1.ABIO 411

ASIÁNICOS, adj. Se da hoy este nombre a los


pueblos originarios del Asia Menor, pueblos no semitas,
ni probablemente tampoco indoeuropeos, a los que se ;les
reconoce por su aspecto físico y por su lenguaje agluti-
nante (Ver CoNTENAu, Civ. dies Hittites, p. 41-44),

B
BETILO, subs. Piedra-fetiche considerada como vi-
vienda de ciertos espíritus. El Diccionario de Ochoa los
llama betiles (del gr. baitylos) y los define como "piedras
de Frigia que los orientales adoraban como divinidades".
BIOGRAFIAR, v. Escribir biografías. (Dic. Man.: Ha-
cer la biografía de uno).
BIOGRAFIADO, adj. Acuel cuya vida se narra, o sea,
el que es objeto de una biografía. (El Dic. Man. lo defi-
ne casi en los mismos términos).
BONHOMÍA, subs. (del fr. bonh»mie, y éste de bon-
homme, buen hombre). Carácter del hombre sencillo
sin malicia. Simplicidad de espíritu, sencillez familiar. —y
El Dic. Man trae "Bonhomía. Amér. Galicismo por in-
:

genuidad, candor, bondad". Estos vocablos no siempre


expresan el matiz de significado que sólo se obtiene con
la palabra bonhomía, a la que se le reprocha únicamente
su procedencia francesa.

C
GAIRN, subs. Montículo de tierra y piedras hecho
por los antiguos celtas.
'

COMENSALIDAD, subs., (derivado de comensal, del


lat'n medioeval comm*^nsalis, de cum, con, y mensa, mesa).
Acto de comer a menudo en la misma mesa. El Dicciona-
rio de Ochoa considera ese vocablo como sinónimo de co-
mensalía. "la compañía de casa y mesa".
CONICORDISMO, subs., (del latín concordia, de cum,
con, y cor, cordis, corazáfn). Pretensión de poner de
acuerdo, a toda costa, los relatos bíblicos entre sí, como
p. ej. los de los Evangelios, o de armonizar las conclu-
412 VOCABULARIO

siones de la ciencia con las enseñanzas de la Biblia o


con los dogmas de la fe.
'COIsrSTATAE, v. (del latín constat, 3.a pers. del
pres. de indicativo de constare, constar). Establecer la
verdad de un hecho o comprobarlo. A pesar de la oposi-
ción de la Academia Española en aceptarlo, pues lo consi-
dera como galicismo, —
bien que etimológicamente proce-
de del latín al igual que el francés constater, este voca-—
blo es de uso corriente en la prensa y literatura de los paí-
ses hispanoamericanos, y muchas veces es indispensable
emplearlo, pues tiene cierto matiz de significado no reem-
plazable por establecer, comprobar o consisrnar. El Dic.
Man. lo define así Galicismo por comprobar, hacer constar.
:

CORVEA, subs., (del latín merovingio corrogata, que


sufrió estas transformaciones corróala, corrovata, cor-
:

vada, corvede, corvée, corvea. La corrogata ópera era en su


origen una obra colectiva exigida a los vasallos). Tra-
bajo obligatorio y gratuito que los sier^^os y villanos de-
bían prestar en la Edad Media al señor feudal, y que
aún hoy suele imponer la autoridad para la ejecución de
determinadas obras, como p. ej., para el arreglo de ca-
minos.
COTERRÁNEO, adj., (del latín, cot^rráneus). El
que es de la misma tierra o paraje que otro. El Diccio-
nario de la Academia lo considera sinónimo de conterrá-
neo, prefiriendo este último vocablo. Nosotros, en cambio,
optamos por coterráneo, por tres razones: 1' por la ley
del menor esfuerzo, es decir, que se trata de un voca-
blo de menos letras que su aludido sinónimo 2» por estar ;

más de acuerdo con su etimología; y 3» por su mayor


eufonía. Nótese aue al usar un vocablo expresado de
dos distintos modos, y preferir el que la Academia
no define, (la que se limita a referirse al otro) no ,

hacemos sino imitar a la misma docta Corporación


•cnue, por ejemplo, admitienxlo las palabras desapia-
dado y despiadado, define sólo ésta, y sin embargo
usa aauélla, como puede verse en la palabra Crudo, 6'
acepción.
CTÓNTCO, CA, adj. (del gr. Chtonia, terrestre,
VOCABULABIO 413

calificativo dado aGala, la tierra-madre). Eipíteto que


se aplica al genio o numen que mora en el interior de
la tierra, o a divinidades subterráneas como Deméter,
Perséfone, Dionisos. v

CULTUAL, adj. (derivado de culto). Relativo al cul-


to, como p. ej., las asociacianes cultuales de Francia. El
Dic. Man. acepta ya este vocablo definiéndolo como nos-
otros: "Perteneciente o relativo al culto".
i

D
DEMIURGO, subs., (del latín demiurgus, y éste
del griego demiourgos, de demios, público, y ergon,
trabajo, — el que trabaja en el interés público o el
arquitecto del mundo). En la filosofía platónica, (Dios
considerado no como creador, sino como ordenador de
la materia. El Diccionario de Ochoa lo define: Goberna-
dor del cielo. El Dic. Man. defíne equivocadamente el vo-
cablo demiurgo: "Dios creador en la filosofía platónica",
cuando sólo era artífice u ordenador. "El dios de Pla-
tón, escribe S. Reinach, asistido por dioses inferiores, so-
bre los cuales poco se explica, no creó la materia, que es
eterna, sino que la modela eternamente, de acuerdo con
las Ideas que sin cesar contempla" (Lettres, I, p. 83).
DEPREDATORIO (adj. derivado del latín deproeda-
tor, talador, destruidor). Perteneciente o relativo a la
depredación, esto es, a los actos de piillaje, rapiña, de-
vastación. El Diccionario de Ochoa da a ese vocablo la
fcrma depredativo.
DOXOLOGÍA, subs. (del gr. doxología, de doxa,
gloria,y logos. palabra). Fórmula litúrgica en la que se
proclama la gloria de Dios, se le bendice o se pide
su bendición, y que se suele cantar al fin del culto di-
vino. En el culto católico, versículo que comienza por
"Gloria al Padre", y que se recita al Ifinal de los
salmos.
DRAGONADAS, subs., (derivado de dragón —
del la-
tín draconem — nombre dado en Francia desde fines
del siglo XVI n. e., a los soldados de caballería ligera.
414 VOCABUIvARIO

que antes se llamaban arquebuseros a caballo o carabi-


neros, porque tenían un dragón en su estandarte). Per-
secuciones ejercidas en Francia contra los protestantes,
en tiempo de Luis XIV, quien obligaba a aquellos que
no querían convertirse, a recibir en sus casas dragones,
para que los martirizaran. (Véase nuestro tomo II, págs.
427-430). Como la Academia Española de la Lengua
era una corporación netamente católica, no es extraño
que no haya incluido en su Diccionario la molesta palabra
dragonadas).

E
EDOMITA, Natural o propio del antiguo reino
adj.
d)8 Edom, llamado después Idumea,al Sur de Palestina.
En hebreo, rojo es admoni, de donde salió Edom, nom-
bre aplicado a dicha región por el color carmín de sus
rocas. En el cap. 25 del Génesis hay dos leyendas para
explicar ese nombre: una en el v. 25, y otra en los
vs. 29-34. Según el v. 30, Esaú y Edom son sinónimos.
El Dio. Man. trae: Edomita, adj. Idumeo.
ÉFOD, subs., (Ver. § 387, 388). El Diccionario de la
Acad-^mia trae como aguda esta palabra, que nosotros
escribimos v pronunciamos como grave. Además, de este
vocablo sólo conoce dicho Diccionario la acepción de
vestidura de lino sacerdotal, ignorando los otros sig-
nificados de imagen divina y máquina de adivinación.
ELEMENTO, subs. Además de las acepciones cue
le da a este vocablo el Diccionario de la Academia,
úsase también en el Río de la Plata, con el significado
de "individuo componente del cuerpo social". P. ej.: Ha-
"•a Vd. natria con estos elementos. Esta acepción difiere

de la oue agrega el Dio. Man.: "fig. y fam. Chile, Perú


y P. Pico. Persona de pocos alcances, babieca".
ÉLIDA, subs. y adj. Sacerdote de la familia de Elí,
el jefe dl°l santuaro de Siloi, en época de Samuel.
ELUCUBRACIÓN, subs.. (del latm elucubran, tra-
^a•ar dilip-entement"). Obra intelectual fruto de intensos
trabajos. (Usase más en plural). El Diccionario de Ochoa
VOq ABUIiARIO 415

define ese vocablo: "Obra compuesta a costa de trabajo


y afanes". El Dio. Man.: "Elucubración. Barbarismo por
lucubración". El Diccionario de la Academia define así
lucubrar: "Trabajar velando y con aplicación en obras
de ingenio"; y lucubración: "Acción y efecto de lucubrar.
Vigilia y tarea consagrada al estudio. Obra o producto de
este trabajo. Doctas lucubraciones; lucubraciones filosó-
ficas". No sabemos porqué ha de ser barbarismo elucu-
brar y no lucubrar, pues ambos vocablos provienen del
latín,y si lucubrare lo usó Tito Livio, elucubrari lo em-
pleó Cicerón, los dos escritores en la acepción de "tra-
bajar, componer velando de noche, a la luz".
EMPACADOR, adj. (Rioplatismo). Dícese de la ca-
ballería que se niega a la marcha, o q:ue recula, a pesar
de los hostigamientos del que la conduce. Equivale
al vocablo repropio, usado en España, y al rétif, francés.
El Dic. Man. no conoce este vocablo pero trae "Empa-
; :

carse. Amér. Plantarse una bestia" y "Empacón, na, adj.


;

Argent. y Perú. Aplícase al ^caballo o yegua que se em-


paca". Confesamos que en «1 Río de la Plata nunca
hemos oído empacón, y sí, empacador, en la acepción
expuesta.
ENDOGAMIA, subs., (del gr. endon, dentro, y ga-
mos, matrimonio). Práctica de contraer matrimonio
únicamente entre personas de la misma tribu o agru-
pación. Me. Lennan en su obra Primitive marriage
(1865) empleó por vez primera las palabras endogamia
y exogamia para distinguir djos usos ,que consisten: el
primero en casarse con mujeres pertenecientes a la
misma tribu que el marido y el segundo, en casarse
;

con mujeres pertenecientes a tribus extrañas. (Ver H.


Spencer, Principios Sociología, § 284)
EPIFANÍA, subs. (del latín, epiphania, y ésta del gr.
epiphaneia, manifestación, de epi, sobre, y phaino, mues-
tro). Aparición o manifestación de un dios a los seres
humanos. Es vocablo sinónimo de teofanía. El Dicciona-
rio de la Academia sólo define epifanía como: "Festivi-
dad que celebra la Iglesia anualmente el día 6 de ene-
416 VO0ABUL.AR1O

ro, y que también se llama de la Adoración de los


Reyes".
ESCRITURARIO, adj. Concerniente a la Biblia'o
Sagradas Escrituras. En esta acepción define el Dic-
lo
cionario de la Academia sólo como substantivo con el
siguiente significado: "El que hace profesión de de-
clarar y enseñar la Sagrada Escritura, |y ha adquiri-
do grande inteligencia de la Biblia", (mejor dicho seria:
"grande inteligencia de elJa", pues de lo contrario parece
que la Biblia tuera libro distinto de la Sagrada Escritu-
ra). Por eso será que la Academia en su Dio. Man. elimi-
na esta última parte de la aludida definición.
ESPECTACULAR, adj. Lo que origina un espectácu-
lo, es decir, lo que es capaz de excitar la admiración o
sorpresa de la gente,
ETIOLÓGICO, adj. Referente a la etiología, o sea,
lo que explica el origen o la causa de algo. Ell Diccio-
nario de Ochoa admite este vocablo.
EXÍLICO, adj. Relativo al exilio o destierro. An-
tonomásticamente, lo relativo al destierro judío en Ba-
bilonia, durante el siglo VI.
EXOGAMIA, subs., (del gr. exo, fuera, y gamos, ma-
trimonio). Práctica o costumbre que considera como sa-
crilega la unión de un hombre y una mujer del mismo
clan o tribu, debiendo, por lo tanto, los miembros de esas
agrupaciones casarse con personas de otros clanes o tri-
bus. (Ver Endogamia).

F
FÁLICO, adj. Referente al culto obsceno del falo o
miembro viril. Éste se consideraba como símbolo de la
fuerza creadora en las rligiones orientales, y su ima-
gen era usada como ornato en muchos templos, entre
otros, en el célebre de Hierápolis, y como emblema en
fiestas orgiásticas. El Dic. Man. define así este voca-
blo: "Relativo o perteneciente al falo".
FELAH, subs., (del árabe feUah, labrador). Cam-
pesino, labrador u obrero egipcio..
VOCABULARIO 417

FINANZAS, subs. La hacienda pública, o sea, el


conjunto de los recursos pecuniarios de un Estado. (A
despecho de la insistencia de la Academia Española en
repudiar ese vocablo como galicismo, ya ha entrado en
el lenguaje corriente de las naciones hipanoamerica-
nas, y no tendrá esa Corporación más remedio que ad-
mitirlo, como ha ocurrido con muchas otras palabras que
se hallaban en el mismo caso). Confirmando esta opi-
nión encontramos en el Dio. Man.: "Finanzas, Galicis-
mo por hacienda, negocios, banca, asuntos económicos".

G
GLOSOLALIA, subs. (gr. glossa, lenguaje). Fenó-
meno psíquico, propio de ciertos místicos de distintas re-
ligiones, consistente en la emisión de sonidos raros, incom-
prensibles, (lenguas extrañas), que llega ia veces a la ex-
presión de frases en idiomas desconocidos del extático
(lenguas extranjeras o xenoglosia). (Ver § 862).

H
HARAS, subs. (del árabe faras, caballo). Estable-
cimiento destinado a la reproducción y cría de los ca-
ballos, i i

HENOTEISTVIO, subs. Max


Muller llan^ó henoteismo
o katenoteismo al hecho de que aun cuando el creyente
reconoce la multiplicidad de dioses (como, p. ej., en la
India: Indra, Varuna, Siva, Agni), adora tan sólo a uno
de ellos, al que considera como si fuese único, y al que le
aplica, por lo tanto,, los atributos de los demás. Nosotros
empleamos el vocablo henoteismo como sinónimo de mono-
*
latría.
HIERÓDULA, subs., (del gr. hieros, sagrado), o
Kedescháh (en plural, Kedeschoth, del hebreo Kadés.
santo). Prostituta sagrada que, en los templos o locales
de culto de muchas religiones semíticas, se consagraba
al servicio de una divinidad determinada.
HISTORICIDAD, subs. Carácter o valor histórico de
algo.
418 VOCABULARIO

INA,UTii.lN TICIDAD, subs. Carencia de autenticidad.


IJNAUTüínTIuU, aüj. No autentico.
llNSObirl;.fLhAJjLEj aaj. (c^ue no iniunde sospecha.
(El Diccionario üe Ocñoa admite insospecitvso, aescono-
Cido tamoien por el de la Academia).

JESUITISMO, subs. Doctrina o sistema de los je-


suítas. Vulgarmente se usa en sentido despectivo para
indicar la dialéctica o las prácticas censurables de los
jesuítas.
JUDAÍTA, adj. Natural de la tribu o del reino de
Judá mientras éste fué independiente. Después de la
destrucción de Jerusalem por los babilonios, a todos los
desterrados judaitas se Ies llamó judíos, (Esd. 4, 12;
Neh. 1, 2), nombre que conservan hasta hoy, y a la re-
gión del antiguo reino de Judá se la denominó Judea, sien-
do éste el nombre que tuvo el Estado autónomo de los
Macabeos, denominación que le conservaron más tarde
los romanos. Véase nota de § 1035.

L
LITOLATRf A, subs. (del gr. lithos, piedra, y latreia,
adoración). Culto o adoración de las piedras sagradas.

MEDIÚMNICO adj. Referente al médium.


MEDIUMNIDAD, subs. Estado especial del médium.
METBCO, adj. y subs. (del gr. metoikos). Extran-
jero residente en Atenas que gozaba de los derechos ci-
viles; pero no de ios políticos. Aplícase por extensión a
los extranjeros que tienen la misma limitación de dere-
chos en el país en |que residen.
MISTIFICACIÓN, subs. Engaño, ocultación, simula-
VOCABLLARIO 419

ción o disfraz de la verdad. El Dic. Man. trae: "Mistifi-


cación. Galicismo por embaucamiento, farsa, burla, en-
gaño, etc." Está tan generalizado este vocablo que cree-
mos lo incorpore la Academia en la próxima edición de su
Diccionario. '

MITRISMO. subs. Religión de Mitra, dios de la


luz entre los antiguos indos y persas, la que adquirió más
tarde gran desarrollo en la Frigia, de donde se extendió
por todo el imperio romano. En la versión española de la
obra de Hxtart, sobre Persia (ver la Bibliografía), se em-
plea el vocablo mitracismo, de acuerdo con el francés
"mithracisme". Preferimos nosotros, en cambio "mitris-
mo", que se ajusta más a las reglas de la derivación cas-
tellana de las palabras, como, p. ej-, de "cristiano", cris-
tianismo, y de "Buda", budismo.
MONOLATRÍA, subs. (del gr. mono, uno, y latreía
adoración). Culto o adoración de un solo dios nacional.
(Ver § 74, t' I).

N
NATUPISTA, adj. Relativo a la naturaleza, como
p. ej., "cultos naturistas".
NEUMATISMO, subs., (del gr. pneuma, espíritu,
soplo, aliento). Estado deque se creen o se sienten
los
pose'dos por un espíritu divino o demoníaco. (Ver § 860^
863, t^ II).

O
ORTODOXIA y ORTODOXOS. (Ver nota de pág.
46, t' I). \ ,

P
PADRILLO, subs. (Americanismo). Caballo desti-
nado a reproducción. En España se le llama caballo
la
padre, y en Francia, étalon.
PANTEÓN, subs., (del gr. pan, todo y theos, dios).
420 VOCABULARIO

Conjunto de los dioses adorados en un país. Templo de 1|

laantigua Roma consagrado al culto de todos los dioses.


PICAKA, subs. (Ríoplatismo). Vara larga, general-
mente de caña tacuara, con un clavo o pincho de hierro
en un extremo, para picar a los bueyes. Equivale al vo-
cablo aguijada, usado en España y al aiguillade, fran-
cés. En el Dic. Man. encontramos: "Picana. Amér. Me-
rid. Aguijada, vara para aguijar a los bueyes".
POLIDEMONISMO, subs., (del gr. poli, muchos, y
daimon, demonio). Creencia en espíritus o genios loca-
les y adoración de los mismos. (Ver § 72-74 del t"^ I).
POSTEXfLIiCO, adj. (del latín post, después de. y
exilium, destierro). Posterior al destierro, por antono-
masia, al destierro da los judíos en Babilonia, en el si-
glo VI.
POSTULAR, V. Presuponer o dar por establecido un
postulado.
PRINCIPESCAMENTE, adv. de modo. A lo prín-
cipe,con fausto, pompa y aparato.,con esplendidez y
magnificencia.
PRINCIPESCO' adj. Cualidad propia de príncipes,
sobre todo en referente al lujo, generosidad, etc. El
lo
Dic. Man. admite y define así este vopablo: "Principesco,
ca, adj. Dícese de lo que es o parece propio de un prín-
cipe o princesa".
PROFESIONAL, subs. Persona que ejerce una pro-
fesión liberal. En el Dic. Man.: "com. Persona que hace
hábito o profesión de alguna cosa".

Q
QUINA, subs. Endecha o elegía hebrea.

R
RADIOESCUCHA, subs. Óyente por radio. Por eso
hay quien escribe: "radiojienlte".
REVIVAMIENTO, subs. (del inglés reviva!, desper-
tamiento religioso). Estado de exaltación religiosa que,
VOCABULAJRIO 421

en ciertas épocas, suele producirse en los asistentes a los


cultos de algunas iglesias pietistas evangélicas (Ver
§ 863, t^ II).

SADOKITA o SADOQUITA, subs. y adj. Sacerdote


que se decía descendiente de Sadoc- el principal sacerdote
o jefe del clero jerosolimitano en época de Salomón, '(ver
§ 646, 663, 670).
SAÚLIDA, subs. y adj. Descendiente de Saúl, o prín-
cipe de la dinastía de este rey.
SBMICIVILIZADO, adj. úsase también como subs.,
(nombre compuesto del Jat. semi, medio o casi, y civili-
zado). Individuo o pueblo de escasa civilización, aunque
superior a la de los bárbaros.
SEUDOEPÍGRAFOS, subs., (del gr. pseudes, falso,
y epígrafe, Los libros que la Iglesia
título, inscripción).
Católica llama apócrifos, por no atribuirles carácter di-
vino,, y en general, de acuerdo con su significado etimo-
lógico de "falso título", todas aquellas producciones li-
terarias cuyos autores, para hacerlas aceptar por los
fieles judíos o cristianos, las daban como escritas por
algún patriarca, profeta u otro personaje bíblico de re-
conocida autoridad; como p. ej., los Salmos de Salomón,
las Odas de Salomón, los Apocalipsis de Moisés, de Elias,
de Sofonías y de Baruc, la Plegaria de Manasé^, el Li-
bro de Henoc, etc. (Véase el § 30. t'> I)
SINOINÍMICO, adj. Con sinonimia.

T
TEOFANÍA, subs., (del gr. theos, dios y phaino-
mai, aparezco). Aparición de un dios, según así lo creía
la gente crédula antigua y lo creen aún muchos moder-
nos. ,
i
i

TBÓFORO, adj., (del gr. the'os, dios, y foros, el que


lleva). Dícese del nombre que encierra el de un dios.
(Véanse § 109, t^ I y § 618, 619, t" II).
VOC^IBULAKIO
422

TRIBAL, adj. Perteneciente o relativo a la tribu.

U
UADÍ, (palabra árabe que significa lecho de
subs.,
arroyo). Torrente de Arabia y Palestina, que sólo lleva
agua en la época de las lluvias.
UELÍ, subs., (palabra árabe con sentido de "pro-
tector"). El genio de un lugar dado, especie de santo
patrono entre los beduinos árabes. El uelí puede mani-
festarse en una tumba, y entonces se le identifica al
espíritu del muerto; pero puede habitar en una fuente,
en una roca, en un montón de piedras, en un árbol o eü
un bosc^ueciiro. La morada y el nombre del uelí son sa-
grados. Son más respetados los juramentos hechos
en
nombre del uelí que los hechos en nombre de Allah. El
culto del uelí no se confunde con el de los
antepasados,
ni con el de los muertos. Al uelí se le ofrecen sacrifi-^

cios, o se le hacen libaciones de aceite; también se ex-


lugares en que mora. Se le en-
tiende manteca en los
queman perfumes, o si reside
cienden lámparas, se le

en un árbol, se le cuelgan pedazos de vestidos.. El


uelí

se distingue del djinn en que este último


es un espíritu
con un
maléfico, Un demonio, que nunca se identifica
H. Lit. R-, t" 178, 179,
héroe o con un santo. (R. l, P-
año 1910).

V
VENDETTA, (palabra italiana que significa
subs.,
venganza). Estado de guerra entre dos o más
familias,
para vengar algún male-
clanes o tribus, generalmente
ficio o asesinato.
%

BIBLIOGRAFIA
Oibras consultadas, la mayor parte de las cuales ci-
tamos en los tres primeros tomos de este libro.

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había muerto en ese entonces) y en la que se expresa cue
esta obra "traduce el verdadero pensamiento de la Igle-
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3''L'Histoire aainte el la Loi, 2 vols. (Penta-


teuco y Josué).
4' Chronique ecclésiastique de Jerusalem (Cró-
nicas, Eisdras, Nehemías).
5' Poésie Ivrique, 2 vols. (Salmos, Lamentacio-
nes, Cantar de los Cantares).
6' Philosophie religieuse et morale (Job, Pro-
verbios, Eclesiastés, etc.).
7^ Littérature politique et polémique (Rut, Ma-
cabeos, Daniel, Ester, Judit).
Nouveau Testament: V> L'Histoire évangelique (Los
3 primeros Evangelios).
2p L'Histoire apostolique (Actos de los Após-
toles).
3*' Les Ecitres pauliniennes, 2 vols.
49 L'Apocalypse.
5" Les Epitr'^s Catholiques (Hebreos, Santiago,
Pedro y Judas).
6' La théologie joannique (Evangelio y epístolas
de Juan).
La Bible de PEUSS es obra capital, que a pe-
sar de sus 60 años de publicada, se lee siem-
pre con interés v provecho. Clara, precisa, d'^;
una lógica de hierro, esta obra .ha ejercido
gran influencia y contribuyó principalmente
para apartar de la ortodoxia a escritores co-
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dice de citas biblicas

Los libros bíblicos tanto


van por „,aen alfabético.
del A T comn m t
Las referencils n a los pár J'

(f indica t"olrp
S
ANTIGUO TESTAMENTO
nout.

Amos 49- 60 — 1098


— 50-53 — 942
1. ^
— 1264765, 833
6, 7, ~ 429
1-5
3
— 423 8, — 725, 726, 1012
55
2, 3 34 ~ 618
5 — 626
33,
5,
21-2J — 822
9, ~ 194
1
22 — 832, 1100
6, 5 — 1119 55 — 944
7, — 834 39 — 725,
35, 36,
5 — 104, 930
72.6
40 ~
8,
14 —
-618
626
567.
i5 — 1010
9, 7— 965 10.
14 ~ 972
13,
— 1021
al fin
I Crónicas 11. — 10(68

— — 1021
1-3
3 — 1019
2, 3-23 429
5 ~ 581
í^-íí7 873, 1017
Í6 — 955 55 —
4,

3, 5 — 1023, 1034 8-14 — 962


iii^ p. .

4, 57, 31 — 318 12.


15 — 2
_
A 5S__ 379
4^
23-40 — 1019
6 — 381
6, í^, 638.
639, 766 •

33-37 _ 1129
13.
5 — 186
— 638, 639 14. 7 — 618
439
BIBLICAS
IXDICE DE OITAS

- 25, 1 - 833, 1129


15^ 2-29 1078_____ 7 _ 1100
— 1100
1-11, 18
U — 935
26,
— 1072
4, 8, 15
16, 17, 19
- 1240 28 — 832
18, 21, 24
— 1072 27 5? 24 — 1058, 1062,
19 — 1129 '
[1063
27 — 1074 28, 5 — 1106
28 — 186 29, — 1109
1
l.i5 — 1078 — 1106
2-9
16,
4-36 - 1239-1247 95 _ 632, 832
5, 38 — 1072 II Crónicas
11 — 1221
sg __ 1047 2 — 1104
10
39^ 40 1096 — 3, — 991
1129 42 — 5, - 186
1^ — 833
4:?,
__ 1084
15 — 1137
17 j
'

21 — 1092 6,
_ 460
18, 12 — 1211 7
5 — 1246
:Z

__ 935, 942
17 — 1118 9, 29 — 833
— 1025 12, — 986 4
17 - 1020
20, 1
963^ 13, 3,
5 — 912
5
— 905
4-8
- 99
— 1051-1066^ 14, 5, 5
10 — 832
X.30
-^-56rzr997460"'^ 16, 7,

29 — 20, 19 — 1129
24,57 — 874
IO18I

22, — 10601 - 749. 1115


— 1102-1104
2-4
26,
29,' 30 — 833
25,
35 i5 _ 833, 1129
7-10 "^1086, 1088
8,9 — 1114* 25 — 510, 511
9 — 1033
— 1105_ Daniel
-1097-9
8 — 485
23, 1^5r28-32
—'1125 2, 4, 7,
3, - 31
15-Í7_— 337__
1 — 194
24, r—
942 12,
440 INDICE DE CITAS BIBLICAS

12, 2 — 979 ~ 204 '

12, final — 30 nota 10,


5 — 346
1-5

i5 _ 813
13 y 14 31
11, 10-13 — 620
13-31 — 1169
Deuteronomio
18 — 363
1-26, 28-301 — 205 — 764
.1, 1 ~ 265
-25

29 — 554
5-4, 43 — 296 — 626
~ 180
9-18
12
5 — 71
33-40— 214-217 -2,

5 — 99
10 — 805
,

2, 30
10-13,
— 173, 213, 260, Í5, 34 — 769
[306, 346
30 — 409, 1053
— 765, 768, 769
27 —. 589
3, S — 265 39-31 — 625
íj-, í5 __ 68 13, 3-5 — 711
14 — , 429 í5 — 587
— 298 14, 3 — 813

33-37 329, 749 33,38 — 228
— 34 1093 75 — 228, 687
3 — 72
15,
4,

34 — 987
16, — 151
1-3

28 — 958
— 154
7

— 813 -25— 99
i2 — 423
í?'
17,
5-26 — 296
.9,

14 — 779
5, ^ — 260 14-30 — 718-9, 787-97
5 — 93
Í5 — 782~
6, ~ 296
1
18 — 783
4 — 626
8 — 363, 595
52,
18, _ 664
,?
I

4 — 228
5 — 393
3,
7, i,

4 — 421
— 970
il — 101
3,
3 —
5 — 289
595 99,
— 813
(J
19,
5 — 472
9 — 4
20,
8,
— 21, 1-9— 101
3 — 687
9, 0-31
— 191 359
<8í
196,

33,33 — 1044
5 — 89
3.5-38 —-311 22,
441
INÓICE DE CITAS BIBLICAS

9, 10 ^ 228 Eclesiástico

23, 9-14 — 943 —


10,11 — 930 24, 26 o 3G
— 704
2

17, 18 - 89, 625, t" 46 19


23 — 991
[II, p. 403
24, — 385
1-11
— 825, 1029, 1045
16
Esdras
— 228
19
25 5-10 — 102 nota 2, 41 — 1129
'
18 — 175
17, 3, 11 — 1246
19 — 805 4 79 III, p. 418
26, IS, U — 101
27, ^7 — 99 Ester
27-30 — 296
28, 58, 59 -i 357
IQ _ 30>, SI
29, 5 — 161 6 — 486
_ 296,^97-303 11, 5-12 486
14 — 329
J5 — 304 Éxodo
32^
— 296.
:?.47 304-.313,

[32773687441 107, 108


15 — 173
1,
13 __ 963''
39 — 650 — 107-116
50 _ 329
2 1.10
45,
71:55^=^1177118, 394
y 33 — 1259
33 _ 296, 314-328, 441 ié75r==^601
— 729
"5—123 16. ss.
— 136
8-10 — 562 55
— 327 23 — 113 i.

34
— 329, 330
6 3 ^_.i2— 119-130
— 336 ,0— 365
— 11287 :>—407
— 298 5 6, 15 — 105
13,
8— 213, 393
Eclesiastés 11 — 468
Í5 _ 164, 595
13-15 — 356
5, 6 — 366
_ 357, 358
9, 4.-6, 10 — 978 :;5
442 INDICE DE CITAS BIBLICAS

16 — 346 ~ 165
6
18 — 136 3-25
3,
— 141, 142
21, 22 — 160 10, 1 — 1053
4, 1 — 468 12- 23 — 141
1- 5 — 346 — 468
ííí
2- 9 — 131, 136
132, 20, 27, 28, 29 144
10 — 115
3 — 338
10-17 —
11,
133,
U — 208, 558
134 4, 5— 141, 145
8 — 144
Í7 — 219
4,
f — 141
17, 20 — 175 1-11— 149-159
23 —
12,
18- 135,
26 — 136
136
— 148
33 — 165
19-
50-55 — 118
13-
33-39 — 155
21 —
Í5-50,
55 — 151
128,666
.35 — 136 , 5í,
29 — 141, 145
5, — 151 32 — 1038
3 — 173, 346
55 — 47
7 — 139
6, 2-1,
3 357
55, 5ff — 160
37 — 265
2,
5 — 267
5 — 963'^ 5 5g — 16
7, 447 1,

— 343 40 — 108, 1397161


16 — 595 41 — 161, 371
50 — 111, 679
112, 46 — 1171
7, 1 — 847 13, 13 — 383
1, 2, 12,
3 — 1053 9, 16 — 363
^ — 371 11-16 — 151
7 — 108, 118 15 — 740
10-22 — 140.146 17-22 — 162-164
14-24 — 143, 146.147 5-g -_ 165
20 — 219
14,
17,
_ 142 56-58 — 113
1-32 — 143-148
— 166-168
21 — 219
8,
16-18 — 140 16,
50-54 — 141 i5 _ 365
22 — 165 55 — 398
25-27 — 346 15, —
1-21 374, 441
169,
9, í-55 — 143 5 — 37Í~
443
INDICE DE CITAS BIBLICAS

_ 650, 1093, 1266 21, U— 291


il
— 828 — 597
16
18
— 351, 847, 1077 28-32— 94
20
22, — 1029
1
— 184
25 — 170, 362 29 — 1047, 1064
26 — 170, 173 30 — 103, 383, 508
16, 4-31 — 170, 171
23-
29,
10-19 —184 ,

ir)\J7^ —_599
^r^irF~III, p. 410
17, 1-8 — 177 Í6 — 150
5.16 — 17^-174 21 — 365
20,
r^l23 24 — 99
8-13 — 779 57 _ 374, 764
15 — 462 30 — 418
29.
18, — 118, 136^
1-6
" 32 —595
ss.

10^12^ 18 0 24, 1, — J^82-186


9-11

^7^12,67 3-8 — 184, 1268 .186,

13.27 — 347, 383 4 — 99


5* 19 —184-186 6,— 1038
19,
"^"177^^182 .
12-15% — 183-m18^

— 871 — 368
t7
5 — 383
lO-ir>
1 3''— 182 25, í.
—204
15 — 943
10-15

— 359 — 1071
Í4
23-30 — 944
18
21 — 186
ss.
29-34 — 414
00 — 208 2.5,

37 — 643
III, P.

2 — 595
20, 25-28 — 207
/, — 261, 495
5
15-28 — 207
5 _ 187. 194
93,
26,
37 — 643
13 _ 427. 527, 596
33, 36,

_ 527. 597 27,5 — 224


128,
30 — 390
15
17 — 597 28, 29,
— 47 50 — 285
— 184-186 26-28 — 664
29,
11-16 — 1064
X8-26
55-237^.9'^ 348, 383 30,
— 346. 766- 31, — 851
2-5
5 — 850
04-26 99,
403
18 _
[t^ II, p.
183, 185, 201
26 — 1074
44,
444 IXBICB DE CITAS BIBLICAS

32 — 98, 183. 188 - 197, 24, 26 — 1105


[311 40, 23 — 944
,2, — 196,365
3
15, — 183
16 Ezequiel
19 —185
25-29 — 196, 325. 558 6 4, 6— 99
[562 8. í-i _ 510
2^ — 395 13. .9 _ 194
32 — 1161 17-23^ 953,954
34 — 365 16, ^ -^25
33, 1-6 — 206 16, 24, 25, 31, 39 —
5-6 — 196 II. p. 403
— 298
7 — 383
20
7-11 — 204. 208. 347 17, — 1220
11 — 176. 203. 364. 18, 2-4 — 1029

407 20, — 311


1 8-23 — 202. 203 25 — 383 nota.
20 — 459 41 — 88
20-23 — 364 23, 32, 33 — 1214
22 — 100 - 383, 625
.9;-,5.9

— 198,199
] -2'< 25, 16 — 965
18-32 — 977
34, .

7— 93 32,
24 — 1272
— 393 34. 23,
20-32 ^ 813
12 — 595
ss.
36.
26 — 1177
13 — 99
22,
21-25 — 1272
— 187 37.
40-48 — 349
16 — 421. 600. 601
15 — 669. 942
15,
23 — 624
44.
18, 22,
20 — 383, 385. 1064
45. 12— 1103. nota
17 — 930
19,
20 — 508, 740 _ 1117
22 — 150
•?9.9..7

24 — 599
46 6
1, — 930
2-15 — 1117
23.
06- _ 1063 _2 •

29-35 — 200. 201 47. í,?.

35, 31 — 850
10-16 — 944
Génesis
37,
88 2 — 224 1. í — t° I, p. 460
S — 643 2, 7 — 385
445
INDICE DE CITAS BIBLICAS

— Í5-5:Z — 646, 718


18
— 957
t" I, P- 9'

18, _364, 365


21
— 94 S 92 —
3,
— 271 10 386—
1-5
— 356 22 34 —
4, 1

15 — 363
18 19, 24 — 577

23 —
19 _
365

26 — 92
403 i" III p.
4^_11_ 571
9 — 581
1-lí — 81
6,
25 — 2
— 47 I, P.
2i,
5 — 267 476
7, i— 396 \P III, p.
20,
— 847
,

21 — 958
7
s', 20.
_ 672 18 _ 386, 394
9?
4 — 768
88,
21, 1^
— 3862
17-19 — 365
9,
w
.

32 — 1167
.,7,
94
,9, -

20-27 — 266
— 92
10, — 30 5,?

11-18 — 365
6 — 211 22,
13 — 740
12, — 14
— 100
G

462

17 — 394
23, 102

10 —
1231 —


13, 2.
365
IS — 100
24, 7, ío

— 1233 11 ss. 729 —


14,
—2 23 898 —
5
— 68 67 432 —
5
7 — 359 bis 25, h 2 211 —
12 — 966
8, lí 101 —
íí,
Í5 — 92
íO 102 —
Í8,
3 — 102
0,7 — III p. 414
15, 2,
18 — 187 n., 26, — 1167
1
9-11. 17,
1062, 1268 27, — 394
28 — 385
957
12-16
7 — 125 28, JO.22
— 672, 1268
16, 970
7-13 r- 365
— 100 í8 — 99

Í5
7-14
— 92 29, 6 ss. — 729

17, 1 — 92
31

386

15 16 — 782 30, 52 386


446 INDICE DE CITAS BIBLICAvS

31, 5 — 105 31 — 102


11 — 365 50, — 102
19, 30-35 — 925
19, 34 — 102, 556 Habacuc
24 — 477
33 — 432 3, — 1127
36 — 927 19 — I, p. 46
^i.,ó5 _ 100. 18299,
32, 1, 2 — 641 Isaías
28 — 36592,
33, 19, 20 — 1061 1, 2 — 306
34, 14-24 — 90 11-13 _ 822
o-, 9r?— 325 13 — 104
25-31 — 561 13, — 930
14
35, 2-4 — 556 ^
15^. 16. — 118618^'

11 — 718, 782 3, 12 — 789


14 — 499 4, 3 — 194
7^.00 _ 408
tp III p. 6. 5 — 828
36 5^-5 — 15
í 10 — 666
— 532 7, /.? — 1271
37 5-7/ — 478, 970' _ 436-439
I, ü.
38 ,<? _ 102 no+a 8 1^. 20 — 349
40. _ 47^ 970 19 — 101
41. í..?^ — 478 P. ^3 — 437
t"? I. p.
5^ — 851 10 15 — 311
42. 36-38 — 324 13. 21 — 81
44, 20 — 324 14, 9-11 — 976
45 § _ 551 29 — 262
46, 13 14— 429 17. í? — 99
26. 27 — 265 ?0 7-4 — 838, 842
48, 17-19 — 322 27, ,9 — 99
49, 5-7 — 561 28. 7 — 937
— 321 24-55 — 615
10 — 718 30, í? IT 262
54 — 069 nota1 33 — 9R7
55 — 386 31. 9 — 368 987
25, 26 — 319 32. 1 ps. —1259
27 — 324, 587 33, 14 — 987
INDICE DE CITAS BIBLICAS 447

22 — 807 24, 10 — 1056


4 — 642 25, -Z5,16 — 1214
34,
38, 18 — 1158 26, 5 — 679
—5 20-24 — 839
9 — 1257
40, r
26 — 641 29,
— 807 54-57 — 861
26 — 845
43, i.)
— 363
9 — 1271
44, r,

14-17— I, p. 40 30, 8.
— 383, 625
45, 1 — 276 32, 5.3

11 — 1246
5 _ 1145 33,
— 1214 20-22 — 1268
51, 17
15 — 1178 34, 18 — 187 n.
4 — 682
57,
63, 4— p. 448 35,
^.^0 — 629
i _ 101
19 — 839
65,
U — 78, t" I p. 468 36,
— 77
66, 21 — 987 44, l'i-30
52, 24-27 — 682

Jeremías
Job

2, ,3, 3 — 629
— 81
— 306
1, í
— 975

2 6, 27 — 30'9_
3,
16 — 403
7, 12-1-1 — 679
III, p.
— 973
18 — 77 7, 5,
21 — 975
_ 625; 410 III. p.
50-55 — 973
32 — 383, 987
10,
8 — 973
31,
— 977
.

11,
13 — 973
8 i, 2
:i9_ 828 14.
13 — 973
9, 55 — 661
ss.
17,
16 — 975
26 — 363 — 973
í
16, 6-S — 101 26,
28 —4
17, 10 — 872 30, 23 — 975
19, _ 383, 625
5 33, — 482
13-16
20, ^ 861
1-G 38, 7 — 448
i5 — 872
21, 7 — 1056 Joel
22, 30 — 194
23, 2^-28 — 483 2, 50 — 2
448 INDICE DE CITAS BIBLICAS

28 — 970 10, 6, 15, 43403—


28, 29 — 484 8-14 —
374
— 764
Josué 10, 11 — 408
11 _ 780
1, 29 — 287 J^-Ji — 375
2, 15 — 924 13 — 632, 1121, 1259
3, — 163 40-42 — 393
— 405
4. 45 — 408
14-17 — 398 11, _ 434; II p. 408
15 — 2 6-9 — 408
15- 17 — 168 10 — 435^
4, 20 24 — 68
8, 7(7-55— 409
19, 20 — 403 ÍS — 403
5, — 264
i n. 19, 20 —393
10 — 403 20 666
10-12 — 402 12, — 402
Í^.15 — 407 7, Jf.i —
258
6, 1-20 — 3 99-401 55 —291
17-24 — 377 13, 1-7 — 403
¿5 — 398 o
413
26 — 401
«.>

n. 4, 5 — 12
7, 6 — 204 13 — 402
9 — 813 22 — 283
12-26 — 377 30 — 429
— 186"~ 14, 6 — 403
14 — 391 6-15 — 216
55 — 101 14 — 287
ó, — 577 15, 8 — 901
2, 27 — 379 5 — 22 n.
g — 101, 408
-2 Í4 — 405
II, p.

30-35 — 402 54 — 287


9, — 1048 55 — 947
í — 264 n. 63 — 402, 901
14. — 93 16, — 287, 402
15, 19 — 1043
18, 17, 15 — 68
15, 19, 20 — 1037 — F 460 p.
17 — 1048, 1069 18 — 414
INDICE DE CITAS BLBJLICAS 449

18, 1, 9403— 11, 12. 14-16, 18 19—.


19, 8 72— [420
45 —
1072 11- 16 — 700
51 403 12- 19 — 494
20, 7, 8 291— 16, Í8» — 595
21, — 287, 560 iS — 430
2 —
403 21, 22 — 416
M, 25 — 1072 23 — 415
43-45 — 40'9 3, 1, 2 — 382, 415
22, 10, 34 — 462 5, — 416
23, 4 — 595 5 — 415
10 — 403 5, — 421
6'

S — 187 6^7 — 595, 600, 601


12, 23 _ 419 7 — 617
24, — 187 7-11 — 426
2, 14 — 308 7, — 76
í>?
25-27 — 99 10 _ 424, 760, 850, 851
26 — 403, 794 12-26 — 394
31 — 301 12-30 — 427
32 — 1061 20-22 — 596
Í5,
5í - 428
Jueces
4, — 431-454; to
1, — 412-414; 408 II p. [ÍTp. 408
T— 583 — 126, 595, 816
17- 22 — 394
17 — 258
1-31 — 431-454
1, 16,
21 — 901 5,

23 — 472
8,
10 — 405
t' II, p. 2,

13 — 426 4. 5 — 123, 315, llo3


16 — 121, 816' 6 — 428
16, 20 — 595 8 — 414. 582
17 — III 406 20 — 780
24-29 — 394
p.
28, 30, 33. 35 — 419
34, 35 _ t' II p. 406 6, 1-40 — 455-496
2, 1 — 365 ^77^100, 365
2, 3 — 419 11, 20 — 68
7 — 301 11-24 — 364 ; 407
II p.
10-13 — 617 17 — 588
10-13, 20, 21 — 417 18- 24,25-27 — 557
450 INDICE DE CITAS BIBLICAS

19 — 154 1 — 507, 597


19-21 — 88 2 — 560
21 _ 368, 1059 — 646
2-24
24 — 599 _ 365
25-32 — 617 II p. 407 4-14 — 595, 602
32 — 618
;

7, 25 — 595
24,
34 — 760, 850 19 — 462, 557, 688
7, 1-25 — 4 70-493, 5S8 25 — 760; 408II, p.

6 — 797 13 a 16 — 513 -549


9 — 957 Í4, 3 — 595^597"
ltí-22 — 455 — 597
•i

22 — 780' — 760, 851, 90U


6
8, 1-3 — 473, 494 19 — 595, 851
6,
— 489-493 15, 8 — 595
22-27 — 387 10 _ 550
¿>7 _ 599 i4 _ 595
5J — 497 15 — 851
14,
33 — 72 20 — 424
9, 1-57 — 49 7-501 17, 2 — 1038
— 494 5— 689
6 — 423
5,
7- 15 —. 1024
26 — 618 7— 639
¿7 — 598 — 346
7-13

46 — 72 — 523
11

10, 1-5 — 425, 428, 429 17 a 21 — 550-594


2, 3 — 424 18, 3 — 639
5-5 — 408 5, 50 — 599
6',

13 — 782 W — 850
11, i-íO-12, — 502-12
,1-7 —
í¿ 408
t" II, p.
27-29 — 412
5 — 948
— 639
70 _ 595 19, 1
10-12 — 413
24 — 352
M —
23,
29 — 760
402
II, p.

39 — 557 29 — 761
20 — 625
5i,
5i — 1077 19,

12, 7, 8,11-14 — 424 19, 20,21 — 324, 570-594,


8-15 — 425, 428 [II, p. 401-íi
13, — 364 20, — 797
1
INDICE DE CITAS BIBLICAS 451

1, 18, 26 — 599 16, 4 — 186


2 — 758 8, 10, 26 — 81
48 — to 401
II p. 17, 11. 14 — 88
21, 5, 8, 19 — 599 /.5 — 768, 769
7 — 595 14 — 96, 765, 768
10, 19-23 — 401
II, p. 18. 12 — 111
19 _ 598, 644 19, 9 — 228, 615
25 — 423 10, 2o — 615
23-25 — 93
Lamentaciones 57, 28 — 363
55 — 89, II p. 403
2, — 650
17 31 — 101
— 705
19 20, 6 ^ 101
2-4 — 1164 15, 16 — 94
4, 50 — 827, 1220 57 — 971
21. 7 — I, p. 45

Levítico 4 — 598
6 — 944
1, 5, 11 — 88
9, 7 — 629
— 672
5 23, 55 — 228
— 711
12 24 — 186
— 958
13 24, 5-9 — 944
2, 15 — 499
í, jfO-55 — 357, 358
5 — 88 26, 30 — 99
— 598
5 27, 28, 29 — 257
— 912
,

i.?

3,— 664 I Macabeos


8 — 88
6.2d — 598 1, 64 — 1156
7,50 — 930 2, 42 — 657
31-33 — 664 3, íS, —19 471
9,55 — 460 5í — 472
— 368. 460
24: 4, — 1155
10, 2 — 351. 368
1, "7, 13 — 657
15 — 664
14, 10', — 1234
11,39 — 598
13, — 598
:?5 II Macabeos
U,10 — 1103 n.
15,16 — 930 1, 19-32 — 226
452 INDICE DE CITAS BIBLICAS

10, 1-8 -
11 55 10 ~980
15, 21, 26, 27 ~~ 471 29-32— 816
55-5^ — 346
Malaquías 33 — 1134

— —
.55, 36 373
2, 7 366 11, —
í, 5 368
4— 161
Miqueas ff, —
31-34 171
í^, Í7— 851
1, 4 — 368
3, 17, 25_ 298, 850
8— 838 17-30— 847-84 9
2, — 837 21 — 447
3, íí _ 861
5-S, — 385
55, 5.5
n — 728 — 116, 601
^ — 1018
12, í
5.
í5 — 99
— 210 -212
1-15
6 — 479, 970^
U8 _ 801, 802
13 y 14 — 213-217
6,

— 103 13, 22 — 532; II,405 p.


14, — 311
39-45 — 175, 345
Nebemías
45 ~ 258
1, 2 ~ \p m. p. 416.
15, .55-55— 384
16, 2-35 — 222-232
Números
15 — 800
32 — 169
,

1, 18 — 194
— 368
3, 10 — 638 5.5

36-40 — 224
4, 15, — 1071
19
— 23 234
15, — 692
20 ^ j-.50 3,

Í5, — 688
35 49 — 351
5, — 191 17, — 235, 236
Z

6, 1-5 — 602, 629 18,14 — 228


1-21 — 535 — 740
8 — 629 — 664
— 528 19 — 912
7, í7 — 728 50 — 561
9. 12 — 1171 19, 2 — 687
10. — 209 13 17 — 101 n.
INDICE DE CITAS BIBLICAS

20, 1-13 — 173, 174, 177, 21 — 391, 970

[218, 359 bis 25 23 — 298


7-11 — 385 28, ii^5 — 930
16 — 365 31, — 577
17-21 — 255 1.24 — 283, 284
24 — 219 57-56» — 967
25, 26 — 256 32, 1-42 — 286

28 — 329 23 — 264 n.
41 —
21, í — 406
t' III, p.
43 — 4
t' 408II, p.

1.3 _ 25 7 33, 42,


50-56 — 287
4.,9_ 259 4,
55 —419 '
S — 98 _ 287
Í4 — 382, 1259
34^
12 — 2
21-31 —
3,

2 4-35 — 264
69, 50'3
35, 1-8 — 287
57-50 — 503
6 — 295
.94,
15 — 288
22, 1 — 264 íí,
íP-57 — 289, 294
5-35 — 266-271
29 — 290
21-34 — 94
31-34 — 293, 294
23, — 272. 273
24^ 275-279
Oseas

5-.9 — 851 S, íff — 618


^, 75. — 1251,
2, 5,
11, 13 — 930
[1259 18 — 94
^11 — 2 3, 4 _ 494, 577 n.
Í7 — 782; in. V. 399 5 — 1271
25, — 280-283 4. 1 — 803
5-15— 578 6, 6 — 822
7-P— 562 8, 4 784
26, 5,í — 449 9, 7 — 834, 845
9-11— 230 9 — 577
33,26 — 429 10 — 618
27, 12, 13 — 329 10, 9 — 577
— 285
12-18_ 13, 4, 5 — 306
.7^^173, 219 9-11 — 577 n.
75-55— 348 10, 11 — 494
454 INDICE DE" CITAS BIBLICAS

Ll — 784 g-jj— 1103, 1104


ir — I, p. 46 1 0, 11— 1109'
irj —5 %, 2 — 1245
2 62
ss., — 186 ss.
Proverbios 5 — 204, 1114»
14, 55,62-64 — 1114 '

1, 8 ~ 349 63 751
55,
3, í — 349 9,
.54,

10, 14 — 1109
4, 18,19 1252 -
25 — 1114'
10, 1—V 403 III, p. 26, 28 — 1109
15, n — 974. 986 11, 5 — 504
22, 28 — 99 55 — 75
10 ~ m
.5,

23, 8 — 925
20 — 974
7,
27,
— 1259 — 1088
30, 15, 16 — 1211
— 1145
r>
23-25 — 948
31, _ 1259
7..9 — 823
12, — 500
I Reyes 4 — 792, 1109
21 — 318
1. 38, 44 965 — 26-33 — 1115
r>0 —
291 28 — 98
2. 1-10— 1099 28-50 — 567
5. —
1017 31 — 557
19 —
1232 3 _ 728
25 —
1028
14.
— 771
24, 2.5, 28-46 — 1088

24 625
26, — 1114^
27
23.
— 89; 403
27 — 669, 670
2^ II, p.

10 — 789
35 ~ 295
15. 2,
12 —
27,
— 291, 1017 12-14 — 625
403II, p.

35 — 663
25 — 771
15 — 1114^
7 — 833
3. 3, 4,
4 — 751 16. 1,

4-16 — 1047 5(9-5i— 625


5 — 481 18, 19 — 855
4. 5 — 1114' 27 — 40 I, p.

24 — 264 n. 28 — 101, 837


5. 3-5 — 1088 30-38 — 100
INDICE DE CITAS BIBLICAS 455

32 — 766 55, 54 — 702


38 — 368, 460, :059 9, — 845
11
— 365
7 10, 29 — 56798,
30 — 93
19, 5,
8-18 — 444
9-15 — 100 11, — 325
16 — 875 3 — 947
6-16 — 669
15,
16 — 859 12
35-41 — 837
— 682
12-U — 321
20,
41 — 363
14,
25 — 322
42 — 257
23,

_ 783 15_ _ 1115


1.7
21, -í

— 993 — 568
10-18 — 1115
22, 1-27
5, _ 842
6^
16,
7-18 — 625
11 — 1257 17,
— 410
19 — 81
9
— 98
III, p.

ÍP.5¿> _ 851, 882 2Í-28 — 959


5.5b _ 1057 24-41 — 616
42 — 789
47 — 403 30 — 77
5 — M,
t' II, p.
18, 47 p.

II Reyes _
4 261
98, 99,
19, 15 — 381
1, — 352
2-4 20, 12-19 — 792
5 — 842 21, 5, — 76
7
_ 839
Q.15 22, — 295. 682
4
2, 15 — 842
3, 23, — 100
12 — 551 4 — 682
13 — 912
ss. _ 625
4.2.5

3, 11— 842 — 89
7 403
; II p.
Í5 — 841 10 — 88
27 - 508, 1047 í/— 1100
4, í, 58-44 -- 842 rs — 504, 628
23 — 842 104, 14 — 99
5, — 728
1-16 ^4 _ 556
í.?— 551 25. — 295, 682
^8-21
18 — 78
6, 5 — 842
1, Rut
_ 448
21 — 551 1, 17 — 675
456 INDICE DE CITAS BIBLICAS

Sabiduría 11 — 650
30, — 1130, 1151-1158
16, / — 262 ~ 650
"
3
9 — 145 31, — 650
Ití
17, 2 y ss. — 145 32,— 1174
17 — 790
33, lü,
Salmos 19 — 565
i.s',

— 34,— 1130, 1159, 1163-


1, 1259 [1172
2, 10 — 423 — 650
_3,"— 1127,
21 — 65U
,1130, 1132-
~~ 35,
[1184, 1218
36, — 1200 7
4, — 1127, 1218^ 37, 15— 650
6, - 1127, 1174
— 38,— 1174
5,

6 1157 39,— 1129
6 979 41,13 — 1246
7,— 1180, 1185 9 — 1215
8,— 57, 1127
44,
22 —17, 442
9,— 1126 n., 1127 47,— 1245
i" I. p.

12 — 1017 — 186 5
10,— 1126 n.. 1164 — 650
15
15 —
3 —
650
50,— 1167
14,
10 —
661
— 186 ;
16, 650
18 — 654. 655, 1130. 1135-
51.— 1030, 1130, 1173-
[1188
[115 0, 1248, "1259

— 1142
3-5
7-13 368 — 401, 402
t3 — 650, 810
5
52 — 1130, 1189-1193
III, p.

31, 32, 50 — 650 54 — 1180, 1194


34 — 376
1197, -

20, 5 — 650
56 — 1180, 1159
[1201

22, U — 705
1162 -

30 — 975
57 — 1180, 1198
[1172

24, 7-10 — 206


1202, -

27, 1 — III, p. 403



[1223
29, 1, 2 — 1243, 1244
59 1130, 1203-1209

3 — 810
60 — 1130, 1210-1216
8 — 213 61, 5-8 — 1219, 1220
INDICE Dlí CITAS 457

62 — 1129 105, 1-15 — 1241. 1242


63 — 1130, 1217-1 221 37 — 161
68, 16, 17 —
1133" 106, 1, 47, 4^ — 1241,
69, 22-25 1258— 11242,^246, 1247
28— 951194, 28 — 101
72. — 469
6 36-38 — 383
— 650
8 107, 1 — 1246
18,19 — 1246 108 — 1200, 1210
20 — 1129, 1230 110 — 122 7-1238, 1256
75, 7 — 650 112, 9 — 650
78, 24- 25 — 171 113, 7-9 — 645
55-72 — 659 698 -
9 — 650
61 — 1221 116, 8, 9 1161
81 — 1167 118 — t' III p. 402
186 1 — 1246
86, 14 — 1195 22 — III p. 402
88, 10-12 — 11 1158 57, 122 — 1129
12 — 974 124 — 1129
89, — 1167, 1270 127, 3 — 386
52 — 1246 130 — 1174
90 — 1128 131 — 1129
91, 11 — 641 132 — 1167
93, — 828, 1245 1-6 — 694, 1069
93 a 100 — 1243 133 — 1129
95 — 1167 135, 5 — 1266
— 1266
.? 136 — t' 404 III p.
95 a 100 — 1245 — 1246
1
96 — 1241-1243, 1245 137 — 1126 n
í"^1266 139, 8 — 986
— 650
7,? 142 — 1130, 1222 1226 -

96, 105 y 106 — 1078 143 — 1174


9 — 1266
97,
146 — 1126 n
98, — 186
-6
147 — 1126 n
9— 650 3 — 641
6 — 638, 639, 766
148, 2,
14 — 650
99,
102 — 1174
103, 21 — 641
20, 149, 3 — 1077
104, 30 — 460 t-? I p. 150, 4 — 1077
'458
INDICE DK CITAS

I Samuel 6, — 68 5-688
U-17 — 204
1, 1 _ 639 j7 678
1.28 — 637-648 íP-7, i — 689-698
3, 7, ¿í^^930~ 7, r^557
5, 6, 19 — 386 ^, 5 — 507
11 — 528 2-17 — 69 9-713
2, 1-11 — 649-661
6 — 797
5; 20, 21 — 645 9 — 714
10 — 632, 704, 1148 9, 10 — 557
11-26 671— —374. 764, 780
12- 17 - —
662-665 16 — 677
13 —
154 8 _ 714, 715
18, 28 —
387 n. 1-22 — 775-784
21-25 666— 5~Iir7Í6
22 — 643, 646, 664, 5, 19806
[1112 7 —
494
27-5^ — 668-670 9-11 787 —
_ 715, 787-8
3, J — 669, 671, 861
59b _ 786
_ 671-677 8-11 — 721

2^3r~15 — 643'
9 — 714, 715, 722
— 970 ^' — ^ 872'^24-26,

50 — 832 3- 13— 727-729


21 — 714, 782 — 638
,-7

4, — 568, 678-9, 694 5 _ 970


i— 507 7,8 — 267
1-11_ 381 5 — 832
S _ 636
]hj¡^ 11, 18, 19 — 832
4 — 568 14-23 — 730-732
4, 21 — 942
19, —
íff 49II
18 — 663 ly _ 872
5í — 1221 22 — 758
4. e —205 27 — 733
5, — 680-683
:Z-5 10, 1-9— 733-738
4 — 78 1^0^21^ 717
6-12 — 68 4 Í7-27 — 714,
l-íff,

5.6 ^634 [722, 746


INDK^ DK CITAS 459

1-25 — 715 3-45 — 739, 740


.5, 10, 26 — 577 n. ^3^38
5-12 — 629, 829 ss., 6^ — 501, 701
[926 7^15 — 744-755
6'— 834 — 557, 1114»
8 — 746 11 ss. — 819
10 — 850 14 — 874, 963, 991
10-12 — 846 15 — 758
13 — 836 — 700. 702
ld-16 — 753 13 y 14 — 765
17-25 — 7 85-797 14 — 714, 715, 722
—"494 3 — 387 942 n,
23, 24 — 872 3,18 — 932
25 — 349 3-42 — 388
11 — 577, 723 6 — 471, 780
1-3 — 714 13, 14 903
1-13, 15 — 722 — 743
— 756-769, 798, ir,-35— 765-769
[806 18, 36-42 — 752
r,.7 — 821 50 — 780
— 850 47 — 634, 741, 90'3
48 — 716, 737. 771

7 — 675 47,
S — 817 49 — 1010
12-15 — 746 50 _ 1022
15 — 714-5
í^,
51— 725-726
.-70,

— 717, 811 55 — 743


15 — 714-717, 751, 815-825
í.'T

12 714, 715
— 79 9-803 1-3— 378
55 — 276
1-5
.9,
37728
.?
8-33 — 379, 380
6-15— 804-807
U — 425 /orss'.^753
W, 35 —
Í2 — 716
1872

18 — 494,
75 _ 766, 891
21 —
/5, 17, 708
— 808-814
1(¡.25
15,
23 — 556
lll-í'

13 — 714-717 33 — 1042
2 — 710^77^
1, 16 — 1019
l-¡7. 16-23^— 722 _ 865-878, 896
/./,?
460 IXDICK DE ('ITAfri

8 — 1010 P, 10 —
882, 924
11, 18 — 893, 894, 897 P ss., 23 ss. 717—
12 — 921, 925 11 — 1130, 1206
13 _ 1012 11-18—
1 4-23—850,878, 8 80-889, 924:, 925, 1075,

~~ 894
[890, — 102, 556
[1204

18,23 — 119 20-24 — 629, 830 ss.,


21 — 897 "[838-9, 842, 846, 893
17, 1-11 — 889 24 — 715
12-15 — 873, 890, 894 20, — 1121
15 >5 — 897'
ss., 1-11 — 927
j^-iO _ 891, 900 í, — 544
29
25 — 921 5, — 912, 914 ~
45
^8 — 874, 876 11-17 — 914
33 — 771 — 928-931
42-58 — 892-905
20 ss., — ss. III
44, 46 '^1046~ 398 [p.
45, 47 — 371 21, í — 46
55-18,6 i— 899, 917 1-9 — 932-946
18, 1,2 — 892, 8% 5 ss.~— 186
ir7"^~911-914" a _ 346, 717
2-19 — 921 7 — 1192
i, 20-29 —
70, III, p. ÍO — 387, 717
[398 lO-líj— 961
6 — 1077 13 — 1130, 1166
_ 915-920. 924 21 y 22 — 924, 1191
lÓ~s&. ^717,"882 22, í — 1199, 1224
í5 — 897 2 — 948
17 — 371 3,4 — 963
17-27 — 900, 920-923-, .9_ 1130, 1192
~[Í039 7/-^/ — 1098
20, 27, 28 — 1075 12 — 1231
19, — 1204 18 — 387 821, n., 932
— 1121
7- 7 20 — 935, 938
1-8 — 929 23, 1-12— 388
10 — 920
8- ,2, 10-13 — 1122
V^t^m p. 398 (7 _ 935, 993
INDICE DE CITAS 461 .

13 _948 3-25 — 968-993


15 —1218 4807752
15-18 —
913,^14, 1121 7.20 — 101
íP"^n30, 1195 29, i-8— 964
J,9-24, 22 956 — 8 — 1122
29 ss. —
717 30, 1— 379 n.

1-3 — 1199 _ 948, 966


:Z.6-

18-20 — 963
24,
4 — 1224 2,

— 877 8 — 388, 970


7,
8 — 1122
4-7,
e — 827
8 — 1231 14,16 — 965
19 — 960 . 24,25 — 967
^1043 26-31 ^^1012
25, — t^' III p. 398 31, — 1010, 1014
1- 21 — 949 1-6
— 1014
743
^^^04^ 3-5
2- 13
— 948 7, — 1013
10 —
13
5^-45 — 9 50 9, 398
11.13 _ 593, 774
III p.

28 — 372
,?0_ 1018 n Samuel
U — 947. 1075
26, 1-25 — 95 5-959 1, 1-16 — 1014
9, 23 — 1122
11, 16, 11.57 — 112 0-1123
19 _ 672, 1177 Id, — 1013
16
22 — 398 t" III p. Í7-57 — 1119
25 — 960 Í8 — 632
27, — 960
1-d 50 _ 1072
— 717
í ss. _ 1012. 1013
í-8
3 _ 1072
2,
— 1013
1-31
— 635 4 — 877
_ 379 966
,9 n., _ 774
i.7
9 — 1015
8, 10 — 771
8-12 — 962, 1089
4,
8 — 618
11 — 323
9, 9 — 1014
8,
28, 2 — 964, 965
1, _ 1070
— 31 — 1020
'

3 828 30,

5, — 946
P, 3, — 1013
í
462 INDICE DK CITAH

2-5 — 947, 1022 J5, Í7, Í8 — 557, 751,


3 — 954» [1114% 1177
7, 11 — 1014 'l4 — 387
9 — 1018 — 838
14.23
12-30 — 1015, 1018 17 — 643
13 — 923 50 — 387 n.
U-16 — 947, 1075 23 — 1022
21 — 1018 6-7 — 206
28-39 — 1017 7, — 643
1-7
31 — 1036 J-55 — 1082-1094
33, 34 — 1119, 1124 5 — 1098
4, 4 — 1039 — 1088
.)

5- 7 — 1015, 1016 — 1018


~

12 — 1013 8 — 1268
8,
_ 1020 — 379
11-12 n.
5, i
— 1013, 1018~ — 632
11-16
18 — 1122
1-3
ÍÍO — 1019 — 634, 1212
3 _
8,
2 — 1089
914
877,
4 — 771. 1014 1,

5 — 323. 963
5 — 1013 8 — 4
7 — 413 — 1211
13
9 — 1068 — 1114*
,

6-
_ 1022 ]r,-l8
_ 935, 942
¡7 46 ; I p.
7^^901" 965, 1118
557,
17 — 1012, 1021 — 618
6
17-25 — 965. 1021-2
9,

9.19 _ 634
19 — 1122 — 1023-1 034
55-55 — 376
11.
2]~^ 618
6, _ 634, 1153. 1245
11 y 12 — 1176
1-8 —
1070, 1071
12. 11 — 1095
30 — 504
5^^678, 1018
5, 7 ss. 17 ss. — 186 5.9.

31 _ 1089
_ 1072
g.n 13. 23-27 — 104
963», 963'',

ír^ro75 15, _ 626


7
12-23 — 073-1080 1 _ 1067
7.12
í,r^l072 — 1133
16
í^-í7 — 204 18 — 965. 1072
163
INDICE DE CITAS

..... _ 1079., 1095 1-7 - 1125

2^-36 -^^'í
gl7"~ 1021

15-19 - 1132 -/28


si - Í023
li T22 1029 - 2A^_1:25- 1050:1066_
17 í5 942 _ 5 — 414
^ '

57.59 963'^ _ 11 — SaS, 1086 n.


10 ^7 __ 101 ^^--25 — 99
- im - ^51, 1114-, 1177

7, 95 965 25, i2, 43 — 947

S - ^5'mÍ
— 1118
1079 Sofonías

25, 26 5 — 682
21. - 1035-1048
^
'
_ 1275 n.
Í5^ir^902 2 5 — 9651,
15-22 — 1021
-18.22 — 95 Zacarías
.^904^905 -
21-24"^'824 n., 1250 2, 5

22. - 1119. 1125. 1135.


— 78, 510
[1259 12.

.5- 376 13^


f -^f
23. - 1239, 1248 14, 5 - 765
í _ 827

NUEVO TESTAMENTO
Actos 20, 33 - 800

4 55 - 1126
Apocalipsis

'''¿'55" '43 2, 7-986


13, Í5 - '^^oT
28
í4 — 283_
43
- ^31
5 — 363
t
22 —
^' óbó
963, 1126 7,
464 INDICE DE CITAd
4-8— 323 4, — 1126
7
9, 11 — 974 7, — 1238
12, J— 448 9, 4 — 253
13, 13 — 225 10, 31 — 380
14, 1, 11 —363
9, 11, 50-54 — 530
10 — 986 i2 — 468, 508
20, ÍO, J5 — 986 12, 29 — 839
2\, 23 — 201
Juan (Evangelio de)
I Corintios
1, 18 — 364
1, 25, — 472
27 2, J-íO — 522
5, 7 — 158 22 — 1134
9, i5, 18 — 800 3, 14,15 — 262
10. 4 — 177 5P — 515
9 — 281 n. 32,33 — 702
11, 24 — 158 8 11 — 1031
19 —

14, 1-5, 18, 862 10, 7í,14 — 1018


11, 12 — 471 22 — 1155
21 — 28 11, 5í — 1213
15, _ 1238 15, 55 — 28
19. 15 — 781
II Corintios 33 — 1171
36 — 158, 1171
5, 7, 8 — 158
8, 15 — 170 Juan (I Epístola de)
11, u— 991
5, 7 — t^ I, p. 467 n.
Efesios
Judas
4. .9 — 984
V. 9 — 329
Gálatas V. 11 — 283
3, U— 1044 n. Lucas

Hebreos 1, 5-38 — 646


8-22 — 1213
1, 5 — 1091 13-20, 26-38 — 520
465
UÍDICE DE CITAS

— 451
25 9, í5 — 514
— 658 10, 58 — 986
46-53, -59
25 — 985 12, 3, — 935
4
45 — 81
2,
52 — 671
50 — 986
23-38 — 1273 13, 42,
18 — 983
3,
31 _ 1034 16,
— 935 19, 12 — 410; t' I p. 11
23-30 — 102
6, 5, 4
10-12 — 260 22. n.
41.40 — 1228,
11,
23 _ 590
1236
46 — 986
5Í — I p. 10' 25, 41,
19 — 487
12,
29 — 986 27,
53 — 985
13,
14, 23 — 35 t" I p.
52,

26 — 325; 10 I p.
I Pedro
16, — 28 — 158
22-26 — 986 1, 19
23, 43 — 986 2, 22 — 158
54 — 28 3, 19 — 984
24.
4, e — 984
Marcos
II Pedro
1, 6 — 842

5g — 934-942, 944 2, 4 982
2, v35,

~~i^íÓ^2 — 666 15, 16 — 283

9, 24 — 468
_ 987
Romanos
12, 26, 27, 35-37 — 1236
3 13-18 — 661
Mateo 5Í
'
— 28
10, 19 — 311
1, 1-17 — 1273 12, 19 — 312
5, 6— 399 n.
13, 1, 2 — 427
6 — 1034
20,54 — 487 Santiago
55 — 437
2,
22,
í— 278
ss.
t<? I p.
2, 17, 26 — 1144
22 — 487
12, 13, 19,
4, .78 —2 II Timoteo
5P — 986
5,
í5 — 28 3, S _ 113, 145
7,
8, 11 _ 986
— 1247
Indice alfabético

(Los números, sin otra indicación, expresan párrafos


— —§ r,
y precedidos por una p, la página. El número
romano indica el 'tomo; y la letra n., nota. El tomo II co-
mienza en el § 397; y el III, en el § 864).

Aarón, 134, 143, 147, 180. Abinadab (hijo de Saúl),


El becerro de oro. 188- 1010, 1014, 1041, 1120.
197. La revuelta de — Abner, 894, 898, 918. 955,
210-212. Confirmación 956% 1012-1018, 1124.
del sacerdocio de — 233. Abiram, 221-232, 351, 800.
234. La vara florecida de Abisal (hijo de Sarvia),
— 233-254. Su muerte, 902, 955-7, 1015, 1211.
256.-329, 337, 351, 460, Abiú, 351.
479, 847. Abraham, 14, 27, 34, 211.
Abaddón, 974, 1157. 267, 365. 386, 457, 462,
Abejas. 514. 538. 577. 718, 740. 782, 847,
Abdón. 429. 957, 1278, II p. 405.
Abiatar, 295. 388, 670, 933, Absalom o Absalón, I p. 35.
942 945. 993. 1070, 1079, —1029, 1035. 1132-1134.
1095, 1096, 1114^ 1118. Acab (rey), 257, 783, 837,
Abiffail 372, 947-951, 954". 851, 852-3, 855, 993.
960, 1012, 1022; III p. Acán, 377, 391.
398. Acaz (rey), 828, 1115.
Abimel^c (rev de Gerar). Adivinación legal v la ilí-

267. 386. 394. 435, 476, cita, 387-392, 970.


619, 1163, 1167. Adonai, 129. 355, 358, 458-
Abimelec (rey de Si- 9, 1227, 1231-2, 1238.
quem), 430, 455, 466, Adoní, 458, 1227. 1231,
497-.501, 596. 619. 1232, 1234, 1237, 1238.
Abinadab. (de Kiryat-Jea- Adonías, 291, 670, 1034.
rim), 692, 1069, 1070-1, Adonis, 73. 84, 509-10, 646.
1077. Adriel, 921.
JNDIOE A jF;'. íilüTlCO 467

Afee (Batalla de), 664 n., Alfonso V de Aragón, 793.


667, 678-80, 694-5, 700. Ali, 249.
Afrodita, 75. Alianzas con animales, 94.
Agag, 275, 276, 435, 816, Alianza de la sal, 912.
824, 868, 871 946. Altares, 462, 765, 766, 767.
Agamenón, 508. 509. Altos (los), 88, 99, 621,
Agar, 125. 696, 729.
Agustín (San). I p. 24. p. Amalee o amalecitas, 172-
35, p. 416. — 31, 39, 43. 3, 175-6, 378-9, 397, 470,
58, 145, 163, 232, 283, 815-825, 966, 992.
323, 436, 452, 515, 579, Amasias, 321, 834.
587, 654, 655,' 670, II p. Ambrosio (San), 254; 436,
431. 964, 1091, 1126, 464; 1074, 1126. 1175.
1134, 1202, 1206, 1226. Amenemhet 1', 15.
Ahías, 388, 722, 728. 739. Amenofis 3", 19, 345.
823, 932. Amenofis o Amenhotep 4''.

Ahimelec, 932-946, 1189, 20, 21, 83.


1192. Amistad (Tema de la) 912.
Ahinoam, 947, 960, 1012, Amón, 83. 341; 855.
1022. Ammonitas, 397, 502-7,
963'. 963", 1095.
Ahio, 1070.
Amorreos, 12. 13. 16, 18,
Ahitub, 932, 942.
69, 70, 71, 397, 412.
Ai o Haí, 21, 398, 577.
Amós. 127, 833. 834.
Alá o Allah, 1267.
Amrafel, 14.
Alegor.'a en la interpreta-
Amram, 114, 125.
ción del A. T., 40, 43,
Amú (Los), 11.
130, 177, 254, 262, 587, Amurrú, 12. 69.
895, lOeO-1, 1134, 1158,
Ana, 637-661. 1148.
1162, 1175, 1202, 1206, Anacronismo. 1093, 1098,
1226. 1109.
Alejandro el Grande, III Anatema. 257, 377.
p. 397. Anath, 75. 77, 79, 82, 428,
Alejandro Epifanes, 1234. 441, 622, 628.
Alejandro VI, III p. 405. Anavim, 1167, 1193, 1208.
Aleyin, 79. 1225.
Alfabeto hebreo, 34, 390, Ancianos (Los 70), 137.
1163-4. 182, 298, 847-849.
Alfonso el Sabio, 793, 1119. Angelo (San), 710.
468 INDICE ALFABETICO

Animatismo, 93. Arias Montano, 163.


Animismo, 93, 351. Aristeo, 538.
Anselmo (San), 58. Aristóbulo, el Peripatéti-
Antecristo, 323. co, 338.
Anteménidas, III p. 397. Aristófanes, 686.
Antíoco IV Epifanes, 1154- Aristóteles, 53.
1156, 1214. Arnold, 205.
Antropomorfismo. I p. 21, Artacaicos, III p. 397.
43-4, 326, 367, 673, 853. Artapón, 338.
Anú, 396, 642, 945, 1113, Artemis Taurópolos, 509,
1245, t' II p. 402. 537.
Anubis, 83. Arúspice, 832.
Año hebreo, 150. Arriano, 857.
Aod, Ver Ehud. Asa, 471, 828, 832.
Apócrifos del A. T.. 30, Asaf, 833. 1126-1129, 1239-
31, 33, I p. 440. 1242, 1247.
Apólogos de Jotán o Yo- Asamblea, 577, 578, 582.
tam. 498-500, y de Na- Asarhaddón, 1113.
tán, 1024. Aser. I p. 468.
Apolyón. 975. Asham. 685.
Aquías, 619. Ashera, 75, 87-8, 393, I p.
Aquiba (Rabí). 707. 469; 417, 463, 617, 855.
Aquiles, 912. Asherat de la Mar, 79.
Aquís. 960-2, 964-5, 1012, Ashima. 77, 622. 628.
1072, 1122. 1167. 1199. Asilo (Derecho de), 291.
Arancel para la absolución Astarté o Astoret. 75. 79,
de pecados. 664 n. 82. 84, 87; 617. 625, 628,
Arboles sagrados. 100. II p. 403.
Arca, o arca de la alianza, Astier (Gabriel). II p. 435.
204-6, 346-7, 353, 373, Asur. 74. 1245.
t" III p. 407. Su cautive- Asurbanipal, 341.
rio y liberación. 381, Atanahili, 85.
678-698. Su instalación Atanasio (San) 1166, 1202.
en Jerusalem. 1069-1083. Atargatis. 75.
1095. 1098, 1114». Fin Atila. 1238.
del arca. 198 n.. 2-53. Atón. 21. 83.
Arca de Yahvé y Arca de Attis, 537.
Dios. 634. Augusto, 1131.
Arconte - rey 1114. Averno, 983.
INDaCE ALFABETICO 469

Ayax, 900. Bastide (R.) 1187, 1209 n.


Azaña (Manuel), II p. 431. Bato o eía, 1103 n.
Azarias, 1115. Batsebá o Betsabé, 954*,
Azazel, 81. 1023-1034.
Bayet (Alberto), I p. 28,
Baal, 72, 73, 76, '79, 82, 84, p. 455; II p. 421.
87, 105, 396; 463, 465, Bayle (Pedro), I p. 37, 42;
496, 601, 617, 618, 620, .
II p. 430 n., 1276-1280;
621, 625, 855, 1266. III p. 402.
Baal-Berit, 496-7, 596, 622. Beard (S. H.), 1001.
Baal-Peor, 280 y ss. Bedán, 425, 804.
Baaliada, 618. Bel, 396.
Bacanales, 858. Belarmino, 31.
Baco, 858. Belcebú, 72.
Baentsch (B.), 873, 878, Belial, 571, 582, 662, 949,
910 n., 912, 923% 948, 1137, 1140, 1258.
954, 956, 957, 963'% 965 Bellerofonte, 1023.
n., 1012 n., 1015 n., 1021 Benaya, 965.
n., 1022, 1026 n., 1035; Bendición de Jacob, 319-25.
III p. 396-400. Bendición de Moisés, 314-
Balaam, 94, 115, 266-284; 328.
408, 728, 782. 851; 991. Ben-Jamín o Benjamín, II
1251. p. 401; III p. 407-8.
Balac, 266 y ss. Bérenger-Féraud, 237.
Bamoth. Ver los Altos. Bergson (H.), 45, 54.
Barac, 78, 425, 432, 436- Bernardo (San), 254; 585.^

447, 449, 530. Bírthelot, I p. 30.


Barde (Ed.), 380, 704, 706, Bertholet (Alfredo), 67,
711. 736, 748-9, 754, 778- 83, 95, 101, 156-7. 621.
9, 781, 788-93. -800, 809, Berr (H.), I p. 27, 38.
812, 816-8, 839, 843. 866- Bes, 83.
7, 869, 872, 876, 971-2. Beset, boset o boshet, 75.
991, 993. 618.
Bardy (G.). 'I p. 28. Besson (Pablo). I p. 45.
Barrett (Sir Guillermo), Besson (Mauricio), 94 n.
994-1010. Bethel. 92, 622, 623.
Barú. 832. Betilo. 99.
Baruc, 31, 32, 304. Be/alel, 851.
Bast, 83. Bithia, 115.
470 INDICE ALI-WBETICO

Bomberg (Daniel), 33; III 359 bis, 383, I p. 468;


p.405. 616.
Bonet-Maury (G.), II p. Cadmo, 688.
430. Caleb, 213-17, 412.
Borromeo (San Carlos), Calendas, 930.
234. Calístenes, III p. 397.
Bossuet, I p. 19, 46, 61, I Callaway (H.), 859.
p. 416, 423,438; II p. Calmet (El abate), 372,
428 n., p. 429; 964. 681, 686, 763, 883, 895.
Bost (Ch.), II p. 433, p. 930, 940, 961, 965.
437. Calvino, 1175.
Bourdaloue (El P.), II p. Camisardos (Insurrección
430. de los), II p. 436.
Boutroux (Emilio), I p. Gamos (El dios), 352, 353.
453, p. 455. 395, 503, 504, 959.
Boyer de Sainte Suzanne, Cananeos. 16, 18, 69-91,
I p. 455. 103.
Branly, I p. 465, p. 466. Canaye (Padre), I p. 23.
Bravo (Julio), 36, 58. Cancerbero, 981.
Briggs, 1188. Carloraagno, 179. 342, 793,
Brucker (J ), 60, 265, 271. II p. 430.
1228, 1229. 1236. Carón o Caronte, 981.
Brunet (P.), 488 n. Cassitas, 16.
Brunétiére. p. 465.
I Causse (Antonino), 273,
Bruston (C), 439. 441. 279, 310, 323, 364, 373
Buda, 250, 344. 437, 441, 445, 449, 454,
Budde. 634, 669, 726, 761. 832, 1114, 1116, 1121-4,
794. 874. 910 n., 1085, 1139. 1149, 1182, 1213,
1259.' 1227 n.. 1231. 1234, n.,
Budismo. 1187. 1235, 1249, 1258.
Buonaiuti (Em-fisto), II p. Cavernas de Adullam y de
417-421; III p. 405. Engadí, 1199, 1223.
Buhl (F.). 4. 1109. Cavernas sagradas. 100.
Burnaburiash, 20. Censo, 1049-1066, 1097,
1099. 1111. 1177.
Caaba o Kaaba. 99. 392. Centralización del culto,
Cabala de los Devotos, II 598. 599. 626.
p. 427. Cerealia (Fiestas), 539.
Cadés. 213. 255, 346. 348, Cevenas (Los profetas de
INDICE ALF.IBETICO 471

las), 863; II p. 432-7. Concordismo, 1211 ; I p.


Cibeles, 84, 537, 840, 857. 465, p. 467 ; II p. 408.
863. Condamín, (El abate),
Cicerón, 983. 963^ III p. 404.
Cintré (Bertrand de), 4. Confesión terapéutica.
Circuncisión, 90, 92, 138. 1187.
Cirilo, 488. Consagrar, 557.
Ciro, 110, 112, 116, 276, Consistorio de Rotterdam,
1177. 1277.
Ciudades levíticas, 287, Constahtino, 793 II p. ;

295. 426, p. 430.


Ciudades de refugio, 288- Contenau (Jorge), 73. 78
295. 84; III p. 411.
Claude, II p. 428 n. Copérnico, 375.
Clemente VIII, 37. Coré, 221-232, 351, 36«.
Clemente de Alejandría, Coribantes, 84; 857.
39. 43, 355 n. Cornely y M'e<rk, 27, 31, 34,
Coblentz (M.), 1209 n. 39, 355 ; 568, 579, 695,
Código o Libro de la Alian- 597, 600, 632-3. 635, 653,
za, 103, 291. 348, 383, 701, 717, 742, 753, 772,
599, 766; II p. 408; 930. 846, 896-8, 916-7. 1126-8.
Código Sacerdotal, 62, 205- CoiTiill, 794, 918.
9, 235. 287. 295, 357 Coro u homer, 1103 n.
577-8, 623, 712, 766, 930, Corteix (Pedro), II p. 437.
1060, 1071, 1081. Couchoud (P. L.). III p
Colbert (Nicolás), II p. 428 405.
n. Cousin (Víctor), 54.
Comte (Augusto), I p. 28; Court (Antonio). II p. 437.
54. Su religión, I p. 450- Crampón (Abate). 763.
455; II p. 422. Crisóstomo (San Juan),
- Comunidad o congrega- 1223.
ción, 577, 582. Crónicas (El libro de), 32.
Concilio de Trento, 30, 3<), 33, 337, 639, 905, 1055.
58. I p. 411, p. 437, p. 1260.
463-4, p. 467 n. 1126. ; Crookes (William). 997.
Concilio del Vaticano, 37, Crucifixión, 1044.
42; I p. 414, p. 459. Crurifragium, 1171.
Concilios de Nicea, de Ar- Cruveilhier (P.), 102 n.
lés y de Angers, I p. 11. Ctesías, 225.
472 INDICE AiLJb AliETItX)

Clónicas (Divinidades), de repartición del bo-


1048. tín, 9bY. Su harem, lOll
Cuerpo sin alma, 542-546. 1022. Sus hijos, 1022 n.
Culto de los muertos, 101, Su miedo, 1162. David
292. profeta, 1256.
Culto de los antepasados, Debarim, 184.
102. Débora, 315, 394, 414, 425,
Cumont (Franz), I p. 8, 428, 431-454, 472, 582.
p. 12 ; III ;p. 400. Decálogos, 198, 199, 930,
Curiáceos (Los), 900. 1063.
Chantepie de la Saussaye, Decreto Lamentábili sane
(P. D.), 1183. éxitu, 38, 59 I p. 431-2.
;

Charistia, 644, 930. Decharme (Pablo), I p. 21;


Charles, 1234 n. 764, 857, 858, 982. '

Chenet, 79. Dedicación del templo,


Churingas, 952. 1151-1153.
Defoe (Daniel), 1057.
Dagón, 78, 79, 519, 615, Delacroix (H.), I P- 25, p.
680-684, 694, 698, 959. 35, p. 37.
Dalila, 519 ^s. Delaporte (Luis), 945, 980,
Dan (Santuario de), 564-9. 1113.
Danzas religiosas, 1077. Delvolve (J.), t" I p. 7, p.
Dáricos, 1108, 1109. 23; 1278, 1279.
Darwin (C. R.), 48. Deméter, 84.
Datán, 221-232, 351, 800. Demetrio Soter, 1234.
Daudet (Alfonso), I p. 10. Demetrio (El cronista),
David. Véase el Indice del 338.
III y además: t" I p.
t'-' Demócrito, I p. 471.
35; 273, 277-8, 347, 371- Deportación, 568-9.
2, 376, 379 n., 383, 388, Derecho del rey o del rei-
395, 398-9 n., 413-4. 469 no, 783, 785-797.
504, 530. 556-7. 569, 582, Descartes, 53.
652. 687, 694, 697, 707, Descenso de Jesús a los
792. 838. Su religión. infiernos, 984.
1093. Su proceder con Desnoyers (L.), 287, 384,
los moabitas y ammo- 404, 409-10, 427-9, 435,
nitas, 693-4. Su patrio- 437-8, 441. 445, 459, 466,
tismo. 964-5. Su guardia 468, 492. 495, 510-1, 523-
de Corps, 965. Su regla 4. 528, 548, 556-9, 562,
473

577-8, 594, 638-9, 642-3, 1085, 1092-4, 1118, 1121,


647, 653, 665, 669, 672, 1139, 1143, 1148, 1182
693, 697-8, 702, 733 n., n., 1259 ; llí p. 403, 404.
740', 742-3, 746, 751, 758, Dhum, 68, 882, 1234 n.
761, 769, 797, 800, 822-4, Diablo, 852, 882-3, 887,
833, 841, 845-9, 852, 854, 895.
II p. 406-411; 878, 882, DiDbara, 81.
896, 898-9, 908-9, S16-7, Dies irae, 1275.
943, 963", 967, 1010 n., Diezmos, 1233.
1012-4, 1020-1, 1031, Diluvio, 958,
1046, 1054-5, 1071-2, Dinamismo, 93.
1079, 1084, 1087, 1099, Diodoro de Sciiia, 355 n.
1100, 1114', 1116-1118, Diomedes, 912.
1193, 1274. Dionisio (San), 395.
Desnudez en público, 838. Dionisio (El dios), 858,
Deuteronomio (La teoría 863.
del), 1169. Diosa (El nombre), 628.
Deuteronomista (Escuela) Diosas semitas, 75.
Frases propias suyas, Dioscuros, 912.
782, 805, 806, 891. Dioses arios, 17, 74, 84.
Dhorme (Pablo o Eduar- Dioses semitas, 74.
do), 372, 387 n., 528, Djinn, 73, 682.
632-3, 639, 642, 647, 651, Doeg, 933, 946, 1189, 1191-
653-5, 657, 661, 669, 673, 1193.
675. 678, 682, 687-8, 693- Domiciano, I p. 11.
4, 701-2, 707, 721-2, 725- Dragonadas, II p. 427-36.
7, '729. 730, 732, 733 n., Driver, 355 n., 402, 661.
734, 738-9, 742, 746, 753. Duelo (Ritos de), 101.
756, 758, 760-1, 763, 767, Dufourcq (Alberto), 68,
771-3, 779, 782, 784, 794, 75, 84, 944, 1185, 1188.
803, 805-6, 808-10, 813- Duguet, 531.
4, 818. 822-3, 846, 873, Dungi, 13.
876, 883, 885, 887, 890, Dupanloup, 1275.
892-3, 896, 898-901, 905, Dupin de Saint-André,
910, 914, 916. 918, 920-1, 664 n.
926-8, 933, 940, 942-3, Dupuis (Carlos Feo.), III

951. 956', 961, 963^, 976, p. 399-400.


1010, 1014, 1016, 1018, Durkheim (Emilio), 54; I

1051, 1072, 1077, 1080, p. 462.


474 INDICE ALFABETICO

Dussaud (Réné), 1, 12, 17, El-Ilanú, El-Olam, El-Roi,


69, 76, 197 n., 314 n., 92.
361, 365, 390, 454, 465- El-Shaddai, 92, 129.
6, 581 n., 646-7, 663, Elat, 79.
669, 673, 679, 707, 722, Elcana, 638-645, 732.
739, 942-3. 1048, 1095, Eleazar, 224, 256, 282,
1176 n. 284-5, 329, 942.
Elefantina, 77, 622-3, 628,
Eabaní, 912. 790 n.
Eben Ezer, 699. Elhanán, 904.
Eber, 264 n. Elí, 425, 569, 662-675, 678-
Economio, 329. 9, 1118. 1262.
Edimmú, 980. ^ Eliab, 872. 874, 876, 891.
Edomitas. Ver Idumeos. Elias. 253, 444, 460, 569,
Efod, 387-8, 392, 495, 551- 619, 727, 766, 839, 842,
6, 562-3, 565, 671. 739, 861, 875. 1278.
932-3, 945,, 993, 1045, Eliezer, 180, 337.
1074, 1080, 1085 III p. ;
Elim, 93, 170.
'

407. Elimelec, 619.


Efraimitas, 638-9, 711. Elíseo, 448, 569, 727-8 841-
1035. -2, 859, 861. 875, 982.

Efrem (San), 898. 899.


Eliú, 482 .

Elohista (Procedimientos
Egipto (Las 10 plagas de),
140.
0 palabras peculiares
del), 120, 468. 782, 891.
Eglón. 394.
Elón, 429.
Eheyéh, 124. 356.
Encíclica Communium re-
Ehud, 394, 425. 427, 507,
rum, I p. 465.
596.
Encíclica Pascendi, 39, 44;
Einstein (Alberto), I p. 1 p. 431-2.
31, p. 470-472. Encíclica Providentíssimus
El o Elohim, 71, 79, 81, 38, 39, 941 I p. 424.
;

92-3, 100-1. 105. 120, Encíclica Spíritus Parácli-


124, 129, 180, 187, 267- tus, 39.
8, 353, 358, 370, 372, Enlil, 13.
445-6, 468, 476-7, 970; Epicuro, 53.
I p. 469. Erebo, 981.
El-Eliún, 92. Erman (Adolfo), 83.
El-Elyon, 92, 1233. Esaú, 394; III p. 414.
INDICE ALFABETICO 475

Esbaal o Isbaal, 618. Felicísimo (San), 246.


Escol, 214 n. Fenicios, 17, 90, 93, 103,
Escuela laica, 992. 361, 392.
Escuela de profetas, 842-4. Ferriére (E ), 29, 88, 261,
Escuela deuteronómica, n., 355 n., 556, 619, 627,
402, 601. 664 n., 833; II p. 401-3;
Esdras, 28, 32, 336. III p. 407.
Espías, 213 Fiestas premosaicas 104,
Espíritus inmundos, 81. 930.
Esquilo, 982. Fiestas legales, 598, 624.
Ester (La reina), 486. (El Fiesta de la neomenia o
libro), 28, 29, 32, 1109. novilunio, 104, 923, OoO.
Estigmas de los místicos, Fiesta de la luna ilena, 104.
1002. Fiesta del sábado, 104.
Estoicos, 53. Fiesta de la Pascua. Ver
Estrabón, III p. 397. Pascua.
Estrella, 71, 277-8, 448. Fiesta del esquileo de 'a'í
Etiológicas (Narraciones), ovejas, 104, 624.
174, 214 n., 471, 473. Fiesta del año nae^.o.
516-8, 1070. 1245.
Etíopes, 211; 601. III, p. Fiesta de la primavera,
408. 151, 624.
Eunucos, I p. 11 775, 782.
; Fiesta del verano, 624. 707.
Eupolemo, 338. Fiesta del otoño (de los
Ensebio, 92. tabernáculos! o de las
Exvotos. 686. enramadas), 28, 624,
Ezequías, 263, 568,' 792, 707, 1245.
828, 1158. Fiesta de la cosecha o de
Ezequiel, 25, 194, 311, 349, las cosechas, 150, 624.
383, 813, 930, 953-4, 977, Fiesta de la entronización
1029, 1117, 1177, 1214. o del reino de Yahvé,
186, 1245.
Fallot (Tommy), 41. Fiesta de la Hanukka o de
Fáñez Minaya (Alvar) la Dedicación, 1155-6
549. Fiesta de la consagración
Faraón, significado de es- del templo, 1245.
te nombre, 113 . Fiesta de la renovación do
FarsTues (Pablo), 402. la alianza, 1167.
Fauvety (Carlos), 54. Fiesta de los Purim, 2S.
476 INDICE ALFABETICO

Filastro (San), 1126. II p. 401-403.


Filisteos, 1, .23, 1G2-4, 397, Gabaón, 374. 398, 408, 410,
409, 422, 678. 725-6, 764, 1042, 1048,
Filón de Alejandría, 145, 1096, 1098.
236, 338, 793. Gabaonitas, 93. 1036-1048,
Filón de Biblos, 92. 1069.
Finés, 281, 282, 578. Gad, 78; I p. 468; 833.
Firmamento, 1139. Gaffre (El abate), Ip. 466.
Flamen Dialis, 602. Galileo, 375, 661 I p. 442,
;

Fleg (Edmundo), 129, 147- Garren (E.), 290, 292.


8. 159, 228, 335, 341. Garstang (Dr. Juan). 401.
Flinders (Petrie), 22. Gautier (Luciano), 349,
Folklore, su definición, 746, 755-6, 779, 796, 836,
110 n. 844. 894, 910 n., 929,
France (Anatole), 42, 45 9:^1, 956, 1014, 1093,
51. 1127, 1129, 1129», 1130,
Francisco de Asís (San) 1149, 1161, 1166. 1176,
239; I p. 471, 1238. 1190, 1192, 1225, 1234
Francisco de Paula (San), n., 1259, 1260.
710. Gedeón. 88, 387, 425, 440,
^rnudes literarios, 169. 455-496. 513, 530, 557,
327-8, 1260. 596, 617. 957, 1059.
Frnzer fSir .Tames Jor^e), Gehenna. 987.
89, 111, 473, 529. 547-9, Ger, 559. 560, 571, 580-1,
646, 648. 682, 708-9, 340, 639.
859, 943. 951-4, 991-2, Gersom, 180.
1048, 1057, 1065, 1066, Gesenius, I p. 435-439. 460.
1114, III p. 406. Gibborim (Los), 449.
Fue!?o del cielo, 225. 226, Gilboa (Desastre de), 774,
460, 839. 972. 993, 1010-14. 1041,
Fuentes del Pentateuco, 1120-23, 1261.
nota de 62. Gilgamés. 912, 958.
Fuentes sagradas, 100. Girard (H.). I p. 14; 59.
Fundamento del mundo y Glatigny (P. de), 635.
de los cielos, 1139. Glauco. 912.
Fustel de Coulanges, 627. Gloria de Yahvé o de Is-
rael (La), 202-3, 365-6,
Gabaa o Guibea, 571-4. 818.
581-2, 625, 639, 723, 741, Glosolalia, 862 ; III p. 417.
INDKT*: ALFABETICO 477

Goel, 289. Hebert (Marcelo), 49, 54;


Goguel (Mauricio), II p. I p. 15, p. 30, p. 408.
412-415. Héctor. 900.
Goliat, 371, 874, 889-905. Hégel, 54.
934, 961, 1192; t' III p. Hernán, 833.
396-400. Henoteismo, 74 III p. 417,
;

Grande Diosa (la), 75, 84, Hepa, Hipa o Hepit, 84.


857. Heráclito, 1275 n.
Gregorio (San), Papa, 294, Hércules, 537. 540.
882, 1054, 1074. Heres, 80.
Gressmann. 205, 694, 785, Heriu-sha, 11.
III p. 407. Herodoto, 116; III p. 397.
Guardia de Corps, 965. Hicsos, 17, 18, 25.
Gueranger (Dom.), I p. H-"erón (San). 587.
464. Hilario (San). 1202, 1206.
Guignebert (Carlos), 60 I Hilkiia o Helcías, 295,
p. 433-4, p. 463-8. 1118.
Gunkel. 694. Hiram, 1103-4, 1109.
Guyau (M.), I p. 30. Hircán (Juan), 657. 1215,
1233-4.
Habirú. 20, 21. Hititas, 17, 21, 22, 25, 6'9,

Hadad, 73, 76, 78-9, 84, 84.


370. 569, 652, 945, 1113. Hobab. 121.
Hadad-Rimmón. 78, 510-1. Ho*'fding (H.) I p. 23. p.
Hadés. 981-83, 986. 38; 42, 43. 45, 375 n. I ;

Halbwachs (M.). 952. p. 407, p. 449.


Halévv (M. A.). 112-3, 116. HoQ-dson (Dr.). 1004.
126, 134, 174, 228, 329, Holocaustos. 664.
337-8. Hol«cher, 832. 857; HI p.
Hall (Dr. Stanley) 1004. 407.
Hammanim, 99. Holzintrer. 402 888.
Hammurabí, 13, 14, 85- Homero. 488, 900, 1054.
267. 348, 384, 396, 647- Horacios ("Los). 900.
1018. Hor-b. 122, 177-8 359.
Harnaek. 983. Forns, 80.
Hanani, 832. Hoiifin rAlí^erfo). I p. 15.
Hathor. 11- 83. n. 408-412.
Haz de vida, 951. TTo7P, 832. 833.
Hazael, 875. Hu.Qfo de San Víctor, 43 n.
478 INDICE ALFABETIC()

Humbert (Pablo), II p. Isbaal. 618, 1010 n., 1012,


404; 1129. 1035.
Hummelauer, 653, 1020. Isbi-benob, 902.
Huxley, I p. 465. Isidoro (San), 179.
Isis. 83.

Ibzán. 429. Istar o Ishtar. 75, 111, 310,


Iddo. 833. 341, 1113, 1182; III p.
Idomeneo, 508. 398.
Idpa, 81. Isticsam, 389.
Idumeos, 397, 1210-11. Itamar. 663.
Ifigenia 508-9.
Jacob, 99, 137, 182. 394,
Ikhutatón, 20.
499, 672, 782 III p. 399.
;
Ilaní, 93.
Jacob-el. 19, 24. 348.
Ilíada, 912- 981.
Jacobed (Ver Yokebed).
Imágenes, 555, 597-8.
Jael, 394, 432-3, 450-2.
Imprimatur, 60 I p. 425-6 ;
Jannes y Jambres 113. 145.
632 n.; II p. 411.
Jareach, 80.
Incensarios, 222-4, 233-4, Jebuseos, 397. 412, 581,
Incineración, 67- 1010. 901.
Index. 54; I p. 423. 440; TI Jeconías, 1220.
p. 417; III p. 405. Jedutún, 833.
Indicaciones litúrgicas y Jefferies (Ricardo). 58.
musicales o históricas, Jpfté 383, 425, 502-512.
en los títulos de los Sal- 5.30. 557. 596. 740, 804
mos, 1161. 1166, 1199. 948, 1047.
Infierno, 983. 988. Jehová. 355-6 824 n.
Inquisición (La), I p. 36; .-Tphú-833. 875.
II p. 418-421. Jenó-Ppnes de Colofón. I p.
Interpretación esotérica 20. 21.
del A. T., 1171. Jpr-orn'fs í'El profeta) 253,
Ira, 1118. P.OA 3^9. 352 483. 322.
Ireneo (San). 31, 39. 160- 839. Ver las citas.
355 n., 1074. Jerernías (Fpderico), 1183;
Isaí, 865 867, 871-3. 875- f'} TTT TI. 399.

7. 880 884-6. 890-1. 898. JoviVó n í{ tornq ria) 377,


Isaías. 352. Ver las citas. ?OQ./101 AO^ TTT r, AOl,
-

Isaías 29. 313. 1093. Ver ci- jerAV^oani 19 9í?5 rí57 5^7^
tas de Is. 40 a 51. 569, 728, 823, 828. 1115.
INDICE ALJbWBETICO 479

Jeroboam 2", 322. José, hijo de Jacob, 137>


Jerónimo (San), 29, 30-1. 478, 4»5, 851.
36, 39, 148,145, 201, José, esposo de María, 487,
336. 355896, n., 935, 710.
1091, 1126, 1206. José (Varita de San), 244.
Jerusalem, su nombre pri- Joseío, 4, 6, 109. 112, 116.
mitivo, 581. Es tomada 118, 231, 329, 336, 338,
por David, 413, 901, 757, 876, 932, 935, 1063,
1022. La primer ciudad 1092, 1103 n., 1213.
santa 1067-1070. Joser-el, 19- 24, 348.
Jesús (Ver las citas de los Josías, 436, 504, 510-1,
Evangelios). 556-7, 599. 828.
Jetró. 121, 136-7, 180, 347, Josué (El hbro de), 398,
352, 359, 1267. 402-411.
Jeú o Yaú, 354. Josué. Ayudante de Moi-
Jezabel, 855. sés, 176, 347, 847-9. Su
Joas (El rey), 321-2. nombre. 213. Vence a
Joas, padre de Gedoón, Amalee, 172, 176. Espía,
463, 476, 496.
213-6. Reemplaza a Moi-
Joab, 291. 1015, 1017, 1068, sés, 285, 297-8. Cruza el
1095, 1099. Jordán, 168. La batalla
Joaquím, 839. de Gabaón, 374-5. Sus
otras campañas, 258.
Job, 482, 973
4, ss.
377, 398-414, 422, 434-
Joel, 484. 848.
5. Celebra alianza por el
Joinville, I p. 37 .

pueblo con Yahvé, 99>


Jonatán (hijo de Saúl).
187. Su pacto con los de
471, 618, 700, 739, 740, Gabaón, 1048.
743, 767, 773., 877, 911- Jotam o Yotam, 466, 497-
14, 927-31, 1010, 1014,
501.
1036, 1041. 1120-23,
Juan XXII, 664 n.
1259 III p. 398. 1
Jueces (Los), 422-549. 679.
Jonatán (El levita), 559- Jueces (El libro de los),
60, 563-4, 567-8. 639. 424-5.
Jonatán Macabeo, 1215, Judas Macabeo, 471-2,
1223-4. 1155-6, 1215.
Joram. 828. Judaismo, 64. 348, 781.
Jorge (San), 395, 646. Júpiter Dolikenos, 84.
Josafat, 828, 993. Juramento, 1043.
480 INDICE ALFABETICO

Jurieu, I p. 23 II p. 433.
; 294- 298, 312, 316, 320,
Justino, 31, 43. 145. 414,
328, 404, 406, 408-9,
435, 438. 440 451, 461,
Kadesh (diosa), 77, 82. 464, 468, 473, 511, 586-
Kadosh, 629. 7, 591. 641, 653, 661,
Kañin, 832. 675, 681, 692, 702-3, 705,
Kant. 49, 51, 53. 711. 718-9, 721, 734, 737-
Kapús, 709. 8, 742, 762, 766, 771,
Kardec (Alian), 989. 782. 787, 797, 800, 805,
Karduniash (reino de), 20. 832, 846, 848, 870-1,
Kedeshim y Kedeshoth, 89, 874, 899. 900, 914, 925,
646, 664, 666 ; II p. 403, 972, 1045, 1054, 1056.
1112. 1088,
1062-3, 1075, 1084,
Kenitas, 105, 121, 126, 278, 1099,
1090, 1092, 1094,
344. 360-, 412, 432, 450-
1100, 1104, 1126 n., 1133,
2, 629, 816. 1171,
1152, 1159, 1165,
Kereteos, 965. 1199,
1176, 1191, 1195,
Kharú, 19.
1204-6, 1211-2, 1218,
Kherem, 257-8, 377. 379,
1223, 1227 n., 1231,
383, 409, 414, 585, 588. 1249.
1238. 1242, 1246,
594, 751, 816. 824, 1027,
La Bible de la Fajinille,
1047, 1088, 1114", 1197.
472, 822, 886.
Kinnor, 883. 920.
Kis, 724 ss. La Bible du Centenaire (L.
Kitto, 706. B. d. C), I p. 49; 121,
Kohen, 1118. 125, 136, 140 n., 151,
Krappe (A. Haggerty), 153-4, 163, 169, 171,
112, 541-7, 1114. 175-6, 183, 187 n.. 191,
Kreglinger (Ricardo), 82, 201. 206, 291, 358, 400,
101 n., 170, 263, 267. 415, 428, 430, 432, 441,
360, 370, 386, 389; I p.
444.5, 447, 460, 464-5,
468-9; 401 n., 558, 561, 468, 472-3, 492, 494, 499,
500, 507, 518-9, 522, 525-
'

713.
6, 529, 552, 560-1, 566,

Labán, 99, 100, 182- 477, 569, 577, 581, 601, 847,
556, 925, 927 944, 974, 979, 1127, 1129,
La Bible Annotée (L.B.A.) 1134, 11-52, 1161-2, 1169,
I p.49; 4, 211. 224, 231, 1176, 1179, 1190, 1199,
258, 267. 276, 278, 281, 1201, 1208-9, 1213-5,
INDICE ALFABETICO 481

1220, 1224-5, 1227 n-, 414, 454, 509-11, 532,


"
1233-4 n., 1244, 1247. 577 n.,614, 624, 647,
Lagrange (M. J.), I p. 27; 694, 708, 722-3, 738, 741,
61, 105, 122-3, 354, 413, 765, 773-4, 823, 828, 832,
599, 622, 632 n., 653, 847, 861, 863; II p. 404-
657; II p. 411-7, 901, 6, p. 407-11; 970-1, 979,
935-941, 983-4. 1012, 1014, 1021, 1048,
Lame, 446. 1061, 1129'; III p. 406,
Lapparent, I p. 465-6. p. 408.
Lavergne, 974. Loeb (Isidoro), 1162.
Lebretón (Julio), II p. 414- Loisy (Alfredo). Su bio-
5. grafía. I p. 15-6; p. 32,
Lenormant, 261 n. p. 412-434, p. 461-3. 38,
León XIII, 38. 44, 59, 61, 205, ,373, 768,
Leuba (James H,), I p. 35; 824, 832, 835, 844, 857;
51 ; II p. 422-3. II p. 414-5, p. 421, p.
Leví-el, 24. 423; 970, 974, 978, 993,
Leví (La tribu de), 325, 1070, 1236-7, 1269.
448, 561. Lot, 571, 577, 581, 966.
Levirato, 102; III p. 406. Lotanú, 11, 86.
Levitas. 551-2, 557-561, Lowth (Roberto) III p 402
571, 580. Luciano, I p. 22, 761.
Lévy-Bruhl, 1187. Luis XIV, II p. 425-31, p.
Libación de agua, 704-8, 434.
711. Lung-Wong (El dios), 709.
Liber, 781.
Libro de los vivientes, 194. Macalister, 66.
Libros del A. T. protocanó- Macrobio 355 n.
nicos y deuterocanóni- Madianitas, 281, 397, 455
cos, 30-33. ss.
Liénart (Cardenal), I p. Madonas, 83.
27. 632 n. Magníficat, 658,
Limbo, 988. Mahoma, 206, 249, 392,
Litolatría, 99. 800.
Litureria. 1095-1100. Maldiciones (Poder de las)
Lods (Adolfo), 12; 5,
I p. 266, 449, 500-1, 554,
68. 74. 77, 80. 82. 89, 97, 1017, 1038.
100, 105, 110, 201 n., Maleak de Yahvé, 125, 365-
205-6, 340, 345, 355 n.. 7, 407, 419, 449, 458-9,
482 INDICE ALFABETICO

461, 513, 522, 528, 546. Melquisedec, 92, 619, 1227,


673. 1232-8.
Malkishuá, 619. '
Melquisúa, 1010, i0Í4,
Mallon (Alexis), 109. 1041, 1120.
Mana, 71. Melor (San), 238.
Maná, 170-1, 260. Mély (F. de), 374 n., 401,
Manasés, 76; I p. 469; 567. 406.
Manoa, 462, 513 ss., 519 Ménard (Luis), 160, 339,
ss., 544, 557, 602. 532, 877, 905.
Man sel, 56 Merneftah o Meneftah, 22,
Mará, 170. 23, 345.
Marción, 43. Menelao, 900.
Marchant (J.), 254. Mení, I p. ,469.
Mardoqueo, 486. Merab, 371, 921, 1039.
Marduk o Marduc, 13, 74, Meriba, 172-4, 218, 220,
900, 1139, 1245. 317, 359 bis.
Margolis y Marx, 422. Meribbaal, 618.
Mark Twain, 112. Merom (la batalla de), 404,
Massa, 172-3, 220, 362. 408, 410, 434.
Maschal, 272, 1165.
Meroz, 449.
Masebah o masebá, 88, 99, Mesa o Mesha, 508
103.
Meses hebreos, 150, 1155,
Massey, 1008. 1245.
Maskil, 1190-1. Mesías, 1238, 1270-3.
Maskines, 81.
Meyer (Ed.), 112, 790 n.,
Masora (la), 34, 75, 355,
Mica, 551-69, 639, 689.
618. Mical, 556, 838, 922-5, 929,
Mattiwaza, 84.
947, 1015, 1022, 1039,
Matrimonio con extranje-
1074-5, 1080, 1205; III
ras, 421, 596-7, 600-1.
p. 398.
Maury (Alfredo), 944. Micmás (Batalla de), 739-
Max Muller, I p. 460, III 743, 758, 762, 765, 770,
p. 417. 773.
Me. Lennan, III p. 415. Michna, I p. 473, 707.
Media Luna (la fértil), Mis.chnad, 793.
18-9. Michpakha o Kay, 93.
Melitón (San). I p. 11.

Midrach, 357; I p. 473;


Melkart, 73, 352. .
874.
INDICE ALFABETICO 483

Miguel (San), 269, 326, Egipto, 136. Es objeto


710. de una tentativa de ho-
MiKtam, 1160. micidio por parte de
Miiha, 912. Yahvé, 138. ¿>u genea-
MiiKom, 79, 504. logía, 139. Su maare,
Mina, 11Ü5 n. 111-4, 354, 679. Sus hi-
Minocchi, 1188. jos, 117-8, 135-6, 337.
Minos, 543-4.
Minsña, 459, 499.
Un nieto de
Los cuernos de
——
567.
201.
i,

Miqueas, hijo de Imla, — y las plagas de Egip-


852, 854, 882. to, 140-8. El éxodo, 160.

Miriam o María, 114, 169, El salmo del paso del


210-2, 351, 479, 847. mar Rojo, 169. —
en la
Mischpath, 787, 794. alianza de Yahvé con Is-
Mispatim, 184. rael, 181-7, 198-203. —
Missón, 178. y el episodio del becerro
Misterios, I p. 11; 627. de oro, 188-97. iSu legis-
Misterios de Eleusis, 627. lación, 209, 347-8. Las
Misticismo y místicos, I p. sublevaciones contra —
11; 127. 210-2, 221-232. Manda
Mitanís, 16-7, 25, 84. espías a Canaán, 213-7.
Mitología, III p. 396-400. — castigado, 218-220.
Mitrismo, 1187; III p. 419. En Moab, 280-4. Su ben-
Mizpa (La batalla de), dición, 314-28. Su muer-
699 y ss., 708. te, 329-336. Su sucesor,
Moabitas, 397, 503-7, 427. 176, 285-301. — y el
Mochelim, 454. Pentateuco, 192, 264-5,
Mohar, 921. 303 bis, 338-9, 347-8,
Moisés, Su nacimiento e in- 383-4; Ip. 443; 459, 512,
fancia 107-116. Su nom- 550, 595-610, 712, 729,
bre 109. En Madián, 117- 742, 750, 766, 768-9, 795
8. Su primer casamien- II p. 408-9; 870', 967,
to, 117-8, 126. Su sue- 1044. Filósofo y poeta,
gro, 121, 180. Su segun- 338. lAnte la historia,
do casamiento, 116, 210- 339-353. — y los levitas,
2. Yahvé se le revela, 561-2. —profeta y los
119-30, Su bastón
356. nabíes, 457, 847-9.
mágico, 131-2, 137, 173, Molok o Moloc, 75, 88, 352,
175, 219. Su regreso a 383, 504, 959.
484 INDICE ALFABETICO

Moneda, 669, ,1109. Napoleón, 436, 1256; III


Monod (Wilíredo), 58. p. 399.
Monoteismo, 52, 74, 92, Natán 1024-34, 1082, 1085-
352, 781, 1092-3. 9, 1092, 1094, 1114',
Montañas sagradas, lüO. 1177.
Montet, (Ed.), 844, 1046. Nazareo o nazareno, 521-2,
Monumentos megalíticos, 528, 535, 602, 629.
67. í Nebiá, 847.
Moore, 355 n. Necromancía o nigroman-
Moret (Alejandro), 11-24, cía, 101, 970, 990-1009.

980. Nehustán, 261-3.


Morgan (L. H.), III p. 406. Neko, 436.
Morgan (Jaime de), 13. Ner, 79.
Mot, 79. Nergal, 80, 85, 980.
Movers, 942. Neumatismo, 861, 863; II

Mowinckd (D. S.), 181, p. 433-7.


186, 205, 1167, 1169, Nicanor, 471.
1245-6, 1259; III p. 407. Nicodemo (El evangelio
Música, 840-1, 843, 883, de), 985.
887. Ninib, 80.
Musil (A.). 761. Ninurta, 80.
Myers, 996, 1000. Niobe, 1040.
Nisps, 543.
Naamán, 728. Noé, 2.66, 958.
Nabal, 949-50, 954', 963; Noemí, 867.
III p. 398, Nofr, 85.
Nabí, 279, 387, 629, 733 n.,
Nougaréde (Ch.), 339, 346,
735, 829-63, 920. 350, 356.
Nabot, 783. Nowack, 813, 823.
Nabucodonosor o Nebucad- Números sagrados, 425,
netsar, 295, I p. 467; 464, 730.
696, 705, 1091, 1264.
Nadab, 351. Ob, 971-3.
Naharina, 17. Obed o Ebed, 618.
Nahás, 756-8, 763, 806. Obed-Edom, 1072, 1074.
Namtar, 81. Ocozías, 839.
Nantes (Edicto de), II p. Odi'n o Wodán, 395.
425-32. Odisea, 981.
1ND:CE ALFABETICO 485

Oesterreich (T. K.), 860, Parteras, 108, 112.


882. Pascal, 61 I p. 25, p. 416.
;

Oíní, 636, 646, 663-6, 678- Pascua, 28, 103-4, 149-59,


9, 942. 169, 624, 1171.
Og, 264, 286. Pastor (El buen), 1018.
Oldenberg (H.), 528. Pasteur (Luis), I p. 465-6.
Oltramiare (Pablo), I p. 26, Patroclo, 912.
p. 38; 127, 393. Patry (Raúl), 49.
Ornar (La mezquita de), P¿cá, 568.
1061. Pectoral o Racional del
Omer, 170. Juicio, 390.
Orar (Modo de), 643. Péleteos, 965.
Oreb, 489, 491-2. ,
Pelt (J. B.), Obispo de
Orígenes, I p. 11; 31, 43, Metz, 39.
254, 269, 355 n. Pepi, 13.
Oro de Ofir, 1109. Peregrinaciones anuales,
Oseas, 601, 618, 784. 599.
Osiris, 83. Perséfone, 981.
Ossip Lourié, I p. ¡30. Persio, 45. ,

Otniel, 425-6. Perrier (Luis), 65.


Ovidio, 539. Piepenbring (C), 100, 366,
Ozías, 749. 372, 629, 835. 843, 1011-
3, 1119.
Pablo, obispo de Tres Cas- Pilatos, 487.
tillos, 245. Pinehás o Finés, 573, 578,
Pablo (El apóstol). Ver las 636, 646, 663-6, 678-9,
citas de Actos, Corin- 942.
tios, Efesios, Gálatas, Pío IX, 37.
Hebreos y Romanos. Pío X, 38.
Palacio, 1109. Pitágoras, 488.
Paltiel 1015. Pitia, 836, 971.
Pan (El dios), 764-5. Pitón, 968. 971.
Panes de la proposición, Pitonisa de Endor, 101,
932, 934-40, 944, 958. 946, 968-1010.
Panes ázimos. 155, 158, Platón, 53, 488.
624. Plotino, 53.
Panza (Sancho), 928. Plutón, 981.
Papponimia, 935. Poesía gnómica, 1165.
París, 900. Poesía hebrea, III p. 402-4,
486 IXDICE ALFABETICO

Polidemonismo, 71, 73-4. Mar, 22-3


93, 105, 351. Pulestiú, 23
Poligamia, 640, 791, 1022, Punaluán III p. 406
1028, 1265. Purgatorio, 988
Politeismo, 71, 73-4, 91, Purificación, 101 n., 186,
187, 30'8, 420, 1092-3. 284, 871-2.
Pommier (J.), I p. 24, 34-5.
Pontífice máximo, 1114. Querubín, 1139
Pontífices, 1118. Quiná, 1122, III 429
p.
Poros, III p. 397.
Poseidón, 537
Ragozín (Z. A.), 71, 81,
Potter (C. F.), 118, 127
1182
Pratt (H. B.), Ip. 45-6, '92,
Rahab, 399, 400, 452, 530,
140n, 146, 154, 163, 171,
924; III p. 407
176-7, 264 n, 294, 320,
Ramsés 2\ 21, 341, 343,
328, 388, 441, 460, 618,
345, 980
663, 679, 690, 693, 701-2
734, 738, 748, 751, 767,
Ramsés 3', 23-4,, 164, 422,

787, 884, 920, 934, 974, 743


1013, 1050 n, 1092, 1103 Rand (W.), 1103
n, 1118, 1126 n, 1161-2, Rauzat us Safa, 132
1206, 1227 n, 1255. Rappoport (A. S.), 6, 16,
Preanimismo, 93 n. 18, 67 n, 69 n,

Procesos (prosopopeyas), Rapto de las Sabinas 591-4,


801-3 Ras Shamrá (Tablillas de),
Profetas, 457, 832-63. 69, 79, 1129"
Prostitución sagrada, 89, Ravaissón, 54.
625, 646 II p. 402-3.
;
Rebeca, 394, 556
Prostitución o adulterio, Recabitas, 629.
vocablos usados por ido- Rechaim, 1193, 1208, 1258.-
latría, 601. Rechef, 78-9, 82.
Proverbios de Salomón, 29, Refaim, 68.
32, 1129. Estilo de los Refidim, 172-3, 175, 181.
Proverbios, 1165. Refrigerium, III p. 400
Ptah, 83 Refugio. Ver Ciudades de
Ptolomeo VI Filometor 338 refugio.
Puaux (Frank) 11 p. 428 n, Rehabías, 387.
p. 430-1 Reinach (Salomón), I p. 33
Pueblos del Norte y del 49, 56, 110, 516, 518, 530,
INDICE ALFABETICO 487

533-41 549, 1275 n; III 1213-4, 1220, 1225, 1227


p. 413. n.,1230, 1232, 1238, 1242
Renán (Ernesto), I p. 12-5, 1246-7, 1255, 1258-9.
p. 24, p. 34-6 ; 44, 54, 56, Revivamientos, 863; II p.
61, 105, 205. 387, 389, 437; III p. 420.
392, 395-6, I p. 416, p. Reyes-sacerdotes, 716, 747,
419, p. 425, p. 434, p. 750, 820, 828, 1076, lili
464; 898, 821; II p. 411; a 1118.
949, 965, 1068, 1131, Rezón, 948í
1264, 1266, 1275. Rhea, 857
Renouvier, 54. Rhode (E.) 981
Rescate, 383, 739, 740, 1064 Ribot (Th.) 36
Reuel, 121 Rideau (E.), 54.
Reuss (Eduardo), I p. 16, Rimmón, 78.
p. 45; 4, 92. 108-9, 143, Rizpa, 1036, 1040.
151, 169, 197, 207, 215, Robinson (Th), 93 n.
258, 264 n, 265, 271, 278, Roca automotora, 177.
286, 301, 303 bis, 306, Rochedieu (Ch.). 29.
315, 320, 324, 327, 358 ;
Rochefoucauld (La), 1192.
p. 441-2, p. 444; 403, 413, Roé, 832-3, ^45.
434, 441-2, 453, 461, 510, Roger (Dr. Enrique), 451.
514, 550, 560-1, 566, 581, Rómulo y Remo, 110, 251,
589, 591-2, 603. 631, 636, 592.
639, 647, 656-7, 669-70, Roque (San), 179.
677, 679, 691, 701, 704, Rousseau (Juan Jacobo),
726-7, 733-4, 738, 741 2, I p. 29, p. 41, 53, 59; I
747, 756, 767, 771-3, 777, p. 440.
779 n, 794-5, 797, 810, Rowland (Juan), 359 bis.
819, 823, 833. 848, 872, Rut, 28, 32, 867.
890, 894, 900, 906, 914, Ruy Díaz de Vivar 342, 549
917, 920, 922, 928, 931,
934, 950-1, 953, 956, 960i, Sabbat o sábado, 104, 384.
969, 970. 987, 1014, 1016- Sabiduría (El libro de), 31,
7, 1020, 1022, 1034, 32, I p. 420
1060. 1062-3, 1087, 1090, Sacerdocio o sacerdote, 208,
1092-3, 1103 n., 1110, 294-5, 346, 557, 598, 607,
1123, 1130-1, 1133, 1139, 1118
1150, 1158, 1161, 1164, Sacerdote (El gran), 294-5
1176, 1192-3, 1196, 1209, Sacerdotes-levitas, 325
488 INDICE ALFABETICO

Sacerdote-maleak, 366 timiento, 1180; el yo de


Sacerdotes-reyes, 1233 los Salmos, 1209.
Saco, 101, 1036, 1153, 1156 Salomón, 291, 481, 504, 791,
Sacrificios, 459, 513,
88, 796, 826, 828, 925, 947,
664-5, 672, 711, 768-9, 1088-91, 1089-1110 1114'
930, 944, 958,
10'78, 1080, 1187.
1073-4, La madre de
Su nombre, 1033, 1086.
— , 1023-34,

Sacrificios anuales, 644 Samdán 532.


Sacrificios de fuodación, 88 Samuel (Los libros de), 28,
Sacrificios humanos, 88, 32-3, 631-5.
103, 257, 383, 508, 596, Samuel, 378-80, 383. Ver
625, 740, 824, 1045, 1047 caps. XIII a XVI.
1064 Sanhedrín, 848.
Sádica, 497 Sansón, 425, 461-2, 513-49;
Sadín y Simiah, 514. 579, 596-7, 602, 805, 851,
Sadoc, 295, 325, 663, 667, II p. 404-6, 900, 922.
669-70, 942, 993. 1079, Santiago de Compostela,
1095-6, 1098, 1114% llis' 395.
1234 Santificación, 184, 186, 284,
Sagrado Corazón, 395 871, 1185-7.
Sahura, 11 Santuarios, 88, 103, 360,
Saintvves. P.. 113, 178-9, 459 464-5. 552, 558. 561
225-6. 236-52. 488. 563, 598-9. 607. 664, 1079
Sal. 500, 912 Santuarios oficiales, 1047,
Salem o Shalem. 78-80. 1081, 1096. 1098.
Salmos, 28, 32. Su numera- Santuario de Dan, 564-579.
ción y la de sus versícu- Santuario de Mica, 551-63.
los 1126 n. Sus títulos, Santuario de Mizpa, 699,
1127-31. —
huérfanos, 704.
1127. alfabéticos 1163-4; Santuario de Nob 932-46
litúrg'icos. 1167-8: peni- Santuario de Silo, 599, 662
tenciales, 1174, 1183-4; a 677. 679, 696.
de venganza. 1196; com- Sargent CE). 1004.
Duestos, 1241 ss.; diríác- Sareón. 12. 111. 945. 1113.
ticos o históricos, 695, Sarfiaux F., I p. 15, p. 18;
1242; deutero-isaíacos. 84.
de entronización, Satán. 854.
1245: en Etionía. TU p. Sátiros, 81.
408. Salmo del arrepen- Saúl, en el episodio de la
INDICE ALFABETICO 489

pitonisa de Endor 101, 1031, 1033, 1040, 1044,


968-93 ¡—ofrece Merab a 1046, 1054, 1062, 1074-5,
David, 371, 921; ^
y 1085-6, 1088-91, 1099,
Amalee, 378-9, 815-25 ;— 1100, 1105, 1118, 1126 n,
y el éfod, 388; —
época 1127, 1133-4, 1137, 1148,
de su ascensión al trono, 1152, 1158, 1161-2, 1165
422. Su nombre, 647, y 1166, 1175, 1199, 1202,
el de sus hijos, 466, 618. 1206-7, 1211, 1219, 1221,
— y el terafim de Mi- 1223-4, 1238, 1240, 1246,
cal. 556, 924-5; sus 1249, 1254, 1256.
sacrificios, 557, 744-52, Schanz, 935.
1114';—y la idolatría, Schleiermacher, I p. 32.
569; — sus conquistas, Schelling, 54.
582; — y los de Jabés, Schlogh, 653-4.
593, 756-774. Su genea- Seba, 1035
logía, 724-6. Ver además Secretán, 48.
los caps. XIV, XV y XVI S-decías, 1220.
Scío de San Miguel (Feli- Séfora o Zípora, 126. 137-
pe), I p. 48; 130, 145, 8, 180, 211.
148, 158, 160, 163, 170-1 Sekmet, 83.
177. 203, 211-2, 227-8, Selá, 1190.
231-2. 234. 254, 258. 262. Seudoepícrrafos, 30, 338; t'
267 276, 294, 316. 328-9, III p. 421.
336. 374. 378. 414, 427. Sennaquerib, 976, 987.
433, 435-7, 448. 452. 462, Seno de AlDraham, 986,
464. 468-9, 473, 514-5, 988, 1226.
518-9, ,531, 557, 560, 56-3. Septú. 11.
568. 585-7. 590. 594, 638 Serapión, 43.
639, 654 661. 670-1. 675. Severo fSan), 239.
681. 688-9. 692. 702. 705. Serón. 471.
713. 726. 728-9. 734, 737, Semientes abrasadoras,
742-3. 748-9, 754, 763. 259-63.
766, 768. 772. 779, 781. Serpiente. 263. 271, 323.
783. 788-93. 797. 800. Seruva o Sarvia. 1017.
806. 816, 820. 824, 869 S°t (El dios"). 18.
871. 874-5. 881-3. 887. Setí V, 21. 77, 345, 980.
890. 895. 901. 9^0. 9í>9, S'-ttiú. 11.
9^5 963' 964-6 971 991. Sevigné (Mme. de), II p.
992, 1013, 1026, 1030', 429, n., p. 430.
490 INDICE ALFABETICO

Shaeffer, 79. Stanton, 935.


Shamash, 74, 79-80,
13, Sueños, 474, 476-88, 672,
384, 396, 533, 536-7. 851, 957.
Shamgar, 425, 428, 445. Sufetas (Ver Jueces).
Sheol, 231-2, 652, 654. 946, Sumerios, 13.
973-9, 984-93, 1122, Sumo-sacerdote, I. p. 46-7,
1137, 1156-8. 294-5, 766, 828, 934-6,
Sheshay, 532; II p. 404-6. 1118.
Shiva o Siva, 706. Suppiluliuma, 84.
Shofetim (Los), 422, 631. Suso, 43.
Sibila, 1275. Sutekhú (El dios), 18.
Sidos, 551-3, 727, 1064,
1105 n. Tabernáculo de Reunión,
Sidgwick (Sra.), 998, 1004. 176, 298, 346-7,
207-8,
Sihón, Sehón o Sikhón, 460, 598, 643, 847-9.
264, 286, 503, 1053. Tabú, 96, 513, 615, 765.
Simeí, 1046, 1099. 943, 1023.
Simeón (tribu de), 318, Tácito, 983.
348, 412, 561, 582. Taine, 54.
Simeón (anciano), 985. Talento, 1105.
Simón (Ricardo), 31 ; I p. Talmud, 35, 114, 137, 147,
19. p. 423. 159, 228, 267, 331, 341;
Simón (Dr. N.), 379, 395. I p. 474; 567, 944, 1156.
Simón Macabeo, 1233-4. Tammuz, 509-11.
S'in (El dios), 80, 122. Tarbis, 116.
Snaí, 122-3, 359. Targum jerosolimitano,
Sinuhet, 15. 113; 1 p. 474.
Sisera, 394, 432-8. Tártaro, 982, 986.
Sixto de Siena, 31. Telequinesia, 996.
Sixto V, 37. Tell-el-Amarna, 20. 25, 85,
Smith, 1259. 345, 581, 734, 901.
Smith (Robertson), 94, Temblor (Fuente del), 471.
971. Templo de Salomón, 99,
Sodoma, 2, 587. 207. Preparativos para
Sozomeno, 43. su construcción, 1101-
Spp'ncf^r (H.). I p. 30, 50, 1110.
56 ; III T». 415. Teocracia, 348.
Sr)iñoza. 53; I p. 471. Teodoreto, 355 n., 882,
Stade, 687, 823. 1134, 1206.
INDICE Al/FABETICO 491

Teodoro de Mopsuesto, 435-449; II p. 423-4.


1174. Tutankhamón, 21.
Terafim, 102, 551-6, 565, Tutmosis 1', 2'-'
y 4», 19.
924-5. Tutmosis 3^ 19, 345, 348,
Tertuliano, 145, 488. 436.
Teruma, 664.
Tesup o Teshub, 78, 84. Uchebtis, 83.
Thenius, 942. Umbral (Guardianes del),
Theodoción, 30' n., 163. 682.
Thora (La), 28, 32, 173, Um-Napistim, 958.
185, 347-50, 390, 562, Uen Amón, 855.
1117. Unción, 90-1, 722, 734, 875.
Thureau-Dangin, 71. Unión Racionalista de Pa-
Tiamat, 900, 1139. rís, I p. 28.
Tierra (la) como divini- Urías, 395, 839, 1023 ss.,
dad, 231-2, 293. 1095.
Tiglat-Pileser o Teglatfa- Urías (sacerdote), 1115.
lasar V, 500, 900, 945, Urim y Tummim, 285, 317,
1113.
325, 377, 388-92, 468,
Tiglath-Pileser 3?, 568.
480, 556, 562, 739, 786,
Tito, 1206.
990, 993, 1045.
Tito Livio, 110. Urusalim, 78, 397, 581,
Tola, 429.
901.
Tolstoy, 54.
Uza, 1070-1, 1077, 1079.
Tomás de Aquino, I, p. 35
27, 45, 145; Ip. 416-7, p.
Vaca roja, 687.
463; 935.
Vaganay (L.), 984.
Toro, Ver Yahvé. El toro
Valera (Cipriano de), I p.
de Israel, III p. 407.
Tosifta, 707. 45; 140 n., 154, 176, 320,
Toussaint (C), I P- 42; 70, 328, 441, 618, 701, 734,
72-4, 78, 83, 88, 90, 92, 738, 767, 787. 920, 974,
345, 622-3. 1118, 1126 n., 1227 n.,
Totemismo, 94-7. 1253.
Tucídides, 1094. Valette, II p. 435.
Turinaz (Mgr.), I p. 467. Vandervelde (Emilio), I p.

Turmel (José), I p. 16-8, p. 43.


20, p. 431 43, 46, 57, 61.
;
Vegecio, 374, 401.
Su autobiografía, I p. Vénard, 59.
492 INDICE ALFABETICO

Venganza (Derecho de), 35-6, 140 n., 154, 163,


289-295. 176, 320, 322, 330; I p.
Vernes (M.), 713. 467 n.; 441, 557, 586-7,
Versión sinodal, 441, 701, 618, 661, 673, 684, 689,
738, 742, 1227 n. 692, 701, 738, 772, 793,
Vidart (San), 241. 804, 817, 872, 891, 925,
Vidente, 730, 732, 735, 950, 963% 968, 974, 1040,
832, 845-7; II p. 408, 1086 n.,1091-2, 1100,
866. 1118, 1126 n., 1128, 1152,
Vigouroux (el abate F.), I 1161, 1166, 1207, 1227
p. 419, p. i467; 632; II p. n., 1254.
414.
Villars (El mariscal de), Walhalla, III p. 400.
II p. 436. Walkirias, III p. 400.
Vincent (Isabel), II p. Wellhausen, 669, 814, 926.
434. Westphal (Alejandro) 398,
Vishnú, 706. 403, 423, 437, 531, 680,
Visionario, 833. 750, 756, 824 n., 825,
Vísperas Sicilianas, 502 n- 963^ 1011, 1103 n. 1105
Voltaire, I p. 22, p. 29 45-
; n.
6, 53, 228. William (Fr.), II p. 415.
Vuilleumier, 630. Winckler, III p. 398-9.
Vulgata (La), 29, 30, 32-3. Wodan, 395.

Yahvé. Su nombre, 124, 129, 137, 267, 311, 333, 354-8.


900. Su gran nombre, 813. Dios madianita, 126, 180,
1264. Dios nuevo en Israel, 187, 308. Dios antropomór-
fico, 44, 326, 367 ss. Guía en el éxodo, 163. Su mano,
684. Su dedo, 44, 185, 191. Su voz, 810. Infundía el te-
rror pánico entre sus enemigos, 742, 762. 764. Su carro
y su cabalgadura, 326, 1133, 1139. Su libro, 194. Su
contabilidad, 849. Su conducta, 1144. Sus teofanías, 184,
1138-9, 1149. Su casa, 643, ;i098, 1101 ss., 1152. Su cor-
te, 81, 853. Su montaña sagrada, 122-3, 128, 164. 186,
3-59, 362, 1133. Dios tribal, 344, 346, 352, 360. Dios na-
cional, 352, 393-5. Su alianza con Israel, 181-7, 346. Re-
nueva esa alianza, 198. Dios del fuego y de la tempes-
tad, 368-370, 642, 839, 987, 1059. Yahvé Sebaoth, dios
de la guerra, 81, 371-7, 381-2, 415, 641-2, 824, 921. Dios
INÜiCli: ALJb^ABETICO 493

legislador, 347-8, 383-4. Dios de vida y de la fecundi-


dad, 3«5-tí, 6z4, 645. Dios de sortilegios, 387-92. Las
consortes de \ahvé, 77, 622. Dios (de la venganza inexo-
rable, 311-2, 37«-9, 453. Endurece el corazón de los que
quiere perder, 144, 146, 393, 666, 1054. Exige sacrili-
cios humanos, 379, 383, 508, 512, 824, 1036-45, 1064.
Modo de aplacar su furor, 672, 958, 1058. Dios vanido-
so, 165, 188-9, 311. Es una roca, 309, 1135-6, 1148. Su
justicia, 219, 395, 588. Su arrepentimiento, 818-9, 1057.
Autor del bien y del mal, 134, 1056. Aconseja la menti-
ra y el hurto, 128; autoriza las guerras de conquista,
128. Su traición, 585-6. Su maleak (ver Maleak). Su
ángel exterminador, 1057. Poeta, 304-313. Su culto en
forma de toro, 197, 263, 351, 569, 652, 1112; I p. 469.
Su signo, 363. Su espíritu, 514, 516, 518, 524, 526-7, 538,
595, 601, 760, 762, 850-4, 858, 881-2, 922. Su espíritu
maligno, 500, 882, i920. Delante de Yahvé, 643, 704, 797,
811, 824, 838, 914, 1040, 1042, 1046, 1074, 1076, 1092.
Su proceso con Israel, 801-3. Su Cristo, 827, 1271. Yah-
vé rey, 828, 1245. Yahvé y Gamos, 352-3, 395, 503. Yah-
vé y Pan, 764. Su evolución, 43, 396. íDiversos Yahvés,
462, 626.

Yabín o Jabín, 404, 432-7. Zakén, 289.


Yahvismo, 101, 348, 979. Zalmuna y Zeba, 455, 490-
Yair, 429. 492.
Yedidiá, 1024, 1033. Zebah shelamim, 664.
Yerubbaal, 455, 465, 496-7, Zeeb, 489, 491-2.
618, 804. Zéiller (J.), II p. 415.
Yiddeoní, 971. Zekal, 23.
Yobel, 618. Zeus, 58, 537.
Yokebed o Jacobed, 114. Zoolatría, 98, 263.
354, 679. Zoroastro, 201.
Yotam. Ver Jotam. Zorras, 515, 539-40.
Zozaya (Antonio), I p. 41
Zabud, 1114?. Zufitas, 638.
Zakarbaal, 855.
Indice de g>rabados

Página
Luis Delaporte 119
El infierno católico 125
Eduardo Reuss ; 127
Ernesto Buonaiuti 199
Antonino Causse 253
Carlos Guignebert 352
Pedro Bayle 392
Fe de erratas (i)

Tomo I

Página-Línea Donde dice Debe decir

7—4 religieuse e religieuse est


151 — 13 Is. 8, 19 Is. 8, 19
207 — 31 II Cor. 5, 7, II Cor. 5, 7, 8
235 — última Rey 11, 4 IIRey. 11, 4
290 — 7 rey Arad rey de Arad
324— 5 (31) (31, 1-13)
466 — 2 Pascal Pasteur

Tomo II

49 — 20 sea's tJ seas tú
73 — 17 Job: Job (cap. 33)
83 — 15 (9, 32) (8,55)

(1) Indicamos aquí sólo algunos de los errores tipográfico's


más importantes que hemos encontrado en los tres primeros to-
mos de esta obra. El "hnen ¡sentido del lectoT sabrá salvar lois que
provienen de cambios u omisiones de letras, fáciles de subsanar,
como p. ej., al comienzo de la nota de p- 3i5 2 del t<? IH, donde

dice: "El deferir a nuestro pedido" se comprende que debe de-


cir: "Al deferir a nuestro pedido". Algunas fechas de nuestra

era, como el año 1842 (ip. 374, línea 2, t9 I) van sin las inicia-
les n. e. ;
pero también fácil es darse cuenta que, en tales ca-
sos, notrata de hechos anteriores a Jesús. Conviene que cada
ise

lector haga en su libro las correcciones dndioadas. Quedaremos


muy agradecidos a los que tengan la amabilidad de indicarnos al-
,gún otro error tipográfico importante, que a nosotros se noa
hubiera pasado.
496

Página-Línea Donde dice Debe decir

87 — 22 cf. Sam. cf. I Sam.


179 — 3 (§ 61) (§ 75)
199 — i2.5 Jer. 33, 22 Jer. 33, 22
222 — 4 (§ 124) (§ 144, 146, 393)
294 — 37 7, 1 1,1
373 — 25 Jer. 8, 19 Jer. 8, í5
156 — A algunos ejemplares, les falta al fin del
que
§ 587, esta Lnea: acepta la Iglesia a
ellos pertenecieron.
215 — agréguese al fin
de § 658 esta cita (Luc. 1)
220 — 3 debe reemplazarse por ésta derecho de los:

sacerdotes de parte del pueblo, de los ofe-

Tomo III

5 — 2 la muerte de Samuel la muerte de Baúl


I

35 — 4 (14, 19) (17, 25)


54 — 17 (18. 26) (17, 26)
100 — 33 I Sam. 17 II Sam. 17
114 — 30 tumba Sennaquerib tumba de Sennacuerib
153 — 1 Servia Sarvin
315 — 30 y 36 — Abimelec Ahimelec
Indice del Tomo III

Página

Capitulo XVI. —
David hasta la muerte de Saúl . 5
La unción de David por Samuel, 5. —
El co-
mienzo de las relaciones de David con Saúl, 17. —
David y Goliat, 22. —
La historia de David y los
documentos utilizados para componerla, 39. La —
amistad de Jonatán con David, y los propósitos ho-
micidas de Saúl contra éste, 14. —
David, yerno
de Saúl, 53. —
El terafim de David y las flechas de
Jonatán, 57. —La tragedia de Nob, 65. —
David
fugitivo, 79. —
David perdona la vida al ungido de
Yahvé, 88. —
David al servicio de los filisteos y su
despiadada crueldad, 95. —
La evocación de Sa-
muel 105.
Capítulo XVIL David rey 146
De banda a monarca, 146.
jefe de La ma- —
dre de Salomón, 159. —
La matanza de los des-
cendientes de Saúl, 169. —
David y el censo de Is-
rael, 180.
Capítulo XVIIL David pontífice de la religión
yahvista '.

200
Jerusalem, la primera ciudad santa en el mun-
do, 200. — La traslación del arca a la ciudad de Da-
vid, 202. —Yahvé se opone a que David le construya
casa, 214. David y la liturgia, 230. —
Los pre-
parativos de David para la construcción de la ca-
sa de Yahvé, 237. —Los reyes de Israel jefes de la
religión de Yahvé, 246.
Capítulo XIX. El Rey-Poeta 256

.

La poesía profana de David, 256. Endecha


sobre la muerte de Saúl y Jonatán, 257. —
Elegía
498 INDICE

Página

sobre la muerte del general Abner, 261. — La poe-


sía miStlca de David, 262. — Salmo 3, — Salmo
271.
— Salmo 284. — Salmos 56 y 290.
i

18, 274. SO, 34,


Salmo 301. — Salmo
51, 313. — Salmo 52, 54,
317. — Salmo — Salmo 324. — Salmo
57, 320. 59,
60, 332. — Salmo 339. — Salmo 142, 343. —
63,
Salmo 110, 347. — El salmo de Crónicas, del libro
358. — Las últimas palabras de David, 368. —
Resumen, 378.
Capítulo XX. Influencia de David sobre la religión
de Israel 380
Solidaridad entre el rey y el dios nacional,
380. — Alianza de David con Yahvé, 384. —
David y el mesianismo, 384. —
Juicios de un orto-
doxo y de un heterodoxo sobre la religiosidad de
David, 387. —
David y Bayle, 391.
APÉNDICE. —
Nota A. —
La historia de David
y la mitología 396
Nota B. — El refrigerio de ultratumba 400
Nota — Curioso comentario salmo
C. del 51, 5 401
Nota D. — La poesía* hebrea 402
Adiciones .
405
Vocabulario 409
Bibliografía 423
Indice de citas bíblicas 438
Indice Alfabético 466
Indice de grabados 494
Fe de Erratas 495
Indice del tomo III 497
Algunas opiniones sobre los primeros tomos de esta
obra 499
Algunas opiniones sobre
los primeros tomos
de esta obra
PARRAFOS DE CARTAS RECIBIDAS POR EL AUTOR:
1

Dül distinguido escritor uruguayo doctor CARLOS IVIARTI-


\EZ VIGIL =

"La crítica ha recibido en forma para usted sumamente


honrosa su Historia de la Religión de Israel^ y es menester con-
fesar que la excelente acogida que ha merecido no es producto
del favor, que a nadie engaña, s'.uo de la justicia, que a todos uos
reconforta y estimula.
Libro notable por su erudición, por su sinceridad, por el
profundo estudio que revela, por los afanes prolijos para desen-
trañar la verdad que pone de manifiesto, lo es sobre todo, en mi
sentir, ¡por el respeto a las ideas ajenas, por la serenidad con que
está concebido y escrito, por su gran espíritu de tolerancia; y la
tolerancia, como lo ha dicho un eximio escritor nacional, no es
detbilidad, sino más vasta comprensión de las cosas, o como
acertadamente también usted lo expresa, una de las más precia-
das couiquistas sociales y de las más hermosas virtudes del
hombre. Así concibo yo la sustentación de las ideas y el estudio
djO la historia: sin exageraciones, s:n "iparti-'pris", sin el afán
enfermizo de hacer decir a los hechos y a los documentos que
nos leg'ól el pasado, lo que no dicen, para ajusfar su sentido a
nuestros particulares anhelos, aunque éstos y aquéllos se hallen
en abierta pugna con los dictados de la razón. Con la inteligen-
cia del adversario y la moderación y la equidad de los juicios
practica usted el liberalismo auténtico de que nos habla el pro-
fesor Guignebert.
Quiero, pues, con las presentes líneas de acuse de recibo,
presentar a usted mis más calurosas felicitaciones por el meri-
500 QPIXIOXES SOBRE ESTE LIBRO

tísimo trabajo que pone en manos de la juventud de Hispano-


Amiérica, labor que a muchos podrá sorprender, .pero no a mí,
que desde la ya lejana te'.-ha de la convivencia en 'las aulas pude
apreciar sus extraordinarias dotes de investigador y admirar 6us
excepcionales cualidades como cultor paciente y concienzudo de
la historia.
"Di la verdad, practica la verdad, porque ella es grande,
poderosa, duradera", rezan las .palabras de "Las quejas del cam-
pesino" con que encabeza su notable libro. Y yo pienso eso mis-
mo. Hay que reemplazar el culto de la ficción y de la fábula con
la religión de la verdad".

Del doctor FRANCISCO CASTILLO Y NAJERA, conspicuo


literato, actual Embajador de Méjico en Wáshington:
"Aunque no ihe tenido todavía la oportunidad de apreciarla
en todo su valer, ya que me ha faltado tiempo de leerla íntegra-
mente, me ha parecido digna de figurar entre las mejores y más
documentadas obras sobre materia tan complicada. El esfuer-
zo que amerita una labor como la que usted ha emprendido
en su .publicación, merece indudablemente, los más elogiosos co-
mentarios, ique dejo a los eruditos el prodigarlos. Unicamente me
concretaré a felicitarlo muy calurosamente por la maestría con
que trata uisted el asunto y por las conclusiones tan atinadas a
que llega, y a suplicarle que no olvide la promesa que me hace
de enviarme los tomos siguientes, conforme se vayan 4)ublicando".

Del Sr. ADOLFO LODS, miembro del Instituto de Francia,


profesor en la Sorbona. historiador del pueblo de Israel:
"Deseo un gran éxito a su hermoso libro".

Del Sr. ALFREDO LOYSY, el más grande exégeta bíblico


de Francia en este siglo, profesor que fué de Historia de las
Religiones, en el Colegio de Francia, por más de 20 años:
"Me apresuro que Ud.
a 'felicitarlo por el esfuerzo científico
bace para instruir a sus conciudadanos, sobre todo a la juven-
tud. .Permítame que le diga, al terminar: "Valor y feliz éxito".
.

Del Sr. C. TOUSSAINT, destacado escritor y profesor de


OPINIONES SOBRE ESTE LIBRO 501
1

Historia de las Religiones, en la Universidad de Aix-lMarsella:


"Su obra de carácter científico, suministra una importante
contribución a la ciencia. Verdaderamente admirable y prodigio-
60 es verle a Ud. tan perfectamente informado del movimiento
de nuestros estudios críticos. '¡'Cuántos países de Europa podrían
envidiaros por tener una obra de tan hermosa presentación y de
tan deslumbradora claridad!"

Del Sr. J. iP. GILMOUR, Director de "The Rationalist


Press", ie Londres.
"Por su método y estilo, está admirablemente adap^tada
para la instrucción de la juventud".

Del sr. CARLOS GUIGNEBERT, notable historiador y pro-


fesor de Hi.storia del Cristianismo en la Sorbona:
"He leído su obra, y comienzo por felicitarlo por haberla
emprendido y felizmente realizado. 'No existe tarea más iltil en
nuestros países latinos, que la de ^oner a disposición de lecto-
res culto.s ,es decir, "según ]a rq'vresentación que ordinariamente
se forman de la cultura", libros en los que puedan aprender a
libertarse de sus prevenciones y prejuicios en materia religiosa.
Los adeptos a confesiones de fe, de cualquier clase <iue sean,
hacen vigorosos esfuerzos para conservárselos, y obtienen gran
partido de la instintiva repugnancia que tienen los homibres en
cambiar ísus hábitos de indiferencia al eisfuerzo y a la razón.
Mucho más simple les parece, referirse a lo que generalmente se
acepta como verdadero en su medio, Aiictoritati credei-e, maíí-
num compendiiim et niilliis labor, como dice San Agustín. Su
información es sólida, ¡y excelente su método. La buena acogida
recibida por su primer volumen, le prueba a Ud. que se halla
en buen camino. Dice Ud- con nitidez y precisión lo que debe
el

decirse para que el lector de ibuena voluntad se dé cuenta de


la verdadera posición de las cuestiones y comprenda.
"Completamente lo apruebo al mostrar sin piedad los sofis-
mas o "las conciliaciones" (les arrangements) de la pretendida
"ciencia católica". No íiíiy tal "ciencia» católica", sino únicamen-
te "la ciencia" tan sólo, y no es ella "ciencia" sino en tanto
que no es "católica". Ese pobre ábate Desnoyers, cuyos errores
pone Ud. en evidencia, no era ni un ignorante, ni un embuste-
502 OOPTNIONES SOBRE ESTE LIBRO

ro: era ^por sus postulados ortodoxos. Quizás


un hombre ligado
no hubiera identidad entre lo que él creía y lo que expresaba;

y muchos otros como él profesan, in sci-imio péctoris, convic-


ciones más próximas a las nuestras que a las de los teólogos del
Vaticano: tal es la ley de esa seudo-ciencia, vivir de disimula-
ción, consciente o ciega. En cambio, la de los espíritus libres es
la de no inclinarse sino ante los hechos probados y los argumen-
tos de razón. Valientemente sigue Ud. la línea de conducta de ese
deber de honestidad y de sana erudición: por ello debe Ud. ser
alabado y se le debe quedar agradecido".

Del distinguido escritor iSr. FELIX WALDBOTT, CONDE DE


BASSEXHEIM, más conocido por su seudónimo WALBAS:
"He terminado con el estudio de sus dos 'primeros tomos 'de

de Israel", y debo felicitarlo muy sin-


la "Historia tle la Religión
ceramente por la obra realizada. Es indudablemente un aporte
valiosísimo, no solamente para los que estudian la materia,
sino tamhién un libro de incalculable mérito para la difusión- de
los conocimientos básicos de las religiones para todos aquellos
que deseen 'instruirse. Con mucha paciencia y mucha erudición
. .

expone Ud. ante el lector la clara visión sobre los textos bíbli-
cos, visión que permite comprender todo el enredo en que
a menudo han caído los compiladores de los libros bíblicos para
darles tintes de historia verdadera. Su obra merece ser conocida
y divulgada".'

Párrafos de una carta del estanciero uruguayo iSr. Z. A.


LOPEZ VIDAUR, a un amigo suyo, y que éste ha tenido la de-

ferencia de trasmitírnosla:
"Interesante Ibajo todos los aspectos me resultó la '"Historia
ele la Religión de en el tomo 1? que tengo gracias a la
Isti-ael"

indicación de Ud. cuando nos vimos en Durazno. El autor . .

resulta ultra agradable tanto por el reposo que se adivina al


contemplar su retrato, acertadamente puesto al principio de la
obra, como por el que campea en su escribir profundo, inrpar-
cial y ameno, descontando de toda ponderación su estilo de
clara sencillez que hace comprensible y pone al alcance de ig-

norantes de mi laya, su erudición extraordinaria. Me deleita la

obra de ese criollazo de buena ley que admiro, pues no creía


Ol*lMO.\KS SOBRE KSTK LlBKO 503

que hubiera en mi tierra uno que se dedicara a esa clase de


estudios.A Ud. le agradezco me ihaya indicado esa obra, mu-
chos de cuyos capítulos leídos repetidas veces disiparon dudas
que antes surgían en mi espíritu, explicables por la educación
religiosa recibida en la infancia".

PARRAFOS DE JUICIO.S ( RITICOS PUBLICADOS KN REVISTAS

Del Dr. ENRIQUE ROGER, Decano Honorario de la Facul


tad de Medicina de París, y miembro 'honorario de la nuestra:
"Se recomienda la obra por la exactitud de su documenta-
ción y por el espíritu racionalista .que ha presidido su redacción
Es un excelente relato que hay gran interés en que sea consulta-
do". (Les Cahiers Rationalistes, Ni» 49. París, abril de 1936).

De la revista "CilarÁdad", Buenos Aires, abril de 1936:


"Este sorprende por la magnitud del trabajo que re-
li'bio

presenta, y por haber isido escrito ^por un latinoamericano, ©1 pri-


mero creemos que ha profuudizado tan agudamente el oscuro po-
zo de la religión. Es un trabajo que ha sido escrito expresamente
para la juventud ee.pañola e hispano-americana; pero nosotros
creemos que debe hacerse traducir para que se conozca en todos
los países, ya que es uno de los estudios más serios hechos en
América".
Este tomo III se terminó de imprimir por la

Editorial Libertad

en Montevideo, el 20 de diciembre de 1936

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